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“Un día habrá una isla”

Un día habrá una isla


que no sea silencio amordazado.
Que me entierren en ella,
donde mi libertad dé sus rumores
a todos los que pisen sus orillas.
Solo no estoy. Están conmigo siempre
horizontes y manos de esperanza,
aquellos que no cesan
de mirarse la cara en sus heridas,
aquellos que no pierden
el corazón y el rumbo en las tormentas,
los que lloran de rabia
y se tragan el tiempo en carne viva.
Y cuando mis palabras se liberen
del combate en que muero y en que vivo,
la alegría del mar le pido a todos
cuantos partan su pan en esta isla
que no sea silencio amordazado.
Pedro García Cabrera (1905-1981) fue un importante poeta de las Islas Canarias, perteneciente a la
generación del 27. Nació en el pueblo gomero de Vallehermoso, y fue reconocido por su compromiso
social y su vívido retrato del paisaje insular. Durante la Guerra Civil española, se unió al ejército
republicano, resultando herido y posteriormente capturado por las tropas franquistas. Aunque fue
condenado a 30 años de prisión, obtuvo libertad vigilada en 1945. En su trayectoria poética, García
Cabrera mostró una evolución desde influencias modernistas y surrealistas hasta un enfoque más
íntimo y social. Estuvo activamente vinculado a revistas literarias destacadas como Hespérides y
Gaceta de Arte. Su primer poemario, "Líquenes", fue seguido por obras como "Transparencias
fugadas" y "La rodilla en el agua". Durante las décadas de 1950 y 1960, publicó poemarios como "La
esperanza me mantiene" y "Las islas en que vivo", que se centran en temas de libertad y esperanza. Su
poesía refleja una creciente rebeldía contra la injusticia y las desigualdades sociales. En "Las islas en
que vivo", destaca el tema de la soledad y la búsqueda de solidaridad, donde la libertad se presenta
como una meta colectiva

El poema "Un día habrá una isla" es parte del libro "Las islas en las que vivo", escrito entre 1960 y
1967 y publicado en 1971. En este conjunto de poemas, el mar aparece recurrentemente como
símbolo, al igual que el anhelo de libertad y esperanza que el poeta desea compartir con aquellos que
comparten "su pan en esa isla". El poema no se refiere solo a un lugar físico, sino a una isla que
representa tanto un espacio externo como interno.

Este poema corresponde al género lírico ya que el autor transmite sentimientos y emociones referentes
a su estado anímico, se sirve de la métrica y la rima para darle ritmo, aparecen numerosas figuras
literarias que le otorgan belleza y por lo tanto la principal función es la poética y la estética.

El tema de este poema es el deseo por conseguir la libertad, una libertad de la que fue privado durante
la dictadura franquista.

Expresa el poeta su deseo de que haya algún día un lugar en el que tanto él como todos los demás
puedan disfrutar y en especial quienes han quedado marcados por las heridas, han sufrido o se han
mantenido firmes en la lucha. A este lugar él lo llama isla por ser la isla un lugar acotado e
identificado claramente, separado y olvidado al mismo tiempo. Cuando esa libertad llegue, se
contagien todos de la alegría del mar.

La estructura externa está formada por dieciocho versos heptasílabos y endecasílabos que riman a
gusto del poeta formando una silva, destacando la rima asonante en los versos 1,5,9,13 y 17.

En cuanto a la estructura interna, se distinguen tres partes: Una primera parte que abarca los cinco
primeros versos en la que el poeta expresa el deseo de que un día habrá un futuro libre; una segunda
parte que se extiende desde los versos seis al trece, comunica que no es solo él quien tiene esa ansias
de libertad, sino que hay muchos otros que también lo sufren; y una tercera parte que abarca de los
versos catorce al dieciocho y con los que vuelve a la idea inicial, su deseo de conseguir la libertad. Se
trata por lo tanto de una estructura circular.

El poeta aspira a un lugar de libertad, simbolizado por una isla, frente a la opresión de la dictadura.
Desde los versos iniciales el poeta deja constancia de su protagonismo, un “yo” lírico y el apoyo de
otros que han sufrido igualmente, mostrando la resistencia y esperanza con "manos de esperanza" y
enfrentando tiempos difíciles. Concluye con la esperanza de romper el silencio impuesto y expresar
libremente sus pensamientos.
Podemos destacar el plano léxico presentando dos campos semánticos, el de las partes del cuerpo que
simbolizan la esperanza: “manos, cara, corazón” y de las formas de expresión: “silencio, rumores,
palabras”.

En cuanto al plano morfosintáctico, resaltan diversas formas verbales que aparecen en presente de
indicativo (“estoy”, “están”, “cesan”...), en presente de subjuntivo (“sea”, “dé”, “liberen”...) y un
único verbo en futuro “habrá” que da sentido a todo el poema.

El poema inicia con la tercera persona del singular al expresar su visión de futuro ("Un día habrá una
isla"), luego cambia a la tercera persona del plural ("Están conmigo siempre"), incluyendo a aquellos
que comparten su sufrimiento. Finalmente, utiliza la primera persona del singular para afirmar ("Solo
no estoy") que no está solo en su lucha y aspira a que esa batalla culmine en la alegría del mar, un
elemento recurrente en su poesía.

Los sustantivos presentes también son importantes en el poema: concretos: “isla”, “heridas”, “pan”,
“carne” y abstractos: “silencio”, “esperanza”, “libertad”.

Finalmente, la escasa adjetivación aporta agilidad al poema: “viva” acompañando al sustantivo


“carne” y haciendo referencia al momento tan duro que están viviendo y “que no sea el silencio
amordazado” acompañando al sustantivo silencio y estableciendo un adverbio de negación.

Finalmente, podemos señalar, la combinación de oraciones enunciativas: “Un día habrá una isla / que
no sea silencio amordazado”, donde el uso del futuro no reduce la firmeza de la convicción del poeta:
“Solo no estoy. Están conmigo siempre” y oraciones desiderativas que potencian los deseos del poeta:
“la alegría del mar les pido a todos”.

Por otro lado, este poema destaca los recursos estilísticos que contribuyen a la riqueza estilística y
emotiva del poema, consolidando la voz singular del poeta. La armonía de este se justifica con el
empleo recurrente, en primer lugar, del hipérbaton, que pone de relieve ideas y conceptos claves. Lo
observamos en los versos seis y siete (“solo no estoy. Están conmigo siempre/horizontes y manos de
esperanza”) destacando la imagen, imagen de soledad y presencia de los otros. En segundo lugar, la
frecuencia de encabalgamiento racional del comienzo y del final del poema ( isla/ que no sea).
Aunque podemos encontrar otros más suaves en los versos ocho y nueve (“cesan /de mirarse”). Se
aprecian paralelismos en los versos ocho y diez (“ aquellos que no cesan /aquellos que no pierden”)
refiriéndonos a los otros que comparten con él ese afán de libertad. Esta idea se refuerzan los versos
13 y 14 con la utilización de la ánfora. Otros recursos presentes no hacen sino reiterar las fuerzas
expresivas del mensaje lírico del poeta: desde la elipsis del verso tres (“que me entierren en ella”) ,
hasta la antítesis del verso 15 (“del combate en que me muero y en que vivo”) en la que se refleja la
esperanza de que algún día acabará esta lucha. La personificación (“la alegría del mar”) nos recuerda
la visión isleña del mismo. Finalmente, cabe destacar el empleo de distintas metáforas (“que no sea
amordazado”) (“ el corazón y el rumbo en las tormentas”), entre otras, y la perífrasis (“aquellos que
no cesan”) señalando en su conjunto a los que sufren y mantienen la esperanza)

En conclusión, se observa como el objetivo principal de Pedro García Cabrera es hacer de la


expresión artística una vía irrenunciable de denuncia y compromiso social ante la imposición del
silencio, ante el “silencio amordazado”. La complicidad con el lector es, suponemos, absoluta.

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