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ENTRE IM˘GENES

ENTRE IM˘GENES
FOTO. CINE. VIDEO

RAYMOND BELLOUR
Bellour, Raymond
Entre imágenes : foto. Cine. Video. - 1ª ed. - Buenos Aires : Colihue, 2009.
360 p. ; 22 x15 cm. (A oscuras. Colihue Imagen)
ISBN 978-950-563-731-7
1. Cine I. Raymond Bellour. [lo tachado está a confirmar]
CDD 070.43
A Nicolas Poussin y Francesco Guardi

Directora de colección: Ana Amado


Título original: L’ Entre-Images
Idea y asesoramiento editorial: Jorge La Ferla
Traducción: Adriana Vettier
Edición y corrección: Alicia Di Stasio / Mario Valledor
Revisión y asesoría técnica: Eduardo Russo
Coordinación editorial: Rocío Agra
Confección de índice onomástico: Florencia Incarbone
Diseño de colección y tapa: Pablo Gauna
Ilustración de tapa: Fotograma del film Letter from an Unknown Woman,
de Max Ophüls, 1948.

Esta publicación es un proyecto conjunto de Fundación Telefónica,


Alianza Francesa y Embajada de Francia en Argentina.

© Editions de lsa Différence, Paris, XXXX

1ª edición

ISBN 978-950-563-731-7

© Ediciones Colihue S.R.L.


Av. Díaz Vélez 5125 (C1405DCG) Buenos Aires - Argentina
www.ecolihue.com.ar
ecolihue@colihue.com.ar

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


IMPRESO EN ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA
NOTA PARA EL SIGLO

De un volumen al otro de L’Entre-Images, de ese primer libro en 1990 a


un segundo (L’Entre-Images 2, P.O.L., 1999), se trataba sobre todo de insistir.
De un subtítulo a otro (“Foto. Cine. Video”; “Palabras. Imágenes”), significaba
delimitar mezclas: aquellas que unían como tales “todas las imágenes” (y, por
ende, también la imagen de pintura), y aquellas que, mediante la computadora,
hacían, por primera vez en la historia del mundo, que esas imágenes se ligaran
a su parte de lenguaje ineluctable. Significaba dibujar las líneas de fuga de un
universo en fusión, cuya energía, así como una suerte de moralidad, parecían
estar garantizadas, en ese sentido, por esas obras nunca antes vistas.
Nada ha cambiado tanto desde entonces como la aceleración cada vez más
viva de mezclas tan diversas, a tal punto que, al intentar nombrarlas, a veces nos
faltan las palabras. Pero quizá, al querer tomar conciencia de ello, algo cambió
secretamente. Este arte casi global, esta estética de la confusión arrastra en su
torbellino vago y catastrófico, en el sentido de la teoría de ese nombre, un arte,
una industria, una magia, un hecho cultural y de civilización –no se sabe cómo
expresarlo–: el cine, que ha cubierto, como ningún otro arte, su siglo. El cine se
encontró muy pronto, estando a medio camino, precisamente cuando, parlante
o sonoro, lograba su identidad, con un enemigo íntimo, o una amiga “éxtima”,*
cuyos destinos se volvieron indisociables, más bien para peor: la televisión. Hoy
en día, tiene dos más. La computadora, esa magia realmente íntima, que será
el nuevo nombre de la televisión, puesto que, dada su dimensión, ya la está
devorando. El otro enemigo, más respetable, más amigable también, pero que
podría resultar más hipócrita, parece ser para siempre el museo. Allí, el cine,
por un lado, se convierte realmente –pero solamente– en un arte; por el otro,
se metamorfosea en dispositivos extraños, constantemente renovados, hasta
desaparecer como tal so pretexto de reinventarse con otros nombres.
*
N. de la T.: el autor juega con los prefijos “in” y “ex” y obtiene como resultado una pala-
bra inexistente en ambos idiomas pero con un claro sentido. El concepto de “extimidad”
y “éxtimo” proviene de la teoría lacaniana. Lacan lo utilizaba para aludir a los contrastes y
tensiones entre lo íntimo y lo exterior.
10 RAYMOND BELLOUR

Tanto que podría ir transformándose en la tensión y la torsión paradójicas


de una actividad como esta, bautizada “entre-imágenes”: seguir casi indefini-
damente esos movimientos con los cuales se inventan tantas cosas insólitas;
pero conservando una única mirada que favorezca, para ese reino sin igual, a
ese arte “impuro” que llamamos cine.
Junio de 2002.

EL ENTRE IMÁGENES

Estamos en la oscuridad. Sobre el pequeño rectángulo de la mesa de


montaje, desfilan imágenes. Ligeramente crispada, sobre el panel de control,
nuestra mano siente la imagen. Siente, sabe, cree que puede manejarla. Sí,
pero ¿para qué imagen? ¿En nombre de qué imagen? Hay momentos en que
la mano lo ha olvidado y en los que la imagen surge casi por ella misma.
Una fuerza. Un cuadro. Una mirada. Fijeza que se torna insostenible. Con
ojos dilatados, la boca al borde de un gesto que ni siquiera es totalmente
imaginable, un rostro cae y nos arrastra en la caída. Hasta recordaremos quizá
que es Joan Fontaine en Suspicion [La sospecha] –Lina–, que estamos en esa
sala de montaje, con una finalidad reconocida. O tal vez no suceda eso. Es
solo un momento de debilidad. Alcanzamos a inclinarnos, a volver la mirada
hacia ese agujero de luz donde ese rostro está demasiado presente y ausente al
mismo tiempo. Es el miedo, simplemente eso. Estar atrapados así en el círculo
sin bordes de ese primer plano fantasma, sin origen ni destino. Esa es a veces,
como ustedes saben, la primera fase de la experiencia. Su punto de fijación y su
otra cara en la actividad en definitiva muy tranquila que consiste en tomarse
su tiempo ante la imagen, robarle su tiempo para ganar en conocimiento, en
investigación, en búsqueda de ideas. Pero sabemos que existe también una
segunda fase de la experiencia. Por el hecho de ser quizá menos pura –nada
es menos tangible que el reconocimiento frío del cuerpo en la imagen con-
gelada–, la prueba no deja de ser violenta; y en un sentido, no es más que el
Alfred Hitchcock, Under Capricorn, 1949.
contrario, el doble fondo de la primera. Seguimos nuevamente a Joan Fontaine,
en esta historia en la que no tiene nombre porque otra mujer, una muerta, ha
devorado previamente su sustancia: Rebecca [Rebeca, una mujer inolvidable],
Hitchcock, de nuevo. La protagonista vuelve al castillo de Manderley envuelto
en llamas. Casi siguiendo su mirada penetramos en la habitación de Rebecca,
donde está Mrs. Danvers, la gobernanta incendiaria, figura rígida y terrible
en medio de la maraña de vigas que se derrumban. Al detener la imagen, es
posible que esta se torne irreconocible, que la silueta negra de Mrs. Danvers,
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lamida por enormes llamas blancas, solo sea un universo de formas puras. los gestos electivos de la conciencia de la imagen –de su destino así como de
En resumen, por un instante, que podría durar una vida, estaremos ante una su supervivencia–. El reproductor de video abre la posibilidad a cualquiera, del
imagen inventada, desfigurada, cuya fuerza se basa en su origen –un drama–, mismo modo que la televisión, y el cine que la duplica, no han cesado ni cesan
para no ofrecernos sino una quintaesencia olvidada, una energía latente, de de banalizar (aunque nutriéndolas) las búsquedas intensas mediante las cuales
líneas y zonas, pinceladas y puntos, algo así como una trama sustraída a la los verdaderos cineastas habrán tratado de delimitar una identidad.
acción en curso, pero que constituye su fuerza. Si el congelado en la imagen, o de la imagen, lo que podemos también
¿Por qué volver nuevamente a la experiencia de la imagen congelada, del llamar toma fotográfica en el film, pose o pausa de imagen que expresa el
congelado provocado que evidentemente no hace más que hablar de todos poder de la captación por medio de la inmovilidad, si esta experiencia es tan
los otros, de los que se detienen realmente, de todos los instantes exhibidos, fuerte, es porque evidentemente juega con el congelado [l’arrêt: fallo judicial,
las interrupciones flagrantes –sin hablar de las metamorfosis de la imagen pero también congelado] de muerte –su punto de fuga y, en un sentido, lo único
a las que están ligados–? ¿Por qué? Desplacemos dos veces la pregunta. ¿Por real (todos sabemos que un muerto se convierte en una estatua de cera, en
qué Serge Daney, cierto día de junio de 1982, siente la necesidad de publicar un fragmento de inmovilidad)–. Pero debemos captar lo que se conjuga en el
en Libération ocho fotogramas de North by Northwest [Intriga internacional], título ejemplar de Blanchot, y sirve de hilo a su relato: la sentencia que pro-
extraídos de las 3.426 imágenes de la escena del beso entre Cary Grant y nuncia la muerte es a la vez lo que logra suspenderla, la da vuelta y la hace
Eva Marie Saint, proponiendo así a sus lectores salir de su rutina y compartir volver a la vida, el tiempo de una vida indeterminada, y el tiempo que dura el
una ilusión, el festejo del resurgimiento de un gran clásico? Esta ilusión la relato, para cambiar la muerte por la fuerza arrebatadora de una plenitud de
inicia dividiendo dos veces el título (en inglés) para hacernos ver lo que solo enigma, allí donde sin ello solo habría abandono, como en un fort-und-da de
entrevemos en esa escena en la que el beso, el instante que dura sin dejar un nuevo género.3
de ser un instante, es válido a la vez, evidentemente, para el goce y para la Sauve qui peut (la vie) [Salve quien pueda (la vida)]: pocas veces un título
muerte (de allí la belleza brutal del título en francés: La Mort aux trousses tan bien elegido. Para Godard, vuelto al cine después de algunas interrupciones
[Con la muerte en los talones]: tenemos así el Norte, hacia el cual iría el film y otras experiencias, se trata de marcar que el congelado y la descomposición
(digamos: hollywoodense), y luego el Noroeste, por el que pasa “el verda- del movimiento se han transformado de alguna manera en algo inherente a la
dero film, el que nos emociona y alimenta nuestros sueños más profundos”, vida del cine, y por lo tanto a la vida misma, y que se trata de rescatar a ambos.
ese film compartido a partir de allí entre el film propiamente dicho, que va Esto pasa también por la invención de una nueva imagen, que se desprende
hacia el Norte, y el Oeste hacia el cual se dirige “esa sustancia carnal desco- (en parte, pero es válido como llamado) de su transparencia fotográfica para
nocida del film”: los fotogramas.1 Segundo desplazamiento. ¿Por qué Robert abrirse a otros materiales, introducir una nueva “fisicalidad”. En resumen, una
Frank escribe que a él le gustaría tanto hacer un film (¿su “verdadero film”?) imagen que, por la desfiguración, lleve a una refiguración. Lo que he llamado
que mezclara su vida (privada) y su trabajo, “un foto-film”, para “establecer la segunda fase de la experiencia. Forzando un poco las cosas para expresar su
un diálogo entre el movimiento de la cámara y el congelado de la imagen fija, verdad más activa, se puede decir que no existe pasaje entre móvil e inmóvil
entre el presente y el pasado, el interior y el exterior, el adelante y el detrás?”2 (haciendo alusión a la analogía del movimiento) que no suponga una mutación
Lo notable aquí está en los tres últimos “entre”. Estos afectan el tiempo, el plástica de la imagen (y, por lo tanto, de la analogía en su sentido propiamente
alma-cuerpo y la posición del cuerpo-mirada, para unirse todos en la fuerza fotográfico).
que podría producirlos, o atestiguar al menos su visibilidad: el entre-tiempo No es casualidad que el desarrollo de la detención en la imagen y de to-
de la imagen fija y de la imagen-movimiento. das las formas de fotografía, que invadió el cine a fines de los años 60, haya
Así, la mirada crítica y el deseo de la obra se reconocen en un gesto común coincidido con las transformaciones que a partir de ese entonces comenzaron
que, al cubrir el espacio elíptico entre foto y fotograma, se convirtió en uno de a precisarse gracias al tratamiento de la imagen electrónica. Hay una palabra
que centraliza esta mutación: video, abierto hacia las dos vertientes que lo
1
Serge Daney, “Ciné-Journal”, Cahiers du cinéma, 1986, pp. 115-116.
2 3
Robert Frank, “J’aimerais faire un film…”, prefacio para Robert Frank, Photo-Poche, Maurice Blanchot, L’Arrêt de mort, Paris, Gallimard, 1948 (trad. esp. Sentencia de muerte,
Centre national de la photographie, 1983. Valencia, Pre-Textos, 1985).
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acompañan: la televisión y el videoarte. Una palabra improbable, cuyo alcance definible: es la variación y la dispersión misma. Es así como las imágenes nos
aún no hemos terminado de comprender y que compromete en una situación llegan a partir de ahora, y ese es el espacio en el que hay que decidir cuáles
sin precedentes las artes de reproducción mecánica anteriores a ella –foto y son las verdaderas imágenes. Es decir, una realidad del mundo, por virtual y
cine–, abriendo un espacio en el que la cuestión de la reproducción está des- abstracta que sea, una realidad de imagen como mundo posible.
bordada por las posibilidades apenas avizoradas de la imagen calculada. Es El entre imágenes es ese espacio todavía bastante nuevo para ser abordado
decir, una virtualidad que ignora ella misma cuál es la mutación que afectará como enigma, y ya suficientemente constituido como para poder delimitarlo.
en el fondo la capacidad humana –inmemorial– de formar imágenes, y, más No se trata aquí de elaborar su historia (como la de todas las mezclas, sería
precisamente, de definirlas en cuanto arte. una historia difícil de concebir). Tampoco se trata de formular su teoría, en el
sentido de conceptos específicos que el entre-imágenes exigiría, y que serían
Este libro no entra en tal debate. O al menos, no directamente. Nació –pro- la condición para poder hacerlo. Se trata más bien, para mí, de tratar de for-
gresivamente– de la inquietud por comprender lo que le sucedía al cine a partir mular una experiencia, tal como se fue construyendo, poco a poco, a partir del
del momento en el que se le hizo imposible sustraerse a una doble presión: momento en que se hizo evidente que habíamos entrado, a través del video y
aquella que parecía surgir de su mismo interior, y aquella que lo modificaba de todo lo que este conlleva, en un nuevo tiempo de la imagen.
por su colusión (directa o indirecta) con el video. La dificultad reside en el Como veremos, dos nombres jalonan ampliamente estas páginas: Thierry
hecho de que el videoarte, por más externo al cine que sea, no pueda asumirse Kuntzel y Jean-Luc Godard. Es que ambas trayectorias fueron ejemplares.
independientemente de aquello a lo que él mismo afecta –tanto el cine como El primero, proveniente de la teoría del cine que lo tiene a él como uno de
las otras artes– (artes plásticas, música); en definitiva, todo aquello de lo que él sus creadores en Francia, se convirtió desde entonces en uno de los artistas de
deriva y hacia lo que vuelve constantemente, tratando de forjarse una identidad video más seguros de su generación; y todo muestra que ese desplazamiento
propia, pero sin lograrlo aún. A decir verdad, la fuerza del videoarte, que existe vivido gracias al video sigue nutriendo las mismas metas por otros medios. El
realmente (tiene apenas veinticinco años), ya con sus obras y sus obras maestras segundo, habiendo pasado por la prueba de la crítica, y habiendo inventado el
(aun cuando a veces apenas se perciban), la gran fuerza del video ha sido, es cine que todos conocemos, fue el primer cineasta que se apropió tan plenamente
y será la de haber operado pasajes. El video es ante todo un propagador de del video (y de la televisión). Así nos permitió comprender que si algo estaba
pasajes. Pasajes (en lo que me ocupa) en los dos grandes niveles de experiencia a punto de terminar en el cine y con él, era que, haciendo cuerpo como nadie
que he evocado: entre móvil e inmóvil, entre la analogía fotográfica y lo que con el entre-imágenes, él arrastraba al cine (¿cómo llamarlo de otra manera?)
la transforma. Pasajes, corolarios, que cruzan esos “universales” de la imagen hacia lo que tiene de más nuevo. Llevándose con él al mismo tiempo todas las
sin corresponderse exactamente con ellos: se produce así entre foto, cine, video imágenes, y algo más.
una multiplicidad de superposiciones, de configuraciones poco previsibles. Esto para precisar un doble movimiento sin el cual la realidad del “entre
Pasajes, en fin, que obedecen al hecho de que todo (o casi todo) pasa hoy por imágenes” sería poco concebible. El primero conduce, desde hace un tiempo, al
la televisión (o se define por resistencia a ella). La naturaleza misma de un cine y a la reflexión sobre él hacia la pintura, como si la violencia que el video
medio capaz de integrar y de transformar a todo el resto, ligada a la particular posee en sí (con respecto a la representación en general) hubiera tornado inevi-
capacidad de aquellos productos que son el resultado de su constante apari- table la cuestión e impulsado a replanteársela, de manera más aguda, sobre todo
ción en una caja a la vez íntima y planetaria, todo esto habrá cambiado en lo que es cine (y por supuesto sobre el videoarte, que se nutre de la pintura). El
profundidad (ya es evidente) nuestro sentido tanto de la fabricación como de segundo movimiento ha acercado la imagen (el cine y el video, y el uno por el
la captación de las imágenes. otro, pero también la foto) a la literatura y al lenguaje. A la literatura, por las
El entre imágenes es entonces (virtualmente) el espacio de todos esos pasajes. posiciones de enunciación, la naturaleza del gesto creador, la indeterminación
Un lugar, físico y mental, múltiple. A la vez muy visible y secretamente inmerso de las obras, su capacidad reflexiva. Al lenguaje, en el sentido de que las pala-
en las obras que remodelan nuestro cuerpo interior para prescribirle nuevas bras cada vez hacen más cuerpo con la imagen (en lugar de solo inmiscuirse,
posiciones, opera entre las imágenes, en el sentido muy general y siempre como sucedía en el cine mudo, que había presentido este acercamiento). Es la
singular del término. Flotando tanto entre dos fotogramas como entre dos fuerza, ejemplar, de Puissance de la parole [Poder de la palabra], de Godard (y
pantallas, entre dos espesores de materia como entre dos velocidades, es poco de sus Histoire[s] du cinéma), que toda su obra prepara.
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Los textos aquí reunidos han sido, por un lado, primero de circunstancia, sión que el videoarte ha contribuido a acentuar. Conecta así una evolución
ligados al descubrimiento del video, así como a un interés por la relación en- del cine en la que participa ayudando a este a transformarse, y actuando de
tre cine y fotografía. Luego (a partir de 1987 y de “L’interruption, l’instant”), manera de encontrar con mayor razón una vía hasta allí propia, sobre todo,
aunque publicados primero en revistas, fueron concebidos como formando de la experiencia literaria: es la dimensión de lo íntimo, de lo subjetivo, de lo
parte de un plan de conjunto cuyo esbozo se confirmaba. Eso no quiere decir autobiográfico, pero también una cierta forma de reflexión y de ensayo que se
que formarían otros tantos capítulos orgánicos de un libro escrito de una vez. reúne en torno de la palabra autorretrato.
Prueba de ello son las inevitables repeticiones de temas y de autores, que no De los tres términos que componen el subtítulo de esta recopilación: foto,
he querido minimizar (algunas de las obras abordadas eran a menudo muy cine, video, diría finalmente lo siguiente: la foto (poco considerada aquí como
poco conocidas, y esto podía difundirlas). Tampoco reescribí los textos; en su arte) aparece, sobre todo, a la vez como la más pequeña unidad descomponible
mayoría, éstos fueron apenas retocados, con algunas notas agregadas. Se trata, de la imagen sometida al desfile (luego, como fotograma) y como la efigie de
por otro lado, esto es claro, de muestras extraídas del interior de un campo una dispersión planetaria que le permite ser, en todas partes y para siempre,
que no se debe agotar ni ordenar. Así como está, esta recopilación espera, sin ese fragmento de iconicidad irreductible unido a toda vida. Es, entonces, tanto
embargo, componer una imagen suficiente del universo sensible y lógico que más dominante cuanto más crece y se acelera la circulación de las imágenes,
me pareció ver nacer. cuyo indicador permanece incansablemente inmóvil. Eso es lo que se entiende
Los tres textos reunidos al principio son otras tantas introducciones. El también en el sueño de Robert Frank.4 En cambio, el video, ampliamente
primero hace la transición con el “análisis del film”, mi terreno de origen. abordado como arte propio, debe sin embargo ser comprendido desde el
El segundo, consagrado a Thierry Kuntzel, remonta mi descubrimiento del punto de vista de lo que va a representar, creo, ante todo, históricamente: un
video a una relación cercana con su obra. El tercero sitúa el arte del video lugar de pasaje y un sistema de transformaciones de las imágenes, unas en
en su relación insoslayable con la televisión. otras: aquellas que lo preceden –pintura, foto y cine–, aquellas que él mismo
La segunda sección está por entero dedicada a lo que llamé la primera fase produce y, finalmente, aquellas que él introduce, “las nuevas imágenes”, de
de la experiencia. Fotografía y cine, si se quiere: el cine captado por la fotografía las que a la vez es parte interesada y constituye ya una suerte de prehistoria.
(lo fotográfico), con el movimiento inverso, bosquejado a partir de la foto. Pero Finalmente, entre foto y video está el cine, ese arte algo antiguo, trabajado por
las pocas páginas sobre Sauve qui peut (la vie), por ejemplo, sugieren que la la foto hasta ponerlo de su lado, y que el video ha tomado para proyectarlo
experiencia tiene dos fases, y que una no va sin la otra. hacia un más allá en el que es difícil predecir su destino. También puede
La tercera sección aborda, entonces, la transformación de la analogía foto- optar por mantenerse en lo que cree aún ser en sí mismo, aunque más no sea
gráfica por medio del video, esencialmente en tres obras clave que representan porque lo fue durante mucho tiempo. Pero, aun así, como socavado desde su
una bisagra entre cine y video (La Peinture cubiste, de Philippe Grandrieux y interior, cercado por las nuevas fuerzas que lo irrigan, es evidente que está
Thierry Kuntzel; Numéro deux, de Godard; Il Mistero di Oberwald, de Anto- en incesante cambio.
nioni). Pero el tercer estudio, consagrado a un solo video (The Art of Memory,
Enero de 1990.
de Woody Vasulka), muestra cómo las dos caras de la experiencia trabajan,
indisolublemente, una misma obra.
La cuarta sección reúne cuatro instalaciones. La instalación es, en el
videoarte, el único espacio que escapa a la difusión televisada; pertenece a
la galería y al museo. Es también, por excelencia, el lugar de una mezcla de
experiencias en la que se encarna ese nuevo cuerpo de imagen prescrito por las
transformaciones que estamos viviendo. El espectador de la instalación es un
paseante, tanto más sensible al pasaje entre las imágenes cuanto que su propio
cuerpo pasa a veces por la imagen, y que él mismo circula entre imágenes. 4
“…precisamente porque mis fotos flotan en la corriente de mi vida normal, en el film
Los tres textos finales, consagrados (sobre todo) al video, tienen de particular que me propongo hacer, esas fotos se convertirán en pausas en el flujo de la película, bre-
que atraviesan en un sentido todo lo que precede, para mostrar una dimen- chas para respirar un poco, ventanas abiertas a otro tiempo, a otros lugares” (op. cit.).
EL ANÁLISIS EN LLAMAS

El análisis del film se convirtió finalmente en un arte sin porvenir. A decir


verdad, en sí mismo, siempre ha sido solo un objeto de ilusión. Es por eso
que, paradójicamente, pudo considerárselo como una actividad particular y
muy personal. Llegó a reivindicar esa cualidad, sin preocuparse por algunas
confusiones y falsas reparticiones que de ello resultarían. Al otro extremo de
la cadena, esta tendencia ha sido confirmada por ciertas verificaciones biblio-
gráficas: útiles, pero ambiguas, estas contribuyeron a hacer de los “análisis de
films” un género teórico aparte, sin otra justificación que la engañosa plenitud
ligada al análisis en sí mismo.
Existen dos razones para ello: la naturaleza del “significante de cine”, que
distingue efectivamente el análisis fílmico de toda tentativa de la misma índole,
y la coincidencia (sobreentendida) entre un nuevo interés por los films y el
movimiento general de las investigaciones que en un momento se cristaliza-
ron alrededor de la idea de texto. De entrada, debido a que estas dos razones
convergieron, el análisis de film llegó a afectar al texto en su mismo cuerpo.
Pero ese cuerpo seductor es un cuerpo huidizo: no se lo puede citar ni abarcar.
También es polisémico, de manera excesiva, y su materia, plena de iconicidad,
de analogía, hace que el lenguaje fracase. Esta irreductibilidad fascinante, exci-
tante (como todos los objetos fugaces), limita el análisis: las lecturas de films no
produjeron ni el equivalente de Chats ni el de S/Z. Esto no solo se debe a la falta
Nicolas Poussin, Le Massacre des innocents, 1625-1626. de genio de los analistas, sino sobre todo a la resistencia inusitada del material.1

1
Recibí recientemente un manuscrito realmente apasionante. Un análisis al mismo tiem-
po que una descripción integral de Cat People [La mujer pantera], de Tourneur, en parte
inspirada en el estilo de Barthes en S/Z. El autor, Dominique Zlatoff, era consciente y
estaba orgulloso, con razón, de haber llegado a un límite, produciendo un trabajo “loco”:
poco legible, en lo esencial, pero en gran medida notable, aunque sólo sea por ese límite
que él hacía sensible. Desde ese momento, una parte de ese artículo se publicó (bajo el
título de “La Féline”) en un número especial sobre Jacques Tourneur de Caméra/Stylo,
nº 6, mayo de 1986. Texto excelente, por ser fragmentario, aun bajo la forma de un largo
fragmento.
20 RAYMOND BELLOUR EL ANÁLISIS EN LLAMAS 21

Esa resistencia ha hecho que, muy a menudo, el análisis de films se encerrara muere un amor cuando no puede manifestarse con gestos. También hemos
en sí mismo. A las ilusiones, a las fatalidades propias de la acumulación y la prácticamente inventariado la gama de las posibilidades que permiten jugar
repetición de conocimientos, se sumó entonces una fascinación particular por con lo que falta y lo que sobra de la imagen ausente (en todo caso bajo la forma
ese círculo en el cual giró desde sus comienzos, y sin poder evitarlo, el análisis convencional del artículo y del libro). Le toca a cada uno saber, pues, paso a
de films. A tal punto que sigue a veces tomándoselo por lo que no es. paso, adaptar su estrategia a sus desafíos (tanto en sí mismo como en función
A decir verdad, ya no existen, ni deberían existir, análisis de films. Solo ges- de los materiales a su disposición). Creo que el trabajo de Jacques Aumont,
tos, gestos libres, al fin, gracias a que un día una práctica intelectual nueva, que en Francia, ha sido el mejor indicio de ese proceso de descontracción. No
tuvimos que llamar análisis de film, permitió (a costa de muchas dificultades) hemos podido permanecer insensibles, en el reducido medio de los teóricos
detener los films. Y mirarlos con ojos nuevos, limpios. Por fin con una libre del cine, a la desconfianza (simpática) que le inspira “el análisis textual de los
fascinación. Pienso que, actualmente, esos gestos se reducen a cuatro. films”, hecho que él ha querido destacar (a riesgo de contribuir a canonizar
En primer lugar, ese gesto insuperable: la detención de la imagen. No nos el género).2 Esa desconfianza se debe, simplemente, a que Aumont se orientó
cansaremos de repetir hasta qué punto sigue siendo la magia por excelencia. desde muy temprano hacia una reflexión de conjunto sobre problemas de
Paradoja: el reproductor de video, instrumento ideal del análisis, es también montaje y de figuración: tenía que atravesar, a veces de manera muy precisa,
el culpable de su muerte. Generalización excesiva, pasaje al infinito, a partir ciertos films que inspiraban su trabajo; pero no podía correr el riesgo de que
de él podemos poseer, detener todas las imágenes. Estando solos, atrapados su investigación se definiera en forma excesiva por ese hecho. Sobre todo, no
en nuestros propios pensamientos. En la cama, junto a nuestra compañera, podía permitir que se creyera eso. De allí sus precauciones, que pudieron parecer
intercambiando con ella y con la imagen una mirada inteligente. Con nuestros muy puntillosas, pero que finalmente resultaron preciosas. Otro ejemplo: el
estudiantes, en el instante elegido por cada uno (el seminario es quizá el único trabajo emprendido desde hace tiempo por Marc Vernet en torno al film noir
lugar en el que el análisis de films todavía existe por sí mismo: bajo la coartada parece haberse desprendido hoy de la tensión que, en general, se mantuvo du-
pedagógica, en realidad hacemos el aprendizaje de una magia, una experiencia rante demasiado tiempo entre film y cine;3 ese trabajo también resultó posible,
colectiva de encanto y desencanto que, más que regular los datos del saber, los como obra orgánica. Al leer los últimos artículos de Vernet, lo imaginamos
desplaza). La imagen detenida acerca el film al libro, como si lo estuviéramos pasando desde entonces libremente de film en film, como de un concepto a
hojeando. Pero al luchar contra el desfile “natural” de la imagen, es algo más: un fotograma, para contar cómo América se definió, en un momento de su
un juego, una permuta, una deriva. Una creación derivada. historia, tanto por modas de intriga y dramatización como por lo que él llama
De manera natural, la crítica (la buena), en este estado de cosas, resultó tan acertadamente los “parpadeos del blanco y negro”.
modificada. Si leemos cuidadosamente los artículos de Serge Daney (hoy en Y, finalmente, existe el encuentro, a menudo oblicuo, indirecto, pero tan
día el crítico de cine más inspirado), vemos cómo algunas detenciones de sus dominante, del análisis del film y del cine. Su transformación, su disolución
frases corresponden a imágenes congeladas proyectadas en la mente del lector. en el cine y el video. Podemos encararlo de tres maneras. Primeramente, como
Esto, por supuesto, siempre trató de hacerse. Pero no con esa determinación, esa respuesta de la imagen a la imagen. He hablado a menudo de esto: posibilidad,
agudeza, y sobre todo con esa connivencia que, ante las imágenes que se mueven, finalmente, de citar el “texto inhallable”, de hacernos sensibles a esa “verdad”
supone que hemos entrado en otra era. Su número ha crecido enormemente y del film alrededor de la cual el análisis solo pudo girar infortunadamente. Algo
seguirá haciéndolo. Pero también tenemos la impresión de que se mueven cada hay allí que quedó en suspenso. Los mejores momentos de los programas que
vez más y de que proliferan, porque nuestra mirada ahora sabe detenerlas. En la televisión dedicó al cine dieron una parte de la respuesta: desde el insupe-
consecuencia, sabe fijarlas y hacerlas mover de manera diferente. rable Cinéastes de notre temps hasta las emisiones perodísticas actuales. Pero
El tercer gesto se refiere al trabajo teórico. Y en primer lugar a la teoría
del cine. Esta se ha liberado ahora del fantasma del análisis de films, ya que 2
A partir de entonces escribió, con Michel Marie, L’Analyse des films, Paris, Nathan, 1988
puede, en el mejor de los casos, incorporarlo a su procedimiento de manera (trad. esp. Análisis del film, Barcelona, Paidós, 1990).
casi natural. Y esto a pesar de la resistencia propia de la imagen, que perma- 3
Habremos reconocido la famosa dicotomía de Metz: bello ejemplo de la manera en que
nece. Pero eso que era imposible –abarcar tanto el sistema del film como el una distinción, por más útil que sea, puede contribuir a producir, a un nivel diferente de
loco deseo de tocar el film en sí–, esa carencia excesiva, ya no existe, tal como aquel al que fue formulada, una especie de bloqueo mental.
22 RAYMOND BELLOUR

no es suficiente: la teoría no supo realmente venir al encuentro de la imagen


–hablar, mantener, vivir en la imagen–, como tampoco, y mucho menos aún,
había podido retener la imagen en sus palabras. Tal vez se trate de una unión
imposible. Sin embargo, sigo creyendo en las sorpresas que podrían surgir, a
ese nivel, de los encuentros de la palabra y la imagen.4
Muy diferente es la respuesta –pues se trata de un salto– que se dio, gracias al
video, a una lectura de los films obsesionada por la idea del desfile de imágenes
propio del cine. El ejemplo de Thierry Kuntzel marca un hito en ese sentido:
en el videoarte, su obra compite con otras, nuevas e importantes, pero sigue
brillando con luz propia. Diferente. Que lleva la marca de su origen. En sus
videoficciones-reflexiones, el análisis de films, literalmente, estalló en llamas.
El último encuentro es una doble historia, llena de baches e imposible de
hilar, pero que vale la pena evocar: el análisis de film que nace y se desarrolla,
cree por un instante en sí mismo, para disiparse luego en la teoría del cine; y
la historia del cine que evoluciona recibiendo efluvios de esa aventura, para
ella evidentemente menor, pero que en parte ha sabido inspirar. Serge Daney
recordaba recientemente que Truffaut había terminado su primer gran film,
Les Quatre Cents Coups [Los cuatrocientos golpes] con un congelado de imagen
(por primera vez quizá en la historia del cine).5 Algunos años antes, Truffaut
había adelantado un paso al acercar la crítica al análisis siguiendo de cerca el
desarrollo del número “dos” a través de Shadow of a Doubt [La sombra de una
duda]. Se había “detenido” en ese film de Hitchcock como lo hizo más tarde
en ese último plano de la historia que intentaría contar. Vemos aquí cómo las
lógicas se acumulan, de la crítica a la puesta en escena, de la teoría a la creación.
A partir de entonces, el cine no ha dejado de evolucionar buscando cada vez
más la detención. A través de su propia aceleración precipitada por la de todas François Truffaut, Les Quatre Cents Coups, 1959.
las “nuevas imágenes”, el cine quisiera captarse, volver sobre sí, y así se reinventa
sin cesar. Visto en perspectiva, ese podría ser el más bello efecto, por mínimo
que sea, del análisis de film: haber estallado en llamas también para el cine.
Así las cosas, nada podrá impedir a algún soñador decidirse un día a
(re)comenzar, con toda simplicidad, el análisis de un film, para hacer oír algo
inédito. Pero habría que ser brujo para predecir si de este movimiento va a
nacer una nueva propuesta teórica o una forma nueva de relato.
1984.

4
Las Histoire(s) du cinéma de Godard, a este respecto, volvieron a poner el contador en
cero: muestran cómo el cine puede pensarse a sí mismo, y lo que puede significar pensar
directamente en palabras y en imágenes.
5
En una respuesta a un cuestionario, para el festival “Cinéma-Photo” (Photogénies, nº 5,
1984).
THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA
ESCRITURA

Más tarde, descubrió el valor más alto, el mayor encanto


cultivado, y absurdos escalofríos secretos, en esa particular
manera de ceder a su obsesión, de abandonarse a lo que
él consideraba cada día más como un privilegio.
Henry James, El rincón feliz
Thierry Kuntzel, Echolalia, 1980.
Al cine siempre le ha costado pensarse. No así representarse. Lo ha hecho
de manera casi continua, y las obras más fuertes contienen con frecuencia una
parte de autorreflexión y puesta en abismo, que parece ser su más caro tormento.
Lang, Hitchcock. En la gran ficción, ese mirarse en el espejo conlleva incluso
una suerte de aceleración de la máquina, como si esta no supiera ya dónde
parar para tratar de verse. Cuando digo pensarse, entiéndase la detención y
el examen retrospectivo, lo que en ese momento implica ubicar y redefinir su
arte: en el caso de la literatura, por ejemplo, Mallarmé, Blanchot, Barthes. El
cine, que no está desprovisto ni de representaciones ni de palabras, como lo
está la música, ni de temporalidad discursiva, como lo está la pintura, sufre
permanentemente la tentación y la obsesión de poder pensarse. Y para ello tiene
dos posibilidades: la exterioridad de la escritura y un trabajo sobre el desfile
de imágenes, que garantiza su ilusión. Eisenstein, Vertov. Ellos han mezclado
ambas posibilidades de un modo que explica su posición privilegiada en la
historia del cine y en su teoría. Pero permanecen demasiado atados al efecto
que quieren producir, a la lección moral, por razones de historia y de ideología.
En lo que respecta a la máquina, Michael Snow golpea de una vez, más rápido
y más fuerte. Como Mallarmé en su época, y durante mucho tiempo, quizá es
en los blancos de la Historia donde se hacen los mayores travellings hacia atrás.
Es que el pensamiento tiene que retroceder para ver mejor los objetos. Es aquí
que creo determinantes las cintas de video de Thierry Kuntzel. La referencia
a Mallarmé no busca ni embellecer ni valorizar; solo situar un movimiento,
una separación que tuvo lugar y que se reitera de otra manera. Tal vez llegue
26 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 27

el día en que se considere que ese desplazamiento del cine hacia el video es Pierre) a un objetivo del conocimiento fílmico.3 El “otro film” aparece entre el
comparable a lo que fue en la poesía el pasaje del alejandrino al verso libre. Que film-película y el film-proyección, el que no vemos y el que vemos o creemos
de allí surgió una reflexión sobre el destino literario de la lengua, como surge ver, frente a lo que el film detenido, manipulado, y en relación con los dibujos,
hoy sobre el destino de la imagen. El admirable desplazamiento operado en manifiesta: las transformaciones más fantasmáticas ordenadas a partir del pájaro
el sentido de la ficción por la película de Godard –Sauve qui peut (la vie)– es entre las partes genitales de los dos sexos. Esta división es una divergencia que
más que una señal. El cine es realmente “la verdad 24 veces por segundo”. solo pueden apreciar el animador y el analista (“el desanimador”) y que el cine
Pero a condición de poder descomponerla, analizarla retrospectivamente y mantiene a costa de una “inquietante extrañeza”. La represión que implica,
desnaturalizarla, para luego reinventarla. Es lo que hace el trabajo de la teoría, garante de la emoción (de “el emocionar”, el efecto ligado al movimiento), es el
en su exterioridad de principio. Es lo que el cine trata de hacer, y lo que hoy objeto del análisis fílmico en el que Appétit d’oiseau nos invita, de esta manera,
el video le ayuda a completar. Es lo que ilustra, de manera particularmente a poner el acento. De allí la propuesta final: “Lo fílmico de lo cual se tratará
precisa, el método de Thierry Kuntzel. en el análisis fílmico no estará, pues, ni del lado del movimiento ni del de la
fijeza, sino entre los dos, cuando el film-película engendra el film-proyección,
cuando el film-proyección niega al film-película”.4
I. El análisis tiene lugar entonces con vistas “al otro film” (como lo legible,
en Barthes, desemboca en lo escriptible y la obra en el texto). Por ejemplo,
Existe, entonces, primeramente ese movimiento: del trabajo sobre el film, a través de The Most Dangerous Game.5 El otro film es lo que el film clásico
“trabajo del film”, al film en sí mismo: el video como respuesta. (americano sobre todo) esconde por excelencia, aquello que necesita como un
Los escritos teóricos de Kuntzel tienen esto de singular: no se limitan, como secreto en expansión, y que el análisis construye, despliega, en el espacio-tiempo
los de Baudry y los de Metz, por ejemplo, al cine propiamente dicho, a un recogido ya en las primeras secuencias, momentos privilegiados en los que
dispositivo que acompaña cualquier film; pero tampoco se mantienen sujetos, todo se programa: el deseo insensato del film (su fantasma múltiple, deseo de
como tantos análisis, al film del que hablan. Se trata más bien de hacer surgir, convertirse en film y de representar escenas) y el sentido que se apropia de él,
cada vez, “el otro film” que el film esconde y contiene como si fuera un efecto lo maneja, lo reduce y lo extiende a las proporciones reguladas de un drama
inadvertido que sirve para definirlo. Y esto, no para mostrar una estructura, la orientado hacia su final.
lógica ejemplar de un funcionamiento: aun cuando los textos parezcan tomar El film clásico se convierte entonces en el “lugar a partir del cual se puede
ese camino, y aunque lo señalen, dicen más que muchos otros destinados a tal imaginar otro film, en el que la figura no se inscribiría en el sentido de un
fin. Porque más allá, pero dentro del objeto, se trata de un efecto-sujeto, de relato, donde la combinatoria a partir de una matriz formal no entraría en una
una escena psíquica a especificar. progresión, donde el tema no sería nunca reasegurado. Acinema lyotardiano: en
Esto queda claro desde el primer instante. Kuntzel se detiene en los 27 el sistema dominante de producción-consumo, film de terror permanente”.6
primeros planos de M. [M., el vampiro].1 Nos dice: el “trabajo del film” se Se construye así el concepto de aparato fílmico.7 Concepto clave, totalmente
comprende en relación con el “trabajo del sueño”, cuyas operaciones acompaña: distinto del “aparato de base” o de los “dispositivos” de Baudry y de Metz.
asunto que el film destina al cine. Posición teórica, que exige cierto conoci- El film, en la separación de su masa física y del espesor psíquico de su desfile de
miento. Pero sobre todo un desplazamiento: “Esta lectura de un comienzo de
film es el ‘film’ de un comienzo de lectura”.2 La detención, la cámara lenta, las
3
palabras, entre ver y saber, dejan entrever “otro film”. “Le défilement”, en Dominique Noguez (dir.), Cinéma: Théorie, Lectures, Klincksieck,
El asunto se refiere al desfile de imágenes. Se define a partir de un dibujo 1973.
4
animado de Peter Foldes (Appétit d’oiseau) que permite plantear en otros términos Ibid., p. 110.
el problema del fotograma: de una idealidad de la significancia (Barthes, Sylvie 5
“Le travail du film 2”, en Psychanalyse et Cinéma, Communications, nº 23, 1975 ; “Savoir,
pouvoir, voir”, Ça, nº 7-8, 1975.
6
“Le travail du film 2”, op. cit., p. 152.
1
Thierry Kuntzel, “Le travail du film”, Communications, nº 19, 1972. 7
“Note sur l’appareil filmique”, en Thierry Kuntzel (catálogo), edición Jeu de Paume/
2
Ibid., p. 25. Réunion des musées nationaux, 1993.
28 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 29

imágenes, se transforma en el aparato mismo. El modelo del aparato psíquico, hacían masa a través de la galería para obligar a cada uno a entrar en su propio
vuelto a esbozar por Freud en 1925 según una máquina de escritura (“la pizarra tiempo. “Trans pone en evidencia al sujeto”. “Trans invierte la relación habitual con
mágica”), podría haber sido más exactamente el aparato fílmico que este último el objeto. Esto pierde valor. Sólo funciona como índice; esto pertenece al sujeto”.
ignoró. Y lo es. En la proyección, inscripción, desaparición, proceso constante “Trans sólo remite el sujeto a sí mismo, la acción en curso, el aparato psíquico”.10
en la pantalla; en la caja que conserva los rastros: es el propio mecanismo del 1978. “El otro film” (segundo aspecto de la “Nota sobre el aparato fílmico”)
sistema percepción-conciencia y de la acumulación del inconsciente, el proceso se detiene: el texto interrumpido se une a los análisis inconclusos (Chelovek s
que continuamente, en el desconocimiento, los reúne, como en el film-película kino-apparatom [El hombre de la cámara], King-Kong, Vampyr, Letter from an
y el film-proyección. “Si conecto el aparato psíquico con el aparato fílmico, Unknown Woman [Carta de una desconocida], T-wo-men y otros, donde el
obtengo dos mecanismos parecidos que se reflejan uno al otro, en espejo”. mismo deseo se reitera). El otro film comienza: el otro del otro, el “verdadero”,
Y el deseo se reformula, deseo de la teoría dirigida hacia algo distinto de ella nacido de ese intento imposible.
misma, de un deslizamiento del film-proyección hacia el film-película, a partir “No fue deliberado, vino, volvió: tiempo dilatado, a-cronológico, suspendido,
de su separación limitada por el análisis, y como más allá del desfile de imá- contemplativo, extático. No fue deliberado: el video se me impuso, a mí –en el
genes. “En ese reflejo de máquinas, mientras el sistema percepción-conciencia tiempo largo de esas imágenes que casi no lo son, que, al menos, casi no son
se somete a un efecto-pantalla, ¿no podría el inconsciente, a través del film imágenes de algo– al término de un tiempo, largo, de silencio, de terror, de
proyectado, atrapar otro espacio, otro tiempo, otra lógica –el film-película del ausencia, de abandono. De ese tiempo –esos años– las cintas –todas– conservan
que está estructuralmente próximo–? […] como un film virtual, el film debajo la marca. Ese tiempo –esos años– las cintas –todas– intentaron recuperarlo,
del film, el otro film. Ese otro film, para seguir con la imagen: la cinta enrollada decirlo silenciosamente, asignando al espectador, un poco, mi lugar, el extraño
en bobina, en volumen: un film liberado de las exigencias temporales, en el que lugar del observador”.11
todos los elementos estarían presentes al mismo tiempo, es decir, sin ningún Desde hace dos años,Thierry Kuntzel realiza, en el marco del Institut Natio-
efecto de presencia –efecto-pantalla– pero remitiéndose los unos a los otros nal de l’Audiovisuel, ocho videos (cinco terminados, tres en curso de edición).
sin descanso, coincidiendo, cubriéndose, reagrupándose en configuraciones Nostos I, Still, Echolalia, La Desserte blanche, Time Smoking a Picture, La Desserte
‘jamás’ vistas ni oídas en el orden del desfile de imágenes”. noire, bleue, rouge, La Desserte multiple, Nostos II.12 Ellos forman, para mí (tal
Lógica de las operaciones: este texto sirve primeramente como introduc- vez excesivamente), un todo, un primer todo. Haber nacido de la teoría no les
ción al análisis del fragmento de La Jetée, de Chris Marker. Pero un análisis confiere ningún privilegio. Pero sí una claridad propia. Muy viva, de la que
diferente: un re-montaje de planos trabajados (en soporte video), para hacer no conozco precedentes. Evitaremos encontrar allí un deseo de explicación:
surgir de ese film, que ya sufre una inmovilidad consciente, toda la violencia la teoría reflejada en la práctica. Simplemente, la continuación, por otras vías,
de la pizarra-memoria, recuerdos-pantalla que se vuelven unos contra otros: de una misma experiencia: convertida en algo invivible, profundizándose, sin
el inconsciente estratificado por los rastros acumulados, convertidos en fic- ese nuevo soporte que la relanza, pone al sujeto de manera más directa, y por
ción biográfica y en fugurabilidad por los desplazamientos, las condensacio- ello más riesgosa, en contacto con sí mismo.
nes, la fuerza de la repetición y la elaboración secundaria. En esta tentativa, Del primero de estos videos, Kuntzel escribe, por transición, marcando así
La Rejetée, el video es elegido, aun sumariamente, por su plasticidad, su valor de el salto que se produjo, del film interrogado, acorralado, al video realizado: “En
transformación. El objetivo y otra vez el deseo: “Quizás al fin, poder encontrar 1925, Freud veía en la pizarra mágica una representación casi exacta del aparato
un método suficientemente lábil para expresar la fluidez, el movimiento, la
mezcla, la especificidad del proceso significante del film”.8 10
Manifiestos “Trans”, 1 y 2, 16 de noviembre de 1976, 8 de enero de 1977.
Paralelamente, dos exposiciones de arte conceptual o de ambient art.9 Aquí 11
Video about Video, Four French Artists (catálogo), ministère des Affaires étrangères -
también se trata de modificar: el espacio, la condición de percepción, el cuerpo que Vidéoglyphes, octubre de 1980.
guarda el recuerdo. Vuelvo a ver los tres cuadros “Memory”, cuyas letras iluminadas 12
Desde entonces Nostos II se convirtió en una instalación. La Desserte blanche es tam-
bién una instalación para monitor solo, en un espacio blanco iluminado con tubos flúo,
sobreexpuesto (así fue mostrada muchas veces, en particular en Les Immatériaux, Centro
8
“Le travail du film 2”, op. cit., p. 183. Georges Pompidou, 1984). La Desserte noire, bleue, rouge y La Desserte multiple quedaron
9
1976, 1977, firmadas “Trans”, con Tania Mouraud, luego Tania Mouraud y Jon Gibson. en suspenso –ver mi recopilación L’Entre-Images 2, P. O. L., 1999–.
30 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 31

psíquico, en el aspecto de permitir resolver una cuestión de escritura hasta ese mental. Como si existiera una luz psíquica, y allí, ante nuestros ojos, se convirtiera en
momento insoluble: la disponibilidad constante de la superficie receptora, la percepción porque la percepción solo sería, en sí, una proyección de luz interna.
permanencia de las marcas en la cera de la pizarra. Pero faltaban dos funciones: Por ejemplo, al principio de Nostos I, en la pantalla que pasa insensiblemente
la velocidad –una mano que escribe mientras la otra borra– y la posibilidad del azul al blanco, surge una forma, tenue, apenas inscrita, y sube apareciendo
de hacer resurgir las marcas desaparecidas. ¿El video no podría constituir el y desapareciendo constantemente, como el batir de un ala que se percibe y se
modelo perfecto, del cual la pizarra era solo una aproximación? El título de pierde en el cielo: pronto lo sabremos, es un fragmento de un brazo, de un
trabajo de Nostos I fue durante mucho tiempo Wunderblock”.13 hombro, tomado de un cuerpo al que la cámara le sigue el rastro, iluminándolo
solo a él. Cuando ese cuerpo se define, por fragmentos ensamblados, siempre
separados, cuando se dibuja un marco de ventana, el aleteo se intensifica, evocando
II. un efecto de parpadeo, pero mucho más evidente, ya que está enganchado en
el cuerpo de la imagen: una frecuencia eléctrica, modulada en amplitud y
¿Representar? en velocidad, sostiene esta continua aparición-desaparición dibujada por la
variación de la luz repartida en zonas variables sobre ese cuerpo etéreo cuyas
“En Nostos I hay pocas representaciones: lo suficiente para permitir trabajar, formas esbozadas crean nuestra posibilidad de ver.
por debajo y más allá de la analogía, bajo la imagen y entre las imágenes”.
No se trata de anular la representación. Muy simple, y ya muy antiguo
(“Trans no pone en crisis la representación: 1926, esto ya no es una pipa”).
Ya no se trata de aspirar de entrada a ir más allá postulando entre el medium
y el cuerpo psíquico (perceptivo, afectivo, neuronal) una analogía estrictamente
energética que permita al primero expresar y acompañar al segundo por un
puro juego de fuerzas, de ritmos y de intensidades.
Sino, más bien, solo representar a medias, hacer fracasar “la ganga ana-
lógica”, para trabajar no la representación en sí, sino el hecho de que exista 1 2
representación, que en el aparato psíquico se efectúe un trabajo constante
entre la percepción y la imagen interior (de la marca consciente a la imagen
perdida, la “representación de la cosa”). Se ofrece al ojo del espectador, por-
que el inconsciente ve en él una figuración de la figuración: pasaje continuo,
imposible de fijar entre los polos ideales de lo primario y de lo secundario,
donde la imagen se forma ocultándose bajo el efecto del deseo y del miedo.
Así, si se quiere, lo real existe en estos videos, pero a costa de la desaparición,
que es su condición.
De esta manera se inventa una imagen que responde a esta doble imposibilidad: 3 4
representar realmente, no representar. Nace en el rodaje de una extrema atención
prestada a la luz, a la mirada de las transformaciones, instantáneas o ulteriores,
efectuadas por el sintetizador. Cuando Kuntzel dice: “Algo así como ese deseo
insensato, hacer visible la luz”, entendamos la luz como condición de aparición de
la forma en la experiencia visual modelada por la producción continua del flujo

13
Vidéo: La Région centrale, nueve trabajos videográficos, ministère des Affaires étran-
gères - Vidéoglyphes, julio de 1980. (Las citas de Kuntzel sin otras referencias fueron 5 6
tomadas de los tres catálogos citados).
32 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 33

Cuando, más tarde, aparece un segundo rostro de hombre, ese trabajo


continúa, pero de manera distinta: la forma ya no se desplaza, ya no hay par-
padeos de luz, sino una variación interna de la masa carnal se que profundiza
hasta el vaciamiento, invade el cuadro con su fase oscura (esta vez es un cañón
de seguimiento, un pincel luminoso que barre su motivo, esculpe la aparición
masiva y evanescente).

1 2

1 2

3 4

Y cuando la mujer que está en el suelo se extiende, es la combinación de ese


tratamiento de los valores descompuestos y del cañón de seguimiento lo que
crea ese cuerpo sin nombre, modelado por su desintegración: trabajo exacerbado
de la luz que se mete en los pliegues del vestido para lograr perfectamente el
efecto buscado: la representación se desvanece y se cristaliza.
3 4

1 2
5

Un poco más tarde, uno, luego dos personajes aparecen, pasan, se pierden
en la imagen: ni barrido ni frecuencia, la desaparición se produce por el simple
tratamiento de los niveles de gris graduados por la iluminación, imperceptibles
a la vista ya que todo aquí es negro sobre blanco (azul sobre negro, azul sobre
blanco, en colores lisos puros), pero descompuestos por el control de video que
modula ese más allá de presencia y de ausencia.
3 4
34 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 35

su caución dispone un espacio mental en el que la imagen, al intentar ser


mínima, busca un plus: la ficción de su transformación, que convierte su paso
en memoria: olvido, retorno, interminablemente, el aleteo de un pensamiento,
su dibujo, su historia.

Ficción(es)

1 2 Pues estamos, por supuesto, en la ficción. En Nostos I, entre los personajes,


el hombre, el segundo hombre y la mujer, ocurre un drama. La trama de los
motivos invita a ello, haciendo, por ejemplo, alternar, como en un tiempo que
se supone de relato, el “protagonista” sentado ante la ventana con el rostro del
segundo hombre, luego esas dos series con el “protagonista” que camina, la
mujer que avanza. Primero aparecen solos, luego el protagonista y la mujer
se cruzan, bajo el efecto de una acción que los impulsa el uno hacia el otro
–pero las palabras son impropias para efectos de superficie donde las formas
se mezclan–. No se cruzan realmente, o no solamente.
3 4

5 6
Se deslizan uno en el otro, como en una imagen de sueño. Así se produce la
ficción, la ficción ligada al fantasma, si se quiere, en el sentido en que el sueño
cuenta siempre algo. Pero ese algo se debe más a la forma dada a su aparición
que a un sentido explícito y, sobre todo, a un sentido latente para formular:
aquí ninguna imagen es metaforizada ni simbolizada, tampoco se da una in-
terpretación. El film –el video– nunca busca, por ejemplo, reducirse al sueño,
a un deseo de serlo (como tanto insiste en ello Maya Deren en Meshes of the
Afternoon); nos dice otra cosa y más sobre el sueño, la inscripción del sueño
7 8 en el tiempo que lo rememora y revive su trabajo. La banalidad, la simpleza
de los gestos son en eso fundamentales (“algunas acciones mínimas: hojear
“De este lado y más allá de la analogía, bajo la imagen y entre las imáge- páginas, sentarse, recostarse, atravesar el espacio, encender un cigarrillo, girar
nes”, quiere decir también: producir, en la continuidad propia del desfile de la cabeza, abrir la boca, mirar”). La ficción se convierte en la de un funciona-
imágenes trabajado a tal fin, un equivalente ideal del proceso siempre inaudito miento, aflora, dice Mallarmé previamente a Coup de dés,* “evita el relato”, se
que, en el análisis, es la transmutación del film-proyección en film-película,
*
en el congelado de imagen y su cámara lenta. La representación vaciada de Un coup de dés jamais n’abolira le hasard [Una tirada de dados nunca abolirá el azar],
poema de Stéphane Mallarmé.
36 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 37

vuelve ficción de la ficción. Su motivo inicial, en Nostos I, encarna ese destino sobre blanco o sobre azul en el video) que se arrastra en el piso sugiere una
mental: la intermitencia de imagen que pone al protagonista contra el marco puerta abierta. Una puerta puede estar abierta y cerrada. Y sobre todo, también,
discontinuo de una doble ventana (podría tratarse de un tren) figura en forma entreabierta. Pero en el cuarto fotograma ya no hay puerta: solo un agujero ne-
muy cercana el tema del desfile de imágenes, del aparato fílmico como doble gro. Tal es la virtualidad de la ficción para aquel que, tal como el protagonista del
del aparato psíquico, materializado (inmaterializado, es todo uno) gracias al Rincón feliz, “se proyectaba durante todo el día en pensamiento […] y penetraba
dispositivo video. en la otra vida, la vida real, la vida en espera”,15 hasta quedar atrapado en su casa de
Still es ese dispositivo. En inglés: 1. Calmo, tranquilo, silencioso, inmóvil; 2. la infancia, sin decidirse a salir, por la “íntima convicción” de que la puerta que “le
Todavía; 3. Imagen fija tomada de un movimiento: fotograma. “Imaginemos: hubiera abierto el camino hacia la última puerta de la serie, la habitación sin otra
el relato deja de fluir, el movimiento se detiene, el silencio se instala. Nos entrada ni salida” ha “sido vuelta a cerrar desde su última visita, realizada quizá un
preguntamos: ‘pero, ¿qué sucede?’. Durante veinticinco minutos, esto: luz, cuarto de hora antes”. Para el espectador de Kuntzel como para el protagonista
color, la constitución lenta, intermitente, de una representación; una puerta de James llevado a su esencia, por debajo de cualquier despliegue del fantasma, se
se abre, tal vez a un secreto. Un secreto, sí: lo que jamás la pantalla, salvo trata exactamente de “cultivar su propia facultad de percepción […] lo que, por
desajuste del monitor, nos revela: la vibración de la luz, la pulsación del color, otro lado, no era sino otro término para designar su manera de pasar el tiempo”.
tantas músicas insólitas, palabras calladas, historias virtuales”.14 Kuntzel dice: “El tiempo que el tiempo se toma para transcurrir”.
El tiempo como ficción: ese es el tema de estos videos, tan perfectamente
estáticos y, a la vez, tan móviles. Time Smoking a Picture: el tiempo construye la
imagen devorándola, como se consume un cigarrillo, el que el protagonista fuma

1 2

1 2

3 4
Todo sucede aquí entre: la imagen de ese marco de puerta, ese palier, que
se construye, se destruye transformándose; la incrustación que es un fragmento 3
suyo porque la “nieve” que vibra allí hasta invadir la imagen es su condición, su
posibilidad orgánica, su semilla (como lo sería el alfabeto al convertirse en un sentado sobre el borde de su ventana después de haber atravesado todo el campo.
texto); y la ficción que se propaga a merced de esas transformaciones. Miremos Allí también se trata de un cuadro inmóvil (que únicamente una inversión de
bien el segundo “fotograma”: la puerta está cerrada, pero la marca negra (negro
15
Henry James, Histoires de fantômes, Aubier-Flammarion, 1970, p. 135. Las citas que
14
French Video Art - Art Vidéo français (catálogo), American Center de Paris, 1980. siguen están en pp. 151 y 143.
38 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 39

barrido hará virar sobre sí mismo); y en ese cuadro un cuadro que lo vuelve a En el interior del libro, imágenes, apenas percibidas, cuyo aleteo hace eco
desglosar desmultiplicando el trabajo de la luz y del color (trabajo extremo: el a la intermitencia de los cuerpos. El libro hojeado redobla así el trabajo del
color cambia, a menudo de manera insensible, pero continua, del malva al casi film, presentando las imágenes unas sobre otras, como sucede en la memoria,
negro, al amarillo, al ocre, al blanco, al azul violáceo, todo esto al capricho de la en volumen, por olvido, acumulación y retorno.
luz que sirve para modularlo, combinando el artificio de la toma –las aperturas
y cierres de diafragma– con la proyección de la luz natural que sigue al final del
video, en tiempo real, la curva descendente de un crepúsculo).
La relación de estos dos cuadros hace figurar así, lo más cerca posible, lo
infigurable: el entre-espacio, o el entre-tiempo, formado por la disyunción-
conjunción entre representación mental y percepción, superficie y profundidad,
derecho y revés, presente y pasado, consciente e inconsciente. Cuando el pro-
tagonista –autor y primer espectador– se inscribe, al atravesar la habitación, en
los dos cuadros a la vez, el dispositivo circunscribe el motivo que la representa- 1 2
ción hace tender hacia la ficción: la mirada del protagonista que está contra la
ventana, desde donde ve desfilar su vida, adentro, afuera, como en los últimos
versos del poema de Roussel, La vista, desplegados en el final del video:
Mis ojos inmersos en un rincón de azul; mi pensamiento
sueña, ausente, perdido, indeciso y forzado
a ir hacia el pasado; pues es la exhalación
de los sentimientos vividos en una estación
que para mí surge poderosa de la vista,
3
gracias a la intensidad súbitamente acrecentada
del vivo y latente recuerdo de un verano
ya muerto, ya lejano, arrebatado.16 Por un lado Mallarmé, por el otro Freud; volvemos a ellos. El primero,
porque la afirmación del Libro, en su absoluto de lenguaje, apunta a producir
Time es así el contrario sin brillo de Nostos I: al fijar en la continuidad disociada un efecto psíquico en el que la puesta en palabras convertida en compaginación
del espacio-tiempo la puesta en serie y el retorno de los elementos que hacen de es concebida como puesta en escena (“más bien, de subdivisiones prismáticas
las “imágenes presentadas unas sobre otras” un “volumen de memoria”. de la Idea, el instante de la aparición y la duración en alguna puesta en escena
espiritualmente exacta”17). Mallarmé puede, con el poder de ambigüedad que
le es propio, referir ese efecto “que debe producirse en el espíritu del lector”
El bloc, el libro
en lo “cinematográfico, donde el desarrollo reemplazará a cualquier volumen,
El film, así, de varias formas, se transforma en bloc: continuo despliegue de con total ventaja”.18 De este modo, el libro, abstracto, destinado en la cinta de
una condensación que no cesa de modificarse. Su imagen es el libro: atrapado video a su funcionamiento, es un referente cultural teorizado: lugar proyectivo
en la ficción, porque ese es su principio. Primero solo, luego sostenido por la de la vanguardia, desde que Mallarmé radicalizó su experiencia y su utopía se
mujer. Sus hojas pasan, en Nostos I, a una velocidad que se vuelve excesiva (como reorienta según el capricho de las mutaciones históricas y tecnológicas.
las hojas de los calendarios que, en las películas de los años 30, se desprenden
cada vez más rápido, para evocar el paso del tiempo). 17
Mallarmé, Œuvres complètes, Gallimard, La Pléiade, 1945, p. 455.
18
“Enquête sur le livre illustré”, ibid., p. 878. Citado por Kuntzel entre otros fragmentos
de textos que acompañaron la investigación de Nostos I, y “han aparecido en la imagen”
16
Raymond Roussel, La Vue, Pauvert, p. 73. (Vidéoglyphes, nº 2, 1979).
40 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 41

Y Freud, evidentemente, quien, del Proyecto de psicología (1895, dos años


antes del Coup des dés; con lenguajes diferentes, se busca un mismo deseo)
a la Nota sobre la pizarra mágica (1925), hace pasar de la utopía de la ciencia a
lo real de su teoría la necesidad de una metáfora susceptible de representar el
funcionamiento del aparato psíquico, en alguna parte entre la máquina óptica
y la máquina de escritura. Freud contenido por Mallarmé, los dos juntos en la
imagen electrónica. El libro no es realmente una imagen sujeta a interpretación:
es la imagen de la imagen trabajando, el recorrido psíquico de las páginas de las 3 4
infancias occidentales. Libro de imágenes, porque así lo fue, incita al retorno
de la memoria, objeto de la memoria idealizada.
Nostos II vuelve al tema, a partir de una inscripción totalmente distinta
de la marca, del efecto de memoria. Este video fue rodado con una paluche
(cámara miniatura de Aaton) desajustada, que deja en la imagen un arrastre
luminoso de las formas después de que pasaron; ese arrastre modelado por
las aperturas y cierres de diafragma engendra una materia lechosa de donde
parece surgir la representación; está inervada por esa materia, a merced del
movimiento constante de la cámara que sustituye los efectos creados en Nostos I 5 6
por la frecuencia eléctrica y el cañón de seguimiento. La “paluche de acción
retardada” se convierte en el pincel luminoso que compone una imagen nunca
vista: en los rushes en blanco y negro (destinados en buena parte a quedar así),
el blanco y el negro, ya muy contrastados gracias a las cualidades propias de
la paluche, nacen uno y otro para desvanecerse el uno en el otro, produciendo
un verdadero escurrimiento de la representación. El recorrido de las hojas del
libro está sometido a este efecto que lo reactiva. Y luego imágenes: fotografías
tiradas, apiladas por la mano de la mujer que las muestra, que componen como
7
un segundo libro, un bloc móvil. Claramente, se trata de fotos sacadas del álbum
familiar (se podría, si se quiere, pensar que el protagonista que vimos con los Pero el poder propio de este esbozo de novela familiar es el de ser indeter-
ojos cerrados sueña con ellas). minable. Dicho esbozo nos dice lo siguiente: hay algo de novela familiar, cuyas
huellas forman un apilamiento de recuerdos-pantalla. Esas figuras que uno ve
están ligadas al proceso de memoria y de olvido del que son objeto. Podemos
llegar a pensar que lo son en su origen, que están sometidas a la presión de la
imagen por ser y haber sido productoras de imágenes, y que siguen siendo el
lugar y el tiempo de referencia de estas. Sí, podemos pensarlo ante esas fotos
que se apilan borrándose en el blanco del que nacen. Pero la captación escénica
(la novela psicoanalítica, su destino y sus avatares) no tiene más referencia
que ese color mate neutro de una aparición, la desaparición que la afecta; solo
1 2 existe en nosotros, si es que existió, en respuesta a la puesta en marcha de ese
funcionamiento. La identificación existe según lo que identifiquemos. El resto
42 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 43

es virtualidad; un llamado al lector-espectador; a cada uno le toca, atrapado en


ese juego del tiempo y según su propia historia, “modularla a su gusto”.19

Video-cuerpo

Reverso y complemento de ese proceso de abstracción: el cuerpo de esta


imagen, el efecto de cuerpo que impresiona. La identificación, al eludirse,
atrapa de otra manera. En Nostos I, el ritmo de la frecuencia que compone 5 6
los movimientos del protagonista crea una especie de jadeo de una violencia
extrema: la intermitencia de la marca y su conversión en memoria producen Luego retoman la división, el frente a frente, la desaparición alternada, la
una pulsación física, una respiración al borde del ahogo. La imagen video así fusión, a veces los cuerpos se reducen a una línea, otras brillan como cotas de
pensada introduce algo nuevo, abordado ya por el film experimental, pero de malla o extraños vestidos de gala, y los colores cambian al ritmo del centelleo.
manera menos clara, sin incorporarlo inmediatamente. Después aparece nuevamente la masa blanca original, los cuerpos vuelven a
Tomemos Echolalia. Una forma agrupada, un doble cuerpo de mujer, blanco elevarse, se separan, se inclinan, se penetran como por un beso, se dividen
y negro (el trazo varía continuamente, del blanco al azul, del azul al blanco), nuevamente, sosteniendo en sus manos ese loco objeto que gira, doble y uno,
aparece, desaparece, sobre un fondo sin profundidad. Luego los dos cuerpos y se vuelven a sumergir, después de un último sobresalto, para fundirse en una
frente a frente. Luego la forma, de nuevo reagrupada, se vuelve a desplegar masa y no moverse más.
en fases sucesivas. Seguidamente se recompone para desplegarse esta vez con Digamos, en términos de metapsicología del cine: Echolalia articula pri-
un movimiento continuo, cada cuerpo ligado al otro por medio de lo que se mero los dos niveles de identificación, con la figura y con la cámara (secun-
convierte al final en un doble y mismo objeto (un círculo, un espejo) en el que dario/primario), mediante los cuales Metz situó a partir del espejo lacaniano
aparecen reflejos desiguales. la postura imaginaria del sujeto-cine.20 La simetría-disimetría entre las dos
figuras (la misma/la otra) y el círculo-espejo que nace de su despliegue asignan
al espectador todas las virtualidades. El cuerpo-espejo nace en la imagen en
la que el espectador se mira, para siempre engañado y dividido. Por primera
vez quizá Narciso y Eco se vuelven indisociables. Pero el trabajo de imagen
representa también ese “modo más arcaico de la identificación”, determinado
por la confusión entre alucinación y percepción, en el que Jean-Louis Baudry
ve, por debajo de los efectos de espejo, la fuerza del efecto-cine referido así
en términos freudianos a la experiencia primordial de la satisfacción oral.21
1 2 Kristeva dice, en otros términos: “lo que queda por debajo de la identificación”;
ella delimita con esto, a partir de otras referencias psicoanalíticas, más próximas
al teatro kleiniano de la agresividad y el terror, el nivel de la apertura somática,
de la “pulsión simbolizada”, que ella llama lo “semiótico”.22 Elementalidad
del cuerpo difícil de definir, que el cine hace surgir bajo la fascinación de lo
especular, en ella, con la condición de no restituirle en demasía el exceso en

20
Christian Metz, “Le signifiant imaginaire”, en Psychanalyse et cinéma, op .cit.
3 4 21
Jean-Louis Baudry, “Le dispositif ”, ibid. p. 69.
19 22
Mallarmé, op. cit., p. 363. Julia Kristeva, “Ellipse sur la frayeur et la séduction spéculaire”, ibid., pp. 73-74.
44 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 45

el orden simbólico. Ella dice: “el anti-film”, como Lyotard “el acinema”, para La Desserte de Matisse* sirve aquí de emblema, y el pensamiento de un
delimitar, en nombre de la utopía de la vanguardia, esa resistencia al simbo- pintor que veía su arte como “una especie de cine perpetuo”.25
lismo, y esa fuerza de surgimiento. “F. tiene un año y habla solo por ecolalias: Todo se vuelve a jugar en estos tres videos con efectos anteriores de memo-
ritmos, entonaciones, intensidades variables…”.23 Cuerpo primero, lenguaje ria y de olvido, de aparición-desaparición, de percepción y de alucinación, de
antes del lenguaje, cuerpo-lenguaje. dispositivo mental y de dominio corporal. Pero se dirigen más directamente a
Es exactamente eso lo que muestran sin palabras los videos de Kuntzel. la pintura, obligando a referir a ella las decisiones tomadas en los otros videos
Lo que dice el “relato” de Echolalia: la aventura del cuerpo-luz recorrido por (colores lisos de Nostos I, flujos de Still, destellos intermitentes de Echolalia,
ritmos e intensidades, atrapado en su destino de imágenes. La captura visual, liquidez móvil de Nostos II y, en todos ellos, la variación cromática continua
trabajada, sometida a reflexión, resurge allí en conocimiento y en emoción del que culmina en Time…).
cuerpo. Nunca antes había visto nacer y renacer un cuerpo como en este video. Y primeramente el hecho mismo de los tres videos concebidos a partir de un
Hasta se lee allí una figuración del mismo nacimiento, de un poder-nacer ligado solo decorado, que vuelve a representar la tradición pictórica del motivo sometido
tanto a su violencia material como a su condición imaginaria. Nacimiento a la a una reelaboración, de la serie de múltiples estados. Las Catedrales de Monet,
imagen, nacimiento de la imagen. por ejemplo (“pasé una noche llena de pesadillas: la catedral se me caía encima,
parecía azul o rosa o amarilla”26). Como las Catedrales, las Dessertes deberían,
idealmente, ser vistas en conjunto, con una sola mirada –aunque repartidas en
Escribir la pintura
habitaciones iluminadas de manera diferente según tonalidades–.
Esta imagen también retoma a su cargo la pintura. Es su tentación pro- La blanca. Esencias de gestos, en un blanco y negro estratificado por una
pia, su deseo insatisfecho. El video, por supuesto, todavía es incierto, grosero, mezcla de positivo-negativo sometida a infinitas variaciones de iluminación,
precario. Nada comparable a la virtualidad de una paleta. Y sin embargo. Por entre el movimiento y su cese, su arranque fantasmagórico. La puerta por la
lo general, hoy en día no existen más de siete niveles de gris tratados por el que aparece la mujer es entonces solo franqueada por la memoria que uno
sintetizador según un color determinado; pero Bill Etra está trabajando para tiene del espacio, de los pasajes, de las posiciones. El gesto en el tiempo, que se
poner a punto un aparato que debería permitir diferenciar sesenta y cuatro.24 eterniza, se convierte en una materia, de instante en instante, por acumulación
En la imagen electrónica existe una virtualidad inmensa que no deja de tener mental y visual de instantes, produciendo un efecto global de pintura en mo-
analogía con la que desde siempre ostentó la pintura. vimiento, entre el bajorrelieve y la fotografía.
Los videos de Kuntzel trabajan en ese sentido. Con una conciencia de los
límites que aún impone el medium tan pronto como se lo utiliza discretamen-
te, sin ceder a sus facilidades de principio (que en un sentido lo acercan a la
fotografía, a un riesgo de dispersión en el todo-imagen). Más que creerse ya
la pintura, o más allá de ella, por una utilización mecanicista de los efectos en
cascada y de los contrastes programados que permite el sintetizador, el esfuerzo
de Kuntzel se encamina hacia la pintura, jugando la delicada carta de las rela-
ciones del color, de la forma y del tiempo. De esta manera llega a un verdadero
más allá de la pintura: según un movimiento que lleva a esbozar nuevamente 1 2
su recorrido, a reflejar mediante el video sus gestos, su ser, su historia. *
La Desserte [La mesa de postres], obra de Henri Matisse, hoy conocida como La habi-
Veamos las tres Dessertes: la blanca; la negra, roja y azul; la múltiple. tación roja o Armonía en rojo. El término francés desserte alude a un mueble en el que se
disponen elementos utilizados para el servicio de mesa en un comedor.
25
Matisse, Écrits et propos sur l’art, Hermann, 1972, p. 152. (trad. esp. Escritos y opiniones
23
Ibid., p. 75. sobre el arte, Madrid, Debate, 1993)
24 26
Citado por Dominique Belloir, “Vidéo Art Explorations”, Cahiers du cinéma fuera de Hommage à Claude Monet (catálogo), Éditions de la Réunion des Musées nationaux,
serie, 1981. 1980, p. 291.
46 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 47

Azul: dos tramas de nieve mezcladas (una muy fina, la otra en copos) ha-
cen vibrar esta vez la materia, que se vuelve más pesada, más opaca, borrando,
confirmando los contornos de esas actitudes espectrales, según un tempo muy
distinto.

3 4

Rojo: la incrustación permite aislar un motivo (la parte superior del


cuerpo, el rostro, la mano que avanza, la copa de frutas), acentuando efectos
de contraste que se vuelven muy violentos (medallón azul ácido sobre un
5 6 fondo rojo anaranjado violáceo), diversificados, mezclados, atenuados por
Cuando al final, de repente, un rosa ladrillo invade el cuadro por el lado iz- la combinación de las tramas, de nuevo, y las transformaciones, hasta que el
quierdo, penetra a medias el cuerpo de la mujer, se reabsorbe, se extiende, el color medallón se borra.
está en el estado puro de acontecimiento: el advenimiento de la pintura.

1 2

La negra, azul, roja: por bloques diferenciados.


Negro: el negro reservado por masas variables reforma esa misma imagen,
mezclando tonos de azul, rosa y blanco según una nieve muy fina que produce
un verdadero puntillismo del rastro.

3 4
48 RAYMOND BELLOUR THIERRY KUNTZEL Y EL REGRESO DE LA ESCRITURA 49

El color ligado al movimiento, a su descomposición espacio-temporal,


esas operaciones concentradas en la naturaleza muerta, esas tres manzanas, la
“nieve” que dibuja sus tramas de marcas y puntos, son la manera más visible
de mostrar que el video, al recuperar del impresionismo al cubismo, y aún más
allá, los temas de la pintura, nos lleva aquí a la terra incognita de una nueva
determinación de lo visual (ateniéndose solo a la imagen) entre cine y pintura,
en vistas a otro cuerpo-memoria.
5 Interrogar a la pintura, responder al cine. Trabajar, con la misma tecnología
que lo desmultiplica, ese destino de la imagen que toma cuerpo a partir del
La múltiple. En este video todavía sin terminar, las investigaciones sobre siglo XIX por la conjugación de las técnicas de reproducción de lo real y un
la luz llevan al extremo en ese mismo cuadro la variación de los valores y la nuevo estatus de la subjetividad, cuyos efectos, en términos de imagen interior,
de esos gestos retomados entre el pintor y su modelo. Pero lo que nos sorprende son ordenados y decuplicados por la psicología (la hipnosis, el psicoanálisis).
sobre todo, en esos rushes, por el trabajo operado sobre un motivo aislado, son Podemos, por supuesto, pensar el video en términos de naturaleza propia: exis-
las frutas que aparecen, una, luego dos, luego tres, sobre el fondo aún desnudo te una especificidad indiscutible de la imagen electrónica. Pero hay que seguir
de la mesa, luego sobre varios fondos decorados. Sobre el primer fondo, pare- estudiándola, sobre todo en función de los gestos que permite.
cen animadas por un movimiento interior, gracias a tres cámaras muy juntas, El gesto de Kuntzel es doble: de recuperación y de desplazamiento. Por
dispuestas alrededor de la mesa y que giran en torno del motivo a velocidades medio del video, él retoma y desplaza los ensayos más radicales de la ya larga
diferentes y graduadas. Las variaciones de iluminación producidas por la con- tradición del cine experimental: Snow, Frampton, Nekes (en los que ha puesto
jugación de esos minidesplazamientos ligados entre ellos por fundidos tienen una especial atención). Pero retoma también, para desplazarlos aún más, dedi-
así por objeto engendrar en las zonas de recubrimiento, por la coloración de cándolos a la imagen, los logros a la vez teóricos y culturales de una reflexión
los niveles de gris, nuevas posibilidades de colores. Trabajo retomado, sobre los orientada hacia el cine. Pensamos en un desplazamiento comparable, aunque
fondos decorados, haciendo girar la luz. muy diferente: Jean-André Fieschi en sus Nouveaux mystères de New York.
Porque el “salto al cine”, a la edad de ocho años, fue “una búsqueda de las
imágenes anteriores”,27 su ensayo de autobiografía filmada vuelve a cruzar las
nuevas imágenes que desde ese entonces lo atraparon, al punto de convertirse
no solo en los referentes sino en los exponentes formales de las imágenes de
la infancia: el famoso enlace de miradas de Nosferatu, que reconstruye gracias
a la paluche, con “una variedad inédita de montaje en los planos”,28 como lo
subraya Jean-Paul Fargier; la mirada perdida, incomprensible de Vampyr,
y tantos otros instantes de cine que reaparecen, dando cuerpo a su ficción,
1 2 porque él también los ha vivido, dominado, teorizado. De la misma manera
reconocemos, en los videos de Kuntzel, pero referidas a su más puro efecto
mental, la escena siempre en retroceso de la mirada de The Most Dangerous
Game, las imágenes ilusorias del tren de feria de Letter from an Unknown
Woman, los efectos de aparato de Chelovek s kino-apparatom, las imágenes

27
Jean-Paul Fargier, “Le grand écart, rencontre avec un Corse des Carpathes”, Cahiers du
cinéma, nº 310, abril de 1980, p. 32.
28
3 Ibid., p. 28.
50 RAYMOND BELLOUR

detenidas de La Jetée, las puertas y ventanas de los films de Lang y de tantos


otros, y ese mismo espacio siempre más allá de Vampyr, como impregnado
de vibración mental. El uno más cerca de Proust, el otro de Mallarmé, tanto
Fieschi como Kuntzel encontraron en el video la fuerza (intelectual, material)
que permite desplazar al cine con relación a sí mismo, darle ese suplemento que
aún le falta, y que lo ubicaría, finalmente, muy cerca de la escritura. De la
escritura no como privilegio, ni para lograr escapar a su obsesión arrebatán-
doselo. Simplemente, la escritura como expresión, orquestada libremente del
ensayo al poema, de la autobiografía al pensamiento. “Un ojo en la punta de
los dedos”, así definía Fieschi a la paluche.29 “El ojo, una mano”, decía Manet.30
Pintar uniendo visiones (y palabras) en el tiempo es escribir, es filmar. El
video retoma –de manera todavía insegura, muy costosa, muy pesada, pero
en un movimiento que se va acelerando y que ya está cambiando muchas
cosas– una utopía que viene acompañando al cine desde su nacimiento. La
utopía de una escritura insólita, justamente, jamás vista ni oída. Releamos los
textos reunidos en L’Art du cinéma31: escuchemos a André Beucler, Artaud,
Epstein, Élie Faure, Cocteau, Astruc. Seguramente Astruc pensaba en otra
cosa cuando hablaba de “cámara-lapicera” (sus películas, sus referencias lo han
mostrado). Y, sin embargo: “He aquí adónde hemos llegado […]: la cámara
en el bolsillo derecho del pantalón, la grabación en una cinta imagen-sonido,
meandros y lento o frenético desarrollo de nuestro universo imaginario, el
cine-confesión, ensayo, revelación, mensaje, psicoanálisis, obsesión, la máquina
de leer las palabras y las imágenes de nuestro paisaje personal…”.
“Un lenguaje tan riguroso que el pensamiento podrá escribirse directamente
sobre la cinta…”.32
No encuentro nada que, según su propia abstracción, responda mejor a esa
meta que las cintas de video de Thierry Kuntzel.
1981.

29
Jean-André Fieschi, “Point de vue sur un troisième œil”, Le Monde, 29 de enero de 1976.
30
Citado por Mallarmé, op. cit., p. 532.
31
Anthologie, por Pierre Lherminier, Seghers, 1960.
Thierry Kuntzel, Nostos I, 1979.
32
Ibid., pp. 597, 589.
LA UTOPÍA VIDEO

–La influencia y el poder del diario sólo está en sus


albores, dice Finot, el periodismo está en la infancia,
crecerá. Todo, dentro de diez años, estará sometido
a la publicidad. El pensamiento iluminará todo…
–Alterará todo, dijo Blondet, interrumpiendo a Finot
[…] Por eso, si la Prensa no existiera, no habría que
inventarla; pero aquí está, vivimos de ella.
–Usted morirá a causa de ella, dijo el diplomático.1
Balzac

La electrónica es un maravilloso instrumento del sueño.


He creído abrir una vía por donde toda la televisión podría
entrar y soy el único héroe de un combate perdido.2
Jean-Christophe Averty

Que el videoarte esté ligado a la televisión, venga de la televisión, vuelva


a ella constantemente, que esté contra ella, totalmente en contra, que ese
vínculo, insuficiente por sí solo para definirlo, sea sin embargo lo que los une
estrechamente, al punto de convertirse en dos imágenes en espejo, es algo que
se ha dicho y repetido hasta el cansancio.3

1
Illusions perdues, Folio, Gallimard, p. 321. Citado por Todd Gutlin, “The Whole World is
Watching”, en Peter d’Agostino (ed.), Transmission, New York, Tanaro Press, 1985, p. 68.
2
Citado en Art Vidéo, Rétrospectives et Perspectives, Charleroi, 1983, p. 59.
3
Ver, entre otros: Jean-Paul Fargier, “La vidéo, contre (tout contre) la télévision”, catálo-
go de la Première manifestation internationale de vidéo, Montbéliard, 6-12 de diciembre
de 1982; Transmission, op. cit., en particular David Ross, “Nam June Paik’s Videotapes”;
Gregory Battcock (ed.), New Artists Video, New York, Dutton, 1978, en particular Dou-
Nam June Paik, TV Buddha, 1975. glas Davis, “The End of Video: White Vapor” –retomado en parte en Raymond Bellour y
Anne-Marie Duguet (dir.), Video, Communications, nº 48, 1988–. El término “videoarte”
no es satisfactorio. Trae problemas. Pero porque existe. El problema no se arregla elimi-
nando simplemente el término (o empleando sólo “video”). Por lo tanto, lo utilizo.
54 RAYMOND BELLOUR LA UTOPÍA VIDEO 55

Lo que, por el contrario, casi nadie se ha preguntado es lo que implicaba en varias ocasiones, sus propios diarios. No son grandes diarios; más bien dia-
esta definición por la negativa. Me gustaría, por eso, remontarme hacia el rios-revista, más episódicos o más limitados, aunque impresionantes, y reúne
último tercio del siglo XIX, momento en el que la vanguardia literaria llega a alrededor de su nombre todo el material (aun cuando en ocasiones acepta a
su punto de cristalización y se define en parte gracias a un conflicto del que otros autores). Nacen así: 1848-1850, Le Mois, “resumen mensual histórico y
supo extraer (al menos virtualmente) todas las consecuencias. La relación político de todos los acontecimientos, día por día, hora por hora, redactado en
que el video (como arte, conciencia de arte) mantiene con la televisión, ¿no es su totalidad por Alexandre Dumas” (la frase “Dios dicta y yo escribo” encabeza
acaso el calco histórico de lo que la literatura experimenta en su diálogo con la publicación); 1853-1857, Le Mousquetaire, cotidiano de la tarde, “diario del
la industrialización de la prensa? señor Alexandre Dumas”; 1857-1860, Le Monte-Cristo, “diario semanal de
Conozco el riesgo de las analogías. Sé que han pasado cien años. Que el mo- viajes y poesía, publicado y redactado por Alexandre Dumas solo”. Dumas,
dernismo y la vanguardia han sufrido, después de repetidas exaltaciones, todos imaginamos, publica allí todo lo que antes confiaba a otros diarios. Experimenta
los desencantos, todas las burlas, todas las contaminaciones que hacen creer en sobre todo la competencia (perdida desde el principio pero mantenida con
el posmodernismo. Sé que el solo hecho de imaginar cualquier punto de apoyo todas sus fuerzas) entre su trabajo de escritor y la forma social de un medium
con respecto al cual concebir la utopía de un modelo suena a broma. En defini- que se convierte en una de las mayores verdades de su siglo.
tiva, que el propio negativo, con las fricciones, las ficciones que él permite (ese Sabemos lo que ocurre con la tríada Dios-Yo-Obra a lo largo del siglo: se dis-
negativo que no es realmente reductible al sentido que le viene de la tradición grega bajo la presión de una Historia cada vez menos conciliable consigo misma.
filosófica), ya no es en verdad un valor. El videoarte, nacido del medium en el que El arte y la historia se dividen: desde ese momento tendrán vínculos oblicuos y/o
se consuma hoy la destrucción de toda referencia, está evidentemente atrapado en utópicos. Es lo que la famosa doble distinción de Mallarmé confirma –que cada
esta configuración. Aun así. La manera misma en que el videoarte está unido a la uno tratará, después de él, de diversas formas, de obstruir, de negar, de desplazar
televisión, la manera en que la toma como referencia, podría ser, paradójicamente, o de reformular–. Dicha distinción opone dos estados de la palabra, “bruto o
lo que le da una consistencia especial. Y al mismo tiempo, un lugar de privilegio inmediato por un lado, esencial por el otro”, y dos tiempos de la acción: la acción
dentro de lo que ya no nos atrevemos a llamar la vanguardia. general, la Historia, y la acción restringida, ese suceso interior de la Historia: la
En Francia, donde el diálogo entre la literatura y la prensa fue el más literatura. Aunque postule para el arte una autonomía relativa, esta oposición no
contundente, en el siglo XIX, la partida puede resumirse en dos tiempos, dos se encierra en sí misma; se nutre, por el contrario, de la perpetua dislocación entre
nombres, dos experiencias. Alexandre Dumas y el romanticismo; Mallarmé y los dos modos y los dos tiempos de acción, “poniendo en evidencia el conflicto,
el simbolismo. Y en cada caso, el Diario y la Obra o el Libro. para sacar algo en limpio”.4
La relación de Dumas con el diario es simple, aunque desmesurada. Es en este contexto en el que Mallarmé celebra la “crisis del verso” (la
Se explica en primer lugar por el súbito desarrollo de la prensa a partir de 1836, ruptura de la prosodia tradicional) que consagra la liberación de la voz
simbolizado por el nombre de Émile de Girardin. Fuerte en sus conviccio- subjetiva y permite unificar el juego literario de las “veinticuatro letras”. Lo
nes, tanto sociales como comerciales, Girardin es el primero en optar por un interesante, para nosotros, es que las consecuencias que Mallarmé obtiene
cotidiano, mucho más barato, dirigido a mayor número de lectores y apoyado de esto, “en cuanto al libro”, están directamente ligadas a la extraordinaria
por la publicidad. Inventa la fórmula de la novela por entregas, que seduce a aceleración de la prensa del Segundo Imperio y de la Tercera República. El
los mejores escritores románticos (Balzac, Hugo, Sand, Dumas) y se convierte diario obsesionó a Mallarmé. Por una parte, debió de ver allí el ejemplo de
rápidamente en una forma poderosa de industria cultural (prefiguración de las “el universal reportaje”, cautivo de la acción general, de lo que la literatura
series y del soap-opera). El diario, para Dumas, cumple dos funciones. Publica se deberá cuidar, si quiere preservarse. Pero Mallarmé también presintió en
como folletín sus novelas históricas justificadas por el punto de vista (a la vez el diario una virtualidad, que podemos llamar lógica. El diario, en efecto,
ingenuo e inquieto) de un Dios-Historia en el que se proyecta el Yo exorbitado simboliza lo ilimitado del mundo; produce, por su misma naturaleza, una
del escritor. Viene a ser otra versión del Ego-Hugo-Yo-Océano o del proyecto especie de reverberación, haciendo resplandecer el Todo irreductible del
micheletista* de “resurrección integral del pasado”. Pero Dumas funda también, acontecimiento supuesto en cada uno de sus instantes. Esto se opera según
medios cercanos a la palabra inmediata; pero el diario, de por sí, la fija, la
*
Se refiere a Jules Michelet, historiador francés del siglo XIX 4
Maurice Blanchot, Le Livre à venir, Gallimard, 1959, p. 282.
56 RAYMOND BELLOUR LA UTOPÍA VIDEO 57

filtra y la sintetiza, la remodela y la redistribuye. Por medio de ese trabajo de la copia y del modelo). Por potentes que sean, esos efectos no destruyeron
que él ejecuta, nos guste o no, sobre la lengua y la página, el diario, imagen tanto como algunos se complacieron en decirlo la distancia entre el mundo
del mundo, es también una imagen del Libro, destinado a “la explicación exterior y lo que lo reitera. Y la aceleración de los medios de comunicación, a
órfica de la Tierra”. El diario se transforma así en el negativo del Libro (o pesar de su carácter extremo, no es un fenómeno enteramente nuevo: es por
el Libro, más bien, en el negativo del diario; lo que tiene la ventaja de poner eso que la explosión de la prensa en el siglo XIX tuvo (como en el caso de la
en perspectiva el proceso de negatividad que el lenguaje poético opone a la foto) un impacto tan grande sobre la definición del arte. Podemos así formular
palabra ordinaria para “remunerar” lo arbitrario de la lengua con relación a una equivalencia y ver lo que puede aclarar: de la misma manera que existieron
la realidad del mundo sensible). En definitiva, el Libro y el diario, en espejo, el mundo, el diario y el poema o el texto como utopía del Libro, existen hoy el
con la debida distancia, están a la par. Todo lo que la utopía del Libro tiene mundo, la televisión y el videoarte como marca de la utopía del arte. Siguen
de social, el Libro como fiesta, teatro, religión nueva (al superar y transmutar existiendo, también –interiores a la mutación de nuestro tiempo, de nuestra
la subjetividad) se lo debe, en buena parte, a la idea del diario. Mallarmé, idea del tiempo–, dos tiempos. Y esos dos tiempos siguen siendo, en ambos
divagando así sobre el Libro, llega a profetizar, en “la extraordinaria sobre- casos, uno con respecto al otro, irreductibles y antagonistas.
producción actual” de la prensa, la idea de “un concurso para la fundación Tomemos, para mayor claridad, tres videos, todos americanos.5 Y en primer
del Poema popular moderno”. Él también vivió muy pronto la experiencia del lugar, naturalmente, el que, por excelencia, vuelve atrás el tiempo instituido:
diario, experiencia que relata, significativamente, en su breve Autobiografía: el noticiero. En 1979, Doug Hall, Chip Lord y Jody Proctor se instalan en
“En un momento, sin embargo, desesperado al ver el despótico librejo salido Amarillo, Texas, invitados por uno de los canales locales. “Su objetivo, en cali-
de mí mismo, traté, sobre la base de algunos artículos divulgados aquí y allá, dad de artistas” (dice el video): analizar, hacer la disección de lo que constituye
de redactar yo solo, hablando de toilettes, joyas, mobiliario, y hasta de teatros y la actualidad en ese contexto, mezclarse con los profesionales y compartir su
menús para la cena, un diario, La Dernière Mode, cuyos ocho o diez números experiencia. Pero para transformarla.
aún me sirven, cuando los desempolvo, para hacerme soñar largo rato”. ¿Con
qué sueña Mallarmé ante ese diario concebido por él solo, como fue años
antes el caso de Dumas (aun cuando su objeto, la Moda, y la palabra “última”
en su título, muestran hasta qué punto la Historia se encuentra allí reducida
a un presente inconsistente, siempre renovado, pero relativo, evanescente)?
Mallarmé sueña con el Libro, con la utopía del Libro. Sueña con el Coup de dés
que todavía no osa imaginar: ese “libro futuro” en el que “la visión simultánea
de la Página […] tomada como unidad, como lo es en otro lado el verso o
línea perfecta”, debe tanto a la página móvil y múltiple del diario que se trata 1 2
de metamorfosear. Oponiéndole la violencia de la idea, la seducción de la
palabra como música, el espaciamiento de los enunciados, el libre juego de
los elementos; en resumen, la provocación –utópica– del arte.
Quedémonos (para simplificar las cosas) en esta cuestión del tiempo, del
doble tiempo y los dos tipos de palabra que lo materializan. Ignoremos adrede
la ley primera de la imagen electrónica, que permite construir un doble ins-
tantáneo y virtualmente infinito de la “realidad”.
Ignoremos esos desafíos perversos de lo directo y de la vida que hacen del 3
video uno de los instrumentos más seguros de nuestro sentimiento de disolución
5
de la Historia. Olvidemos incluso los efectos de hiperrealidad que refluyen de Pero podríamos tomar también, por ejemplo: Notes d’un magnétoscopeur, de Jean-Paul
Fargier (1980), y Tout près de la frontière, de Danielle Jaeggi (1983, Francia); Passagiate Ro-
la televisión sobre lo que resta del mundo sensible (reversiones-confusiones
mane, de Caterina Borelli (1985, Italia); Der Riese, de Michael Klier (1983, RDA), etc.
58 RAYMOND BELLOUR LA UTOPÍA VIDEO 59

Mimándola, minándola por medio de transgresiones groseras y sutiles a yúsculas rojas: “Un final - Más allá de todo lenguaje - Pues no hay ni pasado ni
la vez, pero infalibles en ese cuadro. Repeticiones, por ejemplo: ya sea que el presente ni futuro - El lenguaje es la vitalidad ligada al tiempo - A los tiempos -
procómplice (Don García) interrumpa a su álter ego, el artista presentador El mismo silencio es una forma de palabra como el blanco de los intervalos -
(Doug Hall), que tropieza con una palabra (apostolic), para enseñarle el buen El espacio que existe entre los signos de escritura forma parte de la escritura,
ritmo, el tempo que corresponde a su papel (voz inverosímil, hipercodificada, tanto como las mismas letras - La ruta es eterna, pero no puede prescindir del
de las News); ya sea que las tomas se repitan, como por gusto, revelando la tiempo - La eternidad y el tiempo se enlazan continuamente, aunque constan-
arbitrariedad, la falsa naturalidad, la paranoia invisible del código. Pero se temente separados solo por el ojo humano - Un principio”. El texto, extraído
asiste, además, a variaciones muy libres. El reportaje se desliza hacia el poema, de Croire en l’esprit, es de Sang-Tan, un escritor zen del siglo II.
la ficción científica y la investigación experimental, con imágenes improbables,
que se autonomizan, se paralizan, viran al blanco y negro. Eso es lo que per-
mite una retrospección, provocada por el acontecimiento, sobre los doscientos
cincuenta tornados que asolaron el estado de Texas entre 1951 y 1975. Todo
el arte (discreto) de The Amarillo News Tapes consiste en mantener la realidad
del noticiero y convertirla en irrealidad para demostrar a la vez lo que hay de
demasiada y de poca realidad.
Media Ecology Ads. Todo está en el título y la ejecución. Muntadas eligió 1 2
la publicidad del concepto como transposición. En tres planos, tres movi-
mientos.
Fuse [Fundir]. Una línea clara cruza horizontalmente la pantalla oscura. Una
llama, a la izquierda, se enciende y la consume. Cuando la llama, a la derecha,
termina de consumir la línea (5’40’’ más tarde), la publicidad concluye. Hay
un texto que desfila, durante ese tiempo, de derecha a izquierda, en letras ma-

3 4

3 2

5 6

Los otros dos fragmentos, Timer [Reloj de arena] y Slow Down [Disminuir
la velocidad] repiten esta estrategia: el primero, haciendo desfilar verticalmen-
te, de un extremo al otro del reloj de arena, y mientras este se va vaciando,
conceptos figurativos (al componerse letra por letra, son difíciles de leer); el
segundo, variando la velocidad del desfile de las palabras (demasiado rápidas o
1
60 RAYMOND BELLOUR LA UTOPÍA VIDEO 61

demasiado lentas), paralelamente a la del agua que pasa por un tubo de vidrio ensayos, Blanchot se preguntaba qué pasaría si llegara un día en que muriera
y corre para terminar goteando (todo dura 14 minutos). el último escritor.7 Se escucharía no un gran silencio, sino, por el contrario, un
murmullo incesante, un rumor, un ruido inevitable, obsesivo: una “voz extraña”.
Reverse Television, de Bill Viola, no es un verdadero video, sino el miembro Muy cercana, agrega, a las voces de la autoridad y del dominio, del dictador;
fantasma de un proyecto inaceptable. Cuarenta y cuatro sujetos de entre 16 y en definitiva, de la dictadura. El escritor es aquel que impone silencio a esa
93 años, sentados frente a la cámara, en el lugar donde habitualmente miraban voz, acercándola como ningún otro y retrayéndola en sí misma. El artista de
televisión, tenían que aparecer un minuto cada uno, en silencio, sin ser anun- video podría ser aquel que impone silencio a la televisión. Como Viola con
ciados ni en modo alguno localizados, en un canal público (WGBH Boston), Reverse Television. ¿No trata acaso, literalmente, de hacernos escuchar silencio
cada hora, durante varias semanas, entre los programas, en el espacio en que en el momento preciso en que la televisión dicta su voluntad con más fuerza?
el canal realiza su publicidad interior. En lugar de eso, esos retratos fueron Como lo hace Muntadas al conceptualizar ese silencio mediante un cambio de
difundidos durante dos semanas (14-28 de noviembre de 1983), cinco veces la forma publicitaria. Como Doug Hall y sus comparsas al practicar un juego
por día, durante treinta segundos cada uno, y firmados Bill Viola.6 de ironía y de contrapunto con la estrategia de las News.
El fantasma de los tres californianos es claro, por más irreal que sea y por
modesta que sea su tentativa. Así como Dumas soñaba, en escala mayor, con
ser el Diario, se trata de ocupar, en escala menor, en forma a la vez realista y
lúdica, el lugar de las News. Imposible, evidentemente. Su video no fue di-
fundido allí donde se suponía que debía dar cuenta de la actualidad. Pero sí
tiempo después, en otro canal público (Channel 9, San Francisco); y no en el
lugar de las noticias, sino después, para delimitar bien (y limitar) los efectos
de desplazamiento. Los elementos más personales, y los menos paródicos, de
1 2 The Amarillo News Tapes sirvieron como punto de partida a la reflexión-ficción
de Doug Hall en torno de las nubes y los huracanes, en Prelude to the Tempest
y en su último video, Storm and Stress.
Como Viola, Muntadas hubiera querido que sus Media Ecology Ads ocuparan
el lugar reservado a los espacios publicitarios en un canal público, o al menos
interfirieran con ellos. En lugar de eso su video, difundido varias veces en Canadá,
España y los Estados Unidos, siempre ha sido mostrado (de manera diferente
según los contextos) en el marco de programas específicamente reservados al
videoarte o a la imagen. Comprendemos el reflejo de la institución. Releamos
3 4
el texto de Fuse. ¿Qué es ese tiempo sin principio ni fin, que transcurre pero
que es reversible y donde el vacío cuenta tanto como lo lleno, el silencio tan-
¿En qué consiste el reverso de la televisión? No solo en su espectador que se to como el sonido? Es una imagen del lenguaje como cuerpo en expansión.
vuelve visible, el contracampo de un campo omnipresente. Consiste también, y Y una (re)figuración del tiempo como puro tiempo especulativo, que se acerca
sobre todo, en el silencio que invade el propio campo. Una calidad de silencio lo más posible al del flujo televisual para invertir su tempo, su mensaje y sus
cuya necesidad Viola –poco amigo de esos cambios inmediatos del medium, valores. “Estamos allí… viendo, creyendo (?), maravillándonos, especulando”.8
más concentrado que otros en el silencio de su propia obra– quiso marcar
especialmente, de manera súbita y muy directa. En uno de sus más bellos
7
En Le Livre à venir, op. cit., inmediatamente antes de su comentario sobre Mallarmé,
que cierra el libro.
8
6
A partir de eso, Viola hizo un video, como testimonio de su proyecto: allí lo explica y Robert C. Morgan, “On the Activity of Slowing Down or the Media Becomes the Me-
nos muestra luego 15 segundos de cada uno de los 44 retratos. dia”, Exposición, Madrid, Fernando Vijande, 1985, p. 22 (a propósito de una instalación
de Muntadas).
62 RAYMOND BELLOUR LA UTOPÍA VIDEO 63

Mallarmé decía, en el Coup de dés, las tareas de la crítica es justamente la constante evaluación de la relación
de fuerzas entre lo que el flujo asimila y lo que se le resiste.
“velando
Hay dos maneras de resistirse al flujo. Situándose en el interior, en la
dudando
televisión como institución del flujo. O fuera de ella. Es curioso ver que
avanzando
casi todos aquellos que se resisten al flujo, de verdad, desde el interior, para
brillando y meditando”.
poder hacerlo tienen que situarse también en el exterior. La instalación es,
Tal es el espectador al que se dirige Viola durante ese minuto de silencio para la gran mayoría de los artistas del video, el lugar de esa resistencia. La
improbable arrancado al rumor incesante de la televisión. Minuto, no lo instalación induce un espacio a la vez físico y virtual en el que el espectador
olvidemos, que se supone anónimo. Como le gustaba a Mallarmé pensar el se vuelve a apropiar, a su gusto, de los conceptos que toman a la institución de
Libro “sin nombre de autor” para marcar bien el carácter absoluto y el fondo forma oblicua, abriendo el camino hacia una interacción tanto crítica como
de utopía sobre el que se construye la obra personal. El espectador ideal al imaginaria. Pero esto concierne también, en galerías y museos, a la proyección
que apunta Reverse Television es entonces el de Hatsu Yume. Ese para quien la de videos, arrancados al flujo y presentados a menudo en condiciones muy
televisión se habría convertido en Hatsu Yume de Bill Viola. Esa meditación diferentes: por ejemplo, ¿por qué tanto Viola como Kuntzel quieren mostrar
de 60 minutos sobre los conflictos de la oscuridad y la luz, sobre los ciclos del sus videos en la oscuridad, en las mismas condiciones del cine, si no es para
tiempo. Así, el hecho de ser una obra sobre el tiempo es lo que hace a Hatsu preservar una cierta calidad del silencio? Una calidad comparable a lo que
Yume simbólicamente imposible de asimilar para la televisión, aun cuando lo globalmente es, para Godard, el cine, si se lo opone como arte a la televisión.
programe en sus márgenes. Esto también puede convertirse en el tema de un video, y ser mostrado en
Al igual que el diario, la televisión como tal apunta a dominar el tiempo, la televisión, cuando un canal (Channel 4) está decidido a correr el riesgo:
a sustituirlo. Es decir, a ser el tiempo, en lugar de a afirmar, por diferencia, es el caso de Soft and Hard.
su presencia. Pero ¿cómo situar esa diferencia? Esta no se construye solo Existen así dos modos de concebir las relaciones del videoarte y la televi-
con respecto al tiempo de la vida que la televisión, sin decirlo, transforma sión. Estos se oponen, a pesar de todos los grados que van del uno a la otra en
y asimila; sino con respecto a la televisión misma, en la medida en que la la realidad y de todas las eventuales mediaciones. Un signo particularmente
televisión tiende a producir un tiempo homogeneizado que no admite (o claro de esta oposición es que, en cada caso, una palabra busca destruir o
muy poco, casi nada) la diferencia. reducir a la otra, como si videoarte y televisión no pudieran coexistir lógi-
Existen, fundamentalmente, solo dos maneras de ser de la televisión –aun camente, fantasmáticamente. La primera de estas dos posiciones resiste a la
cuando sus fórmulas, sus modas, sean cada vez más múltiples y variables, televisión para (re)afirmar allí, aunque más no fuera sin ilusión, la necesidad
según los estatus, los países, los supuestos públicos, etc.–. O bien la televisión del arte. La segunda, a la inversa, apunta a confundir, como pretendía Averty,
se somete a su propio flujo, vive su flujo como una ley incontrolable; o bien videoarte y televisión. Por eso nunca aceptó la palabra “arte” ni la palabra
resiste al flujo. Por todos los medios posibles e imaginables. El campo sin “video”. Para él, solo existían la imagen electrónica y ese sueño, abortado:
contracampo de Godard es un ejemplo de ello. La aceleración-deforma- arrastrar consigo a toda la televisión. Aunque en términos diferentes (otro
ción del lenguaje en la obra de Gary Hill es otro. También lo es el tiempo país, otro contexto, otra mentalidad), es también lo que implica John Sanborn
desacelerado y cíclico, descompuesto-recompuesto, de Thierry Kuntzel. cuando pide que desde ese momento se lo considere como un “TV-artist”.9
O la asociación de imágenes-ideas de Juan Downey… Por citar solo algunos. En todos lados, hoy en día está tomando forma el pedido de una televisión
Ninguno de estos medios tiene en sí mismo un valor absoluto (aunque se diferente, que seguiría siendo, sin embargo, la televisión.10 Esta posición, que
tienda hoy históricamente a privilegiar la lentitud, ante la aceleración general
del tiempo). Una de las grandes fuerzas de la televisión es también la de ser 9
Entre otros, en ocasión de una presentación de su trabajo en el festival de Salsomag-
capaz de relativizar (más o menos rápidamente) tal o cual figura, reciclarla y giore (Italia), abril de 1985.
apropiarse de ella nuevamente. Pero dicho proceso, permanente, es también, 10
Por ejemplo, muy recientemente, el texto, muy significativo, de Beverly Houston “Te-
de hecho, limitado: como al diario, a la televisión le cuesta admitir lo que se levision and Video Text: A Crisis of Desire”, en Patti Podesta (ed.), Resolution, Lace, Los
vuelve contra ella, afirmando realmente la exigencia de otro tiempo. Una de Angeles, 1986.
64 RAYMOND BELLOUR LA UTOPÍA VIDEO 65

pretende ser realista, adecuada a las necesidades de la época, es sostenida La televisión no es una lengua en mayor medida que lo es el cine. Pero
(más allá de que sus preconizadores lo sepan o no, y sean cuales fueren sus tiene sobre el cine la superioridad (dudosa) de haberse transformado en
motivaciones) por una utopía bien específica: la utopía del fin del arte como ese lenguaje universal que el cine creyó ser y que en sus comienzos (en su
utopía. Esto quiere decir esperar de la televisión una redefinición social del versión idealista-revolucionaria soviética, por ejemplo) lo hizo soñar con
arte. Nada más y nada menos. ser una lengua. Por eso la televisión es más como una lengua de lo que jamás
Nos gustaría creer en esto, pero nos cuesta mucho. El encuentro del arte fue el cine. Tomó, históricamente, bajo los auspicios de la comunicación, la
y la televisión se enfrenta a dos obstáculos. En primer lugar, evidentemente, sucesión de los juegos de la lengua y de la palabra. Por eso puede ser, en una
la lógica de las ganancias, cuando las ganancias, a través de la publicidad, se época en la que la utopía está muy debilitada, uno de los últimos refugios
vuelven la forma visible del tiempo. Esto convierte a la televisión comercial, de utopía, y de utopías contradictorias.
la verdadera, la americana (o la italiana, o…), en imparable e insoportable, El romanticismo ha muerto. Ya nadie puede imaginar ser por sí solo, aun
una vez que se agotan los recursos humorísticos (y lo hacen rápido, salvo de manera semirreal, como Dumas, un diario o un canal de televisión. Pero
que se transforme el humor en la delicadeza de una desesperación infinita). la utopía del Libro sí ha sido bien reformulada (por un efecto de historia
Y aun cuando se construya allí un arte (el arte publicitario). La lógica del gran en bucle, sobre el que tendremos que volver, entre la Historia y la historia
número (incluso del más pequeño gran número) tiene efectos sordamente de las diferentes artes o los distintos medios de comunicación). Paik fue el
comparables en el canal o el cable: se hace cada vez más la publicidad, no de primero en soñar con ello (su “Utopian Laser TV Station”, de la que na-
tal o cual producto, sino de los programas, del canal, y a través de ellos del flujo cerá Global Groove) y supo hacer visible ese sueño (Tricolor Video, con sus
y de la institución misma. De manera que el medium no es más ese medium cuatrocientos monitores, vendría a ser su símbolo: “Terminal ilimitado de
que el video intentaba ser, como en el programa pionero de Fred Barzyk todas las imágenes del mundo. De todas las imágenes pasadas, presentes
en 1969 (The Medium Is the Medium): el medium que va hacia su esencia, su y futuras”).12 Si verdaderamente hemos entrado en el posmodernismo, el
virtualidad, por provocación, juego, diferencia, exceso, expresión directa y videoarte sería, pues, uno de los signos más vivos de un posmodernismo de
sin compromiso de la voz de los artistas. El medium, muy a menudo, tiene la la resistencia13: simplemente porque tiene la oportunidad (difícil) de tener
función de mensaje; la profecía de McLuhan se cumple, opuestamente al mito realmente algo a lo cual resistir. Esto podría bastar para calificar todavía a
que pretendía mostrar, cuando la voz publicitaria y la voz de los programas una vanguardia: hagámoslo, en todo caso, en los márgenes del diálogo abierto
tienden a reunirse, se justifican, se arrastran mutuamente (como en algunos entre Habermas y Peter Burger, para hacer del videoarte una variante aguda
programas más recientes donde se presentan obras de artistas).11 La televisión del modernismo.14 Mallarmé decía, de la utopía del Libro y de la diferencia
corre el riesgo, entonces, de volver a ser lo que quisiera dejar de ser: rumor, de la época que abría: “con vistas a más tarde o a nunca”. Decía del Coup de
voz extraña, instancia de un tiempo homogéneo e indiferenciado. dés: “sin presumir del futuro que saldrá de aquí –nada o casi un arte–”. Casi
La televisión en sí, en su versión estadounidense, tendenciosamente un arte solamente. El arte como tiempo de la separación y de la diferencia.
universal, no se convertirá nunca en nuestra mitología. El cine norteame- Ya que el arte integrado a la sociedad, y que vive con ella un pacto “natural”,
ricano ha podido hacerlo, apuntando a las ganancias, porque circunscribió es “algo del pasado” (Hegel). A menos que suceda poco a poco esa cosa im-
un espacio onírico propio, basado en una capacidad inmensa, pero delimi-
tada, de ilusión (es por eso que el cine resiste a la televisión en sí mismo,
y en la televisión misma, aun cuando está sometido a ella, destruido por 12
Jean-Paul Fargier, “Un drapeau en moins”, Nam June Paik, Tricolor Video, Centro Geor-
la publicidad). ges Pompidou, 1982. Recordaremos también el sueño expresado tantas veces por Godard
(y perseguido, bajo su forma más manifiestamente utópico-política, hasta en Mozambi-
11
que) de que le confiaran la dirección de un canal de televisión.
Por ejemplo, Alive From Off Center, producido desde 1985 por Melinda Ward para 13
KTCA Minneapolis: a una famosa presentadora de los medios norteamericanos se le Reivindicado por Hal Foster en H. Foster (ed.), The Anti-Aesthetics, Essays on Postmod-
pidió que vinculara las obras, para hacer que se deslizaran mejor, si podemos decirlo así, y ern Culture, Bay Press, Washington, 1983 (trad. esp. La posmodernidad, México, Colofón-
quedaran, en consecuencia (la elección de las obras también invita a ello), en la vibración Kairós, 1988).
14
de la voz publicitaria. Ver New German Critique, nº 22, 1981.
66 RAYMOND BELLOUR

probable (es la otra utopía, que ni siquiera tiene nombre): que la televisión
pueda reinventar ese pacto bajo una forma nueva.
1986.

Bill Viola, Reverse Television, 1983.


CUANDO SE ESCRIBE LA FOTO DEL CINE

Roland Barthes hubiera apreciado este libro.1 Porque habla de Proust, el


escritor al cual finalmente Barthes habrá estado más cercano. Porque habla de
la fotografía, cuya idea lo persiguió constantemente. Pero sobre todo porque,
refiriéndose a Proust y a la fotografía, Jean-François Chevrier trata cuestiones
de alguna manera internas a los procedimientos de Barthes, aunque más no
fuera porque su libro busca establecer entre la imagen y el escrito un vínculo que
Barthes siempre ha rechazado, pero cuya existencia y riesgo siempre percibió.
Jean-François Chevrier nos propone una ficción: En busca del tiempo per-
dido relataría tanto una vocación de fotógrafo como una vocación de escritor.
La obra proustiana se convertiría entonces en un modelo para los fotógrafos
contemporáneos, a los que incitaría a una especie de conciencia superior de su
arte, en lo que este tiene de incierto y de frágil (Chevrier se sitúa allí, aclaremos,
del otro lado de Barthes, o de la mirada de Barthes; del lado de la foto por
hacer más que de la foto hecha, y así, más ligado a la creación que a la lectura).
Esto encamina su ensayo por dos vías entre las cuales decidió mantener un
equilibrio difícil, en función de los siete postulados que según él definen el
imaginario fotográfico (mirar, registrar, inscribir, reproducir, imitar, revelar,
Francesco Guardi, Gondole sulla laguna (laguna grigia), 1790. imaginar). Por un lado, se trata de volver a trazar la génesis del movimiento
(real y metafórico a la vez) que, en la obra, vincula a Proust y al narrador con la
fotografía; por el otro, el autor alimenta constantemente esta vocación ficticia
que trata de construir recurriendo a la experiencia de los verdaderos fotógrafos
(la imagen contribuye a ello, como en todos los volúmenes de la colección Écrit
sur l’image, aquí a través de dos series de fotos consideradas como ejemplares,
de Pierre de Fenoyl y Holger Trülzsch).
Proust, y esto se manifiesta de manera brillante, vivió la fascinación de la
fotografía. Como muchos de sus contemporáneos, escritores y pintores, antes

1
Jean-François Chevrier, Proust et la photographie, Cahiers du cinéma, Éditions de
l’Étoile, col. “Écrit sur l’image”, 1982.
70 RAYMOND BELLOUR CUANDO SE ESCRIBE LA FOTO DEL CINE 71

que él (Baudelaire, Balzac, Delacroix), conscientes de que se trataba de uno agazapada en la oscuridad, de donde está pronta a salir. Esto explica por qué,
de los grandes temas del siglo. Pero él estuvo más próximo a dicho arte que más profundamente, el proceso fotográfico (registro y revelación) metaforiza
cualquiera de ellos, porque apostó como nadie lo hizo su vida y su capacidad de también, y en muchos casos, el proceso de escritura. Como si fuera por la propia
escribir a una relación entre memoria y mirada: lo que en un sentido constituye química, o alquimia, que uno pasa de un orden a otro: como si la escritura, al
el objeto propio de la fotografía. condensar los dos tiempos de la operación fotográfica, y conservar sobre todo
Por esta misma razón, Proust rechaza la fotografía. Su carácter mecánico es los rastros que conducen de uno a otro, se transformara ella también en una
lo que la hace, en primer lugar, inexacta (Chevrier cita este famoso ejemplo: el foto-grafía. Finalmente, Chevrier muestra bien hasta qué punto el rechazo de la
narrador llega por sorpresa a casa de su abuela y no la reconoce, “por un ins- fotografía, así como su presencia frecuente, se deben en Proust a una obsesión
tante”: “Lo que se produjo mecánicamente en mis ojos cuando vi a mi abuela por “la imagen única”. La misma que en el baptisterio de San Marcos, bajo
fue una fotografía”).2 Luego, la foto, aun siendo parecida, siempre lo es de ma- la forma inmutable de un mosaico, representa para él a su madre: “el ícono
nera superficial, su mismo parecido es superficial: la fotografía es un simulacro. de un amor único” es la imagen cuya carencia representa toda fotografía, pero
En el mejor de los casos, un recuerdo, con lo que ello implica de añoranza y de debería o podría ser un índice tangible.5 Tal como la fotografía del Jardín de
separación (esta vez es la verdadera foto de la abuela tomada por Saint-Loup, a Invierno, que representa para Barthes “la ciencia imposible del ser único”.
través de la cual Marcel es incapaz de encontrar la presencia real de la muerta).3 Aquella a partir de la cual escribe, porque no la muestra. Igual que Blanchot,
En definitiva, “nada de proustiano en una fotografía”, dice Barthes, resumiendo en El espacio literario, liga la escritura, de manera más abstracta y general, a
así en una palabra4 el recorrido complejo que Chevrier traza después de Proust la “fascinación de la imagen”, refiere también él esta fascinación a la Madre,
entre “recuerdo” y “memoria involuntaria”. El recuerdo es irrelevante, nada tie- y la concentra en la mirada del niño.6
ne de verdaderamente presente. No es más que la descomposición del pasado. La vocación del fotógrafo, que para Chevrier se encuentra en En busca del
La foto, por naturaleza, es esa descomposición; atenta contra el olvido de donde tiempo perdido, realiza así una suerte de utopía de la fotografía. Es una tentativa
surge la revelación de la memoria involuntaria. Solo esta, nacida de la casualidad, de fundarla como arte, es decir, de conferirle el alcance de una obra de imagi-
de la disponibilidad, metamorfosea el pasado en presente y los hace encontrarse nación, sin ignorar sin embargo hasta qué punto su naturaleza la obliga, como
en la escritura, que tendrá como meta basar ese logro en la duración. dice Barthes, a ser ante todo “una magia”. Allí donde para él la foto divide,
Sin embargo, ese movimiento debe mucho a la fotografía de la que intenta irremediablemente, al que la mira, Chevrier intenta, con su ficción, que es de
separarse. A tal punto que no es exagerado decir que la fotografía vendría a esta manera una propuesta, encontrar en la fotografía real algo del poder del
ser el negativo de la revelación proustiana. Lo es primeramente de manera que está dotada la imagen en cuanto ausencia (en Proust, como en Blanchot
empírica: Chevrier subraya así en qué medida las “instantáneas de la memoria” o en Barthes). Esto implica apartar la foto de lo instantáneo (que sin duda se
(de las que la fotografía constituye una especie de esencia) contribuyen, tanto
como los datos de la observación, a la formación de la memoria involuntaria. 5
“Para mí ha llegado un tiempo en que, cuando me acuerdo del baptisterio, ante las aguas
En este sentido, hizo un descubrimiento sorprendente: unos apuntes redac-
del Jordán donde San Juan sumerge a Cristo, mientras la góndola nos esperaba frente a
tados por Proust destinados a En busca del tiempo perdido muestran que es a la Piazzetta, no me es indiferente que en esa fresca penumbra, a mi lado, haya estado una
partir de una foto del baptisterio de San Marcos como descubre la famosa mujer vestida de luto con el fervor respetuoso y entusiasta de la mujer de edad que suele
“desigualdad de las baldosas” que su ficción sitúa más tarde en el patio del verse en Venecia en la Santa Úrsula de Carpaccio, ni que esa mujer de mejillas rosadas,
hotel de Guermantes. Proust prefiere a lo visual, demasiado ligado según él ojos tristes, con sus velos negros, y que nada podrá hacer salir jamás para mí de este san-
a la inteligencia y a la memoria involuntaria, efectos táctiles y auditivos, más tuario apenas iluminado de San Marcos donde estoy seguro de encontrarla porque ella
aptos para precipitar los verdaderos retornos al pasado. Pero la imagen está allí, tiene allí su lugar reservado e inmutable como un mosaico, sea mi madre” (Chevrier, op.
cit., p. 108, Marcel Proust, À la recherche du temps perdu, Gallimard, La Pléiade, III, 1954,
2
p. 646; trad. esp. En busca del tiempo perdido, Madrid, Alianza Editorial, 1998).
Pléiade (ed. 1954), II, pp. 140-141. 6
3
“Es porque el niño está fascinado, porque la madre es fascinante, y es por eso también
Ibid., II, pp. 758-759. que todas las impresiones de los primeros años tienen algo de fijo que se debe a la fasci-
4
Roland Barthes, La Chambre claire, Cahiers du cinéma - Gallimard - Seuil, 1980, p. 129 nación” (Maurice Blanchot, L’Espace littéraire, Gallimard, 1955, p. 24; trad. esp. El espacio
(trad. esp. La cámara lúcida, Barcelona, G. Gili, 1982). literario, Barcelona, Paidós, 1992).
72 RAYMOND BELLOUR CUANDO SE ESCRIBE LA FOTO DEL CINE 73

convirtió en su ley más fuerte), o descubrir en lo instantáneo una profundidad Sabemos que Proust ha condenado el cine más claramente aún que la
que nunca tendría por sí solo. Una fina oposición recorre así este libro, entre fotografía. El cine suprime esa relación única entre sensación y recuerdo que
Doisneau y Depardon: el primero, al apuntar claramente a “la autentificación forma la “realidad”, y que la escritura tiene por objeto eternizar.7 El cine
de lo imaginario”, lo que las fotografías del segundo no alcanzan realmente es intratable. “Y nada podía detener su lenta cabalgata”: así nos recuerda el
a obtener, a pesar de sus esfuerzos. Así Chevrier piensa que hoy es posible lo narrador, en las primeras páginas de En busca del tiempo perdido, los efectos
que él llama un retorno al siglo XIX: en el mismo sentido en que Baudelaire, de su linterna mágica.8 Y allí está lo que Barthes siempre reprochó al cine,
en nombre de la imaginación, no aceptaba ser engañado por la fotografía. Esto oponiéndolo a la foto: su histeria, su voracidad, su falta de pensividad (esto es
es lo que tratan de testimoniar, como contrapunto, las fotografías de Pierre lo que lo conducía al placer del fotograma). Es imposible detener la máquina
Fenoyl y Holger Trülzsch, en el correr de esas páginas donde ese razonamiento y vivir en ella.
y ese deseo se entrelazan. Por supuesto que esto no es totalmente cierto. Existen en todos los grandes
Y es allí donde algo cambia en este libro, curiosamente, esclareciendo un cineastas, desde siempre, en el cine de ficción, tiempos de detención durante
obstáculo propio de la fotografía. Esas imágenes (bellas, poderosas, por otra los cuales la fascinación fílmica, de repente, parece volverse sobre sí misma para
parte; la cuestión no está allí) solo parecen adquirir toda la fuerza que Chevrier producir efectos (más o menos visibles) de contemplación y de pensamiento.
les confiere a través de lo que él dice de ellas: juegan el juego de Proust porque Pero el desfile de imágenes sigue siendo lo más fuerte mientras no tratemos
el autor me habla de ellas y porque, en la página que miro, esas imágenes están realmente de detenerlo. Hubo, así, en algunos de aquellos que desde hace
llamadas a llenar un vacío, del que ellas son la señal. En resumen, son proyectivas; algunos años han querido “analizar films”, no tanto una pretensión de verdad
y no solo una por una (sometidas a los juegos azarosos y crueles del studium y (aun cuando haya sido real) sino un deseo de experimentar. El trabajo vinculado
del punctum), sino de forma global, como soporte de un discurso. La situación al congelado de la imagen crea efectivamente las condiciones de otro tiempo:
extrema de estas fotos, tomadas así como testigos, recuerda hasta qué punto inventa (en el mismo momento en el que el trabajo se realiza; no hablo de los
la fotografía se nutre de palabras (títulos, leyendas, comentarios, confidencias, textos que nacen de allí: únicamente los de Thierry Kuntzel se han aproximado
charlas, exégesis, deseos de teoría). De esta forma, busca escapar ya sea a un a esta experiencia) las condiciones de una lectura, suscita un espacio favorable
uso demasiado simple de la estética, ya a la banalización que acecha a cualquier para las asociaciones a la vez libres y controladas; en definitiva, desplaza la
imagen; responde sobre todo a la amenaza (que pesa sobre toda foto) de ma- histeria del cine produciendo lo que podemos llamar, plagiando a Hugo, un
terializar lo que Barthes llama al final de La cámara lúcida “el despertar de la espectador pensativo. Diría, en este sentido, que allí hay una actividad prous-
intratable realidad”. Ahora bien, ¿qué producen todas esas palabras en las fotos tiana; y no se trata, evidentemente, de una casualidad si todo un sector del cine
que ellas acompañan? Las dotan de un punto de vista (que desdobla el que la que hoy en día se busca a sí mismo va en el mismo sentido, desarrollando una
foto muestra); proveen de indicios (biográficos, estéticos, morales, etc.) que a pasión por la imagen fija y por la fijeza (de la que el cine mudo ha dado –pero
menudo la foto no da; organizan vínculos entre las fotos de las secuencias; las ya como en otro tiempo– los más bellos ejemplos.
dotan de un movimiento, de una especie de doble profundidad de campo; Proustiano, con respecto al cine, implica (de manera demasiado general,
las temporalizan, como para escapar de ese tiempo muerto e invertido en el pero para fijar un marco) dos cosas. Primeramente, desplazar el régimen de
que Barthes percibe el “noema” de la fotografía. En una palabra, las ponen en enunciación que es el de la ficción clásica (y toda verdadera ficción, en el
escena. Casi tengo ganas de escribir: las animan. cine, es sin duda despiadadamente clásica, por moderna que sea según otros
Es tiempo de decirlo: al leer ese libro, estuve tentado también de imaginar conceptos: se forma, en cuanto contamos una historia como si fuera lo más
que relataba una vocación que Proust no cuenta. ¿Y si, más que una vocación
de fotógrafo, fuera una vocación de cineasta la que transmite En busca del 7
“Lo que llamamos realidad es cierta relación entre esas sensaciones y esos recuerdos
tiempo perdido? ¿Y si la fotografía, arte ligero (no digo: menor) y a la vez fe- que nos rodean simultáneamente –relación suprimida por una simple visión cinematográ-
nómeno inmenso, estuviera en condiciones de enseñarnos de este modo algo fica, que se aleja así tanto más de lo verdadero cuanto que pretende limitarse a él–, relación
esencial sobre el cine? ¿Y si en ese movimiento incesante por el que buscamos única que el escritor debe encontrar en él para coordinar para siempre en su frase los dos
constantemente animar su terrible fijeza el cine pudiera pensar en desacelerar términos diferentes” (Marcel Proust, À la recherche du temps perdu, op. cit., p. 889).
el suyo? 8
Ibid., I, p. 10.
74 RAYMOND BELLOUR

natural del mundo, una suerte de capa ideal, un segundo film que satura el
espacio entre el ojo y la pantalla; ser proustiano es eliminar este film, no
aceptar su ilusión). Eso implica seguidamente atacar la materia de la ima-
gen, su inclinación irrefrenable a lo natural, y su consentimiento mecánico
al dispositivo (hay varias maneras de hacerlo, pero la voz –las palabras, el
texto– es sin duda uno de los accesos privilegiados: al tocar la imagen por su
exterior, la altera y la reconstruye, modificando su enunciación). Finalmente,
ese desplazamiento está ligado, por supuesto, a las condiciones de la lectura.
Supone la ruptura (al menos virtual) del pacto tan bien designado por la
palabra proyección. Mallarmé decía, para calificar el nuevo juego posibilitado
por la aparición del verso libre: “modular a su antojo”. Proyectar a su antojo
es casi leer a su ritmo (y dar una de las respuestas posibles al “aburrimiento”
y a la duración “excesiva” de los films, a través de los cuales un nuevo cine se
busca a sí mismo). También significa, singularmente, acercar el nuevo cine a
la fotografía (considerando como logrado el manejo generalizado de todas las
relaciones entre las palabras y las imágenes). Nunca han estado tan ligados:
volviendo a trabajar sus diferencias, que son quizá irreductibles, pero menos
de lo que hubiéramos pensado; y moviéndose juntos, sobre todo, con respecto
a la “realidad”, para sostener una misma utopía.
Esto es lo que me dicen (a mí; otros tal vez harían una elección distinta), a
través de Proust, Godard, Snow, Syberberg, Marker, Duras (o también, a través
del video, que retoma el tema a su manera, Fieschi y Kuntzel).
1982.

Hollis Frampton, Nostalgia, 1971.


EL ESPECTADOR PENSATIVO

De un lado, el movimiento, el presente, la presencia. Del otro, la inmovilidad,


el pasado, una cierta ausencia. De un lado, el consentimiento de la ilusión; del
otro, una búsqueda de alucinación. De un lado, una imagen que huye pero nos
atrapa en su huida; del otro, una imagen que se da plenamente, pero cuyo todo
me despoja. De un lado, un tiempo que duplica la vida; del otro, un retorno
del tiempo que termina tropezándose con la muerte. Tal es la línea divisoria
trazada por Barthes entre cine y fotografía.
El espectador de cine, ese ocioso, es un ser apurado. Sigue un film que
a veces puede parecerle demasiado lento, pero que seguramente se vuelve
demasiado rápido si trata de detenerse en él. “¿Es que acaso en el cine añado
algo a la imagen? – No lo creo; no me deja tiempo: ante la pantalla no soy
libre de cerrar los ojos; si no, al abrirlos otra vez no volvería a encontrar la
misma imagen”.1 A la inversa, ante una fotografía, uno siempre cerrará más o
menos los ojos: el tiempo (teóricamente infinito, y que sobre todo podemos
repetir) de producir el “suplemento” gracias al cual el que observa la imagen
logra situarse en ella.
¿Qué sucede cuando el espectador de cine encuentra la fotografía? Al
principio se vuelve un objeto entre otros; como todo lo que participa en el
film, la foto es tomada en su desfile de imágenes. Sin embargo, la presencia
Alfred Hitchcock, Shadow of a Doubt, 1943.
de la foto en una pantalla produce un desconcierto muy particular. Sin dejar de
continuar a su ritmo, el film parece fijarse, suspenderse, creando en el espectador
un retroceso que va acompañado de un aumento de la fascinación. Este efecto
muestra que el poder de la fotografía, inmenso, se mantiene en una situación en
la que ella no es realmente ella misma. El cine, que reproduce todo, reproduce
también el dominio que la fotografía ejerce sobre nosotros. Pero en ese movi-
miento, algo le sucede al cine.
Tomemos como ejemplo Letter from an Unknown Woman (Max Ophüls,
1948, con Louis Jourdan y Joan Fontaine). El poder del cine se manifiesta

1
Roland Barthes, La Chambre claire, op. cit., pp. 89-90.
78 RAYMOND BELLOUR EL ESPECTADOR PENSATIVO 79

allí al máximo: construido sobre un flashback (el pretexto es una carta que el foto me permite pensar en el cine. Entendamos: pensar que estoy en el cine,
protagonista recibe al comienzo de la primera secuencia), el film nos trae así al pensar el cine, pensar estando en el cine. En definitiva, la presencia de la foto
presente momentos del pasado. El flashback se repite constantemente: vemos me permite ubicar más libremente lo que veo. Me ayuda (un poco) a cerrar
al protagonista que lee la carta de la mujer desconocida (en realidad olvida- los ojos dejándolos abiertos.
da); pero es sobre todo la voz en off de la carta la que vincula unas con otras La única foto de Shadow of a Doubt (Hitchcock, 1943) crea este mismo
la mayoría de las escenas. Más o menos en la mitad del film, el protagonista efecto. En este caso, es el diálogo el que lo propaga, como una onda de choque.2
se entera de que esa mujer a quien él abandonó luego de una noche de amor En este film, la foto está en el corazón del sistema simbólico, ella concentra
dio a luz a un niño, cuyo padre es él; el protagonista mira, en primer plano, su energía, su sentido: nos remontamos al origen, al traumatismo que (todo
con una lupa, unas fotos que acompañan la carta: tres fotos, que la imagen lo sugiere) transformó al niño juicioso en psicópata. Pero pensamos también
muestra al espectador. Primero, en un óvalo, un niño de alrededor de un año, (aquí igualmente tomando distancia) como el tío Charlie puede hacerlo al tener
de frente, con los ojos muy abiertos. Luego, el niño más crecido, con su madre, en sus manos ese marco varias veces encuadrado en el cuadro: pensamos en la
en la barquilla de un globo aerostático. Finalmente, de nuevo el niño solo, ya infancia que nos miró por un instante. Y el efecto-foto se propaga, desde allí
casi adolescente. (pero eso nos lleva hacia otro lado), al cuerpo del protagonista: el tío Charlie,
¿Para qué sirven esas fotos? Para la historia, por supuesto. A partir de la cuyo rostro, en primer plano a la izquierda, se inmoviliza poco a poco, con-
secuencia siguiente, encontramos a la protagonista y a su hijo en una escena trastando así con las dos mujeres que se agitan detrás de él; hasta que esa cara,
de la vida cotidiana; las fotos hacen de bisagra entre las dos grandes partes alrededor de la cual pivota la cámara, no es más que un rostro de piedra.
del relato; expresan el paso del tiempo. Sin embargo, esas fotos parecen El efecto de la voz es tan fuerte, en esa relación con la foto, que el film puede
también resistir al tiempo. Y no solamente, como podríamos pensar, porque a veces prescindir de la misma imagen. En Fanny (Pagnol, 1932), Marius, de
lo simbolizan. De hecho, las fotos abren otro tiempo: un pasado del pasado. vuelta en su tierra, cuenta a su antigua novia cómo, después de una ausencia
Un tiempo segundo y diferente. De esta forma, fijan por un instante el tiempo
del film; al arrancarnos a su desarrollo, nos sitúan con respecto a él. Y esto por 2
El diálogo comienza en el momento en que Emma Newton, la hermana del tío Char-
tres razones. Primeramente, la fijeza repentina de la imagen. No tiene nada lie, le pide que lo fotografíen en el marco de una encuesta sobre la familia americana
que ver con la de tantos planos en los que objetos inanimados esperan el paso (disimulando la investigación llevada a cabo por la policía). Charlie Newton (su hija) está
del hombre. Esta fijeza es contraria al movimiento del film, que exige que las enamorada de su tío Charlie, cuyo comportamiento la pone un poco incómoda.
“Charlie: Él tomaría tu foto y la conservaríamos.
figuras se muevan. En segundo lugar, esas imágenes nos miran (la primera
Tío Charlie: Me niego a ser fotografiado, nunca fui fotografiado en toda mi vida y no
sobre todo) desde el fondo del tiempo perdido de la infancia (el tiempo de la quiero serlo.
foto por excelencia), con esa mirada a cámara que entonces no se veía nunca Emma: No digas eso. Yo tenía una foto tuya y se la di a Charlie.
(o casi nunca) en el cine. Finalmente, el protagonista, ante esas imágenes, es la Tío Charlie: No existe ninguna foto mía.
prueba fehaciente de la fascinación fotográfica. En cuanto personaje, estamos Emma: Olvidaste esta. Charlie, tráela.
tentados de decir que él agrega algo a la imagen (aun cuando el film no insista Tío Charlie: Yo sé que nunca fui fotografiado.
(Charlie sale, vuelve con la foto, se la da. Él la mira.)
en ello): lo que estas fotos demuestran lo conmueve; a partir de lo que revelan,
Charlie: ‘Calle Burnham Nº 6’.
queda petrificado. Yo, que me identifico con él, también me quedo petrificado. Emma: Fue tomada el mismo día en que sufriste tu accidente de bicicleta.
Pero no de la misma manera. En la ilusión fílmica se produce una división: Charlie: ¡Qué lindo eras!
al mismo tiempo que la historia me transporta (con la participación de la Emma: ¡Y tan tranquilo! Siempre leyendo. Papá nunca tendría que haberte comprado
foto), entro en contacto directo con la foto. Esto no quiere decir que el film esa bicicleta. (A Charlie) Derrapó en la escarcha, y se fue contra un tranvía. Creímos que
me permita agregar algo a la imagen en sí, como sucedería con una foto (de moriría.
todas maneras, no me deja tiempo). Pero el contacto de la foto da, en cambio, Charlie: ¡Por suerte que no fue así!
Emma: Tuvo una fractura de cráneo. Y lo cuidamos durante tanto tiempo… Una vez que
el tiempo, precioso, de agregar algo al film. Y esto de modo inesperado: por se curó, no había forma de retenerlo, después de ese reposo forzado. Ya no leía tanto. Esta
sustracción. La foto me sustrae a la ficción del cine, aun cuando ella participe foto es del día de su accidente. Cuando recibimos la foto en casa, mamá lloró. Temía que
en esa ficción y hasta la acreciente. Creando una distancia, otro tiempo, la ya no volviera a ser el mismo”.
80 RAYMOND BELLOUR EL ESPECTADOR PENSATIVO 81

demasiado larga, le resultaba imposible recordar su imagen. Evoca, como algo de la fotografía. Allí donde la foto detiene el tiempo y mata lo que ella ve, el
intolerable, la “oscuridad” que le ocultaba su rostro. Por eso se decidió a escribir film produce la ilusión de la vida y nos hace acompañar su movimiento. Pero
a Fanny para pedirle una foto. Apresada entre esa pantalla negra y la foto que así se aclara desde el interior, por la sucesión de esos pequeños crímenes de
la reemplaza, la escena entre los amantes vira un instante y nos hace sentir un ficción. Pensemos en cualquier film en el que el cine se representa a sí mismo:
temblor particular: el cine atrapado por la fotografía. no se produce esta inquietante extrañeza. Cuando el film se mira, no se ve
Los films que toman la foto como tema (o al menos como pieza maestra nunca de soslayo, como lo hace a través de la foto.
de su dispositivo) no hacen más que propagar el efecto de esos instantes en los En el otro extremo, la foto se convierte en el soporte material del film.
que sirve de soporte pasajero. El Blow up de Antonioni, film prínceps. O esa En su totalidad o por fragmentos bastante significativos para hacer efecto
película poco conocida de Rossellini, La macchina ammazzacattivi [La máqui- por ellos mismos (como la bella secuencia de ampliación en Blade Runner, de
na matamalvados, 1947]. O Beyond a Reasonable Doubt [Más allá de la duda, Ridley Scott, 1983). En esos films se produce una inversión. La inmovilidad se
1956], de Fritz Lang. O el final de L’Amour en fuite [El amor en fuga, 1979], transforma allí en el principio (de ahí la ironía, y la fuerza, del famoso plano de
de Truffaut. En esos films, por un lado, el espectador es literalmente atrapado La Jetée, de Chris Marker (1963): el ojo que se entreabre, única vibración de un
por la foto usada como ficción. Pasado el primer shock, entra jubilosamente en mundo fijo). Es por eso que la movilidad de la cámara suple a menudo la fijeza
las trampas que la foto permite tender (triunfo de la foto-prueba, indicio, etc., de la imagen. Pero esa inversión es de todas maneras mucho más limitada de lo
aun cuando conserve su valor de símbolo o de fetiche). Lejos de detener el que allí parece, pues no es el movimiento lo que define más profundamente al
tiempo del film, la foto se convierte en su instrumento: ella precipita, regula cine (Peter Wollen tuvo razón, recientemente, en recordarlo3), sino el tiempo.
el suspenso. Veamos Call Northside 777, de Hathaway (1948). Desde que el El encadenamiento, el desfile de las imágenes en el tiempo (un tiempo sobre
periodista ( James Stewart) comprende que la foto de prensa que utiliza para el que el espectador no tiene ninguna influencia). La música y la voz en off
su investigación encierra, tal vez, la prueba buscada (una fecha en el título de concuerdan de maravillas en los films compuestos de fotos. No es solo porque
primera plana de un diario), el suspenso implacable del film clásico se pone ellas los animan; es sobre todo porque sus respectivos desfiles tienen en común
en marcha. Nada lo detiene; salvo, en el curso del proceso fotográfico en sí (se el movimiento del tiempo, y esos movimientos se refuerzan el uno al otro.
agranda la foto 100 veces, luego 140), los momentos (aquí demasiado breves) ¿Cuál es la diferencia, a partir de entonces, en esos films en los que la
en que la materialidad de la foto se manifiesta. materia de la foto se convierte en la ficción del cine? Simplemente esta: su
Pero, por otro lado, desde que la ficción-foto es suficientemente trabajada, fijeza relativa suaviza “la histeria” del film. Ese es el secreto de su seducción
se tiene la impresión de seguir una ficción desdoblada. Para ello se necesitan (para quien es sensible a ella). Se piensa con una acrecentada intensidad en lo
directores fuertes, lo bastante perversos. Lang, Rossellini. En Beyond a Reasonable que el film evoca al mismo tiempo que uno se incorpora a su deslizamiento.
Doubt, con el pretexto de un debate sobre la pena de muerte (siempre se corre En esa ligera digresión, también se puede pensar en el cine.
el riesgo de condenar a un inocente), se toman fotos como piezas probatorias La presencia de la foto, diversa, difusa, ambigua, produce de esta manera el
para que el protagonista pueda acusarse sin riesgo de un crimen del que en efecto de despegar (aun de manera ínfima) al espectador de la imagen. Aun-
realidad es culpable. Las fotos se destruyen en un accidente en el momento que más no fuera por el suplemento de fascinación que ella ejerce. Arranca
en que van a ser adjuntadas al expediente del proceso.Tanto antes como después al espectador de esa fuerza poco precisa pero dominadora: el término medio
del accidente, aparecen obsesivamente en el film, creando una especie de doble imaginario del cine. La foto no es la única que permite ese despegue. En el
fondo. La foto, reluciendo en la memoria, juega con la verdad del cine. Rosse- cine de relato (dejemos de lado la cuestión del cine llamado experimental), lo
llini, por su parte, desarrolla una parábola fabulosa: hechizado por un diablo que se denomina “la puesta en escena” produce, por diferentes medios, efectos
de opereta, un fotógrafo de pueblo descubre que él mata al sujeto representado de suspensión, de detención, de retorno de la ficción, gracias a los cuales el
en una foto cada vez que la vuelve a fotografiar. El sujeto muere literalmente, espectador adquiere la facultad (que no es evidente) de pensar lo que ve. Se-
por una detención de imagen, ya que es inmovilizado en la pose de la foto. La guramente es por esto que se reconocen los verdaderos autores y los grandes
operación se repite, in crescendo, hasta la liberación del hechizo (y al final del films. La foto transformada en cine no es siempre el más fuerte de esos medios.
film). Más netamente aún que en la película de Lang (preocupado sobre todo
por la verdad engañosa de las apariencias), el cine, aquí, está pensado a partir 3
Peter Wollen, “Feu et glace”, Photographies, nº 4, marzo de 1984.
82 RAYMOND BELLOUR

Ni, sobre todo, el más frecuente (aun cuando su frecuencia es asombrosa).


Pero, en cambio, es el más visible. Y el único que persiste cuando uno decide
detener el film. Gracias a su brillo material, único.
Y aquí tocamos el punto, fascinante, a partir del cual quizá podríamos
formular mejor (desde el punto de vista de una teoría de la imagen, hoy en
día) la relación entre cine y fotografía. No bien detenemos el film, comen-
zamos a encontrar el momento para añadir algo a la imagen. Pensamos
de modo diferente el film, el cine. Nos encaminamos hacia el fotograma.
Que constituye, él mismo, un paso más hacia la foto. En el film detenido
(o en el fotograma), la presencia de la foto resplandece, mientras los otros
medios de los que se sirve la puesta en escena para trabajar a destiempo se
volatilizan. La foto se convierte, así, en una detención en la detención; en-
tre ella y el film del que surge, siempre, inextricablemente, se mezclan dos
tiempos, pero nunca se confunden. En esto, la foto tiene un privilegio sobre
todos los efectos gracias a los cuales el espectador de cine, ese espectador
apurado, se vuelve también un espectador pensativo.
1984.

Max Ophüls, Letter from an Unknown Woman, 1948.

Chris Marker, La Jetée, 1963.


Fritz Lang, Beyond a Reasonable Doubt, 1956.
LA DEUDA DEL FANTASMA

Hay magia en la imagen movida, en el borroneado.“Yo tiemblo (eso tiembla),


infinito incesante que se estremece”.1 Cuando la foto decide integrar el rastro
del movimiento visible, darle su lugar en la toma y la composición, cede a una
fuerza ambigua. Existe, por un lado, esa parte salvaje, elemental, que arrastra al
fotógrafo ante lo “real” que él eligió, para favorecer allí lo imprevisible, lo que
sería artificial e inútil querer reducir a la pureza, en definitiva imaginaria, de la
instantánea y de sus líneas claras, demasiado claras, que harían pensar en una
visión translúcida de la vida. Pero, por otro lado, nada es menos natural que
esas líneas temblorosas, esos espesores, esos empastes por los cuales la imagen
se dota, en todo o en parte, de una vida segunda, irreductible a la simple mi-
rada, a lo inmediato de la visión. La imagen movida, que parece la impulsión
misma, es también una de las maneras más seguras que tiene la fotografía para
designarse como artificio, para desearse como arte.
En esto, la imagen movida es comparable a lo desenfocado. Después de haber
sido durante mucho tiempo la extraordinaria aura fantasmal en la que varias
generaciones han reconocido sobre todo el precio a pagar para que la fotografía
existiera y para que todo lo preexistente pudiera someterse a ella, lo desenfocado
Willam Klein, La Plage de Saint-Torin, 1956. se convirtió, a menudo, en la práctica moderna y contemporánea –en la que, por
lo general, se hace de él un uso relativo y parcial–, en un índice de lo real y lo
inmediato, una especie de garante moral de la instantánea. Prueba su carácter
de suceso y de evidencia, confirma al fotógrafo en su posición de testigo, ligado
al instante que pasa, a sus accidentes posibles. Pero el fuera de foco permite
también ver mejor o, más bien, ver de otra manera lo que es claro; se convierte
así en el instrumento de una investigación que puede llegar hasta a informar lo
esencial de la foto y firmarla diferenciándola –como antes hacían los pictorialistas
al elegir, ante el uso cada vez más frecuente de la instantánea, el fuera de foco
generalizado como signo manifiesto de una afirmación de arte–.

1
Henri Michaux, “Pensées”, en Plume, Gallimard, 1963, p. 88 (trad. esp. La noche se agita
y Plume, precedido de Lejano interior, Barcelona, Círculo de Lectores, 1994).
88 RAYMOND BELLOUR LA DEUDA DEL FANTASMA 89

Si lo desenfocado, la imagen movida, son testigos entonces a la vez de necesidades de la puesta en escena. Y aun allí, uno puede captarlo manteniéndose
una parte de primitivismo y de lo que hay quizás en la foto de más artificial, exterior a él, para mostrarlo y situarlo por contraste, o puede incorporarse a él
es porque el ojo, en estado corriente, ni ve realmente borroso ni menos aún desde el interior para amoldarse a sus modulaciones. Tendríamos entonces, en
conserva inscrito en él el rastro materializado de un movimiento. Mientras los dos extremos, las presencias masivas de cuerpos o de objetos que surgen
que el objetivo, ese ojo falso, puede hacerlo, y puede más que eso, según las en un cuadro definido (caballo, escoba de Steve Murez), o las construcciones-
condiciones en las que se decide utilizarlo. Será entonces algo más profundo que disoluciones de rostros y cuerpos reunidos en un espacio indefinido (Martien
el ojo, del que sin embargo depende todo, lo que lo borroso pone en evidencia Van Beeck, Didier de Nayer). Pero sean cuales fueren el pretexto y el resultado
y marca, en el fotógrafo y en aquellos que son sensibles a ello. Es el ojo como final, se trata siempre de una irrupción de lo que la instantánea esconde, de la
cuerpo, el ojo haciendo cuerpo con su paisaje, el ojo-cuerpo con su paisaje, el fijación en la imagen de un movimiento que supone una especie de resonar
ojo-cuerpo, ese del que habla Merleau-Ponty en sus últimos escritos y que interno y, si no un encuentro, al menos una fricción entre el cuerpo-mirada y
invoca Deleuze, inspirado por Bergson, en sus libros sobre el cine. El ojo del la realidad que aparece, en un estremecimiento. William Klein, gran iniciador
espíritu moldeado en su materia. de la imagen movida, da la fórmula más clara cuando dice que el gesto de
Tomemos, por ejemplo, a Hervé Rabot, sus paisajes de gran formato que fotografiar es para él “un momento de trance”.2 Lo que supone esa agitación,
parecen replegados sobre sí mismos, recorridos por un estremecimiento más o menos material y mental, del cuerpo que busca aplicarse directamente
que desborda la parte sólida del objeto para extenuarse en un linde espectral, a la imagen, a pesar de todas las astucias técnicas.
una especie de doble. Para lograr ese efecto, que a veces llega hasta lo abs- Pero ¿por qué la imagen movida, de repente; por qué esa obsesión del
tracto, sin dejar de ser sensorial, Rabot delimita físicamente paisajes (aquí movimiento inscrito (aun cuando los efectos de movido y de borroneado han
el fondo de un estanque en Bretaña, rocas) y calca los instantes de la toma hecho siempre apariciones sintomáticas en la historia de la fotografía, como si
sobre sus desplazamientos (saltos, recorridos, etc.). “Filma” con velocidades hubiera sido necesario verificar, puntualmente, que existía allí una dimensión
lentas de manera de tener para la misma imagen varios tiempos de exposición; consustancial, un dato de la casualidad que se podía aceptar, una situación que
utiliza rollos de doce tomas destinadas a cercar la imagen única que presin- se podía provocar)? Recordemos primeramente que Klein fue pintor antes de
tió cada vez. Vemos allí que el cuerpo no delega en el ojo su poder interior ser fotógrafo, y que se convirtió en cineasta casi inmediatamente después de la
(en verdad no lo hace nunca, aun en los retratos más fijos); por el contrario, aparición de su primer gran álbum. Que “poco tiempo antes, al salir del taller
trata de exteriorizarlo directamente captando una analogía figurada por el de Fernand Léger, había realizado un álbum de imágenes haciendo mover en
movimiento que se inscribe en la imagen. cámara oscura […] diversos triángulos, círculos y cuadrados sobre el papel
Así proceden más o menos los jóvenes fotógrafos que, desde hace unos fotográfico”.3 Y que en la breve nota biográfica con la que se presenta, Klein
años, desarrollan cada uno su estrategia basada esencialmente en el alarga- se pregunta, en 1954: “A ejemplo de Moholy-Nagy y Kepes, ¿por qué no hacer
miento del tiempo de exposición con el fin de crear una relación, que ellos foto figurativa paralelamente a la pintura abstracta?”.
esperan resulte novedosa, entre su aparato, su cuerpo y su objeto. A menudo, Dos veces ya, en su historia, la foto se ha determinado explícitamente con
el movimiento es literalmente creado, como en el caso de Rabot, o de Didier respecto al movimiento como tal. Una primera vez con Muybridge, Marey,
Morin, que aguarda pacientemente del ritmo de su respiración un impulso que etc., por un celo científico, para descomponerlo. Una segunda vez, y después de
se transmite al paisaje a través del gran aparato de placas que coloca sobre su ellos, pero con un fin artístico, para componerlo: es toda la aventura de los her-
vientre. O el caso de Ève Morcrette, que hace girar su cámara para imprimir manos Bragaglia y de su fotodinamismo, construyendo sistemáticamente, en
a sus motivos una vibración circular. Puede suceder que el movimiento del los márgenes del futurismo, una imagen movida (esencialmente en sucesión)
cuerpo encuentre un relevo, como, por ejemplo, en las fotos de Eric Hartmann, para conferir a la foto los poderes de abstracción y la profundidad material de
construidas a partir del paso de un tren. O que el cuerpo ceda a un frío cálculo, la pintura. De modo más general, una de las dimensiones de la vanguardia en
como en las fotosíntesis de Krzysztof Pruszkowski y de Yves Lavalette, en las
que el movimiento nace de la superposición de un número equis de tomas que 2
Citado por Christian Caujolle, “Le témoin et le hasard”, William Klein, C.N.P., col.
dividen el tiempo de exposición. Con más frecuencia, se tratará de trabajar un “Photo-Poche”, 1985.
movimiento preexistente, ya sea en lo real, como se dice, ya sea creado según las 3
Christian Caujolle, ibid.
90 RAYMOND BELLOUR LA DEUDA DEL FANTASMA 91

el primer tercio del siglo (dadaísmo, surrealismo, constructivismo) es la bús- Lo que me gusta, en esas imágenes “movidas”, o más bien lo que me interesa
queda de una superación de fronteras entre pintura, foto y cine. Con la carga (estoy lejos de que me gusten todas, y muy pocas me conmueven realmente), es
de utopía, política, social, espiritual, que conocemos: se destaca allí la figura que restituyen a la foto las aventuras de la línea y la profundidad, que inducen
demasiado secreta de Moholy-Nagy, con su profecía del “cinetismo”, nombre una duración, más allá de la captación de la mirada y de la inversión del tiempo,
que él da a sus ensayos de fotografía (“fotogramas”) y los tres términos aso- que no se encierran en la fuerza a la vez indeterminada e intransitiva ligada
ciados de su libro: Malerei, Photographie, Film. Parece que cuando la fotografía a las figuras mudas, tan pregnantes en las grandes fotografías. No es que las
se abandona por tercera vez de modo explícito a la pasión del movimiento, fotos “movidas” hablen, pero su silencio es quizá menos puro, o menos entero.
con Klein y los fotógrafos que (curiosamente, años más tarde) se sitúan hoy Menos loco, diría Barthes, ya que la imagen movida lleva manifiestamente la
más o menos en la línea que él abrió, el problema no es tanto descomponer el foto hacia el arte, aunque sea para hacer surgir un fondo salvaje.5 De hecho,
movimiento ni componerlo, sino más bien impresionarlo. Dejarlo impresionarse, la imagen movida, con el fin de obtener su propia expresividad, capta la parte
dejarse impresionar por él. Sin un fin utópico y sin demasiadas conjunciones de drama que supone toda representación figurada, aun la de las cosas. Para
teóricas, pero con una pasión pragmática que encuentra en las condiciones del hacerlo, se parte de ese grado cero de la imagen movida: el estremecimiento. Tal
arte contemporáneo una incitación favorable a nuevas mezclas. como aparece, por ejemplo, en una foto de Klein, Candy Store (1955). Ante un
En la conciencia crítica del posmodernismo existe al menos esto de positivo: muro compuesto de cuadrados blancos y negros, semicubierto de publicidades,
las confrontaciones, las comunicaciones se establecen a partir de ellas mismas un niño agachado, otro de pie en un encuadre de medio cuerpo.6 La foto está
entre las diferentes artes, y la ironía generalizada que supuestamente cada uno trabajada de tal manera que la sombra de los cuadrados negros desborda sobre
manifiesta con respecto a los gestos que lo precedieron confiere una libertad los blancos, se propaga en ellos, los anima, se difunde sobre la imagen aspirada
en definitiva positiva cuando no es caricatural, una especie de frescura en los en una especie de torbellino. Un efecto como este acentúa, concentra, desarrolla
efectos de recuperación que no son simplemente reductibles a un reciclaje el estremecimiento invisible que recorre, en mayor o menor grado, todas las
cultural. Por ejemplo, en esas fotos de las que digo que se dejan impresionar verdaderas fotografías y forma, en el interior mismo del tiempo captado e
por los movimientos de lo real (o lo real del movimiento), es fácil reconocer inmovilizado, una fina película de tiempo en estado puro. La imagen movida
que L’Arbre en bordure de la Seine, de Yves Lavalette, evoca la textura de las concentra, a su vez, un estremecimiento como el que capta Klein, entre móvil
más impresionistas entre las telas impresionistas, justamente. O que los pri- e inmóvil, y ofrece a la percepción tiempo visible, es decir, una duración. Tiene,
meros planos del rostro de Martien van Beeck nos recuerdan inmediatamente tendencialmente, dos formas de hacerlo. Una conduce más bien hacia la pintura,
los derrapes atormentados de Francis Bacon. O también que tal imagen de la otra más hacia el cine –aunque estas distinciones se vuelven cada vez más
Thierry Blandino (un retrato de mujer dividido de modo espectral para hacer difíciles de sostener cuando la pintura experimenta de lleno la fascinación de
que aparezcan una serie de señales mezcladas) está muy cerca de ciertas com- la foto tanto como la del cine (todas las formas de hiperrealismo), cuando la
posiciones de los Bragaglia en su diálogo con la pintura.4 O que otra foto de foto se mezcla directamente con la pintura complaciéndose en pervertir sus
aquel sugiere, concentradas en uno de sus motivos (un saxofón dividido por los posiciones respectivas (toda una parte del trabajo reciente de Duane Michals),
rayos de luz) las estratificaciones móviles de Duchamp en su Desnudo bajando y cuando el cine, que a su vez se ha adentrado en una crisis de relato y de
una escalera (que encontramos también en una imagen de Bruno Vereyken). representación, experimenta el ascendiente moral y formal de la pintura, sin
Estas referencias (existen seguramente muchas otras que se me escapan) son olvidar jamás de señalar, dando todos los rodeos posibles, la connivencia que
útiles para sugerirnos que la foto, más que buscar competir con la pintura, lo liga a la fotografía.
puede encontrar, descubrir, a su manera, algo de lo que ya ha hecho la pintura, El camino que conduce a la foto hacia la pintura tiende a tomar dos vías.
para intentar abrirse a lo que todavía no ha realmente logrado. O el efecto de movido se extiende al conjunto de la imagen y afecta cada
motivo, como lo hace la pincelada cuando capta en el cuadro un fragmento
4
homogéneo de representación (como es el caso de las fotos de Rabot, Lavalette,
Como A Turning Face, 1911, en Van Deren Coke, The Painter and the Photograph, Uni-
versity of New Mexico Press, 1972, p. 166, o Le Salut, 1911, y Un pas en avant, 1928, en 5
Giovanni Lista, Photographie futuriste, pp. 39 y 20, musée d’Art moderne de la Ville de La Chambre claire, op. cit., pp. 180-181.
6
Paris, 1981. William Klein, op. cit., foto nº 9.
92 RAYMOND BELLOUR LA DEUDA DEL FANTASMA 93

Morin, Guillermin, y de todos aquellos que trabajan principalmente el paisaje), Penom y Caroly; la doble escena, de frente nítido y fondo movido, en Gilden,
o bien el efecto queda circunscrito a una parte del motivo –pero en ese caso con ese sorprendente sombrero desdoblado sobre uno de los personajes, a la
un motivo abstraído de todo contexto–; y allí encontramos otra tradición de la izquierda, que produce una interpenetración parcial pero conmovedora de los
pintura (como en los retratos baconianos de Martien van Beeck, o los de Didier dos espacios disociados; y algunas de las fotos de las series de Klein tomadas
de Nayer). En ambos casos, es la calidad de analogía de la imagen fotográfica entre bastidores, en las casas de los grandes modistos: de tanto multiplicarse de
(o mejor dicho: su cantidad de analogía) la que es afectada de manera más o manera casi impalpable, los puntos movidos terminan por constituir, aunque
menos viva: ese movimiento dota de un código fuerte al “mensaje sin código” discontinuos, una verdadera trama, mezclando íntimamente el efecto-cine y
que vendría a ser la foto en estado bruto,7 y la acerca, pues, a la pintura. el efecto-pintura).9
Pero en cuanto la imagen movida, circunscrita, fragmentaria, ya no hace Me podrán decir: “¿Por qué el cine?”. No se trata de una verdadera equiva-
más que combinarse, en una representación de conjunto, con elementos que lencia material, como sucede con la pintura, sino más bien de una incidencia
permanecen totalmente sometidos al poder de la analogía fotográfica, en cuanto mental. Se debe, por un lado, a la capacidad de dramatización que afecta a
es circunscrita, fragmentaria, en una proporción variable, pero de todos modos estas imágenes, en la medida en que hay relato, es decir, tiempo, que parece
limitada a una parte bien reconocible de la imagen, es hacia el cine hacia don- dispuesto a desarrollarse entre sus partes desglosadas (en las fotos de Caroly,
de uno tiende con una evidencia irrefutable, aun cuando esa relación sea más por ejemplo, el personaje distorsionado en el espacio parece portador de un
enigmática. Allí también una antigua (y magnífica) foto de Klein nos indica drama, evidentemente virtual, pero que enseguida pensamos en alimentar,
el camino.8 Una playa, una multitud sentada, la mitad de frente y la mitad de aunque más no sea para percibir que se reabsorbe en la distorsión de la imagen).
espaldas, algunos volviéndose para ver al fotógrafo. Más cerca, y hasta en primer Pero creo que este efecto-cine se debe igualmente a la manera en que el film
plano, algunos niños. Y tres puntos de imagen movida, en tres cuerpos, a la se fractura no bien se lo manipula, se lo desacelera, se lo detiene, se lo desglosa
izquierda, a la derecha, en el centro; tres puntos diferentes, en intensidad y en a su vez en fotogramas y en fotos; en una palabra, se interrumpe el desfile de
homogeneidad. Nos encontramos ante la imagen movida en estado naciente, las imágenes para someterlo a operaciones que fragmentan su homogeneidad
y sentimos realmente cómo el tiempo propio de la instantánea, en cuanto material e imaginaria. Recordemos hasta qué punto estas operaciones se han
choca con esa materia heterogénea que surge de su ordenamiento realista, se vuelto cada vez más integradas a los propios films, internas a su desarrollo.
pliega, se dilata se desfleca; resumiendo, se desdobla sobre sí mismo, no ya Aunque más no sea por la manera en que la foto, como soporte físico y como
con la regularidad o el efecto puntual que experimentamos ante las fotos que instancia narrativa, obsesiona cada vez más al cine, al haber sido siempre su
van hacia la pintura, sino creando una sensación de vértigo, como si por ese objeto de fuga (por ejemplo, el film emblemático L’Image, de Feyder: la foto-
(esos) contraste(s) se abriera un abismo en la imagen que hace temblequear la mujer como búsqueda y vagabundeo). En definitiva, así como la foto se anima
escena captada por cada uno de sus dos bordes inconciliables (encontramos al desbaratar sus apariencias de inmovilidad, también el cine se interrumpe y
efectos similares en las fotos de moda de Klein, y en Jacques Penom, Bruce se congela para reflejar sus cambios de condición.
Gilden, Eric Hartmann, Claude Caroly, Jim Bengston). Allí también habría Nos preguntábamos antes: ¿por qué existe la imagen movida a partir de
que afinar el análisis, dependiendo de que el corte entre los dos bordes sea Klein, y por qué hoy en día se insiste tanto en ella? No es por casualidad que
completo, claro, o, por el contrario, procure transiciones que acrecienten la podemos datar de la misma época (primero en los años 50, y de modo intenso
extrañeza más que atenuarla; según que la imagen movida, el borroneado, se desde hace una década) esa nueva manera que tiene el cine de torcer el cuello
concentre en un punto o constituya un fondo. (Por ejemplo, la estación, en
una foto de Hartmann, que temblequea imperceptiblemente por sus tres lados
9
a partir de un primer plano central y de un punto de fuga netos; el efecto de Pero evidentemente no es tan simple. El efecto de temblequeo generalizado que se
agujero, de soplido, de aspiración del espacio producido por los cuerpos, en extiende sobre el conjunto de una foto de Hartmann (árboles y paisaje) evoca a la vez el
tipo de imagen “temblorosa” que encontramos en los films daneses primitivos y en los de
7
Stiller, en algunas películas de la vanguardia francesa de los años 20 (Delluc, y Epstein
Roland Barthes, “Le message photographique”, Communications, nº 1, 1961, p. 128 sobre todo) y en los cuadros de Turner. En cuanto a los efectos de movido limitados, nos
(trad. esp. “El mensaje fotográfico”, en Lo obvio y lo obtuso, Barcelona, Paidós, 1986). recuerdan, aun cuando no sean figurativamente significantes, la presencia inquietante de
8
William Klein, op. cit., foto nº 46. la anamorfosis en pintura.
94 RAYMOND BELLOUR LA DEUDA DEL FANTASMA 95

para mirarse, y de transformarse integrando los datos aparentemente más real, el flujo de tiempo marcado por el efecto de movido, la distancia material
contarios a su naturaleza de espectáculo ilusorio fundado en la continuidad y introducida en la capa translúcida de la imagen fotográfica. Siguiendo los
la transparencia del movimiento (el desarrollo, hasta el exceso y la fatiga, de la términos de Barthes (en La cámara lúcida), se podría decir que el pasaje del
detención de la imagen es uno de sus principales signos). En cuanto a la foto, efecto de movido busca especificar un punctum que ya no estaría solo abierto
o más bien entre foto y cine, la mejor respuesta sería, una vez más, la de Klein, a la pulsión aleatoria del que mira las imágenes, sino un punctum regulado, a
al elegir para su gran retrospectiva de 1982, en Beaubourg, proyectar sus fotos pesar de la parte de azar que entra en su concepción. La imagen movida no
en tres pantallas, en la oscuridad, en lugar de colgarlas de las paredes. O, en su dice: yo soy la realidad, en la que hay que creer; tampoco dice: soy la falta de
reciente exposición en el Palais de Tokyo, al imaginar un dispositivo en espiral, realidad. Propone una realidad inmediatamente duplicada por una distancia
de tal modo que cada una de sus inmensas fotos podía aparecer como el fotogra- con respecto a ella misma: un signo reconstruido, un signo de arte que trata
ma de un film continuo, con la serie de la moda (toda en movido-borroneado) de expresar una pulsión del cuerpo que se inscribe en el tiempo que se volvió
perturbando la mirada como lo hace el punto de movido en toda foto. visible. Tal es la magia del efecto de movido: captar un efecto de lo real, sin
Finalmente, no podemos olvidar hasta qué punto la imagen-video, por su tomarlo nunca como la realidad.
principio mismo de un tiempo instantáneamente reproducido y que vuelve En uno de sus capítulos más inspirados, titulado “Tratado de las ciencias
visible un redoblamiento de espacios, así como una cualidad de remanencia ocultas”(en El primo Pons), Balzac emite la siguiente opinión: “Si alguien hubiera
tendiente a conservar el rastro del objeto durante los desplazamientos del ido a decir a Napoleón que un edificio y que un hombre son representados
cuerpo o de la cámara (lo que muestra de la mejor manera posible la utilización incesantemente y a todas horas por una imagen en la atmósfera, que todos los
de la paluche, la minicámara de Aaton, en los videos de Jean-André Fieschi objetos existentes poseen un espectro captable, perceptible, habría alojado a
o de Thierry Kuntzel), acrecienta vertiginosamente el carácter de doble fan- ese hombre en Charenton* […] Y eso es, sin embargo, lo que Daguerre probó
tasmal de la representación; la imagen-video contribuye así al desarrollo de con su descubrimiento”.11 El siglo XIX, que creía en los espíritus, creyó en ese
la relación de incertidumbre entre el movimiento y lo inmóvil (como entre doble espectral; la novedad inaudita de la fotografía se había convertido en
lo nítido y lo borroso), que es hoy, sin ninguna duda, el rasgo dominante de su garante. Y podía hacerlo tanto más cuanto que el pasaje de los fantasmas
una metamorfosis de la imagen entre cuyos signos se encuentra el efecto parecía materializado en las mismas imágenes, sobre las que la extensión de
de movido fotográfico. los tiempos de exposición hacía descender una luz densa, recorrida por una
En el bello texto de Alain Bergala que contiene el comentario de Corres- suerte de vibración intermitente que actuaba como movimiento imposible
pondance new-yorkaise, de Raymond Depardon, aquel distingue dos tipos (a de delimitar, y que vendría a ser la forma irremplazable del estremecimiento.
la vez históricos y estructurales) de fotografías y de fotógrafos: el que cree Tan pronto como la instantánea permitió fijar el movimiento, los espectros
en la realidad y hace de la foto un arte de la presencia (llamémoslo fenome- desaparecieron de la imagen. Reaparecerían bajo una forma laica: a través del
nólogo), y el que solo cree en lo real como imposible y no hace más que fijar efecto de movido, de borroneado o de desenfocado, la fotografía sigue pagando
la ausencia (llamémoslo lacaniano).10 El fotógrafo del efecto de movido, de la deuda del fantasma que debe a sus orígenes, y que trata así de saldar, a riesgo
borroneado, de lo desenfocado, no encarna realmente una tercera especie, de parecer a veces como algo forzado. “A falta de aura, al menos desparramar
pero la sugiere en la medida en que tiene la singularidad de encontrase por sus efluvios”.12
principio en las dos posiciones a la vez, casi independientemente de sus ten-
1987.
dencias personales. Ya sea por un compromiso físico en la toma o (y) por una
atención particular al movimiento en la elaboración de su trabajo, el fotógrafo
capta, a través del efecto de movido, una materia, más que una forma de creer
*
con ello agregarse por pura transparencia o figurar como ausente. Existe en N. de la T.: asilo de alienados situado en la ciudad de Charenton-le-Pont, cerca de París,
su gesto una consistencia que lo lleva a creer, si no en lo real, al menos en algo actualmente convertido en hospital psiquiátrico.
11
Honoré de Balzac, Le Cousin Pons, Folio, Gallimard, 1973, p. 146 (trad. esp. El primo
Pons, Valencia Pre-Textos, 1999).
10 12
Les Absences du photographe, Libération/Éditions de l’Étoile, col. “Écrit sur l’image”, Henri Michaux, “Mouvement”, en Face aux verrous, Gallimard, 1967, p. 19 (trad. esp.
1981, en particular pp. 46-52. Frente a los cerrojos, Valencia , Pre-Textos, 2000).
Bruce Gilden, New York, 1983.

Didier de Nayer, Claire, 1983.

Jim Bengston, Slow Motion, 1997. Eric Hartmann, The Train Journey…
LA DURACIÓNCRISTAL

La secuencia, en la fotografía, es la distorsión más natural, y a la vez más


extraña, infligida a su supuesta esencia. Natural porque, después de todo, un
rollo de película con sus 6, 12 o 36 exposiciones es siempre una especie de
secuencia programada. Klein, nuevamente él, lo sabe bien cuando decide ba-
rrer sus planchas de contactos con una cámara falsamente desenvuelta para
mostrarnos la diferencia entre una mala secuencia, aquella que no es trabajada
y presenta solamente una sucesión de aproximaciones, y una verdadera foto
(Contacts, 13’, 1983). En este sentido la foto, que en un comienzo era única,
cuando no existían los rollos sino solo las placas, vuelve constantemente a su
esencia (al mismo tiempo histórica y metafísica) cada vez que deja de lado la
posibilidad de varias tomas de un mismo acontecimiento, para centrarse en
una sola imagen. Klein, otra vez él, maneja esta paradoja dibujando para su
última exposición un gigantesco círculo cerrado de imágenes que se asimila
tanto más a un film cuanto que está dividido en series de 2, 3 o 4 imágenes
tomadas en un mismo lugar y ligadas por una unidad de acontecimiento, a
falta de relaciones más fuertes de forma o de relato. De lo cual deducimos
claramente que, despedazada entre la representación del film como secuencia
virtualmente infinita y la búsqueda del instante único, la idea de secuen-
cia fotográfica no es una idea clara. Esta podría ser la razón por la cual, des-
pués de haber estado relativamente poco presente a lo largo de la ya extensa
historia de la fotografía (salvo en el momento en que esta se conjuga con la
prehistoria del cine), la secuencia suscita hoy en día más interés, ya que esta-
mos en un tiempo que debe su fuerza a la confusión, a la disgregación de las
especificidades, si bien estas aún están garantizadas (es el caso entre foto y
cine) por diferencias reales entre las condiciones técnicas.
La secuencia de movimiento presenta primeramente el interés de obligar a
la secuencia a explicar mejor lo que ella es: una serie de imágenes en relación, y
que solo tienen interés en serlo si esa relación es fuerte. Tomemos la secuencia
histórica de Kertész. Seis imágenes: un caballo en el suelo, delante de una carreta;
100 RAYMOND BELLOUR LA DURACIÓN-CRISTAL 101

le sacan sus arneses; cuando se pone en pie, vuelven a colocárselos. Kertész no efectos de discontinuidad corporal, tanto de un plano al otro como en el interior
puso su interés en el movimiento propiamente dicho (la caída y el momento del plano. La secuencia obtiene su fuerza mágica, su ritmo tan único y tan difícil
en que el caballo se levanta), probablemente para evitar el efecto Marey- de delimitar, gracias a su capacidad de suscitar tiempo puramente virtual entre
Muybridge. Su secuencia, realista, no está por ello menos cerca de una muestra sus fases, tiempo que no tiende ni hacia la ilusión ni realmente hacia la duración,
de fotogramas sobre un instante virtual de film: un film de un interés relativo, sino más bien hacia la abstracción lógica de los ciclos y de las metamorfosis
que quita por sí mismo a la escena la virtud de la instantánea, el instante real- (lo que Deleuze llama “los cristales del tiempo”).2
mente único, sin ofrecer en contrapartida ningún principio formal o funcional Pero la secuencia de movimiento puede también integrar la duración en
que justifique su desglose. La secuencia-foto, que no es justamente el film, que sí misma en el desarrollo del tiempo lógico, y nunca resulta tan bella como
por lo tanto nunca tiene realmente tiempo para ella, solo soporta la excepción cuando lo logra. Y lo que lo permite es el efecto de movido. Lo vemos apare-
plástica, como sería una secuencia de imágenes movidas (las fotos de escaleras cer en estado bruto en el retrato de Warhol, que no cuenta ninguna historia,
de Jacques Penom se le parecen, pero no representan un mismo movimiento, salvo la invasión pura de la instantánea por la sucesión de imágenes movidas.
contrariamente a lo que hace Duane Michals con el retrato de Warhol, en tres Se lo ve llegar como Death Comes to the Old Lady, en un paradójico momento
imágenes); o la excepción dramática (pero allí se necesita el drama limitado de vida. Observen cómo, en la cuarta imagen, el hombre que se deja ver al
de las emociones lógicas, en cuyo arte Michals es un maestro). final del pasillo en la segunda se transforma de repente en una sombra que se
La secuencia de movimiento debe ser elíptica, intermitente, es decir, debe funde en el decorado porque se produce un acontecimiento, o está por pro-
marcar fases que procuren otro tanto de grandes vacíos en los que la imaginación ducirse. Y cómo ese acontecimiento, al comunicarse por medio de la imagen
se precipite y trabaje, a la vez con respecto a un antes y a un después, contraria- movida, cambia de cuerpo, arrancando a la anciana inmóvil de su asiento, en
mente a lo que sucede con la foto aislada, que no es más que un instante dilatado, un movimiento cuya supuesta causa nunca sabríamos si el título no lo indi-
o tiempo vuelto hacia la nostalgia y la muerte. Barthes señalaba que “la fotografía cara, como a contrario de lo que se ve, ya que, si “la muerte llega a la anciana”,
solitaria es muy raramente (es decir, muy difícilmente) cómica”, porque lo có- nosotros tenemos la impresión de que es la condición en la cual la vida llega
mico necesita movimiento, porque “la secuencia (y solo la secuencia) da a leer a la fotografía. Como para hacer honor en todo sentido al hermoso título de
algo cómico, que surge, según un procedimiento muy conocido, de la repetición Blanchot, L’Arrêt de mort.
y de la variación de las actitudes.1 Y es cierto que la secuencia de movimiento “Si Duane Michals apeló tantas veces a las secuencias, no es porque vea
tiende por sí misma a ser graciosa, lo vemos tanto en un Ton Huijbers como en en ellas una forma capaz de reconciliar lo instantáneo de la fotografía con la
Michals. Graciosa de dos maneras. A causa de la fuerza intrínseca de la idea, continuidad del tiempo para contar una historia. Es más bien para mostrar,
por supuesto, que se concentra en general sobre todo en la última imagen, más por medio de la fotografía, que si bien el tiempo y la experiencia juegan siem-
o menos sorprendente, programando casi sin esfuerzo alguno una vuelta atrás, a pre juntos, no pertenecen al mismo mundo. Y el tiempo bien puede aportar
través de las imágenes anteriores (por ejemplo, en Rencontre fortuite, de Michals, sus cambios, el envejecimiento, la muerte, pero el pensamiento-emoción es
donde el efecto es muy discreto, la vuelta atrás que concentra de repente en el más fuerte que él; este pensamiento, y solo él, puede dejar ver sus invisibles
segundo personaje, en la sexta imagen, el punto de vista o, más bien, el punto arrugas”.3
de mira hasta entonces reservado al primero, y nos invita a comprobar cómo
1987.
eso fue posible, es decir, a comprender que no existe desde el comienzo ningún
cambio de encuadre y que allí se encuentra lo que da su eficacia a esta puesta
en dobles). Pero lo gracioso, o mejor dicho lo divertido, en la secuencia, resulta
2
más sutilmente del efecto de las distancias en el movimiento de una imagen a Gilles Deleuze, L’Image-temps, Éditions de Minuit, 1986, pp. 92-128 (trad. esp.
La imagen-tiempo, Barcelona, Paidós, 1987). Deleuze resume así la concepción: “Un
otra, del ritmo a la vez intelectual y físico del sacudón impuesto a los cuerpos. régimen cristalino, que es el de la imagen-tiempo, procede por cortes irracionales y sólo
Existe así un efecto Keaton en Michals, no tanto por un cierto acercamiento a tiene reencadenamientos, y reemplaza el modelo de lo verdadero por el poder de lo falso
la continuidad del cine, sino porque Keaton ha sabido jugar como nadie con los como devenir” (“Sur le régime cristallin”, Hors-cadre, 4, 1986, pp. 44-45).
3
Michel Foucault, “La pensée, l’émotion”, prefacio del catálogo de la retrospectiva Duane
1
“Le message photographique”, op. cit., p. 133. Michals, musée d’Art moderne de la Ville de Paris, 1982, p. VII.
“YO MISMO SOY UNA IMAGEN”1

La novedad fundamental de Sauve qui peut (la vie) (iniciada a lo largo de


France Tour Détour Deux Enfants) se debe al desplazamiento sufrido por el
cine. Primer verdadero final de la maldición analógica, de la reproducción
regulada del movimiento. Más allá de la pura, demasiado pura división de
las ficciones experimentales, la verdad atenta, veinticuatro veces por segundo,
contra su principio, se destruye ella misma, se recompone un cuerpo nacido de
la descomposición, compone una ficción, distinta y hasta incierta, no porque
dude sobre el camino a seguir, sino porque ese camino bordea constantemente
el abismo de una desnaturalización espontánea de la ilusión mecanizada del
movimiento.
Bastan diecinueve derrapes orquestados de la imagen (a veces muy cerca
uno del otro, formando casi series cortas) para hacer diferente esta ficción.
Desde la primera serie de planos de Denise en bicicleta (pero “plano” se vuelve
impropio: el deslizamiento hacia la pintura se opera por una redistribución
quizá desde ahora imposible de deshacer entre plano y fotograma) hasta el
cuerpo de Paul que cae contra el guardabarros del auto por seguir con la vista
a Cécile que se aleja con su madre.
Para recordar –salvo error que se debería a lo demasiado natural de esas
rupturas, que un día serán sin duda imposibles de detallar, al confundirse
totalmente en un ser nuevo de la imagen–: Denise en bicicleta en la carretera
de montaña - los jugadores de hormuss en la cancha durante el diálogo entre
Denise y Piaget - Denise que se va, después de su diálogo con Piaget en la
cancha - las manos de Piaget que manejan los caracteres de imprenta - por
segunda vez Denise en bicicleta - la mujer golpeada por los dos motociclistas
en el andén de la estación - Cécile en la cancha con su pelota - el abrazo de
Paul y Denise ante el edificio de la televisión - autos que avanzan, de noche
Jean-Luc Godard, Sauve qui peut (la vie), 1979. (después de la comida de Paul con Cécile y su madre) - el movimiento de

1
Godard, “Propos rompus”, Cahiers du cinéma, nº 316, octubre de 1980, p. 15.
104 RAYMOND BELLOUR “YO MISMO SOY UNA IMAGEN” 105

Paul hacia Isabelle, en la fila de espera, en la puerta del cine - de nuevo autos parte’ es también la buena vida. El cine está en los medios de comunicación,
(durante el tiempo ficticio de esa misma noche en la que Paul se acuesta con está en ese ‘también’)”.
Isabelle) - Isabelle atrapada por los proxenetas que la golpean - en la calle, el Pero esa muerte es igualmente, de manera destacada, la de un hombre: el
encuentro de un hombre y una mujer (mientras Isabelle ofrece sus servicios protagonista (o lo que queda de él). La fuerza del film de Godard, su efecto
al señor Personne) - en el cuarto de hotel, Isabelle que se da vuelta, luego Isa- violento y masivo, es haber hecho cruzar (entre otras cosas, pero principalmente)
belle y el paisaje, cuando muestra su trasero a Personne - Isabelle en auto, de esa lucha entre las imágenes con la lucha entre los sexos. Ante ese vértigo
noche - el abrazo/agresión entre Paul y Denise en el departamento - Paul ve final de instantes paralizados como una eternidad en movimiento, la voz de
a Cécile y su madre, corre hacia ellas, luego se retira y cae golpeándose contra su ex mujer sustituye a la de Paul que se eclipsa: “¿Qué miras? Eso ya no nos
un auto que parte. concierne. Vamos, ¿vienes, Cécile?”. Y Cécile se va, sin padre, hacia la vida
Las ondas de choque de la imagen de ese cuerpo que se desploma son donde las imágenes, como por sí mismas, se componen descomponiéndose:
llevadas por unas palabras, la voz de Paul que se desvanece o muere o se torna en la ruta, por ejemplo, por donde Denise avanza, sin hombre, ya sin ningún
inmemorial, doblemente ficticia, dándole sentido a la ficción: “Un poco ton- Paul, como impulsada por la fuerza de sus propias palabras al fin ganadas
tamente me puse a pensar… no me estoy muriendo… mi vida no desfiló ante (su proyecto de escritura), a fuerza de imágenes-paisaje, de sacudones de líneas
mis ojos… no me estoy muriendo… puesto que no he visto nada…”. nada y de colores.
visto, en ese instante en que nosotros vemos demasiado, en que los bordes de
la pantalla parecen hacer implosión bajo la vibración de los espacios-tiempo
interiores al desfile de imágenes desposeído de su dominio. Es cuando “yo”
está (estoy) muriéndose que las imágenes desfilan, de modo distinto, como
un film condensado de la vida imposible, como la posibilidad que se le pide
al cine de reinventar la vida. (Paul) Godard debe morir en la imagen para que
( Jean-Luc) Godard renazca para el cine. Privilegio acordado, mendigado al arte,
como último recurso. El arte pensado una vez más con respecto a la muerte, 1 2
la transmutación de la muerte conjurada en una forma nueva. Pero desbara-
tando la ilusión propia de las religiones del arte. El cine muere a sí mismo, y
se metamorfosea echando por tierra el último refugio que lo identificaba con
el realismo de la representación: fin de “el cine es la vida”, garantizado por la
naturalidad del movimiento; rechazo del desde ahora demasiado simple “esto
es cine” (el cine no es la vida), coartada inversa de lo natural construida sobre
el código del movimiento; recurso a un “Sálvese quien pueda (la vida)”, traba-
jando la imagen animada a partir de su muerte, allí donde todo recomienza,
entre el cine y la fotografía, la “verdadera vida”, reconciliando a los hermanos 3 4
enemigos. “Caín y Abel. Cine y video”, el cine que siempre recomienza.
“(Existo más como imágenes que como ser real, ya que mi única vida consiste
en hacerlas. Y cuando digo que el cine es más importante que la vida, es de
cierta manera lo que mis allegados han llegado a reprocharme: no te interesas
por la comida, el deporte… Y yo respondo: me interesa filmar la comida y es
importante para mí. Y como hay algo en la vida que pasa por allí, pues soy
otro representante de la vida. Es una vida que no existe. Cuando Rimbaud
dice: ‘la verdadera vida está en otra parte’, no es solo una palabra, ese ‘en otra
5 6
“YO MISMO SOY UNA IMAGEN” 107

Esos congelados de imágenes en cadenas más o menos desarrolladas no tienen


una causalidad verdaderamente determinada. Es su fuerza, rítmica, pasional,
de estar ligadas a la casi neutralidad de la mirada misma, a su virtualidad. Toda
imagen, siempre, puede, podría detenerse, fragmentarse (como las manos de
Piaget, los jugadores de hormuss, los autos). Pero las detenciones de imagen, en
su mayoría, se dividen también en dos grandes opciones evidentemente ligadas:
exaltación y agresión de la mujer, según la línea del guión que opone a Paul la
7 8
serie de figuras femeninas –Isabelle, Denise, su ex mujer, Cécile– sustituibles y
solidarias en el circuito de la dependencia-independencia, de la movilidad física
y psíquica, de la positividad histórica. (Para ser más preciso, digamos: Isabelle
golpeada resalta ciertamente la agresión; Denise en su bicicleta, la exaltación;
pero existe también en el cuadro, en la actuación de las actrices, una mixtura
indisociable de agresión y de exaltación). Por ser hombre, él muere, y ellas, por
ser mujeres, se salvan, acechadas, violentadas por la imagen y en la imagen.
Como si uno fuera la revancha del otro, el retorno inesperado de una obsesión
9 10 y de una culpabilidad sociohistóricas: el precio a pagar por el enunciador, el
hombre que dirige la escena, que desea y que golpea.
Por eso, en un principio uno se sorprende de que la gran escena de prosti-
tución escape a este cuestionamiento del desfile de imágenes, esta ficción de la
imagen detenida donde la mujer está en juego. Pero se comprende enseguida
que la escena mima la descomposición del movimiento por la reproducción
exacerbada del dispositivo-cine. Que todos los movimientos del film –Bonitzer
lo entendió bien– parecen concentrarse en ese montaje sexual que se convierte
11 12 en el análogo y el emblema del cine.2 Los cuatro cuerpos en cadena participan en
la producción de una imagen ordenada por el P.D.G.*-director (“me vas a
pintar los labios, pero solo cuando él te lama el culo… y tú, Thierry, le lames
la raya del culo, solo cuando el otro te chupa, y tú chupas cada vez que te toco
las tetas con el pie…”. Todos participan en la producción de una imagen y
de un sonido que la acompaña (“Bueno, la imagen está bien, ahora vamos a
hacer el sonido”). Y cuando recomienzan, cuando la cadena funciona, imagen
y sonido juntos, el P.D.G.-director vuelve a decir a Isabelle: “Y después, me
13 14 pones un poco de rouge, una sola vez, y si por casualidad te hago una sonrisa,
tú me besas”. Pero él no sonríe. No puede sonreír. La muerte no sonríe. Se
trata, de esta manera, de producir una imagen imposible. La imagen sobre la
cual el cine ha sentado su poder imaginario a partir del famoso close up de Jones

2
Pascal Bonitzer, “Peur et commerce”, ibid., p. 6.
15 *
16 N. de la T.: presidente-director general.
108 RAYMOND BELLOUR “YO MISMO SOY UNA IMAGEN” 109

C. Rice y May Erwin en el film de Edison3: un beso, o la representación de al espectador). Violencia extrema infligida a la mujer, ahora y siempre, cuyo
dos cuerpos conciliados. El beso que la descomposición de la imagen impide. diálogo asume la crítica histórica (“¿Sabes cómo llamaban a las mujeres en
Sálvese quien pueda (la imagen): porque las detenciones fragmentadas impiden la Edad Media? […] –Bruja. –¿Y qué más? –Horizonte del diablo, tizón del
la unión de los cuerpos, como en la fábula de Aquiles y la tortuga; porque, infierno”). Pero violencia de imagen plena y continua, que la imagen deteni-
paradójicamente, las detenciones no se detienen, impiden la pausa imaginaria da no podría interrumpir porque ella le responde, en un sentido, a lo largo
que necesita la imagen para saciar su falsa plenitud. de todo el film: réplica de la representación exacerbada por el fantasma frío de
Así tenemos, en la calle (contrapunto encartado en la otra gran escena de un exceso de poder, “de una desesperación inmensa y sin remedio”.5
prostitución entre Isabelle y el señor Personne), el encuentro de un hombre El renacimiento de la imagen, ese pasaje de la ficción de cine hacia una
y una mujer, que comienza por breves fragmentos hasta el casi-beso, o casi- escritura-pintura liberada de la engañosa plenitud imaginaria prescrita por el
contacto natural e irrealizable de los cuerpos y de los sexos. También el abrazo desfile de la máquina, se efectúa así en la brecha histórica surgida entre dos
entre Paul y Denise (en la puerta del estudio de televisión), tan increíblemente miradas: la mirada de Cécile sobre su padre que muere en la imagen y de la
exacerbado por la ficción de los planos descompuestos que parecen no cesar imagen (“¿Qué miras? Eso ya no nos concierne”); y la mirada insostenible
de nacer y renacer el uno del otro, componiendo una división del espacio- sobre ese trasero que se vuelve hacia al espectador con toda su violencia de
tiempo amoroso enloquecido por su propia indefinición. Y podemos agregar, visión excesiva y, literalmente, lo, me mira. Como el ojo fijo de Isabelle, aislado
respondiendo hacia el final del film a ese abrazo transformado enseguida en por el rostro de Godard-Dutronc que se agranda en el cuadro, cuando ella le
enfrentamiento, el abrazo-agresión en el departamento (Paul, sentado a la pregunta para levantárselo: “¿Tiene ganas de ir al cine?”.
mesa, se abalanza de repente sobre Denise), que hace precipitar a los dos cuer-
1982.
pos al piso en una desquiciada agitación. “Tenemos deseos de tocarnos pero
solo lo logramos golpeándonos el uno al otro” (dice Paul a Isabelle, que entra
al departamento). También las imágenes parecen golpearse una contra otra,
musicalmente, pictóricamente, admirablemente, chocarse para impedir toda
continuidad del movimiento que produciría, no bien comenzados los juegos
sexuales, una idealidad imaginaria convertida en letra muerta.
Godard lleva así al exceso, para dinamitarla, la idea tan cara a Bazin de una
imposibilidad de representar en el cine una relación erótica.4 El beso aquí se
vuelve irrepresentable porque en el otro extremo la imagen sexual se afirma allí
en una crudeza documental que se opone totalmente a la función imaginaria
del cine tal como la concibe Bazin. El beso mítico imposible de la cadena de
prostitución es el garante de la imagen clínica que lo precede: la puta Marilyn-
Nicole avanzando debajo de la mesa para chupar al hombre de “cara de marfil”
y ofreciendo a la imagen su trasero como un primer plano de rostro idealizado.
(No es un primer plano, pues estaría frisando el porno y mataría el efecto; pero
ese cuadro más largo, por lo que muestra, funciona como un primer plano;
corresponde al llamado sexual, pero idealizado, concentrado, en la tradición
hollywoodense por ejemplo, en los primeros planos de rostros femeninos: el Jean-Luc Godard, Sauve qui peut (la vie), 1979.
momento del beso, o su garante sádico, el crimen, tenso, prometido, permitido

3
Joseph-Marie Lo Duca, L’Érotisme au cinéma, Pauvert, 1957, p. 9. 5
Voz de Isabelle en off, hacia el final de la escena: “Miraba esa cara de marfil, y descu-
4
André Bazin, “En marge de L’Érotisme au cinéma”, en Qu’est-ce que le cinéma, III, Éditions bría en ella la expresión de un oscuro orgullo, de un poder salvaje, de un terror abyecto, y
du Cerf, 1961, pp. 68-82 (trad. esp. ¿Qué es el cine?, Madrid, Ediciones Rialp S.A., 2001). también de una desesperación inmensa y sin remedio”.
LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE

Si digo al tiempo que pasa: retrásate, instante, eres tan bello,


entonces podrás cargarme de cadenas,
entonces consentiré gustoso perecer.
Goethe, Fausto (Fausto a Mefisto)

Hubiera sido tan agradable poseer algunas buenas piezas fotográficas


(tomadas en el mismo momento en que ocurrió el fenómeno)
de Josué deteniendo el sol, por ejemplo.
Villiers de L’Isle-Adam, La Eva futura (Edison)

Este texto nació, por un lado, de puntos de encuentro y de confusión. Atraído


por el deseo de delimitar en ciertos films un modo de presencia de la imagen que
podemos llamar (para decirlo en una palabra) “fotográfica”, me vi llevado de
manera natural por lo que Barthes había podido decir o hacer sentir al respecto; a
riesgo, a veces, de una indecisión que se debe al carácter de límite de lo que él mismo
intentaba abordar, entre foto y cine, como entre imagen y lenguaje.
Por otro lado, yo leía y releía entonces a Deleuze, fascinado por el extraordinario
poder del desplazamiento con el que él afectaba el pensamiento del cine. Digamos
Ingmar Bergman, Persona, 1966. que Deleuze arrancaba de repente el todo del cine, para devolvérnoslo más entero
y más presente, transformado. Tampoco pude dejar de conmoverme ante la ma-
nera en que se encontraban excluidos los términos que a mí me parecían propios
para traducir mi impresión sobre lo “fotográfico”. Hubiera podido detenerme allí.
O hacer de ello el objeto de un comentario propio. Pero, por una lógica apenas re-
primida, las dos cosas terminaron por confundirse; a tal punto que yo encontraba
en esa distancia con las formulaciones de Deleuze una manera de ubicar mejor lo
que me preocupaba. De todo esto resultó una fusión un poco extraña, que podría
dar la impresión de que yo trato de tomar al revés lo que en realidad me ayudó a
avanzar y a comprenderme mejor. De allí estas pocas líneas, para disipar, si no
la rareza (hubiera tenido que reescribir demasiado el texto, y casi separarlo de él
mismo, lo que me pareció erróneo), al menos lo que sus efectos hubieran tenido de
engañoso.
112 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 113

Existe un estado del tiempo que Deleuze no considera en su taxonomía cisamente sucede lo inverso, como sabemos: un solo movimiento real –la
activa de las imágenes: la interrupción de movimiento. Es decir, el instante, a joven que entreabre los ojos– viene a romper un encadenamiento de fotos).
veces único, fugitivo, pero quizá determinante, en que el cine da la ilusión de Concluye así que “el movimiento no es una necesidad propia del cine”, que
luchar contra su principio, si se lo define como imagen-movimiento. “la impresión de movimiento puede también ser creada por un recorte de
Sin embargo, hay que distinguir dos “caras” del movimiento. Primeramente imágenes fijas”.3
tenemos el movimiento que se produce en la misma imagen, y parece repro- Pero ¿no es acaso lo que hace el mismo Deleuze, cuando describe ad-
ducir a cada instante las condiciones de la percepción natural. Eso es lo que mirablemente el pasaje de la imagen-movimiento a la imagen-tiempo, de
Bergson toma en La evolución creadora (1907) por un falso movimiento, en una imagen indirecta del tiempo expresada a través del movimiento, a esa
el que solo ve una sucesión de cortes inmóviles (los fotogramas) orientados expresión del tiempo captado en sí mismo y para sí mismo que caracteriza
hacia la producción de un tiempo abstracto (el desfile de imágenes).1 Es que al cine moderno? Creo que hay que responder: sí y no. Sí, porque el estudio
el cine, en sus comienzos, dice Deleuze, todavía no había inventado su propio de Deleuze capta de ese modo en su punto más candente un deslizamiento
tiempo, como lo haría poco después gracias al montaje, la cámara móvil y la global de perspectiva, eso mismo que permite a Peter Wollen redefinir el cine
emancipación de la toma. Bergson no puede, pues, reconocer allí la imagen- a partir de La Jetée (y que permitió a La Jetée existir). No, porque no por ello
movimiento cuyos términos había fijado, sin embargo, diez años antes en está menos presente la distancia que abren la materia inmóvil y la interrupción
Materia y memoria: una imagen que excede las ilusiones del espacio divisible de movimiento en esta captación generalizada del tiempo. Para establecer su
y del tiempo abstracto para hacer del verdadero movimiento y, por lo tanto, perspectiva, podemos volver a partir de la noción, conocida pero reactualizada
de cada uno de los instantes indivisibles en él, el corte móvil de un todo eter- por Deleuze, de la que este se sirve al comenzar su libro para calificar al cine
namente abierto, cambiante, expresión de “la duración misma, en la medida como imagen-movimiento: el instante o el momento cualquiera. “El cine es
en que no cesa de cambiar”.2 Tal es la segunda fase del movimiento, que dota el sistema que reproduce el movimiento en función del momento cualquiera,
de autenticidad a la primera y permite a Deleuze arrastrar a Bergson en su es decir, en función de instantes equidistantes elegidos de modo de dar la
cometido de caracterización del cine. impresión de continuidad”.4 Esto no impide al cine, precisa enseguida, nu-
Pero ¿qué sucede cuando el instante, ese “corte inmóvil del movimiento”, trirse de instantes privilegiados (como quería Eisenstein, que los designaba
se especifica por una interrupción de movimiento –tanto del movimiento en con una bella palabra: “patético”). Pero esos instantes privilegiados no son
la imagen como de la imagen misma (ya que no del mismo desfile de imáge- para nada poses o posturas, generales o trascendentes (comparables a las que
nes, puesto que él no se detiene nunca)–? ¿No significaría esto producir una caracterizaban, por ejemplo, el galope del caballo en las formas antiguas);
contradicción entre los términos, introducir un defecto en su circularidad? son, como las instantáneas equidistantes de Marey y de Muybridge, puntos
Diremos que tales instantes dependen siempre de una especie de montaje inmanentes al movimiento; pueden solo ser extraordinarios o singulares (por
interior; quedan captados en la duración, el todo del film, y siguen siendo oposición a ordinarios o regulares), sin por ello dejar de ser cualquier instante.
sus cortes móviles. Puede ser. Pero ¿cómo eludir su diferencia, proyectarlos El congelado de imagen (o el congelado en la imagen), con la ambigüedad
hacia aquello de lo que se distinguen tan fuertemente? ¿No podemos, de particular que le hace interrumpir el movimiento aparente sin por ello
modo inverso, traer, atraer el film, el cine, hacia el punto que ellos designan? romper el movimiento fundado en el desfile automático de las imágenes; el
Esto conduce a volver a traer la segunda cara del movimiento a la primera, congelado de imagen, ¿no es pues solo un instante privilegiado entre otros,
convertida en movimiento inmóvil; lo que significa modificar el término es decir, un instante cualquiera? ¿O podría ser un instante privilegiado que
propio para definir el cine, es decir, pasar del movimiento al tiempo. Es lo ya no sería totalmente cualquiera?
que hace Peter Wollen al comentar La Jetée, de Chris Marker (donde pre- No creo que exista a esto una respuesta formal. Una evaluación semejante
solo puede ser histórica (la historia de la detención de la imagen todavía no
1
Para más detalles, ver Gilles Deleuze, L’Image-mouvement, Minuit, 1983, capítulo I,
“Thèses sur le mouvement, premier commentaire de Bergson” (trad. esp. La imagen-mo-
3
vimiento, Barcelona, Paidós, 1984). “Feu et glace”, op. cit., p. 21.
2 4
Ibid., p. 21. Deleuze, op. cit., p. 21.
114 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 115

fue hecha),5 o más o menos singular (depende entonces del contexto de una del tiempo).8 En el otro extremo, hoy en día, en los clips, en la publicidad y en
obra o de un film). A lo sumo, podemos esbozar aquí, previamente a las evo- tantos films que los tomaron como modelos, a la hora de la transacción-video
caciones que siguen, los lineamientos de una genealogía. En el cine primitivo, y de las imágenes de síntesis, el congelado de imagen se ha vuelto una de las
que descubre el movimiento de los cuerpos, es evidente que la detención de formas de un intercambio entre imágenes tan vago como generalizado (cuya
imagen es difícilmente concebible (habría que precisar su estatuto, si es que naturaleza no es fácil de precisar). Pero mientras tanto, ese congelado sirvió y
existen ejemplos). En cambio, en cuanto el cine se desarrolla, la detención de sirve aún de soporte a la búsqueda obstinada de otro tiempo, de una fisura en
imagen se convierte en una de sus figuras posibles. Lo vemos en Vertov, tal vez el tiempo en la cual el cine moderno (ese cine del tiempo que nace después de
el primero en practicarla a gran escala, en Chelovek s kino-apparatom (1929), la guerra y de la guerra, a través del neorrealismo y la Nouvelle Vague) tal vez
como también, de manera diferente, en René Clair, en su famoso Paris qui se ha precipitado buscando su secreto más íntimo. Serge Daney señalaba así
dort [París que duerme, 1924].6 Esas imágenes nos conmueven hoy de manera que “Truffaut tiene (y parece ser el primero) una intuición genial al terminar
específica, porque ya ha pasado medio siglo de cine. Pero parece que el congelado su primer film, Los cuatrocientos golpes, con una detención de la imagen de
de imagen fue entonces una manera entre otras de tratar libremente un tiempo Jean-Pierre Léaud frente al mar. […] Una manera de hacer volver el film a su
de cine apasionado por la conquista de sus movimientos. Se lo puede concebir esqueleto de imágenes fijas, como un cadáver a las cenizas, lo que en realidad
como una forma, extrema por cierto, pero no verdaderamente particularizada, es de todos modos (ashes to ashes, frames to frames)”.9 Se abre entonces un tiem-
cercana a esos otros efectos especiales o modificaciones de ritmo que son la po que para la teoría del cine será, en un movimiento paralelo, el del análisis
cámara lenta, la aceleración, las inversiones de movimiento, etc. Al tratar de de films y el del asunto de los fotogramas (dos maneras de detener el film).
situar las descomposiciones de Sauve qui peut (la vie), Godard calificó bien Un tiempo que es también de fusión con la fotografía, a la que se pretendió
esa posibilidad, propia del cine mudo, de variar la velocidad de su movimiento comparar con el cine y, a la vez, diferenciar vigorosamente de él.
aparente. Impulsado por el deseo “de otras velocidades”, no puede hacer otra
cosa que desacelerar el movimiento y fijarlo, allí donde el cine, porque era
8
mudo, y nuevo, le daba la libertad de metamorfosearlo.7 Se me ocurren, a posteriori, cuatro ejemplos, repartidos en dos épocas del cine clásico.
En el cine hablado, donde la representación está aparentemente sometida a En Liliom (1934) y Fury (1936), de Lang, dos reportajes, proyectados en dos tribunales,
uno en el cielo, otro en la tierra, justifican dos congelados de imagen de la misma na-
los efectos homogeneizadores de la palabra y el sonido, el tiempo primeramente
turaleza: la detención del movimiento es allí garante de un suplemento de verdad (en
se despliega sobre todo como movimiento (más o menos) lineal; la detención de cuanto a la inocencia o la culpabilidad del protagonista). Permite en particular comentar
imagen es (virtualmente) extraña al cine “clásico” (aunque cuenta con ella, entre la imagen y marcar así una suerte de irrupción del documental en la ficción. En It’s a
otras maneras de administrar las fascinaciones de lo inmóvil y las inversiones Wonderful Life (1946), de Capra, la imagen que se congela sobre James Stewart-George
Bailey captado en plano americano, en un gesto cotidiano, posee perfectamente el factor
de distancia propio de toda detención (la voz en off lo subraya: “Miren bien este rostro”).
5
Pero ese plano es también un referente de ficción: permite acelerar el pasaje entre el niño y
Como se acaban de hacer finalmente, en Estados Unidos, la historia del flashback (Mau- el adulto, e introducir un elemento de suspenso, que el retorno al movimiento se apresura
reen Turim, Flashbacks in Film, Routledge (1989) y la del tren en el cine (Lynne Kirby, a aprovechar. En All about Eve (1950), de Mankiewicz, finalmente, dos congelados de
Parallel Tracks, The Railroad and Silent Cinema, Duke University Press, 1997). Philippe imagen, idénticos al principio y al final del film (sólo que el primero se repite dos veces),
Dubois intervino en ese sentido en el coloquio de Chantilly “Cinéma et peinture”, junio señalan fuertemente el instante en que Eva recibe el trofeo de la Sarah Siddons Society,
de 1986 (“Ralenti et arrêt sur image”), situando la detención de imagen en tres films: que consagra su talento como comediante. La imagen es ambigua, sobre todo al principio.
Chelovek s kino-apparatom; Les Visiteurs du soir; Sauve qui peut (la vie). Alternada con un plano de George Sanders que comenta en off el montaje de la historia
6
Ver Annette Michelson, “De la magie à l’épistémologie”, en Cinéma, théories, lectures, y la transforma doblemente en flashback, la imagen detenida puede de esta forma tener el
op. cit., donde establece la relación entre Vertov y Clair. estatus de imagen mental del narrador interviniente. Tiene también el valor de una foto
7
Jean-Luc Godard par Jean-Luc Godard, Cahiers du cinéma, 1986, pp. 461-465. Tal vez que hubiera inmortalizado el instante. Pero de todos modos, dicha imagen privilegia el
es lo que anuncia proféticamente Vertov en sus Tri pesni o Lenin [Tres cantos a Lenin] instante que podría conferirle al film su sentido, en la medida en que permite justificar
(1934): la detención de movimiento y el deslizamiento hacia lo inmóvil trabajados en el retroactivamente la conducta y el personaje de Eva (por eso es al mismo tiempo repetido
film no son sólo la figura interior del duelo provocado por la muerte de Lenin (y de la y retomado).
9
Revolución) sino, ya, la de una primera “muerte” del cine. Respuesta a “Questions sur: Photo et Cinéma”, Photogénies, op. cit.
116 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 117

Es sorprendente que al calificar el movimiento Deleuze use una sola palabra, (que nace aquí de una confrontación con los fotogramas) pretende primero
pero muy clara, para la foto: establece, como una de las condiciones determi- ser indiferente y hasta contrario al movimiento del film, tanto a su desarrollo
nantes para el nacimiento del cine, “no solo la foto, sino la foto instantánea como a su desfile. Parece que solo se puede acceder a él mediante la imagen
(la foto de pose pertenece a la otra línea)”. Por otra línea, Deleuze designa las detenida, y hasta dispersa (como se mezclan al azar las cartas en un juego).
“poses” o las “posturas generales” a partir de las cuales, en la visión antigua y Sin embargo, el tercer sentido constituiría también lo que Barthes llama lo
clásica del mundo, se recomponía el movimiento “a partir de elementos formales “fílmico”: una suerte de virtualidad utópica captada en el movimiento mismo
trascendentes” (y volvemos al ejemplo del galope del caballo…). La foto de del film, al revés y a destiempo. En esto, ni la fotografía ni la pintura pueden
pose tendría, pues, históricamente, pero también formalmente, una naturaleza hacerlo surgir, porque les falta el horizonte diegético. Es mostrar hasta qué
opuesta a la de la instantánea, que el cine convierte en su materia. Eso es lo punto Barthes apunta aquí a un objetivo paradójico: un sentido anterior a toda
que pensaba Barthes, pero en la medida en que toda foto resulta finalmente, significación, irreductible al lenguaje articulado, pero sin embargo, contenido en
según él, una forma de pose.10 él. De este modo, deja abierta la contradicción que le hace encontrar primero
El contraste entre su visión y la teorización de Deleuze justifica que nos el tercer sentido fuera del film para luego exhumarlo de su interior.
detengamos unos instantes. En el capítulo de La imagen-tiempo, que retoma Sabemos también que Barthes reformuló en La cámara lúcida una oposición
y amplía la presentación de las tesis inaugurales de La imagen-movimiento, muy similar, esta vez a propósito de la fotografía. De la misma manera, el studium
vemos a Deleuze dejar de lado todo aquello que tiende a inmovilizar el film. va hacia el sentido de la foto, su tema, su significado visible; mientras que el
Enfoca en particular la mirada semiológica que, al asimilar la imagen cinema- punctum designa el fragmento irracional, innombrable, en la foto, el “punto”.
tográfica a un enunciado, opera como una suspensión de movimiento.11 Más Este afecto, por naturaleza disperso, se une sin embargo y termina por conservar
fundamentalmente, precisa que “una presentación directa del tiempo no implica su fuerza, si se puede decir, debido a la presencia-ausencia de una sola imagen: la
la detención de movimiento, sino más bien la promoción del movimiento figura de su madre muerta. En este punto, último, Barthes encuentra en su propia
aberrante”. Entiende con esto un movimiento muy autónomo, que nada debe experiencia lo que en otro tiempo él mismo había reconocido como la fractura
a la lengua ni al discurso, y que da prueba directamente de un tiempo anterior producida por la fotografía en las artes de la representación: una inversión del
“a todo movimiento normal definido por la motricidad”. Agrega que la imagen- tiempo que se transforma en el instrumento del “esto ha sido”; con ello, coloca
movimiento ya contiene en sí misma ese movimiento aberrante que el cine en la intimidad de la muerte el afecto muy libre y muy fuerte que se atribuye a
moderno trabaja y pone de relieve.12 En definitiva, Deleuze desarrolla la idea la fotografía. Lo instantáneo se convierte en pose, se vuelve la pausa del tiempo.
de una imbricación sin fallas del movimiento y del tiempo, donde las discon- El instante captado, cualquiera sea, resulta así afectado de una extrema singu-
tinuidades, las rupturas son integradas en una expansión continua. Dice: una laridad –tal vez habría que decir una trascendencia– debida a la detención del
modulación, y hasta una operación de lo Real, que excluye toda interrupción, movimiento, la interrupción del tiempo. Barthes vuelve también, en ese mismo
todo instante abusivamente privilegiado, toda instancia que correría el riesgo raudal de impresiones, a la oposición que él siempre ha hecho, mucho antes de su
de fijarse en elementos trascendentes. concepción del tercer sentido, entre el cine y la foto: el uno, simple proveedor de
En el caso de Barthes, sabemos que él ha tratado de fijar en el film un movi- ilusiones; la otra, que abre una búsqueda de alucinación. Vemos hasta qué punto
miento aberrante de otro orden: “el tercer sentido” (lo compara a “la aberración” esta marcada oposición vuelve equívoca la relación (formulada anteriormente)
que obligaba a Saussure a escuchar la voz enigmática del anagrama en el verso entre la detención del film, productor del tercer sentido, y la detención más
latino).13 Opuesto al “sentido obvio” (de donde viene la significación), frag- fundamental que la foto produce en ella misma con relación al film.
mentario, puntual, imprevisible, deliberadamente subjetivo, el “sentido obtuso” Podemos sentirnos tentados, a través de estas formulaciones, a exponer más
directamente la idea del film como fotografía. Es decir, captado a través del es-
pectro de la fotografía. La cuestión puede entonces reformularse de la manera
10
Peter Wollen insistió en ello, justamente, op. cit. siguiente: ¿qué le sucede al film cuando lo instantáneo se convierte a la vez en la
11
Deleuze, op. cit., pp. 40-41. pose y la pausa del film? El singular privilegio de la detención de imagen, ¿no es
12
Ibid., p. 53. el de hacer resurgir, en el movimiento del film (de ciertos films) lo fotográfico,
13
Roland Barthes, “Le troisième sens”, Cahiers du cinéma, nº 222, julio de 1970 (trad. esp. lo fotogramático? O, más precisamente: lo fotogramático como fotográfico. Es
“El tercer sentido”, en Lo obvio y lo obtuso, Barcelona, Paidós, 1986). decir, no el fotograma arrancado al film, o que dobla utópicamente lo que el film
118 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 119

cuenta, como lo proyectaba Barthes; sino el fotograma que surge a través de la


fotografía, la evidencia fehaciente de lo fotográfico sumergido en el film, que se
impone en el sentido y el hilo de su historia. Esto implica además preguntarse:
¿qué instantes supone la interrupción del movimiento, a qué tipo de instantes
se refiere?

9 10

I.

Partamos de un film poco conocido de Rossellini, La macchina ammazza-


cattivi (1948). Mucho menos angustioso, pero en un sentido más sorprendente
que Roma, città aperta [Roma, ciudad abierta] (1944) o Viaggio in Italia [Viaje
1 2
a Italia] (1953), dicho film invita sobre todo a volver a verlos, en la medida en
la que esboza allí una especie de contraprueba. En efecto, lo que hace es abrir
al cine la perspectiva de un tiempo dividido, fracturado, más que asegurar la
imagen de una marca global de la creación, cuya visión Bazin contribuyó a fijar.
Aun cuando La macchina… fue aparentemente para Rossellini un film menor
(no fue él quien terminó su rodaje), no por eso tiene menos repercusión con
respecto a todo lo que pudo pensar, desde entonces, sobre el cine.14 Se puede
ver un signo de ello en la manera en que el decorado es literalmente montado
3 4 (en los primeros planos) por una mano artificial, con una insistencia teatral,
teórico-lúdica, para que uno sepa a qué atenerse; como para desbaratar por
anticipado el crédito acordado a esa creencia exagerada en la realidad, a eso
que haría tomar al cine como la vida misma.
La acción se sitúa en un pueblito de pescadores, al sur de Italia, donde
los americanos desembarcaron durante la guerra. Junto a un ítalo-americano
que vuelve allí unos años después, el alcalde tiene proyectos inmobiliarios:
quisiera utilizar una eventual dotación ministerial para comprar el “castillo”,
una gran casa suspendida sobre el mar, y construir allí un complejo turístico.
5 6 La gente del pueblo no aprueba el proyecto: cada uno tiene su propia opinión
en cuanto a la utilización de esos fondos. Doña María, propietaria del castillo,
desea dar su dinero a los pobres. El castillo sirve también como lugar de culto:
se depositan allí las cenizas de los muertos después de un breve paso por el
cementerio, demasiado pequeño para albergarlos a todos.
En este contexto, un extraño anciano viene una noche a pedirle hos-
pitalidad a Celestino, el fotógrafo. Celestino es la memoria del pueblo;

7 8 14
Don Ranvaud (ed.), Roberto Rossellini, BFI - Dossier nº 8, London, 1981, p. 12.
120 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 121

relacionado con Doña María, es conservador, piadoso y hasta supersticioso. que este efecto “detiene” el film, y hasta hace pensar en el gesto material de la
Le muestra al anciano “las fotos de dos generaciones” que cubren las paredes detención en una mesa de montaje. Pero no se lo puede captar deteniendo el
de su estudio, y vitupera a Agostino, el policía, que quiso impedirle, esa mis- film, pues se desvanece. De este modo uno tiene la impresión de que se busca
ma tarde, fotografiar la procesión en honor de San Andrés, el santo patrono aquí figurar algo imposible. Nada menos que una foto que aparecería como
del pueblo. El anciano le pregunta: “¿Tienes una foto de él? Vamos a hacer instante o momento del plano, o como fotograma, uno de los fotogramas que
que se tranquilice”. Celestino toma una chinche y clava la foto en la pared; lo constituyen. Este fotograma es evidentemente virtual, pero su efecto no es
el anciano le dice: “Debes fotografiar esta fotografía”. Celestino accede al por ello menos real: inscribe en la profundidad y en la duración del plano un
pedido, y el anciano concluye: “Mi meta es destruir a los malvados”. Entonces equivalente de lo que sería su valor casi nulo de imagen inmóvil imposible de
se escuchan ruidos, un rumor. Celestino se precipita fuera del estudio: en la captar en el desfile. Estas fotos transformadas en fragmentos de imágenes-
terraza de un café, ve a Agostino con el brazo tendido a modo del saludo films producen así un efecto de ida y vuelta entre la pose y la instantánea.
fascista, exactamente en la misma actitud que tenía en la foto. Cuando lo En sí mismas, imágenes en la imagen sobre las que la cámara se detiene más
tocan, cae muerto. Celestino vuelve al estudio; el anciano ha desaparecido. o menos, oscilan ya de la una a la otra: en general el sujeto es tratado en pose
Descuelga la foto de Agostino y la esconde; luego, al encontrar en el suelo (Agostino haciendo el saludo fascista, Doña María pavoneándose vestida de
un cliché de la estatua de San Andrés que había fotografiado el día anterior novia burguesa) más que captado en el pasaje del instante cualquiera al instante
durante la procesión, reconoce al anciano y exclama: “¡Jesús! ¡Era él! ¡He decisivo. Incorporadas a la imagen como motivo aberrante (a pesar de la fábula
visto a San Andrés!”. que las justifica), estas fotos atacan así mucho mejor la unicidad del movimiento
A partir de allí, este extraño principio de la foto vuelta a fotografiar se fílmico basado en el encadenamiento y la equidistancia de las instantáneas.
difunde en el film. Celestino hace primero una prueba con un asno vivo, que El entierro de Agostino propaga este efecto de un modo irónico: en uno de sus
está parado frente a su puerta: lo fotografía subrepticiamente y de inmediato lados, el féretro tiene una protuberancia que figura el brazo irreductiblemente
vuelve a fotografiar la foto: la súbita inmovilidad del animal le confirma su extendido del muerto. De esta manera el cuerpo fotográfico se desplaza en el
nuevo poder. Celestino “matará” así sucesivamente a cuatro personas, elegidas cuerpo del film y lo hace vacilar.
según los conflictos que agitan a la comunidad. Finalmente, alcanzado por la Podríamos decir que esos momentos en que el film es penetrado de ese
locura que se va apoderando del pueblo, se apresta a fotografiar a cualquiera al modo por la fotografía resultan los instantes más pregnantes. En pintura, el
azar de sus archivos, incluido él mismo, preparándose así a una forma inédita instante pregnante ha sido para Lessing el instante significativo, ese que se
de suicidio. Sin embargo, antes quiere destruir a aquel que le confirió ese supone representa a la vez el término medio y el apogeo de una acción dramá-
poder mortal. Pero cuando clava la foto del anciano en la pared, este aparece; tica, y la expresa totalmente. En el cuadro, el instante pregnante no se refiere
y cuando Celestino apoya su dedo en el disparador de la cámara, San Andrés a algo verdaderamente real, es una ficción, una suerte de imagen de síntesis.15
se transforma en diablo. Un diablo moderno, desarmado y lúdico, que puede Opuestamente, el instante de la fotografía, por desgarrador que sea, y cerca-
resucitar a su antojo a sus víctimas y convertirse nuevamente en el santo que era. no a la pose, como lo sentía Barthes, es siempre, por la fuerza de las cosas,
Ese retorno a lo “real” anuncia el final del film: la mano gigante del principio “un instante decisivo” arrancado a la realidad. Solo se lo puede llamar preg-
vuelve y planta a sus personajes de cartón en una maqueta antes de alejarse nante en relación con la inversión del tiempo y la inscripción de la muerte, en
hacia las nubes de las que había salido para contar esta historia. cuyo índice se transforma, y que es el trauma, el sujeto secreto que dobla a su
Así, volver a fotografiar una foto produce una detención de movimiento en sujeto aparente. Si no, es, en el mejor de los casos, la forma sublimada pero
el plano. Esto reproduce el efecto de un congelado de imagen, pero concentrado inmanente de un instante cualquiera.
en un motivo extraído del plano (durante el entierro de una de las víctimas, un No existiría entonces en el cine un instante pregnante en sentido propio,
hombre, paralizado por el efecto, se inmoviliza, con las manos en los bolsillos ya que el instante privilegiado, como hemos visto, solo nace del instante cual-
de su chaleco, mientras detrás de él el cortejo desfila y desaparece). Encon-
tramos también en el congelado de imagen la posición exacta de los cuerpos 15
Gotthold Ephraim Lessing, Laocoon, Hermann, 1964, pp. 109-111 (trad. esp. Laocoonte,
en la foto (esto se acentúa hasta el absurdo cuando el alcalde es tomado en la Iberia, Barcelona, 1957). Jacques Aumont comentó esta noción en L’Œil interminable,
actitud que lo muestra, de niño, desnudo sobre unas pieles). La paradoja es Librairie Seguier, 1989 (trad. esp. El ojo interminable, Barcelona, Paidós, 1992).
122 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 123

quiera, de la foto reducida, en vistas al movimiento, a su más pura calidad de quiso representar. Tal es el proceso visual (mental) que el film desplaza, fractura,
instantánea. ¿De dónde me viene, sin embargo, el deseo de llamar pregnantes modifica, pero acompañando su disposición fundamental: la proyección de una
a esos instantes que suspenden el tiempo del movimiento, abriendo, en el imagen sobre otra, de un estado de la imagen sobre el otro. Y, por ende, de un
interior del tiempo, otro tiempo? Es primeramente porque hacen bascular movimiento (de emoción y de intelección) producido en lo inmóvil. Es la razón
el film hacia el lado de la fotografía y de su fuerza para inscribir la muerte. por la cual no solamente la detención de imagen tiende siempre más o menos
Lo hacen tanto más cuanto que están directamente orientados, como en hacia un efecto próximo a la pintura, sino, además, por la que tantos cuadros nos
el film de Rossellini, por una refiguración de la fotografía, y que el efecto parecen, hoy en día, similares a la detención de imagen.
significante de la detención es prescripto por el guión y su tema. Pero, so- Esta oscilación entre fijeza y movimiento que se encuentra en el corazón
bre todo, esos instantes poseen una cualidad de abstracción y de irrealidad de La macchina ammazzacattivi se inscribe en el relato de tal manera que
que me parece que introduce en el film un sobrecogimiento comparable al que hace circular todas las dualidades de las que se nutre el film: la tradición y
estremece de entrada (en) la pintura. Son, por cierto, esencialmente fugitivos, el modernismo, América e Italia, los buenos y los malos, el bien y el mal, el
mientras que el instante pregnante del cuadro ocupa todo su tiempo. Pero de cielo y el infierno, Dios y el diablo, la luz que crea y la que destruye, la vida
otra manera, el instante que detiene el film se refiere también al todo del film. y la muerte (Celestino, protagonista de esa confusión, de esos pasajes, dice
Se propaga más allá de su pura inscripción material, haciendo volver el film bien: “Ya no sé si estoy vivo o muerto”). Sin que uno llegue alguna vez a
sobre sí mismo, captando su drama singular, subrayando su irreductibilidad reducir el cine o la foto a una correspondencia estricta con uno u otro de
al tiempo demasiado natural de la ilusión, induciendo un espacio-tiempo los términos opuestos (ni a organizar todos esos términos en un credo sin
en la frontera de lo visible y de lo invisible. La caracterización del instante fallas), queda claro que es la fotografía la que lleva a través del film el poder
pregnante de cine, ligada a las condiciones globales de cada film particular, de muerte. Celestino fotografía, luego vuelve a fotografiar, matando animales,
resulta ser a la vez amplia y restringida, difusa y puntual. Pero hace siempre hombres y mujeres, y atenta así contra el movimiento del film. Puede hacerlo
eco, en un tiempo por naturaleza desplegado, en el desprendimiento percep- porque San Andrés, protector del pueblo, representante de Dios, es también
tivo, en la vibración de irreal que se produce para el ojo ante los movimientos el diablo. Así el cine sólo puede ser una gracia y descender del cielo, como
ficticios de los cuerpos en la pintura. lo hace en el prólogo mediante esa mano que penetra las nubes, a condición
Podemos tomar como ejemplo (amplificador) Los embajadores, de Holbein. de reconocer en él esa intimidad de la muerte que amenaza su movimiento
La calavera afectada por una anamorfosis con la que se completa el sentido del (lo que se creyó era la plenitud de su movimiento). La muerte como figura a la
cuadro, que confiere su razón de ser a la pose de dos hombres, y que constituye vez de realidad y de estilo: es decir, jugando tanto con la idea de la verdadera
así su pregnancia, esa calavera no es realmente visible sino a través de un reco- muerte como con la de una muerte del arte (o de una de las dimensiones del
rrido: supone primeramente al espectador colocado oblicuamente con respecto arte) que la convierte en su motivo.
a la tela, identificando el cráneo, entreviendo ya los cuerpos y los objetos que Recordamos que en Viaggio in Italia una pareja desamparada llega a Pom-
verá plenamente cuando, de frente a la tela, el objeto que flota en la parte baja peya y está ante unas excavaciones de donde emerge (gracias a una inyección
de la imagen, desfigurado, se le vuelva reconocible por el recuerdo que acaba de de yeso, y tal como uno ve surgir la imagen en el revelador) la forma de una
formarse. Este dispositivo ayudó a Pascal Bonitzer a mostrar que si la pintura pareja enlazada. Así se forma, en lo real, una fotografía. Este abrazo detenido
se mueve más de lo que pensamos, el cine podría moverse menos de lo que en la muerte se convierte en el pasaje obligado hacia el beso, hasta allí impo-
creemos, y que habría así entre ellos una relación más estrecha de lo que parece.16 sible, que el marido y la mujer se darán al fin, en medio de la procesión donde
Pero el ejemplo de Holbein tiene sobre todo la ventaja de mostrar, por exceso, parecen, en un movimiento loco y repentino, inmovilizarse en la imagen. Ese
lo que sucede en realidad ante todos los cuadros: un despegue de la percepción momento privilegiado, patético, ha sido posible porque antes y como desde
con relación a ella misma, que es una superposición de imágenes, y se debe a siempre una imagen se detuvo para ellos. Una imagen que se vuelve para el film
la distancia entre la pregnancia del instante buscado y lo verosímil de lo que se un instante pregnante, porque ella lo contiene en sí misma, y por la conexión
y la circulación que establece entre algunos de sus momentos.
16
Pascal Bonitzer, Décadrages - Peinture et cinéma, Cahiers du cinéma, 1985 (trad. esp. Esta imagen de abrazo inmóvil es tan fuerte, además, porque reúne las dos
Desencuadres. Pintura y cine, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2007). grandes series de imágenes que hasta allí han conmovido a la protagonista: por
124 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 125

un lado, los instantes pregnantes del arte y del culto de los muertos (esculturas
del museo de arte antiguo, pared de osamentas y de cráneos en la iglesia); por
el otro, las mujeres encintas que atraen su mirada en las calles. Tres términos y
tres tiempos se entrelazan así como en un solo instante: el goce, el nacimiento
y la muerte.

II. 1 2

Existe en Persona (Bergman, 1966) una imagen famosa: el niño, el ado-


lescente, con el torso desnudo, estira, como en vano, su mano para tocar un
rostro de mujer. La singularidad de ese rostro en un gran primer plano, cuyos
rasgos apenas se destacan sobre un fondo blanco lechoso, reside en que parece
estar a la vez muy cerca y muy lejos, estar fijo y sin embargo animado por una
suerte de movimiento difícil de localizar, y finalmente parece cambiar como si
no fuera realmente la misma mujer que el niño intentaba alcanzar al principio
y al final del plano. Una mirada atenta, y advertida por la continuación del 3
film, comprende que allí están, sucesivamente, las dos protagonistas de esta
historia, elegidas en función de una similitud latente de sus rasgos: se trata Esto no sería nada (o muy poco) si este plano no viniera al final de un
probablemente de dos fotos (o de dos fotogramas) colocadas bajo un vidrio pregenérico particularmente sobrecogedor, sin vinculación aparente con el
(lo que explicaría el efecto de fijeza). Pero un muy lento fundido encadenado film, compuesto de una serie extremadamente rápida de representaciones
asegura el pasaje de una imagen a la otra, induciendo un casi movimiento, obsesivas, centradas a su vez en lo esencial, en una descomposición (física e
acentuado por variaciones de lo borroso a lo nítido. Todo esto relaciona esa histórica) de las fases del dispositivo-cine. Se trata al mismo tiempo de los
extraña impresión de movimiento fijado con el único sujeto que se mueve mecanismos de una (o de varias) proyección(es), y de las imágenes que la(s)
verdaderamente en la imagen, y por ende con el espectador. componen. Dos grandes rasgos las caracterizan.
Es fácil ver en esta imagen una ilustración (pero es evidentemente la teoría Por un lado, una oscilación entre imagen móvil e imagen detenida: ya sea que
la que ilustra el film) de la interpretación que propone Jean-Louis Baudry se trate simplemente de una representación petrificada, o verdaderamente de una
sobre el último recurso del dispositivo-cine. Su efecto se debe al hecho de que imagen detenida, como en el plano, invertido en acetato, de un dibujo animado
produce una representación que oscila entre alucinación y percepción; y como (los comienzos del cine). Asistimos, por otra parte, a una tematización muy viva de
en el sueño cuyo deseo es acompañado por el cine, la representación reproduce la muerte (por ejemplo, en el caso de las imágenes de persecución de un sketch de
para el niño el goce de la satisfacción (pero también el drama de su pérdida) un film “primitivo”). Pero, de todos modos, ni la muerte ni la vida son seguras,
vivida en la relación con el cuerpo materno (en particular en la lactancia, cuya como tampoco lo son en sí mismas la imagen inmóvil (o inmovilizada) ni la
imagen sería reproducida por “la pantalla del sueño” convertida en pantalla imagen móvil. Testigo de ello, ese primer plano de cabeza de mujer invertida,
del film).17 que podríamos creer muerta, y cuyos ojos cerrados se abren, por un fragmento
de segundo, inmovilizando al espectador, haciendo convertir con mayor razón la
percepción en alucinación. De todo esto surge claramente que el plano del niño
de las mujeres (como decimos La Virgen de las rocas) es ciertamente la síntesis
viviente de un dispositivo-cine obsesionado con la muerte y su propia muerte.
Sería aún demasiado poco si ese niño-fantasma no fuera proyectado a través
17
del relato (del que está físicamente ausente) bajo la forma más apropiada para
Jean-Louis Baudry, “Le dispositif ”, en Psychanalyse et cinéma, op. cit.
126 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 127

responder a su aparición: una fotografía que su madre rompe por la mitad, televisión, retransmitida en directo, que conmueve a la protagonista, muda en
mostrando así el fantasma de entradas múltiples del que el film es portador. su cama de hospital. Entre esas dos imágenes el cine arde y renace (al prin-
Se aclara al final, cuando las dos mujeres, frente a frente, repitiendo dos veces cipio del pregenérico, un arco voltaico hace surgir su luz entre dos carbones);
la misma escena, encuentran nuevamente sus dos rostros fusionados, y las dos se transforma en el cine de posguerra, en el cual el movimiento no está más
partes de la foto rota vuelven a unirse. Ese fantasma supone un deseo trabado garantizado que la palabra, víctima de un estremecimiento que siempre puede
de la madre hacia su hijo, que ella no acepta, ni durante el embarazo ni en el condenarlos a detenerse.
momento del parto. Ese deseo trabado viene así a funcionar como eco del deseo
imposible del niño hacia la madre y la mujer, representado al principio. Ese ida
y vuelta que implica a dos mujeres afecta igualmente a la segunda protagonista: III.
el extenso relato (sin ninguna imagen visible) que Bibi Anderson hace a Liv
Ullmann se concentra alrededor de dos imágenes-instantes desplegadas y elu- Curiosamente, es a propósito de Numéro deux, donde no hay casi ninguna
didas al mismo tiempo: su goce sexual (en una miniescena de orgía sexual en imagen fija, como Serge Daney ha circunscrito el punto de fuga de la “peda-
la playa, seguida de un coito con su novio) y su aborto. Entre esos dos deseos gogía godardiana”. “Esta tiene como horizonte, como límite, el enigma de los
que se cruzan a pantallazos de imágenes improbables, se forma el deseo del enigmas, la esfinge de la foto fija: lo que desafía la inteligencia, que no la agota
sujeto (director y espectador) por la obra: el film dividido, fracturado, escindido, nunca, lo que retiene la mirada y el sentido, lo que fija la pulsión escópica: la
atormentado en su naturaleza, su historia y su prehistoria. retención en acción”.18
De Les Carabiniers a Photo et Cie (el décimo episodio de Six fois deux - Sur
et sous la communication), pasando por Ici et ailleurs y Comment ça va, Godard
ha elaborado un estado literal y vertiginoso de los estados de la foto en el
mundo contemporáneo. Y por lo tanto también en el estado del cine. Pero es
en Sauve qui peut (la vie) y Je vous salue Marie donde las cuestiones abiertas por
Rossellini y Bergman resurgen directamente (y, principalmente, en cuanto al
guión), como interrupción de movimiento y búsqueda del instante.
Las descomposiciones en cascada de Sauve qui peut… (al igual que ante-
riormente las de France Tour Détour Deux Enfants) son otras tantas detenciones
de imagen que no se detienen verdaderamente, ya que recomponen un mo-
vimiento. Se trata de un movimiento distinto, y de otra velocidad, que atenta
contra el desfile de imágenes sin poder sustraerse a él más de lo que lo hace
la detención de imagen. El cine sigue siendo, pues, en este aspecto, a primera
vista, como dice Deleuze, “el sistema que reproduce el movimiento en función
del movimiento cualquiera”; pero ya no es “en función de instantes equidistantes
elegidos de manera de poder dar la impresión de continuidad”. Los momen-
tos del plano sometidos al efecto de descomposición son seleccionados, por
el contrario, de manera de lograr producir una impresión de discontinuidad,
Porque existe una segunda foto en el film: la imagen (muy conocida, que o una continuidad de otra naturaleza; se transforman, según términos de
se volvió emblemática) de un niño judío de mirada acorralada, con las manos Deleuze, tanto en cortes móviles como en cortes inmóviles del movimiento (pero
levantadas, solo en la muchedumbre, en un andén de estación. La foto es que, como tales, siguen siendo visibles). ¿Podemos entonces decir realmente
mostrada en detalle, fragmentada, trabajada como al infinito por la cámara
(y la mirada de Liv Ullmann), que busca un secreto imposible de captar: un 18
Serge Daney, “Le thérrorisé (pédagogie godardienne)”, Cahiers du cinéma, nº 262-263,
horror comparable al del bonzo que se inmola con el fuego, en una imagen de enero de 1976 (trad. esp. El cine, arte del presente, Buenos Aires, Santiago Arcos, 2004).
128 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 129

que son concebidos en función del momento cualquiera? Y, en caso contrario, alrededor de ciertos gestos y de ciertos momentos. Del mismo modo en que una
¿cuál sería el instante no cualquiera, el equivalente moderno de la pose o de mirada dispersa se vuelve a centrar en aquello que la captura. Todo se cristaliza
la postura trascendente, en función del cual esos momentos del plano serían entonces alrededor de dos instantes que se vuelven irrepresentables a partir del
tomados como instantes sobreprivilegiados? momento en que el cine ya no puede evitar abordarlos como tales, en su puro
Podemos dar una primera respuesta, y decir, como Daney: la foto. No ya la valor de interrupción: el instante del goce (cuya imagen ha sido siempre el beso
foto en su facticidad, su materialidad, su unicidad, sino la foto como límite ab- del cine) y el de la muerte.
soluto, cuerpo interior del film que ella constituye y reconstituye, por diferencia, Estos serían los instantes (pregnantes) a los que Sauve qui peut (la vie) se
virtualmente. Así se perfila nuevamente la foto como imposible fotograma, de refiere. No son verdaderamente delimitables, sino por defecto; no por ello
manera diferente que en el apólogo de Rossellini. Esos tiempos de detención dejan de ser proyectados y reproyectados muchas veces, ni incansablemente
(que dan sin embargo la impresión de estar soldados entre ellos) designan un virtualizados. Por eso Passion toma el relevo: implicando esta vez directamente
punto de fuga: este nace de la divisibilidad propia del espacio, en cuanto uno a la pintura, dedicándose a la tarea paradójica de representar, como cuadros
atenta contra la continuidad y contra la ilusión de su movimiento “natural”. vivientes, planos de cine, robando así a la gran pintura verdaderos instantes
Esta divisibilidad va incluso más allá del fotograma, en un sentido, ya que pregnantes, mostrando que esta manera de reconducirlos es una preocupación
supone un espacio entre los fotogramas, aunque sea en el fotograma donde (nueva) del cine.
ella encuentra su límite material, si se sale del film y del tiempo de proyección. Los volvemos a encontrar en Je vous salue Marie, en su más pura vocación
Cuando uno se limita a ello, es una suerte de fotograma mental, virtual, lo de instantes presentes-ausentes, informando el recorrido del film, modelando
que se ve entonces proyectado, una imagen de imagen dejada al cuidado del el trayecto mental del espectador. Se trata, esta vez, de la relación entre dos
espectador, aunque programada por el film a cada momento. instantes. Por un lado está el instante que tuvo lugar, pero fuera de campo y
Pero eso no basta. Uno no puede limitarse a la forma abstracta de esos fuera del film, inmaterial, trascendente si lo hay, el instante de un goce eludido
momentos, hay que pensar también lo que ellos designan. Paradójicamente, su (es por milagro que Marie, la única y la llena de gracia, ha sido fecundada por
fuerza se debe a que son tomados de lo neutro, de la confusión de lo cotidiano Dios). Por el otro, está el instante que no puede tener lugar, en el que José
de la vida y del tiempo, a que son verdaderamente momentos cualesquiera. Y, sin tocaría a María, en el que ese acercamiento sería válido a los ojos de Dios: el
embargo, designan al mismo tiempo un espacio imposible de aislar: el instante leitmotiv recorre el film (“quiero besarte”, “déjame tocarte”, etc.).
de contacto entre los cuerpos, entre los sexos, en el amor (y la violencia que es su La famosa secuencia en que José intenta tocar a María sucede así directamente
opuesto). Tanto en las escenas entre Paul y Denise (el abrazo frente al edificio de a las escenas de abrazo y de lucha de Sauve qui peut (la vie).19 Godard no tiene
la televisión; el cuerpo a cuerpo durante el desayuno) como a través de esa pareja ninguna necesidad de recurrir esta vez a la descomposición del movimiento y
anónima que se roza sin poder besarse realmente (breve escena encartada, en la del tiempo para delimitar una imagen imposible de alcanzar, porque la opera-
calle, durante la escena entre Isabelle y el señor Personne). O también en la escena ción se trasladó al contenido del plano y a los gestos de los protagonistas. Del
final, donde Paul se cruza con su ex mujer y su hija, en el instante de su muerte mismo modo que tampoco tiene ya necesidad de la pintura, ni de reconstituir
hipotética, suspendida, desprovista de realidad por la detención, precisamente, la en un (falso) cuadro ese instante pregnante ejemplar que es la Anunciación,
detención que no se detiene, índice de un film que no se detendría jamás, porque ya que está incorporado en la historia de su nuevo relato. José tiende su mano
rompió el pacto que unía su movimiento al espectador. Recordamos también hacia el vientre de María y pronuncia al mismo tiempo las palabras que ese
que un beso virtual, proyectado, descrito pero nunca dado (entre Isabelle y el gesto supone: “Te amo”. María grita: “No” cuando la mano la toca por primera
P.D.G.-director),sirve como acto-instante asintótico a la gran escena porno donde y única vez; “No”, repite cuando la mano se aproxima nuevamente; dice “Sí” en
Godard delimita con un trazo cruel el destino del dispositivo-cine. Le es entonces cuanto la mano se retira, hasta el momento en que José puede casi tocar, y todo
inútil recurrir a la descomposición de la imagen porque la hace actuar, como tal,
en la continuidad de la representación, herida en sí misma por la imposibilidad 19
Ha sido muy bien analizada por Alain Bergala, “Si près du secret”, Cahiers du cinéma,
de los cuerpos de reunirse. Así, los instantes “neutros” de descomposición son nº 367, enero de 1985, “La passion du plan selon Godard”; y Philippe Dubois, “Passage : le
trasladados, aunque más no sea por el trabajo de la mirada que ellos suponen, a ventre et l’écran, ou le désir d’origine et le chemin vers la grâce dans le cinéma de Godard”
los instantes privilegiados en los que esa descomposición se convierte en tema (en Jean-Luc Godard le cinéma, Revue belge du cinéma, nº 22-23, 2ª edición, 1989).
130 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 131

está en el casi, el vientre de María, a partir del retiro que ella le impuso, al ritmo Era ya el motivo trazado hace algunos años en La Marquise d’O… [La mar-
de ese fort-und-da de un género nuevo. Esa repetición del retiro de la mano, quesa de O, 1976]. Siguiendo a Kleist al pie de la letra, Rohmer se confrontaba
que simboliza la prohibición (del incesto, como insiste Alain Bergala), mima allí a un instante-elipse que sirve de secreto al relato: la violación de la marquesa
una descomposición del tiempo determinada por la imagen imposible de la por el oficial ruso, su salvador. El gesto eludido se realiza (en el film) entre dos
concepción de Cristo; ella designa (Philippe Dubois lo ha visto claramente) planos. El primero sigue el punto de vista de la marquesa amenazada por los
la utopía de una imagen virgen, una imagen para impresionar, que permitiría soldados que la maltratan; ella ve al conde, todo vestido de blanco, aureolado de
a la mirada tocar con total inocencia un cuerpo de mujer. Solo una imagen, una especie de claridad sobrehumana, como si cayera del cielo y precipitándose
dice Godard, que sería finalmente una imagen justa. Pero ¿qué quiere decir, hacia ella (es ese plano el que designa la frase final: “¡No me hubieras parecido
realmente, “solo una imagen”? ¿No sería también un fotograma, una foto, un un diablo si, en tu primera aparición, no te hubiera tomado por un ángel!”).
fragmento destacable, único, ideal, que designa un instante ya pasado, pero El segundo plano muestra a la marquesa dormida, atacada por ese “diablo” que
siempre virtual, y que toma de allí lo que puede revelar? Como, por ejemplo, evidentemente nosotros no vemos. Al introducir una imagen que no está en
la imagen que se convirtió en el afiche del film, en la que no se sabe bien si la la novela, imitando un cuadro famoso de Füssli, Rohmer ha puesto especial
mano de José está por tocar el vientre de María, o si ya lo tocó, o no lo tocará cuidado en suprimir el (los) demonio(s) que sugiere(n) la pregnancia (difícil
nunca. Quizá nunca fueron tan confusos el instante cualquiera, el instante de delimitar) de la pesadilla, oscilando entre el deseo de amor y el miedo a
privilegiado, o decisivo, y el instante pregnante –que nunca ha merecido mejor la muerte. Esto lo hace porque el punto culminante de ese film obsesionado
ese nombre (en el sentido inglés de la palabra–).20 Su confusión, en un punto a por la plasticidad de la pintura, la capacidad del cuadro de captar gestos que
la vez determinado y diseminado, es el tema, o más bien el motivo del film. expresan, por la deducción del tiempo, el énfasis y la profundidad del drama, ese
momento se sitúa entre los dos planos que acabo de evocar: en su ida y vuelta
cuyo efecto es desarrollado por el film hasta el abrazo final de los esposos por
fin reconciliados, recuperando, si se puede decir así, interiorizando esta imagen
invisible que cruza el film como un rayo, y alrededor de la cual el tiempo, un
día, se detuvo para ellos, en realidad como en un sueño.21

21
Es válido recordar que Barthes ha querido primeramente tomar como texto-tutor de
su gran tentativa de detención del texto la novela de Kleist, que finalmente él sustituyó
por Sarrasine. Así también, apenas para atar algunos cabos, podemos señalar que el moti-
vo del incesto (hermano/hermana, madre/hijo) que recorre el relato de Balzac se vuelve a
encontrar en el núcleo del de Kleist (bajo la forma de una relación excesiva entre el padre
y la hija, en el momento del perdón concedido por el padre; relación que al film, por otra
parte, le cuesta mucho más mostrar que al texto expresar. Esta misma figura de incesto
(padre/hija) corre en filigrana en Sauve qui peut (la vie), y persigue a Godard al punto de
que su opuesto (el incesto madre/hijo) sería su desplazamiento en Je vous salue Marie, por
un retorno a la gran figura de origen (Bergala siguió su rastro, en particular en la charla
20
“Encinta”. Jacques Aumont lo destacó en su libro, op. cit., p. 76. en video Godard-Sollers de J.-P. Fargier, Le Trou de la Vierge).
132 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 133

En cuanto al tiempo en sí mismo, el instante como tal, le correspondió


recientemente a Rohmer expresar su estremecimiento, en una óptica muy
rosselliniana. Existen dos maneras de referirse a ello, del mismo modo que
existen (al menos) dos Rossellini: el del cine como impresión global de la
realidad (el preferido de Bazin) y aquel que fue uno de los primeros en
pensar la discontinuidad de su relación. El rayo verde (en el film del mismo
nombre), la hora azul (en la primera historia de Reinette et Mirabelle) son
esos momentos únicos, y poco frecuentes, en los que el tiempo se suspende 1 2
a través de un acontecimiento que los personajes y la cámara querrían fijar
en el presente, para solo vivir su virtualidad o su recuerdo. Es sin duda por
eso que, en la pantalla de Rohmer, fiel a la obligación de lo real hasta en
sus elipses, esos momentos están tan poco presentes, mucho más aparentes-
pregnantes en el texto (los diálogos) que en la imagen. A tal punto que ante
el sol que va cayendo sobre el mar, o ante el amanecer, tenemos la sensación
de un congelado de imagen que en verdad no sucede, porque no atentamos
contra las apariencias; pero no podemos, al mismo tiempo, captarlo tal cual,
como una foto que pudiera durar, un fotograma extendido en el tiempo, 3 4
porque no se puede detener el instante, que es tan bello.
Estaba terminando ese texto cuando vi L’Ami de mon amie. Allí todo parecía
simple, claro, liso, continuo. La obsesión del instante parecía reabsorbida en
una pura álgebra de los sentimientos que esperaba el final para resolver sus
ecuaciones. Apenas un momento, en la selva, el humor tembloroso de Blanche,
una de las dos protagonistas de esta historia de cuatro, dejaba planeando una
impresión de afecto a la Murnau, que ya se había notado en Reinette et Mirabelle.
Y luego, de repente, llega el final: en el restorán al borde del lago, las parejas se
5 6
reconcilian. Alexandre y Léa se alejan hacia el fondo a la derecha; Blanche y
Fabien, encuadrados en un medio plano, se dan vuelta para verlos partir. Y de descompuesta de imágenes, que la vuelven virtualmente inaprensible –como
golpe la imagen se inmoviliza, como en tantos films en los que eso no tiene ya en el final de Sauve qui peut (la vie)–; pero se la reconoce por su movimiento
(mucha) importancia. Raramente he tenido tal impresión de brutalidad ante propio. Peter Wollen ha captado bien cómo esta foto reproduce una instantánea
un plano: los personajes, tan concretos una fracción de segundo antes, parecían famosa de Capa, convertida, dice, en “un momento pregnante, según Diderot o
dislocados, clavados como mariposas. Cuando nada lo hacía prever (solo una Greuze” (existe de este modo un destino variable de las imágenes, del carácter
cierta dificultad de Rohmer para filmar, tal vez la de creer en su film), uno se de pregnancia que se les atribuye, o puede atribuírseles).22 Y el texto lo aísla,
encontraba unos treinta años antes, frente a la imagen profética del final de para captar su violencia de instante determinante (“comprendió que uno no se
Les Quatre Cents Coups que anunciaba que todo había acabado, que nunca más evadía del Tiempo y que ese instante que se le había concedido ver de niño, y
se podría filmar como antes. que nunca había dejado de obsesionarlo, era el de su propia muerte”). Por el
Pues la imagen demasiado fija, la suspensión del tiempo, por ser demasiado trayecto que se efectúa así entre todas las fotos que cuentan esta historia y la
visible, conduce irremediablemente hacia el lado de la pérdida y de la muerte. foto (es decir, la imagen que recorre el film en todos los sentidos, reconduce
Es la lección de La Jetée. Si hay tal cantidad de imágenes detenidas (todo un
film, aunque sea corto), es también porque se reúnen alrededor de una imagen
única, la de la muerte del protagonista. Para hacerla surgir, hace falta una serie 22
Peter Wollen, “Feu et glace”, op. cit., p. 19.
134 RAYMOND BELLOUR LA INTERRUPCIÓN, EL INSTANTE 135

desde el final hacia su principio: “Esta es la historia de un hombre marcado se los apropia. Algunos se encuentran así compartidos hoy entre la visión
por una imagen de infancia”), La Jetée parece por sí sola volver a recorrer todo que él les ofrece y la que hasta ese momento había sostenido su enfoque
el espacio de la brecha abierta en el cine desde sus comienzos, si no desde sus del cine. Ya sea una visión ideológica (hoy en día rápidamente escondida en
orígenes, por la presencia inmóvil de la fotografía (como cuerpo y a la vez como las ruinas de la Historia), ya, más profundamente, una visión que podemos
idea). Ella siempre ha designado allí, como en ese film de Feyder de elocuente llamar psicoanalítica en sentido amplio, freudiana, lacaniana. Ahora bien,
título, L’Image (1923-1925, consagrado a la mujer-imagen), el objeto del deseo es evidente que la concepción de Deleuze disuelve los puntos de apoyo
más fuerte, el índice de realidad más emocionante. (explícitos o implícitos) subtendidos por la perspectiva psicoanalítica. Diga-
mos, para ser breves, en cuanto al cine: un tema psicológico, un espectador
Se estarán preguntando quizá lo que he querido decir al encadenar así, a definido con respecto a un dispositivo, una puesta en juego de la diferencia
través de algunos films privilegiados, esas figuras variables que son el conge- sexual, y sobre todo la visión del tiempo que se le atribuye, hecha de puntos
lado de imagen y en la imagen, la presencia y el tratamiento de la foto, y tal de anclaje esencialmente caracterizados por su anterioridad, su fijeza y la
o cual instante, tal o cual gesto. Hemos visto que se trata de diversas formas capacidad de inversión que producen. De allí la existencia, en esta perspec-
de interrupción del movimiento: la imagen o el cuerpo que se congelan; el tiva, de instantes privilegiados, y privilegiados por lo que hay que llamar una
gesto que se detiene, o toca sin tocar; la foto ya inmóvil. Luego, está claro especie de trascendencia, ya que no dominan el tiempo, lo orientan, por su
que esas formas se refieren a actos, a momentos excepcionales, o fundamen- propia existencia, pero sobre todo afectándolo de una función vectorial (del
tales: el rayo verde, la hora azul, el nacimiento, la muerte, el beso, el goce, el presente hacia el pasado, de lo comprensible hacia lo incomprensible) que
incesto, la Anunciación, la toma fotográfica y cinematográfica. Algunos me engendra ella misma una tonalidad, entre la nostalgia y la melancolía. A todo
dirán que tales actos (al menos la mayor parte) se ven todos los días en los esto el pensamiento de Deleuze opone un Tiempo unitario, global, aunque
films sin ser afectados por semejante tratamiento formal. Puede ser. Pero infinitamente estratificado y disperso, un tiempo a la vez material y abstracto
la inversa no es cierta, al menos en estos films de los que hablo, que dan sobre el cual no tienen influencia ni el futuro de ninguna utopía ni el pasado
muestra, todos, de un cierto estado del cine, ya histórico y a la vez todavía de ninguna regresión. Un tiempo en el que el film no se detiene jamás, ignora
contemporáneo. Las formas de inmovilización del movimiento están referidas las ilusiones del instante, los puntos de vacío y de carencia, en una palabra,
allí, precisamente, a esos actos y a esos momentos (aun cuando suceda que el rastro del negativo y la obsesión de la fotografía. Nos encontramos aquí
su campo es mucho más extenso, y se multipliquen las perspectivas, como ante dos concepciones opuestas del tiempo y de la memoria (podríamos
en Sauve qui peut o La Jetée). decir, también, dos maneras de leer a Proust): por un lado, Freud y todo lo
Es la correspondencia entre esas formas y esos momentos, muy diversa, que se relaciona con él; por el otro, de nuevo Bergson. Por un lado, la visión
ya lo vimos, pero también reiterada muchas veces, lo que me ha parecido energética, objetivante, de Deleuze (con lo que ella excluye). Y por el otro,
importante, y que valía la pena destacar. Designa una constelación que forma una visión subjetivante, nostálgico-melancólica (con lo que ella perpetúa).
solamente, creo, la parte más visible de lo que podríamos llamar el tratamiento Benjamin, por ejemplo, dividido entre la proyección de un retorno del aura
de lo inmóvil en ese arte del movimiento que es el cine: existe allí algo que aún y su inclinación a repetir incansablemente “el gesto de Josué”.23 O el doble
no ha sido encarado con suficiente celo, bajo sus distintos aspectos, estilísticos, gesto de Barthes implicándose en la utopía del fotograma como para ceder
estéticos, psicológicos, históricos. mejor y por completo a la captura de la fotografía.
Si he mezclado a Deleuze en este debate, que él ignora, y hasta deja de Si sobre este diferendo hubiera que dar una imagen-film, yo la proyectaría
lado, porque desarrolla en otros términos los aspectos de la imagen-tiempo con gusto en la distancia entre dos films de Michael Snow. El primero sería
que podrían unirse a los que yo he evocado, es porque él retomó, como vimos, La Région centrale, con su movimiento giratorio interminable, abierto como
hasta sus fundamentos esas cuestiones difíciles del movimiento y del tiempo, una pura positividad sin límite, que muestra en una naturaleza inhabitada un
porque habló mejor que nadie de las fracturas formales e históricas que poco punto de vista extrínseco a toda interioridad. El otro, Wavelength, en el cual
a poco han compuesto un cine del tiempo visible y un destino particular
del cine moderno y contemporáneo. Pero tal vez haya aún que precisar lo 23
Como lo percibió Pierre Missac en uno de los capítulos de Passages de Benjamin,
siguiente: en sus libros sobre el cine, Deleuze toma elementos de otros y
Éditions du Seuil, 1987.
136 RAYMOND BELLOUR

un movimiento hacia adelante, a la vez continuo y discontinuo, se constituye


a fuerza de vibraciones luminosas, atraviesa acontecimientos enigmáticos
–la muerte de un hombre, por ejemplo– y termina por llegar al punto que lo
orientaba, sin que uno lo sepa, desde el principio: en una pared, una foto del
mar, animado por olas inmóviles, en la cual la cámara entra y se fija.
Pero, además, sobre esta foto hay que tener una mirada similar a la de
quienes ven en la foto una captación y una inversión del tiempo; así como
yo sólo he podido conceder a los films que me han “detenido” una mirada
cautivada por la fuerza de su deseo de interrupción. Existe, por ejemplo, en
“el angelismo” del cine contemporáneo, cuyo signo precursor parece haber
sido el film de Rossellini, una mezcla de utopía desesperada y de regresión
que me hace difícil verlos desde otra óptica que la de un tiempo dividido,
trasladable a instantes que lo fundan, como puntos de trascendencia, probados,
reconducidos a través de las elipsis, las descomposiciones, las inmovilizaciones
que los atraviesan. Que el cielo se llame Hollywood (Godard de nuevo, Soft
and Hard), el siglo XIX (La Marquise d’O…), un rostro de mujer (Persona)
o el Occidente cristiano (Je vous salue Marie).
1987.

Ingmar Bergman, Persona, 1966.


SEIS FILMS AL PASAR1

“Contacts”, William Klein ()

“Una hoja de contactos, una bobina de treinta y seis exposiciones, seis


bandas de seis fotos, las fotos tomadas una tras otra. Se leen de izquierda a
derecha, como un texto, es el diario del fotógrafo. Raramente vemos los con-
tactos de un fotógrafo, vemos solamente la foto elegida. No vemos el antes y el
después”. Vemos hojas de contactos, la cámara avanza para aislar un cuadro, e
inicia un movimiento que solo termina con el film: un desplazamiento lateral
(izquierda-derecha) recorre, mimando el movimiento del ojo, las planchas de
contacto “como un texto”, deteniéndose solamente por momentos, en otras
tantas estaciones privilegiadas, cuando aparece “la” foto, la buena foto.
Las condiciones que la hacen aparecer son diversas. Pero en cada caso,
elocuentes, irrefutables. Estrechamiento del espacio, dramatización de los
cuerpos, dirección de las miradas, recurso a la ficción, perspectivas, detalle
emocionante (el punctum de Barthes). “Una pose de álbum de familia, líneas
de fuga, el niño de hace un instante en la puerta del fondo, y sobre todo el
pañuelo en el bolsillo del sacristán. El azar produce una foto”. Hemos visto,
de un cuadro al otro, el cuerpo que se fija en la puerta entreabierta del fondo,
a los dos niños que se ponen realmente en pose, al sacristán que entreabre la
Winston Link, NW 1103 August 2, 1956 Hot Shot East Bound at Laeger West Virginia.
puerta de la izquierda y va desapareciendo, dejando en su espalda el rastro
blanco de ese pañuelo que tiene en la mano. “Fotografío a una mujer con un
pulóver floreado. No es una foto, sino un reflejo, un detalle. Pasa el tiempo,
ella sigue allí, pero todo ha cambiado, todo se ha organizado. La luz, las es-
caleras, los actores, es una foto”. Sucede que mientras tanto, sobre todo, una

1
Estas notas sobre films han sido redactadas en el marco de un programa de obras au-
diovisuales de carácter documental (y de producción francesa), destinado a destacar el
importante papel que desempeña la fotografía en el campo de las otras artes visuales, y en
particular del cine: Marges de la photo (para la referencia, ver p. 346).
140 RAYMOND BELLOUR SEIS FILMS (AL PASAR) 141

mujer surgió a la derecha, exponiendo su cuerpo a la toma en una suerte de foto y cine. Klein tomó la medida de esta paradoja temporal a su manera, al
actitud ofrecida, extática. Pero el “azar” también puede retrabajarse, preci- principio del film, diciendo: “Una foto tomada a 1/125”. ¿Qué conocemos del
pitarse. De la famosa Candy Store que muestra, en Nueva York, a dos niños trabajo de un fotógrafo? Un centenar de fotos. Quizá 125. Resultado total 1”.
ante una pared con cuadrados blancos y negros, Klein produce una imagen Tal vez 250 fotos. Eso ya sería una obra consecuente y el resultado sería 2”.
desdoblada: “Pongo el negativo en la ampliadora, juego con el ajuste, los La vida de un fotógrafo, aun la de un gran fotógrafo, como suele decirse: 2”.
blancos se mueven, hago aguar los negros. Es otra foto”. Y vuelve a insistir al final del recorrido, para hacernos recordar lo que hemos
visto: “Aquí está. Unas veinte fotos, un centenar de no-fotos. Algunas plan-
chas de contactos, algunos segundos”. Entre el instante y la eternidad de la
imagen-foto, 13 minutos de cine construyen un tiempo implosivo que asediará
largamente nuestra memoria.

“Les Photos d’Alix”, Jean Eustache ()


1 2
“Alix Cléo Roubaud murió el 28 de enero de 1983; a las cinco de la mañana,
de una embolia pulmonar. Sufría de un asma muy grave desde que era una
niña. Acababa de cumplir treinta y un años”.2
La mujer joven que es la protagonista de este cortometraje filmado en
1980 por Jean Eustache, la fotógrafa que nos mira y nos habla, se convirtió
así en una muerta filmada por un muerto, el único verdadero cineasta que
haya elegido matarse. Coincidencia única de destinos que tiene su peso en
3
el film y lo hace más único aún de lo que es, por lo que dice de la fotografía
y de la imagen.
Desde el principio, la propuesta es clara: dos fotos contra una pared, él
Vemos, de esta forma, lo que casi nunca se ve: instantes decisivos que entra por la derecha (él, Martín –Boris en la vida real–, es el hijo de Eustache,
parecen tanto más extraídos de la continuidad imaginaria de planos de cine adolescente algo tímido), ella por la izquierda (es Alix, su voz es fuerte, casi
cuanto que nos encontramos precisamente en el cine (o en una situación indiscreta por demasiada presencia, pero uno se acostumbra, hasta desear que
de cine) en el momento en que Klein nos propone captar su aparición: es esa voz nunca lo abandone). A una observación que él le hace, ella responde:
decir, en un tiempo en que la imagen desfila sin poder ser detenida (salvo “Es un viejo negativo que recuperé de mi madre. Es una fotografía de infancia
en un magnetoscopio) ni manipulada. Al seguir el hilo del movimiento, se que ella me tomó. Aquí estoy yo. ¿No me reconoces?”. En la foto de la izquierda,
ve a menudo el trazo de marcador que separa los cuadros cuya barra de se- se percibe entre los árboles una pequeña mancha, motivos confusos, dispersos,
paración franqueamos: un buen modo de acordarnos de que estamos en la ahogados en blanco. En la foto de la derecha, solo se ven los motivos.
foto cuando la cámara hace surgir ese objeto improbable que se parece a La estrategia de este film apabullante se anuncia: la división entre lo que
la imbricación entre dos fotogramas, aunque solo hace que se sucedan dos uno reconoce y lo que no reconoce, porque una imagen no es igual a sí misma
tomas, simplemente más distantes una de la otra (sobre todo en Klein, que según lo que se dice de ella. Lo que dice aquí la que hace estas fotos, las retoca,
nunca utiliza motor, prefiere rearmar, para dejar a lo real la posibilidad de las vuelve a menudo ambiguas con el fin de obligarnos a ver lo que sin ella no
reformarse e intentar captar mejor un instante). podríamos ver, pero también para llevarnos a ver otras cosas, todo lo que somos
Nos encontramos así en un tiempo un poco loco, muy forzado (el movimiento
lateral que parece no tener fin) y vacilante a la vez, por todas las interrupcio- 2
Son las primeras palabras de la contratapa escrita por Jacques Roubaud para la publica-
nes, los saltos que provoca, en resumen, lo más cerca que podemos estar entre ción del Journal de Alix Cléo Roubaud, su mujer (Éditions du Seuil, 1984).
142 RAYMOND BELLOUR SEIS FILMS (AL PASAR) 143

capaces de ver y de imaginar. Por ejemplo, cómo “una fotografía puede ser per- sentimentales”), de la muerte (“toda la foto lucha contra la muerte”), de imá-
sonalmente pornográfica siendo al mismo tiempo públicamente decente”. genes y de acontecimientos de uno (“todas las fotografías son yo”), la foto es
Campo: Alix y Martin, sentados (después de la presentación y el genérico), demasiado todo eso como para no obligar a cada uno a hablar. Es el punto más
hablando de cada foto que miran. Contracampo: la foto en cuestión. Habrá fuerte de Les Photos d’Alix, tan cerca en ese aspecto de todas las estrategias de
dieciocho. El arte será la deriva, la variación de la deriva. A las preguntas de lenguaje montadas excelentemente por Eustache: hacernos comprender que
Martin, Alix responde esclareciendo las circunstancias de la toma, la naturaleza todo verdadero discurso sobre la foto está condenado a ser, por algo que le es
de las transformaciones efectuadas, de las decisiones tomadas. Pero a partir de esencial, y a pesar de todo, puro palabrerío.
la foto número 3, de manera subrepticia, la duda, y con ella un drama sordo y
liviano a la vez, acerca de un detalle, se insinúa: un hombre en el fondo, medio
cuerpo; se lo supone desnudo, Martin cree que forma parte de un cuadro, pero “News From Home”, Chantal Akerman ()
estaba realmente presente en la toma, y “no estaba desnudo, precisa Alix, con-
trariamente a lo que la foto puede sugerir; está perfecto allí, ¿no?”. Después, En News from Home no hay foto(s), sino algo fotográfico. Esto quiere
brutalmente, a partir de la foto número 4 y luego varias veces, pero no siempre decir que cada uno de los planos, o casi, es como una toma fija y a menudo
–sería demasiado simple–, se instala una separación más o menos evidente muy larga en la cual se produce movimiento, sin duda, pero una especie de
entre lo que se dice y lo que se ve, sin que ninguno de los dos observadores movimiento aleatorio, abierto, documental, comparable al desarrollo de lo
se preocupe, pero que hace que comience a surgir en nosotros una inquietud que capta una instantánea. Los pocos movimientos de cámara son panorá-
que es también fascinación. micas que barren la superficie sin entrar en el cuerpo real de la ciudad, Nueva
York, donde vive la autora-protagonista del film, lejos de su Bélgica natal.
Podríamos, por ejemplo, comparar los famosos travellings hacia adelante
de Resnais en Hiroshima mon amour para señalar lo que ha podido ser la
incorporación propiamente cinematográfica de una ciudad (de dos ciudades:
Nevers, Hiroshima), por oposición a lo que en el film de Chantal Akerman
se convierte en su captación fotográfica. Pero por necesidad, debemos aquí
establecer distinciones, como antiguas maneras de hablar: el film de Akerman
no deja de ser un film como lo es el de Resnais. Se trata, simplemente, de un
instante del cine, a partir de ese momento captado por la fotografía.
La impresión cobra fuerza por el hecho de que no se ve al autor, sino solo
Esta impresión tan fuerte es doble, aunque no sea fácilmente divisible. su ojo, que uno supone identificado con esa cámara que se posa y espera, con
Primero concierne al cine: entre el campo y el contracampo, la mirada y su un muy seguro sentido del cuadro y del tiempo, que llegue lo real –aun cuando
objeto, el espectador y la pantalla, el cuerpo y su imagen en el espejo, sobre- haya que esperar mucho, y en la indiferencia opaca atravesada de estupores
viene una fractura. Pueden estar al mismo tiempo unidos el uno al otro e que es propia de la actividad fotográfica. Hay así un plano extraordinario,
irreconciliables, como desconectados. Herida narcisista. La verdad del cine ya muy largo, en el subterráneo: en el andén, cinco pilares repartidos en forma
no es lo que era. Está minada, emblemáticamente, por la fotografía, también desigual delimitan tres planos de espacio, según los cuales se escalonan las dos
ella afectada, es la segunda fase de la operación. Está afectada no como arte, vías, el doble andén que las separa (contrariamente a la disposición del metro
sino porque su arte es demasiado violento, demasiado íntimo como para no ser parisiense), y los dos andenes que las bordean de uno y otro lado. La fuerza
soporte de proyección (en Passion, de Godard, Hannah Schygulla dice con su del plano se debe al hecho de que todo parece chato y como aplastado en un
acento inimitable a su amante-director, que desearía introducirla desnuda en solo plano, a pesar de las profundidades que se adivinan; y ellas solo cobran
uno de sus cuadros: “Lo que me pides es algo demasiado cercano al amor”). vida cuando algo sucede (gente que circula, trenes que llegan a la estación),
La foto está demasiado cerca de la infancia (“las únicas verdaderas fotografías para diluirse nuevamente. Y así, ese plano interminable es similar a una serie
son las fotografías de la infancia”), del sentimiento (“todas las fotografías son
144 RAYMOND BELLOUR SEIS FILMS (AL PASAR) 145

de instantáneas que duraran, atravesadas por breves momentos en los que la observándose a sí mismo mientras descubre la ciudad; por el otro está su voz.
vida se reanuda. Y uno tiene la impresión de que ella va soltando así las palabras de la madre
ausente solo para devolverlas más eficazmente, con una especie de sadismo
calculado, a su entera soledad.

“Le Sphinx”, Thierry Knauff ()

La cámara avanza a lo largo de los macizos, en una terraza, en un jardín a la


francesa, descubre la estatua de una esfinge ligeramente elevada sobre el parque,
1 2 en lo alto de algunos escalones, inicia un movimiento giratorio, se inmoviliza.
La esfinge está ahora encuadrada de frente, en un plano verdaderamente fijo.
Una serie de planos más cercanos, todos absolutamente fijos. “Una fotografía
tiene dos dimensiones, la pantalla del televisor también. Ni la una ni la otra
pueden ser recorridas. De una pared a la otra de una calle, arqueados o apoyados,
con los pies empujando una pared y la cabeza apoyada en la otra, los cadáveres
negros e hinchados que yo debía sortear eran todos palestinos y libaneses”.
Se oye el zumbido de las moscas.
“El primer cadáver que vi era el de un hombre de 50 a 60 años”. Un hombre
3 4
de la misma edad está ahora parado delante de la esfinge. El plano es extra-
ñamente fijo. Tal como los numerosos planos cercanos y primeros planos que
siguen, siempre del mismo hombre. Es casi imposible saber si se trata de fotos
o de fotogramas vueltos a filmar (la rareza de algunas posturas, más tarde, hace
inclinarse por esta segunda solución, que sin embargo no es la adecuada). Pero
lo único que cuenta, fijeza “natural” de la esfinge o poses-movimientos fijados
en diversos actores, es la presencia de lo fotográfico: producido como más acá
o más allá de la fotografía, da testimonio de la impotencia de esta para real-
5 mente encarnar aquí la muerte, a pesar de ser su síntoma, su rastro, su signo
instintivo. Por eso en este film no se ven más verdaderas fotos que verdaderos
La impresión de foto se debe al tema mismo del film, su principio: una cadáveres, sino su principio encarnado, y comentado. “La fotografía no capta
madre, en Bruselas, envía cartas asiduas y banales a su hija que ha dejado la las moscas ni el olor blanco y denso de la muerte. Tampoco cuenta los saltos
casa familiar para intentar vivir y trabajar en Nueva York. Es la joven que lee que hay que dar cuando uno va de un cadáver al otro”.
las cartas de su madre, con voz cantarina, monocorde e indiferente, esas car- Este film grave y puro lo dice, con una literalidad que no excluye múltiples
tas en que la madre se queja (dulcemente) de que su hija le escriba tan poco. desplazamientos, cuando pasa de una serie de planos a otra, de un motivo a otro,
También le reclama fotos, por supuesto, y esto acentúa aún más el efecto-foto y muestra, por ejemplo –después de una mujer de cabellos grises que podría
de la carta, esa conversación inmovilizada en el tiempo, esa forma de detención ilustrar lo que el texto enuncia, y representar de nuevo ficticiamente una de las
del texto. víctimas designadas–, una pareja de enamorados con cuerpos conmovedores
De esa manera, entre la imagen y el texto se instaura una extraña circulación sentados al pie de la esfinge, ya sin relación alguna con el “cuerpo de un hom-
estereotipada. Una división. Por un lado está la mirada captadora, fragmentada, bre de 30 a 35 años [que] estaba acostado boca abajo”. Hacia el final se crea
silenciosa, elíptica, de la joven, una especie de ojo en estado bruto que trabaja un momento de una fuerza particular, por medio de una larga secuencia con
146 RAYMOND BELLOUR SEIS FILMS (AL PASAR) 147

niños: una niñita que rellena los ojos ya inefablemente cerrados de la esfinge; olor de la carroña. Estaba solo con algunas ancianas palestinas y algunos jóvenes
la cabeza o partes del animal que aparecen separadas en medio de una masa fedayines sin armas. Pero si esos cinco o seis seres humanos no hubieran estado
de niños agrupados como en una foto escolar. De esta manera se introduce la allí, cuando descubrí esa ciudad abatida, los palestinos horizontales, negros e
idea de lo más fijo que lo fijo, de grados en la fijeza, como existen grados en hinchados, me hubiera vuelto loco. ¿Esa ciudad destrozada y en ruinas que
la muerte, en la percepción de la muerte, la terrible rigidez fotográfica de la yo vi, o creí ver, que recorrí, asqueado, llevado por el fuerte olor de la muerte,
muerte. Y el director tuvo el arte de interrumpir, cinco o seis veces, ese diálogo ¿todo eso había sucedido? Solo había explorado, y mal, una vigésima parte de
tenso entre fuerzas inmóviles, por medio de algunas tomas de la naturaleza, Chatyla y de Sabra”.
árboles, cielo, fijas o en movimiento, conmoviendo así lo más íntimo de la
tensión entre móvil e inmóvil. Hasta lo intolerable.
“Ici et ailleurs”, Jean-Luc Godard y
Anne-Marie Miéville ()

Ici et ailleurs anuncia dos rupturas. La primera es el fin de la política mili-


tante, de la exportación de conceptos y de su credo: ya no le corresponde a ici
(Francia) decir la verdad sobre ailleurs (Palestina), ni aun poder ser todo uno
con palabras e imágenes que tuvieran que encargarse de expresar una verdad
en lo político, la política como verdad. La segunda ruptura, corolario (al menos
1 2 para Godard que la vive y la expresa así), es la del cine en sí mismo, que ya no
puede ser uno con su desfile de imágenes.
De allí la fotografía: “la verdad”, que viene a interrumpir y a realizar el ser
del cine, “la verdad 24 veces por segundo” –Michel Subor a Anna Karina en
Le Petit Soldat [El soldadito]–. Godard, al volver del film militante e ir hacia
un cine que él presiente pero aún ignora, no se interroga (solamente) sobre la
foto (como lo hizo en Letter to Jane o como lo hará en Comment ça va y Photo
et Cie, el quinto episodio de Six fois deux); redefine el cine a partir de la foto,
pero también del fotograma, en una secuencia lo suficientemente ejemplar
3 4
como para haber podido sentir la necesidad de hacer, doce años más tarde,
una segunda versión, más voluptuosa y nostálgica, en la cual pone al cine si-
multáneamente ante la cuestión de la foto y del video (Grandeur et décadence
d’un petit commerce de cinéma).
En esta secuencia emblemática, cinco extras reunidos alrededor de una
cámara, cada uno con una foto en sus manos, se vuelven hacia una pared y la
clavan, al compás de una leyenda: “La voluntad del pueblo”; “La lucha armada”;
“El trabajo político”; “La guerra prolongada”; “Hasta la victoria”. Luego se
5 vuelven hacia la cámara, cada uno debajo de su foto. Godard comenta: “Allí
se pueden ver todas las imágenes juntas, en el cine eso no se puede hacer, uno
está obligado a verlas separadamente, una tras otra, y este es el resultado”: una
“Había pasado cuatro horas en Chatyla, dice finalmente Jean Genet, que- proyección, primero mostrada como tal (el aparato de proyección abajo, a la
daban en mi memoria alrededor de cuarenta cadáveres. Todos habían sido izquierda; la minipantalla contra la pared, arriba, a la derecha); luego, gracias
torturados, probablemente en medio de la borrachera, el olor a pólvora y ya el a ella, uno penetra en pantalla completa en el interior de las cinco fotos, en
148 RAYMOND BELLOUR SEIS FILMS (AL PASAR) 149

cinco planos sucesivos (pero cada vez separados por un plano negro). Y la voz términos de espacio entre las fotos clavadas en la pared o sostenidas (en una
de Godard nuevamente: “Pero este es el resultado, porque, de hecho, cuando uno segunda fase) por los extras alineados que se van desplazando ante la cámara,
hace un film, las cosas suceden de esta manera. Una imagen va remplazando a la formando así una línea continua-discontinua (un sonido continuo sustituye la
otra, cada vez la imagen que sigue suprime a la anterior, toma su lugar, sin dejar discontinuidad de los cinco eslóganes). Y es, pues, esa relación espacio-tiempo
de conservar, por supuesto, al menos su recuerdo. Pero es posible porque el film se lo que Godard comenta (tercera fase), con una paciencia exacta que muestra
mueve, y las imágenes no se graban juntas sino separadamente, una tras otra, en hasta qué punto él entiende con esto poder captar y restituirnos una verdad
su soporte”. Mientras pronuncia estas palabras, los extras van avanzando uno tras elemental e inapelable: la reversión del espacio en tiempo (de cada extra-
otro, cada uno siempre con su foto en la mano, ante la cámara que la filma. eslogan-foto-espacio en extra-eslogan-foto-tiempo) es una metamorfosis, pero
sigue siendo de parte a parte actual y visible; de tal modo que el espacio de la
filmación concedido al tiempo de proyección subsiste en él e inscribe allí su
marca, ineluctablemente.
La segunda cosa que sorprende es que cada una de esas imágenes esté
representada por un cuerpo. Godard traduce así, al arbitrio de las astucias de
su pedagogía, la relación entre el film y su movimiento (“el film se mueve”,
como los cuerpos se mueven), pero para reabsorberlo enseguida en imágenes
congeladas encargadas de expresar una verdad fundamental (el film también
1 2 es constantemente detenido, como pueden serlo los cuerpos; y esos cuerpos
solidarios están también tan ineluctablemente separados unos de otros como
lo están los fotogramas). “Y el film, es decir, en definitiva, unas imágenes
en cadena, da debida cuenta a través de esta serie de imágenes de mi doble
identidad: espacio y tiempo encadenados el uno al otro, como dos obreros que
hacen un trabajo en serie, en el que cada uno es al mismo tiempo la copia y
el original del otro”.
Esto es lo que se desplaza y se profundiza al seguir el hilo de dos preguntas
que (se) hace luego Godard. Primera pregunta: “¿Cómo se organiza una ca-
3 4
dena?”. En primer lugar hace desfilar imágenes (fotos: una verdadera cadena
de autos, una escena de guerra, una imagen de campo de concentración, una
publicidad Jacques Borel, una estructura de ADN, una familia nuclear), imá-
genes a cuadro lleno, pero algunas de las cuales conservan el negro de la barra
de separación entre fotogramas (la continuidad que las anima remite así a su
fijeza, como también a su separación).

Aquí hay dos cosas que sorprenden. Las imágenes proyectadas primero
en la pared y “montadas” están sin embargo separadas por planos negros: esto
hace que se conserve la autonomía propia de cada foto, como también que se
materialice la separación entre los fotogramas en la película, lo que la proyec-
ción impide ver. Es proyectar, en la línea del tiempo, la separación visible en 1 2
150 RAYMOND BELLOUR SEIS FILMS (AL PASAR) 151

“La Jetée”, Chris Marker ()

Se ha dicho casi todo sobre el film de Marker; a tal punto nos conmueve,
desde hace más de veinticinco años, con una extrema singularidad que terminó
por parecer evidente. También ha sido muy útil, en especial a los teóricos, para
redefinir un cierto estado del cine. Para mostrar cómo la banda de sonido puede
darle al cine de ficción lo que la fotografía tiende a sacarle.3 Para compren-
3
der, por ejemplo, que lo más interno en el cine no es el movimiento, sino el
4
tiempo.4 Para captar un nivel de “monstruosidad” que hace surgir, a través de
Luego Godard dispone simultáneamente en una misma pantalla tres los fundidos, en negro y sobre todo encadenados, la locura del “pictograma”,
imágenes (un intervalo horizontal sucede así al intervalo implicado por la una especie de irrepresentable originario.5 Y no olvido tampoco que fue al
barra de separación); esas imágenes aparecen y desaparecen, se transforman, tratar de analizar La Jetée, primero por medio de las palabras, luego por el de
marcadas por el disparador sonoro de un aparato de diapositivas donde una un nuevo ensamblaje de las imágenes del film, llevando así hasta el final un
mano –apenas perceptible– las introduce (una vez más, son marcadas como emprendimiento crítico de por sí extremo (aun cuando su proyecto La Rejetée
fotos y dotadas cada una de un sonido propio). tuvo que ser abandonado), como Thierry Kuntzel pasó de un enfoque teórico
sin igual a la concepción de una obra por la cual el video desplaza y renueva
las condiciones de la imagen del cine.
A esto habría que agregar lo que este film condensa, en veintinueve minutos:
una historia de amor, un trayecto hacia la infancia, una loca fascinación por
la imagen única (lo único de la imagen), una representación combinada de la
guerra, del peligro nuclear y de los campos de concentración, un homenaje al
cine (Hitchcock, Langlois, Ledoux, etc.), a la fotografía (Capa), un estudio de
la memoria, una pasión por los museos, una atracción por los animales y, entre
todo eso, un brillante sentido del instante.
Segunda pregunta: “¿Cómo encontrar su propia imagen en el orden y el Pero quisiera sobre todo decir por qué este film de ficción (y aun de ciencia
desorden de las otras, con el acuerdo o el desacuerdo de las otras? Y para esto, ficción) pudo parecer indispensable en una selección de carácter documental
¿cómo fabricar su propia imagen? ¿Su imagen de marca, es decir, una imagen (esto valdría también, por ejemplo, para Colloque de chiens [El coloquio de
que marca, una imagen que deja rastros?”. Basta con acentuar el movimiento: los perros], de Raoul Ruiz). La cosa es simple, aunque extraña: sucede que la
tener, no ya tres minipantallas en la pantalla, sino nueve (monitores), hacer, foto, en sí misma, pero también por su diferencia con el film, y tanto más, sin
según el mismo principio, que se sustituyan una a la otra, ir redistribuyendo duda, cuando el film es un film de ficción, posee una dimensión documental
el tiempo en el espacio, que a su vez es llevado en el tiempo, según una nueva ineluctable. No duplica el tiempo, como lo hace el film; la foto lo suspende,
distribución. Basta con retomar, intensificándolo, el efecto de la barra de se- lo fractura, lo congela y así lo “documenta”. Constituye, podríamos decir, una
paración entre fotogramas, y llevar al final del recorrido todo el proceso a un verdad absoluta de cada uno de los instantes sobre los que asegura su toma.
objetivo de cámara fotográfica (que uno ve y escucha “y que se convertirá en
ti, y que se convertirá en ti o en mi, tú y yo”): un objetivo encargado entonces 3
Roger Odin, “Le film de fiction saisi par la photographie et sauvé par la bande-son”.
de representar nuestra mirada “cuando miremos esta imagen”. A propósito de La Jetée de Chris Marker, en Cinémas de la modernité, films, théories,
De este modo, el cine es la verdad 24 veces por segundo solo porque la Klincksieck, 1981.
4
fotografía, en él, y por ende el fotograma, ostenta su verdad paradójica: a Peter Wollen, “Feu et glace”, op. cit.
la vez fija (en el espacio) y en movimiento (en el tiempo). 5
Réda Bensmaïa, “Du photogramme au pictogramme: à propos de La Jetée de Chris
Marker”, Iris, nº 8, 1988.
152 RAYMOND BELLOUR

“La foto es la verdad” (hacía decir Godard a Michel Subor al acorralar a Anna
Karina con su cámara en Le Petit Soldat). Pero ¿qué quiere realmente decir lo
que sigue: “El cine es la verdad 24 veces por segundo”? Una cosa imposible,
ya que el cine esconde lo que la foto muestra: cada imagen por sí misma,
en su verdad desnuda, que sucumbe al desfile de imágenes. A menos que el
cine pueda, en su desfile mismo, acercarse a esa verdad, por diversos medios;
imaginamos que el más seguro y en todo caso el más conmovedor sería el de
contar una historia hecha de instantes congelados, desde su toma, cualquiera sea
“la vida” de la que están dotados por el montaje, la música, el texto y la voz. Es
lo que hace La Jetée, dos años después de que “Le Petit Soldat” de la revolu-
ción del cine lanzara su fórmula. Es al mismo tiempo una manera (insisto, no
es la única, pero sí una de las más radicales y sin duda la más conmovedora,
de modo a la vez abstracto y material) de verificar una segunda propuesta de
Godard que hay que articular a la primera (se aclaran mutuamente): un film
debe ser siempre el documental de su propio rodaje.
1989.

Chris Marker, La Jetée, 1963.


LOS BORDES DE LA FICCIÓN

Tratando de reflexionar sobre esta cuestión, a decir verdad bastante inex-


tricable, de la ficción de video situada entre el cine y la televisión, me vinieron
primeramente dos imágenes (o dos series de imágenes): imágenes de nieve;
una procedente de una cinta de video, la otra de un film.
El video es Chott-el-Djerid, de Bill Viola: al principio, muy lejos, en la
pantalla blanca de nieve, se adivina un punto negro tembloroso, primero de
manera casi infinitesimal, pero que avanza a pesar de todo suficientemente y
durante bastante tiempo (el plano dura cuatro minutos) como para que uno
pueda finalmente adivinar una forma humana.1 El film es Citizen Kane [El
Bill Viola, Chott-el-Djerid. A Portrait in Light and Heat, 1979. ciudadano], de Orson Welles: un niño que juega a lo lejos en la nieve se acerca
y acude al llamado de su madre, para saludar al hombre que le anuncia que él
será uno de los hombres más ricos de los Estados-Unidos.2
¿Qué sucedería si, en lugar de estar separadas por los códigos más extremos
de arte y de cultura, estas dos imágenes llegaran a reunirse un día en un mismo
film, un mismo video, es decir, a ser compatibles en un mismo espacio? ¿Es
incluso posible? Le hice la pregunta a Bill Viola, bajo otra forma, durante una
conversación. Le pregunté: “¿Qué sucedería si tu personaje, viniendo así de

1
Citado de memoria (después de haber visto el video tres o cuatro veces), este ejemplo
no es válido. El error muestra una vez más cuán difícil es recordar series de imágenes
(y el video lo hace aún más difícil). He preferido decirlo pero conservar mi ejemplo.
En realidad, los siete primeros planos de Chott-el-Djerid se sitúan efectivamente en la
nieve, y hacen aparecer por pequeños toques los motivos evanescentes de una aldea.
El plano del que hablo es el primer plano de desierto que sigue a la secuencia de la nie-
ve: de allí la confusión, acrecentada debido a que la tonalidad cambia poco; ligeramente
rosada, la imagen está apenas dividida por la línea de un médano que se dibuja, muy
arriba en el cuadro, contra el horizonte.
2
La secuencia dura seis planos y mezcla efectos de proximidad y lejanía: Kane visto pri-
mero jugando en plano general medio, luego percibido a lo lejos en la famosa perspectiva
Orson Welles, Citizen Kane, 1940. de la ventana durante toda la discusión entre Thatcher, la madre y el padre; termina con el
plano del trineo que va desapareciendo bajo la nieve.
156 RAYMOND BELLOUR LOS BORDES DE LA FICCIÓN 157

muy lejos, siguiera avanzando hacia nosotros, no para figurar simplemente una por todos los medios posibles a tres cosas: la omnipotencia de la analogía
silueta, sino para tomar realmente forma humana, y viniera a hablarnos, o más fotográfica; el realismo de la representación; el régimen de creencia del relato.
bien simplemente a hablar como se hace en una historia, de un acontecimiento Se ha dicho y vuelto a decir: allí está lo que a menudo ha acercado a ambos,
del que él fuera partícipe, una historia de vida, de muerte, de sexo?”. Bill Viola más a las artes plásticas o a la poesía que al cine, sin dejar por ello de estar
eludió la pregunta, no pudo sino eludirla, oponiendo, como se ha hecho tantas involucrados con este último. Esto gracias a un conjunto de procedimientos,
veces, dos modos de ficción. Aun cuando el límite sea en sí mismo difícil de de figuras, de modelos expresivos que, de manera esquemática, podemos re-
trazar y solo se defina por sus extremos: por un lado la ficción como grado sumir en dos palabras: adición y sustracción. Así se deshace en la mayoría de
cero, por el otro la narración. los films experimentales y de los videos el “contrato natural” entre la imagen y
La ficción tendría, pues, dos centros. Un centro abstracto (podemos decir el sonido. Siempre existe sustracción, adición: aceleraciones, desaceleraciones,
también: el más concreto), allí donde comienza: especie de drama mínimo que excesos, ausencias, perturbaciones múltiples que apuntan a desnaturalizar ese
crea una relación de acontecimiento entre al menos dos elementos: en este nivel, contrato celebrado hace casi un siglo entre el film de ficción y su espectador.
un punto y una superficie son suficientes. Y, opuestamente, un centro concreto Pero hay que precisar que esta operación de resistencia y de distanciamiento
(se lo puede sentir como uno de los más abstractos y en todo caso más ilusorio): que permite concebir un tiempo y un espacio de otra naturaleza, y construir
el acontecimiento se convierte en una historia vivida por personajes situados en un arte –o un nivel de arte– específico, es en realidad muy diferente en el cine
un tiempo y en un decorado dotados de un efecto de realidad que parece natural, experimental y en el videoarte. Esto, a pesar de sus puntos comunes y de una
que nos pareció y nos sigue pareciendo, hacia y contra todo, natural, aun cuando filiación que no se ha destacado lo suficiente (como si los artistas del video y
sea, por supuesto, cultural. El cine (el casi todo del cine) se ha definido (más o los críticos hubieran preferido ser un poco amnésicos). Ella obedece al hecho
menos) y se define todavía a partir de ese segundo centro. El principio del video de que el cine experimental y el video hayan tenido que definirse, uno con
de Viola se define a partir del primero, aun cuando, como él me lo recordaba, ese respecto al cine; el otro, como Jean-Paul Fargier ha insistido largamente,
muy largo plano facilite al espectador una cosa esencial: un punto de identificación con respecto a la televisión (aunque esto también pueda ser discutible, en
con respecto al cual este se sitúa y puede así reconocerse. particular para lo mejor del video francés).
Entonces me surgió, junto al alegre deseo de complicar las cosas, una Pero esto exige precisiones. ¿Qué quiere decir realmente tener que situarse
tercera imagen. De nuevo, una imagen de nieve, nacida esta vez de un film con respecto a la televisión? ¿Qué es la televisión, sino ese lugar por donde
experimental: Zorms Lemma, de Hollis Frampton. Se trata aquí del último hoy transitan todas las imágenes, incluidas las imágenes de cine (los films)
plano del film. Sucede a una serie de planos fijos, a través de los cuales se que constituyen una buena parte de los programas, y a menudo la favorita de
declinan, según un juego hábil y desfasado, las relaciones entre el alfabeto de los telespectadores? Tratemos de imaginar por un segundo la proporción de
las palabras y el de las cosas del mundo. Al final de ese proceso de deriva entre imágenes de cine que se ven en televisión (y no solamente imágenes de films),
lenguaje e imagen, se perciben de pronto, en una inmensa extensión nevada, y todas las imbricaciones y todos los deslizamientos que eso acarrea entre las
un hombre, una mujer y un perro: los tres se alejan cada vez más, mientras éticas y las estéticas. Un solo ejemplo, que considero central: los clips, en su
se acumulan en la banda de sonido, procedentes de varias voces, fragmentos mayoría rodados en 35 mm, y que son vistos, reconocidos y recibidos como
de lenguaje que parecen condensar, desplazar, enloquecer a todas las palabras televisión.
leídas y escuchadas hasta entonces. Esto implica que si al principio el videoarte se situó, sobre todo, con
Buscando comprender qué era lo que me había llevado a asociar esas tres respecto a la televisión como dispositivo, con una idea de proximidad con las
imágenes, traté de ver algo diferente de lo que para mí las unía a la nieve, lo artes plásticas y a favor del espíritu contestatario al que históricamente estuvo
que me impulsaba a jugar con la idea de la nieve, el grado cero de la trama ligado en sus comienzos, este le concierne de hecho cada vez más a la televisión
electrónica de donde salen en video todas las imágenes. Y cuanto más me re- como lugar por donde transitan todas las ficciones, y en especial las del propio
sistía a esta idea, más sentía sin embargo que allí estaba el nudo de la cuestión, cine. Y es por cierto con respecto a la televisión concebida como un inmenso
a riesgo de tener que hacer previamente algunos ajustes. cuerpo de producción y de distribución de imágenes que el video se encuentra
El cine experimental o de vanguardia (ninguna palabra es la adecuada) y el dotado virtualmente de un poder inmenso, mucho más perturbador de lo que
videoarte (esta palabra no es mejor) tienen en común una voluntad de escapar jamás pudo ser el del cine experimental con respecto al cine.
158 RAYMOND BELLOUR LOS BORDES DE LA FICCIÓN 159

Esto a causa de la nieve, de la naturaleza misma de la imagen electrónica. Por


un lado, esta imagen puede ser puesta al servicio de la ilusión de realidad como
lo es mayoritariamente la imagen-film. Aun cuando su materia sea diferente, y
su vibración diferente, en el fondo está muy próxima a la imagen-film cuando
juega la carta de la analogía y de la representación. Pero, por otro lado, la imagen
electrónica es esa imagen en la que todo puede componerse y descomponerse
(y, lo que es más, simultáneamente, en directo) de manera tal que la ilusión de
realidad se ve no solo transgredida (o negada, ignorada, desbordada, etc.), como
en el caso del cine experimental, sino sobre todo relativizada, llamada a vacilar 1
interminablemente sobre ella misma. Y creo que es allí donde se produce el
mayor desconcierto, al situarse el video en una perspectiva de ficción, lo que
podrá evitar cada vez menos a causa del contrato de ficción que siempre ha
ligado a cualquier sociedad con sus sujetos.
A este respecto, hagamos todavía una distinción entre lo que podríamos
llamar la ficción como sistema y la ficción como cuerpo. Los videos de Gary
Hill son un buen ejemplo de lo que es la ficción como sistema. Estos funcio-
nan a un nivel de abstracción formal e intelectual que los hace poco sensibles
al problema de la representación y al desorden que allí puede producirse; se
encasillan, de manera muy fuerte, en la lógica de su propio mundo, como en 2 3
una suerte de metaficción permanente. Digamos que los videos de Gary Hill
tratan la ficción como los libros de Raymond Roussel tratan el relato literario. En Mon tout premier baiser, Danielle Jaeggi desarrolla más a fondo con su
En cambio, todo es diferente cuando la ficción no es captada a priori como propio rostro un juego de pasaje y de contrapunto entre imagen trucada e imagen
sistema, sino que se da como cuerpo, es decir, en cuanto se abordan la esceni- “real”. El contexto es esta vez una encuesta por la cual la autora toma la posición de
ficación, la materialización y la dramatización de los cuerpos. una periodista entrevistadora (recordemos el tema del video: una mujer, la misma
Tomaré rápidamente dos ejemplos simples, en dos videos de Danielle Jaeggi: Danielle Jaeggi, decide encontrarse con el hombre que veinte años antes la besó
Tout près de la frontière y Mon tout premier baiser. En el primero, la escenifi- por primera vez; ella conservó en su diario de jovencita un relato detallado del
cación (sostenida por un trabajo muy fino sobre el encuadre y la actuación acontecimiento. Le propone a este hombre, que se ha convertido en investigador
de la comediante) pone a la protagonista/actriz en posición de suplencia y de en física nuclear, una entrevista-video sobre sus trabajos. Él acepta. Pero a partir
duplicación con respecto al dispositivo del noticiero de televisión: ella se dirige de la segunda pregunta, la falsa periodista se descubre y comienza la verdadera
a nosotros como a sus oyentes, pero está hablando de su propia vida. Hay un encuesta: ¿recuerda él a esta mujer que tan bien lo recuerda?).
momento que me interesa en este video –porque participa de lo que Fargier
llama “las aventuras de la trama”–, que en muchos aspectos está dividido
como un film y cuyo genérico (desfile de trenes, largos travellings sobre los
lugares atravesados) da realmente una impresión de film. La protagonista se
duerme, después de haber mirado el noticiero, y su voz acompaña tres imágenes
(la última es una imagen de televisión): “En el montaje, uno no está obligado
a mostrar las imágenes que veo antes de dormirme”. Cuando ella se despierta,
es una imagen tratada, llena de líneas y colores, la que se vuelve dos veces hacia
nosotros, antes de que la imagen “real” del rostro se recomponga, acabando su
movimiento (la voz vuelve: “Esta noche tuve una pesadilla”). 1 2
160 RAYMOND BELLOUR LOS BORDES DE LA FICCIÓN 161

trama? Creo que aquí está el meollo del problema de “la ficción video entre el
cine y la televisión”, en la medida en que la ficción como narración solo puede
convertirse, a un cierto nivel, en demonio permanente del video, después de
haber sido, y de seguir siendo, la vocación “natural” del cine. Es por eso que el
término “ciencia ficción”, utilizado en el programa del coloquio para calificar
(por comparación) lo que podría llegar a ser la ficción de video como género,
no es bienvenido. No se trata de un problema de género, sino de algo mucho
más esencial, vinculado a la redistribución general de la función-imagen y de
3 4 la función-relato a la que hoy en día estamos confrontados (aun cuando el
problema, en el fondo, sea tan viejo como el cine mismo: prueba de ello, el cine
experimental y tantos conflictos que han agitado al cine mudo).
De allí las observaciones siguientes, muy rápidas, que solo sirven para ver
de cerca cómo puede plantearse el problema. Pensemos, por ejemplo, hasta
qué punto es difícil, una vez que la imagen se despega, desde el principio, de la
analogía fotográfica, volver a una imagen más o menos realista. Me ubico en
la perspectiva en la que el dispositivo-televisión (o video) no se toma ya como
coartada, soporte o mediación para garantizar la irrealidad de la imagen, asegurar
el ir y venir entre los dos niveles de imágenes (el mismo problema se plantea,
5
aunque de manera diferente, con respecto al régimen de creencia del relato; y,
por supuesto, en la mayoría de los casos, las dos cosas se combinan). A partir
Lo que es sorprendente aquí es que las líneas de color rojo que (sobre todo del momento en que uno se instala en el trabajo de la trama, una vez que se ha
en la primera parte del video) sirven para componer y descomponer la imagen inventado “otra imagen”, ¿cómo no tratarla solamente por ella misma, como un
“real” del rostro constituyan también el tema de la historia: el beso, rojo de los espacio interior, con sus propias leyes de desarrollo, su propia gravitación? ¿Es
labios y rojo del beso. De este modo, la imagen-video juega con “la imagen posible, concebible, volver (más o menos) al cuerpo imaginario construido por
del primer hombre que me besó”. la ilusión fotográfica tal como la conocemos (en general) en el cine? Pienso,
Estos dos ejemplos simples plantean, me parece, una cuestión central, que por ejemplo, en los videos de Thierry Kuntzel: estos deben su fuerza al hecho de
relaciona las dos preguntas formuladas por Fargier como referencias de ese que suponen ese retorno imposible, nacidos como son de un deseo de más allá
coloquio (él precisa que la experiencia, hasta allí, respondió por la negativa). del cine, con respecto a la materia misma de lo visible así como a toda ficción
Recordémoslas: 1) ¿Es posible, formalmente, que el video tienda hacia la ficción concebida como escenificación. Un ejemplo, apasionante, es el video-film, el
sin seguir preocupándose por las aventuras de la trama? 2) ¿Es posible que film-video (¿cómo llamarlo?) que Kuntzel realizó sobre el cubismo (en colabo-
la ficción de video tome sus temas fuera del video en sí mismo (considerado, ración con Philippe Grandrieux). De manera casi simbólica, las partes-film se
como lo es cada vez más, como nombre genérico y bastante vago de los nuevos hacen cargo del guión mínimo que sirve de soporte al trabajo: la aventura de un
medios: televisión, informática, clip)? A partir de allí, he aquí mi propia pregunta, hombre, de una pareja, inmersa en el espacio de la pintura cubista. Y las partes-
que podría servir de respuesta (provisoria) a este estado de cosas: la garantía que video tienen a su cargo la dimensión a la vez más abstracta y más material de la
constituye la referencia al medium (en este caso, la televisión), ¿no es necesaria aventura, esa que, precisamente, como la pintura cubista, construye otro espacio,
para evitar la irrealidad y el ridículo (tal vez es todo una sola cosa) de un trabajo otra imagen, que no es la del realismo fotográfico. La pintura y la historia del
de la trama sobre los cuerpos, desde el momento en que están implicados en arte tienen aquí el papel desempeñado por el dispositivo-televisión en tantos
una escenificación, en un drama que nos los hacen creíbles como cuerpos? En videos, con el suplemento de abstracción que ello implica.
otras palabras: la referencia al medium, ¿no es lo que nos sirve de ilusión de Pensemos también en el famoso debate abierto en el pasado por Bazin,
realidad para justificar la irrealidad de los cuerpos producida por el trabajo de la y nunca tan actual: ¿bajo qué condiciones se puede representar el erotismo
162 RAYMOND BELLOUR LOS BORDES DE LA FICCIÓN 163

en el cine? Sin estar satisfecho con su respuesta, Bazin pensaba que “el cine
puede decir todo pero no mostrar todo”, que para poder evocar la pasión de
los cuerpos, era necesario que “la imagen no pueda nunca tomar un valor do-
cumental”. Tenía esta frase turbadora: “La única censura decisiva de la que el
cine no puede prescindir está constituida por la misma imagen”.3 Es como si,
sin detenerse en razones morales, sino en ella misma, la demasiada realidad de
la imagen fotográfica pusiera en riesgo, más allá de cierto límite, el contrato
de ficción que trata de cumplir. Encuentro conmovedor, a este respecto, que
en Sauve qui peut (la vie), la imposibilidad de filmar un beso esté ligada a la 1 2
descomposición, la desnaturalización de la imagen, tal como permite traba-
jarla el video. La imagen-film retrabajada por el video, ¿será algún día capaz
de filmar un beso y de mostrarnos ese material-inmaterial de los cuerpos que
el cine muestra demasiado y que el video no ha mostrado lo suficiente? Aquí
entramos en un campo difícil y oscuro, que pone en juego la relación del sujeto
con el cuerpo, con todas las imágenes del cuerpo. Y al hablar del cuerpo de
los actores, estamos hablando también de los fundamentos mismos del cine,
tanto de su ideal como de su economía.
Tratemos de dar un gran salto, puramente virtual, para ver hasta dónde
llega la cuestión (todo ese nudo de cuestiones), si la planteamos a la vez en 3
términos de escenificación, de producción, de inversión, de imaginario social.
Estoy pensando en un video que me gusta mucho: Modern Times, de Max Almy. blar de la sociedad que las consume). Desgraciadamente, nunca se llegará a
En una de las secciones que lo componen, “Modern Communication”, una eso. Pero, a pesar de todo, hay que intentar pensar en esos términos. Es en esa
mujer habla con su amiga, a propósito de un drama (sentimental) que acaba de perspectiva que las dos imágenes de nieve de las que hablaba al principio, la
vivir. La primera mujer habla, en plano americano, frente a cámara, a la amiga, de Bill Viola y la de Orson Wells, podrían finalmente vincularse y coexistir en
que no se ve. Pero los labios de la amiga aparecen en incrustación, recortando una misma obra, o al menos, ser captadas en un mismo espacio mental.
un cuadrado que se inscribe (cuatros veces y en cuatro lugares diferentes) en el
1983.
cuerpo que nosotros vemos. El efecto es tanto más fuerte cuanto que, debido
a la manera en que las dos voces están repartidas, estas dos mujeres dan tanto
la impresión de ser la misma como de ser dos mujeres diferentes (como si una
se convirtiera en una de las voces interiores de la otra).
Imaginemos lo que pasaría si esas dos mujeres distintas, en lugar de ser,
como sucede casi siempre en el videoarte, la misma autora, una amiga, o una
artista de performance –en definitiva, gente más o menos utilizada como uste-
des o yo–, fueran Isabelle Huppert e Isabelle Adjani. Si esos labios separados,
aislados, transformados en un fragmento de cuerpo casi irreconocible, tuvieran
que dar testimonio por sí solos del cuerpo de Adjani en la pantalla. Si algún
día sucediera eso, se acabaría sin duda el videoarte como tal, se acabaría el
cine, y algo habría cambiado para siempre en el reino de las imágenes (sin ha-

3
André Bazin, “En marge de l’érotisme au cinéma”, op. cit.
DE ENTRE LOS CUERPOS

Existen, existieron varias maneras de decir: el cine, ese arte del movimiento
y de la imagen analógica, viene de la pintura, o va hacia la pintura, esa presencia
inmóvil, pero tanto más libre de su relación con todo lo real representado.
Se ha podido ver en un principio al cine, como lo hizo Élie Faure, en el
tiempo del cine mudo, como una “animación” de la pintura, pero también
se pudo presentir muy pronto en la cineplástica (a pesar de lo que la misma
palabra trata aún de designar) “un fenómeno demasiado radicalmente nuevo
como para que se pudiera seguir pensando […] en la pintura”.1 Se ha podido,
también, como Jean George Auriol, buscar en la pintura “los orígenes de la
puesta en escena”, hacer de Giotto, de Miguel Ángel o de Brueghel los héroes
de un precine atento a la calidad del movimiento, del detalle, del fuera de
campo, limitando (y complicando) de entrada la comparación con la siguien-
te proposición: “El cineasta absoluto, que espera la grabación directa de las
producciones de la imaginación, por captación de las ondas mentales, el único
cineasta que puede mostrar su film tal como él lo vio y creó personalmente en
su mente, es quizá el realizador de ‘dibujos animados’: el hombre que dispone
de los medios para tomar sus imágenes móviles de su cabeza, estudio de ma-
gia, y de arreglarlas, armonizarlas, animarlas, ponerles ritmo de acuerdo con
sus propósitos”.2 Se ha podido, finalmente, como André Bazin, retomando la
Jean-Luc Godard, Scénario du film Passion, 1982. cuestión, oponer los dos artes trazando entre ellos una línea divisoria que ha
hecho correr mucha tinta, la del cuadro y la de la máscara, la de la pantalla
centrípeta y la del cuadro centrífugo.3
Con un movimiento más bien inverso, actualmente, hemos visto a Pascal
Bonitzer, llevado por las transformaciones del cine moderno, que propende

1
Élie Faure, L’Arbre d’Éden, 1922, citado por Pierre Lherminier, L’Art du cinéma, op.
cit., pp. 75-77.
2
Jean George Auriol, “Faire des films, 1. Les origines de la mise en scène”, Revue du
cinéma, nº 1, octubre de 1946.
3
André Bazin, “Peinture et cinéma”, Qu’est-ce que le cinéma?, II, Éditions du Cerf, 1959.
166 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 167

sobre todo a mostrar que si bien el cine podría moverse menos de lo que antigua profundidad, singularmente a la imagen-film. Es también lo que dota
creemos, la pintura se mueve más de lo que pensamos; tal es el indicio de una al cine de una profundidad nueva, difícil de designar. Permite hacer aparecer
proximidad (a la vez nueva y antigua) que se debe tanto a una pasión común y desaparecer, como por arte de magia, los cuerpos, lo que ha sido en todas las
del ver como a maneras comparables de abordar los componentes de la imagen.4 épocas uno de los sueños (traumático) de la imagen. Pero, sobre todo, extiende
Esa es también la perspectiva adoptada por Jacques Aumont, cuando sitúa a hasta el infinito el registro de lo que el trabajo de la luz y un limitado número
la pintura y al cine en una historia de lo visible en la que participan juntos de de trucajes han permitido esencialmente hasta allí al cine (es la parte por
lo que él llama el ojo interminable.5 Lo hace según una visión genealógica, siempre magnífica del cine mudo). En suma, el video hace aparecer la verdad
y de manera sistemática, distinguiendo los diferentes aspectos (el cuadro, el (o la ilusión, la locura) de la imagen de entre los cuerpos.
espacio, la luz y el color, la forma y la expresión) según los cuales se opera entre He aquí lo que tendría que aparecer a través de tres films (o tres videos) que
los dos artes una contaminación más o menos viva. Dicha contaminación da he yuxtapuesto, porque creo que forman un cuadro, (pre)figuran juntos este
pruebas, evidentemente, de la crisis actual de su especificidad tanto como de nuevo estado de cosas. Digamos: cómo el video capta al cine como pintura.
una verdad retrospectiva sobre la naturaleza de los soportes.
Hay una cosa que me llama la atención en estos dos ensayos. Ateniéndose
(es su interés) al cine de ficción, es decir, un cine de las acciones y de los cuerpos I. “Solo en la noche”
visibles, no encaran (o muy poco) la manera en la que el cine, al transformarse
por el video, se acerca como nunca antes a la pintura. Y, más precisamente, a ¿Por qué elegir primero este video, este film, La Peinture cubiste (1981,
la pintura (antigua o moderna, antigua y moderna) en la medida en que esta 49’), para tratar de delimitar el efecto de un pasaje entre pintura y cine? La
acerca los cuerpos y sus decorados por otras vías, que no son las de la ana- decisión adoptada por Thierry Kuntzel y Philippe Grandrieux a partir del
logía fotográfica (y de lo que ha sido su sustrato en la pintura misma). Así, texto de Jean Paulhan es tanto de ficción como discursiva o documental. Los
ninguno de los dos ensayos trata verdaderamente la materia, el cuerpo del dos autores han imaginado una división, una alternancia entre cine y video
cuerpo, si se puede decir, la materia de los cuerpos y de lo que los rodea en su (Philippe Grandrieux toma a su cargo las partes-film, Thierry Kuntzel las
relación con lo real-irreal de la representación. Allí vemos a Bonitzer vacilar partes-video); esta división tiene el mérito de permitir una interpretación
de manera interesante (yo lo veo así). Primero ataca (en un libro anterior) con coherente del texto pero también de tomarlo como pretexto. De manera que
una violencia concentrada lo que él llama “la superficie video”: la imagen sin la relación de los dos términos clásicos, pintura y cine, introduce un vals de
realidad ni distancia, sin sombra y sin historia.6 Luego (esta vez en Décadrages), tres términos de donde emerge, a través de esa pintura y de ese texto pero
inspirándose en un momento de L’avventura donde el protagonista vuelca un más allá de ellos, la cuestión propia de la relación, a la vez actual y virtual,
tintero sobre el dibujo de un joven arquitecto, hace un elogio de la “mancha” en entre cine y video.
Antonioni: “La mancha expresa la entropía, la degradación, la irreversibilidad Veamos lo que sugiere la historia de este amateur de arte (un Paulhan tan
de los acontecimientos; pero también es creación de una figura singular, aunque verdadero como imaginario) que, al volver un buen día a su pequeño departa-
informe y sin nombre”.7 ¿No está acaso allí precisamente lo que hace y puede mento, prefiere no encender la luz para no molestar a su mujer dormida, y se
hacer el video? ¿No busca dibujar en la figura (la figura de los cuerpos, de los encuentra viviendo en su ambiente familiar una experiencia que él resumirá
objetos y de los paisajes) lo que (todavía) no tiene forma ni nombre? El video así, al final del recorrido y al final del film: “Entonces, en el preciso instante
no es solo una superficie, aun cuando contribuya a sacar a la imagen algo de su en que daban las dos en un tercer reloj, me invadió un curioso sentimiento:
que había atravesado el espacio de un cuadro cubista”.
A partir de allí, surgiría en cascada la cuestión de una genealogía de los
4
Pascal Bonitzer, Décadrages, Peinture et cinéma, op. cit. soportes de la imagen. La alternancia ajustada entre las zonas-film y las zonas-
5
Jacques Aumont, L’Œil interminable, op. cit. video supone, en efecto, que el video (tratado como se lo hace aquí gracias al
6
Pascal Bonitzer, “La surface vidéo”, en Le Champ aveugle, Cahiers du cinéma - Gal- sintetizador) opera con respecto a las normas más o menos implícitas de la
limard 1982. imagen-film una transgresión comparable a la de la pintura cubista, al fracturar
7
Décadrages, op. cit., p. 101. a principios de siglo lo que quedaba del espacio pictórico clásico. Podemos
168 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 169

entonces preguntarnos hasta dónde es exacto decir que la superación de la El espectador nota enseguida que los dos autores han sido lo bastante
representación realista, radicalizada en la imagen animada por el video, repite o hábiles como para no hacer nacer sistemáticamente las partes-video de las
reproduce la que ha ido invadiendo la pintura a partir del momento en que la imágenes-film, lo que no sería más que su reinterpretación. Muy a menudo,
fotografía y luego el cine se volvieron más “reales” de lo que jamás había sido por el contrario, introducen primero en la imagen flotante del video tal o cual
la pintura. Con una intención similar, pero permaneciendo mucho más cerca objeto que luego encontramos en la fijeza del cuadro-film (la mandolina, por
de la obra en sí, podríamos tratar de delimitar cómo los componentes de las ejemplo, el tablero de ajedrez, o ese libro esencial para el propósito: La historia
zonas-video responden a las racionalizaciones del texto (la voz del narrador, de la pintura, que el protagonista hojea varias veces). Esto reduce las veleidades
y la de la “doxa” pictórica, que sale de un aparato de radio); comprenderíamos didácticas. Confiere una igualdad de principio a la imagen-video que solo
así en qué medida la imagen-video trabajada de este modo corresponde (más aparece primero como una imagen segunda (lo que es históricamente). Y
o menos) a la mutación de la mirada proyectada en el pasado por el cubismo. es, finalmente, una manera de ligar los dos espacios, visual y narrativamente.
Pero podemos también interrogarnos sobre la manera en que film y video se Y de delimitar mucho mejor lo que los separa.
encuentran aquí invitados a cohabitar por sí mismos en un espacio común.
Se atraen el uno al otro, pero al mismo tiempo se excluyen, empujándose
hacia sus mutuos bordes. Es siempre según un espíritu de alternancia, lo
acabamos de ver, como el video sucede al film. La repartición es bien clara:
procede por conjuntos de planos, bloques autónomos de amplitud variable
(digamos, prudentemente, “secuencias”) entre los cuales no se han previsto
transiciones. Pero la alternancia nunca surge de plano en plano (eso sería ir,
como en la narración clásica, hacia secuencias más o menos unificadas); de
todos modos, no se resuelve nunca en el interior de un mismo plano. Como 1 2
si se tratara de una condición previa para pensar la relación entre cine y video
(y encontrar, bajo otro ángulo, la idea del cine frecuentado de nuevo por la
pintura). Este tercer aspecto es el que me interesa, aun cuando solo aparezca
a través de los otros dos.
El desafío es evidente. Por un lado, nos encontramos ante una imagen
“normal”, realista, donde los objetos se escalonan según sus tres dimensio-
nes usuales, con sus caras visibles y sus caras ocultas, sus líneas de fuga y sus
relaciones de tonos, según leyes fijadas desde el Renacimiento y la racionali-
zación operada por la óptica a partir de las condiciones de la visión natural. 3 4
La imagen que se opone a esta imagen moderada no tiene ya ojo visible: no
tiene superficie ni profundidad, es indiferente decir que en ella las superficies
se desvanecen o que las profundidades se reducen a una película. Tampoco
hacemos allí verdaderamente la distinción entre la luz y la oscuridad (en la
que la ficción encuentra su pretexto); se trata más bien de un escalonamiento
de negros y de vibraciones coloreadas, que están como iluminadas o apagadas
desde el interior, en la masa de las formas y de las líneas. Esta imagen es densa,
móvil, translúcida, está hecha de capas que se superponen, de estratos que se
5 6
disocian. Se podrá decir: no tiene cuerpo. O, al contrario: no es más que eso:
cuerpo, con el que el cuerpo real, el del protagonista perdido, hace cuerpo, a
tal punto que se atraviesan.
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172 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 173

La “realidad”, cada uno sabe lo que es, aun cuando se elija no saberlo.
Aunque en el cine uno tenga solo la ilusión o la impresión de esa realidad
(a falta de la sensación, como del sentimiento interno, que el video podría
muy bien querer darle). La realidad es, lisa y llanamente, todo aquello que,
en la visión, se acerca más a la percepción natural. Y a la imagen analógica
que la encuadra y la reconduce. Es lo representado. Lo des-representado
es lo que la perturba, provocando en el espectador ya sea la emoción más
27 28 profunda, una verdadera seducción, ya la hilaridad, la molestia o el ridículo,
así es de violento todo lo que concierne a la integridad del cuerpo humano,
como a la del mundo material que lo rodea.
Existe entonces una dificultad para representar y des-representar en el in-
terior de un mismo espacio. En el interior de un mismo film, en el transcurso
de una secuencia, en la sucesión de un plano al otro, y hasta en un mismo
plano. Ya sea que los pasajes en cuestión, según las inflexiones del guión, se
deban a una mutación de la visión, a un surgimiento del afecto, a un desvío
de sentimiento, a una búsqueda de símbolo, a un deseo de abstracción.
29 30 Si nos atenemos (por un instante) al video en sí y, dentro de él, a las obras
que se abren a la ficción (por ejemplo, las que Jean-Paul Fargier reunió un
La cuestión que se impone es, entonces, la del pasaje. ¿Cómo pasar de un día bajo el título de “De la trame au drame”),9 constatamos que a la mayoría
tipo de imagen a otro? ¿Cómo justificar, autentificar ese pasaje? O, de manera de ellas no les cuesta nada des-representar. Pero esto queda sujeto a varias
más simple: ¿en qué condiciones es posible, deseable, hasta soportable? A través condiciones previas. En primer lugar, es conveniente que el grado de realidad
de la pintura (y más precisamente la cubista), se plantea una pregunta a la repre- de la ficción sea mínimo, por diversas vías cuya lista sería relativamente simple
sentación del cine. Esta se encuentra al mismo tiempo con una imposibilidad, establecer (una de las más evidentes es la ausencia de diálogo, que conlleva
algo en el orden de una virtualidad: ¿cómo unir en un mismo espacio (a la vez un defecto de encarnación; es también uno de los rasgos más interesantes,
concreto y físico) el cuerpo representado y el cuerpo des-representado? que nos vuelve a conectar con las circunstancias del cine mudo, tal como ya lo
En su preocupación por descubrir las fallas, los puntos de resistencia de la hacían muchas obras del cine experimental). Por otra parte, basta con que la
mirada en el interior del cine clásico, Stephen Heath cita un ejemplo extraí- des-representación se establezca desde el principio, y se imponga de manera
do de Suspicion que le sirve para hacer de Hitchcock el héroe de una “visión homogénea. Es una manera de evitar los problemas de transición (esto no es
turbia”.8 Dos policías llegan a la casa de Cary Grant para interrogarlo sobre para nada un juicio de valor), y en particular el riesgo de un repudio dema-
un asunto turbio, justamente, y la mirada de uno de ellos, de repente, se fija y siado brutal de la creencia en la imagen del cuerpo (pensemos en Nostos I,
se detiene más de lo razonable en un cuadro colgado en la entrada (un cuadro por ejemplo, para atenernos a la obra de Kuntzel: el cuerpo desvanecido, agu-
“poscubista”, dice Heath, parecido, por ejemplo, a Naturaleza muerta con jarro, jereado, destrozado, disgregado, y de pronto el único cuerpo que allí aparece).
bol y fruta, de Picasso). La inserción del cuadro en el cuadro, de la pintura en En cuanto a los pasajes propiamente dichos, con todo bastante frecuentes, de
la imagen-film, preserva evidentemente entre ellos una exterioridad de prin- un nivel de imagen a otro, parecen siempre tributarios de dos modalidades.
cipio; pero la mirada por un instante sorprendida que los une muestra bien La primera es una referencia (omnipresente) al dispositivo tecnológico (la
que la realidad escapa también a ella misma al tropezar con aquello que, por televisión, el monitor, la trama, etc.). Esta referencia es mucho más que una
convencionalismo o por naturaleza, le es extraño. cita: permite reinscribir el factor de creencia en la medida en que el dispositivo

8 9
Stephen Heath, “Droit de regard”, en Raymond Bellour (dir.), Le Cinéma américain, II, En ocasión del coloquio de Montbéliard “Vidéo, fiction et Cie”, C.A.C. Montbéliard,
Flammarion, 1980, pp. 90-91. 1983.
174 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 175

está dotado en sí mismo de la capacidad de metamorfosis que la imagen está Primeramente, la voz en off del personaje (representado por Constantin
produciendo en el mismo instante; el dispositivo la motiva, la secunda y la hace Jelenski con extraordinaria exactitud) confiere a su doble vivo (y aun dos veces
aceptar. La segunda modalidad, más lábil, está ligada a situaciones particulares doble: en cada una de las dos imágenes) una real dimensión de experiencia;
que poseen en sí mismas un valor de incitación: ya sea que afecten estados sobre todo porque esa voz va y viene libremente (¿existe algo más libre que
psíquicos (el sueño, la ensoñación, etc.) cuyo dispositivo es más o menos la una voz?) entre las zonas-film y las zonas-video. Por otra parte, cuanto más
emanación (ya que es el equivalente material de una escena psíquica); ya avanza la cinta (es relativamente larga, para lo poco que parece decir, pero su
que posean un valor simbólico o fantasmático susceptible de ser aislado en lentitud, sus repeticiones, su tono soñador forman parte de una estrategia), más
una figura (el acto sexual, por ejemplo). Encontramos aquí el problema que se deja uno llevar, más se acentúan para el espectador los efectos de impresión
ha obsesionado al cine (en particular bajo la forma del trucaje). El ejemplo y de reversión psíquica, entre las dos imágenes y los dos espacios. Orientada
mediador entre cine y video podría ser a ese respecto Liquid Sky, el film de por la voz del protagonista, sometida a la vacilación un poco loca que resulta
Slava Tsukerman (1982): el asesinato por parte de la protagonista de sus siempre de la figura aparentemente tan moderada y tan ajustada de la alter-
numerosas parejas sexuales está acompañado allí por una figura compleja y nancia, la memoria comienza a proyectar, uno sobre otro, los dos tipos de
reiterada (un trucaje obtenido ya sea con el sintetizador, ya por tratamiento imágenes tan minuciosamente adosados el uno al otro. La repartición de los
de imágenes numéricas) que transforma los cuerpos, los verdaderos cuerpos, fundidos (fundidos en negro y fundidos encadenados) acentúa esta confusión:
en una pura vibración de colores, de líneas y de luz. producidos para aislar, parecería en un primer momento, las partes-film de
La cuestión que se plantea es, pues, la de saber cómo se puede, en una las partes-video, los fundidos también dividen poco a poco y de tal manera
ficción (cine o video, cine y video), trabajar, variar, transformar la realidad, cada uno de los segmentos en sí mismos que terminan acercando lo que en
a nivel del propio cuerpo y de los decorados donde se inscribe. Esto, evi- realidad deberían separar.
dentemente, de modo proporcional al grado de realidad del que uno se ha Todo esto actúa tanto más cuanto que algunos momentos privilegiados,
cerciorado, y tanto más cuanto que ese grado sigue siendo elevado, como aquí y allá, favorecen ese pasaje mental, esa virtualidad. Voy a elegir dos de
es, de todos modos, el caso si uno se basa en la omnipotencia de la analogía ellos. El uno, puntual; el otro, más desarrollado. Sabiendo muy bien que lo
fotográfica (o de su equivalente en la reproducción electrónica). Esto equivale, que le estoy pidiendo al lector imaginar es un proceso casi impalpable (y, sin
por ejemplo, a preguntarse: cómo operar, para la materia y la figura de los embargo, muy real).
cuerpos, de modo comparable a lo que hizo Godard en Sauve qui peut (la vie) El primero se sitúa casi al final del octavo segmento. Desde el principio,
para la velocidad del movimiento. Es decir: interviniendo en el devenir mismo como siguiendo la voz, la mano del protagonista retoma su recorrido en el
del relato sometido a una serie de rupturas, y respetando tanto momentos espacio nocturno del departamento. Su movimiento obedece a las modula-
aleatorios o secundarios de la narración como sus instantes fuertes y sus ciones de la imagen de video, oscura y translúcida a la vez, que subraya cada
líneas culminantes. línea con un contorno de luz vibrátil. El relato de Paulhan explica la teoría de
Es aquí donde creo que La Peinture cubiste tiene un valor de sugestión muy esta experiencia, en la que él encuentra la pintura cubista; pero sus términos
intenso. Por supuesto que los pasajes se efectúan solo por medio de saltos de un anticipan también lo que el video produce –y singularmente el efecto de la
estado al otro. Entre los personajes no hay diálogo, y la creencia en la encarnación paluche, esa cámara que se convierte en “un ojo en la punta de los dedos”, con
está minimizada. Y sobre todo la pintura desempeña allí el papel del dispo- la que Thierry Kuntzel (como Jean-André Fieschi) concibió casi todo su tra-
sitivo tele-video en la mayoría de las otras obras. Y lo hace por partida doble. bajo–. “Parecería, pues, que el tacto le gana de mano a la vista, el espacio táctil
Por su abstracción (las ideas que representa y supone) y por su materialidad por encima del espacio visual. Todo sucede como si nuestra mirada fuera solo
(los cuerpos y los objetos pintados que la constituyen), la pintura cubista (y a una prolongación de nuestros dedos, una antena en nuestra frente”. Luego
través de ella toda la pintura) se convierte en la mediación que vuelve natura- la cámara abandona la mano del protagonista, se detiene largamente en los
les y posibles esos pasajes de la imagen “real” a la imagen imposible de tornar objetos mezclados, estratificados, licuados, que su cuerpo-mirada descubre, y
real. Este video (este film) no des-representa entonces sino bajo condiciones, solo vuelve a su mano al final del segmento.
como tantos otros. Y, sin embargo, la confusión inducida es enorme. Va más Y sucede entonces que, en un último movimiento, la mano vuelve y recorre
allá (al menos para mí). la arista de un mueble: siempre esa mano de luz cruda que se parece a una onda.
176 RAYMOND BELLOUR

Pero de repente el efecto se diluye, como la luz de una lámpara que baja su
intensidad (es al menos lo que uno cree); y el extremo del plano, un instante,
antes de que todo se oscurezca en un fundido negro, muestra una mano “real”,
totalmente analógica: una mano de cine, que, sin su mirada táctil e interior,
solo vería en la medida en que es vista.
El segundo momento sigue al primero (es el noveno segmento: film).
El protagonista, recostado en su cama, en plano muy cercano, mira hacia arriba
y a su alrededor. Uno ve con él lo que él ve, en tres planos que alternan con su 3 4
rostro preocupado: tres espacios compuestos de cortinas y telas plisadas que
dibujan líneas netas en el cuadro, como para marcar bien el corte de la mirada.
Sus ojos se cierran. Fundido. Y se pasa de nuevo al video (segmento 10).
Un primer plano trucado (muy bello) muestra el rostro de su mujer, Germaine,
que da vueltas en la cama, en una serie encadenada de fases cuya trama
parece permanecer en memoria en la imagen a medida que el movimiento
se desarrolla. Lo mismo, en dos planos siguientes, con un vaso y un pequeño
cubo (ya vistos) que giran en la mano del protagonista. Es entonces cuando
los tres planos subjetivos del segmento precedente se repiten: muy rápidos, 5 6
uno tras otro, y en un orden diferente; pero sobre todo, y allí está lo más
interesante, casi idénticos a los precedentes (no están sometidos a ningún
efecto verdaderamente sensible). La única variación tiene que ver con la luz:
allí mate, aplastada; aquí matizada, apenas temblorosa. En ese instante, por
ese efecto de interferencia, la imagen-video y la imagen-film se acercan, se
atraen, utilizando (actual y virtualmente a la vez) su más pequeña diferencia
para expresar separaciones de régimen sostenidas, físicas y psíquicas, afectivas.
La voz del protagonista habla entonces como en sueños, enlazando por 7 8
medio de la ficción vigilia y sueño, estados de percepción “normal” y de
sensación táctil-mental; reintroduce, situando a la vez el juego y la apuesta
de la cinta, la distancia que en ese momento está hasta casi conjurada en la
imagen: “El espacio por el que avanzaba me parecía enigmático, y así habría
permanecido si, justo en el momento de dormirme, no me hubiera acordado
de la pintura moderna”.

9 10

1 2

11 12
178 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 179

Entre esos dos segmentos, se opera así un retorno, según una curva variable,
hasta la nivelación de lo idéntico, entre superficies (o espesores) y profundidades:
entre cine y video. A través de lo que representan, material e históricamente
a la vez, los cuadros introducidos entonces sirven como soporte físico y como
metáfora al emprendimiento que permite confrontar la imagen-cine con la
imagen-video que la duplica y la transforma.
Pues la pintura sigue siendo el agente y el motor de la confrontación, aun
13 14
cuando el juego se lleve más lejos. Es lo que Godard sintió tan fuertemente
en Passion (curiosamente, el mismo año). En cuanto a la parte del film que
atañe a la pintura, él encara únicamente (y esta vez solo por el cine, pero
porque se apoya también, para concebir el proyecto y agregarle luego una
posfase, en la superficie-profundidad del video) la ubicación de los cuerpos
en los decorados. Busca así producir, entre movimiento y fijeza, vida y muerte,
instante cualquiera e instante pregnante, representación y re-representación,
una confusión que desarrolle la que él ya introdujo (esta vez más directamente
por el video) en Sauve qui peut (la vie). Y tanto en un caso como en el otro,
15 16 persigue de manera distinta la des-representación que algún día quiso lograr,
quizá del modo más vital, penetrando en el interior de los cuerpos.

II. Las intermitencias del cuerpo

Cuando salió aquel día de la sala de cine, caminaba por la calle sin com-
prender lo que le sucedía. Al abrir la puerta de su departamento, oyó gritos,
ruidos, chocó con cuerpos y conflictos. Comprendió entonces que, contraria-
17 18
mente a lo habitual, no había salido de su casa para perderse, en otra parte,
Corresponde señalar que el efecto de acercamiento y de interferencia en el espacio de un film, sino que la singularidad del film que acababa de ver
(el efecto del no-efecto) se prolonga, idéntico, en tres planos de cuadros consistía en obligarlo a encontrarse en su casa dentro del film, desde siempre
(que suceden a los tres planos de telas). Adquieren así un valor paradójico de y para siempre.
efecto de real (son objetos entre muchos otros) a partir de su misma función Hay que recordar primero hasta qué punto Numéro deux, que no tuvo desde
de dispositivo (son imágenes de cuadros cubistas). Esos planos tienen, efecti- su aparición en 1976 ni el privilegio de las distribuciones en sala ni el de las
vamente, tanto menos razón de ser tratados por el sintetizador para expresar la difusiones televisadas, es una de las obras en las que se inicia más claramente
idea (la sensación) de una realidad desde múltiples puntos de vista, cuanto que el pasaje del “cine” hacia otra cosa y se prefiguran en Godard tanto el trabajo
los cuadros realizan ya por sí mismos lo que la imagen-video puede hacer de de las series de televisión como algunos de los films de su tercer período, con
otra manera. Esta última lo hace a riesgo de dar la impresión, como ellos, de todos los gestos nuevos que los acompañan.10
engendrar otra “superficie”: es decir, de transformar en volumen aberrante el
volumen ilusorio (esa especie particular de superficie) al que ha sido reducido 10
Ver el hermoso dossier de los Cahiers du cinéma, nº 262-263, de enero de 1976, el único
el volumen enigmático del espacio vivo, cuando el film lo somete a la pura a la altura del acontecimiento, y aún vigente hoy en día, con textos de Serge Le Péron,
dimensión perceptiva, a los códigos perspectivos que lo aíslan y lo focalizan. Serge Toubiana, Thérèse Giraud, Louis Skorecki y sobre todo Serge Daney, “Le thérrorisé
(pédagogie godardienne)”, y esta nota extraordinaria: “Le son (Elle). L’image (Lui)/La voix
(Elle). L’œil (Lui)”.
180 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 181

Casi siempre uno, dos, tres cuadros sobre un fondo de pantalla negra: una
imagen fragmentada, plural, inestable, imprevisible; tal es la ley de este relato,
que no es un relato pero se convierte en la matriz de relatos posibles –entre
los hombres y las mujeres, los padres y los hijos, los jóvenes y los viejos, la
imagen y el sonido, el cine y la televisión–. Al principio, al final, en dos largas
secuencias (las dos únicas en plano entero, aun cuando estén invadidas por
monitores-pantalla), una presencia insistente de animador: el que recibe las
imágenes y los sonidos y los redistribuye, dueño y esclavo a la vez de los dispo- 1 2
sitivos. Regularmente, algunas palabras forman imagen, letras-pantalla en ese
“film-pantalla”, representando su voz ya presente en la voz de los personajes:
pedagogía activa, asociativa, irreprimible, irritante, que hace circular todos los
sentidos y nos obliga no a elegir uno, sino a transformarnos en nuestro propio
espectador.
Es en ese recorrido fragmentado donde, cuatro veces, en cuatro escenas de
amor (o de sexo), la imagen cambia de naturaleza (tres veces más bien al prin-
cipio, la cuarta cerca del final). Ya no solo la imagen aligerada, o sobrecargada,
por ser siempre la imagen de una imagen, o un fragmento de imagen. Sino 3
la imagen en su propio cuerpo. El cambio reside en su materialidad, y abre
posibilidades nuevas a la representación, por medio de la des-representación. parte por el blanco pleno de una forma que recubriría los cuerpos de la pareja;
Es por mixtura de las formas y de los colores como se precipita el relato, como se compone con ayuda de sus cuerpos modulados por el sintetizador y la distri-
es mostrada, reinventada, la realidad más interna de la vida de familia. Una bución de los negros, de tal modo que la segunda imagen introducida a través
realidad particularmente delicada para transmitir en palabras y en imágenes de la primera parece literalmente su emanación (la parte izquierda del rostro,
congeladas, a tal punto aquí todo depende de la fluidez del flujo, de los pasajes la mejilla, está en parte formada por las nalgas y el muslo de Sandrine). Este
de tonalidades. Pero el desafío es lo bastante importante como para que, aun de rostro resulta así un rostro hecho de sus cuerpos sin cabeza, cuyo ojo fija en
manera inapropiada, se busque delimitar sus contornos. Sabiendo que su im- nosotros su mirada intermitentemente; ojo que se mueve entre vida y muerte,
portancia reside también en la imposibilidad de refigurarlo. que representa, pasmoso-pasmado, el supuesto gozo. Rostro voyeurista, en un
sentido, ya que introduce una mirada que sustituye a la nuestra con respecto
a la escena, y por ende la reconduce; pero nos lleva al mismo tiempo más allá
1. del voyeurismo, en la medida en que está hecho de la sustancia interna de lo
que no ve y no se ve, lo que él observaría por nosotros pero escondiéndonoslo
El film comenzó hace alrededor de diez minutos. La imagen que precede la
(tanto real como metafóricamente).
escena muestra el dispositivo: proyectores, mesa de montaje, dos monitores en
Esta es la extraordinaria impresión que persiste cuando el efecto se diluye y
los que desfila la imagen. Abajo, a la izquierda, el noticiero, el presentador in-
queda solo un poco de negro a la derecha del cuadro, en el lugar donde estaría
crustado en escenas de multitud. Arriba, un film porno, que evoca un Mizoguchi
la cabeza truncada de Sandrine. Una manera de subrayar que el efecto puede
desnudo o un fragmento de El imperio de los sentidos: una mujer gozando, con
reaparecer y que se encuentra tanto más cerca de la alucinación como la misma
su cuerpo convulsionado en el espacio y su rostro que mira al espectador.
escena en su brevedad (alrededor de 15 segundos).
Uno no llega a entrever la imagen-pretexto –Pierrot que penetra a Sandrine
La imagen del dispositivo vuelve. El film porno y el noticiero. Luego solo
por detrás– cuando esta ya se ve turbia, invadida por lo negro (que llega por la dere-
desfila nieve, y la barra que delimita las imágenes. Imagen virtual. Podría ser
cha, como surgido del borde negro del cuadro), y donde ya comienza a verse
la imagen entrevista. La imagen-film montada entre las imágenes-tele, con-
un rostro. Un rostro de mujer, o más bien de niña.
vertida por el video en una imagen enigmática, que renueva y metamorfosea
Dicho rostro no está, como lo dejaría creer el fotograma, constituido en
182 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 183

las antiguas virtudes mágicas de la sobreimpresión, haciendo de la mezcla de sexo y con la mirada que los ve al imaginarlos. De la “superficie-video” sube
los cuerpos una alianza que nace de entre los cuerpos. así una profundidad inusitada, que el cine no lograría sin ella.
El efecto es tanto más fuerte cuanto que la escena es sustituida ensegui-
da por el cartel que sigue, donde esta vez montage entra en una serie de
2.
transformaciones: “montage / jontage / usntage / usitage / usinage /
Una vez más la misma imagen: Pierrot que penetra a Sandrine por detrás. usinege / usine e / usine”. Se reconoce aquí la idea, tan cara a Godard, de
La precede un cartel: montage. Allí también, desde el comienzo, aunque no la superposición de producción (cine/industria) y placer. Solo se hace el amor
se ve bien en el fotograma, está Vanessa, su pequeña hija, que aparece, pulóver en serie, y se monta a una mujer como se monta un film. El cuerpo es una
rosa y cabellos rubios, bajo la imagen azul pálido - verde oscuro de los padres. fábrica (usine). Pero la metáfora se sostiene, quiero decir, existe, encarnándose
La imagen aumenta sensiblemente su valor hasta casi hacerlos desaparecer: para el ojo tanto como para la mente, porque en el corazón del proceso de
montaje (aquí sobreimpresión + trucaje de video) vemos o creemos ver los
engranajes de esta fábrica, de la misma manera que en un cuadro de Bacon
vemos el interior de un rostro y de un cuerpo en el desarrollo de su movi-
miento exterior. Por otra parte, en la progresión que conduce de “montaje”
a “fábrica”, en el teclado electrónico, se pasa por palabras o parapalabras,
acrónimos que encierran sentido y a la vez lo obstaculizan (“usntage”) y lo
multiplican (“usinege”, donde bajo “usinage”, término que contiene “usine”
y también “montage”, uno oye, o más bien ve, también “neige”, la nieve
1 2 “video”*).11 Existe allí, en lo verbal tratado como figura, un efecto de “tercer
sentido” que se repite, que prolonga lo que acaba de nacer a la imagen: esos
fragmentos de entre-cuerpos, que desafían cualquier atribución de persona
e inducen al espectador a una ensoñación a la vez sobresignificante y sin
término, porque es ilimitada.

3.

3 “Sucedió una cosa terrible. Sandrine se había acostado con otro tipo y no
me quería decir quién era él. Y tuve ganas de violarla. Ella no se resistió; y fi-
luego el juego se invierte para volver a imponer la primera imagen. Así se afirma, nalmente la penetré por atrás. Entonces se puso a gritar. Después nos dimos
de manera mucho más directa, la mirada de la niña (ella dice: “A veces esto, cuenta de que Vanessa había visto todo. Asuntos de familia, es eso tal vez”.
mamá y papá, me parece lindo, y a veces me parece caca”). Aquí, aparentemente, Nuevamente vuelve el mismo plano. Pero esta vez, aclarado por el comen-
estamos frente a un efecto de sobreimpresión más clásico, equivalente a lo que tario de Pierrot, que le añade la violencia que resurge en las dos escenas ante-
sería un “montaje” entre dos o tres planos. Si no fuera que, gracias al trucaje
video, que se combina con la sobreimpresión, en particular por el tratamiento
de los colores que se entremezclan, se tiene la sensación sobrecogedora de en- *
N. de la T.: juego con las palabras montage (montaje), usinage (fabricación, mecaniza-
contrarse ante planchas anatómicas que muestran miembros desollados. Ya no ción) e usinege, donde se encuentran usine y neige (fábrica y nieve).
estamos solo en la superficie exterior de los cuerpos; nos deslizamos también 11
De hecho, montage, que introduce esta escena, es ya una transformación de réglage
en su interior, creemos penetrarlos tal como ellos se penetran a la vez con el (ajuste, regulación), que concluye una escena donde Vanessa pregunta a Sandrine: “¿Yo
también tendré sangre entre las piernas cuando sea grande?”. [N. de la T.: en este contexto,
réglage también puede asociarse con règles, menstruación].
184 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 185

el film nunca puede articular si no es a través de varios planos (en Psycho, por
ejemplo: el ojo dilatado de Norman aplicado en el agujero hecho en la pared;
luego Marion vista bajo la ducha, y más tarde las órbitas vacías del cráneo de
la madre). Hace visible que el ojo que ve es un agujero, como el agujero de la
vagina y el del culo, cuando ve lo que uno no puede ver, y uno quisiera saber lo
que pasa allí.

1 2 4.

El cuarto momento se diferencia claramente de los otros tres. Por primera


vez la imagen cambia, cambia hasta dos veces, como extenuada después de esa
mirada azorada de Vanessa y de esa confesión de la violación y la sodomía. De
nuevo Pierrot y Sandrine, todavía desnudos: él sumerge su mirada entre las
piernas abiertas de ella, apoyadas en sus hombros. Luego se los vuelve a ver, esta
vez en el baño: se hablan, es sobre todo Sandrine la que habla (como en casi
todo el film).
3 4
“Sabes, en el fondo, me doy cuenta de que no sé hacer nada, bueno, nada
no, exagero. Sí, sé fabricar ternura, sé cocinar, sé también, en fin, sí, sé hacer
los deberes de Nicolas, y además sé chupar un pene”.
De una escena a la otra, un mismo principio de transformación, aunque
esté mucho más desarrollado en la segunda: esta vez es el rostro de Sandrine
que se forma a partir del negro que invade la imagen, repite la representación
o la oscurece, la sustituye, y se dirige a nosotros con la mirada.
Aceptemos la arbitrariedad parcial de la elección de los dos fotogramas, en
5 6 la primera escena, para tratar de delimitarla (sigamos teniendo en cuenta que
estos parecen agrandar lo que allí sucede porque están en falta con respecto a
riores y se trasluce en el tratamiento de la imagen. Lo esencial, una vez más, la totalidad de lo que pasa: es el precio a pagar por toda captación por escrito
depende del rostro y del ojo. El rostro se forma a través de la materia de los que no se conforma con ideas generales).
cuerpos; podría parecer real pero es un perfil que se vacía, una silueta de rostro El negro que surge a la izquierda en la imagen, siempre a partir del reborde
en el que al ojo le cuesta tomar la mirada, convertirse en mirada; y de repente negro que rodea el marco restringido de la imagen visible, ese negro parece
el rostro está allí, en su presencia casi material, con una mirada fija que parece dirigirse hacia el negro de la vagina, como lo hace la delgada franja negra que
ver más allá de lo posible; pero el rostro sigue moviéndose, tiende de nuevo une la vagina a la parte baja del rostro de Pierrot. De manera tan directa como
hacia ese perfil de rasgos que lo compone descomponiéndolo; hasta llegar al metafórica, tenemos allí la doble mirada del hombre orientada hacia la vagina
instante más fuerte, fugitivo pero abierto, hacia el que la escena parece tender, de Sandrine: mirada de Pierrot, y a través de él, ante él, mirada de Godard
en su juego de transformaciones casi imposible de delimitar: el instante en el truquista-enunciador. En la segunda imagen, el rostro de Sandrine acostada,
que, en el perfil todavía carnal pero ya amenazado por la abstracción, el ojo que no se ve en la primera, aparece en sobreimpresión, como un rostro real,
nos mira de frente y enseguida se borra, y en su lugar aparece solo un agujero, fotográfico (aunque en parte formado por la curva del brazo de Pierrot y una
a través del cual lo visible-invisible tiene lugar. de sus propias piernas, según el mismo principio que en el primer y en el tercer
Godard nos muestra así lo que ninguna imagen fotográfica puede mostrar momento): pero simultáneamente es desdoblado en sí mismo, esbozado con
directamente (aun en las iluminaciones más extremas del expresionismo), lo que trazos esquemáticos, redibujado por el trucaje de video.
186 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 187

3 4
En ese enlazamiento, esa superposición de formas y de líneas heterogé-
neas, por obra de la cual la cabeza de Pierrot aparece como insertada en la de
Sandrine, el ojo izquierdo de Sandrine está a la vez tapado por el ojo derecho
de Pierrot y refigurado en él mediante el trazo del video. De tal modo que, al
difundir una doble mirada a partir de un mismo ojo, hay una doble lectura de
la imagen. La mirada de Pierrot está dirigida al sexo. Y la de Sandrine, in y
off a la vez, responde sin responder, abstracta y dirigida a ninguna parte, salvo
hacia nosotros, que quedamos atrapados en ella.
En la extrema belleza de estas transformaciones, la segunda escena reorien- 5 6
ta esa mirada. Al principio es una mirada puramente interior, o sentida como Estas cuatro escenas o momentos, que son los únicos en los que la imagen
tal, que sigue las variaciones del rostro de Sandrine, en primer plano, de perfil, cambia así de naturaleza, son también cuatro escenas de amor y de sexo. Sin
cubriendo o descubriendo la escena con su masa negra que crece y decrece. embargo, no son, y están lejos de serlo, las únicas escenas de relaciones (o de
Una escena de la cual, de este modo, ella es juez y parte. Lo más sorprendente no relaciones) sexuales entre Sandrine y Pierrot. Está la escena del “río” y de la
aquí es que esas variaciones parecen una expresión plástica de las palabras que “orilla”, donde Sandrine está en cuclillas sobre Pierrot, recostado, que le mira
Sandrine pronuncia. Como si ella estuviera dos veces presente en el espacio y el el culo. Está aquella en la que ella lo chupa (en una pantalla minúscula, solo
sonido de su voz en su primer cuerpo (real) modulara la aparición del segundo se ven la parte baja del cuerpo de Pierrot y la cabeza de Sandrine). La de la
(virtual). Pero cuando, por algunos instantes, su rostro se deshace en la oscuri- cama, en la que ella lo masturba (la cabeza de Pierrot está fuera de campo).
dad, la mirada de Sandrine se convierte en un ojo. Un ojo que parece entonces, La escena en la que, al volver del mercado, ella se masturba en su dormitorio
de nuevo –a la vez de frente y de perfil, como un ojo cubista–, cubrir en su y rechaza a Pierrot, que quisiera entrar en el juego. Y está esa escena en la que,
conjunto la escena de la que, sin embargo, solo es un fragmento. Con un efecto acostados, el padre y la madre enseñan a los dos hijos, la niña y el niño, los
perturbador de mirada a la cámara, dirigida tanto más al espectador cuanto que primeros rudimentos del deseo ilustrado.
este no deja de captar la escena a través y alrededor de ese ojo interpuesto. De manera general, hay sexo y hay cuerpo, cuerpo muy sexuado, continua-
mente en el film (y en los diálogos o los monólogos, cuando no en la imagen).
Aparece Vanessa bañándose, y preguntándole a su madre si todas las niñas
tienen un agujerito. Está el trasero taponado de Sandrine, que no puede cagar.
Está el abuelo, que enuncia una de las moralejas de la historia: “Sí, a veces miro
mi pito… Hay momentos en que todo pasa por el pito…”. Están los films
porno, su insoportable y fascinante monotonía.
El verdadero punto en común de todas estas escenas, sobre todo aquellas
que reúnen a Pierrot y Sandrine, es que en el cuerpo, en la idea que uno se hace
de él, siempre hay algo que obstaculiza, que falta, que uno no ve ni conoce.
1 2
En suma, hay en el sexo, entre los sexos, una diferencia, un vértigo, un agujero
188 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 189

negro. Idea banal, está bien. Pero lo es menos al decirlo, de todas las maneras de atracción (de Eiseinstein), poniendo el acento en la relación entre elemen-
posibles, implacablemente, recorriendo desesperadamente las metáforas. Y, tos (la dimensión didáctica es asumida por una pedagogía visual que sería la
sobre todo, lo es menos al mostrarlo de manera nueva y turbadora, y de modo versión táctil de la pedagogía godardiana). Godard inventa o reinventa, sobre
que aparezca la dificultad bien conocida de representar el erotismo y la vida todo, una forma nueva de plano secuencia, que permite un salto en la expresión
sexual en la pantalla.12 Esto se traduce primero en el trabajo del cuadro (de- siempre problemática de la relación entre el que ve y lo visto.
cuplicado por el juego entre los cuadros, las pantallas múltiples y el contorno Clásicamente, solo existen dos maneras de expresarlo. Ya sea por el cambio
negro que delimita la imagen): siempre se hace un corte en los cuerpos, para de planos (cuya figura a la vez soberana, captadora, cansadora y torpe es el
inscribir físicamente esa presencia-relación de la falta y de lo incognoscible, esa campo/contracampo), ya por el movimiento de cámara que dirige según otra
relación entre (no) ver y (no) saber. Además –ya hemos insistido en ello–, es continuidad la relación (y la desvinculación) entre los elementos. Pero siempre,
la fuerza propia de los efectos de video la de captar en la materia moviente de en los grandes cineastas, el film tiende en mayor o menor grado a anular esa
los cuerpos ese punto de insatisfacción y de inalcanzable, y, por ende, también, distancia entre los planos (o momentos de planos), como para inscribir todo
de imposibilidad de filmar. en una sola superficie (un solo volumen) y transgredir de este modo en última
Notaremos que, de manera sutil, Godard parece haber reservado primero instancia la posición que mantiene al espectador en espejo con respecto a la
esos efectos a lo que podríamos llamar la escena traumática o primitiva del pantalla del film (en el dispositivo como campo/contracampo original).
film y, así, a lo que allí se anuncia (para él) del dispositivo cine. Pero el interés Si retomamos el ejemplo de Psycho, vemos claramente que Hitchcock fue
de la cuarta escena reside en el hecho de que extiende ese efecto a la gene- todo lo lejos posible en esta dirección, a partir de los límites de su cine. ¿Qué
ralidad de la escena sexual y sobre todo a la escena conyugal durante la cual sucede en la escena de la ducha? En su pieza fetiche, en la que está vigilado por
el deseo o/y el sexo, nunca ausente en verdad, se encuentra reabsorbido en la los ojos inmóviles de los pájaros embalsamados, Norman Bates, recordamos,
inquietante banalidad de la vida cotidiana. Significa conceder al efecto mucha desliza por la pared un cuadro, una de las innumerables versiones de Susana y los
más fuerza con respecto al conjunto del film, en cuyo punto de cristalización viejos (situando así el film en la filiación de la pintura como escena de mirada,
se convierte así –un poco como las descomposiciones de Sauve qui peut (la lugar fundador del voyeurismo en la cultura occidental). Debajo del cuadro hay
vie), de manera más sutil aún, orquestarán las relaciones de tensión entre los un agujero, al que acerca su ojo, y a través del cual ve, como nosotros, en otro
sexos, la imposibilidad de los cuerpos de encontrarse, deteniéndose al mismo campo (otros numerosos planos), a Marion en la ducha. Marion filmada de
tiempo en instantes más comunes de la vida, de modo que su efecto se propaga, manera tal que se proyecta (para Norman y para el espectador) el espectáculo
virtualmente, a todo el film–.13 de un goce (imaginario) de la mujer. Es (en) esta imagen donde Norman-la
Al modular la representación de los cuerpos por su des-representación, al madre penetrará con su inmenso cuchillo de tragicomedia, para apropiársela y
trabajar en su interpenetración, al punto de dar la ilusión de captar a veces hasta para suprimirla. De manera que, primer cierre, el ojo muerto de Marion, que
el interior de los cuerpos; en resumen, penetrando en la superficie fotográfica yace en el piso, se corresponde con el ojo dilatado de Norman contra el agujero
para dotarla de una profundidad material que la acerca a la de la pintura, a de la pared. Y que, segundo cierre, esos dos ojos se anulan en el ojo vaciado del
la de la aventura del cuerpo en la pintura, Godard propone a la ficción una cráneo de la madre (cuando se produce la tercera muerte, y al final del film).
forma nueva de montaje. Reinterpreta así los antiguos principios del montaje ¿No encontramos allí aquello cuyo equivalente Godard logra filmar, cuatro
veces, pero cada vez en un solo plano? El efecto pintura como referente (his-
tórico y material) se encuentra, por medio del video, inscrito esta vez direc-
12
Ver André Bazin, “En marge de L’Érotisme au cinéma”, en Qu’est-ce que le cinéma?, III, tamente en el plano, convirtiéndose en su agente formador y transformador;
op. cit., en particular pp. 73-74. “…el cine puede decirlo todo, pero no mostrarlo todo […] y los diferentes planos se conjugan en una sola masa óptica en cuyo interior
pero a condición de recurrir a las posibilidades de abstracción del lenguaje cinematográ-
fico, de tal manera que la imagen nunca pueda tomar valor documental”. El video sería
las variaciones de líneas y de tonalidades siguen intentando obstinadamente
entonces, como veremos, respuesta de Godard a Bazin, lo que permite tanto mostrar como captar la misma historia de la mirada como sexo y la de sus avatares. Excepto
ocultar: encarnaría la posibilidad de abstracción del cine, contrariamente a la tendencia que la historia también cambia tanto en su contenido como en su forma.
que tienen sus imágenes, sobre todo de sexo, de volverse cada vez más documentales. Y no solamente porque la “escena” del sexo se vuelve allí explícita, sino porque
13
Ver antes, p. 103. se produce en ella, tal vez hasta lo imposible, una inversión de sexo.
190 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 191

En su extensa nota al “Thérrorisé”, Serge Daney hacía la siguiente propuesta: los cuerpos, tanto como un ojo entre los cuerpos. Bajo el ojo simbólico, un ojo
“Le son (Elle). L’image (Lui)/La voix (Elle). L’œil (Lui)”.14 Es una manera de semiótico, en suma.15
resumir que frente a la posición clásica, fálica, que hace del hombre el eterno Podemos de este modo, y es lo que más me interesa, reconocer en esos
protagonista de la pulsión escópica, un “ojo exorbitado”, hay en Godard, en momentos el principio obligado de una vacilación. Esta afecta tanto más a
Numéro deux y otros, una voz de mujer que interviene y lleva la batuta, se los soportes de representación cuanto que se debe a la representación del
desprende, nos desprende de la imagen y se convierte en la protagonista de la sexo y de los sexos, y expresa una cosa por la otra, como preguntas hechas al
pedagogía godardiana. “Cruel sobreprotección materna”, dice Daney, que lo cine y a la imagen.
hace gozar, y obtener con eso el beneficio del masoquismo; corre por cuenta de Esto es, entre otras cosas, lo que hace de este documental obsesivo sobre la
la mujer, en ese extraño feminismo, el pensar que “tiene la sartén por el mango”. vida de familia de Pierrot el moderado, así como sobre la mirada de su testigo
Creo que esta propuesta, justa y fuerte, queda desmentida (al menos) en los –el Godard que divaga al principio del recorrido sobre “una cosa y otra” antes de,
cuatro momentos esenciales en los que el film cristaliza sus representaciones finalmente, sostenerse la cabeza y ponerse a pensar ante su dispositivo–, un film
del sexo, de los sexos y de su diferencia, a partir del efecto-video-pintura. bisagra que podría muy bien llegar a ser más loco que el que lo antecedió.
Podría ser que el masoquismo de Godard fuera aún más intenso de lo que
Daney imaginaba, y la inversión que aborda más extrema.
Porque en esos momentos en que el deseo-mirada del hombre regula la III. El color provocado
escena sexual (en los tres primeros y en la primera parte del cuarto), existen
constantemente, duplicando esa primera imagen, incorporándose a ella, juz- La tentativa de Antonioni es totalmente diferente. Allí donde Kuntzel
gándola, ocultándola, atravesándola, ahondándola, ese rostro y ese ojo de mujer. opone dos regímenes de imagen, dos estados del cuerpo y del mundo, según
Ya sea la hija o la madre, Vanessa o Sandrine. El ojo femenino problemático. una alternación que termina por producir un efecto virtual de interferencia
El ojo de mujer que ve. El ojo agujereado que soporta todas las metáforas de generalizada, y por algunos instantes un rozamiento real; allí donde Godard
la inscripción de la mirada y de su desasimiento. El ojo virtual a través del cual perfora su film con momentos de una violencia extrema para hacer surgir
se efectúa la misión imposible que nos haría escapar al imaginario del dispo- por intermitencia un suplemento de ser del interior de los cuerpos mismos,
sitivo-cine para encontrarnos finalmente ya no frente a la imagen, sino en la Antonioni opta por provocar la imagen por medio de un escalonamiento, un
imagen misma. empolvado, una desnaturalización, tal vez una simbolización del color.
Sobre este ojo tomado como síntoma, signo y apuesta del film y de sus trans- Lo hace con artificio. Un artificio deliberadamente consentido, aceptando
gresiones, podemos en realidad proyectar una doble mirada. Podemos hacer de rodar con un notable entusiasmo una historia que no le gusta, y a la vez la única
él un ojo-discurso que estaría, como el lenguaje, del lado de la ley (suponiendo de sus películas que se sitúa fuera del mundo inmediatamente contemporáneo
que Godard no haga del lenguaje, también, un uso distinto). La mujer se con- del que fue un testigo tan seguro (“no es un film de, es un film dirigido por”).16
vierte en su soporte, por una inversión que afecta los roles y la representación Queda claro que el mismo argumento (L’Aigle à deux têtes, de Cocteau) le
de lo simbólico sin perturbar su lógica. En esta óptica, podríamos decir que el permite tomar distancia: oficia así de dispositivo mediador, y se vuelve un
efecto-video se vuelve el agente de ese suplemento de discurso, al pasar más equivalente (debilitado, desviado) de lo que para Kuntzel/Grandrieux es la
allá de la analogía fotográfica y constituir así una especie de metaimagen. Pero, pintura cubista, y para Godard la maquinaria video-televisión. Pero lo que
opuestamente, podemos sentir que la imagen se mantiene (uno tiene ganas de Antonioni proyecta de este modo en su pantalla no deja de tener una conse-
decir que se sostiene) por debajo de su realismo fenomenológico y de los efectos cuencia profunda, en la misma línea de intuiciones anteriores.
discursivos ligados a él. Dicha imagen permite así el acceso a una infraimagen,
en la cual el ojo aparece como un ojo-materia, fragmento a la vez visible, vi-
dente y ciego de materia, sin fijarse en su función separadora. Un ojo de entre 15
En los términos de Julia Kristeva. Ver, en particular, “Ellipse sur la frayeur et la séduc-
tion spéculaire”, en Psychanalyse et cinéma, op. cit.
16
Entrevista con Serge Daney y Serge Toubiana, Cahiers du cinéma, nº 342, diciembre
14
“El sonido (ella). La imagen (él)/La voz (ella). El ojo (él)”. Op. cit., p. 40. de 1982.
192 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 193

haber visto todas las películas mudas en colores. Hasta llegué a ver el primer
film rodado en colores […] Era un cortometraje muy curioso que databa de
los años 1906-1907. Había grandes efectos muy violentos, pero interesantes
para la época”). ¿Cómo hacer para filmar como pintaba Piero della Francesca,
su pintor preferido? La palabra que él emplea es “violencia” (la repite a me-
nudo). Cómo fabricar violencia en la imagen, cómo hacerle expresar (más que
reconocer) un suplemento de verdad, o de ser, que ya no se debiera solo a las
1 2 circunstancias exteriores reagrupadas delante del objetivo para que uno capte
un sentimiento interior, sino que fuera susceptible de surgir de sí mismo como
una emanación directa de vida interior.
Recordamos Il deserto rosso. Ya desde el primer film en colores, el color
como título y obsesión. De lo más motivado a lo más arbitrario. Los decora-
dos pintados (la boutique de Giuliana). Las verduras y las frutas pintadas (el
vendedor en la calle). Y hasta los paisajes pintados (el bosquecillo “blanco” que
no quedó en el film, pero sobre el cual Antonioni escribió algunas páginas que
lo hacen ejemplar, donde aparece claramente la mezcla de razón demiúrgica
3 4 y de burla que existe en el hecho de querer “de veras” reinventar la naturaleza:
durante toda la noche los obreros pintaron los árboles, por la mañana la lluvia
se llevó todo).18
Recordamos también Blow up. “Tomé los árboles, la hierba, los lugares un
poco secos, algo quemados, y los hice volverse verdes. Luego necesitaba una
mancha blanca, entonces fabriqué esas casas cuyas fachadas se ven en el fondo.
Para el estudio del fotógrafo, quería colores puros, violentos, que definieran el
carácter más bien rudo del personaje. Ciertos negros, ciertos amarillos, los creé
5 6
yo mismo. Parecen ser colores realistas, porque un estudio puede efectivamente
ser como ese. Pero no lo era, fui yo quien lo hizo. Y lo mismo para el color de
La imagen tiene demasiado de real, demasiada seguridad en su represen- las grandes hojas de papel”.
tación analógica, Antonioni lo ha dicho más de una vez.17 Pero surge allí un problema que resulta de lo que dice Antonioni a propósito
Es así como hay que recibir ese “vértigo de la mancha” que tanto seduce a de Zabriskie Point, y luego de Identificazione di una donna. Para el primero de estos
Bonitzer en el blanco y negro de L’avventura. Hay mucho más de real en la dos films, elige colores “determinados, pero reales”; no es él quien los impone
imagen color, demasiada fidelidad, desde que su representación ganó en sutileza “a la realidad”, aunque el resultado, dice el cineasta, pueda parecer cercano a lo
y “los colores se volvieron más refinados”. Vemos así a Antonioni discurrir y que hizo en Il deserto rosso. El segundo es un film “normal”, en el cual “no hay
preguntarse, en cuanto al color: ¿cómo hacer para volver a ser un cineasta del ninguna búsqueda de efectos de color”. Esto no impedirá a Sylvie Blum escribir
cine mudo en un cine moderno que tratara de reinventarse? ¿Cómo trabajar el (en un texto corto y bello, que parece haber sido en parte imaginado, lo que le
color en un sentido narrativo, como se ha hecho, con una tendencia casi natu- da una profunda calidad de sugestión) que en esta película “cada sentimiento
ral, en los films mudos “coloreados”? (con una especie de arrebato dice: “Creo tiene su luz, cada afecto su color, o más bien a cada sensación corresponde un
tono o un medio tono”.19 Como si se tratara allí de un escalonamiento que se
17
Casi todas las siguientes palabras de Antonioni han sido extraídas (salvo excepción 18
señalada) de dos entrevistas: de Aldo Tassone, Le Cinéma italien parle, Edilig, 1982; de Michelangelo Antonioni, “Le bosquet blanc”, Caméra/Stylo, nº 3, noviembre de 1982.
19
François Cuel y Bruno Villien, Cinématographe, nº 72, noviembre de 1981. Sylvie Blum, “La couleur de l’identification”, Caméra/Stylo, op. cit.
194 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 195

pudiera obtener sin efecto, y de ese modo fuera posible pasar, según dice ella, cuerpos, la subjetividad, los sentimientos; pero, por el otro, se trata de inventar
de la fotografía a la pintura, sin perder al mismo tiempo la completud de lo (como en las más bellas épocas del cine mudo, pero mucho más radicalmente)
real que prevalece a pesar de todo en este film sobre el deseo de sustraerse a él. una manera de interpretarlos para sugerir su modalidad interior: es decir, acce-
El problema es que al disponer ante el objetivo tonalidades pretendidamente der a un grado de materialidad (física y psíquica) que se sitúa a la vez de uno
concertadas, cuando se trata a pesar de todo de no desconcertarlo demasiado, y otro lado del contorno de realidad impuesto por la captación fotográfica. Se
uno queda por debajo de la violencia que Antonioni deseaba y con respecto a pretendería sustituir ese carácter ineluctablemente macizo (por sutil que sea)
la cual él no sabe si es mejor pintar lo real que describirlo, volverlo más bien por una visión que sería a la vez discreta (en sentido lingüístico) e imperiosa
verosímilmente abstracto o inverosímilmente figurado. Los más bellos films (porque queda marcada, con todos los riesgos que ello comporta). Antonioni
que existen resultan de esta tensión. Pero esta deja intacto el deseo de culpar a precisa muy bien que si el video sólo es por el momento un factor técnico,
la ilusión de lo real que no cesa de imponerse, con lo que ella da, pero también “da la posibilidad de un impacto diferente de la materia, la posibilidad de ser
con lo que prohíbe (aun cuando, en Identificazione di una donna, el testimonio más violento que la misma materia que uno trata”. Esta violencia, con tal que
del director de fotografía muestra a las claras que se intentó eliminar colores; se desarrolle, es susceptible de permitir “cosas de las que, con el film, uno no
lo que quiere decir: poder afirmar colores).20 tiene la menor idea”; implica “una nueva relación entre el autor y la realidad,
La respuesta de Antonioni a este problema es la tentación del video. Pri- entre el autor y las imágenes”. Antonioni ilustró un día, de manera profética
mero la tentación: se trata ante todo, de la manera en que él lo expresa, de una e indirecta, esta violencia que hay que animarse a ejercer en la imagen. Tomó
virtualidad. Pero esta es esencial. Escuchémoslo (en esas charlas publicadas algunas palabras de Oppenheimer con las que este trataba de defender a sus
con motivo de Identificazione di una donna, es decir, al menos tres años des- colegas que habían construido la primera bomba atómica, y las utilizó para titular
pués de Il mistero di Oberwald). Allí cuenta (con un placer poco propio de un una de sus películas (que nunca rodó). Lo comenta de esta forma, negándose
cineasta) cómo “con el equipamiento electrónico se obtiene exactamente lo a aclarar el sentido de una elección que él prefiere mantener en la oscuridad,
que uno quiere: en cualquier momento uno puede agregar, sacar, modificar el pero a través de la cual muestra el riesgo de explosión al que hay o habrá que
color de la imagen o de una parte de ella. La ‘telecámara’, en suma, permite someter la imagen, tarde o temprano: “Todo lo que significa un paso adelante
que la realidad sea mucho más maleable”. Se trata, dice, de individualizar hacia el conocimiento de la verdad, una verdad científica, cualquiera sea, es
esta materia. “Se pueden rodar tomas –ya se ha hecho– haciendo perder a los justamente justificable porque es técnicamente agradable, irresistible”.21
personajes su ‘corporeidad’, y dejando sólo los contornos, signos luminosos en Y después viene Oberwald. Esa historia en la que él no cree, en la que pudo
un contexto real”. En este contexto, vuelve a un proyecto concebido después ejercer violencia, sin duda con mucha menos dificultad que en otras. Señalemos
de Professione, reporter, y titulado “Celos” o “El color de los sentimientos”. Ese que es él, Antonioni, quien no cree en ella. Veinte años antes, sobre un tema
viaje de un hombre obsesionado con los celos, que va a buscar a su amante, similar (siglo XIX, política, sentimientos, fatalidad, romanticismo), Rossellini
atravesaba tres niveles: lo real, el recuerdo, la imaginación. “Esta estructura filma Vanina Vanini. Para Antonioni, pues, la empresa va a estar marcada por
me daba la posibilidad de colorear, si se puede decir así, los acontecimientos dos riesgos contrarios, e indecidibles: o uno no logra creer, como él, en la intriga
con colores que variaban según el nivel al que pertenecían: el color de una datada, convencional, a pesar del trabajo de imagen al que él la somete; o es al
escena imaginada cambia según el sentimiento que experimentamos mientras mismo trabajo de imagen al que podemos acusar de impedirnos creer en esa
la imaginamos”. tragedia de época. Y es verdad que presenta un obstáculo. Y que la “verdad”
Vemos el desafío de tal propuesta. Se trata, sin mediación de ninguna clase, de los cuerpos desaparece. Y que parece desaparecer a veces precisamente
sin red, de conservar por un lado lo real, la historia, el (los) personaje(s), los cuando el efecto aparece. Pero en su lugar nace algo muy difícil de definir. Una
verdad en menos o en más, como uno quiera, pero seguramente muy distinta.
20
Un sentimiento raro y fuerte cuyos efectos uno puede tratar de repartir bajo
Es interesante ver cómo la tensión entre artificio y realidad (de lo que habla Sylvie
Blum, es ella quien cita al operador de Antonioni) se encuentra reabsorbida (aunque los
términos no son verdaderamente contradictorios) por Alain Bergala al escribir: “Si existe
21
un film moderno en el que no queda ningún rastro de la rigidez de un cineasta riguroso Michelangelo Antonioni, Techniquement douce, Albatros, 1977 (citado por Aldo Tassone,
con su proyecto, ese es Identificación de una mujer”. pp. 28-29).
196 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 197

algunos títulos. Yo encuentro cinco: el ridículo, la opacidad, la excitación, la de sentido, acordar por sí mismo (si acepta el juego, riesgoso) un sentimiento
fulminación, el éxtasis. al color que se le propone.
Estos títulos no son aislables. No solo pueden coincidir en el momento de Puede pasar que este no pueda hacerlo, o que le sea indiferente. La opacidad
tal o cual efecto, sino que virtualmente están siempre presentes (más o menos) es esa indiferencia, que vale tanto para la afluencia del sentido como para su
en el film en su conjunto. Definen de este modo una posible posición del es- ausencia. Yo no pude interesarme en el plano en el que la sangre que gotea del
pectador. Es decir que su proporción, como su distribución, es muy subjetiva, cogote de las gallinas decapitadas en el patio del castillo cambia hacia un rojo
según la parte de aceptación o de rechazo que cada uno experimenta con oscuro. ¿Exceso de sentido? Quizá, pero el humo azul con que concluye sin razón
respecto a lo que se intentó. manifiesta la subida de Sebastian no me atrae tampoco. ¿Será que todavía no
El ridículo se debe a la irrupción misma de la desnaturalización. ¿Por qué ya conozco lo suficiente al personaje y que el color tendría que estar ligado, si no a
desde el prólogo los verdes exacerbados del bosque de pronto son traspasados un sentimiento reconocible, al menos a un afecto posible, que se dirija a alguien o
por nubes rosas? ¿Por qué el paisaje en el que el protagonista (Sebastian, el que pase a través de alguien? Tampoco. La decoloración súbita, muy viva, operada
joven anarquista que quiere asesinar a la reina y terminará amándola y siendo en el paisaje a partir del movimiento de una muchacha campesina, que nunca
amado) sube hacia el castillo de repente es color malva, luego cambia al azul, apareció antes, de repente me oprime; mientras que las variaciones cromáticas,
si en un principio era presentado de modo casi normal? ¿Por qué la imagen, aunque bellas (del verde brillante al azul, al malva), que parecen surgir del catalejo
hasta allí en tonos gris-verde-pardo (una de las dominantes “naturales” de este de la reina enfocado hacia el jardín me dejan más bien indiferente. La alquimia de
film disfrazado) cambia completamente al verde cuando Edith de Berg abre los colores parece tanto más misteriosa cuanto que sus efectos se destacan, son
la ventana de los aposentos de la reina? ¿Será tal vez que el verde designaría visibles, apelan a una sensibilidad no formulada.
el elemento “ventana” o el elemento “reina”, como parece indicarlo luego una Sin embargo, queda claro que la excitación nace más bien de las escenas en
segunda aparición de verde cuando la reina (interpretada por Mónica Vitti) que el color engendra sistema. No sentido, sino sistema, producido por efectos
abre ella misma una ventana? Pero entonces, ¿por qué la reina es invadida por puestos en el tiempo, de tal manera que trabajan figuras (más o menos retóricas)
el azul cuando se duerme en su sillón, y por qué es una luz malva y azul la que propias del mismo cine. Contrariamente a Aldo Tassone, me cuesta ver en el
entra, en otro momento, por la misma ventana? El problema se vuelve arbi- halo “violeta” (de hecho, azul en una primera escena, malva en la segunda, lo
trario o tiene un motivo. Antonioni lo planteaba en estos términos: “Cuando que ya tiende a quitarle sustancia) que acompaña al conde de Föhn, el jefe de
alguien está furioso, se dice que ve ‘rojo’;* pero también podría ver ‘amarillo’ policía, una traducción del “carácter hipócrita del personaje”. Pero la manera
si las circunstancias se lo sugirieran”. Antonioni parece no haberse fijado en que el color lo anuncia (la puerta azul que se recorta, aun antes de que
aquí ninguna regla, sino más bien haberse dejado guiar por las circunstancias uno lo perciba, en la primera escena con la reina), la manera en que lo sigue,
para ensayar colores, experimentar diversos modos de transición y de empleo se desplaza con él, se extiende y se retrae, llenando todo el cuadro o solo una
que tanto terminan por expresar su sentimiento del color, como por traducir parte, esta misma variable según sus movimientos y los de la persona con la
“el color de los sentimientos” (a veces más lo primero que lo segundo). Nos que dialoga (la reina en la primera escena, Sebastian en la segunda), todo esto
encontramos en presencia de una dinámica, de una oleada de color como confiere al color el cuidado de manifestar en términos de influencia visible
emoción, ritmo, pulsión del film como cuerpo de color, más bien que ante la esta parte misteriosa que es el aura de los cuerpos en el espacio del plano y de
búsqueda de una correspondencia término a término, o aun una manera de las relaciones de planos. Tenemos entonces un caso de figura particularmente
destacar instantes privilegiados. Es entonces sorprendente que la única escena excitante: el momento en que solo queda en la imagen del conde (uniforme-
de sexo un poco sensual (en el parque, entre Sebastian y la reina) esté rodada mente azulada) o de la reina (un tono amarillo-pardo-verde relativamente
sin efectos. Antonioni evitó el ridículo de una traducción demasiado literal. realista) una franja, un borde del tono de la imagen del otro, para señalar, fuera
Prefiere el ridículo de lo arbitrario, que siempre lo es solo a medias; basta con de campo, su presencia: emana entonces del otro ausente, en el mismo interior
confiar en el sentido innato del espectador que le permite crear un excedente del cuadro, lo que habitualmente viene de la memoria inmediata de la imagen
sostenida por el diálogo. Es imposible decir lo que traduce exactamente tal
*
N. de la T.: en italiano y en francés, las expresiones “vedere rosso” y “voir rouge”, respec- variación, o tal movimiento del cuerpo en el interior del cuadro. Pero el “plus”
tivamente, quieren decir tener un fuerte acceso de cólera. que esta variación al convertirse en color que invade, que rechaza el color del
198 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 199

otro, da la idea de un espacio interior materializado, aunque uno no sepa qué


nombre ponerle. Antonioni ha sabido jugarse en esta mano, prolongar su
excitación: aprovechó, por ejemplo, el pasaje del conde ante una ventana para
traspasar con un verde estridente el azulado uniforme que lo rodea (crea así
una imagen improbable, un collage mental); y al final de la secuencia, la masa
de ese azul se reduce súbitamente a la silueta del ministro, como para marcar
su desaparición, pero sin hacerlo realmente, ya que el azul se difunde de nuevo
suavemente alrededor de él cuando atraviesa la puerta del apartamento. 1 2
Estas variaciones destacan el valor virtual, polémico, casi conceptual, de
tales efectos: en la escena con Sebastian, los dos hombres son primero captados
durante varios planos en el mismo color (que se torna entonces una-casi-au-
sencia-de-color), antes de que el malva rosado se vuelva a apoderar del conde
según el mismo principio que en la escena anterior. Pero los dos hombres
también serán precipitados juntos, durante algunos planos, en el color, luego
en la decoloración, antes de que un azul ácido, introducido aprovechando la
parte alta de una puerta, trabaje a su vez toda la imagen, para borrarse después.
Alguien podrá decir: Antonioni hace cualquier cosa. No: ensaya soluciones 3 4
variadas, elaborando, pero también limitando, un principio de composición que
podría depender de la motivación rígida tanto como de la pura arbitrariedad. realmente nos deja sin aliento. A este loco éxtasis responde a veces el éxtasis
Y eso es lo que lo hace excitante para el ojo y para la mente. tranquilo. El color realista se sumerge entonces en un azul pálido matizado de
La fulminación deja poco tiempo a la reflexión, es su oportunidad para rosa: se diría un pastel, una suerte de decoloración coloreada que se amolda a
triunfar sobre el ridículo. El verde que invade la pantalla cuando Edith de la suspensión de los gestos. Una semimotivación hace lugar a la semiarbitra-
Berg abre la ventana es de esta naturaleza. O el muy bello azul malva que riedad: al contraste de los colores vivos arrastrados por la cabalgata le sucede
surge cuando la reina solo se aproxima, más tarde, a la misma ventana. Estos un momento de ilusión amorosa en la reina, de melancolía enternecida en su
dos ejemplos están tomados de la vertiente de la arbitrariedad. Opuestamente, amante. La escena dura, juega el juego de un découpage variado que fija poco
las variaciones de intensidad del color en el interior de un mismo tono están a poco la tentativa; la vuelta a lo real del color, delimitando el efecto, refuerza
vinculadas al sentido de la historia y al destino de los personajes: cuando unas su intensidad. Aquel espectador que no permaneció ajeno, o que nunca antes
flores rosa pálido, aisladas en un primer plano, se oscurecen hasta llegar al rojo, había sido aludido tan directamente, se ve sumergido en algo jamás visto: las
esto marca el aumento del deseo entre Sebastian y la reina; cuando el conde variaciones del color salen en busca de las del sentimiento.
de Föhn toma una flor violácea y, pasando al interior del campo de Sebastian Antonioni ha insistido en mostrar que su referencia es la pintura. Y lo hizo
(en la escena ya citada), su color desaparece, es la muerte que se anuncia. en el mejor momento. En la escena final, donde la muerte de los amantes es
Si esa fulminación se prolonga, y se mantiene, es el éxtasis. Como en la objeto de un constante deslizamiento, a veces en el límite de lo indecidible,
cabalgata de la reina. Un prado demasiado verde. El bosque que se vuelve entre color natural y color interpretado. La reina pasa ante un tapiz del que
azul a medida que el caballo avanza, que la cámara sigue su movimiento, para solo retenemos rostros petrificados (pero la impresión es fuerte); luego se
desembocar en un cielo verde. Ese verde flota sobre las crines del caballo. El acerca a un cuadro que no he podido identificar, pero en el que se reconoce el
follaje, los campos cambian al rosa pastel y al malva. Planos muy cercanos. patético desenfreno de los cuerpos en la pintura antigua (una mujer amenaza,
Planos lejanos. Regueros amarillos sobre la grupa del caballo avanzan hacia espada en mano, a un hombre abatido en el suelo). La reina gira, siguiendo
un cielo de nubes amarillas. Hay allí una audacia conmovedora en el enca- la escalera, se vuelve y mira largamente la pintura; en la parte derecha del
denamiento de los colores, su progresión, su ritmo; esta manera de jugar el cuadro la posición de su cuerpo equivale a la del motivo y este, a su vez, nos
color como elemento portador de las relaciones de distancia entre los planos refiere a la trama del film. Trama por trama, drama por drama.
200 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 201

las ganas de buscar un eco del lado de la única forma de arte que mantiene con
esos niveles de realidad y su desarrollo temporal una relación soberanamente
libre, porque su materia es una sustancia volátil: la literatura.
Parecería que es hacia una posibilidad de este orden hacia donde tienden
las tres obras aquí reunidas: liberarse de lo demasiado real de la imagen para
poder inventar vínculos de otra clase entre lo actual y lo virtual, lo material y
lo inmaterial. Evidentemente, la analogía no se puede tomar al pie de la letra.
1 2 Pero cuando el cine sobrepasa de este modo la frontera de los cuerpos para
reanimarlos, desde el interior (como en Kuntzel y Godard) o por una presión
cromática exterior (en Antonioni), ¿no postula acaso una capacidad de variación
con la que la literatura ha jugado de manera espontánea, porque puede hacerlo
naturalmente, desde el momento en que ella misma se interroga insistentemente
(quizá bajo la influencia de la foto y del cine) sobre la representación de los
cuerpos, su imagen y la imagen misma? A propósito de esto, recordemos que
Antonioni había pensado asociar a Barthes a su búsqueda sobre “el color de los
sentimientos”, y que lo hizo al tratar de mantener su proyecto con pasajes de ese
3 libro dedicado al cuerpo-imagen que es Fragmentos de un discurso amoroso.
Tomaré (muy brevemente) tres ejemplos. Cada uno de ellos trata de delimitar,
Y, sin embargo, la pintura no basta para calificar el desplazamiento que el en el procedimiento literario, un momento o una postura de transformación
video permite de este modo al cine. Como tampoco es suficiente en el caso de que el cine podría estar preparado hoy para expresar más directamente, más
La Peinture cubiste y de Numéro deux. El problema esencial, ya lo hemos visto, libremente de lo que lo ha hecho, cuando, sobre todo gracias al video, es
es el del pasaje, que las tres obras manejan cada una a su manera. ¿Cómo pasar frecuentado nuevamente por la pintura. En El rincón feliz, de Henry James,
de una imagen que “representa” (respecto de la norma implícita de la percep- hay un momento en el que el protagonista, a fuerza de vagar por la casona
ción natural sustituida por la del objetivo) a una imagen que “des-representa” de su infancia y de observar con una mirada más allá de la mirada en lo que
(es decir, que trabaja contra esta norma, aunque sea una norma imprecisa)? se hubiera convertido su imagen si nunca hubiera abandonado esa ciudad y
Recordamos la ensoñación de Élie Faure: esa “animación de la pintura” que la esa casa, percibe finalmente algo que se va formando en la textura de su per-
cineplástica parecía realizar la tomaba también como un fenómeno demasiado cepción. “La penumbra densa y oscura servía virtualmente de pantalla a una
radicalmente nuevo como para poder “seguir pensando en la pintura”. Invocaba figura tan silenciosa como una imagen erguida en un nicho o un centinela con
la arquitectura, en la que él veía la expresión principal de la forma de “civiliza- visera negra que custodiara un tesoro. Más tarde, Brydon sabría, recordaría y
ción plástica” propia de un mundo nuevo (el cine es entonces “una arquitectura comprendería ese algo particular que había creído percibir durante el resto de
en movimiento”). Pero según él, es hacia la música que la cineplástica debería su descenso. Vio que, en su gran margen gris tornasolado, el centro se reducía
tender. Es la manera en que Élie Faure reintroduce en la pintura, previa revisión vagamente, y sintió que iba tomando la forma de aquello a lo cual, desde hacía
desde el punto de vista del cine, un tiempo que jamás es el suyo. Un tiempo tantos días, aspiraba su apasionada curiosidad. Eso se adivinaba, se dibujaba
que plantea al cine, vuelto a frecuentar por la pintura como lo es hoy en día, un siniestramente, era algo, era alguien, el prodigio de una presencia personal”.22
problema que la pintura no conoce realmente, ya que nunca produce (a pesar Se podrá decir que tales efectos evocan irresistiblemente aquellos que el cine
de todo lo que se pueda decir en contra) más que fragmentos de espacio, y que fantástico, desde hace mucho tiempo, no ha dejado de manejar. Y que Ruiz
su relación con la analogía es otra (aun cuando el arte moderno haya consistido hoy en día, o David Lynch o Garrel… Por supuesto. Pero cómo no ver, si ha-
en parte en desnaturalizar esa frontera –y en terminar con ese problema–). cemos viajar ese instante ejemplar, si aumentamos su presión en el interior de
En esos dos aspectos, la pintura ignora la cuestión del pasaje entre niveles de
realidad heterogéneos dispuestos en el tiempo. Es así como de repente surgen 22
Henry James, Histoires de fantômes, op. cit., p. 149.
202 RAYMOND BELLOUR DE ENTRE LOS CUERPOS 203

la obra, y si sobre todo prestamos atención a la manera en que trata el cuerpo dibujos animados al “cineasta absoluto, que espera la grabación directa de las
mismo y, a través de él, la materia más interna de la imagen, cómo no ver que producciones de la imaginación, por captación de las ondas mentales”. Como
él representa el punto en que el video, apoyándose en el cine, le permite entrar tampoco lo había en Antonioni al proyectar “una nueva relación entre el autor
en la imagen como lugar manifiesto de vibración y de metamorfosis. y la realidad, entre el autor y las imágenes”. Se trata a lo sumo de aceptar (de
Tomo el segundo ejemplo de la evocación que hacen Deleuze y Guattari (en nuevo) una virtualidad cada vez más necesaria, ya que sabemos desde ahora
El Anti-Edipo) del lento proceso que, a través de algunas decenas de páginas, que la imagen no puede más que ir, también, a otra parte. Que ya no es, como
conduce al narrador proustiano hacia la mejilla de Albertine, a quien trata de antes, una imagen que se defendería de ella misma. Tal deseo no va por prin-
darle su primer beso. “El rostro de Albertine es en un principio una nebulosa, cipio en contra de un cine de la transparencia y de lo visible. Es más bien una
apenas extraída del común de las muchachas. Luego aparece la persona de forma de darse cuenta, definitivamente, de que este arte no ha sido menos
Albertine, a través de una serie de planos que son como sus distintas perso- “abstracto” porque se haya apoyado en la analogía fotográfica. Es también la
nalidades, el rostro de Albertine que salta de un plano al otro, a medida que ocasión de ver a la imagen analógica volverse cada vez más preciosa desde que
los labios del narrador se acercan a la mejilla. Finalmente, en la proximidad está realmente amenazada. Como si existiera en esta amenaza una “violencia”
exagerada, todo se desdibuja como una visión en la arena, el rostro de Alber- positiva a la vez para la analogía en sí misma y para lo que se perfila a través
tine estalla en objetos moleculares parciales”.23 Este estallido, ¿no es el del de ella de un cine visitado por fuerzas quizá más extremas que las que hasta
exceso de analogía, no marca la necesidad de un paso más allá para delimitar ahora lo han impulsado.
el inframundo de una percepción afinada que hace de la proyección interior
1987.
del que ve la condición de formación de una nueva imagen?
Y luego estaría, como línea de fuga, el entremundo de Michaux. El universo
de transformación de los estados del “yo”. Este tiene la consistencia de un pri-
mer doble del autor (y a partir de ese punto vacilante, de una infinita hilera de
dobles). Pero su materialidad va mucho más allá de los contornos de la persona;
se vuelve traslúcido, se disuelve, es absorbido por el color o reabsorbido en
el rasgo, como lo vemos en sus acuarelas y sus tintas. Y nos lleva así al límite
de la historia, allí donde, en la multiplicación y la disgregación infinita de las
historias, la ficción solo pende de un hilo (sería, por ejemplo, la historia de los
“hombres de hilo”). Pero ese hilo es sólido, figura de porvenir.
¿No puede uno pensar que el día en que el cine, por el video (y, más allá,
por lo que lo prolonga, la imagen de síntesis, cuyo solo nombre es la virtua-
lidad misma), haya en verdad domesticado a la pintura podrá, si no pierde
en el camino el arte que ha adquirido de tratar el tiempo contando historias,
hacer así lo que hasta entonces solo podía hacer la literatura, aun cuando sea
por medios muy distintos? Esto implica poder mantenerse al mismo tiempo
en el plano de la narración (el hilo de la ficción) y en la pura dimensión del
afecto, expresado a partir de su cuerpo interior. Que nadie vea allí un deseo
de programa o de norma. No más de lo que lo había en Jean George Auriol
(llevado por una de las numerosas olas que se desarrollan desde el cine mudo,
y que preparó la “política de los autores”) cuando reconocía en el realizador de

23
Gilles Deleuze y Félix Guattari, L’Anti-Œdipe, Éditions de Minuit, 1972, p. 82 (trad.
esp. El Anti-Edipo, Barcelona, Paidós, 1998).
Jean-Luc Godard, Scénario du film Passion, 1982.
LAS IMÁGENES DEL MUNDO

He aquí nuevamente las imágenes del mundo. Todas las imágenes. Las de
la Historia y las de la leyenda. Como las del cuerpo-máquina que las recibe y
las emite. Llegan con una violencia que acrecienta el sentimiento de urgencia.
Hay que saber en qué se transformaron y cómo nos vuelven, hoy que el mundo
ha desaparecido, devorado por su propia expansión. Hoy que no creemos más
en este mundo, dice Deleuze, porque el vínculo entre el hombre y el mundo
ha sido roto, ¿cómo creer en la fe, nuestro único vínculo, cómo creer a pesar
de todo en este mundo en el que estamos “como en una situación óptica y
Raoul Walsh, Battle Cry, 1955.
sonora pura?”.1
Existen en este video, Art of Memory, al menos cuatro planos de memoria
que forman un bloque, que ante todo hay que desenredar.
El primero es el niño Woody Vasulka, que vuelve a través de un recuerdo
de manera insistente: es el final de la guerra, tiene diez años, vive cerca de un
aeropuerto militar convertido en un cementerio de aviones; en los cazas alemanes
encuentra, hechas pedazos, algunas máquinas de guerra ultraperfeccionadas
que él desarma y vuelve a armar, sometiéndolas a una interminable autopsia.
“Después de la guerra, Europa era un inmenso basurero. Allí se podía encontrar
de todo, desde un arma hasta un dedo humano en un vertedero”.2
Luego viene el adulto que recuerda a este niño sometido al poder de las
máquinas de guerra. Se transformó en un prodigioso constructor-manipulador
de máquinas de producir visiones, un investigador de nuevas imágenes. Hace
ya varios años que con su mujer, Steina, arma, compone, desarma los elementos
de base de un lenguaje, soñando a veces que puede llegar a convertirse en un
nuevo idioma. Digamos, como él: un “vocabulario” susceptible de fijar y luego
desarrollar la fisicalidad inmaterial de imágenes concebidas en tiempo real

1
Gilles Deleuze, L’Image-temps, op. cit., p. 223.
2
Entrevista con Woody Vasulka, por Ken Ausubel, en Steina et Woody Vasulka vidéastes,
Ciné-MBXA/Cinédoc, 1984, p. 26.
Richard Fleischer, Between Heaven and Hell, 1962.
208 RAYMOND BELLOUR LAS IMÁGENES DEL MUNDO 209

tanto a partir de la simple realidad como de la pura señal de video, gracias a la fuerte, hasta se ve confrontado a su doble con arrugas que le habla desde atrás
fuerza mitad ciega, mitad extralúcida de las máquinas. Jean-Paul Fargier mostró con la voz de Oppenheimer, como desde el interior de una conciencia-cerebro
muy bien cómo estas investigaciones de base pudieron un día convertirse, para materializada: ser de pura trama a través del cual la memoria electrónica se 19
Woody Vasulka, en obra por “la elección de un tema”: se dedicó a mostrar la confunde con la trama de la Historia.4
degradación y la muerte de un virtuoso, confiriendo a esta historia un destino El cuerpo del actor oscila allí entre los dos extremos de la representación,
particular que se sostiene por entero en su tratamiento (para Steina, por un de manera todavía más franca que en The Commission: es uno o el otro para
proceso comparable, ese tema será “el Oeste” como pérdida de límites).3 El poder aparecer mejor ante el espectador como el uno y el otro. De la misma
cuerpo vivo, que declina y luego agoniza, de Paganini aparece en The Commission manera que la cinta en su conjunto combina de modo sorprendente cine y
víctima del movimiento perpetuo de una figuración-desfiguración (como el de video. Esto se manifiesta al principio de la segunda sección. El protagonista se
Berlioz que contribuye a su caída): “En la pantalla hay siempre dos imágenes: enfrenta, desde el primer plano, a la criatura mítica; de repente, el cielo, como 14
la imagen virtualmente entera y uno de los estados parciales y transitivos que fondo de paisaje, se transforma, cambia a un gris abstracto descompuesto en 15
nos presenta su movilidad constante”. Esa es la novedad: concebir estados aún partículas y una especie de lluvia metálica se abate, formando una cortina.
desconocidos de la imagen para un trabajo de ficción que utiliza y reinterpreta El plano siguiente está hecho en montaje cut, por una unión ultrarrápida; el
tanto los efectos de la luz contrastada (por líneas y playas) del gran cine expre- protagonista, hasta ese momento visto de espaldas en tres cuartos, es vuelto
sionista alemán como los de su difusión (por medio de pinceladas y puntos) en a tomar en plano cercano, de costado, tirándose al suelo en medio de los 16
la pintura impresionista o fauvista. Muy cinematográfica en su pretensión de arbustos para escapar a la amenaza de un objeto volador que pasa a través
ópera, The Commission vuelve a dar en ese sentido una vitalidad insospechada de la imagen. Se trata de un auténtico plano de cine, sin ningún efecto de
a los arquetipos narrativos de la subjetividad romántica que jamás, creo, el tratamiento de video (podríamos creer que salió de las secuencias de acción
video había osado volver a afrontar de manera tan directa (muerte, contrato, de Close Encounters of the Third Kind [Encuentros cercanos del tercer tipo]).
culpabilidad, castración etc.). Después de eso se vuelve al trucaje electrónico que divide cada plano del
Este es el punto a partir del cual Art of Memory retoma otro tema, que tam- video, por la mitad, asegurando la transición de plano a plano. El personaje 17
bién da testimonio de una experiencia del mundo y de un tratamiento propio. de la ficción-ópera es así singularizado de entrada. La elección que lo hace
Esto se opera incorporando al procedimiento el medium que históricamente se tomar conciencia del drama se encuentra especificada a la vez en términos de
encargó de acompañar esta experiencia, traducirla, memorizarla para el niño, construcción (del plano) y de materia (de la imagen); de modo que los con-
luego el adolescente, nacido de la guerra: el cine, testigo de esa guerra y, más flictos y las transformaciones que afectan la imagen y el plano se convierten
allá, de todas las guerras del siglo cuya memoria trata aquí de renovar y de en uno de los desafíos de la ficción.
difundir el video. Doble memoria, entonces: de la guerra, y del cine convertido Finalmente, está el espectador, cuya memoria es puesta a prueba. Como
en lugar de pasaje entre una antigua y una nueva manera de hacer la guerra, a sujeto moral, debe volver a recorrer mentalmente el espacio aterrador abierto
pura imagen tanto como a andanadas de proyectiles, a andanadas de imágenes- por la desreglamentación metafísica de la guerra moderna, a partir de la Pri-
proyectiles, al borde de la desaparición, como lo mostró Virilio. mera Guerra Mundial hasta el final de la Segunda, reabsorbida en la imagen
La tercera memoria de Art of Memory, que nos hace penetrar más directa- del apocalipsis nuclear. Como sujeto psicofísico, debe sobre todo tratar de
mente en el interior de la obra, es la del actor-personaje al que Woody Vasulka memorizar lo que ve en el mismo momento en que lo ve para tener acceso
encargó que fuera su intercesor. El hombre de rostro profundamente marcado a la lectura del acontecimiento. Vasulka da, en efecto, a la experiencia de lo
que aparece en la segunda sección del video para desafiar a la criatura de incomprensible (o de lo mal comprensible) de la cosa mostrada un carácter
14 enigma –ángel, demonio, esfinge, Espíritu de la Historia, Ícaro o Superhom- sobreagudo. El vértigo es menos sutil en un sentido que en The Commission;
bre– instalada en el paisaje, ese hombre lleva inscrito en sus arrugas el tiempo pero conceptualmente se vuelve más interesante (aunque solo fuese al precio
de la experiencia de la que la obra hizo su tema. Más adelante, en otra imagen
4
Ese rostro que habla con la voz de Oppenheimer es quizá simplemente el de
3
Jean-Paul Fargier, “Zéro un”, en Où va la vidéo?, Cahiers du cinéma, número especial, Oppenheimer que reaparece más adelante en el video. Pero en ese plano, tal cual, copia
1986. a tal punto, físicamente, el rostro del actor que aparece también como su doble.
210 RAYMOND BELLOUR LAS IMÁGENES DEL MUNDO 211

de una cierta pesadez didáctica) a causa del movimiento de conciencia al que su desaparición. Pero esto no es nada aún con respecto al proceso que domina
es impulsado el espectador para tratar de mantener la coherencia visible de la sexta sección: una banda desflecada de imágenes penetra lateralmente en el
lo que ve en lugar de abandonarse a ello. De este modo, haciendo eco a la plano y lo atraviesa, lo escinde, se extiende, imponiendo la nueva imagen por
tensión que se produce entre cuerpos “reales” y cuerpos de trama, debemos combinación con el postigo separador, de modo que uno asiste a una suerte
tratar de delimitar en dos niveles el diálogo circular que se teje entre cine y de dilatación del espacio-tiempo común a los dos planos, a la manera de los
video, como entre analógico y digital. El primero es una tendencia al plano larguísimos encadenamientos que tanto sorprendían al ojo a comienzos del
(y al segmento): irrumpiendo sobre sí mismo, el plano no deja de constituir cine. Este tipo de trucaje, de este modo, va hacia el plano, como siempre lo
unidades (de narración, de drama) cuyas divisiones sensibles fijan lo inasible del ha hecho en el cine –lo demarca–, pero cuestionando sus límites: “video” es
acontecimiento. El segundo nivel, interior al primero, pero específico, consiste uno de los nombres del pasaje que conduce de la demarcación a la pérdida de
en volver a desplegar un pensamiento de lo fotogramático y de lo fotográfico límite. Pero, lo adivinamos, es desde el interior del plano desde donde viene
que forma lo más íntimo de la relación entre video y cine. el cuestionamiento más fuerte; atenta contra la unidad del plano, porque la
Art of Memory está dividido en siete actos o secciones perfectamente de- descompone, abriendo la perspectiva a los dos niveles conexos del fotograma
limitadas. Las secciones III a VI corresponden cada una a un tema particular y del dispositivo.
(la violencia nuclear; la Guerra de España; la Revolución Rusa; la Guerra del Casi todos los planos, en efecto, se dividen entre dos motivos. El paisaje
Pacífico). La primera sección constituye una especie de obertura; la segunda de Nuevo México (montañas y desiertos) constituye el fondo, el cuadro: ima- 6
introduce al actor-personaje (se lo vuelve a ver en las secciones III y IV, luego gen plenamente fotográfica, aunque el color está a menudo desnaturalizado. 7
desaparece); la última lo reintroduce, modifica su estatus creando una suerte Y sobre ese fondo se inscriben grandes formas grises, digitales (o más bien
de epílogo.5 digitalizadas). Su complejidad se debe a la relación que mantienen con la re-
8 El trucaje utilizado para pasar de un plano a otro (todos los planos con presentación analógica: ya sea que la aumenten mimando sus motivos, ya que
10 excepción de uno) es una especie de “postigo” de forma sinusoidal: se abre (o se la capturen y la redistribuyan.6 Primer caso: el primer plano (en el que desfila 1
11 cierra) a partir del centro, horizontalmente, confiriendo una nueva flexibilidad el genérico) muestra a la vez un fondo (montañas rojas y cielo amarillo) y una
17 a los antiguos postigos del cine mudo (una imagen sin motivo, en un gris liso, serie de olas grises animadas de un ligero movimiento giratorio, que figuran
producida por el mismo trucaje, delimita las secciones). A partir de la quinta un primer macizo montañoso. La identidad de los motivos, su aparición si-
sección, el proceso se complica. A veces la parte alta de la imagen parece ser multánea inducen una reversibilidad entre naturaleza y artificio, figura-forma
la única que cambia, porque la parte baja de las dos imágenes que se suceden y fondo, lo que no impide que se siga sintiendo su separación. Segundo caso,
es idéntica. Con mucha mayor frecuencia, en lugar de desaparecer por la parte a partir del segundo plano: sobre un fondo de desierto y de rocas, se destaca 2
de arriba, la parte superior de la imagen desechada se reduce y se transforma una forma gris, geométrica, hecha como de una doble pantalla plegada; en una 3
en una especie de echarpe que parece flotar en el cuadro antes de salir por la cara se percibe una sigla oscura, revolucionario-fascista; en la otra, un globo
izquierda (o de entrar: todo trucaje puede siempre ir en sentido doble). Esta terráqueo que gira, y sobre el que se proyecta la sombra de la sigla (mientras
segunda separación puede ser muy perturbadora para el ojo de la memoria: que el sonido de guerra, de los idiomas, de las palabras que los acompañan va
en efecto, acrecienta la confusión entre los dos planos que ella divide, aumen- aumentando: “Stalingrado… África…”).7
tando el tiempo de persistencia de la primera imagen, ya como aspirada por A partir de allí, todo el interés surge de lo que les sucede a las grandes
formas grises. Estas tienen como característica ya sea la de representar algo,

5
Voluntariamente he hecho trampa en la división. Sintagmáticamente, stricto sensu, hay 6
ocho secciones, si uno sigue la lógica segmentaria demostrada por la instancia de demar- Constituyen una excepción a esta omnipresencia de la forma gris: el plano único “de
cación: el postigo gris que se vuelve a cerrar (con un crujido que refuerza el efecto-ima- cine”; un cierto número de planos del ángel-demonio en el paisaje (por ejemplo, seis en
gen). Pero desde el punto de vista del tema, la sección III y lo que sería la III bis o la IV la primera sección); dos planos de Oppenheimer en la tercera sección (un tercero hace,
son homogéneas, las dos están dedicadas a la violencia nuclear y se apoyan en elementos en parte, cambiar a Oppenheimer a la forma gris); y algunas solarizaciones coloreadas
comparables. Encontramos allí, de manera divertida pero significativa, problemas de seg- detrás del protagonista en esta misma sección III.
7
mentación del cine más clásico. El que la conoce puede adivinar la sigla de la UFA, el más grande productor del cine
alemán, que a partir de 1933 se encargará de la propaganda y la máquina de guerra nazis.
212 RAYMOND BELLOUR LAS IMÁGENES DEL MUNDO 213

animado o inanimado, ya la de servir de soportes (y una cosa no excluye la deducciones operadas en el interior de una misma escena. No se sabe fi-
otra). En el primer caso, inducen un trastorno, permitiendo mezclas, favo- nalmente si la escena cambia (mínimamente) o se reproduce (puramente)
reciendo pasajes entre diversos niveles (de ideas, de categorías, de materias). de un plano, de un fotograma al otro, si se trata de una pura repetición
5 En el segundo caso, de manera mucho más profunda, esas formas afectan o de diferencia constante (se presiente más bien que uno pasa más allá,
9 el funcionamiento de la memoria, de la imagen-memoria; hacen resaltar la como hacia una imagen posible, algo visible más allá de lo divisible y sin
12 experiencia constituida por la visión del video y por la doble historia que allí se embargo hecho de él, próximo a la repetición como diferencia sin concepto
13 representa: historia del siglo e historia de los medios –pasaje del cine al video de la que habla Deleuze).8 Nada aquí es verdaderamente descifrable, aun
y a la imagen numérica, pasaje de lo que transita entre ellos: lo fotográfico–. para el espectador-analista que trata de luchar contra esa descomposición
Un plano ya citado va a servirme de guía: el primero de la segunda sección. de la memoria para decir cómo está compuesta. Todo pasa o demasiado
El protagonista hace frente al ángel-demonio, le lanza una piedra, luego lo rápido, o demasiado oscuramente, o demasiado indefiniblemente, aunque
14 fotografía, cinco veces. Es entonces cuando el cielo, que hacía de fondo del uno adivine o uno “vea” el todo de lo que escapa: los movimientos de las
15 paisaje, cambia a la forma gris (es el único ejemplo, creo, de transformación tropas, las ciudades incendiadas, los portaviones, las descargas, los asaltos,
franca de lo analógico a lo digital, de lo figurativo a lo abstracto); se convierte las explosiones, los disparos de cohetes, los vuelos, los despegues, las siluetas,
en una especie de pantalla de lluvia metalizada cuyas gotas imaginarias, ani- los miedos, los rostros.
madas por un movimiento constante (de abajo hacia arriba, de arriba hacia Las variaciones de figuras, de ritmos, de frecuencias, equivalen en sí mismas
abajo), son sin embargo microfragmentos sólidos, yuxtapuestos, soldados. Se a otros tantos ecos posibles en los contenidos de las escenas. Pero la forma gris
tiene la impresión de que cada fragmento de esta parte de imagen artificial parece sobre todo abrigar el cuerpo del film, su sustancia material, la película
que nace de la toma fotográfica se vuelve el equivalente de un fotograma, y que misma; de este modo hace desfilar el film debajo del film, “el otro film”.9 Por
el conjunto es entonces una imagen simultánea del mismo plano como suma otra parte, la forma gris materializa las mil y una formas de ese cuerpo a la vez
de fotogramas (o también, por extensión, del video como conjunto de pla- real y virtual –el film– en la medida en que se presenta también, claramente,
nos). Fotogramas tratados de manera uniforme, como en un cuadro, aunque como pantalla. Allí está lo que anuncia el plano de la toma fotográfica y de la
conservan su valor de movimiento. Fotogramas que componen, representan lluvia de acero. Allí está lo que se concretiza en la tercera sección, justo des- 15
al mismo tiempo la pantalla que los recibe. El poder de este efecto motiva, pués que termina la segunda con la más bella de las formas imaginables: una
16 pienso, que enseguida se pase al único plano puramente “cine” del video. La máquina digna de En la colonia penitenciaria, que atraviesa el desierto como 18
forma gris tiene justamente la función de figurar la mutación del cine: al un rastrillo o un insecto loco, en la que se inscriben escenas de una extrema
penetrarlo desde el interior, agita y regenera su memoria. violencia que parecen desvanecerse y reaparecer a la vez contra el borde de
A partir de la tercera forma gris de la primera sección, se juega la partida: los paneles receptores, detenerse allí como también atravesarlo. El efecto se
9 la máquina célibe acodada que franquea el paisaje está compuesta de partes vuelve tanto más fuerte cuanto que la máquina parece seguir en travelling,
desiguales rodeadas de rasgos que simulan otras tantas soldaduras; pero sobre gracias a un movimiento lateral que barre el paisaje en el que se destaca: hecho
toda esa superficie se proyecta película, que se va modulando según los recortes, rarísimo en el video, donde el movimiento nace casi siempre desde el interior
recomponiendo otros tantos planos y/o fotogramas, a la vez actuales y virtua- de la imagen.10
5 les. Se detallan ocho formas de ese tipo (sobre trece) en esta primera sección.
9 Las imágenes que se acumulan y se suceden allí están constantemente en el 8
Es la fórmula emblemática de Différence et répétition, Gilles Deleuze, P.U.F., 1968,
límite de la visibilidad (o de la legibilidad). Se amoldan a las disposiciones p. 36 (trad. esp. Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2002).
12 más inesperadas de las formas grises, y se convierten así en los instantes de 9
Thierry Kuntzel designa como “aparato fílmico” un espacio a la vez material y mental,
13 una suerte de cuerpo fenomenal global, mutante, vidente, interno-externo, entre “el film-proyección” y “el film-película”.
tanto como en fragmentos de percepción procedentes de una visión autó- 10
Se comprende hasta qué punto esta tercera sección, muy corta con sus tres planos sin-
noma. Están al mismo tiempo animadas de un movimiento constante y gulares (el conflicto entre el protagonista y la figura mítica, con la lluvia de acero; el plano
recorridas por detenciones –podríamos decir–, por puntos-momentos de “cine” del protagonista, y esa forma gris), constituye como el corazón del video, su mo-
fijeza que suponen tanto pasajes bloqueados de una escena a la otra como mento envolvente, que delimita la mayoría de los puntos de tensión entre cine y video.
214 RAYMOND BELLOUR

En la tercera sección, la pantalla está primero detrás del actor, tal como un
recuerdo hacia el cual este se vuelve: inmensa pantalla cóncava, cinemascope
21 que se entremezcla en el paisaje, como un gran panel forjado de Richard
Serra que hubiera encontrado finalmente su ámbito natural. El gris liso
poco a poco se enloquece, transitan las nubes, surge la luz, se concentra allí
y desaparece. La bomba atómica explota. Toda la memoria del mundo, toda
la energía en un solo movimiento, en un inmenso fotograma.
9 10

1 2
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218 RAYMOND BELLOUR LAS IMÁGENES DEL MUNDO 219

La cadena interrumpida por espacios oscuros (similares a los negros de la pe-


lícula) sigue pasando de modo tal que el tiempo de una sola imagen (aunque
uno la perciba ligada a las otras) parece ocupar él solo toda la pantalla (cada
pasaje está además subrayado, marcado mecánicamente por la voz que repite,
como en un disco rayado: “Por la Revolución, Durruti!”). Lo mismo ocurre
en la secuencia soviética (V). La forma gris consiste allí primeramente en
dos imágenes idénticas (de Lenin, Trotsky, etc.) que giran sobre sí mismas. 29
39 40 Esos fragmentos de película que se enrollan y se desenrollan, esos principios 30
de series limitadas al desdoblamiento de una imagen se sitúan exactamente
23 La pantalla entonces vuelve como leitmotiv en toda la tercera sección, con en la separación del fotograma (simple o múltiple) y de la foto (única). La
protagonista o sin él, con el espectador como intermediario. Pero el interés impresión se refuerza cuando el modo de desfile de imágenes utilizado en la
se debe sobre todo a las otras formas grises con las que entra en resonancia, secuencia de España se retoma, en la quinta sección, de manera más pregnante.
en el seno de una alternancia borrosa pero fuerte: todas son prácticamente Esta vez en forma horizontal, las imágenes ocupan casi toda la pantalla (uno
22 formas giratorias, en espiral, y la mayoría prismáticas, compuestas de micro- entrevé solamente el paisaje coloreado del desierto), ellas mismas tienen 31
elementos dispuestos según el capricho de sus curvas; están recorridas por forma de pantalla: dos rostros de mujer desfilan, de derecha a izquierda, 32
vibraciones intensas que recuerdan la pantalla-cortina de acero que nace del fotos-fotogramas que hacen ondular el plano que ellas materializan casi por
cielo. La explosión atómica, comentada por la voz y el rostro digitalizado de sí solas. Este álbum-desfile remata de manera simbólica en la imagen del
20 Oppenheimer, es a la vez figurada en la pantalla y por la subdivisión infinita libro convertido en emblema del hojeado psíquico producido por el aparato
de células abstractas que escoltan una energía pura en equivalentes-pantallas. fílmico: imagen familiar desde hace mucho tiempo en el cine, reconocida
Todas estas pantallas funcionan como una repetición, una amplificación de las por su teoría (Kuntzel, etc.), y retrabajada por el video como un después del
formas grises-soportes de proyecciones difundidas en la primera sección. cine (Acconci, Kuntzel, Hill, etc.).
Nos encontramos entonces (más o menos a la mitad de la cinta) ante tres Como decía antes, como introducción a este recorrido de las formas grises:
modelos de formas grises: del fotograma al dispositivo. La pantalla-fotograma es su corazón; pero solo lo
– la pantalla simple, con el acontecimiento único que parece reabsorberse es porque la pantalla en sí misma se retrabaja como elemento del dispositivo 2
23 en el fotograma-plano; foto-cine-video. Quizá recordemos la pantalla bifaz en la que se inscriben, al 3
– la forma-miríada, vacía de acontecimiento, cuyo acontecimiento propio principio de la cinta, la sigla revolucionario-fascista y el globo terráqueo. Este
22 es el tratamiento de la pantalla: la forma oscila entre la pura torsión-vibración efecto no se debe solo al desfile de imágenes y a la estratificación de estas, sino
de luz y una división prácticamente ilimitada de células; producidas según un también a su ubicación en el espacio en términos de dispositivo: pone en juego
modelo de progresión geométrica, estas células, sin embargo, son desiguales la posición visual del ojo-espectador. Cuando la pantalla se vuelve, no polimorfa
a causa de los cuerpos incurvados de las formas grises; designan otras tantas como en las formas grises de imágenes múltiples donde la mirada se confronta
singularidades; a una suerte de multiplicidad táctil, sino que es solo (y diversamente) doble,
5 – la forma gris en pantalla divisible (en promedio unas diez pantallas des- se apunta directamente a la estructura en espejo de la visión en el dispositivo.
9 iguales, estas también dependientes de las variaciones de cada forma), sobre En efecto, ¿qué sucede con mi cuerpo-espejo que continúa funcionando, aun
12 la cual se proyectan las escenas de la historia, según un despliegue extremo de cuando mi ojo ya se haya convertido en cuerpo polimorfo? La sexta sección
13 velocidades estremecidas por breves momentos inmóviles. (Guerra del Pacífico) se concentra en este problema instalando dos veces una
De esta manera, el espectador atento será sensible al trabajo que continúa doble pantalla (y mostrándolas conjuntamente). A la izquierda está la pantalla
alrededor de la pantalla-fotograma. Un fotograma por 24, 25 o 30 fracciones bifaz, muy cerca de su primera aparición (si no fuera porque las variaciones
de segundo. Una pantalla por fotograma. Esto es lo que se debería hacer sen- de tamaño entre sus dos partes se multiplican): pero en el medio, en la línea
sible. Por ejemplo, en la secuencia española (IV), la foto (¿o el fotograma?) de perspectiva del ojo, se percibe una pantalla doble más extraña. La parte de la 35
26 ese rostro masculino que desfila, de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo. imagen que esta cubre está dividida en dos y replegada en ángulo recto en el 36
220 RAYMOND BELLOUR LAS IMÁGENES DEL MUNDO 221

sentido de la altura, de modo que la fracción superior aparece como una pan- –es su único privilegio– intentar decir algo, dar una lección a todas las cosas.
talla normal, de frente, mientras que la otra, mucho más importante, se alarga Lo primero que sorprende es la interdependencia que se crea, en las formas
en sesgo hasta la parte inferior de la imagen. La acción (aquí sobre todo se grises, entre la función de figuración y la de soporte: lo que figura, o va hacia
trata de los bombarderos en vuelo) se produce entonces dos veces –la segunda la figuración, es también soporte. Algunos de los momentos más conmove-
vez, por un lado en espejo y por el otro en el prolongamiento fantasmagórico dores del video se deben a la manera en que los soportes-pantallas se vuelven
y excesivo de la primera–. Mientras tanto, en el otro par de pantallas dobles, en sí mismos objetos que adquieren sentido, sentidos posibles. Así sucede
la acción persigue otros motivos (el sucio trabajo de los soldados). La mirada con varias formas grises cargadas de films, de fotogramas. O con esa inmensa
parece así volver constantemente de un cruce-fractura del espejo frente al masa estratificada (en la sección de España) en la que se inscribe, como sobre 24
cual sigue estando. un inmenso cenotafio, una proyección fija, que se podría tomar por un fresco.
Sin duda se comprende que cada sección del video hace adelantar un paso Al final se ve aparecer una masa comparable, que sirve de falso soporte al
la exploración sistemática de imágenes posibles preparando una extensión del genérico; pero esta vez surcada, desflecada desde el interior, como cargada de 40
teatro de la guerra. La séptima y última sección da un salto decisivo al hacer toda la memoria deshecha que se fue acumulando, para el espectador, para el
entrar en el campo de la memoria al actor-personaje, precipitado en las formas protagonista ficticio y para el autor que este representa, a medida que pasaba la
grises como si fuera un ser de trama. A su vez, el personaje está encerrado en cinta; una masa que vendría a ser indistintamente –es su fuerza virtual– tumba,
37 una pantalla dividida, una de las dos imágenes detrás de la otra; en el cuadro, monumento, cerebro, roca, rostro, bloque de historia indiferenciada.
38 en primer plano, más joven, convertido así en espectáculo para sus propios Luego viene la materia misma de las formas. Singularmente de las formas-
ojos, sufre un retroceso de imagen. soportes de proyección. Hasta aquí he dado de esto una imagen más bien plena,
Este doble rostro torturado es confrontado a otros dos desdoblamientos y plana (a pesar de los perfiles extraños que se pueden ver en las ilustraciones).
–solo retendré esto, lo que pude ver, adivinar, en esta sección al límite de lo Una parte de su fuerza deriva de su maleabilidad, de su capacidad de trans-
enigmático, donde las pantallas desdobladas tiemblan sobre sí mismas, se formación. La forma gris puede volverse espesa, como una pared, y la pantalla
multiplican y se sustituyen las unas a las otras, habitadas por figuras que se entonces figurar ser una masa que acumula la memoria y parece formar parte
39 intercambian, ellas y sus propiedades–. El primer desdoblamiento muestra de las verdaderas cosas del mundo, aun cuando haga reverberar sus imágenes.
al protagonista, mitad reconocible y mitad ser hecho de fibras y de pliegues, La forma gris puede ser translúcida, como esos papeles engrasados o esas pla- 34
entregándose a una danza-performance que lleva así las imágenes del mundo cas-pantallas que transforman los cuerpos en siluetas y en sombras chinescas
hacia el videoarte y sus orígenes, el trabajo del cuerpo propio, que parece victo- (curiosamente, entonces, la forma ya no es en realidad gris sino que se colorea,
rioso en el interior de su jaula-pantalla; el segundo desdoblamiento transforma manteniendo con el paisaje una relación menos contrastada).
ese cuerpo de pie en un cuerpo sentado, que se vuelve espectador, su propio Finalmente, la forma gris puede ser desflecada, algodonosa, agujereada: entre
espectador. Entre esas tres figuras de él mismo que se metamorfosean, que se diversas proyecciones con pantallas múltiples, la secuencia de España recurre
deslizan una por debajo de la otra, realmente no podemos decir que se cierra a falsas pantallas divididas en las cuales las imágenes proyectadas parecen 25
el círculo, ya que ninguna de las imágenes da pie para prescribir un sentido de desplomarse en el espacio-tiempo en el que se forman. Esto se torna vertigi-
conjunto. Sin embargo, uno siente que las imágenes del mundo están cautivas noso cuando la acción de los cuerpos contradice el soporte que los retiene: los
de una memoria y que se está tratando de mostrarnos el lugar que ella ocupa soldados que van al combate con bayoneta calada, o cavan la tierra inestable
con respecto al arte mismo que tiene la facultad de hacerlas resurgir. de la pantalla, siempre lista para entreabrirse bajo el peso de su propia ligereza.
Existe un momento sorprendente en la secuencia soviética: fotos-planos de 31
Quedan por ordenar algunas observaciones (a riesgo de complicar un poco
mujeres desfilan, de derecha a izquierda, ocupando casi toda la pantalla; una 32
más las cosas) para cerrar este recorrido que ha pretendido en parte ser des-
imagen de hombre los sigue, pasando y multiplicándose según un principio 33
criptivo; aunque más no fuese para hacer sentir hasta qué punto las palabras
similar, salvo que la forma gris se volvió a la vez más espesa, formando como
tienen dificultad para evaluar algunos de los nuevos estados de la imagen, y
una pantalla-pared, se agujereó, se distendió, dejando abiertas sus líneas de
cómo aquí se compone un texto realmente inhallable. Texto: la palabra misma
memoria. Esta imagen en la que rivalizan volumen y superficie, consistente
ya casi no tiene sentido si no es para recordar que el lenguaje puede siempre
al borde de la desaparición, a su vez da nacimiento a la serie de pantallas-
222 RAYMOND BELLOUR LAS IMÁGENES DEL MUNDO 223

palabras-imágenes-libros (evocadas antes); la imagen misma de la memoria cho de que nos devuelve de este modo, en tiempo real, las condiciones de una
cultural hojeada como un libro, estratificada, que podría ser aquí el emblema memoria. Podríamos enunciarlo así: mientras la línea y el punto lleven la marca
de todo el “arte de la memoria”. de lo fotográfico que les es preexistente, la memoria seguirá siendo materia de
El que no vio el video (o lo tiene un poco olvidado) deberá imaginarse una historia, y el cine seguirá siendo captado en su propia trayectoria.
que estas últimas transformaciones se añaden a todas aquellas de las que ya
1988.
hablé, y sobre todo que esta continua mutación de las formas grises (tanto
8 en el interior de su espacio propio como en el conjunto del cuadro) se com-
18 bina incesantemente con el trucaje constante pero variable que asegura la
11 transición entre los planos. De allí resulta una movilidad continua, hecha
17 de intersecciones y de cruces incesantes, que casi puede parecer que desafía
cualquier distinción. Y sin embargo –y en ello reside la fuerza del video–,
el sentimiento del plano, desdoblado, fracturado, casi volatilizado, no deja
de persistir. Sigue siendo la instancia de découpage y de memoria, para el
espectador que recorre así mentalmente la historia de este siglo de guerras
capturadas por el cine, convertida en una suerte de historia del propio
cine. El esfuerzo que aquí se opera en dirección al plano como unidad de
intelección es muy similar (en este sentido, y solo en este) al realizado por
Marcel Odenbach a partir de la forma-faja: igual reposesión, igual toma de
distancia del mundo, a partir de una rearticulación formal de grandes obras
anteriores, por el video: en Odenbach, Hitchcock, aquí Eisenstein y Vertov.
Destruir-reconstruir el plano, y hacer visible este trabajo, es también el arte
de reconocer la memoria del cine.
Pero existe, en este movimiento en sí, una manera más profunda de ir hacia
el cine proyectándose como más allá de él. Hemos visto cómo la figuración del
dispositivo cine –pantalla, lugar escénico, volumen de memoria– es incesante-
mente llevada hacia una materialización del aparato fílmico y, en él, hacia una
captación (actual y virtual) del fotograma. Más precisamente: el fotograma
es mostrado aquí al mismo tiempo en su multiplicidad y en su singularidad,
pero sobre todo a la vez en su inmovilidad y en su movimiento. Uno capta,
como en los congelados de imagen, en Vertov, que esta inmovilidad hace mo-
vimiento, pero también uno siente hasta qué punto, en el arrebato mismo del
movimiento, aquí muy acelerado, la inmovilidad tiende a volver hacia sí misma.
Lo fotográfico surge así como elemento visible e invisible, pero siempre divisible,
del proceso de transformación que lo lleva al infinito. Es fundamental. Todo
el arte de Vasulka se orienta, en efecto, hacia un tratamiento de la imagen que
apunta virtualmente a determinar su materia y el modo en cada uno de sus
puntos, mucho más allá de la economía “natural” de la toma fotográfica y de
su corolario: la analogía. Designa, en suma, lo que sería un arte sin cámara.
La fuerza de esta obra, que permite entrever lo que sería el dominio de un
tiempo abstracto desprovisto de toda relación con uno visible, reside en el he-
LA MEMORIA QUE ARDE

Hay imágenes que arden. Ya en Nostalgia, de Hollis Frampton, las fotos se


consumen una a una ante el objetivo. Rastros de una vida recuperada en voz
off después de que la foto, cada vez, ya ha desaparecido. En Nostos II, la imagen
arde en su mismo ser, retorno del retorno de la nostalgia, hasta lo insostenible.
Hace seis años, Thierry Kuntzel comenzaba con Nostos I su trabajo sobre el
rastro, la desaparición, las recuperaciones de la memoria. Hoy nos muestra
cómo arde una memoria. Tal es el efecto único de su instalación. La imagen
mental, la verdadera imagen que consume el cuerpo, se construye allí en el
tiempo sin dejar de conservar su espesor instantáneo.
Nostos II cuenta una historia. Pero esta historia tiene como único tema el
tiempo. Cuatro partes, cuatro tiempos, cuatro aspectos o funciones del tiempo.
La mujer, la desconocida, fuma un cigarrillo: es el puro tiempo que pasa, el
tiempo consumido. Se acumulan fotos, se apilan, desaparecen, vuelven: tiempo
del recuerdo, anamnesis del tiempo perdido. Las páginas de un libro se suceden,
continuamente: el tiempo es hojeado, tiempo conjugado de la cultura y del
ocio. La desconocida tira unas cartas al fuego, en la chimenea cuya imagen
sirve de leitmotiv a las cuatro partes: a través de esta acción que une presente y
pasado, como en el tiempo de las fotos y del libro, se entra de nuevo, de modo
diferente, en el tiempo consumido.
¿Cómo se convierte esta historia del tiempo en un espectáculo de nuestra
actividad mental? ¿Cómo el espectador, proyectado fuera de sí mismo, llega a
vivir el funcionamiento de su propia mente? En primer lugar está el “tramado”
de la paluche desajustada que da a la imagen en blanco y negro una materia
propia. Una luz que se arrastra, delimitando en cada movimiento (de la cá-
mara, del cuerpo de la actriz, de los objetos manipulados) los contornos de
un rasgo fantasmagórico. Esa materia blanca desdobla y une entre ellos todos
los elementos de la representación: insiste en lo que se ve; a la vez lo vuelve
irreal, pero hace creer aún más en esa irrealidad misma. Nunca aparece en el
cuadro, hablando con propiedad, una imagen, sino un espesor de imagen; cada
226 RAYMOND BELLOUR LA MEMORIA QUE ARDE 227

plano posee un tiempo interno, que no corresponde realmente a su duración, una voz (y en la imagen leitmotiv, con algunos breves acordes musicales). Aquel
sino más bien a la mezcla de las capas de materia. Así sucede en la secuencia que no reconoció el film creo que recibirá una impresión confusa pero muy
de las fotos: sustituidas una a la otra, apiladas una sobre otra, se funden una viva de “déjà vu”; entrará de pronto, como por un disparador hipnótico, en un
en la otra. Por momentos, esto llega a producir vértigo, cuando esta fusión espacio anterior: el fantasma portador del gran cine americano. El espectador
prosigue contra un marco de ventana que parece venir de otra imagen, pero familiarizado con Letter from an Unknown Woman vivirá algo más agudo: se
que pertenece sin embargo a la misma: ese marco móvil, fluctuante, huidizo, acordará, entre escalofríos, de que en esta película (con Vertigo, quizá la más
pero presente, figura el espacio abierto, la pantalla material y psíquica en la que cruel del cine americano) una mujer agonizante –la desconocida– escribe una
vienen a depositarse todas las imágenes, y de donde surgen. carta inmensa de la que surge todo el film. Una carta dirigida al hombre que
Espesor, la luz también es irradiación. El humo del cigarrillo, la llama de la no ha sabido amarla y que hasta terminó por no reconocerla porque siempre
chimenea, por ejemplo, crecen en el cuadro, lo invaden y allí mueren, haciendo vio en ella tan solo una imagen.
del tiempo una materia cuya energía crece y decrece, del demasiado blanco a
1984.
su desvanecimiento en el negro. Ese tiempo de rastros, de capas, de huellas,
está recorrido por intensidades.
Pero ese espesor, esas intensidades, ese tiempo que no cesa de durar y de
transformarse, todo eso tiene la violencia y el brillo de lo instantáneo. O, más
bien, se crea, a partir de lo instantáneo, un tiempo inalcanzable, indeterminable.
Nueve pantallas: la imagen llega aquí o allá, aquí y allá, como surge el recuerdo
en la memoria, de manera lógica o en cualquier momento. Hay 1, 2, 3, 4, 5, 6,
7, 8 o 9 imágenes, siempre más o menos diferentes y que juegan con ese más
o menos de diferencia (salvo una excepción: el plano leitmotiv de la chimenea,
cuatro veces idéntico); se agregan, se cruzan, se responden, se enloquecen en
esa pantalla de pantallas. Bloque de imágenes que cubre todo (a veces, también
la chimenea, o el hojeado de un libro), porque el vacío regula su circulación.
Lo esencial aquí es, pues, el negro, los negros, largamente preservados, cuya
imagen puede nacer, menos, más, siempre inesperada. El montaje de los nue-
ve videos es, entonces, la operación paciente, hábil, implacable, por la cual se
instala en el espacio el estallido del tiempo psíquico. En todo el exceso y la
arbitrariedad de su insistencia.
Nostos II, en este sentido, se convierte en una de las expresiones más direc-
tas de la “pizarra mágica” por la cual Freud trataba de representarse el aparato
psíquico. Thierry Kuntzel se preguntaba hace algunos años: “el aparato fílmico”
(“el inconsciente” del film, el film desplazado, condensado, detenido, analizado,
el film del film, “el otro film”), ¿no vendría a ser esa pizarra mágica que Freud
no supo adivinar? A partir de su primer video (el título del trabajo de Nostos I
fue durante mucho tiempo Wunderblock), Kuntzel se obstinó en hacer visible
esta pregunta por la cual el video relanza el destino de la máquina de imágenes
y realiza el cine. Pero solo hoy, con esta instalación, lo encaró de frente. Es por
eso que el cine puede volver a este punto.
Último tiempo de Nostos II: el cine como memoria y cita. Y con una violencia Thierry Kuntzel, Nostos II, 1984.
increíble, el llamado a la ficción. Al principio y al final, basta con una música y
EL VIDEO SEGÚN SAN JUAN

La habitación está a oscuras (o casi), es inmensa. En una gran pantalla, que


cubre a medias la pared del fondo, desfilan imágenes de montaña, en blanco
y negro, animadas por un movimiento inestable, rápido, perpetuo. El viento
sopla, el ruido es ensordecedor. En el centro de la habitación, un volumen,
apenas de la altura de un hombre, reproduce la celda en la que San Juan de
la Cruz fue encerrado durante nueve meses en 1577 (secuestrado por unos
Bill Viola, Room for St John of the Cross, 1983.
religiosos que no podían admitir su exceso de santidad, de ascesis, su preten-
sión de acercarse demasiado a la divinidad). La mirada del espectador atraído
penetra, si se asoma, por una pequeña abertura que representa una ventana
ficticia, en el interior de un cubo débilmente iluminado: una mesa, un vaso,
una jarra de agua, un minúsculo monitor color. Percibe una montaña, filmada
en plano fijo y en tiempo real (viene de Ancient of Days, uno de los videos más
fuertes de Bill Viola, uno de aquellos donde se expresa en el estado más puro
la metamorfosis del tiempo con la que está obsesionado: pasaje del tiempo
de visión, luego de grabación, al tiempo de imaginación del montaje final que
desearía encontrar en la percepción misma las condiciones de la memoria y
de la anticipación de las imágenes mentales, para entrar en el tiempo absoluto,
global, del afecto sensorial-conceptual). En esta imagen apenas se adivinan el
movimiento que agita los árboles y los arbustos, la lenta, muy lenta mutación
de las nubes. Siempre en la celda, una voz que parece subir del piso recita
poemas en español, fragmentos del Cántico espiritual que San Juan escribió
durante su largo encierro: una voz apenas audible si uno hace el esfuerzo de
asomarse un poco más, pero siempre recubierta por el rugido del viento que
sopla afuera.
Hemos comprendido que todo se debe a la relación entre dos espacios.
De la misma manera que uno oye el viento en la celda, difícilmente puede
ver la imagen entera en la gran pantalla sin sentirse “molesto” por uno de
los ángulos del volumen central. A menos que uno pase del otro lado del
cubo y quede entonces demasiado cerca de la imagen demasiado grande,
230 RAYMOND BELLOUR EL VIDEO SEGÚN SAN JUAN 231

que uno abandona para recuperar un sentimiento de conjunto, descomponer, La confusión, para el espectador-paseante, si se toma el tiempo de reflexionar
recomponer, según sus diversas “estaciones”, un recorrido que conserva su un poco, viene de la situación respectiva de las dos imágenes, que no se pueden
calidad de masa sensible, porque afecta al mismo tiempo la percepción, el ver juntas, y que sin embargo se reciben de una sola pieza, y sobre todo una
cuerpo y la memoria, y da una concepción virtual de sus relaciones. Todo en lugar de la otra; pero esto en un solo sentido, cuando se pasa de la imagen
se juega según la posición (física y psíquica) que el espectador es llevado grande a la pequeña, de la inmensa camera obscura a la celda iluminada. Eviden-
a inventar, dividido al azar de su deambular entre un adentro y un afuera, temente, es la imagen arcaica, nocturna, que materializa más directamente que
varios adentro y varios afuera. la viñeta tecnológica la turbulencia interior que se resuelve en poema místico,
¿Pero por qué San Juan de la Cruz? Digamos: para intentar expresar lo que y que ocupa en este sentido el lugar de Dios, o más bien la función del estado
hoy en día ha tomado el lugar de Dios. En su celda sin ventana, de la que solo de imagen (y de cuerpo) que conduce a Dios. Por eso es tan importante el
sale para ir al refectorio donde es sometido a presiones psicológicas y corpo- sonido del viento que penetra con el espectador en el interior de la celda y le
rales, podemos imaginar que San Juan conserva en su mente el recuerdo de permite vivir al mismo tiempo las dos imágenes, obsesionado por el recuerdo
un paisaje: tiene la imagen interior de una percepción. Allí está lo que puede de la grande que ese sonido lleva consigo, en el momento mismo en que mira
sugerir, primeramente, aunque sea de manera demasiado realista, la presencia la pequeña y confunde esta doble visión con el murmullo del poema que
del pequeño monitor color: lo que queda del mundo, inalterablemente, cuando parece salir de la tierra. Pero la imagen tiene que aparecer, en el monitor, a la
ya no hay mundo, cuando este se reduce a una imagen (casi) fija, que sirve de vez como un reemplazo apaciguado de la gran imagen y como una imagen de
escalera interior hacia la luz. He aquí el punto del que partiría San Juan para televisión, en la celda misma, para que la analogía opere; para que el recorrido
sumergirse en la “noche oscura” y encontrar allí a Dios. Metamorfosis de la que conduce hacia la “noche oscura” del poema sea acreditado al video, capaz
imagen en poema, de toda imagen demasiado visible en imágenes indirectas de reproducir su experiencia, en la medida en que su capacidad de simularla
de aliento y de verbo, abolido todo cuerpo orgánico. ofrezca una especie de garantía, de poder revivirla y metamorfosearla. Eso es
Obsesionado por “el irresistible poder del paisaje”, Bill Viola tiende a lo que sucede cuando el espectador sale, podemos decir, de la celda, cuyo re-
inventar con el video una relación del mismo orden. Al poner el pequeño cuerdo comienza a obsesionarlo, y, ante la imagen inmensa, vibrante y oscura,
monitor en la celda, y la celda en una inmensa caja negra, Viola construye una en esa noche segunda (pero para él previa) de la instalación, encuentra a la vez
maquinaria que busca representar tanto el funcionamiento de la imaginación, y la oscuridad de la celda de San Juan y una libertad psíquica (traducida por su
de la inspiración, como el de la herramienta-video que las simula y las efectúa. libertad de movimiento). Versión tumultuosa, así, antes, después, del adagio
Viola nos recuerda así que el video es en sí mismo un doble permanente del kantiano, sin otra ley (moral) que la del éxtasis posible: el cielo estrellado
paisaje, de todo aquello que mira en tiempo real la cámara transformada en transformado en cielo de imagen encima de nuestras cabezas.
el ojo posible del nuevo místico. Es la segunda cosa que sugiere la pequeña
1984-1989.
imagen color de la montaña. Viola nos dice luego que esta percepción conti-
nua está conectada a un fragor interior: una suerte de furor orgánico, una ola
ininterrumpida de imágenes-sonidos. Imagen bruta y viva; de alguna manera,
una especie de imagen-cuerpo sin la cual ninguna transmutación es posible.
Es al recibir esta fuerza cuando uno metamorfosea la percepción-video y
la transforma en poema. Cuando uno pasa y vuelve a pasar del adentro al
afuera de la imagen, cuando uno transforma su exterioridad de principio en
una forma de animación visionaria.
Esto es lo que supone la continuidad hecha de contrastes tan netos entre la
imagen orgánica en blanco y negro, fundada en una suerte de jadeo, como lista
siempre para desbordar el marco de una pantalla a la que no parece realmente
destinada, y la imagen en colores, encuadrada, aplacada, inmóvil y muda, casi
demasiado simple, que aparece en el monitor, sobre la mesa, en la celda.
EL ÚLTIMO HOMBRE EN LA CRUZ

¿Por qué Blanchot? ¿Por qué Thomas l’Obscur? Porque en los primeros ca-
pítulos de este libro, los que lee el protagonista, está el actor-autor de In Situ,
un encuentro de una extraordinaria violencia entre la mirada y el lenguaje.
Thomas –quizá de allí le viene su nombre de Obscur– se hunde, desaparece
en la intimidad de su propia mirada que le parece que, más que de su cuerpo,
viene del exterior, de la noche, del silencio de las cosas; y las palabras, pues
Thomas es también un lector, las palabras entran en esa mirada triunfante y
amenazante a la vez, emanan de ella como de los ojos, de los seres vivos, de
los animales (“una rata gigantesca, de ojos penetrantes, de dientes puros”), que
ejercen en él una atracción cercana a la lucha a muerte. Se comprende que Gary
Hill, obsesionado desde hace años con la materialidad del lenguaje al punto
de haber hecho de este la herramienta mayor de sus composiciones, haya sido
tentado por una ficción que él opone aquí, de manera real y metafórica a la
vez, a la ficción y al dispositivo de la televisión.
¿Qué ve el espectador privilegiado, a quien Gary Hill ofrece un cómodo
sillón, en el video que aparece y desaparece, por pequeñas secuencias, en el
único monitor de In Situ? Primero el mar. Luego los ojos de aquel a quien
llamaremos el protagonista: el ojo izquierdo y el ojo derecho, alternativamente,
Gary Hill, In Situ, 1986. en gran primer plano, totalmente abierto, pero que se cierra dos veces con vio-
lencia, con exceso, como para anular una visión insostenible que sin embargo
hay que mantener. Un zoom in detalla un fragmento de página de Thomas
l’Obscur y deja adivinar las palabras “staring into the…”. Luego, nuevamente, el
mar, el cielo. Y primeros planos de frente, de manos febriles del protagonista,
invadidos de repente por una voz inaudible de banda de sonido pasada al revés.
Dicho sonido introduce la segunda serie de imágenes del video: imágenes de
televisión, sobre la crisis del Irangate, las ventas de armas a los “Contras”, se ve
a Reagan, etc. Por dos veces algunas imágenes se mezclan a las de la primera
serie: primero en una larga serie de sobreimpresiones y de encadenamientos;
luego en un montaje alternado (los dos grandes principios de implicación de
234 RAYMOND BELLOUR EL ÚLTIMO HOMBRE EN LA CRUZ 235

todo relato de imágenes). Entre esas dos intervenciones de la televisión, el ficidad y de la autonomía del arte; pero introduciendo la idea de que desde
protagonista, sentado ante una mesa, come mientras lee Thomas l’Obscur. Y dos entonces la literatura no logra su identidad ni muestra su diferencia sino en
veces se desploma en su silla y se cae hacia atrás. La primera vez, retoma su la medida en que puede poner a prueba total y hasta excesivamente el rumor,
lectura, tirado en el piso. Pero la segunda, se levanta como de una zambullida aun a riesgo de confundirse con él. Porque son de la misma fuente, excepto
en el agua y nada, un largo trecho, penosamente (es el momento del montaje que la palabra literaria tiene como único desafío el de oponer al rumor y, en
alternado). él, a todas las formas de la dictadura, la única fuerza que le queda: el silencio.
Evidentemente, es muy sencillo, demasiado sencillo, ver en este montaje una De allí su poder de contracción, y su intimidad particular con la muerte.
crítica a la información, a su desinformación televisada, hábilmente preparada Gary Hill ha sabido dar a esa intimidad una expresión directa en una
por elementos del dispositivo de conjunto. En esta habitación que reproduce instalación cuya elaboración se produjo antes y después de la de In Situ.
las proporciones del monitor, la moqueta, de un gris muy chic, está surcada de En Crux, cinco monitores reproducen las imágenes parciales de cinco cámaras
rayas que recuerdan las líneas de la trama video, y el sillón tapizado en pana atadas al cuerpo del autor-actor, en un paisaje desolado de isla y de castillo en
gris es tan cómodo que su ocupante se desliza naturalmente hacia el aparato ruinas: dos en los pies, dos en las manos y una contra el vientre, enfocada hacia
y se desploma en la imagen. Para destacar esto, Hill imaginó modificar de la su rostro. El texto que acompaña la marcha de ese cuerpo desconectado es en
misma manera el monitor y el sillón, reduciendo el tamaño del almohadón sí mismo un texto “blanco”, que no tiene la virtud esencialmente maquínica
en el segundo e incluyendo el primero en un cuadro que lo excede según de la mayoría de los otros videos de Hill: es un texto de desesperanza y de
proporciones idénticas. De allí el efecto reforzado de las propias imágenes de vagabundeo, similar a ciertas escrituras del nouveau roman, y sobre todo de
televisión, en la mayoría de los casos reducidas a un cuadro parcial en el centro Blanchot, en el cual encuentra el poder de dislocación y de descentrado.1 El
de la imagen en la cual, además, retroceden, con el mismo movimiento que protagonista lleva la cruz de ese destino solitario, que no es un destino, ya que
hace que se desplome hacia atrás el lector de Blanchot. De modo que cuando el no tiene ni comienzo ni fin (una cruz dibujada en la instalación por los cinco
protagonista nada, como si fuera a ahogarse, lo hace en la información, es esta monitores). Se convierte en uno de los Cristos posibles en los que Michaux
la que lo atrae y lo asfixia. Pero también (y la crítica se vuelve aquí realmente reconoció uno de los puntos fijos de su escritura (citamos Quatre cents hommes
interesante, es decir, inteligente) lo que él atraviesa es el texto de Blanchot, en en croix), como también en Le Dernier Homme de Blanchot, que es su homó-
el cual nada y sobrevive. El lector de Thomas l’Obscur no habrá olvidado que logo. Cristo como último hombre. Los dos últimos planos de In Situ, como
Thomas, en el primer capítulo de la novela, es tan fuertemente atraído por separados del resto, tienen esta misma cualidad errática: primero, un avance
el esfuerzo que hace de resistir al mar que va creciendo, que en un momento rápido, rasante, en un parque, sobre el suelo alfombrado de hojas secas; luego
dado podría dejarse morir. Y el espectador atento de Hill habrá podido ver, un movimiento similar, esta vez, por el contrario, descubriendo los árboles y
en las numerosas páginas del libro encuadradas y que temblequean de modo centrado en la espalda del personaje, que parece soportar el peso del mundo.
que se dificulta la lectura del texto, una parte de la primera frase del relato: Se lo comprende mejor cuando se da vuelta y acciona el control remoto y la
“(Thomas se sentó) y miró el mar”. El mar que aparece desde el primer plano imagen desaparece: su cruz es a la vez su loca carrera –el equivalente de su
del video y vuelve varias veces (ya, en 1979, la primera frase de Processual Video: palabra errante que recoge Blanchot– y la televisión.
“He knew the ocean well”). Esto es lo que surge de la confusión muy sutil dispuesta entre los actos y
De manera que estamos frente a dos muertes en curso, metafóricas la las posiciones que acercan a estas dos series de imágenes opuestas. Pero Hill,
una y la otra, pero no por ello menos pregnantes: la que procede de la tele- para lograr la conceptualización que quiere producir, incluyó este primer
visión (Gary Hill se mantiene allí en una posición conocida, que los artistas dispositivo en un segundo sin el cual solo tendría un sentido limitado, y a
americanos han desarrollado a su antojo) y la que llega a través del texto de través del cual expresa algo que Blanchot no puede decir de la misma manera,
Blanchot. Lo que es mucho más original y reproduce de modo muy preciso porque eso depende de lo visual y de lo táctil. Hill, en efecto, dispuso en su
(no sé hasta dónde Hill estuvo informado y fue consciente de ello) la manera espacio cuatro pilares que pueden sugerir los puntos cardinales del campo de
misma en que Blanchot introduce en sus ensayos la relación entre la palabra
literaria y lo que él llama el “rumor” o “la voz extraña”. Evidentemente las 1
Desde entonces, ese texto, arrancado a Crux, que vuelve a ser mudo, reapareció como
opone, como se ha podido hacer desde el siglo XIX en nombre de la especi- voz en el último video de Hill: Site Recite (a prologue) (1989).
236 RAYMOND BELLOUR

la información. Pero esos pilares tienen cada uno un ventilador que se agrega
a otro, más potente, que se interpone entre el espectador y la televisión. Juntos,
tienen como función la de dispersar unas hojas que caen a intervalos regulares
de un distribuidor y cubren poco a poco el suelo, girando de manera aleatoria
alrededor del espectador. Ahora bien, esas hojas, y allí está lo genial de esta
instalación, reproducen las imágenes (y los textos) del video que en el mismo
momento se proyecta en la pantalla.
Prefiero dejar librado a la imaginación de cada uno todo lo que se podría
decir sobre el modo en el que el dispositivo cine, o video (aquí es todo uno,
salvo que el video, una vez más, logra decir o mostrar mejor que el cine lo
que el cine es y en lo que se convierte, a través de él), está ilustrado por ese
efecto de reduplicación. Esas hojas que se arremolinan son fotogramas, las
impresiones sucesivas de la “pizarra mágica” en la que Freud veía la más exacta
de las representaciones del inconsciente, son los estratos vueltos visibles del
“aparato fílmico” en el que Thierry Kuntzel ha visto tan bien una réplica aún
más exacta de lo que Freud trataba de representar. Son también las páginas del
Libro (todos los libros y cualquier libro) en su caída aleatoria, su dispersión, su
“tirada de dados”. Pero quisiera destacar, sobre todo, el júbilo que se apodera
del espectador-cobayo cuando comprende que esas hojas que caen casi sobre
su cabeza son las imágenes que penetran en su cerebro, algo así como los pelos
de su cráneo. Gary Hill me contaba que cuando estaba creando In Situ en Los
Ángeles, el ojo que es la primera imagen reproducida sobre papel se pegó, al
caer, sobre el ojo que aparecía en el mismo instante en el monitor. Y allí quedó
hasta que el espectador se levantó para sacarlo. Cuestión de no dejar que sus
percepciones creen demasiada locura en sus ideas. O quizás al revés.
1987.

Gary Hill, In Situ, 1986.


EL ARTE DE LA DEMOSTRACIÓN

Existe una voluptuosidad propia del arte de la demostración. Todo está en


la manera. Y la elección de las materias. La demostración sería entonces el arte
de vivir, de sobrevivir entre los monstruos. Un arte de defensa y de mostración.
El que practica, por ejemplo, Godard en France Tour Détour Deux Enfants.
Allí él viaja regularmente entre los monstruos: aquellos que han olvidado el
sentido de las palabras y de las preguntas más elementales, los adultos, o los
espectadores de televisión; allí está lo que él demuestra con sus dos niños. Todo
está en la manera. En las materias. No debemos subestimar a los monstruos.
La demostración solo será justa, es decir, eficaz, si es sensual y generosa, capaz
de competir con aquello de lo que habla, o sea, de ponderar por medio de la
seducción el atractivo propio de la monstruosidad. En Godard, es el arte de
los colores. Gran lección de Brecht, también: la dialéctica de los conflictos
será mucho más clara si los pobres realmente parecen pobres; necesitarán pues
trajes confeccionados con las más ricas telas, tan ricas como las de los ricos,
que atraigan perfectamente la luz.
The Board Room confía de entrada en esa voluptuosidad de la pedagogía.
Una atmósfera de lujo y de calma atrapa al espectador que se aventura en la
penumbra iluminada con una luz cálida, reverberante. La larga mesa oval,
iluminada desde abajo por una luz roja invisible, parece flotar. Su superficie
Antoni Muntadas, The Board Room, 1981.
refleja como un gran espejo las imágenes turbias de los trece retratos que la
rodean, cuyos destellos se reflejan sobre las estructuras metálicas de los trece
asientos repartidos alrededor de la mesa. Una mirada atenta se percatará, gracias
al retrato central, al fondo, el único que se encuentra exactamente en el eje del
asiento de la cabecera de la mesa, de que los respaldos de los asientos fueron
concebidos en proporción al tamaño de los retratos, como en una sala donde
el consejo de administración míticamente reunido in abstentia hubiera querido
dotarse, según sus propios ojos, del máximo de eficacia simbólica.
Es hacia los retratos, todos juntos y uno por uno, hacia donde va el segundo
movimiento. De ellos proviene lo más claro de la luz, con su iluminación de
240 RAYMOND BELLOUR EL ARTE DE LA DEMOSTRACIÓN 241

hogar: una pequeña lámpara, dispuesta en la parte de arriba de cada imagen, efectivamente inconcebibles. Swaggart en estadios llenos a reventar, que reúnen
que dispensa una luz pareja; y la llama variable que surge de cada uno de hasta 90.000 personas. Moon casando a 4.000 parejas. Falwell, completamente
los micromonitores que hace las veces de boca de cada uno de los oradores. vestido, con el agua hasta las rodillas, bendiciendo las cartas de sus fieles, pre-
Se supone que un ojo ordenado supera tres estadios, y atraviesa así los tres parando pequeñas bolsitas de agua con la que podrán bautizarse nuevamente
grandes modos (históricos) de la representación y del retrato. Se detiene pri- frente al televisor, y el hijo bendiciendo la billetera de su padre. El reverendo
mero ante el marco dorado de un cuadro. Penetra luego en la imagen “real” de Ike enviando pañuelos que hay que devolverle al día siguiente (preferentemente
una fotografía; pero todo ha sido dispuesto para que figuren allí los emblemas con un cheque) después de haberlos dejado toda una noche bajo la almohada.
atribuidos al retrato desde la Edad Media y el Renacimiento (y que entonces Pat Robertson, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, a la cabeza
la pintura continúe a través de la fotografía): nubes, drapeados de terciopelo de la cuarta cadena de medios de difusión del país (Christian Broadcasting
rojo, paisajes esfumados, inscripciones, imágenes en la imagen, algunos fondos Network), está allí, improvisando (o simulando improvisar) en el pizarrón un
uniformes. Finalmente, el espectador entra en la televisión. Así desplazada, se spot publicitario-lección-de-cosas sobre los orígenes de la creación, Dios y la
convierte paradójicamente en un elemento pictórico más en el interior de la grandeza del hombre, cuya estupidez llevada a lo sublime hace realidad, de
foto-cuadro: arte del videoarte, el de mezclar y hacer volver sobre sí mismos una vez, los sueños de Flaubert y de la pedagogía godardiana.
los diferentes niveles de representación. Pero sobre todo, en todos estos videos que desfilan como micropesadillas
En la televisión, en cada uno de los pequeños monitores, el espectador ve mientras se está despierto, el espectador verdaderamente muy atento descu-
primero la luz. Un blanco azulado que encandila y salta a la vista contrasta brirá cuerpos. Verdaderos cuerpos que trabajan. Cuerpos creyentes, activos,
con lo que lo rodea. El espectador muy atento distingue seguidamente algunos histéricos. Cuerpos plenos de violencia, de odio, de incultura. Cuerpos ávi-
actos: guiones, lecciones, llamados, estrategias de seducción que le parecen dos de poder visible, de manipulaciones groseras, de ganancias inmediatas.
unas más inconcebibles que las otras, a la vez que curiosamente naturales. Los Observen bien a Roberts en sus aguas bautismales. Miren a Swaggart en
trece líderes carismáticos que Muntadas ha reunido para figurar un consejo escena, caminando a grandes pasos, deteniéndose, vociferando, manejando
de administración, una suerte de comité central del delirio político-religioso su micrófono como un roquero (es, además, primo de Jerry Lee Lewis).
y de la comunicación audiovisual, se entregan a sus grandes maniobras. Dos de Escúchenlos a todos, renovando las más viejas ideologías del mundo. Dios.
ellos están allí para ampliar el campo, proyectarlo desde América hacia el resto Jesús. Los profetas. La moral. La pureza. El poder. El dinero. Esto trae viejos
del mundo y hacernos soñar con esa proyección: Khomeini, Juan Pablo II. Los recuerdos. Muy recientes también. El cuerpo de Le Pen está hecho de la
once restantes son evangelistas americanos, transformados en sorprendentes misma materia. Los dos Serge de Libération ( July y Daney) lo han repetido
hombres de negocios, que tienen un enorme poder basado esencialmente en a su antojo durante la campaña presidencial francesa: este hombre gusta, cree
la televisión. En estas cintas montadas en sinfín (de duraciones muy variables: en la sensualidad de la palabra, llega hondo; su éxito no se debe solamente a
de 5” a 45”), recibimos el choque de la estrategia publicitaria en estado puro conflictos reales que sufre la sociedad francesa, sino a la manera en que sabe
(varios videos fueron concebidos por los propios líderes, se los puede comprar explotarlos, representarlos directamente, con una vulgaridad que desarma,
o alquilar). Se descubre allí la fuerza persuasiva de un género retórico proba- con un sentido profundo del cuerpo-espectáculo, sirviéndose de la televisión
do, que oscila entre la autobiografía mítica y la vida de los hombres ilustres. como de una caricia sexual. Voluptuosidad del horror. Nosotros también
Se ve el poder que se distribuye por parejas, linajes, familias (Billy Graham y podríamos tener nuestros predicadores de un nuevo género (ya tenemos,
Schuller tienen ya hijos listos para reemplazarlos). Es admirable el abanico desde hace poco, nuestros cristianos apostólicos). Esto es lo que atrapa si
de razas (Maharishi llega directo de la India, el reverendo Ike es negro, Rabbi nos acercamos lo suficiente a estas pequeñas pantallas, si nos detenemos
Schneerson es judío, Moon es coreano). Se pasa del californiano cool (Schu- durante algún tiempo. Cada vez que tomamos distancia para reanudar el
ller) a la manipulación intelectualizada (Erhard), del profetismo todo terreno recorrido, no dejaremos de observar el efecto que estas imágenes tan tran-
(Graham) a la derecha poderosa (Falwell, Robertson, Swaggart). Se escucha quilamente obscenas producen con relación a la imagen entera, los cuadros
anunciar los enormes presupuestos de esas corporaciones de una nueva clase de medio cuerpo que ellas perforan: son el complemento natural de las poses
que poseen cadenas de televisión, hospitales, universidades (Roberts, 50 a 70 idealizadas, con sus ojos fijos ya sea en los de ustedes, ya en la línea azul del
millones de dólares de presupuesto anual, Falwell, 100 millones). Y se ven cosas cielo que ellas prometen. La imagen en movimiento sirve a la imagen fija,
242 RAYMOND BELLOUR EL ARTE DE LA DEMOSTRACIÓN 243

el estereotipo, la imagen-ícono que se esconde en ella, en la medida en que natural, con todo el tono de lo real, e imprime con ello una circulación entre
esta recibe de aquella su cuerpo, su verdadera semilla de realidad, que funda las otras dos imágenes. De este modo, en The Board Room uno va de la pantalla
así su valor (ilusorio) de intercambio y de comunicación. al retrato y a la pieza entera, después de haber hecho el camino inverso, trece
Finalmente, en esas pantallas, el espectador habrá visto aparecer palabras. veces, si uno quiere.
En mayúscula, palabras clave; nombres propios, abstracciones, a un ritmo
1988.
variable (repentance, money, financial, political, power, television,
gift, education, degree, prophecy, resource, package, para Falwell,
por ejemplo; otros tendrán más; Khomeini, solo una: revolution). Estas
palabras tienen una función de análisis, y de catálisis. Aceleran la relación de
los momentos del discurso, la producción de los efectos de discurso sobre los
cuerpos de los actores. Y así, se inscriben imaginariamente para nosotros en
los cuerpos de los espectadores, esas decenas de millones de americanos con
carencias que envían regularmente a sus gurús el dinero necesario para su
prosperidad. Estas palabras tienen su eficacia, su sensualidad propia. Prueban
una vez más hasta qué punto la función de ida y vuelta del videoarte pasa por
la escritura. Esta última se encuentra aquí concebida como una clase particular
de imagen, fragmentaria, intermitente, como una red de significaciones brutas
que permite despegar la imagen de ella misma sin por ello hacerle perder su
peso de seducción. Discurso crítico mínimo que suelda así un dispositivo de
conjunto, este a su vez concebido enteramente como un redoblamiento.
En Monkey Business [Vitaminas para el amor], Howard Hawks había
encontrado el medio para, gentilmente, violentar el decorado falsamente ma-
jestuoso de la sala de directorio de una compañía americana especializada en
la investigación de los sueños y de la ilusión; había hecho entrar allí a Cary
Grant y Ginger Rogers vueltos a la infancia gracias a las virtudes de un filtro
de juventud, a Marilyn en estado natural, y a un mono, autor inconsciente del
producto, el B4 (el Before!). Virtudes de la ficción y de la comedia. Era la época
en la que el cine, espejo de una sociedad americana aún no invadida de parte a
parte por la televisión, todavía sabía integrar, basándose en la reinvención lúdica,
la crítica social en el desarrollo de su propio mito. Hoy en día, la instalación
de video ofrece a Muntadas la elección deliberada de una pedagogía volup-
tuosa, fundada esencialmente en una mimética. Su vivacidad crítica se debe a
una capacidad de operar desplazamientos entre elementos y hacerlos insistir, Antoni Muntadas, The Board Room, 1987.
para que seduzcan significando, y aun sobresignificando; pero a condición de
que el discurso así producido sepa conservar también una calidad de silencio.
El recorrido depende de ello. En el catálogo de su reciente retrospectiva en
Madrid (Hybridos), Muntadas reunió en una doble página veintiocho veces
tres fotos: una representa un motivo de arquitectura urbana, la otra una sala
de directorio o un lugar de trabajo, y la tercera, encuadra en un primer plano
y en formato más pequeño una (o dos o varias) mano(s) captada(s) en forma
LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA

En Versalles, en los apartamentos de María Antonieta invadidos por el


silencio, aquellos que asistieron al rodaje de Marcel Odenbach vivieron un
extraño momento: pudieron ver al operador, en su dolly, intentando colocar
una cinta adhesiva en medio del monitor de control, bajo el ojo irónico y sagaz
de un director que basaba en ello su “truco” y se divertía mirando y pensando
en el resultado.
Siempre es fascinante ver a un artista definir una forma hasta el punto
en que parece dominarla, puesto que se dejó devorar por ella. En Marcel
Odenbach, es interesante ver aparecer esa forma, observar cómo se busca, se
establece, culmina y se apronta quizás a desaparecer. En un video que acaba
de rodar para la televisión alemana (Die Einen den Anderen), contemporáneo
del proyecto que desarrolló para Beaubourg (Dans la vision périphérique du
témoin, a la vez instalación y video), Odenbach ha dejado de lado la división
geométrica que utiliza, desde hace casi cinco años, para repartir más o menos y
según diversos modos la mayoría de sus planos. Para pasar de una imagen a otra,
de una serie a otra, para disimular, como siempre intentó hacer, lo demasiado
lleno, el exceso de presencia de la imagen, prefirió una forma nueva, menos
formal, más limitada a las circunstancias y a la situación del momento: es un
plano de candelabro encendido que de repente se anima con un movimiento
Marcel Odenbach, Der Widerspruch der Erinnerungen, 1982. pendular y deja aparecer los planos de cada lado de su “marco” transformado en
abanico, convirtiéndose así en su pantalla separadora. Pues, de todas maneras,
siempre hay que ocultar, escindir, separar la imagen de ella misma, con el fin
de mantenerse “en la visión periférica del testigo”.
Para Marcel Odenbach, muy tempranamente, no bien sus videos co-
mienzan a dejar atrás el universo de la performance, del cuestionamiento
crítico de los años 70, los primeros movimientos de afirmación frente al
medium, el problema será dividir el espacio. Para ver de otra manera. Más
y menos. Ya sea el testigo, autor, narrador, personaje, protagonista, pre-
sencia, silueta (él es indistintamente todo eso), o el espectador en espejo.
246 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 247

Observemos cómo se forma esa faja entre las piernas del protagonista;
cómo, cuando este se aleja, la forma es enseguida sustituida por las líneas que se
dibujan a lo largo del escalón de la escalera y debajo de la puerta. Observemos
cómo de manera más abstracta la faja sirve de soporte a la firma. Y cómo, sin
ser todavía imagen, sirve para modelar, para modular el cuadro con el fin de
asegurar la transición de un plano al otro –y no cualquier plano: de espaldas,
frente a una ventana-pantalla, en alguna parte, alguien tiene una visión–.
1 2 Transición y coexistencia, aparición-desaparición, evitando tanto la tradicional
sobreimpresión del cine como la incrustación demasiado simple del video.
Es en Als könnte es auch mir an den Kragen gehen (1983) donde la faja aparece
como tal. Para este video por encargo, cuyo título fue durante mucho tiempo “1.000
asesinatos”, Marcel Odenbach quería poder mostrar realmente dos imágenes a la
vez,sin recurrir a la doble pantalla y conservando la sobreimpresión y el fundido para
combinaciones más complejas. Así, creando sentido por el choque de dos planos
(como Eisenstein, pero de manera muy diferente), inventaba un espacio nuevo por
medio de una suma de fueras de campo. Por ejemplo: después del primer plano
3 4 que aísla en un minicuadro, arriba y a la derecha, los ojos del espectador-testigo,
En Der Widerspruch der Erinnerungen (1982), video de transición, es sor- aparecen dos dibujos de Goya que prefiguran, por su disposición, dos fajas virtuales
prendente que la división del espacio nazca, desde los primeros planos, en (horizontal y vertical); casi enseguida los dibujos son divididos por una faja central
el continuo mismo de la imagen, ataque el cuerpo, la materia, las líneas y las (vertical) que se corre y muestra a una mujer asustada (Angie Dickinson en Dres-
luces. Lo que se convertirá en la faja separadora, receptora de otras imágenes, sed to Kill [Vestida para matar], de Brian de Palma). La secuencia-film prosigue,
existe, o preexiste, motivo interior de la representación. largamente (una serie alternada de campos y contracampos a partir de la mirada
de la mujer), mientras que las reproducciones se suceden, según configuraciones
variadas (se podría decir, para terminar, que es como un libro que uno hojea).
El efecto de terror, fuera de la realidad, fuera de contexto (no se sabe nada del film
si uno no lo ha visto, y se ve poco de lo que la protagonista ve), se atenúa enton-
ces en un sentido; sin embargo, también se acrecienta, al ser reproducido de otra
manera, a causa del fuera de campo sutil creado por el estrechamiento del cuadro;
y dicho efecto alcanza al mismo tiempo los cuadros y dibujos de Goya librados
a la anticipación y al trabajo de la memoria. Un doble fuera de campo interior se
combina así con los fueras de campo culturales; ellos determinan juntos los efectos
1 2
intelectuales y sensibles nacidos de la fricción de las imágenes.

3 4
1 2
248 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 249

“la visión periférica del testigo” se estrecha de repente (en el video nacido de
la instalación) con la violencia y la confusión de un texto latente.

3 4

Que la forma-faja esté de entrada ligada al voyeurismo es claro. Ella induce


efectos de plano subjetivo entre los diferentes fragmentos del cuadro: en sí 1 2
misma, por su aspecto de fisura, de borde en el que se posa la mirada, se desliza
hacia los fueras de campo; pero también en la medida en que los motivos de
la imagen suponen siempre, más o menos, la presencia activa de una mirada.
Sucede entonces que la forma-faja aísla el propio ojo. El ojo que mira y el
ojo visto. Uno de los momentos más fuertes de Als könnte es auch mir an den
Kragen gehen muestra en la faja (horizontal, tirando al rojo, casi en la parte
más alta de la pantalla) unos ojos de mujer asustados y muy bellos que una
mano va despedazando compulsivamente a grandes cuchilladas (es el gesto,
3 4
aquí también enviado al fuera de campo, de Pascale Ogier en Le Pont du Nord,
de Rivette), mientras que en el resto de la imagen se acumulan escenas de
violencia. El espectador se ve así confrontado a una actividad constante de La fuerza más profunda de la forma-faja es la de producir una cristalización
visión. “Decepcionado por el enemigo, el combate, la masacre… nuestro entre la pasión de la mirada y los elementos de la representación. Tomemos
pueblo purga sus sentimientos de culpabilidad en el laboratorio psicológico Vorurteile. Tratemos de describir, con una minuciosidad algo excesiva, pero
de una serie televisiva”. Hitchcock –para mí, el más grande cineasta, dice necesaria para captar ese funcionamiento, los primeros minutos del video.
Marcel Odenbach– es la referencia central de esta televisión-cine, tan pre- Después de algunos planos de paisaje en blanco y negro azulado acompañados
sente. Él experimenta, incorpora, redistribuye la psicosis-neurosis-perversión de una sucesión de músicas y de ruidos (música clásica, ruidos de taller, música
del dispositivo visual, reciclando a su vez el loco reciclaje del que fue objeto hollywoodense, música africana), la faja aparece, en un azul pálido, sobre un
Hitchcock (De Palma, etc.). Ya en Der Widerspruch der Erinnerungen, los fondo de persianas oscuras que parece entreabrir. Algunas formas se dibujan
planos de Janet Leigh (Psycho [Psicosis]) enceguecida por las luces y la sobre esos fondos: dos cruces que evocan la faja en las dos caras de la imagen:
tormenta se imbrican en los del protagonista mirón-conductor-soñador; simplemente el efecto de la luz a través de las ranuras de los postigos. Rápida-
participan tanto mejor en la génesis de la forma-faja cuanto que la dispo- mente, aparece, manejado por unas manos que apenas se adivinan, un objeto
sición interior de los cuadros la prefigura (repartición de blancos y negros, ritual exótico, que ocupa casi todo el espacio vertical de la faja; el objeto gira, y
ventanas-pantallas de los autos). Lo mismo sucede en Vorurteile (1984); los la faja se alarga hasta delimitar de cada lado de la pantalla dos delgadas bandas
pocos planos citados de Strangers on a Train [Pacto siniestro] muestran un negras sensiblemente iguales a la primera forma clara. El objeto gira y figura,
efecto sorprendente (imposible de aislar por medio de un fotograma): la a su vez, por su forma, como una segunda faja en el espacio central, tanto más
calesita disparada dibuja una faja móvil que barre el cuadro y descubre de claramente cuanto que se desdobla sobre sí mismo, proyectando una sombra.
repente a nuestro ojo fascinado el primer plano del niño aterrado aferrado Luego esa ancha faja se estrecha, vuelve a su forma primitiva; y, de repente, por
a su caballo de madera. Y así, sobre imágenes vislumbradas de Dial M for inversión, una de las hojas de los postigos, iluminada, ocupa el espacio hasta
Murder [Crimen perfecto] y de Frenzy [Frenesí] (las agresiones a mujeres), entonces reservado al objeto, mientras que otra imagen, todavía indiscernible,
250 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 251

viene a ocupar los dos márgenes estrechos a los que se habían reducido antes misma e incansable pregunta: ¿hasta dónde se puede mostrar menos para ver
los postigos oscuros. Detalle notable: el eje vertical circunscrito por las ranuras más? ¿Hasta dónde se puede anticipar, adivinar, proyectar, sustraer algo de lo
reproduce en el postigo claro una suerte de faja, igual a la que separaba los dos visible para reconstruir su parte de ausencia a partir de los fragmentos de su
postigos oscuros, y la cruz formada con la faja horizontal delimitada también presencia? Una presencia activa, múltiple, móvil, virtual, infinita: siempre hay
por las ranuras reproduce la doble cruz negra de las imágenes anteriores. ya algo de imagen, algunas imágenes, debajo y en la imagen. Toda imagen es
Seguidamente, esa ancha faja central formada por el postigo se reduce a su a la vez forma y fondo de otra, que nace de un fondo ilimitado de imágenes.
vez y termina por ocupar el mismo espacio circunscrito, al principio de todo, La disposición de la forma-faja en esta primera parte de Vorurteile muestra bien
entre los dos postigos. Con esta pequeña diferencia: un pliegue en el centro que la realidad representada (aquí los postigos, el objeto exótico) y la forma-
y el fino festón que desfleca la faja en las orillas recuerdan el motivo de los representante (la faja como forma variable) están en una constante relación de
postigos casi desaparecidos, en medio de las imágenes divididas pero legibles reversibilidad. Se engendran una a la otra. Tal es la fuerza que pone en marcha
que se suceden de un lado y de otro: fotos, planos de films, de series televisivas; y sostiene el relato. Tal es la regla del juego que persigue Vorurteile: obra muy
imágenes de materias, de fábricas, de guerra, de oficinas, de minas, de cuerpos depurada, teórico-lúdica (como lo son, en grados diversos, todos los videos de
activos y pesados. Esto, hasta que el postigo, siempre claro, tapa por primera Marcel Odenbach). La elección del postigo traduce mucho mejor allí que lo
vez todo el campo. que muestra es al mismo tiempo lo que esconde; se produce entonces entre
la máscara y el cuadro una nueva situación. Los efectos de fuera de campo
interiores a la imagen transforman y multiplican las relaciones clásicas de
plano a plano (siempre latentes, allí reside todo su interés), como para agotar
a partir de una misma posición de mirada la virtualidad de los dispositivos
cine-video, en un proceso incesante de composición-descomposición. La regla
de este juego aparece tanto mejor en Vorurteile cuanto que, entre las series de
imágenes de films y de televisión, el juego es tomado como tema después del
objeto ritual, la mano del protagonista invisible manipula varios objetos, en
1 2 el mismo cuadro formal, de manera suavemente obsesiva. El efecto culmina
en el último plano: la mano hace girar una matraca; una ronda cíclica de luz
traduce en un movimiento continuo los efectos del ocultar-mostrar por medio
de la luz-cuadro, hasta allí orquestada por la forma-faja.

3 4

¿Qué resulta de tal disposición de la forma-faja? Evidentemente, su úni-


co interés es el de la gran musicalidad del trabajo de Marcel Odenbach, su
sentido agudo de las relaciones del sonido y el sentido, de los contrapuntos, 1 2
del ritmo, y su modo tan personal de utilizar materias que produzcan tanto
crónicas del tiempo presente como “consideraciones inactuales”, en la tradición De este modo, no existe elemento de lo “real” que no sea por sí mismo
alemana del ensayo (Nietzsche, Musil), a la que supo dar una forma nueva y función de un dispositivo de mirada. Una mirada-forma tanto como una
ágil. La faja, como hemos visto, materializa la función de la mirada, su cesu- mirada-ojo. Un ojo-forma. Todo está irrealizado, relativizado, a la vez que
ra, sus fueras de campo, su exceso y su falta. Forma y formula, variándola, la fuertemente fijado, sometido a las variaciones con las que la forma-faja afecta
252 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 253

la representación. Dichas variaciones obedecen a un doble movimiento, crítico en previsión de un efecto de montaje interior de los más perversos, ya que
y poético, de análisis y de desviación, favoreciendo así lo que yo llamaba una Odenbach opone en su nueva instalación no solo dos veces tres imágenes, sino
cristalización. Esta opera por sustitución, cruzamiento e interpenetración de también, frecuentemente, dos espacios en espejo quebrado en cada uno de los
signos, orquestados de manera que los cuerpos y el sexo resulten siempre induc- dos monitores en espejo.
tores de la inmersión que cada obra hace en la realidad sensible y la memoria
sociocultural. En este aspecto, esta cristalización tiene un carácter fuertemente
simbólico. Propaga efectos de sentido, a la vez continuos y discontinuos: por
un lado sumamente libres, casi volátiles, gracias a la movilidad extrema, la
plasticidad, el carácter semiarriesgado de la forma; pero también muy claros,
y hasta insistentes, a causa del carácter tajante, casi brutal, de la relación.
En Die Distanz zwischen mir und meinen Verlusten (1983), por ejemplo, donde
el juego sobre la elasticidad de la forma-faja variada por la luz está llevado al
extremo, existe un momento muy interesante: en la faja vertical, que hace allí 1 2
de soporte de imagen entre dos paneles negros que la bordean, aparecen una
serie de figurillas, quizás un juego de cartas popular. Por medio de un proceso
seguro, pero que provoca aquí una verdadera puesta en abismo en la faja re-
dividida en tres, la parte central de la figurilla queda intacta, mientras que las
otras dos cambian; un número infinito de cuerpos inesperados se produce así
según el mismo principio formal que organiza todo el cuadro, y el conjunto
del video. En Ich mach die Schmerzprobe (1984, una obra en parte dedicada al
fisicoculturismo), la faja central muestra una máquina en la que un pistón se 3 4
activa de arriba hacia abajo con violencia, mientras que el protagonista, boca
abajo, levanta y deja caer sus piernas al suelo, con un movimiento regular. De un monitor al otro, sentado entre los dos, inmerso en una “conversación”
Al dividir el cuerpo con la faja, la máquina parece penetrarlo y llevar a cabo que le muestra irónicamente su doble lugar, el espectador-testigo solo puede ir
el acto sexual que el personaje, así encuadrado-oculto, sugiere aún más con su y volver, girando su cabeza, atrapado “en la visión periférica” de la que se con-
propio movimiento. Asimismo, en Als könnte es auch mir an den Kragen gehen, la vierte en centro fragmentado, al precio de un perpetuo desfase entre la pantalla
faja nace del ojo del protagonista; pero es entre sus piernas separadas al final por que ve y la que vio. En una (pero puede elegir la otra) verá primeramente al
la forma-faja (como lo estaban al principio de Der Widerspruch der Erinnerungen protagonista, en la faja central (blanco y negro), alejarse, de espaldas, al ritmo
por un rayo de luz) por donde desfilan todas las imágenes y las referencias del de una carrera desacelerada, en el espacio preservado por líneas blancas entre
video, los “1.000 asesinatos” de nuestra cultura de imágenes. De este modo, de dos hileras de autos que avanzan, deslizándose fuera de cuadro, hacia la cámara;
momento en momento, de video en video, se propaga la cristalización. mientras que en las dos imágenes de los bordes (color), la cámara avanza por la
El sexo-cuerpo. La cultura-memoria. Así toma forma “la visión periférica galería de la reina. Disposición enseguida invertida: la faja central, en Versalles,
del testigo”. A partir de As if Memories Could Deceive Me (1986), la forma-faja muestra personajes, contemporáneos y luego vestidos de época, que se alejan
no divide ya solamente el plano creando una doble imagen dividida por otra; de espaldas por la galería, siempre seguidos por la cámara; mientras que en el
compone a menudo tres imágenes, por un efecto sorprendente de oscilación. paseo de las Tullerías las dos hileras de autos llegan a nosotros, de un lado y
Pues las dos imágenes de marco constituyen tanto dos fragmentos de realidad otro del protagonista desaparecido. Si el espectador se vuelve entonces hacia el
heterogéneos como el mismo espacio escindido según dos ejes divergentes. segundo monitor para observar la otra ficción que allí se desarrolla, percibirá,
Era asombroso, en Versalles, ver a Marcel Odenbach pedir al operador que en el centro, dos personajes vestidos de época que dialogan, se van y vuelven a
encuadrara (iluminara, etc.) sucesivamente los dos lados (derecho e izquier- paso lento por el sendero de un gran parque; y a cada lado una serie de “vistas
do) de lo que podía parecer cada vez un único travelling hacia adelante. Esto de París”, muy variadas, que mezclan presente y pasado, motivos de arquitectura
254 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 255

y gestos de la vida cotidiana. Esta disposición, al igual que la primera y en el Este mundo es un lugar de pasaje, y esta obra, una serie de pasajes. Tiene sus
mismo momento, se invierte, según un efecto similar de enmascaramiento y temas, sus constantes: la infancia y sus juegos, un gusto por el bricolaje, por los
desenmascaramiento. objetos; una fascinación por la cultura, erudita y popular: el alma alemana, sus
Sería simple, largo y fastidioso inventariar este juego de formas y de fuerzas. pompas, sus horrores y sus mitos, nazismo, terrorismo, músicas, arquitecturas,
Las simetrías, diferencias, inversiones, todas ellas fruto de un azar minucio- una muy fuerte cultura de imágenes, cine (americano sobre todo, Hitchcock,
samente calculado, que hacen de esta instalación muy sencilla un volumen etc.), televisión (soporte de todas las imágenes), pintura (Goya ante todo); una
fascinante. Lo esencial, a mi entender, es su claridad, su virtud polémica. Creo atracción confusa por los cuerpos, fragmentados, dislocados, entre perversión
que nunca fue tan evidente la intención de Marcel Odenbach. Quizá porque y pornografía (muchos films porno, en la forma-faja y/o en los planos de
por primera vez hay un texto que la subraya, aun cuando, nos dice él mismo, fondo); un gusto por el exotismo, africano, sudamericano (muy fuerte en las
“las palabras mueren ante las imágenes”. El diálogo entre los dos hombres músicas); un sentido agudo de la vida cotidiana, de los gestos, de las posturas;
sugiere el carácter limitado, fragmentario, arbitrario y personal de toda re- un balanceo pendular entre presente y pasado, imaginario y realidad, materia
presentación; defiende la calidad inductora de la idea, el valor irreducible del y memoria. Todo esto se repite, más o menos, en cada obra, sin determinar,
tiempo de la emoción, la agudeza del encuadre intelectual y sensible que hace hablando con propiedad, un sujeto, sin volverse nunca hacia el relato, pero
posible “un campo de visión”. Se convierte así en el garante de la circulación sin convertirse tampoco en el pretexto de operaciones formales demasiado
y de la cristalización que se operan entre todos los elementos. Mirada sobre puras ni agotarse en una atención excesiva (aun cuando sea intensa) en el
la mirada de la forma-faja. Esta puesta en abismo hace de él, no sin ironía proceso de creación en sí. ¿De qué habla, por ejemplo, esta instalación, sino
(gracias a las palabras elegidas, al tono, a la situación de mascarada cultural), de varias de esas cosas a la vez, que “prenden” gracias a la fuerte cohesión del
una especie de texto-programa: Dans la vision périphérique du témoin marca en dispositivo formal elegido para reunirlas? ¿Del presente y el pasado? Evi-
su autor un punto culminante y un tiempo de pausa. dentemente. ¿Del punto de vista que cada uno puede adoptar? Por supuesto.
Circulación, cristalización. El arte de Marcel Odenbach se basa en su manera ¿De la arquitectura? También. ¿Del cuerpo? Así es.
muy personal de situarse entre lo aleatorio y lo absoluto. Gracias a una elaboración Si hay que terminar por darle un nombre a lo que hace Marcel Odenbach,
estricta llevada a cabo alrededor y a partir de la forma-faja, ha concebido un mundo digamos: autorretrato.Tal como la tradición literaria le ha dado forma, tal como
singular: muy clásico en un sentido, porque en él todo parece responder a todo y un cine de autor lo ha reformulado, y tal como el video hoy en día lo permite
de todo, y cada detalle tiende a hacer resplandecer el conjunto. Los elementos se de manera más clara y más natural. El autorretrato es ese género literario
despliegan allí, unos en relación con los otros, como en una partitura, pero con singular cuya lógica y genealogía han sido descritas por Michel Beaujour.2
efectos de sentido, que inducen así una constante reverberación simbólica. Contrariamente a la autobiografía, que cuenta una vida, el autorretrato solo
Entonces: al jadeo del corredor que cubre la mitad del primer video de la cuenta un Yo; sucede que no resulta de los acontecimientos y su progresión
instalación responde, durante todo el final del segundo, un jadeo similar, nacido se identifica con el único movimiento alrededor de la pregunta incesante-
esta vez de las escenas de violencia y de sexo cuyo sonido invade la imagen. mente repetida: “Quién soy?”. El autorretrato nace, con Montaigne, de una
Pero ese mundo saturado de sentido, en contacto con múltiples niveles de transformación de los procedimientos por los cuales la antigua retórica había
realidad, no tiene una exterioridad real, no parece darse a sí mismo ni validez organizado la representación del mundo y del discurso, y fijado en particular
ni justificación de ninguna clase: se desvía, expresando el punto de vista de las reglas de la invención y de la memoria. Todo esto, en el autorretrato,
una sensibilidad puesta a prueba de una forma, reconociéndose gracias a esa refluye hacia el que escribe para conocerse mejor, pero no descubre en el
forma. Testigo, pero siempre a la distancia, del mundo tal como se difunde en acto de escribir sino una prueba inaprensible de su identidad. El sistema
él. “Creo que me dejaré invadir cada vez menos por cosas terminadas, deci- de los lugares y de las imágenes, las funciones analógicas y enciclopédicas,
siones, hechos. Los hechos se me han vuelto extraños. Me nutro cada vez más tan potentes en la retórica, están siempre en la fuente del texto: pero viven
de emociones”.1 Y esas palabras del “testigo”: “Solo me quedan emociones”. allí una vida autónoma, y el libro se vuelve como su propio fin. Aun cuando
el autorretrato evolucione poco (Beaujour insiste en su valor de modelo
1
Principio del texto de Tip, Tip, Tip, What Is This Man Supposed to Be?, 1983, catálogo
2
Walter Philips Gallery, p. 34. Michel Beaujour, Miroirs d’encre, Éditions du Seuil, 1980.
256 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 257

transhistórico), es un género eminentemente moderno, que abarca a partir


del siglo XIX todos los avatares de la crisis de la representación y triunfa en
la literatura actual, de Nietzsche (Ecce Homo) a Leiris (La regla del juego), a
Malraux (Antimemorias) o a Barthes (el Barthes “por él mismo”). Participa
incluso, en ese sentido, en su definición: el autorretrato no es realmente un
género, porque es más que un género.
El cine ha sido considerado como impropio para la autobiografía: “Siempre
resultaría o demasiado objetivo o demasiado subjetivo, dividido entre una verdad 1 2
puesta en escena y una verdad grabada, entre lo expresivo y lo descriptivo; el
espectador es siempre exterior al cuadro y la barrera entre el que ve y el que
es visto sigue siendo infranqueable; en suma, “la subjetividad desaparece ante
el objetivo”.3 Pero parece que en algunos de sus márgenes el cine se habría
acercado a esa otra subjetividad, menos franca y mucho más retorcida, que
habla en el autorretrato. Cuando se mantiene, entre documental y ficción,
testimonio y relato, obsesionado con la presencia insistente, constante y sin
embargo intermitente, escondida, de una voz y de un cuerpo. En la obra de
Robert Frank, por ejemplo. O de Godard, cada vez más evidente. El video, por sí 3
mismo, facilita tal movimiento. Permite de modo mucho más simple mantener
Fragmentado pero presente. Amo del juego pero poseído por él. Un enun-
varios discursos a la vez (ese trenzado de las voces es una de las condiciones
ciador devorado. Tal es el cuerpo del autor-narrador-testigo-personaje-pro-
del autorretrato). Y la presencia material del cuerpo del autor es allí mucho
tagonista-figura-silueta, nacido de la performance, difractado en los videos y
más natural (es un elemento indispensable de ese trenzado).
en las instalaciones. Ojos que ven: una mano invisible que sostiene el volante;
Muchos artistas del video (Bill Viola, por ejemplo, o Marcel Odenbach)
manos que juegan a mil juegos infantiles y provocadores; pies, piernas, un
dijeron que aparecían como figuras o como actores de sus videos porque era
medio cuerpo que camina, gira, atraviesa puertas; más piernas, replegadas en
más sencillo, y podían así preservar mejor el sentimiento de intimidad ne-
una cama, y animadas de un movimiento constante, bajo las cuales desfilan
cesario para su experiencia. Bajo la coartada práctica, ¿triunfo de “la estética
imágenes de violencia y de homicidio; un rostro que duerme, que vela; un
del narcisismo”?4 Puede ser. Pero más profundamente, un régimen expresivo
hombre dormido sobre un piano; un cuerpo de gimnasta apenas percibido;
complejo trata así de inventarse (desplazarse, encontrarse) en el campo de
un convidado irónico (de frente, en plano mediano, rápido); un hombre que
las imágenes-sonido. Algún día habrá que contar su historia, trazar su mapa,
sale corriendo, jadeante (se pasa insensiblemente, en cámara lenta, de un primer
precisar en qué se acerca al autorretrato literario (y pictórico) y en qué difiere
plano de su brazo a un plano alejado, durante unos tres minutos).
de él. En el video, por ejemplo, en Jean-André Fieschi o Thierry Kuntzel,
Ese cuerpo, mezclado con otros cuerpos, pero que se reconoce, que se
en Juan Downey o Bill Viola. En Marcel Odenbach, que es quien parece
adivina constantemente, ese cuerpo se amolda al trabajo de la forma-faja.
aproximarse más a él.
Esta lo atraviesa, él nace de ella, ella lo conduce, él la determina. Él marca la
búsqueda del “¿Quién soy?”; es la parte visible de la situación de enunciación,
3
Elisabeth W. Bruss, “Eye for I: Making and Unmaking Critical Autobiography”, en la cara sensible del nombre que cautiva a Marcel Odenbach en sus genéricos
James Olney (ed.), Autobiography: Essays Theoretical and Critical, Cambridge, Princeton y pregenéricos. Se podría pensar: por narcisismo; yo preferiría decir: para no
University Press, 1980 (trad. fr. “L’autobiographie au cinéma: la subjectivité devant l’ob- ignorar nada de los avatares de la postura narcisista, desde el momento que su
jectif ”, Poétique, nº 56, noviembre de 1983). práctica de arte se concentra tan fuertemente en él mismo y ordena el mundo
4
Rosalind Krauss, “‘Video’: The Aesthetics of Narcissism”, October, nº 1, primavera de que él nos muestra a partir de ese punto tan aleatorio y frágil como indudable y
1976, retomado en John Hanhardt (ed.), Video Culture, Rochester, Visual Studies Wor- decisivo. Observemos los efectos de firma, muy cercanos a los de Hitchcock en
kshop Press, 1986.
258 RAYMOND BELLOUR LA FORMA POR DONDE PASA MI MIRADA 259

los genéricos dibujados por Saul Bass. Pero allí donde, en el caso de Hitchcock, reciclajes culturales, las derivas y los desvíos de la condición posmoderna. El
el nombre, refractado en los cuerpos-miradas, se diluye en una historia, con la autorretrato, por naturaleza, sería definitivamente posmoderno.
aparición simbolizada de la figura del amo como única evocación, en Marcel En cuanto a la tonalidad más íntima de esta obra, habría que buscarla,
Odenbach el nombre permanece a través el cuerpo personal que sostiene el si uno quisiera realmente sugerirla, por el lado de la referencia que Marcel
desarrollo de la obra. Odenbach se da a sí mismo para delimitar su “visión periférica”: en Musil.
Su sensibilidad nerviosa, inquieta y exacta de “testigo”, la veo oscilar entre los
dos extremos, las dos edades de la mirada musiliana: por una parte Törless y
sus desconciertos, su ardor, su tensión, su identidad muy física, su inmadurez
ya penetrada de cálculos; por la otra, Ulrich y su falta –decía muy acertada-
mente Blanchot– de particularidades más que de cualidades, ya que es por sí
mismo ese lugar vacío e inestable, vibrante, abierto por indefinición a todas
las virtualidades.6 El protagonista moderno, “el hombre posible”. En suma,
un ser de pasaje. Marcel Odenbach: un joven muy personal, un hombre sin
1 2 particularidades.
1986.

“El autorretrato sería en primer lugar un deambular a lo largo de un siste-


ma de lugares, depositario de imágenes-recuerdos”.5 Para Marcel Odenbach
existen en ese registro dos grandes categorías de imágenes. Por un lado, integra
en su trabajo material que filma aquí y allá, durante sus viajes, y al azar de su
vida cotidiana: para la obra, dichas imágenes se vuelven otras tantas imáge-
nes-recuerdos, porque siguen –al menos así podemos imaginarlo– el rastro de
recuerdos más antiguos; forman algo así como recuerdos-pantallas. La cita,
por su lado, es la forma cultural de ese deambular: se confunde tanto mejor
con las imágenes privadas cuanto que Marcel Odenbach tiende actualmente
a construir sus propias citas, a volver a representar la escena por su cuenta,
acrecentando así su valor de actuación y de desdoblamiento (en Die Einen den
Anderen y Dans la vision périphérique du témoin). Paradójicamente, la fuerza que
atrae al autorretrato hacia el pasado es también lo que lo hace ineluctablemente
moderno: asimila, al renovar la energía que le viene de una tradición, tanto las
pulsiones utópicas que apuntan al acercamiento del arte y de la vida como los

5 6
Michel Beaujour, Miroirs d’encre, op. cit., p. 110. Maurice Blanchot, Le Livre à venir, op. cit., p. 169.
“LA CARTA DICE MÁS”

Para Jackie, Takae, André, Barbara y Tone,


que me hicieron conocer Video Letter.

La carta dice más y más. No termina nunca, dice, quiere, quiere siempre
decir más, desde el momento en que es una verdadera carta.
La carta de cine, muy a menudo, es única. Representa a cuerpo descubierto
una suerte de esencia de la carta, un espacio elíptico de la pérdida alrededor del
cual han construido su guión los más grandes films (Letter from an Unknown
Woman, de Ophüls, el ejemplo mismo de la carta llevada hasta el vértigo, o
A Letter to Three Wives [Carta a tres esposas], de Mankiewicz, donde tres car-
tas, dirigidas por una mujer a otras tres mujeres, abren ese mismo surco del
secreto en la superficie demasiado simple de las cosas). La carta tiene sentido
único. Y aun cuando designe a un interlocutor supuestamente “verdadero”, y
tienda por ello a multiplicarse, a fragmentarse, es decir, a relativizarse, siempre
tiene como meta un punto de fuga ideal, un lugar vacío alrededor del cual sus
palabras podrían juntarse, porque es allí donde nacieron (por ejemplo, el lecho
abandonado de Lettres d’amour en Somalie, de Frédéric Mitterrand). Y si la
carta alcanza un grado aún más “verdadero”, es decir, produce un verdadero
intercambio (entre una hija y su madre, que se escriben y se responden, como
Shuntaro Tanikawa y Shuji Terayama, Video Letter, 1982-1983. en News from Home, de Chantal Akerman), siempre se ve, en la imagen, o
sea, en el punto más vivo de la “carta” dirigida al espectador, uno solo de los
puntos de vista (el espacio neoyorquino, donde la hija vive el distanciamiento
que ocasiona el intercambio con su madre).
Vendría a ser, pues, el privilegio de la carta de video (¿será solo casualidad?)
el haber permitido (al menos una vez) un intercambio “real”. Las líneas de fuga
y de pérdida propias de toda carta se dibujan allí de manera aleatoria, a merced
de una cotidianeidad evidentemente simulada, disfrazada, elaborada (no se
trata de una simple correspondencia, publicada a posteriori, etc.), pero que no
es por ello menos crucial para llegar al cuerpo más interno de la carta.
262 RAYMOND BELLOUR “LA CARTA DICE MÁS” 263

Durante alrededor de dos años (1982-1983), el poeta, hombre de teatro, uno pasa de página en página, como un folio, aquí solo aparece una vez, al
cineasta más o menos de vanguardia Shuji Terayama y el poeta Shuntaro principio de la carta, donde no se lo puede encontrar tan fácilmente como
Tanikawa conciben juntos en Tokio esta videocarta que termina tristemente en un libro (esta disposición no tiene nada de obligatorio: podemos muy
pero “naturalmente” con la muerte de uno de los dos corresponsales. Es Katsue bien imaginar nombres inscritos en la página-pantalla-video, dotados así
Tomiyama, productora, cofundadora de Image-Forum, quien impulsa a los de una estabilidad análoga a la del libro). Podemos, pues, olvidar el nombre.
dos hombres, amigos de larga data, a experimentar una forma popularizada Lo olvidamos con más razón en las cartas sin palabras (hay varias), o con pocas
en Japón gracias al extraordinario desarrollo del video para el gran público palabras (hay muchas), donde la imagen se vuelve muy ambigua, turbia y a la
(aunque su tentativa evoca también la antigua tradición del intercambio de vez abierta a demasiado sentido. Sucede también, a menudo, que se ven aparecer
poemas, conocida como renga, uno de los equivalentes del ritual occidental en el cuadro, no rostros o cuerpos irreconocibles, sino fragmentos de cuerpos:
de la correspondencia literaria). Entonces, cada uno de ellos rodó en su casa, con piernas, una espalda, manos sobre todo, concentradas en tareas, en objetos.
un mínimo de equipo, cartas de imagen y de sonidos que serían enviadas poco Es una de las maneras de hacernos perder el hilo del intercambio, ligado a
a poco al otro, y sus respectivas respuestas. Luego de la muerte de su amigo, nombres que escapan, a cuerpos que no los sostienen. Pero la fragmentación,
Tanikawa hará los ajustes de montaje necesarios y el doblaje sonoro. El video mucho más allá, afecta la representación en su conjunto: introduce una suerte
está así compuesto de dieciséis cartas-fragmentos que se encadenan según un de incertidumbre generalizada sobre lo que es percibido en la imagen y, prin-
principio muy sencillo de alternancia y que comienzan con un encabezamiento cipalmente, sobre el punto de vista que la hace visible. La tendencia natural de
que lleva el nombre del emisor y el del destinatario. la imagen a objetivarse, y a encerrarse en su opacidad, es decir, a abrirse hasta
el infinito, sin que se atribuya a alguien, está aquí profundamente reforzada.
Y, sin embargo, la primera cualidad de Video Letter es la de introducir una
Entra así en conflicto con las numerosas marcas de identidad que jalonan el
duda sobre lo que parece más seguro en un intercambio epistolar: la identidad
intercambio. De manera que uno se encuentra en la extraña situación de oír a
de cada uno de los corresponsales.
dos hombres dirigirse uno al otro, pero también, por momentos, de creer no
No es que sean irreconocibles. Se los ve aparecer, físicamente, de manera
oír a ninguno y, por ende, de dudar de la identidad de quien escribe, como si
muy clara, en al menos dos secuencias. Varias marcas de enunciación subrayan
los dos fueran uno.
el intercambio (Terayama dice varias veces: “Sr. Tanikawa…”). Y, sobre todo,
Dos secuencias inducen así una confusión particular: la primera, en la
para un espectador japonés, a quien se supone que se dirige en primer lugar esta
que Tanikawa escribe, pero en la que se ve largamente a Terayama, con un
obra, la separación de las voces, de los tonos y aun de los registros de lenguaje,
álbum de fotos (encontradas por Tanikawa, este lo precisa después, pero una
poco perceptibles para el espectador europeo, establece con claridad quién es
vez creada la confusión); y la penúltima: nuevamente Tanikawa escribe, pero
el que habla. Además, también se esbozan dos vidas, y a través de ellas dos
uno ve (¿cómo es posible?) a Terayama que se dirige, sin que uno lo oiga, a un
estilos, dos maneras de relación con el tiempo: una especie de biografía nula,
fuera de campo indefinido, mientras una voz femenina grita, fuera de campo,
en el caso de Tanikawa, más adusto, más desconcertante, como concentrado en
cada vez más fuerte.
el instante; en el caso de Terayama, algunos signos parcelarios pero fuertes,
Se comprende con mayor razón que uno de los corresponsales haya intentado
que desarrollan una historia, una duración: fotos de juventud y de infancia, la
nombrar una vez para sí mismo ese deslizamiento, esa mezcla de identidades,
enfermedad, el envejecimiento de una madre.
propia de tal intercambio singular de cartas de video (pero quizá afecta así, más
Y, sin embargo, persiste una confusión (espero no ser el único en perci-
allá, el resultado propio de todo intercambio de cartas). Es Terayama quien
birla). Uno se encuentra, por algunos instantes, por momentos más o menos
escribe. En la imagen se perciben signos de escritura, y la voz se pregunta:
largos, en un extraño intervalo: ya no se sabe bien quién habla. El efecto se
“¿Soy yo? ¡No, es mi nombre escrito en caracteres!”. Se percibe una figura de
debe casi enteramente, aun cuando sus modalidades sean cambiantes, a la
hombre; la cámara retrocede y la voz dice: “No, no es más que una fotografía”.
facultad de autonomía de la imagen, que no llega por sí sola a garantizar la
Y, de signo en signo, la pregunta se va desplazando para fijarse en varios docu-
división de identidades cuando esta no está realmente reafirmada.
mentos de identidad, algunos en los que se reconoce el nombre, otros en donde
Dicho deslizamiento se ve facilitado por el hecho de que, contrariamente
es ilegible (invisible). Y la voz se pregunta: “¿Tal vez soy un poeta? / ¿No soy
a lo que sucede con la correspondencia impresa, en la que el nombre de cada
quizá Shuntaro Tanikawa? / ¿Tal vez soy simplemente un hombre?”.
264 RAYMOND BELLOUR “LA CARTA DICE MÁS” 265

Es evidente, la confusión de las identidades supone una interrogación, a a los que los atraviesan indexando la vida como tal, es decir, la vida posible en
la vez esencial, lancinante y muy simple, sobre la no identidad subjetiva: es la la única medida en que existe y se mantiene. La correspondencia de los dos
segunda cualidad de Video Letter. La identidad se reduce allí a lo que aparece, hombres, su diálogo, tan concreto como enigmático, mantiene el espacio de
a las preguntas formuladas (en el texto) y sugeridas (al espectador-lector) por esa posibilidad.
el contenido de las imágenes. Es decir, inmensamente y poco: signos disemi-
nados como arena, que oscilan entre la pura contingencia y algunos enlaces, La tercera cualidad de Video Letter es la de haber sabido encontrar, gracias
algunos puntos de anclaje. a una especie de instinto corporal compartido de manera desconcertante, un
“¿Soy un hombre invisible? Puede ser”, se pregunta Terayama mientras un modo de inscribir en la imagen lo que los dos amigos tratan juntos, y deses-
movimiento de cámara recorre su departamento. Esto permite sobrentender peradamente, de comprender y de evaluar.
que Terayama puede ser tanto él como el otro a quien escribe (o finge escribir), Un debate los inquieta, banal pero imposible de eludir: el del sentido y el
y que su no identidad común es lo que se devana en la imagen, la segmentación absurdo. Sentido y absurdo de las palabras, obrando en la cuestión de lo que
de lo visible desnudo y adosado a las palabras. Cuando las hojas cubiertas de estaría de este lado, en el cuerpo y en la imagen, pero también (toda la fuerza
signos caen al suelo, Terayama se sigue preguntando: “Tal vez soy un enfermo del video está contenida en ese estremecimiento) en las propias palabras como
del hígado. Tal vez soy un habitante de la Tierra. El que madure la mejor cuerpo e imagen.
respuesta, ¿podría decirse que soy yo?”. Por un lado, aparecen así, como anteriores al sentido y al absurdo (aun cuando
Tres secuencias que rodean a esta (hacia el final del video) dan, a gusto, nazcan a partir de su conflicto), algunos “temas” (que son evidentemente otras
respuestas que no lo son, disolviendo, diseminando, reduciendo a una opacidad tantas imágenes que se imponen por sí mismas): el cuerpo enfermo, singular de
atrapada en sí misma. En la primera, Tanikawa deja caer al suelo, uno por uno, una identidad exclusiva; el animal, límite de la definición de una humanidad
los objetos que lo califican (termina con su pie izquierdo), nombrándolos uno distintiva (tanto Terayama como Tanikawa tienen perros, que nos muestran
a uno (“Esto es…”). Cubre todo con un gran plástico, y dice: “Esto podría ser como muy cercanos a ellos –pensamos en Nietzsche abrazándose al cuello de
mi cielo azul”. Y mientras la imagen se funde al negro, se pregunta: “¿Quién un caballo martirizado, en la “piedad” que Barthes notaba en ese gesto y que
soy? ¿Esto es mi poema?”. En la segunda secuencia, Tanikawa, de nuevo, esta consideraba el ser mismo del afecto como singularidad individual e identidad
vez frente a la cámara-pantalla-espejo, reproduce los gestos fundamentales mínima–); la madre, primer cuerpo del afecto; el afecto proveniente de las
del video americano de los años 60-70 (indexación, declaración y mostración propias cosas, sordo e irreducible.
de sí mismo); se sirve con visible placer de las únicas palabras que pronuncia Por el otro, las palabras muestran su presencia inquieta: la palabra que no
(“Té de menta”: nos dice lo que bebe) para situar el carácter de pura denota- es una “letra” o una “voz”, sino que es un “sentido”; la palabra que encierra
ción del que su presencia física satura la imagen. En la tercera secuencia una su parte de cuerpo y su parte de lógica. Lo difícil es hacer visible ese debate
voz pregunta a cada uno, en la calle: “¿Quién es Tanikawa?”. Esto provoca interminable, como en el esquema de letras que se compone para hacer figurar
respuestas inesperadas, una dispersión de identidades que se opacan cuando en la imagen (es decir, como materia e idea a la vez) lo que se profundiza en
la voz termina interrogando a una flor y a un perro. palabras entre los dos corresponsales alrededor del sentido y del absurdo.
Las dos primeras de estas tres secuencias son cartas de Tanikawa. La tercera, T
una carta de Terayama, pero cuyo tema es Tanikawa. Recordamos la confusión H L
inducida por otras dos secuencias (ya citadas) donde se ve a Terayama en la W I O
imagen, cuando es Tanikawa quien le habla y nos habla. Así, dirigiéndose al NO MEANING
otro, cada uno se interroga sobre la identidad del otro para definir –o para R G I
indefinir– la suya. Tanikawa se inclina más bien hacia la no persona; Teraya- BODY C
ma, hacia el lado del sujeto nostálgico. Pero ambos, juntos y separadamente,
apuntan a, y actualizan, estados de presentes cuyo efecto es la reducción de Pero la fuerza más íntima procede de la respiración de la imagen misma, su
la parte imaginaria propia de la subjetividad. Nos encontramos ante estados materia, su piel. “No sostengo mi cámara correctamente y no puedo analizar
puntuales, sucesivos, fragmentados, que no paran de calificarse y de calificar la situación como se debe. ¿Es esto prueba de que estoy vivo?”. Este defecto
266 RAYMOND BELLOUR “LA CARTA DICE MÁS” 267

convertido en estrategia es una de las tres maneras que tiene la imagen de es tratada en el mismo tono de azul utilizado para las fotos); confrontada a
decirnos lo mismo y más de lo que las palabras tratan de delimitar: el pasaje las palabras de los poemas que se inscriben en la página-pantalla; asociada a
(frecuente, insistente) de lo claro a lo confuso (de lo confuso a lo claro) tra- representaciones mixtas, a los contornos a veces difíciles de delimitar (afiches,
duce a la vez la presencia del cuerpo y la materialización de la idea (se pasa y calendarios, libros, esculturas, collages); aun a veces difícil de distinguir del paisaje
se vuelve a pasar de uno al otro “como” se pasa del sentido al absurdo). Una (como lo es la misma pintura); en resumen, distinta y sin embargo mezclada,
inestabilidad no menos pregnante entre fijeza y movimiento recorre todo el la foto participa de ese universo general del signo trabajado con bricolaje que
video: al punto de que muy a menudo no se sabe (y uno sólo se percata más es quizá la última y más distintiva cualidad de Video Letter (en la medida en
tarde del efecto de esta indecisión) si la imagen se mueve o no, como cuando que parece conjugar todas las otras).
la respiración de alguien es irregular (esto no quiere decir que la imagen no De esta manera, este video está muy cerca de la obras, literarias o pictóricas,
sepa también ser fija o móvil). Finalmente, tercera característica, la masa de que son otras tantas pasarelas entre los mundos del lenguaje y de la imagen, y
fundidos al negro que no cesa de hacer desaparecer y renacer esta imagen gracias a las cuales un proceso generalizado de fragmentación, de disemina-
confrontada a cada instante, en su presente mismo, sostenido y testarudo, a la ción, de confusión de los signos produce un doble efecto: de desconexión y de
conjugación del sentido y del absurdo. reconexión. El signo, fracturado, triturado, mezclado, pierde dureza, definición,
gana en coalescencia. Todo se resuelve allí, sin cesar, utilizando el pasaje y el
La cuarta gran cualidad de Video Letter es la de efectuar entre los soportes intermediario. Klee, Michaux, Barthes, Marker, Godard.
de expresión el mismo tipo de fusión (de confusión) que la que se crea entre
las modalidades de la imagen y entre los que hablan. Hay algo más que Video Letter hace posible, y que uno vacila en considerar
Aparentemente, la foto tiene un privilegio. Y sirve más bien a “la parte de una cualidad: la posibilidad de la muerte como fin e interrupción del video.
Terayama”. Conozco pocas imágenes tan conmovedoras como aquella en la Y, de allí, como signo de vida, porque la muerte es real, no representada, como
que el niño pequeñito, protegido por el cuerpo de su madre, nos mira, pero esa en una verdadera correspondencia. Cuando Terayama muere,Tanikawa escribe
mirada inmóvil parece enloquecer poco a poco, porque en el mismo momento, una tras otra dos cartas; rompe así la alternancia que ha servido de regla y de
como en las fotos políticas trucadas, la parte de la foto formada por el cuerpo ritmo al video. En la imagen, sin ninguna palabra, la cámara sigue durante
de la madre se separa, retrocede y se desliza fuera de campo. El cuerpo materno mucho tiempo un trazado: una curva médica libremente reinterpretada, que
como imagen del dispositivo video-cine, el espectador sumido en la mirada se vuelve a la vez escritura y dibujo. Enseguida se comprende que se trata de
del niño: la representación conmueve con tanta más violencia cuanto que es una línea de vida; cuando se vuelve una recta, Terayama está muerto. La única
sustituida por la insistencia de Terayama en las fotos de su madre bella y joven, metamorfosis posible es entonces la del poema. Terayama muerto lee uno de
diseminadas sobre la misma cama donde se ve luego a la anciana enferma, sus poemas, en la última carta de Tanikawa, en la que la cámara, pasando de lo
entre la vida y la muerte. Por otra parte, las primeras imágenes del video son desenfocado a lo nítido, descubre una hoja cubierta de palabras-signos, en un
todas fotos. Es Tanikawa quien escribe, como vimos, pero vemos aparecer, sin poste, justo en el medio de un terreno baldío.
una palabra, una serie de fotos de Terayama. Fotos sacadas de un álbum, que
desfilan con un movimiento lento, brusco, como otros tantos fotogramas, antes P. D. 1. – Encuentro en mi contestador un mensaje de mi amiga Liz Lyon, a quien
de que la cámara penetre allí. La foto tiene entonces un privilegio: indicio del acabo de mostrar Video Letter. Me dice: “Mira la página 168 de Roland Barthes par
dispositivo-imagen según el cual se escribe la carta, también es análoga a la Roland Barthes, es increíble”. Miro y, en efecto, es increíble. Pero también tan normal.
carta en cuanto objeto de pérdida, y se convierte así en el índice mismo de Japón, signos, lenguajes, imágenes, poesía, utopía de la lengua. Esto es lo que Barthes
la carta del tiempo. escribe en este fragmento (titulado “Le shifter comme utopie”):
Y, sin embargo, la fotografía no tiene realmente un rol de centro, de do- “Recibe una postal lejana de un amigo: ‘Lunes. Vuelvo mañana. Jean-Louis’.
minio. Al mismo tiempo, no es más que un objeto entre otros, signo entre ”Tal como Jourdain y su prosa famosa (escena por lo demás bastante poujadista*), se
signos. Mezclada con la pintura, de la que no siempre se puede distinguir *
(así tal imagen, en la que uno termina por reconocer un cuadro de la escuela N de la T.: este término viene de Pierre Poujade, quien encabezó entre 1953-1958, en
Francia, un movimiento para reivindicar a los comerciantes y artesanos, afectados por la
flamenca, deformado por algunos objetos que lo ocultan y lo metamorfosean, aparición de los primeros supermercados. Hoy se usa, sin relación con dicho movimiento,
para calificar negativamente cierto tipo de populismo, corporativismo y demagogia.
268 RAYMOND BELLOUR

maravilla al descubrir en un enunciado tan sencillo el rastro de los operadores dobles,


analizados por Jakobson. Pues si bien Jean-Louis sabe perfectamente quién es él y qué
día escribe, su mensaje, para mí, es totalmente incierto: ¿qué lunes? ¿Qué Jean-Louis?
¿Cómo lo sabría yo que, desde mi punto de vista, debo elegir instantáneamente entre
varios Jean-Louis y varios lunes? Aunque en código, para no hablar sino del más cono-
cido de esos operadores, el shifter aparece así como un medio retorcido –provisto por
la misma lengua– de romper la comunicación: hablo (noten mi dominio del código)
pero me envuelvo en la bruma de una situación de enunciación que les es desconocida;
preparo en mi discurso fugas de interlocución (¿no vendría a ser lo que siempre sucede 1 Ta. a Te.: “Encontré algunas viejas 2 Te. a Ta.: “Gracias por su carta
cuando utilizamos el shifter por excelencia, el pronombre ‘yo’?) De allí, él imagina los fotos de ustedes…”. video”.
shifters (llamemos así, por extensión, a todos los operadores de incertidumbre formados
por la misma lengua: yo, aquí, ahora, mañana, el lunes, Jean-Louis) como otras tantas
subversiones sociales, concedidas por la lengua, pero combatidas por la sociedad, a la
que asustan estas fugas de subjetividad, que ella obstruye siempre imponiendo la reduc-
ción de la duplicidad del operador (el lunes, Jean-Louis) por la referencia objetiva de una
fecha (el lunes 12 de marzo), por la referencia (Jean-Louis B.). ¿Puede uno imaginar la
libertad y, si se puede decir, la fluidez amorosa de una colectividad que solo hablara con
pronombres y con shifters, en la que cada uno dijera solo yo, mañana, allá, sin referirse
“Palabras”. 3 Ta. a Te. (voces): “Por supuesto, a
a algo legal, y donde lo confuso de la diferencia (única manera de respetar su sutileza, su
largo plazo…”.
repercusión infinita) fuera el valor más precioso de la lengua?”.
P. D. 2. – Tanikawa compuso en 1982 un libro conmovedor que es como un
doble (solitario) de Video Letter: Solo (Tokio, Daguerreo Press). Habiendo alqui-
lado un departamento para retirarse a escribir, se encuentra lejos de su casa, solo,
y se pregunta cada vez más quién es él. Reúne los signos, todos los signos posibles
(por lo tanto, solamente algunos como pruebas) de su huidiza identidad: imágenes
(fotos sobre todo, muchas polaroids pinchadas en las paredes, pero también un poco
de todo lo que ve en su casa y afuera), palabras (poemas, recortes de diarios, páginas
de manuales). Imágenes reductibles a pocas palabras, y palabras encuadradas como 4. Te. a Ta.: “15 de septiembre. Gracias
imágenes. por todas esas palabras”.
P. D. 3. – “La lettre dit encore” (La carta dice más) es un título de Henri Michaux,
en Épreuves, Exorcismes (Gallimard, 1946).
1988.
“Me gustaría pensar así, ¿que piensa “Sr. Tanikawa, a propósito de la ‘falta
usted, Sr. Tanikawa?”. de sentido’…”.

5. Ta. a Te. 7. Ta. a Te.

“Hay una parte física en la palabra…”. 6. Te. a Ta.: “Un lemming”. 8. Te. a Ta.: “24 de septiembre”. “Me pregunto qué clase de ‘falta de
sentido’…”.

9. Ta. a Te.: “Sabe qué hay entre el


‘sentido’ y la ‘falta de sentido’…”.
10. Ta. a Te. “Noviembre de 1927. Mi madre”. “Esto es mi pie izquierdo”. 12. Te. a Ta.: “No, es solo una foto”.

“Octubre de 1982. Mi madre”. “Tal vez soy de la prefectura de Aomari”. 13. Ta. a Te.

14. Te. a Ta.: “¿Qué es Tanikawa?


Un poeta”.

11. Ta. a Te.: “Esto es mi muñeca…”. “Esto es mi foto”. “¿Qué número es?”. “Tradujo el libro de Snoopy”.
“No lo sé”. “¿Qué es Tanikawa? ¿Qué alimento es?”. “En tales momentos las palabras van a 16. Ta. a…
dormir”.

13 Ta. a Te. (Tanikawa lee poemas de Terayama). “Tengo veinte años. Nací en mayo”.

“Usted no puede enterarse de lo que es”.


AUTORRETRATOS

En la imagen de video, en su principio, en su propio ser, existe un vértigo.


En los millares de puntos que figuran la trama, cómo no ver también el hor-
migueo de ideas que atrae a aquel que trata de reconocerse en el interior de
esa imagen y tiende a tomar caminos más cortos, para producir un encuentro
al menos entre algunos de esos puntos. La imagen de video, por lo que invita
a concebir tanto como por lo que hace posible figurar, es una de las mani-
festaciones más vivas de lo que es el pensamiento, con sus cambios bruscos
y su desorden. A través del pensamiento como imagen, ella nos ofrece una
imagen inestable y vibrante del pensamiento.
En Still, de Thierry Kuntzel, en un pequeñísimo cuadrado en la parte baja
del cuadro azul liso hay una cantidad indeterminada de puntos que hormiguean;
crece sin cesar, luego disminuye hasta desaparecer y aparece nuevamente. Los
motivos, escasos, precarios y difícilmente reconocibles que surgen poco a poco
(el más claro se transformará en un palier, una puerta que se entreabre) parecen
así programados por ese minicuadro intermitente que late, vibra y se vuelve
como la imagen de la imagen. Es ese pequeño cuadrado lo que me gustaría
retener en mi mente y pedir al lector que fije mientras yo trato de bosquejar
un trayecto que me pareció que el video puede hacer posible.

I. Ficción

Existen libros imantados, por la vacilación que mantienen con la imagen, a


partir de la imagen, por la manera en que sostienen, entre palabras e imágenes,
una vibración que podría prefigurar la del pequeño cuadrado azul. Hormiguean de
sentido,se desplazan,como más allá de ellos mismos,se convierten en libros testigos.
Vida de Henri Brulard, de Stendhal, es en mi opinión uno de esos libros.1

Francis Bacon, Four Studies for a Self-Portrait, 1967. 1


Estas notas sobre Henri Brulard fueron publicadas en una primera versión bajo el título
“L’Entre-vu”, Photographies, nº 4, abril de 1984. Luego leí el hermoso libro de Louis Marin
278 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 279

A los 52 años, lo sabemos, Stendhal busca una manera de decir “Yo”. Constata: pluma, que se vuelven otros tantos puntos de fijación, pero también de rup-
“Qué he sido, qué soy, en verdad no sabría decirlo”.2 Con su agudeza habitual, tura y de dispersión; dejan volar su imaginación, estableciendo el trazado de
él presiente allí un problema de época. Sabe también que él da a la cosa un giro la autobiografía.
extremo y se asusta, por el lector, de “esa espantosa cantidad de Je y de Moi* […] Existen así, en Henri Brulard, 167 dibujos. Todos integrados al texto.
esa espantosa dificultad de los Je y de los Moi”. Existe la posibilidad, para hablar A veces Stendhal agrega subtítulos (explicativos); escribe casi siempre, y hasta
de sí mismo (sobre todo con un seudónimo) de utilizar la tercera persona. “Sí, abundantemente, en el dibujo, precisando emplazamientos, lugares, trayectos,
pero ¿cómo dar cuenta de los movimientos interiores del alma?”. puntos de vista. Se sitúa de este modo como “H”, “Moi”, sujeto que ve y que
Así se anuncia la obsesión autobiográfica de Stendhal: el autor quisiera escribe, se detiene y se desplaza. He aquí algunos ejemplos, que traducen bas-
recuperar la verdad original de los instantes vividos. Presiente allí la garantía, tante bien los diversos modos de composición (en la elección de las escenas,
frágil pero preciosa, de una identidad que lo obsesiona y se le escapa. Existen solo privilegié el efecto de serie).
en él, ante su ojo interior, imágenes. Dice: “Veo la escena”; “De repente me
1. “Un año o dos antes de ese viaje, cerca del inmenso sillón. – M. Sus protegidos los alumnos
veo”, etc. La fuerza de las imágenes precipita el deseo de escritura, que a su Pont-du-Claix, del lado de Claix, en el punto A, nobles. – H. Yo, muriendo de deseos de que me
vez ayuda a hacerlas resurgir. Precisa que la claridad de las escenas, su nitidez, había percibido durante un instante su piel blanca llamen al pizarrón, y escondiéndome para que no
sobre la que vuelve constantemente, a menudo no guarda relación con las ex- dos dedos por encima de su rodilla mientras ella me llamen, muriéndome de miedo y de timidez. –
plicaciones, las interpretaciones que debe dar de ellas. Porque la imagen, tan se bajaba de nuestra carreta cubierta. Cada vez H. Mi banco. (Escalera, resbaladero sin rampa
fuerte, no dice lo suficiente: “Solo es imagen”. que pensaba en ella, se me aparecía como el objeto de hierro (parapeto). – Patio del colegio. – Sala
de mis más ardientes deseos”. (Se trata de su tía del dibujo)”.
Pero Stendhal está tan fascinado con el valor propio de las escenas que Camille Poncet).
desconfía de sí mismo y de todos los relatos de segunda mano (recuerdos cons- 2 bis. La escena del pizarrón se repite, y también
se agregan detalles: “Cuando subí ante el jurado,
tituidos, contados, enriquecidos por terceros o basados en referencias culturales) la timidez fue mayor, me sentí turbado al mirar a
que corren el riesgo de interponerse entre sus visiones y el libro que nace de esos Señores sentados al lado del pizarrón”.
ellas. Repite además, como un experto: no es cuestión de que, para poder ver
más claro, “caiga en la facilidad de la novela”. Se niega a estar paseando un
espejo por una gran ruta para producir lo continuo de una ilusión.3 Pues
aquí, escribe en dos oportunidades, “el sujeto sobrepasa al dicente”. Prefiere
“(Puente. – Drac).”
tomar un camino más corto, que le permita “pintar exactamente”. Ahora bien,
¿qué hace para lograrlo? Colma su texto de imágenes, justamente. Dibujos a 2.

“A. Pizarrón. – B. Examinadores. – E. Multitud de


La Voix excommuniée, Galilée, 1981, en el que comenta extensamente el texto de Stendhal,
alumnos, 60 u 80 y algunos curiosos. – H. Yo”.
como también su estudio “Images dans le texte autobiographique: sur le chapitre XLIV de
La Vie de Henri Brulard” (en Saggi e ricerche di letteratura francese, vol. XXIII, 1984). 2 ter. La escena se repite otra vez y el motivo
2 cambia de escala (se repetirá tres veces más,
Agrega: “Lo que me consuela un poco de la impertinencia de escribir tantos je y tantos
con mínimas diferencias, aquí elegí el segundo).
moi, es que supongo que mucha gente muy común de ese siglo XIX hace como yo. Así,
Es una serie (y hasta una serie de dos pisos).
hacia 1880 estaremos inundados de Memorias y, con mis je y mis moi, sólo seré como todo Como esta hay varias en Henri Brulard, según
el mundo”. Para las citas de Henri Brulard, ver Stendhal, Œuvres intimes, édition établie diversos modos.
par V. Del Litto, Paris, Gallimard, Bibliothèque de La Pléiade, 1982, en las páginas si-
guientes, en este orden: 4, 6, 323, 21, 47, 116, 394, 373, 102. Los dibujos figuran en las
páginas 115, 202, 203, 273, 213, 386, 141, 142.
* En francés, los pronombres je y moi aluden ambos a la primera persona; je tiene siempre
función de sujeto (yo), mientras que moi puede ser sujeto (yo) o complemento (equivalente
a mí o al me enclítico en el imperativo español). “M. Sala de matemáticas. – D.M. Dupuy, hombre
3 de 5 pies 8 pulgadas, con su gran bastón, en su
Es la famosa definición de la novela en Le Rouge et le Noir (Gallimard, La Pléiade,
“(A. Pizarra.)”.
1952, p. 557).
280 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 281

Es una de las únicas veces en que Stendhal se de 30 a 40 pies. P’. Otros precipicios a 70 o 60 Estas imágenes, que arranco a su texto y reúno aquí en un semidesorden,
representa. El relato comenta (hay un desli- grados, e infinidad de matorrales. Veo todavía el tienen sobre la lectura un efecto muy pregnante, siempre que uno se detenga en
zamiento natural de las leyendas en el cuerpo bastión CCC, es todo lo que me queda de mi miedo.
del texto): “Yo en el pizarrón, H. y M. Dupuy en Cuando estaba en H, no vi cadáveres ni heridos,
ellas. Precisamente, ellas detienen la lectura, la suspenden, haciendo pasar entre
su inmenso sillón, celeste, en D”. sino solamente caballos en X. El mío, que saltaba, el texto y el espacio que ocupan en la página tantas líneas de ruptura como las
y cuyas riendas yo sostenía con dos dedos, tratando que comportan en sus trazados esquemáticos, en sus conexiones enigmáticas.
3. Stendhal evoca su pasión totalmente ideal de seguir el orden, me incomodaba mucho”. Si miramos bien, son tantas como las que ya hay en el texto mismo. El relato
por una joven actriz, Mlle. Kubly, vista en el
teatro: “Una mañana, mientras paseaba solo 5. La escena se desarrolla en el atelier de que Stendhal intenta hacer es, en efecto, no tanto el de su vida, sino el de la
al final del sendero de los grandes castaños en el M. Le Roy, donde un paisaje se vuelve para búsqueda de una verdad o, más exactamente, de una autenticidad de su vida,
Jardin de Ville, y pensando en ella como siempre, Stendhal “el ideal de la felicidad” (“Allí tres dividida entre las imágenes anteriores que serían su fundamento y el tiempo
la divisé en la otra punta del jardín contra la mujeres casi desnudas, o sin casi, se bañaban de escritura en el que trata de (re)incorporarlas. Es esta división lo que los
pared de la intendencia; venía hacia la terraza. alegremente”).
Casi me descompongo y finalmente huí, como si me
dibujos tienen que colmar. Estos redoblan esa división, produciendo hasta el
llevara el diablo, bordeando la reja por la línea F; vértigo el efecto de espaciamiento, de interrupción. Y así, Stendhal nos deja
ella creo que estaba en K y tuve la suerte de que en claro algo esencial. Si realmente no cuenta su vida, sino que trata más bien
no me viera”. de recuperarla, es porque querría recuperarse a sí mismo en el instante en el
que, para escribir, lo asaltan las imágenes, como puede suceder en un sueño.
De lo que nos habla Stendhal es de la posibilidad de imaginar vinculada a toda
captación de sí mismo; esto es lo que, literalmente, él pone en escena.
En un artículo donde retoma sus análisis anteriores para definir mejor la
potencia de esta irrupción de las “imágenes en el texto autobiográfico”, Louis
Marin ha sabido mostrar, a propósito de un episodio (el paso del Saint-Bernard,
que es mi cuarto ejemplo), hasta qué punto Stendhal se extenúa en un proceso
en el que la imagen que vuelve puede siempre ocupar el lugar de otra imagen,
que sería “la realidad”. Marin precisa particularmente cómo el peligro de la
muerte real (el bautismo de fuego), tema del relato, se encuentra transformado
“(Escalera de la casa Teisseire. – Estudio de M.
Le Roy. – Place Grenette. – Biombo. – M. Le
en “peligro de muerte de la verdad por lo imaginario” que interpone imágenes
“(Edificio de la Prefectura. – Reja. – Reja. – Rue Roy. – Ventana cubierta con una cortina verde en mentirosas; y cómo ese segundo peligro se encuentra inscrito materialmente
Montorge. – Terraza formada por 15 o 20 castaños la parte baja. – Encantador paisaje colgado de la en el manuscrito por “breves síncopas gráficas”: blancos, que representan otras
soberbios. Estaba en H, la divisé en K)”. pared a 6 pies de altura. – H. Yo, dibujando mis tantas contracciones: “…es la falta de lo real en sí, y con esa falta, la del yo
ojos con sanguina)”.
(moi) en el lugar que “yo” (je) lo pienso […]. De allí, en ese texto escrito, en ese
4. Stendhal pasa el Saint-Bernard, en las co- En la página siguiente, el protagonista entra en lugar y ese momento, que escribe aquí y ahora, ese trabajo de fragmentación
lumnas de los ejércitos napoleónicos. el paisaje (hace penetrar allí a su lector).
de los signos que deja libre en la página el espacio sin forma de lo que Beyle
llama una imagen”.4
No puedo evocar, ni siquiera rápidamente, análisis sinuosos que conduz-
can –a través de dos cuadros antes entrevistos y que fueron blanco de algunas
fantasías– hacia la imagen de una mirada imposible dirigida a la madre en una
imagen-recuerdo que trae nuevamente a escena la interrupción misma de la
que todas las otras parecen derivar: la muerte precoz de una madre amada con
pasión. De igual manera, sería largo mostrar cómo el proyecto autobiográfico
“H. Yo – B. Pueblo de Bard. – CCC. Cañones “(Paisaje de M. Le Roy. – Cielo. – Follaje. – Ad- se encuentra estremecido por dos proposiciones imposibles, de las que no se
tirando sobre LLL. – XX. Caballos caídos del mirable follaje. – Agua. – Muchachas subiéndose
sendero LLL, apenas trazado al borde del preci- las polleras o jóvenes diosas. – A. Grandes árboles,
picio. – P. Precipicio a 95 u 80 grados, altura como a mí me gustan)”. 4
Louis Marin, “Images dans le texte autobiographique”, op. cit., pp. 204-207.
282 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 283

puede tener ni el recuerdo ni la imaginación exacta: nací, morí. En cambio, comienza Henri Brulard en 1835, en la época de los primeros ensayos de
hay que subrayar cómo, en este proceso, todo contribuye a metamorfosear la Daguerre y de Talbot). Como si el dibujo quisiera competir con una foto que,
autobiografía, “muriendo a sí misma”, dice Marin, en “autotanatografía” (en su virtualmente, hubiera podido ser. Pero ese deseo es al mismo tiempo un deseo
libro decía: “autobiotanatografía”). Por ello debe entenderse además la sombra de movimiento. En eso, Stendhal prefigura también el cine, como otros antes
de la muerte real que subtiende la escritura, la muerte del sujeto a sí mismo en que él y alrededor de él, pero con la originalidad de mantenerse en el punto
la experiencia de esta escritura, y la debilidad de un género literario en pleno exacto de cruzamiento entre cine y foto, en la medida en que cada una de las
desarrollo, que no logra aquí ser el relato que podría ser. Este movimiento escenas que busca volver a captar puede ser llamada a la vez fija y móvil. ¿Qué
–allí reside su fuerza– afecta el proyecto de Stendhal tanto en su disposición hace, en efecto? Pasa constantemente de un plano al otro. Ya sea mediante el
de conjunto como a cada instante de su recorrido, en el desarrollo de su texto cambio de escala en los dibujos que forman secuencia (el episodio escolar,
como en el trazado de sus imágenes, en el intervalo que lo hace oscilar entre el taller de Le Roy), o por desplazamientos simbolizados por las letras, flechas,
aquel y estas. Pues es precisamente la falta que afecta al texto devorado por la punteados: todos trayectos que implican cambios (más sutiles y sobre todo
imagen lo que conduce a Stendhal a esas imágenes a la vez más reales y más más virtuales) de planos, de ángulos, de puntos de vista. El relato nutre esta
virtuales que son los dibujos de Henri Brulard. virtualidad, nos lleva a actualizarla: abre un espacio mediato entre la serie de
Las podemos ver de dos maneras, desde el momento en que uno admira en instantáneas y el découpage-film. Tal como se formulará su relación, al final del
este libro raro una de las obras clave de una arqueología de lo visible-legible. siglo, en torno de la invención del cine, y tal como, desde entonces, siempre ha
Podemos, como Marin, reconocer allí “los operadores de transformación de la trabajado la historia hermanada del cine y de la fotografía. Este movimiento
imagen en signo”. Figuran el pasaje de “la imagen al escrito, de lo visible a lo virtual “percibido” por Stendhal tiene, incluso, esto de paradójico: que se vuelve
legible”, y permiten despejar de manera extraordinariamente precisa el punto cada vez más “verdadero” a medida que la foto y el cine se acercan más la una al
de visualidad, a la vez deslumbramiento y obstáculo, que se encuentra en el otro, y que nos vamos aproximando a la época actual. Por un lado, la fotografía
fundamento de la escritura y de la subjetividad modernas. Se puede también, que tiende cada vez más a moverse (buscando el ensamble, el texto, la serie,
simplemente tomando las cosas desde otro lado, a riesgo de parecer más vir- la secuencia, el libro, el sistema, un movimiento particular conquistado sobre
tual, entrever en esos dibujos el empuje que, desde la época en que Stendhal su inmovilidad de principio). Por el otro, el cine obsesionado diversamente
los crea, no ha dejado de transformar lo legible en visible, y reconocer así, a con el deseo de detenerse, vaciarse de lo demasiado lleno de movimiento, de
través del efecto de deriva en el cual ellos arrastran al texto, un anuncio de plenitud y de continuidad que ha sido y sigue siendo suyo: al punto de que
las interrupciones tanto como de la mutaciones de la función-imagen. De la este efecto de contra-tiempo ha llegado a ser uno de los rasgos más fuertes
foto al cine, y del cine al video, hasta este tiempo de confusión, propiamente del cine moderno.
contemporáneo, tanto entre imágenes como entre escritura e imágenes, que Vayamos más lejos. En los pasajes que no cesamos de hacer mentalmente
invita a retornar hacia uno de esos puntos de origen. Digamos que la obra de del texto-tutor a las imágenes, y siguiendo sobre todo, casi físicamente, los
Stendhal se vuelve aquí una matriz, que funciona como un atajo de ficción. trayectos interiores a los dibujos, tenemos la ilusión de entrar en una imagen
¿Qué hace Stendhal, al construir este escalonamiento entre palabras e imá- que ya no sería ni móvil ni detenida sino descompuesta. Una serie de estados.
genes, pasando de la imagen detenida a las múltiples posturas que la animan? Como si se tratara ya de la bella respuesta que el cine surcado por el video
Opera un recorrido de los grados de la imagen mental. Descubre el espacio terminó por darle, gracias a Godard, a la nueva velocidad de las imágenes.
que se situará entre el recuerdo-pantalla de Freud y Lo imaginario de Sartre. Pero las imágenes que Stendhal nos propone, al filo del entre imágenes, esas
Es una especie de primer Proust. Más primitivo, ya que apela a los dibujos para imágenes en más que podemos proyectar allí tienen el interés de prefigurar
volver a la verdad de sus sensaciones en lugar de metamorfosear en escritura el también la imagen en menos. No son solo imágenes analógicas. El dibujo que
retorno de las imágenes. A causa de esto, él quiere ver, aunque sea escribiendo les sirve de soporte no lo es. Es una manera de dar, con los medios que eran
y para escribir; escribe para ver, y esta obstinación de la figura, si la repasamos, los suyos, una impresión fundamental, en la cual Stendhal insiste varias veces:
parece abrir tres direcciones. las visiones que le llegan son a menudo “como frescos de los que se hubieran
Primeramente nos sorprende que ese deseo de fijar fuera de sí instantes desprendido trozos enteros”. Esas imágenes donde la imagen falta estarían así
decisivos coincida históricamente con los inicios de la fotografía (Stendhal más cerca de las imágenes tratadas que el video puede producir, cuando hace
284 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 285

caer, por un borde diferente del que lo haría la foto, la plenitud de la imagen de preguntas nuevas. De tal modo que el deseo de delimitar en la creación de
de cine. Lo que la hace más próxima de una imagen mental, o al menos de una video un desarrollo comparable que ha estado ligado, de modo casi orgánico,
posibilidad de mimarla, tal como tenemos la impresión de que lo hace Stendhal al de ese nuevo medium obliga a un despliegue un poco particular: el video nos
con sus trazados, que están unidos a líneas de memoria. Se acercan a la imagen lleva de nuevo al cine y él, a su vez, a la literatura, con la cual es posible que el
que uno puede escribir, cuando uno la dibuja con una cámara transformada en video mantenga una relación privilegiada.
pincel de luz, o con una paleta gráfica y una computadora. Hace, pues, unos diez años que el tema cada vez más complicado y sutil
Finalmente, hemos visto hasta qué punto Henri Brulard era de parte a de las relaciones entre el cine y la literatura se enriqueció con una nueva
parte una experiencia mixta de palabras y de imágenes, al punto de producir apuesta, con la distancia que existe casi siempre entre la teoría, la historia y la
entre ellas relaciones indecidibles. El lenguaje se relaciona allí sin cesar con la práctica (los films y su crítica); se ha comenzado a hablar de cine subjetivo y
imagen, doblemente: primero por la presencia de la letra en el dibujo mismo, de autobiografía.6
de la que participa plenamente; después por la puesta en juego continua, en Sería largo hacer el inventario de los cineastas que figuran, a uno u otro título,
el interior del propio texto, de esa mezcla de figuras cuya unidad ficticia se en las primeras tentativas de síntesis, las retrospectivas, los programas, de Maria
crea así con vistas a un espacio distinto y nuevo. Allí también, más que a la Koleva a Raymond Depardon, de Boris Lehman a Jonas Mekas, de Chantal
imagen de cine, es al video (o al film captado por el video) al que la proyección Akerman a Chris Marker, de Jim Mc Bride a Joseph Morder, de Welles a Fellini.
de Stendhal se acerca, en la medida en que, al hacer penetrar a su gusto la En su diversidad, las categorías retenidas muestran bien que la literatura es el
palabra en la imagen, el video realza el carácter de escritura generalizada que marco de referencia que permite reunir esas obras. La idea, vaga pero fuerte,
debe a su calidad de directo y de imagen testigo. Realiza de este modo el sueño que surge es lo íntimo (lo personal, lo privado). Su garante parece ser la noción
indistinto de la cámara-lapicera, el cine que se busca como cinematógrafo, y de escritura, como lo muestra la expresión circular “la escritura del Yo en el
en particular el autorretrato tal como yo lo imagino: “… la grabación en una cine”. Ella deja sobreentender dos ideas, dos modos de funcionamiento, que
cinta de imagen y sonido de los meandros y del lento o frenético desarrollo
de nuestro universo imaginario, el cine-confesión, ensayo, revelación, mensaje, 6
Repasemos: el programa Autobiographical/diaristic experience in cinema, presentado en
psicoanálisis, obsesión, la máquina de leer las palabras y las imágenes de nuestro Anthology Film Archives, Nueva York, junio de 1979 (reproducido en la Revue belge
paisaje personal…”.5 du cinéma, nº 19, primavera de 1987, p. 18). El ensayo de Elisabeth Bruss, “Eye for I:
Making and Unmaking Autobiography”, op. cit. (traducido, recordemos, bajo el título
“L’Autobiographie au cinéma: la subjectivité devant l’objectif ”, en Poétique, op. cit.). La
segunda manifestación “Cinéma et littérature”, del CRAC de Valencia, organizada por
II. Inventario Françoise Calvez y Dominique Païni, del 30 de octubre al 4 de noviembre de 1984, ti-
tulada Lettres, confessions, journaux intimes. El número 13, otoño de 1985, de la Revue
El tema que me preocupa tiene como particularidad que muy recientemente belge du cinéma: Boris Lehman, un cinéma de l’autobiographie. Un programa de Étoiles et
ha adquirido una cierta consistencia en el universo del cine, donde apareció Toiles, Le cinéma à la première personne ou Ciné-Je, presentado por Frédéric Mitterrand,
adaptando más o menos explícitamente a la situación de cine las experien- con una sección concebida por Philippe Venault sobre los “Journaux intimes” (octubre de
1985). Un coloquio internacional organizado por Adolphe Nysenholc como cierre de la
cias de una tradición, ella misma muy proteiforme, de la creación literaria.
“Semaine du Cinéma et de l’Autobiographie” en la Universidad Libre de Bruselas, el 1º
El género o, más bien, el campo que trata de circunscribir –digamos, por el de marzo de 1986, seguido de una publicación en la Revue belge du cinéma, nº 19, prima-
momento, la autobiografía– es, en efecto, lo bastante incierto como para estar vera de 1987, L’Écriture du “Je” au cinéma. Sin olvidar que, desde hace más de diez años,
constantemente en la frontera de varios otros géneros y afectar así la esencia Dominique Noguez viene insistiendo en varios ensayos sobre la noción de “cine sub-
del acto de escritura. Se constata también que la teoría literaria ha manifestado jetivo” (Le Cinéma autrement, 10/18, 1977) que luego desarrolló a propósito del cine
nuevamente un vivo interés por esos problemas en el momento en que el cine “underground americano” (Une renaissance du cinéma, Klincksieck, 1985). No retomo
comenzó, por su lado, a vivirlos con una gran efervescencia, provocando una ola en este inventario (contrariamente a los autores del nº 19 de la Revue belge du cinéma)
el muy buen artículo de Jean-Pierre Chartier “Le cinéma à la première personne”,
Revue du cinéma, nº 4, enero de 1947. Sólo concierne, en efecto, a los fi lms de ficción
5
Alexandre Astruc, “L’avenir du cinéma”, La Nef, 1948 (citado en L’Art du cinéma, op. en voz subjetiva, y no a films en los que algunos cineastas se expresan realmente “en
cit., p. 597). primera persona”.
286 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 287

coinciden sin superponerse el uno al otro. El primero depende de la elección hacerlo. Se enfrentan aquí dos posiciones: una ya un poco antigua, puramente
que hace un cineasta de mantenerse lo más cerca de sí mismo, de contar o de teórica, individual y pesimista, la de la poetisa estadounidense Elisabeth
evocar su vida, de circunscribir a partir de su propia experiencia la pregunta Bruss; la otra, que reúne hoy en día alrededor de numerosos cineastas a
del “¿quién soy?”, y de plantearla más o menos explícitamente, con todas las cinéfilos que buscan con pasión y pragmatismo promover ese nuevo género,
consecuencias que de ella derivan. El segundo depende del carácter privado (él sin preocuparse demasiado por su definición, así como a ciertos especialistas
mismo muy variable) de las condiciones de producción y de rodaje. Garantiza (soy yo quien los agrego) atentos a una comprensión más sutil.
a menudo, pero no necesariamente (el contraejemplo de Fellini lo demuestra), Los argumentos que opone Elisabeth Bruss a la existencia y aun a la posi-
esa promoción de lo íntimo; inversamente, la intimidad del rodaje no garantiza bilidad de la autobiografía en el cine ofrecen a aquellos preocupados por estos
la del propósito (aunque siempre haya existido entre las dos posturas un vínculo temas un marco (precioso) de definición y de discusión. Según ella, son tres
que conduce gradualmente de lo íntimo subjetivo a lo íntimo objetivo). Es en los parámetros que definen la autobiografía literaria clásica: el valor de verdad
ese fondo necesariamente confuso donde se destaca la palabra autobiografía. La (que compromete al autor a decir la verdad, tanto a nivel de la veracidad de las
página final de L’Écriture du “Je” au cinéma pone bien de relieve esa fluctuación: fuentes como de la sinceridad de las intenciones); el valor de acto (que reconoce
en una columna aparece la bibliografía de la autobiografía (recordando que en el autor a un sujeto responsable de un procedimiento considerado adecuado
la semana de proyección con coloquio que tuvo lugar en Bruselas en 1986 se para ilustrar su carácter); el valor de identidad (que reúne en una única y misma
llamó “Cine y autobiografía”); y en la otra se expone la filmografía: la palabra persona a autor, narrador y protagonista). El cine, dice Elisabeth Bruss, va en
“autobiografía” desaparece entonces, en beneficio de una pléyade de palabras que contra de estas tres actitudes.
aparecen allí, repartidas ellas mismas en seis categorías (autorretratos, retratos 1. Aun cuando el cine haya llegado a establecer una distinción entre lo que
de amigos, retratos de familia/cartas, diario de viaje, actualidades privadas/diario es ficticio y lo que es real, el film que quiere contar una historia “verdadera”
íntimo/confesiones/recuerdos de infancia, notas de cineasta.) sigue dividido entre dos posturas: la grabación en bruto o la reelaboración
Con una intervención muy medida, que podría constituir (habida cuenta del acontecimiento; tiene que elegir entre “una verdad puesta en escena y una
de la personalidad de su autor) el acto de legitimación de la autobiografía verdad directamente grabada”. La imagen está destinada por naturaleza a ser
en el cine, Philippe Lejeune comenzó a poner un poco de orden, o al menos demasiado real o a serlo muy poco, está cruelmente dividida (hasta en el detalle
a aclarar el desorden.7 Empieza por constatar “la elasticidad” del término de los elementos que la componen) entre la verdad documental y la ficción.
autobiografía en el campo literario, definido en el siglo XIX de dos maneras Y siempre puede bascular de una a la otra. Existe allí una dificultad descono-
muy diferentes. En un caso, se trata del relato que un individuo hace de su cida del lenguaje, que no tiene relación directa con la realidad, y dispone de
vida (con el pacto que eso supone). En el otro, se torna autobiografía todo recursos muy variables para concebir sus relatos “verdaderos”.
texto (y no solo un relato) en el cual resalta la intención del autor, secreta Por otra parte, existen en el lenguaje modalidades convencionales que permi-
o confesada, de contar su vida, exponer sus pensamientos, pintar sus senti- ten traducir ciertos sentimientos; ciertas inflexiones (como la duda, la reticencia,
mientos. Esto equivale a señalar, tanto o incluso más que la naturaleza de un el escrúpulo, etc.). El lenguaje del film no conoce nada de esto: a la imagen le
proyecto de escritura, una evolución de las maneras de leer, que conduce todo cuesta tanto pretenderse “sincera” como hacer admitir su veracidad.
el interés hacia la persona del autor, reivindica producciones marginales hasta 2. El valor de acto de la autobiografía literaria encuentra dos problemas
allí poco consideradas (cartas, diarios, etc.) y participa así del movimiento diferentes. El primero es la división de las funciones: allí donde la obra escrita
muy general de subjetivación que tuvo lugar en el siglo XIX; es más propio, supone (casi siempre) una fuente única, el cine implica en general una división
entonces, hablar de espacio autobiográfico. A las dificultades que presenta de tareas: un realizador-autor no es nunca exactamente lo mismo que un autor;
la definición de la palabra en el contexto literario, se agrega la fluctuación el cine hace sufrir una mutación a la naturaleza misma de la “autoridad”. El
particular, prosigue Lejeune, que se produce cuando uno desplaza la palabra segundo problema, más determinante, es el de la expresión, que se encuentra
de la literatura al cine, a tal punto que podemos preguntarnos si es legítimo en el otro aspecto: cómo marcar en tal imagen, más que en tal otra, no solo su
sinceridad, sino su punto de vista, su subjetividad. El film está obligado por
7
“Cinéma et autobiographie: problèmes de vocabulaire”, en L’Écriture du “Je” au cinéma, eso a marcas excesivas (de lo cual la cámara subjetiva es un ejemplo canóni-
op. cit. Todas las citas de P. Lejeune que siguen remiten a este texto, pp. 7-12. co); está pues siempre dividido entre la descripción y la expresión: las marcas
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expresivas, si bien son la garantía del autor, obstaculizan el carácter de realidad La posición muy empírica adoptada por Lejeune no responde a esa inquietud,
que él trata de dar de sí mismo y de su historia. quizá expresada de manera un poco apresurada, pero fuerte. Él nos dice, en
3. Finalmente, el cine no tiene valor de identidad. Allí donde el “yo” hablo se una palabra: el cine, después de haber sido mudo, luego hablado, podría estar
confunde casi naturalmente en el texto con el “yo” del que él habla, existe en el aprendiendo a decir “Yo”. “A su manera”. Todo está en la manera. Elisabeth
cine una distancia infranqueable entre el que ve y el que es visto. La crudeza de Bruss no dice en realidad que el cine no puede decir “Yo”. Dice tan solo que
la presencia tanto como lo absoluto de la ausencia prohíben el pasaje insensible, ese “Yo”, a través de los problemas que encuentra para decirse, no dice precisa-
casi sin tiempo ni lugar, que permite al sujeto del lenguaje, indistintamente mente “Yo” de la misma manera, y que eso supone una idea diferente del “Yo”
escritor, narrador, personaje (y para terminar lector) fundirse en una unidad (Je), del “Moi”, o del sujeto. Entonces, de tres cosas una. O las obras recientes
imprecisa. El lenguaje, recuerda Elisabeth Bruss, no es ni objetividad virgen ni a las cuales Lejeune se refiere modifican de modo sustancial las cuestiones de
subjetividad pura; mientras que en el cine la primera termina allí donde la otra dispositivo y de modo de enunciación que expone Elisabeth Bruss; o la cuestión
comienza. De allí la fórmula, que podría resumir su propósito: “la subjetividad que la preocupa y la manera en que la expresa en el fondo le resultan extrañas;
desaparece ante el objetivo”. o él no quiso enredarse en el contexto de ese texto. Ciertamente, hay una parte
A esta posición severa, y en apariencia unívoca, Philippe Lejeune opone de verdad en el primer punto: han surgido obras nuevas, y Elisabeth Bruss
una argumentación muy pragmática. Destaca hasta qué punto Elisabeth Bruss desconocía muchas de las menos recientes. Pero eso no arruina en el fondo lo
ha subvaluado la existencia de un cine que conocía poco, y que se desarrolló esencial de una argumentación con la que Lejeune se muestra más bien ple-
también muchísimo desde que ella escribió su texto. Muestra bien cómo la voz namente de acuerdo. De tal manera que bajo la diferencia de las palabras, de
en off, bastante frecuente, y a veces abundante, permite recuperar una parte de los humores y de las actitudes, la distancia termina por parecer escasa entre la
los beneficios del lenguaje. Hace notar cuán útil resulta el uso de las fotos, muy que declara imposible la autobiografía en el cine y el que se entusiasma al verla
difundido también, para salvar la dificultad que el cineasta encuentra al querer triunfar en él, siempre sugiriendo que quizá resulta algo muy diferente de ella
evocar su pasado. Señala el carácter perturbador, y nuevo, de las sesiones a las misma, sin por ello tratar para nada de sugerir lo que tal mutación introduce
que el realizador asiste, según una regla que él mismo se impone, en las que se (o no) en la subjetividad contemporánea.
presenta al público, en un contexto muy íntimo, una autobiografía de la que de Su evocación de Les Années déclic, de Raymond Depardon, lo muestra bien.
pronto él parece surgir, otro y el mismo, cuando las luces se vuelven a encender Subraya la eficacia del dispositivo utilizado: alternancia entre un primer plano
al final de la proyección. Apoyándose en un cierto número de ejemplos, Lejeune de Depardon que se dirige al espectador para contarle su vida y una pantalla
pasa así, como él dice, de los “problemas de vocabulario” a “la realidad de un en la que se suceden primero fotos en las que Depardon interviene señalando
nuevo género”, haciéndonos sentir su actualidad, su diversidad, su pregnancia. algunos motivos con el dedo, luego algunos pasajes de varios de sus films. Hubo
Pero se lo siente (voluntariamente) vacilar en cuanto a los términos, y volver un plano que conmovió especialmente a Lejeune, uno de los primeros que el
a encontrar al final las cuestiones de las que partió: zigzaguea de este modo adolescente filmó con su cámara de aficionado: se ven sus piernas encuadradas
en su conclusión entre “Cine-Yo” y “autobiografía”, trasladando sutilmente en picado, subiendo y luego bajando una escalera. “Plano secuencia doblemente
la responsabilidad del segundo término, que desde siempre fue el suyo, a ese autobiográfico: de la cabeza a los pies, y, por la cita que se hace, del presente
nuevo género, que la reclama; y al mismo tiempo se muestra fascinado por al pasado…”. Pero omite precisar dos cosas. Ese plano es muy raro, forzado,
ese nuevo botín que cae en sus manos. como incoherente para cualquiera (porque está hecho con cámara subjetiva);
Pero termina por no responder a Elisabeth Bruss, si bien tiene especial en un primer momento uno duda (en todo caso yo dudé) de que lo que uno
cuidado en recordar cuál es su perspectiva de conjunto: ella se interroga sobre está viendo sea el propio cuerpo del que habla; y la impresión de extrañeza se
la desaparición progresiva, en la cultura y, por ende, en la sociedad contemporá- mantiene aun cuando uno ya se ha convencido. Por otra parte, la existencia de
nea, de una imagen del Yo de la que la autobiografía literaria tradicional había esa mirada interior, elemento bruto interpolado, tal cual, en toda su facticidad,
sido durante mucho tiempo uno de sus signos portadores, y que se encuentra contribuye a cambiar de manera sensible la naturaleza del acto autobiográfico:
particularmente cuestionada por el advenimiento de los medios. al choque de los cuerpos responde la divergencia de los tiempos. La misma
No muestra al respecto ningún catastrofismo: se interroga filosóficamen- naturaleza del pacto es extraña, si uno lo piensa: por un lado, es más directo y
te, tratando de pesar el pro y el contra, sobre esta evolución que ella percibe. más “verdadero” de lo que jamás será un relato escrito, con ese rostro que nos
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mira y nos dice: “yo soy yo y eso fui yo”; por el otro, ese yo anterior no parece El mejor ejemplo del choque producido por la foto en la formación de
volver nunca realmente hacia el yo que nos habla. Además, aunque uno asiste un sujeto autobiográfico en el cine es quizá el pequeño film de Alain Jaubert
a un retorno ordenado hacia los orígenes (a partir del nacimiento) y aunque La Flèche du temps. En la imagen, fotos que se encadenan, muchas fotos, desde
afloran aquí y allá algunas notaciones de vida personal, el movimiento de el nacimiento hasta el momento del rodaje, durante cinco largos minutos. En
retrospección se concentra en una dimensión de la vida del autor: su vocación la banda de sonido, rastros históricos correspondientes a los años vividos (la
de fotógrafo y de cineasta. El tema es central, evidentemente, como lo es el guerra, Mayo del 68, etc.). Hay un “Yo” que aparece, compuesto de una multitud
relato de una vocación de escritor. Pero aquí está rezagado con respecto a de rostros, los últimos sin relación con los primeros: identidad (casi) cero.
la imagen (siempre más o menos global) de sí mismo que en general trata De cualquier lado al que uno se vuelva, parece difícil fijar los rasgos del sujeto
de volver a captar el que se decide a contar su vida. Esto se debe tal vez a la que se busca. Tomemos a Brakhage, Morder, Cocteau, Fellini. En diferentes
naturaleza del pedido hecho a Depardon por Les Rencontres d’Arles. O a extremos, ellos componen más o menos, con Depardon y Frank, un espectro
su discreción. Pero esa discreción es, a su vez, susceptible de ser cuestionada. de posturas; juntos dibujan los contornos de una imposible autobiografía.
Creo que el retroceso se debe ampliamente al hecho de que la verdad puesta El primero inventa, después de Maya Deren, un inmenso poder de decir “Yo”
en juego se encuentra casi enteramente determinada por las técnicas mismas en la vanguardia americana. Pero ¿cuál es ese “Yo” que nos habla, sin una pala-
(la foto, el cine), que conllevan una transformación profunda del sujeto de la bra (ni un sonido, o casi), acumulando a lo largo de los años una de las masas
autobiografía. El dispositivo cine tiene allí su parte, aunque sus inevitables más impresionantes de imágenes de toda la historia del cine, operando sin
efectos de divergencia estén atemperados por la voz que nos guía. Las fotos, discontinuidad una transmutación entre la carga de real de las imágenes y su
por el contrario, precipitan esa transformación: fragmentan el cuerpo del film valor expresivo obtenido gracias a todos los procesos posibles de velocidades, de
en otros tantos congelados, pequeñas muertes instantáneas: estas hacen del fusiones, de deformaciones? Filmó, como sabemos, el nacimiento de sus hijos,
fotógrafo, y del cineasta en el que se convierte a través de ellas, un sujeto de a su mujer, su casa, su vida de familia, él mismo se puso en escena en su marco
desapariciones, un sujeto intermitente. natural y espiritual; incorporó en algunos de sus films imágenes documentales y
Esta precariedad del sujeto destinado a la imagen, y singularmente a la culturales. Pero nunca ningún tratamiento del espacio autobiográfico procedió
foto, que es sin embargo la aliada indispensable del film autobiográfico, se a tal diseminación de la autobiografía como relato, y aun como testimonio, a
acentúa no bien la forma del relato propiamente dicho, su única referencia tal volatilización del pacto de reconocimiento con el que se compromete ante
estable, desaparece. Esto se manifiesta en las películas de Robert Frank. su lector-espectador. Se trata evidentemente de otra cosa.
En Conversations in Vermont, por ejemplo, el más claramente autobiográfico Curiosamente, situándose a la vez de un lado y del otro de la postura
de sus films, en el que evoca ante su hijo su pasado común a través de un con- adoptada por Depardon (en Les Années déclic, puesto que existen también
junto de fotos, Frank opta por un desdoblamiento radical. Su presencia física otros Depardon), la gran empresa de Joseph Morder no está lejos de operar
en la pantalla prorrumpe en gestos y en palabras; construye una especie de una destrucción comparable a la de Brakhage, aun cuando se halla en las
presente alucinado en el cual las fotos, en paquetes o en planchas de contacto, antípodas de su movimiento. Por un lado, para decirlo rápidamente, hay un
son otros tantos instantes fragmentados del pasado que resurgen, cubriendo de diario que nace, como casi todos los diarios íntimos, del ocio, de la crisis, de
una sustancia fantasmal la pulsión del momento, su materialidad, su espacio, un deseo inconfesado, y que termina por convertirse en un verdadero diario,
su tiempo. El contraste fuertemente acentuado entre movimientos erráticos sistemáticamente proseguido desde hace años en súper 8 (ya que el autor lo
a flor de materia y la fijeza de ciertos planos o momentos de plano redobla la muestra, al menos por fragmentos; he aquí un pariente lejano del Journal de
tensión entre foto y cine; y esto en mayor medida cuanto que ese contraste Gide, uno de los primeros publicados en vida de su autor, práctica que luego
afecta tanto el presente en su realidad quieta como el tiempo dividido por la se volvió corriente). Por otro lado, están los films que nacen del diario, como
presencia de las imágenes anteriores. El encuentro de los dos medios se con- seudópodos (por ejemplo, Mémoires d’un Juif tropical): tienen esa rara cualidad
vierte de una sola vez en el punto de constitución y de desvanecimiento del de ser a la vez autobiografías (pero siempre parciales, dedicadas a tal problema,
cineasta-fotógrafo que se vuelve a contar a sí mismo a través del film después tal fragmento de vida, tal momento, aun cuando prevalezca el tema de la in-
de haberlo hecho, de manera necesariamente más enigmática, una primera fancia) y empresas, meditadas y perversas, de destrucción de la autobiografía.
vez, a través de la foto. La vemos desmoronarse, minada, a la vez estructural y dinámicamente, por la
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ficción, por el deslizamiento lógico, desbordante, hacia la ficción. Sus trampas, a posarse ante el objetivo, una voz que cuenta las circunstancias de la toma
sus desdoblamientos, sus equívocos, a mil leguas de toda verdad prescriptible. como la historia de lo que la foto representa y recuerda: fragmentos de
La ficción que se vuelve el único lugar para aprender, comprender, lo que pasado discontinuos y escalonados sobre una vida. Tienen esto de singular:
entrega el relato “verdadero”. cada foto se va quemando lentamente, interminablemente, mientras que la
Finalmente, estaría –aparentemente en la otra punta del mapa, de hecho voz trata de volver a captar su escena, hasta que las cenizas se diseminan
muy cerca– el “verdadero cine”de los grandes “autores”, minado desde el interior alrededor del objetivo, que nos observa tanto mejor. Nostalgia: la autobiografía
por la autobiografía soñada. Le Testament d’Orphée es sin duda una empresa de se consume, condenada al retiro por la violencia del dispositivo cine, de la
ese orden. Habiendo heredado la ficción anterior (Orphée) para reincorporár- potencia de negativo que lo mina. Y el cine se reduce a cenizas ante el ojo
sela, habitado por la presencia física del autor transformado en personaje de imposible-impasible de la fotografía.
la fábula que construye, comprometiéndose por entero, como él lo dice en su ¿Cómo precisar el sentimiento vago que permite decir que el cine, o al
prólogo, al lado de sí mismo, pero sin tratar nunca de encontrarse y contarse menos todo un sector del cine, ha entrado, como lo hizo hace casi dos siglos la
por medio de ningún relato retrospectivo que testimoniara por poco que fuera literatura, en un “espacio autobiográfico”? ¿Cómo evaluar el estado del “Yo” de
la realidad concreta de su propia vida, decidido, más que a decirla, a prescribir cine? Creo que podríamos aclarar un poco las cosas comenzando por oponer
las condiciones que lo destinan a la muerte para que la obra pueda aparecer dos grandes modos de tratamiento, a menudo muy difíciles de distinguir, de la
como la condición de una resurrección: tal es Le Testament. Una autobiografía experiencia subjetiva. Por un lado está la autobiografía: si queremos conservar
premetamorfoseada en parábola de la creación poética y cinematográfica, con un mínimo de su sustancia a su definición tradicional, estamos obligados a
sus lugares, sus imágenes, sus símbolos y sus dioses. constatar que en el cine se vuelve fragmentaria, limitada, disociada, incierta
Y está también, por supuesto, Fellini. Uno de los más grandes constructores –obsesionada con esa forma superior de disociación que nace de los disfraces
de paradoja del Yo, con Pessoa, Pound, Michaux y algunos otros (entre ellos de la ficción–. Por el otro, cuando su definición se torna realmente dudosa,
Pasolini, su álter ego en una Italia de lo arcaico y del mito). Con su fineza es porque a menudo abarca una experiencia que, por ser de naturaleza auto-
habitual, hace dirigir a Mastroianni, por intermedio de uno de los amigos del biográfica, es también su contrario: el autorretrato. Podríamos hacer alguna
productor, durante la famosa sesión de los ensayos de Otto e mezzo [Ocho y aclaración sobre ese sector del cine, lo que no es verdaderamente mi objetivo
medio], estas líneas escritas por Stendhal en ocasión de uno de sus viajes a Italia: aquí. Podemos, sobre todo, evaluar entonces precisamente las transformaciones
“El yo, solitario, que se nutre de sí mismo, muere estrangulado por un sollozo o que el video introduce en el espacio que desde ahora comparte más o menos
una risa”. Pero pasa más allá, sin tratar ya de preocuparse por los equívocos del con el cine, acercándose más directamente que él a una cierta tradición de la
“Je” y del “Moi”, ni de su relación con una realidad que hubiera poseído por sí experiencia literaria.
solo. En una empresa irreductible a todo relato de los orígenes y, sin embargo,
determinada por su obsesión, Fellini edifica con una magnificencia cada vez
más exacta los círculos de una autobiografía sin ligaduras, desprovista de todo III. El autorretrato
afán de verdad, de identidad. Simplemente es soñada y vuelta a soñar, conforme
a la admirable fórmula que permite a cada film profundizar el funcionamiento Tomo la idea de autorretrato del bello libro de Michel Beaujour Miroirs
de la máquina de ilusiones cuya misma naturaleza hace posible tal paradoja: d’encre.9 A través de esta palabra que poco lo satisface, el autor delimita un
“Me inventé de pies a cabeza una infancia, una personalidad, deseos, sueños género propio, o al menos un modo de discurso: es irreductible al autorretrato
y recuerdos, y todo eso para luego poder contarlo”.8 pintado, aun cuando ambos participen de una configuración de conjunto;10 y
Si hubiera que dar una imagen emblemática de la autobiografía en el
cine (evoco a propósito desde el más grande cine de espectáculo hasta la 9
Michel Beaujour, Miroirs d’encre, op. cit. La mayoría de las citas que siguen provienen
intimidad del film de vanguardia), sería Nostalgia, de Hollis Frampton. Una del primer capítulo, “Autoportrait et autobiographie”.
cámara de fotos que nos mira, un serie de trece fotos que una a una vienen 10
Es al autorretrato pintado al que se refiere el único texto dedicado, según tengo enten-
dido, al autorretrato en video: Helmut Friedel, “The New Self-Portrait”, Video by Artists 2,
8
Citado por Elisabeth Bruss, op. cit., p. 481. Art Metropole, Toronto, 1986. Asimismo, un trabajo de conjunto tendría que pasar por la
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difiere profundamente de la autobiografía, si retenemos la definición negativa inacción, divagación, monólogo. Es una deriva solitaria de la retórica, cuya
que de ella nos da Philippe Lejeune a partir de los Ensayos de Montaigne. herencia pervierte.
El autorretrato se distingue primeramente de la autobiografía por la ausencia 2. El sujeto del autorretrato es un sujeto de tipo enciclopédico. Opera un
de todo relato estructurado. La narración está allí subordinada a un despliegue recorrido de los lugares (en sentido propio y figurado) de los que se consti-
lógico, gracias a un ensamblaje o bricolaje de elementos ordenados según una tuye la cultura y por los cuales él mismo está constituido. Es el heredero del
serie de rubros, a los que podríamos llamar “temáticos”. El autorretrato se sitúa Speculum medieval y de todos los tópicos de las mnemotecnias retóricas. Esos
así del lado de lo analógico, de lo metafórico y de lo poético más que de lo tópicos están hechos de un conjunto de lugares por los que pasan imágenes.
narrativo: “intenta constituir su coherencia gracias a un sistema de recordato- Los lugares son permanentes; las imágenes, provisorias. El autorretrato, que
rios, de repeticiones, de superposiciones y de correspondencias entre elementos restringe al espacio privado el efecto social de esta mnemotecnia retórica,
homólogos y sustituibles, de tal modo que su principal apariencia es la de lo “vendría a ser en primer lugar un deambular imaginario a lo largo de un
discontinuo, de la yuxtaposición anacrónica, del montaje”. Allí donde la auto- sistema de lugares, depositario de imágenes-recuerdos”.11
biografía se define por un cierre temporal, el autorretrato aparece como una 3. El autor de autorretratos es el protagonista del libro presentado como
totalidad sin fin, en la que nada puede ser entregado por adelantado, ya que su absoluto, en pos de una memoria y de una búsqueda de sí mismo. El libro se
autor nos anuncia: “No voy a contarles lo que hice, sino a decirles quién soy”. vuelve así a la vez una utopía (pero no tiene su carácter cerrado), un cuerpo
El autor de autorretratos parte de una pregunta que manifiesta una ausencia (que metamorfosea en cuerpo glorioso el propio cuerpo del escritor, al tra-
de sí mismo, a la que cualquier cosa puede terminar por responder; pasa así tar un corpus del que ese cuerpo participa) y una tumba (que el escritor se
sin transición de un vacío a un exceso, y no sabe claramente ni adónde va construye para conocer y transfigurar la muerte). Sus modelos privilegiados
ni lo que hace, mientras que el autobiógrafo es contenido por una plenitud son Sócrates y Cristo, captados en el instante de su muerte.
limitada que lo somete al programa de su propia vida. 4. El autorretrato, determinado por lo que es más personal en sí mismo, se
Pero eso no quiere decir que ese todo, ese cualquier cosa que afluye, en convierte así en el libro de lo impersonal. Transforma lo singular en general,
migajas, en fragmentos, ese método que cada uno trata de inventarse para oscila entre una antropología y una tanatografía. Se asimila a los ejercicios
contener sus recuerdos y sus fantasmas, esa dialéctica de la memoria y de la espirituales y a la meditación religiosa cuya versión laica será la meditación
invención, sea fruto de lo arbitrario o de la casualidad: según Beaujour –y esta cartesiana. Pero el autorretrato no recibe seguridad ni de Dios ni de su propio
opinión constituye la idea central de su libro–, se trata de una variante de los pensamiento. De un lado como del otro del cogito cartesiano, se mantiene en
procedimientos de la antigua retórica, desviados hacia un fin que no es el de la tensión entre pienso y escribo: es “un cogito de las instancias dislocadas”.
la persuasión del otro. De San Agustín (su punto de origen) a Montaigne (su 5. Finalmente, es “transhistórico”. La exigencia del autorretrato se man-
verdadero lugar de nacimiento) y a Leiris (su resultado en la época moderna), tiene, sin cambio, a partir del momento en que aparece, sobre las ruinas
la lógica del autorretrato se construye a través de obras tan diversas como las de la cultura oral, como uno de los indicios de una cultura de la tipografía
de Jérôme Cardan, Nietzsche, Jacques Borel, Barrès, Rousseau, Roger Laporte, y de la biblioteca. Varía repitiéndose, reproduciéndose, aun cuando su historia
Malraux o Butor. abarque, a partir del Renacimiento, las fluctuaciones propias de la formación
Podemos definirlo rápidamente con cinco grandes caracteres: del sujeto moderno.
1. El autorretrato nace del ocio, del retiro, es “el signo de la culpabi- Uno de los problemas de este libro erudito y un poco vertiginoso es el
lidad de la escritura en una cultura donde la retórica no funciona bien”. de tratar de reconocer esas fluctuaciones desarrollando al mismo tiempo de
A la escritura como acción, intervención, diálogo, opone la escritura como manera coherente los rasgos constitutivos de su modelo. Es obvio que en el
Renacimiento el autorretrato se elabora en una claridad absoluta, sufre un
reflujo a todo lo largo de la época clásica, para resurgir luego de manera más
desordenada hacia fines del siglo XVIII. A partir de entonces se acerca más
forma mediata que es el autorretrato en fotografía (ver L’Autoportrait à l’âge de la photogra-
phie, peintres et photographes en dialogue avec leur propre image, catálogo del Musée cantonal
o menos a la autobiografía (Lejeune sitúa allí sus comienzos), y se convierte
des Beaux-Arts, Lausanne, 1985, y Jean-François Chevrier y Jean Sagne, “L’autoportrait
11
comme mise en scène”, Photographies, nº 5, 1984). Michel Beaujour, op. cit., p. 110.
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en uno de los componentes de la noción vaga pero potente de espacio auto- IV. Lógica
biográfico. Desde el momento en que toda obra está como iluminada desde
el interior por ese “nuevo signo del valor” (cartas, diarios, carnets, etc.),12 Vemos hasta qué punto las preocupaciones de este libro pueden enrique-
adquiere el doble estatuto que le confirió la crítica romántico-positivista y cer los análisis que no dejaremos de desarrollar sobre el cine subjetivo y la
más tarde la crítica moderna. Se convierte primero en el espejo de una vida autobiografía. Es evidente que allí donde la autobiografía en el cine falta, se
que se puede recomponer, aun cuando el autor no lo haya hecho, y gira así fractura, se transforma, se burla a sí misma y se consume, por todas las razo-
a lo autobiográfico (la biografía es el género que respondió a esa obsesión nes que ya vimos, es holgadamente en beneficio de un proceso que reactiva
de la crítica); la obra se transforma también en la expresión orgánica y sis- de cerca o de lejos el del autorretrato literario (aunque su transposición en
temática de una subjetividad que busca siempre en menor o mayor grado la situación de cine cambia, evidentemente, muchas cosas). El tratamiento
su propia naturaleza, aunque manifieste el poder de lo impersonal, de la poético de la materia autobiográfica en Brakhage, las modalidades según las
literatura como tal (en el sentido de Valéry y de Blanchot). De tal modo que cuales organiza por medio de una serie de figuras los elementos materiales
podríamos decir que hubo, a partir de cierto momento, por supuesto que y espirituales de su universo, la manera en que los une según principios de
con variaciones, autorretrato en toda obra, y que allí está la base a partir de choque y de derivación que parecen dirigidos por una perspectiva analógica,
la cual algunos escritores se acercan en diferentes grados al autorretrato todo esto compone una suerte de autorretrato (aunque el término sólo conviene
como obra. También está allí aquello que se vuelve a su vez fluctuante según a medias, a causa del carácter de elipsis del sujeto, que parece sin discusión).
que el conjunto de la obra se desvíe explícitamente hacia el autorretrato Esto es también lo que hacen en el otro extremo las autobiografías parciales,
(es el caso, relativamente raro, de Leiris o de Roger Laporte), o que, al semificticias y superpuestas que se construye Fellini, según un movimiento
contrario, un solo libro (o dos, o tres), pero un libro esencial, muestre en el a la vez similar e inverso al del arqueólogo, porque aquel apila las capas que
escritor la pregnancia de esta forma escrita de la relación entre uno mismo este debe excavar (obligando al crítico a convertirse en arqueólogo, efectuando
y uno mismo (las Meditaciones para Rousseau, Ecce Homo para Nietzsche, una buena parte de su trabajo, como lo hace en Fellini-Roma). En cuanto a
El espejo del limbo para Malraux, el Roland Barthes por Roland Barthes para Nostalgia, desde este mismo punto de vista, vemos cómo la autobiografía se
Barthes, etc.).13 va consumiendo en beneficio de un autorretrato mínimo del que solo quedan
los rastros negativos, las cenizas.
Por razones que ahora debemos definir, es el video, el videoarte, el que me
parece corresponder de más cerca a esta transformación de la tradición retórica
12
Lacan, Écrits, Éditions du Seuil, 1966, p. 742 (trad. esp. Escritos, Buenos Aires, Siglo en el espacio moderno de la subjetividad. Pero hay que entender “el video”
XXI Editores, 2008). como entre paréntesis. Se trata, en efecto, de una situación particular, que solo
13
Precisemos algunos puntos: –Michel Beaujour no se interesa en el desarrollo implí- habrá servido para una vez y para un tiempo, durante el cual dos regímenes de
cito del autorretrato a partir del siglo XIX. Es explicable, ya que su visión es ante todo imágenes (“Caín y Abel, Cine y Video”, decía Godard) se habrán encontrado
transhistórica. No incluye La Vie de Henri Brulard en los autorretratos, y ni siquiera lo frente a frente, cada uno influenciando, desplazando al otro, antes de terminar
discute. Quizá la intención autobiográfica sea demasiado clara, si uno no es atrapado por
quizá un día, de una u otra manera, fundiéndose en uno solo.
el efecto de los dibujos. –Philippe Lejeune parte de la palabra “autobiografía”, y le es fiel,
aun cuando la modere. Data los comienzos del género hacia fines del siglo XVIII. Em- Existen al menos cinco razones por las cuales el video parece prestarse
plea el término “autorretrato” cuando le viene bien, ya sea al pasar, ya sea para concederse más estrechamente que el cine a la aventura del autorretrato. Ninguna de esas
un instante, pero sin extraer de ello demasiadas consecuencias, con la crítica que le hace razones es en sí misma absoluta: juntas, contribuyen igualmente a modificar la
Beaujour (a propósito de Leiris, en Moi aussi, Éditions du Seuil, 1986, pp. 19-20), ya sea configuración de conjunto, como se operan en física los pasajes de la cantidad
para designar y describir una obra singular (los Carnets de la drôle de guerre, de Sartre, por a la calidad.
oposición a Les Mots, autobiografía, estudiados en Le Pacte autobiographique, Éditions Du
1. La primera es la presencia continua de la imagen, que está allí, sin demora,
Seuil, 1975). –Louis Marin, ya lo hemos visto, resuelve la cuestión a su manera. Habla de
autobiotanatografía para caracterizar la muerte de la autobiografía que se pone en juego
continuamente, como un doble real que no se detiene. Bill Viola ha explicado
extensamente en Henri Brulard, a partir de los dibujos. Está muy cerca de la perspectiva bien cómo, desde que él trabaja, la imagen siempre ha estado ahí. “Ronronea,
de Beaujour, sin pronunciar la palabra autorretrato. camina”. La grabación solo constituye una segunda decisión, a partir de una
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inmersión en el “tiempo real” que forma un segundo cuerpo.14 Uno está allí (lo que Pascal Bonitzer llama “la pizca de realidad” de la imagen-film), tendrá
en una situación más cercana que en el cine a aquella que nos vincula con el menos de que desprenderse para hacer allí visible a priori la voluntad expresiva,
lenguaje. Sobre todo, no hay que llevar muy lejos la analogía, hacerle decir lo y excesiva, de un sujeto (como sucede en las grandes obras del cine experimen-
que ella no pretende decir. Pero las imágenes elegidas no dejan por ello de tal, con Brakhage, con Mekas). La transgresión ligada a toda visión propia es,
formarse sobre un fondo continuo que es uno de los equivalentes más sensibles paradójicamente, más flexible y más natural en video, porque la imagen es por
de la reserva verbal de la que surgen las frases que nos atrapan. naturaleza más artificial. También en este caso se puede expresar esa diferencia
2. La segunda razón deriva estrechamente de la primera: en la situación de en términos de dispositivo: el cine sigue siendo el lugar donde toda imagen
video, el autor tiene más facilidad para introducir directamente su cuerpo en es singular, única, aun cuando su número sea infinito; la televisión es el lugar
la imagen. Esto se debe en primer lugar al hecho de que le basta con entrar donde una imagen es siempre sustituible por otra; tal es la base que obliga y
en un cuadro preexistente, una imagen que se graba, si quiere, durante tanto autoriza a la vez a la imagen del videoarte a querer ser tanto más singular.
tiempo como la duración de la cinta le permita. Puede luego acceder mucho 4. Acabamos de ver cómo el autorretrato transforma los datos de la retó-
más fácilmente a su propia imagen sin testigos, y unirse a la intimidad de su rica clásica, mediante un proceso general de subjetivación, de distorsión y de
propia mirada: esto da a menudo a la imagen una cualidad de ser, de presen- deriva. Transforma así en particular el sistema de los tópicos, enciclopédicos
cia-ausencia poco imitable. Finalmente, la mirada a cámara, en video, parece y dialécticos, que regulan el funcionamiento de la memoria y de la invención,
más natural. Sucede que aun el videoarte más austero y más intimista se ve las relaciones de engendramiento entre los fondos y las imágenes. Si las “co-
trasladado, directamente o no, al dispositivo de televisión; y esto se traduce municaciones de masa” cumplen más o menos en el mundo contemporáneo las
tanto en las condiciones de grabación como en las de recepción-consumo. funciones positivas que eran antes las de la antigua retórica,15 si la televisión,
Es obvio que la mirada dirigida a la cámara en un film sigue siendo percibida más especialmente, ostenta hoy en día una función global de regulación de la
(un poco) como una transgresión, un pasaje al límite, mientras que en un video invención y de la memoria, el autorretrato es naturalmente la expresión más
parece natural, casi esperada (a pesar de todas las imbricaciones que trabajan subjetiva de la resistencia que el videoarte opone de manera específica a la
cada vez más para borrar la diferencia). televisión (“contra, totalmente contra”).16 A la medida de la universalización
3. La tercera razón está relacionada con la imagen misma. En video es mu- propia de la televisión (tanto la de sus contenidos como la de su dispositivo),
cho más simple tratarla y transformarla, tanto en la grabación (aunque sea de el autorretrato encarna la necesidad de un cambio que depende a la vez de
manera muy modesta, en la mayor intimidad) como en la posproducción (con la utopía y de la desdicha: es la forma y la fuerza por las cuales un individuo
la combinación de los dos momentos, Thierry Kuntzel ha logrado efectos de singular se ve llevado a reinventar a partir de sí mismo esas formas a la vez
imágenes estremecedores trabajando en la toma la luz en blanco y negro con tentaculares y restrictivas de lo universal. Si “el pecado original del autorretrato”
vistas a su paso por el sintetizador). La imagen video, por su naturaleza, traduce es “pervertir el intercambio, la comunicación y la persuasión, denunciando al
más directamente las impresiones del ojo (como más allá de sus percepciones), mismo tiempo esa perversión”,17 esta es la cuarta razón que confiere al auto-
los movimientos del cuerpo (como más allá de su superficie), los procesos del rretrato de video su racionalidad.
pensamiento (como más allá de sus racionalizaciones). Las propiedades que 5. Finalmente, parece claro que el acoplamiento de la imagen electrónica y
permiten a la imagen de video transformar a priori toda reproducción analógica de los sistemas informáticos está constituyendo (por medio del videodisco y los
relativizan mucho, en particular, las tensiones descubiertas por Elisabeth Bruss bancos de datos) una suerte de versión absoluta y última de la memoria artificial
entre expresión de la subjetividad y objetivación de la realidad. Puesto que la pacientemente elaborada por la antigua retórica. Todas las condiciones parecen
imagen ya no depende tan claramente de su dimensión de verdad documental así reunidas para que nazca, en la frontera del videoarte y del arte de las “nuevas

15
14
En su “Aide-mémoire” sobre L’Ancienne Rhétorique, Barthes recordaba, acertadamen-
“La sculpture du temps”, entrevista con Bill Viola por Raymond Bellour, Cahiers du te, hasta qué punto las “comunicaciones de masa” aseguraban una supervivencia degrada-
cinéma, nº 379, enero de 1986, p. 40. También Gary Hill: “Creo que me estaba obsesio- da del aristotelismo y de la retórica (Communications, nº 16, 1970, p. 223).
nando con ese zumbido electrónico. Era como una sinapsis con el resto del mundo”, en 16
“A Manner of Speaking, An Interview with Gary Hill by Lucinda Furlong”, Afterimage, Jean-Paul Fargier, “La vidéo contre (tout contre) la télévision”, op. cit.
17
vol. 10, nº 8, marzo de 1983, pp. 9-10. Michel Beaujour, op. cit., p. 14.
300 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 301

imágenes” que lo podrá llegar a reemplazar, una forma nueva y, sin embargo, y Viola, los de Joan Jonas, Pier Marton, Doug Hall (por no hablar de Joan
muy antigua del autorretrato. De la misma manera en que se desarrolla una Logue, quien, después de haber profundizado durante años el arte del retrato,
primera vez en la huella de la onda de choque producida por el desarrollo del proyecta volver sobre sí misma y comenzar, precisamente, un autorretrato).
libro impreso, lo vemos afirmarse en las artes de la imagen en el momento en En Alemania (y en Austria), donde la tradición de la performance, desde los
que estas ganan a la vez en universalidad y en singularidad, saturan de alguna comienzos del videoarte, ha determinado también muchas elecciones, las obras
forma todos los niveles posibles a través de los cuales se constituye una indivi- de Ulrike Rosenbach, de Klaus von Bruch, de Rebecca Horn, de Valie Export
duación, lo que quizá hay que seguir llamando una subjetividad. y, más recientemente, de Gerd Belz, se sumarían a la de Marcel Odenbach. En
Canadá, el trabajo de Colin Campbell, a pesar de sus aperturas cada vez más
claras hacia la ficción, participaría también de tal punto de vista. En Japón,
V. Recorridos el admirable Video Letter de Shuji Terayama y Shuntaro Tanikawa inventa, al
mismo tiempo que un “real” intercambio de cartas, una forma sutil, mínima
ego. Es una de las palabras que, en su Arche de Nam June, Jean-Paul Fargier y sorprendente de autorretrato de a dos. Vemos ya muchas obras, a las que se
propone a Paik, quien le responde: “Es el mayor problema, es el problema de van sumando gestos parciales pero muy fuertes, que contribuyen a acentuar el
Stendhal”. Es el problema que el video recibe del cine, que el video dota de una sentimiento de conjunto de una tendencia natural del videoarte a deslizarse
terrible ligereza y de un nuevo peso. Desde el momento en que un cuerpo se hacia el autorretrato (pienso en particular en momentos intensos, de texto y/o
transforma, en que su forma se aligera, y en que puede llegar a desaparecer, la de imagen, en el trabajo de Gary Hill: por ejemplo, en sus dos últimas instala-
cuestión del “¿quién soy?” hace un doble retorno; algunos meses atrás, mientras ciones, Crux e In Situ, que componen juntas un fantástico retorno al tema del
se esperaba el subte, se la podía leer en “Tube”, como subtítulo de las evoluciones cuerpo crucificado transformado en cuerpo-lenguaje y cuerpo-televisión).
de un personaje que cambiaba a ojos vistas y en el que se acababa por reconocer a Las siete obras que decidí evocar (que representan a cuatro países, y aun
uno de nuestros grandes transformadores, Salvador Dalí en persona. Paik conoce cinco si tenemos en cuenta la parte de Chile en la obra de Downey) proceden
bien todo esto, él que fue el primero en separar los cuerpos de su envoltura. Pero de horizontes diversos, y la manera en que la perspectiva del autorretrato se
prefirió dejar la cuestión en suspenso, y tomar distancia de sí mismo de un perfila en ellas es muy variable. Los intentos de Fieschi y de Acconci se pre-
modo elíptico y aéreo. Apareció en sus videos para realizar algunos actos de sentan, por ejemplo, bajo la forma relativamente homogénea de obras cuya
pura performance; los compuso con sus amigos, a través de los cuales entra en elaboración está concentrada en algunos años: calificaremos, pues, de autorretrato
escena, y entre los cuales se desliza, como en Allen and Allan, donde pasea su Les Nouveaux Mystères de New York que Fieschi filma entre 1976 y 1981, así
micrófono por una roca, entrevista a Ginsberg y a Kaprow y se ríe como loco como el conjunto de videos que realiza Acconci entre 1971 y 1977; mientras
cuando Kaprow camina sobre las aguas (es tan fácil en video). Todo esto con que en el caso de Nyst, Viola u Odenbach sucede lo contrario: el conjunto de
voz en off o con breves planos de corte, para mostrar que él está realmente allí la obra se desvía a medida que evoluciona y se desliza hacia una forma a la
y que conoce el paño (inclusive el que lleva a cualquiera a tomarse por Cristo); vez más global y más sostenida de autorretrato, que es difícil de aislar en tal
pero sobre todo para evitar así ceder, por su parte, al peso de ese enorme o cual video. Pero en el primer caso, hay que volver a distinguir entre la obra,
problema que él llama Stendhal. por el momento única, constituida por Les Nouveaux Mystères en la trayectoria
Jean-André Fieschi, Vito Acconci, Thierry Kuntzel, Juan Downey, Jacques- de Fieschi –primero crítico de cine, luego realizador de films sobre arte y de
Louis Nyst, Marcel Odenbach, Bill Viola. La primera cuestión del recorrido programas de televisión sobre el cine y el teatro, y destinado quizá, gracias a
que voy a trazar a través de algunas obras se debe ante todo a su elección. esta experiencia, a convertirse un día en un cineasta de una nueva especie–,
Me han parecido, cada una en sí misma, pero sobre todo juntas, unas con y la obra de video de Acconci, primero poeta, luego “performer” y cineasta
respecto a otras, muy representativas de un género indeciso y poderoso cuyas independiente, y que concibe a partir de allí, en algunos años, un número
diversas posturas ellas definen, en diferentes áreas culturales. Esto no quiere impresionante de videos entre los cuales el último, The Red Tapes, se destaca
decir –lejos de ello– que sean las únicas. Ni que otras obras dejen de contri- como una obra maestra, que se basta casi a sí misma como autorretrato: punto
buir a enriquecer un campo que es por definición imposible de cerrar sobre sí culminante después del cual Acconci abandona (¿hasta cuándo?) el video para
mismo (y que yo no pretendo, por otra parte, haber agotado). En los Estados dedicarse a las esculturas, instalaciones y obras para lugares específicos. En la
Unidos, se podrían agregar fácilmente, a los nombres de Downey, Acconci segunda serie de figuras, vemos que Nyst hace algunos films antes de dedicarse
302 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 303

al video; Odenbach comenzó por la performance y prosiguió paralelamente a paluche de Aaton.18 Se sostiene en la mano y no contra el ojo, y así libera, de
sus videos e instalaciones con su carrera de dibujante y de pintor; Downey fue entrada, un cuerpo que no se conoce. “Lo que yo veía en el cuadro no era lo
durante mucho tiempo un cineasta especializado en el documental antropoló- que veía el ojo, el ojo humano, el mío, sino lo que veía el ojo en la punta de
gico antes de pasar al video; Viola, por su parte, puede ser considerado como mi mano, produciendo al mismo tiempo un muy extraño desdoblamiento
el artista de video por excelencia, ligado al medium y solo a él desde el primer de la imagen, la muy curiosa impresión de no estar ante la imagen, sino de ser
día. En cuanto a Thierry Kuntzel, siguió un recorrido imprevisto, de la teoría atravesado por la imagen.19 Esta impresión primera se debe a que el manejo
del cine al video a través de un paso muy breve por el arte conceptual. de la paluche disloca naturalmente (es decir: sin que uno deba producir un
Estas obras son conocidas de manera desigual (al menos en Francia). Las esfuerzo o un efecto para hacerlo) todos los códigos de orientación que guia-
de Kuntzel, Fieschi y Viola han sido un poco descritas y comentadas. Las de ron la construcción de la imagen desde la invención del cine. La impresión se
Odenbach y Nyst, menos. Las de Acconci y Downey son casi desconocidas en precisa cuando el cuerpo del que filma se entrega a la imagen (por ejemplo,
Francia. Pero todas son aún demasiado confidenciales como para que se haya el ojo dilatado, en insert, o la mano que escribe en Enfances, une, o el primer
podido contar con una complicidad del lector (agregué, pues, algunas referencias plano, muy largo, del tercer episodio de Les Nouveaux Mystères de New York,
bibliográficas). Es el segundo elemento con el que tuve que trabajar. La Fée des images: Fieschi se filma en plano cercano, mientras avanza por una
Una tercera dificultad se debe a la relación entre la singularidad de la calle; aparentemente él no está filmando, ya que en ningún momento se ve
obra y la generalidad de la que ella participa. No existe una forma que tienda la cámara, pero se adivina que lo está haciendo porque se siente la tensión
menos que el autorretrato a acercarse a un modelo del que cada obra sería su del cuerpo que camina a la vez que se encuadra, sosteniendo la paluche con
confirmación. Pero si bien cada una de ellas cumple con su contrato de manera el brazo extendido). El desdoblamiento muy particular que hace aparecer el
particular, corresponden a una concepción global que permite reunirlas. cuerpo trabajando del que filma como inscrito ya en la corriente de lo que
Me encontré, pues, por estas tres razones, atrapado entre dos fuegos: ya sea se filma produce una disolución del efecto de espejo que nace siempre más o
entrar en la descripción de cada obra, aunque más no fuera para presentarla, menos cuando se pasa de un lado al otro de la cámara. Sin esto, dice Fieschi,
y extraer lo que la conduce al autorretrato; ya sea solo acordar a las obras en no habría imagen. La línea divisoria entre el que ve y el que se ve es, enton-
sí mismas una atención secundaria, para ir directamente a los temas, a las ces, no realmente franqueada –eso no es posible–, sino dislocada, dispersada,
posiciones de enunciación, a las formas culturales que dan al autorretrato desintegrada, así como la tensión entre expresión y descripción que tanto
de video su consistencia. Me pareció tan impracticable una postura como la preocupaba a Elisabeth Bruss: estas ceden al empuje de una visión múltiple
otra; entonces hice un zigzagueo entre las dos, persuadido de que la dificultad, que no procede de ningún ojo dominante, porque el ojo está en todas partes,
en un ensayo de este formato, no se podía realmente eliminar. en cada punto del cuerpo que refracta lo exterior (lo “real”) mientras hace su
A esto se agrega que, frente al autorretrato, toda distinción de niveles parece experiencia, y en el que él mismo está inmerso. Semejante proceso es posible
falsa, ya que su vocación de ser todo, en el desorden y la mezcla, como en el porque la luz está “viva”, y la imagen creada aparece a la vez como natural y
caso de Montaigne y de Leiris, solo puede enredar más las cosas. Como en la sobrenatural: se va modificando a merced de la extraordinaria sensibilidad del
escritura, la fuerza del autorretrato de video consiste en saber conservar, dice tubo, susceptible tanto de captar intensidades muy bajas como de producir altas
Fieschi, “el rastro de las cosas en el momento en que sucedieron”. calidades de contraste; antes de cualquier pensamiento y de cualquier cálculo,
la luz se vuelve como un instinto del cuerpo.
Primer movimiento
18
Jean-André Fieschi, “Point de vue sur un troisième oeil”, op. cit.; “Les Noveaux Mys-
Antes que nada, está el cuerpo. El cuerpo visible. Pero también una suerte tères de New York”, Art Présent, nº 6-7, 1978; Anne-Marie Duguet, Vidéo, la mémoire au
de cuerpo interior cuyo empuje traduce la obra, y cuyo cuerpo visible se con- poing, Hachette, 1981, pp. 165-174.
vierte en su emanación. Y ambos se han vuelto posibles a partir de un cuerpo 19
“Jean-André Fieschi et Les Nouveaux Mystères de New York”, en Vidéo-Babil, programa
errante, disponible. Blanchot dice: un cuerpo “ocioso”. de Raymond Bellour y Philippe Venault, France-Culture, 19 de abril de 1983. Las citas
En el origen, en el caso de Jean-André Fieschi, está esa cámara un poco siguientes fueron extraídas de esa entrevista y de la realizada por Jean-Paul Fargier, “Ren-
mágica, muchas veces descrita por el mismo Fieschi y por otros: minicámara contre avec un Corse des Carpathes”, Cahiers du cinéma, nº 310, abril de 1980.
AUTORRETRATOS 305

Ese cuerpo así enroscado en su imagen filma “según la pulsión”, al descu-


bierto; acepta el descubrimiento de la imagen que sigue, y se convierte en una
imagen que vuelve. Fieschi contó muy bien, varias veces, toda la aventura. Nace
de un hastío, un escepticismo creciente ante el estado de los sonidos y de las
imágenes, el estado del cine en la época de las comunicaciones masivas y de la
televisión. Luego viene la fulminación ante el objeto, la posibilidad de imagen
(“Tuve una especie de flash. Imaginando, a la velocidad de un relámpago, mil
1 2
films posibles”). Luego comienza un aprendizaje físico, técnico, una experimen-
tación infantil (“cómo moverse al filmar, cómo comer filmando, cómo escribir
filmando”). Finalmente, el hombre-máquina y el niño que renace en él filman
en una tarde cuatro planos que serán, casi sin ningún cambio, cuatro de los seis
primeros planos de la obra que él todavía no conoce: un muñeco de celuloide
que se cae de un cochecito por el hueco de una escalera; un texto manuscrito
en un cuaderno, escrito por su compañera en ese momento, rodeado de fotos,
de fotogramas de películas mudas, de imágenes de sufrimiento de algunas
3 4 mujeres; la “boca de sombra”, insert después de los planos de torbellino, donde
Fieschi lee de un tirón, con la paluche en una mano y el micrófono en la otra,
un fragmento del texto que acaba de filmar, sobre Freud y Caligari, Viena y
los sonámbulos; una casa registrada por casualidad mientras hacía algunos
ajustes cerca de su ventana, y que reconoce como la casa de Nosferatu. De esos
cuatro planos, que muestra a Claude Ollier, quien pasa casualmente por su
casa esa misma tarde, y al cual filma enseguida, para escucharlo hablar de ello,
obteniendo así el séptimo plano de su video, Fieschi dirá más tarde: “Tenía la
5 6 impresión de que habían salido naturalmente y del cuerpo”.
A un nivel comparable resuena fuertemente la obra de Acconci, tan dife-
rente. A excepción de The Red Tapes, los treinta y tres videos que realiza entre
1971 y 1974 (diecisiete solo en 1972) están prácticamente todos concebidos
sobre el mismo modelo: un solo cuadro, en general fijo, sujeto a ligeros des-
plazamientos.20 Acconci se representa casi siempre a sí mismo: de espaldas, de
frente, sentado, de pie, acostado, solo o acompañado, ante un monitor o una
pantalla de diapositivas, de manera más o menos fragmentaria, una vez hasta
reduciéndose a un detalle (su boca muy abierta). A veces se calla o murmura;
7 8 casi siempre habla a una interlocutora imaginaria, o más directamente al
espectador. El texto se centra generalmente en la situación elegida, la acción
(física) en curso, el dispositivo puesto en juego; a veces pasa del otro lado,
se vuelve más o menos autobiográfico, o se refiere a épocas, lugares, hechos,

20
Podemos encontrar la mejor bio-biblio-filmo-videografía de Acconci, realizada por
Madeleine Grynztejn, en Vito Acconci: Domestic Trappings, La Jolla Museum of Contem-
porary Art, 1987. Sólo pudimos hallar, en ocasión de un reciente montaje organizado por
9 10 el Whitney Museum (Video Selfportraits, 1989), veinticinco de esos videos.
Jean-André Fieschi, Les Nouveaux Mystères de New York (Enfances, une), 1977.
306 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 307

contextos. La imagen en blanco y negro es siempre de un gris uniforme, triste, el narcisismo ha sido llevado primero a un punto de neutralidad opaca y de
sucio. Los videos son repetitivos, todos muy largos en relación con lo poco que incandescencia. La materialidad del cuerpo, insistente, a menudo como furiosa,
allí sucede; su longitud parece en general predeterminada por el tiempo real contribuye a ello, dotando de una dimensión arcaica a la postura imaginaria
del video: 20, 30, o 60 minutos. No hay ningún montaje. Todo es en tiempo que trata de abrirse hacia lo simbólico. Todo ese movimiento, llevado durante
real y en circuito cerrado. cinco años por horas y horas de video, terminó por concentrarse con fuerza y
Rosalind Krauss se basó en dos de sus videos para fundar en parte su tesis, claridad en The Red Tapes, donde el narcisismo anterior está metamorfoseado:
el video como “estética del narcisismo”.21 En Centers, donde trata de mantener esos videos componen así el verdadero autorretrato de Vito Acconci. El primer
su dedo señalando el centro de la imagen, y en Recording Studio from Air Time, plano nos lo muestra de frente, con los ojos vendados: solo si se desconoce,
donde dialoga con su propia imagen, Acconci transforma el monitor en puro Narciso, más allá de sí mismo, se vuelve el eco del todo indescriptible que lo
espejo. Está congelado en el eterno presente de un tiempo cerrado sobre sí informa sin que él ni cualquier otro pueda verlo jamás. Lo que sucede, dice
mismo, sin reciprocidad ni reflexividad, con acceso únicamente al reflejo que Beaujour, es que el autorretrato está menos cerca de Narciso que de Perséfone
le viene de su propia imagen, al eco de su propia voz. Él es el protagonista, o la (el mito de Narciso figura así en Leiris a mitad del capítulo de Biffures titu-
víctima ejemplar del imaginario (lacaniano). El video así abordado en su esencia lado “Perséfone”); pero es también la razón por la cual “si Narciso escribe, su
sería, entonces, un medium puramente psicológico, allí donde la pintura o el cine escritura es la del autorretrato”.22 El espejo de tinta del autorretrato es lo que
estarían preservados de tal captación por la materialidad de sus dispositivos. evita el solipsismo del narcisismo mudo: victoria sobre la muerte por medio
El argumento tiene fuerza, y afecta algo profundo en las obras de las que habla de la escritura, y resurrección.
Rosalind Krauss, en particular las de Acconci; aunque no deja de haber allí Volveré a hablar de este video. Es una muy buena ocasión para mostrar
algo forzado. ¿No podemos, por ejemplo, decir que el dispositivo material del ahora mismo cómo Narciso cae al agua, cómo esa imagen se multiplica (por un
video, por el contrario, permitiría tocar con el dedo la estructura imaginaria efecto de squeeze zoom), queda abolida en la calavera sin anamorfosis del cuadro
subyacente del dispositivo cine, velada bajo las otras identificaciones, arcaicas y Los embajadores, de Holbein, con el fin de que surja en su justo lugar, doble entre
secundarias, que lo constituyen, así como por las ilusiones del tiempo diferido? los dobles que jalonan ese recorrido de los espejos (por orden de aparición en la
También podemos volver a lo que Krauss excluye demasiado rápido: ese dedo que imagen: un director de museo, un vendedor de espejos, un artista, un guía, una
señala el centro de la pantalla también está señalando a otro, al espectador; ese historiadora de arte feminista, un historiador de arte), pero más fuertemente
reflejo de sí mismo que Acconci contempla es también el soporte de un discurso inscrito, dividido, trucado, multiplicado que ninguno de ellos, el cuerpo-ima-
dirigido (en este caso) a una mujer. Existe así una instancia distinta, exterior, gen del artista tal como el video lo cambia en sí mismo. Es el comienzo de
simbólica, que sostiene esa posición imaginaria y ese exceso de narcisismo The Looking Glass, de Juan Downey: un paseo-divagación por los efectos del
que busca de este modo captarse y situarse. Tomemos Home Movies. Acconci espejo y del ojo-mirada en el arte y la cultura; un (fragmento de) autorretrato
está de espaldas, frente a una pantalla de diapositivas: proyecta imágenes de dentro de otro en el que la imagen de quien lo diseña se desliza en la masa
su trabajo, es decir, nuevamente de sí mismo, de sus performances a menudo de los signos que él convoca.23 Su voz nos sirve de hilo entre las otras voces,
excesivas, agresivas, con violentas connotaciones sexuales. No se sabe a quién su cuerpo se vuelve el maestro de ceremonias barrocas que participan de esas
habla: a un público imaginario como el de las sesiones culturales de museos, a apariciones-desapariciones. Cuatro veces, entre otras más elípticas. Versalles,
nosotros que estamos a sus espaldas; de repente, se da vuelta, se inclina hacia galería de los espejos: el rostro es captado por el trucaje, una faja-video aísla el
la izquierda y se dirige a media voz a una mujer, en apariencia la misma, con ojo o la parte inferior del rostro, una luz late en las fajas, y la nieve reemplaza
respecto a la cual esas imágenes suyas toman un sentido totalmente distinto; a allí el fragmento de cuerpo aislado. El Balzar, en París –donde Barthes, según
tal punto que él se levanta y –tercera posición– va a ubicarse contra la imagen dicen, comió por última vez antes de ser atropellado por una camioneta–, es la
proyectada en la pared, continuando siempre con su doble monólogo. Asistimos ocasión de un desdoblamiento, en el espejo-imagen, entre el cuerpo real y su
aquí (como en varios de sus videos, en particular gracias al efecto del texto; en
Pryings, por ejemplo) a una inversión del narcisismo, hecha posible porque 22
Michel Beaujour, op. cit., p. 161.
23
Sobre Juan Downey, el mejor conjunto es el catálogo del Festival Downey, Video porque
21
Rosalind Krauss, “Video: The Aesthetics of Narcissism”, op. cit. Te Ve, Santiago de Chile, Ediciones Visuala Galería, 1987.
308 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 309

reflejo, pero desplazado y proyectado, vibrando con una luz intensa, sostenido posturas. El cuerpo bricolé-bricoleur,* obsesionado con sus juegos de niños,
por un diálogo reconstruido a partir de un pasaje de Fragmentos de un discurso sus piedritas, sus rompecabezas, sus matracas; todos esos fragmentos caídos
amoroso: “Pero yo no me parezco para nada a esto. / ¿Cómo lo sabe? […] Usted de no se sabe qué combinación entre autoerotismo y fetichismo se vuelven
es el único que nunca puede verse salvo como imagen […] Me gusta verme objetos transicionales, que aseguran el pasaje entre juego y realidad: el cuerpo
el ojo yo mismo. / Para su propio cuerpo usted está condenado al repertorio pulsional-narcisista se abre así a la enciclopedia del mundo, se convierte en
de sus imágenes”. La tercera escena se sitúa en el Prado: el narrador cuenta su espejo, su speculum.
cómo, durante el verano de 1962, él iba todos los días a ese museo para ver La obra de Nyst (de los Nyst, Jacques-Louis y Danièle, como se dice
Las Meninas y vivía una experiencia erótica, cercana al orgasmo (“Sentía que mi “los Straub”) viene de un proceso similar; pero aquí el equilibrio entre los
cuerpo desaparecía detrás del busto sedoso de la infanta, mi piel se volvía ocre y elementos se invierte. El cuerpo, al menos el propio cuerpo de Nyst, es uno,
de una textura pictórica y afiebrada”). Y a partir de allí, ese afecto se propaga, de aun cuando reúna la indolencia afectada del presentador de juegos televisa-
cuadro en cuadro, de lugar en lugar, según un plano que se repite, en el que el dos y la distracción inquieta del paseante solitario. Sin embargo, ese cuerpo
artista-narrador golpea las manos para ordenar la circulación de los elementos. está literalmente diseminado y puesto en posición de búsqueda infinita con
Finalmente, el epílogo: Narciso cae al agua y muere por segunda vez; y es el ojo respecto a sí mismo en la medida en que sigue las líneas que vinculan entre
dilatado del autor de autorretratos el que está sometido al trucaje inicial, como ellos un cierto número de objetos y de palabras. Objetos que uno siente a la
si la mirada fascinada retrocediese en sí misma para traducir la imposibilidad de vez como muy íntimos y cargados de un intenso poder de ficción. Palabras
ver, y de verse. Es verdaderamente ahogando en sí a Narciso como se construye que se enganchan allí, pero sobre todo que se desenganchan, derivando
el autorretrato. según su propia lógica, operando también como núcleos de ficción: núcleos
Así sigue el cuerpo-video su camino. En Marcel Odenbach, de nuevo, de tan consistentes que casi tendrían a su vez estatuto de objetos si el ejercicio
manera distinta, encontramos un cuerpo ocioso, presa de una espera incalifi- de la lengua no apuntara, a pesar de todo, a distinguir las palabras de las
cable.24 La performance, desde muy temprano y durante mucho tiempo, dará cosas. En esas condiciones nace la imagen, ella misma programada siempre
un espacio a ese cuerpo en busca de sí mismo tanto como de las imágenes que, por otras imágenes: la imagen que los Nyst buscan y que es el título de su
al emanar de él, que sin embargo solo existe por medio de ellas, podrán, en los penúltimo video (L’Image, 1987), para amarrarla entre reflexión y ficción.
videos e instalaciones (a menudo juntos), precisamente formar cuerpo. Tal es Así se construye una obra “totalmente simple y poética, autobiográfica quizá,
exactamente el punto de equilibrio de esta obra que ha sabido combinar como en el sentido de que se trata de dar circularidad a un mundo (una historia)
pocas las exigencias de un mercado (una producción abundante, cuidada: cada del que ignoramos lo que se juega en su centro (allí donde está el origen,
obra tiene un perfecto acabado) y los riesgos de la deriva personal (los videos o el término)”.25 ¿Cómo explicar mejor lo que hace de la obra de Nyst un
se retoman, se suman, por avances sucesivos, agrandando el círculo de la obra autorretrato (y, lo que es más, ese extraño objeto todavía no identificado del
que es siempre una, en su misma dispersión). Así, para verse o concebirse, un todo: un autorretrato de pareja)?
cuerpo fragmentario espera encontrar a la vez la forma visual y los elementos de Finalmente, existe lo que llamaré los cuerpos-dispositivos.Thierry Kuntzel,
referencia que le permitan, no reunirse en una unidad imaginaria, sino aparecer Bill Viola. ¿Por qué distinguirlos así, si las descripciones precedentes expresan
en la imagen y resplandecer en ella. Dos grandes posturas afectan a este cuerpo: ya la transformación inevitable de los cuerpos que trabajan en dispositivos
el vagabundeo, el deambular, el ocio, el bricolaje; y la mirada agazapada y lista de videoescritura? Es que hay un suplemento que se va precisando. En el
para surgir. No exactamente para poner orden, sino para hacer posible, visible, caso de Kuntzel, dicho suplemento se debe en particular al doble cuerpo
el rigor de un desorden, de una disposición a la vez firme y aleatoria. Lo que
yo llamo en otro lado la forma-faja (una división tal del espacio del cuadro *
N. de la T.: del francés bricoler, hacer pequeños y diversos trabajos. Bricolé-bricoleur
que varios elementos entran allí en juego simultáneamente, y se inventan otros alude aquí al cuerpo que es objeto de dichos trabajos y, a la vez, los realiza.
tantos fuera de campo) asegura, entre otras cosas, una circulación entre las dos 25
Philippe Dubois, “Les Aventuriers de l’image perdue”, IIe Semaine internationale de
vidéo, Genève, 1987, p. 58. Ver también, del mismo autor, “La boîte magique”, en Danièle
24
Sobre Marcel Odenbach, ver el catálogo Dans la vision périphérique du témoin, Centre y Jacques-Louis Nyst, Hyaloïde, Éditions Yellow Now, 1986 (encontramos también allí el
Georges Pompidou, 1986. texto del video y un fotograma por cada plano).
310 RAYMOND BELLOUR

que sus imágenes inventan y, a través de él, a la capacidad de integración-


transformación del dispositivo cine en escritura de video. Kuntzel aparece
solo dos veces en sus videos, y habla poco o nada de sí mismo. Casi todos
rodados con la paluche en una intimidad y una sencillez extremas (de lo que
dan cuenta sus breves comentarios escritos),26 bosquejan un autorretrato en
el límite de la desaparición y de lo impersonal. Perspectiva mallarmeana,
en suma. Pero los dos videos donde se lo ve bastan para inscribir a partir del
cuerpo propio, si se puede decir, el doble cuerpo de imagen del que hablo, 1 2
alrededor del cual oscila toda su obra: el cuerpo agujereado, desmenuzado,
que renace y desaparece a perpetuidad, de Nostos I (su primer video), como un
puro cuerpo de afectos; el cuerpo “real” de Time Smoking a Picture: tomado en
un juego de doble pantalla y de inversión de barrido, de variaciones de tintes
y de luces que miman, en un solo decorado (el de su estudio-departamento),
un atardecer en tiempo real, cuando el sol se pone y comienza a anochecer,
ese cuerpo esencialmente ocioso nos hace entrar, hasta lo insoportable, en
la interioridad del tiempo puro que consume la imagen de otra manera
que en Nostalgia; también el tiempo durante el que el protagonista fuma 3 4
(como en Nostos I, ya) su cigarrillo.
En cuanto a Viola, sobre el que prefiero volver a hablar más adelante,
globalmente, su obra transmite el sentimiento de una adecuación un poco
misteriosa. Tiene una manera única de tomarse por objeto sin dejar de
observar una real distancia de sí mismo. Esto se debe a que las situaciones
personales en las que él elige mostrarse, de modo muy concreto, son otras
tantas estaciones en la exploración sistemática del medium, por la que optó
desde el primer instante en que se apoderó de una cámara. De tal manera
5 6
que se vuelve difícil distinguir dónde tiene lugar la dimensión subjetiva,
cuya presión, sin embargo, se siente, como si una poética inventara sus reglas
ligando sus fases con una nueva forma de pasión. Viola abre así al autorre-
trato un régimen singular, a la vez muy antiguo y totalmente nuevo, que no
es concebible si no se tiene fe en las virtudes catárticas de la tecnología, en
su capacidad para dotar de una especie de razón visible a los excesos más
singulares de la sinrazón y de la individuación.

7 8

Thierry Kuntzel, 1-5: Nostos I, 1979; 6-8: Time Smoking a Picture, 1980.

26
Para los (breves) textos de Thierry Kuntzel sobre sus videos e instalaciones, ver
Raymond Bellour y Anne-Marie Duguet (dir.), Vidéo, op. cit., pp. 149-152.
312 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 313

Segundo movimiento el fin de que la imagen conserve su brillo de imagen privada a los ojos de
aquel que, haciéndola pública, quiere sin embargo seguir sintiendo su poten-
Lo que sorprende en estos autorretratos es lo poco que tienen de autobio- cia secreta para poder librase de ella con más seguridad. Lo mismo ocurre en
grafía. En ellos no se desarrolla ningún relato ordenado en forma cronológica, Les Nouveaux Mystères de New York. El sentimiento muy fuerte de infancia que
ni siquiera en estado fragmentario. También es llamativo que todo lo que se sorprende ya en los primeros planos y que invade L’Île de la Vierge (el segundo
refiere al pasado, a la infancia, lo que sostiene en general el retorno a sí mismo episodio, rodado casi por completo en Córcega) sigue siendo indecidible en
y la búsqueda de identidad, esté tan poco definido, totalmente indeterminado. el mismo video: nada sitúa realmente ni los tiempos ni los lugares. Fieschi no
Finalmente, ciertas obras están hasta desprovistas de las señales, de las referencias dice nada sobre ello en su texto de Art Présent (solo la palabra “Corsica” figura
sin las cuales el autorretrato literario, por opuesto que sea a la autobiografía, en un corto fragmento de découpage manuscrito); hace falta una intervención
sería difícil de concebir. exterior (la de la entrevista, realizada por Fargier) para que la escena de infancia
No existe así en la obra de Viola nada que remita mínimamente a un tiempo se declare como tal, se precise, se localice. Es quizás una de las razones por las
anterior al rodaje mismo. Ni siquiera a una infancia que hubiera tenido lugar. cuales Fieschi siempre ha querido mostrar los videos en su presencia (práctica
En el caso de Odenbach, no obstante obsesionado con la infancia, a un punto que sorprendió a Lejeune en el caso de Marcel Hanoun o de Joseph Morder),
tal que toda su obra, ubicada bajo el signo del bricolaje, aparece claramente para dar él mismo sus referencias, pero fuera de texto. El único interés de estos
como una reconversión de los juegos infantiles, apenas si hay algo más. Solo matices es el de enseñarnos algo sobre el frente a frente del autor (y, por ende,
veo al niño, muy real pero ficticio, ya que está representado por un “actor”, que del espectador) con sus imágenes y la Imagen. De esta manera Kuntzel (en el
se duerme sobre el piano de As if Memories Could Deceive Me para despertarse, que la elipsis de sí mismo es extrema) pudo vincular en el proyecto original
una vez terminado su sueño, metamorfoseado en el cuerpo de Odenbach. de Nostos II (que en un principio debía ser un video) la aparición de sus fo-
Enigmático microexceso de ficción, que hace eco a un exceso de discreción, tos de infancia con planos de su propio rostro, para desplazarlas luego a una
o más simplemente a la dificultad de reconocerse en imágenes cuando uno escenografía distinta, Nostos II transformado en instalación, donde él mismo
debe representarse como otro. Es por eso que la mayoría de los momentos ya no aparece (pero donde un ojo ejercitado reconoce el mismo decorado de
de manipulación de objetos solo muestran las manos: el pasaje del cuerpo del Time Smoking a Picture).
adulto a la idea de niño se hace allí más libremente. En el caso de Nyst, en Puede suceder que la referencia sea más explícita. Al principio de The Red
Hyaloïde, donde la infancia llama tan fuerte a la puerta, es la ficción lo que la Tapes, en medio del gran teatro que se anuncia, en uno de los intervalos grises
desvía, la vuelve alegórica: Danièle y Jacques-Louis Nyst, en persona, evocan donde la imagen se ausenta para dejar lugar al texto, una voz murmura estas
recuerdos de infancia comunes (que son reconstruidos como tales); pero lo palabras, como para cumplir con un contrato indispensable –la caída en el au-
hacen bajo la coartada de sus personajes (Thérésa y Codca). Y la situación torretrato del pacto autobiográfico–: “Como todo el mundo, él tenía su historia.
del único elemento “verdadero”, la foto de Danièle Nyst niña que finalmente Nacido en el Bronx, de origen italiano. Madre viva, padre muerto. Aquel verano,
viene a adjuntarse a la pequeña pala rosa para formar un cuadro de fantasma yo sacudía la cabeza parado frente al porche de la casa de mi abuelo. Sí, como
y de infancia (“una fotografía”, dice Codca, “acompañada de una leyenda que todo el mundo, llevaba en mí una novela. Puse en mi novela todo lo que tenía.
me mantiene con vida”), la situación de esta foto es de las más interesantes. Estaba repleta de cosas, de la primera a la última página. No podía acceder a
En efecto, nada dice, como lo señala Dubois, que se trate de una foto de Danièle lo que tenía. No podía leer la escritura, aun sobre la pared. Tenía que cerrar los
Nyst.27 Yo agregaría: ni aun de Thérésa (ya que no se dice, aunque se lo pueda ojos y escuchar. Escuchen. ¿No lo oyen? Escuchen. Algo me invade, algo me
inferir: la palabra “foto-grafía” está inscrita dos veces en un plano de Thérésa- invade…”. Y la biografía se desvanece en los márgenes de esa novela mítica,
Danièle). Mientras que uno no duda ni un instante de que la foto de mujer ilegible, que se renegocia en temas, en formas, en itinerarios, en redes.
que abre el Roland Barthes por Roland Barthes sea realmente la de la madre de Una vez, el tiempo que dura un video corto, el autorretrato parece girar
Barthes (como la de La cámara lúcida que se nos oculta). Aquí, un comentario hacia la autobiografía. Juan Downey realizó The Motherland poco después de la
crítico debe subrayarlo: él fija con palabras lo que debe quedar implícito con muerte de su madre (con respecto a la cual ya situó, con la ayuda de un cartel,
su video sobre Bach). Volvió a su casa de Santiago. Se ve una casa, y se lee en
27
Philippe Dubois, “La Boîte magique”, op. cit., p. 47. la pantalla: “Viví en esta casa durante 21 años”. Se percibe una mujer sentada,
314 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 315

la madre, una ficción de madre. Cerca de ella, como una estatua familiar, un inconsciente, Thierry Kuntzel reconoció en “el aparato fílmico” la realización
ángel le tiende un fragmento de ala que ella chupa. Se vuelve a leer en la pan- más cercana a lo que Freud trataba de ilustrar: o sea, entre el “film-proyec-
talla: “Nací en esta cama”. En la cama está acostada la madre; ella separa las ción” y el “film-película”, un espacio a la vez material y mental, basado en el
piernas y da a luz una oca, asistida por el ángel. Luego, el ángel aparece por la rastro mnemónico, su desaparición y su remanencia, su desvanecimiento y su
ventana, tiende sus brazos hacia la madre, ella le da un crucifijo que él esconde reinscripción.29 El deseo, la necesidad de representar ese espacio es lo que lo
entre sus vestiduras. Un poco más tarde, el ángel aparece acostado sobre la mesa llevó hacia el video, hacia una obra que es quizá la más abstracta del videoarte.
del comedor; está cubierto de llagas que la madre cauteriza, con un rito pagano: Ese autorretrato en negativo tiene tres polos, tres lugares: los elementos del
se convirtió en Cristo y es asistido por la Virgen. En el intermedio, entre esos dispositivo imagen concebido a la vez como teatro de operaciones visuales
planos del ángel-Cristo, una imagen nos muestra a un hombre cuyo rostro está y memoria de imágenes anteriores; el cuerpo que es su soporte, y el libro
oculto por una gran fuente de barro adornada por una cabeza de demonio o de que anticipa y reproduce al mismo tiempo las propiedades del dispositivo.
dios; él se descubre: Juan Downey, el autor enmascarado, vuelve a pasar así de la Lo vemos así, interminablemente recorrido hoja por hoja, en Nostos I; luego lo
autobiografía al autorretrato por la puerta del mito de origen y de sus avatares. vemos volver en Nostos II, donde el recorrido de las hojas se hace solo (como el
Pero hay una segunda puerta de salida: la fábula está suspendida de segmento libro de Mallarmé: tiene lugar), en una pantalla, luego en dos, luego en tres, y
en segmento por secuencias de actualidad que intervienen abruptamente (pero finalmente en las nueve pantallas, cuya imagen reproduce tanto mejor cuanto
uno identifica su procedencia gracias a un televisor situado en la casa natal: el que él mismo es un libro de imágenes.
ángel hace girar sus botones, la oca es su espectador). Se ven desfiles militares, Había, pues, en la tradición de la antigua retórica, fondos o lugares destinados
Pinochet abrazando a los generales de la junta. Es la segunda manera por la que a acoger imágenes con el fin de memorizarlas. Esos lugares eran en general
la autobiografía escapa al relato y prefiere un enfoque poético: ofreciendo a la edificios –casa, palacio, basílica, catedral, teatro– o ciudades, a veces cuerpos
memoria lugares en los que las imágenes se van ordenando. humanos, que uno recorría mentalmente para construir a partir de su memoria
natural una memoria artificial. Había dos grandes categorías de lugares: los
lugares “reales” o acumulativos, destinados a sostener y a regularizar el funcio-
Tercer movimiento
namiento de la memoria según un modelo arquitectónico (debemos recordar
¿Cuáles son, entonces, esos lugares, esos tópicos que el sujeto del autorretrato que no existía entonces distinción real entre el saber colectivo, o enciclopédico,
es llevado a atravesar, en el movimiento que lo conduce a apropiarse de todo y la memoria individual), y los “analíticos”, constituidos por secuencias de
aquello que le parece un signo de sí mismo, sin que jamás pueda reconocer allí operaciones lógicas, destinadas a sostener la dialéctica de la invención. En la
la certeza de una identidad? ¿Cuáles son los lugares a los que él traslada ese extensa historia de la retórica, estos últimos han tendido a menudo a reducirse
cuerpo tan visiblemente pulsional pero tan enigmático que reconocemos a la a los contenidos sobre los que se operaba. Existieron también, entre las dos
vez en la imagen, el afecto impreso en la imagen, y las palabras que (a veces) categorías de lugares, desde el origen, pasajes y amalgamas. De tal modo que
la acompañan? uno puede representarse, en forma muy grosera, los tópicos de la memoria y
La metáfora mnemotécnica fundamental de la tradición retórica exige que de la invención como reservas formales prontas a acoger tanto el saber de una
los lugares sean tablillas y las imágenes una suerte de escritura.28 Veremos allí cultura como los lugares comunes de una sociedad y los datos de la memoria
un origen tanto del libro por venir como del dispositivo-imagen foto-cine- personal. Tal es, en una palabra, el modelo que el autorretrato desvía hacia
video, en el cual el video tiene el privilegio de producir una imagen a la vez sus fines propios, pero cuyo funcionamiento reproduce. Repitámoslo: “El
constantemente presente y renovable, ya que se puede siempre (en la graba- autorretrato sería en primer término un deambular imaginario a lo largo de
ción y en su tratamiento) sustituirla por otra imagen. Siguiendo la línea que un sistema de lugares, depositarios de imágenes-recuerdos”.30
conduce de las tablillas antiguas a la pizarra mágica y de la pizarra mágica al La imagen-recuerdo es una imagen compuesta, que se despliega según
múltiples niveles, a merced de cadenas asociativas que tienden tanto a constituir

29
28
Michel Beaujour, op. cit., p. 87. Sobre “los fondos y las imágenes”, ver pp. 86-88, 93-97, Thierry Kuntzel, “Le défilement”, op. cit.; “Note sur l’appareil filmique”, op. cit.
30
171-178. Michel Beaujour, op. cit., p. 110.
316 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 317

esos niveles, como otros tantos estratos autónomos, lugares identificables, como
a pasar de uno a otro por medio de un movimiento imprevisible y sin fin. El
camino que conduce de la memoria a la invención es circular; los círculos se
retoman y se inscriben unos en el interior de otros sin coincidir jamás, según
una progresión que no es un progreso, sino una deriva controlada. A merced
de las imágenes-obsesión propias de cada uno hasta sus formas objetivadas
por segmentos prefabricados de la cultura, el autorretrato gira sobre sí mismo
para construirse, ofreciendo a aquel que regula su juego una representación 5 6
separada de su ser virtual. Insistiendo sobre aquello que lo permite: todos los
elementos del dispositivo, soportes de la invención.
Esta circulación de lugar en lugar, a través de las imágenes que los nutren, es
lo que hace que los autorretratos se parezcan tanto entre ellos, comparándolos
con todos los géneros que excluyen; es también lo que los hace tan perfectamente
singulares, irreductibles a la reducción y, entre ellos, a toda comparación.
Volvamos al principio de The Looking Glass, de Downey. Se trata de esto, en
algunos planos: un efecto de squeeze zoom puro, sin imagen / el mismo efecto
sobre tres motivos de Las meninas (el hombre del fondo, la infanta, la enana) / 7 8
el episodio de Narciso, con la calavera de Los embajadores interpolada: termina
con un movimiento que conduce desde Narciso ahogado hasta un niño des-
nudo que juega en la playa rocosa donde se desarrolla la escena –aparece un
título: “Mirrors presented by”– / la serie de los seis presentadores, cada uno
afectado por un efecto de video particular (imagen que gira, se fragmenta, etc.).

9 10
Juan Downey, The Looking Glass, 1982.

De golpe, varios lugares o temas se desprenden y se imponen: el dispositivo video;


el lugar pintura; el lugar museo; el lugar espejo; el lugar mitología; el lugar infancia,
como dividido en sí mismo: por un lado el lugar común psicoanalítico que remite
1 2 al niño del espejo; por el otro, el cuerpo en bruto del niño que juega, anterior a
todo lugar, el lugar en sí. Para recorrer ese lugar-infancia en Downey, habrá que
relacionar esta imagen con la de The Motherland de la que ya hablé: la verdadera
casa natal y de la infancia, pero enseguida invadida por el mito (el niño-oca, el
ángel-Cristo), que es una de las líneas de fuerza de la poética de Downey.
Uno no da la vuelta alrededor de un autorretrato, más bien vagabundea en
él. Downey, más que ningún otro, convirtió ese errar en vértigo. Un vértigo
barroco ya en marcha en la larga serie (inacabada) de obras (films y videos)
3 4 reunidas bajo el título Video Trans America. Pero llega a su punto extremo en
la serie The Thinking Eye (abierta por The Looking Glass, trece títulos previstos,
318 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 319

cuatro terminados). ¿Por qué esa organización preconcebida, que quizá nunca
encuentre su final? Porque el autorretrato puede necesitar un imaginario de la
totalidad, de carácter enciclopédico y delirante, para temperar el delirio actual,
íntimo y profundo, que hace pasar constantemente, en cada video en ejecución,
de un lugar a otro, asignando al espectador estupefacto las dos posiciones
antagonistas en las cuales se proyecta el enunciador: el Dios que todo lo ve,
fuente y efecto de toda mirada, y el Cristo martirizado por deber encarnarlo.
“La Cultura como instrumento del pensamiento activo”: tal es el subtítulo dado 5 6
a ese “Ojo que piensa” (robado a Klee). Los tópicos culturales tomados de la
historia del arte, la semiótica, los sistemas de comunicación, la mitología y las
“mitologías”(en el sentido de Barthes), todos esos tópicos se enloquecen (entre
otras cosas, bombardeados con citas) al seguir la aguja imantada que los hace
circular entre varios polos, bajo el ojo narcisista-paranoico que los asocia: el
ojo que sería el de Juan Downey si él no supiera que era pensado tanto y más
de lo que él se piensa y si a fuerza de tratar de verse allí no se hubiera vuelto
desde hace mucho tiempo impersonal.
El enciclopedismo de Marcel Odenbach procede, en algunos aspectos, 7 8
de un manejo parecido. Su vértigo ligero, pero seguro, es una de las versiones de
la ironía perversa austroalemana (de Musil) que podríamos oponer al barroco
lógico sudamericano (de Borges o de Ruiz). Veamos las dos secuencias dedi-
cadas a Versalles en The Looking Glass y en la videoinstalación Dans la vision
périphérique du témoin. En la primera, Downey, ordenador del juego, de frente,

9 10
Marcel Odenbach, 1-2: Als könnte es auch mir an den Kragen gehen, 1983; 3, 5: Der Widerspruch
der Erinnerungen, 1982; 4, 6-9: Vorurteile, 1984; 10: Dans la vision périphérique du témoin, 1987.

golpeando sus manos, se hunde hasta perderse de vista en la reverberación


de los espejos, la multiplicación de los planos, la proliferación de los dobles.
1 2 En la segunda, Odenbach divide mediante la forma-faja el espacio que con-
duce hacia la galería de los espejos, donde se muestra de espaldas, haciendo
jogging a lo largo de las Tullerías; luego mezcla presente y pasado reuniendo
en la forma-faja (que descubre entonces la parte del decorado que ocultaba
en el plano precedente) un desfile en el que se suceden, siempre de espaldas,
personajes de época y extras contemporáneos.
En el caso de Odenbach, hay en la imagen cuatro grandes lugares de cultura,
que constituyen otras tantas posibilidades de citas y de repeticiones discretas (hoy
3 4 confiesa su gusto por la reconstrucción de sus propias citas). La pintura (donde
320 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 321

Goya reina como maestro). La arquitectura (que lo lleva de Versalles a los castillos
neobarrocos alemanes, de lo antiguo a lo moderno). La foto como enciclopedia
del mundo (recurso que usa poco). El cine (Hitchcock ante todo, y De Palma
que lo retoma, en los que se apoya para construir su máquina de miradas; pero
también el cine de todo tipo: de las actualidades al western, del film de guerra al
porno). Finalmente, la televisión. Esta tiene la particularidad de poder reproducir
todos los otros fondos culturales, incluyendo el cine, que ya lo hacía. Pero es por
medio de la música, más maleable aún, que puede ser tratada con las imágenes de 3 4
las que procede o trabajada por ella misma, como se expresa mejor el gusto por
el patchwork cultural tan caro a Odenbach. (Se ve en el principio de Vorurteile:
música clásica, música hollywoodense, música brasileña…).
A través de esta materia polimorfa la Historia se vuelve su lugar. La historia
alemana, sobre todo: romanticismo, nazismo, terrorismo. Marcel Odenbach
mezcla frecuentemente todo esto con imágenes de la vida cotidiana, concebidas
para un proyecto particular, o acumuladas a lo largo del tiempo (diario infor-
mal en el que abreva como en un banco personal). Su cuerpo oficia de unión
entre esos dos grandes universos de imágenes compuestas, del modo elíptico 5 6
que ya vimos. Con una elasticidad instintiva (es la cualidad más llamativa de
Odenbach, su cualidad de artista), practica un arte de la mezcla que asegura
en cada obra y de obra en obra una circulación continua entre esos tres nive-
les. Así se manifiesta, por un lado, una conciencia aguda de las disposiciones
y las formas. Por el otro, un abandono a las sensaciones, a la emoción. Así es
como la retórica más sinuosa que existe construye un autorretrato ejemplar,
lo bastante sutil como para no dejarnos nunca creer que se trataría del retrato
de un sujeto demasiado verdadero.
7 8
Una mezcla que lo contendría todo: eso es lo que Vito Acconci intentó
traer en un solo video de 140 minutos (en blanco y negro) que pone un punto
final a los bosquejos acumulados durante cuatro años. A riesgo de desilusio-
narse enseguida de la unidad imaginaria de ese yo, y de operar con ello una
dislocación tanto más radical cuanto que los primeros enunciados hacen pensar
que se toma por él mismo.

9 10
Vito Acconci, The Red Tapes, 1976-1977.

“Yo… Yo tengo una declaración que hacer. Sí, quiero decir algo por mí
mismo. Para mí, ya no hay espacio para los sentimientos. Entré en otro espacio.
Ahora tengo el espacio por forma. No, no, corten, corten, corten…”.
1 2
322 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 323

“Bien, bien. Recomiencen. Recomiencen. Digamos, digamos que la revo- murmullo) y enumera los elementos de una geografía ficticia que se convierte
lución fracasó. O.K. La revolución fracasó. Todo el mundo. Larga vida a la en geografía real: lugares y estados americanos, rápidamente afectados por con-
Revolución – ¡Larga vida a la Revolución! No, no, corten”. sonancias históricas y políticas.
“O.K. Listo. Comencemos aquí. Comencemos aquí. Es él; es Acconci. Pero A todo lo largo de The Red Tapes, Estados Unidos es un lugar para generar (un
ustedes saben eso, por supuesto que lo saben. Entonces, no tiene importancia poco como Alemania para Odenbach). Un poco de todo, furiosamente. His-
que lo miren directamente a los ojos o no, no tiene importancia que yo gire la toria, geografía, grandes figuras, literatura, cine, mitologías. Estados Unidos
cabeza así o asá, aquí o allá”. se transforma en un desfile cultural en siete actos, y el video, en una versión
Esas palabras son pronunciadas ante el plano cercano de Acconci con los ojos existencial, errática y desintegrada de Mobile (de Michel Butor). Sin olvidar,
vendados, y preceden a las pocas frases autobiográficas que cité antes. Segui- por supuesto, la televisión, que con un fragmento produce un programa. El Yo
damente, la dislocación comienza. Alcanza al cuerpo, en diferentes decorados, que se busca con una sed de reconocimiento desaparece ante sus propios ojos
agitado por movimientos incesantes y furiosos, o fragmentado, pegándose a la en la masa y la red de lugares que lo programan: éstos se convierten en otros
imagen de manera inquietante, como si le resultara extraño. Pero es por la voz tantos puntos de descuartizamiento que componen y recomponen como hasta
(su voz, sus voces) como ese cuerpo intermitente va sobre todo a entrar en otro el infinito la masa imaginaria de su cuerpo martirizado.
espacio, una pluralidad de espacios fragmentarios. El texto es continuo, recita- Existen maneras más concentradas de volverse hacia sí mismo. En el caso
do, soltado, proferido por bloques de longitud variable a los que corresponden de Fieschi, hay ante todo dos grandes lugares: la infancia, el cine, que gene-
ya conjuntos-imagen(es), ya playas de un gris uniforme que los separan y los ran otros (la mujer, el psicoanálisis, los que su vez..., etc.). Entre la infancia
individualizan según una alternancia regular. Dos grandes principios organizan y el cine se produce en Les Nouveaux Mystères de New York algo único, que
esta enorme materia. El primero es la pluralidad de los tonos (voz neutra, cu- el título despliega. Retorno a la infancia del cine, el cine mudo, el serial, la
chicheo, etc.) y de los enunciadores (del “yo” al “ellos”). Esa pluralidad origina edad de las imágenes inocentes, abiertas, todavía nuevas. Pero ese retorno
una serie de ficciones. Armadas-desarmadas, flotando en espacios de referencias fue tal –Fieschi lo ha explicado con gran precisión– porque en su historia
borrosas, van de la confesión amorosa al hecho policial, del melodrama intimista personal el cine fue vivido, desde la infancia tardía y luego la adolescencia,
a la ciencia ficción, del presente al pasado, de lo actual a lo virtual. Circulan como “una búsqueda de las imágenes anteriores”, de los cuerpos, de los pai-
así en una incertidumbre generalizada a través del paradigma de las personas. sajes de su Córcega natal; agrega: “quizá hasta del origen de las imágenes”.31
El segundo principio distribuye series, listas, programas, enumeraciones, pa- La confusión que oprime se sitúa evidentemente allí: ese intervalo entre
radigmas, de naturaleza y amplitud variables (vemos que el segundo principio infancia y cine, que se convierte, gracias a la paluche, en estremecimiento
se cruza con el primero). La imagen y el texto raramente concuerdan, pero a del cuerpo, centelleo del blanco y negro, quisiera tocar con el dedo hecho
veces lo hacen fuertemente. En el texto, se trata más bien de nombres propios ojo el momento improbable en que toda imagen se sigue manteniendo en
(nombres de personas, lugares geográficos…), cifras, letras, colores, temperaturas, el umbral de la alucinación. Esto es lo que él trata de delimitar en instantes
conjugaciones, formas verbales, nombres comunes, hasta onomatopeyas. En la supremos de miradas de cine que se vuelven la anticipación y la réplica de
imagen, se trata más bien de objetos: publicidades de automóviles, naipes, mapas, su ojo dilatado, de la mezcla de deslumbramiento y terror que allí se con-
fotos (de gente, de paisajes), pequeños objetos (figuritas –animales, humanos–, centra; instantes que Fieschi a la vez cita y busca reproducir con sus propios
botones, arandelas, bolitas, piezas de rompecabezas). La secuencia que detalla medios. Como la famosa continuidad de la mirada entre Nosferatu y Nina
varios de estos pequeños objetos es ejemplar en cuanto al trenzado que se opera y en la película de Murnau, por la cual el vampiro responde, en un espacio
a lo que subtiende. El texto asigna una o varias letras a cada conjunto; el despla- puramente imaginario, a la premonición teñida de sonambulismo de la mu-
zamiento de la cámara que circula de una serie a otra declina así los rudimentos jer. Y la mirada errante, imposible de atribuir, de Vampyr, que termina por
de un alfabeto imaginario en el que la voz de Acconci inscribe la proposición: adherir al único punto de vista imposible: el punto de vista de un muerto,
Pull myself together.* Pero una segunda voz interviene (su voz transformada en de la Muerte que se une así al espacio de los terrores infantiles. La voz de
*
Dreyer que se escucha en el tercer plano (el recorrido por las fotos de films
En inglés, pull together significa reunir, volver a unir, y pull oneself together, calmarse, re-
cuperar la compostura o el control de las propias emociones. La frase podría interpretarse
31
como un juego de palabras que implica ambos sentidos. Entrevista por Jean-Paul Fargier, op. cit., p. 32.
324 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 325

y el texto) testimonia esa paternidad del cine hacia el cual la obra retorna la obra de los Nyst es mucho más abierta, lúdica: uno recorre alegremente lugares
para poder acercarse, a través de “la cultura como recuperación nostálgica variados que se engendran hasta perderse de vista, con una suerte de aceleración
del paraíso”, a lo arcaico de la infancia. que nos recuerda el principio del hojaldrado de los niveles que vimos en Downey.
Semejante relación en el cine como lugar de sí mismo es un asunto pura- Solo que el proceso es de naturaleza más íntima, como en Odenbach, aunque
mente europeo, alemán y, sobre todo, francés (o belga). Se lo encuentra como de manera aún más explícita. Para sugerir su funcionamiento a un nivel privi-
algo inacabado en la obra de Kuntzel. De Nostos I a Nostos II, se reinscribe legiado, se puede, por ejemplo, evocar la serie de las palabras que se encadenan
así en el cuerpo-video uno de los films que ha delimitado más cruelmente al paso de las imágenes (inscribiéndose, escribiéndose en la imagen) alrededor
la mezcla de goce y destrucción ligada a las capacidades imaginarias del de la idea de escritura. Se transforma directamente, de este modo, en el lugar
dispositivo cine: Letter from an Unknown Woman. En el video, el protago- de anclaje y de referencia, en esos videos animados por semejante gusto por la
nista (el propio Kuntzel, descompuesto-recompuesto) se encuentra cerca palabra y los juegos de lenguaje; muestra asimismo, ligeramente, que uno de los
de la ventanilla de un tren en marcha, como la pareja romántica del film en componentes del autorretrato es su apego a las series irregulares que son el eco
el tren del parque de diversiones. En la instalación, la banda de sonido del lejano de las taxonomías enciclopédicas de la Edad Media y del Renacimiento.
film oficia directamente de doble cultural y de soporte de ficción. No bien He aquí, pues, sin contar las palabras que vuelven dos veces en imágenes dife-
comienza la película, la protagonista empieza la carta que anuncia su muerte rentes, para subrayar el vértigo de esos juegos asociativos obsesionados por las
cercana; y con esa muerte se interrumpe la carta y el film termina (o casi), figuras retóricas, congregadas en torno de sus dos grandes hermanas gemelas,
y se transforma así en su realización. Ese comienzo y ese final de la carta, metáfora y metonimia: eco grafía, video grafía, hagio grafía, foto grafía, orto grafía,
de un romanticismo exacerbado, coinciden con el desarrollo de los nueve coreo grafía, mecano grafía, cali grafía, caco grafía, cripto grafía, icono grafía, historio
videos; la música de la película sirve también de puntuación al conjunto: grafía, radio grafía, hidro grafía, mono grafía, cristalo grafía, micro grafía.
delimita los cuatro actos donde se reinscriben, por una especie de repeti- Se habrá observado hasta qué punto la foto penetra la mayoría de esas ten-
ción, algunos motivos del film. El video actualiza, mediante el trabajo de la tativas. Fotos de infancia, en Kuntzel y Nyst. Fotos de cine, en Nyst y Fieschi.
paluche y la circulación de las imágenes entre las nueve pantallas, los efectos Fotos de la enciclopedia del mundo, en Odenbach y Acconci. Es que la foto,
inconscientes de memoria (de “pizarra mágica”) propios del dispositivo cine que suspende el tiempo, reduce el film al fotograma y el video a su elemento
(Kuntzel utilizó a tal efecto una paluche desajustada que al más mínimo cero. No importa lo que represente, la foto es la imagen por excelencia, a la vez
movimiento agrega una estela blanca a las formas que abarca, produciendo documento, rastro y enigma. Da al mismo tiempo testimonio de la dispersión
así una imagen carnal del trabajo de la memoria). El momento más fuerte, del mundo y de la división del tiempo. Es por definición la primera imagen
con el tratamiento del libro del que ya hablé, es la larga secuencia que ve (histórica y materialmente a la vez); y se transforma así tanto mejor en la
aparecer, interminablemente, contra un marco de ventana que por sí solo ya última, el resto de un dispositivo global que ella metaforiza, operando una
parece un recuerdo-pantalla, las fotos de familia y de infancia: estas se acu- reducción que da pruebas también de su fuerza para inscribir la separación y
mulan unas sobre las otras gracias a diferentes pantallas y forman de nuevo la muerte. Un video de Bill Viola, The Space between the Teeth, lo muestra. Una
un bloque. De tal modo que cada una de las imágenes se convierte poco a porción de espacio, un hombre sentado, el propio Viola. Nos mira largamente
poco en el fantasma de la otra. y de pronto aúlla. Varias veces. La cámara retrocede y descubre un corredor
También es un film –y también una foto, pero esta vez procedente del mismo interminable. Finalmente se detiene. El hombre grita; y cada grito, a intervalos
film– el que sirve de punto de partida a Hyaloïde y precipita la resolución que le regulares, provoca, por sacudidas, un avance vertiginoso de la cámara, que no
permitirá a la foto de infancia aparecer. Se trata de la foto de Lucy Holmwood, se detiene sino cuando se ha acercado lo suficiente para descubrir el espacio
la novia de Jonathan Harker, que Van Helsing observa en Dracula, de Terence que el hombre tiene entre los dientes. Después de cada avance, retrocede en el
Fisher, la primera gran remake del Nosferatu de Murnau. Hay en la obra de los corredor, adoptando gradualmente una posición cada vez más cercana al hombre.
Nyst (donde otros films representan roles similares: Poltergeist en Thérésa plane) Pero con cada grito, al término de cada avance, después de que la cámara ha
una diferencia notable: miran ese film en la televisión. Esta se vuelve, como en el alcanzado el espacio entre los dientes, se inscribe una ligera separación: como
caso de Odenbach, el proveedor del cine; afloja así el frente a frente intenso que un hipo rítmico, compuesto en un principio de una o dos imágenes nulas.
domina en Fieschi y Kuntzel, retoma la función central que es por naturaleza la Cuanto más se acerca uno al hombre, más grande es la separación; rápidamente
suya en la formación del autorretrato de video. Por otra parte, ya lo hemos dicho, aparece un decorado en ese espacio abierto por intermitencia: una cocina, una
AUTORRETRATOS 327

mesa de desayuno. La duración de cada plano pronto se revierte entre los dos
espacios: la cámara que está en el corredor se encuentra ahora contra el rostro,
cada plano es muy corto; en la cocina, el tiempo pasa, Viola entra y vuelve a
salir. Una canilla abierta. El plano sigue allí. Volvemos al corredor: la cámara
recuperó su posición primitiva, al fondo del corredor; pero la imagen es ahora
blanca y negra, ligeramente balanceada contra un fondo coloreado mate e
indefinido. Se escucha un grito, y gracias a un efecto de zoom hacia atrás, la
1 2 imagen del corredor se destruye: es una polaroid, minúscula, que cae al mar. El
plano dura lo que tarda en llegar una ola; esta se lleva la imagen, que se desliza
hacia la izquierda, fuera de campo.
¿Qué podemos concluir de esta asombrosa estrategia? La impresión que
domina, y permanece, es que todo el video se reduce súbitamente a una foto,
apenas entrevista en el tiempo que dura un grito. Como si un instante la
resumiera, para poder desaparecer. La foto tiene así una función de verdad:
vanidad de la imagen. Pero si reflexionamos un poco más sobre la imbricación
3 4 de las dos series, percibimos esto: a cada grito la cámara penetra en el cuerpo,
circunscribe un instante elíptico y luego hace aparecer, en su lugar, una escena
que parece surgir de entre los dientes. Esta escena, primero casi fotográfica
por su brevedad, se instala poco a poco y termina por volverse más real que
la otra (ya lo es por lo que representa). La irrupción brutal de la foto es un
llamado al orden: lo real no está del lado que nosotros creemos; está en el in-
tervalo, entre los dientes, en la cámara negra del cuerpo de donde la fotografía,
justamente, cae.
5 6

7 8 1 2

9 10 3 4
Danièle y Jacques-Louis Nyst, Hyaloïde, 1985.
328 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 329

uno de los videos corresponde a un tipo de lugar (aunque los dos son lugares
de experiencia, tanto para la imagen como para el cuerpo): uno perfectamente
cerrado; el otro abierto, en plena naturaleza. Finalmente está claro que Viola
exige al espectador una atención particular que debe ejercerse tanto cuando las
cosas van (demasiado) rápido como cuando van (demasiado) lentamente.
Si preguntamos a Viola por qué se toma como actor-sujeto en un número
importante de sus videos (la proporción se sitúa alrededor de los dos quintos,
5
sin contar sus instalaciones, en las que aparece de manera menos regular),
6
responde, como Marcel Odenbach (o Kuntzel, o Fieschi, etc.), que es un
modo de preservar una intimidad necesaria para la experiencia del rodaje y,
de manera más general, para el conjunto de su experiencia, de creación y de
vida. Ha tendido cada vez más a la eliminación de todo intermediario en las
diferentes etapas de su trabajo, teniendo acceso a los equipos de avanzada
(en Sony, en Japón, para Hatsu Yume), y sobre todo montando poco a poco en
su casa (como Godard) una verdadera unidad de producción. Así, cada vez
más trabaja solo (con su mujer y colaboradora, Kira Perov). Dice: “Mis trabajos
7 8 son la expresión de mí mismo”; “mantener mi trabajo tan cerca de su fuente
Thierry Kuntzel, 1-6: Nostos II (instalación), 1984; 7-8: Nostos I, 1979. como sea posible”. Dice también: “No existe diferencia entre lo que yo hago
y lo que hace un escritor”. Y agrega: “Uno crea esa cosa que existe fuera de
Cuarto movimiento uno: el texto”.32 Fuera de uno, pero a partir de uno: es en ese hueco donde se
constituye el singular autorretrato de Viola.
Al principio de The Reflecting Pool, un hombre sale del bosque y se queda Al pasar revista a sus diversas apariciones, uno se da cuenta de que ellas
parado al borde de una piscina. Está de frente, se ve su reflejo en el agua. se sitúan en el cruce de dos grandes ejes. El cuerpo es el soporte de una ex-
De pronto salta y su cuerpo se congela, detenido en el aire. El reflejo ha desapa- perimentación que apunta a determinar las posibilidades del medium; es un
recido. En la piscina, poco a poco, se va organizando una vida de movimientos cuerpo-dispositivo (los cuatro cuerpos superpuestos de Olfaction, la gota de
diversos. El reflejo inicial del cuerpo reaparece, se desdobla y se desplaza. Cuando agua-espejo deformante de Migration, las palomas que levantan vuelo en
el espectador mira con ojos desorbitados tratando de comprender cómo esto se
relaciona con el cuerpo suspendido, se da cuenta de que este ha desaparecido 32
“La sculpture du temps”, op. cit. Es útil la comparación con lo que dice Bruce Nauman:
sin que él (es la reacción más frecuente) lo haya visto desaparecer. “Esta obra no es autobiográfica. No habla verdaderamente de mí. Mientras trabajaba en
¿Qué podemos deducir, nuevamente, de semejante estratagema? En primer ella, recurría sobre todo a imágenes mías, pero casi cada imagen está al revés, o no se ve
la cabeza o solo se ve la espalda. Lo importante era sobre todo tener la imagen de una
lugar, que la obra de Viola está animada por una pasión por la imagen fija o,
forma humana, aun cuando utilizara la mía de esa época. Un poco más tarde, cuando
mejor aún, por una parte de fijeza en la imagen; es una incitación a la reflexión comencé a usar imágenes de otra gente, prefería que hubiera un rostro, porque se trataba
sobre lo que sucede con la imagen dotada de movimiento cuando, como él de un actor –un actor, es decir, no cualquiera– (“Keep Taking Apart, A Conversation with
(podríamos multiplicar a nuestro antojo los ejemplos), uno ya no la concibe Bruce Nauman by Chris Dercon”, Parkett, nº 10, 1986, publicado en parte en Video, op.
por principio como tal. Llamemos a semejante conciencia lo fotográfico. Segui- cit). Sobre Viola, ver igualmente “L’espace à pleines dents” (continuación de la entrevista
damente uno ve que esos efectos están anclados en el cuerpo, el cuerpo propio precedente con Bill Viola, por Raymond Bellour); J.-P. Fargier (dir.), Où va la vidéo?,
Cahiers du cinéma, 1986; Anne-Marie Duguet, “Les vidéos de Bill Viola, une poétique de
del autor. Operan de entrada un pasaje más allá del narcisismo: en The Space
l’espace-temps”, Parachute, nº 45, diciembre-febrero de 1986-1987. Y los tres catálogos:
between the Teeth, dejando atrás la imagen del cuerpo manifiesto por medio Arc, musée d’Art moderne de la Ville de Paris, 1983-1984; The Museum of Modern
de una irrupción en el cuerpo profundo; en The Reflecting Pool, separando Art, New York, ed. Barbara London, 1987; Contemporary Arts Museum, Houston, ed.
(de diversas maneras) el cuerpo de su reflejo. Uno observa también que cada Marilyn Zeitlin, 1988.
330 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 331

cámara lenta para responder a la vibración sonora de la fuente que Viola deja En esta obra donde nada es autobiográfico, todo toma ese carácter debido a
caer al suelo en Washington Square, en Truth through Mass Individuation, etc.). su modo de constitución. Y, sin embargo, uno no siente ninguna complacencia,
El cuerpo es también (y las dos cosas van a menudo juntas) el lugar de un su- ni tampoco un excesivo encierro (como en el autorretrato literario de Roger
frimiento, cuyas estaciones va recorriendo según un ritual que es una enésima Laporte, por ejemplo, La Veille, etc., referido incesantemente a la producción
transformación del modelo del vía crucis. El ejemplo más fuerte es Reasons de su escritura). Es porque se ofrece un mundo fenomenal infinitamente rico,
for Knocking at an Empty House, en sus dos versiones, video e instalación, empleando el modo singular de una toma de conciencia exacerbada de las
concebidas a partir de una misma experiencia, tres días y tres noches pasados condiciones físicas y mentales que implican su captación y su apercepción.
sin dormir: en el video, uno se encuentra en una habitación donde los despla- De allí el valor a mi criterio tan notable de este título: Chott-el-Djerid (A Por-
zamientos del cuerpo y las variaciones de luz proyectadas por dos ventanas trait in Ligth and Heat). Viola solo aparece en un plano, muy largo, donde un
delimitan otras tantas fases; en la instalación, frente a la silla de inquisición punto, al límite de la invisibilidad, avanza en el horizonte hacia el espectador,
reservada al espectador que participa en directo del sonido, hay un monitor aunque sigue estando demasiado lejos como para poder identificarlo. Entonces,
en el que aparece Viola, deshecho, golpeado por detrás a intervalos regulares. ¿de quién es el retrato que compone este video? Del desierto, evidentemente.
El dispositivo es así el lugar de un suplicio y de una experiencia; es también Pero también del ojo que lo percibe. Un retrato “de luz” y “de calor”, porque el
el instrumento de una educación, y el medio de una resurrección. Provee la calor y la luz son los componentes materiales que modelan la imagen para el
regla, la disciplina consentida que da acceso al oficio de vivir. La mirada es su teleobjetivo que suple aquí la función del ojo y capta una realidad constantemente
ejercicio; el mundo, su teatro; la percepción, su modo de pasaje; la memoria, al borde del espejismo. El video se transforma así en el retrato enigmático de
su condición. Así se llega a la invención. aquel que vive y revive al mismo tiempo la experiencia del desierto gracias a
Lo que el autorretrato de Viola tiene de singular es que el trabajo de la las posibilidades tecnológicas de un equipamiento cuya función es clara. Así
memoria que allí se elabora se refiere estrictamente a sí mismo, produce un se dibujan los contornos de su retrato. A la pregunta “¿Quién soy?”, solo puede
eterno presente que se está constituyendo. Volvamos a pensar en The Space responder: I Do Not Know What It Is I Am Like. Lo que él es se reduce a la
between the Teeth, donde la cámara, para llegar hasta el interior de la boca, inmensidad que nosotros vemos y a la singularidad de la experiencia que allí
pasa cada vez, en su avance por el corredor, por la serie de las posiciones a las se vive, a las estaciones, a los lugares recorridos por aquel que la vive, haciendo
que retorna en orden decreciente, para volver a partir, y así sucesivamente… pasar y volver a pasar sus imágenes.
Tomemos Return. Viola en un jardín, a lo lejos, vestido de blanco, con una Podríamos hacer un inventario. Nos conduciría a una especie de tabla de
campana y un martillo en la mano. Da un golpe, luego dos, luego tres, y cada arquetipos, en la frontera del psicoanálisis de Jung y de la tópica sensible de la
vez avanza unos metros. Al cuarto golpe, retrocede con una especie de salto a imaginación esbozada por Vico, en la que Barthes veía un ancestro de la crítica
la posición 3 y vuelve de la misma manera a la posición 4. El proceso se repite temática de Bachelard.33 Excepto que a los universales de la imaginación caros
hasta el décimo golpe (si conté bien): cada vez Viola recorre nuevamente a Vico y que Viola vuelve a considerar, a su manera, se les agrega una reflexión
todas las estaciones hasta la tercera, luego vuelve de golpe a aquella en la que interna sobre la tecnología que permite expresarlos y una inmersión global en
acaba de hacer sonar la campana. Está en plano cercano. La cámara retrocede un universo científico. Podríamos simplemente enumerarlos. Nombraríamos
y muestra un inmenso granero. Viola entra; nuevamente un plano general. primero los lugares de naturaleza, que son otros tantos lugares de soledad:
El mismo proceso se repite hasta el decimoctavo campanazo (hace ya un desierto, montaña, bosque, llanura, jardín, extensiones de agua, etc. Vendrían
tiempo que uno ha perdido la facultad de detallar todas las posiciones ante- luego todos los lugares de encierro, que forman la otra faz de la experiencia
riores por las cuales el cuerpo parece, sin embargo, pasar escrupulosamente, solitaria: corredor, habitación, celda, toda habitación desnuda con algunas
sobre todo porque la segunda parte de su movimiento ahora solo es visible por ventanas para colocar la máquina de ver. Entre ellos encontraríamos lugares
la puerta del granero). Entonces solo se ve su buzo blanco en primer plano. intermedios, habitados, hasta poblados, calles, salas, carreteras, plazas, etc., pero
Va de nuevo hacia atrás, llevado en un movimiento que se torna vertiginoso; siempre penetrados por esa misma cualidad de soledad: ella se debe largamente
pero esta vez el ritmo es más lento y se vuelve a oír en cada una de las estaciones al hecho de que la obra de Viola hasta ahora está enteramente desprovista de
el sonido de la campana. Así es como la memoria puede referirse a su propio
funcionamiento, rastro de un eterno presente. 33
Roland Barthes, “L’ancienne rhétorique”, op. cit., p. 209.
332 RAYMOND BELLOUR

lenguaje, y lo reduce a un entorno sonoro (de una extraordinaria calidad de


presencia). Finalmente, estarían los lugares de cultura, que se manifiestan tanto
en los títulos, los comentarios escritos de sus videos o de sus instalaciones como
en lo que éstos muestran (acompañan discretamente una obra que nunca utiliza
la cita de manera explícita): las culturas extremo-orientales y las sociedades
primitivas, con sus rituales, los poetas y los místicos, las referencias científicas
y, finalmente (porque su obra tampoco escapa a la vida cotidiana, ni a Estados
Unidos), la televisión. Todo esto también podríamos clasificarlo, jerarquizarlo, 1 2
de a pares de opuestos de tamaño diferente que se engendran y se conforman
según una lógica circular: naturaleza/cultura, cerrado/abierto, muerte/vida,
sombra/luz, animado/ inanimado, visible/invisible, móvil/inmóvil, frenado/
acelerado, humano/ animal, humano-animal/vegetal-mineral. Tales son los
lugares, materiales y abstractos a la vez, por los que pasan, transformándose a
su vez en lugares propios, los cuerpos soportes de imágenes: después el propio
Viola, su mujer (una sola vez, pero de manera estremecedora, en Moonblood),
otros hombres y mujeres, niños (en dos ocasiones fuertes, en Silent Life y Songs
of Innocence), y muchos animales. 3 4
Pero ¿qué quiere decir, más precisamente, autorretrato sin autobiografía?
Tres tiempos se suceden y se superponen en la experiencia de Viola: el “tiempo
real”, repartido entre el de su percepción propiamente dicha y el de la cámara
que la duplica y focaliza su imagen en el monitor (“la cámara está siempre en
funcionamiento, siempre hay una imagen”); el tiempo de grabación, que opera
una selección en ese tiempo continuo; el tiempo del montaje final, que trata
de producir la ilusión de que el segundo tiempo poseería la continuidad del
primero. Existe, sin embargo, un cuarto tiempo del que se ignora todo pero
5 6
cuya presencia se presiente, y que explica por sí solo la profunda turbación que
emana de las obras. Este tiempo atraviesa los tres tiempos hasta el tiempo de
percepción, al que se adhiere y abre de este lado un tiempo personal sin rostro
del que nada sabemos, que barre el espectro de la vida anterior. De manera que
todo parece haber sido “déjà vu”. Si el trabajo de la memoria informa cada video
a tal punto que las imágenes aparecen allí como otros tantos recuerdos-pantalla
que se engendran unos a otros, es porque ellas mismas sirven de pantalla a
imágenes de las que nada se nos dice. Imágenes de las que Viola no pretende
ni hacernos compartir su existencia ni aun dejar entrever que él la comparte 7 8
con sí mismo. De allí la extraña vibración que recorre este eterno presente
Bill Viola, 1-2: The Reflecting Pool, 1977-1979; 3-4: Reasons for Knocking at an Empty House,
que siempre se está aboliendo, ese tiempo perpetuamente recuperado porque 1983; 5-6: The Space between the Teeth, 1976; 7: Moonblood, 1977-1979; 8: Silent Life, 1979.
no confiesa ningún tiempo perdido. Por ello, ese tiempo es de carácter más
trágico que nostálgico. A nivel del dispositivo imagen mismo, Viola difiere
así de Kuntzel, del que por otro lado está tan cerca en la elaboración de un
cuerpo-memoria.
AUTORRETRATOS 335

Es lo que hace, creo, tan emocionante la sección central de I Do Not


Know What It Is Am Like. Por primera vez, Viola se muestra en su casa, solo,
trabajando, en una de esas veladas en las que se alcanza el más alto grado de
intimidad consigo mismo. Las otras cuatro partes de este largo video sobre
la animalidad hecha hombre (89”, el más largo de sus videos) refluyen más o
menos allí, por una convergencia de motivos que pasan en buena parte por
el minimonitor instalado sobre su mesa de trabajo. Uno se encuentra en la
9 10
ilusión de un tiempo real, casi autobiográfico, si no fuera porque la vida allí
no se cuenta sino que se muestra, en estado bruto, y trascendente. A través
de los actos muy cotidianos que efectúa Viola (leer, ver videos, beber, comer,
deambular), surgen dos series de acontecimientos. Por un lado las contracciones,
las sustituciones, las mezclas entre representaciones por las cuales (como en
The Reflecting Pool) el tiempo real entra en su dimensión de tiempo condensado,
mágico, de ultratiempo. Por el otro se suceden las reverberaciones que hacen
aparecer por todos lados imágenes extrañas de su cuerpo diseminado: en una
canilla, en un globo, en gotas de agua caídas sobre la mesa, en la fuente en la
11 12 que está servido el pescado que él come. Así como lo hemos visto aparecer
filmando en el ojo dilatado del búho que hace la transición entre la segunda
parte del video y esta. “El color de la pupila es negro. Es en ese negro donde
ustedes ven su propia imagen cuando tratan de mirar atentamente en su propio
ojo, o en el ojo de algún otro”.34 Pero ese “Yo” que se ve en su propia mirada
como en el ojo de los animales y en los objetos que lo rodean, ese “Yo” no
sabe ni quién es ni a qué se parece. Ese espesor que se llama él mismo debe
su realidad a la profundidad orgánica del ser vivo de la que él participa, como
también a la tecnología susceptible de (re)producir su complejidad y, por ende,
13 14
de incluirla allí como cuerpo-conciencia y cuerpo-imagen. Viola toma del Rig
Veda su título, que podría ser el lema severo del autorretrato. Pero más que a
esas culturas ancestrales cuyo padrinazgo le agrada evocar, me parece que, a
través de esos nuevos estados del Yo que nacen de la ciencia moderna, y en
particular de los nuevos modos de producción de la imagen, Viola opera un
retorno hacia los propios orígenes del autorretrato en la tradición occidental, tal
como los describe Beaujour. Vuelve a encontrar las preocupaciones del Speculum
mundi, de los teatros de la memoria de la Edad Media y del Renacimiento
15 16 (tituló una de sus más bellas instalaciones The Theater of Memory). Y más que
9: Chott-el Djerid. A Portrait in Light and Heat, 1979; 10: The Semi-Circular Canals, 1975; cerca de Montaigne, del movimiento de interiorización que él vincula a sí
11-12: Ancient of Days, 1979-1981; 13-16: I Do Not Know What It Is I Am Like, 1986. mismo, por disperso e impersonal que uno se considere, yo lo vería cerca de
Bacon y de su “método”, de Loyola y de sus Ejercicios espirituales, o hasta del

34
Extracto del texto escrito por Viola para el videodisco de I Do Not Know What It Is
I Am Like (1986).
336 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 337

Descartes de las Meditaciones. Intenta reformular una versión contemporánea, sí mismo que él se proyectó a través de su representación de San Juan de la
con los medios que le son propios, a partir del contexto creado por la indivi- Cruz. Entra en la celda, y allí oye mucho mejor el fragor del mundo, las voces
dualización del Yo moderno. Pero con la diferencia de que la ascesis lógica de de su espíritu. Y, como el santo se murmura allí a sí mismo los Cantos de la
la meditación del filósofo, como el ejercicio del santo, están inmersos a priori noche oscura que él dirige a Dios, Viola entra allí en The Night of Sense (es el
en el cuerpo del mundo sensible del que participan las operaciones tecnológicas título de la tercera parte del video) para decirse a sí mismo: “I Do Not Know
que lo hacen visible. El presupuesto de que yo soy se sostiene en esa inmersión What It Is I Am Like”, y hacer de este pasaje obligado por el autorretrato una
donde las palabras faltan para decirse. La ausencia del lenguaje es fundamental, interrogación dirigida a la creación entera.
para que se supla sustituyendo el “yo escribo” por el “yo videízo” que querría
ser su equivalente (como en Kuntzel también, aun cuando los presupuestos
sean distintos). “El autorretrato pone en escena y da una forma dialéctica a la VI. Apertura
tensión entre yo pienso y yo escribo, pues el cogito cartesiano no responde a las
preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué sé?”.35 Esta es la tensión que existe en la obra de Las obras que hemos analizado se hacen todas, aun cuando no la formu-
Viola, sobre el fondo de la relación de implicación entre la tecnociencia y el len como tal, la pregunta del “¿quién soy yo?”. Responden haciendo de ese
Yo-Naturaleza que es su tema fundamental. “yo”, a veces apenas percibido, un ser de dispersión, de exceso, de deriva, de
Este vínculo a la vez lógico y místico con la naturaleza (en el sentido casi juego, y el soporte visible de un anonimato que prepara un acceso tanto a
alquímico) es lo que hace, por un lado, de esta obra una obra romántica toda- la captación del mundo como a las fuerzas de la inquietud personal. Vemos
vía inervada por el fantasma (discreto pero profundo) de una utopía del arte sujetos atraídos desde lo más íntimo de ellos mismos hacia una forma nueva
(“El poeta se encarga de la humanidad, de los animales también”). Es la con- de “pensamiento del afuera”, a partir de las exigencias y de las posibilida-
dición en la cual la tecnología puede tomar el lugar de Dios para contribuir a des de la imagen y del sonido. Como bien lo señalaba Elisabeth Bruss, las
la formación de una nueva subjetividad: entre su suspensión, su diseminación dificultades que experimenta el cine con respecto a las exigencias del pacto
en un arte de deriva (una de cuyas formas es el autorretrato), y su solidifica- autobiográfico muestran que este podría a cambio “poner al desnudo un
ción-disolución en las frías retóricas de la comunicación. misterio más radical que escapa totalmente a la introspección”. Y precisa:
“Con la integración de las imágenes y del video en el campo de la lógica “atraer la identidad más allá de lo que puede abarcar una conciencia única,
informática, emprendemos la tarea de construir el mapa de las estructuras y aun más allá de lo que la conciencia humana puede abarcar sin ayuda de
conceptuales de nuestro cerebro a partir de la tecnología”. otros”.37 Hemos visto lo que la mutación y la multiplicación de las técnicas
“Hoy en día, el desarrollo del yo debe preceder al de la tecnología –de otra precipitan, a través del video y todo lo que este implica: la imposible autobio-
forma, no llegaremos a ningún lado–, habrá departamentos en copropiedad en grafía se transforma allí explícitamente en autorretratos de un nuevo género,
el espacio de datos (ya hemos comenzado con la TV por cable)”.36 que se despliegan con una consistencia, una continuidad y una lógica de las
Pero no deberíamos creer que ese Yo, ideal e idealizado, que en un sen- que el cine no ofrece en verdad equivalente.
tido querría recuperar un estatuto anterior a la gran crisis del Renacimiento Si, para terminar, propongo detenerme en Godard, es porque este, al abordar
(es decir, antes de que la retórica perdiera definitivamente su hegemonía), la cuestión por el otro lado, la envuelve y le da la dimensión que le falta: el
ignora en algo la lógica austera de la crisis de la que nació. Esta se perpetúa autorretrato precipitado, gracias al video, al corazón de la ficción. La ficción,
también, sin cambios, en particular a través del autorretrato que es uno de sus en Godard, siempre ha oficiado de adorno y de alarde; abriga un triple deseo:
signos, a pesar de las mutaciones que la afectan, cualesquiera sean la superación de mito, de lección y de enciclopedia. Un deseo que progresivamente se fue
y la transmutación de las que se la quiera dotar. En la quietud obsesiva de su dividiendo en sí mismo por la irrupción cada vez más flagrante de aquel que
casa californiana, Bill Viola, dedicado al trabajo, se reunió con la imagen de se hace de manera imprevista la pregunta del “¿quién soy?”.
Esta pregunta implica una revisión. Lo vemos, por ejemplo, en la manera
35
Michel Beaujour, op. cit., p. 19. en que Godard se encontró de nuevo proyectado en un retrato cómplice que
36
Bill Viola, “Will There Be Condominium in the Data Space?”, Vidéo 80, nº 5, otoño de
37
1982, pp. 40-41 (y en Vidéo, op. cit., pp. 71-72, 73). Elisabeth Bruss, op. cit., pp. 480-481.
338 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 339

le fue dedicado (por Cinémas, Cinéma, en ocasión del estreno de Soigne ta y la enciclopedia; navega entre los placeres de la enumeración y los de la
droite), a través de una de las secuencias más reflexivas de su obra, acompa- copia. Se fragmenta siguiendo una línea que va de Rabelais y Don Quijote
ñada de una autorreflexión lúdica y desviada así hacia el autorretrato.38 ¿Qué a Bouvard y Pécuchet, derivando del Pequeño Libro Rojo al catálogo de la
significa la escena de Les Carabiniers donde los dos protagonistas regresan con Manufacture d’Armes et Cycles de Saint-Étienne.*
una maleta repleta de tarjetas postales, que ellos consideran la prueba de las Durante aquellos años, Godard se muestra poco en su misma obra (aun
realidades que muestran? Nada menos que la posesión (ilusoria) del mundo, cuando la rodee de discursos y se reserve allí algunas repeticiones fuertes,
su proyección como representación. La tarjeta postal es por excelencia un como las voces off de Vivre sa vie [Vivir su vida] y de Deux ou trois choses que je
lugar de memoria, en ella desfilan todas las imágenes, por clases y categorías, sais d’elle [Dos o tres cosas que sé de ella]). Permanece enmascarado detrás de
como en las enciclopedias, los ficheros y los glosarios. Componen juntas un tantos voceros como cuerpos, voces y personajes hay. Este equilibrio inestable
espejo del mundo. Godard se desliza en su circuito, según la misma banda se rompe en el curso de su período militante; y la ruptura se traduce esencial-
de sonido, por la sustitución de ciertas series del film (en blanco y negro) mente en una confrontación con el video y la televisión. Toma dos caminos:
por series (en colores) dispuestas a partir de su imaginario personal: de este una retórica de la persuasión, una promoción de lo íntimo y de los pequeños
modo transitan sus imágenes del mundo, del cine y de él mismo como agente papeles. Ambos emergen a partir de Ici et ailleurs y de Numéro deux, films de
de esas imágenes. Así redistribuida, imagen por imagen, con soltura, con transición y films matrices, y de allí modelan, modulan toda la obra, sobre
imprevistos, por medio de tarjetas postales y fotos interpuestas, su imagen todo desde el momento en que esta opera (es su tercer gran movimiento) un
invita a abarcar ese movimiento a partir de un retorno a su obra anterior. retorno por y hacia la ficción.
El documental atraviesa allí la ficción, construye, estremece la ficción de La retórica de la persuasión desarrolla y racionaliza la lógica de la lección:
manera muy particular. Por un lado, el cine vuelve sobre sí mismo con una lección-provocación, lección-conversación, lección-deglución de las obras
intensidad hasta ahora nunca vista, de modo que la obra se anuncia como del primer período (y, más allá, de todas sus “ficciones”); lección-hormigón
recuperación, parodia, pastiche, homenaje a toda su historia (culmina en su (pero siempre nutrida de ironía) de la palabra militante. Resulta de allí,
viejo proyecto de historia del cine concebido hoy por Canal Plus).39 Por el cuando la utopía del todo-política se quiebra, una utopía de carácter a la vez
otro, una mirada sobreaguda se proyecta sobre el mundo actual, se entrega público y privado que encuentra en la televisión su lugar natural de desenlace.
a un inventario loco de los lugares comunes y de los lugares culturales. Esa La lección ya no se dirige solo a los interlocutores privilegiados en el inter-
mirada es salvaje, espontánea, anárquica, desordenada, como el ascenso a cambio de la ficción ni a las masas soñadas en el film militante; apunta a una
través del cine que constituye su nervadura. Pero no por eso es menos ob- audiencia supuesta, imaginada. La lección quiere persuadir apostando a la
sesiva, sistemática, clasificadora. Muy cercana, globalmente, a lo que Vigo construcción de una retórica crítica concebida como búsqueda de la verdad
llamaba “un punto de vista documentado”. Es la manera en la que un “Yo” a partir de la singularidad de un punto de enunciación: la voz, la palabra y a
se dice sin decirse aún como tal. Es también la manera en que gira hacia lo menudo el cuerpo de uno solo. Godard autor-entrevistador-lector-improvi-
impersonal: lugar vacío de todas las voces que pasan y hablan en él. Durante sador-enunciador. Esta retórica privada va contra la retórica “monstruosa” de
un poco más de diez años, Godard compone y recompone como novelista las los medios; pero no por ello deja de plantearse como utopía, al nivel mismo
Mitologías de Barthes y su Sistema de la moda: elabora a través de las ficciones de la comunicación, tratando de hacer con las palabras-imagen un tipo de
que animan a sus personajes un informe sobre el mundo contemporáneo. trabajo equivalente al que la antigua retórica confiaba al discurso, en un
Esos personajes tienen un cuerpo, una voz, fragmentos de destino: es lo que mundo social del que constituía por una parte la coherencia. Contradictoria
preserva en ellos su singularidad, y de ese modo la ficción, lo novelesco y su en ella misma –es su singularidad y su fuerza–, la retórica de Godard postula
mito. Pero son también tejidos de citas, voces ya constituidas, aglutinaciones un nuevo comienzo del mundo a partir del diálogo personal que un sujeto
de códigos, aglomerados de discursos: la ficción se tambalea entre el revoltijo

38
La realización de este episodio lleva la firma de Pierre-Oscar Lévy. * Célebre empresa que producía, entre otras cosas, armas, bicicletas, máquinas de coser
39
Evidentemente, hay que retomar todo esto a partir de los dos episodios ya existentes y artículos de pesca, y cuyo catálogo de ventas por correspondencia era conocido en todo
de las Histoire(s) du cinéma. el mundo.
340 RAYMOND BELLOUR

trata de establecer con otros. Es por eso que esas vueltas y revueltas buscaron
dirigirse prioritariamente a los niños.
Y siguiendo esa corriente se desarrollaron desde hace diez años, acom-
pañando a sus films, lo que podemos llamar los “pequeños papeles” de Godard.
Prefacios-proyectos previos a Sauve qui peut (la vie) y Je vous salue Marie,
corolario a Passion, Lettre à Freddy Buache, Changer l’image (en Le Change-
ment), Soft and Hard, entrevista con Woody Allen (Meetin’ WA), fragmentos
del Spécial Godard de Cinémas Cinéma, etc. Estas miniobras (que pueden ser 1 2
largas) tienen varios caracteres en común: dirigidas al Centre du Cinéma o
producidas para cadenas, francesas o extranjeras, todas tienen una existencia
pública; en eso tienen mucho en común con las dos grandes series televisivas
y participan plenamente, a su manera, de la retórica de la persuasión. Pero
también poseen una dimensión íntima, que se debe a lo que se muestra, al
tono de confidencia. Estas obras están como adosadas a la autobiografía,
puesto que casi todas ilustran instantes de vida. Sin embargo, nunca tratan
de asumir esa carga, aun en los casos en que expresan la cotidianeidad más
contingente; se focalizan en el trabajo de creación, en lo concerniente a la 3 4
producción, en los caminos de la invención. No cuentan sino que mues-
tran, demuestran; tienen una absoluta calidad de presente, sea cual fuere la
nostalgia que las atraviesa (por el cine del pasado, por ejemplo). La manera
misma en la que Godard se muestra, trabajando, precisamente, muy a me-
nudo en medio de sus máquinas, lo que él dice, lo que se ve, lo que se siente,
todo manifiesta que estas obras fueron rodadas con total libertad, como lo
hace aquel que posee sus propios instrumentos y los maneja, como decía
Mallarmé hablando del verso libre, “a su antojo”. Finalmente, la obra en curso
5 6
de elaboración (y a veces esta de la que hablamos) se refiere muy a menudo a
la escritura, al texto: aquel que intenta iniciar un combate entre la escritura
y la imagen-sonido, enviando a la primera a la muerte e intentando dotar a
la segunda de una vida nueva, está siempre tratando de sustituir una por la
otra, de intercambiar sus propiedades, de fusionarlas. Muy naturalmente, en
cuanto resulta necesario, estas obras continúan el proceso de asimilación de
la imagen al escrito, que en parte pasa por la posibilidad de tratar (después
de Ici et ailleurs y Numéro deux) la pantalla como una página de escritura, de
fundar una suerte de escritura-pantalla (allí también como la televisión y 7 8
en competencia con ella).
Jean-Luc Godard, 1-2: Numéro deux, 1975; 3: Passion, 1981; 4: Lettre à Freddy Buache, 1982;
5: Prénom Carmen, 1982; 6: Soigne ta droite, 1987; 7-8: Scénario du film Passion, 1982.
342 RAYMOND BELLOUR AUTORRETRATOS 343

Todas estas obras, privado-públicas, adosadas a las grandes series de televi- de un conjunto de lugares; en el otro, una búsqueda obstinada de sí mismo
sión público-privadas, forman un conjunto muy nuevo en la producción de un como cuerpo real y punto focal abstracto en los cuales se componen, según un
cineasta que se pretende de ficción. Es evidente que solo lo es a medias y que sistema de analogías y de metáforas, los lugares y las matrices.
esas obras, propuestas a la televisión, concebidas a partir de las posibilidades De modo que es extrañamente difícil decir dónde está en esta obra
expresivas del video y a menudo de manera muy íntima, atraen de hecho toda la parte de autorretrato que se siente tan vivaz. La facilidad conduciría a
la obra, anterior y paralela, hacia lo que es su carácter más distintivo: figurar concentrarla en la masa de “pequeños papeles”, sin los cuales, es verdad, esa
lugares-temas, cada vez más entrecruzados en forma de redes, en las que se parte no sería visible. Como se ha sugerido a propósito de las obras literarias
destacan todos los lugares de la producción artística (pintura, música, cine, entre las que la obra de Godard es una de las primeras, quizá la primera, en
etc.) que convergen en la producción de la obra, en el tiempo mismo en que el cine, en reproducir tan plenamente el movimiento, podríamos decir que
esta se constituye. existe en esta obra algo de autorretrato, en estado latente. Pero esto no es
Hay una figura que se vuelve esencial en esta dinámica: el cuerpo, con suficiente. Tanto por la verdad de la obra en sí como por las consecuencias
la voz como testigo, o tal cual es, el propio cuerpo. Invadió “los pequeños teóricas que de ella podrían surgir, es mucho más interesante ver cómo se
papeles” y las obras íntimas. Cuerpo a la vez real, factual, cotidiano, con una produce allí un trabajo manifiesto, no para constituir un autorretrato pro-
suerte de banalidad propiamente televisiva, o cercana a la del film de familia; piamente dicho, localizable, destacable, como aparece en las descripciones
pero también, de pronto, cuerpo dramatizado al extremo, presa de las ansias de Beaujour, sino para orientarse hacia el autorretrato. Esto quiere decir que
de la creación, y que vive como su ficción específica, su sacrificio cotidiano, la la dimensión de autorretrato se despliega globalmente, como una especie
crucifixión de la imagen-sonido. Pensamos, evidentemente, en Scénario du film de capa constitutiva, de movimiento interno, que asegura la circulación
Passion, donde el cuerpo se representa tal cual es frente a la pantalla-página en entre dos grandes principios opuestos: una retórica de la pedagogía y de
blanco que el film va a traer nuevamente. O en aquel episodio menos conocido, la (re)fundación del mundo (como en Rossellini); un deseo de mitos y
Changer l’image, que prefigura el dispositivo de Scénario, pero donde, como de ficciones (como en el cine de antaño).
suplemento, un segundo Godard verdadero alterna con el primero, se hace Lo importante, aquí, es que un movimiento de esta clase nunca hubiera
flagelar en directo en pantalla, por no haber sabido cumplir con la vocación que sido posible sin el frente a frente, tanto en el cuerpo del cine como en el del
lo destina a profetizar para la humanidad la posibilidad de nuevas imágenes cineasta que se consagró a encarnarlo, de los dos modos según los cuales el
y de nuevos sonidos. video se entrega: la televisión, el único lugar en que hoy en día se puede re-
Es con un mismo movimiento como Godard comenzó a aparecer, desde formular directamente una utopía que ha sido durante mucho tiempo la del
hace algunos años, y siempre de manera muy significativa, en varios de sus Libro enfocando por defecto, como decía Barthes, “la transparencia de las
films (Prénom Carmen, King Lear, Grandeur et décadence d’un petit commerce de relaciones sociales”; y el video como tal, si podemos decir así, donde se prepara
cinéma, Soigne ta droite). Al mismo tiempo que se transporta más directamente una forma nueva de acceso a la búsqueda de sí mismo, que a partir de allí pasa
que nunca a través de esos crucificados de la puesta en escena imposible que por el todo, indisociablemente mezclado, de las palabras y de las imágenes.
son, por distintas razones, el Dutronc-Paul Godard de Sauve qui peut (la vie), Así, Godard responde con mucha precisión a McLuhan, como lo hace Viola
el Léaud-Gaspard de Grandeur et décadence, el Jerzy de Passion, la película tan en su propia longitud de onda.
bien bautizada. De esta manera se tejen a través del cuerpo-Cristo vínculos Pero Godard responde también a Stendhal, que se le anticipa, siempre un
cada vez más estrechos, orgánicos, entre sus ficciones tan particulares y las siglo adelantado, haciendo pasar la pregunta sobre sí mismo por imágenes
variaciones intimistas de su vida creativa. cuando las palabras solas son insuficientes. Godard anuncia, y aquí podría estar
De todo esto surge que esta obra, cada vez más brillante, más fragmentaria de lo más importante, que ha llegado el tiempo en el que ciertas distinciones, y por
un film a otro, parece producida por la tensión de dos fuerzas tendencialmente ende ciertas representaciones, se han vuelto problemáticas. Después de Henri
opuestas (que no corresponden realmente a las dos categorías de obras que la Brulard, donde trata de tranquilizarse con respecto a la verdad del Yo que le
integran –los “grandes films” y “el resto”–, a pesar de la división que se tiende huye, Stendhal escribirá La Cartuja de Parma, donde el Yo se transpone a la
a establecer). En un extremo, la elaboración de matrices de ficción susceptibles mentira novelesca, al mito, a la ficción. Logra allí también hablar plenamente
de mostrar el mundo desde un punto de vista documental siguiendo la lógica de la Italia que ama, ya que sus relatos de viaje no habían logrado transmitir
344 RAYMOND BELLOUR

sus sentimientos con respecto a ella.40 La respuesta de Godard a Stendhal sería


que hoy ya no existe más distancia, sino solo pasajes insensibles, reversibles,
entre el mito, el relato y la autobiografía del Yo, el autorretrato. Esto implica
también que ya no hay pasado (verdaderamente) simple, no hay verdadera vida
para contar, no hay ni Je ni Moi realmente identificables. El egotismo ya no
es la materia de un recuerdo, sino la nota indeleble de un presente perpetuo
y suspendido según el cual, por medio de las palabras-imagen, el antes y el
después, el interior y el exterior exponen en la superficie la profundidad cons-
AGRADECIMIENTOS
tituida en otra época por el efecto de contraste entre diferentes modos. Todo
se juega ahora como visión intermedia, lenguaje inter-medios.
1988. Agradezco a todos aquellos que han contribuido, de diferentes maneras,
en la realización de este libro:
A los artistas del video que generosamente pusieron a mi disposición casetes,
documentación y fotos.
A aquellas y aquellos con los que trabajo, desde hace algunos años, en
proyectos cercanos y paralelos: Catherine Sentis y Sylvain Roumette, para
“Photo et cinéma” (Centre National de la Photographie, 1984); Christine
Buci-Glucksmann, para el seminario “Entre les images” (Collège Internatio-
nal de Philosophie, 1987-1988); Anne-Marie Duguet, para el número Vidéo
(Communications, nº 48, 1988); Sylvain Roumette, para Marges de la photo
(Intermedia, 1989); y sobre todo a Catherine David y Christine Van Assche,
para la exposición Passages de l’image (Centre Georges Pompidou, 1990).
A Erwan Depenanster, Philippe Dubois, Paul-Emmanuel Odin, quienes
realizaron una buena parte de la iconografía.
A Jacques Aumont, Pascal Cuissot (y a la Cinémathèque Française), Jean-
Paul Fargier, Michel Frizot, Takae Imajo, André Iten, Thierry Kuntzel, Bar-
bara London, Michel Marie, Louis Marin, Marie-Cécile Mazzoni, Christian
Metz, Paul-Emmanuel Odin, Kira Perov, Sylvie Pliskin (y al DERCAV de la
Université de Paris-III), Patrice Rollet, Catherine Schapira, Danielle Sivadon,
Ysé Tran, Lori Zippay.
Así como a todas las publicaciones en las que estos textos aparecieron por
primera vez:
– “L’analyse flambée”, Carte Semiotiche, 1º de septiembre de 1985.
Jean-Luc Godard, Scénario du film Passion, 1982. – “Thierry Kuntzel et le retour de l’écriture”, Cahiers du cinéma, nº 321, marzo
de 1981.
– “L’utopie-vidéo”, Où va la vidéo?, Cahiers du cinéma, número especial, pri-
mavera de 1986.
40
– “Quand s’écrit la photo du cinéma”, Cahiers du cinéma, nº 342, julio de
Roland Barthes, “On échoue toujours à parler de ce qu’on aime”, Le Bruissement de la
1982.
langue, Éditions du Seuil, 1984.
– “Le spectateur pensif ”, Photogénies, nº 5, abril de 1984.
346 RAYMOND BELLOUR

– “La redevance du fantôme”, Le Temps d’un mouvement, Centre National de


la Photographie, 1986.
– “La durée-cristal”, Le Temps d’un mouvement.
– “Moi, je suis une image”, Camera Obscura, n° 8-9-10, 1982.
– “L’interruption, l’instant”, La Recherche photographique, nº 3, diciembre de
1987.
– “Six films (en passant)”, Marges de la photo, Intermedia, 1989.
– “Les bords de la fiction”, Actes du colloque Vidéo-fiction et Cº, Montbéliard,
1983. ÍNDICE DE NOMBRES
– “D’entre les corps”, Electronic Arts Intermix Videotapes, New York, 1990.
– “Les images du monde”, 3e Semaine Internationale de Vidéo, Genève, 1989.
– “La mémoire qui brûle”, The Luminous Image, Amsterdam, 1984.
A Artaud, Antonin, 50.
– “La vidéo selon saint Jean”, Cahiers du cinéma, nº 356, febrero de 1984. As if Memories Could Deceive Me (Marcel
A Letter to Three Wives [Carta a tres esposas]
– “Le dernier homme en croix”, 2e Semaine Internationale de Vidéo, Genève, Odenbach), 252, 312.
( Joseph L. Mankiewicz), 261.
1987. Acconci, Vito, 219, 300, 301, 302, 305, 306, 307, Astruc, Alexandre, 50, 284.
– “L’art de la démonstration”, A la Virreina, Barcelone, 1988. 320, 321, 322, 325. Aumont, Jacques, 21, 121, 130, 166.
– “La forme où passe mon regard”, Marcel Odenbach, Centre Georges-Pompidou, Adjani, Isabelle, 162. Auriol, Jean George, 165, 202.
1986. Aigle à deux têtes (L’) ( Jean Cocteau), 191. Averty, Jean-Christophe, 53, 63.
Akerman, Chantal, 143, 261, 285. Avventura (L’) (Michelangelo Antonioni), 166,
– “La lettre dit encore”, Vertigo, nº 2, 1988. 192.
All about Eve ( Joseph L. Mankiewicz), 115.
– “Autoportraits”, Vidéo, Communications, nº 48, 1988. Sentencia de muerte [L’Arrêt de mort] (Maurice
Allen and Allan (Nam June Paik), 300.
Blanchot), 13, 101.
Allen, Woody, 340.
Almy, Max, 162. B
Als könnte es auch mir an den Kragen gehen
Bach, Johan Sebastian, 313.
(Marcel Odenbach), 247, 248, 252, 319.
Bacon, Francis (Sir), 335.
Amarillo News Tapes (The) (Hall, Lord, Proctor),
58, 61. Bacon, Francis, 90, 183, 276.
Ami de mon amie (L’) (Eric Rohmer), 132. Balzac, Honoré de, 53, 54, 70, 96, 131.
Amour en fuite (L’) [El amor en fuga] (François Barrès, Maurice, 294.
Truffaut), 80. Barthes, Roland, 19, 25, 26, 27, 69, 70, 71, 72,
Ancient of Days (Bill Viola), 229, 334. 73, 77, 91, 92, 95, 100, 111, 116, 117, 118,
121, 131, 135, 138, 201, 256, 265, 267, 296,
Anderson, Bibi, 126.
299, 307, 312, 318, 331, 338, 343, 344.
Années déclic (Les) (Raymond Depardon), 289,
Barzyk, Fred, 64.
291.
Bass, Saul, 258.
Anti-Edipo (El) [L’Anti-Œdipe] (Gilles
Deleuze-Felix Guattari), 202. Battle Cry (Raoul Walsh), 206.
Antimemorias (André Malraux), 256. Baudelaire, Charles, 70, 72.
Antonioni, Michelangelo, 16, 80, 166, 191, 192, Baudry, Jean-Louis, 26, 27, 43, 124.
193, 194, 195, 196, 198, 199, 201, 203. Bazin, André, 108, 119, 132, 161, 162, 165, 188.
Appétit d’oiseau (Peter Foldes), 26, 27. Beaujour, Michel, 255, 258, 293, 294, 295, 296,
Arbre en bordure de la Seine (L’) (Yves Lavalette), 299, 307, 314, 315, 335, 336, 343.
90. Beeck, Martien van, 89, 90, 92.
Arche de Nam June (L’) ( Jean-Paul Fargier), 300. Belz, Gerd, 301.
Art of Memory (Woody Vasulka), 16, 207, 208, Bengston, Jim, 92, 96.
Victor Sjöström, The Wind [El viento], 1928. 210. Benjamin, Walter, 136.
348 349

Bensmaïa, Reda, 151. Cartuja de Parma (La) (Stendhal), 343. Dercon, Chris, 329. Eisenstein, Sergei M., 25, 113, 222, 247.
Bergala, Alain, 94, 129, 130, 131, 194. Cat People [La mujer pantera] ( Jacques Deren, Maya, 35, 291. Ejercicios espirituales (Ignacio de Loyola), 335.
Bergman, Ingmar, 110, 124, 127, 136. Tourneur), 19. Dernier Homme (Le) (Maurice Blanchot), 236. El espejo del limbo [Le Miroir des limbes] (André
Bergson, Henri, 88, 112, 135. Catedrales (Claude Monet), 45. Descartes, René, 336. Malraux), 296.
Berlioz, Hector, 208. Caujolle, Christian, 89. Deserto rosso (Il) (Michelangelo Antonioni), Embajadores (Los) (Hans Holbein), 122, 307.
Between Heaven and Hell (Richard Fleisher), 206. Centers (Vito Acconci), 306. 193. En busca del tiempo perdido [À la recherche du
Champ aveugle (Le) (Pascal Bonitzer), 166. Desserte (La) (Henri Matisse), 45. temps perdu] (Marcel Proust), 69, 70, 71, 72,
Beucler, André, 50.
Changer l’image ( Jean-Luc Godard), 340, 342. Desserte blanche (La) (Thierry Kuntzel), 29. 73.
Beyond a Reasonable Doubt [Más allá de la duda]
Chartier, Jean-Pierre, 285. Desserte multiple (La) (Thierry Kuntzel), 29. Ensayos (Michel de Montaigne), 294.
(Fritz Lang), 80, 84.
Chats, de Charles Baudelaire (Les) (Roman Desserte noire, bleue, rouge (La) (Thierry Kuntzel), Epstein, Jean, 50, 93.
Biffures (Michel Leiris), 307.
Jakobson, Claude Lévi-Strauss), 19. 29. Érotisme au cinéma (L’) ( Joseph-Marie
Blade Runner (Ridley Scott), 81.
Chelovek s kino-apparatom [El hombre de la Deux ou trois choses que je sais d’elle [Dos o tres Lo Duca), 108.
Blanchot, Maurice, 13, 25, 55, 61, 71, 101, 233,
cámara] (Dziga Vertov), 29, 49, 114. cosas que sé de ella] ( Jean-Luc Godard), 339. Erwin, May, 108.
234, 235, 259, 296, 302.
Chevrier, Jean-François, 69, 70, 71, 72, 294. Desencuadres [Décadrages] (Pascal Bonitzer), Espacio literario (El) [(L’Espace Littéraire)]
Blandino, Thierry, 90.
Chott-El-Djerid. A Portrait in Ligh and Heat 122, 166. (Maurice Blanchot), 71.
Blow Up (Michelangelo Antonioni), 80, 193.
(Bill Viola), 154, 155, 331. Desnudo bajando una escalera (Marcel Duchamp), Etra, Bill, 44.
Blum, Sylvie, 193.
Citizen Kane (Orson Welles), 154, 155. 90. Eustache, Jean, 141, 143.
Board Room (The) (Antoni Muntadas), 238, 239,
Clair, René, 114. Dial M for Murder [Crimen perfecto] (Alfred Evolución creadora (La) (Henri Bergson), 112.
243.
Claire (Didier de Nayer), 97. Hitchcock), 248. Export, Valie, 301.
Bonitzer, Pascal, 107, 122, 165, 166, 192, 299.
Close Encounters of the Third Kind [Encuentros Dickinson, Angie, 247.
Borel, Jacques, 149, 294. F
cercanos del tercer tipo] (Steven Spielberg), Diderot, Denis, 133.
Borelli, Caterina, 57.
209. Die Einen den Anderen (Marcel Odenbach), 245, Fanny (Marcel Pagnol), 79, 80.
Bouvard y Pécuchet (Gustave Flaubert), 339. 258.
Cocteau, Jean, 50, 191, 291. Fargier, Jean-Paul, 49, 53, 57, 65, 131, 157, 158,
Bragaglia, Anton Giulio y Arturo, 89, 90. Diferencia y repetición [Différence et répétition]
Colloque de chiens [El coloquio de los perros] 160, 173, 208, 299, 300, 303, 313, 323, 329.
Brakhage, Stan, 291, 297, 299. (Raoul Ruiz), 151. (Gilles Deleuze), 213. Faure, Élie, 50, 165, 200.
Brecht, Bertolt, 239. Colonia penitenciaria (En la) (Franz Kafka), 213. Distanz zwischen mir und meinen Verlusten (Die) Fellini, Federico, 285, 286, 291, 292, 297.
Bruch, Klaus von, 301. Comment ça va ( Jean-Luc Godard), 127, 147. (Marcel Odenbach), 252. Fellini-Roma (Federico Fellini), 297.
Brueghel, Pieter, 165. Commission (The) (Woody Vazulka), 208, 209. Doisneau, Robert, 72. Fenoyl, Pierre de, 69, 72.
Bruss, Elisabeth W., 256, 285, 287, 288, 289, Contacts (William Klein), 99, 139. Don Quijote (Miguel de Cervantes), 339. Feyder, Jacques, 93, 134.
292, 298, 303, 337. Downey, Juan, 62, 256, 300, 301, 302, 307, 313,
Conversations in Vermont (Robert Frank), 290. Fieschi, Jean-André, 49, 50, 74, 94, 175, 256,
Burger, Peter, 65. 314, 316, 317, 318, 325.
Correspondance new-yorkaise (Raymond 300, 301, 302, 303, 304, 305, 313, 323, 324,
Butor, Michel, 294, 323. Depardon), 94. Dressed to Kill [Vestida para matar] (Brian 325, 329.
De Palma), 247. Fisher, Terence, 324.
C Crux (Gary Hill), 235, 301.
Dracula (Terence Fisher), 324. Flaubert, Gustave, 241.
Caligari (Robert Wiene), 305. D Dreyer, Carl T., 323. Flèche du temps (La) (Alain Jaubert), 291.
Call Northside 777 (Henry Hathaway), 80. Daguerre, Louis Jacques Mandé, 95, 283. Dubois, Philippe, 114, 129, 130, 309, 312. Fleischer, Richard, 206.
Calvez, Françoise, 285. Dalí, Salvador, 300. Duchamp, Marcel, 90. Foldes, Peter, 26.
Cámara lúcida (La) [La Chambre claire] (Roland Davis, Douglas, 53. Duguet, Anne-Marie, 53, 303, 310, 329. Fontaine, Joan, 11, 77.
Barthes), 70, 72, 77, 91, 95, 117, 312. Dumas, Alexandre, 54, 55, 56, 61, 65.
Dans la vision périphérique du témoin (Marcel Foster, Hal, 65.
Campbell, Colin, 301. Odenbach), 245, 254, 258, 308, 318, 319. Duras, Marguerite, 74. Foucault, Miche1, 101.
Candy Store (Wiliam Klein), 91, 140. Death Comes to the Old Lady (Duane Michals), Daney, Serge, 12, 20, 22, 115, 127, 128, 179, 190, Four Studies for a Self-Portrait (Francis Bacon),
Cántico espiritual (San Juan de la Cruz), 229. 101. 191, 241. 276.
Capa, Robert, 133, 151. Delacroix, Eugène, 70. Fragmentos de un discurso amoroso (Roland
Capra, Frank, 115. E
Deleuze, Gilles, 88, 101, 111, 112, 113, 116, 127, Barthes), 201, 308.
Carabiniers (Les) ( Jean-Luc Godard), 127, 338. 134, 135, 202, 207, 213. Ecce Homo (Friedrich Nietzsche), 256, 296. Frampton, Hollis, 49, 75, 156, 225, 292.
Cardan, Jérôme, 294. Delluc, Louis, 93. Echolalia (Thierry Kuntzel), 24, 29, 42, 43, 44, 45. France Tour Détour Deux Enfants ( Jean-Luc
Caroly, Claude, 92, 93. Depardon, Raymond, 72, 94, 285, 289, 290, 291. Edison, Thomas, 108, 111. Godard), 103, 127, 239.
350 351

Francesca, Piero della, 193. Hill, Gary, 62, 158, 219, 232, 233, 234, 235, 236, Jonas, Joan, 301. Letter from an Unknown Woman [Carta de una
Frank, Robert, 12, 17, 256, 290, 291. 237, 298, 301. Jourdan, Louis, 77. desconocida] (Max Ophüls), 29, 49, 77, 83,
Frenzy [Frenesí] (Alfred Hitchcock), 248. Hiroshima mon amour (Alain Resnais), 143. Journal (André Gide), 291. 227, 261, 324.
Freud, Sigmund, 28, 29, 39, 40, 43, 135, 226, Histoire(s) du cinéma ( Jean-Luc Godard), 22, 338. Juan de la Cruz (San), 229, 230, 337. Letter to Jane ( Jean-Luc Godard - Jean-Pierre
236, 282, 305, 315. Histoires de fantômes (Henry James), 37, 201. Gorin), 147.
July, Serge, 241.
Friedel, Helmut, 293. Hitchcock, Alfred, 11, 22, 25, 76, 79, 151, 172, Lettre à Freddy Buache ( Jean-Luc Godard), 340,
189, 222, 248, 255, 257, 258, 320. K 341.
Fury (Fritz Lang), 115.
Holbein, Hans, 122, 307. Lettres d’amour en Somalie (Frédéric Mitterrand),
Füssli, Johann H., 131. Kaprow, Allen, 300.
261.
Home Movies (Vito Acconci), 306. Karina, Anna, 147, 152.
G Liliom (Fritz Lang), 115.
Horn, Rebecca, 301. Keaton, Buster, 100.
Link, Winston, 138.
Garrel, Philippe, 201. Hugo, Victor, 54, 73. Kepes, Gyorgy, 89.
Liquid Sky (Slava Tzukerman), 174.
Genet, Jean, 146. Huijbers, Ton, 100. Kertész, André, 99, 100.
Livre à venir (Le) (Maurice Blanchot), 55, 61,
Gibson, Jon, 28. Huppert, Isabelle, 162. King Lear ( Jean-Luc Godard), 342. 259.
Gide, André, 291. Hyaloïde (Danièle y Jacques Louis Nyst), 309, King-Kong (Cooper-Schoedsack), 29. Lo Duca, Joseph-Marie, 108.
Gilden, Bruce, 92, 93, 96. 312, 324. Klee, Paul, 267, 318. Logue, Joan, 301.
Ginsberg, Allan, 300. Klein, William, 86, 89, 90, 91, 92, 93, 94, 99,
I Looking Glass (The) ( Juan Downey), 307, 316,
Giotto, 165. 139, 140, 141. 317, 318.
Girardin, Émile de, 54. I Do Not Know What It Is I Am Like (Bill Viola), Kleist, Heinrich von, 131.
331, 334, 335. Lord, Chip, 57.
Global Groove (Nam June Paik) 65. Klier, Michael, 57. Loyola, Ignacio de, 335.
Ich mach die Schmerzprobe (Marcel Odenbach),
Godard, Jean-Luc, 13, 15, 16, 22, 26, 62, 63, 65, Knauff, Thierry, 145. Lynch, David, 201.
252.
74, 102, 103, 104, 105, 108, 109, 114, 127, Koleva, Maria, 285.
Ici et ailleurs ( Jean-Luc Godard-Anne Marie Lyon, Elisabeth, 267.
128, 129, 130, 131, 136, 142, 147, 148, 149, Krauss, Rosalind, 256, 306.
150, 152, 164, 174, 179, 183, 184, 185, 188, Miéville), 127, 147, 339, 340. Lyotard, Jean-François, 44.
Kristeva, Julia, 43, 191.
189, 190, 191, 201, 204, 239, 241, 256, 267, Identificazione di una donna (Michelangelo
283, 297, 329, 337, 338, 339, 340, 341, 342, Antonioni), 193, 194. Kuntzel, Thierry, 15, 16, 22, 24, 25, 26, 27, 29, M
30, 37, 39, 44, 49, 50, 51, 62, 63, 73, 74, 94,
343, 344. Image (L’) (Danièle y Jacques-Louis Nyst), 309. M. [M., el vampiro] (Fritz Lang), 26.
151, 161, 167, 173, 175, 191, 201, 213, 219,
Goethe, Johann W., 111. Image (L’) ( Jacques Feyder), 93, 134. 225, 226, 227, 236, 256, 277, 298, 300, 302, Macchina ammazzacattivi (La) [La máquina
Gondole sulla laguna (laguna grigia) (Francesco Imagen-movimiento (La) [L’Image-mouvement] 309, 310, 311, 313, 315, 324, 325, 328, 329, matamalvados] (Roberto Rossellini), 80, 119,
Guardi), 68. (Gilles Deleuze), 112, 116. 332, 336. 123.
Goya, Francisco, 247, 255, 320. Imagen-tiempo (La) [L’Image-temps] (Gilles Malerei, Photographie, Film (Moholy Nagy), 90.
Grandeur et décadence d’un petit commerce de Deleuze), 101, 116, 207. L Mallarmé, Stéphane, 25, 35, 39, 40, 42, 50, 54,
cinéma ( Jean-Luc Godard), 147, 342. Imaginario (Lo) [L’Imaginaire)] ( Jean-Paul Lacan, Jacques, 9, 296.
55, 56, 61, 62, 65, 74, 315, 340.
Grandrieux, Philippe, 16, 161, 167, 191. Sartre), 282. Malraux, André, 256, 294, 296.
Lang, Fritz, 25, 50, 80, 84, 115.
Grant, Cary, 12, 172, 242. Imperio de los sentidos (El) (Nagisa Oshima), 180. Manet, Édouard, 50.
Langlois, Henri, 151.
Greuze, Jean-Baptiste, 133. In Situ (Gary Hill), 232, 233, 235, 236, 237, 301. Mankiewicz, Joseph L., 115, 261.
Laocoon (Gotthold E. Lessing), 121.
Guattari, Felix, 202. It’s a Wonderful Life (Frank Capra), 115. Marey, Jules-Étienne, 89, 100, 113.
Laporte, Roger, 294, 296, 331.
Marie Saint, Eva, 12.
J Lavalette, Yves, 88, 90, 91.
H Marie, Michel, 21.
Léaud, Jean-Pierre, 115, 342.
Habermas, Jürgen, 65. Jaeggi, Danielle, 57, 158, 159. Marin, Louis, 277, 281, 282, 296.
Ledoux, Jacques, 151.
Hall, Doug, 57, 58, 61, 301. Jakobson, Roman, 268. Marker, Chris 28, 74, 81, 82, 112, 151, 153, 267,
Léger, Fernand, 89.
Hanoun, Marcel, 313. James, Henry, 25, 37, 201. 285.
Lehman, Boris, 285.
Hartmann, Eric, 88, 92, 93, 97. Jaubert, Alain, 291. Marquise d’O… (La) [La marquesa de O]
Leigh, Janet, 248. (Eric Rohmer), 131, 136.
Hathaway, Henry, 80. Je vous salue Marie ( Jean-Luc Godard), 127,
Leiris, Michel, 256, 294, 296, 302, 307. Marton, Pier, 301.
Hatsu Yume (Bill Viola), 62, 329. 129, 131, 136, 340.
Lejeune, Philippe, 286, 288, 289, 294, 295, 296, Massacre des Innocents (Le) (Nicolas Poussin),
Hawks, Howard, 242. Jelenski, Constantin, 175.
313. 18.
Heath, Stephen, 172. Jetée (La) (Chris Marker), 28, 50, 79, 81, 82, 112,
Lessing, Gotthold E., 121. Mastroianni, Marcello, 292.
113, 132, 134, 151, 152.
Hegel, Georg W., 66.
352 353

Materia y memoria [Matière et mémoire] (Henri Morder, Joseph, 285, 291, 313. O Poussin, Nicolas, 18.
Bergson), 112. Morin, Didier, 88, 92. Prelude to the Tempest (Doug Hall), 61.
Odenbach, Marcel, 222, 244, 245, 247, 248, 250,
Matisse, Henri, 45. Mort aux trousses (La) [Con la muerte en los 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257, 258, 259, Prénom Carmen ( Jean-Luc Godard), 341, 342.
Mc Bride, Jim, 285. talones] (Alfred Hitchcock), 12. 300, 301, 302, 308, 312, 318, 319, 320, 323, Primo Pons (El) [Cousin Pons (Le)] (Honoré de
McLuhan, Marshall, 64, 343. Most Dangerous Game (The), 27, 49. 324, 325, 329. Balzac), 95.
Media Ecology Ads (Antoni Muntadas), 58, 61. Motherland (The) ( Juan Downey), 313, 317. Odin, Roger, 151. Processual Video (Gary Hill), 234.
Meditaciones [Méditations] (René Descartes), Mots (Les) ( Jean-Paul Sartre), 296. Œil interminable (L’) ( Jacques Aumont), 121, Proctor, Jady, 57.
336. Mouraud, Tania, 28. 166. Professione, reporter (Michelangelo Antonioni),
Meditaciones de un paseante solitario [Rêveries Muntadas, Antoni, 58, 61, 238, 240, 242, 243. Ogier, Pascale, 248. 194.
d’un promeneur solitaire] ( Jean-Jacques Murez, Steve, 89. Olfaction (Bill Viola), 329. Proust et la photographie ( Jean-François Chevrier),
Rousseau), 296. Murnau, Friedrich W., 132, 323, 324. Ollier, Claude, 305. 69.
Medium is the Medium (The) (Fred Barzyk), 64. Ophüls, Max, 77, 83, 261. Proust, Marcel, 50, 69, 70, 71, 72, 73, 74, 135,
Musil, Robert, 250, 259.
Mekas, Jonas, 285, 299. Oppenheimer, Jacob Robert, 196, 209, 211, 218. 282.
Muybridge, Eadweard, 89, 100, 113.
Mémoires d’un Juif tropical ( Joseph Morder), 291. Orphée ( Jean Cocteau), 292. Proyecto de psicología (Sigmund Freud), 40.
Meninas (Las) (Diego Vélazquez), 308, 316. N Otto e mezzo [Ocho y medio] (Federico Fellini), Pruszkowski, Krzysztov, 88.
Merleau-Ponty, Maurice, 88. Naturaleza muerta con jarro, bol y fruta (Pablo 292. Pryings (Vito Acconci), 306.
Meshes of the Afternoon (Maya Deren), 35. Picasso), 172. Psycho [Psicosis] (Alfred Hitchcock), 185, 189,
Metz, Christian, 21, 26, 27, 43. Nauman, Bruce, 329. P 248.
Michals, Duane, 91, 100, 101. Nayer, Didier de, 89, 92, 97. Pacte autobiographique (Le) (Philippe Lejeune), Puissance de la parole [Poder de la palabra]
Michaux, Henri, 87, 95, 202, 235, 267, 268, 296. ( Jean-Luc Godard), 15.
Nekes, Werner, 49.
292. New York (Bruce Gilden), 96. Paganini, Niccolo, 208.
Q
Michelson, Annette, 114. News from Home (Chantal Akerman), 143, 261. Pagnol, Marcel, 79.
Miéville, Anne-Marie, 147. Paik, Nam June, 52, 53, 65, 296. Quatre Cents Coups (Les) [Los cuatrocientos
Nietzsche, Friedrich, 250, 256, 265, 294, 296.
Migration (Bill Viola), 329. golpes] (François Truffaut), 22, 23, 132.
Noguez, Dominique, 27, 285. Païni, Dominique, 285.
Miguel Ángel, 165. Quatre cents hommes en croix (Henri Michaux),
North by Northwest [Intriga internacional] Palma, Brian de, 247, 248, 320.
235.
Miroirs d’ encre (Michel Beaujour), 255, 258, (Alfred Hitchcock), 12. Paris qui dort [París que duerme] (René Clair),
293, 307, 314-315, 336, 343. Nosferatu (Friedrich W. Murnau), 49, 305, 323, 114. R
Missac, Pierre, 135. 324. Pasolini, Pier Paolo, 292.
Rabelais, 339.
Mistero di Oberwald (Il) (Michelangelo Nostalgia (Hollis Frampton), 75, 225, 292, 293, Passagiate Romane (Caterina Borelli), 57.
Antonioni), 16, 194. Rabot, Hervé, 88, 91.
297, 310. Passion ( Jean-Luc Godard), 129, 142, 179, 340,
Mitologías [Mythologies] (Roland Barthes), 338. Reasons for Knocking at an Empty House (Bill
Nostos I (Thierry Kuntzel), 29, 30, 31, 35, 36, 38, 341, 342.
Viola), 330, 333.
Mitterrand, Frédéric, 261, 285. 39, 42, 45, 51, 173, 225, 226, 310, 311, 315, Paulhan, Jean, 167, 175.
324, 328. Rebecca [Rebeca, una mujer inolvidable] (Alfred
Mizoguchi, Kenji, 180. Peinture cubiste (La) (Philippe Grandrieux -
Hitchcock), 11.
Mobile (Michel Butor), 323. Nostos II (instalación) (Thierry Kuntzel), 225, Thierry Kuntzel), 16, 167, 174, 200.
226, 227, 313, 315, 324, 328. Recording Studio for Air Time (Vito Acconci), 306.
Modern Times (Max Almy), 162. Penom, Jacques, 92, 93, 100.
Nostos II (video) (Thierry Kuntzel), 29, 40, 45. Red Tapes (The) (Vito Acconci), 297, 301, 303,
Moholy Nagy, Lazlo, 89, 90. Perov, Kira, 329.
309, 319.
Moi aussi (Philippe Lejeune), 296. Nota sobre la pizarra mágica (Sigmund Freud), Persona (Ingmar Bergman), 110, 124, 136.
40. Reflecting Pool (The) (Bill Viola), 328, 333, 335.
Mon tout premier baiser (Danielle Jaeggi), 158, Pessoa, Fernando, 292.
Notes d’un magnétoscopeur ( Jean-Paul Fargier), 57. Région centrale (La) (Michael Snow), 135.
159. Petit Soldat (Le) ( Jean-Luc Godard), 147, 152.
Nouveaux mystères de New-York (Les) ( Jean- Regla del juego (La) [Règle du jeu (La)] (Michel
Monet, Claude, 45. Photos d’Alix (Les) ( Jean Eustache), 141, 143. Leiris), 256.
Monkey Business [Vitaminas para el amor] André Fieschi), 49, 301, 303, 304, 313, 323.
Picasso, Pablo, 172. Reinette et Mirabelle (Eric Rohmer), 132.
(Howard Hawks), 242. Numéro deux ( Jean-Luc Godard), 16, 127, 179,
Pierre, Sylvie, 27. Rejetée (La) (Thierry Kuntzel), 28, 151.
Monroe, Marilyn, 242. 190, 200, 339, 340, 341.
Plage de Saint-Torin (La), (Yves Klein), 86. Rencontre fortuite (Duane Michals), 100.
Montaigne, Michel de, 255, 294, 302, 335. NW 1103 August 2 1956... (Winston Link), 138.
Poltergeist (Steven Spielberg), 324. Resnais, Alain, 143.
Moonblood (Bill Viola), 332, 333. Nysenholc, Adolphe, 285.
Pont du Nord (Le) ( Jacques Rivette), 248. Return (Bill Viola), 330.
Morcrette, Eve, 88. Nyst, 297, 298, 320, 321 (Danièle, 308; Jacques
Louis, 296, 305, 308). Pound, Ezra, 292. Reverse Television (Bill Viola), 60, 61, 62, 67.
354 355

Rice, Jones C., 108. Six fois deux ( Jean-Luc Godard), 127, 147. Tourneur, Jacques, 19. Video Letter (Shuntaro Tanikawa y Shuji Terayama),
Riese (Der) (Michael Klier), 57. Sjöström, Victor, 346. Tout près de la frontière (Danielle Jaeggi), 57, 158. 260, 261, 262, 264, 265, 266, 267, 268, 301.
Rig Veda, 335. Slow Motion ( Jim Bengston), 96. Train Journey (The) (Eric Hartmann), 97. Video Trans America ( Juan Downey), 317.
Rimbaud, Arthur, 104. Snow, Michael, 25, 49, 74, 135. Trans, 28, 29, 30. Vidéo, la mémoire au poing (Anne-Marie Duguet),
Rincón feliz (El) (Henry James), 25, 37, 201. Sócrates, 295. Tri pesni o Lenin [Tres cantos a Lenin] (Dziga 303.
Rivette, Jacques, 248. Soft and Hard ( Jean-Luc Godard), 63, 136, 340. Vertov), 114. Vigo, Jean, 338.
Rogers, Ginger, 242. Soigne ta droite ( Jean-Luc Godard), 338, 341, Tricolor Video (Nam June Paik), 65. Villiers de l’Isle Adam, 111.
Rohmer, Eric, 131, 132. 342. Trou de la Vierge (Le) ( Jean-Paul Fargier), 131. Viola, Bill, 60, 61, 62, 63, 67, 154, 155, 156, 163,
Sollers, Philippe, 131. Truffaut, François, 22, 23, 78, 113. 228, 229, 230, 256, 297, 298, 300, 301, 302,
Roland Barthes por Roland Barthes (Roland
309, 310, 312, 325, 327, 328, 329, 330, 331,
Barthes), 267, 296, 312. Solo (Shuntaro Tanikawa), 268. Trülzsch, Holger, 69, 72.
332, 333, 335, 336, 337, 343.
Roma, città aperta [Roma, ciudad abierta] Songs of Innocence (Bill Viola), 332. Truth through Mass Individuation (Bill Viola),
Virgen de las rocas (La) (Leonardo Da Vinci),
(Roberto Rossellini), 119. Space between the Teeth (Bill Viola), 325, 328, 330.
125.
Room for St John of the Cross (Bill Viola), 228. 330, 333. Tsukerman, Slava, 174.
Virilio, Paul, 208.
Rosenbach, Ulrike, 301. Sphinx (Le) (Thierry Knauft), 145. Turner, Joseph W., 93.
Vitti, Monica, 196.
Rossellini, Roberto, 80, 119, 122, 127, 128, 132, Stendhal, 277, 278, 279, 280, 281, 282, 283, 284, TV Buddha (Nam June Paik), 52.
Vivre sa vie [Vivir su vida] ( Jean-Luc Godard),
136, 195, 343. 292, 300, 343, 344. T-wo-men (Werner Nekes), 29.
339.
Roubaud, Alix Cléo, 141. Stewart, James, 80, 115.
U Voix excommuniée (La) (Louis Marin), 278.
Roubaud, Jacques, 141. Still (Thierry Kuntzel), 29, 36, 45, 277.
Vorurteile (Marcel Odenbach), 248, 249, 251,
Rouge et le noir (Le) (Stendhal), 278. Stiller, Maurice, 93. Ullmann, Liv, 126. 319, 320.
Rousseau, Jean-Jacques, 294, 296. Storm and Stress (Doug Hall), 61. Un coup de dés... (Stéphane Mallarmé), 35, 40, Vue (La) (Raymond Roussel), 38.
Roussel, Raymond, 38, 158. Strangers on a Train [Pacto siniestro] (Alfred 56, 62, 65, 230.
Ruiz, Raoul, 151, 201. Hitchcock), 248. Under Capricorn (Alfred Hitchcock), 10 W
Subor, Michel, 147, 152.
V Walsh, Raoul, 206.
S Susana y los viejos (Tintoretto), 189.
Warhol, Andy, 100, 101.
S/Z (Roland Barthes), 19. Suspicion [La sospecha] (Alfred Hitchcock), 11, Valéry, Paul, 296.
Wavelenght (Michael Snow), 135.
San Agustín, 294. 172. Vampyr (Carl T. Dreyer), 29, 49, 50, 323.
Welles, Orson, 154, 155, 285.
Sanborn, John, 63. Syberberg, Hans J., 74. Vanina Vanini (Roberto Rossellini), 195.
Widerspruch der Erinnerungen (Der) (Marcel
Sand, George, 54. Vasulka, Steina, 207, 208. Odenbach), 244, 246, 248, 252, 319.
T
Sang-Tan, 59. Vasulka, Woody, 16, 207, 208, 222. Wind (The) [El viento] (Victor Sjöström), 346.
Sarrasine (Honoré de Balzac), 131. Talbot, Henry Fox, 283. Veille (La) (Roger Laporte), 331. Wollen, Peter, 81, 112, 113, 116, 133, 151.
Sartre, Jean-Paul, 282, 296. Tanikawa, Shuntaro, 260, 262, 263, 264, 265, Venault, Philippe, 285, 303.
266, 267, 268, 270, 271, 275, 301.
Sauve qui peut (la vie) [Salve quien pueda (la Vereyken, Bruno, 90. Z
vida)] ( Jean-Luc Godard), 13, 16, 26, 102, Tassone, Aldo, 192, 195, 197. Vernet, Marc, 21. Zabriskie Point (Michelangelo Antonioni), 193.
103, 109, 114, 127, 129, 131, 133, 134, 162, Techniquement douce (Michelangelo Antonioni), Vértigo (Alfred Hitchcock), 227.
195. Zlatoff, Dominique, 19.
174, 179, 188, 340, 342. Vertov, Dziga, 25, 114, 222.
Terayama, Shuji, 260, 262, 263, 264, 265, 266, Zorms Lemma (Hollis Frampton), 156.
Scénario du film Passion ( Jean-Luc Godard), Viaggio in Italia [Viaje a Italia] (Roberto
164, 204, 341, 342, 344. 267, 275, 301.
Rossellini), 119, 123.
Schygulla, Hannah, 142. Testament d’Orphée (Le) ( Jean Cocteau), 292.
Vico, Giambattista, 331.
Scott, Ridley, 81. Theater of Memory (The) (Bill Viola), 335.
Vida de Henri Brulard [La Vie de Henri Brulard]
Semi-Circular Canals (The) (Bill Viola), 334. Thérésa plane (Danièle y Jacques Louis Nyst), (Stendhal), 277, 278, 279, 282, 283, 284, 296,
Serra, Richard, 214. 324. 343.
Shadow of a Doubt [Sombra de una duda] Thinking Eye (The) ( Juan Downey), 317.
(Alfred Hitchcock), 22, 76, 79. Thomas l’Obscur (Maurice Blanchot), 233,234.
Silent Life (Bill Viola), 332, 333. Time Smoking a Picture (Thierry Kuntzel), 29,
Sistema de la moda (Roland Barthes), 338. 37, 310, 311, 313.
Site Recite (a prologue) (Gary Hill), 235. Tomiyama, Katsue, 262.
ÍNDICE

Nota para el siglo ............................................................................................... 


El entre-imágenes ............................................................................................. 
Créditos fotográficos: Col. L’Avant-Scène Cinéma, p. 131 (1); fotos Jim Bengstom, Didier de El análisis en llamas ........................................................................................ 
Nayer, Bruce Gilden, Éric Hartman, pp. 96 y 97; Col. Cahiers du cinéma, p. 10; Ariel Camacho,
p. 84; Cinémathèque universitaire, p. 154 (abajo); CRAC Université de Liège, p. 326 (1-4); Thierry Kuntzel y el regreso de la escritura ............................................. 
CRAC Université de Liège - Yellow Now, pp. 181 a 187, 341; Pascal Cuissot, pp. 118 y 119;
Erwan Depenanster, pp. 75, 102 a 109, 148, 150 (abajo); Philippe Dubois, pp. 130, 164, 169 a
La utopía video .................................................................................................. 
178, 192 a 205; Jean-Paul Fargier, p. 334 (15-16); Films du Carrosse, p. 23; Gary Hill, pp. 232 y Cuando se escribe la foto del cine ................................................................ 
237; foto William Klein, p. 86; William Klein CNP La Sept Riff, p. 140; fotos Thierry Knauff,
p. 146; foto Winston Link, p. 138; Martine Loubet, Jean-André Fieschi, p. 304; Emmanuel El espectador pensativo ................................................................................... 
Meynard, pp. 24 a 51, 311, 328 (7-8); fotos Duane Michals, p. 98; MNAM Centre Georges
La deuda del fantasma ..................................................................................... 
Pompidou, pp. 224, 227, 244 a 258, 318 y 319, 327 y 328 (1-6); Antoni Muntadas, p. 58, 59,
238, 243; Paul-Emmanuel Odin, pp. 45, 46 (arriba), 57, 159 a 163, 260, 267 a 275; Kira Perov, La duración-cristal .......................................................................................... 
pp. 60, 67, 154 (arriba), 228, 332, 334 (9-14); Col. Vincent Pinel, p. 76; Sylvie Pliskin, pp. 110,
125 y 126, 144; Col. Dominique Rabourdin, p. 206; Patrice Rollet, pp. 316 y 317, 320 y 321; “Yo mismo soy una imagen”.............................................................................. 
Marita Sturken, pp. 214 a 218; Gérard Vaugeois, p. 131 (2); Yellow Now, p. 326 (5-10). Otras La interrupción, el instante ......................................................................... 
fotografías: derechos reservados.
Seis films (al pasar) ......................................................................................... 
Los bordes de la ficción ................................................................................. 
De entre los cuerpos ...................................................................................... 
Las imágenes del mundo ................................................................................. 
La memoria que arde ....................................................................................... 
El video según San Juan .................................................................................. 
El último hombre en la cruz ......................................................................... 
El arte de la demostración ........................................................................... 
La forma por donde pasa mi mirada ............................................................. 
“La carta dice más” .......................................................................................... 
Autorretratos ................................................................................................. 
Agradecimientos.............................................................................................. 
Índice de nombres ............................................................................................ 

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