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Miguel de Unamuno, Niebla (Generación del 98)

Niebla es una novela de Miguel de Unamuno, autor de la Generación del 98. Esta
generación está formada por un grupo de escritores que reaccionan contra la literatura
realista. Las características de la obra se encuadran dentro de este movimiento: el
subjetivismo, la preocupación por España, el rechazo de la política y la sociedad
tradicionalista del momento, interés por la historia y la intrahistoria (la historia formada
por la vida de los miles de habitantes sin historia), y las preocupaciones existenciales.
Niebla es la novela más significativa del autor. Calificada por Unamuno como “nívola”,
término que rechaza los principios dominantes en la novela realista, se incluye en la
tendencia noventayochista de renovar e innovar los géneros literarios, ofreciéndole la
suficiente libertad literaria a Unamuno para que narre sus preocupaciones filosóficas y
existenciales. En este sentido, los personajes pierden profundidad en detrimento del
rasgo principal que los define. El tema central de Niebla es el determinismo,
manifestado especialmente en el conflicto entre el protagonista y el propio autor, que
queda de manifiesto en el encuentro que tienen ambos en el tramo final de la novela.
Este aspecto metaliterario y existencial se entrelaza al mismo tiempo con otros
elementos destacables propios de la novela como el anhelo de inmortalidad, la rebeldía
o el sentido que da a la vida la relación amorosa (representada en la relación de Augusto
con Eugenia).

En cuanto a la trascendencia de la obra, destacar que se trata de una de las novelas más
significativas del autor, y lo sitúa como un narrador destacado en la narrativa española
del siglo XX.

Jesús Fernández Santos, Los bravos (novela – realismo social de los 50)
Los bravos es una novela de Jesús Fernández Santos publicada en 1954. Se encuadra en
la narrativa social de posguerra, que va a predominar en la década de los 50. Como tal,
se caracteriza por ser una novela de denuncia que muestra solidaridad con los humildes
y oprimidos, disconformidad ante la sociedad española y el anhelo de cambios sociales.
Coincide con la narrativa social en la escasez de descripciones; en la preferencia por el
personaje colectivo; y en el uso de un lenguaje desnudo y directo.

La acción de Los bravos se sitúa en la posguerra para narrar la vida cotidiana de los
habitantes de un pequeño pueblo situado en las montañas de leonesas. Utiliza la técnica
del personaje colectivo entrecruzando diferentes historias, lo que permite ver desde
varias perspectivas la situación del pueblo y, en general, de la vida rural en España. El
relato se desarrolla de forma lineal; la narración está en tercera persona; y el narrador
tiende a ser objetivo. Destaca especialmente el contenido social de la novela, que sirve
para denunciar la situación del campo español en la posguerra. Esto se observa en los
personajes que representan distintas clases sociales: el médico, enfrentado a la
mentalidad tradicional del pueblo, que representa el progreso; don Prudencio, el cacique
odiado y respetado por los aldeanos; el cura, que observa a estos como pecadores sin fe;
Socorro, que muestra la dura vida de la mujer en el campo; el tratante, que se sirve de la
ignorancia e ingenuidad de los aldeanos; etc.
El estilo es sencillo y directo, e incorpora palabras propias del ámbito rural. Por último,
destacar que se trata de una de las novelas iniciadoras realismo social de la década de
los 50 a la vez que una de las más significativas de la literatura de posguerra.

Julio Llamazares, La lluvia amarilla (novela – narrativa posterior a


1975)
La lluvia amarilla de Julio Llamazares, publicada en 1988, se incluiría en la narrativa de
las últimas décadas, la cual se caracteriza por la diversidad de tendencias, el abandono
del experimentalismo, el carácter comercial, la ausencia de grandes pretensiones
literarias y la intención de entretener a un lector cómplice. Sin embargo, la novela toma
rasgos de la narrativa de posguerra, especialmente de la narrativa social y existencial.

La línea argumental se centra en las reflexiones y recuerdos del último habitante de


Ainielle, un pueblo del Pirineo oscense, mientras aguarda la muerte. Los veinte
capítulos de la novela están narrados en primera persona por un narrador protagonista.
En su monólogo, Andrés rememora su propio proceso de envejecimiento y decadencia
paralelo al abandono y destrucción del pueblo. Se trata de un personaje inactivo, que
permanece estático en el pasado, incapaz de cambio y de adaptación ante la nueva
realidad que le rodea. Existe así una identificación entre el pueblo y el protagonista,
ambos condenados a un mismo destino. Junto con la reducción temporal (los últimos
momentos de la vida del protagonista, salpicados por continuos flashbacks) se da una
reducción espacial (Ainielle y sus alrededores).

Con una técnica impresionista, el autor muestra el contraste entre las escenas
retrospectivas del pueblo en el pasado, llenas de vida y colorido, frente a las del
presente, dominadas por la decadencia y el dramatismo. El paisaje y la naturaleza son
dos elementos determinantes en la novela que sirven de crítica ante una sociedad
moderna y desarraigada que abandona el contacto con la naturaleza, las tradiciones de
sus antepasados. La novela presenta una estructura circular, ya que el primer capítulo se
retoma de nuevo en las líneas finales. Los temas principales serían la muerte, la soledad,
el paso del tiempo y el abandono de la vida rural. A esto se le suma el ecologismo y el
compromiso con la naturaleza. Destaca el simbolismo de la obra, especialmente en el
color amarillo que da título al libro, tomado del color de las hojas caídas en otoño, que
evoca el paso del tiempo, el olvido y la muerte. La novela presenta elementos
fantásticos, siempre desde la perspectiva de Andrés, en las sombras-fantasmas del
pasado que conviven con el protagonista, y que reflejan ese mundo desaparecido que
pronto alcanzará. En lo referente al lenguaje, señalar que adapta a los propósitos
narrativos, siendo sobrio y directo, pero cargado de un profundo lirismo.

Para finalizar, destacar que La lluvia amarilla es la novela más importante de Julio
Llamazares y que lo sitúa como un narrador destacado en la narrativa española de las
últimas décadas.

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