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IES Thiar Alberto Serrano Monferrer

2º de Bachillerato-B Historia de la Filosofía

LA ÉTICA KANTIANA
Cuando, en la Crítica de la razón pura, Kant analiza la facultad más abstracta del conocimiento
humano, la razón, se considera que ésta construye razonamientos que tratan de lo que es más abstracto
y general. Kant los denomina “ideas de la razón pura”. Los temas que analiza la razón son tres:
1. Un concepto general del ser humano
2. Un concepto general del mundo y de la realidad exterior
3. La existencia de un ser absoluto incondicionado y superior a todo lo que existe, que es
Dios.
Estos tres conceptos eran el objeto de la psicología, la cosmología y la teología racionales,
respectivamente, y formaban parte de la metafísica. La metafísica es el escenario de un fracaso, por
basarse en argumentos falaces sin fundamento y no tener en cuenta los datos de la experiencia. Las
grandes “ideas de la razón” (yo, mundo, Dios) no serán nunca objeto de un conocimiento
fundamentado: no tienen un valor “constitutivo”. Pero esto no significa que sean inútiles: son “ideas
regulativas” del conocimiento y pueden orientar la acción.
El problema ético dentro del “plan” de la filosofía de Kant
Como se sabe, la segunda de las preguntas kantianas que contenía la cuestión “¿Qué es el ser
humano?” es “¿Qué debemos hacer?” y se refiere a la dimensión ética, el uso práctico de la razón.
Así, las cuestiones relativas a la acción humana las soluciona Kant en su Crítica de la razón práctica,
así como en Fundamentación para una metafísica de las costumbres.
Éticas materiales y ética formal
En general, las soluciones al problema ético dadas por las filosofías precedentes a Kant cifraban
el objetivo de la acción humana en la felicidad. Cada una de estas éticas tenía una idea distinta de la
felicidad y proponía diferentes modos de acción humana para lograrla. Por ejemplo, para el
epicureísmo la felicidad estaba en el placer, para el estoicismo en el dominio de las pasiones, o para
Aristóteles en el desarrollo de nuestras capacidades naturales, particularmente el desarrollo de nuestra
racionalidad.
Todas estas éticas se caracterizan, según Kant, por ser:
1. Éticas a posteriori, pues establecen los bienes que hemos de perseguir, así como los medios
que hemos de utilizar para lograrlos, a partir de la experiencia. Son éticas empíricas que no
pueden pretender ser universalmente válidas, pues la experiencia lo que nos muestra es una
enorme variedad de fines que los seres humanos persiguen y que, por sí mismos, no aseguran
que se cumpla el deber moral.
2. Éticas egoístas, pues los que actúan siguiendo sus indicaciones lo hacen por el interés de lograr
su felicidad, y no porque sea un deber moral ineludible actuar bien.
3. Éticas que formulan mandatos hipotéticos, es decir, condicionales, pues vinculan la
corrección moral a la bondad del fin perseguido. Los enunciados morales de estas éticas son
del siguiente tipo: “si quieres A, haz B”. “B” resulta bueno si lo que queremos es lograr “A”.
Así, por ejemplo, si el fin perseguido es la tranquilidad, entonces será bueno no complicarse la
vida. Pero ¿es esto moral?
4. Éticas heterónomas, pues sus criterios morales no están dados por el propio sujeto, sino por
instancias ajenas al sujeto, ya sea la costumbre establecida, la autoridad de alguna religión o la
sociedad.
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Frente a este tipo de éticas materiales, Kant propone una ética formal, es decir, una ética que
no establezca un bien concreto a perseguir, sino el modo en que hemos de actuar para que nuestra
acción se realice de acuerdo con el deber moral, y no en razón del fin a alcanzar. La ética ha de ser,
para Kant:
1. A priori: los mandaros morales no pueden derivarse de la experiencia, sino de la razón. La
experiencia nos informa de lo que sucede, que en muchas ocasiones no es lo que debería
suceder.
2. Desinteresada: la actuación moral no ha de realizarse en vistas a ninguna finalidad particular,
pues entonces sería una acción egoísta.
3. Ha de formular imperativos categóricos, es decir, mandatos morales válidos para todos e
incondicionados. Se ha de actuar por deber y sólo por deber.
4. Ha de ser autónoma: ha de ser el propio sujeto quien, utilizando su razón, descubra el deber
por sí mismo, sin necesidad de supeditarse a códigos morales ajenos al sujeto.
El “ser” y el “deber ser”
Según Kant, hay que distinguir entre lo que es y lo que debe ser. No podemos decidir qué es
lo bueno y lo malo teniendo en cuenta lo que sucede, sino lo que debería suceder. Ésta es la única
manera de elaborar una ética universal válida para todas las personas. Lo que no debe ser, no puede
derivarse de la experiencia, de lo que es o sucede derecho. La experiencia nos dice, por ejemplo, que
el egoísmo es la ley de comportamiento natural de los seres humanos. Pero el hecho de que seamos
egoístas no resta ni un ápice de valor a la ley moral, que manda no ser egoístas y buscar el interés de
todos. Lo que está bien o mal no puede establecerse en razón de lo que sucede (a posteriori), sino que
hemos de establecerlo en vistas a lo que debería suceder (a priori).
Además, el deber ha de cumplirse por sí mismo. Hemos de actuar por deber, no simplemente
conforme al deber, y nunca en vistas al beneficio que pueda reportarnos nuestra acción ‒ni siquiera
la felicidad‒, pues la actuación moral auténtica no puede en ningún caso ser interesada, ya que el
egoísmo es reprobable moralmente. Asimismo, para Kant, la moralidad de las acciones tiene que ver
más con la intención del que actúa, con su buena voluntad, que con las consecuencias de sus actos.
El “imperativo categórico”
Para Kant, el criterio que establece cuál es el deber ha de ser un criterio universal, válido para
todos, independiente de los intereses particulares, y ha de derivarse de nuestra razón. Tal criterio
moral es el “imperativo categórico”, que manda actuar de un modo determinado e incondicional.
Dicho imperativo lo formula Kant en los siguientes términos: “Nunca debo obrar si no es queriendo
que la máxima de mi actuación pueda convertirse en ley universal”. Es decir, hemos de actuar siempre
de modo y manera que la norma que seguimos en nuestra actuación pueda convertirse en norma de
conducta universal. La aplicación de este imperativo ha de hacerla cada cual, en cada circunstancia,
pero la solución ha de ser la misma para todas las personas. Por ejemplo, en este sentido, aplicando el
imperativo categórico de Kant, no sería moral el suicidio, o mentir, porque nadie podría quererlo como
ley universal. Así pues, el “imperativo categórico” manda lo que es bueno para todos, para la
humanidad, no para algunos pocos o para uno mismo.
Los postulados de la razón práctica
Kant reconoce que la acción regida por la razón se encuentra acompañada de una serie de presupuestos
que son condiciones necesarias de la acción moral, pero que no son demostrables teóricamente,
como decíamos al principio. Kant los denomina “postulados de la razón práctica”. Son tres:
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1. La libertad de la voluntad, es decir, que esta voluntad libre puede querer cumplir su deber o,
por el contrario, rechazarlo. En otras palabras, que existe un ser h umano dotado de libertad.
2. La inmortalidad del alma, pues la tarea de cumplir plenamente con el deber no se puede
conseguir en una existencia finita y limitada.
3. La existencia de un ser supremo, Dios, en que se identifican el bien y el deber, que es la
referencia de la virtud y la felicidad.
Kant ha rescatado en su análisis de la razón práctica lo que la razón teórica no podía conseguir y que
admitía solo como ideas regulativas lejanas.

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