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TEMA 8: EL REINADO DE ALFONSO XIII

8.1. La crisis de la Restauración: intentos regeneradores y oposición al régimen.

Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos dinásticos.

El reinado de Alfonso XIII se prolongó entre 1902, cuando asumió el poder al ser proclamado ma-
yor de edad con 16 años, y 1931, cuando abandonó España con la proclamación de la Segunda Re-
pública.

La primera etapa del reinado de Alfonso XIII estuvo marcada por el espíritu regeneracionista que se
había extendido tras la crisis de 1898. El regeneracionismo fue un movimiento intelectual que plan-
teaba la necesidad de una profunda reforma para superar la decadencia en la que estaba sumida Es-
paña. El principal representante fue Joaquín Costa cuya obra “Oligarquía y caciquismo” es una clara
denuncia de la corrupción caciquil que dominaba la política española.

Sin embargo, la actitud de Alfonso XIII dificultó los intentos de modernización. El rey en ningún
momento estuvo dispuesto a renunciar al protagonismo político que le otorgaba la Constitución de
1876 (soberanía compartida, retirar la confianza al gobierno, etc.). La constante intervención de Al-
fonso XIII en asuntos políticos provocó gran inestabilidad gubernamental (treinta gobiernos hasta
1923). Por este motivo la oposición al sistema derivó en gran medida en rechazo hacia su persona y
hacia la propia monarquía.

Tras la muerte de los fundadores de los dos partidos dinásticos –Cánovas y Sagasta- los nuevos lí-
deres Antonio Maura (P. Conservador) y José Canalejas (P. Liberal) (políticos influidos por las
ideas regeneracionistas) iniciaron la “regeneración desde arriba”.

En el ámbito conservador, la sustitución de Cánovas provocó problemas y enfrentamientos hasta la


elección de Antonio Maura, en 1903 (el llamado gobierno corto entre 1903 y 1905) El gobierno pre-
sidido por Antonio Maura entre 1907 – 1909, (gobierno largo) protagonizó el mayor intento refor-
mista impulsado por los conservadores, que el mismo denominó la “regeneración desde arriba para
evitar la revolución desde abajo”. un intento de regeneración del sistema a partir de la formación de
una nueva clase política que tuviera el apoyo social (las masas neutras), sin necesidad de contar con
el caciquismo (“descuaje del caciquismo”), por ello promulgó una ley electoral que supuso algunas
novedades como el sufragio obligatorio, traslación al Tribunal Supremo de la discusión de las actas
electorales consideradas “graves” o “sucias”, aunque también tenía aspectos muy conservadores, así
un tercio de los concejales eran elegidos por instituciones privadas. También se esforzó por integrar
en su proyecto reformista, el catalanismo, a partir de la concesión de una mayor autonomía a Ayun-
tamientos y Diputaciones, y del reconocimiento de las regiones. Y exigió una mayor independencia
del poder ejecutivo frente a la Corona. Los gobiernos conservadores también iniciaron una tímida
legislación laboral (ley de descanso dominical, ley de huelgas, ley sobre las condiciones de trabajo
de mujeres y niños,...) que tuvo su máxima expresión en la creación del Instituto Nacional de Previ-
sión, dedicado a los seguros obreros. El número de afiliados a los sindicatos aumenta notablemente,
sobre todo la CNT, el sindicato anarquista. El problema grave será cuando los obreros para hacer oír
su voz recurran a huelgas, sabotajes, terrorismo... entonces la situación se convierte en explosiva.
La situación saltó por los aires con la llamada Semana Trágica de Barcelona el día 27 de julio de
1909 un destacamento español sufrió una tremenda derrota en el Barranco del Lobo, en Marruecos,
desde la Conferencia de Algeciras de 1906 España y Francia se reparten Marruecos, país al que de-
bían conquistar, España recibe el norte de Marruecos se abría así la posibilidad de recuperar el pres-
tigio perdido tras el 98 y de garantizar el orden en la región del Rif asegurando la situación de Ceuta
y Melilla. Pero la ocupación española se encontró con la fuerte oposición de las tribus rifeñas, Mau-
ra ordenó la movilización de los reservistas (hombres en edad de luchar) escasamente preparados y
el rechazo a esta medida se extendió por Barcelona, puerto donde debían embarcar las tropas, au-
mentó la tensión social y estalló una huelga general, la autoridad militar proclamo el estado de gue-
rra, lo que desató una oleada de violencia callejera: se levantaron barricadas, y fueron incendiadas
iglesias y conventos. El Ejército se hizo pronto con la situación al emplear una dura represión, como
consecuencia de todo esto murieron cien personas y se dictaron cinco penas de muerte, entre ellos a
sus máximos instigadores. Francesc Ferrer i Guardia, un anarquista inocente. La ejecución de
Ferrer, destacado renovador y pedagogo, levantó protestas en toda España y en Europa, conse-
cuencia de todo esto fue la caída de Maura, sería sustituido por Canalejas hasta que fue asesinado en
1912.

A partir de 1910, el poder recayó en los liberales de José Canalejas, su programa también proponía
la modernización de la vida política, intentando atraerse a ciertos sectores populares a partir de un
mayor reformismo social: entre sus principales reformas la reducción de la jornada laboral a nueve
horas o la supresión del impuesto de consumos por un impuesto progresivo de las rentas urbanas
que le granjearon la antipatía de las clases acomodadas; y limitar el poder: separación Iglesia – Es-
tado y reforma del procedimiento de financiación de la iglesia, La negativa de la Santa Sede obligó
a la promulgación de la Ley de Candado, que pretendía poner coto a la preponderancia de órdenes
religiosas y limitar el establecimiento de otras nuevas. En 1912, fue aprobada la Ley de Recluta-
miento, que establecía el servicio militar obligatorio. Continúo la política ese acercamiento a los
catalanistas, así elaboró La Ley de Mancomunidades (promovida por Prat de la Riba) que permite a
las cuatro provincias catalanas crear una institución común para la mejor administración de sus in-
tereses. El asesinato de Canalejas en la Puerta del Sol de Madrid (1912), a manos de un anarquista,
supuso el final de esta etapa de reformas.

A partir del asesinato de Canalejas (1912), el reformismo dinástico perdió gran parte del dinamismo
anterior, y la ausencia de líderes prestigiosos provocó la fragmentación interna de los partidos de
turno. Dentro del partido Conservador se consolidaron dos familias: los mauristas, que intentaron
crear un partido de talante más reformista y los seguidores de Eduardo Dato, que representaban la
posición más tradicional. A su vez, el Partido Liberal se fragmentó en diferentes corrientes fruto del
personalismo de sus líderes (Romanones, García Prieto...). En 1913, el Rey nombró al conservador
Eduardo Dato presidente del gobierno y éste tuvo que hacer frente a la neutralidad española como
consecuencia del estallido de la I Guerra Mundial (1914-1918).

Las fuerzas políticas de la oposición: republicanos, nacionalistas, socialistas y anarcosindi-


calistas.
Los partidos excluidos del sistema habían tenido muy poco peso desde el comienzo de la Restaura-
ción, pero en los inicios del siglo XX su fuerza y sus apoyos comenzaron a aumentar.
Los republicanos
En las primeras décadas del XX la oposición más importante era el republicanismo. Representaba la
aspiración de los intelectuales y de sectores de las clases medias a una democratización política, que
identificaban con el régimen republicano. En 1903 la formación Unión Republicana logró un
notable éxito en las grandes ciudades, obteniendo 36 escaños. En su seno existían divergencias
ideoló- gicas: El republicanismo moderado (Nicolás Salmerón y Melquíades Álvarez) apostaba
exclusiva- mente por la lucha electoral y parlamentaria; el republicanismo radical (Alejandro
Lerroux) tenía un discurso populista, anticlerical y anticatalanista que pretendía implantar la
república a través de la insurrección. Las diferencias ideológicas provocaron la posterior escisión de
Unión Republicana en dos partidos (Partido Radical y Partido Reformista).
Los nacionalistas
El catalán era el nacionalismo de mayor relevancia en las primeras décadas del XX. Estuvo domi-
nado por la Lliga Regionalista liderada por Prat de la Riba y Francesc Cambó. Esta formación con-
sideraba que se debía compatibilizar la regeneración política y la modernización económica con su
reivindicación de la autonomía.
En 1906 todas las fuerzas catalanistas formaron un frente común llamado Solidaridad Catalana tras
la aprobación de la Ley de Jurisdicciones considerada como un medio para reprimir el catalanismo.
La coalición obtuvo un espectacular éxito en las elecciones (41 de los 44 escaños correspondientes
a Cataluña). Pero este movimiento se truncó a raíz de los apoyos de Cambó a Maura y de los suce-
sos de la Semana Trágica. El dirigente de la LLiga, Prat de la Riba, terminó presidiendo la recién
constituida Mancomunidad de Cataluña vista como un cierto reconocimiento de la personalidad de
Cataluña.
El nacionalismo vasco de principios de siglo estuvo marcado por el fallecimiento de Sabino Arana
en 1903. En el PNV se inició un duro y largo enfrentamiento entre el sector radical, independentista
y defensor de las teorías aranistas, y otro más moderado, liberal y posibilista que optaba por la au-
tonomía. Con la nueva estrategia autonomista, el nacionalismo vasco, asentado en Vizcaya, se ex-
tendió al resto de provincias vascas, amplió sus bases sociales y se consolidó como la fuerza mayo-
ritaria en el País Vasco.
El movimiento obrero: Socialistas y anarquistas
A principios del XX, el PSOE crecía lentamente. El cambio de estrategia de Pablo Iglesias al acep-
tar colaborar con el republicanismo en la lucha por la democratización del régimen sin renunciar a
la revolución social puso fin al aislamiento del PSOE. Ese cambio se produjo tras la Semana
Trágica con la formación de la Conjunción Republicano-Socialista (1909). Gracias a esa alianza,
Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910 y el socialismo fue una fuerza parlamentaria.
El anarquismo continuó manteniendo su negativa a participar en política y rechazaba el reformismo
social. En su seno persistían dos tendencias enfrentadas: los partidarios de la estrategia terrorista y
los sectores proclives al sindicalismo. Bajo el impulso de las sociedades obreras anarcosindicalistas
catalanas se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en 1910. Aunque el peso de los
sectores sindicalistas se acrecentó, la CNT reafirmó la “acción directa” como estrategia de lucha
política. Tras la huelga general de 1911, la CNT fue declarada ilegal hasta 1915.

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