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César Alejandro García Palafox IBC

Parábola de la “perla preciosa”

"«También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, 46.y
que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra."
(Mt 13, 45-46)

La Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión. Lo sabe el que
experimenta «la dulce y confortadora alegría de anunciar»1

El texto que buscaba perlas finas puedes compararlo con éste: Buscad y hallaréis; y con este
otro: Quien busca, halla. ¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de
que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo
todo, perla a propósito de la cual dice Pablo: Lo perdí todo con tal de ganar a Cristo: al decir «todo» se
refiere a las perlas finas; y al puntualizar: «con tal de ganar a Cristo», apunta a la única perla de gran
valor.2

Es claro desde luego, que un bien tan grande, una salvación tan definitiva, merece todos los
sacrificios; está sencillamente de acuerdo con la razón, más aún, con el pensar propio del
comerciante, que el que ha encontrado al tesoro en el campo o a la perla preciosa, venda todo para
adquirirlos (Mt 13, 44-46). A la luz de esta idea se comprende que Jesús ordene a los que desean
encontrarle, que dejen todo lo demás, más aún, que odien todo lo demás, y aún así mismos (Lc 14, 26)
―como lo exige sencillamente un conocimiento exacto de la tabla de valores y una decisión limpia―, e
incluso exija dar al final la propia vida, cosa que la Iglesia que vuelve la vista atrás después de la
resurrección ha percibido luego en el logion que habla de «tomar la cruz»3

La parábola de la perla preciosa es una de las parábolas más cortas, dentro de los evangelios. Con
apenas dos versículos, nos comparte una realidad tan profunda, que se enraíza en su autor. El Reino
de los Cielos es Jesús y el que se ha dejado encontrar por Él, tiene en sus manos la decisión de su
vida: decir «si» o «no». Decisión corta pero que necesariamente, debe brotar del corazón. Decir sí o no
al Reino de los Cielos es un compromiso o un no compromiso con Aquél que es más grande que
nosotros, y que sin saber cómo nos invade y penetra hasta el más profundo anhelo y el más pequeño
suspiro: el Amor, el verdadero. Sin embargo, por su mismo amor nos permite decirle no, decirle no al
que es nuestro Creador, nuestro Padre, nuestro Hermano, el Único que nos ama puramente. ¡Oh gran
Misterio de la libertad, pero más grande Misterio del Amor!

Conclusión: concluyo reflexionando que no es fácil dejarlo todo por seguir a Cristo, dejar todo por el
Todo. No obstante, al ser la decisión más importante de la vida, es, sin duda, el momento más asistido
por la gracia divina y a la vez el momento más humano (ya que cuando más cerca se está de lo divino,
más humanos somos). Termino pensando en las palabras de San Pablo, en la carta a los Romanos,
en las que se expresa la confianza de un corazón que lo ha dado todo y se ha vuelto nada, para que Él
lo sea todo: « ¿Quién nos separará del amor de Cristo… nada en el mundo no separará…»

1
Homilia del Papa Francisco, Misa Crismal 2017.
2
Comentarios de Orígenes.
3
Hans Urs Von Balthasar, Sponsa Verbi

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