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Republica Bolivariana de Venezuela

Universidad Nacional Experimental Romulo Gallegos

Area Ciencias de la Salud

Programa-Medicina

2 año sección 6

Doña Barbara

Docente : Integrantes :

Yocermy Requena Denisleth SanchézC.I 27864764

Daniuska Balza C.I 28408636

Yorcaris Rodríguez C.I 28107271

Yorgelis Flores C.I 28107271

Eva Mijares C.I 29953372

Jesus Matute C.I 29632975


2 La novela Doña Bárbara (1929) es una verdadera gesta que se escenifica
en la llanura venezolana. Hay común acuerdo en señalar Doña Bárbara como
la más importante de las obras de Rómulo Gallegos, en la medida en que con
ella se inicia una brillante época para toda la novelística sudamericana: la de
las grandes historias autóctonas cuyo eje se constituye a partir de sucesos y
personajes fascinantes salidos de un entorno apenas explorado: el altiplano, la
llanura y las enormes selvas de América. En ella representó la vieja oposición
entre civilización y barbarie, vasalla de la tradición humanista liberal del siglo
XIX, mediante el recurso a una simbolización de personajes, ambientes y
descripciones que puede, a ratos, parecer esquemática, pero que es de una
gran eficacia narrativa. Más que una novela costumbrista o criollista, Doña
Bárbara es una gran epopeya nativa, animada a ratos por una espléndida
fuerza criollista y lírica. Todo en ella gira y se mueve sobre un espacio
fascinante, la llanura venezolana, de cuyo seno, duros y valientes, surgen los
hombres y las mujeres, agitados por las más complejas emociones. A la
inspiración desbordante de Rómulo Gallegos se une aquí un arte original y
criollísimo, con el cual se describen esos personajes ya clásicos en la literatura
venezolana y de todo el continente: Santos Luzardo, Pajarote, Ño Pernalete,
Mujiquita, El Brujeador, Marisela y, desde luego, doña Bárbara, símbolo
patético y desconcertante que en la novela de Gallegos constituye la figura más
reveladora. Doña bárbara la figura central del autor representa la barbarie
(rusticidad), falta de cultura, fiereza y crueldad). La violencia y el caudillismo
además de la superstición en lucha contra el mundo civilizado, simbolizado por
SANTO LUZARDO hombre nacido en el llano pero educado en la ciudad.
Santos Luzardo es abogado y vuelve al llano con propósito civilizador y altruista
(se mueve al afán de procesar el bien ajeno sin esperar nada a cambio). En
esta obra Gallegos sostiene que el progreso se consigue únicamente mediante
la observación del derecho de la gente fundamento de la justicia. Doña
bárbara, así como el siniestro personaje de Mr. Danger y mediante la violencia,
la astucia, el soborno de magistrados y la falsificación de documentos reducen
o anulan el poder de la justicia en lugar de la ley universal se impone la ley del
más fuerte. La novela es una cruda expresión del salvajismo rural pero a la vez
es una bellísima defensa de la justicia y la civilización. La narración es
Impecable y como paisajista gallegos no tiene rival en la literatura
hispanoamericana. El vocabulario es de una riqueza impresionante. Los
nombres de sus principales personajes son simbólicos: BARBARA Y
LUZARDO. Así mismo como los de su hacienda (ALTAMIRA Y EL MIEDO). Al
final triunfa la civilización y doña bárbara deja su hacienda (ALTAMIRA Y EL
MIEDO) y desaparece en forma poética navegando rio abajo sin que se sepa
su potencial suerte.

Al analizar los personajes tenemos que todavía en Doña Bárbara no hay


una ausencia total de sentimientos, que son despertados intensamente por
Santos Luzardo. Sus maneras contradictorias son producto de su herencia
mestiza y reflejan el comportamiento salvaje de su ambiente. Su
comportamiento es una reacción al trauma que ella sufrió en su niñez, víctima
de una violación. Mientras que Santos Luzardo representa la civilización y el
progreso. Él es un hombre del llano civilizado por la ciudad, y al mismo tiempo,
abogado y doctor graduado de la Universidad Central de Venezuela. Luzardo
es un hombre con gran profundidad psicológica y en esencia es buena
persona. Luego se tiene a Marisela; Hija de Doña Bárbara y de Lorenzo
Barquero, fue abandonada por su madre a su propia suerte, es fiera razón por
la que andaba sucia y desgreñada. Después, gracias a Santos, se convirtió en
una persona diferente. En el momento en que Santos Luzardo decide hacerse
cargo de ella se descubre a una Marisela renovada, a una Marisela bella
tierna, traviesa y de rápido aprendizaje. Marisela simboliza definitivamente la
evolución, un cambio de lo salvaje y primitivo al progreso. Secundarios:
Lorenzo Barquero; Joven con mucho futuro por delante, que al morir su padre
se ve obligado a regresar al llano en donde su voluntad es destruida por la
desgracia y el vicio. Juan Primito: Representa la superstición y la creencia
pagana de los hombres del llano. Mandador de Doña Bárbara, enamorado de
Marisela. Guillermo Danger: llamado también “Míster Danger”, representa el
desprecio de los extranjeros hacia los venezolanos. El cómplice de Doña
Bárbara. Ño Pernalete; Es el Jefe de la Gobernación Civil. Representa, en
unión con “Mujiquita”, la incompetencia política del país y el decadente estado
de derecho, al mismo tiempo representa el estado deprimente de la sociedad,
causada por los líderes políticos de la época. Se opone a que cualquier gestión
de la justicia se haga al margen de su supervisión o al margen de las normas
no escritas del caciquismo. Tendrá un par de enfrentamientos con Santos
Luzardo, abogado de profesión, por esa misma razón. Balbino Paiba,
Melquiades Gamarra; ayudan a Doña Bárbara a matar a los hombres que ella
quiere muertos, sin necesidad que esta les pagara. Antonio Sandoval, Juan
Palacios “Pajarote”, Carmelito López, María Nieves: Son los peones de la
hacienda Altamira. Son compañeros y ayudan a Santos. Don Encarnación:
padre de Lucia (esposa de Antonio) Félix Luzardo; hijo primogénito de Don
José y Doña Asunción, él es asesinado por su propio padre. Venancio; hijo de
Don Venancio, Venancio es el amansador, asesinado por su propio padre.
Mujiquita, amigo de Santos, Mujiquita trabaja en la jefatura civil. Al efectuar
una sinopsis de la obra “Doña Bárbara” se encuentra un hombre de letras,
Santos Luzardo, al que al volver al campo, su tierra natal, se le presenta un
conflicto: “el centauro se despierta de su prolongado letargo y comienza una
corrosiva batalla contra la racionalidad e idealización de la civilización que
habían dominado su ser desde muchos años atrás”. La historia de la vida de
Santos muestra que la barbarie ha diezmado a su familia ya que la generación
familiar de su progenitor inició una guerra fratricida por territorios que acabó
entre otras, con las muertes de su hermano y su padre, siendo ésta tan feroz
como las constantes luchas de las fieras con individuos de su misma especie
por el dominio de una presa, territorio, o por el poder entre los pares, como se
ve cuando el “cabos negros” lucha contra otro caballo de “El Miedo” por sus
yeguas. De esto, se puede deducir que el protagonista también lleva en sus
genes esa irracionalidad, o que el campo conduce a este tipo de actitudes. Los
antecedentes de la historia son: El padre de Santos, José Luzardo pelea con su
cuñado Sebastián Barquero; se repartirán la finca original quedándose José
con la que seguirá llamándose Altamira, mientras que la parte en mano de su
hermana Panchita será conocida como La Barquereña, pero la disputa seguirá
por una cuestión de linderos no bien definidos, provocando muertes en las dos
ramas de la familia. La situación se vuelve más crítica cuando José Luzardo
mata su hijo mayor Félix en una pelea por fútiles motivos y seguidamente se
encierra en un cuarto de su casa, sin pan ni agua, esperando la muerte. La
viuda de José decide mudarse para Caracas con Santos que es un
adolescente; quiere alejarlo de ese ambiente nefasto. Después de algunos
años el joven logra adaptarse a la ciudad, pone empeño en sus estudios
universitarios, graduándose de abogado y no siente ningún interés por la finca:
Altamira. La vida de la ciudad y los hábitos intelectuales habían barrido de su
espíritu las tendencias hacia la vida libre y bárbara del hato, es decir, la
civilización extasió al centauro, mas lamentablemente no lo extirpó, por lo que
el efecto hipnótico desapareció al finalizar su contacto con la ciudad, y en la
convivencia con la sabana, renació su lado salvaje como ese amor que alguien
da por superado, pero que en el reencuentro revuelve todos los sentimiento. De
esta manera, la razón y barbarie tuvieron su lucha final equitativa, venciendo la
primera y dejando al centauro envuelto en su letargo final. Como se ha
demostrado anteriormente, la barbarie arrastra a la humanidad a llevar a cabo
actos violentos, que llevan a la autodestrucción, es por esto que se hace
necesario matar al centauro y liberarse de su influencia embrutecedora, pero
por ser éste parte de la persona (como cualquier miembro del cuerpo), se
encuentra, que matarlo a él significaría la mutilación de ese cuerpo y por lo
tanto, hay que conformarse con mantenerlo prisionero por las redes de la
razón. Doña Bárbara ha sido con toda razón vista como una novela
costumbrista donde la civilización y la barbarie están en permanente conflicto y
el llano es el escenario ideal para los personajes que encarnan una, Santos
Luzardo y otra, Doña Bárbara. En esta obra se consigue plasmar la realidad del
país, como son sus usanzas políticas, a sus prácticas sociales. En lo
concerniente a los olvidados pueblos que ensombrecen el paisaje venezolano,
Gallegos describe: “Escombros entre matorrales, vestigios de una antigua
población próspera; ranchos de palma y barro esparcidos por la sabana; otros;
más allá, alineados a orillas de una calle sin aceras y sembrada de baches; una
plaza, campo de yerbajos rastreros a la sombra de tiñosos samanes
centenarios; a un costado de ella, la fábrica inconclusa, que más parecía ruina
de un templo, que habría sido demasiado grande para la población actual, y
finalmente algunas casas de antigua y sólida construcción, las más de las ellas
deshabitadas, algunas sin dueño conocido; una población cuyas principales
familias habían desaparecido o emigrado, esto era el pueblo cabecera del
distrito”. No menos dramática es la situación de los pobladores que van
quedando: “…estos del pueblo llanero eran tristes, melancólicos, aniquilados
por la leucemia palúdica. Mujiquita, principalmente, era una verdadera lástima:
los bigotes, el cabello, las pupilas, la piel, todo parecía tenerlo empolvado, con
aquel polvo amarillo que alfombraba las calles del pueblo (…) No era
abandono, propiamente; era la apariencia, marchitez palúdica que acentuaba el
consumo de alcohol.

El escritor se adentra en la realidad del latifundio, esa abominable institución


que ha caracterizado a Venezuela desde sus inicios como nación. Latifundio y
terrofagia desvelan un país de terratenientes inmorales que no desperdician
ningún artilugio jurídico para incrementar los límites de sus interminables
haciendas. Los linderos en el llano se mueven de acuerdo con la voluntad del
latifundista, El Miedo de Doña Bárbara crece y crece a expensas de los hatos
aledaños, en especial, con las tierras de Altamira, la cada vez más reducida
hacienda de Luzardo. Doña Bárbara ironiza: “pero si yo no soy tan ambiciosa
como me pintan. Yo me conformo con un pedacito de tierra nada más: el
necesario para estar siempre en el centro de mis posesiones, donde quiera que
me encuentre”. Porque es que en el llano impera sólo la “Ley de doña Bárbara”,
hecha a su medida de acuerdo con sus pasiones e intereses. Para hacerla
cumplir están los matones a sueldo, los sicarios oportunos, los círculos
armados que acompañan al poder, los Mondragones, Melquíades El Brujeador.
Gallegos recoge esa violenta realidad de sangre y balas, de machetazos y
cicatrices, donde los derechos se defienden con la fiera ley de la barbarie: la
bravura armada. Comarcas sin justicia – “porque reclamar derechos no es tan
fácil como aparece en los libros” – en las que además, por si no fuera poco, se
confunde el poder civil con el militar. Ño Pernalete, es el vivo retrato de esa
manera de gobernar que aún debemos soportar los venezolanos, esta
perniciosa alianza cívico – militar: “Se parecía a casi todos los de su oficio,
como un toro a otro del mismo pelo, pues no poseía ni más ni menos que lo
necesario para ser Jefe Civil de pueblos como aquél: una ignorancia absoluta,
un temperamento despótico y un grado adquirido de correrías militares”, lo que
llevó a Ño Pernalete, el Coronel de utilería, a estallar en cólera: “¡Esto no se
queda así! Alguno va a pagar la altanería del doctorcito ese. ¿Venir a hablarme
a mí de leyes!”. Gallegos denuncia el maridaje perpetuo existente en Venezuela
entre el poder político y el económico, entre los enchufados. Doña Bárbara es
intocable, a su casa no llegan circulares gubernamentales, ni citaciones
judiciales, ni avisos oficiales de ningún cuño. De ser el caso, todo será
amañado, negociado, cambiado según el interés de la Doña, a fuerza de
dinero, regalos y agasajos, porque ninguna ley es más poderosa que la
voluntad del potentado. El novelista subraya también la ausencia de iniciativa
económica del venezolano, la enfermedad holandesa que lo carcome, el
rentismo que se anidó para siempre en la conciencia ciudadana: “Duro es
decirlo, pero el llanero no ha hecho nada para mejorar su industria. Su ideal es
convertir en oro todo el dinero que le caiga en las manos, meterlo en una
múcura y esconderlo bajo tierra: Así hicieron mis antepasados y así haré yo
también, porque esta tierra es un mollejón que le embota el filo a la voluntad
más templada”. Sin embargo, el gran tema que plantea Gallegos en Doña
Bárbara es el del caciquismo, el del caudillaje permanentemente anclado en
nuestra idiosincrasia, en nuestro imaginario: esa imperiosa necesidad de contar
con seres indispensables que todo lo saben y todo lo pueden. Santos Luzardo
tiene plena conciencia de que su lucha civilizadora es contra las aspiraciones
del Hegemón, contra el HíperLíder del llano, contra el caudillo de turno, contra
el cacique sacrosanto.

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