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2

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3
Créditos

Traducción:
Nelly Vanessa

Corrección
Nanis

Diseño
Bruja_Luna_
4
Índice
Importante __________________3 14 _______________________ 230
Créditos _____________________4 15 _______________________ 247
Sinopsis _____________________6 16 _______________________ 261
1 ___________________________7 17 _______________________ 276
2 __________________________26 18 _______________________ 294
3 __________________________49 19 _______________________ 312
4 __________________________67 20 _______________________ 329
5 __________________________81 21 _______________________ 349
6 _________________________101 22 _______________________ 366
7 _________________________115 23 _______________________ 382
8 _________________________134 24 _______________________ 399
9 _________________________149 25 _______________________ 416
10 ________________________168 26 _______________________ 433
11 ________________________184 Muy pronto… _____________ 442
12 ________________________200 R.C. Boldt _________________ 443
13 ________________________215
5
Sinopsis
Hace doce años, hui, prometiendo no volver a usar mi poder nunca
más. Pero todo cambia cuando rompo ese voto y revivo dos cuerpos en la
morgue.
Me envía girando directamente a su órbita.

Arrogante. Amenazador. Enigmático. Ese es Bronson Cortez, el líder


de una pandilla notoriamente violento que sigue siendo esquivo para las
autoridades.
Rompe la ley a cada momento y no responde ante nadie. Pero cuando
me ofrece un vistazo de lo que hay debajo de ese exterior revestido de hierro,
me doy cuenta de que hay más en él de lo que parece.
El hombre que guarda ferozmente su corazón de alguna manera se las
arregla para reclamar el mío.
Pero él no sabe la verdad sobre mí.
Me pregunto si él podría ser el primero en aceptarme por lo que soy, lo
que soy.
Me pregunto si será el primero en ver más allá de mi oscuridad.

6
1
Georgia Danvers
Viernes

A
garro la fría mesa de metal y la piel sobre mis nudillos se tensa
como una banda elástica debajo de mis guantes. Mientras apoyo
la mayor parte de mi peso contra la mesa, el agotamiento me
golpea en oleadas de castigo.
Sabía mejor que hacerlo. Jodidamente lo sabía mejor.
Pero sus cuerpos me llamaron. Había algo en ellos que hacía que los
diminutos vellos de mi nuca se erizaran.
¿Qué hice?
Una vez que el pensamiento golpea, lo aparto mentalmente. Porque sé
exactamente lo que hice.
Y ahora, tengo que pagar el precio.
El centro de mi pecho arde como si la tinta de mi tatuaje chamuscara
cada capa de mi piel. Pero sirve como un claro y doloroso recordatorio de mi
pasado.
7 En mi periferia, vislumbro movimiento fuera de las paredes de vidrio de
la sala de autopsias, y me ayuda a desenredarme de mis pensamientos antes
de que la puerta se abra.
Me enderezo abruptamente, al menos tanto como puedo, antes de que
Paul dé un paso adelante, demorándose en la puerta.
Trabaja arriba en el departamento de registros, ocupándose
específicamente de los archivos de los casos. Los poderes fácticos de nuestro
recinto se niegan a convertirlos completamente a archivos digitales. Eso
significa que tengo la gloriosa alegría de lidiar con copias impresas y
digitales.
La sonrisa de Paul está grabada con nerviosismo.
—Lamento molestarte, Georgia, pero yo, eh, le dije a Theresa que te
traería esto. —Sostiene algunos de los archivos en sus manos—. Y pensé
que, tal vez, si querías cenar más tarde después de que hayas terminado,
podríamos probar ese nuevo pub irlandés que abrió.
Fuerzo una sonrisa cortés, intentando disuadirlo de interpretarla como
una bienvenida. He estado tratando de no alentarlo, pero este tipo nunca
cede.
—Gracias, Paul. Si puedes colocarlos dentro de la oficina en mi
escritorio, sería genial. Y agradezco la invitación, pero realmente necesito
terminar esto y parece que me llevará un tiempo.
Tendría que estar ciega para no ver la decepción en su rostro. Su
mirada parpadea hacia los cuerpos que yacían boca arriba, y se estremece
visiblemente antes de desviar la mirada.
Si tuviera la energía, sonreiría porque a pesar de lo dulce que es Paul,
parece marearse bastante con los cuerpos.
—Oh, por supuesto. Entiendo. —Deja que la puerta se cierre y
desaparece brevemente para colocar los archivos en mi oficina. Un momento
después, abre la puerta de la sala de autopsias y se apoya en ella. Metiendo
una mano en su bolsillo trasero, se cierne—. Supongo que te dejaré con eso.
—Que tengas buena noche. —Mis piernas todavía se sienten como
gelatina, y espero que no se dé cuenta de cuánto confío en esta maldita mesa
para mantenerme erguida.

8 —No trabajes demasiado tarde. Sabes qué dicen. Todo el trabajo y nada
de diversión hacen de Georgia una chica aburrida. —Se estremece—. Eso
fue raro. Lo siento.
—Está bien. Nos vemos el lunes, Paul.
Hace un incómodo gesto antes de girarse hacia la puerta. Aunque sus
palabras murmuradas son silenciadas, todavía llegan a mis oídos una
milésima de segundo antes de que la puerta se cierre detrás de él.
—¡¿Por qué soy tan idiota?!
Pero no le presto atención. No puedo soportarlo.
Mis ojos permanecen fijos en los dos cadáveres.
Los que hace solo un momento cobraron vida brevemente para decirme
que habían sido asesinados.

Georgia
Momentos antes…
Escalofríos bailan a lo largo de mi columna, y no tienen nada que ver
con la temperatura normalmente alta de la morgue.
Algo no se siente bien acerca de esto. El pensamiento me ha
atormentado en el instante en que recibí los dos cuerpos que habían muerto
en el incendio de una casa.
La extensión de las quemaduras en sus cuerpos contradice la falta de
daño en sus pulmones por la inhalación de humo. Además, consta en sus
expedientes que fueron descubiertos sentados erguidos en sillas. Sin
embargo, sus informes de toxicología llegaron libres de drogas o alcohol.
Entonces, ¿por qué, cómo, no se despertaron durante el incendio e
intentaron escapar?
Los diminutos pelos se levantan en la parte posterior de mi cuello,
debajo de donde mi cabello largo está recogido en una simple cola de caballo
debajo de mi redecilla. Había ignorado las extrañas sensaciones cuando
9 realicé la autopsia de su novio, pero desde entonces se han amplificado
ahora que casi he terminado con la de ella.
Hundo mis dientes en mi labio inferior mientras vacilo. Nunca me he
sentido obligada a romper mi voto. Nunca.
Hasta ahora.
Demonios, ni siquiera sé si es posible.
Mis palmas sudan dentro de mis guantes de látex, y cada uno de mis
movimientos está cubierto de temor. Con el pecho agitado por la respiración
entrecortada, estiro la mano y la sostengo sobre la cavidad torácica abierta
del cuerpo de Naomi Talbot. Aunque mis palabras son apenas un susurro,
parecen hacer eco en el vasto espacio de la morgue.
—¿Cómo moriste?
Lo que se siente como una eternidad pasa en silencio, y cuando nada
se mueve o cambia bajo mis manos, mis hombros se desploman aliviados.
Ya no estoy maldita. Esas son buenas noticias, excelentes noticias, de
hecho. Entonces, ¿por qué no puedo desalojar la sensación de que estoy
siendo azotada por algún tipo de premonición siniestra?
Dejo caer mis manos en el borde de la mesa de autopsias de acero
inoxidable y exhalo por mucho tiempo, pero se transforma en un sonido
ahogado cuando el cuerpo de la mujer se sacude violentamente.
Mis piernas están arraigadas en su lugar cuando Naomi Talbot abre los
ojos y parpadea rápidamente.
—Mms... shnwim. —Lo primero que sale de su boca es indescifrable y
mi corazón galopa.
Sus ojos se mueven de un lado a otro erráticamente.
—Asesinada.
Mi sangre se siente como si se espesara como lodo en mis venas
mientras planteo mi pregunta en un tono de madera.
—¿Quién te asesinó?
Ella responde con un galimatías nuevamente antes de murmurar:
—Scorpions.
10 Mis ojos se agrandan porque todos aquí están al tanto de la pandilla
violenta llamada The Scorpions.
Más galimatías brotan de sus labios antes de susurrar:
—Dile... a Bronson.
Mis músculos se debilitan, las piernas tiemblan mientras luchan por
mantener mi cuerpo erguido. Abro y extiendo mis dedos enguantados y
observo cómo sus ojos se quedan en blanco y su cuerpo se queda quieto una
vez más.
La miro por un tiempo indeterminado, preguntándome si me lo imaginé
todo. Medio deseando haberlo hecho pero sabiendo la verdad.
La había devuelto brevemente a la vida. No solo eso, sino que también
me dijo que había sido asesinada.
Naomi Talbot yace inmóvil, su rostro anormalmente pálido plácido, y
suavemente cerré sus párpados.
La sorpresa todavía resuena a través de mí ante su aparición. La casa
de ella y su novio había estado en el territorio de The Scorpions, pero
ninguna se parecía a lo que esperaba. En lugar de parecer peligrosas y
ásperas en los bordes, eran... de apariencia normal.
“Dile... a Bronson”. Ella dijo el nombre que solo he escuchado en los
informes de noticias relacionados con The Scorpions. Como líder de la
pandilla, se lo ha mencionado junto con frases como “evidencia no
concluyente que lo conecta con el asesinato” y “coartada hermética lo
absolvió”. Que ella haya expresado la necesidad de decírselo al hombre es a
la vez extraño e intrigante.
Lucho contra el agotamiento tirando de mis músculos como arenas
movedizas y deseo que mi cuerpo coopere. Caminando penosamente hacia
el refrigerador, entro en la sala refrigerada donde se almacenan los cuerpos
antes y después de la autopsia.
El novio de Naomi, Leo Norambuena, permanece en la bolsa para
cadáveres en una camilla. Desengancho los bloqueos de las ruedas y lo
empujo fuera de la hielera. En el momento en que lo acerco a su novia
fallecida, estoy sin aliento, esta maldita maldición me está quitando la
11 energía.
Si bien sé que esto me empujará más allá del borde del agotamiento,
abro la cremallera de la bolsa para revelar el cuerpo de Leo. Tragando saliva,
me preparo mientras levanto una mano sobre su cavidad torácica y hago la
misma pregunta. Porque necesito saber si revelará que sufrió el mismo
destino que su novia.
—¿Cómo moriste, Leo?
Esta vez, no hay duda. Su cuerpo se sacude como si hubiera recibido
una descarga eléctrica, y sus ojos se abren, los labios entreabiertos.
La respuesta de Leo Norambuena casi refleja la de su novia, excepto
que su respiración es dificultosa y áspera, y jadea cada vez que habla. No
hay murmullos incoherentes, pero sus palabras emergen como si fuera una
gran lucha producir cada sílaba.
—Asesinado. —Con respiraciones entrecortadas, su pecho se agita
violentamente mientras ronca su respuesta—. Scorpions. Díselo a Bronson.
Naomi Talbot y Leo Norambuena han dicho que fueron asesinados.
Ambos mencionaron a The Scorpions y que le diga a Bronson.

Georgia
Sábado por la mañana
He perdido oficialmente la cabeza. Prueba de ello es mi ubicación
actual.
Estoy sentada en el mostrador de un pequeño restaurante de propiedad
local que no tenía ni idea de que existía. Por supuesto, está ubicado en lo
que se considera el territorio de The Scorpions.
Mientras conducía hasta aquí, esperaba presenciar tiroteos desde
vehículos o tratos de drogas no discretos. En cambio, pasé por parques bien
cuidados con gente caminando o trotando y muchos escaparates de
pequeñas empresas que no estaban en lo más mínimo deteriorados. Ni
12 siquiera tenían rejas en las ventanas ni evidencia de agujeros de bala en
ninguna parte.
Era mucho más... normal de lo que esperaba. Pero si alguien puede dar
fe del hecho de que los exteriores normales pueden ser muy engañosos, soy
yo.
Una mujer hispana que calculo que tiene poco más de sesenta años me
saluda colocando cubiertos envueltos en una servilleta frente a mí. Sus
palabras acentuadas inmediatamente me hicieron quererla.
—Bienvenida. Bienvenida a nuestro comedor. ¿Qué puedo traerte?
Un hermoso pañuelo multicolor se envuelve alrededor de su cabeza,
muy parecido al viejo póster de Rosie the Riveter que recuerdo haber
aprendido cuando estudiaba la historia de la Segunda Guerra Mundial. Solo
un pequeño mechón de cabello oscuro, enhebrado con un poco de plata,
asoma por la parte superior de la línea del cabello donde se anuda el
pañuelo.
Sus ojos marrón oscuro son amables, pero su sonrisa contiene una
buena dosis de cautela. Y lo entiendo, realmente lo entiendo. Soy la forastera
aquí. Una simple mirada alrededor me lo dice.
Todos están relajados y charlando, algunos en español, con las otras
dos camareras. Dos hombres en una mesa lejana le gritan algo al cocinero
que lo hace sonreír y sacudir la cabeza antes de desaparecer de la vista
desde la gran ventana que separa el comedor y el área de la cocina.
—¡Hizo un gran trabajo en la obra! ¡Qué lindo! —le dice esto una
camarera a una cabina de dos hombres en uniformes con el nombre de un
taller de reparación de automóviles bordado en el bolsillo delantero.
—Ya casi hemos terminado con la limpieza, gracias a los muchachos. —
Esto viene de una pareja casada—. No podría haberlo hecho sin ellos.
—Te veré después del velorio el sábado —dice otra mujer sombría.
Todo el mundo parece conocer a los demás, y bien.
Lo que significa que sobresalgo como un pulgar dolorido. Pero siempre
he sido la forastera. La extraña persona que nunca encaja. Se ha convertido
en la norma para mí.

13 No significa que no envidio y desearía poder ser como estas personas


una vez, solo una vez.
Miro el gran menú de pizarra que adorna la pared principal del
restaurante.
—¿Podría tomar un café y… —Me interrumpo porque hay tantas
opciones, y muchas de ellas no las conozco. ¿Qué diablos son las torrejas?
La camarera duda antes de apiadarse de mí.
—¿Qué tal el desayuno especial? ¿Tostada cubana con huevos
revueltos, tocino y papas campesinas?
No tengo idea de qué es la tostada cubana, pero todo lo demás suena
perfecto.
—¿Puedo pedir que el tocino sea extra crujiente?
Esta vez, su expresión se relaja, su sonrisa se vuelve más cálida.
—Lo tienes, cariño. —Se da la vuelta y agarra una taza limpia de la
matriz detrás de ella y la coloca frente a mí. Después de servirme el café,
sus ojos me recorren con curiosidad una vez más.
—Gracias. —El aroma del café me tiene prácticamente desmayada, y
cuando tomo el primer sorbo, instantáneamente cuestiono todo. ¿Por qué
diablos la gente no está dando gracias a este café? Porque esto es
honestamente lo mejor que he probado.
La mujer me mira con expresión satisfecha.
—Bien, ¿no?
Mi respuesta es sin aliento.
—Sí.
Ella sonríe.
—Muelo mis propios granos frescos cada mañana. Esa es una parte del
secreto del sabor.
—Bueno, cualquiera que sea la otra parte del secreto, definitivamente
está funcionando. —Inhalo profundamente el aroma antes de tomar otro
sorbo de la infusión caliente—. Es la perfección en una taza.
Ella se ríe antes de volverse pensativa e inclinar la cabeza hacia un lado
14 para examinarme. Tengo la impresión de que está tratando de entenderme.
El sonido de una campana indica que un pedido está listo y ella se
dirige a toda prisa a la ventana. Con facilidad practicada, agarra los platos
humeantes de comida y los lleva a una mesa de hombres mayores.
Tomo un sorbo de mi café mientras intento mirar discretamente a la
cabina en forma de L en la esquina trasera. Cinco hombres están sentados
allí, uno de los cuales no es otro que Bronson Cortez, el líder de la banda de
The Scorpions.
Así es. Estoy aquí con la intención de acercarme al notorio líder de la
pandilla.
¿Ves? Te dije que oficialmente he perdido la cabeza.
Gimiendo en la taza de café, estoy drenando rápidamente la bondad,
me pregunto, una vez más, qué diablos me poseyó para venir aquí. Aquí está
el territorio de The Scorpions.
—¿Más café? —Mi camarera está parada con la jarra en la mano.
—Por favor —respondo con una sonrisa. Afortunadamente, su sonrisa
de regreso no es tan cautelosa como cuando pisé este restaurante por
primera vez.
Vuelve a llenar mi taza, y cuando la campana vuelve a sonar, agarra el
plato de la ventana de la cocina y lo desliza frente a mí.
—¡Vaya! Eso se ve increíble —murmuro sin pensar.
Se ríe antes de deslizar la pequeña hoja cuadrada de su delantal y dejar
la cuenta a un lado de mi plato.
—Hazme saber si necesitas algo.
Una vez más, me examina cuidadosamente, como si estuviera tratando
de determinar mis intenciones, pero se aventura a ver cómo están sus otros
clientes.
Excavo en mi comida, que es celestial, y observo el grupo de hombres
en mi línea de visión. Cuando tomo el primer bocado de tocino, casi gimo.
Porque, déjame decirte, el hecho de que este cocinero entendiera mi pedido
de “extra crujiente” me ayuda mucho.
Aunque no es que vaya a volver aquí. Lo cual me entristece mucho.
Principalmente porque eso significa que me perderé el delicioso café, el
15 tocino perfectamente cocinado y esta tostada cubana (rebanadas gruesas de
pan casero tostadas) que es increíble.
Pero divago.
Sigo saboreando mi desayuno mientras vigilo al hombre en cuestión, y
me pregunto cómo diablos voy a reunir el valor para acercarme a él.
Tal vez pueda pasarle una nota.
Oye,
Me preocupa que dos personas que murieron en un incendio en una casa
en el territorio de su pandilla no hayan muerto por causas naturales. Creo
que podrían haber sido asesinados y quería hacértelo saber para que tuvieras
más cuidado.
Sinceramente,
Una ciudadana preocupada
Gimo en mi taza de café, y por lo que debe ser la trillonésima vez, me
pregunto qué diablos me poseyó para conducir hasta aquí.
Después de que mi búsqueda en Internet, en la que tuve que usar un
motor de búsqueda sin censura, produjo más información sobre esta
pandilla, me obligó a investigar más.
Fue entonces cuando llegué al motherlode.
Un titular decía: GRANDES TIENDAS ATERRORIZADAS, THE
SCORPIONS SE QUEDAN SIN NEGOCIO.
La leyenda debajo de eso decía: Solo las pequeñas empresas familiares siguen
prosperando.
Otro titular decía: LAS FUENTES RECLAMAN QUE LA PANDILLA
LOCAL, THE SCORPIONS, GANA MILLONES AL AÑO CON Licor destilado
ILEGAL, ARMAS Y CONTRABANDO DE DROGAS.
El titular más inquietante que encontré: THE SCORPIONS HAN
CREADO SUS PROPIAS LEYES Y GOBIERNAN CON PUÑO DE HIERRO.
Su firma era aún más escalofriante: El número de asesinatos sin resolver ha
aumentado desde que The Scorpions reclamaron su bastión en Palm Cove, el suburbio
suroeste de Jacksonville.

16 Una vez que decidí escribir Bronson+The Scorpions+Florida y elegí la


opción “Imágenes”, mi mundo se sacudió oficialmente.
Decididamente no era lo que esperaba. Él no es lo que esperaba. Ver a
Bronson Cortez en persona, aunque a unos pocos metros de distancia, me
hace preguntarme quién diablos decidió que estaba bien darle a un líder de
pandilla vicioso una cara y un cuerpo así.
Todo en él es oscuro. El cabello negro oscila entre ser demasiado largo,
bordeado perfectamente despeinado por sus propias manos.
Con una camisa abotonada gris oscuro, las mangas dobladas en los
codos y los dos botones superiores desabrochados en la garganta ofrecen
un vistazo a la piel oscura y bronceada debajo. Sus antebrazos acordonados
se destacan prominentemente, los remolinos de tinta negra en exhibición.
Cuando hace un gesto con un brazo, veo Ines tatuada con una letra
grande y hermosa en el interior de su antebrazo derecho. Parece fuera de
lugar con los otros diseños ásperamente entintados y me hace preguntarme
quién es exactamente Ines. ¿Su novia? ¿Su madre?
Aparto la mirada y tomo otro sorbo de café, mi mente sigue revisando
lo que descubrí en Internet: una página web dedicada a Bronson Cortez. Es
un sitio web que avergonzaría al “santuario” de Internet de cualquier
fanático de Justin Bieber.
Incluyó el restaurante favorito de Bronson (aquí), cómo solo bebe dos
cafés solos y no más, cómo es “tan inteligente a pesar de que no lo esperarías
de un tipo como él” y cómo evidentemente prefiere los vaqueros que están
bien usados. y tiene algunas “áreas delgadas y deshilachadas” , pero a veces
usa pantalones ajustados o trajes caros. Se incluyeron fotografías, al igual
que los paparazzi capturan instantáneas a distancia.
Sin embargo, esas eran las “normalidades” simples y cotidianas
relacionadas con el hombre. Porque los otros detalles incluían cómo
Bronson ha sido acusado de asesinato, pero nunca se han presentado
cargos. La autora de la página web, que supongo que es una mujer, habló
poéticamente sobre cómo Bronson elimina continuamente a cualquiera que
se interpusiera en el camino de su pandilla. Y, nuevamente, las fotografías
mostraban a Bronson ingresando al recinto. No había estado esposado, sus
rasgos eran de piedra.

17 También entre la información enumerada en el sitio estaba el método


de asesinato preferido de Bronson: una bala en la cabeza, a quemarropa.
Su método preferido para maltratar a alguien o intimidarlo: darle una
paliza con sus propias manos.
Lo cual es genial. Aquí estoy sentada, genio que soy, lista para
acercarme al hombre mismo.
Hablando de quién... Cuando examino el restaurante de nuevo con la
intención de lanzar otra mirada casual a Bronson, mis ojos chocan con los
suyos, provocando una sacudida visible a través de mí.
Sus ojos son de un profundo color marrón oscuro, mientras que su
barba recortada perfila unos labios que son demasiado perfectos para
adornar las facciones de un hombre. Su mirada permanece fija en mí,
haciéndome incapaz de romper el contacto. Cuando mira hacia la mesa
donde se encuentra su teléfono celular, el aliento que no me di cuenta de
que estaba conteniendo se precipita por mis labios.
Pero mi indulto es de corta duración porque se lleva el teléfono a la
oreja y esos ojos se fijan en mí una vez más. Su atención enfocada con láser
envía punzadas de conciencia que van de puntillas a lo largo de mi columna
vertebral. Rápidamente agacho la cabeza, desviando la mirada con el
pretexto de tomar otro sorbo de mi café.
No he experimentado una reacción como esa ante un hombre en...
bueno, probablemente nunca. Y la última vez que estuve ni remotamente
cerca no es algo que olvidaré pronto. Como si reconociera a dónde me han
llevado mis pensamientos, el centro de mi pecho se convierte en fuego,
amenazando con quemarme la carne. Presiono las yemas de mis dedos en
un intento de aliviar el dolor fantasma.
Mi teléfono se ilumina con una notificación por correo electrónico y me
mareo un poco cuando veo el boletín mensual de Florida Medical Examiners.
Con un vistazo rápido a la mesa para confirmar que Bronson y los hombres
todavía están allí, le agradezco a mi camarera por la recarga adicional de
café antes de perderme en lo que considero el “cielo de los nerds”: en mi
sección favorita del boletín donde los colaboradores comparten historias
inusuales de autopsias.

18 Si te preguntas si podría volverme más aburrida o patéticamente nerd,


la respuesta es no. Quiero decir, solo mírame. Estoy sola en un restaurante
y leyendo sobre personas muertas.
Me enfrento a la muerte todos los días y soy buena en lo que hago. Más
que eso, sin embargo, amo mi trabajo, porque hay mucho que decir sobre
los muertos. No pueden mentirte, engañarte en algo, faltarte el respeto,
romperte el corazón o lastimarte físicamente. Es por eso que mi trabajo es
perfecto para mí, y viceversa.
Después de ayer, me di cuenta de lo agradecida que estoy de trabajar
sin nadie más para presenciar lo que sucede. Sin embargo, aunque descubrí
que puedo devolver la vida a los muertos, no tengo planes de volver a hacerlo
nunca más.
Un escalofrío baila a través de mí mientras miro mi taza, y deseo, no
por primera vez, que mi alma no coincida con la oscuridad de este café. Que
yo no sea una especie de bicho raro. Una especie de monstruo. Desearía no
estar contaminada porque entonces tal vez, solo tal vez, podría tener una
vida normal.
Un aroma fresco de gel de baño precede al momento en que alguien se
desliza en el taburete vacío a mi lado. Hay muchos asientos libres
disponibles en este mostrador, e instintivamente me tenso, mis dedos se
aprietan alrededor de mi taza de café. Levanto los ojos para mirar
directamente a la mesa que había estado observando, solo para encontrarla
ahora vacía.
Oh, mierda.
—¿Vienes aquí a menudo? —El timbre profundo del hombre saluda mis
oídos. Si bien sus palabras son inocuas, su presencia es lo más alejado.
Desafío una mirada a mi derecha, mis ojos chocan instantáneamente
con los suyos. Las cejas duras y oscuras se encuentran en una línea plana,
reflejando sus labios, y descubro que estaba en lo correcto en mi lectura
anterior. No tiene por qué poseer labios así. Son demasiado perfectos.
Tal vez sea una pequeña misericordia que su nariz no lo sea. Aunque
estrecho, el puente tiene la más mínima imperfección.
Pero esos ojos suyos... El marrón oscuro que rodea sus pupilas se
convierte en un marrón dorado, creando una belleza única propia.
19 Con un brazo apoyado en el mostrador, la tela de su camisa se estira
tensa sobre su cuerpo delgado y musculoso mientras se sienta, frente a mí
en el taburete.
Hago lo mejor que puedo para fortalecer mi columna vertebral y
encontrar mis palabras.
—No. Es mi primera vez.
Sus ojos brillan con algo que parece sorpresa. Quizá esperaba que
mintiera. Pero no estoy aquí para eso. Sólo necesito decir mi parte y seguir
mi camino.
Aprieta los labios como si estuviera pensando en mi respuesta mientras
sus ojos me examinan de pies a cabeza. Inclinando la cabeza hacia un lado,
me clava su mirada penetrante.
—¿Cuáles son tus pensamientos?
Su pregunta me deja con una apertura, y mi boca se aleja de mí, lo cual
es una prueba más de por qué estoy mejor tratando con personas muertas
para ganarme la vida.
—¿Cuáles son mis pensamientos? Bueno, creo que la humedad hoy es
ridícula, el tocino y el café aquí son —llevo mis dedos a mis labios y le doy
un beso de chef—, la perfección, y también creo que siempre me resultará
físicamente imposible no cantar junto con la canción “Toxic” de Britney
Spears cada vez que la escucho. Pero…
De repente se mueve más cerca de mi espacio personal y me congelo a
mitad de mi vómito de palabras. No puedo resistirme a respirar hondo
porque ¿por qué también tiene que oler tan increíble?
Sus cejas se juntan ferozmente, la incredulidad colorea su expresión
oscura.
—¿Acabas de olerme?
—Hueles bien. —Lo inmovilizo con una mirada altiva—. La última vez
que revisé, no era un crimen oler a alguien.
Mis ojos se agrandan y me estremezco. Dios mío, no acabo de decir eso.
¿Qué tiene este hombre que instantáneamente me catapulta a la humillante
versión de mí misma que vomita palabras?
20 —Acabas de decirlo. —Una ceja se levanta un poco, y un destello de lo
que parece ser diversión parpadea en su mirada antes de desaparecer—.
¿Tienes la costumbre de decir lo que piensas?
—No. Sí. —Me estremezco—. ¿Podemos simplemente rebobinar y
olvidar lo que pasó?
—Me temo que no.
Busco en mi billetera y rebusco por el efectivo para cubrir mi desayuno
y la propina y lo dejo en el mostrador. Giro en mi taburete para enfrentarlo,
de repente encuentro nuestras rodillas chocando.
—¡Vaya! Lo siento.
La sorpresa se alinea en su hermoso rostro, pero antes de que pueda
formar una respuesta, mis palabras emergen apresuradamente.
—Solo quería mencionar algo sobre, um, dos personas, Naomi y Leo,
que murieron en el incendio de una casa en su territorio.
Trato de deslizarme de mi taburete para terminar mi perorata, pero sus
fuertes dedos rodean mi brazo, deteniéndome. Su agarre es firme y no
doloroso, pero ciertamente deja una fuerte impresión de que podría serlo.
Su voz puede set baja, pero me atraviesa como púas heladas. Esos
dedos aprietan un poco mi brazo.
—¿Cómo diablos conoces a Naomi y Leo?
Mierda. Aquí viene la parte difícil.
—Trabajo en la morgue y sé que probablemente sonará extraño, pero
algo parecía estar mal. —Dudo porque en realidad no puedo decirle la
verdad—. Algo simplemente no tenía sentido, aunque por todo lo demás
parecía que habían muerto por inhalación de humo. De todos modos, solo
quería pasarte eso, así que tal vez podrías tener cuidado, por si acaso.
Sus dedos se aflojan en mi brazo, así que aprovecho el momento y me
bajo del taburete. Mis chancletas golpean el suelo de baldosas mientras
camino hacia la salida. No es hasta que la puerta se cierra detrás de mí, con
esa pequeña campana tintineando a mi paso, que finalmente exhalo.
El sol de Florida y la humedad de marca registrada me asaltan con una
venganza, porque, por muy perra que sea, no recibió el memorándum; es
21 principios de octubre, y a la gente le gustaría que disminuya un poco.
Puse mi mirada en mi vehículo en el estacionamiento. Brilla más como
un faro de libertad y seguridad que como el símbolo blanco y anodino del
transporte confiable que es.
El pánico surge a través de mí ante el sonido de pasos siguiéndome.
Acelerando mi ritmo, me estoy preparando para correr el resto de la
distancia hacia mi vehículo cuando mi muñeca se engancha, y me jala para
enfrentar al hombre que acabo de abandonar dentro del restaurante.
Cuando lo miro a la cara, vuelve a suceder. Vómito palabras.
—Ohhh, estás enojado. —Inclino la cabeza hacia un lado y lo miro con
curiosidad—. ¿Por qué estás enojado? Porque, sinceramente, no puedo
imaginar cómo podría estarlo alguien, especialmente después de tomar un
café y una comida increíbles aquí.
Mientras se cierne sobre mí, la malevolencia sale de él en oleadas
espesas y opresivas.
—¿Crees que es genial rebotar sobre mí después de soltar la mierda
que acabas de hacer?
Quiero que mi voz no tiemble.
—Mira, solo pensé que decírtelo era lo correcto. —Levanto mis manos
en señal de rendición—. Eso es todo. Nada más.
Sus ojos se clavaron en los míos, prácticamente desollándome.
—¿Estás tratando de decirme que dos de mi gente —se inclina más
cerca, su tono posee un borde amenazante—, quienes están muertos podrían
haber sido asesinados?
—¿Quizás? —me cubro—. No sé. Todo lo que sé es que algo
simplemente no... tenía sentido.
Su mirada de acero busca mis rasgos antes de inclinarse hacia atrás y
cruzar los brazos sobre el pecho.
—Explica.
Mierda. Sabías en lo que te estabas metiendo potencialmente, me
recuerdo. Ahora, me enfrento a un hombre que fácilmente podría evitar que
me vaya. O incluso vivir, según todos los relatos que leí en Internet.
22 Mientras busco en mi cerebro una respuesta que lo satisfaga, la
agitación nerviosa me hace soltar:
—Fue algo en sus pulmones, pero no fue una muestra lo
suficientemente grande como para determinar algo con certeza.
Tomo una respiración profunda y exhalo lentamente antes de decir lo
que recité en mi cabeza en el camino hasta aquí.
—De todos modos, pensé que querrías saber en caso de que todavía
haya una amenaza y en realidad fueron asesinados.
Mis hombros se relajan un poco ahora que he dicho mi parte.
—Así que... ha sido encantador. —Hago un gesto hacia el restaurante—
. Este es un gran lugar que todos ustedes tienen aquí. Felicitaciones. Ahora,
será mejor que me ponga en camino.
Me acerco un paso más a mi auto cuando dice:
—No tan rápido, Red.
Imitando su pose, cruzo los brazos y le ofrezco una mirada adusta.
—Vaya. Qué original. No he escuchado eso, oh, ya sabes, un millón de
veces o más en mi vida.
Mi cabello siempre pareció darle a la gente la idea de que está bien
apodarme por su color.
Alerta de spoiler: no lo es.
—¿Estás diciendo que Naomi y Leo podrían haber sido asesinados? ¿Y
podría estar en peligro?
Resoplo con exasperación.
—¡Sí! ¿Podemos pasar de eso ahora?
Su expresión se vuelve de granito, su tono ártico.
—¿Cómo diablos sé que no estás trabajando con la policía para tratar
de incriminarme?
—No estoy trabajando con la policía. —Compito por un tono paciente—
. Trabajo en la morgue. Eso es todo. —Intento alejarme de él.
—No estás trabajando con la policía y crees que Naomi y Leo fueron
asesinados. Plantea esto como una declaración en lugar de una pregunta.
23 Lo miro.
—¿Estás planeando repetir todo lo que ya he dicho?
Líneas tensas marcan sus labios.
—Tienes algo de descaro en ti.
Ladeé la cabeza hacia un lado y lo miré con los ojos entrecerrados.
—Aunque eso no sonó como un cumplido en tu tono de voz, lo tomaré
como tal.
Esos ojos intrigantes se estrechan sobre mí, y pura amenaza irradia de
él.
—Viniste a hablarme sobre dos de mi gente que murieron. —Se acerca
más, rodeándome ahora—. Llegaste marchando directamente al territorio
Scorpions.
Levanto la barbilla, obligándome a mantener la calma mientras
sostengo su mirada. Decidida a no dejarme intimidar, recurro a mi confiable
rasgo de sarcasmo para salir a través de las tensas circunstancias.
—¿Es realmente necesario este resumen? Siento que podrías tener esta
conversación por tu cuenta.
—Si tienes algo de cerebro, no volverás. —Sus agudos ojos marrones se
clavan en los míos mientras sus labios se aplanan en una fina línea de
castigo—. Tú no perteneces aquí, Red.
No perteneces aquí... Su sentimiento resuena en mi mente, pero mi
memoria lo repite con una voz diferente que posee mucho más veneno que
la suya.
No perteneces aquí... Esas mismas palabras fueron pronunciadas una
vez en un tono duro y mordaz mientras me obligaban a soportar un dolor
insoportable.
Fuego se enciende una vez más en el centro de mi pecho, pero fuerzo
un tono frívolo.
—Si tan solo tuviera cinco centavos por cada vez que alguien me dijo
eso —me burlo de él—. No puedo decir que haya sido divertido, pero ha sido
24 real. Me pondré en camino, entonces.
Cuando me doy la vuelta, mi respiración se suspende en mi pecho,
porque anticipo que me detendrá una vez más. Pero no lo hace. En cambio,
el gran peso de su mirada siguiendo mis movimientos es tangible. Presiono
mi llavero y me apresuro a abrir la puerta de mi auto.
—Conduce con cuidado, Red —grita—. No me gustaría que no salieras
de aquí de una pieza.
Cada fibra de mi cuerpo se tensa ante sus palabras amenazantes. ¿Qué
diablos esperabas tratando de hablar con el líder de una pandilla?
Negándome a mirarlo, trago con dificultad el nudo de inquietud alojado
en mi garganta. Como un robot, me deslizo dentro de mi coche y cierro las
puertas.
Cuando salgo del estacionamiento del restaurante, doy una brevísima
mirada por el espejo retrovisor.
Todavía está allí, de pie de esa manera imponente, observándome.
Todo el camino a casa, sus siniestras palabras me persiguen.
Y con ellas, mi doloroso pasado asoma su fea cabeza.

25
2
Georgia
*EN EL PASADO*
A LOS DIECISIETE AÑOS Y MEDIO

—N
o perteneces aquí. ¡No. Perteneces. Aquí!
La afilada punta del cuchillo penetra mi
carne y quedo inmóvil por la droga que hay en mi
sistema. Soy incapaz de gritar, mi mandíbula se
aprieta con fuerza mientras un agudo gemido brota de algún lugar muy
dentro de mí.
El cuchillo se arrastra desde la parte superior de mi esternón hasta el
fondo, y un ardiente dolor me asalta. Otra viciosa incisión perfora mi carne,
tan agonizante que me roba el aliento.
Las lágrimas nublan mi visión mientras mi pecho se siente como si me
hubieran prendido fuego. El tallado del centro de mi pecho continúa, y la
agonía que lo acompaña me empuja al límite. Es como si hubiera dejado mi
cuerpo y me viera a mí misma y a la escena que tiene lugar.

26 Cuando el cuchillo finalmente se deja a un lado, y me dan la espalda,


alejándose, estoy desgarrada. El alivio de que hayan terminado de
torturarme se filtra dentro de mí, pero trae la necesidad de llamarlos de
nuevo. Una parte de mí quiere suplicarles que me dejen ir, mientras que
otra quiere preguntarles por qué.
Pero sé por qué.
Es exactamente lo que me he preguntado toda mi vida. ¿Por qué nací
así y con esta habilidad? ¿Con esta maldición?
El trueno resuena, y me sobresalto, lamentando instantáneamente el
movimiento. Las lágrimas brotan de las esquinas de mis ojos, e intento
respirar superficialmente.
Las primeras gotas de lluvia golpean mi piel y no puedo reprimir el
salvaje sonido que se libera porque el más mínimo toque en mis heridas es
pura agonía.
Mientras veo hacia la oscura noche, le pido al universo otra
oportunidad. Negocié con él, prometiendo nunca más usar mi habilidad si
me ayudaba a sobrevivir y a escapar.
La única respuesta que recibo es el leve susurro del viento cuando la
lluvia se convierte en fuertes golpes en mi carne.
Se me escapa un sollozo y cierro los ojos con fuerza. Quiero morir... y
tal vez se supone que deba hacerlo.
Tal vez ese sea mi destino.

“Si reconoces el mal, tienes que luchar contra él. Es por eso que la
mayoría de la gente elige negarlo.
Porque son cobardes”.
—AUTOR DESCONOCIDO

27 Bronson Cortez
Daniel se acerca sigilosamente a mi lado.
Mantengo la voz baja a pesar de que somos los únicos en el
estacionamiento.
—¿Quién diablos sería tan estúpido como para venir aquí, a mi
territorio, y decirme que podría estar en peligro y que cree que dos de mi
gente pueden haber sido asesinados?
Los ojos de Daniel se entrecierran, y sé que no se debe al brillante sol
sino a la sospecha.
—¿A quién mencionó?
Una vez que le cuento lo que acaba de decir la pelirroja, el silencio
persiste. Ambos miramos a la calle frente al restaurante.
—Jefe, no importa cómo lo pase por mi cabeza, se me ocurre lo mismo.
Se me retuerce el estómago porque anticipo que su respuesta se hará
eco de mis pensamientos.
—¿Qué es eso?
—Ella está diciendo la verdad… —Duda antes de agregar—: Pero mi
parte lógica dice tonterías.
—¿Crees que esté trabajando con la policía? —Paso una mano por mi
cabello—. Le pregunté a quemarropa, y pareció sorprendida. Dijo que no de
inmediato.
Ladea la cabeza hacia un lado.
—Todos sabemos que eres un detector de mentiras humano.
Él especialmente lo sabe. Puede que sea el más confiable de mis
hombres, pero también crecimos juntos. Ha estado a mi lado desde el
principio.
—Sí, bueno, nada nunca está garantizado al cien por ciento. —Le corté
una aguda mirada—. Además, tenemos muchas personas que se rebajarían
tanto como para tratar de sacarme de mi juego.
28 —Cierto. —Hace una pausa—. ¿Quieres mantener un par de ojos en
ella?
—Sí. Sí lo deseo.
Georgia Danvers. Hice que mis hombres revisaran su matrícula en el
instante en que me enteré de que una novata entró en el restaurante antes
de mi habitual reunión matutina con los demás.
Miren, nos cuidamos unos a otros aquí. En nuestra experiencia, los
forasteros no significan más que problemas. Y con todos tambaleándose por
las muertes de Naomi y de Leo, tenemos la cabeza en un giro.
La llamada telefónica que tomé antes había sido muy malditamente
informativa. Parece que el médico forense, el doctor Jensen, en la morgue,
tomó a Georgia Danvers bajo su ala hace un tiempo y la ha estado
preparando para tomar su lugar una vez que finalmente se jubile. El anciano
tiene conexiones en todas partes, por lo que movió algunos hilos para que
hiciera su beca allí donde ha estado trabajando.
La mujer había apestado tratando de ser toda astuta mirándome. Al
principio, la critiqué por ser como las demás y querer llevar mi pene a dar
un paseo. Pero cuanto más tiempo se sentaba en el mostrador del
restaurante y no hacía ningún movimiento para buscarme, más empezaba
a preguntarme.
Entonces, hice lo que nunca hago. Fui a ella. Y sí, sueno jodidamente
arrogante, pero nunca tengo que perseguirlas; siempre vienen a mí. Pero
esta mujer me intrigaba.
Es una cosa peculiar. Descarada como la mierda, también. Pero hasta
un ciego podía ver el miedo en sus ojos cuanto más tiempo hablábamos
afuera.
Ese miedo fue perseguido por una expresión angustiada. La reconocí a
pesar de que lo sofocó bastante rápido. Alguien lastimó a esa mujer, y
gravemente. Pero demonios, si la forma en que me enfrentó no me hubiera
despertado el pene. Nadie me habla como se atrevió a hacerlo. Nadie.
Pero la dejé hacerlo... y la dejé marcharse.
Por ahora.
No mentiré y diré que cuando se alejó, mis ojos no se posaron en su
29 trasero y la forma en que se balanceaba en su vestido. Y con el cabello de
un color rojo tan intenso, contrastando con su vestido negro. Por una
fracción de segundo, me dieron ganas de ver lo jodidamente sexy que se
vería con nada más que todo ese cabello cayéndole sobre los hombros.
Es una buena pieza, sin duda, pero eso no significa que confíe en ella.
—Mantén tus ojos en ella durante unos días. —Mi mandíbula se aprieta
y dudo por un segundo, antes de agregar—: Y tenemos que investigar las
muertes de Naomi y de Leo.
Cuando abre la boca, levanto una mano para detenerlo.
—No digo que le crea, pero todos estuvimos de acuerdo en que sus
muertes no nos sientan bien a ninguno. Por respeto a ellos y por la seguridad
de todos, debemos seguir así. A ver si aparece algo.
Ofrece un breve asentimiento.
—Lo tienes, jefe. —Nos damos la mano y me acerco a mi vehículo
porque tengo un montón de mierda que hacer hoy.
Mientras enciendo el motor de mi Shelby Mustang y me dirijo a la
destilería, mi mente repite mi interacción con Georgia Danvers.
Será mejor que esa mujer no me joda. Si es así, se arrepentirá del día
que pisó mi territorio.
Me ocuparé de ello yo mismo.

Georgia
Jueves
Alguien me está vigilando.
Siento sus ojos sobre mí, espesos como lodo, pendientes de cada uno
de mis movimientos.
Suena loco, pero es diferente que antes. Sabía que probablemente los
hombres de Bronson me estarían siguiendo después del sábado. Aunque
30 nunca pude precisar su paradero exacto, sentí que me vigilaban.
Pero esto se siente diferente. En lugar de una conciencia constante de
que mis movimientos están siendo rastreados, ahora siento animosidad. Es
como si hubiera despertado algo oscuro y nefasto. Raspa mi piel como
ortigas punzantes, dejando una sensación molesta e irritante a su paso.
No he podido deshacerme de este sentimiento en todo el día.
Además de eso, llegué tarde y olvidé mi almuerzo en casa, así que pedí
un sándwich del lugar a la vuelta de la esquina que hace entregas. Tal vez
estoy siendo demasiado paranoica, pero permanecer dentro de los límites de
la morgue en el sótano de la comisaría me ofrece una sensación de
seguridad.
Dentro del espacio frío, climatizado y desprovisto de ventanas, la
oscuridad que persiste en las esquinas parece refutar la iluminación del
techo.
Ese toque de oscuridad también sirve como un simbólico recordatorio
de que pertenezco a ella. Ahí es donde prosperan los monstruos.
Monstruos.
Demonios.
Demonio.
Cualquiera que sea la etiqueta, el hecho sigue siendo: que no estoy
hecha para la luz. No estoy destinada a mezclarme con ninguna de las
bondades en el nivel superficial.
Por mucho que me haya resignado a ese hecho, todavía me duele. Todo
lo que siempre quise fue pertenecer. Ser vista por mí en lugar del mal que
desearía no poseer.
Expulso un largo suspiro y redirijo mi atención a mi trabajo mientras
me lavo las manos en el fregadero una vez más. Ya me cambié el equipo de
autopsia porque mi almuerzo debe ser entregado pronto. Tendré que
dirigirme al nivel principal y recogerlo del conductor de entrega.
Cuando me acerco a la puerta de la morgue, se abre con un fuerte clic.
Paul entra dando zancadas, con una bolsa del restaurante local en la que
ordené en una mano. La correa de su bolsa de almuerzo reutilizable está
31 sobre su hombro.
Se detiene en seco cuando me ve. Un rojo rubor tiñe sus mejillas
mientras tartamudea:
—Pensé en traerte tu almuerzo y ahorrarte el viaje arriba. —Se mueve
nerviosamente sobre sus pies—. ¿Y también pensé que tal vez podríamos
comer juntos?
Si digo que no, saldré como una perra. Pero si digo que sí,
probablemente lo tomará como una señal de que estoy interesada en él.
Básicamente, estoy jodida.
Mi sonrisa es forzada, pero en el instante en que Paul la ve, su rostro
se ilumina. Su propia sonrisa bordea la ceguera cuando digo:
—Claro. Déjame despejar un lugar en la oficina muy rápido.
Una vez que entramos en la oficina de tamaño modesto en la que el
doctor Jensen me ha dejado dar rienda suelta, organizo cuidadosamente
algunos archivos en montones a un lado de la pequeña mesa, y Paul prepara
nuestros almuerzos.
—Sigues recibiendo la misma combinación de verduras, ¿eh? —Arruga
la nariz—. Todavía no sé cómo toleras el olor del guacamole.
Una de las otras razones por las que nunca funcionaría entre nosotros
(aparte de que no hay atracción por mi parte): es que Paul desprecia el
guacamole.
Agarro mi termo de agua y tomo asiento con una pequeña risa.
—No lo condenes hasta que lo pruebes.
Cuando elige el asiento directamente a mi derecha en lugar de enfrente
de mí, apenas reprimo un gemido.
—Quería ver si estabas libre después del trabajo el viernes. —Cuando
menciona eso, inmediatamente me pongo rígida. Tantas veces como he
rechazado educadamente pero con firmeza sus invitaciones, no parece poner
mucho freno a su persistencia.
Antes de que pueda inventar una excusa de por qué no estoy disponible
el viernes, continúa.
—Pero se me olvidó que tengo competencia este fin de semana en
32 Georgia.
Inclino la cabeza hacia un lado, intrigada.
—¿Competencia? —No me mencionó eso antes.
—Empecé a tomar algunas clases de puntería recientemente. —Levanta
la barbilla con orgullo y se ríe—. ¿Quién sabría que sería natural en eso? El
instructor me habló de las competiciones de tiro civil y desde entonces me
enganché. —Abre la cremallera de su bolsa de almuerzo, pero sus ojos se
posan en mí, esperando ansiosamente mi respuesta.
—Oh, Paul. No tenía ni idea. —Dudo con mis palabras. Porque si hay
una cosa que sé con certeza, es que, si le doy a este tipo el más mínimo
indicio de algún interés, no tomará un miserable kilómetro.
Tomará cien.
—Eso es genial —añado, porque lo es.
—Tal vez pueda mostrártela uno de estos fines de semana. Hay otra el
próximo mes y…
Busco dentro de mi bolsa de sándwiches y saco mi comida y el fajo de
servilletas, luchando desesperadamente por una manera de salirme de la
oferta de Paul. ¿Quiero salir de la ciudad y pasar un fin de semana con él?
Eso sería un firme no. Pero no quiero parecer una perra sin corazón.
Piensa, Georgia. Piensa. Me devano los sesos mientras desenvuelvo con
cuidado mi sándwich personalizado. Es entonces cuando detecto un extraño
olor que emana de él.
Eh. Me pregunto si el guacamole está echado a perder porque
definitivamente no es así como debe oler este sándwich. Lechuga, pepinos,
aceitunas negras, brotes de alfalfa y guacamole extra sobre pan integral
recién horneado huelen a gloria.
Este no lo hace.
Mis manos se vuelven lentas cuando una siniestra premonición actúa
como el dedo de un esqueleto trazando un camino a lo largo de mi columna.
Porque reconozco el olor de la muerte.
Cuando retiro el papel para revelar mi almuerzo, todo parece normal,
33 pero el instinto me hace levantar la capa superior de pan.
—¡Santo cielo! —Paul salta de su silla tan rápido que se cae hacia atrás
y golpea el suelo. Con los ojos increíblemente abiertos, su rostro adquiere
una palidez verdosa—. ¿Qué demonios es eso? —Con la nariz arrugada,
traga audiblemente y aparta los ojos de la ofensiva escena, enfocándose en
mí.
Todavía sentada, puse mi atención en el ingrediente adicional de mi
sándwich una vez más.
—Es la cabeza de una rata bebé.
—Creo que voy a vomitar.
—Probablemente deberías tomar tu descanso para almorzar en tu
propio escritorio. —Mi voz resuena en mis propios oídos, distante y
tranquila, todo mientras mi corazón se sacude salvajemente dentro de mi
pecho.
—Hablaré con el oficial Henderson arriba. Dios, Georgia. Tan
jodidamente asqueroso. ¿Quién pensaría que es una broma graciosa? —La
voz de Paul se va apagando, haciéndose más débil a medida que sale
apresuradamente de la oficina.
—¿Y si no es una broma? —susurro después de que la puerta se cierra
con un clic una vez que se va—. ¿Y si es una advertencia?

Georgia
—Por lo que parece, un empleado descontento decidió vengarse del
gerente antes de renunciar.
Los agudos ojos azules del oficial Henderson me recorren mientras me
devuelve el fajo de servilletas que había esparcido.
—No es la primera vez que sucede algo así. Evidentemente, el mismo
34 empleado había manipulado los cafés de los clientes echándoles sal.
Me estremezco al recordar lo repugnante que fue descubrir la cabeza
de rata en mi sándwich. Por supuesto, también soy muy consciente de que
algunas personas tienden a hacer cosas estúpidas al calor del momento.
—Me puse en contacto con el dueño y se ofreció a enviarme otro
sándwich. —Anota algo en el reverso de la tarjeta de presentación del
departamento.
—Creo que pasaré, pero agradezco la oferta.
Sus ojos conectan con los míos.
—Si hay algo más que se te ocurra, ya sabes dónde encontrarme. —El
rastro de flirteo en su voz me toma por sorpresa.
Así que, por supuesto, lo compenso con palabras idiotas.
—Bueno, aquí está la esperanza de que el próximo empleado
descontento que decida tomar represalias haga algo audaz como untar
guacamole extra y no cobrarme por ello.
Sus ojos encuentran los míos, y pequeñas líneas se abren en abanico
en los bordes mientras su boca se curva en una lenta sonrisa.
—Ya sabía que eras inteligente y hermosa, pero también eres divertida.
—Sacudiendo la cabeza, murmura—: Una trifecta letal, ahí.
Me entrega la tarjeta de presentación, pero no la suelta de inmediato
cuando la acepto. Su tono se vuelve más íntimo, ronco.
—Puse mi celular en la parte de atrás. No dudes en llamar. En
cualquier momento.
—Gracias, oficial. —Oh, Dios. ¿Gracias? ¿Eso es lo que digo cuando un
apuesto hombre de la ley muestra interés en mí? Ojalá el suelo rayado de la
comisaría me tragara entera en este mismo instante.
Como si sintiera mi nerviosismo, suelta la tarjeta, su atención se
concentra en mí.
—Wade.
—Correcto. —Mi voz posee una cualidad sin aliento—. Wade.
Siempre ha sido educado y nunca me puso nerviosa en las ocasiones
35 en que nos atraparon en el ascensor al mismo tiempo. Lo ubicaría en algún
lugar de veinticinco años y como alguien que valora su salud ya que nunca
lo he visto con la estereotipada dona en la mano. Con su cabello rubio claro,
su piel bronceada y su delgado físico, podría pasar fácilmente por uno de
los surfistas que frecuentan Jax Beach en lugar de un policía.
Da un paso atrás, el archivo del informe agarrado en una mano y su
bolígrafo en la otra. Su pulgar presiona la parte superior de la pluma. Clic,
clic, clic. En cualquier otro momento, eso me irritaría los nervios. En cambio,
me consuela saber que no estoy sola en mi nerviosismo.
Baja la mirada a sus zapatos antes de que sus ojos se fijen en los míos,
sus rasgos bordean la timidez. Lo cual es una locura porque el hombre es
lo más parecido a un aspecto hogareño.
—Mira, no quiero hacerte sentir incómoda, así que, si no estás
interesada, lo respetaré. Pero si alguna vez tienes ganas de tomar un café
en algún momento…
Agarro la tarjeta de presentación con más fuerza, pero hago todo lo que
está a mi alcance para asegurarme de que mi voz sea firme.
—Gracias, Wade. Me aseguraré de comunicarme contigo la próxima vez
que necesite una dosis de cafeína.
Mejor. Eso no sonó tan incómodo.
Retrocede con un asentimiento.
—Espero escuchar pronto de ti.

HORAS DESPUÉS…
Paul me llamó hace un momento y se ofreció a esperar y acompañarme,
pero lo rechacé. Sabía que saldría tarde con esta autopsia final y preferiría
estar sola con mis pensamientos en el breve viaje hasta el estacionamiento.
Por ahora, me muero de hambre. Mi estómago prácticamente se está
36 saliendo de mi cuerpo desde que recurrí a comer una horrible barra de
granola de una de las máquinas expendedoras en lugar de dulces o papas
fritas.
Los salvajes sonidos de mi estómago me hacen sentir culpable, porque
mi hambre es insignificante cuando considero mi autopsia final del día: un
niño de siete años que recibió un disparo mientras jugaba en la casa de un
amigo.
Evidentemente, el amigo había descubierto un arma que no sabía que
estaba cargada, y estaban jugando con ella cuando se disparó.
Todo lo que se necesitó para terminar con la vida de un niño de siete
años fue una sola bala. Y su amiguito siempre soportará el peso de la
tragedia de que fue quien apretó el gatillo.
Si bien la mayoría de los días, estoy agradecida de tener el lugar para
mí y por la confianza del doctor Jensen en mi capacidad, en momentos como
este desearía poder entregarle las riendas. Pero esto es para lo que me está
preparando. Asumir completamente el control una vez que termine mi beca
y se retire oficialmente.
Un pequeño bloque corporal debajo de la espalda del niño eleva su
torso, permitiéndome abrir su cavidad torácica más fácilmente y con mayor
precisión.
Antes de comenzar, paso mis enguantados dedos por la frente del niño.
Con su piel ya cenicienta, la deslizo suavemente hasta la línea del cabello,
donde encuentro su corto rapado.
Mi voz es apenas audible.
—Lo siento mucho, cariño, pero tengo que hacer esto. —Mi garganta se
vuelve cruda y apretada—. Pero ahora, estás donde nada podrá lastimarte
más, Demetrius.
Haciendo la cuidadosa incisión, continúo con mi rutina habitual con
los cuerpos que autopsio.
Hablo con ellos.
Sé que suena extraño, y un montón de locura, pero lo juro, a veces
siento su incomodidad. Su ansiedad. La necesidad de consolarlos de alguna
37 manera es lo menos que puedo hacer, especialmente porque soy la
responsable de abrirlos y vaciarlos de sus órganos.
A menudo les aviso cuando estoy a punto de eliminar algo o lo que
encuentro, ese tipo de cosas. La micro grabadora activada por voz que me
engancho durante las autopsias captura mis divagaciones, pero asegura que
no me pierda ningún detalle en su autopsia.
—Recuerdo vagamente que tenía tu edad, Demetrius. —Un rastro de
sonrisa adorna mis labios—. Me encantaba jugar con muñecas y también
construir cosas con rocas y palos geniales y cualquier otra cosa que pudiera
tener en mis manos.
Un momento después, agrego suavemente:
—Lo estás haciendo muy bien, amigo. Tu cavidad torácica está abierta
y veo tu pequeño corazón.
Hago una pausa y me recobro. Normalmente soy la máxima
profesionalidad, pero realizarle una autopsia a un niño no es algo común
para mí.
No ayuda que primero deba quitar la bala alojada en el pequeño órgano.
—Oh, cariño —susurro entrecortadamente—. Si tan solo esta maldita
bala hubiera tenido una trayectoria diferente…
Saco con cuidado la bala de su corazón, la coloco en el pequeño
recipiente de recolección y hace un suave sonido metálico contra el acero
inoxidable.
—Gracias. Me siento mejor ahora.
Mi cabeza se levanta rápidamente y mi mirada se fija en el chico cuyos
nublados ojos ahora están abiertos enormemente y ven alrededor
salvajemente. Parpadeo un par de veces para asegurarme de que no estoy
experimentando una extraña alucinación derivada del hambre.
No le he hecho nada. No le pregunté cómo murió como lo hice con los
demás. Entonces, ¿por qué él...?
—Eres una buena dama. —Frunce el ceño de repente, y sus diminutos
dedos tocan la parte superior de mi mano enguantada—. No crees que lo
eres, pero lo eres. Quitaste el dolor. —Sus dedos en mi mano se aflojan—.
Me tengo que ir. Dile a mi mamá que busque en mi carpeta azul.
38 Me las arreglo para forzar un “ Lo haré” pero mi voz se quiebra.
Arraigada en mi lugar como si mis pies fueran de cemento, mantengo
mi atención fija en su rostro mientras regresa a su plácido estado. El tiempo
parece haberse detenido, y me resisto a apartar mi atención de él a pesar de
que inherentemente sé que ahora se fue por completo.
Cuando veo su pequeña mano, los dedos con los que me tocó, no puedo
resistirme a descansar brevemente la mía sobre la suya. Solo ahora me doy
cuenta de que hay más de una diferencia en cómo sucedió esto.
Su discurso fue claro y preciso. No estaba distorsionado y era difícil de
descifrar. Tampoco estoy completamente agotada de energía, y mis
músculos no parecen una papilla absoluta. En cambio, me siento casi...
rejuvenecida. Tal vez sea porque tengo una tarea que completar en nombre
de Demetrius.
Mi estómago ruge con fuerza, recordándome que todavía tengo que
completar la mayor parte de su autopsia.
Como un robot, realizo los movimientos y anoto todo en consecuencia.
Y después, cuando avanzo mi micro grabadora hasta el momento en que
habló Demetrius, no hay nada más que mi voz. Tal como sucedió la noche
en que les hice la autopsia a Naomi y a Leo.
Está desprovista de cualquier registro, cualquier prueba, de lo que
sucedió.
Cuando doy por finalizada mi jornada laboral, recojo mis cosas. Me doy
cuenta de la gran cantidad de servilletas que había olvidado antes y que
estaban incluidas en la bolsa con mi sándwich no comestible, y las recojo.
Estas son las servilletas bonitas y gruesas, y a menudo guardo algunas
en mi automóvil por si acaso. Doblándolas, las deslizo en la parte exterior
de mi bolsa de trabajo para no olvidar ponerlas en mi guantera.
Apago las luces y cierro todo mientras, en el fondo de mi mente, la
solicitud de Demetrius persiste.
“Dile a mi mamá que busque en mi carpeta azul”.
Anoté la dirección de su madre y escribí una nota rápida que planeo
39 deslizar en su buzón. No tengo idea de lo que podría haber en su carpeta
azul, pero evidentemente es importante para él que su madre lo descubra.
Bajando en el elevador hasta el estacionamiento a nivel del suelo,
agradezco que esté vacío y no tenga que hacer una pequeña charla cortés.
Saco mi cinta para el cabello y paso una mano por mi cabello, un suspiro
de alivio se derrama por finalmente tenerlo suelto.
Cuando mi estómago ofrece otra fuerte protesta por su vacío, presiono
mi mano contra él, prometiéndole comida en silencio una vez que llegue a
casa.
En el instante en que salgo del ascensor y camino, me asalta una noche
inusualmente cálida.
Ahí es cuando lo siento. Ojos en mí, una vez más. Ese cosquilleo en la
parte posterior de mi cuello envía un escalofrío a través de mí.
Miro a mi alrededor, preguntándome si mi paranoia está actuando
mientras observo las sombras que se proyectan sobre la variedad de
vehículos estacionados. Las pocas luces colocadas por todas partes no
logran iluminar cada rincón y grieta.
Mi primer pensamiento es que Paul decidió esperarme aquí, pero no
veo a nadie holgazaneando. Enderezando mi columna, camino rápidamente
hacia mi auto. Las oscuras ventanas que evitan que el interior se caliente
durante el calor del día pintan una imagen espeluznante y misteriosa en las
horas de la noche.
La bombilla en el poste de luz al lado de mi vehículo parpadea
salvajemente. Me parece irónico que algunas de las luces del
estacionamiento del recinto estén quemadas o al borde. Es como si nadie
esperara que alguien se atreviera a participar en un acto ofensivo aquí, por
lo que no hay ningún sentido de urgencia para reemplazar las bombillas.
Presiono el llavero en el instante en que me acerco al lado del
conductor, abro rápidamente la puerta y me deslizo adentro, cerrándola de
golpe e inmediatamente encerrándome.
Haré que mi corazón acelerado se calme y no se asuste. Mi estúpida luz
de techo que necesita ser reemplazada se suma a la extraña sensación.
Mi bolso está incómodamente metido entre el volante y yo, así que
40 cuando me muevo para dejarlo en el asiento del pasajero, casi levito en
conmoción hacia la persona sentada allí.
—¡Santa mierda! —Me agarro a mi bolso, usándolo como escudo—.
¿Qué demonios estás haciendo aquí?

Georgia
Tumbado en mi asiento del pasajero, Bronson Cortez me mira con una
expresión que no revela nada. De hecho, el líder de la pandilla parece
completamente despreocupado por el hecho de que me acaba de asustar.
El parpadeante poste de luz actúa como una errática luz
estroboscópica, iluminando parcialmente su rostro y bailando a lo largo de
sus cincelados pómulos.
—¿Qué pasó antes?
Confundida, lo miro fijamente.
—¿Qué?
Un músculo en su mejilla se tensa, bordeando su barba.
—¿Qué. Sucedió. Antes?
Lo veo con cautela, mis dedos se aprietan en mi bolso. Sus ojos se
posan en ellos antes de volver a los míos.
—¿Me tienes miedo, Red?
Estúpido. Lo inmovilizo con una mirada helada.
—Tengo un nombre, sabes.
—Lo sé. —Sus labios se tensan imperceptiblemente y su mirada se
vuelve helada—. No me gusta repetirme. ¿Qué pasó antes?
—No sé de lo que estás hablando… —Mi boca se cierra de golpe al
darme cuenta de que de alguna manera sabe sobre el incidente del
sándwich.
Inclinando la cabeza hacia un lado, lo veo con los ojos entrecerrados,
41 preguntándome qué diablos está tramando.
—¿Por qué me preguntas qué pasó antes? —Fluye sospecha a través de
mí—. ¿Estás tratando de actuar como si no tuvieras nada que ver con eso?
Ese maldito músculo en su mejilla parpadea de nuevo antes de que su
voz adquiera un tono ártico.
—Maldita sea, Red. Quiero escucharlo directamente de ti. ¿Qué diablos
pasó?
—Escucha, amigo. —Me señalo—. Soy yo a quien le entregaron un
maldito sándwich con una cabeza de rata, no a ti. Por lo tanto, debes
calmarte con la estupidez que estás haciendo.
Inmovilizándolo con una áspera mirada, añado:
—Y adelante, admítelo ya. Querías enviarme un mensaje para
asegurarte de que no entraré en tu… —me interrumpo y uso comillas
digitales—… territorio. Bueno, fue recibido. Alto y claro. —Hago un
movimiento de espanto—. Puedes irte ahora. No volveré a molestarte nunca
más.
Una pausa cargada cuelga entre nosotros hasta que finalmente levanta
una ceja oscura.
—¿Terminaste?
Suelto una fuerte exhalación. Mis hombros caen con el peso de los
eventos del día, mi voz lo empareja mientras desvío mi mirada.
—Sí.
Cuando unos dedos callosos agarran suavemente mi barbilla y me
guían hacia él, una sacudida rebota a través de mí. Pero curiosamente, no
es por miedo. Su toque es extrañamente relajante.
¿Perdí la cabeza por completo? Es un líder de pandilla, por el amor de
Dios. Uno que asesina gente, si los informes de noticias sirven de algo. Mi
reacción, o pensamientos delirantes sobre él, se deben a que simplemente
me estoy recuperando de todo lo que sucedió hoy.
—Escúchame. —Su orden no se entrega con la dosis habitual de
42 arrogancia, pero aún posee ese rasgo de mando acerado—. No tuve nada
que ver con lo que pasó hoy.
Sostiene mi mirada sin pestañear, y tal vez sea una idiotez, pero en
realidad quiero creerle.
Infundiendo bravuconería en mi tono, planteo la pregunta del millón
de dólares.
—Entonces, ¿por qué estás aquí, persiguiéndome?
Suelta mi barbilla e instantáneamente me siento privada de su toque.
¿Qué diablos me pasa?
Se inclina hacia atrás y ladea la cabeza hacia un lado,
inspeccionándome cuidadosamente.
—Háblame de la rata.
Le frunzo el ceño, mis palabras son lentas y vacilantes mientras me
pregunto la razón detrás de su curiosidad.
—Era pequeña y no tenía cuerpo. Sólo cabeza. —Me encojo de
hombros—. Eso es todo lo que sé.
Sus ojos nunca dejan los míos.
—¿No había nada más con ella?
—Nada.
Su mirada se vuelve aguda.
—¿Ninguna nota?
—Sin nota.
Parece reflexionar sobre eso, sus cejas se juntan.
—¿Qué más había en la bolsa con el sándwich?
—Nada. No pedí nada más.
—¿Qué pasa con las servilletas?
Frunzo el ceño, mirándolo extrañada.
—¿Qué hay con ellas?
Sus labios se aplanan, la irritación endurece su expresión.

43 —¿Te dieron alguna?


—Solo porque pedí servilletas extras. ¿Sabías que normalmente solo
dan una servilleta independientemente de la cantidad de comida que pidas?
Es una atrocidad, especialmente cuando se trata de un sándwich que tiene
extra de guacamole, porque…
—¿Dónde están las servilletas?
Miro hacia abajo a la parte exterior de mi bolso.
—Las metí allí.
—Dámelas.
Lo miro con recelo.
—¿Por qué?
Ese músculo en su mejilla se vuelve salvaje, su mirada se vuelve ártica.
—Por el amor de Dios, Red. O tienes un deseo de muerte, o eres una
estúpida al ponerme a prueba de esta manera. —Se inclina más cerca, todo
su comportamiento exuda pura amenaza, cada palabra forzada entre
dientes apretados—. Muéstrame las malditas servilletas.
Mirándolo con el ceño fruncido, saco el fajo de servilletas dobladas de
mi bolso y se las lanzo.
—¿Feliz ahora?
En un abrir y cerrar de ojos, la mayor parte de mi cabello queda
atrapado en su apretado puño. Hace que sea imposible evadirlo a medida
que se acerca, llevándonos nariz con nariz.
—Lo diré una vez, y será la última advertencia que recibas. No me
jodas, Red. No soy alguien con quien se pueda jugar.
Cuando intento alejarme, aprieta su agarre en mi cabello, dejándome
inmóvil. Sin embargo, no es doloroso y no incita al miedo, lo que encuentro...
sorprendentemente extraño.
Sus labios se aplanan y tensas arrugas rodean su boca, su voz se vuelve
de granito.
—Puedes darles una erección a esos chicos lindos en la comisaría con
esa inteligente boca tuya, pero no a mí. Yo estoy a cargo, y tú estarías jodida,
recuerda eso.
44 No respondo, sino que combino su mirada helada con la mía. Sus fosas
nasales se ensanchan.
—¿Comprendido?
Si fuera posible incinerarlo en el acto con una simple mirada, estoy
segura de que lo lograría con mi expresión llena de furia.
—Entendido —digo las cuatro sílabas. Pero ambos sabemos que le
estoy diciendo en silencio que se vaya a la mierda.
Permanecemos encerrados en nuestra mirada hacia abajo, cada uno
negándose a ser el primero en ver hacia otro lado. En mi inhalación, el ligero
cambio hace que la punta de mi nariz se pegué con la suya. El contacto,
aunque sea un toque ligero como una pluma, tiene una sensación eléctrica
bailando a lo largo de mi piel. Mi pulso se acelera y mis pezones se tensan.
Oh diablos, no. No puedo sentirme atraída por él. Es un imbécil
arrogante que acaba de amenazarme.
Cuando su agarre en mi cabello se afloja, me libero y paso mis manos
por mi largo cabello. La necesidad de inquietarme es feroz, así que golpeo la
llave de mi auto contra el volante, mis ojos enfocados en los repetidos
movimientos.
—Necesito llegar a casa. Entonces, si terminamos aquí…
—¿Qué diablos es esto?
Mi cabeza da vueltas ante su oscuro y siniestro tono, pero sus ojos no
están enfocados en mí. En cambio, sostiene una de las servilletas,
prácticamente haciendo un agujero con su mirada antes de levantar su
mirada hacia la mía.
Pellizcándola entre sus dedos, la gira para mostrármela. Cada gramo
de oxígeno sale de mis pulmones al ver el mensaje garabateado
apresuradamente con tinta azul.
Mantente alejada perra.
Trago audiblemente, luchando contra la abrumadora inquietud.
—Bien. Una cosa es segura. Alguien necesita desesperadamente
aprender sobre el uso de las comas. Quiero decir, no soy una experta aquí,
pero sé que se supone que debes…
45 —Jesús. —El torturado tono de Bronson se entremezcla con
exasperación.
Levanto mis cejas en desafío.
—¿Estás seguro de que tú o tu pandilla no hicieron esto? Porque
ustedes son, literalmente, las únicas personas con las que me he encontrado
que han sido, oh, menos que agradables con mi visita a su territorio.
Su tormentosa mirada se clava en la mía.
—No me gusta repetirme. Te lo dije. También te dije que no fuimos
nosotros.
Su expresión se convierte en una de absoluto disgusto cuando vuelve
a centrar su atención en el objeto.
—Como si fuéramos a perder el tiempo amenazándote escribiendo en
una maldita servilleta.
—¿Qué hacen entonces? —Inclino la cabeza hacia un lado mientras
pretendo reflexionar sobre ello—. Probablemente lo escriban con sangre en
el costado de un edificio o algo así, ¿verdad?
—¿Piensas que esto es una broma? —La advertencia en su tono es
innegable.
Suelto un suspiro.
—No. Pero, sinceramente, creo que estás exagerando. Aparentemente,
era un empleado descontento que quería molestar al gerente antes de
renunciar.
—¿Quién te dijo eso?
—Wa… —Me aclaro la garganta y apenas resisto el impulso de hacer
una mueca—. El oficial Henderson.
Una ceja oscura se eleva, el desprecio brota de él en gruesas oleadas.
—Se hablan por el nombre de pila, ¿eh? —Ese maldito músculo en su
mandíbula late salvajemente—. ¿Estás saliendo con él o algo así?
Abriendo mis ojos de manera exagerada, junté mis manos debajo de mi
barbilla antes de adoptar un tono caprichoso.
—Ahora no, pero estoy segura de que una vez que él y yo salgamos a
46 tomar un café, se dará cuenta de que soy la elegida y todas las criaturas del
bosque estallarán en canciones y bailes, y viviremos…
Mi sarcástica respuesta se interrumpe sucintamente cuando su mano
me tapa la boca. Incluso en el oscuro interior del auto, la luz exterior baila
sobre su feroz expresión.
—Ese descaro te meterá en problemas algún día, Red.
Mis palabras murmuradas no son descifrables detrás de su mano, pero
aun así las pronuncio. Pero hoy no es ese día.
Sus ojos se estrechan como si entendiera lo que dije.
—Sal del estacionamiento, luego gira a la derecha en Ponce de León.
Sacudo la cabeza erráticamente mientras mi corazón late contra mi
caja torácica. De ninguna manera, José. No conduciré a donde sea que esté
planeando matarme y tirar mi cuerpo. He visto suficientes películas de
Lifetime para saber cómo funciona.
Debe leer mi expresión porque deja caer su mano de mi boca mientras
la suya se aplana con exasperación.
—Necesito que me dejes en mi auto. Está estacionado a la vuelta de la
esquina.
Parte de la tensión abandona mis músculos.
—Oh. Bien. Puedo hacer eso. —Volviéndome para deslizar mi llave en
el encendido, lo corté con una penetrante mirada—. ¿Me prometes no
planear matarme y tirar mi cuerpo en un lago lleno de caimanes?
Mira al frente, con la mandíbula apretada.
—No hay promesas si continúas hablando con tu inteligente boca.
Ahora, conduce, Red.
Le lanzo una sucia mirada, porque evidentemente, el señor Pandillero
saca a relucir mi lado mezquino e infantil, antes de salir con cuidado del
estacionamiento y de girar en la calle Ponce de León.
—Detente en el Mustang allí.
Me detengo al lado del elegante y brillante vehículo negro y toco el botón
de mis luces de emergencia mientras espero que Bronson salga.

47 Se gira ligeramente, tratando de alcanzarme, y por una


segundo, mi respiración se suspende en mi pecho. Pero no me
fracción de
toca. Apoya
una mano en el respaldo de mi reposacabezas y se inclina más cerca,
inspeccionándome como si fuera una extraña criatura que acabara de
descubrir.
—Todavía no te he descubierto. —Sus ojos se estrechan mientras me
escudriña—. Lo que sí sé es que alguien te está atacando. Sólo que no sé
quién.
—No soy nadie. —Me encojo de hombros—. Si lo que dices es cierto,
estoy segura de que pronto se darán cuenta de que no soy una amenaza.
Da una sacudida cortante de cabeza.
—Si Naomi y Leo fueron asesinados, y fuiste a decírmelo, te convertiste
en una amenaza para ellos.
Soltando mi reposacabezas, se aparta para abrir la puerta. Parece
vacilar antes de finalmente decir:
—Ten cuidado en quién confías, Red. —Cierra la puerta sin mirar atrás
y desaparece dentro de su auto.
Sus palabras resuenan en mi mente, pero pronto van acompañadas de
una persistente pregunta.
¿Podré confiar en él?

48
3
Bronson

M
i abuela siempre ha sido un ave nocturna, así que no me
sorprende ver las luces encendidas en su casa cuando llego.
Cuando estoy en la puerta principal, ya la abrió.
Sus oscuros ojos se arrugan mientras me sonríe.
—Tenía la sensación de que vendrías, pero no estaba segura de cuándo.
Con el delantal atado a la cintura, extiende los brazos. Doy un paso
adelante y presiono un beso a cada lado de su cara.
—Entra, entra. —Me hace pasar al interior e inmediatamente me
bombardea el aroma de ropa vieja, un plato de carne deshebrada. Es
fácilmente una de mis cosas favoritas que hace, y me recuerda que trabajé
durante la cena, demasiado ocupado para tomarme tiempo para comer.
Cierro la puerta detrás de mí y la sigo a su cocina, donde el delicioso
olor se vuelve más fuerte.
—Pensé que tendrías hambre, así que preparé esto para ti. Siéntate,
siéntate.
Tomo asiento a la mesa de su cocina y tararea alegremente mientras
49 sirve una saludable porción de ropa vieja y frijoles negros. Cuando desliza
el plato frente a mí con un vaso de agua, le doy las gracias. Una vez que se
sienta frente a mí, me sumerjo y casi gimo de agradecimiento.
La abuela se sienta con orgullo mientras devoro mi cena, sin hablar
hasta que me siento en la silla con un suspiro de satisfacción. Mueve mi
plato al otro lado de la mesa.
—Entonces… —Las arrugas que se abren en abanico desde los bordes
exteriores de sus ojos y su boca se profundizan con preocupación—. Algo
oscuro se está gestando.
—Abuela… —No hay duda de que el agotamiento y el ¿Podemos no
hacer esto ahora mismo? enhebra en mi voz.
—Bronson, sabes que no puedo ignorarlo.
Estirándose a través de la mesa, coloca su mano sobre la mía. Mis ojos
se dirigen a su arrugada piel, recordándome lo que no quiero admitir: que
se está haciendo mayor, y que no hay maldita garantía de cuánto tiempo
más tengo con ella.
Puede que tenga ochenta y nueve años, pero con la forma en que se
mueve, sus brillantes sonrisas y la falta de quejas sobre dolores y molestias,
es fácil olvidarlo.
Permanezco en silencio, resignado al hecho de que suele salirse con la
suya. Y ya sé lo que quiere.
Me da un rápido apretón en la mano, y la sonrisa en sus labios es una
que nunca me hizo dudar si era querida.
Esta mujer nunca me ha juzgado por las decisiones que he tomado a
lo largo de los años. Por la sangre en mis manos. Por la violencia. Por
convertirme en el monstruo en el que me convertí. Me comprende.
Por eso la complazco.
Retira su mano y alcanza la baraja de cartas. Dice que la ayudan a
guiarla en tiempos difíciles. Personalmente, no le doy mucha importancia a
ese tipo de mierda, pero lo hago porque la quiero. Preferiría cortarme la
garganta que faltarle el respeto de alguna manera.
Con los ojos cerrados, sostiene las cartas por un momento antes de
50 inhalar profundamente y exhalar. Sus oscuros ojos se encuentran con los
míos mientras baraja y corta las cartas en tres pilas antes de volver a
apilarlas en una sola pila.
Su mirada tiene una sensación de urgencia, pero no estoy segura de
por qué. Cuando extiende las cartas, me recuesto en mi silla, esperando a
que elija la carta o cartas para darles la vuelta.
—Esto es para ti.
Arrugo la frente.
—¿Qué quieres decir con que es para mí?
Hace un gesto hacia la serie de cartas desplegadas boca abajo sobre la
mesa.
—Tienes que elegir.
Una incómoda sensación me recorre porque nunca me había hecho
hacer esto antes. Cada dos veces, es la que hace la recolección.
Siente mi vacilación porque inclina la cabeza hacia un lado.
—Por favor. Siéntete como en casa con tu abuela.
Suelto un suspiro, mi sonrisa es débil y cansada, pero me inclino hacia
adelante.
—¿Cuántas elijo?
—Tantas como te sientas atraído. —Los ojos de la abuela recorren mi
rostro—. Cierra los ojos si te ayuda.
Cristo, estoy jodidamente exhausto, y debería estar en casa durmiendo
un poco, pero esto es importante para ella.
Con mi mano flotando sobre las cartas, cierro los ojos y toco algunas
con las yemas de los dedos, acercándolas hacia mí antes de abrir los ojos.
Asiente antes de voltear la primera carta que alejé de las demás.
Tocándola con el dedo, dice:
—Ahh, el Ángel de la Fuerza. Recordándote que digas tu verdad y
aceptes tu autoridad. —Sus ojos se encuentran con los míos—. Esto
significa que llevarás a tus Scorpions a alcanzar más poder.
Bien. Esas son buenas jodidas noticias. Pero no digo una palabra; solo
51 espero a que termine.
La siguiente carta a la que le da la vuelta está boca abajo desde su
punto de vista, y frunce el ceño.
—Mmm. Esto podría significar que una mujer influirá negativamente
en tu vida.
No puedo reprimir el gruñido que se libera. Si no es evangelio, no sé
qué es.
Quemarme hace años me volvió cínico. Han sido conexiones simples
para mí desde entonces porque estoy seguro de que no quiero pasar por esa
mierda nunca más.
Pero últimamente, he estado en un puto período de sequía. Ni siquiera
estoy seguro de que alguna mujer valga la pena, incluso si resulta ser una
acostada estelar. Porque no importa cuántas veces les diga a las mujeres el
puntaje, no pasaré la noche y no tengo relaciones, y ellas actúan como si
estuvieran bien con eso.
En el momento exacto en que me subo la cremallera de los malditos
pantalones, están planeando nuestra maldita boda. A la mierda esa mierda.
Mi mano está vencida por ahora porque no quiero el dolor de cabeza de
lidiar con mujeres que se niegan a estar en la misma página.
Los ojos de la abuela se clavan en mí y me lanza una mirada severa.
—Esto es serio. Necesitas tener cuidado.
—Lo tendré.
Su atención vuelve a la carta invertida, descansando en ella por un
momento.
—Una gran oscuridad la rodea… —Habla en voz baja, como si estuviera
pensando en voz alta—. Pero hay más en ella de lo que alguien nota. —Su
mirada se eleva para encontrarse con la mía—. Y esa gran oscuridad que
mencioné puede atraer el peligro.
Las yemas de sus dedos se ciernen sobre las últimas dos cartas que
elegí, y cuando las voltea, se congela. Sus ojos se demoran en las cartas
52 antes de recorrerme críticamente, y un siniestro escalofrío me recorre.
—¿Qué sucede?
Cuando duda, se me hace un nudo en la boca del estómago. No creo
en esta mierda, pero por alguna razón, esto se siente... como si importara.
Frunce el ceño. Haciendo un gesto a las dos cartas, explica:
—Elegiste ambas, pero esta está al revés...
Sus cejas se juntan en feroz concentración.
—Puede significar que algo que estás viendo que no es completamente
obvio. Pero entonces, esto… —exhala lentamente, señalando la otra carta—
, puede significar que estás lidiando con un dolor de corazón o que alguien
que conoces está desconsolado.
Su explicación pende entre nosotros. No tengo ni idea de qué hacer con
nada de eso.
—Bueno, eso fue... optimista.
Se ríe suavemente.
—Sé que no crees en esto, pero un día lo verás. —Alcanzando mi mano,
le da un apretón antes de sentarse en su silla y señalar las cartas—. Siempre
pido en qué necesito orientación, y esta noche pregunté por ti.
—¿Qué preguntaste exactamente? —Puede que no esté de acuerdo con
esta mierda de cartas, pero eso no significa que no tenga curiosidad.
Sus labios se tuercen hacia abajo en los bordes, su rostro tenso por la
preocupación.
—Quería saber con qué amenazas podrías estar lidiando.
Me estiro sobre la mesa y tomo sus manos entre las mías.
—Abuela, estoy bien. Tengo buenos hombres conmigo. Todo el mundo
pasa por momentos difíciles, pero me conoces. —Sonrío—. Siempre salgo
ganando.
Se forma una arruga entre sus cejas a pesar de que intenta sonreír.
—Lo sé, mi amor. Pero a veces, las cosas suceden cuando menos lo
esperamos. —Su boca se abre de nuevo antes de cerrarse, como si dudara
en decirme algo. Que no se parece en nada a mi abuela.
53 Agudizo mi mirada en ella.
—¿Qué sucede?
Exhala un pesado suspiro.
—Le pregunté a las cartas sobre Naomi y Leo.
—¿Y?
Otro pesado suspiro.
—Y me dijeron que los asesinaron. —Coloca su palma sobre el centro
de su pecho y se estremece como si tuviera dolor—. Odio no poder contarte
más, y sé que no crees, pero lo sentí en mis huesos cuando volteé las cartas
y me dieron la respuesta. Te lo digo, no fue un accidente. —Su tono es firme
y no admite discusión, similar a la vez que traté de engañarla para que me
dejara tomar un helado después de jurar que había entregado mi tarea en
la escuela.
Había mentido sobre mi tarea, y no importó cuánto le rogué y traté de
hablarle con dulzura, no se movió. Siempre ha sido una mujer aguda, capaz
de olfatear la verdad.
—Alguien se aseguró de que murieran en ese incendio, y no fue del todo
por la inhalación de humo.
Cristo Todopoderoso. Básicamente es lo que me insinuó la mujer
Danvers, pero… no me dio nada para continuar.
Exhalo lentamente.
—Si eso es cierto, tienen que ser The Disciples tratando de empezar
una mierda. Especialmente después de ese tiroteo hace unos días. —Paso
una mano por mi cara. Maldición si no se siente como si el peso del mundo
se plantara sobre mis hombros.
Lo juro, nunca termina.
Aun así, no cambiaría una maldita cosa. Estoy jodidamente orgulloso
de lo que he hecho aquí. Se esperaba que algunos idiotas pensaran que
podrían intimidarme y comenzar una guerra territorial. Pero mi gente sabe
lo que pasa, y me respaldan.
—Saqué la carta de la vanidad al revés. Esto significa que quienquiera
que esté detrás de todo esto quiere tu atención. Seriamente. —La
54 preocupación graba el rostro de mi abuela.
Me pellizco el puente de la nariz y pienso en esta noche. ¿Cómo diablos
encaja Georgia Danvers en esta mierda? ¿Por qué alguien le enviaría una
advertencia como esa?
—Mi amor. —Mi abuela suspira—. Necesitas a una buena mujer que
esté a tu lado. Una mujer fuerte que pueda defenderse como tú lo haces.
Con cansancio, levanto la cabeza para mirarla.
—¿Podemos no hacer esto?
Su tono es tranquilo y controlado, pero su expresión está teñida de
tristeza.
—Solo quiero que seas feliz como yo lo fui con tu abuelo.
—Lo sé. —Y es verdad.
Nunca lo conocí porque murió antes de que naciera, pero todo lo que
la abuela dijo a lo largo de los años es lo enamorados que estaban.
Ese tipo de amor es raro, especialmente hoy en día. Encontrar a alguien
que se quede a tu lado cuando las cosas están mal, cuando las cosas
realmente se tuercen, es como encontrar la maldita olla de oro al final del
arcoíris.
Acaricia mi mano, una sonrisa de complicidad juega en sus labios.
—Encontrarás a una mujer que te derribará. Apuesto a que ni siquiera
la verás venir. Pero será exactamente lo que necesitas. —Sus ojos se arrugan
en los bordes—. Y te darás cuenta de que es exactamente lo que siempre
has querido.
Exhalo con cansancio y paso una mano por mi cabello porque
últimamente, la abuela me ha estado insistiendo sobre encontrar a “una
buena mujer”. La quiero, pero esta mierda envejece rápido.
Su arrugado rostro se disculpa y me da otra palmadita en la mano.
—Deberías irte a casa. Necesitas descansar.
Con un cansado suspiro, asiento.
—No discutiré contigo sobre eso. —Levantándome de mi asiento, llevo
55 mi plato y vaso al fregadero.
—Cariño, yo me encargo de eso.
La miro con dureza y su boca forma una suave sonrisa. Mi tono no es
tan abrasivo, y sabe que es porque la quiero.
—Puedo limpiar yo mismo.
Después de poner todo en el escurreplatos y de limpiarme las manos
con un paño de cocina, se levanta y me acompaña sin decir palabra hasta
la puerta.
Cuando la abro, coloca una mano en mi brazo.
—Bronson... lo que hiciste el otro día estuvo justificado.
Sus oscuros ojos sostienen los míos firmemente, y sé a lo que se refiere.
Cuando cometí un asesinato a sangre fría el sábado. Y tiene razón. Fue
bien merecido.
Dejo un beso en su mejilla y le doy un abrazo rápido.
—Buenas noches, abuela.
Desde su posición en el umbral, espera a que abra la puerta de mi auto
antes de gritar. Su tono es suave, pero tiene un hilo subrayado de
advertencia.
—Ten cuidado, mi amor.
Le ofrezco un rápido asentimiento antes de deslizarme dentro de mi
auto. Cierra la puerta y apaga las luces exteriores, y salgo de su camino de
entrada y me dirijo a casa para pasar la noche.
Una vez que descubra quién está detrás de esto, llevaré la mierda
directamente a su puerta. Recibirán el mismo tratamiento estándar.
Una bala entre los malditos ojos.

Georgia
Viernes
56 El doctor Jensen viene todos los viernes para firmar los informes de las
autopsias que completé durante la semana. No es exactamente legítimo, pero
el hombre es un pilar en la comunidad y muy respetado ya que ha sido el
médico forense aquí durante mucho tiempo.
El día que me entrevisté para el trabajo de asistente de morgue fue el
momento en que las cosas cambiaron para mí profesionalmente. El doctor
Jensen me trató con respeto a pesar de que acudí a él cuando tenía
dieciocho años con solo un certificación de preparatoria y la promesa de ser
la trabajadora más dura y confiable que jamás haya conocido.
Una vez que pasé mi período de prueba de noventa días y que
evidentemente había demostrado que tenía una sólida ética de trabajo, me
sentó y me preguntó qué imaginaba para mi futuro trabajando en la morgue.
—Espero seguir trabajando aquí a largo plazo —respondí
cuidadosamente.
Había juntado los dedos, mirándome desde detrás de sus gafas.
—¿Qué dirías si me ofreciera a ayudarte a obtener los títulos y
certificaciones necesarios para ocupar mi lugar eventualmente?
Mi mandíbula casi había tocado el suelo, y se había reído de mi
sorpresa.
—Había estado esperando el momento adecuado para retirarme, pero
no pensé que fuera posible sin alguien que ocupara mi lugar.
Una sonrisa afectuosa apareció en sus labios.
—Pero cambiaste eso. Ahora, tal vez pueda retirarme y jugar al golf
tanto como quiera. —Su expresión se volvió formal—. Pero primero,
necesitamos enviar tu solicitud a la universidad. Tienen un programa que
ofrece clases nocturnas y de fin de semana. —Hizo una pausa—. ¿Estarías
interesada en eso?
—Sí, señor. —Mi respuesta había salido sin aliento con asombro e
incredulidad—. Absolutamente.
Una sonrisa satisfecha se apoderó de su rostro.
—Esperaba que dijeras eso. Veo un gran potencial en ti, Georgia.

57 —Muchas gracias. —Apenas resistí el impulso de bailar alrededor de la


habitación de felicidad. Porque finalmente, parecía que algo iba bien en mi
vida.
Tal vez le demostré al universo que quise decir lo que prometí. Tal vez
esta era mi oportunidad de hacer las cosas bien.
De ser normal.
El doctor Jensen se ha convertido en la persona que más me ha
apoyado en mi vida, nunca. Estuvo disponible si necesitaba ayuda con mis
cursos y me felicitó cuando me gradué entre las mejores de mi clase con mi
título universitario, seguido de mi título de médico. Con este último, debido
a su generosa donación a la universidad, aseguró que las clases nocturnas
y de fin de semana aún estuvieran disponibles.
Y cuando llegó el momento de comenzar mi beca de tres años, habló
con los poderes fácticos para permitirme completar la mía en la morgue bajo
su supervisión.
La mayoría de las veces, el doctor Jensen disfruta infringiendo las
reglas, pero su confianza en mí para dirigir esta morgue sin él es un
privilegio que no tomo a la ligera. Todavía no estoy segura de lo que vio en
mí al principio, pero parecía entender inherentemente mi deseo de estar sola
en mi trabajo.
Demonios, probablemente no era un gran misterio por resolver, ya que
traía mi almuerzo o lo enviaba a la comisaría y comía sola en mi escritorio
mientras leía un libro.
—De acuerdo entonces. ¿Eso es todo? —la pregunta del doctor Jensen
me saca de mis cavilaciones internas.
—Sí, señor.
Dejando su bolígrafo junto a la pila de informes que acabamos de
revisar, se sienta con una sonrisa de satisfacción.
—Estás haciendo un trabajo maravilloso, Georgia. Deberías estar
orgullosa de tu arduo trabajo. Sé que yo lo estoy.
Agacho la cabeza ligeramente, forzando una tensa sonrisa. Los
cumplidos rastrillan mi piel como papel de lija, incómodos y abrasivos. Es
probable que sea porque nunca los recibí antes de venir aquí.
58 —Gracias.
Asiente y se levanta de su asiento.
—Bueno, debería estar…
El abrupto sonido de la puerta de la morgue abriéndose lo interrumpe.
Rowan, nuestro encargado de la morgue a tiempo parcial, entra a toda prisa.
—¡Feliz viernes! Tengo un doble para todos ustedes.
Me muerdo el labio para suprimir un resoplido de risa del hombre que
ha demostrado ser todo un personaje.
Rowan tiene otros dos trabajos: uno como videógrafo independiente y
el otro como DJ. Con una cara de niño que lo hace parecer como si no
pudiera tener más de dieciocho años, a los veintisiete, todavía no está seguro
de lo que quiere hacer con su vida.
—Gracias, Rowan.
El hombre alto, larguirucho y rubio me guiña un ojo.
—Cualquier cosa por mi dama favorita. —Le ofrece un rápido saludo al
doctor Jensen—. Me alegro de verlo, señor.
El doctor Jensen se vuelve hacia mí.
—Me iré ahora. Como siempre, avísame si necesitas algo antes del
próximo viernes.
—Sí, señor.
Una vez que sale de la morgue, Rowan sale del refrigerador, flotando en
el umbral.
—¿Quieres que saque a uno de ellos para ti? ¿O quieres tomar tu
descanso para almorzar primero?
Miro el reloj y me estremezco.
—Rayos. No me di cuenta de que era tan tarde. —Volviéndome a
Rowan, le digo—: Están bien donde están por ahora. Me pondré en contacto
con ellos después del almuerzo.
Sale y cierra la puerta del refrigerador, dirigiéndose hacia la salida.
Cuando duda en la puerta, la tensión estalla dentro de mí.
59 —Oye, eh, ¿Georgia? Si quieres que me quede cuando hagas las
autopsias de los dos novatos, avísame.
Mierda. Rowan nunca se ofrece a quedarse, reconociendo mi deseo de
volar sola. Él viene y va, entregando cuerpos tan perfectamente, como una
máquina bien engrasada.
Solo se ofrece a quedarse cuando los cuerpos de mujeres o niños llegan
a la morgue.
—Gracias, Rowan. —Mi voz es suave porque aprecio su preocupación,
pero definitivamente no es mi primer rodeo, por así decirlo—. Pero estaré
bien.
—Bueno, no trabajes demasiado, ¿de acuerdo? Que tengas buen fin de
semana, Georgia. —Me da un pequeño saludo con la mano antes de
desaparecer de la vista, la puerta se cierra detrás de él.
Una vez más, el silencio cubre la morgue y una sensación de calma me
tranquiliza. Tal vez refuerce el hecho de que nunca seré normal porque
prefiero pasar mi tiempo con cadáveres que con personas reales.
Supongo que debería haber colgado ese sueño hace mucho tiempo,
pero estoy decidida a tratar de volver a encarrilarme con mi promesa, la que
rompí la semana pasada.

Bronson
—¿Hola, jefe? Tengo algo de información para ti sobre la pelirroja.
Daniel entra a mi oficina y se sienta en una de las sillas de cuero frente
a mi escritorio.
Apretando las palmas de mis manos contra mis ojos, exhalo
ruidosamente.
—Vamos a oírlo.
—Solía pertenecer a una feria. Era uno de los actos destacados. Su
madre no actuaba, pero se acostó con uno de los miembros principales del
equipo.

60 Mira el papeleo en sus manos, su rostro arrugado en disgusto.


—La madre tiene antecedentes penales de kilómetros de largo, pero
Georgia no. Viajó y actuó con ellos hasta hace unos doce años cuando
hicieron una parada en Gladewater, Texas. Luego se fue y desapareció.
Me recuesto en mi silla y el cuero cruje con el movimiento mientras mi
mente da vueltas.
—¿Era de una jodida feria?
Estoy tratando, y fallando, de reconciliar a la mujer que conocí el
sábado con esos bastardos incompletos. Georgia Danvers, aparte de la
sospechosa mierda que me soltó, parecía inocente y para nada como alguien
que viajaría actuando para multitudes. Se sabe que los de las ferias son
notoriamente escamosos, sin mencionar que son muy turbios, y ella no
emitía esa vibra.
Hasta que mencionó a Naomi y a Leo, eso es.
Daniel asiente lentamente, y cuando sus ojos se levantan de los papeles
a los míos, sé que tiene más noticias jodidas para mí.
—¿Qué sucede?
Se remueve en su asiento y la acción no concuerda con su conducta
habitual. Es difícil sacudir su jaula, por lo que el hecho de que esté inquieto
por algo me revuelve la boca del estómago.
—Ella, eh, aparentemente realizaba algún “acto mágico” en el que les
devolvía la vida a los animales muertos.
¿Qué mierda? Lo veo, y levanta un hombro en un encogimiento.
—Aparentemente, se escapó una noche, simplemente desapareció y
nunca regresó. —Baja la mirada a sus papeles, revolviéndolos antes de
encontrar lo que está buscando—. Apareció en Jacksonville unos seis meses
después.
Me recuesto en mi silla, tamborileo con los dedos sobre mi escritorio y
pienso:
—Si está diciendo la verdad y no está trabajando con la policía...
—Podría estar trabajando para The Disciples —finaliza Daniel
sucintamente.

61 Pasando una mano por mi cara, distraídamente aliso mi vello facial.


—¿Qué ganaría con eso? ¿Algún depósito en su cuenta recientemente?
Revuelve los papeles antes de sacar un montón de papeles engrapados
y los desliza sobre mi escritorio.
—No. Lo comprobé. No encontré una maldita cosa que se destacara.
Me inclino hacia delante y examino los extractos bancarios de Georgia
Danvers. Va al supermercado cada semana y tiene una suscripción mensual
a la revista Forensic Autopsy.
Cuando levanto los ojos hacia los de Daniel, ya está respondiendo mi
pregunta no formulada. Me ofrece otro montón de papeleo engrapado sin
dudarlo, colocándolo encima de los extractos bancarios.
—Estados de cuenta de tarjetas de crédito de los últimos dos años.
Los tomo y los levanto, entrecerrando los ojos hacia él con incredulidad.
—¿Eso es todo? —Tiene legítimamente tres páginas. Mirando las
entradas impresas, recito—: La mayoría de estos son para una tienda de
muebles o de electrónica.
—Compró un juego de sala y un colchón nuevos. Una MacBook
reacondicionada cuando la otra, también reacondicionada, mordió el polvo.
Mierda. Me agarro la nuca, mis tensos músculos son otra señal de mi
frustración.
—Tiene que ser una trampa. Simplemente no hay otra posibilidad.
Daniel juega con el borde de los papeles en sus manos.
—Jefe, con el debido respeto, podría ser que sea real.
Me cruzo de brazos y lo inmovilizo con una mirada mordaz.
—Una trabajadora de feria que hacía trucos supuestamente para
devolverles la vida a animales muertos se acerca al líder de The Scorpions y
le dice que cree que dos de los tuyos fueron asesinados. Pero cuando no
tiene nada que la respalde, ¿quieres decirme que no sospecharías que
estaba trabajando para otra pandilla o con la policía para tratar de tenderte
una trampa?

62 Pareciendo digerir mis palabras, exhala lentamente.


—Sí, entiendo lo que dices, especialmente cuando lo dices así. —La
resignación se alinea en su rostro—. Yo solo…
Lo observo durante un largo rato, y la sorpresa sale.
—Te gusta.
Se mueve bajo mi escrutinio antes de encontrarse con mi mirada.
—No estoy diciendo eso, jefe. Solo… me reservo mi juicio.
Lo miro. Daniel nunca, y quiero decir, nunca “se reserva su juicio”.
Crecimos juntos y somos amigos desde hace años. Compartió mi visión de
The Scorpions desde el principio y nunca dudó de mí. Siempre en mi
esquina, leales como el infierno, normalmente estamos en la misma maldita
página.
Descruzo mis brazos, apoyo los antebrazos en mi escritorio,
inmovilizándolo con una aguda mirada.
—¿Qué es lo que tiene que te tiene —arqueo una ceja—, “reservándote
tu juicio”?
Visiblemente duda antes de responder:
—Sonará estúpido.
—Pruébame.
Exhala de nuevo.
—Hay... algo en ella que me hace pensar que tiene algunos demonios.
—Luego se apresura a agregar—: No de una manera en que sea una
amenaza, sino donde necesita protección.
“Una gran oscuridad la rodea”. Las palabras de mi abuela se
reproducen en mi memoria, y deseo como el infierno poder darle sentido a
todo. “Pero hay más en ella de lo que alguien nota. Y esa gran oscuridad que
mencioné puede atraer el peligro”.
—¿Qué más encontraste?
Las cejas de Daniel se arrugan con lo que parece confusión.
—Un anciano llamado Roy Freeman se la llevó poco tiempo después de
que llegó a la ciudad. Ella todavía vive en la casa y en la tierra que él le dejó
63 en herencia cuando murió.
Se encoge de hombros.
—Nada romántico entre ellos según lo que decía la gente. La trató como
si fuera su hija.
La frustración tira de mí y mi paciencia se desmorona porque nada de
esto me da pistas sólidas.
Empujo hacia atrás mi silla, las ruedas giratorias se mueven contra el
piso de madera, y me levanto. Me acerco al gran ventanal que da a uno de
los lagos artificiales de este vecindario y observo cómo el sol poniente se
refleja en la gran masa de agua que separa mi casa de las demás.
Cualquiera que mire hacia adentro probablemente pensaría que
distingo mi casa de las demás porque creo que soy mejor. Pero no es todo.
Me he alejado de los demás porque necesito protegerlos. Porque si
alguien viene aquí para empezar una mierda, mi lugar es el objetivo
principal. Es grande, se distribuye en varios lotes, y no hay duda de que el
Scorpion de hierro forjado se encuentra al final del camino de entrada.
Miro al otro lado del lago. A esta distancia, los vecinos en sus patios
traseros están más cerca de parecerse a pequeñas motas. El humo sube en
espiral desde donde uno de ellos cocina en su parrilla de carbón. Otro monta
el tractor cortacésped, cortándolo.
Parecen tranquilos, incluso después de lo sucedido. Pero es porque
saben que dirijo este programa, y que no dejaré que la oscura mierda se
cierna sobre nuestro territorio.
Es un voto que hice cuando di un paso al frente hace años. Y eso solo
fue posible gracias a que se derramó una tonelada de sangre. A través de
medios de los que nunca pensé que sería capaz.
Construí todo esto con mis jodidas manos desnudas y la motivación de
una vida mejor. Por una vida mejor para mi mamá y mi abuela y para todos
los demás.
Mi mirada cae al pequeño carrito de la barra al costado de mi oficina.
Una botella de caro whisky permanece sin abrir en favor de la variedad de
alcohol ilegal embotellado.
Moonshine es nuestra propia maldita etiqueta. Scorpion Moonshine es
una de las mejores cosas que hay... al menos en lo que respecta a bebidas.
64 Tenemos el monopolio de las mejores armas y también de la hierba.
Esto significa que no puedo descartar que alguien intente entrar y
joderlo todo. Otros lo han intentado y han fracasado. Y, sí, puede que hayan
pasado más de dos años desde que The Disciples intentaron jodernos, pero
esa es una razón más para no bajar la guardia.
No confiamos en los extraños. No puedo permitirme hacerlo. Y estamos
seguros de que no le damos a la gente una segunda oportunidad cuando
intentan vendernos. Un ejemplo perfecto es el hijo de puta que ejecuté, el
que la abuela mencionó la otra noche.
El dicho “Jódete y averígualo” no es broma. Lo adoptamos como lema.
Si te atreves a joder con The Scorpions, seguro que lo averiguarás.
Con una bala entre los ojos.
—¿Qué quieres hacer, jefe? —La pregunta de Daniel parece hacerse eco
en el silencio de mi oficina, y me doy cuenta de que me desconecté de él.
Metiendo las manos en mis bolsillos, me balanceo sobre mis talones
mientras considero las opciones.
—Sigue vigilándola —respondo finalmente.
—Entiendo. —El barajar de los papeles suena antes de que coloque la
pila en mi escritorio—. ¿Algo más?
—No. Eso es todo por ahora. Tengo que revisar las cosas en la destilería.
—Aprieto la mandíbula con fuerza antes de forzar el recordatorio—. Refuerza
la vigilancia sobre ella. Si algo se destaca, se me notificará de inmediato.
—Sí, jefe.
Sale de la oficina, cerrando la puerta detrás de él. Miro hacia el agua,
observo cómo la brisa provoca ligeras ondas a lo largo de la superficie
mientras mi mente da vueltas a través de preguntas.
Si Naomi y Leo fueron asesinados, ¿quién estuvo detrás? ¿The
Disciples?
¿Cuál diablos es la historia de la mujer Danvers? ¿Una maldita
trabajadora de feria que pretendía devolverle la vida a los animales muertos
se convierte en médica forense en entrenamiento? ¿Y ahora está husmeando
por aquí?
65 ¿Y qué diablos pasa con esa maldita nota en la servilleta? Sé cuando la
gente miente, y no estaba mintiendo sobre eso. No hay posibilidad de que
haya fingido su reacción.
Hundiendo los dedos en mi cabello, los aprieto y tiro de los mechones,
la frustración se filtra en mi sangre. Cristo, ¿qué clase de juego es este?
Mi celular suena con la alarma que puse como recordatorio para ir a la
destilería. Una vez que lo silencio, guardo mi teléfono, tomo las llaves de mi
auto y salgo.
Cuando me deslizo detrás del volante de mi vehículo y salgo de mi
camino de entrada, ninguna de esas preguntas ha sido respondida. Pero por
ahora, no importa. Porque una cosa se mantiene firme.
Si alguien trata de meterse con The Scorpions, si alguien se atreve a
venir aquí y amenazar a mi gente, correrá el mismo destino que reservo para
los traidores dentro de nuestras filas.
Los mataré yo mismo.
¿Incluso si es Georgia Danvers? Una pícara voz en mi cabeza me desafía,
y me acerco a ella mientras me muevo por el tráfico.
Sí. Incluso si es ella.

66
4
Georgia
Viernes 17:39

E
stiro mi cuello de un lado a otro, intentando en vano aflojar los
tensos músculos. Mis ojos están tan cansados como mi cuerpo
en este momento, y pellizco el puente de mi nariz, exhalando
un largo suspiro.
Dios, necesito unas vacaciones. Unas en el que viajo a algún lugar
exótico, cálido y playero. A algún lugar lejos de aquí.
Sin embargo, eso es un sueño imposible. Especialmente ahora que
estoy trabajando en mi beca.
En mi compañerismo. Solo esas palabras tienen una gran sensación de
logro atravesándome. Había sido joven, rota y muy vulnerable, pero me
escapé, decidida a hacer algo por mí misma.
Pero ahora, una sombra se cierne sobre ese orgullo y logro. Todo por la
promesa que rompí.
La promesa que le hice al universo la noche que soporté una pesadilla
viviente.
67 Enderezándome en mi silla, me esforzaré al menos por terminar este
archivo en particular antes de dar por terminada la noche. Los demás
tendrán que esperar hasta el lunes.
Mis dedos bailan sobre el teclado mientras marco la casilla necesaria
para indicar que el cuerpo estará disponible para su entierro o cremación,
cuando una voz susurrada llama mi atención.
Giro la cabeza, mirando a través de la puerta de mi oficina y
directamente a la puerta de la morgue, pero está cerrada. Inclino la cabeza
y escucho con atención, pero no hay otros sonidos.
Eh. Debo estar más cansada de lo que pensaba.
Mientras vuelvo a concentrarme en el archivo, un susurro llega a mis
oídos una vez más. Me congelo, quedándome inmóvil, y espero.
—¿Rowan? —grito.
No obtengo respuesta.
La inquietud recorre de puntillas la longitud de mi columna cuando
escucho el sonido de nuevo. Paul se fue de la ciudad a su competencia, por
lo que no puede ser él. Mis cejas se fruncen porque no hay nadie aquí
excepto yo.
Bueno... yo y los cadáveres actualmente en la cámara frigorífica, eso
es.
Con cada paso lento y tedioso que doy saliendo de mi oficina, me acerco
más al refrigerador. La voz susurrada se hace más fuerte a medida que me
acerco. Mi corazón late tan erráticamente en mi pecho, que espero que
rompa mi caja torácica.
Porque no importa cómo lo cortes, una persona viva que respira no es
dueña de esa voz. Lo sé porque cualquiera que acceda a la morgue conoce
muy bien el botón de seguridad en el interior del refrigerador, en caso de
que queden encerrados.
Me detengo en la puerta del refrigerador, mi mano se cierne sobre la
manija.
—Está bien, Georgia. En el mejor de los casos, Rowan se quedó
atrapado aquí, y tal vez entró en pánico y se olvidó del botón. Y estabas tan
68 concentrada que ni siquiera lo escuchaste volver aquí.
Entonces, no solo puedo devolverles la vida a los humanos muertos,
sino que también me estoy acostumbrando a hablar conmigo misma. Genial.
Como si no me sintiera lo suficientemente rara.
El sonido de la voz viaja a través de la puerta del refrigerador y me doy
cuenta de que no es un susurro. Es una voz fuerte que simplemente está
siendo amortiguada por las gruesas y aisladas paredes de esta habitación
refrigerada.
Agarro un bisturí y lo sostengo en mi mano, aunque no estoy segura
de cómo mataré algo que ya está muerto. ¿Cómo funciona eso?
Exhalando un suspiro lento, intento calmarme, y fallo rápidamente.
—Puedo hacer esto. Es solo una persona muerta tratando de... llamar
mi atención. Tal vez se arrepientan de haber comido tacos de pescado en su
última comida y quieran hablar de ello.
En el instante en que abro la pesada puerta, me asalta un frío glacial.
La voz de una mujer grita, fuerte y frenética.
—¡Ayúdame! ¡Ayúdame por favor!
Busco en la habitación solo para encontrar los dos cuerpos que Rowan
había traído antes y a los que aún no había llegado. Una mujer y una niña.
No puedo mentir y decir que ya he estado temiendo el lunes, sabiendo que
tendría que examinarlos, principalmente a la niña.
—¡Ayúdame por favor! —La voz de la mujer rebota en las paredes de
acero—. ¡Por favor!
—Estoy aquí. —Obligo a mis pies a acercarse a la bolsa para cadáveres
más grande mientras mantengo el bisturí. Involuntarios escalofríos recorren
mi cuerpo en protesta por la temperatura. Una vez que me paro a un lado,
tiro de la cremallera hacia abajo con una mano temblorosa.
Unos ojos blancos y transparentes parpadean hacia mí y me alejo.
—¡Mierda!
—¡Por favor, ayúdame! —Su voz se vuelve aún más fuerte con urgencia.
Con un solo agujero de bala en medio de su frente, su cabello rubio está
enmarañado con sangre.
Bajo la cremallera justo debajo de su barbilla.
69 —¿Con qué… —mis dientes comienzan a castañetear—… nnnecesitas
ayuda?
—¡The Scorpions hicieron esto! —grita—. ¡Tienes que decírselo a
Bronson!
Está confirmado. Es muy confuso hablar con los muertos. Reboto en el
lugar, tratando de evitar que la sangre se congele en mis venas.
—Pero ¿no es Bronson el líder de The Scorpions?
—¡Por favor, ayúdame! —Su agitación aumenta aún más, su pecho
palpitante bajo el material de la bolsa para cadáveres—. ¡The Scorpions
hicieron esto! ¡Tienes que decírselo a Bronson!
—Está bien —acepto apresuradamente—. Se lo diré.
—¡Prométemelo! —grita su demanda.
Retrocedo y murmuro:
—Dios mío. Nunca supe que el difunto podría ser tan exigente —antes
de agregar en un tono más enfático—: lo prometo.
Ojos nublados buscan en mis rasgos antes de que su expresión se
relaje, y se tranquiliza. Un leve susurro emerge de sus labios.
—Gracias, Georgia.
Se me hela la sangre; en este punto, tanto figurativa y casi literalmente,
mientras miro a la mujer muerta que finalmente dejó de hablar.
Mierda, mierda, mierda. Mi corazón se desboca dentro de mi pecho
mientras soy abofeteada con la realidad de que mi maldición se está
transformando.
Los muertos están iniciando contacto en lugar de al revés.
Espero otro momento antes de abrir la cremallera de su bolso hasta
sus pies para observarla mejor. No se ven otras heridas aparte del único
orificio de bala en la cabeza. Estilo ejecución.
De acuerdo, no la he inspeccionado a fondo, ni he leído su archivo, pero
tengo la sensación de que esa será la única herida que sufrió.
70 Mis ojos se dirigen a su rostro una vez más, pero no es por su herida
de bala. Son las pequeñas líneas que se abren en abanico desde las esquinas
exteriores de sus ojos y las que rodean su boca. Líneas de risa. Líneas de
sonrisa. Era una mujer feliz, lo suficiente como para que su alegría dejara
una marca permanente en su rostro.
Pero ahora, aquí está, en mi depósito de cadáveres, con la expresión en
blanco. Sin embargo, esas líneas dicen mucho. Cuentan una historia propia,
y no estoy segura de por qué, pero tengo un anhelo doblado en la boca del
estómago por lo que podría haber sido. No solo por ella sino por mí si hubiera
tenido una madre como ella.
Parpadeo el aleatorio pensamiento y lo alejo, empujando a un lado los
fragmentos de mi pasado mentalmente. Con dedos temblorosos, cierro la
bolsa.
Cambiando a la bolsa para cadáveres más pequeña al lado de la mujer
que acaba de hablarme, reúno cada gramo de fuerza de voluntad que tengo
para agarrar la cremallera y bajarla. El pavor me cubre mientras anticipo lo
que encontraré.
Por favor, que esté equivocada, por favor, que esté equivocada.
No lo estoy. Una vez que bajo la cremallera, la cara más dulce aparece
a la vista, estropeada por un solo agujero de bala en medio de su frente. Su
cabello rubio está manchado de sangre, y cierro los ojos con fuerza,
deseando que esto fuera una pesadilla de la que pudiera despertar.
¿Por qué alguien haría esto? ¿Cómo podrían ejecutar a una madre y a
una niña?
Mis ojos recorren los rasgos de la niña y mi corazón se rompe al pensar
en todo lo que se perderá en la vida. Cómo su madre, la que tiene las arrugas
de risa y la sonrisa, no podrá ver a su hija aceptar un premio escolar o
vestirse para ir a su primer baile escolar.
Parpadeo rápidamente, luchando contra la sensación de ardor en mis
ojos. ¿Qué demonios es lo que me pasa? Nunca me había emocionado con
los cuerpos.
Tampoco cobraron vida y pidieron, no, exigieron, algo de ti.
Apresuradamente, cierro el cierre del bolso de la chica, mis dedos y la
71 punta de mi nariz ahora están entumecidos, y doy unos pasos hacia atrás.
Mientras me acerco a la puerta, mis ojos permanecen clavados en las dos
bolsas para cadáveres.
“¡The Scorpions hicieron esto!”. Eso es lo que había dicho la mujer. Pero
también había dicho que le dijera a Bronson.
Nada de esto tiene sentido.
Él me dijo, me advirtió rotundamente, que no volviera a su “territorio”.
¿Que se supone que haga? Acabo de hacerle una promesa a una mujer
muerta.
Me empujo fuera del refrigerador, dejando que la puerta se cierre de
golpe detrás de mí. Rebotando ligeramente en el lugar, froto mis manos
arriba y abajo de mis brazos, intentando hacer que mi sangre fluya y
descongelarme.
Mis dientes dejan de castañetear y mis escalofríos finalmente
disminuyen, pero el inquietante episodio que acaba de ocurrir persiste como
un mal augurio.
—Maldita sea —murmuro bajo.
Ya rompí mi voto al universo una vez. Supongo que es un pequeño logro
en sí mismo que lo haya guardado durante tanto tiempo.
Ahora, sin embargo, no creo que haya nada que pueda hacerme romper
la promesa que le hice a esa madre.
Parece que he estado acumulando muchas promesas últimamente.
Primero, el niño, y ahora esta mujer.
Supongo que, si una persona decide retractarse de su promesa al
universo, será mejor que se vaya a lo grande o se vaya a casa.
Creo que es seguro decir que iré a lo grande. A lo muy grande.

“Está en su naturaleza destruirse a sí mismos”.


—EL EXTERMINADOR DOS, EL DÍA DEL JUICIO

72 Georgia
Sábado, tarde en la mañana
Su destino está a dos kilómetros más adelante a su derecha.
En lugar de seguir las instrucciones de mi aplicación, detengo mi auto,
lo alineo paralelo a la acera y me detengo. Verifico dos veces la dirección que
anoté, reviso la aplicación en mi teléfono, que ilustra las instrucciones de
manejo.
—Tienes que estar jodidamente bromeando.
Me giro para mirar por la ventanilla del pasajero; la pared de ladrillos
que rodea esta comunidad en particular tiene un cartel.
CUIDADO INTRUSOS:
Este barrio está protegido por The Scorpions.
Me paso la lengua por los dientes delanteros.
—Genial. Sólo. Genial.
Como si eso no fuera lo suficientemente intimidante, la entrada por la
que acabo de pasar está cerrada.
En mi espejo retrovisor, observo cómo un auto se acerca a la salida y
la puerta se abre automáticamente. La puerta del carril de entrada, sin
embargo, va acompañada de un teclado.
Mierda. En serio, no pensé esto correctamente.
Pensé que al menos tomaría un pequeño descanso y solo me
aventuraría en el territorio de los Scorpions dirigiéndome al restaurante
como lo hice el sábado pasado. Pero nooo. Ahora, habré cometido dos strikes
hoy, si llego al restaurante, eso es.
Hay una pequeña pasarela junto a la entrada del camino pavimentado
que se aventura más allá de un pequeño edificio de servicios públicos. Estoy
segura de que ese edificio contiene a un hombre grande e imponente listo
para derribar a cualquiera que intente traspasar.
Excepto que técnicamente no estoy planeando traspasar. Solo soy una
73 mensajera, ¿verdad?
Correcto. Sí, eso es. Simplemente estoy completando una tarea y estaré
feliz antes de que nadie se dé cuenta.
“Dile a mi mamá que busque en mi carpeta azul”.
Me obligo a salir de mi auto.
—Está bien, chico. Espero que entiendas que estoy arriesgando mi vida
por esa carpeta tuya.
Para colmo, ahora estoy hablando en voz alta con un muerto que ni
siquiera está físicamente aquí. Impresionante. Parece que sigo yendo más
hacia la categoría de lunática total y absoluta cada día.
Presiono el botón de mi llavero, asegurándome de que mi auto esté
cerrado porque este lugar me da escalofríos. Y reconozco lo extraño que
suena viniendo de una persona que interactuó recientemente con personas
muertas. Pero aún…
Siento ojos en mí otra vez, y se me pone la piel de gallina en cada
centímetro de mi piel. Me cuesta un gran esfuerzo resistirme a frotarme los
brazos con las manos, pero me niego obstinadamente a dejar que
quienquiera que esté por ahí sepa que me está afectando.
Aventurándome con cuidado a lo largo de la pequeña pasarela que
conduce a la cerrada comunidad, espero que una fuerte voz masculina
resuene con una demanda de que me vaya.
Pero nada pasa.
Con mi teléfono en una mano con las instrucciones, espero que la tinta
impresa en la nota que escribí no se manche con mi sudorosa palma.
Veo la casa más adelante sin ningún problema, la dirección aparece
claramente en el buzón al final de su camino de entrada.
Una nerviosa agitación me acosa mientras camino por la acera y me
detengo en la casa que se encuentra frente a la de Demetrius. La vacilación
me tiene inmóvil, como si de alguna manera instintivamente supiera que
algo está a punto de suceder.

74 Alejándome de la casa de Demetrius, observo la casa que se encuentra


al otro lado de la calle de la suya. Un cartel de venta está plantado en el
patio delantero.
—Solo hazlo —me susurro con dureza—. Cruza la calle y ponla en el
buzón.
Estoy a punto de hacerlo cuando escucho:
—Buenos días.
Tan asustada, salto.
Una señora unos veinte años mayor que yo se encuentra junto a uno
de los vehículos estacionados en el camino de entrada de al lado.
Evidentemente, ni siquiera la había oído salir de su casa.
Está vestida con pantalones oscuros combinados con una blusa rosa
pálido y tacones a juego.
—Ooh, me encantan esos tacones. —Las palabras se me escapan
incluso antes de darme cuenta.
Una pizca de sospecha persiste en su expresión, pero ofrece una
sonrisa cortés.
—Gracias. —Duda antes de agregar—: Me encanta todo lo que sea rosa.
—A mí también. Desafortunadamente, como puedes ver —hago un
gesto hacia mi cabello—, no tengo la bendición de poder llevar demasiados
conjuntos rosas.
Otra sonrisa cortés adorna sus labios antes de que ladee la cabeza
hacia un lado.
—¿Puedo ayudarle con algo? —Lanza una mirada rápida a la casa
detrás de mí.
Busco una razón para calmar sus sospechas. Vamos, Georgia. Eres
inteligente. ¿Qué me traería aquí…
Siguiendo su línea de visión, mi atención aterriza en el cartel de venta.
En lugar del logotipo de una conocida empresa de bienes raíces, tiene uno
que dice SFH Real Estate.
Mientras miro más de cerca la letra más pequeña agregada debajo de
75 eso: Scorpion Florida Homes Real Estate.
Santo infierno. Realmente manejan todo por aquí.
—En realidad estoy buscando comprar una casa. —Mierda, mierda,
mierda, mierda. ¿Qué estás haciendo, Georgia?—. Pero me preocupa la
reputación de la zona. Solo porque escuché algunos rumores sobre que los
Scorpions son peligrosos…
La mujer hace una mueca antes de que su mirada recorra las casas
cercanas. Su respuesta es baja, lo que me da la impresión de que está
pensando en voz alta en lugar de responderme.
—Las pandillas hacen más por este lugar de lo que la policía podría
hacer. —Su boca se cierra de inmediato y desvía la mirada como si
lamentara haber divulgado esa información.
Su respuesta me confunde.
—¿Qué quieres decir?
Si pensaba que había sospechado de mí antes, eso no es nada
comparado con ahora.
—¿Cómo dijiste que te enteraste de esta lista de casas?
No lo dije. Pero al menos soy lo suficientemente sabia como para no
expresar eso. Es astuta, pero estoy decidida a no caer en la trampa.
—Estaba conduciendo y pensé en mirar algunas casas sin un agente
oficial.
—Eh, ajá.
Mierda. No se lo está comprando. Pero antes de que pueda leerme el
acta antidisturbios, la puerta mosquitera de su casa se abre y un chico alto
en edad universitaria la llama.
—¡Mamá! ¡Necesito tu ayuda! —El afecto marca su voz, sus rasgos y su
tono de piel más oscura se parece al de su madre. Sosteniendo la puerta
entreabierta con el pie, agarra los dos extremos de su corbata y sonríe
tímidamente—. Todavía no puedo hacerlo perfecto como tú.
—Ya voy. Solo necesitaba sacar mi suéter del auto. —Mete la mano
dentro de su auto para agarrar la prenda antes de cerrar la puerta.

76 casa.
Con una mirada vacilante en mi dirección, se aventura a subir a la

—Será mejor que practiques tus habilidades para anudar corbatas


porque no estaré aquí para siempre, ¿sabes? —le dice a su hijo, su voz posee
una riqueza de amor y humor.
—Por supuesto que lo harás. —Su sonrisa se hace más profunda
cuando se acerca a la puerta, y la mantiene abierta para que pueda pasar—
. Tendrás que vivir para siempre para mantenerme a raya. —Ella le da un
manotazo y él se ríe mientras la puerta mosquitera se cierra gradualmente
con el clic más suave.
Cuando se detiene como si contemplara darse la vuelta, giro
bruscamente hacia la casa en venta. Con mi atención centrada en la casa,
intento llevar a casa la apariencia de que estoy interesada en ella.
—Por favor, déjalo ir —susurro—. Olvídate de mí.
Espero un momento, solo para estar segura, antes de tomar una foto
rápida de la casa por si acaso.
Salgo a la calle, actúo como si estuviera tratando de tener una mejor
vista de la casa y retrocedo hasta el fondo del camino de entrada de
Demetrius al otro lado de la calle, cerca del buzón.
Superviso subrepticiamente mi entorno para asegurarme de que nadie
esté mirando por la puerta principal o la ventana de la casa en la que acaba
de entrar la mujer. Me aseguro de lo mismo para la casa de Demetrius antes
de deslizar rápidamente la nota dentro del buzón para que la madre del niño
la encuentre. Luego me obligo a deambular casualmente más allá de la
puerta principal.
No es hasta que estoy a salvo dentro de mi auto, y rápidamente me
aseguro de que no haya nadie en el asiento del pasajero, que dejo escapar
un suspiro de alivio.
Pero es corto, porque tengo una parada más que hacer en esta área
antes de ir a mis compras habituales de los sábados. E incluso la promesa
de tocino perfecto y café del restaurante no tiene el poder de sofocar mi
nerviosismo.
¿Cuáles son las probabilidades de que Bronson esté menos inclinado a
sentirse violento conmigo en un lugar que sirva comida increíble?
77 Espero que las probabilidades estén a mi favor. Quiero decir, si tengo
que elegir una última comida antes de que me eche, no me importaría que
fuera el divino tocino crujiente y cualquier brujería involucrada en ese
increíble pan que la mesera llamó tostada cubana.
Hago todo lo que puedo para armarme de valor porque, sinceramente,
solo hago esto por ellas, por Layla y Cara, la madre y la hija de mi depósito
de cadáveres. Y si Bronson me mata por eso, al menos sabré que fue por
una buena razón.
Mi muerte no afectará a nadie. Pero Layla y Cara... Una madre que
haría su misión comunicarse después de la muerte es alguien cuya muerte
seguramente será lamentada por muchos. Alguien que probablemente
movió montañas para mantener a su hija.
Demonios, probablemente era el tipo de madre que tenía “días de spa”
o designaba “tiempo de chicas” con su hija. Se reían de una cosa o de otra,
y Cara confesaba sobre su amor platónico, y Layla la escuchaba y le
recordaba que solo se merecía el mejor tipo de hombre que existe.
Parpadeo ante la repentina sensación de ardor en mis ojos. Aquí estoy
siendo ridícula sobre lo que nunca tuve y nunca tendré. No tiene sentido
llorar algo así. Lo sé bien.
Pero si las últimas dos semanas sirven como indicación, lo estoy
convirtiendo en una terrible tendencia cuando se trata de saberlo mejor... y
de hacer lo contrario.

Bronson
Gotas de sangre y saliva ensucian el plástico que cubre el piso de
concreto, y no puedo sentir una pizca de piedad por el bastardo desplomado
en la silla de metal.
—Deberías haberlo sabido mejor. —Mis palabras son forzadas entre los
dientes apretados mientras miro al pedazo de mierda cuyo cuerpo no está
78 lo suficientemente golpeado para mi gusto.
Ni siquiera me satisfará una vez que le meta la bala en el cerebro. No
después de la mierda que tiró.
—Pensaste que eras inteligente —me burlo—. Pensaste que podrías
lograrlo, ¿eh? —Nunca lo libero de mi mirada—. Olvidaste que yo dirijo este
espectáculo. Yo gobierno este lugar.
Sus ojos están casi cerrados por la hinchazón, pero cuando saco mi
arma, no hay duda del miedo en ellos. Viendo por el cañón, sabe lo que
sigue.
Aprieto el gatillo, ignorando el mordisco de protesta que me dan mis
ensangrentados nudillos. En un instante, la vida se filtra de él, sus inútiles
sesos se esparcen contra la pared detrás de él.
Bajo mi arma, miro al hijo de puta, deseando que esto sea satisfactorio.
Deseando que la paliza que le había dado le hubiera hecho arrepentirse de
sus acciones, de su engaño. Maldito traidor. Sobre todo, desearía que
eliminarlo fuera suficiente.
Pero no lo es. Solo estoy librando al mundo de un maldito desperdicio
en traje de piel. No deshace el daño que causó.
Viendo hacia mi ropa, aprieto los dientes por la sangre y joder sabe qué
más. Me dirijo a Daniel.
—Tengo que cambiarme antes de salir.
Al levantar la barbilla en una silenciosa orden a los otros hombres,
entran en acción. Los ojos de Daniel se encuentran con los míos,
mortalmente sombríos.
—Nos aseguraremos de que esto se limpie.
Asiento y me dirijo a la puerta, gritando por encima del hombro:
—Prepárate para salir en veinte.
Cuando salgo, aspiro el aire húmedo de Florida. Incluso con el sol
brillando tanto que prácticamente me chamusca la piel, se siente como si
una nube negra se cerniera sobre mí.
Cualquiera puede gobernar sobre los demás. La verdadera prueba es
demostrar día tras día que eres el mejor para el trabajo.
79 No mentiré y diré que esta mierda no me pesa a veces. Lo hace. Pero no
confío en nadie más para hacer este trabajo. Estar aquí para estas personas.
Proteger este legado que he creado.
La voz de la abuela cobra vida en mi mente mientras recuerdo lo que
ha dicho muchas veces. “Desearía que encontraras una mujer lo
suficientemente fuerte como para estar a tu lado. Para mantenerse erguida
contigo y quitarte algo de peso de los hombros”.
Mientras me alejo del almacén, intento sacudirme el cansancio que
amenaza con apoderarse de mí. No hay tiempo para eso.
Alcanzando la puerta de mi auto, la abro con más fuerza de la
necesaria. Por alguna razón, mi mente todavía está atrapada en las palabras
de mi abuela.
Incluso si encontrara una mujer con una columna que pudiera valerse
por sí misma, tiendo a quedarme sin confianza. Especialmente porque todas
las mujeres con las que me he cruzado han estado solas.
Querían afirmar que se acostaron con Bronson Cortez, el líder de la
pandilla de Palm Cove. El hombre que tiene un rastro de cuerpos para
demostrarlo.
A veces me pregunto cómo sería tener algo más que este legado. Cómo
sería si tuviera suerte y encontrara una buena mujer. Pero no me dejo llevar.
Porque sé que nunca lo averiguaré.

80
5
Georgia

C
uando me estaciono en un lugar en el lote del restaurante,
mantengo mi auto en ralentí y observo mi entorno.
¿Por qué el lote está casi vacío en un hermoso sábado
soleado? Confundida, miro la hora. 11:30 a.m. ¿Cómo es que este lugar no
está lleno? Hay algo que me debo estar perdiendo. De acuerdo, es más cerca
de la hora del almuerzo que del desayuno, pero aun así... Me resulta difícil
creer que su menú de almuerzo no sea tan bueno como los productos de
desayuno que sirven durante todo el día.
Una cinta de inquietud revolotea en el fondo de mi estómago mientras
miro la entrada una vez más. La parpadeante señal de Abierto está
encendida. A través de las ventanas, veo a la camarera mayor que me
atendió la última vez. Parece ser la única de servicio hoy.
Mierda. No puedo arriesgarme a irme y perderme la aparición de
Bronson. Se lo debo a Layla y a Cara.
Exhalando un suspiro, apago el motor y salgo, colgando el bolso sobre
mi hombro. Por alguna inexplicable razón, cada paso que doy hacia el
restaurante se siente como si estuviera siendo rastreado. Cuando lanzo una
81 mirada hacia la carretera, no veo a nadie. Aun así, pequeños pinchazos de
conciencia cubren mi carne.
Cuando abro la puerta del restaurante, la campanilla tintinea a modo
de anuncio. Entro, y los ojos de la camarera inmediatamente se encuentran
con los míos. Arquea una oscura ceja una fracción como si dijera en silencio,
de regreso otra vez, ¿eh?
Todos los taburetes están vacíos en el mostrador, y solo una mesa al
otro lado está ocupada. Cuatro hombres con overoles están sentados allí,
cada uno con Emmitt's Garage bordado sobre sus bolsillos derechos.
Pareciendo apagados, los hombres hablan en voz baja entre ellos mientras
terminan sus comidas.
Forjando mi valentía, doy zancadas y me deslizo en el mismo taburete
donde me senté el sábado pasado. Dejo mi bolso en el taburete vacío a mi
derecha justo cuando la camarera abandona su limpieza en el otro extremo
del mostrador para acercarse a mí.
Sus ojos me recorren en una evaluación crítica mientras se detiene
frente a mí. Se cruza de brazos y aplana la boca.
—Él no estará aquí hoy.
—Oh. —Bueno, mierda.
—Pareces decepcionada. —Sus ojos me lanzan con sospecha.
Dudo en responder. ¿Estoy decepcionada? Sí, pero es solo porque
necesito hablar con Bronson sobre la madre y la hija. Eso es todo.
No estoy fascinado por él de ninguna manera. No lo estoy.
—Solo... quería hablar con él sobre algo.
—Eh, ajá. —Su tono de complicidad desgasta mi piel.
—Vaya, espera, ahora. —Levanto las manos, mis palabras son enfáticas
y pronunciadas apresuradamente—. Cuando digo hablar, en realidad lo digo
en serio. Otras mujeres podrían arrojarse sobre él, pero esa no soy yo.
Además, creo que está bastante claro que Bronson no es el tipo de persona
que…
Cierro la boca con fuerza antes de que el resto de mi pensamiento
82 pueda ser verbalizado. Maldita sea mi vómito de palabras.
—¿No es el tipo de persona que...? —La curiosidad inunda sus rasgos,
eliminando una fracción de sus sospechas.
Con un suspiro, decido simplemente decirlo.
—Obviamente has visto al hombre. Es... —agito una mano como si eso
en sí mismo ilustrara más atractivo que el pecado—, y obviamente yo soy
solo yo. —Me río, tratando de aligerar la incomodidad, pero solo suena frágil
y forzada.
¿Pero me detengo ahí? No claro que no. Mi vomito de palabras continúa.
—Porque, ya sabes, soy aburrida y no llamativa, básicamente no tengo
amigos porque trabajo en una morgue. Me gano la vida rodeada de personas
muertas y, sinceramente, es mucho más fácil tratar con ellos que con la
mayoría de los humanos vivos que respiran. —Cuando finalmente me
detengo para respirar, me mira como si fuera una especie única de rareza
total que acaba de descubrir.
Lo cual probablemente soy. Con un suspiro interno, mis hombros se
inclinan hacia adelante mientras veo mis manos como si tuvieran los
secretos del mundo. ¿Por qué soy tan rara?
Finalmente, inclina la cabeza.
—¿Qué tal si te preparo nuestro desayuno especial? Algunas torrejas
deberían hacer el truco.
Levanto la cabeza y apenas me abstengo de mirarla boquiabierta por la
sorpresa. De acuerdo. Eso no era lo que esperaba que dijera. Pero me mira
de una manera que carece de cautela y, en cambio, tiene una vibra más
maternal.
—Eso suena genial, gracias. —Aunque no tengo ni idea de qué diablos
son torrejas. Pero bueno, la última vez que comí aquí, todo tenía un sabor
celestial.
Sonríe, y me doy cuenta de que es la primera vez que recibo una sonrisa
real de su parte. Toda su cara se ilumina, sus ojos se arrugan en los bordes,
y todo lo que puedo decir es, vaya. Pasó de bonita a hermosa en un abrir y
cerrar de ojos.
Sin preguntar, toma una taza de café limpia y me sirve un poco.
83 —Tu comida estará lista en unos minutos.
—Gracias.
Sale corriendo, desapareciendo en la cocina. Me deja preguntándome
qué diablos acaba de pasar. Es como si alguien accionara un interruptor y
de repente se sintiera bien conmigo estando aquí.
Tan raro.
Los hombres en overoles se levantan de sus asientos y se despiden. La
camarera sale de la parte de atrás para despedirlos.
Uno de los hombres dice:
—La próxima vez que veas a Bronson, dile que casi terminamos con…
Si no la hubiera estado observando, me habría perdido la aguda mirada
que le acaba de dar al hombre. O la forma en que sus ojos se deslizaron
hacia mí antes de volver al hombre en un silencio Cállate.
—Eh, de todos modos, nos vemos más tarde, Angela. —Pronuncia la g
en su nombre como una h antes de empujarse a través de la salida y seguir
a los demás.
Una vez que los hombres se han ido, un pesado silencio cae sobre el
restaurante, solo para ser interrumpido por el sonido de la campana de la
cocina.
La camarera, Angela, desliza un gran plato de algo que se ve y huele
celestial frente a mí.
—Torrejas —explica—. Es nuestra versión cubana de tostadas
francesas. Normalmente las servimos frías, pero muchos de mis clientes las
prefieren tibias con almíbar.
Desenvuelvo mis cubiertos de la servilleta.
—Estoy segura de que son increíbles.
Una complacida sonrisa adorna su boca, y vuelve a llenar mi café antes
de dejarme probar el primer bocado.
Holy moly... Mis papilas gustativas se regocijan, y estoy bastante segura
de que los ángeles cantan Aleluya. Esto supera a las tostadas francesas
regulares cualquier día de la semana.
84 Tan decidida a saborear cada bocado, me toma por sorpresa cuando
Angela se sienta en un taburete a mi lado. Le lanzo una mirada de sorpresa,
pero simplemente sonríe y apoya los brazos en el mostrador.
—Me alegro de que te gusten.
—Gustarme sería un eufemismo. —Tomo un sorbo de café y miro mi
desayuno—. Más exacto sería que las amo.
Se ríe antes de ponerse seria.
—Cuéntame acerca de tu trabajo. ¿Te gusta?
Trato de medir su razón para mostrar interés repentinamente, por su
cambio de opinión hacia mí, antes de decidir que simplemente no me
importa. Me estoy dando un momento para disfrutar brevemente con una
mujer que posee una vibra más maternal y un interés más afectuoso de lo
que nunca he recibido.
El único problema es esa afilada lanza en mi corazón, el inútil deseo de
no haber sacado la pajita más corta cuando se trataba de las madres, aún
persiste.
Decido responder honestamente porque dudo tener alguna razón para
volver aquí. No solo eso, sino que podría no vivir más allá de hoy si Bronson
se entera de que me aventuré a regresar aquí.
Y no tengo ninguna duda de que lo hará.
—Sé que parece raro o asqueroso, pero me encanta mi trabajo. —Con
mi tenedor, arrastro un pequeño trozo de mis torrejas a través de un charco
de almíbar, pero no me lo llevo a los labios.
Mi boca se curva en un despectivo indicio de sonrisa.
—Siempre he sido una paria. Simplemente... nunca encajé realmente.
—Me doy cuenta de lo malhumorada que sueno, así que me apresuro a
agregar—: Quiero decir, trabajo mejor cuando estoy básicamente sola. —
Intentando inyectar algo de ligereza en mi admisión, le sonrío—. Y los
muertos no tienden a quejarse mucho.
Hasta hace poco. Ignoro ese pequeño susurro en el fondo de mi mente
y tomo otro bocado.

85 —Estoy segura de que el doctor Jensen aprecia tener a alguien


confiable que tome su lugar una vez que se jubile.
Me atraganto, alcanzando desesperadamente mi café. Una vez que
finalmente me recompongo, la veo a los ojos solo para encontrarla
mirándome con calma.
—¿Tú… conoces al doctor Jensen?
—Por supuesto. Conozco bien a Harold y a su familia.
Supongo que mi pregunta fue un poco tonta ya que la familia Jensen
ha sido un elemento básico en el área de Jacksonville durante mucho
tiempo. Hay un elegante parque en el centro, e incluso una calle, que lleva
su apellido.
—Mencionaste antes que no tienes amigos.
Mierda. Seguro que no endulza nada. El calor infunde mis mejillas y
me concentro en mi taza de café ahora vacía.
—Captaste eso, ¿eh?
Una sonrisa tiñe su voz.
—Lo hice. —Después de una breve pausa, en voz baja plantea su
pregunta—. ¿Por qué?
Mierda. ¿Es siquiera posible explicarlo sin detallar el incendio del
basurero que fue mi vida? ¿Y sin revelar que los eventos recientes han
confirmado que tomé la decisión correcta al aislarme?
—Supongo que se podría decir que comenzó cuando era pequeña.
Siempre fui diferente, y lo supe incluso entonces, antes de que otras
personas lo expresaran. —La amargura se arremolina dentro de mí,
mezclándose con el dolor que no estoy segura de que alguna vez
disminuya—. Aprendí que era la única en quien podía, puedo, confiar. La
última vez que realmente me abrí con alguien fue… —busco una forma
adecuada de describirlo. Devastador. Eviscerantemente doloroso—,
Decepcionante. —Eso es todo lo que puedo decir sin revelar demasiado.
—¡Angela! —La voz del cocinero resuena desde la cocina, su acento
coincide con el de ella—. Es hora de limpiar e irse.
—Estate listo para irnos en un minuto —grita ella.
86 Hago una mueca, mis palabras son apresuradas.
—Oh, siento mucho haberte retrasado en el cierre.
—Disparates. No tenías idea de que hoy cerraremos más temprano de
lo habitual. —Se desliza del taburete y me doy cuenta de que no deslizó una
hoja sobre el mostrador.
—¿Cuánto te debo? —Estoy hurgando en mi bolso en busca de mi
billetera cuando mi lista de tiendas sale volando. La agarro antes de que
pueda caer al suelo. Con ella entre mis dedos, abro mi billetera y levanto
mis ojos hacia ella expectante pero encuentro su mirada en mi lista de
compras.
—¿Comprarás comestibles?
Parpadeo ante la aleatoria pregunta.
—Sí. Los sábados son normalmente mi día para eso.
Se acerca y me arranca la lista sin preguntar. Después de escanearla
cuidadosamente, me la devuelve.
—Deberías dirigirte al mercado de agricultores cerca del paseo
marítimo. Donde el río St. Johns se encuentra con el lago Acosta. Hay un
hombre allí, Edward, que tiene las mejores carnes. Y hay otros allí con
productos frescos mejores que los que jamás encontrarás en cualquier
supermercado. Hay hermosas flores frescas, también.
Apenas entiendo lo que dice porque mi mente está atascada en el hecho
de que acaba de sugerirme que vaya al mercado junto al lago Acosta y el río
St. Johns.
Que también está en territorio Scorpions. Así que sí. Supongo que si ya
tengo strikes en mi contra hoy, como dicen, ve a lo grande o vete a casa,
¿verdad?
Aunque, seamos realistas. Quienes diablos sean, apuesto a que nunca
se han cruzado con un líder de pandilla que probablemente los enterraría
vivos.
—Y debes probar los pastelitos de la mujer que tiene la carpa rosa claro.
—Angela sigue hablando, ajena a mi confusión interna. Con el ceño
87 fruncido, chasquea los dedos mientras trata de recordar el nombre de la
mujer—. Ay, mío. Acabo de olvidar su nombre, maldita sea. Mi mente ya no
es lo que solía ser. —Muestra una triste sonrisa—. Pero la encontrarás.
Hornea todo fresco, y todo es celestial.
Mis palabras salen vacilantes.
—No sé si sería bienvenida allí. —Sobre todo, porque cierto líder de
pandilla a quien conoces me advirtió que nunca más pusiera un pie por aquí.
Un determinado destello se entremezcla con algo más que soy incapaz
de descifrar, y levanta la barbilla obstinadamente.
—No te preocupes por él. Me haré cargo de ello.
De alguna manera, eso no me hace sentir segura de ir allí, pero Angela
me ahuyenta con una suave mano en mi espalda.
—Ahora, vete antes de que vendan todo lo bueno.
Farfullo mientras me conduce a la puerta.
—Pero no te pagué.
Aún tengo la cartera en la mano y saco un billete de diez dólares.
Cuando se lo ofrezco, me hace un gesto con la mano y prácticamente me
empuja hacia la puerta.
Una vez que salgo, sonríe y dice:
—Disfruta del mercado, Georgia. —Después de cerrar la puerta con
llave detrás de mí, se pierde de vista.
Dejándome parada allí, estupefacta como el infierno porque no es así
como esperaba que esto sucediera.
No es hasta que estoy a medio camino del mercado que mis dedos se
crispan en el volante, cada músculo de mi cuerpo se tensa cuando me doy
cuenta de lo que dijo.
“Disfruta del mercado, Georgia”.
Ni una sola vez le dije mi nombre.

88 Bronson
Me acerco al altar de la iglesia y el sacerdote da un apresurado paso en
la dirección opuesta. El hombre tiembla como una hoja, como si esperara
que le dispararan en cualquier momento.
Puede que esté nervioso por mi reputación, lo cual es comprensible. Tal
vez no sabe que no mato sin una causa.
Pero si está nervioso porque sabe que no juego con hombres que
abusan de niños, su miedo está justificado. Especialmente porque su iglesia
ha excomulgado recientemente a un montón de sacerdotes por esa misma
razón.
Sí... si se está meando en los pantalones por eso, que así sea. Estaré
investigando más a fondo sus antecedentes después de que esto termine.
Le lanzo al hombre de la túnica una mirada penetrante para
comunicárselo, y hace la señal de la cruz como si fuera el maldito anticristo.
Mierda. Si el hombre tuviera una idea real de la cantidad de sangre que
tengo en mis manos, y sus temores no se basaran solo en chismes locales,
nunca se habría ofrecido como voluntario para hablar hoy. Al menos no en
presencia de mis hombres y de mí. Pero tal como está, el mismo sacerdote
que una vez bautizó a Layla había insistido en dirigir su ceremonia de
celebración de la vida.
Apoyando una mano en el podio de madera, ajusto el micrófono para
acomodarlo mejor a mi altura. Mis ojos se traban al ver mis nudillos
decorados con costras ensangrentadas. Son insignias de honor en mi
mundo. Sirven como una señal de que me tomo la mierda en serio cuando
afecta a mi gente.
Me tomo un momento para ver a la gente amontonada en los bancos y
a los demás a los lados y en la pared trasera. Mucha de nuestra gente se
presentó para esto, incluso aquellos que no las conocían bien.
—No me extenderé tanto porque Cara no querría que fuera algo
parecido a un servicio religioso. Siempre esperaba que le pagara en cuartos
después de contar la cantidad de veces que revisé mi teléfono debido al
negocio de Scorpions.
89 Risitas y algunas risas ahogadas brotan de mi audiencia. Se quedan en
silencio antes de continuar.
—Layla y Cara tenían una relación envidiable que muchas madres e
hijas nunca tienen.
Mi pecho es golpeado por un repentino dolor.
—Podían decir con solo verlas cuánto se querían. Eran dos guisantes
en una vaina. Amables. Generosas. Solo buenas personas en general. —
Hago una pausa y se escuchan algunos sollozos apenas ahogados—. Las
extrañaremos mucho.
Espero, escaneando todas las caras delante de mí.
—Juro aquí mismo, frente a todos ustedes —con una mano, señalo a
las personas que me miran fijamente—, que la persona que le hizo esto a
Layla y a Cara pagará.
Dejo una pausa en el aire, sabiendo que necesito llevar a casa ese
punto. Hacer que todos lo crean, asegurarme de que no haya dudas. Porque
mientras tomen mis palabras en serio, no serán tan propensos a dudar o a
creer cualquiera de los malditos rumores que circulan.
Mis ojos se fijan brevemente en los de Daniel, donde se encuentra a un
lado, y asiente. Su continua inspección de la abarrotada iglesia, junto con
mis otros hombres, me asegura que cada posible entrada está siendo
monitoreada en caso de que pasen esos hijos Disciples.
Mi voz puede estar silenciada, pero está jodidamente madura con una
viciosa promesa.
—Y recuerden mis palabras: lo pagarán con sus vidas.

Georgia
Para cuando llego al mercado de agricultores, está en pleno apogeo y
varios vendedores ya vendieron varios de sus artículos. Ver los espacios
vacíos me hace feliz por los vendedores, aunque desearía haber podido llegar
antes.
90 Mucha gente me ha lanzado miradas curiosas como preguntándose de
dónde vengo y, sinceramente, no puedo culparlos. Nunca hubiera sabido
sobre este mercado si no hubiera sido por la camarera, por Angela. Por otra
parte, normalmente no tiendo a aventurarme cerca de áreas donde hay
actividad de pandillas.
Ubicado a lo largo de la orilla del río St. Johns, si debo suponer por el
logotipo en el letrero de vinilo en la entrada principal del mercado, esto
definitivamente cae en el territorio de los Scorpions. Pero el lugar está
impecable sin una sola pieza de basura a la vista, y la gente se pasea
alegremente, charlando con los vendedores como si todos se conocieran
bien.
—Buenas tardes. —Un hombre de mediana edad está parado debajo de
una pequeña tienda vendiendo hermosos ramos de flores frescas. Su piel de
un bronce profundo contrasta con su sonrisa blanca que es positivamente
contagiosa, y me encuentro devolviéndole la sonrisa.
—Buenas tardes. Sus flores son hermosas.
Agita una mano, señalando la variedad de ramos de flores.
—Mi madre siempre decía que una dama no necesita esperar a que un
hombre le regale flores en una ocasión especial. Puede comprarlas ella
misma cuando quiera.
—Pero es muy agradable recibir algo de un hombre.
Su sonrisa se profundiza, mostrándose un hoyuelo.
—No puedo discutir con eso. —Saliendo de detrás de una mesa, se me
acerca—. ¿Puedo sugerir una mezcla especialmente para ti?
—Por supuesto.
Me examina detenidamente antes de lanzar una mirada de barrido a
los recipientes que contienen varias flores cuyos tallos están en el agua.
Moviéndose rápidamente a un ramo de flores rojas y rosadas, arranca un
tallo con tres hermosas flores.
—Este es una penta, y no solo tiene un color bonito, sino que atrae a
nuestra mariposa estatal.

91 —Vaya. —Acepto las flores de él—. Ni siquiera sabía eso.


Una complacida expresión cruza su rostro antes de que se lance hacia
otro ramo de flores. Antes de que las alcance, una mujer entra a toda prisa.
—Carlos, ¿has visto… —Se detiene en seco cuando me ve, su cuerpo se
pone rígido. Cuando me ve con el mismo tipo de cautela que originalmente
recibí de Angela, apenas reprimo un suspiro. Supongo que este es
probablemente el momento de dejar caer nombres.
—Estaba en el restaurante cuando Angela me sugirió que pasara por
aquí. —Estoy segura de pronunciar su nombre en consecuencia, con la h
en lugar de la g.
En el instante en que menciono eso, soy testigo de cómo su cautela se
desmantela por completo. Ofrece una tímida sonrisa.
—Ah, bendita sea. Es muy amable al enviarnos nuevos clientes.
—Y hermosas también —agrega Carlos con una amplia sonrisa.
Ella golpea su brazo.
—Deja de coquetear con las señoritas, o te cambiaré. —Su cariñoso
tono desmiente sus palabras.
Carlos coloca sus manos sobre su corazón.
—Como si alguien pudiera compararse con mi amor.
Ella resopla, pero cuando él le da un beso en la mejilla, sus ojos se
suavizan con amor. E incluso a través de sus bromas, no hay duda de su
afecto por ella. La forma en que estos dos se miran hace que mi corazón se
tambalee de envidia.
Esto me hace desear que las cosas fueran diferentes. Que yo fuera
diferente. Porque si fuera normal, podría tener eso. Un hombre que me
amara a tal punto que se notara en su rostro sin que dijera una sola palabra.
Me alejo después de comprar un pequeño ramo seleccionado a mano
por Carlos, y me hace prometer que regresaré el próximo sábado.
Poco saben, que Bronson Cortez podría no dejarme vivir tanto tiempo.
Algunas paradas más me permiten comprar algunos huevos frescos de
granja y una variedad de verduras, junto con algunos quesos y pechugas de
pollo deshuesadas y sin piel alimentadas con pasto. Los últimos artículos,
92 los puse en la hielera que empaqué y que metí en mi maletero antes de salir
de mi casa. Es mi habitual método de vencer el calor de Florida cuando voy
de compras porque no me gusta correr el riesgo de que mis productos
perecederos se echen a perder o se descongelen.
Ahora que guardé mis otras compras en el auto, me dirijo hacia el paseo
marítimo con mi “pastelito salado” algo que es escamoso y está relleno de
carne de res y queso. Los rayos del sol de la tarde bailan sobre la superficie
del agua, haciéndome señas como una sirena.
La mayoría de los asistentes al mercado se dispersaron, partiendo para
embarcarse en sus actividades previstas para el sábado. Imagino que
algunos de sus hijos tendrán partidos de softball o de fútbol, o tal vez
planean ir a la playa hasta el atardecer, cuando el cielo se tiña de una
miríada de rojos, naranjas y amarillos. O tal vez se irán a preparar para una
cita o una noche de chicas.
Encuentro un banco de madera con vistas al agua. Cuando rompo un
trozo del pastelito, surge un indicio de un recuerdo de años pasados, que
me evoca cómo sentarme en un banco similar a este cambió mi vida para
siempre.

Hace tanto calor, y el color de mi cabello no lo hace más fácil. Debería


haber pensado más en qué color teñir mi cabello, pero estaba frenética en
ese momento. Mi único pensamiento era que tenía que disfrazarme de
alguna manera en caso de que mi madre tuviera gente buscándome. El tinte
de cabello negro que usé hizo el truco.
Ahora, sin embargo, me arrepiento como lo hice cuando comí ese hot
dog barato de la estación de servicio. Creo que perdí más de cinco kilos
después de vomitar tanto por intoxicación alimentaria. Es por eso que
ahorré mi dinero y compré la mitad de un bocadillo en la tienda de
sándwiches hoy. Solo tiene verduras porque no puedo arriesgarme a que se
eche a perder ya que estoy tratando de saborearlo y espero que dure algunas
comidas.
93 Miro alrededor desde mi asiento en un banco a unas pocas tiendas de
la tienda de sándwiches. Este centro comercial está bastante ocupado: hay
algunos consultorios médicos, una tienda de celulares y una tienda de un
dólar mezclada con algunos restaurantes, por lo que pensé que sería un
lugar relativamente seguro para detenerme y sentarme un rato mientras
como.
Me desconecto, mirando sin ver el tráfico que pasa. Es por eso que
salto, sobresaltada cuando alguien se deja caer sin contemplaciones a mi
lado.
Un anciano con la piel del color de la medianoche apoya su gran brazo
tatuado en el extremo del banco. Su barba está hilada de plata y blanco,
pero su cabeza es completamente calva. Los tatuajes decoran sus
pantorrillas, uno con un ancla, mientras que el otro tiene un llamativo
estampado de la Marina de EE. UU. Cuando gira la cabeza en mi dirección,
sus ojos marrones más pálidos me fijan en mi lugar.
—Creo que debería haber preguntado si este asiento ya estaba
ocupado, ¿eh? —Su voz coincide con su áspero exterior, pero tiene un toque
de humor. A pesar de que sus labios se curvan ligeramente hacia arriba, su
rostro parece como si estuviera grabado permanentemente con severidad—
. Supongamos que es bueno que nunca dije ser un caballero.
Sinceramente, no sé cómo responder. Sin embargo, es una buena
apuesta que se irá pronto, porque apesto porque todavía no me he bañado
hoy.
Sí, es humillante... o jodidamente mortificante. Estar sin hogar no es
una broma y aprendí rápidamente que la mayoría de los refugios no son
seguros. Lo presencié con mis propios ojos la primera noche que pasé en
uno. Las peleas estallaron después de que le robaron las cosas a alguien
cuando las dejaron desatendidas para ducharse.
No puedo darme el lujo de que eso suceda, así que he estado tratando
de pseudo bañarme en los baños de estaciones de servicio y restaurantes de
comida rápida, usando su jabón líquido. Pero me han echado más a menudo
de lo que preferiría admitir. Últimamente, parece que la mayoría de los
lugares me seleccionan de inmediato, asegurándose de que sepan que no

94 soy bienvenida a usar sus instalaciones.


Estoy tan nerviosa por gastar el dinero que he guardado demasiado
pronto. Probablemente sea estúpido, pero estoy tratando de averiguar qué
debo hacer, si es que quiero quedarme aquí, antes de usar la mayor parte
de ese dinero para tratar de asegurar un lugar barato para vivir. Además,
realmente necesito un trabajo si no quiero quedarme sin hogar para
siempre.
—¿Entonces? ¿Este asiento está ocupado, o qué? —La voz del hombre
hace que mi atención vuelva a él.
—No. No, señor. —Mis palabras son apresuradas y me pongo rígida
ante el evidente nerviosismo en mi voz.
Los agudos ojos me recorren como si me estuviera inspeccionando
cuidadosamente, y me vuelvo más consciente de mi apariencia. Me sacudo
las migas de las manos y rápidamente envuelvo el resto de mi sándwich y lo
meto dentro de una de las bolsas con cremallera de mi mochila a pesar de
que no estoy llena.
Demonios, no he tenido el estómago lleno desde justo antes de salir
huyendo. Pero incluso tener un estómago tan hambriento que se siente
como si intentara doblarse sobre sí mismo es mejor que todo lo que dejé
atrás.
—¿Te gusta la gente, jovencita? —Frunce el ceño a los autos que pasan
por la carretera como si fueran los responsables de todas sus quejas.
Por alguna razón, tengo la impresión de que su pregunta es una especie
de prueba, así que respondo honestamente.
—Ha sido mi experiencia que la gente pueda ser bonita… —
Repugnante. Odiosa. Indigna de confianza—. Horrible. Así que no, no puedo
decir que soy fanática de la mayoría de las personas. —Me aclaro la garganta
con nerviosismo, pero algo me insta a agregar en voz baja—: La verdad es
que apestan.
Su cabeza gira y sus ojos se clavan en los míos, haciéndome preguntar
si lo insulté de alguna manera. Solo me ve como si fuera una criatura
extraña que está tratando de descifrar.
Después de un segundo, vuelve su atención al tráfico, dejándome con
95 la duda de si mi respuesta lo satisfizo o lo decepcionó de alguna manera.
Pasa un largo e incómodo silencio, y mentalmente me preparo para
despedirme porque necesito ver si puedo encontrar un lugar lo
suficientemente seguro para pasar la noche.
—¿Eres del tipo desordenado, jovencita?
Lo miro, confundida.
—¿Disculpe?
Sus pobladas cejas descienden.
—¿Eres desordenada? Ya sabes cómo pueden ser las adolescentes a
veces. Montones de ropa que apesta en el lugar. Basura ruidosa que se
supone que es música. Nunca limpiar lo que ensucian ellos mismos. —Se
vuelve en mi dirección, esas cejas cortadas enfadadas—. ¿Ese es el tipo de
chica que eres?
Retrocedo.
—No, señor. —¿Qué demonios le pasa a este hombre?
Me mira fijamente antes de asentir.
—No lo pensé así. Verás, ya no los hacen ni los crían como antes. En
mi día, limpiabas tu habitación o te daban una paliza. Y si te unías al
ejército, tenías a un tipo con un uniforme planchado que te cortaba en
pedazos frente a todos los demás por no arreglar tu cama según sus
estándares.
Ahora mismo, estoy pensando en que elegí el banco equivocado. Porque
es solo mi suerte que fui atacada por un viejo loco.
Por supuesto, en este mismo momento, mi estómago decide gruñir
como un animal salvaje, y desagradablemente fuerte.
Sus ojos se estrechan sobre mí como un cazador a la presa.
—¿Cuándo comiste por última vez?
Todo mi rostro se enciende con calor y vergüenza, y desvío la mirada.
Apresuradamente asegurándome las correas de la mochila sobre mis
hombros, arrastré mi trasero hasta el final del asiento del banco, sabiendo
que tendré que tener cuidado al estar de pie con el gran peso de esta cosa.
96 —¿Es el orgullo el que te hace correr? ¿O el miedo?
Sus palabras emergen justo cuando estoy de pie, a punto de salir
corriendo tan rápido como mis piernas me lo permitan. Algo hace que me
quede quieta y me vuelva valiente para verlo.
Los ojos de color marrón pálido me fijan en mi lugar con su intensidad,
pero también con una inesperada comprensión en sus profundidades.
—Conozco el orgullo cuando lo veo. Pero también puede ser algo malo,
¿sabes? —Desvía la mirada, escaneando nuestro entorno antes de volver su
atención a mí—. Estoy a punto de conseguir algo para almorzar. —Aprieta
los labios con disgusto—. Sin embargo, no es nada como esa mierda de
sándwich barato.
¿Por qué me está diciendo eso? Mueve los pies, Georgia. Aléjate de este
loco.
Me alejo, pero solo doy dos pasos cuando su voz me detiene de nuevo.
—¿Dejarás que un anciano almuerce solo? —Su indignación me hace
girar la cabeza para mirarlo. Un feroz ceño fruncido está grabado en sus
rasgos—. Pensé con seguridad que una joven como tú no haría que un
anciano se las arreglara solo.
Abriendo la boca sorprendida, mis palabras emergen lentamente.
—¿Usted... quiere que vaya a almorzar con usted?
Se golpea las rodillas con las manos con tanta fuerza que me
sobresalta.
—Bueno, aquí pensé que nunca lo preguntarías. —Usando el
reposabrazos del banco para ponerse de pie, agita su mano hacia mí con
impaciencia, y me pongo a caminar a su lado—. Iremos aquí al buffet chino.
Todo lo que puedas comer.
Mi intestino se retuerce dolorosamente, pero no es solo el hambre lo
que lo causa.
—Le haré compañía, pero yo…
Me detiene abruptamente, inmovilizándome en mi lugar con una
mirada helada.

97 —Ambos comeremos. No me pongas a prueba en esto, jovencita. Acabo


de cobrar mi cheque mensual de jubilación y yo pagaré.
Mira a su alrededor como para asegurarse de que nadie está
escuchando nuestra conversación antes de llevarse una nudosa mano a un
lado de la boca y diga en un fuerte susurro:
—Hay una camarera muy guapa que me da galletas de la fortuna
adicionales al final. —Puntúa esto con un asentimiento y reanuda su lento
caminar—. Compartiré algunas contigo, pero tienes que detener eso de no
tengo hambre.
Nos sentamos a una mesa y me observó con esa forma astuta suya
mientras comía, haciendo todo lo posible por no inhalar mi comida. Dios,
había sido difícil no hacerlo porque tenía mucha hambre y había sido una
comida caliente y deliciosa.
Roy. Me dijo que su nombre era Roy Freeman. Charlaba mientras yo
comía, y no fue hasta después que me di cuenta de que no había comido
mucho. Mi hambre me había cegado al hecho de que me miraba observar
ciertos artículos en esa línea de buffet y obtener un plato grande de cada
uno para él... solo para decidirse por un tazón pequeño de sopa wonton y
un rollo de huevo después del hecho. Me ofreció esos otros platos de comida
intactos y los acepté.
Había comido mucho ese día. Era la primera vez en mucho tiempo que
mi hambre había sido saciada.
Si fuera una creyente en Dios o en un poder superior, podría creer que
Roy me fue enviado en un momento de necesidad. Pero luego recuerdo mis
primeros años cuando nadie vino por mí. Nadie me ayudó. Todos parecían
hacerse de la vista gorda ante lo que estaba pasando.
Pero Roy Freeman fue único en su clase. Masticando el último bocado
de mi pastelito, trago fuerte, mi garganta se cierra por la emoción. Roy había
marchado a su propio ritmo, sin duda, pero tenía un corazón de oro debajo
de sus excentricidades.
98 Era dueño de una gran parcela de tierra rodeada principalmente de
bosques en un camino sin salida. Poco después de haber construido una
casa en parte del terreno, decidió que prefería la casa rodante de doble
ancho en la que había estado viviendo hasta entonces.
Me dejaba quedarme en esa nueva casa suya. Las estipulaciones
principales eran que la mantuviera limpia, y que me cuidara porque “la
limpieza es lo más cercano a la piedad, jovencita” y lo ayudaría a ser menos
un “tarado antisocial” comiendo con él.
Podría haber sido un asesino en serie, pero estaba desesperada. Y a
pesar de todo lo que había pasado hasta ese momento, mis instintos me
decían, por una vez, que estaría bien.
A pesar de todas sus tonterías, realmente había preferido esa vieja casa
rodante de doble ancho a la casa. Todavía no sé por qué porque la casa es
hermosa. Simplista pero hermosa.
Después de mudarme allí, dormí con mis pertenencias a mi lado en la
cama, con la puerta cerrada con llave y una silla sujeta debajo de la manija
de la puerta. En caso de que mis instintos fallaran.
No lo hicieron.
Poco después, afirmó que necesitaba mi ayuda para aprender a usar
un celular, pero se dio por vencido e insistió en que lo tomara para que no
se desperdiciara.
Hizo lo mismo con la computadora portátil que eventualmente usé para
solicitar trabajo. Luego, con algunas prendas de segunda mano que juró que
alguien que conocía le dijo que querían deshacerse de ellas.
Descubrí algunas etiquetas en algunas que no había quitado.
Lo más grande había sido el auto usado que apareció frente a la casa.
Habían pasado pocos días antes de que recibiera la solicitud de entrevista
de la morgue.
Roy podría haber tenido el corazón más grande, pero estaba enterrado
bajo interminables capas de brusquedad. No daba cariño.
Todavía me hace sentir culpable desear que hubiera sido el tipo de
99 hombre que ofrecía abrazos libremente. Solo había cambiado mi vida, y es
egoísta de mi parte desear que hubiera dado más de sí mismo de lo que dio.
Mis ojos arden, y el paseo marítimo se vuelve borroso mientras
parpadeo para quitar las lágrimas antes de que caigan.
Odiaría que llorara por él. Lo había dicho en la carta que le había dejado
al abogado antes de fallecer. Ese mismo abogado me había dejado
boquiabierta cuando me informó que Roy me había dejado el terreno y la
casa, con excepción de la de doble ancho.
“Remolca esa mierda. Nadie querrá ver esa monstruosidad detrás de la
casa de mi Georgia”.
Eso es lo que había exigido. Y esas dos palabras escondidas en esa
orden habían significado más que cualquiera de las cosas materiales que
me había dado.
Mi Georgia. Me pregunto si sabe que siempre ha sido, y siempre será,
mi Roy. Probablemente lo rechazaría, pero creo que en el fondo le gustaría
saber eso.
Haciendo una bola con el papel del pastelito, exhalo lentamente y me
levanto del banco. Mientras observo el agua que ondea suavemente, no
puedo resistirme a susurrar en voz baja:
—Extraño a mi Roy.
Cierro los ojos por un momento, sabiendo que tengo que llegar a casa
y desempacar los artículos de mi hielera. Y cuando esa ligera brisa baña mi
piel, finjo por un momento que Roy me escuchó.
Pero cuando abro los ojos, me golpea la realidad una vez más de que
estoy sola en este mundo.
Aunque decida admitirlo o no, es lo mejor.

100
6
Georgia
*EN EL PASADO*
A LOS DOCE AÑOS

—O
ye, Georgia, ¿por qué no haces que este pollo
vuelva a la vida?
Todos se ríen, palmeando a Jimmy en la
espalda como si fuera un maldito comediante. Sus
ojos están inyectados en sangre, y con el polvo blanco salpicado en su bigote,
probablemente esté drogado nuevamente con cocaína.
Señala el pollo asado que compró en el supermercado. El recipiente
está en sus muslos, y aunque se ve delicioso, mi estómago se revuelve por
el olor de tantos cuerpos sin lavar y por la orina de los tipos que son tan
vagos que solo se alejan unos pasos para hacer sus necesidades.
Camino más allá de su círculo de fogatas, paso alrededor de botellas
vacías y de algunos bongs. Mi mamá está en el regazo de Allen y se están
chupando la cara, así que espero poder colarme en la casa rodante y que no
me molesten por un tiempo.
101 —Oye, Darla. ¿Por qué no le pides a tu chica que te traiga ese pollo?
—No te molestes en joder con ella. —Las palabras de mi madre son
arrastradas cuando finalmente aparta la boca de Allen y le responde a
Jimmy—. Es una pequeña perra mocosa. Ya es bastante difícil conseguir
que haga su puto trabajo.
Detrás de mí, las botellas de vidrio chocan entre sí como si alguien las
hubiera pateado. Unos descuidados pasos suenan como si se estuvieran
acercando, pero antes de que pueda echar a correr, unos fuertes dedos me
sujetan la nuca.
Me empujan contra el apestoso cuerpo de Jimmy y me estremezco de
asco. Con su aliento podrido en mi cara, se burla:
—Crees que eres demasiado buena para todos, ¿eh? —me escupe en la
cara como si fuera un pedazo de basura y me empuja tan fuerte que caigo
al suelo—. ¡Maldito monstruo!
Todos ríen.
—Sí, bueno, siéntete mal por mí. —La voz de mi madre es aguda,
nerviosa, y sé que lo que diga a continuación se abrirá camino a través de
mi corazón—. Yo di a luz a ese pequeño monstruo.
Hay más risas y me apoyo en mis manos para ponerme de pie. Antes
de que pueda hacerlo, Jimmy me da una patada en el costado y me
desplomo en el suelo. Grito de dolor, pero a nadie le importa.
A nadie le importa nunca.
Me escupe de nuevo.
—No eres más que un maldito monstruo desagradable. —Vuelve
pisando fuerte a su asiento en la fogata mientras me abrazo, las lágrimas
caen silenciosamente por mis mejillas por el ardiente dolor en mi costado.
Y mi mamá no hace nada. No se levanta para ver cómo estoy. No viene
a ver si necesito ayuda.
Porque no le importa, no el bicho raro que dio a luz.
—¡Sí, eres un maldito monstruo! —vitorea eso mi mamá borracha, luego
comienza a reírse.

102 Esas desagradables palabras vuelven a mi mente, repitiéndose una y


otra vez, y me pregunto si alguna vez encontraré a alguien que pueda
amarme por mí.
A pesar de lo rara que soy.
Bronson
Doblo mi cuello de lado a lado, y suena, reflejando la tensión que irradia
a través de mí. Porque Red me desobedeció al poner un pie en el restaurante
hoy.
Mis hombres habían visto su auto en el estacionamiento del
restaurante y me informaron, por lo que no necesité que la dueña del
restaurante pasara y me lo dijera. Pero ahora su indulgencia con la
aparición de Red me está enojando muchísimo.
No es así como funcionan las cosas por aquí, y debería saberlo muy
bien.
—¿Qué tan difícil es entender lo que dije? —grité.
Me lanza esa mirada maternal que conozco mejor, sus ojos suplicantes.
—Vamos, Bronson, espera.
Me pellizco el puente de la nariz y aprieto la mandíbula antes de soltar
un profundo suspiro.
—Nada de espera. Ella lo sabía mejor. —Cada palabra está llena de
furia—. Dejé muy claro que no debería poner un pie en ningún lugar del
territorio Scorpion.
—Pero, Bronson, te lo digo, parece diferente. —Da un paso adelante,
sus oscuros ojos buscando mi rostro—. No sé qué es, pero por favor, te ruego
que no trates esta situación de la misma manera. —Como si supiera que
103 estoy a punto de negarme, agrega apresuradamente—: Por ahora.
Me sostiene la mirada y recuerdo que esta mujer es casi tan terca como
yo. Se confirma cuando levanta la barbilla y entrecierra los ojos.
—No me hagas contarle a tu abuela sobre esto.
Levanto mis ojos al techo. Joooder. Miro a mi derecha y atrapo a Daniel
sonriendo, pero cuando me ve, lo cubre con una tos en su puño.
Cada palabra sabe rancia en mi lengua cuando finalmente me dirijo a
ella.
—Por ti, lo concederé. Pero recuerda mis palabras, si siento que
representa una amenaza… —mi voz baja, y no hay duda de la ominosa
advertencia que contiene—… lo manejaré a mi manera.

Georgia
Una vez que finalmente estaciono en mi camino de entrada, agarro mis
bolsas de comestibles, tanto las de mis compras en el mercado de
agricultores como las de la tienda en la que me detuve de camino a casa,
junto con la hielera del automóvil.
Lanzando todo, ya sea sobre mi hombro o en el hueco de mi codo, hago
lo habitual. Independientemente del peligro que representa para la
circulación de mis brazos, me niego a hacer más de un viaje. Es pura
terquedad, o idiotez, lo sé.
Independientemente, me apresuro a mi puerta y la abro antes de
estallar dentro. Me quito las chancletas, uso mi pie para cerrar la puerta
detrás de mí y dejar caer las llaves en la mesa de la entrada sin mirar atrás
mientras me dirijo a la cocina.
Suelto un montón de bolsas sobre el mostrador y dejo la hielera en el
suelo. En el instante en que deslizo el otro juego de bolsas de ese brazo,
suspiro de alivio. Sacudiendo ambos brazos, me disculpo mentalmente por
el abuso que acabo de infligirles.

104 Recojo mi cabello, quitándolo de mi cuello mientras veo hacia la hielera.


Probablemente no debería haber conducido con las ventanillas bajadas,
pero la brisa se había sentido tan bien. Limpia casi. Aunque, en los
semáforos, había estado inmersa en condiciones similares a las de un sauna
con el sol brillando sobre el automóvil.
Típica Florida.
Exhalando un suspiro, alcanzo la hielera y levanto la tapa. Mientras
saco el pollo del mercado de granjeros junto con los quesos que compré, me
asalta el recuerdo de que cocinaré la cena una vez más. Sola. Y que pondré
un solo lugar en la mesa.
—Aguántate, Georgia —murmuro bajo y me acerco a la nevera—. Las
fiestas de lástima están sobrevaloradas.
Abro la puerta con más fuerza de la necesaria, reorganizo algunas cosas
antes de colocar el paquete de pollo en el estante, luego acomodo los quesos
en el pequeño cajón para verduras.
Lista para guardar mis otras compras, empujo la puerta para cerrarla
y me dirijo hacia el mostrador donde se encuentran mis bolsas.
E inmediatamente fijo los ojos en el hombre apoyado contra el
mostrador de la cocina.
—¡Mierda! —Me tiro hacia atrás con tanta violencia que golpeo las
manijas del refrigerador, pero el dolor no es tan fuerte como el pánico que
corre por mis venas.
Dirigí mis ojos al mazo de carne que estaba en mi escurridor de platos
a la derecha de mi fregadero. Está a solo unos pasos de mí. Tal vez pueda
lograrlo si soy lo suficientemente rápida...
—¿De verdad crees que puedes llegar a eso antes que yo? —El
implacable acero está enhebrado en su tono, entremezclado con burla. Ojos
agudos y evaluadores se lanzan al mazo de carne antes de volver a enfocarse
en mí.
Puede parecer casual en su postura, sus cejas oscuras permanecen
planas y dan la impresión de que está aburrido, pero irradia pura amenaza
de él. Las manos en los bolsillos, las mangas de la camisa dobladas a la
altura de los codos para mostrar los brazos entintados.

105 —Eso depende.


Me alejo de la nevera una mínima fracción, y sus ojos parpadean antes
de entrecerrarse. Las líneas que delimitan los lados de su boca se tensan.
La forma en que se mantiene tan quieto... parece preparado para atacar en
cualquier momento.
Fuerzo mis palabras, incluso cuando amenazan con clavarse en mi
garganta completamente seca.
—¿Estás aquí para matarme?
Se mueve la mínima fracción, inclinando la cabeza ligeramente, sin
apartar los ojos de mí.
—No estoy seguro todavía. —Los ojos de color marrón oscuro me miran
como si fuera un espécimen único que nunca antes había visto—. ¿Hiciste
algo que merezca que te mate?
Fui en contra de tu palabra y aparecí en territorio Scorpion.
Incluso volví a aparecer en el restaurante. Y luego fui al mercado de
agricultores.
Estas respuestas pasan por mi mente, pero me doy cuenta de que
todavía necesito compartir con él el mensaje de Layla. “¡The Scorpions
hicieron esto! ¡Tienes que decírselo a Bronson!”.
Esto tiene mi respuesta derramándose más allá de mis labios en un
apuro.
—Una madre y una hija fueron llevadas a la morgue el viernes. Y
necesito que sepas que sus cuerpos son una advertencia que debes conocer.
—La tensión acribilla cada fibra muscular de mi cuerpo porque sé cómo
suena eso.
Y está a punto de empeorar.
Presiona su boca en una fina línea de castigo, atrayendo mi atención
hacia ella. Esa barba negra recortada enmarca sus labios inferior y superior
que están tan perfectamente curvados que es como si alguien los hubiera
moldeado y acomodado con sumo cuidado. Parece injusto que un hombre
como él posea una boca tan hermosa.
Se endereza, sacando las manos de los bolsillos para dejar caer los
brazos a los costados. Sus largos y afilados dedos se doblan como si
106 estuviera preparándose para matarme con sus propias manos en cualquier
momento.
—¿Qué quieres decir con que sus cuerpos son una advertencia?
¡Mierda, mierda!
—Mira, yo solo… a veces, los cuerpos me dicen cosas. Y la madre, Layla,
dijo que los Scorpions les hicieron eso a ella y a Cara…
De repente está en mi espacio, apretándome contra la puerta del
refrigerador. Su expresión es atronadora, sus labios se aplanan en una línea
severa.
—¿Qué diablos dijiste?
Lo veo fijamente y deseo que mi voz no tiemble.
—Dijo que los Scorpions les hicieron eso. —Mis palabras cuelgan entre
nosotros como una capa espesa y nociva.
Sus fosas nasales se dilatan, y grita cada palabra.
—¿Me estás jodiendo ahora?
—¿Qué? —Arrugo la cara—. No. Estoy tratando de decirte lo que ella
dijo…
De repente, estamos casi nariz con nariz, sus manos plantadas a cada
lado de mí.
—¿Me estás diciendo que una mujer muerta habló contigo?
Me humedezco los labios con nerviosismo y sus ojos se posan en mi
boca.
—Sí. —Mi única respuesta suena sin aliento, y lo atribuyo al
nerviosismo por su proximidad. Eso y por ser su único objetivo.
No puedo evitar admirar sus ojos. Son tan oscuros por fuera, pero dan
paso a un anillo interior de color marrón dorado que enmarca sus pupilas.
—Heterocromía. —No me doy cuenta de lo que susurré hasta que
parpadeó y apartó los ojos de mis labios.
Sus cejas descienden.
—¿Qué? —muerde la palabra con tanta vehemencia que, si pudiera
retroceder más, lo haría.
107 —Tus ojos… la variedad de colores. Es heterocromía. Es raro. —
Tomando en cuenta la vista, agrego suavemente, más para mí que para él—
: Hermoso.
Me empuja tan bruscamente que me sobresalto y golpeo el mango del
refrigerador con el codo. Hago una mueca y froto con cautela el lugar.
—¿Estás bien? —Su voz tiene el más mínimo rastro de preocupación,
pero no se mueve hacia mí. Una saludable dosis de sospecha y cautela
infunde su expresión, y tengo la impresión de que quiere estar lejos de mí.
En lugar de responder, estoy tan nerviosa que las palabras se me salen
de la boca.
—Mira, sé que dijiste específicamente que no volviera al restaurante o
lo que sea, pero tenía que hacerlo. Y no es porque esté tratando de hacerlos
enojar, sino porque tenía que decirles el mensaje de Layla sobre que los
Scorpions la mataron a ella y a su hija, Cara.
Se mantiene tan quieto, con las manos a los costados, los dedos
cerrados en apretados puños. Su tono es como puñales, agudo y letal.
—¿Y la nota en el buzón?
—Era para la madre de Demetrius. Él quería que viera en su carpeta
azul.
La malevolencia irradia de él, y el miedo raspa cada una de mis
vértebras. La piel se tensó a lo largo de sus pómulos, sus rasgos se volvieron
oscuros y brutales.
—¿Qué clase de juego de mierda intentas jugar? —El veneno sangra de
su voz, y mi corazón amenaza con salirse de mi pecho—. ¿Estás tratando de
ejecutar otro de tus viejos malditos trucos de la feria?
Siento que la sangre se me escapa de la cara, bombardeada por un
instantáneo ataque de vergüenza. Debería haberlo sabido antes de pensar
que podría dejar atrás mi pasado, especialmente cuando se trata de Bronson
Cortez.
—Sí. —La satisfacción rezuma de su tono, y las comisuras de sus labios
se estiran hacia arriba en una amenazadora sonrisa—. ¿De verdad pensaste
108 que podrías ir y hacer las mismas acrobacias de mierda conmigo, y que
caería en la trampa?
Su asalto verbal a mi pasado desencadena mi ira, y se abre camino más
allá de la vergüenza, moviéndose al frente. Pongo rígida mi columna,
erguida.
—Escucha, imbécil. Se aprovecharon de mí en ese entonces. —Avanzo
hacia él hasta que estamos cara a cara.
Clavo mi dedo en su implacable torso.
—No sabes una mierda sobre mí. No estuviste allí para ver a la mujer
que se suponía que era mi jodida madre venderme a los feriantes. Para saber
lo que es ser llamado monstruo. Una bruja. Un esperpento. —Mi voz se
quiebra, y lo odio. Doy un paso atrás, pero su mano aprieta mi garganta,
sosteniéndome en mi lugar.
Me encuentro con su vista con una mirada helada.
—Si vas a matarme, simplemente acaba con esto.
Puede que me convierta en una cobarde, pero les cumplí mis promesas
a las personas que me hablaron en la morgue. Hice mi parte. Si este es mi
destino, si esto es lo que debe suceder, que así sea.
Ya tengo una mancha oscura en mi alma por esta habilidad, por esta
maldición. Cada vez que he devuelto la vida a un animal o a la pareja en mi
depósito de cadáveres, se siente como si me acercara al éter y tocara la
muerte.
Nadie quiere ser contaminado por la muerte. Y ningún hombre en su
sano juicio quiere a alguien así en su vida.
Estoy… tan cansada de pasar por mi vida sin vivirla como una persona
normal. Porque no me molesto en albergar la fantasía de que existe un
hombre que podría aceptarme. Que cualquiera me aceptaría.
Sus fuertes dedos se doblan alrededor de mi cuello, pero me niego a
apartar la mirada. Puede que haya huido de mi pasado como una cobarde
sin agallas, pero enfrentaré mi muerte con valentía.
Sus labios se tensan con ira.
—Simplemente no sabes cuándo renunciar, ¿verdad, Red?
Nuestros ojos chocan, en duelo, ambos imbuidos de furia.
109 Trago, mi boca seca como el desierto, forzando las palabras.
—Layla dijo que los Scorpions lo hicieron. Dijo específicamente que te
lo dijera.
Bronson
“Layla dijo que los Scorpions lo hicieron. Dijo específicamente que te lo
dijera”.
Su pulso late con fuerza debajo de mi pulgar, pero sus palabras son las
mismas que minutos antes. Lo que significa que o ha ensayado esto hasta
el punto en que puede decir una mentira sin importar lo aterrorizada que
esté, o está diciendo la verdad.
No sé qué diablos hacer con esta mujer. Debería haberlo sabido antes
de volver a mi territorio... pero lo hizo de todos modos. Una visita al
restaurante y al mercado frente al mar, por el amor de Dios. Nadie más se
ha atrevido a probar mi palabra, sabiendo que las repercusiones serían
nefastas.
Pero Red aquí... simplemente ignoró mi palabra como si significa una
mierda.
¿Por qué diablos estoy dudando en dejarla con una amenaza final? No
es que no pueda hacer que la despidan. Tengo gente por todas partes,
incluso dentro de ese recinto. Una sola llamada telefónica lo haría realidad.
Pero hay algo que no puedo precisar que me impide seguir adelante con
algo de eso. Esta mujer me mira como si tuviera bolas de granito. He tenido
a hombres adultos que se orinan cuando he estado en su cara de esta
manera, pero Red parece preparada para ver a la muerte directamente a los
ojos.
110 —¿Por qué querrías encontrarme para decirme eso?
—Porque le prometí a Layla que lo haría. —Su respuesta es rápida, sin
vacilación alguna.
Estrecho los ojos.
—¿Eres psíquica o algo así?
La mínima pausa precede a su respuesta.
—Algo como eso.
Aprieto la mandíbula con fuerza porque no me gusta esa respuesta.
—Explícate.
Se le forma una arruga entre las cejas, y debería estropear su bonito
rostro, pero no es así. Y no sé por qué demonios lo estoy notando. Maldita
sea.
—Es difícil de explicar. A veces me cuentan cosas, pero nunca son
muchas. Sólo una frase o dos, como máximo.
¿Es jodidamente real? Incluso mientras la pregunta rebota en mi
cabeza, sé que cree lo que acaba de decir.
—¿Qué tipo de arma se usó para matar a Layla y a Cara?
Una expresión en blanco se extiende por su rostro.
—No tengo ni idea. Todavía no he hecho sus autopsias para saberlo.
Fue una calibre .45. Pero esa es la información que obtuve del detective
que tenemos en la comisaría que encontró los casquillos coincidentes.
—Y dijo que los Scorpions lo hicieron. —No me molesto en formularlo
como una pregunta.
—Sí. —Sus ojos se vuelven cautelosos—. ¿Me matarás ahora?
No sé qué me impulsa a decirlo, pero lo hago.
—No matamos a mujeres ni a niños. No fueron los Scorpions quienes
le hicieron eso a Layla y a Cara.
Y sí, me doy cuenta de lo irónico que es decir eso mientras tengo una
mano agarrando su garganta, pero es una táctica de intimidación. Nada
más.
111 La incredulidad inunda su expresión y su voz.
—¿No matas a mujeres ni a niños?
—Eso es lo que dije. —Acerco mi cara a la de ella, mi voz baja y helada—
. Pero he matado a algunos malditos perdedores que se hacían llamar
hombres.
Parpadea, sus ojos se agrandan y maldita sea si no se ven aún más
verdes. Estar tan cerca de ella es un gran error. No puedo entender por qué
diablos me siento atraído por ella. Por qué es tan malditamente tentadora.
Han sido demasiados meses los que he pasado sin eso. Tiene que ser
eso.
Sus ojos relampaguean y levanta la barbilla.
—Estaría más inclinada a creerte si tu mano no estuviera actualmente
envuelta alrededor de mi garganta.
Maldición, pero tiene una gran boca. Mi atención cae en ella, y cuando
sus labios se abren, su lengua barriendo su labio inferior, mi estómago se
retuerce.
Repentinamente cautelosa, su voz se llena tanto de inquietud como de
alarma mientras sus palabras emergen lentas y cuidadosas.
—¿Por qué me miras así?
—¿Cómo? —Todavía estoy fascinado por su boca, ahora parcialmente
brillante. Mi pene se endurece cuando imagino esos labios envueltos
alrededor de él. Cómo su lengua traza caminos a lo largo de mi pene. Cómo
me lo chupa, con esos ojos verdes observándome todo el tiempo y…
El teléfono vibra en mi bolsillo, actuando como una bofetada en la cara,
y una necesaria jodida dosis de realidad.
Soltándola abruptamente, doy un paso atrás y paso mis dedos por mi
cabello. ¿Cuál diablos es mi problema? Haré que mi pene reciba el maldito
memorándum porque Red está jodidamente fuera de los límites.
Y algo más.
La agitación pulsa a través de mí, poniéndome ansioso como el infierno.
Saco el teléfono de mi bolsillo, la mirada aún fija en ella antes de ver el
112 mensaje de texto.
DANIEL: No hay información nueva sobre Naomi ni Leo.
DANIEL: Todavía cavando.
Paso una mano por mi cara, mi barba áspera bajo mi palma. Ahora,
estoy jodidamente enojado. No llego a ninguna parte tratando de averiguar
quién es el responsable de la muerte de mi gente, y esta mujer parece
decidida a poner a prueba mi paciencia y mi palabra en cada maldito
momento.
Guardo mi teléfono en el bolsillo, y nuestras miradas chocan, sus ojos
están pétreos por la ira.
—Mira, no es seguro para ti venir y decir cosas así. Si alguien lo
escucha, podría ser malo. Realmente malo.
Alcanza su garganta, las yemas de sus dedos rozan la suave piel como
la mierda que acabo de tener en mi mano. Su mandíbula se tensa
obstinadamente.
—No estaba tratando de causar problemas. Como dije, solo tenía que
transmitir el mensaje.
Sus ojos verdes sostienen los míos, y maldita sea si puedo encontrar
algún rastro de deshonestidad. Y soy un maldito sabueso cuando se trata
de detectar mentiras.
Debe creer que tiene alguna mierda de clarividencia. Tiene que ser eso.
La jodida sabe que no creo en nada de eso, pero esto podría ser lo suyo igual
que abuela en su lectura de cartas.
El aire se espesa con una extraña tensión, y cuando me estiro hacia
atrás para agarrar los tensos músculos de mi cuello, sus ojos siguen el
movimiento. Se agarran y sujetan donde mi camisa se ajusta alrededor de
mi bíceps.
Y maldita sea si una fuerte dosis de orgullo no surge a través de mí.
Inclina su cabeza hacia un lado, haciendo que su cabello rojo caiga en
una cortina, ligeramente alborotado por el viento. Mis dedos se contraen con
la necesidad de pasarlos a través de él. Especialmente ahora que sé lo
113 sedoso que se siente.
Cristo. Realmente necesito tener sexo si estoy fantaseando con el
cabello de una mujer.
—Dijiste que los Scorpions no lastiman a mujeres ni a niños. —La
confusión parpadea en sus ojos verdes, sus cejas se fruncen—. Entonces,
¿por qué Layla diría eso? ¿Y exigiera que te lo dijera? —Su voz se va
apagando, volviéndose más suave, haciéndome preguntar si está pensando
en voz alta o realmente me está cuestionando—. Si lo que dijiste es cierto,
entonces... simplemente no tiene sentido.
Me eriza el hilo de duda en sus palabras.
—Te lo dije, no lastimamos ni las mujeres ni a los niños.
—Entonces, ¿quién lo hizo? —Volea la pregunta de vuelta a mí—.
Porque, según mi experiencia, los muertos no mienten.
—Ya tengo a mis hombres investigándolo.
Toma una profunda respiración, su pecho sube y baja en el vestido de
algodón negro que cubre sus delgadas curvas. Aparta la mirada brevemente,
sus dientes superiores se hunden en su labio inferior, antes de fijarme con
esos ojos verdes.
—Si sucede algo más, si llega otro cuerpo a la morgue y de alguna
manera está relacionado con the Scorpions, ¿qué sucede si me presento en
el restaurante nuevamente para decirte…
—No —la interrumpí, mi tono agudo—, no vuelvas, carajo. Punto.
Levanta la barbilla desafiante, su mirada helada.
—¿Qué pasa si no exactamente… —sus ojos brillan con irritación
mientras enfatiza las siguientes palabras—… vuelvo? —Con una mano
plantada en su cadera, su tono es burlón—. Pero resulta que necesito
algunos comestibles y paso por el mercado de agricultores que está cerca de
allí...
La maldita audacia de esta fiera de mujer hace que una risa raspe mi
garganta, sonando ronca y desconocida.
—Confía en mí en esto. —Bajo mi voz y veo su boca aplanarse en una
línea agravada—. No querrás ponerme a prueba.
Con pasos cortos, no me toma tiempo llegar a la puerta. Por si acaso,
114 lanzo la advertencia sin mirar atrás.
—Será mejor que te encierres bien, Red. Nunca podrás estar muy
segura de quién podría pasar a visitarte.
7
Georgia

L
lega el miércoles por la noche, trayendo consigo una de esas
hermosas tardes de Florida que a menudo encontramos a
principios de noviembre, donde una fresca brisa corta cualquier
persistente borde de humedad.
Deslizo las sobras de la cena en mi refrigerador y cierro la puerta.
Todavía estoy nerviosa cada vez que pongo un pie en mi cocina, casi
esperando encontrar a Bronson Cortez obsesionada con su siniestra
presencia.
—Necesito salir de aquí. —Una vez que emergen mis palabras
susurradas, esa cinta de ansiedad dentro de mí se afloja un poco.
Una mirada rápida a la hora me dice que son las siete de la tarde, lo
que significa que definitivamente todavía están abiertos. Agarro mi bolso y
meto mi teléfono dentro antes de agarrar mis llaves de la mesa de la entrada
y ponerme mis chancletas.
Minutos más tarde, me estaciono junto a la acera y me dirijo a la
heladería para hacer fila. Mientras examino las docenas de opciones de
sabores en el tablero del menú, escucho una vocecita detrás de mí que
115 pregunta:
—¿Me puedes pedir dos bolas de helado de chocolate con chispas,
mamá?
—No, cariño. Yo… —La voz de su madre se apaga brevemente como si
estuviera calculando su dinero—. Solo tengo suficiente para una bola. Y
cobran extra por las chispas. Lo siento mucho, bebé. —Mi corazón se
retuerce ante la derrota en el tono de la madre.
—Está bien, mamá. —La voz de la niña es tan dulce, pero contiene una
palpable decepción. Me tiene buscando en mi billetera, bien preparada antes
de que sea mi turno de acercarme a la ventana y de hacer mi pedido.
—Una bola de nuez con chocolate en un cono de waffle, por favor. —
Después de que la adolescente me lo pasa y me dice cuánto debo, le entrego
más que suficiente para cubrir a la madre y a la hija detrás de mí.
Me inclino y bajo mi voz.
—Esto es para la niña detrás de mí. Dos bolas de chocolate con
chispitas en un bol. Y lo que quiera la mamá también.
Los ojos de la adolescente se agrandan antes de sonreír, aceptando el
dinero de mí.
—Lo tienes. ¡Ten una gran noche!
—Tú también. —Me alejo con mi cono, y cada paso que doy se siente
mucho más ligero que antes. Especialmente cuando escucho la voz de esa
niña chillar de emoción.
Deambulo por la acera en busca de un banco disponible, pero todos
están llenos de gente como yo disfrutando de la hermosa noche.
Eventualmente, me detengo en una pequeña glorieta. El área de césped
que la rodea tiene una barricada de ladrillos de un metro de altura en las
afueras. Me acomodo en la parte superior de una sección y observo a la
gente mientras termino mi cono de helado.
Estoy dando el último mordisco a mi cucurucho cuando se me eriza el
vello de la nuca. Siento que alguien me vigila de nuevo. No he experimentado
esa sensación desde los primeros días después de que inicialmente busqué
a Bronson y luego cuando ocurrió el incidente del sándwich.
Esto se siente como entonces. Ominoso. Amenazador. Lo cual no tiene
116 sentido porque no he hecho nada desde el sábado. No me he acercado a
territorio Scorpion ni he buscado a Bronson de ninguna manera.
Miro a mi alrededor, tratando de identificar quién podría estar
observándome, pero no puedo encontrar a nadie que parezca sospechoso.
Estoy rodeada de familias y de parejas que pasan o de otros sentados en
bancos, charlando alegremente.
Algo me hace permanecer en mi lugar como si hacerlo me permitiera
absorber un poco de su felicidad. Como si su satisfacción por estar con sus
seres queridos pudiera atravesar mi piel y filtrarse en mi corazón.
Nunca he conocido ese sentimiento: lo que es estar con alguien y estar
tan segura de que te ama.
Sacudiéndome el polvo de las manos, estoy a punto de resbalar del
ladrillo cuando una profunda voz me dice:
—Me gusta encontrarte aquí.
El oficial Henderson se acerca con una sonrisa y me doy cuenta de que
nunca lo he visto sin uniforme. Esta noche, vestido con vaqueros gastados
casi blancos en algunos lugares, su polo de manga corta no hace mucho
para enmascarar su cuerpo esbelto y en forma.
Le devuelvo la sonrisa y observo mientras asiente hacia el espacio vacío
a mi lado.
—¿Este asiento está ocupado?
—En absoluto.
Se acomoda, dejando una cantidad adecuada de espacio entre
nosotros, pero no tanto como para que parezca que no estamos juntos.
Sus ojos azules descansan sobre mí. Esas pequeñas líneas que se abren
en abanico desde los bordes se arrugan más como si solo verme de nuevo lo
hiciera feliz.
Uh. Tal vez podría tener eso. Realmente nunca consideré la posibilidad,
y mucho menos con un policía. ¿Pero tal vez?
—¿El hermoso clima te trajo aquí?
Mírenme, siendo una conversadora estrella.
117 Una mirada tímida cruza sus rasgos, despertando instantáneamente
mi curiosidad.
—En realidad, estaba en una cita.
Mis cejas se elevan y miro a mi alrededor.
—¿Debo asumir por la ausencia de tu cita que no salió bien?
Deja escapar un suspiro y mira a la multitud.
—No y sí. —Sin embargo, su tono me dice que hay más. Detecto un
rastro de decepción en él.
Pero no es asunto mío, así que no presiono para obtener más
información. En cambio, me muevo de marcha.
—Tengo un poco de hela…
De repente me interrumpe, todavía mirando al frente.
—Ella no es lo que estoy buscando.
Mi estómago se tambalea antes de que sus ojos se fijen en los míos.
Aunque su sonrisa es melancólica, su mirada es sombría. Baja la voz, y su
íntima calidad se enrosca a mi alrededor.
—Esperaba que hicieras uso de mi número, Georgia.
Mierda. Me obligué a programarlo en mi teléfono, pero eso fue todo lo
que pude hacer.
Solté una risa nerviosa.
—No te andas por las ramas, ¿verdad?
Su sonrisa se ensancha, su mirada intensa.
—No cuando se trata de algo que me interesa. —Hace una pausa—. O
alguien.
—Bueno… —Aparto la mirada, fijando mi atención en la gente que pasa
a toda velocidad. En un intento de humor, digo—: Odio decírtelo, pero lo
más probable es que te decepciones si hubiera sido yo en esa cita contigo
esta noche.
Ladea la cabeza hacia un lado.
—De alguna manera, encuentro eso difícil de creer.
118 —Te haré saber, que en realidad soy aburrida como el infierno. —Me
encojo de hombros—. Es el producto de pasar la mayor parte de mi tiempo
con personas muertas.
Se ríe, sus ojos brillan con diversión e interés.
—Dudo que haya algo aburrido en ti.
Bueno, tal vez no sea tan aburrida cuando algunos muertos deciden
hablar conmigo o cuando estoy siendo amenazada por un líder de una
pandilla, pero...
—Sal conmigo el próximo viernes. —Cuando su ronca demanda hace
que mis ojos se amplíen por la sorpresa, agrega—: Por favor.
Lo veo con curiosidad.
—¿El día después de Acción de Gracias? ¿Pero no estarás ocupado con
cosas familiares?
—No tengo familia. —Sus sucintas palabras chocan con la lanza de
dolor que atraviesa sus facciones. Pero se va en un instante, y me ofrece
una pequeña sonrisa—. Me estarías rescatando de todas las invitaciones de
lástima que suelo recibir.
—Ahh, así que eso es todo para lo que soy buena —bromeo—. Ser tu
compañera de cita sin familia.
Su expresión se vuelve seria.
—No. Para nada, Georgia. Yo solo… —Se apaga con un suspiro y frota
una mano a lo largo de su mandíbula—. Siento que tenemos mucho en
común. Ninguno tiene familia, y ambos trabajamos en la comisaría. Somos
muy trabajadores. Amamos nuestro trabajo. —Sus ojos se cruzan con los
míos—. Ambos somos buenas personas.
Internamente me estremezco ante eso último. Eso es tema de debate
cuando se trata de mí.
—¿Entonces qué dices? —Su sonrisa se vuelve infantilmente
entrañable.
—No lo sé —respondo, dándole un juguetón empujón a su hombro con
el mío—. ¿Qué pasa si sale mal y tienes cicatrices de por vida? Entonces te
119 sentirías raro a mi alrededor cada vez que nos encontremos en el trabajo…
Mueve la cabeza hacia atrás en una risa que patina sobre mí en una
caricia única. Tiene una risa agradable que no suena en lo más mínimo falsa
u ofensiva para mis tímpanos.
Embriagador, descansa su mirada en mí. La luz de la cercana farola se
proyecta sobre sus hermosos rasgos.
—No soy el tipo de persona que sería así. Te lo prometo, Georgia.
Hace una breve pausa.
—Te lo hubiera pedido este viernes, pero además doy clases de defensa
personal, y entre eso y mi trabajo, no estoy libre hasta el próximo fin de
semana. Así que no lo tomes como que no quiero verte antes.
Dejo caer mi atención a mis manos en mi regazo.
—No he tenido una cita en tanto tiempo. —Ha pasado más de una
década, pero no me atrevo a revelar eso. No tengo ningún deseo de que me
consideren instantáneamente un patético desastre.
Aunque esa es la verdad del asunto.
La sorpresa se mezcla con la incredulidad en su voz.
—¿En serio?
Asiento.
—En serio. —Tomando un fortificante aliento, lo miro a los ojos—. De
acuerdo. El próximo viernes por la noche.
Su boca se estira en una amplia sonrisa, y su expresión feliz es
positivamente contagiosa.
—Te lo prometo, será bueno. ¿Qué tal el pequeño lugar italiano del
centro? ¿Martinelli’s?
—De acuerdo. —Levanto un dedo—. Pero te encontraré allí.
Asiente, su brillante expresión no se atenúa en lo más mínimo.
—¿Qué tal a las seis y media?
A pesar de mi aprensión, una sonrisa se forma en mi rostro.

120 —Suena bien.


Mi teléfono vibra con una notificación de texto desde el interior de mi
bolso, y frunzo el ceño, preguntándome quién diablos me estará enviando
mensajes de texto.
Nadie me escribe.
Wade mira su reloj antes de enderezarse.
—Probablemente debería irme a casa. Tengo un turno temprano
mañana.
Cuelgo mi bolso sobre mi hombro y me deslizo del ladrillo.
—También debería irme. —Le lancé una mirada rápida—. Me alegro de
que nos hayamos encontrado esta noche.
—Yo también. —Desliza las manos en los bolsillos—. Déjame
acompañarte a tu auto.
En cuestión de minutos, nos detenemos junto a mi vehículo.
—Supongo que te veré en el trabajo, entonces.
Extiende la mano y coloca mi cabello detrás de mi oreja.
—Y definitivamente me verás el viernes. —Cuando se inclina hacia
adelante, me congelo, pero mi ansiedad disminuye cuando me pone los
labios en la frente antes de moverse hacia atrás.
Retrocede, una suave sonrisa juega en su boca.
—Conduce con cuidado, Georgia.
—Tú también.
Me deslizo dentro de mi auto y acciono el encendido, dándole un
pequeño saludo con la mano antes de alejarme.
Un pequeño hilo de esperanza revienta dentro de mí. Tal vez haya una
oportunidad para mí, después de todo.
No es hasta que llego a casa que recuerdo revisar mi teléfono en busca
del mensaje de texto. Al ver el mensaje de un número desconocido, las
náuseas estallan en la boca de mi estómago.
Cuando lo abro y leo el mensaje, esa náusea se transforma en
irritación.
121 NÚMERO DESCONOCIDO: Será mejor que no hables con la policía,
Red.
Ese imbécil. Debe ser por eso que sentí que alguien me estaba vigilando
antes.
Mis dedos dudan sobre el teclado antes de escribir: Será mejor que no
me estés amenazando, señor Pandillero.
Decido guardar su información bajo ese mismo nombre. Es apropiado,
después de todo.
La vacilación florece dentro de mí antes de reunir la confianza para
sacar el nombre de Wade. Hago clic en la opción de texto y empiezo a
escribir.
YO: Espero que hayas llegado a casa sano y salvo y que descanses
mucho para el trabajo mañana.
Me estremezco y lo borro. Dios mío, todo lo que necesito agregar es un
“tú, joven mocoso, tú” y habré superado por completo la etapa vergonzosa.
Soy horrible en esto. Tal vez debería ver más televisión basura para
ponerme al día con el coqueteo y los mensajes de texto. Este es el momento
en que ver las Kardashians o uno de esos programas de Housewives podría
ser realmente útil.
—Vamos, Georgia —murmuro en voz baja—. Puedes hacerlo. Relájate.
YO: Fue genial verte esta noche. Esperando el próximo viernes.
Ahí. Eso suena normal.
¿Pienso? ¿Espero? Mierda. Lo que sea. Si cree que quiere salir conmigo,
necesita saber quién soy en realidad. Con torpeza y todo.
Entro en mi habitación y dejo mi teléfono en la mesita de noche, lista
para darme una ducha rápida. En el instante en que lo coloco en la madera,
emite un pitido con una notificación de texto.
Cuando miro la pantalla, el nombre de Wade no es el que se muestra.
SEÑOR PANDILLERO: Dije lo que dije. Eso no es negociable. Si
hablas con la policía, te encontrarás conmigo.

122 Pongo los ojos en blanco. Dios, es irritante. Tendría medallas de oro
consecutivas por ser el hombre vivo más arrogante.
Levanto mi teléfono, lo llevo al baño conmigo y lo coloco en el tocador
mientras me devano los sesos para responder. No estoy segura de por qué
siento la necesidad de tener la última palabra, pero lo hago.
Abro la ducha y ajusto la temperatura del agua, mi mente gira
frenéticamente mientras intento pensar en una buena respuesta. No estoy
ni cerca de componer una aceptable cuando me desvisto y paso bajo el
chorro.
La peor parte es que, mientras me ducho, no es mi interacción anterior
con Wade o la perspectiva de nuestra cita lo que monopoliza mis
pensamientos.
Es él. Bronson Cortez. El propio señor Pandillero.
¿Qué me sucede?
Cerrando los ojos mientras el agua tibia se vierte sobre mí, todo lo que
puedo ver son sus brillantes ojos de pedernal clavados en los míos, el tic en
su mejilla cuando no me deshago en un charco sin carácter ante sus
demandas o amenazas.
Mi mente pasa a un hombre con una mandíbula cincelada decorada
por una barba corta y negra. Piel que es del bronce más oscuro y cabello
que siempre está ligeramente despeinado, como si pasara sus dedos por él
con frecuencia. Labios que provocan el desconocido impulso de extender la
mano y de rastrearlos, para ver por mí misma si son tan suaves como
parecen, completamente en desacuerdo con su habitual comportamiento
duro como el granito.
Para cuando me seco y paso el peine de dientes anchos por mi cabello,
mis dedos tiemblan con el impulso de revisar mi teléfono. Me cepillo los
dientes y me pongo los pantalones cortos de pijama y la camiseta sin
mangas, y llevo mi teléfono al dormitorio.
Una vez que estoy en la cama, me rindo y reviso mi teléfono en busca
de mensajes.
OFICIAL WADE HENDERSON: Tu texto hizo que mi noche fuera
aún mejor. Esperando el próximo viernes.
123 Una sonrisa se extiende por mi rostro. Entonces, esto es lo que es tener
un buen chico interesado en mí. Uh.
OFICIAL WADE HENDERSON: Duerme bien, hermosa.
De repente, infundida con una nueva dosis de confianza, me muevo al
otro mensaje de texto debajo del de Wade. Antes de que pueda repensarlo,
escribo una respuesta para Bronson.
YO: Deja de ser tan paranoico. No tengo nada que decirle a la
policía. No es mi culpa que uno de los mejores de nuestra ciudad esté
interesado en mí y quiera invitarme a salir. Lo cual, por cierto, NO es
asunto tuyo.
Presiono enviar y miro la pantalla por un momento. Luego, sintiéndome
más audaz, decido escribir un último mensaje.
YO: Eso no es negociable. Dije lo que dije.
Con una sonrisa satisfecha, pongo el timbre en silencio y dejo el
teléfono a un lado antes de acomodarme debajo de las sábanas.

Bronson
RED: Deja de ser tan paranoico. No tengo nada que decirle a la
policía. No es mi culpa que uno de los mejores de nuestra ciudad esté
interesado en mí y quiera invitarme a salir. Lo cual, por cierto, NO es
asunto tuyo.
RED: Eso no es negociable. Dije lo que dije.
Cristo. Esta mujer me provoca como ninguna otra.
Paso una mano por mi cara. Estoy agotado, cansado como la mierda
después de un día infernal, pero sigo volviendo a sus mensajes de texto y
mirando mi teléfono como un maldito idiota.
¿Qué mierda?
Me recuesto en la silla de mi escritorio, el cuero hace un leve sonido
124 con el movimiento, y la giro apenas unos centímetros de un lado a otro.
Cerrando los ojos, recapitulo el día... El día que sentí que alguien me estaba
penetrando por el trasero, y sin ningún maldito lubricante.
Como si lidiar con algunos problemas importantes en nuestra destilería
de alcohol ilegal no fuera suficientemente malo, tuve que repartir un castigo
justificado a un hijo de puta que evidentemente cree que es aceptable
abofetear a su mujer.
Solo recordar cómo agarré a ese bastardo con mis propias manos hace
que mis dedos se doblen y se cierren en puños con la necesidad de tener
otra oportunidad con él.
Luego tuve que encargarme de uno de los chicos que facilita nuestra
distribución de hierba. Resulta que ha estado robando fondos como un
tonto. El maldito imbécil realmente pensó que nadie se daría cuenta. Bueno,
tuvo una gran prueba de realidad esta noche.
Por mierda como esa, me gusta ser el que dé el castigo. Todavía
ensuciarme las manos para que nadie piense que me ablandé.
Para colmo, todavía no estamos más cerca de determinar quién es
responsable de la muerte de cinco de nuestra gente.
En realidad, eso no es del todo cierto. Todas las señales apuntan a que
es obra de The Disciples, pero no se han atribuido el mérito, lo cual es
diferente a ellos. Pero su nuevo protagonista, que se hace llamar T-Money
(si eso no grita soy un imbécil, no sé qué lo hace), parece escamoso como el
infierno. Podría estar jugando, tratando de iniciar una guerra territorial a
su propia jodida manera.
Con los ojos aún cerrados, muevo el cuello de lado a lado para aliviar
un poco la tensión. La cara de Red aparece en mi mente, pero esta vez, es
la forma en que se veía sentada sola comiendo ese maldito cono de helado.
Pasé en mi camino desde otra parada y me encontré deteniendo el auto
junto a la acera. Me intriga muchísimo, no hay duda al respecto. Pero
cuando apareció Henderson, sentí la necesidad de salir de mi auto y de
alejarlo de ella.
Aparentemente, la había invitado a salir. El pobre diablo no sabría qué
hacer con una mujer como ella, al menos no con la verdadera Georgia
Danvers. La que yo puedo ver.
125 Ella le mostró la versión amable y educada. Podría haber estado al otro
lado de la calle, pero incluso yo pude ver eso.
A mí me da la versión atrevida, la de vete a la mierda. La sin barnizar.
La real.
Eso no es negociable. Dije lo que dije.
Sí, es una cascarrabias. No hay duda de eso.
Se acercan pasos, y me enderezo en mi silla, mis ojos se abren como
un rayo. Daniel entra a mi oficina, pero se detiene en seco, sus ojos se
agrandan como si acabara de ver algo horrible.
—¿Qué? —le pregunto.
Sonríe.
—Tú. Eso es. —Con expresión traviesa, levanta la barbilla hacia mí—.
¿Finalmente tienes planes para conseguir algo?
Arrugo la frente.
—¿De qué estás hablando?
Toma asiento en una de las sillas frente a mi escritorio.
—Estabas sonriendo como si tuvieras una pieza caliente esperándote.
¿Estaba sonriendo? Froto una mano a lo largo de mi mandíbula.
Mierda.
—O. —Arrastra la palabra. No me gusta ese brillo en sus ojos. Ni un
maldito bit.
—Estás pensando en cierta atractiva pelirroja.
Mis ojos se estrechan en él en una mirada aguda.
—¿No tienes algo mejor que hacer que abrir la boca?
Su boca se mueve hacia arriba.
—Quizás.
Dejé escapar un largo suspiro.
—¿Cuál es el último?
La expresión de Daniel se vuelve sombría y determinada, una vez más
explicando por qué es mi mejor hombre. Es confiable, digno de confianza y
126 comparte mi visión de lo que debería ser la comunidad de Scorpions. No ha
habido un solo día a lo largo de todo esto, construyendo el nombre de The
Scorpions y nuestro territorio, ladrillo a ladrillo, que me haya hecho dudar
de su lealtad.
—Samara dice que tiene algo de información, pero solo hablará contigo
sobre los detalles. —Su agria mirada refleja la mía. Samara ha sido una
maldita espina en mi costado.
Pensé que había dejado ir la mierda, pero es otra razón por la que he
tenido mi pene encerrado. La chica probó y decidió ignorar todo lo que le
dije. Cuando le recordé que era trato de una sola vez, hizo todo lo posible.
Lágrimas. Gimoteo. Luego, lo peor: dejó caer un nombre.
Sí. Esa mierda no vuela conmigo. Me importa un carajo quién es tu
familia y cuántas figuras de autoridad conoces. Construí esto desde cero,
enterrando a los hijos de puta que se me cruzaron tres metros debajo de los
cimientos de concreto, y nadie está a punto de amenazarme.
Me pellizco el puente de la nariz y murmuro:
—Cristo.
—Lo que dijo es que estaba pasando el rato con el equipo de T-Money
y escuchó algo.
Levanto la cabeza y mi tono hostil coincide con mi mirada.
—¿Qué diablos está haciendo con los Disciples?
La mandíbula de Daniel se aprieta con fuerza.
—Eso es lo que yo dije, también. —Levanta un hombro en un
encogimiento—. Dijo que estaba tratando de ayudarnos. Pretendió ser una
de sus “piezas de fiesta” para acercarse a T-Money.
Considero lo que dijo por un minuto. No me sienta bien que uno de los
nuestros se arriesgue así.
—¿Qué opinas?
Deja escapar un suspiro lento antes de sacudir la cabeza.
—No sé qué hacer con eso. Parece un truco estúpido de hacer, pero
todos sabemos que ha estado tratando de encontrar algo contigo.
127 La tensión se asienta entre mis omóplatos. Aquí, yo pensando que
había alcanzado mi cuota de mierda por hoy... Con un suspiro, me enderezo
en mi silla, tratando de prepararme para quién sabe qué otra mierda todavía
dirigiéndose hacia mí.
—¿Dónde está?
—Está afuera. Los chicos la están vigilando.
Miro mi reloj y apenas reprimo un gemido. Cristo, estoy cansado.
—Hazla pasar. Veré qué puede decirme.
Daniel no duda en levantarse de su asiento y en salir a buscar a
Samara. Me deja un momento solo, y mis ojos van hacia donde está mi
celular en mi escritorio.
No necesito sacar el texto. Ahora está grabado en mi memoria.
Dije lo que dije. Prácticamente puedo escuchar su voz diciendo esas
mismas palabras en ese tono de vete a la mierda.
Voces llegan desde el final del pasillo antes de que suene el clic, clic, clic
de los talones, alertándome sobre el acercamiento de Samara.
No sé qué me hace hacerlo, pero estiro la mano y coloco mi teléfono
boca abajo. No necesito, ni quiero, ninguna distracción. No puedo
permitírmelas. No solo eso, no tengo por qué estar tan fascinado por Red.
Sudor. Lágrimas. Una tonelada de mierda de sangre derramada. Eso es
lo que se necesita para llegar aquí.
Este es mi legado, y no lo arriesgaré por nadie.

Georgia
Viernes
El resto de la semana transcurrió sin incidentes, y aunque una parte
de mí está agradecida por eso, otra parte se pregunta si habrá salido a la
luz alguna evidencia sobre la muerte de Layla y Cara, y del pequeño
128 Demetrius. Y especialmente de Leo y Naomi.
Me pregunto si Bronson me dijo la verdad sobre la aversión de su
pandilla a lastimar a mujeres y niños.
Incluso cuando la duda cruza por mi mente, la descarto... al menos en
lo que respecta a Bronson. Porque cada vez que me ha puesto las manos
encima, nunca me ha lastimado. ¿Me intimida como el demonio? Sí. Pero
¿me causó dolor? No.
Mi mente repite con qué vehemencia dijo esa afirmación. “No
lastimamos a las mujeres ni a los niños”.
Le creo, pero eso no significa que alguien dentro de su pandilla no haya
elegido ignorar ese principio en particular.
—Lo que sea. No es asunto mío —murmuro para mis adentros.
Poco después de la hora del almuerzo, unos familiares pasos resuenan
fuera de la entrada de la morgue y hago una mueca antes de educar mi
expresión. Aquí yo pensando que tal vez finalmente había perdido el interés.
El clic del mecanismo de desbloqueo de la puerta suena un segundo,
antes de que Paul entre.
—Hola, Georgia. —La vista de su esperanzada sonrisa me hace gemir
por dentro.
—Hola, Paul. —Termino de lavarme las manos y arranco una toalla de
papel del dispensador automático—. ¿Qué pasa?
—Oh, eh, yo... pensé que tal vez te gustaría unirte a algunos de
nosotros en O'Malley's.
Algunos de nosotros. La última vez que intenté socializar y reunirme
con otros empleados de esta comisaría, resultó que solo éramos Paul y yo.
La vez anterior a eso, había otros dos compañeros de trabajo que se fueron
unos segundos después de que me senté.
Y una vez más, me habían dejado sola con Paul.
Fijo mi expresión en una de arrepentimiento.
—Lo haría, pero ya tengo planes. Gracias por la invitación.
No es una mentira real ya que tengo planes. Claro, podría implicar que
129 limpiaré mi casa mientras pongo mi música a todo volumen y finjo que soy
una concursante de American Idol, pero aún cuentan como planes.
Sin embargo, no soy tan despiadada como para revelarle eso a Paul.
Su expresión cae, y maldición si no siento que acabo de patear a un
cachorro.
—Oh. Por supuesto. Entiendo.
—Bueno, tengo que volver a eso. La visita habitual del viernes del
doctor Jensen duró un poco más de lo esperado, por lo que estoy un poco
corta de tiempo. —Le ofrezco una sonrisa cortés—. Pero diviértete esta
noche.
—Sí, tú también. —Sus palabras murmuradas son mucho menos
entusiastas. Una punzada de culpa rebota dentro de mí, pero me mantengo
firme.
Tenía la esperanza de que Paul se diera por vencido conmigo, quiero
decir, ha pasado un tiempo, pero justo cuando creo que está mostrando
señales de seguir adelante, intenta otro ángulo.
Malhumorado, camina hacia la puerta, dejándola cerrarse detrás de él
con un suave clic. Solo entonces doy un suspiro de alivio.
Entro en la oficina para ordenar mis archivos. Normalmente, no me
atraso en mis deberes...
—Porque no tienes una vida real. —Incluso mientras lo digo entre
dientes, una pequeña sonrisa tira de mis labios. Porque el próximo viernes,
haré un pequeño esfuerzo para cambiar eso reuniéndome con Wade para
cenar.
Mientras separo mis archivos en pilas de casos terminados y sin
terminar, una carpeta se desliza fuera de la pila sin terminar y su contenido
se resbala.
Me quejo bajo, una vez más, maldiciendo a los altos mandos de la
comisaría que se niegan a convertirlos completamente a archivos digitales.
Mientras recojo los documentos, la tercera hoja me llama la atención. Frases
y palabras me saltan a la vista mientras mis ojos absorben la información.
Recuperan cuerpo tras tiroteo cerca de territorio pandillero
Scorpions
130 Disciples
Disparos desde vehículos en movimiento
Víctima sufrió heridas de bala en cuello y cabeza
—Mierda —digo en una exhalación. Parece que alguien incitó una
guerra de pandillas entre los dos. ¿Pero por qué?
Cuando el pensamiento golpea, un sonido burlón se derrama de mis
labios. Porque, para empezar, ¿quién diablos puede entender a las
pandillas? Esos hombres prosperan con la violencia y la intimidación.
Ciertamente puedo dar fe de que esto último es cierto.
Pero este archivo... algo en él envía una extraña sensación recorriendo
mi espina. Paso a la página con el nombre y la edad de la persona, y mi
corazón da un vuelco, porque esta mujer tiene mi edad. Era de mi edad.
Cierro los ojos con fuerza y me obligo a respirar hondo. Lidiar con la
muerte es algo en lo que soy buena, pero todavía hay momentos en que el
dolor golpea. Cuando me pregunto por qué el universo decidió que esta
persona en particular necesitaba morir... y yo aquí estoy, todavía con vida.
¿Por qué?
Si esa no es la pregunta del millón.

Miro hacia la realidad del archivo que se derramó en mi escritorio antes.


Samara Yoshen recibió dos balazos, uno en la cabeza y otro en la mitad
del cuello. Su informe decía que fue víctima de un tiroteo desde un vehículo
en marcha entre pandillas locales: The Disciples y The Scorpions. Fue
declarada muerta en la escena.
—Sufriste una herida de bala en la cabeza y en el cuello —murmuro,
mis ojos recorren sus obvias heridas ahora que la preparé para la autopsia.
Mi atención vuelve a la herida en la cabeza—. Esta herida de bala en la
cabeza es similar a la de la madre y la hija que también vivían en territorio
Scorpion…
131 Frunzo el ceño en concentración mientras los pensamientos se
encienden en mi mente. Hablar en voz alta para asegurarme de que mi micro
grabadora grabe todo, me ayudará a ser más minuciosa una vez que
complete su archivo.
—¿Está esto relacionado de alguna manera con los demás? ¿Este
disparo en tu cuello tenía la intención de despistar a alguien? —Me inclino
más cerca para inspeccionarla—. La bala en tu cuello no solo es superficial,
sino que está en ángulo y no habría sido fatal. Parece que primero te
dispararon en la cabeza, lo que te causó la muerte. La segunda bala…
Debido al ángulo, parece que fue una ocurrencia tardía mientras el tirador
se alejaba.
Antes de continuar con la autopsia, me tomo un momento y aliso el
cabello oscuro de la mujer que ahora yace lacio como su cuerpo sin vida. Mi
voz es baja por el arrepentimiento de que la vida de esta mujer haya sido
truncada.
—Lamento que te haya pasado esto, Samara.
Momentos después, saco con cuidado la bala de su cuello. En el
instante en que sale por completo, se sacude violentamente antes de estallar
en un ataque de tos. Con los ojos abiertos, ahora tienen una capa opaca.
—Scorpions… —Se interrumpe, alcanzando su garganta. Miro con
horror, inmóvil, lo cual es completamente ridículo en este punto, ya que no
es ni remotamente la primera vez que esto ocurre.
Samara vuelve a toser antes de decir con voz áspera:
—The Scorpions hicieron esto. —Otra tos que suena dolorosa retumba
desde su pecho antes de jadear—. Díselo... a Bronson.
Sostiene mi mirada por un milisegundo antes de que su cuerpo se
vuelva fláccido y sin vida una vez más.
Santa mierda, santa mierda, santa mierda. ¿Qué carajos me está
pasando? ¿Es esto lo que obtengo por usar mi habilidad después de todo
ese tiempo? ¿Después de jurar que no lo haría? ¿Les abrí algún
espeluznante portal a los muertos, permitiéndoles hablarme cuando lo
deseen?
132 El temor contamina mis venas y mi respiración se vuelve áspera por la
ansiedad.
—¡Solo lo hice una vez! —grito, mi voz se hace eco dentro de los confines
de la morgue.
Mis ojos permanecen pegados al cuerpo de la mujer mientras mi
respiración entra y sale de mí como si acabara de correr un maratón a toda
velocidad.
No solo estoy jodida porque no puedo apagar todo esto, sino que estoy
extra jodida porque dijo lo mismo que todos los demás.
Esto significa que quienquiera que sea el responsable de esos
asesinatos todavía está por ahí.

133
8
Georgia
Sábado

C
asi me regocijo al ver un lugar de estacionamiento disponible y
maniobro rápidamente por el pasillo hacia él.
Apagando el motor, tomo mis bolsas de compras
reutilizables del asiento del pasajero y salgo de mi auto.
Algunas otras personas salen de sus vehículos y me ofrecen miradas
curiosas, mientras que otros lanzan sonrisas cautelosas.
Dudé sobre si aventurarme de nuevo al mercado de agricultores. Pero
técnicamente, Bronson no había dicho específicamente que no podía volver.
Además, no es como si realmente lo estuviera buscando. Dejó bastante claro
que no quiere tener nada que ver conmigo ni con las advertencias que tengo
para ofrecerle.
Elijo ignorar mi ridícula reacción hacia él esa noche. Por una fracción
de segundo, pensé que podría besarme. Fue entonces cuando experimenté
la traición porque había una pequeña parte de mí que la habría recibido con
agrado.
134 Sin embargo, ahora que tuve tiempo para procesarlo, lo atribuí a que
simplemente era una respuesta física hacia él. Independientemente de su
personalidad menos que esterlina, es guapo como el infierno, con labios
demasiado increíbles para colocarlos en un criminal como él. Un hombre
cuya predeterminada expresión es estoy considerando matarte con mis
propias manos con una especie de ceño fruncido.
Me intimida muchísimo, pero hay una pequeña parte de mí que se
pregunta si el hombre alguna vez sonríe o, Dios no lo quiera, se ríe.
Frunzo el ceño y tomo una profunda y purificadora respiración porque
no tengo nada que hacer para dejar que ese hombre ocupe mis
pensamientos. En cambio, muevo mi atención a mi tarea para esta mañana.
Me muero por ver si puedo conseguir algunas de las fresas y otros
productos que se habían agotado cuando llegué el sábado pasado. Además,
no me decepcionaría conseguir otro de esos deliciosos pastelitos.
Después de treinta minutos, casi llené una bolsa de compras y una
fracción de una segunda. Ahora, cuando estoy a punto de pasar frente a la
exhibición de obras de arte de un vendedor en particular, mis ojos ven a dos
personas conversando y mis pies de repente se clavan en mi lugar.
Bronson está parado afuera de una de las grandes carpas amuralladas
que adornan el inmenso espacio del mercado. Una mujer mayor le sonríe
como si fuera una especie de ídolo. Le dice algo, y cuando él mueve la cabeza
hacia atrás con una carcajada, todo el oxígeno se me escapa de los
pulmones.
Santa mierda. Transforma toda su cara de la expresión seria, siniestra,
mato gente para el desayuno y no pierdo el apetito. Lo hace parecer tan...
normal. Muy guapo. Tan…
En el instante en que sus ojos se encuentran con los míos, su boca se
vuelve plana. Sin embargo, una cualidad que falta en sus rasgos es la
sorpresa.
Supo que estaba aquí todo el tiempo. Soy una idiota por pensar lo
contrario. De hecho, me arriesgaría a adivinar y diría que probablemente
supo en el momento en que salí de mi auto.
135 Bueno, es hora de ordeñarlo por todo lo que vale.
Muevo mis dedos en un coqueto gesto mientras le doy un guiño
exageradamente dramático. Eso hace que su boca se aplane aún más en
una línea de castigo, sus rasgos se vuelven de granito. Es muy posible que
esté triturando sus muelas hasta convertirlas en polvo en este momento.
Y estaría mintiendo si dijera que no tengo una pizca de remordimiento
porque prefiero enfrentarme a un Bronson risueño en lugar de a este gigante
intimidante y lleno de furia.
Se disculpa con la mujer e inmediatamente se dirige hacia mí,
deteniéndose a un par de metros delante de mí.
—Qué loca coincidencia, encontrarte aquí. —Pongo mi mano a un lado
de mi boca, y en un fuerte susurro, ofrezco—: Si quieres, puedo mostrarte
los alrededores. Sé dónde encontrar las mejores flores frescas y las más
asombrosas…
—Tu cabello es diferente.
Lo miro y espero a que se explique. Pero no lo hace. En cambio,
simplemente me examina con ojo crítico.
—Está bien. —Estiro la palabra lentamente—. Voy a suponer que te
refieres a una mala diferencia, porque, bueno… eres tú, y haré lo que mi
maestra de jardín de infantes me dijo que hiciera cuando los niños se
burlaban de mi cabello rojo en ese entonces: ignorarte.
Aparto la vista para buscar a los vendedores por encima del hombro
porque, sinceramente, tenerlo tan cerca es como mirar directamente al sol
del mediodía. Es hermoso, pero no del todo inteligente o bueno para mí.
—Ahora, iré a…
—No quise decir malo.
Parpadeo, mi atención regresa a él. Parece casi... incómodo por la forma
en que se pasa los dedos por el negro cabello. Lo despeina aún más, pero de
alguna manera no le resta valor a su apariencia. Su oscura piel contrasta
con la camisa blanca con botones que combina con vaqueros que se ven lo
suficientemente desgastados como para parecer suaves.
136 Bronson se aclara la garganta, sus ojos se apartan de mí para escanear
a la multitud. Las oscuras cejas se juntan antes de que finalmente gruña
apresuradamente:
—Me refiero a una buena diferencia.
No estoy segura de cuál de nosotros está más sorprendido de que haya
notado que mi cabello estaba ligeramente ondulado, o “diferente” después
de que lo dejé secar al aire esta mañana.
Ajusto mi agarre en mis bolsas en un esfuerzo por mantener una
fachada tranquila mientras se mueve sobre sus pies y se cruza de brazos.
Eso, por supuesto, tiene la tela de su camisa tensándose alrededor de sus
bíceps. Los entintados diseños que adornan sus antebrazos se mueven con
la flexión de sus músculos.
—Bien. —Dulce Jesús, ambos estamos haciendo un trabajo de pie de
evitar el contacto visual directo—. Necesito conseguir las otras cosas en mi
lista, así que… —Internamente, me estremezco porque no podría sonar más
incómoda que esto.
Con la esperanza de esquivarlo, doy un paso hacia un lado, pero se
mueve frente a mí. Mis ojos chocan con unos de color marrón oscuro
mezclado con oro. Levanto mis cejas en una silenciosa pregunta.
Su tono parece afable, pero la desconfianza colorea sus rasgos. Las
líneas enmarcan su boca.
—¿Qué más hay en tu lista?
Lo veo con sospecha.
—¿Estás preguntando qué más planeo traer aquí?
Cierra los ojos brevemente y se pellizca el puente de la nariz antes de
nivelarme con una expresión severa pero exasperada.
—¿Estás planeando comer pechugas de pollo otra vez? ¿Necesitas más
queso? ¿Y otro pastelito?
Lo miro por un segundo.
—Probablemente no tengas idea de lo espeluznante que es eso,
¿verdad?
Los bordes de sus labios se contraen. Si fuera alguien más, me
137 preguntaría si estaba luchando contra una sonrisa. Pero es él, por lo que
probablemente sea solo un tic extraño. O de dolor por gases.
Me río ante la idea de este gran, malo y apuesto criminal plagado de
gases. Oh, qué alegría me traería.
Sus ojos se estrechan.
—¿Qué es tan gracioso?
Juego con él con un casual encogimiento de hombros.
—Nada. De todos modos, supongo que planeas llevarme rápidamente
en dirección al carnicero, así que...
Su atención se posa en mí, y se siente como si un peso de dos toneladas
hubiera caído sobre mis hombros.
—Me imaginé, ya que estás aquí antes, que me aseguraría de que
llegaras a los otros vendedores antes de que se agoten.
Lo miro por un momento antes de inclinar la cabeza hacia un lado.
Poniendo mi mano detrás de mi oreja, la giro hacia él.
—Lo siento, pero podría haber jurado que acabas de ofrecerte a
acompañarme… ¡oye!
Dedos fuertes ya deslizaron mis bolsas de mi brazo, y no mentiré y diré
que no estoy al menos un poco agradecida porque esas tontas se volvieron
pesadas. Las lleva con facilidad, agarradas con una mano. La otra la coloca
en la base de mi espalda y me da un firme empujón hacia adelante.
—Vamos, Red. El tiempo es una pérdida.
Le lanzo una penetrante mirada solo al principio, pero le sigo el juego,
porque si esto me traerá toda esa delicia nuevamente, estoy totalmente de
acuerdo.
La comida claramente es mi debilidad.
—Bronson. Es bueno verlo, señor.
—Buenos días, Bronson.
En el momento en que comenzamos a caminar, terminando
efectivamente nuestro pequeño enfrentamiento conversacional, es como si
todos a nuestro alrededor lo tomaran como una especie de señal. Ahora, es
aceptable saludarlo. Cada persona que lo hace ofrece una sonrisa, pero sus
138 expresiones bordean una asombrada reverencia... o una buena dosis de
miedo, no estoy completamente segura de cuál.
—Maryann tiene las mejores salsas —afirma Bronson mientras nos
acercamos a la carpa azul de la mujer. Según la gran pizarra de borrado en
seco situada dentro de una de las paredes de la tienda, hace salsas de todas
las variedades.
Una mujer alta, de mediana edad, con una sonrisa que amenaza con
cegarme, se acerca rápidamente a nosotros.
—Me trajiste a una nueva clienta potencial, por lo que veo. —Me
extiende una mano—. Soy Maryann.
—Soy Georgia. Encantada de conocerte.
—Necesitará un poco de tu salsa barbacoa y de tu salsa de tomate.
Los ojos de la mujer brillan con orgullo.
—¡Por supuesto! Te lo empacaré de inmediato.
Se apresura a cumplir sus órdenes y me vuelvo para verlo con
curiosidad.
—¿Qué pasa si no me gusta la barbacoa o la salsa de tomate?
Sus ojos se clavan en los míos mientras se inclina más cerca. Me obligo
a no moverme hacia atrás para alejarme de su proximidad, pero mis ojos,
malditos traidores, se posan en esa hermosa boca suya, y un pequeño
gemido sale de mí.
—¿Red? —murmura suavemente—. Ojos aquí arriba.
Levanto mi mirada solo para encontrar un destello de diversión en la
suya.
—¿Qué? —Mi tono sale irritable.
Una despiadada terquedad está estampada en sus rasgos.
—Sabes muy bien que te gusta la salsa barbacoa y la salsa de tomate.
—Una ceja se levanta obstinadamente—. ¿O decepcionarás a la dulce y vieja
Maryann?
Luchando por una manera de mejorar este trasero, balbuceo:
139 —¿Qué pasa si no traje suficiente dinero para esto? Quiero decir, no
estaba exactamente en mi lista.
Sus labios se curvan en los bordes muy ligeramente.
—Lo tengo cubierto.
—¿Y eso qué significa? —Desconcertada, arrugo la cara—. ¿Que estaré
en deuda con el líder de una pandilla por dos frascos de salsa casera?
Se endereza cuando Maryann se aventura hacia nosotros, con los
brazos cargados con dos grandes tarros de cristal. Cada uno está envuelto
en una funda de arpillera para evitar daños en el vidrio, lo que permite solo
un vistazo de color cerca de las tapas. Uno es un color burdeos oscuro,
mientras que el otro es un rojo profundo y vibrante.
Bronson los acepta y coloca con cuidado los frascos en una de mis
bolsas antes de entregarle discretamente a la mujer un billete doblado.
—Gracias, Maryann.
Un toque de color cubre las mejillas de la mujer. Oh cielos. Parece que
tiene un gran efecto en las damas, independientemente de su edad.
Sus ojos se posan en mí.
—Espero que disfrutes todo, Georgia.
—Estoy segura de que lo haré. Muchas gracias. —Le doy un pequeño
saludo—. Fue genial conocerte.
—A ti también. —Su mirada se dirige a Bronson—. Y por favor,
recuérdale a tu madre que mañana es mi turno de recogerla para ir a la
iglesia. —Su boca se curva en una cálida sonrisa, los ojos se iluminan con
alegría—. La vi en la tienda de Emilio antes pero no pude llamar su atención.
—Lo haré. —Él baja la barbilla en un asentimiento—. Gracias,
Maryann.
Esperen… ¿tiene madre?
Quiero decir, por supuesto, que tiene madre. No es como si las cigüeñas
dejaran a los pandilleros bebés en las puertas. ¿No sacudiría eso el mundo
de las personas? Imagínense mirar hacia su puerta un día y encontrar a un
bebé que gorgotea, tan lindo como puede ser, mirándolo y apuntándolo con
pistolas de dedos.
140 Sí. Incluso mis pensamientos son ridículos. Menos mal que se quedan
en mi cabeza porque vaya, Nelly. Eso demostraría una vez más por qué es
bueno que principalmente pase tiempo con personas muertas.
Pero volviendo a la parte de la madre... Ahora, me pregunto cómo es su
madre. ¿Será también una criminal? ¿También tendrá su propio recuento
de cadáveres? ¿Casi le fruncirá el ceño a la gente como lo hace su hijo?
Sigo el paso a su lado mientras me lleva por la pasarela. Mirándolo,
estudio su perfil.
—¿Qué? —se queja.
—¿Por qué estás haciendo esto?
Su ceño se profundiza.
—¿Haciendo qué?
Me detengo y me hago a un lado para dejar pasar a los demás. Su
mirada se agudiza en mí antes de inspeccionar nuestro entorno y se mueve
hacia donde estoy ahora.
Entrelazo mis dedos para reprimir mi impulso de moverme como una
loca.
—Mira. Estás siendo... amable conmigo de repente, y honestamente me
hace sentir un poco mareada, preguntándome qué está a punto de pasar.
Como, digamos, si estuvieras planeando matarme.
Algo brilla en sus ojos y las comisuras de su boca se contraen.
—¿Crees que estoy planeando matarte?
Cierro los ojos con una mueca de dolor y susurro para mí.
—Maldita sea, dije la parte silenciosa en voz alta, otra vez. —Suspiro, y
cuando abro los ojos, estoy instantáneamente atrapada por los suyos.
Adoptando lo que espero que sea un tono casual, ofrezco
—Entonces... ¿lo planeas?
—¿Planear matarte? —Levanta un hombro una fracción en el más
pequeño de los encogimientos de hombros—. Quizás. —Escanea la multitud
lentamente, su tono plácido—. Pensé en dejarte experimentar este mercado
por completo antes que yo.
141 Su mirada vuelve a posarse en mí, y estoy casi segura de que detecto
un rastro de humor en las profundidades. Probablemente porque el
asesinato es entretenido para alguien como él.
—Ya sabes… dejando que tengas un último hurra. Algo así como los
presos en el corredor de la muerte obtienen lo que quieren para su última
comida.
—Vaya —digo inexpresiva—. Qué increíblemente considerado de tu
parte.
Gruñe, luego inclina la cabeza para señalar en dirección al mercado
que aún no hemos explorado.
—Será mejor que vayamos, Red. El tiempo corre. —Caminando hacia
atrás, levanta las cejas mientras espera que haga lo mismo y me una a él.
Con un profundo suspiro, lo hago, y se da la vuelta para ver hacia
adelante. Un momento después, me lleva a un puesto que vende café recién
molido, granos enteros y, por supuesto, maná de los dioses de arriba: el café
caliente en sí.
Pido un asado mediano grande y, de nuevo, lo paga Bronson. No estoy
completamente segura de qué hacer con eso. Tal vez realmente se está
apegando al concepto de la última comida en el corredor de la muerte y
cubriendo el costo por mí.
Una vez que tengo mi café en la mano, retomamos nuestra lenta
caminata. Al ver un banco más adelante, a unos pocos metros, dudo antes
de ceder.
—¿Crees que estarías de acuerdo con sentarte por un minuto? —Con
cuidado, levanto mi taza de café para llevar—. No soy la más coordinada
cuando se trata de caminar y tomar café caliente.
Con plácida expresión, simplemente asiente antes de escanear el área.
Cuando nos acercamos al banco vacío, tomo asiento en un extremo y
observo cómo se acomoda en el extremo opuesto, colocando mis bolsas entre
nosotros. Descansa un brazo a lo largo del respaldo del banco, el otro en el
reposabrazos.
Si este fuera mi “último hurra” como dijo, entonces me imagino que
142 puedo interrogarlo con preguntas. Tomo un sorbo de mi delicioso café.
—Sigues mirando a tu alrededor. ¿Hay amenazas aquí?
Sus ojos se posan en algo o alguien en la distancia.
—Las amenazas potenciales están en todas partes.
Interesante no respuesta. Mientras tomo otro sorbo, observo el mercado
y me pregunto cómo se ve a través de sus ojos. Si se da cuenta de que las
personas lanzan miradas en su dirección como si fuera una especie de
deidad que admiran, pero que también temen.
—Nunca supe que este mercado existía hasta que Angela lo mencionó
—reflexiono pensativamente antes de dirigirme a él con mi pregunta—.
¿Cuánto tiempo han estado teniéndolo aquí?
Deja escapar un pequeño gruñido mientras continúa su inspección de
nuestro entorno.
—Hubo un tiempo en que era duro en estos lugares. Las grandes
corporaciones querían comprar pequeñas empresas que se construyeron
desde cero.
La expresión se oscurece, su boca forma una profunda mueca.
—No fue bonito. Unos cuantos ricos hijos de puta que intentan
mudarse en caliente y tomar lo que la buena gente construyó durante años
de arduo trabajo. Empresas familiares. Los que tienen raíces en la
comunidad. Les importaba una mierda esta gente trabajadora.
Sus ojos se vuelven entrecerrados por la irritación.
—Sembraron todo tipo de dudas e ideas en sus cabezas sobre cómo el
dinero sería suficiente para ayudarlos a tener una vida mejor. Más que eso,
que podría ayudar a sus familias a tener una vida mejor.
»Luego, este joven que nunca se graduó de la universidad o tuvo un
elegante título a su nombre dio un paso al frente. Vio lo que estaba pasando.
Sabía que estos ricos bastardos estaban mintiendo entre dientes y que no
todo sería malditos cachorros y arcoíris. Entonces, dio un paso adelante y
propuso que se defendieran, no físicamente, sino con su voluntad. Con su
espíritu.

143 Me inmoviliza con esa mirada acerada y penetrante.


—Creyó en ellos, en este lugar, más de lo que había creído en nada. Los
reunió, y de alguna manera —lanzó una mirada de inspección a su
alrededor, las comisuras de su boca se mueven hacia arriba—, empezaron
a creer en él y en sí mismos. En lo que podría ser esta comunidad. Y juntos
idearon un plan.
»No era un plan convencional, pero al menos era un plan. Y tenía el
potencial de salvar negocios y medios de subsistencia. —Hace una pausa,
pensativo—. Ellos pusieron su confianza en él y en las empresas, y valió la
pena.
Dudo antes de continuar con mi pregunta, sin saber si realmente
divulgará algo más.
—¿Cómo lo hicieron sin venderse a las grandes corporaciones?
Cuando sus ojos se posan en mí, un rastro de orgullo es visible en las
profundidades.
—Se unieron como siempre deberían hacer las familias. Hicieron una
lista de sus habilidades y decidieron enfatizarlas junto con apoyar solo a las
empresas locales.
Se refiere a vender drogas, armas y quién sabe qué otra cosa,
probablemente.
Sus ojos brillan peligrosamente.
—Crees que lo tienes todo resuelto. —Los rasgos estampados con una
oscura crueldad, su voz se agudiza, y cada palabra me apuñala con
venganza propia—. Crees que todo está cortado y seco, porque así es como
estás acostumbrada a que funcione el mundo.
Sus cejas descienden, la malevolencia irradia de él.
—Pero estoy aquí para decirte que no lo es, Red. Las personas buenas
y trabajadoras recordaron sus raíces, lo que sacrificaron durante años para
construir. Recordaron su valor y se negaron a ponerle precio a algo de eso.
Pasa sus ojos sobre mí, y no hay duda de su decepción y disgusto.
—Juzga todo lo que quieras. Pero sabes una mierda sobre este lugar y
esta gente. Sí, cultivamos hierba, una de las mejores cosas que jamás
encontrarás, y vendemos armas, pero no es diferente a cualquier otro
144 negocio que hay. No le vendemos a criminales ni a los asesinos en masa.
Algo inidentificable parpadea en sus ojos.
—Tenemos personas que luchan contra el cáncer, y nuestra hierba es
lo único que los ha ayudado a funcionar normalmente de nuevo. —El orgullo
se filtra en sus rasgos y en su tono cuando agrega—: Y nuestro alcohol ilegal
es el mejor.
Sostiene mi vista por un momento antes de apartar la mirada.
—Así que no juzgues lo que no sabes. Todos se apoyan aquí. Somos
más que una comunidad, somos una familia. Si alguien está luchando,
verás que la gente hace todo lo posible por ayudar.
Su enfático tono y su sentimiento atraviesan mi corazón. Me hace
preguntarme cómo las cosas podrían haber funcionado de manera diferente
si hubiera sido parte de algo como esto en ese entonces. Pasa un callado
latido antes de que comience de nuevo.
—Esta fue una de las ideas que surgieron. Un lugar para atraer a todos
y mostrar lo que tienen para ofrecer en un solo lugar.
Un borde de su boca se levanta.
—Algunas personas no compraron la idea, pero le dieron una
oportunidad. Después de ese mercado inicial del sábado, cuando
aparecieron cientos de personas para apoyarlos, fue un trato hecho. Ha
estado aquí todos los sábados desde entonces.
Reflexiono sobre su historia.
—El tipo que puso todo en su lugar, que hizo que todos dijeran que no
a vender a las corporaciones, ¿sigue por aquí?
Deja escapar otro gruñido.
—Sí. Todavía está por aquí.
—Esa es una historia realmente impresionante. —Tomo un sorbo de mi
café y observo a la multitud que pasa—. ¿Dijiste que no tenía ningún título
y que no se graduó de la universidad?
Me lanza una mirada como si se estuviera preguntando a dónde lleva
145 mi pregunta. Levanto una palma en defensa.
—No estoy juzgando. Tengo curiosidad.
—No. Sin títulos universitarios. —Continúa escaneando a la multitud,
de forma similar a como el tipo robot en las viejas películas de Terminator
proyectaba todo—. Solo lee todo lo que pueda tener en sus manos. —
Después de una minúscula pausa, agrega en voz baja—: A veces se necesita
un paria para unir a las personas.
Lo miro con una mezcla de curiosidad e incredulidad.
—¿El tipo que hizo todo eso era un paria? —No hubiera esperado eso.
Inclina la barbilla en un breve asentimiento.
—Sí. Siempre iba contra la corriente. Revolvió la mierda a una edad
temprana.
—Bueno, independientemente de su “revolvimiento de mierda”, un
hombre que hizo todo eso para ayudar a los demás es un gran tipo en mi
libro.
Y lo digo en serio. Es increíble que alguien tome la iniciativa de ayudar
a su comunidad hasta tal punto.
Tomo un sorbo de mi café mientras un silencio sorprendentemente
cómodo persiste durante un largo momento. Pienso en el hombre
responsable de asegurar que los medios de subsistencia de estas personas
prosperaran.
—Sabes... tengo que preguntar. —El leve tono áspero de su voz hace
que me gire hacia él, y sus ojos inmediatamente atrapan los míos—. ¿Por
qué no me tienes miedo?
Mi carcajada está teñida de cinismo.
—Oh, te aseguro que lo tengo. No dejes que esto —hago un gesto hacia
mi rostro y le sonrío con todos mis dientes—, te distraiga. Eres un hombre
muy aterrador.
Su tono es seco.
—De alguna manera, encuentro eso difícil de creer.
Me río, pero se corta cuando me pongo seria. Las palabras flotan hasta
la punta de mi lengua a pesar de que no puedo entender lo que me obliga a
146 revelarlo.
Dirijo mi atención a los transeúntes y elijo mis palabras con cuidado.
—Cuando una persona se enfrenta a una posible muerte, tiende a hacer
que la perspectiva de encontrarse con la muerte de nuevo no sea tan
aterradora. Pone las cosas en perspectiva.
Tragando, me obligo a mirarlo a los ojos sin pestañear.
—Eres aterrador, de eso no hay duda. Pero cuando todo está dicho y
hecho, cada uno de nosotros está destinado a morir eventualmente. Algunos
antes que otros.
Me muevo en el banco para enfrentarlo completamente y respiro
profundamente antes de soltarlo. Es más con la esperanza de que no pierda
su mierda conmigo aquí frente a toda esta gente que por cualquier otra
razón.
Al menos obtuve una gran taza de café.
—Tengo algo que decirte.
Debe detectar la urgencia, o tal vez el hilo del miedo, en mi voz porque
me fija en mi lugar con esos ojos de colores únicos. Un músculo en su mejilla
se tensa.
Sólo dilo y acaba con esto, Georgia. Mis palabras se derraman de
manera apresurada y ansiosa.
—Tuve otro cuerpo que apareció en mi morgue y dijo lo mismo que los
demás. Esta era una mujer de mi edad. Según su expediente, había sido
víctima de un tiroteo desde un vehículo en marcha entre The Disciples y The
Scorpions.
Su mano apoyada en el reposabrazos del banco forma un puño, y solo
ahora me doy cuenta de las costras que adornan sus nudillos. Sus facciones
se vuelven pétreas, la boca se le adelgaza.
—¿Sí? —Aunque su voz es baja, probablemente para que no lo
escuchen fácilmente, no puedo perderme el helado sarcasmo—. ¿Dijo algo
sobre cómo lo hicieron The Scorpions y que me lo dijeras? —Una rígida
tensión plaga su cuerpo mientras la furia se arremolina en sus ojos.
Trago, mi garganta repentinamente seca como un hueso.
147 —Sí, eso es lo que dijo Samara.
Un destello de dolor cruza su rostro, pero desaparece tan rápido que
me pregunto si lo imaginé.
—Dime exactamente cómo estas personas te están diciendo esta mierda
cuando están jodidamente muertas.
Sostengo mi taza de café con ambas manos y miro la tapa.
—No sé exactamente cómo. Todo lo que sé es… —Joder. Si trato de
explicar lo que hice, no hay forma de que me crea.
—¿Todo lo que sabes es qué? —Su tono es implacable, la incredulidad
me corta con cada palabra.
Exhalo lentamente, dejando mi café en el concreto al lado del banco.
Mi mirada choca con la ártica suya, y me enfría incluso en medio de la cálida
temperatura.
—Mira, le pregunté a Leo y a Naomi cómo murieron, y ahí fue cuando
ambos me hablaron. Esa fue la única vez que pregunté. Las otros, todos, me
lo dijeron por su cuenta. Un minuto están muertos y sin moverse y
completamente sin sonido, y al siguiente están hablando conmigo.
—Vas a tener que mostrármelo. —Sus ojos se clavaron en los míos, con
rebosante desafío en ellos y en su voz—. Muéstrame cómo le preguntas a los
cadáveres cómo murieron.
—No puedo. —Niego rápidamente—. No entiendes. Lo hice una vez, y
ahora es como si hubiera abierto algo que no debería porque no puedo
apagarlo. —Mi tono se vuelve frenético—. No puedo hacerlo de nuevo porque
sentí que toqué la muerte. Como si hubiera dejado la mancha más oscura
en mi alma. Lo juro, sentí que acortó mi vida, como si me la drenara
después.
Estoy segura de que mi súplica es inútil, pero lo intento de todos
modos.
—Sentí que hice algo contra la naturaleza. Hay una energía al respecto
que es simplemente... tan sombría y oscura. No puedo hacer eso de nuevo.
Simplemente no puedo.
Sus ojos se vuelven más fríos y sus palabras son como alambre de
148 púas, agudas y letales.
—¿Esperas que te tome la palabra? —Una risa áspera y sin humor
retumba de él—. Debes pensar que soy el mayor tonto de todos.
9
Bronson

O
es la mejor jodida actriz que he conocido o me está diciendo
la verdad.
O debería decir, realmente cree que me está diciendo la
verdad mientras me da esta excusa de mierda. Mis hombres
no han descubierto ninguna evidencia que la vincule a The Disciples, pero
eso no significa que no esté trabajando con ellos. Es cuestión de tiempo
antes de que lo averigüemos.
Sin embargo, esos ojos verdes suyos me suplican que le crea, y una
estúpida y traidora parte de mí quiere hacerlo.
A la mierda si sé por qué estoy perdiendo el tiempo con ella cuando
debería estar trabajando. Ya estaría haciendo eso, pero mi abuela me pidió
que la trajera aquí hoy para preparar su mesa para ofrecerle lecturas de
cartas. No tenía la intención de quedarme y estaba saliendo cuando vi a
Georgia.
Esta mujer tiene bolas de acero, de eso no hay duda. Especialmente
apareciendo aquí de nuevo.
¿Y ahora, con sus excusas de por qué no puede respaldar sus
149 afirmaciones? No tengo tiempo para esta mierda.
Me levanto del banco e inclino la cabeza, haciéndole un gesto para que
me siga.
—Vamos. —Sin esperarla, me alejo, listo para guiarla entre las tiendas
por un atajo, lo que sea que haga falta para sacarla de aquí.
Murmura detrás de mí en un tono sarcástico.
—Claro, Georgia. Te esperaré ya que mis piernas miden kilómetros y
las tuyas no. Porque eso es lo caballeroso, ¡uf!
Me doy la vuelta tan rápido que choca con mi cuerpo. Agarrando su
brazo con mi mano libre, la mantengo en su lugar, inmovilizándola con mi
mirada.
—Cristo. Simplemente no sabes cuándo parar, ¿verdad?
Levanta la barbilla desafiante y esos ojos verdes brillan con
indignación.
—Y tú simplemente no sabes cuándo… ¡Ugh!
Cambiando de dirección, casi la arrastro por la parte trasera de las
tiendas instaladas a lo largo de la densa línea de altos setos con grandes
árboles de sombra plantados de forma intermitente entre ellos. Los sonidos
del mercado se silencian casi de inmediato.
Apoyándola contra uno de los grandes troncos de los árboles, puse sus
bolsas sobre la suave hierba. Con mis manos plantadas a cada lado de ella
en el grueso tronco, la encierro con mi cuerpo.
—Parece que no lo entiendes, Red. Yo dirijo este puto espectáculo. —
Bajo mi cara más cerca de la de ella, mi tono amenazante—. No me des
ningún maldito sermón.
La tensión crepita entre nosotros y levanta la barbilla.
—Eso será un problema, señor Pandillero —se burla de mí con sus
palabras y tono, sus ojos brillan con desafío—. Porque aprendí hace mucho
tiempo sobre los matones, y no me inclino ante nadie.
Estamos casi nariz con nariz ahora.
—Piénsalo de nuevo, Red. —Mi tono es oscuro, rebosante de ira—. Te
150 inclinarás ante mí.
Un rubor se extiende por sus mejillas. Su cálido aliento baña mis labios
cuando se burla.
—¿Sí? Tendremos que ver eso.
Con los ojos trabados en una guerra silenciosa propia, nuestras
respiraciones se escapan de nuestras bocas como si ambos estuviéramos
ansiosos como el infierno.
Bajo mi voz, y no hay duda de mi amenazante tono.
—Te sacaré la verdad de una forma o de otra.
—Te dije la verdad. —Prácticamente aprieta las palabras entre dientes
mientras sus ojos me escupen llamas—. Simplemente no quieres creerme.
Nuestras miradas chocan en su propia guerra silenciosa hasta que sus
rasgos se suavizan un poco. Una pizca de derrota y frustración cruza su
rostro, y su voz hace lo mismo.
—Bronson…
Maldita sea si mi pene no se endurece por la forma en que dice mi
nombre. Maldito traidor.
Lo que parece angustia parpadea en sus ojos.
—Solo he tenido a una persona en mi vida a la que le importé una
mierda. A quien quise. Y te juro, por su nombre, que no te estoy mintiendo.
Se humedece los labios mientras esos ojos prácticamente me suplican
que le crea.
—No tengo ninguna razón para mentirte. No tengo nada que ganar con
eso. —Su mirada cae en mi boca antes de escabullirse—. Y entiendo por qué
sospechas, lo hago. Pero no puedo… —Un temblor sacude sus palabras
mientras se va apagando.
Ver a esta mujer tan preocupada, tan perdida, tiene a un invisible puño
apretando mi garganta. Saca a relucir mis instintos protectores, y diablos si
puedo explicarlo.
—Mírame, Red. —Mi voz suena ronca, y cuando esos hermosos ojos se
encuentran con los míos, juro por Cristo que lo siento en mis rodillas—.
¿Sabes cuál es el castigo por mentirme y poner a mi gente en peligro?
151 Toma una temblorosa respiración.
—Estoy bastante segura de que tengo una idea.
Inclino mi cabeza un poco más cerca, nuestras narices casi se tocan.
Mis palabras se vuelven más suaves, más silenciosas.
—Solo para que lo sepas.
Sus ojos revolotean entre los míos y mi boca.
—Lo entiendo —susurra.
Cuando muevo mi cuerpo contra el de ella, en el instante en que siente
mi endurecido pene, sus ojos se agrandan y su boca se abre para inhalar
bruscamente.
—Entiendes, ¿eh? —murmuro—. ¿Entiendes lo que está pasando aquí?
—No estoy seguro de que mis palabras sean enteramente para ella o para
mí. Porque diablos si entiendo este extraño tirón que no cede. Tal vez si cedo
un poco, pueda superarlo y sacarla de mi sistema.
Doblo las rodillas y muevo una mano debajo de su muslo, levantándolo.
Instándola a que lo coloque alrededor de mi cadera, permitiéndome encajar
mi pene contra su vagina. Cuando lo hago, un irregular aliento pasa
corriendo junto a sus labios, y Cristo Todopoderoso, prácticamente me
chamusca a través de su vestido de algodón.
—Estoy seguro de que no entiendo qué es lo que hay entre nosotros. —
Capturo su labio inferior con mis dientes y lo chupo con fuerza. Su pequeño
gemido me golpea directamente en la ingle, mi pene amenaza con salirse de
mis vaqueros.
Liberando su labio, lo calmo con mi lengua.
—¿Me dejarás probarte?
Su voz es sin aliento, sus ojos están nublados por la excitación, pero
todavía poseen rastros de cautela y terquedad.
—Como si no planearas tomar lo que quieres, independientemente.
Mi pene se contrae ante su descaro.
—Esa boca te meterá en problemas uno de estos días, Red.
152 —¿Sí? Veremos sobre…
Interrumpo sus palabras, pegando mi boca a la suya, y mi lengua se
sumerge dentro para saborearla. Y joder, sabe bien. Su respiración se atasca
en su garganta, y la lujuria azota mis venas cuando aprieta mi camisa en
sus puños, intentando acercarme más.
Mi pene palpita contra su vagina, y cuando me mezo contra ella, gime
en mi boca. Levanto su otra pierna, colocándola en mi cintura antes de
empujarla hacia arriba. Se arquea, y rompo el beso solo para arrastrar mi
boca a lo largo de su mandíbula y cuello.
Cuando paso los dientes por su clavícula, mueve las caderas y presiona
su caliente vagina contra mi pene. Muevo las manos debajo de su vestido y
las deslizo por la parte posterior de sus muslos, encontrando sus nalgas
desnudas con solo una delgada tira de tela separándolas.
—Joder —exhalo contra su piel. Mis dedos aprietan su trasero, y deja
escapar un pequeño gemido que hace que mi pene goteé—. Dime, Red.
¿Encontraré tu vagina empapada?
Paso la punta de mi lengua a lo largo de su clavícula antes de moverme
más arriba para arrastrar mis dientes sobre el lóbulo de su oreja.
—Bien, ¿Red? ¿Lo haré? —Estoy tan excitado que mi voz suena ronca
como el infierno. Juego con ella con mis dedos mientras trazo un camino a
lo largo de esa tira de tela que conduce a donde apostaría dinero contante y
sonante a que está empapada.
Su pecho sube y baja con pesadas respiraciones.
—¿Por qué no lo averiguas?
No dudo en deslizar mis dedos a lo largo de su tanga que está
jodidamente húmeda antes de ir debajo y encontrar la puta mina de oro.
—Santa mierda —exhalo. Está tan malditamente resbaladiza que mi
dedo se mueve justo dentro, presionando profundamente.
Todo su cuerpo se arquea e instintivamente se mueve, girando sus
caderas en un intento de llevar mi dedo aún más profundo. Agrego un
segundo, y deja escapar un gemido, sus puños amenazan con rasgar mi
camisa.
153 —Sí, te gusta eso, ¿no? ¿Te gusta cuando penetro esta apretada
vaginita con mis grandes dedos? —Los deslizo dentro y fuera a un ritmo
lento, y gime.
Cuando muevo la cabeza hacia atrás para mirarla, algo se retuerce
dentro de mí al verla. Con los ojos cerrados, sus labios se abren mientras
deja escapar respiraciones entrecortadas y jadeantes. Sus senos se
presionan contra la tela de su vestido, los pezones están tan duros que
prácticamente piden atención.
Verla así me hace algo extraño, a pesar de que está completamente
vestida.
Una sensación de urgencia me recorre y libero sus piernas,
estabilizándola cuando se tambalea. Sus ojos se abren con sorpresa y
confusión antes de caer de rodillas.
Arrastrando mis manos por sus sedosos muslos, empujo su vestido
hasta su cintura. Una vez que lo hago, casi pierdo la capacidad de respirar
porque la vista de esa tanga pegada a los húmedos labios de su vagina tiene
a mi pene más duro que el granito.
Cuando levanto la mirada, la encuentro observándome.
—Tengo que probarte.
Sin apartar mis ojos de los suyos, deslizo mis dedos debajo de sus
bragas y las aparto antes de bajar mi boca hacia ella. Coloco un beso con la
boca abierta sobre ella, usando mi lengua para deslizarme a lo largo de sus
labios, captando su sabor. Se estremece cuando se le pone la piel de gallina
y sus dedos se doblan, aferrándose al tronco del árbol.
—Uh-uh —murmuro, alejándome. Extiendo mi mano, la espero
mientras coloca la suya con cautela en la mía. Luego la guío hacia mi cabeza
y observo que comprende—. Quiero sentir lo desesperada que te pones por
mi lengua.
Sus dedos se hunden en mi cabello, y la piel en la base de su garganta
y clavícula se sonroja de un color rosa intenso. Cuando agacho la cara y
coloco mi boca en su vagina, sus dedos aprietan mi cabello, y envía una
oleada de necesidad relámpago a través de mí.
Voy hacia ella como un hombre hambriento, empujando mi lengua tan
profundo como puedo mientras trabajo su clítoris con mi pulgar.
154 —Oh, Dios… —dice en un gemido susurrado. Algo en eso me molesta,
y antes de darme cuenta, levanto la cabeza y ella instantáneamente abre los
ojos.
Mi tono es exigente y ronco.
—Bronson. Eso es lo que tienes que estar diciendo. —Bajo la boca, pero
sostengo su mirada y murmuro contra su vagina—. Di el nombre del hombre
que hará que tu vagina me llene de crema por toda la cara.
La terquedad lucha con la lujuria, es fácil de ver en su rostro. Pero
cuando capturo su clítoris entre mis labios y lo chupo, exclama “Bronson”
de una manera que casi me hace correrme en mis malditos vaqueros.
La recompenso cada vez que gime mi nombre, penetrándola con la
lengua y jugando con su clítoris hasta que sus muslos se ponen tensos a
cada lado de mi cabeza.
—Bronson… oh joder… —Su cuerpo se pone rígido antes de
estremecerse e inunda mi lengua, empapándola. Sus caderas se mueven
mientras presiona su vagina contra mi boca, su cuerpo pide más en silencio.
Gimo contra ella mientras lamo su humedad, lo que provoca otra serie de
escalofríos en ella.
Mis bolas se tensan, mi pene amenaza con liberarse de mis vaqueros
al pensar en su vagina empapando mi pene. Maldita sea... Me muevo un
poco para aliviar la presión de mis vaqueros, me aprieto más, y el ligero
movimiento, la forma en que la tela roza mi pene casi hace que me corra en
mis malditos pantalones.
Hijo de puta. Recupérate.
Ella cae parcialmente inerte contra el árbol. Una vez que finalmente
levanto mi boca de ella, un tinte de remordimiento me golpea porque quiero
más. ¿Qué mierda? Nunca sentí algo así cuando terminé de masturbar a
una mujer.
Hasta ahora.
Muevo sus bragas a su lugar y me enderezo. Me ve con una mirada que
no puedo precisar, sus ojos todavía borrosos y con párpados ligeramente
155 pesados. Noto algunas manchas en su piel que mi barba rozó, y estoy
atrapado entre el remordimiento y el posesivo orgullo por haberla marcado.
Este último es demasiado peligroso.
Cuando su atención cae en mi ingle, tengo que adaptarme porque,
joder, si no estoy tan malditamente duro, rayando en el dolor.
Se aclara la garganta.
—Parece que te vendría bien un poco de... ayuda. —Su tono parece casi
cauteloso, pero con un dejo de alegría, seguido de un rubor que sube por
sus mejillas.
Mi instintiva reacción es compararla con las demás. Porque nunca
hubo vacilación de ellas, y mucho menos alegría, al menos no
genuinamente. Era ojo por ojo, y siempre había una motivación detrás de
sus acciones.
Sus dientes superiores se hunden en su labio inferior mientras mira mi
pene donde creó una gruesa cresta en mis vaqueros. Mis ojos se fijan en su
boca, y un gemido sube por mi garganta ante la perspectiva de que me lo
chupe.
Antes de que pueda decir algo más, Daniel grita:
—Oye, jefe… —Me giro en la dirección de su voz y lo encuentro de pie
a unos metros de distancia, de espaldas a nosotros—. Lamento interrumpir,
pero tengo algo urgente para que le eches un vistazo.
Cuando vuelvo a centrar mi atención en Georgia, se está alisando el
vestido y el cabello con manos temblorosas. Evita mirarme a los ojos y, en
cambio, recoge sus dos bolsas que están cerca de nuestros pies.
—Yo, eh, debería irme. Gracias por…
Ese rubor aún mancha sus mejillas, y maldita sea si no lo encuentro
tan atractivo como el infierno. Una mujer que todavía se sonroja.
Me acerco a ella, levantando su barbilla.
—Red. —Sus ojos saltan a los míos, brillando con inquietud. Con mi
otra mano, guío su palma para cubrir el borde de mi pene. Su rubor se
profundiza y traga audiblemente.
Agachando la cabeza para que no pueda evitarme, murmuro en voz
156 baja:
—Si no tuviera asuntos que atender, no hay nada que me impidiera
aceptar tu... ayuda.
Se le escapa un suave jadeo y me pregunto si la tomé por sorpresa. Me
gusta la idea porque sé que esta mujer no ha sido más que una sorpresa
tras otra.
Sus ojos se iluminan con lo que parece ser desafío y un dejo de humor.
—No te ofrecí ayuda. Simplemente noté que parecía que te vendría bien
una poca.
Paso mi pulgar por su labio inferior y mis ojos siguen el movimiento.
No puedo pasar por alto el tirón en su aliento cuando trazo su labio de
nuevo.
Levantando mi mirada hacia la de ella, me inclino hasta que mi boca
se cierne sobre la suya. Sus fosas nasales se ensanchan, y cuando saca su
lengua para humedecer sus labios, roza los míos.
—Mierda. —Mi voz es silenciosa—. Creo que te gustaría poner tus
manos en mi pene. —Coloco un ligero beso en la comisura de su boca—. Tal
vez envolviendo esos hermosos labios. ¿Te gustaría eso? —Dejo un beso en
la otra esquina—. Apuesto a que lo harías, ¿no? Teniéndome a tu merced,
rogándote que lo chupes tan bien.
Le doy un cuidadoso beso en los labios antes de retroceder un poco.
—No estoy seguro de cuál es más dulce. Estos labios o tu vagina. —
Una sonrisa tira de mi boca—. Tal vez necesite probarla de nuevo.
La vidriosa neblina se desvanece de sus ojos, y observo al obstinado
demonio emerger una vez más. Con expresión altiva, inclina la cabeza hacia
un lado.
—Supongo que veremos si tienes la suerte.
Sus palabras me sorprenden con una carcajada, pero luego se aleja de
mí, sosteniendo las bolsas frente a ella como si fueran una protectora
armadura.
Negándose a mirarme a los ojos, se enfoca en mi barbilla y ofrece un
rápido:
157 —Gracias por las salsas y el café. Te dejaré volver a los negocios. —
Luego se da la vuelta y pasa de largo, lanzándose rápidamente junto a una
de las tiendas.
Y ni una sola vez ve hacia atrás. Sin miradas tímidas por encima del
hombro, sin pequeños gestos coquetos con los dedos.
Ni una maldita cosa.
Cuando paso una mano por mi mandíbula, mi barba raspa debajo de
mi palma, y miro fijamente el lugar donde desapareció la mujer a la que
acabo de penetrar con la lengua.
Unos pasos apenas audibles se acercan, y me erizo, sabiendo que está
a punto de darme una mierda. Y me la merezco.
Deteniéndose a mi lado, Daniel iguala mi postura, mirando el delgado
espacio entre las tiendas por las que Georgia escapó.
—¿Quiero saber cuánto viste? —Me preparo para su respuesta porque
tengo una buena idea de lo que está a punto de decir.
Una fuerte dosis de diversión se aferra a su voz.
—No. —Hace una breve pausa—. Supuse que querrías que vigilara
mientras estabas... ocupado.
Hijo de puta. Hundo mis dedos en mi cabello y tiro con fuerza antes de
soltarlo con un gruñido.
—Sí. Lo aprecio. —Dejando caer mis manos a mis costados, murmuro—
: No esperaba exactamente que algo de eso sucediera.
Otra pausa saluda mis palabras, y cuando me vuelvo para verlo, me
mira con curiosidad.
—No es propio de ti ponerte en riesgo así. Y menos por una mujer.
Habla con la verdad. No hago mierda como esa. Nunca. Mi cabeza, la
que tiene el cerebro dentro, siempre está involucrada. El hecho de que
Georgia me desequilibrara lo suficiente como para que les diera la espalda
a posibles amenazas es demasiado inquietante.
Una cita que conozco tan bien que es como si hubiera estado
incrustada en mi cerebro parpadea en mi mente. “Entonces, en la guerra, el
camino es evitar lo que es fuerte y atacar lo que es débil”.
158 Le di la espalda a cada amenaza potencial, y ahora, por mucho que me
moleste, he desarrollado una maldita debilidad.
Esa debilidad tiene curvas que me inducen a la erección, hermoso
cabello rojo y una boca que es audaz como la mierda. Pero no puedo
permitirme debilidades de ningún maldito tipo.
Daniel deja escapar un:
—Hmm. —Antes de hacer una pausa—. Parecía que ustedes dos se
llevaron bastante bien por un tiempo allí.
Lo veo con ojos entrecerrados, inicialmente asumiendo que está siendo
un sabelotodo. Pero me doy cuenta de que se refiere a mi anterior interacción
con Georgia. Muevo la mandíbula, sin saber cómo responder.
—Supongo que podrías decir eso. —Volviéndome para mirar sin ver las
sencillas tiendas de campaña, añado malhumorado—: Todavía reparte una
tonelada de descaro.
—Y te gusta.
La rápida respuesta de Daniel me hace dar vueltas y lo inmovilizo con
una mirada acusadora. La ira defensiva se apodera de mí.
—Solo porque la penetré no significa que me guste.
Asiente lentamente, apretando los labios. Seguro como el infierno
parece que está luchando contra una maldita sonrisa. Estúpido.
—De acuerdo. —Su tono es tranquilo, apaciguador, y me irrita los
nervios—. Bueno, si no te gusta, tal vez yo podría...
Estoy en su cara antes de darme cuenta.
—No pienses malditamente en eso.
Da un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición.
—No te preocupes. No estoy interesado de todos modos.
Viéndolo con una mirada entrecerrada, aprieto las palabras, con la
mandíbula tensa.
—Entonces, ¿qué diablos estás preguntando?
Su boca se tuerce.
159 —Solo un pensamiento.
—Sí, bueno, piérdelo.
—Lo tienes, jefe.
Lo observo un segundo más.
—Ahora, ¿qué necesitabas decirme?
Todo su comportamiento cambia, la expresión se vuelve sombría.
—Encontré algunas imágenes de video que tal vez quieras ver. Resulta
que Samara tenía esa mierda de videovigilancia con timbre de detección de
movimiento. Lo único es que se corta en el momento en que dicen que murió.
Mis músculos se tensan por la sorpresa.
—No me digas.
Asiente.
—Sí. Pensé que deberías echarle un vistazo. A ver si captas algo que
me haya perdido.
—Vamos.

Georgia
Dejé que el líder de una pandilla me diera una mamada.
En público. ¡En un maldito mercado de agricultores!
Un necesitado pulso todavía palpita entre mis piernas, y me pregunto
si todos pueden decir lo que hice con solo mirarme.
Mi rostro está en llamas, y estoy segura de que estoy roja como una
remolacha por la mortificación. Enredado con eso también hay una
sensación de asombro porque nunca había experimentado algo así.
Nunca me he sentido consumida por un beso. Por la pasión de un
hombre. Y, claro, no me estoy volviendo loca y pensando que realmente le
160 gusto, pero dejó bastante claro que marqué al menos una casilla para él.
La piel entre mis piernas se siente extraña, como si algo la hubiera
raspado suavemente, y me toma un momento darme cuenta de por qué.
Es la misma razón por la que ciertos puntos cerca de mi boca y
clavícula ahora son sensibles. Nunca me había quemado una barba, pero
ahora que lo hizo… no estoy segura de cómo sentirme al respecto.
El conflicto pelea dentro de mí. La vergüenza de dejar que un criminal
me haga cosas malas, nada menos que en público, lucha contra el deseo
carnal que me ruega que me dé la vuelta y le pregunte cuándo podemos
repetir la actuación.
Deambulo aturdida hasta que un gran espacio de tiendas de campaña
con mesas llenas de cajas de libros me llama la atención. Innumerables
libros de todo tipo, por el aspecto de los lomos, prácticamente me atraen.
Paso entre dos de las mesas llenas de libros, moviendo mi dedo por los
lomos de algunos, buscando algo que despierte mi interés. Es como kismet
cuando lo encuentro. Un libro escrito por un renombrado antropólogo
forense al que he llegado a admirar, la doctora Kennedy Alexandre.
Deslizo el libro de la pila y veo que fue usado con cuidado y que solo
cuesta unos pocos dólares, lo cual es un robo absoluto.
—¿Eres una ávida lectora?
Mi cabeza se levanta de golpe y Angela del restaurante me saluda. En
lugar de su habitual delantal, está vestida con pantalones capris azul pálido
y una blusa blanca sin mangas. Atrapada por sorpresa al verla fuera de su
entorno habitual, me toma un momento responder.
—Sí, siempre me ha gustado leer.
Sus ojos se arrugan con una sutil sonrisa.
—A mí también. —Le echa un vistazo al título del libro que estoy
sosteniendo—. Aunque, generalmente tiendo a gravitar más hacia las
novelas románticas o a los libros de cocina.
—También me gustan esos —admito con una tentativa sonrisa.
Emana mucha más calidez, y no estoy segura si es porque está fuera
161 de su lugar de trabajo. De todos modos, estoy agradecida de que no me esté
viendo con la dosis habitual de sospecha.
Envalentonada por su actitud más amistosa, señalo el libro que
sostiene, El arte de la guerra de Sun Tzu.
—Ese es un clásico por derecho propio, por lo que escuché.
Sus ojos se posan en la portada del libro, su expresión se volvió
pensativa.
—Este es el libro favorito de mi hijo. Ha estado coleccionando ediciones
especiales desde hace algún tiempo.
Tiene un hijo que leyó, y que evidentemente ama, ¿El arte de la guerra?
La curiosidad me hace preguntar:
—¿También vive en el área?
Angela me ve con cautela como si estuviera midiendo mi reacción.
—Sí, vive cerca. Lo veo a menudo.
No puedo reprimir mi melancólica sonrisa. Si no me hubieran otorgado
una familia de mierda, podría ser como ella y vivir cerca de mi familia.
Cenaríamos juntos o simplemente pasaríamos por la casa del otro para
pasar el rato.
—Eso suena bien.
—Lo es. —Me estudia por un momento—. ¿Tienes familia cerca?
—No. —Reprimo el impulso de mencionar algo como Gracias, carajo,
los dejé atrás hace años. En cambio, simplemente ofrezco—: No tengo
familia. —Forzando una tranquila sonrisa, me encojo de hombros—. Sólo
soy yo.
La preocupación cruza sus rasgos, pero desaparece rápidamente.
—Eso es muy malo.
Para sofocar la posibilidad de más preguntas, cambio de tema y le
muestro el libro que encontré.
—No estoy segura si has leído algo de la doctora Alexandre, pero tiene
las anécdotas más fascinantes de su carrera en antropología forense.
Altamente recomendado.
162 Sus ojos se arrugan en las esquinas con su suave sonrisa.
—Tendré que comprobarlo.
Hago una pausa por un momento.
—También quiero agradecerte por hablarme de este mercado. Es
realmente increíble.
El orgullo inunda sus rasgos.
—Lo es, ¿no es así? —Mira a su alrededor, contemplando la vista del
mercado—. Me avergüenza decir que fui una de las que dudaban al principio
cuando se propuso el concepto, pero debería haberlo sabido mejor. —Una
pensativa sonrisa adorna su boca—. Él ha hecho tanto por este lugar que
todos tendemos a pensar en él como en un padre fundador.
Estoy a punto de preguntarle más sobre ese hombre cuando alguien o
algo por encima de mi hombro llama su atención. Les ofrece un entusiasta
saludo y una sonrisa antes de volverse hacia mí.
—Bueno, debería dejarte volver a las compras.
—Fue bueno verte. —Y lo digo en serio.
Su sonrisa refleja la mía.
—A ti también. —Una vez que se va, vuelvo mi atención a los libros. Me
toma unos minutos antes de decidirme a comprar el libro de la doctora
Alexandre y otro libro de cocina.
Después de salir de la carpa, me dirijo hacia la fila más lejana cerca del
paseo marítimo, con la intención de conseguir un pastelito. Sin embargo, no
llego muy lejos. Una mujer mayor con el cabello perfectamente peinado con
hilos plateados llama mi atención desde donde se encuentra de pie en la
entrada de su pequeña tienda de campaña de color coral.
Sus ojos se posan en mí con un intenso peso.
—Ven, ven. —Me hace señas hacia ella, su acento hispano es notable—
. Leeré tus cartas.
Mis ojos se agrandan y entro en pánico, buscando una manera de
rechazar cortésmente a esta dulce dama que parece ser probablemente la
abuela de alguien.
—Oh, en realidad…
163 Sus cejas se juntan obstinadamente, la preocupación y la
consternación resaltan sus arrugados rasgos.
—¿Le negarías a una anciana una simple alegría?
Estrecho mis ojos en ella. Odio pensar en eso, pero tengo la impresión
de que está jugando conmigo, usando su edad para culparme de esto. La
diversión marca mi voz porque es absolutamente adorable a su manera de
abuela.
—¿Estás tratando de manipularme para leerme las cartas?
Echa la cabeza hacia atrás, soltando una carcajada que es
positivamente contagiosa y me hace sonreír. Cuando se recupera, me señala
con el dedo.
—Eres una jovencita inteligente. —Haciéndome señas para que la
siguiera, dice—: Ahora, ven. Lo haré gratis, y si estás feliz, volverás.
Bueno, no puedo decir que no a algo gratis, supongo.
—Está bien, lo intentaré.
Se frota las manos con excitación y doy un paso detrás de ella. Un gran
ventilador de caja emite una brisa constante, y me doy cuenta de que alguien
ha sido lo suficientemente astuto como para pasar un largo cable de
extensión a donde sea que tenga una fuente de energía.
La mujer me hace un gesto para que me siente a la mesa y se desliza
en la que está frente a mí. Una gran baraja de cartas se encuentra en una
ordenada pila en el centro de la pequeña mesa de juego. Las alcanza, pero
solo para pasar con un dedo en la parte superior.
—Divide el mazo primero. —Una vez que lo hago, se asegura de que
estén bien apiladas antes de hacerme un gesto para que ponga mis manos
sobre ellas—. Ahora, hazles a las cartas una pregunta que quieras saber.
Mi primer instinto es preguntar por qué los muertos de repente me
hablan solos. Pero no puedo preguntar exactamente algo así frente a ella.
Pensaría que soy una lunática, fuera de contacto con la realidad... y algo
más.
Está bien... piensa, Georgia. Lo único que me viene a la mente es
164 superficial, y lo digo antes de tener tiempo de reconsiderarlo.
—¿Terminaré enamorándome del chico que mostró interés en mí? —
Interiormente, me estremezco por lo juvenil que sueno, y me pregunto si me
enamoraré del oficial Henderson. De Wade.
La mujer mayor me escudriña, y una extraña sensación se apodera de
mí. Es como si pudiera ver a través de mí y estuviera al tanto de mis
pensamientos internos.
Abre las cartas en abanico sobre la mesa sin ver, moviéndose con una
delicadeza que me dice que lo ha hecho innumerables veces. Su atención
permanece en mí.
—No eres una Scorpion. —Dice eso sin ninguna inflexión, dejándome
preguntándome a dónde va con esto.
—No, no lo soy.
—Pero lo serás.
Mis cejas descienden mientras la confusión se filtra.
—Eh, no sé nada de eso —respondo con cuidado.
La mujer me estudia por un segundo, antes de que una lenta sonrisa
se forme en su rostro.
—Yo sí.
Frunzo el ceño, preguntándome en qué diablos me metí. Luego me hace
elegir algunas cartas. Una vez que lo hago, entrecierra los ojos con cuidado
en cada una antes de mirarme como si pudiera ofrecer algún tipo de
confirmación o aclaración.
Finalmente, se recuesta en su silla y golpea la mesa con su dedo índice
mientras me ve fijamente. Tap, tap, tap. Pausa. Tap, tap, tap. Pausa. Cada
toque de su dedo solo sirve para aumentar aún más mi inquietud.
La incomodidad se apodera de mí mientras espero que rompa el
silencio. ¿Se supone que debo decir algo? ¿Por qué no me dieron mejores
instrucciones sobre cómo funciona todo esto? Porque yo…
—Tú lo cambiarás.
Me quedo quieta, levantando las cejas en una silenciosa súplica de
aclaración. Cuando no ofrece nada, la insto:
165 —¿Cambiaré a quién?
Pero no me responde directamente. En cambio, continúa
inspeccionándome como si fuera una criatura que nunca hubiera visto.
—Encontrarás el amor, pero no lo creerás hasta que sea casi demasiado
tarde. —Sus ojos bajan a las cartas de nuevo, sus cejas forman un surco
feroz—. Puede terminar siendo demasiado tarde.
De acuerdo, esto está resultando demasiado espeluznante y no tan
divertido como pensé que sería.
—Eso no suena prometedor, ahora, ¿verdad? —Fuerzo una risa—.
Bueno, supongo que debería irme.
Sus ojos me clavan en mi lugar, dejándome clavada en mi asiento.
—Tienes que ser consciente, para que no te pierdas el amor, para no
perderlo a él. Él te necesita... y tú lo necesitas a él.
Su voz se vuelve más suave y habla en un tono bajo y apagado como si
me estuviera confiando algo.
—Se enseñarán uno al otro cómo amar y confiar.
Mis nervios se tensan por la incomodidad de la dirección a la que esto
me llevó. En un intento de restarle valor al extraño estado de ánimo, inclino
el humor en mi tono.
—A pesar de todos estos problemas, más vale que sea un gran tipo.
Me estudia cuidadosamente.
—Es uno de los mejores, pero muchos lo subestiman. Fácilmente
descartado porque va contra la corriente.
Uh. El oficial Henderson es un buen tipo, pero ha alterado algunas
plumas de sus superiores una o dos veces.
Una vez que ese pensamiento golpea, mi estómago se contrae como si
fuera repugnante contra la idea de enamorarme de él, pero ¿por qué?
Probablemente sean los restos de la locura en la que participé antes
con Bronson. Realmente necesito aclarar mi mente.
Ella vuelve a ver las cartas, pasando los dedos por las figuras dibujadas
166 en ellas.
—Juntos, podrán levantarse de la oscuridad.
Un escalofrío ártico corre a través de mí, los diminutos vellos de mis
brazos se erizan.
—De acuerdo. Gracias.
Me pongo de pie de un salto y empujo mi silla tan abruptamente que el
metal golpea contra la mesa.
—¡Ups, lo siento! Gracias de nuevo, pero tengo que irme. ¡Qué tengas
un lindo día! —Mis palabras surgen a toda prisa, y casi tropiezo con mis
propios pies tratando de salir de allí y de poner distancia entre nosotras.
Dios mío, eso fue espeluznante.
No respiro tranquila hasta que salgo del mercado y estoy a medio
camino de casa, mi objetivo de conseguir otro pastelito olvidado hace mucho
tiempo.
Mi mente sigue corriendo mientras me pregunto sobre la anciana y
cómo me veía con tanto interés. Como si supiera un secreto que nadie más
conoce.
Mucho después de haber guardado mis compras y de haber hecho la
cena, una cosa que dijo la anciana todavía se aferra a los rincones de mi
mente.
No es hasta que me deslizo en la cama que me pregunto si eligió la frase
al azar o si de alguna manera sintió el ominoso velo que se aferra a mí.
“Juntos, podrán levantarse de la oscuridad”.
Más que eso, sin embargo, me concentro en su elección de palabras.
Poder no es lo mismo que querer.
Este último indica una garantía. El primero, sin embargo, tiene un
nerviosismo desarrollándose dentro de mí.
Porque significa que existe la posibilidad de que no lo hagamos.

167
10
Bronson
El miércoles siguiente

C
errando los ojos, muevo las palmas de mis manos contra ellos
con un gemido silencioso. No haré más trabajo esta noche. Hice
que mis hombres cavaran y estaba intentando hacer algo por
mi cuenta, pero fue en vano.
Que me jodan. Red me tiene tan malditamente herido que soy incapaz
de evitar que las imágenes de lo que sucedió en el mercado pasen por mi
mente. No puedo dejar de imaginar cómo se sentiría si enterrara mi pene
dentro de esa apretada vagina suya.
Como si eso no fuera suficiente castigo, hago clic en el ratón para abrir
las últimas fotos de vigilancia que mis hombres tienen de ella. Algunas son
básicos: camina al trabajo por el día o se dirige a su automóvil en el
estacionamiento de la comisaría por la noche. Son las otras que capturaron
las que me hacen inclinarme más cerca de mi computadora, mis dedos
ansiosos por rastrear la pantalla como un jodido acosador psicópata.
Las fotos tomadas a través de sus ventanas mientras limpiaba su casa
me tienen fascinado. Con pantalones cortos de algodón de cintura baja y
168 una camiseta atada con un nudo debajo de sus pechos, tiene el cabello
recogido en un moño suelto en la parte superior de la cabeza. Mientras pasa
la aspiradora, sus pezones golpean contra la camiseta de algodón como si
estuvieran rogando que los liberara. Mi pene se endurece ante la idea de
poner mi boca sobre ellos.
Mis manos caen a mis pantalones y agarro mi pene que amenaza con
romper la tela. Me pregunto si chupar sus pezones la pondría aún más
húmeda de lo que estuvo para mí en el mercado. Cristo, mi pene gotea al
recordar cómo me había empapado. Qué apretada había estado su vagina
cuando metí mis dos dedos dentro de ella.
Me empujo hacia atrás del escritorio, las ruedas de mi silla se deslizan
contra el piso de madera. Después de una fracción de segundo de mirada
que confirma que cerré con llave la puerta de mi oficina, la desesperación
me hace prácticamente abrirme los pantalones y empujarlos hacia abajo lo
suficiente como para que mi pene sobresalga.
Puse mi pene en mi puño y moví la cabeza hacia atrás. Con los ojos
cerrados, me imagino lo apretada que se sentiría su vagina alrededor de mi
pene. Cómo me cubriría con su crema. Apretando mi agarre, le doy un fuerte
tirón hacia arriba y paso mi pulgar sobre la acampanada cabeza.
Estoy duro como la mierda y goteo más en la punta, imaginándome
inclinándola sobre mi escritorio con las piernas abiertas. Acaricio con el
pulgar la gruesa vena que corre a lo largo de mi pene, y el dolor que palpita
a través de mí roza lo doloroso.
La imagino con los antebrazos apoyados en el escritorio frente a ella, y
separo sus muslos para ver los labios de su vagina que son tan resbaladizos
y brillantes. La empujo con la gruesa cabeza de mi pene, y toma una
bocanada de aire sorprendida mientras la alimento lentamente con mi dura
longitud. Cristo… fingir que me estoy hundiendo en su húmedo calor me
hace bombear mi mano aún más rápido.
Mi cabeza cae hacia atrás contra la silla, y dejo que mi mente fluya con
la imagen de ella rebotando en mi pene. Penetrándola bien y duro,
amenazando con sacarle el descaro. Maldita sea, estoy al límite. Lo persigo,
después de la liberación que sé que me espera. Mis bolas se aprietan,
sintiéndose tan llenas mientras entro y salgo de su apretada vagina.

169 Un estrangulado gemido sale de mí mientras sacudo mi pene, mis


movimientos son más salvajes. Mis pulmones arden, mis músculos se
tensan. Casi allí... Otro golpe completo desde la raíz hasta la punta, luego
aprieto mi agarre en la cabeza, lo que me hace precipitarme sobre el borde.
Jesús joder. Mis caderas se sacuden bruscamente y vacío todo lo que
tengo dentro de ella. Su humedad me cubre, tan malditamente resbaladiza
y…
La realidad se abre paso y abro los ojos para encontrar... bueno, hijo
de puta.
Con un irritado gruñido, desabrocho mi camisa y la uso para limpiar el
desastre que hice, odiando la decepción que persiste. La decepción de que
no era real. Me estoy ajustando los vaqueros cuando suena un golpe en mi
puerta.
—¿Jefe? Tengo algunas noticias. Puede que tengas que convocar una
reunión.
Mierda, eso estuvo cerca. Grito: “Espera” y busco dentro del armario de
mi oficina otra camisa de botones de repuesto. Guardo algunas aquí en caso
de que las necesite, ya que es más rápido que ir al otro extremo de la casa
a mi habitación.
No puedo decir que las haya necesitado para esto antes, así que es la
primera vez. También lo era follar con una mujer en el maldito mercado de
granjeros. Resulta que Red inspira muchas primicias.
No estoy muy seguro si es algo bueno o no.
Cuando abro la puerta de mi oficina, puedo decir que las noticias de
Daniel no son buenas. Se confirma cuando dice:
—Hubo otra muerte.

—¡¿Qué carajos?! —Golpeo mi puño contra la puerta de acero y apenas


170 registro el mordisco de dolor que resulta cuando mis nudillos se abren. Le
doy la vuelta a Daniel, y se ve tan enojado como me siento.
Mis otros hombres ya fueron despedidos, dejándonos a nosotros dos.
Mantuve la calma durante toda la reunión para discutir las últimas noticias,
pero ahora que somos yo y mi hombre de confianza, todo se desbordó.
—¿A cuántas malditas personas se espera que entierre por esta
mierda? —rujo, mi voz rebota en las paredes del almacén.
A pesar de que la ira irradia de él, la expresión y la voz de Daniel son
tranquilas.
—No lo sé, jefe, pero parece que T-Money está tratando de iniciar una
guerra territorial.
Señalo nuestro entorno.
—¿Piensa que puede simplemente hacer una mierda y encargarse de lo
que construí desde cero? —Aprieto los dientes con tanta fuerza que me
empiezan a doler. Dándome la vuelta, golpeo mi puño contra la puerta de
nuevo—. A la mierda. Con él.
El silencio se cierne entre nosotros, y sé que me está dejando
concentrarme en todo. ¿Qué diablos nos estamos perdiendo? Tiene que
haber un vínculo, una razón, para estas muertes, aparte de que todas están
vinculadas a mi comunidad. ¿Cómo diablos están conectadas?
—¿Qué quieres hacer? —Daniel espera a que considere mis opciones.
Pacientemente. Sin presionarme de una forma u otra. Es por eso que ha
estado a mi lado durante tanto tiempo. Le confiaría mi vida.
Observo el chorro de sangre en el piso de concreto de mis nudillos.
—Estas personas están perdiendo la vida tal como están. No quiero
arriesgar más vidas perdidas al morder el anzuelo de T-Money…
—Pero estamos jodidos de cualquier manera. —La voz de Daniel se
apaga con la misma resignación que siento.
—Odio sentir que somos unos malditos peones en un juego.
La comprensión brilla en sus ojos.
—Pero si no respondemos, ¿cuántas personas inocentes más morirán?

171 Paso una mano por mi cara. Hijo de puta. Solo queremos que nos dejen
jodidamente en paz. No nos hemos pasado de la raya con The Disciples, pero
obviamente significa una mierda para ellos.
Mi agitación aumenta, y doblo los dedos cuando la comezón por
derramar un poco de sangre se apodera de mí.
—¿Cómo diablos entran y salen The Disciples del área sin que ninguno
de nuestros hombres los vea? ¿Cómo están accediendo a nuestra gente? ¿Y
cuál es la conexión entre a quien le han apuntado?
Una parte de mí desearía que tuviera las respuestas, pero tampoco las
tiene, y nuestra combinada frustración hace que el aire se vuelva tenso.
Exhalando un fuerte suspiro, me encuentro con la mirada de Daniel.
—Iré a ver a T-Money yo mismo. Necesito ver a ese imbécil a los ojos y
confirmar que no tiene nada que ver con esta mierda.
Da un breve asentimiento.
—Entendido, jefe. —Duda antes de preguntar—: ¿Qué sucederá si se
niega a dejarte entrar para verlo?
Es una pregunta válida, pero no quiero entretenerme en eso. Sostengo
los ojos de Daniel, y su resignación refleja la mía.
—Tomaremos eso como su declaración de guerra.

Georgia
El viernes noche
—¿En serio? —No puedo reprimir mi risa—. No sé cómo lo haces día
tras día.
Wade me ha estado entreteniendo con historias divertidas, y algunas
sumamente extrañas, de los arrestos que ha hecho. Aún mejor, tampoco
tiene familia, por lo que no se vuelve loco por celebrar las fiestas como la
mayoría.
Por lo tanto, no ha aparecido ninguna pregunta cómo “¿Cómo estuvo
172 tu Día de Acción de Gracias?” o “¿Entraste en coma por la comida de ayer?”.
Ha sido... refrescante, en realidad. No tengo que fingir que comí una
tonelada de pavo ayer. No tengo que fingir que todavía estoy llena hasta el
tope de comida.
—Podría decir lo mismo de ti haciendo lo que haces todos los días. —
Me evalúa desde el otro lado de la mesa, jugando con la base de su copa de
vino—. Se necesita una persona especial para hacer lo que haces.
Agacho la barbilla y desvío la mirada porque los cumplidos nunca me
sientan bien. Puede ser porque no siento que mi trabajo sea digno de elogio.
Lo doy todo, sí, pero no arriesgo mi vida exactamente como él.
Paso mi dedo a lo largo del diseño en el mantel, desesperada por alejar
el tema de mí.
—Lo siento. —Su ronca disculpa tiene mis ojos saltando a los suyos. El
remordimiento graba sus rasgos—. Te estoy haciendo sentir incómoda, y eso
simplemente no funciona. —Ladea la cabeza hacia un lado, su voz se suaviza
mientras su sonrisa es esperanzadora—. Especialmente si espero
convencerte de que hagas esto de nuevo.
Una risa me toma por sorpresa. Supongo que es porque es tan
encantador. La conversación ha sido fácil. Cómoda. Wade es inteligente e
ingenioso y ciertamente ha sido agraciado con una buena apariencia.
—No creo que tengas que hacer mucho para convencerme. —Santa
mierda. Eso sonó coqueto. ¡Vamos, yo! Tal vez pueda hacer esto. Tal vez
pueda ser normal... o lo que sea.
Mi respuesta tiene una amplia sonrisa formándose en su hermoso
rostro. Levanta su copa que contiene los escasos restos de vino en un
silencioso brindis.
—Beberé por eso.
Levanto la mía con una sonrisa y tomo un sorbo final, pero el suave
vino se siente como si se me hubiera quedado atascado en la garganta.
Un hilo de pánico floreció en la boca de mi estómago, y la ansiedad
araña mi esófago ante la idea de que Bronson se entere de esta cita. Porque
existe la posibilidad de que no crea que esto es simplemente una cita, y no
estoy empeñada en contarle alguna información que crea que poseo, que es
ninguna, a Wade.
173 Espero poder pasar desapercibida, pero no me había dado cuenta de
que este restaurante que eligió Wade está muy posiblemente a tiro de piedra
de la frontera que separa el territorio de The Scorpions y de The Disciples
de esta área neutral.
Quizás esa sea mi gracia salvadora; el hecho de que cae en el vacío
pandillero.
Wade ya pagó, después de haber insistido en que era su regalo. Ahora
que terminamos nuestro vino y nos demoramos tanto que el restaurante
está casi vacío, se ofrece a acompañarme a mi auto.
Un momento después, nos detenemos junto a mi vehículo en el
estacionamiento bien iluminado. Mi estómago se revuelve con nerviosismo
cuando me giro para mirarlo.
Oh, Dios. ¿Qué hago aquí? ¿Solo digo “adiós” y me subo a mi auto?
¿Hago una pequeña charla o espero a que intente besarme? ¿O debería
besarlo? ¿Qué hace la gente normal en esta situación?
Con los ojos brillando de calor, se acerca y mi respiración se atasca en
mis pulmones. Sus movimientos son cuidadosos, como si estuviera
midiendo mi reacción a cada paso del camino.
Levanta una mano para colocar mi cabello detrás de mi oreja,
permitiendo que sus dedos rocen mi piel y envían un pequeño escalofrío a
través de mí. Deja que su mano se demore, tomando ligeramente mi rostro,
antes de bajar la cabeza.
—La pasé muy bien esta noche. —Su voz es profunda y ronca antes de
que roce sus labios con los míos. La deliciosa fricción me deja sin aliento.
—Yo también —susurro de vuelta.
Su otra mano se levanta y me acuna la cara con ambas palmas, los
pulgares rozan suavemente mis mejillas. Con dolorosa lentitud, finalmente
presiona sus labios contra los míos.
Su beso es increíblemente tierno incluso cuando lo profundiza, su
lengua se desliza suavemente hacia adentro para encontrarse con la mía.
La forma en que toma sorbos lentos y lánguidos de mis labios me embelesa.
Un gemido retumba desde lo más profundo de su pecho, y envía una
174 potente dosis de gratificación femenina a atravesarme. Levanta la cabeza,
sus ojos me atraviesan con ardiente lujuria y afecto.
—Maldición, mujer. —Una sonrisa juega en las comisuras de su boca—
. Será mejor que me vaya ahora mientras todavía te tengo pensando que soy
un caballero.
Una risa sin aliento brota de mí.
—Supongo que esta es una buena noche, entonces. —No me doy cuenta
de que saqué la lengua para humedecer mi labio inferior hasta que gime y
quita las manos de mi cara, dando un paso atrás abruptamente.
—Diría que es una muy buena noche. —Hace un gesto hacia la puerta
de mi auto—. Entra y abróchate el cinturón antes de que cambie de opinión
y trabaje para convencerte de besarte conmigo en el estacionamiento de un
restaurante como dos adolescentes.
Una risa se precipita a través de mis labios.
—Está bien. Conduce con cuidado.
—Tú también.
Cuando salgo de mi lugar de estacionamiento y le doy un pequeño
saludo con la mano antes de girar hacia la carretera, la sonrisa en mi rostro
se siente grabada permanentemente allí.
Los brillantes faros en mi espejo retrovisor de repente interrumpen mi
persistente felicidad por la cita. Es tarde y hay muy pocos autos en esta
sección de la ciudad, ya que es más antigua y no tiene bares ni restaurantes.
Entrecierro los ojos y espero que me pasen si tienen tanta prisa, pero
no lo hacen.
—Maldita sea —me quejo—. Solo pásame ya.
Finalmente, aceleran su motor y arrastran el trasero junto a mí. Es una
camioneta negra con oscuros vidrios polarizados, pero cuando giran hacia
mí, me desvío, mi agarre en el volante se aprieta dolorosamente. Oh, Dios.
¿Qué pasa si están intentando robarme el auto? ¿Empujarme y luego
esperar hasta que me detenga y asaltarme?
Otro vehículo se dirige hacia nosotros desde la dirección opuesta.
Estamos a punto de cruzar un angosto puente que corre sobre un arroyo.
175 Seguramente, no intentarán nada con otro automóvil en las cercanías.
Cuando desembarcamos del puente, dirigiéndonos hacia otra
intersección, mi corazón casi se sale de mi pecho mientras el puro pánico
late en mis venas.
Porque el semáforo está en rojo.
Solté el pie del acelerador, con la esperanza de deslizarme lo suficiente
sin detenerme. En vano, por supuesto. Cuando me veo obligada a
detenerme, mis ojos miran frenéticamente entre mi espejo lateral y el
semáforo. Por favor, date prisa y ponte verde. Por favor, date prisa y ponte
verde.
Las luces altas del imbécil detrás de mí amenazan con cegarme en mi
espejo retrovisor a medida que se acercan aún más. Cuando el conductor se
detiene detrás de mí y no pasa nada, dejo escapar un pequeño suspiro de
alivio.
Pero es corto. Porque de repente escucho un rápido ping, ping, ping,
ping.
¿Qué demonios?
Una vez que la luz se vuelve verde y estoy a punto de poner mi pie en
el acelerador, toda la ventana trasera se rompe y suena un fuerte golpe.
Grito y me agacho en mi asiento mientras un paralizante miedo se apodera
de mí. Luego, los neumáticos de la camioneta chirrían cuando pasa a mi
lado y se adentra en la noche.

Bronson
—Hermano, tienes unas pelotas enormes para aparecer, exigiendo
verme.
Hermano. Aprieto la mandíbula. Cristo, este imbécil es molesto.
—Es porque están pasando cosas, y necesito saber si estás detrás de
ellas.
T-Money sonríe, mostrándome su lujosa parrilla de platino. ¡Qué
malgasto de dinero! Esa mierda podría haber ido hacia su gente, y debería
176 haberlo hecho, pero la guarda para sí mismo. Deja morir los negocios de su
propia gente, deja que se empobrezcan y no muestra ni una pizca de
remordimiento por ello.
Puede que yo gobierne a través de la intimidación y de la fuerza letal
cuando sea necesario, pero mi gente sabe que les cubro las espaldas. Y estoy
absolutamente seguro de que no dejaré que se mueran de hambre bajo mi
vigilancia.
Inclina la cabeza hacia atrás contra la silla de cuero, mirándome como
si fuera un maldito payaso. Como si no pudiera matarlo con mis propias
manos.
Tomando un golpe del porro pellizcado entre sus dedos, lo sostiene
antes de exhalar lentamente.
—No hice nada, hombre. —Sonríe, mostrándome el metal de nuevo—.
Excepto que me traigas a un buen trasero Scorpion.
Sabio hijo de puta. Finjo no entenderlo y levanto las cejas en sorpresa.
—Eh. No me di cuenta de que te balanceabas de esa manera.
Le toma un minuto a su aturdido trasero darse cuenta, y frunce el ceño
con disgusto.
—¡Vete a la mierda! Sabes lo que quise decir. Me metí hasta las bolas
con una de tus chicas Scorpion. —Su sonrisa es amplia, pero no tiene nada
de amistoso—. No me importa mojar mi pene en una dulce vagina como esa.
El maldito imbécil continuará para siempre si no lo cierro ahora.
—Estoy aquí porque tenemos cuerpos amontonados, y The Disciples
son los únicos que serían lo suficientemente estúpidos como para jodernos.
Eso borra la sonrisa de su rostro, un ceño fruncido toma su lugar.
—Ya te lo dije, joder, no tenemos nada que ver con algo de esa mierda.
Pero si sigues viniendo y acusándome, podría cambiar de opinión.
Lo inmovilizo con mi oscura mirada, deseando con todas mis fuerzas
detectar alguna evidencia de que me está mintiendo... pero salgo con las
malditas manos vacías.
Maldita sea.
Me muevo hacia su escritorio, y los dos corpulentos hombres que
177 montan guardia, flanqueando a T-Money, dan un paso adelante y sus manos
vuelan hacia sus enfundadas armas.
Los ignoro y planto mis manos en el escritorio del imbécil.
—Dejaré esto jodidamente claro… —bajo la voz y uso su nombre real y
no el pretencioso nombre que se dio a sí mismo—… Darius. Si descubro que
estás mintiendo y que estás detrás de todo esto, personalmente te cortaré la
puta lengua.
Incluso debajo de su oscura piel, se pone un poco gris, y la satisfacción
me recorre al verlo. Me enderezo y asiento a su contratado músculo.
—Caballeros. Saldré por mí mismo.

Georgia
Me invaden violentos temblores, pero de alguna manera logro pisar el
acelerador. Las llantas de mi auto hacen un ruido sordo y siniestro, pero
estoy decidida a alejarme de aquí.
Veo una gasolinera pequeña y bien iluminada más adelante y, Jesús,
ni siquiera me importa que tenga el logotipo de The Scorpion, designándolo
como su territorio.
Se siente como si tomara años lograr que mi auto coopere y se detenga
en la estación de servicio, pero finalmente lo logro. Llego a las bombas de
aire y lo pongo en estacionamiento.
Vagamente, escucho la voz de un hombre que me llama, pero solo
puedo mirar por el parabrisas, aturdida.
“Esto es lo que obtienes. ¿Cómo se atreve un demonio como tú a intentar
robarse a un chico normal?”.
La amargura se filtra en mi corazón por la facilidad con la que el
recuerdo vuelve a surgir. Peor aún es cómo está de acuerdo esa vocecita en
mi cabeza.
No tienes por qué considerar la idea de que podrías ser lo suficientemente
buena para cualquier hombre, y mucho menos para un policía.
178 —He pedido ayuda, señorita. —Nuevamente, el hombre se dirige a mí,
su voz posee un marcado acento sureño. Suena como si estuviera más cerca
de mi auto ahora—. ¿Puede decirme si está herida?
—Estoy bien. —Esa es toda la respuesta que puedo reunir.
—De acuerdo. —Su voz se vuelve más baja, como si estuviera
transmitiéndole un mensaje a otra persona—. Sí, su matrícula es...
Mis dedos se aprietan y aflojan alrededor del volante mientras mi
corazón late tan fuerte que está al borde de ensordecer mis oídos.
—Señorita, ¿cree que estaría bien si me abre la puerta? ¿Solo para
asegurarme de que está bien?
La voz del hombre contiene un hilo innegable de preocupación, y
aunque sé que debería pecar de precavida, me apresuro torpemente a abrir
las cerraduras de las puertas.
Pareciendo estar al tanto de mi pánico y ansiedad, abre mi puerta
lentamente, con la otra mano sosteniendo un teléfono en su oreja.
Es alto con una rubia barba larga y desaliñada, su cabello está cubierto
en su mayor parte por un sombrero de cerveza Pabst Blue Ribbon muy
gastado.
Se inclina ligeramente para mirarme, y me obligo a verlo a los ojos. Lo
que sea que ve en mi cara hace que sus rasgos se suavicen.
—¿Me lastimará? —Mis palabras son forzadas a salir en respiraciones
ásperas y jadeantes.
Sacude la cabeza, sin romper el contacto visual conmigo.
—No, señorita. Estoy aquí para ver qué le pasó.
—Alguien le hizo esto a mi auto en el semáforo. —Mi pecho se agita con
más fuerza a medida que aumenta el pánico—. Y mi ventana trasera… —Mi
garganta se cierra y jadeo por aire.
Me ofrece su mano libre, con la palma hacia arriba, su tono es suave.
—Shhh. Todo estará bien ahora, señorita.
Indiferente, observo cómo mis dedos sueltan el volante y pongo mi
179 mano en la suya. En el instante en que mi palma hace contacto con la suya,
es como si pudiera sentir su compasión.
—Eso es todo. Concéntrese en mí, ¿de acuerdo? ¿Me puede decir su
nombre?
Su palma es cálida y reconfortante. Fuerzo una respuesta, y suena
robótica a mis propios oídos.
—Georgia. Georgia Danvers.
Alguien grita al otro lado de su llamada, y se estremece antes de
finalmente murmurar:
—Está bien. —Luego baja su teléfono—. Tengo ayuda en camino,
Georgia. —La simpatía irradia de sus ojos marrones—. Soy Shawn. Ahora,
¿por qué no me habla de usted? ¿Qué hace para ganarse la vida?
Me obligo a respirar uniformemente, pero incluso mis palabras suenan
dentadas cuando salen.
—Trabajo en la morgue.
La sorpresa ilumina sus facciones.
—Maldita sea. Seguro que no lo vi venir.
Una risa quebradiza y sin humor sale de mis labios. Sus labios se abren
para plantear probablemente otra pregunta, pero es interrumpido por el
sonido de un vehículo que se acerca a gran velocidad.
Me tenso, mis ojos se agrandan mientras el terror sube hasta mi
garganta.
—Están de vuelta.
—No, no, no. Georgia. Mírame. Eso es ayuda, lo prometo. Esa es la
ayuda que llamé.
Sostengo sus ojos, rezando para no ser estúpidamente engañada.
Continúa en tono tranquilizador:
—Mantén tus ojos en mí, ¿de acuerdo? Ahora estás a salvo, te lo
prometo.
Un auto se detiene detrás del mío y, una fracción de segundo después,
se acercan unos pasos. Aprieto mi agarre en la mano de Shawn
180 instintivamente.
—Está bien, Georgia.
Un hombre se detiene al lado de donde está agazapado Shawn. Unos
vaqueros oscuros y botas negras es lo primero que veo antes de flotar sobre
una camisa polo desabrochada. Dobla las rodillas y me encuentro con un
penetrante par de ojos verdes. Inicialmente, su lectura de mí se siente
invasiva y glacial, como si estuviera decidido a odiarme a la vista.
Aparto los ojos de él y fijo a Shawn con una suplicante mirada.
—Pensé que habías dicho que ahora estaría a salvo. —Le lanzo otra
mirada rápida al otro hombre antes de que mi voz se convierta en un
entrecortado susurro—. Parece que quiere lastimarme.
Shawn le lanza una mirada aguda al hombre antes de volverse hacia
mí.
—¿Por qué no me dejas hablar con él muy rápido, de acuerdo? Siéntate
tranquila. —Le da un apretón a mi mano antes de intentar desenredarla de
mi mortal agarre.
Si no estuviera plagada de conmoción y miedo, estaría avergonzada. Mi
mano cae sobre mi regazo y la veo fijamente, paralizada. Solo registro
fragmentos de su conversación con el otro hombre.
—... les disparó a los neumáticos...
—... rompió esa ventana trasera en pedazos...
—… no vi las placas. Sólo escuché los neumáticos chirriar…
—¿Georgia? —Mi cabeza se levanta de golpe ante la voz de Shawn—.
Solo abriré la puerta trasera y echaré un vistazo a los daños en tu ventana
desde el interior, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. —Dios, mi voz suena tan pequeña e indefensa, y la odio.
La puerta trasera se abre detrás de mí, acompañada de “¿Qué carajos?”
. Mis oídos captan el sonido del vidrio siendo barrido antes de que el silencio
descienda repentinamente.
La tensión vuelve a entrar en mí con fuerza y lucho por llenar mis
pulmones de aire.
181 —Hijo de puta. —Esta sola palabra es pronunciada por el otro hombre
en un gruñido bajo y letal—. A él no le gustará esto. Ni un poco.
Otra larga pausa flota en el aire antes de que el hombre aparezca junto
a mi puerta abierta. Dobla ligeramente las rodillas, apoyando una mano en
el techo. Esta vez, cuando nuestros ojos chocan, los suyos son más cálidos.
Todavía cauteloso, pero mucho menos frígido que antes.
—Georgia, soy Daniel. Te llevaré a casa. Mientras tanto, haré que
alguien se ocupe de tu auto y lo arregle.
Con mis ojos fijos en él, lo observo con lo que sé que es una obvia
reticencia.
—Todavía pareces como si quisieras lastimarme.
Las facciones de Daniel se suavizan otra fracción, un destello de
remordimiento cruza su rostro.
—Lo siento. Simplemente no lo manejamos bien cuando se trata de
mujeres y niños heridos o en peligro.
Shawn le hace un gesto a Daniel con la punta de la cabeza.
—Es parte del programa de vigilancia comunitaria por aquí.
Los ojos de Daniel cortaron a Shawn como si no estuviera seguro de
que la información debería haber sido divulgada conmigo. ¿Quizás porque
soy una extraña? No lo sé... y realmente no me importa en este momento.
Daniel continúa suavemente.
—Soy uno de los hombres que cuida esta área. Vamos a sacarte de aquí
y a llevarte a casa sana y salva... si te parece bien.
La parte más racional de mi cerebro hace todo lo posible por apartar el
persistente impacto. Si este hombre quisiera lastimarme, ya lo habría hecho.
Podría haberlo hecho fácilmente en este punto. Mientras miro sus solemnes
ojos verdes, mi instinto me dice que puedo confiar en él.
Mi asentimiento se siente robótico, y fuerzo un:
—Está bien.
Me devuelve el asentimiento con uno propio.
182 —Mientras tanto, haremos que alguien se ocupe de tu auto.
Arrugo la cara.
—Ni siquiera sé si mi seguro cubre cosas como esta.
—No te preocupes por eso. Lo tenemos cubierto. —Extiende una
mano—. Ahora, vamos a sacarte de aquí.
Su palma es grande y callosa, y cuando la acepto con cautela, deseo
que la mía no siguiera temblando. Agarro mi bolso con la otra mano y dejo
que Daniel me ayude a bajar del auto.
Cuando me tambaleo, mis piernas tiemblan, sujeta suavemente mis
hombros.
—Tranquila. Te tengo.
De alguna manera, logro recorrer la corta distancia hasta el elegante
vehículo estacionado detrás del mío. Me acomoda en el asiento del pasajero
y me ayuda a abrocharme el cinturón de seguridad cuando mis dedos no
funcionan correctamente.
Levanto la mirada para encontrarme con la suya.
—Lamento molestarte así. —Espero poder filtrar mi conmoción y que
capte la gratitud en mi voz.
La sorpresa cruza su rostro antes de que asienta superficialmente.
—No molestas en absoluto. —Se endereza, cerrando la puerta con
cuidado.
Dando vueltas alrededor del vehículo para detenerse en el capó, Daniel
habla brevemente con Shawn antes de sentarse detrás del volante.
—Ahora, vamos a llevarte a casa.

183
11
Bronson
“El guerrero sabio evita la batalla”.

M
eto el celular en mi bolsillo y sacudo mis manos, mis dedos
se doblan. Repito la cita de Sun Tzu en voz alta mientras
obligo a mi respiración a equilibrarse.
“El guerrero sabio evita la batalla”.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Curvo mis dedos hacia adentro,
formando puños apretados, mientras la rabia continúa hirviendo dentro de
mí. Esta noche ha sido un espectáculo de mierda.
—Jefe. —Uno de mis hombres inclina la barbilla en un gesto con la
cabeza mientras paso de camino a mi vehículo. Si bien aprecio su respeto y
una cortesía de silenciosa simpatía, no apaga mi furia por lo que acaba de
suceder. De lo que tenía que hacer.
Soy un asesino. No hay que andar de puntillas alrededor de ello. Lo
hago para proteger a las buenas personas aquí, pero sé que no significa
nada para la mayoría.
No tengo ninguna duda en mi mente de que se reirán de mí y me

184 alejarán de esas nacaradas puertas después de todo lo que hice.


Esta noche, tuve que matar a uno de los nuestros. Mis hombres
descubrieron que el hijo de puta le había ofrecido secretos comerciales a The
Disciples, sin embargo, por un alto precio. Compenso bien a mis hombres,
pero parece que este bastardo se volvió codicioso.
Una maldita bala en la cabeza es lo que le di a cambio. Podría haber
considerado romperlo un poco, pero decidí que no valía la pena el esfuerzo.
Me alegro de no haber perdido el tiempo con él porque existe la
posibilidad de que me hubiera perdido la llamada de Daniel.
Abro la puerta de mi auto y me deslizo detrás del volante, los músculos
en la parte de atrás de mi cuello rígidos como el infierno. Muevo la cabeza
de un lado a otro para estirarla, pero no sirve de nada para aliviar la tensión
porque estoy jodidamente preocupado.
Red estuvo en peligro esta noche, y sí, podría haber sido mucho peor.
Eso lo sé. Pero hasta que no la vea con mis propios ojos, no podré calmarme.
Durante todo el viaje por la ciudad, no registro ningún punto de
referencia que paso. Todo lo que puedo ver es a ella, lo asustada que habría
estado, y mi agarre en el volante se aprieta.
Alguien la volvió un objetivo esta noche, y no tiene ningún sentido.
¿Quién diablos está haciendo estas acrobacias?
Con cualquier otra persona, no estaría corriendo a su casa para ver si
están bien con mis propios ojos. Puede que quiera negarlo, pero nunca he
sido bueno mintiéndome.
La idea de que alguien intente dañarla me pone la piel de gallina. Ni
siquiera sé toda la historia, pero no importa. Todo lo que importa es que un
imbécil tuvo las pelotas de dispararle a los neumáticos y de reventar su
ventana trasera.
Ese hijo de puta pagará. Porque en algún momento, Georgia Danvers
se unió a la breve lista de mujeres con las que soy sumamente protector.
Podría luchar contra creer que realmente tiene alguna habilidad
psíquica, pero no tengo la sensación de que esté tratando de engañarme.
Las mentiras son difíciles de mantener claras, y cuando alguien está
jugando un papel, se descartan fácilmente.
185 La tuve en la palma de mis manos ese día en el mercado de agricultores,
y ni una sola vez rompió su carácter. Era igual, atrevida y sexy como la
mierda, con una capa de vulnerabilidad.
Red me tiene envuelto, y ni siquiera la he penetrado todavía. Pero la
deseo, y mucho. Quiero quitar todas sus capas y saber todo sobre ella.
Sí, el momento es jodido como el infierno, pero todavía la deseo.
La verdadera pregunta es si me desea y si es suficiente para darle un
pase por mi mundo.
Georgia
Solo después de unos minutos, mientras Daniel navega hacia mi casa,
me doy cuenta.
Nunca le dije dónde vivía.
Deslizando una aguda y cautelosa mirada en su dirección, estoy a
punto de mencionarlo cuando suena su teléfono. Responde sin perder el
ritmo.
—La llevaré a casa ahora. —Hay una pausa antes de que lance una
mirada en mi dirección, luego vuelve su atención a la carretera—. Sí. Lo
hablaré con ella una vez que lleguemos allí.
Lo observo con atención. ¿Hablar de qué?
—De acuerdo. Lo tengo, jefe.
¿Jefe? La confusión se abre camino a través de la conmoción en mi
sistema porque la forma en que dijo eso me da la sensación de haberlo
escuchado decirlo antes. Pero es imposible porque nunca conocí al hombre.
Otra pausa persiste antes de que Daniel diga:
—Espera. —Me tiende su teléfono y lo acepto vacilante, preguntándome
quién diablos está al otro lado.
Colocándolo en mi oreja, me aclaro la garganta en un intento de
186 controlar mi voz para que no tiemble.
—¿Hola?
—Los problemas parecen seguirte, ¿no es así, Red?
Una sacudida aguda como una navaja de sorpresa me asalta,
dejándome sin palabras. Observo al hombre que está a mi lado, pero no me
dedica ni una mirada.
—¿O eres tú el problema? —Bronson plantea la pregunta, su tono
agudo y abrasivo.
Su estupidez provoca una respuesta inmediata, llena de sarcasmo.
—Correcto. Porque tengo el hábito de andar por la noche después de
una cita, simplemente rogando que alguien me asuste y me destroce el auto.
Dios, cómo desearía que estuviera frente a mí para poder darle una
bofetada. Por otra parte, probablemente sea bueno que no lo esté porque
después del mercado de agricultores, no estoy segura de poder confiar en
mí misma a su alrededor.
Daniel gira hacia el camino que conduce a mi casa, así que apunto
rápidamente:
—Bueno, estamos llegando a mi entrada, así que sí. Solo puedo lidiar
con algunos imbéciles en una noche, y estás sobrepasando esa cuota. Adiós.
—Muevo mi pulgar en el teclado del teléfono y termino la llamada.
Mi pecho sube y baja con dificultosas respiraciones. Olvidando por
completo que no estoy sola en el vehículo, imito sus palabras con tono de
mocosa.
—“Los problemas parecen seguirte, ¿no es así, Red?”. Gah. Qué imbécil.
Daniel se estaciona en mi entrada y apaga el motor, pero permanece
sentado en los silenciosos confines del vehículo. Lo estudio, especialmente
ahora que sé con quién trabaja. Para quién lo hace.
Lo que sea.
Finalmente, se vuelve hacia mí, su mirada es escrutadora.
—Eres algo más, ¿lo sabías?
—No puedo decir por tu tono si crees que es algo bueno o malo.

187 Suelta una breve y cáustica risa.


—Contestaré más tarde sobre eso.
Bajo mi barbilla en un brusco movimiento de cabeza.
—Bien. Estaré paseando junto al teléfono, esperando el veredicto.
Una sonrisa juega en su boca antes de que abra la puerta.
—Llevémoste adentro.
—Puedo hacerlo yo misma —me quejo, saliendo del auto. O tratando
de hacerlo, es decir, porque la puerta de este auto se siente como si estuviera
tratando de mover algo de diez veces mi propio peso. Me detengo con un
gruñido y miro por la ventana mientras Daniel abre mi puerta.
Me quedo quieta, entrecerrando los ojos hacia él.
—¿Esta cosa tenía seguro para niños o algo así?
Sus cejas se levantan, y es la única muestra de sorpresa en sus
plácidos rasgos.
—¿Tuviste algún problema para abrirla? —Mi mirada de reproche no
tiene ningún efecto en él porque todo lo que hace es gruñir—: Las puertas y
los vidrios a prueba de balas pueden ser pesados.
Su explicación me deja sin aliento. Es como si hubiera entrado en otra
dimensión donde la gente realmente necesita vehículos a prueba de balas.
Intentando mantener una apariencia de bravuconería, levanto la barbilla y
salgo del auto.
—Todo está despejado. Dentro y fuera.
La alarma pulsa a través de mí, y giro la cabeza, tratando de determinar
de dónde viene la voz masculina en la oscuridad que rodea mi casa. Tengo
luces sensibles al movimiento cerca de la puerta principal y no se activaron.
Daniel no parece preocupado. Simplemente lanza una mirada hacia la
esquina de la casa que bordea parte del bosque. Nunca he tenido ningún
problema viviendo aquí en el callejón sin salida de la calle, pero esta noche
oficialmente me asusta.
—Gracias, hombre. —Daniel examina nuestro entorno una vez más, y
el hombre da un paso hacia nosotros. Un toque de luz de luna que se asoma
188 por debajo de las nubes arroja pedazos de él a la luz—. ¿Dónde está tu viaje?
Esta vez, puedo detectar el profundo acento sureño del hombre.
—Lo dejé en el camino para poder caminar. Para asegurarme de que
nada parezca fuera de lugar.
Vestido de pies a cabeza con ropa negra que se amolda a su musculosa
estatura, su piel es tan oscura que casi se confunde con su atuendo.
A medida que se acerca, me veo obligada a estirar el cuello para verlo.
Maldita sea, es alto. Más alto que Bronson y Daniel, y eso es decir algo, ya
que no tienen exactamente un desafío vertical. Pero eso no es todo lo que
este hombre tiene a su favor.
Tiene la constitución de un camión Mack, hombros anchos y pecho
abultado. Podría confundirse fácilmente con un liniero de la NFL.
—Bien pensado. Quédate en tu viaje hasta que el jefe diga lo contrario.
El hombre baja la barbilla en un breve asentimiento.
—Sí, señor. Estaba arreglándolo todo para hacer precisamente eso. —
Me lanza una curiosa mirada, su tono cambia a algo más suave, y me toma
por sorpresa—. ¿Estás bien, Chaparrita? —Sus ojos me recorren como si
buscara heridas.
Sin pensarlo, ladeé la cabeza y planté una mano en mi cadera.
—¿A quién llamaste Chaparrita?
Sonríe, mostrándome su perfecta dentadura blanca.
—Escuché que tienes algo de descaro. Eso es justo lo que él…
—Steve. —La forma en que Daniel dice el nombre del hombre me
sobresalta. Su tono presagia una fuerte advertencia, y la sonrisa desaparece
del rostro de Steve en un abrir y cerrar de ojos. Él y Daniel parecen tener
una conversación en silencio por un momento antes de que asienta.
Sus ojos se deslizan hacia mí y murmura:
—Mantente a salvo ahora, Chaparrita. —Luego se aleja en silencio,
dejando solo los sonidos de la noche para rodearnos a Daniel y a mí.
Daniel inclina la cabeza, señalando mi casa.
189 —Entremos. —Nos dirigimos por el camino de losas a mi casa,
finalmente activando las luces exteriores del sensor de movimiento.
Me detengo abruptamente a unos metros de la puerta.
—¡Oh, mierda!
—¿Qué? —Daniel ni siquiera se detiene, sigue caminando pesadamente
hacia la puerta de mi casa.
—No tengo la llave de mi casa.
Sin darse la vuelta, levanta la mano y algo de metal brilla, iluminado
por las luces.
Uh. Mientras todavía me estaba recuperando de la conmoción, debe
haberla quitado del anillo que sostenía las llaves de mi auto. Me acerco a la
puerta mientras mete la llave y empuja la puerta para abrirla, esperando
que lo preceda.
Imagínate. Alguien afiliado a Bronson Cortez en realidad tiene un hueso
de caballero en su cuerpo. Cuando estoy a punto de entrar, vacilé cuando
Daniel dice:
—Steve revisó todas las habitaciones. Dijo que era seguro.
Mi mente da vueltas, mis palabras emergen lentamente.
—Pero… tú tuviste la llave de mi casa todo el tiempo…
Un rastro de orgullo se aferra a sus siguientes palabras.
—Steve es bueno para entrar en lugares sin usar llave. —Casi como
una ocurrencia tardía, agrega—: Y sin dejar rastro.
Oh, cielos.
—En ese momento, elijo pensar en esa revelación como en algo bueno
ya que Steve entró para asegurarse de que mi casa fuera segura.
Entro y deslizo mis tacones sobre la alfombra.
—Pero que se sepa que no es muy reconfortante saber que un extraño
entró en mi casa y buscó por todas partes sin mi conocimiento. —Me
estremezco—. Quiero decir, ¿y si revisó mis bragas o algo así? Ew.
—No lo hizo. —Daniel dice eso sin perder el ritmo.
—¿Cómo sabes eso?
190 Me ve por un momento.
—Porque si lo hiciera, el jefe lo jodería.
—De acuerdo. Es bueno saber que mis, eh, bragas están a salvo.
Un destello de lo que parece ser diversión cruza sus rasgos, pero
desaparece tan rápido que me pregunto si fue simplemente mi imaginación.
Dejo mi bolso en la mesa de la entrada, lo busco y saco mi teléfono.
Estoy planeando dormir con esta cosa a mi lado esta noche. Pequeños
temblores todavía me atormentan de manera intermitente, recordándome
que debo estar ansiosa y alerta, incluso con la extraña nueva adición de un
equipo de seguridad que indica que estoy a salvo.
—Bueno, aprecio el viaje a casa. —Le doy a Daniel una sonrisa cortés—
. Si me dices cuándo puedo recoger mi auto y cuánto me costará, eso sería…
¿Qué estás haciendo?
Se quitó las botas, después de haberlas dejado en mi alfombra
designada, y ahora deambula más adentro hacia la cocina.
—Tomaré un vaso de agua. —Me lanza una mirada por encima del
hombro—. Si te parece bien, por supuesto.
La irritación lucha con la necesidad de ser cortés después de que fue a
rescatarme. Mi voz ilustra eso en mi tono de mala gana.
—Los vasos están en el gabinete a la derecha del fregadero.
—Gracias.
Lo observo como uno podría ver a un animal salvaje que se aventuró
demasiado cerca para estar cómoda. Caminé por el suave piso de madera
dura y me acerqué más a mi cocina.
—Entonces. Trabajas para Bronson. —No planteo eso como una
pregunta porque está bastante claro que ese es el caso.
—Sí. —Llena un vaso de agua del dispensador del frigorífico y se vuelve
hacia mí. Su inquisitiva mirada nunca deja la mía mientras apura el
contenido de su vaso—. Ahora... ¿por qué no me dices por qué alguien le
dispararía a tus neumáticos y rompería tu ventana trasera?
Dejo escapar un suspiro, de repente me siento tan completamente
191 agotada. Me dejo caer en una silla de la cocina, apoyo mis antebrazos en la
mesa y lo observo.
—Mira, sé que no te gusto en base a la opinión menos que estelar de
tu intrépido líder sobre mí, pero te juro, Daniel… —Trago cuando los eventos
de la noche regresan rápidamente en tecnicolor—. Que no hice nada para
justificar algo de eso.
Dejo caer la cabeza entre mis manos, cierro los ojos y hundo los dedos
en mi cabello. Mis murmuradas palabras están dirigidas más a mí que a él.
—Qué manera tan jodida de terminar una noche de cita.
—¿Saliste con el policía?
Mi cabeza se levanta alarmada, mis ojos chocan con otros familiares.
Maldita sea, ni siquiera lo había oído entrar en mi casa. Su mirada es dura,
su expresión intensa. Es guapo como el infierno, no se puede negar eso,
pero con sus rasgos tensos de una manera dura e implacable, pone un
distintivo freno a mi apreciación.
Bronson se mantiene tan quieto como una estatua, dando la impresión
de que es un depredador preparado para atacar en cualquier momento. Esta
noche, está vestido con pantalones negros, acompañados por una polo gris
oscuro. Esas mangas cortas muestran los remolinos de tinta que decoran
sus fuertes y musculosos brazos.
Pongo rígida mi columna y levanto mi barbilla en desafío porque he
tenido una noche infernal. Puede irse a la mierda si cree que puede entrar
aquí e interrogarme.
—Sí. Sí, lo hice. —Mi tono es insolente y no me importa enfrentarme a
un peligroso pandillero. Llegué a mi umbral, maldita sea—. La última vez
que lo comprobé, no era asunto tuyo.
Los ojos de Bronson se vuelven tan fríos que provoca un escalofrío que
recorre mi columna. Ese tic en su mejilla late salvajemente mientras su voz
actúa como un alambre de púas, agudo y letal, atravesándome.
—Te convertiste en mi asunto en el momento en que comenzaste a
olfatear a mi gente.
Retrocedo ante el insulto. Si pudiera incinerar a este bastardo a la vista
solo con mi mirada, estaría sucediendo ahora mismo.
192 —Idiota. —Aprieto cada palabra con los dientes—. Te dije que solo
estaba tratando de ayudarte enviándote un mensaje.
Me levanto de la silla, odiando internamente que todavía tengo que
levantar la cabeza para mirarlo. Tal vez son los efectos de la noche en mí los
que me hacen tambalearme al borde y sin importarme estarme enfrentando
al peligro mismo. Pero pisoteo hacia él y lo golpeo en el centro del pecho con
mi dedo índice.
—Escuche aquí, señor Pandillero, no hice nada para merecer lo que
sucedió esta noche.
Sus fosas nasales se ensanchan, esos ojos multicolores se estrechan
sobre mí, pero se mantiene completamente quieto mientras lo golpeo,
puntuando cada sentimiento.
—Soy a quien le dispararon en los neumáticos. Soy a quien le
rompieron la ventana trasera.
Fuertes dedos rodean mi muñeca antes de que pueda golpearlo de
nuevo. Cuando levanto mi otra mano, agarra esa con la velocidad del rayo.
Pero antes de que pueda levantar la rodilla y llegar a sus idiotas bolas con
ella, Daniel interrumpe.
—Oigan. Tranquilos, ustedes dos. —Sus palabras se pronuncian con
calma, pero no se puede negar que están acompañadas de una
advertencia—. Tenemos que hablar sobre el mensaje de esta noche.
Giro mi cabeza para ver a Daniel, la confusión se apodera de mí.
—¿Cuál mensaje?
Saca algo de su bolsillo, lanzándole una breve mirada a Bronson antes
de que sus ojos se fijen en mí.
—El que estaba pegado al ladrillo que arrojaron a través de tu ventana
trasera.
Cada músculo de mi cuerpo se pone rígido, y lo veo boquiabierta. Soy
vagamente consciente de que Bronson suelta su agarre sobre mí, y envuelvo
mis brazos a través de mi cintura.
Mis palabras son apenas audibles, cada una pegada a mi garganta.
—¿Qué decía?
193 En lugar de responderme, Daniel intercambia una mirada con Bronson
que me da la impresión de que están teniendo una especie de silenciosa
conversación. Daniel me ofrece lo que parece ser parte de un trapo viejo.
Con movimientos envueltos en vacilación, lo acepto antes de centrarme
en las palabras que están grabadas en la tela con marcador negro. Como si
alguien trazara minuciosamente cada letra con el mayor cuidado amoroso,
cada curva y línea tan nítida y precisa que contrasta con el siniestro mensaje
que contiene.
ALÉJATE O MUERE.
—¿Qué mierda? —La vehemencia colorea las mordaces palabras de
Bronson y, por primera vez, me encuentro haciendo eco de sus palabras.
—Sí —exhalo mientras la sorpresa reverbera a través de mí, causando
que mi voz tiemble—. Qué mierda.

Bronson
ALÉJATE O MUERE.
Las manos de Georgia son tan inestables que el trapo tiembla en su
agarre. Estudia la nota, con un severo pliegue entre las cejas.
Sus palabras son silenciosas, dándome la impresión de que está
pensando en voz alta.
—Esto es diferente de la otra nota. La que estaba en la servilleta era…
—Se calla, presionando sus labios antes de continuar—. Esa parecía que
había sido escrita a toda prisa.
La determinación se alinea en su rostro cuando levanta sus ojos hacia
los míos.
—Esto debería ir al forense.
—Yo me encargaré. Tenemos algunos contactos dentro del recinto que
podemos usar. —Mi tono es ártico—. No dejaré que alguien en quien no
confíe se involucre en esto.
194 Cuando la miro con ojos entrecerrados, ni siquiera se inmuta, y joder
si a una parte de mí no le gusta.
Demasiado.
—El hecho de que trabajes en la comisaría no significa que puedas
confiar en todos allí.
Sostiene mi mirada, su barbilla levantada en señal de desafío.
—Tengo un amigo, y él puede…
—¿El policía? —me burlo—. Sí, no es alguien quien podamos garantizar
que sea seguro.
Esos ojos verdes brillan con irritación.
—¿Cómo lo sabes?
—Lo sé porque le pago a la mitad de esos policías. Pero la otra mitad
no está bajo mi control, lo que significa que representan un riesgo.
Tomando una profunda respiración como si estuviera luchando por
tener paciencia, vuelve su atención a la nota. Ese pliegue entre sus cejas se
profundiza.
—¿Mantenerme alejada de qué? ¿Se refieren a The Scorpions? ¿A la
gente muerta?
La frustración marca su voz, y tengo la sensación de que está pensando
en voz alta más que preguntándome.
—¿Mantenerme alejada del señor Pandillero? Desearía que mi
aspirante a asesino fuera un poco menos críptico. ¿Los mataría agregar
algunas palabras adicionales?
Su mirada se eleva hacia mí, entrecerrando los ojos, mientras sostiene
la nota.
—¿Esto es por tu culpa? —exige—. ¿Alguien me conectó contigo de
alguna manera?
Miro a Daniel, y levanta las cejas un poco como si dijera en silencio:
Podría ser.
¿Pero quién?
Esto no se siente bien. Es como si alguien estuviera participando en un
195 juego y no me dejara leer las reglas.
Además, acabo de dejar la casa de T-Money no hace mucho tiempo con
la seguridad de que no fue su gente la que está detrás de alguna de estas
muertes.
Si no son The Disciples, ¿quién diablos podría ser? ¿Quién diablos es
lo suficientemente atrevido como para tratar de hacernos creer que estamos
al borde de una guerra de pandillas?
Las demandas en sus ojos verdes me hacen pasar una mano por mi
cabello mientras la frustración se apodera de mí.
—Ojalá lo supiera.
—Bueno, ¿quién crees que lo está haciendo? —Su descaro está
regresando, y aunque se mezcla con el pánico para hacer que su voz sea
más aguda, maldición si no me siento aliviado.
No es que alguna vez lo admita, pero cuando Daniel le entregó el
teléfono antes, y su voz sonó tan pequeña y vulnerable, me jodió. Se sintió
como si dos manos invisibles se metieran dentro de mí para aplastar mis
pulmones con sus puños.
Aprieto la mandíbula con fuerza antes de responder.
—No estoy seguro, pero planeo averiguarlo.
Exhala, el movimiento hace que su pecho se levante y su vestido se
mueva ligeramente. No muestra sus pechos, lo que extrañamente complace
a una parte de mí, pero muestra un toque de tatuaje en el centro. Bueno,
bueno, bueno... Resulta que Red no es ajena a una aguja de tatuajes.
Miro más de cerca, preguntándome qué se tatuó en el pecho. Es un
lugar extraño para que una mujer se entinte, lo que aumenta aún más mi
curiosidad.
Se da cuenta de a dónde se desvió mi atención y golpea con una mano
el área, atravesándome con una mirada.
—¿En serio? —Su voz es pesada con sarcasmo—. ¿Fuiste criado por
lobos y nunca te enseñaron a ser un caballero? ¿Que no es aceptable mirar
con lascivia los pechos de una mujer? ¿Especialmente en un momento como
este?
Sonrío, sabiendo que no solo la enfadará aún más, sino que la alejará
196 aún más del miedo y la conmoción. Y hace el trabajo porque sus mejillas se
sonrojan y sus ojos se llenan de ira. Bajo la cabeza, acercando mi cara a la
de ella.
—Nunca pretendí ser un caballero, Red.
Su rubor se extiende a la desnuda piel entre sus clavículas, y no puedo
evitar echarle leña al fuego.
—Y nunca dejaría pasar la oportunidad de mirarlos lascivamente. —
Veo hacia abajo donde su mano todavía cubre el centro de su pecho y adopto
una expresión aburrida—. Independientemente de la calidad.
—Escucha, idiota…
—Está bien —interrumpe Daniel—. Miren, ha sido una noche difícil,
así que creo que podemos posponer esto hasta mañana.
Georgia se aleja de mí y observa a Daniel por un instante antes de soltar
un suspiro de cansancio.
—¿Crees que estaré a salvo aquí?
No debería molestarme que le pregunte a él y no a mí. No debería
hacerlo. Pero lo hace.
Me irrita los malditos nervios.
Daniel ve en mi dirección antes de responderle con cuidado.
—Estarás a salvo. Nos aseguraremos de ello.
Ella asiente y soy testigo de cómo se relaja lentamente un poco. Sus
hombros caen más y las pequeñas líneas que enmarcan su boca se vuelven
menos distintivas.
Todo porque le dijo que estaría a salvo.
No ha pasado un día en que haya estado celoso de Daniel. Ni uno. Hasta
justo este minuto. Y maldita sea si sé qué diablos hacer con eso.
Nada, idiota. Es una chica psíquica loca que parece animar a esta
situación a empeorar aún más.
Georgia suelta un largo suspiro y arroja la nota de tela sobre la mesa
de la cocina. Ofreciéndome la más mínima mirada, endereza los hombros y
avanza hacia Daniel.
Con cada paso que da, su columna se pone rígida y su barbilla se eleva
197 aún más. Es como si estuviera presenciando cómo su invisible armadura es
colocada en su lugar.
Cuando se detiene frente a él, su voz es más suave y mucho más
agradable que nunca para mí.
—Gracias, Daniel.
Él puede verla con una expresión fría, pero sus ojos lo delatan. Me doy
cuenta de eso solo porque conozco bien al hombre.
Le gusta. Más que eso, ella se ganó su respeto por cómo se manejó esta
noche.
Cuando pone una mano en su antebrazo, él se queda quieto, y estaría
mintiendo entre dientes si dijera que cada músculo de mi cuerpo no se tensó
en respuesta. Joder si no estoy luchando contra el impulso de arrancarle el
brazo.
—Agradezco tu ayuda esta noche. —Continúa—. Si ambos pueden salir
y cerrar cuando se vayan, se los agradecería. —Deja caer la mano y exhala
ruidosamente—. Me ducharé y trataré de dormir un poco.
Mis ojos la siguen mientras desaparece por la puerta y se pierde de
vista. Cuando me vuelvo hacia Daniel, nuestras miradas chocan, su boca se
curva en una leve sonrisa.
Una vez que el sonido de Georgia cerrando la puerta de su dormitorio
llega a toda la callada casa, avanza, deteniéndose frente a mí.
—Lo tienes mal, jefe —murmura.
Le frunzo el ceño.
—Como la mierda que lo hago.
Su boca se estira en una amplia sonrisa.
—Saldré ahora. —Su expresión rápidamente se vuelve sensata, y lanza
una mirada detrás hacia la puerta por la que Georgia desapareció hace un
momento. Dirigiendo su atención hacia mí, me ofrece—: ¿Quieres que tome
la primera guardia? ¿O uno de los otros?
—Tú toma la primera guardia. —Le echo un vistazo a la mesa de la
cocina donde se encuentra esa maldita nota de tela—. Tengo que aclarar
algo con ella antes de irme.
198 Su boca tiembla, pero mantiene una plácida expresión. Apenas.
—Entiendo.
—Vete como la mierda de aquí —murmuro con un suspiro.
Silba suavemente mientras se dirige a la puerta, luego se pone las botas
antes de salir silenciosamente de la casa.
No lo tengo mal por Red... pero necesitamos tener una pequeña charla.
Eso es todo al respecto. Nada más.
Mentiroso. Elijo ignorar esa molesta maldita voz en mi cabeza que se
atreve a burlarse de mí.
“Mucha gente te mirará, pero solo unos pocos te verán”.
—C. C. AUREL

199
12
Georgia

M
ientras me ducho, el entumecimiento persiste, me embalsama
y domina los restos de mi terror.
Después de realizar los movimientos de lavado, mis
dedos son atraídos hacia el centro de mi pecho, rozando el entintado diseño.
Es como si me estuvieran recordando que esto, el caos, el mal y la oscuridad,
es lo que estoy resignada a tener en mi vida. Que seguirán siendo siempre
las dos constantes.
Sin amor.
Sin amistad.
Sin familia.
Caos, maldad y oscuridad, únicamente.
Todo este tiempo, lo he entendido. Entonces, ¿por qué me está
golpeando ahora, provocándome una profunda tristeza ante la perspectiva?
¿En continuar así por décadas más, sola?
No llegan respuestas mientras me seco y me pongo una camiseta sin
mangas de algodón y pantalones cortos para dormir. Todavía no llegan
200 mientras me desenredo el cabello.
Mientras veo mi reflejo en el espejo del tocador, mis ojos se desvían de
mi rostro y van más abajo hasta donde mi entintada piel se asoma debajo
del top.
Observo con indiferencia cómo mis dedos recorren esa zona de nuevo,
pero esta vez tiro de la tela de algodón más abajo para dejarlo más al
descubierto.
En el centro de mi pecho, comenzando entre mis senos y yendo más
abajo, está el entintado diseño de la flor de loto. Mirando la sección que
descubrí, si no supiera lo que oculta la tinta, no sería capaz de detectarlo.
Pero sé que está ahí. Demonios, incluso si cada centímetro fuera láser
para hacer que mi piel se volviera suave, su presencia permanecería.
Todavía mantendría el horrible recuerdo en lo más profundo de los recovecos
de mi mente. Está incrustado en cada célula de mi cuerpo, comprometido a
perseguirme para siempre.
Un trauma como ese tiene una forma de clavar sus afiladas garras
profundamente y de nunca soltarlas.
Me obligo a concentrarme, no en lo que hay debajo de la tinta, sino en
el diseño que elegí. La flor de loto representa la fuerza y la superación de
obstáculos en la vida. Sentí que era apropiado grabarlo sobre algo tan
doloroso y aterrador que había logrado superar.
Dejo caer mis manos, respiro profundamente antes de soltarlo
lentamente. Si tan solo pudiera exhalar toda mi preocupación y estrés con
la misma facilidad.
Me giro y me aventuro a la cocina por un vaso de agua. En el instante
en que mis pies descalzos llegan a la entrada, vacilé, sintiendo la presencia
de otra persona.
Mi columna se pone rígida, pero continúo andando hacia la cocina. La
luz sobre el fregadero proyecta sombras sobre las facciones de Bronson,
haciéndolo parecer aún más nefasto.
Controlo mi respiración y me esfuerzo por ignorar su imponente figura
mientras se apoya contra el mostrador con los brazos cruzados. Sus ojos
pesan sobre mí, siguiendo mis movimientos mientras lleno mi vaso con
agua. El líquido hace poco para calmar mi garganta que está reseca tanto
201 por la sed como por la ansiedad de que permanezca en mi casa.
Dejo mi vaso al lado del fregadero y lentamente me vuelvo para verlo.
—¿Por qué sigues aquí?
Bronson se queda mirando la mesa de mi cocina, donde todavía está la
nota de tela. Permanece en silencio durante un largo lapso, tanto de hecho,
que me sobresalta cuando finalmente habla.
Su voz es ronca y tenue, casi como si estuviera tan cansado y exhausto
como yo.
—No puedo descifrarte, Red.
—No hay nada que descifrar.
Sus ojos cortan los míos, y una pequeña parte de mí está decepcionada
de que la penumbra de la habitación me impida presenciar sus hermosos y
únicos ojos.
—¿Qué es lo que más te importa en este mundo?
Lo miro fijamente, luchando por una respuesta. ¿Es una pregunta con
trampa? Mis palabras emergen lentas e inciertas.
—No estoy segura de entender qué es exactamente lo que estás
preguntando.
Deja caer los brazos y se endereza, sus pies devoran la distancia entre
nosotros hasta que mi espalda está al ras de la puerta de la despensa. Se
cierne ante mí, enjaulándome por ambos lados.
—¿Qué es lo que más te importa en este mundo? ¿Dinero? —Su voz
baja más—. ¿Un hombre para mantener tu cama caliente?
La respuesta sale de mi boca sin dudarlo.
—Independencia.
Se queda quieto, y tengo la impresión de que lo atrapé con la guardia
baja. Aunque sé que no es inteligente darle a este hombre más información
que pudiera usar en mi contra, digo:
—Nunca quiero ser controlada o estar a merced de otra persona. Quiero
confiar solo en mí misma.
Mis siguientes palabras se vuelven más suaves, pero no son menos
202 veraces.
—Porque sé que soy la única en quien puedo confiar.
El silencio cuelga entre nosotros mientras nuestros ojos permanecen
encontrados. Cuando plantea la siguiente pregunta, siento que no está
preguntando por ser obstinado como de costumbre, sino que realmente
quiere saber.
Aunque su tono es apagado, posee un trasfondo acerado.
—¿Estás haciendo algo para revolver la mierda para mi pandilla?
¿Estás detrás de estos asesinatos?
—No. —Mi respuesta es rápida, sin dudarlo. Pero su insinuación tiene
ira enroscándose dentro de mí, mi tono es sarcástico como el infierno—. Tú
eres el pandillero, ¿recuerdas?
—Pensé que estarías por encima de usar desagradables peyorativos.
Lo miro boquiabierta.
—¿Quién eres? —murmuro bajo, y no está dirigido a él tanto como a
mí.
Porque su imperfecta habla contrasta con su elección de vocabulario.
Justo cuando creo que lo descifré... este hombre demuestra ser mucho más
inteligente de lo que uno podría esperar debajo de esa corteza exterior áspera
y grosera.
Ignora mi respuesta y, en cambio, me acosa aún más. Algo oscuro y
prohibitivo cruza sus rasgos.
—¿Besaste a ese policía esta noche?
Instintivamente, sé que mi respuesta no le agradará, pero no entiendo
por qué importa. Nunca he considerado la idea de que me ve como algo más
que un pedazo de trasero, una mujer con la que se metió una vez.
Mi vacilación hace que sus rasgos se tensen, sus cejas bajan
peligrosamente.
—Dejaste que te besara, ¿eh? —Su voz es ronca, y me tenso por la nota
juguetona y burlona en ella porque debajo de eso hay una peligrosa
frialdad—. ¿Lo dejaste poner su boca en cualquier otro lugar?
Empujo su pecho, pero no se mueve. ¡Este hombre es tan jodidamente
203 exasperante!
—¿Cuál diablos es tu problema? De todos modos, no es asunto tuyo.
—Ah. No lo hiciste. —Una sonrisa juega en las comisuras de su boca—
. Hiciste que el pequeño oficial Henderson fuera a casa para hacerlo él
mismo.
Lo inmovilizo con una gélida mirada.
—Eres repugnante. —Incluso mientras lo digo con furia corriendo por
mis venas ante su audacia, la humedad se acumula entre mis piernas.
Porque no es el oficial Henderson a quien me imagino tocándose.
Es a Bronson.
—No. —Acerca su rostro al mío, esos ojos me queman con calor—.
Simplemente lo llamo como lo veo.
Sus rasgos se nublan un poco como si estuviera luchando visiblemente
con algo de lo que no estoy al tanto.
—Porque un hombre que ha puesto su boca en cualquier parte de ti no
es probable que lo olvide. —Su cálido aliento lava contra mis labios—. ¿Y,
Red?
No me atrevo a responder, no con sus labios a una fracción de los míos.
—Si seré el hombre que se dirija a casa para sacarte una vez más
después de probarte, entonces será mejor que estés segura de que haré que
valga la pena.
Separo los labios para regañarlo verbalmente por su lenguaje grosero
cuando muerde:
—¿Fingirás que no te excitan mis palabras? —Cada sílaba tiene sus
labios empolvados sobre los míos—. Puedes pensar que soy grosero, pero
todavía estás excitada por mí, Red, y lo sabes.
Maldito sea. Tiene todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo en
alerta máxima. Sé que se está burlando de mí y que debería alejarme de él.
Es lo más inteligente que se puede hacer.
Desafortunadamente, el simple hecho de estar en su presencia me
deshace a mí y a mi sentido de autopreservación. Esa petulante parte de mí
se libera y me pone en acción. Fusiono mi boca con la suya en un devastador
204 beso, lleno principalmente de ira, pero también de lujuria que no deseo
reconocer.
Empuño su camisa en mis manos para mantenerlo en su lugar, y por
un segundo que me roba el aliento, la sorpresa lo deja congelado en su lugar.
Pero solo por una fracción de segundo.
Iguala mi ferocidad, sus labios desatan un torrente de necesidad carnal
dentro de mí. Mi lengua se enreda con la suya, y el reverberante gruñido
que se eleva desde algún lugar profundo de su pecho resuena entre
nosotros.
Esto es diferente de antes. Esta vez, nuestro beso es una batalla de
voluntades. Pero mezclándose debajo hay un deseo que ninguno de nosotros
admitirá. No reconoceremos el tirón que parece crecer más fuerte cada vez
que estamos juntos.
Los dedos de Bronson se hunden en mi húmedo cabello, apretando su
agarre en los mechones como para hacer su reclamo. Utiliza la sujeción para
ajustar el ángulo, para profundizar aún más el beso. Su barba raspa mi piel,
y ese poco de aspereza sirve para aumentar mi excitación.
Mis pezones se endurecen debajo de mi top. Cuando mis manos en
puños tiran de su camisa para acercarlo más, me da lo que estoy exigiendo
en silencio. Con mis senos atrapados contra la dura e implacable pared de
su pecho, agarro sus bíceps con una desesperación que nunca había
experimentado. Arqueándome y adolorida, anhelo acercarme aún más sin
ninguna barrera entre nuestra carne desnuda.
Deja caer una mano a mi cintura, sus callosos dedos se deslizan por
debajo del dobladillo de mi camiseta para barrer la piel justo por encima de
mis pantalones cortos. Jadeo, y suelta mi boca solo para capturar mi labio
inferior entre sus dientes. Da un pequeño tirón, y juro que siento el tirón
entre mis muslos mientras me humedezco aún más.
Cuando otorga una fracción de espacio entre nuestros cuerpos,
quitando su boca de la mía, soy instantáneamente golpeada por la pérdida.
Antes de que pueda inclinarme hacia él y buscar sus labios una vez más,
tira de la tela de mi ajustada camiseta sobre mis pechos. Mis pezones
pinchan contra el algodón, y pasa el pulgar sobre un pico apretado.

205 Me arqueo ante su toque, y deja escapar un sonido bajo y gutural antes
de que su otra mano baje dentro de la pernera suelta de mis pantalones
cortos de dormir. Sus dedos recorren mi entrada y gime.
Con su boca sobre la mía, suelta un áspero:
—Joder. Estás empapada. —Desliza dos dedos dentro de mí, y mi boca
se abre en un silencioso jadeo—. Esta dulce vagina está rogando por algo
más que mis dedos y mi boca, ¿no es así?
Captura mi labio inferior con sus dientes, dándole otro suave tirón.
—Adelante, Red. Tócame y descubre lo que me haces.
Con los ojos entrecerrados a la luz de la luna que entra a raudales en
la cocina, este es un hombre diferente a la versión habitual que he llegado
a conocer. Incluso en comparación con ese día en el mercado.
Con la piel tensa sobre su rostro, sus rasgos parecen más marcados
por la acalorada excitación. Me atrapó una vez más, presentándome otra
intrigante faceta sobre él.
Mi mano se mueve antes de que me dé cuenta, y su gemido es lo que
me alerta de ello. La columna rígida de su duro pene encerrado en sus
pantalones envía otra oleada de excitación atravesándome.
—Maldita sea, Red. Si solo tocarme te hace chorrear en mis dedos,
quiero saber qué tan mojada te pondrías con mi pene enterrado dentro de
ti. —Cada palabra suena como si estuviera siendo rastrillada hasta su
garganta, áspera y primitiva.
Baja la cabeza para cortar un camino a lo largo del costado de mi cuello.
—¿Qué opinas? ¿Puedo averiguarlo?
No estoy segura si son sus palabras excitantemente sucias o que esté
pidiéndome permiso lo que aumenta mi lujuria aún más. Porque de alguna
manera, sé que este hombre, asesino, maestro intimidador, criminal, no me
empujaría a ir más allá de lo que me sienta cómoda.
Ese conocimiento tiene a mis manos tirando desesperadamente de sus
pantalones en un apuro por desabrocharlos. Emite un sonido áspero antes
de darles un rápido tirón a mis pantalones cortos, deslizándolos por mis
piernas y arrojándolos a un lado.

206 Luego, como si no pesara nada, me levanta y me planta en la mesa de


mi cocina.
De pie entre mis muslos, desabrocha algo en la base de su columna
antes de colocarlo en la silla cercana. Su arma enfundada.
Antes de que pueda registrar el hecho de que estoy semidesnuda en la
mesa de mi cocina con el líder de una pandilla, se baja la cremallera de los
pantalones. Mi boca se seca y todos los pensamientos lógicos y las dudas se
disuelven cuando se baja los pantalones y los calzoncillos con un
movimiento brusco.
Santa mierda. Nunca he tenido mucho respeto por el apéndice
masculino, pero el suyo es bastante impresionante. Largo y grueso,
sobresale, prácticamente rogando por mi toque. Pero, una vez más, me
sorprende.
No viene hacia mí como un ariete, empujando su pene dentro de mí.
En su lugar, extiende la mano y toma mi nuca, juntando nuestras bocas
una vez más. Es como si fuera tan adicto a nuestros besos como yo.
Pero nuestros besos se han transformado ahora. La ira residual se
fragmentó para dar paso a algo diferente. Sus labios a veces presionan los
míos con firmeza, su lengua busca, pero luego se vuelven tiernos y bailan
sobre mi boca en delicadas caricias.
En este momento, sin embargo, su boca es exigente, nuestro beso
húmedo y tan caliente que no puedo resistir envolver mi mano alrededor de
su dura longitud. Disfruto con el gemido que brota de él, solo ligeramente
amortiguado por nuestros labios fusionados.
Suavizo el fluido que se acumula en su punta, y la mano que toma mi
nuca se aprieta antes de que separe su boca de la mía. Nuestras ásperas
respiraciones resuenan en el silencio, y sus ojos parecen salvajes con
desesperación.
—¿Me tomarás? —Dios, su voz está teñida de excitación y absoluta
necesidad.
—¿Quieres que lo haga? —pregunto en un susurro sin aliento.
Su mandíbula se aprieta y sus palabras salen a fuerza entre sus dientes
apretados, como si estuviera tratando desesperadamente de no perder el
207 control.
—Joder, sí. —Sus fosas nasales se ensanchan, sus ojos se derriten
cuando deja caer su mirada entre mis muslos—. ¿Quieres ver cómo tu
vagina me deja entrar mientras la alimentas con mi pene?
Respiro sobresaltada, sus carnales palabras envían más excitación a
inundarme. Arqueo las caderas, mi mano todavía agarrando su longitud de
acero. Sus ojos van de mi cara a donde arrastro la ensanchada cabeza de
su pene a través de mis pliegues.
Sus ojos se cierran en el cuarto pase mientras lo humedezco con mi
excitación. Las cuerdas de su cuello se tensan, y sus fosas nasales se dilatan
antes de que sus ojos se conecten con los míos una vez más.
—¿Te gusta jugar conmigo?
—Quizás. —Arqueo las caderas una fracción, dejando que la ancha
cabeza de su pene se hunda dentro una fracción—. Oh Dios mío. —Mis
respiraciones salen en ásperos jadeos. Ya me está estirando, de la manera
más decadente, y necesito más.
Ahora.
Agarro su delgado y musculoso trasero con las palmas de las manos y
tiro de él hacia adelante, obligándolo desesperadamente a enterrar el resto
de su gruesa longitud dentro de mí. Un gemido sube por la parte posterior
de mi garganta mientras mi cuerpo trata de acomodarlo.
Planta una mano sobre la mesa antes de tirar de una de mis piernas
para doblarla alrededor de su cadera. Lo envía deslizándose una fracción
más profundo, y me aferro a él, mis dedos se doblan alrededor de sus bíceps.
Su caliente aliento es lava contra mis labios, y su voz es apenas audible.
—¿Estás bien?
Una familiar chispa de desafío vuelve a encenderse dentro de mí.
—Mm —evadí, deseando que mi tono fuera más indiferente y que mi
voz no estuviera tan ronca por la necesidad—. Justo, supongo.
Pasa un latido sin ningún movimiento por su parte. Una ceja se arquea,
su voz es un estruendo oscuro y nervioso.
208 —Justo, ¿eh?
Oh, mierda. El desafío incrustado en esas dos simples palabras hace
que mi cuerpo se prepare para una avalancha de represalias.
—Me da maldita vergüenza escuchar eso. Supongo que probablemente
no debería hacer esto, entonces.
Da un poderoso movimiento de sus caderas, penetrándome tan
profundamente que me deja sin aliento. Lo aprovecha enredando una mano
en mi cabello y fusionando mi boca con la suya en un profundo y apasionado
beso.
Sus caderas se vuelven locas mientras bombea dentro y fuera de mí en
un ritmo erótico que me envía más y más cerca del borde. Me esfuerzo por
cumplir con cada una de sus exigentes embestidas, un gemido bajo y
codicioso se me escapa.
El placer me recorre como una onda expansiva y mis músculos internos
se aferran a su pene. Aparto mi boca de la suya para jadear por aire, y mi
aliento se aprieta en mis pulmones por su expresión.
Sus rasgos están grabados con una sensualidad que bordea lo brutal y
despiadado. Se pasa la lengua por el labio inferior como si probara el sabor
de nuestro beso, con los ojos ardiendo con un hambre hirviente.
—¿Sigue siendo justo?
Parpadeo hacia él, todavía aturdida y demasiado encantada con su
pene. No es que alguna vez lo admita.
—¿Qué?
Un brillo de determinación se muestra en sus ojos, y engancha su pie
alrededor de la pata de la otra silla y tira de ella. Poniendo su brazo alrededor
de mí para sujetarme en mi lugar, se deja caer en el asiento. Envía su pene
increíblemente profundo, y agarro sus hombros para estabilizarme.
Sus dedos se amoldan a mi trasero, instándome a montarlo. Con mi
vagina estirada aún más, la ligera quemadura no es suficiente para restarle
valor al calor y al anhelo que me recorre. Mi vagina se aprieta como si me
gritara que me diera prisa y que lo reclamara, que reclamara su pene.
—No me respondiste, Red. —Sus labios se aprietan como si estuviera
209 luchando por mantener el control—. ¿Sigues sintiéndote justa así?
Para enfatizar su pregunta, agarra mis caderas y me sacude arriba y
abajo, atravesándome con su rígida longitud.
—Mira esta vagina, tomándome tan profundo.
Su voz es ronca, enroscándose a mi alrededor como una cinta de
excitación, anudándose con fuerza. Ensancha sus muslos debajo de mí, y
mi cuerpo se tensa como la cuerda de un arco en anticipación de su
siguiente movimiento carnal. Sosteniendo mis caderas con firmeza, me da
un fuerte puñetazo hacia arriba, y me hace subir más alto.
—¿Me empaparás cuando te corras? —Se estira entre nosotros para
jugar con mi clítoris. Cuando me arqueo en respuesta a su toque, aprieta
los dientes antes de dar otro profundo empujón—. Más te vale.
No sé qué tiene, pero me anima de una manera diferente a cualquier
otro. Muerdo su labio inferior antes de desafiarlo.
—¿Me obligarás a hacerlo?
Se engrosa dentro de mí, sus ojos se entrecierran en mí.
—Tú y esa boca. —Su tono desmiente sus palabras porque tiene una
posesividad entrelazada con una abrasadora apreciación. Incita una guerra
de emociones dentro de mí, tanto aterradoras como eufóricas.
Antes de que pueda pensar más en ello, pellizca la sensible carne entre
el pulgar y el índice. Dándole un suave tirón, envía un torrente de
sensaciones rebotando a través de mí.
Su inmediata reacción me dice que sintió que mis músculos internos
se contraían y lo cubrían con más de mi excitación. Sus ojos se cierran por
un breve momento antes de abrirse cuando giro mis caderas, y la sensación
de su caliente y dura longitud estirando mi vagina arranca un gemido de mi
garganta.
—Será mejor que empapes mi pene con todo lo que tienes. ¿Me oyes,
Red? —Sus embestidas se vuelven más salvajes y desenfrenadas mientras
causa estragos en mi clítoris, llevándome al precipicio. Como si estuviera al
tanto de la necesidad que se retuerce dentro de mí, su voz se vuelve más
ronca por la lujuria—. Sabía que esta vagina me arruinaría.

210 Mis gemidos y sus ásperos jadeos marcan el aire mientras su magistral
toque me envía en espiral por el borde.
—Eso es todo.
Sus palabras son forzadas entre dientes apretados, sus músculos se
contraen bajo mi agarre sobre sus hombros.
—Dámelo. Rebota en mi pene como si lo dijeras en serio. —Me pongo
rígida, un silencioso grito se atasca en mi garganta mientras mis músculos
internos se aprietan contra él mientras aguanto mi liberación.
Deja escapar un gutural: “Diablos, diablos, diablos” girando sus
caderas en movimientos rápidos y frenéticos antes de enterrar su rostro en
mi cuello con un gruñido.
Nuestra dificultosa respiración combinada es el único sonido que
permanece entre nosotros durante un largo momento antes de que se
encienda el aire acondicionado. Su áspera respiración baila a lo largo de mi
carne, y su barba roza contra mi piel, enviando un escalofrío a través de mí.
Parece que le cuesta un gran esfuerzo levantar la cabeza para mirarme.
En el instante en que nuestros ojos chocan, mis pulmones se paralizan en
mi pecho porque me recibe otra versión de Bronson.
Esta es mucho más devastadora que el resto. Parece casi juvenil, su
expresión bordea el aturdimiento mientras aún está confundido por la
lujuria residual. Entonces sus ojos bajan a mi pecho donde mi camiseta sin
mangas aún me cubre, y sus rasgos se vuelven de culpa mezclados con
arrepentimiento.
—Ni siquiera llegué a verte hasta hartarme de ti. —Un profundo ceño
se forma en su rostro, las cejas fruncidas. Palabras pronunciadas en un
agudo staccato, su voz está cargada de auto recriminación—. Malditamente
fui hacia ti sin un gramo de delicadeza.
Su observación sirve como una bofetada de realidad porque estoy
agradecida de que no haya intentado subirme la camiseta. Que me haya
hecho olvidar que lo que hay debajo es un testimonio del poder de este
hombre sobre mí.
La humedad se filtra fuera de mí, y mi respiración se acelera cuando
211 me doy cuenta. Mis ojos se agrandan.
—Sin condón.
Se estremece.
—Mierda. Lo siento, Red. —El remordimiento ilumina su rostro—.
Estás…
Resoplo.
—Me pongo una inyección y estoy limpia.
Esta es la primera vez que estoy con alguien en años, y evidentemente
pierdo todo el sentido común. Y también, Jesús, ya estoy sintiendo los
efectos de no tener sexo con regularidad. Mis músculos gritan por el dolor.
—Yo estoy limpio. —Su mirada es sombría pero desafiante—. Nunca
me arriesgaría con eso.
Asiento rápidamente mientras el nerviosismo me asalta.
—Soy consciente de eso.
El borde de su boca se levanta ligeramente y antes de que se incline
más cerca, pasando su boca sobre la mía dice:
—Lo juro por Cristo, me hechizaste. —Murmura esto tan suavemente
que sus palabras no se registran por completo antes de que su boca tome la
mía de nuevo. Esta vez, el beso posee una cualidad tierna que me hace
desear más, y me pierdo en la forma en que su boca reclama gentilmente la
mía.
Deslizando su mano debajo de mi camiseta sin mangas, coloca su
palma sobre el centro de mi pecho. Habla suavemente contra mis labios.
—Tu corazón se está volviendo tan loco como el mío.
Su palma roza la piel cuyas terminaciones nerviosas permanecen
entumecidas, aún dañadas después de tanto tiempo. Sin embargo, estoy en
sintonía con el instante en que rompe esa área.
No se me escapa que esta es la primera vez que me pierdo en el
momento y permito que un hombre toque la parte de mí que sirve como un
claro recordatorio de la última vez que bajé la guardia con alguien. Me
212 recuerda lo que soy.
Fenómeno.
Demonio.
Bruja.
Monstruo.
La perspectiva de que Bronson Cortez vea los restos de mi feo pasado
me hace sentir como si alguien me hubiera desollado por dentro. No puedo
soportar presenciar el horror y el disgusto en sus ojos.
Puedo decir el instante en que no solo nota la diferencia en la textura
de mi piel, sino también que me tensé, cada uno de mis músculos rígidos
por la alarma.
La conciencia se filtra en él, rompiendo el velo de excitación que se
lanzó sobre nosotros. Y con ella devuelve las palabras que dijo antes.
“Lo juro por Cristo, me hechizaste”.
¿Cuánto tiempo pasaría hasta que realmente crea eso? ¿Que soy una
bruja que lo hechizó?
Ese plazo llegaría mucho antes si le permitía verme por completo. Saber
todo de mí.
No puedo soportar hacer eso.
Contengo la respiración y me quedo perfectamente quieta cuando las
puntas de sus dedos rozan mi piel. El instinto me está gritando que me aleje,
que me acurruque y me esconda. Pero este hombre nota demasiado, y si
hago eso, solo llamaré más su atención.
Levanta la cabeza, nivelándome con una inquisitiva mirada, y sé que
necesito hablar antes que él. Se necesita un gran esfuerzo pronunciar las
palabras, pero de alguna manera lo logro.
—Ha sido, eh, una noche infernal. Realmente debería dormir un poco.
Las preguntas se mezclan con la curiosidad en sus ojos, pero no
protesta por mi evidente despido. Lentamente se retira de mí y me ayuda a
ponerme de pie. Me trago un siseo ante la pérdida que instantáneamente
me asalta. Con piernas inestables, me apresuro a ponerme los pantalones
213 cortos. Él permanece en silencio, pero deja que su expresión hable por él.
Y, chico, lo hace. Esas cejas oscuras se juntan, y soy testigo de cómo
la neblina llena de lujuria en sus ojos desaparece por completo hasta que
su mirada se vuelve afilada como una navaja. Los ojos que me ven como si
quisiera atravesar mis defensas exteriores y descubrir lo que me atormenta.
Se endereza y se sube los bóxers y los pantalones sin concederme un
respiro de su penetrante mirada.
Intento un tono casual, aunque tenue cuando digo:
—Buenas noches, Bronson. —Pero soy incapaz de reprimir el temblor
en mi voz.
Aprieto los dedos con fuerza mientras me deslizo junto a él. Es la única
forma en que puedo resistir el extraño impulso que me golpea de estirar la
mano y atraerlo hacia mí.
El arrepentimiento quema un camino ardiente a través de mis venas
cuando me apresuro a los seguros confines de mi dormitorio. Me acuesto en
la cama, mirando sin ver el techo mientras lágrimas desafiantes caen.
Aprieto los labios para sofocar el impulso de sollozar, solo permitiendo que
las lágrimas silenciosas se derramen y penetren en la línea de mi cabello.
Cuando el cansancio finalmente me supera, mis sueños no son dulces.
En cambio, me hacen revivir los horrores de mi pasado.

214
13
Georgia
*EN EL PASADO*
A LOS DIECISIETE AÑOS Y MEDIO

A
medida que la conciencia tira de mí, me golpea la realidad de
que me desmayé durante la primera vez que tuve sexo.
Cuando parpadeo para abrir los ojos, mi visión es borrosa
pero pronto se aclara. No estoy segura de lo que pasó, pero estoy horrorizada
porque este es un momento importante. No es que esperara que fuera
perfecto, pero al menos planeé ser coherente para él.
—Estoy dentro de ti. —La voz de Jesse suena hueca y lucho por formar
palabras.
Mientras se mueve en lentos y repetidos empujes, capto el sonido de
un susurro. Me pregunto si estoy escuchando cosas. Pero cuando me
concentro en descifrar la voz, la ansiedad me recorre.
Solo se exacerba cuando siento que me arrojan gotas de líquido.
—Señor, limpia este cuerpo. Libera al demonio desde dentro. —Más
215 gotas de líquido caen sobre mi cuerpo desnudo cuando la voz susurrada se
vuelve más enfática—. ¡Usa la semilla limpia para liberar el mal que vive y
prospera dentro!
El pánico amenaza con sofocarme mientras observo mi entorno. Estoy
tirada en una especie de altar aquí en el bosque con los brazos sujetos a
cada lado de mí. La madre de Jesse me lanza una coctelera de lo que
supongo es una especie de agua bendita.
¿Qué demonios es esto? Lucho por alejarlo de mí, pero mis músculos
son inútiles y solo puedo emitir murmullos, mi lengua pesa dentro de mi
boca. Oh, Dios. ¿Qué está sucediendo?
Las embestidas de Jesse se vuelven más erráticas y su madre
interrumpe su canto para persuadirlo.
—¡Límpiala con tu semilla sagrada para expulsar al demonio! —
Cuando el pecho de Jesse se agita y deja escapar un fuerte gruñido, ella se
acerca y es entonces cuando mi corazón da un vuelco.
Lleva una túnica larga color rojo sangre y, aparte de la mano que sujeta
la coctelera, en la otra aprieta un cuchillo. Se aventura más cerca antes de
arrodillarse junto a mi cuerpo y levanta la mano que empuña el cuchillo.
Jesse gime e inmediatamente siento la humedad entre mis muslos. Se
suponía que debía usar un maldito condón.
Tarda en salir de mí y me estremecería si pudiera, pero mi cuerpo sigue
sin cooperar. Los ojos de Jesse recorren mi cara, luego bajan hasta donde
mis piernas aún están abiertas. Rápidamente se sube los pantalones,
abrochándolos apresuradamente, y retrocede como si estuviera contagiada
con una enfermedad carnívora.
—Señor, derramamos sangre en tu honor. ¡Ayúdanos a liberar a este
demonio! —La voz de su madre atrae mi atención, y mi estómago se retuerce
enfermizamente cuando poso mis ojos en ella.
Su mirada se clava en la mía con una urgencia demente y, entre
dientes, repite:
—No perteneces aquí. ¡No. Perteneces. Aquí! ¡Libera al demonio de tu
carne!
La afilada punta del cuchillo penetra en mi carne y quedo inmóvil por
216 las drogas que hay en mi sistema. Soy incapaz de gritar, mi mandíbula está
cerrada con fuerza, mientras un agudo gemido brota de algún lugar muy
dentro de mí.
—Esto es lo que obtienes. ¡Cómo se atreve un demonio como tú a tratar
de robarte a un chico normal!
Arrastra el cuchillo desde la parte superior de mi esternón hasta la
parte inferior, y un ardiente dolor me asalta.
—Bendito sea el cuerpo de Cristo que repele al demonio interior.
Hace otra incisión en mi carne. Esta vez, es de entre mis senos mientras
talla la forma de una cruz. El dolor es agonizante, pero deja en claro que
aún no ha terminado.
Soy incapaz de apartar mis ojos de la vista de sus dedos apretando el
cuchillo antes de que coloque la hoja contra mi piel una vez más.
Las lágrimas nublan mi visión mientras mi piel se siente como si
hubiera sido incendiada. Continúa tallando el centro de mi pecho, incitando
un ataque de agonía al rojo vivo sobre mí mientras repite un canto.
Su voz se desvanece en el fondo mientras el sonido principal que
escucho ahora es el latido de mi corazón y el latido de mi sangre en mis
venas. El dolor de mi ardiente carne me empujó al límite, y se siente como
si hubiera dejado mi cuerpo para verme a mí misma y a la escena que está
teniendo lugar.
Mi desapego es breve, porque al instante siguiente, el dolor regresa con
fuerza.
—¿Por qué? —grito, finalmente capaz de formar palabras, pero mi voz
es débil y apenas por encima de un susurro.
—¡Eres antinatural! ¡Lo que haces en ese programa es malvado! ¡Eres
mala! ¡Serás limpiada o morirás! —Su voz resuena en el silencio del bosque.
Retrocede, bajando el cuchillo, sus ojos taladran agujeros en mí. Luego
da unos pasos más hacia atrás antes de girarse y hacerle un gesto a Jesse
para que la siga. Él vacila una mínima fracción antes de darme la espalda.
Cuando empiezan a alejarse, me debato entre el alivio de que hayan
217 terminado de torturarme y la urgencia de llamarlos y suplicarles que me
dejen ir. Otra parte de mí quiere preguntarles por qué. Pero sé por qué.
Es exactamente lo que me he preguntado toda mi vida. ¿Por qué nací
así y con esta habilidad? ¿Con esta maldición?
El trueno estalla de repente, haciéndome dar una sacudida antes de
gemir por la abrasadora agonía que provoca el movimiento. Las lágrimas
brotan de las esquinas de mis ojos, e intento respirar superficialmente.
Las primeras gotas de lluvia golpean mi piel y no puedo reprimir el
salvaje sonido que brota desde lo más profundo. Soy asaltada por dolor
cegador al menor toque del agua en mis heridas abiertas.
Mientras miro hacia el cielo nocturno, le pido al universo otra
oportunidad. Negocié con él, prometiéndole no volver a usar mi habilidad si
me ayudaba a sobrevivir y a escapar de esto.
La única respuesta que recibo es el ligero susurro del viento cuando la
lluvia se transforma en golpes sobre mi carne.
Se me escapa otro gemido y cierro los ojos con una mueca. Quiero
morirme. Tal vez se supone que deba hacerlo. Tal vez ese sea mi destino.
Tal vez la madre de Jesse tenga razón. No pertenezco aquí. No a este
pueblo. No a este estado.
No a esta tierra.

Bronson
Bajo los tres escalones desde la puerta principal y me dirijo al camino
de entrada donde está estacionado el auto de Daniel. Y maldita sea si todavía
no puedo saborearla en mis labios. Siente el apretado agarre de su vagina
mientras se corre sobre mi pene.
La penetré desnudo y ni siquiera lo pensé. Así de loco me vuelve esta
mujer.
Nada de lo que pasó esta noche fue la norma para mí. Mantengo el
control en todo momento. Pero en el instante en que cobró vida cuando la
besé desató todo en mí. El deseo de hundirme tan profundamente dentro de
218 ella, de mantener mi boca unida a la suya, era abrumador como el infierno.
No estaba bromeando cuando dije que me embrujó, porque seguro que
se siente de esa manera. Tocarla esta noche me dejó con la sensación de
que mi mundo se salió de su eje.
Nunca he conocido a una mujer tan terca como ella.
Nunca me crucé con una mujer tan valiente como ella.
Estoy seguro como la mierda que no me he encontrado con una mujer
que se ilumine de la forma en que lo hace cuando la toco. He estado con una
buena cantidad de mujeres, pero la mayoría solo querían estar con Bronson
Cortez, líder de The Scorpions. Un hombre al que casi todo el mundo le teme.
Pero Red es diferente. Puede que no le guste mucho, diablos, incluso
puede que me odie un poco, pero la respuesta de su cuerpo es honesta. No
hay duda de eso, y no hay forma de que haya estado fingiendo.
Sin embargo, algo la hizo cerrarse conmigo. Podría estar equivocado, lo
que no sucede muy a menudo, pero apuesto a que tiene que ver con las
cicatrices que sentí en su pecho.
Un ceño tira de mi boca porque no parece del tipo que se moleste por
las imperfecciones de su cuerpo. Es demasiado confiada. Eso me dice que
hay más. Hay una historia allí, y estoy decidido a llegar al fondo de ella.
Aunque no puedo verla a través de las oscuras ventanas del auto,
siento sus ojos en mí. Cuando me acerco al lado del pasajero, la ventana se
baja y me detengo junto a ella. Apoyando mis manos en el techo, me agacho
un poco para mirar a Daniel.
Por supuesto, el hijo de puta me sonríe como si estuviera metido en
una gran broma. Y mi mirada no hace una mierda para amortiguarlo.
Me examina, su sonrisa se ensancha.
—¿Arreglaste todo ahí, jefe?
Dejando caer mi barbilla a mi pecho, cierro los ojos y dejo escapar un
largo suspiro. Luego, encontrándome con su mirada, controlo mi tono,
rezando para no revelar nada.
Que tuve un épico polvo con la mujer adentro.
219 Que estoy épicamente jodido por esa mujer que está vigilando.
—Sí. Estamos en cuadratura. —Golpeo el puño en el techo del vehículo,
luego me empujo y giro hacia mi auto—. Gracias por mantener un ojo en
ella —lanzo sobre mi hombro.
Mis palabras son recibidas por el sonido de esa ventana al abrirse.
Antes de que se cierre por completo, agrega:
—Cualquier cosa por tu Red.
No digo una palabra ni me doy la vuelta. No tengo que hacerlo. Le lanzo
el dedo medio mientras camino hacia mi auto, abriendo la puerta.
Y diablos si no capto un indicio de la risa ahogada de ese imbécil desde
el interior de su auto.

Georgia
El domingo por la mañana temprano, mientras espero que se prepare
mi café, miro por la ventana de la cocina y descubro mi auto estacionado en
el camino de entrada. Un vehículo negro con vidrios oscuros permanece
estacionado junto a la acera.
No ha habido señales de Bronson, y no estoy segura si estar agradecida
por el indulto o dolida por su ausencia. Probablemente ya se olvidó de lo que
hicimos el viernes por la noche mientras sigo atrincherada en la confusión,
con el cuerpo dolorido en los lugares más íntimos.
Ahora, mirando sin ver por la ventana, todo lo que puedo observar es a
Bronson mientras se apoyaba sobre mí, y mi cuerpo instantáneamente
cobra vida. Levanto mis dedos para recorrer ligeramente la sensible piel de
mi boca. Ahora lleva el indicio de abrasiones de su corta barba raspando mi
piel cada vez que me besó, y mis ojos se cierran mientras vívidas imágenes
me bombardean.
Con sus pómulos afilados y tensos, sus hermosos ojos habían poseído
un entrelazado destello con una embriagadora lujuria cuando me penetró.
220 Las yemas de mis dedos hormiguean con el recuerdo de entrelazar mis dedos
en su cabello.
Mi cuerpo recuerda lo decadente que se había sentido cuando se
hundió profundamente dentro de mí. Cómo, a pesar de que inicialmente
chocamos en la lujuria impulsada por la ira, pronto se transformó en algo
tan ardiente, que todavía estoy sorprendida de que saliéramos sin ninguna
carne chamuscada.
Pero más que eso, cuando estuvo dentro de mí, sus caderas bombeando
salvajemente, sus ojos adquirieron una cualidad única, y se sintió como
mucho más que…
Me sacudo, mis ojos se abren con consternación. No. Fue solo sexo.
Simplemente ha pasado demasiado tiempo desde que tuve alguna acción
que no fuera con un juguete. No necesito ir y romantizar algo que ni siquiera
es un punto en su radar.
Sacudiendo los pensamientos relacionados con esa noche, lleno mi taza
de café y tomo un fortificante sorbo de la rica infusión. Luego me aventuro
afuera para echar un vistazo más de cerca a mi vehículo, notando el nuevo
juego de llantas y la ventana trasera reemplazada.
Daniel sale de su auto en la acera y desliza sus lentes de sol para
descansar sobre su cabeza. Se acerca y me entrega mis llaves.
—¿Cuánto te debo?
Los bordes de su boca se contraen por un breve momento.
—Está cubierto.
Estrecho mis ojos en él.
—Eh, no. Los neumáticos son caros. Y esos… —hago un gesto hacia la
elegante goma negra—… son Michelin. Entonces, no. Sólo dime lo que debo
y te lo reembolsaré.
Sus ojos atraviesan los míos antes de decir lentamente:
—Está cubierto, Georgia.
Suelto un frustrado suspiro.
—Y acabo de decirte que te lo reembolsaré. —Plantando una mano en
mi cadera, lo observo con una mirada entrecerrada—. Mira, exactamente no
221 quiero estar en deuda con el líder de una pandilla.
Es la segunda vez que su boca se tuerce, estoy casi segura de que está
intentando reprimir una sonrisa.
—Le avisaré al jefe y te responderé. —Se da vuelta y regresa a su auto.
—Asegúrate de que no se olvide de decirme cuánto debo —grito detrás
de él.
Al abrir la puerta de su auto, Daniel hace una pausa. Con expresión
críptica, se baja las gafas de sol sobre los ojos.
—Tengo un buen presentimiento de que no lo olvidará. —Luego se mete
dentro.
Caramba. Los pandilleros son tan extraños.

LUNES
Cuando me despierto por la mañana, descubro un mensaje
garabateado en la hoja superior de mi bloc de notas de la Lista de Tareas
Pendientes que se encuentra en el centro de la mesa de mi cocina, la misma
mesa de la cocina que fue profanada el viernes por la noche.
Un caliente rubor se extiende por mis mejillas, y aprieto mis dedos en
puños, intentando apagar la llama de esperanza de que esta nota sea de
cierto hombre.
La ligera inclinación de la letra masculina tiene una cualidad
superficial, pero el mensaje en sí me deja sin dudar de quién es.
NO HUYAS LA PRÓXIMA VEZ, RED.
Instintivamente, paso mi dedo sobre las escritas palabras antes de que
una avalancha de realismo se abra camino. Sé cómo piensa la gente. El
tatuador que creó la obra de arte sobre mis cicatrices no había podido
222 disimular por completo su curiosidad y lástima.
Quizás Bronson es simplemente curioso y quiere satisfacer eso. Tal vez
eso es todo lo que es. Agreguen el hecho de que no ha vuelto a aparecer
durante el fin de semana ciertamente podría dar fe de eso.
Aun así, aprecio que haya tenido a uno de sus hombres estacionado en
mi acera, vigilando desde su vehículo. Es extrañamente... reflexivo.
Independientemente de eso, no puedo permitirme pensar en ninguna
idea estúpidamente juvenil de que podría haber algo más entre nosotros.
Realmente no conozco al hombre. Supuestamente ha matado gente a sangre
fría. Ese no es el tipo de persona con la que alguna vez quise asociarme
cuando me escapé para comenzar de nuevo.
Wade es el responsable. Es amable y respetuoso. Respetable. ¿Y qué si
sus besos no me incineran en el acto? ¿Si su toque no me envía a un
necesitado frenesí? Puedo vivir sin eso.
Pero la verdad es que no soy una gran pareja para ninguno de ellos.
Aunque no usé mi habilidad durante más de una década, siempre ha estado
conmigo. Es una parte de mí, ya sea que decida admitirlo o no.
Algo dentro de mí es exactamente lo que afirmó la madre de Jesse. Un
demonio o alguna entidad oscura acecha allí, y sin importar cuánto me
gustaría negarlo o incluso ignorar su presencia, no puedo hacerlo.
Y mientras Bronson es el polo opuesto de Wade, dejó en evidencia que
no compra mi explicación de que los muertos me hablan. Puede que haya
asesinado a personas, pero eso todavía está a mundos de distancia de mí.
Está más cerca de ser normal de lo que yo soy o de lo que jamás podría
aspirar a ser.
Después de vestirme para el trabajo y de sentarme al volante de mi
auto, el miedo enreda mi estómago en apretados nudos. El crudo
recordatorio de lo que sucedió el viernes sigue grabado vívidamente en mi
mente, pero me obligo a salir del camino de entrada.
Todo el camino al trabajo, estoy en alerta máxima. Cada luz roja
aumenta mi conciencia. Una vez que llego a un lugar en el estacionamiento
de la comisaría, mis movimientos son más robóticos que humanos por
naturaleza cuando apago el motor. Bajo las manos del volante y me masajeo
223 las palmas, intentando aliviar las huellas del volante en ellas.
Durante todo el camino hasta aquí, no había sido capaz de conducir
sin mirar continuamente en mi espejo retrovisor, solo para asegurarme de
que no me seguían. Con mi ansiedad manifestándose completamente,
mantuve un agarre mortal en el maldito volante.
—Está bien —me susurro—. Ahora está bien. —Me concentro en
inhalar respiraciones profundas y relajantes. Estirándome, tomo mis cosas
del asiento del pasajero y salgo de mi auto.
Una vez que entro en la morgue, me doy cuenta, no por primera vez, de
que tengo muchas ganas de estar rodeada de muertos. Especialmente hoy.
Los confines tranquilos de este lugar son relajantes.
Mis movimientos son lentos mientras coloco mis pertenencias en mi
oficina mientras me doy cuenta. He usado esto como un escape de la vida
real.
He aceptado estar entre los muertos, he aceptado su falta de juicio y la
capacidad de ver debajo de mi exterior, durante tanto tiempo que realmente
no he estado viviendo.
Puede que respire oxígeno y tenga un corazón que funcione, pero no
me he permitido experimentar verdaderamente la vida al máximo.
Podría culpar a la mujer que me dio a luz, pero no tiene toda la culpa
de lo que sucedió una vez que me escapé. No es la única razón por la que
construí una armadura invisible a mi alrededor para evitar que alguien la
forje para traicionarme y lastimarme. Podría haber decidido intentarlo de
nuevo y trabajar para abrirme a los demás. Para volver a confiar.
Pero nunca lo hice. Todo lo que tengo para mostrar en esta vida es un
buen trabajo. Una respetable carrera en ciernes. No tengo amigos ni familia.
Me obligué a experimentar el sexo con un extraño que conocí en un bar
en mi cumpleaños veintiuno. Quería asegurarme de no haber sido arruinada
por esa fatídica noche hace años.
Puede que me haya dado la afirmación de que podía seguir adelante
desde un punto de vista sexual, que podía participar en el acto sexual y
estar bien, pero me dejó con un discordante vacío. Es por eso que nunca
224 sentí la necesidad o el deseo de buscar a un hombre. Porque, aunque pude
haber disfrutado el sexo en sí, todavía me dejaba insatisfecha.
El hecho de que haya querido tener intimidad con Bronson, que haya
anhelado sentir una conexión con un hombre, es significativo en muchos
sentidos.
Me hace pensar que, a medida que me acerco a mi próximo
cumpleaños, estoy lista para embarcarme más en esta vida.
Que tal vez estoy lista para vivir un poco después de todo.
Georgia
A última hora de la mañana, me cambié el atuendo de autopsia porque
necesito desesperadamente un refrigerio rápido. Planeo reanudar las
autopsias después de saciar mi estómago y al menos manejar los archivos
mientras como un refrigerio.
Acabo de entrar a mi oficina para tomar mi barra de granola cuando
suena el teléfono de mi oficina.
—Georgia, tenemos una entrega aquí para ti. —Una sonrisa colorea la
voz de Leslie, dejándome curiosa. No solo es raro que la asistente
administrativa mayor de arriba llame aquí, sino que también es raro que
reciba una entrega ya que trato de traer mi almuerzo y de ahorrar dinero.
¿Qué demonios me habrían entregado aquí hoy? Estoy segura de que
mi tono revela lo desconcertada que estoy, pero ofrezco un rápido “Está bien,
subiré en un minuto” antes de colgar.
Entonces hago una mueca porque normalmente evito el nivel principal.
No es que me vista de manera inapropiada, pero cuando tienes un trabajo
como el mío, es más fácil y mucho menos complicado usar ropa y zapatos
que están en el extremo más simple del espectro.
Estoy vestida con pantalones negros sencillos y una polo de algodón
igualmente sencilla. Con mi cabello recogido hacia atrás en una simple cola
de caballo (es más fácil estar confinada en una red para el cabello durante
las autopsias), los calcetines y los tenis completan las cosas.
225 Lo sé, lo sé. Haz tu mejor esfuerzo y suprime esa sobrecarga de lujuria
sobre mi sensualidad.
Tomo el ascensor hasta el nivel principal de la comisaría y, una vez que
cruzo la puerta, Leslie me hace señas para que me acerque. Está
absolutamente mareada, erizada de emoción, y cuando me acerco, mis ojos
se posan en el arreglo floral que está sobre su escritorio.
—Oh, vaya. Esas son hermosas. ¿Es tu cumpleaños? —Doy un paso
adelante para ver mejor las rosas rosadas en el jarrón.
Leslie se ríe.
—No, tonta. Fueron entregadas aquí para ti.
Mi sorprendida mirada se encuentra con la suya divertida.
—¿Para mí?
—Sí, para ti. —Baja la voz a un tono confesional—. Me moría por
echarle un vistazo a la tarjeta y ver de quién eran, pero no lo hice. —
Levantando las palmas frente a ella, dice con una pequeña risa—: Dios sabe,
que casi me quitó todo el control.
Levanto con cuidado el jarrón de su escritorio.
—Gracias por eso.
Sus ojos me perforan, y prácticamente irradia me muero por saber de
quién son por sus vibraciones. Pero no estoy lista para compartir este
momento con nadie, al menos no en este momento, y ciertamente no con
Leslie, una conocida chismosa en todo el recinto.
—Gracias de nuevo, Leslie. Te veo luego. —Camino rápidamente hacia
las puertas, ansiosa por poner distancia entre nosotras.
No es hasta que vuelvo a entrar en la silenciosa morgue que respiro
más tranquila. Después de hacer espacio en mi escritorio, dejo suavemente
el jarrón y me tomo un momento para apreciar el arreglo. Cada pétalo es
perfecto y el color es de un sutil tono rosado, que contrasta con el delicado
relleno verde como un helecho y el aliento de bebé blanco.
Mi mano tiembla cuando finalmente alcanzo el pequeño sobre metido
entre el tarjetero de plástico con forma de flor. Estoy ansiosa y emocionada
de leer el mensaje.
226 Mientras saco la tarjeta del sobre, mis ojos se dirigen a las rosas. Las
rosas rosas realmente no parecen su estilo, pero…
Mis pulmones se paralizan una vez que leo el mensaje en la tarjeta, e
internamente me regaño. ¿Qué diablos me pasa?
Hermosas flores para una hermosa dama en la que no puedo dejar de
pensar.
Lo pasamos genial el viernes. Espero volver a hacerlo pronto.
Wade
Nunca había recibido flores de un hombre, así que debería estar sobre
la luna en este momento. No debería sufrir una lanza de decepción porque
son de Wade.
Bajo la tarjeta en mi escritorio y dejo que mi barbilla se hunda en mi
pecho. La auto recriminación me inunda porque no hay una buena excusa
para lo que siento. Claramente soy una idiota.
Wade es alguien que probablemente me enviaría flores en varias
ocasiones: en mi cumpleaños, en nuestro aniversario o simplemente porque
estaba pensando en mí. No ha sido acusado de asesinato varias veces, y
ciertamente no es un líder de pandillas.
Por lo que escuché mientras estaba en el ascensor con otras personas,
solo desafía el protocolo porque le apasiona mucho su trabajo y pretende
hacer todo lo posible para hacer cumplir la ley y mantener a los demás a
salvo.
Aun así, por una fracción de segundo allí... esperaba que estas rosas
fueran de otro hombre.
Levantando la cabeza, inspiro una bocanada de aire antes de
murmurar bajo:
—Está bien, Georgia. Solo vuelve a calibrar. No has salido en una
eternidad, y se nota. —La frustración me atormenta porque debería estar
completamente enamorada de Wade.
Pero no lo estoy... y nunca se me ha dado bien fingir una mierda. De
todos modos, este fue un gesto considerado.

227 Me aclaro la garganta y paso suavemente la yema del dedo por un


pétalo de rosa. Su belleza lleva una leve sonrisa a mis labios.
—El primer hombre que me envía flores merece un apropiado
agradecimiento.
Alcanzo mi teléfono y busco el número de Wade. Se necesitan tres
timbres antes de que conteste.
—Hola, hermosa. —Su ronca voz llega a mis oídos, y el afecto que tiene
me tiene tambaleándome. Necesito manejar esto con cuidado y hacer lo
correcto y ser honesta con él.
—Oficial Henderson, acabo de recibir un hermoso jarrón de rosas
rosadas.
—Ah, me alegro de que te gusten. —La voz de otro hombre grita en el
fondo, y Wade rápidamente dice—: Espera un segundo.
Debe tapar el teléfono con la mano porque las voces suenan apagadas
antes de que vuelva a la línea.
—Lo lamento. Recibí una llamada por una disputa doméstica y el
detective Dallerride apareció en el lugar de al lado. —Baja la voz—. Los
vecinos están discutiendo sobre quién descubrió primero el cuerpo de su
otro vecino.
—Oh, caray. Eso suena interesante. —Luego me apresuro a decir—:
Lamento molestarte mientras trabajas, pero quería agradecerte por las
rosas. Son hermosas.
Su voz se vuelve ronca por el afecto.
—Georgia, nunca podrías molestarme. Y me alegro de que te gusten.
Además, tenemos que trabajar en la configuración de la cita dos.
Oh, mierda. Cada uno de mis instintos grita en protesta, provocando
que mi respuesta se atasque en mi garganta.
—De acuerdo. —Surge esas solas palabras, que suena más como una
pregunta que como un acuerdo.
Pasa un momento de silencio antes de que baje la voz.
—Eso sonó vacilante.

228 Es un tirador directo, y espero como el infierno que aprecie lo mismo


de mí.
Elijo mis palabras con cuidado.
—En total divulgación, deberías saber que hay alguien más… —Me
interrumpo porque diablos si sé cómo describirlo.
Ciertamente no puedo decir: “Hay un líder de pandilla que no puedo
sacar de mi mente. Sus besos son fuera de este mundo, lamió mi vagina hasta
el olvido y su pene no se parece a nada que haya experimentado. Y, oh sí,
definitivamente también ha asesinado gente”.
No. No sucederá.
Afortunadamente, Wade interviene:
—¿Te ha llevado a una cita?
Su pregunta me toma por sorpresa.
—No —respondo lentamente.
—¿Te ha enviado flores? —Una sonrisa tiñe su tono.
—No.
—Entonces eso significa que todavía estoy en la carrera.
Me estremezco, aliviada de que no pueda verme la cara. Es evidente
que, sin querer, debo haber activado algún instinto cavernícola dentro de él.
Wade murmura:
—Eres especial, Georgia. De lo contrario, no te estaría persiguiendo. —
Hay una brevísima pausa y la voz del detective suena de fondo antes de que
diga—: Tengo que irme. Que tengas un gran día, hermosa.
—Tú también. —Mis palabras salen tartamudeadas, ligeramente
aturdidas por toda su respuesta a mi revelación.
Dejo mi teléfono en mi escritorio y evalúo las flores una vez más. Puedo
elegir verlas de manera diferente. Verlas como una representación de la
posibilidad de algo normal.
Si hay una manera de apagar mi habilidad de forma permanente, si
puedo mantener mi voto de no volver a usarlo, tal vez podría deshacerme de
las oscuras manchas que dejó en mi alma.
Tiene que haber una manera. Tiene que haberla.
229
14
Georgia

N
o hay manera. Al menos no en el sentido actual.
La prueba está ante mí en la mesa de autopsias. Un
hombre unos años mayor que yo cuya vida acabó con la bala
que le atravesó la frente.
Según el informe, una nota de suicidio había acompañado su cuerpo,
pero el ángulo en que esta bala penetra en su cabeza no concuerda con esa
explicación ni con el informe presentado por el detective.
Esto fue asesinato, simple y llanamente.
Los reveladores tatuajes grabados en su oscura piel indican su
afiliación con The Scorpions. Incluso en la muerte, el tono de su piel es de
un atractivo tono marrón dorado mientras yace desnudo ahora que lo
preparé para la autopsia.
Mientras observo la completa longitud del hombre sobre la mesa, un
repentino escalofrío me recorre como si la temperatura hubiera bajado
repentinamente.
Un hormigueo en los dedos de mis manos y pies desencadena un

230 pánico que se despliega dentro de mí. ¿Qué demonios está pasando? Este
cuerpo está emitiendo una energía extraña...
Mientras mis ojos recorren al hombre, un temblor me recorre, sabiendo
que tendré que poner mis manos sobre él para completar esta autopsia.
—Respira, Georgia —susurro—. Sólo respira. —Exhalo un entrecortado
suspiro. Luego, con mano temblorosa, me dispongo a hundir el bisturí en
su carne, pero lo dejo rápidamente. Es como si una fuerza invisible me
obligara a hacerlo.
Si este hombre era importante para Bronson, tal vez pueda descubrir
alguna información sobre quién lo asesinó.
Pero lo volverías a hacer. Ya rompiste tu promesa una vez.
Dejé escapar un gemido frustrado mientras luchaba conmigo misma.
Pero posiblemente podría ayudar a Bronson... Con ese pensamiento
firmemente en mente, tomo aire y sostengo mi enguantada mano sobre el
cuerpo del hombre.
—¿Cómo…? —Me detengo antes de cambiar rápidamente mi pregunta
a—: ¿Quién te hizo esto?
No pasa nada durante un largo rato. El tictac del gran reloj montado
en la pared del fondo resuena en el silencio. Retiro lentamente mi mano y
prácticamente vacío mis pulmones con una respiración aliviada.
Recogiendo mi bisturí una vez más, me preparo para continuar con mi
tarea. Pero antes de que el afilado metal pueda hacer contacto con su carne,
su cuerpo da una violenta sacudida.
De naturaleza robótica, se dobla por la cintura, se sienta en mi mesa
de autopsias y un estremecimiento de cuerpo completo me recorre mientras
el miedo corre por mis venas.
Los ojos del hombre parpadean rápidamente antes de girar la cabeza
para mirarme. O al menos creo que me está mirando. Es difícil saberlo con
la opaca película que se adhiere a sus globos oculares.
Lo primero que sale de su boca es confuso e indescifrable. Todo lo que
puedo lograr es quedarme congelada en mi lugar, boquiabierta ante el
cadáver que devolví a la vida.
—Bronson hizo esto. —Murmura algo más que no puedo entender.
231 Luego repite—: Bronson hizo esto.
Sus palabras tienen mi sangre convirtiéndose en hielo sólido en mis
venas. ¿Bronson hizo esto?
Antes de que pueda plantear otra pregunta rápida, el hombre se mueve
hacia atrás y se deja caer sobre la mesa. Espero un largo momento, mi
respiración estalla en ásperos y entrecortados jadeos. Luego estiro la mano
y cierro suavemente sus párpados.
Bronson hizo esto. Bronson asesinó a alguien. No solo eso, mató a
alguien que evidentemente estaba en su pandilla.
Mis piernas y músculos tiemblan, esforzándose por mantenerme
erguida. Mierda. Siempre es así cuando revivo a alguien o algo. Me drena de
energía.
A menudo me pregunto si también me quita la vida.
De alguna manera, logré pasar la autopsia, aunque se necesita cada
gramo de fuerza de voluntad para mantenerme en pie. Mis manos todavía
tiemblan de forma intermitente, y tengo que hacer unas cuantas pausas
para estabilizarlas.
Una vez que finalmente termino, exhalo un fuerte y largo suspiro de
resignación. Porque, desde el principio, entendí que Bronson probablemente
era un asesino, independientemente del hecho de que nunca ha sido
acusado de ninguno de esos delitos. Pero esto es una bofetada en la cara
para mí.
Sirve como un recordatorio de que he tenido múltiples encuentros con
un asesino a sangre fría.
Más que eso, he comenzado a desarrollar un poco de debilidad por él.
Cerrando los ojos, dejo caer mi barbilla a mi pecho. Todo esto comenzó
porque no pude cumplir mi maldita promesa.
No tengo a nadie a quien culpar sino a mí misma.

Bronson
232 Mis dedos se contraen con la urgencia de alcanzar mi teléfono. Ha sido
así toda la mañana.
—¿Estás esperando una llamada importante?
Engancho mis ojos a los de ella. Hoy lleva un delantal con su nombre
bordado. Angela. El colorido pañuelo habitual está ajustado alrededor de su
cabeza con solo dos rizos cortos que intentan escapar cerca de sus sienes.
Nervioso por la frustración, paso una mano por mi cabello.
—No exactamente. Espero escuchar que uno de mis muchachos dio
con la mina de oro, pero aún no ha sucedido.
Saber que quienquiera que haya puesto a Red en peligro todavía está
ahí afuera ha mantenido mis músculos tensos como la mierda. Hago una
mierda, y en un cambio rápido. Esta no es la norma, y me frustra
muchísimo.
La idea de que esté lastimada o asustada hace que mi pecho se sienta
como si alguien hubiera estacionado un camión Mack en él. Lo que sí sé es
que quien esté detrás de esta mierda pagará. Me ocuparé de ello yo mismo.
Angela vuelve a llenar mi agua, sabiendo que no bebo más de dos tazas
de café. Sin embargo, por primera vez, tengo la tentación de pedir más
cafeína. Cristo, estoy jodidamente tentado a pedir una vía intravenosa
porque he estado trabajando casi toda la noche desde que dejé la casa de
Red el viernes por la noche tratando de llegar al fondo de las cosas.
Cuando mi teléfono se ilumina con una llamada entrante, apenas
reprimo las ganas de maldecir cuando el número en el identificador de
llamadas no es el que quería ver. Tengo los ojos puestos en Georgia, y
cuando él me llama significa que hubo algo que justifica una actualización.
Respondo rápidamente.
—Cortez.
Empieza de inmediato, su tono es bajo. Contrasta con el estruendo de
voces de fondo y el sonido de los teléfonos sonando.
—Hola, jefe. Solo quería darte una actualización sobre la señorita de la
morgue.
Aplasto mis labios por un momento para no sonar demasiado ansioso.
233 —¿Qué sucede?
—Recibió una entrega. Un ramo de rosas.
Doblo los dedos de mi mano libre en un apretado puño, cierro mis
muelas, ya sabiendo lo que dirá a continuación.
—Eran del oficial Henderson. No sé más que eso, pero quería que lo
supieras.
Hijo de puta.
—Le envió rosas, ¿eh?
—Sí, jefe. —Hay un rastro de incertidumbre en su voz. Probablemente
se esté preguntando cuál es mi interés con ella, pero no es asunto de nadie.
Es mejor que le deje pensar que es una amenaza de algún tipo. La
alternativa, si The Disciples o cualquier otro bastardo que me persigue a mí
y a este territorio se entera de que estoy jugando con ella, su seguridad se
convertirá en un riesgo mayor.
—Gracias, Dallerride. Lo aprecio.
No hay duda de la exhalación de alivio de su lado.
—Lo tienes, jefe.
Una vez que termina la llamada, tengo la tentación de tirar mi teléfono
al otro lado del restaurante.
Le envió jodidas rosas.
Wade Henderson no ha derramado sangre como yo. No ha hecho que
los hombres adultos se orinen cuando les da la primera y última advertencia
después de que la cagaron. No ha apretado el gatillo para enviar una bala
directamente al cerebro de alguien.
Todo eso hace que Henderson sea un mejor candidato para ella. Sigue
las reglas. Paga sus impuestos. Nunca se rompe los nudillos para
demostrarle algo a un hijo de puta que decidió maltratar a una mujer. Nunca
corta la garganta de un violador y deja que se desangre. Nunca castró a un
pedazo de mierda sin valor antes de dejarlo para que se ahorcara después
de aterrorizar a los niños y de robarles su infancia.
No, Henderson no es así en absoluto. No se ensucia las manos. Solo
234 esposa a la gente y llena el papeleo. Dejando que la burocracia y la política
hagan el resto.
Henderson podría hacer feliz a Georgia, darle la mierda de la valla
blanca, pero mi instinto me dice que eso no es lo que ella realmente quiere.
No tienes nada que hacer husmeando a su alrededor. Maldita sea esa
voz interior mía. Pero es la verdad. Tengo demasiados hierros en el fuego,
los asesinatos suceden uno tras otro y no tengo ni idea de quién lo está
haciendo.
Pero maldita sea si Red no me intriga muchísimo cada vez que estoy
cerca de ella. Nunca me había sentido tan retorcido por una mujer. Y, sí,
penetrarla desnuda había sido como tocar el cielo, pero había sido más que
eso.
Esa mujer besa con todo lo que tiene. No hace nada a medias. De todas
las cosas que desearía poder volver atrás y hacer más, sería besarla de
nuevo.
Me río oscuramente para mí mismo porque tal vez necesito que
Dallerride vuelva al teléfono para sacar un boletín para mis jodidas bolas,
ya que evidentemente las perdí.
Cuando Angela se desliza en el asiento frente a mí, reprimo un gemido
porque no es un buen augurio para mí.
Una pequeña sonrisa juega en sus labios y pasa el pulgar por el
bordado de su delantal.
—Sé que solo soy la dueña de un restaurante... —Sus oscuros ojos
tienen un brillo divertido—. Pero resulta que creo que una de las formas de
llegar al corazón de una mujer es mostrarle que puedes cuidarla.
Separo los labios, a punto de decirle que esto no tiene nada que ver con
el corazón de nadie, pero me interrumpe.
No es como si no me conociera ahora.
—Georgia no pudo ir de compras al supermercado como suele hacer
durante el fin de semana. —Sus facciones se oscurecen, la preocupación
bordea la mezcla—. Probablemente no tenga un almuerzo adecuado hoy y
tendrá que recurrir a ordenar.
Mi mente brinca porque si notó algo así, significa que Red tuvo un
235 efecto en más que solo en mí.
Aparte de eso, después de todo lo que pasó y de que su agenda fuera
cancelada, ahora está lidiando con las repercusiones de no almorzar.
Alcanzo la parte de atrás de mi cuello y agarro los tensos músculos allí.
Porque no tengo por qué preocuparme de si Georgia almuerza o no. No
debería importarme. No pudo alejarse de mí lo suficientemente rápido la
otra noche, así que probablemente no quiera tener algo que ver conmigo.
Incluso con ese conocimiento, no pude evitar dejarle esa nota.
Normalmente no soy un hijo de puta petulante, ansioso por decir la última
palabra, pero Red y yo tenemos asuntos pendientes, quiera admitirlo o no.
Arrastro una mano por mi cara con un suspiro.
—Tengo la sensación de que ya estás planeando algo.
Sus ojos se iluminan, una expresión complacida aparece en su rostro.
—Sé que no le importa desayunar en el almuerzo y que recientemente
se enamoró de mis famosas torrejas.
Henderson le envió rosas, pero eso no es lo que Red realmente necesita
hoy. Lo que necesita es alguien que la cuide y se encargue de que tenga un
almuerzo de verdad.
Quiero ser el que haga eso. Al diablo con eso, yo seré el elegido. Aunque
no tengo nada que hacer para insertarme más profundamente en su vida,
algo me insta a hacerlo.
—Bronson. —Alcanza la mano que tengo apoyada sobre la mesa y la
cubre con la suya—. Eres un buen hombre.
Sacudiendo la cabeza, resoplé burlonamente.
—Ahora realmente lo estás poniendo serio. —Nivelándola con una
oscura mirada, le recuerdo—: Tú y yo sabemos que no lo soy.
Retira su mano con un decepcionado suspiro.
—Tal vez no de la manera tradicional, pero eres un buen hombre en el
sentido poco convencional. —Hace un gesto a los ocupantes del
restaurante—. Solo pregúntale a cualquiera aquí.
No digo una palabra porque quiere ver lo mejor de mí, y nada cambiará
eso. Si saber la cantidad de personas a las que he matado o golpeado, la
236 gente de la que he huido para salvar a esta comunidad y protegerlos de ser
devorados vivos por la codicia corporativa no ha hecho que me vea mal,
entonces nada lo hará.
—¿Hablaste con tu abuela hoy? —Levanta las cejas—. Tal vez quieras
hablar con ella sobre tu Georgia.
Paso mis dedos por mi cabello, tirando fuerte. Mi Georgia. Maldita sea
si no me gusta el sonido de eso.
—Planeo pasar por allí esta noche.
Hace un gesto de aprobación.
—Bien.
Una vez que se levanta de su asiento, duda al final de la mesa como si
estuviera a punto de decir algo más, pero decide no hacerlo.
Cuando se gira para regresar al trabajo, las palabras se me escapan.
Honestamente, no estoy seguro de haberlas podido contener.
—¿Puedes empaquetarlas para llevar?
Se congela antes de girar la cabeza, y la sonrisa que se forma en su
boca me hace sentir como un niño otra vez. Los días en que me sentaba en
un taburete en el mostrador y me daba huevos y tostadas y me recordaba
que no me metiera en problemas.
Me guiña un ojo.
—Lo tienes, guapo.

Georgia
Estoy haciendo lo que nunca hago: estoy holgazaneando.
Es solo hasta que recupere mis fuerzas. Eso es lo que sigo diciéndome
mientras estoy sentada en la silla de mi escritorio, desplomada sobre la
mesa con la mejilla apoyada en un brazo mientras intento completar mi
papeleo.
Apesta no tener almuerzo. Para colmo, ni siquiera puedo hacer un
237 pedido de almuerzo para entrega. Es lo suficientemente agotador como para
escanear estos archivos y tocar algunas teclas en mi computadora para
imprimir la documentación necesaria y completarla hasta el final.
Peor aún es el reconocimiento de que sus voces nunca aparecen en mis
grabaciones de voz, independientemente del cadáver que me hable. He
reproducido mis notas de audio, segura de que me lo había perdido de
alguna manera. Pero cada vez, solo hay silencio.
Solo mi voz está grabada en cada una, lo que significa que no hay
pruebas para ofrecerle a Bronson, ni a nadie más.
Sin embargo, ha habido al menos una gracia salvadora en las últimas
horas, porque ningún otro cuerpo me ha llamado. Han permanecido
muertos... y en silencio.
Pero todavía estoy al límite. No sé qué diablos hacer. ¿Cómo se supone
que ignoraré a estas personas que me ruegan que se los diga a Bronson?
¿Las mismas personas que me dicen que fueron asesinadas por los
Scorpions?
¿Cómo diablos se supone que ignore al hombre que acaba de decirme
que Bronson lo asesinó?
Por encima de todo eso, ¿cómo se supone que me distanciaré de
Bronson cuando todo parece estar en mi contra?
Como para acentuar esa pregunta, el teléfono de mi oficina vuelve a
sonar a las once cuarenta y cinco. En el momento justo, mi estómago
interviene con su propio rugido fuerte y hambriento. Se necesita todo mi
esfuerzo llegar y contestar el teléfono de mi oficina.
Es Leslie otra vez, y comienza de inmediato.
—Bueno, cariño, quienquiera que sea este hombre afortunado, está
decidido a caer en tu favor.
Mi pregunta es tentativa.
—¿Más flores?
Se ríe.
—Oh, no. Aun mejor. Y Paul dijo que lo dejaría ya que se dirige a una
cita para almorzar.
238 ¿Paul tiene una cita para almorzar? Eso es emocionante. Egoístamente,
espero que eso lo ayude a finalmente quitar su atención de mí.
Leslie continúa con un tono jovial:
—Le pedí que se apresurara antes de que cualquiera de estos paganos
lo robara.
Arrugo la frente. ¿Qué diablos podría ser?
—Está bien, gracias, Leslie.
En el instante en que escucho el revelador pitido de una placa que se
desliza para ingresar a la morgue, apoyo mis débiles antebrazos sobre la
mesa y me empujo en mi asiento.
—Estoy en mi oficina —grito.
Un momento después, entra con una gran bolsa de plástico que emite
el olor más delicioso.
Paul me saluda con una sonrisa.
—Esto fue entregado para ti. —Lo deja en el asiento de la silla a mi lado
ya que mi mesa está cubierta de montones de archivos.
—Gracias por bajarlo.
—Bonitas flores. —El tono de Paul dice lo contrario, sin embargo,
cáustico y cargado de desaprobación. Si eso no fuera lo suficientemente
obvio, es evidente en la forma en que las ve como si hubieran cometido una
ofensa atroz.
Abruptamente, da un paso atrás y mete una mano en su bolsillo.
—No puedo quedarme y comer contigo porque me encontraré con
alguien para almorzar.
Su expresión es esperanzadora, pero tengo la impresión de que espera
provocar una reacción en mí. Que proteste, aunque honestamente preferiría
comer sola. Es mi norma, después de todo.
—Disfruta tu almuerzo. —Ofrezco lo que espero sea una brillante
sonrisa, pero la suya se endurece un poco en respuesta.

239 Mierda. Muy incómodo. Especialmente cuando se demora cerca de la


puerta de la oficina.
—Bueno, tengo que volver al trabajo. —Hago un gesto a mi
computadora y archivos delante de mí.
—Seguro, seguro. Ten uno bueno. —Se da la vuelta, sus pasos son más
pesados, al borde de pisar fuerte mientras sale de la morgue.
Cierro los ojos en el instante en que la puerta se cierra detrás de él,
instalándome en el silencio una vez más.
Intentando dejar atrás la incómoda interacción, me concentro en el
delicioso aroma que sale de la bolsa. Lo que sea que haya dentro me evita
tener que pedir un sándwich, así que estoy agradecida.
Aunque me inquieta saber que Wade me está mimando con flores y
ahora con el almuerzo. Se siente como demasiado. No es que sea
desagradecida. Es solo...
Que es del hombre equivocado.
El pensamiento chamusca mi cerebro con el poder de un relámpago
golpeando la tierra. Rápido e impactante. Inesperado y dejando su propia
marca duradera.
Mierda. ¿Qué demonios es lo que me pasa? Intento desalojar el
descarriado pensamiento y despejar con cuidado un poco de espacio en mi
mesa. Poniendo la bolsa frente a mí, me detengo a medio alcance para sacar
el contenido. Porque, por una fracción de segundo, mi mente recuerda el día
que me dieron el sándwich con la cabeza de rata.
Concedido, esto no huele a nada de eso. De hecho, no detecto rastros
de nada que huela remotamente a podrido.
Saco el recipiente de espuma de poliestireno y lo pongo sobre la mesa
antes de mirar en el fondo de la bolsa de plástico blanca. Allí yace un gran
fajo de servilletas junto con utensilios de plástico. Tomando algunas
servilletas de la pila primero, agarro los utensilios antes de levantar la tapa
del recipiente para descubrir el contenido.
Parpadeo un par de veces mientras la sorpresa me deja inmóvil. Santa
mierda.
240 Esto definitivamente no es de Wade.

Georgia
Esto es exactamente lo que tuve la última vez que me senté en el
restaurante casi vacío y Angela me había atendido. ¿Recordaba dónde
trabajaba?
En el instante en que la pregunta pasa por mi mente, pongo los ojos en
blanco. Se ha vuelto evidente que todos los afiliados a The Scorpions están
al tanto de cualquier detalle sobre mí.
Mi celular vibra, avisándome de un mensaje de texto desde donde está
en el escritorio detrás de mí. Tomo aire y obligo a mis músculos aún
agotados a reunir la fuerza para extender la mano y agarrarlo.
Todo el oxígeno sale de mis pulmones en el instante en que veo de quién
es el texto.
SEÑOR PANDILLERO: Disfruta tus torrejas.
Mi estómago se revuelve. ¿Él hizo esto? Una cinta de calidez se
despliega dentro de mí, pero es sofocada por su siguiente mensaje.
SEÑOR PANDILLERO: No te metas en problemas, Red.
Por supuesto, solo tenía que ir y arruinarlo. Antes de darme cuenta, mi
pulgar presiona el botón de llamada y levanto el teléfono a mi oreja.
Contesta después de un timbre, pero antes de que pueda decir una
palabra, mis palabras son apresuradas y están empapadas de sarcasmo.
—¿En serio? Si me hubieran dado una encuesta después del primer
mensaje, te habría dado cinco estrellas. Pero luego tuviste que ir y arruinarlo
con —profundo mi voz para imitarlo—, “no te metas en problemas, Red”. —
Volviendo a mi voz normal, resoplo—. Cero estrellas en eso, amigo. Cero.
El silencio saluda a mi pequeña diatriba, y es suficiente para que mi
conciencia me moleste por no ser lo suficientemente cortés como para al
menos agradecerle mi almuerzo.
241 Tomo una respiración profunda antes de exhalar bruscamente.
—Independientemente, quiero agradecerte por enviarme el almuerzo.
Eso fue... muy considerado de tu parte.
Su voz tiene un toque de aspereza que baila sobre mi piel.
—¿Lo estás disfrutando?
—Todavía no he empezado a comer. Pero gracias. —Mis palabras son
tan dolorosamente forzadas que me estremezco y dejo caer la cabeza.
¿Podría ser más incómodo?
Su tono es apagado mientras que sus palabras emergen forzadas.
—No estaba tratando de ser arrogante con ese otro mensaje. —Hace
una pausa—. Solo... quiero que estés a salvo.
La sospecha se apodera de mí y frunzo el ceño. ¿Por qué de repente se
preocupa por mí?
—Quieres que esté a salvo. —Repito eso lentamente, y no hay error en
la duda cargada en mi voz—. Me disculparás si no lo creo después de
nuestras interacciones anteriores. —Sin incluir lo que pasó en la mesa de
mi cocina, por supuesto.
No vayas allí, Georgia.
Deja escapar un profundo suspiro y murmura:
—Joder —bajo—. Mira, Red. No soy bueno en este tipo de cosas. No soy
un maldito caballero…
—¿Qué? —Lo interrumpo con un dramático jadeo—. Noooo. Estoy
sorprendida.
—Georgia. —Prácticamente gruñe mi nombre, pero eso no es lo que me
tiene completamente quieta.
—Nunca me has llamado por mi nombre antes.
Deja escapar un exasperado suspiro.
—Claro, lo he hecho.
—Nooo, no, no lo has hecho. Siempre me llamas Red.
Se aclara la garganta después de un momento de vacilación.
—¿Quieres que deje de llamarte así?
242 Una sorprendida risa brota libre.
—Después de todo este tiempo… —¿Por qué no digo que sí? Me estoy
ablandando con el maldito líder de una pandilla. Esto no está bien. Aun así,
me encuentro admitiendo—. No. No estoy diciendo eso.
Mierda. Apresuradamente, dejo escapar:
—Esto es raro.
Su tono se agudiza.
—¿Cómo es raro?
—No volviste exactamente ni incluso llamaste después de que… —
Cierro la boca para detener el exceso de palabras vomitadas mientras me
estremezco por lo mucho que revelé sin darme cuenta.
El silencio saluda mis palabras.
—¿Después de que nosotros qué? —Su voz se profundiza, el tono
cambia a uno de terciopelo suave—. ¿Después de que tuvimos sexo?
Si lo hubiera entregado de otra manera, me habría enviado al extremo
más alto del espectro de ira y de actitud defensiva. Sin embargo, por la forma
en que acaba de hablar, sus palabras se doblan cómodamente a mi
alrededor como la caricia de un amante.
Pero no puedo dejar que él o su astuta voz me distraigan, por lo que
simplemente respondo:
—Sí.
Hay un milisegundo de pausa.
—Querías que te persiguiera. —Declara eso como un hecho en lugar de
una pregunta.
—No —espeto—. Eso no es lo que dije.
—Pero es lo que querías. —Su tono es suave—. Querías que volviera
por más. —Antes de que tenga tiempo de negarlo, agrega—: Después de que
te escapaste de mí con mi semen todavía goteando de tu fina vagina.
Respiro hondo ante sus crudas palabras. Pero simplemente continúa.
—Querías que te persiguiera.
243 Crece la indignación dentro de mí.
—No.
La desesperación por cambiar de tema es sofocante, y entrego mis
preguntas con un agudo y helado desafío.
—¿Estás tratando de sobornarme o algo así? ¿De eso se trata este
almuerzo? Para... no sé... dejarte en paz ahora que hemos... ya sabes. ¿O
dejar de molestarte si me encuentro con otros cuerpos que de alguna
manera están vinculados a tu pandilla?
—No. —Su frustración es tangible incluso a través del teléfono—. Joder,
no.
La desconfianza me inunda, especialmente después del cuerpo que me
habló antes.
—Mira, tuve un cuerpo aquí hoy y… —Solo de pensarlo me hace
estremecerme de inquietud. Fortalezco mi columna y me obligo a
continuar—. José Calamanca. El informe decía que se había suicidado.
Un gélido silencio saluda mis palabras, y es como si el escalofrío
realmente se extendiera por el teléfono, desbordándose por cada centímetro
de mi cuerpo.
Sigo.
—Él... él dijo que lo mataste. —Trago con dificultad el nudo cada vez
más apretado en mi garganta—. Fuiste tú quien le disparó en la cabeza.
El sonido del tráfico irrumpe de repente en el fondo, mezclándose con
rápidos y pesados pasos. Me pregunto dónde está y qué está haciendo. Dios,
¿y si va a matar a alguien más?
—Sí, Red. Yo lo hice. —Glacial. Esa es la única manera de describir su
tono—. Y no me arrepiento de nada.
Le murmura a alguien antes de que suenen pasos rápidos, como si
estuviera subiendo escaleras.
Clavo mi tenedor en las torrejas con más fuerza de la necesaria y
murmuro:
—Sí, eso está muy claro, amigo.
244 Me metí en la boca algo más que una ración para una dama, y casi
gimo cuando el sabor inunda mi lengua. Dios, esto es tan bueno que casi
puedo pretender que un asesino no me lo entregó.
Bronson deja escapar un gruñido bajo que suena frustrado y murmura:
“Red...” un instante antes de que escuche que se abre la puerta de la
morgue.
Me sacudo en mi asiento, ahogándome un poco mientras trago mi
comida, y me pregunto quién diablos está entrando. Paul se fue a almorzar,
Rowan no debe venir hoy y no es viernes, así que no es el doctor Jensen.
Esta persona, sin embargo, no se anuncia. Pasos firmes y confiados se
acercan a un ritmo rápido.
No puede ser posible…
Cuando su alta figura se cierne en la puerta de mi oficina, respiro
hondo. ¿Cómo diablos está aquí?
Entrando a grandes zancadas, me aprieta, plantando una mano en la
mesa y la otra en el respaldo de mi silla.
—Pensé que podrías ser diferente, Red. Que no eras como las demás.
Pero lo eres, ¿no? —Sus labios se curvan ligeramente en una mueca—. Estás
esperando a un maldito caballero con una brillante armadura.
Se inclina más cerca, el aire amenazante es espeso y empalagoso.
—La cuestión es que un caballero con una brillante armadura es un
maldito inútil. ¿Sabes por qué?
En este instante, es a la vez fascinante y absolutamente aterrador. Solo
puedo sacudir la cabeza en respuesta.
—Es porque nunca han visto una batalla. Es por eso que su armadura
está limpia y brillante. —Esas oscuras cejas se levantan ferozmente, el
pliegue entre ellas se vuelve más pronunciado—. No saben lo que es
experimentar el infierno de la guerra. Sacrificar. Arriesgarlo todo.
—¿Qué hizo? —Trago, tratando de calmar mi garganta completamente
seca de alguna manera—. ¿Qué hizo José?
Su sonrisa siniestra envía escalofríos de temor rodando a través de mí.

245 —Intentó joderme. Intenté joder a mi gente porque era un vendido.


—¿No podrías simplemente darle una advertencia? —En el momento
en que expresé mi pregunta, me estremecí internamente por lo infantil que
suena.
Su sonrisa desaparece en un instante. Cuando sus ojos se estrechan
sobre mí con una concentración tan intensa, es como si me estuvieran
desollando hasta los huesos.
—No estoy dirigiendo a los malditos Boy Scouts, Red. No puedo darme
el lujo de darles segundas oportunidades a los traidores. Tengo demasiado
en juego.
Intento conciliar todas las facetas de este hombre, pero es como si me
atrapara un alud de lodo. Estoy tratando de abrirme camino hacia arriba y
hacia afuera solo para seguir deslizándome hacia abajo.
Asesinó gente. Recientemente asesinó a José.
Hizo que la gente vigilara mi casa y arreglara mi auto cuando había
estado absolutamente aterrorizada más allá de lo creíble.
Me dejó aventurarme en el territorio de su pandilla varias veces e
incluso me mostró el mercado.
Me besó y me hizo sentir más viva que nunca. Cuando su cuerpo se
fusionó con el mío, fue como si marcara mi carne con la suya.
Y hoy, sabía que no tenía almuerzo y se aseguró de que no pasara
hambre.
Me estremezco, cierro los ojos mientras mi cerebro es asaltado por todo
lo que sé y lo que he experimentado relacionado con Bronson.
¿Alguna vez he tenido a un caballero de brillante armadura? Incluso Roy
no era así. Era duro en los bordes, nunca endulzó una sola palabra, pero
me rescató de muchas maneras.
Las palabras de Bronson se reproducen en mi cabeza mientras digiero
todo lo que reveló.
“Un caballero con una brillante armadura es un maldito inútil”.
“... porque nunca han visto una batalla”.
“No saben lo que es experimentar el infierno de la guerra. Sacrificar.
246 Arriesgarlo todo”.
Pero Bronson no sabe que he experimentado una marca única de
infierno antes.
15
Georgia

L
a tensión se siente entre nosotros como una banda elástica a
punto de romperse. Él se endereza, y todavía no sé qué hacer con
la instantánea pérdida que me bombardea cuando se aleja.
Sus ojos se fijan en la vista de las rosas, y sus facciones se nublan.
Casi me siento mal por las flores cuando las ve con dagas y murmura:
—Malditas rosas. —Tengo la clara impresión de que el mero hecho de
que otro hombre me haya dado flores le está carcomiendo las entrañas.
Bronson corta su mirada hacia mí, pero duda como si estuviera
eligiendo sus palabras con cuidado.
—Mira… —Se pasa una mano por el cabello, alborotándolo más de su
estado normalmente despeinado—. No tengo citas. Sí, he tenido sexo con
mujeres, pero eso es todo lo que ha sido. —Presiona sus labios en una
delgada línea, sus ojos clavados en los míos como si quisiera que lo
entendiera—. Pero nunca me había excitado tanto con una mujer que me
hubiera olvidado de la protección.
Sus palabras permanecen entre nosotros. Las dejó ahí, pero todavía no
estoy lista para reclamarlas. Ni dispuesta a reconocer que lo que pasó entre
247 nosotros fue más. Es demasiado aterrador.
—No confío en la gente. Y los únicos en los que confío demostraron su
valía. —Me sostiene la mirada sin pestañear—. No te lo endulzaré, no soy
un buen hombre, Red. Pero hago algunas cosas buenas. Protejo a mi gente
y arriesgo mi vida por ellos. Y ellos son leales a cambio.
Pienso en la gente del mercado y en cómo lo miraban. Recuerdo el área
por la que conduje y lo bien cuidado que está todo, desde las carreteras sin
baches hasta el césped bien cuidado y los prolijos escaparates y el mercado
de agricultores en la costa.
Va en contra de todos los estereotipados pensamientos que he tenido
sobre las pandillas y sus áreas.
—Nunca me he encontrado con una mujer que pensara que podría
entender por qué hago lo que hago. —Sus labios se aplanan—. Quien podría
entender por qué tuve que convertirme en el monstruo en el que me convertí.
Bronson se queda callado, como si me diera tiempo para procesar lo
que divulgó. Su implicación.
Pasa un latido antes de darle voz a mi propia confesión, mis palabras
son susurradas suavemente.
—No estoy segura de ser el tipo de mujer que quieres.
Pero lo que realmente quiero decir es, una vez que sepas mi secreto, no
querrás tener nada que ver conmigo. Porque soy más monstruo de lo que tú
podrías ser.
—Puede que no estés segura. —El calor brilla en sus ojos, eliminando
algo de la tristeza. Se me corta el aliento por la confianza en sus palabras—
. Pero ¿Red? Debes saber que cuando hago algo malo, siempre hay un
propósito detrás.
Hay una breve pausa.
—Ahora, ¿por qué no comes tu almuerzo? —Se pasa la mano por la
oscura barba con un movimiento que casi parece nervioso—. Solo en caso
de que no haya dado en el clavo.
Una sorprendida risa se derrama libremente.
—¿Qué planeas hacer si ese es el caso? ¿Hacer que te entreguen un
248 almuerzo diferente?
—Si eso es lo que se necesita.
Mi boca se cierra de golpe, y la sorpresa reverbera a través de mí, todo
el oxígeno se escapa de mis pulmones. Porque, Dios, ha pasado tanto tiempo
desde que tuve a alguien que realmente quisiera cuidarme. Nadie lo ha
hecho desde Roy.
Y ahora, este hombre, este complejo hombre parado frente a mí, está
intentándolo... a su manera.
Pero quiere hacer eso por la Georgia que cree conocer. La mujer que
trabaja en una morgue y no tiene miedo de enfrentarse cara a cara con él
cuando su arrogancia necesita ser controlada.
No la mujer que tiene muertos hablando con ella. No el monstruo que
tiene la capacidad de devolverle la vida a los muertos.
Obligo a mis pulmones a funcionar correctamente porque por una
fracción de segundo anhelo divulgarle todo. No tener secretos entre
nosotros. Pero no puedo.
Dicen que la historia se repetirá si no se aprendes del pasado. Si hay
algo que he aprendido de mi pasado, es que nadie que haya conocido la
verdad sobre mí puede aceptarme. Quererme. Verme como alguien normal.
Con mi silencio, engancha su pie alrededor de la pata de la otra silla y
tira de ella antes de sentarse. Envuelve su mano alrededor de mi muñeca,
su pulgar recorre mi punto de pulso en un movimiento de barrido.
Mi pecho sube y baja con mi dificultosa respiración, y no me atrevo a
verlo. Su pulgar se mueve a lo largo del interior de mi muñeca en
movimientos metódicos de barrido que son extrañamente relajantes.
—Mírame. —Su ronca orden puede poseer su tono acerado habitual,
pero entrelazada en ella está la ternura más elemental. Como si de alguna
manera estuviera al tanto del tormento dentro de mí.
Levanto los ojos, encontrándome con su mirada marrón y dorada. Su
boca se aplana cuando lanza otra mirada al jarrón en mi escritorio antes de
volver a concentrarse en mí.

249 —¿Te gusta el policía?


Dejo escapar un suspiro y levanto una ceja ante su negativa a decir el
nombre de Wade.
—¿Por qué tengo la sensación de que sabes exactamente cuál es su
nombre?
Ese músculo en su mejilla se contrae.
—No respondiste a mi pregunta.
Estoy segura de que mi respuesta honesta lo enojará, pero me niego a
mentirle en la cara.
—Sí. Sí. Wade es un buen tipo.
Hace un sonido burlón con la garganta. Me eriza la mirada que me da
porque me da la impresión de que piensa que me conoce mejor que yo
misma.
—No, Red. Verás, tú no quieres a un buen chico. —Su sonrisa bordea
la presunción con un toque de desafío—. Ambos sabemos que ni siquiera
serías capaz de tolerar a uno por mucho tiempo.
Levanto mi barbilla desafiante.
—¿Cómo te lo imaginaste?
—Porque sé que los buenos muchachos, esos pequeños muchachos de
soya que beben café con chispas y crema batida, los que mean sentados, no
sabrían qué hacer contigo.
Su evaluadora mirada sostiene un calor apenas acumulado mientras
me recorre.
—Tienes una voluntad, una mente y un cuerpo fuertes. Manejas tu
propia mierda. —Nunca rompe el contacto visual, su tono está impregnado
de lo que parece orgullo—. Se enojaría si supiera que viniste a buscarme de
la forma en que lo hiciste.
De repente, me doy cuenta de que no está hablando de forma ambigua,
sino que se refiere específicamente a Wade. No puedo negar que
probablemente tenga razón en su suposición, pero ciertamente no planeo
admitirle tanto. Solo alimentaría su arrogancia. Aparte de eso, sin embargo,
su evaluación se repite en mi cabeza.
250 “Tienes una voluntad, una mente y un cuerpo fuertes. Manejas tu propia
mierda”. Las elogiosas palabras de Bronson me dejan un poco fuera de lugar
y luchando por cambiar la conversación a un tema más seguro.
—Eso difícilmente sirve como indicación de que un buen tipo…
—No había terminado. —Su voz puede ser tranquila, pero los acerados
matices dan la impresión de que tiene algo que demostrar—. Un buen tipo
no sabrá cuándo dejarte tomar la iniciativa y cuándo tomar el control. No
sabría cómo mostrarte lo increíble que eres.
Sus ojos parpadean.
—No sabría que tener su boca sobre ti y que estar enterrados
profundamente en tu vagina es un maldito regalo.
Tirando de mí hacia él, desliza su otra mano a mi nuca, juntando
nuestras caras. Nariz con nariz, su mentolado aliento lava mi piel. Me
estremezco, y sus ojos se iluminan con satisfacción.
—Si deslizara mis dedos dentro de ti ahora mismo, los empaparías. Por
eso sé que no quieres a un buen chico —murmura.
—Te equivocas. —No puedo evitar gritar, algo en mí quiere pincharlo.
Derribarlo de su arrogancia, lo sé mejor que un trono—. Quiero a un buen
chico.
—¿Sí? —Hay un borde duro en su voz que envía inquietud de puntillas
a lo largo de mi columna—. Yo puedo ser agradable.
Pasa sus labios sobre los míos en una caricia mínima, y sé que cuando
dice la palabra agradable, su significado difiere mucho del mío.
—Puedo ser muy agradable.

Bronson
“Quiero a un buen chico”.
Como la mierda que lo hace. Me desea a mí. Simplemente no se da
cuenta todavía.
251 Deslizo mi otra mano para tomar un lado de su rostro.
—Creo que tienes miedo de admitir lo que realmente quieres.
Esos ojos verdes brillan con feroz indignación, y joder si no me encanta.
Su mandíbula se tensa bajo mi mano.
—¿Y de repente eres experto en lo que quiero?
—No. —La sorpresa parpadea en su mirada ante mi respuesta—. Creo
que aún no te has dado cuenta de que lo que necesitas es diferente a lo que
crees que quieres.
El sarcasmo ilumina su voz.
—¿Ah, de verdad? ¿Y qué es lo que necesito?
Sin pensarlo, tiro de ella hacia mi regazo. Un temblor sacude todo su
cuerpo y se agarra débilmente a mis hombros para mantener el equilibrio.
Pero no se da cuenta de que nunca la dejaría caer. Algo acerca de esta
mujer saca a relucir un sentido de protección rebelde. La sostengo con
fuerza contra mí, sus piernas flanqueando las mías.
—Tienes la costumbre de maltratarme —se queja con un resoplido.
Pero me doy cuenta de que no hace ningún esfuerzo por volver a su silla.
Me gustaría creer que se queda donde está porque quiere, porque dudo
que alguien pueda obligar a esta mujer a hacer algo que no quiera.
Juego con el extremo de su larga cola de caballo que se desliza sobre
su hombro. Cuando paso la punta de mi dedo por los sedosos hilos, rozando
la tela de su camisa, se estremece.
—Eres la única mujer que he conocido que no actúa como si estuvieras
cagándote de miedo de mí. —Eres la única mujer que no me trata como a un
monstruo.
Todos los demás me consideran una especie de salvador o de deidad.
Por lo general, hay asombro o reverencia combinados con una buena dosis
de miedo. Porque saben de lo que soy capaz.
Siempre hay algunos que evitan mirarme directamente... por miedo a
manchar su alma o alguna mierda.
Su risa es seca.
—Te tengo miedo. Eres un hombre completamente aterrador.
252 No es ni remotamente convincente.
—No estoy seguro de cómo me perdí eso —dije inexpresivo. Bajando la
cabeza, muevo mis labios contra los de ella—. Seguro que no me tuviste
miedo en tu cocina el viernes por la noche.
Se le entrecorta la respiración. Pero al instante siguiente, se mueve
hacia atrás con una expresión atormentada en el rostro. Estudia el cuello
de mi camisa abotonada como si fuera a probarla más tarde.
Su voz es sombría, pero el dolor atado en ella actúa como un puñetazo
en el estómago por parte de un boxeador de peso pesado.
—Te lo dije antes. Cuando una persona se enfrenta a la muerte una
vez, el miedo a la muerte pierde su potencia. —Hay una breve pausa antes
de que murmure con voz apenas audible—: Es por eso que parece que no te
tengo miedo.
No recuerdo la última vez que tuve tanta dificultad para formar una
respuesta. Finalmente, simplemente decido ir con una veraz.
—Cuando te enfrentas a la muerte, pones las cosas en perspectiva.
Joder si lo sé, he visto a la muerte a la cara innumerables veces. Soy
demasiado obstinado como para dejar que me golpee antes que yo.
—Me gustas, Red. —Mi voz es un poco áspera, y maldición si no me
siento como un maldito adolescente diciendo esa mierda.
Parpadeos de sorpresa en esos ojos verdes.
—¿Lo hago?
—Sí. —Frunzo el ceño porque nunca me ha intrigado tanto una mujer.
Deja escapar un breve estallido de risa, con el ceño fruncido por la
confusión.
—Obviamente no quieres gustarme. —Con un suspiro, me palmea el
hombro apaciguadoramente. Pero me doy cuenta de que es fanfarronada por
la forma en que su mano se demora y alisa una invisible arruga de mi
camisa—. Está bien porque tampoco estoy muy segura de ti.
Retrocedo.
—¿De qué no estás segura?
253 Se recuesta, apoyándose contra la mesa. Incluso poniendo ese pequeño
espacio entre nosotros me pone los pelos de punta. Mi cuerpo
instintivamente la quiere cerca, más cerca.
Sus ojos se apartan de los míos para centrarse de nuevo en el cuello de
mi camisa. Juega con el borde, su voz suave y sutil.
—Tú solo... me inquietas.
Una áspera risa retumba en mi garganta.
—Sí, bueno, únete al club.
Esos expresivos ojos saltan a los míos, la vulnerabilidad acecha en las
profundidades.
—Me haces olvidar por qué esto es una mala idea —susurra.
Sujetando su cabello alrededor de mi puño, la acerco más y rozo mis
labios sobre los suyos.
—Igual, Red. —Su brusca inhalación me insta a continuar, y deposito
un ligero beso en una comisura de sus labios—. Igual. —Beso la otra
esquina—. Y antes de que preguntes, no, no es solo por lo que pasó en tu
cocina.
Una oleada de posesividad me insta a tomar su boca, pero una pequeña
voz en el fondo de mi mente me dice que sea amable. Entonces, muerdo sus
labios y siento que se relaja contra mí. Puede que proteste, pero su cuerpo
sabe lo que quiere.
A mí.
De repente, se pone rígida y se aleja un poco. No me mira a los ojos,
pero ese pulso en su cuello se vuelve loco.
—Ni siquiera te conozco realmente.
Arrugo la frente.
—Ya sabes como soy. Sabes todo lo que importa. —Con mis dedos
debajo de su barbilla, la insto a encontrar mi mirada. La confusión se
arremolina en sus ojos, sirviendo como precursor de lo que sale de su boca
a continuación.
—Ni siquiera sé cuántos años tienes, tu fecha de nacimiento o tu color
254 favorito. —Se apresura, sus palabras se mezclan como si estuviera tratando
de decirlo todo de una sola vez—. No sé si eres cercano a tus padres, si
tienes hermanos o si ves golf los domingos solo porque te ayuda a dormir la
siesta como ruido de fondo o…
Cedo al impulso de besarla, no solo para detenerla, sino porque ver su
hermoso rostro contraído por la preocupación me molesta muchísimo.
Está sin aliento una vez que saco mis labios de los suyos, una expresión
aturdida se encuentra en sus rasgos. Entonces respondo rápidamente
mientras todavía está bajo el efecto de mi beso.
—Tengo treinta y nueve años y mi cumpleaños es el once de junio. Mi
color favorito solía ser el azul, pero recientemente me di cuenta de que soy
bastante parcial al verde. Soy cercano a mi mamá y a mi abuela, pero mi
papá pedazo de mierda se fue hace mucho tiempo. Soy hijo único y no veo
golf porque —no puedo reprimir una mirada de disgusto—, es jodidamente
aburrido.
Hace un sonido que es mitad sorpresa, mitad risa. Pareciendo tanto
abrumada como insegura, parpadea con esas pestañas rojizas.
—Vaya. De acuerdo.
—Una cosa más.
La precaución colorea su expresión.
—¿Qué?
A la mierda la vulnerabilidad. Solo lo diré.
—No puedo dejar de pensar en ti.

Georgia
Mi mente se acelera para procesar todo lo que acaba de revelar.
“No puedo dejar de pensar en ti”.
Su confesión final hace que mi estómago dé múltiples vueltas, y me
esfuerzo por concentrarme en los detalles anteriores que reveló. Porque
255 saber que este hombre, este criminal, no puede dejar de pensar en mí
combina oleadas de satisfacción femenina y nerviosismo atravesándome.
—Eres, um, diez años mayor que yo —le espeto.
Me mira con ojos entrecerrados en un gruñido bajo.
—Un hombre menor sería aplastado por eso, Red. —Inclina la cabeza
más cerca, su voz profunda y ronca—. Si te preocupa mi virilidad, me
gustaría recordarte el viernes por la noche.
Una sorprendida bocanada de risa sube por mi garganta.
—Típico hombre.
—No. No soy típico en absoluto, y lo sabes. —Su ronco tono envía
escalofríos a través de mí, haciéndome muy consciente de que estoy sentada
en su regazo, con las piernas a horcajadas sobre las suyas.
Firme en el ápice de mis muslos, su pene hace notar su presencia
incluso debajo de la mezclilla de sus vaqueros y a través de mis pantalones.
Me moja y me pregunto si se sentiría tan bien dentro de mí como antes.
—No puedes estar mirándome así, Red —dice con un gruñido bajo.
Mi voz está sin aliento.
—¿Cómo?
—Como si no te importara si entierro mi pene entre tus piernas ahora
mismo. —Su pecho sube y baja con una pesada respiración—. Como si
estuvieras recordando lo jodidamente bien que se sintió correrse por todas
partes de mí.
Se endurece aún más debajo de mí. Sus ojos se vuelven ahumados,
sirviendo como testimonio de mi efecto en él. Me emociona que yo, Georgia
Danvers, pueda afectar a este hombre de una manera tan visceral.
La conciencia se abre paso, haciéndome darme cuenta de que ya
recuperé mi fuerza. Mis músculos ya no se sienten pesados. Esto nunca ha
sucedido tan rápido antes. Es casi como si tocar a Bronson de alguna
manera me devolviera la fuerza. Es... extraño e inquietante. No sé qué hacer
con eso. Demonios, no sé qué hacer con él.
Exhalo lentamente, nerviosa por la necesidad de reafirmar los límites.
—Mira, no me conoces. Puedes pensar que lo haces, pero no es así.
256 Realmente no.
Sus ojos adquieren un brillo decidido.
—¿No crees que te conozco?
Una mitad exhalación, mitad risa se derrama libremente.
—Sé que no lo haces.
Porque si lo hiciera, no me estaría tocando. Lo más probable es que ni
siquiera querría estar cerca de mí.
—Sé que desapareciste de Texas antes de cumplir dieciocho años. Los
feriantes con los que estuviste cancelaron tus actos. Luego apareciste aquí
un poco después de eso.
Lo veo con asombro y consternación de que haya desenterrado tanta
información. Los feriantes son un grupo apretado por naturaleza. No les
gustan los forasteros. Pero aquellos con los que viajaba, los imbéciles con
los que salía mi excusa de mierda de madre, habrían vendido a su
primogénito por veinte dólares, fácil.
Continúa, su voz ronca baja como si me estuviera contando secretos
en lugar de recapitular mi lamentable excusa por una vida.
—No pude precisar exactamente dónde sucedió, pero terminaste
cruzando tu camino con Roy Freeman.
Ladea la cabeza hacia un lado, la curiosidad graba sus rasgos.
—La gente se preguntaba qué estaba haciendo, acogiendo a una joven
blanca. Porque ese viejo negro era tan cascarrabias como terco. Pero resulta
que no estaba haciendo nada jodido. Te había acogido como si te hubiera
adoptado. La gente vio que realmente se preocupaba por ti.
Y yo me preocupaba por él. Lo quería de una manera que nunca antes
había querido a otro ser humano.
Todo lo que Bronson ha transmitido es cierto. Aun así, mi respiración
se ralentiza mientras el temor se acumula en mi estómago, preguntándome
cuánto más descubrió.
—Terminaste con todo su dinero. Cada centavo que había ahorrado. Su
257 tierra. Su casa.
Esos ojos de color único se estrechan sobre mí, y desearía tener la
fuerza para apartar mi mirada de la suya. Pero es inútil, sus ojos sostienen
los míos como un rayo tractor.
—Donaste un montón de ese dinero a la organización sin fines de lucro
para fugitivos. Nunca vendiste la propiedad. Lo único que hiciste fue hacer
que sacaran ese remolque de mierda de doble ancho en el que vivía, pero
incluso eso fue una directiva en su testamento. Vives de tus cheques de
pago y no has tocado el dinero que te dejó desde entonces. Ni siquiera para
comprarte un auto nuevo en lugar del viejo Civic que te compró.
Dejo caer mis ojos para concentrarme en donde se separa su camisa,
revelando su garganta. Las afiladas volutas de tinta negra se asoman por
debajo de la tela, y mis dedos hormiguean con la necesidad de desabrochar
más botones para tener acceso a la vista completa de lo que está grabado
en su piel.
—Nunca toco el dinero de Roy porque no sé en qué gastarlo que lo
enorgullezca.
Cuando la confesión soltada cae de mis labios, mis ojos vuelan
mortificados hacia los suyos. Cierro la boca con un golpe porque no estoy
segura de qué es lo que me impulsa de este hombre a vomitar las palabras.
De todos modos, mi confesión es la verdad completa. Mi auto todavía
funciona. Puede que no sea bonito y tenga todas las campanas y silbatos
más recientes como los autos más nuevos. Hay lugares donde la pintura se
desvaneció con el tiempo debido al abrasador sol de Florida y las abolladuras
de las personas que abren las puertas de sus autos y golpean mi vehículo
en los estacionamientos, pero eso nunca me importó.
Sé todo acerca de imperfecciones y cicatrices. Algunas pueden estar en
la superficie, mientras que otras pueden estar incrustadas tan
profundamente que nadie puede verlas.
Yo tengo ambas.
Aun así, Roy fue la primera persona que ignoró mi reticencia a estar
cerca de otras personas y a hacer amigos. Inherentemente, supe que quería
que entendiera que nunca me definiría por ellos. Me dejó probarme a mí
misma, y eso lo hizo aún más significativo cuando me dio una palmadita en
258 la mano y me dijo: “Lo hiciste bien, jovencita”.
Como cuando obtuve mi certificado de preparatoria o cuando conseguí
mi primer trabajo, aunque con un toque de su ayuda. Cuando demostré que
era una empleada confiable y digna de confianza y el doctor Jensen habló
directamente con Roy para agradecerle por enviarme en su dirección.
Pero cuando me gradué de la facultad de medicina, Roy no me había
sonreído. El hombre nunca sonreía realmente. A veces se reía de esa manera
cascarrabias que tenía, pero sus sonrisas eran inexistentes. Sin embargo,
fueron sus ojos los que lo delataron. Esas profundas arrugas se abrieron en
abanico desde los bordes exteriores de sus ojos cuando me felicitó el día de
la graduación.
“Lo hiciste bien, jovencita”. El simple elogio de Roy significó mucho para
mí.
Todavía lo hace.
—Sé que tu cumpleaños es en julio, pero nunca lo celebras.
Sus ojos caen al centro de mi pecho, e instantáneamente me asalta la
sensación de que puede ver a través de mi ropa las cicatrices debajo de mi
tatuaje.
—Sé que tienes un tatuaje, pero no tengo idea de qué es. —Cuando
levanta su mirada para encontrarse con la mía, su voz se vuelve algo baja y
ronca—. Pero me muero por verlo, porque sé que el tatuaje significa algo.
En este momento, anhelo confesárselo todo. Contarle toda mi historia.
Mostrarle lo que me hicieron y cómo elegí tratar de hacer algo hermoso a
partir de los restos de un horrible y traumático evento.
Dejo caer mi atención a sus propios antebrazos entintados, desnudos
por sus mangas arremangadas. Esos oscuros patrones arremolinados sobre
su piel hacen poco para disimular sus acordonados músculos y sus
pronunciadas venas.
Desde la parte inferior de su antebrazo derecho, vislumbro más de
cerca los cursivos trazos entintados del nombre Ines. Una parte
extrañamente posesiva de mí se muere por borrar el nombre de esa mujer
de su piel, pero resisto la tentación.
259 No importa cuánto me muera por preguntarle quién es esta Ines y por
qué es tan importante que se la tatuó permanentemente en su cuerpo,
mantengo la boca cerrada. Porque es una resbaladiza pendiente. Si le
preguntara sobre su tatuaje, eso dejaría la puerta abierta para que pregunte
sobre el mío.
Y esa es una historia de la que no he contado una palabra a una sola
alma.
Los dos dedos de Bronson se apoyan debajo de mi barbilla,
levantándola y obligándome a verlo a los ojos. Sus labios se abren, pero
antes de que pueda decir algo, su celular vibra en su bolsillo debajo de donde
estoy sentada en su regazo.
Continúa vibrando, indicando que es una llamada y no un mensaje de
texto, y murmura una palabrota.
Me apresuro a deslizarme de su regazo, pero me sujeta las caderas con
las manos y me acomoda en la silla como si fuera un bien precioso y
delicado. Lo miro con una mezcla de sorpresa y cautela porque no puedo
descifrar a este hombre.
Moviéndome en mi silla, desvié la mirada.
—Tienes que contestar eso, supongo. —Es un claro despido porque
necesito recomponerme, y es casi imposible con él todavía tan cerca.
Bronson se levanta de su asiento y saca el teléfono de su bolsillo,
respondiendo con un rápido:
—Hola.
No puedo descifrar lo que se dice al otro lado, solo que es una voz
masculina.
—Gracias por el aviso. Estoy terminando las cosas ahora. Saldré en un
minuto.
Termina la llamada y guarda su teléfono. Luego se inclina ligeramente
para tomar mi barbilla en su mano, levantando mi rostro y plantando un
beso en mis labios antes de que pueda reaccionar.
—Disfruta tu almuerzo.

260 Aturdida, todo lo que puedo hacer es mirarlo.


—Tengo que correr, pero no hemos terminado aquí, Red. —Suelta mi
barbilla para pasar sus nudillos a lo largo de mi mejilla antes de dar un paso
atrás.
Mientras camina hacia la puerta, es obvio que no puede resistirse a
decir la última palabra porque dice por encima del hombro:
—No te metas en problemas, hermosa. —Mi gruñido que suena
obstinado lo persigue mientras sale de la morgue.
Cuando tomo mi tenedor, es con una sonrisa en el rostro y mi corazón
se siente extrañamente más ligero que antes.
16
Bronson

S
algo de la comisaría, agradecido por el recordatorio de Daniel de
que el próximo cambio de turno está a punto de ocurrir.
Nunca pierdo la noción del tiempo, nunca pierdo de vista
los negocios que estoy manejando. Y seguro nunca olvido dónde diablos
estoy cuando estoy metido hasta el cuello en una comisaría.
Hasta hoy.
Es algo muy bueno que estas personas hagan lo que les pido en un
abrir y cerrar de ojos. Pero ese cambio de turno significó que habría
demasiados cuyas palmas no están engrasadas. No diré que no pueden
estarlo. Solo creo que su precio aún no ha sido hablado.
Tuve que salir de los terrenos mientras todavía tenían tiempo para
borrar cualquier restante evidencia de mi visita de la transmisión de
seguridad.
Veo a Daniel parado junto a donde están estacionados nuestros autos.
Con una mano apoyada casualmente en el borde exterior del techo de su
automóvil, tiene su teléfono en la oreja. Cuando me ve, murmura un rápido
gracias antes de terminar la llamada.
261 Las oscuras gafas de sol pueden ocultar sus ojos, pero siento que están
gritando en silencio ¿Qué carajos?
No necesito responderle. Diablos, no le respondo a nadie. Pero es más
que uno de mis hombres. Es mi amigo de toda la vida.
Dejo escapar un suspiro y meto las manos en los bolsillos.
—Gracias por cuidar de mí.
Asiente brevemente.
—Es mi trabajo. —Una pausa se cierne entre nosotros mientras
examinamos subrepticiamente nuestro entorno—. Realmente te gusta.
No respondo, pero no es porque sea demasiado débil para admitirlo. Es
porque me asusta muchísimo. Me gusta mucho Georgia Danvers.
Un montón.
—Y estás seguro de ella. —Expresa eso como una declaración, pero su
voz tiene un toque de pregunta al final.
¿Estoy seguro de ella? Tiene secretos, pero ¿quién diablos no los tiene
en mi mundo? Ni una sola cosa que encontré en ella es incriminatoria. Tuvo
una vida dura y la dejó. Terminó aquí y se hizo una nueva vida. Es una
maldita doctora, por el amor de Dios.
Pero entiendo la vacilación de Daniel. Para nosotros, la confianza no se
gana fácilmente. Y aunque tengo la impresión de que sus secretos podrían
estar jodidos, no siento que me pongan en peligro.
Todo lo que puedo ofrecerle es una respuesta honesta.
—Llegando allí.
Mis sentidos arácnidos se activan y se me eriza el vello de la nuca. Hago
otra inspección general de nuestro entorno, luego dirijo mi mirada a la suya.
—Tenemos ojos sobre nosotros.
Asiente, lanzando una mirada casual a su alrededor.
—Pensé que también sentí algo justo ahora. —Hace una pausa—.
Tengo a los otros muchachos plantados a nuestro alrededor. —Porque no
vamos a ninguna parte cerca del recinto sin refuerzos.
Me eriza la necesidad de largarme de aquí. No me gusta este
262 sentimiento. Mi pistola enfundada debajo de mi camisa desabrochada
prácticamente me ruega que la agarre. Pero lo sé mejor después de todo este
tiempo.
A pesar de que esta vigilancia que siento no huele a la variedad nefasta,
todavía es demasiado inquietante para mí.
—¿Listo para ir a los invernaderos?
Tenemos nuestra reunión de producción de rutina con nuestro líder
que cultiva la mejor hierba en este lado del país. Nuestros productos de CBD
y cáñamo siguen teniendo una gran demanda, pero nuestra hierba es un
éxito de ventas.
—Listo.
Mientras abro la puerta de mi auto, echo otro vistazo alrededor pero no
puedo identificar a alguien fuera de lugar. Ya tuve suficientes personas que
intentaron golpearme hace años cuando comencé a construir The Scorpions
desde cero. Esto no se siente así: la sensación de que alguien está empeñado
en extinguir mi vida.
Me deslizo en el asiento del conductor y cierro la puerta, agradecido por
la armadura y el vidrio a prueba de balas. Vale la pena estar preparado para
lo peor, lo aprendí desde el principio.
Echando otro vistazo alrededor, me pregunto sobre el hijo de puta
cuyos ojos siento en mí. ¿Me estará rastreando? ¿O simplemente me están
vigilando porque la están vigilando a ella?
Una vez que pongo distancia entre el pueblo y yo, mis hombros se
relajan, respiro más tranquilo. Pero hay una opresión en mi pecho que no
desaparece, y no tiene nada que ver con quien sea que me estaba vigilando.
Tiene todo que ver con la mujer en esa morgue.

—Odio esta mierda. —Observo el cielo ya oscuro. El horario de verano


puede apestar.

263 Daniel resopla.


—No hay mucho que pueda hacer por eso.
Estoy jodidamente cansado y frustrado. Pero eso no es su culpa. Abro
la puerta de mi auto y me detengo.
—¿Te encargaste de la cobertura para ella?
—Steve está de servicio ahora.
Asiento.
—Bien. —Y lo está. Confío en Steve para mantener a Red a salvo.
Además, la apariencia del hombre es intimidante como la mierda, así que
eso tampoco puede doler—. Nos veremos en la mañana.
Daniel ofrece un saludo antes de dirigirse a su propio vehículo.
—Buenas noches, jefe.
No me toma mucho tiempo volver a mi casa. Una vez que atravieso las
capas de seguridad para entrar a mi casa, tomo un vaso de agua y me dirijo
directamente a mi oficina.
Me muero por dormir bien, pero no estoy seguro de que sea posible. Sin
saber que el tarado que jodió con Red sigue por ahí.
Cruzo el umbral de mi oficina, renunciando a las luces principales por
mis cansados ojos. La escasa luz de la luna se filtra a través de las persianas
venecianas, y le doy la vuelta a mi escritorio para encender la lámpara de
escritorio.
Es en ese momento que siento la presencia de otra persona. Mi arma
está en mi mano, y examino mi oficina, pero no encuentro a nadie al acecho,
incluso en las esquinas sombreadas.
¿Qué mierda? ¿La falta de sueño me está volviendo loco?
Cuando considero eso, un hombre parece materializarse de las
sombras. Simplemente ofrece una despreocupada mirada al cañón del arma
con que le estoy apuntando.
—Solo estoy aquí como un pequeño… programa de divulgación, señor
Cortez.
264 —¿Quién diablos eres y cómo entraste aquí? —demando.
Su tono es absolutamente tranquilo.
—¿De verdad quiere perder el tiempo haciendo preguntas que no
responderé? ¿O quiere jugar inteligentemente y hablar de nuestro negocio?
Un gruñido bajo que de repente se emite desde mi derecha tiene a cada
fibra de mi cuerpo en alerta máxima.
—Además, mi compañero apreciaría si bajara su arma.
Desde mi periferia, veo a un perro prácticamente vibrando con ganas
de atacar mientras me enseña los dientes.
El humor ata la voz del hombre.
—Todavía no lo he alimentado, así que será mejor no tentarlo.
Observo al hombre en las sombras mientras el perro que gruñe se eriza
a mi lado con cada segundo que demoro en bajar mi arma. En el instante
en que lo hago, el perro se queda en silencio y se sienta sobre sus patas
traseras, con las orejas aguzadas.
Apreté mis palabras, enojado como el infierno por haber sido atrapado
con la guardia baja por este hijo de puta.
—No tenemos nada que discutir.
—Oh, pero lo tenemos. —La condescendencia satura su voz—. ¿Cuál
es su interés en la señorita Danvers?
Se me ponen los pelos de punta en el instante en que dice su nombre.
—No es asunto tuyo. —Aprieto cada palabra.
—Oh, pero lo es. —Ofrece la pausa más breve—. Porque llevó un
montón de problemas a su puerta. —Ladea la cabeza hacia un lado mientras
me estudia. Un fragmento de luz ilumina parte de su rostro, y catalogo los
detalles.
Cabello rubio claro, blanco, en un corte rapado. Alto pero tal vez unos
dos centímetros más bajo que yo. Enjuto pero delgado, musculoso. Es
posible que sea un poco mayor que yo, con ojos endurecidos, fríos, como si
hubiera experimentado la muerte y hubiera salido de ella varias veces.
—Está buscando en todos los lugares equivocados, señor Cortez. Y
tengo mucho que hacer para vigilarla. Pero si saca la cabeza de su trasero,
265 podría mantenerla a salvo.
Lo inmovilizo con una mirada que ha hecho que muchos otros se
orinen. Este hombre, sin embargo, parece impermeable.
—¿Qué sabes sobre quién está haciendo esto?
Chasquea la lengua.
—Señor Cortez. Asumir que poseo información que puedo ofrecerle
fácilmente es otro error. No todo el mundo puede ser un participante activo.
Sus crípticas palabras me tienen empuñando mis manos. No tengo
tiempo para hablar en acertijos.
—¿Qué mierda se supone que significa eso?
En lugar de responderme, se gira para mirar mi estantería, pero no la
ve con ojos frescos. Todo me dice que ya examinó mi oficina con gran detalle.
—El Arte de la Guerra es un clásico, pero si tomas notas de él, estás
destinado a fracasar.
—¿Sí? —No me molesto en ocultar mi tono burlón—. ¿Cómo lo
imaginaste?
Su cabeza se echa hacia atrás, sus ojos se clavan en los míos,
dejándome con la impresión de que puede ver a través de mí.
—Porque lo que nadie te dice es que, a veces, te enfrentarás a un
oponente al que debes acercarte sigilosamente cuando menos lo espera.
Tendrás que librar una guerra tan brutal e imperdonable como uno pueda
imaginar. —La violencia en su tono hace que la inquietud me inunde. Algo
me dice que este hombre podría ser más que mi igual.
Me da la espalda y camina hacia la puerta abierta. Cuando se detiene
en el umbral sin darse la vuelta, tengo la impresión de que incluso si
apuntara mi arma a su espalda, de alguna manera me alcanzaría más
rápido de lo que podría apretar el gatillo. Exuda un sigilo más allá de pasar
por alto mi seguridad y los hombres que están de guardia. Está en la forma
en que se mueve, en cómo se comporta.
Este hombre se mueve como un fantasma. Sin dejar rastro. Silencioso.
Pero es alguien que ha tomado innumerables vidas. Esa gran prueba está
en sus ojos.

266 La abuela siempre me dijo que los ojos son espejos del alma. A menudo
me pregunté si podía ver que los míos mostraban una oscura y decrépita.
—Tenga cuidado con la señorita Danvers, señor Cortez.
Se vuelve, y su penetrante mirada me deja nervioso como la mierda.
Aún más extraño e inquietante es cuando su expresión adquiere un rasgo
único que se asemeja al afecto cuando agrega:
—Es diferente a cualquier otra. Se merece un hombre que pueda
protegerla y aceptarla.
En un abrir y cerrar de ojos, sus rasgos se vuelven de piedra, su voz
llena de oscura malevolencia.
—Si ese no es usted, entonces debe olvidarse de su existencia y dejarla
en paz. Para siempre.
Sostiene mi mirada por un segundo, antes de darse la vuelta. Luego
desaparece.
Literalmente. Desaparece en el aire. O lo parece, pero eso no es posible.
Parpadeo, luego paso una mano sobre mis ojos. El perro sale trotando
por la puerta de mi oficina, sus uñas golpean la dura madera. Con mi arma
todavía en la mano, rodeo mi escritorio y avanzo hacia la puerta.
Todo lo que veo es la puerta de mi casa abriéndose y el perro trotando
antes de que se cierre sola. Como si alguien la hubiera abierto desde fuera
o la estuviera cerrando tras de sí.
Si ese alguien fuera invisible, eso es. ¿Qué mierda?
Me quedo en silencio, preguntándome de nuevo si estoy alucinando por
haber dormido tan poco. En el silencio de la casa, me tomo un momento
antes de confirmar que todavía no hay nadie.
Necesito ver a la abuela ahora, pero por primera vez, estoy temiendo lo
que pueda decirme.

Bronson
Me detengo en su camino de entrada y apago el motor. Hacer rodar mis
267 hombros en un intento de aliviar la tensión que persiste desde que ese
espeluznante hijo de puta apareció en mi oficina resulta inútil.
La abuela está en la puerta principal antes de que cierre la puerta de
mi auto y suba los escalones de la entrada, con la preocupación pintada en
su rostro. Empuja la puerta mosquitera, la luz dentro de su casa ilumina su
pequeña figura.
—Mi amor.
Entro y agacho la cabeza para dejar un beso en su mejilla. Me conduce
a través de la callada casa hasta su cocina. Cuando veo un plato cubierto
con papel de aluminio sobre el limpio mostrador, aprieto la mandíbula y
hago un puño.
—¿Qué diablos es eso? —Un ceño se apodera de mi rostro, y aprieto las
palabras con los dientes—. ¿Ella te trajo más comida? ¿Sigue tratando de
complacerte?
Se gira y sigue mi mirada. Soltando un suspiro, hace un desdeñoso
gesto hacia el plato.
—Sabes lo que es eso. —Deja escapar una risa burlona y pone los ojos
en blanco—. Algo casero.
Doy un gruñido de incredulidad, mis palabras son burlonas.
—Casero. Ese será el día. —A la mierda con esa estupidez, sigue
tratando de quedar bien con mi abuela de esa manera.
Apartando los ojos del ofensivo objeto, me deslizo en la silla en la mesa
de su cocina. Ella toma asiento frente a mí y me ofrece una pequeña sonrisa.
—Sabes que siempre la tiro.
Cruza las manos sobre la mesa, con expresión contemplativa mientras
me ve. Este es uno de esos momentos en los que juro que prácticamente
puede leer mis pensamientos.
—Te leí las cartas justo antes de que vinieras. —Un problemático
pliegue se forma entre sus cejas—. No fue bueno.
La inquietud raspa mi columna, causando estragos en mis músculos
ya tensos.

268 —¿Qué sucede?


Frunce los labios vacilante, antes de negar.
—El peligro acecha a tu alrededor y a alguien a quien quieres, y parece
que hay una creciente desesperación detrás de ello.
Me recuesto en mi silla y coloco un brazo a lo largo de la parte superior
de la silla a mi lado. Tamborileando ligeramente con los dedos sobre la mesa,
reflexiono sobre sus palabras y deseo como el infierno que me hayan dado
una pista sobre algo. Cualquier cosa.
En cambio, me quedo aferrado a la nada una vez más.
—Alguien me está jodiendo. —Muerdo cada palabra, mi voz baja y
letal—. Y por primera vez, no puedo averiguar quién diablos es.
Se acerca para colocar su mano sobre mis agitados dedos,
deteniéndolos para que no rasgueen la mesa. Sus ojos me suplican, un
ruego a juego aparece en su tono.
—Bronson. Estás siendo probado. No sé quién es, pero eso es lo que sí
sé.
Nuestros ojos se sostienen durante un largo momento, y lucho por si
decir esta mierda en voz alta. Siento que estoy perdiendo la maldita cabeza,
pero si alguien pudiera entenderme, sería ella.
Sus vigilantes ojos se suavizan, como si estuviera presenciando la
agitación dentro de mí.
—Dime, mi amor.
Paso una agitada mano por mi cabello y exhalo lentamente.
—Hay algo de mierda que ha estado pasando que yo... no puedo
explicar. —Hago una pausa y simplemente se sienta pacientemente,
esperando que continúe—. ¿Y si... y si dijera que vi a alguien que pudo
desaparecer en el aire?
Apenas sofoco las ganas de encogerme por lo jodidamente raro que
suena admitirlo en voz alta. Sin embargo, la abuela no pestañea. Inclina la
cabeza hacia un lado, pensativa.
—¿Esta persona te habló mientras podías verlo?
Asiento.
269 —Sí. Hablaba como cualquier otro tipo.
Parece contemplar eso por un momento.
—¿Y él te buscó?
—Se presentó en mi oficina esta noche.
Entrecierra los ojos y se inclina sobre ambos antebrazos.
—Dime exactamente cómo sucedió todo.
Una vez que lo hago, se recuesta lentamente en su silla, en silencio por
un largo momento.
Pellizcándome el puente de la nariz, maldigo internamente la mierda
mental a la que me enfrento.
—¿Cómo es posible lo que vi? —murmuro.
—Es arrogante creer que todo en este mundo tiene una explicación
simple. —Hace una pausa—. ¿Hubo algo más que haya pasado que te haya
hecho sentir incómodo?
Mis labios se abren con la urgencia de contarle sobre Georgia y su
afirmación de que los cadáveres le hablan, pero me detengo. El conflicto se
agita dentro de mí, porque podría manchar su visión de Georgia si le
menciono eso. Al mismo tiempo, me doy cuenta de que nunca me había
contenido. Siempre he sido honesto con ella.
Ahora, sin embargo, es una historia diferente. Por primera vez, dudo
en divulgar cualquier cosa que pudiera pintar a Georgia de una manera
menos que favorable.
—Es la pelirroja. —Astuta como siempre, señala el motivo de mi
vacilación. Me escudriña como nunca lo había hecho—. Te inquieta porque
no solo ves la luz en ella, sino también sus sombras oscuras. —Asiente como
para afirmar lo que acaba de decir—. Son esas sombras las que te dan ganas
de ayudar a sanar lo que sea que la lastimó.
Me aclaro la garganta y apenas resisto el impulso de moverme en mi
asiento bajo su intensa mirada.
—Es un poco más que eso.
—¿Y qué?
270 Pasando una mano por mi cabello, hago una mueca.
—Es psíquica o algo así.
Sus ojos se estrechan mientras inclina su cabeza hacia un lado.
—¿Ella te dijo eso?
Estoy a punto de responder que sí, pero cierro los labios. Porque...
mierda. ¿Alguna vez en serio me dijo eso?
Mi mente retrocede a una de nuestras interacciones iniciales cuando
dije: “¿Eres psíquica o algo así?”. Había respondido con: “Algo así”.
—No —respondo finalmente—. En realidad nunca dijo eso.
Una suave sonrisa juega en sus labios, pero tiene un toque de tristeza.
Acaricia mi mano cariñosamente.
—Te importa, y eso es comprensible, pero no deberías preocuparte por
lo que pienso de ella.
Se recuesta, entrelazando los dedos sobre la mesa, y suelta un suspiro
de cansancio. Su voz es apagada, pero su tono es firme.
—Si es la mujer para ti, lo cual sospecho que es, tendrás que apoyarla.
Independientemente de las verdades que se revelen.
Un ladrido de frustración persiste en el fondo de mi garganta porque
está hablando en acertijos confusos como la mierda.
—¿Sabes algo?
Su sonrisa es comprensiva.
—Ojalá tuviera más que pudiera ayudar a guiarte, mi amor.
El silencio desciende sobre nosotros por un momento hasta que suelta
un pesado suspiro.
—No sé más de lo que me dicen las cartas. Y me dicen que hay grandes
desafíos delante para ti. —Duda antes de agregar suavemente—: Y para tu
Georgia.
Cristo. La frustración se amotina dentro de mí, y con ella viene algo a
lo que no me había enfrentado en mucho tiempo: miedo.
He enfrentado tantos desafíos por mi cuenta que sé que tengo lo que se
necesita para tener éxito. Me he probado a mí mismo. Pero, por primera vez,
271 no sé quién diablos viene hacia mí.
Y por lo que dijo la abuela, no solo vienen por mí, sino también por
Georgia. Mierda. Sólo el pensamiento de su dolor tiene un ardiente nudo en
mi pecho que amenaza con incinerarme de principio a fin.
Mis ojos se encuentran con los ella.
—Menos mal que siempre estoy listo para la batalla.
Asiente, pareciendo complacida con mi respuesta.
—Esperaba que dijeras eso. Especialmente porque no creo que ella
haya tenido nunca a alguien de su lado.
Sus palabras pesan mucho entre nosotros porque tengo la misma
impresión sobre Georgia.
Finalmente, con un guiño, se levanta de su asiento.
—Ahora, déjame alimentarte, mi amor. —Rodeando la mesa, deja un
fuerte beso en mi mejilla antes de caminar hacia su estufa.
Miro hacia la mesa de madera, sin ver. Es verdad, siempre estoy listo
para la batalla como le dije a la abuela. Pero esta vez es diferente.
Esta vez, hay más en juego.
Mucho más.

Georgia
El 4 de diciembre es un día que celebro desde que me instalé aquí en
Florida. No celebro mi cumpleaños ni mucho más, de verdad. Las
festividades normales como el Día de Acción de Gracias y la Navidad no son
un problema en mi radar porque, sinceramente, no veo una razón para
celebrarlas.
Mi madre nunca se molestó con nada de eso. Y Roy... parecía que no
quería molestarme. Cuando se trataba de esos festivos, se sentía como si
me rodeara de puntillas, temeroso de asustarme. Desearía haber sido más
asertiva en ese entonces, pero no quería sacudir el bote con alguien que ya
había ido más allá.
Aunque dono dinero a bancos de alimentos y refugios para fugitivos
272 cada temporada de vacaciones, eso no significa que me ofrece el incentivo
de perder el tiempo comprando un árbol, decorándolo y colocando regalos
que me compré debajo.
Porque cuando estás sola en el mundo, todo eso es bastante mediocre.
Para mí, el Día de Acción de Gracias y la Navidad son días festivos
centrados en la familia y en los amigos. Esas son dos cosas que no tengo o
que ya no reconozco.
El cuatro de diciembre, sin embargo, es el día en que Roy me acogió. El
día que me obligó a almorzar con él me cambió la vida. No tenía que hacer
lo que hizo, nadie lo obligó, y ciertamente no hubo ningún incentivo
financiero para él. Pero lo hizo de todos modos.
El hombre podría haber salido malhumorado y terco como el infierno,
pero debajo de toda su brusquedad estaba el corazón más puro y generoso.
Roy me había dado la esperanza de que todavía había buenas personas en
el mundo. Me dio una segunda oportunidad de hacer de mi vida algo que no
había sido antes.
Normal.
Y ahora, probablemente me esté menospreciando desde cualquier parte
del cielo que reservan para las personas que caen en la categoría de
“cascarrabias y tercos, pero con un corazón de oro” y está ridículamente
decepcionado de mí. Soy decididamente anormal, eso es evidente ya que los
muertos me hablan en estos días. Además de eso, después de todo lo que
Roy hizo por mí, renuncié a la oportunidad que me dio de tener una vida
normal, una con amigos, con un hombre que me ame y tal vez incluso con
un perro leal, por gritar fuerte.
Es por eso que decidí sentarme en un bar en las afueras de la ciudad,
que no esté en territorio Scorpion, por supuesto. No planeo emborracharme,
pero normalmente tomo unos tragos en honor a Roy. Para honrar al hombre
que hizo todo lo posible para darme una segunda oportunidad.
Hice lo responsable y ordené un Uber para que me dejara, y haré lo
mismo una vez que esté lista para irme a casa. Esta noche, solo quiero ver
a la gente ser. Quiero verlos coquetear, engancharse, quejarse entre ellos
sobre sus trabajos, cónyuges o familia. No me importa que me haga sonar
273 patética y probablemente espeluznante también, porque es lo más cerca que
estaré de sentirme como si fuera normal.
Estas personas no adoran a ningún líder de pandillas. No tienen
personas muertas que les hablen al azar. Son simplemente humanos
comunes y corrientes con vidas que incluyen más que sus trabajos.
Y claro, hago lo mejor que puedo para ignorar ese fuerte pinchazo en
mi pecho que me recuerda que no soy como ellos. Que nunca seré una
humana común y corriente.
Reclamé un taburete en el otro extremo de la barra con la espalda
contra la pared, dándome el punto de vista perfecto. Es noche de karaoke,
y la fila para los cantantes ya es grande, si la pizarra de borrado en seco del
DJ con los nombres abarrotados es una indicación.
El camarero me trae el pedido: un trago de Patrón y un vodka con limón
y soda. Bebo el trago, dándole la bienvenida a la calidez que se extiende a
través de mí desde el licor. Después de rechazar la oferta del cantinero de
otro trago, alguien me mira a través de la barra.
Entrecierro los ojos contra la brillante neblina de luces de colores que
se reflejan en el escenario del karaoke para concentrarme en la figura
masculina sentada en la otra sección de la barra. Una sacudida de sorpresa
rebota a través de mí cuando lo reconozco. Es el hombre que me había
llamado “Chaparrita”.
Sostengo su mirada, y baja casi imperceptiblemente la barbilla antes
de regresar para inspeccionar casualmente nuestro entorno. ¿Me está
siguiendo? ¿O simplemente está disfrutando de una copa el viernes por la
noche después del trabajo?
No me está prestando atención, así que asumo que eso último es cierto.
Eso envía un pulso de alivio a través de mí, apoyo mis codos en la barra y
disfruto de mi bebida, mirando con ávida fascinación cómo el primer
cantante de karaoke sube al escenario.
Uno tras otro, noto la progresión en cada uno de los cantantes. Pasan
del nerviosismo a una mayor confianza a medida que continúan bebiendo.
No puedo evitar preguntarme si podría ser como ellos, aunque solo sea por
una noche.
Para cuando estoy en mi tercer trago, me acabo por unir al resto de los
274 asistentes al aplaudir a un hombre que puede haber destrozado un poco
una canción de Pearl Jam, pero su entusiasmo era positivamente
contagioso.
La siguiente chica que se acerca al micrófono está visiblemente
borracha, pero lo da todo cuando canta “Girls Just Wanna Have Fun”. Parece
despreocupada. Como si estuviera pasando el mejor momento de su vida.
—Eso es lo que quiero.
No me doy cuenta de que he hablado en voz alta hasta que un chico
que acaba de deslizarse a mi lado se gira con una sonrisa de bienvenida. Su
mirada cae en mi bebida, luego de vuelta a mí.
—¿Puedo invitarte otra bebida?
Titubeo, perdida porque no esperaba esto. Pero así es como funciona,
¿verdad? ¿Cómo interactúa la gente normal en lugares como este? Solo he
estado en un bar una vez, y eso fue brevemente, así que no tengo nada por
lo cual guiarme.
—Por supuesto. —Mi respuesta suena más como una pregunta. Luego
añado un rápido—: Por favor. —Porque, qué modales.
Le hace señas al cantinero y pide una cerveza para él y me hace un
gesto.
—Y otro para esta hermosa dama.
Interiormente me estremezco un poco ante su cumplido. Suena
enlatado, como si lo usara todo el tiempo.
—Gracias.
Asiente y dice:
—Entonces, ¿cuál es tu nombre, hermosa?
—Georgia.
Me ofrece su palma.
—Encantado de conocerte, Georgia. Soy Brady.
Deslizo mi mano en la suya y al instante me encuentro con humedad.
Qué asco.
—Encantada de conocerte.

275 Inclina la cabeza, señalando el escenario del karaoke.


—¿Estás planeando ir allí?
Mis ojos se abren como platos.
—Oh, no. Yo no. Solo soy espectadora.
El cantinero entrega nuestras bebidas y Brady le da su tarjeta de
crédito para abrir una cuenta. Se vuelve hacia mí, cerveza en mano, y la
levanta para brindar.
—Por una noche divertida, Georgia.
17
Bronson

¡M
ierda!
Terminé de revisar la vigilancia en mi casa desde
que apareció ese tipo invisible y todavía no puedo
encontrar nada.
Ni una maldita cosa.
Pasando una mano por mi cabello, aprieto los dedos, agarrando los
mechones con fuerza. Además de eso, tuve que cuidar de uno de nuestros
muchachos cuyas bolas de repente se agrandaron. Pensó que estaba siendo
inteligente al vender nuestro alcohol ilegal, aparte, a un precio más alto y
quedarse con esas ganancias para él.
Todavía me duelen los nudillos como el demonio, pero es más por
satisfacción que por otra cosa. Ese hijo de puta sabe que la próxima vez no
le darán una paliza como advertencia. Será una bala entre sus ojos. Luces
apagadas para siempre.
Mi teléfono suena, y cuando miro el identificador de llamadas, la
alarma me inunda. Puse a Steve a cargo de vigilar a Georgia. Maldita sea,
será mejor que no tenga otra cita con ese jodido policía.
276 Cuando respondo, el ruido de fondo es casi ensordecedor cuando Steve
ladra al teléfono.
—Hola, jefe. Lamento molestarte, pero quería darte una actualización.
Suena nervioso como el infierno y completamente diferente a él, que
tiene cada músculo de mi cuerpo en alerta máxima.
—¿Qué pasa?
—Bueno, Chaparrita, quiero decir, la señorita Georgia está aquí en The
Crazy Cat y…
—¿Con quién está? —Me levanto de la silla de mi escritorio y empiezo
a caminar, con el celular en mi oreja. La agitación me atraviesa con cada
paso subsiguiente.
—Vino sola, pero tiene un amigo.
Me congelo en mi lugar porque sé lo que está diciendo.
—¿Ah, sí?
—Nada que no pueda manejar, pero no es por eso que llamé. Es porque
se ha puesto un poco…
Su voz es ahogada por un repentino ruido, y la llamada se corta.

Georgia
Me encanta este bar.
Probablemente por eso estoy cantando esa misma canción en este
momento.
Podría tropezar con algunas de las palabras aquí y allá, pero estas
personas son tan amables que simplemente me animan.
Esta es oficialmente la mejor noche de todas.
Cuando termina la canción, alegremente le entrego el micrófono al DJ.
Mi sonrisa es tan amplia que me duelen los músculos de la cara, pero es del
tipo bueno que no sabía que existía antes.
277 Cuando bajo del escenario, me tambaleo un poco, pero logro
estabilizarme y me aventuro a regresar a mi lugar en la barra. Brady me
sonríe mientras me acerco.
—¡Bien hecho!
Deslizándome en mi taburete, exhalo un largo suspiro y recojo mi
cabello en mi mano para abanicar la parte de atrás de mi cuello. Hace
mucho calor en ese escenario debajo de las luces adicionales.
—Ahora, no me dijiste que te gustaban los tatuajes. —La voz de Brady
ha adquirido más que un indicio de interés lleno de lujuria. Me toma un
momento sacudirme el ligero mareo y darme cuenta de a qué se refiere.
Oh, mierda. Miro hacia abajo y me doy cuenta de que el escote de mi
camiseta sin mangas se movió para dejar al descubierto parte de mi pecho
tatuado, la tela se adhiere a mi brillante transpiración. Me apresuré a
ponerla en su lugar con una mueca.
—Oye. Todo está bien. —Su voz suena extraña ahora, como si estuviera
hablando a través de una cámara de eco. El sudor brota de mi frente y de
mi labio superior, y un repentino calor inunda mi rostro.
—No me siento muy bien.
Brady coloca una palma en mi espalda.
—¿Por qué no te sacamos de aquí?
Me deslizo del taburete, agarrándome del borde de la barra para evitar
caerme al suelo en un montón. Instintivamente, sé que mis náuseas no se
deben únicamente al alcohol. Pinchazos de conciencia resbalan por mi
espina. Deja una siniestra premonición a su paso, susurrando
inquietantemente dentro de mi cabeza, ¡Peligro!
La inquietud me tiene tropezando.
—Tranquila —dice Brady. Descansa una mano en mi cadera mientras
apoya un brazo en mi espalda para estabilizarme.
No hemos dado más que unos pocos pasos hacia la salida cuando
suena un fuerte golpe, seguido de un ruido agudo que me tiene tapándome
278 los oídos. Un segundo después, algo golpea mi cadera derecha y me hace
retroceder tambaleándome. Un ardiente dolor abrasador en mi cuerpo, y me
encojo cuando suenan más disparos y se establece puro pandemónium.
Un gran cuerpo trepa sobre mí, apoyándose sobre mí. Steve. Sus ojos
oscuros sostienen los míos y grita para que lo escuche por encima del ruido
ensordecedor y los gritos de los demás.
—Quédate abajo, Chaparrita. Te tengo.
Su cabeza gira, sus cejas se juntan como si estuviera tratando de
señalar de dónde vienen los disparos. Una vez que finalmente terminan, las
sirenas gritan en la distancia y Steve se pone de pie de un salto. Me arrastra
con él, y después de una rápida evaluación de mi rostro, me toma en sus
brazos y me lleva hacia la parte trasera de la barra.
Sus largas piernas acortan la distancia, pero cada paso empuja mi
cadera contra él, y el dolor me hace cerrar los ojos con fuerza.
Una vez que se empuja por la salida trasera, el aire de la noche nos
saluda con su persistente toque de humedad.
—Tengo que sacarte de aquí antes de que llegue el po-po. —Me deja
frente a su vehículo, sin dejar de inspeccionar nuestro entorno todo el
tiempo. Abre la puerta del pasajero y casi me empuja adentro antes de
rodear el vehículo y ponerse al volante. Apenas enciende el motor antes de
que salgamos a la calle y nos alejemos del bar—. Estarás bien, Chaparrita.
—Su voz es suave y consoladora, y me dedica una rápida mirada antes de
reanudar su intensa concentración en la carretera—. Sé que esa mierda
duele, pero es mucho mejor que recibir un disparo con una real.
Mi cerebro es lento, y me toma un largo momento procesar lo que dijo.
—¿Qué quieres decir?
—Balas de goma. Eso es lo que dispararon esta noche —gruñe—.
Después de que la granada de destello hizo una entrada. —Sus siguientes
palabras son murmuradas y me dan la impresión de que está hablando más
para sí mismo que para mí—. Me pregunto en dónde pusieron sus manos
para sacar ese tipo de mierda.
Su celular suena, y lo contesta casi de inmediato. Cerrando los ojos
contra la sensación de dar vueltas que me atormenta, me hundo más en el
asiento, agradecida por las oscuras ventanas que sofocan las brillantes
279 luces de la calle. Vagamente, capto fragmentos de la conversación de Steve.
—... un hombre hablando con ella en el bar...
»… fue alcanzada por una bala de goma…
»... no estoy seguro si tiene algo en su sistema o no...
»... hubo una granada de explosión...
»... llevarla a casa...
Finalmente termina la llamada, dejándonos en silencio. Suelto un largo
suspiro. Qué noche. Tanto para la normalidad.
Steve deja escapar áspera una risa.
—Es seguro decir que allá atrás no es lo que normalmente sucede en
un bar. —El humor se evapora de su voz cuando agrega—: Nunca supe que
ese lugar tuviera problemas antes, tampoco.
Con los ojos aún cerrados, murmuro con cansancio:
—Parece ser una tendencia que me sigue en estos días.
Su “hmm” es todo lo que obtengo en respuesta, y me concentro en los
sonidos de la carretera debajo de los neumáticos en lugar de lo mareada que
estoy y las náuseas que se abren paso cada vez más.
Cuando se detiene en mi camino de entrada y me ayuda a salir del
vehículo, una vez más estoy agradecida de ser la única casa al final del
camino sin salida. No hay vecinos para presenciar mi inestable caminar que
requiere mucha ayuda de Steve.
Estamos casi en la puerta principal cuando otro vehículo viene a toda
velocidad por el camino hacia nosotros, y me congelo alarmada, mis ojos se
lanzan hacia Steve.
—Está bien, Chaparrita. Solo es el jefe viniendo para asegurarse de que
las cosas están bien.
Hago una mueca de vergüenza, mi voz se convierte en un gemido.
—Oh Dios. No dejes que me vea así.
La puerta del auto se cierra de golpe justo cuando Steve abre la mía.
Habla por encima de mi cabeza.

280 —Verificaré dos veces que las cosas estén bien por dentro.
—La tengo. —Fuertes brazos familiares me sostienen por detrás, y me
relajo un poco por la fuerza y la comodidad que me brinda.
Dejé escapar un gemido.
—¿Podemos fingir que esto no está pasando? Porque realmente no estoy
en mi mejor momento en este instante.
La risa de Bronson me haría feliz en cualquier otro momento, pero este
es un asunto serio.
Y así se lo digo.
—Lo digo en serio.
—Lo sé. —Su tono es sobrio y su voz se hace más profunda cuando
pregunta—: ¿Estás bien, Red?
—Mm —es todo lo que puedo decir porque el sudor ha estallado en mi
cara y en la parte superior de mi pecho. Algo terrible comienza a arañar su
camino hasta mi garganta y...—. ¡Oh, Dios! —Me inclino sobre la barandilla
de los escalones de mi entrada, poniendo mis nudillos blancos mientras
expulso el contenido de mi estómago en mis pobres arbustos.
No tengo ni idea de cuánto tiempo vomito hasta que no hay más para
expulsar. Me toma un momento registrar la palma en mi espalda y la otra
mano que actualmente agarra mi cabello en un puño, alejándolo de mi cara
y fuera del alcance del objetivo. Su mano frota suavemente en círculos lentos
mientras escupo una última vez.
—¿Un poco mejor? —Su suave tono tiene mortificación desbordándose
dentro de mí.
—¿Por qué nunca llegas a verme en mi mejor momento? —Mi tono de
puchero es inconfundible—. ¿Como cuando tengo un muy buen día de
peinado o algo así? Pero nooo, me ves así. O cuando tengo que hablarte de
muertos.
El silencio persiste un latido.
—¿Lista para entrar?
—Sí. —Sueno derrotada, pero estoy demasiado agotada para que me
importe. Una vez que me levanto, suelta su agarre en mi cabello. Miro hacia
281 la puerta principal y me doy cuenta de que Steve está esperándonos.
Evidentemente, consideró mi casa segura una vez más.
Cuando Bronson baja su mano para agarrar mi cadera, dejo escapar
un agudo silbido y me pongo rígida de dolor.
—Joder —grita, moviendo instantáneamente su mano a mi cintura—.
Olvidé que estabas herida.
Exhalo lentamente y dejo que me guíe adentro. Me apoyo en él mientras
me quito las sandalias en el tapete, y rápidamente hace lo mismo con sus
propios zapatos.
Los siguientes momentos son borrosos mientras me guían a mi
dormitorio, lo cruzo para entrar al baño en suite. Me coloca con cautela
sobre la tapa cerrada del inodoro y me prepara el cepillo de dientes.
Dejando el cepillo al lado del lavabo, ofrece sus manos y las agarro
mientras me ayuda a levantarme. Apoyo mi peso contra el tocador y me
concentro en frotarme la boca para deshacerme del rancio sabor. Mientras
tanto, evito verlo a los ojos en el espejo. Después de enjuagarme y de dejar
el cepillo a un lado, reúno el coraje para enfrentarlo.
—Realmente necesito darme una ducha y conseguir esto… —agito mi
mano, haciéndome un gesto—… quitar esto de mí.
La preocupación brilla en sus ojos y lanza una mirada más allá de mí,
como si evaluara la seguridad de mi ducha. Su mirada vuelve a mí, y me
ofrece un breve asentimiento.
—De acuerdo.
Resoplé porque no le estaba pidiendo permiso.
Evidentemente, admití eso en voz alta porque suelta un profundo
suspiro, su tono es suave.
—Red… has estado bebiendo, existe la posibilidad de que te hayan
puesto algo y te hayan disparado con una bala de goma. Estás inestable
sobre tus pies, y lo último que quiero es que te caigas y te lastimes aún más.
Bueno. Ciertamente no puedo discutir con eso, supongo. Qué momento
de humildad. O mortificante. Depende del contexto de elección.
Sus ojos les suplican a los míos.
282 —Deja que te ayude. —La suave calidad, casi ligera como una pluma,
de su voz hace que mi terquedad ceda, y asiento.
Con plácida expresión, desabrocha mis vaqueros y los baja por mis
piernas. Apoyo una mano en el tocador y la otra en la pared opuesta,
observándolo mientras hace un trabajo rápido de las cosas. Ni una sola vez
dedica una mirada lujuriosa en mi dirección. Ni siquiera cuando me quita
las bragas.
Pero cuando permanece en su lugar, con las rodillas dobladas, y
tentativamente alcanza mi cadera donde el feo moretón ya comenzó a
formarse, mi respiración se entrecorta. Pero pronto se evapora con todos los
restos de oxígeno en mis pulmones porque la forma en que roza con
reverencia su pulgar alrededor de mi carne magullada, cuidando de no tocar
la piel descolorida, hace que mi corazón salte hasta mi garganta.
—Maldita sea, Red. —Su voz es gutural cuando prácticamente mira un
agujero en mi herida, sus silenciadas palabras en el callado baño—. Odio
esta mierda.
Cuando se endereza y alcanza el dobladillo inferior de mi camiseta, lo
detengo rápidamente.
—Tengo esto. —Mi cuerpo se tensa y obligo a mi tono a ser tranquilo—
. Si puedes darte la vuelta, por favor…
Su penetrante mirada me perfora como si estuviera haciendo todo lo
posible por descubrir por qué estoy bien con él viéndome desnuda de la
cintura para abajo. Se entretiene durante tanto tiempo que espero su
negativa, pero finalmente acepta.
Una vez que me da la espalda, alcanzo la ducha y abro el agua,
ajustándola. Con otra mirada para asegurarme de que sus ojos todavía
están desviados, me quito la camiseta sin mangas y el sostén en tiempo
récord y entro en la ducha.
Cuando tropiezo un poco, mi equilibrio todavía está fuera de lugar, y
golpeo mis palmas contra la pared de la ducha, gruñe:
—Georgia.
—¡Estoy bien! —me apresuro a decir las palabras, agradecida por la
barrera de bloques de vidrio que obstruye su clara visión de mí.
283 Con mis manos preparadas para estabilizarme, supliqué en silencio
que el agua tibia lavara algo de mi embriaguez.
Y de la humillación. Santo cielo, por favor, deja que se lleve todo eso
también. Cierro los ojos contra el reciente recuerdo de vomitar frente a él.
—¿Necesitas ayuda ahí dentro?
Su tranquila oferta tiene mis ojos completamente agrandados, el miedo
irradia a través de mí.
—No. Estoy bien.
Apresuradamente, friego la esponja por mis pies y lavo el resto de mi
cuerpo antes de enjuagarme el cabello. Hago lo impensable y renuncio al
acondicionador porque, en este momento, me quedé sin energía.
Desplomada contra la pared de la ducha, dejé que hiciera el trabajo de
mantenerme mayormente erguida.
Una vez que cierro la ducha, exprimo el exceso de agua de mi cabello.
Un brazo atado con una manga enrollada se extiende hacia la ducha,
sosteniendo una toalla para mí.
—Gracias. —Mi voz ilustra cómo me siento en este momento. Pequeña.
Cansada. Humillada.
Envolviéndome cuidadosamente con la toalla y asegurándome de que
cubra todo, salgo con cuidado de la ducha. Pero está allí al instante,
apoyando un brazo alrededor de mí, dejándome apoyarme en él.
Una parte perdida en lo más profundo de mí se astilla con eso, y me
pregunto si es porque todavía estoy borracha… o si es porque nunca he
tenido realmente a ningún hombre dispuesto a dejarme apoyarme.
Estabilizarme con su fuerza.
Un hombre al que apostaría mi vida ni siquiera imaginaría intentar
aprovecharse de mí en un momento como este.
Mirando los remolinos de tinta que cubren su antebrazo que me sujeta
con seguridad, es más fácil olvidar que este brazo pertenece a alguien que
mata personas. Que pertenece a un criminal.
Es fácil de olvidar porque ahora me doy cuenta de que este hombre es
más que sus obras.
284

Bronson
Una vez que la meto en la cama, tiro la papelera a su lado. Sus ojos ya
están cerrados y dudo en cubrirla con las sábanas. Todavía está envuelta
en su toalla de baño, su cabello húmedo se derrama sobre la almohada.
—¿Necesitas un peine para tu cabello?
—No —murmura en un susurro—. Demasiado cansada. Lidiaré con eso
por la mañana. —Enterrándose más profundamente en su almohada,
gruñe—: Necesito que este giro se detenga.
—¿Qué tal ropa limpia?
Ante esto, sus ojos se abren una fracción.
—No. —Esta vez, su respuesta es firme sin evidencia de dificultad.
¿Qué diablos está tratando de ocultar? Su cuerpo es jodidamente hermoso.
Una ráfaga de aire pasa por sus labios y cierra los ojos.
—No necesitas ver nada de eso. —Su voz se desvanece en algo tan suave
que me esfuerzo por descifrar sus siguientes palabras—. Confía en mí.
La veo fijamente, iluminada por la escasa luz que brilla desde el cielo
parcialmente iluminado por la luna, y me paso una mano por la cara. Su
cabello está enredado, y le daría una paliza a cualquiera que me critique por
esto, pero me está carcomiendo.
Antes de darme cuenta, regreso del baño con su peine de dientes
anchos y una botella de acondicionador en aerosol que encontré en su
mostrador.
Descansando a su lado en la cama, rocío ligeramente el acondicionador
en su cabello antes de pasar suavemente el peine por algunos de sus
nudosos mechones.
Su cuerpo se pone tan rígido que me congelo, preguntándome si la
estoy lastimando.
—¿Estás bien?
285 Como si estuviera obligando a cada músculo a relajarse uno por uno,
su cuerpo vuelve a su estado más lánguido.
—Mmmmmm. —Hay una pausa antes de que murmure suavemente—
: Nadie ha hecho eso por mí.
—Sí, bueno, no puedo garantizar que sea un trabajo de calidad, pero
será mejor que dejarlo como está.
Se queda en silencio por un momento.
—Gracias, Bronson. —Sus palabras todavía tienen un toque de
dificultad.
Debería importarme una mierda, pero me muero por saber qué es lo
que motivó esta noche.
—¿Qué estabas celebrando esta noche?
—Mm, sí. —No continúa mientras desenredo su largo cabello, y me
pregunto si ya se habrá desmayado. Luego, su apagada voz dice—: El
aniversario de que Roy me acogió.
Su respuesta hace que mi mano se detenga por una fracción de
segundo, y desearía poder ver su rostro completamente en lugar de que me
dé la vuelta.
—Es la única persona a la que no le importaba que fuera diferente. —
Incluso en sus palabras pronunciadas en voz baja, la burla en ellas hace
que mi columna se ponga rígida—. Sin embargo, probablemente, lo pensó,
especialmente por lo aterrorizada que estoy del bosque.
Su trago es audible.
—No puedo caminar demasiado cerca de esos árboles en el patio
trasero. Lo suficientemente fuerte como para cortar el césped… —Se apaga
con un suspiro—. La gente se reiría y pensaría que soy un bicho raro. —Su
quebradiza risa actúa como un puñetazo en el estómago—. Tendrían razón.
Soy un bicho raro.
Es como si alguien me hubiera dado un puñetazo en el estómago, el
dolor en su voz es tan visceral. Mi protesta llega de inmediato, la
contundencia en ella es inconfundible.
—No, no lo eres.
286 Deja escapar un suspiro que suena tan triste que envía una sensación
de ardor que se extiende por mi pecho. Me esfuerzo por descifrar sus
palabras cuando se vuelven apenas audibles en un leve susurro.
—Soy un bicho raro. Lo entenderás eventualmente. Entonces no me
verás de la misma manera nunca más.
Cada palabra que dijo en esta cama parecía estar envuelta en capas,
ocultándola y haciéndola más un rompecabezas. Mi mente da vueltas con
confusión, y desearía como el infierno saber a qué le tiene tanto miedo.
Su respiración es uniforme ahora, estable mientras se queda dormida.
Me tiene tan jodido, pero cuando se trata de esta mujer, soy un maldito
glotón. Hay una docena de cosas diferentes que podría estar haciendo ahora
mismo, que debería estar haciendo ahora mismo, pero no hay lugar en el
que prefiera estar que aquí.
Después de terminar de desenredar su cabello, me levanto de la cama
para poner el peine y el espray en el baño cuando su voz me detiene.
—No me dejes. —Sus susurradas palabras son letárgicas y lentas, pero
la súplica en ellas es clara, atravesándome—. Por favor.
—No iré a ninguna parte, Red. —Trazo un dedo a lo largo de la línea
del húmedo cabello—. Me quedaré aquí.
Una vez que se relaja con un suspiro, dejo el peine y el espray en la
mesita de noche antes de pasar al otro lado de la cama. Levantando un poco
las almohadas, saco mi pistola enfundada y la dejo en la mesita de noche a
mi lado.
Después de desabrochar algunos botones de mi camisa, deslizo mi
teléfono de mi bolsillo y me acomodo en la cama. Poniendo una mano debajo
de mi cabeza, miro a una Georgia dormida y distraídamente golpeo mi
teléfono contra mi muslo. Pequeños rayos de luz de luna iluminan su rostro,
el resto de su cuerpo debajo de las sábanas.
Esta mujer se vuelve más un misterio a cada paso. Sus palabras esta
noche tienen mi mente dando vueltas a gran velocidad, deseando poder
entenderlas.
“Soy un bicho raro”.
“… cuán aterrorizada estoy del bosque”.
287 Hay pistas en sus palabras, simplemente lo sé. Pero diablos si puedo
resolverlo. Lo que significa que tengo dos opciones. Puedo intentar
profundizar en su pasado con la esperanza de que aparezca algo más. O.…
puedo esperar y ver si confía en mí lo suficiente como para contarme todo.
La impaciencia se hace más fuerte mientras miro a la bella durmiente
a mi lado que no tiene ni idea sobre la batalla que ruge dentro de mí. No
espero para tomar acción. Hago que la mierda suceda. Pero instintivamente,
sé que un paso en falso, que tratar de profundizar más en su pasado,
arruinará todo.
—Bronson. —Cuando susurra mi nombre en sueños, me estiro y rozo
con mi pulgar el ligero pliegue entre sus cejas. Suspira, sus rasgos se relajan
antes de quedarse en silencio una vez más.
Mirándola, tomé una decisión.
Sé lo que tengo que hacer.

Georgia
El sueño se entrelaza con las pesadillas y el más dulce de los sueños.
Mi mente busca la conciencia mientras los recuerdos parpadean
intermitentemente, mezclándose con mis sueños antes de sumergirme en la
pesadilla. Como de costumbre, el peor momento de mi vida se apodera de
mí, asaltándome con vivos colores y con claridad mientras el sueño me
impide escapar.
Estoy acostada en esa losa de madera en el bosque, la lluvia cae sobre
mí, el agua se mezcla con mi sangre. La conciencia es fugaz hasta que el
dolor abrasador hace que mis labios se separen en un silencioso grito. Mi
cuerpo se está moviendo y no tengo la energía, la disposición para protestar.
Para contraatacar.
Esta es mi penitencia. Este es mi destino. Esto es lo que alguien como
yo se merece.
Fenómeno.
288 Demonio.
Bruja.
Monstruo.
Todo es verdad. Es lo que soy. Incluso mi propia madre se ha reído de
mí y me ha llamado bicho raro, directo en mi cara, todo mientras gana
dinero obligándome a usar mi habilidad.
El empujón de mi cuerpo desnudo, la forma en que las desconocidas
manos envían una descarga eléctrica a través de mí, me catapulta más allá
del punto de agonizante dolor. Me envían cayendo a un mundo de
entumecimiento.
Pierdo la noción de cuánto tiempo pasa antes de que finalmente me
despierte en la extraña cabaña. Mi boca se siente como si hubiera sido
rellenada con algodón mientras parpadeo rápidamente, tratando de
concentrarme en mi entorno. No hay sonido dentro de la cabaña, lo que me
da la impresión de que estoy sola.
Miro mi cuerpo donde yazco en una estrecha cama hecha con simples
sábanas blancas. Estoy vestida con pantalones de chándal de hombre, pero
mis brazos fueron acomodados en una camisa de botones de manga corta
suave y muy gastada. La parte delantera se deja desabrochada y lo
suficientemente abierta para dejar al descubierto la herida de mi pecho, los
bordes de la tela cubren mis pezones.
La piel tallada en mi pecho ha comenzado a sanar y ahora tiene una
serie de puntos. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras mis emociones se
descontrolan salvajemente dentro de mí.
Gratitud e incredulidad de que de alguna manera logré alejarme de
ellos con mi vida intacta.
Miedo y confusión por cómo sucedió eso realmente. Porqué sucedió.
Porque no lo merezco.
—No llores. —El hombre parece materializarse de la nada, pero su voz
es tranquilizadora. Su cabello rubio casi blanco contrasta con sus profundos
ojos azules que ahora están llenos de preocupación—. No querrás romper
ningún punto.
289 —¿Tú... me cosiste? —Mi voz tiembla con nerviosismo. A pesar de que
no me ha dado una razón para temerle, siento una oscuridad a su alrededor
que instintivamente me dice que no me gustaría estar en su lado malo.
Como si pudiera leer mis pensamientos, las comisuras de su boca se
contraen.
—Lo hice.
Miro hacia abajo a mi cuerpo de nuevo, y responde al pensamiento.
—Eres libre de irte cuando quieras. —Mis ojos lo cortaron con sorpresa,
pero su expresión permanece estoica—. No eres una prisionera.
La vía intravenosa conectada a mi brazo continúa su goteo lento y
metódico, y una vez más responde a mi pensamiento interior.
—Tuve que llenarte de antibióticos. —Hace una pausa y su siguiente
revelación no me sorprende—. Casi no lo logras.
Me atrevo a verlo de nuevo.
—Gracias. —La incomodidad se hunde y me apresuro a ofrecer—: Soy
Georgia.
Su boca se tuerce una vez más, tan rápido que creo que lo imaginé.
—Lo sé. —Se vuelve, sus pasos imposiblemente silenciosos mientras se
dirige hacia la puerta abierta de la pequeña habitación—. Descansa un poco,
Georgia. Volveré para ver cómo estás.
Su imagen se vuelve borrosa. Parpadeo rápidamente para aclarar mi
visión, pero ya se ha ido. Eventualmente, caigo en un sueño sin sueños.
Pasan los días y aparece de forma intermitente con comida y un
pequeño recipiente con agua y una esponja para permitirme limpiarme. Hoy
se ofrece a ayudarme a levantarme de la cama para sentarme a la mesa en
el espacio de la cabaña principal.
Solo hay dos sillas y apenas espacio en la mesa para cada uno de
nuestros platos. Me mira comer con tanta atención que es como si tuviera
algún interés en que me curara y me recuperara lo más completamente
posible.
Una vez que termino mi comida sencilla de pollo y puré de papas, dejo
mis cubiertos y me recuesto en mi silla. El movimiento me hace estremecer
290 de irritación mientras mi abotonada camisa roza mis cicatrices, ahora libres
de puntos.
La curiosidad se apoderó de mí, y ahora que estoy mucho más cerca de
estar libre de dolor, planteo mi pregunta en los silenciosos confines de la
cabaña.
—No tenías que salvarme. —Mis palabras no parecen afectarlo en
absoluto. Señalo la cabaña y mi plato ahora vacío—. Hacer todo esto por mí.
Sostiene mi mirada, y con cada segundo que pasa, se vuelve más
intensa. Se siente como si estuviera hundiéndose profundamente en mi
psique.
Finalmente, habla, su voz se queda como siempre pero no es menos
autoritaria.
—Es una regla tácita no intervenir, pero la rompí cuando te encontré
en esos bosques.
Sus palabras me fascinan porque instintivamente, sé que lo que dice a
continuación es mucho más importante de lo que implica su tono casual.
—Mi penitencia es mirar y nunca intervenir, pero contigo no pude
hacerlo. Sabía, incluso antes de poner mis manos sobre ti y sentir tu
energía, que eras como yo.
Mira hacia la mesa, el dolor graba sus rasgos normalmente estoicos, y
pasa un dedo por el borde de su tenedor.
—Hubiera dado cualquier cosa para que alguien me salvara una vez.
Mis ojos caen hacia donde traza un camino a lo largo de un diente
exterior del tenedor. Cuando la punta de su dedo se vuelve translúcida,
parpadeo un par de veces, preguntándome si mis ojos me están jugando
una mala pasada.
Aparta la mano y levanto la mirada para encontrarme con evaluadores
sus ojos.
—Aquí es donde tenemos que separarnos.
Mi protesta se derrama.
—¿Me dejarás? Pero ¿cómo puedo pagarte? —Miro frenéticamente
alrededor de la pequeña cabaña—. Puedo hacer algo por aquí o...

291 —Georgia. —Mi nombre, una sola palabra, me dice que está decidido.
Y me doy cuenta de que siempre es así para mí.
Nadie quiere estar vinculado a mí de ninguna manera. No es que sea
desagradecida con él, no lo soy. Es la pequeña niña vulnerable y patética
dentro de mí quien desea que alguien, cualquiera, se quede a mi lado por
una vez. En el largo plazo.
Que podría tener a alguien de mi lado por el resto de mis días.
Bajo la barbilla, viendo mi plato, y deseo que mis lágrimas no caigan.
—Gracias por todo lo que has hecho.
No hay duda del ligero temblor en mi voz, del grosor de cada palabra
que emerge de mi afligida garganta.
Al día siguiente, cuando me despierto, una gran bolsa de lona se
encuentra en el estante de madera montado en la pared de la cabina de mi
dormitorio.
Sé que estoy sola en el instante en que mis pies descalzos tocan el suelo
de madera cuando me levanto de la cama. Que se fue y que no volverá hasta
que me haya ido.
Cuando abro la bolsa, encuentro un gran sobre y deslizo el primero de
sus contenidos. Despliego un pequeño mapa con una ruta resaltada para
llevarme de la cabaña a la carretera principal.
Una nota adhesiva está adherida al mapa, escrita en inconfundibles
letras mayúsculas masculinas.
TOMA EL VOLKSWAGEN. LAS LLAVES ESTÁN EN LA GUANTERA.
DÉJALAS AHÍ CUANDO LO ESTACIONES EN LA ESTACIÓN DE AUTOBUSES.
El billete de autobús a Jacksonville, Florida, es el siguiente artículo que
meto en el sobre, pero lo que queda dentro tiene el aliento suspendido en
mis pulmones.
Porque es el fajo de billetes más grande que he visto en mi vida.
Me tiembla la mano cuando la alargo para retirar el fajo de dinero con
una banda elástica y veo el pequeño papel metido debajo de la banda.
USA ESTO PARA EMPEZAR DE NUEVO. SÉ VALIENTE.
Mi mente se desvía de ese recuerdo a un sueño que ya no está
292 manchado de recuerdos. El calor me inunda mientras la fantasía se apodera
de mí. Caminando de la mano, Bronson me sonríe, como si fuera todo su
mundo.
Nunca nadie me ha mirado de esa manera.
El anhelo es tan profundo que se filtra hasta la médula de mis huesos.
Quiero disfrutar de ese sueño, pero se pixela y comienza a desvanecerse.
Grito de desesperación, deseando que se quede, pero no lo hace.
¡No! ¡Por favor!
Se evapora, pero no debería sorprenderme. Así es como todos mis
sueños terminan. Es a lo que estoy acostumbrada.
Es por eso que dejé de desear. Dejé de soñar con algo más de lo que
tengo.
No significa que duela menos, y las cicatrices en mi pecho se vuelven
ardientes, quemándome como un recordatorio de lo que merezco... y lo que
no.
Una callosa mano me acaricia la mejilla y me tranquiliza, apagando la
sensación de ardor que me atormenta el pecho y el corazón.
Cuando una profunda voz me insta a descansar, lo hago. La gentil
mano que comienza a acariciar lánguidamente mi cabello me arrulla en un
sueño sin sueños.

293
18
Bronson

A
penas duermo, quizás unos minutos aquí y allá. En parte se
debe a que la vi apagada, mucho menos que su yo vibrante. Y
no se debió completamente a que bebiera más de lo que le
correspondía. Algo la afectó. Algo arrancó la capa de atrevimiento que he
llegado a anticipar de ella.
Esta noche, vi a una Georgia diferente... y aunque odié escuchar su
sonido tan derrotado, esta versión de ella sacó a relucir todos los instintos
protectores de mi cuerpo.
Se mueve, acercándose a mí y murmurando en sueños. La acomodo
para que recueste su cabeza en mi pecho, su cuerpo aún envuelto en las
sábanas. Con un brazo por encima de las sábanas, lo cuelga sobre mí,
sosteniéndome fuerte.
Mi teléfono vibra, el nombre de Daniel parpadea en la pantalla y me
apresuro a contestar en voz baja para no despertarla.
—Hablé con los dueños. Están jodidamente enojados por la mierda. El
lugar ha estado libre de incidentes desde que abrió. No solo eso, sino que
sus cámaras de vigilancia que apuntaban a la entrada y las que captaban
294 el tráfico en la calle justo enfrente estaban jodidas. Uno de los empleados
notó que estaban nubladas o parecían manchadas con algo que
distorsionaba la vista. Cuando fueron a investigarlo, se desató el infierno.
Aprieto los labios con frustración. Quien esté detrás de esto pagará. Es
una promesa.
—¿Por qué eligieron balas de goma esta vez? —murmuro, mi voz baja—
. ¿Qué clase de juego de mierda están jugando?
—No lo sé, jefe. —La frustración de Daniel es evidente en su voz—. Pero
lo averiguaremos.
Cuando hace una pausa, siento su vacilación, y mis músculos se
tensan con inquietud. Finalmente deja escapar un suspiro, como si
estuviera temiendo lo que está a punto de decirme.
—Se pone peor.
Aprieto la mandíbula.
—Déjame adivinar. Los hijos de puta dejaron una nota.
—Sí. Justo donde ella había estado sentada en el bar toda la noche. —
Se aclara la garganta—. Decía, Última advertencia. Morirás pronto.
—Joder —digo entre dientes y me tenso cuando Georgia se mueve. Su
mano se dobla, su agarre aprieta mi camisa antes de suspirar y relajarse.
Afortunadamente, permanece dormida—. Tiene que haber una conexión
aquí. Recibió una nota después del maldito sándwich, luego cuando le
dispararon a su auto, y ahora con el bar. Hay algo ahí que nos estamos
perdiendo. De ninguna manera esto es solo una maldita coincidencia. No
puede serlo. Tiene que ser el objetivo. ¿Pero por qué?
—¿Pero por qué? —Daniel se hace eco de mi queda pregunta.
Lo malo es que no tengo ni puta idea.
Observo un agujero en el techo y aprieto mi agarre sobre la mujer
acurrucada a mi lado. Un miedo absoluto se apodera de mí ante la idea de
que algo le suceda, y no soy un hombre que abrigue miedo.
Pero parece que Red es un cambio de juego para mí.
—Haz que nuestros muchachos en la comisaría vean las notas,
especialmente esa. A ver si hay algo que puedan encontrar.
295 —Servirá. —Daniel se aclara la garganta—. Hay más, jefe. —Su tono se
endurece, e instantáneamente sé que será el maldito gran final—. Se corre
la voz de que vamos y venimos de cierta casa. La gente se pregunta qué es
lo que te tiene tan intrigado que sigues apareciendo allí.
—¿Quién lo notó? —No lo planteo tanto como una pregunta sino como
una demanda.
—The Disciples.
Jesús, mierda. Me paso una mano por la barba y miro al techo.
—Era solo cuestión de tiempo antes de que la gente se diera cuenta,
jefe. —Se apresura a agregar—: No digo que sea genial, pero...
Sí. Entiendo lo que está diciendo. Todavía no hace que esta situación
sea menos jodida.
—Hay que tener cuidado. Verán eso como una debilidad.
—Como una debilidad. —Mis palabras murmuradas están llenas de
disgusto. A la mierda eso. Están muy equivocados si creen que ella es mi
debilidad.
Porque no se dan cuenta de que, si alguien se atreve a lastimarla, los
acabaré con mis propias manos.
No necesito decirle nada de eso a Daniel. Me conoce suficientemente
bien.
—Mantenme informado. —Está en la punta de mi lengua pedirle que
indague en su pasado, pero me contengo. Lo cual es diferente a mí. Nunca
dudo. Nunca le doy la bienvenida a lo desconocido.
—Servirá.
Terminando la llamada, bajo mi teléfono y giro la cabeza para ver a la
mujer acurrucada contra mí. Malditos sean mis instintos por ser tan
retorcidos. Porque una parte de mí sabe que es inocente.
¿Pero esa otra parte de mí? Sabe, en el fondo, que esconde una gran
cantidad de peligrosos secretos.

296
Georgia
Lentamente me despierto con la cabeza palpitante y la boca reseca. De
alguna manera, me las arreglo para abrir los ojos.
Mis sábanas están ajustadas a mi alrededor, como un burrito, y tengo
un brazo colgado sobre el lado vacío de mi cama. Frunzo el ceño confundida,
mientras paso mi mano por la ligera hendidura en la almohada a mi lado.
El latido en mi cadera me regaña... luego los detalles de lo que sucedió
anoche vuelven a mi mente.
La mortificación florece y mis mejillas se vuelven ardientes. Oh, Dios.
Le pedí que se quedara. A Bronson Cortez. Al hombre que es la última
persona a la que esperaría recurrir para cuidar a una mujer borracha,
especialmente después de un festival de vómitos.
Pero se quedó. Uh. Cuando percibo el olor a tocino que impregna el aire,
me dejo caer y me desenvuelvo de las sábanas. Cuando me levanto y
descubro que todavía estoy en mi toalla de baño, la cambio rápidamente por
un sostén deportivo, una camiseta y unos pantalones cortos. Incluso el
simple movimiento de tirar de la ropa sobre mi cadera me hace aspirar un
fuerte respiro de dolor.
He tenido cosas peores, me recuerdo. Y anoche podría haber sido peor
fácilmente.
Después de cepillarme los dientes y de echarme un poco de agua en la
cara, de mala gana me echo un vistazo en el espejo. Me veo harapienta, con
círculos debajo de los ojos. Mi cabello está revuelto y desordenado, lo agarro,
lo retuerzo y lo aseguro con el clip que está en mi mostrador.
Camino por el pasillo, siguiendo los olores que hacen que mi estómago
ruga, solo para detenerme repentinamente ante la vista en mi cocina.
Con la camisa desabrochada y desabotonada para dejar al descubierto
su musculoso torso, él levanta la sartén de la estufa y apaga el quemador.
Usando una espátula, transfiere la comida a un plato.
Debe haber sentido mi presencia porque me saluda con una voz ronca
sin ofrecerme una mirada.
—Buenos días, Red. Justo a tiempo para el desayuno. —Se gira con el
297 plato en la mano y se acerca para dejarlo sobre la mesa donde le esperan
una servilleta y un tenedor—. Nada mejor para la resaca que un grasiento
desayuno para absorberla.
Los huevos, el tocino y las rebanadas de pan tostado con mantequilla
me miran fijamente. Muevo mis ojos hacia él.
—¿Cocinas?
Mierda. Eso fue grosero... y lleno de evidente incredulidad.
Rápidamente agrego:
—Lo siento. Quiero decir… —Esta vez cambio mi tono para ser más
casual y mucho menos abrasiva—. ¿Cocinas?
Se ve ofendido antes de encogerse de hombros y volverse hacia el
mostrador.
—En mi familia es prácticamente un requisito saber cocinar. Ahora,
ven y come.
Me deslizo en la silla, sintiéndome mucho más desequilibrada de lo que
me gustaría. Y no tiene nada que ver con tener resaca y todo que ver con el
hombre en mi cocina.
—Gracias. —Mis palabras surgen forzadas, pero mi sentimiento es
sincero, y espero que lo sienta.
Un breve asentimiento es todo lo que recibo a cambio antes de que
vuelva a verificar que los quemadores de mi estufa estén apagados.
Recojo mi tenedor cuando desliza una taza de café frente a mí. Levanto
la vista y lo encuentro abrochándose la camisa, negándome efectivamente
esa hermosa vista de su pecho.
—Tengo que irme. Ocuparme de algunas cosas.
—Oh. —No estoy segura de por qué estoy decepcionada de que se vaya.
Supongo que esperaba que se quedara y me acosara como de costumbre.
Solo un poco, por lo menos.
Sus ojos se estrechan sobre mí de una manera que me da la impresión
de que es un tiburón que acaba de detectar sangre en el agua.
—Eso sonó como si quisieras que me quedara, Red. —Ese tono bajo y
298 áspero rastrilla sobre mí, y apenas resisto el escalofrío que provoca.
Aparto mis ojos de él y cuidadosamente me concentro en palear huevos
revueltos en mi boca. Acabo de tragar cuando una gran mano se planta
sobre la mesa junto a mi plato. Se inclina detrás de mí, acercando su boca
a mi oído, su cálido aliento acaricia mi piel.
—No hagas planes para más tarde esta noche. Después de la cena.
Me pongo rígida.
—¿Por qué?
Cuando roza con sus labios el caparazón de mi oído, mis ojos se cierran
y mi respiración se acelera.
—Es una sorpresa.
Entonces su calor se desvanece, y abro los ojos para verlo caminando
hacia la puerta.
Sintiéndome más como yo misma, respondo:
—¿Qué pasa si no me gustan las sorpresas?
Se pone los zapatos y abre la puerta de un tirón, lanzando una escueta
mirada en mi dirección. Esos labios se contraen en los bordes.
—Estoy dispuesto a correr el riesgo.

Bronson
—¡Te juro que no sé nada más!
El hijo de puta escupe sangre en el cemento debajo de la silla a la que
está atado. Su ojo derecho ya está cerrado por la hinchazón, de color azul y
púrpura, y su labio superior e inferior están rotos, dejando un desastre
sangriento goteando por su rostro.
—Solo me dijeron que la mantuviera ocupada por un tiempo y luego la
llevara al frente a la medianoche.
—¿Quién te lo dijo?
299 —No lo sé, hombre. —Se derrumba, su pecho agitado por los sollozos—
. No lo sé.
—Jesús, joder. —Le lanzo una mirada de incredulidad a Daniel, quien
no parece sorprendido en lo más mínimo de que este imbécil empiece a
llorar.
—¿Qué quieres hacer con él? —Daniel plantea la pregunta en voz baja
pero lo suficientemente alto a propósito para que el idiota lo escuche.
Mi respuesta es inmediata.
—Deshazte de él.
—¡Espera! —grita Tarado—. ¡Espera! ¡Acabo de recordar algo!
Nos volvemos hacia él y esperamos en silencio a que derrame cualquier
información que tenga.
—El número del que me llamaron una vez era diferente al resto. Los
otros eran de un número desconocido, pero supongo que se olvidaron de eso
la última vez, y recuerdo que pensé que era raro.
Daniel y yo intercambiamos una aburrida mirada, y él observa el
pedazo de mierda con más paciencia de la que podría reunir.
—Llega al punto. Rápido.
—Recuerdo sentir curiosidad, así que decidí hacer esa búsqueda
inversa de números en línea. —La esperanza brilla en sus ojos—. Vino de la
comisaría del centro.
Juro que cada gota de mi sangre deja de latir por mis venas.
—¿Dónde está tu teléfono?
—Yo, eh, me deshice de él esa noche. Lo destrocé y lo tiré a su basurero.
—Así que no hay forma de verificar si tu historia es cierta.
El pulso en su garganta se vuelve loco, y traga audiblemente.
—¡Te juro que no te estoy mintiendo!
—¿Sí? —Levanto las cejas—. ¿Quieres tratar de decirme cómo no
mentiste esas veces que te atraparon jugando con los Boy Scouts de los que
estabas a cargo? —Palidece bajo su piel bronceada—. ¿Quieres tratar de
decirme cómo no mentiste y le pagaste a la gente para que obtuviera servicio
300 comunitario mientras dos de esos niños se suicidaron por eso?
No dice una palabra.
—No tienes mucho que decir ahora, ¿verdad?
Cuando quito el seguro de mi arma y la levanto, apuntándole a su
frente, no siento remordimiento. No cuando grita, suplicándome que le dé
una oportunidad.
No cuando sus sesos salpican el cemento. No cuando su cuerpo se
desploma en la silla.
Es la jodida suciedad de la tierra, y no solo destruyó la vida de niños
inocentes, sino que también trató de lastimar a Red.
Y estoy preparado para hacer llover el infierno sobre cualquiera que
intente lastimarla.

Georgia
¿Cómo diablos puedo reconciliar al hombre que vino aquí anoche para
asegurarse de que estaba a salvo? ¿Al hombre que me había agarrado del
cabello mientras vomitaba?
Me ayudó a desvestirme y me dio la espalda cuando se lo pedí. Ni una
sola vez me manoseó. Ni una sola vez me sentí vulnerable o en peligro con
él.
Que sea el mismo hombre que admitió haber matado gente me está
retorciendo el cerebro.
Y ahora, soy la loca que está viendo mi reflejo en el espejo de cuerpo
entero de mi habitación, contemplando si debo quitarme el vestido de verano
o no. Si mi cabello y maquillaje están bien o si…
—Estás preciosa.
Salto, y mis asustados ojos chocan con los familiares oscuros en el
espejo. Separo los labios para decirle lo que pienso acerca de colarse en mi
casa sin ser invitado, pero avanza, su mirada llena de calor. Deteniéndose
301 detrás de mí, tiernamente aparta mi cabello hacia un lado para dejar al
descubierto un hombro.
Sin apartar la vista de la mía, baja la cabeza para depositar un suave
beso en mi piel desnuda.
—Eres hermosa, Red.
Me doy la vuelta para observarlo.
—Gracias. —Adoptando una mirada severa porque sé que si le doy a
este hombre unos centímetros, se tomará un kilómetro, golpeo mi dedo en
su pecho—. Pero eso no excusa por el hecho de que acabas de entrar aquí
como si...
Rápido como un rayo, toma mi nuca y fusiona su boca con la mía,
interrumpiendo efectivamente mi pequeña diatriba. Su lengua se lanza
contra la mía, y no puedo resistir agarrar la parte delantera de su camisa
en mis puños. Un pequeño gemido sube por mi garganta, pero retrocede
antes de que pueda liberarlo.
Cuidadosamente alisa mi cabello antes de retroceder un paso.
—Tengo algo para ti. —Un indicio de lo que parece ser entusiasmo
juvenil brilla en sus ojos.
Cuando me ofrece su palma hacia arriba, la vacilación cubre el
movimiento.
¿Está dudando por la misma razón que yo al aceptar su mano? Porque
esto se siente como más. La idea de poner mi mano en la suya hace que un
atisbo de ominosa premonición aguijoneé el fondo de mi mente, susurrando
que esto cambiará todo.
Su expresión se cierra y mi estómago se revuelve enfermizamente.
Antes de que pueda dejar caer su mano, la agarro. Estrechamente.
Probablemente demasiado apretado, pero sea lo que sea, lo quiero. Incluso
si sé cómo termina. Terminará con él dándose cuenta de lo que realmente
soy y dejándome.
Fenómeno. Demonio. Bruja. Monstruo.
Me acerco e intento transmitirle lo que no puedo poner en palabras.
302 Que deseo esto, que lo deseo a él, mientras dure. Por breve que sea. Algo me
atrae hacia él, y resistir ya no es una opción.
Me dije la otra noche que necesitaba vivir, tratar de experimentar algo
parecido a la normalidad. Bueno... esto es parte de eso. Aceptar al hombre
que me desea y ceder a este tangible tirón entre nosotros.
Levanto mi barbilla con altivez, mi tono desafiante y un poco coqueto.
—Más vale que esta sorpresa sea buena. —Muevo una mano con
desdén—. Después de todo, tengo grandes expectativas de un pandillero de
tu estatura y todo eso.
Sus ojos se iluminan. A este hombre le encanta cuando le hago pasar
un mal rato, y me pregunto si es porque nadie más se atreve a hacerlo.
—¿En serio?
—Sí.
Desliza su mano a mi nuca, sus dedos acarician mi suave cabello.
Dirigiendo mi cara hacia arriba, trae su boca a la mía. Cada palabra hace
que nuestros labios se rocen, y mi respiración se acelera.
—Menos mal que me encantan los desafíos.

Bronson
No me he puesto ahí fuera por una mujer en... infiernos. Probablemente
nunca.
Pero Red es diferente. Me hace querer demostrarle que puedo ser más
que el tipo que llega a casa al final de la noche con los nudillos rotos y la
camisa salpicada con la sangre de otra persona. Más que el hombre que
maneja la mierda a su manera. Más que el hombre que pone una bala entre
los ojos de cualquiera que amenace a personas inocentes y al territorio que
me he roto el trasero por construir.
Me hace querer ser más que un criminal, más que un asesino, porque
me quiere a mí... y no solo al líder de The Scorpions.

303 —Ven conmigo. —La llevo a su cocina, su mano en la mía. Y maldita


sea si eso solo no se siente tan jodidamente bien.
Me detengo en la puerta, bloqueo su vista de la cocina y me doy la
vuelta para decir:
—Cúbrete los ojos.
En lugar de obedecer, me mira con sospecha en el rostro.
—¿Por qué?
Los bordes de mis labios se estiran porque sabía que esto sucedería.
Que mi Red pelearía conmigo en cada paso del camino.
Tiro de nuestras manos unidas, y eso la toma con la guardia baja,
haciéndola tropezar conmigo. Tomando un lado de su cara con la otra mano,
paso mi pulgar sobre su suave piel y observo cómo se suavizan sus rasgos.
Por mí.
Por el hombre que ha tenido más sangre en sus manos que cualquier
otro.
Bajo la cabeza, mirándonos a los ojos, incapaz de resistir una sonrisa.
—Porque yo lo digo.
Ante la mera cercanía, su mirada se vuelve confusa, y se toma un
momento asimilar mis palabras.
—Oh, tú… —Golpea mi pecho, dándome una mirada de censura.
Enderezándome, me pongo sobrio y bajo la voz.
—Cúbrete los ojos, Red. —Cuando todavía se niega, añado un
murmullo—: Por favor.
La sorpresa brilla en su rostro y me examina un momento antes de
hacer lo que le pedí. Me tomo un segundo para verla porque es tan
malditamente hermosa. Luego la guío más cerca de la mesa de la cocina.
—¿Ya puedo ver?
—No todavía. —Estrecho mis ojos en ella—. Y sin mirar.
Murmura algo indescifrable, como la cascarrabias que es. Enciendo
rápidamente el fósforo y con cuidado hago lo necesario antes de apagarlo.
—Por favor, dime que no vas a quemar mi casa. —Su irónico tono tiene
304 una sonrisa tirando de mis labios.
—Puedes ver ahora.
Baja las manos y parpadea un par de veces ante la vista que tiene
delante. La confusión y la incredulidad se muestran claramente en su
hermoso rostro. Traga con fuerza, y su boca se abre cuando su mirada me
corta.
—¿Me compraste un pastel?
Asiento, apenas resistiendo el impulso de moverme nerviosamente, y
meto una mano en mi bolsillo.
Lanza una mirada rápida al pastel cuya única vela aún parpadea antes
de volver a mí. Su voz tiene un toque de asombro.
—Dice Feliz Aniversario.
—Dijiste que ayer era el aniversario de cuando Roy te acogió. Es un
gran asunto. —Me encojo de hombros y fuerzo un tono evasivo porque, joder,
¿y si odia esta idea? Ni siquiera lo consideré—. Parece que algo así debería
celebrarse. No se puede celebrar sin un buen pastel.
Esos ojos verdes inspeccionan mis rasgos cuidadosamente, como si no
estuviera segura de lo que significa todo esto. Demonios, tal vez no es la
única.
Dando un paso hacia mí, se pone de puntillas y me da un suave beso
en los labios. Es tan rápido que apenas tengo tiempo para registrarlo, pero
la sensación persiste.
Es la primera vez que inicia un beso que no fue por enojo. Ahora estoy
empeñado en experimentar otro beso como ese otra vez.
Pronto.
Se enfrenta al pastel con la única vela encendida y la apaga
suavemente.
—Toma asiento. Te cortaré un trozo. —Tomo el cuchillo y con cuidado
corto el pastel y lo coloco en uno de los platos que puse mientras estaba en
la ducha, preparándose para mí.
No mentiré y diré que no tuve la tentación de echar un vistazo y mirarla
hasta hartarme porque lo estuve. Pero no lo hice. Quiero que venga a mí.
305 Quiero que me muestre lo que es tan reacia a que vea.
Deslizo el pastel frente a ella y le ofrezco el tenedor. Sus ojos se elevan
hacia los míos, y contienen tanta emoción que mi garganta está
dolorosamente en carne viva.
—Gracias por esto. —Observa su plato, su voz cada vez más suave—.
Significa mucho para mí.
Esta vez, cuando me ve con una sonrisa agradecida, sus rasgos tienen
una cualidad distintivamente diferente. Afecto o simplemente sorpresa, no
estoy seguro de cuál. Sin embargo, en realidad no importa, porque está
sonriendo, expulsando las sombras de la otra noche de su rostro.
Esa dulce sonrisa me llena de energía. Confirma lo que sé en lo
profundo de mi alma. Que, aunque sé que mis enemigos podrían verla como
mi debilidad, no lo es. Es fuerte, de voluntad dura también, y más valiente
que la mayoría de los hombres.
En todo caso, tenerla a mi lado fortalecería mi fuerza, no la restaría. No
estoy seguro si las probabilidades están en mi contra, pero espero que me
deje quitar esas defensivas capas y mostrarme cada parte de ella. Incluso lo
que podría considerar feo.
Porque como asesino, como criminal, sé lo que es feo. Prácticamente
vivo y respiro la fealdad que la mayoría de la gente nunca ve. Es una de las
muchas razones por las que estoy agradecido de tener a mi mamá y a mi
abuela en mi vida.
Necesito a mi Red para ver que no hay nada feo en ella que pueda
alejarme.
Nada en absoluto.

Georgia
Bronson pone un trozo de pastel en su propio plato, pero no se une
inmediatamente a mí en la mesa. En cambio, se dirige a mi refrigerador y
saca una elegante botella.
Mi estómago da un vuelco enfermizo ante la vista, pero me tranquiliza.
306 —Es solo sidra de manzana espumosa, Red.
Dándome una mirada de amonestación, saca dos copas de champán
del gabinete correcto, demostrando que husmeó en algún momento. Pero no
me molesto en señalarlo.
Mi corazón está demasiado feliz y ligero en este momento. Hace fácil el
trabajo de abrir la botella y servirnos a cada uno una copa, las carbonatadas
burbujas bailan en el líquido.
Finalmente tomando asiento, levanta su copa en un brindis.
—Por tu aniversario.
Levanto la mía y la choco con la suya.
—Por mi aniversario.
Una cinta de alegría se despliega dentro de mí. Nadie me había traído
un pastel antes. Nunca quise ser una carga para Roy, así que celebraba el
aniversario por mi cuenta.
No importa que sea un día tarde, este año es la primera vez que tengo
a alguien para celebrar conmigo. Este hombre, que probablemente tiene las
manos ocupadas dirigiendo una pandilla y cuidando a su comunidad, hizo
el tiempo y el esfuerzo para hacer esto. Significa más para mí de lo que
podría darse cuenta.
Cada uno tomamos un sorbo de la dulce bebida antes de dejar nuestras
copas. Tomo mi tenedor, y cuando el primer bocado de pastel toca mi lengua,
casi gimo por el sabor.
Sus ojos vigilantes se iluminan de placer.
—Bueno, ¿eh?
—Tan. Bueno. —Con cuidado tomo otro bocado, saboreándolo—. ¿De
dónde sacaste esto?
—De la panadería Antonio’s. —Sus ojos se arrugan en los bordes
exteriores mientras se enfoca en el pequeño pastel que está frente a
nosotros—. Vino a EE. UU. desde Cuba casi al mismo tiempo que mi mamá
y mi abuela. Hizo pasteles fuera de su casa durante mucho tiempo hasta
que no pudo seguir el ritmo de la cantidad de pedidos.
Los ojos de Bronson se levantan para encontrarse con los míos, sus
307 rasgos están llenos de orgullo.
—Una de las primeras cosas que hicimos fue recaudar suficiente dinero
para conseguirle su propia tienda con varios hornos. —Levanta la barbilla,
haciendo un gesto hacia el pastel—. Un montón para hornear tantos como
quisiera.
—¿Cómo conseguiste el dinero?
En el momento en que expresé mi pregunta, desearía poder estirar la
mano y agarrar esas palabras y volver a pronunciarlas. Debido a que su
expresión se oscurece, esos hermosos ojos se fijan en mí como si estuvieran
preparados para medir mi reacción a su respuesta.
—No fue una venta de garaje, Red, si eso es lo que estás preguntando.
—Su voz posee un trasfondo acerado, en desacuerdo con el volumen
suavizado—. Ese no es mi mundo.
No digo nada. Simplemente dejo mi tenedor, olvidado el pastel, y lo
espero.
—Solo tenía diecinueve años en ese momento, pero sabía lo que tenía
que hacer. Las grandes tiendas intentaban intimidar para entrar, y mi gente
estaba sufriendo. —Sus fosas nasales se ensanchan como si estuviera
experimentando la misma ira que tenía en ese entonces—. Hice lo que tenía
que hacer. Para arreglar las cosas.
Sus ojos nunca dejan los míos, manteniéndome completamente
cautiva.
—A veces, tienes que hacer algo malo, tienes que ensuciarte las manos
y abrirte camino hasta la cima. No todo el mundo está hecho para hacer eso.
Su voz baja más.
—Pero yo sí. Y sí, he hecho y sigo haciendo algunas cosas jodidas, pero
al final es porque obtengo resultados de los que estoy orgulloso. —El feroz
orgullo sangra en su tono, sirviendo como una prueba más de que este
hombre es un tipo raro de guerrero—. Puedo observar a mi comunidad y
verlos prosperar.
Me devuelve la mirada, su mandíbula trabada, como si estuviera
esperando mi juicio.
Estoy dando un salto de fe, esperando que sea el tipo de guerrero que
308 pueda entender mis batallas. Antes de que pueda dudar de mí misma, me
levanto de la silla tan abruptamente que se tambalea sobre sus patas.
Cuando avanzo hacia él, me ve con una mezcla de cautela y curiosidad.
Con las palmas apoyadas en sus hombros, me acomodo en su regazo,
a horcajadas sobre él. Su mirada se calienta y sus manos descansan en mi
cintura como si fuera lo más natural.
El mínimo indicio de diversión brilla en sus ojos.
—¿Hablas de que dar palizas en el trasero te excita, Red? —Esa áspera
voz suya casi me mata, arrastrándome en su propia caricia.
Paso mis dedos por su sedoso cabello negro antes de apretarlo con más
fuerza. La lujuria brilla en sus ojos cuando me inclino, nuestras narices casi
se tocan.
Mi tono es suave, pero posee un rastro de picardía.
—¿Y si digo que sí, señor Pandillero?
Pero no, no puedo molestarme en esperar su respuesta. Una sensación
de urgencia me hace acercar mis labios a los suyos, y por un momento más
largo, me deja besarlo y tomar la iniciativa. Sin embargo, en el instante en
que le doy un suave mordisco a su labio inferior, se rompe.
Ambas manos acunan mi rostro, y cuando me besa, solo puede
clasificarse como devorador. Dios, el hombre puede besar.
Sus besos hacen que mi corazón se agite y mi pulso se acelere, mi
respiración ya se vuelve errática. Su toque es suave, y tiene cuidado de evitar
mi magullada cadera.
Un toque de reverencia cubre esas amplias palmas. Una trepa por mi
espalda y enreda sus dedos en mi cabello. La otra se desliza debajo de mi
vestido, sus largos dedos se moldean posesivamente sobre mi trasero.
La humedad se acumula entre mis muslos y hace que la tela de mis
bragas se sienta insoportable pesada. Muevo mis caderas, asegurándome de
que su rígida y gruesa longitud llegue justo al lugar correcto. Su nombre se
derrama mientras jadeo contra su boca.
—Bronson.
Su enfoque cae a mis labios.
309 —Quiero oírte decir eso una y otra vez. —Su voz suena áspera, como si
hubiera sido forzada a través de una garganta llena con el papel de lija más
grueso.
La lujuria arde en sus ojos, y un músculo salta en su mejilla.
—Sé que tengo que ser amable contigo, pero —esos dedos aprietan más
mi trasero y sus fosas nasales se ensanchan—, maldita sea si no quiero
penetrarte aquí mismo. —Da un puñetazo hacia arriba de sus caderas,
enviando su pene justo donde más necesito presión.
Se me escapa un gemido y su mirada se vuelve fundida un segundo,
antes de que levante el dobladillo de mi vestido. La acción me hace recuperar
una fracción de mi cordura, lo suficiente como para poner mis manos sobre
las suyas para detenerlo. No dice nada, pero observa, la lujuria desaparece
de su mirada mientras me deslizo de su regazo. De pie sobre piernas
ligeramente inestables, aliso mi vestido.
No se mueve de su silla. Ni una sola protesta sale de sus labios. Esos
oscuros ojos me miran con atención, y el puño de emoción que aprieta mi
garganta se vuelve aún más apretado. Porque esto es todo.
Esta soy yo viviendo... o haciendo mi mejor esfuerzo por hacerlo.
Mierda. Mis palmas estallan con una humedad que me da ganas de
encogerme. Las arrastro por los lados de mi vestido y respiro profundamente
antes de extender una mano hacia él.
—Me gustaría continuar con esto en el dormitorio. —Sus ojos brillan
con sorpresa, pero permanece en silencio, como si sintiera que tengo más
que decir—. Pero necesito que me prometas que no harás ninguna pregunta.
Solo… que lo dejarás ir por ahora.
Me estudia con esos ojos multicolores durante un largo rato antes de
asentir lentamente.
—De acuerdo.
Cuando no toma mi mano y permanece en su asiento, entrecierro los
ojos.
—Yo también tengo algo que decir.
310 Inclinándose hacia adelante en su silla, abre las piernas y me hace un
gesto para que me interponga entre ellas. Una vez que lo hago, toma mis
manos entre las suyas, sus rasgos muestran una cruda intensidad.
—Te deseo, Red. Te deseo mucho. —Sus palabras me desuellan, pero
es como sus ojos nunca se desvían de los míos lo que me atrapa en la red
más intrincada de anhelo.
El tono cambia a uno de determinación, sus labios se aplanan.
—Aunque sé que es un riesgo, quiero probar esto contigo. Pero debes
saber que mi vida no es segura.
Ese músculo se tensa en su mejilla, lo que ilustra aún más su lucha
interna.
—Y aunque mataría a cualquiera que se atreva a lastimarte, no puedo
garantizar tu seguridad al cien por ciento. —Traga, su voz gruesa—. Estás
en peligro constante solo por asociarte conmigo.
Un pronunciado pliegue se forma entre sus cejas mientras su voz
adquiere un tono acerado.
—Si estás dentro, Red, entonces eso significa que no tendrás que joder
más con otros tipos. —Prácticamente muele las siguientes palabras, su
expresión se vuelve más tormentosa—. Especialmente con el policía.
Levanto mis cejas.
—¿Sí? Bueno, por ti, eso significa —toco el centro de su pecho para
acentuar el sentimiento—, no habrá otra jodida cosa con nadie más.
Cuando su boca se estira lentamente en una sonrisa satisfecha, y
mierda, incluso tiene un maldito hoyuelo, mi caja torácica se abre, liberando
la última capa de protección de mi corazón.
—Eh. —Sus ojos brillan con orgullo masculino—. ¿Así es, Red?
La incertidumbre se abre camino, pero hago lo mejor que puedo para
sofocarla. Sé que es porque nunca había hecho esto, nunca había tirado la
precaución al viento de una manera tan imprudente.
No se da cuenta, pero le estoy confiando mucho más que mi cuerpo.
Más que mi corazón.
Rezo para que los mantenga a ambos a salvo, pero, sobre todo, espero
311 que aún respete mi alma manchada de oscuridad.
Levantando la barbilla obstinadamente, lo veo con una mirada
desafiante.
—Así es, señor Pandillero.
19
Bronson

L
a sobresalto cuando me pongo de pie abruptamente. Unos ojos
verdes me miran con curiosidad e incertidumbre. Tal vez siente
lo que yo, que esto es diferente. Esto no es solo tener sexo. Es
más.
Lo negaría hasta mi último aliento, pero se me retuerce el estómago
porque no quiero joder esto. Solo pensar en ello me revuelve el estómago.
La levanto, pasando un brazo alrededor de su cintura.
Automáticamente envuelve sus piernas a mi alrededor, sus brazos siguen
su ejemplo alrededor de mi cuello. Maldición si no se siente como si nuestros
corazones latieran como locos.
—Agárrate fuerte, Red.
Su boca choca con la mía, sus dedos se sumergen en mi cabello para
acercarme más. Y su beso... joder. Dije que quería experimentar otro de sus
dispuestos besos. Uno que me diera libremente.
Pero esto no es solo un beso. Está poniendo su reclamo. Marcándome
como suyo.

312 Y estoy todo adentro. Con cada jodida parte.


Cada paso hacia su dormitorio se siente como si fuera un kilómetro,
pero tengo cuidado de no empujar su cadera lesionada y de causarle dolor.
La deslizo por mi cuerpo y la pongo de pie junto a la cama, reacio a
poner distancia entre nosotros, pero muriéndome por solo verla así. La luz
de la luna y la cercana farola se deslizan más allá de sus persianas
parcialmente abiertas. Parte de su cabello cubre un hombro, las puntas
terminan en su pecho.
—Esta es la parte sobre la que te advertí. —Pasa sus manos sobre mi
camisa, evitando mi mirada—. Y estaría más cómoda sin la luz encendida.
—Su pecho se agita en respiraciones lentas y profundas antes de que sus
ansiosos ojos se levanten hacia los míos.
Mi maldito corazón amenaza con salirse de mi pecho. Es como si
estuviera tratando de decirme algo. Que esta mujer está destinada a ser mía.
Moviendo mis manos para acunar su rostro, espero que la verdad en
mis palabras resuene en ella.
—Quiero todo de ti, Red. Si eso significa sin una maldita luz encendida,
no me importa. —Veo como la ansiedad desaparecer de su rostro.
Bajo la voz, mis palabras ásperas por la emoción.
—Solo te deseo a ti.

Georgia
Si mi corazón no estuviera ya latiendo salvajemente por él, ciertamente
lo estaría haciendo ahora. Sus palabras refuerzan mi coraje mientras recojo
la tela de mi vestido en mis puños y lo levanto por encima de mi cabeza. Lo
tiro a un lado y me paro frente a él, desnudándome a excepción de mis
bragas.
Su mirada recorre cada centímetro de mí: mi cara, mis hombros y luego
más abajo. Me mantengo rígida mientras sus ojos se detienen en mi tatuaje
que se extiende desde el centro de mi pecho hasta el interior de cada pecho.
Mis ojos se cierran con temor, y prácticamente puedo sentir su atención
313 recorriendo cada colorida y entintada sección de carne.
No puedo moverme. Apenas puedo respirar, mis pulmones arden.
Luego capto el sonido de un crujido, como si alguien se estuviera
desvistiendo.
Lentamente abro los ojos y lo encuentro tirando de su camisa
abotonada, dejándose desnudo de la cintura para arriba. Hace un trabajo
rápido al desabrochar su arma enfundada y la deja en mi mesita de noche.
Luego se quita los pantalones, dejándolo desnudo aparte de sus bóxer.
Esta es la primera vista sin obstrucciones de su cuerpo que me
concede, y es nada menos que gloriosa. Remolinos de negro graban su
oscura piel, y mis dedos hormiguean con la necesidad de extender la mano
y de trazar los numerosos caminos entintados a lo largo de la parte superior
de su cuerpo.
—Ahora, estamos igualados.
Sus palabras no se registran inmediatamente hasta que arranco mi
mirada de su entintada piel para encontrarlo estudiándome.
Está haciendo esto por mí, para de alguna manera tratar de
tranquilizarme. Me tiene acercándome, hasta que estamos cara a cara, y
coloco mi palma en el centro de su pecho. Con una profunda respiración
para fortalecerme, tomo una de sus manos y la guío para que coloque su
palma sobre el centro de mi pecho. Dejándolo sentir todo lo que no es
evidente debajo de los profundos y vibrantes tonos de la tinta.
Mi corazón da un brinco en mi garganta, pero sostengo sus ojos,
esperando ver el disgusto en ellos. El horror. La repugnancia.
Espero que retroceda. Que cambie de opinión. Que se vaya.
Sus cejas se juntan ferozmente, las preguntas prácticamente destellan
en sus ojos. Sus dedos se contraen, posiblemente con la urgencia de
explorar mis cicatrices, aunque no se mueve de debajo de mi agarre. Sus
labios se abren, pero no salen palabras.
Porque le había hecho prometer que no preguntaría. Un hombre que
probablemente tortura las respuestas de los demás con la mayor violencia
se está conteniendo, por mí. Está respetando mi pedido.
314 Su boca se cierra en una línea firme y castigadora por un largo
momento. Entonces finalmente se las arregla para soltar palabras que me
quitan el aliento.
—Eres una puta guerrera, Red.
Desliza una mano para acunar la parte de atrás de mi cabeza y me tira
suavemente más cerca, nuestras manos aún extendidas sobre el pecho del
otro.
Cuando baja la cabeza, su ronco susurro es lanzado contra mis labios,
y sus palabras borran aún más mis defensas.
—Nunca dejes que nadie te diga lo contrario.

Bronson
La beso como un hombre hambriento, posesividad feroz se apodera de
mí.
Levanto su rostro para profundizar el beso y reclamarla con cada golpe
de mi lengua. Esta mujer es una maldita guerrera. Me muero por saber
quién diablos esculpió su perfecto cuerpo, pero no puedo preguntar.
Incluso un ciego podría ver que no le gusta hablar de eso. Fue evidente
por su renuencia a mostrarme su piel desnuda.
Sus rígidas cicatrices debajo de mi palma me hacen desear rastrearlas,
no por morbosa curiosidad, sino porque son parte de ella, y quiero que sepa
que nada puede restarle valor a su belleza. A lo jodidamente increíble que
es.
Se necesita cada gramo de moderación para romper nuestro beso.
Nuestras manos caen a nuestros costados, y empujo mis bóxer hacia abajo
antes de subirme a la cama. Con las almohadas apoyándome, extiendo una
silenciosa mano hacia ella.
Se desliza hacia abajo sus bragas, e incluso en la tenue luz que se filtra
en la habitación, ese moretón en su cadera brilla como un maldito faro.
Cuando toma mi mano, la guío para que se siente a horcajadas sobre mí, y
315 en el instante en que coloca su vagina sobre mí, ambos respiramos con
fuerza. Dios, ya está muy caliente y mojada.
Cuando muevo las caderas, el eje de mi pene roza su resbaladiza
vagina, y se le corta el aliento. Sus palmas se posan sobre mis pectorales, y
esos hermosos senos suyos se burlan de mí. Pezones rosados tan duros,
solo rogando por mi boca.
—¿Me dejarás chupar esto? —Bajo mi barbilla, haciéndoles un gesto.
—¿Quieres hacerlo? —Su voz es sin aliento, traquetea cuando muevo
las caderas una vez más.
Cuando cubre mi eje con humedad, aprieto los dientes para
controlarme.
—Joder, sí.
Gira contra mí, y lo sé en el instante en que empuja su clítoris.
Convierte su respiración en un jadeo y sus pezones se tensan aún más.
—Quiero poner mi lengua en cada centímetro de ti, Red.
Con un jadeante suspiro, apoya una mano en la cama junto a mi
cabeza. Inclinándose hacia adelante, me ofrece un perfecto pecho, e
inmediatamente capturo su pezón con mis labios.
Se arquea ante mi toque mientras lo chupo en mi boca, lamiéndolo con
mi lengua antes de chasquearlo. Mueve sus caderas sobre mí, cubriendo mi
pene con su dulce humedad, diminutos gemidos salen de su boca.
Una vez que chupo bien ese pezón, lo suelto y arqueo una ceja.
—¿Hice lo suficiente para conseguir el otro?
Debajo de todo el calor en sus ojos, la picardía que he llegado a amar
cobra vida.
—No estoy segura. —Se endereza y se levanta de mí. Casi gimo,
preguntándome qué diablos está haciendo. Hasta que agarra mi pene con
firmeza para trazar la punta a lo largo de los labios de su vagina.
Mis abdominales se contraen y mis dedos se cierran en apretados
puños a mis costados. Joder, joder.
Cuando empuja la punta apenas dentro de ella, todo mi cuerpo se tensa
316 por la contención. Luchando contra el impulso de empujar lo más profundo
que pueda, tengo sudor en la frente. La deseo tanto, y nunca he deseado a
nadie así antes.
—No estoy segura si lo hiciste lo suficientemente bien. ¿Pero tal vez
puedas intentarlo de esta manera? —se burla de mí, esta puta zorra se
burla, mientras se inclina sobre mí. Centímetro a centímetro, su vagina casi
quema mi pene con su calor.
No puedo apartar la mirada de donde estamos unidos, donde enterré
mi pene dentro de ella.
—Maldita sea. —Mi voz gutural la hace reír, y sus músculos internos
se tensan, haciéndome gemir.
—¿Estás bien?
—No. —Muerdo la palabra, pero cuando sus músculos internos
agarran mi pene de nuevo, gimo.
—¿Qué lo haría mejor? —La diversión ata su voz.
—Que me dejes penetrarte agradable y bien. —Sus labios se abren y
un chorro de humedad cubre mi pene—. Sí, verás, tenía razón todo el
tiempo. —Enredando mis dedos en su cabello, dirijo su rostro hacia el mío.
—¿Acerca de qué? —susurra.
—No quieres a un buen chico. No. —Arrastro mis labios sobre los de
ella, amando cómo su respiración se entrecorta con el simple toque—.
Quieres a alguien que te diga exactamente lo que te hará. —Doblo mi otra
palma sobre su trasero, dándole un tirón, y jadea contra mis labios—.
Quieres a un hombre que te diga cómo planea penetrarte hasta el fondo. —
Mi voz está ronca por la necesidad, por tanta necesidad, de esta mujer—.
Quieres que te diga cómo se correrá profundamente dentro de ti. Que hará
que te corras tan fuerte que tu vagina empape su pene.
Gime, frotándose contra mí, pero no me muevo ni un centímetro.
—Quieres un hombre malo como yo, ¿no?
No me responde con palabras. Fusiona sus labios con los míos en un
beso desordenado, desesperado y condenadamente ardiente. Sus caderas se
vuelven locas, y no puedo resistirme a dar un movimiento hacia arriba,
317 introduciendo mi pene más profundamente dentro de ella.
Los sonidos que hace, que son amortiguados por nuestras bocas
unidas, me animan. Cuidando de su cadera, sostengo su cintura con
firmeza y doblo las rodillas para plantar los pies sobre la cama. La envía a
hundirse aún más, y gime mi nombre.
—Bronson.
Cristo. La forma en que dice mi nombre me hace sentir que podría
conquistar el mundo.
Me levanto y planto un beso con la boca abierta directamente en el
centro de su pecho. Pasando mi lengua por la arrugada piel disfrazada de
tinta, me tenso cuando agarra mis bíceps, esperando que me empuje. Quiero
mostrarle que es más que sus cicatrices. Que es más que cualquier cosa que
haya tratado de lastimarla.
Pero no me aleja. En cambio, su cabeza cae hacia atrás y una de sus
manos se mueve hacia la parte de atrás de mi cabeza. Con los dedos
anudándose en mi cabello, dice mi nombre en un susurro sin aliento.
—Bronson.
Una vez que me aseguré de que mis labios y mi lengua han trazado
cada cicatriz, levanto la cabeza. A lo que me enfrento me da la sensación de
que me acabo de tragar fuego y me cuesta respirar.
Un brillo de lágrimas está en sus ojos, su mirada llena de asombro.
Algo pincha en el fondo de mi mente, pero lo ignoro. En cambio, tomo su
boca en la mía para darle un profundo beso que tiene una cualidad
desesperada, como si ninguno pudiera tener suficiente.
Una vez que finalmente me recuesto contra las almohadas, aliso mis
manos desde su estómago para cubrir sus pezones, tomando el peso de sus
pechos en mis manos.
Las palabras salen de mis labios antes de que me dé cuenta, y casi me
estremezco a pesar de que son ciertas.
—Me destrozarás, Red. —Mi estómago se retuerce como para
puntuarlo—. Y estoy aquí para eso.

318 Planta sus palmas contra mi pecho y se vuelve jodidamente salvaje


conmigo. Es como si algo se hubiera desatado muy dentro de ella. Conduzco
mis caderas hacia arriba, igualando su empuje con empuje. La fricción de
nuestros cuerpos aumenta mi necesidad, pero de ninguna manera me
correré sin ella.
Estirándome entre nosotros, toco su clítoris y soy recompensado por
su vagina agarrándome fuerte. Joder, sí. Trabajo su clítoris, viendo sus
pechos rebotar con cada embestida y sus labios abrirse, sabiendo que la
estoy acercando al borde. Sus movimientos se vuelven más erráticos
mientras trabaja sobre mi pene.
—Eso es todo. —Jadeo las palabras, mi propia respiración irregular
como la mierda—. Toma lo que tu vagina necesita de mi pene. Porque sabes
que es el único pene que te hará bien.
—Oh Dios. —El sudor tiene algunos mechones de cabello pegados a su
frente.
—Sí, es bueno. Tan jodidamente bueno. —Pellizco su clítoris, y sus
labios se separan en un jadeo sin aliento. Mis palabras son forzadas a través
de dientes apretados mientras me esfuerzo por no correrme todavía—.
¿Sientes lo bien que te lleno? Necesitarás mi gran pene todo el tiempo. Y
necesitaré esta dulce vagina, empapándome como lo haces.
Sus jadeantes respiraciones se vuelven más laboriosas mientras sigo
trabajando su clítoris con mi pulgar.
—Oh Dios, Dios, Dios, Dios. ¡Bronson!
Deja escapar un grito de dolor un segundo antes de que su vagina se
apodere de mi pene, empapándome con su liberación. No puedo soportar
esperar, mis caderas toman un ritmo frenético, casi sacándola de encima de
mí. Pero mi mujer se lo toma con calma. Planta sus manos sobre mí para
estabilizarse y me deja penetrarla a través de su orgasmo hasta que encaja
con el mío.
—Mierda. ¡Mierda! —Un violento escalofrío me atraviesa cuando me
corro dentro de ella. Se desploma hacia adelante, su rostro en mi cuello, y
la abrazo hacia mí mientras mi cuerpo tiembla, mi pene todavía gotea como
si tuviera la intención de marcar su vagina como mía.
Porque seguro que me marcó como suyo.
319

Georgia
—Así que sí. Realmente nunca fui lo que otros llamarían un adolescente
normal. —La voz de Bronson retumba debajo de mí, donde estoy acurrucada
a su lado con mi mejilla contra su pecho.
—Yo tuve que tomar las riendas cuando estaba a punto de cumplir
diecinueve años. —No tener contacto visual me hace un poco más valiente
para revelar algo de mi pasado—. Nunca fui a los bailes de la escuela ni tuve
amigos de verdad mientras crecía. Mamá nos enganchó con un grupo de
feriantes y me hizo actuar. Cuando te mudas esporádicamente, no es fácil
hacer amigos.
Dudo en continuar, pero algo me obliga a hacerlo. Ofrecerle un vistazo
de lo que soporté, incluso si es una versión muy editada.
—Después de un tiempo, les mostré que era bueno llevando los libros,
y me dejaron hacerme cargo, ya que el último tipo que habían tenido
haciéndolo había robado un montón de ganancias.
Trazo los profundos y ricos remolinos de tinta que se extienden por su
torso, intrincadamente esbozados para representar un escorpión cuya cola
está lista para atacar.
—Empecé a robar fondos, pero en realidad estaba tomando menos de
lo que me debían.
Mi voz se endurece.
—Mi mamá me daba jodidos centavos en comparación con lo que sabía
que estaban sacando de mi acto. Escondí el dinero en secciones, en la parte
posterior de mis libros de texto que estaba usando para trabajar para
obtener mi certificado de secundaria.
Un sonido burlón sube por mi garganta.
—De ninguna manera los atraparían muertos mirando libros de texto.
Y esa era la forma más segura de evitar que usara mis ahorros en cualquier
droga basura con la que se drogaría.
320 Dejo una larga pausa entre nosotros antes de continuar. Mi voz es
vacilante, apenas por encima de un susurro.
—Sé que las sentiste, y es posible que estén curadas y cubiertas de
tinta, pero creo que mis cicatrices siempre tendrán un dolor insoportable
para mí.
Permanece en silencio. La única indicación de que todavía está
despierto son las yemas de los callosos dedos que alisan un lánguido camino
arriba y abajo de mi columna.
Mi dedo titubea al trazar su tatuaje, y las palabras se me traban en la
garganta... aunque no planeo revelar toda la verdad. No estoy del todo
segura de poder ser completamente sincera porque ni siquiera sé lo que soy.
Por lo tanto, recurro a pasar por alto las partes más feas y veraces, con
la esperanza de que algún día, sea lo suficientemente valiente como para
exponerle cada parte de mí y no solo las pocas capas superiores.
—Hubo un chico de mi edad en la última ciudad en la que nos
detuvimos. Nos quedamos allí más tiempo de lo normal porque uno de los
del equipo tenía familia cerca.
Me obligo a pasar mis dedos por su pecho. Concentrándome en explorar
el resto de la obra maestra entintada me permitirá separarme de mi doloroso
pasado.
—Pensé que estaba enamorada de él, y que me amaba. Creo que,
mirando hacia atrás, estaba hambrienta de amor. De atención no
relacionada con si podría hacerle ganar efectivo a alguien fácil. Escuché
rumores de que su mamá estaba un poco loca, pero nunca pensé mucho en
eso. No la mencionó en la conversación, y nunca fuimos a su casa. Nos
reuníamos en el bosque y hablábamos. Nos besábamos. —Un pesado
suspiro se me escapa—. Pensé que sería el indicado, al que le daría mi
virginidad. Y lo fue.
Mi voz se vuelve gélida cuando recuerdo a lo joven e inocente que había
sido, solo para que me arrancaran violentamente el último trozo de
inocencia.
—Pero estoy segura como el infierno que no se la di voluntariamente.
321 Sus dedos se congelan en su fácil caricia a lo largo de mi espalda. La
angustia sangra en su tono cuando simplemente pronuncia suavemente:
—Red.
—Puso algo en la cerveza que nos compró. Nunca me había gustado la
cerveza ya que mi madre había traído a demasiados alcohólicos cuando era
mucho más joven, y era su bebida preferida. Pero cedí porque era él. Me
desperté en una plataforma de madera en el bosque. —Mi voz es monótona,
plana, mientras intento encerrar el dolor de ese incidente—. Me violó
mientras su madre cantaba sobre limpiarme del demonio dentro de mí. Y no
pude hacer nada al respecto. Estaba atada, y después de que él…
El brazo de Bronson tira con más fuerza a mi alrededor y me aclaro la
garganta para continuar.
—Después, ella tomó un cuchillo y comenzó a tallar mi pecho, sin dejar
de cantar. —No me doy cuenta de que mi respiración se volvió irregular
hasta que el silencio desciende a nuestro alrededor, y eso es todo lo que
escucho—. Estaba segura de que moriría cuando me dejaron allí. Yo…
prácticamente acepté que lo haría. Pero empezó a llover y… —Dejé escapar
un suspiro—. Finalmente escapé.
Él presiona sus labios en mi cabello y habla en voz baja.
—Me alegro mucho de que lo hayas hecho. Porque de lo contrario, no
estarías aquí conmigo en este momento.

Bronson
Jesús. Es raro que me quede sin palabras, pero después de lo que me
dijo... no estoy seguro de qué diablos decir.
Lo que sí sé es cómo puedo hacer que deje de pensar en el pasado, y
eso es mostrándole el mismo respeto y confianza al compartir algo del mío.
—Probablemente notaste el nombre tatuado en el interior de mi brazo.
Ines. —Mi boca se mueve hacia arriba—. Esa es mi abuela. Mi abuela. Ella
y mi mamá vinieron juntas aquí desde Cuba después de que mi padre se
fue, porque no quería ser papá. La abuela estaba enojada porque su hijo
322 abandonó a su esposa y a su hijo por nacer. No importó que mamá no fuera
su carne y sangre. —Bajo mis ojos hacia donde su sedoso cabello rojo se
abre contra mi pecho—. Siempre ha sido una dama especial. Marcha con su
propio tambor, pero tiene un corazón de oro de principio a fin. Igual que
mamá.
»Cuando comencé a tomar el mando, sabía que agitaría algunas
plumas, mierda, más que eso, así que insistí en que mi madre volviera a
usar su apellido de soltera. Me quedé con Cortez, no para serle fiel a la
mierda sin valor de padre, sino como un tributo a mi abuela. Incluso
entonces supe que quería proteger a mi madre de cualquier posible pelea.
Las personas pueden ser mezquinas y atacar a sus seres queridos en
represalia. Quería ahorrarle mucho a mamá. Curiosamente, no mucha gente
sabe que en realidad es mi madre. Eso ayuda a mantener su nombre fuera
de los labios de mis enemigos. La mantiene más segura.
Georgia aprieta el brazo que congeló a mi alrededor y paso las yemas
de los dedos por su brazo.
—Y no es que no quisiera proteger a la abuela también, pero casi
insistió en que podía manejarse sola. —Mis labios se tuercen ante el
recuerdo antes de aplanarse—. Siempre ha sido aguda como una tachuela.
A veces ve la mierda antes que nadie.
Respiro hondo, mi cuerpo se pone tenso mientras recuerdo un
momento del pasado en el que no había pensado en años. Como si sintiera
mi tensión, Georgia se mueve ligeramente para presionar un beso en mi
pecho desnudo.
—Antes de establecer oficialmente a The Scorpions, trabajé duro para
ayudar a nuestra gente, a nuestra comunidad. Y hubo una chica de mi edad
con la que crecí, pero nunca fui muy cercano a ella. Entonces comenzó a ir,
hablándome. Era bonita, inteligente como el infierno, y nunca había recibido
ese tipo de atención. Nunca hice tiempo para eso, de verdad. Siempre tan
ocupado con la escuela y trabajando para ayudar a mamá y a la abuela. Era
el hombre de la casa, y de ninguna manera dejaría que dos damas
trabajaran solas en una tumba prematura porque fui demasiado perezoso.
Siento su sonrisa contra mi pecho.
—¿Ves? —susurra suavemente—. Eres un buen hombre.
323 —Sí, bueno, tal vez en ese entonces. —Resoplé una carcajada sin
humor—. Pero definitivamente no después de lo que hizo esa chica.
Georgia levanta la cabeza para mirarme, con las cejas hacia abajo. La
confusión combinada con el protector desafío la hacen aún más adorable.
Me aprieta con fuerza, y maldita sea si eso no alivia la traición que aún
persiste de manera molesta.
—Afirmó que estaba embarazada… pero no lo estaba. —Georgia aspira
una bocanada de aire—. Sabía que lo último que haría sería lo que mi padre
nos hizo: abandonar a la madre de mi hijo. Sabía que me quedaría con ella.
Hago una pausa para concentrarme en respirar a través de la ira que
no estoy seguro de que alguna vez se desvanezca.
—Pero la abuela lo supo mejor —dice eso como una declaración de
confianza.
—Sí. Seguro que lo hizo. —Una sonrisa sin humor tira de mis labios—
. Olió su mentira y consiguió que confesara. Estaba a punto de ser corrida
por sus padres y pensó que no solo la haría lucir bien con la forma en que
estaba cambiando las cosas con la comunidad, sino que nunca tendría que
trabajar.
—Esa perra.
El veneno en su voz me arranca una sorprendida risa. Sonrío contra la
parte superior de su cabeza, frotando mis labios contra su sedoso cabello.
—La asesina en mi mujer, ¿eh?
—Quizás. —Una sonrisa colorea su tono.
Murmuro suavemente:
—Me gusta. —Aclarándome la garganta, continúo—. Le dije que no
quería volver a verla nunca más. Ella... al menos obedeció eso.
La agitación rueda a través de mí ante el mero pensamiento de ella.
Maldita psicópata narcisista. Es tan malditamente inteligente, pero nunca
lo usó para bien. Solo quería tratar de controlar a las personas para que
cumplieran sus órdenes.
—Pero todavía trata de halagar a la abuela de vez en cuando para tratar
de llegar a mí. Probablemente pensando que la perdonaré. —Mi mandíbula
324 se tensa—. Pero no lo haré. No perdono una mierda como esa. No tengo
tiempo para mentirosos.
Se tensa en mis brazos y la miro.
—¿Estás bien?
Asiente antes de levantar la cabeza para verme. Su cabello está revuelto
por las dos veces que tuvimos sexo antes, pero ahora noto que la piel
alrededor de sus labios está rosada. Mierda. De mi barba.
Frunzo el ceño y paso mi pulgar por la piel que bordea su boca.
—¿Por qué no me dijiste que te lastimé?
Frunce el ceño, con las cejas juntas.
—¿Qué quieres decir?
—Tu cara. Te quemé con mi barba.
Los ojos verdes me miran pensativos.
—No me importa.
Frunzo el ceño.
—Seguro como el infierno que sí. No quiero que te lastimen nunca.
Se levanta, apoya una mano en la cama y se inclina hacia adelante. Su
cabello cae en una cortina, y lo muevo hacia atrás. Creo que nunca me
cansaré de tocar a esta mujer.
Baja su boca a la mía, depositando ligeros besos en cada comisura de
mi boca. Con un susurro, dice:
—No me importa. ¿Sabes por qué?
—¿Por qué?
Captura mi labio inferior entre sus dientes y da un pequeño tirón. Mi
pene se sacude, ya medio duro.
—Porque significa que me marcaste como tuya.
Mierda. Ya no hay que luchar contra una erección parcial; es un juego
para mi pene ahora.
Cuando se desliza por mi cuerpo, sus dedos rodean mi eje, murmura
contra él con un brillo travieso en los ojos.
325 —Y esta soy yo marcándote como mío.
Con su mirada fija en mí, me toma profundamente en su boca, y joder
si no me gusta que me marque.

Bronson
Mi teléfono vibra con otra llamada de Daniel. Georgia tomó la primera
con calma, no pareció importarle la interrupción, y me hace pensar que esto
realmente podría funcionar.
Que podría ser mi mujer.
Me apresuro a tomar mi teléfono de la mesita de noche antes de que la
despierte. Cuando veo el identificador de llamadas, agarro los músculos de
mi nuca que ya se están tensando.
Es mi próximo a cargo y solo me molesta si quiere tener la última
palabra sobre algo importante o cuando una situación realmente me
necesita.
Sí, manejo muchas cosas personalmente, elijo supervisar las grandes
empresas que ayudé a crear, pero es bueno tener a Daniel interviniendo y
relevándome cuando lo necesito.
—Jefe, lamento molestarte, pero, eh... tenemos algo que necesitas venir
y verificar.
Compruebo la hora y me estremezco. Maldita sea. Demasiado para mí
tratando de quedarme toda la noche con una mujer. Me lo imaginé, la única
vez que quiero hacerlo, me llaman.
Pero Daniel está hablando en código, lo que significa que alguien tiene
la información que necesito escuchar por mí mismo.
—De acuerdo. Estaré justo allí.
Renuente como el infierno, me arrastré lejos de la mujer en la cama a
mi lado. Me visto lo más rápida y silenciosamente posible porque necesita
descansar. Estoy absolutamente seguro de que no quiero interrumpir su
sueño y hacer que se preocupe por la mierda con la que tengo que lidiar.
Le doy la vuelta al otro lado y le pongo un beso en la frente antes de
326 dejarla, obligándome a no ver otra vez hacia atrás.
Porque sé que tendré la tentación de volver a arrastrarme a su lado.

Daniel está al lado del detective Dallerride, esperando que camine por
el oscuro callejón.
—¿Qué pasa?
Daniel inclina la cabeza hacia el hombre.
—Dijo que encontró algo de mierda a través de los chismes del distrito.
Solo porque conozco a Daniel desde hace años puedo descifrar el rastro
de sospecha en su voz. No es obvio, pero conozco al hombre.
Y no está comprando lo que sea que venda Dallerride. Lo que significa
que podríamos tener otro topo en nuestras filas.
Cristo. Juro que esto nunca termina.
Dallerride no duda en revelar los detalles.
—Escuché a algunos tipos en armas hablar sobre cómo encontraron
cosas que faltaban en el inventario. No están desconectadas ni nada. Solo
faltan.
Intercambio una mirada con Daniel antes de volver a centrar mi
atención en el policía.
—¿Eso es todo?
Se encoge de hombros.
—Pensé que era algo con lo que podrías continuar ya que han estado
sucediendo cosas con tu muj…
Estoy sobre él antes de darme cuenta, mi mano alrededor de su
garganta, inmovilizándolo contra el edificio de ladrillo.
—No dirás lo que estabas a punto de decir. Nunca. ¿Entiendes?

327 Sus ojos están tan abiertos que temo que sus globos oculares se salgan
de las órbitas. Asiente rápidamente.
—Ni siquiera pienses en decir una maldita palabra sobre ella. ¿Estamos
claros?
Asiente rápidamente y se las arregla para decir a duras penas un “Sí”.
Lo suelto y se desploma contra la pared del edificio.
—Dime qué se perdió del inventario.
Habla rápidamente, obviamente sus nervios están disparados.
—Una granada de destello, algunas cajas de municiones, un par de
Glocks.
—¿Algo más? —A continuación, dirá balas de goma.
Frunce el ceño, sumido en sus pensamientos por un momento, antes
de chasquear los dedos.
—Sí. Balas de goma.

328
20
Georgia

B
ronson no está cuando me despierto, y aunque estoy un poco
decepcionada, no puedo reprimir la gran sonrisa que florece en
mi rostro. Especialmente cuando me estiro y mi cuerpo llama
mi atención sobre el dolor entre mis piernas y la leve abrasión que dejó su
barba.
Salgo de mi cama y me dirijo al baño para cepillarme los dientes. Es
domingo, y realmente no tengo ningún plan.
Mientras me cepillo, mi mente se acelera a través de anoche, y aunque
ambos acordamos vernos, estoy tan fuera de onda que no sé a dónde ir
desde aquí.
No tiene un trabajo típico de nueve a cinco. Es peligroso, y no quiero
molestarlo llamándolo y distrayéndolo. Una vez que termino, me pongo la
bata y vuelvo a mi habitación, alcanzando mi teléfono al lado de la cama.
Cuando mis dedos hacen contacto, se ilumina con una llamada entrante.
SEÑOR PANDILLERO
Solté una pequeña risa. Supongo que es hora de que cambie la forma
en que aparece en mi teléfono. Pero no ahora porque estoy demasiado
329 ansiosa por responder a su llamada.
—Buenos días.
Deja escapar un gruñido bajo y satisfecho.
—Mm, es ahora, Red. Esto es ahora.
Me deslizo sobre la cama, sentándome y abrazando la almohada que
usaba contra mi pecho.
—Simplemente estaba pensando en ti.
—¿En serio? —Una sonrisa colorea su voz, y anhelo hacerlo sonreír de
nuevo como lo hizo anoche.
—Sí. —Dejé escapar un suspiro antes de soltar mi vomito de palabras—
. Solo lo diré porque es la verdad, y probablemente te hará correr por las
colinas, pero cuando me desperté esta mañana, todo lo que podía pensar
era que te extrañaba.
Mis ojos se cierran con una mueca. Oh, Dios. ¿Puede la tierra abrirse y
tragarme entera en este mismo instante? ¿Por favor?
—¿Por qué haces caras así?
Mis ojos se abren sorprendidos mientras miro al hombre parado en la
puerta de mi habitación. Pero eso no es lo que hace que mis pulmones se
agarroten en mi pecho. Es cuánto más ligera es su expresión cuando me ve
así. Cómo su boca se abre de par en par, reflejando la mía feliz al verlo.
Dejo caer mi teléfono en la cama, me lanzo del colchón y corro hacia él.
Envuelvo mis brazos alrededor de él y lo aprieto fuerte.
Deja escapar un gruñido.
—Maldita sea, Red. Terminaré dejándote sola más a menudo si este es
el saludo que recibo.
Empujo su pecho.
—No te atrevas.
Acuna mi rostro entre sus manos, bajando su boca hacia la mía en un
abrasador, pero increíblemente tierno beso.
Cuando se aleja, hago un puchero y se ríe, golpeándome el trasero.
—Vamos. Vístete para poder llevarte a desayunar.
330 Mis ojos se agrandan con sorpresa.
—¿En serio? ¿Como en una cita para desayunar?
Inclina la cabeza hacia un lado con los ojos entrecerrados, sus oscuras
cejas pellizcando un pliegue irritado.
—Supongo que nunca te llevé a una cita real. —Se pasa una mano por
la barba, un ceño fruncido feroz que estropea su hermoso rostro—. Mierda.
—Oye. —Coloco mis manos en su pecho—. Me encantan las citas para
el desayuno. —Y creo que te amo.
Oh, Dios. No, no, no, no. Demasiado pronto, Georgia. Demasiado.
Pronto.
Cuando no muestra ninguna señal de ceder con la tormentosa
expresión, levanto las cejas y lo inmovilizo con una mirada severa.
—No iré si estás planeando poner un puchero.
Me observa. Y mira un poco más. Pero me niego a moverme bajo esa
mirada penetrante suya.
Finalmente, niega.
—Sabes que he matado gente por menos que eso.
—Sí. Pero no me harás eso. —Le sonrío y adopto una voz cantarina—.
Porque estás enamorado de mí.
Los bordes de sus labios tiemblan.
—Vístete, Red.
Me río todo el camino a mi armario.

—Uh. —Eso es todo lo que digo cuando Bronson se estaciona en el


restaurante de Angela. No estaba segura de qué esperar, pero
definitivamente no estoy decepcionada de que estemos comiendo aquí. Este
331 lugar es increíble.
—¿Qué? ¿Este lugar no es suficientemente bueno? —Giro la cabeza
para mirarlo fijamente. Ojalá pudiera verle los ojos, pero tiene gafas oscuras
de sol. Sin embargo, es su tono lo que tiene una cualidad nerviosa.
Levanto una mano.
—Tal vez deberíamos recapitular muy rápido. —Hago una breve
pausa—. Mi uh fue una agradable sorpresa ya que me encanta este lugar.
—Levanto las cejas—. No porque estuviera decepcionada. —Hago círculos
con mi dedo para abarcarlo—. Lo que sea que tenías en mente tiene que
desaparecer porque no soy así. Ni nunca seré así.
Después de pensarlo dos veces, levanto un dedo.
—Excepto tal vez por un camión raro de comida de ceviche. Confía en
mí, probé uno una vez y me arrepentí durante cuarenta y ocho horas.
Entonces, si me llevas a uno de esos, entonces sí, estaría decepcionada y no
muy emocionada.
—¿Terminaste?
—Sí.
—Bien. Ahora ven aquí y bésame.
Me desabrocho el cinturón de seguridad y me inclino sobre la consola
central de su Mustang. Captura mis labios en un beso más suave de lo que
esperaba, pero me doy cuenta de por qué cuando susurra contra mi boca.
—Lo siento, Red.
—Está bien —susurro de vuelta—. Escuché que los pandilleros pueden
ser bastante peleadores.
Gruñe antes de tomar mi boca de nuevo. Después de un momento, a
regañadientes retira sus labios de los míos.
—Vayamos a alimentarte.

Bronson
Cuando mantengo la puerta abierta para que Georgia entre al
332 restaurante, la gente se esfuerza por no mirar, pero falla. Lo odio, la
atención, pero más por mi mujer que por mí.
Quiero mostrarle mi mundo: las personas que más significan para mí.
Porque ahora, es una de ellas.
Los ojos de Georgia buscan a Angela y me encanta que se ilumine y
salude a la mujer mayor. Dios sabe que es una de mis damas favoritas y
siempre lo será.
Se apresura después de que nos acomodamos en la cabina más alejada
que me da una ventaja sobre el restaurante. Un colorido pañuelo está
envuelto alrededor de su cabeza, ocultando el cabello salvajemente rizado
debajo de él.
Me sirve una taza de café y me hace un astuto guiño antes de confirmar
que Georgia también quiere café.
—¿Necesitas un momento para ver el tablero del menú?
Eso está dirigido a Georgia, obviamente. A mí me sirve lo mismo cada
vez. Tostadas cubanas.
—Oooh, tuve la tostada cubana la primera vez que vine aquí —dice
Georgia emocionada—. Me gustaría eso otra vez, por favor.
—Dos tostadas cubanas serán, entonces. —Angela sonríe antes de
mirar a mi mujer—. ¿Tocino extra crujiente?
Ella sonríe.
—Sí, por favor.
—Lo tienes. —Luego se aleja, pero no sin antes lanzarme una mirada
por encima del hombro. Su sonrisa cómplice, de lo complacida que está,
prácticamente grita: Lo hiciste bien con esta, mi amor.
—Entonces. —Georgia apoya la barbilla en la mano y me mira.
—Entonces.
Su boca se abre ampliamente en una sonrisa de comemierda.
—¿Cuándo crees que estaremos en la etapa en la que empecemos a
estar a juego con nuestra ropa? —Sus ojos se agrandan—. Ooh, ¿qué hay
de hacernos tatuajes a juego?
333 Su maldita sonrisa es contagiosa, pero aún más, su descaro es lo que
casi me hace estirarme para tirar de ella sobre esta mesa y a mi regazo, sin
importarme lo que piensen los demás.
Pretendo considerar sus preguntas.
—Quince años, y en una semana.
Su boca forma una sorprendida O antes de cerrarla con un lento e
impresionado asentimiento.
—Bien jugado, Cortez. Bien jugado, de hecho.
Apenas logro contener una sonrisa cuando se inclina hacia mí y me
susurra:
—Solo ríndete. Tu cara no se romperá, lo prometo.
—No. Entonces no seré intimidante para aquellos que importan.
Me estudia por un momento antes de desviar la mirada y pasar un dedo
por el asa de su taza de café.
—¿Qué pasa si tu sonrisa significa el mundo para alguien a quien...
recientemente le dijeron que te importaba?
Es como si hubiera logrado llegar dentro de mi caja torácica y apretar
mi corazón con su mano desnuda.
—¿Quieres mi sonrisa, Red? —Mi voz suena ronca a mis propios oídos.
Los ojos verdes se elevan hacia los míos y los sostienen.
—Sí. La quiero.
Apoyo mis antebrazos en la mesa y me inclino, bajando la voz.
—Entonces necesito decirte que mentí. —La alarma llena sus rasgos—
. Dije que tendríamos tatuajes iguales en una semana, pero realmente pensé
que lo haríamos después del desayuno, y me pondría Red, en grandes letras
mayúsculas y entintado en mi trasero.
Sus rasgos se transforman en una sonrisa que aún no he presenciado,
y echa la cabeza hacia atrás para reírse.
Ahí es cuando le doy mi propia sonrisa.

334
Georgia
Nos demoramos en el café, con Bronson cambiando a agua, y hablamos
de todo y de nada en absoluto. De cosas pequeñas. De algunas cosas
importantes, como su negocio de alcohol ilegal que despegó. Que me dé
detalles sobre uno de sus negocios ilegales significa mucho para mí.
Significa que confía en mí... y que entiende que es mejor que no esté al
tanto de todos los detalles de sus negocios ilegales.
De repente, una extraña sensación de afilados pinchazos me asalta la
punta de los dedos, lo que hace que aún no alcance mi taza de café. Es como
si estuviera sintiendo una energía mixta. Una confusa.
Mi teléfono vibra a través de mi bolso, creando un fuerte zumbido
contra la dura cabina. Giro la cabeza para mirarlo. Se me hace un nudo en
el estómago, porque conozco exactamente a dos personas que me envían
mensajes de texto y una de ellas está sentada frente a mí.
Los ojos de Bronson se estrechan ligeramente.
—Adelante. —Un indicio de desafío pinta sus palabras—. Mira de quién
es.
Con cautela, saco mi teléfono y miro el mensaje de texto en la pantalla.
OFICIAL WADE HENDERSON: El trabajo me ha mantenido
ocupado, pero quería asegurarme de que estuvieras a salvo.
Últimamente hay mucha locura.
Me tenso ante sus palabras, luego lo descarto. Es policía, después de
todo. Supongo que es la norma para él preocuparse por la seguridad de las
personas.
YO: Estoy a salvo, así que no hay necesidad de preocuparse.
OFICIAL WADE HENDERSON: Bien, me alegra escucharlo.
OFICIAL WADE HENDERSON: Has estado en mi mente y no pude
evitar notar que no te has comunicado para una segunda cita...
Oh, mierda. Tamborileo los dedos sobre la mesa, pensando qué decir a
continuación en mi cabeza. Porque necesito hacer lo correcto.
335 Necesito quitar el anzuelo.
Cuando levanto la mirada, mis ojos inmediatamente se encuentran con
los de Bronson. No dice nada, pero me ve con una intensa vigilancia, con un
brazo colgado sobre la parte superior del asiento de la cabina. El hecho de
que no esté agarrando mi teléfono y enviando un mensaje que es el
equivalente a orinar en un círculo a mi alrededor es muy importante.
Solidifica lo que tengo que hacer.
YO: ¿Puedo decir que odio que estemos haciendo esto por mensaje
de texto? Pero también, me alivia que lo hagamos, porque soy cobarde
y no soy fanática de la confrontación.
Tomo una profunda respiración antes de continuar escribiendo.
YO: No me comuniqué porque no sería cien por ciento auténtico
de mi parte. Estoy atrapada en otra persona y no es justo para ti.
Presiono enviar y espero como el infierno que no piense que soy una
perra furiosa. Realmente no era mi intención engañarlo.
Cuando mi teléfono se ilumina con otro mensaje suyo, en lugar de
mostrarme un lado no tan bueno de él, solo me hace querer más.
OFICIAL WADE HENDERSON: Lo gracioso es que creo que me
gustas aún más por tu honestidad. Te lo agradezco, Georgia. Si
cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme.
OFICIAL WADE HENDERSON: Disfruta el resto de tu fin de
semana, hermosa. Cuídate.
Lo hizo demasiado fácil. Dios, es un tipo tan agradable.
—Estás atrapada en alguien más, ¿eh? —Puro orgullo masculino
sangra por el tono de Bronson.
Guardo mi teléfono y le ofrezco una mirada de censura.
—No dejes que se te suba a la cabeza.
Un borde de sus labios se engancha hacia arriba.
—Es un poco difícil no hacerlo, Red. —Se inclina—. Porque resulta que
336 también estoy atrapado con alguien.
El calor me envuelve, tomo mi taza de café y bebo un sorbo, tratando
de ocultar la sonrisa ridículamente grande que amenaza con liberarse.
El restaurante está casi vacío ahora. Aparte de un hombre en el
mostrador que está en proceso de dejar una propina, somos los únicos que
quedan. Un silencio ha caído sobre el restaurante, dando la impresión de
que es una especie de refugio.
—Sabes, solía sentarme allí, justo en el otro extremo. —Bronson señala
el mostrador. Las arrugas en las esquinas de sus ojos me dicen que es un
buen recuerdo.
—Debes haber estado viniendo aquí por un tiempo, entonces.
Asiente, orgullo infunde su tono.
—Desde que abrió el lugar. —Su mirada adquiere un brillo travieso—.
Ella me sentaba allí, amenazándome con atacarme con su espátula si me
metía en más problemas.
Se ríe.
—Me hacía sentar allí después de la escuela y me obligaba a hacer mi
tarea antes de dejarme ir con mis amigos.
Esperen un minuto... Inclino la cabeza hacia un lado, inspeccionando
sus rasgos antes de girarme para mirar a Angela. Mi cabeza gira de golpe y
lo miro fijamente, preguntándome cómo diablos me lo perdí.
—Ella es tu madre.
—Sí. —Una riqueza de afecto ata la sola palabra.
—No sé si alguna vez hubiera hecho la conexión. —Arrugo la frente—.
Y, por lo general, soy bastante lista.
—Oh, eres inteligente, Red. No hay duda de eso. —Su mirada se dirige
a Angela antes de volver a centrarse en mí—. La gente ve lo que quiere ver.
Cuando hay una ausencia de lo obvio —levanta los hombros encogiéndose—
, es fácil pasarlo por alto.
Sus palabras persisten mucho después de que me lleva a casa y
bautizamos mi ducha.
Como una bomba de relojería, me pregunto si siempre me verá como lo
337 hace ahora, pero la lógica me dice que no.
Que algún día, se dará cuenta de lo que ha estado pasando por alto.

Georgia
*EN EL PASADO*
A LOS DIECISIETE AÑOS
—¡Y para nuestro acto destacado, prepárense para presenciar la magia
de devolverle la vida a los muertos! Denle un aplauso a la única, la
únicaaaaaaa…. —la voz del locutor resuena en las bocinas—, ¡Georgia-Rose,
La Revividora!
Los aplausos son parcos, pero es la norma en un día como este. La
humedad es tan sofocante que apenas se puede respirar, combinada con un
empapado y embarrado parque de atracciones, cortesía de la tormenta de
anoche, y la gente no está tan entusiasmada.
Con una sonrisa practicada que nunca deja de sentirse quebradiza,
salgo al escenario, la luz casi cegadora me sigue dentro de los límites de la
carpa.
Los feriantes son únicos, y eso lo pone muy bien. No me malinterpreten,
no todos son inútiles y tienen mierda por cerebro, pero la mayor parte de
este equipo ciertamente lo es.
No esperaría menos, considerando que mi madre ha estado teniendo
sexo con el miembro principal del equipo.
Tiny, que no es ni un poco diminuto, pero parece más probable que
pueda volcar Stonehenge con el dedo índice, hace un boom en su micrófono
una vez más desde su posición en el centro del escenario.
—Hoy la veremos devolverle la vida a un conejo. Y se quedarán
asombrados y desconcertados, preguntándose: ¿Cómo lo hace?
De manera similar a los comerciales de medicamentos farmacéuticos
donde recitan los riesgos y las precauciones al final, Tiny recita
rápidamente:
338 —Debo mencionar que ningún animal resultará dañado por este acto, y
Carnival Supreme obtiene animales que fueron sacrificados previamente.
Sin perder el ritmo, continúa, con menos prisa.
—¡Primero, necesitaremos que un valiente miembro de la audiencia se
acerque y la ayude!
Algunos niños pequeños levantan la mano emocionados, mientras
otros me miran. Sospechosos. Horrorizados. Como si se dieran cuenta de
que soy un fenómeno de la naturaleza.
Pongo rígida mi columna, forzando a que las autoconscientes
tendencias se desvanezcan. Solo seis meses más, y luego podré escapar.
Más…
Mis ojos encuentran donde él se detiene en el otro lado de la multitud.
Jesse. Ha sido la única persona que no me ha tratado como si fuera una
subhumana. Lo conocí después de un espectáculo hace unas noches, e
instantáneamente hicimos clic. Vive aquí, y aunque sé que no tiene sentido
encariñarnos ya que continuaremos nuestro camino como siempre
hacemos, realmente me gusta. Mucho.
Solo desearía tener suficiente dinero ahorrado ahora, porque le pediría
que se escapara conmigo.
Una pizca de sonrisa adorna sus labios, una sonrisa secreta solo para
mí. De la boca que me ofrece los besos más dulces. Y ahora, me da el impulso
que necesito para pasar otro día.
—¡Aquí tenemos un valiente! —exclama Tiny. Cuando le hace un gesto
a un adolescente, mi estómago se abre enfermizamente.
Son algunos de los peores.
Me preparo para lo que seguramente vendrá. Cuando el chico sube al
escenario, sus ojos raspan mi disfraz que sería más adecuado si fuera una
prostituta. Pero los poderes fácticos insistieron, diciendo que sería estúpido
no hacer alarde de mis otros “activos” y traer más efectivo.
—¿Cómo te llamas, hijo?
—Kevin.
339 —Excelente. Ahora, Kevin, así es como funciona… —Tiny instruye al
chico y al público—. Serás responsable de verificar que el conejito esté
realmente muerto antes de que Georgia-Rose haga su magia. ¿Entendido?
—Sí. —La arrogancia rezuma de la voz de Kevin.
—¡Bien, ahora saquemos al conejito!
Dos mujeres con poca ropa empujan una pequeña mesa con patas con
ruedas hacia donde estamos. Un conejito yace en medio de él. Las mujeres
hacen sus habituales reverencias ante el público, mostrando sus escotes y
traseros antes de desaparecer detrás del escenario.
Pequeños pasos al lado de la mesa.
—Está bien, Kevin. Tienes que verificar que el conejito esté realmente
muerto.
Kevin hace lo que le dicen, sus ojos se entrecerraron en rendijas
mientras inspeccionaba sospechosamente al animal muerto.
—¿Puedes confirmar que está muerto? —pregunta Tiny.
Kevin toca el vientre del animal y luego le mueve la pata. Las facciones
de Tiny se endurecen por la agitación, como sucede a menudo cuando
tenemos un voluntario como este. Sin embargo, no me importa. Solo hago
los movimientos.
Después de lo que parece una eternidad, Kevin finalmente confirma
que el conejito está muerto. Apenas me abstengo de poner los ojos en blanco.
—De acuerdo entonces. ¡Ahora, mira cómo Georgia-Rose hace lo suyo!
Seis meses más. Seis meses más, canto eso internamente,
recordándome que el final está cerca. Pronto seré libre. Pronto tendré
suficiente dinero que he sacado de hacer los libros para estos imbéciles que
actúan en este espectáculo de mierda de producción para finalmente hacer
una carrera. Escapar de esta patética excusa de vida.
Con una mano extendida, siento un hormigueo en los dedos cuando la
sostengo sobre la cabeza del conejito. Odio hacer esto, no solo porque soy
un puto acto de circo, sino porque es un inocente animal.
No sé si funciona, pero cada vez que me veo obligada a hacer esto, en
silencio envío una oración de algún tipo. Que vuelvas a la vida en paz y sin
340 dolor.
Me preparo para lo que siempre se siente como una sensación de
succión de alma y de energía. Cuando el conejito da un respingo, abre los
ojos y levanta la cabeza, los jadeos del público llenan la carpa. Me apoyo
contra la mesa mientras el agotamiento me golpea y lucho contra el mareo,
como siempre.
Kevin se ve tan sorprendido que temo que se desmaye. Su rostro se
vuelve mortalmente pálido, y Tiny dice:
—Vaya, Kevin. ¿Sigues con nosotros, amigo?
Eso hace que el chico se distraiga, sus ojos van del conejito a los de
Tiny, su voz llena de bravuconería.
—Sí. Estoy bien.
—Como pueden ver, todos, ¡el conejito vuelve a la vida
momentáneamente! ¡Ríndanse ante Georgia-Rose, La Revividora!
Los aplausos son ensordecedores ahora, pero mis ojos se dirigen a los
de Jesse. Su mirada se posa en el conejito que una vez más está flácido, y
una asquerosa sensación se arrastra sobre mí. Odio que esté presenciando
esta parte de mí, pero también estoy agradecida de que no me rechazará ni
me llamará bicho raro como lo ha hecho la gente en otras ciudades.
Una vez que Tiny anuncia el final oficial de las actuaciones del día y la
gente sale de la tienda, me desplomo contra la mesa. Jesse capta mi mirada
con un guiño, y trato de sonreír para decirle que saldré a escondidas y que
me reuniré con él más tarde esta noche.
Ahora mismo, sin embargo, planeo acurrucarme con el libro de
preparación para el certificado que compré en una librería de segunda
mano.
—¿Qué diablos fue eso?
Giro la cabeza para encontrar a mi madre mirándome. Su cabello es un
desastre y su camiseta sin mangas está torcida como si acabara de tener
sexo con Jimmy y no quisiera perder tiempo para ponerse ni remotamente
presentable.
La veo con cautela y me obligo a enderezarme a pesar de que mis
341 músculos se sienten como papilla.
—¿Qué quieres decir?
Pisotea más cerca, poniéndose en mi cara, pero soy más alta que ella
ahora. Es obvio que odia tener que mirarme hacia arriba. Me clava un dedo
en la cara, su aliento es nocivo.
—¡No actúes como si estuvieras cansada en el escenario! ¡Eso no es
profesional, y lo sabes!
Doy un paso lejos de ella, deseando que mi cuerpo recupere fuerzas
porque enfrentar a esta mujer con cualquier debilidad no es inteligente.
Adoptando una voz tranquila, la miro a los ojos.
—Siempre hago mi mejor esfuerzo para ser profesional.
¿Debo ponerme en su cara y decirle que se lo trague? Por supuesto.
Pero no necesito que tome medidas enérgicas contra mí en este momento.
Porque mis dos gracias salvadoras son todo lo que tengo para mantenerme
cuerda hasta poder dejar este lugar atrás: hacer los libros sin que nadie
sospeche que estoy robando fondos y poder escabullirme para reunirme con
Jesse.
Sus ojos se estrechan y su boca se curva en una sonrisa malvada que
he llegado a conocer muy bien.
—Crees que eres mejor que todos, hablándome así, ¿no es así? No te
das cuenta de que te estoy haciendo un favor, dejándote ser parte de esto.
¡Pequeña perra ingrata!
Me empuja, y tropiezo, pero logro estabilizarme y no caer.
Sus ojos brillan con odio, y me pregunto qué hice para merecer ser
maldecida con esta estúpida habilidad y tener una madre de mierda junto
con ella.
—Solo recuerda, no eres más que un jodido bicho raro, ¿me escuchas?
Haz lo que digo y no me pruebes. —Se da vuelta y se aleja furiosa.
“Solo recuerda, no eres más que un maldito bicho raro…”.
Sus palabras reverberan en mi mente incluso mientras trato de
desalojarlas. Exhalo lentamente antes de aventurarme en dirección opuesta.
Bajo mi aliento, mis palabras susurradas caen libres antes de darme
cuenta.
342 —¿Cómo podría olvidarlo, cuando me lo recuerdas todos los malditos
días?

Georgia
Jueves
Los días siguientes transcurren en una mezcla única de euforia y
caóticos horarios de trabajo.
Después de que Bronson pasó la noche del domingo en mi casa, no he
vuelto a verlo. El trabajo es agitado para él, pero ha hecho un esfuerzo. Me
han entregado el almuerzo en el trabajo, y ha habido llamadas y mensajes
de texto todos los días.
Ayer, miércoles, hablamos en mi camino a casa desde el trabajo.
—Esperaba estar libre mañana, pero esta reunión nuestra parece que
durará mucho. —Hizo una pausa, su voz se volvió más profunda con
picardía—. ¿Crees que te importaría si alguien apareciera más tarde en tu
casa y se metiera en tu cama?
No pude evitar sonreír como una tonta.
—Eso depende.
—¿De qué?
—De si es cierto pandillero por el que tengo debilidad.
Dejó escapar un sonido áspero de satisfacción.
—Puedo garantizar que lo será.
Esa conversación tuvo una sonrisa feliz fijada en mi rostro hasta el
jueves. Aquí, realmente pensé que estaba en racha y que las cosas iban
mejor.
Hasta ahora.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas antes de acercarme a la
mesa de autopsias. Odio hacer autopsias como esta. Joder, lo odio.
Una niña pequeña, de nueve años, yace tan completamente quieta.
343 Todo debido a un estúpido atrevimiento de sus amigos a beber
anticongelante.
Paso mi enguantada mano sobre su brazo flaco.
—Oh, Chloe. —Mi voz se quiebra, y aprieto mis labios, compitiendo por
compostura—. Dulce niña. Lo siento mucho.
Me obligo a concentrarme y procedo con la autopsia como de
costumbre. Pero en el fondo de mi mente, la pregunta gira. ¿Por qué ella?
¿Por qué ahora?
Para cuando la vacío del último de sus órganos, estoy emocionalmente
agotada. Pero eso no significa que haga todo esto a medias. Merece ser
cuidada con respeto, como cualquier otro cuerpo que pasa por aquí. Tal vez
incluso más.
—Gracias.
La pequeña voz hace que mi cabeza se levante bruscamente, mi
columna inmediatamente forzada por la tensión. Chloe mira al techo, sus
ojos opacos.
Fuerzo mi respuesta desde una garganta llena de papel de lija.
—De nada, bonita.
—Tienes un ángel de la guarda que te cuida. —Su boca intenta formar
una sonrisa, pero termina pareciendo torcida—. También es divertido. Te
quiere mucho y está muy orgulloso de ti.
Parpadeo sorprendida. ¿Ángel guardián? ¿Él? Para cuando digo
frenéticamente: “¿Quién es? ¿Cuál es su nombre?”, ella ya se fue.
Debajo de mi ropa protectora, los vellos de cada centímetro de mi
cuerpo se erizan. Y desearía con todo mi corazón haber podido obtener una
respuesta.

344 Bronson ya está en su reunión cuando salgo del trabajo. Sin embargo,
recibí un mensaje de voz.
—No puedo esperar para meterme en tu cama más tarde. —Hay una
pausa antes de que baje la voz—. Te echo de menos, Red.
Solo el sonido de su tono ronco alivia un poco mis deshilachados
bordes. Con suerte, una copa de vino y un baño se encargarán del resto una
vez que llegue a casa.
Una vez que estaciono en mi camino de entrada, me saluda Steve, quien
abre mi puerta con un movimiento de cabeza.
—Chaparrita. —Me evalúa—. ¿Estás bien?
—Lo estaré. —Suspiro mientras salgo de mi auto—. Solo es uno de esos
días.
—Te escucho. —Cierra mi puerta y me acompaña por el camino hacia
mi casa—. El jefe dijo que vigilara las cosas mientras se ocupa de los
negocios.
Levanta la barbilla, señalando hacia el poste de luz a lo largo de la calle.
—Me acabo de dar cuenta de que la luz de la calle no funciona. —La
preocupación se alinea en su rostro—. Haré algo si no la arreglan pronto.
Ya sabes cómo trata la ciudad de arreglar la mierda.
—Tan verdadero.
—¿Oye, Chaparrita? —Lanza una mirada a la farola apagada—. ¿Qué
tal si pones mi número en tu teléfono, por si acaso?
—De acuerdo. —Parece que lo tranquilizará, así que saco mi teléfono y
se lo entrego.
Sus anchos dedos son mucho más ágiles de lo que esperaba mientras
agrega rápidamente su información de contacto y me devuelve mi teléfono.
—Qué tengas buenas noches.
—Tú también. Gracias, Steve. —Meto el teléfono de nuevo en mi bolso.
Luego le doy un pequeño saludo con la mano antes de entrar a mi casa y
cerrar con llave detrás de mí.
Quitándome los zapatos sobre la alfombra, me aventuro a través de la
345 cocina, dejando que mi bolso se deslice de mi hombro a la silla de espera.
Un sutil tirón en mis músculos cuando alcanzo una copa de vino en el
gabinete me recuerda mi largo día y la necesidad de relajarme.
Lleno mi copa con la botella de tinto sobrante que está sobre el
mostrador, el aroma ya me tienta. Levantando la copa, dejé que mis
fatigados miembros me llevaran al baño. Dejo mi vino en el tocador antes de
abrir el agua en el baño.
Cuando lanzo una pequeña bomba de baño, mis ojos se fijan en ella
mientras burbujea en el agua. Me quito la ropa y tiro de mi liga para el
cabello solo para quedar congelada repentinamente por la sensación de
helados dedos trazando un camino por mi columna. Es como si algo
estuviera tratando de advertirme, pero ¿de qué?
El agotamiento me golpea “emocional y físicamente” y dejo de lado esa
inquietud. Mirando la bomba de baño disuelta, dejo escapar un suspiro.
Dios, necesito esto.
Levantando la copa de vino a mis labios, tomo un sorbo. Una vez que
entro en la bañera y me sumerjo en el agua, apoyo mi copa en el plano
azulejo a mi lado.
El calor del agua penetra profundamente en mis músculos, y exhalo
lentamente, deseando poder exhalar toda la tensión que todavía me
atormenta de hoy.
Tomo otro sorbo de vino, usando los dedos de mis pies para cerrar las
perillas, y respiro profundamente.
Echo la cabeza hacia atrás y llevo la copa a mis labios, probando los
afrutados sabores mientras el vino golpea mi lengua y prácticamente siento
que el peso del día se derrite. El silencio de la casa me arrulla y, con un
trago final de vino, mis movimientos son lánguidos mientras dejo mi copa a
un lado para relajarme en el agua del baño.
Mis párpados se vuelven imposiblemente pesados, así que cedo a la
urgencia de cerrar los ojos, eligiendo ignorar el pequeño susurro en el fondo
de mi mente que dice: Deberías haberte mantenido alejada de él. Ahora,
tendrás que morir.

346

DESPIERTA.
DESPIERTA.
Una desconocida voz me suplica, pero no puedo responder. Mi cabeza
descansa en un incómodo ángulo contra el borde de la bañera, pero cuando
trato de moverme, siento un ardor en la garganta y la nariz que me provoca
un ataque de tos.
Fuerzo a mis pesados párpados a abrirse, pero me toma un largo
momento antes de darme cuenta de que el espeso humo ahora llena la
pequeña habitación. Aunque estoy extrañamente desapegada de mis
emociones, el miedo hace todo lo posible por abrirse paso.
LEVÁNTATE.
Ahí está esa voz otra vez. Sin embargo, es la voz de un hombre. ¿Cómo
está en mi cabeza?
TIENES QUE SALIR DE AQUÍ, O MORIRÁS.
El hombre suena tan seguro, tan urgente que intento moverme. Mis
músculos no funcionan correctamente y termino arrastrándome torpemente
por el borde y cayendo al suelo.
Cuando tomo aire por el dolor que irradia en mi cadera, me da un
ataque de tos que se convierte en una carraspera. Apenas puedo ver a través
del manto de humo, pero una cierta sensación de conciencia se abre paso a
través de mi bruma de entumecimiento. Sobre mis manos y rodillas, me
arrastro hacia mi habitación y hacia las ventanas.
Me toma una eternidad avanzar solo unos metros, pero mis músculos
se parecen a la gelatina y mi energía se agotó. Cuando finalmente llego a las
ventanas, uso cada gramo de fuerza de voluntad para arrastrarme para
levantarme, desbloquearlas y abrirlas.
Sólo para encontrarlas inamovibles. Paso las temblorosas manos por el
347 fondo y encuentro algo metálico, pero no entiendo por qué no se mueven.
Acabo de abrir estas mismas ventanas para limpiarlas la otra semana.
La primera oleada de pánico se abre paso.
—Oh, Dios, Dios —digo con áspera voz—. ¡Steve! ¡Ayuda! —Mi voz
suena extraña a mis propios oídos. Es apenas audible a pesar de que estoy
tratando de gritar.
ENCUENTRA OTRA MANERA. ¡RÁPIDO!
—Estoy intentando… —Mi respuesta a esa voz se convierte en jadeo, y
Dios, mis pulmones se sienten como si estuvieran incinerándose dentro de
mí. Trato de arrastrarme hacia la puerta con la esperanza de encontrar una
salida, pero otro ataque de tos me deja sin aliento y mareada.
Sólo necesito detenerme por un minuto y descansar. Meto la cara entre
mis brazos con las puntas de mi cabello húmedo protegiéndome la cara. En
lo más recóndito de mi mente, me pregunto si esto es todo finalmente. Si el
universo decidió castigarme por usar mi habilidad.
No lo culpo. Tal vez debería dejar de resistirme y ceder.
—¡Red! —grita alguien, y la desesperación en su voz me hace
preguntarme a quién están buscando—. ¡Red! —La voz se acerca, luego hay
un fuerte—: ¡Santo cielo!
Entonces todo se oscurece.

348
21
Bronson

—E
sa mierda duró demasiado tiempo. —Acabamos de
terminar la reunión que debería haber terminado
hace al menos dos horas.
Daniel se ríe.
—¿Es eso, o simplemente estás ansioso por ver a tu mujer?
—No me disculparé por eso.
De camino a nuestros vehículos, revisa su teléfono justo cuando saco
el mío de mi bolsillo. Cuando se detiene abruptamente, la inquietud se
apodera de mí.
—¿Qué ocurre?
Sus ojos chocan con los míos un momento antes de que presione un
botón y se lleve el teléfono a la oreja.
—Steve no envió un mensaje de texto con sus últimos registros.
Mi estómago se revuelve, y en el segundo que reviso mi teléfono,
empeora. Porque tengo un texto sin leer de un número desconocido.
Tienes que llegar a Georgia AHORA.
349 Cuando Daniel dice: “No obtengo respuesta” corro a mi vehículo. En un
acuerdo automático y silencioso, se precipita hacia el suyo y grita: “¡Nos
vemos allí!” antes de deslizarme detrás del volante.
Rompo todas las malditas leyes de tránsito conocidas por el hombre
para llegar a su casa a tiempo, y cuando giro por su calle sin salida, el
ondulante humo sirve como su propio faro.
Jesucristo. Mi auto patina hasta detenerse en el camino de entrada, y
corro hacia la puerta justo cuando llegan Daniel y algunos de mis otros
muchachos.
Daniel se acerca corriendo con una palanca, y empiezo a sudar
usándola para entrar por la puerta principal. El humo llena cada centímetro
de este lugar, y grito.
—¡Red!
Vuelvo corriendo a su dormitorio, donde el calor se vuelve casi
insoportable. Mis ojos arden, lagrimeando por el acre humo. Cuando la
encuentro tirada desnuda en el suelo del dormitorio, el pánico y el temor me
atraviesan, casi haciéndome caer de rodillas.
—¡Red! —Me arranco la camisa y la envuelvo en ella lo mejor que
puedo—. ¡Háblame, Red! —Todavía no responde cuando la levanto en mis
brazos y salgo corriendo de la casa, y rezo por primera vez en mucho tiempo.
Por favor, Dios. Por favor, no la dejes morir.

Inhalación de humo. Casi había muerto por eso. Pero no es lo único que
casi me hace golpear con el puño en cada pared de concreto que puedo
encontrar.
Es su informe de toxicología. Positivo para drogas y alcohol.
Se había encontrado una copa de vino en la escena, pero no había
señales de drogas. Hasta que hice que uno de nuestros muchachos hiciera
350 una prueba con el vino que quedaba en su copa.
Había sido mezclado con un desagradable barbitúrico.
Si eso no hubiera hecho el trabajo, los malditos tornillos que el
bastardo había clavado en sus ventanas para cerrarlas con seguridad lo
habrían hecho.
Mi presión arterial aumenta, mis puños se aprietan con fuerza con la
necesidad de torturar a la persona responsable de esto.
Quienquiera que haya enviado ese mensaje de texto estaba involucrado
y comenzó a sentirse culpable... o fue el hombre que me había hecho una
visita. De cualquier manera, estoy agradecido de haber llegado a mi mujer
a tiempo.
He estado sentado aquí en esta silla, esperando a que abriera los ojos.
Pequeños tubos nasales bombean oxígeno fresco dentro de ella.
—Vamos, Red —susurro entrecortadamente—. Muéstrame esos
hermosos ojos verdes.
Mi teléfono vibra con una llamada de Daniel, y respondo de inmediato.
—¿Qué encontraste?
—Tiene una grave conmoción cerebral. Obviamente lo clavaron con algo
grande que le dio un puñetazo, lo suficiente como para incapacitarlo el
tiempo suficiente para iniciar el fuego. —Su voz se vuelve de acero—. Los
hijos de puta lo rociaron con queroseno para que se incendiara como el resto
de la maldita casa. Está siendo tratado por quemaduras en los brazos y
hombros.
Miro mis zapatos, oscuros contra el blanco azulejo del hospital.
Probablemente me convierte en un monstruo aún más que me está costando
ganar simpatía, pero joder. Mi mujer casi muere bajo su vigilancia.
—Se lo está tomando a pecho, jefe. Muy duro.
Mi boca se aplana.
—Yo también.
Hay una pausa.
—Comprendido. Te mantendré informado.
351 Termino la llamada y deslizo el teléfono en mi bolsillo, mis ojos la
buscan automáticamente una vez más.
Esta vez, sin embargo, mis ojos se cruzan con unos cansados verdes.
—Red —digo su nombre en una exhalación—. Maldita sea, me
asustaste muchísimo.
Tomo su mano, todavía tan floja y débil, entre las mías. Bajando la
cabeza, presiono un beso en la punta de sus dedos.
—Agua —grazna—. Por favor.
Mierda.
—Por supuesto. —Me levanto de un salto y agarro la jarra que dejó la
enfermera y vierto un poco de agua en el vaso de plástico. Rápidamente meto
un popote en él y llevo la taza a los labios de Georgia.
Toma unos cuantos sorbos con cuidado, luego me agradece antes de
estudiarme un momento.
—Steve… ¿está bien?
Asiento y dejo el agua en la mesa de la bandeja.
—Sí. Es duro. Solo molesto por ti casi… Cristo. Ni siquiera puedo
decirlo.
—¿Qué sucedió?
—Hubo un incendio. —Vacilo, pasando una mano por mi cara. Maldita
sea. Necesito mantener la furia fuera de mi voz para no asustarla—.
¿Recuerdas algo antes de eso?
Un ligero pliegue se forma entre sus cejas.
—Estaba en la bañera y recuerdo sentirme muy cansada.
Aprieto y abro la mandíbula.
—Estabas drogada. Alguien puso droga en tu vino y encendió el fuego.
Toma una bocanada de aire y aprieta la manta del hospital con fuerza
en su agarre. El remordimiento llena sus pálidas facciones y cierra los ojos
con fuerza, susurrando tan suavemente que me pregunto si está hablando
sola.
—Esa casa es lo último que tenía de Roy…
352 —Y la arreglaremos para ti. —La caída del voto de mi boca es sin
pensarlo dos veces, pero no me arrepiento. Haré cualquier cosa por esta
mujer.
Un latido de silencio pasa antes de que esos ojos verdes de repente se
fijen en los míos, la gratitud persiste en las profundidades antes de que sea
dejada de lado por la cautela.
Su voz todavía es áspera por todo el humo.
—Recordé algo.
—¿Qué?
Sus ojos todavía están hinchados y delineados en rojo.
—No me di cuenta en ese momento, pero hubo un susurro en un
momento. —Frunce el ceño en concentración—. Y ni siquiera puedo decir si
era hombre o mujer, pero lo que sí sé es que estaban enojados.
Deja caer su atención a sus manos, empuñando la manta antes de
soltarla lentamente. Suavizando los pliegues que hizo, repite en voz baja:
—Tan enojados.
Aprieta los labios como si dudara en continuar.
—Lo que susurraron fue: “Deberías haberte mantenido alejada de él.
Ahora, tendrás que morir”.
¿Qué mierda? La inquietud y la furia luchan dentro de mí. ¿Quién
diablos está haciendo todas estas acrobacias?
Cuando levanta su mirada hacia la mía, las lágrimas llenan sus ojos y
el fondo de mi estómago cae incluso antes de que diga más. Su voz puede
ser baja y áspera, pero me atraviesa como el maldito cuchillo más afilado.
—Bronson, creo que será mejor si... cortamos lazos.
La fulmino con la mirada y, como de costumbre, no la desconcierta.
—Es lo mejor. Casi hago que maten a Steve, y no puedo soportar la idea
de que suceda un escenario peor. Quien haya hecho esto está enojado
conmigo. Es obvio. —Deja escapar un sonido débil y sin humor que supongo
que se suponía que era una risa. Entonces sus rasgos cambian a pura
determinación—. No me quieren contigo, y si no estamos juntos, entonces
no habrá riesgo para tus hombres. Ni para ti.
353 Mis labios se abren para protestar, pero se apresura, su expresión
suplicante.
—Bronson, no podría manejarlo si te pusiera en peligro a ti o a
cualquier otra persona. Si fuera la razón por la que murieron.
Duda antes de que su tono se vuelva más suave, pero sus palabras
están entrelazadas con acero.
—Si hay algo a lo que no le tengo miedo, es a morir. Pero me niego a
arriesgar la vida de alguien más.
He estado apretando la mandíbula con tanta fuerza que me duele.
—No cortaremos lazos, Red. —Mis palabras salen a la fuerza de entre
mis dientes apretados—. De ninguna manera.
—Es lo mejor. —Traga—. No quiero que nadie arriesgue su vida por mí.
No lo valgo.
Mi voz se vuelve atronadora.
—¡Es lo que hace la gente cuando le importa una mierda lo que te pase!
¡Es lo que hacen las familias cuando les importa! ¡Y ahora eres mi puta
familia!
Una preocupada enfermera asoma la cabeza por la puerta, pero sale
corriendo cuando me ve.
Georgia responde bajo con una voz que suena atormentada.
—Supongo que tienes razón. Pero no sé nada de eso porque nunca tuve
una familia. Al menos no una a la que realmente le importara una mierda.
Pero tú, tienes personas maravillosas a tu lado en las que confías y a las
que quieres. —Sus ojos me suplican, las lágrimas amenazan con
derramarse—. No podría soportarlo si los pusiera en peligro.
Agarrándome del costado de la baranda de su cama, mis nudillos casi
se vuelven blancos, pronuncio las palabras en un tono que haría que la
mayoría de los hombres se cagaran encima.
—No dejaré que cortes lazos conmigo.
Sus rasgos se vuelven duros, su tono mordaz.
—Te dije cómo me hice esas cicatrices. Fui parte de un sacrificio.

354 Sé lo que está tratando de hacer. Está haciendo todo lo que está a su
alcance para alejarme, para asustarme. Pero no sucederá.
—Sabían de mí. Que tenía la capacidad de…
—¡Me importa una mierda! —La interrumpí enojado—. ¡¿No lo
entiendes?! ¡Eres mi mujer, maldita sea!
Comienza a toser y su monitor de pulso se vuelve loco. Le ofrezco agua,
pero la rechaza con la mano, todavía con un ataque de tos.
El médico entra corriendo, mirándome como si fuera a darle una paliza,
pero dice:
—Necesita descansar y mantener la calma para curarse. —Para
Georgia, su voz es más suave—. Señorita Danvers, su ritmo cardíaco se está
acelerando demasiado. Me gustaría darle un tratamiento respiratorio y luego
un ligero sedante para ayudarla a descansar. No es bueno que esté agitada.
Con los ojos muy abiertos, finalmente recupera el aliento y asiente.
—Gracias, doctor. —Una enfermera trae rápidamente el dispositivo y le
muestra a Georgia cómo operar el tratamiento de respiración. Espero a que
termine y observo a la enfermera agregar un sedante a su goteo intravenoso
antes de dejarnos solos en la silenciosa habitación.
Me paso una mano por la cara, el cansancio se asienta profundamente.
Cristo. Observo a Georgia, sus párpados ya están caídos por el sedante.
Tomo su mano en la mía y estudio su hermoso rostro mientras pierde la
lucha por mantener los ojos abiertos.
Sus palabras susurradas son apenas audibles, y me esfuerzo por
escucharlas.
—Solo quería ser amada. Por mí. Fenómeno. Demonio. Bruja.
Monstruo. Sea lo que sea que soy y lo que otras personas piensan que soy…
solo quería ser amada.
Se queda en silencio, y creo que finalmente está completamente bajo
los efectos del sedante cuando su somnoliento susurro llega a mis oídos.
—Solo quiero ser amada. A pesar de mi oscuridad.
La miro fijamente, memorizando las curvas de su rostro. El constante
subir y bajar de su pecho en un profundo sueño.
355 Abrumado por la necesidad de suavizar su evidente angustia que aún
persiste, estiro la mano para rozar mi pulgar sobre el pliegue entre sus cejas.
Como si reconociera mi toque, suspira en sueños, sus rasgos se relajan.
Y me doy cuenta de que me calma de la misma manera.
—Quieres ser amada a pesar de tu oscuridad —murmuro
suavemente—. Pero ¿y si eres amada por eso?
Georgia
*EN EL PASADO*
A LOS SIETE AÑOS

M
iro al perro. Daysi. Así la nombré. Era una callejera a la que
no le importaba qué comida compartiera con ella, siempre y
cuando la acariciara detrás de las orejas muy bien.
Las lágrimas caen por mi rostro y me duele el estómago mientras miro
el cuerpo de Daisy. Su piel todavía se ve como si fuera fina como el papel
sobre sus costillas.
—No le hiciste daño a nadie —digo con un enojado siseo.
El novio de mi madre, Bobby, le está gritando dentro de nuestro tráiler,
todavía quejándose del “¡maldito chucho al que tu niña le ha estado dando
de comer!”.
Era un paquete de galletas saladas, no un bistec. Pero la última vez
que hablé, me hizo una mueca. Entonces mi mamá tomó un poco más de
su estúpida medicina y se desmayó.
Piensa que soy tonta y que no sé nada de drogas, pero si se preocupara
por mí, sabría que ya aprendí todo eso en la escuela. Y que soy la niña más
inteligente de mi clase.

356 Pero no le importa. Es obvio cuando la oigo gritarle.


—¡No tiene amigos, Bobby! ¡Y tampoco es como si quisieras estar cerca
de ella, así que al menos el maldito perro la mantuvo fuera de nuestro
alcance!
No tengo amigos porque todos piensan que soy una sabelotodo y una
rara. Pero no me importa porque algún día me iré de este lugar.
Sus voces se hacen más fuertes dentro de nuestro remolque de mierda,
pero las ignoro y caigo de rodillas en la tierra y en la maleza donde Bobby
arrojó el cuerpo de Daisy después de patearla.
Una y otra vez.
Mi estómago se siente enfermo, mis lágrimas ruedan por mis mejillas
con algunas goteando por mi cuello y otras cayendo al suelo.
—Lo siento, Daisy —lloro en voz baja porque no necesito que nadie me
persiga con el cinturón—. Cuando Bobby bebe mucho, le gusta hacer eso.
Ojalá pudiera traerte de vuelta a la vida. —Mis palabras hipan en un
sollozo—. Solo por un rato.
Cuando estiro la mano para alisar su corto pelaje, su cuerpo se sacude
y me congelo, mis ojos se agrandan. Cuando Daisy levanta la cabeza para
mirarme, me da un lametón en la mano como si me dijera que me quiere
tanto como la quiero.
Entonces su cabeza colapsa de nuevo, como antes. Mi mente corre.
¿Eso realmente sucedió?
—Santa mierda.
Me pongo de pie, mis piernas se sienten como gelatina, y me doy vuelta
para ver a mi madre de pie a unos metros de distancia. Sus ojos van de
Daisy a mí.
—¿Cómo hiciste eso? —Su voz me pone nerviosa, y me congelo,
deseando poder desaparecer.
Me mira con ojos entrecerrados, y cuando se acerca a mí, doblo mis
brazos sobre mi pecho. Su voz es más fuerte ahora.
—Dije, ¿cómo hiciste eso? —Sé que si no le respondo, comenzará a
azotarme.
—¡No lo sé! —grito—. Te juro que no lo sé. ¡Sólo sucedió!
357 Sus ojos se mueven hacia el cuerpo de Daisy antes de ver a su
alrededor. Apuntándome con el dedo, dice:
—No vayas a ninguna parte, ¿me oyes?
Asiento, y mi corazón se siente como si fuera a cien kilómetros por hora.
Mamá desaparece por el costado de nuestro remolque, y parece una
eternidad. Me pregunto si debería tratar de escabullirme. Realmente me
pegarían entonces... pero tal vez se olvidaría de esto. Entonces podría…
Mamá viene corriendo hacia mí con algo en sus manos, y mi boca se
abre cuando veo lo que es.
Es la gata grande y gorda de la anciana Tafferty llamada Lucy. Pero en
lugar de Lucy maullando como loca como siempre hace, parece que está
dormida. Cuando mamá se detiene frente a mí, siento que voy a vomitar,
porque hay sangre por toda la cabeza de Lucy y su forma no es la correcta.
Mamá deja caer el cuerpo de la gata en el suelo entre nosotros, y
aterriza con un ruido sordo. Los ojos de mi mamá parecen locos, y sé que
tomó más de su estúpido “medicamento” otra vez.
—Hazlo otra vez. Lo que sea que hayas hecho, hazlo de nuevo. —Lo sé
por la voz de mamá, si no hago lo que dice, me pegarán tan fuerte que no
podré sentarme por mucho tiempo.
Mis manos tiemblan y mis rodillas chocan entre sí, así que me dejo caer
al lado de la pobre Lucy. No sé qué hice con Daisy, pero tal vez pueda ayudar
a Lucy de alguna manera. Tal vez pueda…
—¡Hazlo ahora! —La fuerte voz de mamá me hace saltar.
Me duele el corazón porque Lucy no se merecía esto. Mis ojos pican con
más lágrimas, y susurro:
—Lo siento, Lucy.
Mamá me empuja con el pie.
—¡Hazlo!
Extiendo la mano, sosteniéndola sobre el cuerpo de la gata. Unos
segundos más tarde, Lucy se sacude y se mueve para sentarse, aunque
ahora su cabeza está torcida. Me da un lametón en la mano con su lengua
de papel de lija antes de que se desplome y se quede completamente inmóvil
358 de nuevo.
Miro a mamá, pero sigue viendo a Lucy. Entonces todo su rostro cambia
y obtiene la sonrisa más grande.
Conozco esa sonrisa, y no es buena. Para nada.
Sus ojos se iluminan y su sonrisa crece aún más, tan grande que me
pregunto si su cara se romperá.
—Cariño, nos harás ganar mucho dinero.
Mamá no me deja fuera de su vista después de eso. Tres días después,
vamos a dar un paseo con un montón de feriantes, incluido uno con el que
mi madre decide que está saliendo ahora.
Dejamos nuestro remolque y Bobby muy atrás. Y nunca consigo
enterrar a Daisy como se merecía.

Bronson
—Confío en que se está recuperando bien. —La boca del doctor se curva
con una sutil sonrisa—. Y es seguro decir que también está lista para salir
de aquí.
Resoplo. Sí. Mi mujer ha estado ansiosa como el infierno por estar
encerrada aquí. Pero no quería correr ningún riesgo. La inhalación de humo,
a pesar de lo mal que lo tuvo, no es algo con lo que meterse. Por eso no
había dudado en traerla aquí, a uno de nuestros hospitales, y asegurarme
de que recibiera la mejor atención posible.
Le ofrezco mi mano, y la acepta con un breve movimiento de cabeza.
—Gracias, doctor. Lo aprecio.
Una vez que se dirige por el pasillo para ver a otros pacientes, abro la
puerta de la habitación en el hospital de Georgia y conduzco la silla de
ruedas hacia adentro.
Cuando sus ojos se posan en mí, respiro un poco más tranquilo.
359 Últimamente no ha vuelto a tener otro ataque de tos y recuperó el color. Pero
hasta que no vuelva a ser inteligente, no sentiré que tengo a mi Red de
vuelta.
—Tengo buenas noticias.
—¿Cuál? —Su voz todavía es un poco áspera, pero suena mucho mejor
que antes.
—Serás libre hoy.
El alivio inunda sus rasgos.
—Gracias a Dios.
Detengo la silla junto a su cama y espero a que la enfermera le quite la
vía intravenosa y el resto de los monitores.
La mujer en bata entra a zancadas en la habitación.
—Buenos días, señor Cortez. —Le sonríe a Georgia—. Definitivamente
es un buen día para usted, señorita Danvers. Voy a desengancharla para
que finalmente pueda descansar un poco sin sentirse como una batería de
automóvil.
Mis ojos de mujer se iluminan de gratitud.
—Gracias.
La enfermera hace un trabajo rápido quitando los pequeños parches
adhesivos y los cables conectados a un monitor. Luego quita el oxímetro de
pulso y la vía intravenosa, colocando un curita sobre el área.
Me lanza una mirada inquisitiva, pero le hago un gesto para que se
vaya y sale en silencio. No necesito ayuda para colocar a Georgia en la silla.
Tengo esto.
Su repentino ceño fruncido me tiene preocupado.
—¿Estás bien? ¿Te duele?
—No. —Su respuesta es inmediata—. Solo... recordé que
probablemente no pueda ir a casa.
—Sí, es seguro decir que tu casa requerirá algo de trabajo para volver
a estar en orden. —Ya había conseguido que mi gente pusiera en marcha a
la compañía de seguros, y las reparaciones deberían comenzar pronto. No
puedo tenerla estresada por esta mierda.
360 —Correcto. —Saca la palabra lentamente. Sus dientes frontales se
hunden en su labio inferior—. Necesito ver si puedo encontrar un hotel…
—Red. —El borde afilado de mi voz la detiene—. No irás a ningún otro
lado que no sea a mi casa.
Cuando parece que está a punto de protestar, me apresuro.
—No tienes un lugar a donde ir. Yo tengo una casa grande con mucho
espacio y seguridad. —Mi labio se curva en una mueca—. Definitivamente
mejor que cualquier jodida habitación de hotel.
Exhala un largo suspiro.
—No lo sé…
—Yo sí. —Inclino mi cabeza hacia la silla de ruedas—. Ahora, vamos a
sacarte de aquí.

Georgia
No puedo decir que pensé mucho en cómo se veía la casa de Bronson,
pero definitivamente no es lo que esperaba.
Una barrera de piedra bordea la propiedad, accediendo al panel de
seguridad para abrir la imponente puerta y se dirige hacia una gran casa
estilo rancho.
Y cuando digo grande, quiero decir grande.
—Mierda —murmuro bajo.
Se estaciona junto a la amplia acera pavimentada que conduce a las
puertas principales, y arranco los ojos de la casa para mirarlo.
—¿Esta es tu casa?
Apaga el motor y simplemente se encoge de hombros.
—Sí. —Luego sale, rodeando el auto para ayudarme a bajar del
vehículo.
Sí. Eso es todo lo que tiene que decir. Una sorprendida risa sale de mis
labios. Sabía que estaba a cargo de The Scorpions y que manejaba múltiples
361 negocios, pero nunca me di cuenta de que vivía en una fortaleza como esta.
O que tenía una casa como esta.
Mis ojos beben la extensión de la casa ante mí. No es llamativa ni
exagerada, a pesar de que está decididamente extendida por muy grande
que sea esta tierra. Es el tipo de casa que tiene carácter, la mampostería es
hermosa y las grandes puertas de madera brillan con un tono rico y
profundo.
Abre mi puerta y con cuidado me levanta en sus brazos. Su excusa en
el hospital cuando me ayudó a subir a su auto fue porque no tenía nada en
mis pies aparte de los calcetines del hospital.
Ahora, cuando protesto con “Puedo caminar” responde con un gruñido,
ignorándome. Enlazo mis brazos alrededor del cuello de este testarudo
hombre mientras mi corazón da un brinco.
Me pone de pie una vez que estamos dentro, la puerta se cierra detrás
de nosotros. Se quita los zapatos y se inclina frente a mí.
—¿Quieres deshacerte de estos calcetines? ¿Ir descalza en su lugar?
—Por favor. —Mi tono está lleno de gratitud y me los quita, arrojándolos
junto a sus zapatos. Muevo los dedos de los pies y se endereza, tomando mi
mano entre las suyas.
—Vamos. Te mostraré los alrededores.
Los pisos de madera brillan, y en lugar de que el interior de su casa se
sienta como una fría fortaleza, me sorprende lo bien que se siente estar aquí.
Cuanta vida tiene.
Fotografías enmarcadas adornan las paredes de su casa. Algunas son
de él, de su madre y de su abuela. Otras son de cuando era niño, de pie
junto a otro niño que es igual de alto. Cuando me detengo frente a él,
inspeccionándolo cuidadosamente, la calidez de Bronson a mi espalda me
reconforta.
El afecto alinea su voz.
—Somos Daniel y yo.
—Pensé que me resultaba familiar.
—Sí. Siempre hemos sido inseparables.

362 Me giro para verlo por encima del hombro, una suave sonrisa juega en
mis labios.
—No has cambiado mucho.
—Oh, he cambiado, Red. —La travesura se arremolina en esos ojos—.
Mejorarás y te recordaré exactamente cuánto he cambiado desde entonces.
Vuelvo a la foto para ocultar mi sonrisa. Recoge mi cabello de un lado
y deja un ligero beso a un lado de mi cuello.
—Tengo que mostrarte el resto del lugar.
Toma mi mano y me guía a través de la cocina con “Sírvete lo que
quieras. Lo digo en serio, Red” antes de pasar por su oficina con una mirada
rápida al interior. Después, me muestra el modesto gimnasio de su casa y
luego su dormitorio.
En el instante en que entro, mi atención se dirige a la enorme cama,
pero Bronson pasa junto a ella y se aventura a una puerta abierta. Lo sigo,
y cuando enciende la luz, no hay duda de que hay ropa costosa (camisas
abotonadas, pantalones, trajes) en las perchas.
Pero lo que me toma por sorpresa son las prendas de vestir de mujer al
otro lado del vestidor. Me congelo ante la vista, y el pánico asoma la cabeza.
¿Todavía tiene ropa de otra mujer aquí?
Cuando mis ojos se posan en la etiqueta que cuelga de la manga de
una blusa de aspecto extremadamente lujoso y examino las perchas
restantes, localizando etiquetas colgando de cada una, mis hombros se
desploman con alivio. Pero luego cometo el error de levantar una de esas
etiquetas para leerla... y casi tengo un infarto.
Santo infierno. ¡Nunca en mi vida había pagado tanto por una sola
blusa!
Le lanzo una aguda mirada y simplemente se encoge de hombros.
—La mayoría de tus cosas se dañaron en el incendio. Sabía que
necesitarías ropa y zapatos nuevos.
Señalo la ropa.
—Esto es ridículamente caro.
363 Se mueve sobre sus pies como si estuviera incómodo.
—Es buena ropa.
Cuando hago un gesto hacia la serie de zapatos y sandalias dispuestas
ordenadamente a lo largo del estante para zapatos, agrega secamente:
—Y zapatos.
—Es muy…
—Red. —Me interrumpe de repente. La expresión se endurece con la
terquedad, sus labios se aplanan—. No es como si alguna vez me pidieras
una mierda. Solo déjame hacer algo bueno por ti, ¿de acuerdo?
Nuestros ojos se mantienen durante un largo latido. Lo estudio
cuidadosamente. Una mandíbula cuadrada apenas disimulada por su barba
corta y oscura enmarca unos labios que no tienen por qué ser tan carnosos.
Pero son sus ojos, esos hermosos y prominentes ojos multicolores, son los
que me mantienen cautiva.
Incluso con sus angulosos rasgos que bordean la dureza cuando es
severo, este es el rostro que veré en mis sueños en los años venideros.
Mucho después de que las cosas hayan terminado entre nosotros.
Le importo y quiere proveer para mí, sé que es lo que es. Es solo... una
cosa más que extrañaré de él. Que debajo de su capa exterior de criminal y
de asesino, en lo profundo en su esencia, es bueno. Tiene un alma buena.
Incluso si no lo cree.
Estoy acumulando desesperadamente cada momento con él a medida
que pasa el tiempo, porque sé que el ajuste de cuentas llegará pronto, y que
se dará cuenta de lo contaminada que estoy.
Me mira con más que un toque de cautela cuando me pongo de
puntillas. Presiono un beso en sus labios y susurro:
—Gracias.
Antes de que pueda alejarme, toma la parte de atrás de mi cabeza, su
otro brazo sujeta mi cintura para mantenerme en mi lugar.
—No me agradezcas por hacer lo mínimo, Red. —Estampa un firme
beso en mis labios—. Si pensara que aceptarías más, te estaría comprando
una casa completamente nueva.
364 —Te creo. —Esta vez, cuando nuestros labios se encuentran, el beso es
tierno y tan dulce que casi me hace llorar.
Cuando finalmente me suelta, sus ojos tienen una chispa de indefinible
emoción. Pero luego me hace un gesto para que salga del armario.
—Déjame mostrarte el mejor lugar.
Un momento después, me lleva a la terraza trasera con vistas a un
plácido cuerpo de agua. Un gran jacuzzi cubierto se encuentra a un lado del
estampado pavimento.
—Úsalo cuando quieras, Red. —Me da un apretón en la mano—. Lo
mismo ocurre con todo lo demás aquí.
Las sillas Adirondack con vistas a una hermosa fogata de piedra son
demasiado atractivas para ser ignoradas, y me acerco y me hundo en una
con una fuerte exhalación. Contemplando el agua, absorbo la paz de mi
entorno.
—Esto es hermoso.
Silenciosamente, se sienta en la silla junto a la mía. Apoyando la cabeza
contra el respaldo, estira sus largas piernas vestidas con jeans frente a él y
se gira para mirarme.
—Sí, Red. —Su ronco acuerdo se combina con ojos que brillan con tal
calidez que me roba el aliento. Sin apartar la mirada, dice—: Seguro que lo
es.

365
22
Bronson

—H
a estado tranquilo.
—Sí. —Observo con furia la pared de
hormigón del almacén como si fuera la
responsable de los callejones sin salida con los
que nos topamos cuando se trata de rastrear quién tiene la culpa del
incendio.
Daniel se aclara la garganta, a punto de decir algo, pero mis hombres
empiezan a entrar.
Justo a tiempo.
Después de que todo el mundo se dio cuenta, doy un paso al frente y
al centro. Caen tan silenciosamente que podrías oír caer un alfiler.
—No les quitaré mucho tiempo porque sé que tienen cosas que hacer.
Pero esto es importante. —Hago una pausa y observo las docenas de
hombres cuya atención está puesta en mí—. La mierda ha ido demasiado
lejos. Mi mujer casi muere la otra noche.
Una oleada de sorpresa se apodera de mis hombres ante mi

366 posesividad. Sin embargo, es por una buena razón, porque nunca he
reclamado a una mujer antes.
Mi voz se hace eco en todo el almacén y la amenaza gotea de mis
palabras.
—Si alguien se entera de una amenaza hacia mi mujer, si alguien la
pone en peligro, no habrá piedad de mi parte. ¿Comprendido?
Casi al unísono, responden:
—Entendido.
—Bien. —Deslizo las manos en mis bolsillos y me balanceo sobre mis
talones—. Aprecio su arduo trabajo y lealtad. Eso es todo.
Reconociendo el despido, se levantan y salen del almacén, dejándonos
a Daniel a mi lado una vez más.
Excepto por un hombre que se demora, con la vergüenza cubriendo
cada centímetro de su rostro. Es difícil mirarlo, a pesar de que ha estado
conmigo durante años.
Da grandes zancadas hacia mí, sus ojos nunca dejan los míos, y le doy
crédito por tener las pelotas para acercarse a mí.
Una vez que se detiene enfrente, sus brazos cuelgan pesados, casi
torpemente a los costados, pero su columna está rígida. Me pregunto si la
postura que tiene se debe a sus quemaduras curativas o porque sabe que
estoy jodidamente enojado.
—Quiero disculparme personalmente, jefe. Lo siento, la cagué y me
permití…
—Ella casi muere. —Mi voz es baja y tan letalmente dura que se
estremece—. Mi mujer casi muere bajo tu vigilancia.
El remordimiento llena sus ojos y su voz. Nunca había visto a este
hombre tan encorvado.
—Lo sé. Lo siento. Sé que no es suficiente, pero tenía que decirlo.
Daniel se pone en línea conmigo, lanzándome una mirada como si
dijera, Tranquilízate. No es el que trató de matarla.
Aprieto los dientes, aunque sé que tiene razón. En mi nodo casi
imperceptible, lo toma como un permiso para hablar, dirigiéndose a Steve.
—Fuiste golpeado por un maldito tubo de metal. Me imagino que sería
367 algo así para derribarte. —El tono de Daniel es real, pero un rastro de humor
tiñe sus palabras—. También trató de convertirte en una antorcha humana,
pero eres un duro hijo de puta.
Steve simplemente asiente y permanece en silencio, esperando
escuchar cuál será su castigo.
—Tendrás refuerzos a partir de ahora.
Una pizca de alivio emerge en el rostro de Steve.
—Sí, jefe. Entiendo.
—Entonces entenderás esto también. —Mi tono es como alambre de
púas, agudo y cortante—. Si algo le vuelve a pasar bajo tu vigilancia, acabaré
contigo yo mismo.
Baja la cabeza en un nódulo recortado.
—Comprendido.
—Te puedes ir.
Después de pronunciar el despido, se da la vuelta y sale del almacén.
Un lento aplauso de Daniel atrae a mi ceño fruncido.
—¿Por qué carajos es eso?
—Acabo de ver algo que nunca pensé que sucedería. —Sonríe—.
Bronson Cortez, prometiendo matar a todos los dragones de su mujer.
Me doy la vuelta y empiezo a caminar hacia la puerta.
—Vete a la mierda.
El bastardo se ríe y me grita:
—¿Qué? Es linda. —Hay una pausa antes de que continúe, y no hay
duda del burlón humor en su voz—: Pero prométeme que no harás una de
esas bodas de verano en la playa con el calor del mediodía. Porque, como
padrino, yo…
Salgo y la puerta se cierra detrás de mí con un clic, interrumpiendo la
pequeña diatriba de Daniel.
Una sonrisa tira de mi boca, porque a pesar de que estaba diciendo una
tontería, logró distraerme de la pesada mierda que se cierne sobre mí.
368 Probablemente lo que había planeado todo el tiempo.

Bronson
Una vez que le compro un celular de reemplazo y que hago los arreglos
para que se tome una semana de licencia por enfermedad (resulta que mi
mujer nunca faltó un día al trabajo hasta hace poco) caemos en una rutina
más fácilmente de lo que podría haber esperado.
Esperaba obtener más resistencia de su parte por quedarse en mi casa,
por dejarme mantenerla a salvo y cuidarla. Pero como siempre, me
sorprendió tomándose todo con calma.
Por otra parte, es diferente, no como otras mujeres, y eso es lo que la
hace tan especial.
—Haré pastel de pollo para la cena —grita desde el armario.
Salgo del baño, con una toalla envuelta alrededor de mi cintura, y me
dirijo hacia ella. Me detengo en la puerta y observo cómo se pone las bragas
y el sostén deportivo, de espaldas a mí. Su cabello está suelto y cae justo
por encima de la cintura, y cuando se inclina ligeramente y se pone
pantalones cortos, gimo al ver su trasero.
Me escucha y casi se cae, pero la atrapo justo a tiempo.
—¡Vaya! Tranquila, allí, Red.
—Me asustaste. —Ahora con piernas firmes, se da la vuelta para verme,
pero vacila—. Oh. —Suena sin aliento—. Estás... todavía en tu toalla.
Estrecho los ojos.
—¿Es un problema?
—¡No! Para nada. —Se encoge de hombros como si no fuera gran cosa,
pero todavía no ha apartado los ojos de mi pecho desnudo.
Lo he estado tomando con calma, lento con ella desde que salió del
hospital. No quiero presionarla o hacerla sentir que tiene el deber de tener
sexo conmigo solo por tenerla aquí.

369 Pero estaría mintiendo entre dientes si dijera que en los últimos días
no estuve constantemente duro como el acero. Me he masturbado tantas
veces en la ducha, según los cuentos de viejas, que ya debería estar ciego.
Cuando sus ojos rastrean la delgada línea de vello que sale debajo de
mi ombligo y desaparece debajo de mi toalla, mi pene salta a la atención.
—Red. —La lujuria cubre mi voz y no puedo hacer nada para
ocultarla—. Mis ojos están aquí arriba.
—¿Eh? —dice distraídamente.
Jesús. Está empeñada en torturarme.
—Estoy a punto de darte un espectáculo en un minuto. —No puedo
contenerme más. Nunca la presionaría, pero joder si puedo evitar que mi
mano tire de mi toalla y me meta el puño en el duro pene.
Sus ojos cortan los míos, muy abiertos y tan hermosos. Mis fosas
nasales se ensanchan cuando sus pezones se endurecen debajo de su sostén
deportivo.
—Lo siento, cariño, me estoy muriendo aquí. Pero no necesitas hacer
nada excepto dejar que te mire. —Apreté las palabras mientras me
acariciaba desde la raíz hasta la punta—. ¿Está bien contigo?
Cuando arrastro mi pulgar sobre la punta y aliso la humedad que se
escapa de la punta, exhala ruidosamente.
—No.
Me toma un momento procesarlo, me detengo a mitad de la carrera y
la miro entrecerrando los ojos.
—¿Qué?
Planta sus palmas en mi pecho y me da un fuerte empujón, llevándome
hacia la cama y aventándome para que me siente en el colchón.
Un feroz pliegue se forma entre sus cejas, su voz es contundente.
—No. No está bien. He querido que me toques durante días. —Gesticula
salvajemente entre nosotros, con un toque de ira en su tono—. ¿Y ahora
decides hacer esto?
Levanto mis manos en señal de rendición. Porque soy un hombre lo
suficientemente inteligente como para admitir que no te cruzas con una
370 mujer loca cuando tu pene está colgando. Vacilante, digo:
—Lo siento.
—Mm. Claro. —Se pone de rodillas entre mis piernas. Con las manos
en cada uno de mis muslos, me mira—. Todo este tiempo, todo lo que quería
era que me tocaras.
—Te tocaré, Red. —Mis palabras salen en un ansioso torrente—. Te
tocaré por todas partes.
—Demasiado tarde. Tendrás que esperar. —Pasa su lengua por toda mi
longitud—. Todo el día hasta que llegues a casa. —Luego me toma en su
boca, tan profundo que veo estrellas.
—¡Mierda!
Tararea con sus labios todavía envueltos alrededor de mí antes de que
comience a arrastrar su boca arriba y abajo de mi eje. Con mis manos en
puños apoyadas en la cama, separo más las piernas y la observo.
El cabello rojo se derrama más allá de sus hombros, sus senos se agitan
con respiraciones dificultosas. Mis palabras son sin aliento y ásperas.
—¿Te gusta chupar mi pene? Apuesto a que hace que esa vagina esté
tan mojada.
Crea una fuerte succión y simultáneamente acaricia mis bolas con un
ligero toque como una pluma que hace que mis caderas se sacudan
violentamente.
—Oh, mierda.
Cuando desliza su boca fuera de mí, casi gimo. Cristo. Los ojos verdes
me atraviesan.
—Dime que lo sientes por no tocarme.
—Lo siento. Lo siento mucho, Red.
Lame toda la cabeza de mi pene.
—Ahora, prométeme que nunca volverás a contenerte conmigo.
—Lo prometo.
371 Me muestra una sonrisa satisfecha.
—Bien. Porque cambié de opinión.
¿Qué? Mierda. ¿Cómo que cambió de opinión? ¿Respecto a chuparme
el pene? Mierda.
Cuando se quita los pantalones cortos y las bragas al mismo tiempo y
se sube a mi regazo, casi suelto lágrimas de felicidad.
Pero cuando se hunde en mi pene, todo resbaladizo de su boca, y
comienza a montarme, no puedo detener la avalancha de palabras que
salen.
—Red... Cristo. Te amo jodidamente.
Entonces mi carga sale como una maldita tonta.

Su risa me hace sentir más ligero de lo que nunca me he sentido.


—Necesitas irte. —Deja caer un beso en mis labios antes de recostarse
en su almohada—. Incluso lo dijiste antes.
Le delegué a Daniel, le dije que estaba a cargo y que no me molestara
durante al menos dos horas. Porque tenía que compensar a mi mujer por lo
que pasó antes.
Han pasado tres horas, y aunque no he recibido ninguna llamada,
todavía hay cosas de las que debo ocuparme personalmente.
Su expresión se vuelve seria y se enfoca en mi barbilla.
—Sabes, a veces la gente dice cosas en el calor del momento…
Me doy la vuelta, aprisionándola contra la cama, y me apoyo en un
brazo.
—No fue así.
Una mezcla de miedo y esperanza se mezcla en sus ojos.
—¿No lo fue?
372 —No. Seguro que no lo fue.
—Oh. —Eso es todo lo que dice. Y claro, esperaba que sintiera lo mismo,
pero también sé que es pronto. Agacho la cabeza y dejo un camino de besos
a lo largo de su cuello. En parte es porque me encanta besarla, pero sobre
todo es para que no vea mi decepción.
Sus dedos se hunden en mi cabello y lo aprietan, instándome a levantar
la cabeza. Cuando lo hago, pega su boca a la mía en un beso que se siente
diferente.
Una vez que retrocede, me sonríe y susurra:
—¿Adivina qué?
—¿Qué? —murmuro.
—También te amo.

Georgia
Acabo de pisar la alfombrilla de baño después de una muy necesaria
ducha después del entrenamiento cuando mi celular vibra y se ilumina con
una notificación de texto donde lo dejé en el tocador. Me seco rápidamente,
me envuelvo la toalla y me acerco para leer el texto.
OFICIAL WADE HENDERSON: Hola, Georgia. Estuve enfermo esta
semana y recién ahora me enteré del incendio en tu casa. Solo quería
asegurarme de que estabas bien. Avísame si necesitas algo.
Observo el texto. Wade Henderson es el epítome de un buen tipo. Sin
embargo, no es el que robó mi corazón. No es quien me hace sentir más
aceptada y amada que nunca.
YO: Lamento escuchar que estuviste enfermo. Espero que te
sientas mejor. Y estoy bien, gracias. Te agradezco que me revises.
Miro mis palabras después de presionar enviar. No toma sino un
momento antes de que responda.
OFICIAL WADE HENDERSON: Estoy realmente aliviado de
373 escuchar eso. La oferta sigue en pie, sin vencimiento, si necesitas
algo. Cuídate y mantente a salvo, hermosa.
Un delicado hormigueo estalla en la parte posterior de mi cuello tan
repentinamente que desvía mi atención de los mensajes de texto de Wade.
Me asalta la sensación de estar envuelta en un manto de calor justo cuando
fuertes voces resuenan por toda la casa.
—¡Mi amor, lo sabes mejor! —grita una mujer.
—Solo estaba dejando que se relajara y se recuperara. —Eso viene de
Bronson—. Jesús, abuela. Actúas como si estuviera escondiendo a una
mujer secuestrada en el sótano o algo así.
Oigo un sonido y me sobresalto alarmada.
Bronson suena exasperado ahora, su voz es un profundo gruñido.
—No acabas de golpearme con tu periódico.
—Puedo quererte, pero no estoy feliz contigo en este momento. Necesito
ver a tu dulce Georgia.
—Espera, iré a buscarla.
—¡Apúrate! Estoy emocionada. —Hay un milisegundo de pausa—. Será
mejor que todavía esté presente para mi árbol de cumpleaños.
—Abuela. ¡Está bien! ¡Basta de periódicos! —murmura él por el
pasillo—. Cristo Todopoderoso.
Me apresuro y me seco, pasando el peine por mi cabello lo más rápido
que puedo. Bronson cierra la puerta del dormitorio detrás, volteándose para
encontrarme corriendo apresuradamente hacia el armario.
—Seguro que oíste quién está aquí —dice secamente.
Me pongo las bragas y el sostén antes de elegir un modesto vestido
hasta los tobillos. Una vez que estoy presentable y me doy la vuelta, me
detengo en seco ante la expresión de su rostro.
Mientras se inclina casualmente contra el marco de la puerta, una
ternura que nunca pensé que sería capaz de mostrar, graba sus rasgos.
—¿Lista para conocer a mi abuela?
Le ofrezco una nerviosa sonrisa.
—Creo que sí. —Entonces no puedo resistirme a preguntar—: ¿Qué es
374 eso de un árbol de cumpleaños?
Suelta una carcajada.
—Su cumpleaños es en unos meses. Le encanta cuando pongo un árbol
para ella, como en Navidad, excepto que lo decoro con luces y serpentinas
de feliz cumpleaños y toda esa mierda.
—Suena asombroso.
—Sí. —Pasa una mano por su cabello en lo que parece ser un gesto
nervioso—. Estaba tan emocionada de conocerte que montó su triciclo aquí
y trajo un guiso de cerdo cubano con ella.
Mi sonrisa se transforma del nerviosismo a la emoción.
—Suena positivamente adorable.

—No comes solo las verduras. Me gusta eso de ti —anuncia eso la


abuela después de que disfrutamos su guiso para el almuerzo.
—También hay muchas otras cosas que me gustan de ella, ¿sabes? —
Bronson ofrece eso en un tono casual antes de lanzarme un guiño.
Estamos sentados atrás, y estoy desgarrada por la inquietud y la
felicidad.
Lo último porque es todo lo que podría haber imaginado que sería una
abuela. Se preocupa por nosotros, asegurándose de que tengamos suficiente
para comer y beber. Su sonrisa es contagiosa, tanta vida brillando en sus
ojos. Es una mujer cariñosa que tiene mucho amor para ofrecer.
Lo primero porque la abuela de Bronson es la misma mujer que leyó
mis cartas ese día en el mercado.
“No eres una Scorpion. Pero lo serás”.
“Lo cambiarás”.
“Encontrarás el amor, pero no lo creerás hasta que sea casi demasiado
tarde”.
375 “Puede terminar siendo demasiado tarde”.
“Se enseñarán uno a otro cómo amar y confiar”.
“Juntos, podrán levantarse de la oscuridad”.
No ha mencionado nuestro encuentro y espero que no haya sido tan
memorable. Después de todo, ha pasado algún tiempo desde que sucedió.
Bronson recibe una llamada de Daniel y se disculpa para revisar algo
en su computadora portátil. En el instante en que desaparece de la vista,
sus agudos ojos oscuros se posan en mí con una punzante intensidad.
—Te lo dije.
En una pérdida inmediata de palabras, busco el humor y digo:
—Nunca mencionaste nada sobre casi morir en un incendio. —Fuerzo
una pequeña risa—. Seguro que podría haber usado esa información.
Me mira de cerca antes de negar, con el ceño fruncido.
—Aún no te has despojado de tu oscuridad. Hasta que lo hagas, él no
podrá hacerlo.
Mis hombros se desploman en derrota. ¿Qué pasa si no puedo
deshacerme de mi oscuridad? ¿Nunca?
Cuando se inclina hacia adelante y extiende su arrugada mano, con
cautela coloco la mía en ella. Cierra los ojos y su respiración se vuelve áspera
un instante después antes de que suelte mis manos como si la hubieran
quemado.
Nuestros ojos se encuentran, y no estoy segura de qué decir, así que
me quedo en silencio.
—Todavía se avecinan tiempos oscuros. —Ofrece eso en un susurro
apenas audible—. Debes tener mucho cuidado, Georgia.
—Lo amo —espeto—. Nunca haría nada para lastimarlo. Prometo eso.
Su sonrisa está teñida de tristeza.
—Sé que no lo harás. Pero otros lo intentarán. Y lo lograrán.
Ve hacia la casa antes de volverse hacia mí.
—Ahora, no hablaremos de esto otra vez. —Esta vez, su sonrisa
376 contiene más afecto y alegría—. Quiero disfrutar mi tiempo con ustedes dos.

Georgia
Una vez que regreso el lunes después de una semana libre del trabajo,
me siento renovada y revivida. Supongo que hay algo que decir sobre tomar
días de vacaciones o incluso un día personal aquí y allá.
Bronson se enteró de que mi casa está lista. Sé que se hizo en un tiempo
récord gracias a que supervisó que hubiera un equipo de trabajo diurno y
nocturno las veinticuatro horas.
No ha mencionado nada acerca de mudarme allí. Una parte de mí
espera no ser una carga para él y que le guste tenerme cerca. Es difícil para
mí considerar esto último ya que todas las personas en mi vida, con
excepción de Roy, han dejado muy claro que solo soy eso: una carga.
Apresuradamente dejo de lado ese pensamiento porque Bronson no es
como nadie más en mi vida. Ni una sola vez se ha abstenido de decirme lo
que piensa. Si no me quisiera en su casa, lo diría.
Doy zancadas desde la plataforma de estacionamiento hasta el
ascensor. Cuando llega uno y se abren las puertas, Paul sale corriendo con
tanta prisa que casi me atropella, con la cabeza gacha y los ojos fijos en su
teléfono.
Me escabullo fuera de su camino.
—¡Vaya! Alguien tiene prisa.
Finalmente levanta la vista.
—Oh, hola, Georgia. Lo siento. —Su tímida sonrisa no posee el mega
vataje habitual que suele ofrecerme—. Olvidé algo en mi auto.
Sus cejas se inclinan repentinamente, su expresión es de
preocupación.
—Me enteré del incendio. Me alegro de que no hayas salido lastimada.
—Su teléfono se ilumina con una notificación. Le lanza una rápida mirada
377 antes de guardarlo en su bolsillo—. Yo, eh, iba a verte en el hospital, pero
ya te habían dado de alta.
—Estoy mucho mejor ahora, afortunadamente. —Inclino mi cabeza
hacia un lado, examinándolo cuidadosamente. Porque es... diferente. No hay
incómodo coqueteo, lo que me tiene curiosa—. Quería preguntarte cómo te
fue en tu cita para almorzar. ¿Espero que haya salido bien?
Su instantánea sonrisa responde a mi pregunta antes que él. Esta vez,
esa sonrisa posee un poder casi cegador.
—Oh. Sí, salió muy bien. —Mueve los pies y sus mejillas se tiñen de
rosa—. Nos hemos vuelto bastante serios, en realidad.
Una genuina sonrisa se forma en mis labios.
—Estoy tan feliz de escuchar eso, Paul. —Y lo estoy. No solo de una
manera egoísta porque esto significa que no me invitará a salir ni se invitará
a almorzar conmigo, sino porque merece ser feliz y que alguien le devuelva
su interés.
Se aleja.
—Bueno, necesito correr y tomar las cosas de mi auto.
—Te veré más tarde —grito a su figura ya de espaldas mientras se
apresura hacia donde está estacionado su vehículo. Ahora me siento aún
más ligera porque no solo encontré a Bronson, sino que Paul también
encontró a su encantadora dama.
Un momento después, una vez que entro en la morgue, parte de mi
felicidad se desvanece. Rápidamente recuerdo que mi versión de “manejar
todo” no es necesariamente la versión de todos los demás.
Evidentemente, el doctor Jensen define eso como dejar una multitud
de archivos y cuerpos acumularse y esperar mi regreso. Lo juro, el hombre
solo realizó media docena de autopsias mientras no estaba.
Eso significa que básicamente tendré que romperme el trasero cada día
por venir para tratar de hacer mella en las cosas y hacer un gran progreso.
Estupendo. Simplemente estupendo.

378
Para cuando llega el jueves, me siento aliviada de que el viernes sea
feriado y de que tendré un respiro. Como me he esforzado tanto, salgo justo
a las cinco, tratando de salir de aquí antes de que se ponga el sol.
Subo en el ascensor hasta la plataforma de estacionamiento, y una vez
que salgo y me dirijo a mi automóvil, recibo otra señal de lo que el universo
me tiene reservado.
El hombre se aleja de su auto estacionado y se detiene justo al lado del
mío.
Mis pasos se vuelven más lentos cuando me acerco a él.
—Hola, Wade.
—Georgia.
Lo observo con cuidado, la forma en que sus brazos están cruzados, las
tensas líneas entre paréntesis en su boca. Un fuerte toque de desaprobación
tiñe su tono.
—Te vas temprano.
Levanto las cejas.
—No me di cuenta de que me estabas vigilando.
Esas líneas se profundizan alrededor de su boca.
—Solo me preocupa que tomes una decisión peligrosa con quién pasas
el tiempo.
Hace una breve pausa.
—Especialmente cuando me doy cuenta de que te siguen hacia y desde
el trabajo vehículos blindados que, según tengo entendido, pertenecen a The
Scorpions.
Fortalezco mi columna, mi voz helada.
—Con quién paso mi tiempo no es asunto tuyo.
Frunce el ceño, claramente no complacido con mi respuesta.
—Sí. Acabas de confirmar mi sospecha.
Cuando aplano mi boca con molestia, pasa una agitada mano por su
379 corto cabello antes de suavizar su voz.
—Mira, Georgia... te pasó algo bastante serio. —Hace una pausa por
un momento, sus ojos clavados en los míos—. Recibiste el sándwich de rata,
los disparos en el bar...
Mantengo la boca cerrada, rezando para que mi cara no diga: ¿Qué
demonios? ¿Cómo sabes eso?
Se vuelve evidente que fallé cuando las arrugas entre marcan su boca,
mostrando su irritación.
—Sí. Escuché sobre el tiroteo en el bar. No estaba seguro de que los
testigos hablaran de ti, pero lo acabas de confirmar.
Mierda.
—Entonces ocurre el incendio en tu casa. —Inspecciona mis rasgos
cuidadosamente antes de soltar un largo suspiro—. ¿Alguna vez te detuviste
a pensar que quizás él sea la causa de ellos y no tu salvador?
—Wade…
Levanta una mano.
—Por favor. Solo déjame decir lo que vine a decir. —Cuando le ofrezco
el más mínimo asentimiento, continúa—. En realidad me importas una
mierda, ¿sabes? Entiendo que no estés interesada en mí, pero eso no
significa que no me importe tu seguridad. Pensé que, al menos, éramos
amigos, Georgia.
Su voz se eleva con agitación.
—Podría haber ayudado. Soy un maldito policía, ¿sabes?
Su mandíbula se aprieta antes de soltar un fuerte suspiro y de calmar
su tono.
—Lo entiendo. Lo hago. Entiendo que tu novio cuida de su comunidad
y hace un buen trabajo. Pero esto es una mierda seria. Y entiendo por qué
no me hablaste de eso debido a su participación.
Examina los otros autos estacionados y mete las manos en los bolsillos.
—Simplemente no quiero que te encuentres en un lugar equivocado. —
380 Sus ojos conectan con los míos una vez más—. Eso es todo.
Expulso un cansado suspiro.
—Aprecio eso.
—Feliz Navidad, Georgia. —Su tono es apagado, con un toque de
derrota.
—Feliz Navidad, Wade. —Abro mi auto, me deslizo dentro y cierro la
puerta.
Espero hasta que desaparece de la vista antes de tomar unas cuantas
respiraciones profundas, abrocharme el cinturón de seguridad y encender
mi auto. Pero no lo pongo en marcha. En cambio, me quedo quieta mientras
las palabras de Wade resuenan en mi mente.
“¿Alguna vez te detuviste a pensar que tal vez él es la causa de ellos y
no tu salvador?”.
Mi pulso late como loco porque, bueno... existe la posibilidad de que
tenga razón.
Después del incidente del emparedado, la noche en que le dispararon
a mis llantas, el tiroteo en el bar, y luego cuando mi casa se incendió,
siempre aparecía después.
Basta, me regaño internamente. No es como él.
—No haría algo así —murmuro para mí.
Pero durante todo el camino a su casa, una pequeña voz en los rincones
de mi mente susurra: ¿Y si lo hubiera hecho?

381
23
Georgia

A
ngela abrió el restaurante especialmente para nosotros esta
noche. El lugar fue decorado con todos los rojos, verdes, dorados
y plateados que uno pueda imaginar, tan festivo como alegre.
Bronson y yo llevamos a la abuela al restaurante de Angela, y los cuatro
preparamos lo que me dijeron que era una comida tradicional en Noche
Buena: Nochebuena. Ser parte de una tradición familiar tiene a mi corazón
deleitándose en pura alegría y una sonrisa grabada permanentemente en mi
rostro. Es todo lo que nunca pensé que experimentaría, y más.
Me dejaron unirme a ellos en la cocina y aprender cómo cocinan su
cerdo asado, frijoles negros, arroz, yuca, plátanos dulces fritos y ensalada.
Angela también hizo boniatillo, que es un budín de camote.
—Pero no te compartimos el ingrediente más importante de todas las
recetas —me confiesa la abuela una vez que terminamos de comer.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que Angela y Bronson luchan
por sonreír.
—¿Cuál es el ingrediente más importante?

382 La abuela se inclina con una sonrisa que arruga su piel ya curtida y
arrugada y me da un pellizco rápido en la mejilla.
—Amor. Amor. Ese es el ingrediente más importante de todos. Y no lo
olvides.

Horas más tarde, salgo del restaurante bien alimentada y querida.


Esta es la primera Nochebuena que paso con una familia de buena fe
que se preocupa y se respeta descaradamente.
Esta noche se siente especial, como si fuera un nuevo comienzo.
Nos dirigimos hacia donde se encuentra el auto de Bronson en el lote
vacío cuando Angela se detiene de repente.
—Cielos. Necesito regresar. Creo que olvidé poner el boniatillo en el
refrigerador. —Niega—. También podría asegurarme de que todos los
quemadores de la estufa estén apagados. Sólo para estar segura.
La abuela la despide.
—No tenemos prisa. Es Nochebuena, después de todo.
Angela se gira para regresar al interior mientras nos acercamos
lentamente al Mustang de Bronson. La abuela se aferra a mi brazo para
ayudarse a estabilizar, y Bronson me ve a los ojos y me guiña un ojo. Abre
el auto justo cuando unas llantas chirrían y me congelo. ¿Qué demonios?
—¡Abajo! —grita Bronson.
El vehículo acelera con fuerza y cuando giro para proteger a la abuela,
me empuja con más fuerza de la que esperaba de una mujer de su edad.
Pierdo el equilibrio y caigo al suelo justo cuando se disparan tiros en rápida
sucesión.
Me giro para ver el cuerpo de la abuela colapsar en el suelo mientras la
camioneta a toda velocidad vuela por la carretera, el tinte oscuro en las
ventanas hace imposible identificar quién está adentro.
—¡Joder! —Bronson corre tras la camioneta, pistola en mano.
383 Corro al lado de la abuela.
—¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío!
El pánico hace que mis manos tiemblen cuando observo a la abuela
tendida en el concreto, con sangre saliendo de ella. Disparos resuenan en la
distancia, y me estremezco violentamente, tirando de la mujer más cerca
para que se acueste con la cabeza en mi regazo. Sé que incluso si intentara
aplicar presión en la otra herida de bala en su cuello, no serviría de nada.
Debido al que estaba casi directamente en el centro de su frente.
Paso mis temblorosas manos sobre su cabeza, mis palabras emergen
en respiraciones entrecortadas mientras la conmoción me envuelve.
—Heridas de bala. Cabeza y cuello. —No registro la humedad de la
sangre que empapa mi ropa desde donde la acuno contra mí.
Las yemas de mis inestables dedos recorren su garganta, resbaladizas
por la sangre que se derrama rápidamente, y mi voz se desvanece hasta
convertirse en un susurro apenas audible.
—Igual que los demás. Oh. Dios. —Parpadeo mientras los temblores de
la conmoción sacuden mi cuerpo—. Oh Dios, oh Dios, oh Dios.
Angela está detrás de mí en el teléfono, su voz histérica mientras pide
una ambulancia. Mientras me balanceo adelante y atrás, su cabeza todavía
acunada en mi regazo empapado de sangre, todo lo que puedo ver en mi
mente es lo que acaba de suceder.
Ella lo supo. Lo sabía, y me empujó fuera del camino.
Aliso hacia atrás sus rizos grises y ásperos.
—Lo siento mucho. —Mis lágrimas caen en su cabello—. Oh, Dios mío,
lo siento mucho. —Se me escapan sollozos estremecedores y susurro una y
otra vez—: Lo siento. Lo siento mucho.
Bronson regresa jadeando, con su arma colgando flácidamente a su
costado.
—Los perseguí por algunas cuadras. Disparé algunos tiros y rompí una
ventana, pero los perdí.
Corre hacia nosotros, pero sus pasos se tambalean cuando sus ojos se
384 posan en su abuela.
—¡Noooo! —Cae de rodillas a nuestro lado, sus ojos salvajes, y grita—:
¡No!
Algo tira en el borde de mi mente. Bronson, espera. Con lo que parece
ser un esfuerzo extremo, aparta los ojos de ella y se enfoca en mí.
—Creo que vio algo porque me empujó fuera del camino en el último
minuto.
Solo me mira, y mis pulmones se aprietan dolorosamente, instándome
a decir apresuradamente:
—Puedo ver si sabe algo o si vio quién era.
La confusión estropea sus rasgos.
—¿De qué mierda estás hablando?
Trago.
—Solo… espera. Por favor. —Desvío mi atención a su abuela, cuya
cabeza permanece en mi regazo, y coloco mi mano sobre su pecho—.
Quién… —Mi pregunta se atasca en mi garganta, recubierta de una angustia
tan profunda, y lucho por terminar.
—¿Estás jodidamente bromeando en este momento? —truena Bronson.
Angela grita, su voz llena de conmoción y angustia.
—¡Una ambulancia está en camino! —Pero ninguno de nosotros la
reconoce. Su teléfono vuelve a sonar y contesta con un—: ¡Oh, gracias a
Dios! Daniel —súplica—. Date prisa y ven aquí porque…
Su voz se desvanece cuando Bronson me inmoviliza con una venenosa
mirada.
—¿Crees que esto es una jodida broma? —Está arremetiendo, y sé que
es porque está dolorido y no entiende.
—No estoy… —Mi protesta se desvanece de mis labios cuando el cuerpo
de la abuela se sacude violentamente. La miro mientras sus ojos parpadean
rápidamente.
Su respiración es áspera, sus ojos bailan salvajemente como si
lucharan por enfocarse. Una vez que aterrizan en Bronson, dice:
385 —Ella está en peligro.
Pero antes de que pueda decir algo, sus ojos se posan en mí.
—Tenía que salvarte. Querían matarte.
—¿Quién?... —pregunto con urgencia, pero solo dice con voz ronca:
—¿Bronson?
Se pone de rodillas a nuestro lado y toma su mano entre sus palmas.
—Estoy aquí.
—Ten cuidado. —Más sangre se filtra alrededor de la bala alojada en
su garganta cuando tose. Luego, los ojos de la abuela se quedan en blanco
y su cuerpo se vuelve fláccido una vez más.
Dejándome con el hombre que amo, quien me ve como si fuera un
monstruo.

Me tolera hasta que los paramédicos se llevan el cuerpo de la abuela y


Angela viaja con ellos. No me ha mirado desde entonces.
Es como si no pudiera soportarlo. Como si le disgustara. Como si lo
horrorizara.
Nos quedamos parados en el estacionamiento al lado de su auto, y
prácticamente me avienta el teléfono y el bolso sin lanzarme la más mínima
mirada.
—Necesito reunirme con ellas.
Con Angela y abuela, quiere decir.
—Puedes irte a casa. Tu casa está lista. —Su voz es muerta, sin
emociones.
Igual que nuestra relación.
Lo sabía. Estuve viviendo con la cabeza en las nubes por un tiempo.
386 Ahora, es como si me estuviera ahogando en un diluvio de dolor, traición,
angustia e ira. La tumultuosa mezcla causa estragos en mí como lanzas de
indescriptible dolor imposiblemente profundas.
—Por eso me encanta mi trabajo. —Las palabras se derraman; mi voz
hueca, muy parecida a mi corazón—. Porque los muertos no pueden
lastimarte. No pueden decepcionarte o romper promesas o romper tu
confianza.
Prácticamente vibra con furia, su voz como afiladas dagas cortando mi
carne en pedazos.
—¿Sí? Bueno, los fenómenos no tienen ningún lugar tratando de fingir
ser algo que no son. Así que no trates de venderme una historia triste.
Sus palabras me golpean como un puñetazo y cruzo los brazos a la
altura de la cintura mientras el dolor irradia a través de cada centímetro de
mi cuerpo.
Abre la puerta de su auto con tanta fuerza que espero que se salga de
las bisagras.
—No sé qué clase de acto de feria de mierda estás tratando de ejecutar,
pero no joderé con eso.
Cierra la puerta de golpe. Luego sale del estacionamiento y va por la
calle, sus luces traseras desaparecen en la noche.
Y me quedo sola, cubierta de sangre, con mi corazón roto que se siente
como si también se hubiera desangrado.
¿Pero qué esperaba?
Después de todo, sé lo que soy.
Fenómeno.
Demonio.
Bruja.
Monstruo.

387 Georgia
El entierro se lleva a cabo unos días después y una gran cantidad de
personas se presentan en el cementerio para asistir.
A pesar de que soy una paria, frené mi auto por la carretera principal
que bordea el cementerio donde están parados. Me detengo en el arcén y me
quedo quieta por un momento, diciéndome que solo estoy ahí por la abuela.
Pero estoy mintiendo. Porque mis ojos lo beben al verlo de pie tan
estoico en su traje de tres piezas. Angela se aferra a su brazo, y sé que su
corazón se está rompiendo aún más cuando el ataúd de la abuela se hunde
en el suelo.
Me limpio las lágrimas que corren por mis mejillas, deseando poder
consolarlo. Deseando poder retroceder en el tiempo y darme cuenta de lo
que había estado haciendo y asegurarme de ser yo en su lugar.
Después de todo, siento que me estoy muriendo por dentro. ¿Por qué
no hacer que todo coincida?
Siento que alguien me observa y me doy la vuelta con un movimiento
de sorpresa cuando alguien llama a la ventanilla del pasajero.
La bajo y él se inclina para saludarme con un sombrío:
—Hola, Chaparrita.
—Hola, Steve.
Sus ojos no pierden el rastro de lágrimas que se niegan a dejar de
derramarse por mis mejillas.
—Te preguntaría si estás bien, pero… —hace una mueca—… apuesto
a que estás tan bien como el jefe.
Me estremezco y doy otro golpe en mis mejillas.
—Debería irme. Solo… —Vacilo—. Por favor mantenlo a salvo. —
Después de todo, soy la razón por la que su abuela está muerta. Estaban
detrás de mí.
Las palabras de Bronson fueron terriblemente crueles, no se puede
discutir eso, pero no soy ajena a los viles insultos. Aunque me hirió
388 profundamente, el dolor que veo grabado en su rostro hace que me duela el
corazón. Porque en el breve tiempo que pasé con él y su abuela, sentí el
inmenso amor que compartían.
Bronson es un buen hombre. A pesar de que no fue bueno conmigo la
noche en que murió su abuela, que no lo perdono, me destrozaría el corazón
aún más si algo le sucediera.
Steve baja la barbilla.
—Haré lo mejor que puedas, Chaparrita. Mantente a salvo ahora, ¿me
oyes? —Luego se endereza y le da un golpe rápido al techo antes de
retroceder.
Bronson
Días después
Mi mente está jodida y mi corazón está sangrando fuera de mi maldito
pecho.
Le doy furiosos puñetazos a la bolsa, una y otra vez. He estado en eso
durante horas, pero todavía tengo este persistente dolor que no cesa.
Contraté a un experto externo en autopsias y me negué a permitir que
Georgia tocara el cuerpo de la abuela. Pero incluso él no me dio nada para
continuar.
Daniel entra al gimnasio, pero no lo reconozco. Solo me concentro en
golpe tras golpe.
—Steve dijo que Red fue brevemente al funeral. Se detuvo en la
carretera. —Pausa—. Dijo que estaba llorando bastante.
Golpeé la bolsa aún más fuerte. Me importa una mierda, eso es lo que
quiero decirle. Pero no puedo.
Desearía que mi mente se quedara en blanco como antes cada vez que
descargaba mi ira en el maldito saco de boxeo. Ahora, simplemente funciona
sin parar.
¿Quién. Mierda es responsable de matar a mi abuela?
¿Quién se atrevió a entrar en territorio Scorpion y hacer esta mierda?
389 ¿Quién está detrás del fuego y de los dispararos a los neumáticos de
Georgia?
¿Cómo fue que Georgia hizo eso con la abuela?
¿Qué clase de maldito truco fue ese?
¿Por qué diablos haría eso, sabiendo lo mucho que la abuela significaba
para mí?
Daniel exhala ruidosamente, cambiando de tema, gracias, carajo.
—Todavía no hay coincidencias con la descripción del automóvil, y
nadie lo ha hecho aparecer en ningún taller de carrocería. —La frustración
lo sangra, casi igualando la mía—. Sea quien sea, es lo suficientemente
inteligente como para cubrir sus huellas.
—La cagarán lo suficientemente pronto.
—Sí, lo harán —está de acuerdo.
Y haré que paguen.

Georgia
He estado haciendo los movimientos en una burbuja de
entumecimiento. Estar escondida en el santuario de la morgue ha sido una
bendición, no tener que tratar con gente todos los días.
Al menos, no con los vivos.
El doctor Jensen llega el viernes con preocupación en el rostro.
—¿Cómo estás, Georgia?
Parpadeo, cuestionándome por qué me pregunta esto.
—Bien —respondo vacilante.
Toma asiento en la mesa a mi lado.
—Dijeron que era amigo tuyo, así que quise ofrecerme para encargarme
de la autopsia.
Lucho por ponerme al día.
390 —¿A quién te refieres?
—A Paul Yafferty del departamento de registros.
Siento que la sangre se va de mi cara, mi corazón late tan erráticamente
que es tímido para ensordecer mis oídos.
—¿Paul murió?
—Me dijeron que su cuerpo y su expediente fueron entregados esta
mañana. —El doctor Jensen pone una mano sobre la mía en una rara
muestra de afecto—. Lamento tu pérdida, Georgia.
Asiento y me sacudo mentalmente la conmoción. Me retrasé un poco,
así que ni siquiera registré que el archivo de Paul aterrizó en mi escritorio.
—Mi oferta sigue en pie. —Consulta su reloj—. Puedo posponer mi
juego de golf y...
—No. —Sueno tan contundente que suavizo mi voz y repito—: No. Pero
gracias. Todo es parte del trabajo, y necesito acostumbrarme.
Me sonríe con orgullo.
—Eso es por lo que supe que contratarte sería inteligente.
Discutimos algunos informes y otros asuntos antes de que finalmente
se disculpe. Levantándose de su silla, me ofrece una sonrisa.
—Estás haciendo un trabajo maravilloso, Georgia.
—Gracias, señor.
Una vez que se va, me detengo en el archivo de Paul, absorbiendo
frenéticamente cada detalle. Luego me pongo mi equipo de autopsia y saco
su cuerpo de la hielera. Momentos después, lo tengo sobre una mesa de
autopsias, ya fotografiado y preparado. Pero no he podido hacer más.
En cambio, miro las múltiples heridas de bala que sufrió. Su expediente
dice que fue encontrado en un callejón con casquillos esparcidos por el área
alrededor de su cuerpo, pero sin sospechosos, armas o testigos. El detective
Dallerride estuvo a cargo y firmó el caso muy abierto y cerrado.
Despojado de toda la ropa, había sido descubierto desnudo. Los
detectives determinaron que probablemente había sido un delito relacionado
con sexo, que Paul se había acercado a la persona equivocada y había
391 sufrido mucho por ello.
Con mi micro grabadora activada por voz enganchada a mí, inspecciono
su cuerpo donde yace boca abajo.
—Estoy perpleja por estas heridas de bala. Parece que las recibió en
ángulos extraños.
Una bala entró por un costado de su mandíbula mientras las otras
alcanzaron la parte superior de su cráneo, y una alcanzó la base de su
cráneo donde se encontró con sus primeras vértebras.
Unos fragmentos de vidrio oscuro están incrustados en su carne. Uh.
—¿De dónde vino el vidrio? —murmuro.
No había vidrio en el callejón donde se descubrió su cuerpo. De hecho,
las fotografías en su archivo muestran el callejón mucho más limpio de lo
que cabría esperar.
—¿En qué tipo de lío te metiste, Paul? —¿Retó a alguien después de
haber ganado una competencia de tiro? Simplemente no tiene mucho
sentido.
Mi mente vuelve una vez más a las fotografías de la escena en su
archivo. Una cosa que se destacó fue la falta de salpicaduras de sangre en
la escena. Con Paul sufriendo múltiples heridas de bala, debería haber
mucho más. Supongo que, con los recortes presupuestarios del recinto y la
falta de mano de obra, los detectives pueden pasar cosas por alto...
—Esto no parece correcto —murmuro, mis cejas se juntan—. Recibir
este tipo de heridas de bala, uno esperaría más sangre en la escena. —
Parpadeo, mi boca se separa cuando un pensamiento golpea.
Garras de inquietud me aprietan con fuerza, y mi voz se vuelve más
pequeña.
—A menos que te mataran en otro lugar y tu cuerpo fuera trasladado
a ese callejón después.
Entrecierro los ojos de nuevo hacia su cuerpo.
—Parece poco probable que el cuerpo hubiera adoptado la misma
temperatura que el área en la que fue descubierto si, de hecho, hubiera
muerto en ese callejón apenas veinte minutos antes. Porque este proceso, el
392 rigor mortis, normalmente toma de dos a seis horas después de la muerte.
—Exhalo lentamente—. La descomposición de este cuerpo indica que
posiblemente murió… —Me detengo confundida—. Hace una semana.
Mi respiración se vuelve más lenta mientras retiro con cuidado los
pedazos de vidrio de su cuerpo.
—Múltiples piezas de vidrio oscuro están incrustadas en el lado
derecho de su cara y justo debajo de la línea de la mandíbula… —Sostengo
la última hacia la luz y la inspecciono.
El grosor de este fragmento de vidrio despierta mi curiosidad y me hace
acercarme al microscopio en el rincón más alejado de la habitación. Lo
coloco debajo de la mira y ajusto el aumento y el enfoque.
—Esto es único. No parece ser de algo como una botella de cerveza. Es
aún más grueso, más denso. —Levanto la cabeza del microscopio y miro el
cuerpo de Paul, mi mente da vueltas—. Esperen un minuto… —Veo el vidrio
de nuevo a través del microscopio—. Este tinte oscuro podría ser de un
vehículo. De una ventana…
La tensión me asalta cuando regreso a donde yace Paul. Saco mi
pequeño puntero de donde está sujeto a mi bolsillo delantero. Rara vez lo
uso, pero el instinto me dice que puede ser útil para esto.
Enciendo el láser, la luz roja emite un camino de color rojo oscuro
mientras ajusto el extremo de la luz para que esté en la herida de su
mandíbula. Me toma algunos ajustes antes de obtener el ángulo correcto.
—Te volteaste en esa dirección… —Mi mente se acelera—. ¿En busca
de algo?
Muevo el extremo de mi láser rojo para penetrar en las siguientes
entradas: tres juntas en lo que parece un patrón desordenado diagonal.
Acercándome, uso mi otra mano enguantada para apartar su cabello del
camino para ver mejor.
—El ángulo de estas balas es... interesante. —Estudio cada uno de ellos
cuidadosamente mientras una premonición atormenta el fondo de mi
mente—. Casi como si la puntería del tirador fuera errática. Como si tú o el
tirador se estuvieran moviendo. —Inclino mi cabeza hacia un lado,
393 considerando la posibilidad—. ¿O ambos?
Un siniestro terror recorre cada fibra de mi cuerpo cuando apago el
puntero láser y lo guardo en mi bolsillo. Luego recoloco su cuerpo en
posición supina para comenzar su autopsia.
Las yemas de los dedos invisibles se deslizan por mi columna,
haciéndome temblar un segundo, antes de que su cuerpo se estremezca
violentamente. Mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho mientras miro
a Paul. Debería estar acostumbrada a que esto suceda, pero la verdad es
que todavía envía un inquietante temor a través de mí.
Sus ojos parpadean, pero no vuelve la cabeza hacia mí. Tose antes de
jadear:
—Bronson me mató. —Su voz es ronca, como si sus cuerdas vocales
estuvieran estiradas hasta el borde, a punto de romperse. Pero eso no es lo
que me hace tropezar contra la otra mesa de autopsias vacía a mi espalda.
Es el resto de su respuesta.
—A través de la ventana. Bronson me mató.
Su cuerpo cae inerte y el silencio de la sala de autopsias está
contaminado por el sonido de mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.
Oh, Dios mío. ¿Paul era el tirador en el auto? ¿Fue quien mató a la
abuela? Tendría sentido ya que Bronson había perseguido el auto y le
disparó. Pero entonces eso significaría…
Casi todo el aliento sale de mis pulmones cuando jadeo:
—Paul me estaba apuntando.
Un hilo de pánico se despliega dentro de mí. ¡Mierda santa! ¿Qué debo
hacer? El detective Dallerride firmó esto. Es un detective experimentado. Lo
sabría mejor que pasar por alto la evidencia. A no ser que…
Me quito los guantes, los tiro en el recipiente designado y hago lo que
nunca: rompo el protocolo.
Salgo corriendo de la sala de autopsias todavía con mi equipo de
protección, y me dirijo a mi oficina para buscar los otros archivos.
Mis dedos vuelan por el teclado mientras busco los archivos
394 electrónicos de Leo y de Naomi. Una vez que hago clic para abrirlos, escaneo
frenéticamente para ver el nombre del detective principal que figura en su
caso. Cuando mis ojos se posan en el nombre, se me revuelve la boca del
estómago.
Detective Dallerride.
Mi aliento se derrama.
—Oh, mierda.
Con manos inestables, busco los siguientes nombres. Los que me
pidieron específicamente que le advirtiera a Bronson. Mis pulmones se
paralizan con más fuerza con cada archivo que reviso... porque todos sus
archivos de casos tienen la misma firma del detective.
Comienzo a caminar frenéticamente. ¿El detective Dallerride está
detrás de todo esto? Si es así, parece estar jugando en ambos lados. Manejó
los casos relacionados con la muerte de las víctimas que me pidieron que le
advirtiera a Bronson y desempeñó un papel en el encubrimiento de la
muerte de Paul.
Mierda. No hay nada peor que un policía corrupto. Pero ¿qué puedo
hacer al respecto?
Mi vida estuvo en peligro varias veces, y las cosas se intensificaron con
el incendio de la casa y luego cuando la abuela recibió las balas destinadas
a mí. No tengo a nadie que me proteja ahora, pero más que eso, no sé en
quién puedo confiar aquí en el recinto.
Exhalo un largo suspiro, tratando de calmar mi acelerado corazón que
amenaza con salirse de mi pecho.
—Solo tengo que estar alerta. Seguramente ahora que estoy fuera de la
vida de Bronson, ya no seré un objetivo.
Pero aún queda una persistente pregunta. Si Paul me estaba
disparando, ¿quién demonios conducía el auto?

Bronson
395 —Todavía nada.
Cristo. Paso una mano por mi cabello, frustrado como el infierno.
—Sin pistas. Sin pistas de mierda. ¿Cómo es posible?
Daniel apoya sus manos en el techo de su auto.
—Hemos buscado por todas partes.
—Obviamente nos estamos perdiendo algo.
Cuando duda, quiero golpear mi cabeza contra la maldita pared.
—Qué. —Muerdo la palabra, sin molestarme en formularla como una
pregunta.
—Tengo malas noticias.
Observo a mi madre en su ajetreo en el restaurante, sirviéndoles a
todos como de costumbre. Me dijo que este lugar la ayuda a distraerse del
dolor.
Desearía como la mierda poder tener tanta suerte.
También me dijo que está enfadada conmigo por huir de Georgia.
Piensa que lo hice por el dolor de perder a la abuela porque no vio lo que yo
vi.
Bebo lo último de mi café y me levanto de mi asiento. Él hace lo mismo.
—¿Qué sucede?
—Dallerride está muerto.
Mis dedos siguen sobre el dinero que estaba a punto de aventar sobre
la mesa. Estrecho mis ojos en Daniel.
—¿Muerto?
Asiente.
—Sí. Una bala en la cabeza. Estilo ejecución.
A mi estilo. Eso es lo que no está diciendo.
Suelto un pesado suspiro.
—¿Volviendo a esa mierda otra vez?
396 —Supongo que sí. —Hace una pausa—. Pero eso no es todo. —Revisa
su teléfono, y todo lo que lee hace que su rostro se endurezca—. Tienes una
visitante que tiene la intención de verte.
—¿Quién es…? —Pero no termino mi pregunta. A través de las ventanas
del restaurante, veo el familiar auto entrando al estacionamiento y
estacionándose. Mi mirada llena de furia choca con la de Daniel—. Tienes
que estar jodidamente bromeando.
—Dijo que quería presentarte sus respetos.
Salgo corriendo del restaurante, mis pies rápidos cuando la intercepto
antes de que pueda poner un pie dentro del restaurante. Donde no tiene
nada que hacer.
—¿Qué carajos quieres?
Su vestido sin tirantes muestra su única manga con tatuajes, y evito
mirarla para no tener la tentación de arrancarla. Ladea la cabeza y me da
una sonrisa que irrita mis malditos nervios.
—No creo que tu abuela apruebe que me hables así...
Estoy en su cara más rápido de lo que puede reaccionar. Mi voz es
oscura y letal.
—No te atrevas a pronunciar su nombre, ¿me oyes?
Un destello de ira ilumina sus ojos antes de desaparecer y deja escapar
un suspiro.
—¿No podemos simplemente dejar atrás el pasado y seguir adelante?
—No. —Me alejo de ella como si fuera venenosa.
Porque lo es.
Sus labios se aplanan.
—Bronson.
—¿Qué carajos quieres?
Sus ojos se agrandan y estira la mano para tocar mi pecho, pero la
esquivo.

397 —Necesitas irte.


—Pensé que podríamos hablar y…
Solté una risa áspera.
—Puede que tengas un coeficiente intelectual altísimo, pero no tienes
ni puta idea, ¿verdad? —Mis palabras la enojan, y se nota por las pequeñas
líneas que enmarcan su boca.
Pero estoy diciendo la verdad, porque puede ser inteligente en algunos
aspectos, pero cuando se trata de personas, es absolutamente despistada.
Aprieto mis palabras.
—Necesitas. Irte. —No hay duda de la orden en mi voz.
Parece que está a punto de protestar, pero decide no hacerlo.
—Todavía estás de duelo, así que volveré en otro momento.
¿Aún estás de duelo? La miro como si le hubiera crecido otra cabeza.
Cristo. Han pasado dos semanas. Estaré llorando a mi abuela el resto de mi
puta vida.
—No te molestes en volver, Satia. —La inmovilizo con una mirada dura
que espero comunique todo lo que no estoy diciendo.
Vete a la mierda.
Eres una maldita mentirosa y un pedazo de mierda.
Me da una sonrisa tensa.
—En otro momento. —Luego gira sobre sus talones y camina de regreso
a su auto.
No muevo un músculo, observo cómo su auto desaparece por la
carretera. El timbre suena en la puerta del restaurante, avisándome de que
alguien está saliendo.
Daniel.
Se pone a mi lado.
—Lo siento jefe.
—Sí, bueno, cuando está decidida a salirse con la suya… —me
interrumpo, mi mandíbula se tensa—… no hay mucho que pueda detenerla.

398 —¿Quieres ir a buscar más información sobre la muerte de Dallerride?


—Sí. Hagámoslo.
24
Georgia
Viernes

E
l detective Dallerride está muerto.
El hombre del que estaba convencida jugó un papel en la
muerte de aquellos que me pidieron que le advirtiera a
Bronson y que encubrió los detalles de la muerte de Paul yace
ahora en mi mesa de autopsias.
El aire acondicionado sopla a través de las rejillas de ventilación,
sirviendo como el único ruido dentro de los silenciosos confines de la
morgue, mientras preparo su cuerpo. El doctor Jensen se fue hace horas y
estoy agradecida de estar sola una vez más.
Con mi micro grabadora enganchada a mi solapa, como siempre, y
grabando mis notas audibles a medida que avanzo con la autopsia.
—Recibió una herida de bala en la cabeza. —Deslizo un dedo
enguantado sobre la herida que estropea la frente del detective—. Está
ligeramente descentrada, pero lo suficientemente cerca como para parecerse
a un estilo ejecución.
399 Mis ojos se posan en su cuello, pero no tiene otras heridas de bala. Casi
esperaba que hubiera una en su garganta, similar a las otras que recibieron
una bala estilo ejecución en la cabeza.
Siniestros hormigueos se extendieron por mi piel. Pensé que el detective
Dallerride había sido el tirador. El asesino. Pero esto sugiere que la persona
responsable todavía está por ahí.
Trago con dificultad el nudo de inquietud en mi garganta.
—La entrada de la bala parece como si el tirador hubiera estado a corta
distancia y no en ángulo. No hay una indicación clara de movimiento ni de
la víctima ni del tirador.
No es hasta que termino que apoyo mis manos en el borde de la mesa
y miro el cuerpo del detective, ahora agrietado y vacío de sus órganos.
Estoy en guerra con si hacerlo o no. ¿Aún importa? No es como si
pudiera hacer algo al respecto. Ya no tengo a nadie en mi esquina.
Al diablo con Bronson Cortez por hacerme sentir aceptada, como si
estuviera a salvo y en realidad fuera parte de algo, parte de una familia.
Porque ahora que lo arrancó todo, lo anhelo más que nunca.
Haz lo correcto, incluso cuando sea incómodo. Lo vi en una cita cuando
me moví sin pensar por Internet. Ahora, esas palabras me obligan a actuar.
Solo esta última vez, razono conmigo misma. Entonces pasaré de esto.
Me limitaré a realizar únicamente autopsias y nunca más interferiré con mi
maldita maldición.
Tomando una profunda respiración, exhalo lentamente antes de estirar
mi mano para colocarla sobre el cuerpo del detective.
—¿Quién te mató?
Como si su cuerpo hubiera sido electrocutado, se convulsiona,
retorciéndose y estremeciéndose. La inquietud gotea por mi columna
mientras observo sus ojos parpadear. Su boca se separa y se cierra un
puñado de veces hasta que finalmente pronuncia:
—Scorpions.
La alarma tiene mis ojos muy abiertos. Dice con voz áspera: “Díselo a
Bronson” antes de volverse fláccido una vez más.

400 Exhalo respiraciones jadeantes mientras el cansancio me asalta en


oleadas violentas. Pero no puedo apartar los ojos del hombre que acaba de
confirmar lo que había especulado.
El verdadero asesino sigue ahí fuera.
Viernes por la noche
Se necesitan varias charlas de ánimo antes de que finalmente reúna el
coraje para llamarlo.
Espero su vacilación, pero la cautela en su voz se lanza profundamente,
dejando que más dolor florezca dentro de mí.
—Hola, Chaparrita. ¿Qué pasa?
—Siento molestarte, pero tengo algo que me preguntaba… —tropiezo
con mis palabras, agradecida de que no pueda verme hacer una mueca—…
si podrías acudir a él. Te prometo que no te molestaré ni a ti ni a él nunca
más.
Cuando me saluda con nada más que silencio, me saco el teléfono de
la oreja para comprobar si me colgó, pero no lo ha hecho. Agrego un susurro:
—Por favor, Steve.
Otra pausa se cierne entre nosotros antes de que finalmente diga:
—Nos vemos a las nueve en el estacionamiento de ShopRite. —Luego
termina la llamada.
Dejo mi teléfono a un lado en la mesa de la cocina y agarro el sobre que
ya sellé. Cuando golpeo suavemente su borde contra mi mesa, cada tap-tap-
tap se siente como otro clavo que cierra el ataúd de mi relación con Bronson.
El contenido de este sobre asegura eso aún más.
Estaré libre y despejada después de esto.
Si tan solo pudiera reclamar mi corazón de él también.
401

Me detengo en el estacionamiento de la tienda de comestibles cinco


minutos antes de las nueve y lo encuentro ya allí, estacionado lejos de la
mayoría de los otros autos.
Dejo un espacio completo entre nosotros y me estaciono, saliendo
rápidamente de mi auto. Cuando camino hacia su vehículo, la ventana del
lado del conductor se baja para revelar su oscura y escrutadora mirada.
Extiendo el sencillo sobre, rezando para que mi nerviosismo no se note.
—Gracias por darle esto de mi parte.
Cuando sus ojos se posan en el sobre que tiembla en mi mano, me
estremezco por dentro. Mierda. Vuelve su atención a mí.
—¿Te mantienes a salvo, Chaparrita?
—Haciendo lo mejor que puedo. —Si tan solo el asesino no estuviera
todavía por ahí...
Asiente y acepta el sobre.
—¿Esperas que te dé una respuesta?
Doy un paso atrás.
—No. —Mi garganta amenaza con cerrarse por la hinchazón mientras
soy bombardeada con una nueva dosis de angustia—. No es necesaria una
respuesta. Gracias, Steve.
—Cuídate, Chaparrita. —Restos de afecto atan su voz, y quiero
atesorarlo, tan ansiosa por cualquier apariencia en este punto.
—Tú también. —Luego me giro y me voy, con el peso de sus ojos sobre
mí todo el tiempo.

402 Bronson
Viernes por la noche
—Ha estado tranquilo... y ella todavía está a salvo.
Dice eso mientras salimos al aire de la noche, dejando nuestro almacén
de armas. Me entran ganas de darle un puñetazo por siquiera atreverse a
mencionarla.
Probablemente sabe que cuando no puedo dormir por la noche, me
subo a mi auto y conduzco. Nunca tengo un destino en mente, pero de
alguna manera, siempre termino pasando frente a la casa de Georgia.
Es jodido y lo sé. Soy como un patético maldito masoquista.
Gruño en respuesta. Eso es todo lo que puedo manejar. Incluso el que
se refiera a ella corta mi capacidad de hablar.
Una vez que llegamos a nuestros vehículos, no hace ningún movimiento
para entrar en el suyo, y se me hace un nudo en el estómago, sabiendo que
está a punto de decir más.
—Nunca te pidió una maldita cosa.
Casi remuevo mis muelas hasta convertirlas en polvo.
—Déjalo.
Su teléfono suena y lo saca de su bolsillo. Le ofrece a la pantalla una
mirada rápida antes de responder.
—Hola.
Espero, curioso de cuál podría ser el problema mientras la voz del otro
lado dice algo. Le he estado delegando más a Daniel, y lo ha tomado con
calma, de buena gana. Me permite estar más cerca de mamá y de manejar
los otros aspectos de nuestros negocios que en realidad no me importan.
Los ojos de Daniel se posan en mí e inmediatamente me tenso. Dice:
—Está bien. Pasaré en cinco minutos.
Termina la llamada, su boca se aplana.
403 —Tengo que ir a recoger algo de Steve.
Lo miro con recelo.
—¿Recoger qué?
Daniel se acerca a su auto.
—Parece que alguien dejó un sobre para ti. —La forma en que lo
expresa no deja dudas sobre quién me dejó el sobre.
Antes de que me dé cuenta, estoy abriendo la puerta de mi auto.
—Te seguiré allí.
El auto de Steve está estacionado en la calle cerca del centro de la
ciudad. Está parado junto a él, observando continuamente su entorno
mientras nos detenemos junto a la acera y estacionamos.
No parece sorprendido de verme acompañar a Daniel en esto. Sin
embargo, parece culpable.
—Lo siento, jefe. Sé que se supone que no debemos estar en contacto,
pero Chap… —Se apresura a corregirse—. Georgia me pidió que te diera
esto. Prometió que no nos molestaría ni a ti ni a mí nunca más si te lo
entregaba.
Golpea suavemente el sobre contra su otra palma y duda.
—Tengo que ser honesto, jefe. Parecía asustada. —Su frente se
arruga—. Nunca la había visto así, incluso cuando su vida estaba
amenazada. Pero lo que sea que haya en este sobre la tiene asustada.
Sin una palabra, extiendo mi mano hacia el sobre. Me lo da y lo abro.
Dentro hay una hoja de papel doblada, y cuando la desdoblo, se cae un
cheque. El nombre que figura en la parte superior izquierda del cheque es
Georgia Danvers.
¿Qué mierda?

404 La nota escrita a mano dice:


Sé que no quieres ni necesitas nada de mí. Te lo aseguro, eso es muy
claro. Sin embargo, creo que deberías saber que Paul Yafferty de la comisaría
está muerto. Recibió disparos de un objetivo en movimiento, y las balas que
recuperé de él coinciden con el tipo de arma que usas.
También había vidrio incrustado en su cuerpo, y sospecho que provenía
de la ventana de un auto. Eso me lleva a sospechar que él mató a tu abuela.
Además, es posible que ya lo sepas, pero el detective Dallerride está
muerto. Sufrió un disparo estilo ejecución en la cabeza, similar a Layla, Cara
y Samara. Simplemente quería mencionarlo en caso de que esta información
pueda ser útil para ti y ayude a otros a mantenerse a salvo.
Este cheque es para el reembolso completo y mi agradecimiento a cambio
de todos los artículos (es decir, ropa, celular, zapatos, etc.) que se me dieron
anteriormente.
Puedes tomar esto como mi despedida oficial.
Sinceramente,
Georgia Danvers

Georgia
Sábado
Me dirijo a la tienda de comestibles, odiando lo resignada que estoy
ahora de ir allí. Cuánto desearía poder comprar en el mercado de The
Scorpions en su lugar.
Comprar en el mercado fue como una salida, una verdadera experiencia
en la que conocí gente nueva y probé alimentos nuevos. Para apoyar a las
personas que se enorgullecen de sus talentos y ofertas. Pero todo lo que esta
tienda de comestibles tiene para ofrecer es iluminación artificial y aire
viciado, cerrado y completamente impersonal.
Es una cosa más para agregar a la lista de lavandería de lo que perdí.
405 Dios... en algún momento, seguiré adelante y no seré torturada todos
los días por él y los recuerdos relacionados con él.
Empujo mi carrito por los pasillos, tratando de reunir algo de
entusiasmo por las ventas de dos por uno que tienen actualmente, pero es
en vano.
Acabo de tirar una hogaza de pan de masa fermentada en mi carrito
cuando unas pocas personas cercanas prácticamente se desploman
tratando de huir de mí.
—¡Oh, Dios mío! —grita eso una señora antes de dejar todo su carrito
cargado con comestibles y su bolso en la sección pequeña superior.
¿Qué demonios?
Otro, alto y delgado como un riel, sale corriendo de mí como si tuviera
la peste.
Me miro, pero después de no encontrar nada fuera de lugar, me toco la
cara. Nada se pega a ella ni a mi cabello.
Entonces lo siento. Cada vello de mi cuerpo se eriza como si
intrínsecamente sintiera que el mal está presente.
Mis sentidos inmediatamente se ponen en marcha al igual que un clic
reverbera en el aire. El único ruido es el zumbido de las luces del techo y la
tenue y horrible música que suena en la tienda.
—Date la vuelta.
La voz es femenina con un acento similar al de la abuela y de Angela.
Es en este momento que mi mente cobra vida, sacando a la luz una pista de
la noche del incendio.
Deberías haberte alejado de él. Ahora, tendrás que morir. Es la misma
voz que escuché susurrar esa noche.
—Dije, date. La. Vuelta.
Lentamente, hago lo que me ordena y me encuentro cara a cara con
una mujer que parece tener más o menos mi edad y empuña una pistola. El
veneno irradia de ella en gruesas oleadas, restándole valor a sus atractivos
rasgos que, de lo contrario, se verían empañados por una mirada de
406 disgusto.
Parece fuera de lugar, ofreciendo una imagen inconexa mientras
sostiene el arma y usa un bonito vestido con finos tirantes que revelan su
oscura piel y coloridos tatuajes que van desde un hombro hasta su muñeca.
—Simplemente no pudiste mantenerte alejada de Bronson, ¿verdad? —
se burla.
Mis palabras son apresuradas porque esta mujer claramente está loca.
—No lo he visto en semanas. —Levanto mis manos en señal de
rendición—. Es todo tuyo. —Incluso mientras digo las palabras, mi corazón
se rompe en pedazos más pequeños ante el pensamiento.
Su labio superior se curva con disgusto.
—Todavía te desea. —Su dedo se posa en el gatillo y mi respiración se
aloja en mi pecho.
Sé lo suficiente como para reconocer el peligro en eso solo. Hace
algunos años, la comisaría le ofreció una pequeña clase sobre seguridad con
armas de fuego a todos los empleados afiliados. Entonces aprendí que se
evita colocar el dedo en el gatillo hasta que se considere necesaria la fuerza
letal.
Hasta que haya identificado la amenaza y estés lista para disparar.
Aquí es cuando comprendo realmente. Está preparada para matarme.
Anticipándolo. Y ni siquiera la conozco.
—¿Por qué estás haciendo esto?
—¿Por qué? —El odio empapa su voz—. ¡Porque robaste lo que se
suponía que era mío! —Su dedo se contrae en el gatillo, y un repentino
desapego se apodera de mí.
Porque instintivamente sé que no saldré viva de esto. Ante la
inevitabilidad de mi muerte, me envuelve una calma que se asienta en lo
más profundo de mis huesos.
Adopto un tono neutro.
—No tengo el hábito de robar, entonces, ¿hay alguna posibilidad de que
407 te equivoques?
Su grito resuena a través de la tienda.
—¡No!
Mierda. Está completamente desquiciada. Sus ojos poseen un
salvajismo totalmente antinatural.
—Llámalo, ahora —ordena—. Dile que morirás.
—Mmm... hay un pequeño problema con eso. —Muevo mi mano a un
lado de mi boca y bajo mi voz a un fuerte susurro—. No le importo. De hecho,
estoy bastante segura de que me odia.
El arma se mueve con su enloquecido gesto.
—¡Llámalo!
Mis hombros se desploman con resignación.
—Bien—. No hay nada como preceder a la muerte, cortesía de una
lunática armada, con un ego y una desgarradora conversación primero.
Genial.
Alcanzo mi bolso y encuentro mi teléfono. Luego llamo al número que
no he contactado en semanas.
Cuando realmente responde, me veo obligada a endurecer las rodillas
porque amenazan con ceder.
—¿Red? ¿Qué carajos está pasando? Acabo de recibir una llamada y
estoy...
Ella interrumpe.
—Ponlo en el altavoz.
Presiono el botón y ajusto el volumen.
Se oyen ruidos de fondo antes de que Bronson grite:
—¿Red? ¿Estás allí?
Mi voz suena a madera y casi robótica.
—Se supone que debo decirte que voy a morir.
—¡¿Qué carajos?!
Las palabras susurradas suben por mi garganta, y no hay forma de que
408 pueda sofocarlas. Probablemente no sean audibles, pero quiero que sean las
últimas que hable al mundo.
—Lo siento.
La malicia sangra con cada palabra que pronuncia, su acento se vuelve
más pronunciado a medida que crece su furia.
—Se acabó, Bronson. —Malvada alegría satura su tono ahora—. Ella
morirá.
Pasa un latido de silencio antes de que Bronson hable.
—¿Satia? —Luego hay un murmullo—: Joder. —Antes de que se aclare
la garganta—. Satia, escúchame…
—¡No! —grita—. ¡Escúchame tú! Estaba esperando que volvieras a tus
sentidos, que te dieras cuenta de que estamos destinados a ser. ¡Hice todo
esto por ti! ¡Solo quería llamar tu atención! ¡Era la única manera!
Sus ojos se estrechan sobre mí, su mirada me atraviesa con su veneno.
—¡Pero entonces tuviste que perder el tiempo con esta puta!
Levanto un dedo.
—Disculpa, pero no soy, ni he sido nunca, una puta. —Saber que estoy
a punto de morir hace que me importe absolutamente cero si debo ser una
sabelotodo con la mujer que me apunta con un arma.
—Red —gruñe Bronson prácticamente mi nombre.
—También. —Continúo—. ¿No serías la mujer que le mintió acerca de
estar embarazada de su hijo? Porque, si es así —interrumpo con una risa
lastimera—, oh, cariño. No es genial.
—¡Jesús, jodido Cristo, Red!
Apenas registro la respuesta de Bronson. Puro fuego quema mi brazo,
causando que deje caer mi teléfono. El sonido del disparo es ensordecedor,
me zumban los oídos y me agarro el brazo herido justo por encima del codo.
Ojos triunfantes me taladraron mientras grita:
—¡Eso te enseñará a no ser bocona conmigo!
Aprieto los dientes, respirando a través del dolor, y acuno mi brazo
409 contra mi pecho.
—Sí, bueno, yo…
—¡Satia! —Pasos pesados se acercan a un ritmo rápido, y me tenso
cuando su dedo en el gatillo se dobla.
Maldición, no te atrevas, ruego en silencio. No lo mates. Mátame a mí,
a la persona que no tiene a nadie que llore su muerte.
—¡Satia! —grita la voz de Bronson detrás de mí. No, no, no. ¡No deberías
estar aquí!—. Estoy aquí. Querías hablar, así que hablemos.
Sus ojos siguen su movimiento con avidez, pero su expresión está llena
de sospecha.
—Es demasiado tarde. Traté de llamar tu atención de la única manera
que sabía: a través de la violencia. Pero todavía no viniste a mí. —Niega
lentamente—. Ni siquiera cuando tu gente murió a tu distintiva manera.
Santa mierda.
Sus ojos se iluminan con malévolo deleite mientras se enfocan en mí.
—Y tú, jugando con ese pobre, pobre hombre. Te negaste a darle a Paul
la hora del día y lo dejaste vulnerable y necesitado. —Su boca se curva en
una amplia y satisfecha sonrisa—. Todo lo que necesitó fue la atención de
una hermosa mujer, y lo moldeé en lo que necesitaba.
Aturdida, solo puedo mirarla.
—¿Hiciste todo eso?
Asiente con orgullo.
—Con la ayuda de Paul. Y uno de los detectives. —Una mirada de
disgusto cruza sus rasgos—. Pero no confiaba en él, así que también tuve
que matarlo.
Ahora me doy cuenta exactamente de lo que representa su manga de
tinta y la relevancia. Escorpiones de tinta negra descienden desde su
hombro hasta su muñeca, con un vibrante naranja, azul verde azulado y
morado llenando el espacio entre cada uno de sus cuerpos. Sus pinzas y las
puntas de sus aguijones gotean sangre roja.
Todas esas personas en mi morgue que me dijeron que los Scorpions
410 los mataron estaban tratando de comunicar esto. Que ella los mató. Habían
estado tratando de advertírselo a Bronson.
Bronson se acerca más a mí; lo siento y me doy cuenta cuando Satia
se pone tensa. Su arma se tambalea una fracción, como si estuviera dividida
entre a cuál de nosotros apuntar.
—Mira, Satia. Estoy aquí ahora. Tienes mi atención.
—Es demasiado tarde. —La firmeza en su tono es toda la advertencia
que necesito.
Con mis ojos fijos en su dedo del gatillo, en el instante en que veo el
estremecimiento de movimiento, me lanzo frente a Bronson.
Suenan dos disparos, pero estoy entumecida cuando me derrumbo en
el suelo frío. Frío. Mojado. Eso es todo lo que puedo sentir.
Mi visión se vuelve borrosa antes de que se disparen más tiros y voces
griten, sonando como si estuvieran amortiguadas.
Mi cuerpo es asaltado por la sensación de flotar y todo se vuelve gris.

Georgia
Parpadeo y abro los ojos para descubrir una espesa niebla rodeándome.
No hay nadie más a la vista. Me giro lentamente, sin saber dónde podría
estar, cuando escucho una voz masculina gritar:
—¿Qué estás haciendo aquí, jovencita?
Me giro para encontrar a Roy de pie frente a mí. Una niebla blanca se
eleva a su alrededor y lo miro con incredulidad.
—¿Roy? ¿Eres tú?
Hace una mueca.
—Sabes muy bien que soy yo.
—Pero… —Miro a mi alrededor—. ¿Cómo es posible?

411 Suelta un profundo suspiro, el remordimiento es evidente en sus


rasgos.
—Porque estás muerta.
Vuelve a toda prisa: todo lo que sucedió. Mirando su dedo posado en el
gatillo. Saltando frente a Bronson. El insoportable dolor que siguió.
La ironía de que una malvada mujer eligiera estropear mi cuerpo con
balas esta vez en lugar de tallar mi carne.
Me paso las manos por el pecho y los brazos, sorprendida de no estar
herida.
—Jovencita. —Comienza Roy antes de interrumpir con un suspiro.
Aparta la mirada como si de repente se sintiera incómodo—. Tendrás que
volver.
—¿Qué? —Trago con fuerza mientras tanto el pánico como el
entusiasmo luchan dentro de mí—. Pero dijiste…
—Pero primero, tengo que decirte algo que está muy atrasado. —La
tristeza infunde su sonrisa—. Eres exactamente lo que hubiera querido en
una hija.
Al estilo típico de Roy, arruga la nariz.
—Si hubiera sido capaz de saltarme los pañales y las noches de
insomnio, los quisquillosos para comer y los terribles años de dos, entonces
esos años de adolescencia…
Se corta, inclinando la cabeza hacia un lado, sus ojos recorren mi
rostro.
—Puedes ver por qué te quería, te quiero tanto. Porque eres
absolutamente perfecta a mis ojos.
—Nunca me dijiste… —Mi garganta amenaza con cerrarse por la
emoción mientras las lágrimas llenan mis ojos.
Se pasa una mano por la cara y me doy cuenta de que se ve
exactamente como lo recordaba. Piel oscura, y el gris plateado hilvanado su
barba.
—Nunca he sido demasiado bueno en ese tipo de cosas. —No me ve a
los ojos, y tengo la impresión de que también está un poco abrumado por la
412 emoción—. Pero llevaste luz de nuevo a mi vida. Me diste algo que esperar.
Ver cómo te recuperas, eres capaz de ayudarte a convertirte en la hermosa
mujer que siempre supe que serías es… —Se calla, su garganta se mueve—
. Ha sido un regalo. Eres un regalo, jovencita.
Sus ojos encuentran los míos, y tienen un ligero brillo. Inmediatamente
recuerdo lo que la niña, Chloe, me había dicho en la morgue.
“Tienes un ángel guardián cuidándote. Es divertido, también. Te quiere
mucho y está muy orgulloso de ti”.
—Hice, eh, algunos nuevos amigos recientemente, y me recordaron lo
importante que es que las personas que nos importan sepan que son
queridas. —Sus ojos se arrugan con afecto—. Eres amada, Georgia. Y estoy
muy orgulloso de ti.
Las lágrimas se derraman libremente, corriendo por mis mejillas, y
corro hacia él. Y está listo, sus brazos bien abiertos antes de que se aprieten
alrededor de mí mientras envuelvo mis brazos alrededor de él.
—Te quiero, Roy —susurro entrecortadamente—. Nunca llegué a
decírtelo.
Escucho la sonrisa en su profunda voz.
—Lo sé, Georgia. —Me da palmaditas en la espalda con dulzura—. Lo
sé.
Permanecemos así durante un largo y hermoso momento antes de que
retroceda. Cuando sus rasgos se oscurecen por la decepción, me pongo
rígida instintivamente.
—Has estado equivocada todo el tiempo, y es hora de que te lo aclare.
—La arruga entre sus cejas se profundiza—. No eres un bicho raro, ni un
demonio, ni una bruja o un monstruo—. Cuando intento apartar la vista,
me detiene—. No. Mírame, jovencita.
Levanto unos tímidos y vergonzosos ojos hacia los suyos, y continúa.
—No estás llena de oscuridad. —Niega—. Si pudiera abofetear a esa
desagradable mujer por plantar todas esas tonterías en tu cabeza, lo haría.
Pero, Georgia, debes ver que le has estado dando voz a las almas que han
sido silenciadas. Quienes fueron lastimados. Cuyo tiempo se acortó y
todavía tienen algo que decir.
413 Su mirada mantiene cautiva la mía, rogándome en silencio que le crea.
—No abriste ningún portal demoníaco ese día con Leo y Naomi.
Simplemente les mostraste a los demás que puedes escucharlos, que
escucharás, cuando nadie más puede o lo hará. Estás haciendo el trabajo
de un ángel poco convencional, jovencita. —Da un paso atrás de mí—. Y no
hay forma de que pueda dejar que te retengan aquí. —Sus labios se curvan
en una leve sonrisa—. Además, escuché que cierto hombre necesita que
vuelvas con él.
La confusión me golpea. ¿No se da cuenta de que Bronson no quiere
tener nada que ver conmigo?
Roy deja escapar su característica risa áspera.
—Puede que no haya sido mi primera opción, pero ahora estoy
convencido de que es el mejor para ti. Ese hombre es casi tan complejo como
tú.
Ve más allá de mí, a algún lugar sobre mi hombro, antes de que su
atención regrese a mí.
—Alguien más realmente quiere verte antes de que te vayas.
La precaución cubre mi movimiento mientras giro lentamente. Cuando
la veo, me tapo la boca con un sollozo.
Sonriendo con puro afecto, se me acerca.
—Amor. No llores.
—Lo siento mucho —sollozo.
Los ojos de la abuela se arrugan con simpatía.
—No hay nada que lamentar.
—Pero…
Toma mis manos entre las suyas.
—Georgia, sabía que la muerte se acercaba. Y sabía que él te
necesitaría.
La protesta sale inmediatamente de mí.
—Pero él no… —Me ama ni me necesita, termino en silencio. Pero no
puedo soportar expresarlo.
414 La paciente sonrisa que ofrece me da la impresión de que leyó mis
pensamientos.
—Muchas veces rechazamos lo que no entendemos, y ahí es cuando
operamos sobre el miedo.
Su expresión se vuelve severa.
—No estoy excusando su comportamiento, pero quiero que sepas que
te ama.
Cierra los ojos y su pecho sube y baja antes de volver a abrirlos.
—Te está llamando para que vuelvas con él. Pero entiende esto, amor.
—Dándome un apretón en las manos, me dice en voz baja—: Haz lo que sea
mejor para ti y nunca te subestimes. Mereces ser aceptada por todo lo que
eres, especialmente por el maravilloso don que posees.
Soltando mis manos, toma mi rostro y se estira para presionar un beso
en cada una de mis mejillas antes de retroceder. Una niebla blanca se eleva
a su alrededor y amenaza con tragársela.
—Recuerda, amor. Nunca te subestimes. —Luego se va, de alguna
manera mezclándose con la niebla.
—Es hora de irte. —La voz de Roy me hace dar vueltas y memorizo este
momento con él. Memorizo la forma en que me ve con tanto amor y orgullo.
Agridulce. Eso es lo que es esto. Pero cuando extiende una palma hacia
arriba, desliza la mía en ella sin dudarlo.
—Te quiero. —Trago, me duele la garganta. Mis palabras emergen en
un susurro apenas audible—. Quiero a mi Roy.
Le da a mi mano un apretón rápido.
—Y yo quiero a mi Georgia.
Cuando baja su otra mano para cubrir mi abdomen, envía una extraña
sensación electrizante a través de mí. Luego soy arrastrada por una
cegadora luz blanca, y mi cuerpo pasa del entumecimiento a ser asaltada
por un dolor punzante e insoportable que irradia a través de mi cuerpo.
Grito en agonía cuando cada centímetro de mi cuerpo se siente como
si hubiera sido atropellado por un tren a toda velocidad.
415 Las roncas palabras de un hombre me ordenan:
—¡Vuelve a mí, Red! —Su voz es de pánico y desesperación—. Por favor
nena. Regresa a mí. —Los labios rozan mi sien—. Te amo. Te amo,
jodidamente, Georgia.
No tengo la energía para hablar o abrir los ojos. Un profundo cansancio
tira de mí con tanta fuerza que me rindo.
25
Georgia

D
esinfectante.
Eso es lo que registro primero. El acre olor del
desinfectante. Luego el pitido de los monitores.
Me cuesta mucho abrir los ojos y, cuando lo hago, me
doy cuenta de que estoy en el hospital. Lo siguiente que noto es al hombre
tirado en la silla que acercó lo más posible a mi cama. Su mano sostiene
una de las mías, sus ojos cerrados en sueño, oscuras pestañas abanicadas
contra sus mejillas.
Por una fracción de segundo, la felicidad me llena al ver a Bronson.
Pero la realidad irrumpe de inmediato, trayendo consigo el recuerdo de todas
las fealdades que terminaron con nuestra relación.
Las horribles palabras que se dijeron.
El horror en sus ojos.
“No sé qué clase de acto de feria de mierda estás tratando de ejecutar,
pero no joderé con eso”.
Desenredar mi mano de la suya tiene un dolor al rojo vivo que arde a
416 través de mí, y mi gemido lo despierta de su sueño.
Cuando se da cuenta de que me estoy alejando, sus ojos se abren de
golpe y se pone de pie de un salto.
—¿Necesitas agua? ¿Necesitas que llame a la enfermera?
—¿Por qué estás aquí?
Se estremece como si lo hubiera abofeteado, y la angustia sangra de
sus facciones. Pero no permito que ablande mis defensas. He sobrevivido al
debilitante dolor de la traición (demonios, ya morí una vez) y he demostrado
que puedo superarlo.
Y lo haré de nuevo. Con o sin él.
—Nena, yo…
—No me llames así. —Mi tono es resignado, tranquilo como si el costo
de lo que he pasado emocional y físicamente me hubiera envuelto en un
entumecimiento—. No después de la forma en que me trataste.
Torturada. Esa es la única manera de describir su expresión.
Finalmente, asiente lentamente.
—Lo siento.
Mete las manos en sus bolsillos.
—Me lo merezco. Y peor es que sé que lo hago. —Una seria cualidad
se perfila en sus rasgos—. Haré lo que sea necesario, Red. Solo dime lo que…
—Vete. —La demanda en mis palabras se hace eco dentro de la
habitación—. Por favor.
Su boca se cierra de golpe, y sus ojos brillan con lo que no estoy segura
si es dolor o ira. Y francamente, no me importa.
He pasado demasiados años anhelando la aceptación de los demás,
deseando que los demás me quisieran cuando ni siquiera yo me quería ni
me aceptaba.
Ya es hora de que eso cambie, y no puedo hacerlo confiando en otra
persona. Teniendo cualquier apariencia de una muleta.
Y tendrá que empezar ahora.

417 “Puedes romperte de vez en cuando, pero solo tú puedes decidir qué
podrán construir esas piezas rotas”.
—ZAHRA
Bronson
Se abre la puerta de la capilla del hospital y entra Daniel, sus pasos
bordean el silencio sobre la alfombra. Se desliza a mi lado en el acolchado
asiento.
Quién sabe cuánto tiempo he estado sentado aquí en el primer banco,
mirando a Jesús en la cruz. Horas, tal vez. No me atrevo a irme porque no
quiero estar más lejos de ella de lo necesario.
—Casi la pierdo. —La amargura cubre mis palabras—. Otra vez.
—Pero está bien ahora.
—Vivirá mientras yo siento que me estoy muriendo. —No puedo
soportar mirarlo y admitirlo—. Me dijo que me fuera. Y tenía todo el derecho
después de cómo la traté.
Daniel permanece en silencio, y la silenciosa reverencia de la capilla se
siente como si estuviera tratando de calmarme, pero se queda corta.
—Nunca te tomé por un desertor. —Sus palabras cuelgan entre
nosotros, teñidas de decepción.
La actitud defensiva me tiene empuñando mis manos.
—Ella no me quiere.
—De acuerdo. —Su condescendiente tono me tiene contemplando la
violencia en la maldita capilla. Mierda.
418 —Solo digo —continúa—, que tienes que demostrarle que la respetas.
Conquistarla. —Se gira, su mirada pesada sobre mí—. Como lo hiciste la
última vez.
Dejé escapar un resoplido burlón.
—Sí. No es tan fácil.
—Si fuera fácil, no valdría la pena luchar por ello. —Se levanta del
banco, pero se demora un momento. Luego agrega en voz baja—: Y ambos
sabemos que ella lo vale.
Georgia
Dos meses después
Recibir dos disparos y perder un riñón, después de casi perder la vida,
apesta tanto como uno podría esperar.
Mientras aún estaba en el hospital, Steve fue con flores. Es quien me
dio la noticia de que Satia murió ese día en la tienda. Bronson le disparó y
la mató.
Es a la vez extraño e inquietante cuando sientes alivio por la muerte de
alguien. No me hace sentir como una buena persona estar contenta de que
no esté aquí, pero estoy agradecida de que no lastime a nadie más.
Estoy con licencia médica pagada del trabajo, y aunque temo la
cantidad de trabajo que se acumulará mientras estoy fuera, con el doctor
Jensen “manejando las cosas” nuevamente, estoy agradecida de tener la
capacidad de recuperarme sola.
Bueno... tan solo como uno puede estar cuando dos vehículos con
vidrios oscuros están continuamente estacionados junto a la acera cerca de
mi casa. Elijo ignorarlos, fingiendo que no existen.
Que él no existe.
Tengan en cuenta que dije fingir porque es un desafío cuando ciertas
personas ingresan y revisan tus listas de cosas que necesitas de la tienda,
solo para que los artículos aparezcan mágicamente al día siguiente. Uf.
419 A regañadientes, mis modales sacaron lo mejor de mí y comencé a
escribir Gracias, al final de mis listas. Porque los buenos modales son
importantes, y no soy una perra furiosa. Sólo... más cautelosa, eso es todo.
Ahora que he pasado la marca de los dos meses, finalmente di un
importante giro en mi recuperación. Me muevo con mucha menos
incomodidad, y eso es una gran victoria. Debería aprovechar este positivo
impulso en mi vida, pero no sé qué paso dar a continuación para seguir con
esta ascendente progresión.
Lo reflexiono mientras me siento afuera en mi terraza trasera. No es
una vista bonita, solo el bosque, pero ofrece la pacífica soledad necesaria.
Eventualmente, me doy cuenta exactamente de lo que debo hacer
entonces.

Estoy muy nerviosa la primera vez que asisto a la reunión local de


jóvenes profesionales. Prácticamente me obligo a caminar dentro de la sala
de banquetes del restaurante local donde se lleva a cabo.
Con una etiqueta con mi nombre pegada en la parte superior de mi
vestido, me aventuro a través de los grupos de personas que parecen
conocerse bien.
“¿Tu jefe te dio ese tiempo libre?”.
“¿Ella dijo que no enviaste la nota en un correo electrónico? Esa perra”.
Una joven morena se da cuenta de que me detengo cerca de la mesa
que ofrece un delicioso surtido de postres. Se desliza a mi lado y susurra
con complicidad:
—Hagas lo que hagas, no vayas por el brownie.
Le ofrezco una agradecida sonrisa.
—Gracias por la privilegiada información.
420 Me sonríe y se presenta.
—Soy Jill. —Con un gesto hacia su propia etiqueta con su nombre,
ofrece una risa autocrítica—. Obviamente.
—Soy Georgia. Obviamente.
—Entonces ¿dónde trabajas?
Oh, cielos. Esto debería ser interesante. Estimo que le tomará dos
segundos antes de que se aleje corriendo.
—En la morgue de la comisaría.
Su mandíbula se abre.
—No. Hay. Forma. —La emoción brilla en sus ojos color avellana—. ¿En
serio?
Bueno, definitivamente esa no era la respuesta que esperaba.
—En serio.
—Amiga. Trabajo en el departamento forense aquí en el campus satélite
de Florida State. —Jill mira hacia el techo y levanta el puño—. ¡Finalmente!
Encuentro a alguien que comprende lo fascinantes que son los muertos.
Si supiera.
—Eso es un eufemismo.
Me señala con el dedo.
—Esto es Kismet, Georgia. Tú y yo, seremos amigas de por vida. Espera
y verás.
—Suena bien —digo con una pequeña risa—. Ahora, ¿qué pasa con este
mini eclair?
—Oh, Dios mío, sí —casi gime—. Toma dos y prepárate para
agradecerme por mi guía.
El simple hecho de estar cerca de esta mujer hace que la nerviosa
tensión con la que había llegado disminuya. En su lugar florece una relajada
positividad.
Para cuando termina el encuentro y el saludo, Jill y yo intercambiamos
números con la promesa de encontrarnos para tomar un café el próximo fin
421 de semana una vez que regrese de una conferencia de trabajo.
Me voy de allí con un sentido de orgullo porque me puse ahí.
Y a cambio, hice mi primera amiga.

Georgia
Dos semanas después
Desenredarme desesperadamente de una pesadilla que reproduce el
día en que me dispararon en la tienda me hace despertar en medio de la
noche. Esas pesadillas han estado ocurriendo con menos frecuencia, pero
todavía me atormentan.
No estoy segura de qué motivó esta, pero cuando miro la hora, con los
ojos muy despiertos, sé que es inútil pensar que volveré a dormirme pronto.
Exhalando un suspiro, me levanto de la cama y agarro mi bata, tirando
de ella sobre mí y abrochando el cinturón.
La casa está inquietantemente callada, pero dejo que mi cuerpo se
relaje en el silencio, sabiendo que no queda ninguna amenaza al acecho
ahora que Satia está muerta.
Algo me atrae hacia la cocina y, antes de darme cuenta, estoy sentada
a la mesa con un bloc de notas y un bolígrafo en la mano.
Es como si hubiera soltado el corcho que contiene todo dentro, y ahora
sale de mí y cae sobre el papel.
1. Aprender a hacer torrejas.
2. Dejar de anhelar el desayuno de tostada cubana de Angela.
3. Entrar en el bosque sin tener miedo.
4. Poner un árbol y decorarlo para el cumpleaños de la abuela.
5. Olvidarme de Bronson Cortez y de cuanto me lastimó por fin.
6. Adoptar un perro. (Tiene que ser un perro de rescate.)
7. Una vez que termine mi beca en mayo y el doctor Jensen se retire
422 oficialmente, contratar a alguien confiable que pueda reemplazarme de
manera más constante para poder tomar mis primeras vacaciones. Tal vez ir
a Bali.
8. Aceptar quién soy y lo que soy, y recordar que soy un buen ser
humano.
Con una pesada respiración, dejo mi bolígrafo y leo lo que escribí.
Cuando mis ojos se posan en lo último, es con orgullo que reconozco que lo
he logrado.
Finalmente.
Tomo mi bolígrafo una vez más y coloco una marca de verificación al
lado del número ocho.
Una repentina calma desciende sobre mí, e intrínsecamente sé que, si
vuelvo a la cama, podré dormirme profundamente esta vez.
Y lo hago.

“Pero querida, hay sol después de la lluvia, amor después del dolor”.
—VENTUM

Bronson
Dos semanas después
—¿Ella está bien?
Me muero por saber cómo ha ido su primera semana de regreso al
trabajo. Y Steve tiene la información privilegiada ya que siempre ha tenido
debilidad por ella.
—Muy bien. Escuché que incluso está buscando contratar a alguien
dispuesto a trabajar más horas para ayudarla.
423 —Esas son buenas noticias. —Es agridulce saber que está tan bien y
no poder escucharlo directamente de ella—. Gracias por la actualización.
—Claro, jefe.
Daniel me ve a los ojos con las cejas levantadas.
—¿Vigilando a tu mujer otra vez?
Me encojo de hombros, sin molestarme en corregirlo por millonésima
vez. No es mi mujer. No quiere serlo. Pero me niego a dejar de vigilarla y de
asegurarme que está bien.
Hizo una amiga, una científica forense de la universidad. Jill McCauley.
No negaré que investigué sus antecedentes porque tenía que asegurarme de
que fuera lo suficientemente buena para mi Georgia.
Y lo es. Probablemente sea mucho mejor para ella que yo, eso es
absolutamente seguro.
Sin embargo, eso no hace que todavía la desee o la ame menos.
Para nada.

Georgia
Una vez que llego a casa del trabajo, me dirijo a la cocina para dejar mi
bolso en la silla de la cocina y me detengo en seco.
Junto a la lista que hice la noche en que me desperté con una pesadilla
se encuentra una hoja de papel. Torrejas está etiquetado en la parte
superior, y debajo hay una detallada receta escrita en letras mayúsculas
ordenadas y masculinas.
Frunzo el ceño al papel antes de llamar a la casa vacía:
—¿Ya nada es sagrado?
Arrugo la receta en una apretada bola y la tiro a la basura de la cocina
antes de irme a dar una larga y caliente ducha.
Apenas llego a la puerta de mi habitación antes de darme la vuelta y
424 correr de regreso a la cocina para sacar frenéticamente la receta de la
basura.
A regañadientes, trato de suavizar las arrugas y la leo, planeando
recoger los ingredientes necesarios mañana.
Georgia
Al día siguiente
Me estoy lavando las manos, preparándome para tomar mi descanso
para almorzar, cuando suena el teléfono de mi oficina. Cuando respondo, es
Leslie del nivel del recinto principal.
—Hola, Georgia. Quería que supieras que tienes una entrega y que
huele divino.
Me asalta la confusión porque no he pedido nada. Agrega:
—El oficial Henderson se ofreció como voluntario para llevártelo, por lo
que debería estar allí pronto.
Le agradezco y cuelgo, corriendo hacia la puerta de la morgue. Aquí
está la esperanza de que me libere y haga la entrega rápidamente. Realmente
no estoy para conversar y ciertamente no quiero repetir nada relacionado
con Bronson.
Abro un poco la puerta, justo cuando llega Wade, y la apoyo contra mí.
Alcanzando la bolsa de comida para llevar, digo: “Gracias” pero la mueve
fuera de mi alcance.
—Déjame entrar para que podamos hablar.
Suelto un suspiro.
—Wade, realmente no estoy de humor.
425 —Georgia. —Su tono se suaviza—. ¿Por favor?
Expulso un largo suspiro.
—Bien. —Empujando la puerta para abrirla más, lo conduzco adentro
y hacia mi oficina donde me dejo caer en la silla de mi escritorio.
Coloca la bolsa frente a mí en la pequeña sección despejada de la mesa.
—Esto fue entregado con instrucciones de dártelo.
Vacilante, saco el recipiente y un puñado de servilletas de la bolsa. En
el instante en que veo lo que está escrito en la parte superior de la espuma
de poliestireno en Sharpie negro, me congelo.
#2
Mi lista. Está trabajando en mi lista, y el número dos fue sobre el antojo
del desayuno de tostada cubana de su madre.
No puedo precisar qué es exactamente lo que me obliga a inspeccionar
las servilletas, pero mis dedos las recorren. Cuando descubro la pequeña
nota con el distintivo estampado masculino, mi corazón da un vuelco en mi
pecho.
ERES AMADA TAL COMO ERES.
Curvo mis dedos hacia adentro, la servilleta apretada en mi palma, pero
el suave papel hormiguea contra mi piel. Es como si estuviera absorbiendo
físicamente el sentimiento.
Podría haberme perdido fácilmente la nota de la servilleta. El hecho de
que quisiera expresar esto, sabiendo que no había garantía de que siquiera
viera su mensaje, debilita delicadamente mis defensas.
Los ojos de Wade pesan sobre mí y percibo su curiosidad, pero
permanece en silencio. Estoy agradecida por su silencio porque no puedo
soportar hablar de nada de esto.
Todavía estoy demasiado cruda por dentro cuando se trata de Bronson
Cortez.
—Fui a verlo, sabes —dice finalmente.
426 No me molesto en hacerme la tonta y en preguntar a quién se refiere.
Permanezco en silencio, sintiendo que necesita sacar algo de su pecho.
Sus labios se presionan en una delgada y enojada línea.
—Le dije que era un bastardo sin valor por involucrarte en su lío.
Una áspera risa sube por mi garganta.
—Me sorprende que todavía estés vivo para hablar de eso.
Sostiene mi mirada.
—Estuvo de acuerdo conmigo.
Empujo hacia atrás en mi silla, las ruedas chirrían, y me levanto.
—Está bien, bueno, tengo trabajo que hacer, así que...
—Te ama, Georgia.
Respiro con un doloroso siseo y desvío la mirada.
—Detente. Por favor.
—El hombre no se defendió. Incluso me dejó darle algunos buenos
golpes.
¿Qué? Mis ojos buscan las manos de Wade, sus nudillos ahora partidos
y magullados.
—¿Por qué? —No me molesto en aclararlo, y responde mi pregunta por
ambos.
—Por lo que te hizo pasar, porque casi mueres por su culpa. Y porque…
siente que se lo merece.
Planto mis manos sobre la mesa, mis piernas débiles, y miro sin ver las
pilas de archivos.
Wade habla en voz baja.
—Realmente desearía que las cosas hubieran funcionado de manera
diferente, Georgia. Creo que podríamos haber sido geniales juntos. Pero
tomaré tu amistad a nada en absoluto. Solo quiero que sepas que estoy aquí
para ti si alguna vez me necesitas.
Pone un beso rápido en mi frente y me deja con una garganta que se
siente como si estuviera llena de cuchillas de afeitar y los ojos borrosos por
427 las lágrimas.
Un momento después, la puerta de la morgue se cierra con un clic para
marcar su salida.

Georgia
Cuando llego tarde a casa del trabajo al día siguiente, hay una nota
adhesiva pegada en la mesa de mi cocina, justo al lado de mi lista. Todo lo
que dice es,
#3
Mis ojos vuelan para confirmar lo que había escrito para ese en
particular.
3. ENTRAR EN EL BOSQUE SIN TENER MIEDO.
Una vez que me pongo las chancletas y me aventuro a salir por la
puerta trasera de mi casa con la linterna en la mano, pronto me doy cuenta
de que no la necesitaré.
Incontables cadenas de blancas luces LED están colgadas a lo largo de
los troncos de los árboles, creando un camino que se adentra más en el
bosque. Es hermoso y hace que la gruesa sección de árboles parezca etérea
y un poco caprichosa en lugar de amenazante y aterradora.
Me aventuro por el sendero, tomándome mi tiempo para admirar el
trabajo que debe haber tomado hacer esto tan perfectamente. Una vez que
llego al final, noto una palabra tallada en el tronco del árbol.
Valiente.
Paso mi dedo sobre cada letra cuidadosamente tallada mientras la
protectora capa alrededor de mi corazón comienza a descongelarse. Cuando
me doy la vuelta para regresar a la casa, veo otro mensaje en el árbol
opuesto, y mi respiración se atasca en mi pecho.
Eres amada tal como eres.
Planto ambas manos en el grueso tronco, y las palabras talladas
calientan mis palmas como si su amor fuera lo suficientemente poderoso
como para sentirlo físicamente. Maldito seas, Bronson Cortez. Mi corazón
428 late violentamente, rebotando contra mi caja torácica. Estás haciendo que
sea imposible superarte.

Bronson
—A ella le gustó, jefe.
—¿Sí? —El inicio de una sonrisa se extiende en mi rostro—. Bien.
Gracias por la actualización. —Termino la llamada y guardo mi teléfono.
Si le gustó eso, entonces definitivamente le gustarán los siguientes.
Miro hacia el cielo nocturno, las estrellas brillan, y respiro
profundamente. Antes de que me dé cuenta, las palabras están fuera.
—Abuela, si me ves con desdén, me vendría bien toda la ayuda que me
puedas dar.
Una rápida ráfaga de viento pasa.
—Seguro que espero que ese haya sido tu acuerdo. —Con una risa, me
giro hacia mi casa.
Antes de abrir la puerta, veo hacia atrás, algo me obliga a decirlo en
voz alta.
—Te quiero, abuela. —Luego entro para hacer los preparativos de
última hora para las sorpresas de mi mujer.

Georgia
No me sorprende volver a casa del trabajo al día siguiente y encontrar
un árbol en mi sala de estar.
Paquetes nuevos de decoraciones de cumpleaños y luces multicolores
están en su base. El fresco aroma del pino impregna el aire y me asalta una
mezcla de felicidad y de melancolía.
A la abuela le hubiera encantado esto. Solo desearía que todavía
429 estuviera presente para disfrutar del festivo árbol de cumpleaños en su
honor.
Al desempacar las decoraciones, tengo especial cuidado en colocar las
luces y las serpentinas de cumpleaños y las decoraciones colgantes de la
misma manera.
Después de prepararme la cena, la llevo conmigo a la sala de estar.
Apago todas las demás luces y me siento, comiendo mi comida frente al
árbol de cumpleaños de la abuela.
Durante toda la noche, me siento como si estuviera envuelta por una
energía feliz y afectuosa.
Suya.

Georgia
Sábado
—Vaya, vaya, vaya. Espere, señorita.
Jill me ha estado llamando así desde que me derrumbé y le conté sobre
Bronson y yo y todo lo que ha estado sucediendo con mi lista.
Me sorprendió una vez más con su falta de juicio, lo cual fue
refrescante. En lugar de recibir un sermón sobre involucrarme con el líder
de una pandilla, todo lo que tuvo que decir fue:
—Creo que Selena Gómez lo dijo mejor. El corazón quiere lo que el
corazón quiere.
Ahora, lo admito, no le divulgué todo. Algunos detalles son solo para
mí... o solo entre Bronson y yo.
Ya no me avergüenza mi habilidad ni me avergüenzo de ella, pero como
me dijo la abuela, no todos podrán resistirse a elegir el miedo como
respuesta a algo tan inusual.
De todos modos, Jill es a lo que se refiere como “una romántica
esperanzada, no sin esperanza, porque insinúa algo inalcanzable” por lo que
ha estado exigiendo actualizaciones en todo momento.
Actualmente estamos sentadas en mi sala de estar, tomando café y
430 poniéndonos al día después de una loca semana de trabajo.
—No es posible que te sorprenda que no haya completado el número
cinco. Quiero decir hola. Eso sería una estupidez. —Levanta las cejas hacia
mí con una mirada que dice, Tonta.
Dejo escapar un suspiro y miro el árbol de cumpleaños.
—Supongo que estás en lo correcto.
—Espera. —Muevo la cabeza por su extraño tono—. Estás
decepcionada. —Entrecierra los ojos hacia mí con una sonrisa de
complicidad—. Todavía estás enamorada de él.
—No, no lo estoy —balbuceo—. Para nada.
—Puf. Mentiras. Todas. —Sonríe ampliamente—. Pero está bien. Para
eso están las amigas. Para llamarte por tu mierda.
Levanto mi taza de café y choca suavemente la suya contra ella.
—Salud por eso.

Georgia
Domingo por la mañana
Justo cuando termino de cepillarme los dientes, suena el timbre.
Frunzo el ceño y camino hacia la puerta, preguntándome quién podría ser.
Cuando miro por la ventana delantera, no hay ningún auto en mi camino
de entrada. Solo los dos vehículos que están estacionados en sus lugares
habituales a lo largo de la acera.
Vacilante, abro la puerta principal, dejando la cadena de seguridad en
su lugar... solo para encontrar a nadie allí.
Suena un gemido, atrayendo mis ojos hacia abajo, y veo al perro más
adorable con pelaje color chocolate y manchas blancas sobre su cabeza.
Apresuradamente cerré la puerta y deslicé la cadena antes de abrirla
por completo esta vez. Poniéndome en cuclillas junto al perro, extiendo mi
mano lentamente.
431 —Hola, cariño. —Miro a mi alrededor, pero no hay nadie cerca.
Sin embargo, hay una gran bolsa de comida para perros y dos tazones
en mi escalón delantero, junto con un hueso grande y un juguete para
masticar.
La larga correa del perro está sujeta a la barandilla y se mueve hacia
mí, olfateándome tentativamente. Entonces empuja mi mano con su cabeza.
—Quieres un poco de amor ¿eh? —murmuro. La rasco ligeramente
detrás de las orejas y se deja caer de costado, disfrutando del afecto.
Su collar tiene una etiqueta en forma de corazón que cuelga de él. Miro
más de cerca y me doy cuenta de que aparece su nombre y mi número de
teléfono como la propietaria, y mis ojos arden con contenidas lágrimas.
—Te llamas Daisy, ¿eh? Solía conocer a una dulce perra que tenía ese
mismo nombre.
Mis ojos se fijan en algo pequeño unido al final de su correa. Un sobre
pequeño. Cautelosamente, tiro de él para soltarlo. Se me corta el aliento en
un sollozo cuando lo abro para encontrar otra nota que posee el mismo
garabato masculino familiar.
ERES AMADA TAL COMO ERES, RED.
AUNQUE NO ESTEMOS JUNTOS, MI CORAZÓN SIGUE SIENDO TUYO.
SIEMPRE LO SERÁ.
Daisy se sienta, apoya sus patas en mis rodillas y levanta la cabeza.
Cuando comienza a lamer las lágrimas que ahora se derraman por mis
mejillas, dejo escapar una pequeña risa.
—Eres una chica dulce, ¿y sabes qué? —Mi voz cae a un susurro
irregular—. Ya eres querida también.
Él hizo esto por mí. Bronson se encargó de entregar los elementos de
mi lista, aparte de los pocos que no tiene poder para completarla.
Lo hizo todo sin forzarse ni forzar su camino de regreso a mi vida.
Conociendo el tipo de hombre que es, sé que probablemente le haya quitado
toda su moderación.
Si bien simplemente expresó su aceptación de mí, su amor por mí, no
432 ha hecho ninguna demanda ni una sola vez, esperando algo a cambio. Solo
me ha ayudado a garantizar que cumple con los elementos de mi lista,
incluso si eso significa que no hay futuro para nosotros.
Cierro los ojos mientras Daisy cubre mi rostro con dulces besos de
perrito. Incluso cuando sus descuidados besos provocan una pequeña risa
en mí, esa barrera final que encierra mi corazón se derrumba por completo
en un montón.
26
Bronson
Noche del domingo

C
uando mi teléfono suena por millonésima vez mientras me
estaciono en mi camino de entrada, finalmente en casa después
de un día de mierda, gruño:
—¿Qué pasa ahora? —Daniel está enfermo, y ha sido la Ley de Murphy
con todas las demás jodidas cosas bajo el sol.
—Eh, lamento molestarte. —La voz con la que he estado soñando
durante meses habla apresuradamente—. Puedo volver a llamar en otro
momento.
—¡No! ¡Espera! —me apresuro a decir—. Todo está bien.
—Oh. De acuerdo.
—Lo siento —digo en una exhalación—. Daniel está enfermo y la mierda
se está acumulando.
—Siento escuchar eso. —Hace una pausa antes de que su tono se
vuelva más vacilante—. ¿Tú... personalmente encontraste a Daisy para mí?

433 Me desabrocho el cinturón de seguridad y apoyo la cabeza en el


reposacabezas.
—Sí. Supe que era ella en el instante en que la conocí, incluso antes de
saber su nombre.
Dejo escapar un suspiro de alivio de que me esté escuchando. Que me
esté dando la hora del día que seguro como el infierno que no merezco.
—Era simplemente… adorable. Hermosa. Dulce. Inteligente. —Aclaro
mi garganta que se vuelve más apretada con un puño invisible
apretándola—. Me recuerda a ti.
—Excepto que no tengo el hábito de lamer mis regiones inferiores.
Dejo escapar una carcajada y parece romper el hielo para los dos.
—No discutiré con eso.
Se aclara la garganta.
—Me preguntaba qué pensarías sobre la posibilidad de que
compartamos la responsabilidad de Daisy… —Se calla antes de continuar—
. No puedo llevarla a trabajar conmigo, y todavía no tengo un patio cercado,
pero…
—Sí.
Hay un latido de silencio antes de que diga:
—Oh. Bueno. Eso fue más fácil de lo que esperaba.
Cierro los ojos y hablo directamente desde mi alma.
—Haré cualquier cosa por ti, Red. Lo juro.
—¿En serio?
—En serio.
—Entonces tal vez puedas dejarme entrar a la puerta de tu fortaleza
porque olvidaste algo en mi lista y necesito que lo arregles.
Estoy fuera de mi auto antes de que termine, corriendo para marcar el
código solo para poder verla yo mismo. Ver la prueba de que está realmente
aquí.
Entonces me doy cuenta de lo que dijo. ¿Olvidé algo en su lista? Los
repaso todos mentalmente y me quedo con las manos vacías. No quedaba
nada allí que pudiera hacer.
434 Una vez que las puertas se abren, se detiene y estaciona su auto junto
al mío. Cuando abre la puerta, Daisy viene corriendo hacia mí.
Me dejo caer, doblo las rodillas y la acaricio mientras me cubre el cuello
con besos de perrito.
—Yo también te extrañé. Sí, lo hice. ¿Estás siendo buena con tu mamá?
Cuando finalmente decide ir a explorar, observo de cerca a mi mujer
por primera vez en mucho tiempo.
Los dedos me pican por tocarla, pero no tengo ese derecho. Puede que
solo esté a un metro de mí, pero Cristo, se siente como a kilómetros. Devoro
la vista de ella. Su cabello es más largo e incluso más hermoso, las luces
exteriores lo hacen lucir más brillante.
—Acerca de esa lista. —Comienza—. Te perdiste uno, y realmente creo
que necesitas remediarlo. —Sostiene el familiar papel escrito a mano.
La miro con cautela, preguntándome qué diablos pude haberme
perdido. Levanto el papel para leerlo a la luz y escaneo cada uno con
cuidado.
Cuando llego al número cinco, cada músculo de mi cuerpo se congela
en su lugar. Porque hubo una revisión.
5. Por fin olvidarme de Bronson Cortez y de cuánto me lastimó.
Preguntarle a Bronson Cortez si todavía me ama tanto como lo amo y si
realmente me acepta por todo lo que soy, tal como soy.
Debajo, en letra pequeña, escribió:
5. Si dice que sí, hacer que se case conmigo algún día.
Cuando la veo a los ojos, me importa una mierda que los míos sean
probablemente brillantes. Porque esta mujer... es mi maldito mundo.
—Será mejor que lo digas en serio, Red. Porque te amo muchísimo. —
Me acerco, eliminando la distancia entre nosotros, y mi voz se vuelve ronca—
. Justo como tú lo haces. Y lo siento, siento tanto haberte dejado pensar,
incluso por un minuto, que no eras todo mi mundo.
Una lágrima se derrama por su mejilla, pero una sonrisa de esperanza
tira de sus labios.
—Oh, lo digo en serio, señor Pandillero.
435 Doblo mis dedos en su cabello y dirijo su rostro hacia el mío.
Entonces beso a mi mujer.

Bronson
Un año después
Ambos hicimos realidad el número siete de su lista. Había contratado
a alguien de confianza para que la reemplazara y pudiera llevarla a Bali para
nuestra luna de miel.
Golpea su copa de champán contra la mía.
—¿Cómo se siente estar oficialmente fuera del mercado?
Hago una amarga mueca y me encojo de hombros, y me golpea. Con
una risa, aprieto su mano libre y le doy un beso. Uno de esos hermosos
dedos tiene una banda con diamantes insertados que abarcan la
circunferencia.
Si hubiera sido por mí, tendría una roca lo suficientemente grande
como para que los satélites en el espacio la vieran, para que todos los hijos
de puta en esta tierra supieran que es mía. Pero es más fácil para ella al
tener que usar guantes en el trabajo.
Por supuesto, Red me consiguió una banda ancha de titanio,
reclamándome para que todos la vieran. Demonios, incluso sin los anillos,
soy de ella y ella es mía. Nada cambiará eso. No en mi guardia.
—Te amo, Red.
Sus rasgos se suavizan como siempre hacen cuando lo digo, lo cual es
frecuente. No dejo pasar un día sin recordarle lo mucho que significa para
mí.
—Te amo. —Se inclina para besarme, luego susurra contra mis labios—
: Señor Pandillero.

436 Georgia
Unos años después…
Me abraza por detrás, sabiendo que, por la razón que sea, me calma y
me rejuvenece después. Los temblores de mi cuerpo disminuyen
gradualmente, y obligo a mi respiración a equilibrarse.
—¿Estás bien? —La ronca preocupación en su voz trae una débil
sonrisa a mis labios.
—Estoy bien.
Entonces me encuentro con los ojos de Daniel.
—Lo siento.
La miseria sangra de su mirada, pero aprieta la mandíbula para
permanecer estoico.
—No es tu culpa, Georgia. Gracias por hacer eso.
Le lanza una breve mirada a la mujer muerta que yace a nuestros pies,
su hermana separada que apareció hace solo unos días, antes de desviar su
atención para dirigirse a Bronson.
—Necesitaré algo de tiempo libre.
—Toma todo el tiempo que necesites.
Con un breve asentimiento de agradecimiento, Daniel camina hacia su
auto a un ritmo acelerado. Todavía abrazándome fuerte, Bronson da órdenes
por encima de mi hombro.
—Sácala de aquí. Pero ten cuidado con ella.
—Sí, jefe —llega la rápida respuesta de sus hombres. Hacen un trabajo
rápido levantando suavemente el cuerpo de la hermana de Daniel del suelo
y deslizándolo dentro de una bolsa para cadáveres. Me doy la vuelta para
mirar a mi marido.
—Oye. —Su voz es un murmullo bajo mientras desliza su pulgar entre
mis cejas—. No te preocupes.
—Pero Daniel…
437 —Estará bien. Lo prometo. —Sostiene mis ojos—. Se encargará de la
mierda y volverá.
Exhalo un suspiro lento.
—Eso espero.
—Ahora, ¿qué dices si nos dirigimos a casa?
Suena el tintineo de un collar de metal, y Daisy, que se había
acurrucado para tomar una siesta (le aburre presenciar cómo reviven a los
muertos) viene saltando hacia nosotros, moviendo la cola con entusiasmo.
—Escuchaste una de tus palabras favoritas, ¿no? —Acaricio su lugar
favorito detrás de las orejas—. Sí, lo hiciste. Vámonos a casa, niña.
Con el brazo de Bronson alrededor de mi cintura, nos dirigimos a su
auto. Sus hombres ya cargaron el cuerpo en otro vehículo y se alejan del
almacén.
Cuando abre mi puerta, me detengo y le doy un beso.
—Mm —dice—. ¿Por qué es eso?
—Porque te amo. —Lo miro y agrego suavemente—: Por aceptarme
como soy.
El tierno afecto se extiende por sus rasgos.
—Georgia Cortez —murmura—. Te amo exactamente por la misma
razón.
Bronson ha estado a mi lado todo el tiempo, animándome a revelar lo
que llama “mi regalo” solo a sus hombres de confianza. Convocó a una
reunión con ellos una vez que Daisy y yo nos mudamos con él.
Los hombres de su círculo más íntimo me aceptaron, mirándome con
asombro más que con cualquier otra cosa, pero Daniel superó incluso eso.
Se ha convertido en otro campeón, una persona más en mi rincón, y aprecio
su amistad y apoyo.
Con el discernimiento de Bronson, cuidadosa de no filtrar noticias de
mi habilidad fuera de unos pocos confiables, desempeñé un papel, aunque
detrás de escena, para aliviar las tensiones entre The Scorpions y The
Disciples. Determiné la verdadera causa de la muerte de los pandilleros de
438 The Disciples cuando la escena se había hecho para implicar a The
Scorpions.
Había sido otra pandilla rival de una hora al sur, tratando de empujarse
hacia el norte y de ampliar su territorio. Con T-Money afortunadamente
fuera de escena, Bronson le había llevado esa prueba al nuevo líder de The
Disciples y ayudó a establecer una tentativa asociación entre las dos
pandillas.
Todo eso ha servido como una confirmación más de que Bronson tenía
razón al considerar mi habilidad como “un regalo”. Una vez creí que era una
maldición, una oscura mancha en mi alma, pero ahora lo veo como lo que
realmente es. Sirvo como conducto para aquellos cuyas vidas fueron
truncadas y tienen cosas sin decir.
Bronson espera a que pasen algunos autos antes de alejarse de la
acera. Un tirón de energía, uno que está extrañamente en conflicto y al
mismo tiempo posee una afectuosa calidez, me obliga a mirar por la ventana.
Cuando lo hago, mis labios se separan por la sorpresa.
Apoyado contra un edificio, con las farolas dejando caer un
espeluznante brillo sobre él, está el hombre que no he visto en años; un
hombre que me salvó la vida en más de un sentido. Su rubio cabello pálido
es exactamente como lo recuerdo, e incluso desde esta distancia,
prácticamente puedo sentir sus penetrantes ojos azul pálido.
—¡Espera! —digo a toda prisa—. Detén el auto.
La mirada de Bronson cae sobre mí con alarma, y rápidamente agrego:
—No pasa nada. Solo... necesito ver algo realmente rápido.
Se detiene junto al bordillo, con una mano en la pistola como medida
de precaución. Salgo del vehículo antes de que lo ponga en parque.
—¡Red, espera! Mierda.
Corriendo por la acera hacia el hombre, apenas percibo los pasos de
Bronson siguiéndome.
Me detengo con unos pocos metros entre nosotros, y el hombre se
endereza, alejándose del edificio para verme. Mis ojos lo recorren con
asombro. Se ve igual que cuando era solo una adolescente. Es como si el
tiempo se detuviera y le impidiera envejecer.
439 Mis palabras se derraman libremente porque no puedo soportar perder
la oportunidad de pronunciarlas.
—Tú. En realidad, eres tú. —Sin esperar respuesta, me apresuro a
decir—: Nunca pude agradecerte adecuadamente. Es por ti que tengo esta
vida. —La gratitud se apodera de mí—. Ahora soy la médica forense
principal.
—Lo sé.
La confusión debe ser evidente en mi rostro porque parpadea y una
sombría máscara desciende sobre sus rasgos.
—Se supone que no debo intervenir. Pero, Georgia… —El atisbo de una
sonrisa adorna sus labios—. Me planteaste el mayor desafío para cumplir
mi promesa.
Su penetrante mirada se levanta para descansar justo sobre mi
hombro, y siento el cuidadoso acercamiento de Bronson.
—Estás a salvo ahora, y eso es lo que importa.
Bronson se pone a mi lado, con una mano descansando
protectoramente en mi cadera. Su postura es de alerta, y sostiene su arma
en la otra mano a su costado.
El hombre le ofrece a Bronson un simple reconocimiento con un
movimiento de barbilla, y mi esposo asiente brevemente en respuesta.
—¿Te veré de nuevo?
Retrocede un paso.
—Quizás. —Luego da dos pasos más hacia atrás, poniendo más
distancia entre nosotros—. Lo hiciste bien, chica. —Aunque su expresión es
plácida, sus palabras están pintadas de cariño y de orgullo—. Lo hiciste muy
bien. —Un destello de diversión cruza su rostro, pero desaparece tan rápido
que me pregunto si lo imaginé—. Tu hombre está ansioso por llevarte a casa
a salvo, así que será mejor que te vayas.
Como si mi visión se hubiera vuelto borrosa, el contorno de su cuerpo
se vuelve translúcido. Parpadeo un par de veces, observándolo mientras se
da la vuelta y deambula por la acera.
—¿Estás bien? —La preocupación ata la voz de mi esposo.
440 Me giro para encontrar su mirada.
—Estoy bien. Yo solo… —Me interrumpo cuando la atención de
Bronson de repente se desvía más allá de mí en dirección al hombre. Vemos
cómo la figura del hombre que se retira se aventura debajo de una brillante
farola, su rubio cabello pálido parece aún más blanco. En un abrir y cerrar
de ojos, desaparece ante nuestros ojos.
Bronson se pone rígido a mi lado.
—Todavía es jodidamente extraño. —Hay una pausa—. Pero si no fuera
por él… —Se apaga, su voz cada vez más densa por la emoción.
Ambos le debemos mucho a ese hombre. Le había confiado a Bronson
cómo el misterioso hombre me había salvado la vida. Luego me contó sobre
la visita del hombre a su oficina. Mi esposo estaba seguro de que el mensaje
de texto anónimo que había recibido la noche del incendio de mi casa
procedía de él.
Nos quedamos de pie en la acera, mirando hacia donde el hombre
caminó anteriormente. Una sensación de paz me cubre, y mientras respiro
lentamente, me doy cuenta de que me concedió el cierre. Ese capítulo de mi
vida ahora está firmemente en el pasado, donde pertenece por derecho.
—¿Lista para ir a casa? —pregunta Bronson amablemente.
—Sí. —Me pongo de puntillas para depositar un ligero beso en sus
labios—. Vamos a casa.
Mientras Bronson conduce, con los dedos de su mano entrelazados con
los míos, pienso en cómo chocaron nuestras vidas. Cómo dos personas muy
diferentes pero similares se unieron.
Él es un monstruo que mata gente y viola la ley.
Yo soy el monstruo que puede devolverle la vida a los muertos y
también hablarles.
Supongo que es algo natural que nos encontráramos. Que
aprendiéramos a amar los monstruos que somos.
Porque si somos sinceros con nosotros mismos, debajo de todo, hay un
pequeño monstruo en todos nosotros.

441 “Las estrellas no pueden brillar sin oscuridad”.


—AUTOR DESCONOCIDO

Fin
Muy pronto…

H
e sido un marginado toda mi vida. Si mis cicatrices no asustan
a la gente, mi actitud ciertamente lo hace.
No sé qué soy ni cómo obtuve el poder de detener el
tiempo. Lo que sí sé es que hay demasiadas preguntas para las que necesito
respuestas.
Cuando me cruzo con Daniel Madrano, el segundo al mando de una
pandilla notoriamente violenta, su presencia revela una parte de mi pasado
que nunca supe que existía.
Puede que sea un criminal y un asesino, pero es el primer hombre que
me mira y ve más allá de mis cicatrices.
A medida que más de mis recuerdos salen a la superficie, llenando los
numerosos huecos, el peligro solo salta más cerca. Me enfrento a perderlo
todo, incluido el primer hombre que amé.
Pero debería haberlo sabido mejor. Nunca estuvimos destinados a ser
más que una breve parada en el tiempo.

442
R.C. Boldt
R.C. Boldt es una autora superventas de USA Today que

actualmente vive en parte de la jungla costarricense con el amor de su vida


y su mini-yo.
Si estás de humor para unos mojitos caseros increíbles o no recuerdas
la letra de una canción de los 80 en particular, ella es tu chica.

443
444

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