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2
IMPORTANTE

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CRÉDITOS

Moderadora
Karikai

Traducción
Mona
4

Corrección
Karikai

Diseño
Dabria Rose
Índice
IMPORTANTE ................................................................................................................... 3
CRÉDITOS .......................................................................................................................... 4
AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE ............................................................................. 8
A MIS LECTORES ............................................................................................................. 9
SINOPSIS .......................................................................................................................... 11
CAPÍTULO UNO............................................................................................................. 13
CAPÍTULO DOS .............................................................................................................. 17
CAPÍTULO TRES............................................................................................................. 23
CAPÍTULO CUATRO ..................................................................................................... 29
CAPÍTULO CINCO ......................................................................................................... 35
5
CAPÍTULO SEIS .............................................................................................................. 43
CAPÍTULO SIETE ........................................................................................................... 49
CAPÍTULO OCHO .......................................................................................................... 55
CAPÍTULO NUEVE ........................................................................................................ 62
CAPÍTULO DIEZ............................................................................................................. 67
CAPÍTULO ONCE .......................................................................................................... 72
CAPÍTULO DOCE ........................................................................................................... 79
CAPÍTULO TRECE ......................................................................................................... 85
CAPÍTULO CATORCE ................................................................................................... 92
CAPÍTULO QUINCE ...................................................................................................... 99
CAPÍTULO DIECISÉIS ................................................................................................. 104
CAPÍTULO DIECISIETE .............................................................................................. 108
CAPÍTULO DIECIOCHO ............................................................................................. 113
CAPÍTULO DIECINUEVE ........................................................................................... 116
CAPÍTULO VEINTE ..................................................................................................... 123
CAPÍTULO VEINTIUNO ............................................................................................. 127
CAPÍTULO VEINTIDÓS .............................................................................................. 133
CAPÍTULO VEINTITRÉS ............................................................................................. 137
CAPÍTULO VEINTICUATRO ..................................................................................... 142
CAPÍTULO VEINTICINCO ......................................................................................... 149
CAPÍTULO VEINTISÉIS .............................................................................................. 157
CAPÍTULO VEINTISIETE............................................................................................ 164
CAPÍTULO VEINTIOCHO .......................................................................................... 171
CAPÍTULO VEINTINUEVE ........................................................................................ 176
ACERCA DE LA AUTORA ......................................................................................... 180

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SHOW ME THE WAY

WORTH THE WAIT


LIBRO 1

TC MATSON

7
AVISO DE CONTENIDO
SENSIBLE

Este libro tiene contenido sensible que podría ser desencadenante.


Se habla de traumas infantiles, abusos verbales y suicidio.

8
A MIS LECTORES
Sé que ha pasado mucho tiempo desde que publiqué un libro. Me tomé la
mayor parte del año 2022 libre para juntar mi mierda y conseguí juntar mi mierda.
Bueno, no del todo, pero vamos a fingir que sí. Si bien es cierto que me he tomado
un respiro, no me he sentado a ver programas de investigación de fantasmas, a
leer o a pasar tiempo con mi familia. También estaba trabajando en una nueva
serie.

Estoy EMOCIONADA de presentarles la serie Worth the Wait (Merece la


pena esperar). Espero que les gusten estos personajes tanto como a mí.

Gracias por todo su cariño y apoyo.

9
Incluso en los días más oscuros, el sol siempre brilla.

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SINOPSIS

TC Matson nos trae una nueva historia de amor en un pueblo pequeño y


con un sol gruñón.

—Cuando te miro, veo a alguien cuya tormenta la hizo doblarse, pero nunca
romperse. Cuando me miro a mí, yo soy la tormenta.

Morgan
Ocho años de matrimonio y un hijo precioso no impidieron que mi marido
nos abandonara.
Se quedó con la casa, todo el dinero y una novia.
Yo me quedé con el todoterreno, unas cuantas cajas de cosas y nuestro hijo. 11
Estoy empezando de nuevo y es aterrador.
Una nueva ciudad. Un nuevo trabajo. Un nuevo hogar.
Mi objetivo es cuidar de mi hijo y darle una apariencia de normalidad
mientras recojo mis pedazos rotos y arreglo mi destrozada autoestima.
Lo último que esperaba era que mi casero cubierto de tatuajes se metiera en
mi corazón.
Es melancólico y callado, todo gruñidos y movimientos de cabeza.
Dejar que se acerque significa abrirme de nuevo a la posibilidad de salir
herida.
Tengo que pensar en mi hijo.
Entonces, ¿por qué me acuesto por la noche pensando en él?

Callen
Mis demonios me persiguen. Corren por mis venas.
Hace tiempo que acepté que mi vida nunca tendrá un final feliz.
Mi mundo gris nunca tendrá color.
Hasta ella.
La fuerte mamá soltera con ojos del color de las gemas de zafiro.
Todos los colores de su mundo iluminan mi alma dañada y rota.
Pero soy incapaz de darle amor y afecto, todo lo que se merece.
Mis secretos la harán huir.
Sin embargo, eso no me impide querer manchar su mundo con mi oscuridad.
Mancharlo de gris.
Lo que no sé es que ella es el aire que no sabía que necesitaba.

12
CAPÍTULO UNO
MORGAN
La luz del sol atraviesa el parabrisas en tonos vivos y cegadores,
distorsionando la carretera frente a mí. Al diablo con las gafas de sol. Es extraño lo
importante que es el sol cuando piensas en ello. El calor. La belleza. La promesa
de vida y energía día tras día. Su necesidad para que las cosas crezcan. Sin
embargo, debajo de toda su gloria deslumbrante y cegadora no hay más que una
artimaña. Báñate en ella y te quemarás la piel. Demasiado, y tendrás cáncer de piel.
Míralo demasiado tiempo y te quemarás las retinas. Tan importante como es,
también es perjudicial. Ahora mismo, por ejemplo. Mientras me dirijo hacia mi
nueva vida, muerta de miedo de cómo voy a conseguirlo, el sol no me ofrece
esperanza. En lugar de eso, estropea la visión clara hacia mi futuro.
Así es mi vida. Llena de engaños.
Hace dos días, estaba confiada. Estaba segura de que nadie en su sano juicio 13

nos sacaría a mí y a mi hijo de la casa que compartía con mi marido desde hacía
ocho años. Estaba segura de que como él era el culpable, se iría sin nada.
Ayer descubrí que estaba desgarradoramente equivocada.
Lo perdí todo. La casa. El dinero. La estabilidad. Los sentimientos.
Mi vida fue alterada por un juez sin corazón ni conciencia.
Ayer fue una mierda total. Una pesadilla. Sabía que Kevin iba a usar a Ryan,
su importante hermano abogado, pero lo que no pensé es que el tío de Colby lo
despojaría de todo. En vez de que la mamá soltera se quedara con la casa, el auto
y el dinero, el hombre que abandonó nuestro matrimonio y no tiene interés en la
custodia de su hijo se quedaba con todo.
La confianza con la que llegué a la vista judicial se esfumó en cuanto Kevin y
Ryan entraron y se hicieron amigos del juez. El cabrón infiel se quedó con la casa
de piedra rojiza de dos plantas, tres dormitorios y dos baños y medio que habíamos
convertido en nuestro hogar y con todo lo que había dentro. Todos los muebles
guardaban mis primeras veces: donde hice el amor con mi nuevo marido la noche
de nuestra boda, donde descubrimos que estaba embarazada, donde traje a casa
a mi hijo recién nacido, donde lo acuné, donde jugué con él, donde lo vi dar sus
primeros pasos y donde lloré cuando descubrí que el hombre al que juré mi vida
era una mierda. Kevin se quedó con el Mercedes, que a mí no me importaba
porque lo odiaba, y con todo el dinero excepto diez mil dólares y la cantidad para
pagar el divorcio.
Sí. Mi marido infiel, que rompió todas las promesas que hizo, salió ganando.
Así que, mientras él sigue viviendo su vida con normalidad, yo empiezo de
nuevo con un niño de tres años que cree que nos vamos de aventura. Mientras yo
intento mantener algún tipo de normalidad para mi hijo, Kevin tiene que compartir
la casa con su nueva novia. Me dio diez minutos para recoger y salir. Dos cajas de
mi ropa, unas cuantas cajas de Colby, algunos de sus juguetes, y me cerraron la
puerta en las narices mientras un agente me escoltaba a la salida.
—Mami —la dulce voz de Colby me saca de los pensamientos que prometían
más lágrimas que no debería derramar.
—¿Sí, cariño?
—Tengo que hacer pis.
Pensaba que ya estaríamos en casa de mi hermano, pero el viaje de cinco
horas ha durado mucho más de lo previsto gracias a que mi pequeño tenía hambre,
lo que se ha traducido en dos paradas extra para ir al baño.
—¿Cómo de mal? —Lo miro por el retrovisor—. ¿Puedes esperar unos
minutos más? Ya casi estamos en casa del tío Braden. —Aprieto un poco el
acelerador mientras pregunto. Tenemos un minuto como mucho.
14
Observo cómo se contonea un poco.
—Creo que sí.
—¿Estás emocionado por ver al tío Braden? —pregunto, esperando que eso
lo distraiga.
La última vez que vi a mi hermano fue hace unos meses, cuando descubrí
que Kevin me había estado engañando y lo eché de casa. Braden salió del trabajo
y vino directo a mi casa. Me mantuvo cuerda y a Colby ocupado. Kevin prometió
que se iría en unos meses como mucho. No le creí. Me tomó el cabello.
—Sí. —La cabeza de Colby rebota de arriba abajo con entusiasmo, su
sonrisita se extiende de oreja a oreja—. Vamos a surfear y cocinar y... y... de
verdad que tengo que hacer pis ahora.
Rápidamente, meto el todoterreno por la calzada y me apresuro a
desabrocharle el cinturón.
—Un minuto más. Aguanta, niño.
Abandono el bolso y todo lo demás, lo tomo de la mano y corro hacia el
garaje. Colby salta de un pie a otro mientras pulso el código de la puerta del garaje
y, cuando la puerta empieza a levantarse, se zambulle bajo ella. Encuentro la llave
de la casa bajo el cartel que dice Mi garaje, mis reglas y me río. Braden utiliza el
garaje para aparcar el auto y guardar el material de jardinería. ¿Qué reglas podría
desear?
Justo cuando abro la puerta de un empujón, las pequeñas piernas de Colby
arrastran su trasero por la cocina, el corto pasillo y el cuarto de baño, sin
preocuparse de cerrar la puerta. Me quedo de pie al final del pasillo escuchando
el chorro golpear el agua, y cuando el sonido desaparece antes de volver al agua,
me estremezco. Estoy bastante segura de que hoy voy a limpiar pis.

Son poco más de las cinco y media cuando oigo el zumbido de la puerta del
garaje abriéndose de nuevo y luego el ronroneo del Subaru de Braden antes de
apagarse. Entra en casa con una carcajada bulliciosa, con un aspecto estupendo,
camisa de vestir azul, pantalones negros, zapatos relucientes y ni un solo mechón
de cabello fuera de su sitio después de una jornada laboral de nueve a cinco. Mis
padres le dieron el gen impecable y sólo decidieron compartir conmigo el color
de los ojos de mamá.
Deja un cubo de pollo frito sobre la encimera de la cocina y grita:
—¿Dónde está mi compinche?
Colby se pone boca abajo y se desliza fuera del sofá antes de ir hacia su tío.
—¡Bray-Bray! —chilla, corriendo hacia él.
15
Braden se agacha para levantarlo y Colby le rodea el cuello con los brazos.
Mi sonrisa es permanente en mi cara. Me encanta el vínculo que tienen estos
dos.
—Amigo. Estás creciendo mucho. ¿Cuántos años tienes? ¿Doce?
Colby sacude la cabeza mientras ríe a carcajadas.
—Noooo. ¡Tengo tles!
La puerta lateral se abre de nuevo y entra Lance, el mejor amigo de Braden
y prácticamente mi segundo hermano. Parece el típico surfista, incluso con su
atuendo de trabajo. Su cabello castaño claro es suave y está peinado hacia un lado,
dejando ver sus ojos verdes asesinos.
—¿Qué pasa, hombrecito? —Lance alborota el cabello de Colby, dejando
caer un beso sonoro en su mejilla antes de volver su atención hacia mí—. ¿Qué
pasa, Morgan? —Me rodea el hombro con un brazo y me abraza. El tipo siempre
huele bien—. ¿Qué tal el viaje hasta aquí?
—Bien. Un poco más largo de lo esperado, y casi tenemos un charco de pis
en medio de la cocina de Braden.
Lance echa la cabeza hacia atrás y se ríe mientras me arropa a su lado,
manteniendo el brazo sobre mi hombro.
—Hombre. ¿Por qué no regaste el árbol de afuera? Lo he regado muchas
veces. Por eso está tan grande.
Esto hace reír a Colby, pero el chico tiene una cosa en mente.
—¿Puedo tener algo de pollito ahora?
Braden se ríe poniendo sus pies en el suelo.
—Déjame cambiarme primero y luego vamos a comer. Me muero de
hambre. —Al pasar, se detiene a mi lado, me besa la cabeza y me da un abrazo—.
¿Estás bien?
—Sí.
Los ojos azules de mi hermano se entrecierran y se arrugan un poco.
—Déjate de mierdas de mamá fuerte y dime la verdad —dice por lo bajo.
—Estoy bien. Te lo prometo. —La verdad es que estoy entumecida. Ni feliz
ni triste, ni enfadada ni disgustada. Probablemente todavía estoy en shock, pero
da igual.
—Tienes esto. No tardarás mucho en recuperarte.
—Y fuera de tu cabello —me burlo—. Tu hermana y tu sobrino van a ponerle
un freno a tu estilo de vida de soltero.
Se le escapa una carcajada mientras pone los ojos en blanco.
—Sí. Porque tengo una fila de mujeres esperando en la puerta. ¿No
16
empujaste a través de ellas para entrar aquí?
El sonido de risitas silenciosas, el que toda mamá sabe que significa que su
hijo está haciendo algo que no debería, llena la habitación. Inclinándome hacia
atrás, miro alrededor de Braden y veo a Colby encorvado, ocultando que Lance le
está dando bocados de pollo. Lance levanta la vista con una sonrisa y guiña un ojo.
Mi hijo va a ser malcriado peor de lo que ya lo es.
—Relájate un poco. Deja que la gente que se preocupa por ustedes te eche
una mano —me dice Braden.
Exhalo un largo suspiro, intentando contener las emociones que me suben
por la garganta.
—Esto es duro. —Mi voz vacila y me aclaro la garganta.
—No te pongas sentimental conmigo. Sólo sé agradecida... y lava los platos
de vez en cuando. —Se gira hacia Lance y Colby—. Bien, ustedes dos,
ladronzuelos. Voy a cambiarme y cuando vuelva, me llevo todo el pollo para mí.
Se parten de risa.
—Hombre. Nos atraparon —le dice Lance a Colby.
CAPÍTULO DOS
MORGAN
Hoy ha sido un día emocionalmente agotador. Cansada, caigo de espaldas
en la cama y me cubro los ojos con el brazo mientras absorbo la tranquilidad de la
habitación. Después de cenar, los chicos cargan las pocas cajas que contienen lo
que queda de nuestra antigua vida y las colocan en nuestras habitaciones. Sí.
Habitaciones. Por suerte, Braden tiene dos habitaciones extra y no tuvo reparos en
que las ocupáramos. Mientras Braden, Lance y Colby hacían el tonto abajo, yo
guardé lo poco que tenemos. Después, bañé a Colby, lo metí en la cama y le leí un
cuento, casi durmiéndome con él.
Un leve golpe golpea mi puerta antes de que Braden asome la cabeza.
—¿Estás bien?
—¿Vas a preguntármelo cada treinta minutos? —bromeo con una risita. 17
—Todo es diferente, y sé cómo eres con el cambio. Demándame por
preocuparme. —Se encoge de hombros.
—Te prometo que estoy bien. Estoy cansada, agotada en realidad, y tratando
de averiguar cuáles serán mis próximos pasos, pero estoy bien.
Se sienta en el borde de la cama y balancea la rodilla delante de él como
solía hacer cuando éramos pequeños.
—Tienes una entrevista de trabajo mañana, ¿verdad? ¿En la cafetería?
—The Cove —respondo y luego resoplo—. Un puesto de camarera como si
volviera a ser adolescente.
—Es un comienzo.
—Lo sé. —Suspiro, empujando para sentarme y apoyando la espalda en el
cabecero. Estiro las piernas hacia delante—. Estoy agradecida por ello. Es sólo
que... no he trabajado en mucho tiempo. Desde que nació Colby, no he tenido que
estar lejos de él, pero me adaptaré a todo. Y te juro que te pagaré algo de alquiler
cuando...
Ya está sacudiendo la cabeza mientras me mira con desagrado.
—No. No lo harás. Y si lo haces, me insultarás. Somos una familia. Nos
mantenemos unidos. Pero no dejes sujetadores y bragas tirados por todas partes.
No quiero ver lo que usa mi hermana.
Se me escapa una carcajada.
—¿Sujetadores y bragas tirados por ahí? ¿Las mujeres que traes a casa hacen
eso? —Me doy cuenta de lo que he dicho y gimo—. Oh, Dios. ¿Tendré que oírlo?
—No. —Se ríe—. Contrariamente a lo que crees, no me tiro a todas las chicas
que conozco.
Arqueo una ceja, llamándolo fanfarrón.
—Cuando era más joven, pensaba con la cabeza equivocada.
—¡Cállateee! —Le empujo el hombro—. No hables de esa cabeza. Nada de
hablar de sexo. No. Simplemente no.
Braden se dobla de risa, lo que hace temblar toda la cama.
—Olvidé lo divertido que era vivir contigo. Esto va a ser una explosión.
—Sí —me burlo sarcásticamente—. Muy divertido...
Braden se levanta, estirando la espalda mientras mira alrededor de la
habitación.
—Siéntete como en casa.
Cuando abre la puerta para irse, lo llamo.
—Oye, ¿Braden? —Me mira—. Gracias.
Soy bendecida con una sonrisa. 18

—Te amo. Buenas noches.

Esta mañana empezó con el pie incorrecto. Me llamó mi mamá. Permítanme


empezar diciendo que quiero a mi mamá, pero no me gusta. Es condescendiente,
presumida y tiene una mentalidad que no tiene ningún sentido. Sus opiniones son
salvajemente fuera de esta época, estúpidamente sesgadas. No tengo ni idea de
cómo Braden y yo salimos decentes.
¿Y mi padre? Murió de cáncer cuando yo tenía nueve años. Perderlo fue
duro, pero pronto descubrí que era el pegamento de nuestra familia, porque una
vez que se fue, mi mamá mostró su verdadera cara.
Cuando le dije a mi mamá que me había ido a vivir con Braden, se puso como
loca. Había exigido que Colby y yo nos mudáramos con ella, pero de ninguna
manera sometería a mi hijo a eso veinticuatro horas. Diablos, no quiero someterme
a la tormenta de púas descaradas. Durante los últimos meses, me ha hecho sentir
como si el hecho de que mi vida se estuviera desmoronando fuera culpa mía.
Debería haber hecho más en el dormitorio para mantenerlo entretenido y a mi
marido feliz. Sí. Realmente dijo eso. También me dijo que debería haber tomado
clases de cocina porque cualquier mujer sabe que el camino al corazón de un
hombre pasa por su estómago. Si perdí su corazón, fue porque encontró a alguien
que cocina mejor.
Sé que mi mamá nos quiere, pero su forma de demostrarlo es pésima.
Al entrar en la pequeña cafetería de estilo retro, me transporto
inmediatamente a los años cincuenta. El suelo a cuadros blancos y negros, las sillas
y taburetes rojos, las paredes verde azulado y los detalles cromados completan la
ilusión.
La anfitriona me saluda con una gran sonrisa. Su maquillaje es ligero, pero
los labios brillantes, y su cabello rubio está peinado con un gran volumen
esponjoso.
—Bienvenida a The Cove. ¿Cuántos van a cenar hoy?
—En realidad, vine a ver a Stella Martin. —Acomodo a Colby en mis brazos,
levantándolo un poco más. Desafortunadamente, decidió dormirse en el camino.
Aún no sé si es una bendición o una maldición.
La ventaja de mudarme a una ciudad nueva es que empiezo de cero. La
desventaja es que no conozco a nadie. Por lo tanto, me veo obligada a llevar a mi
hijo pequeño a una entrevista de trabajo. Buena primera impresión, ¿verdad?
Los ojos de la anfitriona recorren a Colby antes de encontrarse de nuevo con
mi mirada, su sonrisa no disminuye en ningún momento.
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—Por supuesto. Déjeme ir a buscarla.
Las camareras flotan entre las mesas con el aspecto del ama de casa de los
años cincuenta, con sus vestidos de swing y sus zapatos planos negros. Algunas
llevan blusas de lunares rojos y blancos y pantalones negros, todas lucen peinados
interesantes: recogidos hacia atrás en elegantes moños, rizos en cascada o coletas
con pequeños lazos. Al igual que la anfitriona, su maquillaje es sutil, pero no el
pintalabios rojo.
Suspiro. No recuerdo la última vez que me pinté los labios.
Cuando cumplí dieciséis años, trabajé de camarera en un restaurante de una
gran cadena. Me gustaba, la independencia, el sentimiento de responsabilidad, el
dinero. Después de casarme, Kevin me pidió que lo dejara. Decía que estaba harto
de que me dejara la piel trabajando y que, como era cuatro años mayor que yo y
estaba a punto de convertirse en dentista, ganaba lo suficiente para mantenernos
a los dos. Me sugirió que fuera a la universidad para perseguir mi sueño de ser
profesora de educación física, pero cuando empecé a investigar, encontró la
manera de echar por tierra mis planes. Acabé quedándome en casa y haciendo
manualidades. El dinero estaba bien, pero no era suficiente para contribuir al
hogar.
Mirando atrás, ahora me doy cuenta de que todo era cuestión de control y
de sus inseguridades. No soportaba que otros hombres se me insinuaran y no
quería que ganara dinero porque eso significaría que no necesitaba depender de
él.
La anfitriona vuelve, todavía con su amplia sonrisa.
—Dice que ahora mismo sale. —Su mirada curiosa se posa de nuevo en
Colby.
Sé que esto tiene mala pinta, pero espero que demuestre mi dedicación.
Unos instantes después, una mujer mayor se pasea por el comedor. Sus
movimientos están llenos de gracia y aplomo, con los hombros echados hacia atrás
y la cabeza alta. Grita confianza, pero no de forma arrogante. Lleva el cabello negro
recogido y sujeto con horquillas, con largos rizos que caen en ondas sobre sus
hombros. Su maquillaje es impecable, poderoso. Es tan hermosa que podría
competir con Marilyn Monroe.
—¿Morgan? —Sonríe, me tiende la mano para que se la estreche, su tono
rezuma la misma confianza que muestra.
—Sí, señora. —Cambio a Colby al otro hombro para tomar su mano—. Siento
haber traído a mi hijo. Me acabo de mudar aquí y no tengo niñera. No quería
cambiar la cita.
¿Su mirada se suaviza con lástima? ¿Empatía?
—Sígueme.
20
Nos conduce a un despacho escondido en la parte de atrás. Es lo bastante
grande para un escritorio, un archivador, dos sillas y varios monitores que
muestran distintos ángulos del restaurante.
Tomo asiento frente a su escritorio mientras ella se sienta detrás y empiezo
a rebuscar en mi bolso.
—Tengo una copia de mi currículum por si...
Me hace un gesto para que lo deje, se reclina en la silla y cruza las piernas.
Parece una reina en su trono, poderosa. Su mirada se desvía hacia mi hijo dormido
y sé que ahora es cuando me va a decir que no está interesada en una mamá soltera
sin niñera.
—Voy a ser sincera —empieza, y me preparo para la decepción—. Esta no
será una entrevista normal. Será poco convencional. Si eso te molesta, siéntete
libre de irte, pero soy grande en honestidad, aún mayor cuando veo a alguien que
necesita una segunda oportunidad. —Sus ojos vuelven a posarse en mi hijo—.
Cuéntame tu historia, Morgan.
Trago saliva.
—Acabo de mudarme aquí desde Eastcliff. Sé que tengo un vacío muy
grande en mi historial laboral, pero fui camarera de los dieciséis a los veinte, así
que no tardaré nada en volver a la rutina.
Stella me estudia en silencio durante un instante.
—Eso no me cuenta tu historia. Explícame por qué pareces una mamá que
lucha desesperadamente por mantener la compostura.
Sin nada que perder, respiro hondo y empiezo.
—Mi marido, con quien llevaba ocho años casada, decidió que la vida
familiar no era para él y me cambió por alguien diez años más joven y sin hijos. Se
llevó todo menos mi todoterreno y me permitió tener unas cuantas cajas de ropa
antes de echarnos de casa. Nos hemos mudado a cinco horas de distancia, a casa
de mi hermano, que por suerte tiene sitio para nosotros y nos ha abierto la puerta
con gratitud.
—¿Paga pensión alimenticia?
Resoplo, poniendo los ojos en blanco. Colby se mueve y se acurruca más en
mi cuello.
—Si consideras sesenta dólares al mes cualquier forma de manutención.
Stella frunce las cejas.
—Debió haber sido un abogado despiadado.
—Su hermano —digo, y enarca las cejas, sorprendida—. Mi hijo empieza
preescolar la semana que viene. Ya estoy buscando una niñera. Puedo venir a
partir de las siete y media. Puedo trabajar el doble, pero necesitaré un descanso
para poder recogerlo del colegio y llevarlo a casa de la niñera cuando encuentre
21
una. También puedo trabajar los fines de semana. Lo único que te pido es que no
me hagas cerrar a menudo.
—Dirijo un negocio muy hermético, pero todos somos una gran familia,
desde las camareras hasta los cocineros. La mayoría de nuestros clientes son
habituales y también son como de la familia. —Su mirada se dirige de nuevo a
Colby—. No me gusta que me pongan ataduras. ¿Crees que habrá días en los que
no puedas encontrar niñera?
—Seguro —respondo con sinceridad—. Pero si me dejas, podría mantenerlo
ocupado en una cabina con libros para colorear o alguno de sus juguetes. Es un
niño dulce y obediente.
Mete la mano en el último cajón y saca un menú y unos papeles. Cuando me
sonríe, el alivio me invade como un torrente y me fuerzo a contener las lágrimas
que me escuecen en el fondo de los ojos.
—Tengo debilidad por ti, Morgan. Si encuentras una niñera, mañana
empiezas.
—Empezaré a buscar en cuanto salga de aquí. —Mi voz vacila mientras
empiezo a perder la lucha con mis emociones.
—Mañana a las ocho terminaremos el papeleo. Aquí tengo algunas blusas y
vestidos que te servirán, pero los pantalones y los zapatos los compras tú sola. Las
instrucciones para el uniforme están ahí. —Señala con la cabeza la carpeta que
tengo en la mano.
Mi cabeza rebota arriba y abajo mientras resoplo. Soy un maldito desastre,
pero por primera vez en mucho tiempo, tengo la sensación de que todo va a salir
bien.
—Sí, señora.
—Familiarízate también con el menú. —Se levanta y tiende la mano—.
Bienvenida a The Cove.

22
CAPÍTULO TRES
MORGAN
Ocho meses después...

—Eres una mujer preciosa —me dice Geoff con un brillo en los ojos,
acercándome su vaso para que no tenga que pasar por encima de su comida. Me
lo dice todos los jueves. Y cada vez sonrío.
—Gracias, Geoff —le digo, sirviéndole más té sin azúcar.
—Cuando el Sr. Correcto llegue a tu vida, va a ser un afortunado hijo de puta.
Si tan sólo tuviera treinta años menos.
Geoff tiene más de setenta años, parece de sesenta y pocos, y tiene la
personalidad de un veinteañero. Me encanta este hombre.
23
—Sería una mujer afortunada —le digo—. Aunque no estoy tan segura de
poder contigo.
Su risita es suave, pero áspera, contradiciendo su edad.
—Deberías volver a salir, ¿sabes? Eres una mujer demasiado dulce y
hermosa. Necesitas compartir tu vida con alguien.
—Soy feliz, Geoff —le digo sinceramente.
Hace ocho meses estaba aterrorizada, pero la vida en Chatley Bay ha sido
buena conmigo. Vivir con mi hermano no ha sido un infierno como pensé que sería.
Resulta que es una bendición. Ayuda con Colby y pasan mucho tiempo juntos.
Braden nunca nos ha hecho sentir como si fuéramos una carga. Siempre está
contento cuando entra por la puerta y recibe el abrazo que sólo Colby puede dar.
También encontré a Chrissy, mi salvación y la niñera de Colby. Tiene
diecisiete años y vive en el barrio de Braden. Se educa en casa y necesitaba un
segundo trabajo a tiempo parcial. Siempre está disponible, excepto los martes y
jueves, que trabaja en la biblioteca. Ella y Colby congeniaron. Se adoran.
¿Y Stella? Resulta que esa debilidad que sentía por mí era porque cuando
me miraba, se veía a sí misma. Ella también fue abandonada como mamá soltera
de un niño por un hombre inútil que no quería saber nada de ellos. También tuvo
que empezar de nuevo, pero sin familia en la ciudad, ella y su hijo vivían en un
albergue. Hizo todo tipo de pequeños trabajos y ahorró dinero hasta que pudo
conseguir un préstamo y abrir este restaurante. Poco después, encontró el amor
en un buen hombre. Raymond dejó su trabajo en una fábrica y se hizo cocinero
aquí en The Cove para apoyar su sueño. Su hijo, Michael, sólo se ha esforzado en
la vida. Es un gran cirujano en Nueva York, y Stella es una mamá orgullosa.
Le he dicho que lo tenía peor que yo, pero siempre me contesta que nuestros
barcos flotan igual.
Geoff me da unas palmaditas en el brazo.
—Un hombre a tu lado haciéndote feliz hará que la vida sea aún mejor.
Hazme caso. —Se echa hacia atrás en la cabina—. Eres una mujer fuerte. Un día
llegará el hombre adecuado y te hará aún más fuerte.
—Lástima que no seas tú. —Sonrío y le lanzo un guiño antes de ir a revisar
mis otras mesas.
Durante la siguiente hora, miro el reloj mientras trabajo. Hoy es un gran día
para mí. Para nosotros. Después de recoger a Colby del colegio, tengo una
entrevista telefónica con un agente inmobiliario de Rowe Rental Properties. Braden
me los recomendó mucho. Lo ayudaron a encontrar su casa e incluso pudieron
conseguirla por debajo del precio de venta. Todavía no puedo comprar una casa,
pero puedo alquilar una. Mi casa.
—¿Cuál es el plan? —pregunta Penny poniéndose a mi lado mientras cierro
mis mesas en el ordenador.
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Me entrenó y enseguida congeniamos. Desde entonces es mi mejor amiga.
—¿Qué quieres decir?
Deja caer el hombro sobre la pared que hay a mi lado.
—¿No vas a mirar casas hoy?
Suelto una risita, sacudiendo la cabeza.
—Escuchas tan bien como Colby.
Su sonrisa llega hasta sus vibrantes ojos color avellana.
—Bueno, Colby es guapo así que lo tomaré como un cumplido.
—Es una consulta telefónica. Les digo lo que busco, lo que me puedo
permitir, y ellos me dicen lo que hay disponible —le informo... otra vez.
—Asegúrate de decirles que necesitas un gran patio trasero.
—Lo haré.
—Y nada de Asociación de Propietarios. Nadie necesita esa mierda.
—Sí, mamá.
—Y una habitación extra para cuando tu mejor amiga vaya a quedarse
contigo y reciba todos los mimos de Colby.
Giro la cabeza para mirarla.
—¿Algo más?
—La cocina tiene que estar completamente amueblada. —Sus labios se
tuercen hacia un lado—. Preferiblemente toda la casa, pero si no, no será un
problema.
—Te das cuenta de que tengo un presupuesto, ¿verdad?
Ladea la cadera y le pone una mano encima.
—También eres una tacaña, te conformas con menos de lo que mereces si
eso hace feliz a Colby, cabeza dura. Olvidas que te conozco. —Me pincha el
hombro con el dedo.
Riendo, le doy un codazo en la espalda.
—Lo siento, intento ser una buena mamá.
Pone los ojos en blanco.
—Podrías ser una gran mamá viviendo en una caja de cartón.
Mi sonrisa se extiende hasta mis orejas.
—Bueno, gracias.
—No te conformes con menos, Morg. Te mereces cosas buenas. Grandes
cosas.
—Nadie está trabajando si están platicando —Stella aparece detrás de
nosotras. 25
—Dile que se merece cosas buenas —dice Penny.
—Morgan, te mereces cosas buenas —Stella suena como un robot—.
También necesitas un trabajo, así que deja de ralentizar a mi personal o lo
perderás.
Me resisto a reír. Su amenaza es vacía. Nunca me dejaría marchar y lucharía
con uñas y dientes para que me quedara. Me parto el trasero por ella y soy de fiar,
aunque eso signifique que hago varias cosas a la vez: mantengo a Colby ocupado
mientras atiendo mis mesas. Además... Soy su favorita, aunque no lo admita.
—Sí, señora —pongo énfasis en sonar como una niña hosca. Toco el botón
de salida del reloj y vuelvo a mirar a Penny—. Llámame cuando salgas del trabajo.
—Sonrío a Stella—. Nos vemos mañana.

—¿Adivina qué? —exclama Colby mientras se sube a su asiento en la parte


trasera de mi todoterreno—. ¡Tengo una estlella de oro!
Un profesor ayuda a Colby a terminar de abrocharse el cinturón y luego me
dice que tenga un buen día antes de cerrar la puerta.
—Una estrella de oro, ¿eh?
—Sip. Ayudé a Jimmy a ponese los calcetines y a Candice cuando se sentía
mal. ¡La Srta. Nellwe dijo que fui de glan ayuda hoy! ¿Podemos il al paque?
Miro el reloj. Tengo veinte minutos antes de la llamada con el agente
inmobiliario, y sé que una vez que el trasero de Colby toque los columpios, estará
ocupado durante horas.
—Ya que fuiste de tanta ayuda para la Srta. Nellie hoy, podemos irnos.
—¡Yeiii! —grita, con sus pequeñas piernas pataleando en el asiento del auto.
Dieciocho minutos después, Colby está boca abajo en el columpio
simulando ser Superman con las piernas y los brazos estirados. Con la imaginación
que tiene, puede jugar así durante horas.
Tomo asiento en el banco, saco el teléfono y llamo a Rowe Rental Properties.
Estoy nerviosa pero emocionada. El corazón me late con fuerza y las manos me
tiemblan de nervios. Estoy lista para tener mi propia casa, pero será la primera vez
que viva sola, excepto los pocos meses que Kevin se fue. Cuando Kevin y yo
buscamos casa, todo giraba en torno a él, a sus deseos. Quería un estudio, un cuarto
de baño adicional, un balcón que diera al oeste para poder ver la puesta de sol.
Sólo pude opinar un poco sobre la cocina. Por aquel entonces, pensaba que estaba
siendo un novio cariñoso y que intentaba evitarme el estrés. Ahora me doy cuenta
de que estaba ciega y era tonta. Debería haberme dado cuenta de que era 26
controlador.
—¿Señora Peterson? —una voz grave entra en el teléfono.
Me encojo, odio mi apellido.
—Llámame Morgan, por favor.
—Morgan. Soy Ethan Rowe. ¿Así que estás buscando un lugar para alquilar?
Dedico los minutos siguientes a repasar todo: mis deseos, mis expectativas,
mi presupuesto mensual. Cuanto más hablamos, menos me entusiasma.
—Desafortunadamente, casi todo está por encima de tu presupuesto. —Por
supuesto—. No hay mucho en el mercado en este momento. —Mi corazón se hunde
hasta los dedos de los pies llevándose mis hombros con él—. ¿Hay alguna manera
de que podamos ajustar tu presupuesto mensual o reducir el tamaño? Tenemos
varios apartamentos de dos dormitorios dentro de tu rango de precios.
Decepcionada, suspiro.
—Como soy mamá soltera, no puedo meter más dinero en el presupuesto.
Tengo que dejar margen en caso de emergencia. También preferiría una casa.
Podría prescindir del dormitorio extra si hay algo disponible, pero soy firme en lo
del patio trasero. Quiero darle un lugar seguro para jugar.
—¿Podrías esperar unos minutos mientras hago una llamada rápida?
—Claro.
La línea se queda en silencio. Colby sigue volando con los brazos estirados
delante y las piernas detrás. Supongo que podríamos vivir en un apartamento, pero
tendría que ser el piso de abajo para ahorrarles un dolor de cabeza a los inquilinos
que tengamos debajo. Colby no sabe guardar silencio. Y si podemos hacer que
funcionen dos dormitorios en casa de Braden, estoy segura de que también
podremos hacer que funcionen dos dormitorios en otro sitio. Sólo esperaba un
cuarto de juegos, pero los mendigos no pueden ser exigentes.
—¿Morgan? —La voz de Ethan interrumpe mis pensamientos, y no paso por
alto el matiz de excitación que lleva.
—Sí.
—Tengo buenas noticias, pero vienen acompañadas de malas, según se
mire. Mi hermano y socio, Callen, tiene una casa que incluye todo lo que quieres.
Tres dormitorios, dos baños completos con medio baño abajo, y un patio trasero
vallado. También está a diez minutos caminando del parque. Esta casa en particular
le pertenece a él, no a Rowe Rental Properties, lo que reduce las tasas y se ajusta a
tu presupuesto.
—¿De verdad? ¿A cuánto?
—Córtalo casi por la mitad.
Me quedo con la boca abierta.
27
—¿Cuál es la mala noticia?
—La está remodelando y aún no está lista. El piso de arriba está
completamente terminado, salvo algunas puertas y el cuarto de baño. El salón está
terminado y la cocina debería estarlo en unas semanas. Dijo que podrías mudarte
si todo está en orden y siempre y cuando te parezca bien vivir alrededor de la
remodelación.
—¿No habría herramientas por todas partes? No sería seguro para mi hijo.
Tiene tres años y es muy curioso.
—Podríamos pedirle a Callen que lo guarde todo en el cuarto de lavado
cuando no esté trabajando —sugiere.
La casa parece demasiado buena para ser verdad.
—¿Cuál es el truco? ¿Por qué es tan barata? —¿Mal barrio? ¿Asesinatos?
¿Hechizada?
—La casa pertenece a Callen desde hace tiempo, pero ha estado vacía
durante años hasta hace poco, cuando Callen decidió que estaba dispuesto a hacer
algo con ella. —Hace una pausa—. No quiero que te lo tomes a mal, Morgan. —
Duda—. El requisito de Callen para esta casa es una madre o padre soltero.
—¿Qué? ¿Así que es una casa de lástima?
—No. Nada de eso. Callen quiere devolver algo a la comunidad y ayudar a
los necesitados. Cree que la estabilidad de un niño no tiene precio, y sabe que los
padres solteros luchan por encontrar esa estabilidad que puedan permitirse.
Esto es demasiado bueno para ser verdad...
—No lo sé.
—¿Qué tal si concertamos una cita para que vengas a verla? Puedes echar
un vistazo y comprobarla por ti misma. Si no te enamora, seguiremos buscando
otra cosa. ¿Qué te parece mañana a esta hora?
—No puedo. Tengo que trabajar mañana por la tarde. Puedo hacerlo mañana
por la mañana u otro día.
—¿Podemos vernos sobre las nueve mañana por la mañana?
—Puedo hacerlo.
—Estupendo. Te enviaré la dirección.
Después de colgar, miro el teléfono un momento. No sé muy bien cómo me
siento. ¿Emocionada? Sí. ¿Nerviosa? Completamente. ¿Asustada? Por supuesto.
¿Con miedo a hacerme ilusiones? Al cien por ciento.

28
CAPÍTULO CUATRO
MORGAN
—¿Estás bien?
Te juro que si me dieran un dólar por cada vez que mi hermano me pregunta
eso, podría comprarme una mansión con dinero contante y sonante.
—Sí —respondo—. Estoy nerviosa e intento no hacerme ilusiones.
—Mis ilusiones están por las nubes —dice con ligereza.
Quitando los ojos de la carretera, le dirijo una mirada.
—Eso es porque estás listo para que tu casa vuelva a la normalidad.
Braden tuerce los labios y niega con la cabeza.
—Realmente no me importa la normalidad. Sólo quiero volver a sentirme
seguro. 29

—¿Seguro?
—Quiero poder pasear por mi casa sin pisar una mina terrestre de Lego.
Me echo a reír.
—Tienes los pies débiles.
—Y tú tienes pies de hobbit. ¿Cuál es el punto?
No respondo. No puedo. Cuando llego a la pintoresca casita, se me hincha
el corazón. Es de color gris claro con detalles en blanco y un bonito porche
delantero. Los vecinos están cerca, pero no del tipo, estiran la mano y tocan tu casa.
Y lo que es más importante, no está demasiado cerca de la carretera.
—Ya me gusta —dice Braden al salir.
La puerta principal está abierta y, justo cuando salgo al sendero, sale un
hombre con camisa de cuello azul claro, pantalones negros de vestir y zapatos
relucientes. Al instante, sonríe.
—Braden. Qué agradable sorpresa. —Le da la mano a mi hermano.
Sé cómo se siente. Braden se tomó el día libre para venir conmigo y me
sorprendió esta mañana cuando bajó a preparar el desayuno de Colby.
Braden le estrecha la mano.
—Ethan. Esta es mi hermana Morgan.
—Siempre es estupendo poner cara a un nombre. —Los ojos de Ethan
sonríen tan brillantes como él—. Te pido disculpas. Callen tenía que estar aquí,
pero por desgracia lo llamaron de otra propiedad. Espero que no tarde mucho y
pueda conocerte.
—¿Cómo está tu hermano? —Braden pregunta—. ¿Sigue siendo el mismo
Callen?
Ethan se ríe y sacude la cabeza, haciendo que su cabello rubio arenoso se
balancee de un lado a otro.
—Sabes que nunca cambiará. —Su mirada encuentra la mía—. Ven. Deja que
te enseñe la casa.

Estoy. Enamorada.
La casa es preciosa. Perfecta. Arriba hay dos grandes dormitorios con
amplios armarios y un baño completo al otro lado del pasillo. El dormitorio
principal se encuentra al final del pasillo y el cuarto de baño en suite es de una
página de revista. Es enorme, con una bañera exenta debajo de una gran ventana
cubierta por amplias contraventanas blancas. Al lado está la ducha.
El piso de abajo es muy abierto, con suelo de madera laminada de pared a 30
pared, lo contrario de la moqueta del piso de arriba, pero eso me gusta. Y aunque
la cocina no está ni mucho menos terminada, Ethan me ayudó a imaginarme la
visión que Callen tenía de ella.
¿Y lo mejor? El patio trasero es enorme y está completamente vallado.
Podría poner todo un parque infantil ahí afuera.
Suena el teléfono de Ethan y lo mira.
—Discúlpenme. Vuelvo enseguida. —Desaparece por la puerta principal.
—¿Y? —Braden pregunta.
—Me encanta.
—A mí también. —Vuelve a mirar alrededor de la habitación—. Estás cerca
de la escuela de Colby, del trabajo y, lo más importante, de mí.
—A Colby le encantará estar aquí.
—Yo también lo creo.
Ethan vuelve a entrar, y no está solo. Detrás de él hay un hombre con el
cabello castaño dorado, corto en los lados pero más largo en la parte superior en
una mezcla de espigado y cabeza de cama. Lleva una camiseta Henley negra que
se extiende sobre un pecho ancho y una manga de tatuajes que le cubre ambos
brazos hasta las muñecas. Sus vaqueros oscuros tienen rasgaduras en el muslo
izquierdo y uno en la rodilla derecha. Su rostro pertenece a los modelos: líneas
afiladas y mandíbula fuerte. Es guapísimo en plan chico malo. Peligrosamente
sexy. Oh, Dios. ¿Y si es peligroso? Me da un vuelco el corazón.
—Callen, esta es Morgan. Morgan, este es mi hermano Callen. Es el dueño
de la casa —nos presenta Ethan.
Unos ojos grises del color del metal de las armas al sol chocan con mis azules
y me tiende la mano para que se la estreche.
—Encantado de conocerte. —Su voz es grave, áspera, y me recorre la
columna vertebral.
—Igualmente —digo con la cabeza fría, intentando mantener la compostura.
Cuando su gran mano rodea la mía, una corriente eléctrica me sube por el
brazo, me recorre el pecho y llega al centro de mi ser. El calor me inunda por
donde no debería y me abrasan las alas de las mariposas del estómago. Me quedo
inmóvil mientras las llamas me lamen las extremidades.
Su mirada penetrante se clava en mí, casi con curiosidad, como si lo que me
afecta a mí también lo afectara a él.
—Callen. ¿Cómo demonios estás? —Como el chasquido de una goma
elástica, mi hermano roba la atención de Callen. Su mirada se aparta de mí y se
dirige a Braden, permitiendo que el aire entre en mis pulmones. Hijo de puta. ¿Qué
pasó?
Me sacudo la niebla de la cabeza.
31
—Braden —dice Callen, sus ojos vuelven a mirarme—. Siento llegar tarde.
Tenía otras cosas que hacer.
—No pasa nada. —Mis pulmones empiezan a apretarse de nuevo, así que
desvío mi atención hacia Ethan—. Ethan me mostró el lugar.
—¿Y?
—Le encanta —responde Braden por mí.
—Sin embargo, tengo algunas preocupaciones. —Enderezo mi columna
vertebral—. Mi hijo tiene tres años y siente curiosidad por todo. Me preocupa que
si nos mudamos cuando aún estás trabajando en ella, haga más agujeros si
encuentra tu martillo. Si decido aceptar tu oferta, ¿sería posible dejar un depósito
y mudarnos cuando termines?
La ceja izquierda de Callen hace un tic que me acelera el pulso. No sé si
acabo de ofenderlo o si lo que le pregunté le parece divertido. Se gira hacia
Braden.
—¿El niño ha hecho agujeros en tú pared?
—No —responde Braden—. Pero los malditos Legos que deja por ahí te
harán un agujero en el pie.
La atención de Callen vuelve a centrarse en mí, y cuando su mirada choca
con la mía, la tierra tiembla bajo mis pies.
—Pasarán varias semanas hasta que termine por completo. Hay algunas
cosas pendientes. Puedes mudarte cuando quieras. Antes o después. Tú eliges.
—Si me mudo ahora, ¿qué pasa con todo esto? —Señalo hacia donde están
todos las herramientas esparcidas por la cocina, pero Callen no aparta la vista de
mi cara—. Si las pones en el cuarto de lavado, ¿no te supondría mucho trabajo extra
tener que sacarlas y guardarlas a diario? Creo que te estorbaríamos y
ralentizaríamos tu progreso.
—Teniendo en cuenta que no podré trabajar hasta tarde si te mudas ahora,
me retrasarás, pero eso es cosa tuya. —La forma en que lo dice no es tan dura como
suenan las palabras. Es directo y va al grano, y aprecio su sinceridad. Ethan, por
su parte, se estremece detrás de su hermano—. Si quieres mudarte pronto, no me
importa ponerlas en el cuarto de lavado. Esa parte no me retrasará.
Me muerdo el labio inferior. Este sitio es perfecto. Los números son
perfectos, muy por debajo de mi presupuesto, lo que significa que puedo seguir
ingresando dinero en mi menguante cuenta de ahorros y permitirme hacer más
cosas con Colby.
—¿Nos disculpan un momento? —No espero respuesta, agarro a Braden del
brazo y lo saco por la puerta principal—. Yo... —Hago una pausa para comprobar
que Ethan y Callen no están cerca de las ventanas—. ¿Callen es un convicto?
La cara de Braden se queda en blanco antes de que la decepción entreteja
sus rasgos. Alza las cejas y se le cae la boca. 32
—¿Por qué piensas eso? Por favor, dime que no te estás volviendo como
mamá y juzgando a alguien por su...
—No —interrumpo, sacudiendo la cabeza—. No me importan sus tatuajes,
Braden. Simplemente parece... —Me encojo de hombros porque no sé cómo
diablos describirlo.
Braden suelta una risita.
—Puede parecer un hijo de puta arisco, y lo es, pero en realidad es un buen
tipo. Conozco a los Rowe desde que me mudé aquí. Son buena gente. No los habría
recomendado si pensara que iban a liquidarte. —Se ríe de nuevo—. Callen es
tranquilo y va directo al grano. Si te sientes incómoda, no lo aceptes. Nadie te
obliga.
—¿Y si es demasiado bueno para ser verdad? —pregunto, retorciendo los
pulgares—. ¿Y si acaba con ella y se da cuenta de que vale mucho más de lo que
pide y sube el alquiler? Estaremos de nuevo en tu casa invadiendo tu espacio.
—Él no haría eso, Morgan. —Braden estira el cuello dándose un segundo
para contemplar—. ¿Y si te comprara una casa en otro país y te pagara todos los
gastos de la mudanza y el viaje? ¿Aceptarías?
Me toca a mí poner mala cara.
—Diablos, no.
—A eso me refiero exactamente. Te asustan los cambios y te da miedo
arriesgarte. Él no va a subir el alquiler después de que estés en ella. Ha trabajado
en alquileres y ha hecho remodelaciones durante años. No es inexperto. Ya sabe
lo que va a cobrar antes de que esté terminada.
—Soy mamá. Tengo que tomar decisiones inteligentes y seguras para mi
hijo. Si eso hace que me asusten los riesgos, pues bien. Pero no me asustan los
cambios. Mira a tu alrededor. Mi vida entera no ha sido más que cambios en los
últimos ocho meses.
—Dijiste que te encantaba el lugar. Acepta la oferta.
Mis hombros se hunden mientras mi confianza flaquea.
—Va a ser la primera vez que viva sola.
Braden me aprieta el brazo.
—Y lo harás muy bien. Estoy a una llamada de distancia. Ese cabrón te lo
quitó todo. No dejes que te robe la confianza.
Por supuesto, mi hermano sabe lo que hay que decir.
—Tienes razón. —Suelto una exhalación—. Bien. Voy a hacerlo.
La cara de Braden se abre de oreja a oreja con una enorme sonrisa.
—Guía el camino. —Hace un gesto hacia la puerta.
Ethan está en el salón mirando el teléfono cuando volvemos a entrar. Callen 33
está apoyado en la pared de la cocina, con los musculosos brazos sobre el pecho y
los tobillos cruzados. Parece despreocupado y seguro de sí mismo. Cuando levanta
la mirada del suelo y se posa en mí, un cosquilleo caliente me recorre la columna
vertebral y vacilo.
Mi hermano no me da tiempo a dudar y me empuja hacia delante chocando
su hombro con el mío.
—Trato hecho —digo, con mi seguridad perdida en algún lugar entre el
porche y la cocina. Odio parecer insegura—. Y si te parece bien guardar las
herramientas todos los días, me gustaría mudarme pronto. Puedes trabajar hasta
las diez u once de la noche. Mi hijo puede dormir con cualquier cosa, excepto las
tormentas. Pero las mañanas tempranas están fuera de los límites. Son demasiado
agitadas y sólo distraerás a Colby.
Callen se limita a asentir, con la mirada pétrea y el cuerpo inmóvil.
—Fantástico. Recogeré el papeleo de mi auto —dice Ethan—. Vuelvo
enseguida.
Mientras Ethan desaparece y Braden charla con Callen, subo las escaleras
para pensar qué habitación le gustaría más a Colby. Son básicamente iguales,
mismo tamaño, mismo armario, pero una está más cerca de la que será mi
habitación que la otra.
Después de caminar unos instantes de un lado a otro, decido que voy a dejar
que Colby tome la decisión.
Mientras estoy de pie en medio de la que pronto será mi habitación, mi
emoción se tira por la ventana. No tenemos muebles. Ni camas. Ni cómodas. Ni
televisión. Nada. Ni siquiera tenemos ropa de cama o almohadas. ¿Cómo diablos
pudo Kevin hacernos esto?
—Harás que funcione. —Braden dice desde la puerta detrás de mí. No me
sobresalta como debería. Cuando éramos más jóvenes, mi hermano desarrolló un
sexto sentido que le permitía saber cuándo su hermana estaba a punto de tener un
colapso mental. A veces llamaba, otras se presentaba—. Puedes quedarte con los
dos juegos de dormitorio de mi casa si quieres.
Su generosidad me arranca una suave sonrisa.
—No me llevaré tus cosas, Braden, pero te agradezco el detalle.
—No hacían más que acumular polvo antes de que tú y Colby se mudaran.
La única razón por la que había algo en esas habitaciones era porque parecían
ridículamente vacías.
Unas lágrimas asoman por el rabillo de mis ojos y me las limpio antes de
girarme para mirar a mi hermano.
—Esto da miedo.
Esboza una sonrisa ladeada. 34
—No lo será después de que te mudes. Lo único que hay que temer...
—Es al miedo mismo. —Termino la cita que papá solía decirnos cuando
éramos pequeños. Pero cuando le diagnosticaron cáncer, se convirtió en su mantra
diario: un recordatorio de que había que ser fuerte y valiente, y lo fue hasta el final
de su lucha—. Creo que voy a dejar que Colby elija qué habitación quiere. Nunca
le han dado esa opción.
—Le encantará.
Le ofrezco una débil sonrisa ladeada.
—Lo sé.
—Ethan está abajo esperándote con el papeleo.
Tomo aire y asiento con la cabeza. Lista o no, por un nuevo comienzo.
CAPÍTULO CINCO
CALLEN
El chirrido de la sierra atraviesa la habitación y borra todo a mi alrededor
mientras corto la madera para los laterales de los armarios de la cocina. Me he
partido el trasero trabajando hasta altas horas de la madrugada durante varios días
para intentar hacer todo lo posible. Pero la Ley de Murphy ha creado obstáculos.
El Sr. Whelms llamó con una fuga de agua, tenía dos casas que necesitaban
cerraduras nuevas, y la Sra. McDaniels juró que tenía murciélagos en su habitación
de invitados de arriba. No los tenía, a menos que cuentes un pájaro curruca como
uno. Perseguir a un pájaro diminuto en ese dormitorio me llevó más tiempo del que
esperaba.
La ventana de oportunidad para conseguir esta casa en condiciones
habitables está disminuyendo lentamente. La Sra. Peterson y su hijo se mudarán
este fin de semana sin una maldita cocina en condiciones. 35

Mientras alineo el siguiente trozo de madera para cortar, con el dedo en el


gatillo, un golpe en la puerta llama mi atención. La Sra. Peterson lleva de la mano
a quien supongo que es su hijo. Tiene su complexión, la forma de su cara y sus ojos
redondos y profundos, pero más allá de eso, el chico debe parecerse a su padre.
—Siento molestarte —dice Morgan, y me hace desviar la mirada de la
versión pequeña de ella a sus ojos aguamarina que están muy abiertos por la
preocupación—. Sólo... esperaba poder pasarme un momento para que Colby vea
el lugar y elija su habitación antes de este fin de semana.
Colby me mira, recorriendo mis tatuajes desde el bíceps hasta la muñeca,
de un brazo a otro.
—Claro —le digo mientras me aparto.
—Gracias. —Morgan lleva a Colby adentro—. Sólo será un minuto.
Cuando pasan, percibo un aroma primaveral, como si hubiera capturado el
olor de la estación y lo hubiera embotellado. Lleva a Colby hasta las escaleras y él
se agarra al pasamanos mientras las sube. Una vez arriba, el pequeño suelta un
chillido agudo y entonces oigo unos piececitos corriendo de una habitación a otra
por encima de mí. No entiendo de qué hablan, pero oigo el entusiasmo que
desprenden sus voces.
En lugar de seguir con los armarios y hacer mucho ruido, me apoyo en la
pared y espero.
Después de unos momentos, sus voces se acercan.
—Hazlo, mami.
—Tú puedes hacerlo, bebé. Yo vigilaré.
—Nop. Hazlo conmigo.
—Me romperé el trasero —responde juguetona.
Colby suelta una risita.
—Ya está loto. —Se parte de risa, soltando carcajadas.
No voy a mentir. También me sube la comisura de los labios.
—Vamos. Te sujetalé de la mano.
Deja escapar un suspiro burlón.
—Si me rompes, tendrás que ser mi enfermero, lo que significa que también
tendrás que trabajar para mí.
—¡De acueldo! —gorjea sin importarle nada.
De repente, unos fuertes golpes resuenan por toda la casa, retumbando
como una manada de elefantes a la carrera. La Sra. Peterson y Colby aparecen a la
vista y mis cejas golpean el techo. Bajaron las escaleras deslizándose de trasero.
Colby cacarea a cada paso mientras ella hace muecas de dolor. 36
—¡Ota vez! —Colby chilla, poniéndose en pie de un salto y corriendo
escaleras arriba.
Rápidamente, le rodea la cintura con un brazo antes de que pueda alejarse
demasiado y tira de él hacia su regazo.
—No. —Empieza a hacerle cosquillas—. Creo que tengo el trasero roto.
Se retuerce pataleando y riendo, intentando zafarse de sus cosquillas.
—No. Noooo. Lo beso y lo hago sentid mejol.
Inmediatamente sus dedos se detienen en los costados de él, y ella se
inclina, acercando su nariz a la de él mientras sonríe ampliamente.
—Acabas de decir que me besarás el trasero.
Colby estalla en carcajadas y le pone las manos en las mejillas.
—Iuuuuu. ¡Noooo!
Como si por fin recordara que estoy aquí, levanta la cabeza y sus ojos se
cruzan con los míos. Se levanta rápidamente y me ofrece una sonrisa de disculpa
mientras toma la mano de Colby.
—Deja que te enseñe el exterior. Es la mejor parte —le dice.
Apenas consigue abrir la puerta corredera de cristal, Colby sale disparado
y empieza a correr por el jardín como si llevara todo el día encerrado. Ella lo
observa sonriente desde el borde del patio de cemento mientras corre por todas
partes.
La brisa hace ondas en su blusa roja y se lleva consigo mechones de su largo
y sedoso cabello negro. Ethan me ha dicho que trabaja en The Cove, lo que explica
el aire cincuentón que desprende. Stella maneja los mismos uniformes desde que
tengo uso de razón.
La Sra. Peterson agita la mano sobre su cabeza mientras llama a Colby para
que vuelva con ella, lo que él hace sin rechistar.
—Gracias —dice, cerrando la puerta tras de sí—. Lo siento. —Señala las
escaleras mientras un rubor rosado tiñe sus mejillas—. Le gusta deslizarse por
ellas. Es una tontería que empecé hace un año.
Sus labios son carnosos y arqueados, totalmente besables, y yo... Aparto mi
mirada de ella y parpadeo hacia su hijo.
—¿Elegiste tu habitación?
Colby responde con una sonrisa y mueve la cabeza arriba y abajo.
—Sí, mamá dice que puedo poned mi cama donde quiela, menos en el
almario, poque es demasiado pequeño. —Abre los brazos y se pone de puntillas
de puro júbilo.
37
—Los armarios son mejores para los fuertes —le digo.
Sus ojos color avellana se abren de par en par como si acabara de darle la
respuesta del millón de dólares a la vida. Se da la vuelta y mira a su mamá.
—Quiero un fuelte. El tío Bwaden hace los mejodes. ¿Podemos haced uno
este fin de semana? ¿Po favol? ¿Po favol? —Salta sobre las puntas de los pies,
dándole golpecitos en la pierna.
Le despeina la cabeza.
—Seguro que podemos, pero tendrás que portarte bien el resto del...
—¡Sí! ¡Lo hadé! —exclama antes de que ella pueda terminar—. Lo hadé. Lo
hadé.
Le sonríe con puro amor maternal antes de mirarme a mí.
—Gracias por dejarnos pasar. —Toma a Colby de la mano y empieza a
guiarlo hacia la puerta.
—Que tenga una buena noche, Sra. Peterson.
Se para en seco y se gira.
—Es Morgan.
—Morgan —digo asintiendo con la cabeza.
—Gracias de nuevo. —Sujeta la mano de Colby y sale por la puerta.
Las noches, cuando estoy acostado en la oscuridad sin nada que ocupe mis
pensamientos, son las que más me molestan. Mi mente no se detiene. Los
pensamientos son constantes. Mi cuerpo se tortura. El sueño es un hijo de puta
escurridizo y tengo suerte si consigo dos o tres horas de sueño ininterrumpido.
Normalmente duermo veinte minutos aquí, cuarenta minutos allá. Otra vez la
tortura. No recuerdo la última vez que dormí una noche entera.
El resplandor de la luna se cuela por las persianas abiertas, bañando la
sábana que me cubre y extendiéndose por el edredón verde caza que hay al final
de la cama. El espacio vacío de mi techo ocupa mi tiempo mientras intento apartar
de mi mente los pensamientos sobre Morgan.
La forma en que sus ojos azul aguamarina brillan como la piedra preciosa
cuando mira a su hijo la hace resplandecer de calidez y amor, como si él fuera la
luz absoluta de su vida y la razón misma por la que late su corazón. Morgan es
hermosa, con piernas largas, cintura curvilínea, trasero redondo y tetas
perfectamente formadas. Es linda cuando está nerviosa. Se pone nerviosa y se
ruboriza en la base de la garganta. También he visto cómo se le escapa la
confianza. Es como un rompecabezas sin completar, y eso me hace preguntarme
cuál es su historia. ¿Qué pasó que la dejó como mamá soltera con un hermano 38
protector a su lado?
Sabiendo que esta noche no podré dormir, suspiro, me levanto y balanceo
las piernas sobre el borde de la cama. Me paso las manos por la cara y me levanto,
recojo la ropa de la cómoda y me calzo las botas. Tomo las llaves de mi Hellcat y
me meto la cartera en el bolsillo trasero mientras salgo por la puerta.
Veinte minutos en auto me llevan a una cafetería que abre toda la noche, a
las afueras de la ciudad. Vengo aquí para desconectar, lo que significa que vengo
a menudo. Aunque son las tres de la madrugada, el local está lleno de gente que,
como yo, no puede dormir, camioneros que hacen una parada para descansar y,
por desgracia, otros que tienen cosas nefastas en la cabeza.
El local huele a grasa y café y, aunque parece un antro, tiene la mejor comida
de la ciudad. Los ojos se dirigen hacia mí, siguiendo mis movimientos mientras me
dirijo a mi mesa habitual. Doy gracias por ver que nadie más siente la necesidad
de esconderse en las sombras.
Justo cuando me deslizo en la cabina, me ponen delante una taza de café con
un recipiente de azúcar, cuatro monodosis de crema y un vaso grande de jugo de
naranja.
—Gracias, Irene. —No tengo que levantar la vista. El tatuaje del trébol
desteñido en el interior de su muñeca le pertenece.
—¿Otra vez no puedes dormir? —Su voz es áspera como si hubiera fumado
dos paquetes de cigarrillos al día durante los últimos cincuenta años. No lo ha
hecho. En realidad, estoy bastante seguro de que nunca ha fumado en su vida.
Sacudo la cabeza, recogiendo el azúcar.
—No.
—Deberías ir a ver a un doctor, Callen. No es sano.
Mi mirada cansada se cruza con la suya.
—Tratarán de darme somníferos que no tomaré.
Levanta el hombro.
—O tal vez te hagan pruebas diferentes.
Suelto una risita por la nariz, pero la sonrisa que debería acompañarla no
llega a rozar mis labios.
Irene sabe que ha llegado a un callejón sin salida con esta conversación, así
que pregunta:
—¿Quieres lo de siempre?
Asiento y desaparece, dejándome solo.
Acabo de dejar el café en la mesa cuando una palmada en el hombro atrae
mi atención hacia el hombre que se sienta frente a mí. Charles, el dueño de Lucky's
y marido de Irene, me sonríe con preocupación. 39
—Dos veces en una semana. Ya debes de ser un zombi andante. ¿Estás bien?
—Estoy bien —respondo.
Su expresión me hace saber que no me cree. No debería.
—Oí que alquilaste la casa.
Ethan...
—Sí.
—No puedo creer que realmente lo hicieras. Has querido esa casa desde
que eras pequeño. Pensé que cuando salió a la venta la comprabas para ti.
Siempre he querido esa casa. Cuando era niño, pasaba por delante de ella
yendo y viniendo del parque y todas las tardes cuando el autobús escolar me traía
a casa. Un día, cuando pasaba por allí, Helen salió al porche con una sonrisa cálida,
ojos compasivos y una amabilidad que me llegó al alma. Recuerdo que pensé que
debía tener cerca de cien años y que parecía igual de frágil. Salí corriendo.
Durante las semanas siguientes, insistió. Se quedaba en el porche con una bolsa de
galletas, un bocadillo, una botella de Coca-Cola... Cada día era algo distinto, como
si tratara de atraer a un perro callejero.
No estaba muy lejos.
Mi punto de ruptura fueron las donas cubiertas de chocolate. Nunca había
comido una y, como tenía seis años y me encantaba el chocolate, no pude
resistirme. Ese fue el día en que Helen se convirtió en mi abuela sustituta. Nunca
me presionó para averiguar cómo era mi vida en casa. No le hacía falta. Mi ropa
sucia, mi estómago gruñón y la cautela con la que la miraba contaban mi historia.
Pero no tardé en confiar en ella.
Durante años, pasé por allí todos los días. Incluso si iba a casa de Ethan, justo
al otro lado de la valla que había detrás de mi casa, iba primero a casa de Helen.
Aunque la mayoría de las veces, Ethan venía conmigo. Nos mimaba muchísimo y,
a cambio, nosotros rastrillábamos las hojas, sacábamos la basura y cualquier otra
cosa que necesitara que hiciéramos. Mis recuerdos favoritos eran las veces que
jugábamos a juegos de mesa. Yo no tenía ninguno en casa.
Helen acabó siendo trasladada a una residencia asistida en un pueblo
cercano, y nunca volví a verla. No me alegró los días oscuros con plátanos
cubiertos de chocolate ni me ayudó a olvidar los horrores de mi vida jugando Uno.
No fue ella quien me consoló la noche que encontré el cuerpo sin vida de mi mamá
colgando de una viga en el porche trasero. Aunque los padres de Ethan
intervinieron e hicieron todo lo que pudieron por mí, todo lo que siempre quise fue
otro frágil y cariñoso abrazo de la mujer que sentía como mi hogar.
—No la necesito —le digo a Charles—. Pero es importante, y no quería que
se desperdiciara más. Necesita ser habitada.
40
Me mataba ver cómo la naturaleza se apoderaba de nuevo de la casa de
Helen. Cuando cumplí veinte años, había ahorrado suficiente dinero para
permitírmelo, así que busqué al dueño. Resultó ser Heather, la única hija de Helen
y una completa perra. Pero por suerte, me vendió, el vertedero, por un precio
decente.
El día que recibí las llaves, entré en la casa y volví a salir de ella. Todo seguía
igual, pero muy diferente. Vacía, sin cuadros ni muebles. Se quedó así,
marchitándose, hasta que pude enfrentarme a la parte más cálida de mi pasado.
Irene me deja el plato: dos huevos estrellados, dos tostadas, cuatro tiras de
beicon, dos salchichas y un montón de patatas fritas. No dice nada y comparte una
mirada con Charles antes de dejarnos.
—¿A quién se lo alquilaste? —Charles pregunta.
Agarro la botella de kétchup.
—Una mujer y su hijo.
Sus cejas se elevan hasta su frente y una sonrisa se extiende por su cara
redonda y regordeta.
—¿Mamá soltera? Hay un punto blando débil esa dura coraza.
Sus palabras me hacen reflexionar y el bote de kétchup se tambalea sobre
las patatas fritas.
—Ella tenía el dinero. Yo tenía la casa. No hay punto débil.
Charles da un manotazo en la mesa mientras se pone de pie.
—Claro. No tienes un punto débil —me dice riéndose y se marcha.
Pero tiene razón. Las mamás solteras crean un punto débil en mi corazón. Mi
mamá era madre soltera y luchó como una loca para llegar a fin de mes y darme
una vida decente. Excepto que su depresión y su trastorno de estrés postraumático
hicieron que no lo consiguiera. Pero vi cuánto se esforzaba y cuánto luchaba contra
sus demonios. Cuando esos demonios surgían de la oscuridad, a menudo me
quedaba con Ethan o Helen para escabullirme de su ira. A veces estaba
físicamente, pero no mentalmente. Su mente estaba adormecida y sus ojos
distantes.
Estaba inundada de flashbacks, acribillada por una ansiedad atroz y cubierta
de depresión.
A veces podía funcionar como una mamá. Los días buenos significaban
dibujos animados en la televisión, ropa limpia y comida casera. Pero esos días eran
escasos. La mayor parte del tiempo, mis días eran sombríos. A mi mamá le gustaba
recordarme que mi padre era un hijo de puta, y yo no podía estar más de acuerdo
con ella. Había ido a una fiesta en casa de una amiga, a unas manzanas de donde
vivía. En el camino de vuelta a casa, un hombre la agarró por detrás, la violó
brutalmente, la golpeó, y la abandonó en una cuneta esperando que muriera. No
previó que una enfermera la encontraría unas horas después. 41

Nueve meses después llegué yo, el producto de su violación. Sé que en


algún lugar, bajo el negro manto de depresión que la envolvía, me amaba. Podría
haber abortado, pero, por alguna razón, prefirió tenerme. Creo que esperaba ser
feliz. Desafortunadamente, eso no sucedió. En lugar de eso, yo era el recuerdo
constante de lo que había pasado y la razón por la que se sentía desgraciada. Me
di cuenta cuando la encontré con una soga alrededor del cuello.
Los padres de Ethan lucharon por mí, negándose a que los tribunales me
colocaran en un hogar de acogida. Por suerte, William, el padre de Ethan, conocía
a varios jueces y Ava, su mamá, era un bulldog. Nunca se echaron atrás. Lucharon
con uñas y dientes por mí. Cuando se aprobó la adopción, les pregunté si podía
cambiar mi apellido por el suyo. No quería que me conocieran como el huérfano
Davis. Cuando me convertí en Rowe, les juré que lo haría bien.
Una de las primeras cosas que hizo Ava fue llevarme a terapia. No me
importaba, excepto los días en que Andrew me presionaba mucho. Me agotaba y
acababa durmiendo el resto del día.
Los Rowe me dieron una vida que nunca había tenido. Era un novato en eso
de ser niño, ya que había tenido que valerme por mí mismo muchas veces. Por lo
tanto, me costó un poco asentarme en la normalidad de la vida cotidiana. La escuela
era importante para ellos y se aseguraron de que recibiera una buena educación.
Pasé de estar atrasado a sobresalir. A los dieciséis años me compraron un Honda
Civic blanco de cuatro puertas. Estaba orgulloso de aquel pequeño batidor. Y
cuando conseguí mi primer trabajo y sueldo, la sensación de haber conseguido
algo me hizo sentirme en la cima del mundo.
Me trataban como a un niño normal. Me castigaban mucho y me querían sin
condiciones. Sin los Rowe, no tengo ni idea de dónde estaría o cómo habría
acabado.

42
CAPÍTULO SEIS
MORGAN
—Sujétala con las dos manos —miro a Colby a los ojos para que me escuche
mientras le pongo en los brazos una pequeña caja con sus juguetes.
—Soy fuete, mami. Puedo llevada.
Me estiro recogiendo una caja de mi 4Runner.
—Sé que eres fuerte, cariño. Yo… —Me doy la vuelta y veo a Colby subiendo
cuidadosamente la caja escalón a escalón.
Braden, Lance y Jared, el amigo de Lance, están ayudando a descargar los
muebles que compré ayer: dos juegos de dormitorio, muebles de salón y puede
que me volviera un poco loca en el pasillo de los juguetes. Podían habérmelos
entregado, pero mi hermano me obligó a no hacerlo para ahorrarme un montón de
dinero. ¿Quién soy yo para discutir eso? Así que fuimos y recogimos todo justo 43
antes de venir aquí.
Fue mucho dinero, pero saber que Colby y yo tenemos nuestras cosas y que
mi hijo vuelve a tener algunos juguetes compensa todas las horas extra que
trabajaré.
Llevando una caja al interior y escaleras arriba, encuentro a Colby sentado
en medio de su habitación en el suelo, jugando con dos camiones monstruos que
sacó de la pequeña caja que llevaba. La sonrisa de su cara me alegra el alma. En
lugar de interrumpir su rato de diversión, dejo la caja junto a la pared, le hago un
guiño envuelto en una sonrisa y vuelvo a salir para ayudar en lo que pueda.
—Me gusta tu casa —me dice Jared con una sonrisa encantadora mientras
bajo las escaleras.
Es lindo. Muy guapo. Alto, de complexión atlética, hombros anchos, brazos
fuertes y una sonrisa deslumbrante.
—Gracias —tiro por encima del hombro.
Por muy guapo que sea, definitivamente no estoy interesada en tener citas.
Todavía no. Aunque Penny jure que estoy haciendo el ridículo, aún no he llegado
al punto de confiarle a un hombre una parte de mí. Mis heridas aún están
demasiado abiertas, y aún escuecen.
Penny jura que la mejor forma de superar a alguien es estar debajo de otro.
Aunque suena divertido, sólo he estado con un hombre en toda mi vida. No creo
que lo casual esté siquiera en mi vocabulario. Además, no sabría ni por dónde
empezar.
Callen está en la cocina concentrado en construir e instalar los armarios
inferiores. Mientras los alinea donde el fregadero se asentará uniformemente bajo
la ventana, los músculos de sus antebrazos bajo la capa de tatuajes se flexionan, su
ancha espalda se contrae y su esculpido pecho se abulta. Arquea las cejas y aprieta
la mandíbula mientras se concentra en conseguir la perfección.
—¿Vamos a recoger tus electrodomésticos de algún sitio? —pregunta Jared
al pasar junto a mí. Mis ojos se desvían del hombre al que estaba mirando hacia el
hueco vacío donde debería haber un frigorífico—. Voy a necesitar comer mientras
estamos fuera —dice Jared y sale de la casa.
Me olvidé de los electrodomésticos. Estaba tan concentrada en darnos una
casa cómoda con muebles nuevos que los electrodomésticos no estaban en mi
radar. Empiezan a escocerme los ojos. Callen me mira, pero antes de que vea las
lágrimas, me doy la vuelta y choco con mi hermano.
Sus manos se posan en mis hombros.
—Podemos ir a echar un vistazo cuando acabemos aquí.
Enojada conmigo misma, exhalo un resoplido y me pellizco el puente de la
nariz, bajando la cabeza. 44

—Para eso necesitaré el dinero que me gasté en los muebles. —Se me


quiebra la voz y carraspeo. Miro fijamente a mi hermano, pero lo cierto es que no
estoy enfadada con él. Estoy muy enfadada con Kevin y con cómo ha dejado a la
mujer a la que juró amor, a la mamá de su hijo y a su hijo en la posición en la que
se encuentran.
Braden vuelve a apretarme los hombros.
—¿Quieres que Lance y yo entremos en su casa y robemos todas las cosas
que necesitas? —Esboza una sonrisa ladeada.
Una risa débil se escapa de mi pequeña sonrisa.
—Te necesito demasiado para visitarte sólo una vez al mes mientras estés en
prisión.
—Puedo prestarte...
—No —lo corto—. Ya se me ocurrirá algo.
Braden me abraza y me besa la cabeza.
—Harás que funcione, pero yo también estoy aquí para ayudarte, si me
necesitas.
—Lo sé y te lo agradezco.
Braden vuelve a salir, dejando mi mente en blanco. Mi cuenta de ahorros
disminuye rápidamente y los electrodomésticos agotarán lo que me queda, aunque
los encuentre en una tienda de descuentos. Maldita sea.
—Los electrodomésticos vienen con la casa —la voz grave y ronca de Callen
me saca de mi fiesta de lástima.
Está apoyado contra el armario parcial, con los brazos sobre el pecho y los
ojos observándome atentamente.
—Yo... —Leí el contrato tres veces antes de firmarlo—. No recuerdo que el
contrato dijera eso.
—Lo hace. Los traeré pronto.
—Oh... —Siento una mezcla de alivio y duda—. ¿De verdad se me pasó eso
en el contrato de alquiler?
Asiente mientras se empuja el armario y desaparece afuera.
Decidida a no dejar que esto arruine el día, durante el rato siguiente me
quedo ocupada con los chicos mientras nos ayudan a montar las camas y nos las
arreglan. Colby se tumba en su cama una vez montada y hace un ángel de nieve
de mentira. Me hizo mirar a la mía con nostalgia y querer hacer lo mismo. Mientras
Lance y Braden se dirigen al camión por la cómoda de Colby, yo voy en busca de
mi botella de agua.
—¿Trabajas el próximo fin de semana? —Jared pregunta, agarrándome del
brazo y deteniéndome en el escalón inferior.
45
Miro hacia abajo, donde sus dedos rodean mis bíceps, y la inquietud me
recorre la espalda.
—Sí.
—¿Qué tal el sábado por la noche? Me gustaría invitarte a salir.
Le sonrío cortésmente mientras intento zafarme de su agarre, pero no me
suelta.
—Gracias, pero no me interesa.
—Aww, vamos. Cena gratis. Bebidas gratis. Un buen rato. Te lo prometo. Sé
que acabas de salir de un feo divorcio. No estoy buscando casarme contigo. Sólo
quiero que pasemos un buen rato.
Su arrogancia y su prepotencia anulan cualquier atisbo de atracción que
pudiera haber sentido antes. Me quito el brazo de encima, sonrío y enderezo la
espalda. No me dejaré intimidar por nadie. Nunca más.
—No, gracias.
Cuando me doy la vuelta para alejarme, me agarra de la muñeca y me vuelve
a detener.
—Vamos, Morgan. Nada serio. Sólo un poco de diversión. ¿Qué tiene que
hacer un tipo para que...?
Un cuerpo alto y musculoso se mueve entre nosotros, obligando a Jared a
soltarme. La ancha espalda de Callen está frente a mí, impidiéndome ver a Jared.
—Dijo que no estaba interesada. Muévete.
—¿Qué mierda, hombre? —Jared tiene el descaro de sonar consternado.
Se me dispara el pulso. Lo último que necesito son problemas. Mi casero
puede echarme tan rápido como garabateé mi nombre en ese contrato de alquiler,
dejándome como al principio. Y no necesito que Colby baje las escaleras para
verlo o escucharlo.
—No necesito...
—Ella dijo que no —Callen me ignora.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz de Braden me hace girar con los ojos
llenos de agonía al encuentro de su mirada sobreprotectora. Deja la cómoda en el
suelo, sin importarle un comino Lance, y marcha hacia nosotros.
Mi corazón se detiene. El temperamento de Braden hará que nos echen a
todos.
Callen no ha apartado la mirada de Jared mientras continúa mirándolo
fijamente.
—Yo….
—Un malentendido —cede Jared, alejándose un paso—. ¿Qué queda ahí
afuera? —Suena tan despreocupado como si no hubiera pasado nada. 46
—Recoge la mesita de noche del camión —dice Lance.
Jared pasa de largo sin mirar en mi dirección.
Callen, por otro lado, no ha apartado su mirada sobre él.
—¿Estás bien, hombre? ¿Qué pasó? —Braden pregunta.
La mirada de Callen se desvía hacia mí durante un fugaz segundo antes de
posarse en mi hermano.
—Un consejo, no lo dejes a solas con tu hermana. —Luego se aleja.
Braden gira la cabeza hacia mí, con los ojos llenos de rabia.
—¿Qué carajo pasó? —gruñe.
Siento que voy a vomitar, posiblemente a desmayarme. El corazón me
retumba en el pecho con mucha fuerza.
—Por favor, no exageres —susurro—. No quiero perder este lugar.
Braden entrecierra los ojos.
—Dime qué pasó.
Desvío la mirada.
—Sólo quería una cita.
—Le puso las manos encima —dice Callen desde la cocina.
La furia cae en cascada por las facciones de Braden. Sus fosas nasales se
inflaman mientras las llamas rugen en el fondo de sus ojos azules.
—¡Jared! —grita y se da la vuelta para alejarse furioso.
Mi corazón se hunde. Lo agarro de la mano y tiro de él hasta que se detiene.
—Por favor, no —le suplico.
—Te tengo. —Es todo lo que dice, sacudiéndose de mi agarre antes de salir
por la puerta. Le da una palmada en el hombro a Lance al pasar. El simple acto
hace que todo el comportamiento de Lance cambie, como si supiera que una
guerra está a punto de estallar.
Parpadeo hacia Callen a través de las lágrimas. Me mira fijamente, pero no
puedo leer su expresión, soy incapaz de saber lo que piensa. Es como una pizarra
estoica.
—Lo siento —le digo—. No lo conozco. No va a... —Me aclaro la garganta de
las emociones que la tensan—. Sólo me pedía una cita.
—Te puso las manos encima —es todo lo que dice Callen.
—Yo no traigo problemas. No los necesito cerca de mi hijo. Lo lamento. No
volverá a pasar.
La leve elevación de la ceja izquierda de Callen es todo lo que consigo. No
dice nada. Ni un movimiento de cabeza. Ningún cambio. 47
Unos minutos después, Lance y mi hermano vuelven a entrar en la casa. Los
observo, su ropa, sus caras, y suspiro aliviada al no ver ningún signo de pelea.
Lance se me acerca primero y me frota los brazos.
—Lo siento. A veces puede ser un auténtico imbécil. No pensé que actuaría
así contigo. Sabe que eres como de la familia. No volverá. Te lo prometo.
—Gracias, hombre —Braden le da la mano a Callen—. Lo siento. No volverá.
Los ojos de bronce de Callen me miran rápidamente antes de asentir con la
cabeza.
Pequeños pasos llenan el aire segundos antes de ser reemplazados por el
sonido de golpes cuando Colby baja las escaleras deslizándose sobre su trasero.
—¡Mami! —Se pone de pie y corre hacia mí—. Tengo hambrreeee.
La sonrisa que le dedico no delata la tensión que se respira en la habitación.
—Siempre tienes hambre. —Braden se ríe entre dientes, también
sacudiéndose todo. Agarra a Colby por debajo de los brazos y lo levanta sobre sus
hombros—. ¿Qué piensas de la pizza?
Colby pasa su camión por el cabello de Braden.
—Nuggets de pollito.
—¿Otra vez Nuggets? —Braden refunfuña.
—Claro que sí, tío —dice Lance—. Podría comeme un cubo de ellos todos
los días.
—Eso es porque eres un niño pequeño en el cuerpo de un hombre —bromea
Braden y hace rebotar a Colby, lo que le hace soltar una risita.
—Tomemos un descanso y comamos algo.
Mi mirada choca con la de Callen, y el calor recorre mi columna vertebral
hasta la nuca.
—¿Quieres algo? —La pregunta se me escapa en un suspiro y, al instante,
siento cómo el rubor me sube por el cuello.
—No —responde, sin dejar de mirarme. Es intenso, abrumador, y desata
algo suelto en lo más profundo de mí. Un dolor empieza a palpitar, el calor se
extiende hacia arriba y hacia fuera haciendo que mi pulso se acelere por la
necesidad. Lujuria. ¡Espera! ¿Lujuria?
Dirijo mi atención a la puerta principal, salgo y me deslizo en el asiento
trasero del auto de mi hermano, junto a la sillita de Colby. Respiro. ¿Qué demonios
me pasa? ¿Lujuria? Es mi casero. No es mi tipo y, lo que es más importante, yo no
soy el suyo.
—¿Estás bien? —Braden pregunta.
48
Gimo y dejo caer la cabeza sobre el respaldo del asiento.
—Sí —le digo molesta.
—Siento mucho lo de Jared —dice Lance—. Me sorprende que siquiera te lo
pidiera. Es una regla tácita que no te metes con la hermana pequeña de tu mejor
amigo.
—Por lo visto, no sigue las normas. —Abro un ojo y le sonrío—. En serio. No
pasa nada. Aumentó mi ego que estuviera interesado. —Y me asustó mucho que
estuviera dispuesto a llegar a las manos.
CAPÍTULO SIETE
CALLEN
Gracias a varias órdenes de trabajo, hoy pude empezar en casa de Morgan
hasta las cuatro. Son las nueve y media cuando empiezo a recoger mis
herramientas para guardarlas en el cuarto de lavado cuando se abre la puerta
principal. Morgan entra con Colby colgado del hombro. Está inconsciente.
Mentiría si dijera que no estoy un poco celoso del chico. No recuerdo la última vez
que dormí tanto.
Morgan me ve y suelta un suspiro de sorpresa antes de darse cuenta.
—Déjame llevarlo a la cama antes de que empieces a martillear o lo que sea
—susurra, pasando a mi lado y subiendo las escaleras.
Unos instantes después, estoy poniendo la última carga de herramientas en
el cuarto de lavado cuando Morgan vuelve a bajar las escaleras. Se queda 49
paralizada en el último escalón, con la sorpresa salpicándole la cara y los ojos
desorbitados mientras se queda con la boca abierta.
—La nevera ya está fría. La cocina aún no está enchufada y el microondas
tendrá que estar en la encimera hasta que termine los armarios de arriba —le digo.
Las lágrimas en sus ojos hacen que el azul brille más, y hace que algo en mi
pecho se anude.
—Sé que aún no estabas preparado para que nos mudáramos, pero no tienes
ni idea de lo agradecida que estoy de que nos lo permitieras. —Su voz tiembla de
emoción.
Inclino la barbilla hacia la nevera.
—Le compré algunas cosas al chico ya que no sabías que llegaba hoy.
No traje mucho: medio galón de leche, una bolsa de manzanas porque
parece la mamá que hace que su hijo coma sano, una botella de vino porque toda
mamá necesita un descanso, una docena de huevos y una botella de kétchup
porque todo el mundo necesita eso en su desayuno.
Abre las puertas y se asoma al interior con una sonrisa acuosa en los labios.
Saca la cartera del bolso y empieza a sacar dinero.
—Déjame pagar...
—Quédatelo.
Sus ojos vuelan hacia mí mientras me tiende un billete de veinte dólares.
—Insisto.
—Piensa en ello como un regalo de inauguración.
Sacude la cabeza, suelta una risita y la sonrisa de su cara me aprieta cómo
un tornillo de banco en el pecho. No me gusta esta sensación... sea lo que sea.
—Gracias.
Asiento con la cabeza y termino de recoger mi desastre. No tengo ni idea de
qué demonios voy a hacer esta noche. No estoy nada cansado. Trabajar en esta
casa me ha mantenido ocupado durante meses. Ahora voy a estar perdiendo el
tiempo sin nada que me ocupe.
—Siento lo de ayer. —Sus palabras me detienen en seco—. Tampoco llegué
a darte las gracias por defenderme.
Le lanzo una mirada.
—No hace falta.
—Si no has terminado por esta noche, no tienes que parar por nosotros. Te
prometo que dormirá toda la noche.
—Dijiste diez —le recuerdo.
—U once —responde.
50
—Terminé por esta noche. —Llevo el puñado de cosas a la habitación y la
cierro, colocando la llave encima del marco de la puerta—. La lavadora y la
secadora estarán aquí este fin de semana. No podían llegar antes.
Esos preciosos ojos color aguamarina se posan en mí y otra vuelta de tornillo
se produce en mi pecho. Realmente odio esta maldita sensación.
—Estoy segura de que no se me pasaron los electrodomésticos, la lavadora
y secadora en el contrato. ¿Es realmente tu responsabilidad?
No se le pasaron. Ninguno de los electrodomésticos estaba en el contrato,
pero verla casi tener un colapso por ello fue mi perdición. No pude evitarlo. Cobré
mi pagaré de Adam en la tienda de electrodomésticos. Si decide revisar el contrato
de alquiler, me atrapará mintiendo, pero ya cruzaré ese puente cuando haga falta.
—Está ahí —miento.
—Oh. —Sus labios perfectos envuelven la palabra y hace que mi polla se
retuerza—. Ethan dijo que sólo alquilarías esta casa a padres solteros.
Asiento con la cabeza, sin dar más detalles.
—¿Su padre está en su vida? —Inclino la barbilla hacia las escaleras. No sé
por qué me importa.
Desviando la mirada hacia la puerta principal, empieza a morderse el labio
inferior.
—Debería. Pero no lo ha llamado ni ha intentado verlo en ocho meses.
Supongo que a la novia no le gustan los niños. —Se encoge de hombros—. No lo
sé.
—¿Paga manutención?
Se ríe ante la pregunta.
—Sesenta billetes al mes de los que no he visto ni un centavo.
¿Cómo demonios ocurrió eso?
—Su hermano es abogado —responde como hubiera leído mi
pensamiento—. Tengo la custodia completa y su padre eligió tenerlo sólo una vez
al año durante un fin de semana.
—¿Un juez firmó eso?
Otra carcajada, esta vez de incredulidad.
—Las probabilidades estaban en mi contra desde el principio. No podía
permitirme un abogado para impugnar la negociación en la mediación y llevarlo a
juicio. Mi exmarido y su hermano lo sabían. Pensé que ningún juez le permitiría
dejarme sin absolutamente nada. Me equivoqué. Si hubiera sabido que el hermano
era compinche del juez, probablemente habría pedido uno nuevo. Pero no me
enteré hasta después y, para entonces, ya me daba igual. Conseguí lo más
importante: mi hijo. Ahora sólo tengo que responder a sus preguntas.
—¿Los dejó a ti y a Colby sin nada? 51
Sus labios se inclinan hacia abajo en un ceño fruncido.
—Tuve mi 4Runner, diez mil dólares, y cerca de diez minutos para empacar
lo que pudiera antes de ser escoltada fuera de la casa por un oficial.
Qué. Jodida. Mierda.
—Nos cambió por alguien diez años más joven. Al parecer, el hecho de tener
esposa e hijo le impedía tener novia —aclara.
Odio a un hombre que jura amar y ser fiel sin la intención de cumplir esa
promesa.
—Suena como si estuvieras mejor sin él de todos modos.
Me bendice con una dulce sonrisa.
—Lo hago.
Asiento con la cabeza.
—Volveré mañana sobre la una.
—La niñera de Colby llegará poco después. Le diré que no te estorbe.
—Que pases buena noche. —Le digo mientras abro la puerta y me voy.

Ayer me fui antes de ver a Morgan, pero no antes de que Chrissy y Colby
entraran por la puerta. Chrissy es una chica joven y buena con el niño. Los vigilé
en silencio mientras repasaba unas palabras con Colby, ayudándolo a
pronunciarlas correctamente mientras estaban sentados en el suelo del salón
comiendo galletas.
Entonces Ethan llamó y me preguntó si podía mostrar una casa por él. Le
estaban revisando el auto y se estaba retrasando. Después de guardar mis
herramientas en el cuarto de lavado, les dije a Chrissy y Colby que me iba y me
reuní con la pareja de recién comprometidos en la casa. Para cuando terminamos
de recorrer y discutir los precios, ya era demasiado tarde para volver a la casa de
Morgan. En lugar de volver y dedicar unas horas al trabajo, conduje y revisé todas
nuestras propiedades para mantener la mente ocupada.
Hoy pude llegar a la casa de Morgan a las dos. Estaba vacío y me sentí
aliviado. Trabajo mejor solo sin distracciones, así que me puse a terminar los
armarios de abajo.
A las siete, están terminados menos las puertas y las encimeras. En cuanto
le dé las medidas a Trent, el de las encimeras, las cortará y las entregará en dos
semanas. No mucho más y la cocina estará completa. En vez de trabajar en las
puertas, para lo que necesitaré un día entero, empiezo con los armarios superiores.
Estoy anotando medidas cuando, de repente, la puerta principal se abre de 52
golpe y Colby entra gritando cómo un guerrero mientras sube corriendo las
escaleras.
—Tiene que hacer pis.
Mi cabeza gira desde las escaleras hacia Morgan. Lleva puesto su traje de
trabajo, dos bolsas de la compra en una mano y una caja de poliestireno en la otra.
Deja las bolsas en la isla, sobre la encimera improvisada de contrachapado, y
empieza a guardarlo todo.
Estoy concentrado, cortando un trozo de madera para el lateral del armario,
cuando unas pequeñas zapatillas blancas con dinosaurios verdes y rojos y tiras de
velcro se mueven junto a mi bota negra. Paro inmediatamente la sierra.
—Te dibujaste en ti mismo. Mucho —dice—. A mamá no le gusta cuando lo
hago.
Las comisuras de mis labios se curvan.
—En realidad, dejé que otra persona me dibujara con rotulador
permanente.
Las motas de azul mezcladas con los distintos tonos de marrón de sus ojos
brillan bajo la luz. Unos ojos muy abiertos recorren la longitud de mis brazos.
—¿Marcador Permanente? —Parece completamente asombrado.
El chico es lindo.
—Se llama tatuaje —me pongo en cuclillas delante de él—. No se quitará
nunca. —Para mostrárselo, me chupo el pulgar y lo paso por una llama.
La preocupación empaña el asombro, ahogando por completo sus facciones.
Me mira el brazo, la cara, el brazo y luego de nuevo a la cara.
—Te vas a meter en un buen lío.
Una carcajada estalla en mi pecho.
—¿Colby? ¿Qué estás...? —Morgan se queda paralizada, con la boca
envuelta en un silencioso, oh, y sus ojos azules bailando por toda mi cara. Parece
sorprendida y fascinada, una cara que se asemeja a la euforia, y eso es jodidamente
excitante. Parpadea rápidamente y todo desaparece—. Lo siento —se apresura a
decir, agarrando a Colby por los hombros y alejándolo de mí—. Te dije que te
quedaras arriba hasta que terminara.
Se puso unos leggins negros que muestran el contorno de sus piernas y una
camiseta verde azulado, holgada que no muestra nada. Da igual. Está hermosa.
—Tengo hambre. —Levanta un hombro como si nada. Agarrándose al borde
del mostrador, intenta ponerse de puntillas para ver encima. Al pobre le falta
medio metro. Da manotazos a ciegas intentando encontrar lo que busca, pero se
queda con las manos vacías.
53
—No volverá a molestarte. Lo siento.
Mi mirada se desliza hacia ella.
—No me estaba molestando.
Vuelve a centrarse en Colby, toma la caja de poliestireno y su mano, y lo
lleva al salón.
—Comamos en la sala para que el Sr. Rowe pueda...
—Callen —interrumpo.
—Cawen —Colby prueba mi nombre y luego mira a Morgan con
preocupación—. Él se dibujó los brazos.
Me río por lo bajo.
Morgan hace rodar los labios entre los dientes tratando de ocultar su risa.
—No te hagas ilusiones, chico. —Le indica a Colby que se siente en el suelo
frente a la mesita, abre la caja y le entrega una cuchara de plástico.
Vuelvo al trabajo sólo para sentir su presencia unos minutos después.
—¿Sabes programar un mando a distancia? —Parece avergonzada mientras
agita el mando—. Soy una torpe cuando se trata de electrónica y, por desgracia,
Colby no está en la edad en la que puedo pasarle cosas para que me enseñe a
usarlas.
Programar el mando a distancia sólo me llevó tres minutos y, una vez
terminado, hago todo lo posible por concentrarme en los armarios y no en Morgan.
Es un esfuerzo obligarme a no seguir mirándola a hurtadillas, a no dejarme cautivar
por sus risas ante cualquier dibujo animado que estén viendo, a no dejarme
hipnotizar por la forma en que interactúa con su hijo o quedarme completamente
embelesado por su belleza.
Siento una atracción hacia ella y me está fastidiando. Es una falsa esperanza.
Una mujer como ella no se sentirá atraída por un hombre como yo. Ella es pura y
buena. Yo estoy hecho de rasgos manchados. Si mi negro toca su blanco, manchará
su vida con grises. No estoy hecho para ser amado. No estoy destinado a ser
envuelto en el corazón de alguien con calidez y ternura. Esa no es mi vida. No es lo
que está destinado para mí.
Follo y me follan. Me deleito con los placeres carnales sin ataduras ni
expectativas. Soy incapaz de sentir emociones, no estoy preparado para la
intimidad. Las mujeres con las que me acuesto saben que es sólo para echar un
polvo. No quiero su atención después. No la necesito.
Hace tiempo que acepté mis diferencias. Sabía que nunca tendría el placer
de tener novias, casarme o tener hijos. No está en mis cartas. Mi corazón no sabe
amar, ni sabe manejar el ser amado.
Pero este... sentimiento... que tengo cuando estoy cerca de Morgan, la
emoción que experimento cuando conduzco hasta aquí, la esperanza de verla, el 54
ansia de ver la pequeña sonrisa de Colby... no puedo ignorarlo y no puedo
soportarlo, carajo.
Quiero. Quiero algo que no merezco.
CAPÍTULO OCHO
MORGAN
Mis pies me están matando. Si hubiera sabido que hoy iba a hacer doble
turno, me habría puesto mis bonitas y cómodas bailarinas. En lugar de eso, he
estado doce horas con los tacones puestos mientras atendía las mesas. A dos de las
otras camareras les había surgido algo en la escuela. No me atreví a dejar a todo
el mundo sin trabajo, así que me quedé.
Afortunadamente, Braden fue capaz de sustituir a Chrissy de cuidar de Colby
después del trabajo, y dijo que podía pasar la noche. Mañana tengo el día libre...
espero. Haré una visita sorpresa a Colby después de dormir.
Arrastrándome, cierro la puerta tras de mí, dejo caer la frente sobre la fría
madera y me quito los tacones con un gemido. Mis pies suspiran aliviados, pero
solo momentáneamente, ya que vuelven a palpitar en cuestión de segundos.
55
—¿Todo bien? —La voz profunda de Callen viene de mi izquierda en la
cocina.
Ya no me sobresalta. Básicamente es un fijo por las tardes, ya que se empeña
en acabar con todo.
No levanto la cabeza al asentir, mantengo los ojos cerrados.
—Sí. Puedes trabajar tan tarde como quieras esta noche. Colby está con
Braden, y estoy segura de que una vez en la cama, ni siquiera el techo
derrumbándose me despertaría.
Con un suspiro, me empujo de la puerta y lo miro mientras me dirijo hacia
las escaleras. Rara vez muestra emociones, excepto cuando Colby está cerca.
Colby es capaz de arrancarle una sonrisa que le ilumina la cara, le hace brillar los
ojos de bronce e incluso le saca un hoyuelo oculto. Esos son el santo grial. Lo
cambia y se me hace agua la boca.
—En serio. Trabaja si quieres. El ruido no me molestará. Sólo cierra la puerta
al salir.
Subiendo los escalones uno a uno, lucho contra las ganas de llorar. Sí. Estoy
así de cansada. Mi cuerpo está agotado. Me quito la ropa y me doy una ducha
rápida para lavarme la grasa y el olor a comida de todo el día. Después de secarme,
me pongo la camiseta rosa y los pantalones cortos negros, me acuesto y me

zambullo en la cama.
El estómago me gruñe y me da un retortijón que me obliga a abrir los ojos
en la habitación oscura. Gruño, me doy la vuelta y me cubro los ojos con el brazo.
Son casi las cuatro de la madrugada. Intento ignorar la súplica de mi cuerpo, pero
otro fuerte gruñido interrumpe el silencio de la habitación.
Suspiro, me quito las sábanas y me dirijo a la cocina. Cuanto antes coma,
antes podré volver a dormir. El salón está poco iluminado por la luz del baño, pero
enciendo la luz de la cocina para tomar la ensalada de pollo de la nevera. Cuando
me doy la vuelta, veo una figura oscura entre las sombras del salón. Un miedo
glacial se apodera de mí.
—Sólo soy yo —dice Callen con calma.
—¡Jesús, mierda! —Me paso una mano por el pecho para evitar que el
corazón me lata a marchas forzadas—. No pensé que seguirías aquí.
—No te desperté, ¿verdad?
—No. —Frunzo el ceño—. Mi estómago lo hizo. Me olvidé de comer.
Asiente con la cabeza.
—No hace falta que trabajes tanto —digo mientras tomo el pan de encima de 56
la nevera—. Nos dejaste mudarnos pronto, así que entiendo si las cosas se alargan.
Seguro que el hecho de que te estorbemos te quita tiempo. —Tomo una cuchara,
saco un poco de ensalada de pollo y empiezo a untarla sobre el pan—. ¿Tienes
hambre?
Juro por el pan que tengo en la mano que oigo una risita, pero cuando
levanto la vista, su cara no muestra ninguna evidencia. Claro que sí. Siempre tan
estoico.
—No es nada del otro mundo. Sólo ensalada de pollo —añado.
—No. Gracias.
—¿Quieres beber algo? —pregunto.
—¿No saliste del trabajo? —gruñe.
—Se llama ser educada —le digo con una sonrisa—. Además, puedo decirte
lo mismo.
—Pinté mientras su hijo no estaba aquí.
Resoplo, señalándolo con la cuchara.
—Eres un hombre inteligente.
Saco dos botellas de agua de la nevera, dejo una sobre la isla y le quito el
tapón a la mía. Bebo un sorbo, siento cómo el frío líquido se desliza por mi garganta
y me pone la piel de gallina. Los pezones se me tensan contra la sedosa camiseta,
lo que me recuerda que no llevo sujetador... Cruzo rápidamente los brazos sobre
el pecho y trato de parecer despreocupada mientras termino de comerme el
bocadillo. No hay necesidad de llamar la atención sobre las chicas.
—¿Ya casi terminas por esta noche? —pregunto.
Ladea la cabeza casi como diciendo: En realidad, no.
—Lo digo en serio. No trabajes tanto. Vete a casa y duerme un poco. Estará
aquí cuando vuelvas.
—Ya casi he terminado. Estaba limpiando el desastre cuando bajaste.
—Volveré a la cama con la esperanza de dormir unas horas más —le digo.
Asiente con la cabeza. He aprendido que ese es su signo universal para todo.
Sí. Claro. De acuerdo. No. Confuso. Concentrado.
Vuelvo a meter la ensalada de pollo en la nevera, meto la cuchara en el
fregadero y tiro la servilleta.
—Buenas noches, buenos días, lo que sea. Cierra, por favor. —Ya me pesan
los ojos de nuevo mientras subo los escalones.

Ayer me desperté a las diez. ¡A las diez! La última vez que lo hice fue durante 57
mi primer trimestre de embarazo. Me sentí genial, pero también atrasada. Recogí
a Colby de casa de Braden y me pasé todo el día con él. Jugamos en el parque
durante unas horas, volvimos a casa y coloreamos, construimos Legos y nos
perseguimos afuera. No me sorprendió no ver a Callen. Probablemente se fue a
casa a dormir después de trabajar hasta tan tarde.
Hoy, después de dejar a Colby en el colegio, voy a trabajar. Los lunes no
suelen estar muy ocupados. Nuestros clientes habituales suelen llenar nuestras
mesas, y hoy no ha sido una excepción.
—¿Te estás instalando? —Penny pregunta.
—Sí —digo, introduciendo el pedido de Bradley, un cliente habitual—. Con
suerte, todo estará listo pronto.
—¿Por qué tarda tanto tu casero? —Su pregunta no está llena de fastidio. Es
sincera.
—Creo que es porque tiene que trabajar a nuestro alrededor. Normalmente
trabaja por las tardes y hasta altas horas de la noche, pero no puede hacerlo con
un niño de tres años arriba. Pero ha estado trabajando duro y casi ha terminado.
Menea las cejas.
—Entonces las citas por fin pueden empezar.
Ha estado tratando de meterme de nuevo en la escena de las citas desde el
segundo en que hicimos clic. Tiene buenas intenciones, y la amo, pero ella es libre
y suelta y bueno... yo no.
—Uh. No. —La miro—. Aún no estoy preparada para eso.
Pone los ojos en blanco.
—Tengo un amigo. Es guapo, tiene un buen trabajo, solo...
—¿En serio intentas tenderme una trampa justo después de que te digo que
no estoy lista para empezar a salir? —Suelto una risita.
—Sí —asiente con una sonrisa torcida que tiene un punto de que te jodan—.
Podemos hacer una cita doble. Jeremy y yo. Tú y James. Así no habrá
incomodidades. Es un tipo estupendo. Súper dulce. Creo que te gustaría.
Arrugo la nariz.
—Todavía no.
Exhala un largo suspiro, se quita el flequillo de la frente y vuelve a poner los
ojos en blanco.
—¿Por qué tienes que ser tan difícil?
Me río.
—Iré esta noche. Llevaré pizza para Colby y vino para nosotras. —Se empuja
del mostrador—. Estaré allí a las cinco.
58

Mi teléfono suena cuando entro en nuestra calle.


—¿Diga? —Contesto mientras Colby sigue tarareando una canción que
aprendió hoy en el colegio y está concentrado mirando por la ventanilla.
—Estamos contratando —dice mi hermano—. Me enteré de que Laurabee
necesita una secretaria. Si te interesa, se lo diré.
La emoción me hace sonreír ampliamente mientras las inseguridades
intentan tirar de mis labios para fruncirlos. Nunca he trabajado en otro sitio que no
sea un restaurante.
—¿Cuáles son las funciones?
—Contestar llamadas, mantenerte al día con su agenda. Cosas de secretaria.
—Termina con una zalamería.
Me río.
—No jodas.
—Te enviaré el enlace del trabajo. Te permitirá entrar en la empresa y salir
de la cafetería. Pero no esperes demasiado. Estoy seguro de que se llenará
rápidamente.
—Lo comprobaré esta noche —le digo.
—Hazme saber lo que piensas. Me tengo que ir.
Veo un auto negro familiar junto a un camión de trabajo blanco en la entrada.
Encaja perfectamente con la personalidad de Callen. Elegante. Sexy. Misterioso.
Después de aparcar, Colby y yo empezamos a recoger nuestras cosas. Le
estoy entregando su pequeña mochila de libros cubierta de dinosaurios cuando
Penny se acerca a la acera en su Honda Accord blanco y sale con dos cajas de pizza
y una botella de vino, tal y como había prometido.
—¿Cómo diablos llegaste aquí tan rápido? Recogí a Colby y vine
directamente aquí.
—Pedí las pizzas y me las entregaron en mi apartamento mientras volvía a
casa. Llegaron mientras me cambiaba y ya tenía el vino. Así que, ¡bum! Ya estoy
aquí. —Sonríe.
Al entrar en la casa, reconozco dos grandes cajas en medio de la habitación.
El vértigo retumba en mi pecho y me cuesta todo lo que tengo no hacer un pequeño
baile de alegría. Por fin. Una lavadora y una secadora. Se acabó tener que ir a casa
de Braden a pasar el día.
Un hombre alto, con perilla oscura, el cabello rapado por los lados y peinado
hacia arriba sale del cuarto de lavado. Lleva un polo azul marino y pantalones
negros.
—Hola, soy Adam. Estoy entregando la lavadora y la secadora —explica con 59
una sonrisa.
—Hola —lo saludo.
Colby pasa corriendo a mi lado, directo a una de las cajas y le da un pequeño
empujón.
—¡Castillo!
Adam se ríe entre dientes.
—A mi hijo también le encanta jugar con las cajas. —Ayuda a volcar la caja
para que Colby corra hacia ella—. No te culpo, colega.
Penny se dirige a la cocina, pone la pizza en la isla y el vino en la nevera.
Callen sale de la habitación. Cuando nuestras miradas se cruzan, una
sensación confusa revolotea en mi estómago. En lugar de la camiseta negra
habitual, hoy lleva una Henley de color celeste que hace que sus ojos gris plomo
brillen con el resplandor del sol. Algo en mi pecho se tensa y estalla, recorriendo
mi columna vertebral. Durante una fracción de segundo, el tiempo se detiene por
completo. En esos segundos congelados, siento pánico, calma, una atracción
salvaje y...
—Morgan. Nunca me dijiste que tu casero estaba bueno. —Las palabras de
Penny me sacan de la neblina y me devuelven al presente con un estallido de
vergüenza.
Lo juro por la pizza que hay sobre el mostrador, veo un destello de diversión
en la expresión normalmente distante de Callen.
—Soy Penny. —Extiende la mano con un tono descaradamente salaz.
Callen la mira, sin recorrer su cuerpo como hacen la mayoría de los
hombres, mientras le estrecha la mano.
—Callen —dice con la misma voz ronca de siempre, pero algo me hace
sentir celosa. No debería. Penny es una bomba.
Odiando la ridícula sensación, vuelvo a centrarme en la pizza y en mi hijo.
—Colby. Pepperoni o... —Levanto la tapa de la segunda caja—: ¿Pepperoni
o salchicha? —Ya sé la respuesta.
—¡Peronini! —Asoma la cabeza por la caja de la lavadora.
Penny me da un codazo con el suyo cuando se acerca a mí.
—Mierda —susurra—. ¿Puedo lamerlo?
—Tienes novio —le recuerdo con una sonrisa.
—Si queremos ser técnicas, no. Nunca hicimos nada oficial.
La risa burbujea en mi pecho mientras sacudo la cabeza.
—Compórtate.
Poco después Adam se despide y se va. Callen desaparece en el cuarto de 60
lavado mientras comemos. A los dos mordiscos de su pizza, Colby se levanta de
rodillas, se estira por la isla, toma un plato y desliza dos trozos de pizza sobre él.
—No te has comido la pizza de tu plato —le digo.
Me ignora mientras se baja del taburete, se sube al último peldaño y recoge
el plato antes de dirigirse al cuarto de lavado. Se me encoge el corazón cuando me
doy cuenta de lo que está haciendo.
—Cawen. Pizza. —Levanta el plato.
No puedo ver la cara de Callen ni su expresión, pero el corazón me late en
el pecho.
Entonces, el brazo de Callen se extiende fuera de la habitación y toma el
plato.
—Gracias, amigo. —Le revuelve el cabello a Colby, lo que hace que mi hijo
suelte una risita.
—Me han reventado los ovarios —se desmaya Penny—. Seguro que mis
bragas también están empapadas. ¿Sexy y bueno con los niños? No me extraña que
no quieras salir con James. Tienes una obra maestra para mirar.
—Es mi casero —le recuerdo en voz baja.
Se muerde el labio.
—Me tiraría a mi casero todas las noches. Pagaría el doble del alquiler sólo
por chuparle los pezones.
Ya está. Me echo a reír, lo que hace que Penny también suelte una carcajada.
—Eres horrible.
Tomo una botella de agua de la nevera y se la llevo a Callen. Sigue
escondido en el cuarto de lavado, con la cadera apoyada en la lavadora, y está
dando un bocado a la pizza mientras mira a Colby jugar en la caja cuando aparezco
por la esquina.
—Sigue haciéndote el genial con mi hijo y tendrás a Penny follándote la
pierna. —Mi sonrisa es coqueta mientras dejo la botella sobre la lavadora.
Su ceja izquierda se levanta.
—¡Mami! Ven a mi castillo.
¿Qué haces cuando un niño de tres años renuncia a su pizza y te pide jugar
en su castillo de mentira?
Entras en el maldito castillo y luchas contra todos los dragones con él.

61
CAPÍTULO NUEVE
MORGAN
Penny ha vuelto. Esta vez con un cubo de pollo frito, otra botella de vino y
un nuevo look. Este grita sexy, sofisticada y, estoy lista para divertirme. Esta noche
tiene la misión de llamar la atención de Callen. Anoche, ni sus coqueteos, ni sus
contoneos de cadera, ni sus risitas exageradas con el cabello alborotado
consiguieron llamar su atención. Y esta noche, sus intentos siguen siendo
infructuosos.
Después de arropar a Colby, encuentro a Penny sentada en un taburete al
lado de donde Callen está trabajando bajo el fregadero con las piernas estiradas
hacia la isla en una pose sexy.
Santo cielo. Esta chica.
Se ríe. ¿De qué? A saber. Callen no es muy hablador en un buen día, así que 62
a menos que haya caído mágicamente bajo su hechizo mientras yo estaba arriba
por veinte minutos con Colby, estoy segura de que no le ha dicho más que cinco
palabras en dos días.
Mientras tomo mi copa de vino al otro lado de la isla, sorprendo a Callen
lanzándome una mirada molesta. Me hace mover los labios entre los dientes para
no reírme.
El móvil de Penny vibra, pero no le presta atención.
—Jeremy te envió un mensaje —le digo, y empujo su zapato de tacón rojo
desde el borde del mostrador.
El impulso levanta su cuerpo y la hace soltar un chillido.
—Creí que les iba bien. —Puse una cara inocente. Sé que no están juntos,
pero es como si lo estuvieran. Llevan saliendo siete u ocho meses, y he tenido que
oírla hablar maravillas de él todo el tiempo. Pero nunca ha hecho la pregunta sobre
exclusividad.
—Así es —dice mientras sus pulgares teclean en su teléfono—. Tan bien que
tengo que irme. —Sonríe y me guiña un ojo. Ya sé lo que va a hacer esta noche.
Deja su copa de vino en la encimera, junto al lavabo—. Nos vemos mañana —me
dice—. Adiós, Callen —canturrea sin obtener respuesta.
La puerta se cierra tras ella.
—Es implacable —refunfuña Callen.
Suelto una carcajada.
—Oh, la dificultad de tener a una mujer hermosa adulándote.
Sale de debajo del fregadero, se levanta y se limpia las manos en los
pantalones.
—¿Vendrá mañana? —Sus ojos se clavan en los míos.
Aunque me muerdo el labio para no reírme, no consigo ocultar la sonrisa
que se dibuja en mi cara.
—¿Estás emocionado? ¿Quizá debería dejaros solos?
Juro sobre la copa de vino que hay un ligero tic de diversión en el borde de
sus labios.
—Yo no vendré.
Por más que lo intento, no puedo contener la risa que me brota.
—Tiene novio —dice secamente.
—No —niego con la cabeza—. Tiene un juguete por el que está loca. No le
ha hecho la pregunta de novia-novio, así que a sus ojos está soltera. Ha estado muy
enamorada de él hasta que llegaste tú. —Suelto una risita.
Se le forma una arruga entre las cejas y luego sacude la cabeza como si no
63
pudiera creerlo.
—Tus encimeras estarán aquí este fin de semana. Después de que las
termine y el baño de abajo, tu tocador en suite estará aquí.
—¿Cómo aprendiste a hacer todo esto? —pregunto mirando a mi alrededor
y agitando la mano.
—Ensayo y error.
—¿Te gusta hacer este tipo de trabajo?
—Me mantiene ocupado.
Estoy a punto de decirle lo estupendo que me parece cuando empieza a
sonar mi teléfono. Al ver el nombre de mi hermano, sonrío a Callen y me disculpo
mientras me bajo del taburete y me dirijo al salón.
—¿Conseguiste el enlace del trabajo? —Braden pregunta cuando respondo.
Mierda. Lo había olvidado.
—Lo hice, pero no he tenido tiempo de mirarlo. Penny ha estado aquí las dos
últimas noches.
Braden se ríe entre dientes.
—¿Supongo que está intentando llamar la atención de Callen?
Echo un vistazo a Callen. Está cambiando los herrajes de los armarios
porque no le gustaban los originales.
—Palabra clave lo está intentando. Montó todo un espectáculo.
—Mira... —Oh, diablos. Esto no me va a gustar. Su tono es demasiado
revelador—. Sólo para avisarte. Mamá está enojada.
—¿Qué pecado cometí ahora? —gruño, apoyándome de nuevo en el sofá y
dando un sorbo a mi vino.
—No sabía que te habías mudado de mi casa a la tuya. Pensé que se lo habías
dicho.
—Nunca llegué a hacerlo. —Lo último que quiero hacer es llamarla y
escuchar todas las formas en que mi vida está jodida—. Apuesto a que conoce a
alguien que podría haberme conseguido un lugar mejor con un mejor precio más
cerca de ella y algún rico snob con el que le gustaría emparejarme.
Otra risita.
—Sí. Excepto el rico snob.
—Así es. Ya no soy deseable ni merecedora de amor desde que me divorcié
de mí siempre amado marido. —Mi tono es frívolo mientras mi cara se tuerce de
disgusto—. Debería haberme quedado y haber apoyado el libertinaje de mi
marido, ya que de todas formas fue culpa mía. Ahora estoy por debajo de sus
64
estándares de calidad.
—Por eso es una perra miserable.
Amo a mi hermano.
—Mira el maldito enlace del trabajo cuando colguemos —me dice.
—¿Crees que trabajarán alrededor de mi horario? Realmente no puedo
trabajar tus horas de banquero con Colby. Estaría trabajando sólo para pagarle a
Chrissy entonces.
—Tendrás que hablar con ellos. ¿Quizás deberías pedir a los tribunales que
aumenten la manutención de Kevin?
Resoplo.
—No he visto un centavo suyo desde el día que se lo llevó todo y nos echó.
No voy a reclamarle la manutención. Si no quiere estar en la vida de Colby, no voy
a obligarlo.
—Él ayudó a hacerlo. Debería ser un maldito hombre.
—Debería, pero no lo hará.
El suspiro de Braden es pura frustración.
—Odio que tengas que pasar por esto. Nunca hubiera esperado que él de
todas las personas te hiciera esto.
—Soy mucho más feliz. Ya no tengo que andar con pies de plomo ni escuchar
todas las razones por las que soy una esposa horrible. Claro que estoy estresada,
pero es sólo una adaptación. Todo esto sigue siendo nuevo y me da miedo, pero
que estés a la vuelta de la esquina me hace sentir mejor.
—Te mereces algo mejor que esto.
—No tanto como Colby.
Suelta otro suspiro.
—Te quiero.
—Yo también te quiero.
Después de colgar, hago lo que prometí y paso a mis correos electrónicos.
El trabajo parece fácil. Tareas básicas de secretaría. Tomo un buen trago de vino,
tiro todas mis reservas por la ventana y relleno la solicitud. Me merezco cosas
buenas, maldita sea. Cuando termino, le envío un mensaje a Braden para avisarle
y luego me recuesto, apoyo la cabeza en el cojín y cierro los ojos.
Es increíble lo mucho que ha cambiado mi vida en los últimos años. El
hombre del que me enamoré era cariñoso, afectuoso, atento y hacía pequeñas
cosas dulces para demostrarme lo mucho que me quería. Estaba extasiado con
nuestra boda y después se enorgullecía de llamarme su esposa. Pero con los años,
esas pequeñas cosas empezaron a desaparecer y fueron sustituidas por otras que
no vi hasta el final. Hasta que fue demasiado tarde.
65
Al principio, quería pasar tiempo conmigo. Días buenos o malos, venía a
pedirme un beso, un abrazo, una caricia o sexo. En algún momento, algo cambió.
Mis besos, abrazos y caricias ya no eran suficientes. Quería estar solo. En lugar de
buscar mi atención, encontraba consuelo en su oficina en solitario.
Antes de quedar embarazada, no me quitaba las manos de encima. Pero
cuando mi cuerpo empezó a cambiar, apenas me tocaba. Leí en un libro que, a
veces, los hombres que no encuentran atractivas a sus mujeres embarazadas
tienen miedo de hacer daño al bebé o están guardando grandes temores para el
futuro. Atribuí su falta de interés a lo que había leído. Después de tener a Colby,
mi cuerpo no recuperó la forma que tenía antes del embarazo. Mis pechos no
estaban tan turgentes. Mi vientre no era tan plano y tenía una barriga. Me
enflacaron las piernas. Mis caderas eran más anchas. Kevin casi nunca me miraba
y, si teníamos relaciones, era a oscuras.
El día que se lo pregunté fue el mismo día que empezó a señalar mis
defectos.
Una vez que las críticas se hicieron más frecuentes, él y yo hablamos menos.
Quería la atención de mi marido. La necesitaba. Probé con lencería sexy que cubría
las zonas, defectuosas, iniciando el sexo, y múltiples intentos de seducir a mi
marido. Funcionaban un poco y volvíamos a estar felizmente casados, pero esos
momentos nunca duraban mucho y él volvía a ser un idiota impertinente.
Aunque tenía mis sospechas, cuando me enteré de que me engañaba, me
dio un ataque. Cuando le pregunté al respecto, no lo negó y me culpó de todo su
libertinaje. Si me hubiera cuidado más, no habría encontrado atractiva a otra
mujer.
Enorme golpe a mi autoestima.

66
CAPÍTULO DIEZ
MORGAN
—Tengo una estlella —me dice Colby cuando la profesora cierra la puerta
después de comprobar que se ha abrochado el cinturón.
—¿Lo hiciste? —Le doy más emoción a mis palabras. Quiero que siempre
sepa lo orgullosa que estoy de él—. Es fantástico.
—Sí. —Sonríe, asintiendo con la cabeza.
—Una vez que terminemos de estudiar tus palabras de uso frecuente,
saldremos a jugar. ¿Te parece bien?
—Mmm-hmmm —responde.
Aunque mi hijo tiene más rasgos míos que de Kevin, tiene la necesidad de
relajarse después del colegio. Así que el resto del trayecto es bastante tranquilo
67
mientras observa el mundo pasar por la ventanilla.
Cuando entro en el garaje, me sorprende que no esté el auto de Callen. Ayer
tampoco estaba. Es raro no verlo dos días seguidos.
Mi teléfono empieza a sonar justo cuando entramos en casa. Lo saco del
bolso y contesto mientras dejo la mochila de Colby en la isla y me dirijo a la nevera
para darle un jugo.
—¿Estoy hablando con la Sra. Peterson?
Me avergüenzo. Realmente necesito volver a mi apellido de soltera. Tengo
a Colby y es lo único que quiero de Kevin.
—Sí. Ella habla.
—Soy Mary, de Global Banking. —Se me acelera el pulso de emoción—. Nos
gustaría concertar una entrevista con usted. ¿Está disponible el lunes a la una?
Mierda. Trabajo.
—En realidad, trabajo hasta las cuatro de la tarde.
Hay unos cuantos clics antes de que pregunte:
—¿Martes a las diez?
Quiero golpearme la cabeza contra la pared. Tendré que pedírselo a Stella.
—Sí. Eso será perfecto. —Espero.
—Muy bien, Sra. Peterson. La agendé para el martes a las diez. Nos vemos
entonces.
—Sí. Gracias.
Estoy mareada cuando cuelgo y llamo al instante a Braden. Contesta casi de
inmediato.
—Tengo una entrevista de trabajo el martes a las diez. —Prácticamente me
pongo de puntillas.
—Cuando consigas el trabajo, podemos compartir auto, pero para que lo
sepas, irás en el asiento trasero a menos que te apetezca pelearte con Lance por el
delantero.
Desde que era niño, Braden se mareaba cuando viajaba en la parte de atrás.
—No tengo problemas para dormir más de camino al trabajo.
—¿Tienes...? —vacila—. ¿Tienes algo que ponerte para la entrevista? Si no,
puedo ayudarte.
Amo a mi hermano. Rebusco en mi armario mentalmente. Tengo algunas
cosas que puedo hacer funcionar.
—Sí, lo tengo. No te preocupes por mí.
—De acuerdo. —No parece convencido, pero no me explayo—. Odio
dejarte, pero tengo una reunión dentro de un rato. Me tengo que ir. Te llamo 68
cuando salga.
—Te quiero —digo y cuelgo.
Colby está sentado en el taburete de la isla con la pajita entre los labios
mientras balancea las piernas, esperándome pacientemente. Hace que mi sonrisa
se convierta en una más radiante. La vida está a punto de dar un giro a mejor. Lo
presiento.

Cuando terminamos con las palabras, tomé algo de tiza, Colby tomó algunos
de sus camiones de juguete y salimos a dibujar carreteras en la zona de cemento
que hay justo delante de la puerta de atrás.
Mi teléfono vuelve a sonar justo cuando estoy a punto de aparcar mi auto de
juguete en la zona del garaje que Colby me asignó. Lo recojo de la mesa del patio.
Mamá.
Estupendo. Maldigo al cielo. He logrado evadir sus llamadas durante
semanas, culpando al trabajo. Nunca llama tan tarde.
—Ahora vuelvo, chico —le digo a Colby y entro en casa. Estoy segura de
que lo que tenga que decir no hará más que molestarme. Es lo único que hace.
Deslizo el icono de llamada y pongo una sonrisa falsa con la esperanza de
que se refleje en mi voz.
—Hola, mamá.
—Supuse que como nunca me devuelves las llamadas, tendría que intentarlo
a cualquier hora del día. Me sorprende que siquiera hayas contestado. —Su tono
es tan condescendiente como siempre y me roba la sonrisa y las bromas.
—A mí también.
—Esa no es forma de hablarme.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—Quería ver cómo estabas. Ver cómo lo llevas desde el divorcio. Braden me
dijo que tienes tu propia casa. ¿Es agradable y en un barrio seguro?
Me muerdo la lengua para no tragarme el comentario de listilla.
—Sí. No está lejos de Braden.
—También dijo que estabas alquilando. ¿Por qué tirarías el dinero así? Pensé
que te había enseñado mejor. Deberías haberme dejado ayudarte a encontrar un
lugar para comprar. Sabes que conozco a mucha gente.
—Si recuerdas, mamá, yo era una ama de casa sin ingresos y Kevin se llevó
todo lo que tenía excepto unos miles de dólares.
69
—Ojalá hubieras intentado arreglarlo con él. Estoy segura de que todo esto
no fue más que un malentendido que se enconó.
—Tienes razón. Se enconó hasta que se tiró a otra mujer —espeto.
—Apuesto a que después de que empezaras a arreglar las cosas y viera que
lo intentabas, dejaría a la mujer y se quedaría con su esposa. Hubiera sido lo más
inteligente para ti. Ahora has perdido todos tus privilegios.
Por esto. Por eso no contesto sus llamadas.
Resoplo.
—Cierto. Privilegios. Me encantó cuando mi marido me hizo conocer todos
mis defectos después de dar a luz a nuestro hijo. Me subió el ego por completo.
—Te habría comprado una elíptica o incluso una cinta de correr si me
hubieras dicho que te costaba recuperar la forma.
—Y te preguntas por qué no contesto a tus llamadas —suspiro frustrada,
clavándome los dedos en la frente.
—Porque no te gusta oír la verdad. Se supone que las esposas deben estar
al lado de sus hombres en las buenas y en las malas y hacer todo lo que esté en su
mano para mantener el matrimonio feliz, aunque sea hacerse de la vista gorda a las
formas de engaño hasta que lo vuelvas a encauzar.
—¿En qué época vives? ¿Acaso sabes que ahora las mujeres tienen derecho
al voto?
—No te burles de mí, Morgan.
—Entonces deja de decirme que no valgo para tener un buen hombre.
—Tuviste uno.
—Entonces cambió a peor —le digo.
—A pocos hombres buenos les gustan las divorciadas. Les muestra que eres
incapaz de...
—Para —le digo—. Que Kevin me abandonara no tenía nada que ver con
algo que yo fuera incapaz de hacer. Él quería cosas diferentes. Cosas más jóvenes
aparentemente.
—El bótox podría...
—¿Te oyes a ti misma? ¿Por qué iba a querer a un mi marido que compartía
la cama con otra mujer y no quería saber nada de su mujer ni de su hijo?
—Por estabilidad. Por reputación. Por ti y Colby.
—¿Así que quieres que tu hija sacrifique su felicidad por reputación y
estabilidad?
—No te sacrificarías. Seguirías teniendo una casa, las facturas pagadas y
todo lo demás.
70
—Como mamá, estoy aquí para decirte que eso es absurdo. He terminado
con esta conversación. ¿Hay algo más con lo que quieras menospreciarme, o
decirme que debería haber pasado por un infierno es la única razón por la que has
llamado?
—Eso es una tontería, Morgan. Llamé porque te quiero y estoy preocupada
por ti.
—Bien. Bueno, me enorgullece decirte que a Colby y a mí nos va muy bien.
Suelta un suspiro como si estuviera afligida.
—Divorciada y mamá soltera. ¿Por qué te has hecho la vida tan difícil? Tengo
una amiga que...
—No —digo con amargura—. No estoy preparada para tener citas y no
quiero tener nada que ver con ninguno de tus amigos snobs y pretenciosos. No
necesito un hombre que cuide de mí. Estoy muy bien sola. Lo último que quiero es
convertirme en ti.
Jadea como si la hubiera abofeteado.
—Eso estuvo fuera de lugar.
—¿Es así, mamá? Porque una buena mamá sería comprensiva y cariñosa. No
criticaría. Estaría orgullosa de que su hija no se atreviera a soportar la falta de
respeto o el libertinaje de un hombre y de que se defendiera. Sería cariñosa y
atenta. ¿Y tú? Estás tan preocupada por el dinero y tu reputación que no te das
cuenta de que eres despreciable. Ahora... Si me disculpas. Estaba jugando a los
autos con mi hijo siendo una maldita buena mamá.
Maldita sea, pulsar el botón rojo de, finalizar llamada, no es tan gratificante
como colgar de golpe el auricular y hacer sonar sus malditos oídos. Respiro con
dificultad, como si hubiera corrido un maratón, y el pecho se me agita al aspirar
aire. Me tiemblan las manos. Respiro profundamente, contengo la respiración
durante cuatro segundos y la exhalo lentamente con los labios fruncidos. Estoy
desesperada por recuperar la compostura. Colby no se merece mi ira. Y mucho
menos por culpa de esa zorra maliciosa.
—¡Mami! Mira esto. —Colby me sonríe cuando vuelvo a salir. Se hace a un
lado y toma el camión de juguete con el que estaba jugando antes de que me
llamara. Lo lleva hasta donde está aparcado el suyo en el garaje, acerca mi camión
al suyo arranca una brizna de hierba y la enrolla en la rueda delantera de mi camión
y luego en la trasera del suyo. Luego avanza, tirando de mí como si estuviera
averiado.
Me mira.
—Se dulmió. Te lo llevo a la tienda.
Toda la rabia que tenía hace un momento se libera de mis músculos. Suelto
una risita mientras me siento a su lado. 71
—Eres el mejor conductor de grúa de la historia.
Me encanta cómo le brillan los ojos y su sonrisa puede mejorar cualquier
mal momento.
—Lo sé. Me pagas bien.
Me echo a reír. Sí. Su pequeña personalidad también me hace brillar.
CAPÍTULO ONCE
CALLEN
Irene levanta la vista del café que está sirviendo, sus cansados ojos ámbar
me siguen mientras camino por el comedor directo a mi mesa habitual. Por suerte,
está vacío, como siempre. Juro que Irene evita que la gente se siente allí por si
acaso aparezco.
Me quito la chaqueta, la dejo caer en la cabina y me deslizo adentro justo
cuando Irene coloca un café con el bote de azúcar, crema y un vaso grande de jugo
de naranja en la mesa frente a mí.
—¿Lo de siempre? —pregunta, aunque sabe que no me desvío de ello.
Asiento con la cabeza y se aleja, desapareciendo tras una puerta negra de
metal que va y viene de la cocina.
Tengo la taza de café en los labios cuando Charles se sienta frente a mí. Su 72
rostro está muy preocupado y sus cejas están fruncidas.
—¿Qué te pasa, chico? Cinco veces en dos semanas es un nuevo récord para
ti.
Tomo el sorbo que ha interrumpido y vuelvo a dejar el café en la mesa antes
de responder:
—Nada. Sólo que no puedo dormir.
—Esto no es saludable para ti.
Levanto una ceja divertido.
—Tampoco lo es comer tu comida.
—¿Cuándo fue la última vez que dormiste una noche entera?
Le lanzo una mirada.
—De acuerdo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste unas horas de sueño
sólido?
Sacudiendo la cabeza, aprieto los labios.
—No lo sé —admito.
Charles apoya los antebrazos en el borde de la mesa y cuelga la cabeza un
momento antes de sacudirla. Cuando levanta la cabeza, me mira.
—Hacen cosas que te ayudan a dormir.
Sí. Pastillas para dormir. Las desprecio. Las probé hace más de diez años y
me causaron más problemas que el no dormir. Sufría fuertes dolores de cabeza,
mareos y al día siguiente estaba tan aturdido que no podía concentrarme. Me
sentía demasiado confuso para conducir o manejar algunas de mis herramientas
con seguridad. Nada de lo normal me parecía seguro.
Por no mencionar que me obligaban a estar presente durante las pesadillas.
—No voy a tomar un somnífero —vuelvo a repetir, con la voz arenosa por la
irritación.
—Otras cosas, Callen. ¿Ayudas para dormir sin receta o qué tal un masaje
profesional?
Suelto una risita.
—Estoy bien.
—Bien. Nada de pastillas. Nada de masajes. Entonces dime qué te preocupa.
—Cruza los brazos sobre el pecho.
Mis dedos golpean la mesa.
—Nada.
—¿Has hablado con Andrew últimamente?
Andrew es mi terapeuta. El hombre es un bulldog. 73
—Hace seis meses.
—Creo que necesitas volver a verlo. Duerme varias horas seguidas durante
unos días después de hacerlo. Te estás agotando. ¿Estás tratando de enfermarte
intencionalmente?
Vuelvo a llevarme el café a la boca y no contesto mientras doy un pequeño
trago. No contesto porque es absurdo, y él lo sabe.
—¿Es trabajo? —Sigue agarrándose a un clavo ardiendo—. ¿Ethan? ¿Una
mujer? —Aparentemente, algo en mi cara hace que sus ojos brillen con
comprensión. Se me eriza la piel—. ¿Así que es una mujer?
¿Cómo pudo pensar eso?
—No.
—Una cosa que siempre he admirado de ti —sacude su grueso dedo—, es
que nunca has sido un mentiroso.
—No lo soy —digo secamente, echándome hacia atrás para dejar espacio a
Irene para que ponga la comida delante de mí junto con una botella de kétchup.
Me guiña un ojo antes de compartir una mirada con Charles y salir corriendo.
Charles observa en silencio cómo unto todo en el plato con kétchup. Cuando
era más joven, era la única forma de aguantar la horrible comida de mi mamá.
Supongo que se me quedó.
—Es la mamá soltera a la que le alquilaste la casa...
Levanto mi mirada hacia la suya.
La comisura de sus labios se levanta y esboza una sonrisa antes de volver a
la cabina como un vencedor. Orgulloso y engreído.
—Así que todo esto —agita una mano sobre la mesa—, es porque tienes solo
ojos para ella o es realmente buena en la cama y quieres más.
Me rechinan las muelas. Me está poniendo a prueba.
—¿O quizá no quiere irse a la cama contigo y te vuelve loco que una mujer
te rechace? —musita, claramente tratando de pulsar cualquier botón para obtener
una reacción—. ¿Cuál es?
—Ni lo uno ni lo otro. —Me meto un trozo de tocino en la boca, viéndolo
observarme.
La pequeña mueca de sus labios se transforma en una sonrisa completa. De
oreja a oreja. Muestra sus dientes amarillos. Su expresión es triunfante, como si
estuviera a punto de abrir un tesoro de secretos de la vida.
—Solo tienes ojos para ella.
¿Por qué carajo le pago a Andrew una cantidad de dinero impía cuando
Charles, el dueño de la cafetería me da terapia gratis? 74
—¿Qué te impide tomar la iniciativa?
Suelto una carcajada por la nariz ante lo absurdo y me meto un bocado de
huevos en la boca.
—Eres un buen hombre, Callen. —La sinceridad gotea de cada palabra.
—¿Vas a dejarme comer en paz o vas a seguir intentando ser mi terapeuta?
—Puedes comer mientras yo hablo.
Respiro hondo, frustrado, y golpeo el plato con el tenedor. No debería haber
venido esta noche. Tiene razón. Cinco veces en dos semanas no es habitual en mí,
pero sin un proyecto no tengo adónde ir cuando no puedo dejar de pensar.
—Háblame de ella.
No puedo dejar de pensar en ella, en cómo brillan sus ojos, en cómo su
sonrisa ilumina la habitación, en lo suave que luce su cabello o en las ganas que
tengo de tocar su piel. No puedo dejar de ver cómo mira a su hijo o la sonrisa
coqueta que me dedica cuando Penny bromea conmigo.
—Dijiste que podía comer. —No levanto la vista de mi plato.
—Te mereces una buena mujer. Alguien en tu vida a quien puedas amar.
¿Amor? Mis cejas se alzan y mis ojos se deslizan lentamente hacia su rostro.
Charles levanta una mano, sólo en parte fingiendo rendirse.
—Tienes un buen corazón, chico. Lleva años latiendo igual. La persona
adecuada hará que se vuelva loco. —Su rostro se suaviza—. Treinta años e Irene
todavía tiene ese poder. Esa mujer puede hacer que mi corazón lata con sólo entrar
en la habitación y sonreírme.
—Estás haciendo que la comida sea desagradable.
—Deja de forzarte en un mundo solitario porque te sientes indigno de amor.
Te conozco desde que tenías ocho años. Nunca te he visto compartir tus días de
adulto con una mujer, y me duele en el alma saber lo buena persona que eres sin
alguien en tu vida con quien compartirlo.
¿Bueno? Quiero reírme en su cara. Por mis venas corre la sangre de un
demonio. Mi padre es un violador. Mi mamá suicida. No puedo ofrecer a nadie
nada más que oscuridad.
—Creo que si te ha llamado la atención, al menos deberías intentar...
—Para. —Interrumpo con un mordisco—. He venido aquí a comer. No a
escucharte divagar sobre una mierda de cuento de hadas.
Frunce el ceño y baja los labios. Lo odio. La lástima. La tristeza. Es un
desperdicio de emociones.
—No es un cuento de hadas, chico. Es la vida. La vida verdadera. Puedes 75
compartir la felicidad y el amor...
Me limpio la boca, tiro la servilleta a la mesa, renuncio a mi maldito jugo de
naranja y me pongo en pie de un tirón. Saco la cartera, dejo caer un billete de
cincuenta sobre la mesa, recojo la chaqueta y miro a Charles a los ojos. Hablo muy
en serio cuando le digo:
—Mi vida no tiene un final feliz.
Y me voy.

Desde la noche en que Morgan se quedó dormida en su sofá después de


hablar con su hermano y yo la tapé, me he mantenido alejado. No sé qué me
impulsó a hacerlo, pero por primera vez desde que la conocí, el estrés no marcaba
sus rasgos. No estaba grabado en cada línea de su cara o profundamente sembrado
en sus gemas azules. No me atreví a despertarla, así que la tapé y me fui en silencio.
Pero hoy tengo que aparecer. Van a entregar las encimeras de la cocina y
por fin podré deshacerme de la improvisada que monté con restos de madera. Se
merece algo más que restos.
Al entrar, el aroma de la primavera mezclado con un matiz de café aún
perdura en el aire. Sobre la isla hay una manzana a medio comer ya marrón. Dados
los pequeños mordiscos, estoy seguro de que era de Colby. A su lado hay un vaso
pequeño, medio lleno de jugo de naranja. Parece que se les hizo tarde. Tiro la
manzana a la basura y vierto el jugo en el fregadero antes de abrir el cuarto lavado
para recoger mis herramientas. Ya que Trent está aquí, le pido que me ayude con
los armarios superiores. Necesito a alguien que los sostenga mientras yo los anclo.

Instalar las encimeras solo me llevo unas horas y anclar los armarios
superiores solo unos minutos más. Cuando Trent se fue, empecé a instalar las
bisagras de los armarios y las puertas. Son las cuatro y media cuando la puerta se
abre de golpe y Colby entra dando saltitos con Morgan justo detrás.
—¡Cawen! —Colby chilla sorprendido en cuanto me ve. Corre hacia mí y se
detiene justo cuando las puntas de sus zapatillas de dinosaurio chocan con las
punteras de mis botas—. ¡Mida! —Me enseña una cartulina verde.
Lo tomo y la estudio. Es un dinosaurio con triángulos amarillos de cartulina
pegados a la espalda y cada uno tiene una letra que deletrea su nombre.
—Lo hice en la escuela —me dice orgulloso.
Motas azules, del mismo color que los ojos de su mamá, brillan contra el
avellana mientras me mira expectante... esperanzado.
76
—Esto es genial, amigo. —Sonrío mientras se lo devuelvo—. Deberías
colgarlo en la nevera. Todas las obras maestras empiezan ahí.
Rápidamente, se arremolina.
—¡Mami! ¿Lo pongo en la neveda?
—Por supuesto. —Sonríe y lo lleva hasta la nevera. Toma un imán y se lo da
para que lo coloque donde quiera. Que está a un metro del suelo.
Morgan recorre la cocina antes de posar su mirada en mí, haciendo que el
tornillo de banco de mi pecho se retuerza de nuevo ante la pura felicidad que
desprenden.
—Es absolutamente hermosa.
Un arrebato de orgullo me golpea en pleno pecho y casi retrocedo. Seguro
que mucha gente me ha dicho que mis reformas son hermosas, pero oírlo de ella
junto con su expresión de asombro me produce una extraña sensación que me
recorre la piel.
Me hace desear cosas. Con ella. Y sólo a ella. Quiero saber cómo se sienten
sus labios, cómo se sentiría su piel contra mi boca y cómo suenan sus gemidos
cuando su cuerpo se retuerce bajo el mío.
Mierda.
—Ya están selladas —le digo con fuerza—. Puedes cortar sobre ellas, poner
ollas calientes directamente, son resistentes a las manchas. —Miro a Colby y veo
que saca una naranja del frutero de la encimera.
—Tienes una habilidad increíble para esto —dice y esa sensación me vuelve
a rechinar la espina dorsal.
—Mañana por la tarde habré terminado con las puertas de los armarios —le
digo y salgo a la calle para alejarme. Necesito un respiro. Sea cual sea la mierda
que me está abrasando la piel, necesito que pare. No he fumado un cigarrillo desde
que tenía dieciséis años, pero maldita sea si no siento que necesito uno ahora.
Cuando vuelvo a entrar diez minutos después, Morgan y Colby están
sentados en el suelo frente a la mesita con lápices de colores esparcidos delante
de ellos. Un flashback me golpea en las entrañas. En el mismo sitio, Helen y yo
hicimos lo mismo. Coloreábamos. Justo detrás del cálido recuerdo se desata una
tormenta de indignación. Mi mamá nunca hizo estas cosas conmigo.
Aparto la vista de ellos y vuelvo a centrarme en las puertas del armario,
desesperado por la distracción. Lo último que necesito es perderme en mis
pensamientos.
Una hora más tarde, Morgan se reúne conmigo en la cocina y empieza a
sacar comida de la nevera.
—Estoy haciendo espaguetis. ¿Quieres un poco? 77

—No, gracias. —No la miro.


—¿Seguirás aquí dentro de una hora?
—Sí —respondo.
—Entonces te sentarás y comerás con nosotros. —Mi cabeza se mueve hacia
la suya—. Probemos lo resistentes a las manchas que son estas encimeras. —La
sonrisa tortuosa que bendice su boca vuelve a atarme el pecho, y por mucho que
quiera resistirme a la oferta, la forma en que me mira me hace desmoronarme.
—Gracias.
Mientras cocina, me concentro en mi trabajo y sólo le dirijo algunas miradas
rápidas. No tardo mucho en sentir el aroma divino de los espaguetis caseros.
—¿Callen? —El nombre que sale de su boca desvía mi atención del tornillo
de la manivela y choca con su mirada—. Ven a comer.
Dos platos, un bol, dos vasos de tamaño normal y un vaso de plástico con
tapa y pajita están alineados en la isla. Colby está sentado en la silla de respaldo
alto mirándome como si yo fuera la razón por la que se muere de hambre y, si no
me doy prisa, me apuñalará con el utensilio más cercano.
Después de lavarme las manos, Ava estaría muy orgullosa, tomo asiento al
final de la barra, mientras Colby y Morgan se sientan a los lados. Mi plato ya está
hecho, con el pan de ajo en el borde y los cubiertos sobre una servilleta.
Nos sentamos y comemos. Mientras estoy callado, Morgan y Colby hablan.
Como una familia debería. Sobre todo. El día de Colby en el colegio. De la próxima
vez que Chrissy lo cuide, que será mañana. Morgan no pierde detalle mientras le
limpia la cara a Colby entre bocado y bocado. El chico ha hecho un lío con la salsa
por toda su cara y manos. Diablos, creo que incluso en su cabello.
Cuando terminan, yo ya me he acabado mi plato. Morgan los disculpa
mientras toma a un risueño Colby y se lo lleva arriba para darle un baño. Recojo
los platos y los llevo al fregadero para enjuagarlos, el trabajo que tenía en casa de
los Rowe. Ava y William estarían encantados con mis modales.
Estoy enjuagando el último plato cuando Morgan vuelve a bajar.
—Oh. No tenías que hacer eso —dice.
—Gracias por la cena. —Coloco el plato en el lavavajillas, lo cierro y me giro
para mirarla.
Al instante, me absorbe su mirada. Sus gemas azules brillan mientras
recorren mi pecho y suben y bajan por mis brazos. Un rubor rosado le roza el cuello
y le tiñe las mejillas. Me mira a la cara y veo en ella un rápido destello de deseo,
como una tormenta eléctrica en la distancia.
Es jodidamente hermosa y ni siquiera se da cuenta. Lleva el cabello largo de
ébano recogido en un moño caótico con mechones sueltos que le bailan por el
78
cuello. Lleva unos leggins negros y una camiseta de tirantes con un jersey gris de
gran tamaño que le cuelga del hombro. No podría estar más hermosa aunque lo
intentara.
Una carga eléctrica chisporrotea y crepita en mi sangre. Se me acelera el
pulso y el corazón me retumba en el pecho cuando el tornillo me aprieta tanto que
amenaza el aire de mis pulmones. Estoy tan hipnotizado por ella que no me inmuto
ante la sensación. En lugar de eso, quiero adentrarme más en las llamas que rugen
a nuestro alrededor.
—¿Mamá? —La voz de Colby grita desde arriba, y al instante, el hechizo en
el que caímos se desvanece.
Morgan parpadea varias veces y cierra la boca. Rápidamente, gira y sube
las escaleras de dos en dos.
¿Qué carajo acaba de pasar?
CAPÍTULO DOCE
MORGAN
Entro en casa dando un portazo un poco más fuerte de lo normal y tiro el
bolso al sofá con un gruñido. Me pongo las manos en las caderas y miro por la
puerta corredera de cristal hacia el patio trasero con la mandíbula apretada para
no gritar de exasperación. Si ir a toda velocidad por la interestatal escuchando
música lo más alto que pude mientras gritaba no sirvió de nada, gritar en mi casa
tampoco lo hará.
Inhalar. Exhalar. Tengo que refrescarme antes de recoger a Colby de la
escuela.
El trabajo. La estúpida y perfecta oferta de trabajo estaba bien, maldita sea.
Era perfecta. El sueldo era estupendo y me habría dado un respiro. Los deberes
no eran nada que no pudiera manejar. El problema era el horario de nueve a cinco
sin posibilidad de hacer excepciones. Pregunté si podía trabajar durante el 79

almuerzo e irme a casa una hora antes o trabajar desde casa después del almuerzo
dos o tres días a la semana para ayudar a sustituir a mi niñera, pero no cedieron.
Al final, tuve que rechazar la oferta.
Suena el teléfono y miro el bolso. Seguro que Braden ya se ha enterado. Lo
saco del bolso y se me encoge el corazón de amargura. No debería contestar. No
hay razón para hacerlo. Colby está en la escuela.
—¿Hola? —Aparentemente, soy una tonta para la tortura. Lo puse en altavoz
porque lo odia absolutamente. Es mezquino. Lo sé.
—¿Dónde está mi pasaporte? —Kevin suelta sonando molesto.
—Increíble —me burlo, soltando el teléfono en la mesita y dejándome caer
en el sofá—. Hola a ti también.
—Hola. —La palabra suena como papel de lija contra una pizarra—. ¿Dónde
está mi pasaporte?
Hombre, ha elegido un día espectacular para llamar con esa actitud.
—Ojalá pudiera ayudar, pero como ya no estoy casada contigo, no parece
mi problema.
—Deja de ser una perra, Morgan. Te encargabas de todo el papeleo
importante. He buscado en la oficina y no lo encuentro por ninguna parte. ¿Te lo
llevaste?
—Ojalá fuera tan inmadura —suelto—. No tomé tu maldito pasaporte ni nada
mientras me apresuraba a recoger mis cosas y las de nuestro hijo en ese largo
margen de diez minutos que me permitiste.
Los peores diez minutos de mi vida.
Suelta un largo suspiro de agravio.
—Eres exasperante.
No puedo evitarlo. Resoplo.
—Todo gracias a ti, querido.
—¿Está en la oficina?
Suspiro, pellizcándome el puente de la nariz.
—Todo lo importante está en el archivador. —Debería haber dejado que se
diera cuenta por sí mismo.
El sonido inconfundible del cajón central del archivador chirría a través del
auricular.
—No puedo tener a Colby el mes que viene.
Se me cae el corazón.
—¿Qué? —Doy un tirón para sentarme derecha.
80
—No estaré en el país.
—No lo has visto en casi diez meses, Kevin. Seguro que tu viaje puede
esperar.
—Es importante o lo haría.
Me quedo con la boca abierta.
—¿Más importante que tu hijo? —Colby no se merece esto.
Kevin hace un ruido de no compromiso, y todo el amor y el dolor que siento
por mi hijo estallan en mí.
—¿Por qué no cedes tus derechos? Está claro que no quieres saber nada de
él. Ni siquiera lo llamas. No es justo para él.
—Con él vienes tú. Tu voz es lo último que me interesa oír. Sólo me molesta.
Y pensar que este es el hombre al que amé y dediqué mi vida.
—Entonces mándame un mensaje cuando vayas a llamar y me aseguraré de
que él contesta. O mejor aún, discutamos un horario. Esto no es justo para Colby.
Él no hizo nada malo. Es inocente en esto. No merece que su padre lo abandone
porque no me soporta a mí.
Otro ruido de no compromiso y más ruido.
—Lo llamaré cuando vuelva de mi viaje.
—¡Eso es otro mes! Su cumpleaños es dentro de dos semanas. Merece saber
de ti. Esto es absurdo. Por favor —mi voz vacila y me odio por ello—. ¿No podemos
encontrar un término medio? Por él. Hace ya diez meses que no habla contigo.
—Otro mes no le hará daño. Sabe que me importa.
Me quedo boquiabierta.
—¡Tiene tres años!
—Yo no soy el que quería un niño, Morgan. Fuiste tú. No yo. Así que no te
sientes ahí y actúes como...
—¡Lo discutimos! —Ahora estoy furiosa. Jodidamente furiosa. Vibrando.
—Eh. No te callabas al respecto.
—Yo... —Atrás quedó el hombre dulce y cariñoso del que me enamoré
locamente. No tengo ni idea de quién es este idiota—. Tienes que estar bromeando.
Lanza ese suspiro. El que significa que ha terminado con esta conversación.
—Estar lejos de Colby es duro. Pero si no fueras una perra regañona todo el
tiempo, lo llamaría más.
—¿Me estás culpando? —chillo enfadada—. Eso es mentira, Kevin. Te he
dicho que haré que él conteste al teléfono.
—¿Por qué no me llama él? ¿Lo dejarías? Probablemente le has lavado el
cerebro...
81
—¡Cómo te atreves! Nunca dañaría tu relación con él. Tú eres su padre. Mi
ira hacia ti no tiene nada que ver con él.
—Deberías superar ese enfado —dice con condescendencia.
Suelto un grito de sorpresa.
—Lo siento, aún estoy furiosa porque mi marido abandonó nuestro
matrimonio por una fulana que apenas aparenta edad para beber y luego se queda
con todo, dejándonos a mí y a mi hijo sin nada.
Se ríe como si estuviera satisfecho de sí mismo. No es la primera vez que se
ríe de mí.
—¿Qué esperabas? Te abandonaste. Un minuto eras una bomba y al
siguiente no eres más que piel flácida y estrías. ¿Qué hombre querría eso? Y a
menos que intentes tonificarte ahora, ningún hombre te querrá...
Desde mi izquierda, una mano se abalanza sobre mi teléfono. Chillo y me
alejo de un salto. Mis ojos vuelan por los brazos tatuados hasta el rostro furioso de
Callen. Un infierno arde en sus ojos, llamas peligrosamente fuera de control dentro
de los hilos de bronce. Parecen brillar. Sus fosas nasales se inflaman mientras su
mandíbula se aprieta con fuerza. Me mira con el ceño fruncido durante lo que
parece una muerte lenta en la eternidad antes de girar y alejarse.
Mi corazón golpea en mi pecho, tamborilea tan fuerte que parece a punto de
estallar. Dejo caer la cabeza entre las manos, intentando recuperar el aliento y
detener las lágrimas que amenazan. Kevin se lanzó a la yugular sabiendo lo mucho
que me duele.
Pero todo es verdad. Después de tener a Colby, mi vida cambió y mi cuerpo
también. Ya no tenía una piel firme y tersa. En su lugar, me quedé con caderas más
anchas y estrías arañando la piel de mi estómago. Mis pechos tampoco están tan
firmes. Y tampoco he podido perder los últimos cinco kilos de grasa de bebé.
El lado dulce y cariñoso de mi marido se fue el día que mi hijo llegó gritando.
Si pensaba que Kevin estaba distante mientras estaba embarazada, prácticamente
abandonó el planeta después de que diera a luz a Colby. Esperaba y deseaba que
mejorara, pero nunca lo hizo. El rechazo de mi marido me hizo perder la confianza
en mí misma. Adquirí inseguridades que nunca antes había experimentado y,
aunque estoy trabajando en ellas, él me las ha vuelto a abrir de par en par.
Tragándome el nudo en la garganta y mi orgullo, voy en busca de Callen y
lo encuentro en el cuarto de lavando, colocando tiradores en las puertas de unos
armarios. Ni siquiera estoy segura de cuáles son. La cocina está completa.
—No sabía que estabas aquí. Lo siento. —Mi voz suena tan pequeña como
me siento.
—No debería hablarte así. —Me mira y luego vuelve a lo que está haciendo.
Parece enfadado, pero su expresión no lo está. 82
—¿Para qué armarios son esos? —Ignoro su comentario y cambio de tema.
Inclina la barbilla hacia el baño del salón.
—No estabas aquí para que trabajara en tu baño, así que empecé en este.
Levanto un hombro.
—Es tu casa. Haz lo que tengas que hacer.
—Mi casa. Tu privacidad.
Sus palabras me hacen sonreír.
—No hay nada ahí que me preocupe. Siéntete libre de trabajar en él cuando
quieras. No te asustes si encuentras una caja de tampones. Ambos sabemos que
son el miedo de todo hombre.
Juro por el destornillador que tiene en la mano, una sonrisa intenta
escapársele. Las comisuras de sus labios se curvan ligeramente, pero no llegan a
levantarse del todo.
A falta de unas horas para recoger a Colby del colegio, hago lo que no puedo
hacer cuando está aquí. Limpio. Aprovechando mi enfado con Kevin, friego todo y
paso la aspiradora como si la bañera, el váter y la alfombra fueran mis
archienemigos.

Me recojo el cabello, tomo la ropa sucia y me dirijo a mi dormitorio. Una vez


que acosté a Colby, me duché en su cuarto de baño limpio, ya que Callen está
trabajando en el mío.
—¿Alguna vez haces trabajo extra? —pregunto, dejando mi ropa en el cesto
y recogiendo mi loción de la cómoda—. ¿Trabajas en tus propiedades y en otras?
—No —viene del baño en un gruñido sexy.
Por dentro, me río. No tiene conversaciones. Demonios. En realidad,
tampoco le gustan las conversaciones triviales, pero cuando lo hace, va directo al
grano y he llegado a apreciarlo. Es misterioso, y me da algo con lo que fantasear
cuando tengo unos momentos para mí por la noche.
—Deberías —le digo—. Haces un trabajo increíble. Todo es muy bonito. —
Me froto loción en los brazos—. Deberías empezar otro negocio, diseño de algún
tipo. ¿O sería arquitecto diseñador? —me pregunto y luego sacudo la cabeza—. No
lo sé. Pero creo que tienes un talento increíble y más gente debería poder
experimentarlo.
Por el rabillo del ojo, un movimiento capta mi atención. Callen está de pie
en el umbral, observándome, y eso hace que ese aleteo difuso me cosquillee en lo
más profundo del pecho... otra vez. Su espeso cabello castaño dorado está
despeinado, como si se hubiera pasado los dedos por él varias veces. Su camiseta
negra le queda ceñida al ancho pecho y, de algún modo, hace que los tatuajes de 83
sus brazos resalten más. Es intrigante y está buenísimo, y cuanto más estoy con él,
más fascinante me parece.
—Creo que deberías —susurro, sintiéndome de repente acalorada—.
Tienes mucho talento.
Callen inclina ligeramente la cabeza hacia un lado. Cuanto más me estudia,
más calor se extiende por donde no debería. Su mirada me recorre la cara, baja
hasta mis pechos, sigue hasta mis caderas y baja por mis piernas. Por todas
partes... Siento como si lamiera cada centímetro de mi piel. Un escalofrío me
recorre la espalda y respiro entrecortadamente. Mis pezones se tensan contra la
tela de mi camiseta y mi interior se aprieta de necesidad. Un chisporroteo de
hambre me lame las extremidades, las pantorrillas, los brazos y todo el cuerpo. Su
mirada, intensamente ardiente, no se aparta de mi rostro. No se ha movido ni un
milímetro, pero siento como si su boca estuviera sobre mi piel y me llevara a un
largo y lento viaje de placer.
—No deberías hacerle caso —dice.
La confusión me pellizca la cara.
—¿A quién?
—Tu exmarido.
Agua helada apaga mi ardiente necesidad. Mis ojos se cierran de
humillación. Se me escapa una ráfaga de vergüenza y bajo la cabeza. Por supuesto,
no me miraba como si me deseara. Ningún hombre te desea.
—Gracias —susurro y salgo corriendo de la habitación, poniendo distancia
entre nosotros antes de que pueda ver la mortificación que me empapa.
No sé qué demonios fue eso, pero tengo que ponerme las pilas. Por mí. Por
Colby.

84
CAPÍTULO TRECE
MORGAN
—Esto es estúpido —refunfuño, dejando caer las instrucciones a mi lado y
girando la cabeza hacia el cielo mientras parpadeo mis lágrimas de frustración.
Pensé que podría ahorrar dinero montando un set de juegos para Colby en
lugar de que viniera una empresa a montarlo. ¿Qué tan difícil puede ser? Unos
tornillos aquí. Unos tornillos allá.
Aparentemente, soy incompetente con la carpintería. No es tan simple como
parece.
Palabras como taladro previo, agujeros descentrados, agujeros avellanados,
una segunda persona y prensado han dejado muy claro que el vendedor mentía
cuando me dijo que podía hacerlo yo sola.
Listo para montar mi trasero. 85

Necesito ayuda.
Braden está descartado ya que está cuidando a Colby por mí. ¿Mi siguiente
esperanza? Lance.
—¿Qué pasa? —responde.
—Hola, Lance. ¿Estás ocupado esta noche?
—En realidad estoy de camino a recoger una cita. ¿Va todo bien? —Su tono
es de preocupación.
Mierda. Mierda. Mierda.
—Sí. Sólo necesitaba ayuda con... —No quiero que cancele su cita para venir
a ayudarme, cosa que sé que haría. Así que... miento—. Preparo las cosas para la
fiesta de Colby. No es gran cosa.
—Maldita sea, Morgan. Lo siento. Lo cancelaré si lo necesitas.
—No seas tonto. —Me obligo a sonar alegre aunque estoy a punto de volver
y estrangular al vendedor—. Ve a divertirte, pero si te diviertes demasiado,
asegúrate de usar condón.
Se ríe a carcajadas.
—Sí, mamá.
Me siento más derrotada después de colgar. Tenía muchas ganas de
sorprender a Colby por su cumpleaños mañana. Quería ver cómo se le iluminaban
los ojos y oír su pequeño grito de alegría. Además, quería asegurarme de que si
Kevin no llamaba, Colby tuviera algo en lo que concentrarse.
Llamaría a Penny si pensara que podría ayudar, pero ella sólo daría
indicaciones. Es increíble en muchas cosas, pero construir no es una de ellas. Lo
sé porque cuando le compré a Colby un organizador en forma de cubo que
necesitaba montaje, rompió la primera espiga de madera y abandonó todo.
Vuelvo a la casa y dejo las instrucciones sobre la encimera. Estudio los
primeros pasos y me doy cuenta de que tampoco tengo las herramientas. Aunque
Callen ya ha terminado con el resto de la casa, la bañera del baño de abajo sigue
pendiente de entrega. Lo que significa que todas sus herramientas siguen aquí. Me
pregunto...
Sin pensármelo dos veces, tomo el teléfono y marco su número.
—¿Sí? —responde con su habitual voz estoica al segundo timbrazo.
—Hola, Callen. Soy Morgan. ¿Me prestas tu pistola de tornillos?
—¿Para qué?
—Bueno, tengo un set de juegos para el cumpleaños de Colby mañana. El
vendedor dijo que era fácil de montar, pero obviamente mintió. Las instrucciones
mencionan algo sobre taladrar y escuadrar y bueno hablando de eso. ¿También
86
tienes una cinta métrica?
Hace un ruido que juraría que es una risita.
—Sí —responde—. La llave sigue encima de la moldura que hay sobre la
puerta.
Estoy aliviada. Una sonrisa brota. Esto está sucediendo.
—Gracias. Prometo poner todo donde lo encontré.
Treinta minutos después, tengo toda la madera separada y apilada por
tamaños. Todas las herramientas están apiladas en las cajas de cartón. Tengo la
pistola de tornillos y la cinta métrica, pero no encuentro la escuadra. Ya estoy
sudando cuando abro las instrucciones y me dispongo a hacer lo que pueda. En el
peor de los casos, Braden y Lance pasarán un buen rato con Colby terminando
esto.
—¿Qué demonios es una broca de longitud jobber? —Me quejo en voz alta,
irritada y a punto de gritar mientras hojeo las páginas en busca de respuestas.
—Las más largas.
La voz grave me sobresalta y me doy la vuelta sujetando la pistola de
tornillos como si fuera un arma. Callen la mira y sonríe. Si no estuviera a punto de
sufrir un infarto, me deleitaría con lo bien que le queda.
—Acabas de darme un susto de muerte.
Levanta una ceja, con las comisuras de los labios aún levantadas.
—¿Qué haces aquí?
—Asegurándome de que no rompas mis herramientas.
¿Era... era una broma? ¿El estoico e inexpresivo Callen acaba de hacer un
chiste? ¿Qué está pasando aquí?
Miro la herramienta que tengo en la mano y la giro de un lado a otro.
—Soy bastante hábil con una pistola de tornillos, gracias. O lo seré cuando
termine.
Sus labios se dibujan en una sonrisa plena y me tiemblan las rodillas. Creo
que tengo que sentarme. Su rostro se transforma y sus ojos brillan. Es guapísimo. Y
se me hace un nudo en el estómago.
—Eso es un taladro. —Lo señala.
Maldita sea. Le sonrío de todos modos.
—Es como una pistola de tornillos. Aprietas el gatillo y funciona. —recalco
haciendo exactamente eso.
Callen, que sigue sonriendo, niega con la cabeza y me quita el taladro.
—¿Cuál es el primer paso? —Inclina la barbilla hacia las instrucciones que
tengo en la mano.
87
—Espera. ¿Estás aquí para ayudarme?
—A menos que quieras construir y yo lea las instrucciones.
No puedo quitarme la sonrisa de encima. Parpadeo hacia los papeles, de
repente no me siento tan derrotada, y repito el primer paso.

Resulta que la herramienta llamada escuadra es en realidad un triángulo


rectángulo y no un cuadrado legítimo. No es de extrañar que no pudiera
encontrarla. Estaba buscando la cosa equivocada. Otro paso que no tuve en cuenta:
había que nivelar el terreno donde pensaba colocarlo. Por suerte, Callen tenía la
inteligencia para saberlo. Una vez superado el lento comienzo, nos fundimos en
una máquina bien engrasada. Mientras Callen se encargaba de la construcción, yo
me ocupaba de las indicaciones y de tomar todos los artículos que necesitaba.
Siempre iba un paso por delante para que él no tuviera que esperar.
E hicimos una pequeña charla. Sí. Has leído bien. Charla trivial. Descubrí
que se hizo su primer tatuaje en su decimoséptimo cumpleaños. No, no pedí verlo.
No le gusta escuchar música mientras trabaja porque lo desconcentra. Se graduó
en el instituto y poco después Ethan y él montaron su negocio. Prefiere la
construcción y el mantenimiento a la logística en la oficina. Todo lo que estaba
compartiendo conmigo hacía que algo en mi pecho se agitara. No podía dejar de
sonreír.
Cuando el sol empezó a ponerse, Callen sacó las luces del maletero de su
auto y seguimos adelante. Está tan decidido como yo a terminar esto para Colby, y
solo ese pensamiento me alegra el corazón.
Mientras él trabajaba en el tobogán, yo me dediqué a colocar las, rocas, en
la pared. Mientras él terminaba el techo de lona, yo colgué la cuerda de la pared
para escalar. Sólo quedan los dos columpios, que Callen está terminando ahora.
Estoy rebotando de alegría, con una sonrisa de oreja a oreja mientras lo asimilo
todo.
Callen da un paso atrás y mira lo que hemos conseguido. El parque infantil
es enorme y Colby se va a poner muy contento.
No puedo contener mi felicidad. Me lanzo sobre él y le rodeo las costillas
con los brazos.
—Muchísimas gracias. De verdad muchas gracias —digo, luchando contra
las lágrimas de felicidad—. A Colby le va a encantar esto. —Callen se tensa debajo
de mí, inmóvil, y rápidamente doy un paso atrás—. Nunca lo habría conseguido sin
ti. Gracias.
Recojo la basura y la meto en la caja mientras Callen recoge todas las 88
herramientas. Una vez hecho esto, saco dos botellas de agua de la nevera y dejo la
suya en la isla mientras él vuelve a cerrar el cuarto de lavado.
—Colby va a estar tan sorprendido mañana —le digo—. ¿Estarás aquí? —Sé
que Colby lo ha invitado al menos diez veces.
—Sí.
—Bien. Porque si no apareces, ni siquiera intentaría detener el viaje de
culpabilidad que te daría —titubeo.
Callen da un sorbo a su agua, y cuando vuelve a bajar la botella, la sonrisa
sexy y el brillo divertido que había en sus ojos se apagan.
—¿Por qué dejas que te hable así?
Mis ojos vuelan hacia los suyos. Me siento avergonzada. Odio que haya oído
lo que dijo Kevin.
—No le presto atención.
—No le da derecho.
Levanto un hombro.
—Lo ha hecho durante años.
—Mala excusa. —Me llama la atención.
Sé que tiene razón.
—No sé cuándo empezó, pero... —Sacudo la cabeza y le ofrezco una
pequeña sonrisa—. No es para tanto. Sólo está abriendo la boca.
—Hiere tus sentimientos. —Es una afirmación simple, pero que siento en lo
más profundo de mi alma.
Asintiendo, me relamo los labios.
—A veces lo hace. Conoce mis inseguridades, así que sabe qué botones
apretar.
Callen sacude la cabeza mientras se lleva la botella a la boca. Hace una
pausa como si fuera a decir algo, pero en lugar de eso, renuncia a hacerlo y bebe
un trago. Cuando termina, aplasta la botella y se coloca detrás del mostrador,
tirándola al bote de basura. Pero no se aparta de mí. Se queda de pie frente a mí, a
escasos centímetros, mirándome.
—Parece que no sabe lo que es bueno.
Levanto los ojos hacia los suyos. Tan cerca puedo ver unos cuantos zarcillos
de azul más oscuro nadando en un mar de gris claro, extendiéndose y
arremolinándose hasta los bordes. Algo más yace en sus profundidades, algo...
excitante.
Trago saliva.
89
—Si estás insinuando que soy algo bueno, te aseguro que tengo mis
defectos. —Las palabras salen en un susurro.
Deja caer la vista sobre mis labios antes de volver a mirarme, y veo pura
lujuria sin adulterar. El deseo se funde con el gris. En lo más profundo de mí, un
dolor empieza a palpitar.
—Sólo los que él te ha metido en la cabeza. —Su voz es grave y áspera.
El aire que nos rodea se carga de lujuria y crepita como un relámpago justo
antes de caer. Todo, excepto mi atronador corazón, se mueve en cámara lenta. Baja
la cabeza hacia la mía al mismo tiempo que me rodea la nuca con la mano.
El. Tiempo. Se. Detiene.
Mi respiración se entrecorta. Cuando sus labios se encuentran con los míos,
no hay dulzura. No. Es cien por ciento hambriento, posesivo y dominante. Se me
escapa un gemido cuando su lengua se introduce entre mis labios y acaricia los
míos. Me aprieta la mano en el cuello y me estrecha el cuerpo contra el suyo.
Él es... Esto es... Intoxicante.
Deslizo las manos por su vientre tenso y por los duros músculos de su pecho,
disfrutando de su tacto. Un gruñido grave en su garganta es el único aviso que
recibo antes de que su otra mano se pose en mi cadera y empiece a hacernos
retroceder. Mi espalda choca contra la pared y sus dedos en mi cuello inclinan mi
cabeza hacia un lado. Arrastra los labios por el lateral de mi cuello, mordisqueando
y lamiendo la suave carne.
La excitación me recorre desde los dedos de los pies hasta el cerebro. Se
me aprieta el vientre y todo mi cuerpo empieza a palpitar de necesidad. En algún
lugar de mi mente, sé que es una mala, muy mala idea, pero la forma en que mi
cuerpo arde salvaje y descontroladamente por él me despoja de toda contención.
Su mano me roza por debajo de la camiseta y me sube la pesada palma por
la caja torácica hasta tocarme el pecho por encima del sujetador. Me aprieta y
luego me pellizca el pezón a través de la tela, haciendo que un relámpago me
recorra la columna vertebral y estalle en lo más profundo de mi estómago. Gimo,
echo la cabeza hacia atrás y arrastro los dedos por su cabello. Mis caderas se
balancean contra su muslo, mi clítoris pide fricción.
La mano que me rodea la nuca sigue manteniéndome quieta mientras su otra
mano me desabrocha los vaqueros. Su cálido aliento me roza la piel, sus dientes
me pellizcan el lóbulo de la oreja y su mano se desliza bajo la cintura de mis bragas.
Un gruñido bajo y posesivo retumba en la zona blanda de detrás de mi oreja
cuando desliza los dedos por mis húmedos pliegues. Lentamente, rodea mi clítoris,
despertando todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. Me recorre un
estremecimiento y hundo más las manos en su cabello.
Se mueve, coloca su muslo entre mis piernas y me mete los dedos sin previo
aviso. Suelto un gemido y me quedo con la boca abierta. Una y otra vez, bombea 90
dentro de mí, balanceando la pierna con cada empujón, mientras su pulgar trabaja
mi clítoris.
—Hermosa —murmura contra mi mandíbula. El vello de su mandíbula añade
más sensaciones excitantes.
A medida que aumenta mi orgasmo, mis músculos se tensan. Se enroscan.
Mi respiración se entrecorta y me siento frenética por su necesidad. Me acerca
cada vez más al borde del abismo cuando, de repente, un frenesí de explosiones
me prende fuego.
—Ah... Callen —su nombre cae de mis labios en un gemido.
Con cada pulsante oleada de euforia, me folla con los dedos, empujando más
fuerte y profundo con la pierna. Mi espalda se arquea contra la pared y me retuerzo
contra él mientras caigo en éxtasis.
Sólo lo hace cuando voy más despacio. Sus suaves labios me recorren la
mandíbula y su respiración es tan agitada como la mía cuando retira la mano,
dejando un rastro de mi humedad sobre mi piel. Me aprieta la nuca, obligándome
a abrir los ojos y, cuando lo hago, no estoy preparada para lo que veo. Sus ojos son
oscuros e intensos, penetrantes y sobrecogedores. Parece como si apenas pudiera
mantener la compostura, como si estuviera a punto de quebrarse. Parece que me
desea desesperadamente.
La realidad me golpea como un peso de cien kilos.
—Dios mío, ¿qué he hecho? —Empujo mi pierna hacia abajo y me suelta,
dando un paso atrás.
Las lágrimas empiezan a quemarme los ojos mientras las emociones me
desbordan. Me siento deseada, insegura, frenética, desesperada y como si
acabara de meter la pata hasta el fondo. Mi mirada cae a mis pies.
—Deberías irte. —Mi susurro tiembla.
Las puntas de sus botas chocan con mis zapatos. Me mete un dedo bajo la
barbilla y me acerca la cara a la suya. Puedo ver una guerra en sus ojos. Palabras
que quiere decir pero no quiere. Emociones vivas y ricas en el fondo de sus ojos.
Me limpia una lágrima de la mejilla con el pulgar y baja la mano como si la
humedad lo quemara.
—Sonabas y te sentías como lo que he imaginado que sería el cielo.
Y luego sale por la puerta sin mirar atrás.

91
CAPÍTULO CATORCE
MORGAN
Tengo los nervios destrozados, pero siento que floto. Me siento pesada, pero
ligera. La contradicción no se me escapa. Después de que Callen se fuera anoche,
lloré en la ducha. Mis lágrimas estaban llenas de preocupación por haber
fastidiado lo mejor que nos ha pasado a Colby y a mí. Y una vez en la cama, lloré
por sentirme realmente deseada por primera vez en mucho tiempo.
Todo se repetía. Cómo me tocaba. La forma en que me besó. La forma en
que me iluminaba. La última imagen que tuve antes de dormirme fueron sus ojos
ardientes de deseo. Dormí como un bebé.
Esta mañana he estado ocupada. Hornee el pastel de Colby, chocolate con
glaseado de chocolate, y lo decoré con un dinosaurio que sostiene el número
cuatro. Hacia la una, Lance entró con las pizzas y las bebidas. Penny apareció con
helado y una enorme bolsa de regalo. Stella llegó con una caja y una bolsa mientras 92

Chrissy entraba por la puerta. Por suerte, todos ayudaron a colocar las mesas y las
sillas afuera antes de que llegaran mi hermano y Colby.
Unas cuantas mamás del colegio vinieron con sus hijos y Colby estaba más
que extasiado de verlos. Lance ha estado de guardia, asegurándose de que ningún
niño mire por las persianas cerradas que bloquean la vista.
—¿Estás lista para llevar esta fiesta afuera? —Braden pregunta.
No puedo ocultar mi sonrisa.
—¡Colby! —Lo llamo y deja de jugar con Benny y Flynn para correr hacia mí.
Pone los ojos muy abiertos y sonríe—. Sé que aún no es la hora de los regalos,
pero...
—¡Sí! —salta con las manos por encima de la cabeza.
Me río y lo tomo de la mano. Lo conduzco al centro del salón y Lance hace
una gran escena abriendo las persianas, con horribles sonidos de trompeta y todo.
Colby suelta un grito y echa a correr, sin darle tiempo a Lance a abrir la
puerta por completo y le da un empujón. Grita hasta llegar al parque infantil y se
tira de estómago en un columpio, transformándose al instante en Superman. Benny
se sube al columpio a su lado mientras Flynn corre hacía el tobogán.
Kate se ríe a mi lado.
—Por supuesto, mi hijo correría al tobogán.
Me río.
—Porque tomar las escaleras es demasiado fácil.
—Culparemos de su testarudez a su padre. —Guiña un ojo y toma asiento en
la mesa.

Braden y Lance se encargaron de la pizza y repartieron los platos a todos.


Cuando todos terminaron de comer, Colby abrió sus regalos, pero cuando llegó la
hora del pastel, no quiso saber nada. Lo único que quiere es columpiarse. Lo que
el niño quiera. Después de todo, es su cumpleaños. Benny y Flynn, por otro lado,
se lo comieron todo.
Mientras Kate y Ellen están intrigadas con el deseo de Chrissy de convertirse
en profesora y todo lo que ello conlleva, mi mente no deja de deslizarse hacia
cierto alguien. Me siento culpable de que no esté aquí. Dejé que anoche se me
fuera de las manos y, por eso, Colby estará decepcionado.
—¿A dónde fuiste? —Penny me susurra, dándome un golpe con el pie por
debajo de la mesa.
Parpadeo y salgo del recuerdo de anoche.
93
—¿Qué?
Me mira expectante y, por un segundo, me preocupa que pueda ver
exactamente lo que tengo en mente.
—Estoy impresionada por tus habilidades de construcción.
Enarco las cejas y me río.
—Si lo hubiera construido yo sola, se habría derrumbado en cuanto Colby
se hubiera subido al columpio.
—Siento no haber podido ayudar anoche —Lance da un golpecito en la mesa
con el dedo índice y entonces una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus labios.
—De acuerdo. Quizá no tanto. —Se ríe entre dientes y estoy segura de saber por
qué.
—¿A quién llamaste?
Se me acelera el pulso y noto el calor en las mejillas. Cambio de postura y
esbozo la mejor de mis sonrisas desenfadadas.
—Después de colgar contigo, llamé a Callen y le pregunté si podía utilizar
sus herramientas. Supongo que cuando me dio permiso, se preocupó por su
bienestar. Colby deberá darle las gracias. No tenía ni idea de lo que estaba
haciendo.
Stella sonríe de oreja a oreja.
—Callen es un buen chico.
Casi me ahogo con el aire. Definitivamente no es un chico.
Penny tararea.
—Ese hombre es cien por ciento todo un hombre.
Gracias, Penny.
—¿Lo conoces? —le pregunto a Stella, esperando no sonar demasiado
interesada.
La calidez suaviza su expresión.
—Desde que era un niño revoltoso.
De repente, Penny se levanta, mirando algo por encima de mi hombro.
—Hablando del mismísimo diablo sexy.
Se me para el corazón. Dios mío. Miro por encima del hombro cuando Callen
sale de la casa con unos vaqueros negros descoloridos y desgastados y una
camiseta Henley azul marino estirada sobre el pecho, con las mangas subidas y
mostrando sus tatuajes. Lleva el cabello alborotado, como si acabara de salir de la
cama y se hubiera pasado los dedos por él. Es increíblemente sexy... y sé lo divino
que puede besar. Mierda.
Lleva una caja envuelta en dinosaurios azules y, cuando su mirada se posa
en mí, siento que el corazón me da un vuelco. 94

—¡Cawen! —Colby salva el día, arrancando la atención de Callen lejos de


mí. Las pequeñas piernas de Colby lo llevan tan rápido como pueden, corriendo
hacia Callen. Cuando llega frente a él, empieza a saltar—. ¡Yeiii! ¡Vamos! Come
pastel! —Colby agarra la mano de Callen tirando de él.
Callen dirige su atención hacia mí durante un fugaz segundo antes de
permitir que mi hijo de dieciocho kilos lo arrastre por el patio de cemento, dándole
sólo un segundo para dejar el regalo sobre la mesa antes de arrastrarlo hacia el
césped.
—¿Ese es el padre de Colby? —Kate pregunta. Por su tono, espera que no.
—No. Él es mi... —Mi casero al que mi hijo adora y el mismo hombre cuyo
nombre gemí mientras cabalgaba sus dedos—. Es un amigo.
Kate suelta un suspiro y se abanica.
—Está bueno.
—Extremadamente —añade Penny con un gemido.
—Si no estuviera casada, averiguaría hasta donde llegan esos tatuajes —
añade Ellen.
—¿Es soltero? —Kate pregunta.
Kate parece el tipo de Callen. Guapísima. Alta. Esbelta. Un precioso y
sedoso cabello castaño con unos impresionantes ojos verdes. No parece que haya
tenido un hijo, con su vientre plano y unos pechos que siguen estando donde
deben. Este es el tipo de mujer que Callen se merece. Harían una buena pareja.
—Creo que sí. —Inmediatamente el calor golpea mis mejillas. ¿Cómo pudo
pasar lo de anoche y yo no saberlo? Aunque, él no parece ser un infiel, pero dije
lo mismo de Kevin. No puedo...
—Lo es —responde Stella, estudiándome. Hay algo en su mirada...
Kate mueve las cejas y frunce los labios.
—¿Te importa si hablo con él?
Penny resopla.
—Si consigues que hable. Lo he intentado. Incluso alardeé de las chicas ante
él, y no mordió el anzuelo.
Kate se echa hacia atrás en la silla y cruza las piernas.
—Quizá lo atrapaste en el momento equivocado.
No puedo quedarme aquí sentada más tiempo escuchándolas hablar
maravillas de él y sin que se me pase por la cara lo que pasó anoche.
—Voy por algo de beber. —Me levanto de un tirón y rápidamente me dirijo
a la nevera.
95
El hielo me sienta bien en la mano. Una pequeña distracción. Que Callen
esté aquí después de lo que pasó anoche me tiene completamente desconcertada.
—Sabes que cuando mamá se entere de que no la invitaste al cumpleaños
de Colby va a perder la cabeza ¿cierto? —dice Braden mientras se agacha para
tomar una copa.
Lo fulmino con la mirada.
—Por eso mantendrás la boca cerrada.
—¿Por qué no la invitaste?
—¿Porque no quería que su personalidad burbujeante eclipsara la mía? —
bromeo en tono burlón.
Braden se ríe y se da la vuelta.
—Parece que Colby lo ha engatusado.
Me doy la vuelta y veo a Colby parloteando con Callen. Callen está en
cuclillas al pie de la escalera, Colby justo a su lado. No sé qué están haciendo, pero
sea lo que sea, Colby se pone de puntillas.
—Sí. Colby le ha tomado cariño.
—No sé cómo, ya que Callen no habla mucho.
Resoplo.
—Los hombres no son más que niños de tamaño adulto. Colby habla su
idioma.
Braden me lanza una mirada y retuerzo los labios para no reírme.
—¿Sigue en pie lo de la playa la semana que viene?
—¿Crees que Colby me dejará olvidarlo?
—¿Estás diciendo que lo intentarías?
—Claro que sí —bromeo, acurrucándome contra su brazo y apoyando la
cabeza en su hombro—. Como si no quisiera pasar el día con mi hermano.
Me pasa el hombro por debajo de la cabeza.
—Pfff. Soy el hermano más genial que tienes.
Me echo a reír.
—El único hermano.
—Lo que automáticamente me convierte en el más genial y el mejor.
Mi sonrisa es despreocupada y feliz. Realmente es el mejor. No tengo ni idea
de dónde demonios estaría sin él. Pongo los ojos en blanco.
—Supongo que sí. Te quiero, idiota.
—Te quiero, mocosa.
96

Mientras los demás siguen disfrutando de la fiesta, Chrissy me ayuda a llevar


las pizzas adentro.
—¿Cómo va la escuela? —pregunto mientras guardo los restos de las pizzas
en una caja.
—Bien —dice—. Me graduaré pronto y empezaré la universidad.
—Eso es fantástico. —Sonrío—. Sabes que agradezco toda tu ayuda con
Colby, pero si alguna vez es demasiado, házmelo saber.
—No es ningún problema. Me encanta el pequeño. Además, me da práctica
para cuando sea profesora.
—Vas a ser una profesora estupenda —le digo, y lo digo en serio. Chrissy es
inteligente, le encantan los niños, es buena con ellos y se preocupa de verdad por
su educación.
Mira el reloj.
—Gracias. Eso espero. Debo irme. Tengo que trabajar en la biblioteca esta
noche. Le diré adiós a Colby y me iré.
Veo cómo se dirige hacia donde se balancean Colby y Flynn. Él le echa los
brazos al cuello rápidamente y ella le besa la frente. Si Colby tuviera una
hermana... Busco a Callen y lo encuentro acorralado por las mujeres. Penny y Kate
se disputan su atención, charlando con él. Resoplo en mi casa vacía. Charlando con
un hombre cuyo código universal de conversación es una serie de gruñidos y
asentimientos.
Ambas lo atacan desde ángulos diferentes. Penny se revuelve el cabello y
se ríe, haciéndose la rubia tonta que no es. Mientras Kate tiene los hombros hacia
atrás y la cabeza alta con confianza. Esto hace que sus pechos empujen más alto.
La expresión de Callen es de diversión mientras está ahí de pie, sin hablar
mucho. Me rechinan los dientes. Los celos se clavan en mi espina dorsal y me
invaden. Los recuerdos de la noche anterior pasan por mis ojos. Otra vez. Cómo se
sentía. Sus sonidos. La forma en que me miró como si yo fuera perfecta y todo lo
que siempre ha querido. Me hizo querer más. Más de él. Más piel. Sólo... más.
—Parece como si estuvieras a punto de follarle la pierna para marcar tu
territorio —me sobresalta Stella, sacándome de mis recuerdos.
Mi cabeza gira hacia ella y al instante un rubor me salpica la cara. La
vergüenza pinta mis mejillas y lo odio.
—¿Qué?
Me lanza una mirada de, corta el rollo.
—Tienen enfoques diferentes —le digo, inclinando la barbilla hacia ellas—.
¿Quién crees que ganará?
97
Otra mirada, esta vez con un arqueo de cejas.
—Claro, es guapo, pero no me interesa. Sin embargo, Colby lo adora. —Mi
boca no se detiene.
Sigue mirando fijamente.
—Escuchó a Kevin diciéndome cosas bastante desagradables y le colgó. —
¿Por qué no puedo callarme?
—Kevin es una mierda —me dice Stella—. Pero eso sigue sin explicar por
qué los estás vigilando cuando él claramente te ha estado vigilando a ti.
Sorprendida, mis cejas se alzan.
Stella suspira.
—No actúes como si fuera estúpida o ciega. No has mostrado ni una gota de
interés en un hombre durante un año. Pero por la forma en que lo miras, ha captado
tu atención. ¿Por qué te asusta?
Siempre dice lo que piensa y suele dar en el clavo.
—Por el hecho de que no estoy preparada para nada y si se tuerce, podría
llevarse mi casa.
Stella resopla incrédula.
—No estás preparada porque no lo has intentado. Y Callen nunca te quitaría
la casa.
—Tampoco pensé que Kevin nos echaría a mí y a su hijo por la puerta, pero
ocurrió.
—No todos los hombres son fríos e insensibles. ¿Vas a juzgarlos a todos por
igual?
—¿Cómo sabes que Callen no lo haría?
Su sonrisa esconde secretos.
—Apostaría The Cove por Callen.
Parpadeo. Mierda, habla en serio.
—La armadura de acero que lleva no es para proteger su corazón. La usa
para proteger a todos de lo que cree que hay en su corazón.
Mi cara se tuerce por la confusión.
—¿Qué quieres decir?
Sacude ligeramente la cabeza, esbozando una suave sonrisa.
—Hasta las cajas más feas guardan los tesoros más bonitos. No tengas miedo
de no estar preparada porque tienes miedo. Deja atrás tu pasado y abre las puertas
cuando la oportunidad llame a la puerta. —Me da un abrazo y me besa la mejilla—
. Tengo que volver a la cafetería. Todas mis mejores camareras están libres hoy,
98
así que seguro que es un desastre sin nosotras.
Vuelvo a echar un vistazo al exterior y veo a Colby, que recoge el regalo
que le trajo Callen y lo deja en el suelo, busca por mí a su alrededor.
Me dirijo hacia él.
—¿Puedo abrirlo? —pregunta cuando me ve.
—Creo que deberías esperar a Callen.
—Estoy aquí —la voz de Callen llega a mi izquierda.
Mi cabeza gira hacia él y mi mirada se clava en la suya antes de que se ponga
en cuclillas junto a Colby. En cuestión de segundos, rompe el papel de regalo y se
zambulle en la caja con un grito de emoción. Uno tras otro, saca juguetes de baño,
una pistola de agua con forma de tiburón, focas de carreras, una caña de pescar y
un transbordador con varios camiones grandes. Entonces Colby chilla, se pone en
pie de un salto y levanta un camión monstruo de control remoto Grave Digger.
Una vez que Callen pone las pilas al mando y al camión, enseña a Colby a
manejarlo. Todo el tiempo, el corazón se me atasca en la garganta. Los ojos de
Callen se cruzan con los míos y, en esa fracción de segundo, siento todo lo que me
asusta. Quererlo. Perderlo. No ser suficiente para él.
—Gracias —dice Colby, rompiendo nuestra mirada.
Callen sonríe, sonríe, y le alborota el cabello.
—Feliz cumpleaños, amigo.
CAPÍTULO QUINCE
CALLEN
Café. Jugo de naranja. Mi plato de comida. Y, por supuesto, Charles. Se coló
en el reservado antes de que Irene pudiera dejar mi café. Sólo ha dicho un simple
hola y me ha mirado fijamente mientras comía. Es como si supiera que tengo que
hablar esta noche y estuviera esperando.
Intenté dormir, pero, por supuesto, mi mente era mi enemiga, aunque en
lugar de todos los viles pensamientos que normalmente me atormentan, esta noche
se agitó con imágenes de Morgan y Colby, alternando entre la sonrisa de ella y la
de él cuando me enseñaba su parque de juegos. Luego no pude evitar las imágenes
y sonidos recurrentes de Morgan follándome la mano. La forma en que gimió mi
nombre ha quedado grabado para siempre en mi memoria.
Me sudan las palmas de las manos mientras mi pulso empieza a martillear.
Quiero hacer rebotar la pierna bajo la mesa, pero me obligo a quedarme quieto. 99

Es algo que aprendí a hacer cuando me sentaba frente a Andrew. Era mi señal
reveladora de que estaba ansioso e incómodo. Él lo garabateaba en el bloc de
notas que siempre tenía en el regazo y lo utilizaba en mi contra. Pensé en ir a verlo,
hablar y desahogarme de todos esos pensamientos confusos, pero decidí no
hacerlo. Prefiero hablar con Charles. No me presiona. No me deja enojado y
vulnerable. Y al igual que Andrew, confío en Charles.
Se me eriza la piel mientras me trago el último bocado de patatas fritas y
dejo el tenedor en el plato. Tengo que desahogarme.
—Me gusta —admito, con la voz baja, y no estoy seguro de por qué lo gruñí,
aparte de que estoy enojado conmigo mismo por gustarme cuando no debería.
Charles no contesta, y no levanto la vista de donde miro la condensación que
se ha acumulado en el lateral del vaso de jugo de naranja.
—No debería —añado.
—Háblame de ella. —Esa misma afirmación también habría salido de la boca
de Andrew—. Debe ser muy hermosa.
No le contesto.
—Tiene un hijo, ¿verdad?
—Hoy cumplió cuatro años. —Me muevo, quitándome la tensión de los
hombros—. Es un buen chico.
Más silencio. Más piel de gallina.
—El padre del chico no quiere saber nada de él —le digo—. O de ella.
Veo a Charles sacudir la cabeza fuera de mi periferia, pero no habla. Los
segundos de silencio se convierten en minutos de silencio.
—Es hermosa. —Él no sabría que eso es un eufemismo absoluto. No hay
palabras para describir su belleza—. Es amable. Fuerte. Ama a Colby con fiereza.
Sus ojos me recuerdan a gemas de aguamarina.
—Suena impresionante.
Asiento con la cabeza porque lo es.
—¿Asumo que estás sentado aquí hablándome de ella porque quieres estar
con ella?
—No se merece que le quite brillo.
—Eso no responde a mi pregunta —replica.
La familiar sensación de vulnerabilidad se desliza por mis venas. No importa
lo que yo quiera. Morgan y Colby se merecen a alguien mejor que yo. Mejor de lo
que soy y de lo que estoy hecho.
—Si te hace sentir cosas, ábrete y dale a tu corazón la oportunidad de latir
por alguien. Eres tan digno de amor como cualquier otro. De dar amor y de ser 100
amado. Tienes un corazón duro. Deja que ella te lo ablande.
Si él supiera...
—Callen. No dejes que el feo pasado moldee tu futuro. No te cierres, chico.
Una triste lástima se refleja en sus ojos, y me molesta. No necesito que
alguien sienta lástima por mí.
Me pongo de pie, saco la cartera del bolsillo trasero y tiro un billete de
cincuenta sobre la mesa. Pero antes de que pueda irme, Charles se levanta y me
agarra del brazo. Lo miro fijamente, casi retándolo a que haga algo. No lo hará. No
lo haré. Y los dos lo sabemos.
—Eres digno, Callen —dice, con voz suave pero ojos duros.
—Quizás. Puede que no. Sólo porque ella me intrigue y me haga desear
cosas no significa que sean las cosas correctas.
—Ella te hace desear... ¿qué? ¿Un polvo? —Su mirada hostil se cruza con la
mía.
La ira se apodera de mí. Tiro del brazo, pero no me muevo de donde estoy,
frente a él.
—¿De eso se trata todo esto? ¿Encontraste a alguien con quien quieres follar
más de una vez?
Mis fosas nasales se agitan.
—Ella es más que eso. Hace que mi maldito corazón lata más rápido y lento
al mismo tiempo. Su sonrisa provoca una vorágine de mierda en mi pecho y sus
ojos una agitación en mi estómago. Todo lo que no debería sentir. Ella me ablanda.
¿Es eso lo que querías oír? ¿Que ella me hace débil? —Para cuando termino, mi
respiración es agitada, mi sangre ruge en mis oídos.
La satisfacción cambia la expresión de Charles y una sonrisa se dibuja en
sus labios.
—No, chico. Quería que tú lo escucharas.
Parpadeo. Algo incómodo, no deseado, se planta dentro de mi pecho y se
desplaza. Una ruptura. Una grieta. Es el chasquido de los oídos, fractura. Atronador
y violento. Una oleada de sangre ruge en mis oídos. Ardiente. Penetrante. Un calor
feroz se derrama sobre mí ampollándome con un escalofrío helado.
—Has tenido un infierno de camino en la vida. Creo que ya es hora de que
te des algo por lo que sonreír.
Retrocedo a trompicones sin responder. No digo ni una palabra mientras
salgo del restaurante. El camino de vuelta a casa es un borrón, las farolas pasan a
toda velocidad mientras agarro con fuerza el volante con el corazón agitado.
Cuando llego a casa, me quito los calzoncillos y me tumbo en la cama, el
pulso me sigue retumbando. Me tapo los ojos con el brazo y me sumerjo en la
101
oscuridad repitiendo las palabras de Charles:
—Dale a tu corazón la oportunidad de latir por alguien. Eres digno de amor.
De dar amor y de ser amado. No dejes que el feo pasado moldee tu futuro.
Mis palabras, lo que admití, persiguen lo que yo dije, Ella me hace suave.
Ella me hace débil.
En mi mente parpadean imágenes de Morgan de pie en su patio con los
rayos de sol cayendo en cascada a su alrededor. La forma en que me sonríe
mientras sus ojos azules brillan bajo la luz y su sedoso cabello negro se deja llevar
por la brisa. Quiero eso todos los días. La quiero todos los días. Los quiero todos
los días.
Sé que tengo sangre de monstruo en las venas, pero algo en ella llama a mi
frío corazón. Por primera vez en mi vida, quiero ceder a lo que siento en el pecho.
Esos son mis últimos pensamientos mientras soy arrastrado a las
profundidades abismales del sueño.

Mi teléfono suena a lo lejos y abro los ojos a la luz del día. Llevo la mano a
ciegas a la mesilla y lo recojo para contestar.
—¿Sí?
—Espera. ¿Estabas durmiendo? —Ethan pregunta.
Suspiro.
—Sí.
Su risa llena el aire.
—La última vez que te recuerdo durmiendo hasta tan tarde es de cuando
fuimos a aquella fiesta universitaria cuando teníamos diecisiete años y papá nos
encontró volviendo a hurtadillas a las tres de la mañana. —Su estúpida risa me
rechina la espina dorsal—. Lavar paredes borrachos fue horrible, pero menos mal
que nos dejó dormir cuando terminamos.
Me cubro la cara con la almohada.
—¿Qué necesitas?
—¿Te apetece ir a la playa? El tiempo es perfecto y las condiciones aún
mejores.
Resoplo y me siento, separando las piernas del borde de la cama mientras
me froto la frente.
—Vamos, hombre. Son casi las diez de un domingo y hace tiempo que no
vemos las olas juntos. Hagámoslo.
Aunque somos totalmente opuestos, Ethan ha sido mi mejor amigo desde la
escuela primaria y mi hermano poco después. El tipo aguanta mi actitud de mierda 102
y siempre es capaz de sacarme de mis casillas.
—Espera. ¿Qué hora dijiste que era?
—Las diez y cinco.
—Maldición. —¿Ocho horas de sueño? Charles es tan bueno como Andrew.
—Prepara tus cosas. Estaré allí en veinte minutos. —Cuelga, sin darme
espacio para hablar.
Al estirarme, respiro hondo y me doy cuenta de lo bien que me siento.

—Odio esta estupidez —refunfuño mientras levanto mi tabla del soporte. La


apoyo en el lateral del Jeep de Ethan y agarro la suya.
Ethan suelta una carcajada mientras se acerca al Jeep con la nevera.
—Podríamos haberlas colgado de tu maletero —bromea.
—Hubiera sido mejor. Los jeeps son un cliché.
Me meto la tabla bajo el brazo, recojo un bolso y atravieso el
estacionamiento camino de la playa.
—Te molesta que pueda quitar la capota y disfrutar del tiempo.
Lo miro de reojo y arqueo una ceja.
—Claro. Porque no puedo bajar las ventanillas y sentir el viento en el cabello
—le digo inexpresivo.
Ethan se ríe a carcajadas.
—Ventanas abajo frente a una capota descapotable son dos cosas muy
diferentes, hermano.
—Tú prefieres destacar a pasar desapercibido. —Lo miro de reojo y sonrío.
—Vamos. —Me da un golpe en el brazo, deja la tabla en la arena y abre la
bolsa—. Encérate y salgamos. Necesitas desahogarte. Ha pasado mucho tiempo.

Ethan tenía razón.


El océano siempre me transmite una sensación de calma con su magnífica
fuerza. Entre las calmas y las marejadas, los flujos y reflujos, el agua golpeando mi
tabla y el sol brillando sobre el agua, siento una calma extraordinaria. Y por una
vez, no tengo ninguna agitación en mis pensamientos.
—Se te nota la edad —me burlo con una risita, sin intentar ocultar mi sonrisa.
Hoy lo necesitaba. Hacía tiempo que no me sentía tan bien ni me reía tanto. 103

Por supuesto, la mayor parte fue a expensas de Ethan. Se ha oxidado como el


infierno.
—Que te jodan —bromea con humor—. Ha pasado tiempo.
—Excusa de mierda. Esas olas estaban limpias. Un novato podría haberlas
montado —me río.
—No todos nosotros...
—¡Cawen!
Giro la cabeza hacia la izquierda y me encuentro con los ojos color avellana
de Colby, que corre hacia mí. Tiene el cabello alborotado y húmedo y las mejillas
rojas. Cuando llega hasta mí, salta y entrecierra los ojos para protegerse del sol.
—¡Colby!
La voz de pánico de Morgan hace que mis ojos vuelen y se encuentren con
los suyos. Su expresión pasa de la preocupación a la sorpresa. Lleva un tankini gris
y azul marino con braguitas a juego que muestran sus largas y sexys piernas. Tiene
el cabello encrespado y ondulado, aún húmedo en algunas partes. El sol se nota en
sus mejillas. Es la mujer más hermosa que he visto nunca.
Ella es lo que quiero.
CAPÍTULO DIECISÉIS
MORGAN
El tiempo se detiene. No me queda aire en los pulmones. Los latidos de mi
corazón me golpean detrás de las costillas. Callen está de pie frente a mí y parece
un dios tallado en granito. El agua le ha oscurecido el cabello, que está
despeinado, en punta y salvaje por todas partes de la forma más sexy. Sus pestañas
están húmedas, más oscuras, lo que hace que sus grises, normalmente misteriosos,
parezcan sin fondo, sin sus habituales nubes de tormenta. Las gotas de agua
salpican su piel bronceada, resbalan por su pecho tatuado y se deslizan por su
vientre duro y plano, donde los pantalones cortos cuelgan de sus caderas. Los
tatuajes sobre los que a menudo me he preguntado marcan la piel de sus dos
brazos, se extienden por sus hombros y sus pectorales.
Vaya...
—¡Quiero hacel sulf! —La voz de Colby arranca mi mirada codiciosa del 104

cuerpo de Callen y la dirige directamente a la suya, divertida.


Estupendo. Nada como ser atrapada babeando por él. No podría estar más
feliz por el sol quemando mis mejillas como lo estoy ahora.
—Braden dijo que jugaría contigo. —Lo sujeto por los hombros y empiezo a
darle la vuelta.
—Quiero sulfear —exige, volviendo hacia Callen.
Se despertó malhumorado. Se ha portado muy mal y espero que se canse
pronto. Esta mamá necesita un descanso.
—Hola, Sra. Peterso...
—Morgan —interrumpo a Ethan—. Me alegro de volver a verte. —Dirijo una
mirada valiente a Callen—. Siento que te haya bombardeado. Es
sorprendentemente rápido para esas tan piernas pequeñas. —Llevo a Colby lejos
por los hombros sin mirar atrás—. Vamos a ver si Braden volvió de la tienda.
Colby desliza su mano entre las mías y, sin discutir, volvemos a nuestro sitio.
Braden aún no ha vuelto. Me olvidé de las bebidas, están en una nevera en la
encimera de la cocina.
Colby y yo llevamos unos minutos jugando con algunos de sus camiones en
la arena cuando una tabla de surf es empujada a la arena. Callen se pone en
cuclillas a nuestro lado para contemplar la arena de los camiones.
Colby levanta al instante uno de sus camiones.
—Puedes jugad también.
—En realidad, prefiero jugar en el agua. ¿Quieres hacer surf?
Mi cabeza se gira hacia él.
—¡Sí! —Colby está de pie corriendo hacia su chaleco salvavidas.
Me pongo en pie de un tirón.
—Espera un momento. No. —El pánico empieza a surgir dentro de mí,
volviéndose furioso en los bordes—. Callen. No sabe nadar bien. Nunca ha estado
en una tabla de surf. No es una buena idea.
Callen me dedica una suave sonrisa y mi corazón tropieza consigo mismo.
—Lo tengo. Confía en mí.
—¿Y si...?
—No dejaré que le pase nada malo.
Cierro la boca. Bajo su tono de confianza, oigo la sinceridad en su tono.
Imágenes de él y Colby y de cómo es con él destellan detrás de mis ojos.
Inhalo, esbozando una débil sonrisa.
—Sólo... ten cuidado.
La sonrisa que me lanza casi me aniquila. Es como si le hubiera entregado el 105
mundo.
Metiéndose la tabla bajo el brazo izquierdo, sujeta la mano de mi mundo y
lo conduce hacia el agua. Ninguno de los dos mira hacia atrás, y lo agradezco
porque verían las lágrimas en mis ojos. Cuando llegan a la orilla, Callen vuelve a
ponerse en cuclillas frente a Colby y, mientras Callen habla, la atención de mi hijo
se centra exclusivamente en él. Luego chocan los cinco y se meten en el agua.
Callen no suelta la mano de Colby y, cuando llegan las olas, levanta a mi hijo
para ayudarlo a mantenerse firme. Callen mete la tabla en el agua, sube a Colby y
se va remando.
—¿Ese es Callen? —dice Braden desde mi derecha, pero no me atrevo a
apartar la atención de mi hijo.
—Y Colby. —Mi voz vacila de pura preocupación y alegría.
Braden suelta un suspiro incrédulo.
—Nunca me dejas sacarlo. —Suena como un niño huraño, pero oigo el
trasfondo burlón.
No decimos nada más mientras observamos a los dos a lo lejos. Callen está
a horcajadas sobre la tabla, con las piernas colgando de los bordes, mientras que
Colby está sentado en el centro con los pies estirados hacia delante. Están uno
frente al otro como dos amigos pasando el rato en medio del océano.
Una ola se agita en la distancia. Callen se tumba en la tabla y empieza a
remar mientras Colby gira sobre su trasero para mirar al frente. Callen se pone de
pie, agarra a Colby por el chaleco salvavidas y tira de mi hijo. A través de mi visión
borrosa, puedo ver la sonrisa de Colby, y juro que puedo oír su risa por encima
del sonido de las olas rompiendo. Contemplo con absoluta alegría cómo mi hijo
practica surf con un hombre que irrumpió en mi vida y ha provocado un caos total
en mi corazón.
Antes de que se acerquen demasiado, Callen levanta a Colby por la cintura
y cae al océano. Puede que Colby esté eufórico, pero Callen... La sonrisa que luce
está genuinamente llena de felicidad.
—Mi compinche se la está pasando como nunca —me empuja Braden con el
hombro. Una lágrima cae sobre mi mejilla y Braden se ríe a carcajadas,
empujándome—. Llorona.
—Cállate. —Le doy una palmada en el pecho.
Y durante los siguientes cuarenta y cinco minutos, veo cómo Callen hace
realidad los pequeños sueños de mi hijo mientras mi corazón se desboca.
—¡Mami! —Colby viene a toda velocidad hacia mí, la arena se desliza detrás
de él—. ¡He sufeado! Sulfee. —Choca contra mis piernas y me abraza.
—Lo vi, cariño. Lo hiciste muy bien. —Acaricio su cara y le doy un beso
enorme—. Ahora eres un profesional, ¿eh?
106
Se contonea, intentando apartarse mientras se ríe.
—¡Bray Bray! ¿Me viste? —Corre delante de Braden y salta sobre las puntas
de sus pies—. ¡He sufeado!
Me vuelvo hacia Callen. Su mirada de satisfacción me acelera el corazón.
—Gracias —le digo.
Inclina ligeramente la cabeza y me mira por debajo de las pestañas.
—Gracias por confiar en mí.
—¿Quieres algo de beber? —pregunto, señalando con el pulgar la nevera
que Braden compró en la tienda.
Se lame los labios y lo siento en mi piel. Un escalofrío me recorre la espalda.
—No, gracias. Necesito volver con Ethan.
—Sí. —Asiento como una idiota y desvío mi atención hacia la tela de un
paraguas que sopla con la brisa—. Um, gracias de nuevo.
—Cuando quieras.
Respiro cuando se aleja y admiro las vistas. Está lleno de arrogancia y
confianza mientras se dirige hacia Ethan con su tabla bajo el brazo. Sus tatuajes se
extienden por ambos omóplatos y sus músculos se flexionan a medida que se
mueve. Mierda...
—Creo que mi hermanita está enamorada.
Braden me sobresalta y doy un respingo.
—¿Qué? No —chillo. Mierda.
Me lanza una mirada mordaz.
—De acuerdo. Tiene cuerpo de modelo. Por supuesto, voy a mirar. ¿Qué
mujer de sangre roja no lo haría? —Hago un trabajo horrible para ocultar mi
vergüenza, me doy la vuelta y recojo un cubo de la pila de juguetes que trajimos
para Colby.
Es tiempo de castillos de arena. Eso mantendrá mi mente ocupada.

107
CAPÍTULO DIECISIETE
CALLEN
Me sorprende ver el 4Runner de Morgan en pleno día cuando entro en su
casa. Normalmente está en el trabajo a esa hora, por eso quería pasar y recoger
algunas herramientas. Una extraña punzada de excitación me recorre el pecho al
pensar en verla. No la había visto desde la playa el fin de semana pasado. Pasar
tiempo con Colby consiguió que algo se aflojara en mi pecho y la expresión de
Morgan, bueno, eso bombeó luz a mi corazón. Necesitaba un respiro.
En lugar de entrar sin más, como hago normalmente, decido llamar a la
puerta. Pasan varios instantes hasta que ella abre la puerta y me deja sin aliento.
Tiene un aspecto horrible. Agotada y pálida. Febril.
—No quieres estar aquí. Los dos estamos enfermos. —Su voz es nasal y
rasposa.
108
No me gusta el calambre que siento en el pecho.
Arriba, Colby gime y me dan ganas de hacer un agujero en la pared. Es
como un apretón de muerte alrededor del órgano de mi pecho.
Trago saliva.
—Necesito conseguir algunas herramientas.
Empuja la puerta y no espera a que entre antes de dirigirse a las escaleras.
—Cierra la puerta al salir. —Cada escalón parece requerir todas sus fuerzas.
Normalmente su casa está limpia, pero hoy es la más desordenada que he
visto nunca. Hay platos en la encimera, mantas y almohadas esparcidas por el sofá
y el suelo, y vasos en la mesita.
Sé que debería irme. Debería recoger las herramientas que he venido a
buscar y salir por la puerta. Pero no me atrevo. En lugar de eso, me adentro en su
casa y empiezo a limpiar. Recojo todos los platos y los enjuago antes de meterlos
en el lavavajillas. Tiro la basura y doblo las mantas del sofá. Luego busco los
productos de limpieza debajo del fregadero y me pongo a limpiarlo todo. Los
llantos de Colby se han calmado, y de vez en cuando los oigo a él y a Morgan soltar
risitas, lo que hace que se me muevan los labios.
Estoy limpiando la encimera de la cocina cuando unos pasos en la escalera
hacen que mi cuerpo se tense. Morgan me ve, inmóvil en el último escalón.
Insegura, su cara se tuerce y sus cejas se fruncen.
—¿Qué haces?
—Limpiando —le digo—. Quería ayudar.
Me estudia un momento y luego recorre el resto de la casa antes de que sus
ojos cansados vuelvan a posarse en mí.
—Gracias. No era necesario. Iba a hacerlo después de la siesta.
—Ahora puedes dormir.
—Vas a enfermar.
—Estás agobiada —replico.
Sus hombros suben y bajan mientras respira. Cierra los ojos y se frota la
frente con la mano. Cuando vuelve a mirarme, no puedo negar las lágrimas que
intenta desesperadamente apartar de sus ojos agotados.
—¿Sí? Bueno, no tengo elección. Mi hijo está enfermo, y esté yo enferma o
no, tengo que cuidar de él.
Sé que no quiere darme un puñetazo, pero pasa. Mi mamá estaba
constantemente de juerga, siempre colgada o en uno de sus episodios. Yo no tenía
ese lujo. Cuando estaba enferma, tenía que ser un hombre y cuidar de mí mismo.
Miro alrededor de la habitación.
109
—Una preocupación menos ahora.
Quiero acercarme a ella y abrazarla, consolarla de algún modo para que se
sienta mejor, pero esa idea me hace sudar las palmas de las manos. En lugar de
eso, asiento sin decir palabra y salgo, cerrando la puerta tras de mí.

Salgo al porche y llamo a la puerta de mis padres. Ya me han dicho antes


que no tengo por qué hacerlo, que esta es mi casa tanto como la suya, pero ellos
son adultos sin hijos viviendo en casa. Perdería la vista si entrara y viera ciertas
cosas.
Ava me ve a través de la ventana de la puerta, y al instante una sonrisa se
dibuja en su boca.
—Callen. Sabes que no tienes que llamar. —Se aparta y me deja entrar.
—Yo... —me rasco la nuca, sintiéndome nervioso, incómodo, vulnerable—.
Necesito ayuda.
Ante mis palabras, su rostro se marchita.
—¿Va todo bien? —El pánico envuelve sus palabras.
Trago grueso.
—Sí. Sí. Yo sólo... —Me froto la mandíbula con los dedos y miro a todas
partes menos a ella—. ¿Puedes enseñarme a hacer tu sopa?
—¿Mi sopa?
—Tu sopa de pollo con fideos —aclaro, mirándome las puntas de los zapatos.
Puedo soportar los bajones de tristeza, los subidones de felicidad. No suelo
sentirme nervioso o incómodo, pero no me erizan la piel como lo hace la
vulnerabilidad. Esa es una emoción... sentimiento... lo que sea, que no puedo
manejar muy bien.
Al instante, sus manos presionan mis mejillas y luego mi frente.
—¿Estás enfermo?
Por supuesto, preguntaría. La sopa de pollo con fideos era un alimento
básico en nuestra casa cuando alguno de nosotros caía enfermo.
—No.
Se agacha ante mi vista, obligándome a mirarla.
—¿Callen? —Es severa, está preocupada.
Sacudo la cabeza.
—Tengo una amiga. Ella y su hijo están enfermos y quiero... —Inhalo—.
Quiero ayudar a que se sientan mejor.
110
Una sonrisa lenta de pura euforia se dibuja en su rostro.
—Ah —dice con demasiada complicidad—. Pues bien. Ve a lavarte. —Mi
mamá, Ava, es hermosa por dentro y por fuera. Cariñosa y atenta. Nunca importó
que yo no fuera su hijo biológico. Siempre me trató como si lo fuera. Papá también.
En su casa, nunca sentí que no pertenecía. Siempre sería bienvenido. Siempre
parte de la familia.
Mientras el pollo se cuece, mamá me hace picar zanahorias y apio,
salteándolos antes de añadir el caldo. Cuando era más pequeño, la ayudaba a
cocinar si estaba en casa, así que estar en la cocina no es algo anormal. Pero
cuando se hacía la sopa, para sentirse mejor, a menudo estaba en mi habitación o
fuera, lejos de todo el mundo.
—¿Quieres hablarme de ella? —pregunta finalmente. Sabía que había
estado esperando para hacer esa pregunta—. Toma el pollo.
No le contesto, contemplando lo que quiero decirle mientras me indica que
desmenuce el pollo.
—Me gusta —susurro.
Por el rabillo del ojo, veo que se queda inmóvil un segundo y luego vuelve
a remover la olla.
—¿Más que cómo amiga?
Asiento con la cabeza.
—¿Ella está interesada en ti?
Tengo los músculos tensos, los hombros y el cuello crispados, y empiezo a
dar golpecitos con el pie.
—Sé que odias hablar de emociones, especialmente de este tipo. Incomodan
a mucha gente —me tranquiliza—. Pero como mujer, mi consejo es que o aprendes
a sobrellevarlo o encuentras la forma de transmitirlo claramente a través de tus
acciones.
Echo un vistazo a la sopa y sonrío.
—Eso hago.
—Listillo —titubea y luego su rostro se suaviza—. Siempre me ha gustado la
calidez de tu corazón. —Supongo que algo en mi cara demuestra que no estoy de
acuerdo con su afirmación sobre la calidez. Me apunta con la cuchara de madera—
. Sólo porque pienses que no eres bueno en ese duro corazón tuyo no significa que
lo seas. Tienes el alma más leal, dulce y amable, Callen. Y si no quitas esa mirada
de tu cara, tendrás problemas.
—¿Me vas a castigar? —bromeo, sacudiéndome la seriedad.
Los ojos marrones de mamá se entrecierran juguetones.
111
—¿Quieres probarme?
—No. Tengo una sopa que quiero entregar.
Mis palabras rompen su cara en una sonrisa.
—Sólo por eso estás libre de culpa.
Cuando todo está bien mezclado y sazonado, Ava pone la tapa, apaga el
fuego y me da dos agarraderas.
—Tendrás que dejarla cocer a fuego lento durante una hora para que se
impregnen todos los sabores. Dijiste que tenía un hijo. ¿Cuántos años tiene?
—Cumplió cuatro hace unas semanas.
Mamá corre a la despensa y saca una caja de galletas saladas.
—¿Recuerdas cómo te gustaba ver cómo las galletas se empapaban con
caldo y cómo disfrutabas comiendo el desastre empapado?
El recuerdo me hace sonreír.
—Sí.
—Llévate esto por si su hijo es tan testarudo como tú.
Mamá lleva las galletas mientras yo llevo la sopa al auto. Cuando todo está
colocado en el asiento del copiloto y cierro la puerta, mamá me abraza.
Le devuelvo el abrazo y le beso la cabeza.
—Gracias por ayudarme con la sopa. —La aprieto.
—Espero que tu amiga y su hijo se encuentren mejor. —Sonríe—. Te amo.
—Yo también. —Dejo caer un beso en su mejilla y camino por delante de mí
auto, abriendo la puerta.
—Oye, ¿Callen?
—¿Sí?
—Buena suerte.
Sonriendo, inclino la cabeza y me dejo caer en mi auto.

Cuando llego a casa de Morgan, entro en silencio. No se oye nada en el piso


de arriba. Pongo la sopa en la estufa, enciendo el quemador y subo las escaleras.
Colby está dormido en su cama, extendido sobre el colchón con un pantalón de
pijama azul y una camiseta a juego. En el suelo duerme Morgan, acurrucada de
lado con el brazo metido bajo la cabeza.
Con cuidado, para no despertarla, le toco la frente con el dorso de la mano.
Está ardiendo. Deslizo los brazos por debajo de ella y la levanto del suelo. Se 112
acurruca en sí misma, mete los brazos entre nosotros y se acurruca en mi pecho,
pero no se despierta. Ni siquiera cuando la acuesto en su cama y la tapo.
Doy un paso atrás y la contemplo. Aunque está enferma, parece tranquila,
incluso sin estrés. Ninguna de sus preocupaciones cotidianas se dibuja en las líneas
de su rostro. Respira uniformemente con los labios entreabiertos, esos en los que
no he podido dejar de pensar. Diablos, la cruda verdad es que vive en mis
pensamientos por mucho que intente apartarla.
Sé que tengo problemas y no hay nada que pueda hacer al respecto.
CAPÍTULO DIECIOCHO
MORGAN
Abro los ojos lentamente y, en lugar de la habitación de Colby, veo la mía.
Me pongo boca arriba y me cubro los ojos con el brazo, intentando medir cómo me
siento. Ayer fue horrible. Me sentí fatal. Mientras que la fiebre de Colby no fue tan
terrible, la mía la tomé como un reto personal para ver hasta dónde podía llegar.
Dolores y escalofríos, mareos y fatiga. Apenas podía aguantar para cuidar de
Colby. Y juraría que me quedé dormida junto a su cama.
Me quito las sábanas de encima, balanceo las piernas sobre el borde de la
cama y me pongo lentamente de pie. Aunque me siento débil, no me siento como
ayer. Ahora puedo limpiar mi casa y concentrarme en que Colby se recupere.
Una risita resuena por toda la casa y no puedo evitar sonreír. Al parecer, él
también se siente mejor. Me alegro. Odio ver a mi hombrecito sintiéndose tan
miserable como estaba. 113

Después de ir al baño y lavarme la cara, voy en busca de mi hijo. Compruebo


que su habitación está vacía y me dirijo al salón, donde probablemente lo
encontraré viendo dibujos animados. Pero en cuanto llego al rellano inferior, se
me hincha el corazón.
Colby y Callen se sientan en el sofá con un montón de pelotas entre ellos.
Colby lanza una pelota verde al cesto de la ropa sucia que hay al otro lado de la
mesita. Rebota y Colby chilla en silencio un:
—Síiiiii.
Recoge una pelota amarilla y se la agita a Callen en la cara.
—Qué tal eso. Voy a ganad. —Otro lanzamiento. Otra pelota rebota fuera del
cesto de la ropa sucia.
—No lo creo, amigo. Ahora me toca a mí. —Callen finge estar súper
concentrado mientras lanza una pelota roja al cesto de la ropa sucia. Para mí está
claro que no quería que rebotara.
Colby suelta una carcajada, echando el cuerpo hacia atrás en los cojines y
haciendo rebotar las piernas en el sofá. Callen finge frustración y echa la cabeza
hacia atrás con un suave gemido. Se me escapa una risita y todas las miradas se
vuelven hacia mí.
—¡Mami! —Colby rueda sobre su estómago y se desliza fuera del sofá antes
de correr hacia mí—. ¿Te sientes mejod? —Me abraza las piernas, mirándome.
—Lo hago —le digo, palpándole la frente, aliviada al ver que no está
caliente—. ¿Cómo te sientes?
—¡Biennnn! —Su carita se frunce—. Domiste todo el día. —Mueve los brazos
y salta de alegría.
Miro el reloj de pared. Las cuatro.
—Santo cielo. Lo hice, ¿verdad?
—Hay sopa en el fuego. —Callen se levanta del sofá.
Mi mente se acelera. ¿Cómo demonios pude dormir toda la noche y todo el
día? Dios mío. ¿Cómo pude? ¿Y si Colby me necesitaba? ¿Y si se hubiera hecho
daño?
—Pensamos que te vendría bien dormir. —Callen comparte una mirada con
Colby mientras le alborota el cabello.
—Yo... —Sacudo la cabeza y luego me presiono la frente con los dedos—.
¿Dormiste aquí?
—Dormí en el sofá —responde con cuidado.
—¿Y cocinaste?
Lo juro, se me pone la cara cómo la pelota roja del suelo, Callen se ríe entre
114
dientes.
—Sí.
Se me cae la mano de la cara y ladeo la cabeza con la confusión
pellizcándome el rostro.
—¿Y Colby se la comió? Odia la sopa.
Callen esboza una sonrisa de satisfacción.
—Se la comió toda.
Miro alrededor de la habitación totalmente perpleja.
—Gracias —porque ¿qué otra cosa puedo decir? — Espero de verdad que
no enfermes.
Callen levanta un hombro y esboza una sonrisa infantil que casi hace que me
tiemblen las piernas.
—Entonces puedes hacerme tú la sopa.
Este hombre frente a mí está haciendo que demasiadas partes dentro de mí
palpiten y se agiten.
—¿Te importaría vigilarlo unos minutos más mientras me ducho? —
pregunto, pasando el pulgar por encima de mi hombro.
—Tómate tu tiempo —responde—. Tengo que ganar un partido de rebote.
Me gana siempre.
¿Quién es este hombre?
Después de lavarme el cuerpo, lavarme los dientes y vestirme, me siento
como una mujer nueva, aunque todavía me siento un poco débil. Colby y Callen
siguen en el sofá tirando pelotas cuando vuelvo a bajar, así que decido comer. Al
levantar la tapa de la olla, el aroma de la sopa de pollo con fideos me calienta el
alma al instante y sonrío al recordar. Papá nos la preparaba cuando estábamos
enfermos.
Cuando el primer bocado llega a mi lengua, mis ojos se cierran y casi gimo.
Es deliciosa, sopla mi receta completamente fuera del agua.
—¿Estás bien? —Callen pregunta.
Abro los ojos y lo encuentro al otro lado de la isla observándome
atentamente.
—¿Tú hiciste esto? —Señalo el cuenco con la cuchara.
Se le tuerce un lado de la boca y asiente.
—Necesito tu receta. Es increíble.
La forma en que me mira me provoca otro estremecimiento, esta vez en el
pecho. Cuanto más cerca está Callen, más cosas siento que aún no estoy segura de 115
que me gusten.
—Gracias por cuidar de Colby. Supongo que estaba bastante mal. No
recuerdo haberme ido a la cama. —Vuelvo a sumergir mi cuchara en la sopa.
—Yo te puse ahí.
Levanto la cabeza de un tirón.
—Te subió la temperatura —lo dice con tanta naturalidad, como si no fuera
para tanto.
Excepto que lo es. Ha conseguido colarse en mi mente y acurrucarse en mi
pecho sin ni siquiera intentarlo. Es cariñoso y atento y.... y.... me está
descongelando.
—Gracias por todo —me las arreglo para decir.
Asiente y casi resoplo al oír su voz en mi cabeza:
—Claro. —Su mirada fija busca mi rostro, y la preocupación y la adoración
que hay en ella me desarman. De pronto siento el impulso de acercarme a él,
hundir la cara en su pecho y dejar que me abrace. Quiero que me rodee con sus
brazos, que apriete su cuerpo contra el mío mientras aspiro su aroma.
Pero no me muevo.
Independientemente de cómo hace que mi corazón dé tumbos detrás de mis
costillas cada vez que está cerca o de cómo invade constantemente casi cada
pensamiento singular desde que nos dejamos llevar, sé que no estoy preparada
para nada de eso. Al menos eso es lo que me digo a mí misma.
Cuando Callen se va, llevo a Colby arriba y le doy un baño para quitarle
todo la suciedad. Mientras lo lavo, me cuenta todo en lo que se han metido, que no
ha sido mucho, pero a los ojos de Colby ha sido genial. Las reglas para lanzar las
pelotas eran sencillas. Tenía que rebotar fuera del cesto de la ropa sucia para
contar como punto. No puedo evitar sonreír pensando que fue obra de Callen.
Salieron un rato, lavaron la ropa y Colby incluso ayudó a doblar las mantas.
Mi corazón está lleno cuando nos acurrucamos en el sofá y encendemos la
televisión. Pero sé que tengo que hablar con Callen. Colby se está encariñando y
no quiero que se le rompa el corazón cuando Callen deje de venir.

CAPÍTULO DIECINUEVE
MORGAN
Un suave golpe en la puerta me hace fruncir las cejas. Son las ocho y media
116
de la noche. Nunca viene nadie tan tarde.
Al asomarme por la ventana de la puerta, mi corazón empieza a retumbar.
Llevo varios días sin ver a Callen ni hablar con él, lo que me ha dado un respiro
igual que la distancia. Porque sea lo que sea que está haciendo, está empezando a
derribar todas las barreras que he levantado para protegerme.
—Hola —abro la puerta.
Dentro de sus ojos, normalmente seguros de sí mismos, veo una pizca de
incertidumbre.
—¿Cómo se encuentra Colby? —pregunta con voz áspera, como si no
hubiera hablado en todo el día.
Subo los labios.
—Vuelve a ser el de siempre. Es como si nunca hubiera estado enfermo.
—¿Y tú?
La preocupación en su pregunta hace que un revoloteo cosquillee dentro de
mi estómago.
—Mucho mejor.
Mira detrás de mí hacia la casa.
—¿Colby está despierto?
—No.
Sus hombros se desinflan.
—Intenté pasar antes, pero tenía mucho trabajo.
No debería invitarlo a entrar. No debería invitarlo...
—¿Quieres pasar? —En contra de mi buen juicio, abro la puerta,
apartándome de su camino.
Enjuago el trapo de cocina y lo cuelgo en el centro del fregadero. Me doy la
vuelta y me apoyo en la encimera.
—¿Cómo conseguiste que Colby se comiera la sopa? Desprecia la sopa.
—Galletas.
Se me escapa una carcajada.
—¿Esa fue tu magia? ¿Galletas?
La comisura de sus labios hace un tic y aunque no sonríe, sus ojos sí.
—Muchas galletas.
—Por supuesto. —Suelto una risita.
—¿Lo llamó?
Me quedo helada, la sonrisa se me escapa de la cara mientras mi expresión
se marchita. 117

—Su padre —aclara—. ¿Lo ha llamado?


Cierro los ojos y respiro. Las acciones de Kevin me avergüenzan.
—No.
—¿Qué le dices a Colby? —pregunta con auténtica curiosidad.
—Nada —respondo—. Colby no ha preguntado por él y yo no he sacado el
tema porque no sabría qué decirle. No voy a hablarle mal de su padre por muy mal
que se esté portando. —Me aclaro la garganta—. Te preocupas mucho por mi hijo.
Callen ladea la cabeza y me estudia en silencio durante varios minutos antes
de responder.
—Sí, me gusta. El chico es lindo.
—Colby está loco por ti. Creo que lo engatusaste cuando grabaste su
nombre en la escalera del parque de juegos y lo finalizaste cuando lo llevaste a
hacer surf. —Una sonrisa se dibuja lentamente en la boca de Callen. Hacer feliz a
mi hijo hace feliz a Callen, y me gusta cómo les queda a los dos. Pero... Respiro—.
Se está encariñando bastante contigo y me da miedo que cuando acabes con la
casa y dejes de venir por aquí, se le rompa el corazón.
Su mirada es dura e intensa. Rodea la isla y se apoya en la encimera, justo
enfrente de mí.
—¿Lo extrañas? ¿A tu exmarido?
Resoplo, poniendo los ojos en blanco.
—Ni un poco.
Callen me mira fijamente con un dolor tan turbulento que me acelera el pulso
y me recorre un escalofrío. Se aparta del mueble y apoya las manos en la encimera,
a ambos lados de mí. Me da un vuelco el corazón al verlo tan cerca, al sentir la
electricidad ondulando y cargando el aire que nos separa.
—No te merecía —dice en voz baja y con convicción.
Se me corta la respiración. Deja caer su vista sobre mis labios, y eso hace
arder mi cuerpo.
—Me gustaría mucho besarte —dice en voz baja y con convicción.
Me trago todas mis preocupaciones, renuncio a todos mis miedos y me
entrego a algo que he deseado. Algo sólo para mí.
—Me gustaría mucho —susurro.
Como si fuera a cambiar de opinión, hunde los dedos en mi cabello y baja
rápidamente la cabeza, capturando mi boca con la suya. El beso es desesperado,
como si yo fuera el aire y él se ahogara sin el. No es lento, pero tampoco
apresurado. Un gruñido se escapa del fondo de su garganta cuando su lengua entra
y acaricia la mía. Su mano a un lado de mi cabeza me acerca mientras la otra se
118
posa en mi cadera y acerca mi cuerpo al suyo.
Es vertiginoso. Intoxicante.
Enrosco las manos en sus costados, clavando los dedos para mantenerme
firme. Me hunde los dientes en el labio inferior y jadeo al sentir la sacudida en mi
interior.
—Espera —exige, con la voz cargada de necesidad.
Me agarra del trasero, me levanta y mis piernas rodean su cintura. Con los
brazos le rodeo el cuello y mis manos van a su cabello. Choco mi boca contra la
suya como una mujer salvaje mientras nos sube las escaleras y nos lleva a mi
dormitorio, cerrando y atrancando la puerta tras nosotros.
Me tumba de espaldas en la cama, me sigue hacia abajo y acurruca su
cuerpo entre mis piernas. Se balancea y su dura polla fricciona contra mi vértice.
Abruma mis sentidos y me hace sentir ansiosa. Nunca había deseado tanto a
alguien como ahora. Estoy desesperada por sentirlo, cada centímetro de su piel.
Mis dedos encuentran el dobladillo de su camiseta y deslizo las manos por debajo,
disfrutando de la suavidad de su piel y del movimiento de sus músculos bajo mis
palmas.
De repente, rompe el beso, se sienta y me levanta con él. Me quita la
camiseta, me desabrocha el sujetador y lo deja en el suelo antes de que pueda
protestar. Me invaden todas mis inseguridades y tengo la necesidad de taparme.
Callen se pasa la camiseta por la cabeza y la tira hacia atrás.
Sus ojos son voraces, ardientes, con el negro atravesando el gris mientras
me mira. Me invade una sensación incómoda y me rodeo con los brazos para
ocultar el estómago. Los ojos de Callen se desorbitan y vuelve a acercar su boca a
la mía. Aunque está lleno de sed, no tiene tanta prisa. Su lengua se enrosca con la
mía y un hormigueo recorre mi espina dorsal. Lentamente, me sujeta las manos y
me lleva los brazos a los costados antes de meterme los dedos en la cintura y
deslizar la tela por las piernas.
Me impide volver a taparme, me sujeta las manos y me las lleva por encima
de la cabeza mientras baja la cara hacia la mía.
—Sal de tu cabeza —murmura—. Eres jodidamente hermosa.
Sujeta mis dos manos con una de las suyas, y arrastra una pesada palma por
mi vientre y desliza un dedo por mis húmedos pliegues. Debería sentirme
tremendamente avergonzada, pero el gruñido que se le escapa es excitante.
Erótico. Y muy bueno para mi autoestima.
Codiciosa, tiro de mis manos y él las suelta al instante, dejándome alcanzar
su cremallera. Se la bajo de un tirón, meto la mano en sus pantalones y jadeo
cuando le rodeo la polla con los dedos. Sólo he estado con un hombre, y no era así.
De repente, se aparta de mí, saca la cartera del bolsillo trasero y se quita los
vaqueros. Saca un condón, suelta la cartera, rompe el envoltorio y desliza el
preservativo a lo largo de su polla. Se inclina, me rodea la cintura con un brazo y 119
me arrastra hasta el centro de la cama antes de cubrirme con su cuerpo. Sus ojos
se clavan en los míos mientras se introduce entre nosotros, acerca su gruesa
cabeza a mi entrada y se hunde en mí.
Jadeo ante la plenitud, y él se queda quieto, enraizado hasta la empuñadura.
Me observa, con sus ojos grises intensos y brillantes de tanta hambre que resulta
alarmante. Sus caderas empiezan a girar en un delicioso vaivén y se retira antes de
volver a penetrarme.
—Shhhh... —susurra su petición contra mi mejilla cuando suelto un gemido.
Me muerdo el labio para intentar contener los gritos de placer que brotan
de mí.
Me llena y me vacía en embestidas alucinantes. Cierro los ojos. Clavo los
dedos en los músculos que se contraen en su espalda. Su aliento caliente me salpica
el cuello mientras recorre la piel con la boca, chupando, mordisqueando,
arañando.
La llama en mi interior comienza a arder con más fuerza.
Me agarra posesivamente por la cadera, clavándome en el colchón, y
empieza a penetrarme más profundamente con cada empujón. Las sensaciones son
vertiginosas, abrumadoras y completamente feroces de necesidad.
—Oh... —gimo, mi cuerpo se tensa y mis músculos se enroscan.
Me tapa la boca con la mano.
—Vente para mí, nena. —Me gruñe en la oreja y me recorre otra oleada de
sensaciones.
Esta vez, me llevan al límite. El fuego me atraviesa y las explosiones recorren
mis miembros, que se contraen y estallan al mismo tiempo. Mi espalda se arquea
sobre la cama y mis ojos se entrecierran mientras me hago añicos.
Capta mis gemidos y sus labios se pegan a los míos, despiadados y ásperos
como sus embestidas. Me tiemblan las piernas. Mis dedos tiran de su cabello. Un
gruñido salvaje retumba en su pecho mientras un escalofrío recorre su espalda y
su ritmo se vuelve deliciosamente brutal. Mantiene su boca en la mía mientras
bombea sin piedad, extrayendo cada gramo de placer que puede arrancarme.
Unas cuantas caricias lentas más y se detiene, dejándome tiernos besos en
las mejillas antes de dejar caer su frente sobre la mía. Su pecho se agita mientras
intenta recuperar el aliento. El mío es igual de entrecortado.
Abro los ojos y caigo en los suyos. Las llamas salvajes han desaparecido y
han sido sustituidas por una maravillosa dulzura. Me besa suavemente en la
comisura de los labios.
—Paraíso —susurra.
El pecho se me oprime cuando las emociones encuentran el camino hacia mi
corazón cerrado y empiezan a llamar a la puerta. La sensación de estar abrumada 120
amenaza de nuevo. Sólo he estado con un hombre, y nunca fue tan intenso. Nunca
explosivo. Y nunca tan asfixiante.
Completamente saciada, cierro los ojos cuando Callen se levanta de la cama.
El sonido de sus pasos lo lleva al cuarto de baño y, unos instantes después, el
inodoro tira de la cadena y se abre el grifo del lavabo. La cama se hunde y unos
labios suaves me recorren la mandíbula. Una pequeña sonrisa se dibuja en mi boca
y tarareo de pura felicidad.

Tengo calor. Hay mil grados bajo mis sábanas, lo que me saca del mejor
sueño que he tenido en mucho tiempo. Abro los ojos y veo a Callen. Está dormido
boca arriba, con un brazo echado sobre los ojos y la otra mano sujetándome la
pantorrilla que tiene echada sobre su pelvis.
Las imágenes de la noche anterior vuelven. El sexo. Increíble, alucinante, el
mejor sexo de mi vida. Los sonidos, sus gruñidos, su respiración contra mi oído,
piel contra piel, la forma en que gemí cuando me corrí, me hacen estremecer.
Luego, como un cubo de agua helada, pánico.
Oh, Dios. ¿En qué demonios estaba pensando al acostarme con él? No estaba
pensando. Estaba consumida. No estoy preparada. Ya siento cosas por él. No hay
forma de que pueda mantener mi corazón completamente lejos de él, aunque lo
intente. No puedo arrastrar a Colby a otra angustia. Adora a Callen. Mierda. He
arruinado esto para él.
Miro el reloj. Fácilmente, muevo la pierna. Pero Callen se agarra con fuerza
y abre los ojos. Se vuelve para mirarme y parpadea un par de veces. Está
buenísimo cuando se despierta.
—Tienes que levantarte —le digo—. Colby...
Frunce el ceño, confundido.
—Son casi las seis y media. Tengo que levantarlo y prepararlo para ir al
colegio —le explico.
Veo un destello de sorpresa en su rostro antes de que se incorpore y separe
las piernas del borde de la cama. Yo también me siento, sujetando la sábana contra
el pecho. Callen se levanta, sin importarle un comino su desnudez mientras recoge
la ropa para empezar a vestirse. Diablos, si yo tuviera un cuerpo como el suyo, me
pavonearía desnuda todo el tiempo.
No puedo evitar fijarme en su trasero, que por cierto está fenomenal,
mientras se pone los bóxers y luego los pantalones. Cuando empieza a
abrochárselos, me mira.
—No lo hagas —refunfuña.
121
—¿No hago qué? —pregunto confusa.
Alarga el brazo y me quita la sábana de la mano, dejándome desnuda de
cintura para arriba.
Mi mirada se desploma mientras mis inseguridades me arrancan la
confianza. Esa sábana era mi escudo.
Deja caer la rodilla sobre la cama, se inclina hacia mí, pone su cara
directamente sobre la mía y me mira fijamente a los ojos.
—No dejes que las palabras de un hombre que no apreció cada cosa de ti
distorsionen cómo te ves a ti misma. Eres jodidamente hermosa, Morgan. Por
dentro y por fuera. —Sus ojos se cruzan con los míos, se levanta y se pone la
camiseta por encima de la cabeza.
Salgo de la cama y me pongo el albornoz rosa y sedoso que estaba colgado
en el gancho de la puerta del armario. Mientras me ato el cinturón, me vuelvo hacia
Callen y lo encuentro justo delante de mí. Jadeo.
Echo la cabeza hacia atrás y lo miro a los ojos. Me siento incómoda, nunca
he tenido una aventura de una noche o lo que sea.
—No puedo dejar que vuelva a pasar. —Mi voz vacila por los nervios—. Yo...
yo no... —Me tambaleo—. No hago cosas casuales. No tengo tiempo para cosas así.
Colby ya está encariñado contigo y a mí me gusta mucho esta casa, así que cuando
esto acabe... —Me quedo sin palabras.
Los músculos de su mandíbula se tensan y sus ojos se entrecierran
ligeramente.
Respiro hondo y decido ofrecerle una parte sincera y muy vulnerable de mi
corazón.
—Me haces sentir cosas. Has conseguido derribar las barreras que he
levantado para protegerme, y es aterrador. Tengo que pensar en Colby. Él es mi
prioridad número uno. No puedo arrastrarlo a otra angustia.
La habitación está en un silencio ensordecedor, salvo por el corazón que me
da un vuelco en el pecho.
—Yo no te haría eso —dice, con voz áspera.
—¿Cómo voy a saberlo? —pregunto—. No sé nada de ti.
Inclina la cabeza y me besa la comisura de los labios.
—Porque sé que en cuanto lo hagas, te alejarás de mí. —Su tono es
mortalmente serio mientras su mirada revolotea entre la mía—. Y aún no estoy
preparado para perderte. —Acerca sus labios a los míos y me besa. Es lento y
suave, una pasión desesperada.
Mis ojos se abren de golpe.
—¿Qué me haría alejarme? —susurro, esperando que me deje entrar. 122

Se endereza y me mira, con la tristeza nublando sus facciones.


—Eres hermosa, Morgan. Llena de colores vibrantes. Eres una luz brillante.
Yo no soy más que oscuridad, y no haré más que manchar tu belleza.
Me estremezco.
—Cuando te miro, veo a alguien cuya tormenta la hizo doblarse, pero nunca
romperse. Cuando me miro, yo soy la tormenta.
Me acoge, me observa, me estudia, y luego se da la vuelta y sale de mi
habitación, dejándome hecha polvo. ¿Qué demonios quiso decir con eso?
CAPÍTULO VEINTE
MORGAN
—A ver si lo entiendo. —Penny guarda el bolígrafo en la parte delantera del
delantal y se pasa un mechón de cabello suelto por detrás de la oreja. Parece
agotada—. ¿Te folla hasta el dulce olvido, te da un orgasmo estremecedor, tiene
un momento tierno que hace que tu corazón salte y galope, y te echas a correr
porque tienes miedo de sentir la grandeza que tu despreciable ex te chupó?
Y por eso me gusta tanto Penny. No se guarda nada y es brutalmente
honesta. Cuando dejé a Colby en la escuela, ni siquiera había salido del
estacionamiento cuando la llamé. Necesito ayuda para ordenar lo que siento, y
créeme, muchos sentimientos están causando estragos. Braden está bastante en
sintonía conmigo, con una cabeza inteligente sobre sus hombros, pero de ninguna
manera iba a contarle sobre mi noche. Lo marcaría de por vida. Y a mí. Y que me
aspen si llamo a mi mamá. Ella sólo me diría que no merecía el orgasmo. 123

Después de que vomité las palabras en el oído de Penny, ella se sorprendió


al principio. No sabía que yo estaba remotamente interesada. Luego su sorpresa
se transformó en excitación cuando empezó a hacer muchas preguntas. Admití
muchas en voz alta. Cómo no podía apartar los ojos de él, las veces que tonteamos,
las diferentes veces que hizo cosas por Colby, etcétera.
Pero ahora que estamos en el trabajo y el día ha avanzado, supongo que
nuestra llamada telefónica en el trayecto al trabajo se ha repetido constantemente
y es en lo único que ha pensado.
—Yo…
—Y cuida de ti y de tu hijo enfermo, cocinando, acostándote, y ocupándose
de la casa mientras duermes sin que se lo pidas y porque él lo quiere. Lo deja todo
para venir a ayudarte a montar unos juegos para el cumpleaños de Colby y no te
atrevas a intentar decirme que es porque estaba preocupado por sus herramientas.
—Me señala con su largo dedo—. ¿Y tú te escondes y huyes?
—Yo…
—No olvidemos lo delicioso que es y que pudiste verlo desnudo.
—Yo…
—Dios mío, y no permite que tu exmierda te falte al respeto y te hable como
si fueras una mierda.
—¿Estás...?
—Diablos, no, no he terminado. Ni por asomo. Se ha dejado la piel para
acomodarte en esa casa. Fue a la fiesta de cumpleaños de Colby porque Colby le
pidió que fuera. Llevó al chico a surfear todo porque Colby dijo que quería surfear.
Y luego el diablo sexy fue a tu casa anoche para ver cómo estaban Colby y tú y
asegurarse de que te sentías mejor. —Ladea la cabeza y me mira con ojos
brillantes—. Creo que he terminado. Por ahora —añade.
—Claro, se ha portado muy bien con nosotros, pero ¿qué demonios tengo
yo que ofrecerle? Mi prioridad número uno es mi hijo, que también tiene un padre
inútil, lo que significa que no puedo tener citas. Tengo problemas de confianza y
también emocionales, y mi cuerpo está destrozado. Se merece más de lo que
puedo darle.
Se burla, poniendo los ojos en blanco.
—Parece que encuentra tu cuerpo bastante atractivo, si no, no se habría
enterrado hasta las bolas dentro de ti. ¡Shht! —Levanta la mano—. No me vengas
con esa mierda de que los hombres se pegan a todo lo que tenga piernas. Eso es
mierda de caballo y lo sabes. ¿Cuántas veces te ha dicho que eres hermosa? No
parece un mentiroso. En segundo lugar, tienes muchas cosas buenas que ofrecerle.
Eres una mujer inteligente, hermosa, fuerte y decidida, con un hijo adorable. De
hecho, Callen adora a Colby.
124
Suspirando, toco el botón para imprimir un ticket para una de mis mesas.
—No lo sé, Penny.
—Bueno, si no lo quieres, muévete porque quiero lamer cada centímetro de
él.
Mi cabeza gira hacia ella, con la boca abierta.
Sonríe triunfante.
—Eso es lo que pensaba. Tienes tanto miedo como fuerza. Tienes el coraje
para empezar de nuevo, pero no eres de las que se arriesgan. —Ah. Otra vez las
palabras de mi hermano.
—Yo soy...
—Estúpida —me corta—. Eres estúpida, Morgan.
Un sonido de ofensa sale de mí mientras mi mandíbula golpea el suelo.
—Estás permitiendo que cada cosa vil que Kevin te ha dicho o hecho dirija
tu vida ahora. Incluso sin el inútil saco de mierda en tu vida, él todavía te controla.
—Eso no es cierto.
—¿De verdad? —desafía ella.
—Tengo que pensar en Colby. Ahora sólo somos él y yo.
—Cierto. Porque enseñarle que cuando se cae no debe levantarse,
sacudirse el polvo y seguir adelante no es un buen plan. Está aprendiendo que
cuando la vida te lanza una bola curva y te rompen el corazón, debes esconderte
en un rincón y rendirte.
Me invade la ira. Mis oídos empiezan a arder mientras el fuego estalla en mis
mejillas.
—No seré una mamá con una rotación de hombres por la puerta —gruño.
—No hay rotación, sólo un hombre. Uno. Que ya está en la foto. Eres una
mamá y una mujer increíble. Por no hablar de que eres un maldito knock-out.
Tienes miedo por tu pasado y no es justo para ningún hombre que quiera darte un
futuro.
—No tengo miedo. Estoy petrificada. —Las palabras salen volando de mi
boca. La cabeza de Penny vuela hacia atrás con un retroceso, sus cejas se disparan
en lo alto de su frente—. Di mi corazón y, a cambio, mi marido lo destruyó. Tenía
un hogar, una familia, un marido que me amaba.
Penny se burla.
—Pasé mi vida sin tener que preocuparme por nada. No vi venir nada de
esto hasta que me arrolló. De la noche a la mañana, mi matrimonio se vino abajo y
por mucho que intenté arreglarlo, no fui lo bastante buena. Colby no fue lo
suficientemente bueno. Por eso, tengo problemas. —Se me saltan las lágrimas e
intento parpadear furiosamente. No quiero llorar en el trabajo—. Así que sí, Penny. 125
Estoy muerta de miedo. Él me hace sentir cosas —admito más tranquila—. Pasé
ocho años con Kevin y casi dos años después de descubrir que me engañaba, no
siento absolutamente nada por el hombre al que juré amar incondicionalmente.
¿Qué dice eso de mí? Tal vez yo realmente era la del pro….
—Para. —Me tapa la boca con la mano y se acerca para susurrarme—. Tu
mamá está a punto de salir por tu boca y no quiero darle un puñetazo.
Se me escapa una carcajada por la nariz mientras aparto su mano.
—Tú no fuiste el problema. Tú no fuiste la que se alejó cuando las cosas se
pusieron difíciles —dice—. La gente se enamora y se desenamora todo el tiempo.
Cambian. Van a la deriva. La mayoría tiene la decencia de tener una conversación
muy madura al respecto. Desgraciadamente para ti, mientras tú crecías, Kevin
seguía siendo el mismo veinteañero cretino. Callen es un hombre adulto. Un
hombre adulto muy sexy, muy cincelado y muy lamible. Te mereces la felicidad,
Morgan. Incluso si es solo sexo alucinante. Pero no sabrás lo que quiere hasta que
dejes de huir y empieces a hablar con él. Si consigues que hable... —Pone los ojos
en blanco.
Respiro profundamente y exhalo antes de decir:
—Tienes razón.
Se anima.
—Ya lo sé. —Su sonrisa es amplia, todo dientes, y se estira de oreja a oreja
como un gato de Cheshire—. Sólo estás asustada porque nunca has tenido un
orgasmo tan estremecedor como el de anoche. Esas cosas pueden provocar una
crisis existencial.
Me echo a reír.
—¿Ya han terminado de parlotear, señoritas? —Raymond inclina la cabeza
para mirar por la ventanilla de las camareras, con las manos extendidas sobre el
mostrador que hay detrás. Su voz puede ser severa, pero el brillo de sus ojos me
dice que ha oído todo esto—. Tengo pedidos pendientes y estoy seguro de que
nuestros clientes ya están hambrientos.
Recogemos nuestros platos de la ventana.
Penny hace una pausa antes de salir al comedor.
—No te menosprecies por culpa de ese saco de mierda. No hagas nada por
él que no sea vivir una vida feliz. Sé feliz, Morgan. No tengas miedo. Eres más fuerte
de lo que crees. —Me guiña un ojo y se va.
Sé que tiene razón, pero eso no hace que esto sea menos aterrador. Es difícil
borrar el daño que Kevin creó con sus acciones y sus feas palabras. Plantó las
semillas de todas mis inseguridades y ahora están completamente crecidas y muy
densas. Pero sé que me gusta tener a Callen cerca. Todos sus asentimientos y
gruñidos, las raras sonrisas, las miradas intensas y el calor de sus ojos cuando me
mira. 126

Con miedos y cicatrices.


Es hora de seguir adelante.
Por Colby.
Por mí.
CAPÍTULO VEINTIUNO
CALLEN
La casa de Morgan está completa. Por fin. La combinación de ducha y bañera
que llevaba meses en espera llegó ayer. Esperé hasta que supe que estaba en el
trabajo antes de ir a su casa para ponerlas. No porque no quisiera verla, sino
porque necesitaba espacio después de lo que me dijo. Fue una epifanía. Claridad
frente a crecimiento. Cosas que necesito frente a cosas que necesito hacer.
La luz de Morgan llama a mi oscuridad, pero me encuentro conteniéndome,
nervioso por abrirme a ella. Me dejará cuando descubra que la sangre que corre
por mis venas es la del diablo. Ella trazó una línea en la arena y yo estoy atrapado
mirándola con miedo.
Desde esa noche, sin embargo, he dormido de verdad. Cinco y seis horas
seguidas sin que ninguna pesadilla me arrastre e intente ahogarme. ¿Lo ves? Es
luz. 127

Desgraciadamente, aunque he trabajado todo lo rápido que he podido, voy


con retraso y muy justo. Llegará en cualquier momento. He sacado todas las
herramientas de su casa, las he metido en la camioneta y vuelvo a entrar para dejar
la llave en la encimera de la cocina.
Hago una doble comprobación rápida antes de sacar la llave de su casa de
mi llavero.
Es entonces cuando oigo cerrarse las puertas del auto. Mierda.
Echo un último vistazo a mi alrededor y respiro hondo, agarro la llave de su
casa y salgo al porche.
—¡Cawen! —grita Colby y corre hacia mí, levantando un trozo de papel. Las
piernas del pequeño se mueven deprisa y su cara se ilumina de júbilo. Siempre
consigue arrancarme una sonrisa.
Rápidamente, llego al pie de la escalera y me pongo en cuclillas frente a él.
—¿Qué pasa, amigo?
—¡Hice cídculos! —exclama, casi empujándome el papel a la cara—.
Hicimos Cídculos con vasos. Mojas. Presionas. Mojas. Presionas —dice lentamente
mientras imita los movimientos.
El papel blanco tiene exactamente eso. Círculos de todos los colores que se
distribuyen por el papel.
—Esto luce impresionante —le digo devolviéndoselo.
—Voy a colgadlo en la neveda.
Sonrío, alborotándole el cabello mientras me levanto.
—Definitivamente es digno de la nevera.
Agarrado a la barandilla, se apresura a pasar junto a mí y entrar en la casa,
dejándome que me deleite con Morgan. Lleva su uniforme de trabajo, el cabello y
el maquillaje arreglados. Hermosa, incluso con un brillo nervioso en los ojos.
—La casa está terminada. —Le tiendo la llave. Esta es la última pieza que me
mantiene cerca de ella, y tengo que renunciar a ella. Es cómo una patada en el
estómago. La mira antes de parpadear y volver a mirarme a la cara—. Mi casa. Tu
intimidad. —le recuerdo.
Cuando la tome, algo dentro de mí se rompe, liberando una oleada de
miseria que me inunda.
—Llámame si se rompe algo. —Soy incapaz de ocultar en mi voz la
infelicidad que esto me produce. Las despedidas no suelen ser difíciles para mí.
Pero ahora siento como si me arrancara el corazón muerto de mi propio pecho.
Me voy.
—¿Callen? 128
Me doy la vuelta y espero que me dé las gracias o incluso que me envíe a la
mierda, pero en lugar de eso me encuentro con una suave sonrisa y la inquietud
que llena las líneas de su cara.
—¿Te gustaría cenar con nosotros esta noche?
Mi corazón, ese órgano muerto en el hueco de mi pecho, retumba.
—¿Segura?
Suspira y es el sonido más dulce.
—Sí.
Mientras Morgan cocina, preparo una carrera de obstáculos con almohadas
y mantas en el salón para Colby y para mí. Nos turnamos para ver quién conduce
el Grave Digger RC más rápido. Mientras yo golpeaba la esquina de la mesa de
café, Colby se deslizaba por la misma esquina sin problemas. Ganó. Siempre. Una
y otra vez. Su risita y el brillo de sus ojos hacían que mereciera la pena.
Cuando llegó la hora de comer, Colby pidió sentarse a mi lado. Poco sabía
yo que me había colocado en una zona de peligro. El chico no puede comerse un
taco ni de jodida broma. Lechuga, tomate, queso rallado y pequeños fragmentos
de su cubierta explotaron en un radio de un metro. Su cara parecía como si hubiera
entrado en guerra con la crema agria y la salsa de taco y hubiera perdido
miserablemente.
Después de cenar, mientras Morgan llevaba a Colby arriba a lavarse, yo
limpie la cocina. Mientras meto el último plato en el lavavajillas, un ruido sordo
resuena por toda la casa cuando Colby baja las escaleras deslizándose de trasero.
Cuando sus pies tocan el rellano, emprende una carrera enloquecida y choca
contra mis piernas.
—Buenas noches, Cawen —dice, inclinando la cabeza hacia atrás para
mirarme.
Ese órgano muerto retumba de nuevo.
—Buenas noches, amigo.
Luego, tan rápido como bajó, vuelve a subir las escaleras a gatas.
Saco el taburete de la isla y me siento justo cuando Morgan baja las
escaleras.
—Gracias por limpiar la cocina. No tenías que hacerlo.
—Tú cocinaste. —Me encojo de hombros como si no fuera para tanto, porque
no lo es.
—Yo... —Su vista cae al suelo y retuerce los dedos. La he visto nerviosa
antes, pero no así. Y cuando vuelve a mirarme, el miedo en sus ojos me pone en
alerta máxima—. Me gustas, Callen. Mucho. Y me das mucho miedo. Intento
mantenerte a distancia, mantenerte lo bastante lejos como para no dejarme 129
absorber por mis deseos. Pero día tras día, sigo queriendo pasar tiempo contigo.
—¿Y eso es algo malo? —pregunto.
—¿Cómo podría saberlo? No sé nada de ti, no si me usas o no para el sexo.
No sé cuál es tu posición ni cuál debería ser la mía. —Sus hombros se hunden pero
levanta la barbilla—. No sé si quiero más, pero sí sé que me gustas de verdad, y si
no estás de acuerdo conmigo, no podemos hacer esto. No puedo hacerlo.
Las palabras de Andrew empiezan a filtrarse en mis pensamientos.
Enterrar tus emociones no es sano. No usar tus palabras causa más problemas.
La gente no puede leerte la mente. Tienes que hablar en lugar de retirarte en silencio.
Esfuérzate por superar el miedo porque la mejor recompensa siempre está al
otro lado.
—Puedo decirte que nunca he deseado nada más en mi vida que a ti. —Se
me dispara el pulso. Las garras de la vulnerabilidad empiezan a clavarse
profundamente en mi espalda, pero sigo hablando. Por ella—. Puedo decirte que
desde que te conocí, traes color a mi mundo gris. Donde había un frío y oscuro
agujero en mi pecho, ahora hay un corazón que late alocadamente cuando estás
cerca. —Mi pie empieza a rebotar—. Colby y tú se han instalado en mi mente y
están constantemente en mis pensamientos.
—¿Qué te convierte en una tormenta, Callen? —se refiere a la conversación
de la mañana siguiente a acostarnos.
—No merezco que me amen. Hace tiempo que acepté que mi vida no es un
cuento de hadas, y que un final feliz no está en mis planes.
Sus cejas se fruncen.
—Todo el mundo merece ser amado.
Aquí es donde ella se va. Se entera de la verdad y no vuelvo a verla. La acojo
durante unos instantes en silencio, memorizándola, antes de decírselo.
—Soy adoptado. Los Rowe me acogieron cuando tenía ocho años, después
de que yo encontrara a mi mamá ahorcada en el porche. Había luchado contra la
depresión, la drogadicción y el estrés postraumático. Ocho años antes había sido
brutalmente violada y dada por muerta. Yo fui el resultado de aquello.
Las lágrimas han comenzado a llenar los ojos de Morgan. Una mirada de
dolor y horror satura sus facciones.
—En los días buenos, mamá lo intentaba, pero no eran muchos. Tenía que
valerme por mí mismo, averiguar cómo comer, llevar ropa sucia... —Me sacudo los
recuerdos—. Mi mamá no podía amarme lo suficiente como para luchar contra esos
demonios. Yo no valía la pena. Estoy hecho de un monstruo y demonios.
—Callen. No puedes pensar que te pareces a él. —Su voz tiembla mientras
las lágrimas se derraman por sus mejillas—. Lo que pasó fue horrible, pero nada
de eso es culpa tuya. Eras un niño.
130
—Quizás. Puede que no. Estoy seguro de que fue difícil para ella mirarme
todos los días. Yo era un recordatorio constante de lo que había pasado.
Mueve la cabeza.
—Una señora vivía aquí. Era como una abuela sustituta. Pasaba mucho
tiempo aquí y ella tenía mucha paciencia conmigo. Cocinaba todo tipo de cosas:
galletas, pasteles, cupcakes. Una vez me compró lápices de colores y un libro para
colorear. A mí no me gustaba colorear, pero a ella sí. La ingresaron en una
residencia asistida al otro lado de la ciudad y nunca volví a verla. Nunca pude
despedirme. —Andrew estaría orgulloso de mí—. La casa estuvo vacía durante
años, así que cuando tuve edad suficiente, la compré y luego me quedé sin hacer
nada hasta que tuve el valor de enfrentarme a ella. Aquí pasé algunos de mis
mejores momentos. No ha cambiado mucho.
—Le encantaría lo que le has hecho —comenta Morgan suavemente.
—Puede que no hable mucho, pero siempre hablo en serio. Soy más de
hacer. Los hechos son más fáciles que las palabras —le digo.
—Tus ojos hablan mucho por ti —dice en voz baja, con una pequeña sonrisa
dibujada en los labios.
—Lo último que quiero es lastimarte a ti o a Colby, pero te lo digo, Morgan.
Mi negro te manchará.
Sonríe e ilumina toda su existencia.
—Oooo... —canta, se mete entre mis piernas y me rodea el cuello con los
brazos—. Mis colores iluminarán la oscuridad de tu vida.
Me trago el nudo de vulnerabilidad alojado en mi garganta.
—Nunca te haré algo malo. Eso puedo prometértelo.
Me besa suavemente. Sólo un beso. Pero siento que tira de los nudos de
alambre de espino que rodean mi frío corazón.
Deslizo las manos bajo su trasero y la levanto. Jadea y entonces una pequeña
sonrisa seductora se desliza por sus labios mientras se agarra a mi cuello y sus
pulgares rozan mis mejillas. Esa mirada. La misma que crea la vorágine en mi
pecho y me hace sentir que podría darle el mundo sin mancharlo. La esperanza
anima mi corazón a intentarlo al menos.
Baja la cara y, en el momento en que sus labios prueban los míos, una
necesidad feroz me recorre la espina dorsal y despliega todos mis sentidos. Le
aprieto el trasero mientras la subo con cuidado por las escaleras. Sus manos me
revuelven el cabello y sus uñas me rozan el cuero cabelludo. Deslizo su cuerpo por
el mío y dejo que sus pies toquen el suelo mientras rompo el beso para cerrar y
atrancar la puerta.
Tiene los dientes hundidos en el labio inferior. Sus ojos están encapuchados,
pero nerviosos. No tardo en quitarme la camiseta por encima de la cabeza y me
encanta ver cómo sus ojos se fijan en mi pecho desnudo. Sus mejillas se calientan 131
y sus ojos se encienden. Sin dejar de mirarme, le quito la blusa por la cabeza, le
desabrocho el sujetador por detrás y dejo caer sus preciosos pechos.
Le paso una mano por el cabello, le agarro la nuca y acerco su cara a la mía
mientras le toco un pecho con la otra. Sus ojos se cierran y unos suaves gemidos
llenan la habitación cuando le pellizco suavemente el pezón. Sus manos se posan
en mi vientre y me desabrochan el botón del pantalón, bajando la cremallera.
Flexiono las caderas hacia su mano cuando me rodea la polla con los dedos.
Impaciente por sentirla, la hago retroceder hasta el borde de la cama y la
empujo hacia atrás hasta que cae sobre el colchón. Le arranco los pantalones,
quitándole las bragas, y me arrodillo. Hundo la nariz en su dulce aroma y, con una
lengua pesada, lamo desde la entrada hasta el clítoris. Jadea, sus manos vuelan
hacia mi cabello, sus caderas se sacuden hacia delante mientras yo muevo y
enrosco la lengua.
Le meto los dedos en el coño y casi se sale de la cama. Se estremece de
placer, tiene la boca entreabierta y los ojos cerrados. Pura felicidad. Es
jodidamente hermosa.
—Yo... —suelta un suspiro y clava los talones en el colchón.
Le meto los dedos más adentro, lamiéndole y chupándole el clítoris mientras
estalla su orgasmo. Abre la boca en un grito silencioso y sus caderas se balancean
contra mi cara.
Estoy ávido de sexo, desesperado por sentirla envuelta en mi polla mientras
me apresuro a ponerme el condón. Una sonrisa arrogante se dibuja en mi boca
mientras deslizo un brazo por debajo de sus caderas y la muevo hasta el centro de
la cama antes de acurrucarme entre sus muslos suaves y satinados. Aprieto los
dientes y me meto de un solo empujón.
Gime con fuerza y choco mi boca contra la suya, tragándomelo. Sus caderas
reciben mis embestidas. Sus manos por todo mi cuerpo me hacen arder. Subo su
pierna por mi costado, le agarro las manos y se las paso por encima de la cabeza.
Sus gemas aguamarina se anclan a los míos mientras subo y muevo las caderas,
con largos movimientos que terminan en un profundo gemido. Una y otra vez, me
arrastro hacia fuera y me meto hasta el fondo, llenándola, vaciándola, a un ritmo
constante.
Sus muslos empiezan a envolverme con más fuerza. Su espalda se arquea
sobre la cama. Sus párpados se cierran y su cabeza se hunde en el colchón.
—Callen... —ronronea, una súplica desesperada mientras se deshace
debajo de mí.
Mi nombre de sus labios es mi muerte. Arrasador. Demoledor.
Le suelto las manos y me agarro a su muslo, bombeando dentro de ella
mientras la arrastro hacia mi polla por el hombro. Un relámpago recorre mi espina
dorsal, el calor abrasador se extiende por mis miembros mientras la penetro 132
profundamente.
Atrapo sus labios y me pierdo en el momento, en la euforia, en ella. Dejo
caer mi frente sobre la suya, con la respiración agitada mientras lucho por respirar.
Sus ojos se abren para encontrarse con los míos y el profundo placer que sienten
hace que algo palpite en el hueco que ocupa mi corazón.
No estoy destrozado... estoy arruinado.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
MORGAN
Me despierto asándome, con la piel pegajosa de sudor. Mi cuerpo está
deliciosamente adolorido. Estoy acurrucada contra Callen, con la cabeza apoyada
en su pecho y los latidos de su corazón. Al igual que la primera vez que nos
quedamos dormidos juntos, tiene el brazo sobre los ojos y la otra mano me agarra
la pantorrilla, que está inclinada sobre su cintura.
Miro el reloj de la mesa de noche y veo que me quedan tres horas para ir a
trabajar.
—Callen... —susurro.
—¿Sí? —Su voz es áspera y sexy, y no se mueve, sólo flexiona los dedos
sobre mi pierna.
—Tenemos que levantarnos. Tengo que despertar y preparar a Colby para 133
llevarlo a casa de Braden.
—Lo vigilaré mientras trabajas.
Sonriendo, me apoyo en el codo y él aparta el brazo de la cara para mirarme.
—Ustedes dos no se meterán en más que problemas.
Un tic le tira de un lado de la boca.
—Seguro, pero al menos será divertido.
Intento incorporarme, pero su brazo me rodea el torso y me atrae hacia él.
Los latidos de su corazón se han acelerado, no son tan fuertes pero definitivamente
no son tan constantes como cuándo dormía. Estamos acostados en silencio, sin
palabras. Contentos. Felices. Estoy jugando con fuego y, aunque no me importa
quemarme, me preocupa Colby.
—¿Qué estamos haciendo, Callen? —susurro pasando el nudo nervioso de
mi garganta.
Lo oigo tragar saliva.
—Me gustas. Colby está encaprichado contigo. No soy lo suficientemente
fuerte para verlo pasar por otra ruptura de corazón, así que si estás aquí sólo por
un corto tiempo, tenemos que establecer límites.
Su pulso empieza a martillear y me golpea la pantorrilla con los dedos.
—Lo último que quiero es hacerle daño a alguno de los dos.
Levanto el codo para poder mirarlo. La vulnerabilidad brilla en su mirada
cuando se cruza con la mía.
—Tengo problemas de confianza, y de alguna manera, te creo
absolutamente cuando dices eso. Puede que sea idiota por ello, pero...
—Lo digo en serio —interrumpe con convicción—. Estoy dispuesto a ir
despacio. De hecho, necesito que esto vaya despacio, pero los quiero a los dos en
mi vida. No sólo a ti. A Colby también.
Se me hincha el corazón al ver que nos quiere a los dos.
—No soy idiota. Sé lo que tengo. Sólo tengo que averiguar cómo conservarlo
—añade y sus palabras hacen que me escuecen los ojos.
Le beso la mandíbula antes de salir de la cama y ponerme la bata.
Después de ir al baño y lavarme la cara, me estoy lavando los dientes cuando
siento su presencia en mi puerta.
—Tengo que trabajar hasta tarde esta noche. Una de las casas necesita un
nuevo calentador de agua, y como el tipo trabaja en el tercer turno, es más fácil
hacerlo mientras no está en casa. —Espera a que escupa y me limpie la boca antes
de atraerme hacia su cuerpo—. No mando mensajes, así que llama si necesitas
algo.
134
Me pongo de puntillas y beso sus labios.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Por tu honestidad. Abrirte a mí. Hablar.
Algo parpadea en su mirada cuando sus ojos pasan entre los míos, pero
luego los aparta.
—Me voy antes de que Colby se despierte.
Me besa, un pequeño y fuerte picotazo y se va.

Después del trabajo, recojo a Colby de casa de Braden y me dirijo a casa


cansada hasta los huesos. Tras trasnochar con Callen y trabajar un doble turno,
estoy lista para meter a Colby en la cama y caer rendida en la mía. Me duelen todos
los músculos. Cada vez que me muevo, pienso en Callen.
Una vez que aparcamos, recojo la mochila de Colby mientras él toma su vaso
con jugo. En el porche, frente a la puerta, hay un ramo de preciosas flores llenas
de color. Me quedo paralizada en el último escalón. Hacía más de cinco años que
no recibía flores. Grandes girasoles, hortensias azules, lirios stargazer, mis
favoritos, gerberas de color rosa brillante y crisantemos de color lavanda en un
jarrón alto.
—¡Dinosaurio! —Colby ruge y corre hacia las flores. Recoge algo del suelo
y lo levanta. Es la cabeza de un triceratops sobre un camión—. ¡Suped genial!
Recojo las flores, las llevo adentro y las pongo sobre la isla, arrancándoles
la tarjeta.
Todos los colores que me haces ver.
-Callen

Me nace una enorme sonrisa y me da un vuelco el corazón.


—Son bonitas, mami. —dice Colby desde donde está empujando el auto
dinosaurio. Por supuesto, Callen no dejaría a Colby fuera, pero no puedo encontrar
en mi corazón decirle a Colby de quién es. Aunque le creo a Callen cuando dice
que no quiere hacernos daño, sigo nerviosa por todo esto.
—Hora de prepararse para ir a la cama, chico.
—¿Puedo dormir con él?
Sonrío.
—Mientras no te quedes jugando.
—No lo haré. Lo pometo. —Se levanta y subimos las escaleras. 135
Después de arroparlo y darme mi propia ducha, me meto en la cama,
apoyada en las almohadas y con el teléfono en la mano. Hacía tanto tiempo que no
hacía esto. La emoción es, bueno, emocionante. Lo que empiezo a sentir por Callen
me da miedo, pero es maravilloso al mismo tiempo. Me siento mareada, y hacía
mucho tiempo que no me sentía así.
Antes de darme cuenta, paso el dedo por el nombre de Callen y lo llamo.
Suena cuatro veces y cuelgo, un poco decepcionada, pero me dijo que tenía que
trabajar. Justo cuando me estiro para apagar la lámpara de la mesilla de noche,
suena el teléfono y me invade esa loca ráfaga de vértigo.
—¿Hola?
—Hola —dice y cierro los ojos empapándome de su voz grave—. Lo siento.
Tenía las manos ocupadas. ¿Todo bien?
—Todo está genial. Quería darte las gracias por mis flores y el camión de
Colby.
Se queda callado un momento y me doy cuenta de que, si lo tuviera
Adelante, habría asentido con la cabeza.
—¿Le gustó?
Sonrío.
—Está durmiendo con él. Las flores son preciosas. Los lirios Stargazer son
mis favoritos.
Tararea un gruñido.
—Sé que estás ocupado, así que no te entretendré. Sólo quería darte las
gracias.
—¿Puedo verte mañana? —dice por encima del ruido de lo que parece el
tintineo de herramientas.
—Me gustaría. ¿Puedes hacerlo para la cena?
—Puedo.
—Te veré entonces.
—Oye, ¿Morgan?
—¿Sí?
—No sé lo que hago, pero lo intento.
—Yo tampoco pero lo estás haciendo bien. —Mi voz transmite la sonrisa de
mi cara—. Buenas noches, Callen. No trabajes mucho.
—Buenas noches.
Me estoy enamorando y es aterrador y estimulante a la vez.
Cuando me enamoré de Kevin, me pareció... demasiado simple, y no en el 136
buen sentido. Enamorarse de Callen se siente fácil con una conexión diferente.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
MORGAN
Golpeo con los dedos la pantalla del ordenador, introduciendo pedidos
como si fuera culpa del sistema haberme casado con un completo idiota. Esta
semana ha sido genial. Callen ha venido dos veces, ha pasado el rato y ha cenado
con nosotros. Estamos introduciendo lo que sea nuestra relación en la vida de
Colby, aunque a él le importa un carajo. Le encanta tener a Callen cerca. Me
encanta como Colby saca el niño que hay en Callen. La forma en que sonríe y se
ríe... es como si se iluminara desde el alma hacia fuera. Cuando Colby se va a la
cama y nos quedamos solos Callen y yo, no podemos dejar de tocarnos. Entre su
lengua mágica y su polla alucinante con sus extraordinarios giros de cadera... soy
una maldita adicta.
Durante años, pensé que el sexo con Kevin era increíble. Pero no sabía que,
en el mejor de los casos, era mediocre. Nunca experimenté un orgasmo 137
estremecedor con Kevin. No sentí la liberación intensa y desinhibida del control.
Nunca fue eufórico ni me consumió. Era soso. Pero el sexo con Callen... es
completamente indescriptible.
Por suerte, Callen no estaba anoche cuando Kevin decidió llamar por fin a
su hijo. Hablaron durante varios minutos por el altavoz mientras Colby le contaba
todo y nada al mismo tiempo. Entonces el idiota tuvo el descaro de decirle a Colby
que la razón por la que no lo había llamado era porque:
—Tú mami no me deja. —Al instante, me llené de mucha rabia y odio. Tomé
el teléfono y salí enfadada a la calle, atacando al imbécil conspirador. ¿Cómo se
atrevía a culparme de sus actos? Colby no oyó realmente lo que dijo Kevin y yo no
podía estar más agradecida por ello. Por desgracia, mi ira se ha desatado durante
la noche y se ha extendido a lo largo del día.
—¿Estás bien? —Stella se pone a mi lado, escaneando mi cara.
He intentado por todos los medios contener mi rabia asesina, pero a medida
que avanza el día, más se repite lo de anoche y más me enfado.
—Sí... No. —No la miro y sigo golpeando la pantalla con el dedo.
—¿Necesitas hablar? —Su tono es una mezcla de preocupación y diversión.
—Lo que necesito es que mi inútil exmarido deje de comportarse como un
vil ser humano —digo bruscamente, mirándola.
Recoge mi bloc de notas y se lo entrega a otra camarera, le indica que me
cubra, me toma de la mano y me lleva a su pequeño despacho. Cuando la puerta
se cierra detrás de nosotras, la simpatía y la compasión de su expresión hacen que
se rompa la presa. Lágrimas de locura resbalan por mis mejillas. Vibro con tanto...
tanto odio.
—No ha hablado con Colby en un año. No lo llamó en su cumpleaños. No ha
llamado para saber cómo está. Nada. Entonces de la nada el imbécil llama anoche.
Colby le estaba contando todo lo que se le ocurría. Sobre la playa, la escuela, su
profesora, y luego mencionó que él y yo estábamos enfermos. Kevin tuvo la maldita
audacia de decirle a Colby que era mi culpa que no haya hablado con él. Que yo
no lo dejaba llamarlo.
Stella se queda con la boca abierta.
—Ese hijo de puta.
—No sé si Colby lo oyó o no. No dijo nada al respecto. Levanté el teléfono
de un tirón y salí corriendo para que Kevin se llevara un sermón de mierda antes
de que me colgara. —Toda la rabia me golpea de nuevo y me clavo los dedos en
la frente—. Siento haberme enfadado. Intento no hacerlo, sólo...
—A veces no podemos evitarlo. Lo entiendo, Morgan.
Aspiro profundamente por la nariz y exhalo por la boca intentando
138
calmarme.
—¿Quieres que llame a Penny para ver si puede terminar tu turno para que
puedas irte a casa?
Sacudo la cabeza.
—No. Estaré bien. Me siento mejor ahora que me he desahogado. —No es
mentira.
Una sonrisa maternal bendice su rostro y se acerca para darme un abrazo.
—No le des el poder de controlar tu día. Aprende a dejarlo ir y a no dejarlo
sangrarte más. —Me aprieta los hombros—. Tómate el tiempo que necesites para
calmarte. Iré a revisar tus mesas. Pero cuando salgas de esta oficina, deja la
influencia de Kevin en la basura y domina tú día. —Abre la puerta, pero se detiene
y vuelve a mirarme—. Cuando Colby crezca y se convierta en un hombre increíble
y de mucho éxito, será a ti a quien le dé el crédito. —Levanta los labios y
desaparece.

—Gracias por cuidarlo —le digo a Braden mientras recojo los juguetes de
Colby y los meto en su pequeña bolsa de viaje.
Después de mi charla con Stella, me sentí mejor. Pude sonreír y decirlo en
serio. Ella tenía razón. Kevin no se merece el poder de arruinar mi estado de ánimo,
así que se lo di a alguien que tiene el control para hacerme feliz: Callen. Pensar en
él y en todas las pequeñas cosas que ha hecho por nosotros me pone en las nubes.
—No hay problema. Me divertí con mi pequeño compinche —Braden
alborota el cabello de Colby, lo que hace que éste agite las piernas y suelte una
risita mientras intenta apartar a Braden.
—Detente. —Colby levanta la mano y trata de revolver el cabello de Braden.
Mi hermano finge que va a soltar a Colby y lo hace chillar de risa. Estos dos...
—Muy bien niños, basta —los regaño juguetonamente—. Es hora de irse.
Tienes que darte un baño y luego a la cama.
Braden deja a Colby en el suelo, recoge su bolso y nos sigue hasta el auto.
—¿Cómo va todo?
Lo miro por encima del hombro.
—Me iría genial si pudiera encontrar una niñera que no esté a punto de
mudarse para ir a la universidad y a la que pueda pagarle para no estar molestando
a mi hermano todo el tiempo. Seguro que tu vida personal está recibiendo una
paliza.
Braden se ríe.
139
—Hermanas antes de los shows eróticos.
Se me escapa una carcajada mientras meto la mano y compruebo de nuevo
los cinturones de Colby.
—El sacrificio debe ser difícil. —Le doy un abrazo—. Gracias por ser el
mejor hermano que una chica podría pedir.
Me besa en la frente.
—No te olvides de mí cuando te recuperes y no vuelvas a necesitarme.
Pongo los ojos en blanco.
—Tan dramático.
—Te amo, hermanita. Ten cuidado.
Mientras salgo de la calzada y me pongo en camino, desearía que Callen
estuviera en mi casa. Después del día de mierda de hoy, me gustaría que me
envolviera en uno de sus abrazos que me hacen olvidarme de todo. Estoy segura
de que vendría si se lo pidiera, pero no quiero parecer necesitada.
—¿Qué hicieron hoy el tío Braden y tú? —Miro a Colby por el retrovisor.
—Comimos, fuimos al padque, fuimos a las complas y comimos papitas.
—Parece que tuvieron un día divertido.
—¡Sip!
—Estaba pensando que podríamos ir a la playa mañana. ¿Qué te parece?
—¿Puede venid Cawen? Quiero hacer surf.
La pregunta me hace sonreír.
—Puedo llamarlo y preguntarle —le respondo sabiendo que Callen no se lo
perdería por nada del mundo.
De repente, se oye un ruido atronador y todo sucede muy deprisa. Mis
airbags estallan y salgo despedida hacia el lado del copiloto antes de regresar
estrellarme contra la puerta del conductor. El chirrido de los neumáticos y el
crujido del metal son ensordecedores. Los cristales estallan y caen a mi alrededor.
Otro repugnante crujido de metal me pica en los oídos antes de que me lancen
violentamente hacia el lateral y me sumerjan en la más absoluta oscuridad.
Un olor nauseabundo y amargo me quema la nariz y me despierto con un
sobresalto. Al instante, el dolor me saluda y vuelvo en mí. Estoy tumbada de lado,
con la cabeza hacía el asfalto donde debería estar la ventana.
—¿Colby? —grito, con la garganta irritada mientras intento moverme para
desabrocharme el cinturón. Me encuentro con el silencio. Un pavor helado se
desliza por mis venas—. ¿Colby? —Lo intento de nuevo, esta vez más alto,
empujándome desde la puerta para verlo.
El aire se me sale de los pulmones. Se me para el corazón. Colby parece
estar sin vida, con los ojos cerrados, los brazos y el cuerpecito caídos a un lado del 140
asiento del auto, aún abrochado. Tiene la cara llena de sangre.
—¡Colby! —grito. Frenética por llegar hasta él, pulso el botón de liberación
del cinturón de seguridad y tiro de él simultáneamente hasta que se suelta.
Mientras intento retorcerme y arrastrarme entre los asientos hacia él, un
dolor blanco y caliente me recorre la pierna derecha. Está atascada bajo el
salpicadero.
—¡Socorro! —grito, tirando de mi pierna—. Colby, cariño. Todo va a salir
bien. Necesito que me respondas, cariño. Por favor. Mamá necesita que contestes.
Nada.
Me sacudo con más fuerza, intentando mover el pie, y grito por el dolor
cegador.
De repente, aparece la silueta fracturada de alguien a través de mi
parabrisas roto.
—¿Estás bien? —grita el hombre.
—¡Mi hijo! ¡Por favor! —Lloro y me lamento—. ¡Por favor! —Me retuerzo de
nuevo, ignorando el dolor hirviente mientras intento estirarme para alcanzarlo,
pero está demasiado lejos.
Un ruido sordo resuena cuando el hombre se sube al lateral del todoterreno
y mira hacia dentro por la ventanilla del acompañante.
—Mi hijo. Ayúdalo —le suplico.
—Intenta mantener la calma. ¿De acuerdo?
—Estoy atascada. Mi pierna. No puedo sacarla. Por favor. —Me empujo de
la puerta y me agarro al lateral de mi asiento, intentando alcanzar a Colby de
nuevo—. Cariño. Todo va a salir bien. Van a ayudarnos, así que no tengas miedo.
No te asustes. No tengas miedo, bebé.
Sin movimiento. Ningún sonido. Todavía sangre.
Desesperada y frenética, vuelvo a tirar de la pierna, intento mover el pie,
pero es imposible. Grito de frustración. De miedo. De pánico.
El hombre mete la mano y contengo la respiración mientras comprueba el
pulso de Colby. El mío ruge en mis oídos mientras las lágrimas me caen por las
mejillas. El hombre suspira aliviado y el mío estalla en mis pulmones.
—Por favor, ayúdalo.
—Los bomberos están aquí —me dice mientras el estruendo de las sirenas
se acerca. Me mira con preocupación—. No quiero moverlo por si acaso. Lo siento.
—Señora. ¿Se encuentra bien? —Arranco mi mirada del desconocido al
bombero fragmentado en el parabrisas.
—Mi bebé. Ayuda a mi bebé. Por favor —grito y lloro. 141
—Lo haremos. Me llamo Michael. Escucha. Voy a sacarte. Necesito...
—Ayuda a mi hijo —lloro—. Mi bebé. Por favor.
Se oyen voces en el asiento trasero y me giro para ver a un bombero colgado
sobre Colby desde el asiento del copiloto y a otro que se arrastra por la parte
trasera.
—¿Cómo se llama? —pregunta el bombero de al lado.
—Colby. Tiene cuatro años. Por favor, ayúdenlo.
—Necesito que te cubras la cara —Michael está ahora en la ventanilla del
copiloto, tendiéndome un paño blanco—. Usa esto. Voy a cortar el parabrisas, así
que tienes que protegerte la cara.
Más sirenas. Más gente. Más voces. Más, más, más, pero nada de lo que
necesito oír. Necesito la voz de Colby. Necesito los gritos de Colby. Sólo necesito
que mi hijo esté bien.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CALLEN
Justo cuando entro por la puerta principal, suena mi teléfono. Lo saco del
bolsillo trasero y veo el nombre de Braden.
—¿Sí?
—Callen. —Suena como una mierda—. ¿Tienes una llave de repuesto de la
casa de Morgan?
—No.
—Mierda —respira angustiado—. Necesito entrar en su casa. Ella y Colby
tuvieron un grave accidente de auto.
Mis pies se detienen tan bruscamente que tropiezo hacia delante. Mi corazón
golpea contra mis costillas y se contrae.
142
—¿Están bien? —Me dirijo hacia la habitación que uso para guardar algunas
de mis herramientas en busca de mi kit de cerrajería.
—Ella está malherida, pero Colby... —se le quiebra la voz y se me hiela la
sangre—. Le están haciendo pruebas ahora. No sabemos nada.
Tomo el kit y salgo de casa.
—Tendré su puerta desbloqueada en veinte minutos. ¿Qué necesitas?
—Tengo que quitarle esta ropa. Haré que Lance se reúna contigo allí.
—No llames a Lance. —Tiro el kit en el asiento del copiloto de mi auto y me
dejo caer, arrancándolo—. Yo la llevaré. Mándame un mensaje con el número de
la habitación. Te veré pronto. —Cuelgo y meto la marcha atrás. Los neumáticos
chirrían cuando meto primera y me encamino hacia casa de Morgan.

Gracias a que me temblaban las putas manos, forzar su cerradura me llevó


más tiempo del que quería. No tenía ni idea de qué llevar, así que tomo pantalones
de yoga, vaqueros, unas cuantas camisetas y una sudadera, porque ¿qué carajo te
pones cuando estás en el hospital? También recogí algo de ropa y juguetes para
Colby porque tiene que estar bien.
Mis pasos son rápidos mientras avanzo por el pasillo, viendo cómo se acerca
cada vez más el número de la habitación que Braden me envió por mensaje de
texto. Al doblar la esquina de la habitación, mis pies se detienen, mi cuerpo se
tensa y mi pulso late tan fuerte que siento calambres en el pecho. En medio de la
habitación poco iluminada hay una cama que se traga el pequeño cuerpo dormido
de Colby. A su lado, Morgan lo sujeta de la mano con la frente apoyada en el brazo
que tiene a un lado de la cama.
En silencio, dejo la bolsa en el suelo y me acerco a la silla vacía que hay junto
a ella. Morgan levanta la cabeza cuando le pongo la mano en el muslo y sus ojos
rojos y brillantes me miran. Tiene puntos en el lado izquierdo de la frente, un
moretón en la mejilla y sangre seca en el cuello. Tiene un aspecto horrible.
De mala gana, se suelta de la mano de Colby para apoyarse de nuevo en la
silla y se frota los ojos. No sé qué decir, así que no digo nada. En lugar de eso, le
tomo la mano y se la aprieto suavemente.
—Tiene una hinchazón en el cerebro —susurra, con los ojos puestos en
Colby—. Lo mantienen sedado. —Su voz tiembla—. Nunca vi al otro conductor. Se
saltó el semáforo y no lo vi venir.
Braden vuelve a entrar en la habitación e inmediatamente se fija en donde
la tengo sujeta de la mano.
—Deberías cambiarte, Morgan —le dice en voz baja, con suavidad—. Callen
te trajo algo de ropa. 143

Sacude la cabeza, lloriqueando.


—No voy a dejarlo.
Le vuelvo a apretar la mano.
—El baño está justo detrás de ti. Yo me quedaré aquí.
Respira hondo y se levanta. Es entonces cuando me fijo en la bota que lleva
en el tobillo derecho con la pernera del pantalón rasgada alrededor. Braden la
ayuda a entrar en el baño, le entrega la bolsa con la ropa y cierra la puerta. Por
más que quiero ir a ayudarla, no me muevo, cumpliendo mi palabra. Al cabo de
unos minutos, vuelve con una camiseta de manga larga, unos pantalones negros de
yoga con la pierna derecha subida por encima de la bota y la sangre seca lavada
del cuello.
Necesito sentirla y consolarla, la tomo de la mano y la subo a mi regazo. Al
instante, hunde la cabeza en mi pecho y se derrumba. Su pecho se deshace en
sollozos, sus gritos de angustia se derraman mientras la rodeo con mis brazos y me
limito a abrazarla.
Le beso la parte superior de la cabeza.
—Lo siento —susurro.
Braden nos estudia con curiosidad, pero no dice nada. Dejo caer la barbilla
sobre su cabeza, la abrazo y la beso hasta que sus gritos se acallan, su cuerpo se
relaja y su respiración se estabiliza.
Colby parece tan pequeño acostado en medio de la cama con tubos y cables
que lo alimentan, un vendaje alrededor de la cabeza, y quieto. Colby, tranquilo y
quieto, no ruidoso y lleno de energía hace que me duela el alma. No debería estar
ahí, y si pudiera cambiarme por él, lo haría.
Veinte minutos en silencio, Braden rompe el silencio.
—¿Tú y mi hermana? —susurra, tomando asiento en la silla junto a mí.
—Es nuevo —admito.
—¿Vas en serio con ella?
—Más de lo que estoy dispuesto a admitir. —Irónico.
—Sé bueno con ella. Es todo lo que pido. Si le haces daño a ella o a Colby,
debes saber que te romperé el maldito cuello.
Mirando por encima de la cabeza de Morgan, lo miro a los ojos y le hago un
gesto con la cabeza. No esperaría nada diferente.
Recostado en su silla, el aliento que exhala es pura frustración.
—Llamó a Kevin. El cabrón le preguntó qué quería que hiciera al respecto.
Al parecer, estaba demasiado ocupado para preocuparse por su hijo.
Arrugo las cejas. 144
—¿No va a venir?
Braden sacude rápidamente la cabeza.
—Colby es una molestia y no soporta a Morgan.
Vuelvo a mirar al hombrecito. ¿Cómo podría Kevin no querer estar en su
vida? Colby ni siquiera es mío, y no hay otro lugar en el que quiera estar ahora
mismo.
—¿Siempre fue así con ella?
—No. —Hace una pausa—. Los primeros años fue bueno con ella, pero todo
cambió cuando quedó embarazada. Empezó a tratarla como una mierda. Ella se
esforzó para que funcionara, pero en mi opinión, se quedó mucho más tiempo del
que debía.
No digo nada porque, ¿qué puedo decir?
Volvemos a quedarnos en silencio, sin más palabras sobre la lamentable
excusa de hombre. Apoyo la mandíbula en su cabeza y la abrazo, escuchando su
respiración.

Llaman suavemente a la puerta cuando el médico y una enfermera entran en


la habitación.
—¿Señora Peterson?
Me muevo.
—Morgan —susurro contra su cabello—. Nena, despierta.
Empieza a despertarse e inmediatamente se levanta de golpe, dirigiendo la
cabeza hacia la cama de Colby, donde la enfermera ha empezado a prepararlo
para el traslado.
—¿Sra. Peterson? —dice el doctor.
—¿Sí? —Morgan se levanta, se alisa el cabello y cojea hasta el lado de la
cama.
—Vamos a llevar a Colby a otra prueba para ver si hay algún cambio.
—¿Y si lo hay? —La esperanza florece en su voz.
—Si hay un cambio positivo, lo despertaremos lentamente. Aunque podría
llevar unas horas. Pero si hay un cambio negativo, evaluaremos la situación a partir
de ahí.
Morgan se inclina, le quita el cabello de la frente a Colby y lo besa.
—Te amo. No tengas miedo. Sé fuerte como un gran dinosaurio. Mamá está
aquí. —Su voz vacila.
145
Las lágrimas resbalan por sus mejillas mientras se aleja y sacan la cama de
Colby de la habitación. Un grito sale de su pecho, la rodeo con los brazos y la
atraigo hacia mí.
—Odio esto —grita. Odio lo rota que suena—. Debería ser yo.
—Se pondrá bien —le digo, deseando no estar mintiendo. Colby necesita
estar bien.
El rítmico chasquido de los tacones altos resuena en el pasillo, haciéndose
más fuerte a medida que se acercan.
Braden gime, pasándose una mano por la cara.
—Mierda.
En un abrir y cerrar de ojos, una mujer mayor con el cabello hasta los
hombros del color de la medianoche se desliza en la habitación, alterando al
instante el ambiente. Me tenso cuando el aire se vuelve viciado y denso.
—Oh, mi pobre bebé —gimotea y se abalanza sobre Morgan, examinándola
y tocándola como si le faltaran partes.
—¿Mamá? ¿Qué haces aquí? —Morgan aparta las manos de su mamá de su
cabello y su cara, agachándose.
—Braden llamó y me contó lo que pasó. —Rodea los hombros de Morgan
con los brazos y la abraza. Los brazos de Morgan permanecen a su lado, sin
levantarlos para corresponderle.
—¿Lo hizo? —Morgan mira a Braden por encima del hombro de su mamá—.
Qué lindo. —Las palabras son facciosas, llenas de desprecio.
Esto me sorprende. Aunque nunca hemos hablado de su familia, viendo lo
buena mamá que es Morgan supuse que venía de una familia cariñosa y que
aprendió a ser mamá de la suya.
—Me alegro mucho de que estés bien. —Su mamá se echa hacia atrás,
manteniendo las manos sobre los hombros de Morgan—. Deberías haberte
deshecho de esa trampa mortal y haberte comprado un auto nuevo. No estarías en
esta situación si lo hubieras hecho.
Las fosas nasales de Morgan se agitan y sus ojos se entrecierran ligeramente.
Su mamá se acerca a Braden y le da un abrazo incómodo.
—Gracias por llamarme, hijo. —Una clara indirecta a Morgan.
No me gusta.
Unos ojos curiosos se posan en mí. No tienen nada del azul que tienen
Morgan y Braden, y no son ni de lejos tan agradables.
—Soy Diane. ¿Quién eres tú? —pregunta con arrogancia, inclinando la
barbilla para mirarme por debajo de la nariz.
Estupendo. 146

—Mamá, este es Callen, mi novio.


Normalmente, el título por sí solo me tendría a segundos de un ataque de
pánico y buscando cualquier salida cercana. Pero oírlo de Morgan hace que este
territorio desconocido sea menos desalentador. En lugar de pavor, mi pecho se
llena de felicidad y orgullo.
Los ojos color avellana de Diane se vuelven fríos y poco amistosos al
instante, mientras me dedica una mirada llena de repulsión. Su labio superior
apenas registra una curvatura, pero yo la capto.
—Deberías llamar a Kevin —dice, y luego desvía su atención hacia Morgan
como si yo no estuviera allí.
Braden sacude la cabeza a sus espaldas, con la disculpa escrita en su
expresión.
Morgan se queda boquiabierta.
—Mamá —gruñe.
—Su padre debería estar aquí —dice Diane en tono condescendiente.
—Tienes razón. Kevin debería estar aquí, pero dejó claro que tenía cosas
mejores que hacer —dice Morgan, su tono lleno de desprecio.
Diane resopla y pone los ojos en blanco como si Morgan estuviera
exagerando.
—¿Qué esperabas? Su mujer lo abandonó.
—Mamá. —Braden gruñe.
—Madre —escupe Morgan su nombre como una maldición, con la espalda
erguida y los hombros echados hacia atrás—. No vendrás aquí a hacer esto. Hoy
no. No ahora mismo. No mientras mi hijo, tu nieto, está en el hospital haciéndose
pruebas en el cerebro. Si no puedes estar aquí sin menospreciarme con tus
despreciables opiniones, lárgate.
Esto hace callar a la bruja. Está claro que no se lo esperaba. Parpadea varias
veces con los ojos muy abiertos y sorprendidos antes de asentir.
—Tienes razón.
Sin disculpas.
Diane echa un vistazo a la habitación, sin mirar a nadie.
—Voy a tomar un café. ¿Quieren algo?
Morgan y Braden niegan y ella se va.
—¿Por qué demonios la llamaste? —Exclama Morgan, con tono áspero y la
mirada clavada en su hermano.
Braden suelta un suspiro, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
147
—Porque es nuestra mamá, y se merece saber que su hija y su nieto han
sufrido un horrible accidente. Tú querrías lo mismo.
—Sí, y también sería bienvenida porque nunca seré una perra fría y
calculadora como ella. —Morgan se pasa los dedos por la frente, haciendo una
mueca de dolor cuando se acerca demasiado a los puntos. Su mirada se cruza con
la mía—. Lo siento. Ella es... Ignórala. Es una perra miserable.
Arqueo la ceja izquierda.
—Prepárate para una indirecta condescendiente en cada palabra de ella.
No me gustaba cómo era mi mamá. La forma en que no podía superar sus
adicciones, o cómo se acostaba y moraba en su depresión en lugar de buscar
ayuda. Pero amaba a mi mamá. ¿Morgan? Está claro que no soporta a la suya.
—No te gusta —afirmo.
Morgan suelta una carcajada.
—Eso es decir poco. Espera y lo entenderás.
—No pensé que vendría —le dice Braden, con tono pesaroso.
Su atención se centra en Braden.
—Por supuesto que sí. No es bienvenida en ningún otro momento. Ha venido
a ver dónde vivo, dónde trabajo y a lanzarme sus pretenciosas palabras.
Braden suspira.
—Puede que no nos gusten mucho sus maneras, pero sigue siendo nuestra
mamá. Merece estar aquí.
Morgan resopla.
—Tienes razón. Y cuando salgamos de aquí, se quedará contigo. Prefiero no
andar con pies de plomo y ser lo más positiva posible mientras cuido de mi hijo.
En ese momento, dos enfermeras llevan la cama de Colby a la habitación y
Morgan se coloca a su lado. Le cepilla el cabello y vuelve a besarle la frente
mientras le dice lo mucho que lo ama y lo elogia por ser fuerte.
Diane vuelve, con tres vasos de café en la bandeja, no pasa desapercibida
la presencia de cuatro personas, y se coloca al otro lado de la cama.
—Ha crecido mucho —dice—. Cada vez se parece más a su papá.
Antes de que Morgan pueda abrirla en canal desde el estómago hasta la
garganta, abro la boca.
—Tiene la chispa de su mamá, su personalidad entusiasta, su sonrisa y su
fuerza. También es muy cariñoso, lo que me dice que no se parece en nada a su
padre y en todo a su mamá.
Braden reprime una risita.
Diane me mira como si estuviera muy por debajo de sus estándares de
criminal. 148
¿Pero Morgan? Cuando me mira, veo luz en sus ojos. Fuego. Esa chispa. Le
guiño un ojo y dejo caer el hombro contra la pared, cruzando los brazos sobre el
pecho, los tobillos uno sobre otro, dejándole espacio. No quiero asfixiarla, así que
me quedo a un brazo de distancia.
CAPÍTULO VEINTICINCO
MORGAN
—No quiero. —Colby cruza los brazos sobre el pecho y me pone el ceño más
lindo y malvado que tiene.
Afortunadamente, todas las pruebas arrojaron los resultados que todos
esperábamos: ningún daño. Lo despertaron poco a poco y, a la mañana siguiente,
pudo volver a casa. Braden corrió a casa y tomó su silla de auto para que yo la
usara, ya que la mía aún estaba en el 4Runner. Callen condujo mientras yo me
sentaba en el asiento trasero con Colby incapaz de soltar su manita.
Para consternación de mi mamá, Braden se la llevó a casa con él, lo que nos
permitió un respiro y algo de descanso. Una vez en casa, le dije a Callen que podía
irse si quería, ya que Colby y yo sólo íbamos a dormir. Me miró con cara de sí,
claro y nos ayudó a subir, nos metió a Colby y a mí en mi cama, nos dio las buenas
noches y se fue a dormir en el sofá. 149

—Tienes que bañarte, tonto. —Me pongo las manos en las caderas e intento
ocultar mi sonrisa—. Hueles a calcetines apestosos.
Esto hace que Colby frunza el ceño. Se ríe pero luego frunce la cara, tratando
de parecer enojado de nuevo.
—No. Estoy cómodo. —Enfatiza su pequeña declaración moviendo el trasero
más profundamente en mis almohadas.
—Vas a hacer que mi cama huela a calcetines apestosos. Tienes que bañarte
y ponerte ropa limpia. Entonces quizá te deje volver a mi cama —me burlo.
Colby abre los ojos con picardía cuando oye abrirse y cerrarse la puerta
principal. Una sonrisa diabólica se dibuja en sus labios y se acentúa cuanto más se
acercan los pasos de Callen.
Callen se detiene en la puerta del dormitorio, mirando entre nosotros.
—Cawen. No quiero tomad un baño. —Oh, Colby lo ataca con la mirada y el
labio inferior en un puchero.
La ceja izquierda de Callen se levanta lentamente y me mira durante una
fracción de segundo.
—¿Quieres dormir afuera?
Agacho la cabeza y finjo rascármela para ocultar mi sonrisa. Callen tiene un
sexto sentido para leer la habitación.
—No. —Colby hace un mohín.
—Entonces tal vez quieras bañarte antes de que tu mamá te ponga a jugar
con las mofetas.
Colby se ríe a carcajadas, con sus pequeñas piernas rebotando en la cama.
Pero luego se pone boca abajo y se desliza hacia el baño.
Callen me detiene por el codo.
—Ve a sentarte. Yo le daré un baño.
Sorprendida, parpadeo.
—No tienes que hacer eso.
—No puedo prometerte que no nos ahogaré a los dos, pero al menos
estaremos limpios. —Suelta una sonrisa que hace que mi corazón se tambalee.
Callen entra en el baño.
—Muy bien, amigo. Vas a tener que enseñarme a hacer esto.
—¿Nunca has tomado un baño antes?
Lo juro por las sábanas frescas que tengo en la mano y que acabo de sacar
del armario, Callen se ríe entre dientes. Odio habérmelo perdido. 150
—Me he bañado. Solo que nunca he bañado a un pequeño amigo.
Mientras cojeo, haciendo la cama, los sonidos del agua chapoteando, las
risas, los aviones y los rugidos de los dinosaurios llenan mi casa y mi corazón. Mi
sonrisa es enorme y mi corazón está lleno. Puede que Callen piense que no se lo
merece, pero ese hombre aporta mucho, mucha felicidad y mucho amor.
Cuando acabo con la cama, bajo las escaleras justo a tiempo para ver a mi
mamá llamar a la puerta. Estupendo.
—Hola, mamá —me fuerzo a sonar agradable—. ¿Qué haces aquí?
Me echa un vistazo, no muy contenta con mi atuendo. Verás, mientras que yo
creo que debes estar cómoda en tu propia casa, mi mamá cree que debes vestirte
como si el mismísimo príncipe azul fuera a venir a llevarte en cualquier momento.
—Estoy aquí para ayudarte. ¿Tienes comida? Haré la comida. —Me empuja
pero se detiene justo dentro de la puerta, mirando alrededor de mi casa—. Es
pequeña. Bonita.
—No necesitas cocinar. Callen trajo pollo frito para nosotros.
El asco se dibuja en su rostro y gira la cabeza hacia mí.
—Eso es demasiado poco saludable para ti. Tienes que vigilar tu peso y no
obstruir tus arterias. ¿Está intentando matarte?
Me rechinan las muelas.
—Es la comida favorita de Colby, mamá.
Tararea en voz baja.
—¿Y dónde está Colby?
—Arriba tomando un baño. Terminará en un rato.
Sus dos cejas perfectamente cuidadas se elevan sobre su frente mientras sus
ojos se desorbitan.
—¿Dejas que tu hijo de cuatro años se bañe solo sin supervisión? —Tiene la
audacia de parecer horrorizada—. Morgan, podría ahogarse.
—Cómo he conseguido mantenerlo vivo tanto tiempo es un milagro —digo
sin un ápice de humor—. Callen está con él.
Se burla.
—Muy bien. —Mientras entra en el salón, puedo ver cómo lo analiza
mentalmente, la desaprobación en sus ojos, la condena en sus labios—. Es
hogareña, por debajo de lo normal, pero hogareña.
—Espera a ver el piso de arriba. De mala calidad, incluso puedes atrapar
una enfermedad, pero al menos es hogareña. —No tengo paciencia para tratar con
ella—. ¿Dónde está Braden? ¿Te trajo?
—No. Él y Lance tenían algo que hacer, así que Lance me prestó su auto. 151

Voy a estrangularlos a los dos.


Finjo un grito ahogado.
—¿Sin chófer? ¿Qué vas a hacer?
—Hablando de autos —me ignora—. He estado mirándolos. Sé que prefieres
un todoterreno, pero creo que te iría mejor un sedán. Los Audi son de los más
seguros...
—No puedo permitirme un Audi, mamá.
Sonríe demasiado dulcemente.
—Yo puedo y me gustaría ayudar.
Oh, diablos, no. Sé que no debo estar en deuda con mi mamá. Ella lo
sostendría sobre mi cabeza y me arrastraría por ello.
—Gracias, mamá. Te lo agradezco, pero estaré bien.
—¿En serio? —pregunta más como un desafío.
—Tengo que ponerme en contacto con las compañías de seguros y seguir a
partir de ahí —le digo.
—¿Cómo irás y volverás al trabajo?
—Estoy segura de que puedo encontrar la forma.
—Puedes usar mi auto hasta que consigas el tuyo —Callen baja la escalera y
hace una pausa—. Yo conduciré mi camioneta. —Lo dice como si no fuera gran
cosa, pero ese auto es su bebé. Sus ojos se posan en mi bota—. ¿Sabes conducir
con marcha?
Me río.
—¿Crees que porque soy mujer no lo haría? —Mi tono es burlón.
Una lenta sonrisa de satisfacción sube más alto.
—¿Serás capaz de hacerlo con esa bota?
—No cambiaré de marcha con él. En todo caso, me dará un pie de plomo.
—Entonces es tuyo hasta que consigas otra cosa. —Me mira intensamente
hasta que aparta la mirada para ver a Colby bajar las escaleras.
—¡Day-Day! —grita Colby y corre hacia mi mamá. Se niega a que la llamen
abuela, mammaw o cualquier otra cosa que pueda mostrar que en realidad es
abuela.
—Hola, Colby querido. —Le palmea suavemente el hombro—. ¿Cómo te
sientes?
Colby inclina la cabeza hacia atrás para mirarla.
—Cansado, pero soy un niño gande.
—Sí, lo eres —canturrea mamá. 152
—Quiero pollito. —Salta hacia la isla, donde Callen lo atrapa y lo coloca en
el taburete.
Callen prepara su plato, puré de patatas y un muslo de pollo, y se lo pasa a
Colby, colocando una cuchara y una servilleta a su lado.
Ser testigo de cómo Callen está con Colby hace que mis entrañas bailen con
mariposas. Kevin no hacía mucho con Colby, ni siquiera de bebé. Siempre me
levantaba en mitad de la noche. Nunca Kevin. Decía que no le servía de nada ya
que Colby sólo quería mis tetas. A veces me ayudaba cuando estaba en casa, pero
la mayoría de las veces desaparecía en su despacho y me dejaba sola. Kevin estaba
allí pero nunca presente. Nunca le presté mucha atención, pero ahora mismo
viendo a Callen interactuar con Colby, veo lo mucho que Colby se perdió con su
padre.
—La comida frita no es buena para Colby —dice mi mamá.
Callen parpadea con ira en sus ojos grises, pero yo no tardo en responder.
—Después de los últimos días, si Colby quisiera pollo frito envuelto en
tocino, tendría pollo frito envuelto en tocino. Hoy se merece que lo mimemos, que
le demos más cariño y atención. Pero no te preocupes, mamá, mañana volverá a
comer frutas y verduras.
—¿Y tú? Es más difícil perder kilos con la edad.
Suelto una carcajada y muerdo una sonrisa.
—¿Quieres comer algo, mamá? No tengo mucho que ofrecerte aparte de
grasa que engorda y obstruye las arterias, pero al menos no pasarás hambre.
Me dirige una sonrisa peligrosamente odiosa.
—No, querida. Entonces, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Lavar la ropa? ¿Limpiar?
La idea de que mi mamá se esfuerce en limpiar y ayudarme me hace
resoplar.
—Gracias, pero no necesito nada. Callen ha estado ayudando mucho.
—Qué atento. —No lo dice en serio.
Mientras mira un poco más a su alrededor, asomándose por las persianas
que dan a mi patio trasero, me giro hacia Callen y abro mucho los ojos, rogándole
en silencio que haga algo. Capto el pequeño tic en la comisura de sus labios y la
alegría en sus ojos.
—Tonto, —Susurro bromeando, por supuesto, y su mueca se convierte en
una sonrisa de oreja a oreja.
—Tengo un amigo, Bastian.
Eso nos arranca la sonrisa a Callen y a mí. Sus ojos se desorbitan. De verdad
está haciendo lo que creo.
153
—Es unos años mayor que tú, soltero, con una hija y dueño de un negocio de
distribución de mucho éxito. Le hablé de ti y me dijo que le encantaría conocerte.
—Dile que dije gracias, pero que tengo novio.
Se atreve a poner los ojos en blanco.
—Ya te has divertido, Morgan. Es hora de ser una mujer. Eres mamá.
Se me cae la boca.
—¿Perdón?
—¿Qué podrías ver en un hombre como él? ¿Qué puede ofrecerte a ti y a
Colby?
La sangre me silba en los oídos: fuerte, atronadora y violenta. Durante toda
mi infancia, tuve que soportar su actitud pretenciosa y santurrona. Antes de que
papá muriera, siempre estaba ahí para aminorar sus golpes, y juro que esa es la
única razón por la que seguía con ella. Pero después de su muerte, no tuve a nadie
que me protegiera. Años y años de sus insultos y críticas solapadas. Nos echaba en
cara que era nuestra cuidadora. Ella era la razón por la que comíamos tan bien
como lo hacíamos y teníamos los lujos que teníamos. Le encantaba controlar y
odiaba cuando no nos doblegábamos. Creativamente vengativa, encontraba la
manera de que le siguiéramos la corriente. Braden se enterró en el trabajo y los
deportes. Se ausentaba mucho, pero a mí me controlaba a menudo porque sabía
que sin él, yo me llevaba la peor parte.
Entonces conocí a Kevin, me enamoré y me fui de su casa. Durante años,
Kevin me menospreció: mi peso, mi cuerpo, la forma en que hacía ciertas cosas. Se
podría pensar que mi mamá me habría apoyado, pero nunca lo hizo. Se puso de su
parte y siempre me decía que hiciera feliz a mi marido, aunque eso me hiciera
sentir desgraciada por dentro. Cuando descubrí que me engañaba, me culpó a mí.
Sufrí durante años el acoso de mi mamá, la mujer que debía amarme
incondicionalmente, y de mi marido, el hombre que juró amarme
incondicionalmente.
Cuando miro a Callen, se me para el corazón. Tiene las manos apoyadas en
la encimera, los brazos estirados y la cabeza gacha. Debajo de sus pestañas, me
mira con una aceptación fulminante, como si ella tuviera razón y yo debiera
escucharla.
Me enoja.
—Fuera de mi casa —grito, apartando la mirada de Callen y dirigiéndola a
la mujer que me dio a luz.
Se estremece y abre mucho los ojos.
—No haré tal cosa. Tu y mi nieto tuvieron un accidente, y me quedo para
ayudar.
—Nadie te ha pedido ayuda. No necesito ni quiero tu ayuda. Lo que necesito 154
es que salgas de mi casa.
—Yo….
—Dentro de tu casa —me vuelvo hacia ella—, tuve que aguantar tu forma de
ser: tus insultos, tu manera pomposa de vivir, tu forma de despreciar e invalidar los
sentimientos de cualquiera si no coincidían con los tuyos. Pero dentro de mi casa,
no lo toleraré. No vendrás aquí a faltarme al respeto a mí, a mi novio o a mi hijo.
Mi rabia y decepción me empujan a desahogarme.
—Nunca entendí por qué papá se quedaba contigo, por qué aguantaba tu
mierda. Pero cuando me hice mayor y se fue, me di cuenta de que era para
protegernos, para mantener una especie de amortiguador entre tú y nosotros. Papá
era un buen hombre y nunca lo mereciste.
Mamá parpadea sin habla. Me gustaría decir que me siento mal por ella,
pero la verdad es que no. Estoy entumecida. Lo único que me sabe mal es que
Callen tenga que escuchar sus estupideces, que Colby tenga que presenciar esto
y que Braden se lo pierda.
—Cómo te atreves. Yo amaba a tu padre.
—¿Cómo me amas a mí? Noticia de última hora, mamá. Tu forma de amar a
alguien es horrible.
—Nunca he querido hacerte daño.
—Es una pena que no puedas ver lo mal que tratas a la gente. Es hora de que
te vayas.
—¿Puedo al menos darte algo de dinero para ayudarte con...
—No. No necesito el dinero que te ha hecho tan horrible como eres.
Mamá extiende la mano y me da una bofetada en la mejilla herida.
—No me hablarás de esa manera.
La rabia me quema y mis puños se cierran a los lados.
—No se siente tan bien, ¿verdad? Gracias por venir, pero lárgate ya.
Mientras se dirige a la puerta, me doy cuenta de que Callen y Colby se
fueron y suspiro aliviada. Lo último que quiero es que Colby sea testigo de lo
mierda que es su abuela. Sale corriendo por la puerta e, instantes después, Callen
y Colby entran por ella.
Callen parece desanimado, resignado.
—Muy bien, chico —le digo con mi mejor cara de alegría y disimulando la
irritación de mi tono—. ¿Qué quieres ver esta noche?
—Rataa-tuilee —responde Colby emocionado.
Sonrío a Callen.
—¿Estás listo para ver cómo un ratón se convierte en un chef de talla mundial 155
con la ayuda de un humano?
La expresión de Callen carece de emoción.
—Claro.

Aunque no le hemos dicho a Colby que estamos saliendo, decidí que no


íbamos a ocultarlo más y que respondería a todas sus preguntas. Pero Colby está
enamorado de Callen y es como si Callen siempre hubiera estado en su vida. Colby
coloca su pequeño trasero entre Callen y yo en el sofá, pero a los cuarenta minutos
de empezar la película ya está recargado en el regazo de Callen babeando sus
vaqueros.
Callen lo sube a su cama mientras yo cojeo hasta mi dormitorio para
cambiarme. Cuando salgo del armario, Callen está sentado a un lado de la cama
con los codos apoyados en los muslos y la cabeza entre las manos.
—Tiene razón. No tengo mucho que ofrecerte —dice sonando hosco.
—No puedes...
—La única relación que he tenido fue en el instituto y la saboteé —dice, su
voz suena como papel de lija—. Estoy fuera de mi elemento aquí, pero lo estoy
intentando. Por ti. Por Colby. Lo estoy intentando como el demonio, pero no parece
que sea suficiente.
Le beso el hombro.
—Odio que pienses eso. Desde que te conozco, no has hecho más que
hacerme sonreír. Me haces sentir importante, deseada, amada, apreciada. Sé qué
crees que llevas un montón de oscuridad dentro, pero lo que yo veo también tiene
color. Veo a un hombre increíble que ha superado algunas situaciones de mierda.
En el lapso de unos pocos meses, has logrado remendar lo que yo sentía que era
irreparable dentro de mí. Me has devuelto la autoestima, la confianza y las ganas
de intentarlo. Y lo que es más importante, le has dado a mi hijo alguien con quien
sé que puede contar. Quizá seamos dos piezas rotas destinadas a estar juntas para
formar un todo. —Me encojo de hombros.
Levanta la cabeza y me mira. Me mira de verdad, como si me viera por
primera vez.
—Te prometo que nunca te daré una razón para dudar de mí.
Le acaricio la cara y lo beso.
—Y te creo de todo corazón. ¿Te quedarás y me abrazarás esta noche?
Su sonrisa me revuelve el estómago.
—Nunca tienes que preguntar.
156
—¿Qué debo hacer entonces? ¿Señalar y exigir? —Me río estrujándome la
nariz.
Me rodea la cintura con el brazo, me sube a la cama hasta las almohadas y
se deja caer a mi lado. Me roza la mandíbula con la nariz y me besa la comisura de
los labios.
—Que conste que tu mamá es una idiota. No necesitas adelgazar. Eres
hermosa tal y como eres.
—No es la única que me lo ha dicho. —Frunzo el ceño.
—Si te refieres a Kevin, créeme. Es el mayor idiota de los dos.
Suelto una risita y señalo su camiseta.
—Quítatela —le exijo.
Rápidamente, se sienta y se quita la camiseta.
Arqueo una ceja y me muerdo el labio.
—Eso fue bastante caliente.
Me rodea con los brazos y me estrecha contra su pecho. La habitación se
queda en silencio y me pesan los ojos.
—Se acabó lo de escondernos de Colby —susurro.
—Hablaré con él. Duerme un poco, cariño.
Y lo hago. Me duermo tan profundamente que no me muevo ni un centímetro
en toda la noche.
CAPÍTULO VEINTISÉIS
MORGAN
Ha pasado una semana desde el accidente y Colby ha vuelto a ser el mismo,
enérgico y juguetón de siempre. Aparte del corte en la cabeza, que está
cicatrizando bien, y del moretón, que apenas está ahí, es de nuevo él mismo,
corriendo en círculos alrededor de todos nosotros.
Yo, en cambio, estoy harta de esta bota y de tener que cojear. Stella se
presentó en mi casa y me contó cómo me sacó del horario durante dos semanas.
En definitiva, me obligó a dejar el trabajo aunque yo me opusiera
vehementemente. Se lo supliqué. ¿Cómo diablos voy a pagar mis facturas?
Entonces me entregó un sobre lleno de dinero, donaciones de los clientes de la
cafetería. Era suficiente para ayudarme durante un mes. Me eché a llorar.
Esta mañana, Penny apareció y colocó mi trasero en el sofá. Literalmente.
Me empujó para que me sentara, levantó mis pies y puso una almohada debajo de 157

ellos. Me dijo que me relajara y me amenazó con que si me movía, me


estrangularía. No mucho después de eso, Callen se llevó a Colby para un, momento
de hombres. Dijo que quería darme un respiro y le hice jurarme que prestaría
atención y conduciría con cuidado. El muy gracioso me preguntó si quería que
envolviera el auto con plástico de burbujas, me besó en la frente y se fue.
—¿Necesitas algo? —Penny pregunta mientras baja las escaleras.
—No. Estoy bien.
Se sienta en el extremo opuesto del sofá y mete los pies debajo de ella.
—Limpié la habitación de Colby, los dos baños y empecé a lavar parte de su
ropa.
—Vas a ser una buena esposa. —Suelto una risita y pone los ojos en blanco—
. Gracias por toda tu ayuda. No tenías por qué.
—Lo sé, pero estás de guardia de mamá veinticuatro horas al día. No has
tenido tiempo de descansar y curarte. Aunque sólo sea por unas horas, quiero
ayudar.
—Te lo agradezco mucho.
—De acuerdo —se gira para mirarme—. Me muero por saber. ¿Qué está
pasando entre tú y el semental? Básicamente está pegado a tu lado, te presta su
auto y está con tu hijo asegurándose de que tienes tiempo de chicas. Cuéntamelo
todo.
Mi sonrisa es automática.
—Es genial.
—Y además —me hace un gesto con la mano para que continúe.
—Estoy enamorada de él y me da miedo decírselo —admito.
Penny se ríe.
—Sólo con mirarlos a los dos, puedo ver que están enamorados el uno del
otro. ¿Cuál es el problema? Me lo imaginaba machista, cavernícola, necesitando
mear en tu pierna para marcar su territorio.
Me río y luego me pongo seria.
—Me pone nerviosa decírselo porque temo que cambie todo.
—El único cambio será escuchar esas palabras a diario.
Levanto un hombro.
—¿Y si es demasiado pronto?
—No hay ninguna regla. Considerando que él ha estado en tu vida de alguna
manera por meses, ustedes dos ya pasaron la parte de conocerse.
—Pero no hemos estado juntos... juntos durante mucho tiempo —gimoteo,
dejando caer la cabeza sobre el respaldo del sofá—. Odio no saber cómo hacer 158
nada de esto.
Penny se ríe de mi inexperiencia.
—Bueno, estoy aquí para decirte cómo hacer esta parte. Esta noche, te
montas a horcajadas sobre su sexy cuerpo, apoyas las manos en su delicioso
pecho, lo miras fijamente a esos preciosos ojos y le dices que lo amas. Te follará
durante horas. De nada.
Me parto de risa.
—Suena como si estuvieras enamorada de mi novio.
—Lo hago y estoy totalmente celosa porque él es un dios del sexo andante.
Perra afortunada.
Mi sonrisa es diabólica.
Llaman a la puerta. Penny me da unas palmaditas en la pierna.
—Yo voy. Probablemente sea otra entrega de comida de alguien de la
cafetería. —Se dirige a la puerta y se da la vuelta mirándome con el ceño fruncido—
. Espero que sea el pastel de carne y puré de patatas de Mabel. Ñam. —Pone los
ojos en blanco—. Es orgásmico.
Cuando abre la puerta, la sonrisa que tenía se marchita, mi corazón se hunde
en el fondo del estómago y el hielo se desliza viciosamente por mis venas.
—¿Qué demonios haces aquí? —Me levanto bruscamente.
Hay un rápido destello de ira en los ojos de Kevin antes de que la disipe, y
juro por la bota que tengo en el tobillo que parece dividido entre la preocupación
y el interés.
—He venido a ver cómo están Colby y tú.
Echo la cabeza hacia atrás y frunzo las cejas. Tiene que ser una broma.
Kevin mira a Penny, su mirada recorre su cuerpo antes de esbozar una
sonrisa coqueta.
¿Acaba de...
—Espera. ¿Este es Kevin? —Ella le da un repaso de arriba abajo y hace una
demostración de asco curvando el labio y arrugando la cara—. Asco. —Se vuelve
hacia mí—. Alégrate de que sea tu ex. Chica, has subido de nivel. —Sonríe como
el diablo y mueve el trasero hasta el taburete.
Kevin no le hace caso.
—¿Qué haces aquí? —Vuelvo a preguntar.
Al entrar, Kevin cierra la puerta tras de sí y se adentra en mi casa.
—Quería asegurarme de que Colby y tú estaban bien.
—Una llamada telefónica podría habértelo dicho.
Sacude la cabeza haciendo que los mechones de cabello más largos de la 159
parte superior se balanceen de un lado a otro sobre su frente.
—Además, escuché que salías con un convicto.
Se me cae la boca y se me desorbitan los ojos.
—¿Qué?
Penny resopla desde el taburete de la isla de la cocina.
—Diane me llamó hace unos días. Dijo que estaba muy preocupada por ti y
Colby.
Debería haber sabido que mi mamá trataría de revolver la olla.
—Puedo asegurarte de que Colby está a salvo. Está enfadada conmigo
porque no salgo con ninguno de los hijos de sus pomposas amigas —digo con
desdén.
—Eso y que le dijiste que se largara de tu casa como la perra jefa que eres
—añade Penny, sonriendo con descaro.
Kevin vuelve a ignorarla y da un paso más hacia mí, con expresión
preocupada.
—¿Así que estás bien? ¿Colby está bien?
—Colby está bien. Vuelve a ser el de siempre —no respondo sobre mí. Ya
no soy de su incumbencia—. ¿Por qué te preocupas de repente? Hace más de un
año que no te importa nada. Seguro que nada de lo que dijo mi mamá te hizo
cambiar de opinión tan rápido.
Echa un vistazo a la casa.
—¿Dónde está Colby?
—Que aparezcas de la nada para volver a desaparecer le va a afectar, Kevin.
—Voy a cambiar eso. Quiero ser un mejor padre para él.
—¿Estás enfermo? —pregunto porque Kevin no ha mostrado interés en ser
padre en cuatro años.
Un destello de exasperación parpadea en sus ojos marrones, pero
desaparece en un abrir y cerrar de ojos. Ahí está el Kevin que conozco. Se está
escondiendo ahí dentro.
El estruendo del motor de Callen recorre la casa. Se me acelera el pulso y la
inquietud tensa mis músculos mientras me recorre la columna vertebral. Mi
exesposo, que se comporta de forma muy extraña, y mi novio, el hombre del que
estoy enamorada, van a estar en la misma habitación. No sé cómo va a reaccionar
ninguno de los dos.
La puerta se abre y Colby entra a toda velocidad.
—¡Mami! ¡Mami Mida! —Pasa corriendo junto a Kevin sin prestarle atención
y señala el pequeño cinturón de herramientas negro y amarillo que lleva atado a la 160
cintura—. Voy a ser como Cawen. —Su expresión irradia alegría.
Callen entra por la puerta e inmediatamente su mirada se posa en Kevin,
endureciéndose. Kevin se fija en Callen y lo ignora al instante, volviéndose hacia
mí.
Callen tiene todo el aspecto de un delicioso chico malo con sus pantalones
negros desgastados, una camiseta blanca bajo una camisa de cuadros
desabrochada con las mangas remangadas hasta los codos y sus tatuajes a la vista.
Kevin, en cambio, parece un vendedor de autos en viernes informal, con un
jersey gris oscuro, vaqueros oscuros y zapatos náuticos gris claro. Y mientras
Callen lleva el cabello despeinado, Kevin lo lleva peinado.
La noche y el día.
Un diablo disfrazado contra el ángel disfrazado.
Nerviosa, sonrío a Colby y le alboroto el cabello.
—Vas a ser el mejor ayudante. —Si cabe, mis palabras amplían aún más su
sonrisa—. Mira quién está aquí. —Asiento con la cabeza detrás de él,
concentrándome en mantener el odio fuera de mi cara.
Colby se gira.
—¡Papi! —Corre hacia las piernas de Kevin y las rodea con sus brazos.
Kevin no se agacha para ponerse a su altura como hace Callen.
Kevin no lo levanta en brazos y lo abraza como haría cualquier padre que no
ha visto a su hijo en más de un año.
En vez de eso, le da unas palmaditas en la cabeza como si fuera el perro de
un extraño.
—Hola, chico. ¿Cómo te encuentras? —Kevin pregunta.
Detrás de él, Callen ha apoyado el hombro en la pared con los brazos
cruzados sobre el pecho. Es como un perro guardián esperando, protegiendo,
vigilando a Colby como un halcón.
Colby echa la cabeza hacia atrás y mira a su padre.
—Bien —dice—. Salvo que mamá se hizo daño y yo también, pero ya estoy
bien.
—Lo he oído. Me alegro de que mamá y tú estén bien.
—Mami se dompió el tobillo pero puede caminal porque tiene una bota
especial. ¡Mida! —Señala el cinturón de herramientas equipado con un martillo de
plástico y dos destornilladores de plástico—. Cawen me regaló esto. —Es como si
decir su nombre le recordara a Colby que todavía está aquí. Corre hacia Callen y
le tiende la mano. Sin perder un segundo, Callen la tome y deja que Colby lo
arrastre hacia Kevin—. Cawen me consiguió esto. Voy a ser como él. —Colby salta
161
de puntillas feliz.
Kevin extiende la mano, presentándose.
—Kevin.
Callen no le da la mano y mantiene clavada en Kevin una mirada protectora
bordeada de diversión.
Penny resopla.
Me trago la mía.
—Me degalaron un juego de mesa pod mi cumpleaños —le dice Colby a su
padre.
—Que bien. —Kevin desvía su atención de Callen para mirar a Colby
lanzando una sonrisa forzada.
Colby gira hacia mí.
—¿Puedo columpiarme ahora?
—Si quieres.
Agarra la mano de Callen.
—Vamos. Nos columpiamos juntos. —Tira.
—¿Qué tal si te columpias con Penny un rato?
Colby salta.
—¡De acueldo!
Penny sonríe tortuosamente y sus ojos bailan con un brillo perverso. Sus
pensamientos son claros: a Colby le importa una mierda Kevin, y la cosa está a
punto de ponerse interesante.
Cuando cierra la puerta, la habitación se queda en un silencio inquietante y
el ambiente se vuelve tenso. Es un punto muerto.
—Bien, Kevin. Aquí está tu convicto.
Los ojos de Callen giran hacia los míos.
—Kevin oyó el rumor de que salía con un convicto. —Sonrío—. Realmente
impresionaste a mamá, cariño.
—Vamos, Morgan. No puedes culparla por pensar eso. Míralo.
Por fuera, Callen parece a punto de romperle el cuello a Kevin, pero por
dentro, sé que esas palabras sólo alimentan sus inseguridades sobre quién y de
qué está hecho.
—Sí, lo miro. A menudo. —Me muevo, cruzando los brazos sobre el pecho—
. No puedes entrar en mi casa y hacer juicios precipitados sobre alguien que no
conoces. 162
—Por supuesto que no —dice Kevin audazmente—. Está cerca de mi hijo.
Tengo todo el derecho a protegerlo.
—Viste que estaba emocionado por ser igual que él. ¿Parecía que estaba en
peligro? ¿Asustado por su vida?
—Podría ser...
—¿Dónde demonios estabas hace dos semanas cuando tu hijo estaba en el
hospital? —Callen rompe su silencio con una máscara de calma.
Kevin dirige su atención a Callen.
—Estaba ocupado. No podía escaparme del trabajo.
La ceja izquierda de Callen se levanta lentamente. Una tormenta se desata
bajo la superficie. Lo veo en sus ojos. Las emociones volátiles fracturan su dura
coraza.
—¿Era más importante que tu hijo en el hospital?
La expresión aburrida de Kevin recorre a Callen de arriba abajo como si
fuera un don nadie.
—No lo entenderías.
—Pruébame —la voz de Callen es grave y amenazadora.
Kevin se burla y se balancea sobre sus talones.
—Parece que crees que te debo una explicación cuando no eres importante
en esta ecuación.
—¿No soy importante? Claro. —Callen sonríe, y aunque es puramente
siniestro, carajo, luce caliente.
Kevin invade mi espacio como cree qué tiene derecho de hacer.
—Escucha —dice más suavemente—. Necesito hablar contigo en privado.
Se me tuerce la cara de interrogación y me alejo un paso.
—Entonces habla.
La irritación parpadea en su mirada. Sí. El idiota sigue ahí. No ha cambiado
nada.
—Escuchar que tú y Colby tuvieron un accidente y se lastimaron, eso me
sacudió—. Yo….
—Parecías muy alterado cuando te llamé para avisarte —le dije con
displicencia.
Su suspiro es pesado.
—Todavía estaba enfadado contigo, Morgan. Por todo. Toda esta situación.
Quiero recuperar a mi familia. Te quiero de vuelta.
163
Mi cabeza se echa hacia atrás cuando suelta la bomba.
¿Acaba de...
La risa me sube por la garganta y explota.
CAPÍTULO VEINTISIETE
CALLEN
Cada músculo de mi cuerpo se tensa. El corazón me palpita en el pecho,
golpeándome las costillas con ferocidad. Entre la rabia pura por las estupideces
de Kevin y el miedo a perder a Morgan y a Colby, estoy vibrando. Nunca he
querido luchar tan peligrosamente por algo como en este preciso instante. Olvida
que tienen un pasado. Olvida que comparten un hijo. Morgan y Colby son mi
familia ahora y este hijo de puta está intentando recuperar lo que tiró.
Con los puños apretados a los lados, me quedo helado, dividido entre
querer partirle la cara a ese cabrón y no saber si debo intervenir. Tienen que ser
padres, y no sé si a él le parecerá bien que yo esté en la vida de Colby después de
que me arresten por intento de asesinato.
Morgan se dobla de risa, con la cara roja y los ojos humedecidos por las
lágrimas. 164

—Estás bromeando. ¿Verdad?


Kevin no parece divertido mientras niega con la cabeza.
—No lo hago. Mira... La cagué. Me di cuenta de mi error y yo...
—Jodete —escupe Morgan, con una vacilación de risa todavía en su tono—.
En primer lugar, nos abandonaste. A tu mujer y a tu hijo. Nos echaste a la calle
como si no fuéramos más que la basura de ayer, sin nada más que unas cajas con
nuestras cosas. No lo quitaste todo. Segundo, nunca volvería contigo. No ahora que
sé lo que se siente el ser importante. Que se preocupen por mí. Sé lo que es la
felicidad y definitivamente no la tuve contigo. De ninguna manera me alejaría de
Callen.
Kevin parpadea mientras ladea la cabeza.
—¿Lo amas? —escupe, consternado.
Cuando Morgan me mira, sé que está a punto de acabar con mis demonios.
Está a punto de abrirme el pecho, rodear mi corazón con sus manos y descongelar
a ese hijo de puta.
—Sí, lo amo. —Su boca se tuerce en una dulce sonrisa.
Algo me invade. Una sensación que no puedo precisar, pero maldita sea si
no estoy en la cima del mundo.
—Tienes que estar bromeando. ¿Te oyes a ti misma? Un hombre como él no
quiere una mamá soltera que trabaja en un restaurante. Te está usando para tener
un coño fácil, un viaje gratis. Quiere a alguien con ambiciones, más joven con un
cuerpo firme, y...
No oigo nada más.
Me interpongo entre ellos y fulmino a Kevin con la mirada. Es unos
centímetros más bajo que yo, ni de lejos de mi tamaño, y apostaría mis ahorros a
que se ha metido en solo dos peleas en su patética vida.
—El próximo insulto te enviará al hospital.
—Te tiene engañado, hombre —dice con suficiencia, arrogante, y luego
suelta una risita baja mientras sacude la cabeza—. Compartimos más de una
década juntos y un hijo. Confía en mí. La recuperaré, y tú te irás con otro viaje fácil
para divertirte.
Los músculos de mi mandíbula se tensan.
—Lo dudo.
Suelta otra carcajada.
—Discúlpame. Necesito hablar con la mamá de mi hijo.
Me muevo, pero sólo porque Morgan me agarra del antebrazo y tira de mí
hacia su lado. A Kevin no le gusta. Me doy cuenta por el tic de sus ojos.
165
—Voy a llevarme a Colby a casa unas semanas.
—Por supuesto que no —dice Morgan.
—No. No lo harás —le digo descaradamente.
—Esto no te concierne —me dice—. Morgan, dile a tu juguete que se pierda
y nos deje hablar.
Me enferma saber lo emocionalmente abusivo que es este imbécil y el
tiempo que Morgan tuvo que lidiar con ello. Las declaraciones contradictorias. El
derecho que cree tener. Un minuto la quiere y al siguiente la encuentra repulsiva.
La moldeó y la convirtió en todo lo que él quería, rota y tímida, y cuando por fin se
hizo lo bastante fuerte y se liberó, el cabrón se lo quitó todo.
—Tiene escuela el lunes —continúo—. Los papeles dicen que te lo quedas
un fin de semana, no cuando quieras. Y la decisión final debe ser consensuada.
—Sabes leer. Estoy orgulloso de ti —dice condescendientemente—. Mira,
ella puede tener una columna vertebral, mientras tú estés de pie aquí, pero no va
a luchar contra mí en esto. Ella sabe...
—En realidad, lo haré —interviene Morgan cáusticamente—. Sólo lo querías
un fin de semana al año. Esa fue tu elección. No la mía. No lo has llamado ni lo has
visto. Sobre mi cadáver permitiré que deje esta casa en manos de un extraño.
—Soy su padre —se burla Kevin.
—Sin embargo, sigues siendo un extraño. Nunca me interpondré en tu
camino para verlo. Eres más que bienvenido a venir a visitarlo cuando quieras.
Puedes llamarlo cuando quieras. Pero no lo llevarás a tu casa.
—No puedo venir aquí tan a menudo.
—Pues organízate —responde Morgan.
Kevin me dirige la mirada, con su furia encendida.
—La recuperaré.
Sonrío como un diablo victorioso.
—Incluso si yo no estuviera en su vida, ella es lo suficientemente fuerte ahora
para no necesitar tu lamentable trasero nunca más.
—Tendrás noticias de mi abogado.
La puerta corredera de cristal se abre y Colby asoma la cabeza con el trasero
entrometido de Penny asomando la cabeza justo por encima de la suya.
—Cawen. ¿Vienes?
Intento darle una pequeña sonrisa a Kevin, pero fracaso estrepitosamente.
En lugar de eso, me sale una sonrisa orgullosa y llena de arrogancia que se
extiende de oreja a oreja.
—Sí, amigo. Saldré en unos minutos.
—¡Deprisa! Quiero enseñalte mi Superman. 166
Vuelvo a mirar a Kevin cuando se cierra la puerta.
—Que seas su progenitor no te convierte en su papá. Voy por ese título
porque se merece tener uno.
—Es hora de que te vayas, Kevin —la voz de Morgan es fuerte—. Saluda a
Ryan de mi parte y dile que mi número sigue siendo el mismo.
Nos mira furioso a Morgan y a mí antes de girar sobre sus talones y salir por
la puerta sin despedirse de Colby. En cuanto la puerta se cierra tras él, giro hacia
Morgan, le agarro la cara y pongo mi boca sobre la suya. La tomo por sorpresa, me
trago su grito ahogado y vuelco todo mi ser en ese beso. Es una promesa de que
nunca seré menos de lo que ella se merece, una promesa de que siempre la
apreciaré.
Rompo el beso y veo cómo sus párpados se abren en gemas desenfocadas.
Sonrío y rozo su nariz con la mía.
—Nunca me di cuenta de lo perdido que estaba hasta que me pusiste los pies
en el suelo. Por primera vez en mi vida, no tengo que intentar ser feliz. —Le beso
la punta de la nariz y luego la miro con seriedad—. Si vuelve a faltarte al respeto,
será la última vez. No tendrás que volver a luchar sola contra él.
Esas gemas azules suyas brillan.
—No los merezco ni a ti ni a Colby, pero estoy seguro de que los apreciaré
a los dos. Me encantan los colores que le dan a mi vida. —Le doy un beso rápido
en los labios y la suelto—. Por mucho que quiera quedarme aquí y proclamar lo
que siento por ti, tengo un pequeño amigo que me ha estado esperando. Ahora
tengo que ir a columpiarme.
El sonido de su risita es música para mi alma. Guiño un ojo y me dirijo a ser
el mejor compañero que Superman haya tenido jamás. Tengo un nuevo propósito,
una nueva confianza... y es hora de reescribir mi final feliz.

Mientras Morgan se ducha, meto a Colby en la cama y me engatusa con sus


ojos dulces para que le lea un libro. Así que me acomodo a su lado, con las piernas
estiradas hacia delante y un libro en el regazo. A las pocas páginas, cuando Danny
le dice al dinosaurio que jugará con él, Colby me interrumpe con voz soñolienta.
—¿Cawen? —Parpadea lentamente y sus párpados apenas vuelven a
abrirse.
—¿Sí, amigo?
—¿Puedo hacelme tatujes como tú?
Me río por lo bajo.
—Tu mamá me estrangularía. Tienes que esperar a ser mayor.
167
—¿A los cinco?
—Mucho mayor que eso. Prueba con veinticinco. Para entonces, puede que
seamos capaces de correr más rápido que ella.
Su risita suena tan cansada como parece.
—Estoy cansadito.
—Pues duérmete, amigo —le digo, cerrando el libro y bajándome de su
cama para dejarlo en la estantería.
—Bien. Buenas noches, Cawen. Te amo.
El tiempo se detiene. Al igual que la rotura de un iceberg al estrellarse sus
pedazos en el océano, mi corazón emite un fuerte estruendo. El fuego me atraviesa
como un rayo y me golpea en el centro del pecho. El aire parece difícil de inhalar.
Con suavidad, le paso los dedos por el cabello. La última persona que
escuchó estas palabras fue mi mamá. No las he dicho desde entonces, pero nunca
he deseado decirlas tan desesperadamente como ahora.
—Yo también te amo, amigo.

Morgan está en la ducha y, después de cerrar y echar el pestillo, me quedo


en el umbral observando su silueta tras las puertas de cristal empañado. El agua
se corta y ella abre la puerta de un empujón. Aspira, cubriéndose los pechos y la
pequeña mata de vello negro del vértice de las piernas.
—Mierda —jadea.
Las gotas de agua resbalan por su piel, sus hombros y las curvas de su
cuerpo. Tiene el cabello brillante, aterciopelado y despeinado. Alargo la mano, la
sujeto y la atraigo hacia mí. Sus manos se posan en mi pecho y las mías en la curva
de sus caderas.
Mi mirada se clava en la suya. Sin mediar palabra, la levanto para que no
tenga que caminar y la llevo a la cama, tumbándola de espaldas sobre el colchón.
Me arrodillo, le abro los muslos y le paso la lengua por el clítoris. Su cuerpo se
contrae y deja escapar un dulce suspiro. Con la lengua pesada, lamo desde la
entrada y, mientras giro alrededor de su clítoris, introduzco dos dedos y sus
músculos se tensan en torno a ellos. Arriba y abajo, giro y giro, arrastro la lengua
sobre su clítoris mientras bombeo la mano dentro de ella.
Clava sus manos en mi cabello, empujando y tirando de mi cara mientras
gira sus caderas.
—Callen... —Oigo la súplica en el borde de su voz y entonces su espalda se
arquea sobre la cama. Su cuerpo se estremece, sus piernas tiemblan mientras se
corre en mi lengua. 168
Cuando se frena, me elevo, bebo el agua de su piel desde su estómago y
luego capturo su pezón entre mis labios. El fuego arde desde donde ella arrastra
sus dedos por mi espalda, tirando de mi camiseta. Rápidamente, me deslizo fuera
de la cama y me desnudo, me pongo el condón y vuelvo a acurrucarme entre sus
piernas.
Reclamo sus labios y empujo dentro de ella hasta las bolas. Jadea y yo me lo
trago mientras me salgo hasta la punta y vuelvo a penetrarla. Lo hago despacio,
largo y fuerte. Nuestras manos se entrelazan. Nos miramos a los ojos. Utilizo mi
cuerpo para expresar lo que siento por ella, cómo la necesito, cómo es mi aire. Es
tierno e intenso, nuestros cuerpos se funden en uno. Sus caderas acompañan mis
embestidas, sus jadeos coinciden con mi respiración agitada.
Paso el brazo por debajo de su espalda, extiendo la mano entre sus
omóplatos y tiro de ella para que se incorpore, mientras yo me apoyo en los
talones. Sus brazos me rodean el cuello mientras la miro, observando...
maravillado. Arriba y abajo, me cabalga, apretando su cuerpo contra el mío,
moviendo las caderas en una danza seductora. Deja caer sus labios sobre los míos
y nuestras lenguas bailan al mismo ritmo que nuestras embestidas. Lento.
Despacio. Seductor. Avivando el fuego y avivando las llamas.
Deslizo la mano por su cuello hasta su cabello, retorciéndole las hebras
húmedas y tirando de su cabeza hacia atrás, con la cara hacia el techo. Empujo
hacia arriba, disfrutando de sus gemidos. Los músculos de su cuerpo empiezan a
tensarse, el orgasmo crece más y más. La vuelvo a tumbar en la cama, le subo la
pierna a la cintura y le meto profundas y salvajes embestidas. Un gemido
desenfrenado brota de su pecho mientras golpea mi espalda sudorosa con las
manos. Su fascinante mirada mientras se corre me incita a seguir.
Empujo con fuerza y toda la sangre me llega a los oídos, los colores me
estallan detrás de los párpados. Aprieto los dientes para intentar ahogar un
gemido.
Permanecemos enredados el uno con el otro durante largos minutos
mientras luchamos por recuperar el aliento antes de que me despegue de ella y
vaya al baño a limpiarme. Cuando vuelvo, ya ha tirado de la esquina de la sábana,
dejando al descubierto sus largas y bronceadas piernas, pero no se ha movido.
Me pongo los bóxers y los pantalones cortos y abro la puerta por si Colby
se despierta en mitad de la noche. Recojo la camiseta del suelo, tiro de Morgan
para que se incorpore y se la pongo por encima de la cabeza. Le queda mejor que
a mí.
Le acaricio la cara y le rozo el labio inferior con el pulgar. Siento los nervios,
las garras de la vulnerabilidad que empiezan a arañarme la espalda, pero las
empujo hacia abajo.
—Te amo, Morgan.
La sonrisa que bendice sus labios da brillo a sus ojos.
169
—Ya lo sé. —Mi ceja izquierda se levanta y se muerde el labio—. Eres un
hacedor. —Me devuelve las palabras—. Puede que no seas un hombre de muchas
palabras, pero tus acciones y la forma en que me miras me dicen lo suficiente. —
Me besa suavemente—. Y si no fui clara antes, yo también te amo.
La habitación está oscura y en silencio. Morgan está envuelta en mis brazos,
su espalda contra mi pecho. No está dormida. Lo sé por su respiración.
—Colby me dijo que me amaba esta noche —le digo en voz baja contra su
oído.
Tararea.
—Está loco por ti.
—Me sorprendió ver que no le importó una mierda que Kevin estuviera aquí.
Suspira, acomodando la cabeza en la almohada.
—Ojalá Kevin renunciara a sus derechos. Sé que está mal que lo diga, pero
Kevin no quiere a Colby. No lo ama como debería amarlo un padre. Temo que
cuando Colby crezca, va a herir sus sentimientos. Aunque empiezo a preguntarme
si Colby ve a Kevin como su padre. Nunca pregunta ni habla de él.
—Conozco a un abogado muy bueno —le digo.
Una bocanada de aliento sale de sus labios.
—No tengo dinero para ir a juicio contra él otra vez.
—Yo, sí.
Aprieta mis brazos contra ella.
—Gracias, pero no estaría bien.
—Entonces toma el cheque del alquiler y ocúpalo para eso.
—Ya recibo suficiente trato especial de mi casero —titubea—. No dejaré de
pagar el alquiler sólo por ser tu novia.
Mi novia. La mujer que ha conseguido arreglar las partes rotas de mí.
Le beso la cabeza y aprieto su cuerpo contra mí.
—Buenas noches, cariño.

170
CAPÍTULO VEINTIOCHO
MORGAN
Un año después...

Colby se columpia mientras Callen se sienta en los oscuros muebles de


mimbre bajo la pérgola a observarlo cuando salgo de casa y cierro la puerta tras
de mí. Ni siquiera a los cinco años se ha aburrido de ver lo alto que puede
columpiarse ni de salvar al mundo de todo mal fingiendo ser Superman. Si hace
buen tiempo afuera, él está afuera.
A Callen se le iluminan los ojos y sonríe cuando me ve. Tiene las piernas
estiradas en la tumbona y los brazos extendidos sobre el respaldo. Una invitación
perfecta. Me siento a su lado y me acurruco en su costado mientras él tira de mí.
Me besa un lado de la cabeza. 171

—Hola, cariño. ¿Qué tal el día? —Es la misma pregunta todos los días, y todos
los días está realmente interesado.
—Bien —digo con un suspiro relajado, acurrucándome más contra él—. El
almuerzo y la cena fueron agitados.
—¿Geoff te presentó a su amiga esta noche?
Me río y vuelvo a apoyar la cabeza en su brazo.
Una noche, hace unos meses, Callen llevó a Colby a la cafetería para darme
una sorpresa mientras yo trabajaba. Geoff estaba allí y le hizo un interrogatorio a
Callen, además de amenazarlo con violencia si me hacía algo malo. Después de
esos momentos de tensión, congeniaron y Callen y Colby se sentaron con él
durante una hora.
Hace unas semanas, Geoff llamó a Callen, sí, congeniaron mucho, y le dijo
que había conocido a alguien y que le preocupaba que me disgustara. Sí. Llamó a
mi novio para saber si me molestaría que tuviera una nueva novia. Me encanta ese
hombre.
—Sí —murmuro—. Lo hizo. Shari es muy hermosa y dulce. También es un
petardo. Son perfectos juntos.
Una risita vibra en su pecho.
—¿Estás bien? ¿Tu corazón está destrozado sin remedio?
—Tengo el corazón completamente roto —finjo mi desesperación—. ¿Cómo
voy a superar esto?
Se ríe de nuevo y me da otro beso en la cabeza.
—Llevará tiempo, pero eres fuerte. Lo superarás.
Se hace el silencio a nuestro alrededor mientras nos sentamos bajo las
cálidas luces que cubren la parte superior de la pérgola y observamos a Colby
columpiarse mientras el sol se pone a nuestro alrededor. La vida ha ido bien estos
últimos doce meses. Callen se mudó conmigo porque no quería volver a
desarraigar a Colby. Unas dos semanas después, llegué a casa del trabajo y los
encontré a él y a Colby, con su pequeño cinturón amarillo de herramientas,
construyendo la pérgola. Es preciosa, una especie de oasis, con largas cortinas
turquesas atadas en las cuatro esquinas. Sobre la oscura mesa de mimbre cuelgan
dos pequeñas lámparas en forma de globo de luz blanca que iluminan el resto de
la zona. Lo construyeron mis chicos y me encanta.
Mientras Callen me ha ayudado a deshacer los años de abuso emocional que
Kevin grabó en mi mente, yo lo he ayudado a superar sus propias inseguridades y
su dolor. No es el monstruo que cree que corre por sus venas. Es cariñoso y
afectuoso, protector y leal. Es romántico a su manera, y me encanta porque le sale
del corazón. Todo lo que hace viene de un punto dulce en su pecho.
Colby lo adora, y aunque no es biológicamente suyo, Callen lo ama como si
fuera suyo. Esos dos son como dos gotas de agua. Siempre juntos. 172

Kevin cumplió su promesa y, poco después de marcharse, Ryan me llamó.


Me explicó que estaban redactando nuevos documentos sobre la custodia y que o
yo los aceptaba o él se encargaría de que se convirtiera en un interminable
proceso judicial. Le dije que se fuera al infierno y que lo vería allí. Resulta que el
abogado que Callen conoce a una de las mejores abogadas en derecho familiar de
Florida, y es una fiera cuando se trata de proteger a los niños. Después de escuchar
mi historia y leer sobre mi divorcio, estaba lista para ir a la guerra. No sé cómo
consiguió que el juicio se trasladara a su distrito, pero lo hizo, lo que sacudió
bastante a Ryan y Kevin.
Tras una larga conversación con Callen y otra con Braden, he decidido
lanzarme a la yugular y poner fin a los derechos de Kevin. Es un proceso largo,
pero creo que me favorecerá porque Kevin no quiere saber nada de Colby. No ha
intentado llamar o visitar a Colby desde el día que apareció y mostró su trasero.
Tampoco ha pagado nada de la manutención de su hijo. No es sorprendente que
Colby no haya preguntado por su padre.
—¡Mami! —grita Colby mientras corre hacia mí y se sube a mi regazo. Me
rodea el cuello con los brazos y me abraza.
—Hola, cariño. ¿Has tenido un buen día hoy?
Él y Callen comparten una mirada, una llena de picardía y secretos. Colby
sonríe como el diablo.
—¿Qué hicieron, chicos? —Pregunto riendo.
Colby niega con la cabeza.
—Nada. —Eso suena mucho a algo.
—Corre adentro y tráeme un agua, por favor —le dice Callen, moviendo la
barbilla hacia la casa.
Comparten otra mirada. Colby se ilumina, su expresión es pura excitación y
sus ojos brillan.
—¡Bien! —Sale corriendo de mi regazo y entra en casa.
—Ustedes dos no se han portado bien, ¿verdad? —pregunto canturreando.
Callen vuelve a reírse y me da otro apretón.
—Siempre nos portamos bien. Lo llevé un rato a la playa. Cada vez se le da
mejor pararse en la tabla.
—No puedo esperar a ver el próximo fin de semana. —Las tres últimas veces
que Colby ha ido a la playa, yo no he podido ir. Con los chicos del instituto tomando
vacaciones de verano, he estado trabajando para ayudar a cubrir los turnos.
—Vamos a subirte a una tabla.
La última y única vez que intentó enseñarme a hacer surf, me levanté y me
metí en el agua en el mismo segundo. No importaba cuántas veces lo intentara. El
equilibrio en el agua no es lo mío, aparentemente. 173

—Prefiero mirar.
—Ya veremos. —Tararea.
Colby vuelve, le da a Callen la botella de agua junto con algo más que no
pude ver, y luego se sienta en el sillón de mimbre con cara de haberse comido el
canario él solo.
—¿Qué hicieron ustedes dos...
Se me atragantan las palabras cuando Callen me enseña un impresionante
anillo de diamante talla princesa con diamantes más pequeños en la banda. No
puedo respirar. Se me acelera el pulso y se me saltan las lágrimas.
—Negro y gris, sin color. Eso es todo lo que fue mi vida desde el momento
en que nací. Nunca creí que pudiera experimentar el amor y la felicidad. Nunca
pensé que merecía nada de eso. Pensé que estaba dañado sin remedio. Hasta que
llegaste tú. Hiciste que mi mundo gris explotara de colores. Hiciste que mi frío
corazón latiera con propósito. Te amo tan profundamente, tan intensamente, tú y
Colby son mi todo. Te juro que nunca te daré una razón para dudar de mí. Jamás.
¿Quieres casarte conmigo?
Las lágrimas corren por mis mejillas y asiento con la cabeza antes de que la
palabra se me escape.
—¡Sí! —Me abrazo a él, hundiendo la cara en el pliegue de su cuello. Me
devuelve el abrazo, pero luego se echa hacia atrás para deslizar el anillo en mi
dedo y me da un beso que hace la promesa con sus palabras.
Esto es tan Callen. Muy honesto, muy real y nada exagerado. Me encanta
esto de él. Es romántico en sus acciones, y la forma en que me mira es lo más
romántico que un hombre podría ofrecerme.
Colby se levanta de la silla y choca los cinco con Callen.
—Te dije que le gustaría el anillo. —Luego salta arriba y abajo—. Ayudé a
elegirlo y tuvimos que recogerlo hoy. —Explota como si hubiera guardado el
secreto más allá de su límite.
Me río, secándome las lágrimas y vuelvo a besar a Callen.
—Te amo.
—Yo también te amo.

Callen se desliza en la cama a mi lado, con el cabello aún húmedo de la


ducha, y desliza un brazo por debajo de mí, acercándome. Me besa desde la curva
del cuello hasta justo debajo de la oreja.
—Me alegraría con casarme en el juzgado —dice en voz baja y 174

malhumorado, metiéndose el lóbulo de la oreja en la boca y mordiéndolo


suavemente.
Ronroneo y giro la cabeza para mirarlo.
—Oh, no es cierto. Sólo intentas librarte de ser el centro de atención.
Una sonrisa pícara dibuja sus labios.
—Lo intento.
—Además, mi hermano te asesinaría si hiciéramos eso.
—Stella, Penny, Colby, Braden y Ethan podrían ser nuestros testigos.
Finjo un grito ahogado y le doy una palmada en el pecho.
—Callen. ¿Estás intentando excluir a mi mamá?
Se encoge de hombros.
—Sí. —Es descaradamente honesto en su aversión hacia ella.
Me echo a reír.
Sus brazos me rodean con fuerza.
—¿Quieres algo grande?
—No. Estoy bien con lo pequeño.
—¿Qué tal si lo hacemos en nuestro patio trasero? Sólo invitaré a los Rowe,
y a Charles e Irene.
—Me gusta mucho esa idea.
Callen tira de mis caderas mientras rueda, tirando de mí para sentarme a
horcajadas sobre él.
—¿Quieres hacerlo el mes que viene?
Mis manos que frotaban su pecho se congelan en sus abdominales.
—¿El mes que viene? —suelto, sorprendida.
Agarrándome por las caderas, me mece contra su polla, y el calor me
embriaga.
—Estoy impaciente por que seas mi esposa. No me disculparé por ello.
Me inclino y lo beso, frotando mi centro contra su dura longitud.
—¿Llevarás esmoquin? —Me muerdo la mejilla para ocultar la sonrisa. Es
imposible que lo haga.
Gimiendo, me aprieta el trasero.
—Si eso es lo que quieres de mí, bien. Pero espero que te apiades de mí.
Me río entre dientes, mordiéndole suavemente la mandíbula.
—¿Traje? 175

—Todo menos la corbata. Me estrangulan.


—Lucirás caliente con corbata —le gimo al oído y sigo provocándolo
mientras me balanceo contra él.
Se ríe por lo bajo y luego se tranquiliza, presionando besos a lo largo de mi
garganta.
—Solo seremos Colby y yo en el altar, me pondré lo que quieras.
Ya me ha dicho que Colby va a ser su padrino. No su hermano. No su padre.
No Braden. Y no Charles. Quiere a Colby, y mi corazón no puede estar más feliz.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
MORGAN
Dos años después...

Callen me besa entre los pechos, el vientre y la cadera derecha. Aunque


tiemblo de placer, no puedo evitar las ganas de cubrirme. Levanta la cabeza y me
mira con ojos fieros y hambrientos.
—Me siento gorda —susurro, ahogada por la vergüenza.
Desde el parto de nuestro hijo, mi cuerpo no se ha recuperado. Este
embarazo fue diferente al de Colby. Se me antojaba todo a cada hora del día.
Me aparta las manos del estómago y las coloca a mi lado con un apretón.
—No te tapes. Nunca has estado más hermosa para mí. 176
—Yo sólo... Mi estómago está... ¡Au! —chillo cuando me pellizca el muslo.
—Estabas a punto de insultar a mi mujer, y eso no me parece bien.
—No me siento muy sexy —admito.
Se sienta sobre sus rodillas y se agarra la polla dura.
—Tenemos una opinión diferente.
Me río, poniendo los ojos en blanco.
—Te excitas cada vez que ves tetas.
—Tus tetas exclusivamente porque tú eres sexy. —Se acaricia la polla unas
cuantas veces.
Mi marido me recorre con la mirada, se inclina y me abre las piernas. Jadeo
cuando me lame la entrada hasta el clítoris, hace círculos con la lengua y vuelve a
bajar para saborearme.
—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida —dice contra mi piel y
luego me pasa la lengua por el clítoris, succionándolo y llevándoselo a la boca.
Las sensaciones me recorren y mis caderas se sacuden hacia delante
mientras gimo en voz baja. Me presiona con los dedos y los bombea.
—Siempre eres la mujer más hermosa de la habitación. Llevas el color allá
donde vas. —Me chupa el clítoris, lo recorre con la lengua mientras mueve la
mano.
Despacio, sube por mi cuerpo, primero dándome besos en el estómago.
—Donde tú ves defectos, yo veo una mujer, mi mujer, una jodida guerrera.
Fuerte. Fascinante. Maravillosa. Impresionante. —Me acaricia suavemente los
pechos y me mira con un seductor arco en la frente. Con su lengua aplanada, la
arrastra por el costado y luego se mueve, acurrucándose entre mis piernas y
enterrándose lentamente dentro de mí.
Clavo la cabeza en el colchón y mis manos en su espalda. Mueve las caderas
y choca contra mí. Luego se detiene y me besa la comisura de los labios,
obligándome a abrir los ojos y mirarlo.
—Siempre me ha gustado tu aspecto desnudo. Pero ahora más que nunca.
Ojalá pudieras verte a través de mis ojos porque nunca dudarías de lo perfecta que
eres.
Baja la cabeza, atrapa mis labios y me penetra, tragándose mi gemido. Sube
mi pierna a su cintura y me penetra una y otra vez, rápido, lento, duro, suave,
salvaje, domado, mientras sus manos me recorren y susurra mi nombre contra mi
cuello. Unas pulsaciones abrasadoras comienzan a recorrerme, calentando mis
músculos, tensándolos y, entonces, como una honda, salgo disparada,
astillándome. Callen pega su boca a la mía, me agarra por las caderas y me penetra
con fuerza y profundidad, perdiendo el ritmo cuando encuentra su liberación. 177

Después de controlar su respiración, va al baño a lavarse y trae una toalla


para limpiarme. Me pone la camiseta por la cabeza, se pone los pantalones cortos
de correr y se mete en la cama conmigo.
Estoy saciada. Con el cuerpo relajado. En las nubes y feliz. Tengo la cabeza
apoyada en su pecho, la pierna y el brazo extendidos sobre él mientras me recorre
la espalda perezosamente con los dedos. Empiezo a dormitar cuando el silencio se
rompe por los suaves gritos de Jesse.
Callen me estrecha los brazos y me besa la frente.
—Duérmete. Yo me encargo.
—¿Estás seguro?
Me da un beso fuerte en la boca.
—Sí. Calentaré un biberón de la nevera.
—Será mejor que te des prisa antes de que empiece a gritar —me río.
—Créeme. Yo también me enojo cuando no puedo tener tus tetas. —Guiña
un ojo y sale de la habitación.
Un segundo después, lo oigo entrar en la habitación por el monitor de bebé.
—Oye, oye, oye, pequeñín. Todo este alboroto es innecesario. —La voz de
Callen es suave.
Jesse se calla un momento y me doy cuenta de que Callen lo ha cargado, ya
siendo un experto.
—¿Papá? —La voz somnolienta de Colby llena el monitor.
Cuando Kevin y Ryan se dieron cuenta de que mi abogada tenía un juicio
importante contra ellos y de que yo cobraría un montón de manutención, Kevin
decidió poner fin a sus derechos. Cuando nos dieron la noticia, Callen preguntó
inmediatamente si podía adoptar a Colby con una súplica en los ojos. Yo quería
sentarme y tener una conversación con Colby, haciéndola lo más sencilla por
supuesto. Pero nunca pude. Una noche, Colby vino a verme y me preguntó si
Callen podía ser su papi. Dijo que no quería herir los sentimientos de su papá, pero
que amaba mucho a Callen y quería que él fuera su papi. A pesar de lo inocente de
la conversación, apenas pude evitar que se me rompiera el corazón. Estaba tan
enfadada con Kevin por hacer que mi hijo se sintiera menos merecedor.
No le hemos dicho a Colby que Kevin canceló sus derechos. Me imaginé que
cruzaríamos esa línea si alguna vez surgía. La primera vez que Colby llamó papá a
Callen, pensé que iba a llorar de alegría. Intentó no exagerar, pero pude ver en
sus ojos toda la felicidad y el orgullo. Colby no ha preguntado ni una sola vez por
Kevin.
—¿Qué haces levantado? —Callen susurra.
—Traje el biberón.
178
Sonrío. Colby es un hermano mayor increíble. Cuando le dimos la noticia,
creo que se hinchó más de orgullo que Callen cuando se lo dije. Colby ayuda en
todo y no le asustan los pañales con popó, aunque no lo dejamos cambiar a Jesse.
Jesse solo se queja mientras Callen le cambia el pañal y Colby le canturrea.
Una vez hecho esto, oigo el crujido del sillón reclinable cuando Callen se sienta.
—¿Puedo ayudar? —Colby pregunta.
—Claro. Pero no le digas a mamá que te dejé quedarte despierto. Nos
castigará a los dos.
Se ríen en voz baja mientras yo sonrío. Tiene razón. Lo haré.
Callen le recuerda a Colby cómo sujetar el biberón para que Jesse no atrape
aire, y entonces sólo se filtran por el monitor del bebé los sonidos del zumbido de
Jesse comiendo.

Abro los ojos en la habitación oscura y veo que el otro lado de la cama sigue
frío. Miro el reloj. Ha pasado más de una hora. Callen ya debería haber vuelto. El
monitor está en silencio. Salgo de la cama y me dirijo a la habitación de Jesse para
comprobarlo, y lo que encuentro me hincha el corazón de amor.
Jesse está dormido en el lado derecho del pecho de Callen. Colby está
dormido en el otro. Una mano está en la espalda de cada uno de los chicos y Callen
también está dormido.
Es un padre magnífico. Paciente. Cariñoso. Atento. Orgulloso. Ama a sus
hijos y se toma su título de padre muy en serio. Tan en serio como su título de
esposo.
Darle una oportunidad a Callen cuando estaba aterrorizada fue lo mejor que
pude haber hecho por mí y por Colby. Esos demonios que Callen pensaba que
llevaba en la sangre, bueno... los mató.
Es extraño pensar que él creía que yo había traído el color a su vida, cuando
en realidad él ha sido el faro, una luz brillante y poderosa que nos ha guiado. No
creí que lo necesitaba. Ahora no puedo vivir sin su amor, su corazón bondadoso y
su feroz lealtad. Antes creía que me amaban. Estaba muy equivocada. El amor de
Callen es liberador, prometedor e incondicional.
Sí. Él es el color de mi vida.

FIN

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ACERCA DE LA AUTORA

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TC Matson es una autora de novelas románticas contemporáneas de éxito


internacional apasionada por todo lo romántico. El amor nunca es perfecto ni fácil,
por lo que sus historias comparten todos los altibajos de encontrar esa chispa y
caer duro, mientras que trae calor, corazón, risas y momentos de desmayo a cada
pareja.
Vive en la tranquila zona de Piedmont, en Carolina del Norte, con esposo,
sus hijos (#boymom) y su Doberman.
Cuando TC no está escribiendo o forzada a ser adulta, puedes encontrarla
alimentando su adicción al café con su Kindle en la mano. A menudo gana el premio
a la empleada del mes por sus tareas de ama de casa y ha ganado el premio a "¡La
cena de mamá es increíble!" en innumerables ocasiones.
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