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Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque hay
personas que los subieron a otros lugares como Wattpad, y dichas autoras
pidieron en sus páginas de Facebook y grupos de fans, las direcciones de los
blogs de descarga, grupos y foros para empezar campañas para cerrarlos.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema que
enfrentan y contra el que luchan todos los foros de traducciones. Por favor,
tampoco subas CAPTURAS de los PDFs a las redes sociales y etiquetes a las
autoras, no vayas a sus páginas a pedir la traducción de un libro cuando
ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a sus grupos y comentes que leíste sus
libros ni subas capturas de las portadas de la traducción, porque estas tienen el
logo del foro.
Si deseas que los foros sigan por mucho más tiempo, no hagas nada de lo
mencionado anteriormente.
Recuerda que, si te gustan las traducciones, puedes ayudar a seguir
sacando más libros uniéndote al staff de traducción, corrección y/o diseño.
Ayúdanos a seguir expandiendo la lectura de libros que de no ser por los foros
no llegarían al mundo de habla hispana. Deja tu granito de arena, todas (os) son
bienvenidas (os) en nuestro espacio.
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Dey Turner & Annabelle
Snow Q
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Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Agradecimientos
Sobre el Autor
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Timber Nelson recientemente volvió a casa después de haber servido dos
temporadas en Iraq. Sufriendo de Trastorno por Estrés Postraumático, es la
sombra del hombre que era antes de su tiempo en la milicia. En vez de aprender
a vivir con las pesadillas a las que se enfrentó en la guerra, las ahoga en una
botella de Corona.
Katherine Pierce es una mujer seductora, con cabello marrón oscuro,
tatuajes, y una enorme actitud. Aun así, su historia se encuentra llena de
imágenes inquietantes de las que ha estado intentando alejarse desde hace
aproximadamente unos seis años.
La atracción innegable entre Timber y Kat alcanza su cima y ambos
ceden ante la incuestionable tensión.
¿Será Timber capaz de salvar a Kat al no permitir que su pasado se
repita?
¿Podrán aliviar las cicatrices del otro? ¿O acaso sus antiguas cicatrices se
convertirán en heridas nuevas?
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Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Miry
con increíbles coches, ropa de marca o nuevos aparatos, esto era algo que les
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envidiaba. Podrían asistir a cualquier universidad que los aceptara, y no
tendrían que preocuparse por cómo pagarían su próxima comida o cómo
comprarían sus libros.
Todavía mirando a Adam, notó que su amigo lanzó la pelota, pero no
hacia él. La lanzó por encima del hombro izquierdo de Timber. Dos cosas
pasaron en los momentos previos al incidente. Primero, notó que Adam tenía
una amplia sonrisa en su rostro. Lo segundo fue que la pelota parecía moverse
en cámara lenta, y se dirigía directo a la chica de cabello oscuro que corría por
la pista.
—¡Oye, cuidado! —le gritó Timber a Katherine, la chica corriendo. La
pelota iba directo hacia ella y Timber hizo una mueca mientras la veía golpearla
en la espalda. Katherine se tambaleó hacia delante y dio un traspié, cayendo en
sus manos y rodillas. Sus lentes volaron de su rostro en el proceso, aterrizando
en el pavimento.
Los amigos de Timber permanecieron allí de pie, riéndose mientras él la
veía levantarse y quitarse la tierra de las rodillas con las palmas llenas de
rasguños. Desde donde se encontraba de pie, vio que tenía lágrimas cayendo
por sus mejillas. Sus amigos eran unos idiotas. Se burlaban de cada chico en la
escuela con el que no pasaban el rato, lo que en esencia era cualquiera que no
fuera atractivo o atlético. Katherine no era fea, pero tampoco era la chica más
hermosa. Como fuera, parecía que a Adam le gustaba mucho acosarla. Cual
fuera la razón, Timber la desconocía. Nunca molestaba a nadie, pero tampoco
evitaba que los demás lo hicieran. Tal vez eso lo hacía tan malo como sus
amigos, tal vez no, pero ahora, viendo a Katherine quitarse una lágrima de su
rostro, sintió lástima por ella. Quería ir a ver si necesitaba ayuda, pero que los
chicos lo fastidiaran parecía un precio demasiado alto que pagar. Permaneció
de pie allí y observó a Katherine mientras se levantaba con piernas temblorosas,
encontraba sus lentes y caminaba a la puerta del vestidor.
Ryan se acercó corriendo y le arrebató la pelota a Timber, que no podía
apartar su mirada de ella. Se quedó allí y observó a Katherine caminar hasta
que desapareció tras la puerta del gimnasio. Se volvió hacia Adam y lo golpeó
en el hombro.
—¿Qué diablos, hombre? ¿Por qué siempre la molestas?
Adam le dio una sonrisa engreída. —¿Por qué te preocupa tanto? ¿Te
gusta esa chica?
—Iba a preguntarte lo mismo.
La sonrisa de su amigo se convirtió lentamente en un ceño.
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—Es solo una chica sin importancia, hombre. —Adam extendió los
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brazos ampliamente, haciéndole señas a Timber para que mirara a las otras
estudiantes a su alrededor—. No me di cuenta que te preocupabas por aquellos
que están por debajo de ti.
Timber escuchó ese tipo de basura desde que eran niños y Adam empezó
a menospreciar a los demás, al igual que su padre. El padre de Adam era el
alcalde de Bay City. Las políticas sucias y las amenazas eran solo dos de las
cosas que aprendió de su padre. Pero su ego, ese cretino egoísta que asomaba
su horrible cabeza como en aquel momento, era todo suyo. Se creía con el
derecho a hacer lo que hacía.
—Vete al diablo, hombre. No hago menosprecio a las personas y lo sabes
—escupió Timber.
—Podrías haberme engañado. No hiciste nada para ayudar a la pobre y
pequeña Katherine. —Adam sonrió con suficiencia.
Timber dio un amenazador paso hacia adelante, pero Ryan puso una
mano en su hombro.
—Déjalo —dijo Ryan, lo suficientemente bajo como para que solo Timber
lo oyera.
Mirando fríamente a Adam, tomó una profunda respiración por la nariz,
y se volvió para irse.
—Eso es lo que pensé. —La risa de Adam hizo que las manos de Timber
se apretaran en puños—. Estoy seguro de que te veremos en la fiesta.
Timber caminó hasta su viejo Mustang del sesenta y seis y se quitó su
sudada camisa. Metiendo una mano en el vehículo, sacó una camiseta limpia y
se la puso por encima de la cabeza. Consideró irse a casa y ponerse a trabajar en
su proyecto de ciencias, pero no podía irse.
Permaneció en su auto durante casi treinta minutos, esperando a que
Katherine saliera. Timber no podía explicar por qué sentía la necesidad de saber
si se encontraba bien, pero la verdad era que se sentiría mejor si la veía sin
lágrimas en la cara. Nunca se preocupó de esa manera por cualquiera de los
patéticos chicos a los que sus amigos molestaban. Tal vez era un cruel hijo de
puta al pensar que merecían ser puestos en ridículo, pero ellos nunca se le
enfrentaban a sus amigos y contraatacaban. Nunca comprendería el por qué
alguien se quedaría allí y soportaría la mierda de Adam, Ryan o cualquiera de
los atletas. Pero esta chica… incluso aunque vio a Adam molestarla antes, esta
vez algo le hizo sentir lástima por ella. Timber vio sus lágrimas, sintió la
necesidad de acercársele y ayudarla, quitar la tierra de sus cortes.
Aferrándose al volante, con los nudillos blancos, los ojos de Timber se
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fijaron en la chica de cabello oscuro que salía por la misma puerta por la que
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entró hacía menos de una hora. Katherine tenía vendas en ambas rodillas. Ella
luchaba por ponerse lo que lucía como una pesada mochila por encima de sus
delgados hombros. Timber la observó mientras caminaba hasta un viejo Toyota
Corolla color plateado. Después de que hubiera puesto su mochila en el asiento
trasero, cerró la puerta y se quedó allí, mirando el pavimento. Su cuerpo lucía
decaído, levantó la mirada, sus ojos escaneando el casi vacío aparcamiento.
Cuando hizo contacto visual con él, su expresión cambió. Katherine
enderezó sus caídos hombros y levantó la barbilla. Trataba de mostrarle algo.
Su mano izquierda subió para subir más los lentes sobre el puente de su nariz.
Timber decidió hablar con ella. Abrió la puerta de su auto y salió. Mientras
caminaba hacia ella, notó que su confianza vacilaba. Se removió de un pie al
otro, observándolo intensamente mientras se acercaba a ella. Cuando se hallaba
de pie directamente frente a ella, bajó la mirada.
—¿Qué quieres? ¿Viniste a tirarme al suelo y pinchar mis neumáticos? —
Su labio tembló, pero no se retractó—. Hazlo. No me importa lo que me hagas.
Timber nunca antes se fijó realmente en Katherine. Nunca notó que sus
ojos, con forma de almendra, tenían un indicio de verde además del marrón.
Eran absolutamente hermosos. Los ocultaba detrás de sus lentes de marco
negro, y a menos que estuvieras así de cerca, no podrías ver el color exacto.
También notó que sus labios eran llenos y formaban un ligero puchero. ¿Cómo
sería besarla? Cerrando los ojos con fuerza, se quitó de encima los erráticos
pensamientos.
—¿Solo vas a quedarte allí? Haz algo —soltó.
Abrió los ojos. —¿Que haga algo? ¿Crees que vine aquí a lastimarte?
Katherine lo miró escépticamente.
—Bueno, no eres mejor que tus amigos estúpidos, así que sí, por
supuesto.
La mandíbula de Timber se tensó. ¿En realidad creía que haría lo mismo
que Adam? —No soy como ellos. No es como si yo hubiera lanzado la maldita
pelota.
Ella bajó la mirada, y su largo cabello castaño oscuro, formó una cortina
alrededor de su rostro. —Bien podrías haberlo hecho.
—¿Disculpa? —Sus palabras hicieron que retrocediera un paso.
Levantó la mirada con confusión en sus ojos. —Ya me oíste. Bien podrías
haberlo hecho. ¿Siquiera te molestaste en detener a tus amigos? ¿Te reíste con
ellos cuando les daba la espalda? No, espera. Probablemente hicieron un plan
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para ver lo que podían hacer para lastimar a la pobre y estúpida chica. ¿Qué
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años.
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de hombros—. Una de las enfermeras del hospital alemán me contó sobre ellos.
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Bajé la cabeza, pero eventualmente volví a mirarlo.
—Gracias, yo también. —Estaba desesperado por controlar el temblor de
mi voz.
Nos sentamos juntos por un rato más antes de que se parara y caminara
hacia la puerta de cristal corrediza.
Antes de que entrar me dijo: —Si necesitas algo, no dudes en pedirlo.
Estoy feliz de tenerte en casa, hijo. —Luego entró y se dirigió a la cama. Miré
hacia la puerta y me di cuenta que apreciaba nuestros momentos en silencio. A
veces no se trata de las palabras que decimos, sino simplemente de saber que
estuvo allí cuando necesité a alguien con quien hablar. Su presencia ha
significado más para mí que cualquier montón de palabras. Sabía que mi papá
se decepcionó cuando no fui a la universidad como tenía planeado, pero
cuando me gradué, sentí que mi vida tenía un oficio más importante. No era
que no fuera a asistir a la escuela otra vez, sino que era una pausa hasta después
de haber servido mis cuatro años. Me dieron una beca para una buena
universidad en mi último año, aunque era solo por dos años. Planeé ir a una
universidad por cuatro años, y no podía garantizar que tendría los fondos para
los dos años restantes. Mi mamá fue la única que comprendió. Sabía que era mi
decisión. Quería asegurarme que podría acabar mi toda mi licenciatura. El
ejército pareció la elección correcta.
Suspiré y me levanté para sentarme en la mecedora. Reclinándome, tomé
un largo trago de mi cerveza. La fría sensación burbujeante quemó la parte
posterior de mi garganta. Recordé haber hecho exactamente lo mismo después
de mi primera misión. Haber vuelto a mi hogar, a la casa en donde crecí, y
sentarme en el porche trasero con mi papá a beber una cerveza. Esta vez se
sentía tan diferente. No era solo la casa lo que había cambiado. Sabía que yo
había cambiado. El último año pasé mis noches en la base con mis muchachos,
disparando y haciendo controles de seguridad. Luego, dos semanas antes de
que regresemos a casa, los perdí.
A todos.
Sacudí mi cabeza y me negué a pensar en ello. Me levanté y encontré la
reserva de cosas buenas de mi papá. Tenía una botella de Whisky etiqueta
negra que compró para su sexagésimo cumpleaños guardado en el armario
encima de la nevera. Hubiera preferido el sabor más sabroso del bourbon, pero
ya que no había de otra, eso estaría bien. Me emborracharía más rápido que si
seguía bebiendo cerveza. Sintiéndome un poco desconsiderado y sin realmente
importarme una mierda, coloqué mi boca en el pico de la botella y eché hacia
atrás mi cabeza. El líquido no se podía describir como fino. Se sentía como
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hierro caliente golpeando mi boca. Era áspero, y su sabor ardía, lo que hizo que
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el primer trago fuera difícil de pasar. Puse la botella sobre la encimera y sentí
que el líquido calentaba mis entrañas. Los minutos pasaban y me encontré
mirando el reloj digital del microondas. Antes de darme cuenta, me bebí otros
cuatro grandes tragos y no podría decir si los números marcaban las diez y
cincuenta y tres o las diez y cincuenta y ocho. Me emborraché más rápido de lo
que pensé. Sabía que era solo cuestión de minutos antes de que me acostara en
el piso y me durmiera, así que me arrastré por el pasillo, tambaleándome y
agarrándome de las paredes. Cuando llegué a la habitación de invitados, me
desplomé de cara en la almohada.
Estaba entumecido. Misión cumplida. Mi vello facial hizo un ruido al
rozar contra la tela de la funda de la almohada. Giré mi cabeza hacia un lado ya
que no podía respirar con la cara aplastada en la almohada. Mis ojos se hallaban
fuertemente cerrados e intenté como el infierno dejar que el alcohol me llevara
lejos. Detrás de mis parpados cerrados, vi bombas explotando y las balas
golpeándome en diferentes partes del cuerpo. Sentía mis músculos moviéndose
involuntariamente. Mi embriaguez me llevaba a un sueño profundo, pero no lo
suficiente como para hacerme olvidar. Debí haber bebido un poco más. Antes
de quedarme completamente dormido, mi último pensamiento fue “olvidé
sacarme las malditas botas”.
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Traducido por Eli Hart
Corregido por florbarbero
con barriga cervecera y calvo en la parte superior. Resultó que el hombre con
sobrepeso y sudoroso era Slim. Imagínense. El hombre al mando era Roger.
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Ambos me echaron un vistazo, se dijeron unas palabras y luego Roger
dijo: “Eres un gran hijo de puta. Estás contratado. Empiezas el lunes y te
presentarás aquí ante Slim”. Eso fue todo. Nunca me preguntaron por mi
experiencia laboral anterior, ni siquiera cómo me llamaba. Una semana después
supe que Roger me había contratado por el tatuaje del ejército que tenía en el
brazo derecho. Asomaba por debajo de la manga de mi camisa. Había servido
veinte años, y pensó que cualquier hombre que pudiera servir a su país era lo
bastante bueno para trabajar en su campo.
Un mes más tarde, había ascendido de Gusano, que era el hombre más
bajo del campo, a maquinista. Me ocupaba de todos los problemas mecánicos y
de mantenimiento. Sabían que era bueno con las manos cuando un día, un
ruido horrible de chirrido salió de una de las plataformas. Estallaron algunas
juntas, corrí a repararlo todo antes de que perdiéramos una cantidad
monumental de oro negro y dinero. Estábamos todos de pie, cubiertos de lodo
espeso y grasiento, y Slim me miró y me dijo: “Parece que eres nuestro nuevo
maquinista”. Había aprendido que Slim y la mayoría de los otros tipos eran
hombres de pocas palabras. Podía apreciarlo, ya que en realidad no quería
hablar mucho de todos modos. Lo único que quería era ir a trabajar, fichar a la
entrada, fichar a la salida y darle a la botella lo bastante fuerte como para
desmayarme.
Ese día en particular, justo antes de dirigirme a mi pequeño apartamento
de doscientos metros cuadrados y un dormitorio, Slim y Roger se me acercaron.
—¡Eh, Nelson! —gritó Slim desde el remolque de trabajo—. ¿Has estado
en The Hole? Es un bar de la ciudad.
No había ido a ningún sitio de la ciudad desde que me mudé allí. Había
ido al campo, a la tienda de comestibles, al ayuntamiento a pagar las facturas y
a mi apartamento. —No —respondí simplemente.
—Bueno, vas a ir esta noche. Roger quiere pasar a saludar a su sobrina.
Es su cumpleaños y trabaja allí. Estate lista en treinta minutos. Te recogeremos.
Asentí. Genial. Lo último que me apetecía era pasar la tarde con una niña
que probablemente era una remilgada, pero a los jefes no se les dice que no. Me
dirigí a casa y entré por la puerta principal. Todavía tenía cajas desparramadas.
No creía que fuera a ser un lugar permanente, así que no me había molestado
en deshacer las maletas. Me limité a rebuscar por todas partes cuando surgió la
necesidad. En la encimera había una caja de pizza de la noche anterior y una
botella de Crown casi tres cuartos vacía. Me acerqué a ella y bebí un trago. Me
limpié la boca con el dorso de la mano y me dirigí al baño para darme una
ducha rápida. Al menos podría estar presentable para la cumpleañera.
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Ni siquiera pasaron unos treinta minutos cuando Roger tocó mi puerta.
Cuando la abrí, metió la cabeza. —Jesucristo, este lugar huele a calcetines de
gimnasio —dijo.
Me encogí de hombros. —Entonces cómprame uno maldito desodorante
de ambiente —dije sarcásticamente.
Se rió entre dientes y me dio una palmada en la espalda. Salí del
apartamento y cerré. Cuando subí al asiento trasero de la camioneta, Slim
arrancó por la carretera. Resultó que The Hole estaba a solo dos manzanas de
donde yo vivía. Esto podría resultar beneficioso, ya que podría ir al bar,
emborracharme y volver a casa andando. Cuando llegamos, Slim aparcó en una
plaza para minusválidos, claramente sin importarle una mierda que no tuviera
las pegatinas apropiadas en su camión.
Salimos los tres. Me subí a la acera y miré a ambos extremos de la calle.
Port O'Connor consistía en una tienda de comestibles, una oficina de correos,
una comisaría de policía y una carretera que parecía sacada de una película de
los años cincuenta. En cualquier momento alguien llamado Wally se me
acercaba corriendo y me decía “caramba” o “cielos”. Yo no había estado en esta
parte de la ciudad. Me reí para mis adentros. No me estaba perdiendo gran
cosa.
Me di la vuelta y me reuní con los chicos en la entrada de The Hole.
Había mucha luz y el calor era sofocante. Cuando entramos por las puertas
dobles, el aire viciado golpeó mis fosas nasales. Dentro hacía más fresco, pero
no el frío de un aparato de aire acondicionado. Era una nevera de pantano y el
lugar no estaba bien ventilado. El humo de los cigarrillos asaltó mis sentidos.
Mis ojos recorrieron las cuatro paredes. A la derecha había dos mesas de billar.
En una de ellas jugaban un chico y dos chicas. Una de las chicas estaba colgada
del chico, susurrándole algo al oído mientras él se inclinaba sobre la mesa y
tiraba. Siempre me ha gustado el sonido de las bolas de billar golpeándose entre
sí. Yo era bueno al billar, o al menos solía serlo. Junto a las mesas había una
pista de baile y una pequeña cabina de DJ en un rincón. No había nadie
manejando el equipo, pero por los altavoces sonaba una vieja canción de
George Strait que nos recordaba que todas sus ex viven en Texas. Típico. A la
izquierda estaba el bar. Tenía forma de U y taburetes alineados a lo largo.
Detrás de la barra, contra la pared, había una nevera con una gran variedad de
cervezas y vinos. Mi cerebro estaba haciendo un inventario mental de la
distribución, de cómo salir si lo necesitaba y de la gente que había dentro.
Serían los efectos residuales del ejército y de mi entrenamiento. Me fijé en un
hombre muy corpulento sentado en un taburete junto a la puerta. Slim y Roger
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estaban hablando con él, así que me acerqué para unirme a ellos.
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espalda.
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El sonido de una toalla golpeando la piel azotó el aire. Roger emitió un
siseo que me hizo girarme de repente para ver de dónde venía.
—No dejes que Beaver te engañe. Eso no son más que cuentos chinos de
un hombre triste y solitario.
—Kat, tú nunca me has probado, así que ¿cómo vas a saberlo? —Beaver
enarcó las cejas mirando a la chica.
—Cuidado, chico. Es mi sobrina con quién hablas. —Roger lo fulminó
con la mirada.
¿Esta chica era Kat? No estaba seguro de lo que esperaba exactamente,
pero no era eso. Roger era un hombre muy formal, siempre vestido de traje y
algo correcto. Creo que esperaba a alguien con una falda decente y cuello alto.
Es cierto que estábamos en un bar, pero como ya he dicho, la economía iba mal
y la gente estaba desesperada. Esta chica era algo completamente diferente.
Tenía el pelo largo y oscuro hasta la mitad de la espalda. Tenía toques de rojo,
que yo estaba seguro de que serían más vibrantes a la luz del sol. Mis ojos la
recorrieron de arriba a abajo. Tenía curvas en todos los lugares adecuados. Sus
tetas parecían más que un puñado y su culo era delicioso. Pero lo que más me
llamó la atención fueron sus intrincados tatuajes. Llevaba unos shorts vaqueros
cortos que mostraban un tatuaje de calavera de caramelo con un dibujo floral
que entraba y salía de los ojos. Su camiseta gris oscura permitía ver dos tatuajes
en los hombros. Uno era de un pez koi que parecía estar nadando por su brazo.
El otro era otra calavera, pero con un dibujo diferente.
Kat señaló a Beaver, interrumpiendo mi examen visual.
—Nunca va a pasar, grandulón. —Le dedicó una sonrisa gloriosa
inalterable.
—Córtenla, ambos, y Kat, no me hagas llamar a tu papá —bromeó Roger.
Ella puso los ojos en blanco. —No lo harías. Ahora ven aquí. —Le dio un
fuerte abrazo.
—Feliz cumpleaños, princesa.
—Oye, ¿qué soy, hígado picado? —Slim hizo un puchero.
Kat se alejó y agarró a Slim por el cuello y lo abrazó. —Hígado picado, sí,
pero siempre te daré abrazos mientras me sigas entregando chocolates.
—Ah, bien, al menos esos imbéciles de la floristería no se equivocaron de
dirección esta vez. Te juro que una vez mandé entregar una docena de rosas a
mi segunda mujer, y acabaron dejándolas delante de aquella antigua iglesia
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abandonada. Tuve que llamar y gritarles. Hay una maldita diferencia entre la
Primera Avenida y la Primera Calle.
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Suspiró y mantuvo la cara en sus manos machadas de petróleo mientras
ella le sonreía brillantemente.
—¿Entonces recibió las flores?
—De hecho, sí. Descubrí después que las puso en el triturador de basura.
Kat se rió, y era un sonido melódico. —Auch. ¿Qué hiciste?
—Supongo que doce rosas rojas no compensaban por acostarme con su
hermana. —Él miraba a la distancia arrugando la nariz.
Ella le golpeó el hombro. —Slim, ¿te acostaste con su hermana?
—Eran gemelas. ¿Cómo iba a saber con cuál estaba?
Roger y Beaver se reían mientras ella negaba con la cabeza.
—¡Oh! Oye, Kat, quiero que conozcas a Nelson —dijo Slim, recordando
de repente que yo estaba aquí.
Sus ojos se desviaron hacia donde yo estaba y su actitud alegre y
despreocupada se puso rígida de repente. Enderezó la espalda y me hizo un
breve gesto con la cabeza.
Le tendí la mano como había hecho con Beaver.
—Me llamo Timber Nelson. Siento meterme en tu cumpleaños, pero estos
imbéciles me trajeron aquí —bromeé.
En cuanto establecimos contacto visual, algo en ella se agitó en mis
entrañas. Revolví en mis confusos recuerdos, pero me quedé en blanco. Me
miraba con ojos cansados. Algo en ella me tocó la fibra sensible. Eran esos ojos.
Juraba que había visto esos ojos avellana antes.
—¿Te conozco? —pregunté.
Busqué en su cara cualquier otra forma de reconocimiento, pero no había
nada. Quizá se parecía a otra persona. Pero su voz se volvió áspera y dijo “no”.
Vi cómo sus ojos recorrían el bar, buscando claramente una salida. Qué extraño.
Kat se aclaró la garganta, negándose a darme sus ojos de nuevo.
—Encantada de conocerte, Timber. Tío Roger, no quiero ser grosera, pero
estoy muy ocupada con el nuevo inventario, nos vemos luego, ¿vale? —Nunca
tomó mi mano, así que la dejé caer a mi lado.
—Oh seguro, no hay problema, cariño. No pretendía alejarte del trabajo
—dijo Roger, dándole un beso rápido en la mejilla antes de que ella se dirigiera
enérgicamente a lo que supuse que era un almacén.
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pesadillas de la guerra.
Página
Traducido por Dey Turner
Corregido por Paltonika
podrías pedir que nos mande más en el paquete de provisiones? —Me reí mientras el
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mí mismo. Observé como sacó condones, aceite de masajes, fotos subidas de tono que ella
se había tomado, y luego un pequeño montón de revistas sucias. Sentí como tragaba
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saliva. Había sido un malditamente largo tiempo desde que estuve con una mujer. Al
menos siete meses, cuando llegamos por primera vez a este infierno.
Se encontraba a punto de ver las fotos, pero lo pensó dos veces cuando alzó la
vista y nos miró. Nos debimos ver como una manada de lobos listos para atacar, o follar
cualquier cosa con pechos y una sonrisa. Las puso de vuelta en la caja junto con el resto
del contenido y la puso debajo de la cama. Hubo algunos gruñidos por la habitación.
—En serio, chicos, esa es mi esposa. No les mostraré ni un centímetro de su
cuerpo. —Rooster rió disimuladamente.
Bajé la vista hacia mi reloj. Decía mil novecientas horas, tiempo de la última
patrulla de la noche. Me puse de pie y estiré mis músculos adoloridos. —Vamos, última
ronda.
Treinta minutos más tarde me encontraba dentro de la MRAP, que era como una
Hummer1 de aspecto loco pero mejor construida, y sentado en el asiento trasero con mis
ojos pegados al exterior. Fui entrenado para escanear mi entorno. ¿Qué personas están
caminando por ahí? ¿Qué llevan puesto? ¿Qué hacen? ¿Los he visto antes? ¿Tienen un
especial interés en nosotros mientras pasamos? Esas eran las evaluaciones que hice y las
catalogué todas en mi cabeza. Eso salvó mi vida y las de mis hombres más veces de las
que podía contar.
Cuando doblamos la esquina del último bloque que vigilábamos, noté que un
hombre le gritaba a una mujer. Ella se encontraba encogida, la mirada baja. Las mujeres
aquí no se suponía que fueran las dominantes en este país. Eran subordinadas a la
población masculina. Me burlé en silencio. Prefería una mujer con algo de pelea en ella.
Esta mujer solo hacía lo que fue entrenada para hacer desde su nacimiento. El hombre se
acercó, la agarró del brazo con rudeza, y la sacudió. Ella asentía enérgicamente, pero
todavía manteniendo la cabeza gacha. Me estaba hirviendo la sangre. Me gustaría
presentarle la cara de ese hombre a la pared.
Justo antes de que condujéramos fuera de la vista de la pareja, Holt preguntó:
—¿Deberíamos detenernos e intervenir?
—No, sigue manejando —le dijo Rooster desde el asiento del pasajero.
Continué observándolos, y justo antes de que dobláramos la esquina, la mujer
alzó la mirada... cálidos ojos avellana.
¿Qué demonios? No es así como los recordaba. Sus ojos eran casi completamente
negros, siempre. Conozco estos ojos.
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Página
Traducido por Julie
Corregido por Val_17
ruido detrás de mí. Cuando me di la vuelta para mirar por el presunto espacio
vacío, me di cuenta de que no había estado sola. Adam se dirigió hacia mí y me
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tapó la boca con la mano. No tenía ninguna oportunidad.
Nunca en mi vida pensé que me convertiría en una víctima. Pero
tampoco pensé que iba a ser la chica que no se defiende si alguna vez se
enfrentaba a esa situación. Sin embargo, ahí estaba yo, haciendo lo que dije que
no haría. Quedé completamente congelada. Me quedé inmóvil, mientras Adam
se desabrochaba el cinturón y bajaba la cremallera de sus caros pantalones de
marca. Sus turbios ojos marrones, lo sabía, me perseguirían hasta el día en que
muriera. Nunca sería capaz de borrar el recuerdo de él al penetrarme y tomar lo
único que nunca podría recuperar. Mi inocencia. Permanecí allí, cautiva de mi
propio miedo, mientras me deshonraba. Cuando sentí la punzada inicial que
todo el mundo dice que se siente cuando pierdes tu virginidad, mi mente
empezó a protegerse. Mis sentidos dejaron de funcionar completamente.
No recuerdo sus manos en mis caderas mientras se impulsaba en mí,
dejando moretones. No recuerdo su enorme mano acercándose a mi cuello y
apretando, cortando lentamente lo único que me mantenía con vida en ese
momento. Esos dedos largos que había visto lanzar pases ganadores o hacer
una canasta en los últimos segundos antes de terminar, ahora me estaban
matando. Lo que sí recuerdo es el ardor repentino en mis pulmones cuando mi
cuerpo empezó a luchar por su propia voluntad de vivir. Recuerdo el agarre de
Adam cada vez más apretado y sabía que disfrutaba de mi súbito esfuerzo por
respirar. Y recuerdo su embestida final antes de que se retirara de mí, y sintiera
su semen cubriendo mi pierna.
Él me soltó y me desplomé en el suelo, totalmente desnuda. Tosía una y
otra vez, tragando aire y conteniendo las lágrimas. Adam se puso otra vez los
pantalones y me dejó allí. No podría asegurar cuánto tiempo permanecí sentada
en el suelo de baldosas de los vestuarios. Solo sé que fue el tiempo suficiente
para ver pasar el agua de roja a clara, y de caliente a fría.
Nunca hablé de aquella tarde con nadie. Él me dijo que estaría
observándome, y sabría dónde encontrarme. Adam se graduó ese año y fue a la
universidad. Sin embargo, todavía se aseguró de hacerme saber que no se había
ido. De vez en cuando me llegaba un mensaje describiendo lo que quería
hacerme cuando me viera de nuevo. Viví mis dos últimos años de la escuela
secundaria en un estado constante de miedo.
Cuando terminé la escuela, mi vida no volvió a la normalidad. Nunca fui
a la universidad para “continuar con mi educación” como le gustaba decir a mi
abuelo. Solo quería irme de Bay City y escapar de los recuerdos que me seguían
a cada paso. Mi tío Roger, el hermano de mi madre, trabajaba en un campo
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niña?
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Buscó algo en mis ojos que le dijera lo contrario, pero me hice buena en
ocultar algo más que solo a mí misma. Plasmé una sonrisa.
—Sí. Todo está muy bien, Ed.
Dejó la mano allí por un segundo más y luego asintió, liberando mi
hombro. Doblé rápidamente la esquina y salí al aire fresco. Mis pulmones se
sentían apretados y expulsé el aliento que no era consciente que había estado
conteniendo. Dándome un discurso motivacional mental, dije: Puedes hacer esto.
Compórtate normal, quédate tranquila. No le des nada que pueda prevenirlo.
Caminé por el largo pasillo hacia la barra. Mis ojos lo buscaban por
voluntad propia. Descarté la sensación de que quería saber dónde se encontraba
porque tenía curiosidad por él y me convencí de que necesitaba saber su
ubicación, como si fuera el enemigo. Se sentó junto a Slim en el otro extremo de
la barra. Bebía lo que supuse era whisky y coca.
Puedes hacer esto.
Me moví detrás de la barra y me estanqué en el extremo opuesto de
donde se hallaban sentados. Sabía que me comportaba como una idiota con mi
tío, evitándolo cuando estaba aquí para celebrar mi cumpleaños, pero no había
manera de que pudiera trabajar junto a ellos. Mi plan era pasar este turno e ir al
piso de arriba para volver a recomponerme. Tenía que superar las siguientes
cuatro horas.
A medida que avanzaba la noche, The Hole se ponía cada vez más
concurrido. El hecho de que Timber se encontraba sentado a pocos metros de
distancia nunca abandonó mis pensamientos. En un momento durante la noche,
mientras estaba ocupado hablando con mi tío y se hallaba de espaldas a mí,
permití que mis ojos vagaran libremente por él.
Cuando Slim nos presentó, no tuve un buen vistazo de su rostro, pero
noté lo alto que era. Yo medía apenas un metro sesenta, y él llegaba a poco más
de un metro ochenta de altura. La camiseta de tirantes negra que llevaba
mostraba la definición cincelada de sus bíceps. Cada vez que levantaba la mano
para agarrar el vaso, sus músculos sobresalían de la manera más atractiva. Sus
hombros eran anchos y su camisa se aferraba a la extensión de su espalda
mientras el tejido se estiraba hasta una cintura esbelta. Podía ver el tatuaje que
asomaba por debajo de los tirantes y tenía curiosidad por cómo se veía. Los
tatuajes que se notaban, bajaban por la longitud de su brazo izquierdo en una
manga completa. Algunos estaban sombreados de negro, mientras que otros
tenían colores brillantes en tonos azules, rojos y verdes. Eran hermosos. Me
encontré con ganas de estar más cerca para poder examinarlos. Sabía que
35
mirabas, y lo hacías, diría que te interesa. —Se agachó para agarrar una cerveza,
la destapó y regresó a servir sus mesas, impidiéndome que le diera alguna
Página
réplica.
No estaba interesada. Simplemente tenía curiosidad… y cautela. Tenía
que averiguar por qué se encontraba aquí. Pasé las siguientes horas haciendo
que Mel le sirviera el whisky y la coca, mientras aguantaba sus comentarios
para que fuera a hablar con él. Ella no tenía idea de quién era Timber, y no iba a
decirle. Este tipo era alguien que podría hacer que todo el mundo que construí
aquí se viniera abajo. No le daría ni la hora si alguna vez regresaba aquí.
Allí, estaba decidido.
Poco antes de terminar mi turno, el movimiento de Timber me llamó la
atención. Se levantó de su asiento con las piernas inestables y se abrió paso
hasta la entrada. Sentí un repentino impulso de detenerlo. No quería que se
fuera, pero no tenía idea de por qué. Di algunos pasos en su dirección.
Frenando mi loco impulso de seguirlo, me detuve y lo miré haciendo su camino
para salir por la puerta y esperaba que también de mi vida.
No fue hasta que no podía verlo más, que me di cuenta de lo mucho que
lo observé durante toda la noche. Me sorprendí mirando el taburete que ocupó
junto a la barra. Cada músculo de mi cuerpo comenzó a relajarse lentamente.
Era como si hubiera estado esperando que hiciera un movimiento y me diera
una excusa para huir.
Necesitando dar por terminada la noche, me fui a la parte trasera y le dije
a Ed que necesitaba desesperadamente una ducha y que Mel y Beaver podían
cerrar. Estuvo de acuerdo y me deseó un feliz cumpleaños por millonésima vez.
Me abrí paso hasta mi pequeño espacio por encima del bar y decidí que una
ducha caliente calmaría mi cuerpo adolorido.
De pie bajo el agua humeante que calentaba mi piel y liberaba mi
tensión, decidí que necesitaba una estrategia. No fue sino hasta que Timber
estuvo de pie frente a mí, que me di cuenta que no tenía provisiones en caso de
que una cara no deseada viniera a buscarme. Ese pensamiento era muy crítico
para mí, haberme permitido ponerme tan cómoda que bajé la guardia. Cuando
se baja la guardia, no estás preparada. Siempre hay que estar lista para lo
inesperado. Si Adam me ha enseñado algo, es que nunca se conoce realmente
bien a la gente ni lo que son capaces de hacer. Sentí el escozor del agua
demasiado caliente escaldarme mientras hacía un plan para protegerme y
nunca volver a ser una víctima.
37
Página
Traducido por Jane & Sofía Belikov
Corregido por AriannysG
Despertar una mañana de viernes con una cabeza nublada y una resaca
masiva hace maravillas a la ética de trabajo de un hombre. En lugar de llegar en
mis habituales tres minutos tarde, llegué al campo una hora después de la hora
de inicio. Cuando entré en el edificio portátil para marcar mi tarjeta de llegada,
Slim levantó la mirada de su escritorio a través de la puerta abierta en la sala
del extremo.
—¿Un poco tarde, no? —Podía oír la diversión en su tono. Esto hizo que
me doliera la cabeza.
—Por tu culpa. —Fue todo lo que respondí mientras deslizaba mi tarjeta
en el soporte y salía al aire ya demasiado caliente. Me puse un par de gafas de
sol de aviador para algo de alivio de la luminosidad.
Si nunca has estado en Texas durante los meses de verano, no tienes ni
idea de lo abrasador que puede llegar a ser el exterior. Si a eso le añadimos un
poco de humedad, el ambiente de trabajo es una mierda. Afortunadamente para
mí, soy tejano y he tenido que lidiar con ello toda mi vida. Pero en los últimos
meses he visto a muchos hombres entrar y salir de aquí en camillas por
agotamiento debido al calor. Nunca regresaron. Supongo que viajaron desde los
estados vecinos cuando oyeron hablar de los posibles ingresos en metálico y
pensaron que iba a ser un trabajo fácil. No tenían ni idea de que el trabajo
consiste en levantar objetos pesados, vigilar los pozos de perforación,
maniobrar barrenas y entrar y salir a gatas de los túneles. Pocos sobrevivían a
las temperaturas extenuantes, que superaban fácilmente los cien grados día tras
día. Pero no fue el calor lo que puso a prueba mi determinación. Fue el reto.
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Nelson. Roger es muy protector con su sobrina, y el dueño de ese bar lo es aún
más. Te sugiero que persigas a alguien más. Mierda, si estás solo, conozco un
montón de chicas que ni siquiera se lo pensarían dos veces en estar con alguien
como tú.
—¿Me estás llamando guapo, Ed? —bromeé, pero me sentía un poco
frustrado por su negativa flagrante a decirme algo. Menos mal que no me daba
por vencido fácilmente.
—No eres mi tipo. Esos ojos tuyos son demasiado bonitos —respondió
con sarcasmo.
Mirándolo fijamente mientras se metía un puñado de bocadillos para
barbacoa en la boca, decidí explicar las cosas desde un ángulo diferente.
—No estoy detrás de la sobrina de Roger. Solo me resulta familiar, eso es
todo.
Tomó un gran trago de Coca-Cola antes de responderme: —Realmente
no sé mucho de ella, salvo que no es de por aquí. Se mudó aquí hace un par de
años para tratar de alejarse de su antiguo pueblo. Roger se la llevó y se ha hecho
cargo de ella desde entonces. Es bastante tranquila, pero Kat es una buena
chica. Creo que dijo que es de Bay City. ¿Has oído hablar de él?
Mantuve el rostro inexpresivo y desprovisto de cualquier cosa que
pudiera revelar lo que había sospechado. Acababa de confirmar lo que descubrí
anoche.
—He oído hablar de él. Sin embargo, nunca he ido.
—Te sugiero que no le menciones a Roger tu interés por Kat. No le
importaría que fueras su mejor trabajador —dijo, y señaló con el pulgar por
encima del hombro a sus espaldas—. Esa chica lo es todo para él y te pateará el
culo en un instante si la miras mal siquiera.
—Anotado.
Estos tipos no sabían nada de mí, y nunca cuestionarían mis razones para
aparecer en su pequeña ciudad. Lo poco que sabían me hacía estar bien para
ellos. Yo era un veterano del ejército, así que me aceptaron, sin más.
Slim y yo terminamos nuestro almuerzo en silencio. Cuando
terminamos, me levanté y guardé el cubo en la alforja mientras Slim se daba la
vuelta y volvía a su oficina con aire acondicionado. Me quedé de pie junto a la
moto durante un largo minuto y me pasé una mano por el pelo empapado de
sudor. Era más largo de lo que me había dejado crecer en años.
Me había rebelado un poco desde que salí. Llevaba años viviendo con
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—El tipo que llega aquí, coquetea con la prodigio local, piensa que va a
Página
principal del bar. De pie frente a ella, estando así de cerca, sus ojos fijos en mí,
Página
supe que la quería. No estaba seguro de cómo la quería. Solo sabía que quería
estar cerca de ella.
—¿Por qué, Kat? ¿Por qué estás fingiendo que no me conoces? —
pregunté.
—No es de tu incumbencia por qué ya no me llaman Katherine. Y
sinceramente, no quiero tener nada que ver con Bay City. Dejé ese pueblo por
una razón. Una razón que no voy a compartir contigo o con nadie más. Así que,
¿por qué no regresas al bar, coges lo que sea que hayas traído contigo, y te vas?
Si hay algo que no tolero, es que me digan qué hacer. He estado tratando
con órdenes por los pasados cinco años y ya me he cansado de ello. Dando un
gran paso hacia adelante y metiéndome en su espacio personal, incliné la
cabeza hacia abajo así me encontraba a casi el mismo nivel que ella. Estaba tan
cerca que cuando inhalé, pude oler el aroma de su piel. Era una mezcla de coco
y el océano. Era una esencia irresistible y fue directo a mi polla. Cerré los ojos,
tratando de concentrarme y no hacer lo que realmente quería hacer en ese
momento, que era empujarla contra la pared y arrastrar mi boca por todo su
cuerpo.
Abriendo los ojos, dije: —Puede no ser de mi incumbencia el por qué te
fuiste y respetaré eso, Kat. Pero entiende esto. Me iré cuando quiera irme, haré
las preguntas que quiera hacer, y soy un prepotente bastado. Te he conocido
como Katherine desde que éramos adolescentes, así que no será fácil para mí
llamarte de otra forma así como así. También he notado unas cuantas cosas
desde que entré a este bar. Has cambiado tu apariencia. Has cubierto parte de
este hermoso cuerpo con tatuajes. —Dejé que mis ojos la recorrieran—. Me
gusta. —Su boca se abrió ligeramente—. Te vistes más provocativamente de lo
que solías hacerlo, lo que atrae más atención por parte de los hombres. Estoy
seguro de que es una atención indeseada, pero también estoy seguro de que
eres una chica inteligente y estás consiente de lo que les provoca. Has perdido
los lentes, y llevas mucho maquillaje. He estado observando a las otras personas
que trabajan aquí por las pasadas dos noches. Son protectores contigo,
especialmente el tipo en la puerta. Por qué te cuidan así, no lo sé. Como dije,
respetaré la razón por la que te fuiste, pero estoy seguro de que comenzaré a
hacer preguntas bastante pronto.
El silencio entre nosotros persistió por tanto tiempo que ni siquiera
estuve seguro de si oyó alguna palabra de lo que dije. Sabía que estaba
presionando mis límites con una chica que apenas y conocía hace muchos años,
pero no podía evitarlo. Tenía un atractivo que me hacía querer estar a su
alrededor. Mi cuerpo estaba tenso por el deseo, pero mi cerebro y nervios se
sentían más calmados estando así de cerca. Parecía de doble estándar, pero
estaba bien con ello.
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Página
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Adriana
diferente del resto de los chicos con los que salía. No provenía del tipo de
familia que sus amigos provenían. Trabajaba en la tienda empacando las
compras y ayudando a ancianas con sus carritos. Sabía que sus amigos lo
molestaban por ello, pero también lo escuché un día diciéndoles algo que los
sorprendió, que tenía que trabajar por los equipamientos que usaba, pero que
eso no lo hacía inferior a ellos. Él sabía, al igual que el resto de ellos, que era
aceptado en su círculo social solamente por ser atractivo. Debió haber sido triste
para él saber que su aspecto era todo lo que tenía a su favor. Pero yo sabía más
que eso. Fui asistente del profesor en su clase de biología y me ofrecí varias
veces en los ensayos. Timber era inteligente. Muy inteligente, de hecho. Le dijo
una vez al Sr. Kent que quería ir a la escuela de medicina y trabajar en la
biomedicina. Quería encontrar curas para el cáncer, arreglar los problemas de la
infertilidad, y hacer del mundo un lugar mejor. Mentalmente, rodé los ojos ante
esa idea. Sr. Perfecto quería brindar la paz al mundo. De acuerdo, técnicamente
añadí lo último sobre querer hacer del mundo un lugar mejor, pero en serio, eso
es lo que él quería hacer. ¿Qué chico adolescente piensa en esas cosas?
Echándole un vistazo a mi reloj, me di cuenta que estuve acostada ahí
por una hora más de lo que normalmente lo hago. Era domingo, mi día de
playa. Hora de levantarme, ponerme mi traje de baño y salir de aquí. Me puse
mi bikini negro, mis pantalones cortos que eran deshilachados en los bordes, y
agarré mi nuevo libro que pedí prestado en la biblioteca. Poniéndome un par de
sandalias, y arreglando mi cabello en un moño desordenado, bajé las escaleras
del bar, cerrando con llaves al salir. Conduje unas cuantas cuadras hasta la
playa, salí, agarré mi toalla que mantenía en el asiento trasero, y caminé hasta
mi lugar habitual. Se hallaba a unos treinta metros del muelle y era perfecto
para tomar el sol. Cuando me instalé por completo, recostada sobre mi
estómago, me perdí en el primer capítulo de mi libro y me enganché con la
historia con rapidez. Después de un tiempo leyendo y escuchando el sonido de
las olas ondulando sobre la arena, me debí haber quedado dormida. Cuando
desperté, mi rostro se encontraba en la cima de la última página que leí. Mi
brazo se sentía adormecido por estar levantado sobre mi cabeza en una extraña
posición por tanto tiempo. Parpadeando repetidamente, levanté mi rostro y vi a
alguien sentado junto a mí, bloqueando el sol.
Quedándome con la boca abierta, vi a Timber a un metro de distancia
con los brazos descansando sobre sus rodillas dobladas, mirando perdidamente
el agua.
—Así que, ¿esto haces en tus días libres? —Su voz era como un
electroshock a mi cuerpo adormilado. Debió haberme visto moverme, y supo
que me desperté.
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—Kat, no tienes que irte por mi culpa. Me iré si estás muy incómoda con
Página
mi presencia aquí.
Suspiré profundamente. Buscando en su rostro cualquier señal de que no
quería decir lo que dijo, vi que era honesto. Está bien, en serio, estaba siendo
una gran perra con él. Decidiendo que necesitaba relajarme y verlo estando aquí
desde un ángulo diferente, bajé mi bolso y suavicé mis expresiones.
—Mira, lo siento. Simplemente no estoy acostumbrada a quedarme
dormida en la playa y despertar con alguien sentado a mi lado. Luego
comienzas a coquetear conmigo y no sé cómo tomarlo.
Soltó una carcajada. —¿Piensas que coqueteaba contigo?
¿Malinterpreté sus comentarios de él ligando conmigo? Sintiendo que mi
rostro enrojecía de vergüenza, le dije: —Sí. Ummm, ¿no es así?
Se inclinó por lo que sus ojos se encontraban al nivel de los míos.
—Supongo que sí. Pero si coqueteara de verdad contigo, me aseguraría de
que lo supieras.
Tragué con dificultad. Ya hacía casi treinta grados afuera y con él tan
cerca sentía la piel en llamas. Desesperada por una excusa para alejarme de él y
calmarme, me puse de pie abruptamente.
—Iré a nadar —anuncié.
Observándolo, se encontraba recostado sobre mi toalla de playa, con una
mano en la arena apoyando su peso y la otra descansando sobre su rodilla.
Levantó la cabeza lo suficiente por lo que pude ver sus pálidos ojos azules
mirándome de pies a cabeza. Sentí como si hubiera estado en una exposición.
Su mirada fue de mi rostro, bajando por mis pechos que se exhibían para el
placer de su vista, y luego dirigirse más abajo por mi estómago que sentí era
muy regordete, pero aún me ejercitaba para mantenerlo delgado. Recorrió mis
piernas con los ojos, y volvió a subir. Respiraba con dificultad, y no podía
aguantar la intensidad de su mirada. Rápidamente me quité mis pantalones
cortos y bajé por la playa para ir al agua. El golfo durante los meses de verano
era como entrar en el agua del baño. Se mantenía a unos constantes veintinueve
grados. Cuando estuve completamente sumergida hasta la cima de mis pechos,
me volteé justo para ver que Timber se hallaba de pie para quitarse su franelilla
gris.
Mátenme.
Era perfecto. Balanceándome aquí en el agua lo suficientemente lejos que
no podía ver exactamente donde mis ojos se encontraban, lo miré con descaro.
Nunca antes vi nada como él, al menos no en una persona o donde el
Photoshop no tuviera nada que ver con ello.
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Timber era alto. Anoche noté que era más alto que yo por casi un buen
Página
una gran ola nos golpeó y caímos de espalda, atrapándonos con la guardia baja.
Página
Hundiéndose, llegó hasta mí para ayudarme a salir del agua. Tragué un poco
de agua por la nariz y quemaba. Debió haber emergido de la superficie primero
porque cuando me levantó, salí tosiendo y escupiendo.
—¿Estás bien? —Parecía preocupado.
Arrugué mi nariz, con lágrimas en los ojos. —Dios, esa me sorprendió.
—¿A ti? Soy un adulto y me derribó. —Pude escuchar la diversión en su
voz.
Le di una pequeña sonrisa y me volteé para volver a la orilla. —Bueno,
no me quedaré aquí y esperaré a que otra me golpeé. Además estoy muriendo
de hambre. Necesito ir a casa y prepararme algo de cena.
Seguía justo detrás de mí. Esperaba que no mencionara lo que sea que
pasó ahí. No quería analizarlo, y no quería que sucediera otra vez. ¿Eso creo?
Cuando volvimos a mi toalla, me agaché para agarrarla y envolverla
alrededor de mi cuerpo. Con el viento soplando, me sentí tiritar.
—¿Tienes frío? —Comenzó a dar un paso hacia mí, pero retrocedí uno.
—No, en realidad no. —Bajé la mirada a mis pies, sin querer encontrar su
mirada.
Timber frunció el ceño ante mi gesto. Pasó su mano por su desordenado
y calado cabello oscuro. Sobresalía en todas las direcciones lo que causó que
una risita saliera de mi boca.
—¿Qué? —preguntó.
—¡Tu cabello es un completo desastre! —Sonreí con suficiencia.
Sacudió la cabeza, lo cual provocó que pequeñas gotas volaran en mi
dirección. Levanté mis manos intentado bloquearlas. Chillé y me reí.
Cuando se detuvo, me sonreía. Levantando su ceja en una tonta manera,
dijo: —¿Y ahora? ¿Mejor?
Incliné mi cabeza a un lado e intenté esconder mi sonrisa al morder el
interior de mi mejilla. —Mucho mejor. ¡No luces como un perro mojado!
Soltó una carcajada y miró por encima de mi hombro. —Perro mojado…
nunca escuché esa antes. Supongo que algunos perros pueden ser tiernos
mojados.
Ajá. Escarbaba por un cumplido y le ladraba al árbol equivocado. En
otras palabras. No le daré uno, en especial cuando se suponía que me protegía a
su alrededor. Rodando los ojos, me agaché, agarré todas mis pertenencias y
comencé el camino hacia mi auto. Escuché el arrastre de pies en la arena detrás
55
de mí.
Página
—¿Oye, Kat? —Caminó hacia su vehículo, el cual se hallaba estacionado
junto al mío.
—¿Sí?
—¿Por qué mejor no vienes a mi casa para cenar? No tengo mucha
comida, pero podría parar rápido en la tienda y comprar algunos fideos. Hago
unos espaguetis increíbles.
Mi primer instinto fue decirle “demonios, no”, entrar en el auto y
alejarme. Sin embargo, la mirada en su rostro decía que esperaba con sinceridad
que dijese que sí. ¿Por qué tenía tanto interés en mí? Aun necesitaba descubrir
si tenía una razón alternativa al estar en Port O’Connor. Este lugar apenas está
localizado en el mapa. La gente no llegaba aquí porque quería. Aun así, no
pude ignorar que me sentía atraída por él. ¿Cómo podía defraudarlo tan fácil?
No quería que luciera como un perro mojado y como si lo hubiese pateado.
Decidiendo ofrecer algo más en un lugar que pudiese controlar mi entorno, le di
una opción diferente. Sería una manera de conseguir algo de información de él.
—Creo que voy a declinar la cena. —Su rostro se entristeció—. Pero Mel,
Beaver y yo jugaremos cartas mañana después de que cierre el bar. No
apostamos dinero ni nada, pero bebemos y nos relajamos —le dije.
Sus ojos se iluminaron. —¿Me estás pidiendo que pase por el bar?
—No, no estoy pidiéndote nada, simplemente diciéndolo, así no tienes
que acosarme. Estoy diciéndote mis planes. Supongo que si llegas a estar ahí,
entonces supongo que tendríamos cuatro personas para jugar cartas en lugar de
tres como de costumbre. —Me rehusaba a dale la satisfacción de en realidad
invitarlo.
—Entonces supongo que podría ver donde termino mañana. —Me guiñó
el ojo antes que subiera a su Harley y se alejara.
¡Hijo de puta! ¿En qué pensaba? Acabo de invitar a un tiburón a una
piscina llena de sangre. Era imposible que saliera ilesa mañana por la noche. Iba
a comenzar a hacer preguntas. Claramente, era vulnerable a su alrededor. La
reacción de mi cuerpo hacia él era pura lujuria. Pero tal vez podría evitar
cualquier indagación indeseada que se centrara en mí. Beaver y Mel estarían allí
para actuar como mis protectores así que al menos tenía eso. Podría ser la que
hiciera los tragos, no bebería alcohol, y sería capaz de estar controlada. Sí, eso
era lo que haría. Solo un problema… mis planes parecían irse a la mierda
cuando él estaba involucrado.
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Página
Traducido por Val_17 & Jasiel Odair
Corregido por Anakaren
suficiente podría averiguarlo. Que era lo que pensaba hacer con Kat. Iba a beber
Página
Junta el número de trucos que creas que puedes hacer antes de comenzar la
Página
partida. Los perdedores toman un chupito. Vamos a hacer esto. —Él nos pasó
siete cartas a cada uno.
Me miré la mano y luego miré a Kat. Se revolvió un poco en su asiento.
Lo supiera o no, se estaba delatando. No tenía nada. Yo tenía una mano
decente, al menos suficiente para hacer tres bazas. Mientras íbamos por la mesa
anunciando cuántas creíamos que podíamos hacer cada uno, le llegó el turno a
Kat. Sin darse cuenta se mordió el labio inferior. Joder, iba a ser un juego largo
si seguía con esa mierda. Me reajusté sin que nadie se diera cuenta.
—Uno —fue todo lo que dijo, concentrándose con fuerza en las cartas en
su mano.
Todos empezamos a bajar nuestras cartas, vuelta a vuelta. Saqué mis tres
trucos a la primera. Ahora solo tenía que asegurarme de no quedar atrapado
con otras manos. Cuando la última mano fue jugada, Beaver ganó y logró los
dos trucos que dijo. Desafortunadamente para Mel y Kat, una se excedió con
sus números y a la otra le faltó.
—¡Hora de los chupitos! —gritó Mel, mientras ambas tomaban uno.
Agarró un par de rodajas de limón y le entregó una a Kat, manteniendo la otra
para sí misma—. Si seguimos así, chica, va a ser una larga noche y una mañana
incluso más larga. —Tomando su chupito, miró a Kat con expectación.
Kat me miró, luego de regreso al alcohol delante de ella. —¿No podemos
solo tomar cerveza esta noche? Ambos saben que el tequila no me sienta bien.
—¿De qué estás hablando? —dijo Beaver—. Siempre usamos tequila, así
que trágatelo, princesa.
Volvió a mirarme, cogió con cuidado el salero y sacó la lengua para
mojarse una mancha de la muñeca. Agitó la sal sobre la zona humedecida y
sacó la lengua, lamiéndola toda. Cogió el vaso, inclinó la cabeza hacia atrás y se
bebió el líquido de un trago, se metió la lima entre los labios y chupó el amargor
de la fruta. Necesité todo de mí para no gemir mientras la veía hacerlo. Mis
manos se cerraron en puños bajo la mesa. Sí, definitivamente va a ser una noche
larga.
Durante la siguiente hora, me las arreglé para evitar todos los disparos
menos uno. Beaver estaba justo detrás de mí con haber tomado tres. Y Mel y
Kat se habían tomado media docena cada una. Mel estaba jugando con el
equipo de música que sonaba en todo el bar, y puso una nueva canción llamada
“Royals” de Lorde. Movía las caderas y se acercaba a la mesa. Miré a Beaver, que
estaba completamente embelesado con ella. Pobre cabrón, se estaba ahogando y
ni siquiera lo sabía.
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Página
Traducido por Mary Haynes & Jasiel Odair
Corregido por Amélie.
de la persona que tenía debajo. Mi mano fue recibida por una carne suave y un
grito ahogado que salió más femenino de lo que esperaba. Al centrar la vista en
Página
el rostro que tenía debajo, observé los aterrorizados ojos color avellana que me
miraban. Kat tenía las manos a los lados, con las palmas abiertas, en un gesto de
rendición.
—Mierda —fue todo lo que pude decir.
69
Página
Todo mi cuerpo estaba siendo presionado contra el suelo duro y Timber
estaba encima de mí con un cuchillo en mi cuello. Sus ojos eran absolutamente
salvajes e irreconocibles. Tenía demasiado miedo, pero también sabía de alguna
manera que nunca me haría daño. Que cosa tan extraña para estar pensando
cuando había una hoja presionado en mi piel.
Vi como sus ojos se aclararon y que ahora realmente me miraban.
—Mierda —soltó.
—¿Timber? —Apenas susurré.
Su cuchilla cayó de su mano e hizo un ruido tintineante cuando golpeó el
suelo. Parecía que iba a vomitar. Tragando saliva, sus ojos buscaron por toda mi
cara y, después, por mi cuello.
—Oh, cielos, ¿qué he hecho? —Él hablaba tan bajo que casi no lo podía
escuchar.
Muy tentativamente extendí la mano para tocarle la mejilla. Tan pronto
como mis dedos se pusieron en contacto con su piel, se bajó de mí tan rápido
que habrías pensado que lo quemé. La expresión de dolor en sus ojos hizo que
mi corazón doliera.
—¿Timber? —pregunté de nuevo, solo un poco más fuerte.
Se paseó de un lado a otro varias veces antes de detenerse y mirar al
suelo. Se pasó las manos por el pelo y suspiró. Yo seguía completamente
inmóvil en el suelo, sin saber qué hacer a continuación. Lentamente, volvió a
mirarme. Sus facciones se endurecieron y supe que oficialmente me había
dejado fuera.
—¿Estás bien? —Su tono era cortante.
Apenas asentí con la cabeza.
—Bien. Me tengo que ir. —Agarró sus llaves del mostrador de la cocina y
salió por la puerta antes de que tuviera la oportunidad de procesar lo que
acababa de suceder. Poco a poco rodando sobre mi estómago, puse mi cabeza
en mis antebrazos.
¿Qué diablos acababa de suceder aquí? Apenas recordaba algo de la
noche anterior. Cuando me desperté había mirado alrededor de mi habitación
70
todavía a oscuras. Mi estómago había rodado por el alcohol. ¡Nunca iba a beber
Página
***
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Página
Me encantaba pasar por la oficina de correos para hablar con Marg y
Henry. Llevaban el negocio desde hacía cincuenta años. Cuando los miraba,
podía ver cómo habrían sido Ed y Rose. Me dolía un poco por Ed porque su
amor se había ido, pero también me gustaba saber que había tenido un amor
así.
Marg llevaba el mostrador, pesaba los paquetes, vendía sellos y colocaba
el correo en los apartados postales. Henry normalmente trabajaba en la parte de
atrás y clasificaba el correo entrante y saliente. Después de que Henry sufriera
un infarto delante de la casa de alguien hace cinco años, contrataron a alguien
más joven para que condujera el coche correo. Desde entonces, él y Marg
decidieron que era mejor tenerlo cerca por si ocurría algo más. Después del
infarto le pusieron un marcapasos, pero la pobre Marg seguía muerta de miedo
por haber estado a punto de perder a su marido.
—Buenos días, mi preciosa niña. ¿Y cómo te va en este hermoso martes?
—Marg me saludó con una sonrisa cálida.
La miré a los ojos amables de color azul claro que me recordaban mucho
a los de mi propia abuela y respondí: —Estoy bien. Simplemente estoy dejando
algunos correos de Ed. ¿Tienes algo allí que te gustaría que llevara?
—Bueno, déjame ver. —Caminó hacia el fondo por un minuto y salió con
una pequeña pila de sobres. Me los entregó—. Aquí tienes, querida.
—Gracias, Marg. Voy a darle tus saludos a Ed.
A mis espaldas dijo: “sí, señora”. Pero antes de irme, me decidí a hacer
una pregunta.
—Oye Marg, ¿puedo preguntarte algo?
—Por supuesto. Me puedes preguntar lo que quieras.
Me mordí el interior de mi mejilla, sin saber por dónde empezar.
—Henry sirvió en el ejército, ¿verdad?
—Por supuesto. Durante veintitrés años. ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno, porque tengo un amigo. Lo conozco hace un tiempo y llegó
recientemente a la ciudad para trabajar. —Divulgué esta pequeña información,
sabiendo que ella nunca iría por allí esparciendo chismes—. De todos modos,
acaba de salir del Ejército, pero me había enterado que estuvo de servicio en el
extranjero. Parece... diferente.
Asintió con la cabeza en comprensión. —Eso es porque lo es, cariño.
—¿Qué quieres decir?
72
para ti.
Página
—Uh oh. Por la expresión de tu cara, estoy casi segura de que no quiero
saber.
Negó con la cabeza. —De ninguna manera, tienes que saber cada jugoso
detalle. Trae esas bolsas de fruta y siéntate. Podemos cortarla mientras emplato.
Me dirigí al mostrador y me senté en un taburete de la barra en frente de
ella. Se agachó para agarrar un cuchillo, una tabla de cortar y nos dividimos el
trabajo.
Mel comenzó a rebanar y a hablar. —¿Recuerdas algo de anoche?
—Sí, un poco. ¿Por qué?
—Básicamente nos dijiste a Beaver y a mí que debíamos follar y
superarlo de una vez. —Dejó de cortar para mirarme, levantando la ceja.
Recordé vagamente decir algo por el estilo, pero me hice la tonta y seguí
trabajando cortando rodajas de limón—. De todos modos, creo que eso fue
como un shock para Beaver porque me preguntó si es que era cierto.
—¿Si es que era cierto?
—Si me gustaba y quería hacer “lo sucio”. Me acusó de jugar con él.
Acabé dándole una bofetada en toda la cara y le dije que podía coger su boca
increíble e irse a volar una cometa, y que cualquier interés que yo hubiera
tenido estaba ahora fuera de la mesa. ¿Te puedes creer que lo único que me oyó
decir fue “boca increíble”?
Me reí. —Sí, lo creería totalmente.
—Sí, yo también, porque después de un poco de lucha, cuando Timber te
había llevado arriba, terminó levantándome, tumbándome en esta barra y
haciendo de las suyas conmigo. —Suspiró soñadoramente—. Es verdad, sabes.
Cómo obtuvo su apodo y todo eso.
Mi sonrisa fue rápidamente borrada de mi cara y reemplazada por
disgusto.
—¡Qué asco! ¿Follaron en el bar? ¿En esta barra? ¿En la que estamos
cortando fruta? Oh Dios. Por favor, dime que la desinfectaste.
Soltó una risita boba. —La limpie a fondo, tonta. Cálmate.
—¿La limpiaste a fondo? ¿Con qué, jabón y agua?
—Voy a darte una cachetada si sigues arruinando mi momento de
“Acabo de recibir el mejor sexo oral de mi vida”. Y lo fue.
Me atraganté. Tapé mis oídos, empecé a cantar, —La la la... No te puedo
74
Las dos nos echamos a reír y cortamos rodajas más rápido, necesitando
terminar antes de que The Hole abriera en un par de horas.
—No más detalles escabrosos, ¿de acuerdo?
—Psh, si voy a echar un polvo, vas a saber al respecto.
Oh Dios.
***
—¿Cómo lo conoces?
Bajé la mirada a mis manos apoyadas en el regazo.
—Timber y yo asistimos a la misma escuela. No socializábamos en los
mismos grupos ni nada de eso, pero sabíamos el uno del otro. —No quería
compartir más sobre él que eso. Haría más preguntas que no estaba dispuesta a
responder—. De todos modos, fue un poco sorpresivo cuando tú y Roger lo
llevaron al bar la otra noche. No lo había visto en casi seis años.
—De acuerdo, pero eso no explica por qué estás aquí buscándolo.
—Una vez más, con las observaciones, Slim. Ya basta. —Puso los ojos en
blanco—. Bien, bien, se presentó en la playa hace un par de fines de semana.
Expresó cierto interés. Me invitó a cenar, pero me negué. En lugar de eso le dije
que podía venir a The Hole y jugar a las cartas.
Las cejas de Slim subieron. —Kat, nunca le has pedido a nadie que vaya a
jugar a las cartas con ustedes tres. ¿Debo suponer que hay algo diferente aquí?
—No, no es nada de eso —le mentí en un murmullo—. Yo solo trataba de
hacer que se sintiera más como en casa.
—Aja. —Él no me estaba creyendo.
—De todos modos —dije en un tono más fuerte—, me di cuenta de que
no ha venido con nosotros desde esa noche. Estoy un poco preocupada por él,
es todo. Me imaginé que podía llegar hasta aquí para ver cómo estaba, para ver
si estaba bien, pero no vi su motocicleta por ahí. ¿Alguna idea de dónde podría
estar?
Slim se inclinó hacia delante, juntando los dedos debajo de la barbilla.
—Pequeña, tengo que decir que no creo que sea buena idea involucrarte
con él. Es un poco más duro ya que estuvo en la Armada.
—Slim... —Mi voz se elevaba lentamente—. Aunque hubiera algún tipo
de implicación, francamente no es asunto tuyo. —No quería ser dura con él,
pero me enfurecía que intentara alejarme de alguien que tenía problemas.
Después de todo, yo tenía mis propios demonios y él lo sabía.
Exhaló por la nariz. No dijo nada durante varios segundos, obviamente
intentando decidir si iba a responder a mi pregunta. Cuando por fin habló, yo
también exhalé un suspiro que no me había dado cuenta de que había estado
conteniendo. —Vive en esos apartamentos justo al lado de Haddok Lane. —Yo
ya estaba de pie antes de que terminara—. Kat, espera. —Me detuve con mi
mano en el pomo de la puerta—. Necesito que tengas cuidado con él. He visto
su mirada atormentada y no quiero que te hagas daño. Prométeme que tendrás
cuidado.
77
***
cabeza.
—No, Timber.
Siguió mirándome a los ojos. Estaba nadando en un mar azul. Le
observé, su mirada iba y venía, suplicándome que necesitaba esto. Necesitaba
cuidarme ahora. De nuevo intentó levantarme la camiseta, y esta vez le dejé.
Levanté los brazos cuando me la puso por encima de la cabeza, se inclinó hacia
mí y cogió una toalla. Me secó del mismo modo que yo lo hice con él. Cuando
llegó a mis piernas, me bajó los pantaloncitos y me dejó en bragas y sujetador. A
pesar de lo expuesta que estaba ante él, y de lo aterradora que me resultaba la
idea, sabía que era él quien se estaba exponiendo a mí. Cuando terminó, se
levantó y me acompañó fuera del cuarto de baño hasta su dormitorio. Bajó las
sábanas y se echó hacia atrás, esperando a que me metiera. Cuando me tumbé,
se arrastró a mi lado y me atrajo hacia él. Aún estábamos envueltos en nuestras
toallas, pero me sentía desnuda. Timber cerró los ojos.
Mi mente trabajaba horas extras. Nunca había visto a alguien tan
destrozado. De algún modo había encontrado la forma de reconfortarle, pero
¿qué pasaría la próxima vez, o la siguiente? ¿Sabría yo lo que necesitaba?
¿Querría estar aquí la próxima vez? Su respiración se calmó y supe que se había
dormido. Cerré los ojos y me convencí de que me lo tomaría día a día. Timber
no tenía a nadie aquí. No tenía familia y, en cuanto a amigos, solo conocía a
Roger y a Slim. Se me partía el corazón solo de pensar en dejarlo solo, sabiendo
que podría volver a ese lugar oscuro de su mente. ¿Quién sabe cuánto tiempo
habría estado allí sentado en el agua fría, completamente retraído? Me
estremecí y los brazos de Timber me rodearon con fuerza. Suspiré profundo y
dejé que mi cuerpo se perdiera en el sueño. Por primera vez en seis años
encontraba una sensación de seguridad, y era extrañamente en los brazos de un
hombre que posiblemente estaba más perturbado que yo.
81
Página
Traducido por Amélie.
Corregido por Lizzy Avett’
Me detuve a pensarlo.
Página
—Fritos. —Regresé a la cocina y apoyé la cadera en la encimera. La
observé moverse por mi espacio como si viviera aquí. Como si conociera el
lugar, sacó leche de la nevera, que yo tampoco tenía, y siguió cocinando. Me
sentía como en una especie de zona crepuscular. No estaba enfadado, pero era
un poco inquietante. Me había dado cuenta de que las pocas cajas que tenía por
ahí ya estaban desembaladas y guardadas.
—¿Desempacaste mis cajas?
Dejó de hacer lo que hacía y se volvió hacia mí, con una espátula aún en
la mano. —Sí, lo siento. Sé que no debería haber tocado tus cosas, pero este
lugar realmente estaba destrozado. Solo quería hacerlo más acogedor para ti,
supongo.
—Kat, no tengo cafetera.
Parecía avergonzada mientras jugueteaba con el mango de plástico de la
espátula. —Fui a comprar una.
—No tengo huevos.
Ahora ni siquiera me miraba a los ojos. —Fui al supermercado y compré
algunos, junto con algunas otras cosas. En realidad, no es una gran cosa.
—Sí, lo es. —Su cabeza se elevó a mirarme. Negué con la cabeza, una
pequeña sonrisa en el borde de mis labios—. ¿Por qué me trajiste estas cosas?
Se encogió de hombros. —¿No necesita café y huevos todo el mundo?
—No.
Enderezó la espalda, con tono áspero. —Bueno, yo sí, y estoy aquí ahora
mismo, así que te estoy haciendo el puto café y los huevos. Puedes darme las
gracias, o puedo recoger esta mierda y llevármela a mi casa y disfrutarla a solas.
—Terminada su breve perorata, me dio la espalda y siguió cocinando, actuando
con total indiferencia.
Esbocé una sonrisa diabólica, aunque ella no podía verla. Me acerqué y
me paré encima de ella. Puse los brazos a ambos lados del cuerpo de Kat,
enjaulándola, y me incliné para oler los huevos. Dejó de hacer lo que estaba
haciendo y se quedó completamente quieta. Al igual que la noche en el bar,
acerqué mis labios a su oreja y soplé suavemente, disfrutando de ver cómo se le
ponía la piel de gallina.
—Gracias. Has sido muy considerada.
Me incliné y besé suavemente la piel de su cuello. La sentí estremecerse.
Me excitaba saber que provocaba una reacción en ella. Sin embargo, justo
84
cuando pensaba que tenía la sartén por el mango, me tomó por sorpresa. Se dio
Página
la vuelta y me miró acalorada antes de casi abalanzarse sobre mí. Sus labios se
estrellaron contra los míos. Todo su cuerpo chocó conmigo y no pude evitar el
gruñido que salió de mí. Kat separó ligeramente los labios y su lengua apenas
rozó mi boca. Eso me impulsó a profundizar el beso, abriendo la boca por
completo e introduciendo mi lengua en la suya. Sabía a café mezclado con su
barra de labios de fresa. Era embriagador al mezclarse con su aroma a coco.
Como no quería agacharme más y necesitaba sentirla aún más, me rodeé el
cuello con sus brazos y la cogí por la parte superior de los muslos, caminando
hacia la encimera que no estaba en uso. Ella accedió fácilmente y se agarró.
Cuando la dejé sobre la superficie dura, rompí el beso brevemente,
arrastrando los labios por el lateral de su boca hasta su cuello. Ella inclinó la
cabeza hacia un lado, dándome acceso completo a su delicada piel. Recorrí su
clavícula hasta el hueco de su cuello. Cada parte de ella olía increíble. Gimió
suavemente, y mi pene, ya duro, dio un respingo al oírla. Volví a acercarme a su
boca, la miré a los ojos y le aparté el pelo que le había caído sobre la frente.
Cerró los ojos cuando mis dedos la tocaron. Dios, deseaba a esta chica más que
a nada en mi vida.
Volví a acercar mi boca a sus labios exuberantes y me obligué a ir más
despacio. Quería saborearla. La besé suavemente. Sus manos se hundieron en
mi pelo, acercándome aún más. Me volvía loco y me resultaba imposible ser
delicado. Mis manos rodearon su espalda y bajaron hasta sus nalgas. Agarré sus
mejillas y apreté su cálido centro contra mi pene tieso, apretándome contra ella.
De repente, Kat rompió el beso y me dio un sutil empujón, indicándome
que diera un paso atrás. Me quedé allí de pie, observando cómo su pecho subía
y bajaba en rápidas respiraciones. Mi propia respiración era agitada y mis
pantalones cortos se abrieron delante de mí. ¿Qué había pasado? Creía que nos
gustaba a los dos. Me maldije a mí mismo por haber presionado demasiado y
demasiado rápido. Me pasé la mano por el pelo revuelto que ella me había
estado tirando hacía menos de treinta segundos. Pasaron unos minutos en
silencio y ella bajó la mirada. Necesitaba romper la tensión que había en el aire.
—Kat, ¿hice algo mal?
Negó con la cabeza. Vaaaale... entonces, ¿qué era? La miré atentamente,
esperando que me diera alguna indicación de qué hacer para mejorar la
situación, pero no obtuve nada.
—Escucha, lo siento por presionarte. Si te he hecho daño, no era mi
intención.
Fue entonces cuando me miró, con los ojos brillantes de lágrimas no
derramadas. —No me has hecho daño, Timber.
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de pasar?
Una sola lágrima resbaló por su mejilla. Volvió a mirar hacia abajo. Noté
que le temblaban las manos y empezó a retorcérselas. Sé que no le hice daño,
porque me lo dijo, pero esto parecía algo más. Pequeños temblores sacudían su
cuerpo como si tuviera miedo de algo. No era una reacción normal a lo que
acababa de pasar entre nosotros. Volví a dar un paso hacia su espacio y ella
levantó la mano, deteniéndome en seco.
—Por favor no —pidió. Sus ojos estaban llenos de tristeza.
—¿Qué ocurre, Kat?
—No quiero hablar de ello. —Se mordió el labio y miró hacia la cocina.
Jadeó y giré la cabeza en su dirección. Nos habíamos olvidado de los huevos
que seguían cociéndose. Se estaban quemando y empezaban a echar humo. Me
incliné y agarré el asa, tirando la sartén al fregadero. El agua chisporroteaba al
tocar el metal caliente. Bajó de la encimera y preguntó—: ¿Te importa si uso tu
ducha? No me he duchado desde ayer y me siento un poco sucia.
Sabía que quería decir algo más, pero asentí con la cabeza.
—Por supuesto. —Cuando Kat se alejó y desapareció tras la puerta
cerrada del baño, respiré hondo. Mi cuerpo estaba lleno de nervios, pero por
suerte mi pene se había calmado. Algo que yo había hecho la había empujado a
parar, lo que estaba pasando. Nunca una chica me había parado así. Quería a
Kat, pero no estaba seguro de qué hacer en este momento. Caminé hacia la
mesa y me senté. Me incliné hacia delante y apoyé los codos en las rodillas.
Reproduciendo los escenarios en mi cabeza, pensé que tal vez si lo intentaba de
nuevo, ella posiblemente dejaría que continuara y terminaríamos haciendo lo
que ambos claramente queríamos. Y ella no podía mentirme al respecto. Había
sentido su cuerpo enroscado por la necesidad. O podía volver a intentarlo y que
ella me apartara como acababa de hacer, y yo me iría con el peor caso del
mundo de bolas azules y ella podría no volver a hablarme nunca más.
No pude soportar la última parte. Mirando alrededor de mi casa, algo en
esta chica me mostró que empezaba a preocuparse. Limpió todo y desempacó
mis cosas. Demonios, incluso fue a comprar comida por mí. La gente no hace
eso sin más. Ayudan, pero no tanto como ella lo había hecho en las últimas
veinticuatro horas. Además, considerando cómo me encontró ayer, nunca
entendería por qué no cerró la puerta y se fue. Debía de parecer un completo
lunático soltando mis problemas como un loco. Tengo demasiada mierda en mi
cabeza como para llenar la suya con la misma mierda. No le haría eso a ella. Y
algo me decía que ella estaba lidiando con sus propios demonios ahora mismo y
no necesitaba que la molestaran con los míos. También me di cuenta de que,
independientemente de cómo me hubiera visto, no me sentía ni remotamente
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habría enfadado. Pero ella me consoló como nadie lo había hecho antes.
Oí que el agua de la ducha se cerraba unos diez minutos después de que
ella entrara. Salió con unos pantalones cortos negros que dejaban ver sus
preciosas piernas y una camiseta gris de tirantes. El pelo de Kat seguía mojado
y la luz que entraba por las ventanas del salón reflejaba sus mechas rojas,
haciéndolas más vivas.
—¿Tienes algún cepillo que pueda usar? —preguntó.
—Tengo un peine. ¿Te sirve?
Kat asintió con la cabeza y pasé a su lado de camino al baño. Me siguió.
Metí la mano en el botiquín, le di mi peine negro y me aparté. Empezó a
cepillarse los largos mechones, con pequeñas gotas cayendo de las puntas de su
pelo mojado. Me entraron unas ganas terribles de quitarle el peine de la mano y
peinarla yo mismo, pero me mantuve a distancia. En lugar de eso, le hice una
pregunta.
—¿Te tomaste la noche libre?
Me miró a través del espejo y asintió con la cabeza.
—¿Le pareció bien eso a Ed?
—Si. Nunca pido tiempo libre, así que estuvo más que encantado de
dármelo.
—¿Te preguntó por qué? —pregunté.
—No, sabe que si quisiera hablar con él de ello, lo haría.
Ahora era mi turno de asentir. Me quedé mirándola hasta que terminó de
deshacer todos los nudos. —¿A qué hora tienes que estar en el trabajo esta
noche?
Se giró y me miró, apoyándose en el lavabo. —No tengo que estar hasta
las cinco.
Necesitaba que se sintiera relajada. —Tengo una idea. ¿Qué te parece si
alquilamos unas películas y nos tumbamos en el sofá hasta que te tengas que ir?
—Me acerqué y le toqué las costillas. Intentó apartarse de mi alcance, pero soltó
una risita—. Venga, será divertido.
Me sonrió. —De acuerdo.
***
87
juntos. Básicamente, todo lo que podíamos hacer juntos, aparte de mear y cagar
juntos, lo hacíamos. Obviamente, era fácil para todos nosotros intimar. Se
Página
convirtieron en mis hermanos. Como yo había sido hijo único, supuse que así
debía de ser tener un hermano. No había nada que no hubiera hecho por ellos.
—Tragando saliva, sus ojos se dirigieron a mi nuez de Adán—. Incluso habría
muerto por ellos. Si hubiera habido disparos o bombas, me habría lanzado
delante de ellos sin pensármelo dos veces.
Necesitaba parar y respirar. Esto era más de lo que nunca le había dicho
a nadie. Ni siquiera a los malditos terapeutas a los que te envía el ejército
después de haber pasado por lo que yo pasé para que te ayuden a interrogarte y
a descomprimirte. Les había dicho lo que querían oír. Había mantenido mis
palabras mecánicas y sin emociones. Después de tanto tiempo, se dieron por
vencidos y me dieron de baja. Con la mano de Kat frotando círculos relajantes
en mi espalda, sabía que no me juzgaría. Me estaba escuchando, no soltando
términos médicos ni sugiriendo medicamentos para ayudarme a sobrellevar la
enfermedad o a dormir. Continué.
—Un día, dos semanas antes de volver a casa, salimos de patrulla. Todo
era rutinario. Habíamos rozado el parámetro del lado occidental de Faluya y
luego nos dirigíamos de vuelta a la base. Pero entonces algo me llamó la
atención. Habíamos visto cosas a lo largo de unos meses, algunas que habían
levantado banderas rojas. No nos habíamos detenido a comprobarlo porque nos
habían enseñado que si no nos afectaba directamente, debíamos dejarlo estar.
Sin embargo, habíamos hablado como equipo de que si volvíamos a ver algo
así, lo investigaríamos. —Kat había hecho una pausa en sus caricias, pero lo
retomó cuando dejé de hablar—. Cuando detuvimos el vehículo, todo pareció
suceder tan rápido que apenas pude procesarlo. Lo que sí sé es que cuando dije
que habría protegido a mis hermanos a toda costa... bueno, también lo decían
en serio. Ese día los perdí a todos. Fui el único superviviente de mi escuadrón y
de otro escuadrón que nos había acompañado.
—Dios mío, Timber, lo siento mucho —dijo. Podía oír las lágrimas en su
voz, pero ahora mismo no quería verlas. Me sentía demasiado expuesto.
—No hay nada que lamentar. Ninguno de nosotros lo vio venir, y nunca
debí decirles a los chicos lo que había visto.
—¿Qué viste?
Negué con la cabeza. —Eh... No puedo Kat, no ahora.
Miré el reloj digital que estaba encima de mi televisor. Eran casi las cinco
y le dije que era hora de que se fuera a trabajar. Cuando se levantó, también me
levantó a mí. Cuando sus pequeños brazos me rodearon por la cintura y me
abrazaron con fuerza, podría jurar que sentí que se me pasaba un poco el dolor.
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91
Página
Traducido por Verito & Jasiel Odair
Corregido por Josmary
—Entonces, ¿qué planes tienes para esta noche? —le pregunté a Timber
mientras me llevaba al bar. Iba a su casa casi todos los días para salir.
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Agitó mi cabello. —¿En serio, Kat? ¿Qué he hecho cada noche desde hace unas
semanas?
Página
Escondí mi sonrisa. —De acuerdo, buen punto. Simplemente no entiendo por
qué crees que debes estar en el bar toda la noche. Beaver está ahí de guardia. Además, no
va a pasarme nada.
Se detuvo y me hizo detenerme junto a él. —Sabes por qué.
De hecho, no lo sabía. Nunca me había hablado sobre cosas personales. Solo se
hizo cargo de cierto taburete del bar cada noche, toda la noche, y salía conmigo la
mayoría de los días que no trabajaba. Yo lo había aceptado, pero jamás lo cuestioné.
Quizás era tiempo de que comenzara a preguntar.
—No, Timber, no sé por qué. Nunca hablamos mucho sobre cosas que no sean
superficiales. Pero ahora te estoy preguntando... ¿por qué estás conmigo todo el tiempo?
Pasó la mano por su cabello, tirando de los extremos, como solía hacer cuando
estaba frustrado. —No tengo una razón, Kat. Simplemente disfruto estar cerca de ti.
Sus ojos se movían por toda mi cara como si estuvieran buscando algo. El aire
entre nosotros cambió de liviano y despreocupado a pesado y denso, con lo que solo podía
precisar como calor este aire ya demasiado caliente de Texas. Timber dio un paso hacia
mí, y yo retrocedí un paso. Mi movimiento causó que él me levantara una ceja. Se movió
de nuevo e hice lo mismo. Unos pocos pasos más y mi espalda tocó una fría pared de
ladrillo. No lo había notado antes, pero nos habíamos metido a un callejón entre la
farmacia y la tienda de pizza, la cual estaba sorprendentemente tranquila para una tarde
de viernes.
Miré a los ojos de Timber. Juro que jamás había visto tal hambre como vi en su
mirada. —¿Qué estamos haciendo, Timber?
—No estoy seguro, pero se siente bien y seguiré con ello. —Su voz se volvió
ronca y profunda.
No tuve chance de responder, porque de repente su boca descendió a la mía. Este
no era el beso suave que compartimos hace unas semanas. No, este era agresivo y brutal.
Estaba segura de que mis labios estarían heridos, y no me importaba. Todo el aire dejó
mis pulmones mientras él presionaba mi cuerpo contra el áspero ladrillo. Sentí mis
hombros expuestos comenzar a magullarse por los bordes dentados. Timber presionó su
lengua contra mis labios, demandando entrar. No tenía que pedir demasiado porque me
sentía tan hambrienta como él. Mi boca se abrió y él se zambulló en ella, probando cada
centímetro de mí. Lamió, chupó, mordió y mordisqueó mis labios y lengua.
Cuando se alejó un poco, me faltaba el aire. Timber ni siquiera se tomó un
momento para respirar. Cuando levanté mi cabeza para respirar en el aire húmedo, se
dio cuenta de que mi cuello estaba disponible y bajó su cabeza para lamerme con
suavidad. En esta ciudad tan calurosa, se las arregló para provocar piel de gallina por
93
todo mi cuerpo. Estaba acalorada y tuve que apretar mis piernas juntas para ahogar el
deseo que sentía en mi núcleo. Mientras su boca estaba en mi cuello escuché su profunda
Página
estaba en modo huida. Al oír sus zapatos golpeando el pavimento, supe que me estaba
alcanzando. Tenía el pecho apretado por la corta distancia que acababa de recorrer y
Página
sabía que no podría correr más que él, pero mis pies no me dejaban parar. De repente,
dos fuertes brazos me rodearon y Timber me sujetó ambos brazos en cruz sobre el pecho.
No podía moverme. Luché contra su agarre, empujando con los pies contra el suelo. Me
levantó con facilidad, como si no pesara nada, y me sostuvo en el aire. Intenté darle una
patada en la ingle, pero se anticipó a mi movimiento.
—Jesucristo, Kat, ¿podrías calmarte? No te haré daño —me dijo al oído.
—Te odio. ¡Suéltame! —grité y continué peleando.
Su agarre se hizo más fuerte, casi hasta el punto del dolor. Cuando sus dedos me
mordieron las muñecas, la sensación de dolor se filtró en mi psique y me permitió volver
a la realidad. Mi lucha disminuyó lentamente y él empezó a hablarme suavemente al
oído.
—Estoy aquí. No te haré daño. Te tengo. Déjalo salir.
Mi corazón martilleaba en mi pecho, y podía oír los silbidos de la sangre a través
de mis oídos. Cuando mi cuerpo se fue relajando poco a poco, sentí que Timber
retrocedía unos pasos y se apoyaba en una pared. Estaba de espaldas a él y seguía
sujetándome. Mi lucha se convirtió en lágrimas y me dejé llorar. Como llorar de verdad
por primera vez desde el incidente. Ya no empujaba ni pataleaba, sino que me hundía en
los brazos de Timber. Me giró hacia él y me acunó como a un bebé, con un brazo detrás
de la espalda y otro debajo de las piernas. Me acurruqué en su cuello, respiré su aroma y
lloré. La parte delantera de su camisa estaba empapada con mis lágrimas, pero no
pareció importarle.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó simplemente.
Negué con la cabeza.
—Sabes que no puedo dejarlo pasar, Kat. Sé que no quieres contármelo ahora
mismo y lo respetaré, pero esto no va a desaparecer. Me niego a dejar que lidies sola con
lo que sea que tengas en la cabeza.
Permanecí en silencio, con el cuerpo temblando ligeramente por intentar respirar
después de haber llorado tanto.
—Dios, ¿quién te hizo esto? —Sabía que no me hablaba a mí, sino a sí mismo—.
Alguien te hizo algo que no querías, ¿verdad?
Me atraganté con un sollozo. No tenía que decir una palabra. Él sabía la
respuesta.
—Juro por Dios que lo mataré. —Su voz era baja y mortífera—. Voy a perseguir
a quien sea que te lastimó así y voy a destrozarlo pieza por pieza.
No había duda de que hablaba en serio. Le miré con miedo en los ojos. Él no sabía
que era Adam y yo nunca podría decírselo. Nunca lo superaría.
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—No, Timber. Quiero que te olvides de eso, ¿de acuerdo? Por favor, por favor,
Página
por mí, simplemente déjalo. —El pánico estaba surgiendo en mi estómago. Mis manos
agarraban su camisa en puños apretados sobre su pecho—. Por favor, por favor, por
favor... —repetí una y otra vez.
—Está bien, Kat, está bien. Solo cálmate. Shhhh... respira, cariño. —Hablaba
con su boca en mi frente. Me calmaba y me mecía ligeramente hacia adelante y hacia
atrás, todavía aferrado a mí.
Cuando por fin me soltó, mantuve mi agarre en su camisa. Lo miré a los ojos
mientras él usaba sus pulgares para rozarlos debajo de mis pestañas y secar mis
lágrimas persistentes.
—Lo siento —le susurré.
Parecía confundido. —¿Por qué te disculpas?
—Por enloquecer contigo. Sé que no soy normal. —Mis ojos cayeron al suelo.
—Mírame, Kat. —Puso su mano debajo de mi barbilla, levantándola hasta que
nuestros ojos se encontraron. Su cara se veía suave y comprensiva—. No tienes nada
que lamentar. Sé que no quieres hablar de lo que acaba de pasar aquí y no te voy a
presionar, pero tendré que saber algunas cosas antes de ir más lejos. Tengo mis propias
ideas de lo que te hizo entrar en pánico, y eso me pone tan loco que no puedo ver bien.
Pero nunca pidas disculpas por ello. Porque esa carga fue puesta en ti. No la pediste. Y
quiero que sepas que de alguna maldita forma lo arreglaré. Sabrás lo que se siente querer
ser tocada por un hombre, no obligada.
Si hubiera tenido alguna duda de si sabía o no lo que me pasó, se había ido ahora.
Timber había descubierto lo que había atravesado.
—Ya sé lo que se siente querer tocarte, y que me toques. —Hablé en voz tan baja
que no creí que me hubiese escuchado.
Llevó su boca a la mía y pude sentir su aliento en mis labios. —Puedes tocarme
en cualquier momento que quieras. Y si quieres que te toque, solo di las palabras. —Me
besó suavemente en los labios.
Habíamos salido de nuestro momento cuando un Tahoe que había estado
aparcado en el arcén hizo chirriar los neumáticos y arrancó carretera abajo. La reacción
inmediata de Timber fue empujarme contra la pared y ponerse delante de mí. Fue un
gesto tan dulce, pero completamente innecesario. Se quedó de pie delante de mí, mirando
cómo se alejaba por la carretera. Intenté aligerar su humor riéndome un poco y
diciéndole que estaba actuando como un gran protector. Me dedicó una leve sonrisa,
pero se volvió para seguir mirando cómo desaparecía el todoterreno. Su reacción me
puso nerviosa, pero lo atribuí a que estaba muy tenso después de lo que le había hecho
pasar.
97
***
Página
Terminé mi turno en The Hole y subí a mi apartamento. Me dolían los
pies y estaba deseando poner la cabeza en la almohada y dormirme. Timber
había querido quedarse hasta después del cierre, como hacía normalmente,
pero yo insistí en que no hacía falta y que se iba a dormir cuando yo subiera. Se
mostró reacio y tuve que echarlo prácticamente a empujones por la puerta
principal.
Desesperada por ducharme, me desnudé y me metí en el agua caliente,
sintiendo cómo me relajaba los músculos. Mientras bajaba la cabeza entre los
hombros, oí un crujido en el suelo de madera que parecía proceder del exterior
del cuarto de baño. Al levantar la cabeza, mi corazón empezó a latir con
rapidez. Me quedé lo más quieta posible y agucé los oídos para intentar oír
cualquier otro sonido. Cuando no obtuve nada más que silencio y habían
pasado unos minutos, intenté que mi cuerpo volviera a relajarse. Debía de ser la
madera “asentándose”, como me decía mi padre cuando era niño y los ruidos
me habían asustado. Estaba a punto de coger el bote de champú cuando se oyó
un ruido metálico al otro lado de la cortina de la ducha. Mi corazón se aceleró y
oficialmente me asusté.
—¿Hola? —grité.
No hubo respuesta. Temblaba como una hoja y deseaba no vivir sola en
ese momento. Corrí un poco la cortina para asomarme y ver si había alguien
conmigo. La habitación se encontraba vacía, pero algo me llamó la atención. En
el suelo, cerca del lavabo, estaba mi cepillo del pelo. Habría pensado que se
había caído del lavabo de pedestal, pero estaba segura de que lo había colocado
en los estantes empotrados encima del inodoro. Aunque el cepillo se hubiera
caído de donde estaba, era imposible que hubiera caído donde estaba. Asomé la
cabeza por la cortina y volví a hablar.
—¿Hola? Timber, te lo juro, si me estás jugando alguna broma, te quitaré
toda la piel de los testículos. Esto no es gracioso.
La puerta de mi apartamento se cerró de repente con un fuerte golpe.
Grité con todas mis fuerzas y cogí una toalla lo más rápido que pude. Busqué
un arma en el cuarto de baño, pero lo único que vi fue mi desatascador. Lo cogí
por el mango de madera, me envolví con la toalla y me escabullí por el pequeño
cuarto de estar, encendiendo todas las luces a mi paso. Estaba empapada y
desesperada por salir de allí. Nunca había pasado tanto miedo en toda mi vida.
Colgada de la puerta del armario estaba mi bata de seda rosa que me
llegaba a medio muslo. Sin pensármelo dos veces, me la puse. El pelo me
empapó la tela de la espalda y se me pegó a la piel. Salí corriendo de mi
apartamento y bajé las escaleras, atravesé el bar y salí por la puerta principal.
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Sin darme cuenta de que me había olvidado los zapatos, corrí las dos manzanas
Página
más fuerza.
Timber dejó escapar un rugido frustrado y vino a sentarse en la mesa de
café delante de mí. —No estoy enojado contigo. Estoy molesto porque podría
haberte pasado algo y yo no estaba allí para protegerte. ¿Sabes lo loco que me
habría puesto salir de ese bar esta noche y que te hubieran hecho daño?
Tenía los ojos desorbitados. Podía ver que estaba realmente molesto por
no haber sido capaz de salvarme de quienquiera que estuviera en mi habitación.
—Lo que es peor es que te presentas aquí, apenas vestida, descalza, y
llevando un émbolo, de todas las cosas, como una maldita arma. ¿No pensaste
en agarrar un cuchillo? O mejor aún, ¿tienes un arma?
—¿De verdad querrías que te hubiera atacado accidentalmente con un
cuchillo cuando acabas de abrir la puerta? —La idea me dio náuseas.
—No habría dejado que me hicieras daño, pero esa no es la cuestión, Kat.
Un desatascador no va a hacer daño a nadie. Me preocupa más que eso sea lo
primero que agarraste, o que no lo cambiaras por algo más útil antes de irte.
Cada vez me molestaba más que me regañara por el arma que había
elegido y no me consolara después de lo que acababa de pasar. De pie, me
ajusté la corbata a la cintura y me dirigí a la puerta.
—¿A dónde diablos vas? —exigió Timber.
Giré sobre mis talones y lo fulminé con la mirada. —No voy a quedarme
aquí sentada escuchándote reñirme por agarrar lo más cercano que tenía a mi
alcance. No estabas allí, Timber. Hice lo que tenía que hacer para salir del
apartamento lo más rápido que pude.
Se levantó volando y vino hacia mí como un tren de mercancías,
cogiéndome en brazos e inmovilizándome contra la pared. —No vas a dejar
estas cuatro paredes, ¿me entiendes? —Su respiración era errática—. Iré al bar y
me aseguraré de que sea seguro y las puertas estén cerradas. Necesito echar un
vistazo para ver si se han llevado algo o está fuera de lugar.
—¡No! —grité. Le rodeé el cuello con los brazos y subí por su cuerpo
hasta que mis piernas volvieron a rodearle la cintura—. No me dejes aquí sola.
Por favor... quédate. No quiero estar sola.
Sus ojos azules buscaron los míos. Sabía que quería ser él quien se
ocupara de que todo estuviera bien en mi casa, pero vi la resignación en su
rostro. Suspirando profundamente, me abrazó con fuerza y me acompañó a su
dormitorio. Me dejó sobre la cómoda, abrió un cajón y cogió una camisa larga y
unos calzoncillos. Me los entregó.
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Página
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Mire
Terminé no pegando el ojo ni una sola vez. Kat se dio vueltas toda la
noche, gimiendo en sueños. Le acaricié el pelo y traté de acomodar su cuerpo
exhausto. Cada vez que se agitaba, la abrazaba más cerca, y ella suspiraba y se
hundía aún más en mí.
Tenía tanta ira burbujeando debajo de mi superficie que juro que sentí a
mi piel arrastrándose. Pasé horas viéndola la noche anterior y no pude envolver
mi mente en torno a alguien que quisiera hacerle daño a esa pequeña personita
en mi cama. Pesaba casi nada y claramente no podía defenderse. Y para colmo,
descubrí que había sido asaltada sexualmente. No, ella no vino directamente y
dijo esas palabras, pero yo no era estúpido. Nadie se excita tanto al ser tocado
solo para cerrarse por completo y luego luchar como un animal herido tratando
de escapar. Cuando comenzó a empujarme y gritarme que parara, di un paso
atrás. Temblaba a pesar de que no hacía frío, y sabía que no era por lo que yo le
hacía. Había estado asustada.
Dije su nombre varias veces, pero quedó claro que ella no se encontraba
conmigo. Sus ojos se oscurecieron y no pude sacarla de cualquiera que fuese el
infierno en que se hallaba. La última vez que me sentí impotente fue cuando
estuve en Iraq, cuando Holt estuvo sangrando y no pude encontrar una manera
de detenerlo. Me sentí como si mi mente fuera un espiral fuera de control al
verla, pero cuando traté de acercarme a Kat, comenzó a gritar. No tenía ni idea
de lo que me hizo pensar en esto, pero cuando la llamé “Katherine”, recobró la
razón. La ira que dirigió a mí era tan tangible que podría haberla probado. Ni
siquiera se dio cuenta de que la llamé por su nombre tan despreciado, pero
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razón, me sentí como si esto fuera algo que podía manejar; este lado suyo lo
podía trabajar. No tomó mucho tiempo para que ella hiciera exactamente lo que
esperaba. Se alejó y corrió. Le dejé correr cerca de un centenar de metros para
que pudiera desgastar su energía. Me sorprendí cuando envolví mis brazos
alrededor suyo y encontré que todavía tenía un montón de voluntad para
luchar. Kat era fuerte, pero yo era más fuerte.
Cuando se instaló en mí y finalmente me dejó abrazarla, se sintió como
que fue el momento decisivo para ella; cuando se dio cuenta de que no iba a
lastimarla. Que acudiera a mí en lugar de Beaver o Ed anoche fue importante.
Kat encontraba seguridad conmigo. Pensar en eso me trajo de vuelta a verla
dormir. Mirándola ahora, nadie diría que estaba casi tan rota como yo.
Kat comenzó a agitarse. Cuando sus impresionantes ojos color avellana
se abrieron y me miró, extendí la mano y le toqué la cara. Cada uno de sus
rasgos se suavizó. Seguí pasando mi dedo desde su temple, a través de su
pómulo, luego hacia abajo hasta su barbilla. Se quedó perfectamente inmóvil, lo
que me permitió explorarla. Cuando mi dedo ligeramente se movió sobre la
curva de su labio superior, su boca se abrió ligeramente y su lengua salió,
saboreando mi piel. Mis ojos se abrieron ante la sensación y no pude controlar
endurecerme en mis calzoncillos.
—Cuidado, Kat. Necesito que confíes en mí, pero solo puedo mantener
control hasta cierto punto.
Su voz llena de sueño, dijo—: Entonces no lo tengas.
Sacudí la cabeza. —No, no estás lista para eso.
—¿Cómo sabes para qué estoy lista?
Suspiré y me di la vuelta sobre mi espalda. —Es lo que hacía en el
Ejército, Kat. Leía personas. Aparte de disparar armas de fuego, fui entrenado
para analizar las reacciones de los demás y conocer lo que me rodeaba. —
Volviendo la cabeza para mirarla, le dije—: Y tú no estás lista.
Puso los ojos en blanco en señal de frustración. —No sabes nada. —Se
levantó y comenzó a subir por encima de mí para salir de la habitación.
Agarrando sus caderas, tiré de ella para que estuviera a horcajadas sobre
mi regazo. Sentí su empuje ligeramente moler en mi polla. Gruñí y su
respiración se agitó. Podía sentir su calor a través del fino algodón que nos
separaba. —Sé más de lo que piensas, ahora deja de tentarme. Estoy a bordo
con lo de probar los límites contigo, créeme. Pero después de lo que pasó
anoche, no estás lista. Y no tengo tanta voluntad como para controlarme. Si te
tomara en este momento, sería duro y tosco. La necesidad de reclamarte está
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fluyendo rampante a través de mí, y no voy a hacerte eso. La primera vez que te
tome, todo será lento y sensual. Necesito que sepas que no te haré daño.
Página
Oí un pequeño jadeo provenir de sus perfectos labios. —Sé que no me
harás daño.
—¿Lo haces?
—Sí —dijo simplemente.
—Ya veremos, ¿no es cierto?
Kat se movió un poco más para crear fricción. Tenía que parar esto ahora
antes de que se me saliera aún más de las manos. La cogí por sus caderas,
sacándola de encima de mí, y le di una palmada en el culo. —Anda y cocíname
un poco más de esos fabulosos huevos, mujer. Voy a necesitar una ducha fría.
Aulló y salió de mi habitación, riendo. Pasé mis manos por mi cara,
liberando un gruñido de frustración. Mierda, ella va a ser mi muerte.
***
sentí que estábamos conectados. Sentí su miedo y ella sintió mis demonios.
La voz de Mel penetró lo que pasaba entre nosotros. —¿Quieres que lo
Página
eche?
Kat ni siquiera habló. Simplemente sacudió la cabeza. Oí a Mel suspirar.
—Está bien, cariño, entonces me voy abajo y ayudaré a Ed si piensas que está
bien. —A medida que pasaba junto a mí, murmuró—: Si le haces daño, será lo
último que hagas.
—No voy a hacerle daño, nunca más. Tienes mi palabra —le dije sin
romper el contacto visual con Kat. A pesar de que se lo dije a Mel, mis palabras
fueron para los oídos de Kat.
Nos quedamos allí solos, todavía en el umbral. Extendí la mano y aparté
un mechón de pelo de su cara y lo metí detrás de su oreja.
—No lo dije en serio.
Una lágrima perdida cayó de su ojo y mi pulgar la atrapó antes de que
saliera de su barbilla. —No vuelvas a decirme algo así. —Su voz era firme, pero
podía oír la tristeza detrás de cada palabra. Deslicé la mano por detrás de su
cuello y acerqué su cuerpo al mío. La abracé con fuerza y ella hundió la cara en
mi pecho. Sentí que por fin podía respirar a pleno pulmón. Respiré el dulce
aroma a coco de su pelo mientras lo recorría con los dedos.
En ese momento, sentí algo por esa chica. Me importaba profundamente,
era algo más que una amiga. Aflojando mi agarre, tiré de ella hacia su cama y
ambos nos tumbamos uno frente al otro. Como solo era una cama gemela,
estábamos lo más cerca posible. Sus piernas estaban entrelazadas con las mías,
y ella tenía una mano metida debajo de la cabeza, mientras que la otra
descansaba sobre mis costillas. Mis propias manos estaban en una posición
similar, excepto que tenía una peinando su pelo. Suspiró satisfecha.
—Te ves terrible —dijo en voz baja.
Le di una leve sonrisa. —Me siento como una mierda.
—No dormiste anoche, ¿verdad?
—No pude. Estaba viéndote para asegurarme de que estuvieras cómoda.
Sus ojos verde amarronados se suavizaron. —Duerme, Timber. Te estoy
viendo ahora.
Esas palabras me llegaron directamente al corazón. Kat se abría camino
dentro de mí, haciéndome sentir completo. No me había sentido completo en
más de un año. Me estaba curando por dentro y ni siquiera se había dado
cuenta. Inclinándose hacia mí, me besó la punta de la nariz y me tapó los ojos
con los dedos, obligándome a cerrarlos. Creo que sabía que, si no me obligaba,
seguiría mirándola. El sueño no tardó en apoderarse de mí, envuelto en su
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Me cubrí el rostro con las manos. —Oh, Dios mío. No puedo creer que
olvidé que nos encontrábamos aquí con personas alrededor.
Página
Timber se sentó de nuevo y bajó mis manos. —No estés avergonzada. —
Se encogió de hombros—. Si ella estuviera en mi posición, viéndote a punto de
acabar, tampoco hubiese notado a nadie más.
Mi boca cayó. ¿Cómo podía hablarme tan descaradamente? —No estaba
a punto de acabar.
Me miró con complicidad y levantó una ceja. —Kat, este no es mi primer
rodeo. Cuando una chica está jadeando, frotándose contra mi polla tanto que ni
siquiera tengo que moverme, y gime mi nombre, ella está definitivamente a
punto de acabar.
Mi cara ahora estaba ciertamente ardiendo. ¿Gritaba su nombre? Podría
haberlo hecho, ya que estaba tan metida en ello. Nunca me había dejado llevar
tanto y, por increíble que me pareciera, tendría que asegurarme de que
estuviéramos a puerta cerrada la próxima vez que ocurriera algo así. Incluso la
sola idea de que volviera a ocurrir me revolvía el estómago. Antes me habría
preguntado si sería capaz de dejarme llevar lo suficiente como para permitirle
llevar mi cuerpo tan lejos, pero estaba claro que podía hacer desaparecer todo lo
que nos rodeaba.
Me incorporé, junté las piernas y me puse una toalla sobre el regazo. El
roce de cerrar las piernas hizo que mi cuerpo se estremeciera. Todavía me
zumbaba la necesidad.
Timber me observaba con atención. —Puedo ocuparme de eso. No
acabaste y sé que lo estás sintiendo ahora mismo.
—Estoy bien, y no hay nada de que ocuparse.
Se puso de pie y me ayudó a levantarme. —Cuando regresemos a mi
casa, me aseguraré de que tomes una ducha fría.
Se echó a reír mientras lo seguía por la playa todo el trayecto hasta mi
coche. Antes de entrar, miré sobre el techo y me empapé de su hermosa sonrisa.
En ese momento, se me ocurrió que no había visto a Timber tan despreocupado
antes. Eso calentó mi corazón y yo esperaba poder ayudar a mantener las
sombras fuera de su mirada.
***
pero le dije que consiguiera una vida y lo saqué fuera del baño. Arrojó un par
de amenazas vacías sobre derribar la puerta y diciendo que iba hacerme pagar
Página
cuenta de que le miraba fijamente, dejó de comer y dijo “¿qué?” con la boca
llena. Ni siquiera podía decir la palabra entera sin que se le escapara un poco de
pasta.
—Tenemos todo el tiempo del mundo, Timber. No tienes que engullirlo
como si fuera tu última comida. —Curvé mi labio mientras él se metía otro
bocado.
Masticó, y bebió un largo trago de su agua. —Son unos espaguetis
buenísimos, ¿qué puedo decir? Además... quizá estoy ansioso por llegar al
postre.
Estaba a punto de decir que no había hecho postre, pero entonces capté
su mirada acalorada. Mis mejillas se sonrojaron al comprender a qué se refería.
El calor inundó mi parte inferior y me retorcí en la silla. Después de la playa de
antes, no me había dado cuenta de que mi cuerpo seguía zumbando de
necesidad. No. Parecía que se había puesto en pausa, esperando a que Timber le
diera al play y retomáramos la conversación donde la habíamos dejado.
Me aclaré la garganta e intenté cambiar de tema. Él no era ajeno a mi
evasión, pero me dejó tener esta. —Entonces, ¿qué vamos hacer para el Cuatro
de julio? Es la única vez, además de Navidad, que Ed cierra el bar. Al viejo loco
le gustan los fuegos artificiales. Seguro que es porque a Rose le encantaban.
—Bueno, es curioso que preguntes, porque tengo una propuesta para ti.
—Estaba recostado en su silla, con las manos detrás de la cabeza. Se le subió la
camisa y pude ver un trozo de piel. Estaba dorada por el sol y solo podía pensar
en lamerla. Se aclaró la garganta y atrajo de nuevo mi atención hacia sus
brillantes ojos azules. Parecían realmente traviesos mientras me sonreía—.
Concéntrate Kat, estoy a punto de hacerte una pregunta y no estoy seguro cómo
vas a responder.
Por millonésima vez hoy, estaba segura que me encontraba ruborizada.
—Te escuchaba.
—No, pero no importa. Me gusta cuando me miras así. Luego puedes
tocarme lo que quieras. Pero por ahora, quiero hacerte una pregunta. ¿Qué te
parecería venir conmigo a casa de mi padre? Vive en Houston y hace unos
meses que no lo veo. Me mandó un mensaje mientras estabas en la ducha y me
dijo que le gustaría que fuera a una barbacoa y me quedara el fin de semana. —
Se detuvo, como si calibrara mi reacción—. Le dije que eso dependería de ti.
—¿Quieres que me quede en la casa de tu papá? ¿No debería ser una
especie de momento especial de unión padre e hijo o algo así? No quiero
entrometerme.
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divertido irnos por unos días. Además, necesito ver cómo está y asegurarme de
que sigue bien solo en esa casa tan grande. —Se detiene—. Tengo la impresión
de que podría ser más que solo tú y yo allí. Creo que mi papá podría tener una
amiga.
—Ahhh… es eso. Sientes curiosidad sobre la posible novia, ¿eh?
—Tengo que admitirlo, sería un poco extraño si hubiera otra mujer en su
vida, pero sería feliz si él estuviera feliz. Lo único que he querido desde que
murió mamá es volver a verle vivir su vida. Ha estado en esa casa nueva,
haciendo las cosas según lo que le hubiera gustado a mi madre, no según lo que
le hubiera gustado a él. —Su rostro cambió de ser un poco juguetón a triste.
—Por supuesto que sí. Incluso yo vi cuanto amaba tu padre a tu madre.
Me miró inquisitivamente. —¿Viste a mis padres juntos?
—Bueno, sí. Un año estaba en la oficina de la escuela primaria haciéndole
recados a tu mamá porque había terminado mi trabajo temprano. Recuerdo a tu
padre entrando con un ramo de tulipanes y la cara que puso tu madre. Había
dejado el jarrón sobre su escritorio, se había inclinado y le había susurrado algo
al oído, y ella había sonreído. Como era tan joven, recuerdo haber girado la
cabeza cuando se besaron.
Timber estaba sentado frente a mí, absorto en mi historia. Una historia
que no había oído antes. Absorbía cada una de mis palabras.
—Incluso entonces, recuerdo pensar lo dulce que era que dos personas
adultas estuvieran tan enamoradas. Ni siquiera mis propios padres se miraban
el uno al otro como lo hacían los tuyos. Así que sí, tiene sentido para mí que tu
papá siga viviendo por las cosas que tu madre amaba, porque la amaba.
Cuando dejé de hablar, Timber respiró hondo y exhaló. —Guau. Es algo
raro oírte hablar de mis padres. Quiero decir, sé que todos fuimos juntos a la
misma escuela, pero no me di cuenta de que los habías visto de esa manera. —
Me miró—. Gracias.
—¿Por qué? —No entendía por qué me agradecía.
—Por darme un nuevo recuerdo. —Su sonrisa era cálida, y la sentí en lo
que pareció todo el camino hasta los dedos del pie—. Así que de todos modos,
no has contestado mi pregunta.
Suspiré. —Honestamente, Timber, no creo que sea una buena idea. Tal
vez tú deberías ir y pasar un tiempo a solas con él. Apuesto a que no quiere a
alguien que no conoce apareciendo y arruinando sus vacaciones.
Hizo un gesto con la mano delante de su cara. —Cállate, Kat. No eres
116
una extraña para mí, así que de todas formas te aceptará. Pero te quiero allí.
Papá no es muy hablador y creo que contigo cerca, felizmente se abrirá.
Página
—¿Por qué demonios iba a hablar conmigo? En serio, no me importa
utilizar la Cuarta Enmienda aquí. Con el bar cerrado me puedo relajar en el sofá
y leer un libro o algo así.
Sus ojos se oscurecieron. —No te vas a quedar ahí sola, no después de
que alguien entrara contigo dentro. No te perderé de vista.
—Estás siendo ridículo, Timber. Estoy segura de que era un borracho
tratando de ver si podía asustarme. Además —dije con indiferencia—, nada
más ha sucedido desde entonces. Va a estar bien. —Me levanté de la mesa y
llevé nuestros platos al fregadero.
Se puso detrás de mí, sujetándome contra la encimera. Nunca lo escuché
moverse. Le daba la espalda y sentí su respiración pesada en mi cuello.
—Si piensas por un maldito segundo que no voy a perder la cabeza
preguntándome si estás bien, no me conoces en absoluto. Date la vuelta y
mírame —gruñó en mi oído. A pesar de la amenaza en su voz, me hizo temblar.
Giré mi cuerpo y dio un paso por lo que su frente se apoyaba en la mía—. Te
vas conmigo a la casa de mi padre. Vas a pasar el fin de semana conmigo y
vamos a ver los fuegos artificiales y comer la maldita barbacoa que mi papá
cocinó. Y vamos a permanecer en la habitación de invitados juntos, ¿y añadí
que te va a encantar?
Su última declaración, a pesar de estar redactada en forma de pregunta,
estaba llena de sarcasmo. La forma en que me miraba, exigiendo nada más que
un gesto de aprobación, me hizo débil. Le di lo que quería. Moví mi cabeza
apenas hacia abajo, reconociendo que iría. Cuando cedí, soltó el aliento. Debió
haberse preparado para mi lucha.
Normalmente, lo haría. Pero no lo hice, por dos razones. La primera es
que sabía él tenía razón. Si me dejaba sola, probablemente podría enloquecer
preguntándose si me encontraba bien todo el tiempo y así no pasaría un buen
rato con su padre. No podía hacerle eso. Si estar a su lado lo hacía sentir más
seguro, entonces le daría eso. Mi segunda razón era simple y llana. Disfrutaba
tenerlo cerca. Me había hecho más feliz de lo que me había sentido en varios
años. Si tenía que decir algo acerca de la sensación de alegría, era que él me la
dio. Me había dado cuenta de que siempre que estamos separados, ya sea
cuando estoy trabajando, simplemente entrando en la parte de atrás del
congelador y él está sentado en el bar, cuando voy al servicio de señoras, o lo
que sea, cuando no está cerca de mí, le echo de menos. Me ha dado una
sensación de paz que me había convencido de que no era posible con un
hombre. Pensaba que Adam me había arruinado para cualquier persona por la
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que pudiera haber mostrado interés. Timber estaba haciendo lo contrario. Había
empezado a necesitarlo. Sentía algo por él.
Página
Cuando se apartó de mí, aspiré aire y me volví hacia el lavabo,
intentando recuperar la compostura. No solo me hacía sentir segura y contenta,
sino que me hacía sentir deseo y calor. Era una sensación extraña. Nunca me
había sentido capaz de ser la seductora. Por otra parte, nunca me había puesto
en una situación en la que pudiera hacer algo así. En cualquier caso, me
encontré deseando cambiar las tornas y seducirle. Me gustaba que fuera
dominante y mandón, pero no me equivocaba, sabía que yo tenía parte de la sartén
por el mango. Mientras yo cargaba el lavavajillas, él recogía la mesa. Cada vez
que ponía algo en la encimera, me rozaba. Todos mis sentidos estaban en alerta
máxima y mi cuerpo anticipaba cada leve roce. Estaba claro que nuestra
discusión había terminado.
Cuando terminé, me sentía como si estuviera drogada con algún
alucinógeno. Lo estaba deseando. Completamente excitada, y dado que se
estaba haciendo tarde, pensé que lo mejor sería acostarme e intentar dormir. Al
menos soñando con él podría saciar parte de mi deseo.
Dándome la vuelta, exageré un bostezo. —Estoy bastante agotada. Creo
que me voy a ir a la cama.
Me miraba. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y era plenamente
consciente de él. —Bueno, Kat. Te veré después que llame a mi papá y le avise
que te unirás a nosotros.
Asintiendo, me deslicé por delante de él y me dirigí directamente a su
habitación. Consideré dejarme sus bóxers, pero terminé quitándolos porque
nunca me acostaba con pantalones cortos ni pantalones de pijama. Me hacían
sentir restringida. Si ahora los dejaba, me cuestionaría. Escalando su cama, me
deslicé a lo que ahora consideraba mi lado y me acurruqué. Varios minutos
pasaron y era una niña inquieta. Su olor me envolvía; en las sábanas, en su
ropa, y cada vez que inhalaba sabía que mi necesidad se extendía. Di vueltas.
Mis piernas se hallaban abiertas debajo de las sábanas, en constante búsqueda
de un lugar fresco para descansarlas. Todo mi cuerpo se sentía acalorado.
Arrojando las sábanas, casi gruñí. Podía sentir el calor atravesándome y estaba
desesperada por algo.
—¿Qué pasa, cariño?
Timber se encontraba parado en la puerta. Estaba tan consumida por la
necesidad que ni siquiera vi su sombra bloqueando la luz que se filtraba en la
habitación. Girando la cabeza, lo miré. No sabía cómo decirle lo que necesitaba.
Independientemente de lo desesperada por la liberación que me sentía, esto era
todavía un territorio desconocido para mí. Me dijo hace un par de semanas que
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yo sería la que pediría su toque. Así que, con un suspiro tembloroso, finalmente
dije las palabras.
Página
—Necesito... necesito... algo.
Dio unos pasos en la habitación. Me hubiera gustado ver sus ojos, pero la
luz estaba detrás de él por lo que su cara era enmascarada por la penumbra.
—¿Qué necesitas, Kat?
Negué, incapaz de decir las palabras. —No estoy segura.
Otro paso depredador hacia adelante. —Sí, lo sabes. Dime.
Mis piernas no se quedaban quitas. Sentí humedecerse mi ropa interior, y
estaba tan perdida que no podía empezar a sentir vergüenza por ello. Timber
no me iba a dar nada hasta que yo le dijera lo que quería oír. Me embargaba la
desesperación. Las palabras se formaron en mi boca.
—Tócame, Timber. Oh Dios, tócame por favor.
Sin importar la oscuridad de la habitación, vi la forma de su media
sonrisa. Mientras se acercaba, mis ojos se deslizaron por su cuerpo. Alcanzando
su nuca, tiró de su camisa sobre su cabeza. Gemí por su simple movimiento. Sus
calzoncillos cubrían su erección. Se quedó con las rodillas tocando el colchón.
Su pecho subía y bajaba excitado.
—¿Dónde quieres que te toque?
Dios, realmente iba a hacerme decirlo ¿no? ¿Sinceramente tenía el coraje
de expresar lo que quería? ¿Podría dar este salto? Sabía que si lo dejaba
empezar esto, no iba a haber marcha atrás. Timber era el tipo de todo o nada.
Corriendo mis manos por mi cuerpo, permití que mis dedos se deslizaran sobre
mis bragas mojadas. Mis caderas se levantaron por su cuenta.
Timber gimió. —Joder, estás mojada, ¿verdad?
—Empapada. —Las palabras brotaron de mi boca.
—Tócate a ti misma, Kat. Pon tu mano en tu coño y siente lo que te he
hecho sin siquiera estar en esta cama.
Su voz era ronca. Me tomé mi tiempo moviendo mi mano debajo de la
pequeña pieza de tela que cubría mis partes más íntimas. Tenía razón. Él me
hizo esto y ni siquiera me había tocado todavía. Deslicé mis dedos por mis
pliegues resbaladizos, sin apenas tocar mi clítoris ya hinchado. Mi otra mano se
aferró a las sabanas sueltas a mi lado. Sabía que esto no iba a durar mucho
tiempo, sobre todo si sus dedos eran los que me acariciaban.
A mi lado, él tenía una postura dominante. Su mano se arrastró hacia
abajo para agarrar su polla. Se acariciaba por encima de sus calzoncillos. Me di
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tan cerca. —Fue entonces cuando lo sentí empujar dos dedos dentro de mí y
grité. Mi cuerpo se inclinó al borde del olvido—. Mierda, tu coño es estrecho. —
Cuando las olas de placer me atravesaron, hizo algo que nunca sentí. Curvó sus
Página
Quitó su dedo de sus labios y los miró como si no se hubiera dado cuenta
de lo que había estado haciendo.
Página
—Lo siento, malos hábitos.
—¿Sigues nerviosa?
—Timber, estoy a punto de conocer a tu papá. —Lo dijo como si fuera la
cosa más obvia en el mundo—. ¿Qué si no le agrado?
—Kat, ya hemos pasado por esto en más de una ocasión. Va a amarte. Mi
papá es uno de los tipos más acogedores que conocerás. Te lo prometo. —Le
guiñé un ojo y giré mi atención de vuelta a la carretera.
—¿Alguna vez descubriste si tenía una “amiga”?
Sonrió con suficiencia.
—Nah, no me dice nada.
—¿Cómo crees que te sentirás si en realidad tiene a alguien allí?
Estuve callado por unos momentos. —No lo sé.
Solo le he visto con mamá, pero confío en él para encontrar a alguien que
lo haga feliz.
Se estiró y palmeó mi mano. Entrelacé mis dedos con los de ella, y
condujimos el resto del camino escuchando la radio y jugando un ridículo juego
de las veinte preguntas.
***
del tono rosa más dulce—. Tú debes ser Kat, su novia. —Me miró y yo me
encogí de hombros. Le abrió los brazos y ella se metió en su abrazo. No sé qué
Página
sonreía más de lo que nunca lo había visto sonreír, y simplemente quería que
aceptara a esta nueva mujer. Sí, podía concederle eso. Podría ser extraño tenerla
aquí, pero si a él le gustaba tanto, estaba segura de que a mí también.
Ahora, mirando al otro lado de la cocina, mi nueva vida me observaba
con esos ojos color avellana. —¿Qué estás mirando? —me burlé.
—Oh, solo me preguntaba si tu culo ahora es tan pequeño como cuando
tenías dos años.
Me reí entre dientes. —Pequeña luchadora. ¡Ven aquí! —Corrí hacia ella
mientras chillaba y se iba corriendo.
***
—Maldición, Alice esa era una buena ensalada de papas. —Me recosté en
mi silla de jardín y me froté el estómago. Kat se rió de mí porque intentaba
expulsarlo, pero no podía.
Papá se acercó por detrás y me dio una palmada en la nuca.
—El lenguaje, chico.
Alice se rió por lo bajo de nosotros. —Dame un respiro, Thomas, tu boca
es peor que la suya. Y me alegro de que lo disfrutaras.
Por fin había aprendido cómo se llamaba la nueva novia de papá. Resulta
que me gustaba. Era más bajita que mi madre y tenía la piel más clara, pero
podía ver algunas similitudes entre las dos. Ambas eran acogedoras y abiertas
con todas las personas que conocían. Ambas tenían una sonrisa permanente
pegada a la cara, como si el mundo siempre les estuviera contando un chiste
gracioso. Y las dos estaban locamente enamoradas de mi padre. Cualquier
reserva que pudiera haber tenido antes de conocerla había desaparecido. Yo lo
aprobaba, y no dudaba de que mi madre también lo habría hecho. Ella habría
querido que él volviera a encontrar la felicidad.
—¿Cuándo crees que vas a enseñarme cómo hacerla? —le preguntó mi
papá a Alice.
—¿Hacer qué? —dijo en su voz cantarina.
—La ensalada de papas.
—Oh, cielos, probablemente nunca. —Le pestañeó varias veces—. Tienes
que probar que tienes talento para la cocina antes de que te confíen algo así.
127
Había algunos que habían hecho lo mismo que nosotros y estaban relajados en
sus jardines.
Cuando estalló el primer fuego artificial, se iluminó de un amarillo
intenso. Mis ojos estaban fijos en el cielo, pero noté que mi corazón empezaba a
latir un poco más deprisa de lo normal. Se dispararon varios fuegos artificiales
más y seguía más o menos al mismo ritmo. Era extraño. Pasaron cinco minutos.
Kat estaba acurrucada en mi hombro con las piernas aún apoyadas en mí. Me
había bebido toda la cerveza y había empezado a sudar un poco más que antes.
Probablemente Kat era la razón por la que tenía más calor, ya que estaba
tumbada sobre mí, pero no iba a pedirle que se moviera.
A medida que más fuegos artificiales estallaban en el cielo, el ímpetu
comenzó a aumentar. Azules, blancos, rojos y morados vibrantes se
encendieron en una rápida sincronización. Habían pasado diez minutos y ya
estaba empapado en sudor. El corazón me latía con fuerza en el pecho y sentía
que mi cuerpo estaba al límite. Mi chica era completamente ajena a lo que
ocurría en mi interior y yo quería que siguiera siéndolo. Mis manos se cerraron
en puños a su lado. Con cada estampido, el sonido retumbaba en mi pecho,
haciéndome sentir como una cuerda de guitarra demasiado tensada. En
cualquier momento iba a estallar.
El espectáculo llegó a su gran final. Explosiones de luces de todas las
formas y colores estallaron con milisegundos de diferencia. Los estampidos que
resonaron en el aire me retumbaron en el pecho. Me latía el cuerpo y sentía que
si no me levantaba y hacía algo ahora mismo, me iba a volver loco.
Di un suave empujón a las piernas de Kat, me levanté y empecé a
caminar hacia la casa. La oí llamarme, pero no pude responderle. Mi cabeza
estaba en otra parte. En cuanto llegué a la cocina, abrí la nevera, destapé una
cerveza fresca y me la bebí de un trago. Estaba a medio beber cuando Kat
apareció en la puerta.
—Timber, ¿qué pasa? Estás blanco como un fantasma.
¿Cómo se explica que unos simples fuegos artificiales me pusieran
nervioso y dispuesto a luchar contra algo? ¿Cómo se explica que el simple
sonido de un estallido me hiciera querer encerrarme en una habitación oscura y
no salir jamás? No sabía dónde tenía la cabeza y no estaba en el estado de
ánimo adecuado para decidir. Así que, en lugar de contestarle, me tragué el
resto de la cerveza y fui a por otra. Dos cervezas en menos de cinco minutos.
Me iba a pegar un buen atracón.
Fuera sonó un petardo. Mi cuerpo se tensó y me giré en la dirección del
sonido. Todo mi ser estaba en alerta máxima a pesar del alcohol que corría por
mi sangre. Otro ruido a mi lado me hizo sobresaltarme.
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Página
Traducido por Miry & CamShaaw
Corregido por Danita
—En serio no puedo esperar a llegar a casa y utilizar mi polla hasta el cansancio.
Ha pasado mucho tiempo desde que el pobre hombre vio algo acción —dijo Holt, sentado
en el asiento del acompañante del Vehículo MRAP.
—Tengo la sensación que tendrás que seguir esperando si así es como hablas con
las mujeres, Holt —le dijo Rooster, quien conducía.
—Hombre, todo lo que tengo que hacer es sonreírle a una chica, y me pedirá que
la llevé a mi casa.
Reí entre dientes. —La cuál sería la casa de tu madre, ¿verdad?
—Vete a la mierda, hombre. Tengo ese sótano decorado de forma muy agradable,
ni siquiera sabrían que todavía vivo en casa. —Todos soltamos una carcajada. Holt
murmuró en voz baja—: Grupo de imbéciles.
Me incliné hacia delante y le di una palmada en el hombro para que supiera que
le tomábamos el pelo. Nos encontrábamos a mitad de camino de nuestra segunda
patrulla del día y era realmente muy ventoso afuera, levantando polvo. Los cuatro
empezábamos a sentirnos ansiosos por regresar a casa. Solo nos quedaban dos semanas
en este hoyo de mierda. Tres de nosotros, nos saldríamos. Servimos durante cuatro o seis
años y estábamos listos para pasar a otra cosa. Corey, naturalmente, era el que se
quedaría. El chico no podía imaginarse haciendo otra cosa con su vida, así que haría una
carrera en el Ejército. Bien por él.
—Oye, Rooster, ¿qué es lo primero que harás cuando llegues a casa? —
pregunté.
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Después de eso, todo se quedó silencioso. Mis oídos no sonaban, pero no podía
escuchar nada. El cuerpo de Holt se hallaba sobre el mío y tuve que limpiar mis ojos
para quitar la tierra que me impedía ver. Cuando los abrí, mi mente no pudo procesar la
escena frente a mí. La mujer, Corey y Rooster ya no estaban ahí. Había sangre en el
suelo con piezas de lo que solo podía asumir eran partes de cuerpos. El hombre que me
sonrió se desplomó, con dos de sus miembros perdidos. Estaba muerto.
Usé toda la fuerza que quedaba en mí para hacer rodar a Holt hacia un lado y
poder sentarme, evaluarme y luego hacerme cargo de él. Necesitaba moverme rápido
antes de que la bomba atrajera alguna atención de cualquier vecino de Al-Qaeda que
pudiera encontrarse en el área. Después tenía buscar a mis dos chicos. El cuerpo de Holt
era pesado cuando lo quité de encima de mí. Se hallaba cubierto de sangre y sus ojos
permanecían abiertos, mirando al cielo. Me arrastré hacia él, mi corazón latiendo con
fuerza. Jalándolo sobre mi regazo, vi un enorme agujero en su pecho, perdía sangre,
rápido. Apreté mis manos sobre la parte superior de la herida tratando de frenar la
hemorragia, y esperando como el infierno que el respaldo llegara y pudiera conseguirle
un doctor.
El agarre de Holt era débil cuando se aferró a mi brazo. —Dile a mis padres,
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mis hermanos, y desearía haber muerto con ellos. Todo lo que tenía eran algunos cortes,
el médico dijo que algunos probablemente dejarían cicatriz, pero la mayoría sanaría y
Página
desaparecería. ¿Qué pasa con el daño que tenía internamente? Nada relacionado con
mis cicatrices internas se desvanecería o sanaría. Debí morir con mis hermanos.
***
Inclinó su cabeza hacia abajo una vez, dejándome saber que sabía de lo
que hablaba. Mientras se acercaba más, mis manos fueron automáticamente
Página
alrededor de su cintura.
—¿Tu papá está en casa?
—No, él y Alice se fueron a vivir a su casa, ya que vive cerca de la
ciudad.
—Bien.
Levantó las manos y las subió por delante de mi pecho desnudo. Sus
dedos se deslizaron detrás de mi cuello y tiró de mí hacia abajo hasta que su
boca estuvo sobre la mía. No fue un beso aplastante, sino dulce. Su boca se
abrió y fue todo lo que necesité para sumergirme y saborear cada centímetro de
ella. Sus manos se enredaron en mi pelo, mientras las mías se movían por su
espalda hasta llegar a su culo. La atraje hacia mí y mi polla se apoyó en su
vientre. La sentí ponerse de puntillas y rechinar contra mí como si intentara
conseguir algo de fricción donde la necesitaba.
La levanté y me rodeó la cintura con las piernas. La coloqué en el borde
del lavabo y ella siguió rodeándome con las piernas. Bajé la mano por su
hombro y toqué su pecho, dándome cuenta de que no llevaba sujetador. Mi
pulgar rozó la punta de su pezón y sentí cómo se endurecía hasta formar un
pico en mi dedo. Se arqueó contra mí y gimió.
—Oh, Dios, Kat. Te sientes increíble en mis manos. —La solté, me agaché
y le tiré de la camiseta por encima de la cabeza. Estaba sentada en ropa interior
de encaje negro y juro que era lo más sexy que había visto nunca. Las elegantes
líneas de su espalda se reflejaban en el espejo que había detrás de ella y me
entraron unas ganas tremendas de tocar cada parte de su cuerpo. No quería
terminar la noche sin conocer todas sus pecas, cicatrices y perfecciones. Llevé
mi boca hacia abajo y succioné su pezón en mi boca, mientras que mi otra mano
encontró el otro y arrancó en su pico. Kat sostenía mi cabeza contra ella,
suplicándome en silencio que le diera más.
—Necesito probarte. Quiero tu dulzura en mi lengua.
Comenzó a negar con la cabeza. —Nunca lo he hecho. ¿Y si no te gusta?
—Es imposible. Deja que yo me ocupe de ti. —Mi voz era profunda y
llena con necesitad.
Mordisqueé y mordisqueé su vientre, pasé las manos por sus muslos y la
obligué a separarlos para mí. Cuando me arrodillé en el suelo frente a ella,
enganché los dedos en sus bragas y se las quité. Contuve la respiración y la
miré. Sus ojos estaban llenos de aceptación y amor. Aceptación de mí y de lo
que necesitaba de ella, y amor porque confiaba en mí.
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—Ábrete para mí, Kat. Déjame verte. —Sus muslos temblaron un poco
mientras me dejaba abrirla—. Jesucristo, eres jodidamente perfecta. —Miré su
coño, sus labios brillantes de humedad. Me incliné hacia delante y di un tímido
Página
golpe con la lengua. Era una mezcla salada y dulce que solo podía describir
como exclusiva de ella. Subí una de mis manos justo por debajo de sus caderas
y, con el pulgar y el índice, la abrí aún más, dejando al descubierto su clítoris.
Estaba rojo y ligeramente hinchado. Sentía cómo mi polla palpitaba en mis
calzoncillos; deseaba desesperadamente estar dentro de ella. En lugar de eso,
metí la otra mano, me agarré con fuerza y empecé a masturbarme lentamente.
Mi lengua lamía el capullo de Kat y tragaba los jugos que se me metían en la
boca. Colocando mis labios sobre ella, le chupé ligeramente el clítoris mientras
le daba golpecitos con la punta. Las caderas de Kat se agitaron salvajemente.
Tuve que detener lo que me estaba haciendo y sujetarla.
—Oh, Dios mío… oh… Dios… no te detengas —jadeó.
Sabía que se estaba acercando porque sus muslos se habían levantado y
me rodeaban las orejas. Estaba completamente desenfrenada. Nunca la había
visto así. Era un espectáculo impresionante.
—Timber, estoy tan cerca, por favor… ¡más!
Añadí un poco más de presión con mi lengua y chupé un poco más
fuerte. Fue suficiente para llevarla al límite. Todo su cuerpo se agitó con
espasmos. Gritó y me agarró fuertemente con la cabeza. Cuando bajó, la solté y
le di una larga lamida con la lengua. La hizo estremecerse. El cuerpo de Kat
estaba recostado contra el espejo y sus miembros colgaban sueltos a los lados.
Me puse de pie, me incliné sobre ella y le besé la boca. Sabía que podía
saborearse en mí y eso me puso aún más duro.
—¿Me llevas a la cama? —Lo formuló como una pregunta.
La cogí en brazos como a una niña y la llevé a la habitación. Cuando los
dos estábamos tumbados, Kat se puso encima de mí y se sentó a horcajadas
sobre mis caderas. Me agarré a ella y miré su cuerpo que brillaba a la luz de la
luna. Su piel de porcelana brillaba por el poco sudor que había acumulado. Se
incorporó unos centímetros y tiró de mis calzoncillos lo suficiente para hacerme
saber que quería que me los quitara. Cuando me los quitó, volvió a sentarse a
horcajadas sobre mí y empezó a frotarme la polla con su humedad. Mientras
sus caderas se movían hacia delante y hacia atrás, miré hacia abajo y pude ver
la cabeza de mi polla siendo empujada a través de sus pliegues. Tenía la cabeza
echada hacia atrás y el pelo le colgaba detrás en largas ondas. Se excitaba con
solo sentirme frotarla.
Se oyó un crujido en el exterior que desvió mi atención de ella y me hizo
mirar por la ventana. La luna parecía roja como la sangre en lugar de tener un
brillo amarillo. El sudor del pecho de Kat empezó a parecer gotas de sangre.
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charco entre mis piernas. Mis terminaciones nerviosas ansiaban que me tocara.
Algo de lo que no me sentía segura era que pudiera decirle sobre mi
Página
propia batalla interior. La agresión en sus ojos cuando me tomó hizo que mi
corazón se sintiera como si estuviera en mi garganta. Me recordó los ojos
oscuros de Adam mientras se obligaba a entrar en mí. Timber fue tan amable,
aun así exigente, cuando vino a mí anteriormente. En ese momento, fue incapaz
de aplastar las emociones pasando por su sistema mientras me tomaba, fue
dominante y mandatario, dirigiéndome qué hacerme yo misma mientras me
penetraba. Las tensas sensaciones que cruzaron por mis venas se desvanecieron
mientras se deslizaba en mi interior, y todo lo que vi fue un mar azul
mirándome con aprobación. Dejé el recuerdo de Adam en los recovecos más
oscuros de mi mente y me llevé al aquí y ahora con Timber. A cada caricia y
cada mimo ente él y yo. Me le entregué, en mente y cuerpo, en ese momento.
Sabía que después de esa primera vez, estaría bien entregándomele de nuevo
cuando llegara el momento.
—Oye —dijo, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿A dónde fuiste?
Su dedo pulgar acariciaba mi muñeca. —Lo siento, estoy aquí.
Simplemente me perdí en mis pensamientos.
Frunció el ceño. —¿Qué tipo de pensamientos?
Me incliné hacia adelante y acaricié las líneas entre sus cejas.
—Pensamientos buenos, lo juro por mi vida. —Hice una X sobre mi
corazón—. Solo recordando la noche anterior.
Su ceño se relajó, pero su rostro todavía se encontraba triste.
—No te lastimé, ¿verdad? Me encontraba tan perdido en el momento que
no se me ocurrió que podrías no haber estado bien con cómo te traté.
Me reí. —Cómo me trataste estuvo bien. Y te prometo que no me heriste
en absoluto. Estuve dentro tanto como tú.
Me miró, intentando mantener los ojos en la carretera. —Aun así pude
haber sido un poco más amable. Lo juro, no siempre soy así de agresivo.
Me quedé callada mientras mis pensamientos sobre cómo me manipuló
con sus palabras. Cómo sus mandatos no tan sutiles hicieron estragos en mi
interior y todo lo que quería que hiciera era que me follara… duro. No era una
persona tímida, pero, ¿cómo rayos se suponía que le dijera que su autoridad era
exactamente lo que quería de nuevo? Necesitaba que fuera asertivo conmigo.
Me evitaba dirigirme directo hacia el oscuro hueco que me hacía preguntarme
si hacía lo correcto y si él lo disfrutaba o si fallaba miserablemente como mujer.
No tuve mucha experiencia con el sexo. Y con lo mucho que lo evité en el
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pasado, no podía estar segura que mis movimientos con él fueran los correctos.
Vocalizar era exactamente lo que deseaba de él.
Página
—Ahí vas de nuevo. ¿Te importaría regresar y unirte a mí?
Me sonrojé. —Ups. Supongo que solo tengo mucho en la mente.
—¿Te importaría contármelo?
Me mordí mi labio inferior. Lo sentí liberarlo con su dedo pulgar
mientras giraba mi cabeza en su dirección. Tenía una mirada de preocupación
en su rostro.
—Kat —dijo en una profunda voz que casi sugería que sabía dónde mi
mente se encontraba—. ¿Qué quieres decirme?
Me removí, sintiendo que me ponía ligeramente cachonda por su tono de
voz. —Está bien, ¿prometes no reírte o juzgarme?
—Nunca. Ahora, ¿qué pasa, mujer? Me tienes preocupado.
Me aclaré la garganta, intentando sentirme valiente. —De acuerdo, es
solo que con todo lo que me ha pasado, no tenía la certeza de cómo me sentiría
sobre que me dijeran qué hacer en medio de… bueno, ya sabes. —Asintió con
conocimiento—. Y anoche, me preocupé por ti, e intenté traerte de regreso a mí.
Estuviste tan distante. Pero por otro lado como que… no lo sé… te pusiste todo
macho dominante conmigo.
Dejé que mi voz se desvaneciera. —¿Yyyy? —me presionó para
continuar.
—Y creo que me gustó. —Mi labio fue directamente de nuevo dentro de
mi boca, así lo podía morder.
El auto de repente se desvió a un lado de la carretera y se detuvo.
Levantando polvo a nuestro alrededor y unos cuántos autos tocaron sus
bocinas, descontentos por el repentino cambio de carril de Timber. Giró su
cuerpo completo en mi dirección y me miró con sus penetrantes ojos azules de
bebé. Su pecho subía y bajaba en rápidas respiraciones y yo me preguntaba qué
sucedía.
—¿Qué rayos? ¿Por qué te detuviste?
Ignoró mi pregunta. —¿Te gustó que te dijera qué hacer?
No podía decir por el tono de su voz si sonaba acusador o genuinamente
sorprendido. —Sí, creo que sí.
Su mirada se puso más profunda mientras sus ojos se entrecerraban. —
¿Lo crees o lo sabes?
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Podía sentir ese dominio irradiando de él. —Lo sé. —Bajé la mirada hacia
mis manos, sacándome una suciedad inexistente debajo de mis uñas.
Página
—Mírame, Kat —Mis ojos lo miraron—. ¿Me estás diciendo que quieres
que te diga qué hacer?
—Eso creo.
Suspiró. —Ahí vas de nuevo con el “creo.”
Me encogí de hombros. —Es solo que cuando haces eso, no me dejas
preguntándome que es lo siguiente que quieres de mí. Aparta mi mente de los
lugares a los que no quiero ir y siento que solo estoy contigo.
Gruñó con comprensión. —Tengo que decirte, de alguna manera estoy
aliviado de escucharte decir esto. Soy un idiota prepotente por naturaleza y no
sé si soy capaz de dominarme cuando se trata de ti. Me vuelves absolutamente
loco con todo lo que haces.
—¿Cómo te vuelvo loco? —Ahora no sabía si era yo la ofendida.
Un lado de su boca se curvó en una sonrisa de burla.
—No ves lo hermosa que eres. A donde sea que vas, los hombres te
miran como si fueras un pequeño postre decadente que quieren probar. —La
sonrisa de burla desapareció tan rápido como vino—. Y cualquier hombre que
intente colocar sus manos sobre ti tendrá que rendirme cuentas. No te
compartiré. No puedo.
—No tienes ninguna competencia, Timber. Nunca esperaría que me
compartieras. Soy toda tuya —dije con total naturalidad.
—Sí, excepto que ya estoy compitiendo con el hombre que te lastimó.
Sentí como si me acabara de dar una bofetada en el rostro. ¿Cómo pudo
decir algo como eso? Sintiendo mi ira construirse, ataqué.
—¡Lindo! Muy bonito de tu parte traer eso a colación cuando estamos
hablando de ti y de mí. Nunca has tenido que competir con ese pedazo de
mierda, así que, ¿qué te hace pensar que lo haces?
—Él está en tu cabeza, Kat. He estado luchando por su espacio durante
meses ya. Lo quiero fuera. ¡Erradicado!
Extendí mi mano hacia el centro de la consola y lo empujé con fuerza.
—¿Crees que puedo simplemente olvidarme de él? ¿De lo que me hizo?
Me robó algo que ninguna chica jamás quiere darle a cualquiera por primera
vez. ¡Nunca recuperaré eso, Timber! Así que, por supuesto que está en mi
cabeza. Es un monstro que acecha cada esquina. Nunca sé lo que lo traerá al
frente de mi mente, ¡pero ciertamente no espero que tú me lo eches en cara!
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Página
—No estoy intentando echártelo en cara. Solo quiero que sepas que
quiero reemplazarlo. No quiero que esté acechando por ahí cuando estoy
contigo, cuando estoy dentro de ti.
Me sentía completamente sorprendida. ¿Cómo esta conversación dio un
giro tan rápido?
—Me hablas como si no hubiera intentado olvidarlo. Joder, ¡me mudé
para acá para alejarme de él! Vivía en ese pueblo con el miedo de que se
apareciera y me hiciera lo mismo de nuevo. Por Dios, Timber. —Levanté mis
manos—. Tuve que retirarme del jodido atletismo, algo que amaba, porque no
podía entrar de nuevo en los vestuarios donde me violó.
De repente dejé de gritar y mi mano voló para cubrir mi boca, acababa de
darle un pedazo de información que nunca compartí. Sus cejas se levantaron
mientras el asombro se registraba en su hermoso rostro. Las ruedas rodaban
detrás de sus hermosos ojos azules, mientras dejaba que lo que le dije tuviera
sentido. Ahora me sentía cobarde, esperando que la furia viniera volando.
—¿Sucedió en la escuela? —preguntó en voz baja.
Asentí, las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos.
—¿Y él era un adulto o estudiante? —Mientras más suave hablaba, más
amenazante se volvía su tono.
—Estudiante —dije con voz estrangulada.
—¿Lo conozco? —Se giró para mirar a través del parabrisas. Casi dolía
más porque ni siquiera podía mirarme.
—Probablemente —mentí—. Era una escuela pequeña, Timber. No había
tantos rostros que no pudiéramos haber pasado en algún momento en el pasillo.
—Sabes lo que te estoy preguntando, Kat. No juegues conmigo.
De hecho, sí sabía lo que me preguntaba. Sentí como si estuviera en una
encrucijada; intentando decidir entre decirle la verdad, ponerlo furioso, o
evadir su pregunta y hacerlo pensar que era un chico de mi clase. No había
duda en mi mente que pudiera culparse a sí mismo, luego ir cazar a Adam y
hacerle un daño indecible si le dijera la verdad. Timber era dos años mayor que
yo, así que podía creer que fue alguien que se graduó conmigo. Tomé la
decisión casi con demasiada facilidad.
—Fue alguien con quien me gradué. Frecuentaba a gente diferente de la
que tú frecuentabas, ¿de acuerdo? Seguro que apenas conocías al muchacho.
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—¿Umm? —pregunté, a la vez que pasaba mis dedos desde la parte baja
de su cuello hasta la cima de su cabeza. Agarrando un puñado de cabello.
Página
Suavemente lo alejé así podía escucharlo mejor—. ¿Qué dijiste? —Coloqué mi
frente contra la suya.
—Dije que te amo. Nunca pensé que me sentiría de esta manera por
alguien, no después de lidiar con la pérdida de mis amigos. He estado asustado
de sentirme tan cerca de alguien de nuevo, pero no puedo evitarlo contigo.
Haces que sea tan fácil amarte. Estás en cada parte de mí, y me he enamorado,
Kat. Me he enamorado intensamente.
Hice mi cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos mientras hablaba.
Nunca nadie me habló antes con tanta convicción. Si un hombre me hubiera
dicho estas palabras en cualquier momento antes de ahora, habría pensado que
eran sentimientos vacíos. Con Timber, no podía dudar. No con la forma en la
que me miraba, y tampoco con la manera en la que me atraía. Pero ¿era amor lo
que yo sentía?
No tenía ni idea. Lo que sabía era que me hacía sentir cosas nuevas. Sabía
que quería estar a su lado cada minuto de mi día porque si no, lo extrañaba.
Sabía que era la primera persona con la que me había abierto contándole sobre
mi pasado terrorífico y que no me juzgó como esperaba que un hombre hiciera.
No me dejó ni salió corriendo por las colinas porque era la chica con bolsas y
bolsas de equipaje con el cuál lidiar. Fue el tipo que las cargó por mí, hizo que
cada día fuera mejor y algo para desear tener. Antes de Timber, simplemente
existía en mi vida. No la vivía. Me encantaron sus costumbres difíciles y cuán
controlador podía ser. Entonces ¿lo amaba? Sí, supongo que sí.
—Yo también te amo. —Y cuando dije esas palabras, sabía que las sentía.
La sonrisa más paralizadora de corazones que jamás vi se extendió por el
rostro de Timber. —Esas son unas palabras bonitas en tus labios. —Su pulgar
rozó mi labio inferior—. Sé de algo que incluso luciría mejor en tu boca.
Reí. —¿Me estás hablado sucio justo después de decirme lo más dulce
que creo he escuchado, y seguimos estacionados a un lado de la carretera?
Me deslumbró con sus brillantes ojos color cielo.
—Kat, quítate esas ideas sucias de la cabeza. —Golpeó mi trasero—.
Hablaba de esto.
Se acercó y colocó ligeramente sus labios sobre los míos. El gesto fue tan
suave que casi no noté nada además de su aliento cálido susurrando a través de
mi boca. Sus dientes rozaron mi labio inferior y mi lengua salió, lamiendo el
lugar dónde lo había sentido. Tomó esto como una invitación para profundizar
nuestra conexión, así que abrió su boca y colocó su mano detrás de mi cabeza.
148
***
Mel nos miró al uno y al otro, y luego me dio una palmada en el brazo.
—Ustedes dos hicieron cochinadas, ¿no es cierto?
Su rostro lucía radiante de alegría. Mi boca se abrió de golpe y no podía
creer que me delatara de esa forma en frente de Beaver.
—Solo algunas cosas fueron sucias —intervino Timber. ¿Qué mierda?
¿Me encontraba en la dimensión desconocida? Coloqué la cabeza en mi regazo
y gruñí.
—Chicos, en serio. No estaba al tanto de que mi vida sexual fuera
debatible —murmuré en mi brazo.
—Por supuesto que lo es. Especialmente cuando ni siquiera tenías una
vida sexual antes de que este dios entrara. —Movió sus cejas hacia Timber. Puse
los ojos en blanco por su intento descarado de coquetear con mi chico. Decidí
que era buen momento para cambiar de tema.
—¿Cómo se las arreglaron sin mí por aquí?
Ahora era turno de Mel para poner los ojos en blanco. —Kat, es Port
O’Connor —dijo como si eso explicara todo—. Este lugar no se ocupa tanto. Lo
manejamos muy bien.
—Bien. ¿Dónde está Ed?
—Decidió hacer un viaje largo de pesca por una semana fuera de Corpus
Christi. No regresará hasta mediados de la próxima semana.
—Oh. —Me sentí un poco decepcionada, solo porque no lo había visto
mucho últimamente y quería pasar un tiempo a su lado.
—Entonces veo que ustedes dos se están llevando bien. —Timber dio esa
media sonrisa gloriosa. ¿Por qué demonios dirigía la conversación de vuelta a
ese tema?
—Se podría decir. —Beaver le lanzó una sonrisa socarrona a Mel que no
me pasó desapercibida—. Creo que Mel se beneficia bastante bien.
Se burló. —¡Pssh! ¿Me beneficio? Estoy bastante segura de que mis oídos
todavía suenan por el grito que diste anoche.
Se dio la vuelta en su dirección, y sentí como si me estuviera ahogando
con la tensión sexual que comenzaba a construirse entre ellos. Era dulce y
repugnante, todo al mismo tiempo. —De verdad… ¿quién fue la que estuvo
gritando mi nombre cuando consiguió montarse en la Lengua Tornado?
Las cejas de Timber se alzaron tan alto como podían.
152
me aseguraré que la próxima vez que esté dentro de ti, estarás de rodillas y tu
trasero estará de un bonito rojo.
Página
Se movía debajo de mí, tratando pobremente, podría añadir, de crear
alguna fricción. —Si eso significa que me das lo que necesito, te prometo darte
lo que quieras. Solo por favor déjame sentirte, Timber, ¡por favor!
No podía dejar sus súplicas sin respuesta. Empecé a sacudir mi pene
dentro de ella a un ritmo constante. Ella se levantaba para alcanzarme en parte.
La sangre me martilleaba el cuerpo y sentí la atracción familiar de mi orgasmo.
Apretando los dientes, maldije. —Te sientes tan jodidamente bien. Estoy cerca,
Kat.
Empecé a penetrarla sin pudor y sin poder contenerme. Sentí que sus
paredes se cerraban sobre mí y ella gritó mi nombre, con todo su cuerpo
convulsionándose. Seguí bombeando dentro de ella, pero mi ritmo empezaba a
flaquear. Ella seguía corriéndose cuando sentí mi propia descarga. Mis pelotas
se tensaron y se contrajeron mientras me derramaba dentro de ella. Me recorría
la espalda con las uñas mientras la ayudaba a superar las contracciones más
leves. Mi propia liberación fue tan fuerte que mis brazos luchaban por
mantenerme en pie. No quería aplastarla, pero ella seguía tirando de mí. No
pude mantener mi fuerza y mi pecho cayó sobre el suyo.
Kat y yo respirábamos agitadamente mientras ella me rodeaba con sus
brazos y piernas. Me besó el hombro varias veces antes de que sintiera sus
dientes rozarme el cuello. Mi polla se agitó dentro de ella y gimió.
—Tranquila, nena. Necesito unos minutos para recuperarme antes de
que volvamos a hacerlo.
—¿Hablas en serio? Todo mi cuerpo se siente tan flácido como un fideo.
No sé si incluso pueda hacerlo de nuevo tan pronto.
Me levanté unos pocos centímetros y la miré. —Créeme, podrías si te lo
hago. —Mis caderas se retiraron un poco antes de empujar de nuevo en ella. Se
quedó sin aliento ante la sensación y su interior se apretó a mi alrededor.
Cuando abrió los ojos, me dio una sonrisa tímida que derritió mi
corazón. —Buen punto. —Giró su cabeza para mirar el reloj y me dio unas
palmaditas en el trasero—. Muy bien grandote, necesito una ducha, y tienes que
ir a trabajar en treinta minutos.
Gruñí frustrado. Era acogedor aquí en su pequeña cama, Aún enterrado
en su coño. —El trabajo está sobrevalorado.
Se echó a reír. —Sí, lo está. ¡Arriba!
Me deslicé de encima de ella, y suspiró. —¿Lavo tu espalda, lavas la mía?
157
***
Me fijé en su aspecto. Era unos centímetros más bajo que yo, pero estaba
claro que seguía yendo al gimnasio con regularidad. Llevaba el pelo castaño
corto y vestía un mono gris. Sabía que había estudiado empresariales y, por su
aspecto, diría que le iba bien.
—¿Qué demonios haces aquí?
Roger dio un paso adelante con una mirada perpleja. —¿Ustedes dos se
conocen?
—Sí, este idiota era uno de mis mejores amigos en la preparatoria. Nos
conocemos desde hace tiempo. —Sonreí. Roger parecía desconcertado por mi
informalidad y mi expresión de cariño—. Pero eso no explica qué te traería a
holgazanear al jodido Egipto.
Adam miró a Roger y luego a mí. —Soy dueño de este campo.
Lo dijo con tanta naturalidad que tardé un momento en darme cuenta. Si
él era el dueño de este campo, entonces eso significaba… —Espera, ¿eres el
dueño de A&S Emissions?
—Sí, de este y una decena de otras plantas de petróleo y gas natural por
la costa del golfo. Paré aquí para echar un vistazo a la producción cuando Slim
mencionó que tenía un novato al que contrató recientemente y que era muy
bueno. Cuando me dijo tu nombre, no estaba seguro de si era el mismo Timber.
Excepto que, mierda, ¿quién más tiene un nombre como el tuyo? Sin embargo,
después de un poco de investigación, por supuesto, me enteré que eras tú.
Mi mente estaba zumbando con toda esta nueva información. Él me
miraba, dejándome conectar los puntos.
—Vaya, no puedo creer que nos estemos encontrando. ¿Cuánto tiempo
vas a estar en la ciudad?
—Por desgracia, no mucho. Tengo que trasladarme a una plataforma en
alta mar cerca de Mississippi pasado mañana".
Asentí. —Bueno, ¿qué tal si quedamos para cenar esta noche? Podemos
comer una hamburguesa en el bar que está a la vuelta de mi casa y luego tomar
algo en el bar de la ciudad y ponernos al día. ¿Has estado en The Hole?
Algo pasó por sus facciones. —¿The Hole? No, no creo. Seguro que suena
bien. Nos vemos cuando bajes.
Incliné la cabeza hacia él y me volví hacia la plataforma. No podía creer
que uno de mis amigos más antiguos estuviera aquí y que fuera mi jefe. ¿Cómo
no lo sabía? Supongo que no lo habría averiguado a menos que indagara un
poco tras el nombre de la empresa, pero ¿por qué iba a hacerlo? A mí solo me
interesaba presentarme para ganarme el sueldo como todo el mundo. Cuanto
159
más pensaba en ello, todo tenía sentido. A&S Emissions eran las iniciales de
Adam y Sam, su hermano mayor. Su abuelo había estado en el negocio del gas
Página
natural en su día, y parecía que los chicos se hicieron cargo de su empresa y la
ampliaron.
A medida que avanzaba el día, nuevos pensamientos se agolpaban en mi
mente. ¿Me dio Adam el aumento cuando se enteró de que trabajaba aquí?
¿Sabía que acababa de volver de la guerra? Sabía que ninguno de los otros
novatos recibía el mismo dinero que yo, así que ¿me lo dio porque pensó que lo
necesitaba? Estuve completamente preocupado con las preguntas que se
arremolinaban en mi cabeza hasta que llegó el momento de terminar y volver a
casa. Pensé en ir a mi casa, darme una ducha rápida y decirle a Adam dónde
encontrarme.
Caminando hacia mi moto, vi a Slim a punto de subir a su camioneta.
Me miró. —Oye, chico. Me he enterado que conoces al gran jefe. Vaya
coincidencia, ¿no?
—Sí, no jodas. Me sorprendió mucho.
—¿Cuánto tiempo tienen de conocerse?
—Mucho tiempo. Hemos sido amigos desde que estábamos en la escuela
primaria. Jugábamos a todos los deportes juntos y nos hicimos mejores amigos
cuando llegamos a la escuela media. Pero no le veía desde antes de mi primer
despliegue. Él se había ido a la universidad y yo tenía mis cosas. Caminos
diferentes, supongo.
—Así es por lo general cómo funciona la vida. —Se encogió de hombros.
Subió al taxi y se detuvo—. Oye, me dirijo a The Hole esta noche, ¿vienes?
Le miré con cara de “estás de broma, ¿verdad?”. Se rió. El motor de su
vieja camioneta giró unas cuantas veces antes de que finalmente volviera a la
vida. Se me ocurrió una idea antes de que pusiera la marcha atrás.
—Oye, Slim. Voy a casa a darme una ducha rápida y luego he quedado
con Adam en Greased Up para comer algo. Le dije a Kat que estaría en el bar
cuando saliera, pero como mis planes cambiaron y tú vas para allá, ¿te
importaría avisarle que llegaré un par de horas tarde?
—Claro, no hay problema. —Empezó a retroceder, pero pisó el freno—.
Espera, si tú fuiste a la escuela con Adam, entonces Kat también. ¿Por qué no le
pides que vaya contigo?
Ya había pensado en eso. No pensé que fuera una buena idea porque no
sabía cómo se sentiría Kat estando cerca del tipo que constantemente se metía
con ella en ese entonces. Ella lo había despreciado todos esos años atrás, y no
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podía imaginar que las cosas hubieran cambiado mucho desde entonces. Todos
éramos adultos ahora, pero aun así, pensé que probaría suerte más tarde esa
Página
***
que le había contado a ella, pero él comprendió y asintió con la cabeza mientras
yo hablaba.
Página
—Guau, lo siento por tu perdida. Estoy seguro de que fue duro.
—Lo fue. Todavía es duro pensar en ello, pero me lo tomo día a día.
—¿Ya terminaste con el Ejército? ¿Pueden volver a llamarte?
—No, mi contrato está terminado. Los militares tienen un montón de
gente más que se ofrece voluntaria para ir. Muchos piensan que los beneficios
que nos dan valen la posibilidad de no volver a casa. Como los que están
casados y tienen hijos, pero no tienen seguro médico. Creen que es bueno para
sus familias.
—Bueno, te felicito por tu servicio. Has hecho un gran sacrificio por ir
allí.
—Gracias, hombre.
Llagó la comida y nos sumergimos en ella. Adam se comió literalmente
sus palabras porque dijo que era una de las mejores hamburguesas que había
comido nunca. Comimos en silencio hasta que nuestros platos estuvieron
vacíos, entonces ambos nos sentamos, totalmente llenos.
—Entonces, tengo algunas preguntas que hacerte.
—Dispara.
Pensé que era mejor decirlo sin rodeos. —¿Sabías que era yo antes de que
me dieran ese aumento exagerado, o era algo que realmente me había ganado?
Adam se inclinó hacia delante y apretó los dedos bajo la barbilla. —
Ambas cosas. Slim me había contado lo trabajador que eras, que eras innovador
y que te habías adaptado rápidamente al trabajo a pesar de no haber trabajado
nunca en un campo petrolífero. Eso despertó mi interés, así que investigué un
poco. Cuando supe que eras tú, me pareció justo darte el aumento. Antes de
saberlo, ya iba a añadir algo de dinero extra, pero acabó consolidando mi
decisión.
Pensé en lo que había dicho. —¿Por qué tanto?
Suspiró. —Vale, la verdad. Nunca iba a ser tanto dinero. Pero aumenté la
cantidad porque supuse que lo necesitabas. Y antes de que vayas a explotar en
un viaje de poder machista, no me voy a retractar. He visto las cifras, Timber.
Has ayudado a la producción y he aplicado algunas de tus técnicas en mis otros
campos.
Incluso después de todos estos años, me conocía bien. No quise aceptar
el dinero sabiendo que él nunca tuvo intenciones de ceder tanto. No era un caso
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hacía más que generar intereses en algunos fondos de inversión y otras cuentas.
Podría vivir bien con ese dinero durante bastante tiempo; Kat incluida, si fuera
necesario. Sin embargo, la expresión de su cara me dijo que realmente estaba de
acuerdo con lo que Slim le había dicho sobre mí.
—Mira, amigo, te agradezco que hayas querido ser tan generoso, pero
duplicarme el sueldo ha sido exagerado.
—¿Lo habrías cuestionado si no te hubieras enterado de que era yo?
—No. Pero ahora que lo sé, no creo que pueda aceptar lo que me has
ofrecido.
—Tonterías, Timber. Puedes y lo harás.
Levanté las manos, con las palmas hacia fuera, en señal de rendición.
—Vale, tranquilo. ¿Qué tal si llegamos a un acuerdo? ¿Por qué no bajas la
cantidad, justo a lo que ibas a subir inicialmente, y lo cerramos ahí? Tú estás
contento, yo estoy contento...
Se volvió a hacer el silencio por un breve momento y luego cambió de
tema. —Entonces, ¿tienes a alguien en tu vida? No veo una alianza.
—¿Estás coqueteando conmigo?
Soltó una carcajada. —No con todos esos tatuajes y piercings, pero
gracias por pensar en mí.
Sonreí. —Deberías hacerte algunos. A las chicas les encanta.
—Estoy bien, gracias. Tengo un poco de fobia a las agujas. —Eso me hizo
reír.
Kat me vino a la mente y me moví un poco en mi asiento,
preguntándome cuál sería la mejor manera de abordar este tema sin que se
volviera raro. —Volviendo a tu pregunta de antes, en realidad tengo a alguien
por quien estoy bastante loco.
Levantó su vaso, haciendo una breve pausa antes de dar un trago a su
refresco. —¿Ah, sí?
—Creo que te sorprendería saber que la conoces.
La misma mirada que tenía en el lugar de trabajo volvió a cruzar sus
rasgos y me hizo ponerme rígido. No entendía por qué me miraba tan raro.
—¿La conozco? ¿Piensas decirme quién es o vamos a jugar a las
adivinanzas?
Por alguna razón, su tono sonó más agresivo de lo que quería y se dio
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Página
Traducido por evanescita & Mire
Corregido por SammyD
El bar se encontraba lleno con sus clientes habituales para ser lunes por
la noche. Me ocupaba de abastecer los refrigeradores de cerveza cuando oí que
alguien se aclaraba la garganta detrás de mí. Volteándome, vi que era Slim,
tomando asiento en un taburete de la barra tratando de ponerse cómodo.
—Oye, chica, escuché que tuviste un buen fin de semana.
Me acerqué para pararme frente a él y servirle un vaso de nuestra
refrescante cerveza de barril a través de la barra. Sonreí y le di un segundo para
que tomara su cerveza helada antes de responderle. Empecé a limpiar los vasos
con el trapo que había colgado sobre mi hombro.
—Fue un gran fin de semana. El padre de Timber es muy guapo, es el
vivo retrato de él. Ahora sé cómo se verá en veinticinco años.
Slim levantó las cejas. —No me di cuenta que estabas planeando estar
con él a largo plazo. ¿Qué hicieron además de ver los fuegos artificiales?
Hice una pausa. Quería estar con él. No tenía intenciones de que
nosotros no estuviéramos juntos. Y la sola mención de los fuegos artificiales
trajo de regreso esa noche y la crisis de Timber. Algunas partes fueron grabadas
en mi cerebro, mientras que otras podrían desaparecer. Fue la tristeza que había
visto en su rostro la que casi me había roto. Sacudiendo la cabeza, hice todo lo
posible por eliminar los pensamientos negativos que se asociaban con nuestra
primera vez juntos.
—Terminamos haciendo todo tipo de cosas como caminar en el parque, y
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comprar algunas cosas en el centro. Su padre hace una muy buena carne asada,
y Alice, su novia, es una de las mujeres más dulces que he conocido. —Slim
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tomó otro trago de su cerveza—. Y sí, creo que tengo planes de estar con Timber
por un tiempo. En verdad me hace realmente feliz.
—Me alegra oír eso. Es un buen hombre. Pero espero que sepas que ha
pasado por algunas cosas que pueden ser difíciles para que las entiendas
realmente. Así que si alguna vez parece ausente, solo dale un poco de espacio,
¿de acuerdo?
Era dulce que estuviera preocupado por mí, y también me dio esperanza
que aprobara mi relación con Timber. Si aceptaba que estuviera conmigo,
entonces tal vez mi tío estaría bien también. Llegué al otro lado del mostrador y
puse mi mano en la mejilla de Slim. —Eres un hombre tan considerado, pero no
tienes que preocuparte tanto por mí. Timber ya me ha hablado de lo que le
ocurrió en Irak.
Los ojos de Slim se abrieron como platos. —¿Lo hizo? ¿Qué te dijo?
Sin estar segura de lo mucho que podía compartir, porque sabía que era
personal para Timber, dije: —Me habló de los chicos con los que vivió. También
sé que todos ellos murieron en un ataque DEI y que está luchando con la culpa
por eso.
Estaba verdaderamente conmocionado. —Que me condenen. Realmente
te ama, ¿no es así?
Eso me hizo reír. —Creo que sí. Y antes de que preguntes, creo estoy
enamorada de él también.
Mostró una gran sonrisa en su rostro. —Sabía que el hijo de puta se veía
demasiado feliz el día hoy.
Mis mejillas se sonrojaron. Esperaba que Slim y el tío Roger no dejaran
que su imaginación fuera demasiado lejos. Había solo algunas cosas que estos
dos hombres no necesitaban saber ahora mismo de Timber y de mí. Pensando
en mi chico, miré al reloj grande sobre el hombro de Slim y me di cuenta de que
Timber debería haber llegado del trabajo hace una hora.
—Hablando del diablo, ¿dónde está de todos modos? —Empecé a
masticar mi labio inferior.
Realización aconteció en su rostro. —Mierda, se me olvidó. Quería que te
dijera que vendría un poco tarde esta noche.
—¿Tarde? Nunca llega tarde.
—En realidad está cenando con el dueño de la empresa ahora mismo.
Dijo que lo traería cuando terminaran.
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Slim parecía querer decir algo más, pero se lo pensó mejor. Fruncí el
Página
Sentí que Timber se ponía rígido a mi alrededor. Miró por encima del
hombro hacia la puerta principal. —Sí, sobre eso. Kat, necesito hablar contigo
un minuto, pero ¿podemos ir a un sitio privado?
Página
—Sí, por supuesto. ¿Pero de qué va todo esto?
—No quiero hablar de ello aquí fuera. Vamos al despacho de Ed. —
Empezó a tirar de mí en esa dirección cuando Mel se puso delante de nosotros.
—Kat, nos quedamos sin Absolut y todavía tengo un par de copas que
necesitan ser preparadas. Creo que hay una caja enterrada en el vestidor,
¿podrías ir a ver si la encuentras?
Timber gruñó su frustración y sentí que el corazón se me aceleraba en el
pecho. Me estaba poniendo nerviosa. Y la pobre Mel sabía que yo prefería ir a la
parte de atrás a por algo en lugar de encargarme de sus mesas durante cinco
minutos. Generalmente prefería quedarme detrás de la barra. Ella no tenía ni
idea de que nos dirigíamos a charlar sobre algo que claramente lo incomodaba.
Pensando que podría ir a buscar el vodka lo bastante rápido como para volver a
salir y hablar con Timber, los miré a ambos y les dije que volvería enseguida.
Entré corriendo en el vestíbulo, levantando cajas pesadas para intentar
llegar a la esquina del fondo. No entendía cómo se nos había acabado el
Absolut. Por lo general, teníamos suficiente como para llenar una piscina
infantil. Pasaron varios minutos y lo empujé todo hasta que por fin encontré
una caja en el suelo. La levanté, salí de la fría habitación y cerré la puerta de una
patada. Cuando volví al bar, estaba a punto de dejar la caja sobre la barra
cuando mis ojos se posaron en un par de pozos marrones que nunca pensé que
volvería a ver.
Adam estaba sentado en un taburete entre Timber y Slim. Ni siquiera
llegué a dar los últimos pasos hacia la barra cuando la caja se me resbaló de las
manos y cayó al suelo. El vodka se filtró por los laterales de cartón,
acumulándose alrededor de mis pies y bajo las alfombrillas de goma sobre las
que estaba de pie. Me sentí cautivada por sus aterradores ojos oscuros y clavada
en el sitio. Adam tenía un aspecto absolutamente amenazador. Vi la mirada de
complicidad en su rostro.
Había vuelto a por mí.
Sentí como si cada gramo de aire hubiera sido succionado de la
habitación, y no podía respirar. No tenía noción del tiempo y no tenía ni idea de
cuánto tiempo llevaba allí de pie. Al final, casi todos siguieron con sus
conversaciones e ignoraron a la chica que había derramado el alcohol. Fui
vagamente consciente de que alguien decía mi nombre, pero nada rompía el
trance en el que me encontraba.
Adam continuó su asalto visual a mis nervios. Sabía que me estaba
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ti? Ese hijo de puta allí afuera se metió en tu linda cabecita y te dijo todo lo que
querías escuchar, ¿así que ahora no me quieres más?
Página
Oh, Dios. ¿Estaba delirando?
—¿Tengo que recordarte a quién le perteneces? —Oh, Jesús, no. ¡Otra vez
no! Nunca sobreviviría si me forzaba otra vez. Apenas sobreviví la última vez.
Recuerdos de sus manos envolviéndose alrededor de mi cuello y asfixiándome
la vida se estrellaron en el frente de mi cerebro.
¡Lucha, Kat! ¡No le dejes ganar!
Quería vivir. Me negaba a dejarlo destruir el último gramo de cordura
que me quedaba. Lo vi colgando en frente de mí de una cadena y tenía que
encontrar una manera de ganar un poco de control.
Me retorcí un poco, tratando de evaluar el agarre que tenía sobre mí.
Había poco o ningún espacio para maniobrar. Su mano se encontraba todavía
en mi boca y la otra se hallaba agarrando firmemente mi cadera. Iba a dejar un
moretón, de eso estaba segura. Sentí sus caderas desplazarse hacia adelante
mientras se empujaba en mí. Gimió en mi oído. Lo hizo un par de veces más,
cada vez su aliento soplando en mi cara.
Oh Dios mío, iba a terminar sobre mí. No podía dejar que hiciera esto.
Usando toda la fuerza de mi cuerpo, traté de empujarlo. Incliné mi pierna,
usando mi pie como palanca para empujar contra la pared, pero fue inútil. Era
más fuerte y más grande que yo, y me mantuvo allí con poco esfuerzo.
Su profunda risa resonó en mi pecho. —Sigue luchando, Katherine. Me
gusta cuando luchas. Me pone aún más duro. —Empujó de nuevo. Lágrimas se
agruparon en mis ojos al darme cuenta de que era ineficaz.
—Dios, tu boca. Quiero tu boca en mi polla. Excepto... Creo que
probablemente harías algo de lo que te arrepentirías si te dejo chuparme. No
serías capaz de prometer no usar los dientes, ¿verdad?
Lloraba. Las lágrimas corrían por mi cara. Adam tenía una fantasía en su
cabeza en la que me dejaba tocarlo. Cuando su mano soltó mi cadera, la sentí
viajar hacia adelante y acunar mi sexo. Eso fue todo lo que tomó.
Mi mente se rompió y grité a través de su mano tan fuerte como pude.
Estaba segura de que nadie me escuchó con la música en el bar tan fuerte, pero
no sería una víctima de nuevo. Mis manos subieron y lo abofeteé y le arañé la
cara. Agarré su muñeca, que todavía sostenía mi boca cerrada, y clavé mis uñas
en su piel. La sangre goteaba de sus rasguños. Siseó de dolor, pero aún me
dirigió una sonrisa amenazadora.
—Vas a pagar por eso.
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Sabía que hacía un segundo había estado contra la pared, pero ahora
estaba en el suelo. A mi alrededor había un gran alboroto. Había gritos que me
Página
ojos color avellana. Las lágrimas secas en sus mejillas y el labio partido. Por fin
me había dado cuenta de que era él. Me sentí como un león embistiendo
después de eso. Me había visto y la sonrisa que se le había dibujado en la cara
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fue suficiente para hacerme enrojecer. Me sentí absolutamente loco.
No podría vivir conmigo mismo si no me aseguraba de matarlo con mis
propias manos. Intentó defenderse y me dio un buen golpe. Pero solo sirvió
para fortalecerme. El dolor seguía irradiando por mi mandíbula, pero no
importaba.
Estaba tan furioso que Beaver me había sacado de encima de él. El
cuerpo de Adam se había quedado flácido en mis manos. Sabía que se había
desmayado, pero eso no era suficiente. No quería oír el aire arrastrándose hacia
sus pulmones. Necesitaba desaparecer. Era la peor clase de ser humano del
planeta. Lo que me ayudó a salir de mi furia asesina fue que Beaver me
recordara a Kat. Estaba tirada en el suelo. Tenía los brazos extendidos a los
lados y la mejilla apoyada en la fría baldosa. Nunca había visto a nadie
tumbado en un ángulo tan incómodo. Sentí pánico de que Adam la hubiera
matado, pero cuando llegué hasta ella, aún respiraba. Sentí alivio y ahora tenía
algo más en lo que centrar mi atención.
Al llegar al hospital, el médico preguntó por qué estaba sedada. El
paramédico le explicó que había que hacerle una prueba de violación y que se
había puesto histérica y se había resistido cuando intentaron separarla de mí.
Creo que también oí a uno de ellos decir que yo también había estado difícil.
Fruncí el ceño. Podían irse a la mierda si pensaban que iba a estar en otro sitio
que no fuera a su lado.
Un policía uniformado se acercó y me miró. —Señor Nelson, necesito
hablar con usted.
—En este momento no. ¿No le dijo Beaver todo lo que necesitaba saber?
—Ser hostil con él probablemente no sería beneficioso, pero estaba más allá de
ser razonable.
—De hecho, no nos dijo casi nada. No estuvo presente durante la mayor
parte de su ataque contra el señor Hale. —El tono del policía lo hizo sonar como
si fuera algo sin provocación—. Lo que necesito de usted es una declaración
diciéndome todo lo que pasó desde el momento en que usted y el señor Hale
entraron en el bar hasta el punto donde usted fue separado de él.
Sentí un hervor demasiado familiar en mi sangre. No me gustaba el tono
de este policía conmigo. No iba a ser culpado por patearle el culo a un tipo que
estaba agrediendo a mi chica. La estaba protegiendo, salvándola de toda una
vida de pesadillas. Si Adam hubiera conseguido abusar de ella, no sé dónde
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estaríamos. Ella nunca volvería de esa. Diablos, yo no sabía si ella iba a volver a
mí, incluso ahora.
Página
Empecé mi versión de la historia desde el principio. Le conté que había
ido a cenar con Adam, que era mi viejo amigo de la secundaria y que habíamos
ido a tomar algo al bar. Le conté todos los detalles escabrosos de cuando me
encontré a ese imbécil utilizándola para excitarse. Tuve que dejar de hablar
después de esa parte y le dije que no recordaba mucho más. Si seguía hablando,
me haría responsable de ir a buscarlo y terminar lo que había empezado.
Cuando le había atacado, me había dejado llevar por la adrenalina y aún corría
por mis venas. No sentí vergüenza ni remordimiento cuando el policía me
preguntó si eso era todo.
Él levantó la vista de su bloc de notas, donde había estado escribiendo
todo lo que le conté lo más rápido que pudo.
—¿Esto es todo lo que puede decirme sobre esta noche? —Me miró con
una ceja levantada.
—No. Quiero que ese bastardo se vaya. He oído a una de las enfermeras
decir que está en la UCI y que se espera que se recupere totalmente. No lo quiero
en este hospital. Quiero que se lo lleven.
—Señor Nelson, no puedo hacer eso. No tenemos ese tipo de autoridad,
y aunque la tuviéramos, tendríamos que trasladarlo a Houston. Es demasiado
lejos para que alguien en su estado viaje.
—En realidad me importa una mierda si se muere en el camino allí y se
ahoga con su propia sangre. No lo quiero tan cerca de ella. ¡Casi la viola! —
Estaba a punto de volverme totalmente loco. ¿Cómo no entendían que Adam,
incluso estando en el mismo planeta ahora mismo, seguía estando demasiado
cerca de Kat?
El policía se movió sobre sus pies. Su postura se volvió rígida, como si se
preparara para luchar conmigo.
—Entiendo que esté molesto, pero voy a necesitar que se tranquilice, o
me veré obligado a llevarlo de aquí.
Mis ojos se entrecerraron, silenciosamente provocándolo a tocarme y ver
hasta dónde podía sacarme de esta habitación y alejarme de Kat. Retaba a todo
el personal del hospital a sacarme en este momento. Estaba inundado por la
furia.
—¿Sí? No estoy tan seguro de que usted quiera ponerme las manos
encima en este momento.
Parecía estar midiéndome para saber si hablaba en serio. Eligió un
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equipaje? No hay que cargar con él. Yo la amaba. Y porque la amaba, cada parte
de su dolor era mi dolor. Cuando entré en aquel bar con Slim y Roger para
Página
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diciéndole que no tenía la culpa. Cada vez que hablamos, me decía “yo sé” solo
para calmarme.
Página
Hubo algunos momentos en los que intenté poner a prueba los límites
íntimamente, pero me contuve porque no quería presionarla demasiado. Me
mataba verla alejarse de mí cuando acariciaba su mejilla o pasaba mi mano por
su brazo. Estuve tentado a comprar una botella de cerveza para sentirme
adormecido. Sin embargo, no le haría eso a ella. Merecía tenerme presente. No
se trataba de mí.
Kat comenzó a regresar al bar una semana después de venir a casa del
hospital. Fue evaluada por un médico psiquiátrico antes de ser dada de alta. Le
dijo que volviera a su rutina normal y las cosas comenzarían a sentirse más
normales. Se quedó conmigo en mi casa cuando fue dada de alta por primera
vez, pero luego decidió que estar en su propio espacio era lo que quería. No
discutí, excepto cuando dijo que quería quedarse sola. Fue entonces cuando
puse el freno y dije que no. Estaba dispuesto a darle su tiempo y espacio,
siempre y cuando ese espacio me incluyera. Peleó conmigo un poco, lo cual me
pareció muy bien porque vi la chispa de mi chica regresar por un corto tiempo.
Mi chica ardiente quería salir, y sabía que no iba a ser sofocada por mucho
tiempo. No si podía evitarlo.
Sin embargo, el destino tenía una forma de meterse en mis planes. El
celular de Kat sonaba hace una hora, y era Beaver en el otro extremo. Llamaba
para hacernos saber que Adán había sido dado de alta. Al parecer fue recogido
por un hombre mayor que se parecía a él, que supuse era su hermano Sam.
Beaver dijo que lo siguió hasta que estuvieron fuera de la ciudad y llegaron a la
I-10. La mano de Kat comenzó a temblar y no fue capaz de mantener el teléfono
a la oreja, así que lo tomé con cuidado de ella y me levanté de su sofá para
pasearme por la ventana.
—¿Estás seguro de que era él? —le pregunté.
—Sí, estoy seguro. El chico seguía usando una muleta para moverse. Se
metieron en una Tahoe negra antes de irse. ¿Terminó presentando cargos? —
preguntó Beaver.
—No, recibí esa llamada ayer por la tarde. El policía me dijo que tuve
suerte. Adam tenía tres costillas rotas, una de las cuales le perforó el pulmón, y
le había roto el bazo de alguna manera.
Beaver gruñó. —El hijo de puta se merecía eso y mucho más.
No podría estar más de acuerdo. —Estoy seguro de que él sabe que sus
días están contados.
—¿Qué quieres decir? —La pequeña voz de Kat habló detrás de mí. No
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Salió de mis brazos y fue al baño, cerrando la puerta con llave detrás de
ella. Odiaba y amaba que hiciera eso ahora. Me encantaba que adoptara la
costumbre de cerrar las puertas donde quiera que fuera, pero también odiaba
Página
que estuviera separada de mí por un grueso pedazo de madera. Por supuesto,
pasaría a través de ella en un instante si me necesitaba, pero aun así, era una
barrera que no me importaba. Suspirando, me acerqué a su cama y saqué su
edredón y sábana. Esponjando las almohadas, me dirigí al pequeño armario
para coger la manta y la almohada que había estado usando para dormir en el
sofá y me fui a hacer mi cama.
Por desgracia, una de las cosas con las que tenía problemas para lidiar
después del ataque era yo estando en la cama con ella por la noche. Lo
intentamos la primera vez que llegamos a mi casa después de su hospitalización
y despertó en medio de la noche, completamente desorientada, y atacándome.
No me lastimó, pero fue suficiente para deprimirla y me pidió que durmiera en
otro lugar hasta que pensara que podía manejar la situación.
Estaba tumbado cuando sonó el clic de la cerradura y se abrió la puerta
del baño. Mi dulce y desmaquillada Kat salió y se dirigió a su cama en el rincón.
Llevé la mano a mi espalda y apagué la lámpara de la mesita auxiliar, pero la
habitación no estaba completamente a oscuras. Había luna llena y entraba
mucha luz por las cortinas abiertas.
—¿Timber? —Ella estaba muy callada.
—¿Hmmm?
Hubo una breve pausa antes de que volviera a hablar.
—Me gustaría volver a intentarlo.
No tuvo que explicar a lo que se refería. Lo supe de inmediato.
—¿Estás segura?
—Sí. Simplemente te sientes muy lejos, y siento que estoy cayendo en
estos momentos. Necesito que me abraces, así que sé que estoy bien.
Me levanté, me dirigí a la cama y con cuidado me acosté junto a ella,
preocupado de que si me movía demasiado rápido, me pediría que regresara al
sofá. Algo se me ocurrió. —¿Quieres que me ponga una camisa?
Sentí sus manos acercándose a mi pecho desnudo y pasando de mis
pectorales a mis hombros. —No, te necesito así. Quiero sentir tu piel, tu calor.
No pude evitar el escalofrío que me recorrió. Ella no quería dar a
entender nada sexual con su caricia, pero mi cuerpo se estremeció. Me aseguré
de que mis caderas estuvieran lo suficientemente lejos de ella para que no me
sintiera clavado su pierna.
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Los dos estábamos callados, uno frente al otro y mirándonos a los ojos.
Le di algo de tiempo para acostumbrarse a mí estando aquí de nuevo, ella era la
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Página
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Jasiel Odair
Me moví demasiado rápido para que ella viera lo que hacía, pero antes
Página
de que lo supiera, la tenía sujeta contra la pared, los brazos sobre su pecho. Se
encontraba completamente inmóvil. Sabía que estaba siendo un imbécil por
ponerla en la misma posición en que Adam la tuvo antes, pero si no me iba a
permitir ayudarla, iba a obligarla.
—No me voy a ir a la mierda, Kat. ¿Ves esto? ¿Eh? —Ahora yo era el que
le levantaba la voz—. Estás peleando conmigo. ¿Por qué? Sabes qué, te lo diré.
Es porque todavía estás allí. La chica que es un completo dolor en mi trasero, la
que amo con cada respiración que tomo, todavía está allí peleando. Te asustaste
cuando Adam te lastimó. A cualquiera le hubiera pasado. Es hora de dejar que
él tenga el poder. Eres más fuerte que eso. Eres más fuerte que él. —Ambos
respirábamos con fuerza—. ¡Ahora, podrías por favor callarte y dejar que vea tu
maldita mano!
Sus pestañas húmedas se cerraron y respiró hondo varias veces, tratando
de calmarse. Cuando volvió a abrirlos, su hermosa mirada verde pardusca se
clavó en mí. Se chupó el labio inferior y se lo mordió mientras levantaba el
brazo y me ponía la mano suavemente en la cara. Tenía razón, solo eran cortes
superficiales. Nada para lo que necesitara puntos. La solté, la acompañé hasta el
lavabo y la obligué a sentarse en el inodoro. Me puse en cuclillas frente a ella e
inspeccioné cada centímetro de su mano, asegurándome de sacar todos los
trocitos de cristal antes de meterla bajo el grifo.
—Vas a necesitar curitas en dos de estos, pero tu mano va a estar bien. —
Levanté la mirada hacia ella, quitándole el cabello de la cara—. ¿Qué hay de mi
chica, va a estar bien?
Inclinó la cabeza contra mi palma, permitiendo que le acunara la mejilla.
—Con el tiempo. —Cerró los ojos y dejó que mi toque la calmara. Nos
quedamos de esa forma por unos minutos antes de abrir los ojos de nuevo y
mirar el desastre detrás de ella—. Le debes una puerta a Ed.
Eso me hizo reír. —La arreglaré mañana. Y creo que necesitaremos un
nuevo espejo.
Miró hacia eso también. —Síp, eso parece.
—Vamos. Tu turno casi termina, y sé que hay un kit de primero auxilios
debajo de la caja registradora. Vamos a ponerte curitas.
La besé en la frente y me permitió levantarla. Envolví el brazo a su
alrededor y se acomodó a mi lado mientras salíamos del baño.
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Página
por lo que cerré los seguros rápidamente en la puerta principal, luego fui a la
puerta trasera para asegurarme de que esos estuvieran también cerrados.
Página
Dando dos escalones a la vez, fui a su apartamento, cada vez más emocionado
mientras oía el agua correr en la ducha. Estaba a punto de quitarme la camisa
cuando me detuve en seco. De pie junto al armario se encontraba Adam,
sosteniendo a Kat contra su frente con los brazos sobre su pecho y un arma
apuntada en la cabeza.
—Hola, amigo. —La voz calmada de Adam era como lanzar un balde de
agua helada en mi sangre caliente.
Mis ojos se hallaban en Kat, asegurándome de que no la haya lastimado
más allá de estar sosteniéndola de esa forma. Me miraba, midiendo mi reacción
a esta nueva situación.
—¿Cómo mierda entraste aquí? —dije de forma seca.
—Escape de incendios. Parece que Katherine es demasiado estúpida
como para poner trabas en las ventanas. Estoy comenzando a pensar que quería
que entrara.
Ella gimió y gruñó a su insinuación. —Sabes que eres hombre muerto.
Se rió entre dientes. —Eso es gracioso, considerando que soy el que tiene
el arma.
Lo miré. Sus ojos marrones eran casi negros. Cualquier moretón que
tenía de antes había desaparecido, y se veía totalmente trastornado. Sintiendo el
pánico elevarse en mí, pregunté: —¿Qué planeas hacer?
—Me alegra mucho que preguntaras. —Si no hubiera estado sosteniendo
un arma hacia mi chica ahora, me habría reído del tono altanero—. Estoy
pensando que voy a matarte por enviarme al hospital, y luego voy a tomar a
Katherine, cargarla en mi coche, y desaparecer.
Mis manos se abrían y cerraban en puños. —No te las vas a llevar a
ningún lado.
—Oh, ¿no lo voy a hacer? Me gustaría verte detenerme.
Los ojos de Kat iban de la puerta a mí. Silenciosamente me rogaba que
me fuera. Sacudí ligeramente la cabeza, diciéndole que no. Sus perfectos ojos
avellana estaban llenos de lágrimas.
—La única forma en que vas a dejar la habitación es en una bolsa para
cadáveres, Adam —le dije, levantando la voz.
La sonrisita en su cara bajó. —Sabes, pensé que éramos amigos. Crecimos
juntos. Te di un trabajo y un aumento que te mantendría contento por el resto
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través de la habitación. Mi pecho ardía con orgullo al oírla gritarle mis palabras
a él.
Página
Adam comenzó a desplomarse lentamente, hasta que todo su peso se
estrelló contra mí. Él no tenía fuerzas y yo me sentía demasiado débil como
para empujarlo a un lado. Kat me vio tratando de quitármelo de encima y se
acercó para ayudarme. Sabía que no quería toarlo, pero le dio un empujón
fuerte, y se movió.
—Oh, Dios, ¿dónde te disparó? —preguntó mientras ponía mi cabeza en
su regazo.
Sus pequeñas manos volaban sobre mí, tratando de encontrar la fuente
de mi sangrado. —Justo aquí. —Le enseñé el centro de mi estómago.
—Mierda, no tengo mi teléfono. ¡Mierda!
Comencé a toser, sintiéndome mareado. —Kat, cariño, escúchame. Mi
teléfono está en mi bolsillo trasero. Sácalo y llama al 911.
Asintió e hizo exactamente lo que le dije. La oí en el teléfono con los
paramédicos, explicando lo sucedido. No podía mantener los ojos abiertos, y mi
cabeza en serio se sentía pesada.
—¡No! ¡Quédate conmigo, maldita sea! No puedo vivir sin ti, así que por
favor, no cierres los ojos —rogó.
Quería desesperadamente ir a dormir. Me sentía tan cansado. Sus llantos
para que me mantuviera despierto me retuvieron allí por un poco más de
tiempo. Escuchaba las sirenas chillando en la distancia y pensé para mí mismo:
Gracias a Dios. Ella finalmente está a salvo. Kat aplicó presión en mi estómago,
haciéndome gemir. Recordaba sujetar a Holt de la misma forma. Me parecía
irónico que ahora fuera ella la que me rogara que me quedara. ¿Así se sintió
Holt cuando murió? Apenas sentía dolor alguno. De hecho, lo único que sentía
era el frío en la habitación. ¿Había sabido Holt, justo como yo ahora, que su
hora había llegado? Los bordes de mi visión se oscurecieron, y supe que no iba
a durar demasiado.
—Te amo —grazné.
—Sé que lo haces. Solo sigue luchando, Timber. No puedo estar sola. —
Sus pequeñas lágrimas caían en mi rostro, calentando mi fría piel.
—Se ha ido, Kat. No habrá más pesadillas. Te amo.
—¡No! ¡Abre los ojos!
Y solo así, desapareció.
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Traducido por Val_17
Corregido por Dannygonzal
***
—Sí, bueno, has pasado por todo un trauma. Entramos y sacamos una
bala de tu diafragma y te dimos varias bolsas de sangre. Afortunadamente, la
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—Le disparaste.
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—No podía dejar que te lastimara.
Sus ojos cansados se suavizaron. —Debiste haber corrido a pedir ayuda
como te dije que hicieras.
Mis ojos se pusieron llorosos. —Si lo hubiera hecho, no estarías aquí.
Sentí sus dedos entrelazarse con los míos, dándole un apretón a mi
mano.
—No vamos a pensar en eso, ¿de acuerdo? Te amo, pero la próxima vez
que te diga que hagas algo, lo digo en serio. —Sentí en lo más hondo su voz
profunda.
—Bien, pero será mejor que no vuelvas a asustarme así. No sobreviviré.
Timber bostezó enormemente. Sabía que necesitaba dormir un poco,
pero solo escuchar su voz me tranquilizaba. —Nunca, nena.
—Descansa un poco —susurré, peinando su desordenado cabello negro
para sacarlo de su rostro. En el poco tiempo que estuvo despierto, su coloración
ya se había vuelto más brillante. Iba a estar bien. Mi hombre era un luchador, y
nunca me dejaría si podía evitarlo. Suspirando, lo observé mientras dormía, sin
dejar de contar sus respiraciones y sintiendo sus latidos bajo mis dedos.
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Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Alessa Masllentyle
suelo también. —¿Qué quieres decir con que estás poniendo mi nombre en la
escritura?
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—Les estoy dando este lugar a los dos.
—¿Qué? —pregunté. ¿Estaba fuera de sus cabales?
La sonrisa de Ed se hizo más amplia. —Escucha, soy dueño de este lugar
libre y sin deudas. Lo compré por los años cincuenta. Rose y yo pagamos la
deuda antes de que falleciera y he mantenido mi rumbo con él. Soy demasiado
viejo para estar dirigiendo un bar ahora. Me gustaría dárselos a ustedes dos
para que lo manejen y lo cuiden como Rose y yo lo hicimos.
Miré a Kat, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas. —¿Me estás dando el
bar?
—Sí.
—¿Y a Timber?
—Sí.
—Así como así.
Se rió entre dientes. —Si Kat, así como así. He llegado a amarte como a
una hija, y estoy feliz de que Timber llegara a cuidar tan bien de ti. Estoy listo
para legar este lugar y no pude pensar en dos personas mejores.
—¿Qué hay de Beaver o Mel? —preguntó.
—¿Qué pasa con ellos? Los quiero también, pero ninguno de ellos se
preocupa por este lugar como tú lo haces.
Miré al viejo canoso que tan generosamente me entregaba no una, sino
dos cosas por las que se preocupaba a mí… Kat y The Hole.
—¿Qué vas a hacer?
—Oh, supongo que me gustaría ir a explorar partes del mundo que
todavía no he visto. Tengo que hacerlo mientras aun soy joven.
Kat y yo nos reímos. —No sé qué decir, Ed, excepto gracias.
Asintió. —Aquí hay un bolígrafo, y aquí está la pila que tengo que
devolver en el correo para que así pueda ser archivada en la secretaría
municipal.
Mi chica sollozó a mi lado y envolví mi brazo alrededor de su hombro,
besando la parte superior de su cabeza. Pasamos a través de al menos dos
docenas de documentos, firmando y poniendo iniciales en cada pequeña nota
adhesiva. Cuando terminamos, Kat se levantó y rodeó la barra, caminando
directamente hacia Ed. Lanzó los brazos a su alrededor y lloró en su cuello.
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Estaba encantado de volver a ver a mi chica tan feliz. Kat siempre había
sido vibrante y llena de vida. A veces nos costaba superar el obstáculo de
Página
—Con locura.
Sonrió y le devolví la sonrisa.
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Y lo estaba. Ella me había curado de adentro hacia afuera. Nunca supe
que encontraría a alguien que pudiera tocar mis cicatrices. Pero ella lo hizo, y la
amaría hasta el día de mi muerte.
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Stacy es madre de tres hijos, amante de la comida y
autoproclamada adicta al café. Es una viajera del
mundo y comenzó sus locas aventuras a la
temprana edad de cinco años. Su padre era oficial
de las Fuerzas Aéreas, lo que le permitió conocer
lugares desde las Azores (Portugal) hasta Honolulu
(Hawai). Stacy estudió en ocho escuelas distintas
antes de graduarse en el instituto. Después de tener
a sus dos primeros hijos, Stacy decidió ampliar su
amor por la lectura e intentó escribir en 2012. Publicó su primera novela a
mediados de 2013 y así comenzó su carrera como escritora. Actualmente, vive en
el norte de Alabama, donde escribe su próximo libro y disfruta de la vida.
Contacte con Stacy en stacy.borel@yahoo.com
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