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Advertencia: El presente texto no está destinado a ser utilizado, de manera completa o en algunas

de sus partes, en las respuestas a preguntas de exámenes parciales o finales. Su finalidad es


meramente orientadora y complementaria de las clases teóricas.

La perspectiva de Thomas Kuhn sobre la Ciencia

A partir de ahora comenzaremos a desarrollar la tercera postura sobre la ciencia que confrontará con
las perspectivas inductivistas y con el falsacionismo de Popper. En efecto, Kuhn comienza a
elaborar su postura en franca oposición principalmente con Popper. Para ello, nos basaremos en dos
textos de la cátedra; uno, de Chalmers, denominado “Las teorías como estructuras: Los paradigmas
de Thomas Kuhn”, es muy útil para acceder al autor en términos generales; guarda un orden
expositivo que facilita la comprensión, si bien algo esquematizado. El otro artículo transcribe una
conferencia de Thomas Kuhn denominada “Los paradigmas científicos”.
Partiré de una observación biográfica sobre Thomas Kuhn que puede resultar pertinente para ir
comprendiendo su pensamiento, sobre todo las inquietudes que impulsaron su reflexión
epistemológica. En su trayectoria de formación como graduado en física teórica, a Thomas Kuhn
le encargan un curso que debe dictar sobre historia de la física, más precisamente sobre la mecánica
en Aristóteles (clásico de la filosofía griega antigua, que vivió durante el siglo IV a.c.). El hecho de
frecuentar presuntas “prácticas anticuadas” en escritos de otras épocas disparará muchos
interrogantes acerca de las diferencias radicales o muy pronunciadas que existen entre diferentes
momentos históricos en una misma disciplina. Teorías ubicadas en distintas épocas parecieran que
habitaran “mundos diferentes”, pues difieren profundamente en muchos aspectos: metodología,
objeto de estudio, principios teóricos, lenguaje, etc. Aún cuando compartieran las mismas palabras
(o se pudieran traducir por términos equivalentes de una teoría/época a otra, como el término
“movimiento”, “velocidad”, “cuerpo”, etc) significaban cosas muy diferentes. Uno de los ejes
centrales del pensamiento de Kuhn se va a orientar a explicar esos cambios, que se denominarán
“revoluciones científicas”.
A su vez, su mirada histórica, por decirlo de alguna manera, sobre la ciencia le proporciona
elementos fundamentales para contraponerse a la versión falsacionista, dado que la génesis y el
desarrollo efectivo de las diferentes teorías científicas (sobre todo Kuhn va a formular sus
indagaciones a partir de la historia de la física y va a incluir algunos ejemplos de la química) difiere
notoriamente de cómo lo presenta Popper: los científicos y la comunidad científica no están
permanentemente inventando teorías nuevas e intentando refutarlas; no están en un constante
análisis crítico de teorías ya existentes; la historia o el progreso de la ciencia no puede ser pensado
como una continua sucesión encadenadas de “conjeturas y refutaciones”. Los científicos, a menudo,
no intentan rebatir teorías ya existentes sino que las acepta sin formular críticas; no busca derribar
teorías, más bien se alejan de las innovaciones y frecuentemente desconoce o se opone a los
cambios, resiste a las posibles innovaciones, etc.
En resumidas cuentas, abordar la historia de la ciencia significará -según lo dice el mismo autor-
obtener una imagen de la ciencia completamente distinta a la que él mismo sostenía como
“graduado” físico y también diferente a las perspectivas dominantes en su época.
Los ejemplos históricos nos muestra claramente cómo el comportamiento habitual de una
comunidad científica suele resistir posibles falsaciones, etc. Para intentar explicar esta actitud
presuntamente “típica” de los científicos, así como los cambios abruptos entre épocas históricas
diferentes, Kuhn va a desarrollar la noción de “paradigma” que será central en la formulación de su
postura epistemológica sobre la ciencia.
La formulación y publicación de sus ideas ocurren a comienzos de la década de los 60 – del siglo
XX- e irrumpe en un ámbito de debate donde predomina la perspectiva popperiana y neopositivista.
En particular, la publicación de la Estructura de las revoluciones científicas suscitó arduas
polémicas (aunque se fueron dando de manera paulatina y no inmediatamente) con los popperianos
y herederos del positivismo lógico; allí, el enfoque “historicista” de Kuhn fue acusado, entre otras
cosas, de “relativista” (de lo que nos ocuparemos en todo caso más adelante). Por los demás, la
noción de Paradigma es uno de los centros de ataques de sus críticos, debido a las ambigüedades y
múltiples significados que presentaba. Incluso, una autora discípula o seguidora de Popper detecta
22 significados diferentes del término “paradigma” en la Estructura de las revoluciones científicas.
Decíamos además que el término Paradigma será importante para dar cuenta, entre otras cuestiones,
cómo es que habitualmente la actividad de los científicos demuestra ser diferente a la versión
popperiana. Su falta de precisión en la definición la reconoce parcialmente Kuhn en sus réplicas
posteriores e incluso lo reemplaza por el término “matriz disciplinar”. El término mismo
“paradigma” no obstante es recibido y utilizado incluso más allá de lo que podría imaginar el propio
Kuhn (en la unidad tres hablaremos de la problemática de su utilización en las ciencias sociales) y
adquirió nuevas significaciones y connotaciones hasta convertirse en un término trivial de múltiples
e insólitos usos (por ejemplo, el nuevo “paradigma” de la salud, o la educación, o del combate al
narcotráfico, etc).
De todas maneras, por sus propias características, no es posible dar una definición precisa de
“paradigma” dado que sus límites son brumosos y difícil de determinar con exactitud. Aún así, es
posible nombrar sus “componentes” típicos y con ello ya daremos una idea cabal de lo que es un
paradigma para Kuhn. En primer lugar, un paradigma contiene principios metafísicos muy
generales, tales como en qué consiste la realidad, cómo está compuesta (por ejemplo, suponer que el
“universo está estructurado como un gran mecanismo de relojería y sus elementos mínimos se
pueden reducir a “corpúsculos”, etc”); ellos actúan como “supuestos”, es decir, como ideas no
explicitadas pero compartidas por toda una comunidad científica en una época determinada. De
igual manera sucede con algunos componentes teóricos o conceptos básicos que utilizan distintas
teorías sin explicitar: nociones como “movimiento”, “energía”, “materia”, “espacio”, “tiempo”
pueden utilizarse en varias teorías sin explicitar, en tanto formen parte del mismo paradigma.
Subyacen, en tanto los distintos desarrollos teóricos dependen de esos conceptos elementales o
principios teóricos y metafísicos. Y permanecen además como elementos no sometidos a ningún
tipo de consideración analítica y crítica, sino asumidos como válidos desde un principio por toda la
comunidad cientifica; tal es así que los científicos “adhieren” a un paradigma.
A su vez, las mismas teorías, las leyes científicas, como dice Chalmers, “las leyes explícitamente
establecidas” también forman parte del paradigma, son un componente fundamental (como los
supuestos) y sus maneras de aplicar esas leyes a distintas situaciones específicas. Los paradigmas
entonces incluirán además todos los aspectos metódicos y prescripciones metodológicas, técnicas de
investigación y el instrumental de aplicación (como el paradigma de la física moderna supone la
utilización del telescopio para las aplicaciones de leyes newtoniana en la astronomía).
Por otra parte, los paradigmas proporcionan también los casos ejemplares que regirán la
investigación científica en una época determinada (así, la física moderna incluye a la física de
Newton como el caso ejemplar). Los casos ejemplares son logros científicos que se establecen
como “modelos” de hacer investigación científica, de adoptar un determinado tipo de lenguaje
teórico, de identificar ciertas problemáticas como relevantes, de decidir qué experimentos u
observaciones son cruciales, cómo se configurará el objeto de estudio, cuáles son los modelos de
solución o resultados posibles. El paradigma incluso anticipará los posibles resultados adecuados,
esperados, si se siguen las normas que él mismo prescribe.
El paradigma de esa manera constituye todos los aspectos cuya extensión se torna difusa pero
excede lo que convencionalmente hemos denominado “teoría científica” hasta el momento – con la
inducción y con Popper-. O, en todo caso, las teorías serán como estructuras más amplias que están
ligadas a ciertas convicciones y cosmovisiones arraigadas en una comunidad científica determinada,
que constituye a los propios científicos y a la comunidad científica como tal. No hay comunidad
científica sin paradigma, tampoco ciencia en sentido estricto o normal. Entonces, dirá Kuhn, previo
a la conformación de un paradigma con todos sus componentes consolidados en una comunidad
científica, no estamos en condiciones de decir que existe “ciencia” ni comunidad científica, sino
diversas escuelas que difieren entre sí de manera radical o muy profunda acerca de cuestiones
básicas como qué constituiría un problema de investigación, un resultado experimental, un método,
qué lenguaje teórico sería pertinente, etc. Se trataría sólo de un período de preciencia o
preparadigmático.
Por lo demás, los paradigmas son normalmente excluyentes. No pueden convivir más de un
paradigma en una época determinada, excepto en situaciones de crisis – que no sería la normalidad-.
Mientras estemos en un período de “ciencia normal” (lo que sucede con más frecuencia), quien
practique investigación o lo que sea de determinada manera, utilizando determinados instrumentos
y lenguaje, partiendo de supuestos teóricos que estén fuera el paradigma consolidado, no se afirma
que está en otro paradigma sino simplemente que no hace ciencia. El paradigma consolidado nos
provee incluso de criterios – o los supone- para determinar la cientificidad o no de ciertos trabajos.
En última instancia, el paradigma configura de tal manera las convicciones profundas de quienes
son sus miembros, que la idea popperiana de la falsación aparece como lo más alejado de la
realidad. Los científicos, normalmente, no buscan falsar o someter a críticas las teorías existentes,
sino consolidar el marco teórico ya aceptado.
En ese sentido, describiremos lo que Kuhn denomina la “ciencia normal”, es decir, el momento en
que un paradigma está consolidado, y constituye la etapa más habitual en el desarrollo científico.
Ello nos servirá para entender mejor aún a qué denominamos paradigma y nos dará una versión
cabalmente opuesta a la Popper acerca de cómo funciona la ciencia.
En principio, la ciencia, en períodos normales, supone una dosis importante de dogmatismo que
significa trabajar desde ciertos supuestos y teorías aceptadas sin críticas. El dogmatismo, no es
simplemente algo inevitable, como una especie de “mal inevitable” imposible de sustraerse a él,
sino que en cierta medida (y vale aclarar que es “en cierta medida” luego diremos por qué) es
necesario para el funcionamiento de la ciencia, para la producción de conocimientos que deben
partir, suponer y aceptar una infinidad de elementos y recursos.
En ese sentido, el trabajo del científico en ciencia normal es acumulativo; se añaden nuevos
elementos o aplicaciones teóricas que antes no existían partiendo de teorías ya aceptadas. Con ello
el científico contribuye otorgando mayor precisión a teorías previas (así se dice que “un paradigma
siempre será lo suficientemente impreciso y abierto como para permitir que se hagan ese tipo de
cosas”) pero de ninguna manera significa la revisión o análisis críticos de esas mismas teorías. El
hecho mismo de que consista en un progreso acumulativo, significa que la base permanece “intacta”
e indemne a posibles críticas, que incluso eso – criticar una teoría- será corrientemente considerado
como algo “descabellado”, impropio e improcedente para una investigación.
En tiempos normales, es decir, lo que se hace habitualmente en la ciencia es “resolver problemas”.
El científico ajusta conceptos y observaciones de manera que compaginen según las reglas del
propio paradigma. En este punto, Kuhn utiliza la imagen del “puzzle” (rompecabezas) para graficar
el trabajo del científico en períodos normales. ¿Eso qué significa?: Que el paradigma proporciona
todos los elementos necesarios para llevar adelante una investigación, todas las piezas del
rompecabezas, establece las reglas del juego e incluso anticipa el resultado final, de modo que si no
se ha llegado a tales resultados se inculpará a la habilidad del científico (o jugador) que aún no ha
internalizado bien las reglas, que no es suficientemente todavía un buen jugador, etc. No se
responsabilizará en primer lugar al propio paradigma y a sus reglas, así como no se culpará en
primer lugar al rompecabezas si un jugador no logra el resultado esperado, si no soluciona el
problema que lo ocupa. Un buen científico sería algo así como un buen jugador (por ejemplo, de
ajedrez) y ello consiste básicamente en la capacidad de conocer y saber adoptar bien las reglas de
juego – y no, por el contrario, de violarlas o someter a críticas-.
La semana próxima continuaremos desarrollando el período de ciencia normal, en la descripción de
Kuhn, y el resto del ciclo que constituye a la ciencia, desde esta perspectiva.

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