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Es necesario definir qué se espera de los

maestros
Hay un solo camino, la educación. Opinión
Por Emilio Tenti Fanfani. Sociólogo. Profesor de la Universidad Pedagógica.
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La escuela y el maestro hace tiempo que no están más allá de toda sospecha, como
solían estarlo en otras épocas históricas. Hoy todos quieren reformar la educación y la
formación docente. Si nos atenemos a lo que se espera de los enseñantes desde
diversos ámbitos (periodístico, técnico, pedagógico, político, etcétera) podríamos
imaginar que el maestro debería ser una especie de “mezcla” un tanto improbable y
hasta “monstruosa” de apóstol, sacerdote, sabio, científico, profesional, mago, héroe,
funcionario y trabajador, entre otras cosas.

Debe ser un apóstol y santo, porque para muchos es una verdadera vocación, en la
medida que se asocia con una función social trascendente que exige mucho
compromiso emocional y afectivo, entrega muchas veces incondicional, desinterés
personal e interés en el bien general y la felicidad de las nuevas generaciones; un mago,
porque muchas veces se le exige hacer mucho con poco, multiplicando los pocos
recursos de que dispone; un héroe, pues muchas veces debe luchar contra obstáculos y
peligros varios. También debe ser un profesional y científico, pues se le exige dominar
conocimientos cada vez más complejos, pero no solo eso, se espera de él que sea un
investigador y que “construya conocimientos” (cosa que no se les exige a los médicos o
los ingenieros, por ejemplo).

Para cualquier sistema de formación resulta una misión imposible producir docentes
que satisfagan estas expectativas tan irrealistas y hasta contradictorias. El trabajo real
que realizan los docentes se aleja considerablemente de estas prescripciones. Por otra
parte, las condiciones en que lo realizan distan mucho de ser las ideales.

Antes de ponerse a prescribir cómo debe ser formado un docente, es preciso


preguntarse qué es lo que la sociedad puede y debe esperar de la escuela y los
maestros. No basta con un listado de contenidos o con especificar competencias,
conocimientos y valores. Es preciso establecer prioridades y no pedirle todo a la
educación general básica. En la sociedad actual hay que discutir y establecer una nueva
división del trabajo de socialización de las nuevas generaciones entre familia,
maestros, medios masivos de comunicación, iglesias, aparatos de producción y
difusión de bienes culturales y otras instituciones que acompañan el desarrollo de la
infancia y la adolescencia.

Habrá que pedirle a la escuela que haga lo que es importante y lo que solo ella puede
hacer en mejores condiciones y en forma masiva. Solo a partir de esta definición se
podrán diseñar políticas de formación docente realistas, efectivas y pertinentes.

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