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Ahora bien, la libertad no es un bien jurídico absoluto, lo que no quiere decir que el
derecho penal no deba protegerlo, siendo de primordial importancia para todo el
desarrollo de la vida humana.
La libertad así entendida puede ser afectada principalmente por la fuerza –en cuanto ésta
constriñe física o moralmente a la voluntad–, pero también por el engaño, que afecta la
inteligencia en el elegir. Ejemplo de la afectación de la libertad por medio de la fuerza, es
el secuestro, y del segundo la trata de blancas.
Pero para ser libre se requiere, además, como presupuesto esencial, la garantía de que
tanto el Estado como la comunidad respetarán el ejercicio de dicha libertad. Esta garantía
o, más bien, el conjunto de ellas –pues se trata de un concepto más amplio que el
restringido del art. 19 Nº 7 CPR–, entendidas como condiciones o presupuestos de la
libertad, podemos agruparlas bajo el concepto de seguridad individual, que como bien
jurídico básico en la organización democrática aparece vinculado a la mayor parte de los
delitos que nuestro CP agrupa en el Tít. III del L. II, bajo el epígrafe de “delitos contra los
derechos garantidos por la Constitución”, en los arts. 296 a 298 y en la falta del art. 494 Nº
16 CP.
Es por ello que en el CP los tipos penales relacionados con el bien jurídico libertad
individual apuntan también, y principalmente, a la seguridad individual como presupuesto
de la libertad, en el sentido de las condiciones o garantías para su ejercicio, lo que permite
una mejor graduación de la afectación del bien jurídico protegido y explica en cierta
medida las diferencias penológicas que se pueden observar entre las distintas figuras que
aquí se estudian.
Por otra parte, como presupuesto del ejercicio de la propia libertad, la seguridad
individual es un bien jurídico de carácter disponible para quienes se encuentran en
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capacidad de disponer de su propia libertad, de lo cual se desprende que en toda esta
clase de delitos el consentimiento ha de jugar un papel relevante de exclusión de
tipicidad, salvo cuando se encuentre involucrada la participación de un funcionario
público, cuyo especial deber de protección de dicha seguridad no es disponible por su
titular, sino sólo en la forma que expresamente señale la ley. Así, por ejemplo, jamás
podrá considerarse relevante el consentimiento para excluir la tipicidad del delito de
torturas, pero sí respecto del ingreso a una casa particular, sin orden judicial, siempre que
el dueño del domicilio o su encargado consienta en dicho ingreso (art. 205 CPP).
3) Chantaje (art. 161-B, 161 – C ) y acoso sexual (arts. 297 y 363 Nº 2).
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Otros delitos contra las garantías constitucionales relativas a la seguridad individual,
cometidos por funcionarios públicos (arts. 149 a 161).
1. DELITOS DE COACCIÓN:
Es un delito de daño contra la libertad y seguridad individual, que por su escasa entidad
constituye también la figura subsidiaria de todos los delitos contra la libertad. Se le llama
también violencia privada. Se encuentra contemplado en el art. 494 Nº 16 CP, que
dispone: “Sufrirán la pena de multa de una a cuatro unidades tributarias mensuales: 16. El
que sin estar legítimamente autorizado impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley
no prohíbe, o le compeliere a ejecutar lo que no quiera”.
Sujetos: Sujeto activo y sujeto pasivo, cualquier persona, y respecto del sujeto pasivo, aún
si es inimputable.
Conducta: Impedir con violencia a otro hacer lo que la ley no prohíbe o compelerlo con
violencia a efectuar lo que no quiera. Es un delito de acción y de lesión.
Que el ejercicio de fuerza o violencia sobre una persona para precisarla a que diga, haga o
no haga alguna cosa no es siempre merecedor de pena aparece de toda evidencia si se
piensa en las causales de justificación: Así, el padre que impide por la fuerza que su hijo
menor de edad entre a un local donde conocidamente se expenden drogas ilícitas está
amparado por el “derecho de corrección” que el Código Civil otorga al padre sobre los
hijos; el médico que, para salvar una vida, fuerza al conductor del vehículo a que, sin un
peligro excesivo, supere la velocidad permitida (hipótesis de estado necesidad propuesto
en la literatura holandesa), que entre nosotros quedaría comprendida en la formulación
genérica del artículo 10, Nº 10 (prevalencia del deber que apunta al amparo de intereses
de superior jerarquía); o, todavía, la hipótesis frecuentemente propuesta de empleo de
fuerza para evitar un suicidio. Otro tanto cabe decir, como es obvio, del empleo de fuerza
legítima por los agentes de la autoridad.
Cuando el CP habla de lo que “la ley no prohíbe”, excluye, pues, del ámbito de aplicación
del tipo legal el empleo de la violencia permitida (expresa o implícitamente) por el orden
jurídico.
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Tipo subjetivo: No es posible el cuasidelito de coacciones, ya que no hay cuasidelito de
falta, y la coacción es una falta.
En cuanto a su relación con el delito de amenazas, LABATUT estima que la distinción entre
amenazas y coacciones ha de hacerse atendiendo a si la amenaza es futura o no,
respectivamente. Las amenazas del delito de coacciones sólo pueden ser amenazas de
males de escasa gravedad. Sólo así las coacciones adquieren su real dimensión, como
figura básica y residual de los atentados contra la libertad de autodeterminación,
evitándose el efecto perverso de considerar lo más grave como menos grave y viceversa.
Sujetos:
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Sujeto pasivo: Sólo pueden ser los particulares, si la amenaza se dirige contra una
autoridad (por su cargo o ministerio) existen figuras especiales (artículo 263 y 264 del C.P.)
Conducta: AMENAZAR, según el Diccionario, “dar a entender con actos o palabras que se
quiere hacer algún mal a otro”. Sin embargo, la ley ha delimitado el ámbito de las
amenazas constitutivas de delito, estableciendo para ellas especiales requisitos, en
atención a los bienes sobre que recaen, su seriedad y verosimilitud.
Bienes sobre que recae la amenaza: La amenaza puede recaer sobre la persona (vida,
salud, integridad corporal), su honor, su propiedad o la de su familia.
Seriedad de la amenaza: La amenaza debe existir, esto es, ser proferida o expresada
seriamente, sin asomo de burla o broma, dando a entender la decisión de quien la realiza
de llevarla a cabo.
Tipo subjetivo: Sólo es posible cometer este delito con dolo directo, pues siempre que se
exige un elemento subjetivo adicional, en este caso, por ejemplo el propósito de causar el
mal con que se amenaza, excluye el dolo eventual.
Amenaza no condicional: En este caso aparece con más claridad que en los restantes que
el bien jurídico predominante es la protección de la seguridad como presupuesto de la
libertad de actuación, pues el amenazante nada espera obtener de su amenaza, sino sólo
infundir temor acerca de su seguridad en el amenazado. La pena es de presidio menor en
su grado mínimo.
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de la amenaza sólo puede tomarse en cuenta para los efectos del art. 69 CP. Pero si el
delito cometido mereciere menor pena que la amenaza del mismo, entonces resurgirá la
penalidad de las amenazas, como atentado contra la libertad de autodeterminación, las
que se castigarán en concurso real con el delito efectivamente cometido.
El inc. 2º del art. 296 CP establece una agravante específica de esta clase de delitos,
consistente en hacerse las amenazas “por escrito o por medio de emisario”.
Por su parte, el art. 298 señala una pena adicional que podría aplicársele al amenazador
tanto del art. 296, como 297, consistente en condenarlo a dar caución de no ofender al
amenazado, y en su defecto, a la pena de sujeción a la vigilancia de la autoridad.
En el Código Penal encontramos dos figuras, el art. 161-A, relativas a las conversaciones o
comunicaciones de carácter privado desarrolladas en recintos privados o de no libre
acceso al público, y el art. 161-B, donde se contiene un delito similar al chantaje de otras
legislaciones, agregadas por la Ley Nº 19.423 al Tít. III del Libro II CP.
Como señalara la profesora RAMÍREZ el objeto jurídico de protección en el caso del art.
161-A CP es la privacidad / intimidad de las personas, como lo demuestra la historia
fidedigna de la ley, entendida como su faceta intangible o inmaterial concerniente al
ámbito que el sujeto mantiene libre de intrusiones de terceros, de la publicidad, del
gobierno (rechazo a los medios insidiosos de vigilancia policial, como por ejemplo,
intervenciones telefónicas, registros y entradas arbitrarias a lugares privados).
El CP ya otorgaba protección al bien jurídico en comento en su aspecto material a través
de los delitos de allanamiento de morada y, en los términos de las actas constitucionales,
en la violación de correspondencia. Aquí toma especial importancia cuál es el contenido
de la conversación o comunicación y el lugar donde se efectúe para los efectos de
dispensar la protección penal. Una conversación cuyo contenido recaiga en hechos
privados que se desarrolle en un lugar público queda al margen del art. 161-A CP, como
también se excluiría la conversación de carácter público que tenga lugar en un recinto
privado. Esto no significa que una comunicación intervenida quede sin tutela legal, ya que
pueden ser aplicables –cumplidos todos los requisitos– las disposiciones del art. 36 B) de
la Ley General de Comunicaciones Nº 18.168 de 02.10.1982 que castiga al que
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“maliciosamente interfiera, intercepte o interrumpa un servicio de telecomunicaciones”,
sin distinguir entre comunicación pública o privada o el recinto en que tengan lugar. Lo
que sí queda fuera de la protección del legislador es la conversación directa entre
personas, que no requiera de un servicio de telecomunicación, llevada a cabo en lugar
público, aunque verse sobre materias íntimas o privadas.
Conductas
El art. 161-A CP castiga una diversidad de conductas que tienen en común el lugar en que
se realizan (recintos particulares o lugares que no sean de libre acceso al público), y su
capacidad de fijar en un soporte físico o electrónico (grabaciones, fotografías, filmes,
fotocopias y reproducciones, etc.) conversaciones, comunicaciones, documentos o hechos
de carácter privado. A pesar de su diversidad, sin duda las figuras más relevantes son las
referidas a la interceptación y difusión de comunicaciones privadas, particularmente las
realizadas por vía telefónica, cuyo análisis somero pasamos a efectuar.
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parlamentaria, la captación, la interferencia puede ser involuntaria, por ejemplo, el
empleado telefónico no podía saber que la línea se estaba ocupando en el momento en
que comprobaba el estado de ella. Finalmente, reproducir es asociado por ETCHEBERRY al
grabar y definido por el mismo autor como el acto de escuchar o dar a conocer lo que se
graba por medios electrónicos o magnéticos.
Por conversación entendemos aquella forma de comunicar un contenido intelectual que
se lleva a cabo directamente entre personas sin necesidad de recurrir a un medio o vía
para que ésta llegue a su interlocutor. Las comunicaciones para los efectos del tipo penal
serían todas aquellas que requieren de un medio para efectuarse y arribar a su
destinatario, donde, obviamente, se incluyen las realizadas por teléfono. La ley exige que
se trate de comunicaciones o conversaciones de carácter privado, es decir, aquellas donde
el conocimiento del contenido de las mismas está bajo control de quien emite la
comunicación o conversación, por cuanto atañen a aspectos reservados de su vida o la de
sus más próximos. El término privado no se refiere a la soberanía de la persona para
escoger al receptor de la comunicación, sentido que es empleado por la Constitución, sino
que atiende a la naturaleza del diálogo o comunicado. Por lo tanto, es un concepto
material que se relaciona directamente con la esfera íntima de un sujeto. Esta
interpretación se ve reforzada por el hecho que el legislador ha circunscrito la protección
a ciertos lugares, como son los recintos privados y aquellos que no sean de libre acceso al
público (vinculación con los aspectos tangibles de la intimidad). Como elemento
normativo del tipo, la precisión del carácter privado de una conversación/comunicación
queda entregada al juez, quien tomará en cuenta los usos y valoraciones sociales
predominantes. Se pone de manifiesto, una vez más, que la intimidad/privacidad es un
concepto relativo y que presenta dificultades en la delimitación de su ámbito.
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Medios de comisión
El legislador dice expresamente que la conducta se lleva a cabo por cualquier medio. Con
esto deja abierta la posibilidad a cualquier forma de injerencia, sea que exista
actualmente o se desarrolle en el futuro. Para las comunicaciones telefónicas se presenta
el mismo predicamento con lo cual hay que analizar la situación de la extensión del
teléfono, que generalmente se ubica en el mismo lugar. Teniendo presente las conductas
señaladas en la ley, se debe determinar si el hecho de levantar dicha extensión mientras
otros sostienen una conversación de carácter privado satisface o no el tipo penal. Si dicha
acción se efectúa fortuita o imprudentemente, no constituiría delito en la medida que
quien la realiza suspende la intervención en cuanto toma conocimiento del carácter
privado de la comunicación. Si el sujeto conoce que se está realizando un diálogo por
teléfono y quiere tomar conocimiento del mismo, pero desconoce su naturaleza
reservada, hay que distinguir: si al percatarse de esta circunstancia cesa su intervención,
queda fuera del ámbito del art. 161-A CP; si persiste, se configuraría el tipo penal.
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La circunstancia de falta de consentimiento del afectado
La conducta típica se efectúa sin la autorización del afectado, lo que equivale a decir sin su
consentimiento. Por la naturaleza del bien jurídico, para el caso de las intervenciones
telefónicas, consideramos que éste debe ser prestado expresamente y que una vez
otorgado se excluye la tipicidad de la conducta. Si son varias las personas que intervienen
en una comunicación de esta clase, en caso de ser físicamente posible, la autorización
debe ser otorgada por todas. Si una de ellas no autoriza, ciertas modalidades típicas
podrían considerarse cometidas en su contra. Según RODRÍGUEZ MARÍN, si hay más de
dos personas implicadas en el diálogo, y sólo una presta el consentimiento para la acción
de interceptar, ésta deberá ser considerada partícipe de la conducta punible. Sin embargo,
en particular, en cuanto a la acción de grabar conversaciones en que se participa, el
Tribunal Constitucional español se ha pronunciado considerando que la grabación de una
conversación por uno de los sujetos de la misma no conculca el derecho a la intimidad,
doctrina con la cual concordamos.
Un punto bastante controvertido y no fácil de resolver se presenta con respecto a la
autorización del afectado en el ámbito de las relaciones laborales. La situación sería la de
un trabajador, cuyo contrato de trabajo contiene una cláusula permitiendo al empleador
intervenir sus conversaciones/comunicaciones en el recinto laboral. Para algunos autores,
como GOÑI SEIN, a pesar de que el consentimiento priva a la comunicación del carácter
íntimo o secreto, éste no puede prestarse para la colocación arbitraria de cualquier
procedimiento telefónico de escuchas, pues implicaría una total abdicación de la libertad
e intimidad (ésta admitiría, en su opinión, desprendimientos parciales). Por esta razón,
concluye que “la sujeción de las comunicaciones telefónicas personales del trabajador al
control del empresario no se puede hacer descender ni del contrato de trabajo, ni de un
convenio colectivo”. Nos parece que hay dos cuestiones básicas que precisar: por una
parte, la relevancia jurídico-penal de dicha autorización para intervenir comunicaciones en
general y aquellas cuyo objetivo sea conocer la vida íntima del vigilado. Con respecto a la
primera clase, en principio esto no parece tan reprobable si se piensa por ejemplo en una
medida tendiente a evitar actividades de sabotaje o espionaje industrial. Sin embargo, en
caso de admitirlo, hay que ser enfático al señalar los riesgos de eventuales arbitrariedades
y sancionarlas adecuadamente. Tratándose del segundo tipo de intervenciones, en
principio, difícilmente puede justificarse en motivos de seguridad de la empresa o en
necesidades de los procesos productivos. Pareciera que la esfera privada del trabajador en
nada alteraría el normal desenvolvimiento de la actividad empresarial, por lo que una
cláusula contractual permitiendo injerencias en este ámbito dudosamente sería eficaz en
el contexto del art. 161-A del Código Penal. Igual predicamento habría que aplicar al caso
de las organizaciones sindicales. Sin embargo, la pregunta queda abierta para el supuesto
en que el trabajador consienta para una intervención singularizada en su intimidad (fuera
del contrato laboral).
4. CHANTAJE 161 B
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5. CAPTACIÓN IMÁGENES SIGNIFICACIÓN SEXUAL 161 C
Este tipo penal fue introducido por la Ley 21.153 (Acoso Sexual Callejero), que sanciona a
quien fotografíe o grabe en espacios públicos imágenes de partes íntimas del cuerpo con
fines de significación sexual y sin su consentimiento; sancionando además a quien difunda
dichas imágenes, videos o registro audiovisual.
Aumentándose la pena si quien capta las imágnes y las difunde, son las misma persona.
Bien jurídico protegido: Los principales bienes jurídicos protegidos aquí son la seguridad
individual y la libertad ambulatoria. Esta no es más que una especificación de la libertad,
la capacidad de actuación en lo referente a la movilidad del sujeto, referida a la capacidad
del sujeto para trasladarse de un lugar a otro.
Sujetos:
Sujeto pasivo: sólo puede serlo un mayo de edad, si es un menor de edad, se trata de
sustracción de menores.
Conducta: Los verbos rectores son “encerrar” y “detener”. Ambas conductas se traducen
en la impedición de ejercer la facultad de cambiar de lugar libremente.
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Secuestro por omisión: si es posible si se cumplen los supuestos de la omisión impropia.
Elemento normativo del tipo: la expresión “el que sin derecho”, que excluye la posibilidad
de que exista una autorización para encerrar o detener.
Tipo subjetivo: Respecto a este punto, es necesario hacer una distinción entre las varias
figuras que contempla el art. 141 CP.
La figura básica del inciso 1º puede ser cometida tanto con dolo directo como eventual;
pero la figura del inciso 3º en que el secuestrador persigue un fin, sólo es posible su
comisión con dolo directo.
Participación:
En el inciso segundo del art. 141 CP se expresa que en la misma pena del secuestro
incurrirá el que proporcionare lugar para ejecutar el delito, elevando de este modo a un
eventual cómplice (supuesto que no haya habido concierto previo) a la calidad de autor,
para efectos de penalidad.
Penalidad:
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- Atenuante especial del artículo 142 del Código penal.
- Agravante simple del artículo 141 inc. 3 del Código penal.
- Agravante simple del artículo 141 inc. 4 del Código Penal.
- Agravante compleja, conocido como delito complejo, artículo 141 inc. 5 del Código
penal.
En este delito lo que se quiere subrayar es que se afecta en forma directa la seguridad
como presupuesto de la libertad en general, y en forma especial como presupuesto de la
libertad ambulatoria del menor.
Sujetos:
Sujeto activo: puede ser cualquiera, menos quien tenga a su cargo la seguridad del menor.
Como no se trata aquí de una infracción a derechos tutelares, lo que importa es averiguar
si la persona que toma al menor es de aquellas que por ley están a su cargo. Así, ni los
padres ni los tutores o guardadores legales pueden cometer este delito. Aun en caso de
conflicto entre distintos guardadores, nuestra ley contempla un delito especial y
privilegiado para el guardador que incumple su deber de entregar al menor a quien la ley
le otorga preferencia: el delito de negativa de entrega de un menor del art. 355 CP, que
excluye la aplicación del art. 142 CP.
Sujeto pasivo: debe ser un menor de 18 años. Aunque el art. 142 CP no distingue entre
diferentes edades para efectos de penar este delito, debe tenerse en cuenta que respecto
a los menores de 18 años pero mayores de 10, la ley reconoce un germen de libertad de
autodeterminación –que se infiere, como se verá, de la interpretación sistemática que
resulta del examen contextual de los artículos 142 y 357 CP–, lo que hace relevante para la
configuración del delito de sustracción de menores la falta de consentimiento del menor
mayor de diez años.
Consentimiento del sujeto pasivo: Aunque en principio los menores no pueden disponer
acerca de su propia libertad, el Código Penal recoge en su art. 357 una figura punible, la
inducción al abandono del hogar, que hace necesario profundizar acerca de los efectos del
consentimiento del menor en esta materia. Así, debemos distinguir las siguientes
situaciones:
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Menor de 10 años: su consentimiento nunca es relevante para excluir la tipicidad de la
conducta de quien lo sustrae de su esfera de protección.
Tipo subjetivo: Al igual que en el secuestro, la figura básica puede cometerse tanto con
dolo directo como eventual, pero la figura del numeral 1º sólo puede cometerse con dolo
directo.
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