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Enamorada. No estoy enamorada de un solo hombre, sino de tres. Tres hombres brutalmente
entregados y decididos a hacerme suya de un modo u otro.
El chico tierno del que me enamoré ya no existe. En su lugar está Rage, el hermano de mis
amantes. Está enfadado, es celoso y brutal.
¿Podrá aceptarme a mí y a mi relación, o su devoción por mí nos separará?
¿Y qué pasará cuando descubra mi verdad y mi vida se tambalee?
Guarda secretos, y su determinación por retenerme está poniendo en peligro todo lo que
hemos construido.
¿Y ?
Cole está dispuesto a aceptarlo todo con tal de estar conmigo, aunque eso signifique
hacernos daño en el proceso.
¿Qué ocurre cuando lo único que significa más para mí está en peligro?
¿Pueden mis hombres mantener su devoción y amarme cuando más los necesito, o nos
destruirán, incapaces de aceptarnos el uno al otro?
Nuestro amor es brutal, pero está lleno de devoción.
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dejado y abro el cajón. Miro los expedientes que quedan con odio en las venas, pero
también con determinación. La determinación de proteger a los que más quiero en
este mundo, aunque eso signifique ocultar la verdad.
Con cuidado, coloco la carpeta encima de las demás, cierro el cajón y abro el
portátil. Dejando a un lado la angustia de perder a Tia, me concentro en la tarea que
tengo entre manos.
Los meses que pasé vigilando a Tia por la noche mientras dormía fueron algunos
de los más placenteros. Aprendí mucho en ese tiempo.
Necesito profundizar en el pasado de Tia. Para librarla de sus pesadillas,
encontraré a todos en ellas.
A todos.
is pies chocan con la alfombra y me estremezco al sentir el dolor de anoche.
Hago mis necesidades en el baño, me lavo la cara y salgo al salón, mientras
Cole sigue durmiendo en la cama.
Me detengo por completo cuando veo a Jace en el sofá mirándome fijamente, con
una oscuridad en los ojos que supera todo lo que he visto hasta ahora. Se me revuelve
el estómago al pensar en lo mucho que ha cambiado, en lo mucho que me odia ahora.
Los dos nos quedamos congelados, mirándonos fijamente.
Me doy cuenta de lo anchos que son ahora sus hombros, de cómo se ha convertido
en un hombre y me he perdido la transformación. Me duele el pecho y pongo la
palma de la mano sobre él. A él no le pasa desapercibida mi acción. Sus ojos se
entrecierran antes de que su sien palpite y su mandíbula se apriete. Juro que oigo
rechinar sus dientes.
El ambiente es tan intenso que aspiro bruscamente para intentar regular mi
respiración errática. Lleva una camiseta negra ajustada que se extiende sobre su
pecho, los tatuajes recorren sus puños, suben por sus brazos y serpentean hacia
fuera, cubriéndole el cuello. Me pican los dedos por recorrerlos, explorarlos todos y
cada uno de ellos.
Mis labios se separan para hablar, pero mi boca se queda vacía.
Algo salta dentro de él y se levanta del sofá con facilidad, sus pies a la altura de
los míos antes de que pueda parpadear.
Jace me agarra del cuello y me hace retroceder hasta que mi espalda choca con la
pared. Sus fosas nasales se agitan mientras sus ojos recorren mi cuerpo, y de pronto
me doy cuenta de que se ha dado cuenta de que llevo la camiseta blanca de Cole sin
sujetador. Sus dedos presionan con más fuerza mi cuello, haciendo que mis ojos se
desorbiten de pánico.
—¿Te lo follaste?
Miro fijamente sus ojos negros; son tan oscuros que no puedo ver sus pupilas, y el
odio rezuma de ellos, haciendo que me estremezca contra él.
Me paso lentamente la lengua por los labios, humedeciéndolos.
—No.
—Vas a terminarlo.
Entrecierro los ojos, confundida.
—Me perteneces, Thalia. Vas a acabar con ellos. —Él escupe las palabras, veneno
goteando de cada palabra.
El corazón me martillea desbocado en el pecho y las lágrimas me llenan los ojos,
nublándome la vista. Me tiembla el labio cuando encuentro la voz y digo.
—No lo haré.
Me empuja con más fuerza contra la pared, tan fuerte que siento cada cresta de su
sólido cuerpo, cada músculo enroscado. Incluso su polla está dura como una roca y
apretada contra mí.
Mi cabeza golpea la pared con un ruido sordo.
—Lo harás.
Sacudo la cabeza.
—Los amo. —Mi voz se tambalea ante mi confesión, y no puedo pasar por alto la
sacudida de su cuerpo cuando pronuncio las palabras, ni puedo ignorar la expresión
de dolor que aparece en su rostro.
Afloja el agarre y su frente se encuentra con la mía.
—Te odio —susurra contra mí, obligándome a cerrar los ojos por el dolor que me
causan sus palabras.
Levanto la mano para tocarle la cara, pero él retrocede, como quemado, antes de
girar sobre sus talones y dirigirse hacia la mesita de cristal. Veo con horror cómo la
levanta y la lanza contra la pared con un rugido. La mesa se hace añicos y las puertas
del dormitorio y del despacho se abren de par en par, con Cole y Lucas corriendo
despavoridos hacia el salón.
Jace gira para mirarnos. Tiene la cara roja y le sobresalen las venas del cuello. Sus
ojos están frenéticos y salvajes, y me doy cuenta de que el hombre al que estoy
mirando ya no es el Jace que conocí.
Es Rage.
—Tia, ve a nuestra habitación. —Cole se mueve para ponerse delante de mí.
Mi cuerpo tiembla, pero no hago ningún movimiento.
—Tia. Te he dicho que te vayas a nuestra habitación —me suelta.
Me sobresalto al oír su tono y salgo corriendo hacia el dormitorio. Doy un portazo
y me caigo al suelo.
Darme cuenta de que al elegirlos.
Lo he perdido.
Por fin lo tengo de vuelta, y ahora lo he perdido.
Sus ojos se fijan en los míos y su nuez de Adán se mueve con inquietud.
Cruzo los brazos sobre el pecho y su mirada se dirige a mis pechos, haciendo que
mis pezones se frunzan involuntariamente ante su mirada.
No sé si Lucas se da cuenta de que me está follando con los ojos, o si simplemente
no le importa ser tan descarado.
—¿Lo sientes siquiera?
Suspira, se echa hacia atrás en la silla y deja caer el bolígrafo sobre el escritorio.
—No.
Mis cejas se enarcan de asombro, sus palabras me hacen jadear.
—¿No?
Lucas se inclina hacia delante.
—No. ¿Sabes por qué? —Sacudo la cabeza y espero a que hable—. Porque si no
hubiera hecho lo que hice... —Traga saliva—. Nunca te habría encontrado. Te habría
tenido. Probado. Amado.
Me da un vuelco el corazón y me tiembla la voz.
—¿Tú preparaste esto? ¿Sabías que Cole me encontró?
Sonríe como un gato de Cheshire.
—Contaba con ello.
Me da un vuelco el corazón al ver lo astuto que es, cómo lo ha orquestado todo
para, qué, ¿unirnos?
—B... pero no podías saber que me querría. —Sus intensos ojos me taladran el
cuerpo, haciéndome estremecer. Me remuevo incómoda bajo su mirada.
—Conozco a mi hermano mejor de lo que él se conoce a sí mismo. Sé todo lo que
hay que saber sobre él. Cómo le faltaba algo, alguien. Y supe desde el primer
momento en que te vi que eras suya. Nuestra.
—¿Y qué pasa con Jace? ¿Dónde encaja él en todo esto?
Se hunde de nuevo en su silla, lamiéndose lentamente los labios con cálculo.
—Eso corre de su cuenta.
—¿Eso corre de su cuenta? —Repito sus palabras y él me asiente.
—Es nuestro hermano. —Su voz es baja y deliberada, como si estuviera haciendo
un punto, uno que me atraviesa con tal agudeza que podría confundirlo con su
cuchillo. —Puedo compartir.
Me atraganto con el aire.
—¿Tú? ¿Compartir? —Mi tono es condescendiente, incluso para mis oídos.
Lucas me mira fijamente, con el rostro inexpresivo, pero no se me escapa el dolor
de sus ojos.
—No tiene por qué ser con nosotros —me suelta.
—¿Nosotros? —Levanto una ceja en forma de pregunta, obligando a su mandíbula
a crisparse. Porque, lo haya querido o no, acaba de incluir a Cole.
Desvía la mirada por primera vez desde que entré en su despacho y sé que le he
inquietado.
—Está bien quererlo también —susurro en la habitación.
Los ojos de Lucas se cierran en una expresión torturada, como si le doliera siquiera
aceptar el hecho de que quiere así a Cole.
De repente, se me olvida la razón por la que entré en la oficina, porque lo único
que quiero es quitarle el dolor. Tranquilizarle.
Doy un paso hacia él. Y otro.
Saca la mano y me tira de las piernas hacia él, casi haciéndome tropezar con él.
Le miro fijamente a los ojos y la emoción se agolpa en ellos.
—Dime que no te he perdido.
Se me contrae el corazón cuando sus manos me aprietan los muslos, me sujetan y
me obligan a cooperar.
—¡Dímelo! —exige.
Miro fijamente sus ojos grises y decididos, sin pasar por alto el matiz de
vulnerabilidad que hay en ellos, el anhelo.
—No me has perdido. —Mi voz es tan baja que apenas puedo oírla, pero cuando
deja caer su frente sobre mi estómago y me besa suavemente, sé que me ha oído.
Una sola lágrima cae por mi cara mientras sostengo su cabeza contra mí.
—Te quiero, Lucas.
Su mirada se dirige a la mía y la posesión se refleja en sus ojos.
—Dilo otra vez.
Ahogo las palabras en un sollozo silencioso:
—Te quiero.
Se echa hacia atrás en su silla, poniendo distancia entre nosotros. Saca la navaja
del bolsillo y mi cara se calienta al pensar en sus intenciones.
Lucas tira del cuchillo por el centro de mi vestido. El desgarro recorre la
habitación, dejando la tela a mis pies y a mí en tanga. Respira hondo y separa los
labios. Este hombre, este Adonis de hombre, es tan hermoso que hace que me duela
el corazón cuando lo toco.
Sus ojos se encienden al verme antes de desabrocharse el cinturón con manos
temblorosas.
—Dame tus manos, pequeña.
Le tiendo las manos y él me ata el cinturón a las muñecas con tanta fuerza que me
pellizca la piel.
Suavemente, me recoge el cabello detrás de las orejas, y me estremezco bajo su
ternura antes de que la hoja de su cuchillo me corte las bragas, dejando que caigan a
mis pies.
—Pensé que te perdería. —Me mira desde debajo de sus espesas pestañas—. Me
niego a perderte.
Asiento a sus palabras.
—Dile a papi que lo entiendes.
Un torrente de excitación me golpea y mis mejillas se sonrojan de necesidad.
—Lo entiendo, papi.
Me acaricia suavemente la mejilla con los dedos, haciendo que un temblor de
necesidad me recorra el cuerpo.
—Buena chica. Ahora, súbete al escritorio y deja que papi te muestre cuánto te
necesita.
Se me acelera el pulso y hago lo que me pide: subo el culo al escritorio y Lucas se
arrodilla frente a mí. Me separa más los muslos y me agarra con fuerza mientras me
mira el coño, que sin duda está brillando de excitación.
—La niñita de papi necesita que la laman, ¿no?
Mi voz tiembla de necesidad:
—Sí.
Una lánguida pasada de su lengua recorre mis pliegues, haciéndome gemir en
respuesta antes de que repita la acción.
—Mmm. —Gime en mi coño, haciéndome levantar el culo del escritorio con las
vibraciones.
El vello de su mandíbula me roza las piernas mientras aprieta la cara contra mí.
Lucas se retira un poco antes de soplarme en el clítoris, y quiero arrastrar su cara de
nuevo a mi centro, empujarlo dentro de mí y follarme su lengua.
—Por favor, Lucas.
Sus ojos—ebrios de ira— se clavan en los míos y al instante sé que me he pasado.
Mi corazón se acelera. Se pasa la lengua por el labio húmedo y afila la mandíbula.
Lucas se levanta y yo siento su cuerpo vestido contra el mío desnudo. Me entran
ganas de arrancarle la camisa, de que se baje los pantalones y suelte su sólida polla.
Abre la navaja, sobresaltándome, y con una mano en el pecho me empuja para que
quede apoyada contra el escritorio. Lentamente, recorre mi cuerpo con la punta del
cuchillo, baja por mi estómago hasta mi coño, donde hace una pausa.
—Quiero follarte el coño con mi cuchillo, nena.
Su voz es oscura y está recubierta de peligro, pero la parte enferma de mí, la parte
de mí que ha vivido del peligro y en la oscuridad durante años, esa parte de mí se
deleita con esto. Acepta esto.
—Por favor, papi.
Me clava el mango de su cuchillo y yo arqueo la espalda contra él.
—Qué bonito coño chorreante, follándote mi cuchillo. —Sus ojos encapuchados
miran fijamente mi abertura. El resbaladizo sonido de mi cuerpo aceptando su
cuchillo, aceptándole a él, no hace sino excitarme aún más. Un orgasmo se apresura
hacia mí, y cuando él presiona sus dedos contra mi clítoris, estallo alrededor del
suave mango de su cuchillo. Echo la cabeza hacia atrás y grito mi liberación,
levantando la cabeza a tiempo para ver a Lucas introduciéndome su dura polla en el
coño. Me penetra una y otra vez, haciendo que me apriete contra él.
—La polla de papi está muy dura para ti, nena.
—Por favor. Más.
—Vas a hacer que papi se corra dentro de tu precioso coñito.
Me aprieto a su alrededor, provocando una expresión de placer en su cincelado
rostro mientras jadea.
—Joder.
Mis manos atadas se aferran a mi pecho y se lo ofrezco, sabiendo lo mucho que
disfruta chupándome los pezones.
Observa el movimiento con ojos pesados mientras bombea sus caderas una y otra
vez antes de agachar la cabeza hacia mi pecho. Empieza a chupar y pellizcar la carne
antes de succionarme el pezón hasta el punto de hacerme daño. Sujeto su cabeza,
disfrutando de la sensación de dolor y placer.
—¡Oh, Dios, Lucas!
—Joder, te sientes increíble, chupando mi polla en tu apretado coñito como una
buena chica.
Mis paredes se convulsionan y un escalofrío se apodera de mí. Lucas me hace
saber que él también lo siente. Se endereza y sus ojos caídos se clavan en los míos
antes de inclinar la cabeza hacia un lado y escupirme en el pecho. Inmediatamente
me froto el pezón con su saliva. La humedad calma el escozor que me ha dejado.
—Joder. Joder. —Se retira y entra con más fuerza, haciendo que mi cuerpo se tense
mientras el suyo se detiene—. Joder. —Separa los labios y me mira fijamente a través
de las pestañas—. ¡Mía! —Su polla palpita dentro de mí.
—¡Joder, papi! —Grito en la habitación, mi cuerpo tenso en éxtasis mientras mi
coño se aprieta alrededor de él, encerrándolo.
—Mía —jadeo en la habitación, repitiendo sus palabras.
Lucas me pertenece.
Cole y yo.
No estoy segura de dónde deja eso a Jace, y con esa conciencia, un escalofrío se
apodera de mi cuerpo, hasta mi núcleo.
e pasado la tarde trabajando en las ilustraciones que voy a presentar como
parte de mi trabajo de curso con la esperanza de ganar unas prácticas para
una editorial infantil patrocinada por la universidad en la que estudio.
Por la noche, preparo pasta y Lucas se sienta conmigo a la mesa. Comemos en un
cómodo silencio. De vez en cuando, siento sus ojos clavados en mí, y levanto la
cabeza para descubrir que me está mirando, solo para que me regale una rara y suave
sonrisa.
Lucas se ofrece a lavar los platos mientras yo voy a ducharme.
Mientras inclino la cabeza hacia atrás bajo el calor del agua, me peino el cabello
con los dedos, vagamente consciente de que se abre la puerta de la ducha. Me relajo
al saber que Cole ha llegado a casa antes de lo esperado. Sonrío para mis adentros
cuando siento su presencia detrás de mí.
Las manos que me pellizcan los pezones son diferentes, no tan suaves ni tan
grandes. Mi columna se estremece al darme cuenta. Este no es Cole.
Puedo oler el alcohol en su aliento mientras aspira mi aroma.
—No me esperabas, ¿verdad, cariño?
Jace está borracho. Lo noto en sus palabras, en la aspereza de su tacto cuando me
toca el coño y me mete los dedos.
—Mmm, sigue apretado. ¿No te ha estirado recibir dos pollas?
Gimo ante sus palabras, excitada y asqueada a la vez.
Jace me empuja la cabeza hacia abajo, inclinando mi cuerpo para que quede
ligeramente doblado antes de retirar sus dedos y sustituirlos por la cabeza de su
polla.
—Este coño me pertenece, Thalia. —Se lanza hacia delante, haciéndome
estremecer por no estar preparada.
La agresividad que desprende se hace patente cuando me golpea por detrás. Me
agarra el cabello con una mano y tira de él hacia atrás, obligándome a estirar el
cuello, y sus ojos recorren mi cuerpo desde arriba. Me penetra y el ángulo es tan
incómodo que tengo que ponerme de puntillas.
—Joder, qué guapa eres. —Mi pulso se acelera ante su admisión—. Tan hermosa.
—Bombea dentro de mí una y otra vez—. ¡Joder! Me voy a correr. —Espero que se
corra fuera, pero no lo hace. Se corre con un gemido, mordiéndome el cuello
mientras me levanta la barbilla.
Espero que diga algo, cualquier cosa. Pero cuando me saca y me pongo en pie, me
vuelvo hacia él, que sale de la ducha.
Se me paraliza el cuerpo cuando veo a Cole apoyado en la encimera del lavabo.
Tiene los brazos estirados y los nudillos blancos al apoyarlos en la encimera, como
si no quisiera estirarlos. Sus ojos se cruzan con los míos, pero no veo celos. Solo veo
necesidad en ellos, el bulto de sus vaqueros es evidente.
Jace se planta delante de él con el culo desnudo antes de girar la cabeza por encima
del hombro y regalarme una sonrisa amenazadora.
—Es toda tuya, hermano. Disfruta de mis descuidados segundos.
Observo horrorizada cuando le guiña un ojo a Cole para contrariarlo, pero de
algún modo Cole consigue mantener la calma y, cuando sus ojos furiosos se clavan
en los míos, sacudo la cabeza para advertirle.
Jace sale del baño y me deja de pie bajo el chorro de agua, nunca me había sentido
tan sucia y usada.
Me tiembla el labio y, como siempre, mi salvador me rescata. Me coge en brazos y
me estrecha contra él mientras mi cuerpo se deshace en sollozos.
Me aferro a él y, por primera vez en mi vida, deseo que Jace Matthews
desaparezca.
corazón cuando ese capullo egoísta la utilizó para sus propias necesidades,
tratándola como a una mierda, y luego escupiendo veneno para intentar irritarme.
Lo único que hizo fue excitarme. Eso fue hasta que insinuó que ella era sólo otra
de sus follamigas. Insinuó que la usó, y no voy a tolerar eso.
Entiendo que esté dolido y enfadado, pero nada de esto es culpa de ella.
Nada de eso. Sin embargo, parece decidido a castigarla, lo que me hace querer
protegerla aún más.
Mientras Tia duerme, me pongo los joggers y me dirijo a la habitación de Rage.
No hay manera de que no la tenga con él. No después de lo de anoche. Me niego a
que le falte al respeto.
Abro la puerta de su habitación y encuentro la cama vacía. De hecho, no parece
que haya dormido en ella en toda la semana.
El salón y la cocina también están vacíos.
—Está en la habitación de invitados.
Giro sobre mis talones y encuentro a Lucas sorbiendo su café mientras se apoya
en la pared junto a la puerta de su despacho. Su mirada recorre mi cuerpo de arriba
abajo, haciéndome sentir inusualmente caliente bajo su escrutinio. Soy plenamente
consciente de que esta mirada es diferente. Se siente más.
Mi polla empieza a hincharse en mis pantalones, y ese pensamiento me hace tragar
saliva. Mierda, ¿puede ver cómo se me pone? Me paso una mano por la cabeza y
evito el contacto visual.
—Probablemente quiere sentirse cerca de ella —dice.
Clavo mis ojos en los suyos, y mi estómago da un vuelco al pensar que mi hermano
sufre por ella.
Toda esta dinámica entre nosotros tiene que cambiar. Algo tiene que ceder porque
nos está destruyendo.
—No te pases con él, Cole —me advierte Lucas mientras me dirijo a la habitación
de invitados.
Abro la puerta de la habitación y entro; las cortinas siguen echadas, así que está
más oscuro de lo esperado, pero aún puedo distinguir las botellas tiradas por el
suelo.
Rage levanta la cabeza de la almohada con una mueca de dolor.
—¿Qué coño quieres? —Su voz es rasposa y mortal, pero no me asusta.
—Te excediste anoche, Rage. ¡La lastimaste!
Rage se quita la sábana de encima y se sienta en la cama.
—¿Sí? Bien. Me alegro de haberle hecho daño a su mentiroso culo. —Me
estremezco ante sus palabras, pero saber que no conoce toda la historia de Tia me
hace contenerme—. Se está follando a tres chicos. ¿Quién coño hace eso? —Aprieto
la mandíbula mientras continúa con su diatriba—. ¿Le pagaste? ¿Es eso? ¿Los está
follando, a los dos, por dinero?
Lo miro fijamente, sin pestañear; quiero matarlo por las palabras que usa, pero a
través del dolor de sus ojos, puedo ver el dolor. Sé que la quiere. Sé que siempre la
querrá. Y también sé que ella también le quiere. Esa es la única razón por la que estoy
aquí y dejo que esta mierda salga de su boca sin que termine con él necesitando que
lo arreglen quirúrgicamente. Está herido, y necesita castigar a alguien. Bueno, mejor
yo que ella.
Cuando no tomo represalias, me mira con asombro, como si estuviera loco por
aceptar sus palabras. Quería pelea, después de todo.
En ese momento, nos miramos fijamente, juro que hay una mirada de
comprensión que pasa entre nosotros. Ninguno de los dos está dispuesto a renunciar
a ella. Ninguno de los dos está dispuesto a ceder. La queremos.
Todos lo hacemos.
Levanta la barbilla.
—Podría hacerla elegir. —Sus ojos oscuros taladran los míos inquebrantables.
Sus palabras me aceleran el corazón y el pánico recorre mis venas. ¿Lo elegiría
ella?
Intento disimular mi emoción, pero mi nuez de Adán se tambalea.
—Adelante. —Levanto la barbilla, fingiendo una confianza que en realidad no
siento.
Rage sonríe con complicidad, haciendo que una sensación de malestar se
arremoline en mi estómago. Quiero gritarle que ponga fin a cualquier plan que esté
tramando. Decirle que aceptaré lo que sea con tal de formar parte de él. Una parte
de ella.
Pero cuando se levanta y me mira fijamente, sé que no se puede hablar con él. Sé
que no hay forma de que acepte otra cosa que no sean él y Tia.
—Empieza el juego, hermano. —Sonríe.
ole lleva todo el día intentando distraerme. Cuando me desperté esta
mañana, me llevó el desayuno en la cama, luego me preparó un baño, y
hemos estado fuera todo el día, y parece reacio a llevarme a casa.
Le agarro de la mano mientras caminamos por el centro comercial.
—A pesar de lo increíble que ha sido hoy, Cole, ya he tenido suficiente. ¿Podemos
ir a casa y ver una película o algo?
Cole se tensa a mi lado.
—¿Podríamos ir al cine, en su lugar?
Me detengo y lo miro de pies a cabeza, buscando algo fuera de lugar o algo que
explique su comportamiento de hoy.
—¿Pasa algo?
Me mira por encima del hombro en vez de a mí, evitando mis ojos.
—No. Sólo pensé que te gustaría salir.
—Cole, mírame.
Con un fuerte suspiro, baja la mirada hacia mí. Se pasa una mano por la cabeza,
señal inequívoca de que se siente incómodo.
El nerviosismo se apodera de mí y jugueteo con las manos.
—¿Es... es por lo que hice con Jace? —Sea lo que sea lo que está pasando entre Jace
y yo, hay que resolverlo, y pronto, antes de que haga daño a la gente que quiero.
Los ojos de Cole se desorbitan.
—¿Qué? No. No es eso, lo juro. Es que... —Recorre el centro comercial antes de
volver a posar sus ojos en mí. Se acerca y una de sus manos se tensa en mi cadera
mientras se inclina. Su voz suave y vulnerable me produce un escalofrío. —No
quiero perderte.
Mis labios se acercan a los suyos como por atracción magnética.
—No me perderás, te lo juro.
Su cuerpo se relaja en el beso mientras me atrae más hacia él, y me veo obligada a
aferrarme a él para anclarme.
Eso es lo que Cole me hace. Aterriza la furiosa tormenta que hay dentro de mí. Me
ancla con tanta fuerza que ni siquiera el tsunami de emociones tiene poder cuando
estoy con él.
delata.
Vuelvo a dejar el neceser sobre la encimera y decido ignorar su presencia. En lugar
de eso, me entretengo deliberadamente y ordeno algunos de los productos de
maquillaje en su sitio.
—¿Qué coño estás haciendo, Lucas?
Me mantengo de espaldas a él y suspiro pesadamente, inseguro de si ser sincero
con mis intenciones o si desviar su atención una vez más.
—Lucas. Te hice una maldita pregunta. ¿Qué estás haciendo?
Me doy la vuelta despacio, observo la cara de enfado de Cole antes de ignorar su
reacción de cabreo al verme en su cuarto de baño y vuelvo a lo de siempre. Observo
su mandíbula apretada, la forma en que se aprieta con tanta fuerza que debe de
dolerle. Su barba incipiente tiene un día, y me pregunto si le sienta bien cuando está
entre sus piernas, y por último, me encuentro con sus ojos y me pregunto si ve más
de mí como yo veo más de él.
Me paso lentamente la lengua por el labio inferior, pensativo, sabiendo que Cole
está a punto de explotar, así que debo elegir bien mis palabras.
—Cambié sus píldoras anticonceptivas.
Por un momento me pregunto si no me habrá oído. Entonces, sus ojos se
desorbitan antes de que sus hombros se tensen con agravante.
—¿Qué coño has hecho? —Su voz es grave y mortal. Pero, de nuevo, elijo
ignorarla.
Me yergo, seguro de las decisiones que he tomado.
—Cambié sus píldoras anticonceptivas.
Me mira fijamente, con el rostro transformado por el horror. Levanto el hombro
encogiéndome de hombros.
—Quiero quedármela.
—¿Quedármela?
Aprieto la mandíbula porque ahora se está comportando como un tonto. ¿No
entiende que vivimos bajo el mismo techo que el amor de su vida? ¿Que en cualquier
momento podría dejarnos y no tendríamos elección?
Podríamos perderla para siempre.
Mi respiración se acelera por el pánico y me restriego una mano sobre el corazón
para aliviar el dolor sordo. Se me seca la garganta.
—La necesito —le digo con seguridad.
—La estás engañando —suelta las palabras tan bruscamente que atraviesan mi
piel engrosada, haciéndome contraatacar.
—Y vas a perderla. ¿Crees que se va a quedar contigo? —La cara de Cole palidece,
e ignoro el dolor que marca su rostro—. ¡Ella le quiere! Lleva años suspirando por
él, Cole. Es su primer puto amor, ¿y dónde coño nos deja eso a ti y a mí?
Juro que veo que le tiemblan los labios, pero me niego a ceder ahora. Tengo que
hacerle ver; es la única opción que me queda. Para nosotros.
—No puedo perderla, Cole. Si tenemos un bebé con ella.... —Obligo a mis ojos a
encontrarse con los suyos, esperando que pueda ver la súplica que hay detrás de
ellos. —Ella también nos necesitará para siempre. Nos querrá para siempre.
Se sobresalta al darse cuenta de mis palabras.
—¿Nosotros?
Asiento con la cabeza, sabiendo que me lo estoy ganando. Sabiendo que le estoy
haciendo ver que esto es lo correcto. Lo único que hay que hacer.
No dice nada durante unos instantes, lo que hace que la ansiedad me invada.
—¿Cuánto tiempo?
Mis cejas se fruncen confundidas.
—¿Cuánto tiempo llevas cambiándolas?
Trago fuerte.
—Desde el principio.
Cole se atraganta.
—Eso es... eso es...
—Son trece semanas y cinco días —añado para evitar que calcule cuánto tiempo
llevan juntos y practicando sexo sin protección. Se está imaginando que los
intercambié mientras tenían una relación, y yo ni siquiera estaba en la escena.
Estaba decidido, incluso entonces, a asegurar esta relación para ellos. Para
nosotros.
Cole traga saliva.
—Podría estar embarazada ahora. —Ahoga las palabras con incredulidad.
Mi polla se hincha al pensar en ella embarazada de nuestro hijo.
—Podría.
Cole exhala.
—Joder, hermano. —Sus palabras rezuman excitación, haciéndome bajar la
mirada hacia sus joggers, donde su sólida polla presiona contra su cintura.
Un silencio se cierne entre nosotros, pesado no sólo por saber que estamos
engañando a Tia, sino por algo más. Algo peligrosamente erótico.
Se aclara la garganta.
—Vamos a ver una película. ¿Vienes con nosotros?
La emoción corre por mis venas ante la invitación y la idea de asegurar nuestro
futuro juntos.
Para todos nosotros.
e tumbo con la cabeza en el regazo de Cole y los pies en el de Lucas. No se
me escapa que estoy en la misma posición en la que estaba no hace mucho,
cuando Lucas apenas podía tocarme. Ahora me dibuja perezosos círculos
en el tobillo mientras Cole juega con mi cabello.
Suspiro con alegría, con la mente concentrada en los dos hombres que me dedican
toda su atención, pero no puedo ignorar la punzada de terror que me produce la
idea de que Jace entre y nos vea así. Sé que está dolido, y no hago más que utilizar
ese dolor como excusa para su comportamiento actual. No sé cuánto más podré
aguantar.
Como si percibiera mis pensamientos, la mano de Cole deja de moverse.
—¿Qué tal si llevamos esto al dormitorio?
Antes de que pueda reaccionar, Cole me echa sobre su hombro y me golpea el culo
con tanta fuerza que me hace chillar.
Levanto la cabeza mientras nos dirigimos a su dormitorio, y mis ojos se clavan en
los de Lucas, oscurecidos. Él sonríe, lo que hace que mi cuerpo se estremezca y mi
clítoris palpite de expectación.
Cole me tira sobre la cama, haciéndome rebotar con una risita.
—¡Jesús, ten cuidado con ella! —Lucas suelta un chasquido, haciéndome sentar
sobre los codos ante su tono cortante. Se miran, una mirada que no entiendo, pero
conociéndolos, están siendo sobreprotectores.
Lucas se deja caer en el sillón mientras Cole no pierde el tiempo y se despoja de la
camiseta y los joggers. Se acaricia la polla, la punta reluciente y el piercing plateado
brillando con su semen.
Me siento para mirarle. La humedad se acumula en mis bragas, y yo me encargo
de darles su propio espectáculo.
Arrastro mi camisola por la cabeza y me deleito cuando las penetrantes miradas
de ambos hombres se clavan en mí, observando cómo me aprieto las tetas y me tiro
de los pezones.
Me llevo los dedos a la boca y los chupo mientras miro fijamente los pesados ojos
de Cole.
—Joder, belleza.
—Quítate las bragas y dáselas a Cole. —La voz de Lucas está llena de necesidad,
y mi clítoris palpita al oírla.
Me quito rápidamente las bragas y se las doy a Cole como Lucas me dice.
—Tápate la polla y fóllatelas. —Sus ojos acerados se clavan en Cole mientras usa
mis bragas para taparse la polla y luego se masturba frenéticamente con ellas.
—Juega con tu coño, belleza. Ábrete y déjanos ver dónde ponemos nuestro semen.
—Oh, Dios. —Gimo ante su sucia boca mientras uso ambas manos para abrir mis
resbaladizos pliegues, exponiéndome a ellos. Sus ojos se clavan en mí.
—Por favor —suplico mientras mis dedos encuentran mi clítoris y se mueven con
vigor.
Lucas se levanta y camina hacia el borde de la cama junto a Cole. Se saca la
camiseta por encima de la cabeza y se quita los pantalones de correr. Dos preciosos
hombres desnudos me miran fijamente, y no puedo evitar, pero respiro
agitadamente al verlos. Pienso en lo increíbles que parecen juntos, uno al lado del
otro.
—Quiero que te la folles mientras yo le follo la garganta —le dice Lucas a Cole sin
siquiera dedicarle una mirada. —Quiero su cabeza en el borde de la cama.
—¿La quieres a cuatro patas? —A Cole se le iluminan los ojos mientras intento
entender lo que me pregunta. Me hace girar hacia el extremo de la cama.
Se miran fijamente; Lucas se lame los labios en contemplación.
—No.
Cole le sonríe mientras yo apoyo la cabeza en el borde de la cama. Lucas se cierne
sobre mí. Sus ojos oscuros se clavan en mí desde arriba, y cuando la polla de Cole se
coloca en mi abertura, abro la boca de par en par para aceptar la polla de Lucas.
Cierro los ojos en un gemido mientras él empuja suavemente su polla en mi boca,
dándome la oportunidad de aceptarlo hasta el fondo de mi garganta. La postura es
nueva para mí, pero también soy consciente de que todo es nuevo para Lucas, y el
hecho de que por fin pueda hacer realidad todas sus fantasías conmigo hace que mi
coño se estremezca de expectación.
Sisea entre dientes y su cuerpo se tensa sobre mí.
—¡Fóllatela a fondo! —le espeta a Cole, que hasta ahora no se ha movido ni un
milímetro, como si esperara instrucciones.
parecer, está entrenando a un tipo para una pelea esta noche, así que llegará tarde a
casa.
Después de que Jace me utilizara esta mañana en la cocina, hice un pacto conmigo
misma de que no permitiría que volviera a ocurrir. No puede seguir tratándome así.
Tanto como él está sufriendo, yo también. Pero no puedo seguir así, y la idea de traer
a Harper aquí mientras se produce esta confusión me aterroriza.
Incluso he empezado a pensar en conseguir mi propia casa, pero entonces sé que
estaré haciendo daño a Cole y Lucas. De cualquier manera, estamos jodidos, y
alguien saldrá herido.
Coloco los calcetines de Cole en su cajón y me giro cuando oigo cerrarse la puerta.
Espero ver a Lucas de pie, pero en su lugar me encuentro con un Jace ensangrentado.
Me tiembla el labio al verle la cara. Tiene el labio partido y el ojo hinchado. Examino
su cuerpo y veo que también tiene los nudillos destrozados. Respiro con fuerza y la
emoción me obstruye la garganta.
—Oye, está bien. No te enfades, cariño. —El tono amable de Jace es
completamente distinto al de antes; es como antes… Me estremezco al recordarlo.
Su mano me recorre el brazo, haciendo que la piel se me ponga de gallina como
una segunda piel. No me he dado cuenta de que estoy llorando hasta que Jace me
pasa el pulgar por la mejilla y me seca las lágrimas. El tierno gesto me oprime el
corazón y siento nostalgia del Jace de mi pasado.
El momento entre nosotros es pesado pero dura poco cuando él da un paso atrás,
desconectándose del tierno momento, desconectándose de mí.
Se pasa una mano por el pelo:
—¿Te apetece vendarlos? —Extiende las manos con una sonrisa juguetona que
ilumina toda su cara y me hace estremecer.
—Por supuesto. —Hago un gesto con la cabeza hacia el baño y él me sigue dentro.
Jace se levanta para sentarse en la encimera. Me observa atentamente mientras
recojo la crema, las vendas y el esparadrapo para sus nudillos destrozados.
Abro la venda y la dejo sobre la encimera. Agarro su mano y observo sus tatuajes,
incluso sus dedos están cubiertos con las palabras «Corazón roto» escritas en ellos.
Me duele el pecho y se me paraliza el cuerpo al recordar en qué nos convertimos el
uno por el otro. Dolor.
Le unto suavemente la crema en los nudillos.
—Recuerdo que solías hacer esto mucho por mí. —Se ríe tristemente.
Mi columna se endereza al recordar nuestro pasado, lo rápido que Jace se movía
para protegerme.
—¿Recuerdas la vez que le pateé el culo a ese imbécil de Derek que te pidió una
cita?
Me río al recordarlo, mordiéndome el labio.
—No era una cita, era para estudiar.
Jace se ríe juguetonamente y sacude la cabeza.
—Y su nombre era David, no Derek.
Pone los ojos en blanco.
—¿Qué? El. Joder. Siempre. Quería meterse en tus bragas.
Jadeo horrorizada.
—Era gay, Jace. Gay, lo que significa que no quería meterse en mis bragas.
Se atraganta con una risa burlona.
—Eso es lo que te dijo.
Le envuelvo bien las manos con la venda, una tras otra.
—No, sólo pensabas que todos los chicos iban detrás de mí y de mis bragas.
—Eso es porque eres jodidamente hermosa.
Sigo inmóvil ante sus palabras, mi pulso se acelera y un rubor recorre mi rostro
mientras él me escruta, sin un atisbo de odio a la vista.
Sólo admiración. Devoción.
—Déjalos. —Sus palabras son suaves cuando salen de sus labios en un susurro
suave y sincero, entrelazado en una súplica suplicante, haciendo que mi corazón se
contraiga ante el tormento que se esconde tras su voz.
Sus ojos imploran los míos, pero me niego a reconocer la desesperación que hay
tras los suyos. Me coge las manos entre las suyas.
—Por favor, Thalia.
Me estremezco ante su desesperación.
Retiro la mano y la deslizo por su afilada mandíbula. Cuánto he deseado volver a
tocarlo. Jace se inclina hacia mí, con sus ojos oscuros llenos de amor. Desvío la
mirada, incapaz de ver que me desea tanto.
Se me nublan los ojos de lágrimas y mi cuerpo tiembla de ansiedad cuando me
levanto para mirarle a la cara. Respondo con sinceridad, sabiendo que voy a hacerle
daño de nuevo.
—No puedo.
Respira agitadamente, su rostro se descompone y su nuez de Adán se tambalea
mientras aparta sus manos de las mías.
Saltando del mostrador, se hace a un lado.
—Entiendo. Prefieres dos pollas en vez de una, ¿verdad? —Vuelve a odiarme y
me preparo para el vitriolo que está a punto de llegar.
—Me encantan, Jace.
Se estremece.
—Yo también te quiero. —Mis ojos suplican a los suyos para que se dé cuenta de
lo mucho que me importa.
Le tiembla el labio y se coloca la máscara.
—Yo o ellos.
No puedo responder. Mi mente no funciona. ¿De verdad me está haciendo elegir?
¿Me está dando un ultimátum?
—¿Yo o ellos, Thalia? —Su voz retumba, haciéndome sobresaltar—. Yo. O. Joder.
Ellos.
Siento como si me estuvieran arrancando el alma; la están destruyendo delante de
mis propios ojos, y no puedo hacer nada. ¿El chico del que me enamoré o los
hombres a los que he llegado a amar?
Silencio.
Mi corazón late tan fuerte en mi pecho que puedo oírlo en mis oídos.
—Ellos.
Me duele el pecho con la fuerza de los latidos que me dejan sin aliento mientras
espero su reacción.
Se atraganta y luego se lame los labios. Su cabeza abatida se levanta con un nuevo
propósito en mente.
—De acuerdo. —Me estremezco al oír su tono brutal y sus ojos clavados en los
míos con malicia—. Bien —repite como si hablara consigo mismo.
Voy a consolarlo, pero se aparta. Se da la vuelta, me deja sola en el baño y, por fin,
me tiemblan las rodillas al caer desolada en un montón arrugado, sabiendo que he
vuelto a romperle el corazón.
ia picotea su comida, empujando la pasta de un lado a otro del plato.
Aprieto los puños con la necesidad de consolarla, pero no sé cómo.
No sé lo que Rage dijo o hizo, pero sé que la hirió, y la necesidad de
devolverle el daño es casi demasiado para soportarlo.
Hemos estado muy unidos desde que vino a vivir con nosotros. Parecía entender
mis demonios y los respetaba como un verdadero hermano. Al principio, Cole
bromeó diciendo que éramos hermanos, pero vi el rayo de esperanza —la necesidad
de tener una familia— en los ojos de Rage cuando lo dijo, porque se reflejaba en los
míos.
Quería pertenecer a algún sitio, necesitaba una familia que le quisiera, y eso lo
tenía en nosotros. Lo único que le faltaba era ella.
Estaba decidido a encontrarla por él.
Nunca esperé que todos nos enamoráramos de ella.
—¿Quizás debería mudarme?
Mi corazón se acelera. Absolutamente no.
—No.
—Le hace daño que yo esté aquí, Lucas. No puedo hacerle daño. —Las lágrimas
corren por su cara—. Me hace daño —admite.
—No te irás. Hablaré con él. —Mi tono no deja lugar a discusiones, y ella asiente
con la cabeza, la incertidumbre cubriendo sus rasgos.
El pánico bulle en mis venas, aprieto el cuchillo con la mano y acaricio la madera
para tranquilizarme.
—¿Quieres ver una película? —pregunto con un capricho esperanzado porque no
tengo ni idea de qué hacer ahora mismo.
El rostro de Tia se dibuja en una delicada sonrisa, que ya hierve a fuego lento la
furiosa tormenta que hay dentro de mí.
—Claro.
falsa rubia chilla de placer cuando la cojo en brazos y la lanzo sobre mi cama.
estoy seguro de cómo va a funcionar esto entre nosotros, pero funcionará, porque
me niego a perderla.
Después de follármela a fondo, le hice el amor y luego nos duchamos juntos, algo
con lo que sólo había podido soñar hasta ahora.
Vamos a tener que pensar en algún maldito horario o algo porque ahora que la
tengo, no quiero pasar ni una maldita noche lejos de ella, y puedo garantizar que
Lucas y Cole sentirán lo mismo.
Pero tenemos que hacer que funcione, por el bien de todos.
Cole y Lucas están sentados a la mesa del comedor cuando entramos. Dejan de
hablar y levantan la cabeza, fijando los ojos en nuestras manos y luego en nuestras
caras. Cole esboza una enorme sonrisa y se sienta engreído en su silla con las manos
detrás de la cabeza, mientras Lucas examina a Tia como si comprobara que está ilesa.
Veo el momento en que se da cuenta de que una de sus marcas en el lateral del cuello
se ha ampliado y está marcada por mí en su lugar. Sí, hijo de puta, ¿qué te parece?
Le sonrío y él pone los ojos en blanco.
—Me alegra ver que tienes las cosas claras. —Me fulmina con la mirada cuando
saco una silla y subo a Thalia a mi regazo—. Por fin —añade al final, ganándose una
risita de Cole.
Mis fosas nasales se encienden de fastidio. ¿Cómo coño se atreve después de haber
sido él quien lo arruinó todo?
—Bueno, si alguien no hubiera intentado robármela en primer lugar.... —Thalia
me da un codazo en las costillas y me detengo antes de joderlo todo.
—Por mucho que me gustaría estar hoy con ustedes, tortolitos, tengo que entrenar.
—Cole se levanta y se inclina sobre la mesa para coger una manzana—. ¿Cuál es el
plan con Harper mañana?
Mis ojos se entrecierran confundidos por lo que me he perdido, pero por la forma
en que Thalia se tensa sobre mí, sé que es algo grande.
Antes de que llegue a preguntárselo, abre la boca y explica.
—Harper es mi hija.
Todo el mundo se detiene, como si estuviéramos congelados. Porque creo que
acaba de decir que tiene una hija.
Entonces, la habitación empieza a dar vueltas. Soy vagamente consciente de que
Thalia está encima de mí y me habla, pero no la oigo. Todo lo que oigo son sus
palabras de nuestra discusión anterior.
También entiendo que he tardado cinco putos años en llegar.
Y ahora, todo tiene sentido. Ella tiene una hija, ¿y yo soy un puto padre? Mi pecho
se hincha de orgullo cuando salgo de mi asombro.
—¿Tengo una hija?
Su rostro palidece y parece a punto de desmayarse. Su cuerpo empieza a temblar
y, cuando me pongo en pie, se aleja de mí.
Lucas se mueve detrás de ella, sosteniéndola. ¿Qué coño está pasando?
—No es tuya, hermano. —Cole arrastra la mano torpemente sobre su cabeza, sus
palabras bajas y llenas de simpatía.
Me sobresalto ante sus palabras; la ira inunda mis venas. Me ha mentido.
—¡Me has mentido! —mi voz rebota en las paredes con tanta fuerza que la
habitación se queda en silencio, aparte del sollozo de Thalia que quita el hipo—. Tú.
Joder. Me. Has. Mentido.
Ella sacude la cabeza.
—No lo hice, lo juro, no lo hice.
Pero me niego a escuchar.
—Perra. Maldita zorra.
Cole arremete contra mí y me golpea la mandíbula con el puño. Lucas suelta a
Thalia y se interpone entre nosotros, empujándome contra la pared y alejándome de
Cole. Nuestros pechos se agitan con furia el uno contra el otro.
—No elegí acostarme con nadie, Jace. Nunca lo haría. —Aprieta los ojos, pero el
dolor está escrito en su cara.
—¿De qué coño está hablando? —Dirijo mis ojos hacia Lucas—. ¡Lucas! —Grito
porque nadie me dice nada.
Los ojos de Thalia se abren con confianza, en marcado contraste con hace sólo unos
segundos. Endereza el espinazo y dice.
—Martin me obligó.
El tiempo se suspende ante sus palabras, y mi cuerpo se siente pesado mientras el
estómago se me revuelve. Por favor, no.
—Pero es mi hija. —Thalia se clava el dedo en el pecho para enfatizar—. Mía.
Me deslizo por la pared.
No la protegí.
Cuando pensaba que vivía en el infierno, realmente lo estaba, y elegí ignorarlo.
bservo en torturado silencio cómo Jace se desliza por la pared, su culo
aterriza en el suelo con un ruido sordo y su rostro se contorsiona con una
mezcla de horror y devastación. Deja caer la cabeza entre las manos y se
balancea de un lado a otro con sollozos ahogados.
Los recuerdos me asaltan desde todas las direcciones.
con Cole siguiéndola como un perrito faldero, y yo soy muy consciente de que estoy
aquí como pieza de recambio, y lo odio, joder.
Claro, ella sigue sonriendo sobre mí con una mirada de simpatía en sus ojos, pero
yo no quiero su simpatía. Quiero que me quiera como yo la quiero a ella. Quiero su
devoción.
Mi amor por ella es brutal y lo consume todo, pero lo oculto lo mejor que puedo
tras una máscara de indiferencia. Sonrío en el momento justo y sonrío ante las
bromas torpes de Cole.
Sin embargo, él me ve; ve el dolor oculto tras mis expresiones fingidas.
Quiero castigarla por ello, castigarla por hacerme sentir apartado, simplemente
olvidado.
—Parece que estés a punto de azotarle el culo. —Cole sonríe mientras se sienta a
horcajadas en el banco con vistas a la zona de observación de leones marinos.
El chillido de Harper llama nuestra atención cuando Rage saca su teléfono y saca
una foto de Tia y Harper dando de comer a los leones marinos.
—Nos quiere. —Su voz es grave y está llena de ansiedad.
Asiento con la cabeza, pero permanezco en silencio, porque ahora mismo, mis
pensamientos llevarían a Cole al límite.
¿Estoy loco al pensar que esto podría funcionar entre nosotros?
Parecen la familia perfecta junta, y nosotros estamos aquí sentados mirando desde
fuera. Mi corazón se desboca y me cuesta respirar.
—No pasa nada, amigo. —Me pasa la palma de la mano por el hombro de una
forma que normalmente despreciaría, pero ¿hoy? Hoy lo necesito y acepto su caricia
de buen grado.
Tia gira la cabeza por encima del hombro para buscarnos, y su cabello flota a su
alrededor, haciéndola parecer un ángel. Su rostro se suaviza, le dice algo a Jace y
camina hacia nosotros. Mi corazón se acelera al sentir cada curva de su cuerpo, cada
contoneo de sus caderas.
—¿Están bien los dos? —Su voz suave me hace revolotear el estómago y me animo
a extender la mano y tocarla. Pero nunca he tenido una relación física, y menos en
público.
Como si intuyera mis pensamientos, baja hasta mi regazo y me rodea el cuello con
un brazo.
—Te he echado de menos. —Su confesión me aprieta el pecho—. Esta noche estoy
contigo, ¿verdad? Me agarro con fuerza a sus muslos y, cuando mueve el culo, mi
polla se agranda en mis pantalones.
—Tia —gruño en señal de advertencia.
Acerca sus labios a mi cuello y arrastra su lengua hacia mi oreja.
—Por favor, di que me follarás. Por favor, papi.
Cierro los ojos ante sus palabras.
Maldito Jesús.
—Joder, qué caliente. —Cole se pasa la mano por la polla vestida de vaqueros, y
mis ojos recorren el zoo para asegurarme de que nadie me mira.
—Mmm, Cole está duro para nosotros, papi. —Me aprieta el culo, su aliento me
hace cosquillas en el cuello.
—Tia. Te estás portando mal.
—Mmm, tan malo.
Mi polla gotea por su sucia boca, y un gemido se escapa de mi apretada
mandíbula. Mi polla está bien encajada entre sus nalgas, lo que me proporciona la
fricción perfecta.
Mis manos agarran sus muslos con tanta fuerza que estoy seguro de que le dejarán
una marca, pero ya no me importa. Le echo el cabello a un lado, dejando al
descubierto la marca que Rage ensanchó en su cuello. Pensó que me enfadaría, que
me irritaría.
Pero lo único que consiguió fue que se me pusiera dura imaginándomelos juntos,
con él completamente obsesionado y entregado a ella.
Beso con ternura la marca y disfruto del estremecimiento que se apodera de su
cuerpo. Saber que me desea tanto como yo a ella es el consuelo que necesito ahora
mismo y ella lo sabe.
Vuelve a apretarme la polla y mi cuerpo se tensa.
—Papi. —Me jadea al oído, haciendo que mis caderas se muevan contra su culo.
—Joder, belleza. Haz que se corra. Haz que se corra aquí mismo, al aire libre. —
Cole nos mira con ojos llenos de lujuria, con la polla abultada en los vaqueros. Me
gustaría poder ver su desesperación.
—Mmm, quiero que te corras. —Su voz de mocosa me hace temblar la espalda y
sentir un cosquilleo en los huevos.
—Joder. Muévete en el regazo de papi, nena —jadeo.
Empuja con más fuerza.
—Haz que papi se corra. —Le pellizco el cuello y ella echa la cabeza hacia atrás
para exponer su garganta. Con una mano alrededor de su garganta, la empujo hacia
mi polla.
—Llévate a papi.
Se queda con la boca abierta.
—Sí, papi.
Mi polla palpita y el semen cae a chorros en mis pantalones.
—Joder, sí. —Levanto mis caderas en su culo, empuje tras empuje.
Salgo lentamente de mi orgasmo y encuentro a Cole con los ojos muy abiertos y la
boca abierta.
—¿Tienes las bragas mojadas?
Tia traga saliva antes de responder:
—Sí.
—¿Estás a punto de correrte? —Mi voz sigue siendo áspera.
—Sí.
—Buena chica —arrullo mientras mi mano recorre suavemente su cuerpo—.
Venga, vamos al todoterreno. —Tiro de ella hacia mí y envío un mensaje a Rage para
informarle de que entretenga a Harper durante los próximos veinte minutos—.
Tenemos que darnos prisa.
hacia mí, necesitándola tanto como ella a mí. Busco consuelo en ella, y sé que ella
también lo necesita. Ha sido un gran día. Un día que nunca imaginé posible ni me
permití imaginar.
Mientras nos alejamos del estacionamiento, acaricio el brazo de Thalia, una
necesidad de protegerla tan fuerte que hace que mis músculos se tensen.
Respiro por la nariz para intentar calmarme, pero el aire está cargado de algo.
Miro alrededor del vehículo como si las respuestas fueran a saltar sobre mí.
—¿Por qué coño huele el coche a sexo?
Thalia ahoga un sollozo silencioso y juguetón mientras Cole sonríe de oreja a oreja
a través del espejo retrovisor.
—Nos follamos a Tia mientras dabas de comer a los monos.
—Eran malditas jirafas, imbécil.
Cole se encoge de hombros.
—Qué coño. Estaba dando de comer a un marica.
Thalia suelta una risita al oír nuestras bromas, y así se disipa la nube de
solemnidad.
Miro fijamente a mi chica acurrucada bajo mi brazo y, por primera vez desde que
me enteré de su relación con mis hermanos, no siento celos.
Yo también estoy jodidamente agradecido de que los tenga también.
ulso la aplicación de la cámara y veo a Tia acercarse a mi despacho con mi
camisa de trabajo y un propósito obvio en mente. A mí.
En cuanto entra en mi despacho, se me hincha la polla. Me reclino en la silla
y abro las piernas para hacerle sitio.
—Dijiste que estaríamos juntos esta noche. —Su voz sensual me provoca una
oleada de excitación y, cuando se muerde el labio inferior, no puedo evitar el gemido
que se me atrapa en la garganta.
—Lo hice.
Tia se desabrocha lentamente la camisa que lleva puesta y, mientras lo hace, yo
me desabrocho los pantalones. Me bajo la cinturilla de los bóxer y me los meto por
debajo de los huevos.
Despacio, subo y bajo la polla. Mi mirada recorre su delicioso cuerpo centímetro
a centímetro. Sus pechos pesados y sus pezones en punta hacen que se me haga la
boca agua.
La imagino embarazada de nuestro hijo, con el vientre redondo y los pechos
turgentes, y mi polla salta al pensarlo. El pegajoso prepucio gotea de la punta, así
que con una mano froto el pulgar por la raja de mientras con la otra le hago señas
para que se arrodille entre mis piernas.
Completamente desnuda y descubierta ante mí, Tia se arrodilla.
—Chúpame el pulgar, pequeña. —Le regalo mi pulgar empapado de semen y ella
saca la lengua en señal de anticipación y se mete el pulgar en la boca, provocándome
un silbido—. Chupas como una niña buena. —Su lengua envuelve mi pulgar y gime
con un gemido cuando chupa con más fuerza, haciendo que mi puño se apriete
contra mi polla.
Lánguidamente, retiro el pulgar con un chasquido.
—Desvísteme. Mi voz es entrecortada y llena de necesidad, y dado el rubor que
recorre sus mejillas, mis órdenes la afectan tanto a ella como a mí.
Se apresura a desvestirme y yo la ayudo quitándome los zapatos y los calcetines.
Me baja los pantalones y los calzoncillos cuando levanto el culo y me desabrocha la
camisa.
No hace mucho, me aterrorizaba que alguien me tocara, ¿pero ahora? Ahora,
disfruto de sus caricias.
Echo un vistazo al ordenador y apunto la hora, sabiendo exactamente cuándo
llegará Cole a casa.
Me quita la camiseta de los hombros y no puedo evitar el gemido que se me
escapa.
—Joder, eres preciosa. Ahora, súbete al regazo de papi y empuja esas tetas en mi
cara como una buena niña.
—Mmm, ¿a papi le gusta?
Le sonrío, sabiendo lo mucho que le gustan nuestros juegos, —tanto como a mí.
Agarro una de sus tetas y la atraigo hacia mi boca, cerrando los ojos al sentir la suave
sensación de su piel contra mi lengua y el pezón chisporroteando con cada
movimiento.
Tia me clava las uñas en los hombros mientras se sienta a horcajadas sobre mí.
Frota su coño sobre mi polla y gime en mi cuello.
Sus labios encuentran la carne debajo de mi oreja y me pellizca, haciéndome
apretar las caderas contra ella.
Saco el pezón.
—Sé una buena chica y gira para mirar a la puerta.
Se mueve sin vacilar; su obediencia hace que mi polla esté ansiosa por
recompensarla.
Tia envuelve sus piernas sobre las mías para que yo la abra bien.
Suavemente, recorro con el dedo su columna vertebral. Me detengo al llegar a las
marcas grabadas de nuestra propiedad conjunta en su cuerpo. Lentamente, rozo con
un dedo sobre ellas, luego levanto sus caderas y muevo mi polla hasta situarla en su
agujero. La humedad se acumula, facilitándome el deslizamiento, bajándola
suavemente hasta la empuñadura.
—Ahh, papi. —Hace un gesto de dolor al estirar el coño, y la oscuridad que hay
dentro de mí se deleita con ello.
—Sé una buena puta y cómete toda la polla de papi. —Aprieto los dientes para
contener la necesidad de penetrarla.
Inclinándola ligeramente hacia delante, con una mano en su cadera y la otra
rodeando su ágil cuerpo, hago rodar su pezón entre mis dedos, arrancando otro
gemido de sus labios ávidos.
Mi cuerpo se enrosca con fuerza bajo ella, desesperado por desatar a la bestia, pero
también desesperado por que él también lo presencie.
Se contonea de un lado a otro y yo se lo permito. Mi mirada se desvía de las marcas
de su espalda baja hacia la puerta cuando Cole, con los ojos muy abiertos, entra en
la habitación.
—Hijo de puta. —Se restriega una mano incrédula por la cara, y es entonces
cuando me desato, decidido a darle un espectáculo.
Aparto la mano de su teta y, en su lugar, tomo su cabello y lo enrollo alrededor de
mi puño. La golpeo agresivamente con la espalda contra mi pecho y la penetro de
una embestida tras otra.
Soy vagamente consciente de que Cole se desnuda mientras continúo mi asalto a
su coño.
—Oh Dios. Oh, Dios, Lucas. —Me rodea el cuello con los brazos, estirando todo
su cuerpo delante de Cole para que pueda ver cada centímetro de mí tomándola por
detrás.
Su cuerpo desnudo se interpone entre mis piernas, y no puedo evitar mirar su
puño bombeando rápidamente su polla. Está tan cerca de nosotros, pero tan lejos, y
no sé cómo decirle que quiero más, porque la verdad es que no sé qué es más.
—Fóllame. Tengo tantas ganas de lamerte el coño ahora mismo, Tia. —La nuez de
Adán de Cole se balancea, y la idea de que la saboree mientras estoy dentro de ella
hace que salga un chorro de semen de mi polla y me obliga a cerrar los ojos.
—Por favor.
Abro los ojos al oír sus palabras y la veo mirándome fijamente, pidiéndome
permiso para que Cole la lama mientras estoy dentro de ella. Joder, qué caliente.
Se me aprieta el pecho. ¿Puedo hacerlo? ¿Puedo sentirlo así entre mis piernas? Me
lamo los labios repentinamente secos y hago fuerza para superar el nudo en la
garganta, girando la cabeza para mirar a Cole una vez más.
—Ponte de rodillas y lámele el coño, hermano.
A Cole se le encienden los ojos de asombro y excitación antes de ponerse
rápidamente de rodillas. Sus gruesas manos se posan en mis muslos y me hacen
estremecer y retorcerme de placer de una sola vez.
Su aliento caliente me consume, y no puedo evitar el gemido y el empuje de mis
caderas cuando la fuerza de su cara presiona contra Tia, empujándola así aún más
contra mí.
Con cada sorbo que hace Cole, me lo imagino agarrándole el clítoris y pasando la
lengua por el capullo hinchado de nervios. Tia suelta un gemido que me golpea
directamente en las pelotas y hace que su coño se apriete incontrolablemente a mi
alrededor, haciendo que me esfuerce por forzar cada célula de mi cuerpo que me
dice que voy a correrme.
—Joder, Tia, sabes tan bien con la polla de mi hermano dentro de ti —jadea Cole.
Al darme cuenta de que una mano ya no está en mi muslo, el enfado burbujea en
mi interior. Nunca le di permiso para tocarse.
—¿Te estás follando la mano, Cole? —suelto, molesto de que pueda estar
excitándose sólo con su coño cuando yo estoy luchando por los dos.
Su agarre se aprieta contra mis muslos mientras se sienta de rodillas entre mis
piernas, mirando el coño de Tia con total asombro mientras arrastro lentamente mi
polla dentro y fuera de ella, montando un espectáculo para él.
—Joder, hermano. Si me toco, me corro. Jesús, necesito probarlos a los dos. —Su
admisión hace que mi corazón se dispare.
—Por favor. —Tia me mira fijamente, sus ojos azules brillan de desesperación—.
Por favor, deja que nos pruebe a los dos. —Me suelta una mano del cuello, me da un
tierno beso en la mandíbula y vuelve su atención a Cole—. Necesito que me lama,
papi. —Su mano encuentra su clítoris y observo asombrada cómo lo rodea para
nosotros.
El corazón me late con fuerza al ver a Cole, que permanece estoicamente quieto,
mirándome fijamente, esperando mis órdenes, y la idea de controlarme hace que mi
necesidad de ellos se vuelva innegable.
—Lámeme la polla también.
Se queda boquiabierto. Luego, se mueve rápidamente, como si le preocupara que
cambiara de opinión.
Arrastra la lengua por la base de mi polla, y la vibración de un gemido suyo hace
que se me contraigan las pelotas. Mis músculos se tensan y Tia gime de necesidad
cuando imagino que ha llegado a su clítoris. Mi cuerpo se tensa de satisfacción, las
ganas de correrme son casi abrumadoras cuando su lengua cálida y penetrante me
pasa por la polla y alrededor de los huevos.
—Jesús, Cole.
Noto cómo una mezcla de sus babas y su excitación me inunda los huevos, y
trabajo lentamente dentro y fuera, la tortuosa sensación es inigualable.
—Oh Dios. Cole. —Su mano encuentra su cabeza y la mía encuentra su mano
mientras ambos sostenemos su cabeza en su lugar. Mis caderas comienzan a
bombear más y más rápido ante la idea de follar su cara mientras Tia empuja sus
caderas en él también. Somos un lío sucio y enredado, y es sensacional.
—Lámeme las pelotas, hermano. Joder, lámeme los huevos.
Su cálida lengua me lame los huevos y no sé cuánto más podré aguantar. Se me
doblan los dedos de los pies y mi cuerpo se tensa.
—Oh Dios, papi. Papi, voy a... —Tia grita su liberación mientras mi polla se
expande. Mi boca se abre en un fuerte gruñido mientras Cole se pone en pie de un
salto y masturba rápidamente su polla sobre nosotros. Su semen caliente sale
disparado sobre mis huevos y cubre el coño de Tia, su mano se mueve entre sus
piernas y nos cubre con su semen, haciendo que mi cabeza caiga hacia atrás de
satisfacción.
Nuestros pechos se agitan al unísono mientras una frialdad se apodera de mí al
darme cuenta de lo que acabo de hacer. Tengo semen de otro hombre encima cuando
me había prometido no volver a hacerlo.
Mi cuerpo se congela y mis ojos se dirigen a Cole, que me observa con ansiedad.
La mano de Tia me toca la mejilla y me gira para que la mire. Sus ojos me suplican,
Por favor, no lo estropees, y trago saliva para no sentir la necesidad de huir.
—Voy a meterme en la ducha. —Cole se gira rápidamente, con una mirada de
incertidumbre en los ojos, y me odio por haberla puesto ahí.
En cuanto se cierra la puerta, Tia se aparta de mi regazo y mi semen gotea de su
coño y baja por sus muslos. Me parece hipnotizante.
—Menos mal que tomo anticonceptivos. —Sonríe mirándose las piernas,
haciéndome estremecer al saber lo que estoy ocultando.
uelvo a golpear la bolsa con el puño, imaginando que golpeo la cara de ese
capullo enfermo. La necesidad de vengarme de él supura en mi interior.
La bolsa se balancea con cada golpe y mi cuerpo suda a chorros. Ha pasado
una semana desde que vimos a Harper y nos hemos acostumbrado a turnarnos para
pasar la noche con Thalia. Esta noche me toca a mí, y la idea de estar con ella es lo
único que me impide ir a casa de los Lancaster y robarles a Harper.
—¿Seguro que no quieres pelear el sábado? —pregunta Trent, uno de nuestros
entrenadores, frunciendo el ceño.
Salto en el aire, dando la patada perfecta a la bolsa.
—No.
Después de ver la expresión de tortura en la cara de Thalia cuando me vio todo
destrozado, no tengo prisa por volver a verla. Quiero hacer feliz a mi mujer, y la
necesidad de protegerla de todo-incluido yo mismo-es mi principal prioridad ahora
mismo. Además, una vez que me ocupe de esta mierda, espero que mi rabia se calme.
Mi teléfono vibra en el banco del gimnasio, me acerco a él y bebo un trago de mi
botella de agua. La escupo al ver la imagen en la pantalla.
Maldita sea.
Thalia está tumbada con las piernas abiertas y tiene semen goteando de su coño.
Echo un rápido vistazo al gimnasio como un idiota para asegurarme de que nadie
ve a mi chica pidiendo más semen. Me duele la polla al verla.
Lucas: Está lista y esperando. ¿Vas a volver pronto, o vamos a tener otra ronda
aquí mientras tú tienes otra ronda allí?
Se me aprieta el pecho de rabia. ¿Se la están follando ahora mismo? ¡¿En mi día?!
Recojo mi bolsa de deporte del suelo y salgo corriendo por la puerta.
reconocer la felicidad que las rodea. En lugar de eso, entro en la habitación de Cole
dando un portazo.
Señalo mi pecho.
—Era mi puto día. —Soy consciente de que sueno como un niño petulante, pero
no puedo evitarlo.
Lucas se recuesta en el sillón, siempre voyeur, mientras Cole se tumba desnudo
en la cama. Acariciándose la polla, besa a Thalia y me ignora por completo. Sus ojos
se clavan en los míos, pero él aparta su cara y en su lugar le da un beso que me llega
hasta los huevos.
—Joder. —Me quito la camisa por encima de la cabeza y me bajo los calzoncillos,
dejando que mi gruesa polla salte contra mi estómago.
Me acerco a la cama, la agarro por los tobillos y la tiro inesperadamente boca abajo,
obligándola a separarse de Cole.
—Ponte de rodillas, Thalia. ¿Ni siquiera puedes esperar a mi maldita polla para
que te llene? —Le doy una fuerte palmada en el culo, dejándole una marca. Es
entonces cuando mis ojos se fijan en el grabado justo encima de su culo. ¿Qué. Real.
Mierda?
Se me desorbitan los ojos. Luego, tan rápido como llega el shock, los celos me
consumen. Porque sus nombres están en ella y no en el mío. Ella está marcada como
suya pero no como mía. Mi ira estalla, la rabia traspasa mis dedos, mi mano se
levanta y la abofeteo con fuerza, dejando ya una marca roja.
—¡Maldita puta! —Escupo las palabras, queriendo decir cada maldita palabra
ahora mismo.
Gira la cabeza por encima de los hombros.
—Soy la putita de papi. —Ella sonríe hacia Lucas, y mis cejas se disparan, pero
qué, ¿qué carajos?
Mi cabeza gira hacia él. ¿Qué demonios ha pasado entre ellos? ¿Y qué demonios
me estoy perdiendo? A mi polla le encanta pensar en ello.
Lucas me devuelve la sonrisa y se acaricia la polla con pereza. El hecho de que
esté en la habitación de mi hermano con sus pollas fuera no me perturba. Ahora
mismo, me siento bien.
—¡Dame tu puto cuchillo!
Lucas recorre mi cara.
—¡Ahora, Lucas!
Tantea el montón de ropa que tiene a sus pies y localiza rápidamente su cuchillo,
entregándomelo con una mirada severa que me dice que no la cague.
Abro la hoja y el sonido me hace saltar la polla.
—Sujétale los putos brazos —le digo a Cole. Se pone delante de Thalia y le agarra
los brazos para que no pueda apartarse.
Lentamente, arrastro la punta de la hoja por encima del nombre de Lucas. Soy su
primer puto amor, así que merezco estar en lo más alto. Clavo la punta en su carne,
saboreando el silbido de su respiración y el estremecimiento de su cuerpo.
La sangre rezuma de la herida mientras escarbo un poco más para asegurarme de
durar más que sus nombres.
El cuerpo de Thalia tiembla ligeramente y yo acaricio su piel para tranquilizarla.
Cuando termino la última letra, contemplo con enfermiza fascinación la obra
maestra que tengo ante mí.
Jace.
Lucas.
Cole.
Devoción.
Mis ojos recorren la perfecta curvatura de su espalda, los tonificados globos de su
culo y su apretado culito. Me relamo mientras la sangre se filtra por la raja de su
culo.
—Ella nunca ha sido follada por el culo, hermano. Eso lo reservamos para ti. —
Levanto los ojos hacia Lucas, que me mira con expresión atrevida y sincera.
Mi polla gotea de excitación, y tengo unas ganas irrefrenables de quitarle la
virginidad allí también.
Me inclino sobre ella y le escupo en el culo mientras la sangre y la saliva se mezclan
para crear el lubricante perfecto. Arrastro la punta de mi polla hasta su agujero,
cubriéndolo con la perfecta mezcla rosada de ambos mientras empujo suavemente
dentro de su barrera musculosa.
—Ohh. —Ella gime y se tensa debajo de mí. Su incomodidad retumba en mi
interior. Quiero tanto castigarla como apreciarla.
—Dale de comer tu polla, hermano —le sugiere Lucas a Cole, pero él no se mueve,
lo que me obliga a forzar el contacto visual con él. Me devuelve la mirada, como si
esperara mi aprobación. Le respondo con la cabeza antes de volver a mirar mi mano,
que está introduciendo mi gruesa polla en su pequeño culo.
—Joder, nena. Lo estás haciendo muy bien. Tu agujero es tan pequeño para mí. —
Empujo más adentro, otro centímetro, otro apretón de dientes, mientras ella se estira
a mi alrededor.
—Oh. —Ella gime alrededor de la polla de Cole.
Me muevo para frotar en círculos su clítoris. El movimiento hace que se relaje y
gorjee alrededor de la polla de Cole. Sus ojos están completamente clavados en él
follándose perezosamente su cara.
Nunca tuve la intención de compartirla así con mis hermanos, y no es algo que
vaya a convertir en costumbre porque me encanta nuestro tiempo a solas. Sólo
nosotros.
Pero ahora mismo, con mi polla metida hasta el fondo en su culo, nadando en
nuestros jugos y los pantalones de aprobación de Cole junto con las palmadas del
puño de Lucas contra su polla, puedo verme haciendo una excepción ocasional.
La saco y la vuelvo a meter de golpe. Cole la mantiene en posición mientras repito
el movimiento, con los huevos ya pesados por la necesidad de vaciarme dentro de
ella.
—Joder, necesito su boca. Joder, necesito correrme en su boca. —Lucas jadea,
completamente desencajado.
Hago un gesto con la cabeza hacia Cole, que sigue absorto en las habilidades de
mamada de Thalia.
Lucas aparta a Cole de su camino y rápidamente le mete la polla a Thalia. Su boca
gotea saliva mientras pasa de una polla a otra, y yo cierro los ojos, decidido a no
correrme todavía.
—Joder, dale a papi esa boca. Tómanos. Tómanos a los dos, nena.
Observo, total y absolutamente consumido por la excitación, cómo ambos
introducen sus pollas en la golosa boca de Thalia.
—Oh joder, qué bueno. Oh, joder —canta Cole, con todo el pecho agitado. Su
cuerpo se tensa mientras agarra el pelo de Thalia.
La boca de Lucas se abre en silencio y su cuerpo se tambalea al correrse él también,
inundando la boca llena de ella.
—¡Jodeeeeer! —Me corro en un rugido, y mi cabeza cae hacia adelante mientras
cuerdas y cuerdas de semen salen disparadas de mi polla mientras Thalia se aprieta
más a mi alrededor, haciéndome saber que ella también se corre.
—Te quiero tanto, Thalia.
e despierto sobresaltada al oír vibrar mi teléfono. Miro el reloj junto a la
cama y gimo al darme cuenta de que son poco más de las siete de la
mañana.
Miro rápidamente a los chicos. Cole está a un lado de mí y Lucas al otro, mientras
Jace duerme con la cabeza sobre mi estómago con el cuerpo acurrucado por la mitad.
Vuelvo a pasarle los dedos por el cabello y busco el celular.
Mi corazón se hunde cuando veo que es la Sra. Lancaster quien llama, sin duda
para reorganizar la visita de Harper.
Me aclaro la garganta y trato de sonar serena, madura.
—Hola, Sra. Lancaster, ¿está todo bien?
—No. No lo está. Harper ha estado involucrada en un accidente de tráfico.
Actualmente está en el Jefferson Memorial.
Mi mundo se detiene y mi mente se queda en blanco.
No estoy segura de lo que ocurre a mi alrededor, pero sólo veo a los chicos
levantarse y ponerse la ropa. Luego, Cole me empuja las manos a través de una
camiseta mientras Lucas me guía para que me ponga de pie.
—Está bien, cariño. —Jace me atrae hacia él.
—Estamos aquí para ti, preciosa.
—Cole me besa en la frente mientras salimos del dormitorio. De algún modo, subo
al todoterreno y nos encaminamos hacia el hospital.
que a Harper le había pasado algo, porque ninguna otra cosa podía provocar aquella
reacción.
Cuando le cogí el teléfono, la zorra Lancaster intentó decirme que no era necesario
que Tia fuera al hospital. ¿No sería esa la munición perfecta para los tribunales? ¿Que
su propia madre no acudiera al hospital?
Rage se adelanta a grandes zancadas. Abriendo las puertas dobles, ladra órdenes
a la recepcionista y, antes incluso de que lleguemos al mostrador, ya sabe dónde
localizar a Harper.
Tia se aferra a Cole como si fuera su salvavidas, y supongo que de los tres, él es
sin duda el que está más en contacto con sus sentimientos y el más sensato.
Caminamos hacia la unidad de cuidados intensivos y se me revuelve el estómago
al darme cuenta de la gravedad de la situación.
Rage es recibido por un médico que le estrecha la mano y le indica una habitación.
Todos entramos y, por primera vez, ella se separa de Cole para ponerse al lado de
Rage. Cole se coloca detrás de ella con la mano en la cadera mientras yo hundo la
mano en el bolsillo para acariciar mi navaja en busca de consuelo.
—Actualmente está en coma para dar tiempo a su cuerpo a recuperar el control.
Por desgracia, el impacto del vehículo le provocó una hemorragia interna en el
estómago y, durante la operación, perdió mucha sangre. Puede que tengamos que
hacerle otra transfusión de sangre.
Me estremezco ante la explicación del médico.
—Puede entrar y sentarse con ella, pero sepa que las máquinas y los tubos son por
el bien de Harper. —Mira con simpatía a Tia.
Tia, Rage y Cole empujan la puerta mientras yo me quedo atrás para hablar con el
médico.
—¿Qué pasó en realidad?
El médico se aclara la garganta y mira hacia la puerta.
—La señora Lancaster dijo que cruzó corriendo la carretera y fue atropellada por
un vehículo que circulaba en sentido contrario. Un testigo en la escena dijo que vio
una pelea entre Harper y la señora Lancaster, y Harper huyó.
—¿Una pelea? —Pregunto.
—La policía está investigando. —Me hace un gesto seco con la cabeza.
Siento que se me hunde el pecho. ¿He juzgado mal la situación? ¿Dejar a Harper
a su cuidado mientras yo hacía las cosas de forma legal la ponía en peligro?
Respiro con fuerza, jadeando. ¿Le he hecho daño?
—¡Señor! —El médico se aclara la garganta—. Ella está en buenas manos. Lo
importante ahora es que Harper mejore.
Levanto la cabeza para encontrarme con su expresión de preocupación.
Le hago un gesto brusco con la cabeza y lo empujo hacia la habitación, decidido a
llegar al fondo del asunto de los Lancaster de una vez por todas.
uando Jace abrió de un empujón las puertas de la habitación de Harper,
sentí que mi vida había llegado a su fin. Mi preciosa y burbujeante niña
apenas se veía entre innumerables tubos, cables y máquinas. Su cuerpo
pálido y sin vida hizo que mi cabeza flotara y mis piernas cedieran.
Nunca había sentido un dolor así, y saber que no puedo hacer nada para ayudarla
es algo que me destroza el alma.
Levanto la cabeza de su cama. No sé cuántas horas llevamos aquí ni dónde están
los Lancaster, pero ahora mismo agradezco su ausencia porque sólo quiero a mi niña.
Solas ella y yo, como debe ser.
Jace se sienta a mi lado acariciándome el cabello mientras Cole y Lucas charlan
acaloradamente, pero a mí ya no me importa. Solo quiero recuperar a mi pequeña.
Miro nuestros dedos entrelazados, deseando que un destello de vida brote de los
suyos. El más mínimo apretón para saber que ella sigue ahí. Que sigue luchando.
La culpa me inunda. Debería haber hecho más. Debería haber luchado más.
Debería haber sido la madre que se merece. Un sollozo se me atrapa en la garganta.
Jace me atrae hacia su regazo, aprieto su camisa con la mano y lloro mientras él
me mece.
—Shh, bebé, todo va a estar bien.
—No lo está. No soy lo suficientemente buena para ella. No soy lo suficientemente
buena. Ella se merece algo mejor.
Su columna se endereza y me tira hacia atrás para que le mire fijamente a los ojos.
Sus manos me sujetan las mejillas mientras acerca su frente a la mía.
—Eres lo bastante buena, Thalia. Lo eres todo para ella y, cuando despierte, te
querrá a ti. ¿Me oyes? —Se me saltan las lágrimas y se me acelera el corazón—. Dime
por quién preguntará cuando despierte, Thalia. —Sus severas palabras me taladran
y no me dejan otra opción que responder con la verdad.
—Yo. Ella preguntará por mí.
Sus hombros se relajan.
—Así es, cariño. Ella preguntará por ti.
Asiento con la cabeza, sabiendo que tiene razón.
Se abre la puerta y entra el médico con el que hablamos antes, con cara de
preocupación. Levanta la mano cuando salto del regazo de Jace y corro hacia él.
—Por favor, no quiero que se preocupes, es solo por precaución. —Cole se coloca
detrás de mí y me pone la mano en el hombro para consolarme—. Hemos decidido
conseguir donaciones de sangre por si Harper necesita otra transfusión. Buscamos a
los padres biológicos, ante todo.
Sus palabras me aceleran el corazón y el pánico se apodera de mí. No puedo
respirar. Dios mío, no puedo respirar.
—Puedes donar sangre, Tia. —Las palabras de Lucas me atraviesan el corazón,
haciéndome desear que sea verdad.
Sacudo la cabeza y me agarro el pelo presa del pánico.
—Yo… no puedo. —Recorro la habitación con la mirada, pero las expresiones
confusas de sus rostros no hacen más que aumentar mi pánico—. Yo no puedo. No
soy compatible. No soy compatible. —grito con todas mis fuerzas.
Cole me atrae hacia sí y me abraza con fuerza, con el pecho agitado por la emoción.
—No sabe nada de ella. —Lucho por sacar mis palabras entre sollozos torturados.
—No lo sabe. —Inclino la cabeza hacia Cole—. Por favor, no hagas que se lo cuenten.
Por favor —le ruego—. Por favor.
Traga con dificultad.
—No lo haré, belleza.
—Cole —dice Lucas en tono de advertencia.
—Cierra la boca. Tiene que haber otro camino. No se acercará a ellas. Daré la puta
sangre.
—Mira fijamente a Lucas con convicción.
El médico da un paso adelante.
—Harper tiene un tipo raro de sangre.
Aprieto los ojos, negándome a aceptar sus palabras.
Jace se lame los labios.
—¿Qué tipo de sangre tiene?
—Es AB negativo. —El médico confirma lo que ya sé.
Jace sonríe para sí.
—Bueno, que me jodan. Es del mismo tipo que el mío.
Le miro confusa, porque no puede estar bromeando ahora, ¿verdad?
—¿Qué?
—¿Estás seguro? —Lucas pregunta.
Jace resopla.
—Por la cantidad de veces que los médicos me han remendado, te digo que
conozco mi grupo sanguíneo.
Sonríe con confianza.
El médico se vuelve hacia él.
—Es una probabilidad del uno por ciento. Extremadamente rara, algo que sólo
vemos en familias biológicas.
—Tia. ¿Qué posibilidades hay de que Jace sea el padre de Harper? —Lucas me
mira asombrado.
El corazón me da un vuelco y Jace palidece.
—Yo... nosotros... usábamos protección.
Lucas asiente pero no dice nada.
Me muerdo el labio cuando una oleada de náuseas me envuelve al pensar en mis
siguientes palabras.
—Él... no lo hizo. —Cierro los ojos por el dolor.
Como si lo comprendiera, el médico asiente.
—Les haré análisis de sangre a los dos. Sólo para estar seguros.
—Escribe en su portapapeles y sale de la habitación.
Jace mira con nostalgia hacia la cama.
—¿Crees que podría ser mía?
Mis labios responden con sinceridad.
—No lo sé.
e invade la rabia y siento la necesidad de estamparle el puño en la cara a
alguien o, como mínimo, contra una pared. Está sufriendo más de lo que
podríamos imaginar, y odio el hecho de que no podamos hacer nada para
ayudarla.
Cuando Rage declaró que era compatible con Harper, la euforia y el alivio
entraron en mi corazón, pero se desvanecieron rápidamente con un deseo celoso de
que pudiera ser yo. Que fuera yo quien la salvara. Eso y el hecho de que Rage bien
podría ser el padre biológico de Harper me dejan con una pesada bola de ansiedad
en lo más profundo del estómago.
—Hola. ¿Estás bien? —Lucas me pasa un café.
Salí para ir al baño hace media hora, pero ahora mismo, en la sala de espera vacía,
estoy luchando por volver a entrar.
Me paso la mano por la cara.
—Te preocupa lo que pueda pasar si él es el padre, ¿eh?
Le miro fijamente; ¿cómo hace siempre eso? Conoce mis preocupaciones.
Trago más allá del nudo de emoción atascado en mi garganta.
—Sí.
—No lo estés —se limita a decir, y eso me enfada.
—No estés —imito sus palabras con sarcasmo—. ¿Que no lo esté? Puede que sea
su puto padre, Lucas. Entonces, Tia tiene todo lo que siempre quiso—. Me pongo en
pie de un salto, ignorando el chapoteo del café quemado en mi mano—. ¿Por qué
coño iba a necesitarnos? —Me burlo de su ignorancia—. Pueden ser la puta familia
perfecta. No nos necesitará, Lucas. —Me tiembla el labio y se me desboca el
corazón—. Sé que no —susurro.
—Estás muy equivocado, Cole. Siempre nos necesitará.
Le miro como si fuera idiota.
—Está embarazada.
Me sobresalto.
—¿Qué?
—Embarazada. —Levanta su teléfono—. Acaba de llegar el análisis de sangre.
—¿Embarazada? —Repito.
—Sí. Está esperando un bebé. Nuestro bebé.
Se me corta la respiración, la euforia se apodera de mí.
—Oh, gracias, joder. —Camino por la habitación—. Jesús. Gracias, joder.
Giro sobre mis talones para enfrentarme a él de nuevo, porque si los resultados
han llegado, eso significa…
—¿Es compatible?
—Lo es.
—¿Es él...? —Egoístamente no me atrevo a decirlo, a decir las palabras cuando tan
desesperadamente empecé esperando que un día, tendría la oportunidad de ser su
padre.
—El doctor está ahí ahora.
—Responde a la puta pregunta, Lucas.
—Lo es.
Me hundo en la silla, con la mente acelerada por tantos sentimientos: culpa,
envidia, emoción, alivio.
Devoción.
de un lado a otro.
—Jace, siéntate. —La delicada voz de Thalia apenas se oye entre el pitido de las
máquinas.
—¿Cuánto coño se tarda en comprobarlo?
Me doy la vuelta y me encuentro con la cara de Harper. El dolor de verla así me
revuelve las tripas de miedo y rabia. Ningún niño debería estar así. Jamás.
—¿Tu…? —Me aclaro la garganta y vuelvo a intentarlo—. ¿Crees que se parece a
mí? —le pregunto a Thalia con esperanza.
Su rostro se suaviza y veo cómo traga saliva.
—Cuando era pequeña, solía mirarla y pensar que se parecía a ti. —Sacude la
cabeza como si estuviera desconcertada consigo misma—. Creo que lo deseaba más
que lo pensaba. Lo deseaba. Lo deseaba de verdad. —Sus ojos están llenos de
lágrimas.
Los pasos me aceleran el pulso y, cuando entra el médico, siento que me ha robado
el aire de los pulmones.
—Tenemos buenas noticias. Eres compatible con el tipo de sangre de Harper. —
Le miro fijamente porque ya le había dicho que lo era, joder—. Y también eres
positivo como su padre biológico.
La habitación da vueltas.
Thalia se atraganta y, antes de darme cuenta, la levanto de la silla y la estrecho
entre mis brazos. Nuestros sollozos se combinan. El gemido que suelta no se parece
a nada que haya oído antes, y la abrazo con más fuerza.
Un grito de amor, desamor y alivio.
odavía estoy en estado de shock por los resultados del ADN, pero no pude
evitar el sentimiento de culpa cuando se lo contamos a Lucas y Cole.
Ambos han dado visiblemente un paso atrás, y odio la idea. Cole ha ido a
casa a buscarnos una muda de ropa, y Lucas ha ido a la comisaría a intentar
averiguar qué está pasando con los Lancaster, pero ahora mismo, no me importa.
Sólo quiero que mi niña salga adelante.
—Podemos ser una familia, Thalia. Una puta familia de verdad. —La esperanza
brota de Jace mientras me mira fijamente desde el otro lado de la cama.
—Somos una familia.
Sacude la cabeza.
—No. Tú, Harper y yo. Tal como lo planeamos. Podemos hacerlo, cariño. Por fin
tenemos todo lo que siempre quisimos.
El hielo llena mis venas; quiere que seamos una familia. ¿Sin Cole y Lucas?
—Me encantan.
Jace enrojece y aprieta la mandíbula.
—Podemos tener todo lo que siempre hemos soñado. —Su voz retumba,
haciéndome estremecer, y se levanta de la silla. Vuelve a y se pasa una mano por la
cabeza—. Podría obligarte, Thalia. —Dirige sus ojos oscuros hacia los míos.
—¿Qué... ¿qué quieres decir? —Mi corazón se acelera con la brutalidad de su
mirada.
—Es mi hija, y tú no tienes la custodia. Podría conseguir la custodia.
Me ahogo y jadeo al mismo tiempo. Se me cae la cara.
—¿Me la quitarías? —¿Lo haría? ¿De verdad podría hacerme eso?
Se lame los labios, pero su mirada se clava en mí. Se niega a responder.
—Podríamos ser una familia —repite, ignorando mi pregunta.
Me trago la rabia que siento hacia él, preocupada por si le llevo al límite.
—Y volvería a odiarte todos los días. —Mis palabras salen bajas, pero sé que las
ha oído porque se estremece.
Un crujido me hace girar la cabeza en dirección a Harper, que se lleva la mano a
la cara. Una enfermera entra corriendo y pulsa el botón que hay sobre su cama y, en
medio del caos, los ojos aturdidos de Harper encuentran los míos.
—Está bien, cacahuete, mamá está aquí.
—Yo también quiero a Cole —gimotea.
Beso su mano y la tomo entre las mías mientras el equipo la examina. Mi mente
envía un silencioso agradecimiento a quien me ha devuelto a mi pequeña.
Sólo espero que podamos ser la familia que anhelo que seamos.
qué carajos han tardado tanto? —He pasado los últimos veinte minutos
paseándome por la habitación. Los globos están puestos, la nevera está llena de las
comidas favoritas de Harper y la sorpresa para Tia y Harper está preparada.
—Nos distrajimos. —Tia se sonroja.
Levanto una ceja en respuesta a sus palabras antes de burlarme de ella.
—¿Le chupas la polla?
Se le desorbitan los ojos.
—No. Estábamos… —Camina arrastrando los pies.
—Le follé la boca con la lengua y me hizo correrme en los vaqueros. —Rage pasa
junto a ella despreocupadamente y se dirige a su dormitorio. No puedo evitar echar
un vistazo al evidente bulto de sus vaqueros y me relamo los labios
imaginándomelos juntos. Dios, qué mal lo tengo.
Tia me rodea el cuello con los brazos y me besa la mandíbula, haciendo que mis
venas se calienten. La idea de que mi chica esté embarazada de mí hace que mi polla
se retuerza y que ella suelte una risita. Se retira rápidamente, lo cual es una buena
idea, ya que Harper llegará con Lucas en cualquier momento.
—¿Todo listo? —pregunta Rage desde detrás de mí. Me giro y veo que ha
cambiado sus vaqueros empapados de semen por unos joggers grises y una mirada
que me pregunta si nuestro plan está en marcha. Le hago un sutil gesto con la cabeza
que hace que Tia me mire a mí y le pregunte a él.
La puerta se abre y Tia se sobresalta antes de correr hacia Harper, que acaba de
poner un pie en el apartamento. Tia se arrodilla y Harper la abraza. Tia la estrecha
en un fuerte abrazo, y las palmas de mis manos se crispan de necesidad. Lo único
que quiero es correr hacia las dos y acercarlas a mí. No soltarlas nunca. Ahora son
nuestras. Como siempre deberían haber sido.
Finalmente, Harper se desliza por Tia y sus ojos se fijan en el apartamento.
—Me gusta —declara, haciéndonos sonreír a todos.
—Harper, tenemos una sorpresa para ti. —Rage da un paso adelante.
—¿En serio?
—Sí, síguenos.
Me quedo atrás con Lucas y sigo a Tia y Harper mientras Rage las conduce hacia
la habitación de invitados.
—Ábrela. —Jace le hace un gesto con la mano a Harper para que abra la puerta
mientras Tia lo mira confundida.
Harper aspira un chillido.
—¡Es increíble! Me encanta. —Entra corriendo en la habitación y empieza a dar
vueltas alrededor de todas las cosas rosas y bonitas para niñas.
Cuando Rage nos sugirió que creáramos la habitación perfecta para Harper, Lucas
y yo pusimos los planes en marcha y hemos trabajado sin descanso para tenerla a
punto para su regreso a casa.
—Esto es increíble, chicos. —Los ojos de Tia rebosan lágrimas.
Le acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja y le beso suavemente los
labios.
—No pasa nada, preciosa. Por favor, no llores.
—Te quiero. ¿Lo sabes?
Le regalo mi sonrisa de megavatio.
—Yo también te quiero.
habitación es preciosa. Recorro con los dedos la bonita tela rosa del dosel hasta
llegar a los peluches de animales que hay a los pies de la cama. Una auténtica
habitación de princesa.
Mis ojos se clavan en el mural de una princesa, exactamente la misma princesa
que he estado dibujando para el contrato de ilustración. Tiene la mano extendida y
en la palma está la llave que me dio Jace. Se me corta la respiración y me tiemblan
las piernas. Tiene la llave de su corazón, de su casa y de su familia.
Todo en uno, tiene la llave de todo lo que necesita.
Encontraron la pieza que faltaba en mi dibujo.
Cierro los ojos y la emoción se apodera de mí. Respiro hondo y me doy cuenta de
que Jace me observa atentamente. Se adelanta y me rodea la cintura con los brazos,
con el rostro marcado por la preocupación.
—¿Estás bien, cariño?
—Estoy perfecta. Todo es perfecto.
Su labio se levanta y se quita una lágrima con el pulgar.
—¿Era la llave?
Asiento con la cabeza, demasiado abrumada para expresar mis palabras.
—Fue idea de Lucas.
Me giro para mirar a Lucas y me despego de Jace. Está apoyado contra la pared,
observándonos a todos de cerca, siempre en las afueras mirando hacia dentro. Miro
a Harper y la veo jugando a lo que parece ser una fiesta del té con Cole, y me acerco
a Lucas.
Sin avisarle, le agarro de los botones de la camisa y tiro de él hacia mí. Le agarro
por el cuello y aprieto mis labios contra los suyos. Apenas abre la boca, atónito ante
mi desesperada reacción.
Entonces, parece fundirse en el beso; sus músculos ceden y su lengua entra,
haciéndome gemir contra él. Me aparto cuando noto la dureza entre nosotros.
—Jesús, Tia —susurra, con las pupilas dilatadas.
—Quería que supieras lo agradecida que estoy y lo mucho que te quiero.
Su nuez de Adán se desliza lentamente por su garganta.
—Yo también te quiero. —Sus palabras salen entrecortadas—. Tanto, joder —
susurra.
—Mami, mira, Cole es una princesa.
Me doy la vuelta y veo a Cole con el pelo corto cubierto de horquillas y su enorme
sonrisa característica. Parece que se está derritiendo, jugando con mi hija en el suelo.
Jace se coloca a mi lado y baja la cabeza para susurrarme al oído.
—¿Podemos decírselo ya? —Se mueve de un pie a otro, desesperado por acabar
de una vez.
Asiento y él toma mi mano entre las suyas. Con Lucas justo detrás de nosotros,
nos arrodillamos en el suelo junto a Cole y Harper.
Jace se aclara la garganta.
—Harper, tenemos algo que decirte.
Sus ojos azules miran de mí a Jace.
—¿Te vas a casar?
Jace enarca las cejas, mientras Cole lo fulmina con la mirada, como si lo desafiara
a pronunciar esas palabras.
—No, cacahuete, no nos vamos a casar.
—Bien, porque me gustan todos y no quiero que tengas que elegir.
Mi corazón late rápidamente al ver a mi pequeña, como si supiera que las quiero
por igual.
—Conocí a tu madre hace mucho tiempo. —La mano de Jace se aprieta contra la
mía, como si luchara por encontrar las palabras adecuadas—. Nos perdimos el uno
al otro.
Harper mueve la cabeza hacia la mía, haciendo que su coleta golpee la cara de
Cole.
—¿En serio?
Le sonrío suavemente.
—Lo hicimos.
—Pero ahora nos hemos encontrado. —Mira nuestras manos unidas.
—Sí, lo hicimos. Cuando estabas en el hospital, descubrimos que soy tu padre. —
Harper enarca las cejas mientras procesa lo que está tratando de decir.
—¿Eres mi padre?
Jace exhala con fuerza y sus ojos se llenan de lágrimas no derramadas.
—Lo soy. Pero acabo de enterarme —le dice de nuevo, reiterando que hace poco
que nos conocemos.
—No pasa nada. —Se encoge de hombros como si nada.
—¿Guay? —Respondo, esperando un poco más de ella.
—Siempre y cuando Cole y Lucas puedan ser mis papis también, porque no está
bien dejar gente fuera. —Ella señala a Jace con toda seriedad, y él echa la cabeza
hacia atrás con una risita aliviada.
—Muy buena, Harps. —Cole extiende el puño hacia Harper, que lo choca con una
sonrisa satisfecha.
—Lucas, ¡tú también tienes que ir a la peluquería! —Señala uno de los cinco
pequeños taburetes, y sólo entonces me doy cuenta del dulce gesto de que haya cinco
taburetes alrededor de la pequeña mesa.
Levanto la cabeza para mirar a Lucas y no puedo evitar reírme al ver la expresión
de horror en su cara.
Pero cuando se deja caer en el taburete junto a ella con un sonoro suspiro, creo que
me enamoro un poco más de él. Porque, ¿a quién no le gusta un hombre que se
entrega por completo?
ia y Jace han acostado a Harper hace una hora. Lucas le aseguró a Tia que
había puesto en marcha el sensor de la habitación para avisarnos si salía de
ella.
Tras numerosas demostraciones, finalmente cede a darse un baño mientras Rage
y yo nos sentamos con Lucas a discutir nuestra siguiente estrategia.
Lucas saca una carpeta de su cajón cerrado con llave. Juro que ese tipo tiene ahí
una cámara acorazada con información clasificada sobre cada uno de nosotros.
—A ver si lo entiendo, ¿conoces a alguien dentro que pueda acabar con él? —
pregunta Rage, sentándose hacia delante.
—Sí quiero. Pero estaba pensando, ¿quizás querrías hacerlo tú mismo?
Los ojos de Rage se iluminan y una mirada maníaca que me hace palpitar el
corazón y me recorre una oleada de nerviosismo se apodera de su rostro.
—¿Cómo? —pregunta.
—Pronto saldrá en libertad. La empresa de seguridad que conozco, Storm
Enterprise, puede recogerlo en cuanto ponga un pie fuera de la cárcel.
—Hazlo —le responde la voz oscura de Rage, sin dejar ninguna duda de sus
intenciones. Va a hacérselo pagar—. Lo quiero.
Lucas le devuelve la sonrisa.
—Bien.
—¿Qué pasa con los Lancaster? —Pregunto, porque la forma en que han tratado
a Tia y Harper no puede quedar impune. Intentaron esencialmente robar a una niña.
Cuando todo lo que Tia necesitaba era ayuda y estabilidad, intentaron aprovecharse
de sus circunstancias, y luego dificultaron todo lo posible que estuvieran juntas.
—He liquidado su empresa. —Echa un vistazo a su reloj—. El Sr. Lancaster está
siendo notificado por solicitación y fraude. Se quedarán sin un céntimo. Sin
embargo, siento que me falta algo con la señora Lancaster. Pero sufrirá, no obstante;
no podrá sobrevivir sin dinero.
Me devuelve la sonrisa y me relajo en la silla.
—¿Algo más que necesitemos saber? —Pregunto, cada vez más ansioso por estar
con nuestra chica. Después de todo, ella nos prometió esta noche.
—Sí, de hecho, lo hay. —Lucas se pasa una mano por el pelo, despeinándolo en el
proceso. —Encontré algo de información sobre la familia biológica de Tia.
—¿Lo hiciste? —pregunta Rage, con la cara llena de esperanza.
—Perdió a sus padres en un accidente de coche. Nació como Anastasia Olska y
tiene una hermana llamada Jenny.
Miro a Rage mientras se sienta en su silla, profundamente conmocionado.
—Una hermana.
—Hermana mayor. Me las arreglé para localizarla también.
Esto llama la atención de Rage una vez más.
—¡No me digas! ¿Dónde está?
Lucas se frota la mandíbula, un gesto suyo que me hace saber que no está seguro
de si decirlo o no.
—Está casada con un mafioso y se hace llamar Sky.
Rage mira con incredulidad.
No puedo evitar ahogarme.
—Jesús.
—Bien. —Lucas asiente.
Se me seca la garganta.
—¿Se lo decimos?
Lucas se golpea el labio con el dedo.
—Todavía no. Déjame indagar un poco más.
—¿Eso es todo? —Pregunto, levantándome de la silla, ansioso por hundirme en
mi chica. Mi chica embarazada.
—Eso es. —Lucas asiente, dándome la oportunidad perfecta para irme.