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Enamorada. No estoy enamorada de un solo hombre, sino de tres. Tres hombres brutalmente
entregados y decididos a hacerme suya de un modo u otro.

El chico tierno del que me enamoré ya no existe. En su lugar está Rage, el hermano de mis
amantes. Está enfadado, es celoso y brutal.
¿Podrá aceptarme a mí y a mi relación, o su devoción por mí nos separará?
¿Y qué pasará cuando descubra mi verdad y mi vida se tambalee?

Guarda secretos, y su determinación por retenerme está poniendo en peligro todo lo que
hemos construido.

¿Y ?

Cole está dispuesto a aceptarlo todo con tal de estar conmigo, aunque eso signifique
hacernos daño en el proceso.
¿Qué ocurre cuando lo único que significa más para mí está en peligro?
¿Pueden mis hombres mantener su devoción y amarme cuando más los necesito, o nos
destruirán, incapaces de aceptarnos el uno al otro?
Nuestro amor es brutal, pero está lleno de devoción.
Este es un trabajo de fans para fans, ningún miembro del staff recibió
remuneración alguna por este trabajo, proyecto sin fines de lucro
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al español.
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Este libro contiene desencadenantes. Tiene argumentos sensibles y explícitos.
Tales como:
Violencia
Escenas sexuales gráficas
Tendencias acosadoras
Manipulación anticonceptiva
Dudoso consentimiento
Lenguaje fuerte
Escenas de traumas pasados.
Se recomienda para lectores mayores de dieciocho años.
A todos mis lectores, a quienes les gusta leer obscenidades tanto como a mí
escribirlas.
Es tan sucio que vas a necesitar una limpieza después de esta.
¡Esto es obscenidad del más alto nivel!
¿Hay un argumento? No. Creo que sí... considera lo siguiente antes de continuar...
¿Te gusta?
¿Alabar la perversión?
¿Papi perverso?
¿Dudoso consentimiento?
¿Hombres celosos/posesivos?
¿Perversión a la cría?
¿Lactancia?
¿Acosador?
¿BDSM?
¿Juego de cuchillos?
Si te has emocionado leyendo la lista, estás en el lugar adecuado. Puede pasar
página.
¡Que aproveche!
a ansiedad que rebota en Lucas mientras el ascensor sube hacia nuestro ático
es inconfundible, y no puedo evitar sentirme culpable por haber contribuido
a creársela. Cole también puede sentirlo; sus ojos están llenos de lástima y no
dejan de desviarse hacia él, seguidos de una mirada infantil en mi dirección,
haciéndome saber que yo he provocado toda esta jodida situación.
Me niego a reconocerlo y me recuesto perezosamente contra la pared hasta que el
ascensor se detiene. Salgo y me dirijo hacia la puerta.
—Cole. Cole, yo... —Lucas intenta hablar con Cole, pero sus palabras se pierden y
no consigue formular una frase. Su rostro está espantosamente pálido, lo que me
hace pensar por primera vez que hay algo más en su comportamiento de lo que
parece.
Cole agarra a Lucas por el cuello, tirando de él para que su frente descanse contra
la suya. No parece un abrazo de enamorados, así que sigo mirando.
—Está bien, hermano. Nosotros nos encargamos. —Cole sonríe, pero Lucas niega
con la cabeza, negándose a escuchar.
Decido ignorar su pequeña riña y abro la puerta del apartamento. Lo primero que
me llena las fosas nasales es algo de nostalgia, pero no sé muy bien qué es—algo que
huele a italiano—hace que el remordimiento se me agolpe en el estómago cuando
me doy cuenta del esfuerzo que han hecho mis hermanos por mi vuelta a casa. Saben
que la comida italiana es mi favorita.
Cole me empuja.
—Rage, esta es Tia. Nuestra Tia.
Me vuelvo hacia él, y mis ojos chocan al instante con aquellos que me resultan tan
familiares que siento que me arrancan el corazón del pecho. No puedo respirar, y mi
mente flota en algún lugar tan alto que no puedo alcanzarla. Mis piernas flaquean
mientras mi pecho se aprieta, el aire succionado con tanta fuerza de mis pulmones,
que pierdo toda fuerza y caigo de rodillas en un aullido ensordecedor.
Tardo un rato en darme cuenta de que no es mi lamento. No es mi voz. Es la suya.
La misma de la que me alejé hace cinco años. La misma voz que me arrancó el
corazón y lo hizo pedazos, dejándolo tan destrozado que ni un alma viva pudo
volver a acercarse lo suficiente.
—¿Lucas? Lucas, ¿qué demonios está pasando? —Cole está gritando por encima
de ella, pero no puedo moverme. Tengo la cabeza en el suelo y aprieto los puños
mientras me arrodillo en el suelo, cerrando los ojos a todo lo que me rodea.
Esto no puede ser real. No puede ser ella.
¿Con ellos?
Al darme cuenta, levanto la cabeza de golpe.
Está con ellos.
La rabia llena mi cuerpo, ira como nunca. Veo rojo, un rojo tan jodidamente
profundo que nunca habrá suficiente sangre para drenar de sus cuerpos.
Vuelo hacia Cole. La está acunando en sus brazos. Está acunando lo que es mío.
¡Mía!
Lucas me tira al suelo; es tan rápido que olvidé que estaba aquí.
—Llévala a la habitación de invitados. Ahora —le grita a Cole, que sale corriendo
con mi chica.
Le golpeo la mandíbula con un chasquido satisfactorio, luego echo la cabeza hacia
atrás y se la golpeo contra la nariz. Ignoro sus palabras y sus gruñidos de dolor
cuando le clavo el puño en el pecho.
La quiero de vuelta. La necesito aquí conmigo, donde debe estar.
Mía.
Le rodeo el cuerpo con las piernas, me lo quito de encima y me pongo en pie de
un salto. Corro hacia el pasillo, pero Cole se queda ahí, con sus ojos reflejando los
míos, feroz de rabia.
Escupo sangre por la boca.
—¿Qué coño estás haciendo, Rage? —Me mira como si fuera un psicópata, con las
cejas fruncidas por la confusión.
—Él no lo sabe, Rage. No lo sabe. —Puedo sentir a Lucas de pie detrás de mí, pero
sus palabras hacen poco para relajarme.
—¡Aléjate de la puerta!
Cole me ignora. En vez de eso, mira a Lucas por encima de mi hombro y pregunta.
—¿No sabe qué?
—Dije. Apártate. Lejos. De. La. Puerta. Joder —Mi voz se vuelve más mortal con
cada palabra.
—¿No sabe el puto qué? —Cole se está deshaciendo. Incluso yo puedo sentirlo en
mi estado.
—Es ella. —Las palabras de Lucas suenan entrecortadas incluso para mis oídos
poco arrepentidos. Me niego a escuchar otra cosa que no sean los gemidos detrás de
la puerta.
—¿Ella?
Aprieto los puños y la sangre de mis nudillos cae al suelo.
—Tia.
Mi cabeza gira en dirección a Lucas.
—¡Ese no es su puto nombre!
Se lame el labio agrietado.
—Es su nombre ahora, hermano.
Se rompe el último hilo de mi autocontrol y arremeto contra él de nuevo,
estampándolo contra la pared con tanta fuerza que el yeso se resquebraja.
Cole me aprieta el cuello con el brazo, pero me niego a ceder. Me niego a liberar
al bastardo que me ha traicionado.
—Basta, Rage. Basta. —Cole me tira hacia atrás con más fuerza, pero dejo que mis
dedos agarren con más fuerza el cuello de Lucas. Soy muy consciente de que no está
luchando, casi aceptando su destino.
Sus labios empiezan a ponerse azules, pero mi mente está tan contorsionada por
la rabia que me niego a reconocer nada más que la neblina roja que me rodea.
Lo odio tanto.
—Su nombre es Thalia. Es mía. —Gimo por lo bajo cuando Cole se da cuenta de
su cara devastada.
Los odio a todos.
e agarro el pecho; me duele mucho. Sólo me había sentido así una vez, la
primera vez que lo perdí. Pensé que nunca me recuperaría. Supongo que,
en cierto modo, nunca lo he hecho.
Sus voces rebotan en las paredes y cierro los ojos, deseando que todo esto sea un
sueño. Un sueño enfermo y jodido.
Aún puedo sentir el brazo de Cole rodeándome protectoramente mientras nos
acercaba para presentarme con orgullo a su hermano.
Y entonces, mis ojos se cruzaron con los suyos y mi mundo se derrumbó a mi
alrededor.
Jace.
Me reconoció al instante, y la misma angustia reflejó la mía cuando mi cuerpo se
derrumbó y Cole me atrapó, acunándome contra su pecho mientras todo el infierno
se desataba a mi alrededor.
Un fuerte portazo en el pasillo me revuelve el estómago y aspiro asustada. Me
levanto de la cama. Mis pies tropiezan con la alfombra sobre piernas temblorosas,
sin saber qué hacer.
Un forcejeo y una súplica de Cole me hacen correr hacia la puerta. La abro sin
pensarlo y contemplo la escena.
Cole tiene asfixiado a Jace, pero éste no ceja en su empeño de estrangular a Lucas,
que permanece inmóvil, casi como si se hubiera resignado a morir. El pánico inunda
mis venas cuando veo los labios azules de Lucas.
Salto a la acción, cargando hacia adelante.
—Por favor, Jace. —Mi voz es una suave súplica cuando toco la mano de Jace, y la
conexión es inmediata. Hay un zumbido entre nosotros, cortando el control sobre
Lucas en un instante.
Jace se aleja un paso de Lucas, que jadea y gira la cabeza hacia mí.
La negrura consume sus ojos, y me quedo mirando sus orbes, embelesada por la
oscuridad que ahora lo consume. El odio y el dolor marcan sus rasgos, y mi corazón
se estremece.
Mis ojos recorren lentamente su cuerpo de arriba a abajo, como si fuéramos las
dos únicas personas en la habitación.
Lleva las botas desatadas, los vaqueros le quedan bien y lleva una cazadora de
cuero con una camiseta negra ajustada debajo. Los tatuajes se asoman por encima de
la camiseta y le suben por el cuello, enmarcándole la cara.
Sus puños, también tatuados, se agitan precariamente a sus lados. Se me corta la
respiración cuando veo la angustia en su rostro, la rabia ahora recubierta de dolor.
Mis labios se mueven, pero, sinceramente, no sé qué decir.
—Jace, yo...
Mis palabras le sacan del trance en el que se encontraba. Se acerca a mí, estira el
brazo y me arrastra hacia el dormitorio.
Me doy cuenta por un instante de que Cole y Lucas discuten cuando Jace me
empuja de nuevo a la habitación de invitados y me deja caer sobre la cama con tanta
fuerza que reboto. La puerta se cierra tras él y se cierne sobre mí en con la misma
oscuridad en los ojos que conozco muy bien cuando se pone colorado.
—¿Qué coño estás haciendo aquí, Thalia?
Trago profundamente, reuniendo mis palabras.
—Estoy con Cole y Lucas. —El temblor en mi voz es evidente, y quiero sofocarlo.
Me hace parecer débil, y lo odio. Soy cualquier cosa menos débil. Ya no lo soy.
Me mira con disgusto.
—Con. Cole. Y. Lucas. —Cada palabra la puntúa cruelmente, cada palabra suena
más mortífera que la anterior.
Sus ojos recorren mi cuerpo, desde mis piernas desnudas hasta mis shorts
vaqueros y mi fina camisola. Mis pezones se estremecen bajo su mirada,
agradeciendo que lleve sujetador. Luego se fijan en mi collar, el que contiene la llave
que me dio hace cinco años.
Le sube y le baja el pecho y se le mueve la nuez de Adán.
—Te lo has quedado.
Mis dedos encuentran la llave, jugueteando con ella por comodidad, como
siempre.
—Te lo has quedado —se repite a sí mismo.
Mi lengua recorre mis labios y él observa el movimiento, sus ojos pasan del asco a
la lujuria en un abrir y cerrar de ojos.
Se quita lentamente la chaqueta de cuero del torso y la deja caer al suelo con un
ruido sordo. Lo miro con incredulidad.
Jace no tenía ni una sola marca en el cuerpo cuando me dejó aquella mañana, sólo
las de los nudillos, las de la rabia.
Y ahora, este hombre de pie ante mí está cubierto de ellas.
Se abalanza sobre mí y me tumba boca abajo mientras intenta desabrocharme los
pantalones.
—Jace. ¿Qué estás haciendo?
Ignora mi pregunta, aunque es obvia.
—Dime que no quieres mi polla, Thalia. —Sus palabras destilan necesidad. hace
que mi cuerpo vibre de placer. Me agarra la nuca y me sujeta contra el colchón
mientras me arranca los pantalones y las bragas.
Estoy entumecida. Entumecida a sus palabras, a su acción.
Su gruesa polla se clava en mi entrada antes de avanzar una y otra vez. Me quedo
quieta, incapaz de comprender que es mi Jace el que me folla así. Como un animal.
—Eres mía, Thalia. ¡Mía!
El colchón cruje con su movimiento, y me estremezco cuando mi coño responde a
sus palabras, apretándolo con más fuerza como si estuviera decidida a mantenerlo
dentro de mí, mientras mi mente grita que pare. Mi cuerpo me traiciona.
—Actuando como una puta de mierda. ¿Te pagaron por este coño?
Intento sacudir la cabeza, pero el agarre que tiene sobre mí no me lo permite.
—¿Dejas que se corran dentro de ti, Thalia? —Aprieto los ojos cerrados—.
¡Contéstame, joder! —Embiste con más fuerza.
—Sí.
Mi coño se aprieta a su alrededor y suelto un gemido de necesidad.
—Por favor.
—¡Joder! —Me golpea tan fuerte que duele, y un gemido sale de mis labios—. ¡Te
odio, joder!
Golpe.
—Te odio tanto que duele.
Golpe.
Mi coño se agita y desearía que parara. No debería estar excitada ahora mismo, no
con el vitriolo que sale de su boca. Pero no puedo evitarlo. Lo deseo. Quiero esto.
—Maldita puta. ¡Mía!
Pulsa dentro de mí, el agarre de mi cuello y mi cadera se tensan mientras su semen
inunda mi coño.
Su respiración agitada se detiene y se retira rápidamente, haciendo que mi cuerpo
se estremezca tanto por el frío vacío como por la soledad que me consume de
repente.
Igual que antes.
Me giro y veo a Jace sentado en el borde de la cama con la cabeza entre las manos.
—Lo siento —me dice entre dientes, pero se niega a mirarme. Me arrastro hacia
él, pero se levanta y se dirige hacia la puerta.
Dejando que me sienta usada y abandonada una vez más.
éjales hablar. Por favor. —Lucas me retiene mientras Rage desaparece
en la habitación con Tia. Giro para mirarle y la traición burbujea en mis
venas—. ¿Lo sabías?
Lucas me mira fijamente sin una pizca de remordimiento en la cara.
—Sí.
Mi cabeza cae hacia delante y cierro los ojos.
—Jesús, Lucas. ¿Cómo has podido?
Una silla roza el suelo y abro los ojos y lo veo sentado, observándome atentamente.
—Cuando la vi por primera vez, supe que debía tenerla. —Su voz sale débil.
—¡Ella no era tuya, joder! —No puedo evitar gritarle. Actúa tan tranquilo, como
si no hubiera destrozado nuestras vidas. Como si no nos hubiéramos traicionado
unos a otros.
—Tampoco era tuya. —Me mira fijamente. Pero sus palabras me golpean con
fuerza, haciéndome aspirar aire. Tiene razón, tampoco era mía.
—¡Ahora sí! —Aprieto los dientes de rabia. De ninguna puta manera permitiré
que nadie me la quite. Jamás.
La puerta de la habitación se abre y me giro para mirar a Rage. Sus ojos ya no son
tan salvajes, pero ahora parecen rotos, heridos. Tiene los vaqueros abiertos por la
cintura y una pizca de pánico me golpea las tripas.
—¿Qué coño has hecho?
Sonríe en mi dirección, pero se niega a reconocer mis palabras. En lugar de eso,
prefiere ignorarme y se dirige a la nevera.
Corro al dormitorio y siento alivio cuando veo a Tia sentada en la cama de una
pieza. Se abraza a las sábanas como a una barrera.
—¿Estás bien, belleza?
Mueve la cabeza de un lado a otro.
—¿Te hizo daño?
Por favor, di que no.
—No de la forma que tú crees. —Su voz es delicada y quebrada y, no por primera
vez, quiero matar a Lucas por la situación en la que nos ha metido a todos.
—¿Lo sabías? —Sus ojos se clavan en mí, suplicándome la verdad, así que le
devuelvo la mirada con confianza tras mis palabras.
—Por supuesto que no.
Ella exhala un suspiro de alivio.
—¿Puedes abrazarme? —Le tiembla la voz y me pongo en acción, agradecido de
que aún me quiera, de que me necesite tanto como yo a ella.
Me quito los vaqueros y la camiseta, retiro las sábanas y la atraigo hacia mí para
que apoye la cabeza en mi pecho mientras le acaricio el cabello.
Me aclaro la garganta, necesito que me tranquilicen.
—¿Te... te forzó o algo?
Se atraganta entre sollozos.
—No.
Le agarro la mandíbula y le inclino la cabeza para que me mire. Necesito que sepa
que no estoy enfadado con ella.
—Está bien, Tia.
Mueve la cabeza de un lado a otro.
—No, no lo está, Cole. Nosotros...
La miro fijamente; ¿cómo puede no ver que no me importa lo que hayan hecho
mientras no me deje?
—Te quiero —le digo, con el corazón martilleándome en el pecho, anhelando una
respuesta suya.
Se lame los labios como si se armara de valor.
—Tuvimos sexo. Tuvimos sexo y no le dije que parara. —Aparta sus ojos de los
míos, parpadeando para que no se le escapen las lágrimas antes de volver a
mirarme—. Lo siento—. Mis músculos se enroscan en sus palabras, y mi pulso
resuena en mis oídos, por favor, dilo. Por favor, dímelo. Dime que no te he perdido
por él.
—Te quiero, Cole.
Mis labios chocan con los suyos en agradecimiento. En amor y protección.
En clara devoción.
Es mía.
Puede que también sea suya, pero es nuestra.

me da la espalda. El cobarde se da la vuelta y camina hacia su despacho,

pero me niego a que se me escape tan fácilmente.


Merezco respuestas.
Doy un portazo detrás de nosotros, pero él ni se inmuta, ni siquiera sabe que está
acorralado en una habitación con un hombre al que llaman «Rage» por una buena
razón.
En lugar de eso, Lucas se agacha y abre un cajón junto a su escritorio. Saca una
carpeta, la deja sobre la mesa con un ruido sordo y se deja caer en la silla.
—Está todo ahí. —Extiende el brazo hacia el archivo, y mis pies se mueven en su
dirección, sin saber qué está insinuando.
Lucas suspira derrotado, con los ojos hinchados fijos en la carpeta. El aire es denso
y pesado, y sé que lo que haya en esa carpeta no me va a gustar. Se me acelera el
corazón cuando abro la primera página. Me da un vuelco cuando veo la foto de
Thalia sonriéndome. Sus ojos azules brillan e iluminan su rostro, parece
completamente feliz. Mientras yo he vivido en la miseria perpetua, ella ha sido feliz.
El odio vuelve a burbujear en mi interior.
Me tiembla la mano al pasar la página con sus datos. Tomo la hoja con la mano y
me fijo en que trabaja en un bar, el mismo al que Lucas envió a Cole hace solo un par
de meses.
Le dirijo una mirada acusadora.
—¿Le enviaste allí? ¿Lo sabías y lo enviaste allí? —La traición como ninguna otra
me revuelve el estómago. Mi propio hermano preparó esto. Él orquestó todo el
maldito asunto.
—Lo hice. Se le atragantan las palabras, con la voz cargada de emoción.
Mi cuerpo tiembla mientras sus acciones se hunden en mi mente y en lo más
profundo de mi estómago. Mi mirada se clava en él.
—Dímelo.
Lucas me mira sin comprender.
—¡Cuéntamelo todo! —Dejo caer la hoja y apuñalo con el dedo la carpeta—. ¡Dime
cuándo empezó esto, joder!
Traga saliva con fuerza y su labio se agrieta un poco más al abrir la boca para
hablar.
—Hace seis meses, me dieron una pista.
Respiro con fuerza y mis piernas amenazan con ceder, así que me apoyo con las
manos en el escritorio. Mi cabeza cae hacia delante. ¿Seis putos meses?
Conocía su paradero desde hacía seis meses y nunca me lo dijo. Aprieto los ojos
para que dejen de escocerme, pero eso no impide que mi corazón se contraiga con
un dolor que reconozco demasiado bien cuando se trata de ella.
—Yo . . . —Se pasa la mano por la cabeza—. Hice una visita allí. Para asegurarme
de que era ella.
Inspiro una gran bocanada de aire, sabiendo que ha decidido ir a verla sin mí.
—Me senté en el bar y la miré. Era tan jodidamente guapa, pero ni siquiera lo
sabía. Había hombres a su alrededor, pero ella se negaba a reconocerlos. —Mis
manos se aprietan sobre el escritorio, sabiendo que todos los hombres la miraban. Lo
que es mío.
—Entonces supe que era leal.
Me burlo de sus palabras.
—¿Leal? —No hay un hueso leal en su puto cuerpo, ya no.
—Quería hablar con ella. —Lucas se ríe para sí mismo, pero no hay humor detrás
de su voz—. Incluso estuve a punto una vez. Tengo veinticinco años, y la primera
vez que me atrae una mujer de verdad, ni siquiera puedo hablar con ella.
Elijo ignorar la lástima que siento hacia él.
—La seguí a casa.
Levanto la cabeza y giro para mirarle, porque ¿acaba de decir que la siguió a casa?
Lucas se queda mirando la mesa como avergonzado por su confesión.
—Sólo quería asegurarme de que llegaba bien a casa. —Cuando levanta la cabeza
hacia mí, veo la verdad escrita en su cara. Aprieto la mandíbula al pensar que me lo
ha ocultado—. Sabía que en cuanto te lo dijera, irías corriendo a quitármela. A
nosotros.
Mi pecho se hincha de rabia.
—¡Porque es mía, joder!
Sacude la cabeza.
—Espero que no sea verdad, hermano. —Se lame el labio agrietado—. Porque si
eso es verdad, entonces acabas de arrancarnos el corazón. Acabas de arruinar a
nuestra familia. La queremos, Jace, y ella también nos quiere.
Sus palabras penetran en mi alma. Atraviesan mí ya destrozado corazón y
amenazan con destruirme por completo.
Porque si eso es cierto, ¿dónde me deja eso?

sale de mi despacho dando un portazo. Recojo el expediente que ha

dejado y abro el cajón. Miro los expedientes que quedan con odio en las venas, pero
también con determinación. La determinación de proteger a los que más quiero en
este mundo, aunque eso signifique ocultar la verdad.
Con cuidado, coloco la carpeta encima de las demás, cierro el cajón y abro el
portátil. Dejando a un lado la angustia de perder a Tia, me concentro en la tarea que
tengo entre manos.
Los meses que pasé vigilando a Tia por la noche mientras dormía fueron algunos
de los más placenteros. Aprendí mucho en ese tiempo.
Necesito profundizar en el pasado de Tia. Para librarla de sus pesadillas,
encontraré a todos en ellas.
A todos.
is pies chocan con la alfombra y me estremezco al sentir el dolor de anoche.
Hago mis necesidades en el baño, me lavo la cara y salgo al salón, mientras
Cole sigue durmiendo en la cama.
Me detengo por completo cuando veo a Jace en el sofá mirándome fijamente, con
una oscuridad en los ojos que supera todo lo que he visto hasta ahora. Se me revuelve
el estómago al pensar en lo mucho que ha cambiado, en lo mucho que me odia ahora.
Los dos nos quedamos congelados, mirándonos fijamente.
Me doy cuenta de lo anchos que son ahora sus hombros, de cómo se ha convertido
en un hombre y me he perdido la transformación. Me duele el pecho y pongo la
palma de la mano sobre él. A él no le pasa desapercibida mi acción. Sus ojos se
entrecierran antes de que su sien palpite y su mandíbula se apriete. Juro que oigo
rechinar sus dientes.
El ambiente es tan intenso que aspiro bruscamente para intentar regular mi
respiración errática. Lleva una camiseta negra ajustada que se extiende sobre su
pecho, los tatuajes recorren sus puños, suben por sus brazos y serpentean hacia
fuera, cubriéndole el cuello. Me pican los dedos por recorrerlos, explorarlos todos y
cada uno de ellos.
Mis labios se separan para hablar, pero mi boca se queda vacía.
Algo salta dentro de él y se levanta del sofá con facilidad, sus pies a la altura de
los míos antes de que pueda parpadear.
Jace me agarra del cuello y me hace retroceder hasta que mi espalda choca con la
pared. Sus fosas nasales se agitan mientras sus ojos recorren mi cuerpo, y de pronto
me doy cuenta de que se ha dado cuenta de que llevo la camiseta blanca de Cole sin
sujetador. Sus dedos presionan con más fuerza mi cuello, haciendo que mis ojos se
desorbiten de pánico.
—¿Te lo follaste?
Miro fijamente sus ojos negros; son tan oscuros que no puedo ver sus pupilas, y el
odio rezuma de ellos, haciendo que me estremezca contra él.
Me paso lentamente la lengua por los labios, humedeciéndolos.
—No.
—Vas a terminarlo.
Entrecierro los ojos, confundida.
—Me perteneces, Thalia. Vas a acabar con ellos. —Él escupe las palabras, veneno
goteando de cada palabra.
El corazón me martillea desbocado en el pecho y las lágrimas me llenan los ojos,
nublándome la vista. Me tiembla el labio cuando encuentro la voz y digo.
—No lo haré.
Me empuja con más fuerza contra la pared, tan fuerte que siento cada cresta de su
sólido cuerpo, cada músculo enroscado. Incluso su polla está dura como una roca y
apretada contra mí.
Mi cabeza golpea la pared con un ruido sordo.
—Lo harás.
Sacudo la cabeza.
—Los amo. —Mi voz se tambalea ante mi confesión, y no puedo pasar por alto la
sacudida de su cuerpo cuando pronuncio las palabras, ni puedo ignorar la expresión
de dolor que aparece en su rostro.
Afloja el agarre y su frente se encuentra con la mía.
—Te odio —susurra contra mí, obligándome a cerrar los ojos por el dolor que me
causan sus palabras.
Levanto la mano para tocarle la cara, pero él retrocede, como quemado, antes de
girar sobre sus talones y dirigirse hacia la mesita de cristal. Veo con horror cómo la
levanta y la lanza contra la pared con un rugido. La mesa se hace añicos y las puertas
del dormitorio y del despacho se abren de par en par, con Cole y Lucas corriendo
despavoridos hacia el salón.
Jace gira para mirarnos. Tiene la cara roja y le sobresalen las venas del cuello. Sus
ojos están frenéticos y salvajes, y me doy cuenta de que el hombre al que estoy
mirando ya no es el Jace que conocí.
Es Rage.
—Tia, ve a nuestra habitación. —Cole se mueve para ponerse delante de mí.
Mi cuerpo tiembla, pero no hago ningún movimiento.
—Tia. Te he dicho que te vayas a nuestra habitación —me suelta.
Me sobresalto al oír su tono y salgo corriendo hacia el dormitorio. Doy un portazo
y me caigo al suelo.
Darme cuenta de que al elegirlos.
Lo he perdido.
Por fin lo tengo de vuelta, y ahora lo he perdido.

a patear el saco de boxeo, esta vez con más fuerza.


Mi mente se acelera con odio. ¿Cómo ha podido hacer esto? ¿Cómo pudo
traicionarme así? ¿Y elegirlos a ellos antes que a mí?
Me la imagino con ellos. En nuestro puto apartamento. Follándoselos. ¿Lo hace
con los dos al mismo tiempo? ¿Se ha vuelto tan puta que necesita dos pollas en vez
de una?
Mi cuerpo vibra de odio, desesperado por infligir dolor a alguien, a
cualquiera-incluso a mí mismo.
Esta vez golpeo el saco con más fuerza, un rugido que sale de lo más profundo de
mí.
Después de todo este maldito tiempo, finalmente la tengo, ¿y ella no me quiere?
Vuelvo a golpear el saco, el sudor me chorrea por el cuerpo y los nudillos me
crujen por la fuerza del impacto. Pero no siento ni un ápice de dolor. Sólo rabia.
¿Quizás si no le doy opción? Obligarla a estar conmigo. Tal vez ella necesita que
le recuerden lo bien que podemos estar juntos.
Trago el agua de mi botella y la meto en la bolsa.
Es hora de que Thalia sepa en qué hombre me he convertido. El monstruo en que
me ha convertido.
Está lleno de rabia y odio.
Es brutal.
Brutalmente devoto.

de que la puerta del apartamento se cerrara de golpe, Cole vino a

buscarme y me aseguró que Jace solo necesitaba tiempo para calmarse.


Me preparó un baño y me dijo que el salón estaría limpio cuando saliera. No le
hacía ninguna gracia tener que irse a trabajar por la noche y me acribillaba a besos
cariñosos que acababan haciéndome soltar una risita y apartarle la cabeza
juguetonamente. Me encanta lo ancho y musculoso que es, pero conmigo no es más
que un osito de peluche.
Susurró que me quería, y sus hombros cayeron aliviados cuando le susurré lo
mismo.
No hay forma de que pueda dejarlo. Ni ahora, ni nunca.
Jace Matthews me rompió el corazón, pero fue Cole Maguire quien lo arregló.
¿Y Lucas? Lucas se convirtió en el pegamento que nos mantiene unidos.
No estoy segura de cómo puedo hacer que esto funcione con ellos cuando todavía
me duele sentirlo.
Anhelo por él.
Lo amo.
Me paso el peine por el cabello una última vez, lo dejo en la cómoda y miro
fijamente a la chica que se refleja en el espejo.
Hubo una época de mi vida en la que no soportaba mirarla, incluso la odiaba. Era
débil y vulnerable, derrotada y rota. Era una joven sin esperanza.
Pero ya no.
Ahora me mira una mujer con fuego en los ojos y fuerza en las venas. Ha estado
en el infierno y ha vuelto, y sigue en pie. Me niego a ser la chica débil que una vez
fui. Me niego a ser controlada por nadie, ni siquiera por Jace.
Necesito respuestas, y para obtenerlas, necesito hablar con Lucas.
al pasillo, me dirijo a su despacho y, sin llamar, abro la puerta y entro.

Sus ojos se fijan en los míos y su nuez de Adán se mueve con inquietud.
Cruzo los brazos sobre el pecho y su mirada se dirige a mis pechos, haciendo que
mis pezones se frunzan involuntariamente ante su mirada.
No sé si Lucas se da cuenta de que me está follando con los ojos, o si simplemente
no le importa ser tan descarado.
—¿Lo sientes siquiera?
Suspira, se echa hacia atrás en la silla y deja caer el bolígrafo sobre el escritorio.
—No.
Mis cejas se enarcan de asombro, sus palabras me hacen jadear.
—¿No?
Lucas se inclina hacia delante.
—No. ¿Sabes por qué? —Sacudo la cabeza y espero a que hable—. Porque si no
hubiera hecho lo que hice... —Traga saliva—. Nunca te habría encontrado. Te habría
tenido. Probado. Amado.
Me da un vuelco el corazón y me tiembla la voz.
—¿Tú preparaste esto? ¿Sabías que Cole me encontró?
Sonríe como un gato de Cheshire.
—Contaba con ello.
Me da un vuelco el corazón al ver lo astuto que es, cómo lo ha orquestado todo
para, qué, ¿unirnos?
—B... pero no podías saber que me querría. —Sus intensos ojos me taladran el
cuerpo, haciéndome estremecer. Me remuevo incómoda bajo su mirada.
—Conozco a mi hermano mejor de lo que él se conoce a sí mismo. Sé todo lo que
hay que saber sobre él. Cómo le faltaba algo, alguien. Y supe desde el primer
momento en que te vi que eras suya. Nuestra.
—¿Y qué pasa con Jace? ¿Dónde encaja él en todo esto?
Se hunde de nuevo en su silla, lamiéndose lentamente los labios con cálculo.
—Eso corre de su cuenta.
—¿Eso corre de su cuenta? —Repito sus palabras y él me asiente.
—Es nuestro hermano. —Su voz es baja y deliberada, como si estuviera haciendo
un punto, uno que me atraviesa con tal agudeza que podría confundirlo con su
cuchillo. —Puedo compartir.
Me atraganto con el aire.
—¿Tú? ¿Compartir? —Mi tono es condescendiente, incluso para mis oídos.
Lucas me mira fijamente, con el rostro inexpresivo, pero no se me escapa el dolor
de sus ojos.
—No tiene por qué ser con nosotros —me suelta.
—¿Nosotros? —Levanto una ceja en forma de pregunta, obligando a su mandíbula
a crisparse. Porque, lo haya querido o no, acaba de incluir a Cole.
Desvía la mirada por primera vez desde que entré en su despacho y sé que le he
inquietado.
—Está bien quererlo también —susurro en la habitación.
Los ojos de Lucas se cierran en una expresión torturada, como si le doliera siquiera
aceptar el hecho de que quiere así a Cole.
De repente, se me olvida la razón por la que entré en la oficina, porque lo único
que quiero es quitarle el dolor. Tranquilizarle.
Doy un paso hacia él. Y otro.
Saca la mano y me tira de las piernas hacia él, casi haciéndome tropezar con él.
Le miro fijamente a los ojos y la emoción se agolpa en ellos.
—Dime que no te he perdido.
Se me contrae el corazón cuando sus manos me aprietan los muslos, me sujetan y
me obligan a cooperar.
—¡Dímelo! —exige.
Miro fijamente sus ojos grises y decididos, sin pasar por alto el matiz de
vulnerabilidad que hay en ellos, el anhelo.
—No me has perdido. —Mi voz es tan baja que apenas puedo oírla, pero cuando
deja caer su frente sobre mi estómago y me besa suavemente, sé que me ha oído.
Una sola lágrima cae por mi cara mientras sostengo su cabeza contra mí.
—Te quiero, Lucas.
Su mirada se dirige a la mía y la posesión se refleja en sus ojos.
—Dilo otra vez.
Ahogo las palabras en un sollozo silencioso:
—Te quiero.
Se echa hacia atrás en su silla, poniendo distancia entre nosotros. Saca la navaja
del bolsillo y mi cara se calienta al pensar en sus intenciones.
Lucas tira del cuchillo por el centro de mi vestido. El desgarro recorre la
habitación, dejando la tela a mis pies y a mí en tanga. Respira hondo y separa los
labios. Este hombre, este Adonis de hombre, es tan hermoso que hace que me duela
el corazón cuando lo toco.
Sus ojos se encienden al verme antes de desabrocharse el cinturón con manos
temblorosas.
—Dame tus manos, pequeña.
Le tiendo las manos y él me ata el cinturón a las muñecas con tanta fuerza que me
pellizca la piel.
Suavemente, me recoge el cabello detrás de las orejas, y me estremezco bajo su
ternura antes de que la hoja de su cuchillo me corte las bragas, dejando que caigan a
mis pies.
—Pensé que te perdería. —Me mira desde debajo de sus espesas pestañas—. Me
niego a perderte.
Asiento a sus palabras.
—Dile a papi que lo entiendes.
Un torrente de excitación me golpea y mis mejillas se sonrojan de necesidad.
—Lo entiendo, papi.
Me acaricia suavemente la mejilla con los dedos, haciendo que un temblor de
necesidad me recorra el cuerpo.
—Buena chica. Ahora, súbete al escritorio y deja que papi te muestre cuánto te
necesita.
Se me acelera el pulso y hago lo que me pide: subo el culo al escritorio y Lucas se
arrodilla frente a mí. Me separa más los muslos y me agarra con fuerza mientras me
mira el coño, que sin duda está brillando de excitación.
—La niñita de papi necesita que la laman, ¿no?
Mi voz tiembla de necesidad:
—Sí.
Una lánguida pasada de su lengua recorre mis pliegues, haciéndome gemir en
respuesta antes de que repita la acción.
—Mmm. —Gime en mi coño, haciéndome levantar el culo del escritorio con las
vibraciones.
El vello de su mandíbula me roza las piernas mientras aprieta la cara contra mí.
Lucas se retira un poco antes de soplarme en el clítoris, y quiero arrastrar su cara de
nuevo a mi centro, empujarlo dentro de mí y follarme su lengua.
—Por favor, Lucas.
Sus ojos—ebrios de ira— se clavan en los míos y al instante sé que me he pasado.
Mi corazón se acelera. Se pasa la lengua por el labio húmedo y afila la mandíbula.
Lucas se levanta y yo siento su cuerpo vestido contra el mío desnudo. Me entran
ganas de arrancarle la camisa, de que se baje los pantalones y suelte su sólida polla.
Abre la navaja, sobresaltándome, y con una mano en el pecho me empuja para que
quede apoyada contra el escritorio. Lentamente, recorre mi cuerpo con la punta del
cuchillo, baja por mi estómago hasta mi coño, donde hace una pausa.
—Quiero follarte el coño con mi cuchillo, nena.
Su voz es oscura y está recubierta de peligro, pero la parte enferma de mí, la parte
de mí que ha vivido del peligro y en la oscuridad durante años, esa parte de mí se
deleita con esto. Acepta esto.
—Por favor, papi.
Me clava el mango de su cuchillo y yo arqueo la espalda contra él.
—Qué bonito coño chorreante, follándote mi cuchillo. —Sus ojos encapuchados
miran fijamente mi abertura. El resbaladizo sonido de mi cuerpo aceptando su
cuchillo, aceptándole a él, no hace sino excitarme aún más. Un orgasmo se apresura
hacia mí, y cuando él presiona sus dedos contra mi clítoris, estallo alrededor del
suave mango de su cuchillo. Echo la cabeza hacia atrás y grito mi liberación,
levantando la cabeza a tiempo para ver a Lucas introduciéndome su dura polla en el
coño. Me penetra una y otra vez, haciendo que me apriete contra él.
—La polla de papi está muy dura para ti, nena.
—Por favor. Más.
—Vas a hacer que papi se corra dentro de tu precioso coñito.
Me aprieto a su alrededor, provocando una expresión de placer en su cincelado
rostro mientras jadea.
—Joder.
Mis manos atadas se aferran a mi pecho y se lo ofrezco, sabiendo lo mucho que
disfruta chupándome los pezones.
Observa el movimiento con ojos pesados mientras bombea sus caderas una y otra
vez antes de agachar la cabeza hacia mi pecho. Empieza a chupar y pellizcar la carne
antes de succionarme el pezón hasta el punto de hacerme daño. Sujeto su cabeza,
disfrutando de la sensación de dolor y placer.
—¡Oh, Dios, Lucas!
—Joder, te sientes increíble, chupando mi polla en tu apretado coñito como una
buena chica.
Mis paredes se convulsionan y un escalofrío se apodera de mí. Lucas me hace
saber que él también lo siente. Se endereza y sus ojos caídos se clavan en los míos
antes de inclinar la cabeza hacia un lado y escupirme en el pecho. Inmediatamente
me froto el pezón con su saliva. La humedad calma el escozor que me ha dejado.
—Joder. Joder. —Se retira y entra con más fuerza, haciendo que mi cuerpo se tense
mientras el suyo se detiene—. Joder. —Separa los labios y me mira fijamente a través
de las pestañas—. ¡Mía! —Su polla palpita dentro de mí.
—¡Joder, papi! —Grito en la habitación, mi cuerpo tenso en éxtasis mientras mi
coño se aprieta alrededor de él, encerrándolo.
—Mía —jadeo en la habitación, repitiendo sus palabras.
Lucas me pertenece.
Cole y yo.
No estoy segura de dónde deja eso a Jace, y con esa conciencia, un escalofrío se
apodera de mi cuerpo, hasta mi núcleo.
e pasado la tarde trabajando en las ilustraciones que voy a presentar como
parte de mi trabajo de curso con la esperanza de ganar unas prácticas para
una editorial infantil patrocinada por la universidad en la que estudio.
Por la noche, preparo pasta y Lucas se sienta conmigo a la mesa. Comemos en un
cómodo silencio. De vez en cuando, siento sus ojos clavados en mí, y levanto la
cabeza para descubrir que me está mirando, solo para que me regale una rara y suave
sonrisa.
Lucas se ofrece a lavar los platos mientras yo voy a ducharme.
Mientras inclino la cabeza hacia atrás bajo el calor del agua, me peino el cabello
con los dedos, vagamente consciente de que se abre la puerta de la ducha. Me relajo
al saber que Cole ha llegado a casa antes de lo esperado. Sonrío para mis adentros
cuando siento su presencia detrás de mí.
Las manos que me pellizcan los pezones son diferentes, no tan suaves ni tan
grandes. Mi columna se estremece al darme cuenta. Este no es Cole.
Puedo oler el alcohol en su aliento mientras aspira mi aroma.
—No me esperabas, ¿verdad, cariño?
Jace está borracho. Lo noto en sus palabras, en la aspereza de su tacto cuando me
toca el coño y me mete los dedos.
—Mmm, sigue apretado. ¿No te ha estirado recibir dos pollas?
Gimo ante sus palabras, excitada y asqueada a la vez.
Jace me empuja la cabeza hacia abajo, inclinando mi cuerpo para que quede
ligeramente doblado antes de retirar sus dedos y sustituirlos por la cabeza de su
polla.
—Este coño me pertenece, Thalia. —Se lanza hacia delante, haciéndome
estremecer por no estar preparada.
La agresividad que desprende se hace patente cuando me golpea por detrás. Me
agarra el cabello con una mano y tira de él hacia atrás, obligándome a estirar el
cuello, y sus ojos recorren mi cuerpo desde arriba. Me penetra y el ángulo es tan
incómodo que tengo que ponerme de puntillas.
—Joder, qué guapa eres. —Mi pulso se acelera ante su admisión—. Tan hermosa.
—Bombea dentro de mí una y otra vez—. ¡Joder! Me voy a correr. —Espero que se
corra fuera, pero no lo hace. Se corre con un gemido, mordiéndome el cuello
mientras me levanta la barbilla.
Espero que diga algo, cualquier cosa. Pero cuando me saca y me pongo en pie, me
vuelvo hacia él, que sale de la ducha.
Se me paraliza el cuerpo cuando veo a Cole apoyado en la encimera del lavabo.
Tiene los brazos estirados y los nudillos blancos al apoyarlos en la encimera, como
si no quisiera estirarlos. Sus ojos se cruzan con los míos, pero no veo celos. Solo veo
necesidad en ellos, el bulto de sus vaqueros es evidente.
Jace se planta delante de él con el culo desnudo antes de girar la cabeza por encima
del hombro y regalarme una sonrisa amenazadora.
—Es toda tuya, hermano. Disfruta de mis descuidados segundos.
Observo horrorizada cuando le guiña un ojo a Cole para contrariarlo, pero de
algún modo Cole consigue mantener la calma y, cuando sus ojos furiosos se clavan
en los míos, sacudo la cabeza para advertirle.
Jace sale del baño y me deja de pie bajo el chorro de agua, nunca me había sentido
tan sucia y usada.
Me tiembla el labio y, como siempre, mi salvador me rescata. Me coge en brazos y
me estrecha contra él mientras mi cuerpo se deshace en sollozos.
Me aferro a él y, por primera vez en mi vida, deseo que Jace Matthews
desaparezca.

a Tia toda la noche mientras sollozaba en mi pecho. Se le rompió el

corazón cuando ese capullo egoísta la utilizó para sus propias necesidades,
tratándola como a una mierda, y luego escupiendo veneno para intentar irritarme.
Lo único que hizo fue excitarme. Eso fue hasta que insinuó que ella era sólo otra
de sus follamigas. Insinuó que la usó, y no voy a tolerar eso.
Entiendo que esté dolido y enfadado, pero nada de esto es culpa de ella.
Nada de eso. Sin embargo, parece decidido a castigarla, lo que me hace querer
protegerla aún más.
Mientras Tia duerme, me pongo los joggers y me dirijo a la habitación de Rage.
No hay manera de que no la tenga con él. No después de lo de anoche. Me niego a
que le falte al respeto.
Abro la puerta de su habitación y encuentro la cama vacía. De hecho, no parece
que haya dormido en ella en toda la semana.
El salón y la cocina también están vacíos.
—Está en la habitación de invitados.
Giro sobre mis talones y encuentro a Lucas sorbiendo su café mientras se apoya
en la pared junto a la puerta de su despacho. Su mirada recorre mi cuerpo de arriba
abajo, haciéndome sentir inusualmente caliente bajo su escrutinio. Soy plenamente
consciente de que esta mirada es diferente. Se siente más.
Mi polla empieza a hincharse en mis pantalones, y ese pensamiento me hace tragar
saliva. Mierda, ¿puede ver cómo se me pone? Me paso una mano por la cabeza y
evito el contacto visual.
—Probablemente quiere sentirse cerca de ella —dice.
Clavo mis ojos en los suyos, y mi estómago da un vuelco al pensar que mi hermano
sufre por ella.
Toda esta dinámica entre nosotros tiene que cambiar. Algo tiene que ceder porque
nos está destruyendo.
—No te pases con él, Cole —me advierte Lucas mientras me dirijo a la habitación
de invitados.
Abro la puerta de la habitación y entro; las cortinas siguen echadas, así que está
más oscuro de lo esperado, pero aún puedo distinguir las botellas tiradas por el
suelo.
Rage levanta la cabeza de la almohada con una mueca de dolor.
—¿Qué coño quieres? —Su voz es rasposa y mortal, pero no me asusta.
—Te excediste anoche, Rage. ¡La lastimaste!
Rage se quita la sábana de encima y se sienta en la cama.
—¿Sí? Bien. Me alegro de haberle hecho daño a su mentiroso culo. —Me
estremezco ante sus palabras, pero saber que no conoce toda la historia de Tia me
hace contenerme—. Se está follando a tres chicos. ¿Quién coño hace eso? —Aprieto
la mandíbula mientras continúa con su diatriba—. ¿Le pagaste? ¿Es eso? ¿Los está
follando, a los dos, por dinero?
Lo miro fijamente, sin pestañear; quiero matarlo por las palabras que usa, pero a
través del dolor de sus ojos, puedo ver el dolor. Sé que la quiere. Sé que siempre la
querrá. Y también sé que ella también le quiere. Esa es la única razón por la que estoy
aquí y dejo que esta mierda salga de su boca sin que termine con él necesitando que
lo arreglen quirúrgicamente. Está herido, y necesita castigar a alguien. Bueno, mejor
yo que ella.
Cuando no tomo represalias, me mira con asombro, como si estuviera loco por
aceptar sus palabras. Quería pelea, después de todo.
En ese momento, nos miramos fijamente, juro que hay una mirada de
comprensión que pasa entre nosotros. Ninguno de los dos está dispuesto a renunciar
a ella. Ninguno de los dos está dispuesto a ceder. La queremos.
Todos lo hacemos.
Levanta la barbilla.
—Podría hacerla elegir. —Sus ojos oscuros taladran los míos inquebrantables.
Sus palabras me aceleran el corazón y el pánico recorre mis venas. ¿Lo elegiría
ella?
Intento disimular mi emoción, pero mi nuez de Adán se tambalea.
—Adelante. —Levanto la barbilla, fingiendo una confianza que en realidad no
siento.
Rage sonríe con complicidad, haciendo que una sensación de malestar se
arremoline en mi estómago. Quiero gritarle que ponga fin a cualquier plan que esté
tramando. Decirle que aceptaré lo que sea con tal de formar parte de él. Una parte
de ella.
Pero cuando se levanta y me mira fijamente, sé que no se puede hablar con él. Sé
que no hay forma de que acepte otra cosa que no sean él y Tia.
—Empieza el juego, hermano. —Sonríe.
ole lleva todo el día intentando distraerme. Cuando me desperté esta
mañana, me llevó el desayuno en la cama, luego me preparó un baño, y
hemos estado fuera todo el día, y parece reacio a llevarme a casa.
Le agarro de la mano mientras caminamos por el centro comercial.
—A pesar de lo increíble que ha sido hoy, Cole, ya he tenido suficiente. ¿Podemos
ir a casa y ver una película o algo?
Cole se tensa a mi lado.
—¿Podríamos ir al cine, en su lugar?
Me detengo y lo miro de pies a cabeza, buscando algo fuera de lugar o algo que
explique su comportamiento de hoy.
—¿Pasa algo?
Me mira por encima del hombro en vez de a mí, evitando mis ojos.
—No. Sólo pensé que te gustaría salir.
—Cole, mírame.
Con un fuerte suspiro, baja la mirada hacia mí. Se pasa una mano por la cabeza,
señal inequívoca de que se siente incómodo.
El nerviosismo se apodera de mí y jugueteo con las manos.
—¿Es... es por lo que hice con Jace? —Sea lo que sea lo que está pasando entre Jace
y yo, hay que resolverlo, y pronto, antes de que haga daño a la gente que quiero.
Los ojos de Cole se desorbitan.
—¿Qué? No. No es eso, lo juro. Es que... —Recorre el centro comercial antes de
volver a posar sus ojos en mí. Se acerca y una de sus manos se tensa en mi cadera
mientras se inclina. Su voz suave y vulnerable me produce un escalofrío. —No
quiero perderte.
Mis labios se acercan a los suyos como por atracción magnética.
—No me perderás, te lo juro.
Su cuerpo se relaja en el beso mientras me atrae más hacia él, y me veo obligada a
aferrarme a él para anclarme.
Eso es lo que Cole me hace. Aterriza la furiosa tormenta que hay dentro de mí. Me
ancla con tanta fuerza que ni siquiera el tsunami de emociones tiene poder cuando
estoy con él.

me eriza el vello de la nuca, seguido de la sombra en las baldosas que lo

delata.
Vuelvo a dejar el neceser sobre la encimera y decido ignorar su presencia. En lugar
de eso, me entretengo deliberadamente y ordeno algunos de los productos de
maquillaje en su sitio.
—¿Qué coño estás haciendo, Lucas?
Me mantengo de espaldas a él y suspiro pesadamente, inseguro de si ser sincero
con mis intenciones o si desviar su atención una vez más.
—Lucas. Te hice una maldita pregunta. ¿Qué estás haciendo?
Me doy la vuelta despacio, observo la cara de enfado de Cole antes de ignorar su
reacción de cabreo al verme en su cuarto de baño y vuelvo a lo de siempre. Observo
su mandíbula apretada, la forma en que se aprieta con tanta fuerza que debe de
dolerle. Su barba incipiente tiene un día, y me pregunto si le sienta bien cuando está
entre sus piernas, y por último, me encuentro con sus ojos y me pregunto si ve más
de mí como yo veo más de él.
Me paso lentamente la lengua por el labio inferior, pensativo, sabiendo que Cole
está a punto de explotar, así que debo elegir bien mis palabras.
—Cambié sus píldoras anticonceptivas.
Por un momento me pregunto si no me habrá oído. Entonces, sus ojos se
desorbitan antes de que sus hombros se tensen con agravante.
—¿Qué coño has hecho? —Su voz es grave y mortal. Pero, de nuevo, elijo
ignorarla.
Me yergo, seguro de las decisiones que he tomado.
—Cambié sus píldoras anticonceptivas.
Me mira fijamente, con el rostro transformado por el horror. Levanto el hombro
encogiéndome de hombros.
—Quiero quedármela.
—¿Quedármela?
Aprieto la mandíbula porque ahora se está comportando como un tonto. ¿No
entiende que vivimos bajo el mismo techo que el amor de su vida? ¿Que en cualquier
momento podría dejarnos y no tendríamos elección?
Podríamos perderla para siempre.
Mi respiración se acelera por el pánico y me restriego una mano sobre el corazón
para aliviar el dolor sordo. Se me seca la garganta.
—La necesito —le digo con seguridad.
—La estás engañando —suelta las palabras tan bruscamente que atraviesan mi
piel engrosada, haciéndome contraatacar.
—Y vas a perderla. ¿Crees que se va a quedar contigo? —La cara de Cole palidece,
e ignoro el dolor que marca su rostro—. ¡Ella le quiere! Lleva años suspirando por
él, Cole. Es su primer puto amor, ¿y dónde coño nos deja eso a ti y a mí?
Juro que veo que le tiemblan los labios, pero me niego a ceder ahora. Tengo que
hacerle ver; es la única opción que me queda. Para nosotros.
—No puedo perderla, Cole. Si tenemos un bebé con ella.... —Obligo a mis ojos a
encontrarse con los suyos, esperando que pueda ver la súplica que hay detrás de
ellos. —Ella también nos necesitará para siempre. Nos querrá para siempre.
Se sobresalta al darse cuenta de mis palabras.
—¿Nosotros?
Asiento con la cabeza, sabiendo que me lo estoy ganando. Sabiendo que le estoy
haciendo ver que esto es lo correcto. Lo único que hay que hacer.
No dice nada durante unos instantes, lo que hace que la ansiedad me invada.
—¿Cuánto tiempo?
Mis cejas se fruncen confundidas.
—¿Cuánto tiempo llevas cambiándolas?
Trago fuerte.
—Desde el principio.
Cole se atraganta.
—Eso es... eso es...
—Son trece semanas y cinco días —añado para evitar que calcule cuánto tiempo
llevan juntos y practicando sexo sin protección. Se está imaginando que los
intercambié mientras tenían una relación, y yo ni siquiera estaba en la escena.
Estaba decidido, incluso entonces, a asegurar esta relación para ellos. Para
nosotros.
Cole traga saliva.
—Podría estar embarazada ahora. —Ahoga las palabras con incredulidad.
Mi polla se hincha al pensar en ella embarazada de nuestro hijo.
—Podría.
Cole exhala.
—Joder, hermano. —Sus palabras rezuman excitación, haciéndome bajar la
mirada hacia sus joggers, donde su sólida polla presiona contra su cintura.
Un silencio se cierne entre nosotros, pesado no sólo por saber que estamos
engañando a Tia, sino por algo más. Algo peligrosamente erótico.
Se aclara la garganta.
—Vamos a ver una película. ¿Vienes con nosotros?
La emoción corre por mis venas ante la invitación y la idea de asegurar nuestro
futuro juntos.
Para todos nosotros.
e tumbo con la cabeza en el regazo de Cole y los pies en el de Lucas. No se
me escapa que estoy en la misma posición en la que estaba no hace mucho,
cuando Lucas apenas podía tocarme. Ahora me dibuja perezosos círculos
en el tobillo mientras Cole juega con mi cabello.
Suspiro con alegría, con la mente concentrada en los dos hombres que me dedican
toda su atención, pero no puedo ignorar la punzada de terror que me produce la
idea de que Jace entre y nos vea así. Sé que está dolido, y no hago más que utilizar
ese dolor como excusa para su comportamiento actual. No sé cuánto más podré
aguantar.
Como si percibiera mis pensamientos, la mano de Cole deja de moverse.
—¿Qué tal si llevamos esto al dormitorio?
Antes de que pueda reaccionar, Cole me echa sobre su hombro y me golpea el culo
con tanta fuerza que me hace chillar.
Levanto la cabeza mientras nos dirigimos a su dormitorio, y mis ojos se clavan en
los de Lucas, oscurecidos. Él sonríe, lo que hace que mi cuerpo se estremezca y mi
clítoris palpite de expectación.
Cole me tira sobre la cama, haciéndome rebotar con una risita.
—¡Jesús, ten cuidado con ella! —Lucas suelta un chasquido, haciéndome sentar
sobre los codos ante su tono cortante. Se miran, una mirada que no entiendo, pero
conociéndolos, están siendo sobreprotectores.
Lucas se deja caer en el sillón mientras Cole no pierde el tiempo y se despoja de la
camiseta y los joggers. Se acaricia la polla, la punta reluciente y el piercing plateado
brillando con su semen.
Me siento para mirarle. La humedad se acumula en mis bragas, y yo me encargo
de darles su propio espectáculo.
Arrastro mi camisola por la cabeza y me deleito cuando las penetrantes miradas
de ambos hombres se clavan en mí, observando cómo me aprieto las tetas y me tiro
de los pezones.
Me llevo los dedos a la boca y los chupo mientras miro fijamente los pesados ojos
de Cole.
—Joder, belleza.
—Quítate las bragas y dáselas a Cole. —La voz de Lucas está llena de necesidad,
y mi clítoris palpita al oírla.
Me quito rápidamente las bragas y se las doy a Cole como Lucas me dice.
—Tápate la polla y fóllatelas. —Sus ojos acerados se clavan en Cole mientras usa
mis bragas para taparse la polla y luego se masturba frenéticamente con ellas.
—Juega con tu coño, belleza. Ábrete y déjanos ver dónde ponemos nuestro semen.
—Oh, Dios. —Gimo ante su sucia boca mientras uso ambas manos para abrir mis
resbaladizos pliegues, exponiéndome a ellos. Sus ojos se clavan en mí.
—Por favor —suplico mientras mis dedos encuentran mi clítoris y se mueven con
vigor.
Lucas se levanta y camina hacia el borde de la cama junto a Cole. Se saca la
camiseta por encima de la cabeza y se quita los pantalones de correr. Dos preciosos
hombres desnudos me miran fijamente, y no puedo evitar, pero respiro
agitadamente al verlos. Pienso en lo increíbles que parecen juntos, uno al lado del
otro.
—Quiero que te la folles mientras yo le follo la garganta —le dice Lucas a Cole sin
siquiera dedicarle una mirada. —Quiero su cabeza en el borde de la cama.
—¿La quieres a cuatro patas? —A Cole se le iluminan los ojos mientras intento
entender lo que me pregunta. Me hace girar hacia el extremo de la cama.
Se miran fijamente; Lucas se lame los labios en contemplación.
—No.
Cole le sonríe mientras yo apoyo la cabeza en el borde de la cama. Lucas se cierne
sobre mí. Sus ojos oscuros se clavan en mí desde arriba, y cuando la polla de Cole se
coloca en mi abertura, abro la boca de par en par para aceptar la polla de Lucas.
Cierro los ojos en un gemido mientras él empuja suavemente su polla en mi boca,
dándome la oportunidad de aceptarlo hasta el fondo de mi garganta. La postura es
nueva para mí, pero también soy consciente de que todo es nuevo para Lucas, y el
hecho de que por fin pueda hacer realidad todas sus fantasías conmigo hace que mi
coño se estremezca de expectación.
Sisea entre dientes y su cuerpo se tensa sobre mí.
—¡Fóllatela a fondo! —le espeta a Cole, que hasta ahora no se ha movido ni un
milímetro, como si esperara instrucciones.

con asombro cómo Lucas desliza su polla en la boca de ella. Su cara

está parcialmente cubierta por su cuerpo, pero su garganta lo acepta perfectamente,


como si estuviera hecha para él. Hecha para nosotros.
Apoyo la punta de mi polla en su entrada hasta que Lucas me da luz verde, porque
sé que en cuanto la empuje, no tendré más remedio que follármela rápidamente. Mi
polla ya está excitada con la idea de penetrarla hasta el fondo, llenando su tierno
agujero con esperma suficiente para dejarla embarazada. Apoyo la palma de la mano
en su vientre plano y, cuando Lucas gruñe, mis ojos se dirigen a los suyos.
Compartimos una mirada, los dos completamente embelesados ante la perspectiva
de que esté embarazada de nuestro hijo.
Desde nuestra charla anterior, me he obsesionado con la idea de que Tia esté
embarazada de mí. O incluso de Lucas. Sería nuestro y una forma garantizada de
mantenernos juntos, de una forma u otra.
Me deslizo dentro de ella con esa idea en mente. Las cálidas paredes de su coño
ya están tensas y húmedas por la excitación, y ella me aprieta, atrayéndome aún más
y haciendo que tenga que morderme la mejilla para no follármela duro y rápido
como un animal salvaje.
—Juega con tus tetas mientras te follamos. —La voz firme y exigente de Lucas
atrae mi mirada hacia él. Su espalda está recta mientras se desliza perezosamente
dentro y fuera de su garganta. Joder, qué caliente.
Tia junta las tetas y, como un imán para sus pezones, mis labios se abalanzan sobre
ella y me meto uno en la boca. Muevo la bola de mi piercing sobre su pico y ella gime
alrededor de la polla de Lucas.
—Oh, joder. Más —suplica.
Me abalanzo sobre ella mientras él cierra los ojos y saca la polla. Está cubierta de
la saliva de Tia, dura como una roca, suplicando ser liberada y con el semen
goteando sobre su cara. Los dos jadean antes de que él vuelva a metérsela sin piedad,
provocándole arcadas y haciendo que sus labios se inclinen en una sonrisa oscura y
amenazadora.
Mis manos suben hasta su garganta, rodeándola como una víbora enroscada.
—Joder. Puedo sentirte, hermano. —Jadeo mientras me abalanzo sobre ella y la
empujo más adentro. Muevo las manos arriba y abajo por su garganta, como si
sacudiera mi polla. Es como si me estuviera follando con las manos, y me entran
ganas de hacerlo de verdad. De sentirlo y tocarlo hasta que se rompa.
Le aprieto la garganta con más fuerza, sintiendo el bulto de su polla por la
columna de su cuello.
—Tan jodidamente bueno. —Lucas jadea con los dientes apretados. Luego se
retira antes de volver a entrar de golpe, ignorando sus gritos.
Se me erizan las pelotas cuando nuestras miradas —ambas llenas de deseo— se
clavan en la del otro.
Ambos completamente entregados a ella.
A nosotros.
Aprieto con más fuerza y echo la cabeza hacia atrás cuando ella se convulsiona a
mi alrededor, mi polla bombeando profundamente dentro de ella, cada chorro de mi
semen una oportunidad para fecundarla.
—Oh, joder. —Me vuelvo a meter dentro—. Joder, sí.
—Más fuerte, agárrala más fuerte —dice ahogadamente Lucas mientras su polla
se hincha bajo mis dedos.
Ella se lo traga y yo observo embelesado cómo Lucas se corre con mis dedos
agarrados a su cuello.
Su polla.
a observo sin que se den cuenta de que estoy aquí, escondido entre las
sombras del pasillo. Canta al ritmo de una música que lleva en los auriculares
y mueve la cabeza. Es preciosa, jodidamente hipnotizante, y mi corazón
tartamudea al pensar en tenerla aquí.
He esperado tanto tiempo por esto, y ahora, finalmente está aquí, pero siento que
me la están robando. Me la robaron, y los odio a todos.
Está tan cerca, pero tan lejos, y me duele de necesidad por ella.
Thalia suspira pesadamente mientras deja caer el lápiz sobre la mesa. Está claro
que se ha topado con algún tipo de obstáculo. Se quita los auriculares y los tira sobre
la mesa antes de levantarse y caminar hacia la nevera.
Doy zancadas hacia ella con la necesidad de tocarla, de atraerla hacia mí y de
decirle que la ayudaré a resolver cualquier problema con el que esté luchando, pero
cuando veo la marca del mordisco en su hombro, la ira hierve en mi interior. Rabia.
La agarro por el hombro y la hago girar bruscamente, demasiado bruscamente,
haciéndola tropezar y golpearse el culo contra el mostrador. Me agarro al mostrador
a cada lado de ella, bloqueándola. Su pecho se estremece de asombro y su cara se
sonroja ante nuestra proximidad.
—¿Quién te hizo la marca del mordisco? —Mi tono es amenazador, mortal.
Ella traga saliva.
—Yo… yo… no estoy segura.
Cierro los ojos de golpe y respiro por las fosas nasales para intentar controlar mi
furia por el hecho de que ni siquiera sepa quién coño la ha marcado.
Se abren con veneno.
—Qué puta de mierda.
Hace un gesto de dolor al oír mis palabras y yo ignoro el temblor que la recorre.
—Ponte de rodillas.
Se queda boquiabierta y casi me entran ganas de reír por la ironía.
—Thalia, ponte de rodillas.
Le hablo despacio; es oscuro, calculado y lleno de odio. Porque eso es lo que ella
me hace. Saca mi oscuridad y se ahoga en ella conmigo.
—¿Qué pasa, nena? ¿No soy lo bastante bueno para ti? —Mi tono es sarcástico y
burlón a propósito. Intento herirla; intento presionarla. Quiero que sepa cuánto la
odio.
Sus ojos llorosos se encuentran con los míos.
—¿Es eso lo que quieres, Jace? ¿Es eso lo que necesitas para sentirte mejor? ¿Para
dejar de sufrir? —Se arrodilla entre el mostrador y yo, y abre la boca para que yo la
use.
Se me acelera el pulso. ¿Es esto lo que quiero? ¿Usarla así? Mientras miro fijamente
a la hermosa chica que tengo ante mí, la culpa se abre paso en mi corazón, pero
disminuye rápidamente cuando veo su marca en ella.
Enmascaro mis sentimientos con una mueca y me desabrocho los vaqueros a toda
prisa antes de cambiar de opinión. Al sacar mi pesada polla de los calzoncillos, la
excitación crece en mi interior cuando ella abre los ojos. He crecido mucho desde la
última vez que Thalia me metió en la boca, y me maravilla la idea de que vuelva a
tocarme así. La miro de rodillas, adorándome. Tan jodidamente hermosa.
Acerco la punta de mi polla a sus labios.
—Bésala.
Me mira fijamente antes de avanzar y hacer exactamente eso. Su tacto me eriza las
pelotas, y me enfurece tener ganas de correrme ya.
—Lame la raja.
Su lengua hace lo que le ordeno, y mis ojos se ponen en blanco ante la abrumadora
sensación. Joder, es increíble.
Agarrando con fuerza su cabello con una mano y mi polla con la otra, me
introduzco en su boca. Su cálida y resbaladiza lengua baila sobre mi sensible cabeza,
y cuando vuelve a pasarla por mi raja, aprieto los dientes con desesperación. Me
retiro rápidamente, con el pecho jadeante.
Esto es lo que me hace; me hace perder el control. Ya me ha robado la mente, y
ahora también me está robando el control.
Ella ha tomado cada. Jodida. Cosa. De. De mí.
Me abalanzo sobre ella y me retiro.
—Joder. —Golpe—. Te. —Retirada—. Odio. —Golpe.
Estoy a punto de correrme, así que me retiro rápidamente y, como el cabrón que
soy, me sacudo la polla sobre su cara, con los huevos tan apretados que duele. Me
corro con un rugido, derramando mi semen sobre su hermosa cara, marcándola
como mía.
Miro fijamente su cara mezclada de semen y lágrimas, y me duele el corazón. Cole
tiene razón cuando la llama belleza. ¡Pero es mía!
Me echo hacia atrás y me meto la polla rápidamente. Evitando el dolor en sus ojos,
voy a por todas, porque parece que no puedo evitarlo.
—Diles a tus novios que son bienvenidos a lamerlo.
Salgo furioso del apartamento y me dirijo al club con la necesidad de descargar
algo de agresividad antes de perder la maldita cabeza.
ha estado en su oficina todo el día, y Cole ha estado en el gimnasio. Al

parecer, está entrenando a un tipo para una pelea esta noche, así que llegará tarde a
casa.
Después de que Jace me utilizara esta mañana en la cocina, hice un pacto conmigo
misma de que no permitiría que volviera a ocurrir. No puede seguir tratándome así.
Tanto como él está sufriendo, yo también. Pero no puedo seguir así, y la idea de traer
a Harper aquí mientras se produce esta confusión me aterroriza.
Incluso he empezado a pensar en conseguir mi propia casa, pero entonces sé que
estaré haciendo daño a Cole y Lucas. De cualquier manera, estamos jodidos, y
alguien saldrá herido.
Coloco los calcetines de Cole en su cajón y me giro cuando oigo cerrarse la puerta.
Espero ver a Lucas de pie, pero en su lugar me encuentro con un Jace ensangrentado.
Me tiembla el labio al verle la cara. Tiene el labio partido y el ojo hinchado. Examino
su cuerpo y veo que también tiene los nudillos destrozados. Respiro con fuerza y la
emoción me obstruye la garganta.
—Oye, está bien. No te enfades, cariño. —El tono amable de Jace es
completamente distinto al de antes; es como antes… Me estremezco al recordarlo.
Su mano me recorre el brazo, haciendo que la piel se me ponga de gallina como
una segunda piel. No me he dado cuenta de que estoy llorando hasta que Jace me
pasa el pulgar por la mejilla y me seca las lágrimas. El tierno gesto me oprime el
corazón y siento nostalgia del Jace de mi pasado.
El momento entre nosotros es pesado pero dura poco cuando él da un paso atrás,
desconectándose del tierno momento, desconectándose de mí.
Se pasa una mano por el pelo:
—¿Te apetece vendarlos? —Extiende las manos con una sonrisa juguetona que
ilumina toda su cara y me hace estremecer.
—Por supuesto. —Hago un gesto con la cabeza hacia el baño y él me sigue dentro.
Jace se levanta para sentarse en la encimera. Me observa atentamente mientras
recojo la crema, las vendas y el esparadrapo para sus nudillos destrozados.
Abro la venda y la dejo sobre la encimera. Agarro su mano y observo sus tatuajes,
incluso sus dedos están cubiertos con las palabras «Corazón roto» escritas en ellos.
Me duele el pecho y se me paraliza el cuerpo al recordar en qué nos convertimos el
uno por el otro. Dolor.
Le unto suavemente la crema en los nudillos.
—Recuerdo que solías hacer esto mucho por mí. —Se ríe tristemente.
Mi columna se endereza al recordar nuestro pasado, lo rápido que Jace se movía
para protegerme.
—¿Recuerdas la vez que le pateé el culo a ese imbécil de Derek que te pidió una
cita?
Me río al recordarlo, mordiéndome el labio.
—No era una cita, era para estudiar.
Jace se ríe juguetonamente y sacude la cabeza.
—Y su nombre era David, no Derek.
Pone los ojos en blanco.
—¿Qué? El. Joder. Siempre. Quería meterse en tus bragas.
Jadeo horrorizada.
—Era gay, Jace. Gay, lo que significa que no quería meterse en mis bragas.
Se atraganta con una risa burlona.
—Eso es lo que te dijo.
Le envuelvo bien las manos con la venda, una tras otra.
—No, sólo pensabas que todos los chicos iban detrás de mí y de mis bragas.
—Eso es porque eres jodidamente hermosa.
Sigo inmóvil ante sus palabras, mi pulso se acelera y un rubor recorre mi rostro
mientras él me escruta, sin un atisbo de odio a la vista.
Sólo admiración. Devoción.
—Déjalos. —Sus palabras son suaves cuando salen de sus labios en un susurro
suave y sincero, entrelazado en una súplica suplicante, haciendo que mi corazón se
contraiga ante el tormento que se esconde tras su voz.
Sus ojos imploran los míos, pero me niego a reconocer la desesperación que hay
tras los suyos. Me coge las manos entre las suyas.
—Por favor, Thalia.
Me estremezco ante su desesperación.
Retiro la mano y la deslizo por su afilada mandíbula. Cuánto he deseado volver a
tocarlo. Jace se inclina hacia mí, con sus ojos oscuros llenos de amor. Desvío la
mirada, incapaz de ver que me desea tanto.
Se me nublan los ojos de lágrimas y mi cuerpo tiembla de ansiedad cuando me
levanto para mirarle a la cara. Respondo con sinceridad, sabiendo que voy a hacerle
daño de nuevo.
—No puedo.
Respira agitadamente, su rostro se descompone y su nuez de Adán se tambalea
mientras aparta sus manos de las mías.
Saltando del mostrador, se hace a un lado.
—Entiendo. Prefieres dos pollas en vez de una, ¿verdad? —Vuelve a odiarme y
me preparo para el vitriolo que está a punto de llegar.
—Me encantan, Jace.
Se estremece.
—Yo también te quiero. —Mis ojos suplican a los suyos para que se dé cuenta de
lo mucho que me importa.
Le tiembla el labio y se coloca la máscara.
—Yo o ellos.
No puedo responder. Mi mente no funciona. ¿De verdad me está haciendo elegir?
¿Me está dando un ultimátum?
—¿Yo o ellos, Thalia? —Su voz retumba, haciéndome sobresaltar—. Yo. O. Joder.
Ellos.
Siento como si me estuvieran arrancando el alma; la están destruyendo delante de
mis propios ojos, y no puedo hacer nada. ¿El chico del que me enamoré o los
hombres a los que he llegado a amar?
Silencio.
Mi corazón late tan fuerte en mi pecho que puedo oírlo en mis oídos.
—Ellos.
Me duele el pecho con la fuerza de los latidos que me dejan sin aliento mientras
espero su reacción.
Se atraganta y luego se lame los labios. Su cabeza abatida se levanta con un nuevo
propósito en mente.
—De acuerdo. —Me estremezco al oír su tono brutal y sus ojos clavados en los
míos con malicia—. Bien —repite como si hablara consigo mismo.
Voy a consolarlo, pero se aparta. Se da la vuelta, me deja sola en el baño y, por fin,
me tiemblan las rodillas al caer desolada en un montón arrugado, sabiendo que he
vuelto a romperle el corazón.
ia picotea su comida, empujando la pasta de un lado a otro del plato.
Aprieto los puños con la necesidad de consolarla, pero no sé cómo.
No sé lo que Rage dijo o hizo, pero sé que la hirió, y la necesidad de
devolverle el daño es casi demasiado para soportarlo.
Hemos estado muy unidos desde que vino a vivir con nosotros. Parecía entender
mis demonios y los respetaba como un verdadero hermano. Al principio, Cole
bromeó diciendo que éramos hermanos, pero vi el rayo de esperanza —la necesidad
de tener una familia— en los ojos de Rage cuando lo dijo, porque se reflejaba en los
míos.
Quería pertenecer a algún sitio, necesitaba una familia que le quisiera, y eso lo
tenía en nosotros. Lo único que le faltaba era ella.
Estaba decidido a encontrarla por él.
Nunca esperé que todos nos enamoráramos de ella.
—¿Quizás debería mudarme?
Mi corazón se acelera. Absolutamente no.
—No.
—Le hace daño que yo esté aquí, Lucas. No puedo hacerle daño. —Las lágrimas
corren por su cara—. Me hace daño —admite.
—No te irás. Hablaré con él. —Mi tono no deja lugar a discusiones, y ella asiente
con la cabeza, la incertidumbre cubriendo sus rasgos.
El pánico bulle en mis venas, aprieto el cuchillo con la mano y acaricio la madera
para tranquilizarme.
—¿Quieres ver una película? —pregunto con un capricho esperanzado porque no
tengo ni idea de qué hacer ahora mismo.
El rostro de Tia se dibuja en una delicada sonrisa, que ya hierve a fuego lento la
furiosa tormenta que hay dentro de mí.
—Claro.

puedo concentrarme en la película, en absoluto. Necesito arreglar esto. Por

ella. Por él. Por nosotros.


Contemplo la cara de Tia en mi regazo y vuelvo a acariciarle el sedoso pelo,
adorando poder tocarla así libremente. Tia gime mientras duerme, y el sonido hace
que se me hiele la sangre por la necesidad de protegerla y consolarla.
—No pasa nada. Te tengo —susurro, y al oír mi voz, su cuerpo se funde contra el
mío, dejándome una sensación de satisfacción.
—¿Te llevamos a la cama?
—Mm hm. ¿Puedes llevarme? —Ella sonríe con los ojos aún cerrados, haciéndome
sonreír ante su adorable respuesta.
Tirando de ella hacia mi pecho, me pongo en pie y me dirijo hacia el dormitorio
de Cole.
Se oye un ruido en la puerta del apartamento, lo que hace que dirija la mirada
hacia ella. Es demasiado pronto para ser Cole, y cuando Jace se marchó enfadado
antes, supuse que no volvería esta noche. Se oye una risita y un rayo de conciencia
me golpea. No volverá, ¿verdad?
Tia se desliza por mi pecho, sus pies aterrizan en el suelo de madera con un ruido
sordo mientras nos quedamos mirando la puerta sorprendidos.
Rage entra en el apartamento con la mirada desenfocada, está claro que está
borracho, pero no puedo apartar los ojos de la chica que está pegada a él. Es la misma
chica con la que estaba cuando Cole y yo lo recogimos del club, y ahora está encima
de él. Le pasa el brazo por encima y le acaricia el cuello con la mano por debajo de
la camiseta.
Me estremezco ante su estado de embriaguez, pero cuando su mirada se fija en
Tia, sé que el muy cabrón lo ha preparado todo. Quiere que ella vea cada beso y
caricia que esta chica le da.
El rostro de Tia palidece y la siento estremecerse a mi lado. La aguda inhalación
muestra que está luchando por mantener la compostura, y me dan ganas de matarlo
por ello.
Pasan junto a nosotros, con su mano agarrando el culo de la chica, que ni siquiera
ha reconocido nuestra existencia, pero justo cuando se acerca a la puerta de su
habitación, mira por encima del hombro con una sonrisa burlona.
—Que pasen buena noche, sé que yo lo haré. —Nos guiña un ojo, haciendo que
Tia se sobresalte—. Vamos, nena, enséñame lo que tienes.
El uso del apodo de Tia me atraviesa el corazón, así que sólo puedo imaginar lo
que le está haciendo al suyo.
La rabia ha llegado a un punto sin retorno y me debato entre irrumpir en su
habitación y exigirle que deje de hacer lo que sea que esté a punto de hacer o
ignorarlo por completo y consolar a la chica cuyo corazón está rompiendo. La
decisión se me escapa de las manos cuando Tia desliza su mano temblorosa entre las
mías.
—¿Puedes abrazarme esta noche? —Sus ojos llenos de lágrimas se encuentran con
los míos.
Mi nuez de Adán se balancea.
—Por supuesto. —La miro fijamente con el corazón retumbando en mi pecho y la
necesidad de tranquilizarla consumiéndome—. Te quiero.
Es lamentable comparado con lo que siento yo, cuando quiero quitarle cada
pedacito de su dolor —pasado, presente y futuro— pero lo dejo colgando ahí para
que se agarre, cuando al otro lado de la puerta, un chillido de risitas la destroza.
—Yo también te quiero. —Mis hombros se relajan ante sus palabras y, sin
pensarlo, me agacho y la cojo en brazos, dejando caer su cabeza contra el fuerte latido
de mi corazón.
—Todo va a salir bien. —Le doy besos en el cabello mientras abro de una patada
la puerta de la habitación de Cole y, finalmente, cuando la puerta se cierra, sus
sollozos ceden y también su corazón.

falsa rubia chilla de placer cuando la cojo en brazos y la lanzo sobre mi cama.

Toda la noche ha estado coqueteando conmigo y arrastrando sus garras por mi


cuerpo, erizándome la piel de asco. Pero estoy decidido a librarme de esta necesidad
de Thalia.
Cree que está bien follarse a dos chicos y, ¿qué, follarme a mí también? Al diablo
con eso, ella está destinada a ser mía.
La rubia se arrastra por la cama hacia mí, y ya quiero deshacerme de su tacto. Me
apoyo en las almohadas con una mano detrás de la cabeza, decidida a hacer esto y a
superar la necesidad de Thalia que consume cada fibra de mi ser.
—Quítate la blusa —le digo, y la rubia intenta quitársela sin ninguna delicadeza.
Se agarra el cabello al intentar pasárselo por la cabeza, pero al final, con dificultad,
saca la cabeza por el agujero y deja caer el top al suelo. Tiene los dientes manchados
de pintalabios morado y, mientras observo su desaliñado estado, no encuentro nada
remotamente atractivo en ella.
No hay nada que parezca natural, nada como Thalia. Y con esa conciencia, me doy
cuenta de que he estado manteniendo a todas las mujeres a distancia; he estado
evitando a propósito a cualquiera con la que pudiera tener un futuro porque en mi
corazón, la estaba esperando a ella.
Se arrastra sobre mi cuerpo y empieza a machacarme la suave polla, y las ganas
de quitármela de encima me hacen rechinar los dientes. Como si se diera cuenta de
mi falta de excitación, empieza a gemir en voz alta, haciéndome estremecer al pensar
que todo el apartamento la oirá. Oírla.
Un destello del rostro desconsolado de Thalia me invade, haciendo que mi cuerpo
se estremezca involuntariamente por el daño que le he causado a propósito. Por
supuesto, la rubia cree que el estremecimiento es de excitación y rebota sobre mi
polla como si fuera un bronco.
Cierro los ojos e intento imaginar que es Thalia, pero lo único que veo es el dolor
reflejándose en mí. El mismo dolor que vi cuando la dejé hace cinco años.
—¡Para! —Le ladro y me paso una mano por el pelo cuando no me entiende—.
Oye, rubia. Cálmate de una puta vez. —Se detiene, con la boca abierta. Respiro
hondo—. Vas a tener que irte. —La levanto y la dejo en el suelo mientras me mira
con expresión atónita.
—Estaba a punto de chuparte la polla.
Sus palabras me detienen. ¡Oh, no! No la quiero cerca de mi polla; su último
intento no valió la pena, y estoy seguro de que esto tampoco lo valdrá. No cuando
sé que la única chica a la que querré está al final del pasillo odiándome a muerte.
Cojo su bolso del suelo y se lo meto en el pecho.
—¿Eres gay?
Me paro en seco porque, ¿qué demonios?
—Eres gay, ¿verdad? Por eso no quieres esto. —Extiende el brazo y se lo pasa por
el cuerpo en un movimiento que quiere ser seductor.
Mis ojos se abren de par en par ante su afirmación de mi rechazo.
—No, cariño, no soy gay.
Se burla.
—He oído que tardas siglos en correrte. Hice una apuesta esta noche a que podía
hacer que te corrieras en cinco minutos. —Se sopla las uñas y se echa el cabello por
encima del hombro.
Esta vez, me toca a mí burlarme.
—Cariño, no podrías hacer que me corra ni aunque te diera cinco meses. Por eso
pensé en ahorrarnos tiempo y esfuerzo. —Me encojo de hombros, tratando de
mostrarme indiferente ante el hecho de que se haya hablado de mí —y de mi falta
de habilidad para correrme—. Ni siquiera voy a mentir y fingir que no me he follado
a todas las mujeres, todas las caras a imagen y semejanza de Thalia. Y cuando por
fin la tengo a mi alcance, la cago por el sustituto de mierda que está delante de mí
mirando dagas de desprecio en mi dirección.
—Puedes pagarme el taxi.
Saco la cartera del bolsillo trasero de los vaqueros, aliviado por haber conseguido
librarme de ella sin luchar. A decir verdad, me imaginaba que esas uñas se
convertirían en garras y ella intentaría clavármelas con firmeza.
Abro la puerta de mi habitación y observo divertido cómo se escabulle por el
pasillo y sale por la puerta del apartamento.
Cierro la puerta de mi habitación y me golpeo repetidamente la cabeza contra ella.
Qué jodido idiota.
Ahora tengo que recomponerme, y sea lo que sea lo que hay entre Thalia y yo,
tengo que hacer que funcione.
No puedo perderla. No otra vez.
ago girar la cuchara en la taza de chocolate caliente adormilada. Siento la
mente en blanco y parte de mi corazón vacío. Parte de mí.
El calor se extiende por mi espalda y su aroma me invade, haciendo que
mi columna se enderece. La brisa de su aliento me recorre la cara cuando inclina la
cabeza hacia mi oído.
—Lo siento.
Trago grueso ante sus palabras, pero decido ignorarlas.
Jace suspira pesadamente.
—No me la follé.
Me sobresalto e intento dar un paso atrás, pero él pone las manos a ambos lados
del mostrador, encerrándome.
—Ya no me importa, Jace. —Mi voz suena triste, derrotada, incluso para mis
propios oídos.
Se congela.
—Thalia, escúchame.
Sacudo la cabeza, negándome a aguantar más.
—Por favor, escúchame, joder.
Su tono suplicante hace que se me atasque un sollozo en la garganta y, antes de
que me dé cuenta, me hace girar para que me ponga frente a él. Sus dedos me rozan
la barbilla y me levantan la cara, sin duda al ver las lágrimas que caen por mis
mejillas.
—Jesús, nena. Lo siento.
Cierro los ojos ante sus palabras, negándome a escuchar. No me dejaré arrastrar
por él. No otra vez.
—No voy a hacer esto contigo, Jace.
Le noto tenso y enseguida percibo la ira que irradia. Tiemblo, esperando a que
estalle en una diatriba de furia.
Me levanta y, cuando abro los ojos, me echa al hombro mientras se dirige a su
dormitorio.
—¿Jace? ¿Qué demonios?
—No me escuchas. Así que te mostraré.
Cierra la puerta de un portazo y me deja caer en el borde de la cama. Al ver su
habitación, me estremezco al ver que le faltan sábanas y una oleada de náuseas me
invade.
—No me la follé, Thalia. —Jace se pasa la mano por el pelo ya desordenado. —
Sólo quería que se fuera todo lo que la tocó.
Levanto los ojos.
—Dejaste que te tocara.
Se lame los labios mientras me mira fijamente. Luego se levanta la camiseta,
dejando al descubierto su tonificado vientre tatuado. Jace se pasa una mano por los
abdominales.
—Me he restregado. —Noto el enrojecimiento y hago una mueca de dolor antes
de levantar la cabeza y verle tragar saliva—. Me froto después de cada... encuentro.
El corazón me martillea con fuerza en el pecho y los celos me revuelven el
estómago. Levanto una mano para impedir que hable, negándome a reconocer que
ha estado con otras mujeres.
Una vez más, siento el cambio en él, la rabia. Da un paso atrás para mirarme
fijamente.
—¿Sabes cuánto tardé en estar con otra persona, Thalia? —Su tono amable
desaparece. Respira por las fosas nasales, el pecho se le levanta molesto—. Dieciocho
putos meses antes de poder tocar a otra mujer.
Su voz se eleva con rabia, y yo chasqueo, poniéndome en pie de un salto.
—Eres increíble, ¿lo sabías? —Me mira a la cara confundido—. ¿Quieres que te
tenga lástima? ¿Porque no follaste con otra mujer en dieciocho meses? ¿Lo dices en
serio?
—No necesito tu maldita lástima, Thalia. Necesito que lo entiendas.
—Entiendo que odio el hecho de que hayas estado con otras mujeres, Jace. Cuando
nos prometimos sólo nosotros. Entiendo que no me guste el hecho de que sólo hayas
esperado dieciocho meses antes de acostarte con otra. También entiendo que me
tomó cinco malditos años llegar allí, y sin embargo, has estado allí todo este maldito
tiempo.
Me mira como si estuviera loca antes de que algo haga clic en su interior y sus
hombros se hundan al darse cuenta.
—¿Nunca follaste con nadie más?
Me estremezco, una oleada de náuseas me invade de nuevo y mi cuerpo empieza
a temblar mientras cierro los recuerdos. Su mano áspera me roza el brazo,
acariciándome suavemente, anclándome en el presente.
—Sólo he estado con ellos. —Levanto la barbilla. —Lo son para mí. —Dejo que
mis palabras le golpeen, esperando que revuelvan su estómago como lo han hecho
con el mío. Sin embargo, una parte de mí quiere que luche por nosotros.
Se acerca a mi cuello y, cuando espero que me apriete la garganta con la palma de
la mano, me quita la cadena de un tirón y se dirige a su armario.
Le observo mientras saca del armario un baúl de madera, el mismo que tenía en
su habitación en nuestra casa de acogida.
Se acerca a mí, me coge la mano y me pone la llave en la palma. Señala el cofre con
la cabeza.
—Es todo tuyo.
Miro el cofre con incertidumbre mientras Jace toma asiento en el sillón junto a su
cama.
Me acerco al cofre y me arrodillo rozando con los dedos la artesanía de madera.
Introduzco la llave en la cerradura, insegura de lo que me espera.
La tapa se abre y aparecen libros y más libros, apilados ordenadamente. Levanto
uno y me doy cuenta de que son diarios.
Los diarios de Jace.
Mis dedos recorren la letra desordenada y abro la primera página.
Jace Matthews ama a Thalia Knight
Trece años
Treinta y uno de octubre.
Thalia me despertó esta mañana con una vela en una magdalena. Soy oficialmente
un adolescente. Ya lo odio. No puedo esperar a cumplir dieciocho y alejarme de este
lugar.
Thalia y yo nos disfrazamos de payasos y le gastamos una broma al capullo de
Martin metiéndole papel higiénico en el tubo de escape del coche. Le dije a Thalia
que yo asumiría la culpa y diría que lo hicimos uno de mis compañeros de fútbol y
yo si alguna vez encontraba las máscaras de payaso.
25 de diciembre
Veo a Thalia abrir su regalo. Lo envolví yo mismo, y queda muy bien con un lazo
verde en la parte superior a juego con el jersey que tanto le gusta.
No esperaba que le regalara nada, pero ahorré todo el dinero del trabajo de verano
que hice cortando césped para comprarle el mismo bloc y los mismos lápices que
ella usa en arte.
Se me llenan los ojos de lágrimas mientras saco otro diario.
Doce de abril
Zeke se merecía ese puñetazo en la boca. Si dice otra maldita cosa sobre las tetas
de mi chica, juro que voy a hacer que se arrepienta.
He estado aumentando de peso, así que sé que puedo con él. Puede que tenga
catorce años, pero parezco mayor. Eso lo sé.
Hoy he visto a Thalia mirándome cuando salía del baño. Mi polla estaba dura
como una roca y no podía tragar. Todo mi maldito cuerpo se congeló como un idiota.
Su cara se puso roja. Qué mona.
4 de enero
Tuve que sobornar a David para que le consiguiera a Thalia un turno en la tienda
el mismo día que yo. Así puedo llevarla y traerla de casa.
Cuando estaba apilando los estantes, sus vaqueros se bajaron y juro que vi un culo.
Me masturbé toda la noche con lo apretado que me imagino su culo. Estoy
deseando que llegue el verano para verla en bañador.
Mataré a cualquiera que la mire.
Mi corazón late con fuerza ante los recuerdos que me asaltan. Todos los años
queriéndonos y esperándonos.
Saco otro diario.
Doce de julio
La invité al baile. Aunque aún no tiene dieciséis años, los aparenta. Además, no
me importa lo que digan mis amigos. Ella me pertenece.
Veo cómo la miran. Desesperados por ella.
Ella es mía. Siempre lo ha sido, siempre lo será.
Primero de septiembre
¡Fue a una maldita cita!
Con ese pedazo de mierda de Clint. ¿Qué mierda de nombre es Clint de todos
modos?
Me dolían los nudillos de tanto golpear la pared. Luego, esa mierda, Martin me
golpeó en la cabeza por eso.
Le odio.
Segundo de septiembre
Ella no lo besó. Ni siquiera tuve que preguntarle, me lo dijo sin rodeos.
Me vendó los nudillos, y te juro que se me puso dura la polla sólo con su tacto.
Quería besarla.
Muy mal.
14 de enero
Tan jodidamente agradecido de que haga frío.
Thalia me pidió que me quedara en su habitación otra vez anoche.
Cuando empuja su culo contra mi polla, tengo que pensar en un millón de cosas
para evitar que se me ponga dura.
Me ahogo en una carcajada al pensar en cuántas veces apreté el culo contra su
polla, esperando una reacción. Me limpio las lágrimas y continúo leyendo.
5 de abril
Anoche le toqué una teta y gimió, joder.
Gimió.
Lo juro, casi me corro en los pantalones.
Doce de abril
La besé. Finalmente la besé.
Fue increíble.
13 de mayo
Me han concedido la beca. Me siento jodidamente mal.
Me dijo que tenía que hacerlo. Así podremos estar juntos para siempre si
conseguimos superar su último año de instituto.
La emoción me atasca la garganta al recordar este día, el recuerdo agridulce de él
logrando sus sueños para nosotros y, sin embargo, yo sabiendo que mis pesadillas
estaban a punto de comenzar. Mi infierno.
18 de junio
Martin no deja de mirarla. Ni siquiera intenta disimularlo. Lo juro, lo hace a
propósito sólo para irritarme.
Me tiembla el cuerpo, sabiendo que ha visto cómo me miraba. Ojalá hubiéramos
podido hacer más. Miro a Jace por encima del hombro y veo que me observa
atentamente, con sus ojos oscuros fijos en mí mientras se mordisquea una uña con
nerviosismo. Veo que se esfuerza por contener la necesidad de consolarme, pero sabe
lo importante que es esto. Necesito ver esto, ver su propia batalla, sus propias luchas
y demonios. Quizá así podamos enfrentarnos a los míos.
Primero de agosto
He ahorrado lo suficiente para comprarle un celular y que lo use mientras estoy
fuera. Así podremos estar en contacto.
Sé que está preocupada por otras chicas, pero ¿cómo coño puedo mirar a nadie
más? Todo lo que veo es a ella.
Nunca recibí el celular. Se me escapan las lágrimas, sabiendo el esfuerzo que hizo.
Doce de agosto
Mis puños vuelven a sangrar. Lo juro, lo odio. Estaba en su habitación. ¿Por qué
coño iba a estar un hombre adulto en su habitación? Es nuestro padre adoptivo.
Le he advertido que no la toque.
Lo mataré.
Aprieto los ojos, forzando el recuerdo de su invasión de mi intimidad. Siempre
supe cuándo había estado ahí. Sabía cuándo había estado mirando.
13 de agosto
No puedo escribir. No puedo escribir porque no puedo ver a través de las
lágrimas. Estoy llorando como un maldito marica.
Fue increíble.
Absolutamente increíble.
Le di la llave de estos diarios. Un día, podrá mirar atrás y ver cuánto tiempo la he
amado.
Toda una vida.
Me ahogo en un sollozo, con los ojos tan borrosos que tengo que parar para
recomponerme.
19 de agosto
No contesta al teléfono.
No llevo ni una semana fuera y ya no contesta.
Lo prometió.
21 de agosto
Cada minuto parece un año, cada día parece una vida.
¿Dónde diablos está?
Primero de septiembre
Apuesto a que está con ese imbécil de Zeke. Le di un puñetazo tan fuerte a la pared
que me rompí dos nudillos.
Nunca había sentido tanta rabia y angustia. Ella lo prometió.
Ojalá pudiera decirle cuánto deseaba que me rescatara.
Cuánto debió de sufrir cuando escribió esto.
Doce de septiembre
Llamé a mi amigo Troy para ver cómo estaba.
Dijo que ha estado callada y que no ha ido a la escuela en mucho tiempo.
Me preocupa que esté enferma. ¿Y si me necesita?
18 de octubre
Odio estar aquí. En realidad, quiero irme a casa. Volver al infierno sólo para estar
con ella.
No puedo pensar con claridad. No puedo concentrarme. Voy a suspender, lo sé.
Destrocé mi habitación.
Necesito que me vende los nudillos.
Me necesitaba y yo no estaba allí. El dolor me golpea en el pecho y me obliga a
respirar hondo.
—¿Nena? —Jace se mueve de la silla, pero levanto la mano para detenerlo.
—Por favor. Necesito hacer esto.
Se acomoda lentamente en la silla, pero se apoya en los codos como si quisiera
estar lo más cerca posible.
Primero de noviembre
Estoy destrozado. Ni siquiera llamó en mi cumpleaños.
No podía salir de la habitación por si llamaba. Le he escrito una carta cada semana
por si encontraba su celular. Llamé a la casa y el número está muerto.
Es como si hubiera desaparecido de mi vida.
No tengo ninguna razón para estar aquí sin ella.
Ella es la razón por la que vivo.
13 de noviembre
Convencí a Cole para que me llevara las seis horas para verla.
La casa está vacía.
Se ha ido.
Es como si nunca hubiera existido.
Doce de diciembre
Cole me encontró desmayado con un montón de pastillas y una botella vacía de
whisky. No sé en qué estaba pensando.
Eso es mentira.
Estaba pensando en ella.
Aprieto los puños y suelto un gemido. Estaba en su propio infierno. Mientras yo
estaba en el mío, él estaba en el suyo.
Primero de enero
Me pregunto si vio los fuegos artificiales anoche.
Cuando una chica se acercó y me tocó el cuello, me entraron ganas de vomitar.
No puedo estar con nadie más que con ella.
La odio por hacerme esto a mí, a nosotros.
Enamorándome de ella y robándome el corazón.
Destruyéndolo.
Segundo de febrero
Para mi vigésimo cumpleaños, Cole y Lucas tienen la misión de —sacarme de su
hechizo. —Tenemos un plan de negocio para montar nuestro propio club de lucha.
Cuando ganemos suficiente dinero, voy a localizarla.
Voy a hacerla pagar por herirme así.
¿Aquí es donde me odia?
La odio.
Este enorme agujero se abre en el centro de mi corazón. Cada día más grande.
¿Por qué hizo esto? Bloqueó todo contacto. Me descartó tan fácilmente cuando mi
vida está tan consumida por ella.
¿No vio lo mucho que significaba para mí?
Veintiuno años.
11 de junio
Me pregunto si todavía le gusta el kétchup y la mayonesa mezclados.
Si su cabello sigue siendo sedoso.
Si cuando besa, gime.
Me pregunto si aún piensa en mí.
Todavía me quiere. Nunca dejó de pensar en mí. Nunca dejó de quererme.
Me giro para mirarle por fin a la cara. Las lágrimas corren por su rostro con una
mirada de vulnerabilidad brillando a través de ellas, pero sus ojos nunca se apartan
de los míos.
—Te quiero, Thalia. Siempre te he querido. Siempre te querré.
ace me reparte besos por la cara antes de meterse suavemente la piel del cuello
en la boca y tirar, sin duda marcándome, pero ahora mismo no encuentro en mí
la forma de que me importe.
—Sigues sabiendo y oliendo tan bien como lo recordaba. Joder, nena, ¿tu coño aún
sabe bien?
Continúa su descenso. Me levanta la camiseta por encima de la cabeza y me mira
los pechos. Juntándolos, masajea mis pezones hasta hacerlos picos, haciéndome
gemir por la sensación.
—Joder, han crecido mucho. —Los empuja y se detiene al ver la marca roja que le
ha dejado Lucas.
Traga hondo y me quedo helada al ver cuál va a ser su reacción. Agacha la cabeza,
y el alivio me inunda cuando inclina la boca sobre la marca para chuparla con más
fuerza, marcándome aún más.
Sólo puedo imaginar que es su manera de derrotarlos. Su forma de demostrarles
que yo también le pertenezco. Empujo hacia él, arrastrando los dedos por su pelo y
tirando bruscamente de él cuando sus dientes rozan mi pezón.
—Jesús, Jace. Te sientes tan bien. Te necesito.
Se apoya en los talones, se quita la camiseta de la cabeza y se baja los joggers.
—¿Dejas que te follen sin protección? —Se da un tirón de la polla y el pre-semen
gotea en un rastro pegajoso sobre su palma.
—Tomo la píldora. —Mi voz es jadeante mientras observo asombrada su
desnudez, captando cada centímetro de su cuerpo tatuado.
—Estoy limpio. Sólo me he follado a mi chica sin condón. —Se le levanta el pecho
y aprieta el puño con más fuerza—. Sólo me he follado a la única chica que tiene mi
corazón sin condón—. Asiento ante sus palabras.
—Quítate las bragas y ábrete el coño para mí.
Trabajo rápidamente, bajándome las bragas y tirándolas al suelo. Me siento y
observo cómo sus ojos se vuelven pesados cuando separo mis resbaladizos pliegues,
permitiéndole verme abierta y expuesta para él.
—Joder, tus jugos están saliendo por tu agujero, nena. Necesito volver a metértela.
—Su puño bombea más rápido y sus caderas empiezan a moverse.
Un impulso de tenerlo dentro de mí se apodera de mí, y al igual que el día en que
me hizo el amor, mi boca se escapa de mí, regalándole este lado sucio de mí
reservado puramente para Jace.
—Quiero sentir tu polla dentro de mí, Jace, estirando mi coño. Quiero sentir cómo
bombeas tu semen dentro de mí. —Llevo una mano a mi pecho y me pellizco el
pezón sensible—. Por favor, estírame.
—Joder, nena. Joder. —Jace se mueve rápidamente, cayendo encima de mí, y me
penetra. Su boca abierta encuentra la mía mientras tomo su gruesa polla hasta la
base, estirándome. Me quedo atónita hasta que su lengua invade mi boca. Se agita
como un animal salvaje, gime cuando sale y vuelve a entrar. Le araño la espalda; es
duro y rápido, desordenado y desesperado. Es pasión, es todo.
—Más —suplico entre gemidos.
—Joder, sí. Ruégame por mi semen. Ruégame como les ruegas a ellos.
No puedo evitar estremecerme ante sus palabras, no por otra cosa que no sea el
hecho de que nos ha estado escuchando, pero el atisbo de celos en su voz hace que
me apriete con fuerza a su alrededor, deseosa de retenerlo dentro de mí.
—Joder, dime que te encanta.
Me agarro a su cuerpo tatuado que me penetra con fuerza en el coño mientras me
retuerzo debajo de él.
—Joder, Jace. Me encanta que me folles duro.
Se echa hacia atrás y sus ojos brillan mientras recorren mi cuerpo como si se
quedara boquiabierto al verme debajo de él.
—Eres como una puta visión, Thalia. —Se abalanza sobre mí—. Eres todos mis
putos sueños hechos realidad. —Golpe—. Lo eres para mí, nena. —Golpe—. ¡Tú lo
eres!
Echo la cabeza hacia atrás y grito mientras aprieto su polla, ordeñándola para el
placer de los dos. Se hincha dentro de mí, sus caderas siguen moviéndose mientras
mi cuerpo se agita por la adrenalina.
Cuando por fin cae sobre mí, sus labios encuentran los míos, un beso tierno, un
contraste con su frenética follada.
—Te quiero, Thalia.
—Yo también te quiero.
Me acaricia suavemente el pelo de los ojos.
—Vamos a hacer que esto funcione, cariño. —Traga saliva y su cara se llena de
incertidumbre. Le abrazo con más fuerza, preocupada por su retraimiento—. Es
que... No puedo ver cómo te los follas.
Él escupe las palabras y yo asiento en señal de comprensión, porque la verdad sea
dicha, no podría soportar eso si fuera él.
—Lo entiendo.
—Sé que los quieres, pero... —Traga saliva—. ¿Crees que podrías amarme de la
misma manera también?
Me tiemblan los labios y se me parte el corazón por él. ¿Cómo puede pensar lo
contrario?
—Te he amado cada día desde el momento en que puse mis ojos en ti, Jace. Eso
nunca ha parado, ni una sola vez.
—Pero...
Sacudo la cabeza, no quiero entrar en los porqués de cómo salió todo mal. Cómo
nos equivocamos.
—Te quiero. ¿Es eso suficiente para ti? —le pregunto, conteniendo la respiración.
—Lo es todo. —Su cuerpo se relaja contra mí, y cuando sus labios encuentran los
míos y su polla empieza a endurecerse, sé que no querría estar en ningún otro sitio
que no fuera donde estoy ahora mismo.
Jace tenía razón; esto es un sueño, e ignoro el hecho de que albergo pesadillas
destinadas a perseguirnos a ambos.

la mano de Tia entre las mías y la conduzco fuera de mi habitación. No

estoy seguro de cómo va a funcionar esto entre nosotros, pero funcionará, porque
me niego a perderla.
Después de follármela a fondo, le hice el amor y luego nos duchamos juntos, algo
con lo que sólo había podido soñar hasta ahora.
Vamos a tener que pensar en algún maldito horario o algo porque ahora que la
tengo, no quiero pasar ni una maldita noche lejos de ella, y puedo garantizar que
Lucas y Cole sentirán lo mismo.
Pero tenemos que hacer que funcione, por el bien de todos.
Cole y Lucas están sentados a la mesa del comedor cuando entramos. Dejan de
hablar y levantan la cabeza, fijando los ojos en nuestras manos y luego en nuestras
caras. Cole esboza una enorme sonrisa y se sienta engreído en su silla con las manos
detrás de la cabeza, mientras Lucas examina a Tia como si comprobara que está ilesa.
Veo el momento en que se da cuenta de que una de sus marcas en el lateral del cuello
se ha ampliado y está marcada por mí en su lugar. Sí, hijo de puta, ¿qué te parece?
Le sonrío y él pone los ojos en blanco.
—Me alegra ver que tienes las cosas claras. —Me fulmina con la mirada cuando
saco una silla y subo a Thalia a mi regazo—. Por fin —añade al final, ganándose una
risita de Cole.
Mis fosas nasales se encienden de fastidio. ¿Cómo coño se atreve después de haber
sido él quien lo arruinó todo?
—Bueno, si alguien no hubiera intentado robármela en primer lugar.... —Thalia
me da un codazo en las costillas y me detengo antes de joderlo todo.
—Por mucho que me gustaría estar hoy con ustedes, tortolitos, tengo que entrenar.
—Cole se levanta y se inclina sobre la mesa para coger una manzana—. ¿Cuál es el
plan con Harper mañana?
Mis ojos se entrecierran confundidos por lo que me he perdido, pero por la forma
en que Thalia se tensa sobre mí, sé que es algo grande.
Antes de que llegue a preguntárselo, abre la boca y explica.
—Harper es mi hija.
Todo el mundo se detiene, como si estuviéramos congelados. Porque creo que
acaba de decir que tiene una hija.
Entonces, la habitación empieza a dar vueltas. Soy vagamente consciente de que
Thalia está encima de mí y me habla, pero no la oigo. Todo lo que oigo son sus
palabras de nuestra discusión anterior.
También entiendo que he tardado cinco putos años en llegar.
Y ahora, todo tiene sentido. Ella tiene una hija, ¿y yo soy un puto padre? Mi pecho
se hincha de orgullo cuando salgo de mi asombro.
—¿Tengo una hija?
Su rostro palidece y parece a punto de desmayarse. Su cuerpo empieza a temblar
y, cuando me pongo en pie, se aleja de mí.
Lucas se mueve detrás de ella, sosteniéndola. ¿Qué coño está pasando?
—No es tuya, hermano. —Cole arrastra la mano torpemente sobre su cabeza, sus
palabras bajas y llenas de simpatía.
Me sobresalto ante sus palabras; la ira inunda mis venas. Me ha mentido.
—¡Me has mentido! —mi voz rebota en las paredes con tanta fuerza que la
habitación se queda en silencio, aparte del sollozo de Thalia que quita el hipo—. Tú.
Joder. Me. Has. Mentido.
Ella sacude la cabeza.
—No lo hice, lo juro, no lo hice.
Pero me niego a escuchar.
—Perra. Maldita zorra.
Cole arremete contra mí y me golpea la mandíbula con el puño. Lucas suelta a
Thalia y se interpone entre nosotros, empujándome contra la pared y alejándome de
Cole. Nuestros pechos se agitan con furia el uno contra el otro.
—No elegí acostarme con nadie, Jace. Nunca lo haría. —Aprieta los ojos, pero el
dolor está escrito en su cara.
—¿De qué coño está hablando? —Dirijo mis ojos hacia Lucas—. ¡Lucas! —Grito
porque nadie me dice nada.
Los ojos de Thalia se abren con confianza, en marcado contraste con hace sólo unos
segundos. Endereza el espinazo y dice.
—Martin me obligó.
El tiempo se suspende ante sus palabras, y mi cuerpo se siente pesado mientras el
estómago se me revuelve. Por favor, no.
—Pero es mi hija. —Thalia se clava el dedo en el pecho para enfatizar—. Mía.
Me deslizo por la pared.
No la protegí.
Cuando pensaba que vivía en el infierno, realmente lo estaba, y elegí ignorarlo.
bservo en torturado silencio cómo Jace se desliza por la pared, su culo
aterriza en el suelo con un ruido sordo y su rostro se contorsiona con una
mezcla de horror y devastación. Deja caer la cabeza entre las manos y se
balancea de un lado a otro con sollozos ahogados.
Los recuerdos me asaltan desde todas las direcciones.

No puedo desayunar esta mañana. No cuando sé lo que está a punto de pasar. No


cuando mi vida se va a convertir en un infierno.
Jace entra en mi habitación con la mochila al hombro y yo no puedo ni levantar la
cabeza para saludarle.
Se me rompe el corazón y no puedo dejar que lo vea. No puedo dejar que sienta
el terror y la angustia que se acumulan en mi interior.
Deja caer su bolso al suelo y se arrodilla a mi lado. Con los dedos, me levanta la
barbilla para que vuelva a mirarle a sus ojos tormentosos, los mismos que me
hicieron el amor anoche y de nuevo esta mañana.
—Te quiero, cariño. —Sus palabras me dan fuerzas, pero también me llenan los
ojos de lágrimas de agradecimiento. Asiento ante sus palabras, incapaz de encontrar
las mías propias para tranquilizarle.
Se aclara la garganta y rebusca en el bolsillo de sus vaqueros.
—Toma, tengo esto para ti. —Abre la palma de la mano y me regala una pequeña
llave de oro sujeta a un fino collar.
—¿Qué pasa?
—La llave de mi corazón, ¿qué te parece? —Me sonríe, haciéndome golpearle el
brazo juguetonamente—. Te diré lo que es cuando te gradúes. Sólo quiero que sepas
que siempre pensaré en ti.
—Te quiero —le digo mientras se levanta.
Jace me sonríe como si yo fuera todo su mundo, luego se aleja y sale por la puerta,
llevándose consigo la única felicidad que tengo.
No puedo evitar el gemido que sale de mis labios cuando la puerta del coche se
cierra fuera.
Y sólo cuando la familiar sensación enfermiza de ser observada penetra en mi
mente, me permito dejar de llorar.
Su alto cuerpo llena la puerta —mi única escapatoria del infierno— mientras se
adentra en la habitación, su sombra se arrastra a su lado.
—Ahora no tienes a nadie que te mantenga a salvo, Thalia. Ningún héroe que te
rescate. Ahora me perteneces, botón de oro. —Se lame los labios como un
depredador que se prepara para devorar a su presa, y yo cierro los ojos y suplico que
el tiempo huya conmigo.
Ruego por mi graduación para que pueda ser libre con Jace.
Ruego clemencia.
i siquiera sé cómo he acabado en la cama junto a ella. Sus suaves labios se
agitan con cada exhalación mientras observo embelesado su forma
dormida.
Ella está más allá de cualquier cosa que haya presenciado antes, y soy tan
jodidamente afortunado de reclamarla como mía, incluso si tengo que compartirla
con ellos.
Mi corazón martillea y las náuseas me invaden en el momento en que me doy
cuenta de que la chica que amé y perdí fue herida. No, no sólo herida, brutalizada.
Por el hombre que hizo de cada día en esa casa un infierno para mí.
Mi mente retrocede en el tiempo, un tiempo que he luchado tanto por bloquear.
—Eres un pequeño gamberro, ¿lo sabías? —Martin grita tan cerca de mi cara que
la saliva golpea mi mejilla—. Vas a ponerte contra esta pared y verme cenar porque
los pedazos de mierda como tú no merecen comida cuando la desperdician.
Cuando se me cayó accidentalmente el plato con el pastel de carne, Martin se
levantó de la silla como un loco.
Aprieto los puños. Le odio tanto.
—Si Thalia no lo hubiera limpiado tan rápido, te habría hecho lamerlo del suelo
como la semana pasada. —Me sonríe maníacamente y me imagino golpeándole la
cara hasta dejarle irreconocible y ensangrentado.
Sé que Thalia lo limpió rápidamente para evitarme la vergüenza. Siempre hace lo
mismo, intenta defenderme y, a cambio, yo intento protegerla a ella de escoria como
él y sus amigos, que vienen a ver el fútbol y nos tratan como esclavos.
Giro la cabeza hacia la mesa del comedor y Thalia se sobresalta cuando él se sienta
a su lado. Odia que esté tan cerca. Hasta yo lo sé, y solo tengo once años. ¿Cómo
demonios no se han dado cuenta él también?
Se me acelera el pulso cuando me asaltan flashback tras flashback, haciéndome
imposible respirar tranquilamente.
—O cortas la puta leña, o haré que lo haga Thalia, y sabes que la última vez se
quejó como una perrita por sus manos, ¿no?
No se quejaba, era jodidamente valiente, y yo la quería por ello. No le dejó usar
guantes y dijo que volvería a golpearme en el estómago si no seguía adelante. Pero
le quité la opción, empujando la lata de pintura del porche con la punta del pie. Se
volvió loco.
Me colé en su habitación cuando él dormía y la ayudé a arrancarse las astillas de
madera de las palmas de las manos, y ella me frotó la espalda con la loción por el
bastón que había usado.
Levanto el hacha y la golpeo con fuerza, imaginando que le corto la cabeza al
capullo.
Un día, Martin. Un día.
Todo este tiempo, creí que era capaz de protegerla de lo peor, pero está claro que
para ella también era un infierno.
Uno en la que la dejé.
Necesito hacérselo pagar, y con esos pensamientos en mi mente, me deslizo fuera
de las sábanas y me dirijo hacia el despacho de Lucas.
No me sorprende encontrar a Cole allí también, y sus cabezas se vuelven cuando
entro y cruzo los brazos sobre el pecho a la defensiva.
—Necesito saberlo todo —le digo a Lucas, porque está claro que el muy capullo
me ha estado ocultando cosas. Sabe mucho más de lo que admite y, por la forma en
que se estremece y palidece, sé que lo que sepa no me va a gustar.
—Será mejor que te sientes. —Señala el sofá frente a Cole y me dejo caer en él.
Lucas tantea unas llaves y abre un cajón. Saca una carpeta y se acerca a nosotros.
Sus ojos oscilan entre los míos y los de Cole, como si no estuviera seguro de estar
haciendo lo correcto.
—No sabe que soy consciente de lo que hay aquí. —Asiento en señal de
comprensión, y Cole se sienta hacia delante, intrigado y nervioso a la vez, mientras
su pierna rebota arriba y abajo.
—Cuando la encontré, no sabía que tenía una hija. —Oírle decirlo en voz alta me
hace estremecer al pensar que tiene una hija sin mí. Con él.
Mis venas bombean con fuerza bajo mi carne, dándome ganas de arrancarme la
piel y destruir el mundo. Por ella.
—Cuando Cole la mencionó, no entendía por qué no había información sobre
ambas. Así que indagué más. —Se niega a mirarnos, en su lugar mira fijamente a la
pared. Él también está luchando con sus propios demonios de abuso, y yo tengo una
repentina necesidad de castigar a alguien por su dolor.
Trago con fuerza, sabiendo que me va a doler oír lo que está a punto de decir.
—Denunciaron su desaparición del colegio, y cuando la policía fue a investigar, la
encontraron encadenada a un radiador. —Se pasa una mano por la cabeza—.
Golpeada. —Me encojo y cierro los ojos. Le odio. Le odio, joder. Lucas hace una
pausa, como, como si se estuviera recomponiendo para continuar. Se aclara la
garganta y da un respingo—. Desnuda. —Se me revuelve el estómago. Le ha hecho
daño. Lucas se estremece y cierra los ojos—. Violada.
—Jesús. —La voz de Cole tiembla, pero yo no oigo nada más que los latidos de mi
corazón.
A Lucas se le atraganta la emoción e intenta enmascararla aclarándose de nuevo
la garganta.
—Lo encontraron desmayado por el alcohol, pero lo detuvieron en el lugar.
Me pongo en pie, con la sien palpitante.
—Lo quiero muerto. Lo quiero muerto. No en la cárcel, muerto, Lucas.
La cabeza de Lucas se mueve en mi dirección.
—Siéntate. Su voz es fría y calculada.
Cuando me giro para mirar a Cole, él refleja mi expresión de asombro, porque
ambos sabemos que hay más por venir.
Mis piernas se tambalean cuando vuelvo a sentarme.
—La pusieron en custodia preventiva.
Siento como si me robaran el aire de los pulmones, como si me chuparan el alma
entera. Todo este tiempo, ella no me dejó.
Me la arrebataron.
Mi chica no pudo localizarme. Se la llevaron.
—Descubrió que estaba embarazada mientras la cuidaban, por lo tanto, también
se quedaron con la custodia de Harper.
Mi cuerpo tiembla de asombro. Mi pobre chica. Todo este tiempo la he odiado, y
todo este tiempo, ella estaba sufriendo. Tuvo un bebé sin nadie que la ayudara y
luego se la llevaron.
—¿Dónde coño está su hija ahora? —Me pongo en pie de un salto con una nueva
determinación en mente. Que le den a Martin, ya me ocuparé de él más tarde. Ahora
mismo, tengo que arreglar esta mierda para Thalia y su niña.
—Vive con una familia de acogida que ha intentado adoptarla.
Me quedo inmóvil ante sus palabras y mi cuerpo se tensa. Como si percibiera mi
inquietud, Cole sacude la cabeza.
—Eso no es lo que Tia quiere. Ha luchado contra ellos en todo momento, Rage.
Mis hombros se aflojan. Claro que sí. Claro que quiere a su niña. No podría estar
más orgulloso y, sin embargo, me siento mal por cómo la he tratado.
Me pongo más firme e inflo el pecho, decidido a ser el hombre que ella se merece
a partir de ahora. El hombre que la proteja.
—He estado investigando, y los Lancaster son muy ricos. Tienen... —Lucas hace
una pausa… —han sido continuamente difíciles con Tia.
Mis manos se cierran en puños. Odio a esos cabrones. ¿Se llevaron a la hija de mi
chica y trataron de intimidarla?
—Estoy intentando hacer las cosas de la manera correcta, de la manera legal. De
momento, nuestro abogado ha acordado más tiempo con Harper mientras sigue los
protocolos correctos.
—¡Putos protocolos! —Pum. —Llévala de vuelta a donde pertenece, Lucas. Ahora
mismo, joder. —Apuñalo mi dedo hacia el suelo delante de mí. Thalia la necesita
aquí, donde debe estar.
Se vuelve hacia mí y sus ojos oscuros se cruzan con los míos.
—¿Y a dónde pertenece, Rage? —Su voz es lenta y mesurada. No se me escapa el
significado que encierra.
Me trago el nudo en la garganta, por fin capaz de admitir ante mis hermanos lo
que me he resistido a admitir.
—Ella pertenece aquí con nosotros. Su familia.
—¿Nosotros? —Ladea una ceja en señal de pregunta.
—Nosotros —repito con confianza. —Me apunto.
Los ojos de Cole se abren de par en par y el pánico se apodera de mí.
—No estoy de acuerdo con ustedes. Jesús, joder, no. Con mi chica. —Me encojo de
asco—. Mantengan sus pollas lejos de mí. Estoy con Thalia. —Los miro y sostengo la
mirada de Cole—. Solo Thalia —repito, con los ojos clavados en él para que esté
jodidamente seguro de que no quiero su polla cerca de mí.
Cole se ríe débilmente.
—Mañana tiene visita. —Lucas me mira fijamente, la intensidad hace que mi
corazón lata más rápido. Hay una pregunta en sus palabras, una que intento
descifrar—. Vas a hacer que se sienta bienvenida, ¿verdad?
Entrecierro los ojos. Por supuesto que haré que se sienta bienvenida. ¿Qué, cree
que odio a los niños?
—Por supuesto.
—¿Y controlarás tu temperamento?
¿Así que eso es lo que le preocupa? ¿Que la asuste? Me paso una mano por el
cabello. Quiero decir, no tengo experiencia con niños, pero por mis demonios
pasados, puedo decir con seguridad que nunca querría asustar a un niño.
—Sí, Lucas, Jesús.
Lucas finalmente me concede una inclinación de cabeza, como si hubiera pasado
alguna prueba de la que ni siquiera era consciente. El hecho de que piense que puede
controlarme me cabrea.
—Rage, cálmate de una puta vez. Sólo está comprobando.
Miro a Cole y me doy cuenta de que debo parecer enfadado, así que respiro hondo
y me alejo de Lucas.
—Si sientes que te enfadas, sal de la habitación. Sin romper nada.
Paso la mirada de uno a otro.
—¿Por qué demonios iba a enfadarme?
El ambiente es gélido, silencioso. No quieren enfadarme.
Cole se aclara la garganta.
—Sus padres adoptivos son... —Deja de hablar como si le costara encontrar las
palabras. La sangre me corre rápidamente por las venas.
—Están controlando —termina Lucas por él.
—Controlado. —Musito sobre su elección de palabras, arrastrando un dedo
tembloroso sobre mi labio. —¿Crees que le hacen daño?
Cole se pone en pie de un salto.
—No. ¿De verdad crees que dejaría que Harper se quedara con ellos si pensara
que le han hecho daño?
Trago más allá del nudo que se me ha hecho en la garganta.
—No.
—Cierto. No lo haríamos. Son de la vieja escuela.
Lucas asiente con la cabeza.
—Tiene razón. Son una pareja mayor sin hijos que se exceden un poco en su
control. Pero pronto no importará porque la tendremos aquí con nosotros.
—De acuerdo. —Fuerzo mis palabras mientras acepto los métodos de Lucas para
hacer las cosas de la manera correcta.
—¿Adónde la llevaremos mañana? —Los ojos de Cole se iluminan cuando habla,
y una oleada de celos me recorre por el hecho de que ellos hayan podido conocerla
y yo no. Ellos ya tienen una relación con ella, y yo no.
—¿Tal vez el zoológico? —Lucas sugiere.
Giro sobre mis talones, ignorando sus discusiones sobre lugares aptos para niños,
antes de estallar en un ataque de celos e irrumpir de nuevo en el dormitorio.
En cuanto su aroma me envuelve, me relajo. Sus preciosos ojos azules encuentran
los míos por encima de las sábanas y me regala una sonrisa triste, una sonrisa que
me hace querer arreglarlo todo para ella. Ser mejor persona para ella.
—Hey.
—Hola. —Le devuelvo la sonrisa.
Thalia se sienta.
—¿Deberíamos hablar?
Sacudo la cabeza mientras camino hacia la cama, porque lo último que quiero es
hablar con ella ahora mismo.
Ahora mismo, necesito demostrarle lo mucho que significa para mí.
—Preferiría que no lo hiciéramos. —Me levanto la camisa por encima de la cabeza
y la dejo caer al suelo.
—¿Por favor? —Su voz nerviosa se clava en mí, y sus ojos bajan. Mierda, necesito
hacer esto. Ser el hombre que ella merece que sea, no el que está lleno de rabia.
Me paso una mano por el pelo revuelto.
—Claro, cariño, lo que necesites.
Sus hombros se hunden en señal de alivio, recordándome lo imbécil que soy por
no querer hablar de sentimientos.
Levanta la sábana para que me suba a su lado, me tumbo con el brazo apoyado
detrás de la cabeza y la atraigo hacia mí. Su pequeña mano se posa en mi vientre, e
incluso ese gesto inocente hace que mi polla se retuerza.
—Debería haber estado ahí para ti, Thalia. Me jode no haberlo hecho. —La
puñalada en mi corazón hace que mis puños se tensen en defensa. La decepcioné. La
dejé en manos de ese puto enfermo, y cuando Lucas termine esta mierda, voy a
disfrutar castigándolo.
Thalia siente el cambio en mí porque se tensa.
—No fue culpa tuya, Jace. No podías saber de lo que era capaz.
Se equivoca. Sabía de lo que era capaz; sabía que era malvado. Sólo que nunca me
imaginé que llegaría tan lejos o que la tocaría sexualmente. Yo era ingenuo, un chico
ingenuo que vivía en un mundo de ensueño sobre crear una vida perfecta y
rescatarla de lo malo. Nunca me di cuenta de lo malo que era para ella. ¿O tal vez
me negué a ver el panorama completo? Pensar que podría haber indagado más o
haber visto más señales me produce una oleada de malestar que me seca la garganta.
—Háblame de ella —imploro, desesperado por cambiar de tema. Soy un cobarde,
lo sé, pero soy muy consciente de que, a menos que tenga algún lugar donde
descargar mi creciente rabia con pensamientos sobre Martin, no voy a ser capaz de
darle este lado más suave de mí.
Thalia sonríe contra mi pecho.
—Es tan mona, Jace, e inteligente también. Se le da bien el arte, como a mí. Le
encantan los animales.
Esto despierta mi interés porque mis hermanos mencionaron un zoo para su visita.
—¿Qué animal le gusta más?
—Jirafas, cien por cien. —Thalia se ríe contra mí—. Tenía una jirafa de peluche
cuando era bebé, y todavía la tiene.
Entrelazo mis dedos con los de Thalia y la imagino con un bebé. Se me corta la
respiración al pensar que me he perdido eso. Otra cosa que Martin me robó.
La tumbo boca arriba para poder examinarle bien el cuerpo. Deslizo suavemente
los dedos por sus tetas, las aprieto y luego rodeo sus pezones, mucho más grandes,
probablemente por la maternidad. Se me escapa la lengua de la boca para probarlos,
pero continúo mi descenso, fijándome ahora en las vagas líneas blancas de su
vientre, que delatan lo que habría sido acomodar a su hijita. Suavemente, deposito
un beso sobre ellas, y Thalia jadea al contacto de mis labios. Paso los dedos por su
coño y desciendo hasta su agujero. Sin previo aviso, le meto dos dedos. Mi polla salta
ante la humedad que rodea mis dedos, ansiosa por entrar en acción.
—Tu cuerpo ha cambiado mucho, Thalia, pero tu coño sigue siendo bonito y
apretado, nena.
Se aprieta alrededor de mis dedos mientras los bombeo más rápido.
—Por favor, Jace. Te necesito.
Deslizo los dedos fuera de ella y me bajo los joggers. Me coloco encima de ella,
rozo sus labios y nuestros ojos se cruzan.
—Te quiero, Thalia.
—Yo también te quiero. Nunca dejé de hacerlo.
Y con eso, empujo dentro de ella, decidido a hacerla olvidar.
Voy a pasar el resto del día demostrándole lo mucho que significa para mí, y el
pasado puede quedarse donde está por ahora.
En el pasado.
ace está pegado a mí desde ayer. Incluso se sentó conmigo en la parte de atrás
del todoterreno para poder tomarme de la mano. Tiene la mano húmeda y no
deja de morderse el labio, lo que indica que está ansioso por conocer a Harper.
Lo único que quiero es protegerle de esos sentimientos.
Me giro hacia él y le paso la mano lentamente por la mandíbula.
—Oye, está bien.
Sus ojos se clavan en los míos y su nuez de Adán se balancea.
—Sólo quiero gustarle.
Mi corazón se eleva ante sus palabras.
Tenía miedo de que Jace culpara a Harper de su concepción. Creía que su odio le
nublaría el juicio, pero ahora, mirándole fijamente a los ojos oscuros, sé, sin sombra
de duda, que este hombre solo quiere que mi pequeña le quiera, y es entonces
cuando me enamoro más de él, algo que hasta ahora creía imposible.
—Ella te amará, Jace.
—¿Tú crees? —Busca en mi cara un rastro de incertidumbre—. Dijiste que le
gustan las jirafas, ¿verdad?
Me muerdo el labio asintiendo con la cabeza.
—Bien. —La respuesta de una sola palabra me deja confuso, pero no tengo tiempo
de analizarla porque el todoterreno se detiene.
—Lucas está allí. —Cole señala hacia las puertas del zoo, y mi pulso se acelera de
emoción mientras intento salir del coche y unirme a ellos. Tanteo para abrir la puerta
y, antes de que mis pies toquen el suelo, la oigo chillar de alegría.
—¡Mami!
Corre hacia mí y yo la alcanzo a mitad de camino, agachándome para saludarla.
Harper me rodea el cuello con las manos.
—Te he echado de menos. —Respiro en su pelo mientras la aprieto fuerte.
—Yo también te he echado de menos, mamá. —Se echa hacia atrás para mirarme—
. Lucas dice que hay jirafas y cocodrilos en el zoo, ¿podemos ir a verlos?
Jace me hace sombra y me pongo de pie.
—Harper, éste es Jace, el amigo de mamá. ¿Puedes saludarlo?
Harper arruga la nariz y escruta a Jace, que se arrodilla para quedar a su altura.
Puedo ver el nerviosismo que desprende, el temblor de su mano cuando se la
tiende a Harper.
—Encantado de conocerte, Harper.
—Llevas fotos encima. —Ella ignora su mano y en su lugar señala su cuello.
Jace se ríe torpemente y retira la mano.
—Sí, son tatuajes.
—Me gustan. —Ella le sonríe.
—¿En serio? —El asombro empaña su rostro y me derrito al ver su expresión de
alivio.
—Sí. ¿Puedo elegir uno para que te lo pintes? —Harper pregunta.
—Claro. —Jace le devuelve la risita feliz a Harper. El momento entre ellos parece
un sueño. Nunca pensé que volvería a verle, y menos con mi hija.
La mano de Cole me rodea la cintura y me tira suavemente hacia él.
—Te he echado de menos, preciosa. —Me acaricia el cuello, provocando una
oleada de excitación.
Mi mirada se desvía hacia Lucas, que nos observa con ojos pesados, y me pongo
nerviosa bajo su escrutinio.
—Harper quiere ir a ver los cocodrilos, ¿nos acompañan? —Jace se ríe
juguetonamente mientras coge a Harper en brazos. Sus deditos recorren los tatuajes
de su cuello.
Salgo de mis pensamientos y me separo de Cole, que gime al verme. No me
extraña que se ajuste mientras mi mano cae en la de Jace y nos dirigimos hacia el
recinto de los reptiles.

a Tia durante todo el día. Rage está pegada a su lado y al de Harper,

con Cole siguiéndola como un perrito faldero, y yo soy muy consciente de que estoy
aquí como pieza de recambio, y lo odio, joder.
Claro, ella sigue sonriendo sobre mí con una mirada de simpatía en sus ojos, pero
yo no quiero su simpatía. Quiero que me quiera como yo la quiero a ella. Quiero su
devoción.
Mi amor por ella es brutal y lo consume todo, pero lo oculto lo mejor que puedo
tras una máscara de indiferencia. Sonrío en el momento justo y sonrío ante las
bromas torpes de Cole.
Sin embargo, él me ve; ve el dolor oculto tras mis expresiones fingidas.
Quiero castigarla por ello, castigarla por hacerme sentir apartado, simplemente
olvidado.
—Parece que estés a punto de azotarle el culo. —Cole sonríe mientras se sienta a
horcajadas en el banco con vistas a la zona de observación de leones marinos.
El chillido de Harper llama nuestra atención cuando Rage saca su teléfono y saca
una foto de Tia y Harper dando de comer a los leones marinos.
—Nos quiere. —Su voz es grave y está llena de ansiedad.
Asiento con la cabeza, pero permanezco en silencio, porque ahora mismo, mis
pensamientos llevarían a Cole al límite.
¿Estoy loco al pensar que esto podría funcionar entre nosotros?
Parecen la familia perfecta junta, y nosotros estamos aquí sentados mirando desde
fuera. Mi corazón se desboca y me cuesta respirar.
—No pasa nada, amigo. —Me pasa la palma de la mano por el hombro de una
forma que normalmente despreciaría, pero ¿hoy? Hoy lo necesito y acepto su caricia
de buen grado.
Tia gira la cabeza por encima del hombro para buscarnos, y su cabello flota a su
alrededor, haciéndola parecer un ángel. Su rostro se suaviza, le dice algo a Jace y
camina hacia nosotros. Mi corazón se acelera al sentir cada curva de su cuerpo, cada
contoneo de sus caderas.
—¿Están bien los dos? —Su voz suave me hace revolotear el estómago y me animo
a extender la mano y tocarla. Pero nunca he tenido una relación física, y menos en
público.
Como si intuyera mis pensamientos, baja hasta mi regazo y me rodea el cuello con
un brazo.
—Te he echado de menos. —Su confesión me aprieta el pecho—. Esta noche estoy
contigo, ¿verdad? Me agarro con fuerza a sus muslos y, cuando mueve el culo, mi
polla se agranda en mis pantalones.
—Tia —gruño en señal de advertencia.
Acerca sus labios a mi cuello y arrastra su lengua hacia mi oreja.
—Por favor, di que me follarás. Por favor, papi.
Cierro los ojos ante sus palabras.
Maldito Jesús.
—Joder, qué caliente. —Cole se pasa la mano por la polla vestida de vaqueros, y
mis ojos recorren el zoo para asegurarme de que nadie me mira.
—Mmm, Cole está duro para nosotros, papi. —Me aprieta el culo, su aliento me
hace cosquillas en el cuello.
—Tia. Te estás portando mal.
—Mmm, tan malo.
Mi polla gotea por su sucia boca, y un gemido se escapa de mi apretada
mandíbula. Mi polla está bien encajada entre sus nalgas, lo que me proporciona la
fricción perfecta.
Mis manos agarran sus muslos con tanta fuerza que estoy seguro de que le dejarán
una marca, pero ya no me importa. Le echo el cabello a un lado, dejando al
descubierto la marca que Rage ensanchó en su cuello. Pensó que me enfadaría, que
me irritaría.
Pero lo único que consiguió fue que se me pusiera dura imaginándomelos juntos,
con él completamente obsesionado y entregado a ella.
Beso con ternura la marca y disfruto del estremecimiento que se apodera de su
cuerpo. Saber que me desea tanto como yo a ella es el consuelo que necesito ahora
mismo y ella lo sabe.
Vuelve a apretarme la polla y mi cuerpo se tensa.
—Papi. —Me jadea al oído, haciendo que mis caderas se muevan contra su culo.
—Joder, belleza. Haz que se corra. Haz que se corra aquí mismo, al aire libre. —
Cole nos mira con ojos llenos de lujuria, con la polla abultada en los vaqueros. Me
gustaría poder ver su desesperación.
—Mmm, quiero que te corras. —Su voz de mocosa me hace temblar la espalda y
sentir un cosquilleo en los huevos.
—Joder. Muévete en el regazo de papi, nena —jadeo.
Empuja con más fuerza.
—Haz que papi se corra. —Le pellizco el cuello y ella echa la cabeza hacia atrás
para exponer su garganta. Con una mano alrededor de su garganta, la empujo hacia
mi polla.
—Llévate a papi.
Se queda con la boca abierta.
—Sí, papi.
Mi polla palpita y el semen cae a chorros en mis pantalones.
—Joder, sí. —Levanto mis caderas en su culo, empuje tras empuje.
Salgo lentamente de mi orgasmo y encuentro a Cole con los ojos muy abiertos y la
boca abierta.
—¿Tienes las bragas mojadas?
Tia traga saliva antes de responder:
—Sí.
—¿Estás a punto de correrte? —Mi voz sigue siendo áspera.
—Sí.
—Buena chica —arrullo mientras mi mano recorre suavemente su cuerpo—.
Venga, vamos al todoterreno. —Tiro de ella hacia mí y envío un mensaje a Rage para
informarle de que entretenga a Harper durante los próximos veinte minutos—.
Tenemos que darnos prisa.

a la parte trasera del todoterreno.


En cuanto se cierra la puerta, me desabrocho el cinturón y me abro los vaqueros.
Ver a Lucas correrse en sus pantalones era otra cosa. La expresión de euforia en
su cara me hizo casi reventar.
Mi hermano nunca había besado a una mujer en público, así que correrse fue un
gran hito, y me sentí parte de ello. Fue increíble.
Saco mi polla chorreante. Pasar un dedo por mi piercing hace que me folle la mano
con más fuerza.
Tia se baja los leggins y deja al descubierto un tanga que yo me apresuro a partir
en dos mientras Lucas se saca la polla cubierta de semen. Me relamo de asombro
cuando Tia arrastra la lengua por el tronco sin necesidad de instrucciones. Ladea la
cabeza contra el reposacabezas con un gemido.
—Fóllatela, hermano. Fóllate bien a la niñita de papi.
Lucas ni siquiera levanta la cabeza, como si estuviera tan excitado que entrara en
trance.
—Joder, lame la polla de tu papi hasta dejarla limpia, belleza.
Ella gime alrededor de su polla, y sólo puedo imaginar lo que las vibraciones
deben estar haciéndole, porque su puño se aprieta en su pelo. Me coloco detrás de
ella, lo que es jodidamente difícil en un todoterreno. Tengo un pie en el suelo y la
otra pierna doblada sobre el asiento. Me abalanzo hacia delante, su cálido coño
abarca mi polla, y gimo cuando mi piercing golpea profundamente.
Tia balbucea alrededor de Lucas con la fuerza de mi empuje.
—Joder, belleza. Nunca tendré suficiente de este coño, ¿me oyes? Nunca.
Lucas la mira fijamente, con los párpados pesados.
—Ahógate con mi polla, nena. —Le sujeta la cabeza mientras la machaco por
detrás.
Mis ojos se clavan en su culo apretado, y sin ninguna preparación, empujo mi
pulgar a través del apretado músculo, haciendo que se apriete alrededor de mi polla
y gorgotee aún más sobre Lucas.
—Joder, sí. Le gusta un pulgar en el culo, hermano.
Sus ojos revolotean hacia el movimiento de follarle el culo con el pulgar mientras
le follo el coño con fuerza.
—Jesús. —La voz de Lucas baja una octava.
—Córrete, pequeña. Córrete para papi con mi hermano cogiéndote bien.
Mi cabeza cae hacia delante mientras el coño de Tia aprieta mi polla con tal fuerza
que veo las estrellas.
Percibo el momento en que Lucas también se corre; un estruendo sale de su pecho
jadeante mientras la columna vertebral de Tia se arquea ante mis caricias. Nos
corremos todos a la vez.
Brutalmente juntos.
o puedo dejar de mirarla. Ella lo es todo.
Al principio, me preocupaba mirarla y verlo a él. Ver al hombre que odio
con cada fibra de mi ser.
Pero todo lo que veo es a Thalia y a la dulce niña que conocí. Es el reflejo
de su madre, y me encanta. La amo. ¿Cómo es posible conocer a un hijo durante
menos de veinticuatro horas y, sin embargo, enamorarse de él total y
completamente?
—Y la Srta. Sharpe dijo que puedo subir de nivel en matemáticas porque se me
dan muy bien.
Sonrío a Harper, que no ha dejado de hablar del colegio en la última media hora.
—Tu madre no era muy buena en matemáticas.
—Lo sé. Una vez dijo que conocía a un chico que era tan listo en matemáticas, que
llegó a ir a la universidad con una bec… una bec... —Se presiona el labio con el dedo,
sumida en sus pensamientos.
—¿Una beca? —Sugiero. La idea de que Thalia le hable de mí a su hija me produce
un dolor sordo.
—¡Sí, una de esas! —Me sonríe triunfante y no puedo evitar imitar su reacción.
—¿Quieres ir a dar de comer a las jirafas?
—¿Podemos? —Sus ojos se iluminan de emoción.
—Nos reservé un lugar para que puedas entrar y alimentarlas de tus manos.
—¡No puede ser! —Ella aspira un fuerte suspiro que me hace soltar una risita—.
¡Sí, por favor, Jace!
—Genial, vamos, Pequeña T. Vámonos.
Me sonríe tanto que se le ilumina toda la cara, y yo me deleito en el hecho de haber
provocado su sonrisa.

de reencontrarnos con Thalia y mis hermanos, fuimos a cenar y

luego a comprar más animales y a la tienda de regalos, donde todos le compramos


un peluche a Harper. Thalia puso los ojos en blanco y se rio de nuestras travesuras
porque Harper no quería los más grandes de la estantería. No, quería los pequeños,
y yo que pensaba que más grande siempre es mejor.
—Querrá esconderlos en la mochila —gruñe Lucas por lo bajo mientras Cole y
Thalia llevan a Harper hacia los baños para que vaya a cambiarse.
Sus palabras me irritan.
—La quiero viviendo con nosotros. Donde debe estar. —Donde puedo protegerla,
pero no menciono esa parte. Un impulso abrumador de protegerla cuando le fallé a
su madre me consume.
—Estoy en ello —me escupe las palabras como si estuviera cabreado.
—Esfuérzate más, joder —le contesto—. ¿Escondiendo sus putos peluches? —Le
miro fijamente, como si estuviera loco. ¿Por qué demonios tendría que esconder
peluches?
Se encoge de hombros.
—Ya te lo dije. Son de la vieja escuela.
Me burlo de él con disgusto; deben de ser jodidamente viejos para no aceptar
peluches.
Salimos de la tienda hacia el estacionamiento y nos encontramos con una Harper
angustiada y una Thalia con los ojos llorosos.
—¿Qué coño ha pasado? —Suelto un chasquido. Me palpita la sien y mis manos
se cierran en puños con la necesidad de destrozar a quien haya hecho daño a mis
chicas.
Cole está arrodillado junto a Harper, intentando consolarla, y yo me abstengo de
arrancarlo de su lado y atraerla a mis brazos.
—Está triste porque tiene que volver a casa de los Lancaster —explica Thalia con
un resoplido—. No me atrevo a decirle «Llévatela a casa», porque ese no es su hogar.
Su hogar está conmigo, esté donde esté. Ese es su hogar. —Thalia levanta la barbilla
en señal de desafío, y yo asiento orgulloso de mi chica. Claro que es su hogar. Todos
lo somos.
—Sólo quiero quedarme contigo. —Harper tiene hipo entre sollozos.
—Lo sé, cacahuete. Estamos trabajando muy duro para que así sea —dice Thalia
con voz tranquilizadora, apartando el cabello de la cara de Harper.
—Pero me gusta estar contigo y los chicos.
No puedo evitar sonreír cuando nos llama chicos.
—Lo sé, cariño, pero mamá necesita que seas valiente sólo un poco más, ¿vale?
Harper se suspira.
—Lo intentaré.
—Buen trabajo, cariño. Ahora, dale abrazos a mamá, y Lucas te va a llevar de
vuelta a casa de los Lancaster, ¿vale?
Me vuelvo hacia Lucas en busca de una explicación.
—A Thalia le cuesta dejarla, y los Lancaster son poco acogedores, así que me
ofrecí.
Asiento con la cabeza para aprobar que mi hermano la proteja.
Cole coge a Harper de la mano y procede a atarla en su asiento del coche mientras
Thalia le besa la mejilla.
Me acerco a la niña que me ha robado el corazón.
—¿Pingüino? —sonríe.
Acerco mi nariz a la suya y ella la roza con la mía, haciéndola soltar una risita.
—Adiós, Jace. Nos vemos pronto.
—Sí, lo harás, Pequeña T.
Muy pronto.

entrar en la parte trasera del todoterreno, automáticamente atraigo a Thalia

hacia mí, necesitándola tanto como ella a mí. Busco consuelo en ella, y sé que ella
también lo necesita. Ha sido un gran día. Un día que nunca imaginé posible ni me
permití imaginar.
Mientras nos alejamos del estacionamiento, acaricio el brazo de Thalia, una
necesidad de protegerla tan fuerte que hace que mis músculos se tensen.
Respiro por la nariz para intentar calmarme, pero el aire está cargado de algo.
Miro alrededor del vehículo como si las respuestas fueran a saltar sobre mí.
—¿Por qué coño huele el coche a sexo?
Thalia ahoga un sollozo silencioso y juguetón mientras Cole sonríe de oreja a oreja
a través del espejo retrovisor.
—Nos follamos a Tia mientras dabas de comer a los monos.
—Eran malditas jirafas, imbécil.
Cole se encoge de hombros.
—Qué coño. Estaba dando de comer a un marica.
Thalia suelta una risita al oír nuestras bromas, y así se disipa la nube de
solemnidad.
Miro fijamente a mi chica acurrucada bajo mi brazo y, por primera vez desde que
me enteré de su relación con mis hermanos, no siento celos.
Yo también estoy jodidamente agradecido de que los tenga también.
ulso la aplicación de la cámara y veo a Tia acercarse a mi despacho con mi
camisa de trabajo y un propósito obvio en mente. A mí.
En cuanto entra en mi despacho, se me hincha la polla. Me reclino en la silla
y abro las piernas para hacerle sitio.
—Dijiste que estaríamos juntos esta noche. —Su voz sensual me provoca una
oleada de excitación y, cuando se muerde el labio inferior, no puedo evitar el gemido
que se me atrapa en la garganta.
—Lo hice.
Tia se desabrocha lentamente la camisa que lleva puesta y, mientras lo hace, yo
me desabrocho los pantalones. Me bajo la cinturilla de los bóxer y me los meto por
debajo de los huevos.
Despacio, subo y bajo la polla. Mi mirada recorre su delicioso cuerpo centímetro
a centímetro. Sus pechos pesados y sus pezones en punta hacen que se me haga la
boca agua.
La imagino embarazada de nuestro hijo, con el vientre redondo y los pechos
turgentes, y mi polla salta al pensarlo. El pegajoso prepucio gotea de la punta, así
que con una mano froto el pulgar por la raja de mientras con la otra le hago señas
para que se arrodille entre mis piernas.
Completamente desnuda y descubierta ante mí, Tia se arrodilla.
—Chúpame el pulgar, pequeña. —Le regalo mi pulgar empapado de semen y ella
saca la lengua en señal de anticipación y se mete el pulgar en la boca, provocándome
un silbido—. Chupas como una niña buena. —Su lengua envuelve mi pulgar y gime
con un gemido cuando chupa con más fuerza, haciendo que mi puño se apriete
contra mi polla.
Lánguidamente, retiro el pulgar con un chasquido.
—Desvísteme. Mi voz es entrecortada y llena de necesidad, y dado el rubor que
recorre sus mejillas, mis órdenes la afectan tanto a ella como a mí.
Se apresura a desvestirme y yo la ayudo quitándome los zapatos y los calcetines.
Me baja los pantalones y los calzoncillos cuando levanto el culo y me desabrocha la
camisa.
No hace mucho, me aterrorizaba que alguien me tocara, ¿pero ahora? Ahora,
disfruto de sus caricias.
Echo un vistazo al ordenador y apunto la hora, sabiendo exactamente cuándo
llegará Cole a casa.
Me quita la camiseta de los hombros y no puedo evitar el gemido que se me
escapa.
—Joder, eres preciosa. Ahora, súbete al regazo de papi y empuja esas tetas en mi
cara como una buena niña.
—Mmm, ¿a papi le gusta?
Le sonrío, sabiendo lo mucho que le gustan nuestros juegos, —tanto como a mí.
Agarro una de sus tetas y la atraigo hacia mi boca, cerrando los ojos al sentir la suave
sensación de su piel contra mi lengua y el pezón chisporroteando con cada
movimiento.
Tia me clava las uñas en los hombros mientras se sienta a horcajadas sobre mí.
Frota su coño sobre mi polla y gime en mi cuello.
Sus labios encuentran la carne debajo de mi oreja y me pellizca, haciéndome
apretar las caderas contra ella.
Saco el pezón.
—Sé una buena chica y gira para mirar a la puerta.
Se mueve sin vacilar; su obediencia hace que mi polla esté ansiosa por
recompensarla.
Tia envuelve sus piernas sobre las mías para que yo la abra bien.
Suavemente, recorro con el dedo su columna vertebral. Me detengo al llegar a las
marcas grabadas de nuestra propiedad conjunta en su cuerpo. Lentamente, rozo con
un dedo sobre ellas, luego levanto sus caderas y muevo mi polla hasta situarla en su
agujero. La humedad se acumula, facilitándome el deslizamiento, bajándola
suavemente hasta la empuñadura.
—Ahh, papi. —Hace un gesto de dolor al estirar el coño, y la oscuridad que hay
dentro de mí se deleita con ello.
—Sé una buena puta y cómete toda la polla de papi. —Aprieto los dientes para
contener la necesidad de penetrarla.
Inclinándola ligeramente hacia delante, con una mano en su cadera y la otra
rodeando su ágil cuerpo, hago rodar su pezón entre mis dedos, arrancando otro
gemido de sus labios ávidos.
Mi cuerpo se enrosca con fuerza bajo ella, desesperado por desatar a la bestia, pero
también desesperado por que él también lo presencie.
Se contonea de un lado a otro y yo se lo permito. Mi mirada se desvía de las marcas
de su espalda baja hacia la puerta cuando Cole, con los ojos muy abiertos, entra en
la habitación.
—Hijo de puta. —Se restriega una mano incrédula por la cara, y es entonces
cuando me desato, decidido a darle un espectáculo.
Aparto la mano de su teta y, en su lugar, tomo su cabello y lo enrollo alrededor de
mi puño. La golpeo agresivamente con la espalda contra mi pecho y la penetro de
una embestida tras otra.
Soy vagamente consciente de que Cole se desnuda mientras continúo mi asalto a
su coño.
—Oh Dios. Oh, Dios, Lucas. —Me rodea el cuello con los brazos, estirando todo
su cuerpo delante de Cole para que pueda ver cada centímetro de mí tomándola por
detrás.
Su cuerpo desnudo se interpone entre mis piernas, y no puedo evitar mirar su
puño bombeando rápidamente su polla. Está tan cerca de nosotros, pero tan lejos, y
no sé cómo decirle que quiero más, porque la verdad es que no sé qué es más.
—Fóllame. Tengo tantas ganas de lamerte el coño ahora mismo, Tia. —La nuez de
Adán de Cole se balancea, y la idea de que la saboree mientras estoy dentro de ella
hace que salga un chorro de semen de mi polla y me obliga a cerrar los ojos.
—Por favor.
Abro los ojos al oír sus palabras y la veo mirándome fijamente, pidiéndome
permiso para que Cole la lama mientras estoy dentro de ella. Joder, qué caliente.
Se me aprieta el pecho. ¿Puedo hacerlo? ¿Puedo sentirlo así entre mis piernas? Me
lamo los labios repentinamente secos y hago fuerza para superar el nudo en la
garganta, girando la cabeza para mirar a Cole una vez más.
—Ponte de rodillas y lámele el coño, hermano.
A Cole se le encienden los ojos de asombro y excitación antes de ponerse
rápidamente de rodillas. Sus gruesas manos se posan en mis muslos y me hacen
estremecer y retorcerme de placer de una sola vez.
Su aliento caliente me consume, y no puedo evitar el gemido y el empuje de mis
caderas cuando la fuerza de su cara presiona contra Tia, empujándola así aún más
contra mí.
Con cada sorbo que hace Cole, me lo imagino agarrándole el clítoris y pasando la
lengua por el capullo hinchado de nervios. Tia suelta un gemido que me golpea
directamente en las pelotas y hace que su coño se apriete incontrolablemente a mi
alrededor, haciendo que me esfuerce por forzar cada célula de mi cuerpo que me
dice que voy a correrme.
—Joder, Tia, sabes tan bien con la polla de mi hermano dentro de ti —jadea Cole.
Al darme cuenta de que una mano ya no está en mi muslo, el enfado burbujea en
mi interior. Nunca le di permiso para tocarse.
—¿Te estás follando la mano, Cole? —suelto, molesto de que pueda estar
excitándose sólo con su coño cuando yo estoy luchando por los dos.
Su agarre se aprieta contra mis muslos mientras se sienta de rodillas entre mis
piernas, mirando el coño de Tia con total asombro mientras arrastro lentamente mi
polla dentro y fuera de ella, montando un espectáculo para él.
—Joder, hermano. Si me toco, me corro. Jesús, necesito probarlos a los dos. —Su
admisión hace que mi corazón se dispare.
—Por favor. —Tia me mira fijamente, sus ojos azules brillan de desesperación—.
Por favor, deja que nos pruebe a los dos. —Me suelta una mano del cuello, me da un
tierno beso en la mandíbula y vuelve su atención a Cole—. Necesito que me lama,
papi. —Su mano encuentra su clítoris y observo asombrada cómo lo rodea para
nosotros.
El corazón me late con fuerza al ver a Cole, que permanece estoicamente quieto,
mirándome fijamente, esperando mis órdenes, y la idea de controlarme hace que mi
necesidad de ellos se vuelva innegable.
—Lámeme la polla también.
Se queda boquiabierto. Luego, se mueve rápidamente, como si le preocupara que
cambiara de opinión.
Arrastra la lengua por la base de mi polla, y la vibración de un gemido suyo hace
que se me contraigan las pelotas. Mis músculos se tensan y Tia gime de necesidad
cuando imagino que ha llegado a su clítoris. Mi cuerpo se tensa de satisfacción, las
ganas de correrme son casi abrumadoras cuando su lengua cálida y penetrante me
pasa por la polla y alrededor de los huevos.
—Jesús, Cole.
Noto cómo una mezcla de sus babas y su excitación me inunda los huevos, y
trabajo lentamente dentro y fuera, la tortuosa sensación es inigualable.
—Oh Dios. Cole. —Su mano encuentra su cabeza y la mía encuentra su mano
mientras ambos sostenemos su cabeza en su lugar. Mis caderas comienzan a
bombear más y más rápido ante la idea de follar su cara mientras Tia empuja sus
caderas en él también. Somos un lío sucio y enredado, y es sensacional.
—Lámeme las pelotas, hermano. Joder, lámeme los huevos.
Su cálida lengua me lame los huevos y no sé cuánto más podré aguantar. Se me
doblan los dedos de los pies y mi cuerpo se tensa.
—Oh Dios, papi. Papi, voy a... —Tia grita su liberación mientras mi polla se
expande. Mi boca se abre en un fuerte gruñido mientras Cole se pone en pie de un
salto y masturba rápidamente su polla sobre nosotros. Su semen caliente sale
disparado sobre mis huevos y cubre el coño de Tia, su mano se mueve entre sus
piernas y nos cubre con su semen, haciendo que mi cabeza caiga hacia atrás de
satisfacción.
Nuestros pechos se agitan al unísono mientras una frialdad se apodera de mí al
darme cuenta de lo que acabo de hacer. Tengo semen de otro hombre encima cuando
me había prometido no volver a hacerlo.
Mi cuerpo se congela y mis ojos se dirigen a Cole, que me observa con ansiedad.
La mano de Tia me toca la mejilla y me gira para que la mire. Sus ojos me suplican,
Por favor, no lo estropees, y trago saliva para no sentir la necesidad de huir.
—Voy a meterme en la ducha. —Cole se gira rápidamente, con una mirada de
incertidumbre en los ojos, y me odio por haberla puesto ahí.
En cuanto se cierra la puerta, Tia se aparta de mi regazo y mi semen gotea de su
coño y baja por sus muslos. Me parece hipnotizante.
—Menos mal que tomo anticonceptivos. —Sonríe mirándose las piernas,
haciéndome estremecer al saber lo que estoy ocultando.
uelvo a golpear la bolsa con el puño, imaginando que golpeo la cara de ese
capullo enfermo. La necesidad de vengarme de él supura en mi interior.
La bolsa se balancea con cada golpe y mi cuerpo suda a chorros. Ha pasado
una semana desde que vimos a Harper y nos hemos acostumbrado a turnarnos para
pasar la noche con Thalia. Esta noche me toca a mí, y la idea de estar con ella es lo
único que me impide ir a casa de los Lancaster y robarles a Harper.
—¿Seguro que no quieres pelear el sábado? —pregunta Trent, uno de nuestros
entrenadores, frunciendo el ceño.
Salto en el aire, dando la patada perfecta a la bolsa.
—No.
Después de ver la expresión de tortura en la cara de Thalia cuando me vio todo
destrozado, no tengo prisa por volver a verla. Quiero hacer feliz a mi mujer, y la
necesidad de protegerla de todo-incluido yo mismo-es mi principal prioridad ahora
mismo. Además, una vez que me ocupe de esta mierda, espero que mi rabia se calme.
Mi teléfono vibra en el banco del gimnasio, me acerco a él y bebo un trago de mi
botella de agua. La escupo al ver la imagen en la pantalla.
Maldita sea.
Thalia está tumbada con las piernas abiertas y tiene semen goteando de su coño.
Echo un rápido vistazo al gimnasio como un idiota para asegurarme de que nadie
ve a mi chica pidiendo más semen. Me duele la polla al verla.

Lucas: Está lista y esperando. ¿Vas a volver pronto, o vamos a tener otra ronda
aquí mientras tú tienes otra ronda allí?

Se me aprieta el pecho de rabia. ¿Se la están follando ahora mismo? ¡¿En mi día?!
Recojo mi bolsa de deporte del suelo y salgo corriendo por la puerta.

oídos se llenan de risitas cuando entro en el apartamento, pero me niego a

reconocer la felicidad que las rodea. En lugar de eso, entro en la habitación de Cole
dando un portazo.
Señalo mi pecho.
—Era mi puto día. —Soy consciente de que sueno como un niño petulante, pero
no puedo evitarlo.
Lucas se recuesta en el sillón, siempre voyeur, mientras Cole se tumba desnudo
en la cama. Acariciándose la polla, besa a Thalia y me ignora por completo. Sus ojos
se clavan en los míos, pero él aparta su cara y en su lugar le da un beso que me llega
hasta los huevos.
—Joder. —Me quito la camisa por encima de la cabeza y me bajo los calzoncillos,
dejando que mi gruesa polla salte contra mi estómago.
Me acerco a la cama, la agarro por los tobillos y la tiro inesperadamente boca abajo,
obligándola a separarse de Cole.
—Ponte de rodillas, Thalia. ¿Ni siquiera puedes esperar a mi maldita polla para
que te llene? —Le doy una fuerte palmada en el culo, dejándole una marca. Es
entonces cuando mis ojos se fijan en el grabado justo encima de su culo. ¿Qué. Real.
Mierda?
Se me desorbitan los ojos. Luego, tan rápido como llega el shock, los celos me
consumen. Porque sus nombres están en ella y no en el mío. Ella está marcada como
suya pero no como mía. Mi ira estalla, la rabia traspasa mis dedos, mi mano se
levanta y la abofeteo con fuerza, dejando ya una marca roja.
—¡Maldita puta! —Escupo las palabras, queriendo decir cada maldita palabra
ahora mismo.
Gira la cabeza por encima de los hombros.
—Soy la putita de papi. —Ella sonríe hacia Lucas, y mis cejas se disparan, pero
qué, ¿qué carajos?
Mi cabeza gira hacia él. ¿Qué demonios ha pasado entre ellos? ¿Y qué demonios
me estoy perdiendo? A mi polla le encanta pensar en ello.
Lucas me devuelve la sonrisa y se acaricia la polla con pereza. El hecho de que
esté en la habitación de mi hermano con sus pollas fuera no me perturba. Ahora
mismo, me siento bien.
—¡Dame tu puto cuchillo!
Lucas recorre mi cara.
—¡Ahora, Lucas!
Tantea el montón de ropa que tiene a sus pies y localiza rápidamente su cuchillo,
entregándomelo con una mirada severa que me dice que no la cague.
Abro la hoja y el sonido me hace saltar la polla.
—Sujétale los putos brazos —le digo a Cole. Se pone delante de Thalia y le agarra
los brazos para que no pueda apartarse.
Lentamente, arrastro la punta de la hoja por encima del nombre de Lucas. Soy su
primer puto amor, así que merezco estar en lo más alto. Clavo la punta en su carne,
saboreando el silbido de su respiración y el estremecimiento de su cuerpo.
La sangre rezuma de la herida mientras escarbo un poco más para asegurarme de
durar más que sus nombres.
El cuerpo de Thalia tiembla ligeramente y yo acaricio su piel para tranquilizarla.
Cuando termino la última letra, contemplo con enfermiza fascinación la obra
maestra que tengo ante mí.
Jace.
Lucas.
Cole.
Devoción.
Mis ojos recorren la perfecta curvatura de su espalda, los tonificados globos de su
culo y su apretado culito. Me relamo mientras la sangre se filtra por la raja de su
culo.
—Ella nunca ha sido follada por el culo, hermano. Eso lo reservamos para ti. —
Levanto los ojos hacia Lucas, que me mira con expresión atrevida y sincera.
Mi polla gotea de excitación, y tengo unas ganas irrefrenables de quitarle la
virginidad allí también.
Me inclino sobre ella y le escupo en el culo mientras la sangre y la saliva se mezclan
para crear el lubricante perfecto. Arrastro la punta de mi polla hasta su agujero,
cubriéndolo con la perfecta mezcla rosada de ambos mientras empujo suavemente
dentro de su barrera musculosa.
—Ohh. —Ella gime y se tensa debajo de mí. Su incomodidad retumba en mi
interior. Quiero tanto castigarla como apreciarla.
—Dale de comer tu polla, hermano —le sugiere Lucas a Cole, pero él no se mueve,
lo que me obliga a forzar el contacto visual con él. Me devuelve la mirada, como si
esperara mi aprobación. Le respondo con la cabeza antes de volver a mirar mi mano,
que está introduciendo mi gruesa polla en su pequeño culo.
—Joder, nena. Lo estás haciendo muy bien. Tu agujero es tan pequeño para mí. —
Empujo más adentro, otro centímetro, otro apretón de dientes, mientras ella se estira
a mi alrededor.
—Oh. —Ella gime alrededor de la polla de Cole.
Me muevo para frotar en círculos su clítoris. El movimiento hace que se relaje y
gorjee alrededor de la polla de Cole. Sus ojos están completamente clavados en él
follándose perezosamente su cara.
Nunca tuve la intención de compartirla así con mis hermanos, y no es algo que
vaya a convertir en costumbre porque me encanta nuestro tiempo a solas. Sólo
nosotros.
Pero ahora mismo, con mi polla metida hasta el fondo en su culo, nadando en
nuestros jugos y los pantalones de aprobación de Cole junto con las palmadas del
puño de Lucas contra su polla, puedo verme haciendo una excepción ocasional.
La saco y la vuelvo a meter de golpe. Cole la mantiene en posición mientras repito
el movimiento, con los huevos ya pesados por la necesidad de vaciarme dentro de
ella.
—Joder, necesito su boca. Joder, necesito correrme en su boca. —Lucas jadea,
completamente desencajado.
Hago un gesto con la cabeza hacia Cole, que sigue absorto en las habilidades de
mamada de Thalia.
Lucas aparta a Cole de su camino y rápidamente le mete la polla a Thalia. Su boca
gotea saliva mientras pasa de una polla a otra, y yo cierro los ojos, decidido a no
correrme todavía.
—Joder, dale a papi esa boca. Tómanos. Tómanos a los dos, nena.
Observo, total y absolutamente consumido por la excitación, cómo ambos
introducen sus pollas en la golosa boca de Thalia.
—Oh joder, qué bueno. Oh, joder —canta Cole, con todo el pecho agitado. Su
cuerpo se tensa mientras agarra el pelo de Thalia.
La boca de Lucas se abre en silencio y su cuerpo se tambalea al correrse él también,
inundando la boca llena de ella.
—¡Jodeeeeer! —Me corro en un rugido, y mi cabeza cae hacia adelante mientras
cuerdas y cuerdas de semen salen disparadas de mi polla mientras Thalia se aprieta
más a mi alrededor, haciéndome saber que ella también se corre.
—Te quiero tanto, Thalia.
e despierto sobresaltada al oír vibrar mi teléfono. Miro el reloj junto a la
cama y gimo al darme cuenta de que son poco más de las siete de la
mañana.
Miro rápidamente a los chicos. Cole está a un lado de mí y Lucas al otro, mientras
Jace duerme con la cabeza sobre mi estómago con el cuerpo acurrucado por la mitad.
Vuelvo a pasarle los dedos por el cabello y busco el celular.
Mi corazón se hunde cuando veo que es la Sra. Lancaster quien llama, sin duda
para reorganizar la visita de Harper.
Me aclaro la garganta y trato de sonar serena, madura.
—Hola, Sra. Lancaster, ¿está todo bien?
—No. No lo está. Harper ha estado involucrada en un accidente de tráfico.
Actualmente está en el Jefferson Memorial.
Mi mundo se detiene y mi mente se queda en blanco.
No estoy segura de lo que ocurre a mi alrededor, pero sólo veo a los chicos
levantarse y ponerse la ropa. Luego, Cole me empuja las manos a través de una
camiseta mientras Lucas me guía para que me ponga de pie.
—Está bien, cariño. —Jace me atrae hacia él.
—Estamos aquí para ti, preciosa.
—Cole me besa en la frente mientras salimos del dormitorio. De algún modo, subo
al todoterreno y nos encaminamos hacia el hospital.

el cambio en ella en cuanto respondió al incesante zumbido. Supe «Supe»

que a Harper le había pasado algo, porque ninguna otra cosa podía provocar aquella
reacción.
Cuando le cogí el teléfono, la zorra Lancaster intentó decirme que no era necesario
que Tia fuera al hospital. ¿No sería esa la munición perfecta para los tribunales? ¿Que
su propia madre no acudiera al hospital?
Rage se adelanta a grandes zancadas. Abriendo las puertas dobles, ladra órdenes
a la recepcionista y, antes incluso de que lleguemos al mostrador, ya sabe dónde
localizar a Harper.
Tia se aferra a Cole como si fuera su salvavidas, y supongo que de los tres, él es
sin duda el que está más en contacto con sus sentimientos y el más sensato.
Caminamos hacia la unidad de cuidados intensivos y se me revuelve el estómago
al darme cuenta de la gravedad de la situación.
Rage es recibido por un médico que le estrecha la mano y le indica una habitación.
Todos entramos y, por primera vez, ella se separa de Cole para ponerse al lado de
Rage. Cole se coloca detrás de ella con la mano en la cadera mientras yo hundo la
mano en el bolsillo para acariciar mi navaja en busca de consuelo.
—Actualmente está en coma para dar tiempo a su cuerpo a recuperar el control.
Por desgracia, el impacto del vehículo le provocó una hemorragia interna en el
estómago y, durante la operación, perdió mucha sangre. Puede que tengamos que
hacerle otra transfusión de sangre.
Me estremezco ante la explicación del médico.
—Puede entrar y sentarse con ella, pero sepa que las máquinas y los tubos son por
el bien de Harper. —Mira con simpatía a Tia.
Tia, Rage y Cole empujan la puerta mientras yo me quedo atrás para hablar con el
médico.
—¿Qué pasó en realidad?
El médico se aclara la garganta y mira hacia la puerta.
—La señora Lancaster dijo que cruzó corriendo la carretera y fue atropellada por
un vehículo que circulaba en sentido contrario. Un testigo en la escena dijo que vio
una pelea entre Harper y la señora Lancaster, y Harper huyó.
—¿Una pelea? —Pregunto.
—La policía está investigando. —Me hace un gesto seco con la cabeza.
Siento que se me hunde el pecho. ¿He juzgado mal la situación? ¿Dejar a Harper
a su cuidado mientras yo hacía las cosas de forma legal la ponía en peligro?
Respiro con fuerza, jadeando. ¿Le he hecho daño?
—¡Señor! —El médico se aclara la garganta—. Ella está en buenas manos. Lo
importante ahora es que Harper mejore.
Levanto la cabeza para encontrarme con su expresión de preocupación.
Le hago un gesto brusco con la cabeza y lo empujo hacia la habitación, decidido a
llegar al fondo del asunto de los Lancaster de una vez por todas.
uando Jace abrió de un empujón las puertas de la habitación de Harper,
sentí que mi vida había llegado a su fin. Mi preciosa y burbujeante niña
apenas se veía entre innumerables tubos, cables y máquinas. Su cuerpo
pálido y sin vida hizo que mi cabeza flotara y mis piernas cedieran.
Nunca había sentido un dolor así, y saber que no puedo hacer nada para ayudarla
es algo que me destroza el alma.
Levanto la cabeza de su cama. No sé cuántas horas llevamos aquí ni dónde están
los Lancaster, pero ahora mismo agradezco su ausencia porque sólo quiero a mi niña.
Solas ella y yo, como debe ser.
Jace se sienta a mi lado acariciándome el cabello mientras Cole y Lucas charlan
acaloradamente, pero a mí ya no me importa. Solo quiero recuperar a mi pequeña.
Miro nuestros dedos entrelazados, deseando que un destello de vida brote de los
suyos. El más mínimo apretón para saber que ella sigue ahí. Que sigue luchando.
La culpa me inunda. Debería haber hecho más. Debería haber luchado más.
Debería haber sido la madre que se merece. Un sollozo se me atrapa en la garganta.
Jace me atrae hacia su regazo, aprieto su camisa con la mano y lloro mientras él
me mece.
—Shh, bebé, todo va a estar bien.
—No lo está. No soy lo suficientemente buena para ella. No soy lo suficientemente
buena. Ella se merece algo mejor.
Su columna se endereza y me tira hacia atrás para que le mire fijamente a los ojos.
Sus manos me sujetan las mejillas mientras acerca su frente a la mía.
—Eres lo bastante buena, Thalia. Lo eres todo para ella y, cuando despierte, te
querrá a ti. ¿Me oyes? —Se me saltan las lágrimas y se me acelera el corazón—. Dime
por quién preguntará cuando despierte, Thalia. —Sus severas palabras me taladran
y no me dejan otra opción que responder con la verdad.
—Yo. Ella preguntará por mí.
Sus hombros se relajan.
—Así es, cariño. Ella preguntará por ti.
Asiento con la cabeza, sabiendo que tiene razón.
Se abre la puerta y entra el médico con el que hablamos antes, con cara de
preocupación. Levanta la mano cuando salto del regazo de Jace y corro hacia él.
—Por favor, no quiero que se preocupes, es solo por precaución. —Cole se coloca
detrás de mí y me pone la mano en el hombro para consolarme—. Hemos decidido
conseguir donaciones de sangre por si Harper necesita otra transfusión. Buscamos a
los padres biológicos, ante todo.
Sus palabras me aceleran el corazón y el pánico se apodera de mí. No puedo
respirar. Dios mío, no puedo respirar.
—Puedes donar sangre, Tia. —Las palabras de Lucas me atraviesan el corazón,
haciéndome desear que sea verdad.
Sacudo la cabeza y me agarro el pelo presa del pánico.
—Yo… no puedo. —Recorro la habitación con la mirada, pero las expresiones
confusas de sus rostros no hacen más que aumentar mi pánico—. Yo no puedo. No
soy compatible. No soy compatible. —grito con todas mis fuerzas.
Cole me atrae hacia sí y me abraza con fuerza, con el pecho agitado por la emoción.
—No sabe nada de ella. —Lucho por sacar mis palabras entre sollozos torturados.
—No lo sabe. —Inclino la cabeza hacia Cole—. Por favor, no hagas que se lo cuenten.
Por favor —le ruego—. Por favor.
Traga con dificultad.
—No lo haré, belleza.
—Cole —dice Lucas en tono de advertencia.
—Cierra la boca. Tiene que haber otro camino. No se acercará a ellas. Daré la puta
sangre.
—Mira fijamente a Lucas con convicción.
El médico da un paso adelante.
—Harper tiene un tipo raro de sangre.
Aprieto los ojos, negándome a aceptar sus palabras.
Jace se lame los labios.
—¿Qué tipo de sangre tiene?
—Es AB negativo. —El médico confirma lo que ya sé.
Jace sonríe para sí.
—Bueno, que me jodan. Es del mismo tipo que el mío.
Le miro confusa, porque no puede estar bromeando ahora, ¿verdad?
—¿Qué?
—¿Estás seguro? —Lucas pregunta.
Jace resopla.
—Por la cantidad de veces que los médicos me han remendado, te digo que
conozco mi grupo sanguíneo.
Sonríe con confianza.
El médico se vuelve hacia él.
—Es una probabilidad del uno por ciento. Extremadamente rara, algo que sólo
vemos en familias biológicas.
—Tia. ¿Qué posibilidades hay de que Jace sea el padre de Harper? —Lucas me
mira asombrado.
El corazón me da un vuelco y Jace palidece.
—Yo... nosotros... usábamos protección.
Lucas asiente pero no dice nada.
Me muerdo el labio cuando una oleada de náuseas me envuelve al pensar en mis
siguientes palabras.
—Él... no lo hizo. —Cierro los ojos por el dolor.
Como si lo comprendiera, el médico asiente.
—Les haré análisis de sangre a los dos. Sólo para estar seguros.
—Escribe en su portapapeles y sale de la habitación.
Jace mira con nostalgia hacia la cama.
—¿Crees que podría ser mía?
Mis labios responden con sinceridad.
—No lo sé.
e invade la rabia y siento la necesidad de estamparle el puño en la cara a
alguien o, como mínimo, contra una pared. Está sufriendo más de lo que
podríamos imaginar, y odio el hecho de que no podamos hacer nada para
ayudarla.
Cuando Rage declaró que era compatible con Harper, la euforia y el alivio
entraron en mi corazón, pero se desvanecieron rápidamente con un deseo celoso de
que pudiera ser yo. Que fuera yo quien la salvara. Eso y el hecho de que Rage bien
podría ser el padre biológico de Harper me dejan con una pesada bola de ansiedad
en lo más profundo del estómago.
—Hola. ¿Estás bien? —Lucas me pasa un café.
Salí para ir al baño hace media hora, pero ahora mismo, en la sala de espera vacía,
estoy luchando por volver a entrar.
Me paso la mano por la cara.
—Te preocupa lo que pueda pasar si él es el padre, ¿eh?
Le miro fijamente; ¿cómo hace siempre eso? Conoce mis preocupaciones.
Trago más allá del nudo de emoción atascado en mi garganta.
—Sí.
—No lo estés —se limita a decir, y eso me enfada.
—No estés —imito sus palabras con sarcasmo—. ¿Que no lo esté? Puede que sea
su puto padre, Lucas. Entonces, Tia tiene todo lo que siempre quiso—. Me pongo en
pie de un salto, ignorando el chapoteo del café quemado en mi mano—. ¿Por qué
coño iba a necesitarnos? —Me burlo de su ignorancia—. Pueden ser la puta familia
perfecta. No nos necesitará, Lucas. —Me tiembla el labio y se me desboca el
corazón—. Sé que no —susurro.
—Estás muy equivocado, Cole. Siempre nos necesitará.
Le miro como si fuera idiota.
—Está embarazada.
Me sobresalto.
—¿Qué?
—Embarazada. —Levanta su teléfono—. Acaba de llegar el análisis de sangre.
—¿Embarazada? —Repito.
—Sí. Está esperando un bebé. Nuestro bebé.
Se me corta la respiración, la euforia se apodera de mí.
—Oh, gracias, joder. —Camino por la habitación—. Jesús. Gracias, joder.
Giro sobre mis talones para enfrentarme a él de nuevo, porque si los resultados
han llegado, eso significa…
—¿Es compatible?
—Lo es.
—¿Es él...? —Egoístamente no me atrevo a decirlo, a decir las palabras cuando tan
desesperadamente empecé esperando que un día, tendría la oportunidad de ser su
padre.
—El doctor está ahí ahora.
—Responde a la puta pregunta, Lucas.
—Lo es.
Me hundo en la silla, con la mente acelerada por tantos sentimientos: culpa,
envidia, emoción, alivio.
Devoción.

de un lado a otro.

—Jace, siéntate. —La delicada voz de Thalia apenas se oye entre el pitido de las
máquinas.
—¿Cuánto coño se tarda en comprobarlo?
Me doy la vuelta y me encuentro con la cara de Harper. El dolor de verla así me
revuelve las tripas de miedo y rabia. Ningún niño debería estar así. Jamás.
—¿Tu…? —Me aclaro la garganta y vuelvo a intentarlo—. ¿Crees que se parece a
mí? —le pregunto a Thalia con esperanza.
Su rostro se suaviza y veo cómo traga saliva.
—Cuando era pequeña, solía mirarla y pensar que se parecía a ti. —Sacude la
cabeza como si estuviera desconcertada consigo misma—. Creo que lo deseaba más
que lo pensaba. Lo deseaba. Lo deseaba de verdad. —Sus ojos están llenos de
lágrimas.
Los pasos me aceleran el pulso y, cuando entra el médico, siento que me ha robado
el aire de los pulmones.
—Tenemos buenas noticias. Eres compatible con el tipo de sangre de Harper. —
Le miro fijamente porque ya le había dicho que lo era, joder—. Y también eres
positivo como su padre biológico.
La habitación da vueltas.
Thalia se atraganta y, antes de darme cuenta, la levanto de la silla y la estrecho
entre mis brazos. Nuestros sollozos se combinan. El gemido que suelta no se parece
a nada que haya oído antes, y la abrazo con más fuerza.
Un grito de amor, desamor y alivio.
odavía estoy en estado de shock por los resultados del ADN, pero no pude
evitar el sentimiento de culpa cuando se lo contamos a Lucas y Cole.
Ambos han dado visiblemente un paso atrás, y odio la idea. Cole ha ido a
casa a buscarnos una muda de ropa, y Lucas ha ido a la comisaría a intentar
averiguar qué está pasando con los Lancaster, pero ahora mismo, no me importa.
Sólo quiero que mi niña salga adelante.
—Podemos ser una familia, Thalia. Una puta familia de verdad. —La esperanza
brota de Jace mientras me mira fijamente desde el otro lado de la cama.
—Somos una familia.
Sacude la cabeza.
—No. Tú, Harper y yo. Tal como lo planeamos. Podemos hacerlo, cariño. Por fin
tenemos todo lo que siempre quisimos.
El hielo llena mis venas; quiere que seamos una familia. ¿Sin Cole y Lucas?
—Me encantan.
Jace enrojece y aprieta la mandíbula.
—Podemos tener todo lo que siempre hemos soñado. —Su voz retumba,
haciéndome estremecer, y se levanta de la silla. Vuelve a y se pasa una mano por la
cabeza—. Podría obligarte, Thalia. —Dirige sus ojos oscuros hacia los míos.
—¿Qué... ¿qué quieres decir? —Mi corazón se acelera con la brutalidad de su
mirada.
—Es mi hija, y tú no tienes la custodia. Podría conseguir la custodia.
Me ahogo y jadeo al mismo tiempo. Se me cae la cara.
—¿Me la quitarías? —¿Lo haría? ¿De verdad podría hacerme eso?
Se lame los labios, pero su mirada se clava en mí. Se niega a responder.
—Podríamos ser una familia —repite, ignorando mi pregunta.
Me trago la rabia que siento hacia él, preocupada por si le llevo al límite.
—Y volvería a odiarte todos los días. —Mis palabras salen bajas, pero sé que las
ha oído porque se estremece.
Un crujido me hace girar la cabeza en dirección a Harper, que se lleva la mano a
la cara. Una enfermera entra corriendo y pulsa el botón que hay sobre su cama y, en
medio del caos, los ojos aturdidos de Harper encuentran los míos.
—Está bien, cacahuete, mamá está aquí.
—Yo también quiero a Cole —gimotea.
Beso su mano y la tomo entre las mías mientras el equipo la examina. Mi mente
envía un silencioso agradecimiento a quien me ha devuelto a mi pequeña.
Sólo espero que podamos ser la familia que anhelo que seamos.

cómo mis hermanos alborotan a mi hija y a Thalia. Me molesta y me


alivia a la vez que estén aquí.
Está claro que Harper los quiere, y ellos sienten la misma devoción por ella. Siento
un dolor agudo en el pecho al pensar en lo que le he pedido a Thalia que haga.
Esencialmente romper sus corazones.
Fui egoísta. Esperaba tener el sueño que una vez tuvimos, pero ahora, mientras
Harper se ríe de las voces tontas de Cole mientras le lee y la forma en que Lucas los
observa a ambos con una suave sonrisa, me doy cuenta de que ya somos una familia.
Por muy jodido que les parezca a los demás, somos una familia.
Los ojos de Thalia se clavan en los míos y yo asiento hacia la puerta. Ella resopla,
se besa a Harper en la frente y se dirige hacia la puerta, mientras yo la sigo.
En cuanto la puerta de la sala de espera privada se cierra tras de mí, la agarro por
los brazos y la pongo de cara a mí. La golpeo contra la pared y apoyo la frente en la
suya.
—Lo siento.
Los ojos de Thalia buscan los míos.
—Tienes razón. Somos una familia. Una familia jodida, brutal y devota. —Su
cuerpo se hunde en señal de alivio y sus dedos rozan mi mandíbula—. Sé que no es
lo que habíamos planeado, Jace. Pero ese sueño se perdió para mí el día que te fuiste.
—Hago una mueca de dolor ante sus palabras, pero ella continúa—. Tuve que crear
nuevos sueños para alejar mis pesadillas, ¿y esos chicos de ahí dentro? Me ayudaron
a hacerlo.
Asiento a sus palabras.
—Te quiero, Thalia.
—Yo también te quiero.
—Necesito follarte de verdad. —Su lengua se desliza sobre su labio inferior—.
Jesús, tan jodidamente malo. —Gimo.
Rápidamente me baja el cinturón y la cremallera mientras yo le tiro de los leggins
y las bragas, tirándolos a un lado.
La levanto contra la pared y, sin preparación alguna, la atravieso con mi polla. Mis
labios encuentran su cuello y tiro de la carne.
—Joder, te sientes bien, nena.
Aprieto las caderas cuando sus uñas se clavan en mi cuello.
—Jace, más.
—Así. —Golpe—. Joder. —Golpe—. Bien.
Su coño se aprieta a mi alrededor y sus tetas rebotan contra mi pecho.
—Córrete dentro de mí, Jace. Por favor, córrete dentro de mí.
—Joderrrr. —Llegamos al orgasmo juntos, una vorágine de sexo desordenado, y
yo no podría ser más jodidamente feliz.
ermino la llamada con el abogado y me vuelvo hacia los ojos esperanzados
de Tia. Me aclaro la garganta y me aseguro de que Harper duerme.
—Al parecer, estaban discutiendo sobre ti y Harper intentaba huir para
estar contigo. —Le tiemblan los labios y se retuerce las manos en el regazo. Cole le
pasa el brazo por los hombros.
—Mi abogado ha seguido adelante con los trámites para poner a Harper bajo tu
cuidado y el de Rage. Ahora que tenemos pruebas de que es biológicamente suya, el
caso es aún más fuerte.
La observo atentamente mientras su garganta trabaja.
—¿Tendrá que volver con ellos?
—No, pequeña. Va a intentar arreglarlo para que pueda volver a casa.
Se me hace un nudo en la garganta al ver el significado de mis palabras. Vuelve a
casa y todos vamos a ser una familia.
Por fin.
—Jesús, es increíble —ahoga Cole mientras se aferra a Tia.
Mi mirada se cruza con la de Rage, que está sentado con la mano en la de Harper.
Ya me está estudiando, y pensar en cuáles pueden ser sus planes me inquieta.
¿Planea separarnos antes incluso de darnos una oportunidad?
Se queda quieto, luego exhala calculadamente despacio.
—Es una gran noticia, hermano, podemos ser una familia. Como deberíamos ser.
—Me hace un gesto brusco con la cabeza, uno que me dice mil cosas sin pronunciar
una sola palabra.
Cole exhala aliviado antes de abalanzarse sobre Tia, que ya solloza en sus brazos.
Me siento en un silencio atónito, un calor que se extiende sobre mí mientras
observo la habitación. Todas las personas que alguna vez me importaron, todas las
personas que significan algo están aquí.
Por último, tenemos a nuestra familia.

piernas de Jace rebotan ansiosas y se muerde la uña. Le quito la mano de la

boca y la pongo sobre mi regazo.


—¿Crees que estará bien quedándose con nosotros? ¿Con todos nosotros?
Giramos hacia el edificio de apartamentos y una oleada de náuseas vuelve a
golpearme. Lo achaco a la excitación nerviosa, pero últimamente me pasa a menudo.
—¿Estás bien? —Jace me mira con los ojos entrecerrados antes de volver a mirar a
la carretera.
—Estoy bien, sólo nerviosa.
Le miro tragar saliva antes de que me dedique una sonrisa tensa.
—Yo también. Se pasa una mano por el cabello. —¿Crees que podemos decírselo
hoy? Que soy su padre, quiero decir—. Su voz está llena de vulnerabilidad, y mi
corazón se derrite por el amor que siento hacia él.
—Por supuesto.
Sus hombros se relajan.
—Sólo creo que ahora necesitamos ser una familia. —Asiento con la cabeza—. Con
Cole y Lucas también —añade como si se acordara de los dos. Sonrío ante su hipo.
Me muevo incómoda de un lado a otro, suspiro y decido abordar de frente mi
siguiente problema.
—Estaba pensando en quedarme en la habitación de Cole esta noche. Con los dos.
Jace me mira cuando entra en el aparcamiento.
—Sí. Creo que es una buena idea. Te necesitan esta noche.
Me relajo ante sus palabras.
—Gracias por comprender.
—Ya no me importa, Thalia. Sólo las quiero a ti y a nuestra niña, y quiero que
seamos felices. —Me mira fijamente con la sinceridad brillando en sus ojos. Recorro
con la mirada su rostro y su cuello tatuado. Se me humedecen las piernas.
Jace esboza una enorme sonrisa.
—Quieres mi polla ahora mismo, ¿verdad?
Se me calienta la cara y, cuando acerca sus labios a los míos, me derrito en su beso.
Su lengua envuelve la mía y aprieto los muslos ante el impulso irrefrenable de
subirme a su regazo.
Jace se aparta para mirarme fijamente; sus oscuras pupilas se clavan en mí con tal
posesión y lujuria que me dejan sin aire en los pulmones.
—Joder, eres preciosa. Lo que daría por chupar tu clítoris ahora mismo. Pero,
nena, nuestra niña va a estar aquí en —mira el reloj— siete minutos—. Se ajusta la
polla en los vaqueros.
El hecho de que sepa con exactitud cuándo Harper está a punto de llegar hace que
me desmaye por él aún más de lo que ya estoy.
Le regalo una sonrisa juguetona.
—Tienes razón. Venga, vamos a presentarle a nuestra niña a su padre.
Jace se muerde el labio y los ojos se le llenan de lágrimas.
—Vale. —Su voz tiembla en un susurro.
Me inclino hacia delante y aprieto mis labios contra los suyos.
—Te quiero, y ella también te querrá.
Con eso, salimos del coche.

qué carajos han tardado tanto? —He pasado los últimos veinte minutos

paseándome por la habitación. Los globos están puestos, la nevera está llena de las
comidas favoritas de Harper y la sorpresa para Tia y Harper está preparada.
—Nos distrajimos. —Tia se sonroja.
Levanto una ceja en respuesta a sus palabras antes de burlarme de ella.
—¿Le chupas la polla?
Se le desorbitan los ojos.
—No. Estábamos… —Camina arrastrando los pies.
—Le follé la boca con la lengua y me hizo correrme en los vaqueros. —Rage pasa
junto a ella despreocupadamente y se dirige a su dormitorio. No puedo evitar echar
un vistazo al evidente bulto de sus vaqueros y me relamo los labios
imaginándomelos juntos. Dios, qué mal lo tengo.
Tia me rodea el cuello con los brazos y me besa la mandíbula, haciendo que mis
venas se calienten. La idea de que mi chica esté embarazada de mí hace que mi polla
se retuerza y que ella suelte una risita. Se retira rápidamente, lo cual es una buena
idea, ya que Harper llegará con Lucas en cualquier momento.
—¿Todo listo? —pregunta Rage desde detrás de mí. Me giro y veo que ha
cambiado sus vaqueros empapados de semen por unos joggers grises y una mirada
que me pregunta si nuestro plan está en marcha. Le hago un sutil gesto con la cabeza
que hace que Tia me mire a mí y le pregunte a él.
La puerta se abre y Tia se sobresalta antes de correr hacia Harper, que acaba de
poner un pie en el apartamento. Tia se arrodilla y Harper la abraza. Tia la estrecha
en un fuerte abrazo, y las palmas de mis manos se crispan de necesidad. Lo único
que quiero es correr hacia las dos y acercarlas a mí. No soltarlas nunca. Ahora son
nuestras. Como siempre deberían haber sido.
Finalmente, Harper se desliza por Tia y sus ojos se fijan en el apartamento.
—Me gusta —declara, haciéndonos sonreír a todos.
—Harper, tenemos una sorpresa para ti. —Rage da un paso adelante.
—¿En serio?
—Sí, síguenos.
Me quedo atrás con Lucas y sigo a Tia y Harper mientras Rage las conduce hacia
la habitación de invitados.
—Ábrela. —Jace le hace un gesto con la mano a Harper para que abra la puerta
mientras Tia lo mira confundida.
Harper aspira un chillido.
—¡Es increíble! Me encanta. —Entra corriendo en la habitación y empieza a dar
vueltas alrededor de todas las cosas rosas y bonitas para niñas.
Cuando Rage nos sugirió que creáramos la habitación perfecta para Harper, Lucas
y yo pusimos los planes en marcha y hemos trabajado sin descanso para tenerla a
punto para su regreso a casa.
—Esto es increíble, chicos. —Los ojos de Tia rebosan lágrimas.
Le acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja y le beso suavemente los
labios.
—No pasa nada, preciosa. Por favor, no llores.
—Te quiero. ¿Lo sabes?
Le regalo mi sonrisa de megavatio.
—Yo también te quiero.

habitación es preciosa. Recorro con los dedos la bonita tela rosa del dosel hasta

llegar a los peluches de animales que hay a los pies de la cama. Una auténtica
habitación de princesa.
Mis ojos se clavan en el mural de una princesa, exactamente la misma princesa
que he estado dibujando para el contrato de ilustración. Tiene la mano extendida y
en la palma está la llave que me dio Jace. Se me corta la respiración y me tiemblan
las piernas. Tiene la llave de su corazón, de su casa y de su familia.
Todo en uno, tiene la llave de todo lo que necesita.
Encontraron la pieza que faltaba en mi dibujo.
Cierro los ojos y la emoción se apodera de mí. Respiro hondo y me doy cuenta de
que Jace me observa atentamente. Se adelanta y me rodea la cintura con los brazos,
con el rostro marcado por la preocupación.
—¿Estás bien, cariño?
—Estoy perfecta. Todo es perfecto.
Su labio se levanta y se quita una lágrima con el pulgar.
—¿Era la llave?
Asiento con la cabeza, demasiado abrumada para expresar mis palabras.
—Fue idea de Lucas.
Me giro para mirar a Lucas y me despego de Jace. Está apoyado contra la pared,
observándonos a todos de cerca, siempre en las afueras mirando hacia dentro. Miro
a Harper y la veo jugando a lo que parece ser una fiesta del té con Cole, y me acerco
a Lucas.
Sin avisarle, le agarro de los botones de la camisa y tiro de él hacia mí. Le agarro
por el cuello y aprieto mis labios contra los suyos. Apenas abre la boca, atónito ante
mi desesperada reacción.
Entonces, parece fundirse en el beso; sus músculos ceden y su lengua entra,
haciéndome gemir contra él. Me aparto cuando noto la dureza entre nosotros.
—Jesús, Tia —susurra, con las pupilas dilatadas.
—Quería que supieras lo agradecida que estoy y lo mucho que te quiero.
Su nuez de Adán se desliza lentamente por su garganta.
—Yo también te quiero. —Sus palabras salen entrecortadas—. Tanto, joder —
susurra.
—Mami, mira, Cole es una princesa.
Me doy la vuelta y veo a Cole con el pelo corto cubierto de horquillas y su enorme
sonrisa característica. Parece que se está derritiendo, jugando con mi hija en el suelo.
Jace se coloca a mi lado y baja la cabeza para susurrarme al oído.
—¿Podemos decírselo ya? —Se mueve de un pie a otro, desesperado por acabar
de una vez.
Asiento y él toma mi mano entre las suyas. Con Lucas justo detrás de nosotros,
nos arrodillamos en el suelo junto a Cole y Harper.
Jace se aclara la garganta.
—Harper, tenemos algo que decirte.
Sus ojos azules miran de mí a Jace.
—¿Te vas a casar?
Jace enarca las cejas, mientras Cole lo fulmina con la mirada, como si lo desafiara
a pronunciar esas palabras.
—No, cacahuete, no nos vamos a casar.
—Bien, porque me gustan todos y no quiero que tengas que elegir.
Mi corazón late rápidamente al ver a mi pequeña, como si supiera que las quiero
por igual.
—Conocí a tu madre hace mucho tiempo. —La mano de Jace se aprieta contra la
mía, como si luchara por encontrar las palabras adecuadas—. Nos perdimos el uno
al otro.
Harper mueve la cabeza hacia la mía, haciendo que su coleta golpee la cara de
Cole.
—¿En serio?
Le sonrío suavemente.
—Lo hicimos.
—Pero ahora nos hemos encontrado. —Mira nuestras manos unidas.
—Sí, lo hicimos. Cuando estabas en el hospital, descubrimos que soy tu padre. —
Harper enarca las cejas mientras procesa lo que está tratando de decir.
—¿Eres mi padre?
Jace exhala con fuerza y sus ojos se llenan de lágrimas no derramadas.
—Lo soy. Pero acabo de enterarme —le dice de nuevo, reiterando que hace poco
que nos conocemos.
—No pasa nada. —Se encoge de hombros como si nada.
—¿Guay? —Respondo, esperando un poco más de ella.
—Siempre y cuando Cole y Lucas puedan ser mis papis también, porque no está
bien dejar gente fuera. —Ella señala a Jace con toda seriedad, y él echa la cabeza
hacia atrás con una risita aliviada.
—Muy buena, Harps. —Cole extiende el puño hacia Harper, que lo choca con una
sonrisa satisfecha.
—Lucas, ¡tú también tienes que ir a la peluquería! —Señala uno de los cinco
pequeños taburetes, y sólo entonces me doy cuenta del dulce gesto de que haya cinco
taburetes alrededor de la pequeña mesa.
Levanto la cabeza para mirar a Lucas y no puedo evitar reírme al ver la expresión
de horror en su cara.
Pero cuando se deja caer en el taburete junto a ella con un sonoro suspiro, creo que
me enamoro un poco más de él. Porque, ¿a quién no le gusta un hombre que se
entrega por completo?
ia y Jace han acostado a Harper hace una hora. Lucas le aseguró a Tia que
había puesto en marcha el sensor de la habitación para avisarnos si salía de
ella.
Tras numerosas demostraciones, finalmente cede a darse un baño mientras Rage
y yo nos sentamos con Lucas a discutir nuestra siguiente estrategia.
Lucas saca una carpeta de su cajón cerrado con llave. Juro que ese tipo tiene ahí
una cámara acorazada con información clasificada sobre cada uno de nosotros.
—A ver si lo entiendo, ¿conoces a alguien dentro que pueda acabar con él? —
pregunta Rage, sentándose hacia delante.
—Sí quiero. Pero estaba pensando, ¿quizás querrías hacerlo tú mismo?
Los ojos de Rage se iluminan y una mirada maníaca que me hace palpitar el
corazón y me recorre una oleada de nerviosismo se apodera de su rostro.
—¿Cómo? —pregunta.
—Pronto saldrá en libertad. La empresa de seguridad que conozco, Storm
Enterprise, puede recogerlo en cuanto ponga un pie fuera de la cárcel.
—Hazlo —le responde la voz oscura de Rage, sin dejar ninguna duda de sus
intenciones. Va a hacérselo pagar—. Lo quiero.
Lucas le devuelve la sonrisa.
—Bien.
—¿Qué pasa con los Lancaster? —Pregunto, porque la forma en que han tratado
a Tia y Harper no puede quedar impune. Intentaron esencialmente robar a una niña.
Cuando todo lo que Tia necesitaba era ayuda y estabilidad, intentaron aprovecharse
de sus circunstancias, y luego dificultaron todo lo posible que estuvieran juntas.
—He liquidado su empresa. —Echa un vistazo a su reloj—. El Sr. Lancaster está
siendo notificado por solicitación y fraude. Se quedarán sin un céntimo. Sin
embargo, siento que me falta algo con la señora Lancaster. Pero sufrirá, no obstante;
no podrá sobrevivir sin dinero.
Me devuelve la sonrisa y me relajo en la silla.
—¿Algo más que necesitemos saber? —Pregunto, cada vez más ansioso por estar
con nuestra chica. Después de todo, ella nos prometió esta noche.
—Sí, de hecho, lo hay. —Lucas se pasa una mano por el pelo, despeinándolo en el
proceso. —Encontré algo de información sobre la familia biológica de Tia.
—¿Lo hiciste? —pregunta Rage, con la cara llena de esperanza.
—Perdió a sus padres en un accidente de coche. Nació como Anastasia Olska y
tiene una hermana llamada Jenny.
Miro a Rage mientras se sienta en su silla, profundamente conmocionado.
—Una hermana.
—Hermana mayor. Me las arreglé para localizarla también.
Esto llama la atención de Rage una vez más.
—¡No me digas! ¿Dónde está?
Lucas se frota la mandíbula, un gesto suyo que me hace saber que no está seguro
de si decirlo o no.
—Está casada con un mafioso y se hace llamar Sky.
Rage mira con incredulidad.
No puedo evitar ahogarme.
—Jesús.
—Bien. —Lucas asiente.
Se me seca la garganta.
—¿Se lo decimos?
Lucas se golpea el labio con el dedo.
—Todavía no. Déjame indagar un poco más.
—¿Eso es todo? —Pregunto, levantándome de la silla, ansioso por hundirme en
mi chica. Mi chica embarazada.
—Eso es. —Lucas asiente, dándome la oportunidad perfecta para irme.

en mi habitación y al instante veo la cara de asombro de Tia. Está sentada

en el extremo de la cama, con una toalla y el teléfono en la mano. Está visiblemente


temblorosa y me enfurezco al pensar que alguien le ha hecho daño.
—¿Qué demonios ha pasado?
Levanta la cabeza en mi dirección, con la cara pálida y los ojos enrojecidos.
—Era el médico. Dijo... —Le tiembla el labio—. Dijo que estoy embarazada, Cole.
Joder, por fin, quiero gritar.
En lugar de eso, sonrío ampliamente y mi pecho se hincha de orgullo.
—Embarazada, ¿eh?
Me siento en el suelo entre sus piernas.
—Es increíble, preciosa. —Me paso la lengua por los labios y miro su barriga. Me
pregunto cuándo empezará a notarse.
—¿Increíble? —Me mira como si estuviera loco.
—Belleza, tienes todo lo que puedas necesitar. Seguridad... —Me acerco y beso sus
labios—. Amor... —Otro beso en sus labios—. Devoción... —Nuestros labios vuelven
a encontrarse—. Estás a punto de darle un hermano a Harper, y estoy deseando verla
emocionada. —Sus labios se inclinan en una suave sonrisa, y sé que la tengo.
Presionando mis labios contra los suyos de nuevo, deslizo mi lengua en su boca
con un gemido bajo.
—Joder, no puedo esperar a verte hinchada con mi bebé.
Mi polla gotea y desato lentamente la parte superior de la toalla.
—¿Cole? —pregunta ella.
—Shh, belleza. Déjame hacerte sentir bien. Déjame mostrarte cuánto te amo a ti y
a nuestro bebé.
La empujo contra la cama y veo con asombro cómo rebotan sus pechos. Sus
pezones parecen más oscuros y grandes que la última vez que se los chupé, estoy
seguro de ello.
Separo sus piernas y me pongo rápidamente de pie para desnudarme antes de
volver a arrodillarme. Con los pulgares, separo sus resbaladizos pliegues e inhalo su
aroma antes de arrastrar mi lengua perforada desde su agujero hasta su clítoris.
Mueve las caderas hacia mi cara y mi polla salta en respuesta.
La mano de Tia encuentra mi cabeza y me sujeta mientras le como lentamente su
coño goloso.
—Más, por favor, más. —Ella empuja más fuerte contra mí, haciéndome reír de lo
necesitada que está mi chica.
Introduzco dos dedos en su interior, curvándolos hacia el punto perfecto, y luego
los retiro empapados de su crema antes de repetir el movimiento con más fuerza.
—Oh joder, Cole.
—Eso es, belleza, monta en mi cara. Toma lo que quieras de mí. Ven a mi cara, Tia.
Tia se agita en la cama, sus tetas rebotan y yo ansío marcarlas una vez más.
—Más. Más.
Retiro los dedos mientras ella empieza a apretarse a mi alrededor.
—Ruégame por mi polla, Tia.
Tia levanta la cabeza de la cama.
—Por favor, quiero tu polla.
Me pongo de pie, con la polla chorreando.
—Quiero que me cabalgues, belleza. Móntame con mi bebé dentro de ti. —Sus ojos
se llenan de lujuria y sé que la tengo. Sé que le va a encantar estar embarazada tanto
como me encanta a mí pensar en ello. Porque nuestra chica tiene tres hombres para
mantenerla satisfecha, tres hombres a los que entregarse por completo.
Me coloco con la cabeza sobre la almohada y Tia no tarda en sentarse a horcajadas
sobre mí.
—Lame tu semen de mi cara, belleza.
Se me erizan las pelotas cuando su lengua húmeda me rodea la mandíbula y se
introduce en mi boca, y cuando coloco mi polla en su agujero, ella deja caer su coño
sobre mí, haciéndome girar los ojos hacia la nuca de placer.
—Oh Dios, te sientes tan bien.
—Estirando tu coño para ti, belleza.
Empujo mis caderas con fuerza dentro de ella, haciendo que sus tetas reboten.
—Sí. Sí. Por favor, estírame.
—Joder, qué belleza.
Una mano se queda en mi hombro, clavándome las uñas, mientras la otra empieza
a jugar con sus pezones. Me dan ganas de correrme.
La puerta de la habitación se abre y Lucas se asoma. Cuando empieza a
desnudarse, no puedo evitar pensar en lo lejos que ha llegado de ser la persona que
permanecía en un segundo plano.
Mi mano encuentra el estómago de Tia.
—Está embarazada —le digo a Lucas, como si él no lo supiera.
Sonríe mientras se mueve calculadoramente a nuestro alrededor, y el cuchillo que
lleva en la mano reluce.
—Mmm, perfecto —musita mientras observa las tetas de Tia—. Chúpale los
pezones.
Está de pie junto a la cama, masturbándose la polla con una mano, y con la otra
sujeta con fuerza el cuchillo.
—Tomo la píldora —dijo Tia a modo de explicación.
Mis labios rodean su pezón, rozando el apretado capullo. Un gemido sale de sus
labios.
—Quiero que te quedes embarazada. Menos mal que no funcionó, nena —miente,
y no puedo evitar quererle por ello.
Sus cejas se alzan ante sus palabras.
—La niña de papi, embarazada de él. —Cacarea, y su polla gotea semen en el
suelo, haciéndome forzar los músculos para evitar mi propio semen.
—¿Estás cerca?
Le respondo con la cabeza.
—Voy a follarle el culo.
Vuelvo a asentir, porque no encuentro palabras, no cuando habla de follárnosla
juntos. Jesús, eso es increíble.
—Deja de follártela un momento —suelta Lucas molesto.
Tia y yo jadeamos al unísono cuando mis embestidas se detienen por orden suya.
La mirada de pánico de Tia se cruza con la mía.
—Tranquila, preciosa. Haremos que te sientas bien —la tranquilizo acariciándole
perezosamente el clítoris, lo que hace que maúlle y se relaje en respuesta.
Lucas se corta la mano con el cuchillo, haciéndonos mirar a los dos con pánico.
Vemos como gotea la sangre sobre el culo de Tia con ojos llenos de lujuria. Entonces,
escupe dos veces en el culo de Tia, y en el momento en que coloca su polla en su
agujero, ella se sacude. Los ojos de Lucas se cierran de euforia mientras se hunde
lentamente en su interior. Siento cómo la llena más allá de la estrecha barrera de su
coño, estirándola para que nos coloquemos juntos. Mi polla gotea
involuntariamente, y sé que voy a correrme rápidamente.
—Hermano. —Me entra el pánico y aprieto la sábana con una mano.
—Cierra la puta boca y tómala. Toma mi polla en su culo. —Sus sucias palabras
no ayudan en nada.
—Por favor —suplica Tia, con la boca floja.
Los músculos del cuello de Lucas se tensan y sé que él también lucha por
contenerse.
—Chúpale las tetas. Chúpale las tetas y márcaselas por todas partes —suelta su
voz entrecortada mientras mueve las caderas y su polla se frota contra la mía.
Tia me enseña las tetas de una en una mientras yo se las chupo, tiro de ellas y las
muerdo mientras ella sube y baja sobre mi polla con la polla de Lucas metida en su
culo.
—Oh. Oh por favor.
—Coge la polla de papi, nena. Tómala.
—Jesús, hermano.
La habitación se ilumina por el movimiento en la puerta y, cuando veo a Rage con
los ojos muy abiertos junto a la cama, apenas puedo funcionar lo suficiente para
decirle.
—Está embarazada. —Como si eso fuera explicación suficiente para que los dos
nos la estemos follando.
Sus ojos se encienden de excitación, se arranca la camiseta por la cabeza, se quita
los joggers y se sube a la cama.
—Jesús, Thalia. No puedo esperar a ver tu barriga llena, nena. —Rage bombea su
polla frenéticamente. Las venas de su cuello sobresalen—. Tan sucia putita, dejando
que los hermanos la preñen.
Mis pelotas se crispan con sus palabras, y sin necesidad de instrucciones de Lucas,
Rage se acerca a Tia.
—Chupa. —Le tiende la polla a Tia, que inclina la cabeza de buena gana para
aceptarlo. La mano tatuada de Rage se enreda en su cabello y la mantiene en su sitio
mientras todos la llenamos a la vez.
Amor en devoción brutal.
is ojos recorren el desordenado salón. Cole está en el suelo envuelto en un
edredón rosa. Harper está acurrucada en los brazos de Lucas, envuelta en
una manta, y Jace me rodea con los brazos y me pone de espaldas a su
pecho. Sus manos descansan sobre el pequeño bulto que ahora sobresale de mi
cuerpo.
Sus suaves labios me acarician el cabello y, como siempre, la piel se me pone de
gallina.
—No puedo esperar a que llegue este pequeño, cariño. Entonces podré poner un
bebé ahí. —Sus palabras hacen que me aprieten los muslos. Los tres chicos han
estado insaciables desde que me enteré de que estoy embarazada.
Lucas se burla desde nuestro lado.
—Soy el siguiente.
Pongo los ojos en blanco ante su inmadura competitividad. En mi última ecografía
descubrimos que estoy embarazada de dieciocho semanas, lo que significa que
concebí cuando solo tenía una relación con Cole.
—¿Quieres más patatas, guapa? —Cole inclina la cabeza hacia atrás para mirarme.
Me inclino hacia delante y aprieto mis labios contra los suyos.
—Estoy bien, gracias.
—¡Yo quiero! —Harper chilla y sale disparada de los brazos de Lucas.
Los brazos de Jace se tensan y me aprietan más contra él, como protegiéndonos a
mí y al bebé de la excitación de Harper. Su gesto me alegra el corazón, porque
siempre nos cuida. Aunque al principio estaba muy celoso de sus hermanos, ahora
acepta nuestra relación y también llama suyo al bebé.
—Cuando sea mayor, yo también tendré tres novios. —Harper sonríe mientras se
mete una mano llena de patatas fritas en la boca.
Jace se tensa detrás de mí.
—Como demo…
—Mientras seas feliz, Harps —interrumpe Cole antes de que Jace pueda terminar
la frase. Reprimo una carcajada y me muerdo el labio.
—Por lo visto, en mi familia hay gemelos, así que puede que te den dos por uno.
—Lucas clava sus ojos en los míos antes de clavarlos en mi barriga, como
imaginándome embarazada de dos bebés. La mirada es tan intensa que me retuerzo
de emoción. La idea de regalarle un bebé a Lucas me hace palpitar el clítoris.
—Harper, ¿quieres que Cole te lea un cuento antes de dormir? —Jace sonríe
dulcemente a Harper como si percibiera mi necesidad de saciarme.
Harper cruza los brazos sobre el pecho.
—No, quiero que lo haga mi padre.
Cole gira la cabeza por encima del hombro.
—Sí, sigue, papi. A Harper también le gusta el libro de cuentos gruesos, ¿verdad,
Harps? —Sonríe, haciendo que Jace suelte un gruñido.
—Llevaremos a Tia a la cama y nos aseguraremos de que esté bien calentita. —
Lucas se levanta, se quita las patatas fritas de sus joggers, una sonrisa astuta jugando
en sus bonitos labios.
Jace refunfuña detrás de mí, y no puedo evitar sonreír cuando Cole me coge de la
mano y me pone en pie, mirándome como si fuera un tesoro precioso.
Mirándome fijamente con completo amor y brutal devoción.
iro fijamente al pedazo de mierda que causó miseria a nuestra infancia.
Que me arrancó el amor de mi vida y luego me llenó de tanto odio que me
convertí en Rage.
Estoy decidido a drenarle todo el dolor posible como él me hizo a mí tocando lo
único que tenía para amar.
Se lamenta en el suelo desnudo como un saco de mierda sin valor, haciendo todo
lo posible por arrastrarse hacia la puerta con la baba ensangrentada goteándole de
la boca. Sus manos ceden en el charco de sangre que le rodea.
Observé complacido cómo Cole le arrancaba los dientes, le rompía las manos y los
tobillos con un martillo y le daba una buena paliza. Pero le obligué a parar para que
pudiera sentir el dolor que quería infligirle.
Extiendo la mano para coger el cuchillo de Lucas, y él me lo entrega. Tanta sangre
derramada por este cuchillo, pero también tanto placer. Parece justo que sea esto lo
que finalmente acabe con este pedazo de mierda. Finalmente acaba con su miseria
para que sólo tengamos placer.
Le tiro de la cabeza hacia atrás y le corto a cada lado de las mejillas antes de
arrastrarla hacia la garganta. Sus ojos se iluminan. Pero, si este puto enfermo cree
que se lo voy a poner tan fácil, es mucho más estúpido de lo que pensaba.
—¿Recuerdas la vez que me hiciste beber gasoil, Martin?
Sus ojos se abren de par en par, presa del pánico, cuando Lucas se adelanta con el
bidón, y yo le hago un firme gesto con la cabeza para que vierta el contenido sobre
él.
Se desgañita y entra en pánico, ahogándose con el combustible, y yo me deleito
con su terror. La excitación zumba en mis venas al hacerle pagar por todo el
sufrimiento que ha causado.
—Sujétalo.
Cole se adelanta a mi orden y le sujeta los hombros mientras Lucas le rodea. Le
tira de unos guantes que me hacen sonreír antes de agacharse para sujetarle los
tobillos.
—Eres un puto enfermo, Martin —le escupo con asco—. Me has puesto un poco
furioso.
Cole suelta una carcajada.
—Furioso, cauteloso.
Pongo los ojos en blanco.
—Rage te va a cortar la polla, Martin.
Su cara se desmorona.
—Por favor, no. Oh, Dios, no. —Solloza.
Sacudo la cabeza.
—Estoy seguro de que te hemos dicho que no muchas veces y nos has ignorado
—me burlo mientras bajo hasta su polla. Apenas puedo mirar a ese pedazo de
mierda. Pero con un rápido movimiento, consigo rebanar al pequeño cabrón.
Martin se vuelve loco, se agita sin control y aúlla de dolor. Le arrojo la carne grasa
sobre el pecho.
Arrastro la hoja por su cuerpo, atravesándolo varias veces, con cuidado de que
ninguna de ellas sea mortal. Cada pinchazo es preciso para causar el mayor dolor
posible.
—Ayuda. Ayúdenme, por favor. —Intenta empujar contra mis hermanos, cuyas
miradas se clavan en las mías con sonrisas maníacas a juego. Están disfrutando de
esto tanto como yo, y no podría estar más orgulloso.
Intenta tirar, mover los brazos, y molesta por sus esfuerzos, chasqueo a mis
hermanos.
—Rompe sus malditos brazos también.
Sus ojos se desorbitan ante mis palabras. Cole se levanta, pero sujeta uno de los
antebrazos de Martin. Pisa el hombro de Martin y el fuerte chasquido penetra en el
aire cuando retuerce el brazo de Martin con una fuerza brutal, haciendo que Martin
grite con un gemido ahogado.
Luego, Cole pasa al otro brazo y repite la acción.
—Vas a arder en el infierno, Martin. —Saco el mechero del bolsillo trasero. Mis
ojos oscuros se dilatan mientras miro fijamente la llama, asombrada de cómo una luz
tan pequeña está a punto de causar tanto daño y a la vez tanto placer.
—Espera, espera. Puedo decirte más... —gárgara.
Levanto la llama y hago un gesto a Cole y Lucas para que retrocedan.
Apenas oigo su voz por encima de sus gritos estridentes.
—Ahhh, por favor. ¡Puedo hablarte de los otros!
Mi cara se ilumina de placer cuando se convierte en una bola de fuego del infierno.
Por fin somos libres.
Finalmente, soy Jace.

la puerta del apartamento y nos encontramos a Tia dando vueltas.


Sabía que íbamos a acabar con él, y ver cómo se le cae la cara de alivio y se le llenan
los ojos de lágrimas refuerza el hecho de que decirle era lo correcto.
Primero abraza a Rage, luego a Cole y finalmente a mí. Me huele el cuello y se
retira con la cara contraída.
—¿Por qué huelen a humo?
Rage se gira hacia nosotros con una sonrisa maníaca.
—Martin hizo un viaje al infierno.
Sus ojos se abren de golpe antes de aclararse la garganta.
—Bueno, ¿pueden ir a ducharse?
—¿Vas a unirte a nosotros? —Las cejas de Cole bailan juguetonamente y ella le da
un manotazo en el brazo. Entonces Rage da un paso adelante y la coge en brazos,
caminando hacia su dormitorio con Cole no muy lejos detrás.
Doy zancadas hacia el despacho y cierro la puerta, accionando la cerradura. Mis
ojos se clavan en el cajón.
El cajón que guarda tantas cosas aún por descubrir.
Tantas cosas aún ocultas…
iro fijamente a Thalia con la feroz determinación de plantar mi propia
semilla en su interior. Sé que Lucas quiere ser padre después, pero a la
mierda. Me perdí el embarazo de mi niña y los primeros años de su vida.
Si quiero estar ahí desde el principio, lo estaré. Que le den a quién tiene un hijo
biológico y a quién no.
Miro hacia el monitor de bebés, sabiendo que tanto Harper como Amelia siguen
profundamente dormidas, al menos durante una hora más. En cuanto Amelia se
despierta, también lo hace Harper. Es tan bonito como jodidamente molesto tener la
cama llena y no poder tocar a Thalia como me gustaría.
Amelia ya tiene seis semanas. Según el médico de Thalia, puede volver a tener
relaciones sexuales. No es que me importe si todavía está sangrando, ni Lucas, si
admitiera la verdad. Todos sabemos que ha estado desesperado por follársela ahora
que le ha cogido el gusto.
Retiro la sábana de su cuerpo y dejo al descubierto su suave piel. Está tumbada
sobre el pecho de Lucas con el culo al aire, pero no es su culo lo que quiero. No, es
su coño.
Thalia se agita ligeramente y Lucas, por reflejo, la abraza con más fuerza. Dejo caer
los calzoncillos al suelo y aprieto la polla con el puño, ansioso por tener algo más
alrededor.
Es un milagro que no se me haya caído con las veces que me he masturbado
imaginando estar de nuevo en su calor resbaladizo.
Desde que dio a luz, Cole nos hizo prometer que no tendríamos ninguna actividad
sexual, para darle tiempo a su cuerpo a recuperarse. Ni siquiera podíamos
chupárselo, por mucho que ella lo pidiera desesperadamente.
No estoy seguro de quién sufrió más por este pacto tonto que hicimos, si nosotros
o ella.
Me subo al colchón detrás de ella. Con besos suaves, le acaricio el cuello y le meto
la polla por el culo.
—Mmm —murmura en sueños.
Mi mano baja hasta su vientre, la increíble parte de su cuerpo que llevó a nuestros
bebés, y no podría quererla más por ello.
La mano de Thalia encuentra mi cabello, el pellizco de su abrazo me anima a
seguir, así que deslizo mis dedos por su vientre hacia sus bragas.
Gira la cabeza para mirarme por encima del hombro.
—Jace. Todavía estoy sangrando.
Mis cejas se fruncen porque definitivamente son seis semanas. Hasta el puto día.
—Sólo un poco —reafirma.
Asiento y beso su cuello mientras deslizo la palma de la mano por su cinturilla.
—¿Crees que un poco de sangre va a impedir que entre en tu coño, Thalia? —
Mordisqueo su carne, añorando su sabor en mi lengua.
—Ni de broma.
Deslizo los dedos por su clítoris, desesperado por sentir la suavidad de su coño.
Su agujero está resbaladizo y caliente cuando le meto dos dedos.
—Joder, nena, ¿estás excitada o…? —Dejo la pregunta en el aire en y ella me
responde empujando el culo.
—Tan excitada.
—Joder. —Rápidamente deslizo sus bragas por sus piernas, ignorando el
desorden con el que las mujeres tienen que lidiar por el parto.
Abre más las piernas sobre Lucas, lo que me permite colocarme más detrás de ella.
—Mi polla está tan jodidamente ansiosa por llenarte, nena —gimo mientras froto
la punta arriba y abajo por su coño chorreante—. Tan ansioso por hacerte mía otra
vez.
Muerdo su hombro mientras me deslizo dentro de su coño con un gruñido.
—Ohhh —gime mientras la lleno hasta la empuñadura con mi polla.
—¿Estás bien, cariño?
—Sí. Por favor, quiero que te muevas, Jace.
—Joder. —Me retiro y vuelvo a empujar, una y otra vez, sin importarme si
despierto a Lucas en el proceso.
Noto que le aprieta la mano en el hombro. Entonces, levanta la cabeza y me mira
fijamente.
—Cabrón, Jace —escupe entre dientes apretados—. Debería cortarte las pelotas.
Esta vez lo saco y lo vuelvo a meter con más fuerza, obligando a Thalia a aferrarse
a él. Trato de ignorar la amenaza de muerte que me lanza y opto por desviar su
atención.
—Ahora puedes jugar con sus tetas, Lucas. Sabemos cuánto has deseado
probarlas. —Sus pupilas se dilatan en respuesta. He visto la polla de Lucas ponerse
dura cada vez que Thalia tiene las tetas fuera. Cómo se ha alejado para serenarse o
golpear una.
Su mirada se cruza con la de Thalia, como pidiendo su consentimiento, lo cual es
horrible, teniendo en cuenta que ella nos daría cualquier cosa de todos modos.
Se desabrocha el top de lactancia, dejando al descubierto sus abultadas tetas, y
tengo que congelarme para no correrme antes de tiempo. Me muerdo el interior de
la boca.
Los ojos de Lucas se abren de par en par y Thalia le hace un rápido gesto de
aprobación. Se baja un poco de la cama para tener acceso a su teta.
Sus dedos se enredan en el cabello de él y veo con asombro cómo sus labios tocan
su pezón. Mi polla se estremece ante tan erótico espectáculo.
Completamente diferente a cuando alimenta a Amelia.
Pone los ojos en blanco y los cierra, extasiado. Hasta ahora nunca me había
planteado probar la leche materna de Thalia, pero ver a mi hermano con ella,
tomando lo que hemos ayudado a crear para nuestra familia, hace que mi polla
chorree de excitación.
—Muévete, Jace. Necesito que te muevas.
Mis ojos no se apartan de sus tetas, no se apartan de Lucas. Siento una repentina
necesidad de que este momento entre ellos lo sea todo.
—Nena, envuelve su polla con tu mano y acaríciala. Haz que se corra mientras te
chupa las tetas.
Sus labios se separan, y sé en qué momento su mano sedosa encuentra su polla,
porque sus ojos se abren de golpe, inundados de excitación, y gime contra su teta.
—Joder, qué calor. —Empiezo a mover las caderas de nuevo, sabiendo que no
podré evitar correrme pronto—. Joder, Thalia. Lo eres todo. ¿Me oyes? —Me meto
dentro de ella—. ¡Todo, joder! —Mis pelotas se tensan y mi cuerpo se tensa mientras
inundo su coño desnudo con mi semen. Su mano trabaja más rápido cuando mis
dedos presionan su clítoris, y ella explota, aferrándose a la cabeza de Lucas mientras
su semen cubre sus dedos.
Mi pecho se agita cuando noto movimiento en la puerta del dormitorio. Me entra
el pánico y automáticamente pienso que es Harper, aunque sé que tenemos una
alarma en la puerta de su habitación.
—No podías esperar, ¿verdad? —Cole escupe mientras se quita las zapatillas y se
deja caer los joggers, con la polla ya erguida.
Me río entre dientes mientras me tumbo en la cama junto a Thalia, deleitándome
con el tinte rosado que cubre mi polla gracias a su coño.
Lucas se separa de la teta de Thalia y deja caer la cabeza contra la almohada. Saca
la lengua para recoger la gota de leche que tiene en la comisura de los labios.
—No me jodas. ¿Has probado su leche? —Cole deja caer su camiseta de correr al
suelo, su musculoso cuerpo cubierto de sudor por la carrera de la mañana. Siempre
va temprano, antes de que se levanten las pequeñas, porque no quiere perderse la
oportunidad de ayudar.
—Sí, y lo haré todo el tiempo a partir de ahora. —Lucas lo mira intensamente, y
es en momentos como este que quiero alejarme de mis hermanos y dejar que ellos
resuelvan su propia mierda.
Thalia me dijo que no han tenido relaciones sexuales entre ellos, pero ambos
sabemos que es sólo cuestión de tiempo hasta que eso ocurra.
—Jesús, belleza. ¿Puedo follarte? —Pongo los ojos en blanco, porque claro, de los
tres, él sería el que pediría permiso.
—Todavía estoy sangrando un poco.
Cole traga con fuerza y su polla salta. Juro que Lucas lo ha corrompido.
—¿Sí? —casi se atraganta—. Muéstrame.
Thalia se pone boca arriba y abre las piernas. La visión de mi semen mezclado con
el suyo hace que mi polla se hinche. Cole se mete entre sus piernas y coloca la cabeza
de su polla en su entrada.
—Qué buena chica —arrulla Lucas mientras se mueve para llevarse el otro pezón
a la boca.
—¡Deja un poco para el puto bebé! —chasqueo molesto, haciendo que se ría contra
ella.
Cogiendo mi polla con la mano, subo y bajo la palma al ritmo de Cole follándose
a nuestra chica.
Los empujones de Cole se hacen más fuertes.
—Eso es. —Golpea. —Toma mi polla en tu coño mojado—. Golpe. —Tómanos a
todos—. Golpe.
Estoy a punto de correrme de nuevo ante el porno en directo que se desarrolla
frente a mí cuando un gemido llena la habitación.
—Joder, no. —Me paso un brazo por la cara con un gemido, sabiendo que me toca
levantarme con las pequeñas.
Thalia gira la cabeza hacia mí con una sonrisa tensa.
—Voy a lavarme las manos. —Le doy un rápido beso en los labios, maldiciendo
mientras me arrastro fuera de nuestra cálida cama y me alejo de la risa de Lucas.

uelvo a abrochar el body de Amelia después de cambiarle el pañal y darle un


chupete para calmarla hasta que Thalia pueda darle de comer. Le sonrío con
orgullo. Vuelve a estar perfecta y contenta por un ratito.
Le aliso el suave cabello castaño. Me encanta sentirla entre mis brazos, la tomo en
brazos y la acurruco contra mi pecho.
—Olvidaste su mantita. Le encanta su mantita. —Harper me tiende el trapo rosa
y esponjoso con una jirafa en la punta, y yo me río de mi niña.
—Eres la mejor hermana mayor, Harps —la elogio, sabiendo lo mucho que le
gusta ayudar.
—Lo sé. —Me sonríe. Le faltan los dos dientes delanteros, lo que la hace monísima,
y me hago una foto mental de este momento, mis dos niñas juntas. Definitivamente
necesitamos otro niño. Sonrío mientras cojo la manita de Harper.
—¿Papi? ¿Por qué la señora Lancaster vino al colegio el otro día y no vino a verme?
—Su inocente pregunta hace que la sangre se me pare en las venas al detenerme ante
sus palabras.
Miro a mi hija tomando mi mano e intento ignorar el fuerte latido de mi corazón.
Me aclaro la garganta e intento mantener la calma.
—¿Qué día era?
—El otro día.
—¿Cuál? —La irritación burbujea en mi interior, pero la contengo. En lugar de
eso, me inclino hacia Harper para que estemos a la misma altura—. Intenta recordar
a Harper.
Se apoya un dedo en el labio y lo golpea pensativa.
—Fue el día que llevé coletas.
—¿Miércoles? ¿Estás segura? —Recuerdo perfectamente haberle hecho las coletas
el miércoles, porque por primera vez las hice bien y las nivelé. Ni siquiera Cole
puede nivelarlas.
Le tiembla el labio inferior y asiente.
—Lo sé, porque no le gustan las coletas.
Aprieto la mandíbula al recordar cómo la señora Lancaster insistía en que Harper
tuviera un aspecto determinado, y tiene razón, seguro que no le permitía llevar
coletas.
—Vamos, Harps, vamos a darles de comer. —Salimos de su habitación al pasillo
justo cuando Thalia y Lucas salen de la nuestra. Mis ojos se cruzan con los de Lucas,
y él debe ver algo en mi expresión, porque sus ojos recorren rápidamente la
habitación como si tratara de averiguar qué le pasa.
Intento mantener mi voz baja y mi tono dulce, decidido a no ser el hombre que
una vez fui. A no volver a ser Rage.
—Harper, ¿podrías ser una niña grande y poner el pan en la tostadora?
Harper se encoge de hombros mientras le doy a Amelia a Thalia para que le dé de
desayunar.
—Claro, hoy voy a comer dos rebanadas. —Ella levanta dos dedos, y yo le doy
una amplia sonrisa que no siento.
Oigo a Thalia arrullar a Amelia mientras Lucas y yo nos giramos y nos dirigimos
a grandes zancadas hacia su despacho.
Gira sobre sus talones en cuanto se cierra la puerta.
—¿Qué demonios ha pasado? —Sus ojos buscan los míos.
No puedo evitar coger el pisapapeles de su escritorio y lanzarlo contra la pared.
La rabia bulle en mi interior.
—¡Joder! —grito.
Lucas me mira como si estuviera trastornado, sus ojos se mueven de un lado a otro
sobre mi cara.
Mi pecho se agita.
—La quiero muerta, Lucas. La. Sra. Lancaster. Ha ido demasiado lejos. Ha estado
en la escuela de Harper.
Lucas se sobresalta físicamente y tropieza con sus palabras.
—¿Q-Qué?
Asiento con la cabeza.
—Estuvo en su escuela el miércoles.
Su mirada se vuelve amenazadora y su mano se crispa en el bolsillo. Prácticamente
puedo ver cómo se pasa la mano por la navaja de la forma que le reconforta.
Deja caer el culo en la silla y se rasca el labio inferior con los dientes, como si
estuviera sumido en sus pensamientos. Mientras tanto, mi temperamento va en
aumento, mis músculos se tensan, la rabia burbujea.
—¿Sugerencias? —Escupo, cabreado por su silencio cuando necesito que esta
mierda se resuelva. Ya.
—Tendemos la mano de la familia de Thalia.
Mis ojos se abren de par en par. ¿Lo dice en serio?
Hace poco descubrimos que Thalia tenía una hermana de la que no sabía nada.
Sky. Sky está casada con un mafioso irlandés al que conocemos como Bren.
Lucas asiente para sí, antes de seguir explicando.
—Contactamos con Bren O'Connell y pedimos ayuda a su familia.
—¿Ayuda en qué? Puedo matar a esa puta —me quejo.
Lucas sacude la cabeza.
—Su marido era senador, Jace. No podemos cargarnos a los cónyuges de los
senadores sin repercusiones. Además, ¿cómo vamos a acercarnos lo suficiente para
hacerlo?
Me burlo de sus palabras, pero me detengo cuando se abre la puerta del despacho
y Cole entra con aspecto recién duchado y saltando de alegría a cada paso.
La puerta se cierra con un chasquido y sus ojos pasan de los míos a los de Lucas.
Exhala pesadamente.
—¿Qué me he perdido?
—Estamos a punto de ir a la guerra, hermano. —Le devuelvo la sonrisa.
uelvo a echar un vistazo al local. Me impresiona la distribución, bien
pensada, con un ambiente elegante, nada sórdido como esperaba, y las
bailarinas no parecen agotadas, así que eso es una ventaja para los clientes
que pagan. Doy otro trago a mi cerveza. Parece que llevamos aquí toda la noche,
cuando lo único que quiero es estar en casa con Tia y nuestras chicas.
Jace me da un codazo y, cuando vuelvo mi atención hacia él, señala con la cabeza
a un tipo con un palillo colgando de la boca. Está apoyado en la pared, con la mirada
perdida, como si la situación le aburriera por completo.
Lleva el cabello revuelto, chaqueta de cuero y botas de combate sin cordones.
Como si percibiera mi mirada, sus penetrantes ojos azules se clavan en los míos. Me
recorre un escalofrío, como si solo con su mirada pudiera ver dentro de su alma.
Tiene un toque siniestro, eso está claro, está metido en alguna mierda jodida, pero lo
mantiene todo bajo control.
Inclino la cabeza hacia un lado, observándole tanto como él a mí. Me recuerda a
mi hermano antes de encontrar la paz con su pasado. Cuando era Rage y no el Jace
que es ahora. Pero veo que la rabia vuelve a aparecer. La ansiedad por mantener a
salvo a nuestra familia lo tiene al límite, pero no estoy dispuesto a dejar que ceda a
su demonio. Así que, aquí estamos en un club propiedad de los hermanos O'Connell.
La mafia irlandesa.
El que yo conozco es Finn O'Connell, uno de los hermanos pequeños de Bren. Se
aparta de la pared y camina hacia nosotros con determinación. Su porte seguro es
impresionante, teniendo en cuenta que está a punto de sentarse a la mesa con tres
tipos igual de letales.
Hace girar una silla y se sienta a horcajadas sobre ella.
—Habla.
Me aclaro la garganta para hablar, pero Lucas levanta la mano.
—Queremos hablar con Bren.
El labio del tipo se torna lentamente en una sonrisa condescendiente.
—Claro que sí. —Levanta la ceja burlonamente.
Noto la tensión que desprende Jace. Su cuerpo está tenso y sólo puedo esperar que
aguante lo suficiente para que consigamos lo que queremos. Para conseguir lo que
vinimos a buscar.
Una alianza.
—Está aquí esta noche —afirma Lucas, haciendo que los ojos del tipo se vuelvan
más agudos, más mortíferos. Sabe que hemos estado observando, calculando el
momento perfecto para acercarnos a él.
La pierna de Jace rebota a mi lado y se queda mirando la mesa con tanta fuerza
como para agujerearla.
Pero estoy orgulloso de mi hermano por mantener la compostura, aunque puedo
sentir que se está desmoronando.
—Si quieres salir de aquí, vete ahora. —Su voz es grave y mortífera, y su aguda
mirada penetra en Lucas. Pero mi hermano no se inmuta. Se ha enfrentado al mal de
frente, así que este tipo es pan comido para él.
—Tenemos información.
El tipo echa la cabeza hacia atrás con una risita condescendiente antes de volver a
bajar la cabeza con todo signo de diversión borrado de su cara. Jesús, está jodido.
—No me jodas. —Levanta la mano y chasquea los dedos, y veo cómo lo que sólo
puedo describir como un ejército de hombres se dirige hacia nosotros.
El pánico burbujea en mi interior y mi corazón se acelera ante la idea de que
fracasemos.
—Espera. Joder, espera. Se trata de Jenny Olska. —El tipo ni siquiera se inmuta al
reconocer su nombre—. La conoces como Sky —digo a trompicones, pero surte el
efecto deseado cuando se paraliza y levanta la mano para detener a su séquito.
Sus ojos se vuelven hacia los míos.
—¿Qué carajos acabas de decir? —pregunta, y su voz suena aún más siniestra que
antes.
Trago saliva, pero continúo, aliviado de que al menos me preste atención.
—Jenny, también conocida como Sky. Tenemos información sobre su pasado. —
No es una mentira completa, pero es razón suficiente para que estemos aquí y para
captar tanto la atención de este tipo como la de Bren.
El tipo se pasa la lengua lentamente por el labio, como si estuviera sumido en sus
pensamientos. Luego asiente con la cabeza.
—De acuerdo. Tienes mi atención. Si su información no es buena, acabaré con
todos ustedes por hacerme perder el tiempo.
—Sonríe y se levanta, indicándonos que le sigamos con una inclinación de cabeza.
Caminamos hacia la escalera metálica de la parte trasera del club, la que tiene tres
guardias armados al final. Intento disipar la sensación de inquietud mientras
seguimos al tipo por la escalera, pero cada escalón aumenta mi temor.
Sólo puedo rezar para que Bren O'Connell sea un hombre que valore la familia
tanto como nosotros.
Al menos entonces, tendremos una oportunidad de salir de aquí en una sola pieza.
fijamente el celular, intentando averiguar qué demonios acaba de pasar.

Sky me ha llamado porque Seb y Sammy han vaciado el contenido de su neceser en


la bañera. Los pequeños demonios encendieron los chorros de hidromasaje y ahora
nuestro cuarto de baño privado parece una fiesta de la espuma porque también han
descubierto cómo poner los malditos altavoces.
Todo esto sucedía mientras ella trataba de alimentar a Zachary, que es tan
pegajoso como un maldito koala. Yo ni siquiera miro a Sky y su abultado pecho. Si
no disfrutara tanto dejándola embarazada y me excitara verla hincharse con lo que
es mío, le diría que es el último niño para que volviera a ser sólo mía. En vez de eso,
me muerdo la puta lengua y espero. Zachary tiene diez semanas, así que espero que
no tarde mucho. Isaac fue mucho más fácil, eso seguro.
Me restriego la mano por la cabeza y suspiro. No entiendo cómo carajos es culpa
mía si estoy en la oficina, pero ella es como una fiera cuando se estresa. Le dije que
lo sentía y que enviaría a alguien a arreglar el desastre, pero cuando le sugerí una
niñera, cortó la maldita llamada. Me quedé mirando el teléfono en estado de shock.
Finn entra por la puerta como si fuera el dueño de la habitación, y su sola presencia
hace que apriete la mandíbula porque, normalmente, seguirle es un problema.
Mi interés aumenta y mi camisa se tensa en mi espalda mientras mis hombros se
tensan cuando tres tipos a los que nunca había visto antes le siguen detrás.
—Siéntense —les ladra, sin apenas dedicarles una segunda mirada.
El del traje se sienta frente a mí en mi mesa. Está bien vestido y parece un hombre
de negocios. El de complexión más corpulenta se sienta en el sofá, y el que está
cubierto de tatuajes y me mira fijamente se queda en una esquina de la habitación,
apoyado en la pared. Su mandíbula se afila y aprieta los puños, dándome a entender
que quiere pelear.
—¡He dicho que te sientes! —Finn me fulmina con la mirada, haciendo que me
pregunte qué demonios ha pasado en mi club. El tipo tatuado le devuelve la mirada,
igual de enfurecido y sin inmutarse lo más mínimo por el arrebato de Finn. Lo cual
es una rareza. Mi hermano tiene una reputación que le da el apodo de Finn «El
Eliminador». Sus habilidades con el cuchillo son casi nulas.
No sé si cabrearme por la despreocupación del tipo del tatuaje o aplaudir sus
agallas.
—Hermano, por favor. —El musculoso mira fijamente al tipo tatuado. Sus ojos le
suplican como si su vida dependiera de ello. Me paso un dedo por el labio y observo
con intriga cómo se aparta de la pared con un resoplido y se sienta en el sofá frente
a, supongo... ¿su hermano?
No se parecen, eso seguro.
Finn cruza los brazos y se apoya en mi escritorio, mirando fijamente al trajeado.
—Al parecer, tienen información sobre Sky.
Mi columna vertebral se endereza y mis manos se cierran en puños ante la mera
mención del nombre de mi esposa.
Aprieto la mandíbula.
—Habla —grito, con la rabia evidente en el tono.
—Necesitamos ayuda con una situación —empieza a hablar el Tipo Musculoso—
. Sky tiene una hermana.
Intento luchar contra la mueca de dolor ante la mención de la hermana de Sky. Es
algo que no le he contado y que tampoco pienso contarle nunca. Sky fue separada
de su hermana pequeña y vendida a traficantes de personas. No recuerda a su
familia biológica y yo me callo lo poco que sé. Temeroso de hacerle más daño, tomé
la decisión de no mencionar nada de lo que sé. Que no es mucho, sólo que tiene una
hermana pequeña que también desapareció. Supuse que algo malo debía haberle
sucedido y, por lo tanto, opté por proteger a mi esposa para que no sufriera más.
—Ahora se llama Thalia —añade El señor Trajeado.
Asiento con la cabeza en señal de comprensión. Está claro que es alguien que les
importa. ¿Quizás crecieron juntos?
Sus ojos se entrecierran y su voz se vuelve amenazadora.
—Pero a juzgar por tu cara, ya sabías de ella.
Claramente, soy una mierda ocultando mis expresiones.
Me encojo de hombros con arrogancia.
—Estaba protegiendo a mi mujer; no sabe nada de ella. Sky ya ha sufrido bastante.
Supuse que su hermana había muerto. —Vuelvo a sentarme en la silla y exhalo
sonoramente, fingiendo aburrimiento.
Esto cabrea al Tipo Tatuado, porque se pone en pie de un salto y se lanza a través
del escritorio hacia mí, pero su hermano lo retiene rodeándolo fuertemente con los
brazos. El rostro del tío tatuado está enrojecido, las venas le sobresalen del cuello y
los ojos se le desorbitan de odio mientras forcejea en el abrazo para llegar hasta mí.
—¡Hijo de puta con esteroides! ¿Ya has pasado suficiente? ¿Qué carajos crees que
ha pasado mi chica, eh?
Debería corregirle y decirle que no he tocado una maldita droga en mi vida, pero
algo me dice que ahora mismo no me escucharía, y estaría malgastando saliva.
—Queremos tu puta ayuda. Es de la puta familia. —Sus palabras se me clavan en
la piel y siento una punzada de culpabilidad.
Continúa su disputa.
—¿Tienes hijos?
Finn se mueve en un instante ante la mención de nuestros hijos. Saca su cuchillo y
se lo pone en la garganta, haciendo que tanto él como su hermano se queden
paralizados.
El trajeado sigue sentado e ignora el arrebato.
—No queremos problemas. —Me burlo de sus palabras—. Thalia y nuestras chicas
están en peligro. —Me siento hacia delante en mi asiento con repentino interés.
Continúa diciendo.
—El exsenador Lancaster.... —Me río burlonamente al reconocer el nombre… —
él y su mujer tienen intereses en Thalia. —Trago saliva, inseguro de adónde va esto,
pero soy muy consciente de los intereses de esa escoria. El trajeado sigue hablando,
—Están tramando algo con respecto a …
—¡Mi pequeña! —grita el Tipo Tatuado, con la sangre goteando de donde Finn
sostiene el cuchillo contra su cuello. Y por primera vez desde que los vi, me doy
cuenta de dónde viene la ira de este tipo. Alguien está amenazando a su hija.
—Finn, ¡aléjate de una puta vez! —Le ladro. Lo hace al instante, pero se queda a
un palmo de ellos.
—Siéntate. —Le hago un gesto con la cabeza hacia la silla al tipo que zumba de
rabia.
Se quita de encima al musculitos y se deja caer en la silla. Aprieta la mandíbula
mientras intenta contenerse.
Me pellizco entre los ojos, ya cabreado por haber sido arrastrado a algo en lo que
no tengo tiempo ni me incumbe participar.
—Retrocede de una puta vez y empieza de nuevo. ¿Quién eres tú? —Planteo la
pregunta al que parece tener las cosas más claras, aunque parece una versión
siniestra de mi hermano Óscar.
—Soy Lucas. Este es Jace. —Extiende su brazo hacia el Tipo Tatuado. —Y él es
Cole. —Asiento a sus palabras—. Thalia y Jace tienen una niña, Harper. La criaron
los Lancaster.
—¿Por qué? —Finn interviene antes de que Lucas pueda terminar la frase.
—Porque un puto enfermo violó a Thalia cuando era adolescente, e intentaron
adoptar a Harper en contra de los deseos de Thalia. —Jace me fulmina con la mirada,
el odio detrás de las palabras dirigido a mí por insinuar que Sky era la única que
tenía un pasado problemático.
—Jace y Thalia tienen ahora la custodia completa de Harper. Los Lancaster
deberían estar fuera de escena, pero Harper mencionó que la Sra. Lancaster ha estado
en su escuela. Lo he comprobado. —Hace una mueca antes de continuar—. Han
estado siguiendo a Thalia y Harper.
Jace gira la cabeza acusadoramente hacia él, con el cuerpo tenso. Es obvio que esta
información es nueva para él.
—Los mataré yo mismo, joder. —Veo al tipo deshacerse ante mí, su pecho
subiendo más rápido cada segundo.
Levanto la mano.
—Si haces eso, te van a pillar. Quieres estar ahí para tus chicas, ¿verdad?
Su mirada venenosa se dirige hacia mí y me hace un gesto firme pero reticente con
la cabeza.
—¿Y tú? —Hago un gesto hacia el que se llama Cole.
—Lo haré si es necesario. Tenemos que hacer que parezca un accidente, sin
embargo. Tengo a mis hijas esperándome. No quiero hacer tiempo a menos que
tenga que hacerlo.
—¿Estás casado? —Finn levanta una ceja mirando a Cole.
Jace se burla.
—No, no está jodidamente casado. Si alguien se va a casar con ella, seré yo.
Mi mente se toma un momento para repasar lo que acaba de decir.
—¿Se la follan los dos? —Finn pregunta antes de que me salgan las palabras.
—Los tres, en realidad. —El labio de Lucas se dobla hacia un lado, un atisbo de
orgullo tras sus palabras.
Jesucristo, esta chica tiene tres hombres en marcha. Suelto un fuerte suspiro de
asombro. Hijo de puta, la hermana pequeña de Sky tiene tres hombres y...
—¿Cuántos hijos?
—Dos... por ahora —añade Lucas al final, y no se me escapa la insinuación. De
hecho, la reconozco bien.
Intento apartar mi mente de sus vidas privadas y ocuparme del problema real.
Me aclaro la garganta.
—Entonces, ¿quieres que acabemos con los Lancaster? —Pregunto—. Entonces
hemos terminado. —Los miro fijamente.
—¿No quieres que Sky conozca a su hermana? —pregunta Cole, el dolor empaña
su rostro. Me río al pensar en el grandullón con cara de que alguien le ha dado una
patada a su cachorro.
—Tiene toda la familia que necesita. —Le devuelvo la mirada sin corazón.
—Bien. Entonces, ¿ustedes acaban con los Lancaster y nosotros mantenemos la
boca cerrada sobre su hermana? —Jace reitera mi insinuación con un tic en la
mandíbula, obviamente cabreado con mi propuesta.
—Exactamente eso. —Doy un golpecito en el escritorio, dando por concluida esta
reunión improvisada.
—Eres un puto idiota, amigo —escupe Cole petulante.
Le regalo una sonrisa de suficiencia.
—Una puta polla enorme. —Le doy mi tarjeta de visita a Lucas—. Tiene una copia
del número de celular personal de Oscar, mi hermano, en el reverso para que lo uses
como punto de contacto.
Los tres se levantan de sus asientos.
—Oscar se pondrá en contacto conmigo mañana —le digo a Lucas, ignorando las
miradas asesinas de los otros dos. Me hace un gesto con la cabeza, pero nada más,
así que no le ofrezco la mano para que me la estreche.
Cole se detiene cuando está a punto de cruzar la puerta. Sus ojos se suavizan
cuando me mira.
—Sabes, a nuestras chicas les vendrían bien unos primos.
Es una rama de olivo, pero siendo el bastardo que soy, me niego a lidiar con más
dramas. Ya hemos tenido suficientes en nuestra familia para toda la vida.
—Los míos ya tienen bastantes primos. —Mis ojos taladran fríamente los suyos, y
sus hombros se hunden ante mis palabras.
—No todos los cabrones tienen la suerte de tener una familia; algunos la formamos
nosotros mismos —responde Jace antes de darse la vuelta y salir por la puerta con
los hombres a los que llama hermanos.
Suspiro aliviado cuando se van, pero una punzada de culpabilidad me desgarra
tanto por sus palabras como por la imagen de otra mujer con un aspecto tan parecido
al de Sky y el puto infierno que debe de haber soportado.
Tiro el contenido de mi escritorio al suelo, frustrado conmigo mismo, y suelto un
rugido.
Con el pecho agitado, levanto los ojos hacia Finn.
—Averigua todo lo que puedas sobre ellos.
Me hace un gesto brusco con la cabeza y saca su teléfono.
Vuelvo a sentarme en la silla con una sensación de desasosiego, con el estómago
lleno de espanto, sabiendo que esto no es el final.
Sabiendo que es sólo el principio.
Tenga en cuenta este libro se basa después de la serie Lies, que se ha completado.
Incluyendo después de CON'S Wedding Novella.
Si desea leer más sobre Bren y su historia, aquí tiene una muestra...

onduzco hasta el almacén en completo silencio, a toda velocidad por las


callejuelas de Nueva Jersey, ansioso por llegar a nuestro destino. Cal, el
segundo al mando, se sienta a mi lado, y Finn va detrás. Puedes sentir el
calor y la ira que irradia.
—Puede que se equivoque. —La voz de Cal corta el aire, con un tono de
incertidumbre. Me burlo de su análisis.
—Lo dudo. ¿Desde cuándo se ha equivocado Oscar?
Miro por el retrovisor. Finn se sienta hacia delante y su rodilla rebota con nerviosa
expectación. El tono de Finn es cortante.
—Tenemos que hacer algo, Bren. ¿Maldito tráfico de personas? ¿Pasando por
nuestro territorio? —Mueve la cabeza con disgusto, y su voz va subiendo de tono
con cada palabra.
Me duele la cabeza y me palpita la sien de furia. Joder, tenemos que hacer algo.
Aprieto el volante con fuerza y los nudillos se me ponen blancos.
—Conseguiremos respuestas. Si hay alguien en esa puta caja, puedes torturarlo si
hace falta. —Le miro a los ojos por el retrovisor y asiente con la cabeza.
Giro hacia el estacionamiento del almacén. Los guardias nos abren las puertas de
par en par. La grava se agita bajo mis neumáticos cuando atravieso a toda velocidad
la puerta plegable y me detengo junto a una única caja.
Salto del todoterreno y percibo el sonido de mis hermanos cerrando las puertas
tras de mí. Me quito la chaqueta y la tiro al suelo. Me tomo mi tiempo y me remango
la camisa. Suspiro cuando no suben más por mis gruesos brazos; los músculos tensan
la camisa.
Observo la habitación. En la oscuridad, las luces del almacén apenas iluminan el
interior a menos que encendamos el foco, cosa que no haremos. No queremos llamar
más la atención.
Observo la habitación y veo la puerta plegable abierta.
—Tira la puerta —le digo al idiota que está de pie junto a ella. Sacudo la cabeza
ante su estupidez.
Paul está de pie junto a la caja con una palanca en la mano. Le hago un gesto para
que me la pase. Cal recorre el perímetro del almacén y me doy cuenta de que los
hombres están abandonando la habitación y sólo queda Paul.
Le arrebato la palanca y me acerco a la caja de madera. Mide un metro de alto y
un metro de ancho. Efectivamente, hay una pegatina azul en el lateral con las letras
G.O.D. Cal saca una foto con su teléfono, sin duda para enviársela a Oscar. Clavo la
palanca en el hueco de la caja y pongo todo el peso de mi cuerpo en ella, presionando
con todo lo que tengo. La camisa me aprieta tanto que me sorprende que no se
rompa.
El sonido de la caja al abrirse resuena por toda la habitación. Al abrirla, suelto la
palanca y fuerzo la parte delantera de la caja hacia abajo, dejándola caer de golpe al
suelo.
Mis ojos se centran en la caja y entonces la veo...
Mi corazón se desploma. Un pequeño cuerpo desnudo en posición fetal. El olor
de la caja me hace estremecer. Finn retrocede sobresaltado, sin duda pensando en
Ángel en esa misma posición. El cuerpo está cubierto de cabello largo, sucio y
enmarañado, completamente cubierto de tierra.
Mi cabeza se inclina hacia delante. Hemos llegado demasiado tarde. La pesadez
de la situación se me hace insoportable, una extraña sensación de malestar se agolpa
en mi estómago.
—Jesús. —Cal suspira solemnemente, pasándose la mano por el cabello mientras
se da la vuelta.
La habitación está en un silencio sepulcral, con una sensación inquietante, la
pesadez de la situación es palpable.
Un leve ruido de arañazos me hace levantar la cabeza en dirección al cajón, mis
ojos se fijan en un movimiento bajo el cabello y, al sentir que Finn avanza, me pongo
en acción. Me agacho en el cajón y extiendo la mano hacia la masa de cabello
enredado, apartándola y encontrándome con el rostro de una joven. Sus ojos azules,
aterrorizados y brillantes, me asustan tanto como a ella. El corazón se me agarrota
en el pecho. Parpadea lentamente, como preguntándose si esto es real.
—¡Jesús, está viva! —Finn resopla aliviado.
Se me seca la garganta y me quedo paralizado, con el corazón latiéndome con
fuerza en el pecho. Nunca había reaccionado así ante nadie, la idea me intriga y me
asusta a la vez.
Su delgada figura empieza a temblar y recorro su cuerpo. Desnuda.
Completamente desnuda, joder. Me rechinan los dientes y el cuello me palpita de
rabia. ¿Cómo se atreve alguien a tratarla así? Los mataré.
Su labio seco y agrietado tiembla y un gemido de dolor sale de su boca. La acción
me hace tragar con dificultad, embargado por la emoción. No quiero que me tenga
miedo. Le aparto suavemente el resto del cabello de la cara y deslizo los dedos por
su fría mejilla. Sus ojos se dirigen hacia mi mano y observan el movimiento con
cautela.
—Tranquila, cariño, no voy a hacerte daño. Estamos aquí para rescatarte. —Sus
cejas se fruncen en confusión, y luego se mueven lentamente hacia Cal y Finn. Cierra
los ojos lentamente, como si luchara por mantenerlos abiertos.
—Bren. —Giro la cabeza para mirar a Cal a los ojos. Su nuez de Adán se mueve
lentamente, mostrando que está igual de afectado por la visión—. Está encadenada,
hombre. —Me sigue con la mirada y me doy cuenta de que tiene los pies esposados
y unidos a las manos con una cadena. Ha sido esposada en esta posición. Qué
cabrones. Cierro los ojos para refrenar mi temperamento, decidido a mantener el
control y no asustarla más de lo que ya está.
—Paul, trae la sierra —dice Cal.
Finn está sentado contra el coche con el puño en la boca y las piernas estiradas.
Parece desconsolado, sin duda comparando la escena con lo que debió sufrir Angel.
Paul le da a Cal la sierra y Cal se arrastra hacia abajo. Intento apartarme, pero la
mirada de sus ojos es una súplica para que me quede. El brillo de sus ojos me
consume, mi corazón late rápidamente mientras nuestros ojos permanecen fijos el
uno en el otro.
El aire se llena con un agudo chasquido de la cadena, seguido de un ruido sordo
cuando caen al suelo.
—Tráeme la chaqueta. Hago un gesto hacia la chaqueta que está en el suelo, sin
apartar los ojos de los suyos.
Paul me da la chaqueta. Se la pongo por encima de su pequeño cuerpo. La cubre
completamente como una manta.
—Voy a trasladarte, cariño. Te llevaré a un lugar seguro y cálido, ¿está bien? —
Mueve los labios, pero no dice nada—. Shh, está bien. No intentes hablar.
De rodillas, la levanto y la estrecho contra mi pecho. Al salir de la jaula, oigo a Cal
ladrar órdenes.
—Voy a quedarme aquí y solucionar esto. Tengo que asegurarme de que nadie se
entere —me dice mientras me sigue hasta el coche.
Finn ya se ha movido por el coche y ocupa el asiento del conductor. Pero no puedo
apartar la vista de la chica de ojos azules brillantes que me mira fijamente. La abrazo
con más fuerza, su cuerpo ingrávido se amolda a mí, su pequeño puño aferra mi
camisa.
—¡Bren! —Cal chasquea—. ¿Me has oído?
Giro la cabeza molesta y le fulmino con la mirada.
—Sí.
—Llamaré a Oscar y me aseguraré de que tiene al doctor Yates esperando. —Se le
frunce la frente—. ¿Estás bien? —Me callo, no enfurezco. No soy yo.
Vuelvo a mirar a mi chica, su cara inocente me observa en busca de una reacción.
—Sí, estoy bien.
Cal me abre la puerta y yo me subo con la chica en el regazo, apretada contra mi
pecho. Cal mete la cabeza en el coche y me da una botella de agua con un gesto de
la cabeza en dirección a la chica. La tomo antes de que cierre la puerta.
Finn arranca el motor y el ruido la hace gemir.
—¡Conduce con cuidado, joder! —Le escupo.
Asiente con la cabeza.
—¿Está bien? —Su voz es baja, como si fuera cauteloso, y se lo agradezco.
La miro y me doy cuenta de que me está mirando.
—Sí, está bien. —Una feroz protección invade mi cuerpo cuando nuestros ojos se
fijan el uno en el otro, haciendo que mi corazón lata más fuerte. Más rápido.
¿Qué carajos me pasa?
Un año y ocho libros después.
Tee la dama que empezó todo para mí.
¡Gracias, gracias, gracias!
Debo empezar por donde empezó todo, TL Swan. Cuando empecé a leer tus libros,
nunca me di cuenta de que estaba en un lugar del que necesitaba salir. Tus historias
me devolvieron a mí misma.
Con su apoyo constante y la red creada como «Cygnet Inkers» he podido crear
algo que nunca pensé que fuera posible. Me han hecho darme cuenta de que mañana
es solo el principio.
A Kate, gracias por tu mente sucia y tu amistad. La compañera perfecta en el
crimen.
Emma H, gracias por todo tu apoyo.
Martina Dale, gracias por estar ahí.
Gracias a Jenn y Tash por su apoyo.
Savannah, gracias por toda tu ayuda y apoyo.
Sadie, gracias por tus sabias palabras.
Elizabeth S, gracias por tu constante flujo de vídeos. Me encantan, ¡gracias!
Escuadrón Cisne.
Un agradecimiento especial a nuestras chicas;
Bren, Sharon H, Patricia, Caroline, Claire, Anita, Sue y Mary-Anne, que me
apoyan constantemente.
Lectores beta
Gracias a mis lectores beta por toda su ayuda. Sus consejos y apoyo son muy
apreciados.
Libby, Jaclyn, Kate y Savannah.
Equipo ARC
A mis lectores de ARC, gracias.
Tengo un equipo increíble, no podría hacerlo sin ustedes.
Todos tus mensajes, comparticiones, gráficos y reseñas son increíbles, gracias.
Por mi mundo.
Chicos, estoy increíblemente orgulloso de los dos.
Puedes ser cualquier cosa mientras seas feliz.
Por mi maridito, la J de mi BJ.
¡Te quiero trillones!
BJ Alpha vive en el Reino Unido con su marido, dos hijos adolescentes y tres bebés
peludos.
Le encanta escribir y leer sobre machos alfa ardientes y hembras luchadoras.
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