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EL SERVICIO EN LA IGLESIA PRIMERA


-Rasgos del Nuevo Testamento-

El servicio, distintivo del cristiano

El servicio aparece en el evangelio como distintivo del seguidor de Jesú s. Es la


forma concreta que toma la caridad en la vida del cristiano.

Evangelio (Jn 13,1-15)

El versículo 13,1 es la introducción a la narración del lavatorio de los pies, pero


también a toda la segunda parte del evangelio de Juan, que es el relato de la pasión, muerte
y resurrección de Jesús. Se trata de una introducción solemne, con fuerte carga teológica,
pues se hacen referencia a la Pascua, paso al Padre, a la hora, al amor extremo de Jesús.
Comienza con una referencia a la Pascua, fiesta principal de los judíos, que en Ex
12,27 se describe así: "Este es el sacrificio de la Pascua del Señor, que pasó de largo en Egipto por las
casas de los israelitas cuando castigó a los egipcios y salvó a nuestras familias ". De este modo, los
acontecimientos a narrar se vinculan con la historia de la salvación de Israel. Como bien
nota F. Moloney1: “Los dos «tiempos» que recorren la narración, las fiestas de «los judíos» (2,13.23;
4,45; 5,1.9; 6,4; 7,2; 10,22; 11,55-57; 12,1) y la «hora» de Jesús, están determinados por el designio de Dios
(2,4; 4,21.23; 7,30; 8,20; 12,23.27). Ahora se unen los dos, pues se celebra una fiesta de «los judíos» que es
también la hora de Jesús (13, 1a)”.
Luego el evangelista declara el conocimiento o conciencia de Jesús sobre la hora o
momento decisivo de su pasión o paso al Padre, que es el cumplimiento de su misión. Esto
hace de Jesús el protagonista activo de lo que va a suceder; es decir “no está sometido a los
hechos, sino que los domina y sale a su encuentro, ofreciéndose espontáneamente (cf. 10,17-18)”2.
La referencia al amor a los suyos, a sus discípulos, es muy importante porque nos
revela la motivación que lleva a Jesús a entregar su vida y a aceptar su muerte. La muerte
en cruz es expresión de su amor extremo, hasta el fin o límite (εἰς τέλος); es el amor más
grande de quien da la vida por sus amigos (cf. Jn15,13).
En 13,2 tenemos ya la introducción propia al relato, ubicándonos en la cena pascual
y presentando, en claro contraste con la entrega de Jesús, la traición de Judas motivada por
la acción del Diablo. Por su parte, 13,3 vuelve a insistir en la conciencia y libertad de Jesús,
quien sabe que el Padre había dejado todo en sus manos y que “él había venido de Dios y
volvía a Dios”. En 13,4-5 se nos describe con 8 verbos la acción del lavatorio de los pies:
“se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego
echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la
toalla que tenía en la cintura”.
El lavado de los pies era un gesto de acogida y hospitalidad que se debía hacer
apenas se llegaba a la casa del anfitrión, antes de la comida; y lo hacían los sirvientes o los
esclavos paganos. Jesús rompe con esta antigua tradición porque realiza esta acción “fuera
de tiempo” y porque, siendo el que preside la cena, el maestro, ocupa el lugar del
“sirviente”. Esto justifica en gran parte la sorpresa y la reacción de Pedro y de los
discípulos.

1
El evangelio de Juan, Estella, Verbo Divino 2005; 516.
2
G. Zevini, Evangelio según san Juan (Sígueme; Salamanca 1995) 336.
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Más allá de la sorpresa, los estudiosos ven detrás de esta negativa de Pedro a dejarse
lavar los pies por Jesús un paralelo al rechazo del Mesías sufriente que nos presentan los
sinópticos en Mc 8,31-38 y paralelos. Es decir, Pedro no acepta al Mesías humilde y
servidor que se manifiesta en este gesto del lavatorio de los pies; tal vez porque sabe bien
que será este mismo camino, el del servicio humilde, el que tendrá que asumir para seguir e
imitar a su Maestro.
La respuesta de Jesús es taxativa: "Si no te lavo, no tienes parte conmigo" (Jn 13,8). El
«tener parte» (ἔχεις μέρος) remite al Antiguo Testamento que utiliza esta expresión para
referirse a la herencia que Dios concede a su pueblo (cf. Gn 31,14; Dt 10,9; 14,27-29; 18,1-
2). Aquí se referiría a compartir la misma suerte de Jesús, que es su muerte y resurrección.
Como bien comenta G. Zevini3: “para el cuarto evangelista se trata de la vida de unidad y de amor que
el creyente está destinado a vivir con el Padre y con Jesús. En este punto Pedro tiene que escoger entre su
propio proyecto y el de Jesús, entre perder al Maestro o aceptar el escándalo de la cruz”.
La respuesta de Pedro es de total aceptación a la voluntad de Jesús, sin dejar dudas:
“Señor no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza" (Jn 13,9).
En las palabras finales de Jesús (13,10-15) podemos distinguir dos partes. La
primera (10-11) es algo misteriosa: Jesús les dice a sus discípulos que no tenían necesidad
de lavarse porque ya estaban limpios, o mejor, puros (καθαρὸς). Si tenemos en cuenta lo que
dirá Jesús más adelante en 15,3 (“Ustedes ya están limpios (καθαρὸς) por la palabra que yo les
anuncié”) haría referencia a la pureza interior fruto de la acogida en la fe de la Palabra del
Señor.
En la segunda parte (12-15) Jesús hace una clara explicación del sentido del gesto
que acaba de realizar. Reafirmando que es Maestro y Señor ( ὁ διδάσκαλος, καί· ὁ κύριος), les
ha lavado los pies para darles un ejemplo ( ὑπόδειγμα) que ellos deberán imitar. Es decir,
siguiendo el estilo propio de argumentación rabínica, les mostró con ese gesto que si Él,
siendo Maestro y Señor, les ha lavado los pies, cuanto más entre ellos deberán lavarse los
pies unos a otros. Pero no olvidemos que se trata de un lenguaje simbólico cuya enseñanza
ética va mucho más allá del gesto concreto por cuanto el mandamiento es real, pero se
refiere a una actitud de humilde servicio que trasciende este mero gesto simbólico 4. Bien lo
entendió san Agustín al explicar lo que él realizaba en su tiempo: “ lo que no se hace con las
manos (es decir: lavar los pies), se realiza con el corazón”.

Nos deja también el sacramento-mandamiento de la Caridad con su expresión visible


que es el Servicio.

Jesús pide que imitemos su actitud de servicio, de entrega a los demás. Justamente
el evangelio de hoy nos presenta a Jesús lavando los pies de sus discípulos, lo cual era un
servicio propio de los esclavos. "Con un acto simbólico, Jesús aclara el conjunto de su servicio
salvífico. Se despoja de su esplendor divino, se arrodilla, por decirlo así, ante nosotros, lava y enjuga nuestros
pies sucios para hacernos dignos de participar en el banquete nupcial de Dios"5.
Con este gesto simbólico del lavado de los pies Jesús instituye y ejemplifica el
mandamiento nuevo del amor. En efecto, este servicio humilde de Jesús es expresión de su
amor, como nos lo dijo el Papa Francisco en su homilía del jueves santo de 2017: “Dios ama
3
Evangelio según san Juan (Sígueme; Salamanca 1995) 340.
4
Cf. J. Dupont, "Le Langage Symbolique des Directives Ethiques de Jésus" en Etudes sur les Evangiles
Synoptiques I (Leuven 1985) 772-773.
5
J. Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, 73.
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así: hasta el extremo. Y da la vida por cada uno de nosotros, y se enorgullece de ello y lo quiere así porque Él
tiene amor: “Amar hasta el extremo”. No es fácil, porque todos nosotros somos pecadores, todos tenemos
límites, defectos, tantas cosas. Todos sabemos amar, pero no somos como Dios que ama sin mirar las
consecuencias, hasta el extremo. Y nos da el ejemplo: para enseñarlo, Él que era “el jefe”, que era Dios, lava
los pies a sus discípulos… Simón no quería, pero Jesús le explicó que tenía que ser así, que Él había venido
al mundo para servir, para servirnos, para hacerse esclavo por nosotros, para dar su vida por nosotros, para
amar hasta el extremo…. Porque esto es amor, es como lavar los pies”. 
Por tanto, el sacramento-mandamiento del amor es amar con el amor de Jesús y, por
ello, amar como Jesús, esto es, dando la vida por los demás, sirviendo a los demás. Así ama
Jesús, vaciándose de sí mismo, olvidándose de sí mismo, para ponerse al servicio de los
demás. Servicio que es un lavado, una purificación de los hombres que les comunica nueva
vida, que les devuelve la dignidad de hijos de Dios. Con verdad se ha visto en este lavado-
purificación que obra Jesús en sus apóstoles una referencia al sacramento del Bautismo.

“El servicio. Ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el
Señor, en aquel intercambio de palabras que tuvo con Pedro (cf. Jn 13,6-9), le hizo comprender que para
entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que el Siervo de Dios sea siervo de
nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga
crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos” (Francisco, homilía jueves santo 2020).

El servicio, opción fundamental de Jesús

Marcos 10,42-45
2
Jesú s los llamó y les dijo: "Ustedes saben que aquellos a quienes se considera
gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueñ os, y los poderosos les
hacen sentir su autoridad.
43
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se
haga servidor (διάκονος) de ustedes;
44
y el que quiera ser el primero, que se haga servidor/esclavo (δοῦλος) de todos.
45
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido (διακονηθῆναι), sino para
servir (διακονῆσαι) y dar su vida en rescate por una multitud".

En primer lugar, la enseñanza de Jesús comienza describiendo cómo se ejerce la


autoridad en el mundo, entre los poderosos y los que gobiernan: imponiendo su voluntad,
abusando del poder. La primera acción, la de los gobernantes, se describe con el verbo
katakurieuô que significa dominar completamente, de aquí la traducción de la Biblia de
Jerusalén "dominan como señores absolutos". Vale decir que gobiernan de modo autónomo
como si fueran ellos la última instancia de poder, como si el poder se fundamentara en ellos
mismos, y no en Dios. La acción de los "grandes" se describe con el verbo katexousiazô
que significa "ejercer poder sobre" y que no se utiliza ni en la LXX ni en la literatura
griega secular, por lo que es difícil especificar si tiene un matiz negativo tal como reflejan
las traducciones. El mismo se deduciría de la comparación con el verbo anterior.
Lo claro es que el ejercicio del poder y de la autoridad en la comunidad cristiana
no puede ni inspirarse ni parecerse al que rige en el "mundo". Al contrario, en su
propuesta Jesús pone en paralelo el deseo de ser grande (mégas) con el deseo de ser el
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primero (prōtós); a los que contrapone las exigencias de hacerse servidor (diákonos) y
esclavo (doulos) de todos: "el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera
ser el primero, que se haga esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a
servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10,43-45).
Esta última afirmación que Jesús hace sobre la orientación fundamental de su vida
hay que entenderla a la luz del cuarto cántico del siervo de Is 53 que leemos hoy como
primera lectura. Allí vemos que la aceptación de los sufrimientos y la entrega de la vida se
realizan como sustitución vicaria por los pecados del pueblo, como rescate del mismo.
La segunda parte del evangelio de hoy nos clarifica dos cosas. En primer lugar, que
Jesús pide a los discípulos lo que él mismo vive: no ser servido sino servir. En segundo
lugar, entendemos que la pretensión de ser primero implica el reclamo a ser servido, a
recibir honores y atenciones; y que, por el contrario, la invitación a ser servidor que hace
Jesús conlleva el dar la vida por los demás, el estar más preocupado por el bien de los
demás que por el propio.

En textos de san Pablo6

En las cartas llamadas auténticas de Pablo, 1 Corintios y Romanos, se


encuentran unas listas de carismas y ministerios en las que todavía no aparece un
esquema de organizació n jerá rquicamente constituido como hoy se conoce. Estas
cartas datan alrededor del añ o 57-58. En ellas las comunidades aparecen má s
carismá ticas, ligadas a la acció n del Espíritu, no hay una institució n de ministerios
desarrollada propiamente, los cuales aparecerá n en las cartas pastorales.

a) 1 Corintios 12,8-11 señ ala los dones de sabiduría, ciencia, fe, curaciones, milagros,
profecía, discernimiento de espíritu, don de lenguas y el de interpretarlas. No se
menciona el carisma de presidencia o gobierno, aunque se supone que las
comunidades cuentan con alguien al frente de ellas, como atestigua 1 Tes 5,12.

a. 12, 4-11: Un único Espíritu y diversos dones.

Hay diversidad de dones (χαρισμάτων), pero un mismo Espíritu.


Hay diversidad de ministerios (διακονιῶν), pero un solo Señor.
Hay diversidad de actividades (ἐνεργημάτων), pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos.

A cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.

A uno el Espíritu da la sabiduría para hablar;


a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu;
a otro, la fe, también el mismo Espíritu.
A quien se le da dones de curaciones (χαρίσματα ἰαμάτων), en ese único Espíritu;
6
Sobre este tema ver, J. DELORME, El ministerio y los ministerios según el Nuevo
Testamento, cristiandad, Madrid 1975; A. LAMAIRE, Les ministères aux origenes de l’Eglise,
Ed. du Cerf, Paris 1971. Una importante síntesis sobre este tema se encuentra en J. M.
CASTILLO, Ministerios, en C. FLORISTÁN-J. J. TAMAYO , Conceptos fundamentales de Pastoral,
cristiandad, Madrid 1983, 628-647.
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a aquel, el don de hacer milagros;


a uno, el don de profecía;
a otro, el discernimiento de espíritus;
a este, el don de lenguas;
a aquel, el don de interpretarlas.

Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa,


distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere.

Los versículos 4-6 traen tres frases en estricto paralelo, aunque la tercera se
prolonga un poco más. La presentación ‘trinitaria’ es más bien de tipo literario o formal; no
se trata de apropiaciones; es decir, no puede afirmarse que los carismas correspondan sólo
al Espíritu, los servicios al Señor Jesús y las obras a Dios Padre7.
En 12,3 Pablo había igualado a todos los creyentes como pneumatikoi; ahora debe
-manteniendo esta unidad - tener en cuenta la diversidad a nivel de los carismas. En
síntesis, Pablo busca ampliar la perspectiva de los corintios sobre los dones del Espíritu y al
mismo tiempo fortalecer la unidad de la comunidad (v. 4). Para confirmar esta coexistencia
de la unidad con la diversidad cita otros dos ejemplos: los múltiples servicios en relación al
único Señor (v. 5) y las obras diversas con un único Dios, “que realiza todo en todos” (v.
6).
En 12,7-11 tenemos un elenco de dones conferidos a personas diversas que es una
explicitación de 12,4. Comienza en 12,7 dando un principio general: “ A cada uno le es dada
la manifestación (phanerosis) del Espíritu para la utilidad (pros to sympheron)”.
En primer lugar nos precisa que son los dones visibles o manifiestos los que se dan a
cada cristiano en particular (hay dones interiores del Espíritu como la fe y la caridad que se
dan a todos). Luego nos dice que su finalidad es la utilidad. Pablo no se refiere sólo al bien
o utilidad común como ponen la mayoría de las traducciones. El uso de la expresión pros to
sympheron en otros textos no nos llevan necesariamente en este sentido (cf. Mt 5,29-30;
Heb 12,10); ni tampoco la lista que sigue en 12,8-10 porque incluye el don de lenguas que
edifica sólo al que lo ejercita (14,4). Por el uso de sympherei en 1 Cor 10,23 nos inclinamos
por pensar se trata de la edificación o crecimiento tanto personal como comunitario.

En cuanto a la lista de dones (12,8-10) no nos resulta fácil comprender hoy el


sentido exacto de cada uno de ellos. En razón de brevedad sólo notamos:

1) “Palabra de sabiduría” (lo,goj sofi,aj) indicaría un discurso con palabras “enseñadas


por el Espíritu” (2,13) sobre los designios íntimos de Dios
2) “Palabra de conocimiento” (lo,goj gnw,sewj) sería un discurso del intelecto
sobrenaturalmente guiado como por ejemplo el de 8,4. Es decir, la sabiduría tiene un
sentido superior y más positivo que el conocimiento o gnosis. De hecho este último puede
ser desfavorable (8,1.11; 13,2) mientras el término sabiduría se aplica a Cristo (1,24.30).
3) “Fe” no indica el creer en Dios y en Cristo sino que se referiría a una especial y
manifiesta confianza en Dios que puede obtener milagros (13,2).
4) “Dones de curaciones” (cari,smata ivama,twn). Esta expresión aparece aquí y en
12,28.30 en todo el NT. Hay que notar que está en plural y, por tanto, no se trata de un

7
Esto lo prueba el hecho que en 12,11 atribuye todos estos dones al Espíritu y en 12,28 a Dios Padre.
3

carisma o don particular sino de gracias recibidas, de hechos concretos. Además ivama no
indica la acción de curar (que se dice ivasij como en Lc 13,32; He 4,22.30) sino el efecto de
la acción de curar, o sea la curación obtenida. Es decir, no se trata de un don o capacidad de
sanar sino de gracias de sanación. Ahora bien, Pablo dice que se le otorga “a otro”, en
referencia a una persona que interviene para que Dios conceda gracias de sanación a otros8.
5) “Hechos portentosos o milagrosos” (evnergh,mata duna,mewn), expresión
gramatical paralela a la anterior. En 12,28.29 aparece sólo duna,meij que tiene el sentido de
milagros y que Pablo presenta como signo de su apostolado (1Tes 1,5; 2Cor 12,12; Rom
15,15-18).
6) “Profecía” (profhtei,a) se refiere a la palabra inspirada que sirve para animar y consolar
(14,3); o que penetra en los secretos del corazón (14,25).
7) “Discernimiento de espíritus” (diakri,seij pneuma,twn) es una expresión única en la
Biblia. El único paralelo, pero con otro verbo, es 1Jn 4,1: “Queridos, no os fiéis de cualquier
espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al
mundo”. En ambos casos se relaciona con la profecía y se trata de discernir si la inspiración
es auténtica. Sobre esto ya había escrito Pablo en 1Tes 5,19-21 y volverá a escribir en 1Cor
14,29.
8) “Género de lenguas” (ge,nh glwssw/n) es una expresión única en la Biblia. Para
referirse a la glosolalia Pablo utiliza diversas expresiones, pero el fenómeno es el mismo: se
trataría de una oración (se dirige a Dios), inspirada (fruto de la acción del Espíritu Santo) y
cuyo contenido no es inteligible a los demás.
9) “Interpretación de lenguas” (e`rmhnei,a glwssw/n): así como el discernimiento de
espíritus completa el don de profecía; la interpretación completa el don de lenguas. Más
adelante (14,26) Pablo exigirá que el hablar en lenguas sea siempre seguido de su
interpretación.

Ahora bien, considerada en su conjunto podemos hacer la siguiente valoración de la lista:

1) No hay motivo para considerarla exhaustiva como si enumerase todos los carismas,
porque Pablo menciona otros al final del mismo capítulo (12,28) y en Rom 12;
2) Las expresiones son siempre indeterminadas (sin artículo, o sea una palabra, un don,
una profecía) y por tanto serían dones ocasionales, no permanentes.
3) A propósito viene colocado el don de lenguas al final de la lista. La frase conclusiva
(12,11) resume lo dicho acerca de la unidad en el mismo y único Espíritu, pero añade
otro criterio que fundamenta la distribución de los dones y que deja a salvo la libertad
Divina: el Espíritu distribuye “según su querer”.

b) 1 Corintios 12,28-30, menciona: apó stoles, profetas, maestros, el poder de milagros,


los dones de curació n, de asistencia, de gobierno, de lenguas y el de interpretarlas.
Este texto, señ ala el ministerio de gobierno, pero no figura como el primero de la lista.

a'. 12, 28-30: En la Iglesia, diversas posiciones y dones.

8
Véase lo expuesto por la Congregación para la Doctrina de la Fe en el documento: “Instrucción sobre las
oraciones para obtener de Dios la curación” (Roma 2000).
3

En estos versículos Pablo abandona el vocabulario del cuerpo y los miembros pero
continúa con el tema de fondo: la diversidad en la unidad. En la única Iglesia tenemos
diversidad de funciones y dones. La misma idea viene presentada de modo positivo (12,28)
y luego reafirmada con preguntas retóricas que esperan una respuesta negativa (12,29-30).
La expresión de 12,28a retoma la idea de 12,18 sobre el cuerpo pero aplicándola
directamente a la Iglesia como cuerpo estructurado por Dios. El verbo utilizado (etheto =
establecer; cf. He 1,7) expresa la idea de orden; y el sujeto (Theos) indica el origen divino
de los ministerios en la Iglesia. Sigue luego un elenco con la particularidad que los tres
primeros (Apóstoles; Profetas y Maestros) están en un orden jerárquico (primero, segundo,
tercero) y son títulos de personas y no nombre de acciones o dones como el resto.
No podemos estudiar aquí el sentido exacto de estos tres títulos. Basta con decir que
el título de ‘apóstol’ viene del judaísmo y significa enviado. En Pablo no se limita a los
doce (Gal 1,17.19; 2,8) sino a un grupo más amplio que lo incluye a él mismo (Rom 1,1;
11,13; 1Cor 1,1; 9,2.5) y a otros predicadores del evangelio (Rom 16,7; 1Cor 15,7; 2Cor
8,23; 11,5.13). Los “profetas” aparecen como miembros con identidad propia en la
comunidad de Antioquía (He 11,27; 13,1; 15,32). En Pablo, fuera de 1Cor 14, el término se
refiere a los profetas del AT (Rom 1,2; 3,21; 11,3; 1Tes 2,15). El título de “maestro” habría
sido introducido en la comunidad cristiana por judíos convertidos que mantuvieron esta
designación común entre ellos (Rom 2,20). Estos maestros en la primitiva Iglesia
constituirían un grupo específico y estable (Rom 12,7; He 13,1) dedicado a conservar y
transmitir la tradición cristiana (1Cor 11,2.23; 15,3; 2Tes 2,5) y su aplicación a la vida
(1cor 4,17). Los tres aparecen como dones de Cristo a la Iglesia en Ef 4,11.
Para la situación de la comunidad de Corinto la disposición es importante porque
aparece claramente que la profecía está subordinada a la autoridad apostólica. De hecho
Pablo hace uso de su autoridad apostólica para regular el don de profecía en las asambleas
corintias (14, 1-5; 29-32; 37-40).

En cuanto a la lista de dones notamos que a los extraordinarios como hacer


milagros, curar, hablar en lenguas (que ya aparecieron en 12,8-10) añade otros que forman
parte de la actividad normal en la vida de una comunidad como socorrer o ayudar
(antilempsis) y gobernar (kybernesis)9. La mayor novedad es que dentro de la categoría de
carismas Pablo incluye tanto los fenómenos espirituales como los servicios ministeriales.
En otras palabras, no hay oposición entre carisma e institución o autoridad pues ambos son
concreciones de la gracia de Dios.
Las siete preguntas retóricas introducidas por “¿Acaso todos son...” en 12,29-30
invitan a aceptar la necesaria diversidad en la Iglesia porque no todos pueden ocupar la
misma posición ni tener el mismo don.

c) Romanos 12,6-8. Habla de los dones de profecía, enseñ anza, exhortació n, dá diva,
presidencia, obra de misericordia. Dice que el carisma de presidencia debe ser
ejercido con solicitud.

9
Defiende esta postura E. Nardoni en su artículo “Charism in Paul”, CBQ 55 (1993) 74-75. Encuentra huellas
de esta formas incipientes de autoridad en 1Tes 5,12-15; 1Cor 16,15-17 y Fil 1,1.
3

6
Conforme a la gracia (χαρίσματα)que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes
diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza segú n la medida de la fe.
7
El que tiene el don del ministerio (διακονίαν), que sirva (διακονίᾳ).
El que tiene el don de enseñ ar (διδάσκων), que enseñ e (διδασκαλίᾳ).
8
El que tiene el don de exhortació n, que exhorte.
El que comparte sus bienes, que dé con sencillez.
El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud.
El que practica misericordia, que lo haga con alegría.
(Rom. 12:6-8 BPD)
6
ἔχοντες δὲ χαρίσματα κατὰ τὴν χάριν τὴν δοθεῖσαν ἡμῖν διάφορα, εἴτε προφητείαν κατὰ τὴν
ἀναλογίαν τῆς πίστεως,
7
εἴτε διακονίαν ἐν τῇ διακονίᾳ, εἴτε ὁ διδάσκων ἐν τῇ διδασκαλίᾳ,
8
εἴτε ὁ παρακαλῶν ἐν τῇ παρακλήσει· ὁ μεταδιδοὺς ἐν ἁπλότητι, ὁ προϊστάμενος ἐν σπουδῇ, ὁ
ἐλεῶν ἐν ἱλαρότητι.
(Rom. 12:6-8 BGT)

d) Efesios 4,11-13. Recoge la doctrina anterior y refiriéndose a Cristo dice: “El mismo
dio a unos el ser apó stoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros pastores
y maestros”. De igual modo, habla del ministerio de pastoreo sin ponerlo como
primero de la lista*. De las cuatro listas se puede visualizar lo siguiente:
11
El comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio,
a otros pastores o maestros (διδασκάλους).
12
Así organizó a los santos para la obra del ministerio (ἔργον διακονίας), en orden a la edificación
del Cuerpo de Cristo,
13
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de
hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.
(Eph. 4:11-13 BPD)
11
Καὶ αὐτὸς ἔδωκεν τοὺς μὲν ἀποστόλους, τοὺς δὲ προφήτας, τοὺς δὲ εὐαγγελιστάς, τοὺς δὲ
ποιμένας καὶ διδασκάλους,
12
πρὸς τὸν καταρτισμὸν τῶν ἁγίων εἰς ἔργον διακονίας, εἰς οἰκοδομὴν τοῦ σώματος τοῦ Χριστοῦ,
13
μέχρι καταντήσωμεν οἱ πάντες εἰς τὴν ἑνότητα τῆς πίστεως καὶ τῆς ἐπιγνώσεως τοῦ υἱοῦ τοῦ
θεοῦ, εἰς ἄνδρα τέλειον, εἰς μέτρον ἡλικίας τοῦ πληρώματος τοῦ Χριστοῦ,
(Eph. 4:11-13 BGT)

Pablo relaciona unos carismas que tienen que ver con el espíritu humano o de ciencia
y se manifiestan externamente en el lenguaje: sabiduría, ciencia, fe, profecía,
discernimiento de espíritu, don de lenguas, don de interpretació n de lenguas; otros
carismas tienen que ver con la actividad externa de las personas, que se podrían
llamar operativos: poder de hacer milagros; don de curaciones; y, finalmente, otros
tienen que ver específicamente con el recto ordenamiento de los santos, en orden a las
funciones del ministerio; son los se pueden llamar carismas ministeriales: apó stoles,
profetas, evangelizadores, pastores, dones de asistencia, dones de gobierno, que son
para realizar las funciones que les corresponde: ministerio, profecía, enseñ anza,
exhortació n, dá diva, presidencia, obras de misericordia. Toda esa diversidad de
carismas debe confluir en la unidad de la comunidad eclesial (cf. El símil del cuerpo en
1 Cor 12, 12-31; Ef 4, 4-6).
3

A partir de los anteriores datos, podemos detectar, en el conjunto de las primitivas


comunidades, una cierta estructura ministerial: los “doce”, “apó stoles”, “profetas”,
“doctores o maestros”, “dirigentes”, “pastores”, , “guías”, “asistentes” (1 Tes 5,12; 1 Cor
12,28; Rom 12,6-8; Flp 1,1; Ef 4,11-13; He 20,28;). Sobre todo se resalta la triada
apó stoles, profetas y doctores, que son claves en la fundació n de la comunidad
primitiva. A la cabeza de éstos está n los “doce”. Sin que sea totalmente claro el perfil y
las funciones de estos ministerios, podríamos decir lo siguiente sobre cada uno de
ellos:
1. Los doce. Desde una lectura atenta de los evangelios, se descubre el deseo expreso
de Jesú s de que su ministerio, la definitividad de su obra salvadora, se continuara en
los doce como prototipo del Israel fiel. Así como el Padre envió al Hijo, éste elige a los
doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (Mc 3,13; Mt 28,19-20; Jn
20,21); ellos será n después los testigos directos de la resurrecció n del Señ or (los
mencionan los Evangelios, Hechos, y 1 Corintios). Al morir, sus diversas funciones se
perpetú an en aquellos que los demá s escritos neotestamentarios llaman apó stoles,
profetas, doctores, pastores y dirigentes, epíscopos, presbíteros, guías. En esta
perspectiva de elecció n y llamado se ubica el ministerio ordenado como sucesor del
ministerio original apostó lico.

2. Los apóstoles. Se trata de una funció n má s amplia que la de los doce. Eran
misioneros enviados propiamente por los doce y la misma comunidad (caso de Pablo,
Bernabé y otros), está n al servicio del Evangelio.

3. Profetas. Son los que intervienen en las asambleas litú rgicas con una predicació n o
una oració n; disciernen las Escrituras, celebran la Eucaristía. Profetas y doctores son
los que figuran después de los apó stoles en las listas má s importantes de ministerios
(1 Cor 12,28; Ef 4,11; Rom 12,6-8; He 13,1-3).

4. Doctores. Son los encargados de la enseñ anza (didascalia), lo cual hace ver el
avance de las comunidades en la profundizació n del mensaje revelado. Sin embargo,
se impone la primacía de los apó stoles respecto a los profetas y doctores pues son los
pilares de la Iglesia y su autoridad y su testimonio duran siempre.

De las listas de los carismas y ministerios y del conjunto del N. T., se deriva la
siguiente doctrina: la primitiva comunidad cristiana veía en el don del espíritu el
mayor fruto de la muerte de Jesú s, quien al dar y comunicar su Espíritu da
cumplimiento a las Escrituras (cf. Ez 36, 27; Jo 3; Hech 2, 14-36). Dicho don es
otorgado en primer lugar a la comunidad apostó lica (cf. Hech 2, 1ss) y se extiende
luego a todos los que se bautizan en Cristo (cf. Hech 19, 1-7). Ese Espíritu transforma
al cristiano en hijo adoptivo de Dios (cf. Rm 8, 4).

Ademá s de este don fundamental del Espíritu, dado a todo bautizado, hay
segú n el N. T., otros dones particulares de gracia, concedidos por el mismo espíritu,
diversificados unos de otros y otorgados para el bien comú n de la comunidad eclesial,
no con miras a la santificació n personal, sino a la edificació n de la Iglesia. El origen de
3

todo carisma en la Iglesia es, pues, el Espíritu Santo y su autenticidad se verifica a


través de dos elementos: en la confesió n que la persona hace de su fe en Jesú s como
Señ or y en el hecho de que tal carisma contribuya realmente a la unidad eclesial (1Cor
12, 4-6). La finalidad de los carismas, afirma Pablo, es el provecho comú n (cf. 1Cor 14;
12; Ped 4, 10).

Dichos carismas se insertan dentro de una escala de valores que Pablo mismo
específica en 1Cor 13: primero el don fundamental del Espíritu, luego, la caridad,
como efecto inmediato y fruto mayor de la presencia del espíritu, después la fe y la
esperanza, dones también del Espíritu, pero temporales y, por ú ltimo, los carismas
funcionales, enunciados má s arriba y que también son temporales. En 1 Cor 14, Pablo
establece una regulació n de la importancia de estos ú ltimos carismas. La superioridad
de un carisma sobre otro radica en el mayor provecho con miras a la edificació n
comunitaria; en el mayor servicio que preste a los demá s. En ese sentido, los que má s
provecho hacen para la edificació n de la comunidad son los carismas ministeriales
que aparecen enunciados en las listas de 1 Cor 12, 28-30; Ef 4, 11-13; Rm 12, 6-8. Esos
carismas son má s excelentes en cuanto son má s ú tiles y prá cticamente necesarios
para la conservació n, progreso y finalidad de la comunidad eclesial.

El servicio de la presidencia en las cartas pastorales

Las epístolas llamadas pastorales (posteriores a la primera generació n), son las
que presentan una estructuració n má s formal del ministerio de direcció n y lo ponen
en los epíscopos, presbíteros y diá conos. Estas epístolas reflejan una evolució n, o al
menos otra forma de estructuració n del ministerio, donde los dirigentes o presidentes
que los apó stoles o sus delegados han puesto al frente de las comunidades fundadas
por ellos, empiezan a cobrar importancia; su preocupació n principal es vigilar por la
unidad de las comunidades y conservar y transmitir fielmente el Depó sito de la fe, es
decir, la Tradició n apostó lica.

Los rasgos de estas epístolas pastorales en torno a este ministerio de la direcció n o


presidencia son los siguientes: 1) muestran la vinculació n necesaria entre ministerio
eclesial y vigilancia doctrinal; 2) informan la organizació n de esas comunidades con
presbíteros (identificados con epíscopos) y diá conos; 3) insisten en la apostolicidad
del ministerio recibido por la imposició n de manos como expresió n del carisma
recibido del Espíritu. Se les llama de diversos modos: vigilantes-epíscopos y
servidores (Flp 1,1; He 20,28; 1 Tim 3,1-2); guías o dirigentes (Heb 13,7.24);
presidentes (1 Tim 3,4-5).

Estos ministerios de epíscopos, presbíteros y diá conos, que el Espíritu suscita


al frente de las comunidades, han sido instituidos por los apó stoles o sus delegados
para garantizar el anuncio del Evangelio y la edificació n de las comunidades.
3

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO» SPIRITUS DOMINI DEL


SUMO PONTÍFICE FRANCISCO SOBRE LA MODIFICACIÓN DEL CAN. 230 § 1
DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO ACERCA DEL ACCESO DE LAS
PERSONAS DE SEXO FEMENINO AL MINISTERIO INSTITUIDO DEL
LECTORADO Y DEL ACOLITADO.
Dado en Roma, en San Pedro, el 10 de enero del año 2021

“El Espíritu del Señor Jesús, fuente perenne de la vida y misión de la Iglesia, distribuye a
los miembros del Pueblo de Dios los dones que permiten a cada uno, de manera diferente,
contribuir a la edificación de la Iglesia y al anuncio del Evangelio. Estos carismas, llamados
ministerios por ser reconocidos públicamente e instituidos por la Iglesia, se ponen a
disposición de la comunidad y su misión de forma estable.”

En algunos casos esta contribución ministerial tiene su origen en un sacramento


específico, el Orden Sagrado. Otras tareas, a lo largo de la historia, han sido instituidas en
la Iglesia y confiadas a través de un rito litúrgico no sacramental a los fieles, en virtud de
una forma peculiar de ejercicio del sacerdocio bautismal, y en ayuda del ministerio
específico de los obispos, sacerdotes y diáconos.
Siguiendo una venerable tradición, la recepción de los "ministerios laicales", que
san Pablo VI reguló en el Motu Proprio Ministeria quaedam (17 de agosto de 1972),
precedía como preparación a la recepción del Sacramento del Orden, aunque tales
ministerios se conferían a otros fieles idóneos de sexo masculino.
Algunas asambleas del Sínodo de los Obispos han evidenciado la necesidad de
profundizar doctrinalmente en el tema, para que responda a la naturaleza de dichos
carismas y a las necesidades de los tiempos, y ofrezca un apoyo oportuno al papel de la
evangelización que atañe a la comunidad eclesial.
Aceptando estas recomendaciones, se ha llegado en los últimos años a una
elaboración doctrinal que ha puesto de relieve cómo determinados ministerios instituidos
por la Iglesia tengan como fundamento la condición común de ser bautizados y el
sacerdocio real recibido en el sacramento del Bautismo; éstos son esencialmente distintos
del ministerio ordenado recibido en el sacramento del Orden. En efecto, una práctica
consolidada en la Iglesia latina ha confirmado también que estos ministerios laicos, al estar
basados en el sacramento del Bautismo, pueden ser confiados a todos los fieles idóneos,
sean de sexo masculino o femenino, según lo que ya está previsto implícitamente en el
canon 230 § 2.

CARTA APOSTÓ LICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO» ANTIQUUM MINISTERIUM


DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO CON LA QUE SE INSTITUYE EL MINISTERIO DE
CATEQUISTA
El día 10 de mayo del año 2021
1. El ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo. Entre los teó logos es
opinió n comú n que los primeros ejemplos se encuentran ya en los escritos del Nuevo
3

Testamento. El servicio de la enseñ anza encuentra su primera forma germinal en los


“maestros”, a los que el Apó stol hace referencia al escribir a la comunidad de Corinto:
(1 Co 12,28-31).
El mismo Lucas al comienzo de su Evangelio afirma: «También yo, ilustre
Teó filo, investigué todo con cuidado desde sus orígenes y me pareció bien escribirte
este relato ordenado, para que conozcas la solidez de las enseñ anzas en que fuiste
instruido» (1,3-4). El evangelista parece ser muy consciente de que con sus escritos
está proporcionando una forma específica de enseñ anza que permite dar solidez y
fuerza a cuantos ya han recibido el Bautismo. El apó stol Pablo vuelve a tratar el tema
cuando recomienda a los Gá latas: «El que recibe instrucció n en la Palabra comparta
todos los bienes con su catequista» (6,6). El texto, como se constata, añ ade una
peculiaridad fundamental: la comunió n de vida como una característica de la
fecundidad de la verdadera catequesis recibida.

2. Desde sus orígenes, la comunidad cristiana ha experimentado una amplia forma de


ministerialidad que se ha concretado en el servicio de hombres y mujeres que,
obedientes a la acció n del Espíritu Santo, han dedicado su vida a la edificació n de la
Iglesia. Los carismas, que el Espíritu nunca ha dejado de infundir en los bautizados,
encontraron en algunos momentos una forma visible y tangible de servicio directo a la
comunidad cristiana en mú ltiples expresiones, hasta el punto de ser reconocidos
como una diaconía indispensable para la comunidad.
El apó stol Pablo se hace intérprete autorizado de esto cuando atestigua:
(1 Co 12,4-11).
Por lo tanto, dentro de la gran tradició n carismá tica del Nuevo Testamento, es posible
reconocer la presencia activa de bautizados que ejercieron el ministerio de transmitir
de forma má s orgá nica, permanente y vinculada a las diferentes circunstancias de la
vida, la enseñ anza de los apó stoles y los evangelistas (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const.
dogm. Dei Verbum, 8). La Iglesia ha querido reconocer este servicio como una
expresió n concreta del carisma personal que ha favorecido grandemente el ejercicio
de su misió n evangelizadora. Una mirada a la vida de las primeras comunidades
cristianas que se comprometieron en la difusió n y el desarrollo del Evangelio, también
hoy insta a la Iglesia a comprender cuá les puedan ser las nuevas expresiones con las
que continú e siendo fiel a la Palabra del Señ or para hacer llegar su Evangelio a toda
criatura.

Epíscopos. Es un término griego que significa inspector, vigilante y designa a los que
dirigen, atienden y está n pendientes de la comunidad cristiana. Se usa tres veces en
singular: han sido puestos por el Espíritu Santo como vigilantes (epíscopos), para
pastorear a la grey de Dios (He 20,28); les corresponde organizar y vigilar la
comunidad estableciendo presbíteros en cada ciudad. Pablo pide a Tito instituir
presbíteros que luego llama 'epíscopos' (Tit 1,5). Por la grandeza y delicadeza de su
cargo debe reunir en su persona diversas cualidades, pues es "administrador de Dios"
(1 Tim 3,2); tiene que adherirse a la Palabra y permanecer fiel a la sana doctrina o
auténtica enseñ anza (Tit 1,7). Pablo los menciona junto a los diá conos (Flp 1,1), está n
al frente de la comunidad, que no son todavía nuestros obispos actuales, sino los
3

presbíteros y ancianos que dirigen y atienden la comunidad. Son pastores del rebañ o y
poseen el don del Espíritu en virtud de la imposició n de las manos (He 20,28; 1 Tim
4,14; 2 Tim 1,6). Hasta este momento, la funció n de los epíscopos no se diferenciaba
en nada a la de los presbíteros. Pablo por ejemplo, le pide a Tito organizar la
comunidad estableciendo presbíteros (Tit 1,5-9).

Presbíteros. Significa anciano. Segú n diversos pasajes del Nuevo Testamento, son
colaboradores de los Apó stoles en la presidencia y vigilancia de las comunidades, esa
es su principal tarea; así en Jerusalén forman un colegio presididos por el apó stol
Santiago y juntos toman decisiones para la Iglesia (He 11,30; 12,17; 15,1-29; 16,4;
21,18). Bernabé y Pablo designan presbíteros en las iglesias que van fundando (He
14,23). Tito recibe de Pablo la encomienda de establecer en Creta presbíteros o
epíscopos al frente de las comunidades (Tit 1,5). El mismo Pablo convoca a los
presbíteros de Efeso para despedirse y darles recomendaciones (He 20,17). Tienen un
ministerio específico de direcció n y vigilancia y que han de apacentar la grey de Dios
con solicitud (1 Tim 5,17-22; 1 Pe 5,1-5). Está n al frente de las comunidades como
dirigentes (Heb 13,7.17.24), presidiéndolas y guiá ndolas como fieles pastores del
rebañ o. Tienen también la misió n de asistir a los enfermos (Sant 5,14). También se les
menciona en 2 Jn 1,1 y 3 Jn 1,1.

Diáconos. Término griego que significa servidor o ministro. El libro de los Hechos de
los Apó stoles 6, 1-7, habla de la institució n de 7 diá conos que ciertamente, no
corresponde al diaconado actual. Se dice que su oficio era la asistencia a las viudas
(6,1) y el servicio a las mesas (6,2); anuncian también el Evangelio (21,8). Aparecen al
lado de los epíscopos en Flp 1,1; en 1 Tim 3,8-11 se mencionan sus diversas funciones.
San Pablo se aplica el término por su ministerio y también a sus colaboradores que
sirven al Evangelio (He 4,20.29; 1 Cor 9,16-18; 2 Cor 6,3; Flp 2,22).

Se puede decir entonces, que esta diversidad de carismas y ministerios miran en su


globalidad a tres servicios ejes fundamentales:
1) Ministerio de la Palabra. Lo esencial en el ministerio de Jesú s fue anunciar la
Buena Nueva del Reino y enviar a sus discípulos a hacer lo mismo. Este ministerio
suscita la fe y es el objetivo de la misió n eclesial (1 Tes 5,20; 1 Cor 1,17; 12,28; Rom
12,6-7; Ef 4,11; He 11,27; 13,1; 1 Tim 5,17);
2) el ministerio de la comunión o servicio a la unidad del cuerpo de Cristo. En
medio de la diversidad de carismas y ministerios se debe servir a la comunió n,
siguiendo el deseo del Señ or de que todos sean uno (Jn 17,21). Tanto el Evangelio
como la Fracció n del Pan son expresiones má ximas de comunió n eclesial que se vive
en la Asamblea, lugar privilegiado para compartir la Palabra, la Eucaristía y la ayuda
fraterna (He 2,42; Rom 10,8-13; 1 Cor 10,17; 12,13);
3) el ministerio de la dirección o gobierno de las Iglesias. Es un carisma necesario
para conservar y transmitir la Tradició n Apostó lica y vigilar por la edificació n de la
comunidad (1 Tes 5,12; Rom 12,8; Flp 1,1; 1 Cor 12,28; Ef 4,11; Jn 21,16; He 20,28; 1
Tim 3,5; 5,17).

Existen dos formas de participar en estos carismas ministeriales:


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1) Dios da el don y la comunidad solamente discierne, reconoce y acepta sus frutos; es


el caso de los apó stoles y profetas; media por así decir, una especie de investidura
espiritual;
2) y la otra forma es mediante una investidura social visible, expresada en el gesto de
la imposició n de manos por parte de los responsables de la comunidad, que como
expresió n del don del Espíritu, está unido a la designació n o encomienda de un
ministerio (He 13,3: 2 Tim 1,6).

El sacerdocio de Jesús el Cristo, en Hebreos (Homilía)

Los escritos neotestamentarios nunca llaman a Jesucristo Sacerdote (salvo Hebreos),


aú n cuando refieren de él acciones sacerdotales: da la vida por sus ovejas (Jn 10,4-16);
es sacrificado con una muerte de cruz (Mc 10,45; 14,24; Lc 22,19; 1 Cor 5,7; 1 Pe 1,18-
19. Su servicio se relacionó má s con el de profeta (Lc 4,24; 7,16). San Pablo emplea la
terminología cú ltica, relacioná ndola con el servicio al Evangelio, que es un culto a Dios
y con el cual los gentiles al aceptar el anuncio hacen de su vida una ofrenda agradable
a Dios (Rom 1,9; 15,16; 2 Tim 1,3).

Es Hebreos, quien inaugura esta nueva visió n del servicio de Jesucristo como Sumo y
Eterno Sacerdote de la Nueva Alianza10, pues desde la perspectiva vetero-
testamentaria, él nunca podría ser considerado como tal, ya que no pertenecía a la
familia levítica, heredera del sacerdocio (Nm 3,10-38).

El sumo sacerdote y toda la corte sacerdotal de tiempos de Jesú s eran de ascendencia


levítica, miembros de familias de sumos sacerdotes, de la aristocracia sacerdotal. El
ministerio de Jesú s no tuvo cará cter sacerdotal de oficiar el culto en el templo,
segregado del pueblo*. Má s bien se oponía y criticaba el sacerdocio de su tiempo
centrado en ritualismos vacíos de contenido e interesado en ganancias (Mt 21,12-
17.23); "misericordia quiero y no sacrificios" les dirá a sus interlocutores ((Mt 9,13;
12,7).

La tesis central de Hebreos, consiste en mostrar a Jesucristo como el Sumo y Eterno


Sacerdote de la Nueva Alianza que supera definitivamente el sacerdocio antiguo,
ineficaz y perecedero, indicando así la ruptura y novedad de su sacerdocio. Es el
perfecto mediador entre Dios y los hombres pues el mismo se ofreció como víctima
salvadora, por su obediencia y entrega hasta la muerte (Flp 2,6-11), fue exaltado a la
diestra de Dios, acreditado ante él ha entrado en el santuario de Dios con la autoridad
de Hijo. Jesú s es sacerdote, en cuanto él mismo es la ofrenda perfecta ofrecida al
Padre.

El otro camino de la eficacia de su sacerdocio es su solidaridad existencial con el


hombre; asumió la condició n humana, por eso es misericordioso y capaz de
compadecerse de todos (Heb 4,14-5,10); su gloria es la del amor generoso, la entrega

10
Cf. VANHOYE, Albert. Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo
Testamento. Salamanca: Sígueme, 1984. 335p.
3

de la propia vida hasta la muerte 11. Y así el Padre lo ha constituido en Sumo Sacerdote
segú n el rito de Melquisedec (Sal 2; 110), sin principio ni fin (Gn 14,17-20 habla de
Melquisedec que es sumo sacerdote del Dios Altísimo sin conocer su origen ni su
término).

En cambio el sacerdocio de la antigua alianza es imperfecto, no logró la perfecta


relació n entre Dios y los hombres, porque se realizaba con una serie de ritos de
separació n (segregació n) del pueblo, sin tener compasió n del mismo12; y ademá s,
tenían que ofrecer víctimas (sangre de animales) por los propios pecados y los del
pueblo; por eso es ineficaz. Só lo Cristo es el verdadero Sumo y Eterno Sacerdote
acreditado ante Dios y misericordioso con todos por la ofrenda de su propia vida.

11
Cf. VANHOYE, Albert. El mensaje de la carta a los Hebreos. Navarra: Verbo Divino,
1980. p.39-45.
12
Cf. VANHOYE, Albert. Sacerdotes antiguos, sacerdote nuevo según el Nuevo
Testamento, Op. cit., p.128. Explica como los sacerdotes judíos son pecadores y no tienen
compasión de sus hermanos pecadores, Ex 32,1-5.21-24.29; Nm 25,6-13.
* En la gran fiesta de la expiación el sumo sacerdote avanzaba solo hacia el santo de los
santos para inmolar la víctima e implorar el perdón de los pecados; tenía que prepararse
con una serie de ritos para entrar dignamente en el santuario y ofrecer el sacrificio.

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