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Staff
Mary Liillyana Tolola
becky_abc2 perpi27 Christicky
Daniela Agrafojo a.a. tesares

Tolola Mire Andreeapaz becky_abc2


a.a. yesares Vani Jane' Jasiel Odair
Idy Daniela Fany Stgo. Nico
Jadasa Agrafojo Alessandra Valentine
Pachi Reed15 perpi27 Wilde Rose
Liillyana Sandry Miry GPE Monse C.
Gise Eli Hart Val_17 Pau_07

Alessandra Wilde Sandry Ampaяo


Mary Laura Delilah Melii
Daniela Agrafojo Kora MariaE.
itxi Nikky Paltonika
Jane' Ana Avila SammyD
Laurita PI Beatrix Amélie.
*Andreina F* Juli Miry GPE

Daniela Agrafojo Mary Warner


Indra Estivali
Mariana Cald

Mae
Capítulo 1
Índice Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
Capítulo 11 Capítulo 27
Capítulo 12 Capítulo 28
Capítulo 13 Epílogo
Capítulo 14 Adelanto
Capítulo 15
Capítulo 16
Sinopsis
Ryan Parker ha amado a su mejor amiga durante los últimos diez años, y
después de un viaje de esquí de una semana, él finalmente salió de la zona de
amigos. Las cosas parecen perfectas, hasta que Ryan se entera de que su madre
tiene una segunda familia, y su hermanastro, Brett aparece en su porche.
Cuando Ryan es invitado a pasar sus vacaciones de primavera con Lexie en una
casa en la playa, sus abuelos sugieren que Brett vaya para darles más tiempo de
vinculación.
Lexie Boggs se enamoró de su mejor amigo. Después de los cuatro
mejores meses de su vida, ella está lista para condimentar las cosas en su
relación. La cama junto a la playa parece ser el lugar perfecto para seducir a
Ryan, excepto que parece fuera de sí últimamente. Su temperamento hierve a la
superficie, y tener alrededor a Brett no está ayudando.
Cuando todos se encuentran en la casa de la playa, Lexie intenta reparar
el creciente distanciamiento entre los dos hermanos, mientras que Ryan intenta
olvidar que su hermano aún existe.
Beds, #2
Dedicatoria de Becca Ann:
Dedicado a cualquier persona que lo haya pasado mal con sus hermanos.

Dedicatoria de Tessa Marie:


Dedicado a cualquiera que alguna vez haya estado inseguro sobre de su relación.
1
Traducido por Tolola
Corregido por Alessandra Wilde

Soy un dominado.
Soy un dominado y no me importa. Porque si siendo un dominado
consigo pasar todos los días después de la escuela con Lexie, entonces voy a
llevar su bolso de color rosa brillante lleno hasta el borde con esmalte de uñas
con mi polla si me lo pide. Por suerte, solo tengo que llevarlo desde el pasillo de
la escuela a su auto, en mi brazo, no en mi cosa.
—¿Estás seguro de que quieres estudiar en mi casa? —Me pone mala
cara cuando entramos de un salto. Siempre me deja conducir, no sé por qué.
Probablemente porque sabe que me gusta—. Fuimos allí ayer.
—Lo sé. —Sonrío, haciéndole cosquillas en las yemas de los dedos
mientras los envuelve alrededor de los míos—. Pero Pop-pop todavía está
enfermo.
Incluso mientras lo digo, mis oídos estallan en llamas y el calor pasa a
través de mi cara.
—Eres un gran y enorme mentiroso. —Lex me aprieta la mano y apoya la
cabeza en mi hombro—. Voy a conseguir que me lo digas un día de estos.
—¿Decirte qué? —pregunto, tratando de que salga inocente, lo que
nunca ha funcionado para mí.
—Qué has estado escondiendo. Y por qué estás siendo tan raro.
Me río, dejando ir su mano para poder envolver mi brazo alrededor de
sus hombros. —No puedo guardar un secreto aunque mi vida dependiera de
ello.
—Bueno, sí puedes —dice ella, colocándome una mano sobre mi
rodilla—. Pero es mucho mejor para los dos cuando no lo haces. Ya sabes,
podríamos haber evitado toda la cosa Sean, y la... ejem... cosa de beber, si
simplemente hubieras tenido la pelotas de decirme cómo te sentías en primer
lugar.
Ella tiene esa sonrisa con dos hoyuelos. Maldita sea, sé que tiene razón.
Debí haberle dicho lo que sentía hace años. Pero, a pesar de que me tomó tanto
tiempo, no cambia el hecho de que los últimos cuatro meses desde el viaje han
sido más que perfectos. Mejor amiga y novia en un paquete.
—Paciencia, tonta. —Le hago cosquillas en el costado y me pega en la
parte superior del muslo, haciéndome tirar del volante—. Te lo diré finalmente.
Es solo que no quiero hablar de eso ahora, ¿bien?
Hace pucheros, y me niego a dejar que use la cara de cachorrito que
utiliza contra mí todo el maldito tiempo. Si supiera exactamente cómo decirle lo
que ha estado pasando en mi casa, ya lo habría hecho.
Nos detenemos en su casa —o debería decir sótano apartamento—, y ella
deja escapar un gran suspiro. Sé que no quiere estar aquí, pero una alcohólica
en rehabilitación es probablemente una mejor alternativa contra quien ha
plantado su culo en la habitación de invitados de mis abuelos.
Agarro su bolso y su mochila, y ella me lleva directamente a su
habitación. La mamá de Lex todavía no está en casa, pero su reunión de AA
termina alrededor de una hora, así que si está teniendo un buen día, estará aquí
pronto.
Dejándose caer en la cama, saca su libro de Física mientras yo saco el de
Historia. Ya está tomando notas, con el lápiz volando a través del papel.
Todavía estoy aquí sentado esperando a abrir el libro.
Una hora es todo lo que tengo, si tengo suerte. Y no quiero gastarla
estudiando.
Mi mano se extiende por la de ella y la detengo a medio escribir una
frase. Le doy esa sonrisa. Sé que sabe que es la que dice: "bésame ahora, o te voy
a obligar a hacerlo”.
—Ry... —se queja—. Tenemos los finales la semana que viene.
—Ajá —le digo, besando la parte interior de su muñeca.
—Por lo tanto, sabes que tengo que estudiar.
—Mmmhmm. —Llevo mi mano por su brazo, haciendo una pausa en el
hueco de su codo.
—¡Entonces deja de ser tan distractor! —Aparta mis manos y protege su
rostro con su cabello.
Como si eso me detendrá.
—No estoy haciendo nada. —Me río mientras aparto su cabello largo y
castaño hacia atrás para besarla detrás de la oreja.
Gruñe cuando mis labios tocan su piel, y sonrío, sabiendo que la estoy
cabreando y volviéndola loca a la vez.
Lanzando el lápiz en su libro, vuelve su cara a la mía, con los ojos
grandes y marrones de oro dándome esa mirada de “estás en problemas, pero
no de verdad”.
Luego, cuando envuelvo mi brazo alrededor de su cintura, tirando de
ella hacia abajo en las almohadas, deja escapar un suspiro de derrota.
—A veces te odio.
Sonrío. —También te amo.
Mis labios se presionan contra los de ella en el primero de lo que sé que
serán un millón de besos. Una vez que empezamos, por lo general no nos
detenemos por un tiempo. Oigo los libros caer al suelo mientras su pierna se
engancha alrededor de mi cadera. La boca de Lex y su cuerpo son tan adictivos.
¿Cómo puede no esperar que la quiera cada momento que estoy con ella?
Aunque me siento un poco culpable porque no estoy en el mejor de los
lugares mentalmente en este momento. Ella es la única que me hace sentir
mejor. Siempre lo ha sido. Y besarla así hace que toda la mierda se vaya. No
quiero que parezca que la estoy utilizando para escapar, a pesar de que puede
ser un poco cierto.
La beso así porque la amo. Eso es completamente cierto.
Se separa de mis labios, y yo viajo por su cuello. Su pecho sube y baja con
cada respiración dificultosa que deja salir, y no puedo controlar lo que hacen
mis manos cuando me enciende así.
Cuando deshago el botón de sus vaqueros, ella chasquea los dedos
alrededor de mi muñeca.
—Lo siento —jadeo en su rostro. Porque lo hago. Maldita sea, tengo que
mantenerlo más frío.
Me da esa sonrisa hermosa de dos hoyuelos. —No es eso. —Su risa
sacude su cuerpo mientras afloja su agarre en mi muñeca—. Me pareció oír que
alguien tocaba.
Me siento, listo para meterme debajo de la cama. —¿Lo hiciste?
Se ríe de nuevo, tirándome a su lado. —No. Creo que fue mi corazón o
algo así.
—Oh. —Porque esa es la genial palabra que sale. Debería decir “O el
mío" o algo igual de bueno, pero ella me cierra la boca con más besos.
Sé que el momento fue arruinado, pero no puedo evitarlo. Quiero tocar y
sentir más de ella, ser parte de ella, y estoy tan caliente que no creo que
realmente sepa lo que estoy haciendo. Así que me dirijo de vuelta a sus
pantalones.
La cremallera baja y su mano se apoya en mi antebrazo, sin detenerme. Y
sus labios son milagrosos trabajando en los míos.
Cuando mi mano pasa por debajo de sus bragas, contiene su aliento y sus
dedos agarran mi brazo, pero no me aleja, me acerca más.
He estado con Lex durante cuatro meses. Nuestra relación se tambaleó
de mejores amigos a amantes tan rápido que no estoy seguro de si supimos
cómo manejar la transición. Parece que había reglas que seguir, pasos a seguir a
pesar de que nos conocíamos perfectamente. Pero durante un tiempo, fue:
"¿está bien tocarte aquí?" o "¡demonios! ¡Estoy besando mi mejor amiga!” Y
nunca nos metimos en todas las cosas físicas, además de besar —bien, besos
pesados— y agarrarnos de la mano, y sí, he tocado esas tetas impresionantes
suyas probablemente más veces de las que he ido al Auto Shop este año.
Pero esto... es algo nuevo para nosotros.
—Ryan —respira contra mis labios. No puedo ni siquiera besarla porque
mi propia respiración es demasiado pesada y rápida para cerrar la boca por un
segundo. Dice mi nombre otra vez, y me acurruco contra el hueco de su cuello,
colocando besos cuando puedo, pero concentrándome más en ella. Cómo
respira, cómo se está moviendo contra mí, lo caliente que su cuerpo se siente
contra el mío. Lo bien que se siente contra el mío.
Encajamos juntos. Siempre lo he sabido —y deseado— y tenerla así
parece un paso importante. Uno que no estaba seguro de que estuviéramos
listos para tomar, pero lo tomé de todos modos.
Ese pinchazo de culpa aparece en mi cabeza otra vez, sobre usarla, pero
lo alejo mientras ella suspira mi nombre otra vez.
¿Sabe lo hermosa que está en este momento? ¿Lo malditamente sexy que
es?
Esta vez, hay un golpe en la puerta.
—¿Lex? ¿Estás en casa?
Ella me aleja, y mi mano se desliza fuera de sus pantalones, y caigo al
suelo con un ruido sordo. Con habilidad practicada, ruedo en mi lugar debajo
de la cama, donde hay hileras de ropa, zapatos y cajas con la forma de mi
cuerpo.
—¡Uh, sí, mamá! —grita Lex, y la oigo subirse la cremallera y veo que
baja la mano por su libro Física—. ¡Adelante!
Su puerta cruje mientras la Sra. Boggs entra. El olor de alcohol —del tipo
de limpieza— se filtra incluso en mi escondite debajo de la cama.
—Solo quería hacerte saber que voy a tomar un turno de noche.
—¿Segura que estás bien con eso? —La voz de Lex suena pesada todavía,
pero si su mamá lo nota, no dice nada.
—Sí. Mi padrino pensó que sería una buena idea para mantenerme
ocupada.
—¿Roger?
—Um, sí. Roger.
Hay un momento de silencio, y tiemblo más con cada aliento que tomo.
Lex y su mamá están ambas en relaciones que la otra no aprueba. No ha sido
exactamente dicho que su mamá tenga una cosa con su padrino, sino por la
forma en que dice el nombre de Roger, estoy de acuerdo con Lex en este caso.
—Está bien, bueno, no te acuestes tarde,
La puerta se cierra mientras Lex dice—: Nunca lo hago.
Hago salir mi cabeza de debajo de la cama, mientras Lex hace aparecer la
suya desde la parte superior. Ambos nos damos una sonrisa al otro.
—Será mejor que corras. Puedo llevarte a casa.
—No, caminar es sano. —Y no puede ver quién está en mi casa.
Pone mala cara. —Está bien. —Luego coloca las manos en ambos lados
de mi cabeza y me alzo para besarla.
Me gustaría poder quedarme aquí para siempre... a pesar de lo tonto que
suena, es verdad. No quiero ir a casa. Seríamos Lex y yo y nadie más. Sin
finales, sin madre alcohólica en rehabilitación, ninguna mierda.
Me gustaría que estuviéramos de vuelta en ese albergue de esquí, y
haberle dicho lo que sentía el primer día. No el sexto.
Se aleja, y recojo mis cosas. Antes de subirme a la ventana, la acerco para
darle otro beso.
—Oye —susurra a mis espaldas una vez que me pongo en cuclillas en el
suelo fuera de su habitación—. Gracias por la distracción. Me gustó. —Sonríe
ampliamente, y sus mejillas se llenan de color.
Sonrío. —A mí también.
Colocándome la mochila en el hombro, camino a través de su patio y
llego a la calle sin que nadie me vea.
Cada paso se siente como un cuchillo gigante entrando más profundo en
mis entrañas cuanto más me acerco a mi casa.
A él.
Mi hermano.
2
Traducido por aa.tesares
Corregido por Mary

Estoy flotando. Mi mente todavía en mi cama, reviviendo cada toque del


cuerpo tembloroso. La forma en que Ryan se apretó contra mí, sus labios
rozando mi cuello mientras su mano…
Toc. Toc.
Sacudo los pensamientos de mi mente, pero no puedo librarme del
hormigueo corriendo por mis venas. Con una respiración profunda y calmante
abro la puerta de mi dormitorio.
No es como que no sepa quién es. Desde que mamá decidió ponerse
sobria, ha estado tratando de compensar los diecisiete años que estuvo en el
olvido. Ella no parece entender que no se pueden meter diecisiete años en dos
meses. Simplemente no funciona de esa manera.
Aunque, tengo que admitir que su intromisión en mi vida es mil veces
mejor que yo sosteniendo su pelo mientras ella vomita sus tripas. Pensé que
cuando dejó de beber esos días estarían detrás de nosotras. Pero los síntomas de
abstinencia parecen tener el mismo efecto en ella como beber una botella de
vodka.
Cada vez que se enferma, me recuerdo a mí misma que son diecisiete
años de veneno saliendo. No siempre lo hace más fácil sin embargo.
Verla sufrir es más difícil de lo que pensaba. Cuando ella se
emborrachaba se lo hacía a sí misma. Yo no tenía piedad. Ninguna. ¿Pero esto?
Esto es muy diferente. Peor. Ella no solo está sobria para sí misma. Lo está
haciendo por mí también.
—¿Sí, mamá? —Bajo la mirada a mi ¿Llamando una Lira? Esmalte de uñas
y abro la puerta. Ni siquiera levanto la vista. Doy un paso fuera del camino y
ella entra apresurada, explorando la zona como una profesional entrenada de
SWAT.
—Ryan no está aquí. ¿O sí?
Levanto la vista de mis uñas y pongo los ojos. —No, mamá.
—¿Estás segura? —Se acerca al armario y arroja mis camisas fuera del
camino. Suprimo una risita mientras sigue la pared como si Ryan es el hombre
araña y está colgando del techo—. Está muy tranquilo aquí.
—Lo siento, ¿quieres que ponga la música y empiece golpeando ollas y
sartenes?
Me señala con el dedo, pero no de una manera amenazante. —No te
hagas la lista conmigo. Lo digo en serio. No me estás mintiendo, ¿verdad?
—No, mamá. No lo estoy. Ryan no está aquí. Puedes comprobar debajo
de mi cama si te hace sentir mejor. —Mierda ¿por qué dije eso? Ahora, ¿qué
sucederá cuando él realmente esté ahí debajo?
Ella se vuelve a la cama y luego se detiene.
—Además, mamá, ¿a quién le importa si lo está? Solía venir siempre.
¿Qué es tan diferente ahora?
—Ahora él es un muchacho de dieciocho años de edad con hormonas en
ebullición.
—No muy diferente de cuando tenía diecisiete años.
—Él es tu novio ahora. Hay una gran diferencia.
Si mis ojos pudieran dar la vuelta en la parte posterior de mi cabeza lo
harían. —Si tú lo dices.
—¡Maldita sea, Alexis! No quiero que te deje embarazada a los diecisiete
años.
Aire perfora su camino por mi garganta hasta que llega a mi instinto.
¿Realmente acaba de decir eso?
—Oh Dios, por favor dime que estás usando protección.
Voy a hablar, pero todo lo que sale son, sonidos chirriantes cortos.
—No puedo lidiar con esto ahora mismo, Alexis. Me duele el cuerpo,
estos malditos estremecimientos están haciendo que sea imposible hacer mucho
de nada, y ahora me entero que mi hija de diecisiete años de edad, está teniendo
relaciones sexuales sin protección con su novio y yo voy a ser abuela. Tengo
treinta y siete. ¿Me veo como una abuela?
¡Guao! ¿Qué está pasando aquí? Ella sólo me embarazó.
—Virgen. —Finalmente empujo todo el nudo alrededor de mi garganta.
—¿Perdón? —pregunta mamá, descansando sus manos temblorosas en
las caderas.
—No estoy teniendo relaciones sexuales con Ryan. No lo he hecho.
Nunca. Con nadie.
—Oh, gracias a Dios. —Ella se sienta en la cama, con los pies colgando de
los tacones alto, mientras cae hacia atrás y golpea el dorso de la mano sobre su
frente—. No me hagas eso.
Me dejo caer a su lado y le doy una palmadita en la rodilla. —Eso fue
todo tú.
—Supongo que lo era. Estoy un poco neurótica sin el alcohol.
Me recuesto hasta que estamos hombro con hombro. —No. Estás mejor.
—¿Tú Crees?
Agarro su mano y giro mi cabeza hacia ella. —Por supuesto.
Ella aprieta mi mano y se queda allí por un momento. Una parte de mí
no quiere volver a levantarse. La mayoría de las niñas tienen un millón de
recuerdos de pasar tiempo con su madre, pero para mí, no tengo ninguno.
Todos los días desde que eligió su vida sobre la botella ha sido una segunda
oportunidad para nosotras.
Por primera vez en la historia tengo una mamá. Ella puede ser
dominante, salta a conclusiones y hace demasiadas preguntas, pero dada la
alternativa, me quedo con esta versión en cualquier momento.
—Déjame pintarte las uñas —digo, mirando su esmalte desconchado.
—Roger debería estar aquí pronto para que trabaje.
Cojo el teléfono y compruebo el tiempo. —Tenemos treinta minutos.
Tiempo más que suficiente. ¿Por Favor?
Mamá empuja un mechón rubio de pelo en su melena oscura. Me
pregunto si alguna vez se va a ir de nuevo a su color natural.
—No lo sé.
—¿Qué necesitas saber? Sólo tienes que sentarse allí y yo haré el resto. —
Doy un salto y abro el cajón de mi mesita de noche. Toma algunos intentos para
que abra totalmente ya que unas cuantas botellas de esmalte se atascan en la
parte superior.
Empujo a través de la pila, buscando el color perfecto. Un rosa llama mi
atención y lo agarro, pero cuando veo el nombre, “Chicago tostada de Champán”
lo arrojo de nuevo en el cajón. No me importa si es sólo el esmalte de uñas, no
quiero ningún cosas relacionada con el alcohol cerca de mamá.
Después de una semana de sobriedad cayó de nuevo. Y no sólo se cayó.
¡Oh no, se fue de cabeza, tomando todo abajo con ella. No podía culparla. Los
síntomas de abstinencia eran terribles. Seis días y medio era todo lo que tenía en
ella.
Tres meses de olvido borracho más tarde después de despertarse en el
rosal de los vecinos, llamó a Roger. No sé lo que se dijo entre los dos. Todo lo
que sé es que él apareció como un ángel calvo, y después de comprobar sus
heridas, las que yo había atendido, la sacó de nuestro apartamento en el sótano.
Cuando regresó estaba decidida a intentarlo de nuevo.
Eso fue hace dos semanas. Los retiros mientras mejor son, siguen
causando estragos en ella. Esta vez, aunque no se ha roto. Hace cuatro meses la
encontraría todas las noches sentado en el sofá, mirando a una botella de vodka.
Así es como yo sé que esta vez es diferente. Y por qué tenemos que celebrar su
progreso incluso si es sólo con esmalte de uñas.
Mi ojos aterrizan en el “color tan caliente que es divino” ¡Perfecto! Nada
dice mujer fuerte como un buen rojo.
Agarro mi libro de texto de Inglés, algunos quitaesmaltes y una bola de
algodón del cajón entonces los pongo sobre la cama, y coloco el libro sobre mi
regazo —pon tus manos aquí. —Toco el libro.
Mamá mueve en exceso sus manos primero, pero ondeo mis dedos hacia
ella en un gesto de que venga aquí y coloque sus uñas en la posición de
preparada.
—No puedo recordar la última vez que te hice las uñas —digo.
—Recuerdo la última vez que yo hice las tuyas.
Levanto la vista hacia ella con una mirada curiosa. —No te recuerdo
alguna vez haciendo mis uñas.
—Era tu cuarto cumpleaños. Estabas tan obsesionado con ser una
princesa.
Tomo la mano de mamá y empiezo a despegar el esmalte desconchado.
Sus dedos tiemblan un poco, pero no traigo ninguna atención hacia eso. —Yo
recuerdo eso. No quería cortarme el pelo en caso de que alguna vez quedara
atrapada en un castillo y lo necesitara para que un príncipe subiera y pudiera
rescatarme.
Mamá se ríe. —Sí. Ni siquiera me dejarías recortarlo. Ese año te compré
un vestido rosa y una tiara y me pinté las uñas a juego. Tenías estos tacones de
plástico que usabas en la casa.
—¿Con los arcos de plástico azul de luz y las calientes piedras preciosas
de color rosa?
El rostro de mamá se ilumina. —¿Lo recuerdas?
—Me acuerdo de los zapatos. No recuerdo nada más.
—Construimos un castillo de cojines del sofá y vimos la Bella y la Bestia.
—Me encanta esa película.
—Lo sé. La viste todo el día todos los días. Probablemente todavía
podrías citar palabra por palabra.
Sacudo la botella de esmalte de uñas. —Me gustaría poder recordar. Las
únicas cosas que recuerdo son...
—Las cosas malas.
Asiento. Un silencio cae sobre nosotras y empiezo a pintar la uña del
pulgar. La culpa arrastrándose dentro y fuera de mi mente. Por mi vida no
puedo recordar un solo buen recuerdo. No creo que ella esté inventando nada
de esto, pero ¿por qué no puedo recordarlo? ¿Por qué no puedo tener algo para
disminuir todo el dolor por el que ella me hizo pasar? ¿Cualquier cosa? Un
pequeño pedazo de un momento feliz en el tiempo.
Pero cada vez que pienso en mi infancia todo lo que puedo pensar es el
llanto por tener hambre mientras ella se desmayaba en el sofá, siendo gritada
por orinarme en la cama, o esconderme en el armario mientras ella lloraba por
la ebriedad.
Empujo los dolorosos recuerdos a distancia y trato de centrarme en el
Ahora. No tiene sentido vivir en el pasado. Es el pasado por una razón. He
estado allí hecho eso y es hora de algo nuevo. Esto... pintar las uñas de mamá,
era nuevo.
Me mudé a su dedo anular y yo no sé si es el incómodo silencio o sus
síntomas de abstinencia, pero su mano empieza a temblar incontrolablemente y
accidentalmente pinto a través de su piel.
—Lo siento —digo, y agarro una bola de algodón.
Lo temblores se elevan y mamá arranca su mano de la mía, golpeando el
esmalte a través de mi libro y mi edredón.
—¡Mierda! —grita, entonces murmura—: Lo siento. —Su cuerpo se tensa
mientras se cruza de brazos y esconde sus manos. Las lágrimas llenan sus ojos
marrones y salta de la cama.
—No llores —le digo y camino hacia ella, pero se aleja.
—No —dice ella y sacude la cabeza—. Ni siquiera podemos tener un
buen tiempo sin mí arruinándolo. —Se da la vuelta y corre hacia la puerta, pero
soy rápida, todas esas veces que he corrido con Ryan me vienen muy bien, y
salto delante de ella.
—No arruinaste nada.
Mamá ondea la mano a mi cama. —Mira a tu libro y tu edredón.
—Siempre me gustó ese estilo con salpicaduras. Me recuerda a esa manta
de salpicadura de pintura retro que tenías.
—Eso no era retro. Era de la década de los 90.
—¡Exactamente! ¡Esa cosa era antigua!
—¿Antigua?
—Sí, antigua. Pero siempre la quise. Incluso podría arrojar unos colores
más en la mía. ¿Quieres ayudar?
—Estás loca.
Sonrío. —Aprendí de la mejor. —Recojo mi “Escuchaste sobre Van Gogh”
y se la sostengo hacia ella—. ¿Qué dices?
—¡Hagámoslo!
Ella pinta el primer garabato a través de mi cómoda y luego me uno a
ella. Seguimos pintando hasta que Roger la recoge.
3
Traducido por Idy
Corregido por Daniela Agrafojo

―Pásame ese soporte, ¿sí? ―le pido a Pop-pop mientras me agacho cerca
del neumático delantero del Lincoln. Tenemos el viaje a la playa en un mes, y si
no consigo que esté en plena forma, Lex, Nate, Kaylee, y yo estaremos metidos
dentro del Ford Escort de Nate durante diecinueve horas. Sí, no gracias.
Pop-pop patea el soporte en mi dirección, sin molestarse en moverse del
apolillado sillón reclinable que tenemos en el garaje.
―Estás evitándolo de nuevo ―dice a través de un suspiro―.
Hablaremos de esto ahora, sólo nosotros dos, o vas a tener que hacerle frente a
tu abuela.
Coloco el soporte del gato, manteniendo la boca cerrada mientras libero
el gato y dejo que el Lincoln caiga donde lo necesito.
―Hijo ―empieza Pop-pop, y sacudo la cabeza mientras me muevo al
otro lado del coche.
―Me mintieron. ¿Qué quieres que diga?
―¿No quieres saber quién es?
Un picor que no logro rascar se arrastra a través de mi cuello. Apenas la
semana pasada no tenía idea de que existiera el chico. ¿Cómo alguien mantiene
un embarazo en secreto durante nueve meses? Brett es dos años menor que yo,
así que papá tenía que haberlo sabido. Pop-pop, la abuela... todos tenían que
haberlo sabido. Así que sí, tengo curiosidad, pero estoy enojado como el
infierno, también.
―Sé que mamá dormía por ahí ―le digo al gato―. ¿Hay más hermanos
allá afuera de los que no sepa?
La boca de Pop-pop se contrae en la esquina, y agarra una llave inglesa
de la caja de herramientas y juguetea con ella.
―¿Cuentan los peces de colores?
Me esfuerzo en contener mi sonrisa porque no voy a seguirle la corriente,
y me meto debajo del coche con el colector de aceite.
―Ryan, no te lo dijimos porque tu padre estaba planeando hacerlo.
Después de su muerte, simplemente no supimos cuándo sacar el tema.
―Así que esperaron hasta que fue dejado en la puerta como un maldito
espectáculo de drama.
―Íbamos a contarte.
Tomo un largo aliento, calmando el calor que está tratando de
asfixiarme.
―No lo entiendo. ―Mis dedos se deslizan en la llave―. Si papá sabía
sobre la aventura, ¿por qué se quedó con mamá?
―Me pregunto lo mismo. ―El sillón reclinable cruje mientras Pop-pop
se acomoda―. Tu papá era una persona compasiva e indulgente. Cuando
descubrió lo del bebé, supo que no era suyo. No voy a darte detalles, pero
supongo que no había siquiera una ligera posibilidad de que pudiera ser suyo.
Tu madre le dijo que iba a deshacerse de él antes de que fuera un problema,
pero tu padre... bueno, no quería eso. Y tampoco el padre de Brett.
Giro la llave para aflojar el tapón de drenaje y dejar que el aceite gotee en
el colector.
―¿Quería un aborto?
―Sí. Casi lo hizo, pero después de hablar con tu padre, cambió de
opinión. Se quedó con él durante su embarazo, y cuando dio a luz, le dio la
custodia al padre de Brett.
Nada de esto me hace sentir mejor. Me doy cuenta de que solo tenía siete
cuando papá murió, pero era mi mejor amigo. Incluso sentado aquí bajo su
viejo coche, puedo imaginar su cara cuando me dejaba rodar bajo el Lincoln y
cambiaba el aceite mientras yo sostenía las herramientas. ¿Por qué no me dijo
nunca que tenía un hermano? ¿Por qué se quedó con mamá cuando era
evidente que ella no se preocupaba por él? Desearía que estuviera aquí para
poder preguntárselo.
Pellizco el puente de mi nariz y estabilizo mi respiración. El aceite está
casi afuera, goteando lentamente en la bandeja cerca de mi cabeza.
―Por lo que sé ―continúa Pop-pop cuando no digo nada―, Brett
tampoco sabía nada de ti. No hasta hace unas semanas cuando su papá fue
desplegado. Supongo que se metió en algún tipo de problema y que no pudo
quedarse allí.
―¿Problema?
―Soy vago en los detalles. Tal vez deberías preguntarle. ―Pop-pop me
arroja un paño cuando ruedo de debajo del coche―. El punto es, que se
encontraba en la oscuridad tanto como tú. No tiene sentido culparlo por nada.
Odio que tenga sentido. Asiento y le devuelvo el trapo. Luego me paso el
resto del cambio de aceite formulando preguntas sin sentido en mi cabeza,
todas dirigidas a mi papá.

Puedo oler el pan de la abuela antes de entrar a la casa. Ella golpea mi


mano cuando trato de robar un trozo, pero empuja uno de los extremos hacia
mí. Le beso la parte superior de la cabeza, luego relleno mi cara de camino a mi
habitación. Estoy lleno de grasa y aunque me lavé las manos en el fregadero del
garaje, creo que están permanentemente negras de trabajar debajo de tantos
capós.
Empujo el último bocado hacia mi mejilla izquierda y atrapo a Brett en la
habitación de invitados. Se parece un poco a mí desde la distancia. El mismo
tipo de rasgos faciales, pero él tiene el pelo más oscuro y yo tengo esa cicatriz en
mi ceja. Lleva una camisa más blanca que el blanco, y pienso maldición, tendría
eso engrasado en dos minutos si alguna vez me pongo algo tan cegador. Placas
de identificación descansan alrededor de su cuello, y voy a preguntarle acerca
de ellas, pero probablemente no es lo primero que debería decir. Me refiero a
que, lo único que dije ayer cuando se presentó fue―: ¿Me están tomando el
pelo?
Está arrojando naipes a una manzana sobre el escritorio. Hay unos pocos
pegados en la piel, y levanto las cejas y me apoyo contra la puerta.
―¿Dónde aprendiste a hacer eso? ―está bien, no es la mejor cosa que
decirle en primer lugar, pero mejor que el sensible tema que son nuestros
padres.
No levanta la mirada mientras toma una reina del mazo y la lanza tan
duro que se aloja en el lado derecho de la manzana.
―Mi distribuidor de drogas ―acorta, y deja escapar una pequeña risa,
pero no tengo ni idea de si está bromeando o no.
―Bueno, genial ―digo, alejándome del marco de la puerta. Entiendo. Yo
tampoco quiero hablar con nadie.
―No tienes que ser todo fraternal y mierda ―dice, lanzando otra carta.
Esta golpea a la reina y cae al suelo―. No quiero estar aquí más de lo que tú me
quieres aquí.
Cruzo los brazos, mi cuerpo tensándose automáticamente. ―Nunca dije
que no te quería aquí.
―No tienes que decirlo. ―Lanza otra carta―. Vi la mirada en tu cara.
Probablemente la misma mirada que tu estúpido papá tenía cuando se enteró
acerca de mí.
Mis puños se aprietan contra mis costados, y un fuego arde en mi pecho.
―¿Qué acabas de decir?
―Dije que tu padre era un imbécil estúpido.
Arrastra las palabras, y doy dos pasos hacia él, mi brazo levantado.
¿Quién demonios es este chico? Aquí estaba yo preocupado por preguntar
sobre las placas de identificación y él solo deja volar lo que sea de su maldita
boca como si no le importa una mierda.
―No sabes nada de mi padre.
Resopla, y ese fuego en mi pecho se mueve a mis entrañas, y lo siento
construirse y construirse hasta que mis puños tiemblan contra mis costillas.
Brett se levanta de la cama y comienza a arrancar las cartas de la manzana.
―Sé que se enteró de que su esposa jodía con alguien más, y en lugar de
mandarla a empacar, le rogó que se quedara. Luego llego yo y ella elige estar
con el culo patético de tu papá, y crecí pensando que mi madre murió en la
mesa. Así que, sí... él es un idiota estúpido.
―¡Cierra tu maldita boca! ―Marcho hacia adelante, poniendo mi cara en
la suya. Él no se inmuta ni se mueve, ni siquiera parece asustado, y eso aviva el
furioso infierno debajo de mi piel―. Si no fuera por mi padre, no estarías vivo.
Se habrían librado de ti. ¡Así que cierra. Tu. Maldita. Boca!
Poderosas manos agarran mis hombros y empujan, y me tropiezo hacia
atrás antes de empujarlo lo suficientemente fuerte para que golpee un cuadro
de la pared. Se rompe, y un agudo jadeo detrás de mí detiene mi mano de
golpearse contra el estómago de Brett.
La abuela mira el cristal esparcido por el suelo, humedad cubriendo sus
pestañas. Me calmo lo suficiente como para llegar a ella, decirle que lo siento
por esta mierda. Pero se aleja de mis brazos, mirándome con la boca abierta
como si no tuviera idea de quién demonios soy.
―Abuela ―le digo, pero mi voz todavía es temblorosa, y me rodea para
llegar a su imagen, ignorándonos tanto a Brett como a mí mientras levanta el
marco roto y sale de la habitación. La sigo, pero solo llego al pasillo donde veo a
Pop-pop lanzándome dagas con la mirada.
―Pop-pop, yo…
―Limpia tu culo para la cena. ―Abre la puerta del baño―. Y nunca le
hables así a tu hermano de nuevo.
Abro la boca para discutir, pero los sollozos que se filtran desde la cocina
detienen mi voz y solo intensifican la mirada que Pop-pop me está dando.
Apretando los labios, me deslizo más allá de él y cierro la puerta del
baño. Si eso es lo que quieren, no voy a hablar con mi hermano y punto.
4
Traducido por aa.tesares
Corregido por Daniela Agrafojo

No le mentí a mamá. Soy una virgen. No sé por cuánto tiempo más,


especialmente después de esta tarde, pero si el pensamiento de que sea virgen
evitará que vuelva a hablar de sexo conmigo, bueno, entonces en lo que ella
concierne, soy virgen de por vida.
―¡Amiga! ―Kaylee, mi mejor amiga, sale de la puerta principal, coletas
rubias cayendo sobre sus hombros mientras se catapulta hacia mí. Me preparo
para no caerme y le devuelvo el abrazo―. ¿Qué estás haciendo aquí?
Mi novio se deslizó a segunda base ―o es técnicamente tercera base― y
no tengo idea de lo que eso significa para nosotros. O lo que debo hacer. O si
debo hacer algo.
Mi mente regresa a cuando la mano de Ryan estaba presionada contra mi
estómago, su boca en mi cuello y muerdo mi labio, con la esperanza de ocultar
mi gran sonrisa.
―Sólo quería decir hola ―digo, y mis labios me traicionan y se amplían
a lo largo de mi cara.
―Sí, ah-hah. No con ese brillo en la cara. ―Hace círculos con su dedo a
mí alrededor―. Totalmente tuviste sexo, ¿no?
Al menos sé que no voy a conseguir un incómodo sermón de Kaylee.
―No. Todavía no. Pero él... uh... ―¿Cómo se dice esto sin que suene tan
repugnante? Miro mis uñas de color rosa claro, buscando la forma correcta de
decirlo.
―¡Lo dejaste entrar en tus pantalones! ―grita y pongo mi mano sobre su
boca.
―Caray, Kay, no quiero que todo el vecindario lo sepa.
―Lo hiciste, ¿no? ¿Y viniste a mí? ¡Aww!
―Bueno, eres mi puta de referencia. Tengo preguntas y tú tienes todas
las respuestas.
―Debería conseguir una camisa que diga “La puta de referencia. Tienes
preguntas y yo tengo todas las respuestas”. Me encanta.
―Me aseguraré de ponerla en tu lista de Navidad para el próximo año.
―Espero que para entonces no tengas preguntas. Si no voy a tener que
hablar con Nate y que él hable con Ryan.
―No creo que sea necesario. Además, ¿podrías imaginar esa
conversación? ―levanto mis cejas e inclino la cabeza hacia ella.
―Oh hombre, sé una pieza de auto en ese piso.
―En serio.
Se ríe de esa manera contagiosa que tiene y lanza una trenza rubia sobre
su hombro.
―Así que necesitas mi experiencia, ¿eh? ¿En qué puedo ayudarte?
Me inclino más cerca. ―Creo que estoy como lista para, ya sabes, ir hasta
el final. Pero no sé cómo hacérselo saber. O lo que debo hacer.
―¡Aww! Mi amiga está creciendo. ―Su voz hace eco en la casa y rebota
por la calle.
―¿Podemos hablar de esto lejos de la intemperie?
Antes de poder decir otra palabra, toma mi muñeca y me hala hacia la
casa.
―¿A dónde vamos? ―pregunto mientras pasamos a través de la puerta
principal. Saludo con la mano a su hermana pequeña Hannah, que participa en
una danza épica de Bailar, bailar con la Revolución con su amiga y entro
tropezando al dormitorio de Kaylee.
Cierra la puerta y se da la vuelta. ―Tú hablarás. Yo escucharé. ―Entra a
su armario.
―¿Qué estás haciendo?
―Consiguiéndote un atuendo para que uses. No puedes usar eso tu
primera vez.
Mis cejas se disparan hacia arriba, mi boca cae abierta. ―¡Yo... no dije
hoy!
―Estás lista. ¿Por qué esperar? Digo que vayas a sorprenderlo. Incluso si
no lo haces hoy, puedes dejar pistas, así él dará el primer paso y te quitará la
presión.
―¿Y cómo esperas que haga eso?
Ella no dice nada. No tiene que hacerlo. Esa malvada, conspiradora
mirada destella en su rostro justo antes de que desaparezca en su armario.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, me estaciono en la casa de Ryan con
una falda verde cinco centímetros demasiado corta, y una camisa blanca de un
tamaño demasiado pequeño. Gracias a Dios Kaylee tiene pequeños pies de
Barbie y sus zapatos no me sirven. Aunque, al contemplar mi atuendo, no puso
mala cara al mirar mi Convers.
Tomo la sopa de pollo que recogí para Pop-pop. A pesar de que por las
orejas de color rojo brillante de Ryan y su cara púrpura, sé que mintió sobre
Pop-pop estando enfermo.
Todavía necesitaba una excusa para llegar de forma inesperada cuando
él había estado tratando tan duro de mantenerme alejada.
Mi mano se congela justo antes de abrir la puerta. ¿Por qué iba a tratar
de mantenerme alejada? Ryan no me miente. No lo haría. No podría.
Alejo los estúpidos pensamientos de mi cabeza y salgo del coche. Si fuera
algo grande, me lo habría dicho. Nos decimos todo. Siempre lo hemos hecho.
Siempre lo haremos. Es probable que esté planeando algo grande para mí y no
hay forma de que pueda ocultarlo.
Siempre está haciendo cosas románticas como esas. Una sonrisa se
extiende por todo mi rostro solo de pensarlo. La felicidad me atraviesa,
convenciendo a mis pies de moverse más rápido.
Necesito que envuelva sus brazos alrededor de mi cintura y me bese en
este momento. Sin más vacilación, llamo a su puerta principal.
La puerta se abre, y cuando no veo los zapatos de Pop-pop o las
pantuflas de la abuela, sostengo la sopa hacia arriba, revoloteando mis pestañas
en la forma sexy que Kaylee me enseñó.
―Bueno, hola allí, hermosa.
¿Eh? Levanto la mirada de la camisa a cuadros que sé que es de Ryan, a
la voz que sé que no es suya. Familiares ojos oscuros me miran, pero el chico al
que están atados no es familiar en absoluto.
―¿Quién…?
―Lex, ¿qué estás haciendo aquí? ―Ryan pasa al chico misterioso, sus
ojos muy abiertos.
―Traje sopa ―digo, y cuando sus ojos se estrechan hacia mí
en confusión, agrego―: Para Pop-pop.
Su mano se extiende en torno a su cuello, frotando de un lado a otro.
―Hola, soy Lexie ―digo con un saludo incómodo después de lo que
parece una eternidad. El saludo hace que la camisa se suba, y rápidamente bajo
mi brazo, tirando del material con mi mano libre. ¿Por qué diablos dejé que
Kaylee me convenciera de esto?
―Oh, mierda, ¿esta es tu novia? ―dice el chico, una sonrisa socarrona
formándose en su rostro mientras casi me desnuda con la mirada. No es que
haya dejado mucho a la imaginación―. No me dijiste que era ardiente.
Los puños de Ryan se aprietan a sus lados, sus labios se presionan en
una línea recta, y esa vena en su cabeza comienza a latir.
―Cierra la boca antes de que la cierre por ti.
―Ve por ello. ―Da un paso más cerca de Ryan, sus narices a la misma
altura. La mirada de muerte viniendo de Ryan es suficiente para saber que va a
lanzar un golpe. Pero no tengo tiempo para que estos imbéciles machistas
luchen en el suelo para demostrar quién es más fuerte. Tengo preguntas,
maldita sea.
―Lo siento ―digo con otro incómodo saludo y tiro inmediatamente del
dobladillo de mi camisa. Ambos chicos se dan la vuelta hacia mí―. ¿Quién eres
tú, exactamente?
―Brett ―alza las cejas de la misma manera arrogante que Ryan lo hace y
luego mira devolviendo la mirada mientras se inclina contra el marco de la
puerta.
Ryan se frota el cuello con más fuerza y luego se pellizca la nariz. Sus
irises oscuros se llenan con el mismo temor de cuando lo descubrí bebiendo en
nuestro viaje de último año.
―Lex, este es Brett... mi hermano.
Una millón de pensamientos se forman en mi mente, pero ninguno llega
a mis labios, se pierden en algún lugar de mi garganta. ¿Hermano? He conocido
a Ryan desde que teníamos siete años de edad, y nunca mencionó a un
hermano.
Mi mente está tan estropeada en este momento, que estoy casi tentada a
extender la mano y asegurarme de que no hay agujeros en mi cabeza.
―Puedo explicarlo ―dice Ryan y Brett, su hermano; dios va a tomar un
tiempo que pueda acostumbrarme a eso, se inclina contra la pared.
―Esto debe ser bueno.
―Cállate, idiota ―gruñe Ryan.
Ryan no gruñe. ¿Qué está pasando aquí?
Justo cuando los labios de Ryan se mueven por una explicación que está
a punto de dar, la abuela aparece entre nosotros.
―Lexie, cariño. No sabía que ibas a venir a cenar. ¿Eso es sopa?
―pregunta y toma el recipiente―. No hay suficiente para todos, pero está bien.
Hice bastante. Ven, ven. La cena de los chicos está lista. Vamos al comedor.
―La abuela envuelve su brazo de anciana a mí alrededor en un férreo control, y
me guía hacia los deliciosos aromas de especias, dejando atrás no solo a Ryan y
a Brett, sino también la explicación de Ryan.
5
Traducido por Jadasa & Idy
Corregido por Itxi

Una vez que la abuela trae el trasero de Lex a la mesa, me empuja la sopa
y murmura algunas tonterías sobre cómo no debería mentirle a mi novia, y que
lo mejor es que sea civilizado y no rompa más marcos. Mi voz se queda
atrapada en mi garganta, haciéndome balbucear una defensa de que él empezó.
Pero el abuelo coloca sus manos sobre mis hombros y me empuja en la silla
junto a Lex. Brett se desliza frente a ella, su rostro con una sonrisa estúpida que
estoy listo para golpear.
Lex se sacude en su asiento y Brett sonríe ampliamente.
—Ups. Lo siento, no quise pisarte los dedos del pie.
—E… está bien.
Lo pateo por debajo de la mesa.
—¡Mierda! —dice, frotando su espinilla.
—Lo siento —gruño, aunque no lo hago.
El abuelo tiene su lugar en la cabecera de la mesa. —Eres malditamente
afortunado de que May no esté aquí. Lenguaje de mierda como ese no se
perm…
—¡Jack!
Brett sofoca su risa mientras la abuela golpea con una espátula al abuelo.
Lex está demasiado ocupada lanzándome preguntas con sus ojos, y estoy
demasiado ocupado considerando coger mi tenedor y clavarlo en la mano de
Brett para quitarle la sonrisa. La abuela se sienta en el otro extremo de la mesa,
mirando fijamente al abuelo.
—Ahora di una oración y pide perdón por tu alma.
Lex une sus manos, sacudiendo la cabeza mientras cierra los ojos.
Maldición. ¿Cuánto tengo que aguantar para salir de esta?
El abuelo sonríe, sin darse cuenta de toda la tensión en el aire, y cierra de
golpe sus ojos.
—Querido Señor, gracias por esta comida y bendícenos para que no
envenenemos nuestros cuerpos. Solo el cielo sabe lo que May ha cocinado, y nos
gustaría quedarnos en la tierra y desatar un pequeño infierno antes de ir al más
allá. Amén.
Un eco de “amén” suena encima de la mesa, seguida de las risitas de Lex
y una cuchara lanzada a la cabeza del abuelo.
—Entonces, Ryan, um —dice la abuela, moviendo sus dedos hacia mi
plato—. ¿Ya tienes algunos detalles sobre el viaje de vacaciones de primavera?
Supongo que vamos a ignorar la pelea que tuvimos Brett y yo, la que
parece que voy a tener con Lex, y simplemente charlar ahí como si un kilo de
mierda no estuviera volando sobre nuestras cabezas a punto de golpear el
ventilador del techo.
—El coche de Nate y de Kaylee está lleno —contesta Lex, forzando su
voz a un tono cortés—. Así que, creo que, si Ryan puede conseguir que el
Lincoln funcione, tomaremos ese y Nate y Kaylee el auto de Nate.
—¿En dónde queda la casa de la playa? —pregunta la abuela antes de
entregarme mi plato y coger el de Brett.
—Está a diecinueve horas en coche. —Lex me mira—. Pero vamos a
turnarnos, ¿verdad?
Asiento, intentando sonreírle a mi novia ya que finalmente me mira sin
fulminarme con su mirada.
—Nate reservó una habitación de hotel en St. George.
—Y su hermano, Nick… ¿estará en la casa de la playa todo el tiempo? —
interviene el abuelo con la boca llena.
—Sí. —El hermano de Nate estará ahí, pero si los abuelos sabrían que
Nick muy probablemente estará inmerso en fiestas y solo se presentará cuando
no estuviera encerrado en su dormitorio con alguna chica de la playa al azar,
probablemente pegarían mi trasero a la línea del estado de Colorado por toda la
semana.
—¿Y ustedes dos no compartirán una habitación?
Oh mierda. Mis orejas arden, y puedo sentir la cicatriz en mi ceja con un
tic. Comienzo a toser un pedazo de lechuga que se desvía en mi garganta.
Lex mira por encima de mi brazo mientras golpea mi pecho y me salva.
—Nop. Kaylee es una compañera de cuarto mucho más limpia que Ryan.
La salida me golpea ligeramente y, por un momento creo, bueno mierda,
puede que realmente quiera decir eso. Su mirada se encuentra con la mía y
tenemos una conversación silenciosa, labios retorciéndose y cejas arqueadas.
Básicamente, si no le digo qué diablos está pasando, podría estar durmiendo
junto a Nate.
—Mmm —dice el abuelo, y Brett se ríe disimuladamente. La primera vez
que ha participado en alguna parte de la conversación.
—El viaje es en un mes, ¿no, cariño? —pregunta la abuela.
—Sí. —Deseo que mis orejas dejen de arder. Pero es Lex esta vez quien se
ahoga con su ensalada.
—¿Estás bien? —pregunto, frotando su espalda.
Asiente, forzándose a tragar su comida. —Lo siento... simplemente no
me di cuenta de que era tan pronto.
Brett se inclina hacia adelante, entregándole su agua, y quiero alejar su
mano de un golpe. No hablas mierda sobre mi familia y luego intentas ser
amistoso con mi novia. Pero Lex lo coge y toma un gran trago. Sus ojos regresan
a su comida, y apuñala otro trozo de lechuga, pero no la coloca en su boca.
—Em… Lex. ¿Seguro que estás bien? —pregunto de nuevo.
Levanta su mirada, y todos tienen la misma expresión infernal de
confusión que estoy seguro que yo también tengo.
—Sí, solo estaba… contando. —Se ruborizan sus mejillas, y vuelve a
jugar con su comida. Levanto mi mirada hacia el abuelo quien se encoge de
hombros.
Pero es la abuela quien parece comprender con lo que sea que está
lidiando mi novia, porque sus mejillas también se ruborizan.
—El próximo mes —murmura la abuela a través de su boca enrojecida—.
Brett, ¿cuáles son tus planes para las vacaciones de primavera?
Brett se frota la parte trasera de su cabeza y murmura algo en la mesa. La
abuela se inclina, pero permanezco sentado en mi asiento. Me importa una
mierda lo que está planeando, siempre y cuando logre estar lo más lejos posible
de él.
—Lo siento, ¿dijiste Las Vegas? —pregunta la abuela, luego asiente hacia
mí—. Conducirás hacia allí, ¿no? —Su ensalada se desliza través de su boca y
sacude su cabeza—. Si quieres volver a casa para las vacaciones, no vayas solo.
Quizás deberías ir con ellos.
Brett se mueve en su asiento, y estoy tratando de salir con una excusa
para dejarlo aquí, pero se me adelanta.
—Solo bromeaba. —Hace girar las tostadas de su plato—. No tengo
ningún plan.
La abuela se da la vuelta hacia el abuelo y comienzan a tener una
conversación silenciosa similar a la que tenía con Lex. Lex baja su tenedor y
acaricia mis nudillos. Guau… ¿cuándo comencé a agarrar el mantel?
El abuelo toma un trago, entonces asiente hacia Brett. —De todos modos,
deberías ir con ellos. Probablemente será mucho más divertido que pasar el rato
con nosotros los viejos.
Se refuerza mi agarre sobre el mantel haciendo que Lex apriete sus dedos
sobre los míos.
¿Quiere qué?
Brett se toma unos segundos para responder, mirándome. Sacudo mi
cabeza porque infiernos no, va a arruinar este viaje.
—Eso suena bien. —Me mira con una enorme sonrisa, mientras mi boca
se frunce en las esquinas y mis manos se cierran en puños con tanta fuerza en el
mantel que el plato de Brett comienza a moverse lentamente en mi dirección.
—¡Genial! —dice la abuela—. Llamaré a los padres de Nate y verificaré si
están bien con eso. ¿Estás de acuerdo, Ryan?
No. Infiernos, claro que no. Pero la mirada que recibo de la abuela dice que
si digo “lo pensaré”, tampoco iré. Y una mierda, eso mataría a Lex. Ha estado
esperando este viaje desde que lo planeamos en febrero. Una oportunidad para
“aprovechar una cama extra grande”. Infiernos, yo también quiero eso.
Sin responder, me pongo de pie, la silla raspando el suelo de madera, y
salgo corriendo de la habitación. Estiro mi cabello, aguantando las ganas de
golpear algo. Estoy a mitad de camino por el pasillo a mi habitación antes de
que recuerde… dejé a Lex.
Me doy la vuelta rápidamente, y termino chocando con ella.
—Lo siento —decimos ambos, luego se ríe… solo un poco. Sus brazos se
envuelven alrededor de mi torso. Mis cejas se arquean de golpe.
—¿Estás molesta? —pregunto.
—Oh, estoy enojada. —Aprieta sus brazos a mí alrededor—. Así que
hablemos antes de que cambie de opinión sobre qué tan enojada estoy.
Sabía que vendría esta conversación, pero no estoy listo para tenerla. Me
pican los ojos, y los aprieto de nuevo.
—Lo lamento —digo, y le cuento todo. La aventura. El casi aborto. Pero
cuando llego a lo de tener una conversación de verdad con él, mi voz se
entrecorta. Odio que diga esas cosas sobre mi padre, y no quiero repetir las
palabras. Nunca. Paso mis manos sobre su espalda y suspiro—: Debería
habértelo dicho. Ni siquiera sabía que tenía un hermano… medio hermano…
hasta que apareció el otro día.
—Deberías habérmelo contado. Creo que soy bastante buena en hacerte
sentir mejor. —Sonríe contra mí, sus labios tirando de mi camisa—. Sin
embargo, él no parece tan malo.
—Tampoco creo que lo sea, pero… simplemente no creo que nos
llevemos bien.
—Han pasado dos días. —Se ríe y acaricia mi nariz con la suya—. ¿Te
gusté en dos días?
—Infiernos, claro que sí —digo, finalmente sintiendo una verdadera
sonrisa en mis labios.
—Bueno, me tomó una eternidad que me gustaras —bromea, y meto un
mechón de cabello castaño detrás de su oreja y la beso. Me pregunto si sabe
cuán malditamente perfecta es. Siempre será primero mi mejor amiga.
Su lengua se desliza dentro de mi boca, seguida de un largo gemido y mi
mente borra la noche. La agarro de su cuello, empujándola contra la pared, y
fuerzo nuestro ritmo a uno de necesidad desesperada. Ni siquiera recuerdo por
qué infiernos me hallaba molesto…
—¡Guau! Consigan una habitación, ¿sí?
Siento el rostro de Lex ruborizarse mientras se aleja de mí. ¿Cómo logré
meter mi mano en su blusa? ¿Cómo la suya terminó en mi bolsillo trasero?
Coloca un metro de distancia entre nosotros, mirando fijamente el suelo.
—Yo… voy a irme.
—No te vayas por mi culpa. —Brett sonríe y bloquea su camino—. No
culpo al hermano mayor por meter mano.
La examina, mirando las piernas largas y sensuales de Lex que se ven
desde su minifalda. No puedo creer que no hiciera eso primero, porque
maldición, se ve increíble. Siempre se ve increíble, pero parece que, no sé, ¿se
arregló para la sopa?
Pero ese atuendo es para mí, maldición.
—Um, gracias… supongo. —Lex agarra mi mano y me lleva con ella
hacia la puerta. Brett le da un golpe a mi hombro con el suyo cuando lo paso, y
si Lex no tendría un agarre de muerte sobre mis dedos, lo habría golpeado.
Salgo con ella al porche, esperando tener un poco de intimidad, aunque
sé que los abuelos están observando desde la ventana.
—Lamento eso.
Se encoge de hombros.
—Tiene que, ¿quince?
—Dieciséis.
—Chicos excitados. Eras igual.
Me río, permitiéndome disfrutar de ella y no patear el trasero de mi
hermano por mirar a mi novia. Inclinándome, musito en su oído—: Sigo siendo
de esa manera.
Sus mejillas se ruborizan, y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello.
—Ve a tu habitación al segundo que me vaya.
—¿Qué?
Me libera, un brillo sexy en sus ojos. —Simplemente hazlo.
Está bien…
Antes que dé incluso dos pasos dentro de la casa, Brett asoma su cabeza
desde su habitación. —Sabes, ¿las vacaciones de primavera contigo? Prefiero
envenenarme. Pero si ella viene… quizás valga la pena.
Cierra su puerta de golpe justo cuando llego ahí, listo para golpear su
rostro con mi puño. En vez de eso, hago un agujero en la pared.
—¡Ryan!
La abuela se ve medio enojada, medio aterrorizada cuando ve el nuevo
diseño añadí a su casa. Mis nudillos están rojos, no sangrando, pero magullados
como el infierno. El abuelo me mira fijamente, boquiabierto.
—A tu habitación. Ahora.
En toda mi vida, he estado dos veces castigado. Ni una sola vez por mis
abuelos. Pero ahora mismo, preferiría encerrarme en mi habitación que lidiar
con cualquiera de ellos.
—¡Ryan! —gruñe el abuelo cuando abro mi puerta de golpe—. Reparas
eso para mañana. Además de ese marco de foto que rompiste.
Asiento una vez y cierro con un portazo. Temblando e incapaz de
controlar nada, arrojo al suelo toda la porquería de mi escritorio, entonces
camino de un lado para el otro, pasando mis manos por mi cabello. Ellos no lo
entienden. Creen que tener un hermano es lo mejor del mundo. —¡Finalmente,
la familia! —Mierda. Si no fuera un imbécil, tal vez sería mejor. Pero entonces,
quizás no. Irrumpe aquí creyendo que su vida es una mierda y que la mía es
mucho mejor porque su mamá lo dejó por mí.
Bueno, ella también me dejó.
Un golpecito hace eco a través de mi habitación. Ah, infiernos. Me olvidé
de Lex. ¿Cómo podría olvidarme de Lex… otra vez?
Abro las persianas y ahí está, con una enorme sonrisa malvada en su
rostro sonrojado. Golpea mi ventana de nuevo, y la deslizo hacia arriba,
agarrando su cara mientras se tropieza entre mis brazos. Sé que tiene algo que
decir. Sobre mi hermano, el viaje o la cena, pero no quiero nada de eso. No
puedo lidiar con eso. Solo la quiero a ella. Necesito que lo borre de mi mente,
así que es como si nunca hubiera sucedido, como lo hizo antes. Funcionó de
maravilla.
Con nuestros labios presionados, mi mente se centra en ella y solo ella.
La manera en que su lengua se mueve contra la mía, la forma en que sus dedos
estiran mi cuello, la manera en que se curva contra mí como si lo único que
evita que se caiga soy yo. Me gusta eso. Ser el único que la mantiene en pie.
Porque seguro como el infierno que es esa persona para mí.
—Ryan —musita contra mis labios cuando rompemos el beso para
respirar. Es como lo dijo en su dormitorio, y todo mi cuerpo reacciona. No
quiero extender mi mano hacia abajo y ajustarme, ya que no es exactamente
fácil, pero la cremallera de mis pantalones me está matando.
Me muevo de nuevo hacia sus labios, pero me bloquea con su mano.
—¿Estás bien? —pregunto, esperando que lo esté, porque mi mente
borró completamente todo, excepto ella. Y me gusta. Podría ahogarme en ella y
vivir ahí para siempre.
Asiente, una sonrisa tímida aparece lentamente.
Paso mi mano por su brazo. —Entonces, ¿qué pasa?
—Yo… quería intentar algo. Pero solo si estás bien con ello.
Arqueo mi ceja de golpe, y le doy mi sonrisa arrogante. —¿Cómo qué?
—Algo que no hemos hecho antes. —Su voz se entrecorta, y no me mira
a los ojos. El calor de su cara empaña el mío cuando balbucea su siguiente
pregunta—. Me amas, ¿verdad?
—Por supuesto, tonta. —Genial. He bromeado porque no tengo ni idea
de lo que está pensando. Y si piensa en el sexo, no tengo nada. Quiero decir,
absolutamente nada de protección. Quizás bolsas de sándwiches.
Desciendo a muy enojado. No es exactamente lo mejor, para la primera
vez, no lo creo.
—También te amo —susurra, luego sus dedos temblorosos desabrochan
el botón de mis jeans. Cuando llega a la cremallera, digo rápidamente lo único
que pasa por mi cerebro antes de que pierda la capacidad de usarlo.
—No tengo protección, Lex.
Se ríe, y me hace sentir peor por no estar preparado. —No lo
necesitamos.
Um, ¿eh? Está aflojando mis vaqueros. No estoy leyéndolo mal, ¿verdad?
Se ríe de nuevo, dándome esa hermosa sonrisa con dos hoyuelos. Y con
esa sonrisa, esa repentina confianza, estoy de vuelta en la cabaña con ella en
nuestro viaje de grado. Ella sacando mi camisa y diciéndole a mi culo borracho
que me quiere.
—Ry, pareces incómodo.
Bueno, tiene toda la razón en eso. Pero ahora, con la bragueta abierta, no
es tan malo.
Su cara se pone un poco rosa mientras me empuja a la cama. Me apoyo
contra la cabecera, mi polla tan enorme que podría armar el Cirque du Soleil.
Estoy estirando los calzoncillos bóxer a su límite.
Lex alza su sexy falda verde antes de montar a horcajadas mis caderas.
No sé qué pasa con mi cerebro cuando asienta su suave piel sobre mí. Estoy
bastante seguro de que no hay nada allí ahora. Estoy un poco mareado, ya que
la mayoría de mi suministro de sangre se está disparando hacia abajo.
Y luego hacia arriba, supongo.
—¿Estás bien? —inhala, inclinándose más cerca de mi boca.
—Infiernos, sí. —Ya que el cerebro en mi cabeza no funciona, estoy
culpando de todo lo que digo en voz alta a la pérdida de actividad cerebral.
Se ríe, rastrillando sus largas uñas por mi pelo. —Me gustó lo que hiciste
por mí. Quiero decir, realmente me gustó. No he dejado de pensar en ello.
Eso es sólo la cosa más sexy que he oído nunca. Seguido por la cosa más
sexy que he sentido nunca. Empieza a mover sus caderas hacia atrás y hacia
adelante, sosteniéndose en mis hombros por apoyo. Si estaba pensando en mi
hermano, en el viaje, y las ganas de golpearlo de mi cabeza… mierda, estoy
seguro de que escogí la manera correcta de hacerlo.
—Yo también —me las arreglo para liberar. Creo que está demasiado
metida en los movimientos para notar que estoy mintiendo. Honestamente no
había pensado en lo que pasó con Lex antes. Mi mente ha estado ahogada con…
ah infiernos, ella se siente tan… bien.
Y ahora aquí sentado con ella encima de mí, con sus delgadas bragas y
mis desgastados bóxers las únicas cosas entre nosotros, no sé cómo pude haber
pensado en algo más.

—Guau. —Es todo lo que puedo decir. O gruñir. Lex se acurruca contra
mi costado, respirando caliente y pesado contra mi cuello. Su camisa está
cayendo de su hombro. Aparto su cabello castaño, luego deslizo la camisa de
vuelta a su lugar.
Presiona un beso en mi manzana de Adán. —Lo diré.
—Te amo.
—También te amo.
Permanecimos quietos mientras mi flujo sanguíneo se desborda de
regreso al resto de mi cuerpo. Cuando lo hace, todo lo que pasó en la cena se
filtra de nuevo en mi cabeza. Aunque estoy feliz, me estoy poniendo más y más
enojado a medida que mi mente empieza a trabajar de nuevo.
No estoy seguro de lo que estaba pensando, pero ahora siento como que
podría haber estado utilizando a Lex. Sí, ella fue quien lo inició, pero todo lo
que podía pensar era en que es una buena goma de borrar. Se merece algo
mejor. Merece ser tocada así porque la amo. No porque quiero olvidar.
Tal vez debería haberla detenido.
No espera. Ella lo quería. Yo lo quería. Nos amamos, y no es como si no
lo disfrutara. Fue perfecto para nosotros en este momento. Durante unos
minutos, me sentí mejor. Me sentí increíble. No había nada más que Lex, yo y
nuestro amor.
No estaba mal.
Entonces, ¿por qué me siento culpable como el infierno?
6
Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Jane’

Es una puerta. Una puerta blanca aburrida que podría necesitar un


arreglo, como mi esmalte de uñas color “Pink Before You Leap”, pero no
obstante es una puerta. ¿Por qué la idea de caminar a través de ella es la cosa
más aterradora del mundo?
—¿Que esperas? Vamos. —Kaylee rebota en frente de mí, agarra mi
brazo y empuja la puerta. Se desliza a la derecha mientras que voy detrás de
ella con ojos saltones y orejas rojas. Demasiado para tratar de mezclarme.
La puerta se cierra, atrapándonos en una pequeña área de recepción. Mi
corazón se acelera y mi mano se acerca al anillo en mi dedo.
Giro. Giro. Giro.
Miro el anillo que Ryan me dio. Nunca pensé que me quitaría el de mi
padre, pero con Ryan no necesito esperar a un hombre para recordar que una
vez me amó. Porque tengo uno que ya lo hace.
La piedra marrón ámbar es lo más parecido a los ojos de Ryan, y es la
comodidad que estoy buscando.
Hago esto por mí. Por él. Por nosotros.
—¿Puedo ayudarle? —pregunta la mujer corpulenta con pelo arreglado
detrás de la ventana corrediza de cristal.
Abro la boca para hablar, pero antes de que pueda decir un sonido,
Kaylee lo hace. Coletas rubias se balancean mientras me señala con un pulgar.
—Está lista para tener relaciones sexuales, pero no quiere quedarse
embarazada.
No hay palabras, pero sale una tonelada de sonidos. Me arden las
mejillas. Creo que mis ojos simplemente se salieron de sus cuencas y cayeron en
la sala de espera.
—¿Ha estado aquí antes? —pregunta la mujer.
—Nop. Es virgen en esa categoría también —anuncia Kaylee.
Le doy un buen golpe en el trasero y la empujo.
La mujer me entrega un portapapeles con un montón de hojas. Apunta a
la parte superior con una uña acrílica roja. —Llena la primera página, lee y
firma en la segunda. Llena la tercera página. ¿Tienes seguro?
Niego.
—Está bien, luego rellena la cuarta página y después firma la quinta.
Puedes ir a sentarte en la sala de espera, y cuando hayas terminado, tráelo de
regreso.
La sala de espera es aterradora, peor que la pequeña claustrofóbica zona
de recepción. Al menos allí, estábamos sólo Kaylee y yo Hay un montón
de gente aquí. Bueno tal vez no un montón. Veo seis pares de zapatos. Estoy
demasiado avergonzada como para mirar hacia arriba. ¿Que si conozco una de
esas caras? ¡Qué humillante sería eso! Supongo que no tanto, ya que estarían
aquí para lo mismo o incluso peor. ¿Alguno con ETS? Aun así, es incómodo.
—¡Tenemos dos asientos libres por aquí! —grita Kaylee a través del
cuarto, y juro que está usando un megáfono.
Empiezo a pensar que traerla fue una mala idea. Ryan habría sostenido
mi mano, dejado esconder mi cabeza en su pecho, pero Pop-pop le obligó a ir a
pescar con su hermano. A Ryan ni siquiera le gusta pescar. No come pescado,
por lo que básicamente está matándolos por diversión. Matar a los peces no es
su idea de diversión. Y lidiar con su perdido hermano mayor... no es realmente
un paseo por el parque tampoco. Además, no le dije exactamente que decidí
utilizar la píldora.
Me dirijo hacia Kaylee, mi cabeza baja haciendo mi mejor esfuerzo para
evitar el contacto visual con las otras seis personas. La silla es dura, como si
toda esta situación no fuera lo bastante incómoda. El culo de Kaylee se menea
mientras yo acepto la dureza.
Primera página, primera pregunta. Nombre. Es bastante fácil. Alexis
Boggs. Segunda. Dirección. ¿Por qué necesitan mi dirección? ¿Van a enviarme
algo? ¿Iban a enviar por correo? No quiero que mi mamá sepa que estoy aquí. O
que vine aquí. Nunca.
—¿Por qué no estás escribiendo? —Kaylee golpetea el papel con la uña
que acaba de pintarse con mi esmalte “On The Same Page”.
Volteo mi cabeza. —¿Por qué quieren mi dirección?
—Para sus archivos. No te preocupes, no te enviarán nada. Mira. —Ella
apunta a la siguiente línea.
¿Cómo le gustaría que le notifiquen? ¿Un sobre dirigido con toda la
información? ¿Un sobre en blanco con toda la información en el interior? ¿Un
sobre en blanco con un trozo de papel con una estrella? Si recibe la estrella,
debe comunicarse con la oficina inmediatamente.
—Ves. Incluso si te mandan algo en el correo, y tu madre lo abre, no
tendrá idea de lo que significa la estrella.
—¿Por qué me enviarían algo?
—Si tienes una ETS o cáncer.
¿Cáncer? —¿Qué?
—Deberías ver tu cara ahora mismo. En serio me gustaría tener una
cámara. Lex, sólo tienes que rellenar el papeleo. Parece realmente aterrador,
pero no lo es. Confía en mí. —Toma mi mano entre las suyas y le da un apretón.
Kaylee podría ser ruidosa, alegre y vergonzosa, pero es la mejor amiga que
tengo. La más genial.
Su apretón es exactamente lo que necesito. Termino de llenar los
formularios y se lo regreso a la señora de la ventana. En mi camino de vuelta a
mi silla, incluso miro a la gente en la sala de espera.
Una chica de mi edad, que no conozco, gracias a Dios, cuyas manos
parecen inquietas. Otra chica descansa su cabeza sobre el hombro de su novio.
Una adolescente embarazada se sienta con su madre al otro lado de Kaylee, y
un chico se sienta solo encorvado en su asiento, con la cabeza apoyada en sus
manos mientras sus dedos golpetean su rostro.
Todos son completamente diferentes, pero tienen una cosa en común. Se
ven tan asustados como yo. Es un poco tranquilizador. Como si, a pesar de que
no conociera a esta gente, estuviéramos en esto juntos.
La puerta se abre, y me preparo para que llamen mi nombre, pero una
chica sale y con una gran sonrisa, sacude su cabeza hacia el muchacho. Sus
hombros se desploman con alivio, y salta, tomándola en sus brazos.
Teniendo en cuenta que no se veían de más de dieciséis años, supongo
que no está embarazada.
—Entonces, ¿cómo maneja Ryan lo de su hermano?
Dirijo mi atención a Kaylee. —Está bien, supongo. No ha dicho realmente
mucho al respecto. No es que haya intentado sacarle información. Me gustaría
que hablara conmigo.
Kaylee me da palmaditas en la rodilla. —Es mucho para asimilar. Va a
hablar cuando esté listo.
—Eso espero. Siempre nos hemos dicho todo, y el hecho de que no haya
venido a mí... —Bajo la mirada a mis uñas—. Simplemente me molesta.
Pone su brazo alrededor mío y me acerca. —Sólo dale tiempo. —Apoyo
la cabeza en su hombro, y besa mi pelo—. Todo irá bien. Están hechos el uno
para el otro. Además, cuando tenga una probada de ti, ese chico nunca te
dejará.
Golpeo su brazo, y ambas nos reímos. Dejamos de reírnos cuando la
puerta se abre de nuevo y la enfermera se asoma.
—¿Alexis?
—Buena suerte. —Kaylee me guiña el ojo—. Estaré aquí cuando regreses.
La enfermera me da una sonrisa mientras poco a poco atravieso la
puerta.
—¿Tienes que usar el baño antes de empezar?
Esa es una pregunta extraña. Tal vez debería ir. ¿Por qué más me lo
preguntaría? Quizás esto vaya a tomar un tiempo.
—Sí, eso estaría bien.
—El cuarto de baño está en el pasillo a la derecha. Cuando termines, ve a
la derecha a esa sala. —Apunta hacia la puerta detrás de ella. Me asomo y veo
los gabinetes de arriba, un lavabo y una mesa de examen con papel en él. Igual
que el consultorio de un médico normal. No hay problema. Puedo hacerlo.
Voy al baño, asegurándome de no tocar nada. Si la gente viene aquí con
enfermedades de transmisión sexual, no me quiero contagiar de nada. Termino
y me dirijo a la sala que la enfermera señaló.
Carteles de las partes del cuerpo están pegados en las paredes. Folletos
sobre la clamidia y el SIDA están pegados un tablón de anuncios en la parte
frontal de la mesa. Justo lo que quiero ver.
Me volteo sólo para encontrarme con una imagen ampliada, al menos
espero que sea ampliada, del funcionamiento interno de un pene. ¿Qué…?
—Alexis —dice la enfermera cuando entro—. Voy a tomar tu presión
arterial. Hacerte algunas preguntas, y luego empezaremos.
—Está bien.
Envuelve la cosita de la presión arterial alrededor de mi brazo y empieza
a bombear. —Tu presión arterial es buena. Ahora, respira hondo —dice
mientras pone la fría cosa redonda en mi espalda.
—¿Cuándo fue tu último período?
—Uh... Hace dos semanas.
—Estás aquí para las píldoras. ¿Eres sexualmente activa?
¿Nada de vamos a conocernos mejor? Solo de frente al grano, ¿eh?
—No. No actualmente.
—Pero estás pensando serlo.
Esto es algo personal. ¿Realmente necesita saber estas cosas?
—Sí —murmuro.
—¿Has sido previamente sexualmente activa?
—No.
—¿Quieres hablar sobre otras opciones? ¿Condones? ¿Diafragma?
¿Abstinencia?
—No. Estoy bien. —Si tengo dudas, simplemente se las voy a preguntar
a Kaylee. Estoy segura que ella interrogó hasta el cansancio a estas personas la
primera vez que estuvo aquí.
—Está bien. Ahora, si puedes proceder y desvestirte de la cintura para
abajo y luego ponerte esto a tu alrededor. —Sostiene lo que parece ser un gran
trozo de papel doblado—. Y si puedes, desengancha el sostén.
Kaylee no me contó esto. —B…Bien —tartamudeo.
—El médico llegara dentro de poco. —La enfermera se va, y me
desabrocho los pantalones. ¿Cómo sé que nadie va a venir hacia acá? Tiro de la
cortina y me escondo detrás de ella mientras me saco la ropa interior. Tomo la
pieza de gran tamaño de papel doblado y la envuelvo alrededor de mi cintura y
rápidamente caigo sobre la mesa.
El papel sobre la mesa cruje mientras me siento, y me inclino de mejilla a
mejilla para evitar que se pegue.
Oh sujetador. Duh. Me estiro y desabrocho los ganchos, y espero. Y
espero. Y espero. ¿Ese pene se está haciendo cada vez más grande? Han pasado
diez horas. Al menos. ¿En dónde diablos esta este médico? ¿Sabe que estoy
sentada aquí? Tal vez debería echar un vistazo y recordarles que estoy aquí.
Con mi suerte, el papel que me cubre se caerá y estaré expuesta a toda la
oficina. Voy a esperar. Y esperar. Y esperar.
Realmente no necesito la píldora. Hay otras opciones, así que no tengo
que estar aquí. Estoy segura de que Ryan tiene condones. Quiero decir, no es
por ser muy cuidadoso, pero, ¿cuántas personas han quedado embarazadas por
un mal funcionamiento del condón? Estaremos bien.
La espera me está matando. Me voy. Estoy a punto de levantarme
cuando hay un golpe en la puerta y luego la doctora entra. No es como si
llegara elegantemente tarde. No se puede hacer mucho con una bata blanca y
pantalones blancos, aunque sus uñas son tan aburridas. Pero supongo que está
sacrificando el color por ser estéril.
—Alexis. Soy la doctora Bradford.
—Hola —le digo con un torpe saludo.
—Lamento la demora. Estaba atendiendo a otro paciente, y nuestro otro
médico tiene gripe, así que ha sido una pesadilla. Pero eso no es excusa. ¿Estás
bien? ¿Necesitas algo?
—Estoy lista para acabar con esto.
—Trataré de hacerlo lo más cómodo posible. Si pudieras descansar sobre
la mesa, podemos empezar y salir de aquí en un santiamén.
Hago lo que dice. Y antes de darme cuenta, su mano levanta mi camisa.
Fue hace solo un par de meses que dejé a Ryan llegar a esta base, y ella
simplemente lo hace. Siento como si debiera haberme comprado la cena
primero.
—Deberías hacer controles independientes. Solo comienza en el centro y
toca alrededor. Busca cualquier tipo de bulto. Aun del tamaño de un guisante.
—Se mueve a lo siguiente antes de sacar sus manos y caminar de vuelta al
mostrador—. Si pudieras poner tus piernas en los estribos. —Me deslizo hacia
abajo y pongo mis pies en ellos—. Ahora voy a lubricar esto para que se deslice
con facilidad. —Ella sostiene un artefacto de metal.
¿Deslizarse con facilidad? ¿Dónde diablos planea ponerlo?
—Una vez adentro… —Se desliza sobre en una silla frente a mi piernas
abiertas—… sentirás un poco de presión. Esto sólo me hará más fácil saber que
todo está bien. Si pudieras extender tus piernas.
Espera, ¿en dónde va a ir eso?
Una hora más tarde me estaciono en mi casa y salgo del auto, mis piernas
separadas ya que estoy bastante segura de que la doctora Bradford utilizo un
tubo entero de lubricante, y ahora chorrea en mi ropa interior.
Cuanto más rápido me saque estas cosas, mejor. Ando por el pasillo. La
puerta del baño está cerrada, el agua corriendo. Le doy crédito a mamá. Trata
de fingir que todo está bien. Pero no es así. Los retiros están matándola. La
razón por la que recayó, en dos ocasiones, pero la segunda vez fue sólo por una
semana. Roger la sacó las dos veces. Ese primer día que entré en mi sala y lo vi,
no quise tener nada que ver con él. Pero ese día, cuando vino a ayudarla, me
lancé a sus brazos y lloré.
Toco. Es obvio que no quiere que sepa, pero no voy a dejar que pase por
esto sola.
No lo haré. Con ropa interior pegajosa y todo.
Miro a mi Pink Before You Leap como si mi esmalte de uñas me fuera a dar
la fuerza que necesito para ver lo que hay al otro lado de la puerta. ¿Cuál es mi
problema con las puertas hoy?
—¿Mamá? —digo y toco de nuevo, abriendo una rendija de la puerta.
—Un minuto —dice, agarrando una toalla para limpiar su boca. Es
demasiado tarde. El contenido en el inodoro me está mirando.
Sus mejillas enrojecen, aunque no sé por qué está avergonzada. ¿Es que
no se acuerda de haber vomitado en todo mi bolso hace un par de meses? Por lo
menos ahora tiene el sentido de ir al baño.
—No tienes que hacerlo sola, lo sabes. —Me agacho y trato de no
estremecerme ante el asco que siento.
—¿Hacer qué? Yo... estoy... Limpiando el inodoro. —Pasa los dedos por
su melena recientemente rubia. Su esmalte You Only Live Twice está despintado.
Tendré que arreglarlo más tarde—. Nunca puede estar lo suficientemente
limpio.
—¿Por qué no dejas que te ayude?
—Solo es un inodoro, Lexie. Lo tengo —asiente.
—No hablo del inodoro, mamá. Hablo de ti. Y cómo esta abstinencia te
está pateando el trasero. Te escucho vomitar. Y veo tus manos temblar. Me
dijiste que ya no estabas mal. Pero lo estás. ¿Por qué no quieres que te ayude?
Cruza los brazos sobre su pecho, y ahora que está sobria, están cubiertos
por material más que suficiente. De alguna manera, recuperar la sobriedad
cambió su apariencia de Barbie barata. Se aleja de mí, una lágrima cayendo por
un lado de su mejilla.
—¿No crees que me has ayudado bastante?
No necesita dar más detalles. Todas las veces que la recogí entre los
cubos de basura. Todas las veces que le cambié su ropa manchada de vómito.
Todas las veces que la escuché menospreciándome y diciéndome que no era lo
suficientemente buena.
Tal vez si ayudé lo suficiente. Me hizo pasar un infierno, enviándome a
un lugar oscuro una y otra vez, y sin Ryan, no creo que hubiera podido salir
nunca. Pero lo hice. Él estuvo allí para mí. Con la espesa y delgada, pegajosa y...
empalagosa. Nunca me abandonó. Porque cuando se trata de los seres queridos,
simplemente no lo haces.
Miro a los ojos azules inyectados en sangre de mamá. —No.
Al principio parece aturdida como si la hubiera golpeado, lo cual nunca
haría, aunque he estado tentada a veces. Luego su labio se curva de esa forma
especial, y antes de poder darle el gran discurso que he planeado en mi cabeza
sobre todas las razones por las cuales debería ayudarla, sus brazos me
envuelven.
—¿Cómo soy tan afortunada? —susurra en mi pelo, su voz engrosada
por las lágrimas.
—Creo que dijiste algo acerca de una quinta parte de Jack y un asiento
trasero.
Las manos de mama se deslizan por mis brazos, y se aleja. —¿Te lo dije?
—Varias veces en realidad.
Pone su mano sobre su cara y me mira a través de sus dedos
entreabiertos. Sin estar segura de cómo proceder, me encojo de hombros, y
cuando una risa contagiosa se derrama de sus labios, no puedo evitar reír
también.
Diecisiete años ha sido mi madre, sin embargo, la quinta parte de un Jack
que bebió la noche que fui concebida, es una de las pocas cosas que realmente
puede recordar. Tenemos mucho con lo que ponernos al día.
—¿Trabajas esta noche?
—Nop. Roger me dijo que una noche libre sería beneficiosa.
—¿Vas a salir con él?
—¡No! —Juguetea con sus manos—. Quiero decir, por supuesto que no.
—Bueno. Aséate. Vamos a salir. —Tan pronto como pueda cambiarme
mi ropa interior.
7
Traducido por Liillyana
Corregido por Laurita PI

Voy a enviar a mis abuelos a una institución psiquiátrica. Han entrado en


la senilidad. O han llegado a un punto en la vida en el que simplemente no les
importa una mierda lo que piensen los demás; porque ahora son ancianos y
morirán pronto.
Solo que no son tan ancianos. Deberían preocuparse por someter a su
nieto vegetariano a pescar con su idiota medio hermano. —¡Con la experiencia,
pueden desarrollar mejor su vínculo! —Infiernos. En su lugar, mejor nos entregan
un par de guantes de boxeo. De esa manera, podemos unirnos.
He pasado todo el tiempo en el teléfono, enviándome mensajes con Nate.
En el bote, Brett, sentado junto a Pop-pop, le hace preguntas acerca de sus
“años jóvenes” y me envía miradas que dicen que no le importan una mierda
mis abuelos, y que lo hace para molestarme.
Me muevo hacia el otro extremo de la embarcación y enfrento el agua
fangosa. Mi línea de pesca se cierne sobre el borde y no la toco. Coloco mis pies
en la barandilla y presiono el teclado de mi teléfono.
Yo: ¿Cuántas camas hay en esta casa de playa? No lo recuerdo.
Nate: Cinco dormitorios. Nick reclamó el principal, pero hay otros tres
con baño adjunto. Todos conseguimos nuestro propio cagadero. *Reventón*.
Yo: Entonces, habitación para todos nosotros, ¿sí?
Nate: La compartirás con Lexie, ¿verdad?
Yo: Espero. Solo quiero a Brett tan lejos de mí como sea posible.
Nate: Ah, cierto. Hombre, lo siento. Pero hay un montón de cosas para
entretenernos. Chico, ¡no dejes que estropee las vacaciones de primavera!
Las risas de Brett y Pop-pop flotan a través del barco y cambio mi
posición en la silla. Tal vez, me zambulliré y me iré de excursión a la montaña.
Hay muchos árboles justo en frente de mí, así que, quizás me esconda detrás de
un arbusto.
Yo: Veremos cómo va eso.
Nate: Odio cambiar de tema, pero estoy enloqueciendo.
Yo: ¿Por qué?
Nate: Kaylee me acaba de enviar un texto diciendo que se encuentra en
un centro de atención ginecológica.
Yo: ...
Nate: Sí, exactamente mis pensamientos.
Yo: ¡Llámala!
Nate: Lo intenté. No responde. Tal vez está con el doctor. No lo sé. Pero
mierda...
Yo: Sí. Mierda.
Nate: ¿Qué demonios hago?
Yo: Bueno, ustedes están, ya sabes, cuidándose, ¿no?
Nate: Sí. No voy a ninguna parte sin por lo menos diez condones.
Yo: ¿Diez? Colega, ¿dónde los guardas?
Nate: Bolsillo, cartera, bolso de Kaylee.
Yo: Son unos malditos conejos.
Nate: No ayudas.
Yo: Lo siento. Tal vez, está cansada de los condones.
Nate: ?
Yo: Ya sabes, píldoras.
Nate: ¿Crees que toma la píldora?
Yo: Tal vez. Mejor esa alternativa, ¿verdad?
Nate: Infiernos, sí.
Yo: ¿Ha actuado raro?
Nate: ¿Más raro de lo normal?
Yo: *Carcajadas*. Sí.
Nate: No. Bueno… quizás. Enloqueció el otro día. Aunque, no fue nada.
Estábamos bien. Estamos bien.
Yo: ¿Cuándo? ¿Qué...?
Nate: Nada. Olvídalo. Voy a tratar de llamar de nuevo.
Yo: ¡Buena suerte!
Después de eso no pude sacarle nada más, así que le envío un texto a
Lex, esperando que esté dispuesta a hablar.
Yo: Hola, te extraño.
Nada. Pero podría estar con Kaylee, y sí... no haré un lío con eso hasta
que sepamos a ciencia cierta qué ocurre. Mi mente se desplaza a lo que pasó en
mi cama y demonios... por suerte no recurrimos a bolsas de sándwich.
Y, en un futuro cercano, no recurriremos a nada. Porque después de que
Lex se fue, me ha consumido más culpa de la que nunca he sentido. ¿Cómo
pude tratar de esa manera a la chica que amo? La utilicé como una distracción
en lugar de... bueno, estuvo mal, sin importar lo bien que se sintió.
Así que, aun cuando mi polla me grite por ello, voy a tomarlo con calma
con Lex. Pero eso es más fácil decirlo aquí sentado en un barco con Pop-pop y
Brett, que cuando ella se frota sobre mí.
—¡Ryan! ¡Conseguí que mordiera! —grita Pop-pop.
Yupi.
—Te ayudaré con eso —contesta Brett.
Llámalo mi ego o lo que sea, pero ladear mi cabeza sobre mi hombro y
ver a Brett ayudar a mi Pop-pop en este verdadero momento abuelo/nieto, agita
algo en mi interior; atravieso el barco tropezando como un idiota para
empujarlo fuera del camino.
Pero no lo hago, cuatro pasos antes de lograrlo, pierdo el equilibrio y
caigo por la borda. Es demasiado tarde para salvarme, pero antes de que mi
culo golpee el agua, tiro el teléfono en la cubierta.
El lago frío congela mis bolas. Y estoy bastante seguro de que asusté a
todos los peces. Pop-pop y Brett sofocan su risa, y de repente, el agua helada no
parece tan fría a medida que calor se desliza por mi nuca.
—Por eso es que no debes traer a un pescador vegetariano —dice Pop-
pop, agitando una mano hacia mí flotando en el agua—. Maniobra esto para
salvarlos de unos asesinos.
Es inmaduro como el infierno, pero envío una onda de agua hacia ellos,
que apenas salpica sus manos en la barandilla.
Ambos se ríen de nuevo, y me convierto en un auténtico infierno en el
agua.
—Vamos. —Pop-pop sonríe y me extiende su mano—. Te llevaremos a
casa antes de que tu abuela sufra un ataque por enfermarte antes de tu viaje.
Mi culo se congela en el barco durante el trayecto de regreso a los
muelles, y chapoteo en dirección al Lincoln sin pronunciar palabra. Pop-pop me
arroja las llaves y se sienta en la parte posterior con Brett. Como si fuera un
maldito chofer. En el espejo retrovisor, capturo el rostro de Brett; la boca
ladeada hacia arriba en la esquina y un leve encogimiento de hombros como si
fuera inocente. Casi me paso la luz roja frente a mí.
Aparcamos cerca del porche, donde la abuela se encuentra sentada en el
columpio. Nos saluda mientras ayudo a Pop-pop a salir del coche, y luego me
regaña cuando trato de cerrar la puerta en la cara de Brett.
Quiero dirigirme directo a la ducha, pero Pop-pop me detiene con su
brazo, dejando a Brett entrar en la casa primero.
—¿Qué pasa? —escupo, luego de inmediato, pido disculpas después que
la abuela me lanza una mirada.
—Tu abuela y yo tenemos que hablar contigo.
—¿No pueden esperar hasta que me seque?
Pop-pop mira a la abuela, que sacude la cabeza.
—Supongo que no, hijo. —Hace un gesto hacia la barandilla del porche
delante del columpio de la abuela. Respiro hondo y cruzo los brazos. Ni
siquiera tengo la energía suficiente para preguntarme de qué se trata, y
tampoco importa. Si me encuentro a punto de recibir otro sermón sobre ser
hospitalario, saldré corriendo de esta casa ahora mismo.
Las palabras que Brett me gritó el otro día todavía rebotan en mi cabeza.
Mis puños se aprietan. He tratado de explicar a mis abuelos por qué no me
gusta, por qué no me confío en él, pero no les podría importar menos. Seremos
agradables, porque somos “todo lo que tiene”.
Mantener la boca cerrada es lo más próximo a agradable que me pondré.
—Ryan, cariño...
Oh, mierda. Conversación incómoda empezando. Bajo la mirada a mis
pies.
—Tu viaje se acerca, y Pop-pop y yo... —La abuela se detiene cuando
Pop-pop lanza una tos muy fuerte—. Bueno, yo creo que tenemos que hablar de
esta... cosa con Alexis.
Mi mente intenta ponerse al día. La charla “hermano” era lo que
esperaba, y en su lugar obtengo la charla “novia”.
—Eh, ¿qué “cosa”?
Pop-pop bufa, luego se ahoga detrás de su mano. Antes de mirarme de
nuevo, la abuela frunce sus labios hacia él.
—Ustedes dos se están poniendo serios, ¿no?
—Nosotros ya somos serios, abuela. La amo.
Su rostro pierde color, y se frota el cuello, estirando sus arrugas. —Eh, sí
lo sabemos. Nosotros... escuchamos que ustedes dos, el otro... bueno, solo
quiero asegurarme de que sabes lo que haces.
¿Espera? ¿Oído qué? ¿De qué demonios hablan?
—Abuela...
—No hay necesidad de explicar, dulzura. Entiendo que no es como en
los viejos tiempos cuando tenía que haber un anillo en el dedo antes de la
consumación de una relación.
—¿La qué? —Dejo caer mis brazos y miro a Pop-pop en busca de ayuda,
que no me ofrece, ya que está doblado de la risa—. Abuela, espera, Lex y yo...
aún no... no es... —Ah infiernos, estoy teniendo esta conversación con mi abuela.
Después de que oyó... ¡mierda!
—No quiero saber los detalles. —Agita sus manos en frente de mí y
cierra los ojos.
—No hay ningún detalle.
—De acuerdo, eh, así está bien. Pero este viaje... no creas por un segundo
que Alexis y tú pueden engañarnos. Sabemos que compartirán la cama.
No puedo discutir eso.
—Y aunque ahora no hay detalles... —Deja escapar un suspiro derrotado
y mira a Pop-pop en busca de ayuda.
Sacude la cabeza y coloca un brazo sobre sus hombros. —Ten cuidado,
hijo. Eso es todo lo que decimos.
—Lo sé. Hemos tenido esta conversación antes.
—Antes de que tuvieras una novia. Y antes de este viaje sin supervisión.
—El hermano de Nate estará allí —murmuro como un patético intento
de conseguir que dejen el hablar de sexo.
—Sin embargo, queremos que tomes esto —dice la abuela, y me
entrega... mierda, me entrega un condón. Mis abuelos me están entregando
protección. Y no solo un condón—. Ah, y estos. —Me da un poco más, de
diferentes colores, tamaños y marcas, mientras Pop-pop se ahoga en más risas.
Ella pone tantos en mis manos, que se deslizan entre mis dedos y caen en el
porche.
—Vaya, May. ¿Cuántos crees que necesita? —dice Pop-pop a través de
sus resoplidos.
Su voz es un susurro, pero todavía puedo oírla. —Bueno, ¿cómo se
supone que voy a saber de qué tamaño es? No he visto la cosa desde que estaba
en pañales.
Es el momento de largarme del porche. Todavía empapado del lago, ya
he concluido con esta conversación.
—Gracias, abuela, pero no voy a necesitarlos. —Debido a que no lo haré.
Y porque no quiero empujarlos todos bajo su nariz, los dejé caer al porche.
Pop-pop recoge uno y lo presiona en mi mano. —¿Solo para nuestra paz
mental?
Ruedo los ojos, pero de todos modos empuño el condón, pensando que
el caucho pesa más de cuarenta kilos.
—Y aquí —dice la abuela, sacando algo más de su bolso. ¿Qué otra cosa
quiere darme?—. También, quiero que lleves esto contigo. —Golpea un grueso
libro en mi mano. La luz del atardecer hace brillar las letras de oro.
La Santa Biblia.
Ahora, no existe nada que detenga mis pies. La ducha es mi destino, y no
voy a dejar que nada me impida llegar hasta allí.

Tenía la esperanza de que el agua caliente ahogara toda la rabia que ha


latido a través mi cuerpo. En circunstancias normales, esa conversación con la
abuela y Pop-pop habría tenido que ser con mi abuelo, con la misma cantidad
de diversión y vergüenza. Pero desde que Brett apareció, no puedo evitar
sentirme todo el tiempo muy enojado.
Y me molesta estar enojado por estupideces. No soy así.
Cierro los ojos y pellizco el puente de mi nariz. Caminando en solo en
bóxers y camiseta, recorro mi habitación y juego con mi teléfono. ¿Debería
llamar a Lex? ¿Puedo molestarla con esto? ¿Tenerla por aquí sin usarla, para en
realidad hablar con ella? No sé si pueda. No quiero estar enojado. Lo que quiero
es olvidarme de todo... ella es la única que lo hace por mí.
Pero no voy a usarla. Ni siquiera voy a besarla. Solo necesito abrazarla.
Sostenerla toda la noche. Aferrarme a lo único en mi vida que no me hace
enojar.
Toco en mi pantalla y presiono el teléfono en mi oreja. Es tarde, pero
contestará, incluso si está durmiendo.
—Hola, Ry. Lo siento, no contesté tu mensaje.
Sonrío por el sonido de su voz, qué sentimental.
—No importa.
—Sin embargo, también te extraño, si cuenta varias horas más tarde.
—Lo hace.
Hombre, mi voz tiembla, y mis ojos se empañan. Odio cuando, al
sentirme abrumado, me comporto como una niña.
—¿Estás bien?
Siempre se da cuenta cuando no me siento bien; así que, por mi culo, no
miento.
—En realidad, no. ¿Puedes venir? Te necesito.
—Ry... —Suspira, y sé cómo es la mirada en su rostro. Se encuentra
tirando de su anillo, haciendo un semi puchero, y en sus grandes ojos marrones
una disculpa.
No puede.
—Lo siento, en este momento estoy con mi mamá. Tiene una mala noche.
—Oh, no pasa nada. Te veré mañana.
—No, espera, no te enfades.
—No lo hago. —Porque no estoy enfadado. No con ella.
—Ryan...
—Realmente, no pasa nada. Cuida de tu mamá. Todavía estaré aquí
mañana. —Si la abuela no me castra en mi sueño.
—Te amo.
—También te amo.
Cuelgo antes de que pueda sentirse más mal por mí. Tiene suficiente con
qué lidiar. No necesita mi mierda también.
Me tiro en la cama, pongo mi teléfono en silencio porque sé que Lex
llamará tan pronto como pueda, y espero estar profundamente dormido cuando
lo haga.
8
Traducido por Gise
Corregido por Jane’

El color vuelve a las mejillas de mamá. Es increíble lo que una


hamburguesa de Skippy Lee puede hacer por una chica. Gracioso, como solo
hace unos meses no sería atrapada ni muerta con mamá en el lugar de reunión
local, pero ya no es la borracha de la ciudad. Estoy orgullosa de ella. La gente
debería saber eso.
Sus manos todavía tiemblan, pero mantuvo la compostura cuando no
pudo evitar que su agua se derramara por los lados. Le conseguí una pajilla, y
el problema se resolvió. Todavía puedo ver la frustración tirando de las
esquinas de sus ojos. Está pasando por el infierno. Si pudiera, cambiaría de
lugar con ella. Quitaría el dolor, los temblores, la insaciable necesidad de
rendirse y volver a la botella.
Tomo la manta de la parte posterior del sofá y la pongo sobre ella.
Últimamente el único momento en donde está en paz es cuando duerme. No
voy a despertarla solo para que pueda moverse a su cama. Además, ha pasado
tantas noches en el sofá que básicamente es su cama de todas formas.
Voy de puntillas a mi habitación y cierro la puerta. No me necesita esta
noche, pero hay alguien que sí.
He conocido a Ryan lo suficiente como para detectar cualquier
descontento en su tono. Esta noche también podía haber abierto mi botella de
esmalte de uñas “Need Sunglasses” y haber pintado “Soy miserable” en la pared.
Normalmente lo dejaría pasar, iría a dormir y hablaría con él en la
mañana. Pero si fuera al revés, él estaría esperando en mi ventana a que yo
llegara a casa, listo para saltar, tomarme en sus brazos, y abrazarme hasta que
ya no quisiera ser sostenida. ¿Por qué siempre tenía que ser el chico el caballero
de brillante armadura? Yo quiero ser la princesa guerrera con una tiara
brillante.
Ha pasado un tiempo desde que salté por la ventana de mi habitación y
cuando me di cuenta de que mamá iba en serio sobre estar sobria, decidí que
mis días de escapar por la ventana habían terminado. Sin embargo me estoy
retractando, solo por esta noche.
Me pongo una de las sudaderas de Ryan que robé y que nunca
devolveré, huele demasiado bien y me queda perfecta, luego salto a mi tocador,
buscando el complemento perfecto para mi sorpresa, y me deslizo hacia la
noche fresca de primavera. Las estrellas brillan en el cielo oscuro, y me dirijo
hacia el cobertizo.
Aunque no haya montado mi bicicleta desde que obtuve mi licencia, y
Ryan arreglara el viejo auto de Roger para mí, mi casero aún la tiene guardada.
La llave está todavía bajo la maceta, la cerradura todavía está apenas fuera de
mi alcance. Me pongo de puntillas y abro la puerta a mi pasado.
Las manijas de color rosa con los adhesivos de flores que Ryan me dio
cuando teníamos doce descansan contra la pared del fondo. Me muevo más allá
de la cortadora de césped y como hice tantas noches antes, ruedo mi bicicleta
hacia afuera.
Estos últimos meses hemos estados tan enfocados en el futuro, en la
universidad y lo que está después, que nos olvidamos de todas las cosas que
nos han traído hasta este punto. Esta noche quiero que Ryan recuerde lo fácil
que era empujar toda la negatividad a un lado y solo ser feliz con el otro.
El viento sopla en mi cabello por detrás de mí mientras dirijo la bicicleta
por delante de mi auto. Nunca pensé que tendría un auto y probablemente no
lo tendría si no fuera por Roger y Ryan.
Doy vuelta en la calle y cierro mis ojos por un segundo, una sonrisa tira
tan fuerte de las comisuras de mis labios que no puedo evitar reír.
El deseo de ver a Ryan alcanzó el nivel más alto de todos los tiempos.
Pedaleo más fuerte, más rápido, y si lo acorto por la calle Stewart, estaré allí en
exactamente cinco minutos. A la izquierda en Stewart y a la derecha en Johnson
y me detengo delante de la casa de Ryan.
Salto de mi bicicleta y la llevo a lo largo del perímetro de la casa, lo
suficientemente lejos como para que las luces del detector de movimientos no
me sientan. El Lincoln está en la entrada con el capó todavía levantado. Ryan ha
estado rompiendo su lindo trasero para tener esa cosa lista para nuestro viaje.
Está oscuro y los arbustos de hortensia me ayudan a mantenerme
escondida.
Las mariposas revolotean en mi estómago cuando doy vuelta en la
esquina y veo las luces de Ryan todavía encendidas. Veinte dólares a que está
paseando en su habitación, su mano frotando la parte de atrás de su cuello.
Dejo la bicicleta y voy a hurtadillas a lo largo de su casa hasta su ventana.
Sería veinte dólares más rica si tuviera alguien con quien hacer la apuesta.
No golpeo enseguida. Hay algo en mirarlo cuando piensa que nadie lo
puede ver. No actúa. No pretende que todo está bien. La tensión en su
mandíbula es firme, las venas en sus brazos están abultadas y esa maldita mano
está excavando un agujero en su cuello. Por no mencionar que lleva puestos sus
bóxers y una camiseta y guau. Solo guau.
Se pasa las manos por el pelo, levantando su camiseta, y mis ojos
permanecen en su camino de la felicidad antes de seguir el camino a sus ojos.
No hay mentira para mí ahora. Está estresado. Si lo admite o no, es una historia
diferente. Sin embargo no espero que lo haga. Pero no estoy aquí por eso.
Ryan camina hasta el final de la habitación y cuando hace una cara,
golpeo. La tensión en su mandíbula desaparece, su mano cae de su cuello y ese
brillo que obtiene cada vez que lo tomo por sorpresa ilumina su rostro.
Doy mi habitual saludo torpe, y con mucho cuidado y silenciosamente
abre su ventana.
Acuna mis mejillas, y me gusta pensar que cuando se trata de mí no
puede resistir el contacto piel con piel. —¿Qué estás haciendo aquí?
Toma toda mi moderación evitar pasar mis manos por su pecho y
atacarlo con mis labios. —Te extrañé esta noche.
—También te extrañé. —Se inclina sobre el alféizar de la ventana y
presiona sus labios sobre los míos. Mi mente se queda en blanco, cada intención
de no hacer esto sexual vuela por la ventana y está en algún lugar junto a mi
bicicleta.
Desesperada por pasar mis manos por su pecho, me muevo más cerca de
la ventana. Mis dedos escalan su piel y se enganchan detrás de su cuello. Él me
acerca más, levantándome hasta que ya no estoy en la ventana sino en sus
brazos.
Se aparta y apoya su frente en la mía. —Lo siento. —Su aliento de menta
se siente caliente contra mi mejilla.
—¿Por qué?
—No puedo controlarme cuando estoy cerca de ti.
—¿Y te disculpas por eso? —Agarro su rostro y dirijo sus labios de vuelta
a los míos. Nos empezamos a mover hasta que estoy en la cama, Ryan encima
de mí. Sus manos recorren las curvas de mi cuerpo y un gemido bajo se me
escapa entre sus besos.
Ryan se aparta rápidamente, en sus ojos una mezcla de horror y humor.
Había gemido antes, y él nunca tenía esta reacción. Es normal, ¿verdad? Quiero
decir, solo se me escapó, no es como si estuviera tratando de actuar toda sexy.
Avergonzada, me arrastro lejos de él, apoyando mi espalda contra la
cabecera. Agarro su almohada y la abrazo.
—¿Qué haces? —pregunta, buscando la almohada.
Me encojo de hombros.
—Lex, ¿cuál es el problema?
—La manera en la que miraste cuando yo… yo… gemí.
Empieza a reírse. —Ven aquí. —Levanta su brazo, y me arrastro hacia su
calor—. Abuela y Pop-Pop como que tuvieron una conversación conmigo hoy.
—¿Sobre qué?
Sus dedos van detrás de su cuello, frotando hacia adelante y atrás,
adelante y atrás. —Sobre cómo te oyeron el otro día.
Salto de la cama. —¿Qué?
—¡Shh! Antes de que te oigan otra vez.
Me arrojo de vuelta a la cama. —Nunca podré volver a mirarlos a la cara.
Nunca. ¿Tienes alguna idea de lo embarazoso que es esto?
No responde. Está demasiado ocupado matándose de la risa y
empujando su cara en la almohada para amortiguar el sonido.
—Adelante. Ríete. No es gracioso.
Sacude la cabeza, sus ojos oscuros brillantes con lágrimas de risa. —Lo
es.
—No, no lo es.
—Ni siquiera un poco. —Extiende su pulgar y lo apunta en frente de su
cara.
—No.
Se acerca más a mí. —Un poco, poquito. —Y cuando la sonrisa llega a sus
ojos. No puedo luchar contra el tirón en mis labios.
—Está bien, tal vez un poco. —Sus brazos me engullen y presiono mi
cabeza contra su pecho—. Aun así, no seré capaz de volver a mirarlos a los ojos.
Gracioso o no, santa mierda, ¿cómo diablos no voy a sentirme incómoda
alrededor de ellos? Esto es horrible. Pero espera. No se supone que esta noche
se trate de esto. Casi se me olvida. ¿Cómo diablos casi se me olvida?
—Vístete, nos escaparemos.

Ryan me da un empujón a través de la ventana, su mano va directamente


a mi trasero, como si no fuera premeditado. Chico astuto. Una vez que sale
tomo su mano y lo halo hacia mi bicicleta.
Levanto la bicicleta, y caminamos el perímetro. Una vez afuera en la calle
y lejos de la casa, me quita las manijas.
—Como en los viejos tiempos.
—Exactamente lo que tenía en mente.
—Entonces sube. —Me levanto en las manijas y sin decir una palabra, lo
sabe. Gira la bicicleta en dirección a nuestro lugar y pedalea.
Ryan lleva la bicicleta hasta el portón que tiene un agujero lo bastante
grande como para dejarnos pasar. Se ha vuelto más difícil, ya que me ha crecido
el pecho, pero todavía quepo. Voy primero, Ryan se queda cerca, su mano
descansando en el lado de mi cadera.
Deslizo mi mano en la suya y tiro de él.
—Así que, ¿qué hay en la agenda esta noche? ¿Rueda de la fortuna?
¿Montaña rusa? ¿Autos chocones? —Su voz cae—. ¿La casa de la risa?
Le doy una palmada en el hombro. —Sabes que la casa de la risa me
asusta. Estoy pensando en autos chocones.
La mayoría de las pesadillas que tenía sobre papá abandonándome
ocurrían en un parque de diversiones, así que es curioso como uno abandonado
es nuestro lugar. Tal vez ese era mi subconsciente diciéndome que estaba bien
que papá se hubiera ido, porque no importa que tan mal se pongan las cosas,
este lugar siempre estaría aquí.
Ahora solo necesitaba mostrarle a Ryan que yo siempre estaré aquí,
incluso cuando es obvio que oculta algo detrás de su encantadora sonrisa y su
buena apariencia.
—¿Puedo pedir un paseo? —pregunto, haciendo pucheros y dando mi
mejor impresión de cachorro.
Él arruga la nariz, sus ojos oscuros se entrecierran. Sus piernas se doblan
y salto a su espalda, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y
acurrucándome en su cuello.
—¡Toro desenfrenado! —grita y sale, rebotándome arriba y abajo. Me
agarro con más fuerza, presionando mi cuerpo más cerca del suyo.
—¡Oye, espera un segundo!
Rebota una vez más y luego inclina la cabeza hacia mí. —¿Qué pasa?
—Solías hacer eso solo para que empujara mis pechos hacia ti, ¿verdad?
Sus ojos oscuros brillan. —No voy a confirmar ni negar nada.
—¡Idiota! —Le doy un manotazo en la espalda, pero no puedo estar
enojada. Ambos estallamos de risa. Se siente bien. Exactamente lo que quería.
Aquí en nuestro lugar, solo nosotros dos, dejando todos nuestros problemas por
fuera de los portones.
—Me tuviste en la zona de la amistad durante tanto tiempo que tenía que
hacer lo que podía.
—Si solo hubiera sabido que tan pervertido eras —digo contra su oído,
mordisqueando la parte inferior de su lóbulo.
Un gemido bajo retumba de sus labios y sus manos aprietan mis piernas.
Me alejo. Me estoy desviando del camino otra vez. Simplemente es difícil
resistirse a él. Vuelvo a inclinarme a una distancia segura. —Solo quiero
divertirme esta noche. Como solíamos hacer. Olvídate de todo y de todos.
Libera mis piernas, y me deja bajar. Una vez en tierra firme me gira hacia
él. —Suena perfecto. —Parece que va a inclinarse y besarme, pero en lugar de
eso se aleja.
—Tengo una sorpresa más.
—Oh. —Sus cejas se arquean—. ¿Y qué es eso?
Busco en mi bolsillo y lo saco. Cuando éramos más jóvenes, cada vez que
estaba enfadada, Ryan me compraba Fun Dip1 . Chocábamos palillos y luego
comparábamos colores de lengua. —Justo como solíamos hacerlo. —Abro el
envase y le paso un palillo. Los chocamos y los sumergimos en la polvorienta
bondad cuando una sombra se extiende entre nosotros.
—¿Tienes uno extra?
Mi cabeza se levanta. Me quedo ahí sin palabras, sin estar segura de qué
hacer o decir.
Lo intenté. Intenté mantener nuestros problemas fuera de nuestro
mundo, pero fallé. En lugar de mantenerlos afuera, dejé que el mayor problema
de Ryan entrara en el único lugar donde puede esconderse de todo.
Debí saberlo mejor. Como le decía a Ryan una y otra vez, no puedes
esconderte. Tienes que enfrentar tus problemas.
Y ahora no le queda más remedio que enfrentar el problema del cual se
escondía vigorosamente.
Brett.

9
Traducido por Mire
Corregido por *Andreina F*

Si tan solo tuviera súper poderes. Algo, cualquier cosa, para hacerme
desaparecer del lugar y llevar a Lex conmigo. La noche perfecta, justo lo que
necesitaba, completamente estropeada porque mi mamá decidió engendrar otro
niño. Mi mente corre a donde Lex y dejo bajar nuestra guardia. ¿Era ella
escalando en mi habitación? ¿Su pequeño gemido? ¿Era yo tambaleándome

1Fun Dip es un dulce que se consume lamiendo los palillos y usando el palillo humedecido
para recoger parte del azúcar.
fuera de la habitación y cerrando la ventana un poco más fuerte de lo que
pretendía?
¿Importa en este punto?
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —le espeto a mi hermano,
halando a Lex detrás de mí.
Suspira, manteniendo su rostro en una simulada expresión inocente.
—¿Sabes lo malo que es pasar el fin de semana con tus abuelos? Estaba
tan aburrido.
Mi puño se estrecha alrededor de los dedos de Lexie. Aprieta de regreso,
su manera silenciosa de decirme que me calme.
Me aclaro la garganta y aflojo mi agarre. —Así que, ¿nos seguiste hasta
aquí?
Se encoge de hombros. —Sí. Espero que no te importe. —Una gran
sonrisa destella hacia Lex, y mi estómago se sacude. Tiene la misma sonrisa
estúpida que yo—. ¿Crees que podrías mostrarme los alrededores de este lugar?
Maldita sea, incluso tiene los mismos ojos marrones. La misma expresión
de cachorro que le doy a Lex cuando bromeo con ella. De repente, odio mi
propia cara.
La mirada de Lex se desplaza hacia mí, pero mantengo la mía centrada
sobre Brett. Siento sus ojos quemar un agujero en mi mejilla antes de que
finalmente conteste.
—Claro. Pero no voy a ir dentro de la casa de la risa.
Se ríe, y mi puño se aprieta de nuevo.
—Entonces, vamos a saltar esa parte de la visita.
Lex sonríe y agita su mano para que nos siga. Tiene que arrastrarme
desde donde estoy parado.
Mi cerebro está confuso. Todo lo que oigo es este timbre caliente
mientras ahogo el “juego agradable” de Lex y Brett. No digo una palabra, y
cada vez que nos movemos, Lex tiene que arrastrarme.
Es en el Tilt-a-Whirl2 cuando mis oídos finalmente atrapan un poco de la
conversación.
—No puedo subir a estos. —Brett se ríe, señalando el paseo cerrado—. La
vez que lo hice, vomité por toda mi cita.

2 Es una atracción en el parque de diversiones que tiene carritos que se giran e inclinan.
—¡Oh, vaya! —dice Lex con una risita—. ¿Qué hizo ella?
—También vomitó. No fue un espectáculo agradable.
—Apostaría por ello.
—La peor cita de todas. —Sus ojos se mueven hacia mí por un segundo,
y me giro, así que mi espalda da hacia el paseo, y me apoyo en la barandilla,
esperando que el zumbido en mis oídos regrese.
Brett da un paso hacia Lex, y como un loco posesivoa, la halo contra mí.
—Entonces —dice él—, ¿tienes una historia de la peor cita?
Mis ojos se aprietan con fuerza, y pellizco el puente de mi nariz. ¿Cuánto
tiempo ha pasado desde que llegamos aquí? Se sienten como diez años.
Siento a Lex ladear su cabeza a mi lado, golpeando mi hombro. —Umm...
no estoy segura de sí puedo pensar en una.
Lex es la mejor novia del mundo.
—¿En serio? —presiona Brett. Puedo decir que su mirada sigue yendo
hacia mí—. Chica afortunada.
Ella toma mi brazo y lo envuelve alrededor de su cintura. —Creo que sí.
Bueno, mi pecho se aprieta más, y abro los ojos para darle a Lex la
mirada de “gracias”. Sin embargo, no me mira. Sus ojos se disparan hacia el
puesto de globos desierto, y su boca cae. La mano que sostengo se contrae
mientras intenta torcer el anillo en su dedo meñique.
—¿Deberíamos irnos? —pregunto, es la primera vez que uso mi voz en
una hora.
Sonríe y asiente, pegándose en mi costado. Brett cambia su peso a su otra
pierna, y tengo la enferma satisfacción de que parece incómodo.
Camino con la bicicleta de Lex detrás de nosotros, mientras hablan de las
clases que toma Brett y cuánto tiempo estará su papá en el extranjero. Estoy
bastante seguro de que si no fuera por ella, ambos estaríamos en la sala de
emergencias con las extremidades reventadas para ahora.
La casa está a oscuras, menos la luz en mi habitación. Brett camina por el
césped, y me quedo atrás, inclinando la bicicleta en la barandilla. Lex flota entre
nosotros.
—Gracias por dejarme estar alrededor —dice él, mostrando la sonrisa
que juro que nunca voy a usar de nuevo—. Tal vez las vacaciones de primavera
no serán tan malas con ustedes.
Envuelvo mis manos alrededor de mi nuca, entrelazando mis dedos,
guardando todas las réplicas que quiero lanzarle en mi garganta. Lex no tiene
que verme así.
—Estaremos en la playa. —Se ríe ella —. No va a ser malo en absoluto.
Asiente, manteniendo esa sonrisa en su rostro, y se gira hacia mí. —¿Vas
a entrar?
—Acompañaré a Lex a casa —respondo, tratando de mantener la voz
firme.
—Sí, no quieres llevarla dentro de nuevo. —Hace un guiño y dirige su
mirada a Lex—. Paredes delgadas, ya sabes.
Las mejillas de Lex se vuelven rojas, tanto que puedo sentir el calor
rodando fuera de ellas. Sin otro pensamiento o palabra, cojo la bicicleta, agarro
a Lex, y nos pedaleo lejos del idiota tan rápido como puedo. Espero que se
quede atascado en la ventana.
Avanzamos dos cuadras antes de que Lex diga—: ¡Espera! Para, Ryan.
Pongo el freno lentamente para que no salga volando del manillar, y nos
dejo en punto muerto. Un cosquilleo estúpido corre detrás de mis ojos, y
pellizco mi nariz para alejarlo.
Lex se gira para mirarme. Corre su trasero a través de la barra y se
desliza en mis brazos. Se está riendo, y me hace reír porque sé que tener una
barra en el culo no puede ser la posición más cómoda en el mundo. La muevo
así está en una de mis piernas, y nos equilibrio con la otra.
Suspira y pasa un dedo por la cicatriz en mi ceja. —Lo siento.
—¿Por qué lo sientes?
—Porque sé que tienes un momento difícil con todo este asunto de tu
hermano. —Sus grandes ojos marrones caen a nuestro regazo.
Levanto su barbilla. —¿Qué asunto de mi hermano? —bromeo, luego
soplo los cabellos castaños sueltos de su cara mientras la comisura de su labio
se levanta. No puedo contenerme, beso su boca suavemente, luego la abrazo.
Estamos incómodos en la bicicleta, pero no me importa. Tampoco a ella. Nos
abrazamos hasta que mi pierna se adormece. Entonces, más tiempo que eso.
—¿Ry? —dice sobre mi hombro.
—¿Umm?
—¿Me prometes algo?
Aflojo mis manos sobre ella para poder ver su rostro. —Claro.
—Lo que sea que está pasando entre ustedes dos... no se interpondrá
entre nosotros... sobre todo en nuestro viaje. —Apunta una uña azul hacia mí—.
¿Lo prometes?
Mi sonrisa automática se pega en su lugar, y rápidamente la detengo.
Supongo que va a tomar práctica deshacerme de ella. —Te lo prometo, boba.
—Bien. Porque tengo otra sorpresa para ti. Para el viaje. —Un rubor se
arrastra hasta sus mejillas y deja caer su mirada de nuevo, girando el anillo en
su dedo meñique.
—¿Ah, sí? —pregunto, pasando mi mano por la manga de su, bueno, mi
sudadera—. ¿Es un Fun Dip?
Una gran ráfaga de risa sale de su boca, y nos movemos un poco en la
bicicleta antes de volver a equilibrarnos.
—¿Qué? ¿Tengo razón? —sonrío.
Niega con la cabeza. —No. Nada que conseguirás todavía.
Presiono mi frente con la suya. —Dime. Puedo guardar un secreto.
—No. —Sus brazos se balancean alrededor de mi cuello y me muevo en
la bicicleta de nuevo—. Tendrás que esperar. Pero... Espero que sea divertido.
El rubor no ha dejado sus mejillas, y está sonriendo y luciendo tan
condenadamente hermosa, ojalá no estuviéramos sentados en una bicicleta en
medio de la carretera. Pero es algo bueno que lo estemos, porque mi decisión de
mantenerme alejado hubiera volado por la ventana, junto con la envoltura del
condón.
Me alejo de su boca, desesperado por besarla, y gritándome por no
hacerlo. Aclarando mi garganta, trato de cambiar de tema y no herir sus
sentimientos al mismo tiempo.
—Gracias por esta noche.
Rueda sus ojos. —Sí, lamento que no pudiéramos distinguirnos en los
carros chocones como quería.
—La próxima vez. —Me río y la levanto en el manillar. Se balancea y se
apoya en mi pecho.
Pedaleo el resto del camino a casa, oliendo su cabello y emocionándome
en la sensación de ella tan cerca de mí. Si pudiera mantenerla unida a mí a
donde quiera que vaya, estoy bastante seguro de que podría hacerle frente a
cualquier mierda que se pusiera en mi camino.
10
Traducido por Vani
Corregido por Sandry

Colocándome el delantal bajo el brazo, salgo y cierro la puerta de la


cafetería. A partir de mañana estoy oficialmente de vacaciones. Durante toda
una semana no tengo que preocuparme de nada. Sin tienda de café. Sin pasear
al perro. Sin trabajo escolar. Sin mamá. Bueno, seamos sinceros, todavía voy a
preocuparme por ella. Pero hablé con Roger, y prometió hacer una parada en
casa al menos una vez al día. Parecía un poco demasiado feliz de ofrecerse si me
preguntas.
¡Una semana con Ryan en la playa! He estado en el océano una vez. Hace
años. Mamá estaba en una de sus borracheras. El abuelo y la abuela me
recogieron y me llevaron lejos en unas vacaciones familiares a Florida. A partir
de ese momento también fueron mi familia.
Cerrando los ojos, aún puedo sentir el cálido sol contra mis mejillas y la
forma en que la arena se sentía entre mis dedos de los pies. La forma en que el
pequeño cuerpo de Ryan me levantó cuando lloré en sus brazos. Y todavía
puedo recordar exactamente cómo se sintió su aliento caliente contra mi oído
cuando susurró—: Me tienes, Lex. Siempre.
—Llego tarde, ¿verdad?
Me doy la vuelta hacia familiar voz. —¿Qué estás haciendo aquí? —le
pregunto a Brett.
—No podía dormir. —Se encoge de hombros—. Pensé que una taza de té
podría ayudar.
—La abuela tiene un montón de té en casa.
—Sí, ¿pero eso que tiene de divertido? —Hace un guiño y es
inquietantemente similar a Ryan. A pesar de que Brett tiene un notable parecido
con su hermano, no tiene el mismo efecto en mí. Es como Nate guiñándome un
ojo. Nada.
Una parte de mí quiere decirle que vaya a casa, pero luego hay un
pequeño pedazo de mí que quiere saber sobre él. Entender qué le gusta, y tal
vez encontrar una manera de poner fin a la guerra. Acababa de mudarse a un
nuevo estado, a una nueva casa con gente que nunca conoció, entre ellos un
hermano que no sabía que tenía, se merece un poco de holgura. Así que pongo
la llave en la puerta y sonrío. —Acabo de empezar mis vacaciones, pero creo
que una taza de té no hará daño. Vamos. Te voy a hacer mi especialidad.
Abro la puerta y doy un paso a un lado para dejar entrar a Brett. Cierro
la puerta detrás de nosotros y la bloqueo. El hecho de que me sienta generosa
hacia una persona no significa que quiero alimentar a cualquier otra persona en
su dosis de cafeína.
Dejo mi bolso detrás de la barra, y Brett se sienta frente a mí. Saco dos
tazas, coloco una bolsa de té en cada una, y cuando el agua está lista, la vierto
dentro. Dos azúcares y un poco de leche después, y lo deslizo por la barra
delante de Brett.
Toma la taza en sus manos y ladea una ceja hacia mí. —¿Té negro? ¿Esa
es tu especialidad?
—Descafeinado. La abuela siempre lo hacía para mí cuando no podía
dormir. A veces hay algo especial en lo simple.
—¿Solías quedarte en la casa?
—Antes de que Ryan y yo empezáramos a salir, él era mi mejor amigo.
Todavía lo es. Sus abuelos eran como los míos. Me pasaban un montón de cosas
en casa, y ellos me dejaron quedarme para escapar. —Bajo la mirada hacia mi
té, pensando en la cantidad de veces que estuvieron allí para mí. Cuántas tazas
de té me hizo la abuela—. Pero suficiente sobre mí. Estoy más interesada en ti.
—¿En serio? —Una sonrisa estúpida le sale de los labios y el mismo
destello de pecado de Ryan parpadea a través de sus ojos.
—No ese tipo de interés, amigo. Además, soy una chica de un solo
hombre.
Levanta las manos. —Suficiente —dijo—. Ryan podría no confiar en mí.
—Sus ojos penetran en los míos—. Pero tú puedes. Palabra de honor.
—¿Fuiste Boy Scout?
—Durante toda la escuela primaria y parte de la secundaria. —Se encoge
de hombros—. Nos movíamos mucho por ahí. Los Boy Scouts eran algo que
podía ir conmigo. Diferentes personas, pero el concepto era el mismo. Fue todo
lo que tuve la mayor parte del tiempo.
—¿Por qué lo dejaste?
—¿Has visto esos uniformes? Si quería conseguir una cita tenía que
deshacerme de eso.
—¿Y lo hiciste?
Toma un sorbo de su té. —No. Me quedé con el uniforme para cuando
me siento sentimental.
—El uniforme no. La cita.
Sus cejas se alzan de nuevo con un tirón arrogante de su labio.
—Muchas.
Ruedo los ojos por su confianza, aunque no hace falta ser un genio para
dase cuenta de que él utiliza esa confianza como un frente. Hay tristeza en sus
ojos. Algo que está albergando. Culpa, tal vez.
—¿Así que te has mudado mucho? —Asiente y continúo—. ¿A dónde?
—California. Texas. Carolina del Norte. Washington. Nevada. Virginia.
Ah, y Hawaii.
—¡Ah, y Hawaii!
—Eso fue solo durante unos meses. Mi padre tuvo que dar una clase de
formación.
—¿Dar?
—Enseña.
—Guau, tu padre es formidable.
Sus ojos parpadean de mí a su té. —Solo tuvo que sacrificar la paternidad
para llegar allí.
Aquí voy otra vez con mi bocaza. Descanso mi mano en la suya y
aprieto. —Lo siento.
Se encoge de hombros otra vez.
—Deberías hablar con Ryan.
Su mano se apoya en la parte posterior de su cuello. De ida y vuelta. De
ida y vuelta. —¿Y por qué iba a querer hacer eso?
—A pesar de lo que piensas, tienen mucho en común.
Con un rodar de ojos, se toma el resto de su té.
—Sabes, ¿cuándo dijiste que puedo confiar en ti? —pregunto. Apoya la
taza en la barra y asiente—. Lo hago... y tú puedes confiar en mí también.

Ryan me levanta la maleta y la coloca en el maletero. —Está bien, ahora


que tu maleta está dentro, ¿cómo se supone que vamos a poner mis cosas al
lado?
—Y las mías. —Brett baja las escaleras del porche y deja caer una bolsa
de lona a los pies de Ryan.
Las manos de Ryan se aprietan a su lado, y yo paso delante de él.
—Vamos a hacer que encaje. —No es como su tuviéramos también las
cosas de Kaylee y Nate. Ellos conducirán en el Escort de dos puertas de Nate.
Entrelazo mis dedos con los de Ryan, y puedo sentir su tensión salir. Me
hace cosquillas en los costados. —Bueno, tal vez, si no trajeras todo tu armario
contigo.
Doy un salto y le beso en la mejilla. —No es mi armario, solo mi
colección de esmaltes de uñas.
—Eso es mentira. La maleta no es lo suficientemente grande.
Brett levanta su teléfono. —Alguna solicitud de último minuto para
canciones. Llené mi iPod anoche. No estaba seguro de qué les gustaría así que
lo intenté con varias.
—¿Tienes alguna de Justin Bieber? —pregunto quitándole el iPod de la
mano.
—Estás bromeando, ¿verdad? —pregunta Brett y espero que Ryan salte
con uno de sus muchos comentarios sobre Bieber, pero se queda callado.
—Lo siento, no hay Justin Bieber, y no voy a poner eso mi iPod. —Brett
estira los brazos hacia afuera—. ¿Y tú Ryan? ¿Eres fan del rock?
—Sí, lo que sea —gruñe Ryan y luego golpea su bolsa de lona en el
maletero.
—Déjame ayudarte. —Brett camina hacia el coche y levanta la bolsa.
—No necesito tu ayuda. —Ryan la hala hacia él, pero Brett no la suelta.
—No he dicho que la necesites. Solo estaba ofreciéndola. —Brett empuja
la bolsa en los brazos de Ryan y lo golpea en el hombro mientras se aleja. Me
mira, dolor brillando en esos irises oscuros—. Lo intenté —murmura antes de
abrir la puerta de atrás y cerrarla de un golpe.
La frustración corre a través de mí, y le doy una bofetada a Ryan en su
cabeza.
—Qué dem...
—¿Qué te pasa? —Descanso mis uñas de esmalte rojo en mis caderas. La
sorpresa amplía sus ojos como si no tuviera ni idea de era un total y completo
imbécil.
—¿Qué me pasa? —El shock corre a través de sus brazos hasta que está
frotándose el maldito cuello.
—Sí. Él solo trataba de ser amable. Tú, por otra parte, actuaste como un
total imbécil.
Ladea una ceja hacia mí. —¿Imbécil?
—Sí, un imbécil. Y últimas noticia,s compañero. —Lo empujo con fuerza
en el pecho, haciéndolo tropezar hacia atrás—. Tenemos diez horas de viaje en
coche, y luego una semana completa con él. Son mis vacaciones también, y no
quiero jugar al maldito árbitro todo el tiempo. ¿Lo entiendes? —Lo empujo de
nuevo.
—Está bien. Está bien. —Levanta su mano con derrota—. Entiendo.
Jesús.
Sus palabras dicen una cosa, su lenguaje corporal y esa mirada en sus
ojos dicen algo completamente distinto. Esos dos en verdad tienen que
arreglarse. Solo espero que no se convierta en una pelea de UFC. Kaylee y yo
somos demasiado pequeñas para ayudar, y no creo que Nate pueda sostenerlos
a ambos.
—¿Estás seguro?
—Sí.
—Bien. ¿Podemos empezar nuestras vacaciones? ¿Por favor? —Le doy
los ojos de cachorro, la mueca seductora de labios y cuando su rostro
endurecido se agrieta y una sonrisa brilla a través de él, envuelvo mis brazos a
su alrededor y aplasto mis labios en los suyos.
—Eh-hmm.
Ryan se aleja de mí, pero no me suelta la cintura. Me dirijo hacía la
abuela y el abuelo, y no necesito un espejo para saber que estoy más brillante
que una manzana recién recogida.
—Hola chicos —dice Ryan, todo inocente, ni rastro de vergüenza.
Aparto la mirada. —Solo queríamos desearos un buen viaje. —Pop-pop
se mueve hacia Ryan y le da una palmadita en la espalda—. Llámame cuando
llegues. Y no esperes estar en E para poner gasolina.
—Horneé un par de bocadillos para el viaje. —La abuela me entrega tres
bolsas congeladas de gran tamaño con galletas hechas en casa, brownies y
bocadillos.
—Brett, ¿estás bien, hijo? —Pregunta el abuelo—. Malditos chicos y sus
auriculares —dice cuando Brett no le responde—. En mis tiempos éramos
conscientes de nuestro entorno. No podíamos ahogarlo. Si no quería oír lo que
alguien decía, no tenía opción. Ustedes, los chicos de hoy… ¡ugh!
La abuela golpea a Pop-pop en el estómago. —Querido, no queremos
atrasar a los chicos. Los quiero fuera de la carretera por la noche.
—Cierto. Toma... —El abuelo le entrega a Ryan un billete de cien—. Esto
es para los tres. Y no quiero oír hablar de ninguna pelea. —Dirige su
declaración directamente hacia Ryan.
—Sin peleas —dice Ryan, besa la mejilla de la abuela y luego abraza al
abuelo.
Me muevo y hago lo mismo. La abuela envuelve sus brazos con fuerza a
mí alrededor, me tira hacia atrás y me da una sonrisa incómoda. —Por si acaso,
querida —dice, y siento su mano deslizarse en mi bolso.
Ryan envuelve su brazo alrededor mío y me lleva lejos de la abuela.
—Vamos, Lex, salgamos de aquí.
Ondeamos nuestras manos en despedida mientras Ryan abre la puerta
del pasajero para mí. Su nariz se arruga de esa manera linda, y toda la tensión
de antes se ha ido por completo.
—Te amo —digo, muy consciente de los auriculares de Brett y de sus
ojos cerrados.
—Yo también te amo. —Ryan apoya las manos sobre el techo del coche y
se inclina hasta que su boca está en la mía. Este beso es diferente a los de la
tarde. Es más tierno, más dulce y es la razón por la que he caído tan locamente
enamorada de mi mejor amigo.
Me besa la frente y cierra la puerta. Me agacho hacia mi bolsa para
conseguir mi pintalabios y... Oh, tienes que estar bromeando.
Saco el trozo cuadrado de papel de aluminio. Ryan se mete en el coche,
con los ojos saltones cuando se vuelve hacia mí.
—Uh... ¿Lex?
Lo miro, mis ojos muy ensanchados en estado de shock, no importa
cuánto intente cerrarlos, no lo harán. Mis mejillas están en llamas, mi mano
suspendida en el aire.
—Tu abuela me acaba de dar condones.
11
Traducido por Nico Ferris
Corregido por Laura Delilah

A nueve horas de nuestro viaje ruedo mi cuello hacia un lado y aprieto la


mano de Lex. Nuestras palmas están tan sudorosas que se ponen todas
resbalosas cuando el aire se acumula. Lex ríe y lleva mis nudillos a sus labios.
—Sexy.
Me río mientras nos soltamos para limpiarnos en los vaqueros. Los
pantalones cortos de Lex se siguen subiendo cada que se ajusta a su asiento, por
lo que es muy duro prestar atención a la autopista. Pero me las he arreglado
para permanecer detrás de Nate todo el camino, incluso con el calor bajo el
capó.
—Oh, creo que ya viene nuestra salida —dice Lex, en su asiento. La parte
baja de su espalda luce húmeda, y no puedo dejar de tocar el pedazo de piel
entre su blusa y sus pantalones cortos. Sus ojos se centran en mí y se estrechan
cuando quita mi mano—. No mientras manejas.
Alejo la mano, pero mi mirada vuelve a la carretera. Nate acaba de poner
sus intermitentes a la vía de salida. Ya era hora. Mi trasero se siente como que
fue golpeado por una carga de ladrillos.
—¿Debo despertarlo? —Lex se gira hacia Brett, desparramado en el
asiento de atrás.
—No. —He estado alabando a los cielos desde que se quedó dormido.
—Pero nuestro hotel está solo a unas calles de distancia.
—Puede dormir en el auto. Nos va a ahorrar pedir un sofá-cama.
—Ryan…
—Estaba bromeando —digo, y siento mis orejas calentarse. Lex ignora la
obvia mentira que cayó de mi boca y se inclina para ponerse los zapatos.
Se está haciendo tarde, y para el momento en que estacionamos en el
Holiday Inn, el sol está apenas sobre el horizonte. Nate salta fuera de su Escort,
quitándose el sombrero y estirando los brazos. Lex se inclina sobre la consola y
pincha mi mejilla.
—Iré a registrarnos.
—Está bien.
La miro mientras se desliza del asiento del pasajero, y pellizco su trasero
juguetonamente mientras sale. Hace ese chillido adorable como el infierno, y
antes de que mi mano sea golpeada otra vez, Kaylee la jala al recibidor detrás
de Nate.
—Supongo que estamos mirando los autos. —Brett se aclara la garganta,
y lo escucho sentarse. No le hago caso, incluso cuando mete la cara entre los dos
asientos—. Maldita sea, mi culo me está matando.
Quiero decirle que se salga del coche entonces, me deje malditamente
solo, pero lo sigo ignorando, sacando mi teléfono y pretendiendo que es la cosa
más interesante en el mundo.
—Va a ser agradable dormir en una cama —dice él, tratando de estirarse
en el asiento trasero. Mis cejas se juntan mientras inútilmente me desplazo por
mis mensajes de texto.
—¿Qué te hace pensar que vas a tener una cama?
—Maldita sea, ¿estamos todos en una misma habitación? —Se vuelve a
dejar caer hacia atrás y golpea mi asiento.
—Desafortunadamente —gruño. Este viaje me está costando suficiente
en gasolina. A Nate también. Y cuando reservamos tendríamos una fiesta de
cuatro, no de cinco. Lex dijo que podría dormir con Kaylee así no nos
toqueteáramos en la noche pero le dije que no había manera en el infierno.
He estado muriendo por tenerla en una cama conmigo otra vez desde
nuestro viaje de último grado. Nate no es exactamente mi elección número uno
para acurrucarme.
Pero ahora tenemos las dos camas grandes y el sofá-cama y si Brett
intenta reclamar una cama, su culo será echado.
—Bueno, estoy acostumbrado a dormir en un sillón.
Algo barre la parte de atrás de mi cuello, refrescando algo del sudor
mientras miro por el retrovisor. Esta recostado a través de los asientos,
echándose aire en la cara con su gorra. Quiero preguntarle por qué está
acostumbrado al sillón. No sé por qué diablos me importa, o porque estoy
sintiendo ese bizarro piquete en mis entrañas como que algo sucede y que
debería tratar de hablar de verdadera mierda con él, y antes de que abra la boca,
el abre la suya.
—Kara tenía el mejor sillón. Era malditamente cercano a una cama real. Y
mis pies no colgaban del borde.
Dice “Kara” como si supiera de quien está hablando, pero no tengo ni
idea. Me pregunto si lo hace para hacerme preguntar, pero las regreso a la
fuerza y resoplo, inclinando la cabeza para mirar por la ventanilla del pasajero.
¿Cuánto tiempo se tarda en registrarse?
—¿Tengo una cama en la casa de playa, cierto? ¿O voy a dormir en la
arena?
Dejo salir una inesperada risa que rápidamente convierto en una tos.
—Uh, sí. Tienes tu propio baño, también.
Se mueve y deja de golpear mi asiento. —Bien. La comida chatarra no es
mi amiga. —Su pie choca contra la bolsa llena de papas fritas y dulces.
—No necesitaba saber eso —digo, y está esa extraña sonrisa en mi cara
cuando Lex vuelve al auto. Algo bueno porque estaba diciendo más de dos
palabra sin ni siquiera pensarlo.
—Está bien —dice Lex, golpeando la llave en mi mano—. Estamos a la
vuelta. Segundo piso.
Enredo nuestros dedos y me aferro a ellos mientras rodeamos. Es solo
una noche en la misma habitación, un día más de conducir, y luego solo
seremos ella y yo.
La habitación es una normal de ochenta dólares la noche. Dos camas
grandes, un baño justo al lado de la puerta, aire acondicionado bajo la ventana.
Lex tira su bolso en la cama más cercana, dejando a Kaylee y Nate con la otra a
lado del sillón. Me pregunto si lo hizo a propósito para que haya todo el espacio
posible entre Brett y yo.
Nate y Kaylee entran a la ducha primero, con la excusa de que están
ahorrando agua bañándose juntos. Lex y yo compartimos una mirada mientras
cierran la puerta del baño, porque sabemos que algo más está pasando allí. Solo
Brett tiene las bolas para decirlo en voz alta cuando entra—: Amigo, mejor lo
limpian todo después, porque soy el que sigue.
Lex se ríe y comparten una mirada que me golpea en el estómago.
Nate y Kaylee están fuera en un sorprendente corto tiempo, Brett salta
dentro mientras Lex y Kaylee se pintan las uñas y Nate y yo vemos Guerra de
Bromas en su computadora. Por diez minutos es exactamente como quería que
fueran estas vacaciones, pero entonces Brett sale de la ducha y Lex entra.
—¿No te le vas a unir? —pregunta mientras pasa una toalla por su
cabello. Kaylee resopla desde su lugar en el suelo y mira a sus uñas de los pies.
—Sí, Ryan, ¿por qué no te le unes? —Se ríe, y aviento una almohada
contra sus uñas recién pintadas. Grita un “¡Oye!” y me la tira de vuelta. Ese es
el fin de la discusión de la ducha, y me alegra que nadie presione. No he visto a
Lex desnuda, y lo siento, la primera vez no será en una habitación de hotel
compartida con nuestros mejores amigos y mi estúpido medio hermano.
Nate se saca un auricular de la oreja, y mueve los dedos en su portátil.
—¿Oye, Brett? ¿Dónde vivías antes?
Todos estamos tranquilos, Brett se detiene a la mitad de retirar cojines
del sofá-cama. Mira a Nate como si no estuviera seguro de cómo responder, y
miro a Nate como; ¿Qué demonios, hombre? Todos lo hemos ignorado, menos
Lex, niña obstinada, así que pasa un minuto antes de que Brett aclare su
garganta y responda—: Uh, bueno, he vivido en un montón de lugares. Pero el
último fue Las Vegas. —Deja caer un cojín al suelo— ¿Por qué?
—¿Las Vegas? ¿De verdad? —Nate se desliza al final de la cama—. No
jodas. ¿Viste a algún ilusionista?
Brett levanta una ceja, una leve sonrisa en sus labios. Empujo la
almohada a mi cara.
—Toneladas, en realidad. Algunos de los mejores en realidad están fuera
de los teatros. Los magos callejeros y todo eso. —Se ríe y oigo a Nate ajustarse
en su cama de nuevo—. Había un rumor de que uno de los chicos
enmascarados en la calle era en realidad Criss Angel.
—Maldita sea —susurra Nate con asombro. Hago la almohada a un lado
de mi cara y lo miro. Nate pone su portátil en su regazo como si eso le fuera a
ahorrar el puñetazo—. Solo he vivido en Colorado y conducido a través de Las
Vegas. Mi hermano ha estado un par de veces cuando viaja por carretera y con
la escuela. Hombre, me encantaría realmente quedarme ahí.
—No es tan asombrosa —dice Brett, su tono de voz oscuro—. Pero no fue
el peor lugar en el que viví.
Kaylee se mueve en el suelo, poniendo la barbilla en sus rodillas.
—¿Apesta mudarse todo el tiempo?
Ellos miran a Brett, y él me mira. Cruzo los brazos y miro el techo,
excluyéndome de la conversación.
Brett agarra la manija del sillón y la jala. Kaylee mueve unos pocos
cojines fuera del camino para él. La ducha se apaga, y deseo poder entrar ahora
y tener mi trasero dentro.
—No es tan malo. Me mudé mucho, sin embargo, así que creo que estoy
acostumbrado. —Se ríe para sí mismo mientras deja caer el colchón y coloca
algunas almohadas a la cabeza—. Pensé que me quedaría en Las Vegas, ya
habíamos estado allí cuatro años, y mi padre no había sido llamado en algún
tiempo, pero, bueno, la mierda ocurre. Fue enviado al extranjero y de acuerdo a
los tribunales tuve que ir con la única familia que me quedaba, desde que mi
mamá… —Sus ojos se centran en mí—, nuestra mamá no está exactamente
alrededor, tuve que venir aquí.
Los ojos de Kaylee se ponen realmente grandes. —¿No tienes ninguna
otra familia? —Su mirada me corta y me rasco la cabeza y me encojo de
hombros.
Brett asiente hacia mí. —Solo él.
Siento los seis ojos taladrando mi cara. El calor alcanza mi nuca cuando
cruzo mi mirada con Brett que me da esa estúpida sonrisa que me grita que está
jugando al “pobre de mí” para obtener la simpatía de mis amigos y hacerme
quedar como el imbécil. Pero ellos no estaban alrededor cuando llegó aquí. No
lo escucharon decir todo lo que dijo de mi papá. Y cada vez que abre la boca, no
importa que esté diciendo, escucho eso.
Agarrando mi ropa extra del pie de la cama, me levanto y camino hacia
el baño, murmurando—: Voy a ver si Lex acabó. —Me gustaría que la
habitación fuera más grande, porque aun puedo sentir todos los ojos en mí
cuando toco la puerta y Lex me dice que pase.
Tiene un diminuto top, y pantalones de pijama de seda que se le pegan a
su parte trasera por que no se secó por completo. Cierro la puerta y rodeo su
cintura con mi brazo mientras sonríe por el espejo.
Maldita sea, aquí mismo. Es mucho mejor que nada. ¿Cómo lo hace? No
ha dicho una palabra, solo me muestra sus dos hoyuelos y estira su brazo para
rascar la parte de atrás de mi cabeza mientras me inclino y beso su hombro
desnudo, y borra todo lo que hay en mi cerebro. Me siento como una maldita
mujer con los cambios de humor, pero justo ahora, estoy tan elevado con su olor
y su piel que ni siquiera me importa.
—Me dejaste agua caliente, ¿cierto?
Siento su boca sonreír contra mi mejilla. —Un poco. Pero no tenía mucha
desde un principio.
Su risa hace vibrar su garganta, golpeando mis labios y enviando
escalofríos por mi espina dorsal. Corro mi nariz sobre su clavícula, siento su
jadeo cuando inhalo.
—Hueles bien.
—Jabón de dulce de menta.
Quito su oscuro y mojado cabello de su cuello y lamo su hombro.
—Delicioso.
Se ríe y se retuerce en mis brazos. Mis dedos golpean el borde de su
camiseta y me siento tentado para levantarla y empujarla hacia atrás en la
ducha, pero ella pellizca mis labios y dice—: ¿Te estas comportando allá afuera?
Es un cubo de hielo sobre mi cabeza cuando las palabras salen de su
boca. Dejo ir su camiseta y pongo mis manos firmemente sobre la tela.
—No estamos peleando, Lex.
Sus ojos cafés estudian los míos, pero no estoy de humor para que me
sermoneen. Quito sus brazos de mi cuello y la rodeo para tomar una toalla. Es
mi manera silenciosa de decirle que necesito un minuto a solas.
Tuerce el anillo en su meñique. —¿Puedo cepillar mi cabello realmente
rápido? Después la ducha será toda tuya.
—Sí.
Su mano se desliza por el cepillo mientras lo lleva hacia su cabello
húmedo, y distraídamente lo separa en mechones. Creo que me estremezco más
que ella cuando escucho al cepillo deshacer los nudos. Se mantiene viéndome
en el espejo, frunciendo los labios. Tan pronto como el cepillo pasa sin
problemas, paro su mano.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunto, presionando el cepillo
ligeramente contra su sien antes de pasarlo por lo húmedos mechones yo
mismo.
—Creo que te hice enojar.
Suspiro y me paro lo suficientemente cerca de ella para que su espalda se
presione contra mi frente. Arrastro el cepillo por su pelo de nuevo. —Yo…
estoy muy enojado últimamente, Lex. No tiene nada que ver contigo.
—¿Por qué?
—¿Por qué, que?
—¿Por qué estás enojado? —Se gira en mis brazos otra vez y toma el
cepillo de mis manos. Sus cejas se unen a la mitad de su frente de una manera
muy linda, una pequeña sonrisa golpea mis labios y paso un pulgar por su ceño
para suavizarlo.
—Es solo difícil ajustarme —digo—. Él llega de la nada y… y dijo mierda
sobre mi papá cuando acababa de llegar. Yo solo… lo siento. Sé que quieres que
me lleve bien con él, pero justo ahora, lo único que puedo hacer es tolerarlo.
Los ojos de Lex se ensanchan. —No me dijiste eso. ¿Qué dijo?
Paso una mano por mi cara y pellizco mi nariz. No quiero pensar en eso.
Mi padre era mi héroe. Cada recuerdo que tengo de él es bueno, y ni una sola
persona dijo algo malo sobre el hombre. Pop-poy y la abuela me dicen que soy
como él, y eso me hace malditamente orgulloso. Incluso si ya no está, siento que
está justo ahí conmigo, cambiando el aceite, remplazando frenos y rotores, o
soldando un mofle. Sólo está ahí cuando trabajo en el Lincoln. Entonces viene
un niño y me grita que mi papá era un estúpido, que mi mamá escogió a la
familia equivocada… solo quiero golpear algo. Quiero aventar cosas, gritar,
correr, lo que sea.
—¿Ryan? —Lex quita mi mano de mi cara, luego besa mis dedos.
—¿Si?
—Sigo siendo tu mejor amiga, ¿cierto?
Una gran respiración que no sabía que estaba aguantando sale de mi
boca en una risa ronca.
—Por supuesto, boba.
—Entonces puedes decirme cuando estés listo. —Sus uñas arañan
ligeramente mi barbilla mientras presiona un suave beso en mi labio inferior—.
Voy a llamar a mi mamá y decirle que llegamos en una sola pieza. —Menea su
mano hacia abajo y golpea mi culo—. Te apuras porque estoy cansada y quiero
acurrucarme.
—Está bien. —Quiero decirle gracias, pero creo que lo sabe. Le da a mi
trasero otro golpe antes de tomar sus cosas y dejarme solo.
12
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Kora

Salgo con mi teléfono móvil y llamo a mamá. Es raro. En el último viaje


que hice no podía esperar para alejarme de ella. Para finalmente ser libre de
toda la mierda por la que me hizo pasar. Pero ¿ahora? Odio no estar con ella.
No estar ahí para ayudarla a luchar contra sus demonios. Para sentarme en el
sofá con ella y mirar Food Network, el canal de cocina, y evitar que piense en la
bebida.
Responde al segundo timbre.
—¿Alexis? ¿Qué sucede? ¿Está todo bien?
—Mantén la calma, mamá. Todo está bien. Solo quería saludarte.
Se queda callada durante un segundo y juro que puedo escucharla
aspirar una bocanada de aire.
—Hola —susurra, y la felicidad en su voz pone una sonrisa en mi cara.
Si alguien me hubiera dicho el año pasado por esta época que llamaría a
mi madre porque, de hecho, quería hablar con ella, me habría reído en su cara.
Ahora, la relación que tenemos —a pesar de que no es perfecta y puede que
nunca lo sea— no la cambiaría por nada.
Me siento en los escalones y escucho a mamá hablarme sobre lo que
Giada está haciendo esta noche.
3

—Parece bastante fácil. Creo que lo intentaré.


—¿Quieres cocinar? Por favor, espera a que vuelva a casa.

3Giada De Laurentiis es una chef de origen italiano, escritora , personalidad de la televisión y la


anfitriona del programa de televisión Giada en Casa, del canal Food Network.
—Puedo cocinar.
Me río.
—Lo dice la mujer que metió una lata de metal en el microondas y casi
quemó nuestra casa.
—Eso fue un accidente. No me encontraba…
—Estabas borracha —digo e inmediatamente deseo poder tragarme mis
palabras—. Lo siento.
—No. Tienes razón. Lo estaba. No hay razón para esconderlo, para
pretender que esos años no existieron. Eso no me ayuda. Paso número diez:
“continúa haciendo inventario personal, y cuando estés equivocada, admítelo
inmediatamente”.
—Estoy orgullosa de ti, mamá. No sé si te lo he dicho alguna vez, pero lo
estoy. Lo tenías todo en tu contra y me demostraste que me equivocaba. Eres
mucho más fuerte de lo que pensé.
—Tienes que conseguir esa fuerza de alguien. Y está clarísimo que no la
conseguí de tu padre.
Una vez que mamá dejó de beber, dejó de hablar de papá. Así que me
quedo en shock cuando proceso las palabras. Me quedo en silencio, temerosa de
decir algo incorrecto.
—Alexis, te he dicho un montón de cosas en los últimos años y te he
culpado por el abandono de tu padre. Necesito que sepas que todo era mentira.
Simplemente no sabía cómo admitirme la verdad a mí misma. Era más fácil
usarte a ti como chivo expiatorio. Pero la verdad es que tu padre es un cobarde.
Quería creer que me amaba, pero lo único que amaba era a sí mismo; nosotras
solo éramos un obstáculo en su camino. No creo que siquiera hubiera planeado
quedarse. Estamos mejor sin él.
—Gracias por decirlo —me las arreglo para decir a través del nudo en mi
garganta.
—Te quiero —dice mamá, y sonrío—. Llámame cuando llegues a la casa
de la playa. Y recuerda, dormitorios separados.
—Sí, mamá. Yo también te quiero. Adiós.
Durante mucho tiempo, creí que yo había sido la razón por la que mi
padre se había ido. Lo creía con tanta convicción que casi me rendí con Ryan
porque me sentía demasiado asustada de que él me dejara también. Los
hombres siempre me dejan. No era lo suficientemente buena. Al menos, eso era
lo que había aprendido a creer. Escuchar a mamá decirme finalmente que no
era verdad hace que las puertas se abran y que salgan las lágrimas.
—Solo necesito un poco de aire —escucho decir detrás de mí, y me
limpio las lágrimas bajando por mis mejillas.
—Hola —dice Brett, tomo una inhalación profunda y levanto la vista.
—Hola —digo, con la voz más animada que puedo poner.
—¿Estás bien? Te ves como si acabaras de descubrir que tu gato se ha
escapado.
—Estoy bien. En realidad, solo estoy siendo estúpida.
—¿Es por mi hermano? Patearé su trasero por ti. —Sonríe.
—Solo buscas una excusa para golpearlo.
Se frota su barbilla, pero ni siquiera se molesta en ocultar la sonrisa
extendiéndose en su cara.
—Tal vez. ¿Te importa si me siento?
—Nop.
Me acerco más a la barandilla para darle más espacio. No duda en
dejarse caer. Lleva puestos unos pantaloncillos de baloncesto y una camiseta.
Me pregunto si juega. Estoy a punto de preguntárselo cuando él me ataca con
preguntas.
—No crees que Ryan se moleste si sale aquí afuera, ¿verdad?
—¿Debido a que estamos hablando? Patearía su trasero si lo hiciera.
—Realmente sabes cómo ponerlo en su lugar. Kara era así conmigo. —Su
voz se suaviza con su nombre y la tristeza estira de la comisura de su labio.
—¿Quién es Kara? —pregunto, y se queda en silencio. Sacudo la
cabeza—. Lo siento, no tienes que responderme.
—Mi mejor amiga —dice finalmente, pero hay anhelo en su tono. Sus
ojos caen a los cordones de sus zapatos, y a pesar de que ya están atados va y
los ata de nuevo.
Sonrío ante el hecho de que su mejor amiga sea también una chica. De
verdad desearía que Ryan le diera una oportunidad.
—¿Dónde está ella?
Se rasca la barbilla.
—En su hogar en Las Vegas.
—¿Nate sabe algo de esto? Lo siento, es pensar en Las Vegas y
automáticamente me vienen a la cabeza trucos de magia.
Brett se ríe.
—Se lo dije.
—¿Todavía hablas con ella? Pasaremos por ahí. Podemos parar.
Recogerla si quieres. Dejarte allí.
Si fuéramos Ryan y yo, no podría soportar pasar tanto tiempo sin verlo.
Me aprovecharía de esta oportunidad. Ya estaría sentada en el coche con mi
cinturón abrochado y lista para salir.
Parece contemplar a idea por un segundo antes de sacudir la cabeza.
—No quedamos en buenos términos, exactamente. No he hablado con
ella desde que me fui.
—¿Cómo puedes no hablar con tu mejor amiga? Ve a verla. Arréglalo.
—Desearía que fuera tan sencillo. Si me presento allí… digamos que no
me recibiría con los brazos abiertos. Tendría suerte si no me recibe con su puño.
—Así de mal, ¿eh?
—No tienes ni idea.
—Entonces, cuéntamelo. Soy buena oyente.
—Preferiría no hacerlo.
—Es comprensible. ¿Por lo menos puedes decirme cómo era?
—Una perra total —dice con una carcajada—. Es obstinada y no duda en
decirte cómo son las cosas. Pero también es divertida y protectora, y nunca me
dejaba estar solo. Es hermosa, pero usa demasiada mierda negra en los ojos. No
estoy seguro de cuál es su verdadero color de cabello; la última vez que la vi era
negro con púrpura por debajo. Pero es una de esas chicas que pueden llevarlo.
Se ve casi natural en ella. No importa cuánto lo intente, pero nunca se pone
morena. Lo odia. Creía que era la chica más pálida de Las Vegas. Así que yo
siempre le señalaba a todas esas chicas pálidas para hacerle darse cuenta de que
no era verdad. Nos reíamos de eso. Tenía una gran risa.
Estoy agradecida de que se abra. O tal vez solo necesita sacarlo de su
pecho. De todas formas, no importa; está hablando. Mientras continúa, me doy
cuenta de una cosa: Kara no era solo su mejor amiga. Estaba totalmente
enamorado de ella. Sentí pena por su padre y su situación de antes, pero
¿ahora? Mi corazón duele por él. Porque sé exactamente cómo se siente perder a
tu mejor amigo y a la persona a la que más amas en todo el mundo. La única
diferencia es que yo lo había experimentado durante unos pocos días, mientras
que él ha estado lidiando con ello durante semanas.
—Suena genial —digo.
—Lo era. —Levanta la mirada al cielo, y la felicidad que se había
extendido a través de mientras hablaba de ella se desvanece. Descanso mi mano
en su hombro y me quedo callada. Solo me siento aquí con él. Puede que Kara
no esté aquí para evitar que esté solo, pero estoy más que feliz de llenar ese
vacío. Es familia de Ryan, así quiera Ryan aceptarlo o no, y su familia es mi
familia. Lo que he aprendido en los últimos años es que la familia, sin importar
qué, debe estar ahí para el otro, y si Ryan no quiere estar ahí para él, yo lo haré.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Ryan, y estoy a punto de
golpearle para quitarle ese tono de su boca.
Me giro y le doy una mirada furiosa. Él deja caer inmediatamente la pose
de macho y bloquea su mirada con la mía.
—Estamos hablando. —Le doy mi sonrisa más grande, la que reservo
para él—. ¿Quieres unirte a nosotros? Hay espacio para uno más en las
escaleras.
—Estoy bien —dice Ryan, y entra de nuevo a nuestro cuarto.
—Mejor ve tras él. No quisiera que también me echara esto en cara —
dice Brett.
Ugh. Hombres. ¿No podemos llevarnos todos bien? Bajo la vista hacia mi
esmalte de uñas No hay lugar para el Blues y me levanto.
—Supongo que tienes razón. —Me dispongo a alejarme y me detengo—.
Sé que estás intentándolo con Ryan. Me he dado cuenta. Él no te ha dado
exactamente la bienvenida con los brazos abiertos, tampoco.
Brett levanta la mirada hacia mí.
—No, no lo ha hecho.
—Me dijo que dijiste algunas cosas de él cuando llegaste aquí. No va a
contarme con exactitud qué dijiste, pero puedo decir que lo que sea que fuera,
lo heriste.
—Yo no… oh, mierda. Lo hice. Le dije que nuestra madre tomó la
decisión equivocada. Pude haber dicho algo sobre su padre.
Asiento. Ahora todo tiene sentido.
—Tienes que saber que no eres el único que ha pasado por un infierno.
Casi puedo garantizarte que Ry lo ha pasado tan mal como tú, si no más.
—Lo dudo.
—Nunca lo sabrás si no hablas con él. Cuando su padre murió… fue
malo. Todavía no puede hablar de ello. Ni siquiera conmigo, y él me lo cuenta
todo. Su padre era su héroe, y luego un día ya no se encontraba ahí. Una parte
de él está rota y siempre lo estará debido a eso. Si hay algo fuera de los límites
para sacar a relucir en una pelea, es eso. Así que, aunque estés intentándolo, vas
a tener que intentarlo con más intensidad. Golpeaste un punto muy sensible.
—No lo sabía.
—Ryan no escogió su vida más de lo que tú escogiste la tuya. Solo
recuérdalo.
Me alejo y dejo a Brett en los escalones para que piense. Abro la puerta y
Kaylee y Nate ya están completamente desmayados. Gracioso… no están
haciendo la cucharita o abrazándose ni nada. Nate parece como si fuera a caerse
de culo si se mueve un centímetro. Kaylee tiene una revista abierta descansando
sobre su pecho.
Ryan está sentado con la espalda presionada contra la cabecera, mirando
la pantalla negra de la televisión. Cierro la puerta, y su cabeza se gira hacia mí.
—Hola —susurro.
—Hola —dice, pero no se ve feliz y odio eso.
Me subo a la cama y me acurruco sobre su pecho.
—Entonces, ¿de qué hablaban?
—De cómo piensa que está enamorado de mí.
Ryan salta a una posición vertical, y mi cabeza vuela desde su pecho y
aterriza en su regazo con fuerza. Cojo su brazo y lo halo hacia atrás.
—Estoy bromeando, tonto. —Su puño se relaja a su lado, y me subo a
horcajadas sobre su cintura—. Solo hablábamos. No tienes nada de qué
preocuparte. Y me siento un poco insultada de que pienses lo contrario.
—No estoy preocupado. Es solo que no confío en él.
Pongo uno mis brazos alrededor de su cuello.
—No tienes razón para no hacerlo. Tampoco él lo ha tenido fácil, Ry.
—No me importa.
—Ese no es el Ryan que conozco y amo. —Exhala ruidosamente, pero no
dice nada. Beso su frente—. El chico que siempre sabe qué es lo correcto para
decir en las más horrendas situaciones, ese es el Ryan al que amo. —Beso su
mejilla—. El chico que me abraza por las noches para ayudarme a mantener
alejadas las pesadillas, ese es el Ryan al que amo. El chico que siempre hace
todo lo posible para que las personas se sientan bienvenidas. —Beso sus
labios—. El chico que además trabaja como un superhéroe con abdominales de
acero y asombrosos poderes de matar arañas. Ese es el Ryan al que amo. Sé que
esto es un cambio para ti. Sé que Brett te dijo algunas cosas que no pueden ser
revocadas. Pero una vez nosotros nos dijimos cosas que estaban mal y hacían
daño porque nos encontrábamos atrapados en el momento y dejamos que
nuestra ira tomara el control. Encontraste una manera de perdonarme, así que
tal vez puedas encontrar una manera de perdonarlo a él, también.
—Hay una diferencia. —Ryan envuelve sus brazos alrededor de mi
cintura y besa mi hombro.
—¿Y cuál es?
—Estás mucho más buena que él. —Me lanza sobre el colchón y aterriza
encima de mí.
—¡Ryan! —grito, y una almohada lo golpea en la cabeza.
—Durmiendo —murmura Kaylee, y los dos explotamos en carcajadas—.
Nate, hazlos desaparecer —gimotea, lo que solo hace que Ryan y yo nos riamos
más fuerte.
Brett entra en el cuarto y se detiene.
—Lo siento. Obviamente interrumpo algo.
Voy a detenerlo, pero antes de que lo haga Ryan se sienta, carcajadas
todavía saliendo de su boca.
—No estás interrumpiendo nada. Solo íbamos a ver algo en la televisión.
¿Quieres unirte a nosotros?
Brett se queda ahí, boquiabierto, con los ojos enormes, pero se recupera
rápidamente y se desploma en el sofá.
—Absolutamente.
Arrojo mis brazos alrededor del cuello de Ryan y lo beso en la mejilla.
—Gracias —susurro contra su oreja.
Puede que no sea el enorme gesto que esperaba, pero es un paso.
13
Traducido por perpi27
Corregido por Nikky

—¡Vacaciones de primavera, neeenaa! —Nate levanta y agita su


sombrero, Kaylee sube a su espalda mientras corren a la puerta de la casa de
playa. Nick sale a la terraza y le da a su hermano un torpe abrazo, sobre todo
porque Kaylee aún se encuentra sobre la espalda de Nate, y a mí me saluda con
la mano. Le respondo con un movimiento de cabeza. No lo conozco bien, hay
muy poca diferencia de edad entre él y Nate, pero sigue siendo fraternal y esa
mierda. Así que ahí lo tienes.
—Oh, no —dice Lex, acurrucándose contra mí mientras nos apoyamos en
el Lincoln—. Ya comenzaron.
Me río, recordando la maratón de demostraciones públicas de afecto de
Nate y Kaylee en nuestro viaje de último año.
—Prométeme que conseguiremos una habitación cuando estemos
cachondos —dice, apretando mi costado.
Mis ojos se encuentran con los suyos, está bromeando, pero hay una
sombra brillante de color rosa en sus mejillas.
—Secundo eso —dice Brett desde el asiento trasero, quitándose sus
auriculares—. Nada más grita quinta rueda que compartir unas vacaciones de
primavera con dos parejas locas por el sexo.
Lex niega y se ríe, ella y mi hermano comparten una mirada que no me
emociona. Me inclino por la ventana y presiono el botón del maletero.
—Coge tus cosas —le digo a Brett, luego camino con Lex a la terraza.
—Ryan... —dice mirándome.
Suspiro, pasando mi mano por el cabello.
—Lo siento.
—Vacaciones, ¿recuerdas? Ambos lo necesitamos. —Mueve su mano por
mi espalda y la pone en mi bolsillo. Me aprieta el trasero y huye antes de poder
hacerle algo.
—Pensé que dijiste que conseguiríamos una habitación para estas cosas
— bromeé.
—Bueno, ¡entonces encontremos una!
El interior de la casa huele a salado y humedad. Nate y Kaylee ya
encendieron todas las luces en su camino a escoger habitación. En el exterior, a
través del gran ventanal en la sala principal, el océano brilla tenuemente a la luz
de la luna. Recuerdo estar aquí hace dos años mirando por esa ventana,
pensando en Lex y en cómo se vería en bikini.
Mis fantasías no le hicieron justicia.
Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura, y se levanta de
puntillas para llegar a mi oído.
—¿En qué piensas?
—En ti —sonrío, pasando mis manos sobre las de ella.
Una tos nos interrumpe, ambos nos volteamos para ver a Brett
sosteniéndole a Lex uno de sus bolsos.
—Aquí tienes todo tu armario —dice con una sonrisa.
—Oh, gracias. —Lex da un saltito y toma la bolsa. Mi cuerpo comienza a
temblar mientras empujo de regreso el calor que se concentra en mi pecho con
sólo mirar su rostro. Por enésima vez me pregunto por qué él se encuentra aquí.
Brett no me mira de nuevo. Mantiene su mirada fija en Lex, quien intenta
cargar la bolsa de cincuenta kilos por el suelo.
Es tan adorable.
—Oye, lo llevo a tu habitación —ofrece poniendo su mano debajo de la
correa de nuevo. Y en todo Soy su hombre, Ella es mi mujer esplendor marcho y
arranco el bolso de sus dedos.
—Lo tengo.
Sus manos se levantan como si yo fuera el único que se comporta como
un cretino. Lex suelta un gruñido arrebatando el bolso de ambos, e intenta
caminar por el pasillo y subir las escaleras con él. Las miradas que me está
dando me mantienen en mi sitio.
—Sabes —dice Brett, colocando su propio bolso en el hombro—, seguir
siendo un idiota conmigo pueda que no termine bien para ti con tu chica.
—Déjala en paz.
—Oye, no es mi culpa si ella quiere hablar conmigo —sonríe, de la misma
manera cuando sé que estoy haciendo algo a propósito para molestar alguien.
Antes de perder el control, me giro y regreso para conseguir el resto de
las cosas del coche. No quiero escuchar lo que dijo una y otra vez en mi cabeza,
la mejor solución es descansar.
Cuando vuelvo a entrar, Brett se ha ido. Probablemente a encontrar una
habitación, y espero que se quede allí toda la semana. Arrastro mi bolso hasta el
primer descansillo, preguntándome cómo demonios Lexie subió esto sin
hacerse daño.
Se necesitan tres intentos y una interrupción muy embarazosa a Nate y
Kaylee a medio camino de la ciudad desnuda, para encontrar la habitación que
escogió Lex para nosotros. Se quitó su chaqueta, su cabello castaño se encuentra
atado en una desordenada cola de caballo que luce demasiado sexy, veo los
tirantes de su sujetador verde brillante debido a su camisa sin manga. Rebota en
ambos lados de la cama, y lo único que puedo hacer es mirar la parte delantera
de su camisa.
—Mmm... —dice después de un minuto—. Quiero el lado izquierdo.
Me río.
—¿Y si ese es el lado que quiero?
Una sonrisa malvada aparece en su boca, mostrando sus dos hoyuelos.
—Tendrás que pelear conmigo por él.
La esquina de mi boca se eleva, bajo todos nuestros bolsos y salto a la
cama, atrapándola debajo de mí. Chilla, se ríe e intenta salir de mi agarre
mientras le hago cosquillas en sus costado y mordisqueo su cuello.
—¡Detente, detente! O me orinaré sobre de ti, lo juro, ¡te orinaré, Ryan!
Mis dedos cambian de cosquilleos a acaricias y mis mordiscos se
convierten en suaves besos sobre su piel. Deja de luchar debajo de mí,
arqueando su cuerpo contra el mío.
—Tal vez podamos... compartir el lado izquierdo —dice con un jadeo
muy entrecortado, eso es tan sexy, muevo mi boca a la suya, respondiendo a su
pregunta con mi lengua.
Mi mente me dice que no hay nadie más que ella y yo en todo el mundo
en estos momentos. Tan loco como suena, creo en ese sentimiento. El calor de
tratar con Brett se transforma en algo que me dan ganas de jalar a Lex hacia mí
para que pueda sentirlo también. Este calor, construyéndose en mi pecho y
saliendo a borbotones a través de mi sangre, quemando a todo lo que estoy
tocando de ella.
—Ryan —respira en mi boca. Relajando mi agarre en su cintura,
descanso mi frente en la suya, y escucho el latido de su corazón en sintonía con
el mío. Me acerca más, por lo que me encuentro completamente contra ella, sus
tetas se empujan contra mi pecho, y lo siguiente que sé, es que nuestras camisas
están empapadas.
—¿Qué demo ...? —digo, apoyándome en un brazo.
Los ojos de Lex se abren.
—Ese no fuiste tú, ¿verdad?
No puedo dejar de reír.
—No es exactamente el lugar donde eso ocurre, Lex.
—Entonces ¿qué mierda...? —Se mueve debajo de mí, me pongo de pie y
me quito la camisa. Estoy todo pegajoso sobre mi pecho.
Lex se quita su camisa, e intento muy duro en no pensar en su estómago,
su lindo ombligo, su súper sexy escote, y su sujetador verde... que parece estar...
—Uh... —murmuro mientras señalo a la sustancia pegajosa que gotea de
la parte izquierda de su sujetador. Desliza una mano por debajo de ella,
recogiendo algo pegajoso como mierda en su dedo índice.
—Oh, Dios mío... ¿qué es esto?
Me río por lo que me empuja hacia atrás. Agarra mi camisa y comienza a
limpiarse con ella, mientras trato de quitársela para que no la arruine por
completo con todo lo que escapa de su sujetador.
—Está bien, está bien —dice cuando finalmente quito mi camisa de su
agarre. Sale de la cama y se pone la suya—. Vuelvo en seguida.
—¿Qué? ¿A dónde vas?
—A hablar con Kaylee —abre la puerta—. Tal vez ha tenido un sostén
explosivo antes.
—Bueno, ten cuidado. Los interrumpí hace unos diez minutos, y no fue
bonito.
Sus nariz se arruga y dice—: ¡Uh, de acuerdo!
Cierra la puerta detrás de ella, y me dirijo al baño contiguo para lavar
toda esta basura. Sonrió estúpidamente en el espejo durante unos dos
segundos. Antes que desaparezca de mi rostro. Me veía como Brett. Mierda.
Mi cerebro pasa en picada desde Lex a Brett, me pellizco el puente de la
nariz y hago retroceder la ola de sangre corriendo a mi cara. Está palpitando a
través de mis oídos y hace que mis ojos piquen.
¿Por qué?
Es lo único que pasa por mi mente. Un montón de ¿Por qué?. ¿Por qué mi
mamá tuvo sexo con cualquiera? ¿Por qué murió mi papá? ¿Por qué se quedó
con nosotros sólo para engañarlo durante todo el tiempo que estuvimos juntos?
¿Por qué mi papá no dijo nada? ¿O lo detuvo? ¿Por qué se encuentra Brett aquí?
¿Por qué apareció? ¿Por qué dijo las cosas que dijo el día que nos conocimos?
La mezcla de emociones que van de un lado al otro me marean. Suelto
un suspiro, pellizcando aún mi nariz me deslizo hasta el suelo.
—Está bien —dice Lex mientras entra en la habitación—. Al parecer,
cuando usas sujetadores de gel existe el peligro de que esto ocurra. —Su sonrisa
de dos hoyuelos cambia a una de uno solo cuando me ve en el suelo—. ¿Te
encuentras bien?
Aclaro mi garganta e intento darle una sonrisa, pero me recuerda a mi
hermano, y simplemente no puedo mantenerla en mi cara.
—Sí.
Sus ojos se estrechan.
—Mentiroso.
—Estoy bien, Lex. —Me levanto, y cruza sus brazos sobre su pecho.
Tiene puesta una de las camisas de Kaylee. Parece que no tiene sostén.
—Mientes de nuevo —dice—. Así que solo adivinaré, es una cosa
relacionada con Brett, y ahora lo ignoraré porque quiero que nos
acurruquemos.
Sonrío, es real y se siente bien en esta ocasión. Estiro mis brazos para
hacerle cosquillas, pero se aleja yendo a la cama.
—Sigo teniendo el lado izquierdo. —Sonríe.
—Pensé que compartiríamos.
Su mano agarra la mía, y me tira hacia abajo sobre el lado derecho del
colchón. Me río, apago la luz, y voy a tientas bajo las sábanas.
Lex está aquí. Podría besarla y no parar. Sé que podría. Podría borrar
todo, el dolor en mi cuerpo, en mi mente. Ella lo quita. Lo hace desaparecer,
mientras nos tocamos y deslizamos en el otro de una manera como nunca antes.
Ésta vez, tenemos protección. No hay nada que nos detenga.
Excepto… yo. Voy a detenernos antes de que comience. Debido a que
Lex merece más que eso. Más de mí y lo que soy ahora. Se merece a alguien que
no la utilice de esa manera.
Sus labios se mueven por mi mandíbula antes de que se gire para que su
espalda este contra mi frente. Las cosas comienzan a desaparecer de nuevo. La
ira y el dolor, la frustración y la confusión, se alejan como si nunca hubieran
existido mientras pone mi brazo en su cintura. Acerca su duro y completamente
sexy culo contra mi paquete, y mi respuesta automática la hace reír. Pero, ¿qué
puedo decir? Esa parte de mi cuerpo tiene una mente propia.
Todavía no he comenzado.
—¿Ryan?
Me aclaro la garganta.
—¿Mm?
Se gira por lo que ya no estamos en cucharita. No sé si fue mi erección lo
que la hizo darse vuelta, pero no pienso en eso mientras pone su pierna en mi
cadera. Golpea mi rodilla justo entre sus piernas.
¡No comenzaré!
—Gracias. —Su respiración golpea mi rostro, contengo un gemido. Huele
a canela y a pasta de dientes.
—¿Por ...?
—Porque aguantaste diecinueve horas en el auto con tu hermano sin
iniciar una pelea.
—De nada, supongo. —No me refiero a eso como que salió bien, pero
incluso en la oscuridad puedo decir que Lex me está frunciendo el ceño—. Lo
siento —le digo rápidamente, acercándola por lo que su rostro se encuentra
presiono contra mi desnudo pecho—. Estoy cansado. Ya sabes, manejar todo el
día, y es tarde.
Lo bueno es que esta oscuro, porque estoy bastante seguro de que mi
cara es de color púrpura por todas las mentiras que salieron de mi boca.
—Bueno.
—¿Lex? ¿Puedo... puedo abrazarte?
Una sonrisa tira de sus labios y me envía escalofríos a través del
estómago. Me aprieta el costado y flexiona sus piernas en la mías. Si hubiera un
momento en el tiempo que pudiera congelar y vivir por siempre, sería este
momento.
—Cada vez que quieras abrazarme, puedes hacerlo.
14
Traducido por Sandry
Corregido por Ana Avila

Hay algo acerca de despertar en brazos de Ryan con el océano


rompiendo justo frente a nuestra ventana. La serenidad que no he sentido en
mucho tiempo. Entre las aplicaciones a la universidad, los exámenes de
admisión, los locos síntomas de abstinencia de mamá y todo lo demás, esto es
exactamente lo que necesito.
Coloco el brazo de Ryan apretadamente a mí alrededor, y se queja —
nunca ha sido un madrugador— me rio, pero no se resiste. Su cuerpo se
presiona contra el mío, y unos fuertes brazos me acercan aún más. Perfecto.
Realmente podría quedarme aquí para siempre.
¡No! ¡Espera! Ni siquiera vi el océano ayer. No lo he visto desde que tenía
diez años. ¿Qué diablos estoy esperando? Empujo a Ryan lejos de mí, y él gruñe
de nuevo.
—¿Qué estás haciendo? —dice con la voz soñolienta, sexy y pesada. Oh,
hombre, si me hubiera lavado los dientes, totalmente lo atacaría en este
momento. Pero ew.
Doy un salto en la cama y esta rebota. El cuerpo de Ryan se balancea
arriba y abajo cuando mi peso deja el colchón.
—Ya es oficial —dice frotándose los ojos—. Has perdido la cabeza.
Le doy mi sonrisa más linda, aunque dudo que me vea, y abro las
cortinas. Su brazo vuela a su cara, protegiéndose a sí mismo de la luz.
—Te odio.
Tendrá que superarlo, se lo diría si no tuviera mis ojos pegados a la
hermosa playa. El choque de las olas rompiéndose contra ella y volviendo hacia
atrás, dejándola limpia.
Cálidos brazos me envuelven, su nariz detrás de mi oreja, por mi cuello,
sólo deteniéndose para besar mis puntos sensibles. —Vuelve a la cama. —Los
labios se mueven hacia arriba, con su dedo tirando suavemente de mi barbilla
hacia él.
En lugar de sucumbir al abrumador deseo de saltar sobre sus huesos, le
doy un beso rápido y me alejo.
—¡Vamos a nadar!
—Podemos nadar... —Hace ese sexy estrabismo de ojos y camina hacia
mí con sus manos listas para agarrarme—. Más tarde.
Le doy una palmada en las manos y sacudo la cabeza. —No. Y no me
vengas con esa mirada de cachorro. Porque sabes malditamente bien que si me
llevas de vuelta en la cama, nunca iremos a la playa.
—¿Qué hay de malo en eso?
—La última vez que vi el océano tenía siete años. Hemos conducido
durante horas para llegar hasta aquí y sólo quiero sentirlo de nuevo. Contigo.
Afuera. —Señalo a la ventana y hacia el reflejo del sol en las olas.
Pone los ojos en blanco, pero a medida que vuelven a la normalidad, sus
labios se curvan en una sonrisa. —Suena perfecto.
Diez minutos después, me he duchado y me encuentro lista para sentir el
cálido sol contra mi piel. Pero primero tengo que tomar mi pastilla. La saco de
su envase, la lanzo a mi boca y la trago. Salgo del baño y espero a que Ryan se
cambie.
Empaqué una sorpresa especial para él. —¿Listo? —pregunto y me
apoyo en el marco de la puerta.
Se inclina sobre su bolsa de lona, la piel de su espalda tensándose. —S...
—Sus palabras fallan cuando posa sus ojos en mí.
Hago un lindo giro y volteo a mirarlo. —¿Recuerdas esto?
Sus oscuros ojos vuelven a la normalidad, pero un destello de pecado
pasa a través de ellos. —¿Cómo podría olvidarlo? —Se acerca, su camino feliz
asomándose por encima de sus pantalones cortos—. Después de esa noche en el
jacuzzi soñé contigo y con este bikini cada noche de la semana.
—Te dije que valía la pena cada centavo.
Asiente, sus ojos fijos en los míos. —Vámonos antes de que te eche a la
cama, y nunca nos vayamos.
No tiene que pedírmelo dos veces. Salgo de la habitación y camino por el
pasillo hasta la cocina. Entonces Ryan me pone su gran sudadera de cremallera
con capucha sobre mis brazos.
—¿Qué es esto? —le pregunto, pero cuando veo a Brett en el mostrador
con un plato de cereal frente a él y un periódico abierto a su lado, ni siquiera
necesito escuchar su respuesta. Normalmente lanzaría la sudadera al suelo y
caminaría sobre su petición. Pero todo esto del hermano es bastante difícil. Lo
último que necesita es que se fije en su novia. Así que aunque me duele dejar
que Ryan gane, acepto la derrota sin luchar.
Me subo la cremallera y después me arremango las mangas por la mitad
de mis brazos.
—¡Buenos días! —digo, y tomo el taburete junto a Brett—. ¡Los
Applejacks4 son mi favoritos! — Agarro la caja y la abro—. ¿Dónde están los
platos?
Brett señala—: En el tercer armario a la derecha.
Sostengo la caja y la sacudo. —Ry, ¿quieres algo?
Gruñe, y lo tomo como un sí. Cojo dos tazones y los lleno. Ryan se sienta
en el taburete más lejano al de Brett. Yo regreso a donde estaba y toco a Brett en
el hombro. —Así que eres una persona madrugadora por lo que veo.
—Padre militar —dice sin apartar los ojos de su periódico. Me inclino
para ver lo que lee, y mi corazón se hunde cuando veo que es un artículo acerca
de soldados muertos en un accidente de helicóptero.
Perdí a mi padre hace años, aunque no por la muerte, y fue un dolor que
cargué conmigo durante años. No puedo imaginar por lo que está pasando
Brett. El no saber, el temor de que puede que nunca tenga la oportunidad de
verlo otra vez o peor, hacerlo; pero solamente en un ataúd.
—¿Kaylee y Nate no te mantuvieron despierto toda la noche? —Arrugo
la nariz—. Siento que tengamos la habitación junto a la de ellos.
—Auriculares —dice y se mete otra cucharada en la boca. Cuando ha
terminado de masticar, me mira—. Habría hecho un desayuno de verdad, pero
no hay nada en la nevera. Debemos ir a una tienda más tarde. Hago un
desayuno completo de bacon y huevos. —Cierra el periódico doblándolo y agita
su mano hacia Ryan—. Puedo hacerte tobacon o como sea que se llame esa
basura de carne falsa.

4 Marca de cereales
—Eso es muy considerado. Ry, ¿no te parece? —Si mis ojos pudieran
extender un dedo y clavárselo en el pecho, lo harían.
—Sí. Lo que sea. —Lo miro con más fuerza, lo que hace que me dé una
mirada exagerada, excesivamente irritada. Como si eso hiciera que lo dejara
pasar. De ninguna manera. Lo miro con más dureza—. Gracias —susurra
finalmente.
Cuando invitó a Brett a la habitación del hotel para ver la televisión la
otra noche, pensé que ya habíamos superado esto. Supongo que no. Me vuelvo
con una sonrisa de satisfacción, y hurgo en mis cereales.
La oigo antes de verla. Para ser una chica pequeña, hace mucho ruido
cuando salta por el pasillo. Brazos escuálidos se envuelven alrededor de mi
cuello y presiona su cálida mejilla en la mía. —¡Buenos días, mejor amiga!
—¿Applejacks? —le ofrezco la caja por encima de mi hombro.
—Perfecto. —Se aleja, sus rubias coletas rebotando mientras salta en la
alacena. Nate no está haciéndole poner un saco de arpillera para tapar su sexy
bikini rosa.
Como la abuela decía: "Cariño, elige tus batallas sabiamente”. Sí, sí, sí.
—¿Dónde está Nate? —le pregunta Ryan cuando Kaylee se deja caer a su
lado con la caja de cereales.
—Me echó para que pudiera ponerse su traje de baño. Dijo que era una
distracción. —Ryan me mira y me da una mirada de “te lo dije”. Estoy a punto
de lanzarle un Applejack empapado en la frente cuando Nate entra y se pone
frente a Ryan para agarrar la caja de cereales.
Estoy tan acostumbrada a Nate con sombrero de fieltro, que es raro verlo
sin él. O sin sus tirantes o moñito. Está bien, quizá el moñito no, se vería como
un stripper confundido. Su pelo es un caos despeinado y sus ojos están
inyectados de sangre, como si no hubiera dormido en toda la noche. Si Kaylee
lo mantuvo despierto toda la noche, ¿cómo es que ella se encuentra toda
radiante y con tanta energía? ¡Oh Dios mío, sueno como la Abuela! Necesito un
poco de tiempo con la gente joven. Con el exceso de trabajo y haciendo frente a
Mamá, me he convertido en una señora de sesenta y cinco años de edad.
Una bola blanca me llama la atención, y se define.
—A comer todo el mundo. Tenemos un partido de voleibol en nuestro
futuro.
Fuera en el caluroso sol, lanzo la pelota, la atrapo y la giro en mi dedo
índice. Me deshice de la sudadera mientras caminaba hacia la puerta. —
Acuérdate de la clase de gimnasia, tres golpes por vuelta. Las líneas que Brett
tan amablemente ha esbozado están fuera de los límites. Ahora a formar los
equipos.
Estoy a punto de apuntar a Kaylee cuando Nate salta delante de ella. —
Somos cinco, seríamos seis si Nick no tuviera resaca, y todos sabemos que
Kaylee preferiría trabajarse el bronceado.
Kaylee empuja su hombro y pone los ojos en blanco. —Puedo tomar el
sol en la cancha.
Da un paso detrás de él.
—Necesitamos un árbitro. —Nate se vuelve hacia su novia con una
mirada suplicante. Esos dos son tan extraños.
Kaylee deja caer los brazos, con la cabeza hacia un costado. —De
acuerdo, seré el árbitro.
Ryan camina hacia mí, y sé que va a reclamarnos como equipo, pero es
hora de mezclar las cosas. —Eso lo resuelve entonces. Nate, tú vas con Ryan, y
yo con Brett.
Brett asiente y camina hacia el extremo de la cancha. La boca de Ryan
cae y sólo Dios sabe lo que está pensando. Tengo que controlar los daños en la
parte superior del control de daños.
Me acerco para golpearle el culo y le doy un beso en la mejilla. —Sólo
quiero patearte el trasero. —Antes de darme la vuelta, me inclino y le
susurro—: Además puedes tener una mejor vista del bikini si estoy a través de
la red.
—No me hubiera importado ver la parte trasera —murmura mientras me
alejo, así que me pavoneo un poco.
Brett tiene servicio, así que me pongo de pie contra la red. Trato de
llamar la atención de Ryan, pero está demasiado ocupado dándole Brett una
mirada de muerte. Un pequeño grupo de chicas adolescentes caminan en
diminutos bikinis que apenas llenan. La morena pone una mano sobre su boca y
le susurra a sus amigas, sus ojos nunca dejando los abdominales de Ryan. Me lo
tomo a broma y me concentro en el juego.
Con un golpe, la pelota pasa por encima de mi cabeza, de la red y a la
derecha de Nate. Fija la pelota y Ryan la golpea suavemente, devolviéndola.
Nate y yo saltamos, pero ¿a quién engaño? No hay manera de que pueda
bloquear su impulso.
Su brazo alcanza un pie sobre mis manos extendidas y le pega hacia
abajo. Me giro justo a tiempo para ver a Brett de rodillas, la bola yendo
directamente a su perfecta silueta. El balón pasa por arriba y me coloco. Llega a
él y posteriormente la clava abajo, casi en la cabeza de Ryan.
Estoy lista para detener una pelea, pero por algún milagro, Ryan
recupera el balón hacia atrás y hacia Nate. ¡Santa mierda! Eso fue asombroso.
Así es, señoritas, él es todo mío.
Nos pasamos el balón un par de veces, y cuando Brett lo acomoda para
mí, hago mi mejor imitación de una espiga. La pelota va directo a Ryan y falla.
¿Qué? ¿Cómo pudo parar esa bola cuando Brett la tiró, y no mi tiro, que es
delicado y una excusa muy pobre de salto?
Con las manos puestas en mis caderas, para no explotar y pegarle, me
acerco a la red. Ryan lanza la pelota sobre esta a Brett, quien toma su posición
para servir.
—¿Qué diablos ha sido eso? —pregunto.
Kaylee me escucha y levanta la mano. —Tiempo muerto —dice en voz
alta con un tirón de su coleta.
—¿Qué fue qué?
—La has fallado a propósito. Soy una chica, pero no soy incapaz de
jugar. No es necesario que me des un trato especial. ¿Me permites recordarte lo
horrible que fuiste en las pistas de esquí y lo genial que yo fui?
—Lex, falle el balón. Fue un buen salto.
—No, no lo fue.
— ¡Para ti! Sí lo fue. De hecho, no esperaba que pasara por encima de la
red. —Sus ojos se estrechan y las motas color oro brillan con la luz solar—.
Además, ¿cuándo alguna vez desde que me conoces, no te he tratado como si
fueras mejor que yo en todo?
Aprieto los labios e inclino la cabeza. —Buen punto.
—Ahora puedes… —Ryan pasa por debajo de la red y envuelve una
mano alrededor de mi cintura— venir aquí y darme un beso para que podamos
continuar con este juego.
—No besos del enemigo —le digo con un guiño.
Su mano me aprieta, y se agacha por debajo de la red hasta que no hay
nada entre nosotros. —Creo que es “dormir con el enemigo”, y estoy dispuesto
a hacer una excepción. —Baja su boca a la mía, y ya que tenemos una audiencia,
es rápido y luego lo empujo de nuevo a su lado.
—¿Ya terminaron? —pregunta Brett, la pelota ahora bajo su brazo.
—A por ellos —digo, y tomo mi posición. Lanza la pelota hacia arriba y
la golpea sobre la red, sin ayuda alguna, Ryan aporrea la bola hacia atrás. Estoy
a punto de ponerla para Brett, pero la pasa por encima la red, antes de que
pueda llegar a ella, directamente a Ryan.
Este la clava de nuevo a su hermano, y Nate lanza sus manos en alto. El
balón va y viene, ni él ni yo la tocamos ni una vez.
Nate se marcha de la cancha y se acerca a Kaylee. Espero a que la abrace
y la gire en círculos, para luego, echársela por encima del hombro. En lugar de
eso, suavemente coloca una mano en su costado y le besa la frente. La mirada
de Kaylee se eleva cuando intenta tirarlo al agua y este no se mueve.
Este viaje no va como creía. Y esta muestra de machitos entre estos dos
hermanos idiotas tiene que parar ahora mismo. Mientras Brett golpea la pelota
sobre la red, Ryan da por terminado el salto, y yo empujo a Brett fuera del
camino. Me paro en la línea del balón; los ojos de Ryan se encuentran en el
salto. Ni siquiera creo que me haya visto precipitarme a su oponente.
—¡Suficiente! Voy al agua. ¡No necesito tu permiso! —Me giro hacia
Kaylee mientras se aleja de Nate y ¡pum!
Un calor palpitante se dispara a través de mi mejilla y caigo.
Coloco una mano a mi cara y trato de luchar contra el llanto. Trato de
empujar el dolor, pero me duele mucho. Las lágrimas se derraman. Me muerdo
el labio para evitar los sollozos que se acurrucan en mi garganta. Oigo mi
nombre, conmocionado, pero no me puedo concentrar. Todo en lo que puedo
centrarme en la vibrante sensación.
—¡Lex, Lex! —Ryan me envuelve en sus brazos, quita mi mano y me
mira a los ojos. Está todo borroso, pero todavía puedo distinguir las líneas de su
rostro y el sólo verlo hace que mis sollozos broten. Mi cabeza cae en su pecho—.
Lo siento mucho.
—¡Bien hecho, imbécil! —dice Brett, y sé que si Ryan no se encontrara tan
preocupado por mí, se levantaría y lo noquearía.
—Lex, mírame. Por favor. —La mano de Ryan se desliza por mi otra
mejilla y la voltea hacia él.
Abro los ojos y, con mucho cuidado, y pone su mano en mi barbilla. Sus
ojos se agrandan y luego los entrecierra. No necesito un espejo para ver lo malo
que es. Lo veo en los ojos de Ryan.
—Fue un accidente —murmuro porque sé que se castigará por esto
cuando fui yo quien empujó a Brett fuera del camino. La tensión en su
mandíbula disminuye, y una esquina de su boca se curva.
—Lástima que no tengamos una bola de nieve. Hacen grandiosas
compresas de hielo.
—Las mejores.
—Vamos, te llevaré cargando a casa, y seré tu propio médico personal.
—¿Usarás uniforme?
Se frota la parte trasera del cuello, y sus oscuros ojos se suavizan. —Lo
siento, me olvidé de meterlo en la maleta.
—Maldita sea, me encanta un hombre en uniforme.
—Oh, ¿ahora sí? —Me hace cosquillas en un costado y por un segundo
me olvido el dolor. Entonces me rio y ouch.
—Mejor amiga, ¿te encuentras bien? —pregunta Kaylee cuando echo un
vistazo en su dirección.
Asiento con la cabeza y sonrío. —No dejes que evite que vayas al agua.
Ve a nadar.
—¿Estás segura?
—Por supuesto. Estoy bien. Además tengo al Doctor Ryan cuidando de
mí.
—Grita si necesitas algo —dice, luego trota por la playa. Nate corre
detrás de ella y coloca un brazo alrededor de sus hombros. Finalmente las cosas
están empezando a verse normales nuevamente.
—Toma. —Miro a Brett, y me entrega una bolsa de hielo—. Tenían una
en el puesto de salvavidas por allí.
—Gracias —digo.
—Sí, gracias —expresa Ryan, y ni siquiera le dirige una mirada de
muerte. Progreso. Tal vez el ser golpeada en la cara con una pelota de voleibol
es el empujón que necesitan para finalmente darse cuenta de lo estúpido que es
su enemistad.
Si ese es el caso, entonces estoy feliz de hacerme cargo del equipo.
15
Traducido por Eli Hart
Corregido por Beatrix

—¡Arruiné todo nuestro día! —dice Lex mientras se deja caer en el sillón
con sus pantalones de pijama de seda y su camisa de tirantes finos. Sin sostén
debajo, supongo que no quiere otra cosa de gel o lo que sea que era, y en serio,
en serio intento no pensar en ello mientras pone su cabeza sobre mi regazo
cubierto con mi pijama—. Ni siquiera nadamos.
Pasando mi mano sobre su cabello, le sonrió y me hace un puchero. —No
arruinaste nada. Fui yo quien te golpeó en la cara.
—¡Puff! —Se cubre los ojos—. Día uno, y ya me dijeron que
permaneciera dentro.
—Solo hasta que las drogas se vayan. Y la hinchazón baje. —Levanto sus
manos de su rostro—. Parece que estarás nadando muy pronto.
—No es solo eso, Ry. —Se sienta y se gira para enfrentarme, pero ya tiene
su mirada en los cojines entre nosotros—. Hemos estado dentro todo el día. Son
vacaciones de primavera, demonios. Tenía planes... Ya sabes, cosas divertidas
que quería hacer contigo.
Levanto su barbilla para que me mire. —Aquí estoy. ¿Qué quieres hacer?
Deja escapar un suspiro, sacando ese maldito labio inferior. —Nadar.
Mi mirada se queda en ese labio, y no puedo evitar acercarme y agarrarlo
con mis dientes antes de succionarlo en mi boca. Sabe a azúcar y fresas, cortesía
del pastelito de fresa que comimos hace apenas veinte minutos. Kaylee insistió
en que “celebráramos” nuestro primer día aquí antes de que todos se fueran a la
fiesta a la que Nick nos invitó. Aún si no hubiéramos estampado ese balón de
voleibol en el rostro de Lex, no iríamos. No la forzaría a estar alrededor de todo
ese alcohol.
Pero eso nos da la oportunidad de estar solos. Todavía no estoy seguro
de si eso me agrada, o me asusta.
Se aleja de mis labios, dándome su sonrisa enorme de dos hoyuelos. Bien.
Le quité el miedo por un momento.
—Te diré algo —digo, acariciando mi nariz con la suya—. Te voy a
levantar a las tres de la mañana cuando tu ojo se haya deshinchado
completamente, te llevaré afuera, y te lanzaré al océano.
—Suena romántico, Ry. —Rueda los ojos—. ¿No sabes que todas las
personas que nadan en la noche son comidas por tiburones?
—Lucharé contra ellos por ti. —Guiño y me alejo, feliz de que finalmente
se anime. Nos sentamos un momento en silencio mientras acaricio la piel de su
cuello.
Es tan suave. En todas partes... Suave. Y no puedo creer que sea el
afortunado que la puede tocar cuando quiera.
Deja escapar un gemido y levanta su cabeza hacia mí, cerrando los ojos.
—¿Me contarías una historia?
Eh... —¿Qué?
Sus ojos se abren de pronto, y se desliza en mi regazo, con una pierna a
cada lado de mí. Se sienta ahí como si no fuera gran cosa, y estuviéramos a
punto de hablar del clima o de política o de algo igual de aburrido. Pero mi
cuerpo seguro como el infierno que dice: “Esa sensual chica está sentada sobre
ti. No me decepciones”.
—Quiero que me cuentes una linda historia, Ry.
—¿Cómo cuál?
—No sé. Algo que recuerdes.
Sonrío. —Conoces todas mis historias, eres parte de ellas.
—Ya sé. Es lo que las hace divertidas.
Agito la cabeza con una risa silenciosa. —¿Una linda historia, eh?
Asiente, deslizándose un poco más arriba en mi regazo. Si se acerca más,
va a sentir mucho más que mis piernas.
Aclarándome la garganta y pasando mis dedos sobre la piel de sus
brazos, comienzo la primera historia en mi cabeza.
—El último año. Pop-pop intentaba enseñarme cómo arreglar el radiador
del Lincoln. Viniste y dijiste que me esperarías en la casa.
La miro falsamente mal, y se ríe, pero no termina la historia por mí,
aunque sabe exactamente de lo que hablo. Así que continúo.
—Y tú, mentirosita, te metiste en el asiento delantero del auto y me
tocaste el claxon mientras estaba debajo del capó.
Deja salir otra sonrisa sexy. —Pensé que te daría un ataque cardíaco.
—No —digo, riendo con ella—, solo un cerebro lastimado.
—Supongo que ahora estamos a mano, ¿no? —Pasa sus dedos sobre sus
mejillas y hace una mueca. Toda la risa de mi garganta se detiene.
—Lo lamento, Lex. —Tomo sus dedos y beso suavemente su
hinchazón—. Odio ser quien te hiciera esto.
Es el eufemismo del año. No puedo creer que dejara salir mi
temperamento hoy con Lex al otro lado de la malla. Si solo hubiera jugado sin
preocuparme por tener una excusa para lanzar la pelota con fuerza sobre la cara
de mi hermano, Lex no tendría ese moretón. Habría sido capaz de nadar y
hacer… lo que sea que planeara para nosotros. No arruinó nuestro día.
Yo lo hice.
Y Brett, porque se siente bien culparlo, también.
Ella me hace saltar cuando presiona una larga uña sobre la cicatriz en mi
ceja.
—Desearía que me hablaras. —Suspira.
—¿Qué?
—Puedo decir que hay algo en tu mente, Ry.
De todas las personas, debería ser capaz de hablar con ella, pero no
quiero. El estar con ella será ensombrecido por la presencia de Brett aún más de
lo que ya está. Pero supongo que se merece algo ahora, no solo porque la amo,
sino porque ese maldito ojo rojo me mira como diciendo: “Tú no lo hiciste… lo
hiciste…”
—Es difícil tenerlo aquí —digo, sin encontrar sus ojos.
—¿Por qué?
—Porque es un constante recordatorio de lo que mamá hizo. Cómo… —
Agito la cabeza y fuerzo a irse la maldita picazón, apretando mi nariz. Lex baja
mi brazo, besando mis dedos antes de entrelazarlos con los suyos.
—Sé que es difícil. Pero no es exactamente culpa de Brett.
Tan rápido como dejo caer la pared, se vuelve a levantar. No quiero
hablar de esto. Nunca, con nadie. En serio no quiero pelear con la chica que
amo por esta mierda estúpida.
Alejo el enojo de mi cara tanto como puedo y ajusto a Lex en mi regazo,
para que esté presionada contra… bueno, todo.
—Ahora cuéntame tú una historia —susurro en su oído.
—Intentas cambiar el tema —susurra en respuesta, nuestras
respiraciones se aceleran solo por la forma en que nos sostenemos. Demonios,
es sexy como el infierno y ni siquiera hace nada.
Saco mi labio inferior como ella hizo. Se ríe y lo agarra con la uña.
—Bien. —Sus ojos dorados van al cielo mientras toca su barbilla—. El
último año. Fui de vacaciones en primavera con mi novio…
¿En serio? Si saca a Brett, no sé cómo manejarlo. Se supone que ella es mi
liberación, tan imbécil como sea eso. Y me recuerda solamente cuán imbécil soy
cuanto más se acerca a mí.
—Tenía esta enorme sorpresa para él. —Sigue, pasando sus uñas por mi
cabello. Oh, diablos, ni siquiera me interesa perder el control ahora. No… sí.
Tengo que mantener tranquilas nuestras sesiones de besuqueo. Sin importar
cuánto quiera meterme en sus pantalones.
Porque no está bien. No ahora. No después de…
—¡Pero el primer día golpeó un balón de voleibol justo en mi cara! —Su
mandíbula cae en una mueca de “no puedo creer que hiciera eso”, y niego con
la cabeza.
—Suena como un idiota. —Detengo sus manos de acariciar mi cabello—.
¿Lo botaste?
—Debí hacerlo, sabes —bromea, poniendo su mano ahora libre bajo mi
camisa. Demonios, no soy muy bueno en eso de “distancia por su propio
bien”—. Pero no pude.
Mi respiración no ayuda a las cosas. Ni la de ella. Ambos jadeamos hacia
el otro como si hiciéramos mucho más que solo estar ahí sentados.
—¿P-por qué no? —dejo salir, perdiendo habilidad de hablar mientras
sus dedos siguen moviéndose por mi estómago.
—Bueno, me llevó de regreso a la casa de la playa donde nos quedamos.
Me miró dormir, jugó con mi cabello, y me dijo que lo lamentaba un millón y
medio de veces.
—Hmm… —gimo, cerrando los ojos porque sus manos han ido un poco
más lejos al sur—. Aún suena como un idiota.
—No. Él es increíble. Y es todo mío. Pero tenía que esperarme para darle
su sorpresa. La anticipación… bueno, eso me mataba.
Sus labios se presionan sobre los míos y evito regresarle el beso. Sigue
hablando de esta sorpresa y pensé que se trataba del bikini que se puso en la
mañana. Supongo que me equivoqué.
—Eres lindo cuando estás confundido —dice cuando mis ojos se abren
para encontrarse con los suyos. Sus hoyuelos casi me matan.
—¿Te gustaría sacarme de la duda?
Ladea su cabeza como si lo considerara. Pero sé que me dirá el resto de la
historia. —Así que, esa noche, cuando las drogas se disiparon… —Mira al reloj
de la pared—. A la una en punto. Lo besé en el cuello.
Sus labios trazan mi piel y la sostengo ahí, pasando mis manos por su
camiseta, sintiendo su espalda desnuda.
Mierda, no puedo dejar que esto avance. No lo haré. Hemos hecho esto
antes. Estamos bien.
—Luego besé sus labios…
Me mantengo muy quieto mientras posa ligeramente sus labios sobre los
míos. No la voy a usar. No lo haré. Sin importar lo bien que se sienta olvidarse
de todo.
No lo haré. No lo haré. No lo haré
Se aleja, pero no mucho. Compartimos el mismo aire entre nuestras
bocas cuando exhala la siguiente oración.
—Luego sacudí su mundo.
Mierda.
No sé cómo sucede, sinceramente pensé que estaba mejorando…
asegurándome que no iba a utilizar a Lex para borrar lo que sucedió hoy. Pero
aquí estoy, colocándola debajo de mí y besándola como nunca lo había hecho
antes. El mundo entero podría explotar a nuestro alrededor y no lo notaría.
Creo que explotó y nosotros fuimos la causa. Nuestros cuerpos colisionan,
tocando y sintiendo todo lo que se pueda.
Me siento atrapado en mi ropa y ella atrapada en las suyas. Pero no
puedo subirla por las escaleras.
La seda de sus pantalones cae por mis dedos mientras me agacho. Está
diciendo mi nombre de nuevo y puede gritárselo al mundo por lo que a mí me
concierne. Estamos solos No hay nadie más, solo ella y yo.
No, no, no… no puedo dejarla… ni siquiera un poquito. Porque todavía
estoy enojado, sigo molesto por todo. Mi mamá, mi hermano, este maldito viaje
en el que viene conmigo.
Todo lo que sé es que si ahora le hago el amor. No sería hacerle el amor
en absoluto.
Solo sería algo para cubrir todo el dolor. No podría hacerle eso.
Juro que todo mi cuerpo me grita cuando me alejo hasta el otro lado del
sofá, dejando a Lex con su camiseta medio subida, sus pantalones lo bastante
sueltos como para poder ver las bragas púrpuras que lleva y una expresión en
su rostro que está entre la confusión y la conmoción.
—Lo­lo siento… —tartamudeo, pasando una mano por mi nuca, sin
siquiera verla cuando se acomoda su ropa—. Yo­yo… solo…
La puerta delantera de la casa de playa se abre, haciéndonos saltar en el
sofá. Con los ojos enrojecidos y las mejillas manchadas por las lágrimas. Kaylee
se dirige hacia Lex, envuelve una mano en su muñeca y la hala por las escaleras.
Ahora todo está en silencio, hasta que Nate entra por la puerta.
—Bueno, no está embarazada.
Muevo la cabeza intentando entender lo que pasó en los últimos treinta
segundos.
—¿Qué demonios?
Nate deja caer su sombrero en el suelo mientras sube a una de las
enormes sillas. —Yo, en-en serio pensé que lo estaba. Digo, de verdad actúa así.
Estuvo enferma del estómago de camino aquí. Ha sido tan caliente y fría
últimamente. Y toda la cosa de paternidad planeada.
—Le preguntaste, ¿verdad? No solo… lo asumiste.
—No sabía cómo preguntarle. Pero supongo que formé todo en mi
cabeza.
Se queda callado y yo sigo callado. De acuerdo, entonces no está
embarazada. Eso es bueno, ¿no? Entonces… ¿qué demonios?
—Amigo, enserio… en serio creí que lo estaba.
—¿Pero no?
Agita la cabeza.
—Entonces… eh, ¿cuál es el problema?
Agita la cabeza de nuevo su cabello oscuro cayendo sobre sus ojos. —La
amo. Quería estar ahí para el bebé. Quería que ella lo supiera.
—Bien…
Un ruidoso soplo de aire se escapa de sus labios mientras mete las manos
a los bolsillos y saca… ah demonios, no lo hizo…
—Dijo que no, hombre. No puedo creerlo… dijo que no.
—Mierda.
16
Traducido por Andreeapaz
Corregido por Juli

La mano de Kaylee sujeta mi muñeca con fuerza, y me empuja hacia la


habitación de ella y Nate. La puerta se cierra, y por fin afloja su agarre de
muerte. Se acuesta en la cama; la ira y la derrota irradian de ella. Ni siquiera sus
coletas son alegres como siempre.
Me siento y espero que se lance a mis brazos. No lo hace, lo que solo
significa una cosa. Es peor de lo que pensaba. —¿Me vas a decir de que se trata
todo esto?
Una fuerte ráfaga de aire sopla hasta que un mechón rubio cae de su
trenza.
—Estoy saliendo con un idiota.
Me recuesto, con las cejas levantadas. Para cualquier persona normal,
idiota no es nada, pero para Kaylee, podría bien haberle dicho… algo mis veces
peor que eso. La última vez que se refirió a Nate como un idiota fue el día que
le dijimos adiós a su amado jerbo, el señor Pippi. Uno pensaría que después de
entregar una bomba como esa, no entregaría detalles.
Al menos sé que Nate no mató a otro jerbo ya que ella no tuvo corazón
para sustituir al señor Pippi después del lamentable accidente.
La curiosidad me hace moverme al borde de la cama. —¿Por qué es un
idiota?
—El estúpido pensó que me dejó embarazada.
—¿Lo hizo? —Dejo escapar.
—¡No! —Se mete el pelo suelto detrás de la oreja—. Quiero decir, lo
pensé por un segundo, pero no se lo dije.
Es como si me hubiera dado un puñetazo en el estómago. —¿No estás
tomando la píldora? —Sé que la píldora no es cien por ciento confiable, pero
está malditamente cerca. Espero.
—La olvidé un par de días. Pero no importa, me llegó mi período esta
mañana.
La respiración que ni siquiera me doy cuenta que contengo sale
rápidamente.
—Todavía no sé porque es un idiota.
—Me propuso matrimonio.
Estoy bastante segura que mi boca acaba de golpear el suelo. Los ojos
están en algún otro lado de la habitación. ¿Le propuso matrimonio? Estamos en la
escuela secundaria. Esto no es un programa de televisión basado en
adolescentes poco realistas. No quieres estar comprometida en la escuela
secundaria.
—¿Está loco?
Kaylee asiente; sus cejas se elevan tanto que podrían golpear el techo. —
Son exactamente mis pensamientos.
—Así que, ¿qué le dijiste? ¿Le dijiste que sí?
—Claro que no. Tengo dieciocho años. Es el único chico con el que he
estado. No voy a casarme con él.
Eso es un alivio. Pero espera…
—¿Qué le dijiste?
Kaylee me mira con sus grandes ojos verdes, pero el brillante espíritu
que emana se ha ido, bloqueado por la lástima. —Hemos estado juntos por un
año. —Se encoje de hombros y mira a su regazo—. ¿Cuántas parejas que
conoces están saliendo desde la secundaria y siguen juntos?
Una lágrima escapa y aterriza en su pierna bronceada. No pareció darse
cuenta. Se desliza por el lado, y ella no la limpia.
—Pop-pop y la abuela —suelto—, y son la pareja más feliz y fuerte que
conozco.
—Y son una en un millón. Mira los ejemplos más obvios. Tus padres. Los
padres de Ryan. Son una norma. Esto no es una novela romántica, Lex. No te
quedas con tu novio de la secundaria. He estado viviendo este cuento de hadas
y ¿para qué? ¿Para establecer lo inevitable? Esperar a que las cosas se pongan
feas y terminemos odiándonos mutuamente.
¿Quién es esta chica y que ha hecho con mi Kaylee? Dejó todas sus
alegres coletas, su romanticismo empedernido y se volvió oscura y amarga y…
errada. Está simplemente mal.
Piensa, Lex. Tiene que haber algo que pueda decir.
—Pero Kaylee… eres el conejo de su sombrero.
—Más bien como el león de su jaula. ¿No viste como me ha estado
tratando? Todo machista y protector.
Mis brazos vuelan como si no los estuviera controlando. —Él creyó que
estabas embarazada.
—¿Y podrías imaginar si lo hubiera estado? Me hubiera sofocado hasta la
muerte.
—Por lo menos tienes un novio que te quiere. Mientras que el mío acabó
de saltar al otro lado del maldito sofá para alejarse de mí.
No tenía intención de cambiar de tema. A Kaylee obviamente le pasa
algo más importante, pero si Nate quiere mantenerla a salvo. Solo está haciendo
lo que cree que es correcto. Lo único que sabe. Amarla. ¿Cómo podía usarlo en
su contra?
—Ryan está loco por ti —dice Kaylee, emocionada por el cambio de
tema—, lo ha estado durante mucho tiempo. Tal vez solo está asustado de que
no estés en la misma página que él. Como si estuviera más involucrado que tú,
y quiera esperar hasta que el campo de juego esté parejo. Quiere que signifique
mucho para ti como lo hace para él.
—Nunca lo pensé de esa manera. —Tal vez Kaylee tiene razón. Ryan es
terco. El idiota nunca creyó ser lo suficientemente bueno para mí, y quizás se
siente de la misma manera sobre tomar mi virginidad. ¿Podría ser así? ¡Idiota!
Parece ser uno de esos casos en que las cosas se dan vuelta. Pero antes que
pueda arreglar las cosas entre Ryan y yo, necesito arreglar lo de Kaylee y Nate.
El cambio de tema desapareció. Las lágrimas que han estado
amenazando por derramarse desde el minuto en que me dijo que terminó con
Nate, aparecieron como una cascada. Se esfuerza por contenerlas, pero no
puede evitar que rueden por su mejilla.
Esto es una locura. Kaylee y Nate son una pareja ideal. La gente sueña
con la búsqueda de su pareja ideal, y ella está lista para desperdiciarla.
—Esto no se trata de mí. —Engancho mi brazo alrededor de su hombro y
la acerco hacia mí—. ¿Qué demonios estás pensando?
—¿Perdona? —chilla y se aleja antes de limpiar las lágrimas. Delineador
negro corre por sus mejillas y alcanzo un pañuelo desde la mesita de noche.
Limpio sus ojos.
—¿Quién más va a ir a clases de swing contigo? ¿Quién va a escribirte las
cartas de amor que tanto te gusta dejar en tu bolso solo para poder leerlas
cuando quieras? ¿Quién va a darte ramos de flores de la nada cuando has
tenido un mal día?
Se encoge de hombros.
—Y pueden ser un millón de posibilidades, pero Nate es único en su
clase, y está hecho para ti. No dejes que su amor por ti sea lo que los separe. Es
la mejor virtud de él.
Kaylee se muerde el labio, deteniendo las lágrimas y justo cuando estoy a
punto de verla recaer, se para y camina a la puerta. ¿Qué es lo que acaba de
pasar?
Corro detrás de ella, y cuando llegamos a la sala de estar, Nate alza la
vista y se ve como un tímido gato congelado, con los ojos abiertos, luciendo
demasiado aterrorizado para moverse. Como si al dejar su lugar, todo el mundo
fuera a ser destruido.
Ryan está detrás de Nate, buscando con sus ojos una pista en mí, pero no
le puedo dar ninguna. Por una vez no tengo idea de lo que cualquiera de ellos
está pensando. Sus miradas se cruzan, la tensión es tan alta que creo podría
asfixiarme.
Kaylee tiene una fría cara de póker, pero cuando Nate eleva una tupida
ceja, una sonrisa se extiende en la cara de mi hermana, y sale disparada. Choca
de golpe con su pecho, apretando los brazos alrededor de su cuello. Nate mira
arriba, susurrando un agradecimiento al cielo y la envuelve en un abrazo.
—Lo siento tanto —dice Kaylee lo bastante alto para ser escuchada.
—No, yo lo siento. Entré en pánico. —Nate se aleja hasta que la mira a
sus profundos ojos verdes—. Te amo Kaylee, más de lo que puedo expresar con
palabras, y quiero casarme contigo algún día. Pero en este momento solo quiero
estar contigo.
—Y yo también quiero estar contigo. —Lanza los brazos a su alrededor
de nuevo, y él la levanta. Una risita escapa y todo está bien de nuevo.
—Discúlpennos —dice Nate, y corre con Kaylee a su habitación. La
puerta se cierra, giro hacia Ryan y sonrío.
Cruzo la habitación hasta que estoy en sus brazos. Va a alejarse, pero no
lo dejo. No otra vez. Si puedo ayudar a arreglar una relación, más vale que sea
capaz de arreglar la mía.
Pasa un dedo por la línea de mi mandíbula. Es tan caliente y frío en estos
días. Un minuto me aleja y al siguiente hace cosas como esta. Cosas que hacen
que se me acelere la respiración y aparezcan mariposas en mi estómago.
—¿Qué le dijiste? —pregunta, su aliento a menta calienta mi mejilla.
Paso las manos por su pelo y las dejo en la parte trasera de su cabeza. —
Solo le hice ver lo que ya sabía.
—Nunca dejas de sorprenderme.
—Bueno, ahora que un problema está arreglado. Nos queda uno más.
—Oh, ¿en serio? ¿Y cuál es?
—Averiguar porque no quieres tener sexo conmigo.
Es como si lo hubiera pateado en las bolas. Inhala y salta atrás.
—¿De… De qué estás hablando?
—Cada vez que nos acercamos, te alejas. Como ahora.
Baja la mirada al espacio que ha creado, y doy un paso hacia él. Pienso en
lo que me dijo Kaylee y me lanzo por ello. Sin echarme atrás. Simplemente
tengo que dejarlo salir para que sepa que estoy comprometida.
—¿Crees que no te amo tanto como tú me amas? Porque lo hago.
Se frota la nuca, evitando todo contacto visual. —No es eso.
—Entonces, ¿qué es, Ry? ¿No te sientes atraído por mí? Sé que soy muy
delgada, y uno de mis pechos es más grande que el otro, pero… —Lágrimas
pican en mis ojos, y un dedo de Ryan se apoya en mi labio.
—No. Eres hermosa. Todo acerca de ti es increíble.
—Entonces, ¿porque no quieres tener sexo conmigo?
—Quiero… —Va a decir algo más y se detiene. Sus dedos alcanzan el
puente de su nariz, y una vez que empieza a apretarlo, sé que oculta algo.
—Maldita sea, Ryan, habla conmigo. Por favor. —Aparto sus manos de
la nariz para poder ver los oscuros iris de mi mejor amigo; el chico del que me
he enamorado tan loca y profundamente.
La oscuridad se ilumina, y sonrío para dale un impulso adicional por si
lo necesita. Mueve la boca, pero no salen palabras. En su lugar, niega con la
cabeza, quita mis manos de él y sale por la puerta.
Suelto una respiración irregular, como si el viento me golpeara. Las
lágrimas pican en mis ojos y mis piernas se tambalean. Caigo contra la pared, y
mi cuerpo se desliza hacia abajo hasta tocar el piso. Pongo las rodillas contra mi
pecho. Al igual que Kaylee hizo hace un momento, trato de pelear contra las
lágrimas. Pero ¿a quién estoy engañando?
Perdí la pelea al minuto que Ryan me rechazó y salió por la puerta.
Nunca se me ocurrió que llegaría el día en que no pudiera leer su mente.
Sabía exactamente lo que pensaba gracias a su lenguaje corporal. Es como si me
estuviera bloqueando. Todo lo que sabía de él estaba mal.
¿Cuándo ocurrió? ¿Cuándo mi mejor amigo se convirtió en un extraño?
Me ahogo en mis sollozos y dejo que mi cabello caiga en mi cara. No me
importa estar en medio de la sala de estar y que cualquiera pueda entrar y
verme. No sirve esconderme. La verdad saldrá eventualmente.
Ryan no me quiere. Simplemente no sabe cómo dejarme ir. Una cálida
mano descansa en mi rodilla.
—Oye. ¿Estás bien?
Miro unos ojos familiares, pero en realidad no lo son tanto. No sé nada
sobre el chico detrás de ellos.
—Hola, Brett. Estoy bien. —Trato de sonar alegre, pero con las lágrimas
cayendo por mis mejillas y mocos corriendo por mi cara, no creo que esté
convencido.
—No te ofendas, pero tienes mierda negra corriendo por toda tu cara, y
para ser una chica sexy, luces como el culo —dice con una sonrisa.
—Me siento como tal.
—Déjame adivinar. Mi hermano.
—Ding, ding, ding, tenemos un ganador.
—¿Quieres que le dé una paliza?
—Por muy tentador que parezca, no. —Podría estar muy enojada y
decepcionada de él, pero nunca le haría daño físico. Además, si alguien iba a
hacerle daño, sería yo.
—¿Quieres que te traiga algo? —pregunta Brett, y por la forma en que su
piel se arruga en el puente de su nariz, sé que puedo responder lo que sea, y lo
va a conseguir para mí. Es aterrador lo mucho que se parece a su hermano.
—Creo que me voy a ir a la cama.
Me ofrece una mano y me ayuda a levantarme. —¿Quieres que le diga
algo a Ryan cuando vuelva?
De hecho, sí. —Dile que la puerta está bloqueada, y que puede dormir en
el Lincoln por lo que me importa.
—¿Quieres que rompa la ventana para que entren los mosquitos allí?
—No voy a detenerte. —Camino a mi habitación antes de que las
lágrimas me alcancen de nuevo. Cierro la puerta y caigo en la cama.
Sin Ryan, la cama es inmensa. Como si pudiera caber un oso y sus crías
aquí. Osos estúpidos. Ahora todo lo que puedo pensar es en nuestro viaje en la
estación de esquí y nuestras noches juntos en la cama.
Pinto mis uñas con Brillante Energía, esperando que el brillo me ponga de
un mejor estado de ánimo. Pero no es así. En todo caso, quiero quitármelo.
Cambiarlo por algo más oscuro, más sombrío. Pero ninguno de mis esmaltes
puede describir cómo me siento. Nada puede ser tan vacío y solitario a como
estoy ahora. Por una vez en mi vida no hay un esmalte de uñas para hacerme
sentir mejor.
Me saco el anillo que Ryan me dio, me acuesto en la cama y dejo que el
sueño me consuma.

Los golpes son más fuertes y me convierto en una bola. Papi me encontrará. Solo
tengo que quedarme aquí. Dijo que estaría de vuelta. No me dejaría. El gran tipo
espantoso que trajo mami a la casa se irá una vez que papi regrese.
Solo tengo que dejar la puerta cerrada y quedarme cerca de la pared. Los golpes
se detendrán. Siempre lo hacen. Se dormirá. Y entonces mami también lo hará.
La puerta se abre, y grito. Pateo y golpeo y trato de conseguir que me deje sola.
Pero dice que yo fui una chica mala y esas merecen ser castigadas. Va a azotarme. Y no
quiero ser azotada.
Grito de nuevo. Papi ¿Dónde estás? Pateo y me sacudo y…
El sudor gotea por mi cara, el pelo se enreda en mi mejilla. Los golpes se
hacen más fuertes; escucho mi nombre. Pero no me puedo mover.
—¡Lexie, abre la maldita puerta! —La voz de Ryan se desplaza por la
habitación. La ignoro. Mi mente está demasiado centrada en un simple hecho.
Las pesadillas han regresado.
17
Traducido por Valentine Rose
Corregido por AmpaЯo

—¿Qué demonios? —Dice Brett, saliendo de su cuarto y frotando sus


ojos—. ¡Cállate! Son como las tres de la mañana.
Lo ignoro y continúo golpeando nuestra puerta. No me detendré
tampoco. Pude escuchar su grito desde mi cama improvisada en el porche.
—¡Oye, imbécil! —grita, y estoy tentado en golpear mi puño en algo más
que no sea la puerta—. Haznos un favor, y déjala tranquila.
—¿Qué está pasando? —pregunta Nick, asomando la cabeza desde su
cuarto al final del pasillo. No lleva ninguna camiseta y unas manos rodean su
cuello y lo jalan de regreso a la habitación antes que Brett o yo podamos
contestar. No es que lo hubiera hecho de todas formas.
Sacudo el pomo por milésima vez. —Lex, por favor. ¡Abre la puerta! —
No puedo soportar esta mierda. Me mata que no me permita entrar, no poder
abrazarla, besarla, alejar todo como ella hace por mí todas las malditas veces. En
lugar de mi puño, golpeo la madera con mi cabeza, mi voz rompiéndose
cuando digo—: Lex, por favor. Te escuché… por favor… déjame entrar.
Nada.
Apoyo mis manos en la puerta, deseando poder entrar y sacarla. Quiero
demostrarle lo mucho que la amo, y que estoy para mantenerla a salvo. Incluso
de su propia mente. Porque, demonios… ella me mantiene a salvo de la mía.
Golpeo una vez más, y Brett arroja sus manos al aire. —Hombre, vuelve
a tu perrera, así el resto puede dormir.
Puede irse directo al infierno, junto con su gran nariz metiéndose en los
asuntos del resto.
—Lex, lo siento. Sé que te estás enojada —bajo la voz—, pero por favor,
déjame entrar. —Casi estoy arrodillando; la necesito tanto.
Escucho una puerta abrirse y mi pecho estalla, hasta que me doy cuenta
que es la puerta de Nate y Kaylee, no a la que intento entrar.
—Sal de mi camino —dice Kaylee, caminando por el pasillo solamente en
sujetador y bragas. De inmediato, mis ojos se dirigen a Nate para hacerle saber
que no intento mirar a su chica. Además, es como mi hermana, y estoy a punto
de arrojarle mi sudadera. Bueno, si la tuviera a mano.
Kaylee golpea la madera con su pequeño puño. —Alexis Boggs, no me
hagas derribar esta puerta.
Dos segundos después, el picaporte se voltea y una mano se asoma y
hala a Kaylee a la habitación. Otros dos segundos después, la puerta se cierra.
Supongo que tengo que tener tetas para conseguir que hable conmigo.
Mantengo mis ojos fijos en Nate, ignorando a mi hermano todavía de pie
en el pasillo. Nate pasa su mano por su rostro, luego frota su cabello oscuro.
—Hay una habitación extra por si la quieres —ofrece.
Niego con la cabeza. No quiero anunciar que sé que Lex tiene pesadillas
y que no la dejaré sola. Quizás si Brett vuelve a la cama, se lo explicaré pero no
cuando está de pie ahí mismo.
—Ah, mierda —dice Brett, apoyándose contra el marco de la puerta—.
Acepta la habitación extra y ponte cómodo —sonríe—. No conseguirás follar
esta noche, así que detente y déjanos dormir.
Un estremecimiento recorre mi columna y antes de darme cuenta de lo
que hago, mis manos agarran su camiseta y lo empujo contra la pared.
Prácticamente, mi nariz toca la suya mientras golpeo su cabeza contra la pared
otra vez.
—¡Guau, hermano! —me grita Nate, pero es un zumbido en mis oídos
que mi cerebro no capta. Todo lo que quiero hacer es golpear a Brett, y será
mejor que Nate mantenga las distancias si no quiere salir lastimado.
—Cierra la boca, maldita sea. No sabes nada de mí ni de Lex. O algo de
mi vida. ¿Quieres que me mantenga alejado de tu mierda? Entonces mantente
alejado de la mía.
Brett levanta sus manos como si se rindiera.
—Solo quiero dormir para que se me quite la resaca, hombre. Todos los
golpes y gritos no ayudan mucho.
El calor invade mi cuello. —Demonios, como si quisieras dormir —
intenta hacerse el inocente cuando sabe que me hace enojar a propósito.
Disfruta del hecho de que Lex y yo estemos peleando. Y esa estúpida media
sonrisa me lo confirma.
Elevo mi puño, queriendo enterrarlo en su rostro, cuando una puerta se
abre y escucho—: ¡Ryan!
Es la única voz en el mundo que me detendría. Tomo un par de
respiraciones antes de soltar la tela de mi sudada mano y desenroscar mis
dedos. El picor se dirige a mis ojos cuando observo a Lexie. Sus preciosos ojos
están inyectados en sangre. Su cabello es un desastre y está sudado. Está de pie
detrás de Kaylee, su boca ligeramente abierta y su expresión es una
combinación entre conmoción, miedo y preocupación.
No quiero que tenga miedo. En especial de mí. Y pese a que esto puede
asustarla, aprovecho la oportunidad, soltando la camiseta de Brett y cerrando la
distancia entre nosotros. La llevo a nuestra habitación, cierro la puerta detrás de
nosotros y la bloqueo.
Necesito tomarme un minuto antes de hablar… antes de hacer algo.
Quiero envolver mis brazos a su alrededor de inmediato, decirle que la amo y
que lamento ser un imbécil. Pero necesito un maldito segundo para respirar.
Se parece tanto a mí, y no me agrada. Me enfada y me saca de quicio,
luego me veo reflejado en él cuando observo su rostro, y me enloquece. Odio a
mi mamá. La odio por hacerle lo que le hizo a papá. La odio por tener otra
familia y no contarme sobre ellos.
Y odio saber que él también siente lo mismo.
Y sigo permitiendo que me moleste, que esté situando un muro entre Lex
y yo. Sé que la deseo. La deseo demasiado. Pero también sé que si tenemos
sexo, aliviará toda la tensión y la mierda que he estado acumulando en mi
interior al usarla. No será pensando en ella. Todo lo que quiero hacer es
aliviarlo por mí. ¿Cómo demonios sería justo para ella?
Después de unas cuantas respiraciones, por fin la miro. Alejo toda la
frustración que tengo en mi cuerpo, y ambos hablamos al mismo tiempo.
—¿Estás bien?
Como al sumergirnos en una ducha caliente, toda la tensión nos
abandona y sale de la habitación, y tiro de ella hacia mí. Mis labios recorren
todo su rostro mientras ella hace lo mismo conmigo.
—Lamento… —comienzo a decir antes que su boca me interrumpa, y la
beso porque no necesito decir nada más. En cambio, pongo todo lo que me ha
estado jodiendo en nuestro beso, y solo una mitad de mí se pregunta si la
lastimo con lo enérgico que estoy siendo. Pero suelta un jadeo y gime, y dejo de
preocuparme por eso y la volteo, presionándome contra su cuerpo y la pared.
Mis labios se alejan de los suyos para calmarme, pero termino
pasándolos por su mentón y bajando hasta su sensual clavícula. Comienza a
jadear plegarias a Dios todopoderoso, y me excita hasta tal punto que no estoy
seguro de si podré detenerme, incluso si es lo correcto.
Mi boca se detiene justo arriba de su escote. Me detengo, sin moverme,
esperando calmarme, pero sus manos se dirigen a mi nuca y tiran del cuello de
mi camiseta. El hecho de que quiera sacarla provoca que mis labios se sientan
hambrientos por su piel. Lo necesito. Necesito seguir besando y besando y
succionando y lamiendo. Y no es hasta que tira fuerte de mi camiseta,
diciendo—: Ryan, por favor. —Que me alejo lo suficiente para que pueda sacarla
por mi cabeza.
Luego sin pensarlo, agarro la suya también, levantándola lo suficiente
para pasar mis manos por su estómago. Suelta un gemido, y mi mente imagina
como sonaría si le diera el mayor placer posible.
Presiona sus palmas en mi pecho, y me empuja con más fuerza de la que
pensé que sería capaz ese pequeño y sexy cuerpo. Caigo de espalda a la cama, el
pantalón de pijama que uso no hace nada para ocultar lo mucho que me gusta
esto.
Salta a horcajadas sobre mí, causando que un gruñido salga de mis labios
antes de que suelte una risita y me bese de nuevo. Entrelaza sus dedos con los
míos y lleva mis manos a sus costados, justo bajo su axila y ahuecando un lado
de su pecho. Sonríe y muerde mi labio, y tomo esa señal para acariciar y frotar
ese pecho hasta que quita mi mano.
He estado en este territorio antes, por lo que no es algo nuevo, pero no
significa que no provoque que mi pecho estalle y mi sangre se dirija al sur, y
que el calor recorra tanto mi cuerpo que creo que encenderemos la cama.
Un par de minutos. Nos detendré en un par de minutos. Intentaré ser
suave al respecto. Lo haré de tal manera que sepa que la amo y la deseo, pero
que simplemente no es lo correcto, no ahora. Alejo mi mano de su camiseta
porque no puedo seguir haciéndolo sin enterrarme en ella y sacar todo mi estrés
de la manera más egoísta.
Se alza, arrodillándose junto a mí en el colchón, mordiendo su labio,
dándole vueltas a su anillo y dándome una mirada con sus grandes pupilas
diciéndome que quiere hacer algo, pero no está segura de sí debería.
Subo mis dedos por su mejilla, sobre el ahora pequeño golpe en su ojo,
dándole una media sonrisa. Estoy listo para acostarla y sostenerla. Alejar
aquellos sueños y poder pasar el resto de la noche sin más estupideces.
Pero antes de que pueda hacerlo, me impresiona mucho al situar las
manos en el dobladillo de su camiseta y sacarla por su cabeza, tan rápido, que
estoy seguro que ha sido porque no quería cambiar de parecer.
No lleva sostén bajo su camiseta. Así que estoy bastante seguro que la
mirada en mi rostro revela exactamente lo que pienso. Y mi erección también lo
dice.
Un rubor invade su cuello, transformando aquellos redondos, increíbles,
hermosos y sexys… ¡santa mierda! Por fin estoy viendo los perfectos pechos de
Lex. Se ven tenuemente sonrojados por el rubor invadiendo su cuerpo. Mientras
su piel se llena con sangre, toda la mía sigue dirigiéndose a otra parte,
provocando que mi cabeza se nuble.
Se acuesta, presionando esos pechos desnudos contra mi piel. Me toma
todo mi esfuerzo no sentarla para poder mirar un poco más.
Pero toma mi mano, que está temblando ahora, y pone mis dedos en su
cuerpo.
—¿Ryan?
Su voz tiembla también, y tengo miedo de que si uso la mía, saldrá
aguda. Así que volteo la cabeza para poder mirarla.
—Te amo —hace la pregunta con sus ojos. La única que hay en la punta
de su lengua, y la única que todavía no puedo aceptar. Maldita sea, no todavía.
Estoy perdiendo todos mis sentidos de un hombre controlado, los que no sé es
si los tuve para empezar.
Pero el “te amo”… Es como un golpe en la pared. También la amo. La
amo tanto que no puedo pensar correctamente. Quiero hacerlo bien. Quiero
hacerlo bien por ella, por mí, por nosotros. Intento concentrarme sin su ayuda.
Indago en mis pensamientos, esperando cortar todos los lazos que me conectan
a mi hermano, mi papá, mi mamá… pero no puedo. Me enfada tanto que unos
puntos rojos se forman frente a mis ojos. Entierro mi rostro en el colchón,
intentando respirar, queriendo que Lex entienda que no intento rechazarla,
pero no tengo idea de cómo hacerlo.
Lo hice otra vez, y ni siquiera me di cuenta. Vine hasta aquí porque me
encontraba enojado. Porque estaba molesto, preocupado, horrorizado de
perderla; y Brett lo ha empeorado todo. La besé porque necesitaba un alivio. La
besé y toqué porque soy un maldito idiota que quiere sacar todo su enojo al
usar a su novia.
—¿Ryan?
Sacudo la cabeza y murmuro en las sábanas—: Lex, lo lamento, pero…
¿puedes volver a ponerte tu camiseta?
Ni siquiera tengo que mirarla para saber la expresión que tiene en su
rostro, y destroza mi corazón.
—¿Ha-hablas en serio?
Asintiendo en el colchón, busco detrás de mí por la tela. Cuando la
encuentro, la dejo en su rodilla. —Por favor… yo… necesito hablar contigo de
esto.
Sus suaves dedos rozan mi mano cuando arrebata su camiseta. Después
de un par de segundos, la siento acostarse junto a mí, enredando sus piernas
con las mías mientras me da un codazo para que la mire.
Es tan hermosa, y puedo ver toda la preocupación en su expresión,
combinada con decepción y miedo. Detesto ser el responsable de ello, pero
tengo que explicarme… de cualquier forma que pueda.
—Te amo —suspiro, alejando su cabello de su rostro, envolviendo mi
mano alrededor de su cuello—. Quiero hacerte el amor, pero no así. Mi cabeza
no para, y estoy enojado todo el tiempo. No es justo para ti.
Baja su mirada. —Tal vez te ayudará. Yo podría ayudarte. Quiero hacerlo
por ti.
Sacudo la cabeza. ¿No sabe que merece mucho más que eso? —No puede
ser una razón para hacerlo, Lex.
Se queda en silencio y beso su frente, rogándole con la presión de mis
labios que me entienda. Que me dé tiempo para volver a aclarar mi cabeza.
Al cabo de unos minutos, se mueve, apoyándose contra mí y apagando
las luces. No sé si estamos en buenos términos, o si está enfadada, o si
simplemente está cansada, y me destroza no poder leerla. Siempre puedo leerla.
—Buenas noches, Ry —dice en voz baja antes de besar mis labios y
acurrucarse en mis brazos. Parece que estamos bien, pero no lo siento así.
Ya no quiero discutir. Por lo que me aferro a ella y cierro los ojos,
rezando para que por la mañana todavía siga acurrucada en mis brazos.
18
Traducido por Mire
Corregido por Melii

Ryan es como un peso muerto con su brazo sobre mí, y una vez que su
respiración es pesada contra mi oído, sé que está durmiendo. Me seco las
lágrimas de mis mejillas y muy lentamente salgo de su agarre.
Una vez que estoy fuera de la cama, me detengo y observo la subida y
caída de su espalda, la forma en que su cabello se ve atractivamente
despeinado, los rasgos relajados de su cara que últimamente solo veo cuando
duerme. Solo lo miro. Viendo todas las razones de por qué lo amo y
preguntándome qué hay sobre mí que no lo excita.
Dice que no soy yo, pero no creo eso.
Después del viaje de esquí cuando finalmente entré en razón y noté lo
que estuvo justo en frente de mí todo el tiempo, me dijo lo que supo todo el
tiempo. Había estado enamorado de mí durante años. Así que, ¿por qué es que
ahora me lanzo hacia él y hace todo en su poder para alejarme?
Toda mi vida he sabido lo que es anhelar el amor de alguien que era
incapaz de devolverlo. Pero Ryan siempre fue el que compensó mis desgracias.
Nunca pensé, ni en un millón de años, que se convertiría en la persona que no
podía corresponderme.
Voy de puntillas alrededor de la cama hacia mi sudadera y la tiro sobre
mi cabeza. Luego recuerdo que no estoy en casa y agarro mi sujetador, lo
deslizo bajo la sudadera y lo pongo de nuevo en su lugar.
Tomo un gran riesgo en este momento, pero necesito un consejo. Salgo
de nuestra habitación y sin siquiera golpear, abro la puerta que no está
bloqueada, y entro a la habitación de Kaylee y Nate. Nate está roncando y alivio
corre sobre mí.
Si entraba cuando tenían... bueno, solo seamos felices de que no lo
hice. No estaba pensando. Mi mente es un lío tan enredado y todo lo que
necesito ahora es a mi mejor amiga. Muy tranquila, camino al lado de la cama
de Kaylee y sacudo su hombro.
Sus ojos se abren y preocupación raya en su cara. —Lex, ¿qué pasa?
Voy a decirle que tengo que hablar, pero en cambio las lágrimas se
derraman como una tormenta inesperada. Sus pies se balancearon fuera de la
cama. Camina hacia el interruptor de la luz, y lo gira para encenderlo. Camina
de nuevo hacia Nate y lo sacude con violencia.
Se despierta agarrando una varita mágica de la mesita de noche, listo
para atacar. Cuánto daño en realidad sería capaz de hacer con esa cosa, no lo sé.
Y si no estuviera tan perdida en mi miseria, me hubiera reído.
—Cariño, despierta —dice Kaylee y Nate se sienta—. Sal por favor. —Lo
besa en la mejilla y luego apunta a la puerta.
Él mira alrededor de la habitación, y cuando sus ojos se posan sobre mí,
me da una mirada de conocimiento, toma su almohada, besa a Kaylee en la
cabeza, y se gira hacia la puerta sin una sola palabra.
Sabe cómo funciona esto.
—¿Nate? —digo.
Se detiene y mueve sus cejas apuntando a la pendiente de su nariz.
—No quiero que Ryan sepa que estoy aquí.
Nate deja escapar un suspiro. Sé lo que estoy pidiendo. Romper el código
de hermanos es inaudito. Y le pido que haga precisamente eso. No es que le
pida que mienta, pero sí que retenga información y eso es motivo para violar el
contrato tácito.
Fijo la mirada en él y envío una súplica silenciosa.
—No hay problema, Lexie. Es entre nosotros.
Lágrimas llenan mis ojos, pero sonrío a través de ellas para mostrar mi
agradecimiento. Asiento, agradecida, y se desliza hacia el oscuro pasillo.
Kaylee cierra la puerta a continuación, prácticamente saltando sobre mí,
tirando sus brazos alrededor de mi cuello. —Mejor amiga, ¿qué pasa? ¿Es Ry?
¿Tengo que darle una paliza?
—Tal vez —le digo e intento reír, pero solo me hace llorar más.
—Deja salir todo. —Acaricia mi cabeza y me acuna como a una niña.
—No quiso tener sexo conmigo —digo abruptamente.
Kaylee se inclina hacia atrás, sus cejas arqueadas.
—Es cierto. Dijo alguna mierda sobre tener todas estas cosas sucediendo
que lo hacen enojar y que no es justo para mí. Pero sé que es solo una excusa.
No se siente atraído por mí de esa manera. No lo sé. Tal vez todavía me ve
como su mejor amiga y no como su novia.
—Eso es una locura. Ryan está perdidamente enamorado de ti. Siempre
lo ha estado.
—Entonces, ¿por qué no me toca?
—Tal vez piensa que no estás lista.
—Me quité la camisa. Las chicas colgaban justo ahí.
Los ojos de Kaylee se amplían. —¿Y qué hizo?
Miro a mi perfecto color de esmalte “My Pointe Exactly”, luego de regreso
a Kaylee. —Me dijo que me pusiera la camisa de nuevo.
Su nariz se arruga. —¿Estás segura? Tal vez dijo “continúa”.
—Fue muy claro.
—Entonces tal vez no te dijo la verdad. ¿Se puso morado? ¿Se frotaba el
cuello? O la que sea su confesión. Nunca puedo recordarlo.
Vuelvo a pensar en ese momento. Cuando me miró a los ojos y me
rechazó tan suavemente. Recuerdo la expresión en su mirada. Nada más que
sinceridad.
Me encojo de hombros.
—Sí. Te preocupas sin motivo. Eres hermosa y ese chico te ama.
Sucederá. Solo necesitas esperar el momento adecuado, que sea especial. Algo
que recordarás con pensamientos felices. Como mi primera vez.
—Nate mató a tu jerbo, y luego tuvieron sexo. ¿Cómo es ese un
pensamiento feliz?
—Eso solo es una pequeña parte. —Kaylee lanza su coleta sobre su
hombro y se vuelve hacia mí—. ¿Recuerdas cómo solía escribir esas notas de
amor y pegarlas en mi taquilla, aunque no sabía que era él?
—Sí, y te llevó una eternidad atraparlo en el acto.
—¿Qué puedo decir? Es un buen mago. —Hace una pausa, mirando su
perfecto dedo del pie con su color de esmalte “Sweet Memories”—. No sabía que
iba a revelar su identidad en la misma nota con la que lo sorprendí.
—¿Qué? No me dijiste eso.
—Era algo especial entre nosotros. Y ya que tengo una boca grande con
todo lo demás, decidí que quería mantenerlo entre él y yo.
—Así que, ¿qué decía? —pregunto y sus ojos se agrandan con excitación.
Sacude su trasero en el colchón y una enorme sonrisa se extiende por todo su
rostro. Entonces, cuando espero que lo cuente, salta y va hacia su bolso
colgando en el pomo de la puerta.
Saca un pedazo arrugado de papel y me lo da. Incapaz de controlar mi
impaciencia, despliego la nota mientras Kaylee continúa con la historia.
—Después del incidente del Sr. Pippi, siguió pidiendo disculpas y
tratando de hablar conmigo, pero me sentía demasiado alterada para siquiera
mirarlo. Lo rechacé cada vez. Y luego, de repente esas notas comenzaron a
reaparecer en mi casillero, y sospeché, así que después del gimnasio, en lugar
de ducharme; no me des esa mirada, esto es importante, salí corriendo hacia mi
casillero y allí estaba, luciendo todo sexy con ese sombrero que le di. Quería
odiarlo, pero no podía. Se veía tan triste, y odiaba eso. No me gusta ver triste a
alguien que me importa.
Lágrimas se acumulan en mis ojos mientras llego al final de la nota. Las
alejo y miro de regreso a Kaylee.
—Me acerqué a él y le pregunté qué hacía allí. Se quitó su sombrero, hizo
este truco y una nota apareció. Me rogó que la tomara, y no pude decirle que no
a esos ojos de cachorro.
Kaylee asiente hacia la nota, pero ni siquiera tiene que leerla, cita palabra
por palabra sin mirar el papel.
—Kaylee Elizabeth Sperling eres el conejo de mi sombrero, y te amo —termina
Kaylee. Una sonrisa tira de mis labios mientras pongo la nota sobre la cama.
—Y ese fue nuestro momento, Lex. Lo perdoné y luego nuestra sesión de
besos nos llevó a mi dormitorio…
Alcé la mano. —No necesito los detalles sucios.
—No hubo nada sucio en ello. Esa vez, al menos —lo dice con un guiño,
y la golpeo con una almohada.
—Mira Lex. Tú y Ryan han pasado por muchas cosas. Más de lo que
cualquiera de nuestra edad debería tener que lidiar. Estoy segura de que él no
quiere manchar su relación de todos modos. Es lo mejor que tienen. Aparte de
mí y Nate, por supuesto. —Sonríe antes de continuar—. Así que, estoy segura
de que solo espera por el momento perfecto. No tiene nada que ver contigo. Ese
chico está loco por ti. Siempre lo ha estado. Por más tiempo de lo que realmente
sabes.
Mi ceja se levanta, y por la expresión en su cara, sé que dejó escapar algo
que no debía.
—¿Kaylee? —Gira su coleta alrededor de su dedo y mira a todas partes,
menos a mí—. Habla.
—¡Bien, pero jura guardar el secreto! —Saca su dedo meñique, y ruedo
los ojos, pero sé que no tengo otra opción. Envuelvo mi dedo meñique con el
suyo y beso mi puño—. Sé que Ry te dijo que ha tenido una cosa por ti durante
mucho tiempo.
—Lo hizo.
—De acuerdo con Nate, eso deriva hasta tercer grado. Te ha amado
durante casi una década. Es un maestro de la espera y el autocontrol. Así que
no creo que seas tú. No lo eres. Pasará. Solo tienes que esperar a su momento.
—Gracias, mejor amiga. —Abrazo a Kaylee y me levanto de la cama.
—¿Estás bien? —pregunta.
—Creo que lo estaré.
Abro la puerta y Kaylee dice—: Puedes decirle a Nate que lo espero.
Toda esta charla sobre el sexo…
—¡Oh. Mi. Dios! —medio grito, medio susurro.
—Estoy bromeando. Pero realmente puedes decirle que vuelva a la cama.
—Claro.
Voy de puntillas al pasillo y pateo algo sólido en el suelo. Nate se da la
vuelta frotándose la cabeza. —Lo siento mucho. ¿Por qué dormías en el pasillo?
—Dijiste que no querías que Ryan supiera que te hallabas en mi
habitación, y el cuarto de huéspedes está al otro lado de la casa. Y... Bueno, no
me gusta estar tan lejos de Kaylee.
Sonrío. Es más que un buen tipo. —Gracias. Puedes volver ahora.
Toma su almohada, se detiene, se inclina y besa mi frente. —De nada. Y
puede que no sea tan bueno con la charla de chicas como Kaylee, pero Ryan te
ama. No seas tan dura con él, aún si es un idiota.
—Gracias, Nate.
Asiente y se dirige hacia su dormitorio. Antes de llegar a la puerta,
Kaylee salta y envuelve sus piernas a su alrededor. Nate vuelve a la vida,
rodeando su cintura con los brazos. La puerta se cierra, pero no oculta las risas
en el interior, y sé que Kaylee no bromeaba. Por lo menos alguien lo conseguirá
esta noche.
Muy despacio, abro la puerta y vuelvo a entrar a nuestra habitación. Me
siento en la cama, haciendo mi mejor esfuerzo para no hacer ruido. Pero tan
pronto como me estiro, y mi peso cambia, Ryan se mueve hacia mí.
Su brazo serpentea sobre mi estómago y me hala más cerca. Siempre me
siente. Podría estar muerto para el mundo, pero en cuanto me acuesto a su lado,
lo sabe, moviéndose cerca de mí como dos imanes atraídos.
Me acurruco contra él y aprieta más su brazo a mí alrededor. Sus labios
rozan mi oído. —Te amo.
Fui una idiota por pensar que no lo hacía. Y después de lo que Kaylee
dijo... siempre me amó. Ahora, si tan solo pudiera entrar en su cabeza y corregir
lo que sea que lo detiene, impidiéndole estar conmigo por completo.
No quiero esperar más. Quiero todo de él. Si un tiempo es lo que quiere,
entonces un tiempo es lo que tendrá.
19
Traducido por Jane’
Corregido por Melii

El sol golpea mi espalda, y puedo sentir mi piel oscurecerse cada


segundo. Soy uno de esos tipos afortunados que rara vez se quema, pero estoy
pateándome el culo por no recordar el protector solar hoy. Habría corrido hasta
casa por él, pero Kaylee y Lex dijeron que no estoy autorizado a
acercármele. No me dijeron el por qué tampoco. Así que Nate y yo, y Brett, pero
estoy fingiendo que no está aquí, estamos fuera en la playa quemando nuestros
traseros.
Nate hace girar su sombrero entre las manos. —Tal vez están bailando en
ropa interior. Peleas de almohadas y crema batida...
Resoplo en la arena, agradecido de estar sobre mi estómago en caso de
que las visiones irrumpan en mi cabeza y causen una importante erección.
—Por supuesto, él lo dice, y te ríes. Pero si lo digiera, me golpearías. —
Brett agarra un puñado de arena y empieza a enterrar sus pies. Sé que tiene
razón, lo cual apesta. Golpeo mi cara en la toalla y trato de respirar. Estaba
bastante bien esta mañana... con la ira. Lex durmiendo a mi lado y
comprendiendo sin decirle todo, ayudó mucho. Me hizo darme cuenta que ni
siquiera sé de dónde viene la ira. Y que probablemente debería saber para
poder hacer que se detenga.
Me aclaro la garganta y me quejo—: Sí, probablemente. —Entonces
inclino mi cabeza y una ligera sonrisa toca mis labios. Brett arruga la frente,
pero no dice nada. Sólo sigue cubriendo sus pies.
Nate voltea su sombrero de nuevo, poniéndolo sobre su cabeza. —Sabes,
creo que me voy a ir. —Él empuja su silla de playa y marchas a las olas. Sus
manos son como tornillos en su sombrero mientras la marea se precipita sobre
él. Niego con la cabeza y doy vuelta sobre mi espalda así el sol me puede asar
en forma pareja.
—Es raro.
Quiero darle un puñetazo por decirlo, pero mantengo mis puños a mi
lado y digo—: A veces—. No quiero estar enojado. No quiero descontrolarme
por cada comentario que viene en cascada de su boca. Y después de lo Lex hizo
por mí, necesito ser un mejor hombre para ella. No sólo por el sexo, sino por
todas las razones bajo el sol. Tengo que ser el chico del que se enamoró, y no
esta versión jodida de mí mismo.
—Tenía una amiga así en Las Vegas. Vio un espectáculo de Chris Ángel
y fue vendida.
Tomando una respiración profunda, coloco un brazo sobre mis ojos y
hablo con el cielo. Parece más fácil de esta manera. —¿Ella se quedó con él?
Hay una pausa antes de que Brett hable de nuevo. No estoy seguro si
está sorprendido de que le responda o qué.
—Uh, algo así. Ella... cuenta cartas. No es exactamente magia, más
matemáticas, pero aún así. Las Vegas parece ser un buen lugar para ella.
Ajusto la toalla de playa, tratando de evitar que la arena baje por mis
pantalones cortos. —Nunca he estado allí.
—He estado en tantos lugares que no estoy seguro de si los conozco
todos ya.
Suena raro, y le doy un vistazo desde de debajo de mi brazo para ver su
rostro. Sus ojos están puestos en sus manos mientras entierra sus pies cada vez
más en la playa.
Rascando la parte superior de mi cabeza, me aclaro la garganta y le
pregunto—: Así que... tu papá está en Estados Unidos, ¿no?
—Hasta ahora, sí. —Él descubre sus pies y estira las piernas delante de
él—. Pero incluso en Estados Unidos, es una mierda. Nos mudamos todo el
tiempo, y no soy tan bueno con las primeras impresiones.
Una cruda risa escapa de mi boca. —No me digas.
Él golpea mi hombro, y es el primer contacto fraternal real que hemos
tenido. Se siente extraño, pero al mismo tiempo no.
—Sabes, obtuve eso de él —dice.
—¿Qué? ¿Lo gilipollas? —bromeo.
Su boca se levanta en la esquina. —¿Obtuviste lo imbécil de tu papá?
—Estoy bastante seguro de que lo saqué de mamá.
Brett se ríe un poco, luego deja caer su mirada sobre sus rodillas. Lanzo
mi brazo por encima de mi cara e ignoro la tensión en el aire. O podría ser el
calor. Hombre, me estoy asando vivo. Estoy considerando seriamente la
posibilidad de regresar a la casa de playa a pesar de que Lex me dijo que no
pusiera un pie allí hasta que diera el visto bueno.
—No soy como ella, sabes —dice Brett, cortando el silencio.
—¿Qué?
—Mamá. No soy nada como esa mujer.
¿Es por eso que piensa que tengo un problema con él? No, tengo un
problema con la forma en que llegó a mi vida. Él se alteró, arrojó su ira contra
mí y mi papá y me dijo cosas que no pueden salir de mi cabeza. Yo no hice
nada. Ni siquiera sabía de él.
Al igual que él no sabía nada de mí.
Ah, mierda.
Froto mi mano sobre mis ojos y respiro. —Sí, no soy como ella tampoco.
No decimos nada más. Su presencia no me está molestando tanto como
antes. Mientras el sol desciende sobre mí, mi enojo se filtra en el proceso. Trato
de no pensar que es mi hermano, es sólo un niño que tuvo una mala infancia
como yo. Sólo tuve el mejor papá. Tuve a Pop-Pop y la abuela. Tuve a Nate y
Kaylee y... Lex. No tengo idea de qué o a quién tuvo, pero ahora sólo me
tiene. Y cuando lo pienso, es una mierda para él.
Todavía no puedo borrar las cosas que me dijo. Pero tal vez pueda
intentar entenderlas.
—¿Cuál es la…?
—¡Hola! —dice una voz femenina sobre mi cabeza. Dejo que mi brazo
caiga para poder ver quién está interrumpiendo mi valiente momento aquí.
Un par de chicas, una en un bikini de color rojo brillante y otra en uno
amarillo se encuentras sobre nosotros con labios juguetones y una botella de
aceite de sol o una cosa u otra.
—¿Chicos, les importa llegar a nuestras espaldas? —pregunta la chica en
el rojo, metiendo un mechón de su cabello castaño detrás de su oreja. Brett salta
a sus pies tan rápido se podría pensar que la arena le quemara el culo.
Pongo mi brazo en su lugar. —Lo siento, estoy esperando a mi novia.
—No le importará, ¿o sí? —una de ellas pregunta, y yo ruedo mis ojos
bajo los párpados.
—Me importará. —Agito mi otra mano en el aire—. Pero Brett tiene dos
manos.
Ni siquiera tengo que abrir los ojos para saber que está sonriéndoles y
envolviendo sus brazos alrededor de la cintura cuando me dice—: Vuelvo más
tarde.
Agito mi mano en el aire de nuevo y asiento. Entonces dejo sonreír
porque estoy bastante seguro de que acaban de pasar cinco minutos enteros sin
querernos matar. Eso y otras chicas le evitarán que se acerque a mi novia.
Estoy a punto de dormirme cuando un cuerpo menudo con una gran
cantidad de fuerza detrás de él cae en mi regazo. Antes de que pueda abrir los
ojos, los labios familiares de Lex aplastan los míos. Su lengua salta duro y
rápido en mi boca, y no puedo dejar de reír a su alrededor en un primer
momento de sorpresa, pero sigo su ritmo y después de unos momentos, me
aparto porque si seguimos besándonos, Voy a tener que sumergirme en ese
océano frío antes de ir a alguna parte.
—Hola —le digo, apartando su suave cabello de su cara.
—Hola. —Se ve feliz, y lleva esa parte superior del bikini que hace que
sea muy duro concentrarme. Arrastro mis manos por sus costados y aprieto,
haciéndole cosquillas un poco sólo para ver su sonrisa crecer más.
Detiene mis manos, colocándolas contra mi pecho. —Creo que tengo el
mejor novio.
—Sí, lo tienes —le tomo el pelo, luego entrelazo mis dedos con los
suyos—. Pero dime por qué, por favor.
—Vi a esas chicas, e infiernos, incluso yo frotaría aceite en sus espaldas.
—Totalmente apruebo eso.
Ella golpea mi nariz, y luego la besa. —¿Puedo hacerlo con la tuya?
Dejo escapar una ráfaga de aliento aliviado. —Sí. Estoy friéndome el
culo.
Ella se sienta, tomando algo de detrás de su espalda. Me incorporo,
también, necesitando estar cerca de ella. Coloco mis manos en su cintura
mientras contiene una sonrisa y chorrea protector solar en mi pecho. Está frío, y
retrocedo y hago cosquillas a sus costados de nuevo mientras se ríe.
—Sabes, podría vivir totalmente en California —dice, extendiendo sus
dedos en mi pecho y frotando el protector solar. Pasa sus manos sobre mi
clavícula y los hombros, y encuentro a mi cerebro apagándose—. Pero sólo si
estás aquí conmigo. Sin camisa. Todo el tiempo.
—¿Tu sin camisa todo el tiempo? Trato.
Ella aprieta uno de mis pezones y lo gira, y amenazó con hacer lo mismo
con ella, pero comienza a frotar de nuevo, y lo olvido.
—¿Solicitaste una universidad aquí? —le suelto una especie de gruñido.
—Nop. Pero bueno, hablando de eso... mamá dijo que me dieron un
enorme sobre del estado de Colorado.
—¿Sí? ¿Qué decía?
Se encoge de hombros y sus manos se mueven por mis brazos. Le doy
una buena flexión.
—Le dije que no lo abriera hasta que vuelva. Pero los sobres grandes son
buenos, ¿no?
—Por lo general.
—Por lo tanto, debes llamar a tu abuela y ver si tienes uno también.
Sus dedos se deslizan por mis antebrazos, y los atrapo en mis palmas. Le
doy una ligera sonrisa. No apliqué en ningún lugar, y sé que decirlo ahora
probablemente provocará una pelea, y no quiero hacer eso. Finalmente me
estoy sintiendo bien. Tuve un buen momento fraterno, y mi novia sexy está
frotando loción sobre mí. No arruinarlo.
—Así que... Tengo una sorpresa para ti —dice, cuando no digo nada.
—Mmmm... ¿qué es?
Se inclina hacia delante y muerde mi lóbulo de la oreja. —Es hora de
volver a la casa. Y no te preocupes, no es acerca de expectativas ni nada. Sólo es
algo que quiero hacer por ti.
Ahora me siento como una maldita niña. En cierto modo quiero que tenga
expectativas, pero me alegro de que no las tenga. Hoy ha sido un buen día...
pero no sé si eso es porque estoy conteniéndolo y voy a explotar, o si estoy
finalmente dejándolo ir.
No me gustaría dejar que el enojo reprimido explote alrededor de Lex.
—¿Me la das ahora?
Poco a poco niega con la cabeza, su sonrisa de dos hoyuelos todavía en
su rostro. Me encanta verla tan feliz, sobre todo después de lo enojada que
estaba anoche. No puedo dejar de acercar sus labios a los míos de nuevo, esta
vez ligeramente, para demostrarle lo mucho que realmente significa tenerla
feliz.
—¿Ry? —murmura cuando nos separamos. —Tenemos que llegar al
agua.
—¿Por qué?
—Porque si sigues besándome así, y la forma en que estoy sentada en tu
regazo... Voy a terminar restregándome contra ti en esta playa hasta el próximo
martes.
Me rio, agarrando sus brazos y asegurándolos alrededor de mi
cuello. Sus piernas se tensan alrededor de mi cintura, ella se aferra a mí
mientras nos levantó y nos llevó al borde del océano.
Entonces meto su culo sexy dentro.
20
Traducido por Fany Stgo.
Corregido por Mary

Grito y aguanto el aliento antes de hundirme. Mi top vuela y mis pechos


quedan expuestos. Falla de vestuario. Afortunadamente, me las arreglo para
colocarlas de vuelta en su lugar.
Hora de la venganza.
Antes de que salga a flote, nado hasta que siento la pierna de Ryan,
sujeto su pantalón corto y los tiro hacia abajo lo más duro que puedo. Una risa
se escapa de mi garganta, pero la aguanto para no tragar agua. Nado lejos y
salgo a flote. El rostro de Ryan está rojo, y anda haciendo algunas maniobras
debajo del agua.
—Ahora sí que te lo búscate —dice y se lanza hacia mí. Grito de nuevo y
me sumerjo en una ola, moviendo mi cuerpo como el de una sirena. Sus manos
se envuelven alrededor de mi tobillo antes de tirarme hacia atrás. Pataleo con
todo lo que tengo, pero él solo aprieta su agarre en mi pierna y le da un tirón
final, frotando su mano por mi pierna.
Escalofríos siguen sus dedos y corren a través de mi espina dorsal. Se
gira hacia mí, y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Sus labios se
presionan contra los míos y la luz se filtra en mis ojos a la vez que emergemos
de las profundidades del océano.
El sol calienta mi espalda, una ola estrellándose contra nosotros, y una
gaviota grazna sobre nosotros, pero no separo mis labios de los de Ryan. Desde
que Brett entró a la escena ha estado actuando raro.
Ahora mismo, con sus dedos perdiéndose por mi cabello, su cuerpo
presionado contra el mío, no actúa. Es solo Ryan. Mi guapo mejor amigo. La
única persona que podría convertir cualquier situación en el mejor momento
posible.
—Te extrañé —digo contra su boca.
Se echa hacia atrás, apoyando su cabeza en la mía. —Tú has sido la que
te has ocultado en tu casa.
Sonrío, sabiendo la sorpresa que le tengo preparada. —Eso no es lo que
quiero decir. —Levanta una ceja hacia mí y me besa el puente de la nariz—.
Quiero decir que te extrañé. A Ryan. Mi Ryan. Físicamente estás aquí, ¿pero
mentalmente? —Toco su frente con mis dedos—. Has estado en otro lugar.
—Lo siento.
—Está bien. Ojalá pudiera hacer algo para ayudarte con lo que sea que te
tiene hecho todo un manojo de nervios.
—No soy un manejo de nervios.
Parpadeo hacia él. —Si tú lo dices.
—Los manojos de nervios son para las chicas. Soy un hombre —dice,
levanta sus brazos. Agarro sus bíceps, y él flexiona ante mi toque.
Niego con la cabeza y me río. Una sonrisa sospechosa cruza su rostro. Se
inclina y me besa, luego se echa hacia atrás con toda la fuerza que tiene,
sumergiéndonos en el agua.
No sé cuánto tiempo permanecemos en el agua, pero para el momento en
que regresamos a la orilla, los dedos de mis manos y pies son un desastre
hechos pasitas.
Kaylee, Nate y Brett no se encuentran por ningún lado, lo que quiere
decir que Kaylee siguió adelante con nuestro plan y consiguió que se fueran con
ella al pueblo por un helado y las compras. Nick se quedó dormido en la
mañana y no ha estado pro ahí en toda la tarde. Apostaría mi colección de
esmalte de uñas a que salió con alguna chica. Ahora solo tengo que llevar de
vuelta a Ryan a la casa y rezar para que no me rechace de nuevo.
Se agacha y toma mi toalla envolviéndola alrededor de mí, frotándose las
manos en los brazos.
—¿Listo para regresar a casa? —pregunto, tratando de ocultar la emoción
que surge a través de mí. No había manera en la que rechazaría mi sorpresa.
—Parece que todos se fueron. ¿Por qué no nos quedamos un rato más?
Disfruto el solo ser nosotros dos.
No podía soportar ver la mirada de esperanza en su rostro disolverse, así
que me levanto en puntillas y beso su mejilla. —Suena perfecto.
Si Kaylee se apega al plan, ella y los chicos estarán fuera por al menos un
par de horas. ¿Qué más daba con unos cuantos minutos más en la playa?
Últimamente cada segundo que paso con Ryan, mi Ryan, parece un momento
fugaz.
A pesar de que tenía nuestra noche planeada en la casa, me encuentro
perfectamente contenta de hallarme entre sus piernas, sus brazos alrededor de
mí mientras deja besos a lo largo de mi cuello.
—¿Has hablado hoy con tú mamá? —pregunta.
Asiento contra su hombro y gimo cuando mordisquea el lóbulo de mi
oreja.
—¿Cómo se encuentra?
—Bien.
—¿Le crees?
Miro sus ojos. Aunque, se trataba de un pensamiento en el fondo de mi
mente, aun así asomaba su fea cabeza de vez en cuando.
—Quiero hacerlo. —Me encojo de hombros.
—Lo sé. —Besa mi frente y me aprieta con más fuerza.
—Lo ha hecho tan bien, pero si recayó al principio.
—Sabes que no soy el mayor fan de tu mamá, pero eso fue una vez. Los
síntomas de abstinencia que tenía, no sé si realmente la podría culpar.
La mayoría de las personas no la defenderían. Justificándola por regresar
a la bebida, especialmente si supieran por todo lo que me hizo pasar. Pero es
por eso que amo tanto a Ryan. No me dice lo que quiero escuchar. Me dice lo
que necesito escuchar.
—Ya la he culpado por tanto —digo y acurruco mi cabeza en el hueco de
su cuello.
—Y se merecía esa culpa. En verdad no te lo puso fácil.
—No, no lo hizo. —Lo miro y descanso mi mano en su mejilla,
encontrando su mirada—. Convirtió las cosas en una absoluta mierda, pero
sobreviví. ¿Sabes por qué? —Tracé mis dedos por su mandíbula de ida y vuelta.
Besó mi nariz. —¿Por qué?
—Porque tú siempre dijiste lo correcto y sabías cuando las palabras no
arreglarían nada. Entonces me abrazarías. Me dejarías llorar. Sin importar
cuantos mocos dejara en tu camisa, y nunca me dejarías ir.
—Tus pechos se presionaban contra mí, por supuesto que te dejaría
hacerlo —dice y tuerzo su tetilla. Un chillido sale de su boca y nos reímos.
Esa es la otra cosa sobre Ry. Cuando las cosas se ponen pesada, siempre
se las arreglará para regresar la luz.
—Ahora sí que sí —dice y me lanza debajo de él.
Mi espalda contra la arena, el sonido de las olas chocando detrás de
nosotros y Ryan cerniéndose a pocos centímetros sobre mí, momentáneamente
me olvido de que nos encontramos en una playa pública.
Envuelvo mis manos alrededor de su cuello y elimino la distancia entre
nosotros. Sus labios se sincronizan con los míos al instante en que se tocan y
cada terminación nerviosa de mi cuerpo cobra vida.
Arqueo mi espalda, sus manos sujetando mi cadera, manteniéndola fija.
Sus dedos me masajean, apretando firmemente y halándome cerca.
—¡Váyanse a una habitación!
Le toma un momento a mi mente para registrarlo, pero una vez que lo
hace puedo sentir el rubor expandiéndose sobre mi pecho y mejillas.
Cubro mis ojos y entierro mi cabeza en el pecho de Ryan. Una risa
retumba en su estómago, y mi cabeza rebota contra él. —¡Qué vergüenza! —
digo, pero dudo que me escuche sobre su ataque de risa—. Sigue riéndote. —
Ruedo lejos y me tira contra él.
—Voy a necesitar un minuto para refrescarme.
—Hay té helado en la casa —digo y niega con la cabeza.
—No me refiero en términos de temperatura. —Sus ojos viajan hacia el
sur, y ahora soy yo la que se ríe.
—Debe apestar ser un chico.
—De ninguna manera. Puedo hacer pis cuando y donde quiera.
Me río. —Los chicos realmente lo tienen fácil. —Apoyo mis manos en su
pecho—. ¿Verdad o reto?
—¿En serio? ¿Quieres jugarlo justo ahora? —Asiento, y sus labios se
tuercen—. Considerando que no puedo ir a ningún lado por ahora, iré por la
verdad.
—¿Esto te ha ocurrido antes alguna vez en público? —Levanto mi ceja
juguetonamente y reprimo mi sonrisa.
Rueda los ojos y se pasa una mano por el cabello. —¿Recuerdas ese día
en la clase de la maestra Golden, cuando me preguntó si podía ir a la pizarra y
resolver ese problema de matemáticas?
—¿Cómo podría olvidarlo? Le dijiste a la maestra que te heriste en la
clase de gimnasia y no querías añadirle peso a tu tobillo más de lo necesario,
pero que Lexí estaría “más que feliz de ser voluntaria”. Quería matarte. Sabías
que apestaba en algebra. Nunca entendí por qué…
Sus labios se tuercen en sus esquinas y se encoge de hombros.
—Oh. Por. Dios. ¡Me hiciste pasar una humillación pública porque tenías
una erección!
—Creo que mi humillación pública hubiera sido mucho peor comparada
a una incapacidad para resolver una ecuación.
—Eso dices. ¿Por qué te pasó de todos modos?
Se frota el cuello, bajando la mirada antes de parpadear hacia mí. —
Llevabas esa camiseta verde tuya. Aquella que hacía lucir tus ojos más oscuros.
—Traza su dedo por la silueta de la parte superior de mi traje de baño—. Y
tenía un corte lo suficientemente bajo. Esa camisa me tenía cada vez.
—Me encantaba esa. Mamá la tomó prestada y arrancó la correa. Me
olvidé completamente de eso. Espera, eso fue como en séptimo u octavo grado.
—Séptimo —dice, como un hecho de lo más natural.
—¿Te excitada incluso en ese entonces?
Ryan se sienta y envuelve su brazo alrededor de mis hombros. —Lex, me
has excitado incluso desde antes de que me diera cuenta de que significaba eso.
Tomo una respiración entrecortada y lo miro a los ojos. —¿En serio? —
Kaylee mencionó que Ryan estuvo enamorado de mí, desde siempre, pero
escucharlo de él es algo completamente diferente.
Su mano se apoya en mi mejilla y frota pequeños círculos con su pulgar.
—En serio. Lex, me enamoré de ti desde el primer día.
Todos los pensamiento de porque seguíamos en la playa me asaltaron, y
brinqué, agarrando su mano y ayudándolo a ponerse de pie. Se mueve
ligeramente en sus pantalones cortos y sujeta la toalla frente a él.
—¿A dónde vamos? —pregunta con una risa.
—Por este camino —digo y camino más rápido de lo que he caminado
antes. Incluso más rápido que esas veces que Brewster, mi cliente y perro
favorito, me arrastró una cuadra y media hacia abajo antes de que Ryan me
alcanzara y tomara la correa.
La casa se halla a la vista y de alguna manera me las arregló para
moverme más rápido. Ryan empieza a trotar ligeramente para mantener mi
paso. La música fuerte se escucha por el camino que conduce a casa. Eso es
raro. No dejé la música encendida. ¿Tal vez Kaylee pensó en poner un
ambiente? ¿50 Cent es una elección extraña, pero bueno, ¿quién soy yo para
juzgar?
No hago más que correr, y la música se hace cada vez más fuerte, solo
para detenerme en seco. Ryan tropieza con mi espalda y si no fuera por su
mano envuelta en mi cintura me hubiera caído de cara en las escaleras de la
casa.
Personas se alinean en la cubierta y muchas más se embalan en la casa
como el esmalte de uñas en un estante. No. No. Tienes que estar bromeando.
—¡Justo a tiempo para la fiesta! —dice Nick, lanzándole a Ryan una
cerveza. Ni siquiera necesitaba mirar para saber que la lanzó de vuelta. Después
de nuestra peor borrachera no creo que tocará una gota de alcohol nuevamente.
—Estoy bien —dice Ryan, mientras la cerveza aterriza en la mano de
Nick.
¡Maldita sea! Nick estuvo tan desaparecido que pensé que de seguro no
se encontraría aquí.
—Haz lo que quieras —dice, y vuelve con las dos rubias esperándolo
ansiosamente. ¿Se está comiendo los brownies que le hice a Ryan? ¡Oh por Dios,
sí lo hace! Y mi rosa. Oh no. La otra tonta no tomó mi rosa y la usó de accesorio
en su excesivamente grande oreja.
Antes de que pueda arrancársela, desaparecen entre la multitud y me
desplomo en los escalones, mi cabeza entre mis manos.
Mis ojos pican y mi garganta arde con decepción. Sin importar lo mucho
que trate, sin importar cuanto lo planee, siempre se va a la mierda. La historia
de mi vida.
—Oye —dice Ryan, arrodillándose frente a mí y tomando mi rostro en
sus fuertes manos—. ¿Qué sucede? Devolví la cerveza. No lo haría.
Odio que piense que es su culpa. No lo es. Nunca lo es.
Niego con mi cabeza. —Tenía todo el resto de nuestro día planeado y
esto… —Levanto mis manos en el aire escaneando la furiosa fiesta—… no se
suponía que fuera parte de ello. Cada vez que trato de hacer algo para ti, va
mal.
—¿De qué hablas? ¿Qué otra cosa fue mal?
—Cuando trataba de ser toda sexy para ti, ¡y mi pecho explotó! ¿Quién
sabía que eso podía pasar?
—Lex. —Se sienta a mi lado y toma mi mano en la suya—. No necesitas
comportarte sexy. Podrías llevar un poncho marrón de mierda, y todavía así
lucirías sexy como el infierno.
—¿De verdad? —pregunto, parpadeando hacia él. Toma mi rostro de
nuevo en sus manos y desliza los pulgares bajo mis ojos.
—De verdad.
—¿Entonces por qué no quieres tener sexo conmigo? —No quise dejarlo
escapar de esa manera de nuevo, pero una chica solo puede aguantar tantos
rechazos antes de pensar que es por ella—. Me amas, ¿verdad?
—Odio que incluso tengas que preguntar eso.
—¿Entonces cuál es el problema?
Baja la mirada al suelo y se frota su nuca. Pongo mi mano bajo su mentón
y lo exhorto a mirarme a los ojos—. Háblame.
—El problema es. —Destellos de dolor se asoman en su rostro—. Que te
amo demasiado.
No sé cómo tomar eso. Todavía tengo demasiadas preguntas, pero por la
expresión de su rostro, por primera vez, no creo que quiera saberlo. Ryan
siempre ha sido capaz de hablarme sobre todo. Bueno… excepto del hecho de
que estuvo enamorado de mí desde el primer día en el patio, pero aún así.
Cuando esté listo para hablar, sé sin duda alguna, que seré su primera y única
parada.
—Lo siento —digo, pasando mis manos por su cabello y entrelazando
mis dedos en su nuca.
—¿Por qué?
—Por ser un zoológico de animales en celo. —Se ríe, y sonrío antes de
continuar—. He estado tan obsesionada con tener sexo contigo que me he
perdido todas las razones de por qué quiero tener sexo contigo. —Paso mi dedo
por el contorno de su rostro—. ¿Puedes hacerme un favor?
—Sabes que lo haré, tonta —dice y apoya su frente contra la mía.
—¿Esta noche puede simplemente ser como en los viejos tiempo? No
necesitamos el viejo parque de diversiones o tú conduciendo la bicicleta
conmigo sentada en el manillar. Todos esos momentos que traté de recrear. No
tenía que hacerlo. Porque la única cosa que necesitamos es el uno al otro.
21
Traducido por Alessandra Wilde & Monse C.
Corregido por Ana Avila

El sol se filtra en la habitación, y me suelto del agarre de Lex para tomar


mi teléfono. Ella está boca abajo en la almohada, su boca abierta mientras
duerme. Deseo estirarme y limpiar el caos de cabello fuera de sus ojos, pero no
quiero despertarla. Lo primero en la agenda de hoy es deshacerse de todas las
latas de cerveza y vasos de plástico.
Por suerte las habitaciones estaban fuera de los límites —todas excepto la
de Nick que, por el olor mientras camino cerca, tuvo su cuota de uso. Escucho a
alguien en la planta baja mientras pisoteo por el piso superior,
sorprendentemente no hay muchos restos de la fiesta por aquí.
El sonido metálico del aluminio se hace más fuerte cuando llego al
último escalón, y Nate me dirige una sonrisa mientras mete una pila de vasos
en la bolsa de basura que lleva. Sacudo la cabeza, porque todo lo que viste es su
sombrero, tirantes, y boxers. Cuando se agacha para agarrar una lata de cerveza
vacía, arrugo la nariz ante la palabra "Suertudo" extendida por su culo.
—Amigo —gimo y salgo disparado a la cocina contigua en busca de otra
bolsa—. Ponte unos pantalones.
—¿Has visto alguna prueba de alcohol arriba? —pregunta, ignorándome.
—No.
—Bien. Kaylee ya está lo suficientemente cabreada. No quiero
empeorarlo.
Le hago un gesto para que se me acerque, asintiendo hacia el mostrador.
Deja caer su bolsa, salta sobre el sofá, y vacía todo lo que está en la encimera
dentro la bolsa que sostengo en el borde.
—¿Por qué habría Kaylee de molestarse por el alcohol? —pregunto,
atando el extremo del plástico.
—Lexie lo hará. Y Kaylee se preocupa por ella. —Suelta un suspiro y
mira a su alrededor, al resto de la casa—. Al parecer, metí la pata a lo grande
anoche.
—Sí —una voz chillona, pero severa dice desde el hueco de la escalera—,
lo hiciste. —Kaylee avanza con dificultad, su pelo inusualmente en una cola de
caballo y no sus usuales trenzas. Ajusta su brillante vestido púrpura de playa, o
lo que demonios sea esa cosa, y planta un beso en la mejilla de Nate—. Te
perdono porque sé que te levantaste hace horas, y estás teniendo una resaca
asesina.
—¿Me dirás ahora qué es lo que hice mal? —pregunta Nate mientras se
quita su sombrero y lo pone en la cabeza de ella. Kaylee pellizca su nariz y la
sacude.
—No delante de Ryan.
Resoplo y agarro otra bolsa de debajo del fregadero. —¿De repente te
preocupa eso? ¿Dónde estaba esa preocupación cuando comenzaron a salir?
Kaylee ríe falsamente y arrebata la bolsa de mi mano. Mi celular suena, y
lo saco a tientas de mi bolsillo antes de que todo el mundo se despierte. Son mis
abuelos.
—Hola.
—Hola, hijo —dice Pop-pop—. ¿Cómo te va?
Hago una señal con mi dedo de “vuelvo en un minuto” a Nate y Kaylee
y salgo al porche para un poco de privacidad, suya y mía.
—Va bien.
—¿Tú y Brett se están llevando bien?
Sí. No. Algo así. —Ha estado bien.
—De acuerdo. Solo comprobaba.
—Todos estamos bien. Divirtiéndonos y manteniéndonos fuera de
problemas. —Sólo tenemos que dejar de lado el lío que estoy limpiando esta
mañana.
—¿Cómo te va con el Lincoln?
Mis ojos se desvían al coche. —No he conducido desde que llegué aquí,
pero voy a comprobarlo hoy.
—Bien. Estarás de regreso en un par de días, así que yo que tú lo
conduciría por allí un poco para asegurarme de que no se estanque. Quiero
saber si tengo que transferirte algo de dinero para la gasolina.
—Lo tengo.
—Eso me recuerda, tengo un trabajo para ti cuando vuelvas. Un IROC de
1980, con la transmisión rota. ¿Estás preparado para ello?
—¿Un IROC? ¿Quién demonios todavía conduce uno de esos? —Sonrío
cuando la ronca risa de Pop-pop empaña el receptor. La puerta se abre detrás
de mí, y miro sobre mi hombro para encontrar a Kaylee.
—¿Ya casi terminas? —articula, asiento y palmeo el escalón del porche.
—Estaba pensando —dice Pop-pop cuando Kaylee se deja caer a mi
lado—, ya que casi no sirvo más como mecánico, tal vez Brett podría darte una
mano.
Mi sonrisa se desvanece. —La abuela te metió eso, ¿no?
—En realidad, no. —Suspira, y Kaylee debe notar el cambio repentino en
mi tono; suavemente me codea, luego enlaza su brazo con el mío. La voz de
Pop-pop es grave—. Brett es tu familia, te guste o no, y es el momento de que
dejes de lloriquear como un maldito niño.
—Si hubieses oído lo que dijo sobre papá, no estar…
—¿Importa, hijo? Pon eso a un lado y sé un hombre. Tu hermano te
necesita, y aunque no quieras admitirlo, lo necesitas, también.
Tomo una respiración profunda, y Kaylee me aprieta el antebrazo. Trato
de concentrarme en el apoyo de uno de mis amigos en lugar del dolor
oprimiendo mi pecho.
—Ni hablar de que —dice Pop-pop, con un tono más ligero—, este
trabajo paga tres mil dólares. Quiero asegurarme de que se haga a tiempo, y tú
y Brett pueden dividir el dinero. ¿Entiendes?
—Sí, está bien.
—Te quiero, hijo.
—También te quiero.
Colgamos y Kaylee asienta su barbilla en la palma de su mano,
levantando sus cejas hacia mí.
—¿Qué?
—Te ves tenso.
Dejo escapar una risa hueca. —Sí.
—¿Todo bien?
Mis hombros se levantan un poco, y meto mi celular en el bolsillo. —
Cosas de hermanos. La misma mierda.
—Hmm... —Tamborilea sus dedos en su barbilla, y la empujo con el
codo.
—¿Qué?
—Nada. —suspira—. Sólo pensando en cosas que podrían ayudarte a...
soltar la tensión.
Gimiendo, entierro la cara en mis manos. —No tú, también.
—No dije nada.
—Sé lo que no estás diciendo.
Sus dientes salen por encima de su labio mientras se muerde la sonrisa.
—Confía en mí, amigo mío, sexo caliente y loco es justo lo que necesitas. Lo que
ambos necesitan.
Me río, sacudiendo la cabeza mirando más allá del pórtico. Recojo un
pedazo de madera que está junto a mi pierna.
—Si únicamente quisiera algo de sexo loco ya lo hubiera hecho. Sin
embargo ese es el punto. La amo demasiado como para usarla.
—¿Usarla? —Kaylee se gira en el escalón por lo que su pierna queda
entre nosotros—. ¿Qué quieres decir?
—No quiero hacerlo debido a que estoy tratando de olvidarme de...
bueno, toda esta mierda.
—Bien...
Puedo decir que no lo entiende. El sexo nunca ha sido sólo sexo para mí.
Ha sido esta cosa en el fondo de mi mente que, cree, debería significar algo con
alguien. Infiernos sí, me he imaginado dar este paso con Lexie. He estado cerca
en varias ocasiones desde que empezamos a salir. Y creo que porque me he
imaginado tantas veces, porque me he acercado, porque estoy malditamente
enamorado de esta chica; me contengo, porque ese momento debe ser perfecto
para ella. Muchas cosas en la vida no son perfectas, y esta debe serlo.
Me aclaro la garganta y me giro en el escalón para imitar su posición. —
Lex es tu mejor amiga.
Inclina un poco la cabeza hacia un lado y asiente.
—Sé que velas por ella —le digo—. Pero solamente escuchas su lado de
la historia.
—Cierto.
Choco mis nudillos contra su rodilla. —Es mi mejor amiga, también. Así
que eso es lo que hago. Estoy velando por ella.
El destello de una sonrisa se extiende en su rostro, entonces frunce los
labios y golpea mi mano ligeramente. —Bien. Sé inteligente y adorable.
—Esas son mis mejores cualidades —le digo con jactancia. Me saca la
lengua y empuja mi hombro.
—Lo entiendo, lo hago, y voy mantenerme al margen... después de decir
una pequeña cosa.
—Estoy escuchando.
—Si sigues esperando el momento perfecto, lo más probable es que
nunca lo encontrarás.
¿Dije eso en voz alta? Ella pone los ojos en blanco y se ríe levantando una
ceja.
»Probablemente hay varios momentos adecuados que no se sienten bien
ya que no son perfectos. Así que, tu hermano está en la ciudad. Además que
dijo algunas cosas bastante desagradables sobre tu familia. E irrumpió en tu
vida, y es una mierda importante. ¿Y qué? Mira a Lexie. Tiene dos trabajos para
pagar una universidad a la que ni siquiera está segura de entrar. Cuida de su
madre, borracha, sobria, y todo lo demás. Lo ha hecho durante años. ¿Y si
hubiera esperado para decirte lo que sentía por ti, porque estaba enfadada con
su vida, y no quería que fueras parte de ella? ¿Y si hubiera esperado el
momento "perfecto", cuando su madre dejara de beber, cuando fuera aceptada
en la universidad? —Kaylee posa su mano sobre la mía—. No estoy diciendo
que saltes a la cama porque todo el mundo hace. Sólo digo que no dejes que
nada aparte de ti y Lexie determine cuándo darán ese paso.
Eso es un infierno de gran "pequeña cosa" para decir. Y maldita sea, ella
tiene aún más sentido que yo. Aprieto sus dedos y tiro un poco del meñique.
—Bien. Sé inteligente y adorable.
—Esas son mis mejores cualidades —dice con una imitación terrible de
mi voz. Nos reímos, y coloca un brazo alrededor de mi hombro, descansa su
cabeza en mi brazo. Después de unos minutos, Nate sale con un par de bolsas
de basura.
—Está bien, sé que ustedes son invitados y mierda, ¿pero le ayudarían a
este tipo?
—Sólo si te pones los pantalones —le digo, y Kaylee se inclina hacia atrás
y me golpea.
—No, se ve bien. Se quedará así el resto del viaje.
Nate suelta las bolsas y le hace cosquillas en los costados, me pongo de
pie de un salto, así no seré golpeado por su codo. Mis rodillas rechinan cuando
me inclino para agarrar la basura, y me dirijo a los contenedores.
—¡Oh, espera, Ry! —dice Kaylee por debajo del brazo de Nate. Le da una
mirada, y él la suelta. Trota hacia mí, bajando la voz—. Para tu información, la
casa de la playa estará totalmente vacía esta tarde.
—Kaylee...
—No diré nada. Sólo quiero que sepas —canta, luego regresa a su novio
medio desnudo. Y a pesar de que bromeaba, creo, mi corazón palpita un
centenar de veces más rápido.
Me pregunto si Lex se deshizo de ese condón, o si todavía está en su
bolso.

El cuarto que Lex y yo compartimos da directamente a la playa. Tiene un


ventanal que luce muy muy genial, y estoy de pie en el centro, viendo a mi
novia hablar con su mejor amiga. Nate y Brett están sentados cerca, y parece
que Nate está sacando monedas de la nada. Lex se pasea por la playa,
pataleando en el agua con Kaylee. Tiene sus sandalias en una mano, la leve
brisa está azotando el pelo alrededor de su cuello, y se ve contenta. Feliz.
Sexy.
Tomo una respiración profunda y lentamente cierro las cortinas blancas.
Haciendo tronar mis nudillos, camino los tres pasos a la cómoda y me quedo
mirando el condón que se encuentra encima.
Maldita Sea. Tengo dieciocho años, y no tengo ni idea de cómo funcionan
estas cosas. Entiendo la logística. Rasgar el paquete, rodarlo... parece bastante
simple, pero nunca he tenido que utilizar uno ya que he sido sólo yo desde que
tenía doce años. Y pensé que haríamos la práctica del plátano en la clase de
salud en un momento dado, pero eso nunca sucedió.
Todo lo que sigo imaginando es lo raro que será cuando Lex y yo
estemos... y parezca que no puedo... ¿y si sale volando? ¿O se rompe? ¿O no
puedo abrir el paquete? ¿O soy demasiado grande para él, o peor... demasiado
pequeño? Llevo mis manos a mi cabello y tiro de él, tratando de no asustarme
ahora que he decidido que lo único que me contiene es la manera de hacer
funcionar esta cosa.
—Está bien —le digo a nadie. Inclinándome sobre la maleta, busco en los
bolsillos laterales y agarro una tira de cinco paquetes que encontré en la
habitación de Nate. Lex tenía el que Grams le dio, y por alguna razón realmente
desconocida, me parece raro usar ese para... los fines previstos. Tomo el que se
encuentra en la cómoda y comparo las dos marcas, leyendo los envoltorios,
pero mis ojos siguen adelante y fuera de foco. La cama rebota por mis piernas
moviéndose arriba y abajo. Trato de concentrarme, pero después de unos
minutos, fracaso y digo—: A la mierda —y rasgo el paquete de uno.
El empaque fue fácil de rasgar, pero el condón se encontraba lubricado, y
no me hallaba preparado para la repentina aparición del mismo. Así que vuela
de mis dedos y aterriza en el suelo. Oh hombre, me alegro de que esto sea sólo
una práctica.
Compruebo por encima de mi hombro para asegurarme de que la puerta
siga bloqueada, tomo una respiración profunda y saco el plátano que tomé de
abajo. No estoy exactamente... ejem... endurecido lo suficiente como para
practicar en mi propio miembro, así que me conformo con la cosa entre mis
rodillas y digo—: Diablos, Ryan, si alguien se enterase que estabas haciendo
esto... ah mierda. —Lo pongo al revés creo. No rueda. Así que le doy la vuelta y
trato de tirar de la goma en su lugar, pero mis manos tiemblan mucho, y me
siento como un idiota porque la cosa no se ve bien. O tal vez lo hace y no tengo
ni idea. No hay imagen en el paquete, y prefiero arriesgar la torpeza que buscar
en Google "cómo poner un condón."
Arrojo el plátano a la basura, entonces lo entierro con un montón de
papeles. El incómodo intento ya está fuera del camino, cuando me enfrente a la
cosa real, estaré listo para ello.
Sí...
—Está bien, ¿bolsillo o cajón? —le pregunto a la larga tira de condones,
como si me fuera a contestar. He perdido mi maldita mente—. Cajón —contestó
para mí mismo, y los pongo en el lado de Lex. Nunca escucharé el final de la
mierda si saco un paquete de cinco de mi bolsillo.
Caminando de regreso a la ventana, tomo algunas respiraciones
calmantes y trato de relajarme. Podría no suceder hoy, pero hay algo en mi
interior que dice que hay una buena posibilidad de que lo haga. Incluso si otro
de sus sujetadores explota con pegote, o si una fiesta se pone en marcha en la
planta baja... cualquier tipo de basura incómoda e inesperada que suceda, siento
como si no importara. Es difícil de explicar todas las nerviosas y excitadas
abejas zumbando bajo mi piel, pero cuando abro las cortinas y veo a Lex
acostada sobre su espalda en la playa, dejando que el sol penetre en sus piernas
desnudas y una hermosa sonrisa en su cara, no puedo esperar para llevar mi
culo hasta ahí.
Tomo los escalones de dos en dos, y corro por la arena hacia donde están
mis amigos. Kaylee ha tomado un lugar debajo de la cabeza de Lex, y se
encuentra trenzando su largo y castaño pelo. Brett está sumamente dormido
sobre una toalla a unos pies de distancia, y Nate lanza una tarjeta a través de
sus dedos, y luego la hace desaparecer.
—Oigan —digo anunciando mi presencia. Lex me mira por encima de
sus gafas de sol, y los dos hoyuelos aparecen en sus mejillas—. ¿Te importa si te
robo? —le pregunto. Si es posible, su sonrisa se hace aún más grande y asiente,
saliéndose del agarre de Kaylee. Al instante, mi mano toma la suya, entonces la
coloco sobre mi espalda.
—¿A dónde vamos, ladrón?
—A estar solos. —Hago cosquillas debajo de sus muslos. Se ríe, y ataca
mi mejilla y mi cuello con besos. Cuando pongo cierta distancia entre nosotros y
nuestros amigos, la coloco de pie en la arena y la tiro hacia mí. Se acomoda
entre mis piernas, agarra mis brazos y se asegura de envolverlos alrededor de
su cintura. Durante todo este viaje no he sido capaz de sentarme con ella, y
considero que es justo lo que necesito antes de llevarla adentro.
Si vamos adentro.
Recorro el dorso de mi mano por su brazo y veo como se le pone la piel
de gallina. Hace un año sólo fantaseaba con tocarla así. Siempre existía el miedo
de perder nuestra amistad si alguna vez tenía el coraje de decirle cómo me
sentía. Se quedó en el fondo de mi mente que si la tocaba de una manera íntima,
perdería lo bueno que había entre nosotros, la cual es la razón de que podamos
hacer el ridículo absoluto de nosotros mismos, y es genial.
Una sonrisa golpea mis labios justo antes de colocarlos en el pulso de su
cuello. Ahora que somos mucho más que amigos, no puedo esperar a ser aún
más que eso. No sólo físicamente, sino enamorarme más y más profundamente,
aun siendo nosotros. Ella podría eructar en este momento y no me importaría
una mierda.
—Tu piel está muy caliente —le digo, deslizando la trenza de su cuello.
—He estado afuera por un tiempo. —Deja escapar una risa
entrecortada—. Tu corazón late muy rápido.
—Bueno —le digo, arrastrando mi nariz a lo largo de su clavícula. Aspiro
su caliente piel bañada por el sol—. He estado encendido durante un tiempo.
Se estira y golpetea mi nariz, pero es ligero y juguetón, y nos
acomodamos el uno en el otro. Creo que está mirando el océano, pero
definitivamente yo la veo a ella. Mis manos se hunden bajo la tela de su
camiseta, y algo retumba alrededor de mis dedos cerca de su ombligo.
Me río cuando sus mejillas se ruborizan.
—Bueno, eso es atractivo.
—¿Tienes hambre?
Se gira hacia mí, un puchero adorable en sus labios. —Sí. Pero me
gustaría poder decir que no.
—Tengo hambre, también —le revelo—. Me levanté temprano y se me
debe haber olvidado comer. Y necesitare azúcar si me quieres despierto por la
tarde.
—Hay paquetes de pudín en la casa.
—Eso suena bien.
Levantándome, me limpio la arena de la parte trasera de mis pantalones
cortos, y ayudo a Lex a ponerse de pie. Entrelaza su mano con la mía, y se siente
tan bien no pensar en nada, excepto nosotros ahora mismo.
Miro por encima de mi hombro cuando damos un paso hasta el porche.
Brett aún desmayado en la playa, oí a Nick diciendo que se dirigía a otra casa
en la misma calle, y fiel a su palabra, Kaylee está manteniendo a Nate ocupado.
Lex salta a la cocina al momento en que entramos, su camisa se mueve lo
suficiente para que pueda ver la parte baja de su espalda por encima de sus
pantalones cortos. Maldita sea, es sexy como el infierno.
Abre el refrigerador y saca crema batida y chocolate con leche. A medida
que los pone en el mostrador, envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. Se
encuentra tan caliente, y huele a agua salada. Su sonrisa aparece contra mi
mejilla mientras rasga la tapa de dos paquetes de pudín.
—¿Cuánto quieres? —pregunta, sacudiendo la lata de crema batida.
—Sorpréndeme.
Paso los dedos sobre la piel de su vientre, haciéndole cosquillas en el
ombligo. Me codea el estómago, ahogando sus risas.
Algo se contrae en mi pecho, casi como si mi corazón hubiese decidido
hacer lagartijas contra mi caja torácica. La mierda se ha ido. Mi cerebro está
sintonizado en la estación Lexie, y ya no estoy hambriento.
Una sonrisa cubre mi rostro mientras hundo mi pulgar en el pudín y lo
unto sobre sus labios.
—Oh, no quieres comenzar —amenaza, agitando la crema batida en mi
dirección.
Acurrucándola cerca, beso la comisura de su boca cubierta de chocolate.
—No estoy comenzando nada —beso la otra esquina—. Sólo quiero mi
desayuno de este modo.
Mueve su boca sobre la mía, empapando mis labios de chocolate y
riendo.
Normalmente me hubiera desquitado, derribándola al suelo y echando la
taza entera en su rostro, pero estoy demasiado feliz, y demasiado excitado para
contraatacar.
Presionándola contra la encimera de la cocina, la beso como si no hubiera
nada deteniéndome, no estoy seguro de que algo pudiera hacerme parar esta
vez. Está sonriendo, lo cual me hace sonreír. Con su lengua lame el chocolate de
mi labio superior.
Le digo—: Te amo. —Porque parece que no lo digo lo suficiente.
Sonríe mostrando sus dos hoyuelos, y sus dedos tiran de mis pantalones.
—Yo también te amo.
Antes de que pueda sumergirme en su boca de nuevo, mis pantalones se
llenan de casi medio kilo de crema batida.
Lex salta lejos con la lata, riendo a carcajadas.
Oh, ahora si verá.
Agarro el pudín de la barra de la cocina y me lanzo encima de ella. Deja
escapar un grito agudo y me rocía la crema batida como loca. Esquivando su
ataque de adorno para postres, consigo embarrar el pudín sobre todo su cuello
y pecho mientras salpica la crema en mi cabello. Nos hacemos cosquillas el uno
al otro, reímos, y frotamos nuestros cuerpos, tratando de desarreglar a la otra
persona tanto como uno lo está.
He hecho esto con Lex antes, cuando no salíamos. Hay algo
extremadamente sexy en cómo puedo tocarla en algunas partes ahora y saber
cómo eso la afecta. Cómo me afecta a mí.
Terminamos en el piso. Creo que he ganado, puesto que se encuentra
cubierta de chocolate del cuello a las rodillas, pero cuando sus manos se
enredan en mi cabello con un enorme montón de crema batida, quizás hayamos
empatado.
Pregunta—: ¿Me besas ahora? —Su sonrisa limpia de cualquier desorden
que hayamos hecho. Sus piernas desnudas se enredan en las mías, y la crema
batida en mis pantalones se aplasta incómodamente mientras nos
presionábamos el uno contra el otro. No es la mejor sensación del mundo, pero
con nuestras lenguas unidas y las manos aferrándose a la manchada y húmeda
ropa, no podrían haberme importado menos mis bóxers rellenos de postre.
Mis labios se mueven a su cuello, y su respiración se suaviza. Lamo el
chocolate, succionando y tirando de la piel detrás de su oreja, sin ser capaz de
controlar los gruñidos saliendo de mi garganta.
Algo húmedo roza contra mi mejilla. La respiración de Lex vacila.
Me alejo de su cuello para ver un hilo se silenciosas lágrimas rodando
por su rostro.
—¡Vaya, Lex! ¿Qué está mal?
Cierra sus ojos y sacude la cabeza. —Perdón, no es nada.
Maldición. —No me mientas. ¿Qué es? —acaricio su pómulo con mi
pulgar, y embarro chocolate en su rostro. Mi corazón late a la velocidad de un
Lamborghini. ¿Me perdí en el momento? ¿Qué está mal esta vez?
Sus ojos se abren, pero no me miran. Los mantiene fijos en el cuello de mi
camisa mientras lo jala. —Yo sólo… Te deseo.
El aire que iba a mis pulmones se detiene. Me quedo congelado encima
de ella, deseando poder parar el flujo de lágrimas cayendo por sus mejillas. ¿La
he rechazado tanto como para que crea que esto no pasará? Porque maldición,
estaba listo para que pasara.
—Ry, te necesito. Te deseo. Estoy cansada de contenerme.
—Lex…
Su agarre en mi cuello se intensifica. —¿Por qué a ti no te está matando
como a mí?
Oh, mierda. Parece que al protegerla de mí sólo la lastimé más. La deseo.
Y está matándome. ¿Cómo podría no ser así? Se encuentra debajo de mí,
entregándose a mí, y yo he sido un maldito idiota y no he podido superar mis
propios temores.
Pero lo he hecho ahora.
—Alexis —le digo, metiendo mi mano en torno a su cabello café, sin
importarme la comida. Su respiración se acelera al escuchar su nombre. Creo
que la mía lo hace también—. No te quiero lastimar, o usar, o hacer algo
equivocado. Y me ha matado. —Mis labios bajan al rabillo de su ojo, e inhalo
disfrutando lo que el chocolate ha hecho con la esencia de Lex—. Pero… quiero
hacerte el amor.
—¿Cuándo? —pregunta, su voz entrecortada con lágrimas—. ¿Esto no es
porque estoy llorando? porque mi intención no era llorar, y no quiero que
quieras tener sexo conmigo porque no puedo controlar mis emociones. No
estoy tratando de manipularte o de engañarte para hacer esto, te lo prometo.
Por favor no hagas esto porque perdí la razón y comencé a llo…
Cubro su boca con mi mano y comienzo a reír. Ella me lanza una mirada
de desprecio y me pega un puñetazo en el brazo.
—¡Ouch, mierda!
—¿Por qué te estás riendo de mí? —Aún se encuentra molesta, pero sus
labios están invertidos en una sonrisa—. Más vale que no me estés tomando el
pelo.
—No lo hago, Lex. —Agarro su mano cubierta en crema y la tomo en la
mía—. Me estoy riendo porque he estado pensando sobre esto todo el día.
Kaylee prometió la casa vacía, he estado arriba hablándole a un maldito
condón, y no es porque estés llorando. Es porque te amo, y te deseo, deseo todo
de ti, y eres tan sexy como el infierno, me estás diciendo que también me deseas
y sólo no puedo creer lo afortunado que soy.
Sus maravillosos hoyuelos aparecen debajo del chocolate en sus mejillas,
y sus ojos se encuentran con los míos. —¿Le hablabas a un condón?
Bajo la cabeza y me rio en su cuello. —Con varios de hecho.
—¿Qué dicen?
—Me echaron mierda por no saber cómo diablos usar uno.
—Mmm… bien, afortunadamente para ti, no necesitamos usar uno
necesariamente.
Levanto mi cabeza rápidamente, y me endurezco más mientras el sonrojo
debajo de la suciedad en su cara se intensifica.
—¿Perdón?
—Tomo la píldora. —Trata de contener su sonrisa—. ¡Sorpresa!
Una ola de alivio fluye a través de mi pecho. —Maldición, estoy feliz de
oírte decir eso.
Ríe y luego besa mis labios brevemente. —Así que…
Sí. —Así que…
—¿Ahora? —Su cuerpo se tensa increíblemente debajo del mío, y mis
manos tiemblan un poco mientras las muevo hacia abajo por sus costillas,
deslizándolas a través del pudín y la crema batida.
—Hay un problema, Lex.
—¿Cuál?
—Mis pantalones están llenos de crema batida.
Me froto en su contra mientras ella deja salir una maravillosa y sexy risa.
—Bueno, puedo ayudarte a sacarla —ofrece.
—¿En la ducha?
Asiente, con una larga y ancha sonrisa.
El corazón latiendo, las manos temblorosas, y mi mente finalmente libre
de culpa, me levanto, cargo a Lex a la habitación de al lado, dejando el
desorden, literal y metafórico, detrás de nosotros.

22
Traducido por Miry GPE & Val_17
Corregido por Itxi

Siempre me pregunté si me sentiría diferente. Si de alguna manera el


perder mi virginidad me cambiaría. Ahora que finalmente sucedió,
honestamente puedo decir: sigo siendo yo... sólo que más feliz. Una felicidad
que consume todo y no importa cuánto intente inmovilizar mis labios,
sencillamente se elevan.
Me coloco de lado y una mirada a Ryan impulsa toda esa felicidad que
consume todo a una tranquilidad pura. Mis labios se elevan y una lágrima
solitaria escapa de mi ojo.
—Estás... ¿estás bien? —dice en un susurro.
Le sonrío. —Más que bien. —Limpia la lágrima de mi mejilla, y coloco mi
cabeza contra su pecho.
Hace dos años, si me hubieran dicho que estaría yaciendo en la cama con
mi mejor amigo después de perder la virginidad el uno con el otro, habría
arrugado la nariz y jurado que no era cierto. Aunque, en el fondo de mi mente
sería la chica más feliz, porque creo que siempre he estado enamorada de él.
Trazo círculos en sus abdominales, bajando mi dedo hacia su sendero feliz y lo
subo de nuevo. —¿Recuerdas cuando traté de pintarte las uñas? —pregunto.
—¿Cómo podría olvidarlo? —Se ríe y puedo decir que su nivel de
energía cayó en picada—. Estoy feliz de tener el sueño ligero.
Lo golpeo en su estómago. —¡Sueño ligero, mi trasero! Olvidas que pasé
muchas noches contigo. Apuesto a que puedo pintarte las uñas.
Me hace cosquillas debajo de la barbilla, haciéndome reír, y tomo su
mano enlazando nuestros dedos.
—Te amaba incluso entonces —dice.
—Me lo dijiste.
Asiente. —Lex, te he amado desde hace mucho tiempo.
—¿Por qué? Quiero decir, aparte de mi increíble trasero —le digo en
broma, porque no sé si es posible que mi cuerpo pueda manejar más alegría. Se
encuentra demasiado lleno y en serio podría estallar si continúa.
—Boba. —Me río de su apodo para mí y me abrazo a su lado, tomando el
aroma de Ryan. Besa mi frente y después me empuja suavemente para mirarme
a los ojos—. Te amo por todo. Tu risa —toca la esquina de mi boca—, tus
hoyuelos, tu amistad. Y sí, tu cuerpo. —Me aprieta por la cintura y suelto un
pequeño chillido—. Me encanta saber exactamente lo que harás. —Aparta mi
cabello del rostro, ahueca mi mejilla y frota su pulgar por mi piel—. Amo todo
de ti.
Mis ojos se llenan de lágrimas porque no quiero que este momento
termine. Quiero quedarme en esta cama para siempre. Congelar este momento
exacto en el tiempo y no dejar que nada contamine la perfección, porque la
realidad se encuentra justo al otro lado de esa puerta. Cosas fuera de nuestro
control. Necesito saber que lo que tenemos será una constante en mi vida. Lo
único que, sin importar lo que la vida nos lance, siempre estará ahí. —Eso no
cambiará, ¿cierto? —pregunto.
Sus cejas se fruncen y paso mi dedo por los pliegues. —Nunca. ¿Por qué?
—A veces este paso... —Señalo nuestros cuerpos entrelazados—. Cambia
las cosas.
Levanta mi rostro hacia el suyo, besándome apasionadamente, me pierdo
en él justo como lo he hecho cada vez desde ese primer beso. Su frente se apoya
contra la mía y escucho su respiración. —Nunca amaré a nadie como te amo ti.
Así que, incluso si las cosas cambian, eso no lo hará. Lo prometo.
No sé si se da cuenta de esto, pero siempre sabe decir las cosas correctas.
—Eres bueno, sabes. Con las cosas encantadoras.
—Sólo soy honesto.
—Lo sé. Sin fruncir la ceja. —Llevo mi mano a su frente y la empujo,
luego me acurruco en su costado. Pongo la cabeza contra su pecho, escuchando
los latidos de su corazón, y dejo que los recuerdos de nuestra tarde juntos
llenen mi mente.
—¿Lex?
—¿Mmm? —logo musitar a través de mi bruma de sueño.
—También te amo por eso.
—¿Por qué?
—Por saber quién soy y seguirme amando.
Beso suavemente su pecho, y aprieta su brazo alrededor de mí,
abrazándome más cerca, dejando un rastro de besos desde mi frente hacia mi
mejilla, a mi hoyuelo.
Seguía esperando este perfecto momento porque pensé que tenía que ser
planeado. Para que todo funcionara, y todas las piezas fueran las correctas. La
cosa es que no hay un momento perfecto porque con Ryan, cada segundo juntos
es perfecto.
Y aunque no sé lo que pasará en el futuro, estoy segura de una cosa.
Ryan estará ahí como siempre ha estado.
Me acurruco en el hueco de su cuello y presiono mis labios contra su
mandíbula. —Te amo —susurro y finalmente me permito sucumbir al sueño.
Abro los ojos asombrada de que el sol ya no se encuentre en lo alto del
horizonte. Ha vuelto a caer en la clandestinidad durante la noche, reemplazado
por una luna llena, creando un camino brillante en la superficie del océano.
Aparte de las olas rompiendo en la orilla, lo único que escucho es la
profunda respiración de Ryan. Sus brazos rodeándome, y por un solo segundo,
creo que podría haber muerto he ido al cielo. Porque seamos honestos. ¿Qué es
mejor que esto?
Por meses, cada vez que Ryan me besaba, lo quería más de lo que lo
quería antes. Me volvía loca, emocional y completamente irracional. Sólo
sabía... sé que es el indicado. No quería esperar un segundo más.
No necesitaba el momento perfecto. El lugar perfecto. O la música de
fondo perfecta. Porque cuando Ryan me trajo a la casa por un tazón de pudín,
lo último que esperaba era que fuera el momento que lo cambiaría todo.
No fue planeado. Fue completamente insospechado. Fuimos sólo él y yo
siendo nosotros. Y fue el momento totalmente perfecto. Ninguna planificación
en el mundo podría haber conseguido que fuera tan correcto como fue.
Sonrío ante el pensamiento de meter la lata de crema batida bajo los
pantalones de Ryan y presionar la boquilla. En respuesta, mi estómago gruñe
como un puma hambriento. Aparte del pudín de chocolate que Ryan untó sobre
mi labio, no comí ni una sola cosa.
Muy lentamente, para no despertarlo —luce demasiado pacífico— me
deslizo fuera de la cama y coloco una mano sobre mi boca cuando una risita se
escapa por el recuerdo de nuestro viaje de esquí y mi menos que grácil escape.
Incluso entonces sabía que Ryan era el indicado. Era demasiado tonta, ciega o lo
que sea para darme cuenta.
Antes de dirigirme a la cocina y saquear los armarios, me apoyo en el
ventanal y lo veo dormir. Estoy un poco adolorida, pero Kaylee me preparó
para eso, así que no creo que él haya desgarrado en pedazos mis partecitas de
dama.
Su espalda se levanta y cae, sonrío por su sexy cabeza despeinada y la
forma en que la almohada presiona su mejilla y sus labios. La forma en que su
otra mejilla se contrae y la lenta sonrisa que se forma por la esquina. Me
pregunto si sueña conmigo.
Me deslizo en un par de pantalones cortos y meto una de las camisetas
de Ryan por encima de mi cabeza. Es lo suficientemente holgada para no tener
que ponerme sujetador. Empiezo a caminar y... Bueno, así que no es tan malo
como esa vez con el ginecólogo, pero aún está un poco... húmedo ahí abajo.
Agarro un pañuelo de papel, me limpio y voy de puntillas hacia la
basura y meto mi mano en ella para ocultar el pañuelo. No es que haya nada
criminal en eso, pero aun así, eww.
Mi mano golpea con algo sólido. Algo suave y... ni siquiera sé. La
curiosidad me gana y saco lo que sea que es de la basura. Tengo que empujar
mi boca para cerrarla porque no creo que tenga la posibilidad de que se cierre
sola.
Lo último que esperaba cuando saco mi mano de la basura, es un plátano
vistiendo un impermeable.
Después de mirarlo por lo que parece un siglo, lo suelto de nuevo en la
basura y lo cubro, prometiendo olvidar permanente que eso sucedió.
¡Quitaesmalte para el cerebro!
El suelo cruje cuando doy un paso hacia la puerta, y me congelo, pero
Ryan todavía sonríe, totalmente podría pintar sus uñas en este momento y él
nunca se despertaría. Por muy tentador que sea, tengo demasiada energía como
para tener mano firme. Además, necesito a mi mejor amiga.
Abro la puerta y la cierro con cuidado. A mi primer paso pateo algo
duro. —¿Qué de...?
Kaylee se sienta frotándose la cabeza. —¡Auch! —grita, y la tacleo al
suelo colocando mi mano sobre su boca.
Sus grandes ojos como dibujos animados se ensanchan en estado de
shock. Sostengo mi dedo en alto y la silencio. Luego apunto hacia la puerta y
gesticulo—: Durmiendo.
Ella asiente, luego agarra mi mano. Mis pies casi fallan debajo de mí
cuando me jala hacia la cocina. Me empuja en un taburete, y salto para subir en
él. —Estoy hambrienta.
—Te alimentaré. Tú habla —dice con una sonrisa mostrando todos los
dientes en su rostro.
—¿Cómo sabes que hay algo de qué hablar? —pregunto, actuando
totalmente tímida aunque quiero derramar mis tripas sobre la encimera.
—Oh, vamos. Desapareces a mitad del día y no resurges hasta mitad de
la noche. Tuviste sexo.
Sin andarse por las ramas. Sonrío tan tontamente como ella, y empieza a
saltar arriba y abajo como la animadora exagerada que debió ser. Espero que
salgan pompones y empiece a deletrear S-E-X-O.
Un ruido de tono alto hace eco por la cocina, y no estoy segura de sí salió
de su boca o su nariz. A continuación, como si las payasadas no fueran
suficientes, empieza a aplaudir. ¿No comprende que esto no es un concierto? O
los Juegos Olímpicos. No necesita aplaudir.
—Dime. Dime. Dime —dice finalmente—. He esperado toda la noche
para conseguir los detalles.
Mi mente se desvía de nuevo al pasillo, cuando pateé su cabeza.
—¡Espera un minuto! ¿Estuviste fuera de mi puerta toda la noche?
Los ojos de Kaylee se amplían de nuevo y se encoge de hombros.
—Puede ser.
—Oh mi... Kaylee, ¿y si aún estábamos... ya sabes...?
—Fue su primera vez, Lex. Apuesto mi colección de revistas a que Ryan
está desmayado. La Madre Naturaleza podría tener su síndrome premenstrual
justo ahora y convertir ese océano —señala a la puertas de cristal—, en un mar
embravecido de muerte y tragárselo completo, y él aun seguiría durmiendo con
una gran sonrisa en su rostro.
Me río. ¿Cómo podría no hacerlo? Si no fuera por esa sexy sonrisa en su
rostro, habría pensado que estaba muerto.
—Tu colección de revistas no —digo, simulando sorpresa.
—Habla —dice y coloca un plato de galletas frente a mí, luego camina
hacia la nevera, toma una barra de queso y empieza a cortarlo en pequeños
trozos.
Mi estómago gruñe solo con verlo, y meto una galleta en mi boca antes
de que mi estómago se haga cargo, extienda la mano y lo agarre por su cuenta.
—¿Qué quieres saber? —Desde el momento en que me desperté de mi
coma inducido por el sexo, quería encontrar a Kaylee y contarle todo, pero
ahora... no sé qué decir.
—¿Te dolió? —pregunta, colocando un pedazo de queso en una galleta y
entregándomelo.
—Al inicio. Pero fue tan lento y gentil que realmente no me molestó. Él
dijo todas esas cosas adorables y... —Dejo que las palabras se desvanezcan
mientras mi mente las recuerda todas.
—Bueno. Tienes que regresar al principio. Sin dejar fuera los detalles.
Bueno, excepto las cosas realmente gráficas. Sé cómo funciona todo.
Le lanzo una galleta a la cabeza, me eleva una ceja perfectamente
definida. —No soy Ryan. Una guerra de comida no distraerá mi atención de la
cuestión inminente.
—Es curioso que digas eso. Todo comenzó con una pelea de comida.
—Lo imaginé. Olvidaron limpiar. Por suerte llegué a la casa primero,
mientras los chicos ayudaban a Nick a construir una hoguera. Me encargué de
eso antes de que hubiera alguna pregunta.
—Te debo una.
—No, no me debes nada. —Agita la mano hacia mí—. Solo habla.
Le cuento a Kaylee sobre la lucha con crema batida y pudín, y cómo
nunca habría sido capaz de planear ese momento perfecto.
Deja el cuchillo y apoya su codo en la encimera, coloca la barbilla en la
palma de su mano, y sus ojos se fijan en mí mientras pone su atención en cada
palabra que digo.
—Sabes cómo en las películas tienen todas esas escenas de ducha y se
ven tan románticas y sexis.
Asiente.
—Bueno, que porquería es eso. Empezamos en la ducha y cuando
comenzó a besar mi cuello, me sentí toda mareada en la forma de oh, Dios mío,
esto es increíble, mi cuerpo se relajó y como que me recosté, pero mi pie resbaló
debajo de mí, y fui volando hacia la pared. Ryan se acercó para sostenerme,
pero luego golpeó su mano en ese estante con todos nuestros artículos y una
botella de champú cayó, aterrizando justo en su pie. ¡Debes ver el moretón!
Kaylee suelta la carcajada, sus 34B rebotan con cada inhalación.
—No es nada gracioso.
—Sí, lo es.
—Ni siquiera he terminado.
—Por favor continúa —dice, ondeando su mano hacia mí.
—La botella golpeó su pie, por lo que comenzó a saltar y luego él resbaló,
y extendí la mano para agarrarlo, pero ese chico es sólido y mi mano se deslizó
en él. Quise agarrar cualquier cosa y agarré... ya sabes.
—Su pene —dice Kaylee toda petulante.
—Sí, su pene. Era más duro de lo que esperaba, y me entró pánico. Tiré
de mi mano, pero, de alguna manera, todo iba en cámara lenta. No tenía nada
de dónde agarrarlo, y me iba a caer, por lo que me aferré a lo único que pude
encontrar: la cortina de baño. No hace falta decir que ambos caímos y la barra
de la ducha aterrizó sobre nuestras cabezas.
Su cara se encuentra de un rojo brillante por la risa, y no importa lo duro
que intenta reprimirla, sigue llegando. —Un consejo —dice—. Deja el sexo en la
ducha para los más experimentados. Tal vez dentro de unos meses puedas
volver a intentarlo, porque cuando se hace bien. —Frunce los labios y asiente—.
Increíble.
Mi estómago gruñe, de nuevo y los ojos de Kaylee se entrecierran.
—Joder amiguita, realmente tienes hambre. ¿Por qué no te hago algunos
de mis famosos panqueques de nuez y plátano? —Otro gruñido de mi
estómago, y Kaylee se levanta de un salto—. Eso lo resuelve.
Agrupa los ingredientes, luego sus manos aterrizan en sus caderas.
—¿Dónde está el plátano?
Oh, mierda. Mis ojos se amplían, pero antes de que pueda verme, los
entrecierro. Kaylee jamás puede saber la verdad sobre su plátano. No creo que
alguna vez mire un plátano de la misma manera. Sé que no lo hará. Me muerdo
la lengua, esperando que el dolor empuje la risa subiendo por mi garganta.
Piensa. Piensa rápido. —Panqueques normales estará bien. Los plátanos
me hinchan un poco y ya que Ryan y yo finalmente lo hicimos, no quiero que
mi estómago haga ruidos vergonzosos.
Deja de buscar y me chasquea un dedo. —Bien pensado. Ahora sigue
hablando.
Tomo otro mordisco de la galleta.
—Oh, las cosas buenas ahora. ¡Yupi! —Aplaude, se gira hacia los huevos
y rompe uno en el recipiente.
—Después del desastre que fue el juego previo en la ducha, me secó y
envolvió una toalla a mí alrededor, asegurándola. Se me acercó, y empezamos
de nuevo. Me dijo que me amaba y tropezamos hacia nuestra habitación. Mi
toalla se cayó, y arranqué la suya de un tirón.
—Siempre supe que tenías una gatita sexual en ti —dice Kaylee.
Ignoro su comentario y continúo—: Toda la incomodidad se fue porque
realmente llevamos la torpeza a un nivel completamente nuevo en la ducha, y
simplemente fue perfecto. Seguía pensando que después me sentiría diferente.
Pero no. Todavía me siento como yo. Supongo que ahora… solo me siento
contenta. Feliz. Tan feliz. Ese día que arrastré a Ryan del Lincoln y lo enfrenté…
—El día en que todo comenzó.
—Comenzó mucho antes de eso, pero ese fue el momento decisivo.
Nunca pensé que podría sentirme más feliz. Pero te juro que si me pongo de pie
en este momento, arcoíris se dispararán de mi trasero y unicornios volarán por
la sala de estar.
Kaylee vierte la mezcla en la sartén y se da vuelta. —Si arcoíris salieran
de tu trasero, creo que tendría que llevarte al doctor. O tal vez ponerte en el
escenario con Nate porque ese sería un infierno de truco de magia. Apuesto que
con ese acto llegaría a Las Vegas.
—Con o sin arcoíris saliendo de mi trasero, Nate lo logrará. Es el mejor
maldito mago que he conocido jamás.
Kaylee rueda sus grandes ojos verdes. —Porque has conocido a tantos.
—Tal vez no, pero Brett quedó impresionado, y vivía en Las Vegas —
digo.
—En el siguiente viaje deberíamos ir. Tal vez para la graduación. —Pone
esa mirada en su cara, la que me dice que no importa lo que yo o alguien más
diga, el próximo verano estaremos allí.
—Eso sería divertido. Tal vez podríamos invitar a Brett. Darle la
oportunidad de volver a casa.
—¡Hagámoslo! —Kaylee rebota hacia la cocina y voltea los panqueques.
—¿Qué vamos a hacer? —escucho detrás de mí, y no puedo sacar la
sonrisa tonta de mi cara.
—Las Vegas —canta Kaylee, y me giro en mi silla.
Ryan camina hacia mí, todo sexy y varonil, y totalmente mío. —Las
Vegas, ¿eh? —dice y besa la cima de mi cabeza antes de que compartamos una
sonrisa.
—Sip, y será una explosión —dice Kaylee.
—Espero no estar interrumpiendo una charla de chicas, pero los
panqueques huelen increíble, y me muero de hambre —dice Ryan, pero no me
mira. En su lugar, mira directo hacia Kaylee, y ladea la cabeza.
Ella lo mira y sonríe, y a pesar de que no intercambian palabras entre
ellos, se siente como que han dicho mucho.
Incapaz de resistirme, digo—: Agarra un plato. Comeremos panqueques
normales esta noche. Si tan sólo el plátano de Kaylee no hubiera desaparecido…
23
Traducido por becky_abc2
Corregido por MariaE.

Mi reloj interno está todo adelantado. Después de comer a las dos de la


mañana, mi cuerpo se vio impulsado, y no pude conseguir a Lex en la cama lo
suficientemente rápido. Traté de ser interesante y hacer la cosa de la pared, pero
tal vez lo que necesito es relajarme y mantener las cosas en el colchón hasta que
nos hayamos acostumbrado el uno al otro, antes de que terminemos derribados
y retorcidos al igual que en la ducha.
Al igual que la primera vez, me dejó sintiéndome escurridizo, y me sentí
como drogado de nuevo. Pero ahora estoy muy despierto y el sol no ha salido
todavía. El trasero de Lex se alza justo donde me gusta, y comienzo a moverme
contra ella, besando ese lugar detrás de su oreja, esperando que no esté
demasiado adolorida hacerlo para una vez más.
Su boca se retuerce, pero no hace ningún otro movimiento. ¿Cuánto
tiempo ha pasado? Parece que me quedé dormido durante horas, pero cuando
me giro hacia el reloj, sólo ha pasado una hora desde que subimos. Y la
respiración pesada que se desliza de la boca de Lex me dice que no hay una
oportunidad en este momento.
Está desnuda, y está a mi lado. Le grito a mi polla que se aleje de su duro
trasero. Creo que parte de mí lo consigue ahora al igual que antes, cuando Lex y
yo empezamos a salir. No es de extrañar que Nate siempre empaque condones.
Siento que no hay propósito de vestirse hoy.
Empujo mis caderas hacia delante de nuevo, luego me retiro
rápidamente, volando de la cama y caminando por la habitación. Lex debe estar
muerta de cansancio porque todavía no se ha movido. Su rostro se empuja un
poco contra la almohada, y ahora que no estoy en la cama, las sábanas están
extendidas sobre su cuerpo, su espalda expuesta a la luz de la mañana. Trago
por la larga línea que corre su espalda, la curva de su trasero, la pierna suave
que está enganchada bajo la sábana, y maldita sea. Tengo que salir de aquí, sino
no voy a poder eliminar esta erección.
El suelo del baño está frío para mis pies mientras cierro la puerta detrás
de mí. La cortina de la ducha todavía se extiende sobre la baldosa, y sonrío
mientras la pongo de nuevo en su lugar. Ni siquiera alcanzo la llave del agua
caliente, arrancando la ducha con sólo agua fría. Mis pezones se animan, pero
mi polla comienza a desinflarse.
Maldita sea, siento como que estoy viviendo algo que no es mi vida. Es
diez mil veces mejor que mi vida. Si pudiera hacer el paso lunar, lo haría por el
suelo de la bañera. Mi boca se ha quedado atascada en esta estúpida sonrisa y
antes de darme cuenta, estoy cantando quién demonios sabe qué a pesar de que
soy la persona más desafinada del universo.
Lex sigue durmiendo cuando salgo del baño, y creo que he olvidado
cómo caminar con normalidad. Estoy meneando mis caderas y haciendo una
mierda que nunca pensé que haría cuando me visto y bajo. Una ola de calor
pasa por mi cara cuando veo a una chica en una de las camisas de Nick
buscando a través de los armarios de la cocina. Pero mis pies no dejan de bailar
por un segundo, incluso cuando se da la vuelta y sofoca su risa por mi falta de
ritmo. Pretendo inclinar un sombrero hacia ella mientras me dirijo hacia la
puerta. Tal vez unos minutos con mi culo en la arena me calmen, así lo que
hicimos Lex y yo no estará pintado por toda mi cara.
El sol decide hacer su primera aparición cuando doy un paso en el
océano. El agua esta helada contra mis pies. Incluso después de necesitar una
ducha fría, mi cuerpo arde con el calor.
—La vida es muy buena —le digo al amancer, y lo digo en serio. Por
primera vez en meses, puedo decir que sé que es verdad. Aquí mismo, en el
presente inmediato, no puedo pensar en una sola cosa por la que no valga la
pena sonreír. Ni siquiera la idea de mi hermano me molesta.
Pateo el agua y cruzo los brazos, pensando mucho en cualquier cosa,
salvo Lexie, así no terminaré tomando un chapuzón en el océano con mi ropa.
Visualizo la transmisión que tendré que poner en el IROC cuando regrese para
verlo funcionar, y mi cabeza empieza a ir en eso. En realidad, Brett podría ser
más útil que Pop-pop en este caso, si supiera el funcionamiento interno de una
transmisión IROC. No creo que Brett se siente en el sillón reclinable y me ladre
órdenes.
—Te levantaste temprano —dice Nate, pateando el agua mientras se
adentra a mi lado.
—Tú, también.
—Sí. Iba a intentar esta ilusión con las cortinas en la habitación de Kaylee
y mía, y tenía que levantarme justo cuando el sol saliera.
—¿Funcionó?
—Algo así. Todavía tengo dificultades para conseguir el ángulo correcto
—Se encoge de hombros—. Supongo que tendré que probarlo en casa. No se
verá tan genial, con las ventanas más pequeñas.
—Bueno, cuando lo consigas, quiero verlo.
—Definitivamente. Debe quedar como si hubiera un fantasma moviendo
las cortinas. Pero por el momento, sólo se ve como si estuviera cagando
mientras miro el amanecer.
Me río y niego con la cabeza hacia el cielo. Hay alrededor de seis nubes
entre naranjas y amarillas, dejo salir el aliento, tomando toda esta mierda
romántica antes de que tengamos que regresar mañana.
—Así que, eh... —dice Nate, rascándose la parte de atrás de la cabeza—.
¿Vas a estar alrededor hoy?
Sonrío al agua—. No lo sé. ¿Por qué?
—Sólo pensé en decírtelo en caso de que no tenga la oportunidad... esas
cosas se tardan unos días en desaparecer, y bueno, verás a tu abuela en tres
días.
Mis cejas se fruncen cuando me giro para mirarlo. —¿Cosas?
Su cuerpo se sacude con una risa silenciosa, y se rasca el cuello con las
cejas levantadas. Levanto mi mano y froto el mismo lugar pero en mi propio
cuello, pero no es como si mi piel se sintiera diferente.
—Oh, maldición. —Me río y él se ríe también—. ¿Qué tan malo es?
—Parece que has sido golpeado con una bola de pintura morada.
Mierda. —Esperaba que pareciera amarillento para el domingo.
—Sí, o la abuela va a cortarte las pelotas y cocinarlas.
—No puedo creer que te acuerdes de que ella dijo eso.
—Es que más o menos me traumatizó.
Trato de subir el cuello de mi ropa, pero llevo una camiseta, así que todo
lo que hago es ganarme una broma por parte de Nate.
—Utiliza algo del maquillaje de Lex —dice.
—Por supuesto que no.
—No te niegues. He tenido algunos chupetones de clase A y nadie lo
sabe.
Lo golpeo en el brazo, y me devuelve el golpe, enviando truenos de dolor
a través de mi hombro. —Maldita sea —digo, girando el brazo. Ha estado
trabajando en su gancho.
El sol se pone todo el camino hasta el océano, y volteo mi cuello hacia la
casa. Me pregunto si Lex está despierta ahora. De hecho, veo que alguien se
acerca a la puerta principal, pero mi estómago cae cuando veo que es Kaylee.
—Voy a... —murmuro, señalando a la casa.
—Sí, sí. —Nate se ríe y antes de dar un paso, sostiene el puño hacia mí y
lo chocamos. No sé por qué Kaylee y Lex necesitan tres horas para hablar de lo
sucedido. Ya casi lo resumí con un subtexto.
Mis pies se cubren de arena mientras corro pasando a Kaylee y entrando
a la casa. Voy al baño de abajo sólo para enjuagar mis pies, y una voz me hace
pararme en el pasillo.
—¿Cuántas veces vamos a atravesar esta mierda? —Dice Brett, y no estoy
seguro de con quién habla, pero como no escucho una respuesta, supongo que
es por teléfono.
—Él era un vendedor, Kar. No puedes seguir culpándome por...
Mi boca se abre un poco, y recorro rápidamente la pared que separa la
sala de estar del baño. Brett está pasándose la mano por la nuca, con las orejas
en llamas, y sus rodillas rebotan mientras habla por el celular.
—Bien. No voy a detenerme en el camino de regreso a Colorado. No es
gran cosa, ¿verdad? No es como si queríamos decirnos mierda el uno al otro.
Hace una pausa por un segundo, luego se levanta tan rápido que me
sacudo hacia atrás.
—Tú fuiste la que no quiso ser cualquier cosa. No creas que no te amé
sólo porque me volví contra tu papá. Es un montón de mierda y lo sabes. Lo
sabes.
Hay una voz que es lo suficientemente fuerte para que la escuche incluso
en el pasillo, pero no puedo entender lo que dice la persona. Brett pasea por la
alfombra, su mano libre apretada en un puño a su lado.
—No importa de todos modos. Supongo que no hay nada allí para mí.
Baja su teléfono y presiona el botón de finalizar. Una maldición sale en
voz alta de su boca mientras el celular golpea el sofá. Hay una parte de mí que
sabe que debe dejar las cosas, que debo alejarme, y permitirle hacerle frente. Y
está a punto de ganar cuando él me ve. Supongo que tengo que quedarme.
—Uh... —murmuro, porque soy tan brillante como eso—. ¿Estás bien,
hombre?
Sus cejas se unen en el centro de la frente, y suelto un bufido. —Cómo si
te importara una mierda.
Tiene razón. No creo que lo haga... pero lo veo ponerse rojo, y por alguna
extraña razón, tengo con la sensación de que él es una persona real. Es un chico
al que le arrojaron una mano bastante jodida a la vida, y la manera en que lleva
el ritmo, la forma en que su mandíbula se tensa, incluso la forma en que se frota
la parte posterior de su cuello... veo a mi hermano. No sólo mi hermano, sino a
mí mismo.
—Oye, iba a preguntarte... —Empiezo, la sangre golpeando en mis oídos
mientras doy un paso adelante—. Hay una transmisión de un Chevy 1980 en la
que tengo que trabajar cuando volvamos. Me vendría bien algo de ayuda.
Sus ojos parpadean hacia los míos, y un montón de mierda pasa detrás
de ellos. Se ven confundidos, luego optimistas, luego... enojados como el
infierno.
—No tienes que hacer esto, ya sabes.
—¿Hacer qué? —Pregunto, aunque sé exactamente de lo que habla.
—Ser todo fraternal y esa mierda. Sé que no quieres, y estoy cansado de
la gente que se pega alrededor porque tiene piedad de mí. Así que guarda tu
aliento.
—No trato de compadecerte. Simplemente parece que estás tratando con
algo, y los coches llevan mi mente a otras cosas con las que tengo que lidiar.
—¡No tienes que lidiar con una mierda! —Grita, dando un paso hacia mí.
Mi espalda se endereza en defensa automáticamente—. Tienes una familia y
amigos. Demonios, tienes a esa chica pateatraseros allá arriba que te adora y no
tienes ni idea. Ni idea de lo que es tener problemas del mundo real que joden tu
cerebro.
—¿Te olvidas de que tenemos la misma mamá? —digo, tratando de
mantener mi tono de voz, pero no está funcionando—. ¿Se te olvidó que mi
papá murió? ¿Cómo demonios eso no clasifica?
—¿Tu papá murió hace cuánto? ¿Diez años? ¡Supéralo! —escupe, y una
explosión de calor sube por mi cuello, y cruzo los brazos, apretando mi
camiseta con mis puños, así no termino de ponerlos a través de su rostro—.
Lidio con la pérdida de mi padre cada maldito día. No sé dónde diablos está, o
si se encuentra bien. Así que tenerlo muerto podría ser más fácil en vez de
preguntarme todo el tiempo.
Parpadeo, alejando el cosquilleo de humedad ardiente detrás de mis ojos.
No sabe que daría cualquier cosa por tener a mi padre de vuelta. Podría estar en
la milicia, y sí, estaría aterrado como el infierno, pero estaría vivo. No puedo
creer que nos haya comparado siquiera, y antes de darme cuenta, mi boca
dispara sin poder detenerla.
—Sí, tal vez sería mejor.
—¿Qué? —Dice, su rostro cada vez más cerca del mío.
—Sería más fácil para ti si estuviera muerto. —Aprieto la mandíbula,
rechinando los dientes, y guardando mis puños apretados en mi camisa—.
Entonces, en diez años, te puedo decir que lo superes.
Las palabras saben cómo ácido en mi lengua, y los ojos vidriosos de Brett
arden enrojecidos antes de que saque su brazo hacia atrás y me golpeé en la
mandíbula.
Sangre instantáneamente brota en mi boca, y hay alrededor de cinco
segundos cuando todo está absolutamente entumecido, luego el dolor llega.
Desbloqueo el agarre de mi camisa y me preparo para golpearlo en el intestino,
pero la voz de Lex de las escaleras me detiene a mitad de camino.
—¿Qué demonios? ¡Deténgase!
Mi visión es borrosa cuando parpadeo hacia Lex. Ella corre entre mi
hermano y yo, frente a mí y poniendo una mano sobre mí pecho. El calor golpea
en mis entrañas mientras tenso la mandíbula. ¿Lo está protegiendo de mí?
Los ojos de Brett están ampliados cuando lo miro, y levanto las manos en
señal de rendición.
Lo intenté. Traté de ser el buen hermano y traté de entenderlo. Traté de
superar toda la mierda que dijo, y traté de ser mejor persona. ¿Y sabes qué?
Brett tiene razón. No me importa una maldita mierda.
—He terminado —le digo a los dos. Las cejas de Lex se alzan, y abre la
boca, pero camino directamente a la puerta antes de que llegue a decir una
palabra. Escupo la sangre en la arena y meto mi trasero en el Lincoln.
Tengo que probarlo de todos modos.
24
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Paltonika

¿Qué demonios acaba de pasar? Miro la puerta, pensando que quizás Ryan
volverá. Con esperanza. Finalmente consumamos nuestra relación y solo nos
queda un día en el lugar donde ocurrió y ahora… ahora se ha ido. La puerta
sigue inmóvil y mi corazón se hunde en el suelo de madera.
Anoche no tuve ni una sola pesadilla. En cambio, soñé con nuestro
último día aquí, y cuando me levanté tenía tantos planes. Debería haberlo
sabido mejor y no planear nada. Siempre se va a la mierda.
Tristeza cae sobre mí, pero cuando me alejo de la puerta, y veo a Brett
sosteniendo su mano y frotando los nudillos, esa tristeza es reemplazada por
ira. Si fuera una tetera, este sería el momento en el que el vapor saldría
disparado de mí.
—¡Tú! —le digo a Brett, apuntándolo con mi dedo y caminando hacia él.
—¿Yo? —exclama, retrocediendo un paso, sus ojos amplios, labios
curvados, mirándome como si hubiera perdido la cabeza por completo. Tal vez
es así. Pero esto ha durado demasiado y estoy harta.
—Tú —repito—. Tú hiciste esto. Tienes que arreglarlo.
—No hice una mierda. —Sus ojos se estrechan en oscuras rendijas, y se
prepara para irse, pero agarro su brazo y lo giro de regreso hacia mí. Esas
rendijas se vuelven círculos enormes.
Empujo mi dedo en su pecho. —¿En serio? Porque lo que acabo de ver
dice totalmente lo contrario.
—Solo lo estás defendiendo. —La voz de Brett se eleva y no puedo evitar
sonreír ante el parecido con su hermano.
—Sé que no has estado cerca por mucho tiempo, pero has estado lo
suficiente para saber que siempre estoy del lado correcto, cualquiera que sea. En
este momento, no estás en ese lado. Por primera vez desde que llegaste, Ryan
en realidad se interesó en ti. Estaba siendo agradable. Era un hermano mayor. Y
tú básicamente escupiste en su rostro.
Los labios de Brett se mueven, pero no sale ninguna palabra. Toma una
respiración profunda y retrocede. —Llamé a Kara. —Hay una larga pausa antes
de que levante la mirada hacia mí—. No salió muy bien. —La tensión en su cara
se transforma en una tristeza que solo puede ser descrita como alguien a quien
le han roto el corazón.
—Lo lamento —murmuro, porque lo hago. Puede que no conozca toda la
historia, pero hay suficiente en la apariencia de su cara para decirme que hay
muchas capas. De las cuales, probablemente la mayoría, están llenas de
angustia, luchas y traición.
—Yo también. —Sus dedos alcanzan su nuca, y la frotan—. Nunca debí
haberla llamado. La última vez que hablamos, dijo que no quería volver a
verme. No es que la culpe, en serio. Pero también lo siento por Ryan. Nunca
debí golpearlo. Decir lo que dije. Simplemente escogió un momento realmente
malo para finalmente preocuparse.
Pongo una mano en su hombro y le sonrío. —Nunca ha sido bueno en la
sincronización. —Camino al congelador y tomo la bandeja de hielo. Saco
algunos en una toallita y se la extiendo a Brett—. Para tu mano.
Toma el hielo y lo presiona en sus nudillos. —Gracias. Tiene una cara
dura.
Ambos nos reímos, y le doy la bienvenida al cambio en la atmósfera.
—Ahora hazme un favor —digo.
—¿Qué cosa?
—Arregla esto. No sé a dónde fue Ryan, pero no me gusta el hecho de
que esté afuera manejando, cabreado, cuando no tiene idea de en dónde
demonios está.
—¿Qué quieres que haga? ¿Qué camine por las calles hasta encontrarlo?
—No. Eso es estúpido. Toma el auto de Nate. —Tomo las llaves del
gancho y se las arrojo a Brett.
Las atrapa con una mano. —¿Estás segura de que Nate estará de acuerdo
con esto?
—Mientras no lo destruyas, estará bien. ¡Ahora ve! Y no regreses hasta
que lo encuentres —digo, pero le doy un guiño para que sepa que no lo digo
completamente en serio.
Brett camina hacia la puerta y cuando su mano se extiende por la perilla,
se detiene. —Lexie —dice, su labio arqueándose en la esquina—, realmente lo
siento.
—Lo sé. Solo haz lo correcto.
Asiente y luego se va. Miro por la ventana y observo mientras sale de la
calzada, dirigiéndose a la carretera. Miro hasta que ya no veo el auto. Dios, por
favor déjalo encontrar a Ryan. Por favor déjalos superar esto.
Me giro hacia el gabinete y saco una caja de cereal.
—¿En dónde están todos? —Kaylee salta dentro de la cocina en su bikini
de tiras rosadas. Su cabello húmedo, partido en el medio en dos trenzas.
—Ryan y Brett se pelearon. Brett golpeó a Ryan. Ryan se fue. Brett se
acaba de ir tras él. —Gesticulo hacia la puerta y descanso mis manos sobre el
mostrador, cerrando los ojos por un momento antes de obtener la energía para
abrirlos de nuevo.
La boca de Kaylee prácticamente golpea el mostrador. Engancha un dedo
sobre su hombro. —¿Cuánto tiempo estuve en la playa?
Miro el reloj en la estufa. —Quince minutos.
—Guau. Esos dos no pierden el tiempo, ¿verdad?
—Nop. En absoluto. —Le paso la caja de cereal y un bol.
—¿Crees que es sabio que vaya tras Ryan? Quiero decir, sé lo exaltado
que Ryan puede ponerse. Brett lo golpeó una vez, y tengo la sensación de que si
son arrojados más puños, Brett va a ser el saco de boxeo en esta ocasión.
Dejo caer mi cuchara en mi bol con un fuerte sonido metálico. Realmente
no pensé en eso cuando envié a Brett tras él. Mientras Ryan no lo mate, ¿qué
importan unos pocos puñetazos? Tal vez es todo lo que necesitan para sacarlo
de sus sistemas. Hombres. —Suponía que el sexo disminuía el estrés. Te relajaba.
¡Esto no es nada relajante!
—Aww, amiga. —Kaylee extiende la mano y la descansa sobre la mía—.
Una vez que Ryan supere esta cosa con su hermano, estoy segura de que todos
estaremos mucho más relajados. Es solo que ha habido esta nube oscura sobre
sus cabezas. Sobre todas nuestras cabezas.
—¿De verdad crees que podrán superarlo? —pregunto.
—Así es —dice, y normalmente sus palabras me reconfortan. Entonces,
¿por qué mi estómago se retuerce en nudos?
25
Traducido por pau_07
Corregido por Sandry

Lex: Te amo. Espero que estés bien.


Yo: Sólo estoy probando el Lincoln y tomando un poco de aire.
Lex: Muy bien. ¿Referencias?
Yo: La montaña más cercana. Prueba de la inclinación.
Lex: Bueno, date prisa en volver.
Yo: Lo haré. Trata de no preocuparte.
Lex: Difícil no hacerlo.
Yo: Sólo inténtalo. Voy a poner atención a la carretera ahora.
Lex: Muy bien.
Yo: Yo también te amo, por cierto.

Pongo el teléfono en el asiento del pasajero e ignoro el zumbido que


viene después de que Lex me responda. No es suficiente que esté siendo un
cursi con esos mensajes, sino que el Lincoln no está yendo muy bien en la
subida. Sabía que no debía dejarlo reposar toda la semana. Pero, al menos,
pasar todo el día bajo el capó va a mantenerme la cabeza ocupada y mis manos
lejos de estrangular a mi hermano.
El GPS me dice que gire a la izquierda al taller más cercano. Un litro de
aceite y un energizante gigante después, reprogramo la cosa para que me lleve
a una montaña en alguna parte. Toma alrededor de una media hora en coche
hasta la base, y el Lincoln parece estar bien a pesar de que se va un poco hacia
la derecha.
Bajo la ventana y saco el brazo, dejando que la ráfaga de aire de
montaña de California flote sobre mi piel y enfríe el fuego soplando en mi
cuello. Cada vez que mi mandíbula palpita, otra punzada de ira revolotea a
través de mi cerebro. Una parte de mí desearía devolverle el golpe, que darle un
puñetazo fuera la única solución.
Las revoluciones del motor suben cuando tomo una curva cuesta arriba,
y espero que caigan cuando el coche cambia de marcha, pero no lo hacen.
Deteniendo mi brazo y colocándolo sobre el volante, frunzo el ceño mientras
veo que suben constantemente a más de cinco mil revoluciones por minuto.
—Cambia, maldita sea —le digo al salpicadero, pero el motor ruge, y
mientras llego a una pendiente más pronunciada, las revoluciones se disparan
de nuevo.
Mierda. Lo siento diez segundos antes de que suceda. El Lincoln
ralentiza, entonces las revoluciones finalmente caen... a cero. El coche
chisporrotea, y lo obligo a ir a un lado, peligrosamente cerca de la cornisa, pero
es el único punto plano que puedo ver, y no quiero hacerlo retroceder. Pongo el
freno de mano, exhalo una respiración, y salgo. El capó está hirviendo cuando
coloco una mano sobre él.
No hay esperanza para esta cosa. La maté. Si tuviera un sombrero, lo
colocaría por encima de mi corazón.
Camino hacia el lado cerca del borde de la montaña —Lo siento, chica. —
Camino por la orilla, cerca del extremo de la montaña, agradecido de no tener
miedo a las alturas cuando miro hacia abajo. Llegó bastante lejos antes de morir.
Tal vez si no hubiera pasado a través de la ciudad estaría bien, pero, de nuevo,
siempre había sabido que ella moriría un día. Y pronto. ¿Por qué no cuando
estoy a miles de kilómetros de casa con una mandíbula hinchada?
—Mierda —digo en voz alta cuando toda la porquería de la situación se
pone al día conmigo. Algunas otras palabras bien escogidas vuelan de mi boca,
me doy la vuelta y pateo el maldito neumático—. ¡Mierdaaaaa! —gruño tan
fuerte que hace eco a mi alrededor. Me olvidé de la contusión en el pie, y se
siente como si acabara de golpear un yunque con él.
Calor se dispara desde mi pie todo el camino a través de mi pecho y el
cuello, curvo los dedos en puños y empiezo a golpear el metal. Sé que es inútil.
Sé que estoy haciendo peor las cosas. Pero mientras mis manos dejan marcas a
lo largo del capó, obtengo un poco de satisfacción de al menos dejar una
abolladura en algo.
La satisfacción se va cuando alejo mis manos temblorosas y examino mis
nudillos hinchados. Sí, soy un maldito genio.
Inclino la cabeza contra la parte superior del coche y tomo algunas
respiraciones calmantes, sintiendo el pulso en el cuello lentamente volver a su
ritmo normal. Ahora que dejé salir todo, me siento mejor. Menos enfadado por
lo menos. Me siento un poco estúpido también, para ser honesto, pero sólo voy
a regresar y pasar mi última noche con mi novia patea traseros y evitar a Brett.
La muerte del Lincoln podría ser una buena cosa, ya que probablemente
tendremos que aplastarnos en el coche de Nate en el camino de vuelta a casa y
habrá más gente para usar como amortiguador. Y dudo que Lex me obligue a
resolver las cosas con Brett ahora que me dio un puñetazo. Una pequeña
sonrisa me alcanza los labios ante ese pensamiento, porque me encanta que sea
protectora conmigo. Cuando me congelé las pelotas en el viaje de esquí, me
obligó a tomar una ducha muy caliente, para no morir de hipotermia.
Me aclaro la garganta y extiendo la mano a través de la ventanilla del
coche hasta mi teléfono. Mi dedo se desliza en el botón de llamada a mi abuelo,
y mientras suena, doy un paso atrás.
Una sacudida gigante se lanza a través de mi estómago. Mi pie trata de
tocar suelo, pero no atrapa nada más que aire. El teléfono salta de mi mano y
cae a cuatro metros de distancia. Mis pies se deslizan por el borde de la
montaña, y lucho por aferrarme a cualquier cosa. Algo da un tirón en mi
estómago y mi corazón golpea en mis oídos mientras me deslizo y me golpeo en
el costado, con los nudillos hinchados ardiendo mientras el polvo vuela a través
de mi visión. Grito hacia la montaña, y ni siquiera sé lo que estoy diciendo. Se
siente como si cayera por siempre, y hay una fracción de segundo en la que el
pánico se pone tan malditamente profundo que sé que voy a morir. ¡Mierda, me
voy a morir!
Mis dedos se raspan contra las rocas, mi mejilla presionada contra ellas
mientras trato de sujetarme de algo, pero mis pies tocan tierra firme primero.
Joder, no hay manera de que me vaya a mover. Mi corazón sigue
golpeando a través de mi cerebro, y doy un vistazo bajo el brazo.
Aterricé en una pequeña saliente, lo suficientemente ancha como para
sujetarme mientras abrazo la montaña. Más allá de eso... no hay nada más que
tierra, árboles y rocas. Pensé que no le tenía miedo a las alturas, pero creo que
voy a mearme encima.
—Oh, demonios. Maldita sea, maldita sea, oh mierda, Ryan... —farfullo
mientras trato de maniobrar en la franja de espacio que tengo. Me las arreglo
para voltearme lo suficiente como para mirar hacia el Lincoln. Tal vez pueda
volver a subir. Lo que pareció una caída de ciento veintiocho kilómetros era
realmente de sólo tres metros. Pero no puedo llegar al borde.
Tomando una respiración profunda para no asustarme más de lo que ya
estoy, miro por encima del hombro al estrecho y aislado lugar en el que me
encuentro. Y alto. Muy, muy alto.
—Bueno —le digo a nadie en particular—. Mierda.

26
Traducido por Jane'
Corregido por SammyD

Después del mensaje de Ryan, la tensión en mis músculos se relaja y las


respiraciones que sigo conteniendo salen, permitiendo que el oxígeno fluya
libremente de nuevo a través de mis pulmones. Mis brazos caen a mis lados y
dejo caer mi teléfono al cojín mientras descanso mi cabeza contra la pared.
Cierro los ojos y escucho las olas rompiendo en la orilla, y recuerdo cada
detalle de la noche anterior. Sonrío, pensando en cómo Ryan me puso sobre mi
espalda y se cernió sobre mí, evitando que su peso me aplastara. Felicidad pura.
Mis ojos se abren de golpe ante esa maldita molesta sensación en mi
estómago. ¿Qué es eso? Tal vez solo sea un gas. Plátano o no, me serví una
porción extra de panqueques.
Miro a mi esmalte de uñas Can’t Let Go y la estúpida sensación molesta
se disipa. Soy tan estúpida a veces. Aún después de todo este tiempo, después
de todas las cosas que Ryan y yo hemos pasado y todas las cosas que me ha
prometido, todavía temo que un día me vaya a dejar.
Pero anoche. Por la forma en que me miró a los ojos, apartó el pelo de mi
cara y observó profundamente en mi alma, sé sin lugar a dudas, que no va a
ninguna parte. No va a dejarme. No hay ninguna posibilidad en el infierno.
Seguirá hasta el final, y haré lo mismo porque no hay cosa que prefiera
tener. Durante mucho tiempo, pensé que era mala suerte. Que me repartieron
las peores cartas, y realmente debí haber enojado a Dios en una vida anterior. A
pesar de ser abandonada por mi padre, mi madre la borracha del pueblo (ahora
reformada, gracias a los cielos) y apenas tener suficiente dinero para pagar
nuestras cuentas, resulta que soy muy, muy afortunada.
Conocí a mi alma gemela cuando tenía siete años. Mi opinión siempre ha
sido que esas cosas solo pasan en las películas, pero soy prueba de que puede
suceder en la vida real. Tomaría esas cartas de nuevo en un latido del corazón,
porque al final sé que voy a encontrar mi final feliz.
Ryan es y siempre será mi final feliz. La Estrella del Norte en un cielo
lleno de incertidumbre, la luz al final de una vida de mierda oscura y aunque
no soy mago como Nate, Ryan es el conejo de mi sombrero.
Es hora de dejar que mis temores se vayan. Por encima de todo. Es hora
de dejar ir el pasado. No hay nada que pueda hacer para cambiar esa época de
mi vida. Mi padre me dejó, sí, pero Ryan es el único hombre que necesito en mi
vida.
Así que empujo ese sentimiento estúpido a un lado y recojo mi teléfono,
desplazándome a través de todas las fotos que hice este fin de semana. Subo
unas pocas a mi Instagram y etiqueto a Ryan, Kaylee y Nate. Tengo algunas de
Brett, pero por alguna razón dudo que tenga una cuenta. Haré que cree una. Es
uno de nosotros ahora, incluso si a él y Ryan no les gusta, y eso significa
muchas más fotos venideras.
Estoy tan atrapada en los recuerdos que no oigo a Brett caminar.
Prácticamente salto a tres metros del sofá cuando se detiene frente a mí,
dejando caer las llaves sobre la mesa de café.
Su pelo está hacia arriba como si lo hubiera halado. La sonrisa arrogante
que por lo general tiene, se pierde en un ceño fruncido.
—No lo pude encontrar —dice, y parece que le duele físicamente
admitirme esto—. Lo siento —murmura, pasándose la mano por el pelo y
haciendo que se levante aún más.
Agito mi mano en el aire. —No lo hagas. Ryan me envió un mensaje. —
Sostengo mi teléfono—. Está bien. Solo se llevó el Lincoln para una prueba de
conducción antes de que salgamos mañana.
—¿A dónde? He estado buscándolo por toda esta ciudad abandonada de
Dios.
—Dijo que a la montaña más cercana. Quería probar la inclinación, sea lo
que sea.
Brett niega con la cabeza. —Hijo de puta —dice y tira de su pelo de
nuevo, esta vez con un poco más de fuerza. Algo atraviesa sus ojos, pero no
puedo decir si es ira, enojo o miedo.
—Puedes hablar con él cuando regrese. Dijo que volvería pronto —digo
y veo a Brett esperando otra reacción. Mientras él y Ryan son similares en
muchos aspectos, lo único en lo que le gana a Ryan es en una cara de póquer.
No puedo saber lo que pasa a través de esa cabeza suya—. ¿Por qué no nos
dirigimos a la playa? Vendrá a encontrarnos cuando llegue aquí.
Brett no parece estar escuchando. Me levanto para llamar su atención,
pero sin decir una palabra, toma las llaves que dejó caer sobre la mesa.
—¿A dónde vas? —lo llamo, pero la única respuesta que obtengo es la
puerta cerrándose.
27
Traducido por Val_17
Corregido por Daniela Agrafojo

Mis piernas han estado temblando por casi media hora, y los músculos
de mis pantorrillas están gritando. Sigo esperando oír pasar un auto, pero hay
un silencio sepulcral, excepto mi teléfono sonando cada pocos minutos.
Quiero sentarme, pero la única vez que intenté moverme casi me caí de
esta minúscula saliente. Mi trasero está adolorido por apretarlo probablemente
desde hace una hora.
Algo se escucha en la cima, y trato de usar mi voz pero solo termino
tosiendo. La puerta de un auto se cierra, y las cosas empiezan a nadar en mi
estómago.
―Ah, mierda.
Mi garganta se bloquea. ¿Escuché eso? Me estoy mareando un poco y me
encuentro bastante seguro de que estoy alucinando.
―¿Hola? ―grazno, y el sonido probablemente solo llega a unos cinco
centímetros de mi boca. Quien sea que esté junto al Lincoln no escucha nada, o
me está ignorando, o tal vez ni siquiera está allí, y me he vuelto malditamente
loco.
Un golpe duro aterriza sobre lo que creo que es caucho. Luego un―:
¡Mieeeerda! ―hace eco alrededor de la ladera de la montaña.
Mis ojos se abren, y obligo a mi cuerpo a mantener la calma para así no
caer por el borde. Mi corazón golpea a través de mis oídos, y levanto la vista
hacia el cielo oscureciéndose, esperando que una cara o unos pies o algo
aparezca a la vista.
El tono de llamada en mi teléfono empieza a sonar de nuevo. Suciedad
cae sobre mi cabeza, escucho un―: Maldita sea ―y conozco esa voz.
―¿Brett?
Nada.
―¡Brett! ―intento de nuevo, pero aún nada. Todo lo que escucho son
respiraciones pesadas, al principio pensé que eran mías, pero yo no estoy
respirando en absoluto.
Una cadena de maldiciones vienen del borde, y mis piernas empiezan a
temblar de nuevo, los músculos de mis brazos tensos mientras me estiro.
―¡Brett! ―grito en la roca, pero mi voz no es lo bastante fuerte. Mi
respiración coincide con la suya, y no puedo detener el pánico que atraviesa mi
cuerpo, picando en la parte posterior de mis ojos―. Vamos… ―gruño.
Murmullos incoherentes vienen de la saliente, y contengo la respiración
para poder captar lo que está diciendo. Hay muchas maldiciones más, y
definitivamente alcanzo a escuchar―: Maldita sea, ¿por qué eres tan estúpido?
Dejo escapar otro grito en mi exhalación. ―¡Brett!
Su murmullo se detiene a mitad de la frase. La suciedad vuelve a caer.
―¿Ryan? ―algo raspa contra el metal, luego su voz se eleva―. ¡Ryan!
Mi estómago se sacude, y tomo otra respiración profunda antes de volver
a gritar―: ¡Mira hacia abajo!
Se siente como que toma toda una vida que su cabeza se asome por el
borde. El alivio atraviesa mi estómago cuando sus ojos rojos e hinchados se
amplían y se pone de rodillas. Su brazo se balancea hacia el mío sin decir ni una
palabra.
Voy a tener que saltar, y ese pensamiento hace que el pánico se dispare
directamente a mi estómago. Una rápida mirada por encima del hombro a la
estrecha saliente, y luego le disparo a Brett una ceja levantada.
―No te dejaré caer. ―Trata de sonreír, pero parece preocupado. Sus ojos
siguen parpadeando hacia la caída por debajo de mis pies―. Puedo levantar
pesas de veinticinco kilos.
Me río, soplando el polvo con mi boca. ―Pura mierda.
―De veinte kilos entonces. ―También se ríe, pero puedo ver el pánico
en su cara y la humedad en sus mejillas―. Y te he visto hacer ejercicios de
barras.
―Sí. ―Trago y aprieto los ojos―. Creo que esto es un poco diferente.
Brett sorbe por la nariz y tose, y lo miro de nuevo para no tener un caso
de vértigo. Sus ojos inyectados en sangre se estrechan.
―No te dejaré caer ―repite, y se desliza un poco más sobre el borde. Su
otro brazo desciende, y sé en ese momento que no es solo mi trasero el que
podría caer por esta montaña.
―¿Estás estable allí arriba? ―pregunto―. No quiero tirarte.
Se menea un poco, pero luego sacude la cabeza y se empuja aún más
cerca de mí.
―Estoy bien. ―Hay gotas de sudor en su frente, y caen en mi mano―.
Ahora salta, maldita sea.
No sé por qué sigo dudando. Si estoy más preocupado por mí o por él,
pero al parecer no puedo moverme. Mis piernas se pegan a la saliente, y sacudo
la cabeza.
―Solo llama a alguien ―gruño.
―No vas a lograrlo por otros dos minutos. Puedo ver tus pies. No sé
cómo diablos te estás sosteniendo ahora. ―Se aclara la garganta, su voz
quebrándose al final de la frase. Mi ceño se profundiza, y levanto la vista hacia
la cara de mi hermano mientras dice―: Por favor, hombre. No me iré sin ti.
Todos mis músculos se contraen, pero no está ni cerca de la tirantez en
mis pulmones. Tomo respiraciones profundas para soportarlo, contando hasta
diez antes de darle un fuerte asentimiento a Brett.
―Está bien, voy a saltar a la cuenta de tres.
Él asiente, y observo la tensión en su cuello mientras se prepara.
―Uno… ―jadeo, cambiando el peso a mis pies―. Dos… ―Doblo las
rodillas tanto como puedo, raspándolas contra la pared rocosa de la montaña.
Inhalo profundo y lo mantengo, luego lo libero―. ¡Tres!
Me las arreglo para saltar lo bastante alto para agarrar los antebrazos de
Brett. Él toma los míos y sus venas aparecen bajo mis dedos. Me levanto con
todas mi fuerza, la cual honestamente no es suficiente, así que me contoneo por
algún punto de apoyo. Estoy sudando, deshidratado y completamente débil, y
siento mis manos deslizándose, pero Brett no lo está. Mientras mis dedos se
deslizan y se aferran a sus brazos, su agarre sobre mí es como pegamento, y
grita mientras me levanta, centímetro a centímetro.
Mi cuerpo quiere rendirse, pero si lo hago, ambos caeremos. Brett abre
los ojos de golpe cuando levanto un codo sobre el borde. Se inclina, agarrando
la parte trasera de mi cinturón y tira de nuevo. Mi corazón y estómago se
descontrolan, y logro balancear mi pierna hacia la tierra firme. Brett se arrastra
hacia atrás, su agarre firme sobre mí, mientras nos arrastramos hacia el Lincoln.
Ambos respiramos con tanta fuerza que tosemos y tenemos arcadas.
Brett tiene un corte en su palma derecha donde mi cinturón se le clavó.
Quiero decirle que lo siento, pero las palabras no se forman. Quiero
decirle gracias y un montón de otra mierda sentimental, pero simplemente lo
miro y asiente como si supiera lo que no estoy diciendo y él tampoco lo dice.
Una vez que nuestra respiración se nivela, tomo la parte inferior de mi
camiseta desgarrada y arranco el resto de la tela colgando. Brett escupe en su
mano y me ayuda a envolver el corte. Sonríe, luego se apoya contra la puerta
del Lincoln.
―¿Por qué demonios intentaste conducir esta cosa por una montaña?
―pregunta, su respiración todavía pesada.
Me apoyo en el auto con él. ―No estaba pensando.
―¿Así que en lugar de pedir ayuda decidiste saltar de un acantilado?
―Eso en realidad suena mejor que lo que pasó. ―Levanto mi rodilla
para descansar mi brazo adolorido―. Me resbalé. No prestaba atención.
Una risa corta se le escapa. ―Podrías querer omitir esa parte cuando le
cuentes esta historia a Lex.
―Ella sabría la verdad ―digo, sabiendo que mis orejas estarían en
llamas o mi cara se volvería púrpura como siempre lo hace cuando miento―.
¿Te obligó a venir a buscarme?
Levanto una ceja hacia él, y se queda en silencio durante unos segundos.
Luego se rasca la parte trasera de su cuello y sonríe.
―Por supuesto que lo hizo. ¿Crees que habría venido corriendo detrás
de tu culo por mi cuenta?
Una ligera sombra púrpura atraviesa su rostro, y rápidamente aparta la
mirada hacia la montaña. Mi corazón comienza a latir un poco pesado de
nuevo, como lo hizo cuando escuché su voz. Parece que tampoco es un buen
mentiroso.
Una pequeña sonrisa cae en mis labios, y le doy un codazo en el hombro.
―Sí. Tendré que darle las gracias cuando vuelva.
―¿Qué? Levanto tu pesado trasero de esa montaña, ¿y no consigo una
mierda?
Se ríe y le doy un puñetazo en el hombro, luego maldigo entre dientes
porque mis nudillos siguen adoloridos por el capó del auto.
―Sí, vi el nuevo diseño que le diste ―dice Brett, dando golpecitos en el
Lincoln.
―Se sintió bien golpear algo.
―A veces. ―Asiente hacia mi mandíbula―. Otras veces es un error y te
hace sentir como una mierda.
Nos quedamos en silencio otra vez, y me remuevo en la tierra, revisando
mi teléfono.
―Maldita sea, mi batería está muerta.
―¿A quién quieres llamar?
―A un camión de remolque ―digo mientras me entrega su teléfono―.
O a Pop-pop para conseguir un camión de remolque. No creo que el auto lo
logre desde aquí.
Marco la información, luego llamo a Pop-pop. Dejo de lado la parte
donde caí por una saliente y simplemente le digo que tenemos que enterrar el
Lincoln, y que ponga dinero en mi cuenta para pagar por ello. Cuando le
devuelvo el teléfono a Brett, le echa un largo vistazo al auto y suspira.
―Perdí mi auto hace un par de meses. ―Pasa la mano por la manija de
la puerta―. Ella era una belleza. Un El Camino de 1965. Mi papá me la dio
cuando tenía doce años. La arreglamos, la hicimos funcionar, y le dimos un
dulce motor de 350 caballos.
―¿Qué le pasó?
Mira hacia la tierra. ―Tuve que venderla.
―Auch.
―Sí. Gente a la que debía dinero. Larga historia.
Asiento, entendiendo el hecho de que quiere cambiar de tema. Y ya que
acaba de salvar mi culo, se lo permito.
Soltando un largo suspiro y golpeando el Lincoln con el codo, le digo―:
Ella era de mi papá.
―¿En serio?
―Él la condujo por todas partes. Reemplazamos el motor una vez, pero
tuvimos que conseguir uno usado. Cuando él… bueno, Pop-pop pensó en
venderla por partes, pero me ofrecí a ayudar a arreglarla.
―Tenías siete años…
Me río. ―Y también era bastante encantador. Conseguí que mis abuelos
la mantuvieran.
―Bueno… ―dice, mirando las llantas. Traga saliva y su voz tiembla
cuando la usa―. Entonces yo… lamento que la perdieras.
―Sí… ―Mi voz está temblando ahora―. También yo.
Se limpia los ojos y comienzo a pellizcar el puente de mi nariz, y ambos
bajamos la mirada al suelo y decimos―: Mierda. ―Lo siguiente que sé es que
estamos halando nuestras camisetas, y por primera vez desde que llegó aquí,
abrazo a mi hermano. Es algo tan estúpido… pero no es solo por el auto. En
realidad no es por el auto en absoluto, y lo sé cuándo dice que lo siente a mi
espalda, y también se lo digo, sabiendo que me estoy disculpando por toda la
mierda que le he causado desde que llegó aquí.
―Abrázame, perra ―digo, y él se ríe y golpea su mano contra mi
espalda. Golpeo su hombro un par de veces y le digo―: Gracias.
Por salvar mi estúpido culo, en más de una manera.
28
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Amélie.

Dos horas han pasado desde el último mensaje de texto de Ryan y desde
que Brett salió por la puerta. El nudo en mi estómago se ha duplicado en
tamaño, apretándose en un nudo rebelde que sin importar lo que haga, no va a
soltarse.
Mis piernas se encuentran dobladas con las rodillas escondidas bajo mi
barbilla y no puedo dejar de balancearme. Sin un coche, sin que Ryan conteste
su maldito teléfono, estoy atascada. Oh Dios, ¿y si no están bien?
—Estoy segura de que están bien —dice Kaylee, envolviendo sus brazos
alrededor de mí. Probablemente tiene razón, pero dile eso a mi estómago.
Nate se sienta a mi otro lado y se ajusta su gorra. —Probablemente Brett
lo encontró. Ryan puede haberle dado un puñetazo para igualar el marcador,
pero apuesto a que son mejores amigos ahora, comiendo hamburguesas
mientras estamos aquí muriendo de hambre.
—No tengo hambre —le digo.
—Bueno diablos, me muero de hambre —dice Nate, y su estómago gruñe
en acuerdo, haciéndonos reír a todos.
—¿Tienes a un alienígena allí? —pregunto entre risas, y se siente bien,
pero todavía no se siente correcto. No se sentirá así hasta que los brazos de
Ryan me envuelvan, y pueda apoyar mi cabeza en su pecho caliente y escuchar
el latido de su corazón.
—A veces me lo pregunto —dice Kaylee con una sonrisa. Salta del sofá y
tan pronto como sus brazos dejan los míos son sustituidos por Nate.
¿Qué he hecho para merecerlos?
Kaylee arroja una trenza por encima del hombro. —Voy a buscar algo.
—Nena, vas a necesitar un poco de mi magia si crees que vas a encontrar
algo en esa cocina. Nos comimos todo.
—Sin fe —dice ella y se acerca a los gabinetes, y luego los abre uno por
uno, sacando las combinaciones más extrañas de cosas.
Empiezo a mecerme de nuevo, y los brazos de Nate me aprietan. —Lexie,
para. En primer lugar, Ryan acaba de desahogarse. Si Brett lo encuentra, estoy
seguro de Ryan no lo matará.
—¿Pero qué si algo le sucede? —Me ahogo con mis palabras.
—Ryan saltó de mi techo y sobrevivió. Bajó una pista de esquí diamante
negro y no se rompió ni un hueso.
—Eso es porque la nariz de Sean amortiguó su caída. —Me río y lloro,
haciendo ese ruido horrible de resoplido y Nate me frota el brazo.
—¿Qué tienen esas dos cosas en común?
—Sangre —le digo.
Los ojos grises de Nate encuentran con los míos. —Además de sangre. —
Niego con la cabeza porque no tengo ni idea de lo que está diciendo—. Las dos
veces, se encontraba en el fondo, Ryan hará algo para llegar a donde estás. Por
eso no me preocupa y no debería hacerlo. Va a estar aquí porque tú lo estás. —
Nate tiene razón. Ryan no me dejaría sola en este mundo. Así que ¿por qué no
ha contestado su maldito teléfono?
—Solo quiero que llame. O me conteste los mensajes.
—Estoy seguro de que hay una razón perfectamente buena —dice Nate
seguido por una fuerte explosión en la cocina—. Cariño, ¿estás bien?
Kaylee sale saltando, sosteniendo un sartén y una batidora eléctrica, con
harina en la mejilla.
—Estoy bien.
—Ni siquiera voy a preguntar —digo, y Nate se ríe.
—Creo que esa es nuestra mejor apuesta.
La puerta se abre y mi corazón casi se sale de la garganta y aterriza en el
piso de madera. El pie de Ryan apenas cruza el umbral antes de que me levante
del sofá, lanzándome a sus brazos a través del cuarto.
—Umph.
Sobrestimé mi salto y terminé con mis piernas envueltas alrededor de su
torso, aferrándome a él como si no lo hubiera visto en meses. Se sentía de esa
manera.
Su cuerpo se tambalea un poco hacia atrás, pero gana su equilibrio. Lo
aprieto más que nunca, permitiendo que su calor me consuele.
—¿Dónde diablos has estado? —pregunto mientras me recuesto. Antes
de que pueda decir una sola palabra, mis ojos se centran en un pequeño corte en
la manzana de su mejilla, una costra de suciedad y sangre seca. La suciedad
cubre toda su cara—. ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
Sus manos ahuecan mi mejilla, y me ajusta contra su palma, curvando los
dedos. Sus nudillos se sienten más duros que de costumbre, y los llevo al nivel
de mis ojos. Marcas púrpuras atraviesan su piel, destacando dos cortes
profundos.
—¿Ry? —Mi corazón late fuera de control. Tengo miedo. Miedo de lo
que sucedió en las dos horas que ha estado desaparecido.
—Estoy bien —dice y apoya su mano sobre mi cabeza. Inclina la cabeza y
me besa. Una vez. Dos veces. Tres veces—. Te amo.
—Yo también te amo —digo, entonces libero mi fuerza monstruosa y me
deslizo hacia abajo por su parte delantera. Sus manos se adhieren a mis caderas
y se aseguran de que tenga un buen aterrizaje.
Es entonces cuando me giro y veo a Brett. Está tan sucio. Su pelo
embotado por la mugre, marcas rojas desagradables e hinchadas suben y bajan
por su brazo.
—¿Es mi turno para una bienvenida a casa? —pregunta Brett, y Ryan lo
golpea en el hombro, haciendo una mueca y luego flexionando los dedos.
Brett levanta las manos y se ríe. —Es broma.
—¿Alguien me va a decir lo que pasó? —pregunto, y Nate viene a mi
lado, Kaylee le sigue con más harina en el pelo.
—¿Se perdieron en un pozo de barro? —pregunta Nate.
—El Lincoln está muerto —dice Ryan, y mi corazón se hunde en el suelo.
El Lincoln era de su papá. Lo único que le quedaba de él. Pienso en
nuestro viaje de esquí y cómo perdí mi anillo y las emociones profundas que
me golpearon al pensar que nunca lo volvería a ver de nuevo. La conexión que
había perdido... conmigo fue diferente.
Mi anillo podría haber sido mi única conexión con mi padre, pero mi
padre se había ido. El padre de Ryan lo hizo, también, pero no por elección. Fue
arrancado de él. No escogió dejar a Ryan atrás.
Se me forma un nudo en la garganta por el dolor que sé que Ryan
alberga en su interior.
—¿Se puede arreglar?
Ryan niega con la cabeza. —No —susurra.
—Oh, Ry, lo siento mucho. —Tomo su mano y aprieto.
—Está bien. Tenía que suceder eventualmente. Al menos tuvimos un
último viaje en él.
Un silencio cae sobre la habitación. Nate y Kaylee son más conscientes de
cuánto significa el Lincoln para Ryan.
—No fue lo bastante malo que su coche muriera. Tenía que ir y caer en
una ladera de una montaña.
—¿QUÉ? —grito. ¿Montaña? ¿Caer? Mi mente trata de escudriñar las
palabras. El golpe en mi pecho alcanza su punto más alto, haciendo eco en mis
oídos y haciéndome casi imposible permanecer en posición vertical.
—Estoy bien —dice Ryan de nuevo.
Está de pie justo en frente de mí, y puedo verlo, pero la realidad golpea
en mi pecho y me saca el aire directamente.
—Podrías haber muerto —jadeo.
—No sucederá. ¿Quién va ayudarte a sacar a Brewster? —Ryan me
envuelve en un abrazo y me mece hacia atrás y hacia adelante. Por encima de
mi hombro, pillo el gris de los ojos de Nate, y él me da una sonrisa,
pronunciando: “Te lo dije”.
—Hora de pastelillos —dice Kaylee.
—¿Eh? —Todos decimos al tiempo.
—Nate tenía hambre. Así que mezclé algunos ingredientes... ¿por qué me
cuestionan? Dije pastelillos, gente. Vamos. Ryan, Brett pueden contarnos todo
sobre su aventura y luego ducharse porque déjenme decirles, la necesitan. Tal
vez dos.
Nadie cuestiona más a Kaylee. La seguimos a la cocina y nos sentamos
en los taburetes que rodean el mostrador. Ryan se sienta primero y tira de mí
hacia él, y le dejo a Brett tener mi taburete. Ryan asiente hacia él, y aunque lo
hace rápidamente, aun así veo el amor fraternal entre ambos.
Subo al regazo de Ryan, y se estremece cuando me aprieto más cerca.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Mis costillas. Creo que podría tener una contusión.
Me alejo de un salto, con miedo de lastimarlo más, pero no me deja,
apretando sus brazos alrededor de mi cintura.
—Quédate conmigo —dice contra mi oreja.
Volteo la cabeza, así lo miro a los ojos. —Siempre.
Epílogo
Traducido por becky_abc2
Corregido por Miry GPE

Una semana después de regresar a casa luego de las vacaciones de


primavera, nos encontrábamos todos en casa de Ryan listos para darle una
buena despedida al Lincoln. Kaylee insistió, afirmando que el Lincoln era
básicamente una parte de nuestro grupo de amigos. Ninguno de nosotros podía
discutir eso.
Así que aquí estamos de pie en la entrada, donde el Lincoln pasó la
mayor parte de su vida, vestidos con nuestros mejores atuendos de domingo.
—Voy a empezar —dijo Kaylee, empujando la trenza de su hombro. Le
sonríe a Nate y pone esa mirada siniestra en sus ojos—. Mi recuerdo favorito
del Lincoln es cuando Nate y yo...
—Guau. Está bien —espeta Ryan muy consciente de que lo que estaba a
punto de salir de la boca de Kaylee no sería aprobado para la abuela y Pop-
pop—. Creo que me gustaría empezar. Ya saben, porque es mi coche y todo.
—Oh. Seguro —dijo Kaylee, y camina de nuevo a los brazos de Nate.
Ryan toma una respiración profunda, y aprieto su mano para darle
apoyo. —No soy muy bueno con las palabras. —Se encoge de hombros y
continúa—: Todos saben que el Lincoln era de mi papá. Es todo lo que me
quedó de él. Al menos creo que lo era. Entonces me di cuenta de que no es el
auto, son los recuerdos. Aunque el Lincoln durara otros treinta años o no,
todavía recordaría estar sentado en la entrada, sosteniendo las herramientas de
mi papá mientras lo afinaba, o ir muy rápido por ese camino con todas las
subidas como si estuviéramos en una montaña rusa. Papá sabía cuánto amaba
esa caída en mis entrañas que siempre conseguía cuando llegábamos a la parte
inferior y subíamos nuevamente. Así que sí, esos recuerdos no irán a ninguna
parte.
—El que los llevara a su primer cita, chicos —Ryan levanta la barbilla
hacia Kaylee y Nate. Nate lo apunta con su sombrero antes de que se gire hacia
Pop-pop—. O cómo pasaste tus noches bajo el capó conmigo para conseguir
que funcionara. —Se vuelve hacia su abuela—. Cómo te llevaba a la tienda de
comestibles los sábados, y hablábamos de todo lo que sucedía en mi vida.
—Y Lexie. —La abuela se gira hacia mí—. Eres de todo lo que siempre se
hablaba, querida.
Mi corazón se hincha con sus palabras, y una sonrisa se extiende a través
de mi cara.
—Gracias, abuela. —Las mejillas de Ryan se encienden y me da su
sonrisa sexy—. Muchos buenos recuerdos.
—Creo que has olvidado a alguien —digo y toma mi otra mano,
alejándome de todo el mundo—. Guardé lo mejor para el final —dice, apenas lo
suficientemente alto como para que lo escuche. Kaylee empieza a hablar con
Pop-pop y la abuela, y sé que lo hace para que Ryan pueda decirme lo que
quiera sin público.
—He tenido muchos recuerdos en ese auto. Demasiados. Pero todos mis
favoritos comienzan contigo. Recogiéndote para ir a la escuela, ser la primera
persona a excepción de la abuela y Pop-pop que veía en la mañana, cantando
Hunter Hayes a todo pulmón y esperando que te dieras cuenta de que esas
letras eran más que una canción, que eran básicamente sobre nosotros. —Una
sonrisa tira de la esquina de mis labios y Ryan presiona un dedo en mi hoyuelo.
—Lo son. ¿Cierto? —pregunto y él asiente.
—Te tomó mucho tiempo —bromea—. Mi día favorito es cuando
finalmente te diste cuenta de lo maravilloso que soy, y me hiciste papilla antes
de decirme que me amabas.
Mis ojos capturaron los suyos, y sé que era solo una pequeña parte de
ello. Pero hablar de nuestra épica sesión de besos en el asiento trasero no va a
pasar con la abuela y Pop-pop al alcance del oído, incluso si Kaylee los distrae.
Así que en lugar de decirlo en voz alta, una mirada conocedora brilla entre
nosotros y ambos comenzamos a ruborizarnos.
—¿Chicos, van a empezar a besarse? Porque tienen esos ojos saltones y se
está volviendo incómodo —dice Brett, y todo el mundo deja de hablar. Todos
los ojos se posan sobre Ryan, todavía inseguros de cómo reaccionará. Mucho
pasó en la cima de esa montaña, y las cosas parecen ser diferentes entre ellos
dos, pero en realidad nadie lo sabe a ciencia cierta.
Ryan se ríe, y un suspiro de alivio se asienta en todo el grupo. —Idiota.
—Cuida tu boca antes de que vaya a buscar el jabón —dice la abuela y
Pop-pop se ríe.
Ella lo golpea en el pecho, lo que le hace reír más fuerte. —Deja que el
chico hable —dice.
—Guardaste lo mejor para el final, pero todavía te olvidaste de alguien.
—Digo, empujando a Ryan de lado.
Él me mira y luego se gira hacia Brett. —Eres un dolor en el trasero.
La abuela asiente con aprobación.
—Pero me salvaste la vida. Así que supongo que no eres del todo malo.
—¿No soy del todo malo? Podría haberte dejado caer por la montaña.
—Espera un condenado minuto —dice la abuela, sus manos aterrizan
firmemente en sus caderas—. ¡Te caíste de una montaña!
Toma una hora calmar a la abuela. La pusimos en su silla y la sostuvimos
asegurándole que ni Ryan ni Brett estuvieron en ningún momento en peligro
real, incluso si es una mentira total.
No estoy segura de sí creyó una palabra de lo que dijimos. Estuvimos
tratando de irnos por los últimos veinte minutos, y ella sigue tomando la mano
de Ryan y apretándola.
—También te amo, Abuela —dice Ryan y besa su mejilla por cuarta
vez—. Realmente necesito llevar a Lexie a casa ahora.
—Está bien, pero ten cuidado por favor —dice y se instala de nuevo en
su sillón reclinable, recogiendo sus agujas de tejer.
Ryan envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, caminamos hacia la
puerta mientras finge hablar en mi oído, pero realmente deja besos a lo largo de
mi cuello. Una risita se desliza de mis labios y el agarre de Ryan en mi cintura
se aprieta.
Caminamos al auto de Pop-pop, y Ryan abre la puerta para que pueda
entrar.
—Me gustaría que el Lincoln estuviera aquí. —Busco en mi bolso y saco
un sobre grande—. Siempre soñé con abrir esto ahí.
—¿Es eso? —pregunta Ryan, con la mano de envuelta alrededor de mi
muñeca y hala el sobre más cerca de él.
—De la Estatal de Colorado. Sí. Es grande, así que espero que eso sea una
buena señal.
—¿Todavía no lo has abierto? ¿Qué esperas?
—Que solo seamos tú y yo. Este sobre tiene mi futuro. Nuestro futuro.
Solo parecía correcto abrirlo contigo.
—El Lincoln podría no estar aquí, pero yo lo estoy. Ábrelo.
Deslizo mi dedo bajo la solapa, mi corazón late fuera de control mientras
saco la carta por la parte superior.
—¿Qué dice?
Las lágrimas llenan mis ojos y las palabras se pierden en algún lugar de
mi mente.
—Oh, Lex. —Ryan desliza su dedo debajo de mis ojos y me besa en la
frente—. No llores. Se nos ocurrirá algo más.
Elevo la mirada, atrapando sus hermosos ojos y sonrío. —Entré.
—Siempre y cuando estemos juntos... Espera. ¿Entraste? —Ryan pone
sus manos a cada lado de mi cara—. Entraste.
—Entré. —Una sonrisa se propaga de oreja a oreja, y Ryan me envuelve
en un gran abrazo, levantándome y girándome alrededor.
—¡Ella entró! —grita.
Me río contra su mejilla, luego el mundo se paraliza cuando me coloca de
nuevo en el suelo y presiona sus labios contra los míos. Mi respiración se
detiene y me aprieta contra él.
—Estoy muy orgulloso de ti. Siempre supe que lo conseguirías.
—Eres el único que siempre creyó en mí.
—¿Cómo podría no hacerlo? —Besa mi frente y luego mi nariz—. Vamos
a celebrar.
—¿Hamburguesas en Skippy Lee? —Me da una mirada de disgusto y me
río—. Un día te darás cuenta de lo deliciosa que es la carne.
—Nunca va a pasar... pero pensaba en un tipo de celebración diferente.
—Sus caderas se empujan contra mí, hasta que me topo con el auto. Lame mi
labio inferior y se hace para atrás, con su boca a centímetros de distancia.
—Oh, sí. ¿De qué tipo?
—Como el Lincoln se ha ido, creo que es hora de que bauticemos mi
nuevo IROC. Hacer algunos nuevos recuerdos.
Miro el coche de Pop-pop, sorprendida con Ryan cuando llegamos a
casa. Al parecer, tan pronto como fuera arreglado, Pop-pop iba a dárselo.
Definitivamente tenemos algunos bautizos que hacer.
—Suena perfecto. Solo que... quiero decir...
—¿Qué pasa, Lex? —Mete un mechón de cabello detrás de mí oreja,
manteniendo su mano ahí.
—¿Ya obtuviste tu carta de aceptación? —pregunto y mi corazón casi se
detiene, pensando en lo que sucederá si la universidad nos separa.
Toma mi cara entre sus manos—. Todavía no, pero no te preocupes por
eso. Todo lo que necesitas saber es que, a donde quiera que vayas, ahí es donde
voy a estar. Solo tengo una petición.
—¿Qué es? —pregunto.
Me muestra su sonrisa y dice—: Una cama tamaño King.
Adelanto
1
Traducido por Mary
Corregido por Miry GPE

Estos pantalones cortos de gimnasia vienen con tanga integrada. En


serio, cada vez que me muevo un centímetro, consigo que se me metan en el
trasero y debo sacar el material.
—¡Oh estas cosas! —gruño a los cielos, y Cindy Lawston, que se
encuentra estirándose a mi lado, se ríe mientras tiro de los pantalones cortos.
—Debiste ordenar la talla más grande —dice, sus largas piernas
bronceadas mostrando su propio calzón chino provocado por el uniforme de
gimnasia.
Ruedo los ojos, quito el lazo de mi cola de caballo y empiezo a trenzarla.
—Debí ordenar uno de chico. —Mis ojos caen a todos los chicos
alineados en la pista. Hoy es un día de “ejercita lo que demonios sea que
quieras”, la mayoría de las chicas se encuentran paseando tranquilamente por el
pasto pretendiendo hacer algo cuando el entrenador Harris echa un vistazo. A
los chicos les gusta mostrar cuán rápido pueden ir sus piernas, hacer flexiones o
comportarse como unos completos idiotas. Estos tipos de días son mis favoritos.
Es increíblemente entretenido.
Cindy se levanta y estira sus brazos al sol, sacando sus copas C hacia los
chicos estirándose antes de su carrera. Creo que la lengua de Sean Dixon está a
punto de tocar el asfalto.
Golpeo su teta y automáticamente se encorva.
—¡Deja de torturarlos! —Río, doblándome para tocarme el dedo del pie
derecho. Mis pantalones cortos se arrastran dentro del culo de nuevo. ¡Gah!
Los chicos empiezan a correr, y recibo silbidos cuando me estiro y toco
mi otro pie. Solo por ellos, me enderezo y saco mi calzón con gran valentía.
Una risa aguda se hace eco a través de la pista, y diviso a Lexie Boggs
con Ryan Parker, y él ha descargado toda su botella de agua sobre la cabeza de
ella. Pensé que se reían de mí, pero ahora me río de ellos. Ryan recorre la pista,
Lexie justo en sus talones gritando obscenidades.
Lexie probablemente es la única chica que no pasa el tiempo con….
bueno, las chicas. Pero no es una coqueta total. Es decir, le bate las pestañas a
Sean Dixon cada veinte segundos, pero el chico es caliente, así que no la culpo.
No es mi tipo. En realidad mi tipo está recogiendo la botella de agua que Ryan
dejó caer y la examina.
Las cejas de Nate Hatfield se fruncen y su barbilla se mueve de arriba
abajo como si estuviera chasqueando la lengua. Se estira el pelo oscuro que se
ve suave como una pluma y abre la tapa de la botella. Para alguien más, la
botella de agua estaría desechada, pero para él, sé que se encuentra pensando
en alguna forma brillante de usarla para una ilusión.
Mis mejillas florecen con calidez cuando sus ojos se desplazan y me
pesca mirando. Ooh… ¿Cuántas veces ha pasado esto? ¿Ocho millones? Fuerzo
una gran sonrisa y lo saludo, entonces me doy medía vuelta y regreso a mi
estiramiento final antes de empezar a dar malditas vueltas por el patio.
—¿Quieres correr una vuelta? —pregunta Cindy, y niego con la cabeza,
la coleta girando por mis hombros. Se encoge de hombros y se dirige a la pista,
casi corriendo hacia Ryan cuando él se gira y arroja a Lexie por encima de su
hombro. En serio, esos dos… nunca puedo decir si salen o si son solo amigos, o
si están cerca de enamorarse.
Soy una de las cuatro chicas que quedan en el pequeño trozo de hierba
que hemos reclamado para nuestras acrobacias. Mindy Peters es asombrosa, ya
se encuentra haciendo una voltereta hacia atrás con algo de doble giro o algo
así, y Kiki Oliver hace una voltereta, aterrizando bastante sólidamente para ser
pasto. ¿Yo? Puedo hacer una voltereta con una sola mano. Solo no quiero hacer
nada más hoy.
Eso, y que es demasiado duro estar alrededor de Nate en gimnasia. Las
actividades físicas me hacen sudar demasiado por lo que puedo exprimir las
axilas de mi camiseta de deporte y llenar una jarra. O dos.
Nada atractivo.
Me doy media vuelta, metiendo las mariposas de mi estómago en un
frasco. Mejor mantener esos retoños bajo control.
El pasto está un poco húmedo ya que quedé atrapada en el primer
periodo de gimnasia. Hago una rápida vuelta de carreta, pero mis pantalones
cortos se meten en mi culo y no se estiran lo suficiente, me deslizo en el rellano
y caigo directamente en mi trasero. Kiki deja salir una risa estridente y la
disimula haciendo un giro de revés. Termina el espectáculo.
Me doblo por la mitad y gruño en mis rodillas. La extensión en mi
tendón de la corva se siente bien, por lo que presiono más hasta que mi cara se
encuentra mirando el pasto y mis dedos se enganchan en los dedos de mis pies.
Oh, ahí vamos. Dejando mis pies, me acuesto de espaldas, colocando mis manos
al lado de mis oídos y hago una rápida abdominal. Mi camiseta se sube más allá
de mi ombligo, y si sigo por más tiempo les daré un gran espectáculo a los
chicos. Mi sujetador deportivo no es extremadamente efectivo.
Una vez que estoy de pie de nuevo, sacudo mis brazos y suelto mis
piernas, amando la sensación que se tiene luego de estirar las extremidades.
Voy a lograr este ejercicio de la vuelta de carreta.
Respiro profundamente, lo sostengo, y luego arrojo mi cuerpo al aire.
¡Porrazo!
—¡Ay! —grita Nate cuando caigo en el suelo, mis pies palpitando.
Cuando mi mundo deja de girar, su mano vuela sobre su nariz, sus ojos
lagrimeando por el borde.
—Ohdiosmío ohdiosmío ohdiosmío —farfullo, arrastrándome hacia él.
No sé lo que me posee para tirar de él hasta mi nivel, pero tiro de sus
pantalones cortos de gimnasia, instándole a ponerse en cuclillas—. Lo siento, no
te vi. Déjame ver…
—Essstoybien —dice amortiguadamente a través de sus dedos. Coloco
mi mano sobre la suya, hormigueo se dispara por mi piel cuando hacemos
contacto. Él me da una semi sonrisa cuando reviso su mano y luego su rostro.
No hay sangre. Gracias a Dios.
—Lo siento —digo de nuevo, totalmente sin aliento—. Estaba en la zona,
y no te vi, normalmente soy muy observadora, pero caí de culo y quería
probarles a todas esas chicas acróbatas que podía hacer una simple vuelta de
carreta, pero supongo que no funciono y terminé… oh dios mío, en realidad, lo
siento. Debería prohibírseme hacer alguna actividad física por siempre,
siempre, siempre.
La hermosa cara de Nate se pone roja, y extiende una temblorosa mano
hacia mí. —No, yo… yo debí anunciarme o algo. Está bien. En serio.
Me ayuda a levantarme, pequeñas chispas crepitan por mi palma,
haciendo que mis extremidades estiradas se tambaleen.
—Me alegra no haber roto tu cara. —Río. Oh mi jodidos cielos, sueno
como una hiena.
Los labios de Nate se alzan en las esquinas. Me encanta cómo eso hace
que se formen diminutas arrugas en sus ojos cristalinos. Mi boca cuelga abierta.
¡Ups!
—Sí, igual yo. —Su mirada sostiene la mía por el más asombroso medio
segundo de mi vida, entonces de repente parece demasiado interesado en el
pasto a nuestros pies—. Entonces, uh… noté que puedes tocar los dedos de tus
pies.
¿Qué, qué? —¿Me viste estirándome?
Asiente. —Eres muy flexible.
—Gracias. —Espera…. ¿eso fue un cumplido?
Su mirada encuentra la mía y luego vuelve al pasto, como si no estuviera
seguro de a cuál de los dos le habla. Es la cosa más linda que he visto alguna
vez. No puedo detener la sonrisa que se extiende por mis labios.
—Sé que esto sonará raro —dice—, pero ¿sabes de la asamblea de
talentos que viene?
—Seguro. —Todo el mundo sabe sobre el espectáculo de talento de los
estudiantes de penúltimo. Los de primer año se presentarán. Los de segundo
año realizarán las Olimpiadas del Lobo de Plata (totalmente gané la plata en
lucha de gelatina el año pasado). Los de último tienen el viaje de esquí. Y los de
penúltimo el espectáculo de talentos.
—Bueno, eh, hago el último corte.
—Asombroso —digo, y lo digo totalmente en serio. No he sido una
admiradora tan discreta de las habilidades de Nate desde que pesqué un
vistazo de él en nuestro primer año.
—La cosa es que… hay un par de trucos en pareja que quiero hacer, y
necesito una asistente—. Su voz empieza a temblar. —Y-y ella necesita ser…
flexible.
Mis pies se balancean antes de que pueda detenerlos. Casi salto hacia él
mientras chillo—: ¡Por supuesto! me encantaría ayudarte. Lo que sea que
quieras. —Oh… tal vez fui muy lejos.
Pero él sonríe y dice—: Genial. —Como si en serio fuera genial y
entonces maldigo al entrenador por sonar el silbato. Tiempo terminado.
—Uhm, ¿te alcanzo luego? Tal vez pueda conseguir tu número. Sabes,
para las prácticas y esas cosas.
—Sí, definitivamente.
—Genial. —Se da media vuelta hacia la escuela, el viento sopla su corto
cabello negro—. Gracias.
—No hay prob….
—¡Nate, ayúdame hermano! —grita Ryan desde el campo. Lexie tiene
uno de los zapatos de él y empieza a correr hacia los casilleros de las chicas.
Una risita se escapa de mis labios y Nate me dispara una mirada de disculpa,
entonces trota detrás de Lexie. Veo su culo todo el camino.

Mi casillero está en el peor lugar de esta escuela, junto a la salida. No se


encuentra cerca de ninguna clase, y tengo que buscar mis libros a donde quiera
que vaya o acarrear con todos los libros que poseo.
Por lo que no entiendo por qué alguien viajaría todo el camino hasta mi
casillero —cada día— solo para deslizar notas por la apertura superior.
Reprimo mi sonrisa mientras abro la arrugada nota azul.
Caela Sculptoris, cincel del escultor. Es la constelación más cercana al nombre
"Kaylee" que pude encontrar. La estrella más brillante se llama Alfa Caeli. Parece
apropiado, creo.
Un pequeño jadeo sale de mis labios y me recuesto contra mi casillero.
¿Cuántos meses tomará esto? ¿Cuatro? ¿Cinco? No lo sé, pero quien quiera que
sea este chico, seguro que es dedicado. Y tímido. Porque después de cinco
meses de notas en mi casillero, creería que tendría la valentía de hablarme.
Marcus Clegg da vuelta en la esquina, y sacude la cabeza cuando me
divisa con mi papel azul.
—Otra más, ¿eh? —Pone la combinación en el casillero junto al mío—.
Chica, quien quiera que sea ese chico lo tiene mal por ti.
—Tal vez es solo alguien haciendo mi día un poco más brillante.
—Mmmhmm. —Rueda sus ojos negros y saca su carpeta de inglés verde
brillante. —Aún sigo diciendo que hagamos trabajo de detective y encontremos
su dulce culo.
—¿Cómo sabes que tiene uno? —Cierro mi casillero con una sonrisa.
—He leído alguna de sus dulces notas. Es divertido y brillante, como yo.
Por lo que un culo dulce viene con ese territorio.
—¡Tienes razón! —Empujo su hombro—. Rastrea todos los culos
masculinos adorables en esta escuela y hazme saber qué encuentras.
—Un placer.
—Muy bien, debo apresurarme. ¡Espero un reporte en el cuarto período!
Ondea su mano y giro en la esquina, incapaz de detener mi mente de
correr con mis piernas. No mentiría si quisiera que las notas fueran de Nate.
Pero tampoco quiero hacerme ilusiones.

FIN

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