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IMPORTANTE
Moderadora
Karikai
Traducción
Mona
4
Corrección
Karikai
Diseño
Dabria Rose
Índice
IMPORTANTE ................................................................................................................... 3
CRÉDITOS .......................................................................................................................... 4
AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE ............................................................................. 8
A MIS LECTORES ............................................................................................................. 9
SINOPSIS .......................................................................................................................... 11
CAPÍTULO UNO............................................................................................................. 13
CAPÍTULO DOS .............................................................................................................. 17
CAPÍTULO TRES............................................................................................................. 23
CAPÍTULO CUATRO ..................................................................................................... 29
CAPÍTULO CINCO ......................................................................................................... 35
5
CAPÍTULO SEIS .............................................................................................................. 43
CAPÍTULO SIETE ........................................................................................................... 49
CAPÍTULO OCHO .......................................................................................................... 55
CAPÍTULO NUEVE ........................................................................................................ 62
CAPÍTULO DIEZ............................................................................................................. 67
CAPÍTULO ONCE .......................................................................................................... 72
CAPÍTULO DOCE ........................................................................................................... 79
CAPÍTULO TRECE ......................................................................................................... 85
CAPÍTULO CATORCE ................................................................................................... 92
CAPÍTULO QUINCE ...................................................................................................... 99
CAPÍTULO DIECISÉIS ................................................................................................. 104
CAPÍTULO DIECISIETE .............................................................................................. 108
CAPÍTULO DIECIOCHO ............................................................................................. 113
CAPÍTULO DIECINUEVE ........................................................................................... 116
CAPÍTULO VEINTE ..................................................................................................... 123
CAPÍTULO VEINTIUNO ............................................................................................. 127
CAPÍTULO VEINTIDÓS .............................................................................................. 133
CAPÍTULO VEINTITRÉS ............................................................................................. 137
CAPÍTULO VEINTICUATRO ..................................................................................... 142
CAPÍTULO VEINTICINCO ......................................................................................... 149
CAPÍTULO VEINTISÉIS .............................................................................................. 157
CAPÍTULO VEINTISIETE............................................................................................ 164
CAPÍTULO VEINTIOCHO .......................................................................................... 171
CAPÍTULO VEINTINUEVE ........................................................................................ 176
ACERCA DE LA AUTORA ......................................................................................... 180
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SHOW ME THE WAY
TC MATSON
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AVISO DE CONTENIDO
SENSIBLE
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A MIS LECTORES
Sé que ha pasado mucho tiempo desde que publiqué un libro. Me tomé la
mayor parte del año 2022 libre para juntar mi mierda y conseguí juntar mi mierda.
Bueno, no del todo, pero vamos a fingir que sí. Si bien es cierto que me he tomado
un respiro, no me he sentado a ver programas de investigación de fantasmas, a
leer o a pasar tiempo con mi familia. También estaba trabajando en una nueva
serie.
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Incluso en los días más oscuros, el sol siempre brilla.
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SINOPSIS
—Cuando te miro, veo a alguien cuya tormenta la hizo doblarse, pero nunca
romperse. Cuando me miro a mí, yo soy la tormenta.
Morgan
Ocho años de matrimonio y un hijo precioso no impidieron que mi marido
nos abandonara.
Se quedó con la casa, todo el dinero y una novia.
Yo me quedé con el todoterreno, unas cuantas cajas de cosas y nuestro hijo. 11
Estoy empezando de nuevo y es aterrador.
Una nueva ciudad. Un nuevo trabajo. Un nuevo hogar.
Mi objetivo es cuidar de mi hijo y darle una apariencia de normalidad
mientras recojo mis pedazos rotos y arreglo mi destrozada autoestima.
Lo último que esperaba era que mi casero cubierto de tatuajes se metiera en
mi corazón.
Es melancólico y callado, todo gruñidos y movimientos de cabeza.
Dejar que se acerque significa abrirme de nuevo a la posibilidad de salir
herida.
Tengo que pensar en mi hijo.
Entonces, ¿por qué me acuesto por la noche pensando en él?
Callen
Mis demonios me persiguen. Corren por mis venas.
Hace tiempo que acepté que mi vida nunca tendrá un final feliz.
Mi mundo gris nunca tendrá color.
Hasta ella.
La fuerte mamá soltera con ojos del color de las gemas de zafiro.
Todos los colores de su mundo iluminan mi alma dañada y rota.
Pero soy incapaz de darle amor y afecto, todo lo que se merece.
Mis secretos la harán huir.
Sin embargo, eso no me impide querer manchar su mundo con mi oscuridad.
Mancharlo de gris.
Lo que no sé es que ella es el aire que no sabía que necesitaba.
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CAPÍTULO UNO
MORGAN
La luz del sol atraviesa el parabrisas en tonos vivos y cegadores,
distorsionando la carretera frente a mí. Al diablo con las gafas de sol. Es extraño lo
importante que es el sol cuando piensas en ello. El calor. La belleza. La promesa
de vida y energía día tras día. Su necesidad para que las cosas crezcan. Sin
embargo, debajo de toda su gloria deslumbrante y cegadora no hay más que una
artimaña. Báñate en ella y te quemarás la piel. Demasiado, y tendrás cáncer de piel.
Míralo demasiado tiempo y te quemarás las retinas. Tan importante como es,
también es perjudicial. Ahora mismo, por ejemplo. Mientras me dirijo hacia mi
nueva vida, muerta de miedo de cómo voy a conseguirlo, el sol no me ofrece
esperanza. En lugar de eso, estropea la visión clara hacia mi futuro.
Así es mi vida. Llena de engaños.
Hace dos días, estaba confiada. Estaba segura de que nadie en su sano juicio 13
nos sacaría a mí y a mi hijo de la casa que compartía con mi marido desde hacía
ocho años. Estaba segura de que como él era el culpable, se iría sin nada.
Ayer descubrí que estaba desgarradoramente equivocada.
Lo perdí todo. La casa. El dinero. La estabilidad. Los sentimientos.
Mi vida fue alterada por un juez sin corazón ni conciencia.
Ayer fue una mierda total. Una pesadilla. Sabía que Kevin iba a usar a Ryan,
su importante hermano abogado, pero lo que no pensé es que el tío de Colby lo
despojaría de todo. En vez de que la mamá soltera se quedara con la casa, el auto
y el dinero, el hombre que abandonó nuestro matrimonio y no tiene interés en la
custodia de su hijo se quedaba con todo.
La confianza con la que llegué a la vista judicial se esfumó en cuanto Kevin y
Ryan entraron y se hicieron amigos del juez. El cabrón infiel se quedó con la casa
de piedra rojiza de dos plantas, tres dormitorios y dos baños y medio que habíamos
convertido en nuestro hogar y con todo lo que había dentro. Todos los muebles
guardaban mis primeras veces: donde hice el amor con mi nuevo marido la noche
de nuestra boda, donde descubrimos que estaba embarazada, donde traje a casa
a mi hijo recién nacido, donde lo acuné, donde jugué con él, donde lo vi dar sus
primeros pasos y donde lloré cuando descubrí que el hombre al que juré mi vida
era una mierda. Kevin se quedó con el Mercedes, que a mí no me importaba
porque lo odiaba, y con todo el dinero excepto diez mil dólares y la cantidad para
pagar el divorcio.
Sí. Mi marido infiel, que rompió todas las promesas que hizo, salió ganando.
Así que, mientras él sigue viviendo su vida con normalidad, yo empiezo de
nuevo con un niño de tres años que cree que nos vamos de aventura. Mientras yo
intento mantener algún tipo de normalidad para mi hijo, Kevin tiene que compartir
la casa con su nueva novia. Me dio diez minutos para recoger y salir. Dos cajas de
mi ropa, unas cuantas cajas de Colby, algunos de sus juguetes, y me cerraron la
puerta en las narices mientras un agente me escoltaba a la salida.
—Mami —la dulce voz de Colby me saca de los pensamientos que prometían
más lágrimas que no debería derramar.
—¿Sí, cariño?
—Tengo que hacer pis.
Pensaba que ya estaríamos en casa de mi hermano, pero el viaje de cinco
horas ha durado mucho más de lo previsto gracias a que mi pequeño tenía hambre,
lo que se ha traducido en dos paradas extra para ir al baño.
—¿Cómo de mal? —Lo miro por el retrovisor—. ¿Puedes esperar unos
minutos más? Ya casi estamos en casa del tío Braden. —Aprieto un poco el
acelerador mientras pregunto. Tenemos un minuto como mucho.
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Observo cómo se contonea un poco.
—Creo que sí.
—¿Estás emocionado por ver al tío Braden? —pregunto, esperando que eso
lo distraiga.
La última vez que vi a mi hermano fue hace unos meses, cuando descubrí
que Kevin me había estado engañando y lo eché de casa. Braden salió del trabajo
y vino directo a mi casa. Me mantuvo cuerda y a Colby ocupado. Kevin prometió
que se iría en unos meses como mucho. No le creí. Me tomó el cabello.
—Sí. —La cabeza de Colby rebota de arriba abajo con entusiasmo, su
sonrisita se extiende de oreja a oreja—. Vamos a surfear y cocinar y... y... de
verdad que tengo que hacer pis ahora.
Rápidamente, meto el todoterreno por la calzada y me apresuro a
desabrocharle el cinturón.
—Un minuto más. Aguanta, niño.
Abandono el bolso y todo lo demás, lo tomo de la mano y corro hacia el
garaje. Colby salta de un pie a otro mientras pulso el código de la puerta del garaje
y, cuando la puerta empieza a levantarse, se zambulle bajo ella. Encuentro la llave
de la casa bajo el cartel que dice Mi garaje, mis reglas y me río. Braden utiliza el
garaje para aparcar el auto y guardar el material de jardinería. ¿Qué reglas podría
desear?
Justo cuando abro la puerta de un empujón, las pequeñas piernas de Colby
arrastran su trasero por la cocina, el corto pasillo y el cuarto de baño, sin
preocuparse de cerrar la puerta. Me quedo de pie al final del pasillo escuchando
el chorro golpear el agua, y cuando el sonido desaparece antes de volver al agua,
me estremezco. Estoy bastante segura de que hoy voy a limpiar pis.
Son poco más de las cinco y media cuando oigo el zumbido de la puerta del
garaje abriéndose de nuevo y luego el ronroneo del Subaru de Braden antes de
apagarse. Entra en casa con una carcajada bulliciosa, con un aspecto estupendo,
camisa de vestir azul, pantalones negros, zapatos relucientes y ni un solo mechón
de cabello fuera de su sitio después de una jornada laboral de nueve a cinco. Mis
padres le dieron el gen impecable y sólo decidieron compartir conmigo el color
de los ojos de mamá.
Deja un cubo de pollo frito sobre la encimera de la cocina y grita:
—¿Dónde está mi compinche?
Colby se pone boca abajo y se desliza fuera del sofá antes de ir hacia su tío.
—¡Bray-Bray! —chilla, corriendo hacia él.
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Braden se agacha para levantarlo y Colby le rodea el cuello con los brazos.
Mi sonrisa es permanente en mi cara. Me encanta el vínculo que tienen estos
dos.
—Amigo. Estás creciendo mucho. ¿Cuántos años tienes? ¿Doce?
Colby sacude la cabeza mientras ríe a carcajadas.
—Noooo. ¡Tengo tles!
La puerta lateral se abre de nuevo y entra Lance, el mejor amigo de Braden
y prácticamente mi segundo hermano. Parece el típico surfista, incluso con su
atuendo de trabajo. Su cabello castaño claro es suave y está peinado hacia un lado,
dejando ver sus ojos verdes asesinos.
—¿Qué pasa, hombrecito? —Lance alborota el cabello de Colby, dejando
caer un beso sonoro en su mejilla antes de volver su atención hacia mí—. ¿Qué
pasa, Morgan? —Me rodea el hombro con un brazo y me abraza. El tipo siempre
huele bien—. ¿Qué tal el viaje hasta aquí?
—Bien. Un poco más largo de lo esperado, y casi tenemos un charco de pis
en medio de la cocina de Braden.
Lance echa la cabeza hacia atrás y se ríe mientras me arropa a su lado,
manteniendo el brazo sobre mi hombro.
—Hombre. ¿Por qué no regaste el árbol de afuera? Lo he regado muchas
veces. Por eso está tan grande.
Esto hace reír a Colby, pero el chico tiene una cosa en mente.
—¿Puedo tener algo de pollito ahora?
Braden se ríe poniendo sus pies en el suelo.
—Déjame cambiarme primero y luego vamos a comer. Me muero de
hambre. —Al pasar, se detiene a mi lado, me besa la cabeza y me da un abrazo—.
¿Estás bien?
—Sí.
Los ojos azules de mi hermano se entrecierran y se arrugan un poco.
—Déjate de mierdas de mamá fuerte y dime la verdad —dice por lo bajo.
—Estoy bien. Te lo prometo. —La verdad es que estoy entumecida. Ni feliz
ni triste, ni enfadada ni disgustada. Probablemente todavía estoy en shock, pero
da igual.
—Tienes esto. No tardarás mucho en recuperarte.
—Y fuera de tu cabello —me burlo—. Tu hermana y tu sobrino van a ponerle
un freno a tu estilo de vida de soltero.
Se le escapa una carcajada mientras pone los ojos en blanco.
—Sí. Porque tengo una fila de mujeres esperando en la puerta. ¿No
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empujaste a través de ellas para entrar aquí?
El sonido de risitas silenciosas, el que toda mamá sabe que significa que su
hijo está haciendo algo que no debería, llena la habitación. Inclinándome hacia
atrás, miro alrededor de Braden y veo a Colby encorvado, ocultando que Lance le
está dando bocados de pollo. Lance levanta la vista con una sonrisa y guiña un ojo.
Mi hijo va a ser malcriado peor de lo que ya lo es.
—Relájate un poco. Deja que la gente que se preocupa por ustedes te eche
una mano —me dice Braden.
Exhalo un largo suspiro, intentando contener las emociones que me suben
por la garganta.
—Esto es duro. —Mi voz vacila y me aclaro la garganta.
—No te pongas sentimental conmigo. Sólo sé agradecida... y lava los platos
de vez en cuando. —Se gira hacia Lance y Colby—. Bien, ustedes dos,
ladronzuelos. Voy a cambiarme y cuando vuelva, me llevo todo el pollo para mí.
Se parten de risa.
—Hombre. Nos atraparon —le dice Lance a Colby.
CAPÍTULO DOS
MORGAN
Hoy ha sido un día emocionalmente agotador. Cansada, caigo de espaldas
en la cama y me cubro los ojos con el brazo mientras absorbo la tranquilidad de la
habitación. Después de cenar, los chicos cargan las pocas cajas que contienen lo
que queda de nuestra antigua vida y las colocan en nuestras habitaciones. Sí.
Habitaciones. Por suerte, Braden tiene dos habitaciones extra y no tuvo reparos en
que las ocupáramos. Mientras Braden, Lance y Colby hacían el tonto abajo, yo
guardé lo poco que tenemos. Después, bañé a Colby, lo metí en la cama y le leí un
cuento, casi durmiéndome con él.
Un leve golpe golpea mi puerta antes de que Braden asome la cabeza.
—¿Estás bien?
—¿Vas a preguntármelo cada treinta minutos? —bromeo con una risita. 17
—Todo es diferente, y sé cómo eres con el cambio. Demándame por
preocuparme. —Se encoge de hombros.
—Te prometo que estoy bien. Estoy cansada, agotada en realidad, y tratando
de averiguar cuáles serán mis próximos pasos, pero estoy bien.
Se sienta en el borde de la cama y balancea la rodilla delante de él como
solía hacer cuando éramos pequeños.
—Tienes una entrevista de trabajo mañana, ¿verdad? ¿En la cafetería?
—The Cove —respondo y luego resoplo—. Un puesto de camarera como si
volviera a ser adolescente.
—Es un comienzo.
—Lo sé. —Suspiro, empujando para sentarme y apoyando la espalda en el
cabecero. Estiro las piernas hacia delante—. Estoy agradecida por ello. Es sólo
que... no he trabajado en mucho tiempo. Desde que nació Colby, no he tenido que
estar lejos de él, pero me adaptaré a todo. Y te juro que te pagaré algo de alquiler
cuando...
Ya está sacudiendo la cabeza mientras me mira con desagrado.
—No. No lo harás. Y si lo haces, me insultarás. Somos una familia. Nos
mantenemos unidos. Pero no dejes sujetadores y bragas tirados por todas partes.
No quiero ver lo que usa mi hermana.
Se me escapa una carcajada.
—¿Sujetadores y bragas tirados por ahí? ¿Las mujeres que traes a casa hacen
eso? —Me doy cuenta de lo que he dicho y gimo—. Oh, Dios. ¿Tendré que oírlo?
—No. —Se ríe—. Contrariamente a lo que crees, no me tiro a todas las chicas
que conozco.
Arqueo una ceja, llamándolo fanfarrón.
—Cuando era más joven, pensaba con la cabeza equivocada.
—¡Cállateee! —Le empujo el hombro—. No hables de esa cabeza. Nada de
hablar de sexo. No. Simplemente no.
Braden se dobla de risa, lo que hace temblar toda la cama.
—Olvidé lo divertido que era vivir contigo. Esto va a ser una explosión.
—Sí —me burlo sarcásticamente—. Muy divertido...
Braden se levanta, estirando la espalda mientras mira alrededor de la
habitación.
—Siéntete como en casa.
Cuando abre la puerta para irse, lo llamo.
—Oye, ¿Braden? —Me mira—. Gracias.
Soy bendecida con una sonrisa. 18
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CAPÍTULO TRES
MORGAN
Ocho meses después...
—Eres una mujer preciosa —me dice Geoff con un brillo en los ojos,
acercándome su vaso para que no tenga que pasar por encima de su comida. Me
lo dice todos los jueves. Y cada vez sonrío.
—Gracias, Geoff —le digo, sirviéndole más té sin azúcar.
—Cuando el Sr. Correcto llegue a tu vida, va a ser un afortunado hijo de puta.
Si tan sólo tuviera treinta años menos.
Geoff tiene más de setenta años, parece de sesenta y pocos, y tiene la
personalidad de un veinteañero. Me encanta este hombre.
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—Sería una mujer afortunada —le digo—. Aunque no estoy tan segura de
poder contigo.
Su risita es suave, pero áspera, contradiciendo su edad.
—Deberías volver a salir, ¿sabes? Eres una mujer demasiado dulce y
hermosa. Necesitas compartir tu vida con alguien.
—Soy feliz, Geoff —le digo sinceramente.
Hace ocho meses estaba aterrorizada, pero la vida en Chatley Bay ha sido
buena conmigo. Vivir con mi hermano no ha sido un infierno como pensé que sería.
Resulta que es una bendición. Ayuda con Colby y pasan mucho tiempo juntos.
Braden nunca nos ha hecho sentir como si fuéramos una carga. Siempre está
contento cuando entra por la puerta y recibe el abrazo que sólo Colby puede dar.
También encontré a Chrissy, mi salvación y la niñera de Colby. Tiene
diecisiete años y vive en el barrio de Braden. Se educa en casa y necesitaba un
segundo trabajo a tiempo parcial. Siempre está disponible, excepto los martes y
jueves, que trabaja en la biblioteca. Ella y Colby congeniaron. Se adoran.
¿Y Stella? Resulta que esa debilidad que sentía por mí era porque cuando
me miraba, se veía a sí misma. Ella también fue abandonada como mamá soltera
de un niño por un hombre inútil que no quería saber nada de ellos. También tuvo
que empezar de nuevo, pero sin familia en la ciudad, ella y su hijo vivían en un
albergue. Hizo todo tipo de pequeños trabajos y ahorró dinero hasta que pudo
conseguir un préstamo y abrir este restaurante. Poco después, encontró el amor
en un buen hombre. Raymond dejó su trabajo en una fábrica y se hizo cocinero
aquí en The Cove para apoyar su sueño. Su hijo, Michael, sólo se ha esforzado en
la vida. Es un gran cirujano en Nueva York, y Stella es una mamá orgullosa.
Le he dicho que lo tenía peor que yo, pero siempre me contesta que nuestros
barcos flotan igual.
Geoff me da unas palmaditas en el brazo.
—Un hombre a tu lado haciéndote feliz hará que la vida sea aún mejor.
Hazme caso. —Se echa hacia atrás en la cabina—. Eres una mujer fuerte. Un día
llegará el hombre adecuado y te hará aún más fuerte.
—Lástima que no seas tú. —Sonrío y le lanzo un guiño antes de ir a revisar
mis otras mesas.
Durante la siguiente hora, miro el reloj mientras trabajo. Hoy es un gran día
para mí. Para nosotros. Después de recoger a Colby del colegio, tengo una
entrevista telefónica con un agente inmobiliario de Rowe Rental Properties. Braden
me los recomendó mucho. Lo ayudaron a encontrar su casa e incluso pudieron
conseguirla por debajo del precio de venta. Todavía no puedo comprar una casa,
pero puedo alquilar una. Mi casa.
—¿Cuál es el plan? —pregunta Penny poniéndose a mi lado mientras cierro
mis mesas en el ordenador.
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Me entrenó y enseguida congeniamos. Desde entonces es mi mejor amiga.
—¿Qué quieres decir?
Deja caer el hombro sobre la pared que hay a mi lado.
—¿No vas a mirar casas hoy?
Suelto una risita, sacudiendo la cabeza.
—Escuchas tan bien como Colby.
Su sonrisa llega hasta sus vibrantes ojos color avellana.
—Bueno, Colby es guapo así que lo tomaré como un cumplido.
—Es una consulta telefónica. Les digo lo que busco, lo que me puedo
permitir, y ellos me dicen lo que hay disponible —le informo... otra vez.
—Asegúrate de decirles que necesitas un gran patio trasero.
—Lo haré.
—Y nada de Asociación de Propietarios. Nadie necesita esa mierda.
—Sí, mamá.
—Y una habitación extra para cuando tu mejor amiga vaya a quedarse
contigo y reciba todos los mimos de Colby.
Giro la cabeza para mirarla.
—¿Algo más?
—La cocina tiene que estar completamente amueblada. —Sus labios se
tuercen hacia un lado—. Preferiblemente toda la casa, pero si no, no será un
problema.
—Te das cuenta de que tengo un presupuesto, ¿verdad?
Ladea la cadera y le pone una mano encima.
—También eres una tacaña, te conformas con menos de lo que mereces si
eso hace feliz a Colby, cabeza dura. Olvidas que te conozco. —Me pincha el
hombro con el dedo.
Riendo, le doy un codazo en la espalda.
—Lo siento, intento ser una buena mamá.
Pone los ojos en blanco.
—Podrías ser una gran mamá viviendo en una caja de cartón.
Mi sonrisa se extiende hasta mis orejas.
—Bueno, gracias.
—No te conformes con menos, Morg. Te mereces cosas buenas. Grandes
cosas.
—Nadie está trabajando si están platicando —Stella aparece detrás de
nosotras. 25
—Dile que se merece cosas buenas —dice Penny.
—Morgan, te mereces cosas buenas —Stella suena como un robot—.
También necesitas un trabajo, así que deja de ralentizar a mi personal o lo
perderás.
Me resisto a reír. Su amenaza es vacía. Nunca me dejaría marchar y lucharía
con uñas y dientes para que me quedara. Me parto el trasero por ella y soy de fiar,
aunque eso signifique que hago varias cosas a la vez: mantengo a Colby ocupado
mientras atiendo mis mesas. Además... Soy su favorita, aunque no lo admita.
—Sí, señora —pongo énfasis en sonar como una niña hosca. Toco el botón
de salida del reloj y vuelvo a mirar a Penny—. Llámame cuando salgas del trabajo.
—Sonrío a Stella—. Nos vemos mañana.
28
CAPÍTULO CUATRO
MORGAN
—¿Estás bien?
Te juro que si me dieran un dólar por cada vez que mi hermano me pregunta
eso, podría comprarme una mansión con dinero contante y sonante.
—Sí —respondo—. Estoy nerviosa e intento no hacerme ilusiones.
—Mis ilusiones están por las nubes —dice con ligereza.
Quitando los ojos de la carretera, le dirijo una mirada.
—Eso es porque estás listo para que tu casa vuelva a la normalidad.
Braden tuerce los labios y niega con la cabeza.
—Realmente no me importa la normalidad. Sólo quiero volver a sentirme
seguro. 29
—¿Seguro?
—Quiero poder pasear por mi casa sin pisar una mina terrestre de Lego.
Me echo a reír.
—Tienes los pies débiles.
—Y tú tienes pies de hobbit. ¿Cuál es el punto?
No respondo. No puedo. Cuando llego a la pintoresca casita, se me hincha
el corazón. Es de color gris claro con detalles en blanco y un bonito porche
delantero. Los vecinos están cerca, pero no del tipo, estiran la mano y tocan tu casa.
Y lo que es más importante, no está demasiado cerca de la carretera.
—Ya me gusta —dice Braden al salir.
La puerta principal está abierta y, justo cuando salgo al sendero, sale un
hombre con camisa de cuello azul claro, pantalones negros de vestir y zapatos
relucientes. Al instante, sonríe.
—Braden. Qué agradable sorpresa. —Le da la mano a mi hermano.
Sé cómo se siente. Braden se tomó el día libre para venir conmigo y me
sorprendió esta mañana cuando bajó a preparar el desayuno de Colby.
Braden le estrecha la mano.
—Ethan. Esta es mi hermana Morgan.
—Siempre es estupendo poner cara a un nombre. —Los ojos de Ethan
sonríen tan brillantes como él—. Te pido disculpas. Callen tenía que estar aquí,
pero por desgracia lo llamaron de otra propiedad. Espero que no tarde mucho y
pueda conocerte.
—¿Cómo está tu hermano? —Braden pregunta—. ¿Sigue siendo el mismo
Callen?
Ethan se ríe y sacude la cabeza, haciendo que su cabello rubio arenoso se
balancee de un lado a otro.
—Sabes que nunca cambiará. —Su mirada encuentra la mía—. Ven. Deja que
te enseñe la casa.
Estoy. Enamorada.
La casa es preciosa. Perfecta. Arriba hay dos grandes dormitorios con
amplios armarios y un baño completo al otro lado del pasillo. El dormitorio
principal se encuentra al final del pasillo y el cuarto de baño en suite es de una
página de revista. Es enorme, con una bañera exenta debajo de una gran ventana
cubierta por amplias contraventanas blancas. Al lado está la ducha.
El piso de abajo es muy abierto, con suelo de madera laminada de pared a 30
pared, lo contrario de la moqueta del piso de arriba, pero eso me gusta. Y aunque
la cocina no está ni mucho menos terminada, Ethan me ayudó a imaginarme la
visión que Callen tenía de ella.
¿Y lo mejor? El patio trasero es enorme y está completamente vallado.
Podría poner todo un parque infantil ahí afuera.
Suena el teléfono de Ethan y lo mira.
—Discúlpenme. Vuelvo enseguida. —Desaparece por la puerta principal.
—¿Y? —Braden pregunta.
—Me encanta.
—A mí también. —Vuelve a mirar alrededor de la habitación—. Estás cerca
de la escuela de Colby, del trabajo y, lo más importante, de mí.
—A Colby le encantará estar aquí.
—Yo también lo creo.
Ethan vuelve a entrar, y no está solo. Detrás de él hay un hombre con el
cabello castaño dorado, corto en los lados pero más largo en la parte superior en
una mezcla de espigado y cabeza de cama. Lleva una camiseta Henley negra que
se extiende sobre un pecho ancho y una manga de tatuajes que le cubre ambos
brazos hasta las muñecas. Sus vaqueros oscuros tienen rasgaduras en el muslo
izquierdo y uno en la rodilla derecha. Su rostro pertenece a los modelos: líneas
afiladas y mandíbula fuerte. Es guapísimo en plan chico malo. Peligrosamente
sexy. Oh, Dios. ¿Y si es peligroso? Me da un vuelco el corazón.
—Callen, esta es Morgan. Morgan, este es mi hermano Callen. Es el dueño
de la casa —nos presenta Ethan.
Unos ojos grises del color del metal de las armas al sol chocan con mis azules
y me tiende la mano para que se la estreche.
—Encantado de conocerte. —Su voz es grave, áspera, y me recorre la
columna vertebral.
—Igualmente —digo con la cabeza fría, intentando mantener la compostura.
Cuando su gran mano rodea la mía, una corriente eléctrica me sube por el
brazo, me recorre el pecho y llega al centro de mi ser. El calor me inunda por
donde no debería y me abrasan las alas de las mariposas del estómago. Me quedo
inmóvil mientras las llamas me lamen las extremidades.
Su mirada penetrante se clava en mí, casi con curiosidad, como si lo que me
afecta a mí también lo afectara a él.
—Callen. ¿Cómo demonios estás? —Como el chasquido de una goma
elástica, mi hermano roba la atención de Callen. Su mirada se aparta de mí y se
dirige a Braden, permitiendo que el aire entre en mis pulmones. Hijo de puta. ¿Qué
pasó?
Me sacudo la niebla de la cabeza.
31
—Braden —dice Callen, sus ojos vuelven a mirarme—. Siento llegar tarde.
Tenía otras cosas que hacer.
—No pasa nada. —Mis pulmones empiezan a apretarse de nuevo, así que
desvío mi atención hacia Ethan—. Ethan me mostró el lugar.
—¿Y?
—Le encanta —responde Braden por mí.
—Sin embargo, tengo algunas preocupaciones. —Enderezo mi columna
vertebral—. Mi hijo tiene tres años y siente curiosidad por todo. Me preocupa que
si nos mudamos cuando aún estás trabajando en ella, haga más agujeros si
encuentra tu martillo. Si decido aceptar tu oferta, ¿sería posible dejar un depósito
y mudarnos cuando termines?
La ceja izquierda de Callen hace un tic que me acelera el pulso. No sé si
acabo de ofenderlo o si lo que le pregunté le parece divertido. Se gira hacia
Braden.
—¿El niño ha hecho agujeros en tú pared?
—No —responde Braden—. Pero los malditos Legos que deja por ahí te
harán un agujero en el pie.
La atención de Callen vuelve a centrarse en mí, y cuando su mirada choca
con la mía, la tierra tiembla bajo mis pies.
—Pasarán varias semanas hasta que termine por completo. Hay algunas
cosas pendientes. Puedes mudarte cuando quieras. Antes o después. Tú eliges.
—Si me mudo ahora, ¿qué pasa con todo esto? —Señalo hacia donde están
todos las herramientas esparcidas por la cocina, pero Callen no aparta la vista de
mi cara—. Si las pones en el cuarto de lavado, ¿no te supondría mucho trabajo extra
tener que sacarlas y guardarlas a diario? Creo que te estorbaríamos y
ralentizaríamos tu progreso.
—Teniendo en cuenta que no podré trabajar hasta tarde si te mudas ahora,
me retrasarás, pero eso es cosa tuya. —La forma en que lo dice no es tan dura como
suenan las palabras. Es directo y va al grano, y aprecio su sinceridad. Ethan, por
su parte, se estremece detrás de su hermano—. Si quieres mudarte pronto, no me
importa ponerlas en el cuarto de lavado. Esa parte no me retrasará.
Me muerdo el labio inferior. Este sitio es perfecto. Los números son
perfectos, muy por debajo de mi presupuesto, lo que significa que puedo seguir
ingresando dinero en mi menguante cuenta de ahorros y permitirme hacer más
cosas con Colby.
—¿Nos disculpan un momento? —No espero respuesta, agarro a Braden del
brazo y lo saco por la puerta principal—. Yo... —Hago una pausa para comprobar
que Ethan y Callen no están cerca de las ventanas—. ¿Callen es un convicto?
La cara de Braden se queda en blanco antes de que la decepción entreteja
sus rasgos. Alza las cejas y se le cae la boca. 32
—¿Por qué piensas eso? Por favor, dime que no te estás volviendo como
mamá y juzgando a alguien por su...
—No —interrumpo, sacudiendo la cabeza—. No me importan sus tatuajes,
Braden. Simplemente parece... —Me encojo de hombros porque no sé cómo
diablos describirlo.
Braden suelta una risita.
—Puede parecer un hijo de puta arisco, y lo es, pero en realidad es un buen
tipo. Conozco a los Rowe desde que me mudé aquí. Son buena gente. No los habría
recomendado si pensara que iban a liquidarte. —Se ríe de nuevo—. Callen es
tranquilo y va directo al grano. Si te sientes incómoda, no lo aceptes. Nadie te
obliga.
—¿Y si es demasiado bueno para ser verdad? —pregunto, retorciendo los
pulgares—. ¿Y si acaba con ella y se da cuenta de que vale mucho más de lo que
pide y sube el alquiler? Estaremos de nuevo en tu casa invadiendo tu espacio.
—Él no haría eso, Morgan. —Braden estira el cuello dándose un segundo
para contemplar—. ¿Y si te comprara una casa en otro país y te pagara todos los
gastos de la mudanza y el viaje? ¿Aceptarías?
Me toca a mí poner mala cara.
—Diablos, no.
—A eso me refiero exactamente. Te asustan los cambios y te da miedo
arriesgarte. Él no va a subir el alquiler después de que estés en ella. Ha trabajado
en alquileres y ha hecho remodelaciones durante años. No es inexperto. Ya sabe
lo que va a cobrar antes de que esté terminada.
—Soy mamá. Tengo que tomar decisiones inteligentes y seguras para mi
hijo. Si eso hace que me asusten los riesgos, pues bien. Pero no me asustan los
cambios. Mira a tu alrededor. Mi vida entera no ha sido más que cambios en los
últimos ocho meses.
—Dijiste que te encantaba el lugar. Acepta la oferta.
Mis hombros se hunden mientras mi confianza flaquea.
—Va a ser la primera vez que viva sola.
Braden me aprieta el brazo.
—Y lo harás muy bien. Estoy a una llamada de distancia. Ese cabrón te lo
quitó todo. No dejes que te robe la confianza.
Por supuesto, mi hermano sabe lo que hay que decir.
—Tienes razón. —Suelto una exhalación—. Bien. Voy a hacerlo.
La cara de Braden se abre de oreja a oreja con una enorme sonrisa.
—Guía el camino. —Hace un gesto hacia la puerta.
Ethan está en el salón mirando el teléfono cuando volvemos a entrar. Callen 33
está apoyado en la pared de la cocina, con los musculosos brazos sobre el pecho y
los tobillos cruzados. Parece despreocupado y seguro de sí mismo. Cuando levanta
la mirada del suelo y se posa en mí, un cosquilleo caliente me recorre la columna
vertebral y vacilo.
Mi hermano no me da tiempo a dudar y me empuja hacia delante chocando
su hombro con el mío.
—Trato hecho —digo, con mi seguridad perdida en algún lugar entre el
porche y la cocina. Odio parecer insegura—. Y si te parece bien guardar las
herramientas todos los días, me gustaría mudarme pronto. Puedes trabajar hasta
las diez u once de la noche. Mi hijo puede dormir con cualquier cosa, excepto las
tormentas. Pero las mañanas tempranas están fuera de los límites. Son demasiado
agitadas y sólo distraerás a Colby.
Callen se limita a asentir, con la mirada pétrea y el cuerpo inmóvil.
—Fantástico. Recogeré el papeleo de mi auto —dice Ethan—. Vuelvo
enseguida.
Mientras Ethan desaparece y Braden charla con Callen, subo las escaleras
para pensar qué habitación le gustaría más a Colby. Son básicamente iguales,
mismo tamaño, mismo armario, pero una está más cerca de la que será mi
habitación que la otra.
Después de caminar unos instantes de un lado a otro, decido que voy a dejar
que Colby tome la decisión.
Mientras estoy de pie en medio de la que pronto será mi habitación, mi
emoción se tira por la ventana. No tenemos muebles. Ni camas. Ni cómodas. Ni
televisión. Nada. Ni siquiera tenemos ropa de cama o almohadas. ¿Cómo diablos
pudo Kevin hacernos esto?
—Harás que funcione. —Braden dice desde la puerta detrás de mí. No me
sobresalta como debería. Cuando éramos más jóvenes, mi hermano desarrolló un
sexto sentido que le permitía saber cuándo su hermana estaba a punto de tener un
colapso mental. A veces llamaba, otras se presentaba—. Puedes quedarte con los
dos juegos de dormitorio de mi casa si quieres.
Su generosidad me arranca una suave sonrisa.
—No me llevaré tus cosas, Braden, pero te agradezco el detalle.
—No hacían más que acumular polvo antes de que tú y Colby se mudaran.
La única razón por la que había algo en esas habitaciones era porque parecían
ridículamente vacías.
Unas lágrimas asoman por el rabillo de mis ojos y me las limpio antes de
girarme para mirar a mi hermano.
—Esto da miedo.
Esboza una sonrisa ladeada. 34
—No lo será después de que te mudes. Lo único que hay que temer...
—Es al miedo mismo. —Termino la cita que papá solía decirnos cuando
éramos pequeños. Pero cuando le diagnosticaron cáncer, se convirtió en su mantra
diario: un recordatorio de que había que ser fuerte y valiente, y lo fue hasta el final
de su lucha—. Creo que voy a dejar que Colby elija qué habitación quiere. Nunca
le han dado esa opción.
—Le encantará.
Le ofrezco una débil sonrisa ladeada.
—Lo sé.
—Ethan está abajo esperándote con el papeleo.
Tomo aire y asiento con la cabeza. Lista o no, por un nuevo comienzo.
CAPÍTULO CINCO
CALLEN
El chirrido de la sierra atraviesa la habitación y borra todo a mi alrededor
mientras corto la madera para los laterales de los armarios de la cocina. Me he
partido el trasero trabajando hasta altas horas de la madrugada durante varios días
para intentar hacer todo lo posible. Pero la Ley de Murphy ha creado obstáculos.
El Sr. Whelms llamó con una fuga de agua, tenía dos casas que necesitaban
cerraduras nuevas, y la Sra. McDaniels juró que tenía murciélagos en su habitación
de invitados de arriba. No los tenía, a menos que cuentes un pájaro curruca como
uno. Perseguir a un pájaro diminuto en ese dormitorio me llevó más tiempo del que
esperaba.
La ventana de oportunidad para conseguir esta casa en condiciones
habitables está disminuyendo lentamente. La Sra. Peterson y su hijo se mudarán
este fin de semana sin una maldita cocina en condiciones. 35
42
CAPÍTULO SEIS
MORGAN
—Sujétala con las dos manos —miro a Colby a los ojos para que me escuche
mientras le pongo en los brazos una pequeña caja con sus juguetes.
—Soy fuete, mami. Puedo llevada.
Me estiro recogiendo una caja de mi 4Runner.
—Sé que eres fuerte, cariño. Yo… —Me doy la vuelta y veo a Colby subiendo
cuidadosamente la caja escalón a escalón.
Braden, Lance y Jared, el amigo de Lance, están ayudando a descargar los
muebles que compré ayer: dos juegos de dormitorio, muebles de salón y puede
que me volviera un poco loca en el pasillo de los juguetes. Podían habérmelos
entregado, pero mi hermano me obligó a no hacerlo para ahorrarme un montón de
dinero. ¿Quién soy yo para discutir eso? Así que fuimos y recogimos todo justo 43
antes de venir aquí.
Fue mucho dinero, pero saber que Colby y yo tenemos nuestras cosas y que
mi hijo vuelve a tener algunos juguetes compensa todas las horas extra que
trabajaré.
Llevando una caja al interior y escaleras arriba, encuentro a Colby sentado
en medio de su habitación en el suelo, jugando con dos camiones monstruos que
sacó de la pequeña caja que llevaba. La sonrisa de su cara me alegra el alma. En
lugar de interrumpir su rato de diversión, dejo la caja junto a la pared, le hago un
guiño envuelto en una sonrisa y vuelvo a salir para ayudar en lo que pueda.
—Me gusta tu casa —me dice Jared con una sonrisa encantadora mientras
bajo las escaleras.
Es lindo. Muy guapo. Alto, de complexión atlética, hombros anchos, brazos
fuertes y una sonrisa deslumbrante.
—Gracias —tiro por encima del hombro.
Por muy guapo que sea, definitivamente no estoy interesada en tener citas.
Todavía no. Aunque Penny jure que estoy haciendo el ridículo, aún no he llegado
al punto de confiarle a un hombre una parte de mí. Mis heridas aún están
demasiado abiertas, y aún escuecen.
Penny jura que la mejor forma de superar a alguien es estar debajo de otro.
Aunque suena divertido, sólo he estado con un hombre en toda mi vida. No creo
que lo casual esté siquiera en mi vocabulario. Además, no sabría ni por dónde
empezar.
Callen está en la cocina concentrado en construir e instalar los armarios
inferiores. Mientras los alinea donde el fregadero se asentará uniformemente bajo
la ventana, los músculos de sus antebrazos bajo la capa de tatuajes se flexionan, su
ancha espalda se contrae y su esculpido pecho se abulta. Arquea las cejas y aprieta
la mandíbula mientras se concentra en conseguir la perfección.
—¿Vamos a recoger tus electrodomésticos de algún sitio? —pregunta Jared
al pasar junto a mí. Mis ojos se desvían del hombre al que estaba mirando hacia el
hueco vacío donde debería haber un frigorífico—. Voy a necesitar comer mientras
estamos fuera —dice Jared y sale de la casa.
Me olvidé de los electrodomésticos. Estaba tan concentrada en darnos una
casa cómoda con muebles nuevos que los electrodomésticos no estaban en mi
radar. Empiezan a escocerme los ojos. Callen me mira, pero antes de que vea las
lágrimas, me doy la vuelta y choco con mi hermano.
Sus manos se posan en mis hombros.
—Podemos ir a echar un vistazo cuando acabemos aquí.
Enojada conmigo misma, exhalo un resoplido y me pellizco el puente de la
nariz, bajando la cabeza. 44
Ayer me fui antes de ver a Morgan, pero no antes de que Chrissy y Colby
entraran por la puerta. Chrissy es una chica joven y buena con el niño. Los vigilé
en silencio mientras repasaba unas palabras con Colby, ayudándolo a
pronunciarlas correctamente mientras estaban sentados en el suelo del salón
comiendo galletas.
Entonces Ethan llamó y me preguntó si podía mostrar una casa por él. Le
estaban revisando el auto y se estaba retrasando. Después de guardar mis
herramientas en el cuarto de lavado, les dije a Chrissy y Colby que me iba y me
reuní con la pareja de recién comprometidos en la casa. Para cuando terminamos
de recorrer y discutir los precios, ya era demasiado tarde para volver a la casa de
Morgan. En lugar de volver y dedicar unas horas al trabajo, conduje y revisé todas
nuestras propiedades para mantener la mente ocupada.
Hoy pude llegar a la casa de Morgan a las dos. Estaba vacío y me sentí
aliviado. Trabajo mejor solo sin distracciones, así que me puse a terminar los
armarios de abajo.
A las siete, están terminados menos las puertas y las encimeras. En cuanto
le dé las medidas a Trent, el de las encimeras, las cortará y las entregará en dos
semanas. No mucho más y la cocina estará completa. En vez de trabajar en las
puertas, para lo que necesitaré un día entero, empiezo con los armarios superiores.
Estoy anotando medidas cuando, de repente, la puerta principal se abre de 52
golpe y Colby entra gritando cómo un guerrero mientras sube corriendo las
escaleras.
—Tiene que hacer pis.
Mi cabeza gira desde las escaleras hacia Morgan. Lleva puesto su traje de
trabajo, dos bolsas de la compra en una mano y una caja de poliestireno en la otra.
Deja las bolsas en la isla, sobre la encimera improvisada de contrachapado, y
empieza a guardarlo todo.
Estoy concentrado, cortando un trozo de madera para el lateral del armario,
cuando unas pequeñas zapatillas blancas con dinosaurios verdes y rojos y tiras de
velcro se mueven junto a mi bota negra. Paro inmediatamente la sierra.
—Te dibujaste en ti mismo. Mucho —dice—. A mamá no le gusta cuando lo
hago.
Las comisuras de mis labios se curvan.
—En realidad, dejé que otra persona me dibujara con rotulador
permanente.
Las motas de azul mezcladas con los distintos tonos de marrón de sus ojos
brillan bajo la luz. Unos ojos muy abiertos recorren la longitud de mis brazos.
—¿Marcador Permanente? —Parece completamente asombrado.
El chico es lindo.
—Se llama tatuaje —me pongo en cuclillas delante de él—. No se quitará
nunca. —Para mostrárselo, me chupo el pulgar y lo paso por una llama.
La preocupación empaña el asombro, ahogando por completo sus facciones.
Me mira el brazo, la cara, el brazo y luego de nuevo a la cara.
—Te vas a meter en un buen lío.
Una carcajada estalla en mi pecho.
—¿Colby? ¿Qué estás...? —Morgan se queda paralizada, con la boca
envuelta en un silencioso, oh, y sus ojos azules bailando por toda mi cara. Parece
sorprendida y fascinada, una cara que se asemeja a la euforia, y eso es jodidamente
excitante. Parpadea rápidamente y todo desaparece—. Lo siento —se apresura a
decir, agarrando a Colby por los hombros y alejándolo de mí—. Te dije que te
quedaras arriba hasta que terminara.
Se puso unos leggins negros que muestran el contorno de sus piernas y una
camiseta verde azulado, holgada que no muestra nada. Da igual. Está hermosa.
—Tengo hambre. —Levanta un hombro como si nada. Agarrándose al borde
del mostrador, intenta ponerse de puntillas para ver encima. Al pobre le falta
medio metro. Da manotazos a ciegas intentando encontrar lo que busca, pero se
queda con las manos vacías.
53
—No volverá a molestarte. Lo siento.
Mi mirada se desliza hacia ella.
—No me estaba molestando.
Vuelve a centrarse en Colby, toma la caja de poliestireno y su mano, y lo
lleva al salón.
—Comamos en la sala para que el Sr. Rowe pueda...
—Callen —interrumpo.
—Cawen —Colby prueba mi nombre y luego mira a Morgan con
preocupación—. Él se dibujó los brazos.
Me río por lo bajo.
Morgan hace rodar los labios entre los dientes tratando de ocultar su risa.
—No te hagas ilusiones, chico. —Le indica a Colby que se siente en el suelo
frente a la mesita, abre la caja y le entrega una cuchara de plástico.
Vuelvo al trabajo sólo para sentir su presencia unos minutos después.
—¿Sabes programar un mando a distancia? —Parece avergonzada mientras
agita el mando—. Soy una torpe cuando se trata de electrónica y, por desgracia,
Colby no está en la edad en la que puedo pasarle cosas para que me enseñe a
usarlas.
Programar el mando a distancia sólo me llevó tres minutos y, una vez
terminado, hago todo lo posible por concentrarme en los armarios y no en Morgan.
Es un esfuerzo obligarme a no seguir mirándola a hurtadillas, a no dejarme cautivar
por sus risas ante cualquier dibujo animado que estén viendo, a no dejarme
hipnotizar por la forma en que interactúa con su hijo o quedarme completamente
embelesado por su belleza.
Siento una atracción hacia ella y me está fastidiando. Es una falsa esperanza.
Una mujer como ella no se sentirá atraída por un hombre como yo. Ella es pura y
buena. Yo estoy hecho de rasgos manchados. Si mi negro toca su blanco, manchará
su vida con grises. No estoy hecho para ser amado. No estoy destinado a ser
envuelto en el corazón de alguien con calidez y ternura. Esa no es mi vida. No es lo
que está destinado para mí.
Follo y me follan. Me deleito con los placeres carnales sin ataduras ni
expectativas. Soy incapaz de sentir emociones, no estoy preparado para la
intimidad. Las mujeres con las que me acuesto saben que es sólo para echar un
polvo. No quiero su atención después. No la necesito.
Hace tiempo que acepté mis diferencias. Sabía que nunca tendría el placer
de tener novias, casarme o tener hijos. No está en mis cartas. Mi corazón no sabe
amar, ni sabe manejar el ser amado.
Pero este... sentimiento... que tengo cuando estoy cerca de Morgan, la
emoción que experimento cuando conduzco hasta aquí, la esperanza de verla, el 54
ansia de ver la pequeña sonrisa de Colby... no puedo ignorarlo y no puedo
soportarlo, carajo.
Quiero. Quiero algo que no merezco.
CAPÍTULO OCHO
MORGAN
Mis pies me están matando. Si hubiera sabido que hoy iba a hacer doble
turno, me habría puesto mis bonitas y cómodas bailarinas. En lugar de eso, he
estado doce horas con los tacones puestos mientras atendía las mesas. A dos de las
otras camareras les había surgido algo en la escuela. No me atreví a dejar a todo
el mundo sin trabajo, así que me quedé.
Afortunadamente, Braden fue capaz de sustituir a Chrissy de cuidar de Colby
después del trabajo, y dijo que podía pasar la noche. Mañana tengo el día libre...
espero. Haré una visita sorpresa a Colby después de dormir.
Arrastrándome, cierro la puerta tras de mí, dejo caer la frente sobre la fría
madera y me quito los tacones con un gemido. Mis pies suspiran aliviados, pero
solo momentáneamente, ya que vuelven a palpitar en cuestión de segundos.
55
—¿Todo bien? —La voz profunda de Callen viene de mi izquierda en la
cocina.
Ya no me sobresalta. Básicamente es un fijo por las tardes, ya que se empeña
en acabar con todo.
No levanto la cabeza al asentir, mantengo los ojos cerrados.
—Sí. Puedes trabajar tan tarde como quieras esta noche. Colby está con
Braden, y estoy segura de que una vez en la cama, ni siquiera el techo
derrumbándose me despertaría.
Con un suspiro, me empujo de la puerta y lo miro mientras me dirijo hacia
las escaleras. Rara vez muestra emociones, excepto cuando Colby está cerca.
Colby es capaz de arrancarle una sonrisa que le ilumina la cara, le hace brillar los
ojos de bronce e incluso le saca un hoyuelo oculto. Esos son el santo grial. Lo
cambia y se me hace agua la boca.
—En serio. Trabaja si quieres. El ruido no me molestará. Sólo cierra la puerta
al salir.
Subiendo los escalones uno a uno, lucho contra las ganas de llorar. Sí. Estoy
así de cansada. Mi cuerpo está agotado. Me quito la ropa y me doy una ducha
rápida para lavarme la grasa y el olor a comida de todo el día. Después de secarme,
me pongo la camiseta rosa y los pantalones cortos negros, me acuesto y me
zambullo en la cama.
El estómago me gruñe y me da un retortijón que me obliga a abrir los ojos
en la habitación oscura. Gruño, me doy la vuelta y me cubro los ojos con el brazo.
Son casi las cuatro de la madrugada. Intento ignorar la súplica de mi cuerpo, pero
otro fuerte gruñido interrumpe el silencio de la habitación.
Suspiro, me quito las sábanas y me dirijo a la cocina. Cuanto antes coma,
antes podré volver a dormir. El salón está poco iluminado por la luz del baño, pero
enciendo la luz de la cocina para tomar la ensalada de pollo de la nevera. Cuando
me doy la vuelta, veo una figura oscura entre las sombras del salón. Un miedo
glacial se apodera de mí.
—Sólo soy yo —dice Callen con calma.
—¡Jesús, mierda! —Me paso una mano por el pecho para evitar que el
corazón me lata a marchas forzadas—. No pensé que seguirías aquí.
—No te desperté, ¿verdad?
—No. —Frunzo el ceño—. Mi estómago lo hizo. Me olvidé de comer.
Asiente con la cabeza.
—No hace falta que trabajes tanto —digo mientras tomo el pan de encima de 56
la nevera—. Nos dejaste mudarnos pronto, así que entiendo si las cosas se alargan.
Seguro que el hecho de que te estorbemos te quita tiempo. —Tomo una cuchara,
saco un poco de ensalada de pollo y empiezo a untarla sobre el pan—. ¿Tienes
hambre?
Juro por el pan que tengo en la mano que oigo una risita, pero cuando
levanto la vista, su cara no muestra ninguna evidencia. Claro que sí. Siempre tan
estoico.
—No es nada del otro mundo. Sólo ensalada de pollo —añado.
—No. Gracias.
—¿Quieres beber algo? —pregunto.
—¿No saliste del trabajo? —gruñe.
—Se llama ser educada —le digo con una sonrisa—. Además, puedo decirte
lo mismo.
—Pinté mientras su hijo no estaba aquí.
Resoplo, señalándolo con la cuchara.
—Eres un hombre inteligente.
Saco dos botellas de agua de la nevera, dejo una sobre la isla y le quito el
tapón a la mía. Bebo un sorbo, siento cómo el frío líquido se desliza por mi garganta
y me pone la piel de gallina. Los pezones se me tensan contra la sedosa camiseta,
lo que me recuerda que no llevo sujetador... Cruzo rápidamente los brazos sobre
el pecho y trato de parecer despreocupada mientras termino de comerme el
bocadillo. No hay necesidad de llamar la atención sobre las chicas.
—¿Ya casi terminas por esta noche? —pregunto.
Ladea la cabeza casi como diciendo: En realidad, no.
—Lo digo en serio. No trabajes tanto. Vete a casa y duerme un poco. Estará
aquí cuando vuelvas.
—Ya casi he terminado. Estaba limpiando el desastre cuando bajaste.
—Volveré a la cama con la esperanza de dormir unas horas más —le digo.
Asiente con la cabeza. He aprendido que ese es su signo universal para todo.
Sí. Claro. De acuerdo. No. Confuso. Concentrado.
Vuelvo a meter la ensalada de pollo en la nevera, meto la cuchara en el
fregadero y tiro la servilleta.
—Buenas noches, buenos días, lo que sea. Cierra, por favor. —Ya me pesan
los ojos de nuevo mientras subo los escalones.
Ayer me desperté a las diez. ¡A las diez! La última vez que lo hice fue durante 57
mi primer trimestre de embarazo. Me sentí genial, pero también atrasada. Recogí
a Colby de casa de Braden y me pasé todo el día con él. Jugamos en el parque
durante unas horas, volvimos a casa y coloreamos, construimos Legos y nos
perseguimos afuera. No me sorprendió no ver a Callen. Probablemente se fue a
casa a dormir después de trabajar hasta tan tarde.
Hoy, después de dejar a Colby en el colegio, voy a trabajar. Los lunes no
suelen estar muy ocupados. Nuestros clientes habituales suelen llenar nuestras
mesas, y hoy no ha sido una excepción.
—¿Te estás instalando? —Penny pregunta.
—Sí —digo, introduciendo el pedido de Bradley, un cliente habitual—. Con
suerte, todo estará listo pronto.
—¿Por qué tarda tanto tu casero? —Su pregunta no está llena de fastidio. Es
sincera.
—Creo que es porque tiene que trabajar a nuestro alrededor. Normalmente
trabaja por las tardes y hasta altas horas de la noche, pero no puede hacerlo con
un niño de tres años arriba. Pero ha estado trabajando duro y casi ha terminado.
Menea las cejas.
—Entonces las citas por fin pueden empezar.
Ha estado tratando de meterme de nuevo en la escena de las citas desde el
segundo en que hicimos clic. Tiene buenas intenciones, y la amo, pero ella es libre
y suelta y bueno... yo no.
—Uh. No. —La miro—. Aún no estoy preparada para eso.
Pone los ojos en blanco.
—Tengo un amigo. Es guapo, tiene un buen trabajo, solo...
—¿En serio intentas tenderme una trampa justo después de que te digo que
no estoy lista para empezar a salir? —Suelto una risita.
—Sí —asiente con una sonrisa torcida que tiene un punto de que te jodan—.
Podemos hacer una cita doble. Jeremy y yo. Tú y James. Así no habrá
incomodidades. Es un tipo estupendo. Súper dulce. Creo que te gustaría.
Arrugo la nariz.
—Todavía no.
Exhala un largo suspiro, se quita el flequillo de la frente y vuelve a poner los
ojos en blanco.
—¿Por qué tienes que ser tan difícil?
Me río.
—Iré esta noche. Llevaré pizza para Colby y vino para nosotras. —Se empuja
del mostrador—. Estaré allí a las cinco.
58
61
CAPÍTULO NUEVE
MORGAN
Penny ha vuelto. Esta vez con un cubo de pollo frito, otra botella de vino y
un nuevo look. Este grita sexy, sofisticada y, estoy lista para divertirme. Esta noche
tiene la misión de llamar la atención de Callen. Anoche, ni sus coqueteos, ni sus
contoneos de cadera, ni sus risitas exageradas con el cabello alborotado
consiguieron llamar su atención. Y esta noche, sus intentos siguen siendo
infructuosos.
Después de arropar a Colby, encuentro a Penny sentada en un taburete al
lado de donde Callen está trabajando bajo el fregadero con las piernas estiradas
hacia la isla en una pose sexy.
Santo cielo. Esta chica.
Se ríe. ¿De qué? A saber. Callen no es muy hablador en un buen día, así que 62
a menos que haya caído mágicamente bajo su hechizo mientras yo estaba arriba
por veinte minutos con Colby, estoy segura de que no le ha dicho más que cinco
palabras en dos días.
Mientras tomo mi copa de vino al otro lado de la isla, sorprendo a Callen
lanzándome una mirada molesta. Me hace mover los labios entre los dientes para
no reírme.
El móvil de Penny vibra, pero no le presta atención.
—Jeremy te envió un mensaje —le digo, y empujo su zapato de tacón rojo
desde el borde del mostrador.
El impulso levanta su cuerpo y la hace soltar un chillido.
—Creí que les iba bien. —Puse una cara inocente. Sé que no están juntos,
pero es como si lo estuvieran. Llevan saliendo siete u ocho meses, y he tenido que
oírla hablar maravillas de él todo el tiempo. Pero nunca ha hecho la pregunta sobre
exclusividad.
—Así es —dice mientras sus pulgares teclean en su teléfono—. Tan bien que
tengo que irme. —Sonríe y me guiña un ojo. Ya sé lo que va a hacer esta noche.
Deja su copa de vino en la encimera, junto al lavabo—. Nos vemos mañana —me
dice—. Adiós, Callen —canturrea sin obtener respuesta.
La puerta se cierra tras ella.
—Es implacable —refunfuña Callen.
Suelto una carcajada.
—Oh, la dificultad de tener a una mujer hermosa adulándote.
Sale de debajo del fregadero, se levanta y se limpia las manos en los
pantalones.
—¿Vendrá mañana? —Sus ojos se clavan en los míos.
Aunque me muerdo el labio para no reírme, no consigo ocultar la sonrisa
que se dibuja en mi cara.
—¿Estás emocionado? ¿Quizá debería dejaros solos?
Juro sobre la copa de vino que hay un ligero tic de diversión en el borde de
sus labios.
—Yo no vendré.
Por más que lo intento, no puedo contener la risa que me brota.
—Tiene novio —dice secamente.
—No —niego con la cabeza—. Tiene un juguete por el que está loca. No le
ha hecho la pregunta de novia-novio, así que a sus ojos está soltera. Ha estado muy
enamorada de él hasta que llegaste tú. —Suelto una risita.
Se le forma una arruga entre las cejas y luego sacude la cabeza como si no
63
pudiera creerlo.
—Tus encimeras estarán aquí este fin de semana. Después de que las
termine y el baño de abajo, tu tocador en suite estará aquí.
—¿Cómo aprendiste a hacer todo esto? —pregunto mirando a mi alrededor
y agitando la mano.
—Ensayo y error.
—¿Te gusta hacer este tipo de trabajo?
—Me mantiene ocupado.
Estoy a punto de decirle lo estupendo que me parece cuando empieza a
sonar mi teléfono. Al ver el nombre de mi hermano, sonrío a Callen y me disculpo
mientras me bajo del taburete y me dirijo al salón.
—¿Conseguiste el enlace del trabajo? —Braden pregunta cuando respondo.
Mierda. Lo había olvidado.
—Lo hice, pero no he tenido tiempo de mirarlo. Penny ha estado aquí las dos
últimas noches.
Braden se ríe entre dientes.
—¿Supongo que está intentando llamar la atención de Callen?
Echo un vistazo a Callen. Está cambiando los herrajes de los armarios
porque no le gustaban los originales.
—Palabra clave lo está intentando. Montó todo un espectáculo.
—Mira... —Oh, diablos. Esto no me va a gustar. Su tono es demasiado
revelador—. Sólo para avisarte. Mamá está enojada.
—¿Qué pecado cometí ahora? —gruño, apoyándome de nuevo en el sofá y
dando un sorbo a mi vino.
—No sabía que te habías mudado de mi casa a la tuya. Pensé que se lo habías
dicho.
—Nunca llegué a hacerlo. —Lo último que quiero hacer es llamarla y
escuchar todas las formas en que mi vida está jodida—. Apuesto a que conoce a
alguien que podría haberme conseguido un lugar mejor con un mejor precio más
cerca de ella y algún rico snob con el que le gustaría emparejarme.
Otra risita.
—Sí. Excepto el rico snob.
—Así es. Ya no soy deseable ni merecedora de amor desde que me divorcié
de mí siempre amado marido. —Mi tono es frívolo mientras mi cara se tuerce de
disgusto—. Debería haberme quedado y haber apoyado el libertinaje de mi
marido, ya que de todas formas fue culpa mía. Ahora estoy por debajo de sus
64
estándares de calidad.
—Por eso es una perra miserable.
Amo a mi hermano.
—Mira el maldito enlace del trabajo cuando colguemos —me dice.
—¿Crees que trabajarán alrededor de mi horario? Realmente no puedo
trabajar tus horas de banquero con Colby. Estaría trabajando sólo para pagarle a
Chrissy entonces.
—Tendrás que hablar con ellos. ¿Quizás deberías pedir a los tribunales que
aumenten la manutención de Kevin?
Resoplo.
—No he visto un centavo suyo desde el día que se lo llevó todo y nos echó.
No voy a reclamarle la manutención. Si no quiere estar en la vida de Colby, no voy
a obligarlo.
—Él ayudó a hacerlo. Debería ser un maldito hombre.
—Debería, pero no lo hará.
El suspiro de Braden es pura frustración.
—Odio que tengas que pasar por esto. Nunca hubiera esperado que él de
todas las personas te hiciera esto.
—Soy mucho más feliz. Ya no tengo que andar con pies de plomo ni escuchar
todas las razones por las que soy una esposa horrible. Claro que estoy estresada,
pero es sólo una adaptación. Todo esto sigue siendo nuevo y me da miedo, pero
que estés a la vuelta de la esquina me hace sentir mejor.
—Te mereces algo mejor que esto.
—No tanto como Colby.
Suelta otro suspiro.
—Te quiero.
—Yo también te quiero.
Después de colgar, hago lo que prometí y paso a mis correos electrónicos.
El trabajo parece fácil. Tareas básicas de secretaría. Tomo un buen trago de vino,
tiro todas mis reservas por la ventana y relleno la solicitud. Me merezco cosas
buenas, maldita sea. Cuando termino, le envío un mensaje a Braden para avisarle
y luego me recuesto, apoyo la cabeza en el cojín y cierro los ojos.
Es increíble lo mucho que ha cambiado mi vida en los últimos años. El
hombre del que me enamoré era cariñoso, afectuoso, atento y hacía pequeñas
cosas dulces para demostrarme lo mucho que me quería. Estaba extasiado con
nuestra boda y después se enorgullecía de llamarme su esposa. Pero con los años,
esas pequeñas cosas empezaron a desaparecer y fueron sustituidas por otras que
no vi hasta el final. Hasta que fue demasiado tarde.
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Al principio, quería pasar tiempo conmigo. Días buenos o malos, venía a
pedirme un beso, un abrazo, una caricia o sexo. En algún momento, algo cambió.
Mis besos, abrazos y caricias ya no eran suficientes. Quería estar solo. En lugar de
buscar mi atención, encontraba consuelo en su oficina en solitario.
Antes de quedar embarazada, no me quitaba las manos de encima. Pero
cuando mi cuerpo empezó a cambiar, apenas me tocaba. Leí en un libro que, a
veces, los hombres que no encuentran atractivas a sus mujeres embarazadas
tienen miedo de hacer daño al bebé o están guardando grandes temores para el
futuro. Atribuí su falta de interés a lo que había leído. Después de tener a Colby,
mi cuerpo no recuperó la forma que tenía antes del embarazo. Mis pechos no
estaban tan turgentes. Mi vientre no era tan plano y tenía una barriga. Me
enflacaron las piernas. Mis caderas eran más anchas. Kevin casi nunca me miraba
y, si teníamos relaciones, era a oscuras.
El día que se lo pregunté fue el mismo día que empezó a señalar mis
defectos.
Una vez que las críticas se hicieron más frecuentes, él y yo hablamos menos.
Quería la atención de mi marido. La necesitaba. Probé con lencería sexy que cubría
las zonas, defectuosas, iniciando el sexo, y múltiples intentos de seducir a mi
marido. Funcionaban un poco y volvíamos a estar felizmente casados, pero esos
momentos nunca duraban mucho y él volvía a ser un idiota impertinente.
Aunque tenía mis sospechas, cuando me enteré de que me engañaba, me
dio un ataque. Cuando le pregunté al respecto, no lo negó y me culpó de todo su
libertinaje. Si me hubiera cuidado más, no habría encontrado atractiva a otra
mujer.
Enorme golpe a mi autoestima.
66
CAPÍTULO DIEZ
MORGAN
—Tengo una estlella —me dice Colby cuando la profesora cierra la puerta
después de comprobar que se ha abrochado el cinturón.
—¿Lo hiciste? —Le doy más emoción a mis palabras. Quiero que siempre
sepa lo orgullosa que estoy de él—. Es fantástico.
—Sí. —Sonríe, asintiendo con la cabeza.
—Una vez que terminemos de estudiar tus palabras de uso frecuente,
saldremos a jugar. ¿Te parece bien?
—Mmm-hmmm —responde.
Aunque mi hijo tiene más rasgos míos que de Kevin, tiene la necesidad de
relajarse después del colegio. Así que el resto del trayecto es bastante tranquilo
67
mientras observa el mundo pasar por la ventanilla.
Cuando entro en el garaje, me sorprende que no esté el auto de Callen. Ayer
tampoco estaba. Es raro no verlo dos días seguidos.
Mi teléfono empieza a sonar justo cuando entramos en casa. Lo saco del
bolso y contesto mientras dejo la mochila de Colby en la isla y me dirijo a la nevera
para darle un jugo.
—¿Estoy hablando con la Sra. Peterson?
Me avergüenzo. Realmente necesito volver a mi apellido de soltera. Tengo
a Colby y es lo único que quiero de Kevin.
—Sí. Ella habla.
—Soy Mary, de Global Banking. —Se me acelera el pulso de emoción—. Nos
gustaría concertar una entrevista con usted. ¿Está disponible el lunes a la una?
Mierda. Trabajo.
—En realidad, trabajo hasta las cuatro de la tarde.
Hay unos cuantos clics antes de que pregunte:
—¿Martes a las diez?
Quiero golpearme la cabeza contra la pared. Tendré que pedírselo a Stella.
—Sí. Eso será perfecto. —Espero.
—Muy bien, Sra. Peterson. La agendé para el martes a las diez. Nos vemos
entonces.
—Sí. Gracias.
Estoy mareada cuando cuelgo y llamo al instante a Braden. Contesta casi de
inmediato.
—Tengo una entrevista de trabajo el martes a las diez. —Prácticamente me
pongo de puntillas.
—Cuando consigas el trabajo, podemos compartir auto, pero para que lo
sepas, irás en el asiento trasero a menos que te apetezca pelearte con Lance por el
delantero.
Desde que era niño, Braden se mareaba cuando viajaba en la parte de atrás.
—No tengo problemas para dormir más de camino al trabajo.
—¿Tienes...? —vacila—. ¿Tienes algo que ponerte para la entrevista? Si no,
puedo ayudarte.
Amo a mi hermano. Rebusco en mi armario mentalmente. Tengo algunas
cosas que puedo hacer funcionar.
—Sí, lo tengo. No te preocupes por mí.
—De acuerdo. —No parece convencido, pero no me explayo—. Odio
dejarte, pero tengo una reunión dentro de un rato. Me tengo que ir. Te llamo 68
cuando salga.
—Te quiero —digo y cuelgo.
Colby está sentado en el taburete de la isla con la pajita entre los labios
mientras balancea las piernas, esperándome pacientemente. Hace que mi sonrisa
se convierta en una más radiante. La vida está a punto de dar un giro a mejor. Lo
presiento.
Cuando terminamos con las palabras, tomé algo de tiza, Colby tomó algunos
de sus camiones de juguete y salimos a dibujar carreteras en la zona de cemento
que hay justo delante de la puerta de atrás.
Mi teléfono vuelve a sonar justo cuando estoy a punto de aparcar mi auto de
juguete en la zona del garaje que Colby me asignó. Lo recojo de la mesa del patio.
Mamá.
Estupendo. Maldigo al cielo. He logrado evadir sus llamadas durante
semanas, culpando al trabajo. Nunca llama tan tarde.
—Ahora vuelvo, chico —le digo a Colby y entro en casa. Estoy segura de
que lo que tenga que decir no hará más que molestarme. Es lo único que hace.
Deslizo el icono de llamada y pongo una sonrisa falsa con la esperanza de
que se refleje en mi voz.
—Hola, mamá.
—Supuse que como nunca me devuelves las llamadas, tendría que intentarlo
a cualquier hora del día. Me sorprende que siquiera hayas contestado. —Su tono
es tan condescendiente como siempre y me roba la sonrisa y las bromas.
—A mí también.
—Esa no es forma de hablarme.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—Quería ver cómo estabas. Ver cómo lo llevas desde el divorcio. Braden me
dijo que tienes tu propia casa. ¿Es agradable y en un barrio seguro?
Me muerdo la lengua para no tragarme el comentario de listilla.
—Sí. No está lejos de Braden.
—También dijo que estabas alquilando. ¿Por qué tirarías el dinero así? Pensé
que te había enseñado mejor. Deberías haberme dejado ayudarte a encontrar un
lugar para comprar. Sabes que conozco a mucha gente.
—Si recuerdas, mamá, yo era una ama de casa sin ingresos y Kevin se llevó
todo lo que tenía excepto unos miles de dólares.
69
—Ojalá hubieras intentado arreglarlo con él. Estoy segura de que todo esto
no fue más que un malentendido que se enconó.
—Tienes razón. Se enconó hasta que se tiró a otra mujer —espeto.
—Apuesto a que después de que empezaras a arreglar las cosas y viera que
lo intentabas, dejaría a la mujer y se quedaría con su esposa. Hubiera sido lo más
inteligente para ti. Ahora has perdido todos tus privilegios.
Por esto. Por eso no contesto sus llamadas.
Resoplo.
—Cierto. Privilegios. Me encantó cuando mi marido me hizo conocer todos
mis defectos después de dar a luz a nuestro hijo. Me subió el ego por completo.
—Te habría comprado una elíptica o incluso una cinta de correr si me
hubieras dicho que te costaba recuperar la forma.
—Y te preguntas por qué no contesto a tus llamadas —suspiro frustrada,
clavándome los dedos en la frente.
—Porque no te gusta oír la verdad. Se supone que las esposas deben estar
al lado de sus hombres en las buenas y en las malas y hacer todo lo que esté en su
mano para mantener el matrimonio feliz, aunque sea hacerse de la vista gorda a las
formas de engaño hasta que lo vuelvas a encauzar.
—¿En qué época vives? ¿Acaso sabes que ahora las mujeres tienen derecho
al voto?
—No te burles de mí, Morgan.
—Entonces deja de decirme que no valgo para tener un buen hombre.
—Tuviste uno.
—Entonces cambió a peor —le digo.
—A pocos hombres buenos les gustan las divorciadas. Les muestra que eres
incapaz de...
—Para —le digo—. Que Kevin me abandonara no tenía nada que ver con
algo que yo fuera incapaz de hacer. Él quería cosas diferentes. Cosas más jóvenes
aparentemente.
—El bótox podría...
—¿Te oyes a ti misma? ¿Por qué iba a querer a un mi marido que compartía
la cama con otra mujer y no quería saber nada de su mujer ni de su hijo?
—Por estabilidad. Por reputación. Por ti y Colby.
—¿Así que quieres que tu hija sacrifique su felicidad por reputación y
estabilidad?
—No te sacrificarías. Seguirías teniendo una casa, las facturas pagadas y
todo lo demás.
70
—Como mamá, estoy aquí para decirte que eso es absurdo. He terminado
con esta conversación. ¿Hay algo más con lo que quieras menospreciarme, o
decirme que debería haber pasado por un infierno es la única razón por la que has
llamado?
—Eso es una tontería, Morgan. Llamé porque te quiero y estoy preocupada
por ti.
—Bien. Bueno, me enorgullece decirte que a Colby y a mí nos va muy bien.
Suelta un suspiro como si estuviera afligida.
—Divorciada y mamá soltera. ¿Por qué te has hecho la vida tan difícil? Tengo
una amiga que...
—No —digo con amargura—. No estoy preparada para tener citas y no
quiero tener nada que ver con ninguno de tus amigos snobs y pretenciosos. No
necesito un hombre que cuide de mí. Estoy muy bien sola. Lo último que quiero es
convertirme en ti.
Jadea como si la hubiera abofeteado.
—Eso estuvo fuera de lugar.
—¿Es así, mamá? Porque una buena mamá sería comprensiva y cariñosa. No
criticaría. Estaría orgullosa de que su hija no se atreviera a soportar la falta de
respeto o el libertinaje de un hombre y de que se defendiera. Sería cariñosa y
atenta. ¿Y tú? Estás tan preocupada por el dinero y tu reputación que no te das
cuenta de que eres despreciable. Ahora... Si me disculpas. Estaba jugando a los
autos con mi hijo siendo una maldita buena mamá.
Maldita sea, pulsar el botón rojo de, finalizar llamada, no es tan gratificante
como colgar de golpe el auricular y hacer sonar sus malditos oídos. Respiro con
dificultad, como si hubiera corrido un maratón, y el pecho se me agita al aspirar
aire. Me tiemblan las manos. Respiro profundamente, contengo la respiración
durante cuatro segundos y la exhalo lentamente con los labios fruncidos. Estoy
desesperada por recuperar la compostura. Colby no se merece mi ira. Y mucho
menos por culpa de esa zorra maliciosa.
—¡Mami! Mira esto. —Colby me sonríe cuando vuelvo a salir. Se hace a un
lado y toma el camión de juguete con el que estaba jugando antes de que me
llamara. Lo lleva hasta donde está aparcado el suyo en el garaje, acerca mi camión
al suyo arranca una brizna de hierba y la enrolla en la rueda delantera de mi camión
y luego en la trasera del suyo. Luego avanza, tirando de mí como si estuviera
averiado.
Me mira.
—Se dulmió. Te lo llevo a la tienda.
Toda la rabia que tenía hace un momento se libera de mis músculos. Suelto
una risita mientras me siento a su lado. 71
—Eres el mejor conductor de grúa de la historia.
Me encanta cómo le brillan los ojos y su sonrisa puede mejorar cualquier
mal momento.
—Lo sé. Me pagas bien.
Me echo a reír. Sí. Su pequeña personalidad también me hace brillar.
CAPÍTULO ONCE
CALLEN
Irene levanta la vista del café que está sirviendo, sus cansados ojos ámbar
me siguen mientras camino por el comedor directo a mi mesa habitual. Por suerte,
está vacío, como siempre. Juro que Irene evita que la gente se siente allí por si
acaso aparezco.
Me quito la chaqueta, la dejo caer en la cabina y me deslizo adentro justo
cuando Irene coloca un café con el bote de azúcar, crema y un vaso grande de jugo
de naranja en la mesa frente a mí.
—¿Lo de siempre? —pregunta, aunque sabe que no me desvío de ello.
Asiento con la cabeza y se aleja, desapareciendo tras una puerta negra de
metal que va y viene de la cocina.
Tengo la taza de café en los labios cuando Charles se sienta frente a mí. Su 72
rostro está muy preocupado y sus cejas están fruncidas.
—¿Qué te pasa, chico? Cinco veces en dos semanas es un nuevo récord para
ti.
Tomo el sorbo que ha interrumpido y vuelvo a dejar el café en la mesa antes
de responder:
—Nada. Sólo que no puedo dormir.
—Esto no es saludable para ti.
Levanto una ceja divertido.
—Tampoco lo es comer tu comida.
—¿Cuándo fue la última vez que dormiste una noche entera?
Le lanzo una mirada.
—De acuerdo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste unas horas de sueño
sólido?
Sacudiendo la cabeza, aprieto los labios.
—No lo sé —admito.
Charles apoya los antebrazos en el borde de la mesa y cuelga la cabeza un
momento antes de sacudirla. Cuando levanta la cabeza, me mira.
—Hacen cosas que te ayudan a dormir.
Sí. Pastillas para dormir. Las desprecio. Las probé hace más de diez años y
me causaron más problemas que el no dormir. Sufría fuertes dolores de cabeza,
mareos y al día siguiente estaba tan aturdido que no podía concentrarme. Me
sentía demasiado confuso para conducir o manejar algunas de mis herramientas
con seguridad. Nada de lo normal me parecía seguro.
Por no mencionar que me obligaban a estar presente durante las pesadillas.
—No voy a tomar un somnífero —vuelvo a repetir, con la voz arenosa por la
irritación.
—Otras cosas, Callen. ¿Ayudas para dormir sin receta o qué tal un masaje
profesional?
Suelto una risita.
—Estoy bien.
—Bien. Nada de pastillas. Nada de masajes. Entonces dime qué te preocupa.
—Cruza los brazos sobre el pecho.
Mis dedos golpean la mesa.
—Nada.
—¿Has hablado con Andrew últimamente?
Andrew es mi terapeuta. El hombre es un bulldog. 73
—Hace seis meses.
—Creo que necesitas volver a verlo. Duerme varias horas seguidas durante
unos días después de hacerlo. Te estás agotando. ¿Estás tratando de enfermarte
intencionalmente?
Vuelvo a llevarme el café a la boca y no contesto mientras doy un pequeño
trago. No contesto porque es absurdo, y él lo sabe.
—¿Es trabajo? —Sigue agarrándose a un clavo ardiendo—. ¿Ethan? ¿Una
mujer? —Aparentemente, algo en mi cara hace que sus ojos brillen con
comprensión. Se me eriza la piel—. ¿Así que es una mujer?
¿Cómo pudo pensar eso?
—No.
—Una cosa que siempre he admirado de ti —sacude su grueso dedo—, es
que nunca has sido un mentiroso.
—No lo soy —digo secamente, echándome hacia atrás para dejar espacio a
Irene para que ponga la comida delante de mí junto con una botella de kétchup.
Me guiña un ojo antes de compartir una mirada con Charles y salir corriendo.
Charles observa en silencio cómo unto todo en el plato con kétchup. Cuando
era más joven, era la única forma de aguantar la horrible comida de mi mamá.
Supongo que se me quedó.
—Es la mamá soltera a la que le alquilaste la casa...
Levanto mi mirada hacia la suya.
La comisura de sus labios se levanta y esboza una sonrisa antes de volver a
la cabina como un vencedor. Orgulloso y engreído.
—Así que todo esto —agita una mano sobre la mesa—, es porque tienes solo
ojos para ella o es realmente buena en la cama y quieres más.
Me rechinan las muelas. Me está poniendo a prueba.
—¿O quizá no quiere irse a la cama contigo y te vuelve loco que una mujer
te rechace? —musita, claramente tratando de pulsar cualquier botón para obtener
una reacción—. ¿Cuál es?
—Ni lo uno ni lo otro. —Me meto un trozo de tocino en la boca, viéndolo
observarme.
La pequeña mueca de sus labios se transforma en una sonrisa completa. De
oreja a oreja. Muestra sus dientes amarillos. Su expresión es triunfante, como si
estuviera a punto de abrir un tesoro de secretos de la vida.
—Solo tienes ojos para ella.
¿Por qué carajo le pago a Andrew una cantidad de dinero impía cuando
Charles, el dueño de la cafetería me da terapia gratis? 74
—¿Qué te impide tomar la iniciativa?
Suelto una carcajada por la nariz ante lo absurdo y me meto un bocado de
huevos en la boca.
—Eres un buen hombre, Callen. —La sinceridad gotea de cada palabra.
—¿Vas a dejarme comer en paz o vas a seguir intentando ser mi terapeuta?
—Puedes comer mientras yo hablo.
Respiro hondo, frustrado, y golpeo el plato con el tenedor. No debería haber
venido esta noche. Tiene razón. Cinco veces en dos semanas no es habitual en mí,
pero sin un proyecto no tengo adónde ir cuando no puedo dejar de pensar.
—Háblame de ella.
No puedo dejar de pensar en ella, en cómo brillan sus ojos, en cómo su
sonrisa ilumina la habitación, en lo suave que luce su cabello o en las ganas que
tengo de tocar su piel. No puedo dejar de ver cómo mira a su hijo o la sonrisa
coqueta que me dedica cuando Penny bromea conmigo.
—Dijiste que podía comer. —No levanto la vista de mi plato.
—Te mereces una buena mujer. Alguien en tu vida a quien puedas amar.
¿Amor? Mis cejas se alzan y mis ojos se deslizan lentamente hacia su rostro.
Charles levanta una mano, sólo en parte fingiendo rendirse.
—Tienes un buen corazón, chico. Lleva años latiendo igual. La persona
adecuada hará que se vuelva loco. —Su rostro se suaviza—. Treinta años e Irene
todavía tiene ese poder. Esa mujer puede hacer que mi corazón lata con sólo entrar
en la habitación y sonreírme.
—Estás haciendo que la comida sea desagradable.
—Deja de forzarte en un mundo solitario porque te sientes indigno de amor.
Te conozco desde que tenías ocho años. Nunca te he visto compartir tus días de
adulto con una mujer, y me duele en el alma saber lo buena persona que eres sin
alguien en tu vida con quien compartirlo.
¿Bueno? Quiero reírme en su cara. Por mis venas corre la sangre de un
demonio. Mi padre es un violador. Mi mamá suicida. No puedo ofrecer a nadie
nada más que oscuridad.
—Creo que si te ha llamado la atención, al menos deberías intentar...
—Para. —Interrumpo con un mordisco—. He venido aquí a comer. No a
escucharte divagar sobre una mierda de cuento de hadas.
Frunce el ceño y baja los labios. Lo odio. La lástima. La tristeza. Es un
desperdicio de emociones.
—No es un cuento de hadas, chico. Es la vida. La vida verdadera. Puedes 75
compartir la felicidad y el amor...
Me limpio la boca, tiro la servilleta a la mesa, renuncio a mi maldito jugo de
naranja y me pongo en pie de un tirón. Saco la cartera, dejo caer un billete de
cincuenta sobre la mesa, recojo la chaqueta y miro a Charles a los ojos. Hablo muy
en serio cuando le digo:
—Mi vida no tiene un final feliz.
Y me voy.
Instalar las encimeras solo me llevo unas horas y anclar los armarios
superiores solo unos minutos más. Cuando Trent se fue, empecé a instalar las
bisagras de los armarios y las puertas. Son las cuatro y media cuando la puerta se
abre de golpe y Colby entra dando saltitos con Morgan justo detrás.
—¡Cawen! —Colby chilla sorprendido en cuanto me ve. Corre hacia mí y se
detiene justo cuando las puntas de sus zapatillas de dinosaurio chocan con las
punteras de mis botas—. ¡Mida! —Me enseña una cartulina verde.
Lo tomo y la estudio. Es un dinosaurio con triángulos amarillos de cartulina
pegados a la espalda y cada uno tiene una letra que deletrea su nombre.
—Lo hice en la escuela —me dice orgulloso.
Motas azules, del mismo color que los ojos de su mamá, brillan contra el
avellana mientras me mira expectante... esperanzado.
76
—Esto es genial, amigo. —Sonrío mientras se lo devuelvo—. Deberías
colgarlo en la nevera. Todas las obras maestras empiezan ahí.
Rápidamente, se arremolina.
—¡Mami! ¿Lo pongo en la neveda?
—Por supuesto. —Sonríe y lo lleva hasta la nevera. Toma un imán y se lo da
para que lo coloque donde quiera. Que está a un metro del suelo.
Morgan recorre la cocina antes de posar su mirada en mí, haciendo que el
tornillo de banco de mi pecho se retuerza de nuevo ante la pura felicidad que
desprenden.
—Es absolutamente hermosa.
Un arrebato de orgullo me golpea en pleno pecho y casi retrocedo. Seguro
que mucha gente me ha dicho que mis reformas son hermosas, pero oírlo de ella
junto con su expresión de asombro me produce una extraña sensación que me
recorre la piel.
Me hace desear cosas. Con ella. Y sólo a ella. Quiero saber cómo se sienten
sus labios, cómo se sentiría su piel contra mi boca y cómo suenan sus gemidos
cuando su cuerpo se retuerce bajo el mío.
Mierda.
—Ya están selladas —le digo con fuerza—. Puedes cortar sobre ellas, poner
ollas calientes directamente, son resistentes a las manchas. —Miro a Colby y veo
que saca una naranja del frutero de la encimera.
—Tienes una habilidad increíble para esto —dice y esa sensación me vuelve
a rechinar la espina dorsal.
—Mañana por la tarde habré terminado con las puertas de los armarios —le
digo y salgo a la calle para alejarme. Necesito un respiro. Sea cual sea la mierda
que me está abrasando la piel, necesito que pare. No he fumado un cigarrillo desde
que tenía dieciséis años, pero maldita sea si no siento que necesito uno ahora.
Cuando vuelvo a entrar diez minutos después, Morgan y Colby están
sentados en el suelo frente a la mesita con lápices de colores esparcidos delante
de ellos. Un flashback me golpea en las entrañas. En el mismo sitio, Helen y yo
hicimos lo mismo. Coloreábamos. Justo detrás del cálido recuerdo se desata una
tormenta de indignación. Mi mamá nunca hizo estas cosas conmigo.
Aparto la vista de ellos y vuelvo a centrarme en las puertas del armario,
desesperado por la distracción. Lo último que necesito es perderme en mis
pensamientos.
Una hora más tarde, Morgan se reúne conmigo en la cocina y empieza a
sacar comida de la nevera.
—Estoy haciendo espaguetis. ¿Quieres un poco? 77
almuerzo e irme a casa una hora antes o trabajar desde casa después del almuerzo
dos o tres días a la semana para ayudar a sustituir a mi niñera, pero no cedieron.
Al final, tuve que rechazar la oferta.
Suena el teléfono y miro el bolso. Seguro que Braden ya se ha enterado. Lo
saco del bolso y se me encoge el corazón de amargura. No debería contestar. No
hay razón para hacerlo. Colby está en la escuela.
—¿Hola? —Aparentemente, soy una tonta para la tortura. Lo puse en altavoz
porque lo odia absolutamente. Es mezquino. Lo sé.
—¿Dónde está mi pasaporte? —Kevin suelta sonando molesto.
—Increíble —me burlo, soltando el teléfono en la mesita y dejándome caer
en el sofá—. Hola a ti también.
—Hola. —La palabra suena como papel de lija contra una pizarra—. ¿Dónde
está mi pasaporte?
Hombre, ha elegido un día espectacular para llamar con esa actitud.
—Ojalá pudiera ayudar, pero como ya no estoy casada contigo, no parece
mi problema.
—Deja de ser una perra, Morgan. Te encargabas de todo el papeleo
importante. He buscado en la oficina y no lo encuentro por ninguna parte. ¿Te lo
llevaste?
—Ojalá fuera tan inmadura —suelto—. No tomé tu maldito pasaporte ni nada
mientras me apresuraba a recoger mis cosas y las de nuestro hijo en ese largo
margen de diez minutos que me permitiste.
Los peores diez minutos de mi vida.
Suelta un largo suspiro de agravio.
—Eres exasperante.
No puedo evitarlo. Resoplo.
—Todo gracias a ti, querido.
—¿Está en la oficina?
Suspiro, pellizcándome el puente de la nariz.
—Todo lo importante está en el archivador. —Debería haber dejado que se
diera cuenta por sí mismo.
El sonido inconfundible del cajón central del archivador chirría a través del
auricular.
—No puedo tener a Colby el mes que viene.
Se me cae el corazón.
—¿Qué? —Doy un tirón para sentarme derecha.
80
—No estaré en el país.
—No lo has visto en casi diez meses, Kevin. Seguro que tu viaje puede
esperar.
—Es importante o lo haría.
Me quedo con la boca abierta.
—¿Más importante que tu hijo? —Colby no se merece esto.
Kevin hace un ruido de no compromiso, y todo el amor y el dolor que siento
por mi hijo estallan en mí.
—¿Por qué no cedes tus derechos? Está claro que no quieres saber nada de
él. Ni siquiera lo llamas. No es justo para él.
—Con él vienes tú. Tu voz es lo último que me interesa oír. Sólo me molesta.
Y pensar que este es el hombre al que amé y dediqué mi vida.
—Entonces mándame un mensaje cuando vayas a llamar y me aseguraré de
que él contesta. O mejor aún, discutamos un horario. Esto no es justo para Colby.
Él no hizo nada malo. Es inocente en esto. No merece que su padre lo abandone
porque no me soporta a mí.
Otro ruido de no compromiso y más ruido.
—Lo llamaré cuando vuelva de mi viaje.
—¡Eso es otro mes! Su cumpleaños es dentro de dos semanas. Merece saber
de ti. Esto es absurdo. Por favor —mi voz vacila y me odio por ello—. ¿No podemos
encontrar un término medio? Por él. Hace ya diez meses que no habla contigo.
—Otro mes no le hará daño. Sabe que me importa.
Me quedo boquiabierta.
—¡Tiene tres años!
—Yo no soy el que quería un niño, Morgan. Fuiste tú. No yo. Así que no te
sientes ahí y actúes como...
—¡Lo discutimos! —Ahora estoy furiosa. Jodidamente furiosa. Vibrando.
—Eh. No te callabas al respecto.
—Yo... —Atrás quedó el hombre dulce y cariñoso del que me enamoré
locamente. No tengo ni idea de quién es este idiota—. Tienes que estar bromeando.
Lanza ese suspiro. El que significa que ha terminado con esta conversación.
—Estar lejos de Colby es duro. Pero si no fueras una perra regañona todo el
tiempo, lo llamaría más.
—¿Me estás culpando? —chillo enfadada—. Eso es mentira, Kevin. Te he
dicho que haré que él conteste al teléfono.
—¿Por qué no me llama él? ¿Lo dejarías? Probablemente le has lavado el
cerebro...
81
—¡Cómo te atreves! Nunca dañaría tu relación con él. Tú eres su padre. Mi
ira hacia ti no tiene nada que ver con él.
—Deberías superar ese enfado —dice con condescendencia.
Suelto un grito de sorpresa.
—Lo siento, aún estoy furiosa porque mi marido abandonó nuestro
matrimonio por una fulana que apenas aparenta edad para beber y luego se queda
con todo, dejándonos a mí y a mi hijo sin nada.
Se ríe como si estuviera satisfecho de sí mismo. No es la primera vez que se
ríe de mí.
—¿Qué esperabas? Te abandonaste. Un minuto eras una bomba y al
siguiente no eres más que piel flácida y estrías. ¿Qué hombre querría eso? Y a
menos que intentes tonificarte ahora, ningún hombre te querrá...
Desde mi izquierda, una mano se abalanza sobre mi teléfono. Chillo y me
alejo de un salto. Mis ojos vuelan por los brazos tatuados hasta el rostro furioso de
Callen. Un infierno arde en sus ojos, llamas peligrosamente fuera de control dentro
de los hilos de bronce. Parecen brillar. Sus fosas nasales se inflaman mientras su
mandíbula se aprieta con fuerza. Me mira con el ceño fruncido durante lo que
parece una muerte lenta en la eternidad antes de girar y alejarse.
Mi corazón golpea en mi pecho, tamborilea tan fuerte que parece a punto de
estallar. Dejo caer la cabeza entre las manos, intentando recuperar el aliento y
detener las lágrimas que amenazan. Kevin se lanzó a la yugular sabiendo lo mucho
que me duele.
Pero todo es verdad. Después de tener a Colby, mi vida cambió y mi cuerpo
también. Ya no tenía una piel firme y tersa. En su lugar, me quedé con caderas más
anchas y estrías arañando la piel de mi estómago. Mis pechos tampoco están tan
firmes. Y tampoco he podido perder los últimos cinco kilos de grasa de bebé.
El lado dulce y cariñoso de mi marido se fue el día que mi hijo llegó gritando.
Si pensaba que Kevin estaba distante mientras estaba embarazada, prácticamente
abandonó el planeta después de que diera a luz a Colby. Esperaba y deseaba que
mejorara, pero nunca lo hizo. El rechazo de mi marido me hizo perder la confianza
en mí misma. Adquirí inseguridades que nunca antes había experimentado y,
aunque estoy trabajando en ellas, él me las ha vuelto a abrir de par en par.
Tragándome el nudo en la garganta y mi orgullo, voy en busca de Callen y
lo encuentro en el cuarto de lavando, colocando tiradores en las puertas de unos
armarios. Ni siquiera estoy segura de cuáles son. La cocina está completa.
—No sabía que estabas aquí. Lo siento. —Mi voz suena tan pequeña como
me siento.
—No debería hablarte así. —Me mira y luego vuelve a lo que está haciendo.
Parece enfadado, pero su expresión no lo está. 82
—¿Para qué armarios son esos? —Ignoro su comentario y cambio de tema.
Inclina la barbilla hacia el baño del salón.
—No estabas aquí para que trabajara en tu baño, así que empecé en este.
Levanto un hombro.
—Es tu casa. Haz lo que tengas que hacer.
—Mi casa. Tu privacidad.
Sus palabras me hacen sonreír.
—No hay nada ahí que me preocupe. Siéntete libre de trabajar en él cuando
quieras. No te asustes si encuentras una caja de tampones. Ambos sabemos que
son el miedo de todo hombre.
Juro por el destornillador que tiene en la mano, una sonrisa intenta
escapársele. Las comisuras de sus labios se curvan ligeramente, pero no llegan a
levantarse del todo.
A falta de unas horas para recoger a Colby del colegio, hago lo que no puedo
hacer cuando está aquí. Limpio. Aprovechando mi enfado con Kevin, friego todo y
paso la aspiradora como si la bañera, el váter y la alfombra fueran mis
archienemigos.
84
CAPÍTULO TRECE
MORGAN
—Esto es estúpido —refunfuño, dejando caer las instrucciones a mi lado y
girando la cabeza hacia el cielo mientras parpadeo mis lágrimas de frustración.
Pensé que podría ahorrar dinero montando un set de juegos para Colby en
lugar de que viniera una empresa a montarlo. ¿Qué tan difícil puede ser? Unos
tornillos aquí. Unos tornillos allá.
Aparentemente, soy incompetente con la carpintería. No es tan simple como
parece.
Palabras como taladro previo, agujeros descentrados, agujeros avellanados,
una segunda persona y prensado han dejado muy claro que el vendedor mentía
cuando me dijo que podía hacerlo yo sola.
Listo para montar mi trasero. 85
Necesito ayuda.
Braden está descartado ya que está cuidando a Colby por mí. ¿Mi siguiente
esperanza? Lance.
—¿Qué pasa? —responde.
—Hola, Lance. ¿Estás ocupado esta noche?
—En realidad estoy de camino a recoger una cita. ¿Va todo bien? —Su tono
es de preocupación.
Mierda. Mierda. Mierda.
—Sí. Sólo necesitaba ayuda con... —No quiero que cancele su cita para venir
a ayudarme, cosa que sé que haría. Así que... miento—. Preparo las cosas para la
fiesta de Colby. No es gran cosa.
—Maldita sea, Morgan. Lo siento. Lo cancelaré si lo necesitas.
—No seas tonto. —Me obligo a sonar alegre aunque estoy a punto de volver
y estrangular al vendedor—. Ve a divertirte, pero si te diviertes demasiado,
asegúrate de usar condón.
Se ríe a carcajadas.
—Sí, mamá.
Me siento más derrotada después de colgar. Tenía muchas ganas de
sorprender a Colby por su cumpleaños mañana. Quería ver cómo se le iluminaban
los ojos y oír su pequeño grito de alegría. Además, quería asegurarme de que si
Kevin no llamaba, Colby tuviera algo en lo que concentrarse.
Llamaría a Penny si pensara que podría ayudar, pero ella sólo daría
indicaciones. Es increíble en muchas cosas, pero construir no es una de ellas. Lo
sé porque cuando le compré a Colby un organizador en forma de cubo que
necesitaba montaje, rompió la primera espiga de madera y abandonó todo.
Vuelvo a la casa y dejo las instrucciones sobre la encimera. Estudio los
primeros pasos y me doy cuenta de que tampoco tengo las herramientas. Aunque
Callen ya ha terminado con el resto de la casa, la bañera del baño de abajo sigue
pendiente de entrega. Lo que significa que todas sus herramientas siguen aquí. Me
pregunto...
Sin pensármelo dos veces, tomo el teléfono y marco su número.
—¿Sí? —responde con su habitual voz estoica al segundo timbrazo.
—Hola, Callen. Soy Morgan. ¿Me prestas tu pistola de tornillos?
—¿Para qué?
—Bueno, tengo un set de juegos para el cumpleaños de Colby mañana. El
vendedor dijo que era fácil de montar, pero obviamente mintió. Las instrucciones
mencionan algo sobre taladrar y escuadrar y bueno hablando de eso. ¿También
86
tienes una cinta métrica?
Hace un ruido que juraría que es una risita.
—Sí —responde—. La llave sigue encima de la moldura que hay sobre la
puerta.
Estoy aliviada. Una sonrisa brota. Esto está sucediendo.
—Gracias. Prometo poner todo donde lo encontré.
Treinta minutos después, tengo toda la madera separada y apilada por
tamaños. Todas las herramientas están apiladas en las cajas de cartón. Tengo la
pistola de tornillos y la cinta métrica, pero no encuentro la escuadra. Ya estoy
sudando cuando abro las instrucciones y me dispongo a hacer lo que pueda. En el
peor de los casos, Braden y Lance pasarán un buen rato con Colby terminando
esto.
—¿Qué demonios es una broca de longitud jobber? —Me quejo en voz alta,
irritada y a punto de gritar mientras hojeo las páginas en busca de respuestas.
—Las más largas.
La voz grave me sobresalta y me doy la vuelta sujetando la pistola de
tornillos como si fuera un arma. Callen la mira y sonríe. Si no estuviera a punto de
sufrir un infarto, me deleitaría con lo bien que le queda.
—Acabas de darme un susto de muerte.
Levanta una ceja, con las comisuras de los labios aún levantadas.
—¿Qué haces aquí?
—Asegurándome de que no rompas mis herramientas.
¿Era... era una broma? ¿El estoico e inexpresivo Callen acaba de hacer un
chiste? ¿Qué está pasando aquí?
Miro la herramienta que tengo en la mano y la giro de un lado a otro.
—Soy bastante hábil con una pistola de tornillos, gracias. O lo seré cuando
termine.
Sus labios se dibujan en una sonrisa plena y me tiemblan las rodillas. Creo
que tengo que sentarme. Su rostro se transforma y sus ojos brillan. Es guapísimo. Y
se me hace un nudo en el estómago.
—Eso es un taladro. —Lo señala.
Maldita sea. Le sonrío de todos modos.
—Es como una pistola de tornillos. Aprietas el gatillo y funciona. —recalco
haciendo exactamente eso.
Callen, que sigue sonriendo, niega con la cabeza y me quita el taladro.
—¿Cuál es el primer paso? —Inclina la barbilla hacia las instrucciones que
tengo en la mano.
87
—Espera. ¿Estás aquí para ayudarme?
—A menos que quieras construir y yo lea las instrucciones.
No puedo quitarme la sonrisa de encima. Parpadeo hacia los papeles, de
repente no me siento tan derrotada, y repito el primer paso.
91
CAPÍTULO CATORCE
MORGAN
Tengo los nervios destrozados, pero siento que floto. Me siento pesada, pero
ligera. La contradicción no se me escapa. Después de que Callen se fuera anoche,
lloré en la ducha. Mis lágrimas estaban llenas de preocupación por haber
fastidiado lo mejor que nos ha pasado a Colby y a mí. Y una vez en la cama, lloré
por sentirme realmente deseada por primera vez en mucho tiempo.
Todo se repetía. Cómo me tocaba. La forma en que me besó. La forma en
que me iluminaba. La última imagen que tuve antes de dormirme fueron sus ojos
ardientes de deseo. Dormí como un bebé.
Esta mañana he estado ocupada. Hornee el pastel de Colby, chocolate con
glaseado de chocolate, y lo decoré con un dinosaurio que sostiene el número
cuatro. Hacia la una, Lance entró con las pizzas y las bebidas. Penny apareció con
helado y una enorme bolsa de regalo. Stella llegó con una caja y una bolsa mientras 92
Chrissy entraba por la puerta. Por suerte, todos ayudaron a colocar las mesas y las
sillas afuera antes de que llegaran mi hermano y Colby.
Unas cuantas mamás del colegio vinieron con sus hijos y Colby estaba más
que extasiado de verlos. Lance ha estado de guardia, asegurándose de que ningún
niño mire por las persianas cerradas que bloquean la vista.
—¿Estás lista para llevar esta fiesta afuera? —Braden pregunta.
No puedo ocultar mi sonrisa.
—¡Colby! —Lo llamo y deja de jugar con Benny y Flynn para correr hacia mí.
Pone los ojos muy abiertos y sonríe—. Sé que aún no es la hora de los regalos,
pero...
—¡Sí! —salta con las manos por encima de la cabeza.
Me río y lo tomo de la mano. Lo conduzco al centro del salón y Lance hace
una gran escena abriendo las persianas, con horribles sonidos de trompeta y todo.
Colby suelta un grito y echa a correr, sin darle tiempo a Lance a abrir la
puerta por completo y le da un empujón. Grita hasta llegar al parque infantil y se
tira de estómago en un columpio, transformándose al instante en Superman. Benny
se sube al columpio a su lado mientras Flynn corre hacía el tobogán.
Kate se ríe a mi lado.
—Por supuesto, mi hijo correría al tobogán.
Me río.
—Porque tomar las escaleras es demasiado fácil.
—Culparemos de su testarudez a su padre. —Guiña un ojo y toma asiento en
la mesa.
Es algo que aprendí a hacer cuando me sentaba frente a Andrew. Era mi señal
reveladora de que estaba ansioso e incómodo. Él lo garabateaba en el bloc de
notas que siempre tenía en el regazo y lo utilizaba en mi contra. Pensé en ir a verlo,
hablar y desahogarme de todos esos pensamientos confusos, pero decidí no
hacerlo. Prefiero hablar con Charles. No me presiona. No me deja enojado y
vulnerable. Y al igual que Andrew, confío en Charles.
Se me eriza la piel mientras me trago el último bocado de patatas fritas y
dejo el tenedor en el plato. Tengo que desahogarme.
—Me gusta —admito, con la voz baja, y no estoy seguro de por qué lo gruñí,
aparte de que estoy enojado conmigo mismo por gustarme cuando no debería.
Charles no contesta, y no levanto la vista de donde miro la condensación que
se ha acumulado en el lateral del vaso de jugo de naranja.
—No debería —añado.
—Háblame de ella. —Esa misma afirmación también habría salido de la boca
de Andrew—. Debe ser muy hermosa.
No le contesto.
—Tiene un hijo, ¿verdad?
—Hoy cumplió cuatro años. —Me muevo, quitándome la tensión de los
hombros—. Es un buen chico.
Más silencio. Más piel de gallina.
—El padre del chico no quiere saber nada de él —le digo—. O de ella.
Veo a Charles sacudir la cabeza fuera de mi periferia, pero no habla. Los
segundos de silencio se convierten en minutos de silencio.
—Es hermosa. —Él no sabría que eso es un eufemismo absoluto. No hay
palabras para describir su belleza—. Es amable. Fuerte. Ama a Colby con fiereza.
Sus ojos me recuerdan a gemas de aguamarina.
—Suena impresionante.
Asiento con la cabeza porque lo es.
—¿Asumo que estás sentado aquí hablándome de ella porque quieres estar
con ella?
—No se merece que le quite brillo.
—Eso no responde a mi pregunta —replica.
La familiar sensación de vulnerabilidad se desliza por mis venas. No importa
lo que yo quiera. Morgan y Colby se merecen a alguien mejor que yo. Mejor de lo
que soy y de lo que estoy hecho.
—Si te hace sentir cosas, ábrete y dale a tu corazón la oportunidad de latir
por alguien. Eres tan digno de amor como cualquier otro. De dar amor y de ser 100
amado. Tienes un corazón duro. Deja que ella te lo ablande.
Si él supiera...
—Callen. No dejes que el feo pasado moldee tu futuro. No te cierres, chico.
Una triste lástima se refleja en sus ojos, y me molesta. No necesito que
alguien sienta lástima por mí.
Me pongo de pie, saco la cartera del bolsillo trasero y tiro un billete de
cincuenta sobre la mesa. Pero antes de que pueda irme, Charles se levanta y me
agarra del brazo. Lo miro fijamente, casi retándolo a que haga algo. No lo hará. No
lo haré. Y los dos lo sabemos.
—Eres digno, Callen —dice, con voz suave pero ojos duros.
—Quizás. Puede que no. Sólo porque ella me intrigue y me haga desear
cosas no significa que sean las cosas correctas.
—Ella te hace desear... ¿qué? ¿Un polvo? —Su mirada hostil se cruza con la
mía.
La ira se apodera de mí. Tiro del brazo, pero no me muevo de donde estoy,
frente a él.
—¿De eso se trata todo esto? ¿Encontraste a alguien con quien quieres follar
más de una vez?
Mis fosas nasales se agitan.
—Ella es más que eso. Hace que mi maldito corazón lata más rápido y lento
al mismo tiempo. Su sonrisa provoca una vorágine de mierda en mi pecho y sus
ojos una agitación en mi estómago. Todo lo que no debería sentir. Ella me ablanda.
¿Es eso lo que querías oír? ¿Que ella me hace débil? —Para cuando termino, mi
respiración es agitada, mi sangre ruge en mis oídos.
La satisfacción cambia la expresión de Charles y una sonrisa se dibuja en
sus labios.
—No, chico. Quería que tú lo escucharas.
Parpadeo. Algo incómodo, no deseado, se planta dentro de mi pecho y se
desplaza. Una ruptura. Una grieta. Es el chasquido de los oídos, fractura. Atronador
y violento. Una oleada de sangre ruge en mis oídos. Ardiente. Penetrante. Un calor
feroz se derrama sobre mí ampollándome con un escalofrío helado.
—Has tenido un infierno de camino en la vida. Creo que ya es hora de que
te des algo por lo que sonreír.
Retrocedo a trompicones sin responder. No digo ni una palabra mientras
salgo del restaurante. El camino de vuelta a casa es un borrón, las farolas pasan a
toda velocidad mientras agarro con fuerza el volante con el corazón agitado.
Cuando llego a casa, me quito los calzoncillos y me tumbo en la cama, el
pulso me sigue retumbando. Me tapo los ojos con el brazo y me sumerjo en la
101
oscuridad repitiendo las palabras de Charles:
—Dale a tu corazón la oportunidad de latir por alguien. Eres digno de amor.
De dar amor y de ser amado. No dejes que el feo pasado moldee tu futuro.
Mis palabras, lo que admití, persiguen lo que yo dije, Ella me hace suave.
Ella me hace débil.
En mi mente parpadean imágenes de Morgan de pie en su patio con los
rayos de sol cayendo en cascada a su alrededor. La forma en que me sonríe
mientras sus ojos azules brillan bajo la luz y su sedoso cabello negro se deja llevar
por la brisa. Quiero eso todos los días. La quiero todos los días. Los quiero todos
los días.
Sé que tengo sangre de monstruo en las venas, pero algo en ella llama a mi
frío corazón. Por primera vez en mi vida, quiero ceder a lo que siento en el pecho.
Esos son mis últimos pensamientos mientras soy arrastrado a las
profundidades abismales del sueño.
Mi teléfono suena a lo lejos y abro los ojos a la luz del día. Llevo la mano a
ciegas a la mesilla y lo recojo para contestar.
—¿Sí?
—Espera. ¿Estabas durmiendo? —Ethan pregunta.
Suspiro.
—Sí.
Su risa llena el aire.
—La última vez que te recuerdo durmiendo hasta tan tarde es de cuando
fuimos a aquella fiesta universitaria cuando teníamos diecisiete años y papá nos
encontró volviendo a hurtadillas a las tres de la mañana. —Su estúpida risa me
rechina la espina dorsal—. Lavar paredes borrachos fue horrible, pero menos mal
que nos dejó dormir cuando terminamos.
Me cubro la cara con la almohada.
—¿Qué necesitas?
—¿Te apetece ir a la playa? El tiempo es perfecto y las condiciones aún
mejores.
Resoplo y me siento, separando las piernas del borde de la cama mientras
me froto la frente.
—Vamos, hombre. Son casi las diez de un domingo y hace tiempo que no
vemos las olas juntos. Hagámoslo.
Aunque somos totalmente opuestos, Ethan ha sido mi mejor amigo desde la
escuela primaria y mi hermano poco después. El tipo aguanta mi actitud de mierda 102
y siempre es capaz de sacarme de mis casillas.
—Espera. ¿Qué hora dijiste que era?
—Las diez y cinco.
—Maldición. —¿Ocho horas de sueño? Charles es tan bueno como Andrew.
—Prepara tus cosas. Estaré allí en veinte minutos. —Cuelga, sin darme
espacio para hablar.
Al estirarme, respiro hondo y me doy cuenta de lo bien que me siento.
107
CAPÍTULO DIECISIETE
CALLEN
Me sorprende ver el 4Runner de Morgan en pleno día cuando entro en su
casa. Normalmente está en el trabajo a esa hora, por eso quería pasar y recoger
algunas herramientas. Una extraña punzada de excitación me recorre el pecho al
pensar en verla. No la había visto desde la playa el fin de semana pasado. Pasar
tiempo con Colby consiguió que algo se aflojara en mi pecho y la expresión de
Morgan, bueno, eso bombeó luz a mi corazón. Necesitaba un respiro.
En lugar de entrar sin más, como hago normalmente, decido llamar a la
puerta. Pasan varios instantes hasta que ella abre la puerta y me deja sin aliento.
Tiene un aspecto horrible. Agotada y pálida. Febril.
—No quieres estar aquí. Los dos estamos enfermos. —Su voz es nasal y
rasposa.
108
No me gusta el calambre que siento en el pecho.
Arriba, Colby gime y me dan ganas de hacer un agujero en la pared. Es
como un apretón de muerte alrededor del órgano de mi pecho.
Trago saliva.
—Necesito conseguir algunas herramientas.
Empuja la puerta y no espera a que entre antes de dirigirse a las escaleras.
—Cierra la puerta al salir. —Cada escalón parece requerir todas sus fuerzas.
Normalmente su casa está limpia, pero hoy es la más desordenada que he
visto nunca. Hay platos en la encimera, mantas y almohadas esparcidas por el sofá
y el suelo, y vasos en la mesita.
Sé que debería irme. Debería recoger las herramientas que he venido a
buscar y salir por la puerta. Pero no me atrevo. En lugar de eso, me adentro en su
casa y empiezo a limpiar. Recojo todos los platos y los enjuago antes de meterlos
en el lavavajillas. Tiro la basura y doblo las mantas del sofá. Luego busco los
productos de limpieza debajo del fregadero y me pongo a limpiarlo todo. Los
llantos de Colby se han calmado, y de vez en cuando los oigo a él y a Morgan soltar
risitas, lo que hace que se me muevan los labios.
Estoy limpiando la encimera de la cocina cuando unos pasos en la escalera
hacen que mi cuerpo se tense. Morgan me ve, inmóvil en el último escalón.
Insegura, su cara se tuerce y sus cejas se fruncen.
—¿Qué haces?
—Limpiando —le digo—. Quería ayudar.
Me estudia un momento y luego recorre el resto de la casa antes de que sus
ojos cansados vuelvan a posarse en mí.
—Gracias. No era necesario. Iba a hacerlo después de la siesta.
—Ahora puedes dormir.
—Vas a enfermar.
—Estás agobiada —replico.
Sus hombros suben y bajan mientras respira. Cierra los ojos y se frota la
frente con la mano. Cuando vuelve a mirarme, no puedo negar las lágrimas que
intenta desesperadamente apartar de sus ojos agotados.
—¿Sí? Bueno, no tengo elección. Mi hijo está enfermo, y esté yo enferma o
no, tengo que cuidar de él.
Sé que no quiere darme un puñetazo, pero pasa. Mi mamá estaba
constantemente de juerga, siempre colgada o en uno de sus episodios. Yo no tenía
ese lujo. Cuando estaba enferma, tenía que ser un hombre y cuidar de mí mismo.
Miro alrededor de la habitación.
109
—Una preocupación menos ahora.
Quiero acercarme a ella y abrazarla, consolarla de algún modo para que se
sienta mejor, pero esa idea me hace sudar las palmas de las manos. En lugar de
eso, asiento sin decir palabra y salgo, cerrando la puerta tras de mí.
CAPÍTULO DIECINUEVE
MORGAN
Un suave golpe en la puerta me hace fruncir las cejas. Son las ocho y media
116
de la noche. Nunca viene nadie tan tarde.
Al asomarme por la ventana de la puerta, mi corazón empieza a retumbar.
Llevo varios días sin ver a Callen ni hablar con él, lo que me ha dado un respiro
igual que la distancia. Porque sea lo que sea que está haciendo, está empezando a
derribar todas las barreras que he levantado para protegerme.
—Hola —abro la puerta.
Dentro de sus ojos, normalmente seguros de sí mismos, veo una pizca de
incertidumbre.
—¿Cómo se encuentra Colby? —pregunta con voz áspera, como si no
hubiera hablado en todo el día.
Subo los labios.
—Vuelve a ser el de siempre. Es como si nunca hubiera estado enfermo.
—¿Y tú?
La preocupación en su pregunta hace que un revoloteo cosquillee dentro de
mi estómago.
—Mucho mejor.
Mira detrás de mí hacia la casa.
—¿Colby está despierto?
—No.
Sus hombros se desinflan.
—Intenté pasar antes, pero tenía mucho trabajo.
No debería invitarlo a entrar. No debería invitarlo...
—¿Quieres pasar? —En contra de mi buen juicio, abro la puerta,
apartándome de su camino.
Enjuago el trapo de cocina y lo cuelgo en el centro del fregadero. Me doy la
vuelta y me apoyo en la encimera.
—¿Cómo conseguiste que Colby se comiera la sopa? Desprecia la sopa.
—Galletas.
Se me escapa una carcajada.
—¿Esa fue tu magia? ¿Galletas?
La comisura de sus labios hace un tic y aunque no sonríe, sus ojos sí.
—Muchas galletas.
—Por supuesto. —Suelto una risita.
—¿Lo llamó?
Me quedo helada, la sonrisa se me escapa de la cara mientras mi expresión
se marchita. 117
Tengo calor. Hay mil grados bajo mis sábanas, lo que me saca del mejor
sueño que he tenido en mucho tiempo. Abro los ojos y veo a Callen. Está dormido
boca arriba, con un brazo echado sobre los ojos y la otra mano sujetándome la
pantorrilla que tiene echada sobre su pelvis.
Las imágenes de la noche anterior vuelven. El sexo. Increíble, alucinante, el
mejor sexo de mi vida. Los sonidos, sus gruñidos, su respiración contra mi oído,
piel contra piel, la forma en que gemí cuando me corrí, me hacen estremecer.
Luego, como un cubo de agua helada, pánico.
Oh, Dios. ¿En qué demonios estaba pensando al acostarme con él? No estaba
pensando. Estaba consumida. No estoy preparada. Ya siento cosas por él. No hay
forma de que pueda mantener mi corazón completamente lejos de él, aunque lo
intente. No puedo arrastrar a Colby a otra angustia. Adora a Callen. Mierda. He
arruinado esto para él.
Miro el reloj. Fácilmente, muevo la pierna. Pero Callen se agarra con fuerza
y abre los ojos. Se vuelve para mirarme y parpadea un par de veces. Está
buenísimo cuando se despierta.
—Tienes que levantarte —le digo—. Colby...
Frunce el ceño, confundido.
—Son casi las seis y media. Tengo que levantarlo y prepararlo para ir al
colegio —le explico.
Veo un destello de sorpresa en su rostro antes de que se incorpore y separe
las piernas del borde de la cama. Yo también me siento, sujetando la sábana contra
el pecho. Callen se levanta, sin importarle un comino su desnudez mientras recoge
la ropa para empezar a vestirse. Diablos, si yo tuviera un cuerpo como el suyo, me
pavonearía desnuda todo el tiempo.
No puedo evitar fijarme en su trasero, que por cierto está fenomenal,
mientras se pone los bóxers y luego los pantalones. Cuando empieza a
abrochárselos, me mira.
—No lo hagas —refunfuña.
121
—¿No hago qué? —pregunto confusa.
Alarga el brazo y me quita la sábana de la mano, dejándome desnuda de
cintura para arriba.
Mi mirada se desploma mientras mis inseguridades me arrancan la
confianza. Esa sábana era mi escudo.
Deja caer la rodilla sobre la cama, se inclina hacia mí, pone su cara
directamente sobre la mía y me mira fijamente a los ojos.
—No dejes que las palabras de un hombre que no apreció cada cosa de ti
distorsionen cómo te ves a ti misma. Eres jodidamente hermosa, Morgan. Por
dentro y por fuera. —Sus ojos se cruzan con los míos, se levanta y se pone la
camiseta por encima de la cabeza.
Salgo de la cama y me pongo el albornoz rosa y sedoso que estaba colgado
en el gancho de la puerta del armario. Mientras me ato el cinturón, me vuelvo hacia
Callen y lo encuentro justo delante de mí. Jadeo.
Echo la cabeza hacia atrás y lo miro a los ojos. Me siento incómoda, nunca
he tenido una aventura de una noche o lo que sea.
—No puedo dejar que vuelva a pasar. —Mi voz vacila por los nervios—. Yo...
yo no... —Me tambaleo—. No hago cosas casuales. No tengo tiempo para cosas así.
Colby ya está encariñado contigo y a mí me gusta mucho esta casa, así que cuando
esto acabe... —Me quedo sin palabras.
Los músculos de su mandíbula se tensan y sus ojos se entrecierran
ligeramente.
Respiro hondo y decido ofrecerle una parte sincera y muy vulnerable de mi
corazón.
—Me haces sentir cosas. Has conseguido derribar las barreras que he
levantado para protegerme, y es aterrador. Tengo que pensar en Colby. Él es mi
prioridad número uno. No puedo arrastrarlo a otra angustia.
La habitación está en un silencio ensordecedor, salvo por el corazón que me
da un vuelco en el pecho.
—Yo no te haría eso —dice, con voz áspera.
—¿Cómo voy a saberlo? —pregunto—. No sé nada de ti.
Inclina la cabeza y me besa la comisura de los labios.
—Porque sé que en cuanto lo hagas, te alejarás de mí. —Su tono es
mortalmente serio mientras su mirada revolotea entre la mía—. Y aún no estoy
preparado para perderte. —Acerca sus labios a los míos y me besa. Es lento y
suave, una pasión desesperada.
Mis ojos se abren de golpe.
—¿Qué me haría alejarme? —susurro, esperando que me deje entrar. 122
—Gracias por cuidarlo —le digo a Braden mientras recojo los juguetes de
Colby y los meto en su pequeña bolsa de viaje.
Después de mi charla con Stella, me sentí mejor. Pude sonreír y decirlo en
serio. Ella tenía razón. Kevin no se merece el poder de arruinar mi estado de ánimo,
así que se lo di a alguien que tiene el control para hacerme feliz: Callen. Pensar en
él y en todas las pequeñas cosas que ha hecho por nosotros me pone en las nubes.
—No hay problema. Me divertí con mi pequeño compinche —Braden
alborota el cabello de Colby, lo que hace que éste agite las piernas y suelte una
risita mientras intenta apartar a Braden.
—Detente. —Colby levanta la mano y trata de revolver el cabello de Braden.
Mi hermano finge que va a soltar a Colby y lo hace chillar de risa. Estos dos...
—Muy bien niños, basta —los regaño juguetonamente—. Es hora de irse.
Tienes que darte un baño y luego a la cama.
Braden deja a Colby en el suelo, recoge su bolso y nos sigue hasta el auto.
—¿Cómo va todo?
Lo miro por encima del hombro.
—Me iría genial si pudiera encontrar una niñera que no esté a punto de
mudarse para ir a la universidad y a la que pueda pagarle para no estar molestando
a mi hermano todo el tiempo. Seguro que tu vida personal está recibiendo una
paliza.
Braden se ríe.
139
—Hermanas antes de los shows eróticos.
Se me escapa una carcajada mientras meto la mano y compruebo de nuevo
los cinturones de Colby.
—El sacrificio debe ser difícil. —Le doy un abrazo—. Gracias por ser el
mejor hermano que una chica podría pedir.
Me besa en la frente.
—No te olvides de mí cuando te recuperes y no vuelvas a necesitarme.
Pongo los ojos en blanco.
—Tan dramático.
—Te amo, hermanita. Ten cuidado.
Mientras salgo de la calzada y me pongo en camino, desearía que Callen
estuviera en mi casa. Después del día de mierda de hoy, me gustaría que me
envolviera en uno de sus abrazos que me hacen olvidarme de todo. Estoy segura
de que vendría si se lo pidiera, pero no quiero parecer necesitada.
—¿Qué hicieron hoy el tío Braden y tú? —Miro a Colby por el retrovisor.
—Comimos, fuimos al padque, fuimos a las complas y comimos papitas.
—Parece que tuvieron un día divertido.
—¡Sip!
—Estaba pensando que podríamos ir a la playa mañana. ¿Qué te parece?
—¿Puede venid Cawen? Quiero hacer surf.
La pregunta me hace sonreír.
—Puedo llamarlo y preguntarle —le respondo sabiendo que Callen no se lo
perdería por nada del mundo.
De repente, se oye un ruido atronador y todo sucede muy deprisa. Mis
airbags estallan y salgo despedida hacia el lado del copiloto antes de regresar
estrellarme contra la puerta del conductor. El chirrido de los neumáticos y el
crujido del metal son ensordecedores. Los cristales estallan y caen a mi alrededor.
Otro repugnante crujido de metal me pica en los oídos antes de que me lancen
violentamente hacia el lateral y me sumerjan en la más absoluta oscuridad.
Un olor nauseabundo y amargo me quema la nariz y me despierto con un
sobresalto. Al instante, el dolor me saluda y vuelvo en mí. Estoy tumbada de lado,
con la cabeza hacía el asfalto donde debería estar la ventana.
—¿Colby? —grito, con la garganta irritada mientras intento moverme para
desabrocharme el cinturón. Me encuentro con el silencio. Un pavor helado se
desliza por mis venas—. ¿Colby? —Lo intento de nuevo, esta vez más alto,
empujándome desde la puerta para verlo.
El aire se me sale de los pulmones. Se me para el corazón. Colby parece
estar sin vida, con los ojos cerrados, los brazos y el cuerpecito caídos a un lado del 140
asiento del auto, aún abrochado. Tiene la cara llena de sangre.
—¡Colby! —grito. Frenética por llegar hasta él, pulso el botón de liberación
del cinturón de seguridad y tiro de él simultáneamente hasta que se suelta.
Mientras intento retorcerme y arrastrarme entre los asientos hacia él, un
dolor blanco y caliente me recorre la pierna derecha. Está atascada bajo el
salpicadero.
—¡Socorro! —grito, tirando de mi pierna—. Colby, cariño. Todo va a salir
bien. Necesito que me respondas, cariño. Por favor. Mamá necesita que contestes.
Nada.
Me sacudo con más fuerza, intentando mover el pie, y grito por el dolor
cegador.
De repente, aparece la silueta fracturada de alguien a través de mi
parabrisas roto.
—¿Estás bien? —grita el hombre.
—¡Mi hijo! ¡Por favor! —Lloro y me lamento—. ¡Por favor! —Me retuerzo de
nuevo, ignorando el dolor hirviente mientras intento estirarme para alcanzarlo,
pero está demasiado lejos.
Un ruido sordo resuena cuando el hombre se sube al lateral del todoterreno
y mira hacia dentro por la ventanilla del acompañante.
—Mi hijo. Ayúdalo —le suplico.
—Intenta mantener la calma. ¿De acuerdo?
—Estoy atascada. Mi pierna. No puedo sacarla. Por favor. —Me empujo de
la puerta y me agarro al lateral de mi asiento, intentando alcanzar a Colby de
nuevo—. Cariño. Todo va a salir bien. Van a ayudarnos, así que no tengas miedo.
No te asustes. No tengas miedo, bebé.
Sin movimiento. Ningún sonido. Todavía sangre.
Desesperada y frenética, vuelvo a tirar de la pierna, intento mover el pie,
pero es imposible. Grito de frustración. De miedo. De pánico.
El hombre mete la mano y contengo la respiración mientras comprueba el
pulso de Colby. El mío ruge en mis oídos mientras las lágrimas me caen por las
mejillas. El hombre suspira aliviado y el mío estalla en mis pulmones.
—Por favor, ayúdalo.
—Los bomberos están aquí —me dice mientras el estruendo de las sirenas
se acerca. Me mira con preocupación—. No quiero moverlo por si acaso. Lo siento.
—Señora. ¿Se encuentra bien? —Arranco mi mirada del desconocido al
bombero fragmentado en el parabrisas.
—Mi bebé. Ayuda a mi bebé. Por favor —grito y lloro. 141
—Lo haremos. Me llamo Michael. Escucha. Voy a sacarte. Necesito...
—Ayuda a mi hijo —lloro—. Mi bebé. Por favor.
Se oyen voces en el asiento trasero y me giro para ver a un bombero colgado
sobre Colby desde el asiento del copiloto y a otro que se arrastra por la parte
trasera.
—¿Cómo se llama? —pregunta el bombero de al lado.
—Colby. Tiene cuatro años. Por favor, ayúdenlo.
—Necesito que te cubras la cara —Michael está ahora en la ventanilla del
copiloto, tendiéndome un paño blanco—. Usa esto. Voy a cortar el parabrisas, así
que tienes que protegerte la cara.
Más sirenas. Más gente. Más voces. Más, más, más, pero nada de lo que
necesito oír. Necesito la voz de Colby. Necesito los gritos de Colby. Sólo necesito
que mi hijo esté bien.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CALLEN
Justo cuando entro por la puerta principal, suena mi teléfono. Lo saco del
bolsillo trasero y veo el nombre de Braden.
—¿Sí?
—Callen. —Suena como una mierda—. ¿Tienes una llave de repuesto de la
casa de Morgan?
—No.
—Mierda —respira angustiado—. Necesito entrar en su casa. Ella y Colby
tuvieron un grave accidente de auto.
Mis pies se detienen tan bruscamente que tropiezo hacia delante. Mi corazón
golpea contra mis costillas y se contrae.
142
—¿Están bien? —Me dirijo hacia la habitación que uso para guardar algunas
de mis herramientas en busca de mi kit de cerrajería.
—Ella está malherida, pero Colby... —se le quiebra la voz y se me hiela la
sangre—. Le están haciendo pruebas ahora. No sabemos nada.
Tomo el kit y salgo de casa.
—Tendré su puerta desbloqueada en veinte minutos. ¿Qué necesitas?
—Tengo que quitarle esta ropa. Haré que Lance se reúna contigo allí.
—No llames a Lance. —Tiro el kit en el asiento del copiloto de mi auto y me
dejo caer, arrancándolo—. Yo la llevaré. Mándame un mensaje con el número de
la habitación. Te veré pronto. —Cuelgo y meto la marcha atrás. Los neumáticos
chirrían cuando meto primera y me encamino hacia casa de Morgan.
—Tienes que bañarte, tonto. —Me pongo las manos en las caderas e intento
ocultar mi sonrisa—. Hueles a calcetines apestosos.
Esto hace que Colby frunza el ceño. Se ríe pero luego frunce la cara, tratando
de parecer enojado de nuevo.
—No. Estoy cómodo. —Enfatiza su pequeña declaración moviendo el trasero
más profundamente en mis almohadas.
—Vas a hacer que mi cama huela a calcetines apestosos. Tienes que bañarte
y ponerte ropa limpia. Entonces quizá te deje volver a mi cama —me burlo.
Colby abre los ojos con picardía cuando oye abrirse y cerrarse la puerta
principal. Una sonrisa diabólica se dibuja en sus labios y se acentúa cuanto más se
acercan los pasos de Callen.
Callen se detiene en la puerta del dormitorio, mirando entre nosotros.
—Cawen. No quiero tomad un baño. —Oh, Colby lo ataca con la mirada y el
labio inferior en un puchero.
La ceja izquierda de Callen se levanta lentamente y me mira durante una
fracción de segundo.
—¿Quieres dormir afuera?
Agacho la cabeza y finjo rascármela para ocultar mi sonrisa. Callen tiene un
sexto sentido para leer la habitación.
—No. —Colby hace un mohín.
—Entonces tal vez quieras bañarte antes de que tu mamá te ponga a jugar
con las mofetas.
Colby se ríe a carcajadas, con sus pequeñas piernas rebotando en la cama.
Pero luego se pone boca abajo y se desliza hacia el baño.
Callen me detiene por el codo.
—Ve a sentarte. Yo le daré un baño.
Sorprendida, parpadeo.
—No tienes que hacer eso.
—No puedo prometerte que no nos ahogaré a los dos, pero al menos
estaremos limpios. —Suelta una sonrisa que hace que mi corazón se tambalee.
Callen entra en el baño.
—Muy bien, amigo. Vas a tener que enseñarme a hacer esto.
—¿Nunca has tomado un baño antes?
Lo juro por las sábanas frescas que tengo en la mano y que acabo de sacar
del armario, Callen se ríe entre dientes. Odio habérmelo perdido. 150
—Me he bañado. Solo que nunca he bañado a un pequeño amigo.
Mientras cojeo, haciendo la cama, los sonidos del agua chapoteando, las
risas, los aviones y los rugidos de los dinosaurios llenan mi casa y mi corazón. Mi
sonrisa es enorme y mi corazón está lleno. Puede que Callen piense que no se lo
merece, pero ese hombre aporta mucho, mucha felicidad y mucho amor.
Cuando acabo con la cama, bajo las escaleras justo a tiempo para ver a mi
mamá llamar a la puerta. Estupendo.
—Hola, mamá —me fuerzo a sonar agradable—. ¿Qué haces aquí?
Me echa un vistazo, no muy contenta con mi atuendo. Verás, mientras que yo
creo que debes estar cómoda en tu propia casa, mi mamá cree que debes vestirte
como si el mismísimo príncipe azul fuera a venir a llevarte en cualquier momento.
—Estoy aquí para ayudarte. ¿Tienes comida? Haré la comida. —Me empuja
pero se detiene justo dentro de la puerta, mirando alrededor de mi casa—. Es
pequeña. Bonita.
—No necesitas cocinar. Callen trajo pollo frito para nosotros.
El asco se dibuja en su rostro y gira la cabeza hacia mí.
—Eso es demasiado poco saludable para ti. Tienes que vigilar tu peso y no
obstruir tus arterias. ¿Está intentando matarte?
Me rechinan las muelas.
—Es la comida favorita de Colby, mamá.
Tararea en voz baja.
—¿Y dónde está Colby?
—Arriba tomando un baño. Terminará en un rato.
Sus dos cejas perfectamente cuidadas se elevan sobre su frente mientras sus
ojos se desorbitan.
—¿Dejas que tu hijo de cuatro años se bañe solo sin supervisión? —Tiene la
audacia de parecer horrorizada—. Morgan, podría ahogarse.
—Cómo he conseguido mantenerlo vivo tanto tiempo es un milagro —digo
sin un ápice de humor—. Callen está con él.
Se burla.
—Muy bien. —Mientras entra en el salón, puedo ver cómo lo analiza
mentalmente, la desaprobación en sus ojos, la condena en sus labios—. Es
hogareña, por debajo de lo normal, pero hogareña.
—Espera a ver el piso de arriba. De mala calidad, incluso puedes atrapar
una enfermedad, pero al menos es hogareña. —No tengo paciencia para tratar con
ella—. ¿Dónde está Braden? ¿Te trajo?
—No. Él y Lance tenían algo que hacer, así que Lance me prestó su auto. 151
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CAPÍTULO VEINTIOCHO
MORGAN
Un año después...
—Hola, cariño. ¿Qué tal el día? —Es la misma pregunta todos los días, y todos
los días está realmente interesado.
—Bien —digo con un suspiro relajado, acurrucándome más contra él—. El
almuerzo y la cena fueron agitados.
—¿Geoff te presentó a su amiga esta noche?
Me río y vuelvo a apoyar la cabeza en su brazo.
Una noche, hace unos meses, Callen llevó a Colby a la cafetería para darme
una sorpresa mientras yo trabajaba. Geoff estaba allí y le hizo un interrogatorio a
Callen, además de amenazarlo con violencia si me hacía algo malo. Después de
esos momentos de tensión, congeniaron y Callen y Colby se sentaron con él
durante una hora.
Hace unas semanas, Geoff llamó a Callen, sí, congeniaron mucho, y le dijo
que había conocido a alguien y que le preocupaba que me disgustara. Sí. Llamó a
mi novio para saber si me molestaría que tuviera una nueva novia. Me encanta ese
hombre.
—Sí —murmuro—. Lo hizo. Shari es muy hermosa y dulce. También es un
petardo. Son perfectos juntos.
Una risita vibra en su pecho.
—¿Estás bien? ¿Tu corazón está destrozado sin remedio?
—Tengo el corazón completamente roto —finjo mi desesperación—. ¿Cómo
voy a superar esto?
Se ríe de nuevo y me da otro beso en la cabeza.
—Llevará tiempo, pero eres fuerte. Lo superarás.
Se hace el silencio a nuestro alrededor mientras nos sentamos bajo las
cálidas luces que cubren la parte superior de la pérgola y observamos a Colby
columpiarse mientras el sol se pone a nuestro alrededor. La vida ha ido bien estos
últimos doce meses. Callen se mudó conmigo porque no quería volver a
desarraigar a Colby. Unas dos semanas después, llegué a casa del trabajo y los
encontré a él y a Colby, con su pequeño cinturón amarillo de herramientas,
construyendo la pérgola. Es preciosa, una especie de oasis, con largas cortinas
turquesas atadas en las cuatro esquinas. Sobre la oscura mesa de mimbre cuelgan
dos pequeñas lámparas en forma de globo de luz blanca que iluminan el resto de
la zona. Lo construyeron mis chicos y me encanta.
Mientras Callen me ha ayudado a deshacer los años de abuso emocional que
Kevin grabó en mi mente, yo lo he ayudado a superar sus propias inseguridades y
su dolor. No es el monstruo que cree que corre por sus venas. Es cariñoso y
afectuoso, protector y leal. Es romántico a su manera, y me encanta porque le sale
del corazón. Todo lo que hace viene de un punto dulce en su pecho.
Colby lo adora, y aunque no es biológicamente suyo, Callen lo ama como si
fuera suyo. Esos dos son como dos gotas de agua. Siempre juntos. 172
—Prefiero mirar.
—Ya veremos. —Tararea.
Colby vuelve, le da a Callen la botella de agua junto con algo más que no
pude ver, y luego se sienta en el sillón de mimbre con cara de haberse comido el
canario él solo.
—¿Qué hicieron ustedes dos...
Se me atragantan las palabras cuando Callen me enseña un impresionante
anillo de diamante talla princesa con diamantes más pequeños en la banda. No
puedo respirar. Se me acelera el pulso y se me saltan las lágrimas.
—Negro y gris, sin color. Eso es todo lo que fue mi vida desde el momento
en que nací. Nunca creí que pudiera experimentar el amor y la felicidad. Nunca
pensé que merecía nada de eso. Pensé que estaba dañado sin remedio. Hasta que
llegaste tú. Hiciste que mi mundo gris explotara de colores. Hiciste que mi frío
corazón latiera con propósito. Te amo tan profundamente, tan intensamente, tú y
Colby son mi todo. Te juro que nunca te daré una razón para dudar de mí. Jamás.
¿Quieres casarte conmigo?
Las lágrimas corren por mis mejillas y asiento con la cabeza antes de que la
palabra se me escape.
—¡Sí! —Me abrazo a él, hundiendo la cara en el pliegue de su cuello. Me
devuelve el abrazo, pero luego se echa hacia atrás para deslizar el anillo en mi
dedo y me da un beso que hace la promesa con sus palabras.
Esto es tan Callen. Muy honesto, muy real y nada exagerado. Me encanta
esto de él. Es romántico en sus acciones, y la forma en que me mira es lo más
romántico que un hombre podría ofrecerme.
Colby se levanta de la silla y choca los cinco con Callen.
—Te dije que le gustaría el anillo. —Luego salta arriba y abajo—. Ayudé a
elegirlo y tuvimos que recogerlo hoy. —Explota como si hubiera guardado el
secreto más allá de su límite.
Me río, secándome las lágrimas y vuelvo a besar a Callen.
—Te amo.
—Yo también te amo.
Abro los ojos en la habitación oscura y veo que el otro lado de la cama sigue
frío. Miro el reloj. Ha pasado más de una hora. Callen ya debería haber vuelto. El
monitor está en silencio. Salgo de la cama y me dirijo a la habitación de Jesse para
comprobarlo, y lo que encuentro me hincha el corazón de amor.
Jesse está dormido en el lado derecho del pecho de Callen. Colby está
dormido en el otro. Una mano está en la espalda de cada uno de los chicos y Callen
también está dormido.
Es un padre magnífico. Paciente. Cariñoso. Atento. Orgulloso. Ama a sus
hijos y se toma su título de padre muy en serio. Tan en serio como su título de
esposo.
Darle una oportunidad a Callen cuando estaba aterrorizada fue lo mejor que
pude haber hecho por mí y por Colby. Esos demonios que Callen pensaba que
llevaba en la sangre, bueno... los mató.
Es extraño pensar que él creía que yo había traído el color a su vida, cuando
en realidad él ha sido el faro, una luz brillante y poderosa que nos ha guiado. No
creí que lo necesitaba. Ahora no puedo vivir sin su amor, su corazón bondadoso y
su feroz lealtad. Antes creía que me amaban. Estaba muy equivocada. El amor de
Callen es liberador, prometedor e incondicional.
Sí. Él es el color de mi vida.
FIN
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ACERCA DE LA AUTORA
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