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Posesión intencional significa que el objeto poseído se mantiene en el sujeto como tal,
esto es, no desaparece, no es asimilado -como es la posesión material- por el sujeto. La
posesión implica un enriquecimiento por parte del que conoce, al acceder a otros modos de
ser, a otras realidades distintas de las suyas. Gracias al conocimiento el hombre sale de sus
límites y su mundo se abre al mundo.
Caben aquí varias aclaraciones. El que conoce sólo puede conocer si se reconoce primero
como ignorante, es decir, como vacío, pobre de saber. Es por eso que Aristóteles hablaba
de la inteligencia como una pizarra vacía -mens se habet sicut tabula rasa2, decían los
medievales-. Sin esta actitud de ignorancia -solo sé que no sé nada- el conocimiento
queda congelado en un círculo vicioso donde lo único válido es él mismo. Es en este
silencio propio donde escuchamos al otro.
Pero ¿qué otro es ese otro? Una forma de entenderlo es tomar al otro como un «otro yo»;
es decir, lo que conocemos del otro es el otro en cuanto semejante a mí. Así, entonces, entre
el sujeto y el objeto [ese otro] tiene que haber una cierta proporción, una igualdad. El
conocimiento es apropiación del otro que es como yo.
Pero creo que aquí se impone otra interpretación. Si conocer es hacerse otro en cuanto otro,
esto implica que debo dejar que lo distinto3 de mí aparezca, que irrumpa el «exceso» que el
otro -en cuanto otro- es.
Este segundo momento del conocer, este hospedar al otro, es, paradójicamente, lo que
abre al conocimiento una dimensión de creatividad, de novedad. Ya no es “repetir” lo
sabido, lo establecido, sino que implica descubrir nuevas facetas, la constante novedad de
lo real.
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Dijimos que lo Real se manifiesta al hombre como verdad, y que el hombre responde a esa verdad con el conocimiento.
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La mente es cómo una pizarra en blanco.
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El cambio -potencia pasiva- que se abre a la metamorfosis.
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Pasemos ahora a la breve psicología del conocimiento.
En primer lugar tenemos que distinguir tres elementos de esta dinámica. Esos elementos
son: el objeto, el acto y la potencia o facultad.
OBJETO
Como la etimología del nombre lo indica, es lo que se opone, lo que ofrece resistencia, lo
que ha sido arrojado delante.
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Que se produce al mismo tiempo.
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Traducimos la formula latina per se cómo «de suyo» y la fórmula per accidens cómo «incidental». En cambio lo que
acaece es accidens, lo que ocurre sin razón; de ahí es que preferimos la traducción «incidental» en cuanto que incide en
algo de un modo casual; y no la traducción “accidental” porque esto podría llevar a confundir con lo que corresponde al
Accidente [-que manifiesta a la Substancia- y este no es el caso].
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ACTO
Ahora bien, estos objetos tienen una función: ellos son los encargados de despertar a las
potencias. En términos técnicos, se dice que: «Los Objetos ponen a las Potencias en acto
primero6 de actuar, en este caso, de conocer.»
POTENCIA
El tema de las potencias en el hombre surge a partir de la necesidad de coordinar hechos y
teorías.
La teoría es que el hombre actúa porque es un ser viviente, y la vida y -por lo tanto- la
Acción, le viene al hombre por el Alma. Cómo dijimos anteriormente, el Alma es aquello
por lo que nos movemos, sentimos, pensamos, amamos.
Si el hombre actúa por el Alma, nos damos cuenta de que no siempre estamos “actuando”,
esto es, si bien siempre estamos viviendo, no siempre estamos sintiendo o pensando o
amando. Este hecho, el de la continuidad de la vida y la discontinuidad del hacer, exige una
explicación; esta explicación sería la siguiente:
6
[Predisposición, estímulo, toma de conciencia de lo real. (Tema 6; 2.2.b.2. Proceso ideogenético, p.9.)]
7
[Tema 4.10) 1. LA ESENCIA DEL HOMBRE; 1.1. Dificultades y perspectivas, DAVID HUME, p.2.]
3
Cabe distinguir, aquí también, dos nombres.
Algunos llaman a las Potencias, Facultades. El nombre deriva de que las potencias facultan al
hombre para realizar tal o cual acto. Tanto Potencia como Facultad implican poder de
Acción, y sin embargo hay un matiz a destacar:
Así, entonces, preferimos usar Potencia en tanto que implica este momento de Pasión
que consideramos clave en tanto que expone nuestra dependencia con lo real, esto es, que
la acción humana está arraigada en lo real, toma de ella su contenido y orientación.
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Sustancia
Término acuñado por Aristóteles para referirse al sustrato básico en donde se asientan los accidentes, a
aquello cuya esencia le compete SER (existir) en tanto que es ALGO (cosa).
Descartes denominó sustancia a todo aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir.
Sustancia y Accidente
Aristóteles afirma la unidad del ser, pero no es una unidad en el sentido de unicidad como pretendía
Parménides. El ser no es único: hay distintas formas de "ser" pero todas ellas se refieren a una forma
primordial, al ser propiamente dicho: la substancia. Pero la substancia tampoco es única, porque existen
muchas substancias (o sea, existen muchos "seres"). Las diferentes formas del "ser" no son sino modificaciones
o accidentes de la substancia; ellos son: Cantidad, Cualidad, Relación, Lugar, Tiempo, Posición, Estado, Acción,
Pasión. Entonces, Substancia y Accidente son los géneros supremos (categorías) unificados por su común
referencia a la substancia.
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Propiedades intensivas
Ejemplos de propiedades intensivas son la temperatura, la presión, la velocidad, el volumen específico
(volumen ocupado por la unidad de masa), el punto de ebullición, el punto de fusión, la densidad, viscosidad,
dureza, concentración, solubilidad, etc., en general todas aquellas que caracterizan a una sustancia
diferenciándola de otras, Si se tiene un litro de agua, su punto de ebullición es 100 °C (a 1 atmósfera de
presión). Si se agrega otro litro de agua, el nuevo sistema, formado por dos litros de agua, tiene el mismo punto
de ebullición que el sistema original. Esto ilustra la no aditividad de las propiedades intensivas.
Objeto incidental
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HUME
Para Hume, a lo real se accede a través de las percepciones; pero, que al estar estas referidas a lo
pasajero, a lo contingente, no podemos asumirlas como «fundamento» de una idea. Así, entonces,
no podemos llegar a afirmar una idea de yo, dado que no hay ninguna percepción que la justifique.
Como él mismo nos dice, dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden unas
tras otra, y nunca existen todas al mismo tiempo, por lo tanto, no podemos tener una idea que
siempre se acepte como estable, duradera y siempre con el mismo contenido.
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