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Dey Turner

Dey Turner Pachi Reed15 Julie


Vani MaJo Villa Miry GPE
Florbarbero Nikky Annie D
Tolola Kells Mary Haynes
Sandry Vane Hearts Adriana Tate
Ivy Walker Eli Hart Vane Farrow
Mae Lorena Alessandra Wilde
*~ Vero ~* Evanescita
Beatrix Jasiel Odair

Helena Blake Sofía Belikov Mary Warner


Alessandra Wilde Bells767 Key
Verito Anakaren Amélie.
Miry GPE Paltonika Florbarbero
MariaE. Kora AriannysG
Ampaяo Sandry Vane Black
Daniela Agrafojo Josmary Gabbita
Laurita PI Eli Hart Adriana Tate
*Andreina F* Val_17 SammyD
itxi Fany Stgo. Valentine Rose
Mire Dannygonzal Jasiel Odair

Val_17 Anna Karol


Sinopsis Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32
Capítulo 15 Capítulo 33
Capítulo 16 Epílogo
Capítulo 17 Sobre el Autor
Eric Matua tiene un amigo: su mejor amiga y amor de la niñez,
quien necesita un lugar para pasar el verano. Mia Johnson tiene miles de
amigos, quienes viven en su computadora. Junto con sus conversaciones
por correo electrónico y notificaciones de Facebook, Mia también devora
novelas románticas, pasando incontables horas con personajes ficticios,
soñando que su propio Romeo la conquiste. Cuando comienza a recibir
mensajes superdulces de un desconocido que piensa que ella es alguien
más, Mia comienza a creer que el amor verdadero es posible fuera de su
mundo virtual.
Cuando los dos amigos se convierten en compañeros de cuarto, Mia
se encuentra a sí misma enamorándose más fuerte de lo que nunca pensó
que podría. Pero Eric mantiene sus deseos bajo llave, inseguro de sí mismo
y su capacidad de darle a su mejor amiga lo que merece en un novio. A
medida que sus avances son continuamente rechazados, Mia divide su
tiempo entre Eric y su computadora. Pero pronto se da cuenta que está a
punto de perder la única cosa real que ha tenido.
Traducido por Vani
Corregido por Helena Blake

Emilia Johnson
Hace 25 minutos

¡Hoy tengo la oportunidad de ver a mi mejor amigo después de TRES


AÑOS MUY LARGOS! —me siento emocionada con Eric Matua.
A 24 personas les gusta esto

Todas las mañanas, recibo un mensaje del hombre más genial en la


faz de la tierra.
Buenos días, bichito. Cuando llegues a la playa, toca el océano.
Voy a tocar el océano aquí, será como si estuviéramos juntos de
nuevo.
Sonrío cuando una enorme almohada mullida que huele a laca
golpea contra mi cara, luego cae sobre mi teclado.
—Pon ese maldito teléfono en silencio.
Le daré un descanso a mi compañera de cuarto dado que A) mi
teléfono ha emitido aproximadamente veintitrés alarmas de mensaje, y son
recién las nueve de la mañana; B) estoy en mi computadora, por lo que en
realidad no necesito una notificación cada vez que llega un correo
electrónico, porque puedo verlo; y C) Eve está embarazada, y a punto de
dar a luz. Duerme la mayoría del tiempo, pero si no está durmiendo, se
queja de estar cansada.
Agarro el teléfono y hago un gran espectáculo presionando el botón
de silencio, y luego escribo mi respuesta.
Muy poético para un pescador, papá. ;) Te amo.
Eve se mueve en su cama, su ceño fruncido en una expresión que
dice “no es gracioso”, y se acurruca en los brazos de Paul. Él duerme bien
a pesar del ruido, pero estoy bastante segura de que Eve lo ha cansado
con los antojos nocturnos. Anoche entró en nuestra habitación de la
residencia con las galletas y barras de chocolate por las que ella rogaba,
sólo para que comiera un bocado y le dijera que le dolía el estómago. Lancé
una mirada de “no te preocupes” a Paul, porque me encantaban esas
barras de chocolate.
Mi computadora envía una notificación —bee-boop— y rápidamente
apago el sonido antes de que Eve empiece a escupir fuego. Ya he revisado
veinte correos electrónicos, por lo que sólo quedan unos cuantos, y tomo
un gran bocado de mi queso danés mientras hago clic para leer el correo
electrónico veintiuno.

Para: emilia_johnson@yahoo.com
De: sbarrows@gmail.com
Asunto: Recuerdas cuando…
Mia:
¡Si abriste este correo electrónico, por favor, sigue leyendo! Quiero pedir
disculpas, aunque no va a hacer nada porque soy una mierda total y te he hecho
tanto daño que probablemente nunca consiga tu perdón. Pero lo siento. Y quiero que
sepas que pienso en ti.
Mucho.
Demonios, más que mucho.
Me senté en uno de los conciertos de mi hermano la otra noche, sonriendo
como un idiota porque no podía dejar de pensar en el último concierto al que fuimos.
El pobre idiota detrás de nosotros nunca vio venir el codo. Siempre fuiste tan
salvaje… y me refiero de la mejor manera posible. Al segundo en que el primer
golpe de acorde comenzó, tus brazos subieron y su nariz ¡crack!
Me dijiste que era una reacción natural para los chicos el tirar golpes, no
importa si el destinatario era una chica o no. Pero de ninguna manera en el infierno
creí eso. Nadie toca a mi chica, incluso si se trataba de una “reacción natural”.
Valió la pena la noche en la comisaría, la nariz sangrando, y los nudillos
magullados. Especialmente cuando te acurrucaste en mi pecho después, y dijiste que
me veía sexy con tampones en mis fosas nasales. (Algo que queda entre nosotros
dos).
Fue el momento en que me enamoré de ti.
Y lo sigo estando.
—Scott

Um, hola, ¡espeluznante alerta de spam! ¿Qué demonios es esto?


¿Quién demonios es? He tenido correos electrónicos espeluznantes antes,
viene con la participación en las redes sociales, pero no he tenido a alguien
inventando un pasado para nosotros. Presiono borrar, pero hay un
segundo o dos cuando considero seriamente responder con un pedazo de
mi mente. Tal vez una lista titulada: “Cómo no impresionar a una chica:
Tu espeluznante correo electrónico”.
En vez de responder, hago clic en mi dirección de correo a mi cuenta
de Facebook y río por el emoticón de mi prima en IMed. Escribo una
respuesta rápida de LOL, y accedo a mi inicio en busca de ofertas de libros
electrónicos. Por lo general, mis amigos lectores publican todo lo que
pueden encontrar y, cuando me encuentro con las publicaciones, doy clic
como loca. Mejor mantener mi Kindle equipada para este verano. Mi
trabajo no es a tiempo completo, así que voy a tener un montón de horas
de descanso para leer. Considero esto una cosa muy positiva.
¡Oh! El libro que he estado esperando conseguir está a sólo noventa
y nueve centavos. Dejo escapar un “¡Infiernos, sí!” y bailo en mi sillón.
—Ugh, Mia —se queja Eve, rascándose la parte superior de su pelo
rubio con mechas rosas—. ¿No se supone que salgas pronto?
—No tengo que salir hasta, como, las once —digo, desplazándome a
través de mis recomendaciones de Amazon.
—Son las 10:58.
¿Qué?
Cierro con un golpe mi portátil y la deslizo en la funda. —Oh,
mierdamierdamierdamierdamierda… —Tirando la correa por encima de mi
cabeza y agarrando la manija de mi gran maleta, me inclino sobre Eve y
lleno su frente de besos—. Te amo, te amo, te amo… llámame si
necesitas cualquier cosa.
—Lo haré. Diviértete con tu amor de la secundaria.
—Eric no es un amor —digo, comprobando de nuevo el bolsillo
delantero de mi equipaje para asegurarme de que tengo todos mis
cargadores—. Bueno, él es un amor, pero no mi amor.
—Hablas con él todo el tiempo. Segura como el infierno que espero
que él sea algo.
Mis mejillas se calientan, y puedo sentir mis labios formando una
sonrisa encantadora. —Es mi mejor amigo.
—¡Lo que sea! —Eve me besa en la mejilla y luego me golpea—.
Simplemente diviértete y sal de aquí.
Me río y cierro la cremallera del bolsillo de mi maleta. Seré muy feliz
por tener a la Eve no-embarazada de regreso. —Lo haré. ¡Te amo, de
nuevo!
Paul gruñe detrás de mi amiga—: También te amo, cariño.
Eve rueda los ojos, pero se forma una sonrisa en su rostro mientras
frota el cabello de su novio. —Te amo —articula, y empiezo a rodar mi
maleta por el dormitorio, la última vez que la veré hasta que la escuela
empiece de nuevo.
Voy a llegar tarde. Debí empacar mi computadora antes, porque
siempre pierdo la noción del tiempo, y una “revisada rápida de Facebook”
se convierte en una hora o dos en las redes sociales. No puedo evitarlo. Es
la única vez que realmente me siento conectada con la gente. Con papá
mudándose a Alaska cuando me fui a la universidad, me acostumbré a
estar sola. Aunque mantengo contacto con mis amigos de la secundaria vía
Internet.
La mayoría de ellos se alejaron, demasiado ocupados con sus
propias vidas para perder tiempo en línea, pero Eric fue uno que no lo
hizo. Mi gran, simpático y caliente mejor amigo de Samoa que sólo de
pensar en él te hace babear. Eric jugaba como apoyador en el equipo de
fútbol del instituto. Bueno, apoyador de reserva. Maldita sea, lo quería. De
verdad. Pero él tenía una novia, y me asustaba demasiado decirle cómo me
sentía.
Después de su graduación, Eric fue a Samoa para pasar tiempo con
su tío, y yo pasé mi último año revisando constantemente Facebook para
poder hablar con él. Le dije que tomara fotos y las publicara, y lo hizo,
pero nunca de sí mismo. Eric es un poco acomplejado por su peso. Su foto
de perfil es la portada de un libro del Dr. Seuss, que cambia de vez en
cuando. Actualmente es el libro Hop on Pop.
Cuando me dijo que observaría la playa desde el apartamento de su
madre en la costa de Florida por el verano, grité tan fuerte que pude haber
asustado a algunas personas en Starbucks. Una conversación de
mensajería más tarde, tengo todo un verano con mi mejor amigo —con
serias esperanzas para más, ya que estoy bastante segura de que ahora es
soltero— en su apartamento, justo al lado de mi trabajo en el SnoGo en
Daytona Beach. Dado que papá va a pasar el verano pescando en el
Océano Pacífico, he encontrado esta alternativa mucho mejor. Estoy bien
pasando el rato en la tierra junto al mar. Pero nunca voy a poner un pie en
el agua. Nop. No me pagan lo suficiente para hacer eso.
Mi Camaro pedazo-de-mierda necesita gasolina, y murmuro una
maldición en voz baja. Voy a aparecer incluso después de lo que había
planeado. Le dije a Eric que estaría allí a la una, y de acuerdo con Google,
va a tomar tres horas y veintisiete minutos llegar de Keiser a Daytona.
Saco mi teléfono después de que empujo mi maleta pesada-como-el-trasero
y le mando un mensaje a Eric, esperando que lo vea antes de que llegue.
Me retrasé. ¡Lo siento mucho! Estaré allí como a las dos. ¡No
puedo esperar para verte!
Ahora si sólo pudiera renunciar a mirar mi Facebook antes de llegar
a la carretera.

Mi entusiasmo se eleva de nivel cuando entro en el estacionamiento


del condominio. Son las 2:34, así que todavía llego un poco tarde, pero
culpo a los estúpidos peajes. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y estoy
tentada a comprobarlo, pero voy a esperar hasta que el auto esté detenido
completamente ya que no tengo idea de dónde diablos estoy.
Los números parecen desvanecidos y agrietados, pero creo que estoy
en el departamento 14. Eric dijo que me esperaría afuera, pero no lo veo. Y
honestamente, sería fácil de detectar… por lo que recuerdo.
Le doy una palmada al Camaro y saco mi celular. Mi dedo
tembloroso se encuentra en el botón de llamada cuando hay un toque en
mi ventana.
—¡Mierda! —El teléfono vuela de mi mano, y entrecierro los ojos al
chico lindo sonriéndome a través de la ventana. Tardo demasiado tiempo
en darme cuenta de que este lindo chico es… mi chico lindo.
Abro la puerta un poco y Eric abre el resto, metiendo su mano para
ayudarme a salir de mi asiento.
—¿Eric?
Se ríe antes de envolverme en un abrazo de oso. Los botones de su
camisa negra ajustada se presionan en mi mejilla mientras me aprieta.
Mariposas estallan desde mi estómago y escapan de mi boca en forma de
un chillido agudo embarazoso. En la secundaria, empezábamos la mayoría
de nuestros saludos de esta manera, conmigo siendo tragada en sus
enormes brazos. Pero después de tres años… sus brazos son diferentes. Su
estómago, santa mierda, ¿a dónde se fue?
Lo empujo y no puedo evitar que mi mandíbula caiga al asfalto.
—¿Dónde está el resto? —Rio y camino alrededor de mi Eric. ¿Este
es mi Eric? Se ve tan diferente. Tan diferente. Sus blandos y adorables
rollos han desaparecido de sus pantalones cortos. Su trasero, santa
mierda, y su rostro pasó de rechoncho a cuadrado. Se ríe cuando doy un
paso atrás, empujando su estómago. Retrocede, y es entonces cuando sé
que realmente es él. Eric es la persona más cosquillosa del planeta.
—Santa mierda. —Parece ser la frase del día.
Sonríe y mi corazón martillea. He extrañado esa sonrisa.
—Debo de haberlo dejado en Samoa.
Me lanzo de nuevo en su abrazo de oso, juntando mis muñecas y
riendo. —Oh Dios mío… puedo envolver mis brazos alrededor de ti.
Esto no es lo que esperaba. Eric era mi blandito oso de peluche.
Ahora está este musculoso oso de peluche. Paso mis manos sobre su
espalda para obtener una idea. Irreal. Me quedo abrazándolo
probablemente mucho más tiempo de lo que se considera normal.
—Vamos a llevar tus cosas adentro —dice sobre mi cabeza—.
Prometo que nos abrazaremos más tiempo después.
Me siento increíblemente vacía cuando nos separamos. Hablamos
todos los días. Chateamos, nos enviamos correos electrónicos y hablamos
por teléfono, pero nunca consigo abrazarlo. Así que no puedo dejar de
aferrarme a su brazo y rebotar mientras saca la maleta del maletero.
Estoy tan malditamente emocionada para dejarlo ir ahora.
Traducido por florbarbero
Corregido por Alessandra Wilde

Eric Matua
Hace 4 horas

¿Qué se supone que le compre a mi nueva compañera de cuarto


como regalo? En realidad, no estoy realmente seguro de etiquetarla en
esto.
A Emilia Johnson le gusta esto

Ella sigue siendo tan linda como cuando se encontraba en la


secundaria.
Tacha eso.
Es más linda.
Mierda, es sexy como el infierno.
No… también tacha eso. El infierno es un congelador en
comparación con Emmy.
Pasó tres horas en la carretera, en un auto que es una mierda en el
mejor de los casos. Su cabello castaño se encuentra atado en una cola de
caballo, un flequillo cubre su frente y se extiende alrededor de sus
mejillas. Su piel pecosa se ve increíble. Em nunca se broncea. Terminaba
con quemaduras cada vez que estábamos bajo el sol y me maldecía por
tener una piel “a prueba de quemaduras”. Sus labios se curvaban de una
manera jodidamente linda cuando miraba sus hombros enrojecidos.
Se aferra a mi brazo cuando saco su maleta. No puedo creer
que todavía esté conduciendo este Camaro. Han pasado tres años, pero
siento como si hubiéramos pasado el rato juntos ayer, dado que nos
comunicamos por internet todo el tiempo. Aunque nunca por Skype.
Siempre se me ocurría una excusa para no estar frente a la cámara. Me
encontraba preocupado como el infierno por verla en persona. Todavía no
he bajado tanto de peso como quiero, pero su reacción le da a mi ego un
buen impulso.
Se presiona contra mi costado y mi brazo se siente más caliente que
el sol cayendo sobre nosotros. Tengo que conseguir que deje de apretar su
cuerpo contra el mío a menos que quiera saber lo mucho que me gusta.
No sé qué empacó, pero se siente como si estuviera arrastrando
veinte ladrillos por las escaleras de hormigón del condominio. Trato de
parecer relajado, como si no pesaran nada, pero mi respiración pesada me
delata.
—Sabes, puedo llevar el bolso con mi portátil —dice, alzando una
ceja a mis menos que suaves movimientos para subir por las escaleras.
Mis dedos se deslizan del asa de su maleta porque, maldita sea, esa
expresión fue sexy. No sé cómo voy a vivir con ella este verano si ni
siquiera puedo subir las escaleras sin excitarme.
Em era la chica de mis sueños. Era mi mejor amiga… es mi mejor
amiga, pero no estoy seguro de que alguna vez lo sepa. Siempre fui el chico
gordo y tímido que no tenía muchos amigos fuera de mis compañeros del
equipo de matemáticas, y por supuesto, Em me tuvo en la zona de amigos.
Luego estaba Ali… pero realmente no cuenta como una amiga. A pesar de
que salimos. O algo así. Demonios, ni siquiera sé cómo llamar esa relación.
Trato de bloquearla.
Emmy levanta el segundo bolso, dándome un buen vistazo de su
culo. Probablemente ni siquiera sabe lo que me está haciendo, o lo hace y
no le importa, pero mi mano se desliza en su equipaje de nuevo.
—¿Qué número es? —pregunta, metiendo los dedos en el bolsillo
frontal y sacando su teléfono.
—Catorce H —jadeo. Maldita sea—. Solo un tramo más.
—Síiiii. Voy a conseguir entrenarme este verano. No más trasero de
lector para mí este año.
Mis cejas se fruncen. —¿Trasero de lector?
Se voltea hacia mí, con una sonrisa con hoyuelos. —He leído mucho.
Mi trasero está pagando por ello. —Golpea su trasero y empieza a subir.
Tomo un buen vistazo de ese culo, otra vez, y pienso que si la lectura hace
que luzca así, entonces lo intentaré con los libros.
Llegamos a la puerta, y dejo la maleta para tomar las llaves del
bolsillo de mis pantalones cortos. Emmy se apoya en el marco de la
puerta, escribiendo algo en su teléfono con una sonrisa en su rostro. Es
tan distractora que me equivoco en insertar las llaves en la cerradura en
cuatro ocasiones.
—¿Qué estás haciendo? —Asiento hacia su teléfono.
Teclea algo, y luego se da la vuelta para mostrarme. Está en Twitter,
y acaba de postear: ¡Comenzando un #veranoasombroso con mi
#mejoramigo! Tres personas lo han puesto como favorito.
—Mejor amigo, ¿eh? —bromeo, entrando en el modo de amigo, ya
que, dah, eso es lo que somos. No puedo seguir comprobándola, porque
terminaré desilusionado.
—Desde los quince años. —Saca el teléfono y desliza su dedo por la
pantalla. Echo un vistazo y la veo teclear. Guau, es una profesional. Yo
todavía estoy tratando de averiguar cómo derrotar al autocorrector.
Abro la puerta y la dejo pasar primero. Después ruedo su maleta por
el umbral, y mis poros entran en modo sudoración al instante. ¿Qué
demonios?
—Um… ¿tienes aire acondicionado? —pregunta Em, moviendo el
cuello de su camiseta verde.
Dejo su equipaje, me deslizo por delante de ella, tocando ligeramente
su codo para llegar al termostato. Mamá dijo que tenía colocado un
temporizador, pero conociéndola, probablemente lo configuró mal.
Bajo la temperatura y me aseguro de que esté en enfriar, luego giro
la cubierta para cerrarla. —Debería encenderse pronto. Lo siento por eso.
Deja escapar una risa entrecortada y cierra la puerta. —La dejaría
abierta, pero estoy bastante segura de que solo dejará entrar bichos. —Se
ríe de nuevo—. A pesar de que morirían probablemente al segundo que
lleguen al interior.
Rasco la parte trasera de mi cuello, mis dedos limpiando el sudor
acumulándose allí, y trato de sonreír. —Lo siento. Funciona, lo prometo.
—No estoy preocupada por eso. —Sus ojos escanean el salón,
mirando desde el televisor en la pared hasta las fotos de la familia en la
vitrina de mi mamá. Luce como la casa de una abuela, excepto por el
gigante sillón LoveSac que mi hermano, Tolani, puso aquí el año pasado.
Al menos no hay plástico sobre los muebles.
—¿Quieres escoger tu habitación? —pregunto, esperando que no se
acerque a las fotos mías de cuando era adolescente en la playa. Estoy
bastante seguro de que mis senos masculinos rivalizaban con los mi mamá
en ese punto.
—¿Puedo escoger?
—Sí. Solo hay dos, pero puedes escoger el que quieras. —Utilizo mis
pantalones cortos para limpiar el sudor de mis manos antes de tomar su
maleta. Se apodera de su portátil antes de que tenga la oportunidad de
tomarlo.
Corre por el pasillo, y no puedo evitar la sonrisa en mi cara. Al igual
que Em… no puedo controlar la emoción.
—La principal está a la izquierda, dos pasos más adelante. —Hago
una seña con mi cabeza, a pesar de que no me mira. Estoy listo para
cargar la maleta hacia esa habitación, pero se desvía a la derecha, a la
habitación que generalmente usamos yo y mi hermano.
—Quiero esta.
—Uh… ¿segura? Ni siquiera has mirado la otra…
—Esta tiene un escritorio y una salida. Y está más cerca del cuarto
de baño —dice, quitándose las sandalias y colocando su computadora
portátil en el escritorio—. Así que es perfecta.
Durante unos dos segundos mi cabeza sugiere que me aloje en este
cuarto con ella, pero lo deshecho, para no asustarla. Hay dos camas
individuales colocadas contra las paredes separadas, y ella se tira sobre la
que yo suelo tomar, rebotando varias veces para revisar el colchón. Trato
de no dejar que mi mirada viaje al sur cuando se mueve, pero es un
esfuerzo inútil.
—Sí, perfecto —dice, cayendo sobre las sábanas e inhalando la
almohada. Una sonrisa se forma en su cara, y se sienta, secándose el
cabello pegajoso de la frente—. ¿Cuánto tiempo necesita el aire
acondicionado para funcionar?
Coloco su maleta contra la pared. —Voy a ir afuera y golpearlo un
par de veces. Tal vez funcionará.
—Todavía tienes tantas habilidades realizando tareas de
mantenimiento como recuerdo —bromea, y hago una mueca. Podría no
haber sido demasiado práctico hace unos años, pero he mejorado. Quiero
decir, arreglé la lavadora de mi tío en Samoa… ¿qué tan diferente puede
ser un aire acondicionado?
—¿Te importa si reviso mi correo electrónico mientras lo haces? —
me pregunta, sus ojos desviándose a su portátil. ¿Por qué debería
importarme? Va a vivir aquí. Está viviendo aquí. Puede hacer lo que
quiera.
—Emmy, esta es tu casa durante el verano. Haz lo que harías en tu
casa. Yo haré eso.
Alza una ceja. —¿Quieres decir que puedo caminar en mi ropa
interior?
—Diablos, sí. —Maldita sea, eso salió rápido.
Se ríe y me lanza una almohada. Lo tomo con una sola mano y se la
lanzo de regreso. Choca contra su cara, y dice—: Oh, en realidad se siente
muy bien. —Sostiene la almohada y luego se la arroja a sí misma—. ¡Como
una brisa!
—Estoy en ello —prometo, y toco la parte superior del marco de la
puerta al salir.
A mitad de camino por el pasillo, la oigo gritar—: ¡Tan pronto como
el aire acondicionado esté encendido, pagarás por ese almohadazo en la
cara!
Si eso significa un combate de lucha libre como solíamos tener,
entonces estoy un poco contento de que la almohada golpeara su cara.

Ya han pasado tres horas desde que convertí el sauna en una


nevera. Sigo esperando que Em salga de su habitación para felicitarme por
mis nuevas habilidades manuales, o cumpla la amenaza que hizo, pero ha
estado bastante tranquila. Cerró la puerta y no sé si está tomando una
siesta o qué, pero ese pequeño impulso que le dio a mi ego antes se ha
desvanecido en el olvido. Tal vez no se encontraba tan emocionada de
pasar tiempo conmigo como yo. O tal vez piensa que soy aburrido. Tal vez
todavía se siente raro, y estamos ajustándonos a vernos después de tanto
tiempo.
Me levanto del sofá, lanzando el control remoto detrás de mí. El
sudor humedeció mi ropa, y ahora que está a unos veinte grados más frío,
un escalofrío corre por mi columna. Compruebo sobre mi hombro antes de
levantar mi brazo para oler mi axila. Mierda, no me extraña… ella
probablemente pudo oler mi transpiración al segundo que entré.
Agarrando la parte inferior de mi camiseta llena de sudor, me la
quito camino al baño. Esperemos que una vez que escuche la ducha y
sepa que estoy haciendo algo para quitar el hedor, se aventure afuera tan
pronto termine de lavar mi culo sudoroso.
Su puerta se abre con una explosión, y me lanzo al baño para que
no me vea. Sé que es estúpido, pero denme cinco kilos más de músculo y
diez kilos menos grasa, y tal vez estaré bien con que me atrape sin
camiseta.
—¡Oye, Eric! —llama desde su habitación.
—Uh, ¿sí?
—¿Puedes venir aquí un segundo?
Mis manos buscan a tientas sobre el mostrador alguna colonia,
desodorante… o algo, Dios sólo déjame encontrar algo. —Dame un
minuto... —Me agacho debajo del mostrador y alabo a los cielos cuando
diviso el ambientador. Sé que le dije que estaría viviendo como lo hago
normalmente, pero dado que rocío el ambientador frente a mí y camino a
través de él, y luego lo hago tres veces más, estoy bastante seguro de que
mentí. Después de rociar un poco sobre mi camiseta, me la coloco de
nuevo, rodándola por mi torso.
Llego a su habitación y trato de actuar casual, como si no me
hubiese estado volviendo loco como una maldita chica en el baño por cómo
huelo.
—¿Qué pasa?
Está sentada con las piernas cruzadas en la cama, con la portátil
delante de ella y su nariz se arruga en una forma disgustada, pero sexy.
Me hace señas con el dedo.
—Sigo recibiendo correos electrónicos de este tipo que no conozco, y
necesito tu opinión sobre ellos.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, deslizándome a su lado en la
cama. Empuja el ordenador para que esté mitad en mi regazo, mitad en el
de ella. Quiero chocar puños conmigo mismo por conseguir que el aire
acondicionado funcionara ya que el calor de la computadora, sumado a la
calidez repentina inundando mi cuerpo por la rodilla de Em tocando la
mía, me hace tener ganas de besar la brisa que viene de la rejilla de
ventilación.
—Este es el segundo que he recibido. El primero decía algo como:
“Eres tan hermosa, vamos a casarnos y tener bebés virtuales”, pero ahora
que lo pienso, ¿tal vez solo tiene la dirección de correo electrónico
equivocada?
Inclino la pantalla para ver mejor, y leo el correo electrónico.

Mia:
Compruebas tu correo electrónico todos los días, así que sé que viste el
último que envié. Soy un creyente de las segundas oportunidades (No me digas,
¿no? De lo contrario no estaría enviándote un correo electrónico) así que…
Pido perdón… por segunda vez.
Te extraño. Es una forma baja de arrastrarse, lo sé, pero es la verdad. Sigo
mirando las fotos que tengo de nosotros en mi teléfono. No puedo parar… es una
adicción. Mi hermano dice que me volví loco. Rus dice que tengo que echar un
polvo. Vicki quiere que las borre. Todos piensan que es una causa perdida, pero no
lo creo.
Dijiste que fuimos un error. Solo quiero saber por qué. Porque si lo fuimos,
siento como si fueras el mejor error que he cometido. Y quiero cometerlo de nuevo.
—Scott

Lo leí de nuevo, sintiendo mi cara contorsionarse en una expresión


similar a la que Em tenía cuando entré.
—Uh… —murmuro, sin saber qué diablos decir. Em se ríe y coloca el
portátil de vuelta en su regazo.
—Es extraño, ¿no?
—Parece un correo electrónico equivocado. —Señalo la dirección de
retorno en la parte superior—. A menos que rompieras el corazón de algún
chico.
—No de un Scott. —Intenta hacer un guiño, pero Em nunca fue
capaz de hacerlo. Cierra un ojo, entonces el otro actúa como si estuviera
tratando de seguirlo. Me encanta que siga siendo la misma, solo… bueno,
mayor.
—Bueno, entonces sí, es un correo electrónico equivocado.
—¿Debería responder?
Levanto una ceja, mirando su perfil. Saca su labio inferior,
inclinando la cabeza de un lado a otro mientras mira la pantalla.
—¿Qué le dirías? —pregunto.
Sus dedos se desplazan por el teclado, y se encoje un poco de
hombros. —No estoy segura. Pero me siento mal que él piense que la Mia
correcta lo está ignorando. Pero en serio, uno pensaría que el tipo sabría
su correo electrónico si salieron.
—No lo sé. —Señalo su dirección de correo electrónico en la parte
superior—. ¿Cuántas Mia Johnson hay en el mundo? Y no todas las
personas tienen relaciones con sus computadoras.
Se gira hacia mí, casi golpeándome en la nariz. Debo de haber
gravitado hacia ella sin pensar.
En lugar de hacerlo más incómodo, presiona su frente con la mía y
dice—: Pero algunas relaciones en línea son las mejores.
Trago, y luego mi boca se seca. No puedo discutir con ella. Fue por
Internet que fuimos capaces de mantenernos al día, la razón por la que
estamos aquí juntos ahora como si acabáramos de hablar ayer. De
hecho hablamos ayer.
Estoy a punto de hacer un movimiento estúpido, meter su cabello
detrás de la oreja solo para tocarla, pero luego recuerdo que todavía estoy
en mi ropa sudada, siento vértigo y me alejo.
—Uh, voy a saltar a la ducha —tartamudeo cuando me deslizo de la
cama.
Em asiente y hace clic en su mouse un par de veces. —Bueno. Voy a
pedir comida. ¿Todavía te gusta la pizza hawaiana?
Creo que sí, pero ya no como pizza.
—Consigue lo que quieras. Ya he comido. —Es una mierda, pero si
tengo una rebanada de pizza, antes de darme cuenta, habré comido cinco
más.
Su frente se arruga y sus ojos bajan a la parte inferior de su
pantalla. —Oh mierda, lo siento. No me di cuenta de la hora que era. Y
probablemente todavía estás en una zona horaria diferente. —Acaricia su
estómago, moviendo los ojos desde la pantalla hacia mí.
—No es un gran problema. —Sonrío y me voy, golpeando el marco de
la puerta al salir, pero me detiene.
—Oh, ¿Eric?
—¿Sí?
—La cosa de “siéntete como en casa” va en ambos sentidos. —
Asiente hacia mi pecho—. No me importa si caminas alrededor sin camisa.
—¿Eh?
Apunta a mi cuello, bajo la mirada y veo la etiqueta pegada debajo
de mi barbilla. Está hacia afuera… y al revés.
—Ups.
Se ríe y sus ojos van a la pantalla de nuevo. La dejo respondiendo su
correo electrónico, pero me quedo con mi camiseta hasta que me encierro
en el baño. Diez kilos menos y caminaré alrededor con el culo desnudo si
quiero.
Traducido por Tolola
Corregido por Verito

Emilia Johnson
Hace dos minutos…

¿Alguien tiene alguna vida extra para Candy Crush? ¡No me


quedan!
A Eve Ferguson y a 8 personas más les gusta esto

La arena de la playa vuela hasta mis sandalias mientras leo hasta el


SnoGo del paseo marítimo. Siempre llego tarde, ¡maldita sea! El primer día
también. Menuda impresión voy a dar.
Culpo al libro que compré esta mañana. Amazon es mi debilidad, y
el correo de recomendaciones incluía un libro con un personaje llamado
Max. Lo compre con un clic solo por eso. Nunca me he equivocado con un
Max. De hecho, el último Max que leí era tan jodidamente sexy que pasé
un poco más de tiempo de lo normal con mi vibrador. Mi novio en la vida
real solía beneficiarse de mis mundos de fantasía con Max, pero ha sido
un año muy seco desde Jaxon.
El libro parece que va a ser más de lo mismo, ya que había leído el
46 por ciento antes de darme cuenta de que había estado leyendo dos
horas y de que mi turno comenzaba en diez minutos.
Las paredes azul claras del SnoGo aparecen en mi vista, y aprieto el
paso. Eve me matará si aparezco tarde después de que convenciera a
Rachel de darme el trabajo. Rachel ha llevado la caseta de helados desde
que se encontraba en primer año, así que es una completa profesional. Eve
trabajó con ella los dos últimos veranos, pero dudo que este año pudiera
maniobrar en ese pequeño espacio sin tirar zumo por todas partes ni
inclinarse a vomitar en la arena cada pocas horas por el calor.
Llego al lateral del pequeño edificio y me inclino contra él para
recuperar el aliento. Saco mi teléfono. Son sólo las 9:58 de la mañana. ¡Lo
hice!
Y me doy cuenta de que hay un texto de mi papá. Me apresuro y
abro antes de fichar.
Hoy voy a atrapar un pez. Entonces voy a hacer lo correcto y
decirle a mi familia sobre ello a pesar de que estamos en un país
diferente. Quiero decir, si mi hija capturara un pez, quisiera que me
mostrara el mismo respeto.
—Oh, papá… —Me río en voz baja y escribo de vuelta.
No estoy viendo a nadie. ¿Y cuántas veces piensas traer esto a
colación? :P
Deslizando mi teléfono en el bolsillo, tomo una respiración profunda
y luego resoplo. Estoy lista para patear culos en mi primer día de verano
en la conería. Eh, mejor me miro ese término en caso de que haya alguna
connotación sexual. Estoy tentada a de sacar mi celular de nuevo y
buscarlo en Urban Dictionary.
En su lugar, choco contra la puerta de atrás y me aseguro de que mi
gran sonrisa está en su lugar.
—Oh, bueno, ¡estás aquí! —La voz de Rachel flota a través de la
pequeña choza antes de que se balancee por la puerta abierta. Lleva el
pelo negro recogido en una trenza lateral desordenada que de alguna
manera la hace verse como una estrella de rock. Siempre ha sido una
especie de estilo supermodelo casual. Lleva camisetas rotas y zapatillas
desgastadas, y aún así se ve como si se hubiera bajado de una pista de
aterrizaje.
Envuelve sus dedos alrededor de mi antebrazo y me tira en la tienda,
que es más pequeña que una carpa para cuatro. Al menos puedo estar de
pie.
—Está bien, resumen rápido, ya que nos estamos quedando cortas
de tiempo —dice Rachel, apoyándose en el pequeño lavabo. Comienza
señalando cosas de la tienda—. La caja está ahí abajo, pero tenemos una
máquina de tarjetas de crédito que conecto a mi teléfono. Lo mantengo
enchufado a un lado y en el cajón. —Su dedo se mueve hacia todos los
jugos que recubren la pared izquierda—. Nuestros sabores… asegúrate de
mantener el de uva, manzana verde, Sangre de Tigre, Piña Colada y coco
en la delantera. Son los más vendidos, y se acaban rápidamente. —
Alcanza un portapapeles de un cajón—. Cuando quede poco de un sabor,
escríbelo aquí y me aseguraré de conseguir más.
Sus pechos se ponen realmente cerca de mi cara mientras se estira
para agarrar una botella de jarabe por encima de mi cabeza. —He puesto
las marcas negras en cada botella para que sepas cuánto jarabe utilizar en
cada orden. Sólo tenemos un tamaño aquí, por lo que es fácil.
Asiento. —Lo tengo.
Rachel me lleva a la nevera llena de hielo picado, la máquina de
picar de hielo, la máquina de hielo… Me sorprende que no saque una
escultura de hielo. Después de hacer un par de conos de helado reales
para mostrarme cómo se hace, me da la cuchara y me dispongo a hacer mi
primer hielo picado del verano.
—¿Crees que estás lista para esto? —pregunta, y pongo una sonrisa
de confianza que dice que nací para hacer el mejor maldito cono helado
que haya existido.
Hay un grifo en la ventana detrás de mí y mis ojos saltan de mi cara
cuando veo la larga fila de estudiantes universitarios en la playa.
—¡Rach! —dice un chico desde detrás del cristal—. Hay como treinta
y ocho grados. Sabes que quieres abrir un poco temprano por mí, ¿verdad?
—Le guiña un ojo, y entonces su amigo envuelve un brazo alrededor de su
hombro y flexiona sus pectorales.
Rachel se ríe y se inclina para desbloquear la ventana de órdenes.
Antes de deshacer el pestillo, mira sobre su hombro hacia mí. —¿Segura
que estás lista?
Me pongo de pie recta, tomo mi cuchara y digo—: Tráelos.
Se ríe de nuevo y desengancha la ventana. Un aplauso resuena en
de la playa. —Muy bien, Grant… ¿sigues eligiendo plátano?
—Me conoces tan bien, cariño.
—Un dólar con cincuenta —dice Rachel, y toma el dinero. Me mira—.
Plátano. Ve por ello.
Muy bien, vamos a ver qué gran parte del tutorial retuve.

Me rindo.
Dejándome caer en la cama gemela a la mía, saco mi teléfono y veo
todos los mensajes y notificaciones que me perdí. Mi cuerpo está tan
cansado, huelo a frutas y sudor. Yo lo llamo “frudor”.
Oh, voy a tuitear eso totalmente.
Uso una mano para quitarme mis pantalones cortos, mientras puedo
desplazarme por mis correos electrónicos con la otra. Ducha primero,
después tiempo online. Me detengo con mis pantalones cortos alrededor de
mis tobillos cuando veo otro correo electrónico de Scott.
Nunca respondí al último. No he podido averiguar qué decir, así que
no dije nada. Además, estuve un poco distraída cuando Eric entró oliendo
como un ambientador tropical. Esa energía familiar surgía a mí alrededor
con su proximidad, y no pude concentrarme mucho después, así que en
vez de responder a Scott, me fui a la página de Eric en Facebook y traté de
encontrar fotos antiguas de él, sólo para poder sentir como si estuviera
todavía en la habitación conmigo.
Sentándome, llego hasta mis pantalones cortos y me los quito del
todo mientras leo el nuevo correo electrónico.

Mia:
Me tomó dos horas reunir el valor para hablar contigo por primera vez.
Probablemente me habría tomado más tiempo, pero la película estaba a punto de
terminar, y no sabía si alguna vez te volvería a ver. Pero sabía que si no tomaba mi
oportunidad, probablemente no conseguiría otra.
Estabas en una cita con algún idiota al que ignoraste la mitad de la noche. Te
sentaste frente a mí, y cada vez que te inclinaste hacia él para decir algo, te hacía
callar. Casi le pegué en la nuca. Tú eres mucho más interesante que cualquier
película. Demonios, ni siquiera recuerdo qué película era… Te miré a ti todo el
tiempo.
Así que no me importó que estuvieras en una cita. No me importó que no
tuvieras ni idea de quién era yo y probablemente pensaste que era una idiota
haciendo el ridículo. Tenía que conocerte.
Me diste una oportunidad entonces. No tengo ni idea de por qué, pero me voy
a la cama cada noche agradecido de que lo hicieras. Y cabreado conmigo mismo por
joder las cosas.
Si me das otra oportunidad, no voy a estropearlo esta vez.
Por favor, responde, Mia. Cualquier cosa para saber que estás recibiendo esto.
—Scott

Me siento en mi ropa interior y una camiseta, mirando mi teléfono.


Las lágrimas se sienten como si quisieran caer. Es tan romántico y triste al
mismo tiempo, me siento como si estuviera asomándome a una de mis
novelas románticas. Nunca supe que este tipo de cosas realmente
ocurrieran. Los mensajes de correo electrónico del amante pidiendo
perdón, para recordar cosas de su pasado. En cierto modo me gustaría ser
la Mia correcta.
Y tal vez Scott se llamaría Eric, enviándome correos electrónicos de
amor diciendo que nunca debería haberse ido después de graduarse. Nos
reuniríamos en algún lugar, y nos quedaríamos atrapados en la lluvia. Se
vertería sobre mi cara y él ahuecaría mis mejillas y diría que siempre ha
estado enamo...
Niego con la cabeza y parpadeo de vuelta al mundo real. Bien, ducha
primero, tal vez una fría, entonces responderé. A través del ordenador, ya
que quiero responder correctamente y no tener el autocorrector
molestando accidentalmente o algo así. Pero tengo que dirigirlo hacia la
chica adecuada para que pueda arreglar las cosas.
Conecto mi teléfono al cargador porque la batería está casi muerta y
me levanto. Eric no estará en casa hasta dentro de una hora... o por lo
menos creo que eso es lo que dijo esta mañana. Estaba medio dormida
cuando me dijo que se dirigía a trabajar, pero creo que entendí lo esencial.
Eric trabaja en un asilo de ancianos a unas cuadras. Voy a tener que
preguntarle qué hace cuando sea más coherente, porque tal vez no debería
quejarme de hacer un millón y medio de conos de helado si él tiene que
aplicar enemas o algo así.
Después de agarrar mi toalla seca y saltar al baño, enciendo la
ducha y tomo la mejor ducha de mi vida. La presión del agua es perfecta, y
ha sido un tiempo desde que me duché en algo más que un cuarto de la
comunidad. Dejo que la caída del agua me libre del sudor del trabajo y el
estrés, y salgo con una sonrisa en mi cara y una mejor actitud.
Eric todavía no está en casa, y me muero de hambre, así que
después de vestirme y recogerme el pelo en una cola de caballo mojada,
cavo a través de la nevera. Está prácticamente vacía, aparte de la pizza que
pedí anoche. Fui una completa cerdita mientras Eric observaba. Comí
cuatro rebanadas mientras él seguía diciendo que no tenía hambre. Me
hubiera sentido cohibida, pero no había comido nada, además de un
medio queso danés. Dejé la otra mitad en mi escritorio de la computadora
en el dormitorio.
Tiro de la caja de pizza cuando suena el teléfono en mi bolsillo. ¿Me
están llamando? Lo que rara vez sucede, a menos que sea mi padre y algo
haya ido mal con su barco de pesca.
Dejando caer la caja en el mostrador, saco mi teléfono y un suspiro
de alivio sale de mis labios cuando veo el nombre de Eric en el
identificador de llamadas. Entonces mi panza hace un baile feliz.
—¿Hola?
—Hola, voy a llevar la cena. ¿Te gusta el pollo?
Sonrío y empujo la pizza en la nevera. —Siempre y cuando estés
aquí en diez minutos. O mi estómago podría comerse a sí mismo.
Se ríe y yo sonrío más. Me encanta su risa.
—Lo siento. Voy de compras esta noche para llenar la nevera.
—¿Puedo ir contigo?
—¿Quieres?
—Por supuesto. Fui un fiasco ayer, y quiero pasar tiempo contigo.
—Entonces demonios, sí. —Algo amortigua su lado de la línea, pero
se calma después de unos segundos—. Estaré allí en un rato.
—Está bien, adiós.
—Adiós.
Cuelgo, con las mejillas doliéndome de tanto sonreír. Después de
bajar la mirada a mi ropa y sintiendo mi pelo mojado, me dirijo a mi
habitación para ponerme algo un poco más lindo.
Me niego a encender mi computador, a pesar de que tengo que
responder al correo electrónico de Scott. Pero sé que si lo hago, voy a estar
pegada delante de él toda la noche sin siquiera darme cuenta.
Traducido por Sandry
Corregido por Miry GPE

A Eric Matua le gusta Zac Brown Band.


Hace 6 horas

Em está con su teléfono, jugando una especie de juego de tres en


línea.
—¿Qué es eso? —pregunto, asintiendo hacia su celular y lanzando
una caja de barras de proteínas en el carrito.
Jadea falsamente, manteniendo la pantalla hacia fuera para que
pueda verla mejor. —¿No conoces Candy Crush?
Niego con la cabeza y me inclino cerca de ella para agarrar un batido
de mezcla de proteínas. —Evité ese juego cuando todo el mundo me invitó
a jugar en Facebook. Me llevó dos años dejar Farmville. No puedes
sustituir una adicción por otra.
—Puedes cuando es Candy Crush. —Da un golpecito al teléfono y lo
desliza de nuevo en su bolsillo—. Y lo siento, estoy siendo grosera. A veces
ni siquiera me doy cuenta que me encuentro en el teléfono hasta que he
permanecido con él durante casi una hora.
Me encojo de hombros, pero para ser sincero, me alegro de que lo
guardara. Empiezo a pensar que sólo le gusto cuando me encuentro al otro
extremo de una computadora.
Entrelaza su codo con el mío, sus dedos aprietan mi antebrazo. Mi
respiración comienza a atascarse en mi garganta, pero me las arreglo para
empujar el aire en mis pulmones. Ha pasado un largo tiempo desde que
alguien me tocó tan cómodamente.
Su mejilla se posa sobre mi hombro, y dice—: Todavía no lo puedo
creer.
—¿Eh?
Me aprieta el brazo de nuevo. —Esto. Eric, mira todos estos
músculos. —Traza sus dedos sobre mi piel, e involuntariamente lo
flexiono.
—Uh… ¿gracias? —Nunca he sido bueno aceptando cumplidos.
Probablemente porque la mayoría vienen de mi madre.
—Así que, ¿las barras de proteínas son tu secreto? —Señala hacia el
carrito con la cabeza.
—En parte. —Empujo el carrito al siguiente pasillo. Em mantiene su
brazo en el mío—. Pero realmente no… quiero decir, todavía estoy
trabajando en ello.
—¿Trabajando en qué? —Sus ojos se mueven a la sección de fruta
enlatada, e inclina un poco la cabeza antes de alcanzar las rodajas de
piña.
Me aclaro la garganta y froto mi nuca. —Ya sabes, perder peso.
Su nariz se arruga, y hace una pausa con la lata de piña todavía en
la mano. —¿Siquiera tienes algo que perder?
Me río porque tiene que estar bromeando. Mis dedos rozan los suyos
al agarrar la fruta en conserva de su mano para colocarla en el carrito.
—Oh, Dios mío —dice, deteniéndome de girar al siguiente pasillo—.
¿Hablas en serio?
—¿Eh?
Se apoya en el carrito, poniendo una mano en su cadera. Mi mirada
viaja a la llamativa piel entre su blusa y sus pantalones cortos antes de
moverla al mucho menos atractivo cóctel de frutas.
—¿Sabes cuántas mujeres te han mirado en los últimos cinco
minutos?
—Em...
—Eric... —responde, burlándose de mí, una sonrisa aparece en mi
cara. Se inclina más cerca, el final de su cola de caballo queda atrapado en
su escote—. Estoy dispuesta a apostar que tendrás al menos diez miradas
más antes de irnos.
Em y sus apuestas. —¿Qué gano cuando pierdas? —pregunto,
siguiéndole la corriente.
—¿Un masaje? —Ofrece, moviendo sus dedos hacia mí—. Eso es de
un valor de treinta y cinco dólares.
—¿Es eso lo que quieres si ganas? ¿Treinta y cinco dólares?
—No. Quiero una presentación en vivo de “Crazy”.
—¿La canción de Hunter Hayes?
Asiente, con una sonrisa desplegándose en los labios. —Y tienes que
hacerlo en ropa interior.
—Por supuesto que no.
—¿Tendrás un masaje en ropa interior, pero no me cantarás de esa
manera?
Ni siquiera pienso en la desnudez de un masaje. La sala comienza a
girar.
—Uf, Em… —Me apoyo en el carro y me tapo los ojos con una mano.
Oigo su risa.
—Sólo bromeo. Algo así. Bueno, tal vez no.
Echándole un vistazo entre mis dedos, la sorprendo deslizando su
teléfono dentro y fuera de su bolsillo con nerviosismo y chasqueando la
lengua. Me viene un recuerdo de cuando ella fue a uno de mis partidos,
esperando en la valla que separaba al equipo de la multitud. Se mantuvo
revisando su teléfono esa noche, y para apartar su mente de toda la
mierda con la que trataba, la llevé a Wendy's y apostamos qué tantas
patatas fritas podrían cabernos en la boca. Ella ganó.
Dejo caer mi mano. —Bien. Diez miradas o más y tienes tu canción
de un vaquero semidesnudo. —Casi imposible que eso ocurra—. Pero como
mínimo, quiero el masaje de un masajista profesional.
Deja de jugar con su teléfono y enlaza su brazo con el mío,
acercando más su cuerpo para que pueda pasar una mujer con un carrito.
La chica dice—: Disculpa. —Habla de un modo cortés, así que digo—: No
hay problema. —Entonces, mientras gira por la esquina, sus ojos van de
nuevo hacia mí brevemente, escaneándome de arriba abajo.
Em ríe mientras mi cara se calienta. —Oh, sin duda conseguiré esa
canción.

—¡Agh!
Me levanto rápidamente de mi cama, el corazón retumbando en mis
oídos mientras mis ojos tratan de ajustarse a lo que me rodea. Eso sin
duda fue un grito, choco contra la puerta del armario mientras la abro
para conseguir mi bate de béisbol. Sin embargo, mi maldito cuerpo no
hace lo que quiero y termino tanteando alrededor hasta que mis dedos se
enroscan sobre algo frío y con forma de tubo, lo que tiene que ser mi bate.
Ah, mierda, ¿de qué diablos están hechas estas paredes? Estoy
bastante seguro de que están llenas de ladrillos de goma mientras golpeo y
reboto por el pasillo hacia la habitación de Em. Abro la puerta de un golpe
y sostengo mi bate en alto, esperando algún tipo de lucha, o incluso una
maldita araña… algo… pero Em se encuentra apretando una almohada
contra su pecho, una gran sonrisa en su rostro con la suave luz de su
lector electrónico.
Su ceja se alza mientras recupero el aliento en la puerta.
—Um, ¿todo bien? —pregunta a través de su sonrisa.
—Yo... uh, te oí gritar.
Se muerde el labio y sus hombros se elevan un poco. —¡Vaya! Lo
siento. Solo leía.
Relajo mi postura y dejo que mi bate caiga a mi lado. —¿Siempre
gritas cuando lees?
—A veces. —Señala con su cabeza a mi mano—. ¿Siempre te
defiendes con un sable de luz?
Mis dedos se crispan en el mango, y encuentro el botón que no
encontré antes. El cuarto oscuro se ilumina de rojo cuando lo presiono y
suelto una carcajada.
—Sólo cuando no puedo utilizar la fuerza1.
Su risa hace que mi pecho se apriete y se afloje al mismo tiempo, se
mueve en su cama y acaricia el lugar junto a ella. No me molesto en
encender la luz del techo y ella tampoco. Supongo que los dos hemos
vivido con la luz de una pantalla lo suficiente como para estar
acostumbrados.
—Acabo de leer la escena de “Te amo” —dice, pasándomelo
rápidamente cuando me acomodo en la cama. Sostiene el lector entre
nosotros, así puedo ver el lugar que señala—. Ha hecho falta el libro entero
para que ellos lleguen allí, así que, en cierto modo, he chillado un poco
cuando lo leí.
—¿Eso era un grito de emoción? —Contengo mi risa, pero en
realidad no funciona—. Pensé estabas siendo secuestrada o algo así.
—Tengo un taser. Vencería el trasero de cualquier secuestrador.

1Referencia a la película Star Wars.


—No lo dudo.
Retira el lector y lo mueve rápidamente para que salga la pantalla de
inicio de Kindle. Sonrío por todos los libros con chicos sin camiseta en las
portadas. Incluso en la oscuridad se da cuenta.
—Sí, soy una adicta al romance.
—No dije nada.
Su mirada encuentra la mía. —No hace falta que lo digas.
Me ajusto para poder poner mi brazo detrás de ella en el colchón, me
acerco y señalo un libro con un tipo medio desnudo y una chica en bikini
en sus hombros. —Este se ve muy bien —bromeo, me agarra la rodilla y
me hace cosquillas. Maldición, todavía sabe que ese es mi punto débil.
Me echo hacia atrás y luego trato de relajarme contra la pared. Ella
deja el Kindle, y estaríamos sumidos en la oscuridad total si no fuera por
la luz roja del sable y la pantalla de su computadora. Trato de ignorar el
cambio inmediato en la atmósfera que se causó con sólo apagar el lector.
—Creo que sólo los ratones de biblioteca entienden el tipo de poder
que tienen las historias en una persona —dice, la burla todavía en su voz.
Veo su silueta acercarse a mi hombro antes de que su cabeza se apoye.
Mis cejas sudan inmediatamente y siento como si estuviera de nuevo en la
secundaria, tratando con la mierda de la zona de amigos, la mierda de
excitarme y la mierda de no querer que se detenga. Doy una respiración
profunda para calmar el ánimo en mis pantalones.
Inclino mi cara hacia la suya. —Cuanto más leas, más cosas sabrás.
Cuanto más aprendas, más lejos llegarás.
Levanta su cabeza, luego descansa la barbilla en mi hombro.
Nuestras miradas se conectan, pero es difícil ver cada detalle de su rostro.
—Guau, Shakespeare. ¿También eres un drogadicto de libros?
—Dr. Seuss. Y sí. He leído cada uno de sus libros, porque él es un
genio.
—¿De dónde era esa cita?
—Del libro: ¡Puedo leer con los ojos cerrados!
—Nunca lo he oído.
Levanto las cejas mientras le quito el Kindle de las manos. —Para
alguien que ama los libros tanto como tú, es hora de que lo leas.
Busco bibliotecas electrónicas, aunque tengo el de tapa dura
colocado en la estantería en la otra habitación. Soy muy consciente de
cada respiración que Em libera sobre mi hombro mientras mira. Soy
consciente de cada vez que su mirada se mueve rápidamente a mi cara, no
puedo evitar encontrarme con la suya y sonreír cuando la veo mirándome.
Soy consciente del pelo que se sale de la cola de caballo, la tirita de su
camiseta deslizándose por su hombro, la contracción de sus dedos de los
pies mientras trata de calentarlos. Me lleva mucho más tiempo de lo que
debería el descargar el accesible libro amarillo brillante del Dr. Seuss.
—¿Vas a leérmelo? —pregunta, su voz volviéndose un susurro más
bajo de lo que jamás esperaría de ella. Tengo que tomar otra respiración
profunda.
—Probablemente podría recitártelo —le digo a través de una risa
muy confusa. Malditos sean estos nervios. No sé cómo diablos voy a
soportar el masaje que gané antes.
—¿Por favor? —Hace ese “puchero de Em” que no me di cuenta de lo
mucho que extrañé. Y cada maldita vez me arruina. Estoy bastante seguro
de que ella también lo sabe, porque sonríe ampliamente, abre la primera
página, luego desliza una manta sobre nosotros y espera. Trago saliva,
rezo para que mi voz no se quiebre mientras empiezo con la línea de
apertura, sin molestarme ni siquiera en mirar la pantalla.
Por otro lado, ¿cómo puedo hacerlo cuando ella es una maldita
distracción?
Traducido por Ivy Walker & Mae
Corregido por MariaE.

Emilia Johnson
Hace 3 horas

¡Es hora de otro novio literario llamado Max!


A 37 personas les gusta esto

Eric llega al final del libro, y todavía estoy despierta. Pero de ninguna
manera quiero moverme. Me siento cómoda aquí en su hombro, así que
cierro mis párpados, y cuando se mueve, no me inmuto ni un centímetro.
—¿Emmy? —dice sobre mi cabeza, y resisto las ganas de sonreír. No
soy tan buena en fingir estar dormida. Sólo quiero una excusa para usar
sus músculos como almohada sin tener que explicar exactamente por qué.
Se ríe cuando no contesto, lo siento bajar la Kindle y estirarse por
una almohada para su cabeza. Sus dedos están un poco fríos en mi brazo
mientras nos ajusta a los dos de modo que estemos en una posición más
cómoda para dormir.
—Sé que estás despierta —dice, y maldito sea, puedo escuchar esa
sonrisa en sus palabras. Me hago la terca y no contesto.
—Está bien, podemos jugar a ese juego donde finges estar
durmiendo, y hablo en voz alta hasta que te hartes.
Abro la boca, casi diciendo que sólo hemos jugado ese juego una vez,
y sí dormía cuando jugamos, me despertó por estar hablando. Pero aprieto
los labios y dejó escapar un ronquido ridículo.
Suelta una carcajada y se mueve debajo de mí, pero no lo suficiente
para hacer que ajuste mi posición en su brazo. De hecho, acaricia su nariz
contra mi cabeza, luego descansa su mejilla allí, tomando largas
respiraciones. Algo toma vuelo en mi estómago, y abro los ojos para
asegurarme de que no estoy soñando despierta otra vez.
—Sabes, no te he dicho todavía lo mucho que te he extrañado —dice,
y lo que sea que voló en mi estómago llega a mi garganta. Aunque no
trataba de estar callada, no creo que tendría voz para decir algo. Todos
esos sentimientos que noté cuando charlábamos en línea zumban en mi
pecho y otras áreas, para ser completamente honesta, y no sé qué hacer
con ellos. Se siente como que el protocolo para ver a amigos en persona
después de unos años es como llegar a conocerlos de nuevo. De alguna
manera, parece que sólo estamos tomándolo donde lo dejamos.
—Fue extraño ajustarme de nuevo a la vida en la isla —dice, con la
mandíbula moviéndose en la parte superior de mi cabeza—. Ah, y aún más
extraño, contestar por mi nombre de nacimiento de nuevo. Creo que tú
fuiste la única persona que todavía me llamaba Eric después de mudarme.
Estuve a punto de romperme una vez más, a punto de decirle que es
la única persona que todavía me llama Emmy, pero me quedo quieta como
piedra y trato de controlar lo que está pasando con mi respiración.
—Eso podría ser porque no sabes cómo se deletrea mi nombre real.
—Se ríe suavemente y trata de conseguir que lo mire. Cierro los ojos de
nuevo y sofoco una sonrisa.
—O tal vez es porque tampoco lo puedes pronunciar bien —se burla,
y maldita sea, sabe que voy a abrir la boca para defenderme. Mis ojos se
abren y arrugo la nariz hacia él.
—¿Qué pasa con Eric? Me gusta ese nombre —le digo, finalmente
hablando y sentándome alejada de su hombro cómodo. Me da una sonrisa
triunfal, pero me tira de nuevo a donde me hallaba. Supongo que no
necesitaba hacerme la dormida como excusa para permanecer allí.
—No puedes pronunciarlo, ¿verdad?
—Ha pasado tanto tiempo desde que lo oí. Pero podía cuando
estábamos en la secundaria. No cortes mi tarjeta de mejor amiga
impresionante a la mitad, porque conozco tu nombre Samoano.
—¿El cual es…?
Incluso en la oscuridad puedo ver sus hermosos ojos color chocolate,
y mi corazón resuena en mi pecho. En serio, debo parar esa mierda. Debe
haber sido esa novela romántica que leía. Maldigo a ese tipo Max.
—Um… —Niego con la cabeza y me ajusto contra su brazo de nuevo,
así no estoy mirándolo. Pero eso sólo pone mis ojos en los pantalones
cortos de gimnasio de Eric. Oh, maldición—. Es, uh… Escardo o algo así.
—No lo recuerdo, y se ríe tan fuerte que me sacude de su hombro. Lo que
sea que está pasando en mi cuerpo se relaja lo suficiente como para
golpearlo en el pecho—. ¡Ha pasado una eternidad desde que lo escuché!
—Apuesto a que incluso si lo digo ahora, todavía tendrás problemas
con él.
—No más apuestas hasta que te page la última —me quejo. Traté de
contarme como la décima mujer que comprobaba a Eric en la tienda, lo
que totalmente debería contar, pero dijo que era hacer trampa, así que le
debo ese masaje. Apesta porque realmente quería esa canción.
Especialmente si iba a sacar su ukelele. Ha sido demasiado tiempo desde
que el equipo de fútbol fue obligado a esa asamblea de talentos. Quiero
oírlo cantar de nuevo.
Me coloco de vuelta contra él y hablo con su ombligo. —Pero aun así,
dímelo.
—Esekielu.
—Dios te bendiga —le digo con una sonrisa. Se estira y me hace
cosquillas. Oh, sabe que no debe empezar una guerra de cosquillas
conmigo, porque va a perder.
—Está bien, boba, ¿puedes decir eso?
—Ezequiel o una cosa así.
—Supongo que es lo suficientemente cerca.
—Te lo dije, me gusta Eric. Digo Eric y me acuerdo de ti.
Su respiración cambia, se mueve a un ritmo más rápido, o tal vez
soy yo. No tengo idea. Pero sus dedos se arrastran por mi brazo y mueven
mi pelo, luego tira la manta sobre mi hombro.
—Es por eso que me gusta Emmy. Eres tú.
El protector de pantalla en mi computadora se pone completamente
negro, y también lo hace la habitación. Es perfecto para dormir ahora, y
doy gracias a los dioses de la tecnología por el momento, porque mi
sonrisa rivaliza con el emoticón de carita feliz con la D mayúscula, y me
alegro que Eric no pueda verlo porque totalmente me avergonzaría.
Su respiración se regulariza antes que la mía, y antes de que se
duerma completamente, abro mi boca.
—¿Oye, Eric?
—¿Hmm?
Aprieto su cintura y vuelvo a sorprenderme por lo pequeña que es.
—También te extrañé.
Todavía se encuentra oscuro cuando me despierto poco a poco del
sueño extraño que estoy teniendo. Me toma unos cuantos parpadeos para
ajustarme, y un par de respiraciones lentas para relajarme. La ventana
está abierta, y el sonido del océano se filtra. Miro hacia el ruido que causó
la pesadilla antes de estirar mi cuerpo, ir de puntillas a la ventana y
cerrarla. Ah... mucho mejor. No más sueños de tiburones y calamares lo
suficientemente grandes como para comerme entera.
En los diez segundos que me tomó para silenciar el ruido, Eric se ha
desplomado sobre la cama y expandido, dejándome unos doce centímetros
de espacio. Estoy tentada a saltar sobre su espalda y dormir sobre él de
esa manera, pero después de ver su boca ligeramente partirse a medida
que avanza de una especie de dormirse con estar completamente fuera,
decido no hacerlo. Estoy acostumbrada a funcionar con el mínimo sueño
de todos modos.
Enciendo mi computadora y pongo la contraseña, luego agarro una
manta del suelo para envolverla alrededor de mis hombros. Mi TweetDeck
es siempre lo primero, luego mi correo electrónico, después mi otro correo
electrónico, entonces Skype aparece. Oh, debo llamar a Eve hoy y ver cómo
le va. Rápidamente le envió un mensaje instantáneo para programar una
cita por Skype, entonces me desplazo por mis notificaciones para ver lo
que me perdí en las últimas seis horas que he estado desconectada.
Kristin, Alex, Amy, Lindsey y Karrie todas me dejaron mensajes
sobre una fiesta este fin de semana en la costa. Inicia justo después de mi
turno en SnoGo, así que escribo un colectivo: ¡Por supuesto!, y busco a
Rachel en la barra de búsqueda y le mando una solicitud de amistad para
poder invitarla también. Después entro a mi correo electrónico y empiezo a
enviar a spam el correo basura y a eliminar todos los mensajes de Twitter
y Facebook.
A mitad de camino, veo otro correo electrónico de Scott. —Maldita
sea —susurro para mí misma mientras lo abro. Sigo olvidando responderle
a este tipo. Otro tipo ha sido demasiado distractor para recordarlo.

Mia:
Soy persistente. Recuerda… eso es lo que te gusta de mí. ;) Esta no será la
último vez que oyes de mí, y voy a seguir molestándote bastante hasta que
respondas, incluso si es sólo un “Vete a la mierda”.
Por lo tanto, antes de que me digas que te deje sola, tengo que decirte que aún
te amo. Sé que no quieres oír excusas sobre por qué hice lo que hice, así que no te
las daré. Pero siempre te voy a decir que te amo porque es la verdad. Y como sabes,
no te guardo secretos. Decirte la verdad no fue lo que me metió en este maldito lío,
fue lo que hice, pero él no mentirte sobre ello tiene que contar para algo, ¿no?
Tal vez debería eliminar ese último párrafo. Pero no lo haré, porque fue
honesto y tiene las palabras “te amo” en él. No puedo borrar eso.
Confía en mí, lo he intentado…
Preparándome para el correo electrónico de “Vete a la mierda” que
probablemente enviarás.
—Scott

Le doy clic al botón de respuesta de inmediato. No voy a dejar esto


de lado por más tiempo. Eric se voltea hacia su otro lado, murmurando
algo que suena como “Maldita sea, eres caliente” a la pared, y tengo que
reprimir las ganas de hablar de nuevo con él, porque ya me distrajo lo
suficiente.

Scott:
Lo siento, pero tienes el correo electrónico incorrecto.

No lo firmo porque eso probablemente lo confundiría, y no quiero


explicar cómo hay un millón de Emilia Johnson en el mundo. El correo
electrónico parece un poco aburrido, y me gustaría poder escribir un
montón de buena suerte y cosas así, pero tal vez la simplicidad es lo
mejor.
—Uhnnnn. —Eric gime en la cama, retorciéndose en las sábanas. Su
camisa se está subiendo por la cintura, y me gustaría que estuviera más
brillante aquí para poder ver todo lo que se está mostrando—. Olvídate de
todas esas cosas. Esto se siente increíble.
Me sacudo con una risa silenciosa mientras lo escucho. Cuando
Paul empezó a dormir más con Eve, tuve un duro despertar del sueño por
gente que habla dormida. Solía volverme loca, pero Eve dice que las
personas que hablan dormidas dicen cosas que normalmente no dirían
cuando están despiertos. Es como una manera de dejar salir sus
sentimientos o lo que sea para no estar estresados al día siguiente. Y a
pesar de que creo que Eve sólo quería sonar inteligente, tengo curiosidad
por escuchar lo que la mente inconsciente de Eric quiere decir que su
mente consciente no lo deja. Apuesto que bajo todas sus bromas tiene un
alma profunda e intensa.
—Uggh, tengo que lavar la arena de mi trasero —murmura de nuevo
a la pared, y mantengo mis labios apretados para que una risa gigante no
se dispare de mi boca. Pero eso solo me hace resoplar.
—¿Eric? —susurro, pero no se mueve. Su cuello parece que se
torció, y me pregunto cómo puede dormir así. Pero murmura otra
incoherencia, y coloco mis auriculares para poder concentrarme en los
mensajes del correo.
Levanto mis cejas cuando veo que Scott me respondió.

Mia, sé que te lastimé. No trates de hacerme a un lado. ¿Por favor?


—Scott

Huh, pensé que se iría por su camino feliz, pero está bien... esto
puede tomar más convencimiento de lo que pensaba.

Scott:

Sabes, tal vez no debería responder en absoluto. La razón por la que


lo hice en primer lugar fue para que pudiera encontrar a la Mia correcta y
hacer que se enamore de nuevo de él. ¿Qué triste sería si es una
posibilidad, y eso no sucede, porque no quería lidiar con ello? Uggh, esto
sería mucho más fácil si tuviera un gramo real de experiencia romántica
propia. He tenido dos novios, y algunas sesiones de besuqueo, quién no las
ha tenido, ¿pero romance? Todas mis relaciones eran disfuncionales al
millonésimo grado, en retrospectiva, de todos modos.

Realmente no soy la Mia correcta.

Bueno… a seguir adelante. Piensa en algo que suene como si no lo


estoy dejando, y no soltar toda mi historia de vida tampoco, porque santa
mierda, ¿y si es un pervertido? No puedo decir mucho de mi apariencia,
porque, ¿y si su Mia también tiene el pelo castaño? ¿Y los ojos marrones,
una buena copa C y un ombligo sobresalido? Soy de aspecto muy general.
Nada importante que me haga destacar. Excepto por la cicatriz en mi
nalga.
Presiono borrar y empiezo de nuevo.

Scott, me gustaría ser esa chica de la que estás enamorado, pero te prometo
que no lo soy. Parece que tenían una relación muy real, y quiero que la encuentres
para que puedas hacer las cosas bien, pero no soy ella.
Buena suerte.
Emilia Johnson (la otra)

Espero que eso funcione. Presiono enviar antes de poder pensar


demasiado en ello. Mi auricular se sale de mi oído, y lo coloco de nuevo,
habiendo olvidado por completo iniciar la música cuando me los puse.
Presiono “aleatorio” en la lista de reproducción cuatro, mi mezcla de
canciones de amor.
Un pequeño 1 aparece en la parte superior de mi pestaña de correo
electrónico y hago clic a otro mensaje de Scott.

Sé que los dos somos personas diferentes ahora, pero aún te amo. Por favor,
dame la oportunidad de hacer las paces contigo. Voy a rogar y suplicar y
humillarme. Infiernos, te daré una serenata con One Direction si eso es lo que
quieres. El hecho de que siquiera respondas me tiene sonriendo como un tonto
aquí. ¿Pero podemos no pretender un minuto? Sin bromas. Quiero ser real contigo.

¡Tan. Jodidamente. Dulce! Eso es romance. Lástima que lo esté


desperdiciando con la persona equivocada, pero siempre lo puede copiar y
pegar cuando encuentre a la Emilia correcta.
Tengo que dejar de lado mi naturaleza maternal, y darle a este chico
una dosis contundente de realidad.
Apretando mi cola de caballo, aprieto mi mandíbula y me preparo
para ser dura.

En serio…
NO SOY EMILIA JOHNSON. Lo soy, pero no la que estás buscando. Tiene
que haber un millón de Mias Johnsons en el mundo. Te enamoraste de una, lo
arruinaste, y quieres recuperarla. La única razón por la que aún estoy respondiendo y
no eliminando tus mensajes es porque quiero que la encuentres. No estoy hablando
metafóricamente. Soy una chica completamente diferente. No voy a darte la historia
de mi vida, pero nunca he estado enamorada de un Scott. Ni siquiera he conocido a
un Scott. Nunca tuve un novio que golpeara a algún tipo en un concierto. Y si me
das una serenata con One Direction, voy cerrarte la boca con cinta.
Revisa la dirección de correo electrónico. Podría ser un punto y no un guion
bajo, tal vez. O tal vez ella escribe Johnson con una “e”. Y espero que la encuentres
y la hagas volver corriendo hacia ti con este tipo de mensajes de amor. Confía en mí,
eres bueno en ellos.

Es extraño. Sé que está en línea todavía porque está respondiendo


de manera rápida, y una vez que pulso enviar, espero y vuelvo a cargar la
página. Puede que siquiera responda, pero en cierto modo quiero que lo
haga. Mi estómago se retuerce un poco al pensar al respecto.
Después de once actualizaciones, un nuevo correo electrónico se
encuentra en la parte superior de mi bandeja de entrada.

¿Hablas en serio? Debido a que, mierda, mierda, mierda. Creo que me


avergoncé infinitamente.

Sé que soy una chica mediática. En Facebook y Twitter chateo con


personas con las que no he hablado durante años. Reviso mi correo
electrónico una vez o dos veces por hora, incluso sólo para leer que tengo
una herencia millonaria en algún lugar en un país del que nunca he oído
hablar de un hombre llamado Muhammad.
Así que charlar durante dos horas en medio de la noche con un
chico que utilizó el correo electrónico equivocado no debe sentirse
extraño…
Pero lo hace.
Tal vez mi adicción a las redes sociales ha alcanzado un nuevo
nivel. Tal vez sea porque me está haciendo sonreír y reír con todas las
historias que me está diciendo. Las palabras siguen llegando, y no dejo de
presionar actualizar como si no pudiera esperar a ver lo que va a
responder.
Al menos ya no piensa que soy su ex. Y este vaivén probablemente
sólo ocurrirá una vez, como dos personas que comparten el ferry a Key
West. Hablan de sus vidas, ríen un poco, y luego siguen su camino cuando
el ferry se detuviera.
Sólo estoy esperando que el ferry se detenga.
Otro correo electrónico aparece.
Una vez Mia fue al baño en Six Flags y yo sostenía su bolso, y un muchacho
se acercó y me pellizcó el culo. Me llamó Dean y dijo que había estado entrenando,
pero cuando me di la vuelta, su rostro tenía una expresión de “Oh, mierda”. Fue
hilarante.

Eso es hilarante. Estoy riendo mientras escribo en respuesta.

¿Al menos, le diste las gracias por el cumplido?

Infiernos sí. Mia salió y me incomodaron adicionalmente hablando de los


músculos de mis glúteos.

Empiezo a reír de nuevo, y un ligero golpe en la pared me aparta de


la tierra de Internet. —¿De qué te ríes?
Volteando la pantalla, niego con la cabeza hacia Eric estirándose en
la cama. —Nada. Cosas estúpidas.
Su ceja se eleva. —Tu cara es de color rojo.
Mis manos se disparan a mis mejillas. —No lo es.
—Sí lo es. ¿Emmy está mirando porno?
Arrugo la nariz. —Si estuviera mirando porno, te invitaría a verlo
conmigo.
Se ríe y se sienta. Un silbido se desliza a través de sus dientes
mientras sus dedos van derecho a su cuello y lo frota. —Maldita sea, creo
que me torcí el cuello.
—Bueno —le digo, cerrando rápidamente mi navegador y el
portátil—. Te debo un masaje, ¿verdad?
Incluso en la luz azulada oscura de la habitación, puedo ver su cara
volverse color rojo. —No… está bien. Era sólo una apuesta estúpida.
—Oh, vamos, fui a la escuela para esto. —Me arrastro a su alrededor
en la cama, y empujo su trasero en el suelo delante de mí—. Quítate la
camiseta.
Mientras refunfuña algo sobre la forma en que “realmente no lo
necesita”, me inclino hacia mi bolso y saco una botella de loción. Huele
como galletas de vainilla y me hace gemir cada vez que abro la tapa. El
sonido retumba de mis labios cuando Eric ajusta cuidadosamente su
camiseta, todavía sin sacársela, pero descubre su espalda. Ruedo los ojos
y empujo el material, pero él lo mantiene bloqueado con sus brazos.
—Em, no necesito sacarla toda.
—Te he visto sin camiseta, Eric. —Bueno, he visto las imágenes de la
sala de estar.
—No realmente —murmura, y lo ignoro, vertiendo una gota de la
loción en mi mano izquierda, a continuación, me froto las manos, así se
calienta.
—Relájate —le digo, pero sus músculos se contraen, lo que es
totalmente lo contrario a relajarse. Esto no debería ser extraño. Nos
conocemos desde hace demasiado tiempo para que sea raro. Y voy a
probarlo directamente aquí y ahora.
Cuando mis dedos llegan al cuello de Eric, salta un poco, pero
pronto deja escapar un largo gemido y su cabeza cae hacia adelante tanto
que tengo que darle un tirón hacia atrás para llegar a su cuello.
—Te dije que era buena —le digo mientras presiono un pulgar a lo
largo de su hombro y hasta la parte posterior de la oreja.
Él se ríe, pero es entrecortada y relajada. Sonrío, sabiendo que estoy
haciendo que se sienta bien.
—Me gusta estar de vuelta en Florida. —Eric medio gime unos pocos
minutos entre el masaje en el cuello y el hombro.
—¿Es el aire húmedo? ¿O las tortugas mordedoras?
—Oh, definitivamente son las bacinicas que debo vaciar todos los
días. —Sacude la cabeza con una ligera risa, moviéndola más a la derecha
para que mis dedos puedan frotar un punto que quiere aliviar—.
Nah. Sabes que es porque estás aquí.
—Aww. —Paso mis manos por la parte delantera de su cuello, sobre
su camisa fruncida y le doy un abrazo—. Eso fue lindo, amigo.
Se ríe de nuevo, estirando la mano para apretar mi brazo. —Estoy
perdiendo el poder cerebral, por lo que digo cosas sin control.
—No tener poder cerebral es algo bueno, ¿no?
Agarra mis manos y las mueve de nuevo a sus omóplatos. —Muy
bueno. Por favor, sigue apagándome.
—Eres un idiota.
—Orgulloso de ello. —Su voz se reduce, y muy pronto sólo gruñe y
gime cada vez que trato de hacer conversación. Me río cada vez que un
fuerte ruido retumba desde su garganta y de su boca apenas abierta.
Su piel se siente tirante, y me alegro de que no esté huyendo de
mí. Los músculos de su cuello se aflojan y se contraen bajo mis manos, y
no puedo dejar de mirar los músculos de su espalda. Me gustaría tener las
agallas para bajar mis dedos y tocar todo. Pero eso probablemente cruzaría
la línea invisible de la amistad.
—Em... —se queja, y algo hace estallar una burbuja en mi
vientre. Mi corazón golpetea contra mi pecho en un raro ritmo—. Ah…
Em… ¿qué demonios estás haciéndome?
¿Qué demonios está haciéndome a mí? Tiene que dejar de gemir,
gruñir, hablar con voz ronca en este momento porque… maldición. No
puedo dejar de cerrar los ojos y empezar a pensar en que dice esas cosas
mientras estamos haciendo algo muy diferente a esto. Mis manos se
mueven un centímetro más bajo en su espalda. Es más apretado aquí, tan
tenso que muevo las palmas de mis manos a lo largo de su columna
vertebral. Hace más ruido, y bajo más, y más, y más...
—Uh... ¿Em?
Mis ojos se abren de golpe, y me retuerzo en la cama, metiendo mis
manos debajo de mi trasero. Soy inocente, lo juro. Eso fue sólo un masaje.
Eric rueda su cuello antes de enfrentarse a mí, con los ojos muy
abiertos y una sonrisa forzada en su rostro. —Gracias. Yo... eh... Creo que
eliminaste la torcedura.
No estoy respirando, así que todo lo que puedo decir es un muy
pequeño. —Bien.
Asiente una vez, y luego con la velocidad de un 727, se levanta y sale
por la puerta, murmurando algo acerca de vestirse, y que va a regresar.
Santa maldita mierda. Muevo mis manos antes de golpearlas sobre
mis ojos. El hecho de que me dejara tocarlo no me da permiso de tratar de
masajear su trasero. ¿Qué me ha pasado? Él gemía… quiero decir,
también gimo cuando me masajean.
Maldita sea, somos amigos.
Seguía gritándome eso en la secundaria cuando él salía con Ali. Sé
que se ha terminado, pero no puedo saltar sobre él en el segundo que
viene a la ciudad. Quién sabe si incluso quiere eso, si me quiere. Tuvo un
montón de oportunidades cuando vivió aquí antes, y nunca las tomó.
Uf, me estoy volviendo loca y no sé por qué. Es normal sentirse
atraído por alguien. Me he sentido atraída por él durante cinco años. Tomo
una respiración profunda y trato de relajarme.
Tal vez me quede con los chicos de los libros hasta poder aclarar
todo eso.
Traducido por *~ Vero ~* & Beatrix
Corregido por AmpaЯo

Eric Matua comentó el estado de Emilia Johnson


Hace 2 horas

¿Qué es un novio literario? O.o


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—Vamos —digo al teléfono. No estoy seguro de si se supone que


debo estar en ello, pero después de veinte minutos de espera, mi ritmo
cardíaco ha subido tan alto que puedo sentirlo detrás de mis ojos. Mis
rodillas no paran de rebotar, así que me levanto del sofá y me paseo por la
habitación. El doctor Shuman consiguió una nueva estantería desde la
última vez aquí. Está lleno de grandes y gordos libros aburridos-como-el-
infierno. Me pregunto si es para hacer que se vea más de fiar, porque
siempre me había parecido ser el tipo de persona que lee zombis y cosas de
terror.
—¿Hola? —Mi hermano, Tolani, finalmente contesta. Trato de
respirar en alivio, pero se queda atascado en algún lugar de mi pecho.
—Oye, hombre —tartamudeo y cierro mis ojos. —¿T-Te desperté?
—Estoy levantado —responde rápidamente. El sudor gotea de mi
ceja y lo limpio—. ¿Estás teniendo otro?
—Creo que sí. —Lo sé, en realidad. Y estoy paseando de un lado al
otro en la oficina de mi terapeuta conmocionado por el hecho de que estoy
entrando en pánico y va a verlo y me enviará directamente al manicomio.
—Muy bien, hermano. Toma una respiración profunda.
Mis pulmones se paralizan y doy una mirada hacia la puerta,
esperando que el doctor Shuman no entre en estos momentos.
—Yo-yo no puedo...
—¿Cuál es tu ancla? —dice, y puedo oír su respiración detenerse.
Maldita sea. Mi pánico está desencadenando el suyo. Cubro el receptor
para que no se oiga.
Mi ancla… mierda. ¿Por qué no puedo pensar?
La voz de Tolani sale un poco forzada. —El océano, Eric. Recuérdalo.
Vamos.
Es cierto. Siempre es el océano. La sensación de ingravidez bajo el
agua. No hay presión en los pulmones o los hombros.
Tomo una respiración profunda y la sostengo. Mi mano se desliza del
receptor mientras exhalo, y oigo a Tolani exhalar conmigo.
—¿Bien? —pregunta.
—Sí —digo, mi visión regresa y mi frecuencia cardíaca se calma—.
¿Tú?
—Sí.
—Lo siento. No pretendía que también entraras en pánico.
Algo se cierra en su parte lateral del teléfono. Una puerta o un
armario o algo así.
—Está bien. —Oigo un frasco de pastillas, y mi estómago se
retuerce. Mierda. Es probable que esté tomando algo ahora—. ¿Qué está
pasando? —pregunta—. ¿Tengo que visitar tu culo nervioso?
Dejo escapar una risa entrecortada. —No. Creo que estoy bien. Es
que… ¿todavía hablas con el doctor Shuman?
—No lo he hecho por un tiempo. ¿Por qué?
—Porque estoy sentado en su oficina.
—¿Sí? —dice antes de beber algo—. ¿Tus ataques se están poniendo
peor?
—No —digo—. Sólo... No había tenido uno en un tiempo, y luego esta
mañana... algo desencadenó uno.
—Algo...
Paso una mano por mi rostro. —Una chica.
—Maldita sea. —Se ríe y si estuviera aquí lo golpearía hasta la
muerte—. Tienes que trabajar en eso.
—No me digas.
—Bueno —dice, bajando la voz un poco—. Habla sobre el tema con
el doc. Consigue algunos medicamentos. Recuerda el maldito océano
cuando sientas que uno se acerca y llámame si me necesitas.
—Sí, mamá. —Me estremezco como si estuviera aquí, porque sé que
me golpearía por eso.
—Bien. Déjame saber cómo va.
—Gracias, hombre.
Cuelgo el teléfono y lo pongo en mi bolsillo. La oficina no parece tan
desalentadora como lo hizo cuando entré por primera vez aquí. Me rasco
mi brazo y tiro un hilo suelto en la manga de mi uniforme. La papelera
está llena de papel y pañuelos, tiro el hilo negro en la parte superior de
todos los blancos. Ni siquiera sé qué diablos estoy haciendo aquí. Me
siento bien ahora. Tal vez debería haber llamado simplemente a Tolani
después de anoche… o esta mañana, lo que sea.
Paso una mano por mi cara, me centro en el océano, así no empiezo
a pensar en las manos de Em y la forma en que se movían. Lo increíble se
sintieron y cómo… Mierda. Respira, maldita sea. Estoy aquí. Estoy
tratando de arreglarlo. Nadie me toca en este momento... estamos bien.
Pero no está bien. Era Emmy. Debería estar bien. Yo lo quería.
¿Por qué demonios oí a Ali en mi cabeza a segundos de que sus
manos vagaran hacia abajo?
—Eric, relájate. Soy la única persona que alguna vez quiso tocarte así.
Debería gustarte y estar agradecido por ello.
La puerta hace clic y me saca de mi maldita cabeza. Las cejas del
doctor Shuman suben cuando me mira y su boca se abre.
—¿Eric Matua?
—Hola, doc.
Entra, luego cierra la puerta tras de él, todavía sorprendido frente a
mí. Fuerzo los puños en los bolsillos, así no me inquieto.
—Bueno, te ves muy bien —dice, llegando a darme la mano. Doblo
mis dedos antes de extender la mano para estrechársela. Todavía está
sacudiendo la cabeza hacia mí—. Casi no te reconozco.
—Eh, gracias.
Sonríe y deja caer la mano. —¿Aún tienes un momento difícil
aceptando cumplidos?
—Estoy trabajando en ello.
Se ríe, girándose hacia su escritorio. Su cabello se está cayendo en
la nuca, y maldita sea que eso apesta. Sólo tiene como treinta y cinco. Si
empiezo a perder mi cabello tan temprano voy a raparme.
—Así que, ha pasado un tiempo —dice cuando se sienta en su silla.
—Sí, uh... estuve viviendo en Samoa con mi tío por un tiempo.
—Bienvenido de regreso a los Estados Unidos.
—Gracias.
Abre su chaqueta y saca un bolígrafo. Ni siquiera lo vi agarrar su
portapapeles, pero ahí está en su posición habitual en su regazo.
—¿Quieres sentarte? —Hace un gesto hacia el sofá. Al instante mis
extremidades se contraen y mis músculos se arrastran. Niego con la
cabeza y me paseo de nuevo. El doctor Shuman se aclara la garganta—.
Muy bien, Eric. Sabes que no voy a jugar al juego de las adivinanzas
contigo. Por lo tanto, voy a esperar hasta que estés listo para hablar.
Trato de reír, pero sale distorsionado. Este siempre fue su método,
sentarse ahí en silencio hasta que me rompo. Y puesto que sólo tengo una
hora, y han sido unos buenos tres años desde la última vez que lo vi,
empiezo a escupir las cosas mientras retuerzo las manos, pasándolas
sobre mi cabeza y camino, camino, camino.
—Pensé que había terminado con esta mierda. Pero esta mañana no
podía respirar, no podía pensar, de verdad. Se sentía bien y las cosas
estaban bien, entonces esa maldita voz apareció en mi cabeza y me escapé.
Fue un ataque de pánico instantáneo y estoy bastante seguro de que ella
se dio un susto de muerte o algo. Eso nunca ocurrió con Em. Siempre fue
la persona que mantuvo las cosas en calma. Bueno, no en calma, pero era
lo suficientemente real para mantener mi cabeza clara. No sé, pero no
quiero que esta cosa con Ali vuelva a joderme cada vez que estoy con una
mujer. Me siento perdido o algo, y si no puedo mantenerla lejos cuando
estoy con mi mejor amiga, cómo diablos se supone que voy a mantenerla
alejada, ¿sabes?
El doctor Shuman frunce sus labios, luego se rasca la barba de
chivo con el dorso de su pluma. —Lo siento, Eric. Me gustaría poder decir
que sé lo que quieres decir, pero han sido un par de años. Puedo necesitar
un resumen rápido de quién es “ella”.
Esto ha sido una mala idea. No quiero hablar más, pero debe tener
un sensor que le dice cuando un paciente está a punto de alejarse, porque
se inclina, sosteniendo su palma hacia arriba para detenerme.
—Eric, me acuerdo de Ali. No tienes que entrar en eso si no quieres.
Asiento y presiono la palma de mi mano sobre mi frente. Tener que
volver a contar toda la experiencia con mi ex no es para lo que vine aquí.
Quiero que me ayude a olvidar.
—Estoy hablando de Em... no es que Em esté en mi cabeza... Ali está
en mi cabeza. Yo solo, uh, creo que quiero... ah, diablos, no lo sé, pero no
va a suceder si no puedo... estos ataques de pánico, ¿qué puedo hacer al
respecto? ¿Debo contarle a Em? ¿O tal vez ni siquiera tocar el tema? Todo
el asunto ni siquiera podría suceder de nuevo por la forma en que
reaccioné…
—Eric —dice, colocando el portapapeles en la mesa junto a él—.
Siéntate antes de que destruyas los muebles.
Mi ceño se frunce mientras sigo su línea de visión a mis puños que
se cerraron alrededor de la parte trasera del sofá, los dedos clavándose en
la piel. Tomo una respiración profunda y dejo ir el cojín. Por mucho que mi
cuerpo inquieto lo odia, me obligo a acostarme y mirar al techo.
—Toma una respiración profunda —dice, y lo hago a pesar de que se
siente como un fuego abrasador en mis pulmones—. Ahora, un
pensamiento a la vez.
—Emmy... —Ese es el único pensamiento en mi cabeza ahora.
—¿Es la misma Emilia de tu infancia?
Asiento, cerrando los ojos. —Está viviendo conmigo durante el
verano. Solo le estoy dando un lugar para alojarse mientras está fuera de
la escuela. Y parecía fácil al principio, cayendo en nuestra antigua
amistad. Todavía estoy tratando con cómo me atrae, pero eso es algo que
siempre tuve que manejar. Eso no es lo que causó el ataque de pánico esta
mañana.
—¿Cuándo fue tu último episodio?
Odio cuando lo llama así. Como si mi vida fuera una maldita
telenovela. —Um, tal vez hace unos meses. Pero no fue tan malo.
—¿Qué pasó entonces?
Me muevo un poco, tratando de hacer retroceder la sensación que
tuve cuando la chica de la fiesta de la isla movió mi mano a sus pechos.
Debería haberla tocado en todas partes, pero no pude apagar la voz en mi
cabeza que me dijo que lo que iba a hacer con ella, lo haría mal. Entonces
mi ritmo cardiaco se aceleró y mi visión se tornó borrosa. ¿Por qué las
mujeres son uno de mis malditos desencadenantes?
—En realidad no fue nada —miento—. Con una chica, se puso
pesada y la paré.
—¿Es eso lo que pasó esta mañana?
—No. —Y eso es lo que me asusta. Es por eso que estoy aquí. Em
nunca fue la causa de mis ataques de pánico. El hecho de que ella me hizo
sentir mucho y luego se volcó tan de repente, me confunde—. Em me daba
un masaje. Es una profesional... no había nada sexual en ello de su parte,
creo. Pero cuando me di cuenta de lo que me hacía sentir, yo…
Un gruñido frustrado quiere arrancarse de mi garganta, pero lo
empujo de regreso. Hago la cosa de respirar-dentro-respirar-fuera, a pesar
de que no siempre funciona.
—Hmm... —murmura para sí mismo. Oigo el rasgueo de una pluma
y mantengo mis ojos cerrados, contando las respiraciones que estoy
tomando—. ¿Es esto algo que quieres hacer retroceder?
—¿Eh?
La silla chirría un poco mientras se desplaza. —Este episodio con
Emilia... ¿es como de tus otros ataques de pánico cuando quieres
empujarlas a que se alejen?
Mi frente se arruga cuando me paso la mano por encima de mi pelo
corto. No hay manera en el infierno de que olvide cómo sus manos
trabajaban mis músculos, lo suave que su piel se sentía sobre la mía. No
hay manera de que quisiera olvidarlo.
Una pequeña risa cae de mis labios. —Diablos, no.
Se ríe. —Bueno, entonces, creo que el ataque de pánico que tuviste
esta mañana tenía más que ver con lo que sería posible con Emilia más
que por Emilia en sí misma.
—¿Qué quieres decir? —Abro los ojos e inclino la cabeza hacia atrás
para mirarlo. Tiene esa mirada apretada como si estuviera luchando con lo
que está pasando en su cerebro antes de decirlo.
—¿Cuántas relaciones has tenido desde Ali?
Fácil. —Cero.
—Creo que sientes que podría haber una relación potencial con Em,
¿verdad?
En realidad, no. —No lo sé.
—Bueno, si ese es el caso, tu mente está poniendo barreras para
evitarlo. No significa que no se pueden romper las barreras. De hecho, te
alentaría a probar, pero tendrás que hacerlo con cuidado.
—¿Quieres decir que no bucee en algo para lo que no estoy listo?
—Para lo que tu mente no esté lista. —Me lanza una sonrisa—. Estoy
seguro de que tu cuerpo ha estado preparado por un tiempo.
—Uf... gracias por hacerme sentir incómodo, doc.
—Mi trabajo es obligarte a salir de lo que es cómodo.
Mi brazo se balancea sobre mis ojos. —Sí, sí.
—¿Quieres que te prescriba algo? Puedo darte algunos Xanax. Eso
es lo que tomaste antes, ¿no?
Asiento.
—¿Funcionó para ti?
—Sí, pero... —Me levanto hasta una posición sentada, acomodando
mi ropa—. ¿Cree que lo necesito?
—No creo que necesites medicación, pero sí te ayuda tenerla por las
dudas, en caso de que esto vuelva a suceder.
—Um, sí, está bien.
Su pluma escribe por unos segundos, luego rasga el papel desde el
portapapeles y me lo da. Lo doblo y lo meto en el bolsillo de mi camisa.
—Mientras tanto, creo que deberías seguir hablando. La psicoterapia
es la mejor medicina.
Resoplo. —Tienes que decir eso.
Hace un gesto para que me acueste y lo hago, la tensión se alivia.
—Tu hora comienza ahora —dice, y sonrío porque siempre hizo eso
por mí. Supongo que soy un paciente necesitado.

Huelo a desinfectante incluso antes de abrir la puerta del


apartamento. Rápidamente me limpio el sudor de la cara con la toalla de
gimnasio antes de entrar. Em se encuentra en la cocina, estirada de
puntillas para tratar de dejar una pila de vasos en el estante superior. Su
iPod está en su bolsillo trasero, los auriculares blancos serpenteando
hasta la parte superior de su camiseta de tirantes naranja. Está
cantando Florida Georgia Line a todo pulmón, pero su voz sale
entrecortada cuando trata de colocar esos vasos en su lugar.
Dejo caer mi bolsa y cierro la puerta, oliendo mi camiseta para
asegurarme de que mi desodorante sigue siendo eficaz. Estoy bien, aunque
un poco sudado por mi entrenamiento. Moviendo su portátil del camino,
así no lo envío al suelo, me acerco a ella y agarro los vasos de su mano.
—¡Dios! —jadea, agarrándose el pecho. Una vez que se recupera del
pequeño susto que le di, saca un auricular y me golpea—. Jesús, Eric,
adviérteme o algo la próxima vez.
—¿Por qué? Esto es mucho más divertido.
Me golpea de nuevo, entonces saca su iPod y lo apaga. Sigue
tarareando Round Here cuando sus ojos se ensanchan, como si acabara de
recordar algo, y se apresura a su portátil y cierra algunos navegadores.
—¿Mirando porno de nuevo? —bromeo, pero realmente no puedo
evitar preguntarme qué está escondiéndome. O tal vez sólo estoy siendo
paranoico.
—Comprobando la hora. Tengo una cita por Skype esta noche.
La forma en que su sonrisa se ensancha hace que el calor se
arrastre a través de mi cuello. —¿Oh, sí? ¿Con quién? —Por favor, di con tu
compañera de cuarto.
—Mi papá.
Eso también sirve. —¿Está en la tierra del Internet?
—Por ahora. —Suspira, su mano cayendo al paño que debe haber
empapado del limpiador de cocina que olí subiendo las escaleras. Sus
dientes atrapan su labio mientras limpia mecánicamente el mostrador de
su portátil—. Estará en el Pacífico por otro mes a partir de mañana.
Sé que hay algo que debo decir para consolarla, pero no puedo
pensar en una maldita cosa, y tengo miedo de tocarla. Antes de que pueda
trabajar en reunir valor para eso, la ventana de la cámara aparece en su
pantalla y su nariz se arruga mientras se mira a sí misma. —Um, ¿puedes
vigilar esto por mí por un minuto? Por si llama.
—Claro.
Se menea a mí alrededor, tirando de su camiseta y mis ojos
sobresalen cuando comienza a quitársela incluso antes de que llegue a su
habitación. Echo un vistazo a las suaves líneas de su espalda, el borde
inferior de su sujetador de color azul claro y tengo que agarrar el
mostrador. Supongo que se tomó en serio cuando le dije que se sintiera
como en casa.
Ahora bien, si tan sólo pudiera hacer eso.
Su ordenador hace un raro y extraño sonido de Skype, y veo una
foto del papá de Em apareciendo de repente en la esquina.
—¿Emmy? —digo en voz alta, pero no responde. Odio Skype porque
odio verme en la cámara. Pero es el papá de Em y me mataría si perdiera
esto.
Muevo el cursor por encima y hago clic en el botón de respuesta. La
barbuda cara del señor Johnson aparece y su sonrisa se desvanece
cuando me ve.
—Ah, hola, señor.
—Hola. —Las arrugas de su frente se mueven como si estuviera
tratando de ver detrás de mí—. Mia está ahí, ¿verdad? He hecho clic en el
botón derecho, ¿no?
—Sí. Está en su habitación. Voy a ir a por ella.
—Espera un segundo —dice, mientras me giro del ordenador—.
¿Quién eres y por qué estás en la casa de mi hija?
Me río, moviéndome delante de la cámara de nuevo. —Señor
Johnson, soy Eric.
Lentamente se suavizan las arrugas de su frente. ¿Realmente he
cambiado tanto? Se siente como que todavía estoy atascado en el mismo
cuerpo que tenía hace tres años.
—Mierda —dice, quitándose el sombrero y pasando una mano por su
pelo canoso.
—Sí, yo… he perdido algo de peso.
—Bueno, sé a dónde fue. —Acaricia su estómago y ríe por lo bajo.
Sonrío porque a pesar de que aumentó de peso desde la última vez que lo
vi, todavía está en mejor forma que yo.
—Voy a ir a por Em.
—Me alegro de verte, hijo.
Lo saludo, después camino alrededor de la cocina y el pasillo. Justo
cuando estoy a punto de tocar a su puerta, ella la abre y choca con mi
pecho.
Me avergüenzo porque estoy seguro de que chocar con una camiseta
empapada de sudor no es divertido. Se echa hacia atrás y se frota el
puente de la nariz. Sus ojos conectan con los míos, y no puedo dejar de
darle una enorme sonrisa tonta.
—Te has cambiado para una conversación de Skype. —Mi sonrisa se
ensancha al contemplar su brillante camiseta azul—. Tengo que decirlo,
estás muy, muy linda, Emmy.
Parpadea, y por un segundo parece que sus mejillas se tornan rojas,
pero entonces aterriza un codo duro en mi barriga. Me doblo, apoyando mi
mano en la pared detrás de su cabeza.
Inhalo y jadeo. —Te llamo linda, y me das una paliza.
—Te burlabas de mí.
Me inclino un poco para apoyarme en la pared, pero me acerco
mucho a su cara y me detengo. Me parece una posición íntima por menos
de un segundo, pero no puedo quedarme aquí. Así que dejo caer mi brazo
y doy un paso atrás, frotándome el estómago.
—Tu padre está en línea. —Hago un gesto hacia la computadora—.
Voy a darme una ducha.
—Probablemente sea una buena idea. —Tira de mi camiseta, pero no
parece asqueada por ella. Se aprieta la cola de caballo y luego se extiende
sobre el mostrador para tomar su portátil. Esos vaqueros cortos me van a
deshacer. Mi mente ya está tratando de llegar a escenarios en los que me
permite tocar sus piernas, o incluso “accidentalmente” agarrar un poco de
culo. Pero algo truena en mi pecho, haciendo que mi aliento salga como la
de un ruidoso anciano. Me obligo a ir al baño antes de que termine viendo
cada movimiento que haga por el resto de la noche y sienta pánico.
Parece que voy a hacer una parada en la farmacia mañana.

Fue durante el cuarto tiempo que el entrenador me puso dentro. Ali


hizo una rutina junto a las demás porristas en la cual deletreaban mi
nombre, sólo que lo deletrearon mal. Me pareció que era divertido en el
momento, ya que mi apellido estaba escrito tan claro como podía estarlo
en la parte posterior de mi jersey, pero ahora que lo pienso, debí esperar
que no supiera mucho de mí. Probablemente fue la enésima pista
diciéndome que nuestra relación no era saludable.
Me caigo de nuevo en mi colchón, torciendo el viejo balón entre mis
manos, y me quedo mirando la puerta. La voz de Em flota a través de ella,
y lo mismo ocurre con la de su papá, pero no puedo entender lo que dicen.
Ha pasado tanto tiempo desde mi ducha que estoy seguro de que la toalla
que se me cayó en el suelo está seca. Consideré salir a la playa, pero no
quería interrumpir nada, así que me aislé en mi habitación, sólo para
encontrarme volviendo al pasado cada dos minutos.
Tenía la pelota de aquel juego en mis manos. No sé cómo acabé con
ella. Todo lo que hice fue sustituir al mariscal de campo en la última
jugada del partido. Ganamos, y recuerdo al equipo haciendo un
espectáculo intentando levantarme sobre sus hombros, pero sólo me
alzaron un par de centímetros del suelo antes de renunciar. Me reí, pero la
mirada que recibí de Ali cuando fui a besarla después de eso quitó todo mi
humor. Era otra pista que debí notar. Ella empujó mi rostro, encogiéndose
como si no tuviera ningún derecho a tocarla. Pero era mi novia. No lo
entendía.
Bueno, no lo entendía en ese entonces. Ahora lo hago.
Tocar no era algo que viniera por naturaleza para mí, así que besarla
delante de todo el mundo parecía como una gran cosa. Con el rechazo y
las señales mixtas… era difícil saber lo que era apropiado, lo que no lo era,
lo que quería, lo que ella quería, me sentía frustrado y no sabía lo que
hacía.
Arrojo el balón hasta el techo, luego lo atrapo, contando los
lanzamientos. Tres años deberían ser lo suficientemente largos para curar
algo como esto. Terapia, cambio de escenario, ejercicio; y todavía estoy
volviéndome loco por mierdas como si hubiera sido diagnosticado con
ansiedad ayer. ¿Existe una cura para la ansiedad? Tolani parece haber
mejorado, pero por otro lado, pensé que yo también.
Incorporándome, lanzo el balón a la esquina de la habitación,
golpeándolo sobre un par de cosas en la estantería. Saco mi teléfono y me
desplazo a través de mi Facebook dándole una ocupación a mi maldita
mente.
Siempre hay más publicaciones de Em que de cualquier otra
persona en mi lista de amigos. Su última actualización de estado dice: El
trabajo apesta, y sus amigos se toman la libertad de terminar la canción
de Blink 182 en su sección de comentarios.
Nunca he sido bueno comentando cosas. Normalmente sólo leo o le
doy me gusta o lo que sea. Y odio los mensajes cuando se dice que algo es
una mierda y quieres darle me gusta así saben que lo viste y que estás de
acuerdo o algo así, pero no puedes hacer eso porque parece que te está
gustando la cosa que apesta… así que te sientes como que tienes que
comentar la maldita cosa, pero no tienes ni idea de qué decir. O tal vez
pienso demasiado.
Y sé que está en la habitación de al lado, pero siempre quiero
comentar los estados de Em. Es un código de mejor amigo o alguna mierda
así.
Tecleo en la sección de comentarios.
Deberías haber dicho algo. Te habría comprado un helado.
Entonces golpeo enviar antes de que pueda repensarlo y volver a
escribir cien veces. Dejo caer mi teléfono en el colchón y zumba junto a mi
muslo casi de inmediato. Me imagino que es otro alguien comentando en la
publicación, pero es Em, y me manda un mensaje en su lugar.
Ya casi he terminado aquí. ¿Te importa si voy a molestarte?
No hay problema.
No escribe de nuevo, pero veo que ella vio mi mensaje. Me acomodo
en la cama para darle espacio, luego verifico para asegurarme de que no
enloqueceré otra vez. El balón está fuera de mis manos, lo que ayuda, pero
pensar en ello fue una estupidez, ya que trae esa noche a mi mente.
Ali me alejó, y me sentí como una mierda, incluso después de
ayudar al equipo a ganar. Pero era la sensación que acostumbraba a sentir
con ella, incluso cuando… intimábamos. Si así es como se llama lo que
hicimos. Se fue con el resto de las animadoras, y antes de que pudiera
preguntarle qué hice mal en ese tiempo, ya se había ido.
El cuerpo de Em siempre se sintió diferente al de Ali. Y cuando ella
me tiró al suelo después de ese partido, casi la besé. Quería que supiera lo
mucho que significaba para mí y cómo nunca me hizo sentir como si fuera
indigno de su amistad. Pero hacer el movimiento no era, no es, algo en lo
que soy bueno y ella se levantó antes de que pudiera tomar la
oportunidad.
En retrospectiva, tal vez sea una buena cosa. Odiaría arruinar otra
relación debido a mis malditos problemas.
Mi puerta cruje y soy devuelto a la realidad. Bueno. Mi cabeza es un
mal lugar para estar.
—Así que hoy ha apestado —dice Em desde la puerta. Tiene una
especie de sonrisa, pero sus ojos están manchados con rímel.
—¿Estás bien? —Me desplazo sobre la cama, acariciando el lugar
junto a mí.
—Creo que sí. —No se mueve y creo que tal vez estoy haciendo algo
mal otra vez, pero su sonrisa se mueve y lleva un cartón de helado a su
barbilla—. Sé que me prometiste crema anal pero, ¿esto funcionará?
—¿Qué?
Frunce los labios, frenando lo que estoy bastante seguro de que es
una risa mientras se desliza en la cama junto a mí. Saca su teléfono y
pincha los comentarios sobre su publicación. Allí mismo, en mi nombre
dice: Deberías haber dicho algo. Habría comprado crema anal.
—Mierda. —Agarro mi teléfono.
—¿Qué estás haciendo?
—Eliminando eso.
Arranca el celular de mi mano. —¡De ninguna manera! Ya has
conseguido diez “me gusta”.
—No me importa. —Alcanzo su mano, pero se mete el teléfono en su
escote. Gruño y tiro del extremo de su cola de caballo—. Embustera.
—Si lo deseas tanto, hazlo —me reta. Lo considero por un segundo,
pero todavía veo la humedad en sus pestañas y me olvido de mi teléfono.
Ella parpadea y unas gotas caen, pero las limpia con fuerza.
—¿Estás bien? —pregunto de nuevo, ya que nunca llegó a
contestarme antes.
—Sí. Largo día en el trabajo, entonces, ya sabes… papá se va por
otro mes en una de sus grandes pescas de verano, y es difícil no
preocuparme.
—Va a estar bien. Siempre lo está.
—Lo sé, pero aun así… tenerlo en ese aterrador océano con poca o
ninguna recepción de móvil o internet o cualquier cosa, siento que cada
vez que hablo por Skype o por teléfono con él, podría ser la última vez. —
Suelta un suspiro—. No importa. Sé que va a estar bien. Y voy a estar
bien. Sólo ha sido uno de esos días.
—Va a estar bien —repito, empujando su rodilla.
Contiene una sonrisa y asiente una vez.
—Sí, lo estará. —La parte superior de la caja de cartón de helado
hace un pop cuando se abre—. Ahora, estaré bien si comes este helado
conmigo, a pesar de que apenas has comido absolutamente nada desde
que me mudé. Y entonces me vas a leer otro poco de Dr. Seuss y no vamos
a hablar de océanos o peces grandes o padres ni nada de eso.
—Supongo que no vamos a leer Hop on Pop.
—No. —Sumerge una cuchara en el trozo de chocolate, luego lo mete
en mi boca. Puedo pagar por ello en el gimnasio, pero no me importa una
mierda ahora mismo. Mantengo la cuchara en la boca mientras me inclino
y hojeo la estantería repleta de libros del Dr. Seuss.
—Un pez, dos peces será —digo, dándole vueltas a la cuchara.
Ella golpea mi hombro, y tomo El Lorax en su lugar.
No es hasta que está medio dormida que se apoya en mi hombro y,
cuando casi estoy terminando la historia, sacude su mano y me doy
cuenta de que está apoyada en mi muslo. Dejo caer mi mano sobre la suya
y la aprieto, sin saber si está realmente dormida o no. Pero no importa,
porque ya no parece molesta, y no voy a entrar en pánico.
Tal vez no necesito esas pastillas después de todo.
Traducido por Pachi Reed15 & Majo Villa
Corregido por Daniela Agrafojo

Emilia Johnson asiste al evento: ¡¡¡¡¡PRIMERA FIESTA DE VERANO EN LA


PLAYA!!!!!
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—¡Última llamada, todo el mundo! —grita Rachel desde la ventana


abierta del SnoGo. La fiesta comenzó temprano esta noche. Eso, o el gentío
de la tarde se transformó poco a poco en el gentío de la noche mientras
tenía mi cabeza metida en un congelador.
—Miiiii-aaaaaa —grita Josh Sanders, el vago de la playa local,
asomando su cabeza empapada por la ventana—. Si te gustan las piñas
coladas…
Muevo mis caderas y canto el resto de la canción mientras saco el
jarabe del estante superior. Rachel sacude el bote de propinas hacia Josh,
quien rueda los ojos antes de meter un par de dólares.
—¿Te vas a quedar por aquí? —pregunta él, después de que le
entrego su cono de helado.
—Eso planeo.
Su boca se curva en la esquina, mostrando algunos hoyuelos serios.
Se inclina hacia delante, sosteniendo la cuchara con su piña colada hacia
mí.
—Dile a la jefa que deseas salir antes de tiempo. Puedes ayudarme a
terminar esto.
Rachel maniobra a mí alrededor, cerrando la ventana en la cara de
Josh. Él hace un puchero y pretende estar completamente herido por ello,
pero luego una Heidi medio desnuda salta sobre su espalda y toma un
bocado de su cono de helado. Le hace cosquillas en los pies y agita su
mano hacia Rachel y yo antes de partir hacia la hoguera y el alcohol. Saco
mi teléfono y compruebo la hora, tratando de ignorar la barra llena de
notificaciones que tengo en la parte superior de la pantalla.
—Puedo cerrar si realmente quieres ir con él —dice Rachel, contando
nuestras propinas.
—Gracias, pero no es el chico con el que quiero pasar el rato esta
noche. —No puedo detener mi amplia sonrisa, y Rachel me da un codazo
en el costado.
—¿Ya? Has estado aquí una semana y las únicas personas con las
que te veo interactuar residen en tu teléfono.
Tiene razón, pero le doy un empujón juguetón de todos modos.
Hasta ahora durante cada descanso que tengo verifico mi correo
electrónico. Scott y yo hemos estado teniendo una conversación en curso
que ha durado varios días ahora. Es algo curioso cómo las personas que
no se conocen entre sí pueden hablar fácilmente a través de Internet. Tal
vez por eso me gusta tanto.
Pero él no es el tipo que me tiene sonriendo de oreja a oreja.
—Bueno, si lo dices en serio, me gustaría ir a buscarlo, si eso está
bien.
Presiono el ícono de mis mensajes y le envío a Eric un texto rápido,
golpeando con fuerza todas las mariposas en mi estómago. Eric siempre
me ha provocado volteretas en la barriga, incluso cuando era sólo un texto
aquí o un mensaje instantáneo allá. Los correos electrónicos causarían
que las mariposas bailaran break-dance y ahora, al verlo cara a cara, es
como una sensación permanente a caer de culo por una colina.
—Eric... ese es tu compañero de cuarto, ¿verdad? —pregunta
Rachel, asintiendo hacia mi pantalla. Trabajamos en espacios tan
reducidos que no estoy segura si la privacidad es una cosa entre nosotras.
—Síp. —Me trago esa mariposa en mi estómago que quiere escapar
como un suspiro.
Me entrega la mitad de las propinas, y las guardo junto con mi
teléfono.
—¿De pelo corto y oscuro? ¿Hombros anchos? ¿Se ve bien en
pantalones cortos? ¿Y ese tono cálido de piel que te incita a lamerlo?
—¿Quieres lamer su piel? —Mi nariz se arruga, pero me estoy
riendo—. Asqueroso.
—Pero es él, ¿no?
—Suena como que sí —digo, volviendo a tapar todos los jarabes—.
¿Cómo lo conoces?
—No lo hago. —Se extiende alrededor de mí para llegar al
congelador, y chocamos tetas de nuevo—. Pero pasó por aquí más
temprano, buscándote.
—¿Qué? ¿En dónde me encontraba?
—En un descaso con la cara pegada al teléfono.
La empujo otra vez. —¿Qué quería?
—Dijo que se encontraría contigo en el Caribbean Jack’s cuando
salieras del trabajo.
Mi sonrisa no desaparece mientras pongo a tientas los tapones de
los frascos de jarabe. Es sólo Eric, y no debería estar nerviosa, pero estoy
temblando como loca. Tengo los nervios totalmente excitados. Eric ha sido
la causa desde que me pidió un lápiz en nuestra clase de estadísticas.
Rachel se ríe, quitándome la botella verde manzana y empujándome
rápidamente por la puerta de la cabaña.
—Ve. Tengo esto.
—Voy a abrir mañana, lo prometo.
—Quiero detalles.
—¡Gracias! —grito por encima de mi hombro, quitándome los
zapatos para evitar la tormenta de arena que iba entrar en ellos mientras
corro a la barra.
Necesito esta fiesta, y necesito esto con Eric. El día de ayer fue tan
agotador, y estuve al borde todo el día sabiendo que papá partiría por otro
mes. Me tranquilizó un millón de veces anoche, como siempre lo hace
durante nuestras conversaciones de Skype, pero siempre es aterrador para
mí. No ser capaz de hablar con él es simplemente aterrador, y está la
preocupación constante que se instala en mi pecho hasta que vuelve. A
veces llamo a la guardia costera para ver si su barco está bien, o si han
estado en contacto con él, pero no quiero ser desagradable al respecto. Así
que termino haciendo la cosa más estúpida de todas e investigando las
estadísticas de pesca online y tengo pesadillas cada vez que escucho el
océano.
Pero Eric me dejó dormir en su cama anoche. Leyó cuatro libros del
Dr. Seuss para mí —tal vez más— y me desperté bien arropada, las
sábanas oliendo a detergente Tide y a su champú. Él se encontraba en el
suelo, hablando en su sueño de nuevo, murmurando algo acerca de la
puntuación del último Super Bowl. Lo vi y lo escuché durante unos diez
minutos antes de atacarlo con mis dedos cosquillosos.
No he dejado de sonreír desde entonces, y eso no es fácil durante el
primer día fuera de papá. Le estoy dando todo el crédito a mi mejor amigo,
aunque no lo sabe.
Me pongo mis zapatos cuando llego a la acera, luego, saco mi
teléfono. Es hora de ver de qué se tratan todas estas notificaciones. Por
costumbre, me pongo a desactivar el modo de silencio, pero me detengo.
Eric probablemente no quiera oír los pitidos, soniditos y pops estallando
toda la noche. Qué aguafiestas.
Primero Facebook. Eva me ha estado enviando mensajes
instantáneos todo el día sobre cómo pensaba que el embarazo se suponía
que debía darle a su deseo sexual un impulso, pero se siente como una
ballena para tener sexo. No quiere que Paul sienta como que tiene que
masturbarse, pero el pensamiento de semen hace que su estómago se
retuerza. Intento consolarla y ofrezco algunas sugerencias, aunque no
estoy segura de qué hacer en esa situación.
Dejo escapar un suspiro mientras leo su último mensaje.
Tal vez si alguien se sienta sobre mí, el bebé saldrá. Como un
grano.
Encogiéndome ante esa imagen, le respondo: Sólo un par de
semanas más. Mantenlo allí. Todavía tiene que cocinarse.
Me dirijo a la página de Twitter y comienzo a seguir a mis nuevos
seguidores. En su mayoría son otros nerds de libros como yo, y algunas
personas que envían correos basuras, lo cual ignoro. Mi correo electrónico
es el siguiente, y la mayoría de los mensajes son de Facebook, Twitter e
Instagram, así que los elimino. Realmente debería enviarlos al correo no
deseado, pero soy perezosa.
Hay otro mensaje de Scott, y le doy clic, haciéndole zoom a la
pantalla.

Hola, Mia2.
Pensando en nuestra conversación, una broma de Demetri Martin apareció en
mi cabeza.
—Estaba en la calle. Este chico me saludó, se acercó a mí y dijo: “Lo
siento. Pensé que eras otra persona”. Y yo le dije: “Lo soy”.
Todavía no puedo creer que le envié un correo a la chica equivocada. Incluso
arrastrándome, lo arruinaría.
Tal vez sólo voy a enviarle un ramo de flores a cada Mia Johnson del
mundo. Voy a estar en quiebra por hacerlo, pero podría funcionar.
Espera rosas en unos días ;)
—Scott

Me río y le escribo rápidamente un mensaje corto en respuesta.

“Mia2” ¿Crees que puedo encontrar eso en una matrícula de auto? Además,
asegúrate de enviar rosas rosadas si estás tratando de disculparte ;)

No pasa mucho tiempo para que mi teléfono zumbe con su


respuesta, y rodeo la esquina justo cuando le hago clic.

Ya sabes, realmente sabía eso. No es que haya tenido que enviar una tonelada
de rosas rosadas, pero sí… trabajo en una florería. Porque soy simplemente así de
varonil.
Oye, ¿estás en Facebook? Probablemente es más fácil charlar por ahí.
—Scott

Es mucho más fácil copiar y pegar desde mi portátil, pero vuelvo a


mi perfil en Facebook, copio el enlace y lo pego en el mensaje instantáneo
como respuesta. Golpeando enviar, me prometo que es la última cosa que
hago en mi teléfono hasta…
¡Bam!
Me tropiezo hacia atrás mientras el poste de metal contra el que
acabo de estrellarme se tambalea.
—Ay, maldita sea. —Me río de mí misma, frotando mi cara. Doy una
rápida mirada alrededor. Sólo unas pocas personas notaron mi completa
falta de atención a cualquier cosa fuera de la pantalla de mi teléfono.
—Una chica entra a un bar —bromea alguien mientras sale del
Caribbean Jack’s. Me río, porque fue bastante bueno. Entro a mi Facebook
y lo escribo mientras mi estado se actualiza.
Oh, infiernos. Gruño mientras apago la pantalla y meto mi celular en
mi bolsillo. No más esta noche. Sólo Eric y esta fiesta a la que nos
dirigimos. Eso es todo lo que existe.
Huelo la barbacoa y la piña tan pronto como entro. Me recuerda a mi
padre por un segundo, y luego mi atención está al cien por ciento en la
búsqueda de mi mejor amigo. Nunca me envió una respuesta. O tal vez lo
ha hecho y no lo he visto todavía. Ruedo los ojos y saco mi teléfono de
nuevo, reviso mi bandeja de mensajes y dah... ni siquiera le mandé nada.
Mi cerebro está por todo el lugar. Ignorando las tres nuevas burbujas de
mensajería instantánea en la esquina superior derecha, y toco el botón de
la foto de Eric haciendo flexiones en el balcón esta mañana.
Moviéndome a través de la multitud del bar, presiono el teléfono
contra mi oreja y con la otra mano me cubro la otra. Suena y suena y
suena. Cuando la señal para el correo de voz se apaga me río y lo regaño
en broma.
—Oye, contesta tu teléfono.
Alguien golpea mi hombro, empujándome hacia otra persona. Ambos
piden disculpas, y trato de reírme por ser tratada como una bola de billar
mientras hago mi camino hacia la terraza. Eric todavía no responde, y
estoy escuchando su mensaje de voz por cuarta vez cuando finalmente lo
encuentro sentado junto a la barbacoa.
El sol casi se ha ocultado por completo, pero la luz aún visible
ilumina su sonrisa y su piel “lamible”. Se lleva su cerveza a los labios y se
ríe un poco antes de tomar un trago. Estoy prácticamente rebotando en mi
camino hacia él, metiendo mi celular en mi bolsillo trasero. Permanecerá
allí hasta que lo conecte en casa.
Maniobro alrededor de otro grupo de personas de la playa, y ellos se
aseguran de que diga “sí” un millón de veces a la fiesta que se está
haciendo en la costa. Si todos me dejaran en paz durante dos segundos
iría allí. Sólo necesito llegar primero a mi mejor amigo.
Pasando a Ben, Vic, y Traci con un último “los veré allí”, mi mirada
aterriza de nuevo en Eric... y no está solo.
Me felicito por llevarme bien con tanta gente en el poco tiempo que
he estado aquí. Pero me quedo mirando a esta chica en bikini, con una
perforación en el ombligo, y cabello rojo en un corte estilo duendecillo
mientras coloca una mano sobre el brazo de Eric, y al instante la odio.
Es como si todo estuviera pasando de nuevo, a pesar de que no
tengo idea de qué están hablando, o qué demonios está pasando. Todo lo
que veo es esa fiesta en la escuela secundaria. También había una hoguera
bloqueando mi camino hacia Eric entonces.
Iba a decirle lo mucho que me gustaba. No sé exactamente cuándo
iba a hacer eso, pero saldría cuando tuviera las agallas. Esa noche lo vi
caminando por la playa con Ali: animadora, hermosa, realmente perfecta.
Y al segundo en que ella presionó sus labios contra los de él, sentí como si
alguien estuviera pisoteando mi pecho con tacones.
Casi corrí y empecé una pelea de gatas. Pero el rostro de Eric
cuando ella se retiró me detuvo. Ese rostro era casi tan doloroso como el
beso en sí. Parecía que estaba impresionado o algo así. Feliz. Así que corrí
en la dirección contraria.
También se veía feliz ahora, y no quiero volver a correr, pero cuando
la Señorita Cuerpo Perfecto le entrega otra cerveza, eso es exactamente lo
que hago. Supongo que no soy tan dura en la vida real como lo soy en mi
cabeza.
A pesar de que juré que no lo sacaría, mi teléfono está de regreso en
mis manos para enviarle un mensaje de texto a Eric que probablemente no
verá por horas, cuando finalmente se dé cuenta de que no estoy cerca.
Oye, te vi en Jack’s, pero no quería arruinar tu potencial
anotación. Me reuniré contigo en la playa si quedamos de esa forma.
¡Diviértete mucho!
Me siento como la mierda enviándole eso, pero había tenido un
montón de práctica con los falsos mensajes entusiastas. Una mejor amiga
debería emocionarse por su amigo a punto de conseguir algo, si esa es la
manera en que resulta.
Oh, maldita mierda… ni siquiera pensé en el hecho de que ahora soy
su compañera de habitación. ¿Qué pasa si la lleva al apartamento? ¿Qué
demonios voy a hacer con eso? ¿Quedarme en mi habitación con los
audífonos puestos? ¿Hacerles el desayuno en la mañana? ¿Llorar en mi
almohada?
—¡Ugh! —gruño mientras doy un paso hacia la fría arena, que aún
se encuentra a veintitantos grados. En vez de dirigirme hacia la fiesta
atestada de gente a la orilla la playa, dejo caer mi patético trasero en la
arena muy cerca del océano para mi comodidad. Pero prefiero estar aquí
que arriesgarme a toparme con Eric y su potencial Ali Versión 2.0.
Un mensaje de texto vibra en mi trasero, y me muevo para agarrar
mi teléfono otra vez. Debería pegarlo a mi palma.
¿En dónde estás? Mi regazo se está enfriando. Deberías venir a
calentarlo.
Josh es el peor en frases para ligar. Me he arrepentido todos los días
desde que me pidió que le escribiera mi número en el costado de su cono
de helado. Lo hice porque me gusta hablar con todo el mundo. Rachel me
contó después que fue un error, y no le di importancia. Ahora le quiero dar
una medalla por ser tan inteligente.
Siéntate sobre un tronco de la fogata. Estoy segura de que eso te
calentará de inmediato.
Mencionaría a Heidi, pero no quiero que suene como que estoy
celosa, porque no lo estoy. Ahora si Eric me hubiera enviado un mensaje
de texto…
En serio, hermosa. ¿Dónde estás? Si no te sientes de humor
para ir de fiesta, podemos ir a mi casa. Puedo mostrarte las sábanas
de mi cama. ;)
En vez de responder, abro la aplicación de mi Kindle hacia los chicos
que son mucho menos decepcionantes. Me pierdo antes de haber
terminado la primera página, dejando que el aterrador océano delante de
mí desaparezca, la visión de la cabeza roja se desvanezca, y el chico
equivocado coqueteándome se esfume.
El sol se oculta, y la temperatura baja un poco, pero todavía puedo
escuchar la fiesta. Me froto los brazos antes de deslizarme a la siguiente
página. La luz se atenúa porque mi batería casi se acaba, lo que significa
que el mundo real empieza a aparecer. Las alertas de mi Facebook suenan
unas pocas veces mientras estoy leyendo, y sé que no dejará de
molestarme si no lo reviso ahora.
Estoy etiquetada en un par de fotos de la fiesta, lo que es gracioso
porque no me encuentro en ninguna de ellas. Y tengo algunas nuevas
solicitudes de amistad. La primera que veo es la de Scott Barrows.
Justo después de que presiono Aceptar miro sus fotos. Es lindo. No
lo que esperaba, pero no estoy segura de qué es lo que esperaba. Luce
como un chico con un rostro que podría ser cualquiera, pero debo
haberme formado alguna imagen en mi mente.
Es rubio… creo. Su cabello es demasiado claro para ser marrón,
pero demasiado oscuro para ser rubio. Hay un tatuaje en su cuello, y otro
en su clavícula. Mientras paso a través de más fotos, noto más y más
tatuajes, en sus muñecas. Trato de adivinar lo que dicen, pero el ángulo es
raro, así que me hago una nota mental para preguntarle. A menos que sea
demasiado personal para alguien a quien no conozco de verdad. Pero de
nuevo, algunas veces es más fácil interactuar con las personas en internet
porque en realidad no las conoces.
Presiono su chat y escribo: Mia2 recién te agregó como amigo,
aunque mi perfil dice Emilia Johnson. Solo me aseguro de que no te
decepciones extremadamente cuando veas eso. ;)
Una salpicadura sacude el teléfono de mis manos, y estoy a punto de
correr por la playa gritando porque es obvio que un tiburón evolucionado
se está arrastrando sobre la tierra, a punto de comer mis pies, pero Eric
entra en mi visión.
Su sonrisa se ensancha mientras sus ojos se arrastran sobre mí, y
algo se sacude y salta en mis regiones inferiores. De repente siento la
necesidad de presionar mis piernas.
—¿Qué sucede? —dice, como si supiera totalmente que hay algo
molestándome.
—Nada.
Chapotea un poco más en la marea, y yo retrocedo unos pocos
centímetros.
—Mentirosa. —Patalea en el agua de nuevo, empapando la parte
inferior de sus pantalones cortos de color rojo—. Jamás te hubieras
sentado así de cerca del océano a menos que estuvieras tratando de evitar
algo más aterrador allá arriba. —Señala hacia la fiesta, y no miro sobre mi
hombro porque ¿qué pasa si veo a la nena del bar dando golpecitos con su
pie esperando a que Eric regrese con ella?
—Deberías salir del agua —le digo, cambiando de tema.
—Deberías entrar al agua.
—Ni la más mínima oportunidad.
—Emmy…
—Nop.
Para de salpicar y cruza sus brazos. —¿A qué le tienes miedo
exactamente?
Hundo mis dedos en la arena que ahora se encuentra fría y empiezo
a enterrarlos.
—Las medusas. La contracorriente. Los tiburones. La marea. Las
hélices. Las tablas de surf. Las rocas.
Con cada cosa que enlisto, Eric niega con la cabeza. —¿Ves alguna
de esas cosas en donde estoy parado?
—No va a ocurrir.
Su pecho se levanta mientras toma una respiración profunda. —De
acuerdo —dice, luego deja caer su trasero justo ahí en el agua—. Ah,
mierda… —Sus labios tiemblan al tiempo que forman una O perfecta—.
Está más fría de lo que anticipé.
—Entonces sal de ahí, idiota. —Me río, y más de la tensión se libera
mientras más tiempo se queda aquí conmigo.
—En un segundo —dice a través de sus labios temblorosos. Salpica
un poco más para empapar su camiseta y abro mi boca para detenerlo,
pero la cierro de golpe cuando veo la tela blanca mojándose y
transparentándose.
Después de que se ha mojado a conciencia, se levanta y me da una
gran sonrisa. Mis ojos se entrecierran.
—¿Qué estás haciendo?
No responde. Y antes de que pueda escapar, me enviste,
empujándome y fijándome en la arena. Mi ropa seca se encuentra
empapada en cuestión de segundos.
—¡Eric!
—Si no puedo meterte al agua, la traeré hacia a ti.
Golpeo su hombro, luego recuerdo su debilidad y voy directamente
hacia su rodilla. Un apretón y se quita de mí, alejándose antes de que
pueda hacerle cosquillas a lo tonto.
—¡Maldito sea mi talón de Aquiles!
Un escalofrío recorre mi columna vertebral mientras se coloca a mi
lado en la arena. Agarro el dobladillo de mi camisa y lo exprimo.
—Ahora tengo frío y también estoy mojada.
—Podemos ir hasta el fuego y calentarnos. O… —Se acerca más en
la arena, apoyando su cadera contra la mía. Su brazo se envuelve
alrededor de mi hombro, y me jala hacia su lado—. Podemos unir nuestros
cuerpos de esta forma.
La risa sale disparada de mi boca al tiempo que se retuerce en la
arena y casi me levanta del suelo para generar algo de fricción entre
nosotros.
—¿Estás borracho? —pregunto a través de mis risitas. Deja de
mover nuestros cuerpos y apoya su frente en la mía. Inhalo el débil olor de
cerveza cuando él exhala.
—No estoy borracho. He estado bebiendo, pero mañana recordaré
por completo todo esto.
—¿Estás seguro de eso?
—Diablos, sí. —Se aleja, levantando tres dedos—. Solo tomé dos. —
Su frente se arruga cuando mira su mano—. Tal vez tres.
—¿Usaste tu identificación falsa? ¿O la Señorita América te las
compró? —Eso sale de mi boca antes de que pueda detenerlo. Las cejas de
Eric se juntan e inmediatamente empiezo a enterrar de nuevo mis dedos
para así no tener que mirarlo.
—¿Kenzie? —Se ríe—. Creo que se encontraba demasiado ocupada
coqueteando con el mesero para notar lo que yo bebía.
—Olivia está atendiendo el bar.
—Exactamente.
Probablemente solo bromea para que me sienta mejor, ya que es así
de intuitivo. O tal vez estoy agitando un cartel luminoso que dice ¡Sácale
las garras a mis mejor amigo! Pero miro por encima de mi hombro y diviso
a la belleza pelirroja sentada con Olivia, claramente haciendo todos los
movimientos que antes le vi intentar con Eric.
—Oh. —Aparentemente, esconder mi alivio no se encuentra muy alto
en mi lista de prioridades, porque golpeo mi frente de forma dramática y
digo—: ¡Uf!
Asiente hacia mí y sonríe. —¿De qué iba eso?
—Bueno, esa chica es… —No soy yo—. No importa.
Un suspiro exhausto sale de su boca y cae de regreso en la arena.
—¿Estás preocupada de que alguien vaya a ocupar tu lugar?
—¿Qué? No. —Entonces yo suspiro y caigo a su lado. Me mira como
si supiera que estoy llena de mierda. Incluso borracho, y después de tres
años de no verme en persona, me conoce—. De acuerdo, sí. Acabo de
recuperarte, y me pongo territorial.
Se da vuelta y se apoya en la palma de su mano. ¿Por qué sigue
sonriendo de esa forma? Mis partes femeninas se están poniendo salvajes.
—No necesitas preocuparte por esas cosas, ya sabes. No me gustan
las chicas como ésa.
—¿Lesbianas?
Su cabeza se inclina hacia atrás, y ríe/gruñe. —No. Quiero decir,
chicas que obviamente me están prestando atención ahora, pero que de
ninguna maldita manera me hubieran dado la hora del día hace tres años.
Mi sonrisa se desvanece, a pesar de que la suya no lo hace. —¿Qué
quieres decir? —pregunto, aunque estoy bastante segura de que sé a lo
que se refiere.
—Emmy, vamos. Sabes que fui gordo.
—Eric…
Su dedo cae un poco duro contra mi boca, frotándose en mis labios.
—No discutas conmigo. Hubo una persona que dijo que me
encontraba atractivo en ese entonces, y ni siquiera ella me hizo sentir de
esa manera.
—¿Ali? —Vaya, ¿cuándo me quedé tan jadeante? Aclaro mi garganta
y retrocedo unos centímetros de su rostro—. ¿Nunca te hizo sentir
atractivo?
Se encoge de hombros, luego rueda sobre su espalda. Pestañea unas
pocas veces mientras se queda mirando el cielo, pero yo lo miro a él. No lo
entiendo en absoluto. Todavía tiene los mismos ojos, la misma sonrisa, la
misma alma hermosa que lo hace más que atractivo. Eso no cambió con
los años, o cuando perdió peso.
—Bueno, era una perra —digo, feliz de sentirme finalmente capaz
decirlo. Una pequeña risa retumba de sus labios, y tomo una respiración
profunda y me acerco unos centímetros más a él—. Y confía en mí, en ese
entonces había más personas que creían que eras atractivo. —Dejo de
avanzar, porque si me muevo un poco más, no habrá forma de evitar
atacarlo.
Se gira, dándome la mirada que me dio antes, cuando me descubrió
mintiéndole. Pero esta vez no miento.
Mi voz baja. —Te garantizo una por lo menos.
Luego me señalo con un dedo tembloroso.
Traducido por Vani
Corregido por Laurita PI

Eric Matua está en el Caribbean Jack’s


Hace dos horas

Me dan ganas de reír, pero las mejillas enrojecidas de Em me hacen


pensar que no bromea. Después de unos segundos de estudiar su
expresión, digo—: Espera… ¿hablas en serio?
Rueda los ojos y se sienta. Me siento con ella, ignorando el mareo
que recibo al moverme demasiado rápido.
—Por supuesto que lo digo en serio. Y te lo habría dicho si no
estuvieras, ya sabes, saliendo con alguien en ese momento. —Sus dedos se
arrastran por sus muslos, limpiando una gota de agua—. No entiendo por
qué tú piensas que no eres una persona atractiva.
Hay un montón de razones. Pero no estoy de humor para entrar en
mi profunda ansiedad de mierda, especialmente con lo entusiasmado que
estoy. Probablemente derramaría todo lo que he compartido con el Dr.
Shuman. Así que continúo tranquilo, dibujando patrones en la arena.
—Está bien, no digas nada —se burla, luego deja caer su cabeza
sobre mi hombro—. Pero a pesar de que Ali era una perra, ella era, tú
sabes, linda. Y ustedes salieron por un tiempo.
—Sí... —Mi entusiasmo está muriendo lentamente.
Vuelve a trazar el patrón que puse en la arena. —Simplemente no lo
entiendo.
—¿Entender qué?
—Por qué te sientes como si fueras, no lo sé, feo o algo así.
—No es eso.
—¿Entonces qué es?
Se voltea así su barbilla descansa sobre mi hombro. No hago
contacto visual, eligiendo mirar las olas del mar en su lugar.
Probablemente no me encuentro dispuesto a compartir con ella los
ataques verbales que Ali utilizó. Me hacen sentir débil… y, si soy honesto,
un poco avergonzado. Débil porque siento que debería ser más fuerte de lo
que soy, y avergonzado porque la mayor parte de mí le cree.
Pero hay, obviamente, una parte poco atractiva de mí, incluso si un
poco de eso ya ha desaparecido.
—Como que odiaba el fútbol.
—¿Qué? —Su pequeña risa calienta mi cuello, y sin pensar en ello,
me volteo a mirarla y sonrío.
—Sí, sólo jugaba porque sentía que era lo que se esperaba de mí.
—¿En serio? —Su labio inferior sobresale cuando asiento—. Vaya.
No tenía ni idea. Pensé que lo amabas.
—Me gustaba el equipo, y el entrenamiento era bueno. —Acaricio mi
estómago, y ella aprieta mi codo—. ¿Pero el juego en sí? No me gustaba
como al resto de los otros chicos.
—¿Por qué crees que era lo que se esperaba de ti? Si no recuerdo
mal, tu mamá luchó en el momento de firmar.
—No, no era ella.
—¿Entonces quién?
Me encojo de hombros. —Todo el mundo, supongo. —Mi boca se
levanta en la esquina, y me coloco frente a ella para que sepa que me
encuentro bien con lo que estoy a punto de decir, aunque no puedo creer
que vaya a decirlo—. Parecía como que había un lugar para el “gran
hombre” que era aceptable. Por lo general, está bien ser el más pesado si
hay un propósito para ello. No era del tipo gracioso, o el payaso sociable.
Soy del tipo tímido. Así que me inscribí en el fútbol, con la esperanza de
que mi corpulencia fuera de buen uso. —Sigo sonriendo a pesar de que
frunce el ceño—. Lo era.
—Pero no te gustaba. —Sus ojos se encuentran brillantes con
lágrimas, y me pregunto qué demonios dije que la molestara. Así que doy
marcha atrás.
—Era bueno. Pero no podía hacerlo por el resto de mi vida. —Es por
eso que no lo hice. No es que trabajar en un hogar de ancianos fuera algo
que planeé.
Su cabeza sale de mi hombro, y mira fijamente un punto muerto.
Después de unos extraños segundos, hago una mueca y ella se ríe.
—Bueno, para que lo sepas, creía que eras atractivo antes de unirte
al equipo de fútbol.
—Tonterías.
—Deja de hacer eso —dice, empujando mi brazo lo suficiente para
mecerme en la arena—. ¿Estás diciendo que nunca encontrarías atractiva
a una chica “pesada”?
—¿Qué? No.
—Entonces, ¿por qué es tan difícil de creer cuando se trata de ti?
Paso una mano por mi cara y gruño. No tengo absolutamente
ningún argumento para decirle sin entrar en la mierda Ali.
—Oye —dice, moviéndose para ponerse de rodillas delante de mí. Se
cruza de brazos, apoyando sus codos en mis rodillas. Siento que mi ritmo
cardíaco se detiene, y cuento las respiraciones así no entro en pánico por
esta pequeña cantidad de toqueteo. Las cosas platónicas por lo general
están bien, pero la forma en que sus ojos entornados miran los míos, se
siente como más, incluso si ella no lo piensa así.
—La gente cambia, tú sabes. Crecen, se encogen, pierden pelo,
obtienen granos, se arrugan. Pero cada persona es atractiva a su manera,
y son atractivos para alguien más. —Se detiene, toma una respiración
profunda, y la deja salir a través de sus labios carnosos que no puedo
dejar de ver—. No importa lo mucho que cambies aquí afuera —señala,
bueno, todo de mí—, siempre voy a encontrarte atractivo debido a la
persona que eres aquí dentro. —Su dedo se acerca y me empuja
suavemente el pecho... al principio. Luego aumenta la presión hasta que
me río, diciendo “auch”, y frotando el punto sensible.
Espero hasta que vuelve a su posición relajada, apoyada en mis
rodillas, luego le sonrío abiertamente y extiendo mis piernas para que
caiga en mi regazo. Golpea mi estómago, pero antes de que pueda alejarse
envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y coloco su espalda contra mi
pecho. Controlo mi respiración, y aparto la voz en mi cabeza que dice que
correrá de mi toque.
—Gracias, Emmy —le digo al oído a través de mi sonrisa. Y antes de
que pueda pensar demasiado o entrar en pánico al respecto, presiono un
beso en su sien.
El chorro de la ducha golpea mi nuca mientras presiono las ventosas
del estúpido estante de la ducha contra el azulejo. Dormí cuatro horas
anoche, y pude haber comenzado a dormitar entre los ciclos de champú y
jabón. Mi codo fue directo hacia esta cosa, y si la tocas incluso
ligeramente, las ventosas se sueltan y vierten cada accesorio en la ducha
en el fondo de la bañera.
Escucho a Em reír por el pasillo mientras insulto a la maldita cosa
por enésima vez esta semana.
—¡Deberíamos conseguir uno que cuelgue de la ducha! —llama a
través de la puerta.
—¡Ponlo en la pizarra! —Río de nuevo, y si realmente lo recuerda,
voy a buscar otros signos de que he caído en un universo alternativo
donde Em utiliza algo distinto de su teléfono para recordatorios.
Me calmo, con las palmas levantadas para asegurarme de que el
estante no se moverá desde su punto en la pared. No solía darme tantos
problemas, pero Em añade mucho peso en él. Tengo una toalla, jabón, y
una botella de champú. Tiene una gran botella de gel de baño, champú,
acondicionador y exfoliante facial... oh, y una cosa que se ve como una
esponja espeluznante con una cabeza de rana azul y piernas. Sé que hay
un nombre para estas cosas, pero no puedo pensar en ello. La cosa
demoníaca parece que va a cobrar vida y comer mi basura mientras me
ducho.
Una vez que estoy seguro de que el estante no se caerá de nuevo, me
volteo a la esponja espeluznante y subo la calefacción.
—Oye, ¿casi terminaste? —dice Em, su voz amortiguada por la
puerta—. Tengo que trabajar, pero quería hablar contigo de algo.
Muevo mi rostro de la corriente y me limpio la cara. —¡Seguro!
—Oh, eh... bien...
Una corriente de aire frío se extiende a través del vapor en la
habitación cuando Em abre la puerta. Compruebo la cortina de la ducha,
porque quise decir que saldría, no “entra y habla”. Pero puedo ver cómo se
lo tomaría de esa manera.
—Entonces, ¿qué pasa? —pregunto, el nerviosismo en mi voz
acentuado por el eco en la habitación.
—Bueno, esto va a sonar como salido de la nada, pero no lo pensé
hasta anoche cuando vi a ya sabes quién, y pienso… tú sabes, antes de
que supiera que no ibas... bueno, sólo pensé que tal vez había una
posibilidad de que tú podrías, no lo sé... traerla aquí. Y eso está totalmente
bien, quiero decir si ese fuera el caso, pero no lo sabía... Quiero decir,
¿dónde me quieres?
¿De qué demonios habla? Asomo la cabeza por detrás de la cortina
para leer su expresión, pero se encuentra sentada en la parte superior del
inodoro, mordiéndose la uña del pulgar y volteando su teléfono una y otra
vez en su muslo.
—Eh... ¿qué? —pregunto, agachándome de nuevo en la corriente de
la ducha.
Gime, y escucho caer su teléfono. No maldice, así que pienso que el
teléfono está bien.
—Sólo quiero saber, si terminas trayendo una chica de vuelta al
apartamento, ¿necesito buscar otro sitio para dormir?
No puedo evitarlo. Me río.
—¿Por qué te ríes? —chilla, entonces golpea la cortina de la ducha.
Salto lejos y golpeo el maldito estante de la ducha otra vez. Las ventosas se
adhieren, pero su gel de baño se cae, casi aterrizando en mi pie.
—Dios, deja de meterte conmigo.
—Dime por qué te ríes de mí.
Me agacho, recojo la gran botella de jabón de ducha, y la pongo con
cuidado de vuelta en el estante poco fiable. —Porque pensé que
bromeabas.
—Lo digo en serio. Habrá más fiestas. Hay otra esta noche.
—No voy esta noche —digo, aun evitando la pregunta. No estoy
seguro si es el momento justo para decirle que soy virgen, y no espero que
mi primera vez sea con alguna persona que conocí en una fiesta.
Probablemente entraría en pánico al momento de haber pasado la segunda
base.
—Pero irás a otras, ¿cierto?
—No lo sé. Probablemente.
—Entonces, ¿me quieres lejos del camino? ¿O vamos a poner bandas
de goma?
Sacudo mi cabeza, tirando de la toalla del bastidor y envolviéndome
en ella. —No voy a dejar que duermas en otro lugar, Em.
—Entonces, ¿estamos de acuerdo en colocar una banda de goma en
nuestras puertas cuando traemos a alguien aquí?
Ah, mierda. ¿Eso es lo que está diciendo? ¿Quiere tener mi permiso
para traer a algún chico al departamento? Maldita sea... eso apesta. Y no
sé por qué yo no pensé en ese escenario. No quiero estar cerca si eso
sucede. Miraría esa banda de goma en la puerta y perdería la razón.
Más visiones de Em con un tipo al azar nublan mi mente. Él
despertando aquí y desayunando o algo así. Tratándome amigablemente
en la mañana. Oh diablos, no.
El sonido del inodoro me saca de mis pensamientos, y luego mi
trasero se quema.
—¡Maldita sea, deja de meterte conmigo! —río, apartándome de la
ducha hasta que el inodoro se llena de nuevo.
—Te estabas tomando demasiado tiempo para responder. Tenía que
asegurarme que todavía te encontrabas ahí.
Quiero aprovechar el accesorio de ducha y rociarla, pero tiene que ir
a trabajar, y no soy tan malo como ella en este momento.
—Así que... ¿banditas de goma? —pregunta.
Contengo la forma en que realmente me siento y digo—: Supongo
que está bien.
—Bien —dice, pero no suena bien. Voy a echar un vistazo alrededor
de la cortina de la ducha de nuevo para ver lo que pasa, y la veo justo
cuando tira el botón del baño de nuevo.
Se ríe mientras agarro la cabeza de la ducha para tomar represalias,
pero se encuentra fuera del baño antes de que pueda mojarla.
—¡Vas a pagar por esto después! —grito.
—¡Es una cita! —replica, y no puedo parar la amplia sonrisa que se
extiende en mi cara, a pesar de que esa conversación no fue exactamente
divertida.
Traducido por Nikky
Corregido por *Andreina F*

Emilia Johnson
Hace 1 minuto

Eric Matua se sigue riendo de mí de vez en cuando. Me pregunto si


hay algo en mi cara —se siente cohibida.
A Rachel Benson y 6 personas más les gusta esto

Scott: Día 350.


Mia: *suena la música de La Ley y el Orden*
Scott: Ah, podrías estar tras algo; investigador privado quizás.
¿Crees que pueda contratar a alguien por 20 dólares? Es todo lo que
tengo en mi billetera.
Mia: No me dijiste que fueras un Viejo Rico. Tal vez soy la Mia
correcta después de todo 
Scott: No quieres ser la Mia correcta.
Mia: ¿Por qué dices eso?
Scott: Obviamente, lo eché todo a perder. Tan mal que
desapareció de la faz de la tierra. Quizás consiguió protección de
testigos o algo para mantenerse lejos de mí.
Mia: ¿Estás diciendo que mataste a alguien? Porque, ¡cielos!
*rápidamente va a eliminarte*
Scott: No, sólo maté nuestra relación.
Mia: Importa si pregunto, ¿qué paso?
Scott: Chico conoce a chica. Se enamoran. Chica se muda con
chico. Se da cuenta cuánto tiempo pasa el chico perdiendo el tiempo
en internet y no le presta atención a ella. Discuten. Él se
emborracha. Termina en la casa de otra chica... ya sabes el resto.
Mia: Guau.
Scott: Supongo que eso es todo lo que hay para decir, ¿eh?
Mia: ¿Discutieron por el internet?
Scott: Tenía razón. Pasé demasiado tiempo en línea y muy poco
con ella.
Mia: Y, sin embargo, intentas contactarla por correo electrónico.
Scott: Fue un movimiento desesperado. :P
Mia: Sin embargo, la sigues amando.
Scott: Demonios, sí.
Mia: Entonces encuéntrala.
Scott: Intentándolo...
—¿Estás bien? —pregunta Eric desde el otro lado del sofá—. Te ves
algo molesta.
Asiento, rápidamente tecleando: Hablamos luego. No le he dicho a
Eric sobre la actual amistad virtual que desarrollé, y no estoy segura de si
lo haré. No quiero que piense que hay algo pasando conmigo y alguien.
Se acomoda, manteniendo su computadora sobre su regazo, pero
sus piernas se mueven junto a las mías. No puedo evitar notar cuan
cuidadoso está siendo para no tocarme ni siquiera un poco. Pero soy una
persona sentimental, y siempre lo ha sabido. Así que presiono mi pierna
contra la suya, atrapándolo entre el respaldo del sofá y yo.
—¿Qué estás escuchando? —Inclino la cabeza hacia sus auriculares.
Tiene uno puesto en su oreja derecha mientras el otro cuelga en su pecho.
La camiseta verde que lleva le queda suelta, pero todavía luce caliente
como el infierno en ella.
—John Mulaney.
—¿Qué tipo de música canta?
Eric se ríe y niega con la cabeza, levantando la mirada desde su
pantalla. —Es un comediante.
—¿Es por eso que te has estado riendo por allí? —Golpeo su rodilla
otra vez—. Pensé que te burlabas de mí.
—Bueno, hacías algunas caras muy lindas por allá. —Cierra la
computadora y se quita el audífono—. Y te sonrojaste un par de veces.
¿Leías tu porno?
—No es porno, es romance. —Lo fulmino con la mirada mientras
presiona sus labios para detener cualquier comentario listillo que tuviera
reservado para mí. Dejo escapar un suspiro y miro hacia el techo—. Y sí,
quizás lo hacía.
Y tuve que parar, porque leer una escena de sexo y sentarme junto a
Eric no era bueno. No es bueno. Una palabra más y hubiera saltado sobre
él, y a diferencia de los dos personajes de mi libro, quienes están muy
enamorados, lo que yo sentía probablemente era unilateral. No hay nada
como hacer las cosas realmente incómodas para siempre con tu mejor
amigo. Buena cosa que Eve y Scott se encontraran en línea. Chatear en
Facebook me sacó justo de la zona de-bragas-mojadas.
Eric baja su computadora, apoyándola contra el lado del sofá. Se
estira, y sin pensarlo, agarro su pie y comienzo a frotarlo. Supongo que
sólo quiero tocarlo de nuevo, pero se sacude hacia atrás con una risa. Así
es. Los pies de Eric son el lugar cosquilloso número dos.
—¿Tienes hambre? —pregunta, saltando del sofá, y me pregunto de
repente si su reacción a mi toque no fue porque sea cosquilloso. Eric
siempre parece alejarse de mí cuando lo toco de cualquier forma que
sugiera que podría querer algo además de amistad. ¿Está dándose cuenta
de la diferencia, y simplemente rechazándome amablemente?
Aparto el pensamiento y toco mi teléfono prendiéndolo para ver la
notificación que acabo de recibir. —¿Qué vas a cocinar?
—Arroz con pollo.
Mi nariz se arruga. —¿Otra vez?
Se ríe, agachado en la puerta del refrigerador y revolviendo las cosas.
Su culo se ve tan impresionante en esos pantaloncillos. Ni siquiera
respondo al tuit en mi teléfono, dejando que la pantalla se vaya a negro
mientras me como con los ojos sus bolsillos traseros. Quizás pueda
acercarme y darle una buena palmada, sólo para ser juguetona. Ojalá
pudiera apretar, pero eso probablemente está sobre la línea de la obvia
relación amigos-y-nada-más que él quiere.
Pero una palmada, realmente podría.
—¿Em?
Mis ojos viajan desde su culo hasta su media sonrisa. ¿Hay una
manera de dejar de sonrojarse? Las personas pueden parar el estornudo,
hipo y gas... pero no hay un músculo para detener el exceso de sangre
corriendo a tus mejillas.
—¿Eh? —pregunto, tocando mi teléfono para encenderlo de nuevo.
—Dije, puedo freír un poco de pescado si estás harta del pollo. ¿Te
parece bien?
Comí pescado casi todas las noches de mi vida después de que
mamá murió, pero no he comido uno desde que me mudé. Papá pescaba
en la costa de Florida, y era lo único que podía cocinar. Así que llegó con
un montón, y tuvimos pescado y patatas fritas en cada comida. Excepto
cuando Eric me raptaba y nos íbamos a conseguir pizza hawaiana o una
hamburguesa. Ah... era el paraíso en mi boca. Pero desde que papá se
mudó a Alaska, mis antojos de mariscos parecen haber vuelto.
—Voy a tomar esa sonrisa como un sí. —Eric saca la bolsa y la
coloca sobre el mostrador—. No soy tan bueno como tu papá, pero haré lo
que pueda.
Me río, terminando mi tuit para David —amigo de la escuela de
masaje— y luego meto el celular en mi bolsillo trasero, algo así como
saltando a la cocina. Mi cadera choca contra la de Eric cuando llego a su
lado, y aprovecho la oportunidad para golpear ese trasero.
—Ayudaré —digo mientras sus ojos se amplían. Una pequeña ola de
pánico golpea mi pecho, pero se va cuando sonríe y golpea mi culo
enseguida.
—¿Ayudar? Recuerdo los fideos instantáneos quemados demasiado
bien.
—Oye, oye, eso fue tú culpa.
—¿Qué? No lo creo.
—Me distrajiste. Olvidé poner el temporizador.
—Tú comenzaste esa pelea de pepinillos, no yo.
Contengo mi sonrisa, imaginando el rostro de Eric cuando le lancé
esa primera rodaja de eneldo. Estoy bastante segura de que no creía que
realmente lo haría. Pasamos por un tarro completo y...
—Olimos a pepinillos por una semana —dice, y me pregunto si
estuve pensando en voz alta.
—Papá estaba enojado. —Me río—. Creo que te cagaste encima
cuando llegó a casa.
—Esa fue la cosa más aterradora que jamás haya visto. Pensé que él
tenía un ataque de histeria.
—¿Cierto? Fueron sólo pepinillos... pudo haber sido peor.
—¿Cómo qué? ¿Pepinos? —Su codo choca levemente el mío mientras
saca un sartén y lo pone en la estufa.
—No, sabelotodo —digo, vertiendo el aceite en el sartén mientras él
desenvuelve el salmón—. Me refería... a que no fue como si nos hubiera
encontrado teniendo sexo o algo.
El pescado se desliza de sus manos y cae sobre el sartén de golpe,
rociando aceite por toda mi parte delantera y manchando al instante mi
top rosa.
—Mierda, lo siento —dice, tirando de las toallas de papel del rollo
tan rápido que cae del soporte y rueda sobre el suelo—. ¡Ugh! —gruñe,
persigue las toallas, mientras me rio y me muevo alrededor de su doblada
forma. Levanta una ceja hacia mí cuando ve lo que saqué del refrigerador.
—Ni se te ocurra —dice, enderezándose y retrocediendo. Sus orejas y
mejillas están rojas, y mi corazón se infla hasta el punto de que creo que
podría estallar. No puedo detener mi sonrisa mientras desenrosco la tapa
del tarro de pepinillos.
—Será mejor que corras.

Un golpe de luz se propaga a través de mi habitación justo cuando


apago la computadora por esta noche. Mi teléfono está en vibrador, y mi
Kindle se está cargando en la mesita de noche. Tengo una regla de no-
pantallas cuando Eric se detiene en mi habitación antes de irse a dormir.
Siempre me da un par de horas de “tiempo a solas” después de la cena,
cuando me relajo. Ambos rechazamos la fiesta esta noche, y yo vine aquí
para leer —en realidad, quise terminar ese romance sin Eric viéndome—
pero terminé chateando un poco más.
Me pongo de pie para arreglar mis pantalones cortos de pijama y oler
mi camiseta para asegurarme de que me saqué todo el olor de pepinillos
antes de decirle a Eric que entre.
Su hermoso rostro se asoma en la puerta entreabierta. —Oye,
¿terminaste con tu tiempo a solas? Pensé que podríamos... —Sostiene un
libro amarillo brillante del Dr. Seuss, y me estiro para tirarlo dentro.
—¿Cómo se llama este? —pregunto, ajustando el libro para poder ver
el título. No puedo evitar sonreír. Esta ha sido mi parte favorita de vivir
con Eric, por lo que realmente no importa cual Dr. Seuss sea, lo va a estar
leyendo con su brazo a mí alrededor. Me pregunto si puede sentir lo
mucho que su toque afecta a mi cuerpo. Probablemente piensa que me
estoy congelando todo el tiempo por toda la piel de gallina, a pesar de que
hay más de treinta grados.
—“¿Te he dicho lo afortunado que eres?” —recito, luego levanto la
mirada hacia él. Necesita un afeitado... o tal vez no, porque en cierto modo
me encantan las descuidadas manchas a lo largo de su barbilla. Mis dedos
se mueven sin pensar, y me encuentro a medio camino de su rostro antes
de que mi cerebro lo registre.
Eric no pareció darse cuenta de las frenéticas hormonas que estoy
experimentando. Simplemente mete el libro bajo su brazo y se desliza
sobre mi cama. —¿Conoces este? —pregunta.
—Ni siquiera he oído hablar de él.
—Y te llamas a ti misma un ratón de biblioteca.
—¿Has visto mi Kindle?
—Oh, sí. Muy a menudo, en realidad.
—¿Te molesta?
—¿Qué?
—Yo, leyendo todo el tiempo.
Una media sonrisa aparece, y el rubor más adorable llena sus
oscuras mejillas. —Eh... Me gusta verte leyendo.
—¿En serio?
Asiente y agarra el borde del libro amarillo en sus manos. —Eres tan
expresiva. Sólo estás sentada allí, luego, de repente, te pones a llorar. O
gritas obscenidades. O te quedas boquiabierta, o suspiras. Entonces, hay
veces en que tu sonrisa corre el riesgo de ser parte de tus orejas.
Me río. —¿Y eso es gracioso?
—Cualquiera que sea el libro que estás leyendo es real para ti. No lo
encuentro gracioso. Pero sí me resulta entretenido, supongo.
Me cruzo de brazos y estudio su rostro por un segundo. Parece
sincero, aunque sé que probablemente lo irrito cuando estoy tan envuelta
en una pantalla que no puedo tomar dos segundos para prestar atención a
lo que me rodea. Realmente estoy intentando ser mejor en eso.
—Bueno, también me gusta verte leyendo.
Se echa hacia atrás sobre el colchón, apoyándose en la pared y
palmeando el lugar junto a su trasero. Prácticamente reboto por la
habitación sólo para llegar a su lado. Mi salto demasiado entusiasta sobre
la cama causa un accidente cabeza-contra-rodilla, y en lugar de
acurrucarme en el brazo de Eric, agarro la parte de atrás de mi cabeza y
escondo mi rostro en el colchón.
—Oh, mierda, Em, ¿estás bien? —pregunta a través de una risa.
Puedo sentirlo frotándose la rodilla.
—Quizás... ¿ves mi cerebro en algún lugar? Creo que se cayó.
—No tu cerebro. —El peso sobre la cama se mueve—. Pero tu
teléfono se cayó de tu bolsillo. —Sus nudillos rozan la piel expuesta entre
mi camiseta y mis pantalones cortos mientras recoge mi celular. Causa
una locura de hormigueo desde mi cabeza a los dedos del pie, pero Eric ni
siquiera parece darse cuenta.
Me extiende el Galaxy, pero niego con la cabeza. —Puedes quedarte
con él.
—Está parpadeando —dice, tocando la luz verde en la esquina
superior.
—Oh. —Recupero el teléfono y enciendo la pantalla sin siquiera
pensar en ello. Eric se mueve hacia atrás contra la pared, y rápidamente
leo el mensaje instantáneo y me digo que una vez que termine, eso es todo
por la noche.
Scott: ¡Creo que la encontré!
—Genial —digo en voz alta mientras lo escribo. Eric baja el libro del
Dr. Seuss.
—¿Con quién hablas?
Hay un leve nerviosismo en su voz, y levanto la mirada hacia su
ceño fruncido y frunzo el ceño. Siento cómo apago el teléfono con mi
propia mano, y hago exactamente eso, levantándolo y dejándolo golpear el
colchón entre nosotros.
—Estoy hablando contigo —digo, estirándome sobre sus piernas y
agarrando el libro—. ¿Me dirías cuan afortunada soy?
Su expresión todavía no ha cambiado, pero abre el libro y comienza
a recitar las primeras líneas sin mirar las palabras de nuevo. Me acurruco
en su hombro, esperando que se dé por vencido y envuelva un brazo a mí
alrededor. Cuando llegamos a la página veinte, finalmente lo hace.
Mi teléfono vibra a nuestros pies, y no lo alcanzo por primera vez,
pero cada vez que se apaga, los ojos de Eric se mueven en esa dirección y
sus labios se mueven nerviosamente.
Bueno, la próxima vez voy a ponerlo complemente en modo
silencioso, ponerlo en una caja, poner esa caja en otra caja, luego la
bloquearé y la empujaré debajo de la cama.
Traducido por Ivy Walker & Mae
Corregido por Itxi

Eric Matua comentó en un estado en el que fue etiquetado.


Hace 3 horas

Tenías algo en tu cara. Estoy bastante seguro de que era baba ;)


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Hay veintisiete grados y es más de la una de la mañana. Mis manos


sudorosas no pueden mantenerse quietas para sostener el frasco de
pastillas, y lo tuerzo para leer los efectos secundarios por vigésima vez
desde que las obtuve.
Disminución de la capacidad o el deseo sexual.
Bueno, sé que la parte del deseo definitivamente puede disminuir y
todavía estaré excitado cada vez que Em camine por el pasillo usando
apenas su toalla. Sólo sonríe y me produce una erección al instante.
Sí… es la parte de la habilidad lo que me preocupa.
—Eric, no es de esa manera. En serio, es como si estuvieras tratando
de sintonizar una radio. No importa, sólo déjame hacerlo.
Llevo una mano a mi cara y suspiro. Odio las píldoras. La última vez
que las tomé tuve un infernal reflujo ácido, y no pude dormir.
Pero la ansiedad se fue. Y después de los pequeños “episodios” que
tuve hoy, estoy considerando luchar contra el insomnio y la acidez
estomacal.
Agarro la tapa y la abro. Coloco una píldora en la palma de mi mano,
me siento en la cama y escucho para asegurarme que Em esté dormida. No
hay agua en la botella de la mesita de noche, ya que el día ha sido
insoportablemente caluroso, así que la coloco en mi boca y trago en seco.
Me duele el pecho, toso, y me levantó de la cama, caminando a la cocina.
Se supone que tengo que tomar estas cosas con la comida de todos modos,
por lo que busco en el armario las galletas de Em, y saco una botella de
agua fresca de la nevera.
Después de que consigo pasar la píldora, tomo unas cuantas
respiraciones profundas y cierro los ojos. Sé que no hay forma de que haga
efecto todavía, pero mi mente ya parece más clara. Y es algo bueno, porque
cuando me doy la vuelta, Em se encuentra parada en el pasillo oscuro, con
los brazos cruzados sobre su estómago y el pelo cayendo de su cola de
caballo.
—Oye —le digo, cerrando la nevera—. Lo siento, no fue mi intención
despertarte.
—No lo hiciste. —Se frota los brazos y mira al suelo. Su voz sale
suave y agrietada—. En realidad estoy… me alegro de que estés despierto.
Cruzo la habitación en un segundo, y enciendo la luz del pasillo. Ella
entrecierra los ojos como ajustando sus ojos, y cuando lo hace, veo que se
encuentran completamente inyectados en sangre.
—¿Estás bien? —Observo su cuerpo, su rostro, buscando cualquier
indicio de que esté herida físicamente—. ¿Qué pasó?
Intenta acomodarse un mechón de pelo detrás de la oreja, pero su
mano tiembla y no puede controlarla. Rápidamente la ayudo, dejando que
mis dedos permanezcan en su piel más de lo que suelen hacerlo.
—No es nada, de verdad. Sucede todo el tiempo, no debería estar
volviéndome loca.
—¿De qué hablas?
—Um… Acabo de recibir una llamada de la guardia costera de
Alaska. Han perdido contacto con el barco de mi padre.
Su mirada encuentra la mía, y la humedad en sus pestañas hace
retroceder el creciente pánico en mi pecho. Me necesita, al chico que
necesita terapia para los ataques de ansiedad, para consolarla. Quiero ser
el que la ayude.
—¿Eso es todo lo que dijeron?
—Sí. Sólo querían mantenerme al tanto ya que pasaron más de
cuarenta y ocho horas. —Deja caer su cabeza contra mi pecho—. Cuarenta
y ocho horas, Eric. La vida puede cambiar en cuarenta y ocho segundos.
¿Qué pasa si el barco sufrió una fuga? ¿O se toparon con los piratas? ¿O
fueron atacados por tiburones?
—Em… detente.
—No puedo. —Descansa la cabeza contra mi pecho, y sin siquiera
pensar en ello, envuelvo mis brazos a su alrededor.
—No me gusta el océano. No me gusta que mi papá esté en el
océano. Odio no poder hablar con él. Y odio estar sentada aquí sin nada
que hacer más que esperar y preocuparme.
—Entonces vamos a hacer otra cosa.
—¿Cómo qué?
No estoy seguro. Sólo hay una cosa que sé ama tanto como a su
padre.
—Leer.
Se acurruca contra mí, y ese pequeño movimiento me da una
punzada de pánico. Pero pasa y me encuentro apretando mi agarre sobre
ella.
—¿Vas a escoger algo feliz? —pregunta, inclinando la cara arriba—.
Necesito algo divertido, o con un buen final. No como el que leíste el otro
día.
—¿El libro de la batalla Butter?
—Sí. Ese final fue totalmente críptico.
—Creo que perdiste el punto de la historia.
—Bueno, necesito un final no críptico.
Sonrío sobre su cabeza. —¿Qué tal si me lees esta vez? Escoge uno
de tus libros.
Da un paso atrás, y dejo caer mis brazos. Su boca empieza a formar
una sonrisa, pero sus ojos todavía dicen que está preocupada como el
infierno.
—Vas a burlarte de ellos.
—Me comprometo a tener la mente abierta.
Un mechón de su cabello castaño cae delante de sus ojos mientras
me estudia. Y cuando lo acomoda detrás de la oreja, veo que no tiembla
tanto como antes.
—Bueno. Pero nada de protestas. —Agarra mi mano y me jala hacia
su habitación. El brillo familiar de su ordenador la ilumina, y cuando
desenchufa su teléfono del cargador, un gruñido involuntario sale de mi
boca. Estoy empezando a odiar a esa cosa.
—Necesito que tomes esto —dice, agarrando mi mano y colocando el
celular en la palma—. Mantenlo lejos de mí. Estás a cargo de esperar esa
llamada. ¿Por favor?
—¿Por qué?
—Porque si no voy a estar comprobándolo siempre, buscando en
Google estadísticas de navegación y accidentes, y es absolutamente
insano.
Asiento y coloco esas cosas en mi bolsillo. Em agarra su Kindle
mientras me siento en la cama, esperando que se acurruque en mi
costado. Pero se coloca sobre su espalda, acariciando el lugar pequeño
junto a ella. No hay manera de que me acueste a su lado sin tocarla, en
casi todas partes.
Contando las respiraciones, me acuesto en el colchón, observando
su rostro en caso de la toque alguna parte o de alguna manera que supone
no deba hacerlo, pero no da ninguna indicación de que la esté molestando.
De hecho, me da un tirón en el brazo y me tumba tan rápido que estoy
bastante seguro de que si no hubiera tomado mis medicamentos, estaría
hiperventilando.
Logro controlarme, y Em acomoda su Kindle entre nosotros.
—Está bien —dice, sonando sin aliento, igual que yo—, capítulo
uno…

Mi culo ha vibrado sin parar todo el día y todavía no hay una


palabra sobre el papá de Em. Sigo burlándome de ella y bromeando para
mantener su mente fuera de eso, pero al segundo que se aleja, compruebo
su celular y maldigo cada vez que lo veo en blanco.
Bueno, no está en blanco. No tiene ninguna llamada. Tiene cuatro
chats de mensajería instantánea abiertos, y notificaciones de Facebook y
Twitter por lo menos cada diez minutos. No es sólo el estrés del padre de
Em lo que me tiene ansioso, también una burbuja de chat de un tipo bien
parecido, que tiene un símbolo de notificación en rojo con el número 21 al
lado. Quiero abrirlo y ver quién es y qué demonios le dice a Em, pero está
toda la cosa privacidad… y además Facebook te dice cuando alguien ve tu
mensaje. Así que lo dejo cerrado y dejo que me torture.
Echo un vistazo hacia los baños, y meto el teléfono en mi bolsillo.
Esta parada de descanso no es exactamente de cinco estrellas, pero Em
tenía que orinar tan mal que rebotaba en el asiento del copiloto, así que
me detuve en el primer lugar que vi.
—Oye, ¿estás en la fila? —pregunta el tipo detrás del mostrador, y
niego con la cabeza, arrastrando los pies más cerca de los cuartos de baño,
así no tengo que hablar con nadie o ponerme en el camino de nadie.
Debería haber traído mis pastillas. No es sólo el padre de Em, o quién
demonios sea el chico en su teléfono. Todo me tiene en vilo.
Tengo que controlarme antes de que salga, porque quiero ser el chico
que la distraiga hoy, no el chico que tiene un ataque de pánico en medio
de una estación de servicio.
Por mucho que lo odio, creo que necesito comida. No hay nada
dietético en este lugar, pero necesito algo para mantener la boca ocupada.
Agarro una bolsa de Chex Mix y me dirijo a los refrigeradores por un
Gatorade.
Oigo el sonido de las sandalias de Em cuando estoy inclinado en la
nevera.
—¿Me das uno amarillo? —pregunta, tirando suavemente de mi
camiseta.
Tomo un Gatorade de limón, le lanzo una media sonrisa. —No sabía
que eras fan del limón.
—Soy fan del amarillo. —Le da a la puerta del refrigerador un
golpecito con la cadera y agarra la bebida—. Es el mejor sabor que existe.
—El amarillo no es un sabor.
—Sí, lo es.
Llegamos al mostrador y toma un paquete de chicles del pasillo.
Señalo el envase rojo.
—¿Supongo que el rojo es también un sabor?
—No, eso es una tontería. —Hace su intento de guiño con un ojo
persiguiendo al otro, y no puedo dejar de reír. Sus mejillas se ruborizan, y
reprime una sonrisa mientras pago por la comida chatarra.
Llegamos al Camaro, y Em abre su bebida. Toma un cuarto de ella
antes de que ponga el motor en marcha. Mi mirada se desplaza a su
pecho, ya que trabaja horas extras para conseguir que el líquido atraviese
su garganta. Mi garganta se seca.
—¿Todavía nada? —Lame los restos de Gatorade amarillo de su labio
superior y señala su teléfono en mi cadera.
—Todavía no. —Pongo el auto en marcha—. Pero mi culo está
recibiendo un buen masaje.
—Ah, las vibraciones… por eso siempre lo guardo en el bolsillo
delantero. —Su cara se pone roja cuando levanto una ceja. Me hace
cosquillas en las rodillas y el auto se sacude cuando le doy un poco más
de presión en el gas—. Eres un pervertido, eso no es lo que quise decir.
Estoy a punto de responder, pero comienza a rebuscar en la
guantera, y su cara todavía se encuentra roja. Le daré un descanso hoy.
—Juro que puse el protector solar aquí —dice—. Mi brazo derecho va
a quemarse hasta las cenizas con toda esta conducción.
—¿Quieres regre…?
—¡No! —Sus mejillas sonrojadas se vuelven un tono más oscuro—.
Lo siento, es que… conducir, hacer paradas aleatorias en el camino y
recoger cosas tontas y tomar fotos extrañas… ayuda. Realmente ayuda. Así
que, ¿podemos seguir… podemos conducir?
Mira fijamente la guantera abierta, y tengo que mover mi mirada de
ella a la calle o voy a tener un problema. Y a pesar de que me asusta, y no
estoy seguro de si ella quiere, extiendo la mano a través de la consola
central y agarro su mano. Entrelazamos nuestros dedos. No voy a mirarla,
pero la siento mirarme ahora.
—Por supuesto.
Aprieta por un breve instante, luego la suelta. Esperaba un poco
más que eso, pero al menos no se veía disgustada cuando lo hice.
—¡Yupi! —Su brazo se levanta en señal de victoria, y me alegro de
estar en una señal de “pare” porque me desvaría directamente hacia un
árbol—. Éxito. —Sacude una botella azul en mi oído—. Es algo bueno que
lleváramos mi auto. Dudo que tengas protector solar en la guantera.
Tiene razón. —No es mi culpa que esté hecho para el clima caliente.
—Supongo que Florida te conviene —dice, y aclaro mi garganta
mientras sus ojos viajan sobre mis brazos desnudos.
—Creo que te refieres a que soy adecuado para Florida.
—No… quise decir exactamente lo que dije.
Nuestros ojos se encuentran por un segundo, y tengo que olvidar la
forma en que sus pecas salpican el puente de su nariz, la forma en que su
boca nunca se cierra por completo, y cómo su pelo siempre tiene un
mechón que se niega a permanecer en el lugar… porque estoy
conduciendo. El camino tiene que ser más interesante que mi mejor amiga.
Cuando dirijo mi atención de nuevo a la calle, en secreto digo que no tengo
ninguna posibilidad en el infierno.
La botella de protector solar hace un ruido de chorreo, y dice—: ¡Ah,
mierda! —La miro de nuevo, a su palma, cubierta de bloqueador.
—Escuché que eso sale rápido. —Me río.
—Gracias por la advertencia. —Sumerge un dedo en el protector
solar y pasa una larga línea blanca a través de mi antebrazo—. Y supongo
que recibiré una ducha de protector solar hoy.
Sus pies se levantan sobre el tablero y pasa tres dedos a través del
montón en su palma. Acaricia su pierna, a partir de su muslo, y luego
viaja hasta el tobillo y vuelve. Mi garganta se siente como un maldito
desierto, y me obligo a apartar mis ojos de sus piernas a mi bebida y
tragar la mitad de ella de una vez.
El camino se curva y puedo estar mirando por la ventana, pero mi
maldita cabeza se encuentra en sus piernas y ese bloqueador recorriendo
sus rodillas y empapando su piel, haciéndola brillante y lisa y
resbaladiza…
—Uf, en serio. Todavía tengo, como, la mitad de la botella en mi
mano. —Se ríe y necesito cada onza de autocontrol que tengo para no
mirarla.
Su codo golpea el mío mientras pasa protector solar por su brazo.
Me aparto y respiro, pero es difícil empujar el aire más allá de mi corazón
desde donde se ha alojado en mi garganta.
Los árboles más densos nos rodean. No tengo idea de a dónde
diablos nos dirigimos. Probablemente directo a un pantano. ¿Funciona el
aire acondicionado? ¿Por qué se siente como una sauna? Suelto un
suspiro y rasco mi codo donde nos pusimos en contacto, y froto el resto del
protector solar que colocó en mi brazo. La atrapo moviendo su mano sobre
su cuello en mi visión periférica, y tengo que soltar otro aliento.
—Oh, estoy un poco adolorida aquí —dice, y no puedo evitar que mis
ojos sigan su pulgar mientras frota el hundimiento de su clavícula—. Tal
vez debería recibir un masaje. —Se ríe y hago un ruido que es similar a un
gato ahogándose con su piel. Su cuello se halla húmedo con protector
solar, un pedazo de su cabello castaño pegado a su nuca, y una gota de
sudor corre por su escote.
He terminado. Absolutamente terminado. Mi cerebro se ha disparado
directamente a mi polla, y me olvido que estoy conduciendo. Acerco la
mano para frotar el resto de ese protector solar en su cuello, sintiendo ya
el calor de su piel…
Y algo choca contra el parachoques delantero.
Mi mano salta al volante y mi cerebro salta de nuevo a donde
pertenece. —¿Qué demonios? —Giro el auto a un lado de la carretera y
presiono el freno. Em gira para mirar por la ventana. Todavía tiene
bloqueador en su palma izquierda, así que limpio el resto de su mano y lo
froto sobre mis brazos, a pesar de que no he utilizado esta mierda todo el
verano. No puedo soportar más de ella frotándose.
—Oh, creo que golpeaste un armadillo o algo así. —Su labio inferior
se asoma cuando se da la vuelta—. Voy a ver si todavía se encuentra vivo.
—Em…
Pero ya se halla fuera del auto. Busco a tientas la hebilla y me uno a
ella en el camino. Estoy a dos pasos del lado del conductor cuando el olor
me golpea. Ácido y goma quemada aniquila mis fosas nasales.
—Ah, mierda. —Levanto el cuello de mi camisa para cubrir mi nariz
y boca, parpadeando mis ojos llorosos hacia Em, que ha hecho lo mismo.
Ella mira por encima de la parte posterior del Camaro y tose.
—Pobrecito.
—Es posible que desees alejarte de él —le digo, y levanta la mirada
hacia mí, frunciendo el ceño.
—¿Eh?
—Querrás alejarte de él —repito, pasando a su lado del auto. Tiro de
su cinturón para que se aleje del maldito zorrillo.
—¿Crees que esté realmente muerto?
—No lo vi, pero seguro que huele a muerto.
Tose de nuevo y se limpia los ojos. —Al menos deberíamos sacarlo de
la carretera para que nadie pase sobre él.
Demonios, no. —No voy a tocar esa cosa.
Sus ojos se abren, y la mirada es diez veces más difícil de resistir
con el hedor del zorrillo llenándolos de lágrimas. —¿Por favor? Pobre chico,
no debería tener su cuerpo mutilado por todo el camino a Florida.
Mi reflejo nauseoso trabaja horas extras, pero ¡esa maldita mirada!
Inhalo una respiración rápida y la sostengo, apartando a Em del camino,
pero agarra mi bolsillo trasero y examina el zorrillo conmigo.
No le pegué bastante fuerte para que haya sangre, y eso es bueno ya
que estoy seguro que matar animales inocentes no es la mejor manera de
impresionar a una chica. Pinchándolo con la punta de mi zapatilla de
deporte, toso y escupo, tentado a escupir el ácido construyéndose en la
parte posterior de mi lengua. Em entierra su nariz en mi axila.
Espera… la cosa todavía parece respirar. Me agacho un poco y
entrecierro los ojos. Aún está quieto. Eh. Debió ser un truco de la luz. O
me estoy muriendo lentamente por el olor y estoy alucinando.
—¿Segura que no puedo dejarlo? —Balbuceo, intentando burlarme
de ella—. Estoy seguro que los chicos en carretera de servicio lo recogerán
ant…
Los ojos del zorrillo se abren y salto hacia atrás con un grito
femenino.
Em grita y golpea mi hombro. —¿Qué? ¿Qué? —Sus uñas se clavan
en mi brazo, y tengo que tocar repetidamente sus dedos para conseguir
que los afloje.
—Se movió.
—¿Crees que está vivo?
—No sé, pero no quiero estar aquí, si…
Las piernas del zorrillo se contraen, y los dos saltamos. Hace este
raro ruido sibilante, y su estómago colapsa y sus ojos se cierran. Em se
desinfla en mi costado.
—Creo que ahora está muerto.
—Bueno, si nos quedamos aquí más tiempo, va a conseguir que
vuelva para matarlo.
Golpea mi brazo. —¿No lo moverás?
—Si lo toco, su olor saldrá.
—Creo que ha rociado todo lo que es capaz de rociar. —Hace un
gesto alrededor en el aire húmedo.
—Te digo, lo peor aún está ahí, y es como una bomba a punto de
explotar.
Rueda los ojos y coloca su camiseta sobre la nariz. —Bien. Yo lo
haré.
—Em…
Se para en la parte posterior de mi zapato, y luego desliza sus
sandalias y da toques con mi zapato de nuevo. Me río mientras la dejo
poner mi zapatilla derecha.
Entonces retrocedo. Quiere ser terca, bien por mí. Ya veremos quién
se ríe cuando esté atrapada en un baño de jugo de tomate.
Me apoyo en el Camaro y cruzo los brazos, viendo como sus pies se
deslizan a través del asfalto. Consigue girar el zorrillo por lo que su trasero
no se enfrenta a ella. Lo empuja de nuevo, y el animal gira en un círculo,
pero todavía se encuentra en el mismo lugar. Toso y río, y me da la mirada
más sexy que he visto nunca.
—¡Tú eres el chico aquí!
—Sí, y el chico se hubiera marchado si no fuera por la chica.
La parte superior de su nariz se arruga, pero puedo decir que sonríe
bajo la tela de su camiseta rosa.
—Ayuda, ¿por favor?
Dado que ha estado pateando la cosa, supongo que no está cargado,
así que me aparto del auto, y utilizamos nuestros pies cubiertos para
empujar el zorrillo a la tierra en el lado de la carretera.
Me da una linda mirada arrogante. —Ves, ¿fue tan difícil?
Y luego nos rocía.
Traducido por Sandry
Corregido por Mire

Emilia Johnson
Hace 1 día

Toda mi paga va para Campbell. Gracias, Pepé Le Pew.


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—¿Con cuántas latas de zumo de tomate se tarda en llenar una


bañera? —Eric se ríe mientras ajusta la pierna en el zumo para hacerme
espacio a través de él. Mi nariz está en una permanente posición arrugada
mientras me sitúo.
—¿Estás seguro de que esto funciona? —pregunto, diciendo adiós a
mis pantalones cortos y a mi camiseta rosa mientras el zumo sube por mi
estómago.
—De acuerdo con Google, sí.
—Todavía no puedo creer que hayas golpeado a un zorrillo.
Probablemente era el único que quedaba en Florida.
—No puedo creer que nos hayas hecho patearlo a un lado de la
carretera. —Levanta a poco de zumo de tomate y lo frota por su brazo.
¿Cómo puede hacer que algo tan asqueroso parezca tan sexy?—. Y estaba
distraído. —Hace una especie de murmullo.
—Obviamente. —Me río y me froto los brazos con el “agua de baño”.
Mi nariz se arruga de nuevo. Nunca me había dado cuenta de lo grueso
que es el tomate. No estoy segura de si eso es por los pantalones cortos
agrupándose en mi trasero o si la materia está coagulándose allí. Alzo mis
ojos hacia Eric, y tiene una media sonrisa en su rostro mientras me
observa moverme y salpicar.
—¿Qué? —pregunto mientras muevo mi trasero.
—Nada. Simplemente que no es como me imaginaba nuestro primer
baño juntos. Es un poco divertido.
Me congelo, mi corazón de repente golpeando en mi garganta. —¿Nos
has imaginado bañándonos juntos?
Se vuelve casi del color del zumo. —¿Me ayudas con esto? —Acaricia
su rodilla—. Parece que tengo el pie atrapado en mi boca.
Le echo zumo y salpica en su camiseta negra. Él me lo devuelve,
manchando mi camiseta, y sé que no deberíamos, pero iniciamos una
guerra de salpicar de todos modos. Lo bueno es que la cortina se
encuentra cerrada; de lo contrario hubiéramos manchado el inodoro.
—Está bien, está bien —dice, sonriendo y sosteniendo su palma
hacia arriba para detenerme. El zumo de tomate está goteando desde la
parte superior de su cabeza por sus mejillas, quedándose atrapado en las
líneas de su boca. Puedo sentir que también corre por mi cara, y debería
tener arcadas, pero no las tengo.
Abro la boca para decirle lo guapo que se ve aún con el zumo por
todo su cuerpo, pero un suave ¡plaf! golpea el centro de la bañera entre
nuestros cuerpos, y bajo la vista hacia mi esponja vegetal en forma de
rana, ahora cubierta de rojo.
—¡Oh, no! —Frunzo el ceño, cogiendo la esponja por el brazo de la
ranita, y luego mirando al carrito de la ducha sobre la cabeza de Eric.
Nuestra guerra de salpicar debe haber golpeado mi pobre ranita de su
pequeña percha—. Mi esponja vegetal.
—¡Así es como se llama! —Eric golpea la parte superior de su rodilla,
manchándonos a ambos más de zumo—. He estado mirando toda esa cosa
desde que te mudaste, tratando de recordar cómo demonios lo llama la
gente.
Una pequeña burbuja de risa se escapa a través de mi ceño
ligeramente fruncido. —¿Por qué?
—Esa cosa es espeluznante.
Suspiro. —No lo es. Es linda. —Mi labio se curva mientras miro la
cara de la rana azul remojada de zumo—. Y ahora está arruinada.
Él toma la esponja vegetal de mis dedos con una mirada adorable en
su cara.
—No sé cómo puedes lavarte con esto —dice, tirando de la pierna
que se asoma de la gran parte de esponja verde.
—Es suave en mis partes sensibles de señorita. —Me río mientras su
cara se enrojece de nuevo. Espero que deje caer el estropajo de vuelta en
mi mano o que me lo tire, pero no lo hace. Sigue tirando de él como si
fuera la cosa más rara y más fascinante del mundo.
—¿Está realmente estropeada? —pregunta, su tono de repente en
ninguna parte cerca de su alegría habitual. Parece realmente preocupado
por mi esponja.
—Vale como un dólar, Eric. —Me ajusto en la bañera de nuevo
mientras se me ponen los pelos de punta por el zumo en rincones de mi
cuerpo que no tenía ni idea de que existieran hasta ahora—. Puedo
conseguir otra mañana. Tal vez una aún más espeluznante solo para ti.
Trato de hacer la vista gorda, pero nunca he sido buena con eso. Se
ríe o algo así, pero sus ojos vuelven a la ranita. Pasa su pulgar sobre los
globos oculares, limpiando el zumo en ellos. Pensé que conocía a Eric
bastante bien. Pero mientras lo veo mirar fijamente a mi esponja vegetal
con la cabeza inclinada ligeramente hacia un lado, me doy cuenta que no
tengo idea de lo que está pensando. Y eso está totalmente bien. La
anticipación de averiguarlo es lo mejor.
—¿Solo un dólar? —Sus ojos se alzan hacia los míos.
—O dos. Dependiendo a dónde vayas.
Sus labios se fruncen y asiente, luego sumerge la esponja en el
zumo. Antes de que le pueda golpear por eso, la saca del baño y la retuerce
por encima de mi cabeza. Mi mandíbula cae hasta las rodillas.
—Oh, estás tan muerto. —Me lanzo hacia él, tratando de agarrar la
esponja vegetal de sus manos mientras juega a mantenerla lejos. Nuestra
risa resuena en todo el cuarto de baño, y su piel en la mía se siente
viscosa, todavía jodidamente caliente. Sus manos siguen agarrando mis
brazos y mis muñecas, mientras que sus rodillas se cierran alrededor de
mi cintura. Es tan fuerte, pero no está usándolo todo. Sé que no debería
tomar ventaja de su dulzura, pero lo hago, luchando contra él, y así puedo
presionar la esponja en su pelo.
Así como consigo una buena inmovilización de su mano, me resbalo
y me golpeo la frente contra la de él.
—Unnnghhh. —Ambos gemimos y me siento de nuevo para
agarrarme la cabeza. Se siente como que hay un partido de pinball en mi
cerebro.
—Creo que tenemos que dejar de hacer eso —dice Eric, frotándose la
cabeza.
Asiento, pero paro inmediatamente y no muevo más mi cerebro. Una
mano cubierta de zumo se extiende y me mantiene firme para examinar mi
lesión. Eric sonríe y se inclina, presionando un suave beso en mi frente.
—¿Todo mejor? —dice, bromeando, pero tal vez en realidad no es
una broma. Seguro que no se siente como ello. Ese beso golpea todo mi
cuerpo, casi como si me estuviera besando por todas partes, haciéndolo
todo mejor. Trago saliva y cierro los ojos, asintiendo otra vez, porque no
puedo encontrar mi voz. Y si la encontrara, estoy segura de que saldría
estrangulada y diría algo como—: Bésame otra vez.
A pesar de que los tomates me hacen tener arcadas, me llevo mi
mano a los labios y beso mis dedos. Los presiono en su frente, dejando que
permanezcan en su piel, arrastrándolos hacia abajo por sus rasgos y
viendo como también cambia su respiración.
—¿Todo mejor?
Las gotas de zumo de tomate caen por los lóbulos de sus orejas y en
su camiseta negra mientras asiente. Sin pensarlo, tomo la esponja y, en
lugar de exprimir todo sobre él, le limpio el cuello. Un gemido retumba a
través de su boca ligeramente separada.
—Es suave. Tal vez debería renovar mi toalla.
—Te compraré una acogedora con un hipopótamo rosa.
Sus labios se contraen en el lateral. —No me va a dejar purpurina,
¿no?
—Solo si utilizas mi gel de baño. —Le toco suavemente la nariz con
la pierna de la rana—. Hueles a vainilla.
—A coco.
Levanto una ceja. —Mm, ¿qué?
—El jabón. Es de coco.
Toquetea la cajita de la ducha, luchando por alcanzar mi botella de
color tostado de gel de baño, pero le pega un poco demasiado fuerte y esas
ventosas estúpidas se sueltan. Dejo caer la esponja vegetal y me apresuro
a cogerlas antes de que algo más se estrelle contra la pobre cabeza de Eric.
Mi ombligo se alinea con su nariz y él se ríe, tratando de sostener la cajita
conmigo.
—Bueno, ya no hueles a zorrillo. —Da una aspiración exagerada en
mi estómago—. O tal vez mi nariz ya no lo siente.
—Esperemos que se haya ido —le digo, empujando las ventosas
contra la baldosa. Estas cosas son tan ridículas. Me gustaría poder
sujetarlas en la pared.
Eric mueve sus manos en mi cintura, sosteniéndome en su lugar
mientras me huele de nuevo. Mi cerebro detiene toda actividad. Ni siquiera
sabía lo que estaba haciendo. Me deslizo un poco en la bañera. Mis manos
caen sobre sus hombros, y solo una parte de mí registra que las ventosas
de la cajita de la ducha finalmente están funcionado. Él se echa hacia
atrás y sus ojos atrapan los míos, sosteniéndome con su mirada.
—No puedo olerlo. —Sonríe, y trato de devolverle la sonrisa, pero
quién demonios sabe si eso es lo que ocurre. Deja caer mis codos sobre
sus rodillas, el zumo de tomate deslizándose entre sus manos y mi
cintura. Hay más brillando en su frente y a lo largo de la línea de su pelo.
Es tan malditamente guapo. Barbilla fuerte, mejillas pellizcables y ojos
suaves. Le dije que creía que Florida le sentaba bien, pero ahora estoy
pensando en que todo le sienta bien. Incluso el zumo de tomate.
Mi estómago se sacude cuando siento aflojarse su agarre en mi
cintura, y le agarro las muñecas para mantenerlas allí. No puedo
soportarlo más. He querido más desde la secundaria, y siempre había algo
que me lo impedía. ¿Qué me detiene ahora? Absolutamente nada.
—Tienes razón —le digo, poniéndome de rodillas y manteniendo mis
dedos apretados en sus muñecas—. Es de coco.
Antes de que él pueda decir lo que sea que está a punto de decir, mis
labios se estrellan contra los suyos.
Un gemido cae de su boca el momento en que nuestros labios se
tocan. Todos los años de frustración acumulada, de mirar, pero no tocar,
explotan, y aflojo mi agarre en sus muñecas y en cambio, le agarro la cara,
clavándole las uñas en el cuello.
Todo desaparece. El zumo en el que estamos sentados, la esponja
vegetal destruida, la mezcla de zorrillo y tomates… todo ello, totalmente
desaparecido. Volando lejos en alguna parte, dejándome solo con la
sensación de los labios de Eric. Su piel y su aliento y su todo. Este no es
un tipo al azar en una fiesta. No es una persona que vive al otro lado de la
pantalla. Él es mi mejor amigo, y es cien por ciento sólido y real.
Es cien por ciento perfecto... durante un momento.
Pero ese momento termina cuando me doy cuenta de que no se
mueve. No está respondiendo a lo que estoy bastante segura de que es el
beso más apasionado que jamás le he dado a alguien. Hago una pausa,
abriendo mis ojos, esperando que lo que vea no sea la indiferencia que
percibo.
Sus labios están entreabiertos, pero sin invitarme a entrar. Están
atascados y abiertos, junto con sus ojos. Sin parpadear. No respira. Nada.
Las cosas regresan a su lugar. La ducha, el zumo, y el borde de la
bañera al que tengo que agarrarme una vez que me alejo. Eric me mira,
pero me doy cuenta de que su cabeza está en otra parte. Mi corazón
palpita un latido irregular en mi garganta, bloqueándome sin decir nada.
El baño de repente se siente como si estuviera hirviendo. Golpeo mis
manos sobre mi cara para hacerlo reaccionar, pero no funciona. Todavía
puedo sentirlo atrapado en su posición congelada.
—Oh, Dios mío... —grazno, conteniendo lágrimas que no sabía que
se hallaban allí—. Lo siento. Yo... yo... solo… —¿Solo qué? Quiero decirle
cuánto tiempo he querido hacer eso. Pero no me esperaba esta reacción.
Olas y ondas de vergüenza me inundan, y siento como si no solo he
estropeado una futura relación con Eric, sino que también he masacrado
la amistad que tenemos.
—Por favor, olvídalo —digo, dejando caer mis manos de nuevo en el
borde de la bañera. Salgo, chorreando salsa de tomate por todos lados.
Todavía no se mueve—. Me encontraba poseída temporalmente por alguien
que pensaba que era una buena idea. —Ugh, no puedo bromear sobre ello,
mi voz se está poniendo demasiado inestable, y él todavía se encuentra allí
sentado.
Salpico al salir de la bañera, envuelvo una toalla alrededor de mi
cuerpo empapado de tomate. Salgo y voy a mi habitación, y luego cierro la
puerta detrás de mí. Una vez que estoy desnuda con nada más que la
toalla, saco mi ordenador. Tal vez Scott o Eva o Rachel o alguien esté en
línea. Probablemente tenga una bandeja de entrada llena. O un montón de
notificaciones de twitter. Tiene que haber algo que mantenga mi mente
ocupada.
Me saco el pelo de la cara, abriendo el portátil a la llena bandeja de
entrada que pensé que estaría allí, pero no es así. No hay correos
electrónicos. Ninguna notificación. Sin distracciones, sin una maldita
forma de lidiar con lo que acabo de hacer.
Scott es el único que se encuentra conectado, y le escribo un Hola,
pero después de diez minutos sin que me responda, cierro la ventana de
chat. Mordiéndome el interior de mi labio inferior, apago todas las fuentes
de luz de la pantalla del ordenador, el brillo, el cargador del móvil, y me
quedo con nada más que la oscuridad. Espero en mi toalla, al oír las
tuberías de agua llenarse mientras Eric convierte el baño en una ducha.
Deslizándome por la parte trasera de la puerta hasta el suelo, suelto
las lágrimas que he estado manteniendo a raya. ¿No siente él las mismas
cosas que yo cuando estamos juntos? La forma en que me toca, la manera
en que se burla de mí, que me mira... juro que no era unilateral.
Pero lo es. Me hubiera devuelto el beso si no lo fuera.
Si tan solo pudiera dejarme llevar por el sueño y olvidar, tal vez sería
una buena goma de borrar. Mañana seremos amigos otra vez, como
normalmente. No habrá nada más que dos buenos amigos y compañeros.
Otra oleada de lágrimas caen en cascada por mis mejillas porque
incluso ese pensamiento hace que me duela el pecho.
Quiero que sea algo más.
Traducido por Kells & Dey Kastély
Corregido por Sofía Belikov

Eric Matua está desconectado.

Respiro profundamente, mirando las gotas de tomate deslizarse


desde mi rostro hacia el fondo de la bañera mientras me quito el jugo del
cabello. Mis labios hormiguean intensamente y mi cuerpo tiembla tanto
que ni siquiera puedo ver. Pongo una mano en los azulejos para
mantenerme estable y aprieto la parte inferior de mi camiseta con la otra,
a pesar de que no tiene sentido.
Sus labios eran perfectos. Sus manos y cuerpo y todo en lo que
respecta a Emmy… todo. Perfecto. Y me senté allí con los ojos bien
abiertos, sin mover ni un maldito músculo.
¿Qué demonios está mal conmigo?
El agua comienza a limpiarse, y apago la ducha, saliendo del baño
tan rápido como puedo. Em se fue antes de que tuviera la oportunidad de
limpiarse, y estoy bastante seguro de que una vez que cerré la puerta de
mi habitación, escuché sus pisadas por el pasillo y la oí encender la
ducha.
Las píldoras están en la mesita de noche. Quiero tomar una porque
estoy bastante seguro de que estoy a punto de dar un salto, ese que el
doctor dijo que necesitaba, pero tal vez mi mente no está lista para ello.
—Demonios, es Em —gruño en mis manos. Decirlo en voz alta hace
que la tensión que siento en el estómago desaparezca un poco, por lo que
sigo—: No es Ali. No va a hacerte lo mismo. Madura, Eric.
Genial. Ahora yo sueno como mi ex.
Dejo caer la ropa empapada en el suelo y bajo la toalla, suspirando y
buscando mi medicación. Tal vez solo tomaré una dosis. La suficiente
como para calmarme y hablar con Em, pero no tanta como para hacerme
dependiente de ellas otra vez.
Una píldora. Es más pequeña que un tic tac. No es la gran cosa.
Me pongo un par de pantalones cortos y una de mis camisetas más
grandes, y luego me trago la píldora antes de que pierda la maldita mente.
Y respiro.
La ducha se apaga.
Respiro un poco más.
La puerta de Em se abre y cierra.
Fuera y dentro, como me han enseñado durante los últimos tres
años.
Mierda… han pasado tres años desde lo de Ali. ¿Realmente soy tan
débil como para dejar que una chica me arruine de tal forma? ¿Una chica
que ni siquiera significa tanto como Em?
Estoy en la inhalación número treinta y cuatro cuando siento que
todo se disipa. El nudo en mi estómago desaparece, y el puño alrededor de
mi corazón se afloja, y mi ceño se suaviza.
Em me besó. Mi Emmy me besó, y no le correspondí el beso. Mi falta
de respuesta fue más que todo debido a la sorpresa. Pero tal vez… tal vez
fue debido a algo un poco más profundo que eso.
Quiero saber por qué.
Cuando Ali me besó por primera vez, pensé que fue porque se sentía
interesada por mí. Pero por la manera en que me habló, regañó, y llamó
inútil, torpe e inexperto… quería ayudarme o algo. Y acepté todo lo que
pude, porque creí en ella.
A veces aún creo en ella.
Así que, ¿por qué querría besarme Em? Soy un maldito desastre.
Me pongo de pie, atravieso la habitación y el pasillo, y abro la
puerta, caminando como un robot, casi sin estar consciente de ello hasta
que estoy dentro de su habitación a oscuras. Todo se siente diferente. Ni
siquiera está la luz usual del computador. Su respiración insinúa que no
está dormida, pero se aparta de mí, hacia la pared, su cabeza enterrada en
su almohada.
—Me besaste —le digo como un idiota. Mi mano se retuerce en mi
bolsillo, con ganas de golpearme en la cabeza.
Em no me responde, y sí, no la culpo. Dando cuidadosos pasos
hacia la cama, mi boca se abre y lo digo de nuevo, porque ya que he roto el
hielo con eso, puedo seguir diciéndolo hasta que me responda algo. —Me
besaste.
Mis labios aun hormiguean.
Me siento en la esquina de la cama, y aunque permanece en silencio,
su respiración se ha acelerado. El calor emana en oleadas desde su
cuerpo, y a pesar de que ya está cálido aquí, quiero acercarme más. Quiero
probarla, tocarla, sentir cada maldita cosa de ella porque es ella. Ahora
mismo, no estoy asustado. Estoy más que nervioso, pero es debido a ese
salto que puedo ver frente a mí. Y maldita sea, voy a saltar.
Me tumbo a su lado, colocando la cabeza en su almohada y
presionando mi estómago contra su espalda. Se siente íntimo, y mi ritmo
cardiaco comienza a aumentar, y muevo la parte baja de mi cuerpo así no
me sentirá contra su trasero. Se tensa a mi lado, así que levanto una
mano temblorosa y la envuelvo alrededor de su cintura, aferrándome a ella
porque lo necesito. Necesito hacer que las cosas sigan en marcha, necesito
quedarme aquí… y respirar.
Nos tumbamos en la oscuridad, su espalda presionada contra mi
frente, y sin decir nada. No sé si quiero romper el silencio. De repente, me
pregunto si es suerte, algo de esa basura “del momento”. Si es cierto,
desearía poder tomar ventaja en lugar de sentir pánico.
Lo siento de nuevo, sus labios contra los míos… como si no los
hubiera deseado por bastante tiempo.
—Me besaste —repito. Aun sin asimilarlo.
Em presiona su rostro en la almohada y aprieto con más firmeza la
mano en su cintura, suplicando silenciosamente que no se aleje de mí.
—Sí. —Su voz suena lejana, pero la escucho.
Cierro los ojos y presiono la nariz entre su suave cabello. Todas las
preguntas por las que me preocupo cuando una chica me toca se filtran en
mis pensamientos.
¿Em quiere arreglarme? ¿O me quiere por quién soy? ¿Quién soy? Se
me aprieta el pecho y el estómago, y la acerco aún más, asustado por lo
que voy a encontrar, y aterrorizado por lo que significa una relación… o lo
que puede hacernos. Voy a entrar en pánico de nuevo. Mi corazón empieza
a latir un poco más rápido, y me concentro en el sonido del océano afuera
de la ventana, aferrándome sólo a ella, pero también al océano
tranquilizante.
—Tú… —Mi voz tiembla, y respiro el resto de la oración en su
cabello—. Tú me besaste.
Un gruñido escapa de su boca. —Sí, lo hice. Lo siento. Ya sé que no
es lo que querías y presioné nuestra relación demasiado lejos, pero ya no
podía soportarlo. Te veías tan sexy, y no te besé únicamente por eso, es
sólo que… necesitaba tenerte más cerca. He estado luchando contra esa
necesidad desde la maldita secundaria. Y siempre tenía una excusa para
no besarte. Bueno, esta noche, estaba cansada de esas tontas excusas y lo
hice.
—Espera… —Me aparto de su cabello y la volteo para que me mire.
No puedo hacer mucho en la oscuridad, pero la luz de la luna es suficiente
como para ver sus facciones y lo mucho que lo siente, que está
avergonzada. Pero no debería sentir ninguna de esas cosas.
Mis ojos buscan rápidamente los suyos así puedo ver la verdad
cuando le pregunto—: ¿Desde la secundaria?
Se lame los labios. —Ya te lo había dicho. La noche en la playa
cuando hablamos de la atracción, había querido besarte, pero…
—Ali.
Asiente y baja la vista. Pero necesito verla.
Levanto su barbilla con suavidad, y sus ojos regresan tímidamente a
los míos. —Nunca me dijiste que querías besarme.
—¿Qué?
—Cuando hablamos esa noche, me dijiste que te parecía atractivo,
pero nunca me dijiste que querías besarme.
—Eric… —Suspira, pero no aparta la mirada—. He querido besarte
incontables veces. Cuando tenía quince y le dijiste a Jake Peters que
cerrara la estúpida boca después de que me llamara perra. Cuando me
llevaste al jardín de mamá y hablaste con ella como si fuera tu mejor
amiga. Cuando tu entrenador finalmente te sacó de la banca en el último
año. Esa vez en el campo cuando Ali se rehusó a besarte frente a todos. Y
sí, recientemente en la playa. —Sus ojos caen, pero a mis labios—. Sé que
no te sentías atractivo en ese entonces. Pero lo eras para mí. Y aun lo eres
porque eres… bueno, sigues siendo mi Eric.
Sus palabras me golpean. Quizá soy suficiente para ella. Si creía que
era deseable entonces, me encontrará igual ahora.
Observo su rostro, sus mejillas redondas y sus facciones suaves
iluminadas por la luna, y hago lo que yo he querido desde que estoy en la
secundaria. Enterrando los dedos en su cabello húmedo, la acerco a mis
labios, y me detengo antes de besarla.
—También necesito estar cerca de ti, Em. Pero… nosotros… tenemos
que ir despacio. —Ali atraviesa mis pensamientos por un breve instante
antes de que la aparte—. ¿Podemos hacerlo?
Su respiración golpea mi boca con rapidez, y dice—: ¿Quieres decir
que quieres esto conmigo?
Mis labios se arquean en una media sonrisa. —Diablos, sí.
—Entonces llévame a la velocidad que desees.
Una marea cálida recorre mi cuerpo cuando finalmente presiono mis
labios contra los suyos. Sabe a pasta dental, y mi aliento sale en forma de
gruñido porque nunca he notado cosas como estas antes, cuando besaba a
otras chicas. De repente, soy consciente de todo; de su cabello mojado que
se envuelve entre mis dedos, de su nariz presionada contra mi mejilla, de
nuestro ritmo lento y explosivo. Sus piernas se deslizan contra las mías,
asentándose cerca de mis caderas. No sé si lo que estoy haciendo es lo
correcto, pero se siente así cuando pongo los dedos bajo sus rodillas y la
acerco aún más. Es tan suave que no puedo evitar pasar una mano por
toda su pierna, hasta su tobillo, y entonces arrastrarla lentamente hacia
su rodilla de nuevo. Pero no me detengo allí.
Trato de leer el lenguaje de su cuerpo para asegurarme de que mi
mano no será apartada mientras subo hasta su muslo y alcanzo la tela de
sus pantalones cortos. Me aparto de sus labios un momento para respirar.
Ha pasado tanto tiempo desde que toqué a alguien de esta manera, y la
última vez que lo hice, me dijeron que lo hice mal.
Aun así, no creo haber tocado a alguien así. Porque estoy bastante
seguro de que se siente diferente.
Em toma aire junto a mí. Huele como a coco y jugo de tomate, para
ser honestos, pero más a coco. Pongo la mano detrás de su rodilla una vez
más y mis labios encuentran los suyos de nuevo. Me ajusto sin pensar,
poniéndome sobre ella. Y por primera vez mientras estoy besando a una
chica, no pienso en mi peso aplastando su cuerpo. Me sostengo sobre mis
brazos y me muevo desde la hermosa boca de Em hacia su cuello, a lo
largo de su barbilla y mejilla, y luego de regreso. Parece que le gusta,
teniendo en cuenta los sutiles gemidos y esa sonrisa satisfecha.
Estoy tentado a continuar mi exploración, con el pulso errático del
corazón en el cuello. Lo estoy haciendo sin ningún ataque de pánico, pero
Ali se presiona contra los bordes de mis pensamientos.
—Lo estás haciendo mal, Eric.
Es sólo un segundo, pero es suficiente para hacer que me detenga en
el hueco del cuello de Em, y en lugar de deslizar los labios hacia abajo,
hago mi camino de regreso.
Debo ir despacio.
Así que me mantengo en la zona de confort de su cuello y labios, y
con las respuestas de Em ahogando mis breves destellos de duda, disfruto
cada maldito momento de ello.
Algo está retumbando la habitación. Cada dos o tres minutos estalla
a través de mi sueño y me hace pensar que estamos en medio de un
terremoto, a pesar de que Florida no es muy conocida por ellos.
—Em, ve a la puerta.
Se ríe junto a mí, y siento un pequeño beso en la barbilla. —¿Alguna
razón?
—Terremoto —murmuro, luego voy a la deriva del sueño.
—Eric, despierta. —Un pinchazo en mi hombro me empuja al borde
de la cama, y siento una sacudida en el estómago que dice que estoy a
punto de caer sobre mi trasero, justo antes de enderezarme de un tirón.
—Buenos días —dice Em mientras me froto los ojos. Su portátil está
apoyada en sus piernas, y baja la tapa lo suficiente como para mirarme.
Lleva sus lentes, con el cabello hecho un desastre, mitad dentro y mitad
fuera de una coleta, y las tiras de su camiseta caídas en sus hombros.
Paso una mano por mi cara y ajusto la manta sobre mi regazo, porque no
es suficiente que sea por la mañana, pero ver a Em así es la cosa más sexy
con la que he despertado.
—Hola. —En serio, ¿eso es lo primero que le digo a mi novia después
de la noche que acabamos de tener? Demonios, será mejor que lo
compense, pero tan pronto como me decido a hacer un movimiento,
levanta de nuevo la pantalla y comienza a teclear. Hay un atisbo de
sonrisa en sus labios, y puedo ver las ventanas de chat de Facebook
reflejadas en sus lentes.
—¿Con quién hablas? —pregunto, y entonces me cuestiono si se me
permite ser curioso. Esquivó la pregunta la última vez.
—Un amigo. Dijo que el año pasado golpeó a un zorrillo y no le dijo a
nadie, sino que estacionó su auto en la cochera y lo encerró durante la
noche. Toda la casa se despertó con el olor.
Varias cosas destacan para mí en esa frase, pero la más grande es el
“él.” No debería molestarme. Em tuvo varios amigos hombres al crecer.
Demonios, yo fui uno de ellos.
Pero sí me molesta.
—¿Le contaste sobre ser rociados?
—Lo publiqué en mi muro. Junto con esto. —Gira la portátil para
que pueda verla, y busco las ventanas de chat, pero las ha cerrado todas.
—¿Lo ves? —pregunta, y obligo a mis ojos a apartarse de todos los
chicos en su lista de chat y mirar hacia su muro.
Emilia Johnson está en una relación con Eric Matua.
Hay un gran corazón azul en la parte superior, junto con varias fotos
de nosotros. La mayoría son de mis años pesados, pero hay una que debió
haber tomado anoche después de que me quedara dormido. Me está
poniendo un bigote con su dedo y besando mi frente. Estoy hecho polvo.
—Sí, mejor borra esas imágenes.
El portátil se aleja de mi alcance, y se ríe mientras la cierra con
fuerza y la esconde entre la cama y la pared.
—¡Nunca! —grita mientras me lanzo sobre ella. Su aliento sale en un
“auch” y mi corazón truena en mi pecho con tanta fuerza que
inmediatamente me arrepiento de aplastarla hasta la muerte. Comienzo a
apartarme rápidamente, pero se aferra a mi cuello y me besa.
Anoche nos tomamos las cosas con lentitud. Con la suficiente
lentitud como para que no me preocupe por mi ansiedad. Pero ahora mi
pene está duro y no estoy seguro de dónde poner las manos o si necesito
presionarme contra ella o si necesito usar mi lengua. Mi cabeza no se
detiene, y me preocupa hacer un movimiento que la decepcionará o la
lastimará o la hará sentir incómoda. Así que me aparto y me inclino para
escuchar lo que sea que es ese maldito ruido retumbante.
—¿Estás bien? —pregunta a mis espaldas, sentándose y plantando
un beso en mi hombro. Ese pequeño beso tiene el mismo efecto que el que
acabo de interrumpir y me pregunto qué demonios me está haciendo.
—Mmh, sí. Tu teléfono acaba de sonar.
—Sólo son notificaciones y correos electrónicos.
—¿Todavía nada?
Sacude la cabeza, presionando la nariz entre mis omóplatos. —Y me
siento totalmente mal, porque las últimas veinticuatro horas deberían
haber sido aterradoras. Debería estar hecha un lío. Pero ha sido… bueno,
han sido unas veinticuatro horas sorprendentes. —Su aliento me calienta
a través de la camiseta—. ¿Es malo sentir felicidad incluso cuando…?
Quiero decir, él podría estar…
—No lo está. —Me giro para capturar su barbilla. Esto puedo
hacerlo. Puedo consolarla y ser un amigo—. Estará bien. Llamaré a la
Guardia Costera si quieres.
Su celular vibra.
—Gracias —dice, tendiéndome el teléfono. Sus dedos dejan un rastro
de fuego en mi piel cuando lo desliza en mi palma.
Asiento, tomo una respiración profunda, y beso la punta de su nariz,
deteniéndome cerca de su rostro por un segundo antes de darle un
pequeño beso en los labios una, dos, tres veces… luego me alejo antes de
que mi cabeza comience a correr otra vez.
—Sólo será un minuto. —Me levanto cuidadosamente de la cama,
maniobrando para salir de la habitación para que no vea esta maldita
erección.
Cuando llego a la sala, enciendo el teléfono, hundiéndome en los
cojines. La Guardia Costera se encuentra guardada debajo de sus
contactos, pero antes de que pueda tocar el botón de llamada, otra
burbuja aparece en la esquina de la pantalla. Es el mismo chico que ayer
le envió mensajes como cincuenta veces.
Miro por encima de mi hombro hacia el pasillo vacío. Podría verlo
realmente rápido. Me está volviendo loco, esa burbuja en particular
apareciendo tan a menudo; sólo quiero saber si es algo de lo que debería
preocuparme.
Pero me cierno sobre el círculo y me detengo. Solo han pasado horas
en nuestro estado de “más que amigos” y me estoy poniendo paranoico.
Este chico debe saber que está en una relación conmigo. Ya lo publicó por
todo Facebook.
Y debo confiar en Em, porque en realidad no me ha dado ninguna
razón para no hacerlo.
Me levanto del sofá, presionando el botón de llamada mientras me
dirijo a mi habitación. El teléfono sigue sonando cuando saco una píldora
del frasco que mantengo escondido en mi cajón.
En el segundo en el que he terminado con la Guardia Costera, estoy
haciendo una cita con el doctor Shuman.
Traducido por Beatrix & Kells
Corregido por Bells767

Emilia Johnson publicó una foto en el perfil de Eric Matua.


Hace 2 horas

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Debo haberme quedado dormida mientras Eric se preparaba, porque


ni siquiera lo oigo en mi habitación hasta que pone mi teléfono en la
mesita de noche.
—Oye, tengo que ir a trabajar.
—¿Algo sobre la Guardia Costera? —pregunto, inclinándome encima
de la almohada. Huele a su champú, y espero que los signos de nuestra
aventura con el zorrillo se hayan ido.
—No. Pero no han tenido ningún reporte de restos del barco, así que
eso es una buena señal.
—Sí. —Sé que está tratando de hacerme sentir mejor, pero no está
funcionando. Ahora estoy pensando en escenarios con secuestros de
piratas. Nunca debería haber visto esa película de Tom Hanks.
Pasa un pulgar sobre mis nudillos. Espera un momento... ¿está
temblando?
—Trata de no preocuparte hoy. Haz algo para mantener tu mente
fuera de ello.
—¿Cómo qué?
Su pulgar recorre la palma de mi mano, y sí, definitivamente está
temblando. Trato de captar su mirada, pero está evitando el contacto
visual.
—Bueno, eh... ¿trabajas hoy? —pregunta.
—No.
—Puedo, bueno, quería... —Se aclara la garganta y rasca su nuca,
mientras su dificultosa respiración crece. Es demasiado adorable, y me
sonríe por primera vez desde la última vez que salió de la habitación.
—Tu cara se está poniendo roja. —Doy un golpecito en su mejilla—.
¿Querías qué?
Baja su cabeza. —Va a salir tan malditamente patético —dice hacia
su regazo—. Pero quería invitarte a salir.
Me río, sentándome y balanceando mis brazos alrededor de su
cuello. Mis uñas rozan contra su uniforme de color azul. —Eso no es
patético.
—¿Eso es un sí?
—Sí.
—Simplemente podríamos ser tú y yo moviéndonos por las cosas de
Amazon, mientras que comemos comida para llevar…
—Sigue siendo un sí.
—El día de pago no es hasta el viernes, pero quería hacer algo antes
de eso…
—Suena fantástico.
—Y te ayudará a dejar de pensar en cosas, ¿verdad?
—Creo que sí
—Está bien. —Me da una palmada en la pierna, que creo que es
bastante raro porque estoy básicamente tendida sobre él. Dejo caer mis
brazos, sin saber qué hacer con ellos ahora. Estudia mi mano por un
momento antes de entrelazar sus dedos con los míos. Su palma está
húmeda—. Vuelvo cerca de las siete y media —dice.
Frunzo el ceño, y miro el despertador. —¿Tienes un turno largo hoy?
—Tengo una cita con el médico después del trabajo.
—¿Está todo bien?
—Sí. —Sonríe como si realmente estuviese bien, pero su cara sigue
roja, y sus ojos oscuros están fijos en nuestras manos—. Em... puedo...
eh... ¿te puedo besar?
Sonrío y agarro su cara, tirándolo hacia mí. Su respuesta es temblar
de nuevo, pero después de un par de rondas entra en un ritmo que ansío
absolutamente. Cada vez que lo vea, voy a querer besarlo así. Espero que
esté de acuerdo con eso, ya que vivimos juntos. Voy a tener que
abastecerme de bálsamo labial.
Sus manos temblorosas se mueven a mi cintura, y me pongo de
rodillas para cerrar la distancia entre nuestros cuerpos. —Nunca tienes
que preguntar para besarme —le digo, separándome. Espero que me tire
hacia atrás, pero no lo hace. Respiramos el uno en el otro, su cuerpo
temblando en mi contra. Quiero que se relaje, saber que todo esto está
bien y lo que quiero, infiernos... estoy lista para mucho más, así que
aplasto mi boca con la suya de nuevo, deslizando la lengua por la
comisura de sus labios.
—Yo… tengo que irme —espeta. Salta de la cama tan rápido que casi
caigo con él—. Eh, mantén tu mente ocupada hoy, y me avisas si te
enteras de algo.
—¿Estás bien? —pregunto mientras se encuentra con el marco de la
puerta.
—Sí, sólo estoy... llego tarde. Así que, sí, tengo que correr.
Me da esa sonrisa medio inclinada y luego se va por el pasillo.
—¡Ten un buen día! —grito detrás de él. Murmura algo, pero no lo
capto. Al segundo que escucho la puerta principal cerrarse, saco mi
teléfono y mando un mensaje a Eve, porque en serio, ¿qué demonios fue
todo eso?
Mia: ¿Tienes un minuto?
Eve: Sí. Paul está fuera. Necesitaba pollo picante.
Supongo que todavía está tratando de provocar el parto de cualquier
manera que pueda.
Mia: ¿Has visto mi actualización de Facebook?
Eve: ¿Acerca de ti y el “no amor de la secundaria”? ¡Sí! Y es
absolutamente adorable.
Mia: Lo sé, ¿verdad? Y él quiere que borre esa imagen.
Eve: Bueno, está durmiendo. Es un lindo sueño, pero entiendo
su punto de vista.
Mia: Sí... parece no querer ser... no sé...
Eve: ¿?
Mia: ¿Podemos hablar por Skype?
Eve: Déjame ponerme una camiseta.
Me río, cambiando de mi teléfono a mi portátil, que todavía está
atrapada entre la cama y la pared. Me veo horrible, pero es sólo Eve. Me ha
visto enferma, empalagosa, y todo lo demás. Y no me veo tan mal como lo
hago normalmente en la mañana, ya que me puse algo de maquillaje y
rehíce mi cola de caballo antes de que Eric se despertara a mi lado.
Mi Skype salta, hago clic en responder y espero a que el rostro de
Eve aparezca. Me río cuando veo una manta envuelta sobre sus tetas.
—Eso no es una camiseta.
Se encoge de hombros. —El doctor dijo reposo en cama, y mi tocador
es todo un camino hasta allí. —Señala fuera de la pantalla y finge hacer
pucheros.
—Ya casi sale, nena —le aseguro, como lo hago cada vez que
hablamos últimamente.
—Lo sé. —La manta se desliza un poco, y la ajusta—. Entonces,
¿qué está pasando?
Esa es una pregunta capciosa. ¿Por dónde empiezo? Besé a mi mejor
amigo y llevamos nuestra relación al siguiente nivel, pero algo no andaba
bien esta mañana y tal vez está dudando, y es una persona demasiado
agradable para decirme que no siente lo mismo. O tal vez no tiene nada
que ver conmigo, no tengo idea. Pero estoy tratando de no pensar en mi
padre, tratando de no analizar demasiado la rareza de Eric, pero es lo que
está haciendo mi mente.
Dejo caer mi cabeza, mirando el teclado. —Mi novio está actuando
raro.
—Raro, ¿cómo?
—Parecía nervioso o algo esta mañana. Como si no pudiese
encontrar la manera de tocarme o hablar conmigo. —Me muerdo el labio
inferior—. No quiero que las cosas sean así de extrañas.
—Dale un descanso. Probablemente está nervioso.
—¿Crees que lo lamenta? —Porque seguro como el infierno está
actuando de esa manera.
—Ya basta. Cuando Paul y yo nos besamos por primera vez, él no
fue fácil durante toda una semana después.
—¿En serio?
—Sí. —Ajusta su manta de nuevo, pero creo que sólo está tratando
de conseguir que el bebé cambie de posición, por la forma en que sus
manos se envuelven alrededor de su vientre—. Creo que pasar de amigos a
amantes lleva un poco de trabajo en sus cabezas. Piensa en ello.
Probablemente ha querido besarte y tocarte durante años, pero no lo hizo
debido a esa línea. Ahora la línea se ha ido y está en piloto automático o
algo así. No quiere asustarte.
—Tal vez. —Eso en realidad sonaba bastante razonable. Pero quiero
demostrarle que esa línea se ha ido totalmente—. ¿Qué crees que debo
hacer? Sólo quiero que se relaje. Que esté seguro de que estoy lista para
cualquier cosa que quiera hacer conmigo.
—¡Oh! Leí este artículo el otro día de maneras para seducir a tu
hombre. Déjame abrirlo. —Mueve su dedo sobre el teclado, y hago clic en
Twitter mientras espero. He recibido veinte favoritos en ese momento
cuando tu #mejoramigo se convierte en tu #novio.
—Está bien, te envié un correo electrónico —dice Eve, y hago clic en
mi Yahoo—. Sin duda haría el número siete.
Toma un segundo para descargar el documento, y cuando se abre
me desplazo directamente al 7 azul.
Muestra tu cuerpo dándole una buena depilación.
—¿Depilación?
—Las piernas suaves son un afrodisiaco, nena.
Dirijo mi mano sobre mi pierna, encogiéndome por el pequeño
pinchazo. Oh, Dios mío, Eric definitivamente estuvo frotando mi pierna
anoche. ¡Qué humillante! —Está bien, sí. Han sido un día o dos. Les puedo
dar una gran depilación hoy.
—Tal vez quieras recoger otras cosas. —Menea sus cejas y hace
gestos a su entrepierna.
Sofoco una risa. Tengo un dispositivo intrauterino, así que estoy
cubierta en el control de la natalidad. Pero en cuanto a otras cosas... No
conozco la historia sexual de Eric para nada. Asumo que estuvo con Ali,
pero entre entonces y ahora... ninguna maldita pista. He estado con dos
personas, que estaban limpias, así que estoy bien, pero...
—Mierda. —Enrollo el final de mi coleta—. Nunca he comprado
condones antes. Ni siquiera estoy segura de cuáles comprar.
—¿Nunca has comprado condones?
—No. Jaxon siempre estaba abastecido, y Kyle y yo... bueno, tuvimos
otros métodos anticonceptivos.
—¿No duplicabas por razones de seguridad?
—Ambos éramos vírgenes.
—Bueno, sólo obtén un par de diferentes tipos. Vas a estar bien.
—¿Crees incluso que los necesitaremos pronto? Quiero decir... Eric
dijo que quería ir despacio.
Ella resopla. —Paul también dijo eso. Estuve desnuda en su cama al
día siguiente.
—Oh, lo recuerdo.
Empieza a reír de nuevo, y su cara se aprieta mientras agarra su
abdomen. Mi sonrisa cae un poco porque no estoy muy segura de por qué
está en reposo en cama, y me preocupo por ella.
—¿Estás bien? —pregunto mientras se estremece una vez más.
—Creo que está clavando un codo en mi costilla.
—Dile que ya basta,
Pasa su mano sobre su estómago. —Sólo significa que se está
quedando sin espacio allí. Tal vez tomará la indirecta y salga.
Abro la boca para decirle de nuevo que está casi lista, pero un fuerte
“hurra” de su lado de la pantalla me interrumpe. Eve chilla mientras se
inclina sobre su ordenador, dándome una perfecta imagen de sus pechos
cubiertos por la manta antes de que aterrice de nuevo en su trasero, ahora
sosteniendo un gran contenedor de comida para llevar.
—Vamos, pollo picante —dice mientras hace estallar la parte
superior—. Dale un parto a mami.
La cabeza de Paul se cuela en el plano para plantar un beso en su
mejilla. Me da un pequeño saludo antes de desaparecer.
—Voy a dejarte comer. Gracias por el chat, nena.
—Déjame saber cómo va.
Me sopla un beso lleno de pollo y cuelga. Cuando hago clic fuera de
Skype me doy cuenta de nuevos mensajes en Facebook de Scott.
Realmente debería salir y prepararme para la cita de esta noche, pero me
encuentro leyendo su mensaje.
Scott: Bueno, Mia número 4… no era mi Mia.
Mia: Lo siento  ¿No has probado con alguno de sus amigos?
Scott: Fui con la primera ruta. Nadie quiere hablar conmigo.
Mia: La encontrarás. Sólo sigue buscando.
Scott: ¿Crees en el destino? ¿Como que esta mierda sucede
porque se supone que lo haga?
Mia: Sí y no. Pero sabes que no la encontrarás si te rindes.
Scott: Buen punto.
Mia: Perdona que te deje colgado, pero tengo que correr. Un
montón de mierda que hacer hoy.
Scott: Sí, no hay problema. ¿Vas a estar más tarde?
Escribo que siempre estoy, pero lo borro rápidamente. Esta noche
estoy teniendo una regla de no-pantallas.
Mia: Estaré mañana.
Scott: Sta bn. Hablo contigo entonces.
Mia: Adiós. (:
Cierro el portátil y lo meto debajo de la cama. No miraré esa cosa por
el resto del día.

—Ahhh. —Suspiro, sumergiendo las piernas en una tina caliente. Ha


pasado mucho tiempo desde que depilé algo y olvidé tomar un analgésico.
Pero estoy suave como la seda ahora. No puedo dejar de tocarme.
Una sonrisa atraviesa mi rostro mientras imagino a Eric recorriendo
mi piel con sus dedos, su toque calentando mi cuerpo, sus labios
corriendo a través de mi cuello. Quisiera rasgar su camiseta para admirar
lo que los abdominales matutinos han hecho. Puede desnudarme pieza por
pieza. Mi cuerpo está tan suave como la mantequilla, querrá tocar y besar
y agarrar y cuidar cada parte de él.
Uf, quizá debí empaparme en agua con hielo.
Soy fan de mí misma, aprieto mis piernas. ¿Por qué apenas son las
dos? Necesito que sean las siete treinta.
Vacío la tina —porque el calor me matará si no lo hago— y mi
corazón resuena en mi pecho mientras mi estómago se retuerce y mi
trasero hace su propio baile. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuve
sexo? Dah, ¿por qué me lo pregunto? Sé exactamente cuánto ha sido.
Mi trasero sigue haciendo el baile mientras me seco. Y canto “No
Diggity” con el palito que utilicé para esparcir la cera. No puedo dejar de
sonreír, y culpo a Eric por todo eso. ¿Por qué las personas no salen con
sus mejores amigos? Estamos más allá de la parte de empezarnos a
conocer, así que podemos saltar justo a conocer las partes del cuerpo.
La toalla está alrededor de mis pies mientras alcanzo mi tanga
amarilla con una joya a un lado, y es cuando noto… los pelos.
Mi boca se abre mientras miro al espejo. Rezo porque haya más cera
porque asco. ¡Qué asco!
Nunca enceré mi área del bikini, pero sí mis piernas y axilas
totalmente. No puede ser muy diferente, excepto porque en realidad
necesitare el analgésico, creo. Tomo la tolla y corro hacia el botiquín en la
cocina. Eric guarda las aspirinas en el estante superior, y tengo que llegar
a las nubes para conseguirlo. La toalla se desliza y mis pechos expuestos
golpean todas las cosas del segundo estante, haciendo que caigan sobre la
encimera.
—Oh, demonios —siseo, y deslizo un dedo para obtener Tylenol,
empujo más para alcanzarlo.
Me relajo de nuevo sobre mis talones y arreglo la tolla. Estaré bien
sin eso. Mi tolerancia al dolor es bastante alta. Y no quiero tener que
recalentar la cera mientras espero que el analgésico haga efecto.
Tomo la cera del baño, llevándola a mi cama porque estoy bastante
segura que voy a tener que acostarme para ello. Pongo la toalla en el borde
de la cama con una mano. Pruebo la temperatura de la cera con la otra.
Está tibia. Aun buena, creo. Sumerjo el palito allí mientras pongo listas las
tiras.
Hmm… quizá debería ir a Youtube para ver como se hace esto. No,
espera. Dije que no más computadora por hoy, y lo haré, demonios. Sé que
si la enciendo veré mis actualizaciones de Facebook, mi Twitter, mis
correos… No. No. No.
Esto es simple —sólo un poco de vello más sensible. Igual que mis
piernas y axilas. Levanto la barbilla, tomo el palito y esparzo la cera en mi
entrepierna. Entonces me acuesto de espaldas y pongo una tira de cera
antes de perder mi cordura.
Suave por todas partes. ¡Eric no sabrá qué lo golpeó! Sí, soy esa
Emilia que vaga por ahí con sus pantalones de pijamas y camisetas, el
cabello hecho un lio, y sin maquillaje por la mañana, que entierra su cara
en el teléfono y computadora el noventa por ciento del día. Pero debajo de
todo eso está esta suave y sexy diosa que puede hacer con él lo que quiera.
Mi trasero se sacude de nuevo, y jalo la esquina de la tira. Eso
debería ser suficiente tiempo para que la cera se endurezca. Está bien, Mia,
respira profundo, un fuerte tirón, piensa en los resultados.
Cuando exhalo, la arranco, y la más alta maldición sale de mi boca.
—¡Mieeeeerrrrdaaaaaa!
Mis ojos están llorosos. Creo que me saqué la piel. Voy a ver este
desastre de sangre y tendré que llamar a emergencias. Necesitaré un
injerto de piel de una de mis nalgas. Voy a tener trasero en la entrepierna.
Meto mi mano entre mis piernas y me curvo en posición fetal. Aún
hay cera en mí, la aplasto entre mis dedos y grito obscenidades en el
edredón. ¿Cómo es que aún queda cera? Oh Dios mío, ¡Quizás es sangre!
Saco mi mano lo suficiente para examinar la falta de sangre, luego la bajo
de nuevo, haciendo presión en el área mejor-que-esté-sin-vellos del bikini.
Me arrepiento totalmente por no tomar analgésicos, ni siquiera creo
que un dardo para elefantes me ayude.
Respiro profundo, inhalo, exhalo, y espero que el dolor empiece a
menguar. Va desde arder a palpitar hacia darme un calambre y toma
mucho tiempo para llegar a ello, pero encuentro la fuerza para sentarme y
estirar la mano.
Oh maldición. El vello… aún está ahí. Como, casi todo. Y también la
cera —que no se ha endurecido, obviamente. Busco la tira y la examino,
tres o cuatro pequeños cabellos… y eso es todo.
¿Eso es todo?
No me importa haber prometido no más teléfono. Mi mano toma mi
celular, y estoy temblando de furia, confusión, y quién sabe qué más
mientras llamo a Eve.
—Responde, responde, responde —canto, limpiando mis lágrimas de
dolor sobre mis mejillas con el dorso de la mano.
—¿Hola?
Es Paul. Demonios.
—Hola, ¿Eve está por ahí?
—Está en la ducha. Le puedo decir que te devuelva la llamada.
No. La necesito ahora.
—Eh, es algo importante. ¿Puedes interrumpirla?
—¿Está todo bien? ¿Has escuchado algo de tu papá?
—No aún. Solo… Necesito hablar con ella. ¿Por favor?
Suspira. —Está bien, pero si obtengo una regañada, te culparé.
Lo escucho caminar, y abrir una puerta, escucho la corriente de la
ducha, y entonces cubre el receptor. Mi entrepierna aún está palpitando, y
cruzo mis piernas para aliviar el dolor, aún tengo cera sobre mí. No quiero
que mis labios se peguen cuando finalmente se seque.
—Está bien, ¿Qué es tan importante? —pregunta Eve riéndose.
Voy directo al punto. —Intenté depilarme con cera el área del bikini
yo misma, ¡pero entonces la primera tira no hizo nada, sólo se sintió como
si me despellejara! Ahora tengo cera por todas partes sobre mí y no sé
cómo quitarla, porque no hay manera en el infierno que ponga otra tira y
lo haga de nuevo.
—¡Espera, espera! —Algo se estrella, hay un gemido en el fondo, y
entonces—. Mia, estás en altavoz.
Mi cara se llena de calor, y deslizo mi nariz entre la almohada.
—Está bien, lo siento —dice Eve, y su voz suena más cercana
ahora—. ¿Hiciste qué?
—Estoy en medio de una crisis de cera. ¿Qué crees?
—Bueno, primero cálmate. Tuve una depilación con cera una vez, y
me dolió como el infierno. Es normal.
—¿Es normal que la cera no saque nada?
—Mira, el área es difícil hacerla por ti misma. Debes llamar a Rachel.
Ella hizo la mía.
—¿Qué?
—Te dije que te calmaras.
Está riéndose. ¿Por qué está riéndose? No es gracioso. Mi primer
intento de seducir a Eric con mi suavidad sexy se está yendo directamente
a la mierda. Va a venir a casa y me encontrará aquí sentada medio
desnuda, tratando de sacar la cera de mi entrepierna.
—Oh, Eve. No puedo tener a una chica que conozco por, como, dos
semanas depilando mi entrepierna.
—Le preguntaré por ti.
—No.
—Bueno, es eso o ir con un profesional… cosa que cuesta dinero.
Gruño contra mi almohada. Eso no es una opción. Gasté casi todo
en ropa interior linda, y una esponja vegetal no tan linda porque no pude
encontrar una divertida, y este kit de cera. Oh, y en condones, los cuales
son estúpidamente caros para un objeto de sólo un uso.
—¿Puedo lavarla?
—¿La cera?
—Sí.
—Yo creo, pero creo que necesita cierto tipo de aceito o algo. Puedes
buscarlo en línea.
—Está bien. Haré eso.
—¿Estás segura que no quieres que llame a Rachel?
Muerdo mi labio y bajo la vista. Quiero sacar el vello. Quiero que
este suave como la seda. Pero no puedo lidiar con el dolor. Qué desastre.
—Si lo ha hecho antes, tal vez pueda ayudarme.
—Le enviaré un mensaje.
—Gracias.
—Buena suerte, nena. —Se ríe de nuevo, y sacudo mi teléfono antes
de colgar.
Acomodándome en la cama, me aseguro de separar las piernas
mientras abro Google y busco cómo remover la cera. En todo caso, voy a
pedirle a Rachel que me traiga algún tipo de aceite o cualquier cosa, así no
tengo que preocuparme de arruinar mi ropa interior.
Rachel: Bajo en una hora, y me dirijo a tu lugar. No te atrevas
a discutir conmigo.
Oh Dios mío, no.
Mia: Ya está bien.
Rachel: Mentirosa.
Mia: Solo dime como quitar la cera.
Rachel: Espera a que llegue. Y tendrás una depilación
brasileña COMO DEBE DE SER.
Me encorvo, totalmente desgarrada porque quiero suavidad, pero no
quiero dolor. Y también… ¿es raro tener a alguien que lo haga por mí? Ni
siquiera sé, pero estoy arrepintiéndome de todos modos.
Mia: Por favor, date prisa.
Rachel: Estaré ahí lo más pronto posible. ¿Y Mia? Toma
ibuprofeno.
Un gruñido se me escapa mientras lanzo el teléfono sobre mi
hombro. Hago un contoneo increíblemente sexy como pingüino hacia la
cocina, tomo la espátula del cajón y golpeo el Tylenol de la estantería
superior.
La próxima vez que Eric me invite a salir, sólo me compraré un
nuevo conjunto.
Traducido por MaJo Villa & Pachi Reed15
Corregido por Anakaren

Eric Matua comentó una foto en la que estaba etiquetado.


Hace 5 horas

Uf, Emilia, si eliminas esto, te dejaré tomarme una foto cuando de


verdad esté despierto.

La oficina del doctor Shuman huele como a paredes recién pintadas.


Creo que estaré drogado cuanto más tiempo permanezca aquí.
—Eric, toma una respiración profunda.
Inhalo, trato de relajarme en el sofá de cuero, pero mi cuerpo se
encuentra tan nervioso que no estoy seguro que sea posible. Y ese olor a
pintura me está volviendo loco. Cuando exhalo, el doctor Shuman se
mueve en su asiento, bajando su lápiz y su portapapeles.
—¿Mejor? —pregunta.
—Supongo que sí.
Se ríe. —Nunca has sido bueno mintiendo.
Eso de verdad me hace sonreír, y mi estómago se afloja. —De
acuerdo. En realidad el olor a pintura no está ayudando con la cosa de la
ansiedad.
—¿Ahora te sientes ansioso?
—Un poco.
—¿Qué hace que tengas los nervios de punta?
—Hablar sobre mierda.
—¿Emilia?
—No. Puedo hablar acerca de Em. —Siempre he sido capaz de
hablar sobre Em.
—¿Entonces es Ali?
El nudo en mis entrañas de nuevo se aprieta. —Sí.
Aclara su garganta, y lo escucho moverse en su silla por segunda
vez. —¿Recuerdas lo que te ponía ansioso acerca de tu relación con Ali?
—Todo.
—Dame ejemplos. —El doctor Shuman levanta otra vez su
portapapeles. El reloj en la pared suena. Gotas de sudor en mi frente.
—Bueno, eh… en primer lugar, ni una sola vez la toqué. Nunca
pareció que le gustara, o le restaba importancia, o llevaba mi mano a
cualquier lugar y la movía como quería. —De verdad estoy empezando a
marearme. Las paredes lucen como si estuvieran inclinándose, y pellizco el
puente de mi nariz y obligo a que mi voz salga—. Nunca me sentí cómodo
al tocarla.
El doctor Shuman asiente, inclinándose.
Paso mi mano sobre mi rodilla. Demonios, estoy temblando. —Eh…
luego en cualquier momento en el que ella me tocaba a mí. Cada vez que
sabía que estaba a punto de verla entraba en pánico, o encontraba
maneras para escapar de ello.
Está en silencio mientras garabatea en su libreta. Limpio más sudor
de mi frente.
—¿Te ves a ti mismo tratando de escapar de situaciones con Emilia?
—No. —En realidad es lo opuesto. Me veo tratando de
pasar más tiempo con ella. De hecho, me gustaría no estar aquí, desearía
estar en casa porque sé que ella está allí—. Em me hace sentir cómodo.
Nos tocamos y no pasa nada, pero esta mañana… me encontraba nervioso
acerca de tocarla. Con temor de joder algo antes de que realmente
comenzara.
Retuerzo mis dedos y muevo mis rodillas. Hay una mancha en la
alfombra, y trato de respirar, concentrándome en esa mancha y en no
imaginar a mis manos incapaces colocándole la ropa a Em con prisa o
tocando su piel con torpeza.
—¿Estás tomando tu medicación?
—Algo así. Cuando me siento ansioso, tomo una pastilla, sí.
Levanta una de sus cejas. —¿No quieres tomarlas de manera
regular?
—No quiero depender de ellas. —Me tomó un año salir de esa
mierda.
—De acuerdo —dice, bajando de nuevo su portapapeles—. Puedo
notar que ahora estás ansioso, así que quiero que te sientes derecho.
Destuerzo mis dedos y enderezo mi espalda. El doctor Shuman afloja
su corbata.
—Coloca una mano sobre tu pecho y la otra sobre tu estómago.
Inhala por cinco segundos, concéntrate en la elevación de tu pecho.
Mantenlo por otros cinco segundos, entonces exhala, centrándote en la
expansión de tu estómago.
Me siento como un maldito idiota, pero sigo sus instrucciones. El
olor de pintura pica en mi nariz, pero puedo sentir que mis músculos
empiezan a relajarse.
Soplando al exhalar, digo—: Doc, apesta aquí adentro.
Se ríe. —Lo sé. Pero has dejado de temblar.
—Sí.
Sus ojos se mueven al portapapeles, pero no lo levanta. Se queda
mirando fijamente, frunciendo sus labios pensativamente. —Tampoco
quiero que te vuelvas dependiente de la medicación. —Su mirada se
desplaza hacia mí—. Parte de superar la ansiedad es saber a lo que le
temes y enfrentarlo.
—¿A lo que le temo?
—A una relación. Y no te culpo. Muchos hombres le temen a eso.
Quiero reírme, pero la realidad de lo que me está diciendo me afecta
duramente. —¿Y es por eso que no puedo sacar la voz de Ali de mi
cabeza?
—Considerando que es la única relación que has tenido, diría que sí.
—Hace una pausa, negando con su cabeza—. Pero no llamaría a eso una
relación. Al menos, no en el sentido romántico.
No había nada romántico acerca de Ali. Sexual, sí… pero nada más
allá de cierto punto. No la amaba, y ella tampoco lo hacía. Cuando nos
graduamos me dijo que sólo salía conmigo por su rango. El jugador de
fútbol y la animadora… y yo era una mayor decepción. Había escuchado
eso tan seguido que iba perdiendo el efecto que me provocaba. Pero el
tener una relación romántica siempre me ha asustado, porque pienso que
terminará de nuevo en esa situación.
—Entonces ¿debería enfrentar mi miedo con Em?
—¿Le tienes miedo?
—No. —Bueno… tal vez—. Sí. —Pero es un tipo de miedo bueno…
creo—. No estoy seguro.
—Lo que sugeriría cuando estés con ella es que te relajes. Si no
quieres tomar la medicación, prueba con remedios caseros. Respira,
enfrenta tus miedos, pero hazlo lentamente, un paso a la vez. Cuando te
sientas abrumado, deja de hacer lo que te encuentres haciendo,
concéntrate en respirar, y una vez que te hayas calmado, decide, ya sea
seguir adelante o retroceder.
Eso suena bastante simple… en teoría. Tolani siempre me dijo que
me aferrara a mi ancla. Él lidió con la misma mierda una noche cuando
salió con Candance, su esposa. Se vio atrapado en una gran multitud y
tuvo un ataque, y ella lo ayudó a superarlo porque… bueno, ella es su
ancla.
Si me concentro en la cosa que me calma, también podré superarlo.
—De acuerdo, puedo hacer eso.
—Has algo divertido y de bajo perfil. Recuerda el pasado. Ustedes
son amigos. Entonces sean amigos. —Sonríe descansando sus codos en
sus rodillas—. Te ayudaré a regresar a la comodidad que una relación te
ha proporcionado.
—Entendido.
—También me gustaría que evitaras el alcohol. Al igual que la
cafeína. Cualquier cosa que actúe como un estimulante o que afecte tu
juicio.
Por lo menos no soy adicto a ninguna de esas cosas. Asiento y de
nuevo afloja su corbata.
—Lo más importante… necesitas ser honesto con Emilia. Cuéntale
sobre tus miedos. Parte de estar con alguien es crear una sociedad de
confianza. Tiene que saber a lo que le temes.
Eso me pone ansioso de nuevo. ¿Ella pensaría que soy débil?
¿Trataría de salirse de lo que hemos empezado? Ni siquiera estoy seguro
de cómo tocar el tema.
El temporizador se apaga en el reloj del doctor Shuman, y la
comisura de su boca se levanta. —¿Quieres verme la próxima semana?
No, pero probablemente debería. —Mmm, sí.
—Le diré a Ben que programe tu cita.
—Gracias.
Nos ponemos de pie y él extiende su mano. Su apretón es firme, y
me tironea un poco. —Relájate. —Palmea mi hombro con su mano libre—.
Un paso a la vez.
Le doy un asentimiento y suelto su mano.
El primer paso que voy a tomar esta noche es liberarme de esta
medicación.

Cuando doy un paso en el departamento son las siete con diecinueve


minutos, y Rachel, la compañera de trabajo de Em, casi choca
directamente conmigo.
—¡Vaya! Lo siento —murmuro y se ríe, ajustando la correa de su
bolso sobre su hombro.
—No te preocupes. Estaba por irme. —Se menea a mí alrededor
como si sostuviera la puerta abierta para ella.
—Ten una buena noche.
—Tú también. —Se detiene en la puerta y me mira por encima de su
hombro—. Y um… un consejo, si Mia camina algo gracioso, no lo
menciones.
—¿Qué? —pregunto a través de una risa.
—Confía en mí.
—Oh, de acuerdo.
Arregla su bolso una vez más y empieza a bajar los escalones de
concreto hacia el estacionamiento. Cierro la puerta, tratando de borrar la
confusión que estoy seguro se encuentra grabada en mi rostro.
Em se encuentra en su habitación, no estoy seguro de si se está
alistando o qué, pero golpeo suavemente en su puerta para dejarle saber
que me encuentro en casa.
—Oh, ¡estaré afuera en un minuto!
Suena sin aliento y eso hace quedarme sin aliento, y estoy tentado a
agarrar un Xanax y decir que se jodan los remedios caseros. Pero esta
es Em, y demonios, voy a intentarlo.
El doc dijo que hiciera cosas cómodas. Así que saco mi teléfono de
mi bolsillo y llamo por comida a domicilio. Retiro la mesa de café del
camino en la sala de estar, reproduzco LoveSac así se dispersa el
ambiente, agarro mi portátil y pongo Netflix. Fácil. Cómodo. Nosotros.
El reloj en mi portátil dice 7:32 p.m. cuando escucho que se abre la
puerta de Em, y unos pocos segundos después como que… bueno, se
contonea al entrar en la sala de estar. Casi hago un comentario sobre ello,
pero la visión de sus piernas largas… demasiada piel… lleva de regreso las
palabras a mi garganta. Lleva su cabello castaño suelto. Nunca usa su
cabello suelto. Es largo. Pasando sus pechos y probablemente su espalda.
Al principio creo que mi pulso acelerado se debe a la ansiedad, pero
mientras la absorbo con mis ojos… esto no puede ser ansiedad. Porque no
quiero salir corriendo. Quiero cazar.
—Demonios. —Se me escapa a través de la sequedad de mi
garganta, y la sonrisa nerviosa de Em se relaja y un rubor precioso llena
su cuello pecoso. Pierdo el aliento pensando en pasar mis labios sobre esa
clavícula.
Inhala… cinco segundos… exhala.
Da un paso hacia mí, ligeramente haciendo una mueca.
—¿Estás bien?
—Sí.
Su rubor no se ha ido, y se sienta en el cojín a mi lado. Su cadera se
presiona con la mía, y sus ojos se desvían hacia la portátil.
—¿Te importa si hacemos una noche con nada de pantallas?
Trago saliva. —¿Supiste de tu papá?
Niega con su cabeza, su largo cabello moviéndose en ondas sobre
sus pechos. No puedo dejar de mirar hacia allí, y me siento como un
maldito quinceañero en una clase sobre la salud.
—Esta noche no quiero nada de tecnología. Solo te deseo a ti, solo tú
y yo.
Mis labios se levantan en las comisuras, y finalmente muevo mis
ojos de sus senos hacia su rostro. Extiendo mi mano y cierro la portátil.
—Suena bien.
Sonríe y de un golpe deja su teléfono en la parte superior de la
portátil. Saco el mío y hago lo mismo. Luego los mete en un lado del sofá.
Aprovecho la oportunidad para revisar su trasero mientras se inclina.
Y respira de nuevo.
—¿Ordenaste comida? —pregunta cuando se instala de nuevo en el
cojín. Sus dedos envueltos alrededor de los míos, y me relajo en el sofá a
su lado.
—Viene en camino.
—Mmm… —Golpea su barbilla—. ¿Qué hacemos para pasar el
tiempo?
Me río a la vez que agita nerviosamente sus cejas. Esto es cómodo, a
pesar de que mi corazón está latiendo y me encuentro nervioso, al ser esta
nuestra primera cita oficial, pero ahora todo está bien. Así que coloco un
dedo debajo de su barbilla y la traigo hacia mis labios. Y pasamos el
tiempo con besos lentos, cómodos, y muy maravillosos.

—Lo juro, comí diez veces más que tú. —Em alcanza sus pantalones
cortos y abre el botón. Señalo a toda la caja de cartón de arroz frito.
—Comí todo eso. Y la mayor parte del pollo.
—No tocaste el chow mein.
—Porque eso sabe a goma.
—Y el arroz tiene mucho sabor. —Ella se ríe y vuelve a caer en el
sillón, su ombligo haciendo acto de presencia. Me encanta que tenga pecas
en su estómago. Me da curiosidad si el patrón se encuentra en todo su
cuerpo.
—Lo hace cuando está lleno de jamón y huevos —discuto, y agita su
mano en el aire como siempre cuando se rinde. Sonrío y me caigo de nuevo
en el sillón con ella. Estamos tocándonos de lado, y eso no me da
pánico. Me pone caliente como el infierno, pero me siento bien. En control.
Se retuerce a su lado, presionándose contra mí aún más, y su
cuerpo se siente como si estuviera ardiendo. O tal vez ese soy yo.
—Vamos a jugar un juego.
Ajusto mi brazo por lo que no se encuentra entre nosotros. —¿Qué?
¿Cómo el Scrabble? —bromeo.
—No, tonto. Quiero jugar algo divertido.
—¿Vas a inventar un juego de nuevo? —me quejo y ella me golpea
ligeramente en el estómago.
—Oye, amas mis juegos.
—No... tú amas tus juegos, porque haces las reglas a medida que
jugamos, así que terminas ganando.
Hace esa cosa linda donde arruga la nariz, y sus dedos se arrastran
hasta los botones de mi camisa. —¿Qué pasa si te prometo que te
encantará este? —El rosa en sus mejillas se vuelve un tono más oscuro, y
el fuego entre nuestros cuerpos aumenta un par de grados.
—Maldito sea tu poder de persuasión. —Junto mi frente con la
suya—. ¿A qué estamos jugando?
—¿Todavía tenemos uvas en la nevera?
—Si no te las has comido.
Se agacha y me hace cosquillas en mi rodilla. Al instante me alejo de
ella.
—¿Vas a ir por ellas?
Poner distancia entre nosotros no es lo que quiero hacer, pero es
probablemente bueno que consiga un poco de espacio para respirar. Em se
mueve al suelo mientras estoy buscando en el refrigerador. Le entrego la
taza y ella señala al otro lado de la habitación.
—Te sientas allí.
—Bien.
—Ahora... las reglas —dice, poniéndose en cuatro patas y
acomodando las uvas entre nosotros. Mis ojos van directamente a su
escote de nuevo, y su pelo largo que casi toca el suelo. Si estuviera debajo
de ella, probablemente le haría cosquillas a mi pecho.
Ah, infiernos. Me aseguro que Em no esté mirando, y me ajusto para
que mi cremallera no esté matándome.
—Vamos a tirarnos estas el uno al otro…
—Suena bien, vamos. —Me río, tratando de alcanzar las uvas. Ella
las desliza de mis manos, y luego me empuja hacia atrás sobre mi culo.
—Vamos a tratar de capturarlas, Eric. Y cada vez que atrape una,
tienes que darme un beso.
—Puedo hacer eso…
—En un lugar que nunca me hayas besado antes.
—¿Te refieres a... en el armario? —Me río, porque creo que sólo hay
tres lugares en este condominio donde no nos hemos besado.
—No. —Suspira—. Me refiero a... —Arrastra su dedo sobre la parte
superior de su camisa, directo sobre su corazón—. Aquí.
Mis cejas se levantan, y ella tiene una mirada adorable de timidez en
su rostro.
—Em...
—Mira, sé que esto es raro. —Se sienta sobre sus rodillas—. Somos
amigos. Quiero decir, en serio, eres mi mejor amigo, y creo que me conoces
mejor que nadie. Pero nosotros no nos conocemos... físicamente.
Me estoy mareando, y cierro los ojos, me concentro en Em y sólo en
ella. Puedo hacer esto... si lo hago lento.
Después de un par de respiraciones, abro los ojos y veo a Em, cuyas
cejas están fruncidas, preocupación grabada en sus iris de color
marrón. Intento una sonrisa para hacer que se relaje.
—¿Qué sucede si no le atinas?
Parpadea, la opresión en su frente se suaviza lentamente. —Tienes la
oportunidad de hacerme una pregunta.
—¿Supongo que esto va en viceversa? —pregunto, cogiendo un
racimo de uvas de la taza y arrancando una—. ¿Si las atrapo, me besas en
algún lugar que nunca me has besado, y si fallo, me haces una pregunta?
Sonríe, balanceando las piernas para sentarse bien. —Sí. Cada
captura, un beso. Cada fallo, una pregunta.
—Bien. Abre la boca. —Le tiro la uva antes de que tenga la
oportunidad de prepararse. Rebota en su barbilla y aterriza en su regazo.
—¡Tramposo! No estaba preparada. —Toma una fruta—. Y las damas
van primero
—Inventando reglas de nuevo.
—Cállate. —Se ríe, y luego lanza la uva en el aire. Es un poco corto y
hacia la izquierda, pero me pongo de rodillas rápidamente y la atrapo con
mi boca antes de que toque el suelo.
La muestro entre mis dientes, sonriendo como un tonto. Em se ríe y
se arrastra hacia mí, y me olvido de mi respiración, y todo lo demás, en
realidad, cuando agarra mi muñeca y me planta un beso en mi antebrazo.
Sus labios se curvan en una sonrisa contra mi piel, y me mira. —He
querido besar ese maldito músculo durante tanto tiempo.
Me río y se sienta de nuevo en su posición. Debería haber sabido que
Em tomaría las cosas con calma porque le pedí que lo hiciera. Mi mano
está temblando mientras apunto a su boca, y es porque estoy ansioso...
porque atrape la uva.
Abre ampliamente, y la lanzo directamente en su lengua, pero rebota
en sus dientes y cae a alguna parte. Se ríe, y en secreto estoy maldiciendo
mi puntería.
—Bien, ahora puedes hacerme una pregunta.
—Ni siquiera sé...
—Simplemente cualquier cosa que hayas querido preguntar, pero
nunca pensaste que podrías.
Lo primero que me viene a la cabeza es: ¿quién diablos es ese tipo
con el que sigues mandándote mensajes? Pero estamos divirtiéndonos, y
realmente no quiero arruinar el estado de ánimo. Tal vez pueda
preguntarle más tarde. Pero en este momento...
—Uh —tartamudeo, pasando una mano por mi cabeza—. Si no
hubiese estado con Ali en la secundaria, ¿tú... nosotros...?
—¿Habríamos estado juntos? —termina por mí, y asiento—. Bueno,
no sé tú, pero a pesar de que tenías una novia, pensé mucho en
ello. Cuando te graduaste, casi te besé, y probablemente no me habría
importado una mierda si ella lo veía. Luego tuviste que mudarte del
maldito país, y realmente pensé que nunca volvería a verte. Esa noche fue
una de las noches más desgarradoras de mi vida. ¿Por qué crees que te
enviaba tantos mensajes? ¿Te escribía todos los días? No era sólo porque
eras mi mejor amigo, aunque eso fue una gran parte de ello. Quería estar
cerca de ti, aunque estuviéramos físicamente separados.
Sé que, probablemente, es en contra de las “reglas”, pero me inclino
sobre mis rodillas, la acerco, y la beso en la boca. No tiene idea de lo que
acaba de hacerme. La mayoría de mis inseguridades provienen por mi
peso, y a pesar de que he perdido mucho, todavía me veo como esa
persona. Pero ella conocía a esa persona. No sólo lo conocía, lo quería.
Me retiro cuando empiezo a tener un poco de pánico, pero se va
volando cuando abro los ojos. Está sonrojada, sonriéndome, y muerde mi
nariz antes de empujar suavemente mi pecho.
—Siéntate, tramposo.
Mi cuerpo se relaja en el suelo y abro mi boca, listo para su siguiente
tiro. La tira con curva, y casi toca el techo antes bajar en picada. Arqueo
mi espalda para tratar de conseguirla, pero rebota en mi mejilla y rueda
hacia el suelo de la cocina.
—Vamos a tener las uvas por todo el lugar. —Le guiño un ojo, y ella
sacude la cabeza. Sus dientes tiran de su labio inferior antes de que
respire fuertemente.
Estoy a punto de preguntarle si está bien, pero hace su pregunta
con tanta prisa que tengo que reproducirla de nuevo en mi cabeza antes de
entenderla.
—¿Concuántaschicashasdormido?
—Um... ¿qué?
Golpea sus manos sobre su cara. —Lo siento. Sé que probablemente
no debería preguntar, pero siento que eso es algo que debemos saber el
uno del otro. No lo sé. No hablar de ello como amigos, sino como más
que amigos, ¿tal vez deberíamos? Quiero decir, voy a decirte con cuántas
personas he estado.
—Vaya, Emmy, no tienes que…
—Simplemente han sido dos —dice, dejando caer las manos y
hablando con la alfombra—. Kyle en mi último año, y Jaxon el año
pasado. Nunca tuve cosas de una noche, pero salí con ambos, y ya sabes...
sucedió. Y siento que debes saber mi historia, y no estoy segura de si
quiero saber la tuya... pero tal vez sí, quiero.
—No…
—Sólo dime si es inferior a cinco. O diez. O, no sé. ¿Qué es normal?
Su rostro es una sombra profunda de color púrpura, y puedo ver sus
manos tratando de cubrirlo. Antes de que pueda, me inclino, las sostengo
en las mías, y hago que me mire.
—Es menos de cinco.
Asiente, y puedo decir que está conteniendo la respiración. Aparto el
pelo de su cara y trago saliva. Abierto, honesto, real. Eso es lo que quiero
con ella.
—¿Puedes guardar un secreto? —le pregunto con una media sonrisa.
Espero una forma de abuso coqueto, pero simplemente asiente de nuevo.
Dejando caer mi voz, me le acerco un poco más—. Es menos de uno.
Sus ojos se abren. —¿Qué?
—No me he acostado con nadie, Em.
Ahora sus labios se abren, y su respiración sale un poco
entrecortada. —¿Eres virgen? Pensé que tú y Ali...
Niego. Pensé que me sentiría raro al decirle esto, pero... no lo
hago. Se siente bien. En realidad estoy muy orgulloso de poder decir que
nunca dormí con Ali. Y a pesar de que era mi ansiedad y el peso y la
inseguridad lo que me retuvo a tener relaciones con otras mujeres, me
enorgullece que pueda decir que nunca me he acostado con nadie. Porque,
honestamente, nadie se siente más correcta que Em.
—Voy a romper las reglas ahora —dice, antes de presionar un beso
en mis labios. Su lengua se roza contra la mía, suavemente al principio y
luego nos acariciamos entre sí, respiramos el uno del otro, y quiero tocarla
por todos lados, sentir su piel, pero una punzada de pánico sube por la
parte trasera de mi cuello ante el pensamiento, y me aparto.
Un paso a la vez.
Y es como que puede leer mi maldita mente, porque parece ir al
mismo ritmo.
—¿A quién le toca? —Respira. Tomo una uva y le doy un minuto
para abrir esos labios carnosos, y luego darle una sacudida suave que ella
atrapa con facilidad.
Su mandíbula lentamente se mueve arriba y abajo mientras
mastica. Dejo que mi mirada recorra a lo largo de su cuerpo, y me
pregunto dónde debo empezar. Sólo le he besado el cuello y la boca. Hay
varios lugares que quiero besar, pero no estoy seguro de cómo
acercarme. Ni siquiera estoy seguro si a ella le gustaría eso. Mi corazón
comienza a acelerarse, de mala manera. El tipo que ocurre antes de que
las paredes se empiecen a cerrar y mi estómago se agite, y salga
corriendo. Así que inhalo durante cinco segundos, sostengo, y exhalo, ojos
aterrizando en su delicado pie.
Lento. Vamos lento. Asegurándome que estoy respirando constante,
envuelvo una mano alrededor de su tobillo y lo arrastro hacia mí. Nos
encontramos en el centro del piso, y no puedo dejar de notar lo
increíblemente suave que está su pierna. Es casi como si nunca hubiera
crecido un solo vello. Paso la mano por encima de su pantorrilla, la agarro
en el hueco de su rodilla y tiro. No está respirando, pero yo sí. Estoy
tomando tantas respiraciones como puedo para que ser capaz de hacer
esto sin volverme loco.
Cuando su dedo gordo del pie toca mi mejilla, me dirijo, lentamente,
viéndola mirarme, y presiono el más ligero de los besos en el arco de su
pie. Su pecho se mueve hacia arriba y abajo, soltando el aire, y por un
momento me pregunto si ella es la que tiene un ataque de pánico. Dobla
su rodilla cuando dejo caer su pierna, y agita una mano sobre su rostro.
—Está bien, si vamos a seguir jugando, tenemos que aumentar el
aire acondicionado.
Me río, toma mi lugar en el otro lado de la habitación. Abro la boca,
listo para atrapar cualquier cosa que lance, porque no me importa dónde
diablos sea, quiero sus labios sobre mí.
Traducido por Vane Black
Corregido por Paltonika

Emilia Johnson
Hace 4 horas

En una cita con mi sexy novio. ¡Desconectándome!


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Estoy drogada.
Debo estarlo.
Nunca he estado drogada antes, pero tiene que haber una razón
para sentirme así. Colores aparecen y se arremolinan en mi visión. Mi
cuerpo se siente como si estuviera a punto de ir de un lado a otro
rápidamente, pero las manos... los labios, me anclan al suelo. Los únicos
pensamientos volando a través de mi cerebro vienen en frases sencillas,
frases incompletas, y cada uno de ellos me hace sonreír, gemir, reír,
suspirar, y flotar. Definitivamente estoy flotando.
Me siento... drogada.
La cosa es, que Eric ni siquiera está besándome en cualquier parte
sexualmente. Pero siento como si eso es todo lo que hace.
Saca los labios del hueso de mi cadera. Su pulgar recorre mi tatuaje
de la ola de mar, y la piel de gallina cae sobre mi piel, todo el camino hasta
mi nuca.
—Nunca me dijiste que tenías un tatuaje —dice, poniendo mis
pantalones cortos de regreso. Incluso abotona el botón superior que he
sacado toda la noche.
—Lo conseguí al inicio del semestre. —Me deslizo de regreso a mi
lugar en el lado opuesto de la habitación—. Nunca le dije realmente a
nadie sobre ello.
—¿Por qué no?
—Quería algo para mí. —Entonces me encojo de hombros y dejo
escapar una pequeña risa—. Y no iba a tomar una foto, teniendo en cuenta
su ubicación, y estoy segura que la gente me habría pedido publicarlo.
—Eso no significa que tengas que escuchar.
—Se me hace difícil decir que no cuando se trata de la presión de los
compañeros de las redes sociales.
—Bueno, si alguna vez alguien te envía un enlace que dice que
ganaste un millón de dólares, no hagas clic en él.
Ruedo los ojos y arrojo una uva a su rostro. Debe haber estado
preparado para ese movimiento porque la agarra y celebra su victoria
mostrando la roja fruta entre sus dientes, para luego morderla.
No ha atrapado muchas, y no estoy segura de sí lo está haciendo a
propósito o no, pero estoy agradecida de que llegué a poner mis labios en
alguna parte de su cuerpo que todavía no lo he hecho. Y sé exactamente
dónde me dirigiré a continuación. Es hora de tomar esto a un nivel
superior.
Y si las cosas siguen la dirección en que creo que van, va a llegar a
besar mi ganado con esfuerzo, suave como la seda... bueno, todo.
Intento este atractivo gateo en su dirección, pero acabo derribando la
taza y derramando su contenido en el suelo. Mi rodilla aplasta una uva en
la alfombra, y Eric está riendo fuertemente para cuando llego a él.
—Cállate —regaño juguetonamente, poniendo un dedo contra su
boca. Luego lo arrastro por su barbilla, por el cuello, por el pecho. Abajo,
abajo, abajo, y su risa se ha ido. Su respiración se ha ido. Sonrío
tímidamente y ojalá estuviera más segura en este momento, pero tengo
mucho miedo. Tal vez esta es la línea. Y estoy a punto de volar directo a
través de ella y nunca mirar hacia atrás.
Mi frente se extiende a lo largo de los botones de su camisa mientras
me muevo hacia abajo. Está respirando ahora. Duro. Rápido. Su estómago
palpita en mi mejilla y su aliento le hace cosquillas a la cima de mi cabeza.
No bajo su cremallera, aunque lo veo luchando contra ello. Mi
corazón está latiendo muy rápido y mis manos comienzan a temblar
cuando me apoyo en sus muslos.
Una pequeña parte de mi cerebro susurra: Mia... él es virgen. Puedes
ser la primera en tocarlo de esta manera. Y maldita sea esa pequeña parte,
porque triplica mi nerviosismo.
Pero no me detiene.
—Em... —jadea, y hago una pausa con la frente en su ombligo. Estoy
lista para besar sus pantalones, besarlo, en algún lugar que nunca lo he
hecho, pero coloca una mano en mi hombro, y en vez de llevarme hacia
adelante, me empuja suavemente hacia atrás.
—Em, espera... espera... —Su voz sale por encima de mi cabeza—.
No puedo... tienes que moverte... Lo siento, solo dame... necesito un
segundo, por favor.
Mi cara se calienta al instante. Es la bañera de tomate de nuevo. Tal
vez puedo fingir que iba por su estómago. O su cadera, como hizo con la
mía. O las piernas o muslos o cualquier cosa, menos la región por la que
claramente iba.
Retrocedo, agradecida de tener mi cabello para poder utilizarlo como
cortina.
—Lo siento…
—Creo que tu teléfono está sonando.
—¿Qué? —Echo un vistazo a su cara pálida, sus ojos entrecerrados.
—Tu teléfono. —Asiente hacia un lado del sillón, con los ojos
cerrados con fuerza—. Está vibrando. Una gran cantidad. Podría ser el
guardacostas.
Me toma un segundo entender, pero cuando finalmente lo tengo, los
contantes zumbidos se registran y paso rápidamente a través del cuarto
para agarrar mi teléfono.
—¿Hola? —digo, pero no consigo nada más que el sonido de una
llamada perdida.
—¿Eran ellos?
Mirando el número, me levanto, Eric siguiendo mi ejemplo.
—El código de área de Alaska —susurro—. Voy a llamar de nuevo...
si eso está bien.
—Por supuesto que está bien.
Da un paso hacia mí, pero me giro para protegerme. Todavía estoy
tratando de quitar el rubor de mis mejillas.
Suena y suena, y no va al buzón de voz o cualquier cosa. La
decepción se arrastra en la boca de mi estómago, haciéndome sentir vacía.
Mi brazo se balancea hacia mi costado cuando apago mi teléfono.
—Quienquiera que fuese, debo haberlos perdido.
Siento que Eric da otro paso hacia mí, y sus nudillos suavemente
acarician la palma de mi mano. Me entrego a su toque, entrelazando
nuestros dedos.
—Lo siento —dice, y su voz suena firme ahora. Sus mejillas han
vuelto a su color natural. Abro la boca para pedirle que hable conmigo,
que me diga si me moví demasiado rápido o si tiene miedo o qué.
Cualquier cosa para entender. Pero mi celular vibra en mi palma, y le doy
la vuelta para ver la foto de mi papá y un texto.
Cada vez que te extraño, miro el mar, porque allí es donde está
mi corazón. Más vale tarde que nunca, ¿no, bichito?
Me agarro al brazo del sofá, pero no me impide caer de rodillas en un
dulce alivio. Mi dedo está en el botón de llamada en un segundo, y Eric se
agacha a mi lado en el siguiente.
—Por favor, dime que estás en tierra.
La maravillosamente brusca risa de mi padre me empuja todo el
camino hasta el piso. Eric no me suelta la mano.
—Estoy bien. Solo perdimos la señal por unos días.
—¿No hay ataques de tiburones?
—No hay ataques de tiburones.
—Pero todavía estás ahí.
—Fue solo un problema técnico con la señal. Tres semanas más,
luego estaré de vuelta en tierra firme.
Me inclino hacia delante, golpeando mi cabeza contra el pecho firme
de Eric. —¿Por cuánto tiempo?
Papá toma tanto tiempo para responder que sé que no me va a
gustar su respuesta.
—Un par de semanas.
—Luego volverás.
—Mia, ya sabes cómo funciona esto.
—Sí. —Suspiro, empujando mi cara en el calor de Eric—. Y lo odio.
—Lo sé. Pero me encanta.
—Lo sé. —Tenemos esta discusión cada vez que esto sucede. Eric
frota su pulgar sobre mi muñeca y me enderezo, descansando mi trasero
sobre mis talones—. Me alegro de que estés bien.
—Simplemente bien. —Hace una pausa—. Y odio decirlo, pero estoy
en medio de una captura, entonces…
—Será mejor que reciba un texto mañana por la mañana.
Se ríe. —Sí, señora.
—Te amo.
—También te amo, bicho.
Cuelga, pero mantengo el teléfono pegado a mi oreja. Las lágrimas
gotean por las comisuras de mis ojos, y no hago ningún esfuerzo para
detenerlas.
—Está bien —dice Eric, y asiento, finalmente dejando caer el celular
a mi regazo. Ladea la cabeza y estudia mi cara—. ¿Estás bien?
Asiento de nuevo, pero luego niego con la cabeza. No estoy bien.
Nunca he estado de acuerdo con papá trabajando en el océano. Y quiero
gritarle eso. Hacerle entender lo ansiosa que me pongo cuando pienso en
todas las cosas diferentes que podrían suceder. Pero conozco a papá, y el
amor por su trabajo, por el océano, es demasiado fuerte, y eso es algo que
no puedo entender. Pero lo hace feliz, y entiendo eso.
—¿Em? —incita Eric, y limpio mi mejilla con el dorso de mi mano.
—Es solo que... odio el océano. —Me limpio la otra mejilla—. Es
aterrador.
Su patrón de respiración cambia de nuevo. El color de sus mejillas
comienza a desaparecer, y me aprieta los dedos. No entiendo lo que está
pasando por su mente, pero lo conozco lo suficiente como para saber que
está nervioso acerca de lo que va a decir o hacer.
—Ven aquí —dice, ayudándome a ponerme de pie. Mi mano se queda
en la suya mientras me conduce a la terraza. El aire de la noche es cálido
y húmedo, no es tan cómodo como nuestro apartamento con aire
acondicionado pero, no obstante, es tranquilo y relajante.
Eric mueve su mano de la mía a la parte baja de mi espalda, y luego
se coloca detrás de mí mientras me apoyo en la barandilla. Miro el vasto
océano, y una pala excava en mi estómago al ver toda esa negrura, toda
esa profundidad... todo el escalofriante quien-sabe-qué oculto justo más
allá de mi visión.
El agua choca contra la orilla, y veo a una pareja besándose en las
aguas poco profundas. Una respuesta normal sería reconocer el romance
en eso, pero todo lo que puedo pensar es en las medusas, y cuán doloroso
sería si una se rozara contra sus tobillos.
—El océano da miedo... pero es hermoso —dice en mi oído.
Ve claramente algo que no estoy viendo.
—Supongo.
—Mujer obstinada. —Se ríe, y sus manos se deslizan de mi cintura
hasta la barandilla, y su pecho se presiona contra mi espalda—. Cosas
aterradoras pueden ser hermosas, ya sabes. Confía en mí en eso.
—Está bien, dame un ejemplo.
Está tranquilo durante tanto tiempo que me pregunto si está
enojado conmigo por mi actitud. Apartando la mirada de la pareja en la
playa, me meto en sus brazos. Coloco mis manos en la cima de las suyas
en la barandilla. Su pecho está tan cerca del mío, y nuestras caderas
chocan, una contra la otra. Lo que sea que estaba a punto de decir vuela
de mi cerebro. Presiona su frente contra la mía y toma un largo suspiro,
cerrando los ojos. Sus manos comienzan a temblar, y aprieto mi agarre
sobre ellas, ya que parece que se puede desmayar.
—¿Estás bien? —pregunto.
—El océano te asusta —dice, moviendo sus ojos abiertos a los míos.
—Sí…
—Tú me asustas.
—¿Qué? —Doy un paso atrás para concentrarme en su rostro, sobre
todo para ver si está bromeando, pero parece aterrorizado—. Eric, nos
conocemos desde siempre. ¿Por qué te asustaría?
Sus manos tiemblan en la mías de nuevo, y toma otra respiración
profunda. Puedo ver el pulso en su cuello, el sudor formándose en su
frente, y no sé qué hacer más que envolver mis brazos alrededor de su
cintura y sostenerlo. Le toma unos segundos abrazarme de vuelta, pero
pronto sus manos se deslizan alrededor de mí, quemando mi piel y
arrebatándome el aliento desde mis pulmones.
—Me pones nervioso —dice sobre mi cabeza—. No soy bueno en las
relaciones.
—Lo estás haciendo bien hasta ahora. —Por supuesto, solo ha
pasado un día, pero aun así, he sentido más con él que con Jaxon y Kyle
combinados.
Sus brazos se sacuden y mueve su peso. —Me asustas, porque
quiero todo contigo. Cada maldita cosa, Em. Solo que no sé cómo hacer
eso.
Los puntos en mi cabeza aún no se están conectando, pero mi miedo
por él no quiere que eso se disipe. Me quedo con el dulce alivio, mitad
impotencia, porque no estoy segura de qué decir para que se sienta mejor,
pero mi pecho se hincha porque dijo lo que quería oír.
Quiere todo.
Me aprieto con fuerza contra su calidez y su camisa y los botones de
la misma.
—Solo quédate conmigo.
Sonríe y da un suave beso en la cima de mi cabeza.
—Puedo hacer eso.
Su cuerpo comienza a relajarse, y pronto está balanceándose
conmigo al sonido del mar. Y en ese momento, veo su punto.
Cosas que dan miedo pueden ser hermosas.
Traducido por Tolola
Corregido por Kora

Eric Matua ha publicado en la biografía de Emilia Johnson


Hace 3 horas

Tú. Yo. Sofá. Esta noche.


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Estoy cambiando el tanque de oxígeno para la señora Buckley


cuando recibo un mensaje de Liv en la recepción.
Eric, tienes una visita.
La señora Buckley no se mueve mientras ajusto su tubo de
respiración. Es una de las más calladas. Su nieta viene alrededor de tres
veces a la semana y simplemente se sientan juntas. Es raro, porque
algunos de nuestros residentes más enérgicos con gran cantidad de
familiares consiguen tal vez una visita al mes, si tienen suerte. La señora
Buckley consigue tres a la semana, pero no dice una palabra.
Coloco el tubo alrededor de sus oídos y me aseguro de que no
estorba antes de llevarla en silla de ruedas a la sala de recreación.
—¿Televisión o un libro? —le pregunto, esperando su único
movimiento del día. Asiente ligeramente hacia la televisión y acaricio su
hombro para que sepa que la vi, y la llevo hacia la pantalla.
—Eric, ¿recibiste mi mensaje? —pregunta Liv a través del pequeño
walkie-talkie que llevo en la parte posterior de mi bata. Tan pronto como
los frenos de la silla de la señora Buckley suenan, lo sostengo contra mi
boca.
—Sí, en un minuto.
Tiene que ser Em. No he hecho muchos amigos desde que me mudé,
y mi madre no está planeando un viaje hasta mi cumpleaños en julio. Y si
se trata de Em, necesito un minuto.
Me escondo en el pasillo del baño y alcanzo mi medicación, la cual
he decidido llevar encima. Anoche no podía respirar. Apenas podía pensar.
No hay manera de que pueda hacer mi trabajo si esto me sucede otra vez,
así que abro el grifo, me trago una píldora y bebo de mi palma para
hacerla bajar.
Es una mierda que necesite una maldita droga para tocar a mi
novia.
Después de un par de esos ejercicios de respiración extraños, dejo el
baño y me pongo en camino, zigzagueando para esquivar a los residentes
que hay en el pasillo. Mi corazón está latiendo rápido porque sé que voy a
tener que explicar finalmente lo que pasó anoche, y no creo que un par de
minutos en el trabajo sean suficientes. Esta noche. Voy a hablar con ella
esta noche.
Empujo la puerta del vestíbulo, y en lugar de mi increíblemente sexy
novia hay un samoano de metro noventa y ciento veinte kilos —el cual
realmente necesita afeitarse esa maldita barba— a quien no he visto en un
año.
Mi hermano mayor da tres pasos, me da un abrazo de oso y golpea
mi espalda.
—Hijo de puta —le digo, abrazándole de vuelta—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
—¡Hijo de puta! —chilla una voz detrás de mi masivo hermano. Me
río y dejo ir a Tolani, agachándome junto a su hijo de tres años de edad,
mi sobrino Isaac, a quien nunca habría visto si no hubiera repetido mi
obscenidad.
—Te das cuenta de que mi esposa me va a culpar en cuanto lleve esa
frase a casa —dice Tolani mientras Isaac se esconde detrás de su pierna.
Maldita sea, ese chico ha crecido desde la última vez que lo vi.
Me enderezo.
—¿Habla?
—Todo el tiempo, por lo general. —Se vuelve hacia su hijo—. ¿Te
acuerdas del tío Esekielu?
Isaac niega con la cabeza y se empuja contra la pierna de Tolani.
Mi hermano se ríe y se agacha.
—Lo sé. Se ve diferente ahora. Solía ser pura grasa.
—Sí, como tu padre —le digo, golpeando a Tolani en el hombro.
Isaac rompe en una sonrisa—. Así que, en serio, ¿qué estás haciendo
aquí?
—Ah, visitando a mamá. —Hace una pausa para rascarse la barbilla
y mira detrás de mí a Liv, que está actualmente al teléfono—. Y me
preguntaba sobre tu agenda. Pensaba robarte para el almuerzo.
—Demonios, sí. Mi descanso es en unos quince minutos.
—¡Demonios, sí! —dice Isaac, y Tolani gruñe.
—Me vas a meter en problemas.
—Lo siento. —Me río, dando un paso hacia las oficinas de los
empleados—. Déjame ir a decírselo al jefe.
Me golpea la espalda una vez más antes de volver por donde llegué.
Me pregunto si sabía lo mucho que lo necesitaba.

Me encuentro con mi hermano en un Chili’s, e Isaac y yo jugamos al


tres en raya en su menú mientras esperamos por nuestras bebidas. No le
gusta jugar con X y O, pero sí con sus iniciales I y E. Tampoco me deja
tocar el color verde porque es el color de los mocos y eso es grave. La lógica
en los cerebros de los niños...
—¿Dónde está Candace? —le pregunto a Tolani cuando nuestra
comida llega. Isaac agarra el color naranja de mis dedos y me dice que no
juegue con él mientras como.
—Se quedó en casa con el pequeño Matua. Creo que parecía feliz por
descansar de este. —Tolani asiente hacia Isaac, que está metiendo el color
en su puré de patatas. Un poco hipócrita.
—Así que, ¿por qué visitar a mamá? Pensé que era para enseñarle al
bebé.
Toma un gran bocado de su hamburguesa de champiñones y se va
por las ramas.
—Se ha estado quejando sobre el aire acondicionado, así que pensé
en echarle un vistazo.
—¿Y no me llama a mí? Estoy más cerca.
Él resopla.
—Sí, los dos sabemos por qué no te ha llamado.
Eh.
—He arreglado el que tengo en el apartamento.
Su comida finalmente pasa por su garganta.
—Sí... ¿cómo está ese lugar? No he estado allí en unos años.
—Todavía se ve como si una abuela viviera allí. —Con la excepción
de la ropa de Em en casi todas las superficies. Agarré lo que pensé que era
un manojo de cuerdas amarillas colgando de la parte de atrás del sofá.
Resulta que era la parte de arriba de su bikini. Entonces me pregunté
dónde diablos me encontraba cuando se lo puso.
Tolani toma un sorbo de su bebida y se pasa la lengua por los
dientes.
—Aun así, apuesto a que es agradable vivir solo. Nunca llegué a
experimentar ese lujo.
Exacto... no le dije a mi familia sobre Em quedándose conmigo
porque A) a mamá se le iría la olla y comenzaría a planificar la boda, y B) a
mamá se le iría la olla y empezaría a planificar la boda.
Antes, cuando Em y yo estábamos juntos día tras día, mamá había
insinuado sobre las universidades que tenían tanto un buen equipo de
fútbol como clases de masaje. Había invitado a Em a fiestas familiares y a
celebrar los días de fiesta con nosotros, y hubo una vez que llegó a juntar
nuestros nombres, así si queríamos nombrar a futuros hijos tendríamos
un buen nombre de Samoa y Florida. Creo que Em lo encontró divertido,
pero a mí me pareció jodidamente vergonzoso.
Ahora que estamos realmente juntos, debería decírselo a mi familia
antes de que vengan en julio.
—Bueno... eh... —Me aclaro la garganta y tomo una cebolla de mi
plato—. No estoy exactamente viviendo solo.
—¿Tienes un compañero de piso? —Tolani recoge una fritura y la
aplasta entre sus dientes—. ¿Por qué? No estás pagando un alquiler.
Me pongo una mano sobre la cabeza y me encojo de hombros.
—Em necesitaba un lugar donde alojarse.
Se atraganta y luego comienza a golpearse el pecho. Isaac se inclina
y tira de su manga.
—Papá, tengo que ir al banio.
Tolani le da un pulgar en alto a su hijo y entonces toma otro sorbo
de su Coca-Cola.
—¿Em... de Emilia?
Por supuesto que lo dice como si fuera una gran cosa.
—Sí.
—Papá...
—Un momento, Isaac. —Tolani estudia mi rostro por un momento y
me pregunto ¿Qué demonios? Justo cuando estoy a punto de darle una
patada bajo la mesa, sacude la cabeza hacia mí con una sonrisa—. ¿Esa es
la chica?
—¿Qué?
Agarra su hamburguesa de nuevo, con la salsa barbacoa goteando
del pan.
—Vamos, hermano. La que dijiste que te causó el ataque de pánico
hace unas semanas.
—Sí... y no. —Me encojo de hombros—. Me estaba dando un masaje
y sucedió.
—¿Te recetó Xanax el doctor?
Mi estómago cae. —Sí.
—Bien. —Tolani sacude la cabeza y toma otro bocado de su
comida—. Vivir con Em... tiene que ser divertido para ti. Debes estar en
algún tipo de tortura en la zona de amistad con ella como compañera de
piso.
Tal vez fue así durante una semana. Pero ya no.
Mis labios se curvan. —No.
—¿No?
—No.
Levanta una ceja, e Isaac le tira de la manga de nuevo.
—¡Banio!
—En un minuto, amigo. —Tolani se inclina, tamborileando con los
dedos sus utensilios utilizados. Está estudiando mi expresión, y esta vez le
doy una patada—. Guau. —Deja caer su voz y se cubre la boca de la vista
de Isaac—. ¿Te la estás follando?
Aprieto los dientes. —Cállate de una puta vez.
—Eh —dice, y sacude la cabeza hacia Isaac. Ha pasado demasiado
tiempo desde que estuve alrededor de niños. Me olvido de filtrar. Pero en
este momento no me importa una mierda.
—Mira, Em y yo no estamos simplemente tonteando. Es, bueno... ya
sabes... —Ella es mucho más para mí que eso, y ya que mi hermano fue
testigo de mi amistad debería ser capaz de entenderlo.
—Eso no es lo que quise decir. —Se limpia con la servilleta y luego la
arruga—. Quiero decir, ¿has sido capaz de hacerlo?
Siento un peso en mi pecho y me obligo a meter una gran parte de
mi almuerzo en mi boca para mantenerme ocupado. De todas las personas
en el mundo, mi hermano comprende los efectos que mi ansiedad tendría
en una relación física. A pesar de que se siente un poco extraño hablar de
ello delante de su hijo. Como si hubiera algún tipo de palabra código para
ello.
—Todavía no.
Asiente. —Pero están… —Su ceja se levanta, y comprueba que Isaac
no está escuchando. No creo que lo esté. Está demasiado preocupado
desgarrando la manga de Tolani.
—Sí. Estoy trabajando en ello. Está... —¿Haciéndose más fácil? ¿Más
difícil? En realidad no lo sé.
El reservado cruje mientras se reclina. Toma el último bocado de su
hamburguesa y dice—: Es cuestión de tiempo, eso es lo que es.
Me relajo, sacudiendo la cabeza hacia mi comida. —Solo regresé a
Estados Unidos hace un par de semanas.
—Nunca tuviste que marcharte.
Sí, tuve que hacerlo. Necesitaba el cambio de escenario. Pensé que
ayudó, pero me tomé un Xanax hace una hora, así que tal vez fue una
enorme pérdida de tiempo.
—Bueno, dile a mamá acerca de tu compañera de piso antes de que
vengamos por tu cumpleaños. —Se ríe al meterse una fritura en la boca—.
Es mejor preparar a tu novia para lo que viene.
Agarro una cebolla. —Sí, lo sé.
—¿Papá?
Tolani suspira, saliendo del reservado. —Muy bien, amigo, vamos.
Isaac le da a mi hermano una gran sonrisa y mete otro color en las
patatas. —Tranquilo, ya fui.
—¿Qué? —dice, inclinándose y examinando los pantalones de su
hijo. Un gruñido bajo retumba desde su lado de la mesa.
—Ah, mierda.
Requiere todo mi esfuerzo no regañarlo por la palabrota.
Traducido por Eli Hart
Corregido por Sandry

Emilia Johnson
Hace un minuto

Por dios, ¡¡¡este libro me está matando!!!


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—¡Maldito seas! —le grito a mi Kindle, secándome la corriente de


lágrimas de los ojos. Amo y odio tanto el final de este libro. Creo. Voy a
tener una gran resaca. Ya estoy regresando a las partes en las que Max
está bien y vivo, sin despedirse las últimas veces. ¡Dios!
—Te amo, Max. ¡No te subas a ese avión! —le grito a mi pantalla,
como si fuera a cambiar las palabras escritas. Pero se sube al avión y… ay,
necesito un minuto.
Bajo el Kindle y llevo mi trasero a la cocina. Comida. Necesito
comida de consuelo. ¿Por qué no hay chocolate en este lugar?
El refrigerador no contiene nada de consuelo, así que me muevo a
los contenedores, aun oliendo mientras los saco y los abro para
encontrarlos vacíos, ¡oh! ¡Galletas con chispas de chocolate! ¡Aleluya!
Estoy sollozando y sonriendo al mismo tiempo mientras abro la esquina de
la bolsa con tijeras de cocina, saco la crema de maní del estante, y pongo
una cucharada en mi boca.
Ese fue, como, el mejor y peor libro de mi vida.
Soy cuidadosa de no tirar nada de chocolate mientras me subo a los
cojines. Hora de alistar todo para perder el tiempo en internet mientras
Eric llega a casa. La crema de maní descansa al lado de mi nalga izquierda
mientras acomodo las galletas en el lado derecho. La cuchara va a la
crema de maní, mi computadora en el regazo, luego va a las galletas.
Gracias a los cielos que tengo una botella de Gatorade al lado de la mesa,
porque no me voy a mover durante al menos una hora, ni siquiera para
una bebida.
Voy a Goodreads y califico el libro, dejo una actualización de estado
de un GIF con una chica sollozando incontrolablemente, luego voy a
Twitter y escribo: Querido chocolate, aprende a multiplicarte para que nunca
te me acabes.
Luego voy a Facebook, y escribo una larga actualización de estado
sobre como amo/odio las relaciones con finales no felices, lo que siempre
se inclina más hacia el lado de amar, porque es un libro. Luego pongo la
etiqueta de “se siente emocional”, en parte porque es verdad, en parte
porque me gusta la carita que va con ello.
Dos segundos después de escribirlo, ya tengo un “me gusta”, lo que
me hace poner los ojos en blanco porque no hay manera de que leyeran un
estado así de largo.
Rebusco entre mi surtidor, dando clic en los links de Amazon para
mi siguiente lectura y también en algunos Buzfeeds, porque me hacen reír.
La burbuja del mensaje privado de Rachel aparece.
Rachel: ¿Cómo está el tren de aterrizaje?
Mia: SÚPER liso… y suave :p Es difícil de imaginar que tuve
vello ahí en primer lugar.
Rachel: Hablaba del dolor ¡pero es bueno saberlo! JAJA.
Mia: *se ruboriza* ups. Sí, el dolor se fue.
Rachel: Así que… ¿qué pensó tu novio de ello? ¿Valió
totalmente el dolor?
Vago por el teclado sin saber cómo responder. Sigo avergonzada
sobre lo que pasó… o lo que no pasó.
Mia: :)
Eso es lo bastante vago, y tampoco manda a Eric bajo el autobús.
Rápidamente tecleo un asunto para cambiar así no va a rebuscar.
Mia: Pregunta… ¿hasta qué tan tarde debo trabajar el cuatro de
julio?
Rachel: Como hasta las nueve. Cerramos antes de que
oscurezca.
Mia: Ah, bien. 
Rachel: Pero conseguimos bonos para las vacaciones, así que
¡WUJU!
Mia: ¡Mejor aún! Necesito más chocolate en este lugar.
Rachel: JAJA, sí, ya vi. Te acoso vía Twitter.
Mia: Rara. *pone el canal de música de ciencia ficción*
Rachel: TENGO que acosarte por Internet si quiero encontrarte.
Mia: Buen punto. Acosa.
Otra burbuja de mensajes aparece, y hago una pausa en la
conversación para comer otra cucharada de mantequilla de maní sobre
galleta.
Scott: Oye, ¿qué libro era ese?
Mia: ¿El de mi actualización de estado?
Rápidamente busco el link de Amazon y lo pego.
Scott: Gracias. Creo que estoy de humor para la tragedia.
Mia: o.O ¿Lees romance?
Scott: En realidad no. Pero si te ha tenido publicando algunos
párrafos, debe valer la pena. No es como si hiciera mucho de todas
formas.
Mia: ¿Estás holgazaneando? ¿Sentado en calzoncillos, rodeado
de alitas de pollo, y escuchando a Adele?
Scott: Ha pasado casi un año. No he hecho eso desde hace
meses :)
Mia: Yo aún me siento en ropa interior cuando estoy con ganas
de holgazanear, jaja. No te culparía.
Scott: Apuesto a que estás comiendo helado directo del bote,
también.
Mia: Mantequilla de maní.
Scott: Asqueroso.
Mia: La estoy comiendo justo ahora.
Scott: Mentirosa.
Mia: No bromeo. Incluso estoy en ropa interior.
Scott: ¿Quieres que usemos Skype?
Mia: *jadea* pervertido.
Scott: No, es en serio. Deberíamos usar Skype algún día.
Mi estómago se escapa a mi trasero. Antes de siquiera poder
responder eso, escucho la llave de Eric en la puerta y cierro la ventana de
mensajes privados con Scott tan rápido que dejo la mantequilla de maní
sobre mi ratón.
Eric entra, con ojos cansados, pero se iluminan cuando me ve.
Después realmente se iluminan cuando de verdad me ve, con el cabello
desordenado, galletas de chocolate, ropa interior y camiseta, sin sujetador,
y... bueno, solo parezco una sexy estrella de rock. No.
—Bienvenido a casa, cariño —digo pero mi voz tiembla, y sigo
intentando limpiar el desastre que hice sin hacer un desastre mayor.
Eric sonríe y pone las llaves en el mostrador. —Parece que tuviste un
día productivo.
—Oye, fui a trabajar. Y terminé mi libro.
—¿Estuvo bien?
Dejo caer mi cabeza en los cojines del sillón. —Todavía sigo
decidiéndolo.
Se ríe, quitándose los zapatos y caminando hacia mí. Mi Facebook
suena de nuevo, y bajo la pantalla. No es que no quiera que Eric vea con
quién hablo... de acuerdo, tal vez... simplemente no sé cómo respondería.
—Lo siento, puedo quitar esto —digo mientras se inclina sobre el
ordenador. Pone sus manos a cada lado de mi cabeza, descansándolas en
el sillón. Mi corazón golpea en mi pecho, bailando en mis costillas, y
haciendo un desastre en mi habilidad de pensar en lo que sea excepto sus
labios y sus ojos, y su barbilla, y… y… y…
—Puedes seguir perdiendo el tiempo un rato —dice, y me lleva
demasiado tiempo comprender—. Voy a ducharme.
—Ah… bien. —Suena como si me quisiera ahí con él. Pero a menos
que lo admita directamente, no voy a asumirlo. No estoy lista para el tercer
momento de humillación.
Su frente golpea la mía. —Te extrañé hoy.
—También te extrañé.
Traga, sus ojos caen a mi boca, luego presiona sus labios con los
míos. No sé cómo lo hace, pero la suavidad de sus movimientos, el paso
lento… debería frustrarme. Sé que debería, porque quiero más, pero
cuando estoy en medio de ello, no me importa. Quiero ir al paso que él
diga.
Es hasta después que comienzo a preguntarme por qué no aceleré
las cosas.
Se aleja con una sonrisa burlona. —Mmmm… aliento de mantequilla
de maní.
—Rico.
—No te ofendas, Emmy, pero espero que te laves los dientes antes de
que regrese. —Quita sus manos del sillón y estoy tentada a tomarlo por el
borde de su mata y soplarle en la cara, pero mi computadora está en
medio.
Miro su trasero mientras se aleja de la habitación, y espero hasta
escuchar su puerta cerrarse antes de cerrar totalmente el ordenador y
correr al baño a lavarme el aliento de chocolate y mantequilla de maní.
Eric puede ser mi chocolate esta noche.

Cometí el error de empezar otro libro mientras Eric se encontraba en


la ducha, pero no parece importarle demasiado. Se hizo la cena, se sentó a
mi lado y me dejó acurrucarme en su brazo mientras le seguía diciendo:
“Un capítulo más.”
Mi teléfono sigue sonando, y normalmente no me molesta, solo lo
miro rápidamente y regreso a mi aplicación de Kindle. Pero Eric
claramente puede ver mi pantalla, e incluso cuando nunca he conocido a
Scott, y vive en Tennessee —de acuerdo con su perfil— y no tengo
sentimientos hacia él de todas formas, no estoy segura de cómo
reaccionaría Eric. Y es tan lindo ahora, estar en el condominio con mi
novio leyendo un libro, que no quiero arruinar la paz.
Otro sonido, y acabo de llegar a un descanso entre páginas, así que
me acomodo en el sillón, descansando mis pies en el regazo de Eric en su
lugar, así mi pantalla está hacia otro lado. Y por supuesto, me siento
terrible por eso, especialmente desde que son mensajes de Eve y un texto
de papá —le dije que atrapé un pez esta mañana— y todo es totalmente
inocente.
Pero los mensajes de Scott también son inocentes. No debería
preocuparme demasiado.
—¿Casi terminas con el capítulo? —pregunta Eric, rascándose la
nuca con el control de la televisión.
—Eh… sí. Solo unos minutos.
—De acuerdo. —Se aclara la garganta y dice algo más, pero no lo
escucho porque estoy leyendo el mensaje de Eve, en el que cree que sus
pechos están creciendo.
Me río y respondo.
Mia: Ah, ¿así que ahora eres una B?
Eve: No, creo que soy de la misma talla que tus cositas.
Mia: :p
Eve: Paul está disfrutando del cambio.
Mia: Tal vez no lo disfrute tanto cuando comiencen a gotear
leche.
Eve: Ugh. No me lo recuerdes.
—Eh… ¿Em? —dice Eric, haciéndome cosquillas en los pies.
—Lo siento, ¿qué? —pregunto, tecleando otra respuesta a Eve. Ahora
está hablando como un gran aspersor de leche y no puedo dejar de reír.
Eric se mueve en el sillón, dejando escapar un suspiro. —¿Parte
divertida?
—¿Qué? —Cierto, mi libro—. Ah, no. Eve me enviaba mensajes.
—Ah.
Se queda callado y me vuelvo a alejar, riendo mientras busco en
Google imágenes y memes divertidos sobre nuestra conversación. Eric
golpea con sus dedos mi pierna mientras cambia los canales de la
televisión.
Estoy a punto de cerrar cuando la burbuja de Scott aparece.
Scott: Aclara esto. ¿Verdadero o falso? La bebida Mountain
Dew blanca estaba descontinuada.
No sé por qué es importante o por qué discute sobre ello con alguien,
pero siento que necesito responder de todas formas. Incluso cuando no
tengo ni idea de la respuesta.
—¿Recuerdas esa Mountain Dew blanca? —le pregunto a Eric,
frotando mi pie en su muslo—. ¿Dejaron de hacerla?
—No lo sé. —Se sale de debajo de mis piernas, apagando la
televisión. Mis cejas se juntan mientras miro sus labios fruncidos.
Espera… ¿está molesto?
Lanza el control remoto a mis pies, y rebota cayendo del sillón por la
fuerza. —Voy a la cama.
—¿Ahora?
—Ya son las once y treinta. Tengo que trabajar mañana.
¿Las once y treinta? En serio, ¿cuándo pasó? Me perdí la hora de
besuquear a Eric. Juro que solo leí cuarenta y cinco minutos, y chateé
como unos cinco.
—Ay, por Dios, lo siento. —Pongo el teléfono en mi bolsillo—.
Podemos…
—No te preocupes. Buenas noches. —Se inclina y me da el beso más
rápido en el mundo, tan rápido que ni siquiera estoy segura de que
sucediera.
Su puerta se cierra, y me encuentro sola en el sillón, preguntándome
cómo diablos pasó el tiempo y no pude bajar mi teléfono dos segundos
para hablar con él. ¿Intentaba hablar conmigo? Estoy tan frustrada
conmigo misma que envuelvo mis manos alrededor de mi nuca y estrello el
rostro en la almohada. No más. No más. Me voy a desconectar.
Después el teléfono vibra en mi bolsillo.
Traducido por Lorena
Corregido por Josmary

Eric Matua está desconectado.

Hay un golpe en mi puerta ni cinco minutos después de haberla


cerrado. Em asoma la cabeza, dejando que la luz del pasillo inunde el
suelo y aterrice justo en mi cara.
—¿Todavía estas despierto?
—Han pasado, como, cinco minutos. ¿Tú que crees? —Me giro en la
cama para no mirarla. Es infantil, pero no me importa. Apuesto a que ese
maldito teléfono sigue pegado a su palma. Diga lo que diga pasará por su
oreja sin que ella lo oiga.
La luz se hace un poco más brillante antes de apagarse por
completo. Sus pies se arrastran por el suelo y se detienen a los pies de la
cama.
—¿Aún puedo tener mi historia esta noche?
Tiene que estar bromeando. Giro mi cabeza lo suficiente como para
verla tirar del final de su coleta, las esquinas de su boca hacia abajo y los
ojos amplios. No sé si gritarle o besarla. Maldita sea.
Bajo las sábanas y ella se mete, brazos y piernas me envuelven
inmediatamente. Sigo enfadado, pero el hecho de que su toque no me esté
haciendo enloquecer afloja algo la ira. Ayuda que no lleve su teléfono.
—Lo siento —susurra en mi pecho—. Sinceramente no pensé que era
tan tarde, y a veces me abstraigo del mundo… es solo, lo siento. Por favor,
no te enfades.
Sus dedos se enroscan en la tela de mi camiseta y me atraen. Quería
hablar con ella esta noche. Había una razón por la que tomé Xanax antes
de entrar por la puerta. Iba a contarle sobre el doctor Shuman, sobre los
ataques de pánico, explicarle todo sobre Ali y por qué me apartó tanto,
pero siento que la oportunidad ha pasado. Aunque estoy malditamente
seguro de que me estoy enamorando… no quiero hablar con alguien que
parece más interesada en hablar con otras personas cuando me encuentro
en la maldita habitación.
Agarra mi camiseta y su cálido aliento penetra el material. —Eric, lo
siento mucho.
Hay un dolor en mi garganta cuando oigo su voz temblar. Tiene todo
el derecho a hacer sus cosas y hablar con gente. Yo la tengo todo el
verano, y no sabe que tengo algo en mente. Es sólo una noche. Tendré más
oportunidades, y quizás estoy siendo un completo idiota sobre el asunto de
Internet.
Pongo mi mano en su cintura y aprieto su cadera.
—Soy Sam.
—¿Qué?
Pongo un tentativo beso en su frente. —Sam soy.
Sus ojos van a los míos, y aparto un mechón de pelo atrapado en la
esquina de su boca.
—El Sam que soy, el Sam que soy —recito—. No me gusta el Sam
que soy.
Deja escapar una risa juguetona y se acurruca de nuevo en mi
camisa. —¿Te gustan los huevos verdes y el jamón?
—¿Te sabes esa?
—Es mi favorita.
Su agarre se afloja, pero el mío se tensa cuando la pongo contra mí.
Sigo con la historia de memoria, con pocas interrupciones para besar su
nariz, mejilla y barbilla. Para cuando he terminado, toda la frustración se
ha ido, y abrazo a mi mejor amiga durante el resto de la noche.
Comprar mierda para chicas es duro. Pero me siento mal por
reaccionar exageradamente anoche, y ella se fue a trabajar antes de que
me despertara. Parecía que necesitaba algún tipo de ofrenda de paz.
La playa está abarrotada, y la cabaña de Em tiene una fila de chicos
en bañador, con sus tablas de surf, y de repente me siento bastante fuera
de lugar con mi bolsa de plástico de Target, camiseta ancha, y pantalones
cortos. Bueno, si miro a los tipos viejos, encajo. Creo que mi trabajo se me
está pegando.
Un chico está coqueteando con Em por la ventana de SnoGo. Miro la
bolsa de Target y vuelvo a pensar la idea de no-flores.
—Josh, en serio. Tengo novio —le dice Em mientras le da un cono de
helado azul.
—Dos minutos conmigo y te olvidarás de él.
—Han pasado cinco, y él sigue aquí. —Golpea su frente y me río,
agarrando la bolsa en mi puño y pateando arena mientras corro hacia allí.
Sus ojos se ensanchan cuando me ven, luego su boca se divide en una
sonrisa mientras se arregla el pelo.
—Oye, ¿estás en la fila? —le pregunto al chico medio colgando de la
ventana.
—Algo así… —Se encoje de hombros. Em le golpea en la cabeza
antes de que tenga oportunidad.
—¿Qué puedo servirte? —pregunta, pasando un dedo por la parte
superior de su camiseta. Eso es, hombre, eso es para mí.
—Algo para mi novia. Creo que sale del trabajo pronto.
—Así es.
—Entonces lo que ella quiera.
Se golpea la barbilla y se apoya en la encimera del interior,
estudiando los sabores. —Creo que tu novia quiere amarillo.
—Aunque amarillo no es un sabor.
Arruga la nariz, y la frente del tipo se arruga cuando mira entre los
dos. Le toma todo el tiempo que tarda Em en hacer el cono de helado antes
de que su frente se alise y me dé un asentimiento, como “lo siento,
hermano”, y luego se aleja por el paseo marítimo, saludando a Rachel
mientras se va.
—Ahí lo tienes —dice Em, pero empujo su mano para que se lo
quede.
—¿Casi fuera? Tengo algo para ti.
Mira por encima de su hombro a Rachel, y cualquiera que sea la
expresión que pone hace que su compañera ría. —Está bien, pero me lo
debes.
—Abriré mañana. —Se abrazan y tengo una buena vista de la parte
trasera de Em. Algunas pecas recorren la parte trasera de sus muslos y
desaparecen en sus pantalones cortos. Cierro los ojos y doy una
respiración profunda antes de abrir la puerta para ella.
Salta a mis brazos y me besa. —Te he echado de menos.
—Yo también.
—¿Tienes un regalo para mí?
—No te emociones. Sólo gasté dos dólares. —Le doy la bolsa de
Target y ella me da el cono. Salta un poco cuando saca la escalofriante
esponja y besa mi nariz.
—¿La encontraste en Target? Busqué en todos los lados una rana y
sólo tenían aburridas. —La menea en mi cara y aparto su mano—. ¡Y es
amarilla! Me encanta.
—Creo que tuve suerte. —Estiro la pierna—. Era el último, y estaba
en un gran contenedor cerca de electrónica.
—¿Electrónica? Alguien necesita entrenar a sus reponedores. —La
ata a su cinturón, después agarra el cono. Su pecho se presiona contra el
mío mientras besa mi barbilla—. Gracias.
—De nada. —Los mejores dos dólares que he gastado.
—Quizás me puedas ayudar a bautizarlo. —Un rubor cubre sus
mejillas y mi cara también se calienta. Sus ojos van a la esponja en su
cadera y juega con la etiqueta. Ni siquiera puedo pensar en frotar esa cosa
por su cuerpo, por su cuello, entre sus omóplatos, la parte baja de su
espalda… de repente esa rana no parece tan escalofriante.
Froto mi mano por mi cuello, mi pulso latiendo tan fuerte que lo
siento saltando contra mi palma. —¿Caminas conmigo?
Bloquea su mirada con la mía y la sostiene mientras se quita las
sandalias. —No muy cerca del agua. —Su sonrisa queda escondida por el
cono de helado mientras lo lleva a sus labios, y en lugar de sujetar su
mano, ya que están llenas, envuelvo un brazo en su cintura, metiendo un
dedo en su cinturón.
Caminamos a través del paseo marítimo, y Em es detenida por unas
pocas personas. Es buena presentándome como su “sexy nuevo novio” a
sus amigas, y se asegura de apretarse a mi lado cuando nos encontramos
con sus amigos. Respiro hondo entre cada encuentro, deseando ser una
persona más interesante, pero no soy bueno con las multitudes. Y mi
cerebro sigue repitiendo lo que dijo Em de su esponja, y sigo pensando
cuánto la deseo, pero estoy aterrado. Y justo cuando estoy deseando haber
tomado un Xanax antes de salir, Em se detiene a unos seis metros de la
costa y se pone en frente de mí, ofreciéndome el último mordisco de su
cono.
—No, gracias.
—¿Estás seguro? Este sabor está rico.
Ruedo los ojos y siento mi ritmo cardiaco reducirse. —Estoy seguro.
Me gusta verte comerlo.
—¿Oh, en serio? —Mete un dedo en el centro del papel y lo pasa por
su boca. Me río y me inclino, besando el hielo que gotea por su barbilla.
—Sabía que te haría reír —dice—. ¿Por qué estás tan tranquilo?
—Siempre estoy tranquilo.
—No conmigo. ¿Te pasa algo?
Aprieto mi agarre en su cinturón para mantenerme firme. Su
teléfono se asoma de su bolsillo delantero, pero se queda en silencio.
Quizás lo haya apagado. No lo ha tomado ni una vez —no se ha tocado el
bolsillo o jugueteado con la funda. Tomo una respiración profunda,
recordando lo que el doctor Shuman dijo de superar la ansiedad, enfrentar
los miedos, y cómo Em siempre ha sido buena diciendo las cosas
correctas… cuando está prestando atención.
Y está prestando atención ahora.
—¿Te acuerdas cuando hace un par de noches hablamos de lo que
nos asusta?
—Mmm-hmm.
—Bueno… —Fuerzo mi voz a salir a través del nudo en mi
garganta—. Yo… creo que es hora de que enfrentemos nuestros miedos.
Sus cejas se levantan y niega con la cabeza. —No voy a entrar al
agua. Puedes olvidarlo.
La atraigo hacia mí y mete el cono vacío en mi bolsillo, entonces
agarra mis brazos.
—Eric, no.
—No estoy haciendo nada.
—Sé lo que estás pensando y yo… yo… —Sus uñas se clavan en mi
piel, y sus ojos y boca se abren mientras niega—. No puedo.
Algo sobre su miedo trae el mío de vuelta. Equilibra mi respiración, y
ni siquiera tengo que concentrarme en métodos, pulsaciones ni nada, en
realidad, mientras pongo mis manos en su culo, agarro sus piernas, y la
elevo a mi cintura.
—Por favor, no me tires —dice, sus dedos clavándose en mis
hombros.
Le doy a su culo un pequeño apretón, y deja escapar un gemido que
no estoy seguro de si es de dolor o placer, pero mete la cabeza en mi cuello
antes de poder interpretar su expresión.
—No voy a tirarte.
—Has dicho que esto era sobre afrontar miedos. Entiende mi
vacilación para creerte.
Extiendo mis dedos por la curva de su culo donde se encuentra con
las piernas, y trago fuerte cuando mi meñique golpea su recalentada piel.
—Mi miedo, Em. No el tuyo.
Tarda un minuto, pero su pecho se relaja, y se inclina en mis brazos.
—¿Por qué estas asustado de mí?
Es una buena pregunta, y mi mente intenta salir con la mejor
explicación. Casi todo de ella me asusta, pero también me excita. No puedo
decirlo, y ni siquiera noto mi respiración acelerada hasta que ella pone
una mano en mi mejilla y pasa la uña del pulgar por mi labio inferior.
—Eres condenadamente hermosa, Emmy.
Su cuello se vuelve carmesí. —¿Y eso asusta?
—Sí. No es su secreto que no soy el chico más guapo.
—Cállate. Sí que lo…
—Pero siempre has sido esa chica. Eres hermosa, y divertida, y
talentosa, y obstinada, y loca, y llamativa, y le gustas a todo el mundo,
todos quieren estar cerca de ti. Eres mi mejor amiga, y te deseo. —Tomo
una respiración profunda y cuento. Después de cinco segundos la dejo
salir—. Pero no me siento digno de tomarte.
Deja escapar una magnífica risa. —Quiero que me tomes. En serio,
me estoy muriendo por ello.
Sonrío. —Eso ayuda, creo
—¿Estás nervioso? —Su mano cae a mi hombro—. ¿Porque seré tu
primera?
—Sí y no. —Estaría mintiendo si dijese que me asusta que no sólo
me siento incompetente en esa área, sino que también tengo que cumplir o
superar lo que ha experimentado antes. Pero cuando demos ese paso…
quiero que sea permanente. Y eso es lo que más me asusta.
La ajusto en mis caderas, sudor pegado entre mis palmas y sus
piernas. —Estoy más asustado porque quiero ser el último.
—También quiero eso. —Sonríe y mete la cabeza en el hueco de mi
cuello de nuevo—. ¿Estás asustado ahora?
Asiento. —Yo… tengo dificultades adaptándome a cosas nuevas. Y
esto, la forma en la que estamos ahora, físicamente, aún es nuevo.
—Lo entiendo. A veces me pregunto si estoy aprendiéndolo todo de
ti, porque nos vemos de manera diferente. Pero luego recuerdo que
siempre te he visto de esta manera.
—¿Qué manera?
—Como mi mejor amigo. —Levanta la cabeza—. Sólo que ahora
puedo besarte.
Mi ritmo cardiaco se acelera cuando planta sus labios en los míos.
Su agarre se aprieta en mis hombros, y el mío en su culo. Estoy
intentando respirar, pero no puedo, porque mi boca está ocupada, y no
quiero tomar un descanso. Puedo sentir el mundo inclinarse y mi cerebro
empieza a pensar en la gente a nuestro alrededor, que quizás mis manos
no estén en el lugar correcto, y cuando ya no estoy pensando en Em, sé
que necesito un segundo… sólo un segundo, entonces estaré bien.
Rompo el beso, y mi cabeza cae a su hombro. Estoy avergonzado de
tener que parar antes de haber empezado realmente, y sé que su paciencia
no va a durar para siempre.
Deja escapar un suspiro, y maldita sea, estoy tan enfadado conmigo
que pierdo el agarre en sus piernas para bajarla, pero ella las aprieta a mí
alrededor. Su mano se desliza hacia mi pecho y presiona la palma contra
mi corazón.
—¿Me llevas al agua?
—¿Qué? —Levanto la cabeza y sus ojos se niegan a mirarme.
—No me dejes caer, o me dejes tocarla o nada. Sólo… llévame allí.
—¿Estás segura?
Asiente, luego me abraza. Ajusto su cuerpo para que sea más
cómodo, y camino los seis metros hacia el agua.
Está temblando, y haciendo las mismas respiraciones calmantes que
hago cuando las necesito. Le doy un ligero apretón para advertirle antes de
dar el primer paso en el agua.
Está cálida esta noche. Tan cálida y refrescante que podría ponerme
en remojo. El océano calma mis nervios, pero puedo decir por los latidos
de su pulso que duplica los suyos.
—¿Quieres que salga?
—No.
—Em, estás temblando.
—Tú también hace diez segundos. —Sus uñas se clavan en mis
hombros y pone la frente contra mi cuello—. Pero pareces bien ahora.
—Estoy preocupado por ti.
—Me sostendrás, ¿verdad?
—Por supuesto.
—¿A pesar de que tocarme así… te asusta?
Niego, a punto de salir del agua. —No necesitas probar nada. Es mi
propia cosa con la que lidiar.
Me da una mirada que me calla en el acto. —Sólo sujétame. —Se
menea en mi cintura, y no estoy seguro de si es a propósito, pero su
suavidad se presiona contra mi dureza, y ahora los dos estamos
temblando.
—Em…
—No me dejes caer.
Trago, y trato de domar mi erección para que se tranquilice, pero no
escucha. Su corazón late contra el mío, y ambos estamos abrazados, sin
mover un maldito músculo.
—¿Es-estás bien? —pregunta después de lo que parece una
eternidad. Aunque es una chica ligera, mis músculos están en su punto de
ruptura.
—Yo… creo que sí.
—Solo una cosa más, entonces puedes bajarme, en la arena.
Se aparta y estoy esperando un beso, pero no obtengo uno. Su parte
baja cambia y se frota de una forma que extrae un gemido de mi garganta.
Y no estoy listo para correr. Quiero que lo haga de nuevo.
Y otra vez y otra vez.
Está aguantando la respiración. Una de sus piernas traza la mía
mientras se dirige hacia el agua. Sus ojos se centran en el océano, y los
míos en ella mientras siento su pie meterse en el agua cerca de mi tobillo.
Está ahí menos de un segundo, y me aprieta tan fuerte que
realmente tengo que agarrarle el culo para evitar que se caiga.
—¡Lo hice! —chilla, y me río mientras volvemos a la playa, y
entonces dejo sus pies en la arena. Su cara está sonrojada y brillante por
el sudor, pero su sonrisa es tan amplia y sexy mientras salta—. No puedo
creer que hice eso, o Dios mío, eso fue…
La agarro y atraigo hacia mi boca, besándola fuerte. Ambos
seguimos sonriendo entre respiraciones, y con cada golpe de mi lengua en
la suya, mentalmente le doy las gracias por lo que acaba de hacer, no sólo
por ella… sino por mí.
Traducido por evanescita
Corregido por Eli Hart

Emilia Johnson
Hace aproximadamente una hora

¡Feliz Cuatro de Julio a todo el mundo!


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Para: emilia_johnson@yahoo.com
Desde: sbarrows@gmail.com
Asunto: Odio el día de hoy
Mia2:
Creo que necesito unas vacaciones. Sé que la mayoría de la gente va a Florida
para alejarse, pero no sé cómo manejar la jodida humedad… ¿cómo sobrevive la
gente ahí?
Como sea, feliz cuatro de julio. Voy a estar sentado en casa sin hacer
absolutamente nada. Tal vez conseguiré emborracharme.
Lo siento por el estado de ánimo sombrío. Hoy se suponía que era mi
segundo aniversario con Mia. Sé que golpear cosas probablemente ayudará, pero
eh... solo no lo siento hoy.
Pero TÚ diviértete viendo todos los fuegos artificiales. Hablamos mañana o
algo.
—Scott
Hoy me siento igual de súper bien y súper mal, en una especie de
cambios de humor. Extraño a papá. Los fuegos artificiales son sus
favoritos. Me envió un mensaje esta mañana antes de ir a trabajar,
diciéndome que me divierta jugando con mis fuegos artificiales con Eric
esta noche, y pienso en él, lo que me hace feliz. Así que sí... ha sido una
especie de sube y baja hoy.
Entonces recibí un correo electrónico de Scott y quiero sentirme mal
por él, quiero ayudarle de alguna manera, pero también siento que no
puedo estar sumergida en otra conversación que tendrá horas y horas
porque quiero estar con Eric esta noche.
Mi novio.
Necesito estar con mi novio, ¡maldita sea! Han sido un par de
semanas desde que estamos haciendo lo mismo. Es romántico o divertido
o lindo y lo deseo tanto que sólo arremeto. Apenas se aleja saco mi
teléfono. Entonces nos enojamos mutuamente, nos disculpamos sin
realmente explicar por qué los dos actuamos de esa manera y dormimos
juntos. Ha sido un ciclo estúpido, ojalá pudiera parar. Así que voy a
intentar detener al menos mi parte de ello.
Pero si ignoro a Scott, siento que eso sería totalmente estúpido. Él es
una persona del tipo amistoso. Voy a escribirle un correo electrónico
rápido y cerrar sesión. Sin computadora, sin teléfono... sin Kindle, ni
Facebook o Twitter o lo que sea. ¡Nada de eso! Estaré con Eric y eso es
todo. Tendrá toda mi atención.

Oye. Siento que hoy sea un mal día para ti. Haz lo que yo hago cuando estoy
de un humor de mierda... lee un montón de novelas románticas, come crema batida
de la lata y bebe tanto hasta que termines bailando desnudo con una de tus
almohadas.
Si eso no funciona, suelo lanzar pastelitos contra la pared. El “¡plaf!” me hace
reír.
Pero tendrás un gran desorden por la mañana. Solo te advierto. ;)
¡Feliz cuatro de julio! ¡Sin gruñones!
—Mia2
Bueno... Eso. Es. Todo. He hecho mi parte, ahora es tiempo de
dejarlo a un lado por el resto del día.
Pero podría comprobar mi Facebook muy rápido antes de que Eric
llegue a casa, así no me sentiré tentada a comprobarlo mientras estamos...
¡no! ¡Maldición, Mia!
Me apresuro a hacer clic en el botón de apagar y bajo la tapa. Eso en
sí fue todo un logro. Quiero acariciarme en la cabeza. Después deslizo la
computadora debajo de la cama y me siento en posición vertical,
totalmente lo hago. Y sonrío como una gran idiota.
Lo hice.
¡Bing!
Ah mierda, mi teléfono. Me olvidé de las notificaciones por correo
electrónico. Scott debe haber respondido. No quiero un correo electrónico
sin abrir en mi celular, porque estoy segura de que Eric se volvería loco si
lo ve. Todo este asunto de Scott es inocente, pero sé que se pondría de mal
humor.
Solo lo leeré, luego apago el teléfono.
Por alguna estúpida razón, me aseguro de que mi puerta esté
cerrada antes de abrir el correo electrónico.

¡Ja! Ya me hiciste sentir mejor. Sin embargo, no estoy seguro de conocer


muchas novelas románticas. ¿Alguna sugerencia?

Dejo escapar un suspiro y me deslizo hasta el suelo. Charlamos de


ida y vuelta en mi teléfono durante más de una hora, maldiciéndome por
ser tan débil y juro que voy a hacerlo mejor mañana.
Un golpe en mi puerta y configuro mi celular para que esté en
silencio y seguro en mi bolsillo. Estoy en medio de la redacción de otro
correo, pero lo voy a hacer en el baño más tarde o algo así.
Oh Dios mío. ¿Qué me está pasando?
—Eh, adelante.
La perilla gira y Eric asoma su hermosa cabeza. —Cariño, ya estoy
en casa.
Me levanto del suelo a sus brazos. Quiero que elimine a esta persona
en que me he convertido. Es bueno en eso.
—Mmm... —Nos mete a la habitación, cierra la puerta detrás de él.
El sonido hace que mi estómago gire y se alborote—. Iba a llevarte fuera
para los fuegos artificiales —dice en mi cuello, sus manos corriendo sobre
mis caderas y bajando a mi trasero. Desde ese día en la playa, ha tenido
dificultades para mantener sus manos lejos de mí, pero estoy totalmente
de acuerdo con eso. Agarra mis nalgas mientras presiona nuestros cuerpos
más juntos y los dos soltamos una silenciosa sonrisa—. Pero creo que me
quiero quedar aquí. Solo por rato.
O mucho más que un rato. Me agarro de sus hombros y salto a su
cintura. Tropieza de nuevo, pero la puerta nos atrapa. Lo beso fuerte,
moviéndome todo lo que puedo por lo que mantiene sus manos en mi culo.
Quiero que me toque en todas partes. Quiero que me desee tanto como
Scott quiere a su Mia. No es como si supiera todos los detalles de la
relación de Scott y Mia, pero muestra tanta pasión hacia ella, incluso
después de un año, que supongo que las cosas eran calientes. Quiero eso
para mí y Eric.
Y mierda, estoy pensando en cosas que no debería, cuando estoy con
él. Tengo que dejar de pensar... dejar de comparar. Ya basta.
Trato de decirle con mi cuerpo lo que quiero. Quiero que se presione
conmigo. Quiero sus manos debajo de mi blusa. Quiero su lengua y sus
dientes en mi cuello, luego más abajo. Lo quiero todo. Y no debe tener
miedo de eso debido a que ambos lo queremos todo.
Me muevo contra él, pero me hace volver. Eso me frustra
tremendamente y me gustaría que tuviera el pelo más largo, así podría
tirárselo. En cambio muerdo, lamo, chupo cada parte de sus labios y boca.
Gruñe, finalmente respondiendo a mi agresión. Pero aún así... no es
suficiente.
Se está conteniendo de nuevo. Echo un vistazo a su cara, su
dolorosa y concentrada expresión me dice que no va a dejarse ir. ¿Por qué
demonios no se dejaría ir? Gimo en su boca, alejándome lo suficiente como
para decir—: Eric... por favor.
—Em... —gruñe, luchando por separarme de sus caderas—, tenemos
que ir más lento. Necesito ir más despacio.
—¿Por qué? —Sé que dijo que necesitaba ir lento, pero mi ego
necesita saber por qué todavía quiere ir lento. Estoy al borde de las
lágrimas, porque sé que dice que es por él, pero ¿que si es realmente por
mí? Todas las otras relaciones en el planeta parecen ir más rápido que
esto.
Me besa suavemente y sé que es para tranquilizarme, pero me
molesta.
—¿Podrías confiar en mí? —susurra contra mis labios—. Y recuerda
que es malditamente casi tan doloroso para mí como para ti.
—Lo dudo.
Sonríe y me hace sentir algo así como un poquitito mejor. Pero
todavía estoy excitada hasta el máximo y si quiere seguir yendo lento, lo
mejor es que me lleve a un lugar público en este momento.
—Emmy —dice, metiendo mi cara en su pecho rígido. Huele como a
marea y es ese olor y su calidez lo que hace que mis labios se curven en
una amplia sonrisa. Me siento frustrada, pero se siente bien aquí—. Tengo
que ir despacio, porque si vamos demasiado rápido perderé el control. Voy
a enloquecer. Huiré. No puedo hacerte eso.
¿Se alejaría? Solo las palabras hacen que mis manos agarren y
aprieten su camisa. Si piensa que voy a quedar embarazada y no está listo
para eso, debo hacerle saber que lo tengo cubierto por el asunto del
control de la natalidad y tranquilizar su mente. Pero no quiero conversar
de eso ahora, sobre todo porque no hemos hablado sobre protección o
exactamente lo que el sexo significa para cualquiera de nosotros.
Tal vez tenga razón y tenemos que tomar las cosas anormalmente a
paso de tortuga si queremos hacer que nuestra relación dure. Y vaya si
quiero hacer que esto dure y dure.
—Está bien.
—¿Ese es un está bien real, o es un está bien solo por complacerme?
Lo abrazo más fuerte. —Es real.
Me aprieta en respuesta. —Está bien.
Nos abrazamos, siguiendo sus reglas de ir lento. Pero mientras lo
respiro y me hace sentir genial, ya no me importa ir lento. Realmente se
siente bien. Correcto. Por lo menos, correcto para nosotros.
Me pregunto si es así cómo las parejas reales se enamoran. Ya
sabes, si el amor es la dirección en la que me dirijo.

—Dieciséis azul, veinte amarillo, y un grandioso cuarenta y dos rojo.


—Eric marca otro recuento azul en mi antebrazo cuando el último fuego
artificial desaparece en el cielo. Desliza el Sharpie a través de mi piel, al
lado de la bandera americana ondeando que dibujó en mi muñeca.
Cuando doblo mis dedos se ve como si realmente ondeara en el viento.
Maldita sea, es bueno.
—¿Eso significa que yo gano? —pregunto, dibujando una marca roja
con el Sharpie en su codo. Deja caer la cabeza hacia atrás y se ríe, y
mentalmente tomo nota de otro punto sensible.
—Sí, tú ganas. —Se voltea y apoya la espalda contra la barandilla de
la cubierta y tapa su Sharpie azul—. ¿Por cuánto tiempo lo quieres?
Levanto una ceja, lanzo el marcador por encima de mi hombro y lo
oigo golpear la madera en la cubierta antes de que ruede a quién sabe
dónde. Dejo que mi mirada vague sobre su cuerpo, su sexy culo antes de
apretar contra su costado. —Quiero diez minutos.
—¿Solo diez?
Asiento, lamiendo mi labio inferior antes de atraparlo entre mis
dientes. —No estoy segura si seré capaz de soportar mucho más tiempo
que eso.
Envuelve su mano alrededor de mi cintura y besa la punta de mi
nariz. —¿Aceite o loción?
—Aceite, por favor. Está en el bolsillo interior de mi bolso.
—¿Llevas aceite en tu bolso?
—Del tipo que me gusta, sí.
—Está bien. —Besa mi nariz de nuevo y lo siento por todas partes.
Entonces su mano vaga sobre mi trasero y aprieta—. Acomoda este culo
sexy en mi muy cómodo sofá enorme. Nos vemos allí.
Chillo y salto adentro. Me alegro de depilar mis piernas con cera ya
que permanecen así durante un tiempo. Si Eric deslizara su mano en mi
pantalón y sintiera a un mamut lanudo, apuesto a que lo pensaría dos
veces antes de siquiera tocar mis piernas de nuevo.
Eric se ve bien de blanco. Realmente no podría decirlo afuera en la
oscuridad, pero aquí, cuando llega a la parte superior de la barra por mi
bolso, sus omóplatos se hacen visibles debajo de la tela, el blanco se ve tan
bien con su tono de piel. Oh, ¡podría comérmelo! Siempre supe que era
caliente, pero ahora que es mío... maldición, hace que sea mucho mejor.
—Apúuuurate —le canto mientras descanso sobre el sofá. Necesita
traer su culo aquí ahora mismo y trabajarme con esos dedos antes de que
explote.
—La paciencia no es tu virtud, ¿verdad? —pregunta, todavía
escarbando en mi bolso—. ¿Y dónde diablos está el aceite?
Me río e inclino mi cabeza hacia atrás. —Bolsillo lateral de la parte
interior. Debe de estar dentro del cierre.
—Hay, como, cincuenta cierres en esta cosa.
En serio… —Hay un cierre en el interior. No es difícil de encontrar,
Eric.
Hace una pausa y se cierne sobre mi bolso. Está bien, quizás fui un
poco maleducada. Me empujo hasta el borde del cojín para levantarme,
pero se da la vuelta, sus cejas se fruncen mientras deja caer el bolso y se
agacha quedando frente a mí. Me toma dos segundos localizar el aceite, y
cuando lo hago lo agito delante de su cara.
—Justo como dije —digo, burlándome.
Lo agarra de mi mano y vierte un poco en el centro de su palma. Su
toque debería hacer que mi cerebro se apague y el masaje de pies se sienta
bien, pero su silencio espesa el aire que nos rodea. Podría estar nadando
en un enorme tazón de puré de papas.
—Oye, sólo brome…
—¿Quién es el tipo que te manda mensajes?
Mis mejillas comienzan a arder y mi estómago salta como si
estuviera inclinándome mientras giro. —Mmm, ¿qué?
Se rasca la nariz con el dorso de la mano y luego intenta frotar el
arco de mi pie, pero puedo decir que no está prestando atención a eso.
—Tu teléfono sonó en tu cartera y vi que era ese tipo... ¿el que tiene
el tatuaje en el cuello? Envió varios mensajes cuando sostenía tu teléfono
mientras tu padre... —Sacude la cabeza, negándose a mirarme a los ojos.
Mi corazón se detiene y se estrella en mis entrañas.
—Es... un amigo.
—¿De la universidad?
—Mmm, no. Nos conocimos en línea.
Deja de frotar mi pie y finalmente me mira. Siento que estoy
sudando todo el Atlántico a lo largo de mi cabello. Mi voz sale un poco
inestable.
—Conozco a mucha gente online. Como en grupos de lectura, Twitter
e Instagram.
—¿Y lo conociste a través de uno de ellos?
En lugar de responder, evito la pregunta en su totalidad. —¿Te
molesta?
—No. —Su frente se relaja y deja escapar una risa ronca—. En
realidad, sí.
—¿Es por eso que recibo “la mirada” cada vez que saco mi teléfono?
—En parte.
—Prometo que no es nada. —Empujo su mano con mis dedos y trato
de ignorar el sabor nauseabundo en mi lengua—. Y solía gustarte cuando
estaba online todo el tiempo.
—Sí, cuando vivía al otro lado del océano y hablabas conmigo. —
Desliza su dedo sobre el esmalte de uñas de color rosa en mi dedo gordo
del pie—. Ahora estoy aquí y tú todavía estás...
—En línea.
Asiente, luego entierra su rostro en sus manos. —¿Es algo de lo que
debería preocuparme?
—No. —Me deslizo y tira mis piernas sobre la suyas—. Ni siquiera
hablo con él a menudo. Y no es la única persona con la que hablo. Eva
constantemente me manda mensajes. Y Rachel. Luego hay otras cosas,
como el chat de mis grupos de libros y a veces tengo mi teléfono para leer.
—Me aferro a excusas, intentando convencerlo no solo a él, sino a mí
también.
—Así que, ¿cuándo fue la última vez que hablaste con él?
Hoy. No solo hoy, sino justo antes de que Eric entrara en mi
habitación. También pensaba en él, mientras que Eric me besaba. Ya sé
que está inseguro acerca de que nuestra relación avance; la verdad sería
como poner un muro de cemento.
—No me acuerdo. —Sale de mi boca tan fácilmente, pero deja un
dolor agudo en la parte posterior de mi garganta.
Estudia mi rostro un segundo y me pregunto si ve la palabra “culpa”
pintada en mi frente. Pero besa mis labios, su cuerpo se relaja debajo de
mí.
—Está bien.
Parpadeo, abriendo mis ojos. —¿Está bien?
—No voy a preocuparme por eso.
—Bien. —Fuerzo una sonrisa—. No deberías.
Vuelve a mis pies, pero su mano se desplaza hasta mi pantorrilla
hacia el hueco de mi rodilla, entonces estoy por debajo de él y está
besando mi cuello, apretando mi muslo y sé que todavía se está frenando,
pero esta vez no me importa. Porque si finalmente diera el siguiente paso
conmigo, todo en lo que habría pensado es en que ocurrió justo después
de que le mentí.
Traducido por Dey Kastély
Corregido por Val_17

Eric Matua está desconectado.

—¿Cuándo fue la última vez que tomaste tus medicinas?


El doctor Shuman no ha levantado su pluma ni una vez durante
nuestra sesión, y tomo eso como una buena señal. Tampoco me he agitado
nerviosamente.
—Hace unos días.
—¿Es cada vez más cómodo para ti?
Sonrío y me quedo mirando la alfombra. Consiguieron quitar la
mancha. —Un millón de veces más cómodo.
—Bueno, eso suena genial, Eric. —Se reclina en su asiento y se
rasca la barba—. ¿Hay alguna razón por la que programaste esta cita?
Porque pareces estar haciéndolo muy bien.
—Sí… —Algo se oprime alrededor de mi pecho, pero inhalo, lo
retengo, exhalo, y se va—. Las cosas con Em están bien, y creo que por fin
estoy superando todo, pero a veces… todavía puedo escucharla en mi
cabeza.
—¿Ali?
Asiento.
—¿Sólo la escuchas cuando estás siendo íntimo? ¿O es algo al azar?
Íntimo. Mis palmas se ponen sudorosas. Aún no he sido capaz de
cruzar ese puente.
—Cuando estoy con Em. —Dejo escapar una risa irónica—. Es
molesto como el infierno.
Levanta su pluma. Maldición. —Puedo imaginarlo.
—Guau… buen consejo, Doc. —Lo observo garabatear en el
portapapeles—. No está escribiendo una receta por escuchar voces,
¿verdad?
—¿Debería?
—¿Siempre hace una pregunta en respuesta a una pregunta?
—¿Es algo que te molesta?
—Sí.
Sonríe, arrastrando el lápiz por el portapapeles. —No, no estoy
escribiendo una receta.
—¿Me dirá cómo lidiar con ello?
—No te gustará mi respuesta.
—¿Es en forma de pregunta?
Mete la pluma en su bolsillo delantero. —Si algo está provocando los
recuerdos de Ali, específicamente lo que te dijo, necesitas averiguar qué es
ese algo.
—De acuerdo…
—Y tendrás que dejar que tu novia lo sepa para que pueda ayudarte.
Gruño y me quedo mirando la alfombra. —No sé si puedo hacer eso.
—¿Por qué no? ¿Te preocupas por ella?
—Sí.
—¿Ves un futuro con ella?
—Sí.
—¿Y has sido su amigo por…?
—Cinco años.
—Entonces, ¿confías en ella?
Abro la boca, luego la cierro cuando nada sale. Mi respuesta
automática era “si”, pero la cosa es… no estoy seguro. Confié en Ali y eso
se fue a la mierda. Pero Em es diferente. Em no es Ali.
Pero… le pregunté rotundamente sobre ese tipo y me di cuenta que
estaba siendo sigilosa. Cada vez que le pregunto lo que hace en su
teléfono, esquiva la pregunta. Quiero sentir que confío en ella, ¿por qué no
habría de hacerlo? ¿Tiene una razón para ocultarme cosas?
Santa mierda… No sé si confío en ella. Y no estoy seguro de si es mi
problema o el suyo.
El temporizador suena para terminar la sesión y maldigo en voz
baja, porque no estoy seguro de cuánto tiempo estuve aquí contemplando
si confío o no en mi novia. Saco las llaves de mi bolsillo y me pongo de pie,
sin molestarme en estrechar la mano del doctor Shuman.
—¿Eric?
Me detengo frente a la puerta. El doctor Shuman baja su
portapapeles.
—Suprimir lo que sucedió sólo lo expulsará de una manera que no
puedes controlar.
Frunzo el ceño y echo un vistazo por encima de mi hombro. Sus
labios se aprietan y retuercen como si yo fuera una bomba a punto de
explotar.
—Tal vez el problema no es confiar en ella. Podría ser confiar en ti
mismo para poder hablar de eso.
Me da una media sonrisa, luego vuelve a las cosas en su escritorio.
Probablemente tiene razón. Aun así, creo que hay algunas cosas que me
gustaría abordar con Em antes de volcar la carga de Ali sobre ella.

Es un día raro cuando Em y yo no tenemos que trabajar. Es uno de


esos días fríos de verano a los que estoy empezando a acostumbrarme con
ella. Me dan ganas de dar el paso y preguntarle si está bien conmigo
mudándome a Keiser en el otoño. Pero todavía no he tenido el valor.
Estoy haciendo mis abdominales en la sala mientras ella se prepara
un plato de cereal. Puse a Tolani en altavoz después de hablarle sobre
aligerar el Xanax y tal vez no concertar más sesiones de terapia. Estuvo un
poco reservado sobre ello, y no estoy seguro de si es porque todavía tiene
medicamentos para la ansiedad a la mano para él y sólo está siendo
condescendiente y esa mierda, o si simplemente no tenía nada que decir.
De cualquier manera, estoy condenadamente orgulloso de mí, así que
estoy aligerando las cosas.
Ahora, está hablando acerca de pasar por la casa de la playa para mi
cumpleaños.
—De hecho, eso funciona perfectamente —dice Em mientras cierra
la bolsa de Froot Loops—. La fiesta para el bebé de Eve es esa semana, así
que mi cama está libre.
—¿Quieres decir que no van a compartir una cama? —Tolani ríe y
aprieto la mandíbula, deseando que él estuviera aquí, así podría poner un
puñetazo en su estómago.
—No mientras mamá Matua esté aquí. —Em recoge su plato y pasa
sobre mí mientras hago otra sentadilla. Planto un beso en la parte
posterior de su rodilla mientras pasa, y eso me tranquiliza, al mismo
tiempo que me excita. Se ríe y me arroja un Froot Loop en la cara.
—Bien, tengo que irme —dice Tolani mientras Isaac grita en el
fondo—. Te veré la tarde del veinticinco.
Em dice “adiós”, y golpeo con mi mano el botón de “Finalizar”
cuando hago una sentadilla de nuevo. Mi respiración está fuera de control
porque no me he estado concentrando en ello, así que mi entrenamiento es
una mierda total en este momento.
—¿Sabes qué es lo que amo? —pregunta Em, masticando
ruidosamente su cereal y viendo algo en su teléfono. Trato de ignorar que
ha estado mirándolo toda la mañana.
—¿Qué cosa?
—Amo que seas cercano con tu familia.
Exhalo una risa y hago otra sentadilla. —Te das cuenta que mi
mamá te estará preguntando por nietos una vez que se entere que estás
viviendo aquí.
Sus mejillas se enrojecen un poco y mete su teléfono debajo de su
trasero. —Sí… Sin embargo, me encanta eso. —Sumerge la cuchara en su
plato. Mi ejercicio se detiene a medida que la observo comer, sorbiendo y
derramando leche por su barbilla. Amo que se sienta cómoda conmigo.
Abro la boca para decírselo, entonces limpia su labio inferior. Y eso me
golpea en el pecho… fuerte.
He amado a Em desde que nos hicimos amigos. Siempre lo supe.
Pero este momento, justo aquí, mientras sudo como un camello y ella tiene
puesto su pijama; con ese dedo pasando por su labio…
Es el momento en que me enamoro de ella.
Traducido por Dey Kastély
Corregido por Fany Stgo.

Emilia Johnson
Hace 2 horas

Examen sorpresa. ¿Hay alguna mascota de cereal femenina?


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Eric hace otra sentadilla, casi tirando el cereal de mis manos,


agitado y respirando como si fuera la número doscientos, no cincuenta. Se
deja caer al suelo de nuevo y dice—: Amigo, renuncio.
Me río y pongo un cereal morado seco en la punta de su nariz. Hace
un espectáculo tratando de tomarlo con su lengua, pero no puede hacerlo.
Todavía sin poder parar mi risa, me inclino y lo quito de su nariz
mordiéndolo, luego lo beso mejor. Regreso a masticar mi cereal, sorber y
realmente a no ser sexy o atractiva, porque a quién demonios le importa, y
lo atrapo mirando fijamente la leche goteando por mi barbilla. Igual que un
niño de cinco años, y ni siquiera la limpio esta vez. Muevo mi mano
alrededor como si fuera la cosa más caliente, él sacude la cabeza y me da
una sonrisa que derrite mi interior.
Me encanta esa sonrisa. Tengo suerte de poder verla tan a menudo.
Tomando otra cucharada de cereal, trato de ignorar su mirada y
continúo comiendo como lo haría si él no estuviera aquí, justo como
acordamos cuando empezamos a vivir juntos. Sin embargo, todavía tengo
que verlo sin camiseta. Si sólo tuviera poderes mentales. Se la quitaría
mientras está dormido…
—He decidido que estoy enamorado de ti.
No pretendía hacerlo. De verdad. Pero todo mi plato de cereal cae de
mis manos… justo en su cara. Froot Loops y leche cae en cascada por su
nariz, ojos y boca, y ni siquiera se mueve para limpiarlo. Se queda ahí con
mi desayuno sobre él, y un Froot Loop verde en el pliegue de sus labios.
Uno azul entre los ojos. Amarillos y naranjas pegados en su frente. No
hace nada más que mantener la misma expresión desorientada mientras
trato de averiguar cómo demonios responder.
Me han dicho “Te amo” antes. Kyle dijo que me amaba a mitad del
sexo. Creo que lo dijo porque pensaba que tenía que hacerlo. Fue
incómodo después de eso, y lo único que dije fue: “Gracias.” Y luego me
evitó como la peste.
Luego, un chico llamado Daniel me dijo que me amaba cuando
estábamos frotándonos en la pista de baile de un club, y supe que cuando
lo dijo trataba de llevarme de vuelta a su habitación. Fue la manera en la
que sus ojos se quedaron en mis pechos y trasero cuando arrastró las
palabras. También porque nos habíamos conocido por dos segundos.
Sin embargo, Jaxon fue el peor. Porque de verdad quería que lo
dijera en serio, y me di cuenta que no lo hacía. Estuvimos saliendo por un
año, y creo que pensó que era lo que tenía que decir. Tomaba largas
cantidades de su cerveza y miraba el techo mientras yo jugaba con el vello
en su pecho cuando lo dijo. “Te amo… nena”.
Llamaba a todas “nena.” La camarera, la anfitriona del hotel, la
señora de servicio de habitaciones… Yo sólo era otra nena. Lo sabía por la
forma en que lo dijo.
Mientras bajo la mirada hacia Eric, leche y cereal aun pegados en su
rostro adorable, es la primera vez que me siento como si pudiera decirlo de
regreso y un cien por ciento en serio. Tal vez es porque incluso a miles de
kilómetros de distancia, incluso cuando nos encontrábamos con otras
personas… siempre ha sido él.
Y me lo dice cuando sorbo leche con mi pijama andrajosa, cuando
mi cabello no ha sido cepillado y todavía tengo maquillaje de la noche
anterior. No lo dice porque siente que tiene que hacerlo. Lo dice porque lo
siente. Directo, hermoso, mi mejor amigo… y también lo amo.
Mierda, también lo amo.
Dejo caer el tazón a un lado del sofá y aterrizo a horcajadas sobre
sus caderas. Aparto el cereal uno por uno, luego tomo la parte inferior de
su camisa sudada y limpio la leche. Sus ojos se abren poco a poco, y sé
que espera algo. Un beso o una declaración de afecto.
Bueno, consigue ambos.
—He decidido que también estoy enamorada de ti.
Su boca se alza, y me jala del brazo para acercarme más a sus
labios. —Ahora vamos a besarnos, ¿verdad?
Me río, dejando que esa calidez de mi corazón bombee por todo mi
cuerpo, dejando que hormiguee por los dedos de mis pies y envíe
escalofríos por mi columna. Nuestros labios se deslizan juntos, y siento
como que es un nuevo tipo de beso. El tipo del que la gente habla en libros
y películas. El que no sólo te cambia a ti, no sólo a él, sino a los dos
juntos. Todo de ahora en adelante es yo y Eric. Eric y yo. Cada decisión,
cada pensamiento, cada temor… ahora somos nosotros. No más secretos.
No puede haber más.
Debería estar flotando con ese pensamiento, saliendo disparada por
el aire con cuánto amor crece entre nosotros, pero el mensaje instantáneo
que tengo en mi teléfono me agobia. Empuja mis pensamientos y arruina
el momento. Quiero gritarme por dejar que algo tan inocente me haga
sentir culpabilidad hasta la muerte.
Pero incluso mientras pienso, si era tan inocente, ¿por qué lo
escondo?
—¿Te encuentras bien? —pregunta Eric, apartándose de mis labios y
jugando con los mechones sueltos de mi pelo. Escucho su voz y vuelvo al
mundo real con él, y lo beso suavemente.
—Me encuentro perfectamente.
Eso lo hace sonreír, e incluso si no es toda la verdad, es verdad
suficiente como para hacerme olvidar la horrible persona que soy. Nos
besamos hasta que mi cabeza no hace nada más que ahogarse en Eric y
su amor por mí. Mi amor por él. Nuestro amor por el otro.

Eve registró la sección entera de bebés. Después de desplazarme por


la página cuatro veces, hago clic en mi cámara y le hago un gesto a Eric
para que salga en la foto.
—Ven —digo, tirándolo del brazo, pero es difícil desde este ángulo.
No tengo ninguna influencia en el carrito de compra, pero después de un
par de gruñidos, Eric se da por vencido, presionando su mejilla contra la
mía.
—¡Awww! Esa es una buena.
—Y apuesto que va directo a Facebook.
Juguetonamente golpeo su mano antes de que comience a empujar
el carrito hacia los juguetes de bebé.
—De hecho, a Twitter. —Pero probablemente la pondré como mi foto
de perfil pronto. Nos vemos adorables juntos, y para ser honesta, me
encanta cuando mis amigas me dicen lo caliente que es mi novio. ¡Eso es,
gente, atrapé uno bueno!
@Eric_Matua ayudándome a comprar algo para el bebé de
@Evenstar #puntosporbuennovio #alguienpodríatenersuerte
—Oye, ¿qué opinas de esto? —pregunta Eric, apartándome de mi
teléfono. Sus brazos se acurrucan a mí alrededor mientras aprieta el
centro de un muñeco del Monstruo ComeGalletas. Me gruñe
“Galleeeeetas”, resoplo y se lo quito.
—Me gusta. El pequeño niño puede rodar con él en su cuna y
mantener despiertos a Eve y Paul toda la noche.
—Deberíamos conseguirles un montón de cosas que hagan ruido.
—Sí, sé que a Eve le encantaría eso.
Se ríe y besa un lado de mi cabeza antes de devolver el juguete al
estante. —Le conseguiré a mis niños un montón de juguetes ruidosos.
—¿En serio? —Me acomodo en el carrito, haciendo una mueca
cuando la rejilla se clava en mi trasero—. Apuesto a que tu esposa
terminará arrancando todas las baterías.
—Y ella les dará libros en su lugar. —Me guiña un ojo y mi estómago
da vueltas.
—Bueno, de todas maneras los libros son mejores.
Eric gira por el pasillo de pañales. —¿Cuántos niños crees que
querrá? —Su voz es ligera, pero hay un tono serio que tiene a mi estómago
dando vueltas y yendo en espiral en mi garganta. Sé que habla de
nosotros, o es realmente cruel y pregunta sobre otra mujer, pero nunca he
pensado seriamente en niños.
Me estiro sobre el carrito y tomo un paquete de pañales, luego los
empujo debajo de mi trasero para más comodidad.
—Siempre me he imaginado dos —dice Eric cuando no respondo, y
jugueteo con el metal en el carrito.
—Déjame adivinar. Un niño y una niña.
—Por supuesto. —Tira de mi coleta, por lo que mi cabeza se inclina
hacia él—. Pero no por ahora.
Sonrío y beso su nariz. —No puedo ni siquiera imaginar encargarme
de niños justo ahora. Y aquí estoy yo, comprándole pañales a mi
embarazada compañera de piso.
Eric pasa las manos por mis brazos, luego las coloca sobre mis
mejillas. Mi frente golpea su mentón cuando mordisquea mi labio inferior,
y eso me hace sonreír y reír y amar que cada vez se halla más y más
cómodo expresando sus sentimientos físicamente.
—Apuesto que cuando sea que pase, incluso si viene de la nada,
serás una gran mamá. —Guiña otra vez y comienzo a preguntarme cuánto
ha pensado realmente en esto. Porque sentada aquí en el pasillo de
pañales, recibiendo besos dulces del hombre que amo, y hablando de
nuestro futuro, quiero pensar en ello. Y no es tan aterrador como pensé. Es
algo emocionante.
—Siempre he querido dos —digo, acercándome para pasar mis uñas
por su nuca—. Un niño y una niña.
Eric sonríe contra mis labios. —¿Un niño primero?
Asiento. —Y pondremos ese Monstruo ComeGalletas en el registro.
—¿Nosotros? —bromea.
—No soy buena con lo metafórico.
Hace girar el carrito, casi tirándome al suelo cuando las ruedas
saltan en el lado izquierdo. Chillo y él se ríe, diciendo cómo podríamos
hacer totalmente la cosa de ser padres. Pasar nuestros días tumbados en
el suelo con los niños, y nuestras noches leyéndoles al Dr. Seuss. Llamaría
a nuestro hijo Bubba y le enseñaría a tocar los bongos, mientras nuestra
niña, Babsy Jane, aprende a hacer beatbox. Todo el tiempo que me gira,
incluso cuando sé que bromea, pienso: ¿por qué no? Después de la
universidad, podría ir de viaje a Las Vegas con él y dar el sí, establecernos
en un suburbio y criar algunos lindos niños mitad Samoanos con este
hombre extremadamente caliente. Nunca antes pensé en un futuro con
alguien. Quiero tener lo que Scott tenía con su Mia. Y entonces sacudo la
cabeza para deshacer de mi cerebro su nombre.
Eric. El chico que se encuentra sin aliento y con una sonrisa tan
amplia que me sorprende que sea capaz de formar palabras. Él es el chico
con el que me encuentro. El chico con el que quiero un futuro. O al menos
puedo imaginarme este alocado futuro que ha pintado para nosotros.
Estoy totalmente al cien por ciento, golpeada sin sentido, enamorada
de este hombre.
Se inclina sobre la canasta, moviendo su nariz contra la mía, su
cálido aliento en mi rostro. Pierdo todo sentido de dónde nos encontramos,
la canasta clavándose en mi trasero, el olor a pañales en el aire… sólo es
Eric y yo y mi corazón con alas que se halla a punto de volar hacia él, así
puede tenerlo para siempre.
—Hazme el amor.
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Dannygonzal

El cumpleaños de Eric Matua es mañana


Envíale un regalo

Si las peticiones pudiesen causar ataques al corazón, estoy bastante


seguro que las de Em ya lo hubieran hecho. Parpadeo y agarro el lado de
la canasta, poniendo la mayor parte de mi peso en ella. Respira, maldita
sea.
—¿Eric?
Me aclaro la garganta, sin dejar de mirarla. Después de que mi
estómago se relaja, fuerzo una media sonrisa. —¿Justo aquí? Quiero decir,
estoy a favor de hacer declaraciones y tal, pero no creo que quiera que mi
primera vez sea en el pasillo de los pañales en Target.
Em sonríe y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. —Lo digo en
serio. Quiero que me hagas el amor. Esta noche, mañana, el año que
viene... en algún momento, quiero que me ames con todo de ti. ¿Por favor?
Espero que mi respiración salga, pero no lo hace. Y eso hace que mi
boca se curve en una sonrisa. —Pensé que no podrías ser más sexy, y
entonces me lanzas esto. —Bajo mis labios a los suyos, besándolos
ligeramente antes de pasar mis manos alrededor de su cintura y tomar la
canasta—. Te haré el amor, esta noche, mañana, el año que viene... o
siempre que sea adecuado para nosotros.
—¿En serio?
—Sí, pero... vamos a tener que ir…
—Lento.
—Lo siento. —La beso en la frente, la nariz, los labios y luego la
aprieto contra mí respirando en su cuello mientras ella hace lo mismo—.
¿Trabajas esta noche?
Suspira en mi cuello. —Sí.
—Pero te tendré mañana, ¿verdad?
Me tira hacia atrás, los ojos muy abiertos mientras asiente.
Mis dedos se clavan en la parte baja de su espalda, posicionando
nuestras caderas aún más cerca. Cada nervio de mi cuerpo ruge a la vida
y espero que la voz de Ali entre en mis pensamientos, pero Em rasca la
parte inferior de mi barbilla, manteniéndome aquí con ella. Una risa
entrecortada sale de sus magníficos labios.
—¿Qué? —pregunto.
—Realmente me gustaría que no estuviéramos en público en este
momento. —Señala con la cabeza a un hombre que acaba de cruzar la
esquina, con un bebé en el asiento del carro.
—Maldito público —le susurro al oído.
—¿Por qué no podemos ser las únicas dos personas que existen?
—¿Quieres salir de aquí?
—Tengo que estar en el trabajo en una hora.
—Sí.
—Así que mejor nos vamos ahora.
—Sí.
Saca los pañales del carrito y entrelaza su mano con la mía. No
pensé que Em fuera tan fuerte, pero me está llevando hacia las cajas
registradoras con tanta fuerza que mi brazo podría desencajarse.
Antes de que podamos llegar muy lejos, dice—: ¡Oh, espera! —Y deja
caer mi mano, volviendo su atención a la sección de juguetes. Regresa con
dos ComeGalletas, y sus mejillas sonrojadas de un rojo oscuro. No
decimos una palabra más, pero no puedo dejar de tocarla en cualquier
lugar que puedo, incluso cuando saca su teléfono y contesta lo que esté
allí.
La próxima vez que habla es cuando le pide a la cajera que coloque
uno de los ComeGalletas en una bolsa separada.
En nuestro camino a casa, mi entusiasmo por tener a Em para mí
por una hora y diez minutos se va al infierno. Saca su teléfono,
respondiendo mensajes de texto cada diez a veinte segundos. Rechino los
dientes mientras mira su teléfono descansando sobre su muslo de nuevo.
—Em, la carretera.
—Lo sé, estoy viendo —dice, pero no está mirando. Está deslizando
el dedo por la pantalla, los ojos parpadeando hacia el parabrisas en
intervalos de medio segundo.
—¿Puedes esperar hasta que lleguemos a casa? —le pregunto,
tratando de alejar la molestia de mi voz, pero soy una mierda en ello—. ¿O
quieres que responda por ti?
—No. —Aparta el teléfono y lo deja en su muslo opuesto. Sus ojos se
enfocan delante de ella, y me relajo por un minuto… entonces su celular
vibra y su mano se encuentra de vuelta sobre él.
La presión se acumula en mi pecho mientras me muerdo la lengua.
Mis manos se enroscan en puños sobre mis rodillas. Se desvía, pero
retrocede al carril cada vez que sus ojos parpadean de nuevo a la calle.
Quiero quitarle ese teléfono y lanzarlo por la ventana. Sé que está
mensajeándose con alguien, y cada vez que abre Facebook, me lanza una
mirada rápida. Mis miembros se sienten tensos. Sigo jugueteando en mi
asiento. La presión en mi pecho aprieta mi vía respiratoria. Y Em sigue
deslizando el dedo por el teclado de su teléfono como si no estuviera
conduciendo, como si no le acabara de pedir que dejara el teléfono, y no
puedo evitar mi paranoia de que esté hablando con ese maldito chico de
nuevo, y tiene miedo decirme.
Se ríe, y mis dedos se clavan en mi palma, porque, ¿de qué
demonios se está riendo? ¡Presta atención a la maldita carretera!
La luz delante de nosotros se vuelve amarilla, pero tiene los ojos en
su celular.
—Em...
—Lo sé, voy a parar.
Su pie no se mueve al freno. Agarro la manija de la puerta mientras
ella casualmente mete su teléfono en el portavasos.
—Em...
—¡Voy a parar, Eric!
—¡La luz está en rojo!
Sus manos se disparan al volante, y el Camaro da unos chillidos
mientras presiona el freno a fondo. Mi cinturón de seguridad actúa fuerte
contra mi pecho, y eso es todo para mi respiración. Ya tenía dificultad,
pero ahora no puedo tener nada de oxígeno. El auto se detiene entre el
cruce de líneas, un poco en la intersección, pero estamos fuera del carril
en luz verde.
Me tiemblan las manos mientras trato de desenganchar el cinturón
de seguridad. Necesito salir. Necesito aire. Necesito estar lejos de ese
maldito teléfono y de quienquiera con quién está hablando que es más
importante que la carretera. Más importante que yo.
—¿A dónde vas? —grita tras de mí. No me importa si estamos en
medio de la calle. Corro a la acera, tragando aire, y expulsándolo, consigo
establecer un ritmo.
Mi corazón late en mi pecho, la sangre pulsa en la vena del cuello.
No quiero que esto sea una gran cosa, pero lo es. He intentado calmarme.
Le he pedido eso. He estado enojado. Ella sabe cómo me pone, y todavía no
puede conducir por la carretera sin mirar ese maldito teléfono.
Estaciona en la acera después de cruzar la intersección. La puerta se
cierra tras ella y sus sandalias suenan en el pavimento.
—¿Qué demonios, Eric?
La miro. —¿Por qué estás enojada tú?
—En serio, ¿copiloto? —Se detiene a un brazo de distancia y
devuelve mi mirada—. Estaba viendo.
—Mirabas tu maldita página de Facebook. —Presiono la parte
posterior de mi cabeza—. No puedes alejar el teléfono durante diez
minutos hasta que lleguemos a casa.
—Porque no quería estar en el teléfono cuando fuéramos a... no sé...
lo que íbamos a hacer antes de tener que ir a trabajar. —Cruza los brazos,
su teléfono sigue escondido en su palma—. Pero obviamente eso no iba a
suceder.
—¿Qué demonios se supone que significa eso?
—Sabes muy bien lo que quiero decir. —Su voz empieza a temblar, y
una notificación suena desde su celular, pero lo ignora—. No vas a
tocarme, Eric. Me envías señales, y justo cuando creo que estamos
avanzando, retrocedes.
Maldita sea, sabía que parecía frustrada. Me dijo que podía llevarlo a
la velocidad que quisiera, pero... —¿Eso es lo que es para ti? —Agito mi
mano entre nuestros cuerpos—. ¿Se trata de sexo? ¿Es por eso que sacas
el teléfono cada dos segundos? ¿Porque te da la atención que yo no?
Sus ojos se mueven a nuestro alrededor, pero me importa una
mierda quién está escuchando. Ella fue quien sacó el tema.
—No estoy frente a mi teléfono cada dos segundos, Eric. Pero al
menos mi teléfono no me evita.
—¿Sabes por qué te evito? Tengo que dar un paso atrás porque la
ansiedad se vuelve muy mala. A veces tengo que tomar una pastilla. A
veces tengo que ir a terapia. Y a veces no puedo respirar. —Sale de mi boca
antes de que pueda detenerlo. Más rápido de lo que puedo decirlo sin
gritarlo. Gritarlo. Em da un paso atrás y envuelve sus brazos alrededor de
su torso.
—¿Tomar una pastilla? —chilla—. ¿Terapia? ¿De qué hablas?
Me paso una mano por la cara y tomo una respiración profunda,
pero mi voz es aún más fuerte de lo que quiero que sea. —Soy un desastre.
Tengo trastorno de ansiedad social y no estoy hablando de sólo un caso
menor. Estoy hablando de que tengo que ir a ver a un médico. Tengo que
retroceder cuando siento que llega un ataque. Retrocedo cuando tengo
miedo de hacerte daño. Y retrocedo porque tengo miedo de tocarte de una
manera que no quieres. Ali siempre me dijo que yo... mierda, sólo, ese no
es el punto. —Niego con la cabeza—. Te veo en el teléfono todo el tiempo.
Cuando hablo contigo y no estás escuchando, me vuelve loco. Es como si
prefirieras estar con quien esté en el otro lado de esa cosa que estar
conmigo.
—¿Por qué no me dijiste acerca de tu ansiedad?
—¿Habría hecho una diferencia? ¿Veías el teléfono porque no te
prestaba atención, o porque no puedes evitarlo? No lo entiendo. Sólo
quiero ser más importante para ti que eso.
—También quiero ser importante para ti —dice en voz baja y da un
paso hacia adelante. Su teléfono se apaga—. Cada vez que nos tocamos me
preocupa que vayas a pisar el freno. Así que a veces ni siquiera quiero
empezar porque quedo decepcionada. Es un asco, y es vergonzoso.
Mi respiración se ha ido de nuevo. Decepcionada. ¿Voy a tener una
relación que no esté manchada con lo decepcionante que soy? Si no es por
la forma en que la toco, es por cómo no la toco. Tal vez estoy empujando a
Em hacia el Internet. Es más interesante que yo. Pero entonces mi mente
corre de nuevo a cuando no salíamos en absoluto, y ella todavía se
encontraba en la maldita cosa. Mi cabeza comienza a doler, y maldigo
hacia la acera, porque no sé con quién estoy más molesto, y necesito
conseguir un poco de espacio.
—Em, eres importante. —Respiro y cierro los ojos—. Creo que es por
eso que mi ansiedad es tanta. Porque estoy enamorado de ti. Todo lo que
puedo pensar es en cómo no voy a ser suficiente, y no sé cómo ser
suficiente.
Agarra mi muñeca y resisto las ganas de zafarme. —Siempre has
sido suficiente.
—Entonces, ¿por qué estás en otro lugar cuando te encuentras
conmigo? —Miro por encima del hombro a sus ojos color avellana, e ignoro
la forma en que están cubiertos por lágrimas contenidas—. Si no es tu
teléfono, es tu computadora o tu Kindle. Entiendo la cosa del internet.
Infiernos, estoy agradecido por ello, ya que me mantuvo cerca de ti cuando
estábamos separados. Pero... es todo el tiempo. Te he atrapado revisando el
teléfono furtivamente cuando estamos juntos. Hay momentos en los que
estoy tratando de hablar contigo y todo lo que haces es asentir.
Abre la boca, pero se toma unos segundos para responder. —Estoy...
realmente estoy tratando de mejorar en eso.
—¿Pero por qué es tan difícil estar conmigo? Aunque no estemos
teniendo sexo. No teníamos relaciones sexuales antes y parecía que te
gustaba estar conmigo. ¿Qué demonios cambió?
Mete el teléfono en su bolsillo. —Nada ha cambiado. Te amé
entonces, y te amo ahora. —Sus manos aprietan mis mejillas, y lleva sus
labios a los míos. Es tan repentino, no puedo responder de la manera que
probablemente debería. Niego con la cabeza y la aparto.
—No.
Su cuello se pone rojo y abraza su torso de nuevo. Una notificación
suena en su bolsillo. —Por supuesto que no —dice—. Siempre es no.
—Maldita sea, Em. Esto no es porque no me estás respondiendo. No
puedes resolver este problema con un beso. No somos uno de tus malditos
libros. No somos alguna pareja de fantasía que puedes publicar en línea
para mostrarles a tus amigos. Pasamos por mierda y eso no va a
desaparecer porque dices que me quieres o porque te diga que te amo. He
estado en una relación en donde las cosas eran ignoradas y parecían
olvidadas, pero esa mierda regresa. Te arruina. Eso no va a pasar con
nosotros.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres, Eric?
Dejo escapar un suspiro. Quiero una disculpa que funcione. Dice
que siente pasar tiempo con su celular, pero lo vuelve a hacer. Quiero ser
capaz de tocarla y no decepcionarla. Quiero pasar una semana sin una
pastilla. Y estoy a punto de decirle todo eso, pero su teléfono suena en su
bolsillo, y sólo me enfurece.
—Necesito un descanso —le digo—. Y puedes responder. Sé que te
mueres por hacerlo.
Luego camino pasándola, voy al Camaro y dejo caer mi culo en el
asiento del conductor. Reviso el retrovisor y veo la espalda de Em. Está
doblada, y me siento como una mierda por lo que le dije, pero sé que si voy
a su lado y escucho ese teléfono perderé el control de nuevo. Alcanzo de la
parte posterior de las sillas las cosas que dejé allí ayer cuando me recogió
en el trabajo, y busco en el bolso el Xanax que guardo en el bolsillo. Pero
no lo encuentro. Debió quedarse con lo demás.
Miro de nuevo el retrovisor. Em se está limpiando la cara y mi mano
se encuentra en la manija de la puerta, pero la quito de nuevo después de
que la veo alcanzar su bolsillo.
Me detengo cuando la veo poner el teléfono en su oreja.
Traducido por Julie & Miry GPE
Corregido por Mary Warner

Emilia Johnson publicó una foto en el timeline de Eva Ferguson


Hace 32 minutos

¡Mira lo que te tengo!


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Las lágrimas pararon por unos buenos veinte minutos, mientras que
Eric nos llevaba de vuelta a casa. Pero siento que se pusieron en marcha
de nuevo cuando abre la puerta del apartamento y me permite pasar
primero.
—¿Em? —dice, impidiendo que me lance directamente a mi
habitación. Sus dedos se envuelven alrededor de los míos. Un largo
suspiro sale de sus labios—. Lo siento.
Arrugo la frente y me doy la vuelta para mirarlo. —¿Por qué lo
sientes? Tienes razón.
Cierra la puerta. —¿Qué?
Doy un paso hacia él, probando con cautela los límites físicos que
tenemos en este momento. —Paso mucho tiempo delante de una pantalla y
no lo suficiente contigo.
Niega con la cabeza. —Aun así no debería haberte gritado de esa
manera.
—No debería haber dicho lo que dije. —Doy otro paso hacia él y
aprieto mi puño en su mano—. Me encanta todo lo que hacemos juntos.
—Debería haber sido más sincero acerca de mi ansiedad. —Sus
dedos se doblan—. No hay ningún interruptor de encendido y apagado
para eso. Infunde un temor que no tiene sentido para nadie más, pero
supera a todo pensamiento racional. Y eso es algo sobre lo que debería
haberte advertido.
—¿Eso es lo que tratabas de decir cuando me dijiste que tenías
miedo?
Asiente, y su frente cae sobre la mía. Aspiro su olor, su calor, su
todo, y me resisto a la tentación de darle un beso.
Mi teléfono suena en mi bolsillo, y sé que es Scott. Le dije que tenía
que correr, pero él sigue mandando mensajes. Eric se tensa, y en lugar de
abrir la pantalla para que pueda librarme de la estúpida burbuja de
Facebook antes de que lo vea, envuelvo mi mano alrededor del teléfono y lo
lanzo al sofá.
Levanto la mirada, preocupada de que veré su rostro arrugado,
herido y todo lo que vi hace veinte minutos, pero me sonríe.
—Eso es todo lo que quería, Em —dice, y luego sus manos van a mi
cintura. Me acerca, y su cálido aliento golpea mi boca por un breve
momento antes de que aplaste sus labios contra los míos.
Esto no es lento. No es suave. Es tanto que mis rodillas ceden debajo
de mí y tiene que sostenerme. Un gemido vibra hasta mi garganta y se lo
traga, luego mete su lengua en mi boca, y la desliza contra la mía en un
movimiento fluido y suave que me provoca un hormigueo en todo el
cuerpo. Entonces lo hace de nuevo, y de nuevo, y no puedo parar el
estruendo de ruidos que se cuelan entre nuestros labios conectados.
Sus manos agarran mis caderas, sus dedos rozan debajo de mi
camiseta. Me pregunto si esto finalmente ocurrirá. Si va a dar el siguiente
paso y viajar por debajo de mi ropa en lugar de sólo encima de ella. Abro
los ojos para ver lo suyos, para poder leer sus pensamientos. Sus ojos
están cerrados con fuerza, y respira brusco y rápido en mi piel. Entonces
su agarre se afloja, y antes de que pueda alejarse, me aferro a sus
muñecas y veo como sus ojos se abren de golpe.
—No —le susurro—. No retrocedas. Sigue tocándome, por favor.
—No puedo.
—Está bien. —Me presiono contra él, moviendo sus manos a la parte
baja de mi espalda, debajo de mi camiseta—. Lo deseo. Ya te he dicho que
lo deseo.
Me mira con la expresión más desgarradora que he visto. Mi corazón
retumba en mi pecho. —¿Por qué me tienes miedo? —digo. Estoy tan
frustrada de no entender que siento las lágrimas en mis ojos pero las
limpio bruscamente y tomo una respiración profunda para calmarme.
—Maldita sea —dice Eric antes de desplomarse contra mí, con el
rostro en el hueco de mi cuello—. Estoy a punto de darte una maldita
frase, Em, pero no es así...
Sus manos se mueven de mi espalda a mi trasero, y me da ese
apretón típico de él, pero se siente mucho menos juguetón en este
momento. —No eres tú. Te quiero, pero mi cabeza no se calla.
—¿Qué?
—Nunca he estado con alguien.
—Bueno...
—Y la única persona que estuvo cerca... pues... no puedo sacarla de
mi cabeza.
Se me revuelve el estómago. —¿Se trata de Ali?
Asiente. —Ella me dijo cosas, y es difícil no pensar en eso cuando...
—¿Qué cosas te dijo? —Mis ojos buscan su rostro, pero él no me
mira—. Eric, ¿qué te ha dicho?
—No es nada.
—No. Es algo. Si no fuera nada, no estarías actuando de esta
manera. —Mi voz sale con miedo. No voy a dejar que se cierre.
—Esta cosa de la ansiedad, he tratado con eso durante mucho
tiempo, pero cuando estaba con ella, se puso... muy mal.
—¿Qué pasó?
Sus ojos se cierran. —No puedes enloquecer, ¿de acuerdo?
—Está bien. —Lo digo, pero ya me estoy volviendo loca. Y estoy
bastante segura de que Eric lo sabe, porque toma mi mano de nuevo, y no
la suelta.
—Mi relación con Ali fue... rara, supongo. Ella me hacía sentir lo
suficiente querido para que me quede, pero la mayoría de las veces, me
decía lo... decepcionante que era.
Su nuez de Adán se mueve cuando traga. Pequeñas explosiones de
dolor invaden mi estómago. Quiero retractarme de lo que dije antes,
porque no lo decía en serio. Eric nunca me decepcionó.
—Al principio, los ataques fueron menores. Siempre tuve problemas
para estar cerca de la gente nueva, hacer cosas nuevas, y adaptarme a
diferentes situaciones. Me tomaba las cosas con tanta calma hasta el
punto en que no sabía realmente que es lo que había estado haciendo. Es
decir, demonios, Emmy, tardé unos meses sólo para hablarte.
—¿Sí? —¿Cómo no sabía esto? Habíamos estado hablando desde el
momento en que me pidió un bolígrafo durante esa clase—. Pero siempre
parecías tan...
—¿Cómodo? Lo estaba. Nunca me hiciste sentir fuera de lugar. Tú,
bueno, me hacías olvidarme de... —Se aclara la garganta—. Me hacías
olvidarme de mis inseguridades. Mi peso. Me sentía incómodo con todo el
mundo, incluido yo mismo. Todo el mundo, menos tú.
—¿Pero todavía tenías ataques? ¿Por qué nunca me dijiste acerca de
ellos?
—No es algo fácil de admitir. Sobre todo a alguien tan hermosa como
tú. —Sus ojos van a nuestras manos enlazadas y desliza su dedo pulgar
sobre mi dedo anular—. Pero debería informarte sobre ellos ahora. —Se
lame los labios y respira profundamente—. Ali quería moverse rápido.
Cuando empezamos a estar juntos, pensé que se preocupaba por mí, y eso
es lo que hacen las parejas. Se mueven rápido. Pero la primera vez que me
vio sin mi camiseta, ella... bueno, era su rostro. Parecía disgustada, Em.
Me empujó, me dijo que tengo que entrenar más con el equipo, y que no
podía tocarme sin apagar las luces.
Qué perra. Mi agarre es tan fuerte en la mano de Eric que se
estremece un poco y tira de mis dedos.
—¿Por qué demonios te quedaste con ella? —gruñí.
—Eso no fue todo lo que me decía. —Suspira—. Y el resto... le creí.
—¿Cómo qué? —Aprieto los dientes. Necesito calmarme
porque sé que él me pidió que no enloqueciera, pero estoy a punto de
buscar a esta chica y estrangularla.
—En su mayoría cosas sobre mi peso. Que no era lo suficientemente
atractivo como para encontrar a otra chica. No era seguro ni divertido ni
experimentado. No tenía nada a mi favor y ella iba a ayudarme a conseguir
todas esas cosas. Excepto que lo empeoró. Los ataques se hicieron más
constantes, y no sólo cuando me encontraba con ella. Cuando sabía que
iba a verla, me encerraba. Hiperventilaba. Temblaba y me mareaba. No
podía respirar. Era tan difícil... era difícil... —Se detiene y tomo su rostro
entre las palmas de mis manos.
—Oye —le digo, deseando que me mire a los ojos. Su piel se siente
húmeda bajo mis manos, y empiezo a respirar profundo, con la esperanza
de que va a seguir mi ejemplo. Lo hace después de un momento, y muevo
las manos de su rostro a sus hombros—. ¿Estás bien?
Asiente, aspirando otra gran respiración. —Gracias.
Estoy a punto de decirle que se lo tome con calma, pero continúa
donde lo dejó, mucho más tranquilo que hace un minuto.
—Empecé a cancelar nuestras citas, pero ella se presentaba en mi
casa. Me besaba y trataba de relajarme y besarla también, pero me decía
que hacía algo mal. En cualquier lugar donde estuvieran mis manos…
estaba mal. Y cada vez que me desnudaba, me daba esa mirada de
disgusto y apagaba las luces. Nunca la desvestí. La única vez que nos
vimos completamente desnudos, mi ansiedad alcanzó su punto máximo, y
me desmayé. Me desperté con ella gritándome. Gritándome para que dejara
de ser tan condenadamente incompetente en todo.
Está temblando, por lo que envuelvo los brazos alrededor de su
torso, y noto que también estoy temblando. Lágrimas calientes pican mis
ojos mientras me presiono contra él. Pasa la mano por mi espalda.
—Me preocupaban los desmayos, los cuales venían cada vez con
más frecuencia. Tolani y yo lidiamos con los ataques de pánico desde que
éramos niños, y cuando se puso mal, vio a un terapeuta. Hasta ese
momento, mi ansiedad nunca había causado un desmayo, así que me
hallaba dispuesto a intentar cualquier cosa para hacer que desapareciera
esa mierda. Después de hablar con mi madre, empecé a ver al doctor
Shuman, que me dio una medicación habitual.
—¿Tu mamá sabe?
—¿Sobre los ataques? Sí. Pero en realidad no. Ella no sabe la causa.
—¿Quién lo sabe?
—Tolani. El doctor Shuman. Y ahora tú.
—Eric —le digo en su camiseta—. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
—Supongo que... es vergonzoso. —Afloja su control sobre mí, ve las
lágrimas que se derraman por mi cara y acuna mi mejilla—. Me dijeron
gordo un par de veces. No debería entrar en pánico por eso.
—No. Esto es mucho peor que eso. —Cierro los ojos, dejando que
unas pocas gotas más caigan de mis pestañas y sacudo la cabeza—. Por
favor, no me digas que perdiste todo ese peso por esa perra.
Deja escapar una risa entrecortada. —No. Hacer ejercicio me ayudó
a dejar la medicación. Me ayuda a tener algo más en que centrarme, como
respirar, contar... fue un estrés bueno y aliviaba la ansiedad.
—Pero dijiste que seguías tomando la medicación.
Presiona los labios, y baja la cabeza. —Sí, yo… tuve que tomarla de
nuevo.
—¿Por qué?
—Porque no quiero entrar en pánico cuando estoy contigo.
Un puño se cierra alrededor de mi vía respiratoria. ¿Le recuerdo
a ella? ¿Estoy presionando demasiado? Lo besé primero. Le dije: “Claro,
vamos despacio”, entonces me depilo y trato de besarlo más al sur. Me
rozo contra él en cualquier oportunidad posible. Muevo sus manos. Ruego,
suplico, me frustro y ahora estoy llorando porque no tenía ni idea de lo que
pasaba cuando le hice todas esas cosas.
Eric debe sentir la tensión en mi cuerpo y agarra rápidamente mi
cara, sus ojos color chocolate se encuentran muy abiertos.
—No, Em, te amo. Nada de lo que hacemos se parece a la relación
que tuve antes. Esto se trata de tomar las cosas con calma, para que no
entre en pánico de nuevo. —Su pulgar se mueve suavemente sobre mi
frente—. ¿Sabes lo que es un detonador?
—¿Como en un arma?
—Algo así. Es lo que provoca una reacción. Y en pacientes con
ansiedad, por lo general es la causa de un ataque. A veces es mínimo. Por
ejemplo, no me manejo bien en las multitudes, por lo que un concierto o
una fiesta, de vez en cuando, causarían un ataque mínimo. Pero a veces...
el disparador es algo muy pequeño, pero causa una reacción mayor.
Sus dedos se deslizan por mis mejillas, pero lo mantengo allí. Besa
la punta de mi dedo meñique antes de continuar.
—Tolani ya no puede usar un cierto tipo de colonia. Ese es uno de
sus detonantes. Una vez lo usaba cuando tuvo un ataque y ahora cada vez
que lo huele, siente que viene otro.
—Es malo que... es decir, está casado. Así que... —No estoy segura
de cómo expresar lo que pregunto, pero Eric me sonríe y sacude la cabeza
como si supiera lo que trato de decir.
—Es algo fácil evitar ese detonante en particular. Él simplemente ya
no usa esa colonia. Pero cuando lo usa alguien más, hay métodos, técnicas
para prevenir los ataques. —Las venas de sus antebrazos aparecen cuando
flexiona los dedos alrededor de un mechón de mi cabello. Toma una
respiración profunda y lo desliza detrás de mi oreja—. Para mí... es difícil
tocar íntimamente o ser tocado porque... es uno de mis detonantes.
Se me revuelve el estómago y me duele el pecho, y doy un paso
atrás, preocupada de que la manera en que lo que toco lo haga sentir
incómodo, pero sus ojos se abren de nuevo, y me lleva de nuevo a donde
estaba. Más cerca. Mi piel quema contra la suya, causando un hormigueo
en mi bajo vientre.
—Nunca he hecho estas cosas con nadie —dice, y su aliento calienta
mi rostro ya acalorado—. Ali intentaba que las hiciera, y no podía. Me
atragantaba, titubeaba, me echaba para atrás, y ella me decía mis errores
a cada segundo. Y la oigo repetir esos errores cada vez que te toco, porque
me asusta. Me aterra hacer algo mal. Que arruine lo que tenemos.
—Si necesitas terapia... si estás tomando medicamentos... Eric, si te
sientes incómodo conmigo…
—Míranos, Em. —Me aprieta, haciendo que mi pecho choque contra
el suyo y nuestras piernas se enreden. Cálidos dedos acarician mi mejilla
cuando descanso mi mano sobre su corazón—. Nos estamos tocando,
abrazándonos. Y estoy bien.
—Tu corazón late con fuerza.
Sonríe. —Bueno, hay otras razones para ello.
Suelto una carcajada hueca, pero la reprimo enseguida porque este
no es un momento adecuado para reír.
—Créeme, Em. Te deseo. Visualizo todo contigo; enterrarme dentro
de ti, perderme en ti. Siento tanto cuando estamos juntos que es como una
picazón debajo de mi piel que tengo tantas ganas de rascarme, pero me da
miedo lo que vaya a pasar cuando lo haga. Es por eso que me tomo las
cosas con calma.
Asiento, presionando mis labios y con miedo de preguntarle si el
sexo será una posibilidad, porque no quiero parecer insensible. No quiero
presionarlo ni hacerle sentir que esto se parece a lo que hizo esa perra.
Justo cuando abro la boca y no sale nada, Eric tironea un poquito mi labio
inferior y sé que otra vez, sin necesidad de decir nada, sabe lo que no estoy
diciendo.
—El doctor Shuman dice que estoy mejorando. No he tenido que
tomar mis medicamentos por unos días y… —Hace una pausa para besar
el puente de mi nariz—, ella está más tranquila. —Se da un golpecito en la
cabeza y me da una sonrisa tranquilizadora, pero no funciona. Ella no
debería estar allí.
—No sé cómo pudo decirte eso. —Agarro la mano que descansaba en
mi mejilla y la ataco con besos y lágrimas—. No eres nada de esas cosas.
Eres hermoso, sexy, paciente, amable, dulce, compasivo, tolerante, fuerte,
cariñoso, y…
—Está bien —dice, interrumpiéndome y presionando los dedos en mi
nuca.
—No es cierto. —Envuelvo los brazos alrededor de su cuello y
aprieto—. Quiero retroceder en el tiempo y patearle el culo.
Se ríe, pero lo digo en serio. Le beso el cuello, respirándolo y
llorando, porque no puedo creer lo insensible que he sido, y las disculpas
empiezan a salir de mi boca.
—Lamento mucho presionarte. Lamento mucho tratar de apresurar
las cosas y gritarte por lo que pasó. Y, oh, Dios mío, te pedí, te pedí…
—No tienes que lamentarlo. Tú no has hecho nada de eso.
—Hoy te pedí sexo, Eric.
—No. Me preguntaste si podíamos hacer el amor. —Alcanza mis
brazos, los desenvuelve de su cuello y me besa los dedos—. Y quiero hacer
el amor contigo. Amarte, Em. Eso es algo completamente diferente a lo que
Ali me pidió que hiciera.
No sé qué decir, así que presiono mi rostro en su pecho, deseando
poder alejar todo por lo que ha pasado. Deseando haber hecho o notado
algo en la secundaria. Deseando y deseando, pero nada sucede, así que
cuento los latidos de su corazón, y trato de ser feliz por lo que comparte
conmigo.
Nos abrazamos uno al otro, ocasionalmente besándonos. Mi teléfono
continúa zumbando desde el sofá, pero el ruido de fondo es solo
eso. Ruido. No es importante.
—Son las tres en punto —susurra Eric por sobre mi cabeza.
Maldición, el trabajo. Pero llamé a Rachel después de que Eric y yo
peleáramos en la calle para hacerle saber que podría llegar unos cuantos
minutos tarde.
—Supongo que estoy despedida.
Ríe y me abraza más fuerte. —¿Quieres que te acompañe?
—Sí, por favor.
Vamos a la mitad de la escalera antes de que Eric truene sus dedos
y se apresuré de regreso al piso de arriba. Juego con el final de mi cola de
caballo mientras lo espero. Sólo se fue por unos rápidos segundos, y
cuando llega a mi lado desliza el teléfono en mi bolsillo trasero. Mi
estómago se retuerce porque me preocupa que lo mirara, pero besa mi sien
y reclama mi mano, así que imagino que la pantalla permaneció apagada
mientras lo tuvo en su poder.
La culpa me carcome con cada paso hacia el SnoGo. Inocente o no,
ya no puedo hablar con Scott.

Mi cama se siente tan vacía. El trabajo hizo que oliera como si


sudara fruta de nuevo, así que me duché y me vestí toda linda para Eric,
aunque eran, como, las diez, y cuando por fin olí como mi gel para baño de
coco y mi cabello estuvo ondulado, Eric se encontraba dormido en su
habitación, tumbado sobre cada centímetro de su colchón. Así que até mi
cabello en alto, me vestí con mi camisola y mis pantalones cortos de
pijama, y traté de conciliar el sueño, pero no sucedió.
Apagué las notificaciones de Facebook de mi celular, y eso ayudó a
no tener tanto zumbido constante. Le dejé un mensaje a Scott diciéndole
que voy a estar muy ocupada, así que si me encuentro algo desconectada,
ese es el por qué. Escribir un mensaje de “Lo siento, no podemos hablar
nunca más” fue más difícil de lo que pensé, por lo que me acobardé y salí
con algo vago.
Cuando me colé en la habitación de Eric, agarré ¡Horton Hears a
Who! Mientras leo las palabras puedo escuchar la voz de Eric, y eso me
hace sonreír.
—Ese es bueno —dice Eric en la puerta oscura. Cubre su boca
mientras bosteza. Mi sonrisa se extiende.
—Me hace llorar.
—¿En qué parte estás? —Entra en la habitación y me deslizo sobre
la cama doble para que pueda apretarse a mi lado.
—Entonces, en medio de la tarde, hora tras hora... ¡Hasta que por
fin los encontró! ¡En la trillonésima flor!
Empujo su hombro y oculto el libro de su vista. Se ríe y dice—: “¡Mis
amigos!” gritó el elefante. “¡Digan! ¡Díganme! ¿Están a salvo? ¿Tienen
sonido? ¿Están completos? ¿Están bien?
—Estás loco. —Bajo el libro entre nosotros—. ¿Tienes memorizados
todos los de Seuss?
—No —dice mientras lo cierro—. Pero éste era el favorito de Tolani,
por lo que lo escuché mucho. Fue una de las anclas para sus ataques.
—¿Ancla?
Su boca se tuerce. —Sí, lo siento. Esa es la palabra que usamos con
mi hermano para eso. Sólo algo para centrarse cuando empezamos a
entrar en pánico. Ayuda a controlar nuestras cabezas.
Tomo la esquina anaranjada del libro donde está desgastado. Hay
una opresión en mi pecho que deseo tanto deshacer, así que
tentativamente presiono mis piernas contra las suyas, agradecida cuando
pasa su mano sobre mi rodilla y me jala más cerca.
—¿Cuál es una de tus anclas? —pregunto.
Suelta una gran carcajada que me sacude un poco.
—El mar —dice, mirándome de frente. También empiezo a reír.
—Bueno, eso no tiene sentido. —Dejo de tocar el libro—. El océano
es demasiado aterrador para calmar a alguien.
Sus dedos hacen cosquillas a mi rodilla. —Esa es el ancla más
eficaz. Pero cuando era más joven, también tuve un Seuss que ayudó.
—¿Cuál es?
—Oh, the Places You’ll Go! —Toma el libro y lo deja en la mesa de
noche, luego pregunta si puede apagar la luz. Observo su trasero mientras
baja de la cama antes de sumergirnos en la oscuridad. Sus manos
tiemblan cuando se instala de nuevo a mi lado.
—¿Tienes frío?
—No. Sólo... quiero tocarte. Pero no tomé ningún medicamento, así
que tendré que tomarlo con calma.
—Eric, no tienes que…
—Quiero. —Coloca un dedo en mi mejilla y mi cuerpo se tensa—.
¿Está bien?
Asiento, porque no estoy segura si puedo abrir mi boca sin que salga
baba. Acaricia de mi barbilla a mi frente. Mis ojos se cierran, y un gemido
involuntario se filtra a través de mis labios.
—Me pone nervioso tocarte —dice, acariciando de nuevo mi
barbilla—, porque temo que no te gustará.
—No tienes que preocuparse de eso conmigo. —Me las arreglo para
susurrar. No dice nada, sólo continúa pasando sus dedos suavemente por
mi cuello, por mi hombro, por debajo de la pequeña correa de mi camisola.
Escalofríos amenazan con tomar el control, y libero una respiración
constante para tratar de mantener las cosas tranquilas en mi región
media—. Confía en mí, si solo haces lo que quieras, es muy probable que
me gustará.
Hace una pausa, retira su mano, y me pregunto si dije algo malo o si
fui demasiado agresiva de nuevo. Entonces oigo que toma una respiración
profunda y pregunta—: ¿Te darías la vuelta?
Apenas abro un ojo para estudiar su rostro. Su sonrisa se curva
cuando nuestras miradas conectan, y sin más titubeos me doy la vuelta
sobre mi estómago, apoyando mi cabeza en la palma de mi mano.
—¿Así? —pregunto, y asiente, su mirada a la deriva sobre mi
espalda. Su pecho choca contra mi brazo mientras toma aire y lo
mantiene. Quiero asegurarle que todo lo que él piense está bien. Lo que
quiera hacer está bien. Lo quiero, lo disfrutaré, probablemente pediré más.
Pero eso no ha funcionado, y tal vez... bueno, tal vez tiene que hacer esto
por sí mismo, confiar en sí mismo, y tengo que dejarlo.
Pone una mano cálida en la parte baja de mi espalda y deja salir el
aliento. Mi cabeza cae de mi mano a la almohada y cierro mis ojos.
Empieza a acariciar mi espalda como hizo en mi rostro. Es solo un
pequeño movimiento, que va de cadera a cadera, profundizando en las
curvas de mi cuerpo, pero suscita una reacción volcánica bajo mi piel. Mi
latido se acelera en mi pecho, y puedo sentirlo en mi cuello. Su pulgar se
desliza bajo el dobladillo de mi blusa, avanzando poco a poco hacia arriba.
—Tienes un hoyuelo aquí —dice, tocando un lugar en mi espalda
baja con la punta de su dedo meñique.
—Mi espalda debe estar sonriéndote. —Río en la almohada, y lo
siento sacudirse por una risa ligera mientras se sienta a horcajadas sobre
mí para usar ambas manos en sus patrones.
—¿Eso significa que te gusta?
—Mmm-hmm. —Me acurruco en el edredón enlazando nuestras
piernas.
—¿Te importa si yo...?—Tira de mi camisola, lo suficiente para que lo
sienta, pero solo apenas.
—Adelante —digo, pero eso es todo lo que digo. Quiero decir mucho
más. Quiero hacer mucho más. Quiero rasgar el material para quitármelo,
presionar mi cuerpo contra el suyo, y sentir sus manos en todas partes.
Pero estos lentos movimientos reflexivos se sienten tan bien que no quiero
que se detengan. Es una tortura sexual en su forma más bella.
Libera el material en la parte alta de mi espalda, y no sólo siento
cada movimiento, lo imagino. Todo es tan silencioso, tan lento, que
imagino la tela amarilla deslizándose entre sus dedos. Veo sus ojos fijos en
cada centímetro de piel expuesta. En mi cabeza, sus labios se encuentran
ligeramente entreabiertos para que coincida con su respiración inestable.
Nunca experimenté algo como esto. Cada vez que intimaba con alguien,
era quitarse la ropa y terminar en veinte. Disfruté el sexo, y me sentí
querida. Pero nunca me sentí tan... deseada. A pesar de que Eric nunca
hace el primer movimiento, o cuando lo hace, es vacilante y cauteloso,
siento cada simple toque que me da. No sólo lo siento, lo degusto. Lo
huelo. O anhelo. Lo deseo.
Y la forma en que me maneja, sé que en el fondo se siente de la
misma manera.
Toda la habitación se ajusta como si estuviera llena de luces de
bengala cuando sus manos llegan a mis costados para pasar la camisola
por sobre mis pechos. Me incorporo en mis codos para ayudarlo. Es
cuidadoso de sólo tocar mis costados, pero eso causa un efecto de piel de
gallina, que cubre mi espalda y endurece mis pezones. Tomo una
respiración profunda, siguiendo su ejemplo mientras su toque se mueve
hacia la mitad de mi espalda, presionando para que me coloque sobre mi
estómago de nuevo. El tejido de la sábana hace cosquillas mientras me
instalo de nuevo.
—Me encantan tus pecas —dice, trazando patrones, conectando los
puntos a través de mi piel. Sonrío contra la almohada. Me encanta que
ame mis pecas—. Naciste el veintisiete de enero... ¿eso te convierte en
capricornio?
Niego con la cabeza, pero no mucho, porque descubro que me es
difícil moverme en este momento. —Acuario, en realidad.
Ríe, haciendo una pausa en su lenta y hermosa tortura en mi
espalda. —El portador de agua.
—Lo sé, lo sé... la acuario que no pone un pie en el océano.
—Metiste un pie.
—Mmm-hmm —murmuro, porque sus dedos continúan desde donde
lo dejó, y no estoy segura de lo que escapará de mi boca si sigue apagando
mi cerebro.
Hace un trazo en zigzag, viajando desde la parte superior de mi
columna hasta la parte inferior, haciendo una pausa en mi cintura,
después poco a poco traza un zigzag hacia arriba. —Tienes razón —dice—.
Sin duda una acuario.
Sonrío de nuevo, girándome para mirarlo por encima de mi hombro.
—¿Acabas de dibujar mi signo zodiacal?
—Con tus pecas. —Sonríe de nuevo, entonces sus ojos se mueven a
mi piel descubierta, y juro que se dilatan antes de inclinarse sobre mí y
posar un beso en mi hombro—. ¿Quieres adivinar otro?
—Uhm, ¿eh? —jadeo.
—Dibujaré algo. Me dices lo que es.
—B… bien.
Se endereza, su cálido aliento dejando la piel de mi espalda, pero
rápidamente lo reemplaza con sus dedos. Ignoro el hormigueo que se dirige
a mis pezones endurecidos y el creciente calor entre mis piernas, trato de
concentrarme en el patrón que crea en mi carne.
Línea abajo, línea arriba, curva alrededor... cuando posiciona su
dedo para otra curva, sonrío y respondo antes de que termine.
—Es un cono de nieve.
—Bueno, sí. —Toca el centro del dibujo que hizo—. Pero, ¿qué
sabor?
—Amarillo. Por supuesto.
—Eres obstinada, mujer —gruñe juguetonamente—. El amarillo no
es un sabor.
—Sí lo es.
—Muy bien, si seguirás discutiendo conmigo sobre eso, ¿a qué sabe
el amarillo?
Levanto la cabeza, apoyándola en mi mano e inclino mi barbilla por
encima de mi hombro. Me gustaría decir “sabe como tú, tonto”, pero ha ido
mucho más lejos de lo que lo hizo anteriormente, no quiero asustarlo. Así
que opto por algo más, mirando su rostro, cuello, brazos... simplemente
todo lo que es Eric.
—Cálido y suave, como caramelo. Pero a veces no es tan rico. A
veces es un sabor más sutil, y aun así dulce. Casi como la piña o el
mango. Cambia.
—¿Es un sabor condicional? —dice, burlándose, dejo caer mi rostro
en la almohada y río.
—Sí, aun trato de obtener una lectura sobre esa. Pero es sin duda
un sabor.
Me hace cosquillas en la cadera, y me retuerzo debajo de él, lo
suficiente para notar que no soy la única afectada por nuestro contacto
piel a piel. Hace una pausa, su erección ahora presionada contra la parte
posterior de mi muslo. Eso detiene la risa en la habitación mientras
contenemos nuestro aliento. Cierro mis ojos con fuerza, repitiendo
internamente: Por favor, no huyas. Por favor, no huyas.
Las luces de bengala en la habitación se convierten en fuegos
artificiales de flores, zumbando a nuestro alrededor mientras espero que se
ajuste, o diga algo.
—¿Lista para otro? —gruñe, manteniéndose quieto en donde
estamos conectados. Asiento, sin atreverme a hacer un sonido.
Se inclina, acaricia mi brazo antes de apoyar su mano en la cama
junto a él. —Serán palabras esta vez. —Sosteniendo su peso en ese brazo,
pasa su mano libre sobre mi espalda para comenzar su mensaje.
YO
Luego la desliza sobre mi espalda como si borrara para pasar a la
siguiente palabra. Ya sé lo que será antes de que incluso comience la
primera letra. Pero no digo nada. Dejo que dibuje en mi espalda como si lo
pusiera ahí de forma permanente.
T
No sé por qué, o qué me sucede, pero siento una lágrima caer de mis
pestañas. La limpio antes de que la vea o malinterprete mi llanto. En
realidad, disfruto mucho esto, demasiado. Porque no puedo siquiera
empezar a describir lo mucho que no soy merecedora del amor que me
tiene —por alguien que no saca su rostro de su computadora el tiempo
suficiente para incluso apreciar todo lo que la rodea.
Termina la E, luego desliza su mano sobre mi espalda de nuevo.
Otra lágrima se escapa, arrastrándose por un lado de mi nariz y me
muevo para limpiarlo de nuevo, pero Eric se coloca a mi lado, manteniendo
las piernas enlazadas. Su dureza no se presiona contra mí. Envuelve el
brazo por encima de nuestras cabezas y limpia la lágrima con el pulgar,
justo cuando su otra mano forma la O en la espalda.
Abro los ojos, y me asusta que veré su preocupación. O el miedo. O
la ansiedad. Pero no veo nada de eso. Su iris negro es cristalino, y me giro
en sus brazos, juntando nuestras cabezas.
—También te amo —digo, saboreando cada palabra—. Siento mucho
lo de antes…
—Shhh... —Presiona un dedo sobre mis labios. Su pecho golpetea
contra el mío, y la comprensión de que mi camiseta aún se encuentra por
encima de mis pechos me golpea como un mazo en el rostro. Me muevo
para cubrirme, pero él toma suavemente mi muñeca para detenerme.
—Te gusta que toque tu piel —dice, y no estoy segura si es una
pregunta, pero asiento de todos modos—. No tengo idea de lo que hago,
pero... te gusta.
Me presiono contra él y acaricio su nariz con la mía. —Me encanta,
Eric.
Besa el interior de mi muñeca antes de soltarla, después roza un
costado de mi pecho de nuevo mientras su mano viaja a mi cadera. Su
pulgar se presiona en mi hueso pélvico brevemente, y mi aliento se atrapa
en mi garganta. Acurrucándome en el hueco de su cuello, lo dejo tomar el
control. No lo toco, no lo presiono, no hago ningún movimiento... Lo dejaré
hacer todo, y hacerle saber exactamente cuánto me gusta.
Sus dedos se mueven a mi espalda baja de nuevo, pero esta vez, los
sumerge en la cinturilla de mis pantalones cortos, poniendo a prueba mi
reacción... y creo que también la de él. Después de un par de pasadas, lo
baja aún más, torciendo la delgada franja de tela de mi ropa interior entre
el pulgar y el índice. Un pequeño gemido de mi boca es amortiguado contra
su cuello mientras sigue la banda de mi ropa interior hacia el frente,
moviendo lo suficiente para que él lo vea.
—¿Qué es esto? —pregunta, jugando con el aplique de metal cerca
de la tela frontal.
—Un delfín, creo.
—¿No te molesta?
—¿Tener un estampado en mi ropa interior? No.
Sus labios se fruncen mientras estudia el pequeño delfín. —¿Tienes
otros?
—Sí. No muchos, sólo unos cuantos.
—¿Todos son delfines?
—No. Algunos son corazones. Estrellas. Cosas de chicas.
—Hmm. —Suelta mi ropa interior, pero sólo para deslizar su mano
alrededor de mi espalda.
—Hmm, ¿qué? —empujo, aunque estoy bastante segura que se burla
de mí.
—¿Veré esos también?
Río, y beso el brazo que ha envuelto debajo de mi cabeza. —Si
quieres.
—Quiero.
Otra risa comienza, pero se detiene cuando su mano se introduce
bajo mis pantalones cortos de nuevo... y se arrastra bajo mi ropa interior.
Me congelo, deseando que continúe, aterrorizada de que se eche para
atrás. Da un golpecito en mi nariz con la suya, y su mirada se encuentra
con la mía, preguntando mientras su mano baja poco a poco por mi nalga.
Tengo miedo de moverme... pero le digo con mi respiración rápida y el
deseo que estoy segura puede ver en mis ojos, que no quiero que se
detenga. Tócame, bésame, tómame.
Acuna mi trasero, apretando la piel, y gimo... largo y fuerte, cerrando
los ojos, y no puedo controlarme más, paso mi pierna sobre su cadera y
me meso contra su muslo.
—Em —dice, pero esta vez no se siente como una advertencia. Se
siente como un gruñido hambriento desde hace tiempo. Como si quisiera
más, pero sin estar seguro de cómo tomarlo. Pero no presiono para algo
más rápido que esto. No sólo por mí... también por él.
—¿Eric? —Abro mis ojos, haciéndole cosquillas en el mentón, e
instándolo para que me mire. Cuando lo hace, sonrío y lo beso
suavemente—. Sé que necesitas ir lento, así que no haré ningún
movimiento esta noche. Sólo responderé a tus movimientos. No más
presión, lo prometo.
Saca la mano de mis pantalones, pasándola por toda mi espalda
hasta mi cabello. —Lo siento. No deberías tener que lidiar con esto…
—Esto es más allá de cualquier cosa que haya sentido antes. No
puedo creer que esté a punto de decir esto, pero... lento es... caliente.
Sonríe, y me acuna en el hueco de su cuello. —Entonces, prepárate
para quemarte.
Nos reímos de lo increíblemente tonto que fue eso, y toma mi boca,
comenzando su lenta, caliente y hermosa tortura por el resto de la noche.
Traducido por Nikky
Corregido por Key

Eric Matua está desconectado.

Duerme con la boca abierta. He pasado casi todas las noches con
ella este verano, y siempre me quedo dormido primero y despierto último.
Nunca la he visto dormir, y creo que me perdí de algo muy, muy especial.
Empujo su labio inferior, cerrando su boca, pero ¡pum! se abre
enseguida cuando dejo caer mi mano. Es lindo. Por lo que no puedo evitar
soltar una risita y besar su frente. No mueve ni un músculo.
Su camiseta todavía está amontonada en su espalda, dejando al
descubierto su parte delantera… bueno, si no estuviera presionada
firmemente contra mi pecho. La toqué en lugares que nunca pensé que
sería capaz de tocar a alguien de nuevo, y ni siquiera tomé mis pastillas.
Un sonrisa curva mis labios mientras me muevo un poco en la cama,
lo suficiente para poder pasar mi mano sobre su estómago. Me encanta lo
suave que es, cómo su piel se arruga cuando la agarro con fuerza, o cómo
incluso en su sueño, la piel de gallina comienza a propagarse por su
abdomen. Me encanta que cuando la toca siento lo mucho que le gusta.
Me hace cuestionar cada cosa que pensé que sabía sobre el sexo y la
intimidad, como que estoy a punto de descubrir algo que será hermoso y
satisfactorio, sin importar lo incómodo que termine siendo.
Mi pulgar llega lo suficientemente alto como para acariciar la curva
de su pecho izquierdo, y me detengo, pero no porque esté entrando en
pánico. En realidad estoy bien. Mi sangre bombea un poco fuerte, pero no
de una mala manera... de una manera que me hace querer perseguir lo
que está causando el aumento de presión. Pero Em está durmiendo, y
aunque ahora sé que estaría de acuerdo con cualquier cosa que le haga,
me gustaría que esté despierta cuando la toque así. Por lo que tiro de su
camiseta amarilla de vuelta sobre sus perfectos pechos y la aprieto contra
mi pecho de nuevo.
—Te amo —susurro sobre su cabeza, luego me dejo relajar lo
suficiente para quedarme dormido.
Traducido por Annie D
Corregido por Amélie.

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¡Horton Hears a Who!


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Estoy mejorando en hacerme la dormida. Eso, o Eric no parecía


muy interesado en despertarme. Esperé hasta que lo escuché encender la
ducha antes de saltar de la cama y empezar a limpiar.
La familia de Eric debería estar aquí alrededor de las nueve esta
noche. Sé que su mamá traerá un pastel, y Tolani planea traer el alcohol,
pero lo esconderá hasta que mamá Matua vaya a la cama. Me habré ido
para ese entonces, lo que apesta, porque quería pasar todo el día con Eric,
pero la fiesta para el bebé de Eve es mañana temprano, y no quiero
despertarme a las cinco para llegar a tiempo.
Ajusto mi sujetador, luego coloco las manos en mis caderas mientras
miro alrededor de la habitación. Mi regalo era limpiar mi mierda... y
envolver el regalo real, que está detrás del sofá. Eric aún no le ha dicho a
su mamá sobre mí viviendo con él, así que tener mis bragas colgando de la
puerta del lavadero no es precisamente la mejor manera de dar la noticia.
Mi teléfono suena y lo abro para ver una notificación de Facebook
diciéndome que tengo mensajes. Dejo escapar un suspiro y los reviso muy
rápido antes de que Eric salga de la ducha.
Scott: No te he visto en mucho tiempo. No mentías cuando
dijiste que estabas ocupada.
Scott: Un chico entró a la tienda de flores hoy y ordenó un
ramo para su esposa y uno para su novia. Qué imbécil. También
quería darle un sermón sobre cómo engañar es lo peor que podrías
hacerle a una mujer, pero parecía que podría noquearme con un
golpe. Así que, “accidentalmente” podría haber mezclado las
direcciones de entrega en su lugar.
Scott: Conseguí otra iniciativa de Mia. Pero no estoy seguro si
quiero ir tras ella. Después de la orden de flores del idiota, tal vez
merezco ser miserable por el resto de mi vida.
Scott: Le escribí un mensaje, pero todavía estoy nervioso para
enviarlo. ¿Puedes mirarlo por encima ya que eres una experta en el
romance?
Scott: Avísame cuando tengas un segundo.
Compruebo el pasillo, y luego me grito a mí misma por estar tan
asustada. Todo lo que voy a hacer es decirle a Scott que no tengo tiempo
hoy, lo veré mañana. Entonces sin importar lo que diga el correo
electrónico, le diré que es brillante y que necesita dedicarse a su Mia y
dejar de hablarme. Lentamente nos separaremos. Ha pasado antes con,
bueno, con casi todo el mundo con el que crecí.
La ducha aún está corriendo, y mis manos tiemblan sobre el teclado,
lo que es una estupidez, porque no estoy haciendo nada malo.
Mia: Envíamelo. Lo veré mañana. ¡Celebrando el cumpleaños de
mi mejor amigo hoy! ¡21, nene!
Presiono la flecha azul de Enviar antes de que pueda editar el título
de Eric a “novio”. Es un hábito referirme a él como mi mejor amigo.
Scott: De acuerdo, diviértete.
Suena molesto, pero no dejaré que me afecte. En la escala de
prioridad, Scott está en el fondo.
Coloco el teléfono en silencio. Entonces lo meto en mi mesita de
noche. Tan pronto como el cajón se cierra, una sonrisa victoriosa se
extiende a través de mi rostro. Estoy tan orgullosa de mí misma que
comienzo a bailar. No comprobé mi cuenta de Twitter. No quería quedarme
atrapada en una conversación de Scott. No revisé todas las notificaciones
de Facebook o navegué en Pinterest o Instagram o revisé todos mis
correos. Hoy se trata de Eric y de nadie más. Todas esas cosas estarán allí
mañana. Y puede que ni siquiera las vea en ese entonces.
Bailo por el pasillo hasta la cocina. La ducha todavía sigue
corriendo, y me estoy poniendo impaciente. Lo quiero fuera para poder
besarlo y darle su regalo. Mordiendo mi labio inferior, veo el tazón que
mantenemos en la encimera porque no cabe en ninguna de las alacenas.
Hmmm...
Eric llenó las bandejas de hielo anoche. Él es bueno en eso. Por lo
general las dejo en la encimera y luego me quejo de no tener hielo. Pero él
las llena en el segundo que están vacías. Abro el congelador y saco la
bandeja de hielo llena, vertiendo los cubos en el tazón. Abro la llave del
grifo de agua fría y la dejo correr un poco antes de llenar el tazón. Estoy
suprimiendo una risa malvada mientras voy de puntillas al baño.
La habitación está llena de vapor cuando abro la puerta. Entro
rápido para que Eric no sienta la brisa, y en silencio, cierro la puerta. El
tazón de agua helada chapotea en mis brazos, y lo pongo en la parte
trasera del inodoro mientras me subo encima de la tapa. Risitas pequeñas
escapan de mi garganta, pero por suerte el chorro de la ducha parece ser
más fuerte que yo.
Una vez que tengo el tazón levantado sobre la cortina de la ducha,
canto—: ¡Feeeliiiiiiz cumpleaaañooos! —Y luego vierto el agua helada
encima de mi novio desnudo.
—¡Agh! —grita en este adorable y divertido chillido agudo, y salgo lo
más rápido que puedo, dejando caer el tazón en alguna parte del suelo y
riendo histéricamente. Lo escucho gritar amenazas incoherentes y me
escondo detrás del sofá, metiendo el puño en mi boca para no delatarme.
Sus piernas mojadas llegan a mi vista. Se ha puesto su bóxer, pero
no se secó muy bien, por lo tanto seguro que se está pegando a todo.
Frunce los labios de la manera más adorable mientras me busca en la
habitación.
—Emmy, sé que no saliste —dice en tono cantarín, y me muerdo los
nudillos. Desaparece de mi línea de visión, y lo escucho abrir los armarios
por el pasillo, comprobar el lavadero, y voltear el sofá.
—Supongo que iniciaré sesión en tu computadora y postearé cosas
embarazosas en tu estado —amenaza. Una pequeña risa escapa de mis
labios y es suficiente para que me encuentre detrás del sofá, y para que
grite de terror fingido.
—¡No, no, no! —chillo cuando envuelve la mano alrededor de mi
tobillo y me saca de mi lugar seguro. Me hace cosquillas en todo el trayecto
hasta la cintura, y ni siquiera puedo apreciar su torso desnudo, porque me
voltea sobre su hombro, cerrando el brazo alrededor de la parte posterior
de mis rodillas.
—¡Lo siento! —grito, y azoto su trasero cuando empieza a llevarme al
baño—. ¡Eric, no! ¡Lo siento!
Se está riendo, y lo hago reír más fuerte cuando le hago cosquillas
en el lugar donde su trasero se une con sus piernas. Pero eso no le impide
abrir la cortina de la ducha y entrar en la bañera. La corriente de agua
empapa mi culo, y sigo golpeando su bóxer, pero me estoy riendo sin parar
y estoy bastante segura que él no va a mantener el resto de mi cuerpo
seco.
—¡Está bien, está bien, me tienes!
—Todavía no. —Su brazo se estira y desengancha la boquilla de la
ducha, y se asegura de que esté completamente castigada por el agua
helada. Me deslizo por su torso, peleando con él por el cabezal de ducha,
pero creo que soy rociada en el rostro más de lo que lo estoy rociando.
Me da la vuelta así que estoy en contra de la pared de enfrente,
luego justo cuando creo que por fin puedo agarrar el cabezal de ducha, lo
mete en mis pantalones cortos. Voy a mi única defensa... cosquillas. Pero
no es una buena idea, ya que finalmente está sin camisa, mientras mis
dedos agarran sus costados, su estómago, su cuello, lo único que puedo
pensar es en lo sexy que se ve, y cómo el agua gotea por sus músculos, y
de lo mucho que me importa una mierda que estoy mojada.
Una vez que es obvio que ni siquiera estoy tratando de luchar contra
él, me suelta. Hay muchas sonrisas y jadeos.
—Eso es lo que obtienes. —Se ríe, manteniendo la boquilla de la
ducha metida en la cintura de mis pantalones cortos.
—Recuérdame nunca iniciar una guerra de agua contra ti de nuevo.
Todavía estoy respirando con dificultad cuando me inclino para darle
un beso rápido. Saboreo un poco su pasta de dientes y me separo, una
sonrisa todavía en mi rostro. Pero la de Eric se ha desvanecido. Todavía
está allí, pero no tan amplia, no tan juguetona.
—No sé —dice—. No creo que me importaría otra.
Su mirada cae a mi boca, y acuna mi cuello. Mi estómago salta.
—Sí —exhalo—. A mí tampoco.
No puedo pensar cuando mueve el pulgar por mi mandíbula y
suavemente baja mi barbilla para separar mis labios. Se mueve en una
velocidad muy lenta, el aliento mentolado golpeando mi boca primero, y
mis ojos involuntariamente se cierran. En vez de dar uno de los suaves
besos de Eric, roza la punta de su lengua por mi labio inferior con una
cuidadosa precisión, lamiendo las gotas de agua de la ducha antes de
pasar al labio superior. Toma todo en mí no encontrar su lengua con la
mía, pero no puedo evitar el suave gemido que se escapa de mi boca a la
suya.
En el segundo que el sonido sale de mi garganta, Eric gruñe, y siento
las vibraciones de sus gruñidos bajo las manos en su pecho. Me disuelvo
en sus brazos, suelta la boquilla de la ducha y agarra mi cintura,
firme, duro. Sus labios se presionan contra los míos, y la fuerza en el beso
me empuja contra la fría pared de la ducha.
El agua golpea nuestras piernas, rocía la cortina, el sonido cubre los
ruidos que hago cuando las manos de Eric se resbalan y se deslizan por
todo mi estómago. Entierro las uñas en su pecho, las rozo sobre su piel, mi
corazón palpitando y mi cuerpo calentándose a un punto peligroso. Quiero
besarlo en todas partes, pero ha reclamado mi lengua, y quiero que la
mantenga por un tiempo. Así que sigo explorando su torso con las manos,
pasando los dedos sobre las líneas y curvas, todas esas cosas que piensa
que son imperfecciones. Pero no lo son. Son perfectamente Eric.
Sigo esperando que se detenga. Siempre hay ese momento cuando
comienza a jadear por aire, y ahora que sé por qué, algo está en el fondo de
mi mente preparándose para eso. Pero su respiración está muy
agitada ahora, y todavía está besándome. Sus manos tocan la tela de mi
camisa. Suelta mis labios y me mordisquea el cuello, provocando un largo
gemido de algún lugar en mi pecho.
—Eric —jadeo, agarrando la parte posterior de su cabeza.
—No te estoy haciendo daño, ¿verdad? —pregunta, su voz ronca y
profunda, como nunca la he oído antes. Engancho una pierna sobre su
cadera y la mantiene allí agarrando mi culo.
—¿Hazlo de nuevo? —No puedo respirar. Mi visión se está volviendo
irregular. Eric hunde sus dientes en mi cuello de nuevo, y tengo que
apretar mi agarre sobre él o me caería al suelo de la bañera. Sus
mordisqueos pasan a mi hombro. Muerde la manga de mi camiseta con los
dientes, luego regresa a mi cuello, mordiendo, besando, mordisqueando,
chupando, lamiendo, malditamente llevándome al borde de la locura.
Quiero corresponder. Empiezo atacar su mandíbula con mis propios
besos, pero se mueve, y olvido lo que estaba haciendo. No puedo
concentrarme en nada, solo en sus labios rozando la parte superior de mis
pechos, sus dientes mordiendo a través de mi camiseta. Cuando se cierne
en mi punto más fuerte, las manos firmes sobre mi piel mojada, respiro
con dificultad, tragando el vapor y el olor de Eric, y espero que se detenga.
Trato de hacer retroceder el calor irradiando entre mis piernas, pero
después de que toma una respiración profunda, su mano se aprieta en mi
culo, jalándome más cerca de sus caderas. Su boca se cierra sobre mí, y
empieza a chupar el agua de mi camiseta. Agarro su cabeza,
manteniéndolo sobre mí y tratando de no moverme demasiado, para que
no perdamos el equilibrio, pero no puedo dejar de mecerme contra su
pierna.
Ajusta sus caderas y me detengo porque no estoy segura si fue
demasiado para él, pero levanta el rostro, los ojos ardiendo en los míos, y
él... sonríe. Una pequeña risa de alivio escapa de mi boca, y la atrapa con
la suya.
—Deja de preocuparte —dice entre besos—. Estoy bien. Te
sientes increíble.
—¿Lo prometes?
Retrocede, capturándome con su mirada de nuevo. Su sonrisa
juguetona libera la tensión en mi estómago. Coloca una mano en la pared
junto a mi cabeza y tira de mi rodilla fuerte alrededor de su cadera con la
otra. Su músculo endurecido me golpea con increíble placer, haciéndome
cerrar los ojos mientras otro gemido retumba en mi pecho. Sus caderas se
mueven y me aferro a su cuello, anticipando el próximo empuje,
obligándome a no dar el primer paso. Eric presiona sus labios con los
míos, y como todo lo que hemos hecho hasta este punto, se mueve con
hermosos, lentos y tortuosos movimientos que me dejan satisfecha y con
ganas de más, todo al mismo tiempo.
Se aleja de mi boca y dice—: Te amo. —Estoy bastante segura que se
lo digo de regreso, pero realmente no sé lo que estoy diciendo, porque su
mano está viajando a mis pantalones cortos. Sus dedos abren el botón y
tira de mi cremallera. Su aliento está muy caliente contra mi cuello
cuando dice—: Te sientes tan bien, Emmy. —Y sé que no digo nada esta
vez, solo lo beso y bajo la mano, queriendo sentir todo de él mientras me
siente. Mi corazón está acelerado en mi pecho. Fuegos artificiales se
encienden en mi cerebro. No puedo ver ni oír ni pensar, todo lo que hago
es sentir.
La mano de Eric se mueve de mis pantalones cortos, y estoy medio
decepcionada, medio eufórica, porque ahora lo tengo, pero dedos se
deslizan sobre mi boca, y mis ojos se abren para ver a Eric con el ceño
fruncido.
No está respirando.
Tengo las manos en sus mejillas en un segundo.
—¿Estás bien?
Asiente, mirando por encima del hombro. Guardo silencio, sin saber
qué hacer para ayudarlo. ¿Pregunto si compró su medicina? ¿Llamo a su
terapeuta? ¿Dejo que lo solucione? ¿Fue mi culpa, de él o de los dos?
—¿Em? —susurra, todavía sin mirarme.
—¿Sí?
—Creo que... creo que escucho a alguien.
Traducido por Vane Black & Mary Haynes
Corregido por florbarbero

Cumpleaños de Eric Matua (21 años)


Envíale un regalo.

Hay alivio en su rostro por un breve momento, luego los ojos de Em


forman círculos perfectos.
—¿Qué?
—Shhh. —Pongo mi dedo contra sus labios húmedos, aparto el
deseo de lamer cada centímetro de ellos, y escucho en busca de la voz
profunda que juro escuché hace apenas un segundo.
La corriente del agua de la ducha salpica la cortina, así que me
agacho y fijo el seguro. Oigo a alguien reírse, a alguien gritando, a alguien
diciendo—: ¡Oye! —Y Em agarra mi antebrazo.
—Oh mi… —dice Em. Luego hay un golpe en la puerta del baño.
—Oye, hermano, sé que estás tomando una ducha, pero Isaac se va
a hacer pis encima si no entra allí.
—¡Banio! —grita Isaac, y Em entierra su cara en mi hombro para
cubrir su risa.
—Uh, sí —grazno y aprieto su costado—. ¡Que sea rápido!
La puerta se abre, y el aire frío inunda la habitación. Em empuja la
cortina contra la pared a un lado mientras yo agarro el otro. Sus labios se
presionan entre sí, todavía reteniendo la risa. Lanzo un poco de agua en su
cara y se aparta.
—No, Isaac, tienes que empujarlo hacia abajo cuando te sientes o se
esparcirá por todas partes —dice Tolani, y Em resopla. Niego divertido,
cierro la distancia entre nosotros, y suavemente cubro su boca.
—Uh... ¿Eric?
—Amigo, no me hables mientras estoy aquí.
Em todavía se está riendo, y no sé cómo conseguir que se detenga, y
está haciendo que mis propias risas salgan.
Oigo la puerta cerrarse, pero Isaac empieza a cantar en el baño, así
que sé que todavía están aquí.
Tolani dice—: Tengo curiosidad por saber dónde está Mia. Porque
eh... mamá está esperándote en la sala de estar. Así que si tengo que, por
ejemplo, crear una distracción, es posible que desees decírmelo ahora.
Em me tira contra ella, y mis pies se deslizan un poco en la bañera.
Esconde su rostro en el hueco de mi cuello mientras traga su creciente
ataque de risa.
—Sí, una distracción sería bueno.
Tolani se ríe, Isaac dice—: ¡Lo hice! —Y escuchamos el agua del
inodoro. Antes de partir, mi hermano dice—: Espero que ustedes, chicos,
hayan terminado ahí, porque voy a distraer a mamá a partir de ahora, y
sólo puedo prometer unos dos minutos.
La puerta se cierra y le hago cosquillas en el estómago. —Esto no es
tan divertido —le digo, pero estoy sonriendo—. Fui privado de follar por un
niño de tres años.
—Lo siento. —Me hace cosquillas en la espalda—. Pensé que no
vendrían hasta esta noche.
—Debería haber sabido que mi familia no vendría a la hora
adecuada. —Aparto su cabello mojado de su rostro mientras ella pasa las
uñas a través de mi abdomen.
—¿Me ayudas a salir de aquí?
Apago el agua y agarro la toalla de la parte posterior de la taza del
baño. Se acurruca en ella mientras envuelvo la toalla alrededor de sus
hombros. Sus mejillas están rosadas y brillantes, y se ve hermosa como el
infierno mientras sus ojos se posan en los míos. Sé que no debería perder
el enfoque, así que en vez de besar esos labios, opto por besar su frente.
—Te ves bien mojada —digo, y su sonrisa se amplía.
—Me mojo mucho cuando estoy cerca de ti. —Intenta parpadear, y
me río. Aprieto la toalla a su alrededor.
—Más tarde.
—¿Más tarde? —Hay esperanza sin aliento en su voz. Mis ojos caen
a sus labios entreabiertos, su cuello ruborizado, sobre la toalla hasta sus
piernas goteando agua. Doy un paso hacia ella, metiendo un pedazo
húmedo de cabello de regreso a su cola de caballo.
—Me gustaría intentarlo. —No puedo detener a mi boca de
encontrase con la suya brevemente—. Tan pronto como me deshaga de mi
familia. Y bueno... consiga algo de protección.
Muerde su labio y veo a sus mejillas ponerse rojas. —Ya me
encargué de eso.
Levanto una ceja y me detengo de frotar la toalla. —¿De qué
manera?
—Tengo un DIU. —Se aprieta contra mí, y tengo que recordar que no
estamos solos—. También conseguí algunos condones después de que
hicimos las cosas oficiales entre nosotros. Como no has... quiero decir,
estoy limpia, así que no los necesitamos exactamente.
Mi corazón golpea un poco demasiado duro. Creo que Em sabe que
me volveré loco con todas las imágenes que revolotean en mi cabeza,
porque se inclina, su cálido aliento golpeando la parte inferior de mi
barbilla, abre la toalla y me mete con ella. —Te amo.
—También te amo —digo mientras mi respiración se calma.
—Ahora sácame de aquí sin que tu madre me vea.
Sonrío contra su cabello y asiento. —Quédate detrás de mí.

—¡Manuia lou Aso Fanau2, mi Esekielu!


Mamá aplasta mis mejillas y luego envuelve un ula de hojas verdes
alrededor de mi cuello. Mis ojos se mueven por el pasillo hasta la
habitación de Em, luego los regreso a mi familia, así no me veo tan
nervioso como me siento.
—Gracias, Tin’a —digo, y le doy un beso en la mejilla. Me da
palmaditas en el hombro y comienza a pasar guirnaldas menos
extravagantes a mi hermano y su esposa. Hay una extra posada en su
brazo después de que ha terminado.
—Uh, ¿para quién es esa?

2¡Feliz cumpleaños! En samoano.


La sonrisa de mi madre empuja sus mejillas regordetas lo suficiente
como para casi cerrar sus ojos. Es una de las cosas más hermosas sobre
ella, y se lo he dicho, pero me golpea cuando utilizo la palabra “regordeta”.
—Emilia.
Le disparo una mirada a Tolani, que tiene las manos en alto como si
no hubiera dicho ni una mierda. Pero eso no detiene esa sonrisa de
estúpido que tiene, como si supiera que estoy consiguiendo algo, incluso si
no lo estoy, lo alcanzo y lo golpeo. Mamá se ríe y me baja a su nivel para
otro abrazo, quitándome el aire.
—No estoy enojada, Esekielu.
Oh, no estaba preocupado por ella enojándose, pero la abrazo de
vuelta de todas maneras, y reprimo un gemido.
Tan pronto como mi Tin’a me deja respirar, mi cuñada, Candace,
ajusta al bebé Mason en su cadera y me envuelve en un abrazo. Susurra
en mi oído—: Tolani es un horrible actor.
Suelto un gemido, y besa mi mejilla antes de retroceder. Detengo a
mamá mientras medio baila por el pasillo para llegar a mi novia.
—¿Al menos me dejas advertirle antes de vayas de abrupto a su
habitación?
—Oh, estará bien. Solo soy yo. —Me aparta y sigue adelante.
Levanto mi voz, porque una vez que comienza, es difícil detenerla.
—Mamá, no estoy seguro de si Em está lista para...
Su mano se envuelve alrededor de la perilla de la puerta y hace su
clásico “golpear, luego abrir la puerta antes de que tengas la oportunidad
de decir algo”. Em grita, y mis ojos sobresalen cuando veo algo largo y
cilíndrico bajo la almohada. Su rostro es del rojo más brillante que he visto
en mi vida, y parece haber perdido la capacidad de utilizar su voz.
Abro la boca, pero miro ese... mi voz también se ha ido.
—¡Oh! Tenías razón, bebé —dice mamá y presiona mi estómago para
hacer que me mueva de la puerta—. Te daremos un minuto, cariño. —Ella
toma el ula de su brazo y la desliza en el pomo de la puerta de Em, luego le
da una sonrisa y un gesto con la mano, que Em es apenas capaz de
responder, antes de que cierre la puerta.
Mamá se ríe mientras se dirige de nuevo a la sala de estar. Llego a
mitad de camino antes de dar vuelta y encerrarme en el cuarto de Em con
ella. Está sentada en su cama con la boca muy abierta mientras niega con
la cabeza hacia mí. No estoy seguro de qué decir, ni siquiera sé por qué
regresé aquí, pero la boca de Em se convierte en una sonrisa, se tapa la
cara y cae sobre el colchón.
—Oh, Dios mío —dice, y su espalda se sacude con la risa.
Me deshace. Verla sonreír sobre lo que podría ser muy posiblemente
la cosa más vergonzosa que podría suceder, me tiene sentado en la cama
con ella, riendo y besando la parte superior de su cabeza, con ganas de
tocar y provocar y sólo estar con ella, y no sólo ahora. Si no para... bueno,
para siempre.
Se inclina, su rostro todavía rojo mientras se aparta el cabello de la
cara. —Pensé que se habían ido. Ya sabes, dándome la oportunidad de
“volver a casa” cuando no estuvieran aquí.
—Eso probablemente hubiera sido una buena idea.
—Sí.
—¿Puedo preguntarte qué estabas haciendo? —bromeo.
Me mira, cruzando los brazos. —Sabes lo que estaba haciendo. Ya
basta.
—Sólo quiero saber por qué.
—También sabes por qué. No fuiste el único al que no dejaron follar.
—Aprieta mi rodilla y me sacudo—. Sólo porque es tu cumpleaños no
significa que puedas atormentarme. —Pone las rodillas contra su pecho—.
Ahora tengo que salir después de eso.
Agarro su mano y entrelazo nuestros dedos. —Em, mamá no va a
decir nada.
—Pero ahora me mirará y pensará... ¡Ahh! Esto es horrible.
—No tienes que preocuparte. Confía en mí, planeaba nuestra boda
hace cinco años.
—¿En serio?
—Sí. Así que déjalo. Vamos a salir juntos y puedes decirle hola a mi
hermano. Y Candace está aquí.
—Oh, ella me gusta.
—Y si las cosas se ponen raras, puedes jugar con el bebé.
Sonríe y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. —Bueno. Pero
tienes que prometer nunca hablar sobre esto otra vez.
Me río y beso su sien. Pero no prometo nada. Porque puede apostar
su culo que hablaré de esto de nuevo.
Paso la mayor parte del día escuchando a Em, Candace, y mamá
hablando de The Vampire Diaries y algún libro llamado Divergente. Mamá
parece espeluznantemente entusiasmada con un tipo llamado Damon y
cómo el necesita sacarse la camisa en más episodios. Entonces hace algún
comentario sobre cómo un cierto algo se llama Damon, y le hace un guiño
a Em, que se pone de color rojo y se echa a reír.
Niego con la cabeza, controlo mi arcada, y juego con el único hombre
en el lugar que no está durmiendo... Mason.
—Lo sé, Bubba —digo mientras las chicas se ríen en la mesa de la
cocina—. Mi mamá está hablando de algún tipo con un paquete de seis. Es
como que ni siquiera supiera que nos está dejando cicatrices para toda la
vida.
Mamá mueve una mano hacia mí y regresa a su conversación. Veo a
Em mirándome y regreso su sonrisa antes de caer de espaldas al suelo,
sosteniendo a mi sobrino por encima de mi cabeza.
—No te preocupes —le digo en voz baja para que nadie puede oír
sobre la risa de Candace—. Le gustarás a la chica correcta incluso si
terminas con el gen gordito Matua. Y no te atrevas a dejarla ir cuando la
encuentres.
La sonrisa desdentada de Mason se ensancha, luego su estómago
retumba y suelta un eructo gigante. No me muevo a tiempo para evitar
mojarme con regurgitación.
—Ugh —gimo y me siento, sosteniendo a Mason hacia fuera como si
fuera a eructar de nuevo. Está sonriéndome, el mocoso lindo.
Las chicas se ríen, y Candace lo toma de mis brazos mientras Em
deja caer un trapo para eructos. —Creo que es hora para el pastel —dice
ella, y de repente Tolani se levanta de su siesta en el sofá.

La maleta para dos noches de Em es del tamaño de la maleta con mi


vida entera que llené cuando me mudé a los Estados Unidos. Tiro la cosa
en el Camaro y me seco el sudor de mi frente. Tan pronto como cierro la
cajuela, Em se apresura hacia mis brazos.
—No me quiero ir.
—¿Aún después de pasar un día entero con mi familia?
—Sobre todo después de eso. —Sus manos se aprietan entre sí a mis
espaldas—. ¿Sabes cuán sexy te ves sosteniendo a un bebé?
—¿No hablaste acerca de cómo no estabas lista para todo eso? —Me
río.
—Eso no significa que el que jugaras con Mason no fuera un gran
afrodisiaco.
Le pellizco la nariz y empuja mi cara. Pero la abrazo fuertemente
porque no quiero que se vaya. Está a sólo tres horas de distancia, durante
dos días, pero todavía tengo esta punzada en mi estómago al pensar que es
sólo un adelanto de lo que va a pasar al final del verano. Ya me está
costando mucho pasar el nudo en mi garganta.
—Tengo que preguntarle algo.
Levanta la vista. —Adelante, pregunta.
—Estoy nervioso —le digo, y maldita sea, los graznidos que salieron
con esas dos palabras seguro eran afables.
—Ahora tengo curiosidad. —Se mueve en mis brazos, y su camisa se
levanta por la cintura. Mis dedos alcanzan la cálida piel erizada por la piel
de gallina.
—Tú, uh... vas a regresar a la escuela, ¿en cuánto? ¿Tres semanas?
—Cuatro. —Suspira—. Y media.
—Bueno, eh... —Di las malditas palabras, Eric—. Sólo quería que…
—Sabes que esto no es una aventura de verano, ¿no? —espeta—. No
soy una de esas chicas que se enamoran durante el verano, y luego dicen
“¡Gracias por la diversión! Ahora me voy al mundo real”, quiero estar
contigo, no importa dónde estemos.
Mis labios se curvan y mis nervios se nivelan. —Eso no es lo que te
iba a preguntar.
—Oh. —Sus mejillas se enrojecen—. ¡Ups!
Me río y paso mis dedos sobre la pendiente en la parte baja de su
espalda. —Mi trabajo aquí es temporal. Probablemente debería empezar a
buscar un lugar para trabajar, ya que termino a finales de agosto. Me
preguntaba, bueno, si estaría bien si busco… por donde estés.
—¿En serio? —Comienza a brincar en los dedos del pie—. ¡Sí! —
Planta docenas de besos en mi cara, y trato de tomar algunos de ellos
mientras nos reímos como idiotas—. Oh, esto es genial. Mientras estoy allí
voy a buscar por anuncios de empleo y conseguirte aplicaciones y
mensajearte los números de teléfono y…
—No tienes que hacer eso. Sólo pasa tiempo con Eve.
—Eric, en serio, esto es tan perfecto. Me preparaba para un nuevo
compañero de dormitorio, dado que Eve está a punto de ser mamá, pero
ahora no tengo que hacerlo. Aquí me encontraba preocupada por alguien
que podría oler extraño o que no le agrade mi ropa por todo el lugar. Ahora
que lo pienso, Eve nunca estuvo realmente bien con eso...
Comienza a apagarse, pero todavía estoy tratando de calmarme
después de escuchar lo que está diciendo.
—Espera, tú... ¿quieres que vivamos juntos? No quería apresurarlo,
sabes, ya que es mucho más rápido de lo que normalmente me muevo —le
digo honestamente, aunque, claro que sí, quiero vivir con ella.
—Eric... —Su voz baja y se cruza de brazos con una leve sonrisa en
su rostro—. Ya estamos viviendo juntos ahora.
—Pero los dos sabíamos que era temporal. —Alzo mi mano por atrás
y rasco mi cuello—. No sabía si lo querías hacer permanente.
—Sí, por favor.
Veo la alegría en su expresión, pero también veo una chispa de
esperanza en sus ojos y, aunque no quería que viviéramos juntos, estaría
empacando nuestras cosas y escribiría el cheque del depósito.
—Supongo que es mejor que también busques listados de
apartamentos mientras estás allí.
Lanza sus brazos de nuevo a mí alrededor, y me aseguro de poner
mis manos donde estaban en su cintura. —Voy a buscar un montón de
esos folletitos y vamos a elegir el lugar con la ducha más grande que esté
en nuestro presupuesto.
—La ducha más grande, ¿eh?
—Sí. Y voy a conseguirnos esponjas.
Me río y luego la muerdo en la barbilla. Aprieta su agarre sobre mis
hombros y tengo un segundo de advertencia antes de que se levante y
envuelva sus piernas alrededor de mi cintura. Le doy la vuelta para
obtener ayuda del Camaro mientras la beso hasta dejarla sin sentido.
Mi cabeza da vueltas, pero no en el mal sentido. Para nada de una
mala manera. Mi ritmo cardíaco se encuentra por las nubes, mis manos
temblando, mi frente adornada con sudor, todo mi sistema nervioso
haciendo cortocircuito, nada de esto tiene algo que ver con la ansiedad. Me
siento feliz. Más feliz de lo que he estado en mucho tiempo. Esta chica, mi
maldita mejor amiga, me ama, quiere pasar una vida conmigo y yo
también lo quiero. Toda esa mierda sobre su teléfono parece tan estúpida
ahora mismo, porque se encuentra en mis brazos. Me está besando. Y ese
es el momento en el que decido que confío en ella. Confío en ella con mi
corazón, con mi mente, mi cuerpo, con todo.
—¡Oigan! ¡Terminen! —grita Tolani desde la ventana del
apartamento. Em se ríe alrededor de mi boca y me sumerjo más en ella,
dejando que mi lengua se deslice con la suya, succionando su risa,
reemplazándola con sexys gemidos desde el fondo de su garganta. Agarra
la parte inferior de mi camisa. Sus manos se cuelan por debajo de la tela y
corren a lo largo de mi estómago y mi pecho. Dejo que mi corazón lata
contra sus palmas y me pongo más duro en cada momento. No puedo
dejar de frotarme contra ella y parte de mi cerebro registra que no estamos
solos, y mi vía aérea se bloquea.
—Sí, sí, lo entiendo. Estás enamorado. ¡Pero hoy cumples veintiuno!
¡Y todavía tienes que tomar una cerveza!
Nos separamos y ella deja caer su mano de debajo de mi camisa. Mi
respiración se equilibra y sonrío porque, diablos sí. Creo que puedo hacer
esto.
—Ahora realmente no me quiero ir —dice.
—No quiero que conduzcas cuando está oscuro.
—Lo sé. —Se aferra a mis hombros y la ayudo a bajar del auto—.
Diviértete esta noche. —Me besa.
—Conduce con cuidado. —La beso.
—Te mando un mensaje cuando llegue. —Otro beso.
—Cuando llegues allí. No durante el viaje, por favor.
—Sí, cuando llegue.
Nos besamos de nuevo y acuno su cara, permitiendo que siga así y
trato de memorizar su sabor y cómo se siente, para que así pueda tenerla
conmigo por el fin de semana. —Te amo, Emmy.
—Feliz cumpleaños. —Su rostro está magníficamente ruborizado
sobre sus pecas cuando se mete en el auto y se aleja.

—Mierda, se me olvidó el celular. Ya vuelvo.


Tolani se apoya en la barandilla de la escalera. —Vas a tener
veintidós años para el momento en el que lleguemos al bar.
—¡Me estoy apurando! —digo por encima de mi hombro mientras
subo los escalones de dos a la vez para volver al apartamento.
Mi mamá balancea las paredes con sus ronquidos cuando entro. Mi
teléfono está en la habitación de Em, ya que es donde voy a estar
durmiendo en los próximos días. Cuando abro la puerta, el aroma tropical
de Em golpea mi nariz y maldigo, porque diablos, ya la echo de menos y
sólo han pasado un par de horas.
Su computadora está abierta, un protector de pantalla con imágenes
rotando proyectándose. Tiene un montón de selfies. Y sigue tomándome
fotos cuando estoy durmiendo. Voy a tener que ocultar su teléfono antes
de ir a la cama.
Desenchufo mi celular y hay un mensaje de ella.
Casi me doy la vuelta como cuatro o cinco veces durante el
camino. Pero logré llegar, sana y salva, y ¡estarás orgulloso de mí!
No agarré el teléfono mientras estuve en el asiento del conductor.
Mis labios se curvan y contesto de regreso.
Suenas un poco como el Dr. Seuss.
LOL, totalmente, ni siquiera rimé intencionalmente. Se me debe
estar contagiando. Tal vez te llame más tarde y te lea uno.
¡SÍ! Te extraño.
También te extraño. Feliz cumpleaños, amor.
Escribo un “Te amo”, pero luego suena el Skype de Em, atrayendo
mi atención sobre su computadora.
Mi pecho arde cuando miro la foto que aparece en la pantalla. ¿Ella
habla por Skype con este tipo? Pensé que ya no hablaban. Desde nuestra
pelea, mantuvo el tiempo en línea a un mínimo. Cuando le pregunto qué
está haciendo en su teléfono, me muestra el libro que está leyendo. Me
aclaro la garganta y doy un paso hacia el ordenador. Mis dedos se crispan
sobre la alfombrilla del ratón.
El timbre termina y la notificación de la llamada perdida aparece en
la pantalla. Reviso mi respiración y niego con la cabeza. Podría ser nada.
No hay ninguna indicación de alguna otra llamada antes de ésta. Mi
teléfono vibra en mi mano al igual que otro ruido indica un mensaje en la
página abierta del Facebook de Em. ¿Ahora le está mensajeando?
Apretando los dientes, hago clic sobre el mensaje, sólo para ver si
estoy en lo cierto. Mi estómago saca todo el aire de mi mientras caigo en la
silla del escritorio.
Scott: Oye, ¿estás ocupada? Acabo de intentar llamarte por
Skype, pero no respondiste.
Estoy listo para matarlo, o para llamar a Em y preguntarle por qué
diablos este tipo le está hablando, pero luego veo que Em está escribiendo
en respuesta.
Mia: Estoy lejos de mi computadora. ¿Qué pasa?
—¿Qué pasa? —¿Qué tal “Déjame en paz, tengo novio” o “Hola, estoy
ocupada” o que tal no contestarle en absoluto?
Scott: Aburrido. ¿Tuviste la oportunidad de leer que el correo
electrónico que te envié?
Miro las pestañas abiertas en la parte superior de la pantalla y el
correo electrónico de Em es una de ellas. Necesito cada gramo de
contención para no hacer clic sobre él.
Mia: Todavía no. Estuve ocupada la mayor parte del día y
conduciendo el resto de él.
Scott: ¿Encontraste un muy buen libro o algo así? Has estado
desaparecida.
Un poco de tensión se libera ante eso, pero vuelve a aumentar
cuando me desplazo a través de los mensajes anteriores. Respuestas casi
cada hora o dos en los últimos días. ¿Eso es desaparecida?
Mia: Te dije que estaría un poco desconectada.
Scott: Así que, ¿qué vas a hacer hoy?
Mia: ¿No tuvimos ya esta conversación? ;)
Quiero dispararle a esa cara guiñando. Quiero dejar de mirar esta
cadena de mensajes. Quiero mover el culo de esta silla, llamar a Em y
preguntarle directamente que está pasando, en caso de que esté
malinterpretando las cosas. Quiero tranquilidad, pero no puedo dejar de
mirar. No me puedo mover. Y el siguiente mensaje aparece y siento que mi
pecho se agrieta.
Scott: Es cierto. El cumpleaños de tu mejor amigo. ¿Ya se
emborrachó?
Olvidándome de la moderación, muevo el ratón hacia su correo
electrónico, desplazándome a través de él, y encuentro no uno, ni dos, ni
siquiera tres o cuatro o cinco... es decir, hay un sinnúmero de mensajes de
correo electrónico con este chico. El de arriba se titula “Supongo que no
estoy seguro de cómo me siento”, y no me importa que no sea mío. No me
importa que probablemente estuviera hecho para que nunca lo viera o que
voy a enfurecer a Em hasta el extremo. Lo abro y leo, puntos rojos y furia
inundan mi visión. Cierro los ojos de golpe y bajo la tapa de la
computadora con tanta fuerza que me parece escuchar que unas cuantas
teclas se rompen. Mi teléfono vibra en mi mano de nuevo y abro los dos
mensajes sin leer de Em.
¿Sigues ahí? ¿O ya estás bebiendo?
Bueno, supongo que ya lo estás. Te amo, te extraño y no puedo
esperar para verte de nuevo. ¡Te hablo en la noche! (No puedo
esperar a escuchar al Dr. Seuss arrastrando las palabras, lol)
Es como si nada. Como si no le estuviera mintiendo a algún otro tipo
acerca de mí, como si no me mintiera sobre este otro tipo. Y porque sé que
no voy a poder llamarla sin gritarle, le mando un mensaje de vuelta con
algo vago, pero ella será lo suficientemente inteligente como para darse
cuenta.
Dejaste tu computadora abierta. Tienes una llamada perdida en
Skype.
Entonces arrojo mi teléfono en la cama y me voy sin él.
Traducido por Adriana Tate
Corregido por AriannysG

Emilia Johnson publicó en el muro de Eric Matua.


Hace 2 días

Te amo.

Sesenta y siete mensajes de textos. Cuarenta y un llamadas sin


contestar. Dos compañeros de cuarto muy enojados. Y una adicta al
Internet, desesperada y estúpida.
Mensaje de texto número sesenta y ocho.
Te amo. Por favor háblame.
Eve se acomoda en su cama, dirigiendo mi mirada hacia ella. Me da
una ligera sonrisa.
—Todavía no me habla.
—Lo siento. —Hace una mueca de dolor y se agarra el abdomen—.
Puedes regresar. Estoy bien aquí. Paul estará en casa esta noche.
Niego. Hemos discutido sobre esto desde que terminó su ducha.
Intenté mantener el control por ella, a pesar de que me estaba matando,
pero regresamos a la casa de Paul y me acorraló para que le contara qué
pasaba. Le conté todo. Los mensajes de Scott, las discusiones con Eric
sobre mi tiempo en Internet, las mentiras. He estado llorando a mares
durante todo el fin de semana, pero todavía estoy intentando ser fuerte por
Eve, así puedo cuidar de ella. Sin embargo, parece que soy yo la que
necesita cuidados.
—Bien, pero tan pronto como él entre por esa puerta quiero que te
vayas.
—Lo siento tanto. —Sorbo por la nariz—. Es solo que… él es…
—Importante.
Lo más importante. Y no puedo hablar con él. No le puedo explicar.
No puedo resolverlo. Algo se está guisando, hirviendo, y tengo miedo de lo
que explotará cuando regrese. No obstante, no puedo esperar para
regresar allí para no sentirme tan impotente.
—Eh, ¿Mia? —pregunta Eve, sin aliento—. ¿Puedes pasarme mi
almohada?
Asiento, metiendo el teléfono en mi bolsillo y agarrando su almohada
de embarazada. La ayudo a ponerse de costado, envuelvo su pierna
alrededor de la almohada, y tiro de la manta sobre su hombro. Agarra mi
muñeca y me mira, con ojos cansados, y me siento como una mierda de
nuevo por no ser más atenta.
—Todo estará bien —dice, y mis lágrimas amenazan con derramarse.
Le doy un beso en la frente, le susurro un agradecimiento y le digo que
descanse. Mi teléfono vibra un par de minutos después de que me
desplomo en su sofá de segunda mano, y lo tomo, con el corazón latiendo
fuerte. Pero se desacelera cuando veo el nombre de Scott en mi mensajería
instantánea. Deslizo la burbuja de su chat hacia la X sin leerlo, luego
entierro mi rostro en mis manos.
Quiero culpar a Scott por no dejarme en paz, quiero culpar a Eric
por revisar mi computadora sin permiso. Quiero culpar a papá por vivir
siempre lejos y hacer que me enganchara con el internet. Quiero culpar a
los creadores de Kindle, Google Chrome, Dell y Samsung… quiero culpar a
todo el mundo porque duele enfrentar la cruda verdad.
Esto no es culpa de nadie, excepto mía.

El apartamento está vacío cuando llego allí temprano el lunes por la


mañana. Entro en pánico cuando camino hacia mi habitación, pero
lentamente se desvanece cuando veo que todas mis cosas siguen ahí,
prácticamente intactas. Menos mi computadora, la cual estaba abierta.
Huele al perfume de Eric de recién bañado. Dejo caer mi bolso en el
suelo, mordiendo el interior de mi labio inferior. Su teléfono está en la
cama, bocarriba, con la luz LED parpadeando con todos los mensajes que
le dejé. Vuelvo a entrar en pánico, saco mi teléfono rápidamente y marco al
trabajo de Erick.
—Sunset Hills, Instituto de Enfermería, habla Liv, ¿a cuál habitación
lo comunico?
—Hola, eh, en realidad, estoy buscando a Eric Mutua.
—¿Nombre?
—Mia. Soy su… compañera de cuarto.
—Un momento.
La línea se queda en silencio y mi oído comienza a zumbar. Mi
corazón palpita en mi garganta y tiemblo cuando me siento en el borde de
la cama.
—¿Mia Johnson? —pregunta cuando regresa a la línea.
—Sí.
—Él se encuentra con un residente en estos momentos. Dijo que la
llamará en su hora de descanso.
—Está bien, gracias.
Cuelgo, y calmo la tormenta que se arremolina en mi estómago. Al
menos está bien.
Molesto, pero está bien. Mi mano roza su teléfono a la vez que coloco
el mío a su lado. La única cosa que me conectaba con él cuando se
encontraba lejos y ahora es lo que nos está separando.

No hay ni un solo reloj en esta sala de estar. He estado viendo el


reloj en el microondas, contando los segundos, estremeciéndome ante
cualquier sonido que pueda ser la llave de Eric en la puerta.
No llamó. Ya está cuarenta y cinco minutos más tarde de lo habitual.
Pero no estoy sorprendida.
Finalmente, a las siete y cuarenta y ocho, escucho su llave.
Me incorporo en el sofá y lentamente me pongo de pie cuando entra.
No está vestido con su ropa quirúrgica. Está usando pantalones cortos de
gimnasio y su camiseta está oscurecida por el sudor. Sus ojos hacen
contacto visual conmigo por menos de un segundo, luego deja caer su
bolso en el suelo, tira sus llaves en el mostrador, y va directamente a la
ducha.
La ira se concentra en mi nuca, y antes de que pueda cerrar la
puerta, o tenga tiempo para quitarse la ropa, irrumpo en el baño.
—No. No vas hacer eso. Vas hablar conmigo.
—Huelo a mierda.
—No me importa.
—Bien. —Se gira para mirarme, cruzando los brazos por encima de
su sudada camiseta—. ¿Qué quieres que diga?
—Dime por qué estás tan molesto.
Sus ojos se entrecierran. —Sabes por qué estoy molesto.
—No, no lo sé. —No realmente—. Me dejaste un mensaje de texto
sobre una llamada perdida en Skype…
—Y sabes jodidamente bien de quién era.
Calor se esparce por mi cuello y busco cualquier explicación, tengo
que asegurarme que sepa que no pienso en Scott de ninguna forma
romántica en absoluto. —No la contesté. Y no lo habría hecho si hubiese
estado sentada delante de mi computadora.
—Pero te mensajeaste con él todo lo que quisiste, ¿no? —responde—.
Incluso después de que te dije que me molestaba.
Se me hace un nudo en la garganta, haciendo que me sea difícil
hablar. —¿Revisaste mis mensajes en Facebook?
Sacude la cabeza, como si difícilmente ese fuera el punto. —Se
encontraba abierto. E incluso si no lo hubiese estado, deberías ser capaz
de mostrarme esa mierda y estar bien con lo que yo lo vea. Puedes abrir
cualquier mierda mía en internet y no me encontrarás hablando con una
mujer. Todos. Los. Días.
Tiene razón. Me mataría si encontrara regularmente interacciones
entre él y otra tipa. Pero… estoy desesperada. No puedo cambiar lo que
vio, y realmente estoy intentando desconectarme de Scott, así que aprieto
mi mandíbula y también me cruzo de brazos. —Esos mensajes son
inocentes. No es como si le enviara fotos desnudas ni nada.
Un gruñido sale del fondo de su garganta, y me hace retroceder un
paso. Eric tira de su cabello y le habla al piso del baño. —Te pregunté
claramente el cuatro de Julio, Em. Te pregunté cuándo fue la última vez
que hablaste con él. Y tú… me mentiste. —Su voz desciende, y sus ojos
vuelan hacia los míos. Olas de dolor y traición están grabadas en su
rostro, y siento la sensación de ardor en mis ojos que me dice que no voy a
lograr terminar esta conversación sin llorar.
—Acababas de hablar con él, ¿cierto? Probablemente tiraste tu
teléfono en el segundo que entré en tu habitación. El hecho de que tengo
una relación con alguien que siempre tiene una pantalla en su cara es lo
suficientemente difícil, pero ahora que sé que algunas, o la mayoría, o
demonios, quizás toda la cuestión era dedicada a hablar con algún imbécil
que sabía que tenías novio, eso simplemente es… no puedo. No puedo
hacerlo.
—Eric —digo, yendo hacia él, pero retrocede—. Nada sobre la
amistad que tengo con él es algo de lo que debas preocuparte.
—¿Estás segura de eso? —Está alzando la voz de nuevo—. Siento
como que hicimos lo mismo, Em. Hablamos por internet durante años. Me
conectaba solo para estar cerca de ti. Y pensé que tú hacías lo mismo, pero
ahora que de verdad estamos físicamente en la misma habitación, es como
si lo verdadero no fuera lo suficientemente bueno para ti.
—No te atrevas a comparar cómo me siento por ti a cómo me siento
por un tipo que apenas conozco.
—¿Entonces lo sé todo? —pregunta—. ¿No se te ha insinuado o
implicado que hay algo más entre ustedes que solo ser amigos por
internet?
—No, no es así.
Frunce el ceño. Su cuello se enrojece aún más y más, mientras más
tiempo nos quedamos parados allí. —¿Entonces no hay nada más que
chats por Facebook? ¿No hay mensajes por Twitter o mensajes de texto…
o correos electrónicos?
El nudo en mi garganta se intensifica. —¿También leíste mi correo?
Parpadea. Se cruza de brazos. Inclina la cabeza hacia un lado y me
pregunto qué le está tomando tanto tiempo para responder esa simple
pregunta. O si simplemente está molesto de que preguntara en absoluto.
—No —dice finalmente—. ¿Hay algo allí que debería saber?
Niego. —Es lo mismo. Estúpidas conversaciones.
—Si son estúpidas conversaciones, ¿por qué hablas tanto con él?
Me he estado haciendo la misma pregunta durante las últimas
semanas. Hay una parte de mí que no quiere ser grosera y no contestarle,
así que le contesto. Hay una parte de mí que está aburrida, y no tiene
ánimos de leer, y él es la única persona conectada. Hay una parte de mí
que le gusta la atención. Que ansía todos los mensajes en mi teléfono, el
sonido de las notificaciones, los me gusta en mis estados, los retuits, los
favoritos, la instantánea gratificación de saber que hay alguien ahí afuera
que escucha lo que digo y quiere hablar conmigo. Eso es lo que me
encanta de Internet. Las conexiones que hago. Me aferro a las amistades
de internet porque siempre están justo ahí cuando las necesito. Nadie en
la vida real es de esa manera.
—No lo sé —respondo, porque no estoy segura de cómo poner todas
mis debilidades en palabras—. No quería ser grosera, ¿tal vez?
—Bueno, creo que todo es mentira. —Retrocede un paso—. Y
mientras más hablamos, más mentiras descubro. Sí leí tu correo. Sé que
es algo jodidamente patético de hacer, pero no me importa. Sigues
mintiéndome…
—¡No te estoy mintiendo! —grito, sorprendentemente mi voz es capaz
de abrirse paso a través del peso en mi pecho. Pero no estoy mintiendo. No
hay nada en esos correos que no esté en Facebook—. Tú fuiste el que me
mintió.
—Sí, lo hice. —Ondula una mano entre nosotros—. Esto es un
desastre de mierda, ¿y sabes qué? Quizás no es algo que podamos
resolver.
Mi palpitante corazón se detiene. —¿Qué?
—No quiero resolver esto.
Agarro la encimera para no caerme de rodillas. ¿Está terminando
conmigo? ¿Este hombre que amo, mi mejor amigo, esta persona que he
querido por lo que parece como toda mi vida? Está terminando conmigo
por esto. —Eric, no, prometo arreglarlo. —Tengo que hacer algo. Tiene que
haber algo que pueda decir—. No hablaré con él nunca más. Lo bloquearé
en Facebook. Marcaré como correo no deseado sus correos. Tiraré mi
teléfono al océano. Por favor, simplemente no…
—No puedo. No… no confío en ti.
Las lágrimas se derraman y las dejo caer libremente. —¿Así que
simplemente terminamos?
No responde.
—Eres mi mejor amigo —gruño—. ¿Cómo podemos…? ¿A dónde voy
a ir…?
—Puedes quedarte aquí por el resto del verano. No te voy a echar a
la calle —dice, pero eso no es lo que me preocupa.
—Pero te amo.
Se ve como si podría ceder. Doy un paso hacia él, queriendo estar
entre sus brazos, contra su cuerpo. Quiero su calor, comodidad y amor.
Pero cuando me acerco lo suficiente para todo eso, en lugar de tomarme
entre sus brazos, dice—: Entonces debiste haber sido honesta conmigo.
Mi corazón se rompe. Nunca ni siquiera supe que eso fuera posible,
o por qué todo el mundo lo llamaba un corazón roto hasta ahora. Y sé que
el Eric que me amaba no me dejaría parada aquí, desmoronándome. Pero
lo hace. Simplemente se queda parado allí, cerrando los ojos con fuerza.
Intento ser fuerte. Resistir el impulso de cubrirme la cara y salir corriendo
de allí. Pero esto es mi culpa.
—Está bien —me las arreglo para susurrar. Luego me giro sobre mis
talones y me acurruco en mí misma de camino hacia mi habitación. Él no
viene tras de mí. No dice que no hablaba en serio o que todavía me ama o
que podemos solucionar esto. No es como en los libros que leo o las
películas que veo o los mundos de fantasía en los que vivo.
Simplemente… terminamos.

Sé que es estúpido, pero no puedo evitar sacar mi computadora y


escribirle un correo a Eric cuando descubrí que dormir era imposible. No
se puede acabar. Simplemente no puede acabarse. Él solo necesita tiempo
y necesita saber que lo amo, y que nada entre Scott y yo era más que
platónico.
Después de que presiono Enviar, voy hacia todo los correos de Scott
y comienzo a borrarlos. No son importantes, no sé por qué los mantuve, y
luego noto uno con un título que no reconozco.

Para: emilia_johnson@yahoo.com
De: sbarrows@gmail.com
Asunto: Supongo que no estoy seguro de cómo me siento
Mia2:
Me gustaría simplemente llamarte Mia de ahora en adelante.
Así que… Mia:
Sé que estás esperando corregir un correo para mí, pero eso es porque fui
demasiado cobarde como para pedírtelo cuando hablamos el otro día, así que me
aparecí con algunas pobres excusas para escribirte por correo.
La cuestión es que creo que deberíamos conocernos. Sé que tienes novio, o al
menos eso es lo que Facebook dice, pero nunca lo mencionas y estoy pensando que
no puede ser algo tan serio si ese es el caso. Sobre todo si estás en Facebook
hablando conmigo todo el tiempo. No me puedo imaginar a ningún tipo estando bien
con eso.
Estoy divagando. Hago eso cuando estoy nervioso. Solo quiero conocerte. En
persona. Sostener tu mano y ver tu sonrisa y, ya sabes, mierdas como esas que no
puedes conseguir a través de una computadora. (:
Así que, supongo que estoy diciendo que quizás no encontrar a Mia fue algo
bueno. Quizás el destino me estaba diciendo que te encontrara a TI.
—Scott.

Entierro mi rostro en mis manos y comienzo a llorar otra vez. Eric


tenía razón. No estoy segura si hay alguna manera de arreglar esto.
Y desearía que hubiera una forma de retroceder el tiempo para no
enviarle el correo que acabo de enviar a su bandeja de entrada.
Traducido por evanescita
Corregido por Vane Black

Eric Matua ha cambiado su situación sentimental a soltero


Hace unos segundos

Para: eric_matua@outlook.com
De: emilia_johnson@yahoo.com
Asunto: Extrañándolo
No puedo dormir. Es la primera noche que ninguno de nosotros se coló en la
habitación del otro. Sigo pensando que tal vez entrarás y cada sonido hace que mi
cuello gire de golpe hacia la puerta, pero no es nada. No es que espere que lo hagas.
Sé que necesitas tiempo. Lo entiendo.
Las mejores partes de mis noches este verano han sido cuando sentía el
colchón hundirse junto a mí. Tus brazos envolviéndose alrededor de mi cintura y
acercándome. Siempre oliendo mi cabello, o mi cuello y nunca te dije lo cohibida
que me ponía al principio, pero entonces gemías y me hacías sentir como la chica
más sexy del mundo. Amaba que hicieras eso.
Quiero ir por el pasillo y arrastrarme sobre tus sábanas. Me está matando que
estés ahí y no pueda hacer nada. No quiero apresurar el proceso de curación. A
veces, cuando la gente necesita espacio, tienes que dárselo, incluso cuando no
deseas hacerlo. Porque cuando te lanzas hacia adelante y las cosas no están del todo
curadas, termina lanzándote hacia atrás y tarda mucho más tiempo para que las cosas
mejoren.
Así que a pesar de que me voy a quedar en mi habitación y no me escabulliré
por el pasillo, estoy escribiendo esto para que alguien sepa que quería hacerlo.
Calor se arrastra hasta mi cuello mientras me quedo mirando el
correo de Em. No quiero responderle, pero me encuentro escribiendo una
respuesta y pongo todo lo que me he guardado para mí desde que salió del
cuarto de baño.

Para: emilia_johnson@yahoo.com
De: eric_matua@outlook.com
Asunto: Re: Extrañándolo
Tengo que estar en mi habitación y tienes que permanecer en la tuya. Esto no
es sólo un “proceso de curación”, Em. Todo lo que pasa por mi cabeza es cómo pude
mentirle a la chica que amo. Cómo me mentiste. Y cómo esta mierda está en muy
mal estado. Cuando amas a alguien, no le mientes. Nunca hay una buena razón para
ello. Algunas personas siguen y siguen sobre cómo a veces mienten para proteger a
las personas que aman. Pero no creo eso. Creo que toda mentira es egoísta. Es solo
para protegerse a sí mismos.
Mentí porque quería ponerte a prueba. Fui un estúpido, pero me mentiste de
nuevo. Y fue entonces cuando comencé a pensar que tal vez no nos amamos.
Pensábamos que lo hacíamos, pero si estamos dispuestos a mentirnos así de
abiertamente entre nosotros, no lo hacemos.
No solo estoy enojado, Em. Esto me ha arruinado. Pensé que antes estaba
roto, pero ahora me siento destrozado. La confianza es importante para mí. Y me
pregunto si confiarás en mí nuevamente. O peor... Me pregunto si puedo confiar en
ti.
Así que no me escabullí por el pasillo. Caminé más allá de tu habitación sin
mirar hacia atrás. Y lo siento por eso, pero ahora alguien al menos sabe por qué.

Cierno la flecha sobre el botón de enviar, tratando de sofocar las


llamas disparándose a través de mi cuello. Negando con la cabeza, deslizo
el ratón sobre guardar en borradores. Entonces cierro la computadora y
golpeo mi almohada.
Odio el maldito Internet.
Es la tercera noche de esta semana que no puedo dormir. He tratado
de mantenerme ocupado. Cuando no estoy trabajando, estoy buscando
trabajo. Y tengo una entrevista de trabajo en la mañana, pero estoy
demasiado nervioso porque no estoy muy calificado. Aun no tengo mi título
en enfermería, sólo trabajo como asistente médico en el hogar. El chico
que dirigirá la entrevista dijo que no necesito ser un enfermero para hacer
el trabajo, pero seguro que ayudaría. Y seguro que no ayudaba con mi
ansiedad.
Añade el hecho de que he estado evitando a Em como si tuviera un
caso de varicela, sudores nocturnos y métodos de respiración se han
convertido en rutina. Hurra.
Me limpio la frente con mi sábana y luego dejo salir varias
respiraciones en mi camino a la cocina. Sueno como una maldita mujer en
trabajo de parto mientras busco a tientas alrededor un vaso y abro el grifo.
Tal vez debería haber rellenado mi receta. O al menos haber programado
otra cita. Puedo hacerlo en la mañana, supongo. O tal vez llamar a Tolani.
Hablar de toda esta mierda.
Me duele el pecho. No programé una cita porque Em ayudó a que
todo sea mejor. No he tenido un ataque en semanas. En realidad, no creo
haber sentido esta mierda desde el episodio que tuve en Samoa. Sigo
diciéndome que es sólo una entrevista de trabajo, pero es más que eso.
Este trabajo está en Tampa. A dos horas de Keiser.
Es sólo una entrevista de trabajo. Pero todo mi cuerpo se congela
porque sé que no es sólo una entrevista. Es mi decisión seguir adelante
pero, ¿y si es la decisión equivocada? ¿Dónde voy a ir? ¿A vivir con mi
mamá, qué está a media hora de distancia de Em? No... No puedo. Es
difícil saber que está en la habitación al final del pasillo y no poder
irrumpir allí, tocarla, sentirla y estar con ella. No voy a ser capaz de
aguantar mucho tiempo. Mudarme a Miami haría demasiado fácil estar en
la vida de Em.
Tolani. Voy a tener que vivir con él por un tiempo. Hasta volver a
recuperarme. Así que tengo que conseguir este trabajo. Tengo que seguir
adelante, pero estoy encontrando que mi razón fundamental está
batallando con mi visión borrosa. No puedo controlarme.
Mis manos están sudorosas. Agrega el agua corriendo por un lado
del vaso y mis manos temblorosas, el vaso no llega cerca de mi boca antes
de deslizarse entre mis dedos y estrellarse en el suelo.
Los fragmentos se dispersan, el agua inunda los azulejos y pierdo el
control de mi respiración. No puedo ver bien. ¿Por qué no puedo ver bien?
Puedo sentir el latido de mi corazón detrás de mis ojos y todo se inclina.
Parpadeo, trato de encontrar algún tipo de terreno estable. El pulso en mi
cuello late tan rápido que siento como si fuera a zumbar a cada segundo.
Mi corazón va a explotar y voy a ahogarme aquí en el piso.
Inhalo, esperando aire, pero creo que me estoy ahogando. No lo sé.
Mi pecho todavía me duele. Me duelen las rodillas y ahora no sé cómo
acabé en el suelo. Aprieto mis palmas en el suelo, pero está resbaladizo. Y
filoso. No puedo respirar. ¿Por qué demonios no puedo respirar?
—Oye, oye. —Manos frías agarran mis mejillas sudorosas e inclinan
mi cara hacia arriba—. Mírame. —Siento una palmada en mi frente y mi
visión comienza a enfocarse—. Mírame, aquí, vamos.
Parpadeo y los grandes ojos color avellana de Em, mejillas pecosas y
labios humedecidos destacan entre el desenfoque. Una parte de mí quiere
empujarla, pero todavía no puedo respirar.
—Eric, inhala. Hazlo conmigo.
Inhala largamente por su nariz, pero no puedo. No puedo. El dolor
en mis rodillas se eleva a mi garganta y mi corazón no deja de correr. El
agarre de Em se desliza en mis mejillas, sin embargo, mantiene sus
palmas presionadas en mi cara.
—Eric —gruñe—. ¿Qué...? ¿Cómo puedo...? —Su voz se corta, y mi
visión se vuelve irregular de nuevo. Me dirijo a la zona de desmayo y sé
que necesito aferrarme a algo, pero la falta de oxígeno no me deja
concentrarme. Em jadea y me sacude—. Tu ancla. ¿Cuál es tu ancla, Eric?
Su voz ayuda a empujar los “qué tal sí” a la parte trasera de mi
mente y fuerzo visiones cómodas al frente. El océano. Siempre comienza
con el océano. El cálido océano de Florida. Y la mejor cosa sobre el océano
es... sentir ingravidez. Cierro los ojos y respiro profundamente, luego lo
sostengo.
Más océano. Más calidez. Caminando por la orilla. Los pies de Em en
el agua. Las piernas de Em alrededor de mi cintura. Los abrazos de Em, su
risa, sus besos, sus manos, sus pies, sus pecas, sus hoyuelos en la
espalda...
Em en la ducha. El agua goteando por sus labios, su barbilla,
bajando por su pecho. Mis manos firmes en su cintura, mi frente contra la
de ella. Su sonrisa antes de besarme. Su calidez, su seguridad, su
comodidad.
Su amor.
Suelta una respiración a través de su boca. Refresca mi cara y mi
aliento se libera. Abro mis ojos y deja caer sus manos de mis mejillas.
—¿Estás bien?
La estudio por un momento. Memorizando las líneas de
preocupación en su frente y los pequeños cabellos cayendo de su moño.
Luego asiento.
—¿Necesitas ayuda para pararte? —pregunta y niego con la cabeza,
pruebo mis extremidades, luego me pongo de pie. Hay un corte en mi
rodilla, pero no es profundo.
Sin decir nada, camina con cuidado sobre el agua derramada y el
vidrio, agarra una botella de agua vacía de la alacena, pica un poco de
hielo y lo vierte por la parte superior. Tomo respiraciones fáciles y la
observo ir de puntillas alrededor de la cocina, llena la botella y enrosca la
tapa.
—Duerme un poco —dice y me entrega la botella, luego trata de
sonreír antes de darse vuelta y agarrar el trapeador de la despensa.
Abro la boca para decirle que yo limpiaré, pero no sale nada. Estoy
cerca de envolverla en mis brazos y llevarla a la cama conmigo. Pero el
correo electrónico, los mensajes... No quiero pensar en ellos. Y no sé si
todavía está hablando con ese chico o qué, estoy muy cansado y estresado
para tocar el tema.
—Gracias —digo y llevo la botella de agua conmigo a mi habitación.
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Gabbita

Rachel Benson publicó en la biografía de Emilia Johnson


Hace 4 minutos

¡Oye! No he visto que publiques en más de una semana. Chica loca.


¡Espero que todo esté bien!

Para: sbarrows@gmail.com
De: emilia_johnson@yahoo.com
Asunto: Re: Supongo que no estoy seguro de cómo me siento
Scott:
Lo siento por haber tardado tanto en contestar. Ha sido una semana infernal.
Y para ser honesta, no estoy muy segura de cómo poner en palabras lo que quiero
decirte. Pero espero que esto salga bien.
Dijiste que sabías que tengo un novio, pero que si no hablo acerca de él
probablemente no lo amo. Sin embargo, hablas de tu ex-novia muy abiertamente y
lo mucho que la amas, pero intentas buscar una relación conmigo… alguien que
apenas conoces y con quien solo has hablado a través de Internet. Supongo que
algunas relaciones suceden de esa manera, pero no ésta.
He perdido a alguien muy importante para mí, debido a mi adicción a las
redes sociales. Dijiste que perdiste a Mia de la misma manera, por lo que entiendes
estar en mi lugar.
Sé que desarrollamos una amistad, pero siento que es importante que sigamos
por caminos distintos. No puedo hablar contigo porque no importa cuántas veces
trato de racionalizarlo, está mal. Estoy enamorada de otro hombre. Y para ser justa
con él, no puedo pasar la mayor parte de mi tiempo hablando contigo… alguien con
quien, sin ánimo de ofender, solo estoy conectada por una señal de Wi-Fi.
Lo siento por haberte dado falsas esperanzas. Esa no era mi intención. Paso
mucho tiempo hablando con la gente a través de una pantalla, y porque lo hice, he
perdido a la persona que en realidad se encontraba conmigo.
Espero que encuentres a tu Mia. Y si no es ella, entonces alguien más. Voy a
decir lo que debería haber dicho la primera vez que me enviaste un correo
electrónico. Lo siento, pero no soy la persona que estás buscando. Buena suerte
encontrándola.
—Mia2

Me toma tres horas para empacar todas mis cosas. Estoy bastante
segura de que todavía me faltan algunas, pero escucho la llave de Eric en
la puerta y pienso: “Oh, bueno” sobre lo que sea que me faltó.
Lleva una camisa de vestir y pantalones, y apuesto a que está
sudando por completo. Su corbata amarilla sobre su hombro y su botón
superior desabrochado. Frunce el ceño cuando me ve luchar con el cierre
de mi bolso. Debe estar enganchado en uno de los calcetines que metí en
el último minuto.
—¿Cómo te fue? —pregunto, manteniendo mi voz ligera y
despreocupada, como si no estuviera totalmente a punto de irme, y quién
demonios sabe si lo volveré a ver.
—Bien, supongo. Lo sabré en pocos días. —Baja su llave y la
corbata, y asiente hacia a mi equipaje—. ¿Qué es esto?
Tiro del cierre que todavía no se mueve. —Eve tuvo a su bebé. —Uf,
esta maldita cosa—. Así que me voy a quedar con ella por el resto del
verano. Ayudándola.
Eric se agacha y desengancha mi calcetín. Todavía no me ha mirado.
—Entonces supongo que renunciaste a tu trabajo.
Me encojo de hombros. —Solo era temporal. —Pongo las manos
sobre mis rodillas y me levanto. Eric sigue evitando el contacto visual. En
realidad sigue mirando mi maleta.
—Así que, supongo que esto es todo —dice con la voz ronca. Mi
corazón cae en mi estómago.
—¿Quieres que lo sea?
Parpadea. Inhala. Se rasca la oreja. Espero con gran expectación
cualquier tipo de esperanza. Que me pida que me quede. Que me diga que
le envíe un mensaje cuando llegue allí. Que me diga que aún somos
amigos. Que me diga que todavía me ama. Cualquier cosa.
Su mano desciende buscando el asa de mi maleta, y el último hilo de
esperanza huye de mi cuerpo. Aparto las lágrimas que se precipitan a mis
ojos. Al igual que lo hizo cuando me mudé, no deja que cargue nada
excepto mi bolsa del ordenador portátil. Incluso lo pone en el Camaro por
mí. Pongo mi portátil en la parte superior y retrocedo para cerrar la
cajuela. Me seco una lágrima.
Luce como si quisiera abrazarme... por un segundo. Luego mete las
manos en sus bolsillos. Me muerdo el labio y asiento.
—Está bien, entonces —chillo. Tomo mis llaves y las sacudo,
buscando a tientas cuando las pongo en la puerta del auto. Todavía se
siente como que hay tantas cosas que decir. Sé que ahora no hay
posibilidad para mi redención, pero aún tiene que saber que siempre ha
sido él.
—Eric —digo, volviéndome hacia él, pero mirando fijamente las
llaves en mis manos—. Para que conste, cuando me preguntaste acerca del
correo electrónico, realmente no sabía de lo que hablabas. No lo leí hasta...
después de que te envié el correo esa noche. Así que lo entiendo. Habría
hecho lo mismo si veía eso en tu computadora. —Trago saliva y lo miro.
Finalmente encuentra mi mirada. Una agitación sube por mi garganta—.
Pero debes saber que incluso si lo hubiera visto antes que tú, le habría
dicho lo mismo que le dije hoy.
Frunce el ceño, y deja escapar un suspiro tan exasperado. —¿Y qué
sería eso, Em?
Me aseguro de que todavía me esté mirando.
—Que te amo.
Cuando no responde, me meto en el auto y me alejo, dejando mi
corazón con él, mi pecho extrañamente vacío.
Traducido por Annie D
Corregido por Adriana Tate

Eric Matua está escuchando a Luke Bryan a través de Pandora


Hace un minuto

Hago clic en mi cuenta de correo electrónico por enésima vez esta


noche. Han pasado tres semanas. El último estado de Facebook de Em fue
ayer y era una foto del bebé de Eve con un: ¡Adiós, bebé Dylan! La tía
Mia te extrañará cuando regrese a la universidad. *gemido*
Le di me gusta, sólo para que supiera que lo vi.
Ella dejó algunas cosas aquí, incluyendo esa maldita esponja con
forma de rana. Me molesta cada vez que veo sus cosas, pero no creo tener
la voluntad para enviárselas, a pesar de que la mayoría de mis cosas están
empacadas.
No conseguí ese trabajo en Tampa. Tuve que ir arrastrándome hacia
mi hermano y pedirle un lugar para quedarme hasta que encuentre
trabajo. Hay un programa de enfermería en Keiser que he indagado, así
puedo obtener mi título, y me dije que era la única razón por la que estaba
buscando allí, pero sé que no la es.
Lo único que hago es pensar en ella. Acoso su página de Facebook y
su cuenta de Twitter y los maldigo, porque por supuesto ahora es el
momento en que escoge ignorar el Internet.
Lo que dijo sigue corriendo a través de mi cerebro. Cómo nunca vio
ese correo electrónico. Cómo lo rechazó, a pesar de que habíamos
terminado. Cómo no estoy seguro si le creo, pero mi instinto me dice que
está diciendo la verdad. Sigo pensando en cómo me encontró atractivo
cuando sé que no lo soy. En cómo quería darle una paliza a Ali cuando le
conté sobre eso. Cómo se sonrojó cuando la elogié. Cómo me besó. En
cómo fue cuidosa, comprensiva, protectora y hermosa. Cuán fuerte fue
incluso cuando terminé con ella. Pude verla quebrándose, pero lo soportó.
Tomó toda la culpa, a pesar de que una parte era mía.
Quiero rebobinar y preguntarle acerca de los correos en lugar de
leerlos. Pero no puedo pensar demasiado en eso porque me enoja y
termino odiándola de nuevo.
La cuestión es que no la odio. Aún la amo.
Abro el correo que ha estado en mis borradores durante semanas.
Selecciono todo y pulso borrar, empezando uno nuevo:

Para: emilia_johnson@yahoo.com
De: eric_matua@outlook.com
Asunto: Re: Extrañándolo.
Hola Em:
Quería hacerte saber que tienes algunas cosas aquí, y me voy a mudar el
lunes, así que si tienes la oportunidad de venir y llevártelas, sería genial. O si
prefieres que te las envíe, puedo hacerlo.
—Eric

Hago una pausa con el cursor sobre enviar, luego coloco el cursor de
nuevo en el texto principal y sigo escribiendo.
“Llegarás a un lugar donde las calles no están marcadas...”.
Cierro los ojos y escribo, sin saber si va a significar algo para ella o
si pensará que me he vuelto loco, pero las palabras de mi libro favorito, mi
ancla, se derraman en el correo electrónico. Siento que Seuss escribió este
libro pensando en personas como yo: Inseguras, perdidas y acomplejadas.
Mis dedos se detienen por un pequeño segundo sobre el teclado, y
abro los ojos y escribo la última línea del verso.
“¿Cuánto puedes perder? ¿Cuánto puedes ganar?”.
Luego tomo una respiración, pulso enviar, y empiezo a empacar el
resto de mis cosas.
Traducido por Vane Farrow
Corregido por SammyD

Emilia Johnson finalizó un libro en Goodreads hace


aproximadamente una hora a través de Goodreads
¡Oh, the Places You’ll Go!
A 34 personas les gusta esto

Tengo veintiocho dólares con treinta y siete centavos. Mierda. Eso no


va a alcanzar. Pero tengo que volver a Daytona, así que le envío un texto a
papá y me paseo por el piso junto a la puerta mientras espero su
respuesta.
No hay problema, bichito.
Un suspiro de alivio sale de mi boca y escribo de nuevo.
Lo siento. Odio pedírtelo, pero acabo de gastar lo último de mi
dinero del verano.
Está bien. Va a tu cuenta en este momento.
Solo cincuenta, ¿verdad? Y te devolveré el dinero tan pronto
como pueda.
No te preocupes.
Gracias, papá.
Conduce con cuidado.
Navega con cuidado.
Meto el teléfono en mi bolsillo y tomo mis llaves del gancho del
apartamento de Eve y Paul.
Tengo tres horas y media para averiguar lo que le diré al hombre que
amo... y esperar que vuelva.

Mi mano automáticamente se envuelve alrededor de la manija de la


puerta en el condominio, entonces la retiro. Ya no vivo aquí. Suspiro y toco
un par de veces, dando un paso atrás.
No hay una respuesta.
Toco de nuevo.
Nada.
Tal vez se encuentra dormido. Hago retroceder los nervios gigantes
mientras saco mi teléfono y llamo a Eric. Dudo que vaya a responder, pero
tengo que…
—Hola, Em.
Me congelo, su voz golpea tantos acordes diferentes en mi pecho
ahuecado. Es la primera vez que ha elegido hablar conmigo, excepto por
ese correo electrónico. Quiero acudir directamente a un discurso sobre lo
mucho que lo extraño y lo amo, y cómo sigue siendo mi mejor amigo y que
lo siento por cada cosa que hice para lograr que se molestara, pero nada
de eso sale.
—Um, hola. Estoy en el condominio para recoger mis cosas. —
Maldito sea el temblor en mi voz.
—Está abierto. Todo debería estar en la mesa de la cocina.
—¿No te encuentras aquí? —Es casi medianoche.
Toma una respiración profunda. —Estoy en la playa.
—Oh. —Parte por parte, mi corazón astillado cae en mi estómago—.
Bueno.
Cuelga, y mantengo el teléfono pegado a mi oreja más de lo que
debería, deseando que por arte de magia volviera la línea.
Pero no lo hace. Trato de estar bien con eso, pero no lo estoy.
Bajo el teléfono y abro la puerta. Sólo hay un par de cosas que dejé
atrás. Cosas que él fácilmente podría haber enviado por correo, pero por
alguna estúpida razón, pensé que el correo electrónico significaba que tal
vez tenía una oportunidad si llegaba a verlo.
Metiendo el teléfono en mi bolsillo trasero, camino hacia toda mi
mierda. Hay una camiseta color rosa, la que él manchó con aceite de
pescado, y luego jugo de pepinillos. No sé por qué la conservé, porque
nunca la voy a usar de nuevo, pero la abrazo contra mi pecho, y veo lo
demás. Al parecer, tenía un poco de ropa en la lavadora cuando me fui,
incluyendo un par de bragas tentadoras y pantalones cortos de pijama. Y
cuando los levanto, descubro una copia gastada de Huevos Verdes con
Jamón. No es mío, así que lo abro para encontrar una nota de Eric.
Mi tin’a dice que te asegures de llevar esto contigo cuando regreses a
la escuela. Pude haber mencionado que es tu favorito.
Su mamá... correcto. Eric siempre escucha a su mamá. Me dejo
llevar por ese momento de esperanza, y lo meto en mi ropa.
Despejo la mesa, pero hay una cosa que me falta, y sé que lo dejé
aquí. Poniendo mi bolsa cerca del armario del pasillo, camino al baño.
Enciendo la luz, y mi corazón duele cuando veo su vacío. ¿Cómo pueden
suceder tantas cosas románticas en un cuarto de baño? ¿En el jugo de
tomate? ¿Completamente vestido en una ducha? Pero sucedieron, y muevo
la cortina a una parte de la ducha vacía.
No está la esponja de rana amarilla.
Mi brazo cae a mi lado. Probablemente la cortó en pedazos o la tiró
en el océano. Parpadeo para hacer retroceder las lágrimas y apago la luz
en mi camino. Tomo mi bolsa y no miro el sofá, ni el balcón, no absorbo
ninguno de los recuerdos que tengo de este lugar, y cierro la puerta detrás
de mí.
Qué desperdicio. Cincuenta dólares de dinero de mi papá por una
camisa manchada, bragas de cinco dólares, y un libro usado... bien, me
gusta el libro. En realidad, me encanta el libro. Salvo que lo escucharé en
la voz de Eric y me enojo conmigo de nuevo por ser tan idiota.
¡Uf! No puedo ganar.
Meto la bolsa en el asiento trasero y saco mi teléfono. Presiono ese
botón en el lado que creo que sólo he presionado una vez... y eso fue
cuando lo compré. Parpadea el nombre de mi proveedor sobre la pantalla,
y luego se queda en negro.
Apagado.
Ahora estoy completamente desconectada. Si no me sintiera como
una mierda, probablemente se sentiría increíble.
Inclinándome sobre el asiento, abro mi guantera y meto mi teléfono
ahí.
Entonces me inclino sobre el volante y manejo esto sola.
Sola.
Y eso es bueno. Es bueno llorar a solas. Para encontrar consuelo en
ti mismo. No en un mensaje instantáneo o de texto o correo electrónico, o
incluso un emoticón de carita triste.
Hay una pequeña llama de esperanza a la que me aferro, en el que
tal vez él no tiró esa estúpida esponja. Tal vez la empacó en su bolsa. Tal
vez la guardó. Tal vez... sólo tal vez.
Limpio bajo mis ojos, comprobándolos en el espejo, y salgo del auto.
He venido aquí para verlo, no para llevarme mis cosas. Así que eso es lo
que voy a hacer.
Mi estómago se siente como si hubiera comido un montón de plomo
para la cena mientras camino alrededor de los condominios, sobre el paseo
marítimo y en la playa. Escaneo la costa y lo veo sentado con los pies en
las olas, apoyado en sus rodillas. Camino cautelosamente hacia él, los
dedos hundiéndose en la arena, y cada vez que la marea sube, me congelo
hasta que se retira. Eric no ha dejado de observar el agua, incluso cuando
llego al alcance de su oído.
—Ya puedes regresar allí —digo en voz alta sobre el sonido del
océano. Eric no se vuelve, pero veo su espalda tensarse. Doy otro paso
cauteloso, ignorando el retortijón en mis entrañas cuando la marea viene
contra la orilla—. Ya… ya tengo todo.
Mira por encima del hombro y asiente. Y se acaba mi esperanza de
que quisiera decir algo en el correo electrónico. Me curvo sobre mí misma,
metiendo un mechón de pelo detrás de mi oreja cuando la brisa de verano
sopla en mi rostro. Cierro los ojos en busca de coraje y doy otro paso hacia
esa agua profunda.
—Sabes, no había leído ese —le digo, y sus cejas se fruncen—. Oh,
the Places You’ll Go! Puedo ver por qué es tu favorito.
La comisura de su boca se curva, y ese pequeño movimiento provoca
una chispa que enciende mi núcleo, lamiendo mis costados. Me froto los
brazos y asiente de nuevo, con los ojos cayendo a la arena.
—No es Huevos Verdes con Jamón.
Esa chispa crece, deslizándose hasta mi cuello.
—Tienes razón. —Me atrevo a sonreír—. Probablemente es mejor.
Su boca se levanta más y no puedo detener esa chispa de expandirse
por todo mi cuerpo. Doy otro paso adelante.
—Sabes, no estoy aquí afuera porque estuvieras allí —dice, con los
ojos volviendo al agua—. Yo… necesitaba calmarme, y el agua ayuda.
Se abre para mí. Habla conmigo. Una vez que lo entiendo, lo que
dice realmente llega a mi cerebro.
—¿Calmarte?
—Sí. Mudarme sin saber exactamente lo que voy a hacer... todo es
nuevo y soy... no soy bueno con lo nuevo.
Me muerdo el labio y rasco mi brazo. —Pensaba que eras bastante
bueno con nosotros.
Sus ojos observan los míos y ladea un poco la cabeza. —No eras
nueva, Em.
Resoplo, porque todo acerca de nosotros era nuevo. Puede que nos
conociéramos desde hace cinco años, pero no nos enamoramos hasta hace
poco. No nos habíamos besado o acariciado como lo hicimos.
Eric se mueve en el agua, dejando que una de sus rodillas caiga a la
arena. —No lo eras —contradice mi evidente desacuerdo—. Todo acerca de
ti era familiar. Tu risa, tu sonrojo, tus rostros extraños, la forma en que
comes, cómo usas tu cabello... la forma en que me miras. No eras nueva.
Mis dedos alcanzan el final de mi cola de caballo, y no puedo evitar
que mi rostro se caliente. Maldición.
—Supongo —le digo, pero no estoy totalmente de acuerdo con él.
Sonríe. —Incluso tu terquedad es familiar.
—Entonces, por qué te preocupaste… —Cierro mis labios y sacudo la
cabeza. No quiero sacar a colación sus ataques de pánico. No cuando
espero redención.
Su sonrisa se desvanece y se vuelve hacia el agua.
—Sólo porque eres familiar, no significa que no me pones nervioso.
—Toma una respiración profunda de nuevo—. Supongo que me tomó un
tiempo reconocer la diferencia entre pánico y... deseo.
Un trozo de mi corazón me atraviesa el esternón. —Y entonces yo...
yo...
No termino. Y no termina tampoco. Sólo dice—: Sí. —Y se escabulle
un poco más en el agua, y sé que sabe que no voy a acercarme a él. Es
como si silenciosamente estuviera alejándome, y limpio mi cara porque
esta podría ser la última vez que lo vea, y ni siquiera puedo abrazarlo para
despedirme.
—¿Te encuentras bien? —pregunto, mi voz quebrada—. ¿Te
calmaste?
Mete la mano en el agua y asiente. —Me encuentro bien. Siempre lo
estoy.
—Bien. —Doy un paso atrás—. Gracias por... —¿Todo? ¿Nada?
¿Algo? No lo sé. Así que sacudo la cabeza y me volteo, abrazándome a mí
misma de camino a mi auto.
Tanto por esperar. Tanto para salvar nuestra amistad. Pero no creo
que pueda hacerlo. Siempre querré más.
Tomo un gran aliento y trato de animarme. Lo superaré. Las
rupturas ocurren. La gente se enamora y se desamora todo el tiempo.
Tengo amigos, familia, libros, escuela, cosas para mantener mi mente
ocupada, pero pienso en todas esas cosas y me congelo donde me
encuentro.
Mis amigos... todos viven en la computadora. Rachel se encuentra en
Daytona, estoy en Keiser. Eve se encuentra con Paul criando un bebé.
Todos los demás son conocidos con los que chateo ocasionalmente o los
veo casualmente en clase o en una fiesta.
Mi familia... Papá... vive en Alaska. Hablo con él a través de Skype,
correo electrónico, mensaje de texto.
Libros y escuela y otras cosas no borrarán lo que puedo tocar,
sentir, experimentar por mi cuenta.
Había una cosa con la que siempre podía contar, Eric, y es algo que
no mucha gente puede o quiere hacer. Incluso cuando él vivía en mi
computadora, sabía que si lo necesitaba, haría todo lo que pudiera para
estar allí.
Entonces estuvo aquí. Tangible. Abrazable. Aquí. Y nunca aproveché
eso. Lo traté como si no fuera especial o importante para mí. Sin embargo,
lo fue. Lo es.
Y no puedo perder lo único real que he tenido.
Mis pies levantan arena detrás de mí mientras corro hacia él. Navego
a través del agua tibia, estremeciéndome cuando entro en ella, pero ese
miedo es superado por mi desesperación por acercarme a él. Caigo de
rodillas en el agua entre sus piernas, salpicando su torso y haciéndolo
inclinarse un poco hacia atrás, con los ojos muy abiertos, y tomo su cara
entre mis manos.
—Vuelve conmigo.
—Em... estás en el a…
—Vuelve conmigo —chillo, porque el temor de perderlo es más fuerte
que el temor del océano estrellándose contra mis pies—. ¿Por favor?
Sus cejas se fruncen y deja caer la cabeza. Paso los dedos por su
mandíbula, empujándolo a que me mire. Odio que sea mi culpa el dolor
que veo en sus ojos. Odio ver a mi mejor amigo y el amor de mi vida herido
por algo que hice.
—Eric, lo siento mucho. Por favor, dime qué hacer para arreglarlo. —
Lo agarro, porque es tan real. Lo que siento por él, lo que hemos pasado,
cada caricia, secreto, un beso... todo es tan real y tangible que no puedo
dejarlo ir. Me ahogo con mis palabras mientras vuelan de mi boca porque
me encuentro desesperada por retenerlo. Por mantenernos—. Por favor,
dime que puedo arreglarlo. Te necesito, Eric. Te amo. Eres mi mejor amigo
y no puedo perderte. He cometido un error, pero te prometo que no lo haré
de nuevo. No puedo hacerlo de nuevo. Eres la única persona que me
importa así. Por favor. Por favor. Por favor. Duele. Duele tanto estar
separados.
Agarro mi pecho porque duele. Es mi culpa, y no tengo ningún
derecho a sentirme así, pero lo hago. No puedo creer que le hice esto a mi
mejor amigo. Lloro en mis manos, porque he perdido todo sentido de
donde estoy. He sido terca y racionalicé todo lo que hice. Me tomó el perder
a Eric para entender. ¿Cómo pude haber estropeado algo tan real y
hermoso por algo que no estaba a la altura de lo que Eric me dio?
Quiero besarlo. Quiero amarlo con todo mi ser como nos prometimos
mutuamente. Pero ahora... Ni siquiera me siento segura de que sea
posible.
Eric no me ha tocado. No lo culpo. Tomo muchas respiraciones
profundas para poder calmarme, porque es obvio que no va a ayudarme.
Cuando finalmente paso a través de lo peor, lo miro a través de mis
ojos llenos de lágrimas. Parece que se siente más dolido que hace un
momento, y me pregunto lo que dije o hice para que se sienta peor.
Pongo mi mano en su mejilla. No me aparta, pero no sé si es porque
quiere que lo toque o porque se halla más allá de preocuparse por todo lo
que hago.
—Lo siento —susurro. Sé que lo he dicho un millón de veces, pero lo
diré un millón y medio más si llega a entender que lo digo en serio—. Te
quise por tanto tiempo, te amé durante tanto tiempo, y... lo arruiné. —Mi
cuerpo se hunde en el agua, las rodillas se hunden en la arena, el aire se
siente como cien kilos presionando en mi espalda.
Sus ojos buscan los míos. Puse todo mi corazón ahí. Esta soy yo
arrastrándome y rogándole que vuelva conmigo. No me importa si es
desesperado. Sólo quiero estar en sus brazos de nuevo.
—No lo hiciste... —Hace una pausa, traga saliva, y su voz sigue en
un susurro ronco—. No lo arruinaste.
Entonces, algo cambia en sus ojos. No puedo describirlo, porque
todavía se ve herido, pero se vuelven hambrientos. Necesitados. Sus
manos se deslizan a mi cintura, animándome suavemente a acercarme.
Entiendo la lujuria. La entiendo porque la he vivido. Recuerdo pasar
a través de puertas y arrancar ropa de un tirón en una furia para
conseguir la liberación. La sensación de la piel caliente de alguien contra
la tuya y la forma en que las cosas tiran y jalan en lugares que no creías
que existían en tu cuerpo. Es sudoroso, es caliente, a veces es sucio y te
deja satisfecho físicamente. Bueno... por lo menos esperas que lo haga.
El amor es diferente. Es todo esa lujuria, pero más. Mucho más.
No entiendo el amor por completo, pero lo reconozco mientras miro
sus ojos rotos y hambrientos, no es la lujuria que me motiva. Es el amor.
Mis manos se mueven de sus mejillas para poder envolver mis
brazos alrededor de su cuello en un fuerte abrazo. Sus brazos envuelven
mi cintura y me jala contra su cuerpo caliente. Nuestras caderas se
presionan juntas, estómagos, pechos, mejillas. No puedo evitar que mis
labios lo besen detrás de la oreja, que mis dedos se entierren en su pelo
corto, que mi corazón se acelere. No me devolvió el beso, y trato de no
dejar que eso me moleste porque me abraza de nuevo. He extrañado los
abrazos de oso de Eric.
Mis labios se mueven más cerca y más cerca de los suyos. Me
mantiene en un agarre fuerte, pero no me detendrá. Necesito sus besos.
Necesito que sepa lo mucho que lo amo.
Me sorprende al encontrar mis labios a la mitad. Los dos respiramos
un gemido en la boca del otro y el amor me domina de nuevo. Mi lengua
alcanza la suya, y damos y tomamos, cayendo en un ritmo familiar que
solo puede ser el mío y el de Eric.
Sus manos suben mi camiseta a medida que viajan por mis
costados. Sus dedos se encuentran mojados, granulosos con arena, y
envían un hormigueo por mi piel. Inclino mi cuerpo para acercarme a él,
pero en vez de invitarme a acercarme, me empuja suavemente hacia atrás.
Nuestros labios se desconectan, y respiramos caliente y pesado en la cara
del otro.
—Emmy...
Dejo de respirar por completo y casi lloro de nuevo. ¿Cuánto tiempo
ha pasado desde que dijo mi nombre así?
¿Por qué pregunto?
Sé exactamente cuánto tiempo ha pasado.
—¿Qué? —Me las arreglo para decir sin aire.
—¿Ya no hablas con él?
Niego con la cabeza, la frente resbaladiza y sudorosa contra la del
otro.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. No le he dicho ni una palabra durante semanas.
Sus dedos se tensan en mi piel, y retengo un escalofrío que quiere
correr a través de mí.
—Ha... ¿Ha tratado de hablar contigo?
Me gustaría que no sonara tan asustado. Hace que las cosas duelan
de nuevo. Pero me abraza, y nos estamos acariciando, y alivia el dolor.
Ahora tengo que aliviar el suyo, y estoy muy contenta de que puedo
hacerlo con la verdad.
—Le dije adiós. No se pondrá en contacto conmigo a menos que lo
contacte primero. —Deslizo mis manos desde el cuello hasta el pecho—. Y
no lo haré. No lo necesito. No lo necesito para nada. Nunca lo hice.
—Pero si es tu amigo...
—Pero te molesta. Y tienes todo el derecho de estar molesto por ello.
Te amo. Eso es más importante para mí que cualquier otra cosa.
Su boca se curva en una sonrisa completa, y mi corazón late con
fuerza. —¿Incluso más importante que todos esos chicos de libros de los
que siempre hablas?
Ahora sonrío, y se siente muy bien en mi cara. —Incluso ellos.
Deja escapar un suspiro gigante, haciendo que cabellos sueltos se
agiten alrededor de mi cara. Sus manos se arrastran por mis costados y
acuna mis mejillas. —Maldita sea, te he extrañado.
Todavía sonrío, aun lloro… Soy un espectacular y asqueroso lío y me
encanta. Me encanta cada segundo porque honestamente no pensé que
pasaría. Así que cuando me besa primero esta vez, no lo detengo. Tomo
todo lo que está dispuesto a dar, porque casi lo perdí.
Su beso es profundo, lento, pero apasionado como el infierno. Quiero
igualar su intensidad, pero apenas digiero la realidad de todo. Tengo a Eric
de nuevo. Se encuentra de vuelta, y me quiere. Me besa y me necesita. Me
extrañaba.
Quien dijo esa cita, que mantenerse enamorado era muy especial,
tenía mucha razón.
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Valentine Rose

Eric Matua está desconectado.

—Te amo —digo en la boca de Em. Sus uñas pasan por mi cabello y
me lo dice de vuelta, y le creo. Está en mis entrañas, mi pecho, mi cerebro,
mi corazón… en todas partes. Habla en serio cuando lo dice. Y habló en
serio cuando dijo que lo lamentaba.
Sus rodillas se deslizan más profundo en la arena, colocando más
presión sobre mí, en lugar de un ataque de pánico, mi cuerpo quiere más.
Quiero más. Mis manos se extienden por debajo de su camiseta, pasan por
toda su espalda. La marea choca contra nosotros y espero a que entre en
pánico mientras baña su piel expuesta, pero simplemente continúa
besándome.
—¿Em?
—¿Hmm?
—Quédate aquí esta noche.
—¿En el océano? —bromea—. Creo que has subestimado mi control.
—¿Tienes miedo? —le pregunto, besando su cuello. Envuelvo una
mano alrededor de su cabello y tiro de su coleta. Largos mechones oscuros
caen por sus hombros, por su pecho y mi polla incrementa su rigidez.
—Un poco —admite, con una tímida sonrisa en su rostro—. Pero no
quiero parar.
Coloco mi mano sobre sus labios mientras se cierran. —¿Qué hay de
una pausa? —No quiero que esté incómoda—. Ven adentro conmigo.
—Estoy toda mojada —dice—, y la única ropa adicional que tengo
son un par de bragas y una camiseta rosa manchada.
No es una mala elección en cuanto a ropa en mi opinión, pero le
digo—: Puedes usar las mías.
Sus sexys labios carnosos se curvan en una sonrisa y asiente,
poniéndose de pie y ayudándome a salir del agua. No puedo llevarla a
través de la playa, por las escaleras y dentro del apartamento lo bastante
rápido. Parece como si nos toma veinte minutos simplemente abrir la
puerta. Reclamamos las manos de cada uno, y la única vez que la suelto
es para envolver una toalla a su alrededor y secarla. Se ríe mientras le
froto el trasero, y continúo frotándolo incluso después de que intenta
hacerme cosquillas, diciéndole que tengo que sacarle toda el agua del
océano. Eso es todo lo que estoy haciendo, lo juro.
—Listo, ahora estás seca —le digo, y asiente, quitándome la toalla de
las manos. Sus dientes tiran de su labio inferior mientras sus ojos vuelan
hacia la cama detrás de mí. Sonrío—. ¿Cansada?
—Más o menos —chilla. Sacudo mi cabeza y envuelvo mi mano
alrededor de su nuca.
—No tienes que preguntar si está bien —le digo, pasando mi dedo
pulgar por su mandíbula. Amo tener su piel debajo de la mía de nuevo. Es
tan lisa, tan suave, tan real… y me doy cuenta que desea cada caricia que
le doy—. Estás perdonada. Te amo. Y soy yo. Estamos bien, ¿de acuerdo?
—Creo que una parte de mí todavía no puede creerlo —susurra—.
Pensé que estaría triste para siempre.
—¿Dormir en esta cama conmigo te haría feliz?
—Sí.
Sonrío y la alzo por la cintura. —Entonces coloca este sexy trasero
debajo de las sábanas.
Se echa a reír mientras la sitúo en el colchón, su largo cabello rebota
sobre sus pechos. Me subo a su lado, me ruedo a mi costado y tomo su
mano. Quiero presionarla contra mí, pero se mantiene sobre su espalda,
dejando que sus ojos se cierren mientras beso sus hombros y acaricio su
nariz.
—¿Te puedo preguntar algo? —le dice al techo.
—Pregunta.
—¿Puedes… no mudarte a Tampa?
Me inclino sobre mi brazo y juego con la cintura de sus pantalones.
—¿A dónde iría?
—A cualquier lugar para estar conmigo. —Frunce el ceño—. He
estado sin ti demasiadas veces. No me gusta.
—Bueno, tenemos Skype. Y Facebook. Y Twit…
Pellizca mi codo y me echo hacia atrás con una carcajada.
—Creo que mi tiempo conectada al Internet estará un poco limitado.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Porque hay vida fuera de mi teléfono. ¿Quién lo diría?
—Hmm, entonces eso es un problema.
—Exactamente. Te necesito, pero no en mi computadora.
—Así que debería encontrar un lugar cerca de Keiser.
—Sí.
—Y tú deberías venir a vivir conmigo.
Sus ojos se abren de golpe y gira la cabeza, su nariz chocando
contra la mía. —¿Todavía quieres hacerlo?
—Es muchísimo mejor que vivir con mi hermano.
—Eric…
Aprieto su cadera, le beso el cuello, y mordisqueo su lóbulo. Su
cuerpo se estremece junto al mío y me hace sonreír como un condenado
idiota.
—Por supuesto que todavía lo quiero.
Presiono mis labios en los de ella una vez más, y se retuerce en mis
brazos.
—Me encanta verte de esta manera.
—¿Cachondo?
Me golpea en el hombro. —Feliz. —Luego hace una pausa—.
Espera… ¿cachondo?
—Demonios, sí.
—Hmm… interesante.
No dice nada más, y casi me mata no preguntar. Sus ojos se cierran
y se acomoda sobre su espalda de nuevo. No me lo está pidiendo, pero me
doy cuenta que lo quiere. Yo lo quiero. Estoy temblando y teniendo
dificultades para respirar, y no me puedo controlar por hacer el primer
movimiento. Rara vez hago el primer movimiento. Pero creo que lo voy
hacer esta vez.
Nuestras palmas se hunden cuando presiono sus dedos, luego le doy
un beso en el hombro, dirigiendo mis labios hacia el hueco en su cuello.
Contiene la respiración, y la siento tensarse a mi lado. Le doy a su mano
otro apretón antes de inclinarme para ceñirme sobre su cuerpo. Su camisa
sigue húmeda cuando la alzo por encima de su vientre.
—Espera… —dice, y me detengo de inmediato. Se retuerce debajo de
mis manos, estirándose hacia la lámpara en mi mesita de noche. Cuando
la enciende, parpadeo un par de veces ajustándome a la luz, y luego me
encuentro con sus ojos abiertos ampliamente.
—Quiero verte —dice, y un hermoso sonrojo llena su cuello. La
comisura de mi labio se alza, y me inclino para besar las pecas a lo largo
de sus mejillas. Sus manos se envuelven alrededor de mis hombros, pero
aparte de eso, no se mueven más. Me deja tomar la iniciativa, y mis
nervios se relajan, pero todavía estoy ansioso.
Estoy ansioso por sacarle la ropa. Bajarle los pantalones.
Desabrochar su sujetador. Tener a esta mujer debajo de mí. Encima de mí.
Envuelta a mí alrededor.
Este tipo de ansiedad es una que puedo manejar.
Mordisqueo su hombro y le subo la camiseta. —Todavía estás
mojada. —Mierda—. Quiero decir tu camiseta está mojada. Quiero decir,
también podrías estar mojada, pero… ah, demonios.
Em presiona los labios y sofoca una risita, y yo presiono mi rostro en
mi almohada.
—Maldición, intentaba decir algo sexy, y salió mal.
—Creo que salió perfecto. —Se echa a reír, dirigiendo mi rostro hacia
el suyo de nuevo.
—Quería decir que quiero quitarte la camiseta. —Froto mi frente
contra la suya—. Tan pronto como deje de decir estupideces, comenzaré a
besarte de nuevo.
—Creo que es sexy.
—Bueno, entonces. Estás mojada. —Meto mis manos debajo de la
tela. Sus ojos se abren como platos y un brusco jadeo sale de sus labios—.
Así que esto tiene que irse.
Mido su reacción, manteniéndome inmóvil. Los perfectos círculos de
sus ojos me tienen un poco preocupado, pero otra hermosa ola de rubor
azota su cuello y levanta los brazos sobre su cabeza.
Capturo cada centímetro de su piel mientras es expuesta. Es tan
hermosamente pecosa, tan hermosamente pálida. Tan pronto como está
libre de la tela en su totalidad, la dejo caer al suelo, me siento y trazo mis
dedos por su piel. Su estómago se tensa cuando le hago cosquillas a su
ombligo. Sus senos rebotan bajo un sujetador de lunares mientras se
estremece cada vez que la acaricio. Trago saliva y bajo mi cabeza, beso la
cima de su pecho, siento su palpitante corazón bajo mis labios.
—Creo que también estás mojado —dice sin aliento, tirando de los
botones de mi camisa. Me sostengo contra el colchón, manteniendo mi
peso por encima de su cuerpo y cerrando los ojos mientras desabrocha
cada botón. No estoy respirando, y eso no está bien, sé que no está bien,
pero no me importa. No hay nada en esta habitación excepto Emmy. Nada
más en mi cabeza que ella. Así que, si tengo aire para respirar o no, ella
será la que me guiará a través de ello.
—¿Eric?
—Estoy bien —le digo, pero mis ojos no se abren.
—No, no es eso… —Sus uñas rozan la piel en mi abdomen—. Quiero
decir, me alegra que estés bien, solo iba a decir que… bueno, eres
condenadamente sexy y no estoy segura de cuán lento pueda ir porque
estoy bastante segura que estoy a punto de rasgar toda tu ropa.
Me río, abriendo los ojos, y mis brazos se tambalean. Su cálida piel
colapsa contra la mía, y estoy embistiendo contra ella sin siquiera
pensarlo. Gime mi nombre, y la llevo a una posición sentada conmigo,
besando apasionadamente su boca, su cuello, detrás de su oreja, por
encima de sus senos. Los muerdo de nuevo porque quiero tan
desesperadamente saborearla, y no puedo estar lo bastante cerca. Agarra
mi nuca, acercándome, frotándose contra mí, y ya me hartaron esos
malditos pantaloncillos que lleva puestos, y quiero quitarme los
pantalones. Somos un desastre tropezándonos mientras intentamos
mantener nuestros labios en cada uno a la vez que nos quitamos la ropa.
Ya no tiene su sujetador y sus pechos están en mi boca, en mis manos,
presionados contra mi pecho. Sus manos están en mi cabello, apretando
mis hombros, agarrando mi trasero, y acariciándome. Siento como si no
puedo respirar, pero estoy respirando. Mi respiración sopla contra su
cabello provocando que se le ponga la piel de gallina, se sienten calientes
contra mis labios mientras se presionan contra su piel. En todas partes.
Estoy respirando en todos lados, sin embargo, me estoy ahogando, pero no
quiero salir a la superficie por oxígeno.
No sé cómo terminamos de la forma en que terminamos, pero tiro
sus piernas hacia mí. Me deslizo por su cuerpo, beso, mordisqueo y lamo
cada curva de su piel y me deleito con sus gemidos. Maldición, sus
gemidos. Me están matando en esta agua en la que nos estamos ahogando.
Con voz ronca, le digo—: Te amo. —Y continúo diciéndoselo. Me lo dice de
regreso. Me dice cuán apuesto soy, y no puedo dejar de llamarla hermosa,
preciosa, y se siente…
Tan.
Condenadamente.
Bien.
Y no me puedo concentrar más. Me detengo, sosteniéndome por
encima de ella, presionando contra su muslo interno, siento una gota de
sudor deslizarse por mi sien y aspiro una bocanada de aire.
El pecho de Em sube y baja, chocando contra el mío, dejándome aún
más alucinado. Limpia el sudor de mi frente, con los ojos caídos y
oscurecidos, una mirada de puro placer que me tiene tan jodidamente
orgulloso de que fui yo quien la puso allí. Me inclino con una ligera sonrisa
y beso sus hinchados labios.
—¿Emmy?
—¿Sí? —pregunta, con la voz quebrándosele. Piensa que me voy a
detener, y sonrío de manera amplía para que sepa que estoy bien.
—Sé amable conmigo.
Su cuerpo se relaja y deja salir un gran resoplido. Luego coloca sus
manos en mi rostro mientras rayos de risa me atraviesan.
—Eso fue sexy —le digo, besando las arrugas cerca de sus ojos. Deja
caer una mano para palmearme en la cara.
—Sólo por eso, no voy a ser amable en absoluto.
Levanto una ceja, extiende una mano y entierra sus uñas en mi
trasero. Mueve las caderas hacia arriba, y estoy dentro de ella, y mi
cerebro ha abandonado el barco. Pierdo mi sonrisa burlona y caigo de cara
en la almohada cerca de su cabeza.
Ya no hay ninguna posibilidad en el infierno de ser “amable”.
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Jasiel Odair

Emilia Johnson está desconectada.

—Guau —gruñe Eric, y se desliza fuera de mí, pero en lugar de


dejarse caer en el colchón, se cae de culo primero en el suelo.
Estoy demasiado débil para hacer otra cosa que pronunciar sin
aliento—: ¿Estás bien? —Mientras me quedo mirando el techo y esperando
que mi visión vuelva a la normalidad. Él gruñe algo, pero mis oídos están
zumbando. Mi cuerpo está resbaladizo por el sudor, mis senos sensibles al
aire frío de donde Eric acababa de estar, mi corazón palpitando tan fuerte
que lo siento en mis dedos de los pies.
Eso fue...
—Guau —me las arreglo para repetir. Quiero estar cerca de él de
nuevo, pero no me puedo mover. Mis extremidades son gelatina. Mi
cerebro es un pegote. Mis ojos están húmedos. Mis labios están hinchados.
Mis piernas están adoloridas. Mi corazón es un globo gigante.
Yacemos en silencio, excepto por nuestra respiración rápida.
Después de unos minutos, Eric levanta la cabeza y se mira a sí mismo.
—Soy un desastre.
Una risa retumba en mi garganta.
—Yo también.
—¿Ducha?
—Hmm... —Sí, pero no me puedo mover todavía. Mis piernas no
parecen saber cómo funcionar. Ruedo fuera del colchón, dejando escapar
un pequeño grito cuando aterrizo con un golpe. Eric me levanta en sus
brazos, y con los dedos de mi pie alcanzo la toalla que dejamos caer antes.
—Ducha en un minuto —le digo y lo limpio mientras intenta
ayudarme, pero terminamos en una maraña de extremidades así que lo
empujo por la alfombra—. Quiero permanecer aquí contigo.
—Mmm… bien.
Está pegajoso y cálido, y mi pelo sigue quedando atrapado bajo su
brazo, pero no me importa. Nunca me he sentido tan amada o querida, y
nunca me he sentido tan embobada o satisfecha. Sólo déjenme pegada
aquí para siempre. En serio, me quedaré aquí, sintiéndome de esta manera
por el resto de mi vida.
Paso mi dedo por la línea en su pecho, presiono mi oído contra él, y
sonrío cuando su brazo se posa alrededor de mi hombro.
—No puedo decir si escucho los latidos de tu corazón, o si es el mío
—digo contra su piel. Sus dedos se deslizan por encima de mi hombro,
luego se desvían hasta mi codo.
—¿No son la misma cosa?
Sonrío y entierro a mi cara en su costado, apretando tan fuerte como
mis brazos de gelatina me permiten. Me abraza de vuelta, alzando mi
barbilla para plantar dulces besos en mis labios.
—Oye —le digo, interrumpiéndole, por lo que se traslada a mi
mandíbula—. ¿Dónde está mi rana?
Su aliento enfría mi piel recalentada mientras se ríe en mi cuello. —
Oh, bueno, eh...
Me desinflo a su lado y frunzo el ceño. —La lanzaste al océano, ¿no?
—¿Qué? No. —Se gira sobre su lado, dejándome usar su brazo como
almohada—. En cierto modo me la guardé.
—¿En serio?
—Sí, pero te la devolveré si insistes.
—¿Y qué le ibas a decir a Tolani cuando la viera en la ducha?
—Tengo mi propio cuarto de baño. —Se agacha y juguetonamente
pellizca mi cadera—. Y no iba a usarla.
—¿Entonces por qué te la quedaste?
Sus ojos se estrechan y planta un beso a mi nariz. —Estás
investigando.
—Sí.
—¿Qué quieres que diga?
—La verdad.
Gime, rodando hacia atrás. Presiono mi cuerpo muy desnudo contra
su cuerpo muy desnudo y amplío mis ojos, esperando su respuesta.
—Esa maldita mirada —dice, poniéndome sobre él y agarrando mi
culo. Me olvido temporalmente de lo que hablábamos—. La guardé porque
estoy enamorado de ti, y hay un montón de cosas buenas que ocurrieron
en la presencia de esa cosa espeluznante, y no quería devolvértela. —Ladea
la cabeza hacia mí y sonríe—. ¿Satisfecha?
—Muchísimo. —Me inclino y presiono mis labios contra los suyos,
abriendo la boca y deslizando mi lengua sobre la suya, sé que
probablemente está exhausto de lo que acabamos de hacer, pero lo quiero
de nuevo.
Una y otra vez.
—¿Hora de la ducha ahora? —susurra, y yo asiento, muerdo su labio
inferior, y no paro de besarlo mientras avanzamos a tientas de camino al
baño.
Sólo nos detenemos para tomar la esponja de su bolsa de lona.

La luz del sol se asoma a través de las cortinas en el ángulo justo


para golpearme de lleno en la cara. Gimo, me giro sobre mi otro lado, y mi
brazo cae sobre la cama muy vacía.
Huelo comida.
Después de un buen rato, me deslizo de las sábanas a la alfombra
suave, caminando de puntillas a la cómoda de Eric... que está vacía. Ah,
claro, empacó todo. Chasqueo mi lengua y busco mi ropa en el piso, pero
realmente quiero usar la camisa de Eric, así que una vez que la encuentro
metida debajo de las almohadas, deslizo mis brazos en las mangas y la
abotono hasta justo por encima de mis tetas. Acomodo mi pelo, dándome
cuenta de que Eric probablemente perdió mi lazo del pelo en el agua la
noche anterior cuando lo arrancó de mi cabeza. Voy a tener que llevar el
pelo recogido pronto sólo para que pueda hacerme eso otra vez.
Eric está en la cocina, tarareando en voz baja. Mis ojos se abren
mientras lo veo revolver los huevos en la sartén.
Está completamente desnudo.
—Veo que alguien superó la inseguridad sobre su cuerpo sexy-como-
el-infierno. —Me río, y Eric sonríe sobre su hombro, luego hace una toma
doble, dejando que su mirada vague sobre mi pecho.
—Tenía una respuesta ingeniosa a eso, solo que salió volando de mi
cerebro —dice, dando la vuelta a la sartén de huevos. Reparte una porción
para dos, me sirve agua, y besa mi frente—. Y lo siento, esto era todo lo
que quedaba en la casa. Traté de hacerlos al estilo tortilla, pero terminaron
revueltos.
—No te disculpes por hacerme el desayuno. —Apuñalo mi tenedor en
los huevos, sin importarme cómo diablos se ven o saben. Me muero de
hambre—. Sólo espero que no quemaras nada importante mientras
estabas trabajando allí.
Baja la vista y se examina a sí mismo, y no puedo dejar de reír
mientras se da la vuelta para revisar su propio culo.
—Creo que estoy bien.
—Definitivamente lo estás.
Me pone los ojos en blanco, entonces algo zumba de la mesa auxiliar
en el salón. Lo ignoro, pero él envuelve sus brazos alrededor de mi cintura,
empujando mi plato hacia un lado.
—Puedes responder eso —dice, y abro mi boca, pero pone una mano
sobre ella—. No me importa. No me importa que hables con la gente, que
leas, o que te guste publicar fotos y reírte de enlaces o dejar comentarios
sobre los libros que te gustan. Sólo quiero que compartas conmigo. No me
ocultes nada, de lo contrario, me harás pensar que tienes algo que ocultar.
—Eric…
—Lamento haber exagerado.
—No lo hicis…
—Es sólo que, cuando vi a ese chico en tu página... entonces aquel
correo electrónico...
—Eso ya pasó, Eric. Le dije que no hablaría con él nunca más. Lo
borré de mi lista de amigos, y no me ha enviado correos electrónicos, y si
lo hace los borraré.
Frunce los labios y asiente, mirando el botón superior de la camisa
que llevo puesta. —¿Podemos...? Quiero llegar a un acuerdo de modo que
los dos estemos felices.
—Estoy feliz.
—Lo sé, pero no quiero que te sientas como que nunca puedes mirar
tu teléfono. O leer un libro. O responder a un mensaje de texto o
conectarte para hacer lo que sea.
Sonrío y tiro de su rostro para darle un beso en los labios. —Está
bien.
—Está bien. —Tira de las puntas de mi pelo, rozando mi pecho con
sólo el más mínimo toque, encendiéndome—. Así que contesta el teléfono.
—Eric…
—Lo digo en serio, no me importa. —Me empieza a empujar, y
camino de regreso la sala de estar.
—¡Eric! —Me río, agarrando sus antebrazos. Deja de empujarme, y
serpenteo mis manos alrededor de su cuello, poniéndome de puntillas para
acercarme a su rostro—. Ese no es mi teléfono.
Su frente se surca. —¿Qué?
—Creo que ese es tu teléfono. El mío está en el auto.
—Oh... ¡oh! —Realmente se golpea la frente—. Ahora me siento como
un idiota.
—No. Me alegra que dijeras todo eso. —Bajo su mano, tocando su
cara, su cuello, su pecho, y sonrío porque él está aquí. Físicamente aquí, y
eso no va a cambiar. Me acurruco, escuchando su corazón en mi oído,
siento que resuena y se acelera y amo cómo me sostiene, completamente
desnudo, sin secretos y sin... ropa.
—No quiero conectarme hoy —digo, y no se tensa. Su corazón aún
late con ese mismo hermoso patrón—. Porque estoy bastante segura de
que tenemos que buscar apartamentos.
—Voy a sacar mi computadora ahora —me dice, aflojando su agarre,
pero lo abrazo con más fuerza.
—Ahora no.
—¿Después del desayuno?
Sacudo la cabeza, pasando mis manos por su espalda. —Después
del postre.
Entonces lo dirijo hacia el dormitorio.
Un año después
Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por Jasiel Odair

Emilia Johnson y Eric Matua están comprometidos


Hace 4 horas

¡Eso es correcto, señoras! ¡Él es todo mío!


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—¿Cuántos amigos tuyos van a seguir comentando esta


actualización de estado? —pregunta Eric cuando apaga su teléfono
después del quincuagésimo pitido de hoy. Se encorva sobre el sofá,
nuestro sofá, y automáticamente me acomodo a su lado.
—Bueno, es una gran noticia. —Suelto mi libro para poder menear
mi dedo hacia él—. Y no he estado en línea por unos días, así que es el
único estado que tienen para comentar.
Se ríe, luego se inclina y besa el diamante, tal como lo hizo a
principios de esta mañana cuando lo puso allí.
—Entonces, ¿qué estás leyendo con este hombre medio desnudo en
la portada? —Eric me quita el libro de las manos.
—Es un romance. ¡Devuélvemelo! Estoy en una muy buena parte.
Intento arrebatárselo, pero fija sus manos alrededor de mi muñeca y
me retiene. Los músculos de su brazo se contraen, pero no me hace daño.
Se ve adorable con un libro en sus manos. Especialmente uno con un
hombre con el torso desnudo tendido a través de ella.
—Su mano recorrió mi muslo, acariciando mi piel donde era más
sensible.
—Oh, Dios mío, ¡detente! ¡Devuélvemelo ahora! —Trato de
arrebatárselo, pero totalmente no va a funcionar en mi fuerte hombre. Se
ríe de mis débiles intentos y suavemente me empuja hacia atrás sobre la
almohada. Me guiña un ojo antes de seguir leyendo.
—No pude evitar que mis dedos se enredaran en su pelo grueso. Lo
atraje hacia mí, nuestras bocas calientes con anticipación de la primera
probada.
Mi cara se sonroja, sus ojos se apartan del libro, y lo baja contra mis
piernas. —¿Quieres que siga?
Niego. —Ya sé cómo termina. Lo he leído antes. —A pesar de que
nunca me lo han leído. Es completamente erótico, y no quiero leer más.
Quiero que lo represente.
—¿Entonces por qué lo lees?
Pateando el libro de sus manos, fuerzo a que su cuerpo esté sobre el
mío para que nuestros labios se toquen. —Me gusta pasar tiempo con mis
novios literarios. —Me río mientras jadea en una manera de oh-no-no-lo-
hiciste, y me hace cosquillas en la cadera.
—Podría ser un novio literario —dice, apoyándose en su codo—.
Mira... —Sus dedos se mueven por mi pierna—. Estoy pasando mi mano
por tu muslo. Dime cuando llegue a las partes sensibles.
Golpeo su mano cuando intenta pellizcarme el trasero, riendo en su
cuello mientras mueve su boca a mi oreja. Sus dedos se envuelven
alrededor de los míos, y los lleva hasta su pelo, obligándome a darle
coscorrones.
—¿Es esto lo que significa enredar tus dedos en mi pelo? —Sonríe y
sigue frotando nuestras manos alrededor de su cabeza—. ¿Esto te
enciende?
No puedo dejar de reír, pero incluso eso no me impide besar sus
mejillas, labios, nariz y barbilla. —Es lo que más me enciende, Eric.
—Ves, podría ser totalmente uno de tus chicos de fantasía.
Mi risa se desploma, y mi sonrisa se desvanece, pero no estoy triste.
Sólo quiero que sepa exactamente cómo me siento, y que lo digo en serio.
—No.
—¿Qué? ¿No lo hice bien? —bromea, sus ojos color chocolate son
juguetones.
Poco a poco retiro mi mano de su cabello, jugando con su oreja y
haciéndole cosquillas en la parte posterior de su cuello. —No es eso. No
quiero que seas un novio literario.
Su labio inferior sobresale y lo muerdo, tomándolo por sorpresa, y
gruñe en mi cuello mientras deja caer su cabeza. —¿No soy lo
suficientemente bueno? —pregunta, su cálido aliento calentando mi piel
antes de tomar el lóbulo de mi oreja entre los dientes.
—No. Eres mejor. —Tiro de su rostro para poder mirarlo a los ojos.
Es tan hermoso. No puedo creer que este sexy hombre me escogió a mí, y
todavía me escoge cada día. Presiono suavemente sus labios con los míos,
y paso mis pulgares por su mandíbula—. Eres real.
Gracias, adictos a los libros, por amar leer, por amar hablar sobre
leer, y por hacer realidad las fantasías cuando se enamoran de las
historias.
Gracias, Facebook, por distraerme tanto que me inspiraste a escribir
este libro.
Gracias, Theresa, por ser mi consejera para cada palabra de esta
historia. Sabes que me ayudaste a hacer a Eric exactamente como quería
que fuera. Gracias por escuchar mis balbuceos, mis lágrimas sobre mi
hombre roto, mi propia ansiedad mientras trataba de atravesar las escenas
difíciles, y por darme bofetadas cibernéticas. No tendría este libro si no
fuera por ti. Y me volví un poco ñoña sólo para ti, nena. *Cara de pacman*
Gracias, Jolene, Carol, Raquel, Jessica, y Kelley, por leer esta súper
historia para que pudiera llegar a mi fecha límite. Sus notas fueron más
que útiles, y supongo que el libro no fue una mierda, ya que les gustó. (Sí,
tenían razón, me equivoqué, vamos a dejarlo pasar ahora ;))
Gracias a mis chicas beta, por estar siempre al clic de un botón.
Principalmente son la razón de mi propia adicción a Internet.
Gracias, Dr. Seuss, por sus libros brillantes, y por darme la
oportunidad de “investigar” y pasar tiempo con mis hijos al mismo tiempo.
Gracias, Sue, por tu visión, que siempre está llena de genialidad.
Gracias por conocer mi visión, amar mi voz, apoyar mi sueño, y promover
mis libros como nadie. ¡Ah, en serio amo trabajar contigo!
Gracias, Gina, April, Kim, y el resto del equipo patea-traseros en
Random House Flirt. ¡Amo tanto a mi editor!
Gracias a mi corrector de estilo, Howard Mittlemark. ¡Eres un genio!
Gracias, Awesome Nerds, por ser el mejor equipo de la historia, por
promover mis libros, publicar comentarios, por sus impresionantes GIFs
que me hacen reír como tonta, y por fangirlear conmigo sobre las imágenes
de Dylan O'Brien.
Gracias, Brittany, por conseguirme mi increíble editor, por ser
rápida con mensajes de correo electrónico, y por ser mi amiga.
Gracias, mamá, Jenny, Becki y Shellie, por ser las personas más
compresivas y no sonrojarse demasiado cuando leen las escenas tórridas.
Gracias, Mandy, por ser mi consejera experta de Florida. Un día
volaré allí y podremos ir al Mundo Mágico de Harry Potter, y va a ser el
mejor día de mi vida.
Gracias, Bubble Guppies, para enseñarles a mis hijos a estar en
silencio durante media hora para que yo pueda escribir. Y gracias, hijos,
por amar a los Bubble Guppies lo suficiente como para cantar el tema a
cada lugar que vamos.
Y por último, gracias, Joshy, por inspirar aquella escena de la
ducha. (Voy a vengarme por esa agua helada.)
Cassie Mae es una nerd hasta el corazón de Utah, a
quien le gusta escribir sobre otros nerds que se
enamoran. Es la autora de los libros más vendidos
en Amazon, Reasons I Fell for the Funny Fat Friend y
How to Date a Nerd, y es la autora debutante de la
editorial Random House Flirt con sus novelas New
Adult Friday Night Alibi y Switched.
Pasa tiempo con su hijo angelical y esposo
perfecto quien la sigue y alimenta con uvas mientras
escribe en su teclado. Después ella se despierta de
ese mundo de ensueño y se las arregla para
conseguir unas cuantas palabras en la computadora
al tiempo que la casa explota a su alrededor. Cuando
no está escribiendo, pasa el rato con los jóvenes de la comunidad como
entrenadora de vóleibol y básquetbol, o buscando desesperadamente
chocolate en su casa.

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