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Dey Turner & Annabelle

Sofía Belikov Val_17 Mary Madhatter


Auris Jasiel Odair Vani evanescita
Eli Hart Mary Haynes Anelynn* Mire
Dey Turner Amélie. Miry Jeyly Carstairs
Julie Verito CamShaaw Ann Farrow
Jane Ale Wilde Adriana Mel W
Valentine Rose

Miry Amélie. Eli Hart


Itxi Lizzy Avett' Alessandra Wilde
florbarbero Josmary SammyD
Paltonika Mire Victoria
Val_17 Laurita PI Jasiel Odair
AriannysG Alyssa Volkov Dannygonzal
Adriana Danita Alessa Masllentyle
Anakaren

Snow Q
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Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Agradecimientos
Sobre el Autor
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Timber Nelson recientemente volvió a casa después de haber servido dos
temporadas en Iraq. Sufriendo de Trastorno por Estrés Postraumático, es la
sombra del hombre que era antes de su tiempo en la milicia. En vez de aprender
a vivir con las pesadillas a las que se enfrentó en la guerra, las ahoga en una
botella de Corona.
Katherine Pierce es una mujer seductora, con cabello marrón oscuro,
tatuajes, y una enorme actitud. Aun así, su historia se encuentra llena de
imágenes inquietantes de las que ha estado intentando alejarse desde hace
aproximadamente unos seis años.
La atracción innegable entre Timber y Kat alcanza su cima y ambos
ceden ante la incuestionable tensión.
¿Será Timber capaz de salvar a Kat al no permitir que su pasado se
repita?
¿Podrán aliviar las cicatrices del otro? ¿O acaso sus antiguas cicatrices se
convertirán en heridas nuevas?

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Traducido por Sofía Belikov
Corregido por Miry

—¿Vas a ir a la fiesta de Megan esta noche? —dijo Ryan, tirándole la


pelota a Timber.
—No creo. No he terminado el trabajo de biología de la semana pasada, y
el señor Kent dijo que tenía que entregárselo el lunes o me pondría un cero. Ya
perdí treinta puntos por la tardanza. —Timber extendió el brazo y le lanzó la
pelota a Adam.
—Yo ni siquiera me molestaría. Ya tienes un sobresaliente en esa clase,
¿en qué te afectará no hacer un trabajo? ¿Que saques un poquito menos? —dijo
Adam sarcásticamente—. Aparte, oí que habrá un barril de cerveza.
Timber le echó un vistazo. —Bajará mi promedio, idiota, necesito esa
beca. No tengo padres que paguen por todo.
Adam se encogió de hombros con indiferencia, y le enseñó el dedo
corazón.
Timber Nelson tenía que trabajar por todo lo que tenía. Su madre había
sido secretaria durante los pasados diez años en la Escuela Primaria de Bay
City, y su padre el alguacil del pueblo desde que tenía memoria. No era que
fueran pobres, pero no siempre tenían dinero para irse de vacaciones o vivir en
las exclusivas comunidades en las que los padres de sus amigos vivían en Bay
City, Texas. Y por desgracia, eso también significaba que él no tenía un fondo
universitario. Sus padres guardaron tanto dinero como pudieron cuando era
niño, pero el año pasado su padre no fue reelegido y tuvieron que utilizar el
dinero que guardaban para pagar las cuentas. Timber terminó consiguiendo
trabajo en el supermercado local como anaquelero y empaquetador, así podía
comenzar una nueva cuenta de ahorros y guardar tanto dinero como le fuera
posible. Sabía que iba a necesitar dinero extra para cualquier cosa que no
cubriría la beca por la que estuvo luchando.
Aunque nunca estuvo celoso de sus amigos y sus lujosos estilos de vida,
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con increíbles coches, ropa de marca o nuevos aparatos, esto era algo que les
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envidiaba. Podrían asistir a cualquier universidad que los aceptara, y no
tendrían que preocuparse por cómo pagarían su próxima comida o cómo
comprarían sus libros.
Todavía mirando a Adam, notó que su amigo lanzó la pelota, pero no
hacia él. La lanzó por encima del hombro izquierdo de Timber. Dos cosas
pasaron en los momentos previos al incidente. Primero, notó que Adam tenía
una amplia sonrisa en su rostro. Lo segundo fue que la pelota parecía moverse
en cámara lenta, y se dirigía directo a la chica de cabello oscuro que corría por
la pista.
—¡Oye, cuidado! —le gritó Timber a Katherine, la chica corriendo. La
pelota iba directo hacia ella y Timber hizo una mueca mientras la veía golpearla
en la espalda. Katherine se tambaleó hacia delante y dio un traspié, cayendo en
sus manos y rodillas. Sus lentes volaron de su rostro en el proceso, aterrizando
en el pavimento.
Los amigos de Timber permanecieron allí de pie, riéndose mientras él la
veía levantarse y quitarse la tierra de las rodillas con las palmas llenas de
rasguños. Desde donde se encontraba de pie, vio que tenía lágrimas cayendo
por sus mejillas. Sus amigos eran unos idiotas. Se burlaban de cada chico en la
escuela con el que no pasaban el rato, lo que en esencia era cualquiera que no
fuera atractivo o atlético. Katherine no era fea, pero tampoco era la chica más
hermosa. Como fuera, parecía que a Adam le gustaba mucho acosarla. Cual
fuera la razón, Timber la desconocía. Nunca molestaba a nadie, pero tampoco
evitaba que los demás lo hicieran. Tal vez eso lo hacía tan malo como sus
amigos, tal vez no, pero ahora, viendo a Katherine quitarse una lágrima de su
rostro, sintió lástima por ella. Quería ir a ver si necesitaba ayuda, pero que los
chicos lo fastidiaran parecía un precio demasiado alto que pagar. Permaneció
de pie allí y observó a Katherine mientras se levantaba con piernas temblorosas,
encontraba sus lentes y caminaba a la puerta del vestidor.
Ryan se acercó corriendo y le arrebató la pelota a Timber, que no podía
apartar su mirada de ella. Se quedó allí y observó a Katherine caminar hasta
que desapareció tras la puerta del gimnasio. Se volvió hacia Adam y lo golpeó
en el hombro.
—¿Qué diablos, hombre? ¿Por qué siempre la molestas?
Adam le dio una sonrisa engreída. —¿Por qué te preocupa tanto? ¿Te
gusta esa chica?
—Iba a preguntarte lo mismo.
La sonrisa de su amigo se convirtió lentamente en un ceño.
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—Es solo una chica sin importancia, hombre. —Adam extendió los
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brazos ampliamente, haciéndole señas a Timber para que mirara a las otras
estudiantes a su alrededor—. No me di cuenta que te preocupabas por aquellos
que están por debajo de ti.
Timber escuchó ese tipo de basura desde que eran niños y Adam empezó
a menospreciar a los demás, al igual que su padre. El padre de Adam era el
alcalde de Bay City. Las políticas sucias y las amenazas eran solo dos de las
cosas que aprendió de su padre. Pero su ego, ese cretino egoísta que asomaba
su horrible cabeza como en aquel momento, era todo suyo. Se creía con el
derecho a hacer lo que hacía.
—Vete al diablo, hombre. No hago menosprecio a las personas y lo sabes
—escupió Timber.
—Podrías haberme engañado. No hiciste nada para ayudar a la pobre y
pequeña Katherine. —Adam sonrió con suficiencia.
Timber dio un amenazador paso hacia adelante, pero Ryan puso una
mano en su hombro.
—Déjalo —dijo Ryan, lo suficientemente bajo como para que solo Timber
lo oyera.
Mirando fríamente a Adam, tomó una profunda respiración por la nariz,
y se volvió para irse.
—Eso es lo que pensé. —La risa de Adam hizo que las manos de Timber
se apretaran en puños—. Estoy seguro de que te veremos en la fiesta.
Timber caminó hasta su viejo Mustang del sesenta y seis y se quitó su
sudada camisa. Metiendo una mano en el vehículo, sacó una camiseta limpia y
se la puso por encima de la cabeza. Consideró irse a casa y ponerse a trabajar en
su proyecto de ciencias, pero no podía irse.
Permaneció en su auto durante casi treinta minutos, esperando a que
Katherine saliera. Timber no podía explicar por qué sentía la necesidad de saber
si se encontraba bien, pero la verdad era que se sentiría mejor si la veía sin
lágrimas en la cara. Nunca se preocupó de esa manera por cualquiera de los
patéticos chicos a los que sus amigos molestaban. Tal vez era un cruel hijo de
puta al pensar que merecían ser puestos en ridículo, pero ellos nunca se le
enfrentaban a sus amigos y contraatacaban. Nunca comprendería el por qué
alguien se quedaría allí y soportaría la mierda de Adam, Ryan o cualquiera de
los atletas. Pero esta chica… incluso aunque vio a Adam molestarla antes, esta
vez algo le hizo sentir lástima por ella. Timber vio sus lágrimas, sintió la
necesidad de acercársele y ayudarla, quitar la tierra de sus cortes.
Aferrándose al volante, con los nudillos blancos, los ojos de Timber se
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fijaron en la chica de cabello oscuro que salía por la misma puerta por la que
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entró hacía menos de una hora. Katherine tenía vendas en ambas rodillas. Ella
luchaba por ponerse lo que lucía como una pesada mochila por encima de sus
delgados hombros. Timber la observó mientras caminaba hasta un viejo Toyota
Corolla color plateado. Después de que hubiera puesto su mochila en el asiento
trasero, cerró la puerta y se quedó allí, mirando el pavimento. Su cuerpo lucía
decaído, levantó la mirada, sus ojos escaneando el casi vacío aparcamiento.
Cuando hizo contacto visual con él, su expresión cambió. Katherine
enderezó sus caídos hombros y levantó la barbilla. Trataba de mostrarle algo.
Su mano izquierda subió para subir más los lentes sobre el puente de su nariz.
Timber decidió hablar con ella. Abrió la puerta de su auto y salió. Mientras
caminaba hacia ella, notó que su confianza vacilaba. Se removió de un pie al
otro, observándolo intensamente mientras se acercaba a ella. Cuando se hallaba
de pie directamente frente a ella, bajó la mirada.
—¿Qué quieres? ¿Viniste a tirarme al suelo y pinchar mis neumáticos? —
Su labio tembló, pero no se retractó—. Hazlo. No me importa lo que me hagas.
Timber nunca antes se fijó realmente en Katherine. Nunca notó que sus
ojos, con forma de almendra, tenían un indicio de verde además del marrón.
Eran absolutamente hermosos. Los ocultaba detrás de sus lentes de marco
negro, y a menos que estuvieras así de cerca, no podrías ver el color exacto.
También notó que sus labios eran llenos y formaban un ligero puchero. ¿Cómo
sería besarla? Cerrando los ojos con fuerza, se quitó de encima los erráticos
pensamientos.
—¿Solo vas a quedarte allí? Haz algo —soltó.
Abrió los ojos. —¿Que haga algo? ¿Crees que vine aquí a lastimarte?
Katherine lo miró escépticamente.
—Bueno, no eres mejor que tus amigos estúpidos, así que sí, por
supuesto.
La mandíbula de Timber se tensó. ¿En realidad creía que haría lo mismo
que Adam? —No soy como ellos. No es como si yo hubiera lanzado la maldita
pelota.
Ella bajó la mirada, y su largo cabello castaño oscuro, formó una cortina
alrededor de su rostro. —Bien podrías haberlo hecho.
—¿Disculpa? —Sus palabras hicieron que retrocediera un paso.
Levantó la mirada con confusión en sus ojos. —Ya me oíste. Bien podrías
haberlo hecho. ¿Siquiera te molestaste en detener a tus amigos? ¿Te reíste con
ellos cuando les daba la espalda? No, espera. Probablemente hicieron un plan
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para ver lo que podían hacer para lastimar a la pobre y estúpida chica. ¿Qué
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podría avergonzarla por completo?


Katherine lucía enojada en ese momento, disparándole acusaciones que
lo molestaron. —Tienes un montón de coraje. Nunca te he hecho nada.
Sus ojos se estrecharon. —Sí que lo has hecho. —Sus labios se alzaron en
una triste sonrisa—. Francamente, diría que eres el peor de todos ellos. Sabes lo
que hacen, y aun así te quedas allí sin hacer nada. Caminan por la escuela como
si fueran dueños del lugar, acosan a cualquiera que no sea un clon suyo. Bueno,
entérate de algo, Timber —dijo su nombre con tanto odio que lo sacudió—. Soy
diferente. Me preocupo por las personas, y no voy por allí molestándolos o
empujándolos, haciéndolos sentirse como si fueran menos que yo.
Timber se quedó sin palabras. Nadie nunca le habló así. Parte de él se
sentía completamente excitado por esta persona de un metro y sesenta de pie
frente a él. No tenía idea del felino salvaje dentro de ese cuerpecito. Pero otra
parte de él dolía por el profundo golpe a su ego. No sabía cómo responder a sus
acusaciones.
Tragando duro, Timber dijo las palabras que quiso decirle desde que la
vio en el suelo llorando: —Lo siento.
Katherine puso sus manos en las caderas y caminó hacia el lado del
conductor. —Guárdatelo, Timber. Tus disculpas no significan nada para mí. —
Se encontraba a punto de entrar al auto, pero se detuvo. Vio lágrimas brillando
en sus ojos—. Cambia.
—¿Qué? —Timber quería acercarse a ella y decirle que no llorara, pero
parecía completamente ilógico.
—Si eres tan diferente a ellos, entonces cambia. Deja de ser el tipo que
acepta las cosas que esos tipos les dicen a las personas como yo. Haz algo.
Entonces tal vez tus disculpas comenzarán a significar algo.
Con eso, Katherine entró en su auto y se alejó, dejando a Timber de pie
allí. Mientras caminaba de regreso a su auto, tomó una decisión. No podía decir
que detendría a sus amigos de hacer las mismas cosas que siempre le hicieron a
los demás, pero se aseguraría de que a ella la dejaran en paz. Sus palabras lo
cortaron como un cuchillo, y a veces la verdad dolía mucho, carajo.
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Página
Traducido por Auris
Corregido por Itxi

—¿Le sirvo algo de beber, señor?


—Lo siento, ¿qué?
—¿Le sirvo algo de beber?
Levanté la vista a la asistente de vuelo que me miraba expectante. Tenía
una sonrisa en el rosto que parecía forzada. Presentía que estuvo ahí parada un
rato intentando llamar mi atención. Estaba distraído. Volar sin dormir las
últimas dieciocho horas hizo un lío en mi cabeza. Nuestra primera parada era
en Bangor, Maine. Sería la primera vez que pisara suelo estadounidense en más
de un año.
Aunque la mujer era atractiva, quería que dejara de mirarme. Sus ojos me
observaban con cansancio, como si supiera de dónde venía y sintiera pena por
mí. No quería su maldita pena. Quería sentirme entumecido.
—Un whiskey con coca cola. —Fui cortante.
Asintió y comenzó a verter el líquido ámbar en un vaso de plástico. Me
dio dos de esas pequeñas botellas que me gustaban. Saqué un billete de veinte
dólares de mi cartera, se lo entregué y le dije que se quedara con el cambio.
Aunque me entregó mi trago se quedó ahí mientras inclinaba mi cabeza hacia
atrás y bebía el contenido del vaso en tres tragos. Solo necesité un par de
minutos para que el alcohol calentara mi sangre, y me sentía más y más irritado
porque estaba siendo examinado por esta extraña. Me volví hacia ella,
entregándole el vaso vacío y dándole una rígida sonrisa.
—Gracias.
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La sonrisa que se encontraba plasmada en su rostro vaciló cuando vio la
frialdad de mis ojos. Asintió, pasando a la siguiente fila. Jodidas gracias. Me
encontraba bastante seguro que estuvo parada allí por tanto tiempo que podría
haberle dicho que podíamos ir al baño y así podía mirarme a través del espejo
mientras la follaba por atrás. Puedo estar jodido de la cabeza, pero sigo siendo
un hombre con necesidades. De hecho, me pregunté si debía arrastrarla hacia
atrás conmigo y hacerlo de todos modos. Tal vez tener sexo me ayudaría a
olvidar.
Puse los ojos en blanco a mis propios pensamientos. El sexo sin sentido
con alguien podía darme una liberación temporal, pero no detenía las pesadillas
que llegaban cada vez que cerraba mis ojos. Todo lo que podía ver era los
rostros de mis amigos, mis hermanos. Incliné mi cabeza hacia atrás y miré el
reposacabezas delante de mí, reusándome a que el sueño me atrapara.
Una hora después, nos aproximábamos al aeropuerto internacional de
Bangor. He estado aquí antes, después de mi primera misión en Irak. Eso fue
hace tres años. En ese momento, estuve feliz de regresar a casa y realmente
disfruté del comité de bienvenida que nos recibió cuando bajamos del avión. En
esta ocasión, lo temía. Que los veteranos del área vengan a conocernos, a
agradecernos por nuestro servicio, a estrechar nuestras manos. Que ondeen
banderas, y las otras personas en el aeropuerto paren lo que estén haciendo y
aplaudan. Sé que no saben lo que es estar allí. No saben lo que he visto, que
solo están demostrando su gratitud. Pero esta vez no quiero sus sonrisas felices
y sus “gracias”. Quiero bajar del avión con mi equipo completo. Solo quiero
caminar a través de la terminal, encontrar un asiento y sentarme hasta que
tenga que subir a mi próximo vuelo. Quiero tranquilidad. Por desgracia, no
creo que vaya a encontrar paz nunca más.
Fue exactamente como lo predije. Las puertas dobles que conducen a la
terminal de asientos se encontraban rodeadas por hombres mayores que usaban
sus chaquetas y uniformes de militares retirados, saludando a cada uno de
nosotros. Hombres, mujeres y unos cuantos niños se encontraban entre los
veteranos con pequeñas banderas estadounidenses, sonriendo y aplaudiendo.
Maldita sea, hizo que me doliera el corazón. Asentí a los pocos soldados que
hicieron contacto visual conmigo. Tan pronto como los pasé, puse mi equipaje
de mano en la silla junto a mí. Tomando una respiración profunda por mi nariz
y exhalando, traté de calmar mis tensos músculos. Me sentía gravemente
herido, como si pudiera estallar en cualquier momento.
Tenía los ojos cerrados, pero sentí un golpe en mi muslo. Cuando los
abrí, vi a un pequeño niño rubio oscuro que no debía de tener más de cinco
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años.
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—Señor, ¿es soldado?


Sus inocentes ojos me tranquilizaron. —Sí, lo soy —le respondí con voz
calmada.
—Genial. Quiero ser soldado cuando sea grande. —Unos grandes ojos
azules iluminaban su rostro.
—Bueno, esa es una buena meta, pero asegúrate de ir al colegio primero.
Hizo una pausa y miró a quien asumí debía haber sido su madre
caminando hacia nosotros.
—¿Has matado a chicos malos?
Inmediatamente la tensión golpeó mis entrañas y cerré la boca antes de
decir algo estúpido, como “Vete de una maldita vez, niño, o, no tanto como
debí haberlo hecho”. Afortunadamente, su madre se acercó y lo agarró,
disculpándose por molestarme mientras se lo llevaba. Me incliné hacia delante
con los codos sobre mis rodillas y me pasé una mano por el cabello. Pasaron
otros treinta minutos sin ser molestado. Cuando mi próximo vuelo comenzó a
abordar, me acomodé en mi asiento para volar otras siete horas.

***

En un pequeño suburbio de Houston, el taxi se detuvo frente una casa


estilo hacienda. Saqué cuarenta dólares y bajé. Cogí mi bolso y mi mochila y
caminé hacia la puerta. Todas las casas en la calle eran iguales, con el mismo
césped bien cuidado, flores cubriendo las calzadas hasta las puertas principales,
y un arbusto muy bien podado bajo cada ventana. Seguía sin entender por qué
mi padre eligió vivir en este vecindario. La casa era más de lo que necesitaba,
pero creo que la compró porque era una casa que mi mamá hubiese amado.
Mamá falleció durante mi primera misión en Irak. Me dejaron venir a
casa bajo permiso de emergencia para asistir a su funeral y ayudar a mi papá a
poner sus asuntos en orden. Falleció de un repentino ataque al corazón. Nuestra
comunidad entera se sorprendió. Era una mujer sana, al parecer. Se ejercitaba
regularmente y comía bien. Los doctores nos dijeron, después de hacer la
autopsia, que su corazón tenía un defecto que provocaba que la vía de su aorta
fuese muy delgada. Se rompió una noche mientras veía la Rueda de la Fortuna
en el sofá. Fue tan repentino que se desangró en menos de un minuto y no pudo
pedir ayuda. Mi papá estaba fuera de sí.
Cuando mi primera misión acabó, puso un letrero de “se vende” frente a
la casa y dijo que no podía vivir allí nunca más. No encontraba consuelo en los
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recuerdos detrás de esas paredes. No lo culpaba por sentirse de esa manera. La


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tristeza me aplastaba cada vez que entraba por la puerta. Pero ahora vivía aquí,
en Friendswood, Texas, en una casa que era todo lo que ella hubiese amado.
Nunca lo confronté y le pregunté por qué escogió este lugar, pero creía que era
debido a mamá. Pero deseaba que aun estuviese en Bay City, así sus amigos y
los miembros de la iglesia podrían hacerle compañía.
Mientras entraba por la puerta del frente, grité el nombre de mi padre.
—Aquí atrás, Timber.
Se encontraba afuera, sentado en el porche trasero, bebiendo una cerveza
y fumando un cigarro. El año pasado su edad le pasó factura. Él solía decirme:
“Eres tan joven como te sientes”. Bueno, supongo que la muerte de mamá le
hizo sentir cada parte de sus sesenta y tres años. Cuando me vio, se paró de su
mecedora de madera y me recibió con un fuerte abrazo y una palmada en la
espalda.
—Hola, papá. Te he extrañado —dije, mientras seguíamos abrazados.
Retrocedió para mirarme, y sonrió. Noté que tenía unas cuantas arrugas
de envejecimiento más alrededor de sus ojos de las que tenía antes de irme.
También se encontraba más delgado. Sus manos me agarraron los brazos, y
parecía como si estuviera intentando asegurarse de que estaba allí, parado, en
una sola pieza.
—¿Quieres una cerveza? Puedo traerte una de la nevera —preguntó.
—Claro.
Entró a la casa y me senté en un macetero hecho de ladrillos que se
encontraba a unos metros más allá de su mecedora. Mirando alrededor del
patio, me di cuenta que probablemente pasó la mayor parte de su tiempo
afuera. Había un cobertizo en la parte izquierda de la esquina que tenía forma
de un pequeño granero. Tenía una cerca de madera de dos metros que rodeaba
el perímetro. El patio se hallaba impecable, era claramente su orgullo y alegría.
Cuando volvió a salir, me entregó mi cerveza y tomó asiento. Ambos nos
sentamos en silencio mientras bebíamos y mirábamos el patio. Estoy seguro que
algunos dirían que nuestra reserva hacia el otro no era normal para padre e hijo
que se veían por primera vez en un año. Olvidando el hecho que pasé ese año
en una peligrosa zona de guerra. Pero es lo que hacíamos, y es como lo
manejamos ahora. Era cercano a mi papá, pero mi mamá siempre fue la única
que hablaba con los dos.
Ya que el silencio se prolongaba, papá finalmente me miró.
—Me alegra que estés a salvo, y lamento lo de tus amigos. —Se encogió
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de hombros—. Una de las enfermeras del hospital alemán me contó sobre ellos.
Página
Bajé la cabeza, pero eventualmente volví a mirarlo.
—Gracias, yo también. —Estaba desesperado por controlar el temblor de
mi voz.
Nos sentamos juntos por un rato más antes de que se parara y caminara
hacia la puerta de cristal corrediza.
Antes de que entrar me dijo: —Si necesitas algo, no dudes en pedirlo.
Estoy feliz de tenerte en casa, hijo. —Luego entró y se dirigió a la cama. Miré
hacia la puerta y me di cuenta que apreciaba nuestros momentos en silencio. A
veces no se trata de las palabras que decimos, sino simplemente de saber que
estuvo allí cuando necesité a alguien con quien hablar. Su presencia ha
significado más para mí que cualquier montón de palabras. Sabía que mi papá
se decepcionó cuando no fui a la universidad como tenía planeado, pero
cuando me gradué, sentí que mi vida tenía un oficio más importante. No era
que no fuera a asistir a la escuela otra vez, sino que era una pausa hasta después
de haber servido mis cuatro años. Me dieron una beca para una buena
universidad en mi último año, aunque era solo por dos años. Planeé ir a una
universidad por cuatro años, y no podía garantizar que tendría los fondos para
los dos años restantes. Mi mamá fue la única que comprendió. Sabía que era mi
decisión. Quería asegurarme que podría acabar mi toda mi licenciatura. El
ejército pareció la elección correcta.
Suspiré y me levanté para sentarme en la mecedora. Reclinándome, tomé
un largo trago de mi cerveza. La fría sensación burbujeante quemó la parte
posterior de mi garganta. Recordé haber hecho exactamente lo mismo después
de mi primera misión. Haber vuelto a mi hogar, a la casa en donde crecí, y
sentarme en el porche trasero con mi papá a beber una cerveza. Esta vez se
sentía tan diferente. No era solo la casa lo que había cambiado. Sabía que yo
había cambiado. El último año pasé mis noches en la base con mis muchachos,
disparando y haciendo controles de seguridad. Luego, dos semanas antes de
que regresemos a casa, los perdí.
A todos.
Sacudí mi cabeza y me negué a pensar en ello. Me levanté y encontré la
reserva de cosas buenas de mi papá. Tenía una botella de Whisky etiqueta
negra que compró para su sexagésimo cumpleaños guardado en el armario
encima de la nevera. Hubiera preferido el sabor más sabroso del bourbon, pero
ya que no había de otra, eso estaría bien. Me emborracharía más rápido que si
seguía bebiendo cerveza. Sintiéndome un poco desconsiderado y sin realmente
importarme una mierda, coloqué mi boca en el pico de la botella y eché hacia
atrás mi cabeza. El líquido no se podía describir como fino. Se sentía como
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hierro caliente golpeando mi boca. Era áspero, y su sabor ardía, lo que hizo que
Página
el primer trago fuera difícil de pasar. Puse la botella sobre la encimera y sentí
que el líquido calentaba mis entrañas. Los minutos pasaban y me encontré
mirando el reloj digital del microondas. Antes de darme cuenta, me bebí otros
cuatro grandes tragos y no podría decir si los números marcaban las diez y
cincuenta y tres o las diez y cincuenta y ocho. Me emborraché más rápido de lo
que pensé. Sabía que era solo cuestión de minutos antes de que me acostara en
el piso y me durmiera, así que me arrastré por el pasillo, tambaleándome y
agarrándome de las paredes. Cuando llegué a la habitación de invitados, me
desplomé de cara en la almohada.
Estaba entumecido. Misión cumplida. Mi vello facial hizo un ruido al
rozar contra la tela de la funda de la almohada. Giré mi cabeza hacia un lado ya
que no podía respirar con la cara aplastada en la almohada. Mis ojos se hallaban
fuertemente cerrados e intenté como el infierno dejar que el alcohol me llevara
lejos. Detrás de mis parpados cerrados, vi bombas explotando y las balas
golpeándome en diferentes partes del cuerpo. Sentía mis músculos moviéndose
involuntariamente. Mi embriaguez me llevaba a un sueño profundo, pero no lo
suficiente como para hacerme olvidar. Debí haber bebido un poco más. Antes
de quedarme completamente dormido, mi último pensamiento fue “olvidé
sacarme las malditas botas”.

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Página
Traducido por Eli Hart
Corregido por florbarbero

Dos meses después…


Al entrar, sabía que Slim me iba a regañar por llegar dos minutos tarde,
pero en realidad no me importaba. Yo era su mejor trabajador y sabía que
nunca me despediría. Además, ¿a quién echan por llegar dos minutos tarde?
Excepto que he llegado dos minutos tarde casi todos los días desde que empecé
a trabajar aquí.
Tres semanas después de volver a casa, decidí que necesitaba salir de
casa. Fui a buscar trabajo, y no encontré nada cada puto día. Las noticias no
bromeaban cuando decían que estábamos en una recesión económica y que era
difícil encontrar trabajo. Mientras estaba en el extranjero, había ahorrado hasta
el último céntimo de mi sueldo, pero sabía que si seguía bebiendo hasta acabar
con mis ahorros, tendría que encontrar un trabajo para mantener mi nuevo
hábito. Una noche, mientras estaba en un bar de mala muerte, oí a unos
ejecutivos hablar de un yacimiento de petróleo y gas que buscaba personal.
Estaba a unas horas al sur de Houston. Pensé que podría intentarlo, ya que aquí
no encontraba una mierda. Además, estaría lo suficientemente cerca de mi
padre como para que, si me necesitaba, pudiera hacer el viaje de vuelta. Salí a la
mañana siguiente alrededor del mediodía y conduje tres horas hasta Port
O'Connor, Texas, también conocida como Tierra de Nadie. La empresa se
dedicaba principalmente a la extracción de petróleo, pero también producía gas.
Se llamaba A&S Emissions. Había ido a hablar con la persona a la que llamaban
el Toolpusher, que era básicamente el jefe del campo, para concertar una
entrevista. Cuando lo encontré, estaba sentado con un hombre muy corpulento,
18

con barriga cervecera y calvo en la parte superior. Resultó que el hombre con
sobrepeso y sudoroso era Slim. Imagínense. El hombre al mando era Roger.
Página
Ambos me echaron un vistazo, se dijeron unas palabras y luego Roger
dijo: “Eres un gran hijo de puta. Estás contratado. Empiezas el lunes y te
presentarás aquí ante Slim”. Eso fue todo. Nunca me preguntaron por mi
experiencia laboral anterior, ni siquiera cómo me llamaba. Una semana después
supe que Roger me había contratado por el tatuaje del ejército que tenía en el
brazo derecho. Asomaba por debajo de la manga de mi camisa. Había servido
veinte años, y pensó que cualquier hombre que pudiera servir a su país era lo
bastante bueno para trabajar en su campo.
Un mes más tarde, había ascendido de Gusano, que era el hombre más
bajo del campo, a maquinista. Me ocupaba de todos los problemas mecánicos y
de mantenimiento. Sabían que era bueno con las manos cuando un día, un
ruido horrible de chirrido salió de una de las plataformas. Estallaron algunas
juntas, corrí a repararlo todo antes de que perdiéramos una cantidad
monumental de oro negro y dinero. Estábamos todos de pie, cubiertos de lodo
espeso y grasiento, y Slim me miró y me dijo: “Parece que eres nuestro nuevo
maquinista”. Había aprendido que Slim y la mayoría de los otros tipos eran
hombres de pocas palabras. Podía apreciarlo, ya que en realidad no quería
hablar mucho de todos modos. Lo único que quería era ir a trabajar, fichar a la
entrada, fichar a la salida y darle a la botella lo bastante fuerte como para
desmayarme.
Ese día en particular, justo antes de dirigirme a mi pequeño apartamento
de doscientos metros cuadrados y un dormitorio, Slim y Roger se me acercaron.
—¡Eh, Nelson! —gritó Slim desde el remolque de trabajo—. ¿Has estado
en The Hole? Es un bar de la ciudad.
No había ido a ningún sitio de la ciudad desde que me mudé allí. Había
ido al campo, a la tienda de comestibles, al ayuntamiento a pagar las facturas y
a mi apartamento. —No —respondí simplemente.
—Bueno, vas a ir esta noche. Roger quiere pasar a saludar a su sobrina.
Es su cumpleaños y trabaja allí. Estate lista en treinta minutos. Te recogeremos.
Asentí. Genial. Lo último que me apetecía era pasar la tarde con una niña
que probablemente era una remilgada, pero a los jefes no se les dice que no. Me
dirigí a casa y entré por la puerta principal. Todavía tenía cajas desparramadas.
No creía que fuera a ser un lugar permanente, así que no me había molestado
en deshacer las maletas. Me limité a rebuscar por todas partes cuando surgió la
necesidad. En la encimera había una caja de pizza de la noche anterior y una
botella de Crown casi tres cuartos vacía. Me acerqué a ella y bebí un trago. Me
limpié la boca con el dorso de la mano y me dirigí al baño para darme una
ducha rápida. Al menos podría estar presentable para la cumpleañera.
19
Página
Ni siquiera pasaron unos treinta minutos cuando Roger tocó mi puerta.
Cuando la abrí, metió la cabeza. —Jesucristo, este lugar huele a calcetines de
gimnasio —dijo.
Me encogí de hombros. —Entonces cómprame uno maldito desodorante
de ambiente —dije sarcásticamente.
Se rió entre dientes y me dio una palmada en la espalda. Salí del
apartamento y cerré. Cuando subí al asiento trasero de la camioneta, Slim
arrancó por la carretera. Resultó que The Hole estaba a solo dos manzanas de
donde yo vivía. Esto podría resultar beneficioso, ya que podría ir al bar,
emborracharme y volver a casa andando. Cuando llegamos, Slim aparcó en una
plaza para minusválidos, claramente sin importarle una mierda que no tuviera
las pegatinas apropiadas en su camión.
Salimos los tres. Me subí a la acera y miré a ambos extremos de la calle.
Port O'Connor consistía en una tienda de comestibles, una oficina de correos,
una comisaría de policía y una carretera que parecía sacada de una película de
los años cincuenta. En cualquier momento alguien llamado Wally se me
acercaba corriendo y me decía “caramba” o “cielos”. Yo no había estado en esta
parte de la ciudad. Me reí para mis adentros. No me estaba perdiendo gran
cosa.
Me di la vuelta y me reuní con los chicos en la entrada de The Hole.
Había mucha luz y el calor era sofocante. Cuando entramos por las puertas
dobles, el aire viciado golpeó mis fosas nasales. Dentro hacía más fresco, pero
no el frío de un aparato de aire acondicionado. Era una nevera de pantano y el
lugar no estaba bien ventilado. El humo de los cigarrillos asaltó mis sentidos.
Mis ojos recorrieron las cuatro paredes. A la derecha había dos mesas de billar.
En una de ellas jugaban un chico y dos chicas. Una de las chicas estaba colgada
del chico, susurrándole algo al oído mientras él se inclinaba sobre la mesa y
tiraba. Siempre me ha gustado el sonido de las bolas de billar golpeándose entre
sí. Yo era bueno al billar, o al menos solía serlo. Junto a las mesas había una
pista de baile y una pequeña cabina de DJ en un rincón. No había nadie
manejando el equipo, pero por los altavoces sonaba una vieja canción de
George Strait que nos recordaba que todas sus ex viven en Texas. Típico. A la
izquierda estaba el bar. Tenía forma de U y taburetes alineados a lo largo.
Detrás de la barra, contra la pared, había una nevera con una gran variedad de
cervezas y vinos. Mi cerebro estaba haciendo un inventario mental de la
distribución, de cómo salir si lo necesitaba y de la gente que había dentro.
Serían los efectos residuales del ejército y de mi entrenamiento. Me fijé en un
hombre muy corpulento sentado en un taburete junto a la puerta. Slim y Roger
20

estaban hablando con él, así que me acerqué para unirme a ellos.
Página

Slim se rió entre dientes. —¿Dónde está la cumpleañera?


El gigantesco hombre, que parecía más alto que yo, incluso sentado en el
taburete, dijo: —Está en la parte de atrás descargando un cargamento. Haré que
Melanie vuelva a buscarla. —Hizo una pausa y miró a su alrededor—. ¡Eh,
caramelito! —gritó cuando vio a quien buscaba.
Una rubia pequeña se acercó saltando con el pelo corto peinado para que
sobresaliera en diferentes direcciones. Debía de ser la adulta más pequeña que
había visto nunca. Sus rasgos faciales eran bonitos y parecía muy dulce.
—¿Qué necesitas, Beav?
—Ve atrás y dile a Kat que su tío está aquí, ¿quieres? —dijo el hombre
fornido.
Melanie parecía un poco tímida, pero asintió con la cabeza y
prácticamente se fue saltando, desapareciendo en un largo pasillo oscuro. Volví
la cara hacia Slim y enarqué una ceja para preguntarle. Debía de haber captado
mi pregunta no verbal.
—Ah, claro. Nelson, él es Beaver. —Señaló al otro hombre.
Le tendí la mano. —Soy Timber, en realidad. Timber Nelson.
Su mano salió y su palma prácticamente envolvió todo mi puño. Él le dio
un nuevo significado a grande. Yo ya medía un metro noventa. Este hijo de
puta tenía que medir por lo menos dos metros. Tenía un apretón de manos
firme. Me dio la impresión de que podría romperme la mano fácilmente con un
ligero apretón.
—Beaver, eh. ¿Debería siquiera preguntar?
Slim y Roger se rieron, mientras Beaver sonreía. Al parecer, me esperaba
una buena historia.
—Cuando era niño, mi abuelo trabajaba con unos tipos que se repartían
apodos. El que le pusieron fue Wolf. No tengo ni idea de cómo llegó a llamarse
así y murió antes de que pudiera preguntárselo. —Hizo una pausa y se frotó las
manos—. De todos modos, yo quería tener un apodo igual que él. En aquel
momento pensé que estaría bien seguir con el tema de los animales. Acababa de
ir a cazar castores con mi abuelo cuando pensé que era lo bastante genial como
para tener un apodo, así que elegí Beaver. Resulta que es un nombre muy
apropiado —sonrió con picardía—, si sabes a lo que me refiero. Quién me iba a
decir que se me daría tan bien comer. Vienen mujeres de varios condados para
ver qué tal se me da.
Roger intervino. —Hombre, nunca me enteré de todo lo que había detrás
del nombre. Solo lo había supuesto, sucio bastardo. —Le dio una palmada en la
21

espalda.
Página
El sonido de una toalla golpeando la piel azotó el aire. Roger emitió un
siseo que me hizo girarme de repente para ver de dónde venía.
—No dejes que Beaver te engañe. Eso no son más que cuentos chinos de
un hombre triste y solitario.
—Kat, tú nunca me has probado, así que ¿cómo vas a saberlo? —Beaver
enarcó las cejas mirando a la chica.
—Cuidado, chico. Es mi sobrina con quién hablas. —Roger lo fulminó
con la mirada.
¿Esta chica era Kat? No estaba seguro de lo que esperaba exactamente,
pero no era eso. Roger era un hombre muy formal, siempre vestido de traje y
algo correcto. Creo que esperaba a alguien con una falda decente y cuello alto.
Es cierto que estábamos en un bar, pero como ya he dicho, la economía iba mal
y la gente estaba desesperada. Esta chica era algo completamente diferente.
Tenía el pelo largo y oscuro hasta la mitad de la espalda. Tenía toques de rojo,
que yo estaba seguro de que serían más vibrantes a la luz del sol. Mis ojos la
recorrieron de arriba a abajo. Tenía curvas en todos los lugares adecuados. Sus
tetas parecían más que un puñado y su culo era delicioso. Pero lo que más me
llamó la atención fueron sus intrincados tatuajes. Llevaba unos shorts vaqueros
cortos que mostraban un tatuaje de calavera de caramelo con un dibujo floral
que entraba y salía de los ojos. Su camiseta gris oscura permitía ver dos tatuajes
en los hombros. Uno era de un pez koi que parecía estar nadando por su brazo.
El otro era otra calavera, pero con un dibujo diferente.
Kat señaló a Beaver, interrumpiendo mi examen visual.
—Nunca va a pasar, grandulón. —Le dedicó una sonrisa gloriosa
inalterable.
—Córtenla, ambos, y Kat, no me hagas llamar a tu papá —bromeó Roger.
Ella puso los ojos en blanco. —No lo harías. Ahora ven aquí. —Le dio un
fuerte abrazo.
—Feliz cumpleaños, princesa.
—Oye, ¿qué soy, hígado picado? —Slim hizo un puchero.
Kat se alejó y agarró a Slim por el cuello y lo abrazó. —Hígado picado, sí,
pero siempre te daré abrazos mientras me sigas entregando chocolates.
—Ah, bien, al menos esos imbéciles de la floristería no se equivocaron de
dirección esta vez. Te juro que una vez mandé entregar una docena de rosas a
mi segunda mujer, y acabaron dejándolas delante de aquella antigua iglesia
22

abandonada. Tuve que llamar y gritarles. Hay una maldita diferencia entre la
Primera Avenida y la Primera Calle.
Página
Suspiró y mantuvo la cara en sus manos machadas de petróleo mientras
ella le sonreía brillantemente.
—¿Entonces recibió las flores?
—De hecho, sí. Descubrí después que las puso en el triturador de basura.
Kat se rió, y era un sonido melódico. —Auch. ¿Qué hiciste?
—Supongo que doce rosas rojas no compensaban por acostarme con su
hermana. —Él miraba a la distancia arrugando la nariz.
Ella le golpeó el hombro. —Slim, ¿te acostaste con su hermana?
—Eran gemelas. ¿Cómo iba a saber con cuál estaba?
Roger y Beaver se reían mientras ella negaba con la cabeza.
—¡Oh! Oye, Kat, quiero que conozcas a Nelson —dijo Slim, recordando
de repente que yo estaba aquí.
Sus ojos se desviaron hacia donde yo estaba y su actitud alegre y
despreocupada se puso rígida de repente. Enderezó la espalda y me hizo un
breve gesto con la cabeza.
Le tendí la mano como había hecho con Beaver.
—Me llamo Timber Nelson. Siento meterme en tu cumpleaños, pero estos
imbéciles me trajeron aquí —bromeé.
En cuanto establecimos contacto visual, algo en ella se agitó en mis
entrañas. Revolví en mis confusos recuerdos, pero me quedé en blanco. Me
miraba con ojos cansados. Algo en ella me tocó la fibra sensible. Eran esos ojos.
Juraba que había visto esos ojos avellana antes.
—¿Te conozco? —pregunté.
Busqué en su cara cualquier otra forma de reconocimiento, pero no había
nada. Quizá se parecía a otra persona. Pero su voz se volvió áspera y dijo “no”.
Vi cómo sus ojos recorrían el bar, buscando claramente una salida. Qué extraño.
Kat se aclaró la garganta, negándose a darme sus ojos de nuevo.
—Encantada de conocerte, Timber. Tío Roger, no quiero ser grosera, pero
estoy muy ocupada con el nuevo inventario, nos vemos luego, ¿vale? —Nunca
tomó mi mano, así que la dejé caer a mi lado.
—Oh seguro, no hay problema, cariño. No pretendía alejarte del trabajo
—dijo Roger, dándole un beso rápido en la mejilla antes de que ella se dirigiera
enérgicamente a lo que supuse que era un almacén.
23

Beaver se inclinó hacia adelante en su taburete. —Me pregunto qué le


habrá prendido fuego el culo.
Página
—¿No te refieres a sus bragas?
—Detalles. —Beaver se encogió de hombros, como si eso explicara su
confusión.
—Vamos a tomar algo, chicos —dijo Slim, desviando el tema.
Los tres nos dirigimos al bar y nos sentamos. Dos horas pasaron
rápidamente y yo estaba borracho como una cuba. ¿Qué significaba eso? ¿Las
cubas se emborrachan? ¿Apesta la gente borracha? No tan discretamente, me olí
las axilas. Nop, fresco como una lechuga.
Había estado observando a la chica, Kat, que servía detrás de la barra
durante casi toda la noche. La había observado mientras hablaba fácilmente con
todo el mundo en el bar. Todos parecían conocerla y supuse que era de por
aquí. Tenía una cierta atracción. Un magnetismo que me hizo querer conocerla
también. Pero no me daba ni la hora. Cada vez que me quedaba sin cerveza, le
pedía a Melanie que viniera a llenarme. En un momento de la noche, mientras
todo el bar se unía para cantarle el “Cumpleaños feliz”, vi cómo se le pasaba la
rigidez que yo parecía haberle causado. Me enteré de que cumplía veintiún
años. Parecía recordar que yo seguía aquí observándola. Había captado sus ojos
mirándome. Había dejado de intentar averiguar de dónde la conocía o a quién
me recordaba. La niebla de la borrachera me impedía tener pensamientos
coherentes. Bueno, todos los pensamientos excepto el hecho de que esta chica
era hermosa, y no en el sentido tradicional. No era el tipo de belleza que
adornaría la portada de una revista. Era del tipo que lentamente dejas que se
filtre en tu sistema y se apodere de ti. Era del tipo que una vez que te tenía,
nunca mirarías a nadie igual. Su belleza era el fin. Era lo único que volverías a
querer.
Volví a beber otro vaso de cerveza y dejé algo de dinero sobre la mesa.
Necesitaba salir de aquí y respirar la fresca humedad de Texas. Les dije a mis
jefes que los vería mañana y que no me regañaran si llegaba tarde y con resaca.
Mientras salía, Beaver se ofreció a llamarme un taxi. Como la idea de que
hubiera un taxi disponible en un pueblo tan pequeño era irrisoria, le di las
gracias, pero solo vivía a la vuelta de la esquina. Volvió a darme otro apretón
de manos aplastante y salí del bar. Después de tropezar y balancearme de
camino a mi apartamento, mi cuerpo decidió que el sofá parecía bastante bueno
como para dormir en él y no se llevaría a sí mismo los pocos metros de más
hasta mi cama. Por suerte, había comprado el sofá por esta misma razón. Un
hombre necesita un buen sofá para dormir la siesta. El mío a veces tiene un
propósito mayor: dormir la siesta toda la noche. Al cerrar los ojos, sentí la
familiar sacudida de mis músculos arrastrándome de nuevo a las mismas
24

pesadillas de la guerra.
Página
Traducido por Dey Turner
Corregido por Paltonika

—Amigo, necesito que me hagas un favor. Creo que tengo un sarpullido en la


base de mis testículos y no puedo verlo. ¿Podrías echar un vistazo y decirme si tengo
que ir al médico y conseguir alguna crema o algo? —preguntó Holt mientras se rascaba.
—Que mierda, hombre. No, no voy a mirar tu mierda. Consigue un maldito
espejo. —Me reí, pero no había ninguna manera en la que viera el pene de otro hombre
voluntariamente.
—Oye, yo lo haría por ti, idiota.
—Sí, y eso es lo que te hace gay —repliqué, sabiendo que eso solo lo molestaría.
—¿Fue algo gay cuando follé a la mamá de Corey antes de irnos? —dijo Holt.
Me encontraba sentado en mi lugar con la mayoría del equipo, pasando el rato y
esperando por nuestra siguiente ronda. Hubo un coro de “ah” de los chicos a causa del
estúpido comentario de Holt. Era divertido meterse con él, y muy a menudo se ponía a la
altura de las circunstancias cuando se trataba de caer en la trampa. Era el más joven de
todos nosotros. Había encontrado una fotografía de él antes de que se graduara de la
escuela la cual se cayó de su mochila. El chico bonito tenía cabello largo y desordenado
que pondría celoso a Justin Bieber, y una sonrisa de un millón de dólares que
seguramente hacía que las chicas se vinieran con una mirada. Pero aquí, solo era un
niño con nada de experiencia. Y su apariencia no salvaría su vida de un juego de rol.
Cuidaba de él más que a cualquiera de los otros chicos.
Corey acababa de entrar cuando Holt abrió la boca. —¿Qué has dicho sobre mi
mamá?
—Dije que hace unas galletas de canela de muerte, hombre. De hecho, ¿le
25

podrías pedir que nos mande más en el paquete de provisiones? —Me reí mientras el
Página

chico respondía rápidamente.


Corey era el residente duro. Era un soldado de un soldado. Creció queriendo
unirse al ejército por tanto tiempo como podía recordar. Este era su sueño. Servir a su
país es lo que le daba un propósito. Corey era un tipo normal con un aspecto normal,
pero tenía un corazón de oro. Venía de un típico hogar estadounidense y su mamá
habitualmente nos enviaba mierda en el correo. Cada uno de nosotros conseguía cartas
de ella al menos una vez a la semana, diciéndonos lo orgullosa que se sentía de los
hombres que servían con su chico. Por mucha basura que le diéramos a Corey por su
agobiante madre, sabía que a todos nos encantaba.
—Sí, apuesto a que son las galletas. Ya veremos si te pone alguna galleta en tu
caja la próxima semana si le digo que hablas de más, chico.
Holt le sacó el dedo medio a Corey. Atrapado.
Era poco después de la comida de la tarde y todos regresábamos del comedor.
Teníamos una hora antes de que volviéramos a salir en nuestra patrulla nocturna del
lado este de Faluya. Mi equipo hizo cuatro patrullas durante un turno de doce horas.
Me recosté en mi cama, permitiendo que la comida hiciera digestión. Girando mi cabeza
miré a Rooster, que llegó paseándose con una sonrisa estúpida de mierda en su rostro y
una pequeña caja en las manos. Para que quede constancia, en realidad su nombre era
Nick Smith. Que nombre tan genérico. Rooster era un cabeza dura hijo de puta.
Estuvimos juntos en el mismo equipo por bastante tiempo. No nos diría de dónde vino el
nombre de Rooster. Tenía una esposa y dos hijos en casa, y hacía su trabajo con una
actitud sensata. Era de estos tipos, a los que cuando se le ocurre una idea, sigue adelante
hasta conseguirla. Tan serio, que hace dos años se encontraba en medio de los disparos
en Afganistán y recibió un balazo en el hombro izquierdo. Lo habían enviado a casa de
inmediato e hizo un fuerte año de terapia física. Dijo que había estado en un lugar muy
oscuro por un largo tiempo mientras se recuperaba, pero cuando el médico le aclaró y
dijo que se encontraba en condiciones para el servicio, solo entonces pudo vivir de
nuevo. En cierto modo, lo admiraba. Solo era tres años mayor que mis veintitrés años,
pero las cosas por las que había pasado y hecho, lo hacían digno de respetar.
—¿Qué hay en la caja? —preguntó Holt mientras todavía se rascaba.
Rooster lo miró y frunció los labios. —Es de mi esposa. Pero no tocarás nada
hasta que te laves las manos.
Colocó la caja sobre su cama y los cuatro pares de ojos se clavaron en Rooster
mientras la abría. Aparte de la madre de Corey enviándonos cajas semanales, no
veíamos mucho desde Estados Unidos.
—Mierda —dijo Rooster mientras sostenía en alto una sexy tanga rosa de
encaje. La dejó a un lado y siguió buscando. Luego, sacó una loción que olía como
manzana. Esa estaría vacía antes de que los próximos seis meses terminaran, sonreí para
26

mí mismo. Observé como sacó condones, aceite de masajes, fotos subidas de tono que ella
se había tomado, y luego un pequeño montón de revistas sucias. Sentí como tragaba
Página
saliva. Había sido un malditamente largo tiempo desde que estuve con una mujer. Al
menos siete meses, cuando llegamos por primera vez a este infierno.
Se encontraba a punto de ver las fotos, pero lo pensó dos veces cuando alzó la
vista y nos miró. Nos debimos ver como una manada de lobos listos para atacar, o follar
cualquier cosa con pechos y una sonrisa. Las puso de vuelta en la caja junto con el resto
del contenido y la puso debajo de la cama. Hubo algunos gruñidos por la habitación.
—En serio, chicos, esa es mi esposa. No les mostraré ni un centímetro de su
cuerpo. —Rooster rió disimuladamente.
Bajé la vista hacia mi reloj. Decía mil novecientas horas, tiempo de la última
patrulla de la noche. Me puse de pie y estiré mis músculos adoloridos. —Vamos, última
ronda.
Treinta minutos más tarde me encontraba dentro de la MRAP, que era como una
Hummer1 de aspecto loco pero mejor construida, y sentado en el asiento trasero con mis
ojos pegados al exterior. Fui entrenado para escanear mi entorno. ¿Qué personas están
caminando por ahí? ¿Qué llevan puesto? ¿Qué hacen? ¿Los he visto antes? ¿Tienen un
especial interés en nosotros mientras pasamos? Esas eran las evaluaciones que hice y las
catalogué todas en mi cabeza. Eso salvó mi vida y las de mis hombres más veces de las
que podía contar.
Cuando doblamos la esquina del último bloque que vigilábamos, noté que un
hombre le gritaba a una mujer. Ella se encontraba encogida, la mirada baja. Las mujeres
aquí no se suponía que fueran las dominantes en este país. Eran subordinadas a la
población masculina. Me burlé en silencio. Prefería una mujer con algo de pelea en ella.
Esta mujer solo hacía lo que fue entrenada para hacer desde su nacimiento. El hombre se
acercó, la agarró del brazo con rudeza, y la sacudió. Ella asentía enérgicamente, pero
todavía manteniendo la cabeza gacha. Me estaba hirviendo la sangre. Me gustaría
presentarle la cara de ese hombre a la pared.
Justo antes de que condujéramos fuera de la vista de la pareja, Holt preguntó:
—¿Deberíamos detenernos e intervenir?
—No, sigue manejando —le dijo Rooster desde el asiento del pasajero.
Continué observándolos, y justo antes de que dobláramos la esquina, la mujer
alzó la mirada... cálidos ojos avellana.
¿Qué demonios? No es así como los recordaba. Sus ojos eran casi completamente
negros, siempre. Conozco estos ojos.

Me enderecé de golpe en el sofá. Arrastrando una mano por mi cabello


27

húmedo y sudoroso, me levanté y caminé hacia la cocina por un vaso de agua.


Página

1 Fue una marca de automóviles todoterreno perteneciente al grupo General Motors.


Tenía la boca tan seca que dolía al pasar por mi garganta. Bebí el agua tibia y
llené el vaso por segunda vez. Mientras la tomaba, mis pensamientos estaban
dispersos. Mis sueños nunca habían cambiado. Todas las noches eran los
mismos. ¿Por qué sus ojos cambiarían de color? Mi instinto me decía que cavara
más profundo, que pensara con más fuerza. ¿De dónde conozco esos ojos?
Mientras el vaso se encontraba inclinado con mis labios en el borde, me
di cuenta. El pensamiento fue tan sorprendente que dejé caer el vaso. Cayó en el
fregadero, rompiéndose en varios pedazos grandes. No me importó, recordé
esos ojos.
—Mierda... Katherine —gruñí.

28
Página
Traducido por Julie
Corregido por Val_17

Según el diccionario, la asfixia es una condición en la que uno se ve


privado de oxígeno. ¿Alguna vez te han privado de oxígeno? ¿Tus vías
respiratorias han quedado completamente bloqueadas e incapaces de tomar el
aire que tus pulmones necesitan tan desesperadamente? A mí me ha pasado.
La escuela secundaria para mí fue mala. ¡Muy mala! Y no de ese modo en
que la pasaban los niños más nerd. Todos eran genios de las computadoras o
tocaban en la banda de música. Algunos jugábamos deportes, pero aun así no
encajábamos con la multitud popular. Así fue para mí durante mi primer año.
Tuve algunos amigos que practicaban atletismo conmigo, pero por lo general
era una persona solitaria. Al final del noveno grado, uno de los jóvenes
populares decidió que yo iba a ser su objetivo. No podía entender por qué me
prestaba tanta atención. No fue sino hasta mi segundo año cuando las cosas
empezaron a ponerse muy mal.
Su nombre era Adam. Hice todo lo que podía para mantenerme alejada
de él, porque solo quería que me dejaran en paz. Durante el año, su
provocación había empeorado progresivamente y no podía escapar. Me decía
cosas perversas, me derramaba las bebidas encima y dejaba notas amenazantes
en mi casillero. Un día, dio un paso más allá.
Fue a mediados de mayo, justo antes de la graduación y yo me probaba
para el equipo de atletismo del próximo año. Ese día estaba por encima de los
treinta y dos grados, así que había tenido mucho calor y estaba sudorosa. Al
final de las pruebas, me tomé un tiempo extra en el vestuario de las chicas y me
quedé debajo del agua de la ducha de vapor. Recuerdo haber escuchado un
29

ruido detrás de mí. Cuando me di la vuelta para mirar por el presunto espacio
vacío, me di cuenta de que no había estado sola. Adam se dirigió hacia mí y me
Página
tapó la boca con la mano. No tenía ninguna oportunidad.
Nunca en mi vida pensé que me convertiría en una víctima. Pero
tampoco pensé que iba a ser la chica que no se defiende si alguna vez se
enfrentaba a esa situación. Sin embargo, ahí estaba yo, haciendo lo que dije que
no haría. Quedé completamente congelada. Me quedé inmóvil, mientras Adam
se desabrochaba el cinturón y bajaba la cremallera de sus caros pantalones de
marca. Sus turbios ojos marrones, lo sabía, me perseguirían hasta el día en que
muriera. Nunca sería capaz de borrar el recuerdo de él al penetrarme y tomar lo
único que nunca podría recuperar. Mi inocencia. Permanecí allí, cautiva de mi
propio miedo, mientras me deshonraba. Cuando sentí la punzada inicial que
todo el mundo dice que se siente cuando pierdes tu virginidad, mi mente
empezó a protegerse. Mis sentidos dejaron de funcionar completamente.
No recuerdo sus manos en mis caderas mientras se impulsaba en mí,
dejando moretones. No recuerdo su enorme mano acercándose a mi cuello y
apretando, cortando lentamente lo único que me mantenía con vida en ese
momento. Esos dedos largos que había visto lanzar pases ganadores o hacer
una canasta en los últimos segundos antes de terminar, ahora me estaban
matando. Lo que sí recuerdo es el ardor repentino en mis pulmones cuando mi
cuerpo empezó a luchar por su propia voluntad de vivir. Recuerdo el agarre de
Adam cada vez más apretado y sabía que disfrutaba de mi súbito esfuerzo por
respirar. Y recuerdo su embestida final antes de que se retirara de mí, y sintiera
su semen cubriendo mi pierna.
Él me soltó y me desplomé en el suelo, totalmente desnuda. Tosía una y
otra vez, tragando aire y conteniendo las lágrimas. Adam se puso otra vez los
pantalones y me dejó allí. No podría asegurar cuánto tiempo permanecí sentada
en el suelo de baldosas de los vestuarios. Solo sé que fue el tiempo suficiente
para ver pasar el agua de roja a clara, y de caliente a fría.
Nunca hablé de aquella tarde con nadie. Él me dijo que estaría
observándome, y sabría dónde encontrarme. Adam se graduó ese año y fue a la
universidad. Sin embargo, todavía se aseguró de hacerme saber que no se había
ido. De vez en cuando me llegaba un mensaje describiendo lo que quería
hacerme cuando me viera de nuevo. Viví mis dos últimos años de la escuela
secundaria en un estado constante de miedo.
Cuando terminé la escuela, mi vida no volvió a la normalidad. Nunca fui
a la universidad para “continuar con mi educación” como le gustaba decir a mi
abuelo. Solo quería irme de Bay City y escapar de los recuerdos que me seguían
a cada paso. Mi tío Roger, el hermano de mi madre, trabajaba en un campo
30

petrolero en Port O’Connor y me invitó para que fuera a quedarme con él


Página

mientras solucionaba el desastre que llamaba mi vida.


Creo que mi familia pensó que me tomaría un descanso durante tal vez
un año y luego volvería e iría a la Universidad de Sam Houston. No tenían idea
de lo que me había pasado, solo pensaban que estaba pasando por una fase
adolescente de temperamento horrible y que tarde o temprano me recuperaría.
Eso nunca se hallaba en las cartas para mí. Quería encontrar un rinconcito del
mundo y funcionar hasta que no pudiera más. Cruzaba los dedos, con la
esperanza de que mi peor pesadilla hubiera dejado de seguirme. Incluso
después de cambiar mi número, seguía encontrándome.
Dos meses después de mi estancia con el tío Roger, acabé encontrando
un trabajo de barman en The Hole. Al principio no querían contratarme porque
era menor de edad y legalmente no podía servir. Por suerte para mí, mi tío era
el mejor amigo de todo el Departamento de Policía de Port O’Connor (los
cuatro que habían). No tomó mucha persuasión para que pasaran por alto mis
dieciocho años. Entendieron que cuando venía a trabajar, no consumía nada de
alcohol y hacía el trabajo que se me requería. Casi nunca bebía. Contenía
demasiados malos recuerdos. Estaba segura de que ese día había olido licor en
el aliento de Adam.
Trabajaba seis días a la semana. Los domingos, por supuesto, el bar se
encontraba cerrado. Apreciaba los domingos. Me gustaba ir a la playa y tomar
el sol mientras leía una buena novela de romance. Bueno, más bien leía y releía
el mismo libro. Se llamaba Emerge de la autora S.E. Hall. Estaba fascinada por el
triángulo amoroso que el personaje principal, Laney Walker, tenía allí. Ella era
una chica sencilla de ciudad con dos grandes opciones: el chico malo que amó a
primera vista, y el chico dulce y gentil que había conocido toda su vida. Solo de
pensarlo me ponía feliz y triste al mismo tiempo. No hace mucho tiempo,
soñaba con ser una Laney. Quería tener amor. Mierda, habría estado en la luna
si tuviera dos opciones. Ahora era cínica cuando se trataba de amor, y me
consideraba dañada. Mi nuevo amor era el sol, el agua y la lectura. Era
consciente de que nunca sería la persona que una vez fui y había llegado a un
acuerdo con ello. Mi vida era el bar y mis amados domingos. Ah, y Ed.
Ed era el dueño de The Hole. Era un hombre mayor cuya esposa, Rose,
había fallecido unos años antes de que llegara. Creo que se sentía solo y yo era
la compañía que buscaba. Me gustaba hablar con él todas las noches cuando
cerrábamos. Me hablaba de Rose y cómo era estar enamorado en los viejos
tiempos. Tenían una de esas historias de amor únicas. Él la había visto desde su
barco de la Marina en la ciudad de Nueva York cuando llegaron a puerto. Dijo
que se bajó del barco lo más rápido que pudo y la localizó. Insistió en que se
enamoró de un solo vistazo. Dijo que en un principio ella pensó que estaba loco,
pero después de que se pusiera de rodillas delante de toda su tripulación, dejó
31

que la llevara a cenar. Fueron inseparables desde entonces. Incluso mi frío


Página

corazón se embelesó un poco con su historia.


Fue un par de semanas después de que comencé a trabajar, que Ed me
dijo que estaba haciendo algunas reparaciones en el apartamento de arriba y
quería que me mudara. Dijo que iba a dármelo a un precio reducido.
Honestamente, apenas pagaba unos centavos para vivir allí. Nuestro acuerdo
era de cien dólares al mes y ayudarle a pintar el pequeño espacio, así como
algunas de las paredes en el bar donde la pintura estaba astillada. El viejo
cabrón dijo que si me negaba, me despediría. Pero lo amaba. Él quería que fuera
capaz de vivir por mi cuenta y guardara el dinero. Al igual que mi abuelo,
quería que fuera a la universidad algún día. Si alguna vez lo hacía, lo haría por
Ed. Me quería como a la hija que nunca tuvo. Me hacía sentir segura. Compartía
gran parte de su vida conmigo. Sabía que no me haría daño.
Podía contar con una mano los pocos amigos que tenía en mis jóvenes
veintiún años: el tío Roger, Slim, Ed, Beaver y Melanie. Los dos últimos eran
recientes. Melanie ya era una camarera en The Hole antes de que yo empezara.
Tenía unos treinta y pocos años y se divorció una vez. Era una de esas personas
que poseían la energía suficiente para hacerse cargo de toda una habitación.
Cuando se presentó, me dio un abrazo y luego me agarró las mejillas y dijo con
el acento más sureño que había oído nunca: “Bueno, ¡eres una cosita linda!” A
partir de entonces, hemos sido amigas.
Beaver fue contratado un par de meses después de que empecé a trabajar
en The Hole. Hubo un cliente que venía frecuentemente durante mis turnos.
Una noche se puso demasiado manoseador, y Ed tuvo que seguirlo con un bate.
La próxima noche, apareció Beaver, y desde entonces ha estado aquí todas las
noches en las que trabajaba. Me parecía bien. Beaver era un grandulón. Nadie
se metía con él.
Bueno, no, a menos que incluyas a Mel. Ella ha sentido algo por él desde
que puso un pie dentro del bar. Juro que su acento se haría más pronunciado y
pestañearía cuando lo veía. No tuvo que hacer mucho, Beaver definitivamente
la notaba. Lo que no entendía, sin embargo, era porque creía que no podía
tenerlo. Él estaba más cerca de mi edad y Mel pensaba que no le gustaría una
mujer divorciada y “usada”. Le dije que eran puras tonterías y que sería suyo
con solo pedirlo. Sin embargo, no habría intervención por mi parte. Tenía
demasiados problemas propios como para meterme en medio de los suyos, y no
quería acercarme tanto para que empezaran a hacerme preguntas indeseadas.
Les conté lo suficiente sobre mí y lo dejé así. Por el momento, parecía haberlos
pacificado.
Mi vida era constante. De domingo a sábado nunca cambiaba. Estaba
contenta. Feliz no, pero sí contenta.
32

Se rumoreaba que The Hole preparaba una pequeña celebración para mi


Página

vigésimo primer cumpleaños. No quería la atención innecesaria, pero si Ed


insistía en que honremos el hecho de que ahora estaba legalmente autorizada a
trabajar para él, entonces lo apaciguaría.
Me encontraba ocupada sacando un cargamento de cerveza cuando Mel
llegó saltando.
—¡Oh, cumpleañera! —dijo en una voz cantarina—. Tu tío está aquí y
quiere verte.
Miré por encima del hombro desde el interior de la cámara frigorífica y
sonreí. —Gracias, dile que saldré en un minuto.
—Bueno.
Se quedó allí un segundo más, con el rostro serio. —¿Necesitas algo más?
—le pregunté.
—¿Crees que Beaver me daría tus nalgadas de cumpleaños si se lo pido?
Solté un bufido. —Si él trata de darme algún tipo de nalgadas, le doy con
el bate de Ed por la cabeza.
Ella miró soñadora y suspiró. —Apuesto a que tiene una palma firme.
¿Has visto el tamaño de sus manos?
No pude hacer nada más que mirarla fijamente.
—¿Qué? —preguntó.
—Tienes que echar un polvo, chica. —Lancé una toalla encima de mi
hombro y me dirigí a la parte delantera del bar.
Cuando salí, vi a tío Roger y Slim de pie junto a Beaver, y ambos se
recibieron con abrazos. Hablamos durante unos minutos, riendo de las cosas
que decía Beaver, cuando Slim hizo un gesto hacia un hombre que se hallaba de
pie detrás de mí que no había notado antes. Me giré para saludarlo y me llevé la
sorpresa de mi vida. Todas las sinapsis en mi cerebro dejaron de funcionar
mientras permanecía allí, parpadeando rápidamente, para tratar de ver si mis
ojos me jugaban una mala pasada. Seguramente el hombre delante de mí no era
quien pensaba. Timber Nelson. Timber… Timber… Timber… Timber Nelson.
¿Qué diablos?
Noté que hablaba. ¿Por qué no podía oírlo?
Sentí que mi cuerpo había sido transportado a seis años atrás. Mi mano
se levantó para empujar mis gafas hasta el puente de la nariz antes de que
pudiera detenerme. Ya no uso las gafas. ¿Por qué vino aquí? Estaba bastante
segura de que Slim acababa de decirme, pero no lo escuché.
33

Mis oídos se sentían como si estuvieran rellenos de algodón. El corazón


me latía con tanta fuerza que lo único que podía oír era el sonido silbante de mi
Página
sangre. Necesitando escapar, saludé rápidamente, me comporté como si no
tuviera idea de quién era él y corrí a la parte trasera. Al entrar en la cámara
frigorífica, apoyé la espalda contra la pared de metal frío y me deslicé hacia
abajo hasta que mi trasero golpeó el suelo aún más frío. Me llevé las rodillas al
pecho y puse la cabeza entre ellas. Respiraciones profundas, Kat.
¿Por qué, por qué estaría aquí? ¿Lo envió Adam? ¿Él sabía lo que me
pasó? Debía saberlo. Esta ciudad era demasiado pequeña para que esto haya
sido una coincidencia. Nadie aparecía en Port O’Connor sin tener un propósito.
Por supuesto, estuve dando vueltas por esta ciudad sin uno, pero mi tío vivía
aquí, así que esa era mi excusa. ¿Cuál es la suya?
Respiraciones profundas, Kat.
Espera… no me reconoció. Nada en sus ojos gritaba reconocimiento. Fue
inexpresivo. Estiró su mano para que se la sacudiera como si estuviera viendo a
un completo extraño. Estaba bastante segura de que no sabía quién era yo.
¿Había cambiado tanto? O tal vez no le causé una gran impresión hace seis
años. Ese último pensamiento hizo que me doliera el corazón por un breve
instante.
Nunca le conté a nadie que tuve el más pequeño, inútil e insignificante
de los enamoramientos hace tantos años por el mismo hombre que ahora se
encontraba de pie en mi bar. Esos sentimientos desaparecieron el día que él vio
como Adam me lanzó una pelota a la espalda. Mientras continuaba sentada allí,
repitiendo ese día en mi cabeza, me sobrepuse a ola tras ola de pánico que se
levantaba en mi pecho. Cuando por fin me calmé, oí a Ed llamarme.
Me aclaré la garganta y me levanté antes de que me viera así. No quería
que hiciera preguntas. Además, tal vez Timber vino aquí solo por un par de
días y luego se iría. Sí. Se iría y todo estará bien.
—Kat, ¿estás aquí? —Ed entró al frigorífico y me miró.
Había agarrado una caja para que se viera como si estuviera levantando
la orden de cerveza.
—Oh, lo siento, Ed, no te escuché. ¿Se está poniendo ocupado allí?
Ed siempre había sido observador. Me miró con cansancio. —Sí —dijo—.
Mel no puede preparar las bebidas y ocuparse de las mesas. Me encargaré de
todo esto.
Puse la caja en el suelo y me volví a parar, limpiándome las manos en
mis pantalones cortos. —Claro, no hay problema.
Cuando caminaba junto a él, puso su mano en mi hombro. —¿Todo bien,
34

niña?
Página
Buscó algo en mis ojos que le dijera lo contrario, pero me hice buena en
ocultar algo más que solo a mí misma. Plasmé una sonrisa.
—Sí. Todo está muy bien, Ed.
Dejó la mano allí por un segundo más y luego asintió, liberando mi
hombro. Doblé rápidamente la esquina y salí al aire fresco. Mis pulmones se
sentían apretados y expulsé el aliento que no era consciente que había estado
conteniendo. Dándome un discurso motivacional mental, dije: Puedes hacer esto.
Compórtate normal, quédate tranquila. No le des nada que pueda prevenirlo.
Caminé por el largo pasillo hacia la barra. Mis ojos lo buscaban por
voluntad propia. Descarté la sensación de que quería saber dónde se encontraba
porque tenía curiosidad por él y me convencí de que necesitaba saber su
ubicación, como si fuera el enemigo. Se sentó junto a Slim en el otro extremo de
la barra. Bebía lo que supuse era whisky y coca.
Puedes hacer esto.
Me moví detrás de la barra y me estanqué en el extremo opuesto de
donde se hallaban sentados. Sabía que me comportaba como una idiota con mi
tío, evitándolo cuando estaba aquí para celebrar mi cumpleaños, pero no había
manera de que pudiera trabajar junto a ellos. Mi plan era pasar este turno e ir al
piso de arriba para volver a recomponerme. Tenía que superar las siguientes
cuatro horas.
A medida que avanzaba la noche, The Hole se ponía cada vez más
concurrido. El hecho de que Timber se encontraba sentado a pocos metros de
distancia nunca abandonó mis pensamientos. En un momento durante la noche,
mientras estaba ocupado hablando con mi tío y se hallaba de espaldas a mí,
permití que mis ojos vagaran libremente por él.
Cuando Slim nos presentó, no tuve un buen vistazo de su rostro, pero
noté lo alto que era. Yo medía apenas un metro sesenta, y él llegaba a poco más
de un metro ochenta de altura. La camiseta de tirantes negra que llevaba
mostraba la definición cincelada de sus bíceps. Cada vez que levantaba la mano
para agarrar el vaso, sus músculos sobresalían de la manera más atractiva. Sus
hombros eran anchos y su camisa se aferraba a la extensión de su espalda
mientras el tejido se estiraba hasta una cintura esbelta. Podía ver el tatuaje que
asomaba por debajo de los tirantes y tenía curiosidad por cómo se veía. Los
tatuajes que se notaban, bajaban por la longitud de su brazo izquierdo en una
manga completa. Algunos estaban sombreados de negro, mientras que otros
tenían colores brillantes en tonos azules, rojos y verdes. Eran hermosos. Me
encontré con ganas de estar más cerca para poder examinarlos. Sabía que
35

estuvo en el ejército, así que me sorprendió cuando se giró hacia un costado y vi


las orejas perforadas. Puede que no sepa mucho acerca de los militares, pero
Página
sabía que no permitían tatuajes y aretes. A medida que mis ojos continuaron su
búsqueda, me di cuenta de que se veía… mayor. Obviamente, habían pasado
seis años, pero este tipo de envejecimiento era diferente. Su expresión era dura
y su ceño parecía permanente. Incluso desde muy lejos, podía sentir el aire a su
alrededor. Tenía algo raro, algo que gritaba peligroso. Claramente el Ejército
había hecho algo para endurecerlo. ¿Qué había ocurrido?
Mientras permitía que mis pensamientos divagaran sobre Timber, debió
haberme sentido mirándolo. Giró la cara hacia mí y sus ojos azules pálidos
atravesaron los míos. Extendí la mano para agarrar la barra, alterada, porque el
peso de su mirada era más de lo que esperaba. Definitivamente había
cambiado. Me moví vacilante.
Observé su ceño suavizarse mientras seguía mirándome a través del más
increíble mar de azul que había visto nunca. Debe haber sido la iluminación en
el bar, o que su piel era de un bronceado intenso, porque no podía recordar que
sus ojos fueran tan hipnóticos. Mi estómago se enrolló con inquietud. Parecía
estar tratando de descifrarme, pero yo sentía deseo.
Mel se acercó por detrás. —Lindo, ¿verdad? Lo comprobé cuando entró
antes. ¿Lo conoces?
Me sobresalté y me giré hacia ella. —Supongo que sí y no, no lo conozco.
—Lo miré.
Me dio una sonrisa de complicidad. —No hay suposiciones acerca de
eso, cariño, él es el sexo declarado sobre dos piernas. Y seguro que pareces
gustarle. —Pude oír el humor en su voz.
—No lo sabes. —Hablé demasiado rápido.
—Mmmhmmm. Sé mucho más de lo que piensas.
Podía sentir los ojos de Timber en mí y me hizo retorcerme.
—Bueno, va a tener que buscar en otra parte porque no me interesa.
Mel negó con la cabeza. —Kat, en los últimos dos años que te conozco,
nunca te he visto con un novio. ¿Te importaría decirme por qué?
¿Porque los hombres me rechazaron cuando pensé en ellos de una manera más
que amistosa? No podía decirle eso, pero quería decirle que se metiera en sus
propios asuntos. Sin embargo, no lo haría. Mel era como mi familia y sabía que
tenía buenas intenciones. Así que en lugar de eso, me encogí de hombros y le
dije: —No lo sé. Supongo que nadie me llamó la atención.
Golpeó sus largas uñas rosas en la barra. —Bueno, por la forma en que lo
36

mirabas, y lo hacías, diría que te interesa. —Se agachó para agarrar una cerveza,
la destapó y regresó a servir sus mesas, impidiéndome que le diera alguna
Página

réplica.
No estaba interesada. Simplemente tenía curiosidad… y cautela. Tenía
que averiguar por qué se encontraba aquí. Pasé las siguientes horas haciendo
que Mel le sirviera el whisky y la coca, mientras aguantaba sus comentarios
para que fuera a hablar con él. Ella no tenía idea de quién era Timber, y no iba a
decirle. Este tipo era alguien que podría hacer que todo el mundo que construí
aquí se viniera abajo. No le daría ni la hora si alguna vez regresaba aquí.
Allí, estaba decidido.
Poco antes de terminar mi turno, el movimiento de Timber me llamó la
atención. Se levantó de su asiento con las piernas inestables y se abrió paso
hasta la entrada. Sentí un repentino impulso de detenerlo. No quería que se
fuera, pero no tenía idea de por qué. Di algunos pasos en su dirección.
Frenando mi loco impulso de seguirlo, me detuve y lo miré haciendo su camino
para salir por la puerta y esperaba que también de mi vida.
No fue hasta que no podía verlo más, que me di cuenta de lo mucho que
lo observé durante toda la noche. Me sorprendí mirando el taburete que ocupó
junto a la barra. Cada músculo de mi cuerpo comenzó a relajarse lentamente.
Era como si hubiera estado esperando que hiciera un movimiento y me diera
una excusa para huir.
Necesitando dar por terminada la noche, me fui a la parte trasera y le dije
a Ed que necesitaba desesperadamente una ducha y que Mel y Beaver podían
cerrar. Estuvo de acuerdo y me deseó un feliz cumpleaños por millonésima vez.
Me abrí paso hasta mi pequeño espacio por encima del bar y decidí que una
ducha caliente calmaría mi cuerpo adolorido.
De pie bajo el agua humeante que calentaba mi piel y liberaba mi
tensión, decidí que necesitaba una estrategia. No fue sino hasta que Timber
estuvo de pie frente a mí, que me di cuenta que no tenía provisiones en caso de
que una cara no deseada viniera a buscarme. Ese pensamiento era muy crítico
para mí, haberme permitido ponerme tan cómoda que bajé la guardia. Cuando
se baja la guardia, no estás preparada. Siempre hay que estar lista para lo
inesperado. Si Adam me ha enseñado algo, es que nunca se conoce realmente
bien a la gente ni lo que son capaces de hacer. Sentí el escozor del agua
demasiado caliente escaldarme mientras hacía un plan para protegerme y
nunca volver a ser una víctima.
37
Página
Traducido por Jane & Sofía Belikov
Corregido por AriannysG

Despertar una mañana de viernes con una cabeza nublada y una resaca
masiva hace maravillas a la ética de trabajo de un hombre. En lugar de llegar en
mis habituales tres minutos tarde, llegué al campo una hora después de la hora
de inicio. Cuando entré en el edificio portátil para marcar mi tarjeta de llegada,
Slim levantó la mirada de su escritorio a través de la puerta abierta en la sala
del extremo.
—¿Un poco tarde, no? —Podía oír la diversión en su tono. Esto hizo que
me doliera la cabeza.
—Por tu culpa. —Fue todo lo que respondí mientras deslizaba mi tarjeta
en el soporte y salía al aire ya demasiado caliente. Me puse un par de gafas de
sol de aviador para algo de alivio de la luminosidad.
Si nunca has estado en Texas durante los meses de verano, no tienes ni
idea de lo abrasador que puede llegar a ser el exterior. Si a eso le añadimos un
poco de humedad, el ambiente de trabajo es una mierda. Afortunadamente para
mí, soy tejano y he tenido que lidiar con ello toda mi vida. Pero en los últimos
meses he visto a muchos hombres entrar y salir de aquí en camillas por
agotamiento debido al calor. Nunca regresaron. Supongo que viajaron desde los
estados vecinos cuando oyeron hablar de los posibles ingresos en metálico y
pensaron que iba a ser un trabajo fácil. No tenían ni idea de que el trabajo
consiste en levantar objetos pesados, vigilar los pozos de perforación,
maniobrar barrenas y entrar y salir a gatas de los túneles. Pocos sobrevivían a
las temperaturas extenuantes, que superaban fácilmente los cien grados día tras
día. Pero no fue el calor lo que puso a prueba mi determinación. Fue el reto.
38

Nunca empiezo algo que no pienso terminar. Formaba parte de un equipo, y si


me iba, dejaba al resto de mi tripulación con un hombre menos. Sabía que esa
Página
era mi mentalidad militar, pero era una cualidad a la que me aferraba. Ha
salvado vidas. Pero también... las ha matado.
Mi día había sido largo y arduo y solo había transcurrido la mitad.
Cuando llegó la hora del almuerzo, necesitaba desesperadamente rehidratarme
y comer. Cogí mi cubo metálico de una de las alforjas de mi Harley y me senté a
la sombra de una de las mesas de picnic. Cogí una servilleta que sostenía una
botella de kétchup en el centro de la mesa y la utilicé para secarme el sudor de
la frente. Saqué mi bocadillo de jamón, ya caliente, de su envase y le di un gran
bocado. Mientras comía, Slim salió de la caravana con su propia fiambrera y se
sentó frente a mí. Cuando su trasero golpeó la madera, toda la mesa crujió. No
era un hombre pequeño. Bajo, sí, pero robusto.
—Te ves como la mierda —dijo mientras desenroscaba la tapa de su
termo.
—Sí, y parece que has estado sentado con demasiado aire acondicionado,
princesa. —Mi sarcasmo lo hizo reír.
—Hoy es un día caluroso, ¿los muchachos están bien aquí? He oído que
será un récord.
—Vamos a estar bien. Me aseguraré de que tengan un poco de agua cerca
y tomen descansos frecuentes. —El calor llega a su punto máximo alrededor de
las tres de la tarde cuando todos estamos cansados, y tratando de superar las
últimas horas del día...
—Suena bien. Así que, ¿lo pasaste bien anoche? —preguntó Slim.
Había estado pensando en anoche toda la mañana y había decidido
preguntarle a Slim sobre Kat.
—Sí, estuvo bien, el típico bar de pueblo. —Sonreí—. Cuéntame más
sobre la ayuda.
Vi cómo Slim levantaba ligeramente las cejas.
—Bueno, conociste a Beaver, Melanie, y Kat. Ed, el propietario, seguro se
encontraba en la parte trasera. ¿Qué quieres saber?
Respiré hondo y supuse que podría contarlo todo. Bueno, no todo, pero
más sobre mi curiosidad con Katherine, o Kat como le gustaba que la llamaran
ahora.
—Anoche fue el cumpleaños de la chica, Kat, ¿verdad? ¿Cuánto hace que
la conoces?
Slim negó.
39

—Mm-mm. Si te interesa eso, estás ladrando al árbol equivocado,


Página

Nelson. Roger es muy protector con su sobrina, y el dueño de ese bar lo es aún
más. Te sugiero que persigas a alguien más. Mierda, si estás solo, conozco un
montón de chicas que ni siquiera se lo pensarían dos veces en estar con alguien
como tú.
—¿Me estás llamando guapo, Ed? —bromeé, pero me sentía un poco
frustrado por su negativa flagrante a decirme algo. Menos mal que no me daba
por vencido fácilmente.
—No eres mi tipo. Esos ojos tuyos son demasiado bonitos —respondió
con sarcasmo.
Mirándolo fijamente mientras se metía un puñado de bocadillos para
barbacoa en la boca, decidí explicar las cosas desde un ángulo diferente.
—No estoy detrás de la sobrina de Roger. Solo me resulta familiar, eso es
todo.
Tomó un gran trago de Coca-Cola antes de responderme: —Realmente
no sé mucho de ella, salvo que no es de por aquí. Se mudó aquí hace un par de
años para tratar de alejarse de su antiguo pueblo. Roger se la llevó y se ha hecho
cargo de ella desde entonces. Es bastante tranquila, pero Kat es una buena
chica. Creo que dijo que es de Bay City. ¿Has oído hablar de él?
Mantuve el rostro inexpresivo y desprovisto de cualquier cosa que
pudiera revelar lo que había sospechado. Acababa de confirmar lo que descubrí
anoche.
—He oído hablar de él. Sin embargo, nunca he ido.
—Te sugiero que no le menciones a Roger tu interés por Kat. No le
importaría que fueras su mejor trabajador —dijo, y señaló con el pulgar por
encima del hombro a sus espaldas—. Esa chica lo es todo para él y te pateará el
culo en un instante si la miras mal siquiera.
—Anotado.
Estos tipos no sabían nada de mí, y nunca cuestionarían mis razones para
aparecer en su pequeña ciudad. Lo poco que sabían me hacía estar bien para
ellos. Yo era un veterano del ejército, así que me aceptaron, sin más.
Slim y yo terminamos nuestro almuerzo en silencio. Cuando
terminamos, me levanté y guardé el cubo en la alforja mientras Slim se daba la
vuelta y volvía a su oficina con aire acondicionado. Me quedé de pie junto a la
moto durante un largo minuto y me pasé una mano por el pelo empapado de
sudor. Era más largo de lo que me había dejado crecer en años.
Me había rebelado un poco desde que salí. Llevaba años viviendo con
40

uniforme. Todos llevábamos el mismo corte de pelo, la misma marcha, el


mismo saludo. Yo estaba harto de lo mismo. Al día siguiente de ir a casa de mi
Página

padre, encontré una tienda de tatuajes y empecé a trabajar en mi manga.


Necesitaba más significado. Necesitaba romper con el conformismo. El mismo
día que fui y empecé con mis tatuajes también me había perforado las orejas.
Las marcas en mi propio cuerpo me trajeron de vuelta a Katherine. ¿Se había
tatuado por la misma razón? ¿Sentía la necesidad de romper con el molde y, si
era así, por qué?
Me resultaba tan difícil creer que la chica que había visto en el instituto
fuera la misma chica tatuada que había visto la noche anterior. Katherine tenía
inocencia en los ojos aquel día, en el aparcamiento. Todo en ella era puro. Era
quien era y no se escondía de ello. Era algo que admiraba de ella. Cuando aquel
día me plantó cara cuando nadie lo había hecho, no puso excusas. La chica
estrafalaria, de labios carnosos, ojos color avellana y sin tapujos era toda una
malvada por aquel entonces y ni siquiera lo sabía. Incluso en mi estado de
embriaguez de anoche, me di cuenta de que seguía teniendo una actitud que
decía “no me jodas”.
Inspiré profundamente y expulsé el aire por la nariz. Entrecerré los ojos
en el campo de tierra seca y volví a salir. Había mucho trabajo por hacer y pocas
horas al día. Ya había pensado demasiado en Katherine y necesitaba
concentrarme en otra cosa. Dejar que mi mente vagara hacia ella no era la mejor
idea. Puede que sienta curiosidad por ella, pero como dijo Slim, no puedo
involucrarme. No arruinaré lo que tenía entre manos con mi trabajo, y no
arruinaré a una chica que podía ver que seguía siendo inocente a pesar de la
apariencia externa que mostraba anoche.
Yo tampoco era el mismo chico que solía ser. Me esforzaba por ser
normal con los demás, pero no siempre lo conseguía. Mi cabeza estaba llena de
listas. Catalogaba cosas allá donde iba. Tenía estrategias, planes de salida y
planes a prueba de fallos. Yo no era normal y no iba a joder la normalidad de
los demás solo porque me sintiera curioso. Necesitado de concentrarme en mi
trabajo, aparté a Katherine de mi cabeza. El resto del día transcurrió sin
incidentes, y finalmente subí a mi Harley y me dirigí a casa.
Cuando entré por la puerta principal de mi apartamento, me encontré
con el silencio. Me moví por el espacio completamente oscuro, dejando que mis
ojos se adaptaran a la oscuridad. Me dirigí a la cocina, dejé las llaves y me senté
a la mesa. Tenía una pequeña mesa de dos plazas que estaba pegada a la pared,
frente a los fogones. Eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y escuché. Había
tanto silencio que me imaginaba que me zumbaban los oídos. Consideré la
posibilidad de levantarme y encender la televisión solo para tener algo de
ruido, pero no quería moverme. No oía el tráfico de fuera, e incluso mis
vecinos, habitualmente ruidosos, debían de haberse ido. Escuchar mi propia
41

respiración acabó por adormecerme. Me desperté sobresaltada cuando vi un


destello de luz brillante detrás de mis párpados. Al fijarme en la hora que
Página

marcaba el microondas, me di cuenta de que llevaba una hora durmiendo. Me


dolía todo el cuerpo de tanto levantar peso durante el día y de estar sentado en
la silla. Estiré el cuello hacia un lado y luego hacia el otro, dejándolo reventar
con cada giro.
Eran poco más de las siete y aún no había comido. De hecho, ni siquiera
tenía hambre. Me apetecía un maldito trago. En ese momento decidí hacer algo
que sabía que no era lo más sensato, pero mis pies pensaban lo contrario. Me
levanté, busqué las llaves y salí por la puerta. Unos minutos más tarde me
encontraba en la entrada de The Hole. Me quedé pensando qué estaba haciendo
aquí. Intenté justificarlo diciéndome a mí mismo que solo hacía lo mismo que
todas las noches, que era ahogarme en cerveza. Pero no podía negar que estaba
aquí por algo más que el alcohol. Quería echar un vistazo a Katherine. Pensaba
que si la veía una sola vez, eso sería todo lo que necesitaba y podría volver a
salir por la puerta, ir a la tienda a comprar lo bueno.
Todo eso se esfumó cuando entré y la vi al otro lado de la habitación.
Estaba detrás de la barra preparando una copa. Estaba de espaldas a mí y la vi
moverse con fluidez por el reducido espacio. Su larga melena caía en cascada
por su espalda en suaves ondas. Las puntas rojas brillaban bajo las luces,
dándole un tono más vibrante. Llevaba una camiseta de manga corta y unos
pantalones cortos como los de la noche anterior. Tenía muchas ganas de verle
las piernas, pero la barra me impedía ver su parte inferior.
No pude seguir mirándola porque una voz grave se aclaró la garganta a
mi lado. —Amigo, voy a necesitar ver tu identificación antes de que entres.
Correcto. Había estado de pie aquí como un idiota por no sé cuánto
tiempo. Buscando en mi bolsillo trasero, saqué mi licencia y miré al hombre al
que recordaba como Beaver. Se la entregué y la inspeccionó, moviéndola hacia
atrás y adelante, y, finalmente, mirándome.
—Espera, eres el chico de la noche anterior. Nelson, ¿verdad? —Sonreía
como si estuviera viendo a un viejo amigo.
—Soy Timber, pero sí —dije.
—Qué bueno volver a verte, hombre. ¿Cuánto tiempo has estado en la
zona, y cómo es que no te había visto hasta anoche?
No me encontraba de humor para charlar, pero tampoco quería ser un
idiota. Me encogí de hombros. —He estado aquí unos meses, pero no he tenido
mucho tiempo además de ir a trabajar, ir a casa, comer y dormir. Entonces
empiezo el ciclo de nuevo. Ni siquiera sabía que este lugar existía hasta anoche.
—¿En serio? Esta ciudad tiene apenas un kilómetro de largo. No te
42

puedes perder este lugar.


—Como he dicho, no salgo mucho —le dije, bajando la mirada.
Página
Gruñó, aceptando mi respuesta.
—Bueno, bienvenido. Supongo que yo tampoco salgo mucho. Mi culo
siempre está aquí vigilando el bar y a las chicas.
—Gracias —dije. Me devolvió la licencia y antes de que pudiera pensarlo
mejor, le hice una pregunta—. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí?
Beaver dejó que sus ojos recorrieran el bar antes de devolverlos a mí.
—He estado aquí por un par de años. Ed me contrató después de que un
capullo se pusiera a manosear a esa de allá —dijo, señalando en dirección a
Katherine—. Ed es el propietario, por si no lo conociste ayer por la noche. De
todos modos, se está poniendo demasiado viejo para defenderse de los chicos
que no pueden mantener las manos quietas. Ahora trabajo cada noche que Kat
lo hace. Es como una hija para él, así que es a ella a quien quiere que mantenga
a salvo más que a las otras chicas o el bar. —Se inclinó un poco más y bajó la
voz—: Decisión correcta, si me preguntas. Si algún tipo viene aquí, siempre es a
ella a quien notan.
De solo pensar en algún tipo poniendo sus manos en ella hizo que mi
sangre hirviera. No obstante, el saber que Ed había puesto a alguien aquí para
cuidar de Katherine me hizo sentir mejor. Estoy seguro de que con Beaver cerca,
nadie se metía con ella. Era enorme. No le temo a nada, pero si se me acercara,
de seguro me estremecería. Con solo echarle un vistazo me agradaba. Mantenía
a mi chica a salvo.
¿Mi chica?
No sabía de dónde vino ese pensamiento, pero tampoco tuve mucho
tiempo para pensarlo, porque fue como si hubiera sentido que la observaba.
Volvió su hermosa mirada en mi dirección y sentí mi cuerpo siendo atraído
hacia ella. Tragando, mis pies se dirigieron al taburete justo en frente de ella. La
vi observarme, buscando en su rostro cualquier rastro de reconocimiento. No vi
ninguno mientras me sentaba. Sus ojos nunca abandonaron los míos. Siguió
cada uno de mis movimientos, como si estuviera tan atraída por mí como yo
por ella. Noté cómo tragaba, su pecho subiendo y bajando con respiraciones
cortas. Estaba nerviosa. Cuando parpadeé, fue como si el trance en el que había
estado se hubiera roto, y se aclaró la garganta, apartando la mirada.
Katherine lanzó una toalla blanca sobre su hombro y se acercó hasta
quedar de pie frente a mí. Sus ojos parecieron endurecerse antes de que, con
indiferencia, dijera: —¿Qué puedo servirte?
Su suave voz me golpeó de lleno en el estómago. No concordaba con su
43

apariencia externa. Los tatuajes, la camiseta blanca que se hallaba cortada en el


frente mostrando un montón de escote, y los ojos delineados en exceso. ¿Qué
Página

diablos hacía aquí?


—Whisky y Coca-Cola —le dije con mi propia voz profunda.
Vi su mano aferrarse a la encimera cuando hablé. Dejé que mis ojos
viajaran desde su brazo hasta su rostro. Cuando mi mirada encontró la suya, vi
sus labios abrirse. Estaba reaccionando ante mí, y me preguntaba si era más que
atracción lo que obviamente podía ver que sentía. ¿Me reconocía?
Me dio la espalda, agarró la botella, y sirvió el líquido ambarino en un
pequeño vaso. Después de llenarlo con Coca-Cola, lo dejó en la servilleta que
puso frente a mí.
—¿Vas a abrir una cuenta? Sino, son cinco dólares. —Comenzó a limpiar
la encimera.
—Qué barato. ¿Me diste whisky con agua? —pregunté.
Se detuvo, dándome una mirada llena de frialdad.
—Ed no maneja ese tipo de negocio, idiota. Mantiene los precios bajos así
los clientes regresan. ¿Vas a abrir una cuenta o pagarás y te irás a casa?
—Relájate, cariño, solo era una pregunta —bromeé.
—Una pregunta que insinuaba que mi jefe engaña a sus clientes. —Su
adorable ceja castaña se arqueó.
—Estoy seguro de que tu jefe estaría más que feliz de oír que uno de sus
empleados es comprometido y leal a él. —Le sonreí.
Estuvo en silencio unos cuantos segundos antes de que se inclinara y se
acercara a mí. Maldita sea, me puse un poco duro. Con las manos aferradas a la
superficie, dijo: —¿Sabe qué? Creo que esta va a cuenta de la casa. Disfrútelo,
señor. Me aseguraré de que Beaver allí —sus ojos se desplazaron hasta el lugar
de Beaver en la puerta delantera—, le muestre la salida.
No pude evitar la engreída sonrisa que abarcó mi rostro.
—¿Me estás echando?
Se alejó del mostrador y se inclinó contra el otro lado de la encimera,
cruzando los brazos sobre su turgente pecho.
—No, pero ya he tenido a los de tu tipo aquí antes. Solo digo que podría
ser inteligente de tu parte irte, o alguien te echará.
—Mi tipo, ¿eh? ¿Y qué tipo sería ese? —Sabía que estaba molestándola,
pero no me importaba. Quería seguir oyéndola hablar. Su voz era extrañamente
reconfortante, incluso aunque sus palabras eran duras.
Ahora ella era la que sonreía. Su lengua recorrió su labio inferior.
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—El tipo que llega aquí, coquetea con la prodigio local, piensa que va a
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follarla, y luego se va sin más que un nombre.


—No tengo problema diciéndote mi nombre, cariño.
—No estoy interesada en tu nombre. Tampoco estoy interesada en follar
contigo, así que, ¿qué si terminas tu bebida y te vas?
Bajé la mirada hasta mi bebida, y luego de regreso hacia ella. Noté que su
meñique temblaba ligeramente bajo su brazo, y su pecho se movía demasiado
para alguien que solo tenía una conversación semi-coqueta. Presionando un
poco más, saboreé sus límites.
—¿Cómo te llamas?
Suspiró.
—Bien, jugaré. Soy Kat.
—¿Kat? ¿Con C o K?
—Con K. Diminutivo de Katherine. —Vaciló antes de preguntarme—: Ya
te dije el mío, ahora dime el tuyo.
¿Estaba coqueteando conmigo?
—Soy Timber. Es un placer conocerte, Kat, diminutivo de Katherine. —
Le di una amplia sonrisa. Aclarándome la garganta, pasé el dedo por el borde
del vaso—. Parece que ya hemos sacado un obstáculo del camino.
Supo de inmediato lo que implicaba. No obstante, nunca la follaría y me
iría. Oh, no. Ella es la clase de chica de la que nunca tienes suficiente. De la que
llevas a conocer a tus padres. De la dulce que ansías con cada probada. De la
que quieres tener para siempre. Excepto… que ella no necesitaba saber que no
me interesaba un polvo rápido. No sabía lo que quería con ella; solo sabía que
quería seguir hablando con ella. Me hacía sentir como si mi corazón vibrara de
solo estar cerca de ella. Vi sus ojos ampliarse con mis palabras, y cerrarse,
respirando una profunda inhalación por la nariz. Cuando los abrió de nuevo,
había resolución en ellos.
—Bueno, Timber, creo que ya hemos acabado aquí. —Echó un vistazo al
bar, a los otros clientes que había estado ignorado desde que me senté—. Tengo
trabajo que hacer. Disfruta de tu bebida.
Kat recorrió la barra y comenzó a servirle a otro cliente, dejándome
efectivamente sin oportunidad de responder. Me quedé bebiendo despacio mi
bebida, y la observé. Se movía con facilidad y les hablaba a las otras personas
con gracia. Parecía que se llevaba bien con todos. ¿Y por qué no sería así? El
aura a su alrededor era relajante. Egoístamente, quería más de ella. La quería
toda para mí. Quería que supiera quién era. Necesitaba que me recordara. Algo
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en mí me impulsaba a llamar su atención de nuevo y contarle que era el chico


que odiaba de la secundaria.
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Pasaron cerca de quince minutos y la vi caminar hacia la parte de atrás.
Sin tener idea de lo que hacía o qué iba a decir, me levanté de la silla y la seguí.
Se encontraba a mitad del tenuemente iluminado pasillo cuando la alcancé.
—Kat —dije, tocando su codo.
Se giró de golpe, jadeando. La había sorprendido.
—Jesucristo, Timber. —Se apretó el pecho—. Para ser tan grande, te
mueves con bastante sigilo. Ni siquiera te oí.
—Lo siento. No trataba de asustarte —dije.
Me miró, su cabeza inclinada hacia atrás. Era tan pequeña comparada
conmigo.
—Bueno, me asustaste. Ni siquiera deberías estar aquí. ¿Qué necesitas?
La ponía nerviosa. Necesitando sacarlo, dije: —Kat, nos conocemos.
—¿De qué estás hablando? Acabo de conocerte. —Negó, balanceando su
largo cabello.
—Ya déjalo, Kat, lo veo en tu rostro. Sabes exactamente quién soy, así
que, ¿por qué has estado fingiendo que no lo sabes? —En realidad no lo sabía,
pero iba a arriesgarme.
El pulso al costado de su cuello latía rápidamente y sus ojos comenzaron
a moverse de un lado a otro. Una cosa que aprendí en la milicia es que cuando
los ojos de alguien se mueven de cierta forma es porque están mintiendo. Kat
acababa de echarse al agua y ni siquiera lo sabía.
—No tengo idea de lo que hablas. —Retrocedió contra la pared para
alejarse de mí—. Te vi por primera vez anoche, y ahora me tienes acorralada
aquí. Tú y yo no nos conocemos y creo que es hora de que te vayas.
Tenía que darle crédito. Se mantenía firme. Pero, ¿por qué en la tierra
insistía en que era un extraño para ella? ¿Era así de olvidable? Sin creerle, la
presioné de nuevo.
—Bromeas, ¿cierto? Dos palabras, Katherine. Escuela… secundaria —dije,
levantando dos dedos en el aire.
Tragó duro y me miró directo a los ojos.
—Ya nadie me llama así.
Me quedé allí, midiendo su reacción ante lo que acababa de decir. Sí que
me conocía, pero escogió fingir que no lo hacía. El pasillo estaba en silencio, con
solo el tenue sonido de la antigua música country reproduciéndose en la parte
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principal del bar. De pie frente a ella, estando así de cerca, sus ojos fijos en mí,
Página

supe que la quería. No estaba seguro de cómo la quería. Solo sabía que quería
estar cerca de ella.
—¿Por qué, Kat? ¿Por qué estás fingiendo que no me conoces? —
pregunté.
—No es de tu incumbencia por qué ya no me llaman Katherine. Y
sinceramente, no quiero tener nada que ver con Bay City. Dejé ese pueblo por
una razón. Una razón que no voy a compartir contigo o con nadie más. Así que,
¿por qué no regresas al bar, coges lo que sea que hayas traído contigo, y te vas?
Si hay algo que no tolero, es que me digan qué hacer. He estado tratando
con órdenes por los pasados cinco años y ya me he cansado de ello. Dando un
gran paso hacia adelante y metiéndome en su espacio personal, incliné la
cabeza hacia abajo así me encontraba a casi el mismo nivel que ella. Estaba tan
cerca que cuando inhalé, pude oler el aroma de su piel. Era una mezcla de coco
y el océano. Era una esencia irresistible y fue directo a mi polla. Cerré los ojos,
tratando de concentrarme y no hacer lo que realmente quería hacer en ese
momento, que era empujarla contra la pared y arrastrar mi boca por todo su
cuerpo.
Abriendo los ojos, dije: —Puede no ser de mi incumbencia el por qué te
fuiste y respetaré eso, Kat. Pero entiende esto. Me iré cuando quiera irme, haré
las preguntas que quiera hacer, y soy un prepotente bastado. Te he conocido
como Katherine desde que éramos adolescentes, así que no será fácil para mí
llamarte de otra forma así como así. También he notado unas cuantas cosas
desde que entré a este bar. Has cambiado tu apariencia. Has cubierto parte de
este hermoso cuerpo con tatuajes. —Dejé que mis ojos la recorrieran—. Me
gusta. —Su boca se abrió ligeramente—. Te vistes más provocativamente de lo
que solías hacerlo, lo que atrae más atención por parte de los hombres. Estoy
seguro de que es una atención indeseada, pero también estoy seguro de que
eres una chica inteligente y estás consiente de lo que les provoca. Has perdido
los lentes, y llevas mucho maquillaje. He estado observando a las otras personas
que trabajan aquí por las pasadas dos noches. Son protectores contigo,
especialmente el tipo en la puerta. Por qué te cuidan así, no lo sé. Como dije,
respetaré la razón por la que te fuiste, pero estoy seguro de que comenzaré a
hacer preguntas bastante pronto.
El silencio entre nosotros persistió por tanto tiempo que ni siquiera
estuve seguro de si oyó alguna palabra de lo que dije. Sabía que estaba
presionando mis límites con una chica que apenas y conocía hace muchos años,
pero no podía evitarlo. Tenía un atractivo que me hacía querer estar a su
alrededor. Mi cuerpo estaba tenso por el deseo, pero mi cerebro y nervios se
sentían más calmados estando así de cerca. Parecía de doble estándar, pero
estaba bien con ello.
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—No hay nada que preguntar —dijo finalmente—. Me visto como me


Página

visto. Soy adicta a los tatuajes. Si los hombres encuentran mi apariencia


atractiva, que así sea. Y el tipo en la puerta… bueno, es mi amigo, y me
mantiene a salvo. Estoy bastante segura de que eso lo resume todo. —Respiró
profundo, pero no había acabado—. Oh, y no veo razón del por qué necesitarías
acostumbrarte a llamarme Kat. Apreciaría si no volvieras a mi bar.
¿Acababa esta pequeña mujer de ponerme en mi lugar? Si era incluso
posible, me sentía incluso más encendido por bronca. Comenzó a alejarse de mí,
pero la cogí por el brazo, mi enorme mano casi cubriéndolo. Con su espalda
hacia mí, me incliné hasta que mi boca se encontraba cerca de su oído. Tembló
cuando hablé: —Tú y yo no hemos acabado. Regresaré mañana con nuevas
preguntas y espero respuestas.
Giró la cabeza ligeramente, mirándome fríamente.
—Vete al diablo, Timber. No voy a responderte nada.
Sonreí.
—Ya veremos. Y me gusta tu boca sucia, Kat.
Me volví y alejé, dejándola en medio del pasillo. Una cosa era segura,
regresaría. Ella se estaba escondiendo, y quería saber por qué.

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Página
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Adriana

Acostada en mi cama esta mañana, recordé lo que pasó anoche una y


otra vez. Tuve el control de la situación, o eso creí hasta que Timber se me
acercó en el pasillo. Después de eso, no hubo control. Entró en mi espacio
personal, volviéndose exigente, y después que se alejó, fui, literalmente, un
charco de calentura con los nervios de punta. Nunca dejaba que los hombres se
me acercaran como Timber lo hizo anoche. Y si lo hacían, Beaver siempre se
encontraba ahí, listo para arrancarles los brazos. Hubo solo otro hombre al que
le dejé tocarme y fue alguien que solo estuvo de paso por el pueblo. Era
atractivo y lo suficientemente agradable, así que le permití saciar mi picor
sexual. Me preocupaba que nunca le permitiera a nadie tocarme de nuevo de
esa manera después de lo que Adam me hizo, pero de alguna manera, fui capaz
de apagar esa conexión emocional, y el sexo con el extraño viajero terminó
siendo nada más que mecánico. Ni siquiera supe su nombre. Apenas recordaba
su rostro ahora.
Pensar en los duros rasgos de Timber (sus escépticos y penetrantes ojos
azules, aquellos labios que sabía que eran más suaves de lo que lucían, la
sensación de su cuerpo presionado contra mi espalda, su boca rozando mi
oreja), provocaba que mis sentidos arrancaran a toda velocidad. Nunca sentí mi
cuerpo entero estar tan alerta y disipado. Cuando hablaba, su profunda y ronca
voz resonaba hasta mi médula. No tenía duda que si hubiese intentado ligar
conmigo anoche, lo hubiera permitido sin pensarlo dos veces. Eso no era
aceptable.
Necesitaba controlarme antes que se presentara de nuevo. Acostada allí,
49

me regañé por actuar como una estúpida adolescente con un enamoramiento de


secundaria. Y sí tuve un enamoramiento por Timber en aquella época. Era
Página

diferente del resto de los chicos con los que salía. No provenía del tipo de
familia que sus amigos provenían. Trabajaba en la tienda empacando las
compras y ayudando a ancianas con sus carritos. Sabía que sus amigos lo
molestaban por ello, pero también lo escuché un día diciéndoles algo que los
sorprendió, que tenía que trabajar por los equipamientos que usaba, pero que
eso no lo hacía inferior a ellos. Él sabía, al igual que el resto de ellos, que era
aceptado en su círculo social solamente por ser atractivo. Debió haber sido triste
para él saber que su aspecto era todo lo que tenía a su favor. Pero yo sabía más
que eso. Fui asistente del profesor en su clase de biología y me ofrecí varias
veces en los ensayos. Timber era inteligente. Muy inteligente, de hecho. Le dijo
una vez al Sr. Kent que quería ir a la escuela de medicina y trabajar en la
biomedicina. Quería encontrar curas para el cáncer, arreglar los problemas de la
infertilidad, y hacer del mundo un lugar mejor. Mentalmente, rodé los ojos ante
esa idea. Sr. Perfecto quería brindar la paz al mundo. De acuerdo, técnicamente
añadí lo último sobre querer hacer del mundo un lugar mejor, pero en serio, eso
es lo que él quería hacer. ¿Qué chico adolescente piensa en esas cosas?
Echándole un vistazo a mi reloj, me di cuenta que estuve acostada ahí
por una hora más de lo que normalmente lo hago. Era domingo, mi día de
playa. Hora de levantarme, ponerme mi traje de baño y salir de aquí. Me puse
mi bikini negro, mis pantalones cortos que eran deshilachados en los bordes, y
agarré mi nuevo libro que pedí prestado en la biblioteca. Poniéndome un par de
sandalias, y arreglando mi cabello en un moño desordenado, bajé las escaleras
del bar, cerrando con llaves al salir. Conduje unas cuantas cuadras hasta la
playa, salí, agarré mi toalla que mantenía en el asiento trasero, y caminé hasta
mi lugar habitual. Se hallaba a unos treinta metros del muelle y era perfecto
para tomar el sol. Cuando me instalé por completo, recostada sobre mi
estómago, me perdí en el primer capítulo de mi libro y me enganché con la
historia con rapidez. Después de un tiempo leyendo y escuchando el sonido de
las olas ondulando sobre la arena, me debí haber quedado dormida. Cuando
desperté, mi rostro se encontraba en la cima de la última página que leí. Mi
brazo se sentía adormecido por estar levantado sobre mi cabeza en una extraña
posición por tanto tiempo. Parpadeando repetidamente, levanté mi rostro y vi a
alguien sentado junto a mí, bloqueando el sol.
Quedándome con la boca abierta, vi a Timber a un metro de distancia
con los brazos descansando sobre sus rodillas dobladas, mirando perdidamente
el agua.
—Así que, ¿esto haces en tus días libres? —Su voz era como un
electroshock a mi cuerpo adormilado. Debió haberme visto moverme, y supo
que me desperté.
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Levantándome con ayuda de mis brazos, rodé y me senté al estilo indio.


—¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Estás siguiéndome o algo?
Página
Me miró por el rabillo de su ojo. —O algo. —Sonrió con suficiencia.
Sacudí la cabeza, mechones de mi cabello cayeron sobre mi rostro. —
Acosar a alguien no es una cualidad atractiva, Timber. De hecho, la mayoría de
las chicas ya te hubieran denunciado por tal cosa.
Volteó su rostro hacia mí, sus azules ojos sobresaliendo con la luz.
—Probablemente, pero no eres como la mayoría de las chicas, ¿o sí, Kat?
—Su sonrisa lucía traviesa. Golpeándose la cabeza con su dedo índice, dijo—:
¿Ves? Lo recordé.
—Mmmm… sí, supongo que lo hiciste. ¿Quieres una galleta por eso o
algo así?
—¿Tú la hornearás?
—¿Qué? ¡No! No me refería a que hornearía galletas para ti. ¿Tomas todo
tan literal?
—Solo bromeaba, sabía a lo que te referías.
—Mmjm. Sí, supongo.
Su sonrisa se amplió, mostrando sus perfectamente derechos y blancos
dientes. —Pero en serio, si quisieras cocinarme algunas galletas, aceptaría
encantado. Por cierto, mi favorita es galletas de azúcar. Siéntete libre de ir a
dejarlas cuando quieras.
Intentando con todas mis fuerzas mirarlo fijamente, le dije: —Sí, claro. Ya
estoy en ello. Espero pueda mezclarlas lo suficientemente bien así ni siquiera
probarás el veneno después que se horneen.
Su profunda risa me mareó. —¿Eras así de listilla en la secundaria?
La mera mención de la secundaria me alejó de la seductora neblina de
Timber. Me volteé detrás de mí y agarré el libro que estuve leyendo. Parecía
que era momento de terminar el día y regresar al bar. Cuando guardé el libro en
el bolso playero y me moví para levantarme, Timer levantó su mano y agarró
mi antebrazo.
—Espera, ¿qué haces? —Parecía confundido.
—Empaco para volver a casa, ¿qué parece que estoy haciendo? —dije,
con más fuerza de la que pretendía.
Sus ojos capturaron los míos. Lo vi intentar leer mi expresión. Intenté
arduamente dominar mi rostro, tratando de no revelarle ninguna evidencia de
que me ponía nerviosa, y que solo quería alejarme de él.
51

—Kat, no tienes que irte por mi culpa. Me iré si estás muy incómoda con
Página

mi presencia aquí.
Suspiré profundamente. Buscando en su rostro cualquier señal de que no
quería decir lo que dijo, vi que era honesto. Está bien, en serio, estaba siendo
una gran perra con él. Decidiendo que necesitaba relajarme y verlo estando aquí
desde un ángulo diferente, bajé mi bolso y suavicé mis expresiones.
—Mira, lo siento. Simplemente no estoy acostumbrada a quedarme
dormida en la playa y despertar con alguien sentado a mi lado. Luego
comienzas a coquetear conmigo y no sé cómo tomarlo.
Soltó una carcajada. —¿Piensas que coqueteaba contigo?
¿Malinterpreté sus comentarios de él ligando conmigo? Sintiendo que mi
rostro enrojecía de vergüenza, le dije: —Sí. Ummm, ¿no es así?
Se inclinó por lo que sus ojos se encontraban al nivel de los míos.
—Supongo que sí. Pero si coqueteara de verdad contigo, me aseguraría de
que lo supieras.
Tragué con dificultad. Ya hacía casi treinta grados afuera y con él tan
cerca sentía la piel en llamas. Desesperada por una excusa para alejarme de él y
calmarme, me puse de pie abruptamente.
—Iré a nadar —anuncié.
Observándolo, se encontraba recostado sobre mi toalla de playa, con una
mano en la arena apoyando su peso y la otra descansando sobre su rodilla.
Levantó la cabeza lo suficiente por lo que pude ver sus pálidos ojos azules
mirándome de pies a cabeza. Sentí como si hubiera estado en una exposición.
Su mirada fue de mi rostro, bajando por mis pechos que se exhibían para el
placer de su vista, y luego dirigirse más abajo por mi estómago que sentí era
muy regordete, pero aún me ejercitaba para mantenerlo delgado. Recorrió mis
piernas con los ojos, y volvió a subir. Respiraba con dificultad, y no podía
aguantar la intensidad de su mirada. Rápidamente me quité mis pantalones
cortos y bajé por la playa para ir al agua. El golfo durante los meses de verano
era como entrar en el agua del baño. Se mantenía a unos constantes veintinueve
grados. Cuando estuve completamente sumergida hasta la cima de mis pechos,
me volteé justo para ver que Timber se hallaba de pie para quitarse su franelilla
gris.
Mátenme.
Era perfecto. Balanceándome aquí en el agua lo suficientemente lejos que
no podía ver exactamente donde mis ojos se encontraban, lo miré con descaro.
Nunca antes vi nada como él, al menos no en una persona o donde el
Photoshop no tuviera nada que ver con ello.
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Timber era alto. Anoche noté que era más alto que yo por casi un buen
Página

metro. Sus largas y esbeltas piernas demostraban con facilidad su altura.


Cuando se volteó para arrojar su camiseta en mi toalla, su firme trasero fue una
perfecta vista. Si no lo sabía antes, claramente lo hacía ahora. Era… una… chica
de traseros. Humedeciendo mis labios, imaginé poniendo mis manos en ese
trasero y apretándolo. Cuando se volteó otra vez y comenzó a dirigirse hacia
donde flotaba, no pude evitar estar hipnotizada por la manera en que su
bañador colgaba en lo bajo de sus caderas. Tenía una hermosamente esculpida
V que provocó imaginarme a qué tipo de premio dirigía. Tenía un camino de
cabello oscuro que comenzaba desde su ombligo y desaparecía bajo la tela.
Justo arriba de su ombligo, vi el más increíble pack de abdominales que alguna
vez vi. Recordé ver a Timber sin su camiseta en la secundaria durando la
práctica de fútbol cuando corría por la pista, pero su cuerpo nunca fue así de
duro o esculpido. Era más delgado, más flaco. Sabía que estar en el campo
petrolífero lo mantuvo en forma, pero tenía la seguridad de que se ejercitaba
también. Nadie que trabajaba con mi tío era así. Mis ojos continuaron su viaje al
norte, notando el montón de tatuajes que adornaban su cuerpo. En el lado
izquierdo de su caja torácica tenía un tatuaje que decía “Fe”. Tenía palabras
debajo de este, pero aún se encontraba muy lejos para notar que decían. Arriba
de sus pectorales tenía algunos diseños de espirales que lucían muy intrigantes.
Tenía las palabras “maldecido con una bendición” escrito en una contundente
letra en su clavícula. Me pregunté por qué pondría esas palabras en su cuerpo.
Tenía una manga en su brazo derecho que ya había visto, pero en serio quería
echarle un vistazo más de cerca.
Hablando de más de cerca, se había acercado más y dirigí mi mirada a
sus carnosos labios que estaban rodeados con vellos oscuros, y luego a sus ojos.
Aquellos ojos azules en los que podía perderme. Se arrugaron un poco en las
esquinas y me di cuenta que me sonreía.
—¿Disfrutando de la vista? Puedo modelar si quieres —dijo, mientras se
acercaba.
Fui atrapada. Bien. Si quería actuar como un arrogante estúpido, yo
también jugaría. Moviéndome con lentitud por el agua, me enderecé mientras
me acercaba a él. El agua golpeaba alrededor de mis pechos, que se encontraban
al nivel de sus caderas. Levantando la mano, toqué el tatuaje alrededor de su
clavícula. Se quedó completamente quieto, permitiendo mi escrutinio. No tenía
la certeza de si lo sorprendí porque lo tocaba o si me calmaba. Trazando mi
dedo desde un lado de su amplio pecho al otro, alcancé su hombro derecho.
Agregando más dedos a la mezcla, lentamente les permití deslizarse hasta su
codo. Las puntas de mis dedos se sentían en llamas solo por tocar su hermosa
piel trigueña. Descansando mi mano bajo la curva de su brazo, lo levanté por lo
que el arte que lo decoraba se hallaba casi al nivel de mis ojos.
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Al principio, comencé esta misión para incomodarlo tanto como él me


Página

incomodaba a mí. Quería verlo avergonzarse. En cambio, me encontré


genuinamente intrigada por los colores brillantes, los significados detrás de los
diseños, y por qué decidió marcar su cuerpo. Al tener tatuajes, sabía que
significaban algo. Inspeccionando cada pequeño centímetro con tinta vi un
pulpo, flores, un demonio y un pez similar al mío. Iba a levantar su brazo para
hacer que diera una vuelta y hacer un comentario listillo, ya que solo me
incomodé a mí misma, pero algo captó mi atención. Oculto en la profundidad
de los colores tenía pequeñas marcas notorias. No, no eran solo marcas; eran
cicatrices. Mis ojos se movieron a los suyos, preguntándole en silencio cómo se
formaron.
Timber se aclaró la garganta y alejó su brazo de mi agarre.
—Es un hermoso día, ¿verdad?
Sin estar segura de qué provocó su cambio de tema, lo dejé pasar. Por
alguna razón, no quería hablar de ello. Sabía que si presionaba y le hacía
preguntas, solo daría pie a que me hiciese preguntas que nunca respondería.
Volteando mi cuerpo así miraba hacia otra parte, dije: —Sí, es perfecto.
Timber se encontraba de pie a mi lado, mirando en la misma dirección
que yo. Nos quedamos ahí por tanto tiempo que sabía que estaría toda
arrugada cuando saliera. El sol comenzaba a descender en el cielo, y supe que
era casi el momento de salir del agua y volver a casa. El viento comenzaba a
tomar fuerza, y las olas empezaban a volverse más fuertes, provocando que mi
cuerpo se meciera. En algún momento, una fuerte sacudida me empujó hacia
Timber.
La sensación de su piel en la mía era, en una palabra, electrizante. Un
golpe fue directo a mi corazón. Levantó su mano y me sostuvo de la cadera
para estabilizarme.
—Guau, con cuidado. —Volteé mi cabeza para mirarlo—. Qué bueno que
haya estado aquí o te hubieras caído.
No pude responder nada. Simplemente lo observé estando de pie detrás
de mí, sosteniéndome. No me di cuenta que mi boca se encontraba abierta hasta
que soltó mi cadera con una de sus manos y la llevó hasta mi barbilla. Usó su
dedo para empujar con suavidad mi mandíbula para cerrar mi boca. Debí haber
estado avergonzada, pero no me sentía avergonzada en lo más mínimo. Mi
corazón latía tan rápido que juraba que vería mi pulso bajo la piel de mi cuello
expuesto. Él respiraba con dificultad y observé sus ojos recorrer todo mi rostro.
Ambos parecíamos estar perdidos en algún tipo de trance hipnótico. Su mano
subió y ahuecó el lado de mi rostro, y era casi impresionante cuán suave se
sentía. ¿Qué me hacía? Justo cuando lo vi inclinarse, y supe que iba a besarme,
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una gran ola nos golpeó y caímos de espalda, atrapándonos con la guardia baja.
Página

Hundiéndose, llegó hasta mí para ayudarme a salir del agua. Tragué un poco
de agua por la nariz y quemaba. Debió haber emergido de la superficie primero
porque cuando me levantó, salí tosiendo y escupiendo.
—¿Estás bien? —Parecía preocupado.
Arrugué mi nariz, con lágrimas en los ojos. —Dios, esa me sorprendió.
—¿A ti? Soy un adulto y me derribó. —Pude escuchar la diversión en su
voz.
Le di una pequeña sonrisa y me volteé para volver a la orilla. —Bueno,
no me quedaré aquí y esperaré a que otra me golpeé. Además estoy muriendo
de hambre. Necesito ir a casa y prepararme algo de cena.
Seguía justo detrás de mí. Esperaba que no mencionara lo que sea que
pasó ahí. No quería analizarlo, y no quería que sucediera otra vez. ¿Eso creo?
Cuando volvimos a mi toalla, me agaché para agarrarla y envolverla
alrededor de mi cuerpo. Con el viento soplando, me sentí tiritar.
—¿Tienes frío? —Comenzó a dar un paso hacia mí, pero retrocedí uno.
—No, en realidad no. —Bajé la mirada a mis pies, sin querer encontrar su
mirada.
Timber frunció el ceño ante mi gesto. Pasó su mano por su desordenado
y calado cabello oscuro. Sobresalía en todas las direcciones lo que causó que
una risita saliera de mi boca.
—¿Qué? —preguntó.
—¡Tu cabello es un completo desastre! —Sonreí con suficiencia.
Sacudió la cabeza, lo cual provocó que pequeñas gotas volaran en mi
dirección. Levanté mis manos intentado bloquearlas. Chillé y me reí.
Cuando se detuvo, me sonreía. Levantando su ceja en una tonta manera,
dijo: —¿Y ahora? ¿Mejor?
Incliné mi cabeza a un lado e intenté esconder mi sonrisa al morder el
interior de mi mejilla. —Mucho mejor. ¡No luces como un perro mojado!
Soltó una carcajada y miró por encima de mi hombro. —Perro mojado…
nunca escuché esa antes. Supongo que algunos perros pueden ser tiernos
mojados.
Ajá. Escarbaba por un cumplido y le ladraba al árbol equivocado. En
otras palabras. No le daré uno, en especial cuando se suponía que me protegía a
su alrededor. Rodando los ojos, me agaché, agarré todas mis pertenencias y
comencé el camino hacia mi auto. Escuché el arrastre de pies en la arena detrás
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de mí.
Página
—¿Oye, Kat? —Caminó hacia su vehículo, el cual se hallaba estacionado
junto al mío.
—¿Sí?
—¿Por qué mejor no vienes a mi casa para cenar? No tengo mucha
comida, pero podría parar rápido en la tienda y comprar algunos fideos. Hago
unos espaguetis increíbles.
Mi primer instinto fue decirle “demonios, no”, entrar en el auto y
alejarme. Sin embargo, la mirada en su rostro decía que esperaba con sinceridad
que dijese que sí. ¿Por qué tenía tanto interés en mí? Aun necesitaba descubrir
si tenía una razón alternativa al estar en Port O’Connor. Este lugar apenas está
localizado en el mapa. La gente no llegaba aquí porque quería. Aun así, no
pude ignorar que me sentía atraída por él. ¿Cómo podía defraudarlo tan fácil?
No quería que luciera como un perro mojado y como si lo hubiese pateado.
Decidiendo ofrecer algo más en un lugar que pudiese controlar mi entorno, le di
una opción diferente. Sería una manera de conseguir algo de información de él.
—Creo que voy a declinar la cena. —Su rostro se entristeció—. Pero Mel,
Beaver y yo jugaremos cartas mañana después de que cierre el bar. No
apostamos dinero ni nada, pero bebemos y nos relajamos —le dije.
Sus ojos se iluminaron. —¿Me estás pidiendo que pase por el bar?
—No, no estoy pidiéndote nada, simplemente diciéndolo, así no tienes
que acosarme. Estoy diciéndote mis planes. Supongo que si llegas a estar ahí,
entonces supongo que tendríamos cuatro personas para jugar cartas en lugar de
tres como de costumbre. —Me rehusaba a dale la satisfacción de en realidad
invitarlo.
—Entonces supongo que podría ver donde termino mañana. —Me guiñó
el ojo antes que subiera a su Harley y se alejara.
¡Hijo de puta! ¿En qué pensaba? Acabo de invitar a un tiburón a una
piscina llena de sangre. Era imposible que saliera ilesa mañana por la noche. Iba
a comenzar a hacer preguntas. Claramente, era vulnerable a su alrededor. La
reacción de mi cuerpo hacia él era pura lujuria. Pero tal vez podría evitar
cualquier indagación indeseada que se centrara en mí. Beaver y Mel estarían allí
para actuar como mis protectores así que al menos tenía eso. Podría ser la que
hiciera los tragos, no bebería alcohol, y sería capaz de estar controlada. Sí, eso
era lo que haría. Solo un problema… mis planes parecían irse a la mierda
cuando él estaba involucrado.
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Traducido por Val_17 & Jasiel Odair
Corregido por Anakaren

Terminaba un largo día de trabajo más tarde de lo que normalmente lo


hacía. Hoy se sintió como si hubiese durado por siempre. Por supuesto, había
estado pensando en Kat todo el tiempo. Consumía mis pensamientos y eso me
molestaba. De alguna manera, en los últimos días me encontré queriendo estar
cerca de ella, solo para saber lo que hacía. Pasé completamente de ser un tipo
duro a un estúpido cachorro enfermo de amor. Bueno, menos la parte del amor.
Tal vez no debería ir al bar esta noche. Suspiré. Sabía que terminaría allí de
todos modos, así que ¿por qué siquiera trataba de decirme que no lo haría?
La mayoría de los tipos ya se habían ido, pero me quedé atrapado
arreglando uno de los taladros que se rompió la semana pasada. La pieza había
llegado, pero no tuvimos tiempo de reemplazarla antes, con los plazos colgando
sobre nosotros para perforar una cierta profundidad cada día. Acababa de
empacar mis herramientas cuando Roger vino caminando hacia mí. Mierda. No
sabía de qué se trataba, pero solo pude asumir que tenía que ver con Kat. Su
rostro era imperturbable cuando se detuvo y se paró delante de mí. Me
encontraba agachado, agarrando la última llave del piso.
—Nelson, hay un par de cosas que necesito discutir contigo. Cuando
termines aquí, ven a encontrarme al remolque.
Asentí, haciéndole saber que lo escuché. Se giró y caminó de regreso por
donde vino. Genial. Me pregunto si de alguna manera se corrió la voz de que
había aparecido en el bar la noche después del cumpleaños de Kat y él me va a
golpear hasta la muerte. No creo que me dispare porque soy demasiado bueno.
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Levantándome, me froté las manos casi negras en los pantalones y me dirigí al


Página
remolque. Caminé en el aire fresco, Roger estaba sentado en el escritorio que
Slim normalmente ocupaba durante el día, pero ya se había ido a casa.
—Siéntate —dijo mientras terminaba de escribir algo en la computadora.
Me dejé caer en la sucia silla de color rojo oscuro, la cual en realidad era
más negra que roja dado que los hombres venían aquí cubiertos de suciedad y
aceite al igual que yo. Mirándolo desde el otro lado del escritorio, parecía más
serio que el día que lo conocí por primera vez para la entrevista de trabajo. Me
preparé para ser interrogado sobre su sobrina cuando me tomó completamente
por sorpresa.
—La razón por la que te llamé aquí, Timber, es porque quiero darte un
aumento.
Lo miré fijamente, completamente atónito. Eso no era lo que esperaba oír.
—¿Un aumento? Pero ni siquiera he pasado el período de prueba de tres
meses —dije con confusión.
—Bueno, los grandes jefes se enteraron de ti y están impresionados con
el trabajo que has hecho en su campo. Mantendrás el mismo título, pero el
dinero va a aumentar considerablemente.
—¿Aumentar, como cuánto?
Roger escribió algo en un pedazo de papel y lo deslizó sobre el escritorio
hacia mí. Cuando bajé la vista, estuve malditamente cerca de atragantarme.
—Roger, esto es casi el doble de mi sueldo. Es imposible pensar que soy
digno de esta cantidad de dinero. Ni siquiera tiene sentido.
Se encogió de hombros. —Bueno, eso es lo que aterrizó en mi escritorio.
El aumento entra en vigor inmediatamente y verás la diferencia en el cheque de
pago de la próxima semana. —Se levantó e inclinó sobre el escritorio para
estrechar mi mano—. Felicidades, hijo, has sido un trabajador malditamente
bueno para A&S Emissions. Estamos contentos de tenerte como parte de la
familia.
Me puse de pie y tomé su mano en la mía con un apretón firme.
—Gracias. Estoy sorprendido.
Sonrió. —Ve a celebrar esta noche. Te voy a dar el día libre mañana.
—Gracias, pero no necesito tener el día libre mañana. Estaré aquí bien
temprano.
Me giré para dirigirme hacia la puerta cuando dijo: —Nelson, si te veo
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aquí mañana así de sucio, ¡voy a despedir tu culo!


Página

Me reí. —Lo que tú digas, jefe.


Dejando el trabajo, me fui a casa para cambiarme de ropa y tomar una
ducha rápida. Mientras que el agua me rociaba, traté de averiguar por qué los
ejecutivos de la sede querrían a algún semi-novato ganando tanto dinero, o
valorándome tan altamente. Con el aumento que me dieron, podía literalmente
mudarme del agujero en la pared que era mi departamento y comprar una casa,
excepto que no quería algo tan permanente en esta ciudad. Hablando de un
agujero en la pared… tenía que secarme, vestirme y dirigirme al bar. Solo de
pensar en ver a Kat otra vez ponía mis nervios a toda marcha. Ayer en la playa
apenas pude contener mi erección que luchaba contra mi traje de baño cuando
vi a Kat de pie y sacándose sus pantalones cortos. Ella es un pequeño paquetito,
pero esas piernas eran lo bastante largas para imaginármelas envueltas
alrededor de mi cintura mientras me introducía en ella. Para alguien que
parecía pasar mucho tiempo en la playa, su piel aún era pálida porcelana. Era
hermosa. Tenía más tatuajes que ayer conseguí ver sin su camiseta puesta. A un
lado de sus costillas tenía un sauce. El diseño era fantástico y las ramas parecían
soplar con el viento. Me pregunté por qué lo eligió, y si lo dibujó para sí misma.
Saliendo de la ducha, me puse una camiseta negra con cuello V,
pantalones oscuros que tenían lugares desgastados, y mis fieles Chucks negras.
Mirándome en el espejo, pasé una mano por mi pelo negro azabache y lo
revolví. Todavía no estaba completamente seco, pero se quedaría como lo peiné.
Listo para irme, agarré mis llaves e hice la corta caminata hasta el bar. Eran un
poco más de las diez y el lugar aún tenía un par de personas pasando el rato. Al
entrar, fui recibido por Beaver.
Tenía una gran sonrisa que coincidía con su gran estatura. —Oye,
Timber. ¿Qué pasa, hombre?
Estiró la mano y nos dimos un apretón. Ladeé mi cabeza y le dije: —No
mucho. ¿Kat mencionó un juego de cartas esta noche?
Su sonrisa se hizo aún más amplia. —Ahhh… ella te invitó a nuestra
exclusiva noche de cartas. Interesante.
—¿Exclusiva? —pregunté.
—Bueno, técnicamente somos solo Kat, Mel, y yo, pero aun así… nunca
hemos tenido a nadie uniéndose a nosotros antes. —Se frotó las manos delante
de su pecho—. ¿Estás listo para caer, Nelson?
Su burla me provocó una sonrisa. —Puedo defenderme.
Se rió entre dientes. —Sí, ya veremos. Oh, si estás buscando a Kat, está en
la parte trasera con Ed. Sin embargo, Mel puede conseguirte lo que sea que
necesites. Cerraremos un poco más temprano esta noche.
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Lo miré interrogativamente. —¿Por qué?


Página
—Siempre cerramos temprano las noches de juegos. Los lugareños lo
saben, así que no será un problema.
Asentí. —Entonces voy a tomar un trago mientras espero.
—Suena bien, hombre. —Beaver levantó la mano, llamó la atención de
Mel y me señaló. Ella sonrió y se acercó a la barra.
Mel era una mujer impresionante. Normalmente me encontraría atraído
por ella, pero actualmente solo tenía ojos para una particular morena con
mechas rojas. Ella colocó las manos sobre el mostrador, parecía que me
comprobaba. —Déjame adivinar, ¿ron y Coca-Cola?
Levanté una ceja. —Buena memoria. En realidad, esta noche creo que
solo tomaré una cerveza.
—¿Vas a ser un peso ligero esta noche? Eso no es divertido. —Hizo un
puchero pero sabía que bromeaba.
—Algo así, pero seguiré siendo divertido, lo prometo. —Le guiñé un ojo.
Se sonrojó. Síp, claro que coqueteaba conmigo. Mientras Mel trabajaba
detrás de la barra después de conseguir mi cerveza, Kat salió del pasillo donde
la había detenido el otro día. Cuando sus ojos se pusieron en contacto con los
míos, dejó de moverse. Parecía sorprendida por verme. Sabía que no había
confundido mis noches después de que Beaver confirmó que era la noche de
juego. Así que, ¿por qué se veía tan desconcertada? Pareciendo sacudir lo que
sea que pasaba en esa linda cabecita, siguió su camino detrás de la barra.
Cuando estuvo justo frente a mí, me miró con una cara completamente
imperturbable. —¿Tienes todo lo que necesitas?
—Eso depende. Si hablamos de mi bebida, entonces sí. Si te refieres a
mis necesidades, entonces estoy muy lejos de estar bien. —Era totalmente
consciente de que estaba siendo un bastardo agresivo, pero la curiosidad me
venció. Quería saber si había estado leyéndola correctamente. A juzgar por sus
ojos agrandándose como platos y el ligero jadeo que salió de su boca, diría que
di en el clavo.
—¡Bueno, maldito vaquero sexy! Si necesitas alguna ayuda con eso, y mi
chica aquí no se encarga de ti, estaría feliz de dar una vuelta contigo. —Mel
prácticamente gritó desde el otro extremo de la barra, haciendo que Kat se
sonrojara.
Kat se dio la vuelta para mirar a Mel y le dirigió una mirada que decía
“cállate la boca o haremos una ronda más tarde”. Mel le dedicó una sonrisa
cómplice. Algo pasaba entre estas dos chicas. Seguro que si las emborrachaba lo
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suficiente podría averiguarlo. Que era lo que pensaba hacer con Kat. Iba a beber
Página

poca cerveza y pensaba sonsacarle algunos secretos a mi pequeña zorra tatuada


cuando estuviera bien borracha. ¿Fue engañoso por mi parte hacerlo? Por
supuesto. Pero como he dicho, ya no hay nada en mí que me redima. No
utilizaría los duros métodos de interrogatorio que aprendí en el ejército, pero
podría adaptarlos a mi favor.
Justo cuando Kat se giró para mirarme de nuevo, un lado de su boca se
inclinó hacia arriba para dedicarme una sonrisa ligeramente tímida y asintió
con la cabeza antes de rodear la barra para empezar a recoger la basura de la
gente y decirles que era hora de cerrar. Me quedé allí sentado, bebiendo
sutilmente mi cerveza mientras la observaba moverse por la sala, sonriendo a
los lugareños y entablando una conversación informal. En esos momentos se
dejaba llevar. No había tensión en sus hombros y no miraba a su alrededor
esperando que pasara algo malo. Estaba deslumbrante. Irradiaba inocencia. Yo
entendía la necesidad de ser un culo duro, solo que no entendía por qué lo
estaba siendo. Pero, justo en este instante, ella era tan pura. Estaba intacta y
deslumbrante. Atraía a la gente con su brillo.
Justo cuando se giró hacia mí, vi ese escudo levantarse hasta sus ojos. Se
acercó a mí y dijo—: Está bien, Ruth y Sandy van a llevar su fiesta de “odio a los
hombres” a otro lugar, y vamos a cerrar las puertas. Si quieres moverte a esa
mesa de allí —hizo un gesto a una mesa junto a la pista de baile—, ahí es donde
normalmente nos sentamos.
Me puse de pie antes de que me pasara. Kat chocó justo con mi pecho.
Puse mis manos sobre sus hombros para estabilizarla. Sus ojos avellana se
dispararon a los míos, y le di una sonrisa íntima. —Siempre a punto de caer a
mi alrededor, ¿no?
Se sacudió de mi agarre y maniobró a mi alrededor. —Ya quisieras. —
apenas susurró mientras se alejaba.
Me reí. Agarrando mi cerveza, fui a la mesa que me había indicado y me
senté a esperar que los tres se me unieran. Fueron solo veinte minutos de verlos
corretear por ahí antes de que se acercaran con un par de botellas de tequila, sal
y limón. Beaver sacó una pequeña caja de su bolsillo trasero, el cual contenía las
cartas con las que íbamos a jugar. Se sentó frente a mí antes de que Kat tuviera
la oportunidad de tomar esa silla. O bien no quería sentarse junto a mí, o quería
ser capaz de mirarme. Fingiría que era la última.
Beaver comenzó a barajar las cartas, mientras Mel vertía cuatro chupitos
de tequila. —Muy bien, así que aquí están las reglas. Los tréboles son la mejor
carta, los ases son los más altos a menos que juegue contra un trébol. Lo que sea
que se establezca primero tiene que ser jugado de ese modo. Si no tienes ese
juego, entonces puedes establecer el que quieras. La carta más alta es un truco.
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Junta el número de trucos que creas que puedes hacer antes de comenzar la
Página
partida. Los perdedores toman un chupito. Vamos a hacer esto. —Él nos pasó
siete cartas a cada uno.
Me miré la mano y luego miré a Kat. Se revolvió un poco en su asiento.
Lo supiera o no, se estaba delatando. No tenía nada. Yo tenía una mano
decente, al menos suficiente para hacer tres bazas. Mientras íbamos por la mesa
anunciando cuántas creíamos que podíamos hacer cada uno, le llegó el turno a
Kat. Sin darse cuenta se mordió el labio inferior. Joder, iba a ser un juego largo
si seguía con esa mierda. Me reajusté sin que nadie se diera cuenta.
—Uno —fue todo lo que dijo, concentrándose con fuerza en las cartas en
su mano.
Todos empezamos a bajar nuestras cartas, vuelta a vuelta. Saqué mis tres
trucos a la primera. Ahora solo tenía que asegurarme de no quedar atrapado
con otras manos. Cuando la última mano fue jugada, Beaver ganó y logró los
dos trucos que dijo. Desafortunadamente para Mel y Kat, una se excedió con
sus números y a la otra le faltó.
—¡Hora de los chupitos! —gritó Mel, mientras ambas tomaban uno.
Agarró un par de rodajas de limón y le entregó una a Kat, manteniendo la otra
para sí misma—. Si seguimos así, chica, va a ser una larga noche y una mañana
incluso más larga. —Tomando su chupito, miró a Kat con expectación.
Kat me miró, luego de regreso al alcohol delante de ella. —¿No podemos
solo tomar cerveza esta noche? Ambos saben que el tequila no me sienta bien.
—¿De qué estás hablando? —dijo Beaver—. Siempre usamos tequila, así
que trágatelo, princesa.
Volvió a mirarme, cogió con cuidado el salero y sacó la lengua para
mojarse una mancha de la muñeca. Agitó la sal sobre la zona humedecida y
sacó la lengua, lamiéndola toda. Cogió el vaso, inclinó la cabeza hacia atrás y se
bebió el líquido de un trago, se metió la lima entre los labios y chupó el amargor
de la fruta. Necesité todo de mí para no gemir mientras la veía hacerlo. Mis
manos se cerraron en puños bajo la mesa. Sí, definitivamente va a ser una noche
larga.
Durante la siguiente hora, me las arreglé para evitar todos los disparos
menos uno. Beaver estaba justo detrás de mí con haber tomado tres. Y Mel y
Kat se habían tomado media docena cada una. Mel estaba jugando con el
equipo de música que sonaba en todo el bar, y puso una nueva canción llamada
“Royals” de Lorde. Movía las caderas y se acercaba a la mesa. Miré a Beaver, que
estaba completamente embelesado con ella. Pobre cabrón, se estaba ahogando y
ni siquiera lo sabía.
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Mel se dejó caer en su asiento. Ella y Kat comenzaron a reírse de algo, a


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lo que arqueé mis cejas y miré a Kat.


—¿De qué se están riendo?
—Con las dos, nunca se sabe. Paré de preguntar hace mucho tiempo —
dijo Beaver.
—Te lo juro, después del segundo trago, el tequila comienza a saber igual
que un hombre cuando acaba —anunció Mel a nadie en particular. Comenzó a
lamer su dedo, y Beaver casi escupió la cerveza de su boca.
Kat dejó escapar una risita. —¿En serio? Nunca lo he notado.
La miré, y sus ojos se clavaron en los míos, negándome a apartar la
mirada. —Eso es porque nunca antes has chupado a un tipo —le dijo Mel,
interrumpiendo lo que pasaba entre Kat y yo.
Su cabeza giró en dirección a su amiga. —¿Cómo lo sabes?
Mel se encogió de hombros. —Niña, este no es mi primer paseo por ese
parque. Conozco a una boca virgen cuando la veo. Gritas inexperiencia.
Kat se retorció el labio. —No soy inexperta. Simplemente no he hecho
eso.
Oh mierda, no necesitaba estar escuchando esto.
—Cambio de tema, por favor —dijo Beaver, que había estado sentado
completamente tranquilo.
—Gracias —añadí. Kat resopló, e incliné la cabeza hacia ella.
—Bien, cambio de tema. Veamos. —Mel se dio unos golpecitos con el
dedo en la barbilla—. Oh, tengo una buena historia para ustedes. No es un
cambio de tema exactamente, pero todavía se reirán por pensar en ello. Hace
años, cuando me casé con mi ex, él solía rogarme que lo chupara. —Beaver
suspiró ruidosamente—. Yo siempre le dije que no porque odiaba la forma en
que sabía su esperma. Finalmente, una noche después de que prácticamente me
llorara, le dije que lo haría, pero tenía que encontrar alguna manera de prevenir
que cualquier gota golpeara mi lengua. Buscó alrededor de toda la casa hasta
que llegó a mí con un rollo de cinta adhesiva. El hombre realmente sacó un
trozo de cinta adhesiva y se lo pegó en su punta. Le hice una mamada así como
le prometí. Pero aquí viene lo bueno. Cuando terminó, no tengo ni idea de
dónde fue todo. Se corrió y luego nada. Tengo curiosidad por saber si se le
metió todo en los huevos o algo, porque después anduvo por ahí durante días
como si tuviera los huevos azules.
Kat se echó a reír. Resoplaba tan fuerte que se agarraba el estómago y
apoyaba la cabeza en la mesa. Beaver y yo mirábamos a Mel como si tuviera dos
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cabezas. Los dos nos estábamos agarrando el paquete, probablemente pensando


lo mismo. ¿A dónde diablos se fue?
Página
—¿Qué? —dijo Mel mientras miraba a Beaver.
Beaver tosió. —¿Él... él hacía eso... ya sabes, siempre?
Mel sonrió. —¡Claro que no, tonto! Nunca me pidió otra mamada. La
lección aprendida de esto: Pegarla antes de lamerla —dijo con indiferencia.
Beaver debe haber comenzado a sentirse más valiente porque habló.
—Si hubiera seguido una mejor dieta, quizá habría tenido mejor sabor.
—¿Y cómo es tu dieta? —respondió Mel.
—Perfecta —dijo simplemente.
Kat se sentó y observó el intercambio, al igual que yo.
—¿Por qué no follan y acaban ya de una vez? —declaró—. Beaver, has
estado mirando a Mel por más de un año. Mel, has estado cada segundo
preguntándote si Beav querría a una mujer mayor. ¡Dame un maldito descanso,
chica! Eres sexy.
Kat de repente se puso de pie y se acercó al estéreo para cambiar la
canción que sonaba. Me senté allí, desconcertado por lo que acaba de suceder.
No había conocido a estos dos por mucho tiempo y hasta yo me di cuenta de
que se tenían ganas. Pero me hizo gracia que mi pequeña inexperta les llamara
la atención. Levantándome de la mesa, dejándoles discutir estas nuevas
revelaciones, me acerqué a donde estaba Kat. Estaba de espaldas a mí y
agachada jugando con los diales de la caja. Su culo redondo y respingón
rebotaba al ritmo de la música. Mirando detrás de mí, me di cuenta de que
Beaver y Mel estaban enfrascados en una conversación y no nos prestaban
atención.
Sin poder evitarlo, me coloqué justo detrás de Kat, agarrándola por las
caderas. Ella se levantó y me miró por encima del hombro.
—Holaa —dijo, claramente ebria.
Sonreí. —Hola. —Se relajó contra mí y me permitió movernos de un lado
a otro.
Suspiró, cerrando los ojos y dejando que me moviera con ella. Dios, olía
increíble. Nunca olería el coco de nuevo sin pensar en ella. Llevé mi nariz hasta
el cabello colocado al lado de su cara, inhalé profundamente. Kat se inclinó más
hacia mí, frotando sólidamente su cuerpo con el mío. No tenía forma de ocultar
lo que me hacía físicamente. No me importaba. Estaba en el momento con ella y
quería que supiera cómo me afectaba. Se dio la vuelta en mis brazos, así que nos
encontrábamos frente a frente, y molió sus caderas con las mías. Gemí.
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—Dime, Timber, ¿qué estás haciendo en mi pequeña ciudad rural? —Su


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voz salió ronca.


Lamí mis labios, notando que ella miró mi lengua con gran atención.
—Necesitaba un trabajo. Escuché que había una oferta de trabajo, así que
vine a ver qué era. Sin embargo, Kat, La mejor pregunta —me incliné, mi boca
rozando su oreja—, es ¿qué estás haciendo tú en esta pequeña ciudad rural?
Me dio una sonrisa irónica. —Oh, un poco de esto, un poco de aquello.
Mientras hablaba, mi aliento levantó su cabello. —¿Y por qué creo que
hay más en la historia?
Se rió, luego hipó. —Debido a que lo hay. No podía quedarme en Bay
City. Había demasiados demonios allí. Demasiados monstruos acechando en
las esquinas.
—¿Qué significa eso, Kat? —Me concentré en sus ojos, observándola
cerrarse. Parecía ir a alguna parte de su cabeza a la que no quería ir. Quería
sentirme mal por ser curioso, pero no pude. Quería protegerla, pero también
sabía que no la podía ayudar si no sabía qué pasaba.
—Eso significa que tu amiguito hizo algo imperdonable. Me arruinó.
Estoy llena de cicatrices, Timber. Tengo cicatrices. —Una pequeña lágrima se
deslizó por el rabillo de su ojo que todavía estaba cerrado. Se inclinó hacia
adelante y apoyó la cabeza en mi hombro.
Tragué saliva. Forcé mi cerebro, tratando de pensar a que amigo se
refería. ¿Era un chico, una chica? ¿Quién?
—¿Qué hizo, nena? —La expresión de cariño salió fácilmente de mis
labios.
Se apartó un poco, con los ojos vidriosos por el alcohol.
—Me derribó con la pelota de fútbol, ¿recuerdas?
¿Hablábamos de Adam? En cuestión de segundos, sus ojos se pusieron
en blanco y se desmayó, con su pequeño cuerpo flácido en mis brazos. Me
agaché, pasé el brazo por debajo de sus rodillas y la levanté, acunándola contra
mi pecho. Era ligera como una pluma. Me acerqué a Beaver y Mel y vi que
parecían estar discutiendo acaloradamente cuando dejaron de hablar y me
miraron.
—Está inconsciente. Voy a llevarla arriba y acostarla.
—No tienes que hacerlo. Puedo cuidarla. —Beaver empezó a levantarse y
alcanzarla, pero di un paso atrás. Sabía que él tenía buenas intenciones, pero no
quería que nadie más la tocara. Mucho menos ahora, después de lo que me dijo.
Quizá consiguiera que se despertara y me contara algo más.
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Me miró con escepticismo. —Solo la voy a poner en la cama y dormiré en
el sofá, en caso de que se despierte y necesite a alguien. Te prometo que está a
salvo conmigo.
Asintiendo con la cabeza, volvió a sentarse y se giró hacia Mel,
continuando su discusión como si yo no les hubiera interrumpido. Subí las
estrechas escaleras hasta la puerta de arriba. Estaba abierta, lo que me hizo
apretar los dientes. Parecía que iba a instalar una cerradura mañana por la
mañana. Cualquiera podría entrar, esconderse y esperarla. Solo de pensarlo se
me revolvía el estómago.
Cuando entré, eché un vistazo rápido y me di cuenta de que su casa era
tan pequeña como la mía, quizá incluso más. En un rincón había una cama
individual cubierta por una colcha blanca y amarilla. Tiré con cuidado de la
manta hacia atrás, procurando no empujarla demasiado. Cuando la bajé lo
suficiente, la acosté y apoyé suavemente la cabeza en la almohada. Volví a
mirarla y me pregunté si debía quitarle la ropa. Kat probablemente querría
darme una patada en el culo. Decidí que no me importaba, así que me adelanté
y le quité los zapatos. Me acerqué a sus vaqueros, los desabroché y los deslicé
por sus piernas suaves y delgadas. Hasta ahí estaba dispuesto a llegar. No me
aprovecharía de la situación después de que ella me mostrara parte de su
vulnerabilidad. Era un imbécil, pero no me excitaba con chicas que estaban
desmayadas y no sabían que estaba encima de ellas.
En cuclillas junto a la cabecera de la cama, utilicé el dedo índice para
apartar algunos pelos sueltos que tenía en la mejilla. Su piel era muy suave.
Mirándola dormir plácidamente, me hice una promesa en ese mismo instante.
Haría lo que fuera para protegerla. No se me había pasado por alto que había
dicho las mismas palabras seis años atrás, pero esta vez sabía que lo decía en
serio. Siempre estaría aquí para ella. Me incliné y le di un suave beso en la sien
antes de volver a levantarme y tumbarme en el sofá.

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Traducido por Mary Haynes & Jasiel Odair
Corregido por Amélie.

—Mmm… justo así —susurré en el oído de Holt.


El chico estaba profundamente dormido en su camastro y rechinaba las caderas
contra el duro catre. Corey y Rooster estaban de pie a un lado, riendo y sacudiendo la
cabeza. Se suponía que Holt no debía estar durmiendo, pero debió de decidir que una
siesta al mediodía era una buena idea. Lástima por él: si te duermes cuando no debes,
pagas el precio. Los otros dos y yo habíamos entrado aquí después de comer y
encontramos al chico desmayado, claramente teniendo un sueño húmedo. Golpeé a
Rooster en el hombro e incliné la cabeza hacia Holt, diciéndole en silencio que echara un
vistazo. Me acerqué al chico y me puse en cuclillas. Inclinándome, empecé a decirle cosa
sucias.
Holt gimió y apretó aún más las caderas contra la cama. Habían pasado unos
minutos, cuando de repente contuvo la respiración y se estremeció. Antes de que su
cuerpo se relajara tras bajarse, se despertó y salió disparado, empujando su cuerpo hacia
arriba con ambos brazos. Miró hacia su cama, sin darse cuenta de que no estaba solo.
—Maldita sea —se quejó por el desorden de su frente.
Dejé escapar una pequeña tos para llamar su atención. Sus ojos se dirigieron a
los míos y le dediqué una sonrisa diabólica. —¿Fue bueno para ti? Porque a mí me fue
fatal. Ni siquiera conseguí el mío.
Corey y Rooster estaban en la esquina prácticamente llorando de tanto reír.
Corey se limpiaba los ojos mientras Rooster estaba doblado por la cintura. La cara de
Holt se puso roja de vergüenza. Su expresión pasó de la vergüenza al enfado.
Levantándose, pasó junto a mí, dándome un codazo en el hombro con el suyo.
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—Ni una palabra sobre esto, imbécil —dijo.


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Levanté dos dedos. —Palabra de explorador, pero te sugiero que te eches la siesta
en la hora de otro. El Tío Sam se enojaría si supiera que estás durmiendo en su turno.
Holt fue y cogió un par de pantalones limpios. —Cámbiate las bragas y sal fuera.
Tenemos simulacros en veinte —le dije mientras salía con los otros dos, que seguían sin
poder reprimir la risa.
Veinte minutos después nos reunimos en nuestro improvisado campo de tiro
para hacer prácticas de tiro. Practicábamos con armas de artillería pesada y granadas
para asegurarnos de que, en situaciones reales, estaríamos preparados para defendernos.
Yo era un francotirador y rara vez fallaba. Así que me quedé a un lado, observando
cómo mis chicos utilizaban los M-16 para derribar a sus objetivos. Llevábamos así cerca
de una hora cuando llegó el momento de cargar y presentarnos para nuestra siguiente
patrulla en la ciudad.
Subí al MRAP y me aseguré el arnés, listo para rodar. Estos chicos malos eran
una mezcla entre un tanque y un Hummer en apariencia, pero hechos de acero. Sin
embargo, en aquellas ciudades, abiertas a los ataques, nada podía mantenerte a salvo.
Estábamos haciendo nuestra primera ronda cuando pasamos por la misma tienda
donde habíamos visto al hombre abusando de la mujer. Al mirar hacia el escaparate, la
vi. Estaba de pie frente a la puerta, con la cabeza gacha, esperando a que terminara
quienquiera que estuviera dentro. Probablemente el mismo cabrón que la había estado
empujando.
—¿Es la misma chica? —preguntó Cooper antes de doblar la esquina.
—Es difícil decirlo con la cabeza gacha, pero sí, creo que sí —respondí.
Cuando dimos la vuelta, volví a observarla. Levantó la cabeza y nos miró. ¿Por
qué nos miraba? Había algo que no me cuadraba, pero le dije a mi instinto que se
callara. Mientras pasaban los últimos segundos en los que la tenía a la vista, la observé
atentamente. ¿Acaba de sonreír?

Me estaba despertando. Los ojos se me abrieron de golpe y el corazón me


latía con fuerza en el pecho. ¿Dónde diablos me encontraba? La última vez que
no conocí mi entorno fue en el desierto. En alerta máxima, mi cuerpo actuó por
instinto. El mismo codazo que me sacó del sueño volvió a empujarme el
hombro. Agarrando a la persona por la parte superior de los brazos, la empujé
rápidamente al suelo y me coloqué a horcajadas sobre ella, incapacitándola para
cualquier movimiento.
Siempre llevaba una pequeña navaja a mano. Con la adrenalina por las
nubes y sin saber dónde estaba, la saqué, abrí la hoja y la acerqué a la garganta
68

de la persona que tenía debajo. Mi mano fue recibida por una carne suave y un
grito ahogado que salió más femenino de lo que esperaba. Al centrar la vista en
Página

el rostro que tenía debajo, observé los aterrorizados ojos color avellana que me
miraban. Kat tenía las manos a los lados, con las palmas abiertas, en un gesto de
rendición.
—Mierda —fue todo lo que pude decir.

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Página
Todo mi cuerpo estaba siendo presionado contra el suelo duro y Timber
estaba encima de mí con un cuchillo en mi cuello. Sus ojos eran absolutamente
salvajes e irreconocibles. Tenía demasiado miedo, pero también sabía de alguna
manera que nunca me haría daño. Que cosa tan extraña para estar pensando
cuando había una hoja presionado en mi piel.
Vi como sus ojos se aclararon y que ahora realmente me miraban.
—Mierda —soltó.
—¿Timber? —Apenas susurré.
Su cuchilla cayó de su mano e hizo un ruido tintineante cuando golpeó el
suelo. Parecía que iba a vomitar. Tragando saliva, sus ojos buscaron por toda mi
cara y, después, por mi cuello.
—Oh, cielos, ¿qué he hecho? —Él hablaba tan bajo que casi no lo podía
escuchar.
Muy tentativamente extendí la mano para tocarle la mejilla. Tan pronto
como mis dedos se pusieron en contacto con su piel, se bajó de mí tan rápido
que habrías pensado que lo quemé. La expresión de dolor en sus ojos hizo que
mi corazón doliera.
—¿Timber? —pregunté de nuevo, solo un poco más fuerte.
Se paseó de un lado a otro varias veces antes de detenerse y mirar al
suelo. Se pasó las manos por el pelo y suspiró. Yo seguía completamente
inmóvil en el suelo, sin saber qué hacer a continuación. Lentamente, volvió a
mirarme. Sus facciones se endurecieron y supe que oficialmente me había
dejado fuera.
—¿Estás bien? —Su tono era cortante.
Apenas asentí con la cabeza.
—Bien. Me tengo que ir. —Agarró sus llaves del mostrador de la cocina y
salió por la puerta antes de que tuviera la oportunidad de procesar lo que
acababa de suceder. Poco a poco rodando sobre mi estómago, puse mi cabeza
en mis antebrazos.
¿Qué diablos acababa de suceder aquí? Apenas recordaba algo de la
noche anterior. Cuando me desperté había mirado alrededor de mi habitación
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todavía a oscuras. Mi estómago había rodado por el alcohol. ¡Nunca iba a beber
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tequila de nuevo! En mi mesita de noche había habido un vaso de agua y dos


aspirinas. Sentada en mi cama, había visto dos enormes pies colgando sobre el
brazo del sofá y de alguna forma había sabido que pertenecían a Timber. Ese
pensamiento me animó. Se quedó conmigo anoche para velar por mí. Nunca
había tenido a nadie que lo hiciera, aparte de Roger, pero eso no contaba.
Después de tomarme la medicina, me senté en el borde de la mesita y me quedé
un rato mirándolo dormir. Tenía las cejas fruncidas y, al parecer, soñaba con
algo. Mi primer pensamiento fue “qué lindo, incluso puede parecer de mal humor en
su sueño.” Dejó de ser lindo cuando empezó a mover la cabeza de un lado al
otro, murmurando incoherentemente. No tardó mucho en agitarse. Intenté
despertarlo llamándolo por su nombre, pero no funcionó. Aunque le sacudía el
hombro, no abría los ojos. De repente lo hizo, y me encontré inmovilizado bajo
él con un cuchillo en el cuello. Ni siquiera sé cómo se movió tan rápido. Una
persona normal habría estado aterrorizada de morir en ese momento, pero yo
no. No tenía miedo por mí en absoluto. Tenía miedo por él. Nunca había visto a
un hombre tan perdido como él. Me dejó sin aliento.
Quería curarle. Tenía tantas ganas de abrazarlo y susurrarle al oído:
“Todo saldrá bien, estás a salvo”. Se apartó de mí antes de que pudiera hacer
algo más que tocarle la mejilla. Su calor se había filtrado a través de mí, y ahora
que no estaba aquí, me sentía fría y desamparada. Me dieron ganas de llorar.
¿Cómo pasé de ser escéptica sobre sus intenciones a querer darle mi hombro y
curarlo?
No sé cuánto tiempo estuve allí tumbada, pero pensé que ya era hora de
levantarme y ducharme. Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a lo sucedido
y tenía que hacer unos recados antes de que abriera el bar. Ed necesitaba que
me dirigiera a la oficina de correos para enviar sus facturas y luego a la tienda
de comestibles para comprar cosas como limas, limones, cerezas al marrasquino
y naranjas. Me levanté del suelo y me dirigí a la ducha para desnudarme, pero
me detuve frente al espejo. En el lado izquierdo de mi cuello había una
profunda línea roja. El cuchillo no había roto la piel, pero al parecer me había
magullado. Estupendo. Tendría que pensar en algo que contarles a Ed, Mel y
Beaver porque sin duda me preguntarían por ello, a menos, claro, que me
hiciera una trenza a un lado para ocultarlo. Me metí en la ducha y me quedé allí
un rato, sintiendo cómo el chorro me aliviaba los músculos. Me relajó lo
suficiente como para que la resaca fuera remitiendo poco a poco. Antes de salir,
tomé nota de que hoy tendría que llevar una botella de agua encima.
Rehidratándome evitaría que las náuseas hicieran acto de presencia.

***
71
Página
Me encantaba pasar por la oficina de correos para hablar con Marg y
Henry. Llevaban el negocio desde hacía cincuenta años. Cuando los miraba,
podía ver cómo habrían sido Ed y Rose. Me dolía un poco por Ed porque su
amor se había ido, pero también me gustaba saber que había tenido un amor
así.
Marg llevaba el mostrador, pesaba los paquetes, vendía sellos y colocaba
el correo en los apartados postales. Henry normalmente trabajaba en la parte de
atrás y clasificaba el correo entrante y saliente. Después de que Henry sufriera
un infarto delante de la casa de alguien hace cinco años, contrataron a alguien
más joven para que condujera el coche correo. Desde entonces, él y Marg
decidieron que era mejor tenerlo cerca por si ocurría algo más. Después del
infarto le pusieron un marcapasos, pero la pobre Marg seguía muerta de miedo
por haber estado a punto de perder a su marido.
—Buenos días, mi preciosa niña. ¿Y cómo te va en este hermoso martes?
—Marg me saludó con una sonrisa cálida.
La miré a los ojos amables de color azul claro que me recordaban mucho
a los de mi propia abuela y respondí: —Estoy bien. Simplemente estoy dejando
algunos correos de Ed. ¿Tienes algo allí que te gustaría que llevara?
—Bueno, déjame ver. —Caminó hacia el fondo por un minuto y salió con
una pequeña pila de sobres. Me los entregó—. Aquí tienes, querida.
—Gracias, Marg. Voy a darle tus saludos a Ed.
A mis espaldas dijo: “sí, señora”. Pero antes de irme, me decidí a hacer
una pregunta.
—Oye Marg, ¿puedo preguntarte algo?
—Por supuesto. Me puedes preguntar lo que quieras.
Me mordí el interior de mi mejilla, sin saber por dónde empezar.
—Henry sirvió en el ejército, ¿verdad?
—Por supuesto. Durante veintitrés años. ¿Por qué lo preguntas?
—Bueno, porque tengo un amigo. Lo conozco hace un tiempo y llegó
recientemente a la ciudad para trabajar. —Divulgué esta pequeña información,
sabiendo que ella nunca iría por allí esparciendo chismes—. De todos modos,
acaba de salir del Ejército, pero me había enterado que estuvo de servicio en el
extranjero. Parece... diferente.
Asintió con la cabeza en comprensión. —Eso es porque lo es, cariño.
—¿Qué quieres decir?
72

—Déjame decirte algo, cuando Henry volvió de la Segunda Guerra


Página

Mundial y de luchar en Japón, fue como si el Ejército me hubiera devuelto un


marido diferente. Había visto cosas que no podían dejar de verse. La gente fue
fusilada delante de él, algunos de ellos por su propia mano. Eso naturalmente
cambia a una persona. Henry había cambiado para proteger su mente de
volverse loco. Si se hubiera enfrentado a todo de una vez, se habría
autodestruido. —Se apoyó en el mostrador. Me miró pensativamente, luego se
inclinó y me dio unas palmaditas en la mejilla. Ni siquiera me había dado
cuenta de que había vuelto hacia ella—. Si te preocupa no volver a ver a la
misma persona que fue tu amigo, no lo estés. Les lleva tiempo entenderlo todo,
y me gustaría creer que lo hacen a su debido tiempo. Volverá a ti, cariño. —Me
dio una pequeña sonrisa y una mirada de complicidad.
Asentí, frotando mis labios de un lado al otro.
—Gracias. Aprecio tu honestidad. —Salí de la oficina de correos y
arranqué el coche. Me quedé sentada, mirando por el parabrisas, asimilando la
nueva revelación.
Timber nunca había sido mi persona favorita en el instituto. Pero aquel
día (el día que me habló en el aparcamiento) había empezado a mirarlo de otra
manera. Se había esforzado por ver si estaba bien. Ninguno de ellos se rebajó
nunca a mi nivel e intentó hablar conmigo. Nunca sentí que mereciera su
tiempo. Él hizo que todo eso cambiara ese día. Ese fue el día en que dejé de
verlo como un imbécil egocéntrico. Había empezado a enamorarme de Timber.
Sentía que él quería más que sus amigos. Empecé a prestarle atención más allá
de corregir sus trabajos de biología. Ya no se quedaba a un lado mientras sus
amigos se burlaban de los que no formaban parte de su pandilla. Les decía que
los dejaran en paz y luego los distraía con otra cosa. Muchas noches después de
lo que Adam me hizo, me había tumbado en la cama y me preguntaba qué
habría hecho Timber si hubiera sabido lo que hizo su amigo. Me inventé un
cuento de hadas en el que él entraba en la ducha antes de que Adam lograra
aprovecharse de mí. Me puso una toalla sobre los hombros y me consoló,
después de haberle pateado el culo a Adam, claro. Ese sueño era todo lo que
tenía para ayudarme a dormir por la noche. Me reconfortó más de lo que
debería haberlo permitido. Tantas noches me había permitido cerrar los ojos y
dejarme llevar por mi propia imaginación que me daba alivio.
Realmente no quería estar pensando en esto. Arranqué el coche y
conduje hasta la tienda de comestibles y luego me dirigí al bar. Mel ya estaba
allí cuando entré. Lucía radiante. Cuando levantó la vista de detrás del
mostrador, me sonrió de oreja a oreja.
—¿Y por qué estás tan feliz, Señorita Sonrisas? —Me reí.
—Chiiica... —Sacó la palabra—. Tengo algunos detalles espeluznantes
73

para ti.
Página
—Uh oh. Por la expresión de tu cara, estoy casi segura de que no quiero
saber.
Negó con la cabeza. —De ninguna manera, tienes que saber cada jugoso
detalle. Trae esas bolsas de fruta y siéntate. Podemos cortarla mientras emplato.
Me dirigí al mostrador y me senté en un taburete de la barra en frente de
ella. Se agachó para agarrar un cuchillo, una tabla de cortar y nos dividimos el
trabajo.
Mel comenzó a rebanar y a hablar. —¿Recuerdas algo de anoche?
—Sí, un poco. ¿Por qué?
—Básicamente nos dijiste a Beaver y a mí que debíamos follar y
superarlo de una vez. —Dejó de cortar para mirarme, levantando la ceja.
Recordé vagamente decir algo por el estilo, pero me hice la tonta y seguí
trabajando cortando rodajas de limón—. De todos modos, creo que eso fue
como un shock para Beaver porque me preguntó si es que era cierto.
—¿Si es que era cierto?
—Si me gustaba y quería hacer “lo sucio”. Me acusó de jugar con él.
Acabé dándole una bofetada en toda la cara y le dije que podía coger su boca
increíble e irse a volar una cometa, y que cualquier interés que yo hubiera
tenido estaba ahora fuera de la mesa. ¿Te puedes creer que lo único que me oyó
decir fue “boca increíble”?
Me reí. —Sí, lo creería totalmente.
—Sí, yo también, porque después de un poco de lucha, cuando Timber te
había llevado arriba, terminó levantándome, tumbándome en esta barra y
haciendo de las suyas conmigo. —Suspiró soñadoramente—. Es verdad, sabes.
Cómo obtuvo su apodo y todo eso.
Mi sonrisa fue rápidamente borrada de mi cara y reemplazada por
disgusto.
—¡Qué asco! ¿Follaron en el bar? ¿En esta barra? ¿En la que estamos
cortando fruta? Oh Dios. Por favor, dime que la desinfectaste.
Soltó una risita boba. —La limpie a fondo, tonta. Cálmate.
—¿La limpiaste a fondo? ¿Con qué, jabón y agua?
—Voy a darte una cachetada si sigues arruinando mi momento de
“Acabo de recibir el mejor sexo oral de mi vida”. Y lo fue.
Me atraganté. Tapé mis oídos, empecé a cantar, —La la la... No te puedo
74

escuchar. No quiero saber nada más.


Página

Las dos nos echamos a reír y cortamos rodajas más rápido, necesitando
terminar antes de que The Hole abriera en un par de horas.
—No más detalles escabrosos, ¿de acuerdo?
—Psh, si voy a echar un polvo, vas a saber al respecto.
Oh Dios.

***

Aquella noche no había dejado de mirar a la puerta, esperando ver a


Timber. Esperaba que entrara y se sentara, como había hecho las últimas
noches.
Pasaban las noches y Timber no aparecía. Me di cuenta de que me
evitaba cuando, al cabo de una semana, aún no había puesto un pie en The
Hole. Pensé que tal vez había estado ocupado y simplemente no tenía tiempo.
Mentira. Yo sabía por qué no había venido.
Me debatí un par de veces sobre ir a buscarlo, pero no estaba segura de
que fuera lo más apropiado. Así que había aparecido en la playa, una vez. Así
que se había quedado a pasar la noche para cuidarme, una vez. Eso no me daba
una excusa para ir tras él y exigirle que me explicara por qué me evitaba.
Sin embargo, a principios de la otra semana, ya no podía contenerme. Me
dije que solo iba a asegurarme de que estaba bien, nada más. Fui a buscarle al
campo petrolífero de A&S Emissions. No tenía ni idea de lo que le iba a decir
cuando llegara, pero supuse que se me ocurriría algo cuando lo viera. Cuando
me acerqué al remolque en el que trabajaba mi tío, observé que no veía la moto
de Timber por ninguna parte. Salí del coche, subí los escalones metálicos y entré
en el frío edificio. Cindy, la recepcionista, me saludó con una cálida sonrisa.
—Hola, Kat, ¿qué te trae por aquí esta tarde? —Su acento era muy fuerte
y sonoro.
Me encogí de hombros, tratando de lucir casual.
—Solo quería sorprender al tío Roger. ¿Está?
—Ahh, eso es dulce cariño, pero en realidad está en una reunión con los
peces gordos. —Se inclinó sobre la mesa y bajó la voz a un susurro—. Entre tú y
yo, creo que los grandes jefes se encuentran aquí en la ciudad para comprobar
las cosas y asegurarse de que todavía estamos en el buen camino.
Asentí comprendiendo. —Oh, de acuerdo. Así que Roger no está aquí. ¿Y
Slim?
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Se echó hacia atrás en su asiento. —Claro, él está por ahí. Ve a la parte


trasera y visítalo. Estaría feliz de verte.
Página
Le sonreí. —Gracias, Cindy.
Entré en la trastienda y abrí la puerta. Slim estaba recostado en su silla,
con la cabeza apoyada en el alto reposacabezas. Casi me eché a reír al ver su
boca abierta y sus ronquidos. De puntillas, me coloqué justo delante de su
escritorio y levanté las manos antes de golpearlas con fuerza contra la madera.
Hice un ruido tan fuerte que creo que incluso me sobresalté. Slim se irguió en
su silla con cara de haber metido la mano en el tarro de las galletas. Miraba por
todo el despacho con los ojos desenfocados mientras buscaba el ruido. Me eché
a reír al ver su expresión de confusión. Me miró a mí.
Yo seguía riéndome cuando sus ojos se iluminaron. —¿Muy ocupado en
el trabajo, Slim?
Soltó una risita, un profundo sonido de barriga.
—Cállate, chica, no dormí mucho anoche. Los chicos que dirigen la
empresa están aquí y me tuvieron despierto revisando nuestros libros de
registro y los registros de perforación. —Se frotó la cara—. ¿Qué estás haciendo
aquí, princesa? Tu tío no está aquí, ya sabes.
Me mordí el labio inferior. Sabía que si podía ser sincera con alguien
sería con Slim. Había tenido muchas charlas con él sobre cosas que nunca había
compartido con Roger. —No, estoy realmente aquí para ver a Roger.
Me retorcía las manos frente a mí, y Slim tomó nota de ello.
—Está bien, bueno, si no estás aquí para verlo, estoy más que seguro que
no estás aquí para ver mi cara fea, podría adivinar por quién estás aquí.
¿Era yo tan transparente? Slim no había estado cerca de Timber y de mí
más que en la celebración de mi cumpleaños, así que ¿cómo iba a adivinarlo... a
menos que Timber le hubiera hablado de mí? ¿Estaba sacando conclusiones
precipitadas? Podría estar aquí por cualquier otra persona. Este campo está
lleno de hombres, así que técnicamente podría estar aquí por cualquiera, ¿no?
Me miró con escepticismo. —Timber no está aquí, chica. No ha estado
aquí por más de una semana.
Maldita sea... fracasé. —¿Qué te hace pensar que estoy aquí por él?
—Kat, te conozco desde hace bastante tiempo. Puedo ver la decepción en
tu cara cuando te dije que él no ha estado aquí. Ahora, ¿te importaría decirme
por qué lo estás buscando?
—Eres un hijo de puta observador, ¿lo sabías? —Se echó a reír, pero me
hizo un gesto para que me sentara. Suspirando, tomé asiento y empecé a
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hablar—. Slim... Yo conozco a Timber. —Sus ojos se animaron con interés.


Página

—¿Cómo lo conoces?
Bajé la mirada a mis manos apoyadas en el regazo.
—Timber y yo asistimos a la misma escuela. No socializábamos en los
mismos grupos ni nada de eso, pero sabíamos el uno del otro. —No quería
compartir más sobre él que eso. Haría más preguntas que no estaba dispuesta a
responder—. De todos modos, fue un poco sorpresivo cuando tú y Roger lo
llevaron al bar la otra noche. No lo había visto en casi seis años.
—De acuerdo, pero eso no explica por qué estás aquí buscándolo.
—Una vez más, con las observaciones, Slim. Ya basta. —Puso los ojos en
blanco—. Bien, bien, se presentó en la playa hace un par de fines de semana.
Expresó cierto interés. Me invitó a cenar, pero me negué. En lugar de eso le dije
que podía venir a The Hole y jugar a las cartas.
Las cejas de Slim subieron. —Kat, nunca le has pedido a nadie que vaya a
jugar a las cartas con ustedes tres. ¿Debo suponer que hay algo diferente aquí?
—No, no es nada de eso —le mentí en un murmullo—. Yo solo trataba de
hacer que se sintiera más como en casa.
—Aja. —Él no me estaba creyendo.
—De todos modos —dije en un tono más fuerte—, me di cuenta de que
no ha venido con nosotros desde esa noche. Estoy un poco preocupada por él,
es todo. Me imaginé que podía llegar hasta aquí para ver cómo estaba, para ver
si estaba bien, pero no vi su motocicleta por ahí. ¿Alguna idea de dónde podría
estar?
Slim se inclinó hacia delante, juntando los dedos debajo de la barbilla.
—Pequeña, tengo que decir que no creo que sea buena idea involucrarte
con él. Es un poco más duro ya que estuvo en la Armada.
—Slim... —Mi voz se elevaba lentamente—. Aunque hubiera algún tipo
de implicación, francamente no es asunto tuyo. —No quería ser dura con él,
pero me enfurecía que intentara alejarme de alguien que tenía problemas.
Después de todo, yo tenía mis propios demonios y él lo sabía.
Exhaló por la nariz. No dijo nada durante varios segundos, obviamente
intentando decidir si iba a responder a mi pregunta. Cuando por fin habló, yo
también exhalé un suspiro que no me había dado cuenta de que había estado
conteniendo. —Vive en esos apartamentos justo al lado de Haddok Lane. —Yo
ya estaba de pie antes de que terminara—. Kat, espera. —Me detuve con mi
mano en el pomo de la puerta—. Necesito que tengas cuidado con él. He visto
su mirada atormentada y no quiero que te hagas daño. Prométeme que tendrás
cuidado.
77

Miré por encima de mi hombro. —No estoy tratando de salvarlo, Slim.


Página

Solo trato de asegurarme de que sabe que tiene una amiga.


Asintió, y me giré para salir. Me encontraba a mitad de camino por el
pasillo cuando me di cuenta que no sabía el número de apartamento.
—Slim, ¿cuál es su número? —grité.
—4C.
Salí del edificio, subí a mi coche y me dirigí a la casa de Timber.

***

Cuando llegué, vi su Harley aparcada delante de su puerta. En cuanto


llegué al porche, apoyé la oreja en la fría madera de la puerta e intenté escuchar
lo que había al otro lado. Mis oídos se encontraron con el silencio. Supuse que
habría oído la televisión o algo en marcha, pero nada. El corazón me latía
desbocado en el pecho y me pregunté si estaba loca por haber venido. ¿Creería
que estaba loca por presentarme en su casa? ¿Me preguntaría cómo sabía
siquiera dónde vivía? ¿Me daría con la puerta en las narices y me mandaría a
paseo? Me sentía presuntuosa por presentarme aquí de la nada, pero mi instinto
me decía que algo no iba bien. El hombre había venido todos los días al bar y,
de repente, dejó de hacerlo. Y no creía que fuera una coincidencia que fuera
justo después de lo que ocurrió en mi apartamento. Si él creía que me había
hecho daño, yo le daría la razón. Tenía que saber que no había hecho nada malo
y que yo estaba bien.
Decidida, enderecé los hombros y llamé a la puerta con firmeza. Nada.
Esperé unos instantes antes de volver a llamar. Seguía sin haber nada. Ni
siquiera oí pasos que se acercaran a la puerta para abrirla. Cuanto más tiempo
pasaba allí, más se me hundía el estómago. Esto no estaba bien. Sabía que
estaba aquí, ¿por qué no abría la puerta? En contra de mi buen juicio, puse la
mano en el pomo y giré. Sorprendentemente, no estaba cerrada. Qué raro.
Timber me parecía el tipo de persona que tendría todo bien cerrado. Al
empujarla para abrirla, mi nariz fue inmediatamente asaltada por el penetrante
olor a alcohol.
—Qué demonios... —dije en voz baja.
El lugar estaba completamente a oscuras, salvo por la luz que entraba
por la puerta. Por lo que pude ver, el lugar estaba destrozado. Había latas de
cerveza, botellas de Corona tres cuartos vacías y bolsas de comida para llevar
por todas partes. La ropa cubría casi cada centímetro de espacio que no estaba
ocupado por la basura. Mierda, ¿vive de esta manera? Caminé unos pasos hacia el
78

interior, el olor solo empeoraba.


Página
—¿Hola? —Me pareció oír la ducha detrás de una puerta cerrada—.
Timber, ¿estás aquí? Soy Kat. —No hubo respuesta.
Apartando unas cajas de pizza y un par de calzoncillos, pasé por encima
de una bolsa de basura y me acerqué a la puerta cerrada. Sí, definitivamente el
agua de la ducha estaba corriendo. Volví a llamar, esta vez con más fuerza que
cuando estaba fuera.
—Timber, ¿estás ahí? Soy Kat. Pasé porque hacía tiempo que no te veía y
quería asegurarme de que estabas bien. Así que... ¿estás bien? —Nada—. Mira,
si me dices que estás bien, te dejaré en paz. —Cuando volví a encontrarme con
el silencio, tragué hondo. Sabía que no era una buena idea, pero tenía que
asegurarme de que estaba bien. Me dije que si tan solo ponía mis ojos en él y me
aseguraba de que efectivamente estaba vivo y respiraba, saldría de aquí y
volvería a mi bar y a mi vida como antes.
De nuevo, abrí otra puerta. Había vaho en el aire y el agua corría a toda
velocidad. Las gotas que caían sobre mis brazos me daban escalofríos. No era el
vapor de una ducha caliente, era otra cosa. ¿Por qué el aire estaba frío en vez de
caliente? Miré a mi izquierda, donde estaba la cabina de ducha. Había una
puerta de cristal translúcido. Pude ver una figura acurrucada en la esquina y no
se movía.
—¿Timber? —No se movió. Atravesé el espacio, llegué a la puerta de la
ducha y la abrí. Oh, Cristo, si está herido, ¿qué voy a hacer? ¿Y si es peor que estar
herido? Ni siquiera se mueve, por el amor de Dios. ¿Y si es demasiado tarde? Más aire
frío me golpeó cuando abrí el cristal. Sentado de espaldas contra las baldosas,
con las rodillas recogidas, estaba Timber.
Ni siquiera me miró cuando abrí la puerta. Tímidamente, metí la mano
bajo el agua. Si el agua podía ser más fría que el hielo, entonces esto lo era,
porque estaba positivamente helada. Ya no me preocupaba lo que pudiera decir
sobre mi presencia aquí, así que actué con adrenalina. Cerré el grifo y miré en el
armario que había detrás de mí, agradeciendo que el hombre tuviera toallas
limpias. Agarré una, entré en la ducha con Timber y me arrodillé a su lado.
Temblaba sin control. Arrojé la toalla sobre su cuerpo desnudo, se la envolví
alrededor de los hombros y empecé a frotarle enérgicamente los brazos,
tratando de calentarle. Aún no había dicho nada de que yo estuviera aquí, ni me
había mirado. En cambio, miraba por encima de sus rodillas, y parecía que ni
siquiera estaba aquí conmigo.
—Timber. —Fue una declaración para llamar su atención, no una
pregunta.
79

Abrió la boca y los dientes comenzaron a castañetear. Trataba de hablar


pero le salió un murmullo incoherente.
Página
—¿Qué? Dime lo que necesitas. Estoy aquí Timber, estoy aquí.
—E-ellos... tooodos... han… i-ido. —Se estremeció.
Continué frotándolo. —¿Quién se ha ido?
Finalmente me miró, con los ojos rojos y vidriosos. Estaba llorando, las
lágrimas mezclándose con el agua en la cara mojada. Extendí una mano y traté
de secar un lado de su mejilla.
—Mis hermanos. Todos están muertos, y yo los maté.
Su temblor disminuía un poco, pero una nueva oleada de lágrimas brotó
de sus ojos. Sabía que debía de estar hablando de su servicio en Irak. Me estaba
haciendo una idea de lo que le había pasado y sabía que tenía que andarme con
cuidado. Timber estaba al límite y me preocupaba que cualquier palabra mía
equivocada le hiciera estallar. No me haría daño, pero dondequiera que
estuviera su mente ahora mismo, no era un buen lugar para estar. Necesitaba
pensar, rápido.
De repente, lo supe. De alguna manera y de alguna forma loca sabía lo
que él necesitaba. Había oído que la madre de Timber había fallecido mientras
él estaba en su primera gira. Lo había leído en el periódico de Bay City. Me
coloqué frente a él y me senté sobre mi trasero. El agua fría me empapó los
pantalones cortos, pero no me importó. Puse las dos manos sobre sus rodillas y
las separé para crear un espacio que me permitiera acercarme a él. Rodeé sus
hombros con mis dos brazos y bajé su cabeza para que descansara sobre mi
pecho. Dejé que me sintiera respirar profundamente.
Pronto empecé a sentir que su respiración subía y bajaba al mismo ritmo
que la mía. Se relajó en mí, dejando que lo calmara. Le froté la espalda cubierta
de toallas en círculos grandes y le susurré suavemente: Shhh... Era algo que mi
propia madre hacía cuando yo estaba enfadada. Me abrazaba y me hacía callar.
Era su forma de hacerme saber que estaba ahí. Se acomodó en mí durante
mucho tiempo, tanto que me pregunté si se habría dormido. Su pelo negro
estaba ya seco, y pasé mis dedos por él una y otra vez. Era más suave de lo que
pensaba.
Un rato después, levantó la cabeza. Con los ojos aún enrojecidos por el
llanto, me habló sin decir una sola palabra. Sabía lo que quería. Me levanté, le
cogí de la mano y tiré de él hacia mí. Le quité la toalla de los hombros y le sequé
suavemente. No había nada sexual en ello. Cuando ya no le quedaba ni una
gota de agua, volví a cogerle de la mano y empecé a salir de la ducha. Me
empujó suavemente hacia él y le miré interrogante.
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—Estás mojada —dijo en voz muy baja.


Cuando me tomó la camiseta, le agarré de las muñecas y negué con la
Página

cabeza.
—No, Timber.
Siguió mirándome a los ojos. Estaba nadando en un mar azul. Le
observé, su mirada iba y venía, suplicándome que necesitaba esto. Necesitaba
cuidarme ahora. De nuevo intentó levantarme la camiseta, y esta vez le dejé.
Levanté los brazos cuando me la puso por encima de la cabeza, se inclinó hacia
mí y cogió una toalla. Me secó del mismo modo que yo lo hice con él. Cuando
llegó a mis piernas, me bajó los pantaloncitos y me dejó en bragas y sujetador. A
pesar de lo expuesta que estaba ante él, y de lo aterradora que me resultaba la
idea, sabía que era él quien se estaba exponiendo a mí. Cuando terminó, se
levantó y me acompañó fuera del cuarto de baño hasta su dormitorio. Bajó las
sábanas y se echó hacia atrás, esperando a que me metiera. Cuando me tumbé,
se arrastró a mi lado y me atrajo hacia él. Aún estábamos envueltos en nuestras
toallas, pero me sentía desnuda. Timber cerró los ojos.
Mi mente trabajaba horas extras. Nunca había visto a alguien tan
destrozado. De algún modo había encontrado la forma de reconfortarle, pero
¿qué pasaría la próxima vez, o la siguiente? ¿Sabría yo lo que necesitaba?
¿Querría estar aquí la próxima vez? Su respiración se calmó y supe que se había
dormido. Cerré los ojos y me convencí de que me lo tomaría día a día. Timber
no tenía a nadie aquí. No tenía familia y, en cuanto a amigos, solo conocía a
Roger y a Slim. Se me partía el corazón solo de pensar en dejarlo solo, sabiendo
que podría volver a ese lugar oscuro de su mente. ¿Quién sabe cuánto tiempo
habría estado allí sentado en el agua fría, completamente retraído? Me
estremecí y los brazos de Timber me rodearon con fuerza. Suspiré profundo y
dejé que mi cuerpo se perdiera en el sueño. Por primera vez en seis años
encontraba una sensación de seguridad, y era extrañamente en los brazos de un
hombre que posiblemente estaba más perturbado que yo.

81
Página
Traducido por Amélie.
Corregido por Lizzy Avett’

Abrí un ojo porque el otro estaba aplastado contra la almohada. Estaba


tumbado boca abajo y me había tapado con las sábanas. Recordé que Kat había
dormido en la cama conmigo y estaba seguro de que se había quedado a pasar
la noche. Al darme la vuelta, vi que el otro lado de la cama estaba vacío. La
decepción me invadió de inmediato. Nunca había tenido la intención de
dormirme cuando por fin la desnudé y la tuve en mis brazos, pero estaba tan
agotado por el camino destructivo que había tomado durante la última semana
que mi cuerpo se había apagado literalmente cuando ella me abrazó. Enterré la
cara en la almohada sobre la que se había tumbado, respirando profundamente
el olor que sabía que estaría allí, a coco. Dios, esa chica era preciosa. Ella de
alguna manera había asentado algo en mi alma que había estado arruinado
desde aquel fatídico día. Ella me hizo sentir como un hombre de nuevo, como
una persona completa, aunque la mayoría no lo vería de esa manera. Mientras
estaba tumbado, recordando una y otra vez cómo había transcurrido la noche
anterior, oí algo que sonó como un golpe en la otra habitación. Me incorporé y
miré por toda la habitación. Nada estaba fuera de lugar.
Al levantarme de la cama, la toalla que me rodeaba la cintura cayó al
suelo. Me importaba un carajo la desnudez, y ahora quería saber quién carajo
había tenido las pelotas de irrumpir en mi casa. En cualquier caso, verían mi
saco y mis puños. Cuando me dirigí a la puerta y la abrí, me asaltó el olor a
limón y…
—¿Es eso señor Limpio? —pregunté. Mi nariz olfateó el aire y miré a la
cocina para ver el mejor trasero, escarbando debajo de mis armarios. Estaba
82

más que contento de ver que Kat se había quedado.


Página
Poniéndose de pie con rapidez, Kat se golpeó la cabeza con la encimera.
—¡Ouch! —gritó—. Maldición. —Se estaba frotando la cabeza cuando se dio la
vuelta y me miró—. No debes sorprender a una chica cuando tie…
Kat dejó de hablar y se quedó con la boca abierta. Estaba frente a mí y
miraba fijamente mi parte inferior. Mierda, había olvidado que estaba desnudo.
No había planeado que ella fuera la intrusa en mi casa. Me tapé con la mano y
me reí al ver su cara. —Puedes seguir disfrutando de las vistas o puedes darte
la vuelta mientras busco un par de calzoncillos.
Se dio la vuelta, pero no se me pasó por alto que tenía la cara roja.
Cuando me dio la espalda, pude ver lo que creía que era mi apartamento. Cada
centímetro del lugar estaba impecable. No había botellas vacías, cajas o ropa
por ningún lado. Ahora entendía por qué olía a solución limpiadora.
—¿Limpiaste mi casa?
Seguía de espaldas. —Bueno... sí. Sabes que esto estaba asqueroso,
¿verdad? Apenas podía caminar sin caer en alguna trampa mortal. Me desperté
hace un rato y pensé en hacerte un favor.
Me quedé de piedra. Kat no solo se quedó conmigo, sino que me estaba
cuidando. Eso hizo algo en mi corazón. Necesitaba hacer algo, me acerqué por
detrás y le besé la nuca. Con mis labios aún en su pelo, le dije: —Gracias.
—De nada. —Hubo un silencio incómodo por un instante y luego volvió
a hablar—. ¿Timber?
—Mmmm...
—Ve a buscar algo de ropa.
Solté una carcajada. —Vale, pero solo porque lo pediste amablemente —
le dije con sarcasmo y le di una palmada en el culo antes de darme la vuelta y
retirarme a mi dormitorio. Ella chilló y se frotó el culo.
—Idiota —me gritó.
Encontré unos pantalones cortos de gimnasia limpios, me los puse y
volví a la cocina. Kat estaba ocupada con una sartén y un cartón de huevos. En
un rincón había una cafetera con una jarra recién hecha. Yo no tenía cafetera. De
hecho, no tenía huevos. ¿Qué carajo? ¿Cuánto tiempo llevaba dormido y qué
hora era? Mi móvil estaba encima de la televisión, enchufado a un cargador.
Pulsé el botón del lateral y se iluminó. Era la una y solo había pasado medio
día.
—¿Revueltos o fritos? —exclamó Kat.
83

Me detuve a pensarlo.
Página
—Fritos. —Regresé a la cocina y apoyé la cadera en la encimera. La
observé moverse por mi espacio como si viviera aquí. Como si conociera el
lugar, sacó leche de la nevera, que yo tampoco tenía, y siguió cocinando. Me
sentía como en una especie de zona crepuscular. No estaba enfadado, pero era
un poco inquietante. Me había dado cuenta de que las pocas cajas que tenía por
ahí ya estaban desembaladas y guardadas.
—¿Desempacaste mis cajas?
Dejó de hacer lo que hacía y se volvió hacia mí, con una espátula aún en
la mano. —Sí, lo siento. Sé que no debería haber tocado tus cosas, pero este
lugar realmente estaba destrozado. Solo quería hacerlo más acogedor para ti,
supongo.
—Kat, no tengo cafetera.
Parecía avergonzada mientras jugueteaba con el mango de plástico de la
espátula. —Fui a comprar una.
—No tengo huevos.
Ahora ni siquiera me miraba a los ojos. —Fui al supermercado y compré
algunos, junto con algunas otras cosas. En realidad, no es una gran cosa.
—Sí, lo es. —Su cabeza se elevó a mirarme. Negué con la cabeza, una
pequeña sonrisa en el borde de mis labios—. ¿Por qué me trajiste estas cosas?
Se encogió de hombros. —¿No necesita café y huevos todo el mundo?
—No.
Enderezó la espalda, con tono áspero. —Bueno, yo sí, y estoy aquí ahora
mismo, así que te estoy haciendo el puto café y los huevos. Puedes darme las
gracias, o puedo recoger esta mierda y llevármela a mi casa y disfrutarla a solas.
—Terminada su breve perorata, me dio la espalda y siguió cocinando, actuando
con total indiferencia.
Esbocé una sonrisa diabólica, aunque ella no podía verla. Me acerqué y
me paré encima de ella. Puse los brazos a ambos lados del cuerpo de Kat,
enjaulándola, y me incliné para oler los huevos. Dejó de hacer lo que estaba
haciendo y se quedó completamente quieta. Al igual que la noche en el bar,
acerqué mis labios a su oreja y soplé suavemente, disfrutando de ver cómo se le
ponía la piel de gallina.
—Gracias. Has sido muy considerada.
Me incliné y besé suavemente la piel de su cuello. La sentí estremecerse.
Me excitaba saber que provocaba una reacción en ella. Sin embargo, justo
84

cuando pensaba que tenía la sartén por el mango, me tomó por sorpresa. Se dio
Página

la vuelta y me miró acalorada antes de casi abalanzarse sobre mí. Sus labios se
estrellaron contra los míos. Todo su cuerpo chocó conmigo y no pude evitar el
gruñido que salió de mí. Kat separó ligeramente los labios y su lengua apenas
rozó mi boca. Eso me impulsó a profundizar el beso, abriendo la boca por
completo e introduciendo mi lengua en la suya. Sabía a café mezclado con su
barra de labios de fresa. Era embriagador al mezclarse con su aroma a coco.
Como no quería agacharme más y necesitaba sentirla aún más, me rodeé el
cuello con sus brazos y la cogí por la parte superior de los muslos, caminando
hacia la encimera que no estaba en uso. Ella accedió fácilmente y se agarró.
Cuando la dejé sobre la superficie dura, rompí el beso brevemente,
arrastrando los labios por el lateral de su boca hasta su cuello. Ella inclinó la
cabeza hacia un lado, dándome acceso completo a su delicada piel. Recorrí su
clavícula hasta el hueco de su cuello. Cada parte de ella olía increíble. Gimió
suavemente, y mi pene, ya duro, dio un respingo al oírla. Volví a acercarme a su
boca, la miré a los ojos y le aparté el pelo que le había caído sobre la frente.
Cerró los ojos cuando mis dedos la tocaron. Dios, deseaba a esta chica más que
a nada en mi vida.
Volví a acercar mi boca a sus labios exuberantes y me obligué a ir más
despacio. Quería saborearla. La besé suavemente. Sus manos se hundieron en
mi pelo, acercándome aún más. Me volvía loco y me resultaba imposible ser
delicado. Mis manos rodearon su espalda y bajaron hasta sus nalgas. Agarré sus
mejillas y apreté su cálido centro contra mi pene tieso, apretándome contra ella.
De repente, Kat rompió el beso y me dio un sutil empujón, indicándome
que diera un paso atrás. Me quedé allí de pie, observando cómo su pecho subía
y bajaba en rápidas respiraciones. Mi propia respiración era agitada y mis
pantalones cortos se abrieron delante de mí. ¿Qué había pasado? Creía que nos
gustaba a los dos. Me maldije a mí mismo por haber presionado demasiado y
demasiado rápido. Me pasé la mano por el pelo revuelto que ella me había
estado tirando hacía menos de treinta segundos. Pasaron unos minutos en
silencio y ella bajó la mirada. Necesitaba romper la tensión que había en el aire.
—Kat, ¿hice algo mal?
Negó con la cabeza. Vaaaale... entonces, ¿qué era? La miré atentamente,
esperando que me diera alguna indicación de qué hacer para mejorar la
situación, pero no obtuve nada.
—Escucha, lo siento por presionarte. Si te he hecho daño, no era mi
intención.
Fue entonces cuando me miró, con los ojos brillantes de lágrimas no
derramadas. —No me has hecho daño, Timber.
85

Tragué saliva, intentando encontrar la respuesta adecuada. —¿Qué acaba


Página

de pasar?
Una sola lágrima resbaló por su mejilla. Volvió a mirar hacia abajo. Noté
que le temblaban las manos y empezó a retorcérselas. Sé que no le hice daño,
porque me lo dijo, pero esto parecía algo más. Pequeños temblores sacudían su
cuerpo como si tuviera miedo de algo. No era una reacción normal a lo que
acababa de pasar entre nosotros. Volví a dar un paso hacia su espacio y ella
levantó la mano, deteniéndome en seco.
—Por favor no —pidió. Sus ojos estaban llenos de tristeza.
—¿Qué ocurre, Kat?
—No quiero hablar de ello. —Se mordió el labio y miró hacia la cocina.
Jadeó y giré la cabeza en su dirección. Nos habíamos olvidado de los huevos
que seguían cociéndose. Se estaban quemando y empezaban a echar humo. Me
incliné y agarré el asa, tirando la sartén al fregadero. El agua chisporroteaba al
tocar el metal caliente. Bajó de la encimera y preguntó—: ¿Te importa si uso tu
ducha? No me he duchado desde ayer y me siento un poco sucia.
Sabía que quería decir algo más, pero asentí con la cabeza.
—Por supuesto. —Cuando Kat se alejó y desapareció tras la puerta
cerrada del baño, respiré hondo. Mi cuerpo estaba lleno de nervios, pero por
suerte mi pene se había calmado. Algo que yo había hecho la había empujado a
parar, lo que estaba pasando. Nunca una chica me había parado así. Quería a
Kat, pero no estaba seguro de qué hacer en este momento. Caminé hacia la
mesa y me senté. Me incliné hacia delante y apoyé los codos en las rodillas.
Reproduciendo los escenarios en mi cabeza, pensé que tal vez si lo intentaba de
nuevo, ella posiblemente dejaría que continuara y terminaríamos haciendo lo
que ambos claramente queríamos. Y ella no podía mentirme al respecto. Había
sentido su cuerpo enroscado por la necesidad. O podía volver a intentarlo y que
ella me apartara como acababa de hacer, y yo me iría con el peor caso del
mundo de bolas azules y ella podría no volver a hablarme nunca más.
No pude soportar la última parte. Mirando alrededor de mi casa, algo en
esta chica me mostró que empezaba a preocuparse. Limpió todo y desempacó
mis cosas. Demonios, incluso fue a comprar comida por mí. La gente no hace
eso sin más. Ayudan, pero no tanto como ella lo había hecho en las últimas
veinticuatro horas. Además, considerando cómo me encontró ayer, nunca
entendería por qué no cerró la puerta y se fue. Debía de parecer un completo
lunático soltando mis problemas como un loco. Tengo demasiada mierda en mi
cabeza como para llenar la suya con la misma mierda. No le haría eso a ella. Y
algo me decía que ella estaba lidiando con sus propios demonios ahora mismo y
no necesitaba que la molestaran con los míos. También me di cuenta de que,
independientemente de cómo me hubiera visto, no me sentía ni remotamente
86

avergonzado. Si me hubiera visto cualquier otra persona, habría estallado y me


Página

habría enfadado. Pero ella me consoló como nadie lo había hecho antes.
Oí que el agua de la ducha se cerraba unos diez minutos después de que
ella entrara. Salió con unos pantalones cortos negros que dejaban ver sus
preciosas piernas y una camiseta gris de tirantes. El pelo de Kat seguía mojado
y la luz que entraba por las ventanas del salón reflejaba sus mechas rojas,
haciéndolas más vivas.
—¿Tienes algún cepillo que pueda usar? —preguntó.
—Tengo un peine. ¿Te sirve?
Kat asintió con la cabeza y pasé a su lado de camino al baño. Me siguió.
Metí la mano en el botiquín, le di mi peine negro y me aparté. Empezó a
cepillarse los largos mechones, con pequeñas gotas cayendo de las puntas de su
pelo mojado. Me entraron unas ganas terribles de quitarle el peine de la mano y
peinarla yo mismo, pero me mantuve a distancia. En lugar de eso, le hice una
pregunta.
—¿Te tomaste la noche libre?
Me miró a través del espejo y asintió con la cabeza.
—¿Le pareció bien eso a Ed?
—Si. Nunca pido tiempo libre, así que estuvo más que encantado de
dármelo.
—¿Te preguntó por qué? —pregunté.
—No, sabe que si quisiera hablar con él de ello, lo haría.
Ahora era mi turno de asentir. Me quedé mirándola hasta que terminó de
deshacer todos los nudos. —¿A qué hora tienes que estar en el trabajo esta
noche?
Se giró y me miró, apoyándose en el lavabo. —No tengo que estar hasta
las cinco.
Necesitaba que se sintiera relajada. —Tengo una idea. ¿Qué te parece si
alquilamos unas películas y nos tumbamos en el sofá hasta que te tengas que ir?
—Me acerqué y le toqué las costillas. Intentó apartarse de mi alcance, pero soltó
una risita—. Venga, será divertido.
Me sonrió. —De acuerdo.

***
87

Fuimos rápidamente a la versión de Blockbuster de Port O'Conner, que


en realidad era una gasolinera con una pequeña selección de películas. Resultó
Página
que Kat era un poco romántica. Eligió una vieja película de Molly Ringwald y
Agua para Elefantes. Levanté una ceja cuando se me acercó con sus dos películas.
—¿Qué? Dijiste que podía elegir, y esto es lo que he elegido. Acéptalo.
—Siempre tan descarada —reí.
También había agarrado algo para picar, porque no tenía ni idea de lo
que había comprado en la tienda. Volvimos a mi casa, entré y empecé a poner el
primer disco. Kat cerró las cortinas, dejando la habitación bastante oscura.
Cuando estuvimos listos, me acomodé en mi sitio habitual en la esquina del
sofá. Kat se acercó y se acurrucó a mi lado, apoyando la cabeza en mi pecho. No
esperaba que se acurrucara a mi lado, pero no me quejaría. Apoyé mi mano en
la curva de su cadera y nos sentamos a ver la película en silencio. Dos horas
después, empezaron a rodar los créditos y Kat se apoyó en su brazo.
—¿Te gustó?
—Bueno, me pareció increíble que al final el elefante fuera un asesino.
Quién diría que la trompa es un arma tan poderosa. Bueno… ahora que lo
pienso, mi trompa es bastante fuerte. —Le enarqué las cejas. Ella me dio una
palmada en el pecho y se rió.
—Eres ridículo —dijo.
Me levanté y estiré los brazos por encima de la cabeza, la miré y la
sorprendí mirándome la piel del estómago donde se me había subido la
camiseta. Si no la conociera, habría pensado que parecía una mujer hambrienta,
por la forma en que sus ojos se clavaban en mí. Iba a poner otra película, pero la
forma en que me miraba me estaba acalorando un poco, así que cambié de
dirección y me dirigí a la cocina a por agua helada. Cuando los pantalones se
me aflojaron un poco, volví al salón, donde la vi de pie mirando las fotos que
tenía en las estanterías empotradas.
Me acerqué por detrás. Sin darse la vuelta, me preguntó: —¿La echas de
menos?
La rodeé y cogí la foto en la que aparecía con mi madre.
—Todos los días —dije—. Era alguien a quien admirar. No había día en
que no supiera que mi madre me apoyaba. ¿Sabías que, cuando yo tenía ocho
años, mi madre recibió una llamada del señor Beck, el dueño de la tienda de
caramelos Penny, y le dijo que me había visto metiéndome un montón de
caramelos en los bolsillos? Mamá colgó el teléfono con él y vino a preguntarme
qué había pasado. Mentí, por supuesto, y le dije que yo había pagado esos
caramelos y que el señor Beck estaba siendo malo porque no le gustaba que mis
88

amigos o yo entráramos en su tienda. —Me reí del recuerdo—. Mamá volvió al


teléfono y llamó al señor Beck y le dijo que se podía ir a la mierda. —Me reí un
Página
poco más—. Mamá nunca decía palabrotas, así que escucharla decir “mierda”
fue bastante épico.
Kat se rio. —Parece que te amaba mucho.
Mirando la foto de nosotros, con los brazos de mi madre rodeándome los
hombros mientras estaba de pie detrás de mí, besándome la mejilla, dije: —Sí…
me amaba. —Gentilmente coloqué la foto de vuelta en el estante.
—¿Timber?
—¿Sí? —dije tranquilamente.
—Creo que tenemos que hablar sobre anoche.
Asentí aunque ella no podía verme. Me di la vuelta y caminé hacia el
sofá, me senté y me incliné hacia adelante. —¿Qué quieres saber? No puedo
prometerte que te lo cuente todo, pero supongo que mereces saber algunas
cosas.
Ella se acercó y se sentó a unos centímetros de mí.
—¿C-cuánto tiempo estuviste allí? ¿Ya sabes… en Irak?
Su tartamudeo me hizo mirarla. Aquellos ojos color avellana parecían
mirar fijamente las profundidades de mi alma, y de nuevo sentí que podía
hablar sin que aquello me aplastara. Respiré hondo.
—Dos despliegues. Tres años en total.
—¿Fue difícil?
—Algunos días. Otros días, no.
—¿Estabas así después de tu primer despliegue?
—Supongo que no. Hubo ciertos aspectos con los que luché. Pero estoy
seguro de que todos luchamos de alguna manera cuando volvemos. Tenemos
que volver a adaptarnos a la vida, igual que nuestras familias tuvieron que
adaptarse a tenernos de vuelta en casa.
—¿Qué pasó esta última vez entonces que te hizo... ya sabes? —Se
mordió el labio después de preguntar.
Exhalé un suspiro pesado.
—No estoy seguro de que eso sea algo que pueda responder por
completo. —Sin embargo, como necesitaba que ella supiera algo, continué—:
Trabajaba todos los días con el mismo grupo de chicos. Comíamos juntos,
dormíamos juntos en la misma habitación, entrenábamos y patrullábamos
89

juntos. Básicamente, todo lo que podíamos hacer juntos, aparte de mear y cagar
juntos, lo hacíamos. Obviamente, era fácil para todos nosotros intimar. Se
Página
convirtieron en mis hermanos. Como yo había sido hijo único, supuse que así
debía de ser tener un hermano. No había nada que no hubiera hecho por ellos.
—Tragando saliva, sus ojos se dirigieron a mi nuez de Adán—. Incluso habría
muerto por ellos. Si hubiera habido disparos o bombas, me habría lanzado
delante de ellos sin pensármelo dos veces.
Necesitaba parar y respirar. Esto era más de lo que nunca le había dicho
a nadie. Ni siquiera a los malditos terapeutas a los que te envía el ejército
después de haber pasado por lo que yo pasé para que te ayuden a interrogarte y
a descomprimirte. Les había dicho lo que querían oír. Había mantenido mis
palabras mecánicas y sin emociones. Después de tanto tiempo, se dieron por
vencidos y me dieron de baja. Con la mano de Kat frotando círculos relajantes
en mi espalda, sabía que no me juzgaría. Me estaba escuchando, no soltando
términos médicos ni sugiriendo medicamentos para ayudarme a sobrellevar la
enfermedad o a dormir. Continué.
—Un día, dos semanas antes de volver a casa, salimos de patrulla. Todo
era rutinario. Habíamos rozado el parámetro del lado occidental de Faluya y
luego nos dirigíamos de vuelta a la base. Pero entonces algo me llamó la
atención. Habíamos visto cosas a lo largo de unos meses, algunas que habían
levantado banderas rojas. No nos habíamos detenido a comprobarlo porque nos
habían enseñado que si no nos afectaba directamente, debíamos dejarlo estar.
Sin embargo, habíamos hablado como equipo de que si volvíamos a ver algo
así, lo investigaríamos. —Kat había hecho una pausa en sus caricias, pero lo
retomó cuando dejé de hablar—. Cuando detuvimos el vehículo, todo pareció
suceder tan rápido que apenas pude procesarlo. Lo que sí sé es que cuando dije
que habría protegido a mis hermanos a toda costa... bueno, también lo decían
en serio. Ese día los perdí a todos. Fui el único superviviente de mi escuadrón y
de otro escuadrón que nos había acompañado.
—Dios mío, Timber, lo siento mucho —dijo. Podía oír las lágrimas en su
voz, pero ahora mismo no quería verlas. Me sentía demasiado expuesto.
—No hay nada que lamentar. Ninguno de nosotros lo vio venir, y nunca
debí decirles a los chicos lo que había visto.
—¿Qué viste?
Negué con la cabeza. —Eh... No puedo Kat, no ahora.
Miré el reloj digital que estaba encima de mi televisor. Eran casi las cinco
y le dije que era hora de que se fuera a trabajar. Cuando se levantó, también me
levantó a mí. Cuando sus pequeños brazos me rodearon por la cintura y me
abrazaron con fuerza, podría jurar que sentí que se me pasaba un poco el dolor.
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Aquella personita se aferraba a mí como si quisiera mantenerme entero. Fue


uno de los gestos más amables que podría haberme dado. Me quedé en sus
Página
brazos, con los míos apoyados en sus hombros y la mejilla apoyada en su
cabeza. No me tenía miedo y no me juzgaba. ¿Cómo pude encontrar este
diamante en un mundo tan duro y oscuro?

91
Página
Traducido por Verito & Jasiel Odair
Corregido por Josmary

En las últimas tres semanas, de alguna manera Timber y yo habíamos


encontrado una cómoda rutina el uno con el otro. Me había dado cuenta de que
iba a estar en mi vida durante todo el tiempo que viviera aquí, y tenía que dejar
de ser una zorra tan fría con él. Después de que me contara la historia de sus
compañeros caídos, no pude evitar abrirle mi corazón. Tenía que dejarle entrar
y formar parte de mi vida y no ser tan reservada. No había otra forma de
describir cómo me sentía a su lado que... segura. Me hacía sentir completamente
protegida, y no en el mismo sentido en que me sentía segura cerca de Beaver o
de mi tío, sino en el sentido de que me comprendía. Si necesitaba que me
dejaran sola, me dejaba sola, pero nunca estaba demasiado lejos. Si necesitaba
sentirme segura, me rodeaba con sus brazos y me hacía sentir que estaba
completa y no solo una pieza. Si necesitaba un amigo, se sentaba y escuchaba
cuando yo hablaba de cosas que habían salido a la superficie. De alguna
manera, Timber se había metido en mi vida y se había convertido en una
persona en la que podía confiar. El único defecto de nuestra relación
semiperfecta era que ambos teníamos secretos que no queríamos compartir. Me
había callado todo lo que había pasado con Adam. De alguna manera sabía que
si Timber se enteraba, se echaría toda la culpa a sí mismo y no quería que
cargara con mi culpa. Desgraciadamente, algo sucedió hace unos días y estaba
segura de que él tenía una idea bastante clara de lo que me había pasado.

—Entonces, ¿qué planes tienes para esta noche? —le pregunté a Timber
mientras me llevaba al bar. Iba a su casa casi todos los días para salir.
92

Agitó mi cabello. —¿En serio, Kat? ¿Qué he hecho cada noche desde hace unas
semanas?
Página
Escondí mi sonrisa. —De acuerdo, buen punto. Simplemente no entiendo por
qué crees que debes estar en el bar toda la noche. Beaver está ahí de guardia. Además, no
va a pasarme nada.
Se detuvo y me hizo detenerme junto a él. —Sabes por qué.
De hecho, no lo sabía. Nunca me había hablado sobre cosas personales. Solo se
hizo cargo de cierto taburete del bar cada noche, toda la noche, y salía conmigo la
mayoría de los días que no trabajaba. Yo lo había aceptado, pero jamás lo cuestioné.
Quizás era tiempo de que comenzara a preguntar.
—No, Timber, no sé por qué. Nunca hablamos mucho sobre cosas que no sean
superficiales. Pero ahora te estoy preguntando... ¿por qué estás conmigo todo el tiempo?
Pasó la mano por su cabello, tirando de los extremos, como solía hacer cuando
estaba frustrado. —No tengo una razón, Kat. Simplemente disfruto estar cerca de ti.
Sus ojos se movían por toda mi cara como si estuvieran buscando algo. El aire
entre nosotros cambió de liviano y despreocupado a pesado y denso, con lo que solo podía
precisar como calor este aire ya demasiado caliente de Texas. Timber dio un paso hacia
mí, y yo retrocedí un paso. Mi movimiento causó que él me levantara una ceja. Se movió
de nuevo e hice lo mismo. Unos pocos pasos más y mi espalda tocó una fría pared de
ladrillo. No lo había notado antes, pero nos habíamos metido a un callejón entre la
farmacia y la tienda de pizza, la cual estaba sorprendentemente tranquila para una tarde
de viernes.
Miré a los ojos de Timber. Juro que jamás había visto tal hambre como vi en su
mirada. —¿Qué estamos haciendo, Timber?
—No estoy seguro, pero se siente bien y seguiré con ello. —Su voz se volvió
ronca y profunda.
No tuve chance de responder, porque de repente su boca descendió a la mía. Este
no era el beso suave que compartimos hace unas semanas. No, este era agresivo y brutal.
Estaba segura de que mis labios estarían heridos, y no me importaba. Todo el aire dejó
mis pulmones mientras él presionaba mi cuerpo contra el áspero ladrillo. Sentí mis
hombros expuestos comenzar a magullarse por los bordes dentados. Timber presionó su
lengua contra mis labios, demandando entrar. No tenía que pedir demasiado porque me
sentía tan hambrienta como él. Mi boca se abrió y él se zambulló en ella, probando cada
centímetro de mí. Lamió, chupó, mordió y mordisqueó mis labios y lengua.
Cuando se alejó un poco, me faltaba el aire. Timber ni siquiera se tomó un
momento para respirar. Cuando levanté mi cabeza para respirar en el aire húmedo, se
dio cuenta de que mi cuello estaba disponible y bajó su cabeza para lamerme con
suavidad. En esta ciudad tan calurosa, se las arregló para provocar piel de gallina por
93

todo mi cuerpo. Estaba acalorada y tuve que apretar mis piernas juntas para ahogar el
deseo que sentía en mi núcleo. Mientras su boca estaba en mi cuello escuché su profunda
Página

risa sonar en su pecho.


—¿Te gusta lo que te estoy haciendo, Kat?
Su boca siguió asaltando mi cuerpo cubierto de sudor. Había bajado aún más y
su boca acariciaba la piel del borde de mi camiseta negra de tirantes. Me mordisqueó la
parte superior de los pechos y no pude evitar el gemido que se me escapó. Sus manos me
sujetaban firmemente por las caderas, pero ahora me rodeaban con fuerza y sus grandes
manos me tocaban el culo. Me apretó contra él y pude sentir exactamente lo que le
estaba haciendo. Su polla me empujaba contra el estómago y me entraron ganas de llorar
porque estaba más alta de lo que yo necesitaba. Agarrándole el pelo con fuerza, le levanté
la cabeza y le miré. Sus ojos azules estaban casi completamente cubiertos por el negro de
sus pupilas. Mis manos seguían sujetándole la cabeza cuando me dedicó la sonrisa más
diabólica que jamás había visto. Hizo que mi agarre se debilitara y él aprovechó para
volver a acercar su boca a la mía, esta vez con un poco más de ternura. Timber utilizó
sus dientes y tiró de mi labio inferior antes de soltarlo y hablar contra mi boca.
—¿Qué quieres?
No podía hablar. Mi corazón latía tan erráticamente que no podía formar
palabras ni aunque quisiera. Y aunque pudiese, ¿lo haría? No sentía un deseo como este
desde... bueno, nunca.
Adam se había asegurado de que yo nunca volviera a ser normal en lo que
respecta a cualquier tipo de experiencia sexual. Me había tocado un hombre desde Adam
y me había dado escalofríos. Sin embargo, ahora no me encogía. No, estaba lista para
abrirme y dejar que Timber me tomara como quisiera. Me hizo olvidar que odiaba las
manos de un hombre sobre mi cuerpo. Me hizo necesitar sus caricias.
Ansiaba las manos de Timber. Ni siquiera estaba segura de cómo era posible
cuando apenas me había tocado para empezar. Excepto que, durante la última semana,
me había despertado de sueños tan vívidos que estaba empapada entre las piernas y al
borde del orgasmo. Cada noche, Timber me daba placer y yo estaba al borde de la
explosión cuando, de repente, la voz de Adam penetraba en el sueño. Me despertaba
temblando de miedo. Mi cuerpo estaría tan tenso porque estaba listo para esa liberación,
pero mi mente no le dejaría terminar el trabajo. Estaba necesitada y aterrorizada al
mismo tiempo. Incluso ahora, la sola idea de que Adam se interpusiera entre Timber y
yo me daba ganas de vomitar.
Timber rompió mis pensamientos cuando tronó sus dedos frente a mi cara y dijo:
—Kat, cariño, ¿estás bien? ¿A dónde fuiste?
Mi voz salió temblorosa y rasposa. —¿Ah? ¿Por qué paraste?
Se veía absolutamente confundido. —¿Qué quieres decir con por qué paré? Kat,
acabas de empujarme y decirme que no te tocara nunca más.
94

—¿En serio? —A duras penas pude encontrar su mirada.


Página
Su voz se endureció. —¿Qué mierda está pasando, Kat? —Muy gentilmente
levantó mi barbilla y me forzó a mirarlo. Las lágrimas se acumularon en mis ojos y unas
pocas bajaron por mis mejillas—. ¿Qué te pasó?
Tragué con fuerza. —Nada. Lo s-siento, no me di cuenta de que te alejé.
—Mierda, Kat. Creo que es hora de hablar. Nadie se involucra tanto y luego se
aparta diciendo “no me toques”. ¿Dónde te fuiste hace un momento?
No tenía ni idea de que me había metido en mi propia cabeza y me había apagado.
No había forma posible de explicar esto. Me llevé las manos a la cara, suspiré e intenté
zafarme de su agarre. Me sujetó firmemente contra la pared. Dado que mi cabeza no
estaba en el lugar correcto y él me impedía moverme, arremetí contra él. —¡Aléjate de
una puta vez, Timber!
—¿Qué pasa contigo, Kat? ¡No! No iré a ningún lado hasta que me digas qué
acaba de pasar.
—Suéltame.
—No, no hasta que hables.
—¡Te dije que me soltaras, Timber! —grité.
Sus ojos eran firmes e inflexibles. Me enojó y quería golpearlo. Así que lo hice, o
al menos traté. Había olvidado que él era más fuerte y más rápido que yo. Atrapó mis
muñecas antes de que hiciera contacto con su mejilla. Mi temperamento se encendió aún
más. Levanté mi otra mano y traté de golpear su otra mejilla. De nuevo, la atrapó. Sus
grandes manos bajaron mis manos a mi costado. Grité con frustración.
—No tengo idea de qué está pasando contigo, Kat, pero tienes que decirme. —Se
inclinó y descansó su frente en la mía. Yo era un hervidero. Me ponía furiosa que me
tuviese atrapada y aun así fuese tan suave al respecto.
—Simplemente no quiero que me toques. ¿Por qué es eso tan difícil de entender?
Levantó su cabeza y me miró. —Oh, quizás creas que puedes mentirme, cariño,
pero tu cuerpo no. Ya estabas lista y frotándote sobre mi polla, Kat. Estabas excitada y
restregándote por mi pene, Kat. Apostaría a que si te metiera la mano en las bragas
tendrías el coño empapado, así que no me mientas.
Quería odiarlo por hablarme así. Peor aún, todavía podía sentir lo húmeda que
estaba. Mi mente estaba en un frenesí total y solo necesitaba escapar. Respirando hondo,
cerré los ojos e intenté concentrar toda mi energía en mis movimientos. Cuando mi
cuerpo pareció relajarse, también lo hizo su agarre. Nunca lo vio venir. Me zafé de su
agarre, me agaché hacia la izquierda y salí corriendo por el callejón. Le oí perseguirme.
Aunque sabía que no debía temerle, todo mi interior me decía que corriera. Mi cuerpo
95

estaba en modo huida. Al oír sus zapatos golpeando el pavimento, supe que me estaba
alcanzando. Tenía el pecho apretado por la corta distancia que acababa de recorrer y
Página

sabía que no podría correr más que él, pero mis pies no me dejaban parar. De repente,
dos fuertes brazos me rodearon y Timber me sujetó ambos brazos en cruz sobre el pecho.
No podía moverme. Luché contra su agarre, empujando con los pies contra el suelo. Me
levantó con facilidad, como si no pesara nada, y me sostuvo en el aire. Intenté darle una
patada en la ingle, pero se anticipó a mi movimiento.
—Jesucristo, Kat, ¿podrías calmarte? No te haré daño —me dijo al oído.
—Te odio. ¡Suéltame! —grité y continué peleando.
Su agarre se hizo más fuerte, casi hasta el punto del dolor. Cuando sus dedos me
mordieron las muñecas, la sensación de dolor se filtró en mi psique y me permitió volver
a la realidad. Mi lucha disminuyó lentamente y él empezó a hablarme suavemente al
oído.
—Estoy aquí. No te haré daño. Te tengo. Déjalo salir.
Mi corazón martilleaba en mi pecho, y podía oír los silbidos de la sangre a través
de mis oídos. Cuando mi cuerpo se fue relajando poco a poco, sentí que Timber
retrocedía unos pasos y se apoyaba en una pared. Estaba de espaldas a él y seguía
sujetándome. Mi lucha se convirtió en lágrimas y me dejé llorar. Como llorar de verdad
por primera vez desde el incidente. Ya no empujaba ni pataleaba, sino que me hundía en
los brazos de Timber. Me giró hacia él y me acunó como a un bebé, con un brazo detrás
de la espalda y otro debajo de las piernas. Me acurruqué en su cuello, respiré su aroma y
lloré. La parte delantera de su camisa estaba empapada con mis lágrimas, pero no
pareció importarle.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó simplemente.
Negué con la cabeza.
—Sabes que no puedo dejarlo pasar, Kat. Sé que no quieres contármelo ahora
mismo y lo respetaré, pero esto no va a desaparecer. Me niego a dejar que lidies sola con
lo que sea que tengas en la cabeza.
Permanecí en silencio, con el cuerpo temblando ligeramente por intentar respirar
después de haber llorado tanto.
—Dios, ¿quién te hizo esto? —Sabía que no me hablaba a mí, sino a sí mismo—.
Alguien te hizo algo que no querías, ¿verdad?
Me atraganté con un sollozo. No tenía que decir una palabra. Él sabía la
respuesta.
—Juro por Dios que lo mataré. —Su voz era baja y mortífera—. Voy a perseguir
a quien sea que te lastimó así y voy a destrozarlo pieza por pieza.
No había duda de que hablaba en serio. Le miré con miedo en los ojos. Él no sabía
que era Adam y yo nunca podría decírselo. Nunca lo superaría.
96

—No, Timber. Quiero que te olvides de eso, ¿de acuerdo? Por favor, por favor,
Página

por mí, simplemente déjalo. —El pánico estaba surgiendo en mi estómago. Mis manos
agarraban su camisa en puños apretados sobre su pecho—. Por favor, por favor, por
favor... —repetí una y otra vez.
—Está bien, Kat, está bien. Solo cálmate. Shhhh... respira, cariño. —Hablaba
con su boca en mi frente. Me calmaba y me mecía ligeramente hacia adelante y hacia
atrás, todavía aferrado a mí.
Cuando por fin me soltó, mantuve mi agarre en su camisa. Lo miré a los ojos
mientras él usaba sus pulgares para rozarlos debajo de mis pestañas y secar mis
lágrimas persistentes.
—Lo siento —le susurré.
Parecía confundido. —¿Por qué te disculpas?
—Por enloquecer contigo. Sé que no soy normal. —Mis ojos cayeron al suelo.
—Mírame, Kat. —Puso su mano debajo de mi barbilla, levantándola hasta que
nuestros ojos se encontraron. Su cara se veía suave y comprensiva—. No tienes nada
que lamentar. Sé que no quieres hablar de lo que acaba de pasar aquí y no te voy a
presionar, pero tendré que saber algunas cosas antes de ir más lejos. Tengo mis propias
ideas de lo que te hizo entrar en pánico, y eso me pone tan loco que no puedo ver bien.
Pero nunca pidas disculpas por ello. Porque esa carga fue puesta en ti. No la pediste. Y
quiero que sepas que de alguna maldita forma lo arreglaré. Sabrás lo que se siente querer
ser tocada por un hombre, no obligada.
Si hubiera tenido alguna duda de si sabía o no lo que me pasó, se había ido ahora.
Timber había descubierto lo que había atravesado.
—Ya sé lo que se siente querer tocarte, y que me toques. —Hablé en voz tan baja
que no creí que me hubiese escuchado.
Llevó su boca a la mía y pude sentir su aliento en mis labios. —Puedes tocarme
en cualquier momento que quieras. Y si quieres que te toque, solo di las palabras. —Me
besó suavemente en los labios.
Habíamos salido de nuestro momento cuando un Tahoe que había estado
aparcado en el arcén hizo chirriar los neumáticos y arrancó carretera abajo. La reacción
inmediata de Timber fue empujarme contra la pared y ponerse delante de mí. Fue un
gesto tan dulce, pero completamente innecesario. Se quedó de pie delante de mí, mirando
cómo se alejaba por la carretera. Intenté aligerar su humor riéndome un poco y
diciéndole que estaba actuando como un gran protector. Me dedicó una leve sonrisa,
pero se volvió para seguir mirando cómo desaparecía el todoterreno. Su reacción me
puso nerviosa, pero lo atribuí a que estaba muy tenso después de lo que le había hecho
pasar.
97

***
Página
Terminé mi turno en The Hole y subí a mi apartamento. Me dolían los
pies y estaba deseando poner la cabeza en la almohada y dormirme. Timber
había querido quedarse hasta después del cierre, como hacía normalmente,
pero yo insistí en que no hacía falta y que se iba a dormir cuando yo subiera. Se
mostró reacio y tuve que echarlo prácticamente a empujones por la puerta
principal.
Desesperada por ducharme, me desnudé y me metí en el agua caliente,
sintiendo cómo me relajaba los músculos. Mientras bajaba la cabeza entre los
hombros, oí un crujido en el suelo de madera que parecía proceder del exterior
del cuarto de baño. Al levantar la cabeza, mi corazón empezó a latir con
rapidez. Me quedé lo más quieta posible y agucé los oídos para intentar oír
cualquier otro sonido. Cuando no obtuve nada más que silencio y habían
pasado unos minutos, intenté que mi cuerpo volviera a relajarse. Debía de ser la
madera “asentándose”, como me decía mi padre cuando era niño y los ruidos
me habían asustado. Estaba a punto de coger el bote de champú cuando se oyó
un ruido metálico al otro lado de la cortina de la ducha. Mi corazón se aceleró y
oficialmente me asusté.
—¿Hola? —grité.
No hubo respuesta. Temblaba como una hoja y deseaba no vivir sola en
ese momento. Corrí un poco la cortina para asomarme y ver si había alguien
conmigo. La habitación se encontraba vacía, pero algo me llamó la atención. En
el suelo, cerca del lavabo, estaba mi cepillo del pelo. Habría pensado que se
había caído del lavabo de pedestal, pero estaba segura de que lo había colocado
en los estantes empotrados encima del inodoro. Aunque el cepillo se hubiera
caído de donde estaba, era imposible que hubiera caído donde estaba. Asomé la
cabeza por la cortina y volví a hablar.
—¿Hola? Timber, te lo juro, si me estás jugando alguna broma, te quitaré
toda la piel de los testículos. Esto no es gracioso.
La puerta de mi apartamento se cerró de repente con un fuerte golpe.
Grité con todas mis fuerzas y cogí una toalla lo más rápido que pude. Busqué
un arma en el cuarto de baño, pero lo único que vi fue mi desatascador. Lo cogí
por el mango de madera, me envolví con la toalla y me escabullí por el pequeño
cuarto de estar, encendiendo todas las luces a mi paso. Estaba empapada y
desesperada por salir de allí. Nunca había pasado tanto miedo en toda mi vida.
Colgada de la puerta del armario estaba mi bata de seda rosa que me
llegaba a medio muslo. Sin pensármelo dos veces, me la puse. El pelo me
empapó la tela de la espalda y se me pegó a la piel. Salí corriendo de mi
apartamento y bajé las escaleras, atravesé el bar y salí por la puerta principal.
98

Sin darme cuenta de que me había olvidado los zapatos, corrí las dos manzanas
Página

que me separaban del apartamento de Timber y empecé a aporrear su puerta.


Casi le gritaba que me abriera y me dejara entrar. Me puse de espaldas a la
puerta y escudriñé el aparcamiento, aterrorizada por la posibilidad de que
alguien me hubiera seguido. Cuando Timber abrió por fin, me sobresalté. Moví
el brazo que aparentemente aún sostenía el émbolo y estaba a punto de golpear
a Timber cuando me lo arrebató.
—¿Kat? ¿Qué carajo? ¿Cuál es el problema? —Su voz era atontada, como
si hubiera estado dormido. Estaba sin camiseta y en calzoncillos. Me arrojé a sus
brazos, me levantó y me llevó dentro.
—Cierra la puerta —le dije con voz temblorosa.
—Siempre cierro la puerta, ¿pero qué demonios está pasando? Empieza a
hablar, ahora. —Se sentó en el sofá con mis piernas todavía envueltas alrededor
de su cintura y mis brazos alrededor de su cuello. Llevó sus manos grandes y
tomó mis mejillas—. Kat... ahora.
Las lágrimas empezaron a correr involuntariamente por mi cara. Aún
intentaba asimilar el miedo. —Después de cerrar el bar, cerré como siempre y
subí. Iba a acostarme porque estaba muy cansada, pero antes Mel me había
tirado una copa encima y quise limpiarme. Mientras me duchaba empecé a oír
ruidos. —Sus brazos se tensaron—. Pregunté si había alguien allí. Pensé que tal
vez estabas allí e intentabas sorprenderme o algo así.
—No fui yo, Kat.
—Lo sé. Me pregunté si tal vez solo escuchaba cosas y me asusté por
nada, pero entonces algo en el baño se cayó. Era mi cepillo. Lo había puesto en
un lugar diferente al que normalmente lo hago y no hay manera de que cayera
desde donde estaba hasta donde lo vi.
Una de las manos de Timber se apartó de mi cara y se la pasó por el pelo.
—¿Había alguien en tu apartamento? ¿Viste a alguien?
Negué con la cabeza. —Todavía estaba en la ducha cuando escuché el
golpe de la puerta principal. —Mi cuerpo temblaba con tanta fuerza que mis
dientes comenzaron a castañetear—. Timber, había alguien allí conmigo. —Un
sollozo se arrancó de mi pecho.
—¡Mierda! —gruñó. Levantándome suavemente, me puso en el sofá y
comenzó a pasearse—. ¿Has visto algo más? ¿Escuchaste algo más?
—Nada, no había nada más. Salté de la ducha, me puse mi bata y vine
corriendo.
—Jesucristo, Kat, ¡ni siquiera llevas zapatos! ¿Por qué no me llamaste?
Hubiera ido a buscarte. —Ahora estaba gritando.
99

—¿Por qué estás e-enojado conmigo? —tartamudeé, y me estremecí con


Página

más fuerza.
Timber dejó escapar un rugido frustrado y vino a sentarse en la mesa de
café delante de mí. —No estoy enojado contigo. Estoy molesto porque podría
haberte pasado algo y yo no estaba allí para protegerte. ¿Sabes lo loco que me
habría puesto salir de ese bar esta noche y que te hubieran hecho daño?
Tenía los ojos desorbitados. Podía ver que estaba realmente molesto por
no haber sido capaz de salvarme de quienquiera que estuviera en mi habitación.
—Lo que es peor es que te presentas aquí, apenas vestida, descalza, y
llevando un émbolo, de todas las cosas, como una maldita arma. ¿No pensaste
en agarrar un cuchillo? O mejor aún, ¿tienes un arma?
—¿De verdad querrías que te hubiera atacado accidentalmente con un
cuchillo cuando acabas de abrir la puerta? —La idea me dio náuseas.
—No habría dejado que me hicieras daño, pero esa no es la cuestión, Kat.
Un desatascador no va a hacer daño a nadie. Me preocupa más que eso sea lo
primero que agarraste, o que no lo cambiaras por algo más útil antes de irte.
Cada vez me molestaba más que me regañara por el arma que había
elegido y no me consolara después de lo que acababa de pasar. De pie, me
ajusté la corbata a la cintura y me dirigí a la puerta.
—¿A dónde diablos vas? —exigió Timber.
Giré sobre mis talones y lo fulminé con la mirada. —No voy a quedarme
aquí sentada escuchándote reñirme por agarrar lo más cercano que tenía a mi
alcance. No estabas allí, Timber. Hice lo que tenía que hacer para salir del
apartamento lo más rápido que pude.
Se levantó volando y vino hacia mí como un tren de mercancías,
cogiéndome en brazos e inmovilizándome contra la pared. —No vas a dejar
estas cuatro paredes, ¿me entiendes? —Su respiración era errática—. Iré al bar y
me aseguraré de que sea seguro y las puertas estén cerradas. Necesito echar un
vistazo para ver si se han llevado algo o está fuera de lugar.
—¡No! —grité. Le rodeé el cuello con los brazos y subí por su cuerpo
hasta que mis piernas volvieron a rodearle la cintura—. No me dejes aquí sola.
Por favor... quédate. No quiero estar sola.
Sus ojos azules buscaron los míos. Sabía que quería ser él quien se
ocupara de que todo estuviera bien en mi casa, pero vi la resignación en su
rostro. Suspirando profundamente, me abrazó con fuerza y me acompañó a su
dormitorio. Me dejó sobre la cómoda, abrió un cajón y cogió una camisa larga y
unos calzoncillos. Me los entregó.
100

—Estaré en el salón llamando por teléfono a Beaver. Si no voy a ir a ver


qué pasa, al menos tengo que enviar a alguien a cerrar el lugar de Ed. Vístete y
Página

métete en la cama. Vuelvo enseguida.


Timber se dio la vuelta y cerró la puerta tras de sí, dejándome algo de
intimidad. Me vestí con bastante rapidez y encontré un peine en la cómoda para
cepillarme el pelo. Ya estaba medio seco y encrespado. Totalmente agotada,
hice lo que me había dicho. Apagué la luz y descorrí las sábanas de su cama
para tumbarme en el lado más alejado de la puerta. Aún sentía que la cabeza
me iba a mil por hora, mientras que el cuerpo estaba a punto de hundirme.
Justo cuando cerraba los ojos, oí abrirse la puerta del dormitorio. Miré por
encima del hombro y vi la silueta de Timber en la puerta, y vi cómo se acercaba
a la cama. Se deslizó a mi lado, me atrajo hacia sí y me rodeó posesivamente con
el brazo. Sentí cómo hundía la nariz en mi pelo y respiraba profundamente.
Sabiendo que estaba aquí abrazándome, mi cerebro empezó a apagarse y
empecé a quedarme dormida. Antes de desaparecer del todo, oí a Timber
susurrar: —Estás a salvo. No dejaré que nadie te haga daño.
Me desmayé.

101
Página
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Mire

Terminé no pegando el ojo ni una sola vez. Kat se dio vueltas toda la
noche, gimiendo en sueños. Le acaricié el pelo y traté de acomodar su cuerpo
exhausto. Cada vez que se agitaba, la abrazaba más cerca, y ella suspiraba y se
hundía aún más en mí.
Tenía tanta ira burbujeando debajo de mi superficie que juro que sentí a
mi piel arrastrándose. Pasé horas viéndola la noche anterior y no pude envolver
mi mente en torno a alguien que quisiera hacerle daño a esa pequeña personita
en mi cama. Pesaba casi nada y claramente no podía defenderse. Y para colmo,
descubrí que había sido asaltada sexualmente. No, ella no vino directamente y
dijo esas palabras, pero yo no era estúpido. Nadie se excita tanto al ser tocado
solo para cerrarse por completo y luego luchar como un animal herido tratando
de escapar. Cuando comenzó a empujarme y gritarme que parara, di un paso
atrás. Temblaba a pesar de que no hacía frío, y sabía que no era por lo que yo le
hacía. Había estado asustada.
Dije su nombre varias veces, pero quedó claro que ella no se encontraba
conmigo. Sus ojos se oscurecieron y no pude sacarla de cualquiera que fuese el
infierno en que se hallaba. La última vez que me sentí impotente fue cuando
estuve en Iraq, cuando Holt estuvo sangrando y no pude encontrar una manera
de detenerlo. Me sentí como si mi mente fuera un espiral fuera de control al
verla, pero cuando traté de acercarme a Kat, comenzó a gritar. No tenía ni idea
de lo que me hizo pensar en esto, pero cuando la llamé “Katherine”, recobró la
razón. La ira que dirigió a mí era tan tangible que podría haberla probado. Ni
siquiera se dio cuenta de que la llamé por su nombre tan despreciado, pero
102

alcancé cualquier lugar en el que se encontraba dentro de su cabeza. Ella fue


desde aterrorizada e impotente a feroz y lista para pelear conmigo. Por alguna
Página

razón, me sentí como si esto fuera algo que podía manejar; este lado suyo lo
podía trabajar. No tomó mucho tiempo para que ella hiciera exactamente lo que
esperaba. Se alejó y corrió. Le dejé correr cerca de un centenar de metros para
que pudiera desgastar su energía. Me sorprendí cuando envolví mis brazos
alrededor suyo y encontré que todavía tenía un montón de voluntad para
luchar. Kat era fuerte, pero yo era más fuerte.
Cuando se instaló en mí y finalmente me dejó abrazarla, se sintió como
que fue el momento decisivo para ella; cuando se dio cuenta de que no iba a
lastimarla. Que acudiera a mí en lugar de Beaver o Ed anoche fue importante.
Kat encontraba seguridad conmigo. Pensar en eso me trajo de vuelta a verla
dormir. Mirándola ahora, nadie diría que estaba casi tan rota como yo.
Kat comenzó a agitarse. Cuando sus impresionantes ojos color avellana
se abrieron y me miró, extendí la mano y le toqué la cara. Cada uno de sus
rasgos se suavizó. Seguí pasando mi dedo desde su temple, a través de su
pómulo, luego hacia abajo hasta su barbilla. Se quedó perfectamente inmóvil, lo
que me permitió explorarla. Cuando mi dedo ligeramente se movió sobre la
curva de su labio superior, su boca se abrió ligeramente y su lengua salió,
saboreando mi piel. Mis ojos se abrieron ante la sensación y no pude controlar
endurecerme en mis calzoncillos.
—Cuidado, Kat. Necesito que confíes en mí, pero solo puedo mantener
control hasta cierto punto.
Su voz llena de sueño, dijo—: Entonces no lo tengas.
Sacudí la cabeza. —No, no estás lista para eso.
—¿Cómo sabes para qué estoy lista?
Suspiré y me di la vuelta sobre mi espalda. —Es lo que hacía en el
Ejército, Kat. Leía personas. Aparte de disparar armas de fuego, fui entrenado
para analizar las reacciones de los demás y conocer lo que me rodeaba. —
Volviendo la cabeza para mirarla, le dije—: Y tú no estás lista.
Puso los ojos en blanco en señal de frustración. —No sabes nada. —Se
levantó y comenzó a subir por encima de mí para salir de la habitación.
Agarrando sus caderas, tiré de ella para que estuviera a horcajadas sobre
mi regazo. Sentí su empuje ligeramente moler en mi polla. Gruñí y su
respiración se agitó. Podía sentir su calor a través del fino algodón que nos
separaba. —Sé más de lo que piensas, ahora deja de tentarme. Estoy a bordo
con lo de probar los límites contigo, créeme. Pero después de lo que pasó
anoche, no estás lista. Y no tengo tanta voluntad como para controlarme. Si te
tomara en este momento, sería duro y tosco. La necesidad de reclamarte está
103

fluyendo rampante a través de mí, y no voy a hacerte eso. La primera vez que te
tome, todo será lento y sensual. Necesito que sepas que no te haré daño.
Página
Oí un pequeño jadeo provenir de sus perfectos labios. —Sé que no me
harás daño.
—¿Lo haces?
—Sí —dijo simplemente.
—Ya veremos, ¿no es cierto?
Kat se movió un poco más para crear fricción. Tenía que parar esto ahora
antes de que se me saliera aún más de las manos. La cogí por sus caderas,
sacándola de encima de mí, y le di una palmada en el culo. —Anda y cocíname
un poco más de esos fabulosos huevos, mujer. Voy a necesitar una ducha fría.
Aulló y salió de mi habitación, riendo. Pasé mis manos por mi cara,
liberando un gruñido de frustración. Mierda, ella va a ser mi muerte.

***

Después de que Kat y yo desayunáramos, nos dirigimos a The Hole para


que pudiera echar un vistazo. Beaver planeaba reunirse con nosotros allí y
quería preguntarle si encontró algo fuera de lo normal. Cuando entramos, todo
era aparentemente lo mismo. No había botellas rotas o vidrios, todas las mesas
se encontraban iguales, con las sillas boca abajo en la parte superior de ellas, las
botellas de licor se hallaban todavía en fila ordenadamente detrás de la barra, y
no había un pelo fuera de lugar. Recorrí la habitación, con la esperanza de que
mi ojo cogiera algo fuera de lugar, pero hasta el momento no veía nada. Cada
vez más preocupado, me alejé de Kat y me dirigí hacia la sala que llevaba a la
escalera hasta su apartamento. Llegué a la conclusión de que quienquiera que
hubiera estado aquí, estuvo por una cosa. Y esa cosa me seguía detrás por las
escaleras.
Cuando abrí la puerta, Kat trató de dar un paso tentativo. Mi brazo salió
disparado para evitar que se moviera más.
—No, primero quiero asegurarme de que el lugar es seguro antes de que
entres.
Me miró con ojos asustados. —¿Crees que alguien podría seguir aquí?
—Es una posibilidad, pero muy poco probable. Creo que cuando huiste,
ellos también lo hicieron.
Se quedó en la cocina mientras yo hacía el trabajo rápido de revisar todo
104

a través de su habitación y cuarto de baño. Los armarios estaban vacíos y nadie


se encontraba debajo de su cama. Cuando salí del baño, le di un movimiento de
Página

cabeza de que podía seguir adelante.


—Empieza aquí. Dijiste que tu cepillo se cayó al suelo. Muéstrame dónde
normalmente lo tienes.
Entró y me quedé a un lado mientras me explicaba dónde guardaba
todo. Escuché e hice un poco de trabajo en mi cabeza. Kat se hallaba en lo
cierto. No había forma que el pincel aterrizara en ese lugar si hubiera caído de
las estanterías. Incluso intentamos inclinar hacia fuera uno de ellos solo para
ver. Ni una sola vez aterrizó cerca de donde lo encontró. Eso significaba que
alguien estuvo, de hecho, aquí con ella, mientras se duchaba. Mi sangre ya
hervía desde la noche anterior, pero estar aquí y saber que estuvo desnuda e
indefensa, mientras que algún hijo de puta revisaba alrededor de sus cosas,
probablemente esperando su momento hasta que ella saliera, me puso tan
enojado que me temblaban las manos.
Con la mayor calma posible, le dije: —Kat, necesito que compruebes tu
habitación.
La habitación era un plano de piso abierto, por lo que pude ver cómo se
acercó a donde se hallaba su cama. Empezó a abrir los cajones de la cómoda y
sacó una muda de ropa. Ni siquiera pensé en que todavía tenía mi ropa. Si por
mí fuera, me gustaría mantenerla en ella. La camiseta le quedaba holgada, y
apenas se podía ver al bóxer asomándose debajo. Sus piernas eran de color
blanco lechoso y suave. El único toque de color era el tatuaje en su muslo. Vi
como sacaba un par de pantalones cortos y una camiseta sin mangas, pero
cuando abrió otro cajón, se detuvo.
—Timber. —Su voz fue un poco más alto de lo normal con un borde de
miedo.
—¿Qué pasa? —Me dirigí rápidamente a ella.
—Mi ropa interior desapareció por completo. —Sus ojos se encontraron
con los míos.
Bajé la mirada al cajón vacío. —¿Esto normalmente está lleno?
Asintió. —Por lo general está tan lleno que apenas puedo cerrar el cajón.
—Los ojos de Kat se dispararon por todo el lugar—. Oh, Dios mío, mi loción del
cuerpo se ha ido también. —Puso la mano donde supuse que normalmente se
encontraba la loción—. Mierda, creo que voy a vomitar.
Corrió al baño y le oí vomitar el desayuno que acabábamos de comer. La
seguí y le saqué el pelo de la cara, frotando su espalda mientras las arcadas
atormentaban su cuerpo. Si no hubiera estado sentado aquí cuidando de ella,
estoy bastante seguro de que estaría inclinado sobre este inodoro haciendo lo
105

mismo. Me sentía absolutamente indignado que alguien tuviera sus objetos


personales. No es como si un pervertido hubiera llegado aquí, tomado un par
Página
de bragas he ido. No, él robó todas. Esta persona también se llevó su olor. El
jodido olor que me encantaba de ella, y ahora alguien más lo tenía.
Kat se sentó de nuevo cuando parecía ya no tener nada. Se limpió la boca
con el dorso de su mano. Me acerqué y encontré un paño mojado abajo y se lo
entregué.
—Gracias. —Su voz sonaba ronca.
Justo en ese momento, alguien llamó a la puerta y oímos a Beaver gritar:
—Hola, ¿están ahí?
—Aquí —le dije, dirigiéndolo al cuarto de baño.
Mientras ayudaba a Kat a ponerse de pie, Beaver asomó la cabeza.
—Eh, gatita, ¿estás bien?
Sacudió la cabeza y las lágrimas brotaron de sus ojos. —No, no creo
estarlo.
—Ven aquí, cariño. —Sostuvo sus brazos para que lo abrazara.
Ella se movió y él la envolvió en su gran cuerpo. Mis celos burbujearon a
la superficie, pero los alejé, porque sabía que su relación era estrictamente
platónica. Él miraba a Kat como a una hermana pequeña, y tuve que apreciar al
hombre por cuidarla tan bien.
Beaver acariciaba su cabello mientras ella sollozaba en su pecho. —Vas a
estar bien. No vamos a dejar que te pase nada.
Elevé la voz. —No, no lo permitiremos, porque no voy a dejarla fuera de
mi vista.
Kat se dio la vuelta en los brazos de Beaver. —¿Perdón?
—Ya me has oído. Vas a la tienda de comestibles, voy contigo. Vas a la
oficina de correos, voy contigo. En el trabajo, Beaver y yo estamos contigo. Por
la noche, vas a estar en mi casa.
—No puedes estar hablando en serio, Timber. ¿No puedo conseguir un
taser o algo así? Podría ir al campo y aprender cómo disparar una pistola.
Además, trabajas. ¿Cómo vas a cuidar de mí y estar en tu trabajo del día? —
Sacudió la cabeza—. No, no necesito que sientas que es tu deber ser el gran
héroe.
Ouch. Eso fue un poco rudo, y la mirada en el rostro de Beaver me dijo
que oyó alto y claro también. Se hacía más difícil de empujar mi frustración.
106

—Lo digo tan en serio como un ataque al corazón, Kat. No puedes


protegerte a ti misma. Lo dejaste muy claro ayer por la noche.
Página
Beaver hizo una mueca. Estaba a punto de hacer que me patearan el
culo. —¡A la mierda tú y tu puta actitud machista! He estado cuidándome sola
durante los últimos veintiún años, sin tu ayuda, y estoy bastante segura de que
puedo seguir haciéndolo.
—¿En serio? ¿Crees que podrías haberte enfrentado a un hombre adulto
anoche mientras estabas desnuda y en la ducha sin nada que te ayudara? Tienes
suerte de haber salido cuando lo hiciste
—Soy mucho más fuerte de lo que piensas.
Una vez que el vómito de palabras comenzó, no pude detenerlo.
—Sí, eso me parece muy creíble, Kat, cuando fuiste capaz de defenderte
de tu atacante hace unos años.
En el momento en que dije aquellas palabras, quise retractarme. La
expresión de su rostro era palpable. Prácticamente la acusé de permitir que la
violaran, y le revelé el secreto a Beaver en el proceso. Vi como las emociones
recorrieron los ojos de Kat en cuestión de segundos: confusión, dolor, ira y, al
final, nada. Parecía completamente estoica e impasible. Dio un paso adelante y
tiró de su mano hacia arriba y hacia atrás. Sabía lo que iba a hacer y no se lo
impedí. Era un cabrón y me lo merecía. Su palma abierta me golpeó la mejilla
con fuerza y mi cara se sacudió hacia un lado. Si no estuviera tan entumecido
por las palabras que acababa de soltar, estoy seguro de que habría sentido el
pinchazo en la piel.
—Fuera —dijo ella, con la voz mortal y calmada.
—Kat, cariño, lo que sea que Timber haya dicho, estoy seguro de que no
lo decía en serio. Vamos a sentarnos. Voy a hacer un poco de café, y podemos
averiguar lo que tenemos que hacer.
Volví la cara en su dirección. Sus ojos brillaban con lágrimas no
derramadas.
—No, no quiero café, no quiero hablar, lo quiero fuera de aquí.
Giró sobre sus talones y se dirigió al cuarto de baño, cerrando la puerta
detrás de sí. Oí la cerradura hacer clic y no pude dejar de pensar, ¿por qué no
hizo eso ayer por la noche mientras se duchaba? Miré a Beaver, y él sacudió la
cabeza.
—Lo siento, hombre.
—Está bien. —Comencé a caminar hacia la puerta, pero me detuve—.
Antes de irme, tengo que preguntar. ¿Hubo algo raro anoche? ¿Nuevos clientes,
107

cualquiera que tomara especial interés en ella, o cosas fuera de lugar?


Página
—No, todo estuvo igual que siempre. Lo único que vi mal fue que la
cerradura de la puerta trasera de la planta baja había sido quebrada. Supongo
que así es como entró esa persona.
—Probablemente. Escucha, solo voy a ir a dar un paseo. Vuelvo después
de un rato. Quédate con ella hasta que vuelva.
—No planeaba irme, pero no estoy seguro de que te quiera ver ahora
mismo. —Me dio una mirada escéptica.
Frotando mi mano por mi cara y sintiéndome agotado por la falta de
sueño, dije: —Lo superará. Fui una mierda y no debería haber dicho lo que dije,
pero no voy a dejarla. No ahora mismo con alguien por ahí merodeando.
Cuando dije que iba a estar con ella, lo dije en serio. Kat necesita a alguien que
la mantenga a salvo.
—¿Y te ofreces como voluntario? —Beaver no sonaba contento.
—Si quieres llamarlo así. —No tenía planes de explicarme. No me ofrecía
como voluntario para el servicio de Kat. ¿Cómo te ofreces voluntariamente a
hacer algo que se siente como una necesidad?
—¿Qué fue todo eso con lo de otro atacante? ¿La han herido antes?
No podía decir nada sin cavar un agujero más profundo. —Es su historia
que contar.
Me di la vuelta y salí por la puerta antes de que pudiera decir algo más.
Cuando llegué afuera, el sol brillaba, así que me puse mis gafas de sol. No tenía
idea en qué dirección me dirigía. Cada paso que daba aún más lejos de ella,
peor me sentía. Después de estar a unas buenas cuatro cuadras de distancia, mi
cabeza era un desastre. Pensé que un poco de aire fresco me habría dado un
poco de perspectiva, cuando en realidad fue todo lo contrario.
El único momento en que mi mente no parecía estar en la niebla era
cuando estaba con ella. ¿Cómo podía sentir algo tan extraño y tan correcto al
mismo tiempo? Era imposible que ya estuviera tan unido a Kat. Mis pies
aceleraron el paso. Otra manzana más y había pasado de caminar, a trotar y
ahora a correr. Mis pies golpeaban el cemento con tanta fuerza que sentía como
si me clavaran docenas de agujas en las plantas. Tenía los pulmones tensos y me
resultaba imposible inspirar una bocanada completa de aire. El dolor me hacía
sentir bien. El dolor me hacía sentir como si tuviera algo más en lo que
concentrarme en vez del jodido mundo que me esperaba en aquel apartamento.
Más adelante sabía que había un banco frente a una playa desierta. Estaba
cubierta de guijarros afilados, así que la mayoría de la gente se dirigía más
108

abajo, donde había arena de verdad.


Página
Con el pecho agitado, me dejé caer sobre la madera desvencijada. La
sensación de ardor iba más allá de mis pulmones. Con la mirada fija en el agua,
empezaron a pasar visiones ante mis ojos. Kat corría por una acera oscura
acechada por un extraño... y entonces vi a Holt, jadeando. Tenía un enorme
agujero en el pecho y chorreaba sangre. Mi mente volvió a Kat y al desconocido
que ahora la sujetaba por el cuello contra una pared mientras sus caderas
bombeaban hacia delante, sus gritos silenciosos. La boca de Holt se abría y
cerraba, gorgoteando y ahogándose con su propia sangre. Los ojos color
avellana me miraban, sin vida y vacíos, mientras el largo pelo castaño oscuro
caía sobre mis brazos. Entonces ambos desaparecieron.
Caí del banco sobre las rodillas y vomité. Cada recuerdo violento y cada
imagen que me llevaba la imaginación se repetían una y otra vez cada vez que
vomitaba. No me quedaba nada. Todo mi cuerpo estaba agotado por la falta de
sueño, por correr y por pensar en ella. Finalmente me puse de pie, con las
piernas débiles. Estaba oscuro y llevaba al menos dos horas en el infierno. Tenía
que ir a verla. Tenía que ponerle las manos encima y asegurarme de que estaba
de una pieza. El camino de vuelta fue lento. Tropecé con mis propios pies varias
veces, aún sumido en mis pensamientos. Los lugareños que se cruzaban
conmigo probablemente pensaban que estaba como una cabra.
Al entrar en The Hole, Beaver estaba sentado en su puesto habitual. No
me preguntó nada mientras me dirigía al vestíbulo trasero. Me crucé con Ed,
que estaba detrás de la barra atendiendo a los clientes. Creo que dijo algo, pero
no le oí. Estaba bastante seguro de que tenía visión de túnel y Kat era quien
estaba al final. No existía nadie más. Subiendo las últimas escaleras, consideré
brevemente llamar a la puerta pero luego dije que a la mierda. Podía echarme
después de verla.
Al abrir la puerta, la vi sentada a la mesa de la cocina con las piernas
dobladas, y Mel estaba de pie junto a los fogones con una taza y una tetera.
Ambas se quedaron paralizadas mientras me miraban con los ojos muy abiertos
desde la puerta. Los tres estábamos congelados en el tiempo. Mel me miraba, yo
miraba a Kat y los ojos de Kat escudriñaban cada centímetro de mí. Mel empezó
a moverse hacia mí, pero Kat se levantó de la silla y se acercó primero. Había
una suavidad en ella mientras se acercaba a mí. Debía de tener un aspecto
horrible, pero no podía dejar de mirarla. Se acercó y se detuvo justo delante de
mí. Tenía la cabeza inclinada hacia abajo, pero pude ver que me miraba con
cansancio. Los ojos color avellana de Kat no estaban apagados como me había
permitido creer. Algo pasó entre nosotros y estaba seguro de que sabía dónde
tenía la cabeza. Podía ver las sombras ocultas en mi interior. En ese momento,
109

sentí que estábamos conectados. Sentí su miedo y ella sintió mis demonios.
La voz de Mel penetró lo que pasaba entre nosotros. —¿Quieres que lo
Página

eche?
Kat ni siquiera habló. Simplemente sacudió la cabeza. Oí a Mel suspirar.
—Está bien, cariño, entonces me voy abajo y ayudaré a Ed si piensas que está
bien. —A medida que pasaba junto a mí, murmuró—: Si le haces daño, será lo
último que hagas.
—No voy a hacerle daño, nunca más. Tienes mi palabra —le dije sin
romper el contacto visual con Kat. A pesar de que se lo dije a Mel, mis palabras
fueron para los oídos de Kat.
Nos quedamos allí solos, todavía en el umbral. Extendí la mano y aparté
un mechón de pelo de su cara y lo metí detrás de su oreja.
—No lo dije en serio.
Una lágrima perdida cayó de su ojo y mi pulgar la atrapó antes de que
saliera de su barbilla. —No vuelvas a decirme algo así. —Su voz era firme, pero
podía oír la tristeza detrás de cada palabra. Deslicé la mano por detrás de su
cuello y acerqué su cuerpo al mío. La abracé con fuerza y ella hundió la cara en
mi pecho. Sentí que por fin podía respirar a pleno pulmón. Respiré el dulce
aroma a coco de su pelo mientras lo recorría con los dedos.
En ese momento, sentí algo por esa chica. Me importaba profundamente,
era algo más que una amiga. Aflojando mi agarre, tiré de ella hacia su cama y
ambos nos tumbamos uno frente al otro. Como solo era una cama gemela,
estábamos lo más cerca posible. Sus piernas estaban entrelazadas con las mías,
y ella tenía una mano metida debajo de la cabeza, mientras que la otra
descansaba sobre mis costillas. Mis propias manos estaban en una posición
similar, excepto que tenía una peinando su pelo. Suspiró satisfecha.
—Te ves terrible —dijo en voz baja.
Le di una leve sonrisa. —Me siento como una mierda.
—No dormiste anoche, ¿verdad?
—No pude. Estaba viéndote para asegurarme de que estuvieras cómoda.
Sus ojos verde amarronados se suavizaron. —Duerme, Timber. Te estoy
viendo ahora.
Esas palabras me llegaron directamente al corazón. Kat se abría camino
dentro de mí, haciéndome sentir completo. No me había sentido completo en
más de un año. Me estaba curando por dentro y ni siquiera se había dado
cuenta. Inclinándose hacia mí, me besó la punta de la nariz y me tapó los ojos
con los dedos, obligándome a cerrarlos. Creo que sabía que, si no me obligaba,
seguiría mirándola. El sueño no tardó en apoderarse de mí, envuelto en su
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pequeño cuerpo y su olor. Por primera vez en meses, no soñé.


Página
Traducido por Mary & Vani
Corregido por Laurita PI

Timber no bromeaba cuando dijo que estaría “conmigo”. A penas estuve


fuera de su vista durante la última semana. Incluso en dos ocasiones, cuando Mel
o Beaver tuvieron algo más que hacer y no pudieron quedarse conmigo, me
hizo ir a su trabajo para pasar el tiempo con Slim y el tío Roger. Pensé que era
una exageración total, pero no pude apaciguarlo. Cuando volvió de donde sea
que se encontraba después de lo que eché, lucía completamente arruinado. De
alguna manera sabía que si lo ignoraba, se retraería y no estaba segura cómo
podría regresarlo. Sus ojos cansados se hallaban inyectados en sangre, y era más
que solo falta de sueño. Era miedo. Una vez más, hice lo que surgió en forma
natural y lo dejé que me abrace. No creo que se haya dado cuenta que se aflojó
sobre mí y que luché para sostenerlo. Había estado incluso más perdido de lo
que sospeché. Lo cual rompió mi corazón.
Ahora, nos encontrábamos tendidos en la playa y yo sonreía con mis ojos
cerrados porque podía sentir su mirada. —¿Qué estás mirando, Nelson?
—Tu jodido y ardiente cuerpo en ese bikini negro.
Abrí los ojos y lo miré. Me sonreía, y no pude evitar la risa que salió de
mi boca. —Dices tantas tonterías, pero da igual. Disfruto cuando pones tus ojos
sobre mí.
Su mirada se oscureció y sus ojos se entrecerraron. Me encontraba boca
arriba y él boca abajo, mientras disfrutábamos de los calientes rayos sol cayendo
sobre nosotros. Se movió y no tenía que entrecerrar los ojos porque bloqueaba
el sol que caía sobre mi cara. —Me gustaría ponerte otras cosas.
111

Me extendí y golpeé su pecho. —Hablas tan sucio.


Página

—Solo contigo, Kat —rió.


Su boca cayó sobre la mía, besándome gentilmente. Era un beso suave.
Sin codicia y hambre, pero sensual y explorador. Su lengua lamió mi labio
inferior y abrí mi boca para él. Acercando su torso, se apoyó sobre mi pecho. Su
cuerpo desnudo tocando mi piel se sentía tan increíble. Era cálido y sentí que
mis pezones se endurecían bajo la floja tela de mi bikini. Quería que los sintiera
rozar su pecho. Abriendo un poco más mi boca, su lengua se precipitó dentro y
masajeó la mía. Los segundos pasaron y el deseo de que tomara cada parte de
mi cuerpo se convirtió en algo palpable.
Lo imploraba. Quería sentir sus manos acariciándome, tocándome en
lugares donde temía dejar que alguien me toque de nuevo. Los dulces cuidados
de su lengua explorando dentro de mi boca simulaban lo que quería que su
mitad inferior estuviera haciendo. Timber se apoyó con los antebrazos a cada
lado de mi cabeza, y se movió acomodándose entre mis piernas.
—Oh, Dios, eres tan cálida. —Su voz sonó áspera.
Gemí mientras mis caderas se alzaron para sentir frotar su erección
donde sentía calor. Mi cuerpo se estremecía. Timber rodó sus caderas, poniendo
más presión sobre mi clítoris ya hinchado.
—Por favor no te detengas —rogué.
—Nunca en esta vida. Estás hermosa así.
Agarré sus hombros. Arrastrando mis dedos por su espalda, dejando
marcas de uñas. Cuando alcancé la cinturilla de su traje de baño, deslicé mis
dedos dentro. Lo sentí flexionarse hacia delante, y gimió. Justo cuando estaba
en el borde del precipicio y lista para caer al olvido, alguien aclaró su garganta.
Timber se congeló y levantó mirada a la persona de pie encima de nosotros.
—Realmente apreciaría si ustedes dos llevasen eso a algún lugar más
privado. Hay niños por allá, ¿saben?
Era la señora Carlisle, y aparentemente toda su familia, disfrutando el fin
de semana antes del cuatro de julio. Su hijo e hija corrían alrededor, gritando,
jugando y arrojando arena. Debimos estar tan inmersos el uno en el otro que ni
siquiera lo notamos.
Sentí mis mejillas arder, y Timber dejó salir una ligera sonrisa.
—Lo siento, no nos dimos cuenta.
—Aparentemente. —Alzó su nariz en el aire mientras agarraba a sus
niños y caminaba hacia adelante por la playa—. Chico, ella tiene un palo en su
culo.
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Me cubrí el rostro con las manos. —Oh, Dios mío. No puedo creer que
olvidé que nos encontrábamos aquí con personas alrededor.
Página
Timber se sentó de nuevo y bajó mis manos. —No estés avergonzada. —
Se encogió de hombros—. Si ella estuviera en mi posición, viéndote a punto de
acabar, tampoco hubiese notado a nadie más.
Mi boca cayó. ¿Cómo podía hablarme tan descaradamente? —No estaba
a punto de acabar.
Me miró con complicidad y levantó una ceja. —Kat, este no es mi primer
rodeo. Cuando una chica está jadeando, frotándose contra mi polla tanto que ni
siquiera tengo que moverme, y gime mi nombre, ella está definitivamente a
punto de acabar.
Mi cara ahora estaba ciertamente ardiendo. ¿Gritaba su nombre? Podría
haberlo hecho, ya que estaba tan metida en ello. Nunca me había dejado llevar
tanto y, por increíble que me pareciera, tendría que asegurarme de que
estuviéramos a puerta cerrada la próxima vez que ocurriera algo así. Incluso la
sola idea de que volviera a ocurrir me revolvía el estómago. Antes me habría
preguntado si sería capaz de dejarme llevar lo suficiente como para permitirle
llevar mi cuerpo tan lejos, pero estaba claro que podía hacer desaparecer todo lo
que nos rodeaba.
Me incorporé, junté las piernas y me puse una toalla sobre el regazo. El
roce de cerrar las piernas hizo que mi cuerpo se estremeciera. Todavía me
zumbaba la necesidad.
Timber me observaba con atención. —Puedo ocuparme de eso. No
acabaste y sé que lo estás sintiendo ahora mismo.
—Estoy bien, y no hay nada de que ocuparse.
Se puso de pie y me ayudó a levantarme. —Cuando regresemos a mi
casa, me aseguraré de que tomes una ducha fría.
Se echó a reír mientras lo seguía por la playa todo el trayecto hasta mi
coche. Antes de entrar, miré sobre el techo y me empapé de su hermosa sonrisa.
En ese momento, se me ocurrió que no había visto a Timber tan despreocupado
antes. Eso calentó mi corazón y yo esperaba poder ayudar a mantener las
sombras fuera de su mirada.

***

Cuando llegamos a casa, a su lugar, ambos nos duchamos y lavamos la


arena de nuestros cuerpos. Timber me rogó que lo dejara ducharse conmigo,
113

pero le dije que consiguiera una vida y lo saqué fuera del baño. Arrojó un par
de amenazas vacías sobre derribar la puerta y diciendo que iba hacerme pagar
Página

por ello con galletas y besos.


Disfrutaba de su lado alegre. Cuando le había visto en el bar hacía un par
de meses por primera vez, me había parecido un tipo duro. Automáticamente
lo había puesto en la categoría de imbécil, y supuse que estaba en la ciudad por
otras razones. Esas otras razones no podían estar más lejos de la realidad. No
tenía ni idea de lo que yo había pasado. Quería salvarme de ello. Había
amenazado con matar a quienquiera que me lo hubiera hecho. Y la aterradora
realidad es... que creo que realmente lo haría. Pero si descubriera que fue Adam,
¿me seguiría eligiendo? ¿Ganaría una amistad de toda la vida a posibles
sentimientos conmigo... una chica con la que aún no ha descubierto si hay algo
entre nosotros? No sé por qué, pero eso me da más miedo que la posibilidad de
volver a ver a Adam.
No tardé mucho en darme cuenta de que me había encariñado con
Timber. Tenía ganas de estar con él. Me gustaba cómo me hacía sentir. ¿Cuándo
había cruzado la línea de gustarme a algo más profundo? No sabía si lo amaba,
pero si había un punto intermedio, ahí estaba yo.
Sentí golpes en la puerta. —Apresura tu lindo trasero. Vas a ocupar toda
el agua caliente.
Reí y me ocupé de lavarme el jabón restante. —Voy, voy.
Le oí reír. Cuando salí y me sequé con la toalla, me puse una de sus
camisetas largas y un par de bóxers, que se estaban convirtiendo rápidamente
en mi vestuario durante mi estancia aquí. A Timber le gustaba verme con su
ropa y ¿quién era yo para no complacerle? Al salir del baño, el vapor salía a mis
espaldas.
—Jesús, mujer. ¿Cómo una persona tan pequeña que apenas tiene masa
para lavarse puede tardar tanto en asearse? —Parecía totalmente entretenido
mientras sus ojos viajaban por la longitud de mis piernas. Cuando me miraba
así, parecía algo más que él mirándome. Era como si las yemas de sus dedos
rozaran mi cuerpo. Cuando su mirada se encontró con la mía, me guiñó un ojo,
indicando que sabía la reacción que estaba obteniendo de mí.
Pasó a mi lado rozando mi cuerpo. Sus breves caricias me erizaron los
pezones y juraría que le oí gemir.
—Bastardo engreído —me quejé mientras entraba en la cocina. Rió y
cerró la puerta del baño.
Poco después, él y yo estábamos sentados en su mesa para dos personas,
comiendo espaguetis, que era lo que me había ofrecido la primera vez que me
invitó a su casa. Me burlaba de él porque daba vueltas a todos los fideos que
114

podía en el tenedor antes de llevárselo a la boca. Nunca había visto a nadie


llevarse un bocado tan grande y seguir siendo capaz de masticar. Cuando se dio
Página

cuenta de que le miraba fijamente, dejó de comer y dijo “¿qué?” con la boca
llena. Ni siquiera podía decir la palabra entera sin que se le escapara un poco de
pasta.
—Tenemos todo el tiempo del mundo, Timber. No tienes que engullirlo
como si fuera tu última comida. —Curvé mi labio mientras él se metía otro
bocado.
Masticó, y bebió un largo trago de su agua. —Son unos espaguetis
buenísimos, ¿qué puedo decir? Además... quizá estoy ansioso por llegar al
postre.
Estaba a punto de decir que no había hecho postre, pero entonces capté
su mirada acalorada. Mis mejillas se sonrojaron al comprender a qué se refería.
El calor inundó mi parte inferior y me retorcí en la silla. Después de la playa de
antes, no me había dado cuenta de que mi cuerpo seguía zumbando de
necesidad. No. Parecía que se había puesto en pausa, esperando a que Timber le
diera al play y retomáramos la conversación donde la habíamos dejado.
Me aclaré la garganta e intenté cambiar de tema. Él no era ajeno a mi
evasión, pero me dejó tener esta. —Entonces, ¿qué vamos hacer para el Cuatro
de julio? Es la única vez, además de Navidad, que Ed cierra el bar. Al viejo loco
le gustan los fuegos artificiales. Seguro que es porque a Rose le encantaban.
—Bueno, es curioso que preguntes, porque tengo una propuesta para ti.
—Estaba recostado en su silla, con las manos detrás de la cabeza. Se le subió la
camisa y pude ver un trozo de piel. Estaba dorada por el sol y solo podía pensar
en lamerla. Se aclaró la garganta y atrajo de nuevo mi atención hacia sus
brillantes ojos azules. Parecían realmente traviesos mientras me sonreía—.
Concéntrate Kat, estoy a punto de hacerte una pregunta y no estoy seguro cómo
vas a responder.
Por millonésima vez hoy, estaba segura que me encontraba ruborizada.
—Te escuchaba.
—No, pero no importa. Me gusta cuando me miras así. Luego puedes
tocarme lo que quieras. Pero por ahora, quiero hacerte una pregunta. ¿Qué te
parecería venir conmigo a casa de mi padre? Vive en Houston y hace unos
meses que no lo veo. Me mandó un mensaje mientras estabas en la ducha y me
dijo que le gustaría que fuera a una barbacoa y me quedara el fin de semana. —
Se detuvo, como si calibrara mi reacción—. Le dije que eso dependería de ti.
—¿Quieres que me quede en la casa de tu papá? ¿No debería ser una
especie de momento especial de unión padre e hijo o algo así? No quiero
entrometerme.
115

—No te estás entrometiendo en nada cuando te estoy invitando. Papá


tiene curiosidad sobre la chica que quiero llevar a casa, y pienso que podría ser
Página

divertido irnos por unos días. Además, necesito ver cómo está y asegurarme de
que sigue bien solo en esa casa tan grande. —Se detiene—. Tengo la impresión
de que podría ser más que solo tú y yo allí. Creo que mi papá podría tener una
amiga.
—Ahhh… es eso. Sientes curiosidad sobre la posible novia, ¿eh?
—Tengo que admitirlo, sería un poco extraño si hubiera otra mujer en su
vida, pero sería feliz si él estuviera feliz. Lo único que he querido desde que
murió mamá es volver a verle vivir su vida. Ha estado en esa casa nueva,
haciendo las cosas según lo que le hubiera gustado a mi madre, no según lo que
le hubiera gustado a él. —Su rostro cambió de ser un poco juguetón a triste.
—Por supuesto que sí. Incluso yo vi cuanto amaba tu padre a tu madre.
Me miró inquisitivamente. —¿Viste a mis padres juntos?
—Bueno, sí. Un año estaba en la oficina de la escuela primaria haciéndole
recados a tu mamá porque había terminado mi trabajo temprano. Recuerdo a tu
padre entrando con un ramo de tulipanes y la cara que puso tu madre. Había
dejado el jarrón sobre su escritorio, se había inclinado y le había susurrado algo
al oído, y ella había sonreído. Como era tan joven, recuerdo haber girado la
cabeza cuando se besaron.
Timber estaba sentado frente a mí, absorto en mi historia. Una historia
que no había oído antes. Absorbía cada una de mis palabras.
—Incluso entonces, recuerdo pensar lo dulce que era que dos personas
adultas estuvieran tan enamoradas. Ni siquiera mis propios padres se miraban
el uno al otro como lo hacían los tuyos. Así que sí, tiene sentido para mí que tu
papá siga viviendo por las cosas que tu madre amaba, porque la amaba.
Cuando dejé de hablar, Timber respiró hondo y exhaló. —Guau. Es algo
raro oírte hablar de mis padres. Quiero decir, sé que todos fuimos juntos a la
misma escuela, pero no me di cuenta de que los habías visto de esa manera. —
Me miró—. Gracias.
—¿Por qué? —No entendía por qué me agradecía.
—Por darme un nuevo recuerdo. —Su sonrisa era cálida, y la sentí en lo
que pareció todo el camino hasta los dedos del pie—. Así que de todos modos,
no has contestado mi pregunta.
Suspiré. —Honestamente, Timber, no creo que sea una buena idea. Tal
vez tú deberías ir y pasar un tiempo a solas con él. Apuesto a que no quiere a
alguien que no conoce apareciendo y arruinando sus vacaciones.
Hizo un gesto con la mano delante de su cara. —Cállate, Kat. No eres
116

una extraña para mí, así que de todas formas te aceptará. Pero te quiero allí.
Papá no es muy hablador y creo que contigo cerca, felizmente se abrirá.
Página
—¿Por qué demonios iba a hablar conmigo? En serio, no me importa
utilizar la Cuarta Enmienda aquí. Con el bar cerrado me puedo relajar en el sofá
y leer un libro o algo así.
Sus ojos se oscurecieron. —No te vas a quedar ahí sola, no después de
que alguien entrara contigo dentro. No te perderé de vista.
—Estás siendo ridículo, Timber. Estoy segura de que era un borracho
tratando de ver si podía asustarme. Además —dije con indiferencia—, nada
más ha sucedido desde entonces. Va a estar bien. —Me levanté de la mesa y
llevé nuestros platos al fregadero.
Se puso detrás de mí, sujetándome contra la encimera. Nunca lo escuché
moverse. Le daba la espalda y sentí su respiración pesada en mi cuello.
—Si piensas por un maldito segundo que no voy a perder la cabeza
preguntándome si estás bien, no me conoces en absoluto. Date la vuelta y
mírame —gruñó en mi oído. A pesar de la amenaza en su voz, me hizo temblar.
Giré mi cuerpo y dio un paso por lo que su frente se apoyaba en la mía—. Te
vas conmigo a la casa de mi padre. Vas a pasar el fin de semana conmigo y
vamos a ver los fuegos artificiales y comer la maldita barbacoa que mi papá
cocinó. Y vamos a permanecer en la habitación de invitados juntos, ¿y añadí
que te va a encantar?
Su última declaración, a pesar de estar redactada en forma de pregunta,
estaba llena de sarcasmo. La forma en que me miraba, exigiendo nada más que
un gesto de aprobación, me hizo débil. Le di lo que quería. Moví mi cabeza
apenas hacia abajo, reconociendo que iría. Cuando cedí, soltó el aliento. Debió
haberse preparado para mi lucha.
Normalmente, lo haría. Pero no lo hice, por dos razones. La primera es
que sabía él tenía razón. Si me dejaba sola, probablemente podría enloquecer
preguntándose si me encontraba bien todo el tiempo y así no pasaría un buen
rato con su padre. No podía hacerle eso. Si estar a su lado lo hacía sentir más
seguro, entonces le daría eso. Mi segunda razón era simple y llana. Disfrutaba
tenerlo cerca. Me había hecho más feliz de lo que me había sentido en varios
años. Si tenía que decir algo acerca de la sensación de alegría, era que él me la
dio. Me había dado cuenta de que siempre que estamos separados, ya sea
cuando estoy trabajando, simplemente entrando en la parte de atrás del
congelador y él está sentado en el bar, cuando voy al servicio de señoras, o lo
que sea, cuando no está cerca de mí, le echo de menos. Me ha dado una
sensación de paz que me había convencido de que no era posible con un
hombre. Pensaba que Adam me había arruinado para cualquier persona por la
117

que pudiera haber mostrado interés. Timber estaba haciendo lo contrario. Había
empezado a necesitarlo. Sentía algo por él.
Página
Cuando se apartó de mí, aspiré aire y me volví hacia el lavabo,
intentando recuperar la compostura. No solo me hacía sentir segura y contenta,
sino que me hacía sentir deseo y calor. Era una sensación extraña. Nunca me
había sentido capaz de ser la seductora. Por otra parte, nunca me había puesto
en una situación en la que pudiera hacer algo así. En cualquier caso, me
encontré deseando cambiar las tornas y seducirle. Me gustaba que fuera
dominante y mandón, pero no me equivocaba, sabía que yo tenía parte de la sartén
por el mango. Mientras yo cargaba el lavavajillas, él recogía la mesa. Cada vez
que ponía algo en la encimera, me rozaba. Todos mis sentidos estaban en alerta
máxima y mi cuerpo anticipaba cada leve roce. Estaba claro que nuestra
discusión había terminado.
Cuando terminé, me sentía como si estuviera drogada con algún
alucinógeno. Lo estaba deseando. Completamente excitada, y dado que se
estaba haciendo tarde, pensé que lo mejor sería acostarme e intentar dormir. Al
menos soñando con él podría saciar parte de mi deseo.
Dándome la vuelta, exageré un bostezo. —Estoy bastante agotada. Creo
que me voy a ir a la cama.
Me miraba. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y era plenamente
consciente de él. —Bueno, Kat. Te veré después que llame a mi papá y le avise
que te unirás a nosotros.
Asintiendo, me deslicé por delante de él y me dirigí directamente a su
habitación. Consideré dejarme sus bóxers, pero terminé quitándolos porque
nunca me acostaba con pantalones cortos ni pantalones de pijama. Me hacían
sentir restringida. Si ahora los dejaba, me cuestionaría. Escalando su cama, me
deslicé a lo que ahora consideraba mi lado y me acurruqué. Varios minutos
pasaron y era una niña inquieta. Su olor me envolvía; en las sábanas, en su
ropa, y cada vez que inhalaba sabía que mi necesidad se extendía. Di vueltas.
Mis piernas se hallaban abiertas debajo de las sábanas, en constante búsqueda
de un lugar fresco para descansarlas. Todo mi cuerpo se sentía acalorado.
Arrojando las sábanas, casi gruñí. Podía sentir el calor atravesándome y estaba
desesperada por algo.
—¿Qué pasa, cariño?
Timber se encontraba parado en la puerta. Estaba tan consumida por la
necesidad que ni siquiera vi su sombra bloqueando la luz que se filtraba en la
habitación. Girando la cabeza, lo miré. No sabía cómo decirle lo que necesitaba.
Independientemente de lo desesperada por la liberación que me sentía, esto era
todavía un territorio desconocido para mí. Me dijo hace un par de semanas que
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yo sería la que pediría su toque. Así que, con un suspiro tembloroso, finalmente
dije las palabras.
Página
—Necesito... necesito... algo.
Dio unos pasos en la habitación. Me hubiera gustado ver sus ojos, pero la
luz estaba detrás de él por lo que su cara era enmascarada por la penumbra.
—¿Qué necesitas, Kat?
Negué, incapaz de decir las palabras. —No estoy segura.
Otro paso depredador hacia adelante. —Sí, lo sabes. Dime.
Mis piernas no se quedaban quitas. Sentí humedecerse mi ropa interior, y
estaba tan perdida que no podía empezar a sentir vergüenza por ello. Timber
no me iba a dar nada hasta que yo le dijera lo que quería oír. Me embargaba la
desesperación. Las palabras se formaron en mi boca.
—Tócame, Timber. Oh Dios, tócame por favor.
Sin importar la oscuridad de la habitación, vi la forma de su media
sonrisa. Mientras se acercaba, mis ojos se deslizaron por su cuerpo. Alcanzando
su nuca, tiró de su camisa sobre su cabeza. Gemí por su simple movimiento. Sus
calzoncillos cubrían su erección. Se quedó con las rodillas tocando el colchón.
Su pecho subía y bajaba excitado.
—¿Dónde quieres que te toque?
Dios, realmente iba a hacerme decirlo ¿no? ¿Sinceramente tenía el coraje
de expresar lo que quería? ¿Podría dar este salto? Sabía que si lo dejaba
empezar esto, no iba a haber marcha atrás. Timber era el tipo de todo o nada.
Corriendo mis manos por mi cuerpo, permití que mis dedos se deslizaran sobre
mis bragas mojadas. Mis caderas se levantaron por su cuenta.
Timber gimió. —Joder, estás mojada, ¿verdad?
—Empapada. —Las palabras brotaron de mi boca.
—Tócate a ti misma, Kat. Pon tu mano en tu coño y siente lo que te he
hecho sin siquiera estar en esta cama.
Su voz era ronca. Me tomé mi tiempo moviendo mi mano debajo de la
pequeña pieza de tela que cubría mis partes más íntimas. Tenía razón. Él me
hizo esto y ni siquiera me había tocado todavía. Deslicé mis dedos por mis
pliegues resbaladizos, sin apenas tocar mi clítoris ya hinchado. Mi otra mano se
aferró a las sabanas sueltas a mi lado. Sabía que esto no iba a durar mucho
tiempo, sobre todo si sus dedos eran los que me acariciaban.
A mi lado, él tenía una postura dominante. Su mano se arrastró hacia
abajo para agarrar su polla. Se acariciaba por encima de sus calzoncillos. Me di
119

cuenta de su mandíbula apretada mientras observaba a mi pequeña mano


moviéndose debajo de mi ropa interior.
Página
—¿Se siente bien?
Gemí. —Muy bien.
—Sácate la ropa, Kat. Necesito verte.
Deteniendo mis movimientos, me senté y pasé mi remera sobre mi
cabeza. No llevaba sujetador y esta era la primera vez que Timber me veía así.
El aire en su habitación era cálido, pero mis pezones estaban duros y mis
pechos se sentían pesados. Me hacía sentir tan necesitada. Sacándome mi ropa
interior, me recosté en la cama, dejándole ver todo de mí. Mi pulso zumbaba. Ni
siquiera consideré la idea de que no le gustara la forma en que me veía. Pero
ahora, mientras yacía completamente expuesta, se me ocurrió que podría ser
visualmente poco atractiva. Mi corazón martilleó en mi pecho por una razón
totalmente nueva.
Inseguridad.
—Mírame. —Su voz profunda penetró mis pensamientos. Mi mirada se
encontró con la suya—. No hagas eso. No vayas a ningún lado que no sea aquí
conmigo. ¿Me entiendes?
Asentí. —Tengo miedo de que no ser suficiente.
Timber se sentó en el borde de la cama. Inclinándose sobre mí, sus dedos
rozaron mi cara. Acarició mi mejilla, mi cuello, y luego rozó el costado de mi
pecho y deteniéndose en mi cadera. Su mirada observaba su mano mientras
fluía por mi cuerpo. Cuando sus ojos azules regresaron a mi cara, me quedé sin
aliento. Incluso en la oscuridad pude ver la profundidad de sus sentimientos.
—Contigo, no existe la imperfección. Si cerrara mis ojos ahora mismo,
mis recuerdos no te harían justicia. Eres auténtica, Kat. Nunca he visto algo así
antes en mi vida. Tu pelo sedoso, esa chispa en tus ojos cuando estás siendo
traviesa, la curva de tus labios, y este cuerpo que carece de un solo defecto... no
podría hacerlo incluso si lo intentara. —Besó la punta de mi nariz y luego se
cernió sobre mi boca. Su lengua lamió mis labios—. No te hagas ilusiones. Los
dos sabemos que soy el afortunado aquí. Respira conmigo, Kat. No quiero que
me tengas miedo. No vamos a tener sexo esta noche. Solo quiero esto. —Hizo
una seña a mi cuerpo—. Quiero ver tu cara cuando te haga venir. El éxtasis te
hará lucir hermosa.
Sus palabras causaron que todas y cada una de mis reservas saltaran por
la ventana y el coraje tomara su lugar. Nunca nadie me hizo sentir tan hermosa
como él acababa de hacer. Extendí sus manos y las llevé sobre mis pechos.
120

—Hazme sentir bien, Timber.


—Lo haré, cariño, simplemente relájate y deja que te lleve allí.
Página
Su cabeza bajó y sentí su cálida lengua lamer mi pezón. Mi espalda se
arqueó. Cerrando su boca lo succionó, trabajando suavemente regresé al mismo
frenesí que tenía antes que la duda me hubiera asaltado. Podía sentir sus
dientes raspar contra el pico endurecido y extendí la mano y agarré su cabeza.
Su mano, que descansaba en mi estómago, avanzó hasta que la punta de su
dedo encallecido tocó mi brote hinchado. Mis caderas se sacudieron.
Timber se echó hacia atrás, soltando mi pezón con un ligero pop. Sus ojos
estaban tan oscuros como su pelo negro desordenado. —Abre las piernas. —
Como si fuera mi titiritero, mis piernas se abrieron—. Cristo, estás brillando,
bebé.
—Por favor. Necesito más.
—Shhh. Solo siente.
Bajé la mirada y vi lo que hacía. Su dedo índice se deslizaba entre mi
clítoris y mi apertura una y otra vez. Todo mi cuerpo temblaba, necesitaba más
de él. Tenía una mano en mi pecho y la otra sobre a la parte superior de sus
calzoncillos. Lo cubrían y me sentía frustrada por no poder sentir la piel dura y
sedosa de su polla. Verlo haciéndome caer fue la cosa más erótica que jamás vi.
—Te quiero desnudo, Timber —susrré.
Levantó las caderas y se quitó los calzoncillos con la mano libre. Sus
dedos no abandonaron mi cuerpo dolorido. Siguió rodeando mi clítoris con sus
dedos. Cuando su pene se soltó, no tardé en agarrarlo. Nunca masturbé a un
hombre. El viaje con el desconocido había sido puro sexo. No me había tocado
mucho más. Me guié puramente por mi instinto y por lo que me pareció lo
correcto. Moví la palma de la mano arriba y abajo, apretando suavemente la
punta antes de volver a la base. No estaba segura de si lo hacía demasiado
fuerte o demasiado suave, pero el profundo rumor que salía de su pecho me
decía que estaba haciendo algo bien.
Mi respiración era cada vez más agitada. Estaba tan cerca del orgasmo
que necesitaba algo más para llegar al límite. La presión de sus dedos
aumentaba cuanto más apretaba el puño.
—No voy a durar una mierda si no vas más despacio, Kat.
—Oh Dios, Timber, por favor. Te necesito dentro de mí, ¡por favor! —
rogaba y mis caderas se mecían con tanta fuerza que tuvo que usar el antebrazo
para retenerme.
Sus ojos se ensancharon. —No, Kat. No estás lista. Solo espérame. Estás
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tan cerca. —Fue entonces cuando lo sentí empujar dos dedos dentro de mí y
grité. Mi cuerpo se inclinó al borde del olvido—. Mierda, tu coño es estrecho. —
Cuando las olas de placer me atravesaron, hizo algo que nunca sentí. Curvó sus
Página

dedos y tocó algo dentro de mí. Mi orgasmo se transformó en una hermosa


mezcla inmensa de placer y dolor. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso.
Una avalancha de malas palabras salió de su boca.
No me había dado cuenta de que mi puño seguía bombeándole. Timber
estaba alcanzando su propia euforia y su respiración empezaba a entrecortarse.
Gritó mi nombre justo cuando el líquido caliente se derramó sobre mi mano y
se disparó por mi estómago. Seguí tirando de su polla hasta que puso una mano
sobre la mía para calmar mis movimientos. Los dos jadeábamos. Podía sentirlo
palpitar en mi mano mientras se ablandaba un poco. Sus dedos seguían dentro
de mí y notaba cómo mis paredes lo retenían. Cuando los sacó, mi cuerpo se
estremeció, provocando otra oleada de placer.
—Oh, Dios —gemí.
Timber se tumbó en la cama contra mí. Permanecimos largo rato en
silencio, dejando que nuestra respiración volviera a la normalidad. Mi piel,
antes sobrecalentada, se enfriaba y me estremecí.
—¿Tienes frío? —Se levantó y se dirigió hacia la puerta.
—Sí, un poco —dije en voz baja—. ¿A dónde vas?
—Voy a buscar una toalla para limpiarte. —Salió y regresó menos de un
minuto después. Se sentó a mi lado y limpió el lío, luego arrojó el paño al suelo.
Se recostó a mi lado, tirando de la sábana sobre mí piel desnuda y me abrazó
contra su cuerpo todavía caliente—. Gracias.
Levanté la cabeza para mirarlo. —¿Me estás dando las gracias por este
momento? —bromeé.
Me dedicó una sonrisa radiante. —Por confiar en que te iba a cuidar.
Estuviste increíble, por cierto.
—No creía que pudiera sentirse así con un hombre después... —Hice una
pausa sin saber cómo continuar. Me apretó el hombro, haciéndome saber que
estaba bien—… después de lo que me pasó. Me cerré. La sola idea de que
alguien me toque como acabas de hacer me daba ganas de correr al baño y
vomitar. —Acercándose, agarró mi mano, entrelazando sus dedos con los
míos—. Estoy pensando que soy yo la que debería agradecerte a ti. Me has dado
un pedazo de mí misma que había estado ausente. Estoy feliz de ser capaz de
sentir algo de esta manera.
Me besó la parte superior de la cabeza, pero permaneció el silencio. No
era necesario decir nada más y sabía que no quería preguntarme cualquier otra
cosa y arruinar lo que habíamos compartido. El resto de la noche la pasamos
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envueltos el uno al otro.


Página
Traducido por Anelynn*
Corregido por Alysse Volkov

Era viernes por la tarde y Kat y yo estábamos en su coche de camino a


casa de mi padre. Ayer habíamos discutido sobre si iba a venir conmigo otra
vez porque dijo que sentía que iba a ser una intrusa. No tenía ni idea de cuánto
le iba a gustar a mi padre tenerla en casa. Nunca había tenido la oportunidad de
traer a una chica a casa porque me había alistado en el ejército nada más salir
del instituto. No entendía que para él iba a ser un placer verme con una chica.
Kat estaba decidida a volverme loco y a luchar contra mí con uñas y
dientes por ello. Le juré que la ataría y la pondría en el asiento trasero si era
necesario. No se iba a quedar aquí sola. Intentó decirme que podía quedarse
con Roger si eso me hacía sentir más cómodo. Le sonreí y le dije que podía
engañar a los demás con su encanto, pero que yo no era tan crédulo. Me diría
que estaba en casa de su tío, pero lo más probable es que acabara volviendo a su
apartamento.
Kat había cruzado los brazos sobre el pecho e intentaba enfadarse
conmigo. Sus brazos debajo de sus pechos hicieron que se levantaran como una
pequeña exhibición perfecta para que yo la mirara. Kat puso los ojos en blanco
y me dijo que la miraba como un adolescente hormonado. Pues sí. Si me pones
las galletas así delante, voy a querer comerme una a escondidas. Eso la hizo reír
y no pudo seguir enfadada.
Ahora estaba sentada en el asiento del copiloto, mordiéndose las uñas
como si estuviera nerviosa o algo así.
—Oye —traté de atraer su atención—. ¿Por qué te muerdes las uñas?
123

Quitó su dedo de sus labios y los miró como si no se hubiera dado cuenta
de lo que había estado haciendo.
Página
—Lo siento, malos hábitos.
—¿Sigues nerviosa?
—Timber, estoy a punto de conocer a tu papá. —Lo dijo como si fuera la
cosa más obvia en el mundo—. ¿Qué si no le agrado?
—Kat, ya hemos pasado por esto en más de una ocasión. Va a amarte. Mi
papá es uno de los tipos más acogedores que conocerás. Te lo prometo. —Le
guiñé un ojo y giré mi atención de vuelta a la carretera.
—¿Alguna vez descubriste si tenía una “amiga”?
Sonrió con suficiencia.
—Nah, no me dice nada.
—¿Cómo crees que te sentirás si en realidad tiene a alguien allí?
Estuve callado por unos momentos. —No lo sé.
Solo le he visto con mamá, pero confío en él para encontrar a alguien que
lo haga feliz.
Se estiró y palmeó mi mano. Entrelacé mis dedos con los de ella, y
condujimos el resto del camino escuchando la radio y jugando un ridículo juego
de las veinte preguntas.

***

Al llegar a la entrada de casa de papá, apagué el coche y salí para


estirarme. Kat se había bajado y se dirigía al maletero para coger nuestras cosas.
—Será mejor que seas el caballero que crié y recojas las maletas de la
señorita. —Mi padre salía por la puerta principal y bajaba los escalones del
porche.
Me di cuenta de que parecía más brillante. Sus ojos no estaban tan
cansados y sonreía de verdad. Le sonreí y dejé las bolsas en el suelo.
—Hola, viejo, ¿cómo has estado? —Lo acerqué para darle un abrazo.
Me palmeó la espalda un par de veces.
—Muy bien. Muy bien, chico. —Cuando se apartó, miró a Kat. Le sonrió
tanto que se le salieron los ojos. Un pequeño silbido salió de su boca—. Bueno,
mira lo que enganchaste. Vaya, que bonita. —Las mejillas de Kat se volvieron
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del tono rosa más dulce—. Tú debes ser Kat, su novia. —Me miró y yo me
encogí de hombros. Le abrió los brazos y ella se metió en su abrazo. No sé qué
Página

me esperaba cuando vi a mi viejo, pero desde luego se alegró de vernos. Me


reconfortó verlo así. La abrazó con fuerza y le susurró algo al oído, a lo que ella
soltó una risita y se puso colorada. Cuando la soltó, se puso a mi lado. Mi brazo
rodeó su espalda y se posó en su cadera como si fuera lo más natural del
mundo. Papá estaba radiante mientras nos miraba.
—Muchas gracias por recibirme en su casa, señor Nelson. Timber me dijo
que le encanta el Cuatro de julio.
—Para empezar, no hay un señor Nelson aquí. Puedes llamarme Thomas.
Y segundo, el Cuatro de julio es mi festividad favorita. Cualquier excusa para
prender fuego a las cosas, verlas explotar y luego llenarme la cara de barbacoa
tiene que ser la mejor de las fiestas. —Se rió entre dientes.
Ella le dedicó una sonrisa brillante que me derritió el corazón. Ya podía
decir que este fin de semana iba a ser uno de los mejores momentos que había
pasado en mucho tiempo. —Muy bien entonces, no nos quedemos parados aquí
afuera en el calor. He conseguido algo de fresco té dulce y algunas sillas con sus
nombres en ellas. Vamos a relajarnos, ¿eh?
Agachándome, cogí nuestras bolsas y entramos en la casa. Todo estaba
igual en su mayor parte, excepto que algo parecía diferente. Al principio no
podía precisarlo, pero luego me di cuenta de que estaba más ventilada. Todas
las cortinas estaban corridas y entraba luz por las ventanas. De hecho, no
recordaba que hubiera cortinas la última vez que estuve aquí. Me pregunto por
qué.
—Timber, ve a poner tus cosas en tu habitación. Asumo que esta linda
dama va a compartir la cama contigo. —Kat miró hacia el suelo. Nunca la había
visto tan tímida y reservada. Era dulce.
—¿Si tuvieras a una chica que luce como ella, la dejarías dormir en otra
habitación? —bromeé.
—¡Timber! —Los ojos de Kat se dispararon hacia los míos, diciéndome
en silencio que cerrara la boca.
—¡Demonios no, no lo permitiría! —se rió papá.
Girándome, pasé por el pasillo y solté nuestras cosas en la cama. Cuando
volví a salir, encontré que los dos se encontraban de pie en la cocina bebiendo té
y conociéndose entre sí. Me recliné contra el marco de la puerta y los observé
hablar animadamente sobre mí cuando era más joven. Escuchándolos, también
me vine a enterar que papá conocía a los padres de Kat. Resultó, que fueron a la
secundaria juntos también. Es gracioso como el mundo parecía tan pequeño.
Aclarándome la garganta, entré y saqué un vaso de la alacena.
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—Tengo un presentimiento de que ustedes dos van a causar problemas


juntos.
Página
—Probablemente. Espera hasta que le muestre tus fotos de bebé. Ahí es
cuando la diversión realmente comienza. —Meneó sus cejas hacia Kat.
—Papá, ¿eso no es algo que las mamás se supone que hagan? —Puse los
ojos en blanco.
—Tonterías. Gustosamente mostraré tu trasero blanco de dos años en la
tina. La chica merece saber cómo podrían verse sus niños, aunque eras bastante
lindo. Conseguiste tu buena apariencia de tu mamá.
Me ahogue con mi bebida. —Bájale de velocidad, viejo. No te adelantes a
los hechos.
Kat me miró y sonrió con suficiencia. —Qué te parece si más tarde me
muestras esas fotos de bebé desnudo, y yo determinaré por mí misma a que me
atengo.
Me estaba poniendo a prueba para ver si salía corriendo. Lo que no sabía
era que la idea de casarme y tener hijos con ella no me asustaba. Lo que sí me
asustaba era si no iba a estar el tiempo suficiente para que llegáramos a nuestro
para siempre. Me mantuve firme y le dediqué una media sonrisa.
—Tú, yo, y las fotos del bebé desnudo será después. Ahora mismo tengo
algunas preguntas para ti, papá. —Volví mi atención hacia él—. ¿Qué pasa con
todas esas cortinas? Parece que una mujer pasó por aquí y le dio otro toque.
Bajó su vaso a la encimera. —Porque lo hizo una mujer —dijo—. Y esa
mujer estará aquí dentro de una hora para que la conozcas.
Un poco sorprendido, aunque sabía lo que iba a pasar, pregunté: —¿Vas
a decirme su nombre antes de que ella llegue aquí?
—Nop.
Me quedé boquiabierto. —¿Estás bromeando?
—No, no estoy bromeando. Tú y Kat pueden conocerla cuando llegue
aquí. —Vino hacia mí y puso su mano en mi hombro—. Escucha, hijo, sé que no
es tu madre, y que ciertamente no va a tratar de serlo. Pero no he salido con
nadie desde tu mamá. Eh… bueno, como que me tomó por sorpresa. —Me dio
una sonrisa sincera—. Dale una oportunidad, ¿sí? Te caerá bien. Y me está
haciendo feliz. —Me palmeó en la espalda algunas veces antes de salir de la
cocina, dejándome parado ahí con mis pensamientos.
Así que había una mujer en la vida de mi padre. Decía que le hacía feliz.
Eso era lo único que importaba al fin y al cabo, ¿no? Mirando alrededor del
lugar, recordé lo oscuro que había estado la última vez que estuve aquí. Mi
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padre no había hablado mucho y solo habíamos existido juntos en la misma


casa. Ahora, parecía que había una nueva vida detrás de estas paredes. Papá
Página

sonreía más de lo que nunca lo había visto sonreír, y simplemente quería que
aceptara a esta nueva mujer. Sí, podía concederle eso. Podría ser extraño tenerla
aquí, pero si a él le gustaba tanto, estaba segura de que a mí también.
Ahora, mirando al otro lado de la cocina, mi nueva vida me observaba
con esos ojos color avellana. —¿Qué estás mirando? —me burlé.
—Oh, solo me preguntaba si tu culo ahora es tan pequeño como cuando
tenías dos años.
Me reí entre dientes. —Pequeña luchadora. ¡Ven aquí! —Corrí hacia ella
mientras chillaba y se iba corriendo.

***

—Maldición, Alice esa era una buena ensalada de papas. —Me recosté en
mi silla de jardín y me froté el estómago. Kat se rió de mí porque intentaba
expulsarlo, pero no podía.
Papá se acercó por detrás y me dio una palmada en la nuca.
—El lenguaje, chico.
Alice se rió por lo bajo de nosotros. —Dame un respiro, Thomas, tu boca
es peor que la suya. Y me alegro de que lo disfrutaras.
Por fin había aprendido cómo se llamaba la nueva novia de papá. Resulta
que me gustaba. Era más bajita que mi madre y tenía la piel más clara, pero
podía ver algunas similitudes entre las dos. Ambas eran acogedoras y abiertas
con todas las personas que conocían. Ambas tenían una sonrisa permanente
pegada a la cara, como si el mundo siempre les estuviera contando un chiste
gracioso. Y las dos estaban locamente enamoradas de mi padre. Cualquier
reserva que pudiera haber tenido antes de conocerla había desaparecido. Yo lo
aprobaba, y no dudaba de que mi madre también lo habría hecho. Ella habría
querido que él volviera a encontrar la felicidad.
—¿Cuándo crees que vas a enseñarme cómo hacerla? —le preguntó mi
papá a Alice.
—¿Hacer qué? —dijo en su voz cantarina.
—La ensalada de papas.
—Oh, cielos, probablemente nunca. —Le pestañeó varias veces—. Tienes
que probar que tienes talento para la cocina antes de que te confíen algo así.
127

Kat se echó a reír. —Ensalada de papas doradas. Mmmm… nunca oí que


la comida se tuviera en tan alta estima.
Página
—Oh, cariño, puedes atraer a cualquier hombre con una comida decente
y una bonita sonrisa.
Sonaba tan dulce y sureña que empecé a pensar que incluso yo me estaba
enamorando de ella. —Bueno, ya me convenciste. Ahora puedo servirme más,
¿por favor?
—Por supuesto, pásame tu plato. —Me sirvió un poco más y me lo
regresó.
La cena duró una hora mientras charlábamos, bromeábamos y
engullíamos la comida y la bebida. Hoy hacía mucha humedad, pero aun así
comimos en la terraza que papá había pintado. Incluso con el calor típico de
Texas, no estoy seguro de que hoy podría haber sido más perfecto.
El sol empezaba a ponerse en el cielo y los fuegos artificiales iban a sonar
en unos treinta minutos. Kat entró corriendo a buscarme otra cerveza y una
Mike's Hard Lemonade para ella. Papá y Alice habían acabado yendo a la
ciudad para ver los fuegos artificiales desde el parque. Había sacado algunas
sillas de jardín al patio delantero para que pudiéramos ver las luces a través de
los grandes robles. Kat salió con las manos ocupadas.
Estaba radiante. Su piel, normalmente pálida, tenía un toque rosado y
estaba radiante por el calor. Llevaba el pelo recogido en un moño desordenado
y le colgaban mechones oscuros alrededor de las mejillas, mientras que otros se
le pegaban al cuello. Su camiseta de tirantes dejaba ver sus tatuajes, y los
pantalones cortos que llevaba mostraban las piernas que tanto me gustaban y
su tatuaje de calavera. Se dejó caer en la silla y me di cuenta de que la había
colocado demasiado lejos. La agarré del brazo de la silla y la acerqué a mí. Soltó
un pequeño aullido, pero se acomodó en su asiento y extendió sus suaves y
sedosas piernas sobre mi regazo. Aspiró una bocanada de aire cuando dejé que
la condensación de mi cerveza goteara sobre su muslo y dibujé perezosos
remolinos con mis dedos a través de las gotas sobre su piel.
—¿En qué estás pensando, grandullón? —Sus ojos marrones verdosos
me miraron con deseo.
—Estoy pensando que cuando termine este espectáculo, te llevaré dentro
y te desnudaré para poder lavar todo el sudor de tu cuerpo. Puede que incluso
use mi lengua. —Le guiñé un ojo.
Jadeó, pero no respondió. No pasó mucho tiempo antes de que las luces
brillantes empezaran a llenar el cielo. El centro de Houston siempre ofrecía un
gran espectáculo todos los años, acompañado de música, pero no se oía desde
128

los suburbios. El vecindario permanecía bastante tranquilo, y sabía que la


mayoría de la gente probablemente estaba en el parque, igual que mi padre.
Página

Había algunos que habían hecho lo mismo que nosotros y estaban relajados en
sus jardines.
Cuando estalló el primer fuego artificial, se iluminó de un amarillo
intenso. Mis ojos estaban fijos en el cielo, pero noté que mi corazón empezaba a
latir un poco más deprisa de lo normal. Se dispararon varios fuegos artificiales
más y seguía más o menos al mismo ritmo. Era extraño. Pasaron cinco minutos.
Kat estaba acurrucada en mi hombro con las piernas aún apoyadas en mí. Me
había bebido toda la cerveza y había empezado a sudar un poco más que antes.
Probablemente Kat era la razón por la que tenía más calor, ya que estaba
tumbada sobre mí, pero no iba a pedirle que se moviera.
A medida que más fuegos artificiales estallaban en el cielo, el ímpetu
comenzó a aumentar. Azules, blancos, rojos y morados vibrantes se
encendieron en una rápida sincronización. Habían pasado diez minutos y ya
estaba empapado en sudor. El corazón me latía con fuerza en el pecho y sentía
que mi cuerpo estaba al límite. Mi chica era completamente ajena a lo que
ocurría en mi interior y yo quería que siguiera siéndolo. Mis manos se cerraron
en puños a su lado. Con cada estampido, el sonido retumbaba en mi pecho,
haciéndome sentir como una cuerda de guitarra demasiado tensada. En
cualquier momento iba a estallar.
El espectáculo llegó a su gran final. Explosiones de luces de todas las
formas y colores estallaron con milisegundos de diferencia. Los estampidos que
resonaron en el aire me retumbaron en el pecho. Me latía el cuerpo y sentía que
si no me levantaba y hacía algo ahora mismo, me iba a volver loco.
Di un suave empujón a las piernas de Kat, me levanté y empecé a
caminar hacia la casa. La oí llamarme, pero no pude responderle. Mi cabeza
estaba en otra parte. En cuanto llegué a la cocina, abrí la nevera, destapé una
cerveza fresca y me la bebí de un trago. Estaba a medio beber cuando Kat
apareció en la puerta.
—Timber, ¿qué pasa? Estás blanco como un fantasma.
¿Cómo se explica que unos simples fuegos artificiales me pusieran
nervioso y dispuesto a luchar contra algo? ¿Cómo se explica que el simple
sonido de un estallido me hiciera querer encerrarme en una habitación oscura y
no salir jamás? No sabía dónde tenía la cabeza y no estaba en el estado de
ánimo adecuado para decidir. Así que, en lugar de contestarle, me tragué el
resto de la cerveza y fui a por otra. Dos cervezas en menos de cinco minutos.
Me iba a pegar un buen atracón.
Fuera sonó un petardo. Mi cuerpo se tensó y me giré en la dirección del
sonido. Todo mi ser estaba en alerta máxima a pesar del alcohol que corría por
mi sangre. Otro ruido a mi lado me hizo sobresaltarme.
129

—¡Jodido pedazo de mierda! —grité. Al girarme, tiré una botella de la


encimera y se hizo añicos por todo el suelo. Kat dio un tímido paso hacia mí.
Página
—No te muevas. —Mi voz era profunda y salió más amenazadora de lo
que quería. Sabía que no la heriría, pero no me sentía seguro si podía contener
mi lengua.
—Puedo ayudarte a limpiar. Solo déjame buscar la escoba y me ocuparé
de esto. —Antes de que pudiera levantar el pie, mi voz se escuchó por toda la
habitación.
—¡Dije que no te muevas, Kat! —Estaba a punto de perder el control.
Necesitaba que me diera un minuto o no podría prometerle que no saldríamos
los dos con nuevas cicatrices. No quería decirle nada más que no sintiera. Me
temblaban las manos cuando recogí los trozos de cristal más grandes y los tiré a
la basura. Kat seguía de pie donde le había dicho que se detuviera. Tenía los
brazos cruzados sobre el pecho y la mirada fija en el suelo, completamente
acurrucada en sí misma. Me deshice rápidamente de los trozos más pequeños
barriéndolos con una escoba. Caminando hacia ella, noté que daba un paso
atrás. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, me sorprendió ver cómo el
miedo los atravesaba. Lo disimuló rápidamente, pero no lo suficiente.
—Por favor no te alejes de mí. —Mi voz sonaba áspera.
Tan tranquila como nunca la había oído hablar, dijo: —Solo quería
ayudar.
Extendí la mano y se la puse en el brazo. Al principio se puso rígida,
pero acabó cediendo y se acercó a mí. La rodeé con los brazos y me aferré a ella.
Me rodeó la cintura con sus pequeños brazos y sentí que me sujetaba. Nos
quedamos allí un rato mientras se calmaban mis nervios. De vez en cuando,
sonaba un petardo y yo me sobresaltaba, pero Kat me abrazaba con más fuerza.
Al final fue ella la que se apartó y se puso de puntillas para besarme la nariz.
Me cogió de la mano y tiró de mí hacia el dormitorio.
—Estoy cansada y creo que ambos tuvimos un largo día. Vámonos a la
cama.
Cuando nos acomodamos en la pequeña cama matrimonial, Kat me miró
y me pasó los dedos por el pelo. Me sentí tan bien. Era como si sus dedos
acariciaran cada una de mis terminaciones nerviosas y las adormecieran. Me
pesaban los ojos y el alcohol seguía nadando en mis venas.
—¿Lo provocó el sonido? —Su voz era tranquila, pero parecía fuerte en
el espacio mudo.
Asentí. —Eso creo.
130

—¿A dónde fuiste?


—¿Qué quieres decir? —No entendía su pregunta.
Página
—Estabas parado justo enfrente de mí, pero no estabas aquí. ¿A dónde
fuiste?
Allí tumbado, sintiendo sus pequeños dedos acariciándome, me sentí lo
bastante bien como para contestar. —Creo que el sonido me recordó ese día.
Sentí que me ponía ansioso, como si cada fibra de mi ser necesitara estar
levantado haciendo algo. Supongo que es el ejército que hay en mí. Siempre
listo para la batalla. —Suspiré profundamente—. Lo siento por gritarte. Nunca
debí de haberte gritado así. Estaba teniendo problemas para mantener a raya
mis emociones.
—Está bien, Timber. Presioné cuando no debería. Pude ver que algo
pasaba e ignoré mis instintos para darte algo de espacio.
—No, no hagas eso. No te culpes por mis problemas locos. Hiciste lo que
creíste correcto. —Fingí un bostezo, no quería seguir hablando de eso—. Estoy
listo para que termine el día. Vamos a dormir un poco, ¿eh?"
Se arrastró hacia mí y la arropé. Enterró la cara en mi pecho y yo apreté
la nariz contra su pelo. Me dormí respirando coco, pero esta vez no actuó como
barrera contra mis pesadillas.

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Página
Traducido por Miry & CamShaaw
Corregido por Danita

—En serio no puedo esperar a llegar a casa y utilizar mi polla hasta el cansancio.
Ha pasado mucho tiempo desde que el pobre hombre vio algo acción —dijo Holt, sentado
en el asiento del acompañante del Vehículo MRAP.
—Tengo la sensación que tendrás que seguir esperando si así es como hablas con
las mujeres, Holt —le dijo Rooster, quien conducía.
—Hombre, todo lo que tengo que hacer es sonreírle a una chica, y me pedirá que
la llevé a mi casa.
Reí entre dientes. —La cuál sería la casa de tu madre, ¿verdad?
—Vete a la mierda, hombre. Tengo ese sótano decorado de forma muy agradable,
ni siquiera sabrían que todavía vivo en casa. —Todos soltamos una carcajada. Holt
murmuró en voz baja—: Grupo de imbéciles.
Me incliné hacia delante y le di una palmada en el hombro para que supiera que
le tomábamos el pelo. Nos encontrábamos a mitad de camino de nuestra segunda
patrulla del día y era realmente muy ventoso afuera, levantando polvo. Los cuatro
empezábamos a sentirnos ansiosos por regresar a casa. Solo nos quedaban dos semanas
en este hoyo de mierda. Tres de nosotros, nos saldríamos. Servimos durante cuatro o seis
años y estábamos listos para pasar a otra cosa. Corey, naturalmente, era el que se
quedaría. El chico no podía imaginarse haciendo otra cosa con su vida, así que haría una
carrera en el Ejército. Bien por él.
—Oye, Rooster, ¿qué es lo primero que harás cuando llegues a casa? —
pregunté.
132

—Abrazar a mi esposa e hijos, tomar una siesta en mi sofá de hombre, y llevar a


la familia a Disneylandia para algo de necesario descanso y relajación —dijo.
Página
—¿Cindy no ha quemado ese sofá aún? —preguntó Corey a mi lado.
—No, ella sabe que eso es motivo de divorcio. Me encanta ese maldito sofá. Es el
sofá más cómodo que he tenido.
Sonreí y negué con la cabeza. —¿Y tú, Corey?
Hizo una pausa, pensando en ello. —Creo que llevaré a mi mamá a cenar
langosta, luego conseguiré un par de pelotas y finalmente le preguntaré a mi novia de la
secundaria si quiere salir conmigo de nuevo.
—¿Cómo es que nunca se lo pediste antes? —intervino Holt.
—Eh, ella se fue a la universidad. Estaba fuera divirtiéndose y viviendo una vida
diferente de la que yo vivía. Pero ahora que regresó a casa, obtuvo algún trabajo con una
compañía de suministros médicos y se estableció. Creo que ahora es un buen momento.
Asentí. —Eres un buen hombre, Corey.
Él me miró. —¿Qué hay de ti?
Encogiéndome de hombros, dije—: No sé. Probablemente ir a ver a mi viejo para
asegurarme que se encuentra bien, y luego dirigirme a algún lugar para encontrar un
trabajo.
—Amigo, ¿no quieres buscar algún coño? —preguntó Holt.
Inclinándome, empujé su casco. —No, no soy un puto como tú. Hundes tu polla
en suficientes coños, tienes que hundirlas en unas jodidas cremas porque te contagiarás
de una enfermedad de transmisión sexual, Holt.
Hubo una ronda de risas. Cuando entramos en la plaza del pueblo, mis ojos
inmediatamente viajaron a donde la mujer iraquí siempre permanecía de pie. Cuando
nos acercamos, me di cuenta de que por primera vez en meses, no estaba ahí. Por qué me
preocupaba, no lo sabía. Miré por toda la plaza, tratando de encontrarla. No había nada.
Mientras conducíamos más allá de la tienda, escuché un grito.
—Detén el vehículo, Rooster. —No se detuvo, pero bajó la velocidad a modo
rastreo.
Todos nos encontrábamos en alerta máxima con nuestras armas apuntando fuera
de las ventanas. Escuché con atención y lo oí de nuevo. A un lado de una tienda, vi a la
misma mujer con el tipo que siempre la acompañaba. Él le dio una bofetada en la cara y
luego le dio una patada cuando empezó a caer al suelo. Esta vez todos vieron lo que
sucedía y saltamos a la acción. Poniendo el MRAP en parqueo, Marks, quien no era uno
de nuestros compañeros de litera, se quedó en el vehículo, mientras el resto saltamos y
nos movimos rápidamente hacia la mujer golpeada.
133

—Nelson y Holt, ustedes vayan por el iraquí. Corey y yo comprobaremos a la


mujer para asegurarnos que está bien. —Todos asentimos en reconocimiento mientras
Página

Rooster gritaba la orden.


Los cuatro nos acercamos a la tienda con las armas en posición. El hombre le
gritaba a la mujer en su idioma, el cual no podía entender. Nos hallábamos a unos nueve
metros de ellos cuando grité para conseguir su atención. El tipo dejó lo que hacía y miró
hacia nosotros cuatro con ojos muy abiertos. Empezó a gritar algo, lo que, de nuevo, no
entendí, y apuntó hacia abajo, a la mujer en el suelo. Ella tenía sangre goteando de un
lado de su boca y rodeaba su estómago con sus brazos.
Holt y yo apuntamos nuestras armas hacia el hombre mientras él se apoyaba en
la pared a su espalda. Aún gritaba, y noté que todos en la plaza dejaron lo que hacían
para mirarnos. Algunos tenían miradas de desaprobación, mientras que otros eran
simplemente curiosos. Corey y Rooster se acercaron a la mujer en el suelo y se
arrodillaron para ver si se encontraba bien. Mientras la miraba más de cerca, vi que
tenía sus ojos cerrados. Las manos que creí agarraban su estómago, en realidad
sostenían un tipo de control remoto negro. Oraba. ¿Por qué oraba?
Después de eso, todo fue en cámara lenta.
Mientras Rooster se arrodillaba para comprobarla, Corey se dio la vuelta para
hacer frente a la multitud reunida. Me giré para mirar al hombre que acorralamos
contra la pared, y su mirada se movió de la mujer para descansar en mí. La sonrisa que
se dibujó en su rostro hizo que mi estómago se revolviera. Miré a Holt cuando dejó caer
su arma y me empujó al suelo, lanzando su cuerpo sobre el mío. Gritó: —¡DEI, es un
DEI2!

Después de eso, todo se quedó silencioso. Mis oídos no sonaban, pero no podía
escuchar nada. El cuerpo de Holt se hallaba sobre el mío y tuve que limpiar mis ojos
para quitar la tierra que me impedía ver. Cuando los abrí, mi mente no pudo procesar la
escena frente a mí. La mujer, Corey y Rooster ya no estaban ahí. Había sangre en el
suelo con piezas de lo que solo podía asumir eran partes de cuerpos. El hombre que me
sonrió se desplomó, con dos de sus miembros perdidos. Estaba muerto.
Usé toda la fuerza que quedaba en mí para hacer rodar a Holt hacia un lado y
poder sentarme, evaluarme y luego hacerme cargo de él. Necesitaba moverme rápido
antes de que la bomba atrajera alguna atención de cualquier vecino de Al-Qaeda que
pudiera encontrarse en el área. Después tenía buscar a mis dos chicos. El cuerpo de Holt
era pesado cuando lo quité de encima de mí. Se hallaba cubierto de sangre y sus ojos
permanecían abiertos, mirando al cielo. Me arrastré hacia él, mi corazón latiendo con
fuerza. Jalándolo sobre mi regazo, vi un enorme agujero en su pecho, perdía sangre,
rápido. Apreté mis manos sobre la parte superior de la herida tratando de frenar la
hemorragia, y esperando como el infierno que el respaldo llegara y pudiera conseguirle
un doctor.
El agarre de Holt era débil cuando se aferró a mi brazo. —Dile a mis padres,
134

Nelson. Diles lo que pasó.


Página

2Dispositivo Explosivo Improvisado.


—No, se los dirás tú mismo.
Sus ojos parpadearon y continuó mirando hacia arriba. —Quiero que sepan que
hice mi trabajo. Quiero que sepan que los amé.
Su respiración se hacía más débil y oí los sonidos de gorgoteo en sus pulmones.
Se moría y no podía hacer nada para detenerlo. Asentí hacia él mientras lágrimas caían
por mis mejillas.
—¿La salvamos? —Tosió y escupió sangre por la boca.
No sabía qué más decir. No quería que se molestara en sus últimos momentos,
por lo que simplemente dije: —Sí.
—Bien. —Presioné más sobre el agujero y él gimió.
—Maldita sea, aguanta Holt. Por favor aguanta, ya vienen, ¿está bien? El
respaldo ya viene.
Su brazo cayó del mío y ahora colgaba a su lado. Su mirada se volvió hacia la mía
como si me viera por primera vez. Susurró la palabra: “hermano”, y luego su boca
comenzó a abrirse y cerrarse mientras trataba de tomar aire. Sus pulmones se llenaban
de sangre y se ahogaba con ella.
—No, no, no, ahora no. ¡Maldición, no te mueras encima de mí! Aguanta.
Tienes una jodida vida por delante. Quédate conmigo. —Mis palabras se volvieron
silenciosas cuando comprendí que sus ojos se encontraban vacíos. Se había ido.
Me desmayé después de eso. Lo siguiente que recuerdo fue despertar en una
cama de hospital con vendas por todo mi cuerpo, cubriendo las heridas de metralla que
recibí. Los doctores entraron y salieron de mi habitación, haciéndome preguntas sobre
cómo me sentía, comprobando si sanaba y lo que sea que jodidamente hacían los
doctores. Yací en esa cama durante dos semanas y apenas me moví.
Me enteré de que Inteligencia descubrió que la mujer que tratamos de salvar
estuvo intentando atraernos durante meses. Ella, y algunos otros, estuvieron esperando
el momento adecuado para hacer su movimiento. Cronometraron todo, sabían cuándo
estaríamos ahí, que armas tendríamos, y esperaron hasta que estuvimos lo bastante cerca
antes de detonar la bomba. Los doctores me dijeron que Corey y Rooster estuvieron tan
cerca de la explosión, que no hubo suficientes restos que se asemejaran a un cuerpo para
enviar de regreso a sus familias para ser enterrados. Dijeron que si Holt no me hubiera
cubierto como lo hizo, probablemente ni siquiera yo estuviera aquí. Dijeron que fui
afortunado. No me sentía afortunado, me sentía jodidamente maldito.
Cualquier apariencia de hermandad que tuve con esos hombres, ahora estaba
muerta y enterrada. Me sentía muerto también. Nada dentro de mí quería vivir. Perdí a
135

mis hermanos, y desearía haber muerto con ellos. Todo lo que tenía eran algunos cortes,
el médico dijo que algunos probablemente dejarían cicatriz, pero la mayoría sanaría y
Página
desaparecería. ¿Qué pasa con el daño que tenía internamente? Nada relacionado con
mis cicatrices internas se desvanecería o sanaría. Debí morir con mis hermanos.

***

Un petardo estalló afuera de mi ventana y salté de la cama. Mis ojos


recorrieron el espacio oscuro, buscando el peligro que sabía se hallaba ahí. Un
movimiento en la cama llamó mi atención y me giré hacia él, alcanzando el
cuchillo de bolsillo que puse sobre el escritorio.
—¿Qué sucede, Timber? Regresa a la cama. —La voz de Kat traspasó mi
confusión. Bostezaba y se frotaba los ojos. No me vio tomar el cuchillo. Dando
un paso atrás contra el escritorio, lo dejé detrás de mí.
—No pasa nada, simplemente no podía dormir. Vuelve a la cama.
Sus brazos cayeron sobre su regazo, e incluso en su estado adormilado,
con su cabello de almohada, era absolutamente hermosa.
—Iré muy rápidamente por agua. Regresaré pronto.
Salí de la habitación y me dirigí la cocina, llené un vaso con agua, pero la
puse sobre la encimera. No tenía sed, solo tenía que salir de ahí. Aún podía
escuchar algunos estallidos por la calle y trataba duramente de calmar mis
nervios tensos. Me paseé por la cocina un par de veces y decidí que quizá un
poco de agua fría en mi rostro ayudaría. La luz del baño era brillante cuando
entré y mis ojos parpadearon rápidamente para ajustarse. Abrí la llave, puse
mis manos bajo el agua hasta que sentí que cambiaba de caliente a fría. Eché
agua en mis mejillas, froté mis ojos con las palmas. Sentí un ligero toque en la
espalda y elevé la vista hacia el espejo para ver a Kat de pie detrás de mí, su
mirada llena de preocupación.
—¿Tuviste una pesadilla?
—Sí, podría decirse.
Se colocó a mi lado. —¿Quieres hablar sobre eso?
No, no quería hablar sobre eso. Además, no quería alejarla de nuevo
como lo hice antes. La quería cerca. Quería sentir sus manos sobre mí. Me giré
para mirarla, su mirada me atravesaba como si supiera exactamente lo que
pasaba por mi mente. Dije la única cosa que quería en ese momento.
—Hazme olvidar, Kat. Necesito una noche en la que no los recuerde.
136

Inclinó su cabeza hacia abajo una vez, dejándome saber que sabía de lo
que hablaba. Mientras se acercaba más, mis manos fueron automáticamente
Página

alrededor de su cintura.
—¿Tu papá está en casa?
—No, él y Alice se fueron a vivir a su casa, ya que vive cerca de la
ciudad.
—Bien.
Levantó las manos y las subió por delante de mi pecho desnudo. Sus
dedos se deslizaron detrás de mi cuello y tiró de mí hacia abajo hasta que su
boca estuvo sobre la mía. No fue un beso aplastante, sino dulce. Su boca se
abrió y fue todo lo que necesité para sumergirme y saborear cada centímetro de
ella. Sus manos se enredaron en mi pelo, mientras las mías se movían por su
espalda hasta llegar a su culo. La atraje hacia mí y mi polla se apoyó en su
vientre. La sentí ponerse de puntillas y rechinar contra mí como si intentara
conseguir algo de fricción donde la necesitaba.
La levanté y me rodeó la cintura con las piernas. La coloqué en el borde
del lavabo y ella siguió rodeándome con las piernas. Bajé la mano por su
hombro y toqué su pecho, dándome cuenta de que no llevaba sujetador. Mi
pulgar rozó la punta de su pezón y sentí cómo se endurecía hasta formar un
pico en mi dedo. Se arqueó contra mí y gimió.
—Oh, Dios, Kat. Te sientes increíble en mis manos. —La solté, me agaché
y le tiré de la camiseta por encima de la cabeza. Estaba sentada en ropa interior
de encaje negro y juro que era lo más sexy que había visto nunca. Las elegantes
líneas de su espalda se reflejaban en el espejo que había detrás de ella y me
entraron unas ganas tremendas de tocar cada parte de su cuerpo. No quería
terminar la noche sin conocer todas sus pecas, cicatrices y perfecciones. Llevé
mi boca hacia abajo y succioné su pezón en mi boca, mientras que mi otra mano
encontró el otro y arrancó en su pico. Kat sostenía mi cabeza contra ella,
suplicándome en silencio que le diera más.
—Necesito probarte. Quiero tu dulzura en mi lengua.
Comenzó a negar con la cabeza. —Nunca lo he hecho. ¿Y si no te gusta?
—Es imposible. Deja que yo me ocupe de ti. —Mi voz era profunda y
llena con necesitad.
Mordisqueé y mordisqueé su vientre, pasé las manos por sus muslos y la
obligué a separarlos para mí. Cuando me arrodillé en el suelo frente a ella,
enganché los dedos en sus bragas y se las quité. Contuve la respiración y la
miré. Sus ojos estaban llenos de aceptación y amor. Aceptación de mí y de lo
que necesitaba de ella, y amor porque confiaba en mí.
137

—Ábrete para mí, Kat. Déjame verte. —Sus muslos temblaron un poco
mientras me dejaba abrirla—. Jesucristo, eres jodidamente perfecta. —Miré su
coño, sus labios brillantes de humedad. Me incliné hacia delante y di un tímido
Página

golpe con la lengua. Era una mezcla salada y dulce que solo podía describir
como exclusiva de ella. Subí una de mis manos justo por debajo de sus caderas
y, con el pulgar y el índice, la abrí aún más, dejando al descubierto su clítoris.
Estaba rojo y ligeramente hinchado. Sentía cómo mi polla palpitaba en mis
calzoncillos; deseaba desesperadamente estar dentro de ella. En lugar de eso,
metí la otra mano, me agarré con fuerza y empecé a masturbarme lentamente.
Mi lengua lamía el capullo de Kat y tragaba los jugos que se me metían en la
boca. Colocando mis labios sobre ella, le chupé ligeramente el clítoris mientras
le daba golpecitos con la punta. Las caderas de Kat se agitaron salvajemente.
Tuve que detener lo que me estaba haciendo y sujetarla.
—Oh, Dios mío… oh… Dios… no te detengas —jadeó.
Sabía que se estaba acercando porque sus muslos se habían levantado y
me rodeaban las orejas. Estaba completamente desenfrenada. Nunca la había
visto así. Era un espectáculo impresionante.
—Timber, estoy tan cerca, por favor… ¡más!
Añadí un poco más de presión con mi lengua y chupé un poco más
fuerte. Fue suficiente para llevarla al límite. Todo su cuerpo se agitó con
espasmos. Gritó y me agarró fuertemente con la cabeza. Cuando bajó, la solté y
le di una larga lamida con la lengua. La hizo estremecerse. El cuerpo de Kat
estaba recostado contra el espejo y sus miembros colgaban sueltos a los lados.
Me puse de pie, me incliné sobre ella y le besé la boca. Sabía que podía
saborearse en mí y eso me puso aún más duro.
—¿Me llevas a la cama? —Lo formuló como una pregunta.
La cogí en brazos como a una niña y la llevé a la habitación. Cuando los
dos estábamos tumbados, Kat se puso encima de mí y se sentó a horcajadas
sobre mis caderas. Me agarré a ella y miré su cuerpo que brillaba a la luz de la
luna. Su piel de porcelana brillaba por el poco sudor que había acumulado. Se
incorporó unos centímetros y tiró de mis calzoncillos lo suficiente para hacerme
saber que quería que me los quitara. Cuando me los quitó, volvió a sentarse a
horcajadas sobre mí y empezó a frotarme la polla con su humedad. Mientras
sus caderas se movían hacia delante y hacia atrás, miré hacia abajo y pude ver
la cabeza de mi polla siendo empujada a través de sus pliegues. Tenía la cabeza
echada hacia atrás y el pelo le colgaba detrás en largas ondas. Se excitaba con
solo sentirme frotarla.
Se oyó un crujido en el exterior que desvió mi atención de ella y me hizo
mirar por la ventana. La luna parecía roja como la sangre en lugar de tener un
brillo amarillo. El sudor del pecho de Kat empezó a parecer gotas de sangre.
138

Apreté los ojos para bloquear las imágenes.


—No, no, ahora no —gruñí.
Página
La mano de Kat se interpuso entre nosotros y me agarró la polla,
hundiéndose lentamente sobre mí. Me sacó de donde había ido.
—Tu coño es tan caliente.
Gimió. —Dime lo que quieres que haga.
—Fóllame, Kat. Déjame sentir cómo te aprietas a mi alrededor mientras
te corres.
Mi pulgar encontró su clítoris mientras ella movía su cuerpo adelante y
atrás. Sus caderas trabajaban en un movimiento circular mientras se levantaba y
volvía a bajar. Me estaba acercando y mi respiración era agitada. Me había
puesto aún más duro mientras estaba dentro de ella.
Otro maldito fuego artificial estalló y mi cuerpo saltó. Me quité a Kat de
encima y me levanté, arrastrando las manos por el pelo.
—Timber. —Exigió mi atención.
—No puedo, Kat. Maldición, no puedo. —Me sentía tan frustrado que
consideré entrar al coche y marcharme solo para escapar de los sonidos.
Se subió a la cama y me agarró la cara con sus pequeños dedos. Su agarre
era firme. Nunca había visto a Kat tan seria.
—Puedes, y lo harás. En este momento no se trata de lo que está pasando
afuera o lo que sea que esté sonando una y otra vez en tu cabeza. Regresa a mí,
y déjame alejarlo. —Le tembló el labio—. Nunca he dejado que un hombre me
toque como tú lo has hecho esta noche, y me niego a alejarme de esto deseando
que nuestros jodidos mundos no nos impidieran siempre hacer lo que
quisiéramos. Lo que quiero ahora mismo es que me folles. Que me dejes sentir a
alguien nuevo, no al imbécil que me violó. —Me estremecí al oír la palabra—.
Fóllame y llévanos a un lugar que sea solo nuestro. Tuyo y mío. Un lugar donde
nadie esté muerto y nadie nos haga daño. Ahora, Timber. Ahora mismo, carajo.
Mi pecho se agitaba por lo que acababa de decir. Quería llevarla a un
lugar donde solo estuviéramos ella y yo. Quería follarla tan fuerte que solo
pensáramos en lo bien que nos sentíamos. No quería tener las caras de mis
hermanos en mi cabeza. No mientras estaba con ella así. Estaba decidido.
Agarrándole el pelo, tiré bruscamente de un puñado y le incliné el cuello para
que quedara expuesta ante mí. Besé la columna de su garganta y rocé con los
dientes el lóbulo de su oreja. Levantándola y envolviéndola a mi alrededor, la
empujé de nuevo contra la pared, ella y yo gruñendo por la fuerza.
—Sujétate —le ordené.
139

Se aferró con fuerza a mí mientras yo metía la mano por debajo de ella y


colocaba mi polla en su entrada. Con un movimiento brusco, me enterré dentro
Página

de ella. Una retahíla de palabrotas salió de su boca y yo sonreí. No tardé en


entrar y salir de ella, sintiendo cómo sus paredes se cerraban a mi alrededor.
Parecía que intentaban succionarme.
Sus uñas se clavaron en mi espalda y disfruté del dolor que me causaba.
Un estallido sonó fuera y mi ritmo se ralentizó. Kat levantó la mano y me dio
una bofetada.
—No, Timber. Quédate aquí. Quédate aquí conmigo.
Me sorprendió un poco que me golpeara, pero no fue una reacción
innecesaria. No me dolió ni me escocía, solo reclamaba mi atención, así que se la
presté. Bloqueé todo y encontré una especie de visión de túnel con solo ella al
otro lado. La miré a los ojos color avellana y me concentré en sus labios, sus
mejillas y sus pechos, que se movían con cada embestida.
—¡Más fuerte! Dios mío... voy a correrme.
—Acaba para mí. —Aumentando mis movimientos, grité—: No voy a
durar mucho más.
Su cuerpo se tensó con espasmos mientras gritaba mi nombre. Yo seguía
empujando dentro de ella, ayudándola a soportar las sensaciones, cuando mi
propio movimiento vaciló. Empujando hacia delante unas cuantas veces más, la
liberación me inundó. Me vacié dentro de ella y seguí de pie con ella a mi
alrededor. Cada parte de mi cuerpo se sentía lánguida y suelta. Me acerqué a la
cama, la dejé suavemente en el suelo y me deslicé fuera de ella. Aún estaba
semierecto mientras permanecía allí, dejando que sus ojos me recorrieran.
—Me gusta nuestro lugar feliz —dijo mirándome fijamente, con seriedad
en la voz.
Le pasé la mano por la mejilla y ella se inclinó hacia mí. —Era un buen
lugar, ¿verdad?
Pensé en ir a buscar algo para limpiarnos, pero decidí no hacerlo y me
acomodé junto a ella. Apoyó la cabeza en mi pecho y trazó el remolino de mis
tatuajes.
—Siento haberte pegado. Simplemente... ocurrió. —Pude oír la sonrisa en
su voz.
Me reí entre dientes. —Sí, sobre eso. Tenemos que trabajar en tu gancho
de derecha. Apenas lo sentí. Si buscabas darme un golpecito de amor, lo has
conseguido. —Me callé cuando me dio una palmada en el pecho y me reí un
poco más fuerte.
—Idiota. —Levantó la vista y apoyó la barbilla en la mano. Su cara
140

parecía como si estuviera considerando algo, entonces habló—. Creo que es


hora de que me cuentes lo que te ha pasado. Quizá te ayude si lo cuentas.
Página
Tenía razón, y yo sabía que tenía razón. Ya le había contado parte de mi
historia, pero era hora de explicárselo todo. Necesitaba saber por qué me
culpaba de sus muertes. Por qué tenía pesadillas por la noche. Quería que
entendiera que cuando me recluía era porque mi cabeza no estaba en un lugar
sano. Quería confesarle que había deseado ocupar su lugar más veces de las que
podía contar. Necesitaba saber que había intentado acabar con mi propia vida
en la ducha del hospital una semana después de su muerte. Quería que Kat lo
supiera todo. No quería que hubiera secretos entre nosotros. Sabía
instintivamente que no me juzgaría por mis locos pensamientos. En cambio, me
escucharía y sería abierta. No trataría de entenderme, simplemente me
aceptaría, porque así era ella.
Entrelazando mis dedos con los suyos, empecé desde el principio. Le
hablé de cada uno de los chicos y de cómo había sido estar con ellos todos los
días durante un año entero. Hablamos hasta el amanecer. Se rió y lloró, y me
abrazó con más fuerza. Contuvo la respiración y se estremeció cuando le conté
que había estallado la bomba y me había besado el pecho como si sintiera que
se me partía el corazón. Me dijo que ojalá hubiera podido conocerlos. Sabía que
la habrían adorado. Nunca me había sentido tan unida a nadie en toda mi vida.
Kat era alguien de quien me estaba enamorando. No era un sentimiento fugaz
que iba y venía. Ella me dio un nuevo sentido de propósito. Iba más allá de
cualquier mentalidad de héroe que hubiera asumido. Hizo que mi vida valiera
la pena. Quería curarla como ella me curaba a mí.
Vi cómo se callaba y sus ojos se ponían pesados. Apoyé la mano en un
lado de su cara y le dije: —Estás cansada. Vamos a echarnos una siesta y
podemos seguir hablando en el coche de camino a casa. —Bostezó y dijo que sí
antes de cerrar los ojos y dormirse rápidamente.
Me sentí tan ligero después de soltar cada pequeño detalle sobre los
chicos. Mientras la veía dormir, me di cuenta de que le había contado todo
sobre mí, pero ella no había dicho mucho sobre sí misma. Eso iba a tener que
cambiar. Esta tarde, después de despedirnos de mi padre y Alice, iba a ponerla
contra la pared y empezar a hacer algunas de las preguntas más difíciles. Esta
vez no se escaparía de mí. Anoche habíamos llevado nuestra relación a otro
nivel y era hora de que aprendiera a confiar en mí.
141
Página
Traducido por Adriana & Madhatter
Corregido por Eli Hart

La radio estaba encendida en el auto y yo tenía los pies en el tablero. Mis


dedos se movían al ritmo de la música, y Timber y yo disfrutábamos en paz de
la compañía mutua. Él pasaba sus dedos en círculos en sobre palma, arriba por
mi brazo, y hacia abajo de nuevo. Me hacía temblar y podía verlo sonreír con
suficiencia por el rabillo de mi ojo.
Actualmente me encontraba elevada en una nube después del fin de
semana que tuvimos. Se abrió y me dio los detalles más minuciosos de los
chicos que llamaba hermanos. Sus ojos estuvieron llenos de luz y felicidad
mientras recordaba las historias que compartían. Me reí ante sus cómicas
bromas y las travesuras que se jugaron entre ellos. Era un lado de Timber que
nunca había logrado ver. Hubo destellos aquí y allá cuando me perseguía por
todas partes, o cuando habló con su papá sobre su educación. Deseaba poder
ver más de ese lado, pero sabía que iba a llegar en pequeñas piezas con él.
Mi mente regresó a anoche, cuando finalmente me le entregué. Y me
entregué, ciertamente lo hice. Cuando estuvo paseando por la habitación, la
mirada atormentada en sus ojos era más de lo que podía soportar ver. La
atmósfera en la habitación estuvo pesada con el dolor y la desesperación. Me
necesitó, todo de mí. Cualquiera duda que tuve, tomó un asiento en la parte
trasera ante sus necesidades. Sus afligidos ojos me rogaron que lo ayudara a
olvidar, incluso si era por solo una noche, los fuegos artificiales realmente lo
dejaron trastornado. Se paralizó. A pesar de la espesa niebla de sus pesadillas,
nuestros cuerpos rezumbaron con la necesidad mutua. Cuando me dijo que me
quería, eso fue todo lo que me tomó para sentir la humedad haciéndose un
142

charco entre mis piernas. Mis terminaciones nerviosas ansiaban que me tocara.
Algo de lo que no me sentía segura era que pudiera decirle sobre mi
Página
propia batalla interior. La agresión en sus ojos cuando me tomó hizo que mi
corazón se sintiera como si estuviera en mi garganta. Me recordó los ojos
oscuros de Adam mientras se obligaba a entrar en mí. Timber fue tan amable,
aun así exigente, cuando vino a mí anteriormente. En ese momento, fue incapaz
de aplastar las emociones pasando por su sistema mientras me tomaba, fue
dominante y mandatario, dirigiéndome qué hacerme yo misma mientras me
penetraba. Las tensas sensaciones que cruzaron por mis venas se desvanecieron
mientras se deslizaba en mi interior, y todo lo que vi fue un mar azul
mirándome con aprobación. Dejé el recuerdo de Adam en los recovecos más
oscuros de mi mente y me llevé al aquí y ahora con Timber. A cada caricia y
cada mimo ente él y yo. Me le entregué, en mente y cuerpo, en ese momento.
Sabía que después de esa primera vez, estaría bien entregándomele de nuevo
cuando llegara el momento.
—Oye —dijo, interrumpiendo mis pensamientos—. ¿A dónde fuiste?
Su dedo pulgar acariciaba mi muñeca. —Lo siento, estoy aquí.
Simplemente me perdí en mis pensamientos.
Frunció el ceño. —¿Qué tipo de pensamientos?
Me incliné hacia adelante y acaricié las líneas entre sus cejas.
—Pensamientos buenos, lo juro por mi vida. —Hice una X sobre mi
corazón—. Solo recordando la noche anterior.
Su ceño se relajó, pero su rostro todavía se encontraba triste.
—No te lastimé, ¿verdad? Me encontraba tan perdido en el momento que
no se me ocurrió que podrías no haber estado bien con cómo te traté.
Me reí. —Cómo me trataste estuvo bien. Y te prometo que no me heriste
en absoluto. Estuve dentro tanto como tú.
Me miró, intentando mantener los ojos en la carretera. —Aun así pude
haber sido un poco más amable. Lo juro, no siempre soy así de agresivo.
Me quedé callada mientras mis pensamientos sobre cómo me manipuló
con sus palabras. Cómo sus mandatos no tan sutiles hicieron estragos en mi
interior y todo lo que quería que hiciera era que me follara… duro. No era una
persona tímida, pero, ¿cómo rayos se suponía que le dijera que su autoridad era
exactamente lo que quería de nuevo? Necesitaba que fuera asertivo conmigo.
Me evitaba dirigirme directo hacia el oscuro hueco que me hacía preguntarme
si hacía lo correcto y si él lo disfrutaba o si fallaba miserablemente como mujer.
No tuve mucha experiencia con el sexo. Y con lo mucho que lo evité en el
143

pasado, no podía estar segura que mis movimientos con él fueran los correctos.
Vocalizar era exactamente lo que deseaba de él.
Página
—Ahí vas de nuevo. ¿Te importaría regresar y unirte a mí?
Me sonrojé. —Ups. Supongo que solo tengo mucho en la mente.
—¿Te importaría contármelo?
Me mordí mi labio inferior. Lo sentí liberarlo con su dedo pulgar
mientras giraba mi cabeza en su dirección. Tenía una mirada de preocupación
en su rostro.
—Kat —dijo en una profunda voz que casi sugería que sabía dónde mi
mente se encontraba—. ¿Qué quieres decirme?
Me removí, sintiendo que me ponía ligeramente cachonda por su tono de
voz. —Está bien, ¿prometes no reírte o juzgarme?
—Nunca. Ahora, ¿qué pasa, mujer? Me tienes preocupado.
Me aclaré la garganta, intentando sentirme valiente. —De acuerdo, es
solo que con todo lo que me ha pasado, no tenía la certeza de cómo me sentiría
sobre que me dijeran qué hacer en medio de… bueno, ya sabes. —Asintió con
conocimiento—. Y anoche, me preocupé por ti, e intenté traerte de regreso a mí.
Estuviste tan distante. Pero por otro lado como que… no lo sé… te pusiste todo
macho dominante conmigo.
Dejé que mi voz se desvaneciera. —¿Yyyy? —me presionó para
continuar.
—Y creo que me gustó. —Mi labio fue directamente de nuevo dentro de
mi boca, así lo podía morder.
El auto de repente se desvió a un lado de la carretera y se detuvo.
Levantando polvo a nuestro alrededor y unos cuántos autos tocaron sus
bocinas, descontentos por el repentino cambio de carril de Timber. Giró su
cuerpo completo en mi dirección y me miró con sus penetrantes ojos azules de
bebé. Su pecho subía y bajaba en rápidas respiraciones y yo me preguntaba qué
sucedía.
—¿Qué rayos? ¿Por qué te detuviste?
Ignoró mi pregunta. —¿Te gustó que te dijera qué hacer?
No podía decir por el tono de su voz si sonaba acusador o genuinamente
sorprendido. —Sí, creo que sí.
Su mirada se puso más profunda mientras sus ojos se entrecerraban. —
¿Lo crees o lo sabes?
144

Podía sentir ese dominio irradiando de él. —Lo sé. —Bajé la mirada hacia
mis manos, sacándome una suciedad inexistente debajo de mis uñas.
Página
—Mírame, Kat —Mis ojos lo miraron—. ¿Me estás diciendo que quieres
que te diga qué hacer?
—Eso creo.
Suspiró. —Ahí vas de nuevo con el “creo.”
Me encogí de hombros. —Es solo que cuando haces eso, no me dejas
preguntándome que es lo siguiente que quieres de mí. Aparta mi mente de los
lugares a los que no quiero ir y siento que solo estoy contigo.
Gruñó con comprensión. —Tengo que decirte, de alguna manera estoy
aliviado de escucharte decir esto. Soy un idiota prepotente por naturaleza y no
sé si soy capaz de dominarme cuando se trata de ti. Me vuelves absolutamente
loco con todo lo que haces.
—¿Cómo te vuelvo loco? —Ahora no sabía si era yo la ofendida.
Un lado de su boca se curvó en una sonrisa de burla.
—No ves lo hermosa que eres. A donde sea que vas, los hombres te
miran como si fueras un pequeño postre decadente que quieren probar. —La
sonrisa de burla desapareció tan rápido como vino—. Y cualquier hombre que
intente colocar sus manos sobre ti tendrá que rendirme cuentas. No te
compartiré. No puedo.
—No tienes ninguna competencia, Timber. Nunca esperaría que me
compartieras. Soy toda tuya —dije con total naturalidad.
—Sí, excepto que ya estoy compitiendo con el hombre que te lastimó.
Sentí como si me acabara de dar una bofetada en el rostro. ¿Cómo pudo
decir algo como eso? Sintiendo mi ira construirse, ataqué.
—¡Lindo! Muy bonito de tu parte traer eso a colación cuando estamos
hablando de ti y de mí. Nunca has tenido que competir con ese pedazo de
mierda, así que, ¿qué te hace pensar que lo haces?
—Él está en tu cabeza, Kat. He estado luchando por su espacio durante
meses ya. Lo quiero fuera. ¡Erradicado!
Extendí mi mano hacia el centro de la consola y lo empujé con fuerza.
—¿Crees que puedo simplemente olvidarme de él? ¿De lo que me hizo?
Me robó algo que ninguna chica jamás quiere darle a cualquiera por primera
vez. ¡Nunca recuperaré eso, Timber! Así que, por supuesto que está en mi
cabeza. Es un monstro que acecha cada esquina. Nunca sé lo que lo traerá al
frente de mi mente, ¡pero ciertamente no espero que tú me lo eches en cara!
145
Página
—No estoy intentando echártelo en cara. Solo quiero que sepas que
quiero reemplazarlo. No quiero que esté acechando por ahí cuando estoy
contigo, cuando estoy dentro de ti.
Me sentía completamente sorprendida. ¿Cómo esta conversación dio un
giro tan rápido?
—Me hablas como si no hubiera intentado olvidarlo. Joder, ¡me mudé
para acá para alejarme de él! Vivía en ese pueblo con el miedo de que se
apareciera y me hiciera lo mismo de nuevo. Por Dios, Timber. —Levanté mis
manos—. Tuve que retirarme del jodido atletismo, algo que amaba, porque no
podía entrar de nuevo en los vestuarios donde me violó.
De repente dejé de gritar y mi mano voló para cubrir mi boca, acababa de
darle un pedazo de información que nunca compartí. Sus cejas se levantaron
mientras el asombro se registraba en su hermoso rostro. Las ruedas rodaban
detrás de sus hermosos ojos azules, mientras dejaba que lo que le dije tuviera
sentido. Ahora me sentía cobarde, esperando que la furia viniera volando.
—¿Sucedió en la escuela? —preguntó en voz baja.
Asentí, las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos.
—¿Y él era un adulto o estudiante? —Mientras más suave hablaba, más
amenazante se volvía su tono.
—Estudiante —dije con voz estrangulada.
—¿Lo conozco? —Se giró para mirar a través del parabrisas. Casi dolía
más porque ni siquiera podía mirarme.
—Probablemente —mentí—. Era una escuela pequeña, Timber. No había
tantos rostros que no pudiéramos haber pasado en algún momento en el pasillo.
—Sabes lo que te estoy preguntando, Kat. No juegues conmigo.
De hecho, sí sabía lo que me preguntaba. Sentí como si estuviera en una
encrucijada; intentando decidir entre decirle la verdad, ponerlo furioso, o
evadir su pregunta y hacerlo pensar que era un chico de mi clase. No había
duda en mi mente que pudiera culparse a sí mismo, luego ir cazar a Adam y
hacerle un daño indecible si le dijera la verdad. Timber era dos años mayor que
yo, así que podía creer que fue alguien que se graduó conmigo. Tomé la
decisión casi con demasiada facilidad.
—Fue alguien con quien me gradué. Frecuentaba a gente diferente de la
que tú frecuentabas, ¿de acuerdo? Seguro que apenas conocías al muchacho.
146

No se relajó en lo más mínimo. —¿Cuál era su nombre?


Página
¡Mierda! No planeé en que me pidiera detalles. Mi corazón martillaba en
mi pecho. Simplemente discutir este tema con él me hacía querer bajar la
ventana y tirarme. Realmente no quería seguir mintiéndole, y tampoco quería
seguir hablando de esto.
—Timber, no puedo, ¿de acuerdo? Sé que quieres saber, pero la idea de si
quiera decir su nombre me hace querer tirarme por un acantilado. Ese nombre
en mi cabeza es uno que siempre se quemará allí, y nunca quiero sentirlo salir
de mis labios. Por favor, te lo ruego, ¿podemos simplemente dejar de hablar de
eso?
Mis lágrimas caían en gotas lentas desde mis mejillas, y él observaba con
cautela. Podía ver la batalla interna que libraba, la necesidad de saber siquiera
su nombre, así podía sentir como si me protegiera aún más, y la simple
necesidad de darme lo que le pedía. Tomé una temblorosa respiración cuando
escogió la última.
Utilizó el reverso de sus manos para limpiar la humedad de mi rostro.
—Esta es la cosa más difícil que creo que he hecho alguna vez. Cada
impulso en mí me está diciendo que encuentre a esa persona y le haga cosas
miles de veces peor de lo que te hizo. Estoy colgando de un hilo, Kat. Quiero
hacerle daño tan desesperadamente que me siento asesino.
Se veía así también. Necesitaba sacarlo de su cabeza y traerlo de regreso
a mí. Desabrochando mi cinturón de seguridad, me maniobré por encima de la
palanca hacia su regazo descubierto. Lo miré a la cara mientras envolvía mis
brazos alrededor de su cuello y mis piernas alrededor de su cintura. Metí mi
nariz en el espacio en su cuello y absorbí el olor a tierra mezclado con el ligero
indicio de su colonia. Podía sentirlo hacer lo mismo mientras sus brazos se
envolvían a mi alrededor y me presionaba contra su pecho para que no hubiera
un centímetro de espacio entre nosotros. Lo escuché aspirar mientras enterraba
su cabeza en mi cabello. Sus manos trazaban lentos patrones de por mi espalda.
De alguna manera nos calmó a ambos, a él y a mí. Necesitaba ser tocada por él
tanto como él necesitaba tener cada parte de mí envuelta a su alrededor.
No tenía idea de cuánto tiempo nos quedamos allí así, pero fue suficiente
para que una de mis piernas se durmiera por estar aplastada detrás de él. Sin
embargo, no me importaba, y no tenía prisa de soltarlo. Continué pasando mis
dedos por su oscuro y puntiagudo cabello una y otra vez, mientras su corazón
se ralentizaba a su ritmo normal. El auto realmente se encontraba tranquilo
cuando sentí su pecho retumbar bajo el mío. Dijo algo que no pude entender. Su
boca se hallaba cubierta por mi cabello.
147

—¿Umm? —pregunté, a la vez que pasaba mis dedos desde la parte baja
de su cuello hasta la cima de su cabeza. Agarrando un puñado de cabello.
Página
Suavemente lo alejé así podía escucharlo mejor—. ¿Qué dijiste? —Coloqué mi
frente contra la suya.
—Dije que te amo. Nunca pensé que me sentiría de esta manera por
alguien, no después de lidiar con la pérdida de mis amigos. He estado asustado
de sentirme tan cerca de alguien de nuevo, pero no puedo evitarlo contigo.
Haces que sea tan fácil amarte. Estás en cada parte de mí, y me he enamorado,
Kat. Me he enamorado intensamente.
Hice mi cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos mientras hablaba.
Nunca nadie me habló antes con tanta convicción. Si un hombre me hubiera
dicho estas palabras en cualquier momento antes de ahora, habría pensado que
eran sentimientos vacíos. Con Timber, no podía dudar. No con la forma en la
que me miraba, y tampoco con la manera en la que me atraía. Pero ¿era amor lo
que yo sentía?
No tenía ni idea. Lo que sabía era que me hacía sentir cosas nuevas. Sabía
que quería estar a su lado cada minuto de mi día porque si no, lo extrañaba.
Sabía que era la primera persona con la que me había abierto contándole sobre
mi pasado terrorífico y que no me juzgó como esperaba que un hombre hiciera.
No me dejó ni salió corriendo por las colinas porque era la chica con bolsas y
bolsas de equipaje con el cuál lidiar. Fue el tipo que las cargó por mí, hizo que
cada día fuera mejor y algo para desear tener. Antes de Timber, simplemente
existía en mi vida. No la vivía. Me encantaron sus costumbres difíciles y cuán
controlador podía ser. Entonces ¿lo amaba? Sí, supongo que sí.
—Yo también te amo. —Y cuando dije esas palabras, sabía que las sentía.
La sonrisa más paralizadora de corazones que jamás vi se extendió por el
rostro de Timber. —Esas son unas palabras bonitas en tus labios. —Su pulgar
rozó mi labio inferior—. Sé de algo que incluso luciría mejor en tu boca.
Reí. —¿Me estás hablado sucio justo después de decirme lo más dulce
que creo he escuchado, y seguimos estacionados a un lado de la carretera?
Me deslumbró con sus brillantes ojos color cielo.
—Kat, quítate esas ideas sucias de la cabeza. —Golpeó mi trasero—.
Hablaba de esto.
Se acercó y colocó ligeramente sus labios sobre los míos. El gesto fue tan
suave que casi no noté nada además de su aliento cálido susurrando a través de
mi boca. Sus dientes rozaron mi labio inferior y mi lengua salió, lamiendo el
lugar dónde lo había sentido. Tomó esto como una invitación para profundizar
nuestra conexión, así que abrió su boca y colocó su mano detrás de mi cabeza.
148

Su lengua se deslizó en mi boca y acarició a la mía. Pude percibir cómo se


endurecía por debajo de mi centro mientras se clavaba en mí y gemía. Nuestras
Página
lenguas bailaron juntas, saboreando cada centímetro que podíamos. Apreté mi
cadera en su regazo y le escuché aspirar una bocanada de aire.
—Mierda —gruñó en mi boca.
Sonreí, con mis dientes tirando de su labio inferior. —Señor Nelson, con
qué rapidez ha puesto ideas sucias en mi cabeza. —Apreté un poco más fuerte,
creando cierta fricción en mi sexo—. Oh Dios, te necesito. —Su mano liberó la
parte de atrás de mi cabeza y alisó mi camisa. Se dirigió hacia arriba hasta que
su mano áspera palmeó mi seno por encima de la parte superior de mi sostén.
—Más, necesito más. —Me elevaba yo mí misma en un frenesí y mis
caderas se encontraban ahora balanceándose hacia atrás y hacia delante por
voluntad propia.
—Kat necesitamos detenernos. No estoy dispuesto a dejar que la mitad
de Texas vea a mi chica desnuda mientras la follo a un lado de la carretera.
Puse los ojos en blanco. Mi cuerpo se encontraba listo y dispuesto para
que me tomara sin importar el escenario. Extendí la mano y pellizqué sus
pezones a través de su camisa, y dejó escapar un grito.
—Eso es por dejarme caliente y mojada, y después no terminar el trabajo.
Ya volvía a mi asiento cuando deslizó su mano por debajo de mi cabello
hasta llegar a la parte de atrás de mi cuello y llevó mi cara hacia la suya. Lucía
absolutamente salvaje cuando su mirada se clavó en la mía.
—Dije que no voy a dejar que todos los que pasen vean tu cuerpo
perfecto. Estos pezones —Sus dedos pellizcaron mis ya endurecidos senos—, y
este coño —Su mano bajó y me ahuecó—, solo son para mis ojos. ¿Entiendes?
Estoy a favor de las demostraciones públicas, pero cuando es sobre ti desnuda,
heriré a cualquiera que mire en tu dirección. Y remediaré esto cuando lleguemos
a casa.
Asentí pero traté de presionarme contra su mano mientras me hacía
derretir en un charco de deseo. Movió su mano, sabiendo lo que quería de él.
Mi boca se abrió y me señaló mi asiento. Me decía en silencio que me sentara y
me ajustara el cinturón de seguridad.
—Imbécil —me quejé.
Soltó una carcajada. —Me encanta cuando mi chica se pone irritable.
—Odio cuando mi chico es un idiota burlón. Veremos si consigues algo
cuando regresemos.
149

Eso solo sirvió para hacerle reír aún más fuerte.


—Oh, Kat, solo trata de negárteme. Pagarás por ello. —Sus palabras solo
Página
emocionaron a mi ya necesitado cuerpo. Ese era exactamente el lado dominante
que me gustaba, a pesar de que me cabreara. Apartó el cabello de mi hombro—.
Te ves tan hermosa cuando te enojas. Te amo.
Esas últimas palabras me hicieron sentir toda blanda y me hallaba segura
de que nunca me cansaría de oírlas. Puso el auto en marcha y volvimos a la
autopista. Con suerte nos llevaría a casa rápido, tuve la sensación de que le
rasgaría la ropa al momento en que entráramos.

***

Cuando regresamos a Port O’Connor, terminamos yendo a The Hole


para poder dejar mis cosas y comprobar el bar para asegurarme de que todo el
mundo sobrevivió bien sin mí. Al salir del auto, Timber recogió mi bolso y se
reunió conmigo en la entrada. Ni siquiera le di tiempo para colocar una mano
en la puerta antes de saltar en sus brazos, haciendo que soltara mi bolso para
que pudiera atraparme. Envolví mis brazos y mis piernas a su alrededor y
presioné mi boca en la suya, desesperada por saborearlo de nuevo. Sus manos
se deslizaron hacia abajo a mi trasero y me sostuvo más cerca mientras abría su
boca para darme el beso más impresionante de mi vida. Mi lengua se sumergió
en su interior mientras lo lamía y lo probaba. Había anhelado la dulzura de su
boca. Presionó mi espalda contra la puerta de madera pesada y clavó su ya dura
polla en mí. Gemí ante la sensación.
—¿Cuánto tiempo planeaste este pequeño ataque? —sonrió contra mis
labios.
—Desde que me dejaste colgada a un lado de la carretera —murmuré—.
Por favor no me hagas esperar más tiempo. Te necesito.
Sus ojos azules como el hielo bailaron con deseo y felicidad por mi
comentario.
—Nena, ese era el plan. —Dio un paso hacia atrás para poder abrir la
puerta. La abrió con su pie, y se agachó para agarrar el bolso que dejó caer. Me
incliné con él, riéndome y sosteniéndome con todas mis fuerzas. Me rehusé a
que me bajara. Cuando se levantó de nuevo volviendo a su altura completa, me
dio una nalgada. —Dios mío, mujer, eres pesada.
—Oh cállate y llévame adentro para poder desnudarte.
Suspiró y entró. —Sabía que solo me querías por mi cuerpo.
150

—Sí, más o menos.


Página
Este era el lado fácil, divertido y ligero de Timber que vi todo el fin de
semana. Me complacía saber que se sentía lo bastante cómodo para traerlo de
vuelta con nosotros. Cuando la puerta se cerró a nuestras espaldas, ambos
detuvimos las bromas y volteamos para enfrentarnos al sonido del estéreo que
se encontraba a todo volumen en el bar. ¿Qué diablos? Eché un vistazo
alrededor del espacio abierto y ambos nos tensamos al oír risas viniendo de
detrás de la barra. Escuché a Timber reír y lo miré. Me bajó al piso para que me
parara. Los dos caminamos hacia el lugar de donde salía el sonido. Reconocí esa
voz profunda que viajó a mis oídos. Oh Dios mío. ¡No es posible!
Timber dio un puñetazo sobre la madera maciza. Todo sonido y
movimiento cesó del otro lado. Cubrí mi boca para ahogar la risa que empezaba
a aparecer. La cabeza de Beaver apareció, llevando una sonrisa petulante de
satisfacción.
—Hola chicos, ¿tuvieron un buen viaje?
Timber se rio entre dientes. —Sí, lo disfrutamos.
—Mel, estás tan atrapada. Y es mejor que te vistas. No necesito que
Timber eche un vistazo a eso —dije de forma casual.
Su cabeza apareció de la misma manera que la de Beaver. El cabello de
Mel se hallaba completamente despeinado y su delineador se le había corrido
en uno de los ojos. —Estoy vestida… en su mayor parte.
Gemí. —¿En serio ustedes dos? Tienen casas en donde pueden perder el
tiempo, ¿por qué continúan haciendo esto en el bar?
—¿Elemento sorpresa? —dijo Beaver como preguntando, y Timber
resopló.
—¿Esperan ser atrapados?
—No, pero la idea está ahí. Hace que sea más caliente, Kat. Inténtalo
alguna vez.
Ahora era yo la que resoplaba. Mel vino hacia el lado en donde nos
encontrábamos de pie y se encaramó a un taburete. Reajustaba su sostén y el
botón de sus vaqueros continuaba desabrochado. Me aclaré la garganta y le hice
señas con mi cabeza hacia sus pantalones. Dejó escapar un alegre “¡Uy!” y se lo
abrochó.
Beaver se puso de pie y se apoyó en la barra. —Entonces de verdad,
¿tuvieron un buen viaje?
Miré a Timber y me sonrojé un poco. Podría decir que leía mi mente. —
151

Definitivamente fue un buen tiempo.


Página

Mel nos miró al uno y al otro, y luego me dio una palmada en el brazo.
—Ustedes dos hicieron cochinadas, ¿no es cierto?
Su rostro lucía radiante de alegría. Mi boca se abrió de golpe y no podía
creer que me delatara de esa forma en frente de Beaver.
—Solo algunas cosas fueron sucias —intervino Timber. ¿Qué mierda?
¿Me encontraba en la dimensión desconocida? Coloqué la cabeza en mi regazo
y gruñí.
—Chicos, en serio. No estaba al tanto de que mi vida sexual fuera
debatible —murmuré en mi brazo.
—Por supuesto que lo es. Especialmente cuando ni siquiera tenías una
vida sexual antes de que este dios entrara. —Movió sus cejas hacia Timber. Puse
los ojos en blanco por su intento descarado de coquetear con mi chico. Decidí
que era buen momento para cambiar de tema.
—¿Cómo se las arreglaron sin mí por aquí?
Ahora era turno de Mel para poner los ojos en blanco. —Kat, es Port
O’Connor —dijo como si eso explicara todo—. Este lugar no se ocupa tanto. Lo
manejamos muy bien.
—Bien. ¿Dónde está Ed?
—Decidió hacer un viaje largo de pesca por una semana fuera de Corpus
Christi. No regresará hasta mediados de la próxima semana.
—Oh. —Me sentí un poco decepcionada, solo porque no lo había visto
mucho últimamente y quería pasar un tiempo a su lado.
—Entonces veo que ustedes dos se están llevando bien. —Timber dio esa
media sonrisa gloriosa. ¿Por qué demonios dirigía la conversación de vuelta a
ese tema?
—Se podría decir. —Beaver le lanzó una sonrisa socarrona a Mel que no
me pasó desapercibida—. Creo que Mel se beneficia bastante bien.
Se burló. —¡Pssh! ¿Me beneficio? Estoy bastante segura de que mis oídos
todavía suenan por el grito que diste anoche.
Se dio la vuelta en su dirección, y sentí como si me estuviera ahogando
con la tensión sexual que comenzaba a construirse entre ellos. Era dulce y
repugnante, todo al mismo tiempo. —De verdad… ¿quién fue la que estuvo
gritando mi nombre cuando consiguió montarse en la Lengua Tornado?
Las cejas de Timber se alzaron tan alto como podían.
152

—¿La Lengua Tornado? ¿Te importaría iluminar a la clase?


—Cállate, Nelson. Nadie quiere oír eso. —Lo miré. Mel se rio.
Página
Beaver extendió su brazo hacia atrás y agarró un bloc de papel con un
lápiz. Los deslizó a través de la barra hacia Timber, luego se echó hacia atrás y
sonrió.
—¿Para qué es esto? —preguntó Timber.
—Para que tomes notas amigo. Créeme, Kat estará cantando tu nombre
en soprano cuando se venga si escuchas mis instrucciones con cuidado.
Empecé a toser violentamente, y Mel me golpeó en la espalda. Timber
me miró sobre su hombro y me guiñó un ojo. Tosí un poco más fuerte.
—No te preocupes, amigo. Estamos bien.
Beaver lucía escéptico, lo que era ridículo. —¿Estás seguro? Quiero decir,
si tienes la técnica adecuada…
—Estamos bien, Beav —grité y tapé mis oídos para no escuchar más.
—¡Como quieran! —Se dio la vuelta hacia Mel—. ¿Princesa estás lista
para irte? Tengo ropa que lavar, y hambre para mi cena.
—Torpe ya comiste —dijo colocando las manos en sus caderas.
—Comí una hamburguesa, pero creo que un banquete a lo Mel está en el
menú.
Me atraganté. Esto era demasiada información de mis dos amigos.
Prefiero quedarme felizmente ignorante sobre sus aventuras sexuales. —Y con
eso, me dirijo arriba a desempacar. ¡Que estén bien! —grité mientras salía
corriendo hacia las escaleras para llegar a mi departamento.
Pude oír los pesados pasos de Timber detrás de mí. Antes de que pudiera
abrir la puerta, me empujó contra la pared.
Sus ojos eran duros. —Tengo que verificar esto primero. Lo sabes.
Quería decirle que era sobreprotector, pero sabía que era algo que no iba
a reconocer. Le entregué las llaves y alargué mi mano para que siguiera
adelante. Al pasar frente a mí, negué con la cabeza hacia mi hombre dominante.
Si esto era algo que lo hacía sentir mejor, con mucho gusto lo complacería con
tal pequeñez. Lo amaba, y me encantaba que quisiera mantenerme segura.
Mordí mi labio cuando sentí las pequeñas mariposas en mi estómago. Me
encontraba bien y verdaderamente feliz por primera vez en mi vida. Me quedé
allí esperando a que me diera el visto bueno. Cuando lo hizo, fue algo así como
¡empecemos y fuera ropa!
153
Página
Traducido por Miry & CamShaaw
Corregido por Alessandra Wilde

Mis ojos se abrieron a una habitación poco iluminada. Echando un


vistazo al reloj encima del hombro de Kat, vi que eran las cinco de la mañana. El
sol justo empezaba a subir y se vislumbraba en torno a los bordes de las
cortinas. Mi chica bonita se acurrucó en mí con su espalda contra mi pecho. Su
cabello era soplado ligeramente por el ventilador de techo y pequeños
mechones hacían cosquillas en mi barbilla. Inclinando mi cabeza hacia delante,
presioné mi nariz en la parte superior de su cabeza y aspiré. Su dulce aroma de
coco y alguna otra fruta causó que mi mitad inferior se agitara. Ya tenía mi
usual erección matutina, pero ahora quería enterrarla en algo suave y cálido.
Mis caderas involuntariamente se flexionaron hacia adelante y la escuché tomar
una respiración larga y profunda por su nariz. Se despertaba. Girando su
cabeza ligeramente hacia un lado, parpadeó perezosamente hacia mí. Sus ojos
avellana eran como un puñetazo en mis entrañas. Creo que jamás vi a una
mujer más impresionante que ella. Mi mirada se deslizó por la pendiente de su
nariz, el rosado de sus mejillas y luego por sus labios llenos que pedían a gritos
ser mordisqueados. Deslicé mi mano desde el hueso de su cadera hasta su
estómago, extendiendo ampliamente mis dedos. Dos de ellos se deslizaron bajo
la cinturilla de su ropa interior. La empujé suavemente para colocarla sobre su
espalda y me moví para que mi cuerpo estuviera colocado entre sus sensuales
piernas suaves. Acomodándome, ella levantó sus caderas y entró en contacto
con mi polla ya palpitante. Eso me hizo sisear.
—Buenos días, nena. Lo siento, pero te mirabas y olías muy bien, no
puedo mirarte por más tiempo. Necesito estar dentro de ti, ahora.
154

Las comisuras de su boca de elevaron en una pequeña sonrisa sinuosa y


estoy seguro que escuché su ronroneo. —Está bien.
Página
Me encantó que no me empujase cuando me incliné y sellé mis labios
sobre los de ella. Al demonio el aliento mañanero; no existía tal cosa con Kat.
Posicioné mis antebrazos a los lados de su cabeza, manteniéndola sólidamente
atrapada debajo de mí. Mi lengua se deslizó fuera y lamí sus labios. Se abrió
para mí, dejando que me hundiera dentro, pasando mi lengua por cada
superficie. Succionó mi lengua ligeramente. Mis caderas se movieron hacia
adelante y se frotaron contra su calor. Kat solo usaba una camiseta y ropa
interior de encaje negro. Me sentí contento de tener fácil acceso a ella si quería.
—Oh, Dios —exhaló—. Necesito más, Timber.
No necesitaba que me lo pidiera dos veces. Me rodé ligeramente hacia mi
lado y arrastré mi mano por el centro de su cuerpo. La moví entre sus pechos,
deslizándola sobre uno de sus pezones y tirando de él a través del material.
Sentí que se endurecía con mi toque. Arqueó su espalda, demandando un
mayor contacto.
—Chica codiciosa. ¿Te gusta cuando pellizco tus pezones?
Apliqué más presión e incliné mi cabeza al pezón abandonado del otro
lado. Puse mi boca sobre él a través de la camiseta y lo chupé, con fuerza. Sus
manos subieron y agarraron mi cabeza. Tiró de mi cabello y gimió.
—¿Me responderás, Kat?
—¿Qué...? —Fue bajando su voz mientras las sensaciones la asaltaron.
Sonreí. —Te pregunté si te gustaba cuando pellizcaba tus pezones.
Podría detenerme si lo quieres. —Empecé a soltarla. Sus ojos se abrieron de
golpe y me miró.
—Sabes que me gusta, ahora, no te detengas. Por favor, Dios, ¡no te
detengas!
Cuando rogó, me hizo sentir francamente carnal. Quería arrancarle la
ropa que me impedía ver su cuerpo desnudo y lamer y chupar cada centímetro
de ella. Volviendo a torturar sus picos rígidos, mudé mis servicios bajando por
su estómago, rodeando su ombligo. Su estómago se hundió y ella se retorció un
poco. Reí entre dientes.
—No, Timber, sabes que soy cosquillosa. Juro que te haré daño si no me
das lo que quiero.
Ahora era el que la miraba.
—¿Crees que es prudente ordenarme en este momento? Estoy bastante
seguro que soy el que está a cargo ahora. —Su cuerpo se estremeció ante mi
155

amenaza. Sabiamente cerró la boca, mordisqueando su labio inferior—. Eso es


lo que pensé. Ahora hablemos de esto. ¿Quieres que pase más tiempo aquí? —
Página
Mi nariz acarició la punta de su pecho—, ¿o te gustaría que trabaje aquí? —
Ahuequé su sexo.
Ella se elevó cuando mi mano entró en contacto donde sabía que me
quería. —Te quiero dentro de mí.
—Shhh... Lo estaré, nena. Sé paciente.
—No me siento tan paciente cuando me despiertas y me vuelves un
charco en tus manos.
—Hmmm... —Deslicé mi mano bajo sus bragas y pasé mi dedo entre sus
pliegues—. Sí, yo diría que eres un charco. —Moví mi mano arriba y abajo,
pasando la punta de mi dedo sobre su clítoris. Su fluido sedoso cubría mi dedo
y me facilitó cubrir su coño en sus jugos—. Joder, estás empapada, Kat. No
estoy seguro de ser capaz de hacer demasiados juegos aquí. Mi polla duele.
Como si mis palabras penetraran en su cerebro, se inclinó hacia abajo y
sin perder tiempo bajó mis pantalones cortos y se aferró a mí. Caí hacia
adelante cuando las sensaciones fueron más de lo que pude soportar. Su mano
pequeña no hizo ningún movimiento para ser gentil conmigo. Me acariciaba
desde la base de mi eje hasta la punta. Sentí su pulgar frotarse por la parte
superior de la cabeza, cubriéndome con las pequeñas gotas de presemen. No,
no esperaría más tiempo. Tendría que tomarme mi tiempo con ella después.
Usé mis dos manos para jalar de los lados de la delicada tela de encaje y
escuché el sonido de rasgadura al quitarlas.
—Me debes un nuevo par de bragas —se quejó.
—Cállate, Kat. Si te tuviera a mi manera, nunca usarías otras de nuevo en
toda tu vida. Ahora abre tus jodidas piernas, no puedo contenerme más.
Una vez más, cedió a mis demandas y abrió sus piernas. Me coloqué en
su entrada y froté la cabeza de mi polla a su alrededor, asegurándome de
cubrirme con su calor. Di un empujón en el interior de su coño, hundiéndome
lentamente, dejando que se ajustara a mi tamaño. Era tan condenadamente
apretada, que tenía que cerrar fuertemente mis ojos y respirar mientras lo hacía.
Estaba más allá del punto de no retorno, sabiendo que un par de empujones
terminarían conmigo. Kat hizo un movimiento brusco con sus caderas, por lo
que ellas se estrellaron contra mí, enterrando mi polla completamente hasta la
empuñadura.
—¡Mierda! —grité. Abriendo mis ojos, la miré. Ella no tenía idea de lo
cerca que me encontraba de acabar ya y su pequeño movimiento solo me colocó
mucho más cerca del borde—. Si haces algo así de nuevo, te juro por Dios que
156

me aseguraré que la próxima vez que esté dentro de ti, estarás de rodillas y tu
trasero estará de un bonito rojo.
Página
Se movía debajo de mí, tratando pobremente, podría añadir, de crear
alguna fricción. —Si eso significa que me das lo que necesito, te prometo darte
lo que quieras. Solo por favor déjame sentirte, Timber, ¡por favor!
No podía dejar sus súplicas sin respuesta. Empecé a sacudir mi pene
dentro de ella a un ritmo constante. Ella se levantaba para alcanzarme en parte.
La sangre me martilleaba el cuerpo y sentí la atracción familiar de mi orgasmo.
Apretando los dientes, maldije. —Te sientes tan jodidamente bien. Estoy cerca,
Kat.
Empecé a penetrarla sin pudor y sin poder contenerme. Sentí que sus
paredes se cerraban sobre mí y ella gritó mi nombre, con todo su cuerpo
convulsionándose. Seguí bombeando dentro de ella, pero mi ritmo empezaba a
flaquear. Ella seguía corriéndose cuando sentí mi propia descarga. Mis pelotas
se tensaron y se contrajeron mientras me derramaba dentro de ella. Me recorría
la espalda con las uñas mientras la ayudaba a superar las contracciones más
leves. Mi propia liberación fue tan fuerte que mis brazos luchaban por
mantenerme en pie. No quería aplastarla, pero ella seguía tirando de mí. No
pude mantener mi fuerza y mi pecho cayó sobre el suyo.
Kat y yo respirábamos agitadamente mientras ella me rodeaba con sus
brazos y piernas. Me besó el hombro varias veces antes de que sintiera sus
dientes rozarme el cuello. Mi polla se agitó dentro de ella y gimió.
—Tranquila, nena. Necesito unos minutos para recuperarme antes de
que volvamos a hacerlo.
—¿Hablas en serio? Todo mi cuerpo se siente tan flácido como un fideo.
No sé si incluso pueda hacerlo de nuevo tan pronto.
Me levanté unos pocos centímetros y la miré. —Créeme, podrías si te lo
hago. —Mis caderas se retiraron un poco antes de empujar de nuevo en ella. Se
quedó sin aliento ante la sensación y su interior se apretó a mi alrededor.
Cuando abrió los ojos, me dio una sonrisa tímida que derritió mi
corazón. —Buen punto. —Giró su cabeza para mirar el reloj y me dio unas
palmaditas en el trasero—. Muy bien grandote, necesito una ducha, y tienes que
ir a trabajar en treinta minutos.
Gruñí frustrado. Era acogedor aquí en su pequeña cama, Aún enterrado
en su coño. —El trabajo está sobrevalorado.
Se echó a reír. —Sí, lo está. ¡Arriba!
Me deslicé de encima de ella, y suspiró. —¿Lavo tu espalda, lavas la mía?
157

—Le elevé mi ceja.


—¿Estás seguro que es una buena idea? Pienso que podría conseguir
Página

hacerlo todo de nuevo.


Se puso de pie y estiró sus brazos por encima de su cabeza. Se hallaba de
espaldas a mí y me dio una buena vista de sus perfectas nalgas. Levantándome,
la coloqué sobre mi hombro y la llevé al cuarto de baño. —Vamos a introducirte
al mundo del sexo en la ducha. —Ella rió.

***

Una hora más tarde estaba aparcando mi Harley junto al remolque en el


campo petrolífero. Hacía varios días que no venía por aquí y no me apetecía
nada un largo día de trabajo bajo un calor sofocante. La temperatura ya rozaba
los treinta grados y ni siquiera eran las ocho de la mañana. Mi humor se agrió
aún más porque no iba a pasar el día con Kat. Me había prometido que iría a
hacer recados, como todos los lunes, y luego había quedado con Mel para
preparar el bar. Iba a intentar por todos los medios salir pronto de aquí para no
tener que pasar más tiempo del necesario lejos de ella. Mientras me quitaba el
casco, me di cuenta de que había unos cuantos vehículos más aparcados junto a
la camioneta de Slim. Eran Tahoes negros que no encajaban con el paisaje de los
alrededores. ¿A quién pertenecían? ¿Y por qué me resultaban tan familiares?
La puerta delantera de la caravana se abrió y Roger estaba de pie en el
marco de la puerta, dándome la espalda. Estaba a punto de subir las escaleras
para tomar una taza de café antes de salir a ensuciarme. Le oí hablar con
alguien que obviamente estaba delante de él, pero no pude ver de quién se
trataba. De pie al pie de los escalones, permanecí en silencio mientras esperaba
pacientemente a que se apartaran. Supuse que los todoterrenos fuera de lugar
pertenecían a los jefes que se suponía que estaban en la ciudad. Debían de tener
una reunión con Roger y Slim. Mientras echaba un vistazo a las hectáreas de
espacio abierto, oí una voz que me resultaba demasiado familiar. Al principio
no pude ubicarla, pero era porque hacía años que no la oía. Cuando la persona
al otro lado de Roger se rió, supe inmediatamente de quién se trataba. ¿Qué
demonios hacía aquí abajo?
—¿Adam? —grité un poco más alto de lo que hablaban los dos hombres.
La cara de Adam se asomó alrededor de la de Roger, buscando a quien había
dicho su nombre. Cuando me vio de pie a unos metros, se adelantó. Roger se
apartó para que pudiera pasar.
—Maldición, amigo, esperaba verte hoy. —Me tendió la mano mientras
se acercaba a mí. Al diablo. Hacía tres años que no le veía. Le cogí la mano y tiré
158

de él para darle un abrazo. Le di dos palmadas en la espalda antes de


retroceder.
Página

Me fijé en su aspecto. Era unos centímetros más bajo que yo, pero estaba
claro que seguía yendo al gimnasio con regularidad. Llevaba el pelo castaño
corto y vestía un mono gris. Sabía que había estudiado empresariales y, por su
aspecto, diría que le iba bien.
—¿Qué demonios haces aquí?
Roger dio un paso adelante con una mirada perpleja. —¿Ustedes dos se
conocen?
—Sí, este idiota era uno de mis mejores amigos en la preparatoria. Nos
conocemos desde hace tiempo. —Sonreí. Roger parecía desconcertado por mi
informalidad y mi expresión de cariño—. Pero eso no explica qué te traería a
holgazanear al jodido Egipto.
Adam miró a Roger y luego a mí. —Soy dueño de este campo.
Lo dijo con tanta naturalidad que tardé un momento en darme cuenta. Si
él era el dueño de este campo, entonces eso significaba… —Espera, ¿eres el
dueño de A&S Emissions?
—Sí, de este y una decena de otras plantas de petróleo y gas natural por
la costa del golfo. Paré aquí para echar un vistazo a la producción cuando Slim
mencionó que tenía un novato al que contrató recientemente y que era muy
bueno. Cuando me dijo tu nombre, no estaba seguro de si era el mismo Timber.
Excepto que, mierda, ¿quién más tiene un nombre como el tuyo? Sin embargo,
después de un poco de investigación, por supuesto, me enteré que eras tú.
Mi mente estaba zumbando con toda esta nueva información. Él me
miraba, dejándome conectar los puntos.
—Vaya, no puedo creer que nos estemos encontrando. ¿Cuánto tiempo
vas a estar en la ciudad?
—Por desgracia, no mucho. Tengo que trasladarme a una plataforma en
alta mar cerca de Mississippi pasado mañana".
Asentí. —Bueno, ¿qué tal si quedamos para cenar esta noche? Podemos
comer una hamburguesa en el bar que está a la vuelta de mi casa y luego tomar
algo en el bar de la ciudad y ponernos al día. ¿Has estado en The Hole?
Algo pasó por sus facciones. —¿The Hole? No, no creo. Seguro que suena
bien. Nos vemos cuando bajes.
Incliné la cabeza hacia él y me volví hacia la plataforma. No podía creer
que uno de mis amigos más antiguos estuviera aquí y que fuera mi jefe. ¿Cómo
no lo sabía? Supongo que no lo habría averiguado a menos que indagara un
poco tras el nombre de la empresa, pero ¿por qué iba a hacerlo? A mí solo me
interesaba presentarme para ganarme el sueldo como todo el mundo. Cuanto
159

más pensaba en ello, todo tenía sentido. A&S Emissions eran las iniciales de
Adam y Sam, su hermano mayor. Su abuelo había estado en el negocio del gas
Página
natural en su día, y parecía que los chicos se hicieron cargo de su empresa y la
ampliaron.
A medida que avanzaba el día, nuevos pensamientos se agolpaban en mi
mente. ¿Me dio Adam el aumento cuando se enteró de que trabajaba aquí?
¿Sabía que acababa de volver de la guerra? Sabía que ninguno de los otros
novatos recibía el mismo dinero que yo, así que ¿me lo dio porque pensó que lo
necesitaba? Estuve completamente preocupado con las preguntas que se
arremolinaban en mi cabeza hasta que llegó el momento de terminar y volver a
casa. Pensé en ir a mi casa, darme una ducha rápida y decirle a Adam dónde
encontrarme.
Caminando hacia mi moto, vi a Slim a punto de subir a su camioneta.
Me miró. —Oye, chico. Me he enterado que conoces al gran jefe. Vaya
coincidencia, ¿no?
—Sí, no jodas. Me sorprendió mucho.
—¿Cuánto tiempo tienen de conocerse?
—Mucho tiempo. Hemos sido amigos desde que estábamos en la escuela
primaria. Jugábamos a todos los deportes juntos y nos hicimos mejores amigos
cuando llegamos a la escuela media. Pero no le veía desde antes de mi primer
despliegue. Él se había ido a la universidad y yo tenía mis cosas. Caminos
diferentes, supongo.
—Así es por lo general cómo funciona la vida. —Se encogió de hombros.
Subió al taxi y se detuvo—. Oye, me dirijo a The Hole esta noche, ¿vienes?
Le miré con cara de “estás de broma, ¿verdad?”. Se rió. El motor de su
vieja camioneta giró unas cuantas veces antes de que finalmente volviera a la
vida. Se me ocurrió una idea antes de que pusiera la marcha atrás.
—Oye, Slim. Voy a casa a darme una ducha rápida y luego he quedado
con Adam en Greased Up para comer algo. Le dije a Kat que estaría en el bar
cuando saliera, pero como mis planes cambiaron y tú vas para allá, ¿te
importaría avisarle que llegaré un par de horas tarde?
—Claro, no hay problema. —Empezó a retroceder, pero pisó el freno—.
Espera, si tú fuiste a la escuela con Adam, entonces Kat también. ¿Por qué no le
pides que vaya contigo?
Ya había pensado en eso. No pensé que fuera una buena idea porque no
sabía cómo se sentiría Kat estando cerca del tipo que constantemente se metía
con ella en ese entonces. Ella lo había despreciado todos esos años atrás, y no
160

podía imaginar que las cosas hubieran cambiado mucho desde entonces. Todos
éramos adultos ahora, pero aun así, pensé que probaría suerte más tarde esa
Página

noche cuando lo llevara al bar.


—No, ella está trabajando, y con Ed fuera de la ciudad estarán cortos de
personal. Estoy seguro de que no le importará. Solo hazle saber que la veré más
tarde, ¿sí?
—Claro.
Se fue, permitiendo que me pusiera el casco y condujera hacia mi casa.

***

Adam había conseguido mi número de Roger y me envió un mensaje


para preguntarme dónde se encontraba la hamburguesería. Le respondí con la
dirección, y ahora estaba sentado en el estacionamiento esperando a que él
apareciera. También le había enviado un mensaje a Kat antes de ducharme para
decirle dónde iba a estar. No me contestó, pero Beaver me dijo que estaba bien y
que se ocupaba de los clientes habituales. No me gustó que no respondiera,
pero podríamos hablar de ello más tarde. Se me encendieron las luces de la cara
cuando el Tahoe negro, que ya me resultaba familiar, entró en el espacio que
había a mi lado. Adam salió y se acercó a mí con una sonrisa desenfadada.
—Greased Up, ¿eh? Suena… ¿apetitoso?
Me reí entre dientes. —Cállate, te gustará.
Entramos en el restaurante y tomamos asiento en una mesa del fondo.
Después de pedir la comida, empezamos a conversar de todo. Recordamos
nuestros días jugando al fútbol y cómo él había ido a la universidad y se había
unido a una fraternidad porque su padre había pertenecido a ella. Dijo que
había odiado cada minuto y que todos los chicos eran una panda de imbéciles.
Aquello me hizo reír, porque no pude evitar pensar que era un poco hipócrita.
El mundo tiene una forma de cerrar el círculo y lo más probable es que Adam
hubiera probado de su propia medicina.
Me hizo todo tipo de preguntas sobre mi padre y cómo le iba en
Houston. Le hablé de Alice y de que creía que iba a ser buena para él. Adam
parecía contento de que le fuera bien. Me preguntó con cautela sobre mi época
en Irak y le dije que no hacía falta que pasara de puntillas; le contaría lo que
quisiera saber. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo mucho que
Kat me había ayudado a curarme. Antes, si alguien me preguntaba por el
Ejército, me retraía y daba respuestas cortas. Ahora, estaba realmente bien
respondiendo a todo lo que él quería saber. Es cierto que le ahorré los detalles
161

que le había contado a ella, pero él comprendió y asintió con la cabeza mientras
yo hablaba.
Página
—Guau, lo siento por tu perdida. Estoy seguro de que fue duro.
—Lo fue. Todavía es duro pensar en ello, pero me lo tomo día a día.
—¿Ya terminaste con el Ejército? ¿Pueden volver a llamarte?
—No, mi contrato está terminado. Los militares tienen un montón de
gente más que se ofrece voluntaria para ir. Muchos piensan que los beneficios
que nos dan valen la posibilidad de no volver a casa. Como los que están
casados y tienen hijos, pero no tienen seguro médico. Creen que es bueno para
sus familias.
—Bueno, te felicito por tu servicio. Has hecho un gran sacrificio por ir
allí.
—Gracias, hombre.
Llagó la comida y nos sumergimos en ella. Adam se comió literalmente
sus palabras porque dijo que era una de las mejores hamburguesas que había
comido nunca. Comimos en silencio hasta que nuestros platos estuvieron
vacíos, entonces ambos nos sentamos, totalmente llenos.
—Entonces, tengo algunas preguntas que hacerte.
—Dispara.
Pensé que era mejor decirlo sin rodeos. —¿Sabías que era yo antes de que
me dieran ese aumento exagerado, o era algo que realmente me había ganado?
Adam se inclinó hacia delante y apretó los dedos bajo la barbilla. —
Ambas cosas. Slim me había contado lo trabajador que eras, que eras innovador
y que te habías adaptado rápidamente al trabajo a pesar de no haber trabajado
nunca en un campo petrolífero. Eso despertó mi interés, así que investigué un
poco. Cuando supe que eras tú, me pareció justo darte el aumento. Antes de
saberlo, ya iba a añadir algo de dinero extra, pero acabó consolidando mi
decisión.
Pensé en lo que había dicho. —¿Por qué tanto?
Suspiró. —Vale, la verdad. Nunca iba a ser tanto dinero. Pero aumenté la
cantidad porque supuse que lo necesitabas. Y antes de que vayas a explotar en
un viaje de poder machista, no me voy a retractar. He visto las cifras, Timber.
Has ayudado a la producción y he aplicado algunas de tus técnicas en mis otros
campos.
Incluso después de todos estos años, me conocía bien. No quise aceptar
el dinero sabiendo que él nunca tuvo intenciones de ceder tanto. No era un caso
162

de caridad, y desde luego no necesitaba el dinero porque él sintiera lástima por


mí. Casi todo el dinero que había ganado en el extranjero estaba guardado y no
Página

hacía más que generar intereses en algunos fondos de inversión y otras cuentas.
Podría vivir bien con ese dinero durante bastante tiempo; Kat incluida, si fuera
necesario. Sin embargo, la expresión de su cara me dijo que realmente estaba de
acuerdo con lo que Slim le había dicho sobre mí.
—Mira, amigo, te agradezco que hayas querido ser tan generoso, pero
duplicarme el sueldo ha sido exagerado.
—¿Lo habrías cuestionado si no te hubieras enterado de que era yo?
—No. Pero ahora que lo sé, no creo que pueda aceptar lo que me has
ofrecido.
—Tonterías, Timber. Puedes y lo harás.
Levanté las manos, con las palmas hacia fuera, en señal de rendición.
—Vale, tranquilo. ¿Qué tal si llegamos a un acuerdo? ¿Por qué no bajas la
cantidad, justo a lo que ibas a subir inicialmente, y lo cerramos ahí? Tú estás
contento, yo estoy contento...
Se volvió a hacer el silencio por un breve momento y luego cambió de
tema. —Entonces, ¿tienes a alguien en tu vida? No veo una alianza.
—¿Estás coqueteando conmigo?
Soltó una carcajada. —No con todos esos tatuajes y piercings, pero
gracias por pensar en mí.
Sonreí. —Deberías hacerte algunos. A las chicas les encanta.
—Estoy bien, gracias. Tengo un poco de fobia a las agujas. —Eso me hizo
reír.
Kat me vino a la mente y me moví un poco en mi asiento,
preguntándome cuál sería la mejor manera de abordar este tema sin que se
volviera raro. —Volviendo a tu pregunta de antes, en realidad tengo a alguien
por quien estoy bastante loco.
Levantó su vaso, haciendo una breve pausa antes de dar un trago a su
refresco. —¿Ah, sí?
—Creo que te sorprendería saber que la conoces.
La misma mirada que tenía en el lugar de trabajo volvió a cruzar sus
rasgos y me hizo ponerme rígido. No entendía por qué me miraba tan raro.
—¿La conozco? ¿Piensas decirme quién es o vamos a jugar a las
adivinanzas?
Por alguna razón, su tono sonó más agresivo de lo que quería y se dio
163

cuenta de su error. Adam se aclaró la garganta y se relajó visiblemente. Me lo


pensé unos segundos antes de hablar. —Bueno, trabaja en el bar de la ciudad en
Página
el que había planeado que pasáramos más tarde. Ha cambiado un poco desde la
última vez que la viste, pero veremos si la reconoces del todo.
—Interesante. Muy bien, esto debería ser divertido. Por lo menos dime
esto para que no esté caminando sobre una mina terrestre aquí. ¿Me he
acostado con ella antes?
Me estremecí ante la pregunta, mi estado de ánimo se oscureció incluso
pensando en alguien más tocando a Kat. —No —dije con más fuerza de la que
pretendía—. ¿Qué tal si pagamos la cuenta y vamos para allá, y puedes verlo
por ti mismo, de acuerdo?
Agarrando la cuenta, me dirigí al mostrador y pagué por los dos.
Viajamos por separado porque planeaba quedarme en casa de Kat otra vez esta
noche. No quería dejarla después de estar fuera todo el día. La echaba de
menos. Colocando mi pierna sobre mi Harley, me pregunté si esto era una
buena idea. ¿Estaría Kat de acuerdo con ver a Adam después de todos estos
años? De cualquier manera, estábamos a punto de averiguarlo.

164
Página
Traducido por evanescita & Mire
Corregido por SammyD

El bar se encontraba lleno con sus clientes habituales para ser lunes por
la noche. Me ocupaba de abastecer los refrigeradores de cerveza cuando oí que
alguien se aclaraba la garganta detrás de mí. Volteándome, vi que era Slim,
tomando asiento en un taburete de la barra tratando de ponerse cómodo.
—Oye, chica, escuché que tuviste un buen fin de semana.
Me acerqué para pararme frente a él y servirle un vaso de nuestra
refrescante cerveza de barril a través de la barra. Sonreí y le di un segundo para
que tomara su cerveza helada antes de responderle. Empecé a limpiar los vasos
con el trapo que había colgado sobre mi hombro.
—Fue un gran fin de semana. El padre de Timber es muy guapo, es el
vivo retrato de él. Ahora sé cómo se verá en veinticinco años.
Slim levantó las cejas. —No me di cuenta que estabas planeando estar
con él a largo plazo. ¿Qué hicieron además de ver los fuegos artificiales?
Hice una pausa. Quería estar con él. No tenía intenciones de que
nosotros no estuviéramos juntos. Y la sola mención de los fuegos artificiales
trajo de regreso esa noche y la crisis de Timber. Algunas partes fueron grabadas
en mi cerebro, mientras que otras podrían desaparecer. Fue la tristeza que había
visto en su rostro la que casi me había roto. Sacudiendo la cabeza, hice todo lo
posible por eliminar los pensamientos negativos que se asociaban con nuestra
primera vez juntos.
—Terminamos haciendo todo tipo de cosas como caminar en el parque, y
165

comprar algunas cosas en el centro. Su padre hace una muy buena carne asada,
y Alice, su novia, es una de las mujeres más dulces que he conocido. —Slim
Página

tomó otro trago de su cerveza—. Y sí, creo que tengo planes de estar con Timber
por un tiempo. En verdad me hace realmente feliz.
—Me alegra oír eso. Es un buen hombre. Pero espero que sepas que ha
pasado por algunas cosas que pueden ser difíciles para que las entiendas
realmente. Así que si alguna vez parece ausente, solo dale un poco de espacio,
¿de acuerdo?
Era dulce que estuviera preocupado por mí, y también me dio esperanza
que aprobara mi relación con Timber. Si aceptaba que estuviera conmigo,
entonces tal vez mi tío estaría bien también. Llegué al otro lado del mostrador y
puse mi mano en la mejilla de Slim. —Eres un hombre tan considerado, pero no
tienes que preocuparte tanto por mí. Timber ya me ha hablado de lo que le
ocurrió en Irak.
Los ojos de Slim se abrieron como platos. —¿Lo hizo? ¿Qué te dijo?
Sin estar segura de lo mucho que podía compartir, porque sabía que era
personal para Timber, dije: —Me habló de los chicos con los que vivió. También
sé que todos ellos murieron en un ataque DEI y que está luchando con la culpa
por eso.
Estaba verdaderamente conmocionado. —Que me condenen. Realmente
te ama, ¿no es así?
Eso me hizo reír. —Creo que sí. Y antes de que preguntes, creo estoy
enamorada de él también.
Mostró una gran sonrisa en su rostro. —Sabía que el hijo de puta se veía
demasiado feliz el día hoy.
Mis mejillas se sonrojaron. Esperaba que Slim y el tío Roger no dejaran
que su imaginación fuera demasiado lejos. Había solo algunas cosas que estos
dos hombres no necesitaban saber ahora mismo de Timber y de mí. Pensando
en mi chico, miré al reloj grande sobre el hombro de Slim y me di cuenta de que
Timber debería haber llegado del trabajo hace una hora.
—Hablando del diablo, ¿dónde está de todos modos? —Empecé a
masticar mi labio inferior.
Realización aconteció en su rostro. —Mierda, se me olvidó. Quería que te
dijera que vendría un poco tarde esta noche.
—¿Tarde? Nunca llega tarde.
—En realidad está cenando con el dueño de la empresa ahora mismo.
Dijo que lo traería cuando terminaran.
166

Slim parecía querer decir algo más, pero se lo pensó mejor. Fruncí el
Página

ceño, preguntándome qué se estaba guardando.


—¿Qué hace el jefe de la compañía en Port O'Connor?
—Ohhh, Princesa, a veces en realidad vienen a ver cómo está la gente
insignificante.
—Ja, ja, listillo.
Esta vez fue él quien se acercó y me pellizcó las mejillas. —De hecho,
hablando del diablo, creo que tu chico acaba de entrar.
Sintiéndome como un imán atraída hacia él, mis ojos volaron hacia la
puerta principal. Él miró al otro lado, sus ojos buscaban los míos. Cuando
conectamos, sentí que podía respirar hondo, algo que no había notado desde
que me dejó esta mañana. Le sonreí, con una sonrisa radiante y llena de fuerza,
y vi cómo se acercaba a mí. Mi sonrisa se desvaneció un poco a medida que se
acercaba. No parecía muy contento por algo. Caminé alrededor de la barra para
que no hubiera nada entre nosotros cuando se acercara a mí. Al detenerme a
unos treinta centímetros, Timber levantó la mano y se frotó la nuca. Se movía
un poco de un pie a otro. ¿Por qué estaba tan tenso? ¿Y por qué estaba tan lejos
de mí?
—Hola —dije, con un poco de inquietud—. ¿Qué tal el trabajo?
No me miraba a los ojos y eso me ponía nerviosa. —Oh, fue un día
normal. —Miró a Slim e inclinó la cabeza, reconociendo su presencia. No me
gustaba sentir que me estaba ignorando.
—¿Eso es todo? ¿No recibo un beso, un abrazo o un "hola, cariño, te he
echado de menos"? ¿Vas a ignorarme? —No quería sonar tan enfadada como lo
hice, pero las vibraciones que salían de él en ese momento me estaban
asustando.
—Lo siento, cariño, ven aquí. —Me agarró del brazo y me atrajo hacia su
pecho. Apreté la nariz contra su camisa y olí su embriagador aroma. Me
tranquilizó, pero sabía que algo no iba bien. No era el saludo que esperaba
después de haber estado lejos de mí todo el día y después de haber estado
juntos todo el fin de semana. Sentí su mano rozándome el pelo, alisándomelo
por la espalda—. ¿Qué tal el día?
Levanté la cabeza para mirar sus ojos azules. —Un día normal en The
Hole —dije con sarcasmo. Vi que una pequeña sonrisa se dibujaba en la
comisura de sus labios. Me puse de puntillas y le di un breve beso en los
labios—. Slim me dijo que habías salido a cenar con el dueño de la empresa.
¿Cómo es que te llevó a ti y no a mi tío o algo así?
167

Sentí que Timber se ponía rígido a mi alrededor. Miró por encima del
hombro hacia la puerta principal. —Sí, sobre eso. Kat, necesito hablar contigo
un minuto, pero ¿podemos ir a un sitio privado?
Página
—Sí, por supuesto. ¿Pero de qué va todo esto?
—No quiero hablar de ello aquí fuera. Vamos al despacho de Ed. —
Empezó a tirar de mí en esa dirección cuando Mel se puso delante de nosotros.
—Kat, nos quedamos sin Absolut y todavía tengo un par de copas que
necesitan ser preparadas. Creo que hay una caja enterrada en el vestidor,
¿podrías ir a ver si la encuentras?
Timber gruñó su frustración y sentí que el corazón se me aceleraba en el
pecho. Me estaba poniendo nerviosa. Y la pobre Mel sabía que yo prefería ir a la
parte de atrás a por algo en lugar de encargarme de sus mesas durante cinco
minutos. Generalmente prefería quedarme detrás de la barra. Ella no tenía ni
idea de que nos dirigíamos a charlar sobre algo que claramente lo incomodaba.
Pensando que podría ir a buscar el vodka lo bastante rápido como para volver a
salir y hablar con Timber, los miré a ambos y les dije que volvería enseguida.
Entré corriendo en el vestíbulo, levantando cajas pesadas para intentar
llegar a la esquina del fondo. No entendía cómo se nos había acabado el
Absolut. Por lo general, teníamos suficiente como para llenar una piscina
infantil. Pasaron varios minutos y lo empujé todo hasta que por fin encontré
una caja en el suelo. La levanté, salí de la fría habitación y cerré la puerta de una
patada. Cuando volví al bar, estaba a punto de dejar la caja sobre la barra
cuando mis ojos se posaron en un par de pozos marrones que nunca pensé que
volvería a ver.
Adam estaba sentado en un taburete entre Timber y Slim. Ni siquiera
llegué a dar los últimos pasos hacia la barra cuando la caja se me resbaló de las
manos y cayó al suelo. El vodka se filtró por los laterales de cartón,
acumulándose alrededor de mis pies y bajo las alfombrillas de goma sobre las
que estaba de pie. Me sentí cautivada por sus aterradores ojos oscuros y clavada
en el sitio. Adam tenía un aspecto absolutamente amenazador. Vi la mirada de
complicidad en su rostro.
Había vuelto a por mí.
Sentí como si cada gramo de aire hubiera sido succionado de la
habitación, y no podía respirar. No tenía noción del tiempo y no tenía ni idea de
cuánto tiempo llevaba allí de pie. Al final, casi todos siguieron con sus
conversaciones e ignoraron a la chica que había derramado el alcohol. Fui
vagamente consciente de que alguien decía mi nombre, pero nada rompía el
trance en el que me encontraba.
Adam continuó su asalto visual a mis nervios. Sabía que me estaba
168

afectando, paralizándome hasta hacerme sentir que necesitaba vomitar. Los


pelitos de mi cuerpo se erizaban y luchaba contra el instinto de correr. El
Página

monstruo de mis sueños estaba sentado en mi bar, mirándome, y yo estaba


completamente congelada. Seguía pareciendo tan frío y calculador como hace
seis años. La única diferencia era que había cambiado la camiseta de fútbol por
un traje. Pero no importaba. Nada de eso importaba. Estaba aquí para
destruirme. Para quitarme cualquier atisbo de cordura y felicidad que había
construido tras nuestro último encuentro y hacerlo pedazos.
Algo me tocó el antebrazo y solté un fuerte grito, llevándome la mano a
la boca. Estuve a punto de gritar, pero la palma de la mano amortiguó el
sonido. Miré hacia lo que me había tocado y me encontré con unos ojos azules
que me resultaban familiares. Cada centímetro del rostro de Timber estaba
marcado por la preocupación. Me miró a los ojos, tratando de ver si estaba bien,
pero no tenía ni idea de la tormenta que se estaba gestando en mi cuerpo. No
habría podido pronunciar una palabra en ese momento aunque hubiera
querido.
—¿Kat? —preguntó su voz profunda. ¿De esto quería hablarme? ¿Se
había encontrado con Adam mientras cenaba y quería contármelo antes de
entrar? Tenía que saber que no me alegraría de verle, pero era imposible que
supiera que Adam era mi peor temor hecho realidad. Nunca le había dicho un
nombre. Y, estando aquí ahora, estaba bastante segura de que nunca lo había
planeado.
Esperaba que Timber aceptara lo que me había pasado y siguiéramos
adelante. Había estado en total negación. Y ahora, me sentía como la persona
más ingenua del planeta por pensar que podría escapar de Adam. Me había
amenazado. Me había dicho que nunca estaría demasiado lejos. Justo cuando
había tenido una oportunidad de ser feliz, mi tierra firme fue arrancada de
debajo de mí.
—Kat. —Timber ya no me pedía mi atención, la exigía.
—¿Qué? —Estaba hecha un lío. Me mordí la lengua para evitar las
lágrimas que sabía que querían formarse en mis ojos. Mel se hallaba de pie a un
lado, parecía tan preocupada como Timber.
—¿Te sientes bien? —Su voz suave repicó.
No aparté los ojos de los de color cristal que me miraban. Se diera cuenta
o no, era lo único que me mantenía unida. —Estoy bien. —Mi voz tenía un
ligero filo, pero Mel se hizo a la idea de que algo estaba pasando, pero no la
involucraba. Cogió una bandeja de vasos y se dispuso a servir a los clientes.
Sabía que no me quitaría ojo de encima. Beaver también me observaba,
probablemente decidiendo si debía ayudar. Sabiamente, se sentó junto a la
puerta y dejó que Timber se ocupara de mí.
169

—Hola, Katherine —saludó Adam.


Página
Todo lo que había comido ese día estaba en el fondo de mi garganta
amenazando con salir. Apreté los dientes para que no me castañetearan. Por
mucho que me doliera apartar los ojos de Timber, lo hice. Dirigí mi mirada
hacia Adam.
—Adam —dije secamente. Él enarcó una ceja al oír mi tono.
—Ha pasado mucho tiempo. Demasiado, en realidad. Pareces...
diferente.
—No lo suficiente —dije, no más alto que un susurro. Sus ojos se
entrecerraron. Me había oído—. Supongo que he cambiado.
Se inclinó hacia delante, con la barbilla apoyada en el pulgar y el dedo
índice sobre los labios. —Sí, sin duda.
Se me pusieron los pelos de punta. Su inflexión indicaba algo mucho más
que un cambio en mi aspecto. Me estaba diciendo, en pocas palabras, que le
gustaba mi aspecto. Tuve que romper el contacto visual con él. Si no salía
pronto de allí, iba a perder toda capacidad mental para no ponerme como una
fiera. La bilis en mi garganta hizo otro intento de salir.
Mirando a cualquier parte menos a Adam, dije: —Bueno, tengo trabajo
que hacer. —Volviéndome hacia Timber, que parecía completamente perplejo
por el intercambio que acababa de ver, hablé rápidamente—. Tengo que
asegurarme de que todo el mundo sigue bien ahí abajo. —Incliné la cabeza
hacia el extremo opuesto de la barra donde estaban sentados.
Levantó la mano para acariciarme la mejilla. Mis ojos se dirigieron a
Adam, que nos miraba. Su mandíbula se movía de un lado a otro. Oh, Dios,
¡por favor no digas nada!
—Kat, mírame. —Volví a mirar a Timber—. ¿Te parece bien esto? Lo que
haya pasado entre ustedes dos es historia, ¿de acuerdo? Te prometo que no se
quedará mucho, pero necesito oírte decir las palabras.
No podía decirle lo que realmente quería decir, que era sacar a ese
maldito pedazo de mierda de mi bar. Lo tenía tan cerca de la punta de la
lengua, pero en vez de eso le dije: —Es historia. Ve a pasar el rato con tu amigo.
Me besó la sien. A pesar de su clara reticencia, caminó de vuelta hacia
donde estaban Adam y Slim. Me volví para mirar a ambos hombres. Era como
ver a un ángel y a un demonio sentados uno al lado del otro. Uno que traía paz
a mi vida y otro que traía miseria.
Empecé a limpiar sin pensar los mismos vasos que ya había limpiado
170

antes, tratando por todos los medios de distraerme de la conversación que


había detrás de mí. Timber se aclaró la garganta varias veces para llamar mi
Página
atención, pero no pude darme la vuelta. Una mirada a Adam ya era demasiado.
Perdí la noción del tiempo. No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaban
allí sentados y me había movido sin rumbo por detrás de la barra, manteniendo
las distancias. En un momento dado, Slim se levantó, caminó hasta donde yo
estaba y me dio las buenas noches. ¿Le respondí?
En el poco tiempo que el monstruo había estado en mi presencia, un
millón de preguntas se habían formado en mi cabeza. ¿Sabía Timber que Adam
era el dueño de la empresa? Si lo sabía, ¿por qué no dijo nada? De hecho, ¿por
qué nunca se mencionó su nombre en conversaciones anteriores entre mi tío
Roger, Slim y yo? Todo me parecía muy extraño. Y no me pasó desapercibido
que no era casualidad que, de todos los yacimientos petrolíferos que Adam
podía poseer, fuera el dueño de aquel en el que yo tenía familia trabajando? Las
pequeñas piezas del rompecabezas fueron encajando poco a poco y me di
cuenta de que así era como Adam me había vigilado. Todo este tiempo, pensé
que había huido lo suficientemente lejos, cuando en realidad, no lo había hecho.
Él había sabido dónde había estado todo el tiempo, y se había asegurado de
mantenerme a su alcance.
Detrás de mí se oyó una sonora carcajada y se me levantaron los
hombros. El vaso que había estado limpiando se me cayó de las manos y cayó al
suelo. Por suerte, no se rompió, pero aun así llamó la atención de los dos
hombres que intentaba ignorar.
—¡Mierda! —Me agaché para recogerlo.
—Kat, ¿estás bien? —La voz preocupada de Timber llegó a mis oídos.
Me volví a mirarlo, evitando los otros ojos que me miraban.
—Sí, estoy bien. Se me escapó, eso es todo. —Necesitaba una excusa para
salir para reponerme de nuevo por enésima vez esta noche—. Tengo que usar el
baño de mujeres. Vuelvo enseguida.
No le di tiempo para responder antes de dispararme a pasarlo y hacer mi
camino a la sala poco iluminada que albergaba los baños. Lanzándome dentro
del único cuarto de baño con ducha, me paré frente al espejo para mirar mi
reflejo.
Casi no me reconocía. Mi rostro se encontraba pálido y había una capa de
sudor sobre mi labio superior. Pasé mis dedos debajo de mis ojos para recoger
la humedad juntada allí y luego me incliné hacia delante para ver mejor. No era
de extrañar que Timber estuviera tan preocupado. No parecía bien. Durante la
171

última hora, había estado luchando contra la necesidad de evacuar el contenido


de mi estómago, y solo se convirtió en una batalla perdida. El pensamiento de
Página
Adam sentado al lado de Timber en este momento, y la posibilidad de que
pudiera decirle, me hizo vomitar. Eludiendo el lavabo, caí al suelo con las
manos apoyadas en ambos lados del inodoro y vomité. Cada tirón de mi
estómago sacudió todo mi cuerpo. No tenía ni idea de cómo iba a seguir
aparentando que me encontraba bien, cuando no lo estaba. Timber había
aprendido a leerme como un libro, y yo sabía que no sería capaz de ocultarle
esto.
Tendría que saber el nombre.
Vomité de nuevo violentamente, tosiendo hasta que cada músculo dolió.
Mis ojos lagrimeaban y apenas me sostenía a mí misma. Cuando sentí que no
tenía nada más en mí, me levanté con las piernas temblorosas y volví a apoyar
mi cabeza sobre el lavabo. Acuné mis manos bajo el agua tibia y la salpiqué en
mi cara. Sentí asco. Timber sin duda vendría a buscarme, pero decidí en ese
momento que tenía que ir a mi apartamento y meterme en la cama. No más
pretender u operar para mí esta noche. Timber sabría todo antes que la noche
terminara.
Mi boca se sentía asquerosa y necesitaba un buen enjuague. Después de
mirarme fijamente, me incliné hacia adelante de nuevo y agité agua alrededor,
tratando de eliminar cualquier vómito residual o sabor que se quedó atrás.
Cuando levanté la cabeza de nuevo, fui sorprendida por otra cara mirándome
en el espejo. Me encontraba a punto de gritar cuando fui girada y empujada con
dureza contra la pared de azulejos detrás de mí. Adam me tapó la boca con su
mano para evitar que cualquier sonido escapara de mí.
—Ni una palabra. ¿Entiendes?
Sus ojos eran casi negros, y nunca había visto a alguien verse tan letal.
Asintiendo en comprensión, se me acercó, apretándose contra mi cuerpo. Gemí.
—Buena chica.
Se veía tan petulante. —Vaya, vaya, has sido una chica ocupada,
Katherine. Debería haber sabido que te enamorarías de mi antiguo mejor
amigo. El caballero de brillante armadura. El héroe de guerra. —Escupió la
última parte.
Mi pecho se movía frenéticamente arriba y abajo. Respiraba a través de
mis fosas nasales mientras su mano todavía me impedía hablar. Se inclinó hacia
delante y pasó su nariz a través de la longitud de mi garganta y en mi cabello.
—Mierda, hueles bien. —Sentí su erección presionarse en mi estómago y
me retorcí. Su rostro hostil se juntó con el mío y me gruñó—. ¿Qué no hice por
172

ti? Ese hijo de puta allí afuera se metió en tu linda cabecita y te dijo todo lo que
querías escuchar, ¿así que ahora no me quieres más?
Página
Oh, Dios. ¿Estaba delirando?
—¿Tengo que recordarte a quién le perteneces? —Oh, Jesús, no. ¡Otra vez
no! Nunca sobreviviría si me forzaba otra vez. Apenas sobreviví la última vez.
Recuerdos de sus manos envolviéndose alrededor de mi cuello y asfixiándome
la vida se estrellaron en el frente de mi cerebro.
¡Lucha, Kat! ¡No le dejes ganar!
Quería vivir. Me negaba a dejarlo destruir el último gramo de cordura
que me quedaba. Lo vi colgando en frente de mí de una cadena y tenía que
encontrar una manera de ganar un poco de control.
Me retorcí un poco, tratando de evaluar el agarre que tenía sobre mí.
Había poco o ningún espacio para maniobrar. Su mano se encontraba todavía
en mi boca y la otra se hallaba agarrando firmemente mi cadera. Iba a dejar un
moretón, de eso estaba segura. Sentí sus caderas desplazarse hacia adelante
mientras se empujaba en mí. Gimió en mi oído. Lo hizo un par de veces más,
cada vez su aliento soplando en mi cara.
Oh Dios mío, iba a terminar sobre mí. No podía dejar que hiciera esto.
Usando toda la fuerza de mi cuerpo, traté de empujarlo. Incliné mi pierna,
usando mi pie como palanca para empujar contra la pared, pero fue inútil. Era
más fuerte y más grande que yo, y me mantuvo allí con poco esfuerzo.
Su profunda risa resonó en mi pecho. —Sigue luchando, Katherine. Me
gusta cuando luchas. Me pone aún más duro. —Empujó de nuevo. Lágrimas se
agruparon en mis ojos al darme cuenta de que era ineficaz.
—Dios, tu boca. Quiero tu boca en mi polla. Excepto... Creo que
probablemente harías algo de lo que te arrepentirías si te dejo chuparme. No
serías capaz de prometer no usar los dientes, ¿verdad?
Lloraba. Las lágrimas corrían por mi cara. Adam tenía una fantasía en su
cabeza en la que me dejaba tocarlo. Cuando su mano soltó mi cadera, la sentí
viajar hacia adelante y acunar mi sexo. Eso fue todo lo que tomó.
Mi mente se rompió y grité a través de su mano tan fuerte como pude.
Estaba segura de que nadie me escuchó con la música en el bar tan fuerte, pero
no sería una víctima de nuevo. Mis manos subieron y lo abofeteé y le arañé la
cara. Agarré su muñeca, que todavía sostenía mi boca cerrada, y clavé mis uñas
en su piel. La sangre goteaba de sus rasguños. Siseó de dolor, pero aún me
dirigió una sonrisa amenazadora.
—Vas a pagar por eso.
173

Su mano salió de mi boca tan rápido que no tuve la oportunidad de


registrarlo antes de sentir un escozor fuerte quemando por mi mejilla. El sabor
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metálico rezumaba en mi boca y supe que rompió la piel de mi labio.


—¿Por qué me haces lastimarte? Eres demasiado hermosa para tener
moretones, Katherine. —Sus ojos llenos de odio se suavizaron cuando sus
dedos rozaron mi labio partido.
—Eres repugnante. ¡Vete a la mierda! —grité, escupiéndolo en la cara.
Eso me ganó otra bofetada en la otra mejilla. Estaba viendo estrellas, y ya
podía sentir a mi mejilla hinchándose. —Puedes odiarme, pero vas a aprender a
amarme. —Aplastó su boca con la mía, forzando su lengua entre mis labios.
Grité, lo que solo hizo que mi boca se abriera más y le diera más acceso. Él
gimió como si fuera la cosa más agradable que jamás había probado.
Empecé a cerrar la boca para morderle la lengua, pero él levantó la mano
y me rodeó la barbilla con los dedos. Me mantenía la mandíbula abierta y no
podía cerrar más los labios. Siguió saqueándome la boca mientras me sujetaba
las dos muñecas con la otra mano. Estaba atrapada de nuevo. Mi llanto estaba
en un pico histérico y todo mi cuerpo temblaba con mis sollozos.
—Te amo —dijo contra mis labios. Traté de no vomitar.
En ese momento, sentí que todo lo que había hecho era malgastar mi
energía luchando contra algo que era inevitable. Iba a tomarme como quisiera, y
yo era impotente para impedirlo. Lo peor era que Timber estaba sentado en el
bar, a pocos metros de distancia, mientras todo esto ocurría, y no tenía ni idea.
Me maldije por no haberle hablado de Adam. Como había vivido
temiendo a ese hombre, había mantenido la boca cerrada estúpidamente, y
ahora me encontraba en la misma situación que hacía seis años. Estaba
completamente derrotada. Me desplomé contra la pared y todo mi cuerpo se
debilitó.
No me quedaba nada. Mi espíritu era un cascarón hecho jirones y estaba
a merced del diablo. Cuando llevó una de mis manos a la cintura de sus
pantalones para tocar su ingle, hice lo único que podía hacer. Busqué el lugar
seguro en mi cabeza. Ojos azules, un cuerpo glorioso tatuado y una sonrisa que
me hacía sentir que todo estaba bien. Adam usaba mi cuerpo para masturbarse,
pero yo ya no estaba en el baño con él.
Se acercaba a su liberación porque su respiración se había vuelto más
errática y había dejado de susurrarme “te amo” al oído. La presión de su mano
alrededor de mi muñeca era dolorosamente fuerte y sabía que allí también me
haría moratones. Me sostenía con las rodillas en medio de las piernas mientras
yo miraba fijamente las baldosas blancas. De repente se oyó un golpe en la
puerta y vi una ráfaga de puños volando.
174

Sabía que hacía un segundo había estado contra la pared, pero ahora
estaba en el suelo. A mi alrededor había un gran alboroto. Había gritos que me
Página

hacían zumbar los oídos.


—¡Hijo de puta, fuiste tú! —Escuché el grito de Timber.
Adam se rió. —No te engañes, amigo. Ella lo deseaba.
Hubo otro crujido a mi alrededor. Levanté la mirada y vi que Timber se
colocó entre mi monstruo y yo.
—¿Ella lo deseaba? —Su voz era baja y amenazante—. ¿Ella quería que le
robaras su virginidad y la VIOLARAS? ¿Quién mierda eres?
—Tu mejor amigo, ¿recuerdas? —La informalidad en el tono de Adam
me llamó la atención—. Y porque eres mi mejor amigo, te perdono por follar a
mi chica. De hecho, podría incluso dejarte usarla mientras la tomo por detrás.
Timber rugió.
Se agachó y cargó, estrellando su hombro contra el de Adam con toda su
fuerza. Ambos chocaron contra la pared, provocando un gruñido. Adam se
enderezó y golpeó con el puño la mandíbula de Timber. Me estremecí al ver
cómo se golpeaba la cabeza. Sin embargo, se recuperó rápidamente y no
permitió que le golpearan más.
Las grandes manos de Timber conectaron a diestro y siniestro con la cara
de Adam, haciendo que la sangre le saliera por la nariz y la boca. Su cuerpo
cayó al suelo y Timber no aflojó. Se sentó a horcajadas sobre él, rodeando con
sus manos el cuello de Adam, y apretó. Desde donde estaba tumbada, observé
fascinada cómo la vida se drenaba de su rostro horriblemente ensangrentado.
—Voy a matarte, carajo. Estás muerto. ¿Me oyes? ¡MUERTO!
Si incluso era posible, sus dedos se apretaron con más fuerza. Iba a
matarlo y yo no podía apartar mis ojos.
De repente, el cuerpo de Timber fue arrancado de Adam y arrojado hacia
atrás. Beaver estaba de pie sobre él, inmovilizándolo contra la pared con el
brazo sobre el pecho. Timber no se rendía tan fácilmente. Sus ojos estaban fijos
en el cuerpo en el suelo, y sabía que si no sacaban a Adam de aquí pronto, se
aseguraría de que nunca volviera a respirar.
—¡Basta! —gritó Beaver en la cara de Timber—. Dios, ¿podrías parar?
Vas a matarlo. ¿Qué demonios te pasa? —Puso su cara justo en frente de la de
Timber, forzándolo a mirarlo—. ¡Suficiente! Ya basta. Necesito que te controles
para que puedas ir a cuidar de nuestra chica allá.
Los feroces ojos de Timber se clavaron en los míos y se transformaron en
pánico. Beaver lo soltó y Timber corrió a mi lado. Se tiró al suelo delante de mí,
me levantó suavemente y me acunó en su regazo. Noté las lágrimas en su
175

rostro, pero no pude decir nada.


Página
—Oh, Dios, no. ¿Kat, cariño? ¿Estás bien? Oh, Dios, por favor, que esté
bien. —Mirando alrededor, vio a Mel en la puerta con su mano sobre su boca.
Observaba a Beaver comprobar el cuello de Adam por pulso.
—¡Mel, llama al 911 ahora!
Se dio la vuelta y se fue. Timber continuó sosteniéndome en su pecho,
balanceándome hacia atrás y adelante, susurrando que yo estaba bien.
—¿Cómo está? —preguntó Beaver, sin su estado bromista habitual.
—No lo sé. Ella está murmurando algo una y otra vez, pero no entiendo
lo que dice. —¿Estaba hablando? Apenas me encontraba consciente de no más
que el tamborileo del corazón de Timber.
—Bueno, este pedazo de mierda sigue vivo. Tenemos que llevarlo a un
hospital.
—Déjalo morir. —El tono amenazador en la voz de Timber me hizo
moverme—. Shhh, cariño.
—¿Por qué demonios tratabas de estrangularlo hasta la muerte? —le
preguntó Beaver.
—Entré y él la estaba agrediendo. —Respiró fuerte por la nariz—. La
violó en la secundaria.
—¿Qué? —Ahora Beaver parecía enojado—. ¿Y lo trajiste a este bar, con
ella?
La respuesta de Timber sonó derrotada. —Yo no sabía. Sabía lo que pasó,
pero ella nunca me dijo su nombre. —Me miró, apoyando su frente contra la
mía—. Maldita seas, Kat, no me dijiste un nombre. Podría haberte salvado.
Antes de que se pudiera decir nada más, la policía de nuestra pequeña
ciudad entró en el baño ya abarrotado. Empezaron a hacer preguntas y trajeron
una camilla. Colocaron a Adam en ella, con el cuerpo aún inerte. Se lo llevaron
y rápidamente trajeron otra camilla en la que me subieron.
Empecé a gritar el nombre de Timber porque su calor había
desaparecido. Me invadía la oscuridad. Vino inmediatamente a mi lado y me
aferré a él. Era mi seguridad. Los paramédicos se apresuraron a tomarme las
constantes vitales y me pusieron una vía intravenosa en el brazo que no tenía
magullado. Uno de ellos me dijo que me iban a administrar un fármaco que me
iba a cansar y me relajaría lo suficiente para que pudieran completar su examen.
Ahora no tenía elección. Fue cuestión de segundos que mis ojos se
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cerraran y la oscuridad viniera a por mí de todos modos.


Página
Traducido por Jeyly Carstairs & Ann Farrow
Corregido por Victoria

Iba con Kat en la parte trasera de la ambulancia sin soltarle la mano. El


paramédico me había fruncido el ceño cuando intentó separar la mano de Kat
de la mía para colocarle uno de esos pulsómetros en el dedo, pero me negué a
soltarla. El paramédico tendría que trabajar a mi alrededor. Miraba a mi chica
en reposo e intentaba comprender cómo no había percibido las señales de
advertencia.
Desde el momento en que Kat había visto a Adam, su reacción había sido
intensa. Había tenido un ligero temblor en sus pequeñas manos que no se había
disipado en toda la noche. Apenas me dirigió la palabra, lo que yo atribuí a que
estaba enfadada conmigo por no haberla avisado. Se le había caído una caja
entera de vodka al suelo, pero no se había inmutado. Todas estas cosas deberían
haber sido señales de alarma para mí. Y lo admito, no me sentó bien en ese
momento, pero ¿por qué no lo cuestioné más? Si lo hubiera hecho, no
estaríamos viajando en este camión camino al hospital. De hecho, podría
garantizar que nos dirigiríamos al cementerio para poder enterrar a Adam en
una tumba poco profunda.
Solo de pensar en Adam me hervía la sangre. Estaba tan enojado por lo
que había visto cuando irrumpí en el baño. Kat contra la pared con cara de
haber perdido toda la chispa y mi mejor amigo masturbándose con las manos
en los pantalones. Mi primera reacción había sido “¿qué diablos acabo de ver?”
Pero las piezas no tardaron mucho en encajar.
La forma en que había estado toda la noche. La mirada perdida de sus
177

ojos color avellana. Las lágrimas secas en sus mejillas y el labio partido. Por fin
me había dado cuenta de que era él. Me sentí como un león embistiendo
después de eso. Me había visto y la sonrisa que se le había dibujado en la cara
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fue suficiente para hacerme enrojecer. Me sentí absolutamente loco.
No podría vivir conmigo mismo si no me aseguraba de matarlo con mis
propias manos. Intentó defenderse y me dio un buen golpe. Pero solo sirvió
para fortalecerme. El dolor seguía irradiando por mi mandíbula, pero no
importaba.
Estaba tan furioso que Beaver me había sacado de encima de él. El
cuerpo de Adam se había quedado flácido en mis manos. Sabía que se había
desmayado, pero eso no era suficiente. No quería oír el aire arrastrándose hacia
sus pulmones. Necesitaba desaparecer. Era la peor clase de ser humano del
planeta. Lo que me ayudó a salir de mi furia asesina fue que Beaver me
recordara a Kat. Estaba tirada en el suelo. Tenía los brazos extendidos a los
lados y la mejilla apoyada en la fría baldosa. Nunca había visto a nadie
tumbado en un ángulo tan incómodo. Sentí pánico de que Adam la hubiera
matado, pero cuando llegué hasta ella, aún respiraba. Sentí alivio y ahora tenía
algo más en lo que centrar mi atención.
Al llegar al hospital, el médico preguntó por qué estaba sedada. El
paramédico le explicó que había que hacerle una prueba de violación y que se
había puesto histérica y se había resistido cuando intentaron separarla de mí.
Creo que también oí a uno de ellos decir que yo también había estado difícil.
Fruncí el ceño. Podían irse a la mierda si pensaban que iba a estar en otro sitio
que no fuera a su lado.
Un policía uniformado se acercó y me miró. —Señor Nelson, necesito
hablar con usted.
—En este momento no. ¿No le dijo Beaver todo lo que necesitaba saber?
—Ser hostil con él probablemente no sería beneficioso, pero estaba más allá de
ser razonable.
—De hecho, no nos dijo casi nada. No estuvo presente durante la mayor
parte de su ataque contra el señor Hale. —El tono del policía lo hizo sonar como
si fuera algo sin provocación—. Lo que necesito de usted es una declaración
diciéndome todo lo que pasó desde el momento en que usted y el señor Hale
entraron en el bar hasta el punto donde usted fue separado de él.
Sentí un hervor demasiado familiar en mi sangre. No me gustaba el tono
de este policía conmigo. No iba a ser culpado por patearle el culo a un tipo que
estaba agrediendo a mi chica. La estaba protegiendo, salvándola de toda una
vida de pesadillas. Si Adam hubiera conseguido abusar de ella, no sé dónde
178

estaríamos. Ella nunca volvería de esa. Diablos, yo no sabía si ella iba a volver a
mí, incluso ahora.
Página
Empecé mi versión de la historia desde el principio. Le conté que había
ido a cenar con Adam, que era mi viejo amigo de la secundaria y que habíamos
ido a tomar algo al bar. Le conté todos los detalles escabrosos de cuando me
encontré a ese imbécil utilizándola para excitarse. Tuve que dejar de hablar
después de esa parte y le dije que no recordaba mucho más. Si seguía hablando,
me haría responsable de ir a buscarlo y terminar lo que había empezado.
Cuando le había atacado, me había dejado llevar por la adrenalina y aún corría
por mis venas. No sentí vergüenza ni remordimiento cuando el policía me
preguntó si eso era todo.
Él levantó la vista de su bloc de notas, donde había estado escribiendo
todo lo que le conté lo más rápido que pudo.
—¿Esto es todo lo que puede decirme sobre esta noche? —Me miró con
una ceja levantada.
—No. Quiero que ese bastardo se vaya. He oído a una de las enfermeras
decir que está en la UCI y que se espera que se recupere totalmente. No lo quiero
en este hospital. Quiero que se lo lleven.
—Señor Nelson, no puedo hacer eso. No tenemos ese tipo de autoridad,
y aunque la tuviéramos, tendríamos que trasladarlo a Houston. Es demasiado
lejos para que alguien en su estado viaje.
—En realidad me importa una mierda si se muere en el camino allí y se
ahoga con su propia sangre. No lo quiero tan cerca de ella. ¡Casi la viola! —
Estaba a punto de volverme totalmente loco. ¿Cómo no entendían que Adam,
incluso estando en el mismo planeta ahora mismo, seguía estando demasiado
cerca de Kat?
El policía se movió sobre sus pies. Su postura se volvió rígida, como si se
preparara para luchar conmigo.
—Entiendo que esté molesto, pero voy a necesitar que se tranquilice, o
me veré obligado a llevarlo de aquí.
Mis ojos se entrecerraron, silenciosamente provocándolo a tocarme y ver
hasta dónde podía sacarme de esta habitación y alejarme de Kat. Retaba a todo
el personal del hospital a sacarme en este momento. Estaba inundado por la
furia.
—¿Sí? No estoy tan seguro de que usted quiera ponerme las manos
encima en este momento.
Parecía estar midiéndome para saber si hablaba en serio. Eligió un
179

enfoque diferente. Suspirando, dijo: —Escucha. No entiendo por lo que estás


pasando ahora, pero conozco a Kat. Cuidó de mi hijo el año pasado cuando mi
mujer se puso de parto y no teníamos a nadie más. Quiero que ella esté bien
Página
junto con todos los demás en esta ciudad. Diablos, no puedo decir que si lo
hubiera visto haciendo lo que dijiste que estaba haciendo, que yo no habría
dado algunos golpes también. Pero tu actitud agresiva hacia mí y hacia todos
los médicos y enfermeras no ayuda a nadie. Por favor, vete a dar un paseo.
Busca un asiento y respira, tómate un café, o lo que sea que necesites hacer para
ordenar tu cabeza. Te va a necesitar cuando se despierte y tu estado solo va a
asustarla.
Tenía razón. Por mucho que lo odiara, tenía razón. Me di la vuelta y me
pasé una mano por el pelo. Una enfermera se acercó a mí y me cogió la mano
que me colgaba del costado. Era una mujer bajita, joven y rubia. A pesar de
cogerme la mano, me miró con ojos tímidos e inseguros.
—Estás sangrando. Tengo un lavabo aquí en el rincón. ¿Puedo limpiarte
para asegurarme de que tus nudillos están bien? —Su voz era tan suave
comparada con la rudeza del policía. La miré a ella, a Kat, y de nuevo a ella.
—Ella está bien por ahora. Solo la estamos observando, pero no va a
despertarse pronto. Y aún podrás verla desde aquí.
Por fin, alguien que entendía que no me iba lejos de mi chica. —De
acuerdo.
Tiró de mi brazo y comenzó a enjuagar toda la sangre seca de mis
nudillos. Algunos se habían abierto y me dijo que tenía que vendármelos, pero
me negué diciendo que estaba bien. Creo que la asusté, porque no volvió a decir
nada más. Después de unos minutos de tenerme las manos bajo el agua y de
que me frotara suavemente con jabón antibacteriano, volví a estar junto a la
cama de Kat. El agente de policía había salido de la habitación, probablemente
suponiendo que su pequeña charla me había calmado. Yo no estaba tranquilo.
No, de hecho, estaba lejos de estarlo. Mirándola, la veía en paz. Lo único que
veía era a ese imbécil inmovilizándola contra la pared y los moratones que se le
formaban en la cara.
Me dieron un golpecito en las rodillas que me hizo girar. Volvía a estar
frente a la enfermera bajita, que había acercado una silla a la cama de Kat para
que pudiera sentarme. Me relajé un poco ante su amable gesto.
—Gracias —le dije.
—No hay de qué. Estaré al final del pasillo por si necesitas algo. Pulsa
ese botón de ahí si se despierta. —Señaló un pequeño signo rojo en la barandilla
de la cama. Asentí y se fue.
Cogí la mano de Kat y apoyé la frente en su suave piel de porcelana. Tan
180

delicada y frágil y, sin embargo, había sido maltratada como un objeto


desechable. No era un puto objeto, era mi chica. La amaba tanto que me dolía el
Página
corazón. No podía detener los sentimientos que me invadían.
Le fallé otra vez. Todo este tiempo, había sido mi amigo el que le había
hecho esto, y ella nunca me había dicho que había sido él, probablemente para
protegerme. Bajé su mano antes de aplastarla en mi palma. Estaba muy
enfadado. Me agarré el pelo con las manos y tiré con saña de los mechones.
—¿Por qué no me lo dijiste, Kat? —apenas susurré.
—Porque lo habrías interiorizado y lo habrías convertido en tu problema
—dijo una voz suave.
Me solté el pelo y miré su hermoso rostro. Su labio tenía costras de
sangre seca donde se había partido, y su mejilla empezaba a adquirir un tono
violáceo. Por Dios, podría matarlo por haberla golpeado. Conteniendo mi
frustración, me obligué a relajarme.
Suspirando, cogí su mano moviéndola, abriendo su palma y colocándola
a un lado de mi cara. —Estás despierta. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Tienes sed?
Inclinó la cabeza. —Un vaso de agua estaría bien.
Levantándome, llené un vaso de plástico azul en el lavabo y regresé
hacia ella. Intentó sentarse pero hizo una mueca. Salté a la acción.
—Toma, déjame ayudarte.
Deslicé mi brazo detrás de su espalda y presioné el botón para elevar la
parte trasera de la cama.
—Eso es. —Incliné con cuidado su espalda en el cojín. Tomó el vaso y se
lo bebió rápidamente, terminándolo con una tos. Cerró los ojos fuertemente.
Mierda, ¿le hizo daño en otro lugar y no vi esos moretones?—. ¿Dónde más
estás herida?
Me miró. —Solo tengo lastimados el ojo y la muñeca.
—¿Te golpeó en el estómago?
Parecía confundida. —No.
Exhalé. —Gracias a Dios.
Kat se miró las manos y comenzó a morderse las uñas.
—Oye —le pregunté en voz baja—. ¿Qué pasa en esa bonita cabeza tuya?
Dejó escapar una pequeña risa sarcástica. Sin dejar de mirar hacia abajo,
dijo: —Bonita. No tan bonita cuando está negra y azul.
181

—¿De qué hablas? —Todavía no me miraba.


Página
—Mírame, Kat. —Inclinó la cabeza levantándola, sus ojos brillantes por
las lágrimas contenidas—. Eres hermosa, de todas las formas. Azul, purpura,
rosa, roja, no me importa. Podrías estar en una bolsa de papel o en un accidente
automovilístico que te dejara desfigurada, y siempre serías hermosa para mí.
Aún seguirías siendo Kat. Mi Kat.
Las lágrimas silenciosas cayeron sobre sus mejillas. Ni siquiera se
molestó en secárselas. —¿Estás enojado conmigo?
Ahora era yo el de la tos. ¿Por qué en la tierra estaría enojado con ella?
—¿De qué demonios hablas?
—No te lo dije, Timber. Mantuve la boca cerrada y ahora mira donde
estamos.
—Hmmm… —gruñí. Sí, en realidad estaba enojado por eso. Pero no era
necesariamente con ella—. No voy a mentir. Si me hubieras dicho, nunca lo
hubiera llevado al bar. Mierda, lo habría matado en el acto cuando lo viera por
primera vez. Pero mi rabia no está dirigida a ti. Locamente entiendo por qué no
me dijiste nada. Estoy molesto porque sentiste la necesidad de ocultarlo de mí y
no pude evitar que… —hice una pausa y tragué saliva— no pude evitar que
volviera a tocarte.
—Él habría encontrado una manera de llegar a mí. Lo prometió.
—¿Qué? —susurré.
Apartó sus ojos de los míos y miró por la ventana la negrura del exterior.
—Me dijo que me vigilaría. Hace tantos años... Sabía que nunca escaparía de él.
Solo cumplía su promesa.
Mierda, esto era un desastre. Ni siquiera sabía qué decir. Mis manos se
apretaban y aflojaban a mis costados. Nunca se había sentido segura. Todo este
tiempo había estado escondiéndose de él, esperando a que volviera a por ella.
—¡Mierda! —grité. Saltó y de inmediato me sentí mal por asustarla.
Ahuecando la mejilla sin el hematoma, le dije—: Lo siento. Es solo que no sé
cómo lidiar con toda esta información.
Asintió. —Soy demasiado, Timber. No es problema tuyo. Te agradezco
todo lo que has hecho por mí, pero por eso no he dicho nada. Has pasado por
demasiado. Has cargado con todo mi dolor además del tuyo. Eres un hombre
fuerte, pero ¿en qué momento te fallarán las piernas porque te he asfixiado con
mis problemas?
¡Era una locura! ¿De verdad pensaba que yo quería “cargar” con su
182

equipaje? No hay que cargar con él. Yo la amaba. Y porque la amaba, cada parte
de su dolor era mi dolor. Cuando entré en aquel bar con Slim y Roger para
Página

celebrar el cumpleaños de su sobrina, no tenía ni idea de que me encontraba


con mi para siempre. El equipaje es nuestro. Ella era mía, al igual que yo era
suyo.
—Escúchame, Kat. Adam es un demente hijo de puta que no está bien de
la cabeza. Cualquiera que pueda hacer lo que hizo no merece vivir. Ahora, ¿me
lo tomé un poco peor porque descubrí que era él? Sí. ¿Siento que fallé en
mantenerte a salvo? Claro que sí. ¿Pero voy a alejarme de ti solo porque crees
que eres una carga para mí? Nunca en tu vida. —Me senté en el borde de su
cama y me incliné hacia ella, apoyando la frente en la suya—. He pasado por el
infierno y he vuelto, Katherine Pierce. —Se estremeció al escuchar su nombre
completo, pero no me importaba. Quería asegurarme de que me escuchaba—.
Me han arrebatado algunas de las cosas más preciadas de mi vida, y todo
mientras intentaban protegerme. No podría vivir conmigo mismo si ahora me
apartas. Necesito proteger algo que he encontrado que es incluso más valioso
que las relaciones que tenía con mis hermanos. ¿Sientes esto? —Agarré su mano
y la puse sobre mi pecho—. Esto late por ti. He vagado sin un propósito desde
que volví. Tú me has dado un propósito.
Sus lágrimas fluían a un ritmo constante. —¿Y si Adam se hubiera ido?
¿Qué pasaría entonces? ¿Se cumpliría tu propósito?
Sabía exactamente a dónde quería llegar y estaba a punto de aclararle las
cosas.
—Nunca. Tan simple como eso. Estoy aquí, y no tengo planes de ir a
ninguna parte.
Pareció aceptar mi respuesta porque levantó la mano y se quitó la
humedad de la cara. Recostó la cabeza en la almohada y cerró los ojos, y yo le di
la tranquilidad que parecía estar pidiendo en silencio.

***

Dos semanas pasaron desde la noche del ataque. Todo volvió a la


normalidad en su mayor parte, a excepción de veces aquí y allá cuando
encontré a Kat fuera en su propio mundo.
Sabía que ella realmente luchaba con sus demonios y quería culparse por
lo que sucedió. Se puso en el papel de víctima y creía que había pedido que esto
le sucediera. Que de alguna manera provocó esto. Tuve mis propios momentos
cuando quería arrancarme el pelo porque era como dar vueltas en círculos
183

diciéndole que no tenía la culpa. Cada vez que hablamos, me decía “yo sé” solo
para calmarme.
Página
Hubo algunos momentos en los que intenté poner a prueba los límites
íntimamente, pero me contuve porque no quería presionarla demasiado. Me
mataba verla alejarse de mí cuando acariciaba su mejilla o pasaba mi mano por
su brazo. Estuve tentado a comprar una botella de cerveza para sentirme
adormecido. Sin embargo, no le haría eso a ella. Merecía tenerme presente. No
se trataba de mí.
Kat comenzó a regresar al bar una semana después de venir a casa del
hospital. Fue evaluada por un médico psiquiátrico antes de ser dada de alta. Le
dijo que volviera a su rutina normal y las cosas comenzarían a sentirse más
normales. Se quedó conmigo en mi casa cuando fue dada de alta por primera
vez, pero luego decidió que estar en su propio espacio era lo que quería. No
discutí, excepto cuando dijo que quería quedarse sola. Fue entonces cuando
puse el freno y dije que no. Estaba dispuesto a darle su tiempo y espacio,
siempre y cuando ese espacio me incluyera. Peleó conmigo un poco, lo cual me
pareció muy bien porque vi la chispa de mi chica regresar por un corto tiempo.
Mi chica ardiente quería salir, y sabía que no iba a ser sofocada por mucho
tiempo. No si podía evitarlo.
Sin embargo, el destino tenía una forma de meterse en mis planes. El
celular de Kat sonaba hace una hora, y era Beaver en el otro extremo. Llamaba
para hacernos saber que Adán había sido dado de alta. Al parecer fue recogido
por un hombre mayor que se parecía a él, que supuse era su hermano Sam.
Beaver dijo que lo siguió hasta que estuvieron fuera de la ciudad y llegaron a la
I-10. La mano de Kat comenzó a temblar y no fue capaz de mantener el teléfono
a la oreja, así que lo tomé con cuidado de ella y me levanté de su sofá para
pasearme por la ventana.
—¿Estás seguro de que era él? —le pregunté.
—Sí, estoy seguro. El chico seguía usando una muleta para moverse. Se
metieron en una Tahoe negra antes de irse. ¿Terminó presentando cargos? —
preguntó Beaver.
—No, recibí esa llamada ayer por la tarde. El policía me dijo que tuve
suerte. Adam tenía tres costillas rotas, una de las cuales le perforó el pulmón, y
le había roto el bazo de alguna manera.
Beaver gruñó. —El hijo de puta se merecía eso y mucho más.
No podría estar más de acuerdo. —Estoy seguro de que él sabe que sus
días están contados.
—¿Qué quieres decir? —La pequeña voz de Kat habló detrás de mí. No
184

me di cuenta de que se había levantado y escuchaba el final de la conversación.


—¿Tienes que ir a cuidarla? —preguntó Beaver.
Página
—Sí. Te veré mañana. —Terminamos nuestra llamada y me volví para
mirarla. Se veía tan pequeña, de pie delante de mí con una de mis viejas
camisetas de fútbol. Le quedaba justo por encima de la rodilla, y tenía un par de
pantuflas de peluche de color púrpura. No hemos tenido relaciones íntimas
desde la mañana que sucedió toda esta mierda, y extrañaba tocarla como un
loco. Pero tal como está en este momento, tenía que ayudarla trabajar de nuevo
hasta ese punto.
Extendí mi mano hacia ella, y vacilantemente se metió en mi abrazo y me
permitió envolverla en mis brazos y abrazarla. El familiar aroma de coco de Kat
se apoderó de mí y cualquier enfado que quedaba por hablar sobre Adam se
disolvió. Enterré mi nariz en la cima de su cabeza y disfruté que me dejara
consolarla. Había pasado demasiado tiempo.
—¿Estás bien? —preguntó en un susurro silencioso.
Solté un bufido. —¿No debería yo estar haciéndote esa pregunta?
Inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme. Sentí su largo cabello rozar la
parte posterior de mis brazos. —No. —Parecía demasiado seria—. Has estado
cuidándome durante dos semanas y constantemente asegurándote de que soy
la que está bien. No me ha pasado inadvertido que no has dormido mucho, o
que apenas me has dejado fuera de tu vista, Timber. Así que no, no creo que
necesites ser el que me pregunte nada. Quiero saber cómo estás.
Mi dulce chica se sentía preocupada por mí y me derretía. Le di una
sonrisa sincera y le di un beso en la frente.
—Estoy bien, cariño. Mientras que estés bien, yo estoy bien. —Y yo lo
estaba. Me mostró el amor y la ternura cuando me encontró en la ducha hace
varios meses. Dejó todo lo que hacía para ayudarme a recobrar la compostura y
se quedó a mi lado. Me dejó entrar en su vida como un demonio de Tasmania.
Me dejó poner completamente de cabeza su mundo, y sin embargo, esta belleza
de pelo oscuro me tomó a mí y a mi culo de mal humor con mínima queja. Ella
me pertenecía. Así que sí, siempre y cuando ella estuviera bien, yo estaría bien.
Era solo cuando ella no se sentía bien que me preocupaba.
—¿Estás lista para la cama? ¿Te puedo meter en ella? —le pregunté,
apartando el cabello de sus ojos. Solo la mención de ir a dormir la hizo bostezar.
Me sonrió de nuevo—. Sí, mi chica tiene sueño.
Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba.
—Voy a ir a lavarme los dientes muy rápido.
185

Salió de mis brazos y fue al baño, cerrando la puerta con llave detrás de
ella. Odiaba y amaba que hiciera eso ahora. Me encantaba que adoptara la
costumbre de cerrar las puertas donde quiera que fuera, pero también odiaba
Página
que estuviera separada de mí por un grueso pedazo de madera. Por supuesto,
pasaría a través de ella en un instante si me necesitaba, pero aun así, era una
barrera que no me importaba. Suspirando, me acerqué a su cama y saqué su
edredón y sábana. Esponjando las almohadas, me dirigí al pequeño armario
para coger la manta y la almohada que había estado usando para dormir en el
sofá y me fui a hacer mi cama.
Por desgracia, una de las cosas con las que tenía problemas para lidiar
después del ataque era yo estando en la cama con ella por la noche. Lo
intentamos la primera vez que llegamos a mi casa después de su hospitalización
y despertó en medio de la noche, completamente desorientada, y atacándome.
No me lastimó, pero fue suficiente para deprimirla y me pidió que durmiera en
otro lugar hasta que pensara que podía manejar la situación.
Estaba tumbado cuando sonó el clic de la cerradura y se abrió la puerta
del baño. Mi dulce y desmaquillada Kat salió y se dirigió a su cama en el rincón.
Llevé la mano a mi espalda y apagué la lámpara de la mesita auxiliar, pero la
habitación no estaba completamente a oscuras. Había luna llena y entraba
mucha luz por las cortinas abiertas.
—¿Timber? —Ella estaba muy callada.
—¿Hmmm?
Hubo una breve pausa antes de que volviera a hablar.
—Me gustaría volver a intentarlo.
No tuvo que explicar a lo que se refería. Lo supe de inmediato.
—¿Estás segura?
—Sí. Simplemente te sientes muy lejos, y siento que estoy cayendo en
estos momentos. Necesito que me abraces, así que sé que estoy bien.
Me levanté, me dirigí a la cama y con cuidado me acosté junto a ella,
preocupado de que si me movía demasiado rápido, me pediría que regresara al
sofá. Algo se me ocurrió. —¿Quieres que me ponga una camisa?
Sentí sus manos acercándose a mi pecho desnudo y pasando de mis
pectorales a mis hombros. —No, te necesito así. Quiero sentir tu piel, tu calor.
No pude evitar el escalofrío que me recorrió. Ella no quería dar a
entender nada sexual con su caricia, pero mi cuerpo se estremeció. Me aseguré
de que mis caderas estuvieran lo suficientemente lejos de ella para que no me
sintiera clavado su pierna.
186

Los dos estábamos callados, uno frente al otro y mirándonos a los ojos.
Le di algo de tiempo para acostumbrarse a mí estando aquí de nuevo, ella era la
Página

única haciendo contacto físico. Cuando me jaló ligeramente, me acerqué más.


Por fortuna, mi erección entendió la indirecta de que no habría acción viniendo
de ella esta noche o en cualquier momento pronto. Me sentía lo suficientemente
seguro de que me permitiría abrazarla, así que levanté mi brazo, y lo coloqué
sobre sus costillas, y metí su pequeño cuerpo en el frente de mí. Inclinó los
brazos hacia arriba para que se doblaran en su parte frontal y se apretó a mi
pecho tan cerca como pudo, con la cabeza apoyada sobre mi corazón. Por fin,
esto se sentía bien.
—¿Me arruinó? —preguntó en el espacio demasiado silencioso. Sonaba
tan tímida.
Abrí y levanté mis dos manos para agarrar su rostro. No quería que viera
a otro lugar, solo a mí. —Nada acerca de ti está arruinado. Eres perfecta.
Su labio inferior tembló bajo la luna. —Pero viste lo que me hizo. ¿Cómo
no te doy asco?
Apreté los dientes, mi mandíbula tensa. —Él es el asqueroso. No elegiste
que hiciera esas cosas. Fuiste obligada, Kat. Nunca vas a ser diferente a mis ojos
desde el día en que te miré de verdad por primera vez hasta ahora. Siempre te
voy a querer.
—¿Cuándo me viste de verdad por primera vez?
Me sentía muy feliz de darle a nuestra conversación un ligero empujón
en otra dirección.
—Ese día en el campo cuando me quedé atascado en el estacionamiento.
Tuve mi primer contacto con mi chica luchadora. —Le sonreí y ella se mordió el
labio para reprimir su propia sonrisa—. Estabas tan segura de ti misma cuando
me acerqué a ti. Tenías la cabeza bien alta y fuiste tan valiente diciéndome que
estaba siendo una gran gallina de mierda con mis supuestos amigos. No tuviste
miedo de decirme las cosas como eran. Nadie me había hablado así antes. Y, sin
embargo, esta niñita vino y me arrolló. —Me reí y sacudí la cabeza—. Creo que
ya me tenías, Kat. Creo que estamos hechos el uno para el otro ahora, cuando
ambos estamos en lo más bajo. Además, creo que me habrías rechazado si te
hubiera pedido salir entonces. —Añadí esto último para burlarme de ella. Ella
se rió, entendiendo mi broma—. Ahí está. —Mis dedos acariciaron su mejilla—.
Ahí está mi sonrisa. ¿Ves? No estás arruinada.
A medida que su sonrisa se desvanecía, se me quedó mirando como si
pudiera ver dentro de mí. —Te amo, Timber.
Presioné mis labios en su frente. —Yo también te amo. Ahora cierra los
ojos y duerme un poco. —Se acomodó en mí y la sentí respirar lentamente.
187

Había mantenido los ojos abiertos durante algún tiempo, pensando en mi


conversación con Beaver. Adam se había ido de la ciudad. De eso estaba seguro.
Página
Pero lo que no me gustaba era que siguiera vivo y fuera capaz de volver aquí si
se sentía valiente. Por su propio bien y sustento, más le valía mantenerse
alejado.

188
Página
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Jasiel Odair

Después de esa noche cuando Kat finalmente me permitió entrar en su


cama, las cosas empezaron a volver a la normalidad. Bueno, con la excepción de
que nunca la dejaba fuera de mi vista. No volví al trabajo, y Slim y Roger
estuvieron perfectamente bien con eso. Después de que descubrieron lo de
Adam, Roger se volvió loco tratando de encontrar dónde se hallaba Adam, pero
el bastardo parecía haberse alejado de todo. Además, si alguien iba poner las
manos en ese pedazo de mierda, sería yo. Ambos mencionaron renunciar a sus
trabajos, pero los convencí de que se quedaran. No tenía nada más a qué
recurrir, y el rumor decía de A&S Emissions preparaba el campo para vender.
Por la mayor parte, volvimos a ser nosotros. Otras dos semanas pasaron
y yo pasaba cada noche en el bar, ocupando mi lugar en mi taburete de
siempre, y hablando tonterías con los clientes. Me había encariñado con varios
de los clientes habituales, y parecían estar acostumbrándose a verme alrededor.
Uno de ellos era un hombre de setenta y ocho años que fumaba como una
chimenea y era un muy buen jugador de billar. Más tarde me enteré que era el
hermano mayor de Ed. Hubo una noche, no hace mucho, que lo desafié a jugar
al billar. Ese viejo hombre con huesos frágiles y tos, limpió el piso conmigo ese
primer juego. Creo que nunca pude golpear ninguna de las bolas más allá de
romper al principio. Cada tarde después de eso, juego con él una o dos veces.
Kat me miraría con tanto amor en los ojos, que solo haría que me hunda más en
ella.
Hacía todo lo que podía para actuar como si nada le molestara. Aunque
no pasó desapercibido, que cada vez que alguien entraba, sus ojos entran un
189

poco en pánico. O cuando necesita ir al baño, me preguntaba si podría revisarlo.


Me quedo de pie en la puerta hasta que ella termine. Hay cosas aquí y allá que
Página
van a tomar más tiempo para que se vuelva a acostumbrar. Por desgracia, el
hecho de que Adam se encontrara en alguna parte no la ayudaba en nada.
La observaba desde la mesa de billar, disfrutando al verla reírse y sonreír
a quienes la rodeaban. De verdad quería y se preocupaba por todos por aquí.
Yo también encontré mi lugar en esta pequeña ciudad. Por primera vez, me
sentía como si hubiera encontrado mi lugar en el mundo.
Kat charlaba con Mel, sin dudas acerca de Beaver y cual sea la escapada
sexual que experimentaron. Las mejillas de Kat eran rojo brillante y se cubría la
boca, intentando ahogar su risa, cuando alguien a mi lado lanzó una botella de
cerveza a la pared. Se partió en un millón de pedazo y los gritos comenzaron.
Miré mientras dos hombres intercambiaban palabras encendidas. Beaver
apareció en mi línea de visión e intentó separarlos. Pensé en meterme y darle
una mano, pero lo pensé mejor y me giré para ver a Kat y asegurarme que
estuviera bien. No se encontraba detrás de la barra dónde la vi la última vez,
tampoco la rodeaba para venir hasta mí. El movimiento de su pelo oscuro con
rayas rojas me llamó la atención justo mientras desaparecía por el pasillo.
Mierda.
Comencé a ir hacia donde se fue, aumentando el paso mientras mi
corazón comenzaba a latir rápido en mi pecho. Beaver y Mel también estaban
demasiado distraídos para notarme corriendo hacia la parte trasera, así que
estaba por mi cuenta. Mientras giraba la esquina, Kat no se hallaba de pie allí ni
inclinada contra la pared. Preocupándome cada vez más, decidí que podría
encontrarla en la nevera, así que fui atrás. Oí el sonido de algo rompiéndose
proveniente del baño de mujeres.
—¡Mierda, Kat! —grité, volviendo a detenerme frente a la puerta. Giré la
manija y ésta no cedió. La oí sollozar del otro lado y sentí el miedo arraigarse en
mí. Girando sobre mi costado, lancé los hombros contra la madera, intentando
atravesarla. No tomó mucho astillar la madera sobre el suelo.
Lo primero que pensé antes de forzar mi entrada fue por favor no me
dejes ver la misma escena de hace un mes atrás. Casi cayendo hacia adelante,
me detuve con una mano sobre la pared. Lo que vi allí de pie no fue nada que
estuviera esperando. Kat sostenía el costado de su mano, mirando lo que solía
ser el espejo.
Mi respiración seguía siendo errática, pero lentamente me acerqué a ella.
—Cariño, ¿qué ocurrió?
No me miraba. Su pecho subía y bajaba, y oí un pequeño sollozo escapar
190

de su garganta. —¿Cuándo volverá a ser como antes? ¿Cuándo voy a dejar de


saltar cuando algo me asuste?
Página
Le puse la mano en la cabeza y la acaricié su pelo ondulado. Se alejó de
mí cuando la apoyé en su espalda baja. —¡No! —Se giró para gritarme—. No
me toques. —Sus lágrimas caían rápido y sus ojos se veían rojos—. Esto no es
normal, Timber. No soy normal.
Suspiré, dejando caer la mano. —Has pasado por algo terrible, Kat.
Tienes que darte tiempo.
—¿Cuánto tiempo, eh? ¿Cuánto tiempo necesito para darme cuenta que
nunca va a volver a ser lo mismo? Cuando oí esa botella romperse, mi primer
pensamiento fue, Adam regresó. Corrí. Corrí porque todo lo que puedo hacer es
correr.
Miré con furia. No a ella, sino a la mención de su nombre.
—Él no va a regresar.
Se rió de una forma que me hizo sentir como un idiota.
—Va a volver, Timber. ¡Despiértate de una jodida vez! Va a mantener su
promesa y no se detendrá hasta que me tenga como sea que quiera. —Su mano
voló hacia su boca. Comenzaba a tener arcadas. Su brazo ahora goteaba sangre
de cuando rompió el espejo. Iba a necesitar controlar esto para poder cuidar de
su mano—. Voy a tener que cuidarme la espalda por el resto de mi vida. Esta no
es forma de vivir.
Oh no. No, no, no, no se iba a rendir. No justo cuando la encontré, y no
cuando las cosas volvían a la normalidad.
—No va a volver, Kat. La condición que le puse… sabe que es su
sentencia de muerte si vuelve a poner un pie en esta ciudad. Todos están
observando y asegurándose de que su cara no aparezca. Pero, cariño, tienes que
venir aquí así puedo arreglar tu mano.
Bajó la mirada como si lo viera por primera vez.
—Está bien. —No me hizo caso—. Son solo cortes superficiales, sanarán.
Pero yo no —susurró la última oración.
—No más de esto. —Di un paso hacia ella, agarrándola a pesar de saber
que no me quería cerca. Cuando envolví la mano en su brazo, intentó alejarme.
La jalé más cerca y se las arregló para liberarse. La mano que no estaba
lastimada subió a mi cara, apunto de abofetearme, pero fui más rápido y le
agarré la muñeca—. No pelees conmigo, Kat. Estás enojada, y entiendo eso,
pero esto no ayuda a nadie. Déjame echarle un vistazo a tu mano.
—¡Vete a la mierda! —me gritó.
191

Me moví demasiado rápido para que ella viera lo que hacía, pero antes
Página

de que lo supiera, la tenía sujeta contra la pared, los brazos sobre su pecho. Se
encontraba completamente inmóvil. Sabía que estaba siendo un imbécil por
ponerla en la misma posición en que Adam la tuvo antes, pero si no me iba a
permitir ayudarla, iba a obligarla.
—No me voy a ir a la mierda, Kat. ¿Ves esto? ¿Eh? —Ahora yo era el que
le levantaba la voz—. Estás peleando conmigo. ¿Por qué? Sabes qué, te lo diré.
Es porque todavía estás allí. La chica que es un completo dolor en mi trasero, la
que amo con cada respiración que tomo, todavía está allí peleando. Te asustaste
cuando Adam te lastimó. A cualquiera le hubiera pasado. Es hora de dejar que
él tenga el poder. Eres más fuerte que eso. Eres más fuerte que él. —Ambos
respirábamos con fuerza—. ¡Ahora, podrías por favor callarte y dejar que vea tu
maldita mano!
Sus pestañas húmedas se cerraron y respiró hondo varias veces, tratando
de calmarse. Cuando volvió a abrirlos, su hermosa mirada verde pardusca se
clavó en mí. Se chupó el labio inferior y se lo mordió mientras levantaba el
brazo y me ponía la mano suavemente en la cara. Tenía razón, solo eran cortes
superficiales. Nada para lo que necesitara puntos. La solté, la acompañé hasta el
lavabo y la obligué a sentarse en el inodoro. Me puse en cuclillas frente a ella e
inspeccioné cada centímetro de su mano, asegurándome de sacar todos los
trocitos de cristal antes de meterla bajo el grifo.
—Vas a necesitar curitas en dos de estos, pero tu mano va a estar bien. —
Levanté la mirada hacia ella, quitándole el cabello de la cara—. ¿Qué hay de mi
chica, va a estar bien?
Inclinó la cabeza contra mi palma, permitiendo que le acunara la mejilla.
—Con el tiempo. —Cerró los ojos y dejó que mi toque la calmara. Nos
quedamos de esa forma por unos minutos antes de abrir los ojos de nuevo y
mirar el desastre detrás de ella—. Le debes una puerta a Ed.
Eso me hizo reír. —La arreglaré mañana. Y creo que necesitaremos un
nuevo espejo.
Miró hacia eso también. —Síp, eso parece.
—Vamos. Tu turno casi termina, y sé que hay un kit de primero auxilios
debajo de la caja registradora. Vamos a ponerte curitas.
La besé en la frente y me permitió levantarla. Envolví el brazo a su
alrededor y se acomodó a mi lado mientras salíamos del baño.

***
192
Página

Varios días más pasaron desde que hicimos un desastre de la puerta y el


espejo de Ed. Hice como dije que haría y reemplacé todo a la mañana siguiente.
Terminé comprando puertas nuevas para ambos baños. Algo un poco más
pesado. Me hizo sentir mejor saber que si alguien además de mí intentaba
entrar a la fuerza, les costaría un poco más.
Eran pasadas la una de la mañana el sábado en la noche y Kat terminaba
un turno largo. Esta noche el bar iba de gente de la ciudad. Algunos celebraban
su cumpleaños y todo el mundo había aparecido. Kat apenas tuvo tiempo para
detenerse. Ayudé unas pocas veces, poniéndome detrás de la barra y sirviendo
algunas cervezas. Ella me levantó la ceja, preguntando si sabía lo que hacía.
Rodé los ojos y la ignoré. Puede que no sea capaz de preparar ninguno de esos
tragos de chicas, pero muy bien podía abrir botellas de cerveza.
La última persona se fue tambaleando del bar y Beaver y Mel nos
preguntaron si necesitábamos que se quedaran a limpiar. Esos dos se habían
vuelto inseparables, y francamente incluso yo pensaba que era asqueroso.
Estaba feliz de que ambos fueran felices, pero creo que vi a Beaver caminar por
este lugar con una erección demasiadas veces. Se fueron, dejándonos solo a Kat
y a mí.
M encontraba levantando botellas vacías mientras ella limpiaba las
mesas. —Noche ocupada —dije.
—Sí, estoy muerta sobre mis pies. En serio, no puedo esperar para ir a
tomar una ducha y meterme en la cama.
—No puedo esperar a que te metas en la cama, tampoco. —Le meneé las
cejas.
Se rió genuinamente, y me golpeó con la toalla. —Pervertido.
Cuando la barra estuvo limpia y abastecida, me giré para ir a cerrar las
puertas principales.
—Voy a ir y tomar una ducha. —Se detuvo para morder su labio. Algo
más se encontraba en su mente—. ¿Nos vemos?
Estaba seguro que mis ojos se pusieron redondos por la sorpresa. No
hemos estado juntos desde la mañana que en fue atacada. No la iba a presionar,
así que solo he estado esperando pacientemente.
—No tienes que pedírmelo dos veces. —Se rió con nerviosismo.
Dándome la vuelta, le grité—: Para que lo sepas, no vas a acaparar toda el agua
esta vez.
Su risa era música para mis oídos. No quería tenerla esperando mucho
193

por lo que cerré los seguros rápidamente en la puerta principal, luego fui a la
puerta trasera para asegurarme de que esos estuvieran también cerrados.
Página
Dando dos escalones a la vez, fui a su apartamento, cada vez más emocionado
mientras oía el agua correr en la ducha. Estaba a punto de quitarme la camisa
cuando me detuve en seco. De pie junto al armario se encontraba Adam,
sosteniendo a Kat contra su frente con los brazos sobre su pecho y un arma
apuntada en la cabeza.
—Hola, amigo. —La voz calmada de Adam era como lanzar un balde de
agua helada en mi sangre caliente.
Mis ojos se hallaban en Kat, asegurándome de que no la haya lastimado
más allá de estar sosteniéndola de esa forma. Me miraba, midiendo mi reacción
a esta nueva situación.
—¿Cómo mierda entraste aquí? —dije de forma seca.
—Escape de incendios. Parece que Katherine es demasiado estúpida
como para poner trabas en las ventanas. Estoy comenzando a pensar que quería
que entrara.
Ella gimió y gruñó a su insinuación. —Sabes que eres hombre muerto.
Se rió entre dientes. —Eso es gracioso, considerando que soy el que tiene
el arma.
Lo miré. Sus ojos marrones eran casi negros. Cualquier moretón que
tenía de antes había desaparecido, y se veía totalmente trastornado. Sintiendo el
pánico elevarse en mí, pregunté: —¿Qué planeas hacer?
—Me alegra mucho que preguntaras. —Si no hubiera estado sosteniendo
un arma hacia mi chica ahora, me habría reído del tono altanero—. Estoy
pensando que voy a matarte por enviarme al hospital, y luego voy a tomar a
Katherine, cargarla en mi coche, y desaparecer.
Mis manos se abrían y cerraban en puños. —No te las vas a llevar a
ningún lado.
—Oh, ¿no lo voy a hacer? Me gustaría verte detenerme.
Los ojos de Kat iban de la puerta a mí. Silenciosamente me rogaba que
me fuera. Sacudí ligeramente la cabeza, diciéndole que no. Sus perfectos ojos
avellana estaban llenos de lágrimas.
—La única forma en que vas a dejar la habitación es en una bolsa para
cadáveres, Adam —le dije, levantando la voz.
La sonrisita en su cara bajó. —Sabes, pensé que éramos amigos. Crecimos
juntos. Te di un trabajo y un aumento que te mantendría contento por el resto
194

de tu patética vida. ¿Y ahora me estás amenazando?


Página
—Puedes tomar tu maldito trabajo y metértelo por donde te quepa.
Ambos sabemos que yo nunca podría trabajar para alguien que abusa de las
mujeres, ni hablar de mi chica.
Lo estaba incitando. Me devané el cerebro por lo que sea, cualquier cosa
de mi entrenamiento militar que posiblemente pudiera ayudar. Si tan solo
pudiera hacer que apuntara el arma a otro lado, incluso por solo un segundo,
podría arremeter contra él y darle suficiente tiempo a Kat para que corra. No
estaba seguro, pero decidí que si lo tiraba al suelo, podría dominarlo y quitarle
el arma. Si lo hacía, él moría. De hecho, ambos sabíamos que uno de nosotros
no saldría vivo de aquí. Esperaba tener un poco de suerte para variar y cambiar
las probabilidades a mi favor. De cualquier forma, lo iba a intentar. Nunca le
permitiría irse con ella. Nunca sobreviviría a él. La violaría y mataría en la
primera oportunidad que tuviera. Solo pensarlo hacía que me tensara.
El bastardo mordió el anzuelo. Gritó: —¡Ella es mía! Me la quitaste y vas
a pagar por ello, maldito. —Presionó el arma en su sien y ella gritó—. Perra
estúpida. Tienes suerte de que aún te desee. ¡Has dejado entrar a este pedazo de
basura en tu coño cuando me perteneces a mí!
Adam perdía el control. No podía permitir que esto continuara mucho
más tiempo o se apresuraría y la mataría de todas formas. Los ojos amplios y
aterrorizados de Kat me vieron dar un paso hacia adelante, luego otro. Me
rogaba que me fuera, incluso sin palabras.
Negándome a mirarlo, seguí con la mirada en ella. —Todo estará bien,
cariño.
—¡Maldición, no le hables!
—Ya no va a volver a lastimarnos.
Apenas fue capaz de rogarme de nuevo, esta vez con más fuerza. —
Timber, no.
Antes de moverme, dije: —Te amo.
Eso fue todo lo necesario. Adam apuntó la pistola hacia mí como sabía
que haría. Me lancé contra él, y Kat gritó mi nombre. Un disparo cortó el aire.
No tenía idea de dónde terminó. Todo lo que sabía era que me encontraba sobre
él, luchando por el control del arma. Trató de tirarme sobre mi costado, pero
bajé el brazo, evitando que ganara el control. O al menos pensé que lo hice. El
arma se hallaba por encima de nuestras cabezas. Cada uno tenía una mano en
ella, luchando por conseguir un mejor agarre. Disparó de nuevo, esta vez
dándole a la ventana.
195

—Kat, sal de aquí. ¡Consigue ayuda! —Gruñí mientras la mano libre de


Adam me golpeaba en el estómago.
Página
—¡Estás muerto! ¡No le hables, carajo! —Sonaba totalmente psicótico.
Usando mi mano libre, lo agarré por el cuello de la camisa y levanté su
cabeza del suelo, bajándola de golpe. Su cabeza golpeó el suelo de madera con
un fuerte estruendo. Lo hice de nuevo, notando que su agarre en la pistola se
aflojaba. Todavía luchaba por mantener el control cuando lo levanté una tercera
vez. Anticipó mi movimiento y alzó las caderas, tirándome sobre mi costado.
Sacudió la cabeza mientras me sentaba. Todavía tenía el arma en sus manos.
Había fallado en quitársela. En medio de toda la conmoción, Kat todavía se
encontraba congelada en su sitio, gritándome.
Mientras Adam se sentaba, todo comenzó a moverse en cámara lenta.
Kat se acercó a mí. Me giré para mirarla y luego a él. Todo lo que vi fue el arma
siendo apuntada hacia ella. Observé la boca de Adam torcerse en una malvada
sonrisa. Lucía tan familiar. Me encontré a mí mismo viendo a la mujer de ojos
oscuros iraquíes mirándome, y el cuerpo de Holt cayendo sobre el mío mientras
gritaba mi nombre. Mis oídos vibraron mientras un disparo atravesaba el aire.
En el corto lapso de unos cuantos milisegundos, me di cuenta de que esta era la
razón por la que sobreviví. Estaba destinado a salvarla. Mi vida estaba llegando
a su fin y necesitaba hacer todo lo que podía para protegerla. Él no iba a ganar.
La claridad me dio la oportunidad de levantarme del suelo y lanzarme
contra Adam, poniéndome frente a la pistola.
Kat dejó escapar un grito. Sabía que me había dado.
Ambos dimos un traspié y caímos en un lío en el suelo. De alguna
manera, la pistola cayó de la mano de Adam y se deslizó hacia donde Kat se
encontraba. Adam tomó ventaja de mi pausa cuando miré a Kat y me lanzó
sobre mi espalda, estrangulándome. Sus manos se hallaban alrededor de mi
cuello y me estaba arrebatando cada pizca de aire de los pulmones. Iba a
matarme, justo frente a ella, y nunca sabría si fue capaz de huir. Oh, Dios, por
favor dale la fuerza para levantarse y huir.
No tenía forma de gritarle que se fuera con su agarre tan apretado. Las
estrellas comenzaron a nublarme la visión y me sentí desmayándome. Pero
entonces algo pasó. Sus manos perdieron su agarre, y levanté la mirada hacia él,
confundido. Había rojo goteando de su oscura camisa gris, extendiéndose por
su pecho. Adam miraba a Kat, con un desconcertado brillo en sus ojos mientras
registraba lo que acababa de hacer.
—Me disparaste. —Fue todo lo que dijo.
—¡Ya no tienes ningún poder sobre mí! —Su voz resonó fuerte y claro a
196

través de la habitación. Mi pecho ardía con orgullo al oírla gritarle mis palabras
a él.
Página
Adam comenzó a desplomarse lentamente, hasta que todo su peso se
estrelló contra mí. Él no tenía fuerzas y yo me sentía demasiado débil como
para empujarlo a un lado. Kat me vio tratando de quitármelo de encima y se
acercó para ayudarme. Sabía que no quería toarlo, pero le dio un empujón
fuerte, y se movió.
—Oh, Dios, ¿dónde te disparó? —preguntó mientras ponía mi cabeza en
su regazo.
Sus pequeñas manos volaban sobre mí, tratando de encontrar la fuente
de mi sangrado. —Justo aquí. —Le enseñé el centro de mi estómago.
—Mierda, no tengo mi teléfono. ¡Mierda!
Comencé a toser, sintiéndome mareado. —Kat, cariño, escúchame. Mi
teléfono está en mi bolsillo trasero. Sácalo y llama al 911.
Asintió e hizo exactamente lo que le dije. La oí en el teléfono con los
paramédicos, explicando lo sucedido. No podía mantener los ojos abiertos, y mi
cabeza en serio se sentía pesada.
—¡No! ¡Quédate conmigo, maldita sea! No puedo vivir sin ti, así que por
favor, no cierres los ojos —rogó.
Quería desesperadamente ir a dormir. Me sentía tan cansado. Sus llantos
para que me mantuviera despierto me retuvieron allí por un poco más de
tiempo. Escuchaba las sirenas chillando en la distancia y pensé para mí mismo:
Gracias a Dios. Ella finalmente está a salvo. Kat aplicó presión en mi estómago,
haciéndome gemir. Recordaba sujetar a Holt de la misma forma. Me parecía
irónico que ahora fuera ella la que me rogara que me quedara. ¿Así se sintió
Holt cuando murió? Apenas sentía dolor alguno. De hecho, lo único que sentía
era el frío en la habitación. ¿Había sabido Holt, justo como yo ahora, que su
hora había llegado? Los bordes de mi visión se oscurecieron, y supe que no iba
a durar demasiado.
—Te amo —grazné.
—Sé que lo haces. Solo sigue luchando, Timber. No puedo estar sola. —
Sus pequeñas lágrimas caían en mi rostro, calentando mi fría piel.
—Se ha ido, Kat. No habrá más pesadillas. Te amo.
—¡No! ¡Abre los ojos!
Y solo así, desapareció.
197
Página
Traducido por Val_17
Corregido por Dannygonzal

Me sentía total y completamente sola. La desolación que sentí por dentro


después de que Adam me violó la primera vez, fue una cosa insoportable con la
que vivir. Cuando lo intentó por segunda vez, sinceramente, no estaba segura
de querer seguir viviendo. Excepto que hubo una luz. Una luz que era un
hombre imponente de un metro con noventa que me guió de nuevo a querer
vivir. Me dio tantas razones para luchar por mi vida, el deseo de vivir al día
siguiente y el día después de ese. Pero esa voluntad de vivir vino con una
estipulación. Un precio que no era negociable. No podía hacerlo sin él a mi
lado. Mi vida quedó tan entrelazada con la suya que solo sentía que podía
respirar cuando él se encontraba conmigo. En este momento, me ahogaba.
—Oye, niña, ¿cómo estás? —habló Beaver detrás de mí. Sonaba cansado.
Me lavé las manos en el fregadero, tratando de deshacerme de los restos de
sangre. No estaba segura si pertenecía a Timber o a Adam. Pero el simple hecho
de que pudiera ser la de Adam hizo que me desesperara por quitármela.
Me encogí de hombros. —No estoy segura.
Miró por encima del hombro, y luego de vuelta a mí.
—¿Qué dijo el doctor?
Secándome las manos, empujé a Beaver y me senté en la silla que se
hallaba junto a la cama de Timber. —Dijo que la bala se alojó en su diafragma y
que perdió más de la mitad de su sangre. Le han dado varias transfusiones,
pero no están seguros de cuánto tiempo va a estar dormido. Podría despertar
ahora, o dentro de una semana.
198

Dejándome caer en la silla, suspiré. Beaver se acercó a mí y puso la mano


Página

en mi hombro. Su pequeño gesto hizo que me temblara el labio, pero ninguna


lágrima cayó.
—¿Dijeron que iba a sobrevivir o no?
—En este momento se trata de un 50/50. Me dijeron que no había nada
más que pudieran hacer. Que ahora dependía de él.
—Es fuerte, Kat. Y tú le das una razón para luchar. —Asentí, poniendo
mi mano sobre la suya—. ¿La policía te dijo algo?
—Dijeron que tendría que ir en algún momento a dar una declaración.
Pero la última vez, hubo un registro de lo que Adam hizo. Me dijeron que era
un caso evidente de autodefensa.
—Malditamente correcto. —Beaver sonaba enojado. Estoy segura de que
se sentía molesto consigo mismo por irse, pero no era su culpa. Nada de esto
era culpa de alguno de nosotros. Todo recaía en la persona que estaba muerta.
Ojalá pudiera decírselo, pero francamente, no tenía la energía para mucha más
conversación.
Se quedó allí durante unos minutos, y luego me dijo que iba a llamar a
Mel y contarle lo que pasaba. Cuando estuve de nuevo sola en la habitación,
dejé que el silencio me tragara.
Timber yacía en una cama de hospital cubierto de cables y tubos que le
ayudaban a mantenerse con vida. Su intravenosa le daba un goteo constante de
líquidos y medicamentos para el dolor, los tubos a través de su nariz lo
alimentaban con oxígeno, y su pulso era un pitido constante en una máquina en
la esquina de la habitación. Lo miré fijamente durante un largo tiempo,
deseando que despertara. Necesitaba algún tipo de señal de que las cosas iban a
estar bien. No me permitiría sentir el cierre porque Adam se hubiera ido hasta
que viera los ojos de Timber y supiera que su vida no había terminado también.
Levantándome, me metí a su lado en la cama con cuidado. Apoyé la mano en
su corazón palpitante, contando las respiraciones que tomaba en cada minuto.
Había pasado mucho rato y mis ojos se sentían pesados. El sueño se apoderó de
mi cuerpo exhausto y no quería luchar más. Cerré los párpados y soñé con unos
ojos azules y cristalinos y con mi luz que me salvó.

***

Mi palma cosquilleaba y se retorcía, causando que me agitara. Flexioné


mis dedos, pensando que podría ser yo retorciéndolos. No pasó mucho tiempo
para que notara que algo estaba en mi mano y trazaba círculos en mi piel. Mis
199

ojos se abrieron rápidamente cuando me di cuenta de que seguía en el hospital


y me había quedado dormida. Giré la cabeza hacia un lado, vi unos ojos azules
a medio abrir mirándome.
Página
—Hola, nena. —Su voz era ronca.
—¿Timber? ¡Dios mío, Timber! Estás despierto. —Me senté, haciéndolo
estremecerse—. Mierda, ¿te lastimé? ¡Mierda!
—Kat, está bien, estoy bien. ¿Aunque puedo tener un poco de agua?
Siento que me tragué una bolsa de arena.
Puse las manos en ambos lados de su rostro, buscando cada centímetro
de él, bebiendo del azul que temía no volver a ver.
—Jesucristo, me asustaste.
—Kat, el agua.
—Oh Dios mío, lo olvidé. —Me levanté de la cama lo más suave y rápido
que pude, para conseguirle algo de beber. Cuando se lo llevé, él tiró del tubo
que tenía en la nariz y lo deslizó sobre su cabeza—. No creo que debas hacer
eso. Los doctores podrían quererlo allí.
Después de que sorbiera el agua, me volvió a entregar el vaso.
—Estoy bastante seguro de que estoy respirando bien por mi cuenta.
—¿Cómo te sientes? ¿Estás cansado? ¿Necesitas algún medicamento para
el dolor? Siento que debería estar haciendo algo.
—No, solo necesito que te sientes por un minuto para poder mirarte. —
Me senté al borde de la cama y tomé su mano. Sus ojos tenían círculos negros
por debajo, y se veía triste—. Dime lo que pasó.
Miré nuestras manos conectadas. —Tenemos un montón de tiempo para
hablar sobre eso. Ahora quiero saber cómo estás.
Pensó en ello, evaluándose. —Estoy adolorido. Siento como si pudiera
dormir durante días.
Me lo imaginé. —Tengo que ir a buscar un doctor para que sepan que
estás despierto y puedan hacer lo que sea que necesiten hacer.
—Bueno.
Fui a la sala de enfermería y les hice saber que Timber estaba despierto.
Un doctor me siguió hasta su habitación y comenzó a mirar su ficha médica.
—Hola, señor Nelson. Soy el doctor Tillman. ¿Cómo te sientes?
—Como el mayor pedazo de culo.
Sonreí por su franqueza mientras el doctor se aclaraba la garganta.
200

—Sí, bueno, has pasado por todo un trauma. Entramos y sacamos una
bala de tu diafragma y te dimos varias bolsas de sangre. Afortunadamente, la
Página

operación salió bien y pudimos curarte.


Timber me miró, sus ojos azules entendiendo mi preocupación.
—¿Voy a estar bien?
Cerrando la ficha, el doctor se acercó y escuchó su corazón con un
estetoscopio. —Bueno, así parece. Tu corazón es fuerte, tu pulso es constante, y
no tengo ninguna duda de que tendrás una recuperación completa. Vas a tener
que quedarte al menos una semana para asegurarnos de que cualquier
sangrado que puedas tener no sea más de lo que se espera, y tenemos que
asegurarnos de que eres capaz de levantarte por tu cuenta.
—Suena bien, doc. —Él echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
—Señorita Pierce, él necesitará descansar. Voy a tener que pedirle que se
vaya a casa y también que descanse un poco. Puede volver esta tarde, cuando él
haya conseguido dormir algo.
Timber abrió los ojos y miró el intercambio entre el doctor y yo. Pisoteé
con mis talones y sacudí la cabeza. —No, me voy a quedar.
—Me temo que tendré que insistir.
Me mordí la lengua y recé por no gritar. —Y me temo que tendré que
rehusarme respetuosamente. No voy a dejarlo.
—Bueno, tenga presente que sanará más rápido con reposo.
—Entendido. Gracias. —Era mi manera de despedir al doctor y decirle
que se fuera a la mierda. En este momento no podrían alejarme de Timber ni
aunque lo intentaran.
Cuando nos quedamos solos de nuevo, Timber cerró los ojos pero sus
labios se curvaron en una pequeña sonrisa. —Bueno. Se lo dijiste, ¿no?
—Cállate, se supone que debes descansar. Eso significa sin hablar. —Me
volví a acurrucar a su lado, con cuidado de no empujarlo demasiado.
—No me hagas reír, Kat, creo que podría lastimarme.
—Creo que tienes razón, así que deja de hablar.
Entreabrió un ojo y me miró de soslayo. —Te has vuelto locuaz desde
que he estado fuera.
—Timber —regañé, cerrando mis propios ojos. Sabía que me sonreía.
Estuvo tranquilo por un rato, pero luego hizo la pregunta que sabía que
venía. —¿Está muerto?
Giré la cabeza para mirarlo, y él hizo lo mismo. —Sí.
201

—Le disparaste.
Página
—No podía dejar que te lastimara.
Sus ojos cansados se suavizaron. —Debiste haber corrido a pedir ayuda
como te dije que hicieras.
Mis ojos se pusieron llorosos. —Si lo hubiera hecho, no estarías aquí.
Sentí sus dedos entrelazarse con los míos, dándole un apretón a mi
mano.
—No vamos a pensar en eso, ¿de acuerdo? Te amo, pero la próxima vez
que te diga que hagas algo, lo digo en serio. —Sentí en lo más hondo su voz
profunda.
—Bien, pero será mejor que no vuelvas a asustarme así. No sobreviviré.
Timber bostezó enormemente. Sabía que necesitaba dormir un poco,
pero solo escuchar su voz me tranquilizaba. —Nunca, nena.
—Descansa un poco —susurré, peinando su desordenado cabello negro
para sacarlo de su rostro. En el poco tiempo que estuvo despierto, su coloración
ya se había vuelto más brillante. Iba a estar bien. Mi hombre era un luchador, y
nunca me dejaría si podía evitarlo. Suspirando, lo observé mientras dormía, sin
dejar de contar sus respiraciones y sintiendo sus latidos bajo mis dedos.

202
Página
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Alessa Masllentyle

Dos meses después…


—Timber, ¿podrías darte prisa? Ed quería reunirse con nosotros abajo
hace como diez minutos —refunfuñó Kat, colocándose su camisa y poniéndose
un par de zapatos.
—Nunca, mujer. Sigue con ese aspecto y me veré forzado a desnudarte
otra vez. Estoy bastante seguro de que todavía no he lamido el tatuaje en la
parte de atrás de tu pantorrilla. —La escuché jadear y me reí—. No hagamos
esperar al viejo.
Golpeé su trasero en el camino hacia la puerta y dio un pequeño grito.
Cuando ambos estuvimos abajo, Ed se encontraba de pie detrás de la barra,
bebiendo una botella de cerveza y mirando alrededor del lugar con sus ojos
evocando recuerdos.
—Hola, ustedes dos, vengan aquí y tomen asiento. Tengo algunos
papeles para que les echen un vistazo.
Kat y yo nos sentamos en un taburete en la barra y miramos la pila de
papeles que tenía frente a él. —¿Qué es todo esto? —preguntó Kat.
Él la miró con amor brillando en sus ojos. —Esto son las escrituras del
bar. He recibido los documentos legales redactados para transferir este lugar de
mi nombre al de ustedes, y el abogado puso estas pestañas de aquí así sabremos
donde firmar.
La boca de Kat se abrió, y creo que la mía se hallaba en algún lugar en el
203

suelo también. —¿Qué quieres decir con que estás poniendo mi nombre en la
escritura?
Página
—Les estoy dando este lugar a los dos.
—¿Qué? —pregunté. ¿Estaba fuera de sus cabales?
La sonrisa de Ed se hizo más amplia. —Escucha, soy dueño de este lugar
libre y sin deudas. Lo compré por los años cincuenta. Rose y yo pagamos la
deuda antes de que falleciera y he mantenido mi rumbo con él. Soy demasiado
viejo para estar dirigiendo un bar ahora. Me gustaría dárselos a ustedes dos
para que lo manejen y lo cuiden como Rose y yo lo hicimos.
Miré a Kat, cuyos ojos estaban llenos de lágrimas. —¿Me estás dando el
bar?
—Sí.
—¿Y a Timber?
—Sí.
—Así como así.
Se rió entre dientes. —Si Kat, así como así. He llegado a amarte como a
una hija, y estoy feliz de que Timber llegara a cuidar tan bien de ti. Estoy listo
para legar este lugar y no pude pensar en dos personas mejores.
—¿Qué hay de Beaver o Mel? —preguntó.
—¿Qué pasa con ellos? Los quiero también, pero ninguno de ellos se
preocupa por este lugar como tú lo haces.
Miré al viejo canoso que tan generosamente me entregaba no una, sino
dos cosas por las que se preocupaba a mí… Kat y The Hole.
—¿Qué vas a hacer?
—Oh, supongo que me gustaría ir a explorar partes del mundo que
todavía no he visto. Tengo que hacerlo mientras aun soy joven.
Kat y yo nos reímos. —No sé qué decir, Ed, excepto gracias.
Asintió. —Aquí hay un bolígrafo, y aquí está la pila que tengo que
devolver en el correo para que así pueda ser archivada en la secretaría
municipal.
Mi chica sollozó a mi lado y envolví mi brazo alrededor de su hombro,
besando la parte superior de su cabeza. Pasamos a través de al menos dos
docenas de documentos, firmando y poniendo iniciales en cada pequeña nota
adhesiva. Cuando terminamos, Kat se levantó y rodeó la barra, caminando
directamente hacia Ed. Lanzó los brazos a su alrededor y lloró en su cuello.
204

—Has sido tan bueno conmigo, Ed. Te quiero.


Él puso la mano en su espalda y la palmeó cariñosamente.
Página
—Yo también te quiero. —La apartó y tosió un par de veces. El viejo
trataba de no ahogarse—. Muy bien, ustedes dos, mejor me voy. Tengo que
conseguir alcanzar mi primer avión en Houston, y todavía tengo que dejar esto
en la oficina de correos. Voy a parar de vez en cuando para chequear como van
las cosas.
—Eres el mejor, viejo —dije, y Ed rió.
Kat y yo lo vimos salir, luego regresamos a los taburetes en los que
estábamos sentados. Sus deslumbrantes ojos color avellana brillaban con
emoción.
—Mierda, somos dueños de este lugar.
Mierda, era cierto. Nunca había esperado que esto fuera de lo que él
quería hablar con nosotros, pero de cualquier manera, estaba feliz por eso.
Después de dejar el campo petrolero, este fue comprado por una empresa más
grande menos de una semana después. Roger me había dicho que mi trabajo
seguía disponible, pero tuve que declinar. No estaba seguro de si trabajar en la
plataforma era lo que quería hacer con mi vida y eso me mantendría alejado de
Kat por mucho tiempo durante el día. Haciendo que la decisión no fuera difícil,
pero averiguar lo que iba a hacer a continuación lo era. Estaba seguro de una
sola cosa, y estaba sentada a mi lado. La sorpresa de Ed que nos cogió de
improviso era exactamente la respuesta que no sabía que buscaba, y esta no
podría haber llegado en un mejor momento.
—Oye, tú. —Le di un codazo con mi hombro.
—¿Hmmm? —Todavía estaba estupefacta, mirando alrededor del lugar
como si nunca lo hubiera visto antes.
—Yo digo que bauticemos el lugar.
Me miró y sonrió con una pequeña sonrisa taimada. —¿Dónde tienes en
mente?
—Bueno, preferiblemente un lugar en el que Beaver no haya tenido su
culo desnudo extendido por todo el lugar. —Rompió a reír—. Voy a probar mi
suerte y decir… la mesa de billar.
Sus cejas se alzaron. —La mesa de billar, eh. Esto podría ser interesante.
—Podría serlo de hecho —repliqué.
—Sobre todo porque tendrás que atraparme primero. —Se movió por
todo el bar, corriendo a toda velocidad para alejarse de mí.
205

Estaba encantado de volver a ver a mi chica tan feliz. Kat siempre había
sido vibrante y llena de vida. A veces nos costaba superar el obstáculo de
Página

Adam, pero poco a poco se iba recuperando.


Kat decidió que se había ocultado en sus secretos por demasiado tiempo
y que ya era hora de que hablara con alguien sobre esto. Veía a un consejero
desde hacía poco más de un mes y parecía estar funcionando. Después de cada
cita, salía con los hombros un poco más altos. Incluso empezaba a creer que no
tenía la culpa de las decisiones del bastardo. Fue la víctima, pero al final, en
lugar de correr, se había enfrentado a él y ganó. Admiré su espíritu y tenacidad
para seguir luchando. Me hizo luchar por mí mismo. Había ido con ella a unas
cuantas citas y compartí los sueños que tenía todas las noches antes de Kat.
También me había culpado a mí mismo, asumiendo toda la responsabilidad por
como mi vida había terminado, cuando no tenía realmente ningún control.
Ahora sé que estaba destinado a estar aquí, con ella, y simplemente nada más
que eso. Ella era mi vida ahora.
Me levanté de un salto del taburete y seguí sigilosamente en la dirección
en la que se fue. Escuché su risa y eso me hizo sonreír.
—Te di ventaja, pero sé que te voy a encontrar. —Cuando giré en la
esquina del pasillo que llevaba a los baños y la oficina, me vio y gritó.
Capturándola por la cintura, la levanté y la arrastré de nuevo al bar.
—Timber, bájame, me haces cosquillas.
—Nunca. —La llevé a una de las mesas de billar y la extendí a través de
ella. Inclinándome, pasé mi nariz a lo largo de su garganta—. La próxima vez,
corre en mi dirección, nena. Te ahorrarás la molestia.
Se rió. Puse mi boca sobre la suya y la besé profundamente. Nuestras
lenguas se empujan una contra otra, luchando por espacio. Me sentí como si
estuviera siendo consumido por esta pequeña mujer debajo de mí. Lamió y
mordisqueó mi labio inferior, haciendo que mi ingle se moviera. Envolvió su
brazo a mí alrededor mientras entrelazaba los dedos de su otra mano en mi
cabello. Me subí sobre la mesa por lo que estuve a horcajadas sobre sus piernas.
—¿Eres feliz? —pregunté.
—Delirante —dijo simplemente.
Tiré de su camisa mientras se levantaba un poco para ayudarme. Sus
pezones se endurecieron cuando el aire los golpeó. Palmeé sus pechos y
chasqueé mis pulgares sobre los pequeños picos suaves, arqueó la espalda y
gimió.
—¿Se siente bien?
—Sabes lo que haces.
206

Sus manos se pusieron a trabajar, desabrochando mis pantalones y


tirando de mi camisa.
Página
—Bájate —exigió. Hice lo que me dijo. Miré, completamente extasiado,
mientras abría la cremallera de mis pantalones y sacaba mi erección. Envolvió
su puño a su alrededor y bombeó un par de veces, causando que todos mis
músculos se tensaran.
—¿Se siente bien? —La pequeña descarada me devolvió la pregunta.
—Sabes lo que haces.
Siguió moviendo la mano arriba y abajo, apretando ligeramente cuando
llegaba a la punta. Las gotitas de semen cubrían la cabeza y ella las movía con el
pulgar. Me estaba volviendo loco. Esperaba tomarme mi tiempo con ella, pero
estaba resultando difícil. Agarré su mano y la obligué a soltar, me aparté de ella
y le bajé los pantalones y la ropa interior. Se dio cuenta de mi urgencia porque
no perdió el tiempo y me ayudó a quitármelos de los pies para que pudiera
volver a ella y acomodarme entre sus piernas.
—Oh, Dios —gimió mientras poco a poco me hundí en ella. Ya estaba
mojada y sabía que no me iba a tomar mucho hacer que se deshiciera a mí
alrededor. Había aprendido que Kat era capaz de darme más de un orgasmo
cuando me encontraba dentro de ella.
Retrocediendo y estrellándome de nuevo en su interior, se agarró de mi
espalda y clavó las uñas en mi piel. Siseé, pero no porque doliera.
—¿Quieres más duro, Kat? —Me aparté de nuevo y me detuve en su
entrada.
—Sí, te quiero dentro de mí.
Provoqué su clítoris con la cabeza de mi polla. —¿Qué tan duro?
Trató de mover sus caderas así me pondría de nuevo en su interior. Me
alejé.
Me gruñó. —Timber, lo juro por Dios, si no dejas de molestarme, te voy a
atar a la barra.
Solté una carcajada. —Luego de que contestes la pregunta, Kat. ¿Qué tan
duro lo quieres?
—Quiero que te empujes en mi interior con tanta fuerza que grite tu
nombre. Ahora, por favor. No me hagas seguir rogando y amenazando tu vida.
Me empujé de nuevo en su interior y se tensó a mí alrededor, dejando
escapar el aliento que había estado conteniendo.
—Me encanta cuando mi chica habla sucio y dulce al mismo tiempo.
207

—Cállate y sigue follándome.


Página
No hay problema. Comencé a empujarme en su interior con un ritmo
feroz, retirando mis caderas y estrellándome de nuevo en su interior. El choque
de nuestra piel solo me hizo moverme más duro. Su apretado coño se contrajo a
mí alrededor, y sabía que se acercaba.
—Timber… oh Dios… oh Dios… estoy cerca. —Sus ojos giraron detrás
de su cabeza.
—No. —Golpe—. Todavía. —Golpe.
Llevé mi boca de nuevo a la suya y me sumergí en ella, saboreando cada
centímetro de su boca. Todo en ella era dulce y esto no era la excepción. Sus
suaves labios se moldearon a los míos y succioné su lengua, imitando lo que
mis caderas hacían, con mi boca. Cuando sus pies se levantaron y se clavaron
en mi culo, empecé a perder el control. Mis movimientos se hicieron más
frenéticos.
Estaba justo cayendo sobre el borde cuando aceleré.
—Ahora, Kat. Córrete, ¡ahora!
Gritó mi nombre mientras nuestros cuerpos sudando se resbalaban
moviéndose juntos. Sus paredes apretándose a mí alrededor, exprimiendo cada
pequeña gota de mi polla y haciendo que me estremeciera.
—Cristo.
Su pecho subía y bajaba contra el mío.
—Si, eso lo resume todo.
Descansé ahí por unos minutos, disfrutando de estar dentro suyo.
Cuando me retiré, se estremeció y sonreí hacia ella. Sentándome a descansar
sobre mis talones, la miré.
—Eres tan hermosa. En serio, no creo que hubiera pensado que aquí es
donde me gustaría estar incluso hace solo unos meses.
Sus dedos se acercaron y trazaron las pocas cicatrices en mi torso que
había conseguido en Irak, pero luego se trasladó a la piel levantada que era más
blanca que el resto de mi piel donde me habían disparado.
—Yo tampoco. ¿Eres feliz? —Una vez más me devolvió la pregunta.
Levanté la vista y miré alrededor al espacio que ahora nos pertenecía,
luego de vuelta a mi belleza de cabello oscuro. Su largo cabello castaño rojizo
permanecía en una masa por toda la mesa debajo de ella.
208

—Con locura.
Sonrió y le devolví la sonrisa.
Página
Y lo estaba. Ella me había curado de adentro hacia afuera. Nunca supe
que encontraría a alguien que pudiera tocar mis cicatrices. Pero ella lo hizo, y la
amaría hasta el día de mi muerte.

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Página
Stacy es madre de tres hijos, amante de la comida y
autoproclamada adicta al café. Es una viajera del
mundo y comenzó sus locas aventuras a la
temprana edad de cinco años. Su padre era oficial
de las Fuerzas Aéreas, lo que le permitió conocer
lugares desde las Azores (Portugal) hasta Honolulu
(Hawai). Stacy estudió en ocho escuelas distintas
antes de graduarse en el instituto. Después de tener
a sus dos primeros hijos, Stacy decidió ampliar su
amor por la lectura e intentó escribir en 2012. Publicó su primera novela a
mediados de 2013 y así comenzó su carrera como escritora. Actualmente, vive en
el norte de Alabama, donde escribe su próximo libro y disfruta de la vida.
Contacte con Stacy en stacy.borel@yahoo.com

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