2 La novela Doña Bárbara (1929) es una verdadera gesta que se escenifica en la llanura venezolana. Hay común acuerdo en señalar Doña Bárbara como la más importante de las obras de Rómulo Gallegos, en la medida en que con ella se inicia una brillante época para toda la novelística sudamericana: la de las grandes historias autóctonas cuyo eje se constituye a partir de sucesos y personajes fascinantes salidos de un entorno apenas explorado: el altiplano, la llanura y las enormes selvas de América. En ella representó la vieja oposición entre civilización y barbarie, vasalla de la tradición humanista liberal del siglo XIX, mediante el recurso a una simbolización de personajes, ambientes y descripciones que puede, a ratos, parecer esquemática, pero que es de una gran eficacia narrativa. Más que una novela costumbrista o criollista, Doña Bárbara es una gran epopeya nativa, animada a ratos por una espléndida fuerza criollista y lírica. Todo en ella gira y se mueve sobre un espacio fascinante, la llanura venezolana, de cuyo seno, duros y valientes, surgen los hombres y las mujeres, agitados por las más complejas emociones. A la inspiración desbordante de Rómulo Gallegos se une aquí un arte original y criollísimo, con el cual se describen esos personajes ya clásicos en la literatura venezolana y de todo el continente: Santos Luzardo, Pajarote, Ño Pernalete, Mujiquita, El Brujeador, Marisela y, desde luego, doña Bárbara, símbolo patético y desconcertante que en la novela de Gallegos constituye la figura más reveladora. Doña bárbara la figura central del autor representa la barbarie (rusticidad), falta de cultura, fiereza y crueldad). La violencia y el caudillismo además de la superstición en lucha contra el mundo civilizado, simbolizado por SANTO LUZARDO hombre nacido en el llano pero educado en la ciudad. Santos Luzardo es abogado y vuelve al llano con propósito civilizador y altruista (se mueve al afán de procesar el bien ajeno sin esperar nada a cambio). En esta obra Gallegos sostiene que el progreso se consigue únicamente mediante la observación del derecho de la gente fundamento de la justicia. Doña bárbara, así como el siniestro personaje de Mr. Danger y mediante la violencia, la astucia, el soborno de magistrados y la falsificación de documentos reducen o anulan el poder de la justicia en lugar de la ley universal se impone la ley del más fuerte. La novela es una cruda expresión del salvajismo rural pero a la vez es una bellísima defensa de la justicia y la civilización. La narración es Impecable y como paisajista gallegos no tiene rival en la literatura hispanoamericana. El vocabulario es de una riqueza impresionante. Los nombres de sus principales personajes son simbólicos: BARBARA Y LUZARDO. Así mismo como los de su hacienda (ALTAMIRA Y EL MIEDO). Al final triunfa la civilización y doña bárbara deja su hacienda (ALTAMIRA Y EL MIEDO) y desaparece en forma poética navegando rio abajo sin que se sepa su potencial suerte.
Al analizar los personajes tenemos que todavía en Doña Bárbara no hay
una ausencia total de sentimientos, que son despertados intensamente por Santos Luzardo. Sus maneras contradictorias son producto de su herencia mestiza y reflejan el comportamiento salvaje de su ambiente. Su comportamiento es una reacción al trauma que ella sufrió en su niñez, víctima de una violación. Mientras que Santos Luzardo representa la civilización y el progreso. Él es un hombre del llano civilizado por la ciudad, y al mismo tiempo, abogado y doctor graduado de la Universidad Central de Venezuela. Luzardo es un hombre con gran profundidad psicológica y en esencia es buena persona. Luego se tiene a Marisela; Hija de Doña Bárbara y de Lorenzo Barquero, fue abandonada por su madre a su propia suerte, es fiera razón por la que andaba sucia y desgreñada. Después, gracias a Santos, se convirtió en una persona diferente. En el momento en que Santos Luzardo decide hacerse cargo de ella se descubre a una Marisela renovada, a una Marisela bella tierna, traviesa y de rápido aprendizaje. Marisela simboliza definitivamente la evolución, un cambio de lo salvaje y primitivo al progreso. Secundarios: Lorenzo Barquero; Joven con mucho futuro por delante, que al morir su padre se ve obligado a regresar al llano en donde su voluntad es destruida por la desgracia y el vicio. Juan Primito: Representa la superstición y la creencia pagana de los hombres del llano. Mandador de Doña Bárbara, enamorado de Marisela. Guillermo Danger: llamado también “Míster Danger”, representa el desprecio de los extranjeros hacia los venezolanos. El cómplice de Doña Bárbara. Ño Pernalete; Es el Jefe de la Gobernación Civil. Representa, en unión con “Mujiquita”, la incompetencia política del país y el decadente estado de derecho, al mismo tiempo representa el estado deprimente de la sociedad, causada por los líderes políticos de la época. Se opone a que cualquier gestión de la justicia se haga al margen de su supervisión o al margen de las normas no escritas del caciquismo. Tendrá un par de enfrentamientos con Santos Luzardo, abogado de profesión, por esa misma razón. Balbino Paiba, Melquiades Gamarra; ayudan a Doña Bárbara a matar a los hombres que ella quiere muertos, sin necesidad que esta les pagara. Antonio Sandoval, Juan Palacios “Pajarote”, Carmelito López, María Nieves: Son los peones de la hacienda Altamira. Son compañeros y ayudan a Santos. Don Encarnación: padre de Lucia (esposa de Antonio) Félix Luzardo; hijo primogénito de Don José y Doña Asunción, él es asesinado por su propio padre. Venancio; hijo de Don Venancio, Venancio es el amansador, asesinado por su propio padre. Mujiquita, amigo de Santos, Mujiquita trabaja en la jefatura civil. Al efectuar una sinopsis de la obra “Doña Bárbara” se encuentra un hombre de letras, Santos Luzardo, al que al volver al campo, su tierra natal, se le presenta un conflicto: “el centauro se despierta de su prolongado letargo y comienza una corrosiva batalla contra la racionalidad e idealización de la civilización que habían dominado su ser desde muchos años atrás”. La historia de la vida de Santos muestra que la barbarie ha diezmado a su familia ya que la generación familiar de su progenitor inició una guerra fratricida por territorios que acabó entre otras, con las muertes de su hermano y su padre, siendo ésta tan feroz como las constantes luchas de las fieras con individuos de su misma especie por el dominio de una presa, territorio, o por el poder entre los pares, como se ve cuando el “cabos negros” lucha contra otro caballo de “El Miedo” por sus yeguas. De esto, se puede deducir que el protagonista también lleva en sus genes esa irracionalidad, o que el campo conduce a este tipo de actitudes. Los antecedentes de la historia son: El padre de Santos, José Luzardo pelea con su cuñado Sebastián Barquero; se repartirán la finca original quedándose José con la que seguirá llamándose Altamira, mientras que la parte en mano de su hermana Panchita será conocida como La Barquereña, pero la disputa seguirá por una cuestión de linderos no bien definidos, provocando muertes en las dos ramas de la familia. La situación se vuelve más crítica cuando José Luzardo mata su hijo mayor Félix en una pelea por fútiles motivos y seguidamente se encierra en un cuarto de su casa, sin pan ni agua, esperando la muerte. La viuda de José decide mudarse para Caracas con Santos que es un adolescente; quiere alejarlo de ese ambiente nefasto. Después de algunos años el joven logra adaptarse a la ciudad, pone empeño en sus estudios universitarios, graduándose de abogado y no siente ningún interés por la finca: Altamira. La vida de la ciudad y los hábitos intelectuales habían barrido de su espíritu las tendencias hacia la vida libre y bárbara del hato, es decir, la civilización extasió al centauro, mas lamentablemente no lo extirpó, por lo que el efecto hipnótico desapareció al finalizar su contacto con la ciudad, y en la convivencia con la sabana, renació su lado salvaje como ese amor que alguien da por superado, pero que en el reencuentro revuelve todos los sentimiento. De esta manera, la razón y barbarie tuvieron su lucha final equitativa, venciendo la primera y dejando al centauro envuelto en su letargo final. Como se ha demostrado anteriormente, la barbarie arrastra a la humanidad a llevar a cabo actos violentos, que llevan a la autodestrucción, es por esto que se hace necesario matar al centauro y liberarse de su influencia embrutecedora, pero por ser éste parte de la persona (como cualquier miembro del cuerpo), se encuentra, que matarlo a él significaría la mutilación de ese cuerpo y por lo tanto, hay que conformarse con mantenerlo prisionero por las redes de la razón. Doña Bárbara ha sido con toda razón vista como una novela costumbrista donde la civilización y la barbarie están en permanente conflicto y el llano es el escenario ideal para los personajes que encarnan una, Santos Luzardo y otra, Doña Bárbara. En esta obra se consigue plasmar la realidad del país, como son sus usanzas políticas, a sus prácticas sociales. En lo concerniente a los olvidados pueblos que ensombrecen el paisaje venezolano, Gallegos describe: “Escombros entre matorrales, vestigios de una antigua población próspera; ranchos de palma y barro esparcidos por la sabana; otros; más allá, alineados a orillas de una calle sin aceras y sembrada de baches; una plaza, campo de yerbajos rastreros a la sombra de tiñosos samanes centenarios; a un costado de ella, la fábrica inconclusa, que más parecía ruina de un templo, que habría sido demasiado grande para la población actual, y finalmente algunas casas de antigua y sólida construcción, las más de las ellas deshabitadas, algunas sin dueño conocido; una población cuyas principales familias habían desaparecido o emigrado, esto era el pueblo cabecera del distrito”. No menos dramática es la situación de los pobladores que van quedando: “…estos del pueblo llanero eran tristes, melancólicos, aniquilados por la leucemia palúdica. Mujiquita, principalmente, era una verdadera lástima: los bigotes, el cabello, las pupilas, la piel, todo parecía tenerlo empolvado, con aquel polvo amarillo que alfombraba las calles del pueblo (…) No era abandono, propiamente; era la apariencia, marchitez palúdica que acentuaba el consumo de alcohol.
El escritor se adentra en la realidad del latifundio, esa abominable institución
que ha caracterizado a Venezuela desde sus inicios como nación. Latifundio y terrofagia desvelan un país de terratenientes inmorales que no desperdician ningún artilugio jurídico para incrementar los límites de sus interminables haciendas. Los linderos en el llano se mueven de acuerdo con la voluntad del latifundista, El Miedo de Doña Bárbara crece y crece a expensas de los hatos aledaños, en especial, con las tierras de Altamira, la cada vez más reducida hacienda de Luzardo. Doña Bárbara ironiza: “pero si yo no soy tan ambiciosa como me pintan. Yo me conformo con un pedacito de tierra nada más: el necesario para estar siempre en el centro de mis posesiones, donde quiera que me encuentre”. Porque es que en el llano impera sólo la “Ley de doña Bárbara”, hecha a su medida de acuerdo con sus pasiones e intereses. Para hacerla cumplir están los matones a sueldo, los sicarios oportunos, los círculos armados que acompañan al poder, los Mondragones, Melquíades El Brujeador. Gallegos recoge esa violenta realidad de sangre y balas, de machetazos y cicatrices, donde los derechos se defienden con la fiera ley de la barbarie: la bravura armada. Comarcas sin justicia – “porque reclamar derechos no es tan fácil como aparece en los libros” – en las que además, por si no fuera poco, se confunde el poder civil con el militar. Ño Pernalete, es el vivo retrato de esa manera de gobernar que aún debemos soportar los venezolanos, esta perniciosa alianza cívico – militar: “Se parecía a casi todos los de su oficio, como un toro a otro del mismo pelo, pues no poseía ni más ni menos que lo necesario para ser Jefe Civil de pueblos como aquél: una ignorancia absoluta, un temperamento despótico y un grado adquirido de correrías militares”, lo que llevó a Ño Pernalete, el Coronel de utilería, a estallar en cólera: “¡Esto no se queda así! Alguno va a pagar la altanería del doctorcito ese. ¿Venir a hablarme a mí de leyes!”. Gallegos denuncia el maridaje perpetuo existente en Venezuela entre el poder político y el económico, entre los enchufados. Doña Bárbara es intocable, a su casa no llegan circulares gubernamentales, ni citaciones judiciales, ni avisos oficiales de ningún cuño. De ser el caso, todo será amañado, negociado, cambiado según el interés de la Doña, a fuerza de dinero, regalos y agasajos, porque ninguna ley es más poderosa que la voluntad del potentado. El novelista subraya también la ausencia de iniciativa económica del venezolano, la enfermedad holandesa que lo carcome, el rentismo que se anidó para siempre en la conciencia ciudadana: “Duro es decirlo, pero el llanero no ha hecho nada para mejorar su industria. Su ideal es convertir en oro todo el dinero que le caiga en las manos, meterlo en una múcura y esconderlo bajo tierra: Así hicieron mis antepasados y así haré yo también, porque esta tierra es un mollejón que le embota el filo a la voluntad más templada”. Sin embargo, el gran tema que plantea Gallegos en Doña Bárbara es el del caciquismo, el del caudillaje permanentemente anclado en nuestra idiosincrasia, en nuestro imaginario: esa imperiosa necesidad de contar con seres indispensables que todo lo saben y todo lo pueden. Santos Luzardo tiene plena conciencia de que su lucha civilizadora es contra las aspiraciones del Hegemón, contra el HíperLíder del llano, contra el caudillo de turno, contra el cacique sacrosanto.