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Mae
Capítulo 1
Índice Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
Capítulo 11 Capítulo 27
Capítulo 12 Capítulo 28
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Adelanto
Capítulo 15
Capítulo 16
Sinopsis
Ryan Parker ha amado a su mejor amiga durante los últimos diez años, y
después de un viaje de esquí de una semana, él finalmente salió de la zona de
amigos. Las cosas parecen perfectas, hasta que Ryan se entera de que su madre
tiene una segunda familia, y su hermanastro, Brett aparece en su porche.
Cuando Ryan es invitado a pasar sus vacaciones de primavera con Lexie en una
casa en la playa, sus abuelos sugieren que Brett vaya para darles más tiempo de
vinculación.
Lexie Boggs se enamoró de su mejor amigo. Después de los cuatro
mejores meses de su vida, ella está lista para condimentar las cosas en su
relación. La cama junto a la playa parece ser el lugar perfecto para seducir a
Ryan, excepto que parece fuera de sí últimamente. Su temperamento hierve a la
superficie, y tener alrededor a Brett no está ayudando.
Cuando todos se encuentran en la casa de la playa, Lexie intenta reparar
el creciente distanciamiento entre los dos hermanos, mientras que Ryan intenta
olvidar que su hermano aún existe.
Beds, #2
Dedicatoria de Becca Ann:
Dedicado a cualquier persona que lo haya pasado mal con sus hermanos.
Soy un dominado.
Soy un dominado y no me importa. Porque si siendo un dominado
consigo pasar todos los días después de la escuela con Lexie, entonces voy a
llevar su bolso de color rosa brillante lleno hasta el borde con esmalte de uñas
con mi polla si me lo pide. Por suerte, solo tengo que llevarlo desde el pasillo de
la escuela a su auto, en mi brazo, no en mi cosa.
—¿Estás seguro de que quieres estudiar en mi casa? —Me pone mala
cara cuando entramos de un salto. Siempre me deja conducir, no sé por qué.
Probablemente porque sabe que me gusta—. Fuimos allí ayer.
—Lo sé. —Sonrío, haciéndole cosquillas en las yemas de los dedos
mientras los envuelve alrededor de los míos—. Pero Pop-pop todavía está
enfermo.
Incluso mientras lo digo, mis oídos estallan en llamas y el calor pasa a
través de mi cara.
—Eres un gran y enorme mentiroso. —Lex me aprieta la mano y apoya la
cabeza en mi hombro—. Voy a conseguir que me lo digas un día de estos.
—¿Decirte qué? —pregunto, tratando de que salga inocente, lo que
nunca ha funcionado para mí.
—Qué has estado escondiendo. Y por qué estás siendo tan raro.
Me río, dejando ir su mano para poder envolver mi brazo alrededor de
sus hombros. —No puedo guardar un secreto aunque mi vida dependiera de
ello.
—Bueno, sí puedes —dice ella, colocándome una mano sobre mi
rodilla—. Pero es mucho mejor para los dos cuando no lo haces. Ya sabes,
podríamos haber evitado toda la cosa Sean, y la... ejem... cosa de beber, si
simplemente hubieras tenido la pelotas de decirme cómo te sentías en primer
lugar.
Ella tiene esa sonrisa con dos hoyuelos. Maldita sea, sé que tiene razón.
Debí haberle dicho lo que sentía hace años. Pero, a pesar de que me tomó tanto
tiempo, no cambia el hecho de que los últimos cuatro meses desde el viaje han
sido más que perfectos. Mejor amiga y novia en un paquete.
—Paciencia, tonta. —Le hago cosquillas en el costado y me pega en la
parte superior del muslo, haciéndome tirar del volante—. Te lo diré finalmente.
Es solo que no quiero hablar de eso ahora, ¿bien?
Hace pucheros, y me niego a dejar que use la cara de cachorrito que
utiliza contra mí todo el maldito tiempo. Si supiera exactamente cómo decirle lo
que ha estado pasando en mi casa, ya lo habría hecho.
Nos detenemos en su casa —o debería decir sótano apartamento—, y ella
deja escapar un gran suspiro. Sé que no quiere estar aquí, pero una alcohólica
en rehabilitación es probablemente una mejor alternativa contra quien ha
plantado su culo en la habitación de invitados de mis abuelos.
Agarro su bolso y su mochila, y ella me lleva directamente a su
habitación. La mamá de Lex todavía no está en casa, pero su reunión de AA
termina alrededor de una hora, así que si está teniendo un buen día, estará aquí
pronto.
Dejándose caer en la cama, saca su libro de Física mientras yo saco el de
Historia. Ya está tomando notas, con el lápiz volando a través del papel.
Todavía estoy aquí sentado esperando a abrir el libro.
Una hora es todo lo que tengo, si tengo suerte. Y no quiero gastarla
estudiando.
Mi mano se extiende por la de ella y la detengo a medio escribir una
frase. Le doy esa sonrisa. Sé que sabe que es la que dice: "bésame ahora, o te voy
a obligar a hacerlo”.
—Ry... —se queja—. Tenemos los finales la semana que viene.
—Ajá —le digo, besando la parte interior de su muñeca.
—Por lo tanto, sabes que tengo que estudiar.
—Mmmhmm. —Llevo mi mano por su brazo, haciendo una pausa en el
hueco de su codo.
—¡Entonces deja de ser tan distractor! —Aparta mis manos y protege su
rostro con su cabello.
Como si eso me detendrá.
—No estoy haciendo nada. —Me río mientras aparto su cabello largo y
castaño hacia atrás para besarla detrás de la oreja.
Gruñe cuando mis labios tocan su piel, y sonrío, sabiendo que la estoy
cabreando y volviéndola loca a la vez.
Lanzando el lápiz en su libro, vuelve su cara a la mía, con los ojos
grandes y marrones de oro dándome esa mirada de “estás en problemas, pero
no de verdad”.
Luego, cuando envuelvo mi brazo alrededor de su cintura, tirando de
ella hacia abajo en las almohadas, deja escapar un suspiro de derrota.
—A veces te odio.
Sonrío. —También te amo.
Mis labios se presionan contra los de ella en el primero de lo que sé que
serán un millón de besos. Una vez que empezamos, por lo general no nos
detenemos por un tiempo. Oigo los libros caer al suelo mientras su pierna se
engancha alrededor de mi cadera. La boca de Lex y su cuerpo son tan adictivos.
¿Cómo puede no esperar que la quiera cada momento que estoy con ella?
Aunque me siento un poco culpable porque no estoy en el mejor de los
lugares mentalmente en este momento. Ella es la única que me hace sentir
mejor. Siempre lo ha sido. Y besarla así hace que toda la mierda se vaya. No
quiero que parezca que la estoy utilizando para escapar, a pesar de que puede
ser un poco cierto.
La beso así porque la amo. Eso es completamente cierto.
Se separa de mis labios, y yo viajo por su cuello. Su pecho sube y baja con
cada respiración dificultosa que deja salir, y no puedo controlar lo que hacen
mis manos cuando me enciende así.
Cuando deshago el botón de sus vaqueros, ella chasquea los dedos
alrededor de mi muñeca.
—Lo siento —jadeo en su rostro. Porque lo hago. Maldita sea, tengo que
mantenerlo más frío.
Me da esa sonrisa hermosa de dos hoyuelos. —No es eso. —Su risa
sacude su cuerpo mientras afloja su agarre en mi muñeca—. Me pareció oír que
alguien tocaba.
Me siento, listo para meterme debajo de la cama. —¿Lo hiciste?
Se ríe de nuevo, tirándome a su lado. —No. Creo que fue mi corazón o
algo así.
—Oh. —Porque esa es la genial palabra que sale. Debería decir “O el
mío" o algo igual de bueno, pero ella me cierra la boca con más besos.
Sé que el momento fue arruinado, pero no puedo evitarlo. Quiero tocar y
sentir más de ella, ser parte de ella, y estoy tan caliente que no creo que
realmente sepa lo que estoy haciendo. Así que me dirijo de vuelta a sus
pantalones.
La cremallera baja y su mano se apoya en mi antebrazo, sin detenerme. Y
sus labios son milagrosos trabajando en los míos.
Cuando mi mano pasa por debajo de sus bragas, contiene su aliento y sus
dedos agarran mi brazo, pero no me aleja, me acerca más.
He estado con Lex durante cuatro meses. Nuestra relación se tambaleó
de mejores amigos a amantes tan rápido que no estoy seguro de si supimos
cómo manejar la transición. Parece que había reglas que seguir, pasos a seguir a
pesar de que nos conocíamos perfectamente. Pero durante un tiempo, fue:
"¿está bien tocarte aquí?" o "¡demonios! ¡Estoy besando mi mejor amiga!” Y
nunca nos metimos en todas las cosas físicas, además de besar —bien, besos
pesados— y agarrarnos de la mano, y sí, he tocado esas tetas impresionantes
suyas probablemente más veces de las que he ido al Auto Shop este año.
Pero esto... es algo nuevo para nosotros.
—Ryan —respira contra mis labios. No puedo ni siquiera besarla porque
mi propia respiración es demasiado pesada y rápida para cerrar la boca por un
segundo. Dice mi nombre otra vez, y me acurruco contra el hueco de su cuello,
colocando besos cuando puedo, pero concentrándome más en ella. Cómo
respira, cómo se está moviendo contra mí, lo caliente que su cuerpo se siente
contra el mío. Lo bien que se siente contra el mío.
Encajamos juntos. Siempre lo he sabido —y deseado— y tenerla así
parece un paso importante. Uno que no estaba seguro de que estuviéramos
listos para tomar, pero lo tomé de todos modos.
Ese pinchazo de culpa aparece en mi cabeza otra vez, sobre usarla, pero
lo alejo mientras ella suspira mi nombre otra vez.
¿Sabe lo hermosa que está en este momento? ¿Lo malditamente sexy que
es?
Esta vez, hay un golpe en la puerta.
—¿Lex? ¿Estás en casa?
Ella me aleja, y mi mano se desliza fuera de sus pantalones, y caigo al
suelo con un ruido sordo. Con habilidad practicada, ruedo en mi lugar debajo
de la cama, donde hay hileras de ropa, zapatos y cajas con la forma de mi
cuerpo.
—¡Uh, sí, mamá! —grita Lex, y la oigo subirse la cremallera y veo que
baja la mano por su libro Física—. ¡Adelante!
Su puerta cruje mientras la Sra. Boggs entra. El olor de alcohol —del tipo
de limpieza— se filtra incluso en mi escondite debajo de la cama.
—Solo quería hacerte saber que voy a tomar un turno de noche.
—¿Segura que estás bien con eso? —La voz de Lex suena pesada todavía,
pero si su mamá lo nota, no dice nada.
—Sí. Mi padrino pensó que sería una buena idea para mantenerme
ocupada.
—¿Roger?
—Um, sí. Roger.
Hay un momento de silencio, y tiemblo más con cada aliento que tomo.
Lex y su mamá están ambas en relaciones que la otra no aprueba. No ha sido
exactamente dicho que su mamá tenga una cosa con su padrino, sino por la
forma en que dice el nombre de Roger, estoy de acuerdo con Lex en este caso.
—Está bien, bueno, no te acuestes tarde,
La puerta se cierra mientras Lex dice—: Nunca lo hago.
Hago salir mi cabeza de debajo de la cama, mientras Lex hace aparecer la
suya desde la parte superior. Ambos nos damos una sonrisa al otro.
—Será mejor que corras. Puedo llevarte a casa.
—No, caminar es sano. —Y no puede ver quién está en mi casa.
Pone mala cara. —Está bien. —Luego coloca las manos en ambos lados
de mi cabeza y me alzo para besarla.
Me gustaría poder quedarme aquí para siempre... a pesar de lo tonto que
suena, es verdad. No quiero ir a casa. Seríamos Lex y yo y nadie más. Sin
finales, sin madre alcohólica en rehabilitación, ninguna mierda.
Me gustaría que estuviéramos de vuelta en ese albergue de esquí, y
haberle dicho lo que sentía el primer día. No el sexto.
Se aleja, y recojo mis cosas. Antes de subirme a la ventana, la acerco para
darle otro beso.
—Oye —susurra a mis espaldas una vez que me pongo en cuclillas en el
suelo fuera de su habitación—. Gracias por la distracción. Me gustó. —Sonríe
ampliamente, y sus mejillas se llenan de color.
Sonrío. —A mí también.
Colocándome la mochila en el hombro, camino a través de su patio y
llego a la calle sin que nadie me vea.
Cada paso se siente como un cuchillo gigante entrando más profundo en
mis entrañas cuanto más me acerco a mi casa.
A él.
Mi hermano.
2
Traducido por aa.tesares
Corregido por Mary
―Pásame ese soporte, ¿sí? ―le pido a Pop-pop mientras me agacho cerca
del neumático delantero del Lincoln. Tenemos el viaje a la playa en un mes, y si
no consigo que esté en plena forma, Lex, Nate, Kaylee, y yo estaremos metidos
dentro del Ford Escort de Nate durante diecinueve horas. Sí, no gracias.
Pop-pop patea el soporte en mi dirección, sin molestarse en moverse del
apolillado sillón reclinable que tenemos en el garaje.
―Estás evitándolo de nuevo ―dice a través de un suspiro―.
Hablaremos de esto ahora, sólo nosotros dos, o vas a tener que hacerle frente a
tu abuela.
Coloco el soporte del gato, manteniendo la boca cerrada mientras libero
el gato y dejo que el Lincoln caiga donde lo necesito.
―Hijo ―empieza Pop-pop, y sacudo la cabeza mientras me muevo al
otro lado del coche.
―Me mintieron. ¿Qué quieres que diga?
―¿No quieres saber quién es?
Un picor que no logro rascar se arrastra a través de mi cuello. Apenas la
semana pasada no tenía idea de que existiera el chico. ¿Cómo alguien mantiene
un embarazo en secreto durante nueve meses? Brett es dos años menor que yo,
así que papá tenía que haberlo sabido. Pop-pop, la abuela... todos tenían que
haberlo sabido. Así que sí, tengo curiosidad, pero estoy enojado como el
infierno, también.
―Sé que mamá dormía por ahí ―le digo al gato―. ¿Hay más hermanos
allá afuera de los que no sepa?
La boca de Pop-pop se contrae en la esquina, y agarra una llave inglesa
de la caja de herramientas y juguetea con ella.
―¿Cuentan los peces de colores?
Me esfuerzo en contener mi sonrisa porque no voy a seguirle la corriente,
y me meto debajo del coche con el colector de aceite.
―Ryan, no te lo dijimos porque tu padre estaba planeando hacerlo.
Después de su muerte, simplemente no supimos cuándo sacar el tema.
―Así que esperaron hasta que fue dejado en la puerta como un maldito
espectáculo de drama.
―Íbamos a contarte.
Tomo un largo aliento, calmando el calor que está tratando de
asfixiarme.
―No lo entiendo. ―Mis dedos se deslizan en la llave―. Si papá sabía
sobre la aventura, ¿por qué se quedó con mamá?
―Me pregunto lo mismo. ―El sillón reclinable cruje mientras Pop-pop
se acomoda―. Tu papá era una persona compasiva e indulgente. Cuando
descubrió lo del bebé, supo que no era suyo. No voy a darte detalles, pero
supongo que no había siquiera una ligera posibilidad de que pudiera ser suyo.
Tu madre le dijo que iba a deshacerse de él antes de que fuera un problema,
pero tu padre... bueno, no quería eso. Y tampoco el padre de Brett.
Giro la llave para aflojar el tapón de drenaje y dejar que el aceite gotee en
el colector.
―¿Quería un aborto?
―Sí. Casi lo hizo, pero después de hablar con tu padre, cambió de
opinión. Se quedó con él durante su embarazo, y cuando dio a luz, le dio la
custodia al padre de Brett.
Nada de esto me hace sentir mejor. Me doy cuenta de que solo tenía siete
cuando papá murió, pero era mi mejor amigo. Incluso sentado aquí bajo su
viejo coche, puedo imaginar su cara cuando me dejaba rodar bajo el Lincoln y
cambiaba el aceite mientras yo sostenía las herramientas. ¿Por qué no me dijo
nunca que tenía un hermano? ¿Por qué se quedó con mamá cuando era
evidente que ella no se preocupaba por él? Desearía que estuviera aquí para
poder preguntárselo.
Pellizco el puente de mi nariz y estabilizo mi respiración. El aceite está
casi afuera, goteando lentamente en la bandeja cerca de mi cabeza.
―Por lo que sé ―continúa Pop-pop cuando no digo nada―, Brett
tampoco sabía nada de ti. No hasta hace unas semanas cuando su papá fue
desplegado. Supongo que se metió en algún tipo de problema y que no pudo
quedarse allí.
―¿Problema?
―Soy vago en los detalles. Tal vez deberías preguntarle. ―Pop-pop me
arroja un paño cuando ruedo de debajo del coche―. El punto es, que se
encontraba en la oscuridad tanto como tú. No tiene sentido culparlo por nada.
Odio que tenga sentido. Asiento y le devuelvo el trapo. Luego me paso el
resto del cambio de aceite formulando preguntas sin sentido en mi cabeza,
todas dirigidas a mi papá.
Una vez que la abuela trae el trasero de Lex a la mesa, me empuja la sopa
y murmura algunas tonterías sobre cómo no debería mentirle a mi novia, y que
lo mejor es que sea civilizado y no rompa más marcos. Mi voz se queda
atrapada en mi garganta, haciéndome balbucear una defensa de que él empezó.
Pero el abuelo coloca sus manos sobre mis hombros y me empuja en la silla
junto a Lex. Brett se desliza frente a ella, su rostro con una sonrisa estúpida que
estoy listo para golpear.
Lex se sacude en su asiento y Brett sonríe ampliamente.
—Ups. Lo siento, no quise pisarte los dedos del pie.
—E… está bien.
Lo pateo por debajo de la mesa.
—¡Mierda! —dice, frotando su espinilla.
—Lo siento —gruño, aunque no lo hago.
El abuelo tiene su lugar en la cabecera de la mesa. —Eres malditamente
afortunado de que May no esté aquí. Lenguaje de mierda como ese no se
perm…
—¡Jack!
Brett sofoca su risa mientras la abuela golpea con una espátula al abuelo.
Lex está demasiado ocupada lanzándome preguntas con sus ojos, y estoy
demasiado ocupado considerando coger mi tenedor y clavarlo en la mano de
Brett para quitarle la sonrisa. La abuela se sienta en el otro extremo de la mesa,
mirando fijamente al abuelo.
—Ahora di una oración y pide perdón por tu alma.
Lex une sus manos, sacudiendo la cabeza mientras cierra los ojos.
Maldición. ¿Cuánto tengo que aguantar para salir de esta?
El abuelo sonríe, sin darse cuenta de toda la tensión en el aire, y cierra de
golpe sus ojos.
—Querido Señor, gracias por esta comida y bendícenos para que no
envenenemos nuestros cuerpos. Solo el cielo sabe lo que May ha cocinado, y nos
gustaría quedarnos en la tierra y desatar un pequeño infierno antes de ir al más
allá. Amén.
Un eco de “amén” suena encima de la mesa, seguida de las risitas de Lex
y una cuchara lanzada a la cabeza del abuelo.
—Entonces, Ryan, um —dice la abuela, moviendo sus dedos hacia mi
plato—. ¿Ya tienes algunos detalles sobre el viaje de vacaciones de primavera?
Supongo que vamos a ignorar la pelea que tuvimos Brett y yo, la que
parece que voy a tener con Lex, y simplemente charlar ahí como si un kilo de
mierda no estuviera volando sobre nuestras cabezas a punto de golpear el
ventilador del techo.
—El coche de Nate y de Kaylee está lleno —contesta Lex, forzando su
voz a un tono cortés—. Así que, creo que, si Ryan puede conseguir que el
Lincoln funcione, tomaremos ese y Nate y Kaylee el auto de Nate.
—¿En dónde queda la casa de la playa? —pregunta la abuela antes de
entregarme mi plato y coger el de Brett.
—Está a diecinueve horas en coche. —Lex me mira—. Pero vamos a
turnarnos, ¿verdad?
Asiento, intentando sonreírle a mi novia ya que finalmente me mira sin
fulminarme con su mirada.
—Nate reservó una habitación de hotel en St. George.
—Y su hermano, Nick… ¿estará en la casa de la playa todo el tiempo? —
interviene el abuelo con la boca llena.
—Sí. —El hermano de Nate estará ahí, pero si los abuelos sabrían que
Nick muy probablemente estará inmerso en fiestas y solo se presentará cuando
no estuviera encerrado en su dormitorio con alguna chica de la playa al azar,
probablemente pegarían mi trasero a la línea del estado de Colorado por toda la
semana.
—¿Y ustedes dos no compartirán una habitación?
Oh mierda. Mis orejas arden, y puedo sentir la cicatriz en mi ceja con un
tic. Comienzo a toser un pedazo de lechuga que se desvía en mi garganta.
Lex mira por encima de mi brazo mientras golpea mi pecho y me salva.
—Nop. Kaylee es una compañera de cuarto mucho más limpia que Ryan.
La salida me golpea ligeramente y, por un momento creo, bueno mierda,
puede que realmente quiera decir eso. Su mirada se encuentra con la mía y
tenemos una conversación silenciosa, labios retorciéndose y cejas arqueadas.
Básicamente, si no le digo qué diablos está pasando, podría estar durmiendo
junto a Nate.
—Mmm —dice el abuelo, y Brett se ríe disimuladamente. La primera vez
que ha participado en alguna parte de la conversación.
—El viaje es en un mes, ¿no, cariño? —pregunta la abuela.
—Sí. —Deseo que mis orejas dejen de arder. Pero es Lex esta vez quien se
ahoga con su ensalada.
—¿Estás bien? —pregunto, frotando su espalda.
Asiente, forzándose a tragar su comida. —Lo siento... simplemente no
me di cuenta de que era tan pronto.
Brett se inclina hacia adelante, entregándole su agua, y quiero alejar su
mano de un golpe. No hablas mierda sobre mi familia y luego intentas ser
amistoso con mi novia. Pero Lex lo coge y toma un gran trago. Sus ojos regresan
a su comida, y apuñala otro trozo de lechuga, pero no la coloca en su boca.
—Em… Lex. ¿Seguro que estás bien? —pregunto de nuevo.
Levanta su mirada, y todos tienen la misma expresión infernal de
confusión que estoy seguro que yo también tengo.
—Sí, solo estaba… contando. —Se ruborizan sus mejillas, y vuelve a
jugar con su comida. Levanto mi mirada hacia el abuelo quien se encoge de
hombros.
Pero es la abuela quien parece comprender con lo que sea que está
lidiando mi novia, porque sus mejillas también se ruborizan.
—El próximo mes —murmura la abuela a través de su boca enrojecida—.
Brett, ¿cuáles son tus planes para las vacaciones de primavera?
Brett se frota la parte trasera de su cabeza y murmura algo en la mesa. La
abuela se inclina, pero permanezco sentado en mi asiento. Me importa una
mierda lo que está planeando, siempre y cuando logre estar lo más lejos posible
de él.
—Lo siento, ¿dijiste Las Vegas? —pregunta la abuela, luego asiente hacia
mí—. Conducirás hacia allí, ¿no? —Su ensalada se desliza través de su boca y
sacude su cabeza—. Si quieres volver a casa para las vacaciones, no vayas solo.
Quizás deberías ir con ellos.
Brett se mueve en su asiento, y estoy tratando de salir con una excusa
para dejarlo aquí, pero se me adelanta.
—Solo bromeaba. —Hace girar las tostadas de su plato—. No tengo
ningún plan.
La abuela se da la vuelta hacia el abuelo y comienzan a tener una
conversación silenciosa similar a la que tenía con Lex. Lex baja su tenedor y
acaricia mis nudillos. Guau… ¿cuándo comencé a agarrar el mantel?
El abuelo toma un trago, entonces asiente hacia Brett. —De todos modos,
deberías ir con ellos. Probablemente será mucho más divertido que pasar el rato
con nosotros los viejos.
Se refuerza mi agarre sobre el mantel haciendo que Lex apriete sus dedos
sobre los míos.
¿Quiere qué?
Brett se toma unos segundos para responder, mirándome. Sacudo mi
cabeza porque infiernos no, va a arruinar este viaje.
—Eso suena bien. —Me mira con una enorme sonrisa, mientras mi boca
se frunce en las esquinas y mis manos se cierran en puños con tanta fuerza en el
mantel que el plato de Brett comienza a moverse lentamente en mi dirección.
—¡Genial! —dice la abuela—. Llamaré a los padres de Nate y verificaré si
están bien con eso. ¿Estás de acuerdo, Ryan?
No. Infiernos, claro que no. Pero la mirada que recibo de la abuela dice que
si digo “lo pensaré”, tampoco iré. Y una mierda, eso mataría a Lex. Ha estado
esperando este viaje desde que lo planeamos en febrero. Una oportunidad para
“aprovechar una cama extra grande”. Infiernos, yo también quiero eso.
Sin responder, me pongo de pie, la silla raspando el suelo de madera, y
salgo corriendo de la habitación. Estiro mi cabello, aguantando las ganas de
golpear algo. Estoy a mitad de camino por el pasillo a mi habitación antes de
que recuerde… dejé a Lex.
Me doy la vuelta rápidamente, y termino chocando con ella.
—Lo siento —decimos ambos, luego se ríe… solo un poco. Sus brazos se
envuelven alrededor de mi torso. Mis cejas se arquean de golpe.
—¿Estás molesta? —pregunto.
—Oh, estoy enojada. —Aprieta sus brazos a mí alrededor—. Así que
hablemos antes de que cambie de opinión sobre qué tan enojada estoy.
Sabía que vendría esta conversación, pero no estoy listo para tenerla. Me
pican los ojos, y los aprieto de nuevo.
—Lo lamento —digo, y le cuento todo. La aventura. El casi aborto. Pero
cuando llego a lo de tener una conversación de verdad con él, mi voz se
entrecorta. Odio que diga esas cosas sobre mi padre, y no quiero repetir las
palabras. Nunca. Paso mis manos sobre su espalda y suspiro—: Debería
habértelo dicho. Ni siquiera sabía que tenía un hermano… medio hermano…
hasta que apareció el otro día.
—Deberías habérmelo contado. Creo que soy bastante buena en hacerte
sentir mejor. —Sonríe contra mí, sus labios tirando de mi camisa—. Sin
embargo, él no parece tan malo.
—Tampoco creo que lo sea, pero… simplemente no creo que nos
llevemos bien.
—Han pasado dos días. —Se ríe y acaricia mi nariz con la suya—. ¿Te
gusté en dos días?
—Infiernos, claro que sí —digo, finalmente sintiendo una verdadera
sonrisa en mis labios.
—Bueno, me tomó una eternidad que me gustaras —bromea, y meto un
mechón de cabello castaño detrás de su oreja y la beso. Me pregunto si sabe
cuán malditamente perfecta es. Siempre será primero mi mejor amiga.
Su lengua se desliza dentro de mi boca, seguida de un largo gemido y mi
mente borra la noche. La agarro de su cuello, empujándola contra la pared, y
fuerzo nuestro ritmo a uno de necesidad desesperada. Ni siquiera recuerdo por
qué infiernos me hallaba molesto…
—¡Guau! Consigan una habitación, ¿sí?
Siento el rostro de Lex ruborizarse mientras se aleja de mí. ¿Cómo logré
meter mi mano en su blusa? ¿Cómo la suya terminó en mi bolsillo trasero?
Coloca un metro de distancia entre nosotros, mirando fijamente el suelo.
—Yo… voy a irme.
—No te vayas por mi culpa. —Brett sonríe y bloquea su camino—. No
culpo al hermano mayor por meter mano.
La examina, mirando las piernas largas y sensuales de Lex que se ven
desde su minifalda. No puedo creer que no hiciera eso primero, porque
maldición, se ve increíble. Siempre se ve increíble, pero parece que, no sé, ¿se
arregló para la sopa?
Pero ese atuendo es para mí, maldición.
—Um, gracias… supongo. —Lex agarra mi mano y me lleva con ella
hacia la puerta. Brett le da un golpe a mi hombro con el suyo cuando lo paso, y
si Lex no tendría un agarre de muerte sobre mis dedos, lo habría golpeado.
Salgo con ella al porche, esperando tener un poco de intimidad, aunque
sé que los abuelos están observando desde la ventana.
—Lamento eso.
Se encoge de hombros.
—Tiene que, ¿quince?
—Dieciséis.
—Chicos excitados. Eras igual.
Me río, permitiéndome disfrutar de ella y no patear el trasero de mi
hermano por mirar a mi novia. Inclinándome, musito en su oído—: Sigo siendo
de esa manera.
Sus mejillas se ruborizan, y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello.
—Ve a tu habitación al segundo que me vaya.
—¿Qué?
Me libera, un brillo sexy en sus ojos. —Simplemente hazlo.
Está bien…
Antes que dé incluso dos pasos dentro de la casa, Brett asoma su cabeza
desde su habitación. —Sabes, ¿las vacaciones de primavera contigo? Prefiero
envenenarme. Pero si ella viene… quizás valga la pena.
Cierra su puerta de golpe justo cuando llego ahí, listo para golpear su
rostro con mi puño. En vez de eso, hago un agujero en la pared.
—¡Ryan!
La abuela se ve medio enojada, medio aterrorizada cuando ve el nuevo
diseño añadí a su casa. Mis nudillos están rojos, no sangrando, pero magullados
como el infierno. El abuelo me mira fijamente, boquiabierto.
—A tu habitación. Ahora.
En toda mi vida, he estado dos veces castigado. Ni una sola vez por mis
abuelos. Pero ahora mismo, preferiría encerrarme en mi habitación que lidiar
con cualquiera de ellos.
—¡Ryan! —gruñe el abuelo cuando abro mi puerta de golpe—. Reparas
eso para mañana. Además de ese marco de foto que rompiste.
Asiento una vez y cierro con un portazo. Temblando e incapaz de
controlar nada, arrojo al suelo toda la porquería de mi escritorio, entonces
camino de un lado para el otro, pasando mis manos por mi cabello. Ellos no lo
entienden. Creen que tener un hermano es lo mejor del mundo. —¡Finalmente,
la familia! —Mierda. Si no fuera un imbécil, tal vez sería mejor. Pero entonces,
quizás no. Irrumpe aquí creyendo que su vida es una mierda y que la mía es
mucho mejor porque su mamá lo dejó por mí.
Bueno, ella también me dejó.
Un golpecito hace eco a través de mi habitación. Ah, infiernos. Me olvidé
de Lex. ¿Cómo podría olvidarme de Lex… otra vez?
Abro las persianas y ahí está, con una enorme sonrisa malvada en su
rostro sonrojado. Golpea mi ventana de nuevo, y la deslizo hacia arriba,
agarrando su cara mientras se tropieza entre mis brazos. Sé que tiene algo que
decir. Sobre mi hermano, el viaje o la cena, pero no quiero nada de eso. No
puedo lidiar con eso. Solo la quiero a ella. Necesito que lo borre de mi mente,
así que es como si nunca hubiera sucedido, como lo hizo antes. Funcionó de
maravilla.
Con nuestros labios presionados, mi mente se centra en ella y solo ella.
La manera en que su lengua se mueve contra la mía, la forma en que sus dedos
estiran mi cuello, la manera en que se curva contra mí como si lo único que
evita que se caiga soy yo. Me gusta eso. Ser el único que la mantiene en pie.
Porque seguro como el infierno que es esa persona para mí.
—Ryan —musita contra mis labios cuando rompemos el beso para
respirar. Es como lo dijo en su dormitorio, y todo mi cuerpo reacciona. No
quiero extender mi mano hacia abajo y ajustarme, ya que no es exactamente
fácil, pero la cremallera de mis pantalones me está matando.
Me muevo de nuevo hacia sus labios, pero me bloquea con su mano.
—¿Estás bien? —pregunto, esperando que lo esté, porque mi mente
borró completamente todo, excepto ella. Y me gusta. Podría ahogarme en ella y
vivir ahí para siempre.
Asiente, una sonrisa tímida aparece lentamente.
Paso mi mano por su brazo. —Entonces, ¿qué pasa?
—Yo… quería intentar algo. Pero solo si estás bien con ello.
Arqueo mi ceja de golpe, y le doy mi sonrisa arrogante. —¿Cómo qué?
—Algo que no hemos hecho antes. —Su voz se entrecorta, y no me mira
a los ojos. El calor de su cara empaña el mío cuando balbucea su siguiente
pregunta—. Me amas, ¿verdad?
—Por supuesto, tonta. —Genial. He bromeado porque no tengo ni idea
de lo que está pensando. Y si piensa en el sexo, no tengo nada. Quiero decir,
absolutamente nada de protección. Quizás bolsas de sándwiches.
Desciendo a muy enojado. No es exactamente lo mejor, para la primera
vez, no lo creo.
—También te amo —susurra, luego sus dedos temblorosos desabrochan
el botón de mis jeans. Cuando llega a la cremallera, digo rápidamente lo único
que pasa por mi cerebro antes de que pierda la capacidad de usarlo.
—No tengo protección, Lex.
Se ríe, y me hace sentir peor por no estar preparado. —No lo
necesitamos.
Um, ¿eh? Está aflojando mis vaqueros. No estoy leyéndolo mal, ¿verdad?
Se ríe de nuevo, dándome esa hermosa sonrisa con dos hoyuelos. Y con
esa sonrisa, esa repentina confianza, estoy de vuelta en la cabaña con ella en
nuestro viaje de grado. Ella sacando mi camisa y diciéndole a mi culo borracho
que me quiere.
—Ry, pareces incómodo.
Bueno, tiene toda la razón en eso. Pero ahora, con la bragueta abierta, no
es tan malo.
Su cara se pone un poco rosa mientras me empuja a la cama. Me apoyo
contra la cabecera, mi polla tan enorme que podría armar el Cirque du Soleil.
Estoy estirando los calzoncillos bóxer a su límite.
Lex alza su sexy falda verde antes de montar a horcajadas mis caderas.
No sé qué pasa con mi cerebro cuando asienta su suave piel sobre mí. Estoy
bastante seguro de que no hay nada allí ahora. Estoy un poco mareado, ya que
la mayoría de mi suministro de sangre se está disparando hacia abajo.
Y luego hacia arriba, supongo.
—¿Estás bien? —inhala, inclinándose más cerca de mi boca.
—Infiernos, sí. —Ya que el cerebro en mi cabeza no funciona, estoy
culpando de todo lo que digo en voz alta a la pérdida de actividad cerebral.
Se ríe, rastrillando sus largas uñas por mi pelo. —Me gustó lo que hiciste
por mí. Quiero decir, realmente me gustó. No he dejado de pensar en ello.
Eso es sólo la cosa más sexy que he oído nunca. Seguido por la cosa más
sexy que he sentido nunca. Empieza a mover sus caderas hacia atrás y hacia
adelante, sosteniéndose en mis hombros por apoyo. Si estaba pensando en mi
hermano, en el viaje, y las ganas de golpearlo de mi cabeza… mierda, estoy
seguro de que escogí la manera correcta de hacerlo.
—Yo también —me las arreglo para liberar. Creo que está demasiado
metida en los movimientos para notar que estoy mintiendo. Honestamente no
había pensado en lo que pasó con Lex antes. Mi mente ha estado ahogada con…
ah infiernos, ella se siente tan… bien.
Y ahora aquí sentado con ella encima de mí, con sus delgadas bragas y
mis desgastados bóxers las únicas cosas entre nosotros, no sé cómo pude haber
pensado en algo más.
—Guau. —Es todo lo que puedo decir. O gruñir. Lex se acurruca contra
mi costado, respirando caliente y pesado contra mi cuello. Su camisa está
cayendo de su hombro. Aparto su cabello castaño, luego deslizo la camisa de
vuelta a su lugar.
Presiona un beso en mi manzana de Adán. —Lo diré.
—Te amo.
—También te amo.
Permanecimos quietos mientras mi flujo sanguíneo se desborda de
regreso al resto de mi cuerpo. Cuando lo hace, todo lo que pasó en la cena se
filtra de nuevo en mi cabeza. Aunque estoy feliz, me estoy poniendo más y más
enojado a medida que mi mente empieza a trabajar de nuevo.
No estoy seguro de lo que estaba pensando, pero ahora siento como que
podría haber estado utilizando a Lex. Sí, ella fue quien lo inició, pero todo lo
que podía pensar era en que es una buena goma de borrar. Se merece algo
mejor. Merece ser tocada así porque la amo. No porque quiero olvidar.
Tal vez debería haberla detenido.
No espera. Ella lo quería. Yo lo quería. Nos amamos, y no es como si no
lo disfrutara. Fue perfecto para nosotros en este momento. Durante unos
minutos, me sentí mejor. Me sentí increíble. No había nada más que Lex, yo y
nuestro amor.
No estaba mal.
Entonces, ¿por qué me siento culpable como el infierno?
6
Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Jane’
9
Traducido por Mire
Corregido por *Andreina F*
Si tan solo tuviera súper poderes. Algo, cualquier cosa, para hacerme
desaparecer del lugar y llevar a Lex conmigo. La noche perfecta, justo lo que
necesitaba, completamente estropeada porque mi mamá decidió engendrar otro
niño. Mi mente corre a donde Lex y dejo bajar nuestra guardia. ¿Era ella
escalando en mi habitación? ¿Su pequeño gemido? ¿Era yo tambaleándome
1Fun Dip es un dulce que se consume lamiendo los palillos y usando el palillo humedecido
para recoger parte del azúcar.
fuera de la habitación y cerrando la ventana un poco más fuerte de lo que
pretendía?
¿Importa en este punto?
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le espeto a mi hermano,
halando a Lex detrás de mí.
Suspira, manteniendo su rostro en una simulada expresión inocente.
—¿Sabes lo malo que es pasar el fin de semana con tus abuelos? Estaba
tan aburrido.
Mi puño se estrecha alrededor de los dedos de Lexie. Aprieta de regreso,
su manera silenciosa de decirme que me calme.
Me aclaro la garganta y aflojo mi agarre. —Así que, ¿nos seguiste hasta
aquí?
Se encoge de hombros. —Sí. Espero que no te importe. —Una gran
sonrisa destella hacia Lex, y mi estómago se sacude. Tiene la misma sonrisa
estúpida que yo—. ¿Crees que podrías mostrarme los alrededores de este lugar?
Maldita sea, incluso tiene los mismos ojos marrones. La misma expresión
de cachorro que le doy a Lex cuando bromeo con ella. De repente, odio mi
propia cara.
La mirada de Lex se desplaza hacia mí, pero mantengo la mía centrada
sobre Brett. Siento sus ojos quemar un agujero en mi mejilla antes de que
finalmente conteste.
—Claro. Pero no voy a ir dentro de la casa de la risa.
Se ríe, y mi puño se aprieta de nuevo.
—Entonces, vamos a saltar esa parte de la visita.
Lex sonríe y agita su mano para que nos siga. Tiene que arrastrarme
desde donde estoy parado.
Mi cerebro está confuso. Todo lo que oigo es este timbre caliente
mientras ahogo el “juego agradable” de Lex y Brett. No digo una palabra, y
cada vez que nos movemos, Lex tiene que arrastrarme.
Es en el Tilt-a-Whirl2 cuando mis oídos finalmente atrapan un poco de la
conversación.
—No puedo subir a estos. —Brett se ríe, señalando el paseo cerrado—. La
vez que lo hice, vomité por toda mi cita.
2 Es una atracción en el parque de diversiones que tiene carritos que se giran e inclinan.
—¡Oh, vaya! —dice Lex con una risita—. ¿Qué hizo ella?
—También vomitó. No fue un espectáculo agradable.
—Apostaría por ello.
—La peor cita de todas. —Sus ojos se mueven hacia mí por un segundo,
y me giro, así que mi espalda da hacia el paseo, y me apoyo en la barandilla,
esperando que el zumbido en mis oídos regrese.
Brett da un paso hacia Lex, y como un loco posesivoa, la halo contra mí.
—Entonces —dice él—, ¿tienes una historia de la peor cita?
Mis ojos se aprietan con fuerza, y pellizco el puente de mi nariz. ¿Cuánto
tiempo ha pasado desde que llegamos aquí? Se sienten como diez años.
Siento a Lex ladear su cabeza a mi lado, golpeando mi hombro. —Umm...
no estoy segura de sí puedo pensar en una.
Lex es la mejor novia del mundo.
—¿En serio? —presiona Brett. Puedo decir que su mirada sigue yendo
hacia mí—. Chica afortunada.
Ella toma mi brazo y lo envuelve alrededor de su cintura. —Creo que sí.
Bueno, mi pecho se aprieta más, y abro los ojos para darle a Lex la
mirada de “gracias”. Sin embargo, no me mira. Sus ojos se disparan hacia el
puesto de globos desierto, y su boca cae. La mano que sostengo se contrae
mientras intenta torcer el anillo en su dedo meñique.
—¿Deberíamos irnos? —pregunto, es la primera vez que uso mi voz en
una hora.
Sonríe y asiente, pegándose en mi costado. Brett cambia su peso a su otra
pierna, y tengo la enferma satisfacción de que parece incómodo.
Camino con la bicicleta de Lex detrás de nosotros, mientras hablan de las
clases que toma Brett y cuánto tiempo estará su papá en el extranjero. Estoy
bastante seguro de que si no fuera por ella, ambos estaríamos en la sala de
emergencias con las extremidades reventadas para ahora.
La casa está a oscuras, menos la luz en mi habitación. Brett camina por el
césped, y me quedo atrás, inclinando la bicicleta en la barandilla. Lex flota entre
nosotros.
—Gracias por dejarme estar alrededor —dice él, mostrando la sonrisa
que juro que nunca voy a usar de nuevo—. Tal vez las vacaciones de primavera
no serán tan malas con ustedes.
Envuelvo mis manos alrededor de mi nuca, entrelazando mis dedos,
guardando todas las réplicas que quiero lanzarle en mi garganta. Lex no tiene
que verme así.
—Estaremos en la playa. —Se ríe ella —. No va a ser malo en absoluto.
Asiente, manteniendo esa sonrisa en su rostro, y se gira hacia mí. —¿Vas
a entrar?
—Acompañaré a Lex a casa —respondo, tratando de mantener la voz
firme.
—Sí, no quieres llevarla dentro de nuevo. —Hace un guiño y dirige su
mirada a Lex—. Paredes delgadas, ya sabes.
Las mejillas de Lex se vuelven rojas, tanto que puedo sentir el calor
rodando fuera de ellas. Sin otro pensamiento o palabra, cojo la bicicleta, agarro
a Lex, y nos pedaleo lejos del idiota tan rápido como puedo. Espero que se
quede atascado en la ventana.
Avanzamos dos cuadras antes de que Lex diga—: ¡Espera! Para, Ryan.
Pongo el freno lentamente para que no salga volando del manillar, y nos
dejo en punto muerto. Un cosquilleo estúpido corre detrás de mis ojos, y
pellizco mi nariz para alejarlo.
Lex se gira para mirarme. Corre su trasero a través de la barra y se
desliza en mis brazos. Se está riendo, y me hace reír porque sé que tener una
barra en el culo no puede ser la posición más cómoda en el mundo. La muevo
así está en una de mis piernas, y nos equilibrio con la otra.
Suspira y pasa un dedo por la cicatriz en mi ceja. —Lo siento.
—¿Por qué lo sientes?
—Porque sé que tienes un momento difícil con todo este asunto de tu
hermano. —Sus grandes ojos marrones caen a nuestro regazo.
Levanto su barbilla. —¿Qué asunto de mi hermano? —bromeo, luego
soplo los cabellos castaños sueltos de su cara mientras la comisura de su labio
se levanta. No puedo contenerme, beso su boca suavemente, luego la abrazo.
Estamos incómodos en la bicicleta, pero no me importa. Tampoco a ella. Nos
abrazamos hasta que mi pierna se adormece. Entonces, más tiempo que eso.
—¿Ry? —dice sobre mi hombro.
—¿Umm?
—¿Me prometes algo?
Aflojo mis manos sobre ella para poder ver su rostro. —Claro.
—Lo que sea que está pasando entre ustedes dos... no se interpondrá
entre nosotros... sobre todo en nuestro viaje. —Apunta una uña azul hacia mí—.
¿Lo prometes?
Mi sonrisa automática se pega en su lugar, y rápidamente la detengo.
Supongo que va a tomar práctica deshacerme de ella. —Te lo prometo, boba.
—Bien. Porque tengo otra sorpresa para ti. Para el viaje. —Un rubor se
arrastra hasta sus mejillas y deja caer su mirada de nuevo, girando el anillo en
su dedo meñique.
—¿Ah, sí? —pregunto, pasando mi mano por la manga de su, bueno, mi
sudadera—. ¿Es un Fun Dip?
Una gran ráfaga de risa sale de su boca, y nos movemos un poco en la
bicicleta antes de volver a equilibrarnos.
—¿Qué? ¿Tengo razón? —sonrío.
Niega con la cabeza. —No. Nada que conseguirás todavía.
Presiono mi frente con la suya. —Dime. Puedo guardar un secreto.
—No. —Sus brazos se balancean alrededor de mi cuello y me muevo en
la bicicleta de nuevo—. Tendrás que esperar. Pero... Espero que sea divertido.
El rubor no ha dejado sus mejillas, y está sonriendo y luciendo tan
condenadamente hermosa, ojalá no estuviéramos sentados en una bicicleta en
medio de la carretera. Pero es algo bueno que lo estemos, porque mi decisión de
mantenerme alejado hubiera volado por la ventana, junto con la envoltura del
condón.
Me alejo de su boca, desesperado por besarla, y gritándome por no
hacerlo. Aclarando mi garganta, trato de cambiar de tema y no herir sus
sentimientos al mismo tiempo.
—Gracias por esta noche.
Rueda sus ojos. —Sí, lamento que no pudiéramos distinguirnos en los
carros chocones como quería.
—La próxima vez. —Me río y la levanto en el manillar. Se balancea y se
apoya en mi pecho.
Pedaleo el resto del camino a casa, oliendo su cabello y emocionándome
en la sensación de ella tan cerca de mí. Si pudiera mantenerla unida a mí a
donde quiera que vaya, estoy bastante seguro de que podría hacerle frente a
cualquier mierda que se pusiera en mi camino.
10
Traducido por Vani
Corregido por Sandry
4 Marca de cereales
—Eso es muy considerado. Ry, ¿no te parece? —Si mis ojos pudieran
extender un dedo y clavárselo en el pecho, lo harían.
—Sí. Lo que sea. —Lo miro con más fuerza, lo que hace que me dé una
mirada exagerada, excesivamente irritada. Como si eso hiciera que lo dejara
pasar. De ninguna manera. Lo miro con más dureza—. Gracias —susurra
finalmente.
Cuando invitó a Brett a la habitación del hotel para ver la televisión la
otra noche, pensé que ya habíamos superado esto. Supongo que no. Me vuelvo
con una sonrisa de satisfacción, y hurgo en mis cereales.
La oigo antes de verla. Para ser una chica pequeña, hace mucho ruido
cuando salta por el pasillo. Brazos escuálidos se envuelven alrededor de mi
cuello y presiona su cálida mejilla en la mía. —¡Buenos días, mejor amiga!
—¿Applejacks? —le ofrezco la caja por encima de mi hombro.
—Perfecto. —Se aleja, sus rubias coletas rebotando mientras salta en la
alacena. Nate no está haciéndole poner un saco de arpillera para tapar su sexy
bikini rosa.
Como la abuela decía: "Cariño, elige tus batallas sabiamente”. Sí, sí, sí.
—¿Dónde está Nate? —le pregunta Ryan cuando Kaylee se deja caer a su
lado con la caja de cereales.
—Me echó para que pudiera ponerse su traje de baño. Dijo que era una
distracción. —Ryan me mira y me da una mirada de “te lo dije”. Estoy a punto
de lanzarle un Applejack empapado en la frente cuando Nate entra y se pone
frente a Ryan para agarrar la caja de cereales.
Estoy tan acostumbrada a Nate con sombrero de fieltro, que es raro verlo
sin él. O sin sus tirantes o moñito. Está bien, quizá el moñito no, se vería como
un stripper confundido. Su pelo es un caos despeinado y sus ojos están
inyectados de sangre, como si no hubiera dormido en toda la noche. Si Kaylee
lo mantuvo despierto toda la noche, ¿cómo es que ella se encuentra toda
radiante y con tanta energía? ¡Oh Dios mío, sueno como la Abuela! Necesito un
poco de tiempo con la gente joven. Con el exceso de trabajo y haciendo frente a
Mamá, me he convertido en una señora de sesenta y cinco años de edad.
Una bola blanca me llama la atención, y se define.
—A comer todo el mundo. Tenemos un partido de voleibol en nuestro
futuro.
Fuera en el caluroso sol, lanzo la pelota, la atrapo y la giro en mi dedo
índice. Me deshice de la sudadera mientras caminaba hacia la puerta. —
Acuérdate de la clase de gimnasia, tres golpes por vuelta. Las líneas que Brett
tan amablemente ha esbozado están fuera de los límites. Ahora a formar los
equipos.
Estoy a punto de apuntar a Kaylee cuando Nate salta delante de ella. —
Somos cinco, seríamos seis si Nick no tuviera resaca, y todos sabemos que
Kaylee preferiría trabajarse el bronceado.
Kaylee empuja su hombro y pone los ojos en blanco. —Puedo tomar el
sol en la cancha.
Da un paso detrás de él.
—Necesitamos un árbitro. —Nate se vuelve hacia su novia con una
mirada suplicante. Esos dos son tan extraños.
Kaylee deja caer los brazos, con la cabeza hacia un costado. —De
acuerdo, seré el árbitro.
Ryan camina hacia mí, y sé que va a reclamarnos como equipo, pero es
hora de mezclar las cosas. —Eso lo resuelve entonces. Nate, tú vas con Ryan, y
yo con Brett.
Brett asiente y camina hacia el extremo de la cancha. La boca de Ryan
cae y sólo Dios sabe lo que está pensando. Tengo que controlar los daños en la
parte superior del control de daños.
Me acerco para golpearle el culo y le doy un beso en la mejilla. —Sólo
quiero patearte el trasero. —Antes de darme la vuelta, me inclino y le
susurro—: Además puedes tener una mejor vista del bikini si estoy a través de
la red.
—No me hubiera importado ver la parte trasera —murmura mientras me
alejo, así que me pavoneo un poco.
Brett tiene servicio, así que me pongo de pie contra la red. Trato de
llamar la atención de Ryan, pero está demasiado ocupado dándole Brett una
mirada de muerte. Un pequeño grupo de chicas adolescentes caminan en
diminutos bikinis que apenas llenan. La morena pone una mano sobre su boca y
le susurra a sus amigas, sus ojos nunca dejando los abdominales de Ryan. Me lo
tomo a broma y me concentro en el juego.
Con un golpe, la pelota pasa por encima de mi cabeza, de la red y a la
derecha de Nate. Fija la pelota y Ryan la golpea suavemente, devolviéndola.
Nate y yo saltamos, pero ¿a quién engaño? No hay manera de que pueda
bloquear su impulso.
Su brazo alcanza un pie sobre mis manos extendidas y le pega hacia
abajo. Me giro justo a tiempo para ver a Brett de rodillas, la bola yendo
directamente a su perfecta silueta. El balón pasa por arriba y me coloco. Llega a
él y posteriormente la clava abajo, casi en la cabeza de Ryan.
Estoy lista para detener una pelea, pero por algún milagro, Ryan
recupera el balón hacia atrás y hacia Nate. ¡Santa mierda! Eso fue asombroso.
Así es, señoritas, él es todo mío.
Nos pasamos el balón un par de veces, y cuando Brett lo acomoda para
mí, hago mi mejor imitación de una espiga. La pelota va directo a Ryan y falla.
¿Qué? ¿Cómo pudo parar esa bola cuando Brett la tiró, y no mi tiro, que es
delicado y una excusa muy pobre de salto?
Con las manos puestas en mis caderas, para no explotar y pegarle, me
acerco a la red. Ryan lanza la pelota sobre esta a Brett, quien toma su posición
para servir.
—¿Qué diablos ha sido eso? —pregunto.
Kaylee me escucha y levanta la mano. —Tiempo muerto —dice en voz
alta con un tirón de su coleta.
—¿Qué fue qué?
—La has fallado a propósito. Soy una chica, pero no soy incapaz de
jugar. No es necesario que me des un trato especial. ¿Me permites recordarte lo
horrible que fuiste en las pistas de esquí y lo genial que yo fui?
—Lex, falle el balón. Fue un buen salto.
—No, no lo fue.
— ¡Para ti! Sí lo fue. De hecho, no esperaba que pasara por encima de la
red. —Sus ojos se estrechan y las motas color oro brillan con la luz solar—.
Además, ¿cuándo alguna vez desde que me conoces, no te he tratado como si
fueras mejor que yo en todo?
Aprieto los labios e inclino la cabeza. —Buen punto.
—Ahora puedes… —Ryan pasa por debajo de la red y envuelve una
mano alrededor de mi cintura— venir aquí y darme un beso para que podamos
continuar con este juego.
—No besos del enemigo —le digo con un guiño.
Su mano me aprieta, y se agacha por debajo de la red hasta que no hay
nada entre nosotros. —Creo que es “dormir con el enemigo”, y estoy dispuesto
a hacer una excepción. —Baja su boca a la mía, y ya que tenemos una audiencia,
es rápido y luego lo empujo de nuevo a su lado.
—¿Ya terminaron? —pregunta Brett, la pelota ahora bajo su brazo.
—A por ellos —digo, y tomo mi posición. Lanza la pelota hacia arriba y
la golpea sobre la red, sin ayuda alguna, Ryan aporrea la bola hacia atrás. Estoy
a punto de ponerla para Brett, pero la pasa por encima la red, antes de que
pueda llegar a ella, directamente a Ryan.
Este la clava de nuevo a su hermano, y Nate lanza sus manos en alto. El
balón va y viene, ni él ni yo la tocamos ni una vez.
Nate se marcha de la cancha y se acerca a Kaylee. Espero a que la abrace
y la gire en círculos, para luego, echársela por encima del hombro. En lugar de
eso, suavemente coloca una mano en su costado y le besa la frente. La mirada
de Kaylee se eleva cuando intenta tirarlo al agua y este no se mueve.
Este viaje no va como creía. Y esta muestra de machitos entre estos dos
hermanos idiotas tiene que parar ahora mismo. Mientras Brett golpea la pelota
sobre la red, Ryan da por terminado el salto, y yo empujo a Brett fuera del
camino. Me paro en la línea del balón; los ojos de Ryan se encuentran en el
salto. Ni siquiera creo que me haya visto precipitarme a su oponente.
—¡Suficiente! Voy al agua. ¡No necesito tu permiso! —Me giro hacia
Kaylee mientras se aleja de Nate y ¡pum!
Un calor palpitante se dispara a través de mi mejilla y caigo.
Coloco una mano a mi cara y trato de luchar contra el llanto. Trato de
empujar el dolor, pero me duele mucho. Las lágrimas se derraman. Me muerdo
el labio para evitar los sollozos que se acurrucan en mi garganta. Oigo mi
nombre, conmocionado, pero no me puedo concentrar. Todo en lo que puedo
centrarme en la vibrante sensación.
—¡Lex, Lex! —Ryan me envuelve en sus brazos, quita mi mano y me
mira a los ojos. Está todo borroso, pero todavía puedo distinguir las líneas de su
rostro y el sólo verlo hace que mis sollozos broten. Mi cabeza cae en su pecho—.
Lo siento mucho.
—¡Bien hecho, imbécil! —dice Brett, y sé que si Ryan no se encontrara tan
preocupado por mí, se levantaría y lo noquearía.
—Lex, mírame. Por favor. —La mano de Ryan se desliza por mi otra
mejilla y la voltea hacia él.
Abro los ojos y, con mucho cuidado, y pone su mano en mi barbilla. Sus
ojos se agrandan y luego los entrecierra. No necesito un espejo para ver lo malo
que es. Lo veo en los ojos de Ryan.
—Fue un accidente —murmuro porque sé que se castigará por esto
cuando fui yo quien empujó a Brett fuera del camino. La tensión en su
mandíbula disminuye, y una esquina de su boca se curva.
—Lástima que no tengamos una bola de nieve. Hacen grandiosas
compresas de hielo.
—Las mejores.
—Vamos, te llevaré cargando a casa, y seré tu propio médico personal.
—¿Usarás uniforme?
Se frota la parte trasera del cuello, y sus oscuros ojos se suavizan. —Lo
siento, me olvidé de meterlo en la maleta.
—Maldita sea, me encanta un hombre en uniforme.
—Oh, ¿ahora sí? —Me hace cosquillas en un costado y por un segundo
me olvido el dolor. Entonces me rio y ouch.
—Mejor amiga, ¿te encuentras bien? —pregunta Kaylee cuando echo un
vistazo en su dirección.
Asiento con la cabeza y sonrío. —No dejes que evite que vayas al agua.
Ve a nadar.
—¿Estás segura?
—Por supuesto. Estoy bien. Además tengo al Doctor Ryan cuidando de
mí.
—Grita si necesitas algo —dice, luego trota por la playa. Nate corre
detrás de ella y coloca un brazo alrededor de sus hombros. Finalmente las cosas
están empezando a verse normales nuevamente.
—Toma. —Miro a Brett, y me entrega una bolsa de hielo—. Tenían una
en el puesto de salvavidas por allí.
—Gracias —digo.
—Sí, gracias —expresa Ryan, y ni siquiera le dirige una mirada de
muerte. Progreso. Tal vez el ser golpeada en la cara con una pelota de voleibol
es el empujón que necesitan para finalmente darse cuenta de lo estúpido que es
su enemistad.
Si ese es el caso, entonces estoy feliz de hacerme cargo del equipo.
15
Traducido por Eli Hart
Corregido por Beatrix
—¡Arruiné todo nuestro día! —dice Lex mientras se deja caer en el sillón
con sus pantalones de pijama de seda y su camisa de tirantes finos. Sin sostén
debajo, supongo que no quiere otra cosa de gel o lo que sea que era, y en serio,
en serio intento no pensar en ello mientras pone su cabeza sobre mi regazo
cubierto con mi pijama—. Ni siquiera nadamos.
Pasando mi mano sobre su cabello, le sonrió y me hace un puchero. —No
arruinaste nada. Fui yo quien te golpeó en la cara.
—¡Puff! —Se cubre los ojos—. Día uno, y ya me dijeron que
permaneciera dentro.
—Solo hasta que las drogas se vayan. Y la hinchazón baje. —Levanto sus
manos de su rostro—. Parece que estarás nadando muy pronto.
—No es solo eso, Ry. —Se sienta y se gira para enfrentarme, pero ya tiene
su mirada en los cojines entre nosotros—. Hemos estado dentro todo el día. Son
vacaciones de primavera, demonios. Tenía planes... Ya sabes, cosas divertidas
que quería hacer contigo.
Levanto su barbilla para que me mire. —Aquí estoy. ¿Qué quieres hacer?
Deja escapar un suspiro, sacando ese maldito labio inferior. —Nadar.
Mi mirada se queda en ese labio, y no puedo evitar acercarme y agarrarlo
con mis dientes antes de succionarlo en mi boca. Sabe a azúcar y fresas, cortesía
del pastelito de fresa que comimos hace apenas veinte minutos. Kaylee insistió
en que “celebráramos” nuestro primer día aquí antes de que todos se fueran a la
fiesta a la que Nick nos invitó. Aún si no hubiéramos estampado ese balón de
voleibol en el rostro de Lex, no iríamos. No la forzaría a estar alrededor de todo
ese alcohol.
Pero eso nos da la oportunidad de estar solos. Todavía no estoy seguro
de si eso me agrada, o me asusta.
Se aleja de mis labios, dándome su sonrisa enorme de dos hoyuelos. Bien.
Le quité el miedo por un momento.
—Te diré algo —digo, acariciando mi nariz con la suya—. Te voy a
levantar a las tres de la mañana cuando tu ojo se haya deshinchado
completamente, te llevaré afuera, y te lanzaré al océano.
—Suena romántico, Ry. —Rueda los ojos—. ¿No sabes que todas las
personas que nadan en la noche son comidas por tiburones?
—Lucharé contra ellos por ti. —Guiño y me alejo, feliz de que finalmente
se anime. Nos sentamos un momento en silencio mientras acaricio la piel de su
cuello.
Es tan suave. En todas partes... Suave. Y no puedo creer que sea el
afortunado que la puede tocar cuando quiera.
Deja escapar un gemido y levanta su cabeza hacia mí, cerrando los ojos.
—¿Me contarías una historia?
Eh... —¿Qué?
Sus ojos se abren de pronto, y se desliza en mi regazo, con una pierna a
cada lado de mí. Se sienta ahí como si no fuera gran cosa, y estuviéramos a
punto de hablar del clima o de política o de algo igual de aburrido. Pero mi
cuerpo seguro como el infierno que dice: “Esa sensual chica está sentada sobre
ti. No me decepciones”.
—Quiero que me cuentes una linda historia, Ry.
—¿Cómo cuál?
—No sé. Algo que recuerdes.
Sonrío. —Conoces todas mis historias, eres parte de ellas.
—Ya sé. Es lo que las hace divertidas.
Agito la cabeza con una risa silenciosa. —¿Una linda historia, eh?
Asiente, deslizándose un poco más arriba en mi regazo. Si se acerca más,
va a sentir mucho más que mis piernas.
Aclarándome la garganta y pasando mis dedos sobre la piel de sus
brazos, comienzo la primera historia en mi cabeza.
—El último año. Pop-pop intentaba enseñarme cómo arreglar el radiador
del Lincoln. Viniste y dijiste que me esperarías en la casa.
La miro falsamente mal, y se ríe, pero no termina la historia por mí,
aunque sabe exactamente de lo que hablo. Así que continúo.
—Y tú, mentirosita, te metiste en el asiento delantero del auto y me
tocaste el claxon mientras estaba debajo del capó.
Deja salir otra sonrisa sexy. —Pensé que te daría un ataque cardíaco.
—No —digo, riendo con ella—, solo un cerebro lastimado.
—Supongo que ahora estamos a mano, ¿no? —Pasa sus dedos sobre sus
mejillas y hace una mueca. Toda la risa de mi garganta se detiene.
—Lo lamento, Lex. —Tomo sus dedos y beso suavemente su
hinchazón—. Odio ser quien te hiciera esto.
Es el eufemismo del año. No puedo creer que dejara salir mi
temperamento hoy con Lex al otro lado de la malla. Si solo hubiera jugado sin
preocuparme por tener una excusa para lanzar la pelota con fuerza sobre la cara
de mi hermano, Lex no tendría ese moretón. Habría sido capaz de nadar y
hacer… lo que sea que planeara para nosotros. No arruinó nuestro día.
Yo lo hice.
Y Brett, porque se siente bien culparlo, también.
Ella me hace saltar cuando presiona una larga uña sobre la cicatriz en mi
ceja.
—Desearía que me hablaras. —Suspira.
—¿Qué?
—Puedo decir que hay algo en tu mente, Ry.
De todas las personas, debería ser capaz de hablar con ella, pero no
quiero. El estar con ella será ensombrecido por la presencia de Brett aún más de
lo que ya está. Pero supongo que se merece algo ahora, no solo porque la amo,
sino porque ese maldito ojo rojo me mira como diciendo: “Tú no lo hiciste… lo
hiciste…”
—Es difícil tenerlo aquí —digo, sin encontrar sus ojos.
—¿Por qué?
—Porque es un constante recordatorio de lo que mamá hizo. Cómo… —
Agito la cabeza y fuerzo a irse la maldita picazón, apretando mi nariz. Lex baja
mi brazo, besando mis dedos antes de entrelazarlos con los suyos.
—Sé que es difícil. Pero no es exactamente culpa de Brett.
Tan rápido como dejo caer la pared, se vuelve a levantar. No quiero
hablar de esto. Nunca, con nadie. En serio no quiero pelear con la chica que
amo por esta mierda estúpida.
Alejo el enojo de mi cara tanto como puedo y ajusto a Lex en mi regazo,
para que esté presionada contra… bueno, todo.
—Ahora cuéntame tú una historia —susurro en su oído.
—Intentas cambiar el tema —susurra en respuesta, nuestras
respiraciones se aceleran solo por la forma en que nos sostenemos. Demonios,
es sexy como el infierno y ni siquiera hace nada.
Saco mi labio inferior como ella hizo. Se ríe y lo agarra con la uña.
—Bien. —Sus ojos dorados van al cielo mientras toca su barbilla—. El
último año. Fui de vacaciones en primavera con mi novio…
¿En serio? Si saca a Brett, no sé cómo manejarlo. Se supone que ella es mi
liberación, tan imbécil como sea eso. Y me recuerda solamente cuán imbécil soy
cuanto más se acerca a mí.
—Tenía esta enorme sorpresa para él. —Sigue, pasando sus uñas por mi
cabello. Oh, diablos, ni siquiera me interesa perder el control ahora. No… sí.
Tengo que mantener tranquilas nuestras sesiones de besuqueo. Sin importar
cuánto quiera meterme en sus pantalones.
Porque no está bien. No ahora. No después de…
—¡Pero el primer día golpeó un balón de voleibol justo en mi cara! —Su
mandíbula cae en una mueca de “no puedo creer que hiciera eso”, y niego con
la cabeza.
—Suena como un idiota. —Detengo sus manos de acariciar mi cabello—.
¿Lo botaste?
—Debí hacerlo, sabes —bromea, poniendo su mano ahora libre bajo mi
camisa. Demonios, no soy muy bueno en eso de “distancia por su propio
bien”—. Pero no pude.
Mi respiración no ayuda a las cosas. Ni la de ella. Ambos jadeamos hacia
el otro como si hiciéramos mucho más que solo estar ahí sentados.
—¿P-por qué no? —dejo salir, perdiendo habilidad de hablar mientras
sus dedos siguen moviéndose por mi estómago.
—Bueno, me llevó de regreso a la casa de la playa donde nos quedamos.
Me miró dormir, jugó con mi cabello, y me dijo que lo lamentaba un millón y
medio de veces.
—Hmm… —gimo, cerrando los ojos porque sus manos han ido un poco
más lejos al sur—. Aún suena como un idiota.
—No. Él es increíble. Y es todo mío. Pero tenía que esperarme para darle
su sorpresa. La anticipación… bueno, eso me mataba.
Sus labios se presionan sobre los míos y evito regresarle el beso. Sigue
hablando de esta sorpresa y pensé que se trataba del bikini que se puso en la
mañana. Supongo que me equivoqué.
—Eres lindo cuando estás confundido —dice cuando mis ojos se abren
para encontrarse con los suyos. Sus hoyuelos casi me matan.
—¿Te gustaría sacarme de la duda?
Ladea su cabeza como si lo considerara. Pero sé que me dirá el resto de la
historia. —Así que, esa noche, cuando las drogas se disiparon… —Mira al reloj
de la pared—. A la una en punto. Lo besé en el cuello.
Sus labios trazan mi piel y la sostengo ahí, pasando mis manos por su
camiseta, sintiendo su espalda desnuda.
Mierda, no puedo dejar que esto avance. No lo haré. Hemos hecho esto
antes. Estamos bien.
—Luego besé sus labios…
Me mantengo muy quieto mientras posa ligeramente sus labios sobre los
míos. No la voy a usar. No lo haré. Sin importar lo bien que se sienta olvidarse
de todo.
No lo haré. No lo haré. No lo haré
Se aleja, pero no mucho. Compartimos el mismo aire entre nuestras
bocas cuando exhala la siguiente oración.
—Luego sacudí su mundo.
Mierda.
No sé cómo sucede, sinceramente pensé que estaba mejorando…
asegurándome que no iba a utilizar a Lex para borrar lo que sucedió hoy. Pero
aquí estoy, colocándola debajo de mí y besándola como nunca lo había hecho
antes. El mundo entero podría explotar a nuestro alrededor y no lo notaría.
Creo que explotó y nosotros fuimos la causa. Nuestros cuerpos colisionan,
tocando y sintiendo todo lo que se pueda.
Me siento atrapado en mi ropa y ella atrapada en las suyas. Pero no
puedo subirla por las escaleras.
La seda de sus pantalones cae por mis dedos mientras me agacho. Está
diciendo mi nombre de nuevo y puede gritárselo al mundo por lo que a mí me
concierne. Estamos solos No hay nadie más, solo ella y yo.
No, no, no… no puedo dejarla… ni siquiera un poquito. Porque todavía
estoy enojado, sigo molesto por todo. Mi mamá, mi hermano, este maldito viaje
en el que viene conmigo.
Todo lo que sé es que si ahora le hago el amor. No sería hacerle el amor
en absoluto.
Solo sería algo para cubrir todo el dolor. No podría hacerle eso.
Juro que todo mi cuerpo me grita cuando me alejo hasta el otro lado del
sofá, dejando a Lex con su camiseta medio subida, sus pantalones lo bastante
sueltos como para poder ver las bragas púrpuras que lleva y una expresión en
su rostro que está entre la confusión y la conmoción.
—Lolo siento… —tartamudeo, pasando una mano por mi nuca, sin
siquiera verla cuando se acomoda su ropa—. Yoyo… solo…
La puerta delantera de la casa de playa se abre, haciéndonos saltar en el
sofá. Con los ojos enrojecidos y las mejillas manchadas por las lágrimas. Kaylee
se dirige hacia Lex, envuelve una mano en su muñeca y la hala por las escaleras.
Ahora todo está en silencio, hasta que Nate entra por la puerta.
—Bueno, no está embarazada.
Muevo la cabeza intentando entender lo que pasó en los últimos treinta
segundos.
—¿Qué demonios?
Nate deja caer su sombrero en el suelo mientras sube a una de las
enormes sillas. —Yo, en-en serio pensé que lo estaba. Digo, de verdad actúa así.
Estuvo enferma del estómago de camino aquí. Ha sido tan caliente y fría
últimamente. Y toda la cosa de paternidad planeada.
—Le preguntaste, ¿verdad? No solo… lo asumiste.
—No sabía cómo preguntarle. Pero supongo que formé todo en mi
cabeza.
Se queda callado y yo sigo callado. De acuerdo, entonces no está
embarazada. Eso es bueno, ¿no? Entonces… ¿qué demonios?
—Amigo, enserio… en serio creí que lo estaba.
—¿Pero no?
Agita la cabeza.
—Entonces… eh, ¿cuál es el problema?
Agita la cabeza de nuevo su cabello oscuro cayendo sobre sus ojos. —La
amo. Quería estar ahí para el bebé. Quería que ella lo supiera.
—Bien…
Un ruidoso soplo de aire se escapa de sus labios mientras mete las manos
a los bolsillos y saca… ah demonios, no lo hizo…
—Dijo que no, hombre. No puedo creerlo… dijo que no.
—Mierda.
16
Traducido por Andreeapaz
Corregido por Juli
Los golpes son más fuertes y me convierto en una bola. Papi me encontrará. Solo
tengo que quedarme aquí. Dijo que estaría de vuelta. No me dejaría. El gran tipo
espantoso que trajo mami a la casa se irá una vez que papi regrese.
Solo tengo que dejar la puerta cerrada y quedarme cerca de la pared. Los golpes
se detendrán. Siempre lo hacen. Se dormirá. Y entonces mami también lo hará.
La puerta se abre, y grito. Pateo y golpeo y trato de conseguir que me deje sola.
Pero dice que yo fui una chica mala y esas merecen ser castigadas. Va a azotarme. Y no
quiero ser azotada.
Grito de nuevo. Papi ¿Dónde estás? Pateo y me sacudo y…
El sudor gotea por mi cara, el pelo se enreda en mi mejilla. Los golpes se
hacen más fuertes; escucho mi nombre. Pero no me puedo mover.
—¡Lexie, abre la maldita puerta! —La voz de Ryan se desplaza por la
habitación. La ignoro. Mi mente está demasiado centrada en un simple hecho.
Las pesadillas han regresado.
17
Traducido por Valentine Rose
Corregido por AmpaЯo
Ryan es como un peso muerto con su brazo sobre mí, y una vez que su
respiración es pesada contra mi oído, sé que está durmiendo. Me seco las
lágrimas de mis mejillas y muy lentamente salgo de su agarre.
Una vez que estoy fuera de la cama, me detengo y observo la subida y
caída de su espalda, la forma en que su cabello se ve atractivamente
despeinado, los rasgos relajados de su cara que últimamente solo veo cuando
duerme. Solo lo miro. Viendo todas las razones de por qué lo amo y
preguntándome qué hay sobre mí que no lo excita.
Dice que no soy yo, pero no creo eso.
Después del viaje de esquí cuando finalmente entré en razón y noté lo
que estuvo justo en frente de mí todo el tiempo, me dijo lo que supo todo el
tiempo. Había estado enamorado de mí durante años. Así que, ¿por qué es que
ahora me lanzo hacia él y hace todo en su poder para alejarme?
Toda mi vida he sabido lo que es anhelar el amor de alguien que era
incapaz de devolverlo. Pero Ryan siempre fue el que compensó mis desgracias.
Nunca pensé, ni en un millón de años, que se convertiría en la persona que no
podía corresponderme.
Voy de puntillas alrededor de la cama hacia mi sudadera y la tiro sobre
mi cabeza. Luego recuerdo que no estoy en casa y agarro mi sujetador, lo
deslizo bajo la sudadera y lo pongo de nuevo en su lugar.
Tomo un gran riesgo en este momento, pero necesito un consejo. Salgo
de nuestra habitación y sin siquiera golpear, abro la puerta que no está
bloqueada, y entro a la habitación de Kaylee y Nate. Nate está roncando y alivio
corre sobre mí.
Si entraba cuando tenían... bueno, solo seamos felices de que no lo
hice. No estaba pensando. Mi mente es un lío tan enredado y todo lo que
necesito ahora es a mi mejor amiga. Muy tranquila, camino al lado de la cama
de Kaylee y sacudo su hombro.
Sus ojos se abren y preocupación raya en su cara. —Lex, ¿qué pasa?
Voy a decirle que tengo que hablar, pero en cambio las lágrimas se
derraman como una tormenta inesperada. Sus pies se balancearon fuera de la
cama. Camina hacia el interruptor de la luz, y lo gira para encenderlo. Camina
de nuevo hacia Nate y lo sacude con violencia.
Se despierta agarrando una varita mágica de la mesita de noche, listo
para atacar. Cuánto daño en realidad sería capaz de hacer con esa cosa, no lo sé.
Y si no estuviera tan perdida en mi miseria, me hubiera reído.
—Cariño, despierta —dice Kaylee y Nate se sienta—. Sal por favor. —Lo
besa en la mejilla y luego apunta a la puerta.
Él mira alrededor de la habitación, y cuando sus ojos se posan sobre mí,
me da una mirada de conocimiento, toma su almohada, besa a Kaylee en la
cabeza, y se gira hacia la puerta sin una sola palabra.
Sabe cómo funciona esto.
—¿Nate? —digo.
Se detiene y mueve sus cejas apuntando a la pendiente de su nariz.
—No quiero que Ryan sepa que estoy aquí.
Nate deja escapar un suspiro. Sé lo que estoy pidiendo. Romper el código
de hermanos es inaudito. Y le pido que haga precisamente eso. No es que le
pida que mienta, pero sí que retenga información y eso es motivo para violar el
contrato tácito.
Fijo la mirada en él y envío una súplica silenciosa.
—No hay problema, Lexie. Es entre nosotros.
Lágrimas llenan mis ojos, pero sonrío a través de ellas para mostrar mi
agradecimiento. Asiento, agradecida, y se desliza hacia el oscuro pasillo.
Kaylee cierra la puerta a continuación, prácticamente saltando sobre mí,
tirando sus brazos alrededor de mi cuello. —Mejor amiga, ¿qué pasa? ¿Es Ry?
¿Tengo que darle una paliza?
—Tal vez —le digo e intento reír, pero solo me hace llorar más.
—Deja salir todo. —Acaricia mi cabeza y me acuna como a una niña.
—No quiso tener sexo conmigo —digo abruptamente.
Kaylee se inclina hacia atrás, sus cejas arqueadas.
—Es cierto. Dijo alguna mierda sobre tener todas estas cosas sucediendo
que lo hacen enojar y que no es justo para mí. Pero sé que es solo una excusa.
No se siente atraído por mí de esa manera. No lo sé. Tal vez todavía me ve
como su mejor amiga y no como su novia.
—Eso es una locura. Ryan está perdidamente enamorado de ti. Siempre
lo ha estado.
—Entonces, ¿por qué no me toca?
—Tal vez piensa que no estás lista.
—Me quité la camisa. Las chicas colgaban justo ahí.
Los ojos de Kaylee se amplían. —¿Y qué hizo?
Miro a mi perfecto color de esmalte “My Pointe Exactly”, luego de regreso
a Kaylee. —Me dijo que me pusiera la camisa de nuevo.
Su nariz se arruga. —¿Estás segura? Tal vez dijo “continúa”.
—Fue muy claro.
—Entonces tal vez no te dijo la verdad. ¿Se puso morado? ¿Se frotaba el
cuello? O la que sea su confesión. Nunca puedo recordarlo.
Vuelvo a pensar en ese momento. Cuando me miró a los ojos y me
rechazó tan suavemente. Recuerdo la expresión en su mirada. Nada más que
sinceridad.
Me encojo de hombros.
—Sí. Te preocupas sin motivo. Eres hermosa y ese chico te ama.
Sucederá. Solo necesitas esperar el momento adecuado, que sea especial. Algo
que recordarás con pensamientos felices. Como mi primera vez.
—Nate mató a tu jerbo, y luego tuvieron sexo. ¿Cómo es ese un
pensamiento feliz?
—Eso solo es una pequeña parte. —Kaylee lanza su coleta sobre su
hombro y se vuelve hacia mí—. ¿Recuerdas cómo solía escribir esas notas de
amor y pegarlas en mi taquilla, aunque no sabía que era él?
—Sí, y te llevó una eternidad atraparlo en el acto.
—¿Qué puedo decir? Es un buen mago. —Hace una pausa, mirando su
perfecto dedo del pie con su color de esmalte “Sweet Memories”—. No sabía que
iba a revelar su identidad en la misma nota con la que lo sorprendí.
—¿Qué? No me dijiste eso.
—Era algo especial entre nosotros. Y ya que tengo una boca grande con
todo lo demás, decidí que quería mantenerlo entre él y yo.
—Así que, ¿qué decía? —pregunto y sus ojos se agrandan con excitación.
Sacude su trasero en el colchón y una enorme sonrisa se extiende por todo su
rostro. Entonces, cuando espero que lo cuente, salta y va hacia su bolso
colgando en el pomo de la puerta.
Saca un pedazo arrugado de papel y me lo da. Incapaz de controlar mi
impaciencia, despliego la nota mientras Kaylee continúa con la historia.
—Después del incidente del Sr. Pippi, siguió pidiendo disculpas y
tratando de hablar conmigo, pero me sentía demasiado alterada para siquiera
mirarlo. Lo rechacé cada vez. Y luego, de repente esas notas comenzaron a
reaparecer en mi casillero, y sospeché, así que después del gimnasio, en lugar
de ducharme; no me des esa mirada, esto es importante, salí corriendo hacia mi
casillero y allí estaba, luciendo todo sexy con ese sombrero que le di. Quería
odiarlo, pero no podía. Se veía tan triste, y odiaba eso. No me gusta ver triste a
alguien que me importa.
Lágrimas se acumulan en mis ojos mientras llego al final de la nota. Las
alejo y miro de regreso a Kaylee.
—Me acerqué a él y le pregunté qué hacía allí. Se quitó su sombrero, hizo
este truco y una nota apareció. Me rogó que la tomara, y no pude decirle que no
a esos ojos de cachorro.
Kaylee asiente hacia la nota, pero ni siquiera tiene que leerla, cita palabra
por palabra sin mirar el papel.
—Kaylee Elizabeth Sperling eres el conejo de mi sombrero, y te amo —termina
Kaylee. Una sonrisa tira de mis labios mientras pongo la nota sobre la cama.
—Y ese fue nuestro momento, Lex. Lo perdoné y luego nuestra sesión de
besos nos llevó a mi dormitorio…
Alcé la mano. —No necesito los detalles sucios.
—No hubo nada sucio en ello. Esa vez, al menos —lo dice con un guiño,
y la golpeo con una almohada.
—Mira Lex. Tú y Ryan han pasado por muchas cosas. Más de lo que
cualquiera de nuestra edad debería tener que lidiar. Estoy segura de que él no
quiere manchar su relación de todos modos. Es lo mejor que tienen. Aparte de
mí y Nate, por supuesto. —Sonríe antes de continuar—. Así que, estoy segura
de que solo espera por el momento perfecto. No tiene nada que ver contigo. Ese
chico está loco por ti. Siempre lo ha estado. Por más tiempo de lo que realmente
sabes.
Mi ceja se levanta, y por la expresión en su cara, sé que dejó escapar algo
que no debía.
—¿Kaylee? —Gira su coleta alrededor de su dedo y mira a todas partes,
menos a mí—. Habla.
—¡Bien, pero jura guardar el secreto! —Saca su dedo meñique, y ruedo
los ojos, pero sé que no tengo otra opción. Envuelvo mi dedo meñique con el
suyo y beso mi puño—. Sé que Ry te dijo que ha tenido una cosa por ti durante
mucho tiempo.
—Lo hizo.
—De acuerdo con Nate, eso deriva hasta tercer grado. Te ha amado
durante casi una década. Es un maestro de la espera y el autocontrol. Así que
no creo que seas tú. No lo eres. Pasará. Solo tienes que esperar a su momento.
—Gracias, mejor amiga. —Abrazo a Kaylee y me levanto de la cama.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Creo que lo estaré.
Abro la puerta y Kaylee dice—: Puedes decirle a Nate que lo espero.
Toda esta charla sobre el sexo…
—¡Oh. Mi. Dios! —medio grito, medio susurro.
—Estoy bromeando. Pero realmente puedes decirle que vuelva a la cama.
—Claro.
Voy de puntillas al pasillo y pateo algo sólido en el suelo. Nate se da la
vuelta frotándose la cabeza. —Lo siento mucho. ¿Por qué dormías en el pasillo?
—Dijiste que no querías que Ryan supiera que te hallabas en mi
habitación, y el cuarto de huéspedes está al otro lado de la casa. Y... Bueno, no
me gusta estar tan lejos de Kaylee.
Sonrío. Es más que un buen tipo. —Gracias. Puedes volver ahora.
Toma su almohada, se detiene, se inclina y besa mi frente. —De nada. Y
puede que no sea tan bueno con la charla de chicas como Kaylee, pero Ryan te
ama. No seas tan dura con él, aún si es un idiota.
—Gracias, Nate.
Asiente y se dirige hacia su dormitorio. Antes de llegar a la puerta,
Kaylee salta y envuelve sus piernas a su alrededor. Nate vuelve a la vida,
rodeando su cintura con los brazos. La puerta se cierra, pero no oculta las risas
en el interior, y sé que Kaylee no bromeaba. Por lo menos alguien lo conseguirá
esta noche.
Muy despacio, abro la puerta y vuelvo a entrar a nuestra habitación. Me
siento en la cama, haciendo mi mejor esfuerzo para no hacer ruido. Pero tan
pronto como me estiro, y mi peso cambia, Ryan se mueve hacia mí.
Su brazo serpentea sobre mi estómago y me hala más cerca. Siempre me
siente. Podría estar muerto para el mundo, pero en cuanto me acuesto a su lado,
lo sabe, moviéndose cerca de mí como dos imanes atraídos.
Me acurruco contra él y aprieta más su brazo a mí alrededor. Sus labios
rozan mi oído. —Te amo.
Fui una idiota por pensar que no lo hacía. Y después de lo que Kaylee
dijo... siempre me amó. Ahora, si tan solo pudiera entrar en su cabeza y corregir
lo que sea que lo detiene, impidiéndole estar conmigo por completo.
No quiero esperar más. Quiero todo de él. Si un tiempo es lo que quiere,
entonces un tiempo es lo que tendrá.
19
Traducido por Jane’
Corregido por Melii
22
Traducido por Miry GPE & Val_17
Corregido por Itxi
¿Qué demonios acaba de pasar? Miro la puerta, pensando que quizás Ryan
volverá. Con esperanza. Finalmente consumamos nuestra relación y solo nos
queda un día en el lugar donde ocurrió y ahora… ahora se ha ido. La puerta
sigue inmóvil y mi corazón se hunde en el suelo de madera.
Anoche no tuve ni una sola pesadilla. En cambio, soñé con nuestro
último día aquí, y cuando me levanté tenía tantos planes. Debería haberlo
sabido mejor y no planear nada. Siempre se va a la mierda.
Tristeza cae sobre mí, pero cuando me alejo de la puerta, y veo a Brett
sosteniendo su mano y frotando los nudillos, esa tristeza es reemplazada por
ira. Si fuera una tetera, este sería el momento en el que el vapor saldría
disparado de mí.
—¡Tú! —le digo a Brett, apuntándolo con mi dedo y caminando hacia él.
—¿Yo? —exclama, retrocediendo un paso, sus ojos amplios, labios
curvados, mirándome como si hubiera perdido la cabeza por completo. Tal vez
es así. Pero esto ha durado demasiado y estoy harta.
—Tú —repito—. Tú hiciste esto. Tienes que arreglarlo.
—No hice una mierda. —Sus ojos se estrechan en oscuras rendijas, y se
prepara para irse, pero agarro su brazo y lo giro de regreso hacia mí. Esas
rendijas se vuelven círculos enormes.
Empujo mi dedo en su pecho. —¿En serio? Porque lo que acabo de ver
dice totalmente lo contrario.
—Solo lo estás defendiendo. —La voz de Brett se eleva y no puedo evitar
sonreír ante el parecido con su hermano.
—Sé que no has estado cerca por mucho tiempo, pero has estado lo
suficiente para saber que siempre estoy del lado correcto, cualquiera que sea. En
este momento, no estás en ese lado. Por primera vez desde que llegaste, Ryan
en realidad se interesó en ti. Estaba siendo agradable. Era un hermano mayor. Y
tú básicamente escupiste en su rostro.
Los labios de Brett se mueven, pero no sale ninguna palabra. Toma una
respiración profunda y retrocede. —Llamé a Kara. —Hay una larga pausa antes
de que levante la mirada hacia mí—. No salió muy bien. —La tensión en su cara
se transforma en una tristeza que solo puede ser descrita como alguien a quien
le han roto el corazón.
—Lo lamento —murmuro, porque lo hago. Puede que no conozca toda la
historia, pero hay suficiente en la apariencia de su cara para decirme que hay
muchas capas. De las cuales, probablemente la mayoría, están llenas de
angustia, luchas y traición.
—Yo también. —Sus dedos alcanzan su nuca, y la frotan—. Nunca debí
haberla llamado. La última vez que hablamos, dijo que no quería volver a
verme. No es que la culpe, en serio. Pero también lo siento por Ryan. Nunca
debí golpearlo. Decir lo que dije. Simplemente escogió un momento realmente
malo para finalmente preocuparse.
Pongo una mano en su hombro y le sonrío. —Nunca ha sido bueno en la
sincronización. —Camino al congelador y tomo la bandeja de hielo. Saco
algunos en una toallita y se la extiendo a Brett—. Para tu mano.
Toma el hielo y lo presiona en sus nudillos. —Gracias. Tiene una cara
dura.
Ambos nos reímos, y le doy la bienvenida al cambio en la atmósfera.
—Ahora hazme un favor —digo.
—¿Qué cosa?
—Arregla esto. No sé a dónde fue Ryan, pero no me gusta el hecho de
que esté afuera manejando, cabreado, cuando no tiene idea de en dónde
demonios está.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué camine por las calles hasta encontrarlo?
—No. Eso es estúpido. Toma el auto de Nate. —Tomo las llaves del
gancho y se las arrojo a Brett.
Las atrapa con una mano. —¿Estás segura de que Nate estará de acuerdo
con esto?
—Mientras no lo destruyas, estará bien. ¡Ahora ve! Y no regreses hasta
que lo encuentres —digo, pero le doy un guiño para que sepa que no lo digo
completamente en serio.
Brett camina hacia la puerta y cuando su mano se extiende por la perilla,
se detiene. —Lexie —dice, su labio arqueándose en la esquina—, realmente lo
siento.
—Lo sé. Solo haz lo correcto.
Asiente y luego se va. Miro por la ventana y observo mientras sale de la
calzada, dirigiéndose a la carretera. Miro hasta que ya no veo el auto. Dios, por
favor déjalo encontrar a Ryan. Por favor déjalos superar esto.
Me giro hacia el gabinete y saco una caja de cereal.
—¿En dónde están todos? —Kaylee salta dentro de la cocina en su bikini
de tiras rosadas. Su cabello húmedo, partido en el medio en dos trenzas.
—Ryan y Brett se pelearon. Brett golpeó a Ryan. Ryan se fue. Brett se
acaba de ir tras él. —Gesticulo hacia la puerta y descanso mis manos sobre el
mostrador, cerrando los ojos por un momento antes de obtener la energía para
abrirlos de nuevo.
La boca de Kaylee prácticamente golpea el mostrador. Engancha un dedo
sobre su hombro. —¿Cuánto tiempo estuve en la playa?
Miro el reloj en la estufa. —Quince minutos.
—Guau. Esos dos no pierden el tiempo, ¿verdad?
—Nop. En absoluto. —Le paso la caja de cereal y un bol.
—¿Crees que es sabio que vaya tras Ryan? Quiero decir, sé lo exaltado
que Ryan puede ponerse. Brett lo golpeó una vez, y tengo la sensación de que si
son arrojados más puños, Brett va a ser el saco de boxeo en esta ocasión.
Dejo caer mi cuchara en mi bol con un fuerte sonido metálico. Realmente
no pensé en eso cuando envié a Brett tras él. Mientras Ryan no lo mate, ¿qué
importan unos pocos puñetazos? Tal vez es todo lo que necesitan para sacarlo
de sus sistemas. Hombres. —Suponía que el sexo disminuía el estrés. Te relajaba.
¡Esto no es nada relajante!
—Aww, amiga. —Kaylee extiende la mano y la descansa sobre la mía—.
Una vez que Ryan supere esta cosa con su hermano, estoy segura de que todos
estaremos mucho más relajados. Es solo que ha habido esta nube oscura sobre
sus cabezas. Sobre todas nuestras cabezas.
—¿De verdad crees que podrán superarlo? —pregunto.
—Así es —dice, y normalmente sus palabras me reconfortan. Entonces,
¿por qué mi estómago se retuerce en nudos?
25
Traducido por pau_07
Corregido por Sandry
26
Traducido por Jane'
Corregido por SammyD
Mis piernas han estado temblando por casi media hora, y los músculos
de mis pantorrillas están gritando. Sigo esperando oír pasar un auto, pero hay
un silencio sepulcral, excepto mi teléfono sonando cada pocos minutos.
Quiero sentarme, pero la única vez que intenté moverme casi me caí de
esta minúscula saliente. Mi trasero está adolorido por apretarlo probablemente
desde hace una hora.
Algo se escucha en la cima, y trato de usar mi voz pero solo termino
tosiendo. La puerta de un auto se cierra, y las cosas empiezan a nadar en mi
estómago.
―Ah, mierda.
Mi garganta se bloquea. ¿Escuché eso? Me estoy mareando un poco y me
encuentro bastante seguro de que estoy alucinando.
―¿Hola? ―grazno, y el sonido probablemente solo llega a unos cinco
centímetros de mi boca. Quien sea que esté junto al Lincoln no escucha nada, o
me está ignorando, o tal vez ni siquiera está allí, y me he vuelto malditamente
loco.
Un golpe duro aterriza sobre lo que creo que es caucho. Luego un―:
¡Mieeeerda! ―hace eco alrededor de la ladera de la montaña.
Mis ojos se abren, y obligo a mi cuerpo a mantener la calma para así no
caer por el borde. Mi corazón golpea a través de mis oídos, y levanto la vista
hacia el cielo oscureciéndose, esperando que una cara o unos pies o algo
aparezca a la vista.
El tono de llamada en mi teléfono empieza a sonar de nuevo. Suciedad
cae sobre mi cabeza, escucho un―: Maldita sea ―y conozco esa voz.
―¿Brett?
Nada.
―¡Brett! ―intento de nuevo, pero aún nada. Todo lo que escucho son
respiraciones pesadas, al principio pensé que eran mías, pero yo no estoy
respirando en absoluto.
Una cadena de maldiciones vienen del borde, y mis piernas empiezan a
temblar de nuevo, los músculos de mis brazos tensos mientras me estiro.
―¡Brett! ―grito en la roca, pero mi voz no es lo bastante fuerte. Mi
respiración coincide con la suya, y no puedo detener el pánico que atraviesa mi
cuerpo, picando en la parte posterior de mis ojos―. Vamos… ―gruño.
Murmullos incoherentes vienen de la saliente, y contengo la respiración
para poder captar lo que está diciendo. Hay muchas maldiciones más, y
definitivamente alcanzo a escuchar―: Maldita sea, ¿por qué eres tan estúpido?
Dejo escapar otro grito en mi exhalación. ―¡Brett!
Su murmullo se detiene a mitad de la frase. La suciedad vuelve a caer.
―¿Ryan? ―algo raspa contra el metal, luego su voz se eleva―. ¡Ryan!
Mi estómago se sacude, y tomo otra respiración profunda antes de volver
a gritar―: ¡Mira hacia abajo!
Se siente como que toma toda una vida que su cabeza se asome por el
borde. El alivio atraviesa mi estómago cuando sus ojos rojos e hinchados se
amplían y se pone de rodillas. Su brazo se balancea hacia el mío sin decir ni una
palabra.
Voy a tener que saltar, y ese pensamiento hace que el pánico se dispare
directamente a mi estómago. Una rápida mirada por encima del hombro a la
estrecha saliente, y luego le disparo a Brett una ceja levantada.
―No te dejaré caer. ―Trata de sonreír, pero parece preocupado. Sus ojos
siguen parpadeando hacia la caída por debajo de mis pies―. Puedo levantar
pesas de veinticinco kilos.
Me río, soplando el polvo con mi boca. ―Pura mierda.
―De veinte kilos entonces. ―También se ríe, pero puedo ver el pánico
en su cara y la humedad en sus mejillas―. Y te he visto hacer ejercicios de
barras.
―Sí. ―Trago y aprieto los ojos―. Creo que esto es un poco diferente.
Brett sorbe por la nariz y tose, y lo miro de nuevo para no tener un caso
de vértigo. Sus ojos inyectados en sangre se estrechan.
―No te dejaré caer ―repite, y se desliza un poco más sobre el borde. Su
otro brazo desciende, y sé en ese momento que no es solo mi trasero el que
podría caer por esta montaña.
―¿Estás estable allí arriba? ―pregunto―. No quiero tirarte.
Se menea un poco, pero luego sacude la cabeza y se empuja aún más
cerca de mí.
―Estoy bien. ―Hay gotas de sudor en su frente, y caen en mi mano―.
Ahora salta, maldita sea.
No sé por qué sigo dudando. Si estoy más preocupado por mí o por él,
pero al parecer no puedo moverme. Mis piernas se pegan a la saliente, y sacudo
la cabeza.
―Solo llama a alguien ―gruño.
―No vas a lograrlo por otros dos minutos. Puedo ver tus pies. No sé
cómo diablos te estás sosteniendo ahora. ―Se aclara la garganta, su voz
quebrándose al final de la frase. Mi ceño se profundiza, y levanto la vista hacia
la cara de mi hermano mientras dice―: Por favor, hombre. No me iré sin ti.
Todos mis músculos se contraen, pero no está ni cerca de la tirantez en
mis pulmones. Tomo respiraciones profundas para soportarlo, contando hasta
diez antes de darle un fuerte asentimiento a Brett.
―Está bien, voy a saltar a la cuenta de tres.
Él asiente, y observo la tensión en su cuello mientras se prepara.
―Uno… ―jadeo, cambiando el peso a mis pies―. Dos… ―Doblo las
rodillas tanto como puedo, raspándolas contra la pared rocosa de la montaña.
Inhalo profundo y lo mantengo, luego lo libero―. ¡Tres!
Me las arreglo para saltar lo bastante alto para agarrar los antebrazos de
Brett. Él toma los míos y sus venas aparecen bajo mis dedos. Me levanto con
todas mi fuerza, la cual honestamente no es suficiente, así que me contoneo por
algún punto de apoyo. Estoy sudando, deshidratado y completamente débil, y
siento mis manos deslizándose, pero Brett no lo está. Mientras mis dedos se
deslizan y se aferran a sus brazos, su agarre sobre mí es como pegamento, y
grita mientras me levanta, centímetro a centímetro.
Mi cuerpo quiere rendirse, pero si lo hago, ambos caeremos. Brett abre
los ojos de golpe cuando levanto un codo sobre el borde. Se inclina, agarrando
la parte trasera de mi cinturón y tira de nuevo. Mi corazón y estómago se
descontrolan, y logro balancear mi pierna hacia la tierra firme. Brett se arrastra
hacia atrás, su agarre firme sobre mí, mientras nos arrastramos hacia el Lincoln.
Ambos respiramos con tanta fuerza que tosemos y tenemos arcadas.
Brett tiene un corte en su palma derecha donde mi cinturón se le clavó.
Quiero decirle que lo siento, pero las palabras no se forman. Quiero
decirle gracias y un montón de otra mierda sentimental, pero simplemente lo
miro y asiente como si supiera lo que no estoy diciendo y él tampoco lo dice.
Una vez que nuestra respiración se nivela, tomo la parte inferior de mi
camiseta desgarrada y arranco el resto de la tela colgando. Brett escupe en su
mano y me ayuda a envolver el corte. Sonríe, luego se apoya contra la puerta
del Lincoln.
―¿Por qué demonios intentaste conducir esta cosa por una montaña?
―pregunta, su respiración todavía pesada.
Me apoyo en el auto con él. ―No estaba pensando.
―¿Así que en lugar de pedir ayuda decidiste saltar de un acantilado?
―Eso en realidad suena mejor que lo que pasó. ―Levanto mi rodilla
para descansar mi brazo adolorido―. Me resbalé. No prestaba atención.
Una risa corta se le escapa. ―Podrías querer omitir esa parte cuando le
cuentes esta historia a Lex.
―Ella sabría la verdad ―digo, sabiendo que mis orejas estarían en
llamas o mi cara se volvería púrpura como siempre lo hace cuando miento―.
¿Te obligó a venir a buscarme?
Levanto una ceja hacia él, y se queda en silencio durante unos segundos.
Luego se rasca la parte trasera de su cuello y sonríe.
―Por supuesto que lo hizo. ¿Crees que habría venido corriendo detrás
de tu culo por mi cuenta?
Una ligera sombra púrpura atraviesa su rostro, y rápidamente aparta la
mirada hacia la montaña. Mi corazón comienza a latir un poco pesado de
nuevo, como lo hizo cuando escuché su voz. Parece que tampoco es un buen
mentiroso.
Una pequeña sonrisa cae en mis labios, y le doy un codazo en el hombro.
―Sí. Tendré que darle las gracias cuando vuelva.
―¿Qué? Levanto tu pesado trasero de esa montaña, ¿y no consigo una
mierda?
Se ríe y le doy un puñetazo en el hombro, luego maldigo entre dientes
porque mis nudillos siguen adoloridos por el capó del auto.
―Sí, vi el nuevo diseño que le diste ―dice Brett, dando golpecitos en el
Lincoln.
―Se sintió bien golpear algo.
―A veces. ―Asiente hacia mi mandíbula―. Otras veces es un error y te
hace sentir como una mierda.
Nos quedamos en silencio otra vez, y me remuevo en la tierra, revisando
mi teléfono.
―Maldita sea, mi batería está muerta.
―¿A quién quieres llamar?
―A un camión de remolque ―digo mientras me entrega su teléfono―.
O a Pop-pop para conseguir un camión de remolque. No creo que el auto lo
logre desde aquí.
Marco la información, luego llamo a Pop-pop. Dejo de lado la parte
donde caí por una saliente y simplemente le digo que tenemos que enterrar el
Lincoln, y que ponga dinero en mi cuenta para pagar por ello. Cuando le
devuelvo el teléfono a Brett, le echa un largo vistazo al auto y suspira.
―Perdí mi auto hace un par de meses. ―Pasa la mano por la manija de
la puerta―. Ella era una belleza. Un El Camino de 1965. Mi papá me la dio
cuando tenía doce años. La arreglamos, la hicimos funcionar, y le dimos un
dulce motor de 350 caballos.
―¿Qué le pasó?
Mira hacia la tierra. ―Tuve que venderla.
―Auch.
―Sí. Gente a la que debía dinero. Larga historia.
Asiento, entendiendo el hecho de que quiere cambiar de tema. Y ya que
acaba de salvar mi culo, se lo permito.
Soltando un largo suspiro y golpeando el Lincoln con el codo, le digo―:
Ella era de mi papá.
―¿En serio?
―Él la condujo por todas partes. Reemplazamos el motor una vez, pero
tuvimos que conseguir uno usado. Cuando él… bueno, Pop-pop pensó en
venderla por partes, pero me ofrecí a ayudar a arreglarla.
―Tenías siete años…
Me río. ―Y también era bastante encantador. Conseguí que mis abuelos
la mantuvieran.
―Bueno… ―dice, mirando las llantas. Traga saliva y su voz tiembla
cuando la usa―. Entonces yo… lamento que la perdieras.
―Sí… ―Mi voz está temblando ahora―. También yo.
Se limpia los ojos y comienzo a pellizcar el puente de mi nariz, y ambos
bajamos la mirada al suelo y decimos―: Mierda. ―Lo siguiente que sé es que
estamos halando nuestras camisetas, y por primera vez desde que llegó aquí,
abrazo a mi hermano. Es algo tan estúpido… pero no es solo por el auto. En
realidad no es por el auto en absoluto, y lo sé cuándo dice que lo siente a mi
espalda, y también se lo digo, sabiendo que me estoy disculpando por toda la
mierda que le he causado desde que llegó aquí.
―Abrázame, perra ―digo, y él se ríe y golpea su mano contra mi
espalda. Golpeo su hombro un par de veces y le digo―: Gracias.
Por salvar mi estúpido culo, en más de una manera.
28
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Amélie.
Dos horas han pasado desde el último mensaje de texto de Ryan y desde
que Brett salió por la puerta. El nudo en mi estómago se ha duplicado en
tamaño, apretándose en un nudo rebelde que sin importar lo que haga, no va a
soltarse.
Mis piernas se encuentran dobladas con las rodillas escondidas bajo mi
barbilla y no puedo dejar de balancearme. Sin un coche, sin que Ryan conteste
su maldito teléfono, estoy atascada. Oh Dios, ¿y si no están bien?
—Estoy segura de que están bien —dice Kaylee, envolviendo sus brazos
alrededor de mí. Probablemente tiene razón, pero dile eso a mi estómago.
Nate se sienta a mi otro lado y se ajusta su gorra. —Probablemente Brett
lo encontró. Ryan puede haberle dado un puñetazo para igualar el marcador,
pero apuesto a que son mejores amigos ahora, comiendo hamburguesas
mientras estamos aquí muriendo de hambre.
—No tengo hambre —le digo.
—Bueno diablos, me muero de hambre —dice Nate, y su estómago gruñe
en acuerdo, haciéndonos reír a todos.
—¿Tienes a un alienígena allí? —pregunto entre risas, y se siente bien,
pero todavía no se siente correcto. No se sentirá así hasta que los brazos de
Ryan me envuelvan, y pueda apoyar mi cabeza en su pecho caliente y escuchar
el latido de su corazón.
—A veces me lo pregunto —dice Kaylee con una sonrisa. Salta del sofá y
tan pronto como sus brazos dejan los míos son sustituidos por Nate.
¿Qué he hecho para merecerlos?
Kaylee arroja una trenza por encima del hombro. —Voy a buscar algo.
—Nena, vas a necesitar un poco de mi magia si crees que vas a encontrar
algo en esa cocina. Nos comimos todo.
—Sin fe —dice ella y se acerca a los gabinetes, y luego los abre uno por
uno, sacando las combinaciones más extrañas de cosas.
Empiezo a mecerme de nuevo, y los brazos de Nate me aprietan. —Lexie,
para. En primer lugar, Ryan acaba de desahogarse. Si Brett lo encuentra, estoy
seguro de Ryan no lo matará.
—¿Pero qué si algo le sucede? —Me ahogo con mis palabras.
—Ryan saltó de mi techo y sobrevivió. Bajó una pista de esquí diamante
negro y no se rompió ni un hueso.
—Eso es porque la nariz de Sean amortiguó su caída. —Me río y lloro,
haciendo ese ruido horrible de resoplido y Nate me frota el brazo.
—¿Qué tienen esas dos cosas en común?
—Sangre —le digo.
Los ojos grises de Nate encuentran con los míos. —Además de sangre. —
Niego con la cabeza porque no tengo ni idea de lo que está diciendo—. Las dos
veces, se encontraba en el fondo, Ryan hará algo para llegar a donde estás. Por
eso no me preocupa y no debería hacerlo. Va a estar aquí porque tú lo estás. —
Nate tiene razón. Ryan no me dejaría sola en este mundo. Así que ¿por qué no
ha contestado su maldito teléfono?
—Solo quiero que llame. O me conteste los mensajes.
—Estoy seguro de que hay una razón perfectamente buena —dice Nate
seguido por una fuerte explosión en la cocina—. Cariño, ¿estás bien?
Kaylee sale saltando, sosteniendo un sartén y una batidora eléctrica, con
harina en la mejilla.
—Estoy bien.
—Ni siquiera voy a preguntar —digo, y Nate se ríe.
—Creo que esa es nuestra mejor apuesta.
La puerta se abre y mi corazón casi se sale de la garganta y aterriza en el
piso de madera. El pie de Ryan apenas cruza el umbral antes de que me levante
del sofá, lanzándome a sus brazos a través del cuarto.
—Umph.
Sobrestimé mi salto y terminé con mis piernas envueltas alrededor de su
torso, aferrándome a él como si no lo hubiera visto en meses. Se sentía de esa
manera.
Su cuerpo se tambalea un poco hacia atrás, pero gana su equilibrio. Lo
aprieto más que nunca, permitiendo que su calor me consuele.
—¿Dónde diablos has estado? —pregunto mientras me recuesto. Antes
de que pueda decir una sola palabra, mis ojos se centran en un pequeño corte en
la manzana de su mejilla, una costra de suciedad y sangre seca. La suciedad
cubre toda su cara—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
Sus manos ahuecan mi mejilla, y me ajusta contra su palma, curvando los
dedos. Sus nudillos se sienten más duros que de costumbre, y los llevo al nivel
de mis ojos. Marcas púrpuras atraviesan su piel, destacando dos cortes
profundos.
—¿Ry? —Mi corazón late fuera de control. Tengo miedo. Miedo de lo
que sucedió en las dos horas que ha estado desaparecido.
—Estoy bien —dice y apoya su mano sobre mi cabeza. Inclina la cabeza y
me besa. Una vez. Dos veces. Tres veces—. Te amo.
—Yo también te amo —digo, entonces libero mi fuerza monstruosa y me
deslizo hacia abajo por su parte delantera. Sus manos se adhieren a mis caderas
y se aseguran de que tenga un buen aterrizaje.
Es entonces cuando me giro y veo a Brett. Está tan sucio. Su pelo
embotado por la mugre, marcas rojas desagradables e hinchadas suben y bajan
por su brazo.
—¿Es mi turno para una bienvenida a casa? —pregunta Brett, y Ryan lo
golpea en el hombro, haciendo una mueca y luego flexionando los dedos.
Brett levanta las manos y se ríe. —Es broma.
—¿Alguien me va a decir lo que pasó? —pregunto, y Nate viene a mi
lado, Kaylee le sigue con más harina en el pelo.
—¿Se perdieron en un pozo de barro? —pregunta Nate.
—El Lincoln está muerto —dice Ryan, y mi corazón se hunde en el suelo.
El Lincoln era de su papá. Lo único que le quedaba de él. Pienso en
nuestro viaje de esquí y cómo perdí mi anillo y las emociones profundas que
me golpearon al pensar que nunca lo volvería a ver de nuevo. La conexión que
había perdido... conmigo fue diferente.
Mi anillo podría haber sido mi única conexión con mi padre, pero mi
padre se había ido. El padre de Ryan lo hizo, también, pero no por elección. Fue
arrancado de él. No escogió dejar a Ryan atrás.
Se me forma un nudo en la garganta por el dolor que sé que Ryan
alberga en su interior.
—¿Se puede arreglar?
Ryan niega con la cabeza. —No —susurra.
—Oh, Ry, lo siento mucho. —Tomo su mano y aprieto.
—Está bien. Tenía que suceder eventualmente. Al menos tuvimos un
último viaje en él.
Un silencio cae sobre la habitación. Nate y Kaylee son más conscientes de
cuánto significa el Lincoln para Ryan.
—No fue lo bastante malo que su coche muriera. Tenía que ir y caer en
una ladera de una montaña.
—¿QUÉ? —grito. ¿Montaña? ¿Caer? Mi mente trata de escudriñar las
palabras. El golpe en mi pecho alcanza su punto más alto, haciendo eco en mis
oídos y haciéndome casi imposible permanecer en posición vertical.
—Estoy bien —dice Ryan de nuevo.
Está de pie justo en frente de mí, y puedo verlo, pero la realidad golpea
en mi pecho y me saca el aire directamente.
—Podrías haber muerto —jadeo.
—No sucederá. ¿Quién va ayudarte a sacar a Brewster? —Ryan me
envuelve en un abrazo y me mece hacia atrás y hacia adelante. Por encima de
mi hombro, pillo el gris de los ojos de Nate, y él me da una sonrisa,
pronunciando: “Te lo dije”.
—Hora de pastelillos —dice Kaylee.
—¿Eh? —Todos decimos al tiempo.
—Nate tenía hambre. Así que mezclé algunos ingredientes... ¿por qué me
cuestionan? Dije pastelillos, gente. Vamos. Ryan, Brett pueden contarnos todo
sobre su aventura y luego ducharse porque déjenme decirles, la necesitan. Tal
vez dos.
Nadie cuestiona más a Kaylee. La seguimos a la cocina y nos sentamos
en los taburetes que rodean el mostrador. Ryan se sienta primero y tira de mí
hacia él, y le dejo a Brett tener mi taburete. Ryan asiente hacia él, y aunque lo
hace rápidamente, aun así veo el amor fraternal entre ambos.
Subo al regazo de Ryan, y se estremece cuando me aprieto más cerca.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Mis costillas. Creo que podría tener una contusión.
Me alejo de un salto, con miedo de lastimarlo más, pero no me deja,
apretando sus brazos alrededor de mi cintura.
—Quédate conmigo —dice contra mi oreja.
Volteo la cabeza, así lo miro a los ojos. —Siempre.
Epílogo
Traducido por becky_abc2
Corregido por Miry GPE
FIN