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LA NOVELA DESDE LA GUERRA CIVIL HASTA HOY

La Guerra Civil supuso un cambio radical en la literatura y, en general, en la vida cultural del
país. Las consecuencias del triunfo del bando nacional y su prolongación a lo largo de casi
cuarenta años (1939-1975) van a condicionar la creación novelística durante un largo
periodo.
Los intentos de reflejar la dura vida de la posguerra chocarán con la censura. Al igual que en
la poesía, una gran cantidad de importantes novelistas tuvieron que continuar su labor en el
destierro. Es el caso de Francisco Ayala, Max Aub o Ramón J. Sender.

La novela en los años cuarenta

Durante los primeros años de la posguerra se produce un estancamiento el género narrativo.


Se publican novelas triunfalistas que relatan la guerra desde el punto de vista de los
vencedores o novelas de evasión, con asuntos sentimentales, alejados de la desolación y la
miseria del momento.

Sin embargo, surgen en la década de los cuarenta dos novelas que manifiestan una visión
crítica de la realidad:
o La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela
o Nada (1945) de Carmen Laforet

Con La familia de Pascual Duarte se inicia la corriente denominada tremendismo, al


profundizar el relato en los aspectos más crudos de la realidad: miseria, violencia,
criminalidad, etc. Pascual Duarte es un campesino analfabeto y pobre, dominado por sus
instintos vengativos y violentos, que acaba convirtiéndose en una especie de asesino en
serie.

En Nada, su protagonista, Andrea, viaja a Barcelona para estudiar en la universidad. A través


de sus vivencias, el lector conoce un mundo lleno de miseria, tanto material como moral.
Otros autores publican sus primeras novelas en esta década. Son Miguel Delibes y Gonzalo
Torrente Ballester, quienes durante los años siguientes se convertirán en novelistas de
prestigio e importancia.

La novela social de los años cincuenta

En 1951, Cela publica La Colmena, que se considera un precedente de la novela social. Por
primera vez en la narrativa española posterior a la Guerra Civil, se refleja la sociedad de la
posguerra, con todas sus miserias físicas y morales. La compleja estructura de la novela, con
saltos temporales y numerosos personajes, influyó enormemente en los novelistas que se
dan a conocer en esos años.
En la novela social predomina una intención crítica y de denuncia: los novelistas desean
recoger en sus obras las injusticias y las desigualdades sociales. Son autores comprometidos
con la sociedad de su época y ponen sus objetivos políticos por encima de los logros
estéticos.
Los temas abarcan a todos los sectores sociales. Hay novelas sobre el vacío y el egoísmo de
la vida burguesa, sobre la explotación y el duro modo de vida de los distintos oficios y
trabajos industriales, sobre las condiciones de subsistencia en el campo, etc.

En la forma, la novela social opta por el objetivismo o conductismo, cuyas características


más destacadas son:

 El narrador desaparece del relato y pretende reflejar la realidad de un modo


imparcial.
 Los personajes no son analizados psicológicamente: el lector solo sabe lo que hacen y
dicen.
 El protagonista no es un personaje individual, sino todo un colectivo: agricultores,
mineros, trabajadores de fábricas, burgueses…
 Predomina el diálogo sobre la narración, un diálogo en el que se intenta reproducir el
habla coloquial.
 El tiempo y el espacio de los acontecimientos se concentra: los hechos suelen durar
uno o pocos días y transcurren en un mismo lugar.
 El estilo tiende a ser sencillo y fácilmente comprensible.

Algunos autores destacados son: Jesús Fernández Santos, Ignacio Aldecoa, Juan García
Hortelano, Carmen Martín Gaite, Juan Goytisolo y, sobre todo, Rafael Sánchez Ferlosio con
El Jarama (1956), novela que se convirtió en el modelo de esta tendencia.

La renovación narrativa de los años sesenta

Dos causas explican el cambio de la novela en los años sesenta: el cansancio provocado por
la abundancia de novelas sociales y la transformación de la sociedad española en esos años.

Con el desarrollo económico, España se abrió a influencia extranjeras, lo que motivó una
renovación en las formas de contar. También tuvieron un papel decisivo en este cambio la
publicación en 1962 de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos y, al año siguiente, la
aparición de La ciudad y los perros, del peruano Mario Vargas Llosa.

La novela de los sesenta continúa con la reflexión crítica sobre la sociedad española, pero la
presentación formal es radicalmente novedosa. Lejos del realismo objetivo y de la sencillez
estilística, se presentan los acontecimientos con una forma innovadora, utilizando un léxico
riquísimo, lleno de invenciones y expresividad.
Con las obras de Martín Santos y Vargas Llosa se introducen las técnicas narrativas que
aparecerán en las novelas posteriores. Las principales son:

 El cambio de perspectivas narrativas. En una misma novela, puede pasarse de la


narración en tercera persona a la narración en primera persona. Aparece, como
novedad, el relato en segunda persona.
 El empleo del monólogo interior. Consiste en reproducir los pensamientos de un
personaje con el mismo desorden con el que nacen en su conciencia.
 La parodia de géneros narrativos. Se introducen partes que imitan o se burlan de
subgéneros novelísticos, como la novela policial o la novela rosa.
 La inserción de collages. En la narración se pueden encontrar dibujos, fragmentos de
guías turísticas, de instancias, de informes policiales, de anuncios publicitarios, etc.
 El desorden temporal. La narración no sigue un orden cronológico lineal, sino que
puede saltar hacia atrás o hacia delante en el tiempo.
 Los personajes conflictivos. A menudo aparecen personajes desequilibrados, con
conflictos y trastornos psicológicos, que dudan de su propia identidad.

Algunos autores destacables en esta época son: Juan Marsé, Camilo José Cela, Miguel
Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Juan Goytisolo o Juan García Hortelano.

La novela desde 1975

El predominio de los aspectos formales sobre el contenido llevó a la novela de los años
setenta a un excesivo experimentalismo formal, que terminó por cansar a autores y lectores.
Con la muerte de Franco (1975) y la llegada de la democracia, la narración evoluciona hacia
formas más tradicionales, en las que importa el argumento y la necesidad de atrapar al
lector.

A partir de los años ochenta, lo más destacable es el hecho indiscutible de que la novela se
convierte en el género preferido para los lectores. Hay novelas para todos los gustos:
históricas, policiacas, sentimentales, de aventuras, psicológicas, etc.

Entre los autores más destacados se encuentran Francisco Umbral, Almudena Grandes,
Manuel Vázquez Montalbán, Soledad Puértolas, Juan José Millás, Rosa Montero, Julio
Llamazares, Antonio Muñoz Molina.

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