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“A la inmensa mayoría”
Blas de Otero
Análisis y propuesta didáctica
BLAS DE OTERO – “A LA INMENSA MAYORÍA” (DE PIDO LA PAZ Y LA
PALABRA, 1955)
A la inmensa mayoría
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre 1
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
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A. ANÁLISIS
Blas de Otero Muñoz (Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es el poeta más
emblemático de la poesía existencial y social española de posguerra. Sus poemarios
recogen con viveza y expresividad lingüística el malestar espiritual y la protesta
contra la situación social y política en la España franquista. Sin embargo, sus
registros van más allá de los encasillamientos; también posee una poesía religiosa
inicial y otra intimista final muy interesante.
1. Resumen
El poema que ahora comentamos, “A la inmensa mayoría”, presenta un contenido
social visible a primera vista, en una eficaz combinación narrativa y explicativa, de
tono intimista. El yo poético se presenta a sí mismo frente a la comunidad. Realiza
un pequeño repaso de su vida previa, que coincide con el cierre de un ciclo vital
centrado en su persona y aislado del exterior. Al agotarse ese estilo de vida (“murió
por dentro”, v. 2), decide abrirse al mundo y a la gente. En ese momento comprende
su situación y decide comenzar de cero (“rompió todos sus versos”, v. 4). En la
segunda estrofa afirma que ese es su pasado, pero solo hasta el día de la ruptura, que
es su presente. Una noche sale de su encerramiento y está dispuesto a escuchar,
comprender y compartir con los demás sus cuitas y necesidades, pues comprende que
en la comprensión y empatía hacia los demás se halla el sentido de la vida y la clave
de la felicidad personal. Huye de su muerte interior, que lo había poseído (“adonde
el aire no apestase a muerto”, v. 8). En la tercera estrofa se dibuja a sí mismo, en el
campo, como un elemento positivo y alegre, pues se identifica con “tiendas de paz”
y tiendas de campaña (“pabellones”, v. 9) como acunados (“brizados”, v. 9),
ofreciendo un refugio. Pero pronto se ve asaltado por “olas de sangre” y “olas de
odio” que cubren su cuerpo. Las exclamaciones de la cuarta estrofa parecen que llama
a unos enemigos armados, para que se centren en él; se acercan por el cielo con
aviones de combate (“ángeles atroces / en vuelo horizontal”, vv. 12-13) y por el mar
en barcos de guerra (“horribles peces de metal”, v. 15). La quinta y última estrofa
expresa su deseo de que acaben los enfrentamientos y llegue la paz. Para ello, el yo
poético entrega lo que tiene: “todos mis versos” (v. 17), que es su palabra definitiva
y última, como si fuera un testamento. De ahí que se cierre el poema como si fuera
un documento público, consignando el lugar y la fecha de su escritura (Bilbao, 11-4-
1951). En las tres primeras estrofas el poeta está desdoblado, pues habla de sí mismo
en tercera persona, como si él se viera fuera. En la última estrofa asume su entera
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personalidad, pues los verbos están en primera persona (“Yo doy…”, v. 17). Como
si se hubiera encontrado a sí mismo y el sentido de su vida, por eso lo constata a
modo de escritura pública.
2. Tema
El tema del poema se puede enunciar así: constatación del hallazgo del sentido de su
vida del yo poético, que, al abandonar su ensimismamiento y abrirse al mundo, ofrece
lo que tiene y lo que es para que el hombre encuentre la paz y la concordia, superando
las guerras.
3. Apartados temáticos
El poema presenta una línea lógica y coherente compacta. Cuenta una historia (al
modo poético, no al narrativo), su sentido y su conclusión. Cada estrofa introduce
una modulación de contenido nueva, de modo que podemos distinguir cinco
apartados temáticos:
El primer apartado (vv. 1-4) se centra en la prehistoria del yo poético; vivía
aislado y como que se desesperó y pudrió por dentro porque no encontraba ni
sentido ni salida para sus actos y su vida. Todo eso acaba cuando “un buen día”
decide salir a la calle y se encuentra con la vida real.
El segundo apartado (vv. 5-8) cuenta cómo sale a la calle buscando el encuentro
y la comunicación con otras personas, absorbido por una corriente intensa de
filantropía. Allí encontró la vida, frente a su muerte interior, que desea dejar
atrás.
El tercer apartado (vv. 9-12) presenta un fuerte contraste entre la paz y la
concordia que ofrece el yo poético y lo que recibe: sangre y odio.
El cuarto apartado (vv. 13-16) alcanza el culmen del choque entre sus
intenciones de encuentro pacífico y las máquinas de guerra. Llama acaso a los
demás, acaso a los agresores. Y le hacen daño, como expresa la interjección
“¡Ay!” (v. 13). Explicita cómo son esos artefactos bélicos a través de dos
metáforas: aviones de combate y barcos (o submarinos) de guerra.
El quinto y último apartado (vv. 17-20) adquiere un tono conclusivo explícito.
El yo poético da todo lo que tiene, que son sus versos, por alcanzar la paz entre
los hombres. Lo presenta como su “última voluntad”, es decir, como un acto
testamentario otorgado ante un notario, idea que se refuerza con la inclusión del
lugar y la fecha donde se levantó ese documento, que, en realidad, es el poema
que tenemos delante.
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por los ojos, / ebrio de amor” (vv. 5-6). Expresa su necesidad de encontrarse y
compartir con los demás. Para ello, lo importante es huir de sí mismo, un lugar donde
“el aire no apestase a muerto” (v. 8), que era su situación previa. La concatenación
(anadiplosis) creada con “adonde” (vv. 7-8) expresa muy bien la determinación del
yo poético de buscar un lugar más respirable para vivir.
En la tercera estrofa describe lo que encuentra en el exterior. Él monta tiendas y
pabellones acogedores en son de paz y confraternidad. El símil establecido con un
hipérbaton chocante “eran sus brazos, como llama al viento” (v. 10). Pero lo que
recibe, en viva antítesis, es odio y agresión con malas intenciones. Lo expresa con
las metáforas y metonimias “olas de sangre” (v. 11) y “enormes / olas de odio” (vv.
11-12). Las repeticiones, los paralelismos y el epíteto “enormes” (v. 11) enfatizan los
sufrimientos que hubo de arrostrar en su persona, expresado tautológica y
metonímicamente con “por todo el cuerpo” (v. 12). El imperativo “ved” (v. 11) es
una llamada de atención, a través de una apóstrofe, a los lectores, acaso a los
miembros de su comunidad, con los que desea confraternizar.
La cuarta estrofa cambia bruscamente de tono. De uno descriptivo, pasa a otro
exclamativo, con nada menos que tres enunciados exclamativos; en el primero pide
ayuda o anima al coraje (“¡Aquí!”, v. 13); en el segundo los apremia para que
reaccionen pronto (“¡Llegad!”, v. 13); en el tercero expresa dolor, pues tal vez está
herido (“¡Ay!”, v. 13). Las tres exclamaciones crean una atmósfera bélica, de
choque. Acto seguido, explica su precaria situación: es atacado por aire y por mar.
Lo expresa con dos impactantes metáforas referidas a los aviones de guerra (“ángeles
atroces”, v. 13) y a los barcos bélicos (“horribles peces de metal”, v. 15).
La quinta y última estrofa adquiere un aire conclusivo. Tras las vivencias previas, el
yo poético propone un pacto para acabar con los enfrentamientos, la guerra y la
muerte entre personas: da “todos mis versos” (v. 17) metonimia de lo más valioso de
sus posesiones, con tal de alcanzar la paz. Cierra el poema con un giro intenso y
chocante. Convierte el poema en un testamento que recoja sus últimas voluntades. Y
lo hace “en carne y hueso” (v. 18), es decir, con toda la fuerza de su persona física y
espiritual. Y lo cierra como se hace un documento público, con el lugar y la fecha en
el que se levantó la escritura: “Bilbao, a once / de abril, cincuenta y uno” (vv. 19-20).
El aire de verosimilitud que imprime al poema es convincente, al introducir este
prosaísmo. Por otro lado, la fecha nos coloca en un contexto temporal preciso: 1951.
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Estamos en plena posguerra española y europea, tras el fin del conflicto civil y de la
Segunda Guerra Mundial.
6. Contextualización
Blas de Otero (Bilbao, 1916 – Majadahonda, Madrid, 1979) es un eminente poeta
que supo expresar el malestar, la angustia, el dolor y la frustración personal y
colectiva a causa de los terribles conflictos bélicos de la primera mitad del siglo XX.
Él mismo, con poco más de veinte años, hubo de luchar como soldado en el bando
franquista (que bien pudo ser el otro) en un conflicto muy frustrante y cruel.
Su poesía pasó por una fase espiritual, coincidente con los primeros tanteos y
aprendizaje, bajo el influjo de la poesía de Juan Ramón Jiménez y de la Generación
del 27. Estos poemas religiosos están recogidos en un poemario que imita el título
del de San Juan de la Cruz, por donde podemos ver las influencias de la poesía clásica
española, Cántico espiritual (1942). A continuación, inicia una fase existencial, esto
es, centrada en el presente, en la existencia como un deber a veces doloroso,
frustrante y con aspectos inextricables. Esta visión pesimista genera sentimientos de
amargura y de desfallecimiento existencial. Queda recogido este ciclo en sus
poemarios Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951).
La etapa social es la siguiente. El poeta se fusiona con el pueblo doliente y se erige
como en su portavoz. El tono de denuncia y crítica contra una situación política de
supresión de libertades y adoctrinamiento es un vector principal. Blas de Otero
contempla cómo una amplia capa de la sociedad, humilde, esforzada, al borde de la
hambruna, y carente de cultura y de educación está abandonada a su suerte. Critica
airadamente esta situación y exige respuestas de justicia e igualdad. Los poemarios
más importantes de esta fase son Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1977)
y Que trata de España (1964). Posteriormente, retorna a una poesía más intimista y
personal.
7. Interpretación y valoración
Blas de Otero es un magnífico poeta. Representa muy bien el ambiente cultural de
posguerra española, dominado por el existencialismo pesimista, en un primer
momento; y por la literatura social, con intención política, en un segundo momento.
Su poesía rebosa autenticidad, expresividad y frescura, gracias, entre otras cosas, a
su empleo del lenguaje coloquial transpuesto a un nivel poético y a construcciones
sintácticas sorprendentes y rupturistas. Lo alcanza, muchas veces, como se ve en este
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