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KANT. ETICA.

EJEMPLOS

IES DIONISIO AGUADO


Calle de Italia, 14
28943 Fuenlabrada
Madrid
Ejemplos ética Kant
Tipos de imperativos
Kant parte de la existencia de un conjunto de normas que
pretenden regular la conducta: las normas morales. Las normas morales
se formulan imperativamente, en cuanto suponen un mandato a la
voluntad. Por ejemplo, no mataras, no robaras, etc. Toda norma moral
es imperativa, pero no toda norma imperativa es moral.
Los imperativos son fórmulas que expresan la noción de deber.
Según Kant existen varios tipos de imperativos:
 Imperativos hipotéticos. Son aquellos en los que el mandato se
formula únicamente como medio para conseguir otra cosa, no se
formula de modo absoluto. Estos no son leyes morales.
Por ejemplo: Si quieres aprobar, debes estudiar. Si quieres tener
unos dientes sanos, debes cepillártelos todos los días. Si no
quieres que te pongan multas, no conduzcas a mayor velocidad
de la permitida. Si quieres ser feliz a largo plazo, lleva una vida
sana.
 Imperativos categóricos. Son aquellos que imponen una norma
de conducta de modo absoluto, sin ningún tipo de condición.
Únicamente éstos son leyes morales.
Por ejemplo: No matar a un inocente. No robar los bienes ajenos.
Ayudar a un anciano enfermo que se cae en la calle.
En cambio, si dices: Si no quieres ir a la cárcel, no debes matar; si
no quieres ir a la cárcel, no debes robar; si no quieres que piensen
mal de ti, debes ayudar a un anciano enfermo que se cae en la
calle, esos últimos son imperativos hipotéticos, pues han sido
formulados con una condición, no de forma absoluta y sin
condiciones (como los imperativos categóricos, que hay que
cumplirlos siempre, como principios morales absolutos).

La ética kantiana es una ética formal. El imperativo categórico


tiene que ser de carácter formal, es decir, una estructura vacía de
contenido material. Kant dice que las éticas que han existido antes de él
eran todas éticas materiales, que poseían distintos contenidos,
establecían qué acciones están bien y qué acciones están mal. La ética
kantiana es una ética formal: no establece lo que hemos de hacer o
hemos de evitar, sino cómo debemos actuar: debemos de actuar por
respeto a la ley, por deber.
Actitudes de la voluntad ante el imperativo categórico
Kant establece que la voluntad del hombre puede tomar tres
actitudes ante el imperativo categórico:
1- La voluntad moralmente mala: Aquella que viola la ley moral (sus
acciones serían acciones contrarias al deber).
Por ejemplo, un tendero que engaña a sus clientes, o una persona
que asesina a otra.
2- La voluntad de buenas costumbres o voluntad legal: Aquella que
obra conforme a la ley, que cumple la ley moral, pero no por
respeto a ella, sino por otras inclinaciones como por temor al
castigo, por la esperanza de recompensa, etc. A estas acciones
Kant la llama “acciones conforme el deber”.
Por ejemplo, un tendero que no engaña a sus clientes, pero
únicamente para no perder clientela en el barrio, o una persona
que no asesina a otra, pero tan solo por no ir a la cárcel. Una
persona que ayuda a otra, pero solo pensando en que la otra le
devuelva algún día dicha ayuda.
3- La voluntad santa o voluntad buena: Aquella que actúa por
respeto a la ley, que cumple la ley única y exclusivamente por la
dignidad y el respeto que la tiene, por amor al deber. A estas
acciones Kant las llama “acciones por deber”.
Para Kant solo esta última tiene valor moral, las demás carecen de
él. En esto consiste el rigorismo de la moral kantiana.
Por ejemplo, un tendero que no engaña a sus clientes, una
persona que no asesina a otra, o que ayuda a otra pero
simplemente porque esas son sus obligaciones morales.

Según Kant es imposible imaginar nada en el mundo o fuera de él


que pueda ser llamado absolutamente bueno, excepto la voluntad
buena. Kant se refiere al hablar de voluntad buena a algo que
necesariamente es bueno por sí mismo, sin consideración hacia algo
externo. Kant afirma que la voluntad es buena cuando actúa por deber.

Formulaciones del imperativo categórico


Kant ofrece diferentes formulaciones del imperativo categórico.
Entre ellas, podemos citar las siguientes:
- He de obrar siempre de tal modo que pueda, al mismo tiempo,
querer que mi máxima sea una ley universal.
En definitiva, para que nuestras voluntades puedan ser
moralmente buenas tenemos que preguntarnos si podemos querer que
nuestras máximas (principios subjetivos de actuación) se conviertan en
leyes universales. Si no podemos hacerlo, entonces hemos de rechazar
tales máximas. Si, por el contrario, sí lo podemos querer, entonces
debemos admitirlas y respetarlas.
Por ejemplo, una persona puede tener la máxima personal de no
devolver el dinero que se le ha prestado, pero esa máxima suya no se
puede convertir en ley universal, pues si todo el mundo lo hiciera, nadie
prestaría dinero a nadie.
En cambio, si una persona tiene la máxima personal de cumplir la
cuarentena, esa máxima suya sí se puede convertir en ley universal,
pues si todo el mundo lo hiciera, sería estupendo.
Otro ejemplo: Una persona puede tener la máxima personal de
mentir para sacar provecho, pero esa máxima suya no se puede
convertir en ley universal, pues si todo el mundo mintiera, nadie se fiaría
de nadie.
En cambio, si una persona tiene la máxima personal de no robar,
esa máxima suya sí se puede convertir en ley universal, pues si nadie
robara, viviríamos todos más tranquilos.

- Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu


persona, como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y
nunca únicamente como un medio.
Por ejemplo: Trata únicamente como un medio a su marido o a su
mujer aquella persona que está con ellos nada más que por su dinero, o
por conseguir sexo. Trata únicamente como un medio a su amigo aquel
que está con él nada más que para que le invite o le lleve en coche.
(Fijaos en las expresiones “nada más” o “únicamente”, pues son
importantes).

Autonomía y heteronomía
Autonomía. Quien determina la ley moral es la propia razón del
individuo. Como todos somos seres racionales ocurre que somos
nosotros mismos quienes legislamos nuestras propias leyes morales (en
esto consiste la autonomía).
Heteronomía. Las éticas materiales, en cambio, son heterónomas.
La heteronomía hace referencia a que el sujeto no es productor de la
ley moral sino que la recibe desde fuera, es decir, que no la produce su
propia razón. Así, los principios de las éticas materiales no dependen de
mi razón, sino de aquella entidad que me proporciona la ley moral (Dios,
mi naturaleza inclinada al placer, etc.). Es decir, un sujeto no tiene moral
propia, sino que acata la moral de otro sujeto, por creencias religiosas o
cualquier otro motivo que lo condicione para seguir esa moral dictada
previamente.

El reino de los fines


Kant entiende por reino la unión sistemática de seres racionales
mediante leyes comunes. Y dado que las leyes comunes tienen en
cuenta las relaciones de los hombres que, a su vez, son fines en sí, lo
lógico es que Kant llame al conjunto como “Reino de los fines”.
Según Kant, un ser racional puede pertenecer a ese reino de dos modos
distintos, como miembro, y como soberano. Un ser racional participa
del reino de los fines como un hacedor de leyes; al legislar su voluntad
no está sometida a nada ni a nadie (es soberano), pero, al mismo
tiempo, también está sometido a ellas (es miembro).

Los tres postulados de la razón práctica


Mediante la razón especulativa o teórica no se había podido
demostrar la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. La
razón práctica se va a ocupar de estas cuestiones. Kant va a suprimir el
saber para dejar sitio a la fe moral.
Cuando la razón práctica aborda las cuestiones suprasensibles
referidas alcanza tres postulados. Un postulado es una proposición que
no es evidente por sí misma y que tampoco es demostrable pero que
hay que admitir si queremos explicar un hecho, en nuestro caso el
hecho de la moralidad.
Los tres postulados de la razón práctica no son proposiciones
evidentes ni demostrables desde un punto de vista especulativo, pero
que tenemos que admitir como verdaderas si queremos que no se
hunda el orden moral.

- De acuerdo con el primer postulado, la voluntad humana es


libre. Si el hombre no fuera libre no se le podría juzgar moralmente y
ninguna norma moral tendría sentido.
- De acuerdo con el segundo postulado, el alma es inmortal. Para
que exista la moral es necesario que la voluntad buena y las buenas
acciones sean recompensadas con la felicidad y las malas acciones sean
castigadas. En nuestra sociedad, a menudo, los buenos son infelices y
los malos prosperan y obtienen en este mundo mayor felicidad. Es
preciso, pues, para que no se hunda el orden moral, que exista otra vida
en la que el alma inmortal vea restituida esta injusticia.
- Según el tercer postulado, para que haya otra vida es necesaria
la existencia de Dios que se encargue del juicio, del premio o del castigo
de las acciones que hemos llevado a cabo en este mundo (la existencia
de Dios es garantía de que nuestra virtud será recompensada con la
felicidad).

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