Está en la página 1de 223

NOTA

Nuestras traducciones están hechas sin fines de lucro.


Este trabajo se realizó por fans y para fans.
Todos los proyectos realizados por Reading Girls son con el fin de
compartir con otros amantes de la lectura, aquellas historias que
lamentablemente no podemos obtener en nuestro idioma, es decir, que no
han sido traducido por una editorial o autopublicado por los mismos
autores en habla hispana. Por favor:
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad!
¡No subas screenshots de este material a las redes sociales!
¡Apoya al escritor comprando sus libros en idioma original!

¡Disfruten de la lectura!

Reading Girls
CONTENIDO
NOTA ________________________________________________________________________ 3
DEDICATORIA ________________________________________________________________ 5
SINOPSIS ____________________________________________________________________ 6
PRÓLOGO ____________________________________________________________________ 8
CAPÍTULO 1 ________________________________________________________________ 10
CAPÍTULO 2 ________________________________________________________________ 22
CAPÍTULO 3 ________________________________________________________________ 31
CAPÍTULO 4 ________________________________________________________________ 40
CAPÍTULO 5 ________________________________________________________________ 47
CAPÍTULO 6 ________________________________________________________________ 58
CAPÍTULO 7 ________________________________________________________________ 68
CAPÍTULO 8 ________________________________________________________________ 78
CAPÍTULO 9 ________________________________________________________________ 86
CAPÍTULO 10 _______________________________________________________________ 96
CAPÍTULO 11 ______________________________________________________________ 103
CAPÍTULO 12 ______________________________________________________________ 113
CAPÍTULO 13 ______________________________________________________________ 122
CAPÍTULO 14 ______________________________________________________________ 131
CAPÍTULO 15 ______________________________________________________________ 140
CAPÍTULO 16 ______________________________________________________________ 148
CAPÍTULO 17 ______________________________________________________________ 160
CAPÍTULO 18 ______________________________________________________________ 168
CAPÍTULO 19 ______________________________________________________________ 176
CAPÍTULO 20 ______________________________________________________________ 183
CAPÍTULO 21 ______________________________________________________________ 187
CAPÍTULO 22 ______________________________________________________________ 194
CAPÍTULO 23 ______________________________________________________________ 201
EPÍLOGO __________________________________________________________________ 207
AGRADECIMIENTOS _______________________________________________________ 220
ACERCA DE KYLIE KENT __________________________________________________ 223
DEDICATORIA
Para mi hermana, Lynne-Maree, que me enseñó a luchar siempre por
lo que queremos en la vida y a no dejar nunca de alcanzar nuestros
sueños.
SINOPSIS
Reilly
Aprendí de la forma más dura y dolorosa que los HOMBRES no se
quedan, nunca. Incluso aquellos en los que más confías pueden
desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Es más fácil mantenerlos a
distancia. Me divierto con los hombres y luego me alejo.
He pasado los últimos cinco años de mi vida evitando cualquier
conexión emocional con los hombres. Y he tenido éxito. He
construido muros con mucha argamasa y los he puesto alrededor de
mi corazón.
Hasta que Bray Williamson irrumpió en mi vida con su cuerpo
tatuado perfectamente esculpido y sus fascinantes ojos verdes. Era
como ser tentada por el brownie de chocolate más delicioso, la
mezcla perfecta de áspero por fuera, suave y pegajoso por dentro. Se
abalanzó sobre mí con su maldita excavadora, destruyendo mis
muros cuidadosamente construidos, ladrillo a ladrillo, dejando tras
de sí un montón de escombros.
¿Sigo lo que quiere mi frágil corazón y caigo en la tentación?
¿Le doy la llave de mi CORAZÓN, sabiendo lo fácil que es aplastarlo? ¿O
debo seguir a mi cerebro y huir lejos, muy lejos de este hombre que
es un Dios?

Bray
Soy un LUCHADOR, no un amante. Soy implacable en la jaula, un
campeón invicto.
Siempre lucho por lo que quiero, y siempre gano sin importar
las probabilidades. Lo que quiero viene en forma de una hermosa
pelirroja luchadora e independiente.
Aún no acepta ser mía, pero estoy de acuerdo en discrepar con
ella, porque es mía. ¿Quiere correr? Está bien, correré más rápido.
¿Quiere esconderse? La cazaré y no pararé hasta encontrarla. Todo
el mundo en Sydney está a punto de enterarse de que la fusión de
Bray y Reilly está ocurriendo.

Huye, escóndete y niega todo lo que quieras, soy un luchador y


esta es una lucha a la que no me rendiré. Brielly está aquí para
quedarse.

The Merge#2.
PRÓLOGO
Culpable. La palabra se repite en mi mente mientras el martillo
del juez resuena con fuerza en la sala. No puedo creer lo que oigo.
Culpable. La palabra se repite una y otra vez. Sé que el juez está
dictando sentencia, pero no puedo concentrarme en otra cosa que no
sea esa palabra.
Miro a mi hermana, Holly, mi gemela, mi otra mitad, y veo que
las lágrimas caen libremente por su rostro; sus manos tiemblan
ligeramente. Holly me mira a los ojos. No necesito palabras. Sé
exactamente lo que está pasando por su cabeza en este momento:
¿qué diablos vamos a hacer ahora? ¿Cómo vamos a sobrevivir a esto?
Holly está sentada al otro lado de mi madre, ambas agarramos
una de sus manos con las nuestras. Sabiendo que si la soltamos,
aunque sea un minuto, se derrumbará al suelo. Las lágrimas de mi
madre no son silenciosas. Estoy segura de que sus gritos se oyen en
toda la ciudad.
Mientras estoy aquí sentada, repitiendo la palabra una y otra
vez en mi cabeza, tengo que preguntarme cuánto puede aguantar
una mujer antes de romperse por completo. Mi madre es fuerte,
probablemente una de las mujeres más fuertes que conozco, pero
este último año, decir que ha sido duro es quedarse corto.
Mi hermano pequeño Dylan murió en un accidente de auto. Mi
madre volvía a casa después de un partido de fútbol cuando un
conductor borracho se desvió hacia su carril. Ella salió del accidente
con una pierna rota, pero mi hermano pequeño, que sólo tenía
quince años, murió en el acto. Haciendo la señal de la cruz, envío
una pequeña oración hacia arriba mientras pienso en mi hermano.
Nunca he sido una persona muy religiosa, cada oración que he
enviado al cielo estos últimos doce meses ha quedado sin respuesta y
un poco de mi fe ha disminuido junto a ellas.
Hubo un juicio, para el conductor ebrio, en el que salió libre.
Mató a mi hermano y se las arregló para no tener que cumplir
condena en una celda, a la que malditamente pertenecía. A mi padre
le destrozó saber que la persona que mató a su hijo estaba libre. No
era algo que podía soportar.
Mi padre decidió tomar cartas en el asunto. Un día siguió al
borracho hasta su casa y le disparó a quemarropa en la cabeza. Un
claro disparo mortal. No siento ningún remordimiento por el
borracho, tal vez debería. Tal vez soy una persona horrible al no
importarme que mi papá le quitara la vida a otro. Pero ese hijo de
puta mató a mi hermano y ha llevado a los acontecimientos de hoy.
A que mi familia esté aún más destrozada.
A mis diecisiete años, acabo de terminar el colegio y debería
estar celebrándolo y viviendo la vida al máximo antes de tener que
empezar la universidad el año que viene. Pero mientras sostengo el
cuerpo lloroso de mi madre e intento escuchar al juez, lo único que
puedo pensar es: ¿cómo voy a sobrevivir a esto? ¿Cómo van a
sobrevivir a esto mi madre y mi hermana?
Mi padre acaba de ser condenado por asesinato. Ha sido mi
roca toda la vida, y ahora tengo que averiguar cómo salir adelante
sin él, sin su apoyo y su guía, sin su amor inquebrantable.
El grito de mi madre me saca de mis pensamientos y veo cómo
cae al suelo arrastrando a Holly. Veo cómo se le rompe el corazón. Se
suponía que iban a envejecer juntos. Mi mamá y mi papá eran la
definición del alma gemela, del amor verdadero.
Mientras veo a mi madre desmoronarse, prometo que nunca
dejaré que un hombre tenga ese tipo de control sobre mí. Nunca
estaré tan unida a un hombre que mi vida se desmorone en el
momento en que ya no esté en ella. Y juro por todo lo sagrado que
nunca dejaré que me enamoren.
CAPÍTULO 1
Reilly
Siento como si estuviera en un horno. ¿Por qué hace tanto calor
aquí? Espera, ¿dónde es aquí? A medida que la niebla del sueño
desaparece de mi cerebro y estoy más alerta, me doy cuenta de que
no estoy en mi propia cama.
Mi sigiloso intento de zafarme del pesado brazo que me cubre la
cintura se detiene cuando ese brazo me aprieta con más fuerza,
tirando de mi espalda contra un pecho. Me quedo inmóvil, esperando
no despertar a quienquiera que sea el dueño del brazo.
Al mirar ese brazo, tan musculoso y tatuado, se me escapa un
gemido no muy silencioso. Los sucesos de anoche vuelven
lentamente a mi mente y sé a quién pertenece ese brazo. Y el cuerpo
que acompaña a ese brazo, se presenta en forma de un metro
ochenta con músculo sobre músculo. Sólo de pensar en lo que ese
cuerpo puede hacerle… y le hizo, al mío… me replanteo mi plan de
huida.
¿Qué daño puede hacer una ronda más en el heno? Un
momento glorioso más de fusión de nuestros cuerpos antes de que
me vaya y no vuelva a disfrutar de este cuerpo de pecado. Me
retuerzo, frotando el culo contra su entrepierna. Noto su dureza
mientras sigo retorciéndome contra él.
El brazo que me rodea se tensa y, de algún modo, aprieta aún
más mi cuerpo contra el suyo. Su voz rasposa murmura en mi oído,
haciendo que se me ponga la piel de gallina por todo el cuerpo.
—¿Sabes, nena? Si quieres que Junior salga a jugar, sólo tienes
que pedírselo. Estaría dispuesto a ser tuyo en cualquier momento.
Me doy la vuelta para mirarlo a la cara, tomo a su Junior en mi
mano y lo acaricio arriba y abajo lentamente.
—Mmm, creo que me gustaría jugar con Junior una vez más
antes de irme —le digo, agachando la cabeza, sin poder mirarlo a los
ojos.
No sé por qué, pero este hombre me pone muy nerviosa. Me
provoca mariposas… no mariposas… sino más bien una colmena de
abejas zumbando alrededor de mi estómago. Es desconcertante, y
por lo general estaría ya fuera por esa puerta antes de que pudiera
parpadear. Pero su Junior, sé lo que esa cosa puede hacer, y quiero
más de él. Sólo una vez más, me digo.
—Nena, si crees que voy a dejarte ir sólo con una vez más,
piénsalo otra vez. —Su voz es tan severa y seria que miro a esos ojos
que ya están clavados en mi rostro. Mierda, creo que lo dice en serio.
Justo cuando estoy a punto de refutar sus afirmaciones de que
puede retenerme, me interrumpen unos golpes en la puerta. Pero es
lo que gritan por toda la casa lo que me hiela el cuerpo y me hace
entrar en pánico.
—¡Policía, abran!
Más golpes y más peticiones para que abran. Bray maldice en
voz baja mientras salta de la cama y se pone rápidamente la ropa.
Me mira y me dice:
—Hagan lo que hagan, quédate aquí, no salgas de esta
habitación. Te quiero aquí en esta cama cuando arregle esta mierda.
Bueno, a la mierda. Salgo de mi aturdido y lujurioso cerebro y
me pongo lo primero que encuentro tirado en el suelo. Que resulta
ser la camiseta que llevaba anoche.
Mis ojos recorren el dormitorio, se posan en mi teléfono y,
tomándolo, me dirijo a la puerta. Justo cuando mi mano se posa en
el pomo, la mano de Bray se cierra alrededor de la mía, deteniendo
mi precipitada huida.
—Reilly, has perdido la maldita cabeza si piensas por un
minuto que te voy a dejar salir de aquí, sobre todo vestida así.
Sacando mi mano de abajo de la suya, me giro y empujo su
pecho… su maldito pecho duro como una roca. En lugar de pensar
en lo que podría hacer con ese pecho, dejo que la ira hierva en mi
interior, la frustración por haberme puesto en esta situación. Aún
recuerdo cuando llamaron y dijeron esas palabras a través de la
puerta de la casa de mi infancia, sólo que no buscaban a un chico
que acababa de conocer. No, buscaban a mi padre.
Puedo sentir cómo las lágrimas amenazan con escaparse de
mis ojos por los recuerdos, lo que sólo me enfurece más. No soy así
de vulnerable, no me permito ser esa chica vulnerable. Soy fuerte,
independiente y pienso seguir siéndolo.
Lo empujo más lejos de mí, lo que obviamente me permite
hacer porque, seamos realistas, no hay manera de que realmente
pudiera mover a este descomunal hombre.
—No, no me digas lo que puedo o no puedo hacer. Tú y yo, lo
pasamos muy bien anoche, pero eso es todo. Me voy, espero que
disfrutes de tu tiempo esposado —digo mientras retrocedo hacia la
puerta.
Bray da un paso hacia mí y yo lo detengo con la mano.
—Si me tocas ahora mismo o intentas impedir que salga de
esta habitación, gritaré como una loca y esos polis de ahí afuera
echarán la puerta abajo, estoy segura.
Veo cómo retrocede un paso, cómo aprieta y afloja los puños al
verme salir por la puerta. Lo siento detrás de mí todo el camino a
través de la casa. Pero no me vuelvo para mirarlo.
Abro la puerta de par en par y sonrío a los agentes.
—Oficiales, creo que el hombre que buscan está justo detrás de
mí. Que tengan un buen día.
No me detengo, no miro atrás y no dejo caer la primera lágrima
hasta que estoy a mitad de la calle y fuera de su vista.
Me quito las lágrimas traidoras de mi rostro y enderezo los
hombros. No me permitiré volver a ese lugar, a los recuerdos de
cuando se llevaron a mi papá esposado. Mierda, no tengo ni idea de
dónde demonios estoy. ¿Cómo voy a volver a casa?
—Bien, puedes hacerlo, Reilly, sólo llama a Holly. Ella vendrá a
buscarte. —Sé que probablemente parezco una fugitiva del
manicomio ahora mismo. Llevo una camiseta de hombre y nada más,
aunque me llega justo por encima de las rodillas. No importa que
esté más tapada que anoche en el club, pero me siento mucho más
expuesta. El hecho de que esté hablando sola no me hace parecer
más cuerda en este momento.
Llamo a Holly, que, después de chillar con su sermón sobre el
hecho de tener que volver a recoger mi culo en un barrio extraño,
accede a venir a recogerme.
Así que me siento a esperar bajo la sombra de un enorme
eucalipto. Mientras observo los alrededores, una calle arbolada con
enormes mansiones, me asombra y me sorprende que sea la calle en
la que vive Bray. No es lo que yo habría elegido para él. Esta calle
grita casa familiar, esposa, esposo, dos hijos y medio y un perro. No
el caliente como el pecado, tatuado chico malo que tuve anoche.
Chillo cuando me tiran por encima de un hombro... un hombro
grande y ancho. Me agarro a la parte de atrás de su camiseta y puedo
notar cómo me aprieta sus músculos mientras me lleva a través de su
casa. Con la cabeza gacha, ni siquiera puedo echar un buen vistazo a
su casa mientras se abre paso hasta lo que espero que sea su
dormitorio.
—Bray, bájame, puedo andar. Soy demasiado pesada y
probablemente te destroces la espalda o algo, y me gusta mucho esta
espalda, no querría dañarla.
—De ninguna manera te voy a bajar, calabacita. Bueno, no
hasta que te tire en mi cama, lo que sucederá muy pronto. —Me da
una palmada en el culo antes de añadir— No vuelvas a intentar
decirme que pesas demasiado. Tu cuerpo es la definición de la
perfección.
No puedo evitar retorcerme ante el dolor punzante en el culo. Por
más que intento que no se me escape un gemido, lo hago. Bray toma
nota de mi reacción, gime y me da otra palmada más fuerte en el culo.
—Te gusta un poco duro, ¿eh? Buenas noticias para ti, nena, me
gusta follar duro y fuerte. Prepárate, porque te espera una noche que
no olvidarás en mucho tiempo.
De repente, estoy volando por el aire, aterrizando de espaldas,
en lo que sólo puede describirse como una nube. Maldita sea, ¿esta es
su cama? Creo que nunca había sentido algo tan suave y cómodo. No
tengo tiempo de pensar en la calidad del colchón y la ropa de cama de
Bray; mi mente se centra de inmediato en el corpulento hombre que se
está quitando la camiseta por detrás de la cabeza, mostrando un
cuerpazo.
Mis ojos recorren sus anchos hombros y su amplio pecho hasta
su... espera, ¿es un paquete de ocho? Mis intentos de contar se ven
interrumpidos por su voz de mando, que me saca de mi aturdimiento.
—Desnúdate, ahora, Reilly. No te lo volveré a pedir.
Mirándolo fijamente, me quedo sin palabras y confusa por la
humedad que acaba de acumularse entre mis piernas por su petición.
¿O es por lo que tengo adelante? Porque déjame decirte que ver a
Brayden Williamson sin camiseta es suficiente para hacer llorar a
cualquier chica.
Lo siguiente que registra mi cerebro es el sonido de material
rasgándose. Santa mierda, miro hacia abajo y veo mi vestido
literalmente rasgado por la mitad. ¿Qué demonios ha pasado? Levanto
los ojos para encontrarme con los de Bray y me pierdo
momentáneamente en esas bellezas esmeralda.
—¿Qué diablos, Bray? Era uno de mis vestidos favoritos.
—Te dije que te desnudaras. Eres demasiado lenta. —Me
levanta una ceja, esperando que discuta.
—Bueno, quizá deberías avisar a una chica la próxima vez que
pienses quitarte la camiseta. No puedo evitar haberme perdido
momentáneamente en el efecto Bray. Vas a reemplazar este vestido, y
para que lo sepas, no era barato.
Bray se inclina, atrapa mis labios entre los suyos y no tan
suavemente los separa para invadir mi boca con su lengua. El
argumento se me escapa literalmente mientras me besa como un
demonio. Hombre, pensaba que ya me habían besado antes. Pero
este... este beso es de los que se escriben en las películas.
Agarrándolo por la nuca, lo atraigo hacia mí, apretándolo todo lo que
puedo.
Rompiendo el beso, Bray me pasa la lengua por el cuello,
besándome, mordisqueándome y llegando hasta mi pecho. Con un
gemido, me agarra los dos pechos con las manos antes de llevarse el
pezón derecho a la boca. Al contacto, mi cuerpo se arquea sobre la
cama y me estremezco al sentir una descarga de placer que me llega
hasta el tuétano.
No tarda en bajarme las bragas por las piernas. Apenas me doy
cuenta de que se está moviendo, me abre las piernas y hunde la
cabeza entre ellas. Dios, mirar hacia abajo ha sido un error. La mirada
hambrienta de sus ojos mientras se relame los labios es casi suficiente
para que mi cuerpo tembloroso se desborde.
—Dime, calabacita, ¿sabes tan dulce como pareces? Porque este
tiene que ser, sin lugar a dudas, el coño más bonito que he visto
alguna vez. —Gruñe mientras muerde el interior de mi muslo.
—Oh, Dios... ¡Oh, Dios! —Mis caderas se agitan por sí solas, en
un intento de conseguir la fricción en mi núcleo que tan
desesperadamente necesito.
—No, creo que “oh, Bray” son las palabras que quieres estar
gritando, nena —afirma Bray justo un momento antes de sumergir su
lengua en mi centro, lamiéndome de abajo arriba—. Mmm, joder,
calabacita, este coño es peligroso. Una lamida y creo que soy
adicto. —Bray no tarda en sumergirse de nuevo.
Segundos después, estoy gritando su nombre mientras el
orgasmo del siglo me recorre. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo
está ardiendo, explotando de sensaciones. ¿Qué demonios me está
haciendo?
Debo de haberme desmayado durante unos segundos, porque
cuando abro los ojos, Bray está de pie frente a la cama. Desnudo.
Completamente desnudo, joder. Gracias a Dios por haber creado esta
obra maestra. Mis ojos recorren hambrientos su cuerpo, bajan
ansiosos por su torso, deseando echar un vistazo a... espera un
maldito minuto. Eso es... Dios mío, sí que lo es.
Se me hace la boca agua al ver su polla, su hermosa, enorme y
jodidamente perforada polla. Me relamo los labios. Estoy deseando
probarla. ¿He dicho que tiene un piercing? Sí, piercing. Un Príncipe
Alberto, metal brillante en la cabeza de su polla.
¡Bip! ¡Bip!
—Reilly, ¡Levántate! ¡Vamos, no tengo todo
el día! —Inmediatamente me saca de mi ensoñación o recuerdo,
como quieras llamarlo, el sonido de la voz de mi hermana
gritándome.
Contrólate, Reilly. Intento animarme mentalmente. Ahora
mismo me siento como una perra en celo. Sólo de recordar la polla
de Bray me entran ganas de suplicar por más. No, no puedo llegar a
eso. No lo haré.
Al levantarme, me doy cuenta de la magia que es capaz de
hacer esa polla con piercing mientras mi cuerpo arde y hormiguea
con los restos de los acontecimientos de anoche.
Hago todo lo que puedo para evitar el contacto visual con Holly
en el camino de vuelta a casa. Si la miro, sabrá la lucha interna que
estoy intentando librar. Justo cuando pensaba que Holly me iba a
dejar en paz durante todo el trayecto, decide romper el silencio. Me
toma la mano y entrelaza sus dedos con los míos.
—Bueno, basta de revolcarse. ¿Qué ha pasado? —me pregunta
mientras me aprieta la mano antes de soltarla.
Giro la cabeza para fulminarla con la mirada y respondo:
—No me estoy revolcando, no ha pasado nada. Me he levantado
tarde y estoy cansada, eso es todo.
—Buen intento, Rye, pero no me lo creo. —Menea la cabeza y
me dice que no con su voz de maestra. Odio admitirlo, en realidad da
un poco de miedo y tiene firmeza, casi me dan ganas de confesarlo
todo para no meterme en problemas.
Mirando a Holly, ya sé que no tiene sentido tratar de ocultarle
nada. Nunca hemos sido capaces de ocultarnos nada la una a la
otra. Es una especie de extraña cosa de gemelos, siempre sabemos lo
que siente el otro.
Por mucho que quiera confiar en ella, no creo que pueda
hacerlo ahora. Ella trataría de entender, pero en realidad, nunca ha
estado en esta situación. Ni siquiera ha tenido una aventura de una
noche. Holly es el tipo de chica de relación o nada. Está buscando a
su príncipe azul con el que compartir la valla blanca y dos hijos y
medio. Mientras tanto, yo me prometí hace mucho tiempo que nunca
me encariñaría con un chico.
Holly siempre ha sido la gemela buena, mientras que yo
prefiero difuminar las líneas y romper las reglas. Su personalidad es
totalmente opuesta a la mía. Es maestra de preescolar, ama a los
niños a los que enseña como si fueran suyos y llora a lágrima viva al
final de cada curso cuando pasan con un nuevo maestro.
Aunque nuestras personalidades sean opuestas, nuestras
miradas son idénticas. Sólo los que nos conocen de verdad son
capaces de distinguirnos. Compartimos la misma estatura alta y
delgada, el cabello largo y pelirrojo, la piel pálida y los ojos verdes. La
única diferencia es que Holly tiene una pequeña peca bajo el ojo
izquierdo.
Mi silencio no consigue que se eche atrás en absoluto.
—Rye, sabes que te amo más que a nada en el mundo. Por
favor, dime qué demonios ha pasado, o podría dar la vuelta a este
auto y cazar a Bray. No tengo miedo de ensuciarme las manos si es
necesario, sabes. Lo castraré si te ha hecho daño. —Su voz se hace
más fuerte, sé que ella realmente daría la vuelta al auto también.
—Lo tendrías difícil para llegar hasta él, Holly, teniendo en
cuenta que la poli tiró la puerta abajo y lo detuvo. Por eso tuve que
llamarte para que vinieras a buscarme a esta hora intempestiva.
Holly me mira con simpatía en el rostro.
—Rye, lo siento. ¿Por qué lo han detenido?
—No lo sé, me puse una camiseta... —miro la camiseta y
añado— su camiseta, agarré mi teléfono y me largué. No me quedé a
tomar una taza de café con los agentes, Holly. Y francamente, me
importa una mierda por lo que fue arrestado. Es su problema, no el
mío.
Mientras termino de despotricar, me doy cuenta. Llevo puesta
su maldita camiseta, no me extraña que no pueda sacármelo a él y a
su pepino mágico de mi maldita cabeza. Puedo olerlo. Es un aroma
terroso y exótico. Es una sensación extraña; me debato entre sentir
repulsión, porque así es como debería sentirme, y una sensación de
comodidad y seguridad al poder olerlo. Bueno, es oficial, he perdido
la maldita cabeza.
Cuando llegamos a la entrada de nuestra casa, Holly bloquea
mi puerta del auto, deteniendo mi plan de escape rápido.
—Reilly, sea lo que sea, podría haber sido un malentendido. No
todos los que son arrestados acaban en la cárcel. Te gusta, puedo
decirlo, te gusta más de lo que quieres. Deberías simplemente
preguntarle. —Con eso, Holly abre la puerta, dejándome sentada y
sola contemplando sus palabras.

Antes de meterme en la ducha y sin pensármelo dos veces,


llamo a Alyssa para decirle que se han llevado a Bray esposado.
Digamos que la conversación duró poco y la terminé enseguida
cuando empezó a preguntarme cómo sabía que se habían llevado a
Bray esposado. Arghh, no debí llamarla, por supuesto que ya habría
llamado a su hermano en busca de ayuda. Y en realidad, ¿por qué
demonios me importa si lo dejan pudriéndose solo en una celda o
no? No me importa, al menos eso es lo que me digo a mí misma de
todos modos.
Acabo de darme una de las duchas más largas de mi vida y mi
cuerpo necesitaba ese chorro de agua caliente. Me siento como si
hubiera corrido una maratón, mis músculos están doloridos en
lugares que ni siquiera sabía que existían. Por no mencionar el
hecho de que cada vez que me siento, todavía puedo sentir... no, no
voy a volver a eso.
Mientras vuelvo a mi dormitorio, mi teléfono vibra en la mesita
de noche donde lo dejé cargando. Lo desenchufo y me pongo a leer lo
que parece ser un millón de notificaciones de mensajes de texto. La
mayoría de un número desconocido, un montón de ese número
desconocido. Pero también hay varios de Alyssa.
La curiosidad del número desconocido me gana, así que lo
compruebo primero.
Desconocido: ¿Dónde estás?
Desconocido: ¿Hola? Te doy treinta minutos, nena. Si no tengo
noticias tuyas, iré a buscarte.
Desconocido: Lo digo en serio, ¡Te cazaré si tengo que hacerlo!
Desconocido: Reilly, por favor solo dime que al menos llegaste
bien a casa.
Desconocido: Quedan veinte minutos, calabacita.
Desconocido: Quince minutos, dime dónde estás.
De acuerdo, obviamente estos son de Bray, pero si piensa que
le estoy contestando, que se lo piense otra vez. Ni siquiera sé cómo
consiguió mi número. Sin pensarlo demasiado, guardo su número en
mi teléfono antes de pasar a los mensajes de Alyssa.
Alyssa: Reilly, ¿cuánto me amas? En realidad, no contestes. No
importa, porque la cantidad está a punto de multiplicarse por
diez.
Alyssa: Espero que estés sentada. ¿Estás lista? Bien, aquí está.
Yo, sí yo, Alyssa, acabo de conseguirte el trabajo de relaciones
públicas de tus sueños en el club nocturno más caliente de la
ciudad. The Merge, ¿has oído hablar de él? Lol. De todas
formas, Zac despidió anoche a su #puta RRPP y le sugerí que te
entrevistara. Se saltó la entrevista y te está haciendo una
prueba; tienes que estar en el club en dos horas.
¡Oh Dios Mío! ¡Ahh! Dando saltos y bailando feliz, me repongo lo
suficiente como para responderle a Alyssa. No puedo creer que tenga
un trabajo en The Merge. Es como ganar la maldita lotería. Cada vez
me gusta más ese Zac.
Yo: ¡Alyssa, OMG! ¡¡Te amo, chica!! ¡Gracias! Chica, realmente
debes haber jodido los sesos de ese pobre chico anoche para
que me diera un trabajo como ese. De todas formas, sea lo que
sea lo que le hiciste a ese pepino, ¡Sigue haciéndolo! Dile que
estaré allí.
Alyssa: No te preocupes, planeo mantener este pepino
alrededor. Creo que este me gusta de verdad, Rye. Y no creas
que te has librado. Sé que algo pasó entre tú y Bray anoche.
Quiero detalles.
Yo: Lo siento, tengo que prepararme. Tengo un trabajo al que ir.
Justo cuando entro en el armario, mi teléfono vuelve a sonar.
Miro la pantalla y mi sonrisa se tambalea al ver la notificación de
JPCP, la versión abreviada de la advertencia que me hice a mí misma
de que no me acercara a él. Junior Pepino Con Piercing. No, Reilly, no
vas a dejar que te arruine este feliz momento. No puedo evitarlo; abro
el mensaje.
JPCP: Reilly, sé que estás en tu teléfono ahora mismo. Puedo
ver tus mensajes con Alyssa. Contéstame, por favor. Solo
necesito saber que has llegado a casa.
Antes de que tenga la oportunidad de devolverle el mensaje,
diciéndole dónde puede meterse su preocupación, llega otro mensaje.
JPCP: Mira, sé que no era una situación ideal esta mañana,
pero se ha solucionado. Siento que hayas tenido que
despertarte con eso. Por favor, por el amor de Dios, dime que
estás en casa y que estás bien.
No era una situación ideal, eso es ridículo. Tener a la policía
llamando a la puerta para arrestar al tipo con el que acabas de hacer
todo tipo de cosas comprometedoras la noche anterior, está tan lejos
de ser malditamente ideal. Ahora me hierve la sangre, estoy enfadada
y voy a dejar que lo tenga.
Yo: ¿No era ideal? Tienes que estar bromeando, ¿verdad?
Fuiste ARRESTADO, Bray. ¡No hay nada ideal en que la policía
eche abajo la puerta del hombre con el que estabas follando la
noche anterior! Imbécil. No me mandes más mensajes, estoy
bien. Anoche fue divertido y todo, pero dejémoslo así.
Pongo el móvil en silencio, lo tiro sobre la cama y busco el
atuendo perfecto para mi primer día de trabajo.
CAPÍTULO 2
Bray
Después de estar sentado en comisaría durante dos putas
horas, lo último que me apetece es acompañar a mi hermano
mientras hace de puto Uber para su novia. Pero, como siempre, cada
vez que mi culo ha necesitado que lo saquen de cualquier apuro, Zac
siempre ha estado ahí, siempre dispuesto a luchar por mí.
Desde que nuestros padres murieron hace cinco años, Zac ha
estado ahí; se hizo cargo de Ella y de mí. Digamos que no se lo he
puesto nada fácil. Tenía diecisiete años cuando asaltaron a mis
padres en una estación de tren; mi madre cayó a las vías cuando el
asaltante le arrebató el bolso del hombro. Mi padre saltó para
ayudarla, pero no pudieron volver al andén a tiempo.
Zac no puede hablar del incidente; Ella sigue llorando cuando
cree que nadie la mira o se da cuenta. Yo me enfadé, jodidamente
enfadado. Me peleaba con cualquiera y acabaron echándome del
colegio por eso. Pero pelear me ayudaba. Necesitaba el dolor, la
adrenalina, algún lugar donde concentrar toda mi puta rabia para
que no me consumiera.
Me apunté a un club clandestino de lucha callejera y era
bueno. Pero Zac no tardó en sacarme de allí. Me inscribió en un
gimnasio de MMA de última generación. Me puso con un gran
entrenador y el resto es historia. Sigo luchando clandestinamente,
sigo teniendo el mismo jodido gran entrenador. La única diferencia
es que ahora lucho para nuestro propio club clandestino.
Cuando Zac se dio cuenta de que luchar era parte de mí y de lo
que necesitaba hacerlo, volvió a tomar el control y construyó una
jaula clandestina en el sótano de su club nocturno, The Merge. La
jaula del Merge es ahora conocida como la mejor de la ciudad,
nuestros combates consiguen audiencias abarrotadas y se apuestan
cientos de miles de dólares en nuestras peleas. Aún más cuando es
mi nombre en la jaula, Braydon Johnson, en la tarjeta.
Soy jodidamente bueno en lo que hago, invicto, y me enfrentaré
a cualquier hijo de puta que quiera intentar darme una paliza. ¿La
ventaja que tengo? Sigo teniendo la reserva de rabia que llevo
conmigo desde que tenía diecisiete años; el único lugar donde me
permito liberar esa rabia es en la jaula.
Mis pensamientos se detienen cuando Alyssa, la novia de Zac,
abre la puerta en una puta toalla. Joder, sé que es la chica de mi
hermano, pero joder, está buenísima. Aunque puedo apreciar su
atractivo, ahí se acaba; no hay chispa, no hay química. Pero hay una
especie de atracción extraña hacia esta chica que no consigo
entender. Es como si quisiera protegerla; no sé de qué.
Quizá sea sólo que es la primera chica que le importa una
mierda a Zac, y es buena para él. Es pronto, pero puedo ver que ella
no va a ninguna parte, esta se queda. Eso no significa que no pueda
divertirme y cabrear un poco a mi hermano en el proceso. Después
de todo, para qué están los hermanos pequeños, si no es para ser
pequeños bastardos molestos.
por encima del hombro de Zac, bromeo.
—Joder, ya veo por qué mi hermano te ha dejado sus bolas,
Lyssa. —Levanto las cejas arriba y abajo de forma sugerente.
Zac no tarda en entrar, bloqueando mi visión de Alyssa y
cerrándome la puerta en la cara.
—¡Esperaré en el auto, chicos! —Le grito a la puerta. Vuelvo al
auto, me apoyo en él y saco el teléfono.
Desde que Reilly salió furiosa de mi puta casa, no he podido
quitármela de la cabeza. Necesito saber dónde demonios está. ¿Ha
llegado bien a casa? Joder, ahora parezco mi puto hermano.
Frotándome la barbilla con una mano, pienso si debería
mandarle un mensaje, llamarla o, joder, localizarla y presentarme en
su puerta. Quizá con un lazo alrededor de Junior, uno que ella
pueda desenvolver con la boca. Enseguida, Junior se pone en pie,
tan entusiasmado con la idea como yo.
Mirando hacia abajo, le digo:
—Tranquilo, compañero. Eso no pasará en este
momento. —Estoy aquí de pie en un estacionamiento hablando con
mi puta polla. Sí, a la mierda mi vida.
Decidiendo que los mensajes de texto son probablemente la
apuesta más segura tanto para Junior como para mí, teniendo en
cuenta el estado de ira en el que Reilly se fue, busco su número; el
que tuve que robar de su teléfono mientras dormía, claro.
Cuando le pedí su número anoche en el club, se rio en mi puto
rostro y me contestó:
—Sí, eso nunca va a pasar, semental, pero lo que podría pasar
es que me trajeras otro trago. —A continuación, procedió a empujar
su vaso en mi pecho antes de ponerse de puntillas y susurrarme al
oído— Y, al final de la noche, puedes llevarme a casa a la cama para
pasar una noche infernal que no olvidarás en mucho tiempo.
No hace falta decir que le conseguí ese trago. Mis ojos nunca se
apartaron de ella durante el resto de la noche. Que es también la
razón por la que el bastardo que golpeó a Alyssa en la cara pudo
acercarse tanto a ella. La rabia que se apoderó de mi cuerpo, mente y
alma al ver a ese hijo de puta golpear a Alyssa fue fuera de lo
normal. Apenas conozco a la chica, pero tengo la extraña necesidad
de protegerla. Del mismo modo que quiero proteger a Ella de todo el
maldito mundo.
Pasé directamente a la acción sin pensar en otra cosa que en
matar al tipo allí mismo. Mi visión se volvió roja, me centré en mi
objetivo y cuando lo tuve, un gancho de derecha lo tiró al suelo.
¿Pero me detuve ahí? No, me abalancé sobre él, asestándole
puñetazo tras puñetazo en el rostro y luego en las costillas. El
chupapollas no tenía ninguna posibilidad, y si no fuera porque Dean
me hizo retroceder, habría acabado con él. ¿Quién carajo golpea a
una mujer? Un delincuente. Uno que debería ser borrado de la faz de
la tierra y estoy más que feliz de ser el que lo haga.
Es el mismo jodido chupapollas que pensó que podía presentar
cargos contra mí, aunque esos cargos no se mantuvieron. En cuanto
Zac se presentó en la comisaría, con Dean a cuestas y el vídeo del
tipo pegándole a Alyssa, que Zac no había visto hasta entonces, me
soltaron. Cuando Zac vio la grabación, se volvió loco y agarró una
silla, la lanzó al otro lado de la habitación y rompió el cristal de la
ventana. Sobra decir que la policía retiró los cargos. Pero incluso sin
esa grabación, Zac habría tirado de algunos hilos más arriba en el
departamento.
Sacudiéndome los pensamientos de anoche y de esta mañana,
envío un mensaje de texto a Reilly, preguntándole dónde está.
Mientras espero a que me responda, creo que miro el móvil una
docena de veces antes de que Alyssa aparezca rebotando por ahí,
vestida con un maldito uniforme de enfermera. Hombre, quizá tenga
que visitar el hospital más a menudo si este es el aspecto de las
enfermeras hoy en día.
Pensaba que se estaba acercando al auto a esperar a Zac, pero
me sorprende cuando se me acerca, me rodea el cuello con los
brazos y me abraza.
Joder, esta chica sabe abrazar. Menos mal que Junior ha
seguido mi consejo y ha bajado la guardia, o este abrazo le habría
dado más de lo que esperaba. La rodeo con mis brazos y le devuelvo
el abrazo.
—Gracias por ayudarme anoche, Bray. Significa mucho para mí
que me defendieras así —me susurra al oído.
—Cuando quieras, hermana —le digo mientras sonrío por
encima del hombro a Zac, que ahora nos mira furioso y se dirige
hacia nosotros.
—¿Qué carajo? —grita Zac, mientras tira de Alyssa por detrás e
intenta lanzarme un gancho de derecha al rostro. Lo esquivo con
facilidad. Sé que si realmente hubiera querido lanzarme ese gancho,
lo habría conseguido. Me rio de él mientras Alyssa lo rodea con los
brazos y lo tranquiliza. Tiene la extraña habilidad de lograr eso.
Quizá tenga que pedirle algunos consejos. Aunque sospecho que
puede tener algo que ver con la anatomía entre sus piernas. Con la
que, obviamente, Junior no comparte ninguna similitud.
—Sabes que tenía que pasar, ¿verdad? No ha tardado nada en
entrar en razón y decidir que, después de todo, yo soy el hermano
más guapo —le digo.
—Vete a la mierda, idiota —me dice mientras me da una
palmada en la nuca. Por muy grande que sea, siempre recurre a ese
movimiento para reprenderme por mis travesuras. Nunca se lo diría,
pero cuando hace eso, me recuerda mucho a nuestro papá. A veces
digo estupideces a propósito sólo para tener esa mirada de papá,
aunque sea por un segundo.

Estoy acomodado en el asiento de atrás del auto escuchando a


Zac y Alyssa desvanecerse el uno por el otro. Yo escucho a medias
mientras escribo mensajes cada vez más frustrados a Reilly. ¿Por
qué demonios no me contesta? ¿Dónde carajo está? ¿Y si le ha
pasado algo al salir de mi casa?
Vivo en un buen barrio, pero aun así, no sabes quién vive a tu
lado, por muy bonita o cara que sea la casa. Y, maldita sea, lo único
que llevaba puesto era mi puta camiseta.
Me distraigo momentáneamente al recordarla sin nada más que
mi camiseta, con sus piernas largas y delgadas a la vista y el cabello
rojo fuego despeinado cayendo por su espalda. Definitivamente lucía
el look de cabello recién follado. La mirada de recién follada, si tengo
que decirlo, y sí, tengo que hacerlo.
Cuando Alyssa menciona lo mucho que agradece que Zac la
lleve, no puedo evitar reírme un poco. Se gira en su asiento y me
fulmina con la mirada.
—¿Te importaría contarnos por qué te arrestaron esta mañana
y tuviste que sacar a Zac de la cama para que pagara tu fianza?
¿Qué diablos? ¿Cómo demonio sabe eso? Alargo la mano y le
doy una palmada en la nuca a Zac. Sí, ¿qué te parece, hijo de puta?
—¿Se lo dijiste? ¿Qué pasó con el código de hermano, el
hermano de antes...?
No llego a terminar la frase antes de que Zac vuelva a
regañarme.
Pero lo que admite Alyssa me deja con una sonrisa
asquerosamente enorme pegada a mi rostro, una que no puedo
detener.
—No tenía que decírmelo, Reilly me envió un mensaje esta
mañana preocupada por ti y por el hecho de que te llevaran
esposado. —Me dice mientras entrecierra los ojos.
Si está esperando a que le confirme que Reilly estaba conmigo
esta mañana cuando me detuvieron, se va a morir esperando. Puede
que no sea muy caballero, pero no beso y lo cuento.
Así que Reilly se preocupó por mí lo suficiente como para
llamar a Alyssa. La esperanza no está perdida después de todo.
Entonces la pregunta es ¿por qué diablos no me devuelve los
mensajes?
Hago todo lo que puedo para fingir estar ocupado en mi
teléfono. Informar Alyssa de lo que me ha llevado a la cárcel depende
de la necesidad de saber, y de hecho ella no necesita saberlo.
Normalmente no sería un secreto, pero como me arrestaron por darle
una paliza al tipo que la golpeó, no puedo decírselo. Tengo la
sensación de que se sentiría culpable. No necesito que se sienta mal.
Si ella se siente mal, Zac se va a sentir mal y cuando Zac se siente
mal, todos nos llevamos la peor parte.
Alyssa debe darse cuenta de que no voy a comentar nada sobre
Reilly, y empieza amenazar mi hombría si hago daño a uno de sus
amigas. Me dan ganas de preguntarle qué haría si una de sus
amigas me hiciera daño, porque seamos sinceros, eso es lo más
probable. No es que sienta algo por Reilly, pero no me importaría
volver a sentirla debajo de mí, cuanto antes mejor.
Cuando Zac empieza hablar de la necesidad de contratar a un
nuevo Jefe de Relaciones Públicas para The Merge, y Alyssa
recomienda a Reilly para el trabajo, no puedo evitar decir que no a la
sugerencia. Estar cerca de ese cuerpo todo el día o toda la noche
será una tortura si no me deja volver a tocarla. Por supuesto, al
bastardo de Zac le gusta torturarme. Le dice a Alyssa que le diga a
Reilly que tiene el trabajo en período de prueba.
Tengo sentimientos encontrados; por un lado, sabré dónde está
y podré verla todo el tiempo. Por otro lado, mis bolas. Mis pobres,
pobres bolas; los amigos de Junior van a estar jodidamente azules.
Sólo pensar en su cuerpo me está volviendo loco. ¿Cómo diablos voy
a manejar estar cerca de ella?
Puedo ver por encima del hombro de Alyssa que se está
mensajeando con Reilly, y el hecho de que esté contestando a sus
mensajes y no a los míos me está enfadando. También me enciende
por dentro. Puedes huir, calabacita, pero intenta esconderte de mí...
atrévete.
Le envío otro mensaje para hacerle saber, que sé que tiene el
teléfono en la mano y que puede ver mis mensajes. También creo que
debería disculparme por lo ocurrido esta mañana. Estoy seguro de
que no era lo que ella esperaba. Que la policía llame a tu puerta a
horas intempestivas de la mañana no es lo ideal.
Su respuesta me hace sonreír. Está enfadada y me imagino su
rostro... su pálida piel enrojeciendo. Probablemente sea un desastre,
pero la imagen de su enfado me excita. Decido dejar pasar su
mensaje y que piense que ha ganado, y no le contesto. Sé que va a
estar en el club dentro de unas horas y se me acaba de aclarar el
día. Puede que tenga que parar y ayudar a mi hermano un rato.

En cuanto llego a casa, me doy una ducha. Necesito quitarme


el estrés de la mañana... no todos los días te detienen, sobre todo
días después de haberte deshecho de un puto cadáver. No es como
había planeado mi mañana.
No, planeé desayunar con Reilly, luego de desayunarme a
Reilly, luego de darle de desayunar a Reilly. Estoy seguro de que me
entiendes; se suponía que iba a ser una mañana malditamente
placentera. Puedo recordar su sabor en mi lengua... es jodidamente
divino. Nunca había deseado tanto comerme un coño en mi vida.
Podría pasarme la vida con la cabeza enterrada entre sus piernas.
Júnior también está de acuerdo con el plan, y se pone ansioso
de solo pensarlo. Con un poco de gel de ducha en la mano, me
acaricio lentamente la polla, deslizándome arriba y abajo, ejerciendo
la presión justa y girando la mano alrededor de la cabeza, justo
donde se encuentra mi Príncipe Alberto. No tardo en aumentar la
velocidad. Los pensamientos sobre el sabor de Reilly, su olor, sus
gemidos, la sensación de su piel suave y pálida bajo mis dedos me
consumen. Gimo en voz alta. Joder. Antes de darme cuenta, me
estoy corriendo en toda la maldita pared de la ducha mientras grito
su nombre.

Al entrar en mi habitación, la huelo al instante. Joder, ¿hay


algún sitio al que pueda ir sin que ella entre en mi puta cabeza?
Como me encanta el dolor, aspiro su aroma. Recojo su vestido roto
del suelo. Hago una foto de la etiqueta, del vestido y le envío un
mensaje a Ella.
Yo: Ella, cariño, hazme un favor. Encuentra este vestido en
algún sitio y cómprame dos de la misma talla, por favor.
Como Ella tiene dieciocho años y lleva el móvil pegado a la
mano las veinticuatro horas del día, su respuesta es inmediata.
Ella: ¿Por qué quieres comprar un vestido, o dos vestidos? No
creo que esa talla te quede ni por encima de uno de tus brazos,
Bray.
Yo: Porque he estropeado el vestido de alguien y necesito
reemplazarlo. Así que, por favor, haz lo que se te da bien y
cómpralo. Necesito estos vestidos para ayer. ¿Por favor?
Añadir un “por favor” al final puede convencerla de que lo haga;
no quiero tener que hacerlo yo. ¿Dónde demonios los venden?
Ella: De acuerdo, no necesito saber cómo arruinaste ese
vestido. Para que lo entiendas, esa marca es cara. Esto no va a
ser barato para ti. Y mientras paso tu tarjeta, le pondré algo
extra para mí. Llámalo una tarifa de comprador personal.
Yo: No iba a decirte como sucedió. Y no me importa lo que
cueste, sólo consíguelos. No te pases con tus honorarios de
comprador personal. Te amo, cariño. ¡Eres la mejor!
Cuando vuelvo al salón, veo un objeto brillante en el suelo. Al
recogerlo, mi sonrisa se ensancha al inspeccionar el pequeño bolso
que Reilly llevaba anoche. Bueno, parece que alguien tenía tanta
prisa por irse esta mañana que se olvidó de llevárselo.
Al abrirlo, veo una serie de tarjetas, incluido su carnet de
conducir, en el que figura su dirección. Le hago una foto con el
móvil. Sé que me estoy convirtiendo en un acosador, pero me
importa una mierda. Va a querer que le devuelva el bolso y va a tener
que venir a buscarlo. Cuando lo haga, puede que tenga que atarla a
mi cama y enseñarle lo que se pierde por rechazar a Junior y a mí.
CAPÍTULO 3
Reilly
Me miro por última vez en el espejo antes de dirigirme a The
Merge, donde, a partir de hoy, tengo un empleo remunerado. Estoy
muy contenta con lo que he conseguido en tan poco tiempo.
Llevo una falda lápiz negra que acaba justo por encima de las
rodillas y tiene una abertura que me llega hasta la mitad de la pierna
izquierda. Saqué mi blusa blanca de transparencias favorita. El
escote es alto y se ciñe a la base del cuello, mientras que las mangas
caen sueltas por los brazos. Debajo me he puesto un crop top
blanco; se puede ver un poco de piel entre el final del crop top y el
principio de la falda, en la cintura. El conjunto se completa con un
par de zapatos de tacón negros, que añaden un poco más de altura a
mi ya, de por sí, alta figura.
Como no tenía tiempo para peinarme, me recogí el cabello en
una coleta... como suele hacer Holly. Estoy satisfecha de haber
conseguido mi look profesional de zorra de los negocios, que,
admitámoslo, necesito, teniendo en cuenta que el único lado de mí
que Zac... alias mi nuevo Jefe y el nuevo novio de mi mejor amiga...
ha visto alguna vez es el de la fiestera, borracha y despreocupada
Reilly. Tengo que demostrar que también soy una profesional muy
buena en lo que hago.
Recojo mi bolso negro Ted Baker Audrey y empiezo a buscar el
bolso de mano en el que guardé todas mis tarjetas anoche. Entonces
caigo en cuenta.
—Maldito Bray —digo en voz alta a la habitación vacía. Sé
exactamente dónde dejé el bolso anoche... en el suelo de su salón,
donde se me cayó de las manos por estar boca abajo sobre su
maldito hombro.
Le enviaré un mensaje más tarde para que se lo pase a Alyssa,
así no tendré que enfrentarme a él. Sí, eso es lo que haré.
Salgo hacia mi auto y sonrío al verlo… mi bestia, mi bebé, mi
vehículo, el único que no me importa conducir una y otra vez. Al
girar la llave, el motor de mi Mustang GT descapotable negro ruge.
No sé muy bien cómo lo hizo, pero mi papá nos entregó autos a Holly
y a mí el día de nuestra graduación universitaria. A Holly le dieron el
VW amarillo de sus sueños, y a mí, esta máquina.

Al acercarme a la entrada trasera del club, la puerta se abre y


una pared de músculos vestidos de negro se interpone entre el
interior del local y yo. Tengo que inclinar la cabeza hacia atrás para
encontrarme con su rostro. Lo miro a la cara y sus ojos recorren mi
cuerpo de arriba abajo. Carraspeo y capto su atención.
—¿Estás perdida? —pregunta la pared con una ceja levantada.
Inclino la cabeza y entrecierro los ojos. Estoy a punto de
gritarle cuando recuerdo que éste es ahora mi lugar de trabajo.
Respiro hondo y me tranquilizo antes de responderle. Extiendo la
mano y digo:
—No, soy Reilly. Zac me está esperando.
—Sí, eso dicen todas. Lo siento, amor, pero Zac no está
interesado. —La pared retrocede, planeando cerrarme la puerta en la
cara. Reacciono sin pensar y saco el pie para detener la puerta, sólo
para que ésta se estrelle contra el interior de mi pie izquierdo.
—¡Ahh, hijo de puta! —Eso duele como la mierda. Doy saltitos
en el sitio, maldiciendo y divagando durante unos tres minutos,
antes de parar y sacudir un poco el pie mientras inspecciono los
daños. Sí, me va a salir un moratón.
—Quizá quieras utilizar ese pequeño walkie y avisar a Zac de
que Reilly, fíjate bien en el nombre, Reilly, su nueva Jefa de
Relaciones Públicas, está aquí. —No puedo evitar ponerle mala cara
al bruto. Me ha dado con la maldita puerta en el pie.
Se hace a un lado, liberando el paso por la puerta.
—De acuerdo, cariño, tranquilízate, entra y toma asiento en la
barra. Le haré saber que estás aquí.
—En primer lugar, soy Reilly, no tu cariño ni ningún otro
apelativo degradante que te guste repartir, pensando que hará que
toda la humanidad femenina se desmaye y olvide que las has herido.
En segundo lugar, me presentaré por mi cuenta en el bar, gracias.
Voy cojeando hasta el bar. Casi he llegado cuando el camarero
de la noche anterior rodea la barra y se detiene delante de mí.
James, creo que se llamaba.
—¿Qué demonios te ha pasado? —me pregunta. Antes de que
pueda responder, sus manos se extienden y me agarran por la
cintura, levantándome sin esfuerzo y colocándome sobre la barra.
Genial, Reilly, primer día de trabajo y ya estás sentada encima de la
barra.
—El patán de la puerta intentó cerrar la puerta en mi cara. Usé
el pie para detenerlo. —Me encojo de hombros como si no fuera para
tanto.
Los ojos de James se abren ampliamente.
—El chico tiene unas malditas ganas de morir —murmura,
antes de decirme que no me mueva.
Veo cómo James saca una bola de hielo, la envuelve en una
toalla y vuelve hacia mí. Tan amable como siempre, me toma el pie
herido, me quita el zapato y me pone el hielo en el pie. Gimo de lo
bien que me sienta el hielo.
—Tienes suerte de que sea gay, cielo, o ese gemido te metería
en un buen lío, aunque... —Hace una pausa y me mira de arriba
abajo—. No, sigo siendo gay —dice, sacudiendo la cabeza.
—Es una vergüenza para las mujeres, pero si alguna vez
quieres poner a prueba esa teoría, dame un toque, cachondo —le
digo, moviendo las cejas burlonamente.
—No soy tan estúpido ni estoy tan loco como para ponerlo a
prueba contigo. Me gusta demasiado respirar —responde.
Intento asimilar lo que acaba de decir. No entiendo por qué
tengo algo que ver con su respiración. A lo mejor ha estado probando
un poco el producto debajo de la barra.
—¿Qué carajo está pasando? —La voz profunda y áspera
retumba en mí. Oh chico, conozco esa voz... mi cuerpo estaba
demasiado familiarizado con ese estruendo anoche. No levantes la
vista, Reilly. No hagas contacto visual. Sé fuerte. No necesitas
mezclarte en su lío. Recuerda a los policías apareciendo en su puerta
esta mañana. Y eso es todo; mi determinación está tomada.
Miro a James, que parece haber visto un fantasma. Le pasa el
hielo a Bray antes de decir:
—Solo la estaba ayudando, hombre. Se ha hecho daño en el
pie. —Luego se gira hacia mí—. Lo siento, cielo, estás sola con esto.
Como dije, me gusta respirar. —James se da la vuelta y
prácticamente sale corriendo de la zona del bar.
Estoy moviendo mi culo más cerca del borde, a punto de saltar,
cuando Bray pone fin a mis movimientos. Me pone las manos en las
rodillas y me dice:
—Ni se te ocurra, calabacita. —Me levanta el pie, inspecciona
los daños y vuelve a ponerme el hielo.
—¿Cómo ha pasado esto? —Me pregunta mientras me frota el
arco del pie con el pulgar. Jesús, Santa Madre María. Siento como si
mil rayos me atravesaran el cuerpo. Chispas. Las siento por todas
partes. ¿Hace calor aquí? Oh hombre, realmente necesito que deje de
hacer eso. Literalmente me está friendo el cerebro.
Espera, hizo una pregunta, ¿verdad? Puedo hacerlo, puedo
responder una pregunta. Puedo saltar y liberar su agarre de mi pie.
Decido que ese es el mejor plan de acción y pongo las manos en su
pecho, en los músculos bien definido sobre su pecho. Empujándolo
ligeramente hacia atrás, salto hacia abajo.
—Intenté decirle que venía a ver a Zac. No me creyó y fue a
cerrarme la puerta en la cara. Mi pie detuvo la puerta. Eso es todo,
nada demasiado interesante. ¿Está Zac en su oficina? ¿Debería ir
allí? —Levanto la cabeza para mirarlo a los ojos y veo que no le gusta
lo que ha oído. Su rostro es de piedra y no delata nada, pero sus ojos
son más brillantes, más intensos de lo que eran hace un minuto.
—Espera, ¿quién carajo te cerró la maldita puerta? —gruñe.
Bueno, tal vez no son sólo sus ojos los que muestran lo enojado
que está. ¿Pero por qué tiene que estar enfadado? Fue mi maldito
pie, no el suyo.
—Sabes, no me detuve para saber su nombre. La próxima vez
que lo vea, le diré que a Bray le gustaría saber cómo se llamas. —Me
vuelvo a poner el zapato, lo rodeo y me dirijo al ascensor que, según
recuerdo, lleva a la oficina de Zac. Siento los ojos de Bray clavados
en mi espalda durante todo el maldito camino. Al menos ya no cojeo,
tengo el pie entumecido por el hielo.

Sentada en la oficina de Zac, mi mente se llena de posibilidades


e ideas. Sin embargo, intento contener mi entusiasmo y mantener la
profesionalidad. Zac es meticuloso, sabe lo que quiere y tiene
grandes expectativas para su club. Me ha enseñado el edificio y mi
oficina.
Bloc de notas en mano, estoy sentada en el sofá tomando notas
de las muchas tareas que quiere que haga. Es casi como si me
desafiara, como si esperara que fracasara. Pues se va a llevar una
sorpresa... Reilly Reynolds no fracasa en nada. Bueno, quizá en las
relaciones, pero eso es casi siempre intencionado por mi parte.
—Recibimos bandas independientes nuevas y emergentes los
martes y los jueves. Verás en el calendario que estamos completos
este mes; tendrás que empezar a reservar grupos para el mes
siguiente. —Zac se pasea por la oficina y va enumerando una tarea
tras otra. Casi sin respirar.
—También tenemos grupos en directo los viernes y sábados en
horarios limitados; el resto de la noche son nuestros DJ destacados.
Espero que los conozcas y trabajes con ellos. Sus datos estarán en
tus contactos de correo electrónico.
Finalmente, se toma un respiro y hace una pausa. Me mira y
entrecierra los ojos, casi como si no estuviera seguro de algo. Como
si intentara descifrarme de algún modo. Me quedo sentada y espero.
No dejaré que su mirada me intimide. Enderezo la columna y arqueo
una ceja, desafiándolo a que diga algo sobre mí.
Zac se limita a sonreír ante mi desafío silencioso, imbécil.
—También hay otros eventos que celebramos aquí. No tendrás
que hacer mucho por ellos. Se promocionan solos y son sólo con
invitación.
No me perdí la forma en que dijo otros.
—¿Qué tipo de otros eventos, Zac? —Pregunto, mi mente ahora
se arremolina con los peores escenarios. No puedo parar de hablar
antes de empezar a divagar.
—Porque si tus otros eventos son lo que estoy pensando, saldré
por esa puerta y te mantendré lejos, muy lejos de mi mejor amiga.
Por favor, por el amor de Dios, dime que no estás subastando
mujeres. ¿Prostitución? Oh chico, no estás vendiendo drogas aquí,
¿verdad? No, no pareces el tipo que hace eso. Aunque, crees que
conoces alguien y luego, BOOM, realmente no.
Zac me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué mierda te pasa? —pregunta antes de negar con la
cabeza—. En realidad, no contestes a eso. No, no dirijo una maldita
subasta de mujeres ni una red de prostitución.
Justo cuando está a punto de decir algo más, en su teléfono
empieza a sonar “My Girl” de The Temptations. Cuando Zac contesta
al teléfono como si su vida dependiera de eso, no puedo evitar reírme
un poco. Está claro que ese chico está enfermo de amor.
Estoy aquí sentada, intentando no ser la amiga entrometida
que escucha su conversación con Lyssa, pero entonces menciona las
rosas y una tarjeta. Le dice que no son de su parte. Se me hiela la
sangre y lo único que se me pasa por la cabeza es que tengo que
llegar hasta ella.
Alyssa es una de mis mejores amigas. La conozco, y conozco
también su pasado, y recibir flores de un remitente desconocido le va
a traer recuerdos desagradables. Hace dos años, uno de los antiguos
hermanos de acogida de Alyssa empezó acosarla. Empezó a recibir
rosas, regalos extraños y luego empezaron las golosinas. Esto duró
seis meses antes de que finalmente lo atraparan cuando la atacó en
el hospital, mientras ella hacía sus prácticas para la universidad.
Reacciono en piloto automático, salto y le quito el teléfono de la
mano a Zac. Creo que está tan sorprendido por mis movimientos
bruscos que se queda paralizado por un momento. Tengo que
empujarlo por la espalda para que empiece a moverse mientras hablo
con Alyssa.
—Lyssa, soy Reilly. Estás bien. Estás a salvo. Estás en el
hospital, no puede pasarte nada en el hospital. —Intento mantener
la voz lo más calmada posible para tranquilizarla.
—Lyssa, escúchame. No abras esa tarjeta, no la toques. Vamos
hacia ti, ¿bien? Zac y yo vamos a buscarte, ¿De acuerdo?
Su voz es tranquila mientras acepta. Mierda, esto no es bueno.
Se está volviendo loca. Me doy cuenta por lo tranquila y temblorosa
que es su voz, su respiración se acelera.
—Quiero que te quedes al teléfono conmigo hasta que
lleguemos. Ve y dile a quien tengas que decirle que estás enferma y
que necesitas irte a casa, ¿bien? —Hago todo lo que puedo para
asegurarle que no es él. Que no la están acosando otra vez. Lo sabría
si saliera de la cárcel.
Zac se detiene en el estacionamiento y me interroga. Veo que
está estresado, pero no tengo tiempo de ocuparme de él ahora. Si
Alyssa quiere compartir su pasado con él, es cosa suya, no mía.
—Tienes que conducir. Si Alyssa te importa algo, tienes que ir
al hospital ahora. Sólo tienes que saber que nos necesita. No puedo
decirte por qué, no es mi historia. —No tarda mucho en sacar el auto
del estacionamiento a toda velocidad en dirección al hospital.
Estoy de pie en el apartamento de Zac, corrijo... el penthouse
de Zac, yo sola preguntándome qué demonios hago ahora. Después
de recoger Alyssa del suelo del baño del hospital, Zac me tiró las
llaves del auto y me ordenó que condujera. Repito, me ordenó que
condujera su lujoso Batmóvil porque no quería separarse de Alyssa.
La llevó hasta su apartamento y luego siguió por un pasillo,
conmigo pisándole los talones. Ni siquiera miró a su espalda cuando
cerró de un portazo lo que supongo que es la puerta de su
dormitorio. Decidí que Alyssa estaba en buenas manos con él y que
parecía que necesitaba estar junto, así que volví al salón y me quedé
mirando por las ventanas que van del suelo al techo.
—¿Qué demonios hago ahora? —Le pregunto a la ciudad.
Saco el teléfono y envío un mensaje al grupo formado por Holly
y Sarah para decirles que vengan lo antes posible. Ambas responden
inmediatamente que están en camino. Con las prisas por llegar hasta
Lyssa, dejé mi bolso en la oficina de Zac y mi auto en el club. Antes
de pensarlo demasiado, llamo a Bray y contesta al primer timbre.
—¿Qué pasa? —me dice en lugar de saludarme.
—No me pasa nada. ¿Por qué tiene que pasar algo para que
una chica te llame?
—Nena, primero, no eres una chica, eres toda una mujer.
Créeme, he conocido de cerca tu feminidad, lo sé. Segundo, las
mujeres no suelen llamarme durante el día; suele ser tarde por la
noche. La única chica que me llama durante el día es mi hermana
pequeña. Así que, preguntaré de nuevo, ¿qué pasa?
Maldita sea, ¿por qué la mención de otras mujeres que lo
llaman, claramente para tener sexo, me hace hervir la sangre? No me
importa quién lo llame para tener sexo. Si lo digo lo suficiente, es
verdad, ¿no? Elijo ser una mejor persona e ignorar lo recuerdo de los
acontecimientos de anoche, le digo exactamente por qué lo llamo,
esperando por Dios que pueda confiar en él lo suficiente como para
que me entregue mi auto en una sola pieza.
—Bien, el caso es que Zac y yo tuvimos que ir a recoger a Lyssa
al trabajo. Pasó algo y, al salir corriendo de la oficina de Zac,
dejé... —Me interrumpe su voz retumbante al otro lado del teléfono.
—¿Qué carajo le ha pasado a Lyssa? ¿Y por qué no empezaste
con eso? ¿Dónde está ahora? Voy para allá.
—Espera, Bray, Lyssa está bien. Estamos en el apartamento de
Zac y está encerrada en el dormitorio con él. Necesito que tomes mi
bolso de la oficina de Zac; las llaves de mi auto están en mi bolso.
¿Puedes traerme el auto?
—No te preocupes, nena, estaré allí antes de que te des cuenta.
¿Seguro que está bien? —Parece realmente preocupado por ella. No
estoy del todo segura de cómo sentirme al respecto.
—Sí, ella está bien. Pero tú no lo estarás si le haces un solo
rasguño a mi auto. Es el GT negro en el estacionamiento.
—¿Conduces un puto Mustang? Llegaré pronto. Ah, y no hagas
planes para esta noche, estás ocupada. —Cuelga antes de que pueda
amenazarle más sobre dañar mi auto. O decirle que está loco si cree
que estoy ocupada con él esta noche.
Mientras espero a que aparezcan las chicas, y ahora Bray, se
me ocurre un plan genial para escapar del edificio sin que Bray se dé
cuenta de que soy yo quien se va. Bueno, en realidad no es una
genialidad, ya que Holly y yo llevamos toda la vida cambiando de
sitio y engañando a la gente. Nadie, aparte de nuestros padres y
amigos más cercanos, puede saber cuándo hemos cambiado de
identidad. Saldré de este edificio como Holly y no como Reilly. Para
cuando Bray se dé cuenta, si es que se da cuenta, yo ya me habré
ido.
CAPÍTULO 4
Bray
Conducir el auto de Reilly hasta el apartamento de Zac no es
ninguna dificultad. Este auto es un maldito sueño. ¿Cómo diablos
acabó Reilly con esto? Sé que no hace mucho que salió de la
universidad, ha tenido otro trabajo antes de que Zac la contratara,
algo que acaba de ocurrir hoy.
Se me pasa por la cabeza la idea de que se lo haya comprado
un novio o algo así. Ese pensamiento me hace agarrar el volante con
más fuerza de la necesaria. Aunque no veo a Reilly como el tipo de
persona que aceptaría un regalo así de un hombre. A lo mejor es una
niña con un fondo fiduciario, quién carajo sabe. Estoy seguro de que
voy averiguar todo lo que hay que saber sobre la ardiente tentadora.
Entrar en el apartamento de Zac es como entrar en casa. Aquí
es donde nos mudamos después de la muerte de nuestros padres.
Zac ya se había mudado de casa y vivía con Dean en el mejor
apartamento de soltero. Cuando murieron nuestros padres, se liberó
su fideicomiso y compró el penthouse, mudándonos Ella y yo con él.
También compró el edificio de The Merge. Con sólo 20 años, contrató
a dos adolescentes y puso en marcha lo que hoy es el club de moda
de Sydney.
No podría estar más orgulloso de que sea mi hermano; no hay
nada que no haría por él. Conociéndolo, él estaría silenciosamente
perdiendo su mierda por algo que le pasara a Alyssa. Todavía no sé
qué carajo pasó y estoy estresado.
El salón está vacío, así que me dirijo a la cocina. Me detengo en
la puerta y me mantengo oculto, observando a Reilly hablando con
Ella. Tomando las manos de Ella entre las suyas, la oigo susurrar.
—Cariño, si necesitas ayuda, puedo ayudarte. Te lo prometo.
¿Quién te ha hecho esto? ¿Fue Zac? ¿Bray?
Sus preguntas me hacen enfurecer, como si Zac o yo fuéramos
a ponerle la mano encima a una mujer. Cualquiera que nos conozca
sabe que no hay nada que no haríamos por Ella. El tipo que ahora es
comida para gusanos en el bosque Wollombi lo atestiguaría. Si aún
respirara y pudiera hablar. Es el mismo tipo que dejó esos moretones
en el rostro de mi hermana. Sólo de pensar en ella siendo atacada de
esa manera, me dan ganas de traer al imbécil de vuelta a la vida sólo
para poder ver cómo se le escapa la vida de nuevo.
—No me importa lo grandes o aterradores que sean, haré daño
a quien te haya hecho esto. Esto no está bien. No tienes que ser
tratada así. Te llevaré a casa conmigo; no tienes que preocuparte por
nada.
Reilly continúa divagando. Se está poniendo realmente
nerviosa. Lo que me parece divertido y algo más que no puedo
entender. El hecho de que se preocupe por el bienestar de mi
hermana pequeña y que esté dispuesta ayudarla sin pensar en sí
misma es, como mínimo, entrañable.
La expresión en el rostro de Ella no tiene precio. Me doy cuenta
de que no sabe qué hacer. Frunciendo el ceño, intenta convencer a
Reilly de que está bien.
—Espera, ¿crees que Zac o Bray me harían esto? Sabes que
son mis hermanos, ¿no?
—No me importa quiénes sean; si son los responsables de esto,
tendré sus bolas en pequeños tarros de cristal sobre mi
chimenea. —Reilly lo dice tan convincentemente, que realmente creo
que intentaría cortarme las bolas.
Junior y yo estamos muy apegados a dichas bolas, y no nos
separaremos de ellas pronto, nunca si puedo evitarlo.
Ella parece mortificada, tan insegura de cómo manejar a la
ardiente sirena que tiene adelante. Sé cómo manejarla, pero por
desgracia no es una opción viable adelante de mi hermana. Estoy a
punto de darme a notar y sacar a Ella de su miseria cuando por fin
habla.
—Bueno, es obvio que no conoces a mis hermanos en absoluto,
si crees que son capaces de hacerme esto. Me atacaron en The
Merge. Puedes preguntarle a Lyssa. Ella fue quien me cuidó
después. —Ella tiene el rostro inexpresivo, como si estuviera
contando una historia de la que es totalmente ajena.
Como no puedo soportar verla así, entro en la cocina. No tan
silenciosamente. Pisando fuerte sobre el suelo de madera, me dirijo
hacia Ella y Reilly, interponiéndome entre las dos de modo que mi
espalda queda frente a Reilly.
—Aquí estás, cariño. Te he estado buscando por todo el maldito
castillo —digo mientras envuelvo a Ella en mis brazos y le doy un
suave beso en la frente. Ella me rodea la cintura con sus brazos y
apoya la cabeza en mi pecho.
Me doy la vuelta con Ella aún en brazos y mis ojos se posan en
una Reilly sorprendida, aunque no tarda en recuperarse y sustituir
esa sorpresa por un ceño fruncido dirigido directamente a mí.
Levanto una ceja para interrogarla y ella responde saliendo de la
cocina. Mis ojos se fijan de inmediato en su perfecto culo en forma de
corazón, ceñido por la ajustada falda que lleva.
Pensaba que Reilly estaba jodidamente preciosa con ese vestido
de discoteca que le arranqué anoche. Pero ese vestido no tiene nada
que ver con la Reilly del trabajo en su sexy atuendo de bibliotecaria.
Mmm, me pregunto si podré hacer que se ponga unas gafas con ese
atuendo mientras la inclino sobre un escritorio.
Me alejo de Ella y no pienso en Reilly mientras examino los
moratones de mi hermanita en el rostro. No puedo evitar la rabia que
me invade cuando la veo así.
Ella se zafa de mi agarre.
—Estoy bien, Bray. Ya ni siquiera me duele tanto.
—Eres mi hermanita. Sabes que siempre me voy a preocupar
por ti.
Suspirando mientras empieza a limpiar la encimera ya limpia,
Ella levanta la vista hacia mí.
—Lo sé y te lo agradezco, pero en realidad deberías preocuparte
por ti mismo. Ahora que Zac está prácticamente casado con Alyssa,
creo que ya va siendo hora de que busques a alguien lo bastante
estúpida como para aguantarte, y te asegures. No querrás ser el
eterno soltero, ¿verdad?
Se me salen los ojos de las órbitas. ¿De dónde diablos viene
esto? Del puto Zac que ha encontrado a su media naranja, y ahora le
ha dado a Ella la idea de que yo también la necesito. Justo a tiempo,
me viene a la cabeza una imagen de Reilly.
—No te preocupes por mi vida amorosa, hermanita. Créeme, no
me falta nada, eso seguro. Pero, ¿y tú? ¿Algún chico lo bastante
estúpido como para andar por aquí? —Pregunto, sabiendo
perfectamente que algo raro está pasando entre ella y Dean. No estoy
seguro de qué, y confío su vida a Dean, pero últimamente lo he visto
muy intenso con Ella. No estoy seguro de si él sería tan estúpido
como para intentar ir allí con ella.
—Primero, asqueroso. No necesito saber quién y cuántas
calientan tu cama por la noche. Segundo, no seas estúpido. Sabes
que nunca te diría si hubiera un chico que me gustara. Es mucho
más divertido escabullirse. —Ella sonríe cuando está a punto de salir
de la cocina.
—Bueno, tal vez quieras mejorar tu juego de escabullirte,
hermanita. Zac no tardará en darse cuenta de lo que sea que esté
pasando entre Dean y tú.
Veo cómo su espalda se endereza y da un paso en falso. Está a
punto de decir algo cuando Reilly vuelve a la cocina mirando el
móvil.
—¿Ya me echas de menos, nena? —Le pregunto.
—No en esta vida —responde mientras se vuelve hacia Ella, que
en ese momento está moviendo la cabeza entre las dos.
Veo el momento en que se le enciende la bombilla y se le dibuja
en el rostro una enorme sonrisa de culo.
—Esto va a ser taaaaan bueno —dice Ella emocionada.
—Ni idea de lo que va a ser bueno, pero Zac me pidió que le
llevara algo de comer a Lyssa. Corrección, Zac me ordenó que le
llevara algo de comer a Lyssa —le dice Reilly a Ella.
Justo en ese momento, el teléfono que sigue agarrando empieza
a pitar en su mano.
—Mierda, han llegado las chicas. Tengo que bajar corriendo
para que entren.
—No te preocupes. Le prepararé a Lyssa un plato de comida; tú
ve a dejarlas entrar. Tendrás que llevar una tarjeta de ascensor para
volver a subir.
Estoy observando la dinámica entre Ella y Reilly y me asombra
lo rápido que Ella se está adaptando a su presencia. No es que haya
mucho que no me guste. Quiero decir, maldita sea, sólo mirarla y
tengo que ajustar a Junior para darle más espacio por el crecimiento
que está haciendo en este momento.
—Espera, ¿dijiste chicas? Iré a recogerlas por ti —le ofrezco con
mi mejor sonrisa.
Reilly me mira de arriba abajo, y puedo ver la furia en esos ojos
verdes que se esfuerza tanto por ocultar.
—De ninguna jodida manera, niño bonito —exclama mientras
se marcha enfadada.
Ella se ríe.
—Vaya forma de callarte, hermano. Creo que me gusta.
—¿Qué es lo que no te gusta? —Le pregunto. Sin esperar
respuesta, me dirijo a la oficina de Zac; allí es donde esconde el buen
licor.

Después de beberme dos tragos de whisky, me dirijo al salón


en busca de Dean, pero me detengo en seco al oír las voces de Reilly
susurrando a sus amigas que se callen.
Sé que no debería hacerlo, pero no puedo evitar detenerme a
escuchar la conversación entre Reilly y sus amigas. Eso es hasta que
oigo a una de sus amigas anunciar:
—Si no quieres volver a montar ese pepino con piercing, me lo
llevo a dar una vuelta.
Reilly responde:
—Adelante, a ver si me importa.
Es entonces cuando decido hacerme notar.
—¿Ver si te importa qué, calabacita? —Pregunto, rodeando su
hombro con un brazo.
Un brazo que ella no tarda en apartar. Ignorando su
encogimiento de hombros, dirijo mi sonrisa a toda potencia hacia su
hermana y su amiga.
—Señoritas, me alegro de volver a verlas.
—Oh no, el placer es todo mío. Soy Sarah, por si lo habías
olvidado —dice Sarah mientras se acerca un paso a mí.
Miro a Reilly y enarco las cejas. ¿En serio su amiga está
intentando ligar conmigo? Sin embargo, Reilly no hace caso de mi
pregunta silenciosa y se queda mirando fijamente a Sarah. Vaya, qué
interesante giro de los acontecimientos.
Pensando que podría aprovecharme de su repentino monstruo
de ojos verdes, me doy la vuelta y miro a Sarah de arriba abajo, y
luego de arriba abajo otra vez. Habría que estar ciego para decir que
no está buenísima. Mi mente me dice que es un diez; sin embargo,
Junior no se mueve, ni siquiera un poco.
Huh, bueno, ahí se va esa idea. O Reilly quebró a Junior
anoche o él realmente sabe lo que quiere en este momento. Y tengo
la sensación que lo que quiere es a la ardiente pelirroja que está a mi
lado.
Inclinándome hacia su oído y asegurándome de que sus amigas
puedan oírme, le digo:
—Puedes guardar las garras, calabacita. Parece que Junior
tiene la vista puesta exclusivamente en ti.
La boca de Reilly se abre y se cierra durante unos segundos
antes de enderezar los hombros y responder:
—Junior se va a sentir muy solo si no encuentra una amiga
con quien jugar, porque yo desde luego no voy a reencontrarme con
él.
—Claro, tendremos que estar de acuerdo en no estar de
acuerdo con eso, nena —digo mientras me alejo, continuando mi
búsqueda para encontrar dónde carajo se esconde Dean.
CAPÍTULO 5
Reilly
—No puedo creer que Zac nos haya distinguido así. ¿Cómo ha
podido saberlo, Rye? Nadie había sido capaz de distinguirnos sin
conocernos antes —dice Holly mientras mira fijamente su reflejo en
el espejo del ascensor.
Está nerviosa porque la convencí para que se cambiara de ropa
y se hiciera pasar por mí para poder salir del apartamento como
Holly y escapar de Bray y su pepino con piercing. Resulta que no
tuve que preocuparme, porque cuando salimos de la habitación de
Zac, Bray no estaba por ninguna parte.
—Bueno, de toda forma ya no importa. Bray se fue antes que
nosotras, lo que significa crisis evitada.
—Dime otra vez, si ese pepino con piercing suyo es tan mágico,
¿por qué lo evitas?
Ella sabe muy bien por qué tengo que mantenerme alejada de
eso. Ella sólo quiere que lo admita, lo que nunca va a suceder,
nunca. Intentando restarle importancia al efecto que tiene sobre mí,
me encojo de hombros mientras salimos del ascensor.
—No fue tan bueno.
Estoy mintiendo y sé que ella lo sabe. No sólo estuvo bueno,
fue el mejor maldito pepino que he comido. Y por eso no puedo
encariñarme, por eso necesito estar lejos, muy lejos de...
Mis pensamientos son interrumpidos por el jadeo de Holly. Al
darme cuenta de que ya no está a mi lado, me doy la vuelta y me
encuentro cara a cara con una Holly sorprendida y congelada,
envuelta en un par de brazos tatuados muy musculosos. Maldita
sea, Reilly, pon tu cabeza en el juego. Ahora mismo no eres Reilly,
eres Holly.
Y si Holly puede recomponerse lo suficiente para que salgamos
de aquí, sería genial. No me gustan mis posibilidades por la forma en
que parece un ratón atrapado por el maldito gato.
—¿Tratando de huir de mí, nena? —Bray dice en el cuello de
Holly.
Mierda, mierda, mierda, Holly parece a punto de orinarse
encima. Mientras me rompo la cabeza buscando una forma de salir
de esta, Bray maldice y hace girar a Holly para que lo mire.
Nos mira a las dos, hacia adelante y hacia atrás un par de
veces, antes de sonreírme, una sonrisa que me hace temblar los
ovarios. Antes de que me dé cuenta, Bray se abalanza sobre mí, me
agarra el rostro con las dos manos y posa sus labios sobre los míos.
Hago todo lo posible por resistirme, por no abrirle la boca. Pero
es muy persistente. Y esos labios suaves y carnosos me hacen sentir
tan bien. No puedo evitar el gemido que se me escapa cuando me
pasa la lengua por la comisura de los labios.
Por un momento, cedo y le devuelvo el beso con el mismo
entusiasmo que él. Todo a mi alrededor se desvanece y todos mis
sentidos se concentran en Bray. Su exótico y masculino aroma
terroso me envuelve y me hace sentir como si me hubieran
transportado al bosque. Qué no haría porque este hombre me
arrojara contra el tronco de un árbol ahora mismo, la corteza
arañándome la espalda mientras me penetra.
—Umm, Rye, supongo que nos veremos en casa.
La voz de Holly me saca de mi locura inducida por Bray. Eso es
el efecto que me produce, me pone locamente cachonda y me olvido
de todo lo demás. Dando un empujón, me alejo de Bray, que se me
queda mirando con la mayor de sus sonrisas en el rostro. Lo que no
hace más que echar leña al fuego.
—¿Qué demonios, Bray? —Pregunto, cruzando los brazos sobre
el pecho. Entonces se me ocurre que ahora mismo soy Holly. ¿Creía
que estaba besando a Holly?
—¿Por qué diablos intentas besar a mi hermana? —Pregunto.
Sus cejas se arquean como si no entendiera la pregunta. Me
doy cuenta en cuanto se le enciende la bombilla en la mente, porque
vuelve a salir esa sonrisa de vatio completo. Aparta la mirada de esa
sonrisa, Reilly. No dejes que esa boca deliciosa te atraiga de nuevo.
—Nena, no estaba intentando besar a tu hermana. —Mirando a
Holly, dice—: No es que no estés buenísima, Holl, porque obviamente
lo estás.
—Umm, ¿gracias? —Pregunta Holly, poniéndose roja. No acepta
los cumplidos de los hombres tan fácilmente como yo.
—¿Por qué te has cambiado de ropa? —Bray me pregunta.
—Eso es para quien lo necesite saber, y tú no necesitas
saberlo. Ahora, si nos disculpas, tenemos que irnos. —Intento
esquivarlo, pero me rodea la cintura con un brazo y me detiene.
—No tan rápido, buttercup1. Necesito que me lleves
a casa —me dice mientras me acaricia con el pulgar la cintura. ¿Por
qué me afecta así su simple contacto? El simple hecho de tener su
mano en la cintura me provoca una tormenta de hormigueos. Ni
siquiera voy a mencionar el efecto que está teniendo en mis bragas.
Realmente necesito alejarme de él.
—No es mi problema, llama a un Uber. Has oído hablar de
ellos, ¿verdad? —Internamente, me digo a mí misma que me
mantenga fuerte. No dejes que te afecte, Reilly. Esto no terminará
bien para ti.
—Se convirtió en tu problema cuando me pediste que
condujera tu auto hasta aquí, nena. Así que deja de discutir y
vámonos.
Bray me toma de la mano, como si tuviera todo el derecho,
como si le perteneciera de alguna manera. Me siento bien con mi
mano en la suya, cálida y segura. Pero no, no voy a caer en esa
trampa. Retiro la mano y me sacudo el cosquilleo, pero sigo
caminando a su lado. Creo que he perdido la cabeza.
Bray se detiene de repente y se da la vuelta.

1
Son sobre todo plantas herbáceas perennes con flores amarillas o blancas.
—Holly, ¿cómo vas a llegar a casa? ¿Necesitas que te lleve?
Uno podría engañarse pensando que en realidad está
preocupado por cómo llegará mi hermana a casa. Yo no soy una de
esa.
—No, estoy bien, gracias. Tengo mi auto aquí —dice Holly
mientras señala su VW amarillo en la calle. Veo cómo Bray mira el
auto y luego a Holly.
—Espera aquí un momento, nena —dice mientras le quita el
bolso a Holly y la acompaña hasta el auto, esperando a que entre
antes de volver al interior.
De acuerdo, eso ha sido... No sé qué demonios ha sido. Lo que
sí sé es que tenemos que aclarar todo este asunto de nena. Juro que
mis malditos ovarios dan un pequeño vuelco cada vez que le oigo
decir esa palabra.
—¿Estás lista, dulzura? —Me pregunta Bray mientras me toma
la mano de nuevo, sólo para que yo la aparte otra vez.
—¿Dulzura? No, simplemente no. Y ya que hablamos de
nombres de mascotas, ahora no soy... y nunca lo seré... tu nena, tu
buttercup o tu maldita calabacita. Me llamo Reilly. Empieza a
usarlo. —Casi estoy gritando al final de mi perorata.
El imbécil se ríe; simplemente, se ríe de mí.
—Otra cosa más en la que estamos de acuerdo en no estar de
acuerdo. ¿Sabes que eres muy linda cuando te pones así?
—Argh, enséñame dónde está mi auto. Y más te vale que no
tenga ni un rasguño.
—Claro, Reilly, por aquí. Está en el sótano. —Pone énfasis extra
en mi nombre. Pensé que si no usaba nombres de mascotas sería
más fácil para mis ovarios, pero estaba equivocada, muy, muy
equivocada.
Bray me da indicaciones para llegar a su casa y me detengo en
la puerta, esperando a que salga. Se queda ahí sentado mirándome.
Me hace sentir cohibida. ¿Tengo algo en el rostro? Estoy segura de
que no.
—Sabes, esta suele ser la parte en la que dices gracias por
traerme, Reilly, nos vemos —le digo, con la esperanza de sacarlo de
mi auto.
—Huh. Sabes, estaría encantado de darte un paseo por el que
me estarías dando las gracias —dice mientras mueve las cejas arriba
y abajo mirándome. Antes de que pueda responder... porque sí, mi
mente tarda un poco en dejar de imaginarse qué tipo de paseo me
está ofreciendo... me saca de mis pensamientos—. Baja la ventanilla
e introduce el código, nena. Es el 2501.
Como la idiota que soy, lo hago… bajo la ventanilla, introduzco
el código y atravieso las puertas cuando se abren. A estas alturas
creo que son mis ovarios los que me llevan a la perdición. Detengo el
auto al final de su entrada y le digo:
—Bueno, ya estás en casa, ya puedes salir.
Se ríe y niega con la cabeza.
—Tengo el bolso que dejaste aquí anoche. ¿Quieres entrar y
agarrarlo?
Sí que quiero agarrar ese bolso; tiene mis tarjetas. Pero, ¿vale
la pena correr el riesgo de volver a entrar en su casa? No estoy
segura.
—¿No puedes entrar, tomarlo y traérmelo? —Le suplico.
—¿Tienes miedo de que esa amistosa vagina tuya no pueda
dejar de querer jugar con Junior si entras?
¿Qué...? Espera, ¿de verdad acaba de decir eso?
—¿Mi amistosa vagina? ¿En serio, Bray? Créeme, no es tan
amistosa como crees. Ahora mismo el nombre correcto sería vagina
perra y lo último que mi vagina quiere hacer es jugar con Junior
¡ahora o nunca! —Si sigo diciéndolo, puede que los dos empecemos a
creérnoslo.
—Bueno, nena, tu vagina fue muy amistosa con Junior anoche.
No puedo evitar que piense que ha encontrado a su nuevo
compañero de juegos. Además, no puedes decir que no tiene buen
gusto, porque todavía puedo saborear esa vagina amistosa tuya y
estoy hambriento por otra ración.
Santa mierda, bueno, ¿cómo demonios respondo a eso? Maldita
sea, ahora mi vagina realmente quiere jugar, o que jueguen con ella.
—No va a pasar, Bray. Por favor, necesito irme a casa. Puedo
tomar mi bolso en otro momento, o puedes llevarlo al club o algo
así. —Ni siquiera puedo mirarlo a los ojos mientras prácticamente le
suplico que no me haga entrar.
Bray se queda en silencio un momento mientras me mira, y
luego me sorprende sujetándome el rostro y haciendo que mis ojos se
encuentren con los suyos.
—Reilly, sabes que nunca te obligaría a hacer algo que no
quieres, ¿verdad?
Asiento porque, de alguna manera, me siento segura con él.
Siento que nunca me haría daño. Pero es la naturaleza impredecible
de la vida la que acabará haciéndome daño. Es la policía llamando a
la puerta a cualquier hora de la mañana y llevándoselo esposado, eso
es lo que me hará daño.
—Bien, espera aquí, voy a entrar corriendo a tomar tus
cosas. —Antes de salir del auto, se inclina y me besa en la frente.
Los besos en la frente son mi kriptonita. Jesús, ¿por qué tiene
que ser tan malditamente perfecto? Tarda menos de dos minutos en
salir corriendo de casa con mi bolso de mano y algunas bolsas de
ropa.
Abre la puerta del acompañante, coloca mi bolso en el asiento y
deja las bolsas en el asiento trasero.
—¿Qué pasa con eso? —Le pregunto señalando las bolsas.
—Te dije que sustituiría el vestido que rompí, así que
lo hice. —Se encoge de hombros.
—Uhh, ¿gracias? —No quiero que parezca una pregunta, pero
lo es—. Te das cuenta de que hay dos bolsas ahí, ¿verdad? Sólo has
roto un vestido.
—Lo sé, y tengo la intención de volver a romper ese vestido la
próxima vez que te lo vea puesto. Por eso hay dos. Ahora cuando
rasgue el nuevo vestido, ya tienes otro. —Termina con un guiño.
En realidad creo que ahora habla en serio.
—No vas a volver a arrancarme ningún vestido, Bray. Lo siento,
pero has malgastado tu dinero.
—De acuerdo en que no estamos de acuerdo, nena, parece que
eso se está convirtiendo en algo nuestro. Conduce con cuidado y
mándame un mensaje o llámame cuando llegues a casa. —No me
deja responder antes de cerrar la puerta y entrar en su casa.
Bueno, espero por su bien que sea un hombre paciente. Porque
va a esperar mucho tiempo a que llegue ese mensaje.

Una semana. He conseguido trabajar en The Merge durante


una semana entera sin tener que cruzarme con Bray ni una sola vez.
Lo he esquivado en las esquinas y me he escondido en los baños
para conseguirlo, pero lo he logrado.
He llegado a conocer a muchos de los empleados. El personal
del bar es genial, especialmente James. Él y yo vamos a ser grandes
amigos. En cambio, el personal de seguridad es difícil de entender.
Aparte de Dean, todos parecen evitarme como a la peste. Siempre
que voy a hablar con alguno de ellos o intento preguntarles algo,
murmuran por lo bajo y se excusan diciendo que tienen que irse.
Dean siempre se apresura a venir a buscarme para ver qué es lo que
necesito. Quiero decir, no es que no me guste Dean, me gusta. Es
sólo que es muy raro. Nunca he tenido que tratar con hombres que
me eviten así; normalmente es al revés, como yo evitando a Bray, por
ejemplo.
—Reilly, ¿estás escuchando? —Zac pregunta.
Oh, mierda. Sí, estaba totalmente ausente mientras estaba en
una reunión con Zac. Debería estar apuntando todas las notas y la
interminable lista que quiere que haga.
—Lo siento, debo haberme perdido eso. ¿Qué has
dicho? —Intento poner mi voz de mantequilla dulce que no se
derrite. Pero eso no me lleva a ninguna parte con Zac. Es un hombre
con una misión. Sabe lo que quiere y va por eso. Lo respeto
muchísimo, pero me iré a la tumba antes de admitirlo.
Admiro su lado empresarial. La forma en que ha construido
este negocio desde cero y a una edad tan temprana es admirable. De
nuevo, nunca admitiré eso ante nadie.
—Bueno, si has terminado de soñar despierta, y por favor
abstente de compartir cualquier pensamiento que te haya tenido
ocupada, necesito que vayas a la tienda a comprar un vestido —dice.
Eso me llama la atención. No sé si debería estar enfadada o
emocionada. Enfadada, porque no soy su maldita compradora
personal, y emocionada porque ir de compras con la tarjeta de
crédito de Zac parecen un infierno en un buen momento.
—Primero, no soy tu compradora personal. Segundo, prepárate
para perder las bolas si ese vestido que quieres que compre no es
para Alyssa. —Lo fulmino con la mirada.
Frunce el ceño.
—Primero, eres mi empleada, estás a mi servicio. Si te pido que
hagas un recado, eso es lo que harás. Segundo, ¿para quién diablos
crees que iba a comprar un puto vestido?
—Buena respuesta, pero ¿por qué necesitas comprarle un
vestido a Lyssa? —Parece una petición extraña, incluso viniendo de
él. Créeme, he tenido algunas peticiones extrañas durante la
semana.
—Hay una pelea esta noche después de su turno. Ella viene, y
supongo que no va a querer salir al club o bajar al sótano en
uniforme.
—¿Realmente vas a llevarla al sótano? Ni siquiera he visto
todavía ese exclusivo sótano. Si compro el vestido, yo iré a la pelea
también.
—No tengo elección. Tengo que estar allí... es la última pelea
del año. Y te aseguro que no voy a dejar a Alyssa aquí sola. —Se
levanta, saca una tarjeta negra de su cartera y me la entrega.
—Toma, compra algo adecuado, pero asegúrate de que
realmente la cubra. No necesito que todos los bastardos de ahí abajo
estén mirando lo que es mío —dice, como si fuera a escuchar una
palabra de eso.
Inspeccionando la elegante tarjeta negra, pregunto:
—¿Hay un límite para este chico malo?
—No, asegúrate de conseguirle también los zapatos y de estar
de vuelta a las nueve. La pelea empieza esta noche a las nueve y
media, y tengo la sensación de que no vas a querer perdértela.
—¿Hablas en serio? Llevo toda la semana esperando a ver qué
pasa ahí abajo. Volveré a tiempo. —Mientras trato de salir de su
oficina, entra el pepino con piercing. Quiero decir Bray… Bray entra.
Llevando un chándal, nada más. Y ahí van los ovarios de nuevo.
Hago todo lo que puedo para que no se me note que lo estoy
mirando, salgo corriendo de la oficina y me largo del edificio. Creo
que voy a disfrutar de esta pequeña excursión de compras.
Sólo una mirada a Bray y necesito recalibrar mi sistema dentro
de la mentalidad, no quiero a Bray Williamson o a Junior, su pepino
con piercing. Probablemente soy la única mujer en la tierra que ha
murmurado esa frase.

Un infierno de un viaje de compras más tarde, estoy de pie


junto a una muy emocionada Alyssa y un muy enojado conmigo Zac.
Digamos que él no estaba impresionado con el vestido que elegí para
ella; pero maldita sea, ella es dueña de ese vestido. Su cuerpo es
asesino y tiene las curvas en todos los lugares correctos. Es un
crimen no mostrarlo.
El público está entusiasmado. Ya hemos visto algunos
combates y parece que estamos esperando el evento principal.
Aunque nadie comenta quiénes son los luchadores del evento
principal. Acaban de limpiar la jaula después del último combate.
No me sorprende que incluso aquí abajo, en este club de lucha
clandestino, Zac tenga todo funcionando como una máquina puesta
a punto. De repente, las luces se opacan, un foco ilumina la entrada
del luchador y “T.N.T.” de ACDC suena por los altavoces.
Estiro el cuello para ver quién es el luchador que sale. La
verdad es que no debería haber mirado. Por supuesto, tiene que ser
un puto luchador de jaula. Saliendo con dos mujeres vestidas sólo
con bikinis, una colgando a cada lado de él, no es otro que el puto
Bray Williamson.
Él sale vistiendo, supongo que lo que está haciendo pasar por
unos pantalones cortos negros, aunque parecen más bien boxers
pintados. Todo su cuerpo está en exhibición para que todos lo vean,
esas dos chicas en bikini seguro que están recibiendo su parte.
Bray está bailando y jugando con la multitud. Y aunque esas
chicas intentan inclinarse y restregarse sobre él, sonrío un poco
cuando veo que niega con la cabeza y las hace retroceder unos
centímetros. Huh, eso es interesante. Las chicas del bikini parecen
tan sorprendidas como yo por el giro de los acontecimientos. Bray
entra en la jaula, y me avergüenza decir que mis ojos no se han
apartado demasiado de él, en todo el tiempo que lleva bailando hasta
aquí.
Miro a Lyssa, que está a mi lado, y enseguida me doy cuenta de
que algo va mal. Está aterrorizada, mirando por toda la sala. Zac la
sujeta como si su vida dependiera de eso; su rostro es tan severo y
furioso como nunca lo he visto.
—¿Qué pasa? —grito por encima del ruido de la multitud.
No dice nada, solo me entrega el teléfono de Lyssa con un
mensaje abierto. Se me hiela la sangre al ver el mensaje. Esto no
puede estar pasándole otra vez. No sé cómo podrá sobrevivir a que
otro acosador se le acerque así.
¡No deberías tocar cosas que no te pertenecen! Él era mío
primero, ¡Yo lo vi primero! No te avisare de nuevo perra, él es
MÍO. Volverá a estar conmigo, aunque tenga que eliminarte yo
misma. xxx
Me siento impotente. No sé qué hacer ahora. Miro hacia la jaula
y mis ojos se posan en Bray. Me mira fijamente, con los ojos
entrecerrados. Parece dispuesto a salir de la jaula. Luego mira a Zac
y asiente antes de indicar al árbitro que está listo.
Observo los movimientos de Bray, incapaz de apartar los ojos
de él. Siento que se me para el corazón cuando suena la campana
que da comienzo al combate. Parece que sólo han pasado unos
segundos y el oponente de Bray está en el suelo, noqueado de un
solo golpe. Bray salta de la jaula, ignorando los gritos del público, y
se dirige directamente hacia nosotros. Directo hacia mí.
Me rodea con un brazo y yo lo dejo. Absorbo el consuelo que
me ofrece y tomo todo lo que puedo. Les dice algo a Zac y a Dean
antes de guiarme junto con el resto de nuestro grupo fuera del
sótano. No me suelta y, sinceramente, no creo que quiera que lo
haga ahora. Ese mensaje de texto incluso me asustó, y yo no me
asusto fácilmente.
No tengo miedo por mí. Tengo miedo por mi mejor amiga. Tengo
miedo por cómo esto va afectarla. Sé lo que necesita. Lo que necesita
ahora mismo son sus chicas... esto requiere una fiesta de pijamas de
las proporciones más épicas. Esta noche se consumirá mucho
alcohol, aperitivos y más alcohol.
CAPÍTULO 6
Bray
Acabo de meterme en la cama, en mi antigua habitación del
penthouse de Zac. En realidad no me quedo aquí a menudo, pero él
nunca ha cambiado mi habitación desde que me mudé hace unos
años.
Me pasé horas sentado en el salón escuchando a las chicas reír
y chillar. Me alegro de que pudieran ayudar a Alyssa a relajarse y a
intentar olvidar a esa maldita psicópata de Caitlyn enviándole esos
malditos mensajes. Quiero estrangular a esa puta. Si cree que puede
hacer daño a mi familia, que se lo piense otra vez. No me detendré
ante nada para protegerlos, y Alyssa es ahora parte de eso.
Sé que a Reilly le gusta hacerse la dura, pero la he estado
observando esta última semana. Me he mantenido fuera de su
camino a propósito, para decepción de Junior. La forma en que se
veía tan rota y estresada en el auto cuando me dejó, sé que está
luchando con algo. Aunque me gustaría ayudarla, tampoco quiero
complicarle las cosas.
Oigo el ruido del pomo de mi puerta girando o intentando girar.
Estoy a punto de saltar de la cama, preparado y alerta, cuando veo
unas largas piernas y una melena pelirroja entrando a trompicones
en la habitación. En este momento, tengo la jodida esperanza de que
sea Reilly y no Holly la que entra dando tumbos.
Es muy difícil distinguir en la oscuridad. Tendría que tocar a
quienquiera que sea para averiguarlo. Cuando abracé a Holly hace
una semana, percibí de inmediato que algo andaba mal. No tenía esa
sensación eléctrica que me recorría. Mi cuerpo no se sentía tan vivo
como cuando toca a Reilly. Esa fue la primera señal de que habían
cambiado de ropa. La segunda fue el monstruo de ojos verdes que
Reilly... vestida como Holly... estaba lanzando hacia mí.
Observo cómo esta preciosa pelirroja se tambalea y maldice.
—Joder, mierda, joder.
Gracias a Dios, definitivamente es Reilly. Veo como se tambalea
por la habitación. Hay suficiente luz procedente del cuarto de baño
para que pueda distinguir sus rasgos. También está muy claro que
ahora mismo está hecha una mierda. Un hecho del que Junior no
está contento. Puede que sea un bastardo, pero nunca me he
aprovechado ni me aprovecharé de una mujer borracha.
Permanezco en silencio mientras la veo tantear la cremallera de
su vestido. Cuando por fin consigue bajarla del todo, deja que caiga
al suelo. Madre de Dios, está de pie, bueno, más bien se balancea,
pero se balancea sólo con un par de bragas. Ha estado sin sujetador
toda la puta noche. Maldición, necesito tener a Junior bajo control.
No está entendiendo que no es hora de que salga a jugar.
Reilly retira la manta y se sube a la cama, cayendo medio
encima de mí. Es en ese momento cuando se da cuenta de que no
está sola en la habitación.
—Ahh, ¿qué demonios? —Intenta volver a saltar de la cama,
pero no la dejo llegar lejos. La rodeo con un brazo y la estrecho
contra mí. A Reilly no le gusta nada; intenta darme puñetazos en el
pecho. Tengo que llevarla a un gimnasio y enseñarle a golpear con
más eficacia. No puedo evitar reírme de sus intentos.
Cuando deja de pelear, me pregunta:
—¿Bray?
—Sí, nena, soy yo. ¿Con quién demonios pensabas que te ibas
acostar desnuda? —Pensar que se iba a la cama desnuda con
cualquier otro imbécil me enfurece totalmente.
—Umm, nadie, pensé... Ella me dijo que esta habitación estaría
vacía. —Suspira, mientras se acurruca más cerca de mí. Lo sé, si no
fuera por el alcohol, no habría forma de que se acurrucara contra mí.
¿Pero voy a rechazar su abrazo? Joder, no, nunca he pretendido ser
un santo y ella es un pecado que estoy más que dispuesto a
consentir.
—¿Ella te envió aquí? —pregunto, pensando en qué estará
tramando mi hermana, ya que sabía que iba a pasar la noche aquí.
Parece que Ella está haciendo de Señorita casamentera. Tendré que
enviarle una maldita tarjeta de agradecimiento por este partido.
—Uhh huh, puedo irme. Estoy segura de que hay muchas
superficies en este castillo en las que puedo dormir —dice, sin hacer
ningún movimiento.
—No vas a dormir en ningún otro sitio, nena. Estás donde
debes estar.
Me mira y me pasa los dedos por el rostro, con ese zumbido
eléctrico que recorre todo mi cuerpo.
—Realmente desearía poder tenerte, Bray. —Supongo que una
Reilly borracha es una Reilly sincera, es bueno saberlo.
—Ya me tienes, me quieras o no, nena. —Dudo que recuerde
algo de esta conversación por la mañana, así que mejor pongo todas
mis cartas sobre la mesa, y mis bolas con ellas.
Reilly niega con la cabeza.
—No, no puedo tenerte. Verás, hice una promesa hace mucho,
mucho, muchoooooo tiempo —dice entre dientes.
—¿Qué promesa?
—Que no acabaría como ella.
—¿Como quién? —¿Qué demonios le ha pasado que no puede
permitirse ser feliz?
—No te lo puedo decir. Pero no soy fuerte como ella. No puedo
hacerlo. Lo siento, de verdad me hubiera gustado que fueras
mío. —Se inclina a escasos centímetros de mi boca, a punto de
besarme. La detengo. Me duele hacerlo, pero sé lo agotada que está,
y no puedo dejar que haga algo de lo que probablemente se
arrepienta, bueno, más de lo que ya lo ha hecho.
—Duérmete, nena. No voy a hacer nada contigo mientras estés
intoxicada. La próxima vez que tu vagina amistosa y Junior tengan
una cita de juegos, vas a estar sobria y lúcida.
Reilly me frunce el ceño.
—¿Qué? ¿Por qué? Estoy lúcida; sé lo que puedes hacer con
ese pepino con piercing que tienes y quiero que me lo hagas a mí.
Ahora, Bray.
No puedo contener la risa y, cuando por fin me calmo, es
evidente que no le impresiona mi arrebato.
—Calabacita, puedes tener este pepino con piercing, cuando
quieras y donde quieras... —Me acerco mucho a su rostro, nuestros
labios apenas a milímetros de distancia—. Cuando. Estés. Sobria.
—Argh, tú y yo sabemos que no voy a querer tu pepino con
piercing cerca de mí cuando esté sobria. —Reilly hace un puchero,
con los labios sobresaliendo. Es jodidamente adorable. Me está
costando todo lo que tengo no inclinarme y besarla.
—De acuerdo en no estar de acuerdo, nena. Vas a querer jugar
con Junior, solo que no lo admitirás, ni a mí ni a ti misma. Hay una
diferencia —le digo mientras coloco su cuerpo a mi lado. Mi brazo
pasa por debajo de su cabeza, que descansa sobre mi hombro, y su
larga melena pelirroja se extiende detrás de ella. Es jodidamente
perfecta.
Beso su frente.
—Duérmete, Reilly. Es probable que te sientas como una
mierda cuando te despiertes, no querrás que te falte el sueño.
—Gracias, Bray. Sé que probablemente me arrepentiré de decir
esto mañana, pero eres de los buenos —dice mientras se acurruca.
Dudo que vaya a cerrar los ojos esta noche; Junior está que
arde, no es que pueda culparlo. Tengo a Reilly prácticamente
desnuda entre mis brazos. Lo que tengo que hacer es idear un plan
para averiguar exactamente de qué tiene miedo Reilly. ¿Qué diablos
ha pasado para que esté tan renuente? Si puedo averiguarlo y saber
contra qué estoy luchando, las probabilidades estarán a mi favor...
porque una cosa que no hago es perder una puta pelea. Tengo la
sensación de que la lucha por Reilly será la más dura, pero también
la más gratificante.
Estoy en la cocina haciendo café, mientras intento decidir cómo
hacerle el café a Reilly. ¿Cómo es que no sé ya cómo se toma el café?
La he estado observando toda la semana. La he visto tomárselo todos
los días al entrar en el club.
Me debato entre un capuchino y esa mierda de café con leche
dulce que toma Alyssa. ¿Por qué carajo estoy tan estresado por el
café de todos modos? O le gusta o no le gusta. Estoy a punto de
tomar una decisión cuando Holly aparece en la cocina.
—Menos mal que te has levantado. ¿Cómo carajo se toma el
café tu hermana? —Le pregunto.
Parece un poco descolocada, mientras me mira con los ojos
muy abiertos.
—Umm, uhh —Murmura antes de decirme finalmente— toma
negro solo, nada sofisticado.
Negro solo, puedo hacerlo. Me doy la vuelta y pulso el botón
para que la máquina sirva un negro cargado.
—Umm, Bray... —La tímida voz de Holly capta mi atención.
Cuesta creer que ella y Reilly sean gemelas; aparte del aspecto, las
dos no podrían ser más diferentes.
—¿Sí? —Pregunto con una ceja levantada.
—¿Cómo te las arreglas siempre para distinguirnos tan
fácilmente a Reilly y a mí? Quiero decir, ni siquiera dije nada cuando
entré, y tú sabías que era yo y no Reilly.
—Bueno, puede que tengan el mismo aspecto, pero sus
modales son completamente opuestos. También tienes esa pequeña
peca bajo el ojo izquierdo que Reilly no tiene. —Me encojo de
hombros como si no fuera para tanto. Entonces recuerdo lo principal
que me ayuda a distinguirlas.
—Además, no siento la misma sensación eléctrica contigo que
con Reilly. Cuando te miro, Junior no está deseando salir a jugar.
Pero cuando miro a Reilly, está que revienta por jugar con ella,
literalmente. —Le guiño un ojo.
Veo cómo Holly procesa lo que acabo de decir; lo asimila y su
rostro se contrae.
—Eww, espera, ¿de verdad llamas a tu ya sabes qué Junior?
Además, Reilly y yo tenemos el mismo aspecto, así que ¿por qué a
Junior le gusta Reilly y no yo? —Dice mientras me señala la polla, al
tiempo que silencia el insistente pitido de su teléfono.
Me rio de su molestia. Sé que no debería, pero es jodidamente
linda.
—Holl, seguro que has tenido novios. Todos los hombres tienen
un nombre para sus pollas. Y no puedo explicar por qué Junior salta
por Reilly pero no por ti, no estoy diciendo que no estés buenísima,
Holly, obviamente lo estás. Sólo te miro y veo a una hermana. Miro a
Reilly y veo, bueno, ya te haces una idea.
Se encoge de hombros.
—He tenido un par de novios, pero ninguno de ellos ha tenido
nombres para sus, ya sabes.
—Créeme, Holl, tenían nombres. Sólo que no te lo dijeron.
El teléfono de Holly sigue sonando y ella continúa
silenciándolo.
—Sabes que una buena forma de conseguir que la gente deje
de mandar mensajes es contestándolos. Tu hermana y tú tienen que
aprender a contestar mensajes. —Me apoyo en el taburete y espero
su respuesta mientras ella vuelve a mirar el teléfono y lo silencia de
nuevo. Su rostro se tuerce un poco. Me he dado cuenta de que las
dos gemelas ponen exactamente el mismo rostro mientras piensan.
—No puedo contestar hasta que hable con Reilly. Necesito que
me ayude con algo. Hablando de eso, ¿dónde está mi hermana?
—Sigue dormida. ¿Con qué necesitas ayuda, tal vez yo pueda
servirte? —Le ofrezco, porque de ninguna manera voy a dejar que
nadie saque a Reilly de mi cama esta mañana.
—A menos que estés preparado para encontrarte en una cita
doble conmigo y este tipo, no puedes ayudarme —Dice mientras
agita su teléfono delante de ella.
—Nena, normalmente no tengo problemas para encontrar una
cita. ¿Cuándo es esa cita doble? —Le pregunto. Entonces caigo en la
cuenta de que estaba planeando pedirle a Reilly que fuera a esa cita,
lo que significa que Reilly habría llevado alguien, y ese alguien no era
yo.
Antes de que pueda responder, me abalanzo sobre ella.
—Espera un puto segundo, ¿ibas a conseguir que Reilly fuera a
esta cita doble contigo?
—Bueno, sí, siempre viene conmigo a las citas. No es que salga
mucho, pero si lo hago, ella me acompaña. ¿Por qué? —Me sonríe
con complicidad.
Huh, supongo que me he metido en esto. Pero me da igual. Le
devuelvo la sonrisa.
—Apúntanos a los dos. Reilly y yo vamos a ser tus compañeros
de cita. ¿Quién es el tipo?
—Oh, es el profesor de educación física del colegio. Me ha
estado invitando a salir desde hace un tiempo y sigo diciendo que no.
Pensé en decirle que sí una vez y ver qué pasaba. —Se encoge de
hombros y añade— Buena suerte diciéndole a Reilly que va a ser su
cita —dice mientras sale de la habitación riendo.

Reilly sigue inconsciente en mi cama cuando vuelvo a entrar en


la habitación. Dejo el café en la cómoda y me pongo contra la pared
para decidir si debo despertarla o no. Decido no hacerlo; puede que
esta sea la única oportunidad que tenga de mirar tranquilamente
hasta saciarme sin que ella me fulmine con la mirada. El hecho de
que la manta haya caído hasta su cintura, mostrando todos sus
gloriosos pechos, ayuda a tomar esta decisión.
Qué no haría por tener mi boca, mis manos, cualquier cosa en
esos pechos. Joder, mi Junior también está deseando tocarlos. Algo
me dice que no le gustaría la idea que tengo de cómo podría
despertarla, cómo quiero despertarla cada puta mañana.
Mierda, ¿de dónde carajo vienen estos pensamientos?
Realmente necesito echar un polvo. El único problema es Junior; ni
siquiera se ha acercado a otra mujer desde que conoció a Reilly. El
bastardo está jodidamente enganchado a ella, leal a ella.
—¿Vas a quedarte ahí todo el día mirando como un trepador,
Bray? O vas a pasarme ese café que puedo oler.
La voz somnolienta de Reilly me saca de mi propia cabeza.
—Me quedo con la primera opción, nena; podría mirarte todo el
día sin cansarme. Dejaré que te arrastres sobre mí todo lo que
quieras porque, como sabes, soy así de generoso. —Levanto las cejas
sugestivamente.
Reilly se incorpora lentamente, subiendo la manta y cubriendo
esos pechos que no he podido dejar de mirar.
—Argh, Dios, haz algo útil y pásame ese café, Bray —dice
mientras se frota las sienes.
Como un maldito cachorrito perdido, hago exactamente eso.
Agarro su café, se lo acerco y se lo tiendo. Ella lo toma y a los pocos
segundos gime mientras sorbe la infusión caliente. Incluso haciendo
algo tan simple como beber café, me deja sin aliento; es jodidamente
preciosa.
—De acuerdo, tu mirada fija está empezando a asustarme un
poco. Deberías bajar un poco la intensidad —Dice mientras me mira
la entrepierna. Mi puta entrepierna en constante crecimiento, que
está en plena exhibición en estos pantalones cortos holgados.
—No es culpa mía que seas tan jodidamente hermosa de ver.
Sabes que Junior es tu fan número uno, nena. No puedo controlar lo
que le gusta. —Hago un ademán de mirar hacia abajo y saludar a
Junior—. Sabes, si fueras una amiga de verdad, ayudarías a un
compañero —Sugiero.
Reilly se ríe.
—No somos amigos, Bray, ni de lejos. Ahora, date la vuelta
para que pueda vestirme.
—Ay, eso duele, dulzura —me lamento, llevándome la mano al
corazón. Entro en el armario y tomo una camiseta para ella—. Ponte
esto. ¿Qué planes tienes para hoy? —le pregunto, procurando no
girarme mientras se pone la camiseta por la cabeza.
—Me voy de compras con Alyssa. ¿Por qué?
—¿Y esta noche? —Le pregunto.
—Lavarme el cabello —se encoge de hombros.
—¿Qué tal si vienes a mi casa y te ayudo a lavarte el
cabello? —sugiero.
—No va a poder ser. Lo siento. —Se levanta y empieza a mirar
por la habitación—. ¿Has visto mi teléfono?
Me acerco a la cómoda, tomo su teléfono cargado y se lo doy.
—Te lo he puesto a cargar.
Reilly ladea la cabeza, con la boca abierta, y parece aturdida.
Se recupera rápidamente y toma el teléfono, murmurando un
gracias.
Se queda mirando el teléfono y está a punto de salir por la
puerta cuando de repente se detiene, se da la vuelta y me mira
fijamente.
—Por qué demonios dice Holly que tenemos una cita doble
mañana por la noche? ¿Y por nosotros me refiero a ti y a mí? —dice,
señalando entre ella y yo.
Sonrío. Por fin voy a conseguir que tengamos una cita.
—Tu hermana me pidió que la ayudara. Tiene una cita con un
profesor de educación física de su colegio. Parecía escéptica, casi
como si ni siquiera quisiera salir con el chico. No me gustó y no voy a
dejar que vaya sola. Soy un buen amigo. Ayudo a mis compañeros.
Reilly pone los ojos en blanco.
—Da igual, de toda forma no la habría dejado
ir sola. —Entonces sale por la puerta, dando un portazo tras de sí.
CAPÍTULO 7
Reilly
¿Por qué sigo metiéndome en estas situaciones? Apenas he
dormido en toda la noche, tratando de entender cómo voy a soportar
toda una cita con Bray esta noche. Por suerte, es una cita doble con
Holly y ese asqueroso de Simon, el profesor de educación física de su
colegio.
He visto a Simon antes, un par de veces cuando he salido con
Holly y ella se lo ha encontrado. El tipo me da escalofríos. No puedo
señalar con el dedo lo que es, pero tengo esas vibraciones de él. Si la
cita de Holly fuera con otra persona, probablemente me habría
resistido a que Bray me acompañara y me habría buscado a otra
persona con la que ir.
Nunca admitiré esto a nadie, pero siento una extraña sensación
de paz sabiendo que Bray estará allí. No me cabe duda de que se
mostraría intimidante y protector con Holly en compañía de su
espeluznante cita. Nunca sabré por qué demonios ha aceptado salir
con él. Pero como es mi hermana y la amo, y como sólo sale con
alguien una vez cada luna azul, esta noche aceptaré esta desastrosa
cita.
Primero, necesito encontrar una base interior. Necesito
reconstruir los muros alrededor de mi maldito corazón. Cada vez que
vislumbro a Bray, otro ladrillo se derrumba, dejando que se filtre en
lugares en los que no tiene nada que hacer. Me he pasado los
últimos cinco años poniendo mortero y enluciendo esos ladrillos para
asegurarme de que están firmemente en su sitio. No voy a dejar que
Bray los derribe.
Necesito un plan, uno muy bueno para sobrevivir toda una
noche a su tortura. Ayer ya fue bastante malo. Pasé el día de
compras con Alyssa, Sarah, Holly y Ella, adivina a quién hizo Zac
acompañarnos. Sí, lo has adivinado, el maldito Bray Williamson.
Tuve que soportar todo un día su constante encanto y su jodida
buena apariencia.
No entiendo cómo una persona puede ser tan bendecida en el
departamento de la apariencia como lo es ese imbécil. Todo el día
estuvo constantemente a mi lado, o lo suficientemente cerca como
para que pudiera olerlo. Creí que me estaba volviendo loca; estuve
excitada todo el maldito día y por las miradas que me lanzaba, él
sabía lo que me estaba haciendo su proximidad.
Luego vino la escena del vestidor. Algún bastardo se coló entre
todos nosotros sin que nos diéramos cuenta, consiguiendo deslizar
una foto por debajo de la puerta del vestidor en el que estaba Alyssa.
El grito desgarrador que salió de atrás de su puerta aún resuena en
mi cabeza. No puedo apartar ese sonido de mis pensamientos. Nunca
había sentido tanto miedo por una de mis amigas en toda mi vida.
Sarah y yo intentamos que nos abriera la puerta. Bray vino
corriendo desde la entrada de la tienda y enseguida consiguió que le
abriera la puerta, para luego meterse en el vestidor con Alyssa y
cerrar la puerta tras ellos. Sentí una extraña mezcla de celos y
calma.
Sentí celos de que estuviera en un vestidor con mi amiga
mientras ella estaba en ropa interior, mi maldita amiga caliente como
el pecado. Al mismo tiempo, mientras le escuchaba hablar con ella,
oía cómo la persuadía para que se vistiera al otro lado de la puerta y
la convencía para que saliera de su estado de pánico. Sentí calma y
alivio al saber que mi amiga tenía a gente estupenda a su lado. Lo
necesita; necesita gente como los Williamson en su vida.
Pasamos el resto de la tarde en un bar de vinos. Puede que
haya bebido demasiado, otra vez. Hice que Holly me llevara a casa
antes que los demás con la excusa de que teníamos que hacer algo
familiar. Sarah y Alyssa sabían que estábamos mintiendo. Conocen
nuestras circunstancias familiares de mierda. Saben que la única
familia que tenemos ahora es nuestra madre. Las dos seguimos
viviendo en casa con ella, ninguna de las dos quiere dejarla sola.
Es fuerte, probablemente una de las mujeres más fuertes que
conozco, por haber sobrevivido tan bien a los últimos cinco años.
Hace cinco años se levantó del suelo del juzgado, se quitó el polvo del
vestido, enderezó los hombros y nos dijo a Holly y a mí que
estaríamos bien. Que lo superaríamos juntas.
Y sobrevivimos. Tenemos una gran relación y normalmente
hablo con ella de todo. Pero me he estado conteniendo para hablarle
de Bray, en parte porque sé lo que va a decir. Me dirá que abra mi
corazón a la posibilidad. Que lo mejor que le ha pasado en la vida fue
conocer a mi papá. Incluso hoy, se ha mantenido leal a él. Se
enfrenta al menos a otros diez años de cárcel, pero mi madre está
esperando. Ni siquiera contempla la posibilidad de seguir adelante.
No quiere visitarlo en la cárcel. Dice que le duele demasiado el
corazón verlo encerrado como un animal. Se escriben todos los días y
así han conseguido estar conectados todos estos años.

Hoy veré a mi papá. Tal vez él pueda ayudarme a salir de estos


estúpidos sentimientos que tengo. Soy la única que visita a mi papá.
El primer domingo de cada mes, voy al correccional de Silverwater.
Primero visito a papá y luego a mi hermano para contarle todo lo que
ha pasado.
Decido que éste es exactamente el día que necesito para
recuperar mi yo interior, me quito las mantas de encima y me pongo
en marcha. Primero café, luego ducha, luego auto. Mentalmente
elaboro una lista para ponerme manos a la obra. Hoy no voy a
pensar en el pepino con piercing ni en el cuerpo y la mente que
acompañan a ese pepino con piercing.
Es una pena. Realmente me gustaría ser una mejor amiga para
Junior... podríamos ser los mejores amigos. Tal vez Bray me deje
hacer uno de esos kits de moldeado, donde puedes hacer un
consolador a partir del molde de su pene. Huh, me pregunto si se
pueden añadir piercings a esos vibradores. Cuanto más lo pienso,
más me atrae la idea. De ninguna manera voy a pedirle a Bray que
me haga un molde de Junior.
Café, necesito café. ¡Necesito pensar en café y no en ese maldito
pepino con piercing!
Todos los guardias del correccional me conocen por mi nombre.
Incluso me he hecho amigo de uno de ellos, Dave. Es grande,
musculoso y un completo imbécil, pero de algún modo hemos
conseguido entablar una pequeña amistad. Nos mandamos
estúpidos vídeos de gatos. Me obliga a enviarle fotos de mis citas
antes de salir con chicos, dice que es por seguridad. Yo le sigo la
corriente, porque él no juzga el volumen de fotos que le he enviado a
lo largo de los años. Además, siempre me echa un vistazo a la
mañana siguiente para comprobar si sigo viva, no son palabras mías,
sino suyas. Dave es otra persona más a la que no le he mencionado
a Bray. No es que haya algo que mencionar.
—Rye Rye, llegas temprano, nena. Me alegro de verte. —Dave
me saluda con un abrazo.
—Tú también. Tengo mucho que hacer hoy, así que tenía que
venir un poco antes —le digo mientras empiezo a rellenar los
formularios de información para los visitantes.
—Dame un segundo. Tengo que organizar a unos cuantos
chicos más para la sala de visitas. No te esperaba tan temprano.
—Dave, no necesitas más guardias sólo porque estoy aquí.
Vengo todos los meses y nunca pasa nada. ¿Qué crees que va a
pasar?
Él levanta las cejas en forma de pregunta, esperándome.
—Oh, por favor, fue una vez, y fue hace como tres años —le
digo desafiante.
—¿Una vez? ¿En serio, Reilly? Una vez, en la que hubo un
motín literal en la sala de visitas porque un preso hizo un
comentario sobre ti, haciendo que el resto se abalanzaran sobre él.
Hicieron falta veinte guardias para separar esa pelea. Veinte.
—No fue tan grave, estás exagerando.
—No importa. Espera aquí un minuto y no te metas en líos.
Volveré para llevarte yo mismo. —Me deja esperando en el mostrador
mientras atraviesa la puerta que sé que conduce a la sala de visitas.
Odio este lugar, y odio que mi papá esté atrapado aquí. Es lúgubre y
deprimente. Pero papá me necesita. No lo admite, pero sé que espera
con impaciencia mis visitas mensuales.
Cinco minutos después, Dave vuelve a salir, mantiene la puerta
abierta y me llama por mi nombre. Espera a que entre y me sigue.
Doy dos pasos en la habitación y me quedo paralizada. Algo va mal.
Tengo esa extraña sensación en la boca del estómago que me invade
últimamente cada vez que Bray está cerca. Por un momento creí que
me estaba poniendo enferma, hasta que lo atribuí a ese pepino con
piercing que me estaba alterando el sistema.
Echo un vistazo frenético a la habitación. Dave tiene la mano
en el taser y me mira con preocupación en el rostro.
—¿Qué pasa? —me pregunta mientras recorre la habitación.
Miro alrededor de la habitación, tratando de deshacerme de la
sensación, pero entonces mis ojos se posan en la fuente. Bray me
mira a los ojos. Estoy en shock, es la última persona con la que
pensaba encontrarme aquí. ¿Por qué demonios está aquí? Veo que
está a punto de levantarse, pero niego con la cabeza y sigo
caminando hacia la mesa de papá. Justo cuando estoy a punto de
sentarme, Dave me frena con su mano alrededor de mi brazo,
deteniéndome.
—Rye, ¿conoces a Bray? Y si es así, ¿cómo? —me susurra cerca
del oído.
—No pasa nada, Dave. Lo conozco. Trabajo para el club de su
hermano. Te hablé de mi nuevo trabajo.
—Olvidaste mencionar que era en The Merge, Reilly —acusa.
—¿Lo olvidé? —Me encojo de hombros como si no pasara nada.
Omití totalmente a propósito mencionar que estaba trabajando en
The Merge. Dave me ha dicho una y otra vez que no vaya allí. No sé
por qué. Pero supongo que tiene algo que ver con que Bray sea un
visitante aquí.
—Hablaremos de esto más tarde —dice mientras se acerca a la
pared más cercana a donde está la mesa de mi papá.
Me siento y por fin miro a papá a los ojos.
—Papá, te he echado de menos. ¿Cómo has estado? —Uso mi
mejor voz de chica de papi... la que me sacaba de cualquier apuro
cuando era más joven.
—No intentes sentarte ahí y ponerte en plan de chica de papi
conmigo, Reilly Lili. —Mueve la cabeza en la dirección detrás de mí,
mirando fijamente al hombre sentado justo atrás de mi espalda. Se
me eriza el vello de la nuca y puedo percibir la mirada de Bray
penetrando a través de mi espalda.
—¿Quieres explicarme por qué ese tipo parece querer agarrarte
y arrastrarte fuera de aquí, mientras mata a todos los hombres de la
sala en el proceso? —Me devuelve la mirada y sonríe, cosa que sólo
hace cuando intenta disimular una carcajada. ¿Qué demonios, por
qué se está riendo de esto?
—No es nadie. Mi amiga Alyssa sale con su hermano y yo acabo
de empezar a trabajar en el club de su hermano.
—Mmm, ¿le has dicho que no es nadie?
Asiento.
—Ya lo sabe. En fin, cuéntame cómo te ha ido. —Intento
cambiar de tema.
—He estado bien. Te he echado de menos. ¿Cómo están tu
madre y Holly? —Parece que volvemos al territorio de la conversación
segura. Esto puedo soportarlo, incluso con los temblores que tengo
en el estómago.
Dedico los siguientes treinta minutos a poner a mi padre al día
de todo lo que ha pasado en el último mes. Sé que se me está
acabando el tiempo. Siempre me rompe el corazón dejarlo aquí.
Mi papá se estira sobre la mesa y me toma de las manos.
—Cariño, solo puedes decirte a ti misma que alguien no es
nadie durante un tiempo. Sólo puedes alejar a alguien que está
dispuesto a estar lejos de ti. ¿Lo entiendes?
Asiento, sin poder articular palabra. Mi papá siempre ha sabido
leerme. Es como si conociera mis pensamientos antes de que yo
misma lo haga. No quiero que él conozca los pensamientos que he
estado teniendo sobre Bray; ni siquiera yo quiero conocer esos
pensamientos.
—Reilly, ese chico no te ha quitado los ojos de encima ni por un
minuto en todo el tiempo que has estado en la habitación. El único
momento en que no te está mirando es cuando está observando a
todos los demás chicos de aquí con una amenaza directa en los ojos.
Niego con la cabeza. Siento que se me llenan los ojos de
lágrimas. No quiero llorar. No aquí, donde todo el mundo puede
verme. Mi papá levanta la mano y me quita la única lágrima que se
me escapa.
Con los ojos entrecerrados, me pregunta:
—¿Te ha hecho algo?
—No, no es eso. Nunca me haría daño, papá. Al menos no
intencionadamente —confieso.
—Estás asustada. Lo entiendo, y sé que soy la razón por la que
tienes tanto miedo de abrir tu corazón. —Baja la mirada. Odio que se
culpe por mis estúpidos complejos.
—No, no es cierto. Es que no necesito a ningún hombre en mi
vida. Estoy muy contenta de cómo están las cosas ahora. ¿Por qué
estropearlo?
Inclina la cabeza hacia mí.
—Estás contenta, ¿eh? Entonces, ¿no te importa que Lucy siga
a ese chico tuyo fuera de aquí?
Giro la cabeza tan deprisa en dirección a esa Lucy a la que se
refiere, que veo a la rubia explosiva de la guardia junto a la pared del
fondo, donde se está follando a mi Bray con los ojos.
Espera, detente allí, él no es mi nada. Sacudo la cabeza y
vuelvo a mirar a papá, que se está riendo.
—Eso es lo que pensé —dice—. Tienes que olvidar lo que le
pasó a Dylan y las decisiones que tomé después del accidente. Tienes
que dejar que un hombre entre en tu corazón, cariño, y quienquiera
que elijas para hacerlo será el hombre más afortunado del mundo.
Eres una persona preciosa por dentro y por fuera, Reilly. Cualquier
hombre estaría bendecido de tenerte.
Mi papá mira detrás de mí y añade:
—Aunque sea Brayden Johnson.
Mi cabeza se levanta de golpe... Brayden Johnson es el nombre
por el que se conoce a Bray en la jaula.
—Espera, ¿sabes quién es?
—Cariño, todos los presos saben quién es. Retransmiten los
combates desde el Club M.
—Entonces, ¿lo has visto pelear? ¿Y sigues pensando que
debería darle una oportunidad con mi corazón? —Pregunto,
sorprendida. Bray no es el tipo de chico que llevas a casa para
conocer a tu padre. Está cubierto de tinta en los brazos. Es grande,
corpulento y engreído a más no poder. Sin embargo, aquí está mi
papá, diciéndome que le dé una oportunidad.
—Bueno, obviamente no es la primera opción de chico que
elegiría para ti, sin embargo, lo que observo en la forma en que te
mira, me permite pensar que estarías bien con que salieras con él.
—¿Qué ves?
Mi papá piensa un momento antes de decir:
—Veo a un hombre que está tan cegado por el amor, que está
dispuesto a enfrentarse él solo a una habitación llena de guardias y
reclusos por esa única persona. Veo a alguien que está tan
enamorado que aún no se ha dado cuenta. Veo a alguien que te mira
como si fueras la razón por la que la tierra gira.
Me quedo con la boca abierta; es imposible que Bray sienta eso
por mí. No puede. Apenas nos conocemos. Creo que mi papá casi
pierde la cabeza por estar encerrado aquí.
—Papá, apenas nos conocemos. Es imposible que le guste de
esa manera. —Genial, ahora sueno como una adolescente.
—Reilly, sé cuando un hombre está enamorado y ese hombre
está muy enamorado de ti —insiste.
—Entonces tendremos que estar de acuerdo en que no estamos
de acuerdo —le digo y en el momento en que lo hago cierro la boca
de golpe. Cómo demonios se me está metiendo tanto ese hombre bajo
la piel, que ahora he asumido sus estúpidas frases. De acuerdo en no
estar de acuerdo, mi culo. En ese momento, suena el timbre para
indicar que se me ha acabado el tiempo. Me pongo en pie y abrazo a
mi padre, apretándole muy fuerte.
—Te amo, papá. Hasta el mes que viene.
—Yo también te amo, cariño. Piensa en lo que te he dicho, por
favor. Dale saludos a tu madre y a tu hermana.
Asiento.
—Lo haré.
No soporto ver cuánto le duele cuando menciona a mi madre y
a mi hermana. Holly viene de vez en cuando a visitarlo, pero no le
gusta. Suele ser cuando han pasado unos meses y la arrastro hasta
aquí. Ella ama a nuestro papá. Pero odia la cárcel, y lo entiendo, a
mí tampoco me gusta.
Cuando salgo, me giro para mirar por encima del hombro y me
encuentro con un par de ojos verdes. Bray está justo detrás de mí y
me pone la mano en la espalda.
—Gírate y sigue andando, Reilly —gruñe.
Estoy un poco aturdida por lo cerca que está y por lo enfadado
que parece. ¿Qué demonios le pasa? Miro alrededor de la sala,
viendo todos los ojos puestos en nosotros. ¿Tengo algo en el rostro?
Miro a papá, que asiente sutilmente y me mira con cara de “te lo
dije”.
Me giro para seguir caminando hacia la puerta. Dave está de
pie en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho. Tampoco
parece contento. No sé qué pasa con todos los hombres de este lugar,
pero necesito salir de aquí y alejarme de todos sus culos
malhumorados.
—Dave, ha sido un placer como siempre —le digo al llegar a la
puerta. No contesta, sino que mira a Bray por encima de mi hombro.
—Voy a tener que pedirte que quites las manos de encima de la
señorita —le afirma Dave a Bray. Noto el cuerpo de Bray vibrar
detrás de mí y lo oigo gruñir. Mierda, tengo que hacer algo para
apagar este fuego, antes de que pueda hacer algo estúpido como
empezar una pelea en la cárcel con un guardia, lo que con toda
seguridad lo llevaría a esta misma cárcel.
Doy un paso adelante poniendo un ligero espacio entre Bray y
yo, solo que el da un paso adelante conmigo. Maldito sea él y su
mierda de macho. Bien, otra táctica. Me hago a un lado y agarro su
mano. Espero a que su rostro se estremezca al verme tomándole la
mano, pero no veo nada. Está estoico. Tomar su mano es
extrañamente reconfortante, pero no tengo tiempo para lidiar con
esos sentimientos en este momento.
—Dave, ¿conoces a mi novio Bray? —Pregunto con una enorme
sonrisa falsa en mi rostro.
—¿Tu novio? ¿En serio, Reilly? ¿Con eso sales? —Me pregunta
Dave mientras niega con la cabeza.
—Sí, Dave, novio. Ahora ten la amabilidad de abrirme la puerta
para que pueda seguir con mi día.
—Lo que tú digas, princesa —responde Dave mientras abre la
puerta. Siento que Bray intenta soltar su mano. Ahh, ni hablar,
compañero, hoy no. Lo fulmino con la mirada y tiro de él detrás de
mí. No me detengo a despedirme de las señoras del mostrador, como
suelo hacer. Me dirijo directamente a la puerta y espero a que nos
dejen salir. No suelto la mano de Bray mientras lo conduzco por el
estacionamiento hasta mi auto.
CAPÍTULO 8
Bray
Estoy sentado en la sala de visitas del correccional de
Silverwater visitando a mi compañero Dan. Lleva aquí cinco meses
por una agresión sin importancia; le dio una paliza a alguien que se
la merecía. El gobierno debería darle las gracias, no meterlo entre
rejas. Lo visito siempre que puedo, lo que no es muy frecuente en los
últimos meses, teniendo en cuenta que somos compañeros desde la
escuela primaria. Aunque mi visita ahora es más de negocios que de
placer.
Estoy aquí para acabar con el cretino que pensó que podía
meterse con Alyssa. Incluso si fue hace dos años y ella no era parte
de mi familia entonces, lo es ahora. Lo que significa que el bastardo
que la acosó y atacó tiene que irse. Termino de contarle a Dan lo que
necesito que haga. Hablo en código usando mis peleas como clave,
porque eso es algo que tenemos en común... Dan nunca se ha
perdido una pelea mía.
—¿Recuerdas aquella pelea entre el tipo que se hacía llamar
stalk attack y yo? —Le pregunto, doblándome las mangas de la
camisa.
—Sí, el bastardo nunca te vio venir —responde.
Asiento mientras me toco el brazo, donde casualmente tengo el
número de preso garabateado en el diseño de un tatuaje.
—Sí, buenos tiempos, estoy deseando repetir —le digo.
Veo cómo se queda mirando los números que sabe que no
están ahí permanentemente. Dan asiente y se echa hacia atrás en la
silla.
—¿Cómo está la familia? —pregunta.
—Bien, Zac está prácticamente casado con esta chica, Alyssa,
que conoció hace poco. Ella se prepara para ir a la universidad el
año que viene.
—Joder, hombre, Zac mordió la bala, ¿eh? Nunca pensé que
llegaría el día.
—Sí, yo tampoco. Pero se ha ido totalmente. Buena chica
también, demasiado buena para ese bastardo gruñón, pero qué se le
va a hacer. —Me encojo de hombros.
Es bueno hablar de mierda con Dan otra vez. He echado de
menos esto, la facilidad que siempre ha existido entre nosotros. Miro
a mi alrededor y veo que hay más guardias de lo normal en la sala.
—¿Qué pasa con la carne extra? —Pregunto.
Dan mira a su alrededor, ve a un tipo mayor sentado en una
mesa y se vuelve hacia mí.
—La hija del tipo viene una vez al mes. Siempre el primer
domingo de mes. A veces vienen las dos hijas, por lo general viene
solo una. Siempre ponen guardias extra en la habitación cuando
viene de visita —dice.
—¿Son famosas o algo así? Parece extremo por una sola chica.
—No son famosas, pero sus hijas están buenísimas, las dos,
obviamente, son iguales.
En ese momento, se me erizan los vellos de los brazos. Algo no
va bien. Miro hacia la puerta por la que acaba de entrar alguien.
—Joder, ¿qué mierda es esta? —Digo lo suficientemente alto
como para que sólo Dan me oiga. Se gira y la ve.
—Sí, es ella. Te dije que estaba buenísima. —Me sonríe.
Le lanzo una mirada asesina.
—Cuidado con lo que dices, no vuelvas hablar así de ella.
—Woah, compañero, ¿qué demonios? Espera, ¿la conoces?
No contesto. No puedo apartar los ojos de ella. El hecho de que
el guardia que la acompaña parezca demasiado familiarizado con ella
me está jodiendo. Algo va mal. ¿Por qué mira por la habitación como
si buscara algo? En cuanto sus ojos se cruzan con los míos, se
detiene y su rostro muestra un gesto de sorpresa.
El imbécil que está a su lado estira la mano y le toca el brazo
antes de preguntarle algo. Estoy a punto de levantarme de la silla y
sacarla por la puerta por la que acaba de entrar. Pero me detengo
cuando ella niega sutilmente con la cabeza y sigue caminando hacia
lo que ahora sé que es la mesa de su papá.
Joder, este no es lugar para que una chica como ella venga de
visita. Ahora entiendo por qué hay más guardias en la sala. Cuando
miro a mi alrededor, todos los putos hombres tienen los ojos
clavados en ella. Quiero hacer crujir los cuellos de todos y cada uno
de ellos. Se los hago notar lo mejor que puedo cuando capto su
atención; en cuanto se dan cuenta de que les dirijo la mirada de la
parca, apartan la vista.
—¿Quién ha mordido esa bala? —Me pregunta Dan.
—No he mordido ninguna puta bala, idiota —niego.
—¿Estás seguro de eso? Porque no has oído ni una palabra de
lo que he dicho en los últimos diez minutos, y no has quitado los
ojos de esa chica más de uno.
—Es una de las mejores amigas de Alyssa. También trabaja en
el club, así que estoy cuidando de ella, eso es todo.
—Niégalo todo lo que quieras. Te conozco mejor de lo que te
conoces a ti mismo. Tú, amigo mío, estás perdidamente enamorado
de esa chica. —Dan sonríe.
—Joder. Bien, me gusta, a Junior le gusta aún más, pero no
me da ni la hora. Deja de reírte, bastardo. Nunca habíamos tenido
este problema. Sabes tan bien como yo que las señoritas nunca
habían rechazado una cita de juegos con Junior. —Me encojo de
hombros como si no fuera para tanto.
—Primero, deja de hablarme de tu polla; nunca me hables de
tu jodida polla. Segundo, deja de llorar como una putita. Nunca
pensé que vería el día en que Bray Johnson perdiera un combate —
Dan se ríe—. Eres un luchador, Bray. Lucha por la chica de la que
estás enamorado.
Tiene razón. Tengo que luchar más para que Reilly se dé
cuenta de que es mía.
—Tienes razón. No me estoy rindiendo, sólo estoy formulando
mi plan de lucha.
—Hazme un favor y espera a celebrar la boda hasta que salga
de este agujero, porque seguro que será una despedida de soltero
infernal y quiero participar en esa mierda —Dan se ríe. Lo ignoro y
sigo mirando a Reilly con su papá, que de vez en cuando me
devuelve la mirada.
—¿Por qué está aquí? —Le pregunto a Dan.
—¿Quién? —pregunta mirando a su alrededor—. Oh, ¿el papá
de tu chica?
—Sí.
—Oí que a su hijo lo mató un conductor borracho. La justicia
dejó libre al conductor, así que el hombre fue y le disparó a
quemarropa.
¿Qué carajo? Reilly tenía un hermano que fue asesinado y su
papá terminó en la cárcel. Bueno, su resistencia acercarse
demasiado a los hombres tiene sentido ahora. La forma en que se
cerró esa mañana que la policía apareció en mi puerta, tiene sentido
ahora. Joder, soy idiota. ¿Por qué no le dije simplemente el motivo de
mi arresto? Probablemente piensa en los peores escenarios posibles.
¿Cómo podría no hacerlo?
Veo cómo su papá levanta una mano y le quita una lágrima de
la cara. ¿Por qué demonios está llorando? Necesito todo lo que hay
en mí para no levantarme e ir a verla. Debería ser yo quien la
consolara, quien le secara las lágrimas del rostro.
Espero a que suene el timbre y veo que empieza a levantarse.
—Buena charla, compañero. Me tengo que ir. Hasta la
próxima —le digo a Dan mientras me levanto y camino hacia Reilly.
Dejé que Reilly me sacara de la cárcel, por mucho que quisiera
golpear al guardia que me dijo que no la tocara. ¡No tocar! tuvo el
descaro de decirme que no podía tocar lo que es mío. Que se joda, mi
chica lo puso en su sitio de todos modos. Pero no le digas que es mi
chica, porque saldría corriendo.
En cuanto llegamos a su auto, la hago girar y la aprisiono
contra la puerta. No pierdo el tiempo ni le doy margen para pensar, y
aprieto mis labios contra los suyos. En cuanto mis labios entran en
contacto, me siento como si acabara de llegar a casa, y su tacto me
hace sentir un relámpago por todo el cuerpo.
He besado a muchas mujeres, demasiadas para contarlas. Pero
ninguna me ha hecho sentir como me hace sentir besar a Reilly. Es
en ese momento cuando pienso que Dan podría tener razón. Podría
amar a esta chica. Joder, ahora parece que he perdido las bolas.
Apretando a Reilly con más fuerza, me aseguro de que pueda
sentir lo feliz que esta Junior con este beso. Está duro como una
puta roca. Reilly gime en mi boca y tira de mi cuello, acercándome
aún más si eso es posible. Nos batimos en duelo por el control del
beso, pero de ninguna manera voy a ceder el control ahora mismo.
Podría luchar con nuestras lenguas así eternamente y no aburrirme.
Gruñe y no puedo evitar reír un poco.
Me echo hacia atrás y le sonrío mientras presiona sobre mi
pecho. Veo el momento en que reconoce lo que acaba de hacer.
—¿Qué demonios, Bray? No puedes besarme así cuando te dé
la gana —grita.
—¿Por qué no? Hace un minuto no parecías quejarte,
nena. —Levanto las cejas y le dedico la mejor sonrisa que puedo.
—Cállate y deja de mirarme así. No es justo. —Da un pisotón y
hace un mohín. Literalmente hace pucheros, y es adorable como el
infierno.
—Dulzura, le dijiste a ese idiota que yo era tu novio. Nunca he
tenido novia, pero estoy seguro de que el título me da permiso para
besar a mi novia cuando y donde quiera. ¿Qué clase de novio sería si
te dejara colgada?
Veo cómo el enrojecimiento sube por su piel pálida, desde la
parte superior de los pechos hasta el cuello y la cara. Se está
sonrojando, he conseguido que se sonroje. Punto uno para el equipo
Bray, cero para el equipo Reilly.
—Bueno, primero, no es un idiota; resulta que es uno de mis
buenos amigos. Segundo, tú y yo sabemos que no eres mi maldito
novio, Bray.
—Estaremos de acuerdo en no estar de acuerdo en ese hecho
hasta que te pongas al día, porque eres mía, Reilly. No voy a
renunciar a ti. ¿Quieres huir? Está bien, te perseguiré. ¿Quieres
esconderte? No te preocupes, te cazaré. ¿Quieres vivir en la negación
y decirle a todo el mundo que no eres mía? Compraré un puto
skywriter, anunciando la fusión de Brielly a todo Sydney.
—¿Te ha dicho alguien alguna vez que estás como una maldita
cabra, Bray? ¿Y qué diablos es la fusión de Brielly? —pregunta.
Alargo la mano y atraigo su cuerpo contra el mío,
estrechándola en un fuerte abrazo. Al principio se queda rígida, pero
luego se relaja y se inclina hacia mí, rodeándome la cintura con los
brazos. Espero así un momento, disfrutando de la sensación de
tenerla entre mis brazos. Esto es lo que deberíamos estar haciendo,
no discutir sobre si soy su novio.
Beso su frente y me alejo un poco para mirarla a la cara,
recogiéndole el cabello detrás de la oreja para tener una visión
ininterrumpida de la belleza de Reilly.
—Me alegro de que me lo preguntes. La fusión de Brielly somos
tú y yo, nena, Bray y Reilly fusionados. Ahora, habrá corazones rotos
por todo Sydney una vez que todas las damas lean ese anuncio, y
sus sueños rotos y destrozados caerán sobre mis hombros. Pero por
ti, estoy dispuesto asumir esa carga.
Reilly se ríe un poco antes de contenerse.
—Si hay tantas damas ahí afuera con la vista puesta en ti,
¿qué demonios quieres de mí?
—Bueno, puede que haya un montón de otras mujeres ahí
afuera a las que podría tener... y tú y yo sabemos que eso es cierto...
pero no intentemos negar mi factor atractivo, nena. —Digo, agitando
la mano por mi cuerpo. No me importa hacer el ridículo si eso la
hace sonreír, y así es—. Sin embargo, solo hay una como tú. Tú eres
a quien quiero y siempre consigo lo que quiero. No importa lo dura
que sea la lucha, ganaré.
—¡En realidad, hay dos como yo! —Exclama.
—Uhh, no, puede que Holly y tú se parezcan, pero son personas
diferentes. Eres única, Reilly. Lo veo, todos a tu alrededor lo ven. Mi
misión será hacer que tú también lo veas.
—No importa. Tengo cosas que hacer, gente que ver. Gracias
por otro beso memorable. —Se da la vuelta y abre el auto.
—Te sigo afuera. Estoy estacionado ahí atrás —le digo
señalando mi auto. Abro su puerta y espero a que entre antes de
cerrarla y dirigirme a mi auto.
¿Por qué tengo la sensación de que acaba de cerrarme?
Independientemente de lo que intente decirme a mí y a sí misma, sé
que siente algo. No se besa así si no se siente.
Arranco el auto, me muevo y me detengo detrás del auto de
ella, que aún no se ha movido de su lugar. Espero un momento,
salgo y me dirijo a su ventanilla. Oigo que su auto intenta arrancar,
pero no lo hace. Toco la ventanilla, retrocedo y espero a que salga.
—¿Necesitas ayuda? —Le pregunto.
—No sé qué ha pasado. Esto no le había pasado nunca. Creo
que está enfermo o algo así, Bray. —Mira el auto con preocupación.
Me rio un poco porque me hace gracia cómo habla de su auto.
Saco el móvil y envío un mensaje a un conocido que trabaja en
un taller cerca de aquí. Enseguida me responde que vendrá a recoger
el auto.
—Conozco a un tipo. Va a venir por tu auto y lo remolcará
hasta su taller. Estoy seguro de que mañana estará listo —la
tranquilizo.
—Cierra el auto y le dejaremos las llaves en el taller a la vuelta.
—De acuerdo, gracias —dice mientras cierra el auto y se dirige
a la puerta del pasajero del mío. Corro para alcanzarla, su fácil
aceptación me toma un poco desprevenido. Abro su puerta y espero
a que entre antes de cerrarla y dirigirme al lado del conductor.
CAPÍTULO 9
Reilly
Sentarse en el lado del pasajero del auto de Bray es
desconcertante. Lo huelo por todos lados. Está tan cerca que podría
alcanzarlo y tocarlo. Quiero tocarlo por todas partes. Quiero deslizar
mis manos, mi lengua, por todos los surcos de su cuerpo.
Por mucho que quiera tocarlo, besarlo y hacer cosas mucho
más sucias con él, no puedo. Al menos no ahora. Tengo que pensar
cómo voy a ir al cementerio a visitar a Dylan. Podría tomar un Uber
después de que Bray me deje en casa, pero eso no me dejará tiempo
suficiente para prepararme para esa estúpida cita doble de esta
noche.
Bray se acerca y me agarra la mano. Por un momento, me
planteo apartarla. Mientras miro fijamente nuestras manos unidas y
contemplo los sentimientos encontrados con los que lucho en este
momento, la voz de Bray irrumpe en mi niebla.
—Nena, te oigo pensar. ¿Qué te pasa? —me pregunta. ¿Cómo
puede ser tan intuitivo con mi mente? Cada vez me inclino más por
algún tipo de brujería. Nunca había conocido a alguien que supiera
leerme tan bien, aparte de mi papá.
Me debato sobre qué decirle. ¿Puedo pedirle que me deje en el
cementerio? Entonces tendré que responder a todas las preguntas
habituales y hablarle de Dylan. No estoy segura de estar preparada
para esa conversación. La otra opción es retirarme de esta cita doble
con Holly y decepcionarla, cosa que no puedo hacer. Casi nunca
tiene citas, así que para ella es muy importante salir, aunque yo
piense que el tipo es un imbécil. No tiene que gustarme.
—¿Crees que puedes dejarme en el cementerio? Tengo que
hacer algo allí. Le diré a Holly que venga a recogerme. —Se lo
pregunto tan rápido que ni siquiera sé si es posible entender el
galimatías que acaba de salir de mi boca.
Me aprieta la mano; es tan reconfortante, tranquilizador y
extraño. No debería consolarme con él. No debería querer que me
consolara, pero lo hago.
—Claro, ¿a qué cementerio tienes que ir? —pregunta.
—¿El de Rockwood? —No tengo ni puta idea de por qué eso
salió como una pregunta.
—¿Estás segura? —pregunta.
—Sí, estoy segura. El Rockwood. Gracias.
—No hay problema. —Lo deja así.
No lo entiendo. ¿Dónde está el bombardeo de preguntas? ¿El
por qué quieres ir allí? ¿Y quién murió? O los típicos silencios
incómodos y el “lo siento” cuando la gente se entera de que tuve un
hermano que murió demasiado joven.
Pero Bray ni siquiera mostró ningún tipo de emoción o
pregunta cuando le hablé de ir al cementerio. Es como si le pidiera
que pasara por McDonald's por un Big Mac.
—¿Por qué no preguntas para qué voy al cementerio? —Le
suelto. Vaya manera de mantener la calma, Reilly.
Bray me mira y parece estudiarme el rostro durante una
eternidad.
—¿Quieres que te interrogue al respecto?
—No, no quiero. Es que es raro. La mayoría de la gente me
pregunta por qué visito el cementerio. —Intento explicar mi rareza.
—Bueno, yo no soy la mayoría de la gente, nena. Tú y yo
sabemos que soy mejor que el resto. —Me guiña un ojo.
Me rio. Me encanta que me haga sentir un poco menos
incómoda y cohibida siendo el tonto de siempre. Sé que lo hace a
propósito... Bray es mucho más profundo que la cara bonita y la
actitud engreída que deja ver a los demás.
—Mira, si quieres hablar de eso, soy todo oídos. Si no, esperaré
a que tú quieras —me dice, y un montón de ladrillos más caen al
suelo alrededor de mi corazón. Maldito sea él y su casi perfección.
Bray apaga el auto al llegar al cementerio. Se baja de un salto y
camina hasta mi puerta, abriéndola antes de que yo consiga
orientarme.
—Gracias por traerme. Lo aprecio. Supongo que te veré esta
noche. —Le dijo.
—Nena, si piensas por un segundo que te voy a dejar aquí,
estás más loca que Harley Quinn. Ve a hacer lo que tengas que
hacer. Yo esperaré aquí —dice mientras se apoya en su auto.
—No hace falta que hagas eso. Holly vendrá a buscarme. Está
bien —argumento.
—Sé que no tengo que hacerlo, pero quiero. No me iré, aunque
llames a Holly. Te estaré esperando aquí mismo, Reilly.
Hombre, es persistente. Ni siquiera sé cómo discutir con eso.
—Bueno, es que no sé cuánto tardaré —le digo con sinceridad;
tengo mucho que contarle a Dylan del último mes.
—No importa, tómate tu tiempo. De todas formas, tengo que
hacer algunas llamadas y correos electrónicos. —Se inclina y me
besa suavemente en los labios, cerrando el trato. Bien, supongo que
se queda esperándome.
Paso un rato quitando la maleza que ha crecido alrededor de la
lápida de Dylan desde mi última visita. Luego me pongo cómoda y
me siento, apoyada en la lápida, a contarle a mi hermano todo lo que
ha pasado.
Le cuento que Alyssa ha conocido a Zac, le hablo de mi nuevo
trabajo, de mamá y Holly y de la visita que acabo de tener con papá.
Sé que llevo aquí sentada un buen rato, pero hay una persona más
de la que tengo que hablarle. Me recuesto y cierro los ojos; puedo ver
su rostro cuando lo hago.
Creo que he conocido a alguien, Dyl. Seguro que te gustaría. Se
llama Bray, y está bueno, increíblemente bueno. No es que quieras
saber eso. Pero no sé cómo dejarlo entrar. Estoy luchando. Quiero
dejarlo entrar. Quiero decir a la mierda y dejar ir todo mi equipaje y
problemas, darle a esta cosa con él una oportunidad al rojo vivo. Pero
tengo miedo. Estoy jodidamente asustada, Dylan.
Tengo miedo de las posibilidades, de que se lo lleven como a ti y
a papá. Tengo miedo de terminar más involucrada que él. Tengo miedo
de que se despierte y vea lo mal que estoy y lo mucho mejor que él
puede hacerlo. ¿Y si me abro y lo dejo entrar en mi corazón, sólo para
que él lo aplaste? No sé si puedo correr el riesgo de que me haga daño
así.
No soy fuerte como mamá y Holly. Papá cree que debería darle
una oportunidad. ¿Puedes creerlo? Papá. Nuestro papá sabe que Bray
es un luchador clandestino y me dijo que le diera una oportunidad. Es
muy posible que papá esté llegando a esa edad de la que solíamos
bromear, en la que empieza a perder la cabeza.
Ojalá estuvieras aquí para decirme qué hacer. Me vendría muy
bien tu sabiduría ahora; siempre fuiste el hermano más listo y sabio.
No les he dicho a mamá ni a Holly cómo me siento, aunque Holly
probablemente lo sabe... siempre lo sabe.
¿Qué demonios hago, Dylan? Necesito que me des una señal o
algo. ¿Es esta la persona a la que debo dejar que derribe mis muros?
Porque si no lo es, puede que sea demasiado tarde; esos muros se
están derrumbando más rápido de lo que yo puedo reconstruirlos.
Abro los ojos y me siento más erguida. Mis ojos se posan en el
hombre en cuestión. Sigue de pie, apoyado en su auto y mirándome
fijamente. Genial, seguro que ahora piensa que estoy loca. Lleva
treinta minutos viéndome hablar sola. Pero sigue ahí, eso tiene que
significar algo. Miro al cielo. Por favor, dime que esta es tu señal,
Dylan... susurro antes de levantarme y sacudir el polvo de mi ropa.
Vuelvo al auto, junto a Bray. No me quita los ojos de encima.
En cuanto lo alcanzo, me agarra y me aprieta. Sus abrazos son
increíbles. No puedo evitar derretirme contra él y corresponder a su
abrazo. Rodeo su cintura con mis brazos y escondo la cabeza en su
pecho. Me dejo llevar por este momento y acepto el consuelo que me
ofrece en este abrazo.
Bray me pasa las manos por el cabello y besa mi frente. ¿Por
qué me siento tan bien? Es extraño, casi cariñoso. Pero lo acepto.
—¿Estás bien? —Me pregunta cuando se separa de nuestro
abrazo.
Bueno, estaba bien cuando me abrazabas, pienso. Pero de
ninguna manera se lo voy a decir. En lugar de eso, asiento, sin
confiar en mí misma para hablar.
—Entonces, vámonos. Voy a pasar por mi casa a darme una
ducha rápida y luego te llevo a la tuya. Te esperaré mientras te
preparas para nuestra cita caliente de esta noche. —Mueve las cejas
arriba y abajo.
—No es una cita caliente. Me han metido en esto, recuérdalo.
Además, no dejes que tus expectativas de esta noche se vuelvan
locas sobre lo divertido que será. No conoces a la cita de Holly y
créeme, las citas dobles con Holl no suelen ser nada divertidas —le
advierto.
—Bueno, será divertido porque tendré mi primera cita oficial
con mi nueva novia que está buenísima. —Bray sonríe.
—No es una cita y sigo sin ser tu novia, Bray —le informo.
—Claro que lo eres, solo que aún no quieres decirlo en
voz alta. —Está tan malditamente seguro de sí mismo, aunque si me
pareciera a él, probablemente yo también lo estaría. No puedo evitar
sonreírle.
—Deberías ponértelo más fácil y admitirlo de una vez. Es el
destino, nena. Brielly está pasando.
—No estoy segura de creer en el destino. Creo que la gente hace
su propio camino en la vida por sus propias elecciones. —Estoy casi
cien por ciento segura de que no creo en el destino.
—Bueno, maldita sea, nena, qué manera de ser pesimista. Pero
no te preocupes, tengo suficiente fe en nuestro destino por los dos.
¿Por qué mi corazón tenía que ponerse sentimental por este
tipo? ¿Por qué no sólo un tipo tranquilo que no desafiara? Porque te
aburrirías terriblemente, Reilly, me dice ese diablillo en mi cabeza.
Tiene razón, me aburriría. Además, seguro que Bray es muy bonito
de ver.
Lo miro de arriba abajo. El hombre está bien; es injusto lo
jodidamente atractivos que son esos genes familiares. Su fuerte
mandíbula cincelada, esos ojos verdes que me atraen y me cautivan,
y ni hablar de su cuerpo.
Por muy perfecto que sea su aspecto exterior, es lo que hay en
su interior a lo que me cuesta encariñarme. Su maldita personalidad
me está haciendo querer ceder y darle una oportunidad a esta
relación estable.
Parece genuino... sus acciones hablan más que sus palabras.
Mientras lo miro, pienso en todo lo que me ha demostrado, en todas
las pequeñas muestras de cariño que me ha dado. La forma en que
esperó en silencio en el cementerio, sin presionarme para que le
diera información, me demuestra que quiere darme el tiempo que
necesito para abrirme a él.
¿Pero necesito más tiempo? No estoy preparada para contarle
todo sobre Dylan o mi papá. No necesito ver su mirada compasiva.
Pero podría estar lista para darle una oportunidad, para darnos una
oportunidad.
Por mucho que no quiera admitirlo, ya se ha abierto camino a
través de mis defensas, se ha filtrado en mi torrente sanguíneo. No
puedo sacármelo de mi cabeza. Cuando estoy con él, me siento
cómoda, segura y como en casa, donde debo estar. Todos estos
sentimientos me asustan y me dan ganas de correr un kilómetro.
Pienso en lo que me dijo papá, que me animó a darle una
oportunidad al amor. Tal vez no termine en tragedia. Tal vez incluso
si lo hace, el tiempo que tenemos juntos ahora hará que valga la
pena. Al menos eso es lo que me dice mi madre. Los años que pasó
con mi papá fueron los mejores de su vida, y los que seguirá
pasando con él cuando salga de la cárcel, seguirán siendo sus
mejores años.
Inspirando hondo, confieso rápidamente antes de perder la
valentía.
—De acuerdo, quizá me gustas un poco. —La sonrisa más
grande se dibuja en su rostro.
—Pero, no sé cómo puede funcionar esto. Trabajo para tu
hermano, Bray. No quiero perder mi trabajo cuando tú decidas que
no soy lo bastante buena para ti. Tampoco quiero que Alyssa y Zac
se sientan incómodos cuando no funcionemos. —Le cuento todos
mis miedos y razones por las que no deberíamos estar juntos.
—Primero, Zac no te despediría por mi culpa. Créeme, él no
toma decisiones emocionales relacionadas con el club. Bueno, al
menos no lo hacía antes de conocer a Alyssa. Segundo, no eres lo
suficientemente buena para mí. Eres demasiado buena para alguien
como yo y puedes hacerlo mejor, pero no me importa. Soy egoísta y
me quedo contigo de todas formas. —Me mira retándome a que lo
desafíe.
Esto está sucediendo demasiado rápido; no sé cómo manejarlo.
Quiero seguir el consejo de papá e intentarlo. Pero no estoy segura
de estar preparada para la posible pérdida o daño que supondrá esta
fusión, como la llama Bray. Entonces se me ocurre una idea, una
especie de prueba antes de comprar.
—Quizá podamos intentarlo y ver qué pasa con nosotros, pero
tiene que quedar entre nosotros. No quiero que ninguno de nuestros
amigos o familiares se enteren de que estamos saliendo todavía.
—¿Quieres andar a escondidas como unos niños... tal vez jugar
siete minutos en el cielo también?
—Bueno, siempre puedo volver a fingir que no existes... —Me
burlo, como si eso fuera posible.
—¡Muy duro, nena! No he dicho que no quiera andar a
escondidas contigo. Si eso es lo que quieres hacer, entonces eso es lo
que haremos. Por ahora. —Me mira y me sonríe—. Además, por lo
que recuerdo, siete minutos en el cielo era un juego divertido.
—No insultes a Junior. Tú y yo sabemos que va a necesitar
más de siete minutos. —Espera, ¿por qué demonios me estoy
refiriendo a su polla como Junior también? Juro que este hombre me
está contagiando demasiado.
Bray se duchó y preparó muy rápido. Me aseguré de quedarme
fuera de su cuarto de baño mientras él se duchaba, de lo contrario
probablemente seguiríamos allí. Miro el móvil y me pregunto si
tendremos tiempo de ducharnos juntos en mi casa, porque la idea de
ducharme con Bray, con su cuerpo mojado y desnudo a la vista para
que lo toque y lo lama... sí, es muy atractiva.
Nos detenemos en la entrada de mi casa y gimo. ¿Puede
salirme algo bien hoy?
—¿Qué pasa? —Pregunta Bray.
—Bien, escucha. Sé que Holly y yo somos demasiado mayores
para vivir en casa de nuestra madre, pero lo hacemos, así que tienes
que aceptarlo.
Se ríe, como si se riera a carcajadas de mí.
—No es gracioso, Bray. No conoces a mi madre. Pensé que
seguiría en el trabajo, pero al parecer el universo me odia hoy y está
en casa. Si quieres esperar aquí en el auto, lo entiendo. No tienes
que entrar y soportar la locura que es mi familia.
—Nena, si tu madre es tan luchadora como tú o tan dulce
como Holly, la amaré. Además, ¡Las mujeres me aman! Nunca he
tenido problemas para que una no lo haga. —Me guiña un ojo.
Maldito bastardo engreído. Bueno, veamos cuánto ama la
atención de Lynne Reynolds, alias mi madre. No ha tenido un
hombre al que mimar en mucho tiempo. Holly y yo nunca traemos
citas a casa, así que el hecho de que Bray esté aquí ahora es más
importante de lo que él cree.
—Bien, pero no digas que no te lo advertí —le digo mientras
salgo del auto.
Acabo de dar la vuelta al capó del auto cuando me encuentro
con un Bray con cara amarga.
—¿Qué demonios se te ha metido por el culo en los últimos
cinco segundos para poner esa cara? —Le pregunto. Juro que el tipo
tiene más hormonas que una embarazada de nueve meses.
—No esperaste a que te abriera la puerta. —Hace pucheros,
pucheros con el labio inferior hacia afuera y todo. Es tan lindo que
es ridículo.
—Acostúmbrate, cariño. No espero a que me abran las puertas.
Las abro yo misma. Soy una mujer hecha y derecha —le digo
mientras me dirijo a la casa. Tengo que dejarle las cosas claras desde
el principio. No soy una flor debilitada que va a dejar que su culo alfa
venga y lo controle todo.
Antes de que pueda abrir la puerta, Bray me agarra por la
cintura. Me hace girar y me pega la espalda a la puerta tan rápido
que pierdo el equilibrio. Lo único que me mantiene en pie son los
brazos de Bray alrededor de mi cintura. Al segundo siguiente, sus
labios están sobre los míos, su lengua recorriendo la comisura
mientras busca entrar.
Entrada que le concedo con avidez. Gimo dentro de su boca,
con descargas eléctricas desatando una guerra en mi cuerpo.
Necesito algo más que este beso, lo necesito todo. Me agarro a su
cuello, salto y rodeo su cintura con las piernas. Sus manos se
dirigen a mis nalgas, acariciándolas, mientras me empuja con más
fuerza contra la puerta.
Esto es lo que necesito. Aprieto mi cuerpo contra él. Noto su
polla, dura y lista para jugar. Recuerdo lo bien que jugaba también.
—No tienes ni idea de lo mucho que me gustas —me susurra
Bray al oído mientras me besa el cuello—. Todo en ti es jodidamente
perfecto, Reilly. Me encanta que seas fuerte e independiente, leal y
luchadora como la mierda. —Sigue besándome y mordisqueándome
la oreja, mientras yo continúo follándolo en seco como una perra en
celo—. Pero, por muy capaz que seas, siempre te abriré las puertas,
Reilly. No porque no puedas hacerlo, porque sé que puedes hacer
cualquier puta cosa. Te las abriré porque quiero, porque te mereces
que te traten como la reina que eres y sería una mierda de novio si
fallara en eso.
Más besos, luego me muerde fuerte el cuello.
—Ahh, Dios. Eso. Sí. Sigue haciéndolo —le pido. Estoy a punto
de correrme, mi cuerpo rechina contra él y mis bragas de encaje
están empapadas. Oh, Dios, probablemente estoy dejando marcas de
humedad por toda la parte delantera de sus jeans. Pero ahora no me
importa.
Bray se ríe mientras sigue torturando mi cuerpo.
—Sabes, eres la mejor novia que he tenido
jamás, Reilly —declara.
—Soy la única novia que has tenido, idiota.
—Sí, pero sigues siendo la mejor —dice mientras sus labios
vuelven a los míos. Tengo que llevarme esta fiesta adentro,
preferiblemente a la cama... o a la ducha, cualquiera de las dos
cosas me parece bien.
Dios, este beso es increíble. Siento que la pared que hay detrás
de mí se derrumba y, al minuto siguiente, estoy flotando. Bray se
aparta y su agarre alrededor de mi espalda se tensa mientras se
aclara la garganta.
—Arghh, ¿por qué has parado? —No estoy impresiona el
cambio de los acontecimientos.
—Ahh, eso sería probablemente para mi beneficio, Reilly Lili.
Oh mierda, mis ojos se abren ampliamente ante Bray. Me
acaban de atrapar besuqueándome en la puerta principal como una
adolescente, por mi madre.
—Mierda, joder, mierda —maldigo mi suerte mientras me
desenredo de Bray y vuelvo a poner los pies en el suelo.
CAPÍTULO 10
Bray
Bueno, esto no es incómodo en absoluto. Reilly baja y aterriza
de pie frente a mí. Girándose, va a dar un paso a un lado, pero la
agarro de las caderas, manteniéndola en su sitio. Justo delante de
mí. Hay cosas que su madre nunca debería ver, y mi erección es una
de ellas.
Reilly me mira por encima del hombro y sonríe. Sabe
exactamente por qué no quiero que se mueva todavía. Primero
tenemos que controlar a Junior. Extiendo la mano alrededor de
Reilly y se la tiendo a su madre.
—Hola, Señora Reynolds, soy Bray. Encantado de
conocerla. —Espero a que me dé la mano. Empuja a Reilly a un lado,
abriéndose paso entre nosotros y me abraza.
—No hay necesidad de tantas formalidades. Puedes llamarme
Lynne. Bienvenido —dice mientras da un paso atrás—. Pasa,
pasa —continúa mientras me toma de la mano y me empuja a través
de la puerta. Miro a Reilly, que se me queda mirando con cara de “te
lo dije”.
Al menos Junior ha reconocido el abrazo de mamá y se ha
retirado muy rápido, evitándome un momento muy embarazoso e
incómodo. Hace mucho tiempo que no me abrazaba una mamá,
mucho jodido tiempo, y la mamá de Reilly me ha abrazado como si
me conociera de toda la vida. No diría que no a uno de esos abrazos
otra vez... yo era un niño de mamá.
Zac siempre fue estoico y callado desde que tengo memoria y
Ella era la niña de los ojos de todos, la pequeña de papá, la princesa
de la familia. No ha cambiado mucho. Sigue siendo la princesa de la
familia.
Dejo que Lynne me lleve por la casa. Es una bonita casa
familiar. Mientras me arrastra por los pasillos, veo montones de fotos
en las paredes. La mayoría son de las gemelas y de quien supongo
que es su hermano. Paso por delante de fotos en las que no puedo
distinguir qué gemela es cuál. Acabamos en la cocina, donde Lynne
me deja en la encimera.
—Siéntate, amor. Reilly no me dijo que iba a traer a alguien a
casa, así que tendrás que disculpar el desorden y mi falta de
preparación.
Echo un vistazo a la impoluta cocina, y no hay nada fuera de
lugar. Es una cocina grande, con puertas de roble y encimeras
blancas, y electrodomésticos de acero inoxidable. Busco a Reilly
porque, sinceramente, me quedo sin palabras. Por una vez en mi
vida, no sé qué decir. ¿Por qué diablos estoy tan nervioso? Mi pierna
empieza a temblar bajo la encimera. Me pongo ansioso cuando me
pongo nervioso, que es casi nunca. Normalmente me iría al gimnasio
a golpear algo cuando me siento así, pero eso no es una posibilidad
aquí.
Cuando mi mirada se cruza con la de Reilly, algo en mi interior
se tranquiliza. Es extraño, porque normalmente necesito luchar,
correr o hacer ejercicio hasta desmayarme cuando me pongo así de
nervioso. Que una especie de calma se apodere de mí sólo porque la
he mirado a los ojos, me hace pensar que me he dado demasiados
golpes en la cabeza y que por fin me están afectando.
—Mamá, no nos quedaremos. Voy a cambiarme y luego
saldremos con Holly —Le explica.
—Oh, tonterías, Reilly. Ve a prepararte. Yo cuidaré de
tu amigo. —Su mamá le hace señas para que se vaya.
—No le hagas comida, mamá. No queremos que se sienta
demasiado cómodo aquí —dice Reilly mientras se da la vuelta y sale
de la cocina, dejándome a solas con su mamá. Es muy valiente por
su parte. Si cree que no voy a desplegar todo mi encanto para
ganarme a su madre, está claro que no me conoce muy bien.
—¿Qué te gustaría beber, amor? Tengo refrescos, café, té... No
tengo cerveza, lo siento. Si hubiera sabido que venías, habría
preparado mejor tu visita.
—Oh, no necesitas atenderme, Lynne. Tomaré agua, si no es
mucha molestia —le digo, mostrándole mi mejor sonrisa, con
hoyuelos y todo.
—Por supuesto. —Se afana en llenar un vaso con hielo y agua
de la nevera. Coloca el vaso delante de mí y luego vuelve a la nevera,
sacando una especie de porción de tarta que parece deliciosa.
—No tengo mucho, pero esta mañana he hecho una porción de
chocolate y menta. Toma, pruébalo —me dice mientras me pone un
trozo enorme adelante.
Normalmente, no me apetece nada así; soy muy cuidadoso con
lo que meto en mi cuerpo. Pero no tengo otra pelea hasta dentro de
unas semanas, así que puedo permitirme un pequeño capricho.
Doy un gran bocado al trozo y gimo.
—Dios mío, esto está bueno, Lynne. Está jodidamente
bueno —digo con otro bocado en la boca.
Entonces me doy cuenta de que acabo de maldecir delante de
la mamá de Reilly en mi primera visita.
—Mierda, lo siento, no quería maldecir. Es que está muy
bueno —digo, esperando que no me lo eche en cara.
Lynne se ríe.
—No te censures por mí, amor. Llevo aquí más tiempo que tú.
No hay nada que puedas decir que me escandalice, créeme.
Sonrío mientras doy otro bocado a la rebanada. Realmente
podría acostumbrarme a este tipo de catering.
—¿Sabe Reilly cocinar así? Porque si es así, puede que tenga
que llevármela a Las Vegas esta noche y casarme con ella —confieso.
La idea suena atractiva... me gustaría verla intentar huir y
esconderse cuando le ponga un anillo en el dedo.
¿De dónde diablos vienen estos pensamientos? No tengo ni
idea. Malditos golpes en la cabeza, deben estar poniéndose al día. O
tal vez es el cursi Zac contagiándome. Su actitud feliz y enamorada,
que nada puede derribarlo, es suficiente para contagiar al grinch.
—Puede que quieras aplazar esa propuesta, Romeo. Reilly no
cocina ni hornea —Lynne se ríe.
—Es una pena —hago un mohín.
—Entonces, tú y Reilly. ¿Cuánto hace que están juntos? —me
pregunta. Me sorprende que haya tardado tanto en comenzar con las
preguntas.

Conducir hasta el restaurante con Reilly a mi lado es doloroso.


Tengo que recordarme mentalmente que debo mantener los ojos en
la carretera. Lleva un vestido negro, o el pañuelo que hace pasar por
un puto vestido. Le cubre el pecho, no se le ve nada de escote, pero
eso no distrae la atención de sus impresionantes pechos, que la tela
abraza y acaricia como mis manos están deseando hacerlo.
El vestido es corto, sus piernas largas y delgadas están a la
vista. Y luego están los zapatos. Me muero de ganas de que acabe la
cena para llevármela a casa y que solo lleve esos putos tacones de
aguja.
Apoyo la mano en su muslo y acaricio distraídamente la suave
piel. Una piel que quiero lamer, chupar y morder. La piel se le pone
de gallina bajo mis dedos. No me pierdo su leve retorcimiento y la
forma en que aprieta los muslos.
—¿Tienes frío, nena? —Le pregunto.
Me fulmina con la mirada.
—Sabes muy bien que no tengo frío. Estoy tan cachonda que, si
no paras el auto y ayudas a esta chica, cuando lleguemos al
restaurante me iré al baño y me serviré yo misma.
No sé si lo dice en serio o no, pero no voy arriesgarme.
Encuentro una carretera secundaria, giro y paro el auto. No digo
nada.
Me desabrocho el cinturón y me inclino para desabrochárselo a
ella. Me quedo en silencio mientras deslizo mi mano por sus piernas;
ella no se avergüenza y abre las piernas todo lo que puede en el
asiento. Mi mano se desliza por debajo de su vestido y me sorprendo
al encontrarme con la piel desnuda.
—Joder, Reilly, no llevas bragas —gimo.
—Mmm, no quería líneas de bragas en mi vestido.
Esa es su respuesta, no quería líneas de sus putas bragas.
—¿Cómo esperas que me siente a cenar sabiendo que estás
desnuda bajo ese vestido? ¿Sabiendo que mi postre está listo y
esperándome?
Meto dos dedos en su coño caliente y húmedo. Se me hace la
boca agua. Puedo recordar su sabor en mi lengua. Reilly se levanta
del asiento, empujándose contra mi mano. Utilizo el pulgar para
rodear su clítoris mientras bombeo dentro y fuera de ella. Sus
gemidos llenan el auto, su aroma me envuelve. Mi polla está
durísima; Junior quiere salir y unirse a la fiesta.
—Puedo olerte. Puedo sentir lo caliente y húmedo que está tu
coño para mí. La forma en que estrangula mis dedos, no puedo
esperar a sentir este coño estrangular mi polla de nuevo.
Ella responde tan bien a mis palabras, moviendo su pelvis al
ritmo del bombeo de mis dedos. Me aprieta el pulgar, que sigue
haciendo lentos y tortuosos círculos alrededor de su clítoris.
—Voy a enterrar mi polla tan adentro de este coño que no
sabrás dónde acabo yo y dónde empiezas tú; estaremos fundidos.
¿Quieres eso? ¿Quieres mi polla dentro de este hambriento coñito
tuyo? —No espero que responda, pero lo hace.
—Ahora, lo quiero ahora, Bray.
—Eres muy exigente cuando estás cachonda, ¿verdad? No
puedes tener mi polla ahora. Te vas a correr en mi mano, Reilly.
Entonces te sentarás durante toda la cena sabiendo que al final de la
noche, mi polla estará enterrada profundamente dentro de tu coño.
—Argh, ¿por qué no puedo tenerlo ahora? Lo
necesito —argumenta. Pero está a punto de correrse. Puedo sentir su
cuerpo temblando por todas partes, la urgencia en sus movimientos
aumentando.
—Sé buena chica, Reilly, y córrete ahora —le exijo con voz
ronca y llena de necesidad. No me defrauda. Se corre sobre mis
dedos, sus gritos de placer es música para mis oídos. Aligero las
caricias mientras ella se recupera de su éxtasis orgásmico.
Sus mejillas están sonrosadas y su rostro es una imagen de
pura felicidad y relajación. Retiro los dedos y me los llevo
directamente a la boca. Ahora me toca a mí gemir. Su sabor es tan
dulce y delicioso como lo recordaba. Me tomo mi tiempo para lamer
todos sus fluidos de mis dedos, saboreando su gusto.
—Gracias —le digo mientras beso suavemente sus labios.
—¿De nada? —me pregunta.
No puedo evitar reír mientras le pongo el cinturón y se lo
abrocho.
—Esperemos que esta cena pase rápido para poder llevarte a
casa y desnudarte en mi cama.
Mientras me abrocho el cinturón, Reilly detiene mi movimiento,
agarrándome del brazo.
—Espera, ¿no quieres que, ya sabes, te devuelva el
favor? —pregunta, agitando la mano en dirección a mi muy evidente
polla.
—Me encantaría, pero la próxima vez que me corra será cuando
mi polla esté dentro de tu coño —Le digo.
—Ahh, bien entonces. —Me suelta el brazo y se acomoda en el
asiento—. Eres muy bueno en eso, por cierto.
Me rio.
—¿Qué clase de novio sería si no lo fuera? No puedo dejar a mi
novia insatisfecha y con ganas, ¿verdad? Eso no sería bueno para mi
reputación.
—¿No crees que ya estás desgastando eso del título de
novio/novia? —Ella sonríe.
—Probablemente, deberíamos ir a Las Vegas y casarnos con
Elvis, entonces ya puedo pasar a llamarte mi esposa. Además, me
queda jodidamente genial el esmoquin. —Mi sugerencia no es bien
recibida.
—Por favor, dime que estás de broma y que no te has vuelto
loco conmigo. Apenas estoy aceptando que tengas la etiqueta de
novio, Bray. De ninguna manera te van a ascender a la categoría de
esposo después de un día de citas. ¿Quién hace eso? Es una locura.
Como el tipo de locura que necesita una camisa de fuerza. ¿Debería
llamar a Zac ahora y decirle que necesita concertarte una cita?
¿Estás enfermo? —Termina su divagación con el dorso de la mano en
mi frente.
—No estoy enfermo, nena. Relájate, era una broma. —Observo
cómo su cuerpo empieza a relajarse antes de añadir—: en su mayor
parte —al final de la frase. Me fulmina con la mirada. Creo que tengo
que recordarme a mí mismo que existe riesgo de fuga; tengo que
pensar antes de hablar un poco más. Era una broma, no podía
llevarla a Las Vegas para casarme con ella esta noche. No podría
reservar un avión hasta mañana por lo menos.
CAPÍTULO 11
Reilly
Esta cena es la peor cita doble que he tenido con Holly. He
estado sentada aquí aburridísima, escuchando a su cita hablar y
hablar de cómo ser un profesor de educación física. Noticia de última
hora, mi hermana gemela es una maldita maestra. No necesito que
me expliques tu trabajo, compañero.
También estoy esperando a que Bray llegue a su punto de
ebullición. Puedo decir que se está conteniendo. He visto la mirada
de muerte que le ha estado echando al hombre, cada vez que sus
ojos pasaban demasiado tiempo en mis pechos. No tengo ni idea de
por qué. Los de Holly son literalmente idénticos... tenemos los
pechos del mismo tamaño y forma.
Su mirada lasciva me pone los pelos de punta, pero intento que
no se me note. Intento distraer a Bray del hecho de que quiere cruzar
la mesa y romperle el cuello. Al menos esa es la sensación que recibo
de él. Por las miradas que me lanza Holly, ella está recibiendo las
mismas vibraciones.
Deslizo mi mano por su muslo. Cada vez me gusta más esto de
ser novio y novia. Si Bray es mi novio, eso significa que puedo tocarlo
todo lo que quiera, donde quiera, y eso es muy atractivo. Tener
acceso a su cuerpo las veinticuatro horas del día, los siete días de la
semana, sólo una chica puede ser tan afortunada. Oh espera, yo soy
esa chica. Tengo esa suerte, huh.
Mi mano sigue subiendo por su muslo hasta que llego a la
parte más interna de su muslo. Se mueve en su asiento. Mi mano
continúa su lenta persecución de Junior. Finalmente alcanzo mi
objetivo y froto mi mano sobre su entrepierna. Le toco suavemente,
casi como una pluma. Noto cómo su polla se endurece bajo mis
dedos.
Bray se inclina y me susurra al oído.
—Estás jugando con fuego, nena.
Le devuelvo la sonrisa, desafiándolo a que saque todo lo que
tiene. Al menos mi técnica de distracción ha funcionado. No parece
dispuesto a saltar la mesa todavía.
Levanto la copa de vino con la mano libre y bebo un trago.
Antes de que pueda tragar, los dedos de Bray me penetran. Y la
brusquedad de la intrusión hace que me ahogue. El vino sale
disparado de mi boca, atravesando la mesa y cayendo sobre la parte
delantera de la camisa que lleva la cita de Holly.
Todavía me estoy recuperando, con los dedos de Bray hundidos
en mi coño, cuando el acompañante de Holly empuja su silla hacia
atrás y se levanta de un salto.
—¿Qué mierda te pasa? ¿Eres idiota? —me grita.
Tan rápido como esos dedos estaban dentro de mí, fueron
apartados, mientras Bray se levantaba de un salto. Como un maldito
ninja salta sobre la mesa. Todo sucede tan rápido. Ni siquiera me he
recuperado de mi episodio de asfixia y Bray tiene a la cita de Holly
por la garganta.
Puedo ver su cuerpo vibrando desde aquí. Holly se mueve
alrededor de la mesa hacia mi lado; no le van bien los
enfrentamientos ni la violencia.
—¿Con quién carajo crees que estás hablando así,
`imbécil? —Bray le gruñe en la cara. No le da tiempo a contestar, si
es que se le ocurre una respuesta. El tipo está inmóvil, congelado
como un ciervo atrapado en los faros.
—Te diré quién, mi puta novia, mi reina, esa es quién. Nadie le
habla así y sale indemne.
Los ojos de Holly se abren ampliamente mientras me dice las
palabras. ¿Novia? ¿Reina? Me encojo de hombros como respuesta
porque, sinceramente, ¿cómo se responde a eso? Creo que esta
etiqueta de novio se le ha subido definitivamente a la cabeza
inducida por el ego.
—Ahh, cariño, tienes que bajar un poco el tono. —Pongo mi voz
dulce y cariñosa, camino alrededor de la mesa. Está bien que Bray se
haya apresurado a defenderme, pero llevo mucho tiempo
defendiéndome sola y no pienso dejar de hacerlo solo porque tenga a
Bray a mi lado.
Me coloco entre los dos hombres y miro a Bray. Observa mis
manos sobre su pecho y una expresión de confusión se dibuja en su
rostro, pero luego me mira a los ojos.
—Bray, necesito que sueltes al imbécil, por favor.
Lo suelta, pero no le quita los ojos de encima. Me rodea la
cintura con el brazo derecho y se gira para llevarme lejos.
—Espera un segundo, sólo tengo que hacer una cosa —le digo
dulcemente. Me suelta. Me doy la vuelta, me acerco al imbécil y, sin
decir una palabra, subo la rodilla hasta sus bolas. Se cae al suelo,
gritando maldiciones.
—Bien, ahora estoy lista para irme —le digo a Bray y paso
junto a él hacia Holly, que sigue de pie al otro lado de la mesa con
los ojos muy abiertos. La tomo de la mano, agarro nuestros bolsos y
me dirijo a la puerta. Espero que Bray esté justo detrás de nosotras,
pero cuando salgo, no está.
—¿Qué demonios ha sido eso, Rye? —Pregunta Holly.
—Tu cita era un imbécil.
—No, esa parte no. Lo he entendido alto y claro. ¿Qué
demonios le has hecho a Bray?
—¿Qué quieres decir? No le he hecho nada. —Me encojo de
hombros.
—Rye, a ese chico le gustas de verdad, le gustas mucho. —Pone
comillas entre los “le gustas”.
—Lo sé. —Sonrío. Porque realmente le gusto. A mí también me
gusta un poco más de lo que estoy dispuesta admitir ahora.
—Rye, cree que eres su novia. Con eso no se juega. Es
prácticamente familia de Alyssa ahora.
Sé de dónde viene eso. Es mi culpa que mi hermana gemela
piense que soy incapaz de tener una relación normal. Pero voy a
intentarlo. Sólo en secreto, sobre todo.
—No estoy jugando, Holl. Acordamos darle una oportunidad a
eso de las citas exclusivas. Bray tiene la manía de ser novio por
primera vez y lo está llevando un poco lejos, eso es todo. Pero
estamos manteniendo esto en secreto. No puedes decírselo a nadie
todavía. No estoy preparada para eso.
Asiente. Sé que puedo confiar en ella, es la única persona,
aparte de papá y mamá, en la que confío para todo.
—Claro, no se lo diré a nadie. —Entonces se le dibuja una
enorme sonrisa en el rostro.
—¿Por qué demonios estás tan contenta? —Le pregunto.
—Oh, ya sabes, solo porque por fin tienes un novio estable.
Sinceramente, nunca pensé que llegaría el día. Bray, estás saliendo
con Bray, Rye. ¿Has visto al chico? —Holly mueve las cejas arriba y
abajo.
Yo me rio.
—Sí, lo he visto. A todo él. Y déjame decirte que si ese es el
paquete con el que viene mi futuro esposo, me parece bien —le digo.
—Espera, ¿tu futuro esposo? Oh Dios, por favor dime que no
estás embarazada, Reilly Lily! —Oh genial, la voz de la maestra ha
hecho acto de presencia.
También es en ese preciso momento cuando Bray decide
alcanzarnos. ¿Puede mi suerte ser peor?
—Estoy seguro de que mis chicos son buenos nadadores, nena.
Cómo no van a serlo. —Mueve las manos arriba y abajo por su
cuerpo, mis ojos siguen su movimiento—. Aunque no son tan buenos
como para nadar a través del condón.
Se dirige a Holly.
—No está embarazada en absoluto, Holly.
—Espera, ¿qué te hace pensar que eres el único hombre que ha
acariciado a mi gatita en las últimas semanas? —Le pregunto.
Definitivamente lo es, pero él no lo sabe.
Bray aprieta la mandíbula y sus ojos se entrecierran. Está
enfadado. Tengo que esforzarme mucho para mantener mi cara de
póquer y no reírme de su reacción. Pero tan rápido como se enfada,
aparece su sonrisa arrogante.
—Sé que no has estado con nadie más. Cualquier otro bastardo
palidecería en comparación conmigo. Tú y yo lo sabemos, nena. —Y
añade un guiño al final.
Me encojo de hombros.
—Meh, he tenido mejores. —Finjo aburrimiento.
—Reto aceptado —dice y se vuelve hacia mi hermana—. Holly,
¿necesitas que te lleve a casa?
—No, gracias a Dios. No se me ocurre nada peor que estar
atrapada en un auto con los dos, tortolitos. Nos vemos mañana,
Rye. —Holly me abraza—. Adiós, Bray, buena suerte —dice mientras
se dirige a su auto.
Bray me toma de la mano y me lleva a su auto.
—Nos espera una noche infernal, nena. Pusiste en duda mi
hombría... Junior se ofendió mucho. Voy a pasarme toda la noche
borrando la memoria de cualquier otro bastardo.
Correcto, ofendí su polla, estoy segura.
—Huh, tal vez quieras parar por algunas bebidas energéticas
entonces, cariño.
Cuando está a punto de replicar, su teléfono empieza a sonar
“Hey Brother” de Avicii.
—Perdona, es Zac, tengo que contestar —dice, mientras
responde a la llamada al mismo tiempo que abre mi puerta.
—¿Sí? —Así contesta a la llamada, y eso es todo lo que oigo de
él. Cuelga antes de dar la vuelta al auto.
—Tenemos que hacer una parada rápida en el club. Zac no va a
ir esta noche, así que tengo que hacer unas cosas. ¿Quieres que te
deje en mi casa o quieres venir conmigo? —Pregunta. No se me
escapa que dejarme en mi propia casa no era una opción.
—Ahh, iré al club. De toda forma tengo cosas que hacer allí.
Para cuando llegamos al club, tengo toda una lista de mensajes
de texto con exigencias de Zac. Al parecer, no piensa venir durante
unos días, y tengo que asegurarme de que Bray no queme el local.
—¿Suele Zac tomarse días libres? —Le pregunto a Bray.
—Nunca había visto que se tomara un día libre. ¿Por qué?
—Lyssa debe de estar peor de lo que parecía, si Zac se queda
en casa con ella. Debería llamarla.
—Anoche me quedé en casa de Zac. Alyssa aún no había salido
de su habitación. Creo que debería darles algo de tiempo. Zac no va
a dejar que nadie se le acerque ahora mismo de toda forma.
—Es gracioso que pienses que él sería capaz de impedirme
verla —me rio.

—Shh, no quiero que me atrapen aquí, Bray —susurro.


Hemos pasado las últimas horas en el club, cada uno
trabajando en sus cosas. Acabamos de vuelta en la habitación de
Bray en casa de Zac. Dijo algo de que necesitaba quedarse aquí para
poder estar cerca para cuando Zac lo necesitara. Bajaron más de
esos malditos ladrillos. Es probablemente uno de los hombres más
orientados a la familia que he conocido. No hay nada que no haría
por sus hermanos. Los tres hermanos Williamson son así; son un
grupo muy unido.
No me malinterpreten, yo también haría cualquier cosa por
Holly, es mi vida o mi muerte. Me estoy dando cuenta de que Bray es
mucho más que su actitud engreída y su buena apariencia, mucho
más. No estoy segura de que mi corazón pueda seguirle el ritmo.
Cuanto más tiempo paso con él, más me gusta la etiqueta de novio.
—Nena, nadie va a oírnos, confía en mí. Y si lo hacen, ¿de
verdad crees que van a irrumpir aquí? —me pregunta mientras me
baja la cremallera de un lado del vestido.
—¿Conoces a tu hermano, Bray? Claro que irrumpiría aquí.
—Sí, probablemente lo haría. Así que vas a tener que estar
callada. ¿Crees que puedes contener esos gritos, nena?
No estoy segura de poder. Mi cuerpo ya está ardiendo, y lo
único que está haciendo es quitarme el vestido. Bray me sube el
vestido lentamente.
—Levanta —me ordena. Levanto los brazos por encima de la
cabeza y el vestido me sigue.
Bray deja caer el vestido al suelo y retrocede. Sus ojos recorren
mi cuerpo de arriba abajo, despacio, muy despacio. Se me pone la
piel de gallina, ni siquiera me está tocando y, sin embargo, mi cuerpo
reacciona ante él, para él.
—Maldita sea, nena. ¿No llevabas nada debajo del vestido?
¿Toda la noche? ¿Y me entero ahora? La próxima vez, voy a tener
que inspeccionar lo que hay debajo de tu ropa, antes de salir de
casa. —Sacude la cabeza.
—Tenía un vestido puesto Bray, no estuve desnuda toda la
noche.
—Nena, no me importa que no llevaras ropa interior, puedes
ponerte lo que quieras. Sin embargo, compadezco a cualquier idiota
que piense que puede beneficiarse de tu elección de ropa. No dudaré
en asegurarme de que todo el mundo sepa que eres mía, que soy yo
quien te lleva a casa y a la cama. Que soy el único que puede hacer
cosas indescriptibles con tu cuerpo.
Se acerca lentamente a mí y me recorre el interior del brazo con
las puntas de los dedos. Él sigue vestido y yo estoy completamente
desnuda. Hay algo muy erótico en esto. Pero eso no es lo que quiero
ahora; lo que quiero es su cuerpo. Meto las manos bajo su camiseta,
cierro los ojos y me sumerjo en el tacto de su piel... cálida y firme.
Recorro con las manos los surcos de sus abdominales, contándolos
en silencio mientras subo hasta su pecho.
—Esta camiseta tiene que desaparecer ya —le digo mientras
vuelvo a bajar las manos hasta su cintura.
—Sí, señora —dice mientras da un paso atrás y tira de su
camiseta por encima de la nuca. No tengo ni idea de por qué ese
movimiento es tan sexy. Pero lo es, sus bíceps se abultan con los
movimientos. Mmm, quiero lamerle todo el cuerpo. Me viene a la
cabeza la idea de lamérselo para que sea mío y me rio un poco.
—No es que no ame oírte reír, nena, porque así es. Pero no es la
reacción que esperaba cuando empiezo a desnudarme delante de ti.
—Oh, ¿qué reacción preferirías?
—Un oh dios mío, Bray, tu cuerpo está tan definido. No puedo
esperar a saltar sobre él y ultrajarte. O wow, Bray, eres el hombre
más sexy que he visto. Algo por el estilo sería suficiente.
—Sinceramente, lo primero que pensé fue que quería lamerte
todo, y luego pensé... voy a lamerlo, así que es mío. Holly y yo
solíamos pelearnos por la última galleta o piruleta o lo que fuera, y
quien la lamiera primero se la quedaba. Así que quiero lamerte
primero para quedarme contigo. —Cierro los labios de golpe; no
puedo creer que le acabo de decir que quiero quedármelo.
Bray me agarra por la nuca, acerca sus labios a los míos y dice:
—Bueno, ya te he lamido, nena, así que eres mía. Y pienso
lamerte mucho más, joder.
No me da tiempo a responder antes de que sus labios estén
sobre los míos. Su lengua se abre paso en mi boca y la tomo con
avidez. Lo quiero todo, todo lo que tiene para darme.
Necesito más. Trepo por su cuerpo, salto literalmente y rodeo
su cintura con mis piernas. No pierde ni un segundo, me pone las
manos en el culo y me sujeta a él... con la áspera sensación de la tela
de sus jeans en mi núcleo provocándome escalofríos. Ataco su boca y
acerco su cabeza todo lo que puedo. Por mucho que tire o empuje, no
consigo acercarme lo suficiente.
—¡Argh! —gimo. Quiero más. No sé lo que quiero o necesito en
este momento. Sólo sé que quiero más de él.
—Maldición, nena, si sigues moliéndote así, me voy a correr en
los pantalones como un puto adolescente.
—No me importa. Necesito más, Bray —confieso.
Lo siguiente que recuerdo es volar por los aires y aterrizar
sobre el colchón. Bray sonríe de pie al final de la cama, mirándome.
Se desabrocha la hebilla del cinturón.
—¿Cuánto más quieres, Reilly? Dime exactamente lo que
quieres. —Se desabrocha los jeans y baja la cremallera. Estoy tan
distraída con lo que está haciendo y pensando en lo que hay debajo
de esos jeans, que he olvidado cuál era la pregunta.
—Dime, Reilly. ¿Cuánto. Más. Quieres? —me exige.
Me relamo los labios. Hambrienta de probarlo.
—Quiero que cumplas todas mis fantasías, Bray. Lo quiero
todo.
Bray ladea la cabeza y se queda pensativo un rato antes de
hablar.
—¿Confías en mí? —me pregunta.
—Con mi cuerpo, sí. Con mi corazón, no —respondo con
sinceridad.
Él asiente y sonríe.
—Trabajaremos sobre tu corazón en otra ocasión, porque eso lo
ganaré. Lo ganaré todo.
Bray se quita el cinturón de la trabilla de los jeans y lo sujeta
con la mano derecha, colgando de su costado. Ahora mismo es la
imagen de la perfección. Sin camiseta, con todos esos músculos
bronceados y tonificados a la vista. Tiene tatuajes en los brazos y en
el pecho. Hay un guion en un lado de su pecho. No estoy lo bastante
cerca para descifrar lo que está escrito, pero pienso leerlo con la
lengua lo antes posible. Lleva los jeans desabrochados y sueltos,
unos bóxers negros debajo y la punta de la polla sobresaliendo por la
parte superior, un metal brillante que destella y me suplica que lo
toque. Su voz irrumpe en mis pensamientos.
—¿Harás todo lo que te diga, Reilly? —Su pregunta me
desconcierta; no es lo que esperaba. Debo mostrar mi confusión y
refutación ante ese pensamiento porque rápidamente añade— En el
dormitorio, aquí y ahora, ¿harás todo lo que te diga?
Inmediatamente, respondo:
—Sí —mientras asiento rápidamente... quizá con demasiada
impaciencia.
Bray esboza una sonrisa burlona y luego sus facciones se
endurecen. Algo parpadea en sus ojos.
—Bien, al suelo. De rodillas, ¡Ahora!
CAPÍTULO 12
Bray
—Al suelo. De rodillas, ¡Ahora! —Le exijo. Veo cómo su cuerpo
tiembla visiblemente por la orden. Entonces, como la buena chica
que es, se levanta, se arrastra hasta el final de la cama y se coloca de
rodillas en el suelo justo delante de mí.
Ojalá tuviera una puta cámara, porque esto de aquí es un
momento Kodak si alguna vez he visto uno. Dios, una belleza nunca
vista. Su piel pálida está enrojecida y cubierta de piel de gallina. Sus
pechos llenos suben y bajan con su jadeo. Su cabello pelirrojo
despeinado cae por su espalda. Sus ojos verdes me miran con una
mezcla de excitación y necesidad.
—Las manos a la espalda —le ordeno.
Ella obedece inmediatamente. No creo que sepa cuánto desea
someterse a mí. No me gustan los juegos en la cama. He
experimentado con juguetes, ataduras, etc., pero normalmente es
sólo por una noche, para perderme en una mujer hermosa y
correrme. Sin embargo, con Reilly es diferente. Quiero consumirla.
Quiero ser todo su mundo. Quiero volverla loca de necesidad por mí.
Caminando detrás de ella, tomo sus dos muñecas.
Inclinándome, le susurro al oído:
—Buena chica. —Le pongo el cinturón alrededor de las
muñecas y le doy un tirón para asegurarme de que están bien
sujetas. No se soltará pronto.
Subo las manos por sus brazos y bajo por la parte delantera de
los hombros, hasta que aterrizo en sus pechos. Lleno mis manos de
su gloriosa suavidad, le pellizco los pezones. Su espalda se arquea y
empuja sus pechos contra mis palmas. Pequeños gemidos escapan
de su boca.
—Tienes que estar callada, Reilly. No querrás que nadie entre y
te encuentre en esta posición, ¿verdad?
No habla, pero niega con la cabeza. Apartándole el cabello, me
inclino hacia su cuello e inhalo. No me canso de olerla; huele a una
mezcla deliciosa de sabores afrutados. Muerdo su cuello y lamo la
marca del mordisco para aliviar el dolor.
Es tan sensible, la forma en que dobla el cuello me permite
acceder más a su delicada piel. Desplazo la mano izquierda por la
suave piel de su vientre. No me detengo hasta alcanzar mi objetivo.
Deslizo el dedo corazón por los pliegues de su coño. Está mojada...
más que mojada... está empapada.
—Ahh, oh Dios —grita mientras la acaricio suavemente por
encima y alrededor de su clítoris. Cada poco movimiento, dejo que mi
dedo acaricie su abertura. Cuando intenta mover la pelvis hacia mi
mano, me retiro.
—Estás muy mojada, nena. Mierda, me encanta cómo responde
tu cuerpo a mis caricias. —Sigo acariciándole el coño unos segundos
más mientras le muerdo el cuello y le pellizco un pezón. Mis caricias
son ligeras y provocadoras. Sé que está llegando lentamente al
orgasmo. Noto cómo su cuerpo empieza a tensarse y a temblar.
—¿Quieres correrte, Reilly? —Le pregunto.
—Oh Dios, sí, Bray. No te atrevas a parar.
—No pensaba hacerlo, nena. ¿Cuántas ganas tienes de correrte
ahora mismo?
—Lo deseo más de lo que te imaginas —gime.
Me rio entre dientes, no necesito imaginármelo. Estoy
recibiendo el espectáculo desde el asiento principal.
—Ruega —le digo.
—¿Qué? —gira la cabeza mirándome, confusa.
—He dicho que ruegues. ¿Quieres correrte? Ruégame que te
haga correr. —Mi tono no deja lugar a discusión.
—No te lo estoy suplicando —declara. Retiro el dedo de su coño
y lo acaricio por el interior de su muslo.
—Si quieres correrte, suplica —le recuerdo.
Ella sacude la pelvis, tratando de realinear mi dedo con su
centro. No va a funcionar. Quiero oírla suplicarme; quiero que me
necesite, entonces quiero complacerla y demostrarle que voy a ser yo
quien le dé todo lo que necesite a partir de ahora.
—Oh. Dios. Por favor —suelta.
Me rio entre dientes. Sabía que no podría aguantar mucho
tiempo.
—¿Por favor qué, nena? ¿Qué necesitas? —Detengo mis
movimientos con el dedo a milímetros de su clítoris.
—Ahh, Dios, Bray. Haz que me corra, ¡Maldita sea! —grita.
Demasiado para estar callada.
—Buena chica —le susurro al oído antes de apretarle ese punto
dulce del cuello, justo detrás de la oreja. Tiro y pellizco de su pezón
mientras meto dos dedos en su húmedo y cálido coño.
—Mmm, me encanta la sensación de tu coño, joder. Podría
dejar mis dedos enterrados aquí las veinticuatro horas del día. —Con
el pulgar, rodeo su clítoris, aplicando la presión justa a la que sé que
responde.
—Quiero que empapes mi mano con tus fluidos, Reilly. Córrete,
ahora. —No sé si es una coincidencia o no, pero su cuerpo obedece.
Grita mi nombre mientras su cuerpo se convulsiona, su coño
estrangula mis dedos y presiona su clítoris con más fuerza contra mi
pulgar. Es un espectáculo de belleza verla desmoronarse.
—Jodidamente perfecta —le digo cuando su cuerpo se ha
recuperado. Retiro los dedos y se los llevo a los labios—. Límpialos.
Espero que retroceda o que dude, pero no lo hace. Chupa los
dedos entre sus labios, pasándoles la lengua. Joder, me está
chupando los dedos como si fueran mi polla.
—¿Ves qué bien sabes? Estoy deseando lamerte el coño antes
de volver a mojarlo y ensuciarlo.
Se levanta y yo me aseguro de que mantenga el equilibrio antes
de ponerme delante de ella. Me mira, con la satisfacción escrita en
su rostro.
—¿Estás bien? —Le pregunto, queriendo asegurarme de que
está bien para seguir jugando.
—Uhh, huh —responde con una sonrisa y un movimiento de
cabeza.
—¿Quieres seguir?
—Por supuesto —afirma.
En cuanto me da su consentimiento, me quito los zapatos, los
jeans y los bóxers de un tirón. Junior se levanta rebotando, erguido y
señalando en dirección a la mujer que ha captado toda su atención.
Me acaricio la polla un par de veces y me acerco a ella.
—Joder —murmuro mientras la veo lamerse sus labios
carnosos y gruesos. Quiero esos labios envolviendo mi polla—.
Quiero meterte la polla hasta la garganta. Quiero sentir el fondo de
tu garganta mientras me tragas.
Me asiente, dándome a entender que está de acuerdo con la
idea. Pero voy a necesitar algo más que un gesto; quiero oír las putas
palabras.
—Dime, Reilly, ¿quieres mi polla en tu boca? —Le pregunto.
Ella asiente, moviendo la cabeza arriba y abajo.
—Voy a necesitar que uses tus palabras, Reilly. Dime, ¿cuánto
deseas que te meta la polla hasta la garganta?
—Maldita sea, Bray. Quiero tu polla en mi boca, ahora. Por
favor. —Ella añade el por favor al final como un segundo
pensamiento.
Sonrío.
—Pensé que nunca me lo pedirías —le digo mientras coloco mi
polla sobre la unión de sus labios. Reilly saca la lengua, lame la
punta y gira alrededor del piercing. El más leve roce de su lengua me
produce sacudidas de placer. Tengo que obligarme a no meterle la
polla hasta la garganta.
Introduciendo mi polla en su boca lentamente, centímetro a
centímetro, me doy cuenta de que esto es el paraíso. La cálida,
húmeda y acogedora boca de Reilly. Mis intentos de facilitar la
entrada se van por la ventana cuando ella chupa y desliza su propia
boca todo el camino por mi polla.
—¡Joder Reilly, mierda! —Gimo mientras ella traga con mi polla
en su garganta. ¿Qué carajo es esta brujería? Me deslizo hacia atrás
y vuelvo a meterla de golpe, sujetando su cabeza para mantenerla
quieta mientras acelero el ritmo poco a poco. Joder, si sigo así, voy a
correrme en su garganta, y no quiero hacerlo. Bueno, esta vez no.
Ralentizo mis movimientos y salgo de su boca. Sus labios están
hinchados e incitantes, pidiendo más de mi polla.
—Joder, nena, esa boca tuya es un arma peligrosa —le digo
levantándola y poniéndola boca abajo en el borde de la cama.
Gira la cabeza para mirar por encima del hombro y me sonríe.
—De nada.
Me meto entre sus piernas y las abro más con los pies. Me
arrodillo detrás de ella y pongo su coño delante de mi rostro. Sé que
debería alargarlo un poco, pero me muero de hambre por probarla.
Lentamente, mi lengua se arrastra desde la parte delantera de su
abertura hasta la trasera.
—Mmm, eres la cosa más deliciosa que he comido jamás.
Su cuerpo se retuerce; introduzco un dedo justo en la entrada
de su coño mientras presiono con el pulgar el brote de su culo.
Moviendo la lengua alrededor de su clítoris, mantengo los dedos
quietos, sólo ejerciendo presión. Reilly empuja hacia mi mano,
aumentando la presión sobre sus dos agujeros, mientras yo continúo
mi tortura sobre su clítoris.
Sus fluidos corren por mi mano, está jodidamente empapada.
—Por favor, Bray, necesito más. Dame más, por favor. —Ahora
suplica por su propia voluntad. Me encanta oírla suplicar por mí.
Me levanto, recojo mis jeans, saco la cartera y consigo un
condón.
—No te preocupes, nena. Te voy a dar todo lo que necesites —le
digo mientras me enfundo la polla.
Acerco la polla a su abertura y espero antes de empujar.
—¿Está amistosa vagina tuya va a jugar bien con Junior,
Reilly? —Pregunto riendo, sin esperar su respuesta antes de
meterme de golpe. Me quedo quieto mientras mi polla toca fondo
dentro de ella.
—Mierda —gruño—. Estás tan jodidamente apretada, nena. Es
como si tu coño intentara estrangular la vida de Junior.
Me muevo más despacio para que sus paredes internas se
adapten a la intrusión. Vuelvo a penetrarla de golpe y la agarro por
las caderas.
—Sujétate fuerte, nena, esto va a ser rápido y duro —le
advierto, justo antes de acelerar el ritmo y penetrarla tan fuerte y
rápido como puedo por detrás. Sus gemidos son música para mis
oídos y me animan a ir más fuerte y más rápido.
—Joder, voy a correrme. Te necesito conmigo, nena —le digo.
Introduzco una mano debajo de ella, encuentro su clítoris y aprieto
con fuerza, acariciando, pellizcando y haciendo círculos.
—Oh, Dios, Bray. Estoy... —No termina la frase, su cuerpo se
contrae y se pone rígido, con temblores que la sacuden. Su coño se
tensa aún más, si eso es posible, palpitando y ordeñando mi polla
mientras me corro con ella.
Bombeo unas cuantas veces más.
—Joder, Reilly.
No tengo más palabras. Casi me caigo sobre ella antes de
controlarme y rodar sobre la cama a su lado. Me mira a la cara y me
dice:
—Eso ha sido... wow. Simplemente, wow.
—Sí, lo ha sido —respondo mientras desato el cinturón de sus
manos, le froto las dos muñecas y busco marcas profundas. El
cinturón le cortó un poco la piel, pero nada que un poco de crema
árnica y unos brazaletes no puedan cubrir.
La levanto, la meto bajo las mantas y me subo a su lado antes
de envolverla en mis brazos. Beso su frente y le confieso:
—Me encanta ser tu novio, Reilly. Creo que ya lo tengo
dominado.
—Me gusta que seas mi novio secreto, Bray. ¿Qué te hace
pensar que has dominado el arte de ser novio en... no sé, cuánto han
pasado... cinco horas?
Ignoro esa pequeña parte de secreto, secreto mi culo. No hay
un alma alrededor a la que no quiera gritarle y contarle mi nuevo
título.
—Bueno, te tengo en mi cama completamente satisfecha de un
polvo realmente bueno. Ahora voy a pasar la noche acurrucándote y
abrazándote tan fuerte como pueda, y no sólo para que no puedas
escabullirte. No, voy abrazarte porque realmente quiero mantenerte
abrazada.
—Mmm, no pensaba escabullirme —dice ella con un bostezo.
—Duérmete, nena. Seguiré aquí abrazado a ti cuando te
despiertes. —Beso su frente y me acomodo a su lado, aspirando su
dulce aroma afrutado.
Tengo uno de los mejores sueños de mi vida.

Estoy en el gimnasio haciendo pesas a las cinco de la mañana


cuando Zac entra y baja el volumen de la música. Suelo tenerla a
todo volumen mientras hago ejercicio. Zac mandó insonorizar la
habitación cuando se cansó de oírme hacer ejercicio a horas
intempestivas. Algunas noches, cuando era más joven, me pasaba
toda la noche haciendo ejercicio sólo para expulsar la energía
acumulada que me golpeaba de vez en cuando.
—¿Se quemó tu casa? —pregunta.
—No —respondo y continúo con mis repeticiones.
—¿Entonces qué carajo haces aquí a estas putas
horas? —Intenta hacerme ver que es una mierda que esté aquí. Sin
embargo, no está enfadado... sé que nunca diría que no a tenerme
aquí.
—Quería usar tu gimnasio, así que me quedé aquí
anoche —miento.
—Vete a la mierda, tienes un puto gimnasio mejor en tu propia
casa.
—Sí, pero estaba cansado después de hacer tu trabajo en tu
club anoche y no me apetecía conducir hasta casa. —Dejo la barra
en su sitio.
Zac no dice nada, sólo me mira fijamente, con esos
espeluznantes ojos suyos de sabelotodo.
—Bien, me quedé porque estaba preocupado por ti y por
Alyssa, ¿de acuerdo? ¿Eres feliz ahora, imbécil? ¿Cómo está
ella? —Mi confesión convierte su espeluznante mirada en una de
aprecio.
—Está asustada. La hice tomar dos semanas de licencia en el
trabajo. Nos quedaremos aquí hasta después de las vacaciones. Creo
que el lugar más seguro para ella ahora mismo es aquí.
—Buena idea. ¿Puedo hacer algo? —Pregunto.
—Sí, encuentra a esa puta de mierda. Aparte de eso, intenta no
quemar mi club.
—Haré todo lo posible por mantener el club como la máquina
impoluta y bien engrasada que tienes. —Me despido de su espalda
mientras se retira hacia la puerta. Justo antes de abrirla, se gira
hacia mí.
—Oh, ¿y Bray?
—¿Sí?
—La próxima vez que traigas a Reilly a casa, deberías tener en
cuenta que las paredes de tu habitación no están insonorizadas,
como éstas.
—Oh, ya lo sé. —Sonrío satisfecho.
Zac niega con la cabeza.
—No te protegeré de Alyssa si le haces daño a su amiga,
Braydon.
Joder, ha sacado la mierda del nombre completo. En realidad,
estoy un poco asustado de lo lejos que llegaría para ayudarla a
castrarme si se lo pidiera. Probablemente lo haría él mismo, idiota.
—No planeo hacerle daño. Sólo pienso quedármela —le digo.
—Claro, que no es lo mismo. Pobre chica, si se va a quedar con
tu puto culo loco.
—¿Qué puedo decir? Todas las chicas quieren estar conmigo y
todos los chicos quieren ser yo. —Me encojo de hombros mientras
me limpio el sudor del rostro con la toalla.
CAPÍTULO 13
Reilly
En las últimas tres semanas he estado paseando con Bray todo
lo que he podido. El hecho de que haya estado sustituyendo a Zac en
el club tampoco le ha venido mal... hemos encontrado todo tipo de
armarios y oficinas para conocernos mejor.
Una vez incluso me levantó, me echó al hombro y me arrastró
hasta el sótano. Digamos que los tres asaltos que pasé en la jaula
con Bray, ambos salimos vencedores. Ese hombre tiene una
resistencia como nunca he visto antes. Sinceramente, no sé cómo lo
hace. Sé que se pasa toda la mañana entrenando en el gimnasio de
Zac. Luego viene al club, trabaja y aún así encuentra tiempo para
follarme sin sentido todos los días.
He conseguido que no me descubran entrando y saliendo a
escondidas del apartamento de Zac la mayoría de las noches y
también por las mañanas. Estaba segura de que Zac era más
observador y que ya me habría atrapado, pero supongo que está tan
concentrado en Alyssa que no se entera de lo que pasa a su
alrededor.
El par de días de Navidad que no estuve con Bray, recibí al
menos una docena de mensajes y llamadas suyas, por no mencionar
las videollamadas nocturnas. Incluso consiguió excitarme por
teléfono... de acuerdo, eran mis manos y mi vibrador los que hacían
todo el trabajo... pero era su voz y las cosas sucias que me decía lo
que me llevaba al límite cada vez que lo hacía.
Es Año Nuevo, la noche más ajetreada que he visto en el club.
Estoy hiperalerta y la ansiedad acribilla mi cuerpo. Bray lucha esta
noche; es el primer combate en el que tengo que verlo desde que es
mi novio. Estoy indecisa sobre lo que me parece que luche. Por un
lado, es muy caliente como el infierno y, por otro, no quiero que le
hagan daño.
Su culo arrogante me ha asegurado que va a ganar esta pelea.
No son sus habilidades lo que cuestiono. En algunas de las noches
que he pasado en mi cama, sin él, puede que haya pasado más
tiempo del necesario viendo vídeos de sus combates en YouTube.
También me preocupa lo de la jaula ilegal y clandestina. No tengo ni
idea de cómo se las ha arreglado para no ir a la cárcel en todo este
tiempo.
No le he expresado mis temores de que algún día se lo lleven.
He intentado alejar esos pensamientos y centrarme en el presente.
Como ahora mismo, que estoy sentada en mi oficina mirando un
maldito ramo de donuts.
¿Quién demonios le envía a alguien un ramo de donuts? Bray
Williamson, ese es quién. James, el único tipo en este club que no
huye cuando me ve. James, el camarero que va camino de ganarse
los derechos de mejor amigo. Ese James, al que también estoy a
punto de echar de mi oficina, está sentado en mi escritorio muerto
de risa, mientras muerde un enorme donut cubierto de glaseado rosa
y virutas.
También tiene la tarjeta que venía con los donuts delante de él,
mientras se burla de mí, leyéndola en voz alta entre bocados de
comida.
—Espero que sepan tan dulces como tú. Ya puedes comerte tus
dulces. Yo devoraré los míos esta noche —se ríe.
—Cállate, imbécil, o no compartiré más contigo —le advierto.
Mira la caja y luego vuelve a mirarme.
—Es imposible que te comas todo esto tú sola. Necesitas mi
ayuda, querida.
Tiene razón. No sé en qué estaba pensando Bray. No hay forma
de que una persona pueda comerse tantos donuts. No son los típicos
donuts de canela... no, estos son extravagantes. Son enormes, con
forma de corazón y círculo, algunos rellenos de mermelada y otros
cubiertos de glaseado de todos los colores y espolvoreados. Se me
hace la boca agua sólo de ver lo dulces que son.
—Entonces, ¿quién es el tipo que ha estado lamiendo tu gatita
últimamente, huh? —pregunta James—. Me muero de ganas de que
Bray se entere de que alguien le ha ganado la partida —se ríe.
No soy lo bastante rápida para ocultar mi sonrisa burlona ante
su comentario. Bray y yo, sorprendentemente, hemos hecho un
trabajo espectacular manteniendo nuestra pequeña relación en
secreto. Los únicos que lo saben son mi madre y Holly.
—¡Cierra la puerta principal, Reilly Reynolds! —James chilla.
—¿Qué? —Mi actitud inocente no funciona con él.
—¡No me jodas! ¡Tú te follas a Bray! Como Bray Williamson. Ni
siquiera intentes mentirme, amiga. —Es difícil no reír mientras me
señala con su donut a medio comer.
—No sé de qué me estás hablando.
Niégalo, niégalo, niégalo. Sigo repitiendo el mantra en mi
cabeza. No sé si estoy preparada para salir de la pequeña burbuja
que Bray y yo nos hemos creado. Me gusta que podamos seguir
siendo nosotros, sólo nosotros. Que nadie más se meta en lo que
pasa en nuestra relación.
Por otra parte, tal vez, sólo tal vez, si mis amigas supieran que
Bray es mío, dejarían de hacer comentarios sobre lo mucho que
quieren un turno con su pepino con piercing. Cuando digo amigas,
me refiero a Sarah... es la única que lo menciona de verdad. Alyssa
es sobre todo lo referente a Zac. Como debe ser, ese hombre la trata
como a una maldita reina.
Incluso me dio acceso no controlado a esa pequeña tarjeta
negra mágica suya en Navidad. Quería comprarle a Lyssa un
vestuario nuevo porque el suyo fue destrozado por esa psicópata de
Caitlyn que la ha estado acosando y atormentando. Me encantaría
ponerle las manos encima a esa chica. Sé que Dean ha tenido
equipos buscando por todas partes, pero la zorra es una maldita
cucaracha, escondida en recovecos e incapaz de ser encontrada.
Bray ha estado estresado, pasando mucho más tiempo en el
gimnasio cada mañana de lo que creo que es normal. Dice que es
porque se está preparando para su pelea. Me he colado en el sótano
para verlo entrenar unas cuantas veces. Un Bray sudoroso y
prácticamente desnudo es una visión jodidamente acogedora. He
oído a su entrenador decirle que se está pasando, pero Bray se
encoge de hombros y dice que es temporal.
No lo demuestra, pero Bray se preocupa mucho por su familia.
Ésa es la razón por la que nos hemos colado en el apartamento de
Zac y no sólo nos quedamos en casa de Bray. Quiere estar cerca, por
si lo necesitan. No confía en que Caitlyn no intente algo, aunque
Alyssa esté en el penthouse con Zac. Ninguno de los dos ha salido
del edificio desde hace unas semanas.
Se supone que ambos vuelven al trabajo esta noche, así que
espero ver a Zac en cualquier momento. Lo que significa que tengo
que seguir con mi noche y alejar a James y estos donuts de mí.
—¡Tierra a Reilly! —James agita un nuevo donut que lleva en la
mano, este recubierto de glaseado de chocolate y virutas blancas.
—¿Qué?
—¿Estabas totalmente ida, pensando en tu amante Bray?
—No me acuesto con Bray. —Hago todo lo posible por seguir
negándolo.
—Sí que te acuestas. No sé por qué no gritas esa mierda a los
cuatro vientos. Si yo tuviera a ese chico, estaría presumiendo por
todas partes ante cualquiera que quisiera escucharme. Quiero decir,
míralo. Él es de lo que están hechos los sueños húmedos. Por favor,
por el amor de todo lo que es sagrado, dime que es tan bueno en la
cama como he imaginado que sería.
De acuerdo, sé muy bien que lo de Bray tiene que ver
totalmente con la vagina, pero parece que no puedo evitar que el
monstruo de ojos verdes aparezca ante el comentario de James. Se
ha estado imaginando a mi novio teniendo sexo.
—Para, tienes que dejar de pensar en mi novio de esa manera
si queremos seguir siendo amigos. O, como mínimo, no vuelvas a
mencionarme esos pensamientos —le digo.
La sonrisa que cruza su rostro no es la mirada asustada e
intimidada que yo buscaba. Realmente necesito que Holly me enseñe
sus tácticas de voz de maestra.
—¡Lo sabía! —James salta como un niño sobreexcitado la
mañana de Navidad. Entonces me doy cuenta del error que he
cometido, oh mierda.
—Espera, has dicho novio. Esto es más de lo que imaginaba.
Pensaba que seguro se estaban liando, pero nunca me imaginé que
harías lo imposible y atraparías a Braydon Williamson. Maldita sea,
tu vagina debe estar forrada en oro o alguna mierda.
—¿Has terminado? —Pregunto, esperando a que se calme.
—Oh, cielo, tengo mucho más.
—Bueno, tendrá que esperar. Tengo trabajo que hacer, y tú
también.
—Al menos dime una cosa; centímetros, ¿de cuantos estamos
hablando? —Extiende las manos frente a él separándolas lentamente
como si estuviera midiendo algo.
—¿Quieres saber lo grande que es la polla de Bray?
Pregúntaselo tú mismo, pervertido.
—Oh, lo he hecho, muchas, muchas veces. El bastardo nunca
me da una respuesta directa.
Me levanto y le abro la puerta, esperando a que se dé cuenta de
que tiene que irse ya. No tarda mucho. Se levanta, toma dos donuts
más y sale por la puerta.
—Esta conversación no ha terminado, chica —me dice mientras
cierro la puerta tras él.

Después de una hora sentada en mi oficina, mitad soñando y


fantaseando con Bray y lo que quiero hacerle esta noche en el cuerpo
y la otra mitad concentrándome en lo que tengo que hacer para esta
noche, me levanto y me dirijo al piso. Tengo a una de las bandas más
calientes del momento... Dawn. Llevan tres semanas seguidas en lo
más alto de las listas de éxitos de Australia. Sabía que iban a
triunfar. Los vi en YouTube hace unos meses y los contraté para Año
Nuevo.
Lanzaron su single hace cuatro semanas y fue todo un éxito.
Tuve que pedirle a Dean que pusiera más seguridad, porque el
público que se espera que traiga este grupo es superior al que
podemos atender aquí. No puse a la venta las entradas para esta
noche hasta hace dos semanas. Me alegro de haberlo hecho, porque
con el nuevo estatus de Dawn en lo más alto de las listas, subí el
precio de las entradas y se agotaron a la hora de salir a la venta.
Mientras me dirijo a la pista, Zac y Dean pasan corriendo a mi
lado. No se paran a hablar; están en plena acción. Zac parece
furioso. Me pregunto quién se habrá meado esta vez en sus cereales.
Entonces caigo en cuenta... Alyssa, a Alyssa le pasa algo.
Corro para alcanzarlos. Las puertas del ascensor se cierran
antes de que esté cerca. Mierda. Saco el teléfono e intento llamar a
Alyssa, pero no contesta. Después, intento llamar a Sarah. Me
contesta al primer timbre.
—Reilly, oh Dios, algo va mal. Alyssa se ha ido —grita al
teléfono. Se me hiela la sangre, me tiemblan los dedos y me esfuerzo
por no dejar caer el teléfono.
—¿Qué quieres decir con que se ha ido?
—Habíamos quedado para almorzar, ella no apareció, así que
llamé a Zac, pensando que estaba monopolizando su tiempo otra vez.
Excepto que ella no estaba con él. Iba a entrar en Urgencias y
preguntar por ella, pero Zac empezó a rastrearla y dijo que no estaba
allí y que iba a encontrarla.
Eso es mucho para procesar.
—¿Qué quieres decir con que la estaba rastreando? ¿Cómo la
está rastreando? —Me dirijo a mi oficina para recoger mis cosas.
—No lo sé, dijo algo sobre su anillo. Oh Dios, Reilly, ¿y si
Caitlyn realmente llegó a ella? Me siento tan impotente ahora mismo.
—Zac la encontrará. Si alguien puede encontrarla, es él. —No
estoy segura de si estoy intentando convencerme a mí misma o a ella
de esto. Una cosa que sí sé es que Zac incendiará la ciudad para
encontrar a Alyssa. No hay nada que no haría por ella.
—Sarah, tengo que colgar. Necesito encontrar a alguien que
pueda hacer un trabajo semi-decente de preparación para esta noche
para poder irme. Busca a Holly, las recogeré a las dos en tu casa.
Vamos a encontrarla.
—De acuerdo.
—Nos vemos pronto —digo antes de colgar.
Marco el número de Bray. Tarda un poco más en contestar que
Sarah.
—Nena, ¿es a mí o a Junior a quien echas de menos tan
pronto? —Está demasiado alegre para alguien que debería estar
haciendo su rutina previa al combate. Que, según él, es un evento de
todo el día, que consiste en un tratamiento de tejido profundo,
masaje y yoga, seguido de pasar un tiempo encerrado a solas en una
habitación con los auriculares puestos y despejando su mente
durante una hora o dos. La parte del masaje no me gustó mucho.
Pero ahora no parece que esté haciendo nada de eso; parece
que está en un auto.
—Bray, ¿dónde estás?
Tarda un minuto en responder, lo que me dice que está
intentando pensar en algo.
—Ahh, sólo tenía que hacer un recado, nena. Estaré de vuelta
en el club antes de que te des cuenta.
Hacer un recado mi culo.
—¿Qué demonios está pasando con Alyssa, Bray? ¿Dónde
carajo está? —Exijo.
Tiene que saber algo; no habría salido del club para otra cosa
que no fuera una situación de emergencia. El hecho de que no quiera
decírmelo me cabrea aún más.
—Whoa, nena, cálmate. Todo va a ir bien. Estoy siguiendo a
Zac y Dean ahora. Zac tiene un rastreador sobre ella; sabe
exactamente dónde está. Dean tiene a unos tipos que llegarán a ella
más rápido que nosotros, y ya están en camino. Tan pronto como
sepa algo más, te lo haré saber, lo prometo.
—Bray, ¿dónde está? ¿A dónde se dirigen? —Quiero saber
exactamente a dónde tengo que ir. Estoy saliendo del club y a punto
de subirme al auto.
—Nena, necesito que te calmes. No vas a conducir a ninguna
parte mientras estés en este estado.
Me rio. ¿Cree el idiota que puede detenerme?
—O me lo dices o lo averiguaré de otra manera —digo mientras
arranco el auto.
—Joder, mierda. Reilly, por favor, no puedes conducir mientras
tienes pánico y estás asustada. Apaga el auto.
Está claro que no va a decirme adónde se dirigen, así que le
cuelgo.
Vuelvo a llamar a Sarah.
—¿La han encontrado? —pregunta.
—Saben dónde está y van hacia ella. Bray dice que Dean tiene
a unos tipos que están cerca y van hacia ella ahora.
—Joder, Reilly, esa zorra está loca de mierda... quién sabe lo
que es capaz de hacer.
—Lo sé. ¿Has localizado a Holly?
—Sí, debería estar aquí en unos cinco minutos.
—Bien, estaré allí en quince. Sal por delante.
—De acuerdo —dice mientras cuelgo.
Mierda, ahora tengo que averiguar cómo demonios vamos a
encontrar a esos imbéciles. Estoy dando marcha atrás cuando
alguien golpea la ventanilla del acompañante, haciéndome saltar un
kilómetro de mi asiento en el proceso.
—¿Qué carajo, James? —le grito mientras abre la puerta y
entra de un salto.
—Tengo órdenes estrictas de asegurarme de que llegas a
Glenvale de una pieza y sin un cabello fuera de lugar. Órdenes
directas de Bray. Valoro mi vida demasiado como para no seguir esas
órdenes.
—Glenvale, qué mierda. Eso está a dos horas de distancia,
James.
—Soy consciente, así que vamos. Ahora es sólo la una, así que
podremos volver antes de que el club empiece a llenarse esta noche.
—Tengo que parar en casa de Sarah y recogerla a ella y a Holly.
Doy marcha atrás, las manos me tiemblan un poco por una
mezcla de miedo y rabia. Miedo a que le pase algo a mi amiga y rabia
por no poder hacer una mierda al respecto ahora mismo.
CAPÍTULO 14
Bray
Llevo tres horas sentado en esta silla de plástico de hospital. Es
jodidamente incómoda y, si no fuera porque Reilly está acurrucada a
mi lado con las piernas sobre las mías, lo más probable es que
estuviera dando vueltas por la sala de espera. Es jodidamente difícil
quedarse quieto, me pica el cuerpo por moverme. Cada vez que mis
piernas empiezan a temblar, a saltar arriba y abajo, Reilly me aprieta
la mano y me mira con preocupación en los ojos.
Me obligo a calmarme. No quiero estresarla más de lo que ya
está. Llegó al hospital a toda velocidad treinta minutos después de
que yo llegara. Habría infringido todo tipo de normas de tráfico para
llegar tan rápido. El hecho de que James no me mirara a los ojos
confirmó que fue una maldita imprudente. Se suponía que debía
asegurarse de que no hiciera ninguna estupidez.
Zac lleva una hora ahí adentro con Alyssa; el bastardo podría
salir y ponernos a todos al día para que no estemos aquí sentados
estresándonos de muerte.
Dean lleva una hora mirando el móvil y escribiendo a Dios sabe
quién. Holly, Sarah y James están sentados enfrente de Reilly y yo,
mirando fijamente nuestra muestra abierta de PDA. Sarah ha estado
alternando entre interrogarnos... no, no interrogarnos... sobre
contemplar este repentino acontecimiento y pasearse por la
habitación mientras maldecía a Zac por no volver con información.
Holly ha estado callada; siempre es la observadora silenciosa
del grupo, pero ahora más. Quiero asegurarme de que está bien, pero
sé que preguntarle algo delante del grupo no es una opción... ella
fingirá que todo va bien.
Me inclino hacia Reilly y le susurro al oído:
—Nena, voy por café. Me llevo a Holly.
Reilly me mira confusa, luego mira a su hermana y asiente.
—Bien —dice mientras se separa de mí.
—Holly, ven conmigo. Vamos por café. —Me levanto y sacudo
las piernas agarrotadas. Voy a necesitar un buen masaje para
relajarme para la pelea de esta noche, si es que llego a tiempo. No
pienso salir de este hospital hasta que sepa que Zac y Alyssa están
bien.
Holly se levanta, agarra su bolso y me sigue en silencio. Me doy
cuenta de que algo le preocupa y no me gusta. Una vez fuera del
alcance del oído del grupo, le digo:
—Sea quien sea, dame un nombre y lo solucionaré.
—¿Qué quieres decir? —pregunta.
—Sé que estás preocupada por Alyssa, pero no eres tú misma.
Así que, sea quien sea el que te ha puesto de este humor, dímelo.
—Ni siquiera me conoces, Bray. ¿Cómo sabes que no soy
siempre así de callada?
—Te conozco mejor de lo que crees. No eres tú misma. ¿Qué te
pasa? —Es tan terca como su hermana, pero soy persistente.
—Eres tú, en realidad —dice, lo que me hace girar la cabeza en
su dirección.
—Yo, ¿qué diablos hice?
—Son tú y Reilly. Bray, ella no ha estado en una relación como
la que ustedes tienen por más de cinco años. No ha dejado entrar a
nadie porque tiene miedo de salir herida. ¿Qué va a pasar cuando ya
no quiera estar atado? ¿Qué le va a pasar cuando le rompas el
corazón? ¿O hagas algo estúpido y acabes en la cárcel o algo así?
Bueno, mierda, no me esperaba eso. Entiendo su preocupación
por Reilly, pero a la mierda. No tengo planes de dejar ir a Reilly. Si
pudiera convencerla de que se fuera a Las Vegas conmigo ahora
mismo, la convertiría en la Señora de Bray Williamson.
—Holly, te prometo que no tengo absolutamente ningún plan
de dejar ir a Reilly a ninguna parte. Estoy en esto con ella.
Holly me observa por un momento.
—Bien, pero si le rompes el corazón, iré por ti. Puede que sea
tranquila, pero jode a mi hermana y te haré la vida imposible.
Sonrío al pensar que la pequeña Holly vendrá por mí. No me
cabe duda de que encontraría la forma de joderme si quisiera.
Siempre hay que desconfiar de los callados.
—Puedes guardar la locura para otra persona, cariño. No voy a
romperle el corazón.

—Ya era hora —grita Sarah, saltando de la silla. Levanto la


vista y veo a un Zac agotado que entra en la sala de espera mientras
la fulmina con la mirada. Es lo bastante listo como para contenerse
de lo que quiera decir.
—Está bien, la bala le ha rozado el hombro. Pueden ir un
momento a verla, pero luego tienen que irse. —No deja lugar a
discusión. Sarah, Holly y James son los primeros en salir por la
puerta. Zac le dice a Dean que vaya con ellos—. Asegúrate de que no
salten sobre ella.
Reilly se acerca a Zac, envolviéndolo en sus brazos. Se queda
paralizado, sin saber qué diablos hacer. Me mira en busca de ayuda,
pero está solo en esto. Me encojo de hombros. Estoy lo bastante
cerca para oír lo que dice, lo que hace que me enamore aún más de
ella. La forma en que se preocupa por todo el mundo es entrañable.
—Gracias por encontrarla. Me alegro mucho de que tu
prepotente culo colocara un rastreador en su anillo. Ni siquiera estoy
enfadada por eso. No sé qué haríamos sin ella. Tiene mucha suerte
de tenerte, y si le dices a alguien que te he dicho eso, lo negaré hasta
la tumba.
Zac le devuelve el abrazo y dice:
—Gracias —mientras ella lo suelta.
—Ahora te alcanzo, nena —Le doy la indicación de que siga
adelante sin mí. Quiero asegurarme de que Zac está bien.
Espero a que Reilly salga antes de preguntarle:
—¿Estás bien, hombre?
Zac se pasa las manos por el cabello.
—Nunca he estado tan aterrorizado en mi vida.
—Lo sé, pero ella está bien, ¿verdad? Y se han ocupado de
Caitlyn. —Realmente no sé qué decir. Normalmente es él quien me
da las charlas de ánimo, no al revés.
—Sí, gracias a Dios. Pero hay algo más.
—¿Qué?
—Alyssa está embarazada —me dice con una puta sonrisa
enorme en la cara.
Bien, obviamente es algo bueno. Menos mal, nos vendría bien
algo bueno.
—¡Felicidades! Es estupendo. Obviamente, estás encantado con
la noticia, pero ¿cómo está Lyssa?
—Está bien. Cuando el doctor nos lo dijo, se me cayó el
estómago. Ella no quería hijos, Bray. Lo único que me dijo que no
quería y yo fui y la dejé embarazada.
Levanto las cejas. No sabía que Lyssa no quería tener hijos.
—¿Qué quieres decir con que la dejaste embarazada de todos
modos? ¿La dejaste embarazada a propósito? —pregunto,
horrorizado.
Nunca pensaría que haría algo así, pero está como un puto loco
por esta chica, así que quién carajo sabe de lo que es capaz.
—Joder, no, nunca haría eso. Fue un accidente. Un accidente
del que ambos estamos encantados ahora —afirma.
Sí, mi hermano perfectamente calculador, que nunca comete
un error, dejó embarazada accidentalmente a su prometida. Sigo
dudando de que no fuera intencionado.
—Bray, vete a la mierda. No la dejé embarazada
intencionadamente. No puedo evitar que me haga perder la cabeza y
todo sentido de las responsabilidades cuando está cerca.
Sí, esa es la historia más probable. Ella le hace volverse
jodidamente estúpido, pero de la mejor manera. Ella es lo mejor que
le ha pasado.
—No me importa cómo la dejaste embarazada —miento. Le
habría pateado el culo si le hubiera hecho eso a Lyssa—. Por fin voy
a ser tío. Ya has tardado bastante, hermano. Pensé que tendría
sesenta años antes de que me hicieras tío.
—Cállate, idiota. Vamos a verla para que pueda echar a todos
esas locas.
Le doy una palmada en la cabeza.
—¿A qué diablos ha venido eso?
—Resulta que una de esas locas es mi novia, mira cómo hablas
de ella.
Se ríe.
—¿Tu novia? ¿Cuándo pasó eso?
—Hace unas semanas. Lo hemos mantenido en secreto. Ya
sabes, a escabullidas como adolescentes. —Muevo las cejas arriba y
abajo.
—Ojalá te fueras escabullido de adolescente, joder, con las
veces que tuve que llamar a taxis por chicas a las que dejabas
dormidas en tu cama. ¿Por qué carajo empezarías a escabullirte
ahora?
—Por favor, sólo viste una fracción de las chicas que traje a
casa, la mayoría se fueron antes de que amaneciera. Además, es
Reilly quien quería mantenernos en secreto, no yo. Yo estaría
gritando a los cuatro vientos que ella es mía.
—Sí, ya veo por qué no querría que se hiciera público que está
contigo —se ríe el imbécil; a lo que yo le doy otra palmada en la
nuca.
Llegamos a la habitación de Lyssa. Al entrar, veo a las tres
chicas encima de ella, Dean intentando decirles que se aparten.
Ninguna le hace caso. James, sin embargo, es el más listo, se coloca
en el lado opuesto de la cama y no toca a Alyssa.
Me abro paso entre las tres, apartándolos de mi camino.
—Apártense, voy a pasar —les digo.
—¡Qué diablos, Bray! —grita Sarah. Mientras Holly y Reilly me
lanzan miradas asesinas.
—¿Qué te hace pensar que puedes irrumpir, así
como así? —pregunta Reilly.
—Soy su cuñado favorito. Créeme, nena, quiere verme.
¿Verdad, Lyssa? —La miro. Se está riendo, pero puedo ver el
tormento en sus ojos por el día infernal que ha tenido.
—Claro que quiero verte —se ríe.
—¡Te lo dije! —le digo a Reilly, que se limita a negar con la
cabeza.
Me inclino y beso a Alyssa en la frente y Zac hace ademán de
aclararse la garganta. El bastardo celoso no soporta que nadie la
toque.
—¿Te encuentras bien, cariño? —Le pregunto.
—Ahora sí —sonríe.
—Bien. Ahora, ¿necesitas algo antes de que el gruñón de tu
prometido nos eche a todos?
—No, estoy bien. Pero deberías irte. ¿No tienes un culo que
patear esta noche?
—Sí, tengo. —Miro el reloj. Todavía faltan cuatro horas para el
combate; puedo llegar a tiempo.
Oigo a Reilly gemir detrás de mí. Sin embargo, no dice nada.
Estoy segura de que, sea lo que sea, me enteraré en cuanto estemos
solos.
Inclinándome, le susurro a Lyssa al oído:
—Gracias por hacerme tío. Este bebé va a ser amado como
ningún otro, te lo prometo. —Al volver a levantarme, veo lágrimas
corriendo por su rostro. Mierda, ahora lo he jodido.
—Joder, Bray. Te voy a partir la cara por hacerla llorar —gruñe
Zac.
No me da tiempo a rebatir su afirmación antes de que Reilly y
Holly se interpongan entre Zac y yo. Al mismo tiempo, ambas dicen:
—Tócalo y te cortaré las malditas bolas, Zac.
Toda la sala se queda en silencio. Bueno, todos los hombres de
la habitación se callan. Sarah y Lyssa intentan desesperadamente
que no se les escape la risa. No sé por qué se ríen, esa mierda es
directamente sacada de la película Children of the Corn. Me quedo
boquiabierto, mirando entre las dos. No puedo ver sus rostros
porque están mirando a Zac. Pero estoy seguro de que no necesito
verlas. Conozco la expresión de ambas, idéntica.
Zac me mira por encima de sus cabezas.
—Sí, buena suerte con eso, compañero —se ríe.
Sigo un poco sorprendido. Creo que nunca una chica me había
defendido así, aparte de Ella. No sólo una, sino las dos.
—Ahh, nena —digo, tirando de Reilly para que me mire—. Te
agradezco que me defiendas, pero puedo encargarme de él yo solo.
Ella se ríe.
—Bray, parece que has visto un fantasma.
—Bueno, esa mierda que acaban de hacer es jodidamente rara,
¿de acuerdo?
Reilly y Holly se miran y sonríen; luego se giran hacia mí y
dicen:
—¿Friki? ¿En serio? ¿Bray el luchador tiene miedo de unas
gemelas?
—Bien, paren. Ya. No tiene ninguna puta gracia. —Agarro la
mano de Reilly y empiezo a tirar de ella hacia la puerta, mientras
todos los demás en la habitación se están riendo—. Reilly nos vamos.
Cuando llego a la puerta, saco mis llaves del bolsillo y se las
tiro a James.
—Asegúrate de que Holly llegue a casa sin un rasguño, y
Sarah, bueno, sólo asegúrate de que llegue a casa... —Me rio y
esquivo la botella de agua que me lanza a la cabeza.
Reilly se detiene, recoge la botella de agua y se la lanza de
nuevo a Sarah.
—No le tires mierda, Sarah —dice antes de salir. Todos los
presentes me miran.
Holly se ríe y dice:
—Chico, lo tiene realmente mal.
Al oír eso, sonrío. Me gusta que mi chica sea luchadora y
protectora.

Reilly ha estado callada prácticamente las dos horas que hemos


tardado en volver al club. Antes de dejarla salir del auto, necesito
averiguar qué la está molestando.
—De acuerdo, ¿qué pasa? —Le pregunto.
—No pasa nada.
—Algo va mal. Dímelo. No puedo arreglarlo si no me lo dices, y
los dos sabemos que no voy a dejar de molestarte hasta que me lo
digas.
—Estoy preocupada, eso es todo —dice.
—¿Por Lyssa? Estará bien. —Intento tranquilizarla.
—Alyssa no, tú.
—¿Por qué carajo te preocupas por mí? —Pregunto,
estupefacto.
—Vas a pelear esta noche, no has estado exactamente
preparándote todo el día, y no has hecho tus cosas rutinarias previas
a la pelea. ¿Y si no estás preparado?
—Nena, este no es mi primer rodeo. Confía en mí, sé lo que
estoy haciendo.
—Sé que puedes pelear, pero ¿y si esta noche es la única vez
que sale mal? No quiero que salgas herido, eso es todo.
Tiro de ella hacia la consola central y la siento en mi regazo, a
horcajadas sobre mí.
—Te prometo que tendré cuidado. Estaré concentrado. No hay
nada en este mundo que pueda alejarme de ti, ¿bien? Siempre
lucharé por nosotros, Reilly. Vale la pena luchar por nosotros.
Le doy besos suavemente por todo el rostro, y su cuerpo se
relaja y se hunde en mí.
—Yo también lucharé por nosotros, Bray. No dejaré que nadie
te aleje de mí —dice antes de pegar sus labios a los míos y reclamar
más y más de mi corazón y mi alma.
CAPÍTULO 15
Reilly
Estoy sentada en la primera fila del cuadrilátero, con Dean a
un lado y una bestia corpulenta al otro. No sé cómo se llama; de
todos modos, no me habla. Estoy muy ansiosa, esperando a que
empiece el combate de Bray. El suyo es el último de la noche, el
evento principal, como a él le gusta decirme. Es la puta estrella, sus
palabras no las mías.
He visto tres combates hasta ahora. Cada una sangrienta,
desordenada y siempre acabando con alguien noqueado en el suelo.
Envío una pequeña plegaria... Por favor, Dios, que no sea Bray. Acabo
de encontrarlo. No puedo perderlo ahora.
La última pelea terminó hace unos cinco minutos; el sótano
está lleno de gente. La multitud es ruidosa, la gente grita desde todas
direcciones. Permanezco sentada, pegada a mi sitio y espero.
Dean se inclina hacia mí, intentando calmarme.
—Sabes que es literalmente el mejor luchador, ¿verdad? No
tienes nada de qué preocuparte, Reilly.
—No me extraña que su ego sea tan grande, si todos van por
ahí hablando de él como si fuera una especie de Dios —le grito.
—¿No lo es? —Dice Dean con las cejas enarcadas—. Porque
lleva diciéndome que lo es desde hace al menos diez años. Lo ha
dicho tantas veces que creo que nos ha lavado el cerebro a todos
para que lo creamos.
Me rio. Maldición, Dean ha contado un chiste. Sólo he visto a
Dean serio, nunca este lado juguetón. Creo que me gusta más el lado
juguetón. Esto debe ser lo que Ella ve.
Sé que creen que nadie sabe algo de su incipiente amistad,
pero yo lo sé. Bray lo sabe, pero no quiere saberlo. El único que no
sabe es Zac; está demasiado cegado por todo lo que es Alyssa como
para darse cuenta. Realmente espero estar cerca para ver cómo se
desarrolla ese espectáculo de mierda.
Salgo de mis pensamientos cuando las luces se atenúan y
empieza a sonar “T.N.T” de ACDC. Es la canción de entrada de Bray.
Recuerdo haberla oído la primera vez que lo vi luchar aquí.
Sale pavoneándose, solo esta vez. No hay chicas colgando de
sus brazos. Aparecen unos pasos detrás de él. Pero no lo tocan, lo
que es bueno... para ellas. No comparto muy bien.
Miro y no puedo evitar sonreír mientras Bray baila y muestra
sus músculos mientras se dirige a la jaula. Está a punto de llegar a
la puerta cuando se detiene, se gira y corre unos pasos hacia mí. Me
agarra por la nuca y me besa como un demonio. El ruido de la
multitud y la música se desvanece mientras me pierdo en él. Rompe
el beso, se inclina y me susurra al oído:
—Jodidamente te amo, Reilly.
Se me agrandan los ojos y me quedo con la boca abierta. Bray
sonríe y vuelve a la jaula. ¿Qué demonios acaba de pasar? Para
cuando me recupero del susto, Bray está haciendo payasadas en la
jaula, sin apartar los ojos de mí en ningún momento. Le sonrío y él
me responde con un guiño.
Su oponente está en la jaula, aunque no recibe ni de lejos la
aclamación que está recibiendo Bray.
Suena la campana y, antes de que me dé cuenta, el combate ha
comenzado. Enseguida, el rival de Bray le lanza un golpe a la cabeza
que Bray esquiva y le devuelve un gancho a las costillas.
Veo cómo los dos hombres van y vienen, e intento no chillar
cuando Bray recibe golpes por todo el cuerpo. Suena la campana del
primer asalto y los luchadores se colocan en sus esquinas. Veo al
entrenador de Bray gritándole y a Bray negando con la cabeza. Le
chorrea sangre por la cara y alguien se la limpia con una toalla.
Cuando empieza el segundo asalto, sucede lo mismo, cada
luchador da y recibe golpes, patadas, etc. El oponente se apodera de
la situación, golpea a Bray contra la jaula, lo inmoviliza y le asesta
un golpe tras otro por todo el cuerpo. Me levanto... para hacer qué,
no lo sé... pero veo rojo. Quiero estrangular a este imbécil que cree
que puede hacerle daño a Bray.
Dean se apresura a volver a sentarme.
—Cálmate, Harley Quinn, tu hombre es más que capaz de
cuidar de sí mismo. —Mientras las palabras salen de la boca de
Dean, Bray empuja hacia atrás, consigue inmovilizar a su oponente
contra el suelo y golpea con el puño en un lado de su cabeza. El
árbitro se inclina y hace sonar su silbato, antes de gritar algo.
El público enloquece. Bray se levanta y deja al otro tumbado en
el suelo. Los médicos se apresuran ayudarlo. Bray levanta el brazo y
se pasea por la jaula. Ha ganado. Gracias a Dios, no es él que esta
tirado en el suelo.
Bray se libera del árbitro y sale de la jaula. Se dirige
directamente hacia mí y me levanta. Lo rodeo con las piernas y, justo
antes de que mis labios se encuentren con los suyos, le digo:
—Yo también te amo, Braydon Williamson.
No sé cómo lo consigue, pero Bray me saca del sótano y me
lleva a su camerino mientras me da los besos más deliciosos. Abre la
ducha y no me baja. En lugar de eso, golpea mi espalda contra la
pared y aplasta su dura polla contra mi clítoris.
—Argh... Dios... eso... sigue haciéndolo —le suplico. Ya no me
avergüenza suplicar lo que necesito. Sé que siempre cumplirá y a él
le excita oírme suplicarle. Para mí, ambos salimos ganando.
Rompe el beso y deja caer mis pies al suelo. Gimo.
—¿En serio? ¿Ahora me bajas?
—Te necesito jodidamente desnuda, ahora, Reilly.
Desnúdate —me ordena.
Da un paso atrás y observa cada uno de mis movimientos.
Todo mi cuerpo se estremece, mi interior palpita y llora ante su tono
autoritario. No pierdo tiempo en quitarme el vestido por encima de la
cabeza. Me desabrocho el sujetador negro de encaje y lo dejo caer al
suelo. A continuación, me quito los zapatos de tacón y me bajo las
bragas a juego por las piernas antes de enderezarme y esperar mi
próxima orden, porque sé que la habrá.
—Maldita sea, eres jodidamente preciosa.
Bray deja caer su boxer al suelo, liberando su polla dura como
una roca. Se me hace la boca agua al verlo. Pero no me atrevo a
moverme hasta que me diga qué hacer.
Llevamos jugando así el tiempo suficiente para que ambos
conozcamos el juego. Nunca había estado con alguien que quisiera
que me dominara, o que me mandara. Pero, cuando Bray lo hace,
maldita sea, esa mierda es caliente como el infierno.
Mientras recorro su cuerpo con la mirada, mi mente cataloga
los daños que ha recibido en la pelea. Sus costillas están magulladas
por ambos lados, tiene una fea marca en la parte exterior del muslo
izquierdo y su rostro, bueno, ha visto días mejores, eso seguro. Estoy
a punto de preguntarle si tal vez debería ver a un doctor, o a un
especialista, cuando él habla primero y vuelvo a distraerme con ese
maldito pepino con piercing.
—¿Quieres jugar, Reilly? —Pregunta Bray mientras se pasa la
mano por la polla. Esa debería ser mi mano. Debería estar tocando,
acariciando, lamiendo esa polla.
—Sí —respondo y asiento, sin poder apartar los ojos de su
polla.
—Buena chica, métete en la ducha bajo el agua, con las manos
en la pared. —Sigo sus instrucciones, me meto bajo el agua caliente
y pongo las manos en la pared. Me doy la vuelta para mirarlo y
espero mi siguiente orden. Ya noto la humedad de mi coño
chorreando por mis muslos.
Bray se acerca silenciosamente por detrás y, de la nada, me da
una sonora palmada en el culo.
—Ahh, joder, Dios. —El escozor sigue al sonido; el placer sigue
al escozor.
—¿Dije que podías darte la vuelta? —me pregunta Bray
mientras me da otra deliciosa palmada en la otra nalga.
—Ahh, oh, jódeme. No, no lo has dicho, Bray —respondo entre
gemidos.
—Así es, no lo dije. Ponte de cara a la pared. No te muevas
hasta que yo te lo diga, o no te dejaré correrte.
Sonrío ante eso; los dos sabemos que eso es algo que él no
puede evitar, siempre me hace correrme tantas veces como pueda.
Bray me rodea y me pellizca los pezones mientras me muerde el
cuello. Sabe el punto exacto en donde morderme que me vuelve loca.
Mi cuerpo arde, las terminaciones nerviosas se cortocircuitan
mientras el placer me recorre. La piel me hormiguea por todas partes
y mi coño palpita de necesidad mientras busca lo que necesita... la
polla de Bray llenándola.
—Joder, Bray, no pares.
—Nunca lo haré, nena —declara. Me suelta el pecho derecho y
me pasa la mano por el estómago. Justo cuando creo que estoy de
suerte y que va a ir directo a mi clítoris para sacarme de esta
hermosa tortura, su mano rodea la parte trasera de mi muslo. Me
agarra la pierna y tira de ella, separándome más las piernas.
—Se me ha abierto el apetito ahí afuera, nena. Me muero de
hambre.
—Uhuh. —No sé qué espera que diga. Ni siquiera sé si soy
capaz de decir palabras coherentes ahora mismo.
—¿Vas a ser una buena chica para mí, Reilly, y quedarte quieta
mientras como?
—Sí. —Asiento. No estoy muy segura de lo que acabo de
aceptar. ¿Va a dejarme aquí de pie esperándolo?
—Perfecta, eres jodidamente perfecta —dice mientras su cuerpo
se desliza detrás de mí. Me muerde la nalga derecha.
—Joder. —Estiro más el culo contra su cuerpo. Duele
muchísimo, pero el placer que me recorre al mismo tiempo no se
parece a nada que haya sentido antes.
—Voy a darme un festín hasta que no te quede nada que dar,
hasta que te deje seca.
Bray desliza su lengua desde la parte superior de mi coño
hasta mi culo. Me mantiene quieta y me abre las nalgas con sus
manos. Mete su lengua en mi coño, dando vueltas, mientras sus
dedos se flexionan sobre mi piel. Acerca su boca a mi clítoris y chupa
con fuerza, dando vueltas de vez en cuando con la lengua. No
consigo quedarme quieta y me empujo con más fuerza hacia su
rostro.
Introduce dos dedos en mi interior, dando vueltas alrededor de
mi punto G y haciéndome gritar.
—Oh, joder, Bray, Dios. Ahh. —Veo las estrellas y lucho por
mantenerme erguida.
Siento que se acerca un orgasmo, mi cuerpo empieza a temblar
violentamente y persigo a esta zorra como si mi vida dependiera de
eso. Puedo sentirlo; está tan cerca.
—Estoy tan cerca.
Uno de sus dedos empieza a rozar alrededor de mi brote del
culo, dando vueltas y enviando todo tipo de nuevas sensaciones a
través de mí. Ese dedo se abre paso, empujando lentamente más y
más hasta que se entierra por completo en mi culo.
Mi coño y mi culo se aferran a sus dedos, mientras su boca
sigue chupando mi clítoris. Lentamente mete y saca los dedos de
ambos agujeros. Siento que todo mi cuerpo está a punto de explotar.
Me corro gritando su nombre.
Lo único que me sostiene, es el brazo de Bray alrededor de mi
cintura. Vuelvo a Tierra mientras una de sus manos me acaricia el
pecho y la otra sigue metiendo y sacando lentamente los dedos de mi
coño.
—Bienvenida —me dice al oído la voz áspera de Bray.
—Mmm, gracias. —Siento que el placer vuelve aumentar
mientras sus dedos entran y salen de mi coño.
—Necesito mi polla enterrada en este coño, ahora —dice Bray,
sacando los dedos y alineándose con mi abertura.
No le doy tiempo a que entre lentamente y me torture en el
proceso. En cuanto siento su polla alineada, me empujo hacia atrás
y me abalanzo sobre él.
—Joder —decimos los dos a la vez.
—Maldita sea, Reilly. Adviértele a un hombre la próxima vez.
Casi me corro en este mismo instante. Te sientes tan jodidamente
bien, nena.
Me rio. No hay manera de que sea un vertedero de una bomba.
Es una puta máquina, puede durar horas como si funcionara con
pilas Energizer o algo así. Cuando se asegura de que he tenido
tiempo de adaptarme a que esté enterrado dentro de mí, empieza a
moverse. Lentamente al principio, pero va aumentando la velocidad y
los empujones hasta que me embiste con fuerza por detrás.
El metal de su piercing golpea mi punto G una y otra vez. Me
encanta este piercing, nunca falla. Me he corrido varias veces gracias
a este piercing. Noto lo mojada que estoy, la humedad brotando y
corriendo por mis muslos mientras Bray sigue embistiéndome.
Su pulgar empieza a rodearme el culo. Siento cómo lo desliza
entre nuestros cuerpos, cubriéndolo de mis fluidos antes de volver a
mi culo e introducirlo. Lo mantiene quieto y es una puta tortura. No
sé qué obsesión tiene últimamente con mi culo, pero no me quejo. Es
una sensación extraña. Con su polla en mi coño y su pulgar en mi
culo, me siento llena, con las sensaciones enloquecidas en mi
cuerpo.
Pero necesito que mueva el dedo; muevo las caderas hacia
adelante y hacia atrás, moviendo un poco el culo con el dedo. Sin
embargo, Bray es implacable, me está metiendo la polla de golpe,
pero no mueve el dedo.
Cuando por fin empieza a mover el dedo unos segundos más
tarde, me corro de nuevo, gritando. Y otra vez. Bray se retira y noto
cómo se corre por toda mi espalda.
—Joder, joder, joder, Reilly —gime mientras se corre,
ordeñándose en mi espalda—. Me encanta follarte, joder —continúa,
enderezándome y dándome vueltas. Me rodea la garganta con una
mano y me empuja contra la pared mientras sus labios se unen a los
míos. Nuestras lenguas luchan por el poder y yo me esfuerzo por
dominarlo. Pero él gana, siempre gana; lo dejo que tome el control
del beso.
Su mano alrededor de mi garganta se tensa y se cierra; gimo en
su boca. Me levanta, mis piernas rodean su cintura, alinea su polla y
me penetra con un rápido movimiento. Te lo dije, es un maldito
conejito de Energizer.
CAPÍTULO 16
Bray
La última semana ha sido jodidamente perfecta. He tenido a
Reilly en mi casa, se acabaron las escabullidas y las quedadas en
casa de Zac. A Alyssa le va genial; de alguna manera Zac la
convenció para que dejara su trabajo y le ayudara en el club. Aunque
por lo que he oído de Reilly, Zac no la deja hacer mucho, lo que está
volviendo loca a Lyssa.
Reilly ha avanzado mucho en la aceptación de nuestra relación
como algo inamovible. Por fin ha derribado todos sus muros. Pensé
que tendría que darles con un mazo a esos malditos bastardos.
He intentado convencerla de que se mude conmigo, pero se
mantiene firme en su negativa. Eventualmente la cansaré. Entiendo
que no quiera dejar a su madre y a su hermana, pero todo el mundo
tiene que abandonar el nido en algún momento. Le ofrecí a su madre
comprar una casa en la misma calle; se rio de mí y me dijo que
estaba loco y que ni se me ocurriera hacer una estupidez así.
Teniendo en cuenta que su casa encierra muchos recuerdos
sagrados, jamás se me ocurriría mudar a su madre de allí. Sin
embargo, quiero mudar a Reilly, y directamente a mi casa. No
compré esta puta casa grande para vivir aquí solo para siempre.
La compré sabiendo que quería asentarme algún día, tener diez
niños corriendo por ahí. Creo que voy a esperar hasta después de
que ella tenga mi apellido para hablar de eso. Por el momento, estoy
jodidamente emocionado con la idea de ser tío.
Acabo de terminar de hacer ejercicio en el gimnasio de mi casa.
Reilly se fue a trabajar hace un rato. No me gusta cuando se va, pero
no soy un jodido pegajoso como Zac; sé cómo dejarme llevar durante
unas horas. Además, me enamoré exactamente de quién es, y una
adicta al trabajo independiente es exactamente quién es. ¿Por qué
iba a cambiar algo de ella o intentar que cambiara? Además, no se
puede mejorar la perfección, y Reilly es la puta perfección en estado
puro.
Al entrar en mi cocina, encuentro a Ella sentada en la encimera
con una taza de té en las manos. Me sorprende verla; no ha estado
mucho por aquí últimamente. Me acerco y le doy un abrazo sudoroso
y un beso en la cabeza.
—Hola, princesa, te he echado de menos.
—Eew, Bray eso es asqueroso. Suéltame. Apestas —chilla y me
empuja.
—Bueno, princesa, si no quieres largas bienvenidas, no tardes
tanto en visitarme. ¿Dónde has estado?
—Ocupada —responde.
Tomo una botella de agua de la nevera y me la bebo mientras la
miro fijamente. Cuando me la acabo, me apoyo en la encimera, cerca
de donde ella está sentada.
—Explícate, Ella. ¿Qué significa estar ocupada?
—No mucho. Salir con los amigos, prepararme para empezar la
universidad, ese tipo de cosas —se encoge de hombros.
—Uh huh, entonces ¿Por qué me has estado evitando? —Sólo la
he visto de pasada aquí y allá. Normalmente, pasaba un par de
noches a la semana aquí conmigo. Incluso cuando me quedé en casa
de Zac esas pocas semanas, apenas la vi por ahí.
—No te estoy evitando, sólo te estoy dando espacio. Nadie
quiere que su hermana pequeña sea la tercera en discordia en su
nueva relación.
Mierda, ¿piensa que tiene que mantenerse alejada por mi
relación con Reilly? Eso no puede ser.
—Ella, nunca serías la tercera rueda, y nunca estás en medio.
Lo sabes, ¿verdad? Puedes venir siempre que quieras. Eres mi
hermana favorita, así que siempre tendrás un lugar donde
yo esté. —Cuanto más lo pienso, más furioso estoy conmigo mismo
por no haberme dado cuenta de que ella sentía que no podía estar
por aquí.
—Bray, soy tu única hermana, idiota. Y sé que puedo venir
aquí, pero sinceramente, he estado ocupada.
—Bueno, mientras tengas claro que no quiero que te alejes
porque creas que es necesario. —Tengo la sensación de que hay algo
más que no me está contando. ¿Qué más le pasa?
—Lo sé. Gracias.
—¿Quieres comer algo? Me muero de hambre y parece que no
has comido un plato casero en mucho tiempo. ¿El idiota de nuestro
hermano no te ha estado alimentando?
—Zac no es un idiota, y sabes que tiene un chef que cocina
nuestras comidas. Dios, ¿te lo imaginas en una cocina haciendo algo
que no sea café?
Me rio, porque es verdad. Zac podría quemar agua... es así de
inútil en la cocina.
—Es verdad, pero si todo el mundo fuera hábil en todo, bueno,
entonces todo el mundo sería yo.
—Claro, maestro de todo. Lo que tú digas. —Me hace un gesto
con la mano.
—Vamos, Ella, tú y yo sabemos que soy tu hermano más
talentoso y favorecido; cuanto antes lo admitas, antes podrás sacar a
Zac de su miseria y él podrá dejar de competir por ese puesto.
—Huh, en realidad creo que Zac se ha hecho con el puesto
número uno. Después de todo, es él quien me está haciendo tía.
—Joder, ¿crees que Reilly estaría de acuerdo con el plan de
quedarse embarazada? —Le pregunto seriamente.
—Nop. —Anuncia haciendo énfasis en la p.
—No, probablemente no. Es bastante genial que vayamos a
tener una sobrina o un sobrino pronto.
—Sí.
Rebusco en la nevera, sacando rellenos para sándwiches, y
termino haciendo rollitos de pollo y ensalada para nosotros. Mientras
lo preparo todo, Ella me cuenta lo que le preocupa.
—¿Bray?
—¿Sí?
—¿Por qué un hombre no me querría? Quiero decir, ¿hay algo
malo en mí que repele a los hombres?
Joder, esperemos que sí, pienso para mis adentros.
—Tienes espejos, ¿verdad? Sé que los tienes. Eres jodidamente
hermosa, Ella, por dentro y por fuera. Si algún imbécil no lo ve, es
culpa suya, no tuya. —Entonces me doy cuenta de que ha dicho
hombres, no un hombre en particular—. Espera, ¿hombres en plural
o un hombre en particular? ¿De qué estamos hablando? —Pregunto,
necesitando aclarar cuántos hombres cree que la repelen.
—Hay un hombre, pero ni siquiera me echa un segundo
vistazo. Pensé que tal vez sentía algo, pero al parecer es
unilateral. —Parece jodidamente desconsolada. Quiero ir y darle una
paliza al bastardo que la está haciendo sentir menos que digna.
—¿Quién es? Necesito un nombre, Ella —le exijo, pasándole
papel y bolígrafo.
Ella me devuelve el papel.
—Te irás a la tumba esperando ese nombre, Bray.
No me lo va a decir.
—Sabes que lo averiguaré de todos modos. Deberías hacerlo
más fácil para los dos y confesarlo, hermanita.
Ella se levanta.
—Buena charla, Bray, pero tengo planes. Hasta luego.
La sigo hasta la puerta y espero a que la abra para decirle:
—Saluda a Dean de mi parte.
Ella se queda paralizada, con la puerta entreabierta, antes de
darse la vuelta con la boca abierta. Tengo la reacción que buscaba,
la confirmación de que hay algo entre los dos.
—Voy a matarlo, joder. —Me hierve la sangre. Sospechaba que
estaba tonteando con Ella desde hacía unas semanas. Ella me lo
acaba de confirmar.
—No, no lo vas a hacer. Vas a cerrar la boca y no vas a decir ni
una maldita palabra a nadie, Braydon —me grita Ella.
Yo me rio.
—¿Esperas que no haga nada mientras mi hermanita de
dieciocho años anda a escondidas con el mejor amigo de mi
hermano, que resulta que tiene veintiocho, joder? —Le grito.
—No estamos saliendo a escondidas, Bray. No está pasando
nada. Como he dicho, no soy lo bastante digna para que se fijen en
mí. —Veo las lágrimas formándose en sus ojos.
—Espera, ¿Dean es el bastardo que te tiene cuestionándote?
¿Qué hizo, Ella? —Hago todo lo que puedo para contener mi
temperamento que puedo sentir burbujeando en la superficie bajo mi
piel.
—Nada, esa es la cuestión, Bray. ¡No. Hará. Nada! No importa
cuánto lo intente, no me tocará. Es demasiado leal a Zac o algo así.
La estrecho entre mis brazos.
—Ella, tienes dieciocho años. Necesitas experimentar la vida
antes de sentar cabeza. No puedo creer que esté diciendo esto, pero
Dean es un puto idiota si no ve lo buena que eres. A punto de ser un
jodido idiota muerto, pero un idiota de todos modos.
—Bray, no puedes tocarlo. Ya es lo bastante humillante.
Además, lo amo y si le haces daño, te odiaré para siempre. —Se
aparta de mis brazos. No puede decirlo en serio, ¿verdad? Por su
mirada, me doy cuenta de que sí.
—Joder, Ella, bien. No lo tocaré, pero quiero que me prometas
una cosa.
—¿Qué?
—Quiero que vayas a la Uni, que conozcas nuevos amigos.
Experimenta todo lo que la vida puede ofrecerte. No pierdas el tiempo
ni la energía en ningún hombre que no valga la pena. Y cualquier
hombre que elija a su amigo antes que a ti no vale la pena.
—Lo intentaré, no es como si realmente tuviera elección. No
puedo obligar a alguien a que me ame.
Sale por la puerta, dando un portazo tras de sí. Maldito Dean,
¿qué diablos le pasa?

Salir de la ducha y ver a Zac reventando mi teléfono, no es


como quería que fuera el resto de mi día. No me molesto en contestar
y prefiero vestirme primero. En cuanto entro en el armario, su tono
de llamada, esa estúpida canción que ha programado en mi teléfono,
vuelve a sonar a todo volumen.
—¿Qué quieres? —Le contesto.
—¿Dónde estás?
—En casa, ¿por qué?
—Tenemos un problema en el club, quería asegurarme de que
no estabas por aquí.
Se me hiela la sangre... Reilly está en el club ahora mismo.
—¿Qué tipo de problema y dónde carajo está Reilly?
Entro en mi armario y me pongo una camiseta blanca, una
sudadera gris y unos joggers. Agarro las llaves y la cartera. Salgo de
mi casa en menos de dos minutos.
—Bray, quédate donde estás. Reilly está bien. Está en mi
oficina.
Como si fuera a quedarme aquí. ¿No sabe con quién carajo está
hablando?
—¿Qué pasa, Zac? Empieza a hablar, joder —le grito.
Arranco el auto y lo cambio al Bluetooth.
—Jesús, Bray, te he dicho que te quedes donde estás. No
necesitas estar aquí. Lo tenemos controlado.
El bastardo todavía no ha divulgado lo que está pasando y
estoy perdiendo la paciencia. Estoy al menos a treinta minutos en
auto del club.
—¿Qué tienes controlado, Zac?
—Stephen, el vocalista de Cyrus, al que mandaste al hospital
hace unas semanas, apareció con un grupo de hombres buscando
empezar problemas. Como he dicho, lo último que necesito es estar
sacando tu culo de la cárcel ahora mismo, así que quédate donde
estás.
—No voy a sentarme aquí como un puto marica, Zac. Si está
buscando problemas, se los daré.
—¿Por qué diablos siempre tienes que ser tan jodidamente
terco, imbécil? ¿Qué crees que hará Reilly cuando vea que se llevan
tu culo esposado otra vez?
Jodida mierda, no puedo dejar que eso pase. No después de lo
lejos que hemos llegado. Lo difícil que ha sido para ella bajar la
guardia. Pero joder si me voy a quedar aquí sentado mientras mi
chica está en ese edificio con un grupo de imbéciles.
—No haré nada que me lleve a las esposas, Zac. Promesa de
Scout.
—Nunca fuiste un puto Boy Scout, Bray. Mira, tengo que irme.
Dean y los chicos tienen esto resuelto. No irrumpas aquí disparando
tus armas.

Llego al club en menos de veinte minutos y me detengo en la


puerta trasera. No pierdo el tiempo y atravieso las salas traseras
hasta llegar a la planta principal. La escena que me encuentro me
hace querer estrangular a alguien, a quienquiera que pensara que
podía entrar en nuestro club y hacer esto.
El club está destrozado, parece que ha pasado por aquí un
maldito tornado. Sillas tiradas y rotas por todas partes, mesas
volteadas, todas las cortinas que cubren las paredes hechas jirones.
Hay cristales por todas partes. Veo a Zac sentado en la barra, con un
vaso de whisky en la mano y una bolsa de hielo en el lado derecho
del rostro.
Al menos está entero. Miro a mi alrededor y no veo a Reilly por
ninguna parte.
—¿Dónde diablos está? —grito, dirigiendo la pregunta a Zac.
Él levanta el brazo y señala detrás de mí.
—Allí, entera, así que cálmate de una puta vez.
Me doy la vuelta y veo a Reilly en el otro extremo de la barra,
escoba en mano y barriendo trozos de cristal roto. Me abro paso
entre los escombros de muebles y cristales hasta llegar a ella. Le
quito la escoba de la mano y la tiro a un lado antes de empujarla
contra la barra y ocupar su espacio. Le agarro el rostro con las dos
manos y la mantengo quieta mientras mis labios se unen a los
suyos.
Lo vuelco todo en este beso, toda mi rabia contenida, todo mi
miedo a que le pase algo y mi agradecimiento por que esté ilesa.
Reilly se entrega por igual a este beso... ahora está completamente
abierta a mí. He conseguido aniquilar sus muros, ya no hay barreras
entre ambos, y maldita sea, me encanta. La amo, joder.
Me separo del beso y apoyo mi frente en la suya.
—Jodidamente te amo, nena.
—Mmm, yo también te amo —responde sin aliento.
—¿Estás bien? —le pregunto mientras la examino de pies a
cabeza—. No sé qué haría si te pasara algo, nena. En realidad, sí lo
sé. Quemaría esta ciudad hasta encontrar al bastardo que tengo que
matar.
Su cuerpo se pone rígido bajo mi contacto. Joder, debería
haberme guardado ese pensamiento para mí, aunque sea la verdad.
—Nena, lo siento. No debería haber dicho eso en voz alta.
—Bray, no quiero que nunca vayas detrás de nadie por mi
culpa. No tires tu vida por la borda por mi culpa, nunca.
—Ya no tendré una vida sin ti, Reilly. Siempre lucharé por
nosotros, aunque tenga que encontrar nuevas formas de luchar.
—Lo sé. —Se inclina hacia mí.
Miro a mi alrededor, esto va a ser un infierno para limpiar.
—Si han terminado, tortolitos, necesito a Reilly —dice Zac
mientras se acerca.
—¿Para qué? —Le pregunto. El bastardo me ignora, y en su
lugar habla directamente con Reilly.
—Nos vamos todos a Hawaii. Reserva un jet para mañana por
la mañana. Alyssa y yo nos vamos a casar.
Reilly me suelta y se encara con Zac. No me gusta. Con un
ligero gruñido, vuelvo a estrecharla contra mi pecho y la rodeo con
mis brazos. Zac me sonríe.
—Espera, ¿lo sabe Alyssa? No puedes decidir casarte mañana
sin hablarlo antes con ella. ¿Y si no quiere casarse en Hawaii? ¿Qué?
¿Huh? ¿Has pensado en eso?
Zac levanta un dedo, indicándole que espere, mientras saca el
teléfono y lo pone en el altavoz.
—Zac, este bebé me está poniendo jodidamente cachonda. Date
prisa y vete ya a casa, por favor —contesta Alyssa al teléfono.
Reilly se echa a reír. Zac sólo pone cara de dolor, más dolor que
cuando se puso hielo en la cara magullada.
—Genial, estoy en manos libres, ¿no? Gracias por el aviso, Zac.
—Ignóralos, Sunshine. Estaré allí en cuanto pueda. Tengo que
ocuparme de unas cosas en el club, pero quería comentarte algo.
—Claro, dímelo.
—Mañana por la mañana volamos a Hawaii, tú, yo y
desgraciadamente nuestra familia y amigos. Nos vamos a casar.
¿Alguna objeción?
El chillido de Alyssa duele en mis oídos. Todos los chicos a
nuestro alrededor, que iban a lo suyo, se detienen y miran hacia el
alboroto que sale del teléfono de Zac.
—¡Oh, Dios mío! Zac, Oh, Dios mío. ¡Sí, sí, sí! Hagámoslo. Me
muero de ganas de ser la Señora de Zac Williamson —sigue chillando
Alyssa a través del teléfono.
—Sunshine, yo tampoco puedo esperar. Pronto estaré
en casa. —Zac cuelga el teléfono, enarcando una ceja hacia Reilly
con una enorme sonrisa en el rostro.
—Bien, no hace falta que seas tan engreído. ¿En qué parte de
Hawaii? ¿Tengo que reservar un hotel? ¿Y por qué no tienes un
asistente personal que se encargue de estas cosas? Esto no está en
la descripción de mi trabajo, ya sabes. —Reilly se está encendiendo.
Puedo sentir la energía que desprende.
—Cálmate, sólo reserva el jet. Todo lo demás se arreglará —dice
mientras empieza a teclear en su teléfono. Sin duda para delegar
tareas en otros.
—Bien, estaré arriba. Asegúrate de venir a verme antes
de irte —dice Reilly, y se inclina para ofrecerme un beso de
despedida.
—No voy a dejar este edificio sin ti, nena. Subiré dentro de un
rato.
La miro alejarse, con el contoneo de sus caderas en esa falda
ajustada provocándome todo el camino.
—Necesito que organices un cambio de horario para la pelea
del viernes. Uno, no vas a estar aquí. Dos, voy a cerrar el club por
reformas, obviamente.
—Claro, me pondré a eso, en cuanto me digas qué diablos ha
pasado aquí —exijo.
—Entraron unos treinta hombres con bates de béisbol y se
pusieron como locos a destrozar el local. Dean llamó a la caballería y
los desalojamos.
—Entonces, ¿de cuántos cuerpos hay que deshacerse?
—Ninguno.
—¿Ninguno? Me estás diciendo que unos hijos de puta entraron
aquí e hicieron esto. —Agito los brazos—. ¿Y no mataste a ninguno
de ellos? —No me lo creo.
—¿Qué puedo decir? Estamos pasando página, Bray. No puedo
arriesgarme a no estar cerca para Alyssa y este bebé. Tenemos que
empezar a manejar las cosas de forma más legal.
—Estoy de acuerdo, las cosas han estado cambiando. ¿Qué
pasa con el Club M? —Pregunto. Sinceramente, no sé qué haría sin
luchar. ¿Podría convertirme en profesional? Probablemente. ¿Quiero
hacerlo? Por supuesto que no. Tampoco quiero dejar de luchar.
—Aún no estoy seguro, pero tenemos que pensar en cambiar
eso también. Estaba bien correr los riesgos cuando era sólo yo quien
caía. No puedo hacerle eso a Alyssa, Bray. Nunca ha tenido una
familia adecuada y segura, y yo pretendo dársela.
—Lo entiendo, hombre, de verdad. Es sólo que no sé qué hacer
conmigo mismo cuando no estoy luchando.
—Lo sé, pero ni siquiera tú puedes luchar para siempre, Bray.
Cualquier cosa que necesites hacer, sabes que estaré ahí, pase lo
que pase.
—Sí, gracias, hermano. No te preocupes por mí, ya me las
arreglaré. Además, ¿me conoces? Soy como el puto rey de todos los
oficios, sobresalgo en todo lo que hago.
—Lo que sea que te ayude a dormir por la noche. —Zac capta la
indirecta de que no estoy del todo preparado para hablar de dejar de
luchar. Por suerte, deja el tema.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer con este lío?
—Se está solucionando. Nos vamos a Hawaii, y me voy a casar
con una puta diosa. Para cuando volvamos, este lugar habrá tenido
un lavado de cara.
—Bien, te veré en la pista mañana por la mañana entonces —le
digo, alejándome y dejándolo solo.
—No llegues jodidamente tarde, Bray. Me iré sin ti —me grita.
Me giro y sonrío.
—No, no lo harás. Lyssa nunca dejaría que te casaras sin que
estuviera allí su cuñado favorito.
Me rio de sus maldiciones mientras me alejo.
CAPÍTULO 17
Reilly
—No puedo creer que estés haciendo esto. Te vas a casar,
Lyssa. —La aprieto en el abrazo más fuerte que he dado nunca, justo
antes de entrar en la tienda de novias.
—Eso si encuentro un vestido. No puedo creer que me case
mañana y ni siquiera tenga vestido.
—Por favor, ese hombre se casaría contigo aunque llevaras una
bolsa de papel. —Sarah pone los ojos en blanco.
—Mmm hmm. Lo haría, ¿verdad? Esperemos que no tengamos
que llegar a eso —dice Lyssa, abriéndose paso a través de la puerta
con el resto de nosotras siguiéndola.
—Bien, esto es lo que vamos a hacer. Cada una de nosotras
elige un vestido y Lyssa tú eliges dos que realmente ames, luego vas
a probarte cada vestido. —Cuando todas nos quedamos mirando a
Sarah como si se hubiera vuelto loca, nos aplaude—. Rápido, rápido,
chicas, no podemos desperdiciar el día.
Todas vamos buscando nuestra versión del vestido perfecto
para Lyssa. Yo reviso un perchero con Ella a mi lado.
—¿Crees que volveremos a hacer esto por ti pronto? —me
pregunta.
Casi me ahogo.
—Dios, no —le digo, y entonces me fijo en su rostro contraído.
—No es que no ame a Bray, todo lo que es Bray, pero el
matrimonio no es algo que necesite. —Intento explicarme; no
funciona demasiado bien.
—¿Lo sabe Bray? Porque estoy bastante segura de que eres su
Reilly para siempre.
—Lo sé. Créeme, Ella, él también es mi para siempre. Sólo que
no creo que necesites casarte para ser para siempre.
—Bien, es sólo que no quiero ver a Bray herido. Sé que da la
impresión de que nada le molesta, pero tú tienes la capacidad de
destrozarlo.
Vaya, admiro lo protectora que es con él. Me pregunto si Lyssa
recibió el mismo discurso. Probablemente no.
—Ella, te prometo que no haré nada que lastime a tu hermano.
Sinceramente, nunca he amado a nadie tanto como a él. Es
diferente, los sentimientos que tengo por Bray. Me consume, como si
no pudiera respirar bien cuando no está cerca. Y cuando está cerca,
bueno, me siento como una maldita perra en celo, porque todo lo que
quiero hacer es saltar sobre él. Quiero meterme en su piel. Es como
si nunca pudiera acercarme lo suficiente, ¿sabes? No quiero
despertarme nunca sin él a mi lado.
Ella tuerce el rostro.
—Primero, eew, no necesito oír hablar de ti y Bray saltando
nada. Segundo, realmente lo amas. Ya lo sé. Sólo me preocupo más
por él que por Zac. Desde que nuestros padres murieron, Bray ha
estado un poco perdido y muy enfadado. Por eso pelea. Desde que te
conoció, tiene un aire nuevo y me preocupa lo que le pasaría si tú ya
no estuvieras, eso es todo.
Lo entiendo, de verdad.
—Nunca dejes de mirar por tus hermanos, Ella. La vida es
corta y puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Los dos tienen
suerte de tener una hermana increíble como tú. Ahora, ¿qué tal si
buscamos ese vestido para Lyssa? —Sugiero, cambiando de tema.
Nos dedicamos a elegir vestidos, mientras recuerdo las cosas
por las que Holly y yo hacíamos pasar a las chicas que Dylan solía
traer a casa. El año que murió acababa de empezar a traer chicas.
No llegamos a torturarlo demasiado con nuestra sobreprotección.
—Sabes, cuando me case, creo que simplemente me fugaré y
me iré a Las Vegas —dice Ella mientras todos estamos sentados en el
sofá esperando a que Lyssa salga del vestidor con su cuarto vestido.
Sarah, Holly y yo nos echamos a reír.
—Ella, cariño, si alguna vez vuelas a Las Vegas para casarte,
asegúrate de avisarme para que pueda estar cerca cuando Zac y
Bray se enteren. Luego cámbiate el nombre y ponte en protección de
testigos con tu nuevo esposo, porque es imposible que tus hermanos
no lo maten, sea quien sea —le digo entre risas.
—Por favor, la única manera de que te cases es escapándote a
Las Vegas, donde esos dos bufones no puedan protestar por
eso —Sarah se ríe. A lo que yo le doy un manotazo en el brazo, a la
vez que Holly le da uno en el otro brazo.
—¡Ow! ¿Qué carajo, Reilly? —dice, frotándose los dos brazos.
—Resulta que uno de esos bufones es mío, así que no puedes
insultarlo sin que te haga daño. —Le sonrío.
—Bueno, ¿por qué me has pegado, Holl? No es tu novio. —Holly
se encoge de hombros.
—Lo siento, Sarah, pero sabía que Reilly iba a hacerlo en
cuanto las palabras salieron de tus labios, y sentí unas ganas
irrefrenables de pegarte a ti también. Pero es culpa suya, échale la
culpa a ella —dice, señalándome con el dedo.
—Gracias, Holl. Qué manera de tirarme debajo del
autobús. —Le lanzo un beso.
—Bien, este es el definitivo, y me da igual lo que digan, me
encanta —dice Lyssa mientras sale del vestidor. Levanta la vista y
señala a Ella con el dedo—. Ni se te ocurra escaparte a Las Vegas.
Ninguna hermana mía se fuga a Las Vegas para casarse.
Ella se levanta de un salto y abraza a Lyssa.
—Estás preciosa, Alyssa. Zac va a alucinar cuando te vea
mañana.
—Gracias. ¿Qué les parece a todas? —Lyssa nos pregunta al
resto.
Está absolutamente impresionante.
—Me encanta —decimos todos a la vez.
—Perfecto, ya está. Ahora podemos volver y holgazanear en la
playa el resto de la tarde.

Tengo un cóctel en la mano y estoy recostada en una tumbona


en una playa de Hawaii. ¿Puede la vida ser mejor que esto? La arena
es blanca, el agua de un azul transparente y perfecto. Este lugar es
como el paraíso. Miro a Alyssa, que lleva un diminuto bikini rojo y su
barriguita empieza a notarse. Lleva todo el día bebiendo cócteles y
quejándose de no poder beber con nosotras. Mientras tanto, Ella ha
estado bebiendo sorbos de mi bebida todo el día, porque no tiene
edad para beber aquí.
—Estoy deseando ser tía. Sabes que voy a ser la favorita; ya
puedes ir poniéndole el nombre de Reilly. Da la noticia pronto al
resto, Lyssa; que se enteren con delicadeza —le digo.
Ella se ríe.
—¡Oh, Dios mío, pasas demasiado tiempo con Bray! —Me
señala—. Eso es exactamente lo que me dijo el otro día.
Sonrío pensando en pasar aún más tiempo con Bray.
—¿Te dijo que la llamaras Reilly?
—No, me dijo que le pusiera Bray, como su tío favorito.
—Bueno, Bray puede tomar un número. Yo reclamo posición
del nombre. Además, este bebé va a ser una chica —digo alrededor
de mi pajita, mientras miro a los caramelos que caminan por la
playa.
Me pongo un dedo entre los labios y suelto el silbido de lobo
más fuerte que puedo, llamando así la atención de los chicos que se
dirigen hacia nosotros. Aunque mis ojos sólo se centran en uno de
ellos.
Lleva un par de pantalones cortos y nada más; mmm, me lamo
los labios repentinamente secos. Mis ojos siguen las gotas de agua
que se deslizan por su piel suave y bronceada, hasta esos
abdominales a los que quiero hincar el diente. Cuando por fin mis
ojos vuelven a los suyos, me dedica esa sonrisa que derrite bragas.
Sí, mis braguitas del bikini están mojadas, y no sólo por el agua del
océano.
Lo que más me gusta de Bray son sus brazos. Son fuertes,
pueden sostenerme como si no pesara nada y están decorados con
tatuajes de colores. Quiero que esos brazos me envuelvan. Quiero
esas manos sobre mí. Cada vez estoy más caliente. Voy a necesitar
volver al agua para refrescarme.
Y entonces se me ocurre una idea, sí. Voy a volver al océano,
pero no voy a ir sola. Como si pudiera leerme la mente, Bray mira
por encima del hombro hacia el agua y luego hacia mí y sonríe. Está
demasiado al tanto de cómo funciona mi mente.
Cuando se reúnen con nosotros, Zac se dirige directamente a la
cesta de las toallas. Toma una y se la pone por encima a Alyssa como
si fuera una manta ensangrentada.
—Sunshine, ¿y si el bebé se quema con el sol? Deberías
taparte. —Alyssa lo fulmina con la mirada y él acaba por retroceder y
opta por sentarse frente a ella en la tumbona, impidiendo que
alguien que no forme parte de nuestro pequeño grupo pueda verla.
Me doy cuenta de que a Bray nunca le ha importado lo que
llevo puesto, ni ha intentado que no me ponga algo revelador. Es
extraño, teniendo en cuenta lo contrario que es Zac con la ropa
reveladora. He visto cómo Bray intenta que Ella se cambie o se niega
a dejarla salir de casa hasta que lo haga. Pero nunca ha hecho esto
conmigo.
Se pone en cuclillas encima de mí, prácticamente a horcajadas,
sosteniéndose mientras se inclina para besarme. Me echo hacia
atrás, a lo que él frunce el ceño y enarca una ceja en señal de
interrogación.
—¿Por qué nunca te importa lo que llevo en público? —Le
suelto.
—Nena, puedes ponerte lo que quieras. Estás jodidamente
hermosa con cualquier cosa que te pongas —se encoge de
hombros—. Además, sé pelear. —Es tan práctico.
—¿Qué tiene que ver pelear con mi aspecto? —Pregunto,
confusa.
—Cualquier bastardo que se quede mirando demasiado tiempo
o intente tocar lo que es mío aprenderá muy rápido lo bien que sé
pelear, nena. —Es un puto bastardo engreído. El problema es que es
verdad, sabe pelear y lo hace muy bien.
Decidiendo que me gusta su respuesta, tiro de su rostro para
que se encuentre con el mío, y su mano va rápidamente a mi
garganta y me sujeta. Intento por todos los medios no gemir, pero él
sabe lo que me hace cuando me agarra por el cuello; los escalofríos
invaden mi cuerpo.
Lo empujo; seamos sinceros, todos sabemos que me deja
empujarlo.
—Quiero ir a nadar, y tú vienes conmigo. —No le doy la
oportunidad de negarse, aunque no lo haría. Antes de darme cuenta,
me echa sobre su hombro y corre hacia el agua. Tengo que sujetarme
la parte de arriba del bikini para asegurarme de que mis tetas no se
salgan de la tela.
Cuando llega al agua, creo que me va a bajar, pero no, camina
hasta que le llega a la cintura y me lanza al agua. Salgo tosiendo y
balbuceando.
—Pendejo, te voy a matar —le grito, una vez que recupero el
equilibrio y la capacidad pulmonar, claro.
Me agarra y me tira contra él.
—No, no me vas a matar. Me amas demasiado para hacer
eso —dice, tan seguro de sí mismo.
—Mmm, tienes razón. Tengo que conseguir un molde de Junior
antes de poder hacerlo. Al menos así, Junior y yo podremos seguir
jugando sin necesidad del resto. —Le sonrío.
—Qué duro, nena. Eso es jodidamente duro. Tu vida sería
aburridísima sin mí, admítelo. —Empieza a hacerme cosquillas en
los costados.
—No, Braydon Williamson, para —grito, pero no hay nadie
cerca para ayudarme.
—Pararé cuando lo admitas —dice, continuando con su
tortura.
—Bien, bien, mi vida sería una mierda sin ti, ¿contento? —Me
rindo. Además, es la maldita verdad.
Se detiene. Me levanto de un salto, rodeo su cintura con las
piernas y sus labios se encuentran con los míos en el beso más
suave y tierno que me ha dado nunca. Me aparto y me pierdo en sus
ojos verdes.
—Quiero recordar este momento para siempre, meterlo en un
tarro y guardarlo en la estantería —le digo.
—No hace falta, nena, tendremos toda una vida de momentos
como estos.
—¿Me lo prometes?
—Me aseguraré de eso. Nunca renunciaré a nosotros, Reilly.
Lo necesito dentro de mí, ahora, más que nunca. Llevo mi
mano entre nuestros cuerpos y bajo su pantalón corto, lo justo para
liberar su polla. Muevo la braguita del bikini a un lado y dejo que su
polla se deslice hasta mi coño.
—Joder. —Me mantiene quieta, pegada a él, con las piernas
alrededor de su cintura. Para cualquiera que mire, si es que puede
ver a través del agua, parecemos dos personas abrazadas.
Empuja dentro y fuera, tan tierna y lentamente. Es la forma
más dulce de tortura. Nunca habíamos hecho el amor así, cada uno
siempre demasiado hambriento del otro y yendo a lo bruto y duro.
Pero esto también me gusta.
—Te amo más de lo que creía que podría amar a
alguien, Bray —confieso mientras me besa suavemente por todo el
rostro.
—Tu corazón está a salvo en mis manos, nena. Te lo prometo,
no importa lo que la vida nos depare, siempre me tendrás a mí para
apoyarte. Siempre lucharé por nosotros.
Pasamos los siguientes treinta minutos haciendo el amor en las
aguas de la playa de Waikiki. Grabé en mi memoria el momento en
que comprendí totalmente, sin lugar a dudas, que pasaría el resto de
mi vida con este hombre. Si mañana me pidiera que me fugara con
él, probablemente le diría que sí. Pero me guardaré ese pensamiento
para mí… no necesito alentar sus locuras.
CAPÍTULO 18
Bray
Estos últimos días en este paraíso con Reilly han sido
increíbles. Ni siquiera recuerdo la última vez que estuve de
vacaciones. Fue antes de que murieran mis padres. Zac nunca se
había tomado tanto tiempo libre por nada. Se tomaba tiempo libre
para asistir a eventos escolares para Ella, o para sacar mi culo de
cualquier problema que encontrara, pero siempre volvía
directamente al modo trabajo.
Durante los primeros años de colegio de Ella, Zac nunca se iba
al club antes de que Ella estuviera dormida. Se aseguraba de estar
en casa por la tarde y por la noche con ella. Y cuando iba al club,
hacía que Dean o yo nos quedáramos en el penthouse mientras ella
dormía. Aunque no me importaba; haría cualquier cosa por Ella.
Aunque era una mierda de chico cuando murieron nuestros padres,
habría hecho cualquier cosa que Zac necesitara que hiciera para
ayudarles a él y a Ella. La familia siempre es lo primero.
Estar en la escapada nupcial de esta semana me ha hecho
tomar nota de lo mucho que necesitamos hacer esto más como
familia. Ahora que nuestra pequeña familia de tres está creciendo
rápidamente, con el bebé en camino; y sí, cuento con que sea un
niño. Necesitamos hacer esto, ese niño necesita vivir las vacaciones
en familia como lo hicimos nosotros de pequeños. No tengo ninguna
duda de que Zac se asegurará de que experimente todo lo que la vida
tiene que ofrecer. Realmente va a ser un gran papá.
—Bray, date prisa, no puedes llegar tarde a la boda de tu
propio hermano —grita James a través de la puerta del baño. No
tengo ni idea de por qué carajo Zac pensó que tenía que traer al
camarero, algo así como que era uno de los hombres de Alyssa o
alguna tontería por el estilo.
—James, vuelve a golpear esa puerta y te golpearé la puta
cabeza contra ella —le grito.
El bastardo se ríe.
—¿Qué diría Reilly si hicieras eso, Bray?
Joder, esa pequeña mierda tenía que ir y hacerse mejor amigo
de Reilly. Ahora no puedo tocarlo y él lo sabe. Sin embargo, aún
puedo amenazarlo.
—No lo sabrá si nunca encuentra el cuerpo, y créeme, James,
nadie encontrará nunca el cuerpo.
—Bien, bien, pero date prisa. No voy a cargar con la ira de Zac
cuando lleguemos tarde porque necesites pasar una hora delante del
espejo.
Ya me estoy dando prisa, ansioso por volver a estar en la
misma habitación que Reilly. Se fue temprano esta mañana,
alegando que necesitaban todo el día para el glamour. Intenté decirle
que ya se despertó lleno de glamour, y me dijo dónde podía meter mi
dulce boca. Con mucho gusto pasé la mañana siguiendo sus
indicaciones, porque sólo un idiota diría que no a meterle la boca en
el coño.

Sentado bajo el sol abrasador, sobre la arena blanca de


Honolulu, observo a mi hermano de pie en el altar esperando a
Alyssa, consultando cada poco segundo su reloj. Ella no llega tarde,
pero él es un bastardo impaciente. Reilly está sentada a mi derecha,
agarrándome la mano con fuerza, emocionada. Ella está a mi
izquierda; puedo ver cómo se le llenan los ojos de lágrimas.
Nunca he entendido por qué la gente llora en las bodas; es una
ocasión feliz, o al menos debería serlo. No hay necesidad de llorar.
Veo cómo Zac deja de moverse de repente y levanta la cabeza, con la
boca abierta. Miro detrás de mí y veo a Alyssa al final del pasillo.
Está impresionante, con un largo vestido blanco ondeando al viento.
Sólo hay un problema, está sola. Por alguna razón, esto
resuena en mí. No debería caminar sola hacia el altar. Llámame
cursi, pero todas las chicas deberían tener a alguien que las
acompañe al altar el día de su boda. Lo sé, soy un romántico de
corazón.
Me levanto de un salto y todos miran en mi dirección. Me da
igual. Reilly intenta tirarme hacia abajo, pero le guiño un ojo.
—Tengo que hacer algo. Espera aquí. —Corro por el pasillo y
me detengo delante de Alyssa.
Me mira confusa.
—Estás preciosa, Lyssa —le digo.
—Ahh, gracias, Bray —dice, con las cejas fruncidas.
—Pensé que podrías usar mi brazo para apoyarte, mientras
caminas por este pasillo tan largo. Ya sabes, para que no te rompas
un tobillo con esos tacones. —Le tiendo el brazo. Veo cómo se le
llenan los ojos de lágrimas.
—No te atrevas a llorarme, mujer. Si te hago llorar el día de tu
boda, Zac me matará.
Respira hondo.
—Bien, gracias, Bray. Realmente aprecio que hagas esto.
—Eres mi hermana. Haría cualquier cosa por ti.
Alyssa me toma del brazo y comenzamos a caminar por el
pasillo. Se inclina y susurra:
—Sé que puedes ver que llevo sandalias y no tacones, por
cierto. —Me agarra del brazo con más fuerza.
—Lo sé. —Le sonrío. Llegamos al final, tomo su mano y la
pongo sobre la de Zac. Ese bastardo está a punto de llorar también.
¿Soy el único por aquí que no está a punto de llorar como un puto
bebé? Zac me hace un gesto con la cabeza, me doy la vuelta y me
dirijo hacia Reilly y Ella, que lloriquean. Dios, ayúdame.
El ministro empieza la ceremonia. Lo ignoro todo hasta que
llega el momento de los votos. En realidad es la única parte que
importa, ¿no? Creo que cuando convenza a Reilly de que se case
conmigo, nos saltaremos toda la demás mierda y nos centraremos en
los votos. Puedo oír la emoción en la voz de Zac mientras lee sus
votos.
Zac empieza:
—Alyssa, llegaste a mi vida como un rayo de Sol en un día
lluvioso. Eres la persona más cariñosa, compasiva y bondadosa que
conozco. Me siento muy honrado de que me hayas elegido para
compartir tu vida. Prometo trabajar cada día para ser el hombre que
merece tu amor. Prometo amarte con cada fibra de mi ser. Prometo
nunca dejarte caminar sola, estar siempre a tu lado. Sunshine, eres
mi primera, mi última, mi todo y prometo ser tuyo todo el tiempo que
tú quieras. Prometo ser siempre tu amigo, tu amante, y lo más
importante tu familia, desde ahora hasta siempre... somos tú y yo
Alyssa, fundidos en uno. Prometo que siempre habrá un mañana
para nosotros.
Alyssa continúa:
—Zac, nunca soñé con encontrar a alguien como tú, jamás.
Nunca he conocido la clase de amor y devoción que me has dado.
Nunca he tenido una familia a la que llamar mía. Gracias a ti, puedo
decir que me aman de verdad. Gracias a ti, puedo decir que tengo
una familia. Porque estás a mi lado, siempre, sé que puedo
conquistarlo todo. Eres el amor que creía que sólo existía en los
libros, eres mi héroe, Zac. Eres mi hogar, mi lugar seguro y mi final
feliz. He visto lo mejor y lo peor de ti, y elijo ambas cosas. Prometo
amarte y quererte siempre. Prometo ser tu Sunshine en los días más
oscuros. Prometo que nuestro amor nos unirá a través de todos los
tiempos. Prometo ser siempre tu mañana.
—Puedes besar a la novia —dice el ministro, y todos a mi
alrededor aplauden. Reilly mira mi rostro inexpresivo.
—¿Bray? ¿Estás llorando? —susurra. La amo aún más por no
haberlo gritado delante de todos.
—No estoy llorando, sólo se me ha metido algo en
el ojo. —Intento disimular como si los votos de Zac y Alyssa no me
hubieran atragantado.
—Uh huh, claro. No te preocupes, tu secreto está a salvo
conmigo. —Se inclina y me besa.
—Creo que deberíamos casarnos —le digo.
—Claro, algún día. Pero hoy vamos a celebrar el de Zac
y Alyssa —dice poniéndose en pie y tirando de mí.
No me doy cuenta hasta horas después de que aceptó casarse,
de que no dijo que no. Me dijo que claro algún día y eso es como un
sí. Pero pienso pedírselo como es debido, incluso visitar a su papá y
hacerlo a la antigua usanza. No es que su desaprobación me impida
casarme con ella.

El resto de la semana pasó volando... tenía a Reilly, la playa y


un sinfín de comida y alcohol. No podía desear nada más. Sin
embargo, el vuelo de vuelta a casa fue jodidamente doloroso. Alyssa
se pasó la mitad del vuelo con la cabeza en el váter, vomitando.
Parece que le han tocado fuerte las náuseas matutinas.
Zac se pasó todo el vuelo estresado e insultando a todo el
mundo. Llegó incluso a exigir al piloto que pusiera una ambulancia
en espera para cuando aterrizáramos. Alyssa vetó esa idea
rápidamente. Zac estaba cabreado. Lo entendí. Se sentía impotente y
no podía hacer mucho para ayudarla. También es culpa suya que
ella esté así, y yo se lo recordaba cada vez que podía.
Anoche llegamos tarde y acabé quedándome en casa de Reilly.
Despertar con un desayuno preparado por la madre de Reilly es algo
que nunca rechazaría. Intenté convencer a Lynne de que se mudara
conmigo, pero se rio como si estuviera bromeando. No estoy
bromeando. Le construiría a esa mujer su propia ala si me cocinara
así.
Después de comerme un montón de tortitas, tocino y huevos,
me dirijo al gimnasio... probablemente para que el entrenador me
reprenda por haber holgazaneado tanto la semana pasada... y de
camino dejo a Reilly en el club.
A mitad del entrenamiento, en mi teléfono empieza a sonar el
tono de Reilly. Salgo de la jaula y agarro el teléfono del banco.
—Hola, nena, ¿qué pasa? —Pregunto, sin aliento.
—Bray, no sé qué hacer —susurra al teléfono. Algo va mal.
Recojo las llaves y salgo corriendo del gimnasio.
—Reilly, ¿qué pasa? —Estoy abriendo la puerta del auto, pero
lo que me dice me detiene momentáneamente.
—Hay un tipo aquí apuntando con un arma. Está en la planta
baja.
Joder.
—Reilly, ¿puedes llegar al ascensor?
—Sí, estoy en la última planta. No sabe que estoy aquí.
—Bien, entra en el ascensor, pon el código del sótano. Una vez
introducido el código del sótano, el ascensor no se detendrá. Quédate
en el sótano hasta que vaya a buscarte. No salgas del sótano, Reilly.
Prométemelo.
—Bien, lo prometo, no saldré del sótano.
—Bien, quédate en el teléfono hasta que se corte. Una vez que
estés en el ascensor, la recepción morirá. Voy por ti, nena.
Me quedo en la línea. La oigo introducir el código y el ascensor
comienza su viaje descendente, entonces la línea se corta. Joder.
Esto es una mierda. Llamo a Zac, no contesta. Llamo a Dean y no
contesta. Tengo que ir al club; una vez allí, podré pensar qué hacer
con esta mierda.
Entro por las puertas traseras en silencio. No tengo ni idea de
en qué mierda me estoy metiendo. Puedo oírlo antes de verlo.
—Llama a tu puto hermano marica aquí abajo ahora, antes de
que empiece a caer coños —grita una voz. Sé que he oído esa voz
antes, pero no puedo ubicarla.
Cuando veo lo que está pasando, me paralizo. Zac tiene un
arma apuntando a su puta cabeza.
—Vas a tener que pegarme un tiro, hijo de puta, porque si
crees que voy a poner a mi hermano delante de tu culo loco,
piénsatelo otra vez.
Estoy a punto de salir, entonces las puertas delanteras del club
se abren y mi corazón se hunde. Tenía que estar en el puto sótano.
¿Por qué diablos iba a entrar por la puerta principal? Entonces me
doy cuenta... no es Reilly... es Holly.
Joder. El tipo del arma, que ahora sé que es el puto cantante
de Cyrus, se gira y apunta a Holly con el arma.
—Vaya, vaya, vaya. Si todos los que están aquí no son
suficientes para sacarlo hasta aquí, tal vez lo sea su sexy noviecita.
Holly se congela, dejando caer todo lo que tiene en sus manos.
Veo que su cuerpo tiembla. Salgo de entre las sombras. No dejaré
que nadie más reciba una bala con mi nombre.
—Estoy aquí, hijo de puta. ¿Qué diablos vas a hacer al
respecto? —Grito, desviando su atención de Holly, con el arma
apuntándome firmemente. Veo a Dean al fondo, acercándose
sigilosamente por detrás y colocándose delante de Holly, gracias
Dios. Zac maldice.
—Sabes, quería dispararte. Vine aquí para matarte. Sé que
ustedes, imbéciles, tuvieron algo que ver con la desaparición de mi
hermano. Sé que lo hiciste.
—Fui yo. Le estrangulé la vida después de cortarle cada uno de
sus putos dedos con unas tijeras de jardín. Pero si quieres culpar a
alguien de que tu hermano violador y maltratador esté muerto,
cúlpalo a él. Atacó a mi puta hermana de dieciocho años. Se merecía
todas y cada una de las putas torturas que le infligí —gruñe Zac
mientras se acerca a mí.
—¿Sabes qué? Tengo que vivir sin mi hermano. Ahora vas a
saber lo que es eso. —El imbécil vuelve a apuntarme con el arma y
aprieta el gatillo.
Veo que Dean lo tira al suelo. Un poco tarde, Dean. Miro a Zac,
y su rostro está pálido. Lo miro de arriba abajo; está entero y doy
gracias a Dios justo antes de caer al suelo. Zac está gritando. No
distingo las palabras, pero veo que mueve los labios. Tiene las manos
sobre mi pecho. Siento un dolor ardiente que me atraviesa. Voy a mi
lugar feliz y pienso en Reilly. Sonrío. Reilly está a salvo. Es lo último
en lo que pienso antes de desmayarme.
CAPÍTULO 19
Reilly
Sé que le prometí a Bray que me quedaría en el sótano...
debería quedarme en el sótano... pero algo se me retuerce en las
tripas. Algo le pasa a Holly. Puedo sentirlo. No sé qué es, pero siento
un miedo que nunca había sentido. Una frialdad que me cruje los
huesos y recorre mis venas. Se me eriza la piel, el sudor me recorre
la espina dorsal.
Mierda, Holly está aquí; hoy me iba a traer la comida. Ahora
mismo hay un pistolero loco agitando una puta arma en la planta
baja y mi hermana va atravesar esas puertas, o probablemente ya lo
haya hecho.
Lo siento, Bray, pero no puedo quedarme aquí sentada. Tengo
que hacer algo.
Tecleo el código del ascensor que me dejará salir cerca del
fondo de la planta baja. El viaje de vuelta desde el sótano se me hace
eterno. Justo cuando se abren las puertas, oigo un disparo. Un
fuerte zumbido recorre mis oídos. Lo sé, soy la idiota de todas las
películas de terror que corre hacia el malo, pero el instinto se
apodera de mí y corro hacia el centro de la planta baja.
Oigo a Zac gritando y a Dean peleando con alguien en el suelo.
Veo a Holly de pie en la puerta, intacta, gracias a Dios. Me mira a los
ojos, con una expresión que sólo había visto una vez, cuando murió
nuestro hermano. Una tristeza abrumadora la invade, las lágrimas le
corren por el rostro.
Todavía oigo los gritos de Zac y, cuando miro en su dirección,
todo mi mundo se desmorona. Siento como si me hubieran
arrancado literalmente la alfombra de abajo de los pies. No puedo
moverme. No puedo respirar. ¿Por qué no puedo respirar? Mientras
lucho por conseguir oxígeno, caigo al suelo sobre manos y rodillas.
Un grito sale de mi garganta, pero no lo oigo. La habitación gira en
silencio. Alguien me toca el brazo. James. Lo miro. Está hablando,
pero no oigo nada de lo que dice.
Necesito llegar hasta él. Tengo que llegar hasta él. Me levanto y
corro, tropezando con Bray. Está tendido en el suelo, la sangre le
cubre la parte delantera del cuerpo y se derrama a su lado. Caigo de
rodillas junto a él y miro a Zac, que tiene las manos sobre la herida
abierta en el pecho.
—Zac, ¿qué hago? Dime qué hago —grito, queriendo hacer algo
pero sin saber qué hacer.
—¿Dónde diablos está la ambulancia? Que alguien traiga una
puta ambulancia ya. —Grita Zac.
—Están a dos minutos. Mantén la presión sobre la
herida —dice James detrás de mí.
Me inclino junto al rostro de Bray y le susurro al oído:
—No te atrevas a dejarme, Braydon Williamson, no cuando
acabo de encontrarte. —Soy un desastre baboso.
Holly viene y se sienta a mi lado; me agarra la mano y la sujeta
con fuerza. Mi otra mano agarra la de Bray. ¿Por qué lo siento tan
inerte? ¿Tiene frío? ¿Dónde demonios está la ambulancia?
Un minuto después, los paramédicos de la ambulancia me
apartan de un empujón. Me niego a soltar la mano de Bray; me
necesita. Necesito ayudarlo. Zac acaba levantándome del suelo y
apartándome del camino.
—Reilly, tenemos que dejar que lo ayuden. Tienen que
ayudarlo —me dice.
Veo cómo los paramédicos trabajan en la otra mitad de mi
alma. Veo cómo colocan su cuerpo sin vida en la camilla y lo llevan
hasta la ambulancia en la calle, sin dejar de trabajar en él. Observo,
totalmente incapaz de hacer algo para salvar al hombre que amo.
—Vamos —dice Zac, arrastrándome de la mano fuera del club.
Me mete en el auto antes de correr hacia el asiento del conductor y
salir volando para alcanzar a la ambulancia que acaba de
marcharse—. No puedo perderlo. No puedo perderlo. Acabo de
encontrarlo —repito una y otra vez.
—No vamos a perderlo, Reilly. No es una puta opción —me
grita Zac. Sus manos aprietan el volante.
En cuanto se detiene a las puertas de urgencias, salto del auto.
El trayecto en auto me ha dado tiempo a disipar parte de mi
conmoción. Corro por la sala de urgencias y me detengo ante el
mostrador. A través del plexiglás del mostrador de triaje, veo cómo
los paramédicos trasladan a Bray.
Hay doctores y enfermeras corriendo en todas direcciones,
gritando palabras que no entiendo. Entonces veo a Alyssa, de pie,
mirando a Bray. Levanta la cabeza cuando un doctor dice algo y la
oigo gritarles:
—¡Es mi puto hermano! Hagan todo lo que puedan. Ahora
mismo.
Otra enfermera la agarra del brazo y la aparta de la camilla
mientras la llevan a otra sala. Para entonces, Zac está a mi lado
viendo la misma escena.
—Quita tus putas manos de mi esposa antes de que te
las corte —gruñe a través de la ventana de plexiglás. Esto hace que
Alyssa se gire y se fije en nosotros. Sale corriendo por la puerta y va
directo a los brazos de Zac, permitiéndose sólo un momento de
consuelo, antes de apartarse y mirar entre nosotros. Ambos estamos
cubiertos de sangre... la sangre de Bray.
—¿Qué ha pasado? —pregunta en voz baja.
Ni siquiera sé qué decirle. Voy a hablar; abro la boca, pero no
me salen las palabras. No consigo que me salgan las palabras. El
pánico se apodera de mí. Siento que la piel se me calienta, que la
respiración se me hace cada vez más difícil y trago saliva para que el
aire entre en mis pulmones. Me agarro la garganta con las manos y
me doblo por la cintura, intentando respirar, intentando contar
hasta diez.
Zac me agarra el rostro entre sus manos. Se agacha hasta mi
nivel.
—Reilly, respira, joder. No voy a decirle a mi hermano que su
novia ha dejado de respirar cuando salga de la sala de
operaciones. —Busco en sus ojos la mentira, que Bray no va a salir
de esa sala. No la veo, la mentira, no está ahí. El cree que Bray va a
salir de esto.
—Reilly, necesito que tengas más fe en él. No te atrevas a
rendirte —me dice.
Asiento, pero ya siento que se me escapa. Siento una pérdida
sin igual, como si una parte de mí hubiera muerto, se hubiera
quemado y ahora fueran cenizas al viento. Una parte de mí que
nunca recuperaré.
—Voy a volver a ver si averiguo algo —dice Alyssa.
—Espera, ¿por qué estás aquí, Sunshine? Me dijiste que habías
dejado este trabajo hace semanas —pregunta Zac.
—Intenté llamarte para decirte que iba a venir. Me llamaron;
estaban cortos de personal y desesperados. Es sólo por hoy. —Ella se
inclina y lo besa.
—No me importa cuánto dinero tenga que invertir en este puto
hospital, asegúrate de que tenga a los mejores doctores en esa sala
de operaciones —le dice Zac. Alyssa asiente y se marcha dejando a
Zac y a mí en la sala de espera, sin saber qué hacer.

Cuatro horas después, estoy sentado en las horribles sillas de


plástico, acurrucado contra Holly. Ella se aferra a Dean como un
salvavidas, con lágrimas silenciosas cayendo por su rostro. Alyssa y
Sarah están sentadas frente a mí y Holly, ambas calladas.
Zac no ha dejado de pasearse por la habitación; arriba y abajo,
no para de moverse. Alyssa ha intentado varias veces que se sentara,
pero no lo ha conseguido. La única vez que deja de pasearse es
cuando ella se arroja a sus brazos y él se aferra a ella, susurrándole
al oído.
Odio esta espera. ¿Por qué no ha venido ya alguien? ¿Por qué
tardan tanto? Cada minuto que pasa, mi pequeña esperanza se
desvanece. Pronto me quedaré sin esperanzas. Me quedaré sin nada,
tendré que volver a recoger los pedazos de un corazón roto. Sólo que
esta vez no sólo está roto, sino que se ha hecho añicos.
Un doctor sale y grita:
—Familia de Braydon Williamson.
—Ese soy yo —decimos Zac y yo al mismo tiempo. Salto de la
silla y corro hacia el doctor. Ella se acerca y se queda en silencio
junto a Zac.
—Mira entre los dos. Y tú eres su... —Deja la pregunta abierta.
Miro a Zac en busca de una respuesta. Si digo que soy su
novia, no me dejarán pasar. Conozco el procedimiento.
—Soy su hermano; esta es su hermana. —Señala a Ella. Luego
me mira a mí—. Esta es su esposa Reilly. —La mentira de Zac sale
de su boca sin esfuerzo.
Por una vez en mi vida, desearía que no fuera mentira. Ojalá
fuera la esposa de Bray. ¿Por qué no me casé con él hace semanas
cuando quería volar a Las Vegas? La próxima vez que pregunte si
podemos volar a Las Vegas, voy a aceptar. Por favor Dios, que haya
una próxima vez.
—Bien, Braydon sufrió una herida de bala en el abdomen. La
bala atravesó su intestino delgado. Tuvimos que extirpar parte del
intestino. También sufrió un peligroso nivel de pérdida de sangre.
Por ahora está estable y se encuentra en la UCI. Está en coma
inducido médicamente por el momento. Puedo llevarlos a los dos
para que le vean unos minutos, pero tendrán que esperar hasta que
lo traslademos a una habitación privada para visitas más largas.
Todo lo que escuché fue que está estable. Está bien... va a estar
bien. Aún no lo he perdido. Mi esperanza quiere resurgir de las
cenizas, pero antes necesito verlo.
Zac me agarra las manos y me sujeta con fuerza.
—Gracias —le dice al doctor. Seguimos al doctor por largos
pasillos hasta que por fin llegamos a una sala en cuyas puertas se
lee UCI. Zac me aprieta la mano con más fuerza—. Se va a poner
bien —susurra. No sé si intenta tranquilizarme a mí o a sí mismo.
Cuando entramos en la sala, el doctor se detiene en una
sección con cortinas. Hay una enfermera haciendo algo con los
botones de unas máquinas que pitan insistentemente. Escucho los
pitidos y me consuela oír el latido de su corazón a través de la
máquina. Suelto la mano de Zac y me dirijo lentamente al lado de
Bray. Parece tranquilo, incluso con todos los tubos y cables
conectados a él por todas partes.
Tomo suavemente de su mano.
—Bray, necesito que sigas luchando por mí. Aguanta un poco
más y vuelve conmigo. Por favor, no te atrevas a soltarme —le
susurro.
Zac me rodea el hombro con un brazo.
—Es un luchador, Reilly, y nunca ha existido una pelea que no
haya ganado. Créeme, no se va a rendir. —Zac me suelta, se vuelve
hacia el doctor y pregunta— ¿Cuándo lo trasladarán a una
habitación privada? ¿Y cuándo lo despertarán?
—Lo trasladarán dentro de unas horas. En cuanto a
despertarlo, lo sacaremos poco a poco del coma inducido a partir de
mañana. A veces lleva horas, a veces un día. Todo depende de su
cuerpo. Aún no está fuera de peligro. Las próximas veinticuatro
horas son cruciales para saber cómo será su
recuperación —responde el doctor.
—Bien, lo quiero en la mejor habitación que tengan. El dinero
no es un problema —afirma Zac como si fuera un hecho, como si el
dinero lo fuera arreglar todo.
El dinero no lo arregla todo. El dinero no pudo salvar a mi
hermano. El dinero no pudo mantener a mi papá fuera de la cárcel. Y
ninguna cantidad de dinero salvará a Bray. Lo sé, y en el fondo, Zac
también lo sabe. La recuperación de Bray no está en nuestras
manos, todo lo que podemos hacer es sentarnos y esperar. Pero
esperar nunca ha funcionado a mi favor.

—Han pasado dos putos días. ¿Por qué carajo no se


despierta? —Zac gruñe al doctor, que en ese momento está
intentando hacer su ronda.
—Estas cosas llevan su tiempo. Las drogas han hecho efecto en
su organismo. Lo único que le mantiene dormido es que su propio
cuerpo no está preparado para despertar. Sus escáneres de actividad
cerebral son normales y no hay signos de daños. Lo único que
podemos hacer es esperar —responde el doctor con calma.
—Esperar, ¿cuánto tiempo tenemos que esperar?
—Zac, cariño. Los doctores no pueden responder a eso, ya lo
sabes. Sólo tenemos que ser pacientes y dejar que hagan su trabajo.
Se despertará. Tiene que hacerlo —dice Alyssa apartando a Zac del
camino del doctor.
Zac no responde. Rodea a Alyssa con sus brazos y se queda
mirando lo que hacen los doctores, observando cada uno de sus
movimientos, como si estuviera esperando para abalanzarse sobre
alguien.
Yo estoy sentada en el mismo sitio que llevo dos días, en la
incómoda silla junto a la cama de Bray. Holly me ha estado trayendo
mudas de ropa. Uso el baño privado que tiene Bray, tardo menos de
cinco minutos en ducharme y cambiarme. No puedo arriesgarme a
que se despierte y yo no esté allí. Tengo que estar allí cuando se
despierte. El par de veces que me he duchado, me he asegurado de
que Holly ocupara mi lugar. Al menos, si se despertara, me vería a
mí o a alguien muy cercano.
CAPÍTULO 20
Bray
Puedo oler el aroma afrutado a mi alrededor. Sonrío... es Reilly.
Es el delicioso olor de mi chica. No sé dónde estoy. Me siento como si
flotara, pero no veo nada a mi alrededor, rodeado únicamente por
una blancura. Sigo llegando a este punto. Oigo voces. Puedo oler,
pero no puedo distinguir nada más, por mucho que lo intente.
Pero ella está aquí. Puedo sentir su presencia rodeándome.
Reilly está aquí conmigo. Sólo tengo que encontrarla. Oigo su voz
como una melodía musical que me llama, que llega hasta mí, pero
estoy atrapado en esta blancura.
—Bray, ya puedes despertarte. Ya ha pasado una semana. Deja
de ser un vago y levántate. ¿Qué diría tu entrenador cuando se
entere de que llevas una semana durmiendo?
El entrenador me haría pedazos, quiero responder, salvo que
nunca me escucha.
—Bray, por favor, me lo prometiste. Me prometiste que siempre
lucharías por nosotros. Te ruego que vuelvas y luches por nosotros.
Sus lamentos me desgarran el corazón. Quiero abrazarla,
decirle que estoy luchando, joder. Estoy luchando para volver con
ella. Sólo necesito encontrarla. ¿Dónde estás, nena?
Siento que vuelvo a la oscuridad, a la nada. Los sonidos a mi
alrededor, los pitidos, las conversaciones, todo se desvanece.

Vuelvo a la blancura. Inhalo con la esperanza de oler la


fragancia afrutada. No está. Ella no está aquí. Quiero dejarme caer
de nuevo en la oscuridad, entonces oigo a Ella.
—Bray, me mudé a mi dormitorio en la universidad. Tenías que
ayudarme, ¿sabes? Tenías que hacer todo el trabajo pesado por mí.
Tuve que llevarme a Zac y a Dean... ¿Adivinas cómo acabó? Zac
decidió que el dormitorio era un alojamiento inaceptable. Sus
palabras exactas. Nunca imaginé lo snob que era nuestro hermano
mayor. Dean estuvo de acuerdo, diciendo que la seguridad no era lo
suficientemente alta. Es un maldito dormitorio de chicas, Bray.
¿Para qué demonios necesito seguridad allí?
Espero que Zac terminara rechazando su mudanza a los
dormitorios. Como hice yo al principio. Sabía que esos dormitorios
apestarían. Puede que no haya ido a la universidad, pero pasé
muchos días en los dormitorios de chicas cuando era más joven.
—¿Sabes lo que Zac fue e hizo después? No, no lo sabes porque
no te despiertas. Fue y compró un apartamento cerca de la
universidad y me dijo que si tenía que mudarme, esa era la única
opción. Así que ahora tengo un apartamento no tan pequeño de dos
habitaciones, a cinco minutos de la universidad. Nada de compartir
un minúsculo dormitorio con una desconocida. Sin embargo, le eché
la bronca por eso. No admitiré que amo ese apartamento mucho más
que un dormitorio. Y si te despiertas y le dices que he dicho eso, te
golpearé en la cabeza y te volveré a dormir.
Gracias a Dios que ella no está en esos dormitorios. No puedo
creer que Zac tuviera que ser ostentoso y comprarle un apartamento.
La habría convencido de mudarse conmigo si no quisiera seguir
viviendo con Zac.

—Bray, despierta de una puta vez. Han pasado tres


semanas. —Es Zac; suena enfadado, lo cual no es nada nuevo. Estoy
acostumbrado a que esté enfadado conmigo.
—Bray, no puedo hacerlo todo sin ti. Tienes que despertar. Si
no es por mí, hazlo por Reilly entonces. Esa pobre chica no ha salido
de este hospital en semanas. No sale de tu habitación más de cinco
minutos seguidos. No puedes hacerle esto. No puedes hacerme esto,
imbécil. No puedes simplemente dormir mientras el resto de nosotros
estamos aquí sufriendo y preocupados.
Lo estoy intentando, joder. Quiero volver con Reilly. Quiero
tenerla en mis brazos más que cualquier otra cosa. Si tan solo
pudiera encontrar la manera. ¿Cómo diablos me despierto?

—Bray, me prometiste que eras material de tío. Estar dormido


no es ser un tío. Despierta. Tu sobrino necesita un tío que le enseñe
a luchar y a conquistar a todas las mujeres. Así es, dije sobrino,
descubrimos que era un niño. Aunque, si se parece a su padre, no
necesitará ayuda. Ese hombre es tan hábil. Las historias que podría
contarte. Y si no te despiertas pronto, podría empezar a derramar
mis tripas y torturarte con los horribles detalles de la vida sexual de
tu hermano y mía, la increíble y sangrienta vida sexual. Sé que
puedes oírme, Braydon Williamson. Despierta de una puta vez.
Joder, el embarazo ha puesto gruñona a Alyssa. ¿Dónde
diablos está Reilly? No puedo oler su fragancia. Todo lo que quiero es
a Reilly.

—Bray, me estoy desmoronando. No sé qué hacer.


Mmm, puedo oler esa fragancia afrutada. Reilly está aquí.
Aunque suena tan jodidamente perdida. ¿Cómo puedo asegurarle
que sigo aquí? No importa lo que haga, parece que no puedo salir de
esto, sea lo que sea.
—Dijiste que lucharías. Prometiste que nunca volvería a estar
sola. Bueno, me estoy sintiendo bastante sola ahora mismo, Bray.
Por favor, despierta. Haré lo que sea. ¿Quieres huir a Las Vegas y
casarte? Hagámoslo. Sólo despierta, por favor.
Por favor, Dios, déjame recordar eso cuando finalmente salga
de esta niebla. Permíteme mantener su promesa de matrimonio.
—Por favor —solloza. Oigo sus sollozos y no puedo hacer nada.
Por más que intento decirle a mi cuerpo que estoy listo para poner
en marcha este espectáculo, no pasa nada. La oscuridad se apodera
de mí una y otra vez.
CAPÍTULO 21
Reilly
Estoy viendo a los malditos doctores inútiles hacer sus
observaciones sobre Bray otra vez. Ha sido lo mismo, día tras día,
durante los últimos cincuenta y nueve días. No encuentran nada
malo en su cerebro; no saben por qué no se despierta.
Zac ha llamado a los mejores neurólogos que ha encontrado.
Ha traído doctores de todas partes. Todos ellos incapaces de darnos
ninguna respuesta. Aunque mi esperanza ha disminuido, no puedo
rendirme. Me hizo la promesa de luchar siempre por nosotros, así
que eso es lo que he decidido hacer. Luchar, por mí, por él, por
nosotros.
Me paso el día sentada a su lado, investigando a pacientes que
sufrieron comas. He probado todos los métodos que he encontrado
en Internet para despertar a pacientes en coma. He puesto sus
canciones favoritas. He reproducido vídeos de sus propios combates.
Incluso hice que su entrenador entrara y le gritara, ordenándole que
se despertara. Por mucho que él no quisiera hacerlo, yo no iba
aceptar un no por respuesta.
Pero no funcionó... nada funcionó. Me estoy quedando sin
ideas. No quiero rendirme, no puedo rendirme, pero realmente no sé
qué hacer. Zac y Ella también pasan horas aquí todos los días. Les
he dejado tener su propio tiempo con Bray.
Quería asegurarme de que yo fuera la persona a la que viera
cuando se despertara. Una vez me dijo que lo primero que quería ver
por las mañanas era mi rostro; lo segundo, mi amistosa vagina,
según sus palabras, porque era la mejor manera de empezar el día.
Yo le contesté que el café era la mejor manera de empezar el día.
Ojalá le hubiera dicho que eso no era cierto. Debería haberle dicho
que él era el mejor comienzo de cada día... el mejor final de cada día.
Ahora, tengo miedo de que cuando se despierte... si se
despierta... no, es cuando se despierte... me aterra que no sepa
quién soy. Sólo estuve en su vida unos meses. Quizá debería ver
primero a Zac o a Ella, son su familia. ¿Qué hago si no me recuerda?
Se enamoró de mí una vez, y fue cuando yo intentaba alejarlo.
Puedo hacer que se enamore de mí otra vez. Eso creo. Tal vez. Ojalá.
Sólo han pasado unos meses, pero ya no sé quién soy sin Bray.
En realidad, lo sé. Eso es una mentira. Sin Bray, volveré a ser
la chica cerrada y asustada que era antes. Volveré a estar rodeada de
gente pero sintiendo una soledad profunda. Volveré a ser la divertida
Reilly, que para los de afuera no tiene ninguna preocupación en el
mundo, mientras se muere silenciosamente por dentro.
Cada vez me siento más frustrada con los doctores. Van de un
lado a otro mirando esto y aquello, pero no pueden curarlo. Quiero
gritar y tirar cosas. Quiero pisar fuerte y hacer un berrinche, exigir
que lo despierten. Pero sé que no funcionará. Zac ya lo ha intentado.
Los escáneres de Bray muestran que su cerebro responde al oír
nuestras voces. Alyssa dice que deberíamos seguir tocándolo y
hablando con él, porque puede oír todo lo que decimos. Así que eso
es lo que he hecho. Le he contado todo, casi toda la historia de mi
vida.
No le he hablado de Dylan. Sabe que tuve un hermano. Sabe
que murió, obviamente; me ha estado llevando a la cárcel y al
cementerio el primer domingo de cada mes. Me llevaba, cuando
estaba despierto. Dos veces se inventó la excusa de que tenía que
visitar a su amigo, que estaba en la misma cárcel que papá.
Entonces me llevaba al cementerio, sin que yo se lo pidiera;
estacionaba y luego se apoyaba en el auto durante una hora
esperándome, mientras yo pasaba una hora hablando con Dylan.
Bray nunca se quejó por esperar tanto y nunca hizo preguntas
sobre mis visitas. No porque no le interesaran, sabía que quería
preguntar, sólo esperaba a que yo estuviera lista para hablar de eso.
Pero esa es la cuestión, no creía que alguna vez estaría preparada.
Tengo mucha rabia, tristeza y arrepentimiento por la muerte de
Dylan.
Espero a que los doctores y las enfermeras salgan de la
habitación, me subo a la cama y me acurruco contra Bray. No me
importa que el personal de enfermería me siga regañando. Es mi
novio; si quiero tumbarme en la cama con él, lo haré. Una enfermera
cometió el error de regañarme por hacerlo mientras Zac estaba en la
habitación. Bueno, digamos que esa enfermera se fue llorando.
Zac y yo nos hemos acercado más en los últimos dos meses. Se
ha mostrado más cariñoso y compasivo conmigo que nunca. Al
principio era un poco raro, porque nos encantaba odiarnos, aunque
en realidad nunca nos hemos odiado. Ahora me trata igual que a Ella
y a Alyssa. Me pregunta constantemente si necesito algo, hace que
me envíen comida al hospital. Holly incluso me dijo que había
intentado darle su tarjeta negra para que me comprara ropa,
artículos de aseo y cualquier otra tontería de mujer que necesitara.
Ella se rio de él y le dijo que no necesitábamos su dinero. Y no
lo necesitamos. Las dos tenemos un pequeño fondo fiduciario que
nuestro papá se aseguró de que recibiéramos cuando cumplimos
veintiún años. Alyssa y Sarah lo saben, pero no solemos darle
publicidad. Ni siquiera creo que Holly haya tocado el suyo. Pasé por
una fase en la que gastaba como si fuera Ariana Grande, luego
desperté y dejé de hacerlo.
Zac también ha seguido pagándome mi salario por el club,
aunque no he vuelto a poner un pie allí desde aquel día. Le he dicho
que no hace falta, que no me lo merezco. Me gruñe y me dice que me
lo va a pagar de todas formas y que no me moleste en discutir con él
porque no voy a ganar.
Cuando salgamos de este hospital, pienso devolverlo todo, de
alguna manera. Aunque tenga que retirarlo todo y echarle una bolsa
de dinero en el buzón, él recuperará ese dinero. Ahora no soy, ni
nunca he sido, un caso de caridad. Es sólo que aún no he tenido
energía para discutirlo.
Acurrucada al lado de Bray, abrazo la paz, todo menos los
pitidos de las máquinas. Todos se han ido hace un rato. Estos son
los momentos que más me gustan, poder acurrucarme junto a Bray.
Tocarlo, sentir que sigue aquí. Hablar con él y contarle todo lo que se
me ocurre.
El otro día le hablé de cuando Holly y yo teníamos trece años.
Había un niño, estábamos jugando a siete minutos en el cielo, y la
botella cayó sobre Holly. Se esperaba que ella se metiera en un
armario con el chico del que yo estaba muy enamorada. De ninguna
manera Holl besaría a un chico que me gustaba. Teníamos gustos
completamente diferentes en chicos. Además estaba todo el tema del
código de chicas hermanas. Fuimos al baño y nos cambiamos de
ropa, volvimos a salir y me metí en el armario con mi chico. Ese fue
mi primer beso, y fue absolutamente horrible.
Cuando se lo conté, juraría que sentí que movía la mano. Llamé
a la enfermera y me dijo que probablemente había sido un
movimiento involuntario. No lo creo. Hice que reaccionara, lo sé.
Últimamente siento cada vez más esos pequeños espasmos. No
pueden ser nada. No me lo creo.
Tomando una gran bocanada de aire, inhalo su colonia. La he
estado rociando en las almohadas, en él, en las mantas. Sólo para
rodearme de su aroma. Es extrañamente reconfortante.
—Bray, ya puedes despertarte. Todo el mundo se ha ido a casa
a pasar la noche, así que si querías echar un polvo, ahora es tu
oportunidad, cariño.
Agarro su mano. Juraría que se ha estremecido. A veces estoy
convencida de que lo deseo tanto que me lo estoy imaginando.
—No puedes dejarme aquí, Bray. Aún te deseo. Te necesito.
Necesito que despiertes. No puedes dejarme. Mi papá se fue. Dylan
se fue. No dejaré que me dejes. Sabes que nunca te dije esto, pero
cuando Dylan murió, pensé que nunca sentiría un dolor tan
profundo. Me equivoqué, porque esto, esto de aquí, duele, joder.
Duele que no estés cumpliendo tu parte del trato y luchando por
nosotros. Se supone que eres el luchador invicto, Bray. Bueno,
adivina qué, esto, sea lo que sea, está ganando y tú estás perdiendo.
Estoy perdiendo.
Me quito las lágrimas traidoras de las mejillas, respiro hondo y
cuento hasta cinco antes de continuar.
—¿Quieres saber de qué hablo con Dylan los domingos que voy
a visitarlo? Últimamente, de ti. Le cuento todo lo que me ha pasado
en la vida. Le hablo de Holly y de mis papás. La primera vez que me
llevaste allí, le pedí que me diera una señal de que era contigo con
quien debía arriesgarme. Que eras tú a quien debía abrir mi corazón.
Ese mismo día, durante la visita con mi papá, me dijo que te diera
una oportunidad, que le diera una oportunidad a la felicidad. Mi
papá nunca me había guiado mal antes, así que di un salto de fe.
Genial, ahora mis ojos van a estar rojos e hinchados otra vez.
Me doy la vuelta y tomo un pañuelo de la mesita antes de volver
acomodarme.
—No he ido a verlo, a ninguno de los dos, desde que duermes.
No me atrevo a irme de aquí, a dejarte. Si pudiera hablar con Dylan
ahora mismo, le diría que tengo el corazón destrozado... que por
mucho que quiera creer que te vas a despertar y vas a volver
conmigo, tengo tanto miedo de que no sea así. Maldita sea, Bray,
vuelve conmigo, por favor. No puedo más. Estoy cansada, es mi
turno de dormir. Necesitas despertarte. Me estoy ahogando ahora
mismo y ni siquiera lo sabes. Si no despiertas, Bray, si no vuelves a
mí, entonces es probable que haga algo egoísta, estúpido y te siga.
Porque vivir así, vivir sin ti, no es una opción para mí. No puedo
hacerlo. No soy tan fuerte.
El movimiento de la mano que sostengo hace que todo mi
cuerpo se congele. ¿Me lo he imaginado? Espero y espero. Un par de
minutos después, el movimiento vuelve aparecer. Sus dedos se
curvan, eso es más que un tic. Quiero levantar la vista, mirarlo a la
cara, ver si tiene los ojos abiertos. Haría cualquier cosa por poder
quedarme hipnotizada con esos ojos verdes.
—Rrh.
Levanto la cabeza al oír el ruido y salto de la cama.
—Gracias, Dios. Gracias. Gracias. Gracias.
Están ahí, los ojos, están abiertos. Me está mirando fijamente,
con los ojos muy abiertos.
—Bray, no te muevas. Déjame llamar a alguien.
Mierda, ¿qué hago? No sé qué se supone que debo hacer. Miro
alrededor de la habitación con pánico; sus dedos enrollados captan
mi atención. Sigo tomando su mano. La presión es ligera, como una
pluma. Pero es suficiente para hacerme saber que está ahí, y eso es
lo único que importa.
Bien, piensa, Reilly. El botón de llamada, pulso el botón de
llamada, una y otra y otra vez. Parece que la enfermera tarda horas
en aparecer por la puerta.
—¿Qué demonios...? —La enfermera se detiene, a mitad de
frase, a mitad de camino. Sólo tarda un minuto en recuperarse.
—Señor Williamson, me alegro de verlo despierto —dice
mientras se acerca tranquilamente a la cama y pulsa algunos
botones de las máquinas. Luego tome el teléfono e informa a
quienquiera que lo responde de que Bray está despierto.
—Le ha dado un buen susto a su esposa, Señor
Williamson —dice la enfermera dándome unas palmaditas en el
brazo. Se pone al otro lado de la cama. Bray sigue mirándome, con la
confusión brillando en sus ojos.
No se acuerda de mí. Lo único que puedo pensar es que no
tiene ni idea de quién soy. Acaba de despertarse en el hospital tras
dos meses en coma y la primera persona a la que ve es
prácticamente una desconocida. Se me humedecen los ojos. Siento la
presión de sus dedos, que intentan rodear los míos. Retiro mi mano
de la suya, miro a la enfermera y me disculpo.
—Umm, voy a salir al pasillo y llamar a su hermano. Debería
estar aquí —digo al salir. La enfermera me mira con simpatía. Vuelvo
a mirar a Bray. Está despierto. Sigue mirándome fijamente.
Cierro la puerta y me apoyo en ella para apartarme de un salto
cuando un montón de doctores bajan por el pasillo y entran en la
habitación. Debería estar allí. Al menos debería oír lo que pasa.
Primero tengo que llamar a Zac.
Contesta al primer timbre.
—Reilly, ¿qué pasa? Ya voy. —Oigo el crujido de las llaves.
—Zac, está despierto.
—¿Qué has dicho? —susurra.
—Bray, está despierto. Se acaba de despertar hace un par de
minutos. Deberías venir, Zac. Te va a necesitar.
—Voy para allá. Llegaré en quince minutos. ¿Están los doctores
con él?
—Sí, acaban de entrar. —No sé qué decir. No sé qué hacer. He
soñado con este momento durante dos meses, y ahora que ha
llegado, no sé qué debo hacer.
Hay una fuerte conmoción que viene de la habitación de Bray.
¿Qué demonios pasa? La enfermera asoma la cabeza.
—Señora Williamson, tiene que volver aquí, ahora.
Corro a la habitación y oigo cómo se descontrola la máquina
que está conectada a los latidos del corazón de Bray.
—¿Qué está pasando? —pregunto mientras me abro paso entre
los doctores para llegar al otro lado de la cama de Bray. El que no
está ocupado por enfermeras y doctores.
Agarro su mano con la mía y veo cómo gira la cabeza hacia mí.
Sus ojos se clavan en los míos. La máquina empieza a ralentizarse.
Los doctores se paran y me miran. Veo que todos me miran, pero no
me atrevo a romper el contacto visual con Bray.
—¿Qué ha pasado? —pregunto, sin apartar la mirada de Bray.
—Parece que el Señor Williamson ha tenido lo que podría ser
un ligero ataque de pánico. Empezó en cuanto usted salió de la
habitación.
Entrecierro los ojos. Bray nunca ha tenido miedo de nada. ¿Por
qué demonios iba a tener un ataque de pánico ahora?
CAPÍTULO 22
Bray
Está llorando. Noto cómo su cuerpo se agita entre sollozos. Me
habla de su hermano y me suplica que me despierte. Intento decirle
que estoy despierto. Mis ojos se abren parpadeando, adaptándose al
brillo de las luces sobre mí. Nunca había estado tan alerta y
consciente. No voy a dejar que la oscuridad me hunda.
Reilly me está diciendo lo destrozada que está, lo mucho que
necesita que me despierte. ¿Por qué no puedo despertar? Intento que
mi cuerpo mueva algo. Mis dedos, puedo sentirlos moverse
ligeramente. ¿Qué diablos me pasa? ¿Qué carajo pasó? Y, ¿por qué
mierda está Reilly sollozando ahora mismo?
Debería poder consolarla. Odio que esté alterada y no pueda
hacer nada para ayudarla. Es mi trabajo ayudarla, ser su hombro
para llorar. Le prometí que iba a ser el mejor puto novio que jamás
hubiera existido y ahora mismo le estoy fallando.
Pongo todo mi empeño en que mis dedos se muevan; se curvan
lo más mínimo y noto que su cuerpo se pone rígido. Levanta la vista,
nena, levanta la vista y verás que estoy aquí. Estoy despierto. Me
dijiste que despertara y te hice caso. Levanta la vista de una puta vez.
Mi cerebro le está diciendo a mi boca que hable. Puedo sentir
las palabras en la punta de mi lengua, pero no consigo nada. ¿Qué
mierda pasa? Quiero gritar. Quiero golpear algo, lo que sea. Reilly,
todo lo que quiero decir es Reilly. ¿Por qué carajo no puedo decir el
nombre que tanto amo?
Tras unos minutos intentándolo, por fin hago un ruido. No lo
llamaría hablar, pero es ruido y llama su atención. Como un rayo,
salta de la cama y mira hacia mí. Sus ojos se abren ampliamente y
empieza a hablar, pero no consigo entender lo que dice. Va
demasiado rápido.
Tiene pánico. Enrosco los dedos. Intento con todas mis fuerzas
apretar su mano. Vuelve a mirarme y parece calmarse. Se acerca y
presiona algo detrás de mi cabeza. Me quedo mirándola. Es tan
jodidamente hermosa, ¿por qué no iba a mirarla? No está tan
radiante como la recordaba; está más delgada, más pálida. Tiene
ojeras, ojos rojos e hinchados porque ha estado llorando.
Mis pensamientos se interrumpen cuando alguien irrumpe en
la habitación.
—Qué demonios... —Quienquiera que sea, se detiene un
segundo. No tarda más de un minuto en recomponerse.
—Señor Williamson, me alegro de verlo despierto. —Me mira
detenidamente.
Observo a Reilly mientras la que debe ser una enfermera toma
el teléfono. La enfermera cuelga y le da unas palmaditas en el brazo.
—Le ha dado un buen susto a su esposa, Señor
Williamson —me dice y mira a Reilly.
Señora Williamson, ¿quién carajo es la Señora Williamson?
Seguro que si me casara con Reilly eso no sería algo que olvidaría.
Desde luego, no me opondría a estar casado con ella. De hecho, si ya
estuviéramos casados, haría que se casara conmigo otra vez para
poder recordar esa mierda. ¿Qué más estoy olvidando si no recuerdo
un acontecimiento tan importante como ese?
Reilly todavía parece triste. ¿Por qué sigue tan triste? Se excusa
con la enfermera y dice algo sobre llamar a mi hermano. Zac, ¿dónde
está? ¿Cuánto tiempo llevo dormido? Reilly empieza a salir de la
habitación. La observo todo el camino. En cuanto cierra la puerta y
ya no puedo verla, me invade el pánico. Necesito que vuelva. Necesito
que esté aquí. No puedo ni siquiera moverme. ¿Por qué se fue? ¿Va a
volver?
La puerta se abre y estoy a punto de respirar aliviado de que
haya vuelto. No es ella, es un montón de bastardo que no conozco.
¿Por qué me dejaría aquí con toda esta gente? El pitido empieza a
hacerse más fuerte y rápido. Siento que los latidos de mi corazón
coinciden con los sonidos de la máquina. No quiero estar aquí.
Sácame de aquí, joder.
Reilly vuelve corriendo a la habitación; se abre paso entre la
gente. Gente a la que catalogo para darles una patada en el culo por
impedirle el paso a mi chica. Si pudiera salir de esta cama, no se
interpondrían en su maldito camino.
Cuando llega a mi lado, toma mi mano. Tengo que girar la
cabeza en la otra dirección, que, por algún pequeño milagro, gira
ligeramente y mis ojos se centran de nuevo en los suyos. No me
atrevo a perder ese contacto visual. No quiero que vuelva a
marcharse. Siento que mi corazón empieza a calmarse. Es porque
ella está aquí; es mi calma, mi persona. Joder, necesito que se quede
aquí.
Escucho cómo los doctores le hablan de mí. Me hacen un
montón de pruebas. Uno de los bastardos me acerca una puta
linterna a los ojos y quiere que siga sus movimientos como si fuera a
dejar de mirar a Reilly. Cuando no muevo los ojos, el ceño de Reilly
se frunce.
—Bray, tienes que escuchar. Tienes que intentarlo, por favor.
Haz lo que dicen los doctores. Puedes hacerlo. Sigue la luz con los
ojos, Bray. —Su voz se vuelve decidida, incluso exigente. No quiero
dejar de mirarla, pero tampoco quiero decepcionarla más de lo que lo
he hecho.
Sigo la luz. Por mucho que me duela, por mucho que me dé
vueltas la cabeza como la resaca de todas las putas resacas, intento
hacerlo. Justo cuando el doctor está encendiendo la luz otra vez, la
puerta se abre de golpe y entra Zac en su auténtica forma. Exigente,
arrogante y jodidamente imbécil. No me gustaría que fuera de otra
manera. Sonrío, o al menos eso creo. Reilly jadea.
—Ha sonreído. Eso es bueno, ¿verdad? —pregunta a los
doctores.
—Es muy buena señal, Señora Williamson —dice el doctor.
Ahí está otra vez, Señora Williamson. Si todo el mundo la llama
así, seguro que me he casado con ella. Ese pensamiento me hace
sonreír. La miro, ignorando el alboroto que está causando Zac con su
millón de preguntas al doctor.
La emoción que veo brillar en sus ojos cuando consigo sonreírle
me da una profunda sensación de calma, de que todo va a salir bien.
Que vamos a estar bien. Sólo tengo que averiguar qué diablos me
pasa y conseguir que mi cuerpo haga lo que se supone que tiene que
hacer.
—¿Por qué diablos no habla? —Zac le gruñe al doctor. Me giro
para mirar, intentando concentrarme en lo que están hablando.
Quizá alguien pueda decirme qué carajo está pasando.
—Acaba de despertar de un coma de dos meses, Señor
Williamson. Estas cosas llevan tiempo. Ha mostrado respuestas
positivas a todas las pruebas hasta ahora. Tenemos que llevarlo a
que le hagan otra resonancia, pero de momento todo tiene buen
aspecto. —El doctor habla directamente con Zac, como si yo no
estuviera en la maldita habitación.
Reilly debe de notar mi estado de agitación, aunque no estoy
seguro de porque en este momento no puedo moverme ni decir nada,
joder. Me aprieta la mano y vuelvo a dirigirle la mirada.
—Bray, ¿te acuerdas de mí? ¿Sabes quién soy? —me pregunta
en voz muy baja, casi un susurro.
Capto el murmullo de su voz; puedo sentir el miedo que
desprende, el temblor de sus manos. ¿Por qué diablos cree que no la
recuerdo? Nadie la olvidaría.
—Bray, no hables, ¿bien? Parpadea una vez para decir sí y dos
para decir no —me dice.
Parpadeo una vez y la miro fijamente a los ojos. Exhala un
suspiro de alivio.
—Gracias a Dios. Por un momento pensé que habías olvidado
lo increíble que soy. —Me sonríe.
Lo único que quiero es tirar de ella y besarla ahora mismo, pero
no puedo. No puedo hacer nada. Tengo tantas ganas de probar esos
labios. Los miro fijamente, tan jodidamente carnosos y deliciosos.
Reilly se ríe; probablemente sea muy cursi, pero ahora mismo es el
sonido más bonito y acogedor.
Se inclina despacio, coloca la cabeza junto a la mía y me
susurra al oído:
—Aunque acabas de despertarte y puede que no seas capaz de
hablar con palabras, puedo ver lo que estás pensando ahora mismo.
Esos pensamientos no deberían estar presente en una habitación
llena de doctores, por no hablar de tu hermano. —Coloca
suavemente sus labios sobre los míos.
Estoy en el cielo. Solo necesito que mantenga esos labios sobre
los míos. No lo hace; se retira después de darme un sueve beso,
como si tuviera miedo de romperme o algo así.
Quiero más. Necesito más. Reilly se ríe y sacude la cabeza.
—Rey... —Consigo emitir algunos sonidos. Casi acabo de decir
su nombre entero. Toda la habitación se queda en silencio, todos los
ojos puestos en mí. Sólo miro a un par de ojos, los que pertenecen a
la otra mitad de mi alma. Sus ojos empiezan a brillar. Joder, he
vuelto a hacerla llorar.
—Bray, gracias, joder. Sabía que volverías con nosotros. Sabía
que te despertarías —dice Zac mientras se inclina hacia mi oído.
—No vuelvas a asustarme así, maldito imbécil —dice en voz no
tan baja. Se endereza, me agarra de la muñeca y me aprieta—. Creo
que esta vez me has salido canas de verdad, Braydon. Te voy a
mandar todos los gastos futuros de tinte de cabello porque no me
saldrán canas antes de los cincuenta.
Pongo los ojos en blanco. Lleva diciéndome que le sacaré canas
desde que tenía dieciséis años. Por suerte para nosotros, fuimos
bendecidos con buenos genes para el cabello. Mi papá tenía unos
cincuenta años cuando murió, y apenas empezaba a mostrar signos
de canas.
—Za... —Intento hablar de nuevo. Sé lo que tengo que decir. Mi
cerebro funciona jodidamente bien. ¿Por qué mierda no lo hace mi
boca? Siento la garganta seca, como el desierto del Sahara. Agua,
agua me vendría jodidamente bien ahora mismo.
—Bray, no intentes hablar todavía. No pasa nada, hombre.
Confía en mí, podemos esperar —dice Zac.
—Ag... u... a. —Creo que logro pronunciar toda la maldita
palabra.
—Agua, necesita agua... claro que necesita agua. ¿Por qué no
pensé en eso? Puede tener agua, ¿verdad? —Reilly me suelta la
mano, haciendo que mis ojos la busquen. ¿Adónde va? Necesito que
se quede aquí. Sigo sus movimientos; se acerca a la mesa, donde hay
una jarra y un vaso.
—Puede beber un par de sorbos pequeños, si bebe demasiado
se pondrá enfermo. Sorbos muy pequeños —responde uno de los
doctores.
No aparto la vista de Reilly, veo cómo sirve un vaso de agua,
coloca una pajita y me la trae. Me acerca la pajita a los labios.
Intento seguir las indicaciones del doctor y sólo bebo un sorbo. Ese
pequeño sorbo de agua me sienta como el puto cielo. Reilly me quita
el vaso antes de que pueda beber más. Lo deja sobre la mesita junto
a la cama.
—¿Qué...? —Quiero preguntar qué ha pasado. Me toma la
mano otra vez y siento que me relajo con su tacto. Giro los ojos para
mirar a Zac, que observa a Reilly con un extraño cariño. ¿Cuánto
tiempo he estado dormido? ¿Me he despertado en la dimensión
desconocida? A Zac no le gusta nadie más que Alyssa y Ella. Apenas
me tolera la mayoría de los días.
Busco respuestas en sus ojos. Suelo ser bastante bueno
leyéndolo, igual que él lo es conmigo. Intento preguntarle de nuevo
qué diablos ha pasado.
—¿Qué...? —Al final consigo pronunciar una sola palabra. Esta
mierda es muy frustrante. Oigo cómo aumentan los pitidos de los
monitores. Siento que me excito. Estoy acostumbrado a esa
sensación. Normalmente la disfruto, la uso como desahogo cuando
entreno o lucho. Pero ahora no puedo hacer ninguna de esas cosas.
No puedo moverme.
—Bray, te dispararon. ¿Te acuerdas? —Zac pregunta.
¿Me dispararon? ¿Qué bastardo me ha disparado? Uno que
pronto estará muerto, cuando pueda salir de esta cama. No recuerdo
que me dispararan. Puedo recordar volar a casa desde Hawaii.
Recuerdo dormir en casa de Reilly y despertarme con el desayuno de
su madre. Después de eso, estoy en blanco.
—N... n... o —respondo.
—Te dispararon en el abdomen. Ni de lejos en la puta cabeza.
Sin embargo, has estado en coma durante cincuenta y nueve días.
Cincuenta y nueve días, imbécil —gruñe Zac. Joder, ¿he estado
inconsciente cincuenta y nueve días? No me extraña que Reilly
estuviera sollozando cuando volví en mí. ¿Ha estado esperando aquí
todo ese tiempo? ¿Por qué nadie se ocupó de ella? ¿Ayudarla?
Pensar en ella sentada junto a mi cama, día tras día, me
enfurece y a la vez me hace muy feliz de que sea mía. Es la chica
más leal que jamás conoceré, y es jodidamente mía.
CAPÍTULO 23
Reilly
Viene a casa hoy. De hecho, hoy me llevo a Bray a casa. Siento
que he estado esperando este día desde siempre. Sin embargo, por
Bray, probablemente esperaría el resto de mi vida. Si tuviera que
pasarme la vida viviendo en un hospital para estar con él, que así
sea, lo haría. No puedo estar sin él. Ese hecho ha quedado
abominablemente claro.
Estuve tan cerca de perderlo. Nunca he dado por sentados a
mis seres queridos. Ya sabía que me los podían arrebatar en un abrir
y cerrar de ojos. Es la misma razón por la que alejé tanto a Bray al
principio, por la que no quería involucrarme con él. Sabía que si me
permitía amarlo, lo amaría de verdad. Lo que también significaba
que me quedaría hecha pedazos cuando lo perdiera.
Las últimas seis semanas han sido agotadoras, desgarradoras,
una montaña rusa emocional. Bray se ha sometido a una intensa
fisioterapia para poder volver aprenderlo todo. Ha sido duro verlo
esforzarse día tras día para hacer las tareas más básicas, como
andar, vestirse o comer. Pero todo ha valido la pena. Ahora puede
andar sin ayuda; todavía a un ritmo más lento y a veces inestable,
pero camina. Después de dos semanas volvió a hablar con
normalidad.
La primera frase completa que pronunció fue para decirme que
me amaba. Después de llorar descontroladamente, porque
sinceramente nunca pensé que volvería a oír esas palabras, le dije lo
mucho que amaba su culo y le pedí que se casara conmigo. No
obtuve la reacción que hubiera esperado.
—Te amo —dijo Bray... la frase completa... sin pausas ni
interrupciones. Me dijo que me amaba sin rodeos. Siento que se me
llenan los ojos de lágrimas. Ni siquiera intento detenerlas, las dejo
caer. Que Bray me diga que me ama es algo que pensé que nunca
volvería a oír.
Cuando vuelvo a serenarme, le digo:
—Te amo tanto que duele. Te amo más de lo que creía que podía
amar a alguien. Tú me completas, Bray. Siempre pensé que Holly era
mi otra mitad, pero parece que tengo otra, y eres tú. Eres la otra mitad
de mi alma. En cuanto salgamos de aquí, quiero que subas a un avión
conmigo y nos casemos.
Las cejas de Bray se arquean, sus ojos brillan con lágrimas no
derramadas.
—Ya... hecho. —Señala entre los dos—. ¿Casado? —pregunta.
Mientras intento descifrarlo, me señala y dice— Señora. —Luego
vuelve a hacer una pausa antes de que le salgan las palabras—.
Llaman señora —dice mientras señala la puerta.
Cree que ya estamos casados porque todos los doctores y
enfermeras me llaman Señora Williamson. Nunca se me había ocurrido
corregirles. Me gustaba que me llamaran Señora Williamson, así que
dejé que continuara tanto tiempo que olvidé por qué había empezado.
—Espera, ¿crees que ya estamos casados? ¿Recuerdas haberte
casado, Braydon? —Espero su respuesta. A lo que él niega con la
cabeza.
—No, ya sabes por qué, en realidad no lo hemos hecho. Créeme,
el día que te cases conmigo, no lo vas a olvidar. Soy todo un maldito
partido. —Me rio.
Las cejas de Bray se alzan interrogantes. En las últimas dos
semanas me he vuelto muy buena leyendo sus gestos y adivinando lo
que necesita o quiere. Ahora mismo, quiere más información.
—Bien. Cuando te trajeron por primera vez, el doctor me
preguntó si yo era tu familia. Zac estaba allí y, sin inmutarse, le dijo
que yo era tu esposa. Dejé que la mentirita continuara todo este
tiempo.
Observo cómo se ilumina el rostro de Bray; su sonrisa es una
visión acogedora que quiero pasar el resto de mi vida recibiendo.
Durante las cuatro semanas siguientes, a medida que Bray
mejoraba el habla, pasamos noches planeando nuestra vida juntos.
Hablábamos sin parar de lo que queríamos. Bray quería ocho hijos.
Yo lo veté de inmediato y dije que tal vez dos, y definitivamente no
más de tres. Su respuesta fue:
—Nena, los chicos de Junior son unos campeones; te van a
dejar embarazada antes de que puedas pestañear. Nadarán hasta ti
y te reventarán los ovarios.
No me molesté en discutir, pero en mi cabeza, me estaba
recordando a mí misma que debía pedir cita con un doctor para el
control de la natalidad, lo antes posible. Había dejado que el mío
caducara en los últimos meses. No es que Junior fuera acercarse a
mis óvulos, no es que Bray no intentara persuadirme. La cantidad de
veces que me dijo que cerrara la puerta y me subiera... sí, no tardó
mucho en poder decir esas palabras... me negué. De ninguna
manera iba a hacer nada que pusiera en peligro su recuperación. Lo
máximo que consiguió, porque me sentí mal por Junior, fue mi mano
y mi boca. Aunque, no voy a mentir, era diferente sin sentir el metal
de su Príncipe Alberto. Los doctores se lo quitaron el día que lo
trajeron.
Le dije lo mucho que iba a echar de menos aquella cosa; me
prometió que iba a concertar una cita con el perforador para
recuperarlo. En silencio, di gracias a los dioses. Porque ese diminuto
trozo de metal produce un placer increíble. Un placer como nunca
antes había sentido. No es que el Junior de Bray no sea
impresionante sin él, porque lo es.
Observo a Bray mientras se viste. Estamos esperando a que
Zac venga a recogernos. Los dos estamos impacientes por salir de
aquí e irnos a casa. No se lo he dicho a Bray, ni siquiera se lo he
preguntado, simplemente me he tomado la libertad de mudarme a su
casa. Supuse que me había pedido que me mudara con él suficientes
veces antes del incidente, que la oferta seguiría en pie.
Hice que Holly arreglara el traslado de mis cosas. Mi madre
lloró. Ha sido increíble durante todo este proceso, ha pasado muchas
horas sentada en el hospital con nosotros. Cuando Bray despertó, se
aseguró de visitarnos cada dos días con golosinas horneadas para él.
No me permitía comer ninguna.
Me duele ver el esfuerzo que le cuesta vestirse solo, hacer algo
tan sencillo como subirse el chándal y ponerse una camiseta por la
cabeza. Quiero ayudarlo, tengo ganas de ayudarlo, pero está decidido
a hacerlo todo él solo. Nunca he tenido tan claro que es un luchador
como viéndolo recuperarse. Ha sido capaz de superar el dolor, la
frustración y la fatiga como nunca antes lo había visto.
Admiro sus agallas y su determinación. Admiro lo mucho que
luchó para poder conseguir las cosas sencillas que la mayoría da por
sentadas. Nunca se rindió; llevó su cuerpo más allá de los límites,
hasta el punto de que incluso los doctores se asombraron de la
rapidez de su recuperación física. No voy a mentir, mientras está de
pie ante mí con solo un chándal gris, sin camiseta, sin zapatos, estoy
un poco disfrutando de la lentitud con la que se pone esa camiseta.
Mis ojos recorren su cuerpo de arriba abajo. Ha perdido
bastante masa muscular, pero sigue tonificado y definido como el
demonio. Las cosas que me gustaría hacerle a ese cuerpo. Me lamo
los labios secos recordando las cosas que ya he hecho con ese
cuerpo. Me pierdo en mis pensamientos hasta que Bray rompe mi
ensoñación, mi muy agradable ensoñación.
—Nena, a menos que quieras que te incline sobre esta cama y
te folle sin sentido ahora mismo, tienes que dejar de mirarme como
si acabaras de ver un vaso enorme de agua en el desierto. —Termina
su comentario con esa sonrisa burlona, la que sabe que hace que se
me mojen las malditas bragas solo de verla.
Miro el reloj, como si estuviera considerando su oferta. Por
mucho que quiera, es imposible que eso ocurra aquí. En esta
habitación de hospital.
—Por muy atractiva que sea esa oferta, tu hermano debería
llegar en cualquier momento. —Me encojo de hombros con un
movimiento demasiado brusco.
—Cerraré la puerta y que espere, joder —ofrece Bray, justo
cuando dicho hermano entra por esa puerta.
—¿Quién puede esperar? ¿Están listos para volar este lugar o
qué? —pregunta.
—Estoy lista, muy lista —le digo, mientras me levanto y lo
saludo con un abrazo. Sí, parece que eso pasa ahora. Zac y yo,
¿amigos? Quién lo hubiera dicho—. Gracias por recogernos.
—Lo hago por ti; ese imbécil nos hizo esperar cincuenta y
nueve putos días. Sería justo que lo hiciéramos esperar para llevarlo
a casa.
Zac le recuerda a Bray tan a menudo que durmió durante
cincuenta y nueve días. Nos torturó durante cincuenta y nueve días.
No es que tuviera ningún control sobre eso, Zac lo sabe, pero he
aprendido que así es como se comunican entre ellos.
—Saben, todavía no estoy seguro si estoy de acuerdo con esta
nueva amistad entre los dos. No es justo hacer equipo contra los
heridos. ¿Qué pasó con lo de apoyar al desvalido? —Bray dice.
—Acéptalo. Reilly es mi nueva hermana, así que si la vuelves a
joder y tengo que ver cómo se rompe su corazón, otra vez, te voy a
patear el puto culo —dice Zac, con un tono muy serio en su voz.
—Te dejaría patearme el culo. Pero no pienso volver a joderla.
Nos vamos a casar, vamos a tener ocho bebés y vamos a envejecer y
encanecer juntos. —Bray se acerca y me rodea con un brazo.
—Dos. Dos bebés —corrijo.
—Eso sigo oyendo. —Zac pone los ojos en blanco. Es verdad,
Bray menciona el hecho de que nos vamos a casar y a tener hijos
siempre que puede.
Incluso tiene a todas las enfermeras embobadas. Lo que me
lleva de nuevo a la camiseta. No hay manera de que salga por ahí
con solo un chándal gris. Seguro que acabaría teniendo que sacarle
los ojos a arañazos.
Me acerco a la cama donde ha dejado la camiseta y la tomo. No
me molesto en dársela. Se la pongo por la cabeza y dejo que él haga
el resto. Una vez que tiene la camiseta puesta, no es mejor. Sigue
pareciendo sexo con patas. Maldita sea, necesito echar un polvo.
Pronto. Mientras lo miro de arriba abajo, siento que me excito cada
vez más.
—Reilly —gruñe Bray, sacándome de mis sucios pensamientos,
otra vez. Tiene que dejar de interrumpir mis pensamientos.
—Bien, si han terminado de follarse con los ojos, vámonos de
aquí. —Zac toma las dos bolsas que hay junto a la puerta y sale de la
habitación.
Tomo a Bray de la mano y salgo con él. Abandono este lúgubre
y frío lugar para adentrarnos en nuestro futuro. Una vez me hizo la
promesa de que siempre lucharía por nosotros, porque valía la pena
luchar por nosotros. Cumplió esa promesa. Ha luchado día tras día
para volver a ser quien una vez fue, para poder darnos el futuro que
ambos queremos y soñamos tan desesperadamente.
EPÍLOGO
Bray
Seis Meses Después.
Me quedo sin palabras cuando Reilly sale del baño con un
corsé y tanga blanca de encaje, con medias hasta los muslos. Es
jodidamente perfecta de pie, apoyada en el marco de la puerta
mientras espera a que yo diga algo, a que le dé instrucciones. No he
terminado de admirar a mi esposa, así que puede esperar un poco
más.
Mi esposa, esa diosa de ahí es mi puta esposa. Quiero subir
corriendo a lo alto de este rascacielos de Las Vegas y gritarlo para
que todos lo oigan. Yo, Bray Williamson, le puse un anillo y la
atrapé.
Han sido seis meses duros. Mi recuperación parece haber
tomado su tiempo. Aunque los doctores dicen que he hecho grandes
progresos y que me he recuperado más rápido que alguien que
hayan visto, siento que ha llevado más tiempo del necesario. Lo más
duro de este lío es no poder luchar. Intenté que todo el mundo
estuviera de acuerdo en que volviera a subir al ring. Tenía un
entrenador en casa cada dos días repasando rutinas y
entrenamientos.
Todos los doctores estaban en contra, pero son doctores, se
supone que tienen que estar en contra de cosas así. Lo que me hizo
despertar, lo que me hizo darme cuenta de que la vida es mucho más
que luchar, fue Reilly. La mirada de sorpresa y horror que cruzaba
su rostro cada vez que mencionaba volver a la jaula.
Nunca antes había estado a favor de que yo luchara, pero
tampoco antes había puesto cara de haber matado a su gato
mientras discutíamos.
Cuando le pregunté por qué parecía tan aterrorizada, su
respuesta fue:
—Me pasé dos meses sentada junto a tu cama esperando a que
despertaras. Me pasé dos meses rezando a un Dios del que ya ni
siquiera sabía si existía. Pasé dos meses pensando que había perdido
lo mejor que me había pasado en la vida. No quiero volver a
experimentar ese tipo de dolor. No te detendré, no te pediré que no
luches, eso tiene que ser completamente tu propia decisión. Decidas
lo que decidas, seguiré siendo tu mayor animadora.
Me quedé tan boquiabierta entonces como ahora. Después de
repetir sus palabras durante dos semanas, decidí no volver a la
jaula. Pensé que me sentiría perdido al pensar que no volvería a
luchar. Lo que sentí fue que me quitaba un peso de encima. Sigo
sintiéndome inquieto, el cuerpo me pica de energía y a veces necesito
moverme. Cuando esto ocurre, o busco a Reilly para expulsar la
energía junto, o voy al gimnasio y me doy un entrenamiento
agotador.
En los últimos seis meses, he conseguido recuperar toda la
pérdida muscular que se produjo tras el tiroteo. Ha sido un proceso
largo y lento, pero por fin me siento como antes. Fue una jodida
tortura esos primeros meses, no poder levantarme y andar, hacer
cosas normales y mundanas como colocarme la jodida ropa. Si no
hubiera sido por Reilly y Zac, que estuvieron constantemente a mi
lado durante la recuperación, probablemente me habría vuelto loco o
me habría rendido por completo.
—Ahh, Bray, ¿vas a quedarte ahí sentado mirando toda la
noche? —La voz de Reilly me saca de mis pensamientos.
—Bueno, cuando la vista es tan buena, ¿por qué
demonios no? —Le pregunto.
—Para empezar, es nuestra noche de bodas, y sólo tienes una
oportunidad de hacer una noche de bodas memorable. Dos, estos
zapatos, por muy sexys que parezcan, realmente no son cómodos y
no puedo estar aquí de pie toda la noche. —Pisa fuerte con uno de
esos ridículos tacones de aguja.
No hago ningún esfuerzo por moverme. Permanezco sentado en
el borde de la cama. Empecé a quitarme la ropa mientras Reilly
estaba en el baño. Me quedé sólo con los pantalones cuando abrió la
puerta y tuve que sentar el culo antes de caer a sus pies. Me dejó sin
aliento.
—¿Te duelen los pies, nena? —le pregunto, observando cómo
asiente.
—¿Qué clase de esposo sería si dejara que a mi esposa le
dolieran los pies en nuestra primera noche de casados? No muy
bueno, y pienso ser el mejor esposo que jamás haya existido. No sé si
te has dado cuenta, pero soy un jodido gran esposo. Es como si te
hubiera tocado la lotería de los esposos cuando diste el sí acepto esta
noche.
Reilly se ríe.
—Quiero discrepar y reventar un poco ese ego tuyo, pero no
nos mentimos el uno al otro, así que no discreparé. Me ha tocado la
lotería de los esposos.
Mientras la asimilo, recuerdo el momento en que dio el sí
acepto, esta misma noche en una capilla de Las Vegas. Acabamos
huyendo a Las Vegas para casarnos. Sin embargo, dejamos que
nuestra familia nos acompañara. También cambiamos las cosas. Yo
no era tan estúpido como Zac. Sabía que Reilly no tenía a su papá
para llevarla al altar. Cuando le pregunté qué quería hacer, porque
no iba a dejar que caminara sola, se le saltaron las lágrimas y me
dijo que nadie podía sustituir a su papá.
Entonces decidió que caminaríamos juntos, que era nuestra
boda y que podíamos poner las reglas. La idea de caminar juntos
hacia el altar como iguales, como compañeros, fue jodidamente
brillante. Mi chica es una maldita genio. Así que eso hicimos... nos
encontramos al final del pasillo y caminamos tomados de la mano.
Después de pasar cinco minutos tratando de convencerla de que se
escabullera a un armario conmigo primero.
Me dijo que esperara, alguna mierda sobre la gratificación
retardada. Así que ahora voy a hacerla esperar. Primero, tengo que
ocuparme de sus pies doloridos, porque no hay forma de que se quite
esos zapatos hasta después de que hayan pasado horas clavándose
en mi espalda.
—Arrodíllate —le digo, sin dejar lugar a discusión—. Justo
donde estás ahora, arrodíllate.
Reilly me fulmina con la mirada; esto no es lo que quería.
Lástima que no sea ella quien dirige este espectáculo. Después de un
minuto de miradas, cede. Siguiendo mis instrucciones, se arrodilla y
se sienta sobre los talones. No se me escapa el ligero escalofrío que le
recorre el cuerpo.
—Pon las manos sobre las rodillas.
Espero a que siga las instrucciones. En silencio, coloca las
manos sobre las rodillas, con las palmas hacia abajo.
—Separa las piernas, hasta donde puedas. Quiero ver ese
bonito coño que tengo.
Reilly se lame los labios mientras separa lentamente las
piernas. Es tan sensible a que le den órdenes en el dormitorio.
Intenta decirle que haga algo fuera del dormitorio y obtengo una
reacción completamente diferente. Su diminuta tanga no la cubre en
absoluto. Es básicamente transparente con lo mojada que está.
Inhalando, puedo oler su excitación desde aquí. Puedo ver su
coño goteando para mí; es como un faro, una sirena llamándome
para que lo acaricie. Y pienso hacerlo. Inclino la cabeza hacia un
lado y la miro. Aún no puedo creer que sea mía. Necesito guardar
esta escena en mis recuerdos. No quiero olvidar nunca este
momento.
—Espero que no contaras con una noche de lento y apasionado
amor, nena, porque pienso follarte tan fuerte que mañana no podrás
andar erguida.
—Bueno, ¿y qué esperas?
—Gratificación retardada, nena. Lo bueno se hace
esperar. —Repito sus propias palabras.
Reilly me gruñe.
—Bray, no me hagas esperar, por favor.
Joder, usa ese “por favor” como una puta arma. Sabe que
nunca podré negarle nada cuando usa ese “por favor”. Me levanto de
la cama, me acerco a ella despacio y una pequeña sonrisa se dibuja
en su rostro. Cree que ha ganado. Pero no sabe que pienso jugar con
ella todo el tiempo que pueda. No quiero que esta noche termine
nunca.
Agarrándola con mi mano alrededor de su garganta, inclino su
cabeza hacia atrás. Acerco mi rostro al suyo y rozo suavemente sus
labios hasta llegar a su oreja. Mientras le paso los dedos de la otra
mano por encima del pecho, le susurro:
—Espero que estés cómoda, nena. Esta noche no pienso
comerme el postre deprisa. Voy a tomarme mi tiempo, a saborear la
dulzura que sé que me espera. Voy a sorber los fluidos como si fuera
mi última comida y a saborearlo.
Reilly gime; va a cerrar las piernas. Sé que se muere por sentir
algo de fricción en sus entrañas. Apretando más fuerte su cuello, le
gruño:
—No te atrevas a cerrar esas putas piernas, Reilly.
Con un gruñido, las vuelve a abrir. Con la mano aún alrededor
de su cuello, la mantengo quieta mientras mis labios atacan su
cuello antes de descender hasta la parte superior de sus pechos.
Este corsé me estorba. No puedo llegar a esos deliciosos pezones
rosados que tanto deseo. Me levanto, me dirijo a la mesa del comedor
y tomo un cuchillo de carne.
Reilly ni siquiera se inmuta cuando vuelvo con el cuchillo y le
paso la punta por la piel del cuello y el pecho. Joder, confía mucho
en mí. Separo la tela del corsé de su piel para no herirla y corto justo
por la mitad. Sus pechos rebotan al liberarse de sus ataduras.
No pierdo el tiempo y pongo mi boca y mis manos en esos
pezones rosados, colocándome entre sus piernas para impedir que
pueda cerrarlas. Me tomo mi tiempo chupando y mordiendo cada
pezón. Reilly es un desastre retorciéndose cuando me levanto un
poco. Sus gemidos llenan la habitación, mientras intenta apartarme
un momento para acercarme al siguiente, sujetándome la cabeza y
tirándome del cabello.
Beso su vientre antes de girar y apoyar la cabeza en el suelo,
entre sus piernas abiertas. Levanto los brazos, la agarro por las
caderas y la coloco justo donde quiero, con su coño sobre mi rostro.
Rasgo el pequeño trozo de encaje que intenta cubrirla y deslizo
lentamente la lengua por sus pliegues, de arriba abajo.
Cae hacia adelante en cuanto mi lengua toca su clítoris, y sus
manos se posan en la parte superior de mis muslos. No tarda mucho
en subir con las mismas manos, desabrocharme los pantalones y
liberar a Junior. Mientras ella sube y baja lentamente su mano por
mi polla, yo continúo mi lento ataque a su coño.
En el momento en que su lengua lame la ranura de mi punta,
girando alrededor de mi piercing, casi pierdo el control. Joder, se
siente muy bien. No voy a perder en el primer asalto. Deslizo la
lengua hasta su agujero fruncido, lo lamo y giro a su alrededor. Sé
que esto la vuelve loca. Empieza a sacudirse contra mi rostro,
intentando molerme, y tengo que sujetar sus caderas para
mantenerla quieta. Sin duda, mañana tendrá mis huellas por todas
esas caderas.
Deslizo lentamente dos dedos dentro y fuera de su coño
mientras lamo su agujero trasero. Está tan jodidamente cerca que
casi se ha olvidado de Junior mientras sus intentos de mantenerse
concentrada en su tarea son débiles. Me encanta verla desmoronarse
y ser el único que la hace ver las putas estrellas.
Aumentando la velocidad, le meto los dedos cada vez más
fuerte, mientras aplasto la lengua en su agujero. Ella aprieta contra
mí, gritando mi nombre mientras se deshace antes de caer encima.
Después de unos minutos, Reilly se desliza sobre mí y cae al suelo.
Decidiendo que ya le he dado suficiente tiempo para
recuperarse, me levanto, la tomo y la tiro sobre la cama. Chilla al
aterrizar en medio de la cama. Me quito los pantalones y me arrastro
por su cuerpo. Es jodidamente perfecta, con su cabello pelirrojo
esparcido por encima de ella como una aureola. Su piel pálida brilla
con la piel de gallina. Mientras la miro, elevo una pequeña plegaria,
agradeciendo a Dios que esta mujer sea mía.
—Te amo tanto, Reilly Williamson. —La miro a los ojos y puedo
ver el amor puro que ella también siente por mí.
—Te amo más de lo que nunca sabrás, Bray. Más de lo que las
palabras pueden describir. —Lleva sus manos alrededor de mi cuello
y tira de mis labios para que se unan a los suyos. Sé que quería
follármela hasta que no pudiera caminar mañana. Pero los planes
cambian, ahora lo único que quiero es amarla como se merece.
Así pasamos el resto de nuestra primera noche como esposos,
haciendo el amor con dulzura y ternura, una y otra vez. Nuestros
cuerpos y nuestras almas se funden en uno solo, y no me gustaría
que fuera de otra puta manera.

Reilly
Dos Años Después.
—¡Tía Rye Rye! —Ashton, el pequeño regordete de dos años y
medio, corre hacia mí con los brazos en alto. Justo cuando estoy a
punto de agacharme hacia él, Bray se abalanza y lo levanta en
brazos.
—Ash, amigo mío. Sabes que la tía Rye Rye no puede
levantarte —dice mientras le revuelve el cabello a Ashton.
—Bebés —dice Ashton, señalando mi evidente barriga en
expansión, que ahora es del tamaño de una casa. Supongo que en
cierto modo es un hogar.
—Sí, compañero, la tía Rye Rye tiene ahí a los bebés del tío
Bray —confirma Bray. Pongo los ojos en blanco.
Le encanta soltar esa frase siempre que puede. Me ha dejado
embarazada, no una, sino dos veces de una sola vez. Sí, estoy
embarazada de gemelos y él se lleva todo el mérito de que sean
gemelos. No importa el hecho de que soy gemela, y que esa genética
viene de mí, no de él.
—Sí, Ash, es todo culpa del tío Bray que tenga bebés en la
barriga haciéndola tan grande —le digo, besando su mejilla.
—Bebés grandes —dice Ash, frotándome la barriga mientras yo
fulmino a Bray con la mirada.
—Ves, hasta nuestro sobrino de dos años está de acuerdo en
que estoy gorda. —Estoy de muy mal humor, el embarazo no ha sido
mi amigo y aún me quedan tres meses.
—Nena, no estás gorda. Estás jodidamente preciosa, incluso
radiante —dice Bray mientras se inclina y me besa en la frente. Ese
es su movimiento para calmarme, y funciona siempre.
—Ash, compañero, está claro que tu papá aún no te ha
enseñado muy bien. A las chicas no se les dice que tienen la barriga
grande, se les dice que tienen las tetas grandes... —Es interrumpido
por el grito de Alyssa.
—No se te ocurra terminar esa frase, Braydon. Te derribaré. Lo
he hecho una vez y puedo volver a hacerlo —grita al otro lado de la
habitación.
Zac se acerca y arranca a Ash de los brazos de Bray, luego le
da una palmada en la nuca.
—Jodido idiota, no le enseñes a mi hijo tu forma de
prostituirte.
Bray se tambalea hacia atrás, con la mano en el corazón.
—Ahh, hermano, eso duele. Además, ¿de quién crees que lo
aprendí? ¿huh? Te lo diré, lo aprendí viendo...
La frase de Bray se interrumpe con la gélida mirada que Zac le
lanza. Juro que, incluso después de tres años, ese hombre todavía
puede asustarme con esa mirada.
—Viendo Jersey Shore —termina Bray, salvándose de otra
palmada en la cabeza.
—¿Conoces a esos dos bebés con los que embarazaste a tu
esposa? —Pregunta Zac.
—Sí, los conozco bien —responde Bray con una enorme sonrisa
en la cara.
Zac sonríe, mueve la cabeza hacia mi barriga y dice:
—Las dos son chicas, hermano. Esos bebés son chicas y, con
un poco de suerte, se parecerán a su madre.
La sonrisa del rostro de Bray se desvanece por completo. Se
pone un poco pálido antes de recuperarse.
—Cállate, van a ser monjas. Reilly, mañana nos apuntamos a
una puta iglesia.
Alyssa, Sarah, Holly y yo estallamos en carcajadas de pie en
medio de mi cocina. Dejo de reír tan rápido como empiezo.
—Lo siento, tengo que hacer pis —digo, saliendo corriendo de la
habitación. Por encima del hombro grito—: ¡Pero gracias por
llamarme sexy, Zac!
—No es lo que he dicho —me responde.
Termino en el baño, vuelvo a salir y veo que todo el mundo ha
salido a la terraza: Zac, Bray y Dean rodean la barbacoa mientras las
chicas se sientan en el salón a beber copas de vino. Chica, echo de
menos el vino.
Me detengo y admiro la escena. El pequeño Ashton está
jugando en el césped. Bray mandó instalar un gimnasio de juegos
para él al día siguiente de nacer, alegando que formaba parte de sus
deberes de buen tío. Han tenido que pasar dos años, pero Ashton ya
es lo bastante grande para jugar en él, bajo la atenta mirada de Zac,
que no deja de mirar a Ashton y a Alyssa. No puedo creer que esta
sea ahora mi familia.
El timbre de la puerta me saca de la escena. Abro de un tirón y
veo a mi madre con una bandeja de repostería en la mano. Pongo los
ojos en blanco y me aparto de la puerta para que entre. Se ha
convertido en una manía entre ella y Bray: cada vez que viene de
visita, le trae algo de comer y nadie más puede comérselo.
—Hola, mamá. —Beso su mejilla.
—¿Cómo te encuentras, cariño? ¿Cómo están mis nietos? ¿Está
su mami cuidándolos? —le habla a mi estómago.
—Tus nietos quieren uno de esos brownies de chocolate —le
digo intentando agarrar la bandeja, pero ella me la aparta.
—Ni se te ocurra, Reilly. Sabes que son para Bray.
Me rindo, nada funciona con ella. Si hubiera sido mi papá,
habría podido conseguir esos brownies. Pero no mamá, no cae en
ninguno de mis trucos.
—Todos están atrás —le digo, acompañándola a través de la
casa. Solía pensar que esta casa era demasiado grande y con mucho
espacio desaprovechado, pero ahora que vienen los gemelos, doy
gracias por tener tanto espacio. Bray dijo que, cuando la compró,
quería llenarla con un equipo de fútbol de niños; sólo le llevó un
tiempo encontrar a su co-entrenador.
Está soñando si cree que voy a dejarme embarazar otra vez. Por
mucho que esté deseando que estos pequeños vengan al mundo, el
embarazo no es para débiles de corazón. Culpo a Alyssa, ella hizo
que pareciera fácil.
En cuanto mi madre sale a cubierta, Bray la envuelve en un
abrazo.
—Lynne, me alegro mucho de que estés aquí. Quizá puedas
ayudarme a convencer a tu hija de que deberíamos unirnos a una
iglesia.
Miro fijamente a Bray. Holly lanza algo, creo que un trozo de
pan. Le da en la cabeza, pero rebota.
—No nos vamos a unirnos a una iglesia, Bray —digo,
dejándome caer en un asiento junto a Holly.
—A mí me parece una idea estupenda —dice mi madre, claro
que sí. Bray acaba de preguntarle a una madre católica irlandesa si
deberíamos ir a la iglesia.
—Bray, ¿por qué no le cuentas a mi madre por qué
exactamente quieres unirte a la iglesia? —Le sonrío.
Holly me choca los cinco. Sabe que en cuanto mi madre se
entere de sus tonterías, se pasará a nuestro equipo.
—Para que nuestros gemelos si son nenas, tus nietas, puedan
ser monjas —dice Bray muy serio; a lo que mi madre se ríe a
carcajadas.
—Oh, cariño, Bray. Lo siento, pero si esos bebés se parecen en
algo a su madre, vas a estar ahuyentando a los chicos a partir de los
diez años. —Luego frunce el ceño y añade—: En realidad, si no
recuerdo mal, la primera vez que Reilly besó a un chico tenía tres
años. Fue en un grupo de juego y se empeñó en que el niño era su
novio. Por mucho que su papá le dijera que no podía tener novios.
Bray me mira sorprendido. Me encojo de hombros. No pude
evitar apreciar a los chicos desde muy joven. Entonces se vuelve
para mirar al patio y llama a Ash.
—Oye, Ash. —Espera a que Ash se dé la vuelta.
—Tú y yo vamos a empezar a entrenar. Te voy a enseñar a
patear culos, compañero —declara Bray, acercándose a él y
levantándolo.
Todos los demás se ríen, pero el problema es que Bray no está
bromeando. En serio, va a empezar a enseñar a Ash a luchar. Al
llegar de nuevo a lo alto de la cubierta, Zac se apresura a arrancar a
Ash de las manos de Bray.
—Awe, vamos, hombre. Tiene que aprender a proteger a sus
primitos. —Bray mira entonces a Alyssa.
—Tú... —la señala—. Tienes que empezar a sacar más chicos.
Vamos a necesitar un ejército. —Alyssa pone cara de horror.
—¿Yo? ¿Por qué yo? Tienes una hermana perfectamente joven y
fértil que se llama Ella —le informa Alyssa.
Tanto Zac como Bray gimen y fruncen el ceño.
—No —dicen al mismo tiempo.
—Joder, no —vuelve a decir Bray, sacudiendo la cabeza y
añadiendo más énfasis al no.
Esperaba esta reacción, pero lo que me causa curiosidad es la
reacción de Dean. Se queda quieto, mirando a un lado y a otro entre
los dos hermanos. Están delante de él, así que no pueden verlo, ni
su reacción.
—Ya sabes, ya no es una niña. Tiene que pasar —dice.
Los dos hermanos se giran y lo miran. Bray, que sabe lo que
Ella siente por Dean, levanta las cejas.
—Ah, ¿y con quién crees que va a pasar? —pregunta, y luego
insiste, intentando provocar una reacción de Dean—. ¿Crees que Ella
está ahora en su apartamento, ocupada con algún universitario que
conoció anoche?
El rostro de Dean se queda en blanco. Hay que reconocer que
tiene una cara de póquer increíble cuando la necesita. Pero noto que
sus manos se cierran y se abren. No le gusta nada esa idea. No
puedo esperar a ver cómo se desarrolla esto en el futuro. Ese hombre
está enamorado, estúpido por negarlo, pero enamorado después de
todo.
—Está estudiando. Me llamó hace un rato. Está sola en su
apartamento, idiota —le dice Zac a Bray.
—Ya lo sé. Hablé con ella hace una hora —confirma Bray. Me
sorprende lo mucho que estos dos no pueden dejar ir a su hermana
pequeña. También es entrañable saber que mis bebés van a
experimentar ese mismo amor incondicional.
Bray va a ser el mejor padre. Ha destacado por ser el mejor
novio, ha destacado por ser el mejor esposo y sé que será el mejor
padre.
—Bray, ¿puedes ayudarme a levantarme? —Le tiendo las
manos.
Puedo levantarme completamente sola, más o menos; solo
quiero una excusa para tocarlo y apartarlo de todos los demás. Se
acerca y tira de mí, sin soltarme las manos hasta que no está seguro
de que estoy bien parada. Agarro su mano y tiro de él hacia adentro.
—Necesito que ahh, me ayudes alcanzar algo en la
cocina —digo quizá demasiado alto.
Una vez adentro, atraigo su boca hacia la mía. Tengo tanta
hambre de él. Creía que antes estaba muy cachonda, pero eso no
tiene nada que ver con estas malditas hormonas del embarazo. Gimo
en su boca mientras él se hace cargo del beso.
Al final nos separamos, con la respiración más agitada que
antes.
—¿Estás bien? —me pregunta apartándome el cabello del
rostro.
—Estoy bien. Es solo que realmente, realmente te amo. —No es
nada nuevo para él. Lo digo varias veces al día lo mucho que lo amo
y lo aprecio.
—Yo también realmente te amo, joder —responde.
Me pierdo por un momento en sus ojos verdes. Doy gracias a
Dios por haber sido capaz de derribar mis muros. Doy gracias a Dios
todos los días por que nuestras almas se hayan fundido en una.

FIN
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar, te doy las gracias a ti, lector, para quien se
escribió esta historia. Espero que hayas disfrutado de los personajes
y de la montaña rusa emocional que es la relación entre Bray y
Reilly.
Durante meses, Bray y Reilly vivieron dentro de mí,
urgiéndome a contar su historia. Poder plasmar mis pensamientos
aleatorios y mis ensoñaciones en una historia escrita de la vida real
es para mí un sueño hecho realidad. Que la gente lea y disfrute de
mi historia es la guinda del pastel, así que ¡¡¡gracias lectores!!!
Doy las gracias a mi familia. A mi maravilloso esposo, cuyo
apoyo e inagotables ánimos nunca me faltan. Nate, no podría haber
logrado esto sin ti.
Estoy agradecida a mi hermana, Lynne-Maree. Gracias por las
interminables conversaciones que te hice escuchar sobre Bray y
Reilly mientras se apoderaban de mi vida.
Gracias, Reilly, mi verdadera mejor amiga Reilly. Gracias por
enamorarte y reclamar a Bray como tu primer novio literario.
Gracias, gracias, gracias a Shannan, mi maravillosa y paciente
editora. Gracias por ayudarme a lo largo del viaje de publicar este
bebé libro conmigo. Gracias por tus interminables refuerzos positivos
y ánimos a lo largo del camino. Gracias por abrazar a los personajes
e invertir en su historia tanto como yo. No podría haber llegado a
este punto sin ti.
A mis lectoras beta Natasha, Heather, Janel y Allie. Gracias a
todas. Chicas, son realmente increíbles, me siento muy honrada de
que una vez se arriesgaran con esta pequeña autora desconocida de
Australia y se quedaran para el segundo libro. Gracias por todo el
tiempo y el esfuerzo que han dedicado a leer Fused With Him y por
sus valiosos comentarios.
El equipo de Kylie Kent, ¿qué puedo decir? Si no fuera por
ustedes, no estaría en ninguna parte. A menudo otros autores me
preguntan cómo conseguí formar mi equipo de calle. Mi respuesta es
siempre la misma, cien por ciento pura suerte, ¡¡y no pienso
devolvérsela jamás!! Creo que tengo el MEJOR equipo de calle del
sector. No sólo leen ARC para mí, sino que leen, promocionan y
comparten todo lo que les pongo adelante con entusiasmo, interés
genuino y emoción. ¡Los amo, chicos!
Quiero dar las gracias al chico que encontré por casualidad en
TikTok. Durante meses, busqué por todas partes el modelo de
portada perfecto para representar a Bray. Tenía una imagen muy
particular de Bray en mi cabeza (como estoy segura que todos
ustedes). No lo encontraba por ninguna parte. Y busqué por todos
los rincones. Empezaba a creer que había creado un personaje que
en realidad no existía.
Pero sí existía; sabía que estaba en alguna parte. Después de
desplazarme casualmente por TikTok, mientras procrastinaba la
escritura, encontré a este tipo. Al principio, pensé que mis ojos
estaban viendo cosas. De hecho, pensé que me había vuelto loca, por
fin, porque justo ahí, en mi página “para ti”, estaba Bray. El maldito
Bray de la vida real, bailando y pavoneándose. Posiblemente pasé la
siguiente hora, o dos (quién sabe) acechando la cuenta de TikTok e
Instagram de este chico. Cumplía todos los requisitos: abdominales,
brazos, tatuajes, cabello oscuro, grandes ojos y una sonrisa que te
derrite las bragas.
Sabía que necesitaba a este chico en mi portada y también
sabía que no iba a poder enviarle un mensaje y pedírselo yo misma.
Así que envié a mi fiel amigo Tash. Resumiendo, aceptó hacer la foto
de la portada, y no sólo aceptó, sino que estaba entusiasmado y
emocionado por hacerla. No podría haber pedido un modelo de
portada mejor para Bray. Así que, gracias, Blaze Almon, por aceptar
que las lectoras románticas de todo el mundo te vean como su
Braydon Williamson de la vida real. Estoy impaciente por verte en la
portada de muchas, muchas más novelas románticas.
Por último, pero no por eso menos importante, gracias a todos
los autores y lectores increíbles e inspiradores que he conocido a
través de las redes sociales en el transcurso de este proceso. Gracias
por acoger a una novata como yo en sus comunidades de autores y
por tomarse el tiempo de responder a mis preguntas y animarme a lo
largo de mi viaje.
ACERCA DE KYLIE KENT
Kylie pasó de ser maestra de guardería a autora de novelas
románticas, haciendo realidad su sueño de ofrecer romances
sensuales, de siempre y para siempre. Le encantan las historias de
"felices para siempre" con toneladas de emoción.
Actualmente reside en Sydney, Australia, y cuando no está
ideando la última novela romántica, se la puede encontrar pasando
tiempo con sus tres hijos y su esposo de veinte años, su amor
instantáneo en la vida real.
Kylie está encantada de recibir noticias de sus lectores. Puede
ponerse en contacto con ella en:
author.kylie.kent@gmail.com
Visita el sitio web de Kylie y suscríbete a su boletín en:
www.kyliekent.com

También podría gustarte