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“INTRODUCCIÓN A LA SEMIÓTICA” Francesco Casetti.

SEMIÓTICA, SEMIOLOGÍA, SEMIÓTICAS.

1. Generalidades.
Lejos están de interesarnos los conceptos previamente estructurados por otros
semiólogos.
En 1º lugar porque los datos que nos interesan ahora son los que muestran
ciertas cuestiones preliminares. Por ejemplo, un problema de terminología:
algunos autores usan el término “semiótica”, otros, en cambio, el de
“semiología”. Por una parte se hace referencia a un uso desarrollado a partir de
Pierce especialmente en EEUU, por otra, a un uso más europeo que se
remonta a Saussure. Actualmente, semiótica ha sido asumida como término de
conjunto y neutro, y es en ese sentido en el que lo usaremos nosotros.
En 2º lugar porque las citas previamente formuladas se refieren a una cuestión
de interés o de campo. Parece fácil deducir que la semiótica se ocupa de
signos, de sistemas sígnicos, de procesos comunicativos, etc.; un abanico de
fenómenos que, sin embargo parecen bastante identificables. Podríamos
también resumir este campo de maniobra de la semiótica diciendo que coincide
con el lenguaje.
El 3º problema emerge de la variedad de direcciones de investigación. Si hoy la
semiótica presenta un solo rostro, es el de la dispersión de métodos, de zonas
a explorar, de las propias observaciones, y la dispersión en cuanto que la
semiótica aparece cada vez más como una ciencia aficionada a las situaciones
fronterizas (toca reservas que corresponden a otras ciencias). De ahí la
impresión de que la semiótica no tiene una vertiente propia “natural”. La
dispersión, en resumen, es un fenómeno muy enraizado. La dispersión es un
dato real y, sin embargo, es la contrapartida de otro dato real que es el de la
institucionalización actual de la semiótica. Institucionalización en el sentido
propio de la palabra, pero también en el sentido restringido: la semiótica es hoy
un discurso que posee referencias precisas, objetos de análisis, una
problemática definida, etc. Es aquí donde se pueden ver y deben emerger los
paradigmas y las reglas que la semiótica se ha dado y se da. En las páginas
siguientes, se probarán sus diferentes puntos de impacto. Hablaremos en
primer lugar de la presemióticas, es decir, aquel basto terreno que aunque se
ha institucionalizado de diversa manera, ha hospedado toda una serie de
temas que hoy parecen legítimamente a nuestra ciencia; después del proyecto
saussuriano, es decir, uno de los primeros paradigmas que la semiótica se ha
dado conscientemente. La finalidad es hacer ver la existencia de un campo de
reflexión que está suficientemente definido, pero que aparece como pertinente
a la semiótica sólo después de que la emergencia de un paradigma ha
permitido una lectura retrospectiva y reformulada; y, al mismo tiempo, hacer ver
cómo surge un paradigma científico.
2. La “presemiótica”: propuesta de algunas temáticas.
Tanto en la reflexión de Pierce, como en la de Saussure hasta en sus puntos
más cruciales se retoman múltiples experiencias precedentes. El hecho de
reconocer un campo precedente de la semiótica lleva a ensanchar la mirada,
retornar a una problemática que ha tenido en otros lugares sus puntos fuertes y
sus espacios de debate. Esta amplia propuesta de temas comprende
ciertamente también textos insospechables y toca ámbitos de elaboración de
gran diversidad entre ellos. El objetivo que se quiere alcanzar es solo retomar
el estatuto de la semiótica y sus paradigmas. Es la identidad de la semiótica lo
que nos interesa. Quizás el punto de partida para esta reseña sea la reflexión
sobre el signo lingüístico desarrollada por los griegos. El signo parece ser
definible como aquellos que remite a otra cosa natural o convencionalmente
(Platón). Los temas que interesan a la semiótica son, por lo tanto, pulsados en
la espesura de problemas que revisten a la relación entre el nombre y la
realidad o el pensamiento. En esta perspectiva, el lenguaje, por ser espejo de
lo real, vendría a tener una verdadera función cognoscitiva más que una
función indicativa (Eráclito). O, por el contrario, como la palabra es impuesta al
hombre por convención con el fin de nombrar una realidad ya de por sí solo
aparente, el lenguaje se revela como una aplicación de etiquetas a las cosas
ilusorias (Parménides). He aquí la oposición que podríamos llamar inaugurar.
Los sofistas advierten perfectamente el sentido del proceso político en el que
viven y se dedican a entregar a quien lo requiera los instrumentos más aptos
para sobresalir en esta sociedad basada más que ninguna otra en la palabra.
El lenguaje se revela en la práctica como un instrumento indispensable para la
afirmación personal. El medio por el cual nos expresamos es la palabra, y la
palabra no es el objeto. De ahí que se declare la imposibilidad del lenguaje
como medio para expresar lo real. Con Platón y sobre todo Aristóteles entra en
juego un tercer elemento: el concepto. La estructura del signo mismo viene a
ser reformulada. Se halla una idea de signo como relación que comprende 3
elementos: los “símbolos” gráficos o fónicos, los “afectos del alma” y las cosas.
A pesar de algunas implicaciones que este concepto conlleva, el tratamiento
que Aristóteles hace del signo permite salir de las arenas de un
convencionalismo sin fundamento como el de los sofistas (los símbolos son
diferentes en cada lengua, pero no por esto inmotivados) y al mismo tiempo
otorgan al lenguaje una valencia muy general. Aristóteles autoriza el proyecto
de una gramática válida universalmente que refleje en las leyes lingüísticas el
orden del pensamiento y el orden de la realidad. Sin embargo su posición no
implica ni ambigüedad ni polisemia en el signo: existe una relación unívoca,
determinada entre la palabra y la cosa; hablar significaba nombrar cosas
precisas en la constitución de un sentido que no puede ser diferente de sí
mismo. El signo del cual se ha hablado hasta ahora es prácticamente solo el
signo lingüístico: son los estoicos los que introducen una cierta generalización
que los lleva a explotar territorios todavía inexplorados. Su formación se orienta
al hecho de que cualquier signo está constituido por un reenvío: es aquello que
es indicativo de una cosa oscura (no directamente perceptible o manifiesta). Lo
importante es hacer ver algunos motivos que acompañan definición y que
afectan a algunos temas más actuales de la semiótica (ej.: signos
recordatorios, signos indicativos). Señalemos la entrada en juego de 3 nuevas
determinaciones: la sociabilidad, la intencionalidad y el rol del canal físico. San
Agustín distingue entre los signos y las cosas afirmando que los primeros son
objetos usados para significar a otro, mientras que los segundos son objetos
que no sirven para este fin; con esta distinción moviliza la categoría del uso,
que añade una valencia directa pragmática a una justificación social (debe ser
estable y reconocido como tal) y una dimensión intencional (el uso depende de
un querer expresarse). Esto los vemos también en su clasificación de los
signos naturales y convencionales. El rol del canal físico emerge de otra
tipología: “Entre los signos de que se sirven los hombres para comunicar entre
ellos o que sientes algunos dependen de la vista, la mayor parte del oído, y
muy pocos de los otros sentidos”. San Agustín esboza también, paralelamente
a un modelo y a tipologías de signo, un esquema de “proceso de producción”
sígnica: “el pensamiento formado por la cosa que conocemos es una palabra
que no es griega ni de otra lengua. Pero como es necesario trasmitirla, se
adopta un signo a través del cual aquel viene significado”. Occam retoma la
definición aristotélica precisando los aspectos que se relacionan con la
naturaleza y el estatuto del concepto: es el “signo” de la cosa, medio para
representarla sin mediación alguna; al contrario del signo lingüístico, que es un
elemento puramente convencional, usado en relación a exigencias
concretamente comunicativas. De esto surge otra diferencia consistente en que
el significado de un término hablado o escrito puede ser cambiado libremente;
el término mental al contrario, no cambia su significado bajo ningún arbitrio. A
modo de conclusión, una indicación de los 2 aportes que aparecen por 1º vez
en sentido estricto del término hoy institucionalizado. Empezando por Locke,
también para el las palabras son ante todo un reflejo arbitrario de las ideas.
“Podemos concebir como las palabras vinieron a ser empleadas por los
hombres como signos de sus ideas; y no debido a algún vínculo natural que
haya entre particulares sonidos articulados a ciertas ideas, sino por la
imposición voluntaria, mediante la cual cada una de las palabras es tomada
arbitrariamente como contraseña de tal idea”. Locke diseña una amplia visión
de las ciencias, previendo 3 especies, la última de las cuales se ocupa
especialmente de los signos: semiotike: su tarea es considerar la naturaleza de
los signos de que hace uso el espíritu para el entendimiento de las cosas, o
para trasmitir a otros su conocimiento. La segunda indicación se refiere a
Lambert, quien da un término explícito de semiótica: no se limita a los signos
verbales, sino que insiste al mismo tiempo en la importancia de la gestualidad o
de las figuras y diseños, etc. Reconoce una graduación del mecanismo icónico.
A continuación se estudiará solo una de las características que parecen haber
marcado el éxito de la lección saussuriana sobre sus predecesores: la
definición de un objeto teórico en oposición a la de un campo empírico.

3. Pierce y Saussure: un objeto para la semiótica.


¿Cuándo empieza a delinearse esta ciencia en el modo en que la practicamos
hoy? Comencemos por recordar que existen 2 lecciones que funcionan como
comienzo: la de Pierce y la de Saussure. La indagación de Pierce se inicia a
partir de un postulado metodológico muy general, centrándose en un rechazo
del intuicionismo a favor de la inferencia (o abducción). Esta opción
metodológica juega un rol crucial, en el sentido en que constituye el anillo entre
su crítica de la doctrina de la institución, su noción de la investigación científica
y su teoría de los signos del pensamiento, y por lo tanto, en el sentido en que
constituye un cuadro preparatorio para el análisis de los procesos de la
semiosis, ya no como objetos de investigación en sí, sino puestos como centro
de una estrategia de aproximación, construidos como objetos de análisis.
Saussure se muestra muy atento a las propias determinaciones y a los
problemas de estatuto de la ciencia misma. El lugar de la semiología parece
determinado de antemano, porque desde el comienzo se ha determinado el
objeto: el signo. Es necesario atender al contexto en que aparece el proyecto,
ver en qué modo este haya penetrado el interior de la lingüística y cuáles son
sus consecuencias. En ambos pasajes resaltan 2 cuestiones: la primera tiene
que ver con la relación entre semiología y lingüística. Comparando la lengua
con otros sistemas, vemos que su importancia puede traducirse en el hecho de
una comprensión total, dado que ella, en cuanto sistema de signos que
expresan ideas, no excluye ningún sentido. Esta cuestión oculta una segunda:
la sumisión consiguiente del signo a la lengua, es decir, al objeto específico de
la lingüística, en general es la sumisión del signo al sistema. Este objeto tiene 2
características inmediatas: es producido y es delimitado (en relación a su
campo empírico, al lenguaje). Mientras que el lenguaje es heteróclito, la lengua
es de una naturaleza homogénea: es un sistema de signos en el que solo es
esencial la unión del sentido y de la imagen acústica, y donde las 2 partes del
signo son igualmente psíquicas. Llegamos al tercero de los términos que
polarizan nuestro camino: habiendo individualizado en el signo un objeto solo
aparente de la semiótica hemos señalado la ejemplaridad de la lengua como
objeto especifico de la lingüística, y ahora caracterizamos la lengua como
sistema. Se puede decir que la naturaleza semántica de la lengua depende del
hecho de que el conocimiento de los elementos lingüísticos no es un dato
inmediato o espontaneo; al contrario, las operaciones necesarias para
determinar una unidad presuponen que esta unidad sea puesta en relación con
las otras, en un modo tal que venga identificada en si misma solo en el interior
de un orden de clasificaciones o de un organismo en el cual todo está atado.
En suma, el signo es enteramente sí mismo (unidad identidad identificable y
fijada) sólo en cuanto elemento de un sistema. Cada especialización de la
semiótica, en contacto con un diverso campo empírico, ha desarrollado la
propia problemática, ha diseñado un propio camino, ha reconocido un propio
objeto legítimo, ha operado la propia institucionalización. Siempre se marcha
de la interrogación sobre la propia investigación en cuanto en propio objeto, al
problema de la aplicación o de la formación autónoma de categorías y modelos
semióticos. El proyecto saussuriano juega un rol crucial por su preocupación de
definir desde el comienzo cual será el lugar de la nueva ciencia en la geografía
global de la investigación, y al mismo tiempo de establecer con claridad su
objeto especifico. Un gesto similar sirve para fijar el estatuto de la semiótica, en
el sentido en que le confía una problemática propia y contemporáneamente la
depura de intereses externos: la reflexión sobre los signos tendrá una propia
zona de desarrollo. Sirve también para fijar un comienzo a la semiótica. He
aquí por qué se insiste con el proyecto saussuriano: las cuestiones de un
estatuto y de un comienzo encuentran en el problema de la determinación de
un objeto preciso del análisis una primera ilustración.

4. El campo semiótico.
Conviene recordar que no basta un objeto científico para construir o definir la
identidad de un paradigma: si la determinación de un objeto parece ser aquí
ejemplar y crucial, se debe a que el sentido del proyecto saussuriano parece
incorporarse justamente en su óptica. En segundo lugar, debemos recordar que
los objetos no son definidos una vez por todas, los esfuerzos de recambio,
precisión, son numerosos a lo largo de la historia. Con esto volvemos a la
articulación de un campo global en áreas independientes pero también
mutuamente vinculadas.
En 1º lugar hay que tomar en cuenta algunos grandes centros de interés.
Además de los señalados son particularmente relevantes las contribuciones
que afrontan directamente esta ciencia en cuanto tal, que examinan su forma
de teoría, que discuten sus condiciones de existencia.
En 2º lugar deben considerarse algunos grandes puntos que unen la semiótica
con otras disciplinas: contribuciones que buscan una confrontación entre los
problemas de nuestra ciencia con los de las ciencias hermanas, o que, tratan
de incorporar algunas interrogaciones emergentes al tronco de las tradiciones
ya consolidadas.
En 3º lugar, deben considerarse diversos campos de aplicación de la semiótica.
Y aquí encontraremos la subdivisión de un vasto archipiélago de numerosas
islas, cada una con su propia configuración. La amplificación de intereses es
típica por muchos sectores de otras modalidades y ciencias. Una importancia
particular también han asumido algunas ramas internas de la semiótica que
operan como ciencias entre sí.

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