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Resumen de Coloquio de Teoria General Del Derecho I
Resumen de Coloquio de Teoria General Del Derecho I
Comenzamos hablando de la Teoría General del Derecho por la Teoría del Lenguaje, a raíz de las
palabras de Niklas Luhmann, quien decía que la sociedad son las comunicaciones que producimos,
y que esas comunicaciones se producen principalmente, aunque no exclusivamente, a través del
lenguaje. La comunicación según esta teoría, es un hecho altamente improbable, ya que toda
comunicación se basa en el “principio de doble contingencia”, es decir, que siempre hay un Alter
para un Ego y que tanto el uno como el otro observan las selecciones del otro como contingentes
(no necesarias, no forzosas, no esperadas), y contingencia significa exclusión de necesidad e
imposibilidad, donde lo que es actual es posible de otras maneras (siempre los mensajes que
forman parte del circuito de comunicación pueden ser decodificados por los sistemas psíquicos
que forman el entorno de la sociedad en un sentido diverso de aquel que le otorgó el emisor).
Este problema está a la base de todos los sistemas sociales y por ende, también del Derecho, por
lo que debemos entender que revoluciona el concepto de sistema y que existen diversos tipos de
sistemas (maquinas, seres vivos, sistemas sociales, sistemas psíquicos).
Una interacción, es decir, un sistema social cuya especificidad se da por la presencia física
de los interlocutores de la comunicación, en el que existe interacción cuando la
percepción de la presencia física está en la base de la comunicación que se realiza a partir
de la doble contingencia; constituyendo el nivel mínimo de comunicación (sin
interacciones no sería posible ningún sistema social)
Una organización, es decir, un sistema social que se constituye en base a reglas de
reconocimiento (reglas de pertenencia que pueden ser fijadas mediante la selección de
personal y la definición de los roles internos, donde solo pocas personas pueden ser
miembros de una organización formal) que lo vuelven identificable y que le permiten
especificar las propias estructuras (empresas, asociaciones y aparatos del Estado), y
estableciendo premisas de decisión las cuales limitan de manera diferenciada el ámbito
del cual se pueden escoger, presentándose dichas premisas de la siguiente manera:
a) La organización establece programas, con base a los cuales es posible evaluar la
corrección de las decisiones, poniendo objetivos a cumplir
b) El ámbito de decisión se restringe estableciendo algunas vías de comunicación, por
ejemplo mediante la estructuración jerárquica, mediante ella se vuelve claro qué
secuencia comunicativa puede tener la decisión y sí se pueden formar de este modo
expectativas realmente atendibles
c) Las personas que son miembros, pero más importante, los requisitos para
seleccionarlos o admitirlos, por ejemplo el tipo de currículo, las capacidades, la
reputación que la persona ha adquirido en base a la propia experiencia o formación (y
podríamos agregar el propio método mediante el cual la organización decide que una
persona pase a formar parte de ella)
Una sociedad, que como los seres humanos, es un sistema constituido en base al
“sentido”, es decir, las comunicaciones que ellos producen
El lenguaje es el instrumento que nos diferencia de las demás especies animales, no porque las
demás carezcan (en sentido amplio) de lenguaje, sino porque no conocemos otra que haya
generado uno tan complejo y que sea a la vez constitutivo de las sociedades de la especie. Esto ha
llevado a Humberto Maturana a decir que los seres humanos somos “lenguajeantes”, es decir,
seres constituidos en el lenguaje. El lenguaje es, al mismo tiempo, constituyente y portador de la
cultura humana, ya que mediante él, el hombre, como especie, ha podido elaborar una meditación
acerca de su propia condición como especie. La lengua forma una parte intrínseca de nosotros
mismos, es nuestro vehículo de comunicación y es también parte de la estructura de nuestra
identidad, siendo el medio para lograr la expresión personal, permitiéndonos articular nuestra
genuina individualidad, y al mismo tiempo es lo que tenemos en común con los restantes
miembros de nuestra comunidad, lo que nos asemeja y nos liga a ellos. La cultura está cifrada en el
lenguaje, y todo lenguaje refleja los intereses y actividades de las gentes que los hablan. El
lenguaje interviene en todo tipo de propuesta comunicativa, se utiliza como expresión del
pensamiento, y también para establecer relaciones interpersonales sin ningún interés ulterior.
Por supuesto, también se utiliza para todo tipo de fines humanos.
El lenguaje natural puede definirse de distintas maneras, sea como objeto exterior (la totalidad de
las enunciaciones que pueden producirse en una comunidad de habla), como un sistema
gramatical virtualmente existente en los cerebros de un grupo de individuos (expresión de
Saussure), o como un sistema de conocimiento (el conjunto de representaciones mentales
internalizadas por el individuo, según Chomsky), es decir, se evidencia las características de un
objeto que muta constantemente.
Características
En los antecedentes bíblicos se muestran dos formas de relación de las palabras con el mundo que
se debaten en la filosofía originaria:
Por un lado, Dios mismo impone nombre a las cosas en el acto de la Creación (Génesis 1:5,
1:8)
Por otro lado, Dios mismo delega en Adán la imposición de los nombres (Génesis 2:19-20),
transformándose Adán en el primer nomoteta (primer creador del lenguaje)
Lo que no queda claro en este punto es con qué criterio Adán impuso los nombres, ya que según
las Escrituras Bíblicas lo hizo “con sus nombres”. En este punto se trata de llegar a la conclusión de
si impuso los nombres en base a algún derecho extralingüístico, o si lo hizo con los nombres que
ahora nosotros “en virtud de la convención adánica” les atribuimos. Se toma como referencia
inicial en esta discusión, el debate de los filósofos griegos, quienes oscilaban en los mismos
términos que los aquí planteados, entre el naturalismo (las palabras guardan con las cosas un
vínculo natural, de necesidad) y el convencionalismo (las palabras guardan con las cosas un
vínculo artificial, y arbitrario).
En base a los griegos, podemos partir desde las escuelas presocráticas, donde los pitagóricos
sostuvieron que la relación entre las palabras y las cosas es una relación o vínculo natural, pero de
un modo distinto, ya que para ellos la naturaleza de las cosas son los números, medidas o formas
superiores y los nombres son los que resultan semejantes a aquellos o aquellas, son nombres
conformes a la razón; Estos pensadores sostenían que “los elementos de los números eran la
esencia de todas las cosas y que los cielos eran armonía y número”. Aún antes de los sofistas
aparecería Pármenides (540 AC), quien probablemente tuvo relación con algunos pitagóricos y
pese a que su doctrina está también incardinada en varios aspectos, en un esencialismo similar al
que luego se mantendrá Platón (la verdad la pueden poseer entre los mortales, sólo los filósofos),
lo cierto es que apuntará al carácter nomotético de la palabra: es el filósofo el que plasma el
conocimiento en los nombres.
Vaguedad
Ambigüedad
La ambigüedad está presente cuando ocurre una indeterminación de clase en el término que se
aplica, esto es, cuando un mismo término o palabra puede ser utilizado para referir dos o más
objetos del mundo (cosas). Una palabra es ambigua cuando tiene más de un significado o nombra
a más de una clase de objetos.
Suele haber casos donde este problema no es demasiado serio, porque el contexto en que
aparece la palabra ambigua nos permite deducir en la mayoría de los casos, al significado que se
refiere. Por ejemplo, las expresiones “es un hombre muy rico” (adinerado) y “este plato es muy
rico” (sabor). Existen casos de ambigüedad denominados de simple homonimia, donde hay
palabras que expresan cosas muy diferentes y que no tienen relación natural o conceptual entre sí,
como por ejemplo la palabra radio (mitad del diámetro, artefacto de comunicaciones a través de
ondas hertzianas, hueso externo del antebrazo, elemento químico), y existen casos donde la
palabra denota diversas secuencias en la relación proceso-producto, como por ejemplo, usar el
término pintura para referirnos tanto a la acción de pintar, como al acto mismo de pintar, o como
al resultado de dicho acto.
Los modos de eliminar la ambigüedad es a través del contexto en el que la palabra aparece (hoy
escuche el concierto por radio), o a través de la situación fáctica o situación de hecho donde es
usada (un profesor de geometría dice “hoy vamos a estudiar la noción de radio” haciendo
referencia a la mitad del diámetro), y por último estipular el significado del término (hoy vamos a
estudiar Derecho refiriéndose al conjunto de normas jurídicas que rige una comunidad
determinada).
Textura abierta
El desconocimiento que tenemos de las características que pueden llegar a tener en el futuro los
objetos, hace posible esta otra forma de imprecisión de las palabras, llamada textura abierta del
lenguaje. Esto significa que el lenguaje es permeable, constantemente en la dinámica de la vida
algunas palabras son nuevas y otras aparecen con otro significado (por ejemplo la palabra
navegar, ligada al transporte de barcos, ahora se utiliza para buscar información en internet). La
textura abierta del lenguaje refiere al mismo fenómeno de producción de sentido. La producción
de sentido, la continua actualización de referencias posibles, se produce como todos los eventos
de la sociedad en el presente y todos simultáneamente. Ello implica que no podemos conocer de
antemano los desplazamientos de sentido que ocurrirán en el lenguaje, sólo que ocurrirán.
Sabemos también que como participantes, como aparatos psíquicos, del proceso de
comunicación, influiremos en ese proceso de atribución/creación de signos y sentidos. Eso implica
que en el lenguaje se ganan y se pierden signos y sentidos continuamente, y todo lo que podemos
hacer es retener ese dato para procesar, como sistemas psíquicos, las comunicaciones que forman
parte de la sociedad, de la cual somos entorno.
En un nivel mucho más simple, podemos observar que el lenguaje no se trata de sólo
palabras, sino que es también principalmente enunciados, los cuales guardan ciertas
reglas de construcción, a las que llamaremos sintácticas. La sintáctica es la disciplina que
se ocupa de la sintaxis, que en su traducción al griego significa “coordinar”. La sintáctica se
ocupa del análisis de la relación entre los distintos signos y símbolos que constituyen el
lenguaje. Es referida también como la parte de la gramática que estudia las formas de
coordinación y unión de las palabras para formar oraciones y expresar conceptos. Se
encarga del estudio de las reglas que gobiernan la combinatoria de constituyentes y la
formación de unidades superiores a éstos, como los sintagmas (estructura sintáctica en la
que no existe sujeto y predicado) y las oraciones (palabra o conjunto de palabras que
tienen un sentido en sí misma, con independencia fónica, ortográfica, sintáctica y
semántica).
Al estudiar el lenguaje, podemos estudiar la relación de las palabras con el mundo (o con las
cosas), es decir, adentrarnos en el complejo mundo del significado o los significados, que muchas
veces es confundido con todo el problema acerca del lenguaje. Estaremos hablando entonces de
semántica.
La semántica explora las dimensiones y actualizaciones del sentido, las conexiones entre las
formulaciones más elementales (palabras) o más complejas (enunciados, oraciones,
proposiciones) y el mundo. La semántica explora el significado. Es entonces un área de la
lingüística que se ocupa del estudio del significado de las palabras en el lenguaje. Es el estudio del
significado atribuible a expresiones sintácticamente bien formadas. La semántica examina el
modo en que los significados se atribuían a las palabras, sus modificaciones a través del tiempo
y aún sus cambios por nuevos significados.
Punto 2 – Reglas del Significado: Libertad de Estipulación y Regla del Uso Común
La palabra “significado” es, una palabra ambigua. Se la usa como representación de palabra a cosa
(Casa significa algún género de construcción para proteger a las personas de la intemperie).
Existe, en el caso de la representación de cosa a cosa, que hay ciertas cosas que remiten a otras
cosas. Existe la diferencia entre la representación natural (donde el ser humano ha descubierto tal
nexo o relación de representación entre una cosa y otra) a lo que llamaremos signo, y la
representación convencional (donde el ser humano ha decidido que una de estas cosas remita a la
otra, es una decisión arbitraria que no responde a ningún tipo de naturaleza causal) a lo que
llamaremos símbolo.
Según este último criterio, las palabras son símbolos, porque en efecto, las palabras representan
cosas, y a través de esta función ejemplifican un tipo de representación convencional. Así, las
palabras son tales desde que alguien adjudicó un significado a cierto ruido, lo que lo convirtió en
palabra. Ha quedado expresado que esta asignación de significado es arbitraria, en el sentido
referido a la carencia de criterios causales para la conversión de ruido en palabra. Luego, cuando
este uso recibe adhesión por parte de los miembros del grupo social, la palabra se convierte en un
símbolo convencional. Cabe mencionar que si bien la mayoría de las palabras representan cosas,
no todas lo hacen, como por ejemplo las conectivas lógicas (y, o, sí y sólo si, entonces, etc.) pero sí
funcionan en la estructura del enunciado como nexo entre términos que sí las representan.
En la medida que las palabras son creadas por el hombre arbitrariamente, la libertad de este
arbitrio del hombre para dar a las palabras el significado que quiere, tiene su expresión en una de
las reglas más importantes que rigen los lenguajes naturales y que se conoce como la regla de
libertad de estipulación. Esta regla, precisamente, establece que el hombre es libre de estipular el
significado que quiere para las palabras. Esta “libertad de estipulación” es aplicable no sólo para
dar cualquier significado a palabras que aún no lo tenían, como en el caso de las recién inventadas,
sino también para cambiar el significado convencional que una palabra ya tenía.
Tenemos ante nosotros un mundo lleno de cosas de todo género, que son diferentes entre sí en
muchos aspectos y que se asemejan en muchos otros aspectos. Si solo una persona viviera en el
mundo, no se necesitaría palabras para designar las cosas con el fin de comunicarse con otros,
pero, hay otras personas en el mundo, y si se quiere hablar de cosas de la experiencia sin que esas
mismas cosas estén presentes, se crean palabras para designarlas. Pero si intentásemos crear una
palabra para cada cosa individual, pronto tendríamos una dificultad. La solución, en éste caso, es
usar una palabra para representar una cantidad de cosas diferentes, y esto se denomina palabras
de clase.
Probablemente no hay dos cosas en el universo que sean exactamente iguales en todos los
aspectos. Por consiguiente, por semejantes que sean dos cosas, podemos usar las características
en que difieren para colocarlas en clases distintas. Podemos elegir un criterio de pertenencia a una
clase tan detallado y específico que en todo el universo no haya más que un miembro de cada
clase, pero en la práctica no se hace porque entonces el lenguaje se volvería tan incomodo como
lo sería si todas las palabras fueran nombres propios. Lo que hacemos es usar palabras de clases
amplias, dividiendo en las subclases estableciendo diferencias si es necesario. Hay tantas clases
posibles en el mundo como características comunes o combinaciones de éstas puedan tomarse
como base de una clasificación.
Las clases existen en la naturaleza, en el sentido de que las características comunes se encuentran
en ella, a la espera de que se las convierta en la base de una clasificación. Por otro lado, las clases
están hechas por el hombre en el sentido de que el acto de clasificar es obra de los seres humanos,
y depende de sus intereses y sus necesidades.
Ventajas
a) Por muy diferentes que puedan ser unas cosas de otras, tienen características
comunes y las palabras de clase sirven para recordárnosla
Desventajas
a) Las palabras de clase tienden a borrar las diferencias entre las cosas y a destacar sus
semejanzas, ya que no se debe suponer que dos cosas sean idénticas porque se les
aplica la misma palabra de clase
Por convención, las palabras representan cosas y, a menos que sean nombres propios,
representan clases de cosas. Pero, también hemos hablado de las palabras como si representaran
características. Las palabras representan ambas cosas, pero no de la misma manera. Las palabras
denotan, pero también designan.
Denotación
La denotación o extensión de una palabra está compuesta por los objetos por ella
nombrados. Es decir que la denotación de cualquier palabra está compuesta por todos y
cada uno de los objetos o cosas particulares que constituyen la clase que nombra. Cuando
denotamos, lo que hacemos es identificar cosas del mundo que caen bajo la aplicación de
la palabra.
Designación
La designación o intensión de las palabras serían el conjunto de características que un
objeto debe tener para ser nombrado por la palabra. Las características que designa una
palabra determinan las cosas particulares a las que denotará. Si sabemos lo que designa
una palabra, conocemos las condiciones de aplicabilidad, es decir, en qué condiciones
podemos aplicar la palabra a una cierta cosa particular del universo y en qué condiciones
no lo podemos hacer.
a) Por lo general, una definición comprende varias características definitorias, aquellas
sin las cuales no se aplicaría a la cosa una palabra determinada, son las características
que definen esa palabra, las cuales si llegasen a faltar, impiden que se le aplique a la
cosa una determinada palabra.
b) Aquellas características de una cosa sin las cuales la palabra se le aplicaría a la cosa de
igual manera, son sus características concomitantes.
En un sentido muy genérico decimos que definir es dar el significado de una palabra, y en un
sentido más preciso, decimos que es enunciar todas las características definitorias de una palabra,
con el sentido técnico antes mencionado. Existen dos términos utilizados en la teoría de la
definición y son los términos definiendum (o expresión que queremos definir) y definiens
(símbolo o conjunto de símbolos usados para explicar el significado del definiendum).
Existen cinco reglas para que una definición sea satisfactoria:
Tipos de definiciones:
Estipulativas e Informativas
Las definiciones informativas son aquellas que informan acerca del significado que una
palabra tiene en el uso común o para decirlo de otra manera, su significado convencional.
De ella se pueden predicar valores veritativos (que son verdaderas o falsas), es decir, será
verdadera cuando el definiens coincida con el uso común del definiedum, caso contrario
será falsa.
Las definiciones Estipulativas consisten en proponer un significado para una palabra nueva
o bien, para cambiar el significado que una palabra ya tiene en el uso común. Consiste en
una propuesta de significado y no en una información sobre el significado que la palabra
ya tiene, por lo que no pueden ser calificadas de verdaderas o falsas.
Verbales y Ostensivas
La definición verbal consiste en definir mediante palabras.
La definición ostensiva, por otro lado, consiste en utilizar la técnica denotativa, es decir,
nombrar la palabra y señalar el objeto que denota (nombrar la palabra y señalar la cosa).
Esta definición ostensiva requiere la presencia real y actual del objeto denotado por la
palabra que se define. Los gestos mediante los cuales se muestra el objeto nombrado por
los que define ostensivamente, son ambiguos. Es la forma de enseñanza primaria del
lenguaje.
Denotativas y Designativas
Las definiciones denotativas consisten en dar a una palabra una serie de ejemplos de
objetos que la palabra denota.
Las definiciones designativas por otro lado, se refieren a la enumeración de las
características del objeto para definir la palabra.
Persuasivas
Este tipo de definición consiste en redefinir una palabra que ya tenía significado
cognoscitivo, aprovechando el significado emotivo que también tiene la palabra, es decir,
cambiar el significado cognoscitivo por un nuevo significado cognoscitivo, manteniéndose
incólume el significado emotivo favorable o desfavorable.
Punto 3 – Crisis en las teorías representativas del lenguaje. Las filosofías del Lenguaje Ordinario.
El giro lingüístico. Lenguaje y cultura.
El lenguaje fue considerado por la filosofía como un objeto más de su análisis a comienzos del S.
XX. Recién entonces comenzó a desarrollarse a partir de los estudios de Bertrand Russell, y Lugwig
Wittgenstein, desarrollando una corriente denominada analítica. Analítica porque revela el papel
decisivo, hasta entonces considerado inocuo del lenguaje en la reflexión humana, analítica porque
propone advertir que el lenguaje es el mediador de nuestros debates y que en él habitan muchos
de los problemas que consideramos básicos de la filosofía, o incluso irresolubles. Puso la atención
sobre el hecho de que en muchas oportunidades los debates se originaban en el lenguaje mismo.
Parte de los mismos presupuestos lógicos de los que la teoría nació, es decir, que los enunciados
auténticos o son tautológicos o, pertenecen al universo discursivo de las ciencias naturales, en
tanto que el resto (los enunciados axiológicos o los referidos a valores) son sinsentidos lógicos.
Sostienen que el uso del lenguaje informativo, el uso aquél en el que el lenguaje se usa para
describir algo, es el único uso donde puede lograrse un acuerdo racional, el caso donde puede
decirse “esto es verdadero o esto es falso”.
Se ha llegado a observar o señalar que muchas expresiones que parecen enunciados o bien no son
formuladas para registrar o suministrar información directa acerca de los hechos o bien tienen ese
propósito sólo en parte, por lo que muchas perplejidades filosóficas tradicionales han surgido
merced a un error (los sinsentidos lógicos). El supuesto fundamental del Tractacus Logicus
Philosophicus, la primera gran obra de Wittgenstein, es que el lenguaje es una figura de la
realidad (una descripción de la misma) y por ende, su función es la de representar al mundo para
nuestro uso, para nuestra comprensión e interacción con él.
El lenguaje era tenido hasta fines del S. XIX como un sistema de signos para referirnos a las cosas
(en el sentido heideggeriano del término “cosa”, es decir, de todo lo que se nos presenta en tanto
que se nos presenta). Esta teoría era llamada esencialista porque creía que la lengua era un
instrumento para designar la realidad, donde los conceptos lingüísticos reflejaban una presumida
esencia de las cosas. Contra esta concepción se alzó el enfoque que concibe al lenguaje como
discurso, como actividad, según el cual no sólo la relación de las palabras con el mundo, sino
también el entero juego de las comunicaciones, queda conformado por las mismas comunicaciones
que los seres humanos producen. Estas dos concepciones son tomadas por Wittgenstein en las
obras “Tractacus Logico-Philosophicus” y la segunda en “Investigaciones Filosóficas”.
En la primera, Wittgenstein pone como la idea central que la función del lenguaje es la
representación del mundo, un enunciado, una proposición, en esta visión describe un posible
estado de las cosas y eso es posible porque las palabras se corresponden vis a vis (cara a cara) con
las cosas. Cada enunciado es una forma de relacionar unas cosas con otras y pretende decir algo
verdadero sobre la realidad. Para comprender el significado de una proposición, era preciso
conocer su correspondencia con la realidad, que es su condición de verificabilidad. Según esta
escuela, existen otras formas de expresión del lenguaje, pero que estas pueden traducirse a
proposiciones básicas o elementales (las tautologías, frases que son verdaderas per se, pero que
no informan, o los sinsentidos lógicos como las expresiones meramente emocionales), por eso la
filosofía debía ocuparse del análisis del lenguaje, que habría de ocuparse de esclarecer las frases
complejas en proposiciones elementales, para clarificar la lógica de los pensamientos. Para ello, el
instrumento de esa actividad sólo podría ser la sintaxis lógica (el estudio de la estructura formal
del lenguaje) ya que averiguando la relación estructural de las palabras en la proposición se podía
averiguar su verificabilidad empírica y con ello se permitía su confirmación por la realidad. Esta
corriente fue conocida como neopositivismo lógico, distinguido por su intento metodológico de
construir un lenguaje artificial, desprovisto de las imperfecciones del lenguaje natural,
desvinculado de cuestiones metafísicas, que al mismo tiempo podía permitir un conocimiento
neutro, básico para producir ciencia. A partir de esos presupuestos se establecieron dos niveles de
lenguaje como objeto para la ciencia: el lenguaje-objeto y el metalenguaje.
Pero, en la segunda, Wittgenstein niega que la función esencial del lenguaje sea la de conformar
una representación del mundo o de las cosas, en el cual las palabras son esencialmente los
nombres de los objetos del mundo de modo que cada una de ellas se pueda adherir a la cosa
designada como si fuese una etiqueta, es decir, que las preocupaciones del autor pasaron de la
sintáctica y la semántica a la pragmática, esto es, a la relación entre los usuarios del lenguaje y al
análisis de sus usos y funciones. El lenguaje debía ser un mediador entre los sujetos y el mundo
(las cosas) para ser un medio de relación entre los sujetos. Ello significa que expresiones
exactamente iguales, pueden representar significados diferentes según su contexto de utilización.
La primera, vinculada a Wittgenstein, que entienden que los problemas filosóficos son
pseudo-problemas, que se originan en abusos cometidos en directo detrimento del
lenguaje natural, cuando se pretende usarlo fuera de los contextos donde cumple
cabalmente su función
La otra, desarrollada en Oxford, sostiene que la tarea del filósofo consiste en la elucidación
de los conceptos ordinarios, incorporados al lenguaje común. Para esta corriente, hacer
filosofía es poner en claro el complejo aparato conceptual presupuesto en el empleo de
palabras y expresiones que en su mayoría pertenecen al lenguaje cotidiano no
especializado, o bien que el lenguaje natural recoge las distinciones que vale la pena hacer
en los aspectos prácticos de la vida humana
El propio Wittgenstein plantea un giro revolucionario en la concepción del lenguaje. Un giro que
variaría sustancialmente el concepto acerca de cómo el lenguaje se relaciona con el mundo (las
cosas) a partir, justamente, de cómo lo usamos. Investiga la idea según la cual el lenguaje se
fundamenta en un discurso en el que se habla y se responde y que estas son cosas que todos
hacemos; que el lenguaje es discurso, y el hablar un lenguaje es parte de una actividad o de una
forma de vida. De esta forma, no se trata de que cuando se comprende un lenguaje, se capte
alguna suerte de esencia interior del significado, sino de saber hacer ciertas cosas; comprender un
lenguaje significa dominar una técnica, ello quiere decir que las diferentes palabras, como las
diferentes proposiciones lingüísticas, al igual que las herramientas o útiles que la humanidad ha
inventado, pueden ser utilizadas de muy diferentes maneras, muchas veces separada de su
función originaria.
Eso significa que en el lenguaje se hacen muchas cosas, no solo informar, por ejemplo, referir,
preguntar, interjectar, etc. El significado de una palabra es su uso en el lenguaje, dice
Wittgenstein, es decir, lo que hace al lenguaje es la forma en que es usado y practicado, como dar
órdenes, informar, etc. La gente aprende a hablar viendo cómo hablan los demás en relación a
ciertas prácticas y formas de vida específicas, de manera que los usos del lenguaje difieren de un
juego de lenguaje a otro y entre ellos hay sólo un parecido.
Por ello es que las palabras no pueden ser entendidas fuera de la utilización que hacen de ellas los
hablantes y ese uso del lenguaje está en concordancia con las demás prácticas que ellos realizan.
De allí que para Wittgenstein, el lenguaje consista en juegos. Es el uso diario y en situación de las
palabras (y las oraciones) lo que genera todo y cualquier sentido de un acto de comunicación con
el mundo. Por ende, cualquier significado y sentido de una expresión es siempre relativo a su
juego, su marco relacional, su ambiente. Esto lleva a observar que al análisis del lenguaje, que
hasta aquí se había concentrado en los problemas sintácticos y semánticos, se le agrega la
pragmática (los contextos que indican alternativas del sentido).
Punto 4 – Pragmática: Relaciones entre los signos, Las condiciones de los actos de comunicación
y La conducta humana
La pragmática nos enseña que el lenguaje no solo son esas relaciones de sentido o significado
(semántica) y las reglas acerca de cómo ligarlas para que adquieras un sentido bien determinado
(sintaxis), sino también que el juego comunicacional puede variar completamente en relación
tanto a la información que se procura producir, como las conductas que se busca influir, según
unos códigos que intervienen en la comunicación y en la que intervienen otros actos, además de
los actos de habla, como el lenguaje digital y el lenguaje analógico.
La pragmática puede ser definida como el estudio de cómo se interpreta el significado producido
en el uso del lenguaje. Se refiere a cómo las circunstancias y el contexto ayudan a decidir entre
alternativas de uso o interpretación; gracias a la pragmática el lenguaje puede ser usado con fines
humorísticos o irónicos. Además, permite reducir la ambigüedad de las expresiones seleccionando
sólo un conjunto adecuado de interpretaciones en un determinado contexto. La pragmática es la
disciplina que estudia la relación entre signos, significantes y significados, y la influencia de los
contextos en que los hablantes los usan, en el producido semiótico final.
Se toma la postura de Umberto Eco, que entiende a toda cultura como comunicación, lo que
implica considerar a toda actividad humana como comunicación, ergo a toda actividad humana
como cultural, en tanto que actividad transformadora de lo natural. Debemos recordar aquí, que
la sociedad es las comunicaciones que producen los sistemas psíquicos y que está compuesta de
varios subsistemas, de los cuales el Derecho es uno), y también debemos recordar que el humano
no es el único sistema de comunicaciones que conocemos. Entonces, al estudiar el Derecho como
objeto producido por la sociedad, tenemos que recordar que el Derecho es un sistema de
comunicaciones de la misma que se ha autonomizado, a partir de ciertas distinciones (como
lícito/ilícito) y que tiene formas de producción semántica que se han diferenciado y especializado
(tanto en lo que respecta a enunciados como las normas como a las organizaciones como los
tribunales).
Quinto Axioma: los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos como
complementarios
Ello depende de si la relación de las personas comunicantes está basada en intercambios
igualitarios, es decir, tienden a igualar su conducta recíproca o si está basada en
intercambios aditivos (donde uno y el otro se complementan). Una relación
complementaria es en la que está presente algún tipo de diferencia de condición o
autoridad (padre-hijo, etc.) y una relación simétrica es la que se da entre comunicantes de
iguales condiciones (hermanos, amigos, amantes, etc.)
Las descripciones de un sistema jurídico utilizan típicamente conceptos que constituyen la base
teórica para la construcción de otros. Tales son las nociones de sanción, responsabilidad, acto
antijurídico, obligación, facultad, persona jurídica, etc. El carácter básico de estos conceptos hace
que sean empleados en casi todas las explicaciones que se desarrollan en las distintas ramas del
derecho. El análisis del significado de los términos vinculados a los conceptos jurídicos básicos
constituye una de las funciones de la filosofía del derecho. Debe ser distinguida, no obstante, de la
función de analizar y reconstruir un esquema conceptual éticamente neutral, que es la tarea que
se atribuye la teoría del derecho vigente.
Cuando no se trata de conceptos originales de la teoría general del derecho, la investigación del
uso que en el lenguaje ordinario y en el de los juristas, tienen estos conceptos fundamentales, es
desde luego relevante. En primer término porque no tendría la posibilidad de aplicación práctica
un esquema conceptual que guardara poca relación con el que de hecho usan los dogmáticos y la
gente en general para describir la realidad jurídica. Y en segundo lugar porque investigar los
criterios vigentes en el lenguaje ordinario permite detectar distinciones conceptuales importantes
que no siempre se advierten en la actividad deliberada de estipular significados para las
expresiones jurídicas.
La investigación del uso común de los términos jurídicos seguramente descubrirá criterios muy
poco definidos y en muchos casos, ambiguos. Esto determina que deban ser sometidos a una
reconstrucción para obtener un grado de precisión y univocidad aceptable. Una consecuencia
negativa, pero prácticamente inevitable, de eliminar la vaguedad del lenguaje ordinario, es que se
deba renunciar a que el esquema conceptual recoja todas las variantes de los usos lingüísticos
vigentes. La reconstrucción de un aparato conceptual teórico debe resultar de un equilibrio entre
un máximo de precisión y una óptima recepción de las funciones que cumple el esquema de
conceptos usado en el lenguaje espontaneo de la ciencia, siempre que exista tal uso. Los
conceptos elementales de la dogmatica jurídica, como los de la ciencia en general, no sólo deben
cumplir con esta exigencia, sino reflejar ciertas relaciones internas.
Las expresiones jurídicas básicas forman un sistema, en el que algunos términos son primitivos,
puesto que no se definen por ninguno de los restantes, mientras que los demás son derivados, ya
que en su definición aparece, directa o indirectamente, alguna de las expresiones primitivas. De
ese modo se puede sostener que las tareas principales de una teoría del derecho respecto de las
expresiones jurídicas elementales son las siguientes:
1) Investigar los criterios vigentes en el uso espontaneo de tales expresiones por parte de los
juristas y el público
2) Reconstruir tales criterios de manera de eliminar la vaguedad y ambigüedad que son
enfermedades endémicas del lenguaje ordinario
3) Reflejar, en la reconstrucción de esos conceptos, las relaciones lógicas que parece haber
entre ellos , cuidando de que el sistema de definiciones mantenga ciertas propiedades
formales como son la coherencia y la economía
El círculo de Viena
Los miembros del círculo de Viena publicaron en 1929 su manifiesto programático, llamado “La
visión científica del mundo”. Propusieron utilizar un lenguaje especial basado en el lenguaje de la
física. Para el círculo de Viena la filosofía tiene la acepción de una disciplina más bien ligada a la
lógica y al empirismo inglés. Wittgenstein, a través del Tractacus Logico-philosophicus, influyó en
los trabajos del círculo y reafirmó posiciones previas en cuanto a tratar la ciencia como un
conjunto de proposiciones con sentido y relevantes.
El positivismo lógico en el S. XIX fue el gran escenario del debate entre el discurso ambiguo y el
discurso exacto, entre el dogma y la crítica, entre lo metafísico y lo físico, y en definitiva, entre la
especulación y la ciencia. Por una parte, en este siglo se aceleraron los descubrimientos
generadores de tecnología, pero por otra parte, el dogma, el escepticismo, y el pensamiento
ambiguo recibieron un fuerte impulso por parte del romanticismo, el cual pregonaba desconfianza
en el uso de la razón y en la capacidad sensorial a favor del sentimiento, la intuición y la
emotividad. También surgieron otras dos grandes interpretaciones del conocimiento científico:
una, que sitúa la validez del conocimiento en los mecanismos de la razón (racionalismo) aunque
todavía afectada por ciertas concesiones a la metafísica; otra, que sitúa esa validez en los datos de
los sentidos y de la experiencia (empirismo).
El “giro lingüístico”
El Círculo de Viena desplazó el foco de observación desde la conciencia individual (la orientación
seguida desde Descartes, en Kant y en el idealismo alemán) al lenguaje (Bedford, 1994). A partir de
allí, junto con otros elementos ya mencionados, el empirismo o positivismo lógico construyó una
doctrina sobre la estructura lógica del conocimiento científico.
La “navaja de Ockham”
Así, el Círculo de Viena distinguió, o al menos propuso distinguir, la ciencia de la metafísica (y de
cualquier otro conocimiento) basándose en un criterio epistemológico de significatividad
cognoscitiva. Esto le permitió “al positivismo lógico aplicar radicalmente la navaja de Ockham:
refiriéndose al principio establecido por el autor medieval respecto de no multiplicar los entes más
allá de lo necesario”.
Entre las definiciones propuestas teniendo en cuenta los objetivos (investigar los criterios vigentes,
reconstruir tales criterios, y reflejar las relaciones lógicas entre ellos) además de construir
conceptos originales no usados habitualmente por los juristas de las distintas especialidades que,
sin embargo, pueden ser útiles para describir la realidad jurídica, ninguna logró satisfacer en el
mismo modo que la teoría de Kelsen. Esto no quiere decir que el esquema conceptual de Kelsen no
presente dificultades teóricas serias (que sin duda las tiene), sino que su intento de construir un
sistema coherente de expresiones jurídicas básicas, conservando cierta vinculación con la que
tienen en el lenguaje ordinario y eliminando buena parte de su imprecisión, ha hecho que la
mayoría de las discusiones modernas sobre los conceptos elementales del derecho giren a favor o
en contra de las propuestas de Kelsen.
En el sistema que propone Kelsen, sanción es el concepto primitivo. Esto quiere decir, que en
forma directa o indirecta, sirve para definir los demás conceptos elementales, mientras que
sanción no se define en base a ellos. Según Kelsen, la palabra “sanción” debe contener las
siguientes propiedades necesarias y elementales:
Se trata de un acto coercitivo, es decir, un acto de fuerza efectiva o latente, ya que según
Kelsen, lo que caracteriza a la sanción no es la aplicación efectiva de la fuerza, sino la
posibilidad de aplicarla si el reo no colabora
Tiene por objeto la privación de un bien, donde Kelsen propone considerar “bienes”
aquellos estados de cosas que para la generalidad de la gente con valiosos, considerando
irrelevante que no lo sean para individuos singulares (de quienes se podría considerar que
como no se los está privando de algo valioso, no están siendo sancionados)
Quien lo ejerce debe estar autorizado por una norma válida, es decir, debe ser ejercida
por una autoridad competente, los cuales tienen su competencia en un determinado
ámbito dependiendo del orden jurídico que se tenga en consideración, ya que usualmente
existe en los sistemas jurídicos la distinción entre la función de disponer que una sanción
se aplique (tarea de los jueces) y la función de ejecutarla (tarea de funcionarios
administrativos). En el sistema de Kelsen, la función esencial de las normas primarias es
dar competencia para la aplicación de sanciones, es decir, especifican con detalle las
condiciones en que debe ejercerse la coerción estatal
Debe ser la consecuencia de la conducta de algún individuo, por lo que solo puede
hablarse de sanción en aquellos casos en que la coerción estatal se ejerce como respuesta
a alguna actividad voluntaria de un agente, o sea, cuando hay una conducta realizada
mediando capacidad de omitir
La caracterización de “sanción” dada por Kelsen no se refiere únicamente al derecho penal, ya que
la pena es solo una especie de sanción. En el derecho civil, la sanción característica es, según
Kelsen, la “ejecución forzada de bienes”. Kelsen ofrece algunos criterios para distinguir las
sanciones penales de las civiles:
1) Mientras la sanción penal generalmente se reclama de oficio (por el fiscal), la sanción civil
debe demandarse por el damnificado
2) En tanto que el producido de la multa penal pasa a integrar el erario público, el de la
ejecución forzosa beneficia al demandante
3) Mientras la sanción penal tiene una finalidad retributiva o preventiva, la sanción civil tiene
el propósito de resarcir el daño producido y su monto está dado por la extensión de este
último
Un rasgo importante que no es mencionado por Kelsen, y que parece distinguir las penas, de las
sanciones civiles y de las demás medidas coactivas estatales es que es parte esencial de la razón
por la que la pena se aplica el imponer algún sufrimiento a su destinatario. En cambio, en el caso
de las otras medidas coactivas, el sufrimiento del destinatario puede ser una consecuencia
colateral inevitable pero no es parte de la finalidad de las medidas.
En cuanto a acto antijurídico (delito), en la definición de Kelsen, el concepto de delito está
estrechamente vinculado con el de sanción. Generalmente se piensa que un acto merece una
sanción por ser un delito, pero Kelsen sostiene la relación inversa, diciendo que un acto es un
delito cuando el orden jurídico dispone una sanción por su ejecución. El punto de vista
generalizado, que define “delito” independientemente de que esté prevista una sanción, es
tachado por Kelsen de derivar de un enfoque iusnaturalista, ya que esa concepción sostiene que
hay actos que son delictuosos en sí mismos (mala in se), sea o no que el derecho los sancione,
transformándolos en mala prohibita. Kelsen manifiesta que dicho dualismo no es más que una de
las derivaciones del dualismo central de la filosofía del derecho tradicional entre derecho natural y
derecho positivo, donde los actos que son malos en sí mismos serían contrarios al derecho natural
y los actos prohibidos lo serían respecto del derecho positivo. Kelsen rechaza el dualismo “derecho
natural-derecho positivo” fundándose sobre todo en la imposibilidad de verificar científicamente
los enunciados que hablan del derecho natural, impugnando la relevancia para la ciencia jurídica
de los actos “mala in se” y diciendo que la ciencia del derecho sólo debe ocuparse de las conductas
prohibidas por el derecho positivo.
A pesar de que el concepto de acto antijurídico es relevante no sólo para el derecho penal, sino
también para las restantes ramas del derecho, son los teóricos penales los que se han preocupado
por formular una definición más precisa de la expresión “delito”. El jurista alemán Ernst von Beling
formuló una definición de “delito”, que luego, fue precisando y que tuvo la fortuna de servir de
base a prácticamente todas las definiciones que hasta hoy proponen los penalistas del sistema
continental europeo. Definía “delito” como la acción típica, antijurídica, culpable, sometida a una
adecuada sanción penal y que llena las condiciones objetivas de punibilidad. De este modo se
construyó lo que se ha llamado “concepción estratificada del delito”, que consiste en requerir una
serie de elementos del delito que están vinculados lógicamente de tal manera que cada uno de
ellos implica la existencia de la acción, la culpablididad de antijuridicidad, etc.
Kelsen define el acto antijurídico como una de las condiciones de la sanción establecida por una
norma válida. El deber jurídico es lo la conducta opuesta al acto antijurídico. Las normas primarias
de Kelsen mencionan en su antecedente, las condiciones entre las que se encuentra al acto
antijurídico, de la sanción prescripta en su consecuente; en cambio las normas secundarias, que
son meros derivados lógicos de las anteriores, establecen que debe ejecutarse la conducta
opuesta al acto antijurídico mencionado en la norma primaria. Vale decir que, según Kelsen, no
hay deber jurídico sin que esté prevista una sanción para la conducta opuesta.
Para el iusnaturalismo tradicional, los derechos subjetivos son independientes de lo que disponen
las normas de derecho objetivo. Son facultades y poderes innatos al hombre, que los tiene sólo
por el hecho de serlo, y que existirían aun cuando hipotéticamente se aboliera la técnica de
regulación y motivación de la vida social que es característica del derecho objetivo; sosteniendo el
enfoque iusnaturalista que lo único que puede hacer con ellos el derecho positivo es reconocerlos
y reglamentar su ejercicio, además de que debe protegerlos a través de un sistema coercitivo. El
positivismo metodológico no se opone a la idea de que puedan haber derechos con las
características que los iusnaturalistas les asignan (inherentes a la persona humana y que su
existencia es independiente de su reconocimiento por el Estado), pero sostendrá que tales
derechos son morales y no jurídicos.
Rudolf von Ihering opina que los derechos subjetivos son intereses jurídicamente
protegidos, y sostiene que “la utilidad, el bien, el valor, el goce, el interés” son el primer
elemento de ese derecho, y que el segundo elemento es la protección jurídica del interés,
o sea, cuando se concede al que lo tiene una acción para que pueda recurrir jurídicamente
contra las violaciones del derecho. Kelsen objeta esta tesis, sosteniendo que no es posible
identificar al derecho subjetivo con un supuesto hecho psicológico, como sería el interés, y
que puede haber derecho subjetivo sin interés. Kelsen propone distinguir los sentidos de
derecho subjetivo:
1) Derecho como equivalente a “no prohibido”, es decir, que no hay en el sistema una
norma que establezca una sanción para la acción de que se trate
2) Derecho como equivalente a “autorización”, por lo tanto se refiere, a la existencia de
normas que permiten o autorizan los comportamientos
3) Derecho como correlato de una obligación activa, donde podemos ver en la teoría
kelseniana, que alguien tiene un deber jurídico de ejecutar un acto cuando hay una
norma jurídica que dispone una sanción para la conducta opuesta
4) Derecho como correlato de una obligación pasiva, siendo este un significado análogo
al anterior, donde el derecho subjetivo en este caso se trata de un deber de no hacer,
de omitir
5) Derecho como acción procesal, donde se pondera la posibilidad de recurrir a la acción
judicial para lograr el cumplimiento de la obligación correlativa o para hacer que se
imponga la sanción prevista para el incumplimiento de la obligación
6) Derecho político, donde se pueden ver dos sentidos, el primero faculta a los
ciudadanos a participar en la creación de normas generales autorizándolos a sancionar
ellos mismos tales normas (democracia directa) o a elegir a los órganos encargados de
dictarlas (democracia indirecta), y el segundo se relaciona con los derechos y
garantían fundamentales garantizados en la Constitución, que protegen a los
individuos contra la sanción de ciertas normas que contradicen a otras de nivel
superior
Punto 3 – Sujeto de Derecho: Persona física y Persona Jurídica (Teorías)
Según la teoría tradicional, sujeto de derecho es quien es sujeto de una obligación jurídica, o de
un derecho subjetivo. El concepto de sujeto de derecho se encuentra notoriamente en
estrechísima relación, en la teoría tradicional, con su concepto de derecho subjetivo como
facultamiento.
La teoría tradicional identifica el concepto de sujeto de derecho con el de persona. Define que
persona es el hombre en cuanto sujeto de derechos y obligaciones, pero como no solo los
hombres, sino también otros entes (asociaciones, sociedades anónimas por acciones, municipios y
Estados) pueden ser representados como personas, se define el concepto de persona como el
portador de derechos subjetivos y obligaciones jurídicas, donde el portador puede ser no sólo el
hombre, sino también esos otros entes. El concepto de “portador” de derechos y obligaciones
jurídicas desempeña un papel fundamental en la teoría tradicional de la personalidad jurídica. Si el
hombre es el portador de los derechos y obligaciones que interesan, se habla de persona física.
Si son esos otros entes los portadores de derechos y obligaciones jurídicas en cuestión, se habla de
personas jurídicas.
Se contrapone así la persona física, como una persona “natural”, a la persona jurídica, que sería
una personalidad “artificial”, construida por la ciencia del derecho, como “no real”. La persona
como “portador” de obligaciones jurídicas y derechos subjetivos, no es algo distinto de esas
obligaciones y derechos, como cuyo portador es representado, sino que la persona física o jurídica
que tiene como su portador obligaciones jurídicas y derechos subjetivos, es esas obligaciones y
derechos subjetivos, la persona no es más que la personificación de esa unidad, y cuyo
contenido es el comportamiento del hombre, la conducta humana.
Cuando se atribuye a una persona colectiva un derecho subjetivo, es decir, el poder jurídico de
reclamar mediante una acción el incumplimiento de una obligación, ese poder jurídico tiene que
ser ejercido por un órgano determinado por el estatuto, ya que sujeto de ese derecho es el
órgano.
Teorías realistas: las cuales suponen que además de los hombres, hay otras entidades
reales que son personas jurídicas, es decir, sostienen que las personas colectivas están
configuradas por ciertos fenómenos que se dan en la realidad, siendo independientes de
la conducta de determinados hombres (la entidad que constituye una persona colectiva es
una voluntad social que se independiza de la de cada uno de los integrantes de la
sociedad, surgiendo como un elemento autónomo)
Teoría de la ficción de Savigny: según esta teoría, desde el punto de vista empírico, es
evidente que las única personas son los hombres y sólo ellos tienen capacidad de derecho,
sin embargo, el ordenamiento jurídico puede, teniendo en cuenta razones de utilidad,
suponer ficticiamente la existencia de entidades que no son hombres como soporte de
derechos y obligaciones, donde el Estado tiene arbitrio para disolver o crear personas
jurídicas
Teoría de Kelsen
1) No hay diferencia entre la persona individual y la colectiva. Las teorías tradicionales
no podían eludir diferenciarlas, pues identificaban a la persona individual con el
hombre, sin embargo “hombre” es la entidad psicológica y biológica, mientras que
“persona” es una entidad jurídica, un conjunto de derechos y obligaciones, o sea de
normas jurídicas que constituyen una cierta unidad
2) Tanto la persona individual como la colectiva consisten en conjuntos de normas, la
diferencia reside en que mientras en el caso de la persona individual se refiere a un
solo hombre, en el de la persona colectiva se refieren a un grupo de hombres
3) Los únicos titulares de derechos y obligaciones son los hombres, no hay otras
entidades reales ni ficticias que puedan ser sujetos de relaciones jurídicas
4) Sin embargo, muchas veces la ciencia jurídica por conveniencia técnica en la
presentación del derecho, personifica a los conjuntos normativos, imputándoles
actos de ejercicio de derechos o incumplimiento de deberes realizados por ciertos
hombres
5) Para que el acto de un hombre se impute a un sistema de normas, este acto debe
estar previsto por tal sistema
6) En el caso de las personas individuales, las normas no solo establecen un conjunto
de derechos y obligaciones (elemento material) sino también quiénes son sus
titulares (elemento personal), pero cuando se trata de una persona colectiva, las
normas estatales sólo determinan el elemento material, delegando la función de
establecer quiénes son los sujetos de las relaciones jurídicas al estatuto de la
sociedad
7) Las sociedades, asociaciones, universidades, fundaciones, constituyen
ordenamientos jurídicos parciales
Teoría de la persona jurídica como una construcción lógica
Según Hart, el enfoque correcto consiste en desistir de intentar definir la expresión
“persona jurídica” de tal modo que ella denote algún tipo de entidades (seres humanos,
organismos supraindividuales, entes ficticios) y centrar en cambio el análisis en las
funciones que esta expresión cumple en distintos contextos, mostrando en cada caso
como puede traducirse las frases en que ella aparece en otras frases que hacen referencia
a hechos observables
La competencia, es una capacidad para obligar jurídicamente a otras personas, y para que un
individuo tenga competencia para dictar normas válidas, en relación a cierto sistema jurídico, debe
estar autorizado por una norma válida de ese sistema, o sea, por una norma dictada por otro
funcionario competente, y así sucesivamente.
Para Hohfeld, inversamente a lo propuesto por Kelsen, las relaciones jurídicas estrictamente
fundamentales, son siempre sui generis, es decir, particulares, y por ende, innúmeras. Por ello dirá
que los intentos de definición formal, como los que hace Kelsen, son inútiles. En lugar de ello
propone reducir las relaciones jurídicas a un esquema de “opuestos” y “correlativos”.
Hohfeld distinguió diferentes sentidos de derecho subjetivo, los cuales fueron denominados
“pretensión”, “privilegio”, “potestad” e “inmunidad”, y a partir de ahí caracteriza esos sentidos
con sus respectivos opuestos jurídicos y por sus correlativos jurídicos.
Uno tiene una pretensión (derecho) frente a alguien cuando esa persona está en situación
correlativa de tener un deber frente a nosotros. Cuando no tenemos cierta pretensión se
puede calificar una situación de no derecho
Uno tiene un privilegio frente a alguien cuando ese individuo está en la situación
correlativa de no derecho a cierta conducta. Por otra parte, el opuesto es el deber
Uno tiene una potestad jurídica frente a alguien cuando puede modificar sus relaciones
jurídicas, y si alguien tiene una potestad jurídica frente a otro está en una situación
correlativa de sujeción jurídica. Por otra parte, el opuesto es la incompetencia
Uno tiene inmunidad frente a otro cuando el otro está en la situación correlativa de
incompetencia para alterar su estatus jurídico. A su vez, la inmunidad implica la ausencia
de sujeción
Unidad VII
Naturaleza teórica: Las concepciones del derecho más características del s. XX han
tendido a descuidar la dimensión argumentativa del Derecho
Orden práctico: La práctica del Derecho (especialmente en los Derechos del Estado
constitucional) parece consistir de manera más relevante en argumentar. El Derecho
se contempla no desde el punto de vista del legislador o del teórico/dogmático del
Derecho sino desde la perspectiva del juez y del abogado
Cambio en los sistemas jurídicos: Con el cambio del "Estado legislativo" al "Estado
constitucional" (donde la constitución contiene un principio dinámico del sistema
político de división de poderes; ciertos derechos fundamentales que limitan la
producción, interpretación y la aplicación del Derecho; y mecanismos de control de la
constitucionalidad de las leyes), se limita el poder del legislador y este debe ser
justificado de manera más exigente (incremento de la tarea justificativa de los
órganos públicos)
Pedagogía: Atienza critica el hecho de que se considere que la enseñanza del Derecho
debe ser práctica, es decir, el manejo argumentativo del material jurídico, que el
estudiante de Derecho sepa como acceder al material jurídico. Él considera que lo
que debe hacerse es impulsar una enseñanza metodológica y argumentativa del
Derecho, que el estudiante de Derecho llegue a conocer la información que se
contiene en la base de datos del sistema, y que sea una enseñanza volcada hacia los
contenidos del Derecho
Política: El fenómeno de constitucionalización del Derecho supone un reflejo de la
legitimidad de tipo democrático pero incluye un elemento de idealidad (los derechos
humanos) que va más allá de la democracia
Por concepciones del Derecho Atienza entiende la articulación de cuestiones básicas en relación al
Derecho, es decir:
Desde la perspectiva de los sistemas jurídicos abiertos, existen cuatro tipos de sistemas jurídicos:
Argumentar y decidir
En resumen de lo anteriormente visto, el Derecho puede concebirse como una empresa dirigida a
la resolución (o al tratamiento) de ciertos problemas mediante la toma de decisiones por medios
argumentativos. Se considera a la argumentación como un mecanismo muy complejo en la toma
de decisiones (por parte de los legisladores, los jueces, los abogados, los juristas al servicio de la
administración, los dogmáticos del Derecho o incluso los ciudadanos que viven bajo un sistema
jurídico) y de razones que acompañan a esas decisiones.
Por un lado, parece perfectamente posible que exista una decisión sin argumentación, ya que la
práctica de argumentar las decisiones es una institución relativamente reciente en los sistemas de
tipo continental, mientras que en el common law se remonta al s. XII; en ambos sistemas hoy
siguen existiendo numerosas decisiones (de los jueces y de otros órganos públicos) que carecen de
motivación, es decir, decisiones no apoyadas en razones. Una cosa es la argumentación explicita y
otra la argumentación tout court, por lo que si por "decisión" se entiende un tipo de acción o una
disposición a realizar una acción, entonces "decidir", en cuanto a acción intencional, parece
presuponer si no deliberación en sentido estricto, al menos cierta presencia de razones que hayan
motivado la decisión. Existen razones subjetivas (motivos) de la acción, como también razones
objetivas, esto es las que harían que fuese racional, que estuviese justificado actuar de una forma
u otra. Se llega a la conclusión de que decidir puede implicar o no argumentar, pero argumentar y
decidir no es lo mismo.
Por otro lado, una argumentación puede tener lugar en contextos en los que no se trata de
decidir, por ejemplo, un juez que dado las pruebas llega a la conclusión de que una persona
cometió un homicidio, y decide declararlo culpable, pero la aceptación tras la correspondiente
deliberación no es fruto de una decisión. En definitiva, las conclusiones de nuestros argumentos
no son siempre enunciados prácticos, sino que pueden estar integradas por enunciados teóricos.
Lo que hace que surja una argumentación son problemas, cuestiones para las que hay que
encontrar soluciones, respuestas, que tendrán que tener también naturaleza teórica, práctica, etc.
Lo que hoy llamamos "teoría de la argumentación jurídica", tuvo en los años 50-60 como rasgo
común, la pretensión de construir un concepto de argumentación que se oponía a la noción de
argumento lógico en sentido estricto, así, Recaséns Siches contrapuso el logos de lo racional al
logos de lo razonable; Viehweg, la concepción deductiva de la argumentación a la tradición de la
tópica; Perelman, los argumentos deductivos a los teóricos; y Toulmin, la lógica idealizada de la
tradición matemática a una lógica operativa adecuada para los diversos ámbitos de la vida en los
que se argumenta. Por lo que se refiere a las teorías más desarrolladas de la argumentación
jurídica, existen dos nociones, la noción lógico-formal (vinculada a la racionalidad formal) y la
noción de racionalidad práctica; por ello, los buenos argumentos jurídicos deben cumplir los
requisitos de la lógica formal (consistencia de premisas, respeto de las reglas de inferencia en el
paso de las premisas a la conclusión) y de la racionalidad práctica (universalidad, coherencia, etc),
o dicho de otra manera, la justificación interna (de carácter lógico-deductivo, el paso de las
premisas a la conclusión) y la justificación externa (la justificación de las premisas, que parece
exigir algo más que ese tipo de lógica).
1. Cuando se usa de manera equívoca (cuando se utiliza de manera equívoca, esto es, una
misma expresión se usa con significados que nada tienen que ver entre sí, por lo que la
tarea de aclarar el concepto (la ambigüedad de la expresión) consistirá entonces en
simplemente mostrar esa pluralidad de significados)
2. Un concepto de argumentación privilegiado del resto (se parte de que existen diversas
nociones de argumentación, pero se entiende que una de ellas tiene un carácter
privilegiado (existiría un significado propio o estricto de argumentación) y luego existirían
significados derivados o aproximativos, pero no se ve por qué razón debería privilegiarse
uno de los diversos significados de argumentación, y si hubiese una razón para actuar así,
tendríamos todavía que dar cuenta de cómo se vinculan entre sí todos esos significados, o
en qué sentido uno deriva de, o está conectado por otro)
3. Argumentación que posee una ambigüedad compleja (siendo de manera distinta a la
simple ambigüedad, el concepto puede resultar complejo por poseer una ambigüedad
compleja, de manera que no sea fácil identificar una propiedad o conjunto de propiedades
que convengan todos los supuestos para los que se emplea el concepto; se utiliza como
ejemplo la palabra "juego", y argumentar puede verse como un juego del lenguaje, donde
el autor Toulmin consideró la argumentación como un uso especifico del lenguaje, que se
distingue de otros usos porque para argumentar no basta con emitir tal enunciado, sino
que requiere además emitir razones, siendo entonces que aunque argumentar sea un
juego lingüístico, y existan diversos juegos argumentativos, de ahí no se sigue que ese
concepto presente el tipo de complejidad de la palabra "juego"; los diversos tipos de
argumentación comparten entre sí una relación más estrecha que la que existe en los
distintos tipos de "juego", porque en algún sentido, todos tienen las mismas
características, y pertenecen a una misma clase definida por una conjunción de
propiedades esenciales o definitorias)
4. La argumentación no posee una carga valorativa y no existe una disputa a la que sea
imposible no ponerle fin (el concepto de argumentación no responde de la misma manera
que podría considerarse, por ejemplo, el concepto de "democracia", ya que obedece
patrones distintos, y por lo menos no del todo, la argumentación no posee una carga
valorativa que uno puede encontrar en la palabra democracia, y sobre todo, en relación al
concepto de argumentación no existe una disputa ala que sea imposible ponerle fin)
5. Distinción entre "concepto" y "concepción" de Argumentación (con la argumentación no
ocurre lo mismo que puede ocurrir con conceptos esencialmente controvertidos como
"justicia" o "positivismo jurídico", ya que al no ser un concepto esencialmente
controvertido, parece posible elaborar una noción (un concepto) muy abstracto, y luego
distinguir diversas concepciones de la argumentación que no tendrían por qué resultar
incompatibles entre sí, ya que en la argumentación no existe un pluralismo valorativo, sino
un pluralismo conceptual)
El concepto de Argumentación
Argumentar es siempre una acción relativa a un lenguaje, y ya hemos visto que argumentar es
uno de los juegos, de los usos del lenguaje, y también hemos visto, a propósito de la conexión
entre argumentar y decidir, que el sujeto que delibera en su interior para alcanzar una decisión, en
algún sentido también argumenta. En cuanto a uso específico del lenguaje, argumentar se
distingue de otros usos como prescribir, describir, preguntar, etc., sin embargo, eso no quita para
que en una argumentación aparezcan también esos otros usos del lenguaje. El tener que dar
razones es lo que hace que podamos distinguir la argumentación de otros procedimientos de
resolución de problemas, como por ejemplo el uso de la fuerza. En el caso de la argumentación, la
relación con el lenguaje es más intrínseca, ya que argumentar consiste en usar de una cierta forma
el lenguaje, dando razones a favor o en contra de una determinada tesis.
Una argumentación presupone siempre un problema, que es lo que suscita la necesidad de
argumentar, de enrolarse en una actividad lingüística dirigida precisamente a encontrar, proponer,
justificar una solución, una respuesta al mismo.
Hay dos formas características de ver la argumentación: como un proceso (una actividad, la
actividad de argumentar) y como producto o el resultado de la misma (los enunciados o las
proferencias en que consiste o en que se traduce la argumentación). Desde la primera
perspectiva, la argumentación puede considerarse como toda aquella actividad que ocurre en un
término a quo (el problema) y un término ad quem (la solución, la respuesta al mismo). Pero si nos
situamos en la segunda de las perspectivas, la argumentación viene a ser el conjunto de los
enunciados en que cabe distinguir tres elementos:
Finalmente, argumentar es una actividad racional, no sólo en el sentido de que es una actividad
dirigida a un fin, sino de que siempre hay criterios para evaluar una argumentación, siempre
parece tener sentido si un argumento es bueno o malo, etc.
Concepciones de la argumentación
Es necesario hacer una introducción para entender en lo que se han basado las concepciones de la
argumentación. En una de las posiciones, más fija que la otra, tenemos a la lógica formal deductiva
(se centra de manera preferente o exclusiva en el resultado), y en la otra, la tópica (Viehweg, pone
el énfasis en el descubrimiento de las premisas), la retórica (Perelman, pone el énfasis en la
persuasión del auditorio) o la dialéctica (Toulmin, pone el énfasis en la interacción que tiene lugar
entre el preponente y el oponente en un proceso argumentativo).
Concepción formal
Concepción material
La necesidad de argumentar no suele venir frecuentemente de problemas estrictamente formales,
sino de problemas materiales como explicar un fenómeno, predecir un acontecimiento, averiguar
que algo ha sucedido de tal manera o que tiene tales y cuales características, justificar una acción,
recomendar a alguien que haga tal acción, etc. Se trata, de los problemas característicos de las
ciencias, de la tecnología, de la moral, del Derecho, y de la experiencia ordinaria en la que se
desarrolla nuestra vida. Es fácil reconocer en esas explicaciones, descubrimientos, predicciones o
recomendaciones la forma de un argumento, pero eso no quiere decir que explicar, descubrir,
predecir o recomendar equivalgan sin más a argumentar; además de argumentar se necesita
observar, medir, hacer experimentos, etc., es decir, efectuar operaciones que no tienen un
carácter argumentativo. La diferencia entre los problemas formales y los problemas materiales, es
que en la solución argumentativa de un problema material requiere que se utilice alguna forma de
argumento, de manera que podría decirse que la concepción material presupone la formal. Pero
en la concepción material la cosa no se acaba en las formas, sino que lo esencial es el contenido.
Quien tiene que solucionar un problema material tiene que comprometerse con su verdad o
corrección y, en consecuencia, con la verdad o corrección de la conclusión.
Concepción pragmática
Se trata de situaciones en las que interactuamos con otro (o con otros), porque se nos presenta el
problema de cómo persuadir sobre algo o de cómo defender o atacar una tesis y, en consecuencia,
tenemos que lograr que otros acepten nuestras posiciones o, por lo menos, que tuvieran que
aceptarlas si se cumplieran ciertas reglas que rigen la discusión. En esos contextos en los que se
producen argumentaciones, los elementos formales y materiales juegan su papel, pero lo esencial
no es que el argumento tenga cierta forma o que los contenidos, las tesis del orador o de cada
parte, resulten fundados, tengan fuerza explicativa, justificativa, etc. Lo decisivo es que alguien
resulte persuadido, que acepte algo, que la argumentación produzca determinados efectos. Se
habla de "concepción pragmática" precisamente porque lo central aquí son los efectos que
producen las argumentaciones y porque se tiene en cuenta, de manera esencial, las circunstancias,
los roles y las acciones de quienes argumentan.
Las tres concepciones de la argumentación que se han presentado se conectan, con problemas,
empresas, reales en las que se ven envueltos los seres humanos. Pero también podría decirse que
tienen algo de tipos ideales, en el sentido de que las argumentaciones realmente existentes no
obedecen, en general, a uno solo de esos tipos puros, por dos razones:
La concepción formal se presta bien para dar cuenta del trabajo de algunos teóricos del Derecho
que se centrar en las sentencias de los jueces vistas no como actividad, sino como resultado (el
texto de la misma, la motivación expresa) con propósitos básica y exclusivamente teóricos y
descriptivos. Y la concepción material constituye el núcleo de la argumentación (la justificación)
que llevan a cabo los jueces. La obligación que el juez tiene de motivar una sentencia no se
satisface simplemente mostrando que su decisión puede construirse siguiendo un esquema válido
de acuerdo con la lógica deductiva (ya que se ocupa de esquemas de argumentos) y tampoco
mostrando que la decisión es aceptable, ya que si se pensara que la decisión mejor justificada es la
que logra un mayor consenso, entonces en la práctica no podrían justificarse las opiniones
disidentes, ya que las sentencias deben estar motivadas conforme a Derecho.
Las formas de estructurar la argumentación que se dan en las diversas comunidades a lo largo de
su historia son un aspecto importante porque organizan las relaciones generales de una sociedad,
y de ahí la importancia de reconocer las formas de articulación, las manifestaciones y las huellas
que se han ido organizando y perduran en la actualidad alrededor de este fenómeno. Siempre que
se toma contacto con otra persona o otra institución se da la situación en la que se argumenta de
algún modo para provocar una conducta sobre el o los otros, para hacer que ese otro crea o deje
de creer tal o cual cosa.
A lo largo de la historia existieron diversas instituciones en las que se plasmó esta intención de
lograr la cohesión y la coerción sociales, como las religiones, la escuela, el foro judicial, los poderes
legislativos, los medios masivos, que corresponden a distintas etapas en las que siempre se
manifestó la voluntad de regular la imposición de puntos de vista sobre conglomerados cada vez
más vastos y complicados, y estos fenómenos que se pueden rastrear en el pasado adquirieron en
la actualidad una fuera y una frecuencia incuestionables.
Persuadir y convencer
En el mundo de los griegos, "persuasión", era una divinidad "que jamás sufrió rechazo", segín
afirma Esquilo. Estaba asociada a Afrodita, la diosa de los pensamientos sutiles, y disponía de
"sortilegios (practica de adivinación) de palabras de miel". En el Panteón griego Peithó (persuasión
en griego), corresponde al poder de la palabra sobre los otros, y su templo es la Palabra. Es
concebida como antítesis de ananké, la fuerza, asociada a apaté, el engaño "del placer suve, de la
ternura, y de la dulzura".
Convencer, es un verbo de tres participantes, donde "alguien convence a otro de algo", pero ese
"otro", puede tratarse del interlocutor, de una audiencia presente o de una audiencia incierta
(futura, remota, imaginaria) o de ninguna audiencia (cuando se buscan razones internas para
decidir acerca de algo, como por ejemplo, un político que se enfrenta a su opositor, no para
convencerlo, sino para convencer a los votantes o a los que escuchan el debate.
La gramática ofrece sus servicios para diferenciar ambos conceptos, siendo así, que una
persuasión se padece (como algo impuesto) y una convicción se tiene (como algo obtenido).
El carácter pasivo del paciente de la persuasión contrasta con el carácter activo del paciente de la
convicción. Decir por ejemplo "A persuadió a B" no es lo mismo que decir "A convenció a B", ya
que en el primer ejemplo, B ha sido persuadido (el acto de A tiene un carácter progresivo) y en el
segundo, B ha sido convencido (el acto de A tiene un carácter definitivo). También contrasta el
carácter externo de la relación de persuasión con el carácter interno de la relación de convicción,
ya que si "A persuade a B" cabe la posibilidad de que B no sea afectado internamente, que no sea
persuadido, mientras que en "A convence a B" esa posibilidad queda excluida, ya que
necesariamente B ha sido afectado. Otra realización de este contraste gramatical entre
"persuadir" y "convencer" se advierte en la naturalidad con que surge una afirmación del tipo "A
fue persuadido en un primer momento, pero luego cambió de opinión" en contraste con la
secuencia menos usual "A se convenció primero, pero luego cambió de opinión", ya que la opinión
resulta difícilmente negociable, luego de producida una convicción. La convicción implica un
proceso activo, racional y reflexivo, por parte del participante paciente, mientras que en la
persuasión implica para éste un proceso pasivo, irracional e irreflexivo. La propuesta persuasiva
apela a una gama de mecanismos psicológicos sin mediación de la razón, es decir, tienen que ver
con las emociones. La propuesta de la convicción, en cambio, apela a la razón, hace un llamado a
la revisión crítica, explícita, tanto del argumento o los argumentos a favor, como de los
argumentos en contra de la propuesta o tesis. En resumen, la persuasión, si incluye la acción, lo
hace sin mediación de la razón (entran en juego las emociones), en tanto que el intento de
convencer (si bien puede tener como finalidad la acción del otro) está mediado por la razón, por la
revisión crítica del asunto.
En el plano científico, paso de haber una visión amplia, global e interdisciplinaria del mundo
natural a una fragmentación en problemas y aspectos especializados, donde los representantes del
saber comenzaron a preguntarse los fundamentos del conocimiento, iniciándose la búsqueda de
criterios de verdad universal que sustentaran la multiplicidad y diversidad de los problemas y las
soluciones. Se vinculó una búsqueda de criterios de verdad universal y una búsqueda de leyes
universales, lo cual sensibilizó los mecanismos psicológicos de individualidad (sembrando el pavor
entre quienes consideraban toda "ley" como una amenaza al "libre albedrío" y toda abstracción
como un atentado a la singularidad, un temor antisujeto). A esto se suma que desde la elite
científica, antes de la aparición de Sócrates, no había mentes dedicadas al estudio del hombre, y
no había progresos en materia social y psicológica sino exclusivamente en materia de filosofía
natural. En este contexto de cambios (miedo a la razón, perdida de la individualidad, aniquilación
del "factor humano") surge el interés por el debate, por el intercambio de puntos de vista, por la
dialéctica de la acusación y la defensa, es decir, por el ánimo de la controversia, por un impulso
colectivo de evidenciar las diferencias por encima de la peligrosa homogeneidad. En la restringida
democracia griega, los ciudadanos irrumpen en la vida pública, y se produce una atención
especial a las cuestiones de la educación, la sociedad y la realidad. Paralelamente se desarrolla el
interés por la persuasión, por las técnicas de argumentación y la contraargumentación, por la
astucia y el encantamiento de la palabra, en calidad de esas nuevas habilidades que esa nueva era
de cambios exigía a quienes necesitaban sacar partido de la debilidad de las masas mediante un
control tanto de los mecanismos internos del individuo como de las expectativas de las multitudes.
El conocimiento que propugnaron los sofistas fue aquel que fuera aceptado por la mayoría,
haciendo uso de la cultura instrumental en función de sus intereses. La retórica busca la
persuasión y ésta tiene un elemento fundamental en el conocimiento del auditorio que es quien
recibe el mensaje. Fueron Gorgias y Protágoras (480-410 a. C.) los dos sofistas más recordados,
quienes desarrollaron el arte de la oratoria con fines persuasivos, donde ambos sostenían la
imposibilidad del conocimiento humano para conocer la verdad. Todo conocimiento es relativo y
está condicionado por la actividad humana. Protágoras creía que sobre cada cosa se podían
formular discursos posibles y contrapuestos, y construyó así la base para una valoración concreta
de las opiniones sostenidas en la utilidad. Gorgias llega a decir que "el poder del discurso sobre la
construcción del alma puede compararse con el efecto de las drogas sobre el estado corporal. Así
como estas, al expulsar los diferentes humores del organismo, consiguen poner fin a la
enfermedad o a la vida, lo mismo ocurre con el discurso: palabras diferentes son capaces de
despertar dolor, placer o temor, o también, a través de una persuasión dañina, narcotizar o
hechizar el alma.".
El orador debe considerar el pensamiento y el conocimiento del público al que se dirige, pero
también estar al tanto de sus olvidos y rechazos, y se atribuye a Protágoras la sistematización de
los tópicos que representarían para él los códigos culturales de la época, ya que si el auditorio
pudiera recordar todo el pasado, la persuasión sería imposible. Gorgias sostiene que "si cada uno
tuviese recuerdo del pasado, conocimiento del presente y anticipación del futuro, el poder del
discurso no sería tan grande. Pero según sucede, como los hombres no pueden recordar el
pasado, ni observar el presente ni predecir el porvenir, el engaño es fácil.".
El método dialéctico de Gorgias no sustentaba la inmutabilidad del ser, sino que sostenía una
visión en que la existencia y la condición de decir del ser son negadas. Gorgias fue un maestro en
retórica y erística, del arte del discurso con el único fin de persuadir al interlocutor o de lograr las
victorias sin preocuparse de la verdad, y Gorgias consideraba al discurso como un "gran señor",
porque le es posible sustentar todo y lo contrario a todo, o mejor dicho, porque está en su poder
la creación de la realidad que significa. También desde un punto de vista filosófico, aplicaba el
método dialéctico de refutamiento, que consiste en reducir las contracciones de la tesis opuesta
que se pretende sustentar, y formula tres tesis: el ser no es, si fuera, no sería cognoscible, si fuera
cognoscible, no sería comunicable.
La sofistica, entendida como una actitud, predisposición o tendencia más que como una escuela o
corriente de pensamiento, se condensaba en:
Sócrates y la dialéctica
Fue otro de los fundadores de la dialéctica (Sócrates, 470-399 a. C.), y su enseñanza se presenta a
través de los testimonios de Platón (428-347 a. C.), Aristóteles (384-322 a. C.) y Jenofonte (430-
354 a. C), poniendo en práctica el método dialéctico con una finalidad y éxito diferentes,
empleando el método a través de preguntas y respuestas, pero a diferencia de los sofistas, se
oponía a cobrar por eso. Sócrates llevo el método a una gran perfección técnica a través de una
serie de procedimientos lógicos, de los cuales el primero es la refutación, que trataba de
demostrar el carácter contradictorio y por lo tanto insostenible de la opinión examinada. Es un
procedimiento dialéctico que ocurre en el diálogo y que consiste en tratar de que el interlocutor
conceda mediante preguntas adecuadas, determinadas premisas que permitan inferir
conclusiones opuestas a las tesis sostenidas por el adversario, poniéndolo en contradicción
consigo mismo. La tarea de la dialéctica pasa a ser una labor crítica, que debe poner a prueba
todas las opiniones, tratando de refutarlas en su pretensión de valer como verdadero saber. La
dialéctica socrática se configura como la superación de toda perspectiva y de toda subjetividad, o
sea, es lo universal, la ciencia; y está libre de cualquier inferencia con la retórica, practicada en
función de la ciencia, incluso si en la realidad no llega a una verdadera formulación del saber, pero
si a una exigencia radicalmente crítica de "saber que no se sabe".
La dialéctica platónica
Aristóteles y la argumentación
Aristóteles codificó las técnicas discursivas que maneja una sociedad. El fruto del trabajo de
búsqueda realizado para establecer los criterios discursivos son la poética, la retórica, los tópicos
(argumentación dialéctica), los analíticos (demostración científica) y los argumentos sofísticos. A
través del estudio comparado de cada una de estas actividades , y del relevamiento de las
diferentes tipologías, se identifica una “técnica” propiamente dicha y se establece un tratado
enunciando las reglas de formación de los discursos fundados en principios que posibilitan a la vez
comprender la eficacia de los discursos existentes y la conformación de nuevos discursos
legítimos.
En la retórica, el orador trata de persuadir de tal o cual verdad al auditorio (el pueblo reunido),
que debe juzgar por la verdad o falsedad de lo planteado. En la dialéctica, el interrogador trata de
refutar la tesis del interlocutor (que responde que trata de sostener una verdad) por medio de
preguntas que lo ponen en contradicción. En la ciencia, el docente trata de demostrar a su
auditorio (un alumno, la clase) la verdad de tal proposición que pertenece a un ámbito
determinado del saber por medio de la relación entre las proposiciones anteriores y las actuales o
de aquellas proposiciones que el alumno no puede desconocer (los axiomas).
Retórica, dialéctica y ciencia pueden ser consideradas como pertenecientes a un género común, el
de las “técnicas discursivas de la verdad”, y ponen en juego tres elementos de todo discurso
asertivo:
La finalidad de estas verdades no es la misma en cada caso, pero todas descansan bajo el mismo
“régimen de verdad”, aquel donde todos pueden acceder a la palabra a partir de pautas que se
establecen en cada institución y que operan dentro de un régimen democrático.
Para Aristóteles, solo hay dos grandes géneros de “pruebas a partir del discurso”, ya que no poseía
un concepto correspondiente al término argumentación, y son la deducción o sylloguismos (de
ciertas cosas que se plantean resultan otras cosas en virtud de las primeras, y más allá de ellas, se
plantean universalmente, también llamado entimema) y la inducción o epagoje (apoyarse en un
caso semejante para mostrar que va en la misma dirección que la generalidad de los casos).
Aristóteles llama a las distintas maneras de hacer un sylloguismos y los distingue por las premisas:
Una definición general por el marco institucional (el entimema es una deducción
retórica), donde lo que vale es su eficacia persuasiva
Una definición que lo diferencia de la deducción dialéctica y demostrativa por la
naturaleza de sus premisas (un entimema es una deducción que se apoya en los
verosímiles y en los signos), donde lo que vale es que se comparta ciertos conocimientos,
convicciones y valores con el auditorio, donde se comienzan las deducciones por las
premisas más cercanas y se pueden saltear todas las etapas de la argumentación con tal
de que el conjunto permanezca claro
Luhmann dice que ningún argumento es capaz de cambiar el Derecho vigente, ningún argumento
es capaz de dar validez a nuevos derechos y obligaciones y con ellos crear condiciones que, a su
vez, pueden ser cambiadas. Este poder dice, sirve de descarga a la argumentación eximiéndola de
tener que recurrir a otra disciplina. Esta dependencia de la validez es, al mismo tiempo, condición
para que la argumentación jurídica se restrinja al Derecho filtrado por el sistema jurídico y que no
resbale con los prejuicios morales u otros prejuicios.
Habermas, por su parte, sostiene una concepción parecida con el argumento de que se debería
asegurar que la argumentación jurídica también pudiese reaccionar a premisas diferentes a las
premisas morales, ya que según él, los fallos emitidos por los tribunales, para cumplir con la
función sociointegradora que se le atribuye al sistema jurídico, han de cumplir “a la vez los
requisitos de representar decisiones consistentes y de ser racionalmente aceptables.
Para Luhmann, los textos realizan el enlace de la argumentación con la validez del Derecho, ya que
permiten la autoobservación simplificada, el sistema se observa a sí mismo como una
aglomeración de textos que remiten unos a otros (a esto los juristas llaman sistema aunque ahora
se considere intertextualidad). Los textos permiten ganar en seguridad (de manera relativa), pero
hoy la interpretación se entiende como la producción de nuevos textos en base a los viejos, pero
solo la observación de segundo orden permite identificar el sentido intrínseco, y lleva a buscar una
argumentación convincente. Las construcciones de la teoría del Derecho como la intención del
legislador, el espíritu del texto, el bien jurídicamente tutelado, el error textual, etc., son formas
argumentativas, pero a la hora de descubrir si es un argumento correcto o erróneo, juega su papel
la lógica y no la fundamentación de las decisiones (se ve el aspecto pragmático de la
argumentación).
No basta con que la sentencia esté fundada, ya que no debe ser arbitraria en su sentido más
profundo, y debe guardar los rasgos de racionalidad que el discurso jurídico reclama. Según
Ghirardi, los principios lógicos integran el orden constitucional, y preexisten al orden que se ha
limitado a positivizarlos. Esto ha sido recogido por la CSJN y los Superiores Tribunales de Provincia
en Argentina, con la doctrina de la arbitrariedad, que tiende a resguardar la garantía de la defensa
en juicio y el debido proceso y exige que las sentencias de los jueces sean fundadas y constituyan
una derivación razonada de Derecho vigente, con aplicación a las circunstancias de la causa. Esta
doctrina es de carácter excepcional y no tiende a sustituir a los jueces de la causa en cuestiones
que le son privativas, ni a conseguir en tercera instancia fallos equivocados. La “derivación
fundada de Derecho aplicable” o la “derivación apropiada conforme patrones científicos o de
sentido común” en cuanto a los hechos aparecen como requisitos, ya que si el fallo se aparta de las
leyes de la lógica en la valoración de la prueba, cae en el absurdo, subsanable sólo por el recurso
de inconstitucionalidad. Cuando el vicio se genera con motivo de la aplicación de las reglas de
Derecho positivo, porque en la hipótesis no se observan los principios de lógica jurídica o porque
esos principios no son respetados en la tarea de subsunción de los hechos en las normas, el
recurso de casación es la vía idónea. Por lo que la lógica forma parte de la argumentación
jurídica.
Argumentación y decisión
Una teoría de la decisión judicial exige que la decisión es un punto en una cadena de
actos que sostienen el obrar social, es un eslabón de una cadena de actos que buscan
influenciar otros actos, y en esa cadena se producen argumentaciones. La decisión,
también se considera comunicación (1er axioma: Es imposible no comunicar) ya que esa
misma comunicación se vuelve argumentación, porque en todos los procesos
comunicativos se argumenta
Cuando se aborda una teoría de la argumentación en el campo del Derecho, hay que tener
presentes los aspectos interactivos y contextuales del discurso, que son parte del
discurso tanto como su pretendido contenido léxico. Eso no nos priva de en todo discurso
hay niveles monológicos y dialógicos, y que estos a su vez pueden ser internos y
externos
La teoría del Derecho y sus investigaciones han incorporado el análisis de las dimensiones
ideológicas del discurso, del decir y no decir. Describir una palabra no es ponerla en
correspondencia con una determinada noción, es indicar una regla que permita prever el efecto
que tendrá esta palabra en los discursos donde se la emplee. Debemos distinguir el enunciado (la
frase general) de la enunciación (el acto particular donde la frase es pronunciada) lo que hace que
la frase varíe de valor según las circunstancias (el entorno) de su enunciación. La idea de “leyes del
discurso” que suponen que un proceso de interpretación de un enunciado supondría dos etapas
sucesivas: de la frase a la significación, y luego de la significación al sentido. Es preciso describir
también las restricciones que imponen las condiciones semántico-pragmáticas: los significados
andan en busca de un locutor, lo que precisa distinguir entre locutor y enunciador.
Locutor es el autor que el propio enunciado reconoce como su generador, como el sujeto
que organizó la composición de las palabras en las que el mismo consiste
Enunciador son los personajes que el enunciado propone como actores de los actos
ilocucionarios (que no son verdaderos o falsos, sino fallidos o conseguidos)