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Qué vergüenza de Paulina flores, negativos

de infancia
El poeta Hesíodo planteó que la historia de la humanidad estaba dividida en diferentes
edades y denominó Edad de Oro a aquella en que los hombres vivían en una condición de
justicia y perfección pura. Por esos recovecos de la historia o quizás por el célebre libro La
Edad de Oro de José Martí esta se relaciona directamente con la infancia. Pues el objetivo
de estos escritos para niños debían “contarles a las niñas cuentos lindos con qué entretener
a sus visitas y jugar con sus muñecas: y para decirle a los niños lo que deben saber para ser
de veras hombres”. Sin duda, al apóstol nunca se le pasó por su cabeza una sociedad
dirigida por mujeres, como en el mito selk´nam de Hain o en la autoridad total de la Mamá
Grande en el cuento de García Márquez.

De Paulina Flores no se sabe mucho si nos remitimos a leer los datos biográficos y
bibliográficos que aparecen en la solapa de su primer y único libro hasta ahora: nace en
1988, estudió en la Universidad de Chile, obtuvo una beca de creación literaria y que ganó
el Premio Roberto Bolaño el 2014 gracias al cuento Qué vergüenza. No obstante, si nos
permitimos recurrir a las entrevistas que ha realizado a diversos medios, podemos constatar
que no le ha sido fácil, ni la vida ni la literatura. Declara que no viene de una familia lectora
ni menos de un clan intelectual, ni que haya tenido una estrecha relación con los libros
desde pequeña. Al entrar a la universidad se fue de la casa y se mantuvo gracias a dos
nobles oficios, como bibliotecaria y como garzona, sumado a diversas becas. Tal como en
Kill Your Darlings se empapa de las pasiones literarias a través de la convivencia con
amigos escritores. Comienza a escribir y comienza también a conocer los sinsabores del
oficio. Cuestión que no impidió que una de las editoriales de moda y mejor posicionadas en
la industria del libro haya publicado Qué vergüenza (2015) y que sea una de las más
vigorosas teclas femeninas de la nueva narrativa chilena.

“¿Qué será de los niños que fuimos?” Este cuestionamiento retrospectivo en el poema La
pieza oscura de Enrique Lihn supone la niñez como algo siempre presente a pesar del
tiempo y el olvido. Como un desdoblamiento de la experiencia y el recuerdo. Como si a
pesar de convertirnos en adultos y partiéramos a casa a la inseguridad de la rutina diaria,
nuestra infancia siguiera columpiándose en la plaza pública aferrándose a la alegría de
vivir. El mismo Lihn en conversaciones con Pedro Lastra opina que “la infancia es lo que
solo existe gracias a la memoria en el presente del texto” y esto es justamente el gran logro
de Paulina Flores en seis de sus cuentos.
Pues bien, siguiendo el espíritu de la novela Formas de volver a casa de Alejandro Zambra
y distanciándose de los mitos tribales y los personajes colectivos, Paulina Flores nos
entrega una infancia desde una voz que indaga en la intimidad de las relaciones de una
familia siempre asediada por la cesantía, la incertidumbre y la disfuncionalidad, en donde la
ingenuidad y el juego parecen desvanecerse en una abrupta madurez, donde la inocencia
termina confundiéndose con el abuso, y el ascenso social pone a prueba la fidelidad a los
lazos familiares y clase social. De trasfondo, un padre siempre padeciendo los embates de
un contexto social y político adverso, que nunca intenta explicarse ni mucho menos
combatir, pues las frustraciones y el cansancio de la vida parecen ser sus mayores
enemigos.

En el cuento Qué vergüenza se entrega la historia de Alejandro de veintinueve años y sus


dos hijas Pía y Simona. A través de la voz de Simona vamos introduciéndonos en la
profundidad de un hogar menoscabado por el desempleo y las consecuencias en una familia
tipo en donde el hombre es el sustento del hogar y la mujer la encargada de la crianza de
sus hijas. La incomunicación, las peleas matrimoniales y por último la vergüenza son
apaciguadas por el poderío lenitivo del afecto y admiración de una hija hacia su padre
cuando se desconoce esa adulta realidad que soterra la poesía que esconde toda infancia.
Qué vergüenza es un cuento que nos recuerda el Complejo de Electra con la salvedad de
situarlo en un contexto social e intimo a la vez.

En Talcahuano un grupo de amigos entre sandias, diccionarios y las primeras piteadas de


cigarro e influidos por las Tortugas Ninjas pretenden hacerse de un botín musical entrando
de noche a una iglesia evangélica, el pasaje hace recordar el cuento La escuela de noche de
Cortázar en donde un grupo de amigos entra a la escuela y se encuentra con la sala de
profesores, esa que de día era un Santo Sepulcro, convertida de noche en una especie de
cabaret orgiástico. Empero, en Talcahuano la aventura queda trunca por el intento de
suicidio del padre de uno de los infantes. Esta vez la crisis de la industria pesquera deja
como consecuencia un pueblo derruido, una familia diseminada, y una infancia olvidada
por creer en la quimera del bienestar personal a costa de las deudas y la resignación.

Josefa es llevada a la playa a mirar las estrellas y el horizonte por su admirable Fede, la
escena nos evoca un erotismo diáfano: “le besó el ombligo y otra vez más arriba. Un beso
con lengua en la tetilla, y cuando su boca se separó de su piel, Josefa vio un hilito de saliva
brillante, que unía su cuerpo y los labios de Fede como la seda de una telaraña”, de no ser
por las marcas del relato que nos hacen intuir una relación de estupro entre Josefa y Fede.
En definitiva, Laika es un relato que nos hace cuestionarnos, a través de la belleza que nos
otorga la literatura, la perversidad del ser humano a través de sus intenciones.
El cuento Últimas vacaciones es una reivindicación a los orígenes. La historia es la de
Nikolai o Nicolaia que es llevado de vacaciones por su tía Verónica a la ciudad de La
Serena. El contexto lo enfrentan a diversas contradicciones, cuando por ejemplo, debe
mentir sobre su familia frente a Lucas, su amigo cuico, o, al reflexionar la opuesta realidad
familiar y social entre su madre y su tía. A través del ojo de Nicolaia vamos observando esa
ruptura genealógica que ha provocado un sistema social y económico que trae abundancia y
comodidad para unos y pobreza y marginalidad para otros. Sin embargo, Nicolaia no cae
rendido a los privilegios, y comprende que la literatura es su mejor compañera para hacer
frente a las circunstancias y que el cariño de su madre es su mayor consuelo.

Paulina Flores con su primer libro revive esas imágenes de infancia que todos recordamos
en blanco y negro como si nuestra experiencia de niñez cayera en la gran duda de lo vivido
y lo soñado. En Qué vergüenza se revelan negativos de infancia que muestran el claro y
oscuro de una niñez íntima, de una infancia en permanente transición a una madurez
execrable, y entre el perverso juego de la analepsis y prolepsis pareciera que lo único capaz
de captar esos momentos de infancia fuera una fotografía impresa en la página de un libro.

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