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Bienvenido a la cuarta semana de la materia de Liderazgo para la administración

pública, en esta semana se estudiará el tema de liderazgo y ética

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En este módulo abordaremos el concepto de ética y los principios
relacionados con la administración pública. Analizaremos la dimensión
ética del liderazgo y su importancia como una cualidad en el líder. Y
finalmente, subrayaremos los elementos más importantes del liderazgo
ético.

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Chester Barnard fue el primero en poner de manifiesto la relevancia de la
ética para el liderazgo. Lo comprobamos en su célebre obra The Functions
of the Executive, donde sostiene que el liderazgo está compuesto por dos
dimensiones: una técnica y otra ética o “de responsabilidad”. Tanta
importancia otorga a esta segunda dimensión que llega a escribir que "las
organizaciones perduran en proporción a la altura de la moralidad según
la cual son gobernadas (...). Por lo que la fortaleza de una organización
depende de la calidad de su liderazgo; y esa calidad, a su vez, deriva de la
categoría de la moralidad sobre la que se apoya" (Barnard, 1938).
En fechas recientes la comunidad científica ha vuelto a reconsiderar la
importancia de la dimensión ética del liderazgo. De hecho, resulta poco
frecuente encontrar menciones explícitas a la ética en la literatura
especializada en liderazgo, por lo que cabría preguntarse si Barnard
efectivamente tenía razón, si realmente existe algún componente ético en
la función del líder. Y, de existir, ¿qué papel le corresponde?

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La pregunta indiscutible sobre el liderazgo no es “¿cómo se define el
liderazgo?”, sino “¿en qué consiste un buen liderazgo?”. El uso del
término bueno toma aquí dos sentidos: “moralmente bueno” (ético) y
“técnicamente bueno” (eficaz). Si uno es buen líder en ambos sentidos,
entonces se forma una conjunción lógica. En otras palabras, para que la
afirmación “ella es un buen líder” sea verdad, tiene que ser cierto que ella
es eficaz y ética.
No obstante, es más común decir que los líderes son buenos si son
eficaces, pero no éticos. Al sostener esta afirmación se corre el riesgo de
no valorar las consecuencias que puede tener para la supervivencia de la
empresa, el hecho que a medio y a largo plazo se opte por la eficacia, en
detrimento de la ética.

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El conflicto entre eficacia y ética es patente en el denominado “dilema de
Hitler”. La respuesta a la pregunta: “¿fue Hitler un buen líder?” resulta
afirmativa, si definimos al líder como alguien eficaz a la hora de aglutinar
a un gran número de personas para realizar una tarea. La respuesta es
negativa si la tarea es inmoral y/o si se ha llevado a cabo utilizando
medios inmorales.
En otros términos, el liderazgo no consiste solamente en la eficacia. Su
calidad también depende de la ética de los medios y los fines de las
acciones que emprende. Por ejemplo, el héroe popular Robin Hood utiliza
medios inmorales para lograr fines moralmente dignos –roba a los ricos
para dárselo a los pobres. La mayoría de nosotros preferiría tener líderes
que hacen lo correcto, de la manera apropiada, y por motivos adecuados.

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Ahora analicemos lo que podríamos entender por ética. Una definición de
ética es: "hacer lo posible dentro de lo deseable". Ésta tiene en cuenta
tres elementos interesantes para nuestro análisis.
Primero, qué es posible hacer sin perder de vista el entorno, las
circunstancias, la realidad de la organización?
Segundo, ¿qué es lo deseable?, ¿a qué aspiramos como empresa?,
¿tenemos bien definidos nuestros objetivos éticos? Como afirma Robert C.
Solomon: "Las mejores organizaciones tienen muy claro lo que hacen,
permanecen abiertas a las nuevas oportunidades y entienden a la
perfección quiénes son. Son mucho más competitivas cuando no
compiten. Siguen sus principios y cultivan sus virtudes; entonces el éxito
llega como algo muy natural".
Y tercero, ¿cómo conjugamos lo posible con lo deseable?, ¿cómo lo
concretamos éticamente? y, ¿en qué medida?
Ética es, también, etimológicamente hablando, modo o forma de vida,
carácter. Los líderes deben guiarse por un "carácter" que han de llevar
cuando dirigen una organización. El contenido de ese "carácter" son los
principios. Como recuerda muy bien Solomon: “estos principios no son
abstracciones ni simples palabras en una hoja de papel. Necesariamente
están personificados en los directivos y empleados.”

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Ahora, analizaremos los principios en la administración pública, cuyos
fundamentos están ligados a la ética.
Diremos que un buen gobierno es aquel que “desde la fidelidad y el
respeto a la normativa constitucional, elegido democráticamente, tras la
expresión honesta de su concepción, de lo que entiende como positivo
para su territorio y sociedad, ejecuta de forma eficaz, eficiente y
responsable su programa” (Villoria, 1996, citando a Camps, 1997).
Recapitulando, son cuatro las características fundamentales que deben
definir un buen gobierno:
1. Su elección de forma democrática,
2. La transmisión honesta a la sociedad de sus objetivos de gobierno y
valores sociales,
3. Acatar y respetar de forma fiel las leyes, y
4. Gestionar o ejecutar de forma eficaz, eficiente y responsable su
programa.

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De acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), los principios de actuación de la administración pública son:
1. Sensibilidad pública y orientación de servicio al ciudadano. Para ello, la
Administración deberá, entre otras cosas, garantizar la participación de la
sociedad creando espacios para la misma.
2. Legalidad y efectividad en el cumplimiento de los derechos de los
ciudadanos. Asimismo, en su caso, deberá aplicarse discrecionalidad en el
uso del poder otorgado por la sociedad en determinado ámbito de su
actuación.
3. Objetividad o igualdad de trato a todos los ciudadanos
independientemente del sexo, edad, raza, ideología, nivel económico o
status social y que garantice la defensa del interés general frente a los
intereses particulares.
4. Preeminencia del individuo, la sociedad y sus derechos sobre los
poderes públicos.

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5. Jerarquía o subordinación, guardando autonomía, de la Administración
con respecto a otras instituciones democráticas y procesos de la esfera
política, en el interés común de la sociedad.
6. Accesibilidad espacial y temporal. La Administración debe garantizar la
misma calidad de los servicios con independencia de la ubicación
geográfica de los ciudadanos y en el momento en que es requerida. Para
ello, aplicará los principios de desconcentración y descentralización, sin
menoscabo del principio de jerarquía.
7. Equidad o preocupación activa por la consecución de un reequilibrio en
la distribución de la riqueza entre los diferentes grupos sociales. Es éste un
principio fundamental, ya que el objetivo de la prestación de servicios
públicos es la consecución del Estado de bienestar social. Se deberá
prestar especial incidencia a los colectivos más débiles y desprotegidos.
8. Eficacia o maximización en la consecución de los objetivos planteados y
competencia. Pero, no ha de limitarse a buscar la mejor manera de hacer
las cosas, sino que ha de actuar para reconciliar la gran diversidad de
intereses sociales antagónicos (Subirats, 1989).
9. Eficiencia o maximización de los resultados alcanzados por la
organización con relación a los recursos invertidos en su consecución.

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10. Ahorro de los recursos públicos.
11. Cooperación, coordinación y conectividad entre políticas, diferentes
instituciones, administraciones y territorios, que permita la cooperación y
coordinación con las otras Administraciones Públicas, superando las
fracturas competenciales entre administraciones y la eliminación de zonas
de sombra entre unidades de la misma organización, así como
duplicidades e interferencias competenciales.
12. Transparencia en la gestión, veracidad en la información aportada y
sometimiento al control de la sociedad que exige a sus directivos
responsabilidad pública.
13. Ética y responsabilidad social.

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Dentro de la administración pública, la ética tiene una dimensión
relevante ya que los servidores públicos son materia de juicio en relación a
sus acciones.
Los directivos públicos deben poseer una concepción ética de su cargo,
evaluar, ser conscientes de la trascendencia y ser responsables ante los
posibles impactos o repercusiones de la actividad de la organización, de
sus propios actos y decisiones sobre todos los posibles agentes o
“stakeholders”.
Asimismo, deben transmitir y promover entre el personal un espíritu de
servicio público a la sociedad y la orientación al ciudadano como valor
fundamental de su trabajo y razón de ser de la organización.
En otro orden de cosas, deberán prestar especial hincapié en la búsqueda
del bienestar de las personas que integran la misma, desempeñando un
papel de impulsores de los valores éticos, sin olvidar el papel y
responsabilidad social de la organización. De esta forma, deberá existir
coherencia entre lo que se hace y lo que se dice por parte de la dirección,
que deberá someterse a control y rendir cuentas a la sociedad por sus
actuaciones.

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Resulta también fundamental la adopción, desarrollo e impulso, por parte
de los directivos, de unos valores éticos consensuados, junto con los
principios de actuación de la Administración pública, en los que se
fundamente la cultura de la organización y piedra angular de la misión,
visión y estrategia de la misma.
El equipo directivo de la organización debe ser el motor de la cultura de
la excelencia, según su ámbito competencial y debe buscar de forma
continua dicha excelencia en su forma de gestión, estableciendo una
cultura de calidad y siendo los principales difusores y formadores de la
misma. Asimismo, deben transmitir al personal de la organización su
compromiso con el proyecto de calidad y este compromiso debe ser
percibido por las personas a las que debe involucrar en el proceso de
búsqueda de la excelencia.
Por otra parte, deberá primarse los intereses de la organización y sus
personas frente a los particulares, y exigir al resto directivos y miembros
de ésta unos valores y principios éticos en su comportamiento y relaciones
con los ciudadanos, sociedad y resto de agentes clave. Además, se
promoverán y asegurará la responsabilidad y la transparencia interna y
externa en la gestión pública y la buena reputación de la organización
pública, sometiéndose a los controles correspondientes, tanto en el
ámbito político como administrativo.

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No debemos olvidar la gran importancia del desarrollo de una democracia
participativa, creando los espacios de participación necesarios, buscando
el refrendo y consenso continuo de los diferentes agentes clave (en
especial la diversidad de colectivos, y en su caso, representantes de los
mismos) y a la hora tanto de diseñar las políticas, planes, programas, etc.,
como de implementarlos de forma adaptativa, recogiendo la pluralidad
de sensibilidades e intereses reflejo de la riqueza de la sociedad
democrática, e incluso asumiendo la crítica.
Otro aspecto fundamental en el liderazgo público, es el desarrollo de una
cultura de mejora continua basada en la búsqueda de la innovación y el
estímulo del cambio orientado a la adaptación en todo momento a las
necesidades de la sociedad y a los escenarios de evolución y
oportunidades que ésta plantea.
Para ello es clave el aprovechamiento del capital intelectual y la óptima
gestión del las diferentes fuentes de conocimiento.
Con respecto a la gestión de las relaciones con el personal, deberá primar
la transparencia y la accesibilidad, la definición y comunicación de forma
clara, los objetivos individuales en el marco de los objetivos globales de la
organización, exigiendo responsabilidades en relación con los resultados
alcanzados en función de dichos objetivos.

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Asimismo, se deberá buscar la consecución del bienestar del personal, su
realización profesional y personal dentro de la organización, compatible
con los propios objetivos de la misma y la promoción y desarrollo de los
valores y principios de la organización al servicio público, motivando y
dando el adecuado reconocimiento (o en su caso sanción) a individuos o
equipos. Deberá, asimismo, promoverse la lealtad institucional.
Pero la responsabilidad directiva no se centra exclusivamente al ámbito de
las funciones asignadas a la organización pública, se deberá también
promover la participación, involucramiento y contribución de ésta a la
consecución del progreso de la sociedad (papel social de la organización)
y al progreso de la cultura y civilización.
Por último, los directivos públicos deberán someterse a evaluación,
revisión y, en su caso acometer las medidas oportunas para mejorar la
efectividad de su liderazgo tanto político como sus métodos de dirección
dentro de la organización.

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Existen tres razones por las que la ética resulta de gran relevancia para la
práctica del liderazgo:
-La primera razón se justifica en que los líderes tienen que cortejar la
buena voluntad de los empleados para que éstos pongan sus talentos al
servicio de los objetivos de la organización. Esto no puede lograrse
ejerciendo arbitrariamente el poder conferido por el puesto, o
simplemente repartiendo premios y castigos. Los empleados deben hacer
suyas la misión y los valores de la compañía, y por eso deben ser tratados
con respeto.
- La segunda razón de por qué la ética es importante para desarrollar con
éxito un liderazgo a la altura de nuestro tiempo es por la influencia que la
ética de un líder ejerce en la ética de los empleados. En otras palabras, el
ejemplo que proporcione el líder en sus seguidores es fundamental para
que éstos se comporten de la manera que éste busca que ejerzan sus
funciones dentro de una organización.

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- La tercera razón de por qué la ética es crucial en el liderazgo se justifica
en que, por una parte, en las sociedades postindustriales las personas ya
no respetan a los demás simplemente por su cargo en el trabajo, y por
otra, porque la sociedad en general rechaza el uso coercitivo o
manipulador del poder. Por el contrario, se acepta el poder ejercido con
respeto y responsabilidad. Un líder que es moralmente digno de respeto
posee lo que se le llama “poder referente”. La gente sigue
voluntariamente a los líderes que respetan. De este modo, el poder y la
autoridad en el liderazgo empresarial proceden fundamentalmente del
respeto y la confianza. Los líderes tiene que ganarse la confianza y el
respeto a través de sus acciones en la empresa y de su trato con los
agentes claves. Puesto que la habilidad de construir y mantener la
confianza es central en el liderazgo, las escuelas de negocios necesitan
emplear más tiempo en dar formación ética a sus estudiantes.

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Las organizaciones que cuentan con un liderazgo ético, por lo regular, se
caracterizan por tener:
•Una misión clara y compartida por todo el equipo ejecutivo y por todos
los empleados.
•Unos ejecutivos profesionales, comprometidos y rigurosos en la gestión
de la organización.
•Una información de gestión clara y detallada de cara a sus clientes,
accionistas y empleados.
•Un riguroso cumplimiento de todas las obligaciones empresariales y
financieras.
•Una organización suficientemente aplanada para que todos se sientan
auténticamente implicados en la misión.

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•Unos canales que permitan una comunicación fluida de información a
tiempo, sin distorsiones y a todos los niveles de la compañía.
•Unas relaciones interpersonales que favorezcan la comunicación y la
escucha activa del otro.
• Unos planes de carrera y de promoción profesional objetivos que
reconozcan y valoren a los mejores.
• Un trabajo en equipo en el que los diferentes grupos que configuran la
organización pongan en común lo mejor de cada uno.
• Una coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se
promete y lo que se cumple en todas las relaciones tanto internas como
externas y tanto verticales como horizontales.
•La construcción de relaciones basadas en la sinceridad, confianza y con
visión a largo plazo.
• Cumplimiento de los compromisos contractuales y por lo tanto la
exigencia de dicho cumplimiento a los demás.
• La creación de un ambiente de trabajo cálido y confortable.

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Finalmente, analicemos lo que entendemos por liderazgo ético y sus
características. La gente sigue a una persona, no a un cargo o a un título;
y lo hace mientras esta persona es creíble, inspira confianza y despierta
entusiasmo. Si desaparece la credibilidad y se apaga el entusiasmo, el
respeto y la adhesión a esa persona también se desvanecen, y con ello su
posibilidad de ejercer el liderazgo. En otras palabras, un individuo es líder
sólo cuando otras personas lo siguen.
La conducción de organizaciones puede revestir formas diversas. Hay
muchos estilos de liderazgo. Pero el liderazgo ético es aquél cuyo accionar
está pautado por la integridad, diligencia, honestidad, veracidad,
benevolencia, lealtad, profesionalismo y compromiso.
Dada la importancia que tienen estas actitudes, vale la pena analizarlos
con detenimiento.

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Integridad: Este es el término más complejo de todos. Tiene que ver con lo que la
persona es en su interior, lo que genuinamente gobierna todos sus actos. A esto
se le llama “Carácter”. El carácter no debe confundirse con el temperamento
(nuestra manera de reaccionar ante diferentes estímulos) o con nuestra
personalidad (los rasgos que nos distinguen de las demás personas).
Algunos componentes del carácter son:
• Prudencia: Es sinónimo de madurez. No reaccionar conforme a sus emociones
sino que las mantiene bajo su control.
• Sobriedad: Mantiene el equilibrio ante cualquier circunstancia. No pierde el
control de si mismo.
• Consistencia: Su vida privada es igual a su vida pública. No tiene dos caras. No
dice una cosa y practica lo contrario.
• Justicia: Practica la continua búsqueda del bien para los demás antes que para
si mismo. Se conmueve por aquellos que están enfrentando necesidad y trabajan.
• Rectitud: Todas sus intenciones son para bien y la manera de actuar jamás
siembra duda en la conciencia de los demás.
• Amabilidad: La palabra clave es consideración. El líder nunca debe dejar de
transmitir buenas costumbres y modales. Hay frases que han caído en desuso o
peor aún, son consideradas como señales de debilidad. Es muy difícil ver fracasar
a un líder que pide las cosas por favor, o que siempre agradece, que brinda el
saludo primero, que es cortés con los demás, que cuando hace un llamado de
atención no insulta.

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Diligencia: Los líderes son aquellos/as que hacen que las cosas sucedan
participando diligentemente en el proceso.
El rasgo más característico de la diligencia es la responsabilidad y lo
contrario es la negligencia.
La negligencia brota de un carácter pasivo, conformista y que espera que
los demás hagan toda la obra. La negligencia es a veces pereza y a veces
cobardía.
Un líder diligente debe:
• Aprender a trabajar ordenadamente valiéndose para ello de la
herramienta de la planificación.
• Usar una agenda que le permita dar seguimiento a sus responsabilidades
cotidianas.
• Luchar contra el temor y tomar las iniciativas necesarias.
• Esforzarse y ser muy valiente, éste es un tremendo rasgo de liderazgo.
La mejor frase que define la diligencia es “nunca dejar para mañana lo
que podemos hacer hoy”.

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Honestidad: Entendida con la correcta motivación en todo lo que se
emprende y la conciliación perfecta entre fines y medios.
Algunos sinónimos de honestidad son: rectitud y modestia.
El factor que se opone a la honestidad es la codicia. Todo ser humano
puede codiciar algo en la vida, pero cuando ésta falta llega a inspirar el
corazón de un ser humano, sus ansias gobiernan sus acciones.
Cuando codiciamos, nuestro liderazgo deja de estar enfocado en las
personas y en el bien común y se orienta a los beneficios personales, como
por ejemplo lo que sucede con los políticos, quienes no buscan el bien
común, sino más bien el provecho económico y el poder social para si
mismos.
La honestidad incluso nos ayuda a descubrir nuestras más profundas
motivaciones egoístas y nos pone atentos contra éstas. Un par de buenas
preguntas que nos pueden ayudar, si las respondemos honestamente, son
¿qué me inspira? ,¿por qué hago lo que hago?
Recuerde que algún día la gente le recordará no solo por lo que hizo sino
por cómo lo hizo.

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Honradez: El enfoque recae en los medios de manejo de la labor de
liderazgo. Tiene que ver con la manera de hacer las cosas.
El líder honrado no teme ser supervisado, auditado o controlado. No le
importa presentar informes aun si estos están en su contra, nunca sacará
provecho personal de los logros sino que los comparte justamente con los
demás. Siempre hace lo correcto y deja constancia de ello. No solo es
honrado, también lo evidencia.
Uno de los grandes enemigos del desarrollo es la corrupción. Su principal
logro es que vuelve inmoral a aquel que cede a su tentación. Cuando
perdemos la honradez, perdemos la dignidad.
El líder honrado/a se asegura de:
• Nunca hacer negociaciones secretas.
• Nunca practica la filosofía de “el fin justifica los medios”.
• Siempre dejar constancia escrita de sus acciones.
• Tiene disposición a rendir cuentas.
• Tiene siempre una puerta de escape ante cualquier tentación.

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Veracidad: La mentira siempre pasa su factura. El líder que tiene que
mentir para sustentar su posición, o para defenderse de cualquier
situación adversa, ha perdido el respeto de sus seguidores. Nada es peor
que descubrir que uno en posición de liderazgo ha recurrido a engaños,
subterfugios, trucos y trampas para lograr sus objetivos.
La gente deposita su confianza en sus dirigentes y líderes y ese es un bien
invaluable, es el más importante capital con el que un líder cuenta, la
credibilidad de sus seguidores.

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Benevolencia: nunca el líder prioriza en los objetivos o en las metas,
menospreciando a las personas.
Si por definición un líder es aquel a quien otros están siguiendo o
entendiendo el liderazgo como el nivel de influencia en la vida de las
personas resulta contradictorio que un líder pierda de vista a la persona
en sí. Este valor ético se antepone a algunas actitudes tales como la
manipulación, la desconsideración y el egocentrismo.
Por otro lado la actitud hacia sus competidores u oponentes nunca se viste
de revanchismo, venganza o burla, en otras palabras no solamente es un
buen ganador sino también un excelente perdedor.
Dentro de esta actitud benevolente hay otra que también es muy
importante, un líder ético es empático, esto significa que puede ponerse
en los zapatos de los demás y experimentar así los sentimientos de los que
están bajo su guía, ésta es la única manera que tenemos para comprender
bien las fortalezas y debilidades de nuestros seguidores.
Por esta causa un líder siendo empático sabe ubicar a cada uno en la
posición mas conveniente para la visión y para ellos mismos, así se
garantiza la eficiencia y la efectividad.

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Lealtad: Las preguntas más recurrentes son: ¿Qué hace un líder leal
cuando descubre que uno de sus allegados ha hecho algo incorrecto?
¿Debe exigir la lealtad?
La lealtad es una obligación auto impuesta, debemos ser leales y jamás
exigir la lealtad de los demás. Si un líder no ha logrado recibir lealtad de
sus seguidores, no son estos el problema, es el líder. La lealtad es una
actitud fundamentada en el compromiso, en la admiración y en el servicio
fiel. Hay cierta equivalencia en la autoridad que los demás le confieren a
un líder y no en la que el cargo le otorga. El compromiso es la
determinación de involucrar la vida en la visión y en los que trabajan por
ella.
El líder nunca traiciona la confianza que sus seguidores han depositado en
él. No hay ninguna razón por la que un líder pueda actuar o reaccionar en
contra de los valores que sustentan una visión. Cuando se violenta éste
principio nos volvemos mercaderes de nuestra convicción.
El liderazgo que perdura es fiel a sus principios, a la visión y a los que le
acompañan.
La lealtad no es consentir y hasta ocultar las faltas de los compañeros, la
lealtad consiste en ser sincero y transparente bajo cualquier circunstancia,
sin que eso afecte nuestro compromiso individual.
Otras actitudes relacionadas con la lealtad son: Solidaridad, adhesión,
nobleza y fidelidad.

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Profesionalismo: Un dirigente de una institución pública, -cualquiera sea
su rango o cantidad de funcionarios que dirige- que pretenda realizar su
labor con eficiencia y calidad, debe tener como guía y meta permanentes,
el profesionalismo.
Profesionalismo es tener los conocimientos, experiencias y destrezas, que
le permiten al dirigente dominar todos los aspectos de su función
específica. Lo contrario es no saber o saber a medias. Si un dirigente hace
creer a los demás que puede realizar una tarea sin estar capacitado para
ello, no sólo es un irresponsable sino que además daña su credibilidad,
porque dicha credibilidad también incluye el saber hacer.
Pero el profesionalismo no es sólo una cuestión de conocimientos, sino
principalmente, de actitudes tales como la honradez, el entusiasmo y la
ejecutividad, la tenacidad, la humildad, el sentido de la dignidad
personal, la ética profesional, la sensibilidad, el sentido de responsabilidad
social y el compromiso.
Un profesional imbuido de estas actitudes, siempre se esfuerza para que la
calidad de su trabajo esté a la altura de su capacidad técnica, porque es
consciente de que el trabajo bien hecho constituye un ejemplo que a la
larga otros comienzan a imitar. En primer lugar porque el trabajo hecho
con profesionalismo da buenos resultados y en segundo lugar porque le
confiere autoridad moral a quien lo realiza y en ese sentido hay que
recordar que el liderazgo ético se ejerce principalmente con autoridad
moral.

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Compromiso: Es impensable que alguien pretenda ejercer el liderazgo en
una organización si no está dispuesto a comprometerse y a dar lo mejor
de si mismo para que esa organización se fortalezca, se desarrolle y
alcance sus objetivos. De nada vale que un dirigente sea moralmente
íntegro y tenga una buena formación técnica, si no es capaz de sentirse
comprometido con los asuntos de la institución o del sector que dirige. El
dirigente que no se compromete, no convence ni entusiasma a nadie
porque ni siquiera él está convencido de lo que tiene entre manos. El
auténtico líder se juega a fondo y pone pasión en lo que hace, y con esa
actitud convence y motiva a mucha gente.
El dirigente de la administración pública tiene que sentirse comprometido
- por su propia dignidad profesional - con la institución de la cual forma
parte y con la sociedad en su conjunto.

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