Está en la página 1de 3

Reina, esclava o mujer

La crónica de Evangelina muestra a una mujer utilizada para alcanzar los fines tal vez
políticos, financieros o de estatus social de su padre. Esta joven provenía de un hogar
violento: su madre le pidió que abandonara la escuela secundaria para dedicarse a trabajar,
lo cual mermó sus posibilidades laborales futuras y sesgó su pleno desarrollo intelectual al
interrumpir su proceso formativo básico. Aunque no es así en todos los casos, una mujer se
encuentra vulnerable al no contar con habilidades y certificaciones que le permitan tener un
empleo formal y un sueldo digno para ser independiente. La consecuencia de esto para
Evangelina es que en años posteriores se vio en la necesidad de depender económicamente
de su familia para criar a sus dos hijos.

La única ayuda que recibe de su padre después de dejar la secundaria es para convertirse
en reina del carnaval de Veracruz. Las primeras incógnitas de esta historia surgen porque es
una candidata que no tiene un estatus social alto, carece de conexiones con personas con
poder adquisitivo para comprar los boletos de la votación en mitad de una crisis económica
nacional y aun así resulta ganadora. Se menciona que recibió ayuda de una “red de
contactos”. ¿Con qué finalidad para el bienestar de Evangelina su padre quiere que gane un
concurso de belleza habiendo descuidado otras necesidades básicas previamente? ¿Es un
acto egoísta del padre o es una forma retorcida de querer algo “bueno” para ella?

El carnaval de Veracruz, conocido mundialmente como uno de los más alegres, oculta,
según la crónica de Melchor, una realidad violenta. Asaltos, acosos, abusos sexuales,
muerte, excesos, etc., tienen lugar durante las fiestas (Melchor, 2019). Sin embargo, con
esta festividad el pueblo puede olvidarse por unos días de sus propias crisis económicas, de
la inflación, los bajos salarios y el mal gobierno. La reina es insultada con “piropos”
obscenos y sin importar ser tratada como a una muñeca debe asistir a las fiestas que vienen
después de la coronación, y salir a bailar con quien se lo pida del círculo de adinerados y
proxenetas. En los periódicos de Veracruz las notas dicen que ella no fue capaz de manejar
la fama, pero, ¿algo se habla de que estaba prácticamente obligada a salir de fiesta con
aquellos que le hicieron ganar el concurso?
Al comenzar el juicio por el asesinato de sus dos hijos, la prensa y los funcionarios prestan
atención morbosa a las declaraciones de Evangelina. La forma en que los reporteros
publican la nota en los periódicos es amarillista, contrastan su pasado como reina del
carnaval con el decadente presente, como si su época de reina no hubiera sido decadente y
oscura. El texto dice que un periodista “asegura” que es mitómana y que vive fantasías.
¿Un periodista es también psicólogo o sólo quiere captar a más lectores con su artículo
sensacionalista? En todo momento se le acusa de esquizofrénica, de asesina a sangre fría y
cruel, pero no se dijo nada en la crónica o en las notas periodísticas sobre el padre de los
niños, Mario de la Rosa, quien los tenía en abandono legal y económico. Tomasa, una
comerciante, informa a Melchor que Evangelina fue “adicta a la mariguana” desde los
quince años y que su novio la golpeaba, pero justificaba esto último arguyendo que
Evangelina estaba medio loca. Es como si la sociedad confabulara en su contra y le
encontrara cada detalle negativo que previera que iba a terminar mal y que merece ser
maltratada.

Al final de la crónica imaginan a Evangelina esbelta y enjoyada conviviendo con miembros


de los “zetas”, a quienes pidió ayuda al perder a su pareja sentimental en prisión. Esta
forma de visualizarla coincide con el estereotipo de cómo deben ser las mujeres que
acompañan a los narcotraficantes: mujeres voluptuosas, delgadas, con ropa de marca, joyas
y otras extravagancias. La realidad es diferente al imaginario de las personas que piensan
en el mundo del “narco” como algo glamouroso. Oswaldo Zavala narra cómo es la vida real
de estas personas involucradas en el crimen: “el perfil recurrente entre las víctimas de
homicidios dolosos durante el sexenio de Calderón era el de hombres de entre 25 y 29 años
de edad, solteros, pobres y con escasa o ninguna escolaridad, que, lejos de las rancherías y
su ropa vaquera, residían en urbes como Ciudad Juárez, Monterrey o Tijuana” (Zavala,
2018, pág. 6), el perfil de los victimarios es el mismo, con la diferencia de que el victimario
tiene en promedio cinco años menos que la víctima. La figura del narcotraficante está
envuelta en un halo casi sobrenatural, omnipresente y todo poderoso, ¿tendrá este
imaginario el propósito de hacernos creer que nos puede ir mejor si nos involucramos en
ese mundo, o que nos sintamos seguros de vivir en México porque esas personas peligrosas
sólo viven en sus ranchos o sus casas de playa y que sólo se asesinan entre ellos?
¿Se daría cuenta Evangelina que fue víctima de la violencia y el machismo arraigado en el
país? ¿Por qué las autoridades gubernamentales no ayudaron a tiempo a los niños que
estaban bajo el cuidado de una mujer drogadicta y en un ambiente inapropiado? Evangelina
fue un símbolo de fecundidad, juventud y alegría de un pueblo, luego fue convertida en un
monstruo mítico. Se deshumaniza a esta mujer para ser un chivo expiatorio de la
ineficiencia de los gobernantes, de la pobre o inexistente educación que recibió de sus
padres y la especulación pública, la cual proyecta en ella sus propios deseos, miedos y
ansiedades.

Pretendemos como lectores curiosos saber la vida de personajes plasmados en crónicas,


cuentos y reportajes, pero la realidad es que al igual que se ha hecho con la figura del
narcotraficante, cuyas vidas privadas pretendemos conocer. La impresión de que
conocemos demasiado bien la vida y muerte de los “narcos”, sus relaciones de familia, su
ambición descontrolada y su violencia psicópata, de debe a que durante décadas hemos sido
habituados a ese sistema de representación oficial que contradictoriamente dice conocer los
organigramas íntimos de los “cárteles” pero se declara incompetente para detenerlos
(Zavala, 2018). Los detalles de la vida de Evangelina no son de nuestro conocimiento y su
historia quedará incompleta y juzgada por quienes pretendemos estar “informados”, pero
solo somos lectores de las especulaciones de otras personas, ajenos a la realidad que vivió
una víctima convertida luego en victimaria.

Referencias
Melchor, F. (2019). Aquí no es Miami. Obtenido de https://ww3.lectulandia.com/book/aqui-no-es-
miami/

Zavala, O. (2018). Los carteles no existen. narcotráfico y cultura en México. Obtenido de


https://ww3.lectulandia.com/book/los-carteles-no-existen-narcotrafico-y-cultura-en-
mexico/

También podría gustarte