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Las técnicas de conservación han permitido que alimentos naturalmente estacionales pasen
a ser de consumo permanente. En general, los alimentos son perecederos, por lo que
necesitan ciertas condiciones de tratamiento, conservación y manipulación para ser
consumidos en condiciones adecuadas. La principal causa de este deterioro se debe al
ataque de diferentes tipos de microorganismos (bacterias, levaduras y mohos).
Conservar bien los alimentos implica preservar la calidad, las propiedades nutritivas y
organolépticas (sabor, olor, color, textura) de los mismos.
Los alimentos alterados pueden resultar muy perjudiciales para la salud del consumidor.
Sabemos por ejemplo que la toxina botulínica, producida por una bacteria, Clostridium
botulinum, aparece en las conservas mal esterilizadas, embutidos o en otros productos, y es
una de las sustancias más venenosas que se conocen (miles de veces más tóxica que el
cianuro). Aparte de esto, existen otras sustancias producidas por el crecimiento de ciertos
mohos son potentes agentes cancerígenos.
En muchos alimentos existen de forma natural sustancias con actividad antimicrobiana:
Muchas frutas contienen diferentes ácidos orgánicos, como el ácido benzoico o el
ácido cítrico que anulan la actividad de ciertos microorganismos
La relativa estabilidad de los yogures comparados con la leche se debe al ácido
láctico producido durante su fermentación.
Los ajos, cebollas y muchas especias contienen potentes agentes antimicrobianos, o
precursores de los mismos, que se transforman en ellos al triturarlos.