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Advertencia: El presente texto no está destinado a ser utilizado, de manera completa o en algunas

de sus partes, en las respuestas a preguntas de exámenes parciales o finales. Su finalidad es


meramente orientadora y complementaria de las clases teóricas.

La ciencia normal según Th. Kuhn

La clase pasada hemos revisado la noción de Paradigma en Kuhn y de ciencia normal. En


principio, habíamos mencionado que, en palabras de Chalmers, “en la naturaleza de un paradigma
está el escapar a una definición precisa” (pág. 129). A pesar de ello, podríamos nombrar los
componentes fundamentales que constituyen y caracterizan a un paradigma. Y podríamos seguir
desarrollando mejor la noción de paradigma retomando lo que Kuhn denomina período de “ciencia
normal”, que es el momento más habitual del desarrollo científico, cuando el paradigma, por decirlo
de alguna manera, está consolidado; así pues estamos frente a una ciencia o “ciencia madura”. Entre
otras cuestiones mencionamos también que los paradigmas son “normalmente” excluyentes; esto
significa que rige de manera completa a toda la comunidad científica y aquello que queda afuera
directamente no será considerado “ciencia”. El hecho de estar firmemente asentado un paradigma,
significa que el científico tiene el “respaldo” de toda una tradición de logros previos en los cuales
confía y le permite proseguir y extender las investigaciones existentes. Es así entonces cuando tal
actividad califica como “ciencia”; cuando el paradigma está lo suficientemente asentado y
desarrollado (aceptado y compartido) en sus aspectos fundamentales que orienta todas las
investigaciones. De lo contrario, cuando las controversias o diferencias son muy radicales; los
desacuerdos son tan profundos, de modo tal que cada científico debe comenzar “desde cero” para
justificar su propio enfoque y desarrollarlo, estamos en una etapa de “preciencia” o
preparadigmática.
Uno de los aspectos característicos de la etapa normal de la ciencia, es decir, lo que habitualmente
practican las comunidades científicas, se menciona como “resolución de problemas”. El científico
está abocado a la resolución de problemas; entendiendo esto como el ajuste permanente de
elementos teóricos y experimentales entre sí, en el intento de articular los aspectos teóricos
conceptuales y la naturaleza como objeto de estudio. Esto supone caracterizar al científico de una
manera muy diferente a como lo hace Popper, pues su trabajo consiste en gran medida en ir tratando
de producir pequeños ajustes para intentar adecuar elementos teóricos y empíricos (y no,
contrastar); los problemas son circunstancias habituales que el científico debe “salvar” modificando,
extendiendo más detalladamente los logros previos. Para ello no sólo debe confiar en su marco
teórico de referencia y sus procedimientos metodológicos, su instrumental técnico, etc., sino que
intenta obtener los resultados ya anticipados por el paradigma, de alguna manera. En su artículo,
“Los paradigmas científicos”, dice el propio Kuhn,
“ (el científico)... habitualmente parece conocer, aun antes de que su proyecto de
investigación esté en marcha, casi hasta los mínimos detalles del resultado al que llegará ese
proyecto. Si el resultado aparece rápidamente, tanto mejor. Si no, luchará con sus aparatos y sus
ecuaciones hasta que, si ello es posible, brinden resultados que se ajusten al tipo de estructura que
ha previsto desde el comienzo” (pág. 80)
Lejos de poner a prueba las teorías, intentando permanentemente derribar teorías, esto es, como lo
entiende Popper, el ejercicio de la crítica y también en la búsqueda de la innovación; el científico
trabaja frecuentemente en una actitud dogmática de rechazo a lo innovador, a lo imprevisto, de
ajustar las cosas a lo que ya de antemano se ha proyectado o supuesto. Se debe ir a buscar el
resultado ya previsto, de “conocer lo ya conocido”, no de descubrir lo nuevo. Si ello no sucede así,
no se culpa a la teoría o a los instrumentos y recursos utilizados (como si eso estuviera a prueba,
sometido a un test) sino a la propia incapacidad o tal vez a la negligencia del investigador por no
haber aplicado las reglas de la manera correcta.
Entonces, el paradigma determinará incluso qué se va a observar o experimentar, o bien qué
aplicación práctica se debe efectuar, qué problema se debe resolver y qué soluciones serán las
aceptables. Así, este tercer enfoque -según lo hemos presentado al comienzo de la unidad 2-
significa una crítica no solo a la perspectiva falsacionista, en tanto muestra cómo los científicos son
habitualmente renuentes a los cambios y a la crítica de sus propias bases teóricas (y además es en
cierta medida necesaria tal actitud dogmática), sino también significa una crítica a la postura
inductivista. Esto es, aquí tampoco es aceptable aquello de que existe observaciones “puras” que
puedan justificar o verificar una teoría; aquí también se puede decir, “la observación depende de la
teoría” o bien “del paradigma”. Sin el paradigma no es posible efectuar observaciones (o
experimentar de alguna manera)
Podríamos citar , incluso, las propias palabras de Kuhn, cuando afirma que “(el) paradigma dice
qué tipo de entidades pueblan el universo y el modo en que se comportan los miembros de esa
población” (“Los paradigmas científicos”, pág. 91). Uno de los ejemplos habituales que utiliza
Kuhn para ilustrar esta cuestión es la existencia del “flogisto” en la química para explicar la
combustión de la materia antes de Lavoisier. Ello orientaba qué tipo de apreciaciones, experimentos
y qué problemas debía dedicar a investigarse (por ejemplo, determinar el peso del flogisto). Con la
química de Lavoisier y con el oxígeno, se abandona incluso los problemas a los cuales estaban
abocados previamente. Así de profundamente configura el paradigma la “visión” de una comunidad
científica y arraiga como parte de sus convicciones fundamentales que no están dispuesto,
naturalmente, a desechar ligeramente ni a revisar críticamente.
En todo caso, el período de ciencia normal significa un trabajo de ajuste o compaginación que
implicará un desarrollo acumulativo de conocimientos. Los científicos van especificando y
detallando cada vez más esos logros ya asentados, extendiendo a regiones y ámbitos aún no
explorados. Se añaden elementos que van precisando unos principios teóricos en los cuales se
aprende a confiar desde la más temprana formación. Los paradigmas son “abiertos” e imprecisos en
primera instancia porque constituyen la posibilidad de investigar y permitir el desarrollo de esos
“detalles”. A medida que se va desarrollando el paradigma, es decir, ganando en precisión, los
problemas y temas a los que se dedican los científicos se van volviendo cada vez más esotéricos y
específicos. Suponen vastos logros acumulados y conocimientos puntuales de aspectos estrechos,
especializados sólo accesibles a quienes se dedican minuciosamente a ellos. Ello da la pauta del
grado de desarrollo, “madurez” de la ciencia y consolidación del paradigma.

Anomalía, crisis y revolución

Hasta el momento hemos hecho referencia a algunos aspectos de la ciencia normal que muestra
sobre todo su carácter “dogmático”. Pero ello no puede agotar una descripción de la ciencia normal
y del paradigma; de lo contrario no es posible explicar cómo suceden esos cambios abruptos que
Kuhn denomina “revolución científica”. De ese modo vamos a hablar también, aunque suene
paradójico, de cómo el desarrollo mismo de la ciencia normal, al tiempo que implica una reaseguro
permanente del paradigma ya constituido, significa también la condición de posibilidad de una
innovación profunda, o sea, una revolución científica.
Esto es, a medida que “avanza” la ciencia en períodos normales, se gana en precisión y detalle, se
vuelve cada vez más sensible a los problemas y a la llamadas “anomalías”. Las anomalías son
aquellos problemas no resueltos en ese trabajo de “ajuste” teórico/empírico cuya existencia no
implica necesariamente una “falsación” teórica como se pensaría desde Popper. Tampoco las
anomalías se podrían reducir a ciertos fenómenos en sí mismos, por ejemplo, el trayecto de un
cometa. El trayecto de un cometa se constituye en una anomalía – o puede interpretarse así - en
tanto supone un trasfondo paradigmático determinado (por ejemplo, en una astronomía aristotélica
que supone un orden de esferas rígidamente conectadas y una región supralunar inalterable) con
quien se articula de manera problemática.
Asimismo, no toda anomalía conduce inevitablemente a una “crisis” de paradigma. Ello ocurrirá
sólo en ciertas condiciones que impliquen un cuestionamiento de principios teóricos, conceptos
fundamentales, y con ello logren socavar la confianza en el paradigma. El período de crisis
configura una situación particular, excepcional (no habitual en la ciencia) de malestar, inseguridad,
incertidumbre. Los científicos a menudo intentan resolver el problema y se resisten a abandonar el
paradigma aún cuando pueden notar que se va debilitando cada vez más. Las críticas, dudas,
interrogantes aparecen principalmente no porque los científicos deliberadamente la provoquen sino
a pesar de su resistencia a admitirlas. Entonces, el período de crisis significa además de confusión,
un freno a la producción de conocimiento, al avance acumulativo, pues naturalmente se debilitan
las -hasta el momento - bien asentadas bases. Las preguntas y confusiones sobre cuestiones
elementales, básicas, conllevan también intento de solución “descabellados”, surgimiento de otros
paradigmas posibles; el período de crisis es también una instancia creativa y filosófica. La
existencia y convivencia de paradigmas rivales da la pauta de una crisis grave que finaliza con la
aceptación de un nuevo paradigma.
Claro que un paradigma nuevo no puede aceptarse en términos, por así decirlo, “racionales”. No se
trata de comparar y evaluar entre dos paradigmas, quién es más consistente, explicativo, o lo que
sea que actúe como criterio. En principio debemos decir que los criterios y argumentos posibles que
se puedan desarrollar pertenecen siempre a determinados paradigmas y cada paradigma será
juzgado lógicamente correcto desde “si mismo” y juzgará al otro como incorrecto pues suscribe a
un conjunto de normas y criterios diferentes.
Una investigación de tipo “psicológica” y “sociológica” puede contribuir a entender el cambio de
paradigma. Nos puede mostrar cómo es que los científicos se resisten hasta el final a abandonar su
paradigma a pesar de que todas sus flagrantes debilidades han sido puestas en evidencia y cómo un
nuevo paradigma gana la adhesión de una nueva comunidad científica pues sus miembros ya son
formados en la nueva visión.
En última instancia, Kuhn apela a la psicología de la “Gestalt” para explicar el cambio de
paradigma, como un cambio total u holístico en la percepción que acontece sin poder ser
exhaustivamente explicado cómo sucedió, simplemente se adopta una nueva manera de ver e
interpretar las cosas. Así, los problemas del viejo paradigma ya no significan nada o a lo sumo se
otorga otro sentido y no constituyen más anomalías; las anomalías son otras.
De esa manera, también Kuhn describe al cambio como una especie de “conversión religiosa” ,
conllevando una transformación inesperada que configura de manera radicalmente distintas las
cosas, la visión y modo de actuar sin poder explicar – salvo utilizando los argumentos típicos, los
principios y criterios del propio paradigma nuevo- por qué se ha elegido este nuevo paradigma.
Por último, un nuevo paradigma termina de asentarse cuando paulatinamente toda la comunidad
científica lo adopta. La revolución científica significa no un cambio individual en unos cuantos
científicos sino de la comunidad científica en su totalidad. Aquellos que persisten en el viejo
paradigma, los “disidentes”, serán excluidos y hasta que no desaparezcan, su práctica ya no será
considerada “científica”.
Para la próxima clase, hablaremos un poco más sobre la educación científica, la relación entre los
paradigmas y la inconmensurabilidad. Desarrollaremos también un poco más las diferencias entre
Popper y Kuhn y con ello concluimos la unidad 2.

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