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EN LA CONSULTORIA
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Al expandirse la consultaría de empresas, hubo una época en que prác-
ticamente cualquier persona podía llamarse consultor y empezar a ejercer
como tal. En sus primeros años la ocupación atraía a individuos buenos, ma-
los y mediocres. Usamos la palabra «ocupación» deliberadamente: las «pro-
fesiones» rara vez empiezan como tales. La conciencia y el comportamiento
profesionales surgen cuando a la posesión de unos pocos conocimientos, ca-
racterística de la primera época, sucede la aplicación competente de un cuerpo
de conocimientos de aceptación general según normas de conducta recono-
cidas. Las profesiones médica y jurídica y las diversas profesiones científicas
siguieron esta evolución, y la consultoría de empresas avanza por el mismo
camino.
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La consultaría de empresas
Normas éticas
Existe un conjunto de normas éticas reconocidas, compartidas y apli-
cadas constantemente por los miembros de la profesión. Esas normas defi-
nen qué es un comportamiento apropiado y cuál no lo es en la prestación de
servicios profesionales. Exigen más que el simple respeto de la ley: un com-
portamiento perfectamente legal no siempre es considerado ético por las nor-
mas profesionales.
Autodisciplina y autocontrol
Cuando presta servicios a clientes, un miembro de la profesión aplica la
autodisciplina y el autocontrol al observar las normas de conducta profesio-
nales. La profesión se organiza en una o en varias instituciones a las que los
miembros se adhieren voluntariamente (asociaciones, institutos, cámaras,
etc.), ejerciendo de esa manera la autorregulación y el autocontrol colectivos
con respecto a la aplicación de un código deontológico aceptado y al ejerci-
cio de la profesión. Un objetivo igualmente importante de esas instituciones
profesionales consiste en defender los intereses colectivos de la profesión, al
tratar con representantes de los clientes y de la comunidad.
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Profesionalismo y ética en la consultoría
«Tenemos el núcleo de una profesión, pero nos hacen falta otros veinticinco años
para que madure.» G|en V g n Doren
Fuente: James H. Kennedy: Management consulting today — a look around and a look anead (Fitzwi-
fliam, New Hampshire, Consuttants News, 1993).
tisface algunos otros criterios. Podemos llamarla una profesión incipiente, o una
profesión en fase de creación, con la condición de que seamos conscientes de
las lagunas que hace falta llenar y de las mejoras que es preciso hacer.
Haremos algunos comentarios sobre estas cuestiones en las secciones si-
guientes del capítulo, tratando de mostrar lo que es posible hacer para elevar
el nivel profesional y la calidad de la consultoría de empresas.
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La consultoría de empresas
Competencia técnica
La competencia técnica del consultor es la base del enfoque profesional.
Sobre todo, debe poseer el tipo de conocimientos teóricos y prácticos nece-
sarios para un cliente particular. Por regla general, el consultor debe poder y
querer evaluar críticamente sus propios conocimientos teóricos y prácticos al
considerar un nuevo contrato o al llegar en su cometido a un punto en el que
se necesitan otras competencias. Un consultor profesional nunca presentará
una falsa imagen de sí mismo, pretendiendo que puede realizar una tarea que
queda fuera de su competencia, incluso aunque esté escaso de trabajo y an-
sioso de obtener alguna misión. El consultor que desee abordar un nuevo tipo
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Profesionalismo y ética en la consultoría
Existen dos situaciones típicas en las que se pone a prueba la ética del con-
sultor: en primer lugar, si tiene una superioridad técnica porque trabaja para un
cliente poco informado o técnicamente deficiente; y en segundo lugar, si trabaja
para un cliente cuya capacidad de juicio está menoscabada por la angustia y las
dificultades y tiene gran necesidad de ayuda. Esos clientes pueden ser muy vul-
nerables y fáciles de manipular y la elección de las cláusulas del contrato de con-
sultoría, los métodos de intervención y los cambios propuestos pueden quedar en
gran parte en manos del consultor. Incluso si aplica una consultoría participativa,
pueden ser participantes sometidos y no seguros de sí mismos ni fuertes en la
relación de consultoría.
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La consultaría de empresas
fesión (véanse también los capítulos 32 y 33 que tratan de las carreras y del
desarrollo de la consultoría).
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Profesionalismo y ética en la consultaría
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La consultoría de empresas
Imparcialidad y objetividad
Los clientes que recurren a asesores profesionales creen que recibirán un
asesoramiento imparcial y objetivo. Dan por supuesto que el consultor no
tendrá prejuicios, ideas preconcebidas o soluciones prefabricadas, que quizás
han funcionado en otros contextos, pero que pueden resultar totalmente ina-
decuadas para ese cliente. El verdadero profesional intenta ser lo más impar-
cial y objetivo posible. Tiene que aprender a controlar sus emociones y no
permitir que los prejuicios erosionen el valor de su asesoramiento. Con todo,
la experiencia ha mostrado que la imparcialidad y objetividad absolutas son
un ideal difícil, por no decir imposible, de alcanzar.
Además de los conflictos de intereses, otros factores pueden afectar a la
imparcialidad y la objetividad. Todos los consultores están influidos por sus
propios antecedentes culturales y sistema de valores personales que pueden
incluir creencias y prejuicios políticos, raciales, religiosos y de otra índole.
Además, los consultores suelen poseer enfoques personalizados para la solu-
ción de los problemas y tratar de ayudar a los clientes que afrontan proble-
mas. Algunos consultores creen firmemente en el poder de las ciencias del
comportamiento y en la consultoría de impulsión del proceso, mientras que
otros son partidarios de un enfoque riguroso y sistemático con respecto al
diagnóstico de los problemas, y utilizan procedimientos, técnicas o modelos
muy estructurados.
El consultor debe poner el máximo empeño en estar consciente de sus
valores y prejuicios personales, así como de las fuerzas e intereses que actúan
dentro de la empresa de consultoría y en el entorno del cliente, y que pueden
afectar a la imparcialidad y la objetividad. Una discusión abierta con el cliente
sobre estas cuestiones puede resultar necesaria y útil. En muchos casos, la
objetividad aumenta si se examina el enfoque y las soluciones previstas con
otros miembros de la empresa de consultoría que han afrontado problemas
análogos con otros clientes. En un caso extremo, un auténtico profesional
renunciará a un contrato si no puede ser objetivo.
Los consultores internos deben estar particularmente vigilantes con res-
pecto a su dependencia de la propia organización y los factores que podrían
contribuir a que fueran menos imparciales que un asesor extemo. No se les
debe asignar cometidos con respecto a los cuales sea evidente que no pueden
pensar y comportarse con imparcialidad.
Obligación de reserva
La obligación de reserva es otro principio universal del trabajo realizado
por profesionales independientes por cuenta de sus clientes. Los consultores
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Profesionalismo y ética en la consultaría
Comisiones
El pago de una comisión no equivale siempre a un soborno. Sin em-
bargo, algunas comisiones son un soborno o pueden percibirse como tales, si
no se revelan al cliente. En cualquier caso, el pago de comisiones es una
cuestión delicada. Los códigos deontológicos no lo ignoran, pero la mayor
parte de ellos no dan una orientación suficiente.
Por supuesto, es imposible dar pautas universales sobre la aceptabilidad
de comisiones desde el punto de vista de la ética profesional. Las prácticas y
culturas empresariales locales son difíciles de ignorar. En algunos países, las
comisiones y los descuentos constituyen un medio inevitable de obtener y de
hacer negocios, con inclusión de los servicios profesionales. En otros países,
es ilegal toda comisión no comunicada y no sometida a impuestos. Por regla
general, debe informarse al cliente acerca de las comisiones o favores simi-
lares recibidos, pagados o prometidos por el consultor en relación con su
cometido.
En una empresa profesional la cuestión de las comisiones puede consti-
tuir un grave problema ético. Algunas empresas de consultoría han perdido
contratos importantes únicamente porque un competidor menor había sido
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Profesionalismo y ética en la consultaría
bro de una asociación, mientras que algunos o todos sus consultores están
adheridos a un instituto en el que los miembros son individuales.
Por término medio, cerca del 50 por ciento de los consultores, que ejer-
cen individualmente o que están al servicio de empresas de consultoría, se
organiza en asociaciones profesionales de carácter voluntario de consul-
tores de empresas en diversos países. Esta cifra incluye a los consultores
que son miembros a título individual y a los que no son miembros a título
individual, sino que trabajan para empresas afiliadas a una asociación de
consultorías. Es una cifra baja, si se tiene en cuenta la forma rápidamente
cambiante de la consultoría y la necesidad de reforzar el profesionalismo. Al-
gunos consultores se adherirían a la asociación, si fuera más fuerte y si pro-
porcionara más servicios a sus miembros. No se dan cuenta de que, para que
cobre importancia y sea más influyente, una asociación voluntaria necesita
miembros activos y que las asociaciones pueden mejorar desde dentro, pero
no mediante la observación pasiva y la crítica desde fuera.
El escenario internacional
En el plano internacional, la profesión de consultor de empresas carece
de una federación mundial que organice la colaboración entre las asociacio-
nes nacionales y armonice los esfuerzos nacionales y regionales para pro-
mover la profesión. Las organizaciones más importantes que abarcan los tres
principales mercados de servicios de consultoría son ACMÉ (Estados Uni-
dos), FEACO (Europa) y ZEN-NOH-REN (Japón).
ACMÉ (Asociación de Empresas de Consultoría) es la más antigua de
ellas, ya que se estableció en 1926. Su campo de actuación es cada vez más
internacional, puesto que grandes consultorías multinacionales con sede en
los Estados Unidos son miembros destacados de la ACMÉ, aunque empresas
no estadounidenses pueden pasar también a ser miembros.
FEACO (Federación Europea de Asociaciones de Consultoría de Em-
presas) es una federación regional de asociaciones nacionales de empresas de
consultoría (una por país). La mayoría de las grandes empresas con sede en
los Estados Unidos tienen filiales o sucursales en varios países europeos y
participan en la labor de la FEACO por conducto de las asociaciones nacio-
nales. FEACO colabora también directamente con grandes empresas consul-
tivas multinacionales por intermedio de un comité especial.
ZEN-NOH-REN es una asociación nacional con una base de miembros
más amplia, que incluye a otras organizaciones profesionales en la gestión y
la productividad, además de las organizaciones de consultoría.
Por consiguiente, las características de estas tres asociaciones son dife-
rentes. Pese a ello, han empezado a cooperar en asuntos de interés común,
por ejemplo, la organización conjunta de conferencias importantes de con-
sultores de empresas y la comparación de experiencias regionales.
La colaboración entre los institutos de consultoría de empresas nacio-
nales (con miembros individuales) ha sido organizada por el Consejo Inter-
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La consultoría de empresas
Códigos de conducta
Las asociaciones profesionales de los consultores de empresas atribuyen
suma importancia a los códigos de conducta profesional (ética, deontología,
práctica profesional), que utilizan como instrumentos básicos para establecer
la profesión y proteger su integridad, y para informar a los clientes acerca de
las normas de comportamiento observadas por los consultores. Consideran
los códigos como declaraciones que suponen, por parte de los miembros, una
asunción voluntaria de la obligación de autodisciplina, que puede llegar más
lejos que los requisitos de la ley.
En el apéndice 3 se reproduce el texto completo de los códigos: a) el có-
digo de práctica profesional de la FEACO, al que deben suscribirse todas las
asociaciones nacionales agrupadas en esa federación, y b) el código de con-
ducta profesional del Instituto de Consultores de Empresas del Reino Unido.
Ambos códigos se complementan con notas explicativas.
Naturalmente, no es el código de conducta en sí, sino su aplicación ri-
gurosa e inteligente por todos los miembros de la asociación lo que deter-
mina el valor profesional real y la integridad de los servicios de consultoría.
Muchos códigos contienen una cláusula en virtud de la cual los consultores
se comprometen a no hacer nada que pueda menoscabar el prestigio de la
consultoría de empresas como profesión. Esto deja un gran margen de dis-
creción a los propios consultores, lo cual es bastante comprensible. Un có-
digo no puede ser excesivamente detallado y concreto, puesto que no sería
aplicable a todos los miembros y en todas las situaciones en las que intervie-
nen. Además, un código no puede prever nuevos problemas y situaciones fu-
turas en las que los consultores deberán ponderar qué es profesional y qué
no lo es. Como señaló Gordon Lippitt, «el proceso de evaluación constante
del propio código deontológico y la aplicación de esas normas éticas debe
proseguir a lo largo de toda la vida profesional, recurriéndose a colegas de
confianza como puntos de referencia y aclaradores. La adquisición de una
competencia ética reduce la ansiedad y aumenta la eficacia en la adopción
de decisiones en situaciones concretas, por lo que ha pasado a ser un ele-
mento constante en el proceso de consultoría» 3.
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Concesión de licencias
La certificación y otros procedimientos análogos son voluntarios y se
dejan en manos de las organizaciones privadas de consultores. La concesión
de licencias o el registro oficial puede ser obligatorio. Esto significa que, para
ejercer la profesión, un profesional (empresa o persona individual) debe so-
licitar y obtener una licencia oficial, que se concede si el profesional reúne
ciertos criterios. La certificación no tiene que responder a ningún criterio. La
licencia se puede retirar en casos de mala conducta. La concesión de licen-
cias puede corresponder directamente a una autoridad estatal, o delegarse en
una asociación de miembros, que actúa con la orientación y vigilancia de la
administración pública.
En general, los consultores de empresas tienen escasa experiencia con
respecto a la concesión de licencias; sus opiniones sobre esta práctica reflejan
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más amplios) que en otros. En los países en que es así, un factor determi-
nante puede ser la índole del demandado/consultor, es decir, si se trata de
una gran empresa que, a juicio de un tribunal o jurado, puede pagar grandes
indemnizaciones. Puede producirse el mismo efecto cuando se sabe que el
consultor demandado está amparado por un seguro y se considera que la
empresa de seguros dispone de grandes reservas. En ambos casos el descu-
bridor de los hechos, jurado o juez, puede prestar menos atención a una in-
vestigación profunda de las faltas reales del demandado. En realidad, en al-
gunas sociedades puede existir una postura que refleje la idea de que cuando
ha habido pérdidas, tiene que haber recursos legales. En cualquier caso, existe
una tendencia a encontrar más fácilmente responsabilidad y a indemnizar los
daños (a veces problemáticos) con más generosidad, lo que justifica el exa-
men y de ser posible unas medidas defensivas por parte del consultor de em-
presas profesional4.
Se debe advertir que normalmente el consultor no se puede defender
afirmando que se limitó a dar consejos o formular recomendaciones. El
cliente tiene el «derecho» a contar con los conocimientos técnicos que se su-
pone posee el consultor. El hecho de que el cliente no tenga ninguna obli-
gación en absoluto de seguir ese asesoramiento o de aceptar esas recomen-
daciones importa poco, jurídicamente hablando, cuando se puede demostrar
que lo hecho por el consultor era patentemente poco profesional y no estaba
a la altura de las normas de la profesión. Por supuesto, para que un deman-
dante gane un caso, en principio es preciso demostrar que los daños o las
pérdidas se derivaban directamente de seguir el asesoramiento y las reco-
mendaciones del consultor. En otras palabras, la pérdida o «daño» debe estar
en relación directa con la negligencia (o falta de cumplimiento contractual)
del consultor.
Otro aspecto significativo de esta cuestión es la situación financiera del
consultor de empresas y, en particular, del consultor individual o de la em-
presa de consultoría muy pequeña. Si la consultoría se organiza como una
sociedad de responsabilidad limitada, o incluso si tiene una estructura de so-
ciedad anónima, su activo puede no ofrecer al supuesto cliente perjudicado
la posibilidad de una recuperación financiera que corresponda a la pérdida o
a los daños sufridos, o que sea por lo menos suficiente para que económica-
mente valga la pena incoar un procedimiento judicial.
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valente al 5 por ciento o más con respecto a los consultores, que se considera
presentan riesgos más elevados).
Esa cobertura de seguro no está muy uniformada, ni siquiera en los Es-
tados Unidos y el Reino Unido, donde es más común que en otros países.
En consecuencia, las políticas tanto en lo que respecta a las condiciones de
los riesgos cubiertos, las cuantías «deducibles», las primas y otros aspectos
frecuentemente se tienen que negociar entre el consultor y el asegurador. En
esas negociaciones, el carácter particular de las consultorías típicas o concre-
tas realizadas por el consultor figurará de manera destacada en la evaluación
del componente riesgo. En algunos países parece existir cierta tendencia a que
las asociaciones profesionales acuerden o patrocinen seguros de responsabi-
lidad individual o de grupo por cuenta de sus miembros.
Por último, los consultores desearían considerar la posibilidad de que su
cobertura de seguro incluya las reclamaciones por lesiones personales de ter-
ceros (por ejemplo, los empleados o clientes del cliente) que pueden tener
pretensiones relacionadas supuestamente con las actividades y las recomen-
daciones del consultor.
Responsabilidad profesional
Quizás sea oportuno terminar este capítulo con algunas reflexiones so-
bre la relación entre la responsabilidad jurídica y la responsabilidad profesio-
nal en el campo de la consultoría. En general, se trata de una relación entre
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