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Staff
Moderadoras
Moni & Julie

Traductoras
Mel Wentworth Jessy. Dey Kastély
Gaz W. Finley Vero NnancyC
Mel Cipriano CrisCras Michelle
Sofía Belikov Ankmar Adriana
Vane Farrow francisca Abdo Blaire Grey
Jeyly Carstairs Snow Q Julie
Zafiro sweet_writer Aimetz
BeaG Nina Carter Julieyrr
Isabel 229 Eni Moni
nico vulturi Liz Holland Cynthia Delaney

Correctoras
Cami Jasiel Odair Momby Merlos
Blaire Grey Meliizza Lizzy
Key LucindaMaddox Gabihhbelieber
Eli Mirced CarolHerondale Alessa Masllentyle
NnancyC Cotesyta Melii
Daniela Agrafojo Arianyss Vane Farrow
Eli Hart Mel Wentworth
Paltonika SammyD

Lectura Final
Julie

Diseño
Dey Kastély
Índice
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Epílogo
Adelanto...
The Ever After of Ella and Micha
Sobre el Autor
Sinopsis
En la superficie, Lila Summers es perfecta: buena apariencia, ropa cara,
y una enorme y hermosa sonrisa. Pero un pasado oscuro e incluso secretos
más oscuros amenazan con derrumbar su perfecta fachada. Ella haría lo que
sea para mantener el vacío oculto en su interior; lo que la lleva a situaciones
que siempre terminan mal. Cada vez que toca fondo, solo hay una persona que
está allí para sacarla: Ethan Gregory.
Ethan estableció las reglas hace mucho tiempo: él y Lila solo son amigos.
Él no tiene relaciones. Aunque su exterior de chico malo tatuado está muy lejos
de la imagen de princesa bonita de Lila, Ethan no puede negar que tienen una
profunda conexión a la que no está acostumbrado. Si no es cuidadoso, podría
estar en grave peligro de encariñarse; y ha aprendido de la manera difícil que el
encariñarse solo lleva al sufrimiento.
Cuando Lila cae de la manera en que nunca lo ha hecho, ¿podrá Ethan
seguir ayudando como amigo? ¿O está también cerca de caer… por ella?

The Secret, #3
Prólogo
Traducido por Gaz W. Finley, Mel Wentworth & Mel Cipriano
Corregido por Cami G.

Lila
Belleza. Vanidad. Perfección. Tres palabras que mi madre adora.
Significan más para ella que su marido, sus hijas, y su vida. Sin estos
atributos, cree que estaría mejor muerta. Si yo no tengo esos atributos, me
repudiaría. Sé impecable. Brillante. Nunca jamás hagas nada menos que
excelente. Estas son sus reglas y la vanidad que compone mi vida. Y mi padre
no es nada mejor. De hecho, creo que podría ser peor, porque incluso con la
belleza, perfección e impecabilidad, todavía nunca soy lo suficientemente
buena.
La constante necesidad de ser perfecta me agobia continuamente y me
hace sentir como si fuera a ser aplastada por la presión. A veces juro que mi
casa se puede reducir y ampliar, que las paredes pueden acercarse y luego
expandirse. Cuando estoy sola en mi casa, el espacio se siente demasiado
inmenso con tantas habitaciones, tantos muros. Pero cuando estoy en ella con
mis padres parece que no puedo tener suficiente espacio, casi como si no
pudiera respirar, incluso si estamos en lados opuestos de la casa.
Quizá sea porque siempre estoy haciendo algo mal y ellos siempre me
recuerdan esos errores imperdonables. O no hago lo suficiente para
apaciguarles o no hago las cosas lo suficientemente bien. Siempre hay reglas
que seguir. Siéntate con la espalda recta. No te encorves. No hables a menos que
te hablen. No metas la pata. Sé perfecta. Luce bonita. Tenemos expectativas y
normas para vivir. Debemos parecer perfectos en el exterior, a pesar de lo que
hay en el interior. Me siento tan agotada por las reglas. Tengo catorce años y
todo lo que quiero hacer es divertirme por una vez en mi vida y no usar
conjuntos de suéter, pantalones y vestidos de diseñador, no preocuparme
porque mi pelo sea brillante y elegante, y mi piel sin defectos. Si pudiera, me
cortaría el pelo y lo teñiría de algún color salvaje, como un rojo ardiente o rayas
negras. Usaría delineador grueso y lápiz labial de color rojo oscuro. Haría
cualquier cosa, siempre que fuera realmente yo. Sin embargo, por el momento,
no estoy segura de quién soy. Solo conozco la yo que mi madre ha creado.
Me estoy cansando de eso. No quiero preocuparme por lo que todo el
mundo piensa de mi familia. No quiero sentarme en una mesa para cenar que
es lo bastante grande como para acomodar a veinte, cuando solo somos tres.
No quiero ser obligada a comer alimentos que parece que todavía tienen que
ser preparados bien. No quiero soportar una cena más en la que me digan cada
cosa que he hecho mal. Quiero que me dejen ser yo misma y tal vez, quizás,
que me digan que me aman. No quiero sentir que siempre lo estoy arruinando.
Quiero sentirme amada. De verdad que lo quiero.
—Lila Summers —dice mi mamá, con tono cortante mientras chasquea
su dedo hacia mí—. No te encorves en la mesa. Acabarás con una mala postura
y eso arruinará tu altura, o peor, tendrás una joroba en la espalda. Imagina lo
horrible que te verás.
Dejando salir un suspiro, enderezo los hombros, levanto el pecho y
continúo empujando la comida por el plato con mi cubierto. —Sí, madre.
Ella me lanza una mirada asesina, disgustada con mi tono irrespetuoso.
Acaba de tener su tratamiento regular de Botox y su cara parece congelada;
nada se mueve, se arruga ni revela algún tipo de emoción. Por otra parte, así es
mi madre, con o sin tratamientos de Botox. Mostrar sentimientos es mostrar
debilidad, algo que mis padres desprecian, junto con el fracaso, el bajo
rendimiento y la vergüenza al nombre de la familia, algo que con frecuencia
causo.
—Pero, ¿no parece un poco estúpido? —le digo, sabiendo que me
encamino sobre hielo delgado. Mi padre odia cuando cuestionamos las reglas,
pero a veces no puedo mantener la boca cerrada, porque la he mantenido
cerrada demasiado—. No poder encorvarme un poco cuando somos los únicos
aquí.
—Tal vez deberíamos ponerla a comer en una mesa para ella sola —dice
mi padre, tomando un bocado de su espárrago—. Sabes cómo me siento con
las distracciones mientras como. —Él siempre está irritado, pero hoy aun más.
Tuvo que unírsele a mi madre a una reunión obligatoria en mi escuela con el
director porque ayer fui atrapada fuera de clases. No era para tanto, en
realidad. Solo perdí gimnasia, pero los llamaron y causó una vergüenza para
mi padre, lo que me repitió en varias ocasiones en el viaje de vuelta a casa.
—Nunca hace nada bien —le había dicho a mi madre mientras nos
dirigíamos a casa—. Estoy tan harto del drama. O se endereza o se tiene que ir.
Lo había dicho como si yo fuera un perro o algo fácil de desechar.
Mi madre continúa mirándome desde el otro lado de la mesa,
advirtiéndome que mantenga la boca cerrada, que mi padre no está de humor
para cualquier discusión… como si alguna vez lo estuviera. Ella tiene los ojos
azules y el pelo rubio idéntico al mío, pero su cabello ha empezado a grisearse,
por lo que se tiñe una vez cada dos semanas para que sus raíces no se
muestren. Se hace manicuras, no usa nada más que diseños de marca, y tiene
un armario de zapatos que es tan grande como una casa. Le gusta su vino caro
y, por supuesto, su medicación. Le rezo a Dios no volverme como ella, pero si
mi madre se sale con la suya, estaré casada con el hijo de algún conocido de la
familia, a pesar de que no estaremos enamorados. El amor es estúpido. El amor
no te dará la felicidad, dice siempre. Así se conocieron ellos, lo que debe ser por
eso que se sientan en los extremos opuestos de la mesa y no hacen contacto
visual. A veces me pregunto cómo siquiera fui concebida, dado que nunca los
he visto besarse.
El teléfono de mi padre suena dentro del bolsillo de su camisa y lo saca,
tocando la pantalla. Vacila, y luego lo silencia antes de devolverlo a su bolsillo.
—¿Quién era? —pregunta mi madre, aunque ya lo sabe. Todos lo
sabemos. Incluso las criadas.
—Negocios —murmura, y se mete en la boca los espárragos.
El negocio es una chica de veinticuatro años sobre la que mi madre sabe,
pero de la que no dirá nunca nada a mi padre. La oí hablar con su madre
acerca de ello, y ambas acordaron que era un sacrificio en su vida de lujo. Mi
madre actuó como si no fuera gran cosa, pero pude oír el dolor en su voz
entonces como puedo detectar la agitación en sus ojos ahora. Creo que la hace
sentir como que está perdiendo su belleza y juventud, dado que se está
poniendo más vieja, más gris, y las arrugas empiezan a mostrarse.
—Bueno, ¿podrías por favor decirle a los negocios que no llamen durante
la cena? —Apuñala a su pollo con el tenedor—. Y Lila, no te voy a advertir de
nuevo. Siéntate derecha o te irás a tu habitación sin cenar. Vas a terminar con
una joroba en la espalda y entonces nunca nadie te va a querer.
—Creo que deberíamos reconsiderar enviarla a ese internado en Nueva
York adonde enviaste a Abby —dice mi padre sin mirarme. Se endereza la
corbata y toma un bocado de comida—. De hecho, creo que deberíamos. No
quiero tener que preocuparme de soportarla más. Es demasiado drama y no
tengo la paciencia para ello.
—Douglas, no creo que tengamos que enviarla tan lejos —dice mi madre,
dejando atrás la llamada de la chica como si fuera tan fácil como tragar una de
las pastillas que toma cada mañana.
Es casi la misma conversación que tienen todas las noches. Mi padre
dice: ―Mandémosla lejos.‖ Y mi madre responde: ―Douglas…‖
—Ha estado metiéndose en demasiados problemas. —Mi padre hace una
mueca y corta su pollo—. Faltar a la escuela para ir de compras y salir con
personas que no están a nuestro nivel. Además tiene notas promedio y cero
logros aparte de ser guapa. Me encontré con Fort Allman el otro día y su hijo
fue aceptado en Yale. —Se mete un bocado lleno de pollo en la boca y mastica
antes de hablar—. ¿Qué tenemos para exponer, Julie? Dos hijas, una que ha
estado en rehabilitación dos veces y otra que seguro va a terminar embarazada
antes del final de su primer año de secundaria. Necesita algún tipo de
dirección.
—No voy a quedar embarazada —aseguro, sintiéndome encogerme con
los hombros—. Ni siquiera tengo novio todavía. Nada serio.
—Es demasiado coqueta. —Él habla sobre mí con desdén en su voz,
como si estuviera avergonzado de quién soy—. Está resultando ser igual que
Abby y no quiero otra de esas en nuestra casa. Quiero algo de lo que pueda
estar orgulloso, y el internado tal vez pueda cambiarla, si no es demasiado
tarde ya.
Es como si me estuviera quedando sin espacio para respirar, las paredes
se acercan, listas para aplastarme en pedazos. Mis hombros se encorvan aún
más hasta que estoy enroscada en una bola.
—Se convertirá en alguien de la que estarás orgulloso, voy a asegurarme
de eso. Lo prometo —dice ella con voz tímida, reordenando las verduras en su
plato de porcelana—. Solo necesita un poco más de disciplina.
—¿Y si no lo hace? —pregunta—. Entonces, ¿qué?
Ella no responde, cortando su pollo en finas rodajas, y escucho el
cuchillo raspando el plato.
Mi padre me mira y sus ojos marrones son fríos, su mandíbula firme, y
su expresión estoica. —A tu edad yo ya sabía a qué universidad iría, dónde
trabajaría, e incluso ayudaba a mi padre en su oficina tres veces a la semana.
¿Qué ha logrado ella? ¿Verse bonita? ¿Usar ropa bonita? ¿Convertirse en ti,
Julie? No veo cómo eso será beneficioso para su futuro. A menos que encuentre
a alguien que se case con ella, lo que en este punto te puedo asegurar que
nadie hará. —Lo dice con tanta arrogancia y autoestima—. Tiene que empezar
a centrarse menos en los chicos y la ropa, y más en la escuela y el trabajo.
Tiene que dejar de arruinar todo, y hasta que lo haga no quiero que esté en
esta casa.
Me instruyo a respirar, que las paredes no se están acercando realmente
y que no voy a ser despedazada. Que los sentimientos punzantes dentro de mí
son solo sentimientos y un día no me sentiré tan inútil… un día me sentiré
amada. Que mi padre solo está siendo él mismo, de la misma manera que su
padre fue con él (lo sé porque lo he visto). Mi hermana, Abby, me asegura que
hay todo un mundo ahí fuera, más allá de los padres, el dinero, las
expectativas y la vanidad. Uno en el que puedes ser tú mismo y tener la
libertad de ser quien quieras, sea lo que sea. Ella dice que es libre ahora y que
es la más impresionante y maravillosa experiencia que hay, a pesar de sus
menos que perfectas condiciones y opciones de vida.
—Douglas, realmente creo que… —vuelve a empezar mi madre, pero mi
padre la interrumpe, levantando la mano para hacerla callar.
—Me aseguraste cuando decidimos tener hijos que no iba a tener que
lidiar con ellos —dice; su tono frío como el hielo—. Dijiste que tú te harías
cargo de ellos y que solo tendría que centrarme en mi trabajo. Pero ahora estoy
aquí, con la hija número dos, y me está dando tanto dolores de cabeza como la
hija número uno. Esto no es lo que acepté.
Por alguna razón, imagino a mi padre en su día de boda garabateando en
un contrato que dice que no tendrá que lidiar con sus hijos si mi madre decide
tenerlos.
—Lo hare mejor —me atrevo a decir—. Prometo intentarlo.
—Lo intentarás. —Mi padre suelta una risa baja y burlona en tanto
suelta el tenedor en su plato—. Julie, debe ir a un internado. Será bueno para
ella. —No me habla. Raramente lo hace, como si no fuera lo suficientemente
buena como para hablarme.
—Bien, la enviaremos —dice mi madre abruptamente, con su mentón
bajo—. Lo arreglaré el lunes a primera hora.
—¡¿Qué?! —Sé que no debo levantar la voz en la mesa, pero esto cuenta
como una excepción. Empujo mi plato y pongo mis manos en la mesa—. ¡No
pueden hacer eso! ¡No iré a ningún lado!
Mi papá pone las manos sobre la mesa y por fin me habla. —Voy a hacer
lo que quiera, maldita sea. Eres mi hija, llevas mi apellido, y por lo tanto vas
actuar como yo quiera e irás a donde te envíe. Y si digo que vas a ir a un
internado, entonces irás.
Se siente como que no hay espacio entre las paredes, la mesa y yo.
Quedaré aplastada entre ellos si no consigo salir. Empujo la silla. Sé que no
debo actuar así, pero parece que no puedo detenerme. —¿Y mis amigos? ¿La
escuela? ¿Mi vida aquí? No puedo simplemente dejar todo eso atrás.
—Tus amigos no son adecuados para ti —dice mi madre—. Hacen que
faltes a la escuela y te metas en problemas.
—No es cierto —protesto—. Apenas he hecho algo y lo que he hecho es
normal para una adolescente.
—Siéntate —demanda mi padre—. No te levantarás hasta que termines
tu cena.
Sacudiendo la cabeza, retrocedo un paso. —¡Esto es basura! —He tenido
pocos arrebatos como este y cada uno resultó con un castigo basado en un
discurso sobre lo insignificante que soy para esta familia.
Mi padre le frunce el ceño a mi madre. —Ten cuidado con tu hija.
Ella rápidamente se pone de pie, colocando sus manos en la parte
superior del mantel de lino blanco. —Lila…
Huyo del comedor, dirigiéndome a las escaleras, pero en el último
segundo, giro hacia el vestíbulo a grandes zancadas, deseosa de salir corriendo
de este lugar, al igual que mi hermana, Abby. Quiero huir de ellos.
Desaparecer. Ella solía hacerlo todo el tiempo hasta que un día la enviaron
lejos y nunca regresó a la casa.
Oigo a mi mama gritar y el sonido de sus tacones altos contra el suelo de
mármol mientras me persigue. —¡Lila Summer, no te atrevas a dejar esta casa!
Abro la puerta de golpe, y el calor y la luz brillante me rodean. La alarma
de la casa también suena, pero no regreso a apagarla. Corro por el camino
pavimentado con ladrillo y pulso el código de la puerta para abrirla. Puedo oír a
mi madre gritando, pero corro por la puerta y por la acera, buscando libertad.
Quiero huir de ellos y sus reglas. No puedo ir a un internado. Tengo una vida
aquí. Tengo amigos que se preocupan por mí, y sin Steph, Janie y Cindy, no
tendría a nadie. Estaría sola.
La idea me atemoriza y el miedo envía un shock de adrenalina por mi
cuerpo. Mis piernas y brazos se mueven rápidamente, llevándome por la
cuadra. No dejo de correr hasta que alcanzo la parada del autobús un par de
metros más abajo donde el vecindario cambia de enormes mansiones
excéntricas a los suburbios ordinarios, menos atractivos. Tomé el autobús solo
una vez, pero creo que puedo manejarlo, y ahora mismo no tengo otra opción.
No tengo mi teléfono conmigo así que o puedo vagar por ahí, ir a casa o ir a lo
de mi hermana y quedarme allí por un tiempo. Buscando en el bolsillo de mi
pantalón, saco un billete de veinte dólares. Luego me desplomo en la banca y
espero por el autobús que te lleva al centro de la calle principal en la ciudad.
Toma un tiempo hasta que el autobús llegue, y estoy un poco
sorprendida de que mi madre no aparezca en el momento que subo, sin
embargo la idea de que ella haga un esfuerzo por estar en esta zona parece
inverosímil. Intento fingir que no era algo importante, incluso aunque lo sea.
Me alegro de que no apareciera, así no tendría que escuchar su discurso. Pero
si admito la verdad, la dolorosa y fea verdad, deseo que hubiera aparecido
porque eso significaría que quizás le importo lo suficiente.
El trayecto en autobús parece eterno y el asiento en el que estoy tiene un
olor raro, como medias sin lavar con una abrumadora esencia floral. Está lleno
de gente, también, y algunos parecen vagos. Como el chico sentado frente a mí
que sigue lamiéndose los labios mientras me mira. Tiene los cordones
desatados, agujeros en los vaqueros, y luce un poco mayor que yo. No es feo,
pero las cicatrices y la piel ligeramente desigual haría que mi madre al instante
lo considerara indigno de las cosas buenas de la vida. Solo la belleza merece la
riqueza (de verdad la oí decir esto una vez a mi abuela durante una de sus
borrachera de sinceridad).
—¿Tienes algo de dinero? —pregunta, deslizándose hasta el borde de su
asiento, frotando su mentón sin afeitar.
Sacudo mi cabeza y giro mis rodillas hacia la pared. —No.
—¿Estás segura? —Mira los bolsillos de mis pantalones mientras
continúa lamiendo sus labios.
—Sí, estoy segura. —Giro hacia la ventana, mientras continúa viéndome
como un psicópata.
—Estás muy buena. ¿Lo sabías? —pregunta, y por un segundo me siento
halagada pero de una manera incómoda—. ¿Te has perdido o algo? —Cuando
no contesto, pone su mano sobre mi rodilla—. Si quieres, puedo ayudarte a
encontrar el camino de regreso a casa.
—No me toque —digo en voz baja, con mi pulso acelerándose a medida
que desliza su mano por mi pierna.
—¿Por qué, cariño? —pregunta, su mano llegando a mi muslo—. Está
bien, lo sabes.
No me muevo. Me toma un minuto ordenar la confusión en mi cabeza,
porque mi cabeza y mi cuerpo dicen dos cosas diferentes. No es como si un
chico no me hubiera tocado antes, pero por alguna razón las manos de este en
mi muslo me hace sentir especial. Contacto humano, piel con piel. Odio
sentirme hambrienta de ello y hay un ligero disfrute de su contacto, lo cual me
hace sentir avergonzada y sucia, pero al mismo tiempo, deseada. Y raramente
me siento así.
Elaborando coraje, saco su mano de mi pierna. Comienza a reírse de mí,
pero no digo nada más, y luego se baja del autobús, haciendo un comentario
de que vaya con él para que pueda mostrarme un ―buen momento‖.
Me relajo un poco una vez que se va y trato de enfocarme afuera
mientras el autobús pasa calle tras calle; el sol bajando en el horizonte hasta
que se desvanece. Mi reflejo me devuelve la mirada por la ventana casi todo el
viaje: hundidos ojos azules, cabello rubio largo hasta los hombros, y mi tez
blanca que es tan suave que todo el mundo piensa que me pongo maquillaje,
pero no lo hago. Belleza. Todo el tiempo me dicen que la tengo y la gente parece
envidiarlo, aún cuando nunca me da lo que quiero. Amor. Afecto. Para
sentirme llena dentro en vez de tan vacía.
Está oscuro para el momento que llego a mi destino y el aire se ha
puesto frío. El vecindario donde vive mi hermana tampoco ayuda. Está en el
sector descuidado y hay un montón de gente vagando por las aceras llenas de
basura. Hay un hombre desmayado en una banca en la parada de autobús,
junto con un grupo de chicos parados en un círculo gritando frente a un
edificio vacío con ventanas tapiadas. Uno de los chicos me ve cuando me bajo
del autobús y le da un codazo al que está a su lado, diciendo algo en voz baja.
Ambos me miran y no me gustan las expresiones en sus caras o el hecho de
que son tres veces mi tamaño.
Giro a la derecha, aunque la casa de mi hermana se halla a la izquierda,
solo para evitar caminar junto a ellos. Mantengo la cabeza baja, deseando
ocultar mi apariencia, porque, como experimenté antes, mi apariencia causa
problemas.
—Oye, ¿a dónde vas, bebé? —grita uno de ellos, siguiéndome con sus
ojos—. Regresa aquí y juguemos.
Corro y no disminuyo la velocidad hasta que giro en dos de las esquinas
de la cuadra, prácticamente haciendo un cambio de sentido. Por fin, llego a un
área más tranquila en la acera, que limita con una cerca de alambre alrededor
de un depósito de chatarra. Sigo caminando con la cabeza baja, marchando
rápidamente, hasta llegar a casa de mi hermana un par de cuadras abajo.
Recuerdo la primera vez que la visité, cuán asombrada me sentía. Había
sido expulsada del internado por posesión de drogas y mi padre no la dejó
volver a casa ni le dio ninguna ayuda financiera. Se fue de casa como una
bocazas que le gustaba decir lo que pensaba, y se rebeló de vez en cuando,
pero nada importante. Cuando regresó, se hallaba sometida, adicta a las
drogas, y apenas actuaba como la hermana que recordaba. Este fue el único
lugar que podía permitirse y admito que es asqueroso. La mayoría de las
ventanas en la parte exterior del edificio de ladrillo de tres pisos están ya sea
rotas o tapiadas, y hay gente durmiendo en la escalera. Mi madre la llama una
casa de droga donde viven, las personas no deseadas de mala calidad, y me
dice que nunca, nunca visitará a mi hermana. Me las arreglo para llegar al piso
de Abby sin ninguna confrontación de las personas que duermen en las
escaleras o la mujer gritando cosas obscenas a un hombre que vive al otro lado
del pasillo. Hacen falta cinco golpes para que mi hermana abra la puerta, y en
cuanto la veo, noto que está felizmente drogada.
—Hola, Lila —dice aturdida mientras parpadea sus ojos azules—. ¿A qué
debo el honor de tu visita? —Lleva una camiseta gris demasiado grande y
vaqueros cortos, algo por lo que mamá la repudiaría por usar, sin embargo,
supongo que como que ya lo hizo así que no importa.
—Hola —saludo torpemente, sintiéndome incómoda.
Abre más la puerta así puedo entrar. —Apuesto a que fue papá, ¿verdad?
—bromea con desdén mientras se cierra la puerta detrás de mí—. Debe haberte
enviado aquí a ver cómo estoy y asegurarse de que su querida hija se
encuentra bien y no está muerta en una zanja.
—Necesitaba un lugar para aclarar mi mente —le digo, inspirando
profundamente mientras giro, viendo su sala de estar que es del tamaño del
vestíbulo de mi casa. El aire huele a humo y algo así como basura, y hay estos
jarrones de cristal excéntrico por todas partes y un montón de botellas de
alcohol—. Mamá y papá no saben que estoy aquí —digo, enfrentándola. Creo
que estoy por abrazarla, porque realmente necesito un abrazo, pero luce tan
frágil, que parece que si la abrazo muy fuerte, pudiera romperse.
Luce tan diferente a la última vez que la vi y pasaron solo seis meses. Su
pelo rubio se ve grasoso y delgado, sus poros son enormes y tiene un par de
heridas en la piel que parecen granos que ha estado rascando. Sus labios están
secos y tiene un poco de herpes labial. Ha perdido mucho peso, que no es
bueno ya que ella ya era demasiado delgada.
Parpadea hacia mí y luego señala hacia un sofá de tela escocesa hecha
jirones, que llena la estrecha sala de estar. —Puedes sentarte, si quieres —dice,
dejándose caer en él.
Cepillo algunas migajas de los almohadones y tomo asiento. Hay una
bombilla de aspecto extraño en la mesa de café, bosquejada con arte colorido, y
la alcanzo. —¿Qué es esto? ¿Arte?
—No toques eso —espeta, golpeando mi mano—. Eso no es arte, Lila.
—Oh, lo siento. —Empiezo a arrepentirme de venir aquí, ya que no
parece feliz de verme y está completamente fuera de sí—. Tal vez debería irme.
—Me pongo de pie, pero ella me agarra del brazo y tira de mí hacia abajo.
—No, no te vayas —suspira—. Es solo que... —Se rasca la cabeza y luego
se pellizca la cara—. No sé por qué estás aquí, sobre todo desde que mamá dejó
bastante claro que la familia iba a negarme.
—Yo nunca te negaría —le digo, recordando la forma en que solíamos
tener una buena relación, antes de que sucediera lo del internado, y luego su
adicción a las drogas—. Es que... es solo que... Papá va a enviarme a un
internado —dejo escapar—. El mismo al que tú fuiste.
Se queda en silencio durante un buen rato, mirando la bombilla en la
mesa de café. —¿Por qué? ¿Qué pasó?
Pongo una cara culpable. —Me atraparon faltando a la escuela.
Ella niega con la cabeza y flashes de odio aparecen en su rostro. —Papá
es un maldito idiota. Es como si nunca pudieras meter la pata. Ni una sola vez,
incluso en algo pequeño. Y si lo haces... si lo haces, entonces ya no existes
para él.
No discrepo. De hecho, me he sentido bastante inexistente la mayor
parte de mi vida. —¿Qué debo hacer?
Se encoge de hombros. —No hay mucho que puedas hacer... no hasta
que tengas dieciocho y puedas irte lejos de ellos.
Me encorvo en el sofá, mirando el cartel colorido en la pared, que tiene
una imagen de una guitarra. —¿Qué tan malo es?
Toma un encendedor de la mesa y alcanza la bombilla. —¿Qué tan malo
es qué?
—¿El internado? —pregunto, mirándola con curiosidad. ¿Qué hace?
¿Quién es esta persona sentada a mi lado? Casi no la reconozco.
Pone la bombilla en su boca. —No es peor que estar en casa. —Chasquea
el encendedor y comienza a mover la llama a lo largo del cristal. No tengo idea
de lo que está haciendo, pero se siente como si tuviera que apartar la mirada.
Así que lo hago.
—Entonces, ¿puedo soportarlo? —Me quedo mirando el oscuro pasillo
que conduce a una puerta cubierta con collares de cuentas—. Quiero decir, ir
allí. No va a ser tan malo, ¿verdad?
Su risa se convierte en tos. —Todo depende de cuán buena pienses que
es nuestra vida en casa.
—No es tan malo —le digo, pero la mentira es espesa en mi garganta.
Resopla otra carcajada. —Oh, Lila, no te engañes. Nuestra vida en casa
es un montón de mierda a base de mentiras para el ojo público. Para todo el
mundo, parece la familia perfecta, pero en el interior, detrás de las puertas
cerradas, vivimos en un cascarón vacío. No hay abrazos. No hay besos. Sin
afecto. Una madre zombi sin emociones que está obsesionada con su belleza y
dinero. Un padre ausente que nos odia y se siente orgulloso de decírnoslo todo
el tiempo, un padre que nos hace saber lo mucho que le molestamos
simplemente porque existimos. —Tose de nuevo, más fuerte, hasta que atrapa
algo y luego lo escupe en el suelo—. Es como si él quisiera que seamos tan
miserables como su padre lo hizo ser.
Finalmente la miro y está estableciendo la bombilla encima de la mesa.
Me doy cuenta de que el aire huele un poco a humedad. —¿Qué es eso? —le
pregunto, señalándola.
—Esperemos que nunca lo averigües. Mantengamos la esperanza de que
vivirás en una especie de arcoíris y sol en lugar de esto.
—Pero pensé que habías dicho que las cosas iban mejor aquí. Que te
sentías más libre.
—Me siento más libre —bosteza, y sus párpados se tornan pesados—.
Pero no quiero esta versión de libertad para ti.
—Pero si no te gusta, ¿entonces por qué lo haces?
—Porque me hace feliz y todas las cosas oscuras en el mundo no lo son
tantos. —Deja caer el encendedor sobre la mesa, considera algo, y luego saca
su rodilla del sofá y se vuelve para mirarme—. ¿Quieres un consejo de
hermana?
—Umm... —Echo un vistazo alrededor del apartamento que estoy
bastante segura que está lleno de ritos de drogas—. Supongo.
—Vive tu vida, Lila, de la forma en que deseas, no como papá, o
cualquier otra persona, quiere que lo hagas. —Toma el encendedor otra vez,
con sus párpados aún más pesados, y empieza a divagar, mirando aturdida y
apenas coherente—. Y si terminas en el internado, mantente alejada de los
chicos problemáticos, de los de aspecto rudo, salvaje y peligroso. Pueden hacer
que te sientas viva y amada, y que la vida en realidad puede significar algo.
Pero todo lo que hacen es utilizarte. Y te harán caer con ellos. En realidad no te
quieren, Lila. No lo hacen. El amor ni siquiera existe, a pesar de lo mucho que
lo quieras.
Me pregunto por qué me está diciendo esto. —Um... está bien.
No se explica, y ese es el final de nuestra conversación. Se levanta y
comienza a limpiar la casa como un robot dosificado por el azúcar y la cafeína.
Me siento y la miro, preguntándome cómo llegó a este punto de su vida, tan feo
y roto, tan jodido. ¿Fue por un chico que amaba? ¿Es por eso que ella dijo esa
cosa sobre el amor?
Una semana más tarde, voy al internado con sus sabias palabras como
una sombra en mi mente, ahí, pero apenas. El problema es que se olvidó de
advertir sobre los chicos que parecen perfectos en el exterior, los que son
encantadores, aparentemente intachables, y que te hacen sentir amada por
primera vez. Se olvidó de hablarme de la ilusión del amor y la oscuridad que
viene con él. Que, al final, cuando la ilusión se ha ido, las paredes se acercan,
te aplastan, y lo único que te queda es sentirte menos amada y sin valor que
antes.
Ethan
Estoy sentado en la mesa de la cocina, rodeado de basura, botellas de
alcohol y colillas de cigarrillos en, probablemente, la peor casa en el barrio, que
ya es decir mucho porque hay una gran cantidad de casas de mierda en esta
ciudad. Está oscuro afuera y el dueño del lugar optó por el estilo hippie de los
‗60 y decorar con lámparas de lava. Él también tiene una luz negra, por lo que
la casa obtiene un brillo inquietante y los dientes de todo el mundo se ven
estúpidamente blancos.
Hace un año, yo era un chico normal, iba a la escuela y sacaba buenas
notas. Ahora tengo casi diecisiete años, y soy un desertor escolar que está
sentado en casa de unos drogadictos, sin saber cómo diablos llegué aquí. Se
siente como que de repente estoy cayendo en picada por un precipicio, saliendo
con un grupo de gente que apenas conozco y que no parecen preocuparse por
nada más que drogarse y hablar de lo difícil que es su vida.
Al principio la caída fue bastante divertida y fácil, sobre todo para apagar
mis pensamientos, porque me vuelven jodidamente loco. Pero luego, las cosas
descendieron hasta el fondo y puedo sentirme cerca de chocar con ellos. No
quiero estar en esta profundidad. No solo porque odio las agujas. Es decir,
puedo soportarlas hasta cierto punto, siempre y cuando vayan en el cuerpo de
otra persona, y no en el mío. Eso debe ser suficiente para mantenerme fuera de
situaciones como éstas, sin embargo, aquí estoy, viendo a un tipo inyectarse
justo en frente de mí, no porque estoy un poco curioso, sino porque parece que
no puedo encontrar una razón suficiente para levantarme y salir. Además, está
London, mi única debilidad en este mundo, a pesar de lo mucho que quiero
negarlo. London es la única persona por la que voy a tomar decisiones tontas,
incluso cuando sé que lo son. Ella es la razón por la que rompí la regla de ―no
novia‖.
El propietario de la casa golpea la aguja con los dedos y luego apunta
hacia su antebrazo. Abre y cierra la mano un par de veces, bombeando el
puño, y luego hace un puño final antes de sumergirla en su brazo, deslizándola
debajo de su piel, profundamente en su vena. Me estremezco cuando sus
músculos se tensan, y luego la saca y deja caer la aguja sobre la mesa frente a
él, al lado de una cuchara. Vuelve en sí en la silla de la cocina y deja escapar
un gemido que me asusta en serio.
—Y así es como te drogas, hijos de puta —dice, mientras sus ojos se
ubican en la parte posterior de la cabeza—. Esto se siente en serio... —
Entonces cae frito, su cabeza a un lado.
Estoy tratando de averiguar por qué sigo aquí. Sé por qué vine aquí. Por
London. La conocí hace casi un año. Había estado tan borracha en la fiesta en
la me encontraba, que necesitó que la llevara a casa. De alguna manera, ese
terminó siendo mi trabajo. Al principio estaba enojado y fui un idiota todo el
camino a casa. Pero entonces empezó a llorar hasta el punto en que pensé que
se iba a desmayar, así que estacioné la camioneta a un lado, y ella
inmediatamente corrió hacia el campo.
—Tienes que estar bromeando —había murmurado, empujando la
camioneta en el pastizal. Nunca me he llevado bien con el llanto y por un
momento pensé en simplemente dejarla correr y perderse en la oscuridad.
Después de contemplar qué tan idiota estaba siendo, no podía dejarla allí.
Maldiciendo en voz baja, me bajé de la camioneta, la perseguí, y la encontré
llorando en medio del campo.
—Mira, no sé cuál es el problema, pero tengo que llevarte a casa —le dije,
deteniéndome delante de ella, trabajando para mantener la calma. Se hacía
tarde, el cielo ya era gris y quería tener tiempo para volver a la fiesta—. Así
que, ¿podrías hacerme un favor y volver a la camioneta?
Sacudió la cabeza, abrazándose las rodillas y tirándolas más cerca de
ella. —Solo déjame aquí.
—Oh, confía en mí, estoy considerándolo seriamente.
—Bueno. —Hundió la cara en sus rodillas—. Yo no quiero... —Se
interrumpió, secándose los ojos.
Me quedé allí en medio de la hierba seca, tratando de averiguar qué
diablos hacer, si hacer preguntas o mantener la boca cerrada. Me encontraba a
punto de dejarla cuando comenzó a sollozar; como estos jadeantes e
incontrolables sollozos. De repente, tuve un flashback de cuando tenía
alrededor de ocho años y mi papá pasó por esta fase en la que iba golpearme
duramente cada vez que tomaba sus medicamentos para el dolor, y yo solía
acurrucarme en una pelota y sollozar. En realidad no era un gran problema ni
nada, y solo duró como un año, pero aun así, siempre apestaba.
A pesar de que no tenía ni idea de por qué London lloraba, sentí un poco
de compasión, porque obviamente algo pasaba. —Mira, ¿estás bien? —Me
agaché delante de ella—. ¿Quieres que te lleve a otro lugar?
Sus lágrimas se silenciaron y cuando levantó la cabeza, tenía una mirada
cínica en su rostro, lo que me sorprendió. —¿A dónde? ¿Tu casa? ¿Así me
puedes follar?
—No. —Me levanté y di un paso atrás, porque la chica era muy intensa—
. Solo trataba de ayudar. Es todo. Pero si vas a ser una perra, entonces voy a
dejar que te sientes aquí y llores.
Sus ojos se quedaron en mí cuando se puso de pie y su tristeza se
desplazó gradualmente a curiosidad mientras su mirada se desviaba arriba y
abajo por mi cuerpo. —Eres un idiota.
—Gracias —murmuré sin darle importancia. No era la primera vez que
me han dicho eso. De hecho, me han dicho cosas peores.
—Si de verdad quieres ayudarme —dijo, alcanzando mi mano—,
entonces deja de hablar.
Antes de que pueda responder, me arrastró de vuelta hasta mi
camioneta, a un lado de la carretera. Pensé que iba a derramar su corazón y
alma, o algo así, pero en lugar de eso subimos a la camioneta y se quitó una de
las tiras de su sostén. Fumamos y cuando acabamos, me preguntó si quería
follar. Por mucho que me gustaba el sexo, hubo algo en ella, la tristeza en sus
ojos tal vez, que me hizo dudar por primera vez desde que empecé a tener
relaciones sexuales. Seguro, London tenía un aspecto rebelde, casi sucio con
su ajustada falda de cuero y blusa escotada, pero también parecía que sufría
por dentro. Se sentía como que buscaba una manera de deshacerse de la
tristeza y en ese momento lo adecuado parecía ser el sexo.
—Tal vez solo debería llevarte a casa —dije, poniendo la colilla en el
cenicero de mi camioneta.
—¿Por qué? —cuestionó en un tono decidido, alzando las cejas—. ¿Me
tienes miedo o algo así?
Negué con la cabeza y rodé los ojos. —No seas ridícula.
Me miró de arriba a abajo. —¿Eres virgen o algo así?
Aspiré una risa. —No he sido virgen durante dos años, cariño.
Sonrió con condescendencia. —¿Entonces cuál es el problema?
—No tengo idea —mentí.
Siguió mordiéndose los labios. Tenía los ojos hinchado de tanto llorar y
había rímel corriendo por sus mejillas. Apenas la conocía, pero deseaba quitar
esa mirada triste de su rostro, y eso era algo que no quería estar pensando. Sin
compromisos. Sin relaciones. Esas eran mis reglas.
—Entonces folla conmigo. —Se deslizó sobre el asiento y apretó sus
labios contra los míos duramente, mordiéndome el labio inferior. Pensé en
alejarme, pero estaba demasiado excitado y terminé pensando con mi polla y
regresándole el beso.
Tuvimos sexo en el asiento trasero de mi camioneta. Sexo rudo y
sudoroso, lleno de una pasión que me voló la cabeza en ese momento. Quiero
decir, ya había tenido relaciones sexuales antes, pero aquello fue diferente y
mis pensamientos, mis ganas de estar solo, se disolvieron en el deseo de algo,
no es que yo pudiera entender qué.
Después de eso, me volví adicto a ella y a su comportamiento errático,
impulsivo y salvaje. Ella me introdujo al mundo de las drogas y pasamos horas
teniendo relaciones sexuales, nunca hablando, haciendo nuestra relación fácil
y perfecta, nunca complicándola.
Y ahora, seis meses más tarde, estoy sentado en la casa de un adicto a la
heroína, porque ella me pidió que estuviera aquí. No es mi escenario. Quiero
decir, me drogo y todo, y he probado la cocaína un par de veces, pero la
heroína es otro juego, uno que no estoy seguro de querer jugar.
London extiende su brazo sobre la mesa. Tiene el pelo corto y negro,
manchado de púrpura, y su ceja está perforada, junto con el punto justo por
encima de su labio, al lado de una enorme cicatriz que se extiende desde un
lado de su nariz hasta el labio. Le he preguntado un montón de veces cómo la
obtuvo, pero se niega a decirme. Se niega a decirme un montón de cosas.
—¿Ethan? —London mira en mi dirección con una expresión de
esperanza—. No puedo inyectarme sola. ¿Por favor, por favor, me ayudas?
Pongo una expresión cautelosa, y niego con la cabeza. —Lo siento, no sé
cómo.
—Sé que no, bebé, pero te puedo decir cómo hacerlo. Va a estar bien,
confía en mí. —Sus ojos me ruegan que la ayude mientras corre su mano libre
por mi pelo, tratando de calentarme—. Por favor, necesito esto.
Siempre necesita algo, y yo suelo dejarla, porque no tengo porqué decirle
qué hacer, pero esto... esto podría ser un poco demasiado.
—¿Desde cuándo estás con esto? —le pregunto, mirando a la gente de
ahí, en el piso de la sala de estar—. He estado contigo durante los últimos seis
meses y nunca te he visto tomar otra cosa que mala hierba y coca.
—Bueno, supongo que no me conoces tan bien —asiente, sacando su
mano de mi cabello—. Y no has estado conmigo. Solo te he dejado seguirme.
Me estoy exasperando. Abro mis nudillos contra la mesa y luego los hago
sonar en mi cuello. —Bueno, no te estoy ayudando con esto.
Hace puchero, pero no me siento mal por ella.
—Eso no va a funcionar conmigo —le digo—. No con esto.
—Yo voy a ayudarte, bebé. —Este tipo de su edad, creo que su nombre
Drake o Draven, o algún extraño nombre que suena a vampiro, viene entrando
en la cocina. Es un completo idiota y me ignora, mirando a London como si le
perteneciera, o algo así—. ¿Tienes una aguja?
Ella niega con la cabeza y se mete el pelo detrás de la oreja. Cuando
mueve su hombro, veo el tatuaje que lleva: rota. Le pregunté lo que significaba
una vez y me dijo que era porque estaba rota. Le pregunté por qué pensaba
eso, y negó con la cabeza y me dijo que no quería hablar de ello. Que solo
quería follar. Dice eso mucho.
—Solo la que está aquí. —London golpea la aguja usada que está sobre la
mesa y mi cara se llena con repugnancia.
Él se deja caer en el asiento de al lado y toma la aguja usada que
pertenece al hombre desmayado sobre la mesa. Luego busca una cuchara y un
encendedor.
—Sabes que no es higiénico, ¿cierto? —le pregunto a London, tirando
hacia abajo de las mangas de su camisa a cuadros—. ¿Ni inteligente?
—¿Desde cuándo he afirmado ser inteligente? —Arquea una ceja,
alentándome a que le diga lo contrario.
—Nunca, pero eso no significa que tienes que actuar como una idiota. —
Echo un vistazo a Draven o Drake, o sea quien sea—. Cuando es obvio que no
eres así.
—Bueno, Drake va a hacerlo por mí —dice, con un desafío en sus ojos,
porque sabe que es un tema delicado. Odio parecer débil y ahora mismo voy a
dejar a un tipo tomar el control de mi chica.
Echo un vistazo a la aguja en la mano del hombre cuando extrae un poco
de líquido de la cuchara. Quiero darle un puñetazo en la cara. Quiero gritarle.
Quiero gritarle a London, no solo por lo que va a hacer ahora, sino porque
estoy empezando a preguntarme si ha hecho esto en el pasado, si se inyectó
con agujas sucias. Mierda, ¿y si me contagió algo? Pero no le grito porque
entonces sería una réplica de mi padre, siempre gritándole a mamá. La verdad,
lo que deseo hacer es largarme de esta maldita casa, porque no quiero estar
aquí.
—¿Podemos irnos? —le digo—. Tiene que haber algo más que quieras
hacer. Podemos ir a pasar el rato con Jessabelle y Big D.
—Esos dos son aficionados —contesta, y puedo decir por su tono firme
que no va a dar marcha atrás, porque una vez que London toma una decisión,
no la cambia.
—¿Quién trajo al gruñón? —interrumpe el tipo, apuntando una mirada
hacia mí. Asiente con la barbilla hacia la puerta principal—. Si no eres lo
suficientemente grande como para soportarlo, entonces largo de aquí.
El tipo es el doble de mi tamaño, cuello grueso, alto, fuerte, y yo no soy
bueno para buscar pelea, de todos modos. —Ven conmigo —le digo a London—.
Te puedo llevar a tu casa, o a la mía.
—¿Para qué? ¿Hablar? ¿Besarnos? ¿Follar? —Sacude la cabeza—. Eso no
es lo que quiero, Ethan. Lo que quiero, lo que yo necesito, es esto. —Dirige su
atención a la aguja y bombea su puño un par de veces—. Dios, necesito tanto
esto.
Algo está obviamente molestándola y parece que, por una vez, tengo que
llegar al fondo antes de que haga algo drástico, incluso para ella. —London, por
favor, solo ven conmigo y dime…
—¡Cierra la puta boca, Ethan! —grita, golpeando la mesa con su otra
mano. Un tipo en la sala de estar revienta de risa y el chico drogado de la silla
se gira más y cae al suelo, golpeando duro. No parece importarle—. No necesito
un maldito héroe. O algún pequeño y patético estudiante de secundaria
tratando de salvarme. Lo que necesito es estar con alguien que me dé lo que
pido y me permita vivir mi vida como quiero.
Apretando los dientes, me levanto de la silla. —Está bien. Haz lo que
quieras, entonces. Encuentra a otra persona. Fíjate si me importa una mierda.
—Sin embargo me importa. Mucho. Deseo a London, más de lo que he querido
a nadie más. Siempre he deseado en secreto poder dejar todas mis cosas
detrás, ir de mochilero por todo el país, y escribir sobre lo que veo y siento, y lo
mucho que me gusta estar cerca de la gente, el mundo y el parloteo constante.
Siempre sentí como que estaba el resto del mundo, y luego yo. Pero ahora
estábamos London y yo. Creo que podría estar enamorado de ella a pesar de
que está mal de la cabeza, y la verdad es que no sé mucho sobre ella. Pero yo
soy de la misma manera. Rara vez comparto lo que soy, y confundo a la gente
cuando lo hago. En el fondo, creo que podríamos ser perfectos juntos, vivir en
nuestro pequeño mundo desordenado, donde hablaríamos de ser forasteros y
vivir la vida al máximo. Pero no de esta manera. No con jodida heroína en
nuestros sistemas.
Las emociones de London se mezclan en su expresión mientras me dirijo
hacia la puerta. Se ve furiosa, irritada y herida, pero sigo poniendo un pie
delante del otro. Al dejar la cocina, tengo este pequeño impulso de retroceder y
tratar una vez más para convencerla de que no lo haga, pero cuando miro por
encima del hombro, el tipo ya hunde la aguja en su antebrazo. Negando con la
cabeza y encogiéndome por dentro, salgo de la casa, sabiendo que ella me
llamará ya sea más tarde esta noche o por la mañana, para recogerla, como
siempre hace. Eso es lo que pasa con London. Siempre vuelve a mí, no importa
qué, y es probable que siempre esté para ella, porque en este mundo solitario,
es la única persona que sabe lo que se siente estar fuera de lugar. Ella me
prometió que pasara lo que pasara, siempre volvería a mí, y siempre lo ha
hecho. Así que cuando no me llama a la mañana siguiente, sé de inmediato
que algo tiene que estar mal. Y por primera y última vez, no vuelve a mí.
1
Traducido por Sofía Belikov & Vane Farrow
Corregido por Blaire Grey

Lila
En la actualidad…
Paso por un momento de: Dónde demonios estoy. Mis brazos se agitan,
mi pulso late irregularmente mientras que me esfuerzo por orientarme. Abro
los ojos, pero no puedo ubicar nada en la habitación en la que me encuentro
aparte del hecho de que estoy desnuda en una cama, sudorosa y muy sucia. Mi
cabeza se siente como si estuviera en una pecera mientras trato de recordar
dónde dejé mis píldoras, pero ni siquiera puedo recordar dónde estoy. Hay
fotos en las paredes, aunque ninguna de alguien que reconozca. El armario
está abierto y parece como si hubiera algún tipo de uniforme de fútbol allí. ¿Me
acosté con un jugador de fútbol? No, eso no suena familiar. Mi mirada se desliza
hacia la envoltura de un condón abierta en la mesilla de noche y siento el alivio
fluir a través de mí. Tomo la píldora y todo, pero eso solo me protege de quedar
embarazada. Dios, necesito dejar de hacer esto.
Me he acostumbrado a este tipo de situaciones, el despertar en lugares
desconocidos con un dolor de cabeza, sintiendo pánico, y un constante y
perceptible remordimiento dentro de mí que sé pertenece allí, justo tanto como
el aire a mis pulmones y la sangre a mi corazón. No merezco sentirme mejor
después de las decisiones y elecciones que he hecho. Sé cómo soy en el interior
y ya no lucho contra ello. Es tanto liberador como desgarrador, porque es como
tengo que ser, quién soy, y es triste. Pero puedo sonreír en el exterior,
mostrarle al mundo cuán feliz soy, desde que eso es lo que importa, incluso si
muero por dentro.
La rutina es muy simple y la conozco como la palma de mi mano. Abro
los ojos, asimilo mis alrededores, trato de recordar algo y luego, cuando todo lo
demás se hace obvio, salgo de allí rápidamente. Me siento lentamente, tratando
de no despertar al tipo junto a mí en la cama. Tiene el cabello de un castaño
oscuro y un cuerpo bastante fornido, pero su espalda está hacia mí y mis
recuerdos son difusos, así que no puedo recordar cómo luce por el frente.
Aunque tal vez es para mejor. Por cualquier motivo que haya ido detrás de él:
amor, felicidad, un dichoso momento de conexión; obviamente nunca sucedió.
Y estoy en tal punto de mi vida que dudo si alguna vez sucederá.
Conteniendo la respiración, salgo de la cama y me pongo el vestido,
cubriendo la cicatriz alrededor de mi cintura, recordándome por qué estoy
aquí.
Intento abrochar la hilera de botones, pero mis dedos se sienten
paralizados, como si hubiera estado haciendo algo raro con ellos anoche, lo que
podía ser una posibilidad. Tengo la tendencia a ponerme un poco extrema
cuando estoy así de bebida. Las garras salen a veces, y en el internado, fui
juzgada como la mordedora o perra gritona. A veces me pregunto si lo hago por
placer o por el miedo que parece salir cuando tengo sexo. Y esa confusión es su
culpa. Siempre lo odiaré por eso, incluso aunque pensé que lo amaba y que
habría hecho cualquier cosa por él en ese tiempo. Pero cómo podía en realidad,
cuando era demasiado joven para sentir amor. Incluso ahora, aún no lo he
sentido y tengo veintiún años.
Dejando mi vestido desabrochado, recojo mis zapatos y voy de puntillas
hacia la puerta. Noto un montón de dinero en el buró junto a la cama y un
anillo que luce como el anillo de un campeonato de fútbol o algo. También hay
un viejo sándwich en el tocador y varias cervezas vacías.
—Uf, debo haber estado muy borracha —murmuro, avergonzada ante la
comida, y luego, avergonzándome incluso más cuando veo mi descuidada
apariencia en el espejo de la pared.
Haciendo una mueca de asco, salgo de la habitación, pensando que
estaré en el pasillo de uno de los edificios de dormitorios del campus. Pero me
encuentro en una gran y abierta sala de estar con columnas alrededor de las
paredes y ventanas en todas partes, ventanas que dejaban que la luz entrase
fácilmente. El suelo es de mármol y hay una gran alfombra blanca extendida a
través de él. Tiene que ser un apartamento o algo, debido a cuán sofisticado es,
pero no es un dormitorio.
Hay un par de tipos y una chica sentados en un sofá de cuero en medio
de la habitación, mirando una pantalla plana montada a la pared junto a
donde me encuentro. No puedo recordar nada más que los chupitos, un club
elegante, un brillante y oscuro Mercedes, las manos de alguien y unos labios
sobre mí, el deseo de desmayarme, y luego debo haber logrado lo que quería,
porque después de eso no recuerdo nada.
Los tipos me miran simultáneamente y me doy cuenta de que lucen
mayores, como si tuvieran veinticuatro o veinticinco, lo que me hace sentir
demasiado joven como para estar aquí, aún si los chicos mayores son lo mío, al
menos cuando estoy borracha.
—Hola. —Uno de ellos mueve su desaliñada mandíbula hacia mí—.
Luces un poco perdida.
—Sí, estoy totalmente perdida. —Fuerzo una sonrisa, incluso aunque
estoy frunciendo el ceño por dentro, y mantengo mi cabeza alzada mientras
hago la caminata de la vergüenza. Comienzan a reírse y me encuentro
deseando ser alguien más atrevido, como Ella, mi mejor amiga y antigua
compañera de cuarto. Pero no soy como ella. Seguro, puedo ser atrevida
cuando el tiempo lo amerita, pero ahora mismo, me siento asquerosa, vulgar y
enojada conmigo misma porque acabo de despertar, mi maquillaje está corrido,
mi cabello es un desastre y mi ropa huele a alcohol. Además, estoy
enloqueciendo. Gravemente. Y no tengo nada para mantener en balance mi
estado de ánimo.
Corro por la habitación y abro la puerta. Al salir del apartamento,
escucho a uno de ellos decir algo parecido a que soy fácil y actué como una
perra, pero cierro la puerta y silencio las voces. Camino a lo largo del pasillo y
troto a través de las escaleras hasta el primer piso, donde abro la puerta y
salgo a la luz del día y el tibio aire de noviembre. Estar al aire libre me hace
sentir un poco mejor, excepto por la parte que aún no puedo recordar dónde
estoy. Es un complejo de apartamentos, eso es todo lo que sé.
—Mierda —murmuro, presionando los dedos contra el puente de mi
nariz. Tengo un ensordecedor dolor de cabeza, mi cabello huele a cerveza y mis
poros se sienten pegajosos. Camino a través del césped hasta la esquina de la
calle para leer el cartel indicador, a sabiendas de que podría ser peor. Podría
estar en una de las áreas bajas de Las Vegas, pero este lugar luce agradable,
ubicado cerca de una calle sin salida y casas de clase alta. Cuando alcanzo la
esquina de la calle, cubro mis ojos con una mano y miro hacia el cartel
indicador. Maldita sea, me encuentro demasiado lejos de mi apartamento para
caminar. Puedo o coger el bus, pero no soy una fan de él desde que tengo
catorce, o llamar a alguien. La única persona que conozco por aquí, la única en
la que confío lo suficiente como para verme de esta forma; es Ethan Gregory.
Es el único chico malo que he tenido en mi vida, y el único tipo que nunca ha
querido acostarse conmigo, lo que lo hace lucir menos malo para mí, pero para
todas las demás chicas con las que duermen, no tanto.
Lo conocí hace dos veranos, cuando fui con mi mejor amiga, Ella, a su
pueblo. Era el mejor amigo del chico al que Ella amaba, Micha, aunque no lo
admitía en ese tiempo. Mientras esos dos trabajaban en sus problemas, yo
pasaba la mayor parte del tiempo con Ethan y nos llevamos bien. Existía una
extraña conexión entre nosotros, como si nos entendiésemos el uno al otro,
incluso aunque fuéramos de mundos totalmente opuestos: rico y pobre.
Cuando regresé a la universidad en otoño, hablábamos por teléfono. Y luego él
se mudó aquí y comenzamos a pasar el tiempo mucho más desde entonces.
Maldiciendo en silencio, busco mi teléfono, que milagrosamente se
encuentra en el bolsillo de mi vestido, y luego marco el número de Ethan.
Responde después de tres pitidos y su voz está llena de diversión. —
Bueno, hola, linda Lila. ¿Qué has hecho esta vez?
Ignoro el escalofrío que su voz siempre le provoca a mi cuerpo. Después
de conocerlo por un año, me he convertido en una experta en lo que concierne
a ignorar las emociones que siempre suscita en mi interior, lo que es algo
bueno por muchas razones distintas. Primero, porque vivimos en mundos
diferentes: me gustan las cosas lindas y Ethan no es para nada materialista.
Me dice que soy muy mimada y yo le digo que es un bicho raro porque no
consigo la mitad de las cosas que él sí puede, como el rehusarse a comprar
ropa linda cuando tiene dinero para comprarlas. Es tan sexy, y si vistiera un
par de vaqueros sin agujeros, y unos nuevos zapatos y camisas, luciría mucho
mejor.
Además, incluso aunque odio admitirlo, las palabras de mi madre hacen
eco en mi cabeza: Si no encuentras un hombre que pueda cuidar de ti, entonces
terminarás viviendo en una casa abandonada como tu hermana. Encuentra un
hombre bueno, Lila, y quédate con él sin importar los sacrificios que tengas que
hacer. A pesar de lo absurdo que suena, parece que no soy capaz de sacar la
imagen mental de mí, enroscada en un ovillo en un viejo sofá, vestida en
harapos, fumando crack de una pipa, y eso me asusta.
—No hice nada… No lo creo. Solo necesito un aventón —digo de forma
quejumbrosa, porque estoy cansada, sucia y molesta.
—¿Otra vez? —responde, fingiendo estar molesto, pero lo conozco lo
suficiente como saber que no lo está. Solo le gusta que la gente lo piense
porque le agrada parecer duro y malo. Pero sé que no lo está. En realidad es
muy tierno; me habla y escucha y me da dulces. Aún tengo un cajón lleno de
unos que me dio, incapaz de comerlos o botarlos porque entonces me sentiría
como si estuviese perdiendo un momento lindo de mi vida con un chico, y esos
momentos son muy raros, sino inexistentes.
—¿Estás ahí? —dice, interrumpiendo mis pensamientos.
—Sí, necesito un aventón, de nuevo. —Me hundo en el bordillo,
intentando no pensar en dulces y sujetadores de encaje rojo. Eso fue cosa de
una vez. Ambos estuvimos de acuerdo en que no saldríamos. Aunque solo
estuve de acuerdo con ello porque él parecía demasiado ansioso por aclarar
que nunca sucedería de nuevo—. Así que, ¿vendrás o no?
—Dios, estás molesta hoy —señala con humor en su tono—. Y no creo
que quiera tratar con ello. Estoy demasiado malditamente cansado debido a la
chica que follé anoche. Me agotó totalmente. Además, tengo que trabajar más
tarde.
—No seas un idiota. —Frunzo el ceño, incluso aunque no pueda verme—.
Por favor, deja de jugar y ven a buscarme. Por favor.
Hace una pausa y suspira, derrotado. —Voy a ir a buscarte, pero solo si
lo dices.
—No voy a decirle, Ethan. Hoy no. —Pongo el codo en mi rodilla y
descanso la barbilla en mi mano. Quiere que le diga que seré su esclava sexual,
algo que me hizo prometer la última vez que me recogió. Aunque realmente no
quiera que lo sea. Solo piensa que es divertido.
—Ese fue el trato —me recuerda—. Si alguna vez iba a recogerte de
nuevo.
—Pero hice el trato cuando no me sentía así de molesta —digo y hago
una mueca—. Cuando parecía una buena idea.
—Bien. —Se rinde tan fácilmente que me hace sonreír un poco—. Pero la
próxima vez haré que lo digas… De hecho, en realidad incluso podría ser tu
esclavo sexual la próxima vez que me llames —dice y suspiro pesadamente—.
Saldré en un rato.
—Gracias —digo, extendiendo las piernas en la calle—. Y lo siento por
actuar así. Solo es por la resaca.
—No te fuiste con ese idiota del club, ¿no? —pregunta y puedo
escucharlo moverse—. Porque te dije que ese tipo lucía exiguo. Aunque si me lo
preguntas, todos los tipos con los que sales lucen un poco exiguos; ricos y pijos
idiotas.
—No son idiotas. Solo diferentes a los que estás acostumbrado. —
Bostezo, extendiendo los brazos sobre mi cabeza—. Y no, no fui a casa con el
tipo del club… No creo. Ni siquiera puedo recordar con quién fui a casa. —Hago
una mueca mientras trato de recordar, pero ni siquiera puedo recordar algo.
—Lila… —comienza, pero decide callarse a último momento, tal vez
porque se acuesta con tantas personas como yo—. ¿Dónde estás exactamente?
Suelto un suspiro de alivio, agradecida del hecho de que no esté
molestándome más por mis contratiempos sexuales. Tengo resaca, estoy
arrepintiéndome y me siento al borde de un colapso, algo que nunca puede
suceder, mucho menos a la intemperie. —Estoy en la esquina de Vegas Drive y
Rainbow.
—¿Dónde exactamente? ¿En una tienda, casa o algo así?
—No, estoy sentada en el bordillo.
Está en silencio por un momento. Esta no es la primera vez que tiene
que recogerme bajo este tipo de circunstancias, y probablemente no será la
última. Es algo nuestro; compartimos nuestras historias y nunca nos
juzgamos, incluso si dichas historias son así de malas y horribles. Sabe cosas
sobre mí que nadie más, cómo me trata mi padre, y sé cosas sobre él también,
cómo su padre solía golpear a su madre, y cómo se menospreciaba por ello. —
Estaré allí en, como, quince o veinte minutos. No vayas a ningún sitio.
—¿A dónde iría? —Alzo las rodillas e apoyo la frente sobre ellas—. Hace
demasiado calor aquí afuera para incluso respirar.
—Y trata de no meterte en ningún problema —añade, ignorando mi
comentario.
—Bien. —Ruedo los ojos y luego los cierro, inhalando el sofocante aire—.
Y, Ethan…
Hace una pausa. —¿Sí?
—Gracias de nuevo —digo suavemente, porque en realidad me siento mal
por hacerle hacer estas cosas por mí. Siempre ha sido muy bueno conmigo.
Otra pausa y me da un sobre exagerado suspiro. —Lo que sea. De nada.
Colgamos y me siento un poco mejor. Siempre está allí para mí, incluso
cuando no quiere estarlo. Es la única persona con la que hablo y me preocupo
por lo que sucederá si decide dejarme.
Me recuesto en la acera y giro el anillo de platino alrededor de mi dedo
mientras miro al fundente cielo azulado y el deslumbrante sol. Por un
momento, no me importa cuán sucio está el suelo y el hecho de que mi vestido
esté arruinado y mis ojos comiencen a arder. De hecho, por una fracción de
segundo, sé que pertenezco allí y no hay nada mejor. Pero cuando presiono la
mejilla contra el hirviente concreto, recuerdo que me enseñaron a no
recostarme en el suelo sucio. Me siento derecha y trazo las horribles cicatrices
en cada tobillo, la marca de mi más grande imperfección.
El sol recae sobre mí mientras intento recordar algunos detalles de la
noche anterior. Pero como siempre, me encuentro en blanco. Si sigo haciendo
esto, me pregunto si algún día mi cabeza se sentirá tan vacía como mi corazón.
Pero por el lado bueno, el lado de mi madre, al menos aún tengo mi belleza y
eso es todo lo que verdaderamente importa.
Ethan
¿Conoces ese sitio donde sabes que estás a punto de despertar, pero no
puedes conseguir abrir tus jodidos párpados, por lo que estás atrapado entre
estar despierto y estar dormido? Bien, ahí es donde he estado por los últimos
cuatro años. Me siento estancado. Atrapado en el mismo lugar, incapaz de
avanzar. En una vida que no estoy seguro de querer, aún no descubro cómo
cambiarla. Solo me he sentido diferente una vez y la persona que sacó el lado
alegre de mí ya no está en mi vida. Aunque a veces Lila hace que salga de mi
aturdimiento, pero de una forma diferente, una basada más en la ira y la
frustración sexual que una emoción más profunda.
Incluso traté de escapar del agujero negro que es mi vida una vez.
Empaqué mi mierda y salí a la carretera sin un auténtico destino más que
escapar de los sentimientos que habían estado infectando mi interior por años.
No era malo estar en la carretera sin preocuparme a dónde iría, pero lo que
aprendí rápidamente era que no puedes escapar de la vida, sin importar
cuánto quieras.
Despierto con ―Hey Ho‖ de los Lumineers. Es el tono que Lila escogió
para sí misma, incluso aunque le dije que no era mi tipo de música. Insistió en
que era la canción perfecta para ella, y quería cambiarla, peor lo olvidé y ahora
ya no me importa. De hecho, como que me estoy acostumbrando a ella, como
con Lila.
Muevo la mano por mi rostro, alejando el sopor, y luego alcanzo mi
teléfono en el buró junto a mi cama. Respondo y molesto un poco a Lila porque
es como una tradición. Me llama cuando necesita ayuda, generalmente por
algún problema con un chico y o la escucho quejarse sobre ello o voy a
rescatarla de la situación en la que se encuentre.
Es la tercera vez que me ha llamado este mes, y solo estamos a mediados
de noviembre. Me dijo una vez, después de haber bebido muchos chupitos, lo
que siempre provoca que su oscuro álter ego salga a la luz, que había sido así
desde que tenía catorce, sin darme nunca una razón exacta. Sinceramente,
parece estar yendo cuesta abajo desde que Ella se fue, incluso tomándose un
semestre libre, pero creo que podría tener que ver con el dinero más que nada.
Pero me preocupa que esté sola o así. Mucha gente no puede soportar estar
sola, y creo que Lila podría ser una de ellas.
Recuerdo la primera vez que tuvimos una conversación real, en Star
Grove, donde nos vimos por primera vez. Nuestros mejores amigos tenían una
cosa el uno por el otro y nos conocimos a través de ellos. Durante la primera
vez que en realidad pasamos juntos, nos bebimos una botella de Bacardi
mientras mi padre repintaba su auto, el que alguien pintó con espray,
hablando sobre la vida, nuestros puntos de vista sobre el casual y sin sentido
sexo, y cómo en algún punto de nuestras vidas nuestros padres nos trataron
como mierdas, aunque los de Lila aún lo hacen.
Estuve coqueteando con ella toda la noche, porque eso es lo que hago, y
Lila trató de hacer que la follara. La rechacé, ya que ambos nos encontrábamos
borrachos y tengo reglas en el sexo. Tengo que estar lo bastante sobrio como
para recordar el sexo; y a la chica. Además, no veo a Lila así. Bueno, trato de
no pensar en ella así. He tenido unas cuantas meteduras de pata debido a que
crucé la regla intocable que hice, por lo que siempre me aseguro de mantener
las cosas tan casuales como puedo, recordándome que tengo reglas para las
relaciones por una razón, para mantenerme fuera de ellas porque no quiero
terminar como mamá y papá. Mi padre siempre está gritándole a mi madre y
siempre me ha preocupado que me vuelva como ellos, o él, en realidad.
Involucrarse emocionalmente con alguien siempre termina en una poca
saludable y desastrosa relación, en donde alguien acaba destrozado. Mira a
mis padres. Ella quedó embarazada mientras salían, se casaron y veinticinco
años más tarde, aún están casados y se odian el uno al otro, aunque nunca lo
admitirían. En su lugar, mi padre le grita y le dice cuán estúpida y tonta es
todo el tiempo y mi madre finge que todo está bien. Que es normal que le gente
se trate así.
La única excepción que hice fue con London, y después de lo que sucedió
con ella, prometí que nunca lo haría de nuevo porque no quería volver a
sentirme tan perdido y culpable por perder a alguien. Pero en verdad tengo que
esforzarme por seguir las reglas cuando se trata de Lila. Incluso tuve que
añadir una regla de no tocar que se aplicaba a ella exclusivamente después de
darle esos dulces la última Navidad, hace casi un año, cuando traté de poner
mis manos y lengua en lugares a los que no pertenecían.
Aunque a veces es difícil mantener mis manos alejadas de ella, y me
permito hacerlo. La chica es jodidamente preciosa, del tipo modelo de
Hollywood, como una actriz perfecta. Tiene una piel preciosa, curvas perfectas,
y su cuerpo está perfectamente proporcionado. Pero requiere de mucha
atención. La primera vez que la llevé a un pub, se rehusó a comer la comida
porque pensaba que comer en un pub era demasiado vulgar y se encontraba
debajo de sus estándares, pero ha estado progresando lentamente e incluso,
una vez, logré que comiera costillar con las manos, lo que fue divertido de ver.
Después de colgarle a Lila, guardo la pulsera que me dio London y mi
diario lleno de páginas de inolvidables recuerdos y pensamientos. Los saqué de
mi escritorio durante un episodio de depresión anoche, tratando de encontrar
algo que ya no existe porque escogí alejarme de él. O tal vez nunca existió en
realidad, pero aun así me aferro a ello y le permito agobiarme, sin hablar al
respecto con nadie porque la idea de hablar de London en voz alta parece
imposible, casi como si estuviese dejándola ir finalmente, y no estoy listo para
eso.
Me levanto y me pongo un par de vaqueros y una camiseta roja, luego
agarro uno de cinco de mis ahorros ocultos en una caja bajo mi escritorio.
Trabajo a medio tiempo en una construcción, y desde que el arriendo del
apartamento es barato, y no necesito nada más aparte de la comida, la
gasolina para mi camioneta y ocasionalmente ropa, he guardado casi todo lo
que consigo. Metiendo el billete de cinco en mi bolsillo trasero, me dirijo hacia
la puerta. Hago una rápida parada en Starbucks y derrocho los cinco dólares
en comprarle un latte frío a Lila porque sé que los ama y podría ayudar con su
resaca. Es temprano en la tarde, pero aún hace calor. Aunque así son Las
Vegas. Incluso el otoño parece verano en la mayoría de las áreas.
Cuando finalmente llego a la esquina de Vegas Drive y Rainbow, aparco
la camioneta donde Lila se halla recostada en la acera, con las piernas
extendidas en la carretera.
Salgo de la camioneta y cierro la puerta. —¿Qué demonios haces? —digo,
bordeando la parte delante de la camioneta con el latte frío en la mano—.
¿Estás tratando de ser atropellada o algo? Jesús, Lila.
Inclina la cabeza y me mira. Sus azulados ojos lucen rojos, su máscara
está corrida y su rubio cabello es un desastre. Por lo general está siempre tan
arreglada, incluso cuando la recojo a estas horas, y es un poco impactante
verla así. Aun así, es muy hermosa, pero nunca le admitiré a nadie eso en voz
alta.
—¿Es para mí? —Lila mira el café, lamiendo sus labios.
Se lo tiendo y lo engulle, luego hace una mueca. —¿Hiciste que le
pusieran leche sin grasa?
Sacudo la cabeza. A veces puede ser tan desesperante. —No, olvidé sus
instrucciones, su Alteza, pero es bienvenida a conseguirlas usted misma.
Me mira fijamente. —Gracias —dice con una inclinación y luego
comienza a beber de nuevo, y me esfuerzo por no preguntar sobre su condición
actual, porque quiero saber qué demonios sucedió y cómo terminó aquí,
luciendo así—. No digas nada —murmura, luego enderezo gradualmente las
piernas. Se para y quita la arena en la parte trasera de sus piernas—. He
tenido una mañana difícil.
—Querrás decir una tarde difícil —la corrijo y luego salgo del bordillo con
las manos extendidas frente a mí cuando me mira con una mirada de muerte—
. Bien. Jesús, mantendré mi boca cerrada.
—Bien. —Camina hacia la puerta de la camioneta, bebiendo de la pajilla
y balanceando sus caderas. Me doy cuenta que la parte trasera de su vestido
está completamente desabotonada, por lo que su delicada piel está expuesta a
la luz del sol. Dios, si no existieran mis reglas, la inclinaría y la tomaría por
detrás.
La observo por un poco más de tiempo y luego vuelvo al lado del
conductor. —¿Por qué está deshecho tu vestido?
Se encoge de hombros, balanceando los zapatos en la mano. —No pude
conseguir que mis dedos trabajasen esta mañana.
Mis labios amenazan con curvarse en una sonrisa. —¿Por qué?
¿Estuvieron demasiado ocupados anoche o algo así? —bromeo, y de repente
demasiadas imágenes de ella me inundan la cabeza, los dedos de él
deslizándose por la cara interna de su muslo y luego poco a poco entrando en
ella.
Abre la puerta de golpe, entrecerrando los ojos, y añado—: ¿Qué? Tú
eres quién lo provocó. Si no quieres que se burlen de ti, entonces no
proporciones la frase clave del chiste.
Sacudiendo la cabeza, aprieta los labios y salta al camión. Estará
enojada conmigo por, como, los próximos diez minutos, pero luego lo superará.
Siempre lo hace.
Después entro al camión, salgo a la calle y enciendo el estéreo. Apenas
nos hablamos en el camino y cuando llego al estacionamiento de su
apartamento, me imagino que se irá y luego me llamará en unos días cuando
necesite que la rescate de nuevo.
Pero cuando abre la puerta, dice—: ¿Y vienes o qué?
—Supongo, si quieres que lo haga. —No es como si tuviera otro sitio
donde estar. Micha, mi mejor amigo y antiguo compañero de cuarto, se ha ido y
ya no trabajo los fines de semana—. Pero no voy a dormir contigo, no importa
lo mucho que ruegues.
—Nunca ruego —dice y luego su rostro se contorsiona en confusión
mientras frunce el ceño hacia el suelo—. Al menos por lo que puedo recordar
no lo hago.
Salgo de la camioneta y me reúno con ella en el frente, cerrándola por
encima de mi hombro. Nos abrimos paso a través del aparcamiento bajo el
calor del sol y tiro las gafas de mi cabeza para cubrirme los ojos. Permanezco
un poco detrás de ella, comprobando su trasero y la parte baja de su espalda
que se entrevé de su vestido todavía abierto. Por último, tengo que apartar la
mirada y dar un paso al lado de ella, de lo contrario terminaré incapaz de
mantener las manos quietas.
—Tienes que dejar de perder el conocimiento cuando te emborrachas —
digo, dándole un codazo juguetonamente con mi hombro—. Emborracharse
está bien, pero a tal extremo no tienes idea de lo que estás haciendo y es
jodidamente malo, Lila. Ni siquiera yo soy tan malo.
—Tú no eres malo en absoluto. —Intenta alisar su cabello con la mano,
pero hace que se alborote más—. Solo pretendes serlo. Pero en el fondo, eres
un buen chico al que le gusta escribir en un diario.
—Oye, te dije eso en confianza. —Le frunzo el ceño mientras nos
dirigimos por las escaleras a su apartamento del segundo piso—. Se suponía
que nunca debes decir eso en voz alta.
Palmea sus bolsillos, buscando las llaves. —Bueno, nunca debiste
habérmelo dicho, porque como que tengo una boca muy grande. —Sus brazos
caen a los costados y sus ojos escanean alrededor de sus pies y luego, a las
escaleras detrás de ella—. Mierda, creo que perdí las llaves.
—Está bien... entonces ve a pedirle a tu casero que la abra por ti. No es
tan complicado —le digo, sacudiendo la cabeza.
—No se lo puedo pedir.
—¿Por qué no? —Me apoyo en la barandilla, entrecerrando los ojos
contra la luz del sol mientras la evalúo.
Baja la barbilla, permitiendo que su cabello le caiga en la cara, como si
no quisiera que vea su expresión. —Porque... si lo hago... entonces me
preguntará por el alquiler.
—¿Por qué? —pregunto—. ¿Estás atrasada o algo así?
Me mira a través de sus pestañas. —Puede que no haya pagado el último
par de meses —revela, frunciendo el ceño.
—¿Por qué? No estás en quiebra. —Odio tener que decirlo, pero es
bastante obvio por la ropa de lujo que siempre viste. Demonios, está usando un
anillo de platino en el dedo, por el amor de Dios.
—Pero lo estoy —insiste, cruzando los brazos sobre su pecho—. Mi papá
canceló todas mis tarjetas de crédito hace un tiempo y solo tengo, como,
ochocientos dólares.
—Entonces, paga el alquiler con eso. —La miro boquiabierto—. O
empeña el anillo en tu dedo.
Sacudiendo la cabeza, cubre el anillo en su mano, luciendo casi presa del
pánico. —De ninguna manera. Este fue un regalo de alguien que conocí.
—¿Así que prefieres vivir en la calle que deshacerte de tu regalo? —Elevo
una ceja—. ¿En serio?
—Sí, de verdad —dice, simplemente, con sus brazos cayendo a los
costados.
Aprieto la mandíbula, y la frustración crece. —Dios, maldita sea. Haces
esto todo el tiempo. Tienes que empezar a ser más responsable... —Mis ojos se
ensanchan. Jodido Santo Jesús, sueno como mi padre. Mierda. Siempre
sermonea a mi mamá sobre sus defectos. Esta es la razón por la que no me
permito tener relaciones y no estoy en una con Lila, así que ¿por qué actúo
así?
Se ríe mordazmente y clava su dedo en mi pecho. —Ah, como tú. Te
emborrachas, te acuestas con todas y trabajas en construcción.
—Oye, nunca afirmo ser responsable. —Me inclino, bajando la voz,
tratando de quitarme de encima la sensación de que actúo como mi padre. No,
esto es diferente. Estás tratando de ayudarla, no controlarla—. Pero trabajo y
pago el alquiler.
Resopla, zapateando y cruzando los brazos. No es la primera vez que he
sido testigo de sus rabietas cuando no sucumbo ante ella, pero aun así me
saca tanto de quicio como la primera vez que la vi hacerlo. —Ethan, ¿quieres,
por favor, ayudarme?
—¿Cómo diablos se supone que voy a ayudarte? —le pregunto—.
¿Pagando tu alquiler para que puedas entrar? Porque no voy a hacer eso. —
Pero una voz dentro de mi cabeza se ríe de mí, diciendo que estoy lleno de
mierda. Que la pagaría si me lo pidiera, que haría cualquier cosa por ella si me
lo pidiera.
Hace un puchero y me ablanda un poco. —Puedes forzar la cerradura —
sugiere, y cuando empiezo a fruncir el ceño, agarra la parte inferior de mi
camisa y se aferra a ella—. Por favor, por favor, por favor. Te deberé una
grande.
—Ya me debes una grande, por ser un dolor en el trasero y llamarme
todo el tiempo para ir a recogerte de casas de chicos casuales —le digo,
arrastrando la mano por la cara—. Y no quiero que me debas. Solo quiero que
consigas un trabajo o algo así para que no te echen de tu apartamento.
—Está bien, trabajaré en conseguir algo de dinero. —Bate sus malditas
pestañas í intencionalmente; lo sé porque hay una sonrisa formándose en sus
labios.
Suspirando, levanto la mano. —Dame una de esas horquillas en tu
cabello.
Suelta mi camisa, quita una horquilla de su cabello y me la da.
Gruñendo y fingiendo que estoy más molesto, me agacho frente a la puerta y
rápidamente abro la cerradura. Cuando abro la puerta, salta arriba y abajo,
aplaudiendo.
—¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —Tira los brazos alrededor de mi cuello y
me abraza con fuerza.
—No me agradezcas —digo, incómodo y algo caliente; algo que siempre
siento cuando me abraza. Lila está fuera de los límites. Es una amiga. Solo una
amiga. Esto nunca funcionará. Las relaciones nunca funcionan. Mira las únicas
que tuviste—. Solo paga tu maldito alquiler y dejar de perder las llaves.
—Sí, jefe. —Corre a la casa con entusiasmo, dejando la puerta abierta a
su espalda, y se apresura hacia el pasillo—. Voy a tomar una ducha rápida.
—¿Qué demonios se supone que debo hacer? —pregunto, de pie en la
entrada de su apartamento de dos dormitorios, que es mucho más bonito que
el mío: paredes pintadas, un piso sin grietas, y la alfombra no está suelta—.
¿Sentarme aquí y esperarte? ¿Eso es lo que quieres que haga?
—No finjas que no disfrutas completamente de la idea. —Hace una pausa
en la esquina de la sala y sonríe—. Además, podrías unirte a mí.
Ruedo los ojos, reprimiendo una sonrisa. —Ya te he dicho mil veces que
no me puedes manejar, bebé. —Me muerdo la lengua por el lapsus del apodo.
No utilizo términos cariñosos con las mujeres. Nunca. Mi padre solía utilizarlos
con mi madre cuando trataba de besarla después de que la golpeaba y ella
siempre dejó que la engatusara. Me hizo odiar los términos afectuosos y el
afecto en general.
Se da la vuelta y pone las manos en las caderas, arqueando las cejas. —Y
viceversa.
—Ah, no lo dudo —digo, porque imagino a Lila extremadamente
mandona y ordenada en la cama, y me gustan las mujeres que se dejan
sorprender por el momento, a quienes les gusta hacer las cosas sin pensarlas
primero y que pueden olvidar todo lo que ocurre en el mundo. Que no importa
si tienen dinero o cosas materiales. Me gustan las mujeres que son como
London. El problema es que ella parece ser la única de su especie y ya no
existe.
Lila se ríe y ruedo los ojos de nuevo, fingiendo molestia. Entonces me
hace gracia cuando saca la lengua y tengo que morder la mía porque el
movimiento lleva toda mi atención a su boca. A pesar de la regla que hice de no
tocar, todavía no puedo dejar de imaginar todas las cosas que me gustaría que
hiciera con su boca que requeriría una gran cantidad de tacto.
Una vez que desaparece por el pasillo, me pongo cómodo en el sofá y
empiezo a navegar por los canales, pero solo puedo encontrar tres canales, y
me pregunto si no ha pagado su factura de televisión satelital tampoco.
—Maldita sea, Lila —murmuro y luego saco el teléfono de mi bolsillo.
Pienso en llamar a Micha y pedirle que le pregunte a Ella, la mejor amiga de
Lila, si puede llamarla, porque le pasa obviamente algo que no puede controlar,
pero eso sería extraño y me haría parecer asustado de Ella, entonces la llamo
yo mismo.
Responde después de dos repiques y puedo decir por su tono de voz que
trata de averiguar por qué la estoy llamando. —¿Ethan? —pregunta con
cautela—. ¿Pasa algo malo?
—No —digo—. O tal vez... no sé... todo depende.
—¿Depende de qué?
—De si has hablado con Lila últimamente o no.
—No he sabido nada de ella, como, en una semana —dice—. Le envié un
mensaje el otro día, preguntándole cómo estaba, y me dijo que se encontraba
bien.
—Bueno, creo que mintió. —Me desplomo de nuevo en el sofá y algo me
punza por la espalda—. Tal vez deberías llamarla. —Extiendo la mano detrás
de mi espalda y saco una botella de prescripción vacía. Le arrancaron la
etiqueta, así que no puedo ver para qué era. No pensaría nada de eso, pero yo
solía guardar mis drogas en algo similar y eso me hace preguntarme. No, no
hay manera de que Lila estaría consumiendo drogas. Ella es demasiado cursi.
Desenrosco la tapa, mirando adentro, y luego olfateo. No huele a nada con lo
que esté familiarizado. Sacudiendo la cabeza, le pongo la tapa y lo tiro en la
mesa delante de mí.
—En realidad necesitaba llamarla —contesta—. Porque he tenido la
intención de contarle... algo...
—Estás siendo rara —señalo, subiendo los pies sobre la mesa.
—Sí, lo sé —admite—. Pero estoy siendo así por una razón.
—Bueno, si tienes una razón, entonces creo que estamos bien —bromeo
sarcásticamente con un suspiro. Ella y yo siempre hemos tenido este problema
entre nosotros, debido a que siempre se sintió como que ella interfería con mi
amistad con Micha. No estamos tan mal como antes, pero nuestras
personalidades opuestas siempre serán una especie de impedimento para que
seamos buenos amigos—. Mira, ¿puedes llamarla y hablar con ella?
—¿Está ahí ahora?
—Sí, en la ducha.
—Y ¿dónde estás tú? —Hay insinuación en su tono.
—Sentado en el sofá. —Hago clic en el televisor con el control remoto—.
¿Dónde más podría estar?
—No sé. —Hace una pausa y sé que lo que está a punto de decir me
irritará—. En la ducha con ella o viéndola tomar una.
—Bueno, no es así —le digo secamente, más ofendido de lo que debería
estar—. Mira, llámala, ¿de acuerdo? Me tengo que ir.
—Bien —murmura—. Dios, estás de mal humor.
No estoy seguro de quién cuelga primero, pero quizá lo hacemos al
mismo tiempo. Estoy a punto de guardar mi teléfono cuando me llega un texto.
Supongo que es Micha, porque me imagino que Ella le dijo que yo estaba
siendo un idiota, pero me sorprende ver que es de la mamá de London, Rae. No
he hablado con ella desde hace siete u ocho meses, en la época en la que decidí
ir a vivir mi sueño solitario errante, vivir la vida al máximo, sobre todo porque
Rae me llamó y me recordó todo lo que pasó, las cosas que traté de olvidar, la
vida que traté de olvidar, ya que siempre me siento aprisionado por eso. Pero
cuando llegué a la carretera, pasó todo el drama de Micha y Ella. Micha se
emborrachó, volviéndose completa y jodidamente loco porque pensaba que Ella
lo engañaba. Recuerdo cuando recibí la llamada de Lila diciéndome lo que
pasaba.
—Tienes que ir a Nueva York, ahora —había dicho.
—Um, no, gracias —respondí—. Estoy tratando de escapar de las
personas, no voy a ir a una ciudad llena de mucha gente.
—No me importa lo que quieras —dijo, sonando como una niña mimada,
lo cual hacía mucho. Luego procedió a decirme lo que le había dicho Ella,
después de varios tragos, que le dijo a Micha que lo engañó, porque creyó que
era la única manera en que la dejaría ir. Que era demasiado bueno para ella y
su locura, y se merecía a alguien mejor.
Aunque estuviera de acuerdo en que Ella era una demente, no creía que
ellos debían separarse. Tienen la clase de amor que la mayoría de la gente,
incluido yo mismo, nunca entenderán o experimentarán. No creo incluso que lo
tuviera con London.
Así que accedí a ir a una ciudad que odiaba, para ayudar a solucionar el
problema y tratar de arreglar las cosas entre ellos a pesar de que no era mi
responsabilidad. ¿Por qué siempre trato de arreglar las cosas? No tengo ni una
jodida idea aparte de que me vuelve loco cuando otras personas actúan como
locas cuando claramente están muy bien.
Deslizo el dedo sobre la pantalla de mi celular y leo el texto.
Rae: Sé que no hemos hablado en mucho tiempo, pero quería ver
cómo estabas.
Esa no es la verdadera razón por la que me envía mensajes de textos y lo
sé. Quiere lo mismo que quería hace siete u ocho meses.
Yo: Estoy bien.
Rae: ¿Has pensado otra vez en hacer un viaje a Virginia?
Yo: No estoy seguro de que pueda.
Rae: ¿Por qué no? Sabes que sería bueno para los dos.
Yo: No, no lo sería.
Rae: Por favor, necesito tu ayuda... London se está poniendo peor.
Y ahí está. La verdadera razón por la que me envía mensajes de texto.
Quiere esperanza. Necesita saber que está haciendo todo bien. Y quiere que le
dé la solución. Pero no puedo, porque el darle su falsa esperanza: ir a ver a
London, significa finalmente dejarla ir. Y no estoy seguro de estar listo para
eso, si me puedo permitir dejarla ir y aceptar totalmente la realidad. Que lo
hecho, hecho está y tengo que dejarla ir y seguir adelante.
Yo: Usted sabe que no va a hacer ningún bien. No lo hizo la última
vez que lo intenté y por lo que me dijo hace siete meses, todo continúa
siendo igual que después del accidente.
Rae: Pero quiero cambiar eso. Si vienes a visitarla, podrías ser
capaz de cambiarlo. Estabas tan cerca de ella cuando sucedió.
No, no puedo. Nadie puede. Sabe esto, todo el mundo lo sabe, y no quiero
ver lo que perdí. Mi dedo se cierne sobre el botón mientras reflexiono qué
responderle.
—Oh, Dios mío, me siento mucho mejor —dice Lila, alborotando su pelo
mojado con los dedos mientras sale del pasillo vestida solo con una toalla. Mi
mandíbula casi golpea el suelo. Es una jodida toalla muy corta, una que me da
una visión de sus muslos y si se voltea, podría ver el final de su trasero.
—¿Esa es una toalla de manos? —pregunto, medio bromeando, medio
en serio.
—No —responde simplemente. Parece más relajada y tranquila que
cuando la recogí—. Solo una toalla normal.
Trato de no mirar mientras se hunde en el sofá junto a mí. Ni siquiera se
molesta en tratar de mantener la toalla cerrada y me da un vistazo de sus
muslos, los que toqué una vez, así que sé lo suave que es su piel. Solo con
verlos, tengo mis manos convertidas en puños, así que las mantendré para mí
mismo.
—Necesitaba limpiar lo que pasó anoche —dice, sacudiéndose el pelo.
Cae contra sus hombros desnudos, enviando gotas de agua a correr por su
piel—. Me sentía muy asquerosa.
—¿Es por eso que estabas siendo una perra? —Meto el teléfono en el
bolsillo de mis vaqueros. Necesito un poco de tiempo para pensar y procesar lo
que me está pidiendo hacer y si por fin puedo hacerlo, no es para darle
esperanza sino para decirle adiós.
Se encoge de hombros, examinando sus uñas. —Supongo que sí —dice
con indiferencia, poniendo la mano sobre su regazo—. Oye, ¿quieres salir esta
noche o algo así? —Me sonríe alegremente mientras se relaja de nuevo en el
sofá, con el cabello recogido a un lado—. Las bebidas corren por mi cuenta por
ser un dolor en el trasero.
—No creo que pueda —le digo, evasivo—. ¿Recibiste una llamada del
teléfono de Ella por casualidad?
Niega con la cabeza y gira un mechón de su cabello húmedo alrededor de
su dedo. —No, pero dejé el teléfono en mi habitación, así que tal vez perdí una
llamada.
—Debes llamarla. —Acaricio su pierna desnuda, rompiendo otra vez una
de las reglas que puse con ella: no tocarla inapropiadamente.
Estoy a punto de apartar rápidamente mi mano cuando ella se estremece
bajo mis caricias y mis músculos se enredan, mientras mi palma presiona
contra su piel caliente y ligeramente húmeda. Ambos nos congelamos y juro
por el jodido Dios que puedo oír nuestros corazones palpitando locamente. No
es la primera vez que un momento incómodo e intenso ha pasado entre
nosotros y empiezo a pensar que no será el último. Sé que debería retroceder,
porque esto irá a un lugar más allá de la zona de amigos, pero su respiración
se acelera, su pecho sube y baja rápidamente, con su respiración profunda y
voraz. Mi polla se endurece y la idea de tocarla es muy tentadora. De repente,
es como si mi maldita mano tiene una mente propia, y se desliza por su pierna.
Su piel es tan suave como la recuerdo. Amaso los dedos en su muslo y se
estremece de nuevo; todo su cuerpo tiembla.
A medida que mi mano se desplaza más arriba en la toalla, mis
pensamientos divagan a cómo se sentiría si mis dedos estuvieran dentro de
ella. Muy bien, estoy seguro. Demasiado bien. Podría averiguarlo. Sé que
probablemente me habría dejado, pero el hecho de que lo haría tan fácil me
hace sentir culpable. Deja que casi todo el mundo la toque, pero no porque sea
una zorra. No creo ni por un segundo que lo sea. Hay algo escondido dentro de
ella que trata de encubrir con el sexo. Lo veo en sus ojos a veces, cuando se
queda muy callada. Tristeza. Auto-desconfianza. Auto-tortura, incluso.
No está así ahora, sin embargo, luce más contenida y sumisa que nada.
Mi mano se detiene en la parte superior de su muslo, mis dedos rozando la
parte interna, que es aún más suave. Puedo sentir el calor irradiando de ella y
la humedad. Maldita sea, se está poniendo húmeda y puedo sentirlo, lo que
solo me hace querer sentir más. A medida que mis dedos establecen un camino
hacia el interior, a punto de rodear su humedad, ella se agarra del apoyabrazos
y gime. En realidad arquea su cuello, inclinando la cabeza hacia atrás, y gime.
Mi pulso martillea mientras la punta de mis dedos, presiona en su piel. Joder.
—Ethan... Dios... —El cabello vuelve a caer de sus hombros, su pecho se
inclina hacia arriba, y estoy a punto de atacarla con mis labios, lamer un
camino por su pierna, deslizar mi lengua dentro de ella, algo que he querido
hacer desde el primer día que puse los ojos en ella.
Mis dedos cavan más profundo en su piel, mientras el conflicto se
asienta dentro de mí. Retiro mi mano. Sigo adelante. De alguna manera me las
arreglo para alejar los pensamientos de mi polla y rápidamente quito la mano.
No puedo creer que lo jodí de nuevo. Siempre he tenido mis reglas acerca de
follar con las chicas por las que he tenido algún tipo de sentimiento.
Estoy prácticamente sudando cuando me pongo de pie, sacando las
llaves de mi bolsillo, esperando que no se dé cuenta de la polla abultada en mis
pantalones cortos. —Tengo algunas cosas que hacer, pero te llamaré un poco
más tarde. —Espero a que diga algo sobre lo que acaba de pasar, que casi metí
los dedos dentro de ella, pero lo único que hace es fruncirme el ceño.
—No es necesario que me llames. —Ajusta la parte inferior de la toalla
sobre sus muslos, cruza las piernas, y se cubre un poco—. Estoy
perfectamente bien sola. —Me sonríe, pero parece fingida.
Me muevo hacia la puerta. —Te llamaré más tarde —repito, luego abro la
puerta y salgo a la luz del sol, enojado conmigo mismo por meter la pata, y
extremadamente enojado con la parte de mí que quería arruinarlo y tirar mis
reglas directamente por la ventana. Las establecí por una razón. Para
detenerme a mí mismo y a los demás de herirme.
Mientras me dirijo al camión, el teléfono suena en el interior de mi
bolsillo. Lo alcanzo y compruebo la pantalla. Rae de nuevo. Pienso en los textos
de nuevo y en decirle que no iré a Virginia. Pero una parte de mí quiere ver a
London de nuevo, incluso si no es la misma London de la que me enamoré.
Quiero decirle adiós, pero a la vez no. Y otra parte de mí quiere volver corriendo
a Lila porque por alguna razón, estar cerca de ella me hace sentir mejor. Estoy
tan confundido en este punto mientras los pensamientos de London y Lila
chocan en mi cabeza. ¿A quién me aferro? ¿A London? ¿La chica que yo pensé
hace tiempo que amaba? ¿La chica que perdí y a la que nunca recuperaré? ¿A
la chica que abandoné solo por inyectarse? ¿La chica a la que quería conocer
más que nada, pero perdí la oportunidad? ¿O debería dejarla ir? Libero mi
culpabilidad por alejarme de ella ese día, así como así. ¿Ir por ahí follando
chicas, viviendo la vida, haciendo lo que quiero? En el fondo sé que nunca debí
haberme alejado ese día y que si me hubiera quedado en lugar de pensar
exclusivamente en mí mismo, entonces las cosas podrían haber sido diferentes
hoy. Tal vez aún estaría con ella.
Todavía no puedo dejarla ir, no puedo dejar ir mi culpa. Solo debería estar
solo. Es lo mejor.
Termino evitando un mensaje en respuesta a Rae, sabiendo que al
hacerlo estoy permitiéndome seguir aferrado a la idea de London, y sigo
pensando en Lila sentada en su apartamento en la toalla de mano al mismo
tiempo.
Mis pensamientos jodidos me dan un dolor de cabeza. —Mierda —
murmuro, pateando los neumáticos.
Necesito un maldito trago.
2
Traducido por Moni & Jeyly Carstairs
Corregido por Key

Lila
Estoy sentada sola en el sofá, usando una toalla, aturdida y un poco
avergonzada de mí misma. No sé qué demonios pasó. Bueno, en realidad sí lo
sé ya que ha pasado antes, pero aun así no lo hace más fácil. En un minuto la
mano de Ethan vagaba por mi muslo y se sentía tan bien, pero luego él se
levantó y se fue, rechazándome totalmente, y eso me frustra porque lo deseo.
Demasiado.
Desde que conocí a Ethan, ha sido así. Coquetea conmigo todo el tiempo,
sin embargo, en su mayor parte nunca actúa, provocándome pero nunca
terminándolo. Siempre estoy esperando que me sorprenda y que finalmente
haga algo, como demostrar que está atraído por mí. Algo me dice que él podría
ser un poco diferente de otros chicos con los que he dormido, más dulce, más
suave, o tal vez rudo, pero de una buena manera. Por lo general, soy
estrictamente una chica de remeras con cuello, pantalones, buen auto y
dinero. Pero hay algo en Ethan y el misterio en sus ojos marrones, los
intrincados tatuajes en sus brazos, y la manera en que su cabello negro
siempre está por todas partes que me hace arder con curiosidad. Y una parte
de mí piensa que tal vez, solo tal vez, finalmente sentiré algo además de
indignidad y humillación después de tener sexo con Ethan. Aunque, realmente
estoy comenzando a preguntarme si es que tengo una vagina rota. Y el corazón.
Y la cabeza.
Después de que me deja botada, las dos pastillas que me tomé antes de
darme una ducha surten efecto y todo, incluso estar sola en mi apartamento
vacío después de que Ethan me rechazara, se siente bien. Las pastillas alejan
los recuerdos y sentimientos de lo que pasó anoche, junto con muchas otras
noches de mi pasado. Y no recordarlas es importante. El dolor es igual a
emociones no deseadas, colapsos y vergüenzas. Por mucho que odie los
apagones que me dan las pastillas, también odio los apagones temporales en
los que partes y trozos vienen a mí en imágenes nítidas y vergonzosas. Todo lo
que eso hace es recordarme en lo que me he convertido y cuan vacía e
insignificante me siento por dentro. Algunas veces se siente como si mi cuerpo
no me pertenece, como si lo hubiera perdido hace mucho tiempo y nunca lo
recuperaré. Me pregunto si es así como todos se sienten después de tener sexo.
Si se sienten tan sucios e impuros.
No parece como si hubiera estado empeorando últimamente, pero la vida
parecía ser cada vez más difícil. En el último año y medio, mi compañera de
cuarto y mejor amiga se mudó para vivir su vida y ahora estoy sola. Traté de
defenderme ante mis padres, diciéndoles que no iría a casa a vivir la vida que
querían que viviera, y en respuesta mi papá me quitó mi auto. Hace unos
meses también canceló mis tarjetas de crédito y ahora me estoy quedando sin
dinero y no puedo incluso tener suficiente para pagar mi matrícula. Ser pobre
no es algo con lo que crea que pueda vivir. Así que para escapar de la dolorosa
y vergonzosa realidad de cuan patética se ha vuelto mi vida, he comenzado a
dormir más, y tragar más y más pastillas.
Empecé a tomar las pastillas cuando tenía catorce años porque mi madre
me animó a hacerlo, diciendo que me ayudarían a borrar la vergüenza y la
suciedad que sentía. Acababa de tener sexo por primera vez con un chico que
me usó y resultó que la pastilla funcionaba de forma estupenda, adormeciendo
todas mis emociones. Así que las he estado tomando desde entonces.
Suspirando, me vestí con mi vestido azul claro, arreglé mi cabello con
algunas prensas, y me dirigí a la cocina para limpiar el suelo. Anoche se me
cayó un poco de vino, pero estaba demasiado ebria para limpiar y ahora está
pegado en el suelo por lo que apesta la casa. Tomé una esponja casi nueva y
un poco de limpiador de debajo del fregadero, luego traté de no vomitar
mientras me ponía un par de guantes de hule y me puse sobre las manos y las
rodillas.
Odio limpiar la casa y trato de evitar hacer cualquier tipo de limpieza a
toda costa. Había tenido a alguien que limpiara la casa desde que Ella se fue,
pero estoy quedándome sin efectivo y ya no puedo pagarle. Pongo mis manos y
rodillas en el suelo con un cubo de agua y una esponja. Mientras estoy
fregando, mi mamá llama y casi me río de mí misma, preguntándome que haría
ella si me viera sobre mis manos y rodillas fregando la suciedad del suelo con
una esponja.
Me doy la vuelta y me siento antes de responder el teléfono, notando que
tengo una llamada perdida de Ella, como sospechaba Ethan. —Sí, madre —
respondo.
—¿Has cambiado de parecer sobre venir a casa? —Me ha estado diciendo
lo mismo desde que anuncié la repentina decisión de mudarme a las Vegas e ir
a la UNLV hace un año y medio. Acababa de graduarme del internado y
regresado a casa para el verano. Mi familia pensaba que iba a ir a Yale en
otoño, solo porque le había mentido a todos y les dije eso. Me sentía
avergonzada y me hallaba enojada conmigo misma por sentirme así, como si no
pudiera admitir que no era lo suficientemente inteligente para ir a una escuela
lujosa. Me había sentido avergonzada por los últimos cuatro años y no quería
sentirme más de esa manera. Sabía que eventualmente tendría que decirles a
todos que no fui aceptada en Yale o en alguna otra escuela de la Liga Ivy, así
que en vez de afrontarlo, me fui. Empaqué mi mierda, abrí un mapa y señalé
un lugar al azar, que terminó siendo las Vegas. Le dije adiós a mi madre y ella
peleó conmigo durante todo el camino, gritando y diciendo que nunca lo
lograría por mi cuenta. Pero tenía dinero y notas decentes, y la UNLV me
aceptó en un santiamén.
—No —respondí con la misma respuesta que siempre le doy—. Y ya te
dije que no iba a cambiar de parecer.
—Bueno, esperaba que tu mente decidiera a ser inteligente —responde—.
Pero, de nuevo, supongo que debí saberlo. Has demostrado en los últimos años
cuan estúpidas pueden ser tus decisiones. —Suena más parecida a mi padre
mientras más pasa el tiempo. Es casi como la arcilla, fácilmente maleable y
moldeable.
Reviso mi esmalte de uñas, debatiendo si ir a mi habitación y tomar otra
pastilla. Ella está castigándome por un enorme error que nunca será capaz de
perdonar, no solo por cómo me hacía ver eso si no porque eso hacía que ella y
mi padre se vieran como si hubieran criado a una puta.
—¿Llamaste por alguna razón? —pregunto con calma—, ¿o solo para
quejarte de mí?
—Tu padre quiere que vengas a casa —dice en voz baja—. Dice que si lo
haces, te devolverá tu auto y tarjetas de crédito.
—Como siempre, voy a tener que rechazar su oferta.
—Bueno, como siempre vas a tomar decisiones tontas que hacen que la
familia se vea mal. Entre tu hermana siendo una mesera y teniendo un hijo
ilegítimo, y tú viviendo en un departamento en las Vegas, nos vemos como los
pobres de la comunidad.
—Bueno, entonces tal vez deberías decirle a todos que estamos muertas.
—Me siento entumecida mientras lo digo y estoy agradecida por la medicación
en mi sistema—. Quiero decir, ambas sabemos lo buena que eres inventando
historias para cubrirnos cuando alguna de las dos lo echa a perder.
Se ríe cínicamente en el teléfono. —Bueno, he tenido una buena práctica.
Tengo una hija que es una ex drogadicta, y otra hija que ha sido una putita
desde los catorce años.
—Estaba confundida y no entendía completamente en lo que me metía.
—Tragué saliva, tratando de no pensar en dónde comenzó mi camino de ser
una puta—. Y tú no hiciste nada para ayudarme. Nada beneficioso de todos
modos.
—Tomaste una decisión, Lila —contesta burlonamente—. Nadie te hizo
hacer nada. Tú elegiste hacerlo.
—Tenía catorce años —murmuro; el sentimiento distante en mi cuerpo
comienza a levantarse mientras las paredes se cierran sobre mí, encogiéndome
en una bola, justo como lo hacían cuando era niña. Mi madre tenía ese efecto
en mí, incluso con una simple llamada. Acuno mis rodillas contra el pecho y
apoyo mi barbilla en mis rodillas.
—Las excusas son para los débiles. Y si admitieras que cometiste un
error, y que continúas haciéndolos, entonces tal vez serías capaz de mejorar tu
comportamiento. —Suspira—. Eres una chica hermosa, Lila, y tu apariencia
podría llevarte muy lejos en la vida. Imagina el tipo de hombre que podrías
conseguir si trataras de salir con uno en vez de acostarte con todos.
—Guau, ¿alguna vez pensaste en convertirte en un psiquiatra? —
pregunto sarcásticamente—. Porque serías genial en ello.
Me cuelga.
No me sorprende y esperaba que lo hiciera, de lo contrario habría
comenzado a hostigarme sobre la tremenda decepción que soy. Presiono el
botón de TERMINAR, contenta de que ya no tengo que hablar con ella. Al
mismo tiempo estoy herida de que me vea como lo hace, de que me odie, y
desee que yo fuera alguien más, alguien más y no quien soy. Aunque, ni
siquiera yo sé quien soy así que no puedo entender cómo ella sí.
Me doy treinta segundos para moverme con pesadez, y luego llamo a Ella
para ver qué quiere.
—Hola —responde animadamente y no puedo evitar sonreír porque ella
solía estar tan triste. Me alegra de que sea feliz, aunque una parte de mí la
envidia.
—Hola, ¿llamaste antes? —pregunto, acostándome en el suelo de linóleo
y mirando hacia el techo. Extraño a Ella y todo, pero también es bueno vivir
sola, porque nunca me había acostado en el suelo frente a ella.
—Sí, pensé que podrías necesitar hablar —dice y escucho a Micha gritar
algo al fondo.
—Podemos hablar más tarde —le digo—. Si estás ocupada.
—No, podemos hablar ahora —insiste—. Micha solo se queja en mi oído
sin razón. —Hay risa en su tono y Micha grita algo más, pero suena a
murmuro a través del teléfono—. Ethan lo hizo sonar como que necesitaras
hablar.
—Uh… ¿Él te llamó?
—Sí, hace un rato.
Me muerdo el labio, un poco irritada, preguntándome si la llamó para
decirle que me revise porque no he pagado la renta. La última cosa que quiero
hacer es decirle a Ella mis problemas cuando tiene tantos problemas por sí
sola. Además, no me gusta hablar de mis problemas, es lo que se me ha
enseñado. La única persona a la que le he dicho algo es a Ethan e incluso él no
sabe todo. —Bueno, lamento la pérdida de tiempo, pero en realidad no tengo
nada de qué hablar.
Duda. —Está bien. He querido llamarte de todas formas.
—¿Para qué? —Trato de sacar la irritación de mi tono, pero no puedo
hacerlo. Las pastillas necesitan surtir efecto a un nivel superior para que
pueda sentirme artificialmente feliz.
—Tal vez debería llamar más tarde —dice—. Suenas molesta.
Suspiro pesadamente, estirando las piernas. —Lo siento. Tengo un poco
de resaca y me estoy desquitando contigo. Lo siento.
—Está bien —responde animadamente y muy diferente a la Ella que
conocí—. Has pasado por mucha basura por mí durante los últimos dos años.
—Dios, ¿nos hemos conocido por tanto tiempo? —Logro mantener mi voz
ligera y alegre, incluso aunque me duele la cabeza.
—Sí, estamos poniéndonos viejas, ¿no? —bromea, pero suena un poco
nerviosa.
—¿Qué es lo que no me estás diciendo? —digo, apoyándome sobre los
codos—. Tienes ese tono… el que usas cuando tienes un secreto.
—No tengo un tono. —Pretende que no tiene idea de lo que digo, pero su
actitud demasiado despreocupada sugiere lo contrario.
Me pellizco el borde de la nariz, tratando de aliviar el dolor en mi cabeza,
y por suerte mi voz suena como si fuera la Lila alegre, la que todos necesitan
ver. —De acuerdo, escúpelo.
—Bueno… —Toma una respiración honda—. Yo como que moví el anillo.
—¡Qué! —exclamo y de repente todo mi mal humor disminuye. Ella ha
estado usando el anillo que Micha le dio en el dedo opuesto al de compromiso.
El trato entre los dos era que cuando Ella se sintiera lista para comprometerse,
movería el anillo al otro dedo y finalmente es oficial—. ¿Cuándo?
Vacila. —En realidad fue hace un tiempo… el día en que Micha y yo
dejamos las Vegas.
—Perra —le digo, medio en broma, pero un poco enojada al mismo
tiempo—. ¿Por qué no me dijiste antes?
—No sé… supongo que fue porque aún me acostumbraba.
Distraídamente, giro el anillo en mi propio dedo, pensando sobre cuán
enferma y retorcida soy que no me he deshecho de él. Juro que el maldito
anillo aún es mi dueño; él aún es mi dueño. —Pudiste haberte acostumbrado
diciéndome.
—Lo sé y lo siento mucho. Aunque tú sabes cómo me pongo con este tipo
de cosas.
—Lo sé. —En serio lo sé. Se cierra y mantiene las cosas ocultas. No sabía
eso cuando la conocí así que fue una sorpresa cuando vi todo este otro lado.
Pasó de ser una chica buena, silenciosa y ordenada, a esta chica escandalosa,
imprudente y genial, y algunas veces deseaba poder ser de la misma manera.
Despreocupada y extrovertida, y vivir justo como quería en el momento, sin
tener que estar intoxicada.
Micha, su ahora prometido supongo, grita algo al fondo y luego Ella
suelta un grito en el teléfono. Escucho un fuerte golpe y luego hay un montón
de risas. Espero a que vuelva, pero las risas se hacen más fuertes mientras
discute con Micha entre risas para que la deje ir.
Ruedo los ojos, oficialmente odiándola por la hermosa relación que tiene
y merece. —De acuerdo, ya me voy. Si puedes escucharme, felicidades y te
llamo luego.
Dejo caer el teléfono al suelo y el silencio se propaga. La luz del sol se
cuela por las rendijas de las persianas y puedo escuchar a mis vecinos discutir
por algo. Es ruidoso y molesto, grito—: ¡Bajen la voz! —Mientras golpeo la
pared.
Aunque no me escuchan y siguen gritando. Cuanto más tiempo me
quedo allí, la soledad me alcanza, como una ola lista para golpear la orilla.
Quiero alguien que me ame como Micha ama a Ella. Quiero a alguien,
cualquiera, que me ame. He intentado lo mejor que puedo para encontrar ese
tipo de amor, pero nunca parece funcionar y comienzo a creer que estoy por
debajo de ser amada.
Pensé que tenía amor una vez, muy estúpidamente. Debí saberlo. Él era
demasiado viejo para amar a una chica de catorce años y luego de que todo
terminó, después de que me había usado, me dejó con el corazón roto,
sintiéndome sucia por dentro y confundida por lo que habíamos hecho. Ni
siquiera ahora, cuando miro hacia atrás, no tiene sentido para mí, al menos
desde el aspecto emocional. Pero las pastillas hacen que sea más fácil de
aceptar.
—Creí que me amaba —murmuré, sintiendo las lágrimas arder en mis
ojos mientras giraba el anillo de diamantes en platino alrededor de mi dedo—.
Parecía hacerlo.
Me levanté y salí de la cocina, dirigiéndome a mi habitación, queriendo
escapar de mis errores y del vacío. El problema es que cada vez que lo hago,
solo agrego más errores a la lista y siempre termino sola. Pero probablemente
lo seguiré haciendo una y otra vez porque soy buena en eso: en echarlo a
perder, ser una puta, acostarme con todos, rogando poder encontrar alguien
que se enamore de mí con las partes y trozos invaluables, y cuide de mí como
mi madre constantemente dice que debería suceder.
Abro el cajón de mi mesita de noche y miro hacia la botella con la
prescripción, girando el anillo en mi dedo, sabiendo que más pastillas me
pondrán en el modo de apagón. Pero quiero estar en ese modo en este
momento porque momentáneamente me hace feliz. Tomo la botella y la abro.
Mientras las pastillas se deslizan por mi garganta, surge el adormecimiento a
través de mi cuerpo y caigo en la cama con mi mano colocada en la cicatriz a lo
largo de mi estómago; mi único defecto, tanto dentro como afuera.

No estoy segura de cómo va el internado, si me gusta o lo odio. Parece raro


vivir en una escuela a los catorce años. Además, estoy teniendo dificultades
para hacer amigos. Pero lo intento.
—¿Ves ese tipo mayor de ahí? —dice Reshella Fairmamst, la chica con la
que estoy trabajando para convertirnos en amigas, apuntando a la mesa frente a
la biblioteca, a un hombre que lleva un traje. Está sentado en un sillón, leyendo
un viejo libro hecho jirones.
Reshella Fairmamst no es mi amiga, pero quiero y necesito que lo sea, de
lo contrario voy a terminar sola y sin amigos. Pero convertirnos en amigas con
ella es difícil, porque es la chica más rica, con más títulos y más popular de la
escuela. —¿Te refieres a ese viejo?
—Solamente tiene veintidós años y es parte de la familia Elman, que son
totalmente ricos. —Voltea su cabello rubio miel de su hombro y mantiene su nariz
en el aire como si estuviera olfateando un aroma amargo. Lo hace mucho y a
menudo me pregunto si es por arrogancia o es el hecho de que trata de
asegurarse de que no tiene mal olor—. Es completamente aceptable.
—Pero solo tengo catorce —digo estúpidamente mientras giro mi pelo
alrededor del dedo—. No me va a querer. Es como ocho años mayor.
Ella me mira desde el asiento junto al mío. Lleva un montón de maquillaje
y siempre tiene delineador gris porque dice que resalta sus rasgos afilados.
Lleva un collar de perlas todos los días e insiste en que ninguna de las Precious
Bells lo usa. Las Precious Bells son su hermandad y para meterse en la
hermandad tienes que ser lo mejor de lo mejor de lo mejor.
—Tal vez no eres adecuada para ser una Precious Bell —dice
sarcásticamente—. Porque al ser una de nosotras tienes que estar dispuesta a
salir con hombres mayores. Nosotras, nunca, nunca salimos con chicos de
nuestra escuela.
—Pero tienes dieciséis años.
—Y qué.
—Y que… —lucho contra su mirada condescendiente—, es más fácil para
ti.
Rueda sus ojos. —Oh, por favor. Será fácil para ti si solo dejas de pensar
tanto como una niña. Es tiempo de crecer, Lila, a menos que no quieras. —Gira la
cabeza hacia el grupo de chicas y chicos que se sientan en la mesa redonda de
la esquina, los que todo el mundo ha considerado los nerds y marginados
sociales, y mi madre nunca ni un millón de años me aprobaría salir con ellos.
Pienso en las últimas palabras que me dijo mi madre antes de que me
dejara en un internado para vivir el resto de mi vida en el instituto—: No nos
avergüences como lo hizo tu hermana. No te juntes con gente que tu padre y yo
no aprobaríamos y destácate en tus estudios. Triunfa, no importa cómo.
Arruínalo, y vamos a echarte a la calle tal como lo hicimos con Abby. —Era como
si ella hubiera estado leyendo una tarjeta de notas escrita por mi padre, pero sé
que es la verdad, porque sus amenazas siempre lo son. Y realmente no quiero
vivir en la calle.
Suspiro, enderezando mi postura. —¿Qué quieres que haga? —le pregunto
a Reshella.
Sus brillantes labios rosados se curvan en una sonrisa. —Quiero que
vayas y consigas su número.
Mi mandíbula cae. —¿Cómo?
—Averígualo —dice simplemente—, y entonces, cuando lo hagas, serás
oficialmente una Precious Bell.
Asiento, me levanto y me alejo de la mesa, nerviosa y sintiéndome a punto
de desmayarme mientras me dirijo hacia él. Cuando llego a su mesa, al instante
mira hacia arriba. Su belleza me deja fuera de guardia, junto con la hambrienta
e intensa mirada en sus ojos.
—Soy Lila —digo rápidamente, dando mi mano como una idiota retardada
para que él la agite—. Lila Summers.
Sus labios se curvan, pero no sonríe. Se acerca y toma mi mano, pero en
vez de agitarla la lleva a sus labios y la besa delicadamente. Tiene barba en su
mentón y me roza, sintiéndose a la vez bien y mal.
—Lila, ese es un bonito nombre para una hermosa chica —dice
pensativamente mientras me mira.
Noto que tiene un anillo en su mano, una banda de platino con
incrustaciones de diamantes. Está en su dedo anular, también, y me pregunto si
está casado. Me pregunto si debo preguntar. Me siento tan nerviosa en este
momento, que empiezo a sudar.
Sonrió, aunque, un poco embelesada por su deslumbrante sonrisa, mi
corazón palpitando dentro de mi pecho por la forma en que me mira. Me hace
sentirme algo especial. Y nunca me he sentido especial. Por un momento puedo
ser solo una chica hermosa de pie delante de un hombre magnifico, pensando
que ella es la persona más increíble del mundo.
Lo que en realidad debería haber estado pensando, sin embargo, era
estúpida e ingenua.
Ethan
No puedo levantarme de mi maldita cama, no solo porque bebí un six-
pack de cerveza, sino porque realmente no quiero. Tengo el maldito brazalete
de nuevo, el que ella me dio así siempre la recordaría. Está en mi cama junto a
mi diario, ambos me persiguen con recuerdos. Estoy acostado sobre mi
estómago, abatido como un gatito por una chica que ya no existe y no debería
existir más para mí. Tengo que dejarla ir. Pero parece que no puedo. Siempre
había odiado la idea de las relaciones, todavía lo hago. Las he visto en sus
momentos más feos y me hicieron decidir que el amor y el compromiso
fallaban, eran ficticios, pero luego llegó London y mis puntos de vista
cambiaron, yo cambié. Y no entiendo el motivo, lo que vi en ella que me hizo
pensar de una manera diferente. Y ahora se ha ido y todavía no he encontrado
a nadie más que me haga reconsiderar mi deformada pero perspicaz opinión
sobre el amor eterno.
No he sido capaz de apartar mis ojos de la pulsera desde que me acosté.
Está allí, en frente de mí, recordándome todo lo que pasó entre London y yo, y
todo lo que no hice.
—Eres un chico tan hermoso —decía London todo el tiempo. De hecho,
más o menos me lo había cantado—. Razón por la cual puedes llevar un
brazalete.
Sacudí la cabeza. —De ninguna maldita manera, nunca voy a usar un
brazalete.
—¿Ni si es mío? —preguntó con diversión mientras trazaba con sus
dedos mi rostro.
—Ni si es tuyo. —Era un cretino con ella, tal como el carácter del imbécil
de mi padre y siempre me odiaré por ello. La cosa es que nunca parecía
importarle. Nunca supe lo que pensaba o sentía, y nunca llegó a verme con el
brazalete puesto. Podría ponérmelo ahora, pero cuál sería el punto. No tiene
ningún sentido ya, ninguna conexión con algo real. Es más que nada solo un
pedazo de cuero impreso con ―E&L‖.
Me inclino hacia adelante, mirándolo de cerca, dándome cuenta de que
también podría representar a Ethan y Lila, lo que hace que me lastime más
porque estoy pensando en Lila en lugar de London. Lo que quiero es no pensar
en nadie. Quiero silencio. Soledad. Quiero que mis malditos pensamientos se
apaguen.
Sacudiendo la cabeza, lanzo el brazalete a un lado, fuera de mi campo de
visión. Tengo que salir de la casa, de lo contrario voy a irme a la deriva a ese
lugar donde me quedo atascado en mi cabeza y casi me encierro en una caja.
Mi madre siempre lo llamó ser esquivo y algunos psiquiatras se referían a eso
como ansiedad social pero yo lo describo como saber demasiado. Un par de
psiquiatras querían que tomara algo para cuando tenía unos catorce años y
estuve súper estresado por la idea de comenzar la escuela secundaria, no
porque tuviera miedo, sino porque parecía que había muchas personas que
solo se movían juntos en manadas. Todo en lo que podía pensar era en la
perdida de la paz y tranquilidad que había ganado durante el verano y todas
las otras cosas que prefería estar haciendo.
Siempre me ha gustado la tranquilidad, aunque nunca he tenido mucha.
Al crecer, tenía a mis hermanos siempre golpeándome. Luego se mudaron y me
quedé con mi papá constantemente gritando a mi mamá y a veces incluso
golpeándola. Traté de intervenir y terminaba con unos cuantos golpes yo
mismo, lo que estaba bien excepto que tanto mi papá como mi mamá
terminaban enojados conmigo. Mi mamá me dijo que no tenía que interferir en
cosas que no eran de mi incumbencia. Yo tenía como trece, y me confundió
totalmente. Cuando le pregunté porqué, ella simplemente dijo—: Porque amo a
tu padre más que nada y él solo está pasando por un momento difícil en su
vida. —Justo como cuando yo estaba en segundo grado y él era adicto a las
pastillas para el dolor. Me preocupa resultar como él, que eventualmente
termine con alguien, y esa fea y abusiva persona se manifieste dentro de mí.
Con el tiempo mi papá dejó de golpear a mi mamá, aunque hasta el día
de hoy la humilla, pero aun así vi lo suficiente de lo feo, y de la facilidad con
que se olvida, por eso me pregunto porque las relaciones son tan importantes.
Incluso con London, no vi la importancia de que declaremos que estábamos
juntos. Nunca nos dijimos ―Te amo‖ aunque creo que los dos lo sentíamos. A
veces pienso que todavía lo hago… tal vez… lo creo de todos modos. Mierda, no
tengo ni idea.
—Tengo que salir de aquí. —Me levanto de mi cama, agarro mi teléfono y
las llaves, y salgo por la puerta. Pienso en ir a un club, pero odio el ruido.
Considero un bar, que es más discreto, pero solo quiero caminar,
honestamente, avanzar, dejar de quedarme quieto.
Tomo un taxi a la avenida principal, ordeno una bebida en ese edificio
que es una pequeña réplica de la Torre Eiffel, y luego camino por la acera llena
de gente, abriéndome paso a través de la multitud, deseando estar en otro
lugar en vez de este. Es tan ruidoso como estar en un club, pero estoy al aire
libre, así que es más fácil respirar aquí. Deambulo, bebiendo mi bebida,
mirando las luces de neón. Durante un tiempo considero llamar a Lila y pedirle
que venga a verme, pero temo lo que pasaría si ella lo hace. Me siento mal por
ignorarla, pero estoy en uno de mis estados de ánimo de necesito-tener-sexo,
que es la mejor manera de apagar mis pensamientos, y con Lila cerca, podría
terminar rompiendo las reglas que establecí con ella. ¿Luego qué? Nos follamos
y las cosas se pondrían torpes, y toda la diversión, las conversaciones ligeras
que tenemos, y las misiones de rescate, serían incomodas y es probable que
desaparezcan.
Todo el mundo serpentea por las aceras y los clubes conversando,
hablando, sonriendo, metiéndose mano. Mientras estoy lanzando lejos mi copa
vacía, veo a algunas chicas en vestidos ridículamente cortos. Una me está
echando un vistazo y pienso: Ahí está la distracción que he estado buscando.
Empujo todas las emociones antes de acercarme a ellas. Micha solía hacer esta
mierda conmigo todo el tiempo, lo que lo hizo más fácil.
Escojo la morena con un vestido de cuero rojo por ninguna otra razón de
que parece más interesada en mí que las otras dos. Coqueteo y le sonrío, y
caminamos por la avenida juntos. Ella sigue pasando los dedos arriba y abajo
de mi pecho y batiendo sus pestañas.
—Tenemos que ir a tu casa —grita, por encima del ruido mientras
llegamos al corazón de los casinos.
Asiento, pero me aseguro de seguir las reglas: siempre hacerles saber
cuál es mi posición. —Podemos hacer eso, pero para que lo sepas, solo quiero
follar. No estoy buscando una relación. —Soy franco, tengo que serlo. Lo último
que quiero es engañar o bien lastimar a alguien, o hacer que se aferren a mí.
Sonríe hacia mi mientras traza mi labio inferior con la uña de su
meñique. —Eso es todo lo que quiero yo también.
Una hora más tarde la estoy follando en mi apartamento y no hay un
significado detrás de eso. Ella me está usando y yo la estoy usando. Solo somos
dos cascaras de personas con calor corporal que no tienen absolutamente
ningún contenido en ellos en el momento que no sea lo que estamos buscando:
paz y calma. Sin embargo nunca la encuentro. Pero eso podría ser porque
nunca permito que me encuentre.
En alguna parte pierdo la noción de como se ve y la imagino con el pelo
negro y corto, como London, y cuanto más continuamos, más empieza a
parecerse a Lila. Es desquiciado y frustra el propósito de tener relaciones
sexuales y tratar de olvidar mis problemas. No quiero estar pensando en Lila.
No quiero estar pensando en nada. Solo quiero aclarar mi cabeza y cuando esto
acabe, volver a estar solo, seguir mis reglas, así no tengo que acercarme a
nadie y seguir adelante. Olvidarlo. Aceptar la realidad de que London nunca
volverá a mí y que no está porque elegí dejarla alejarse.
Una vez que hemos terminado de follar, ella se levanta y me dice gracias
mientras se viste y los pensamientos de London se alejan mientras el
agotamiento se apodera de mí. Lila todavía permanece en mi cabeza mientras
me pregunto lo que hace en este mismo momento. Murmuro un ―de nada‖ y
luego se va, sin darme su número. Me doy la vuelta en mi cama, sintiéndome
solo, aunque tranquilamente satisfecho en el interior, exactamente como
quiero. Miro el reloj y me doy cuenta de que son solo las nueve. Mierda. ¿Qué
demonios se supone que debo hacer por el resto de la noche?
Sacudiendo la cabeza, me volteo y saco mi diario, haciendo lo único que
puedo hacer para pasar el tiempo y tratar de no pensar en London y la última
vez que la vi. Nunca podré olvidarlo; como me alejé de ella. Acabo de escribir
sobre la mañana cuando me enteré de que se había ido, aun cuando me
prometí hace mucho tiempo que lo olvidaría. Pero parece que no puedo
olvidarlo.
El teléfono suena. Es como una canción. Una canción muy molesta que
tiene una melodía taciturna y la letra consta llena de angustia y remordimiento.
Ni siquiera estoy seguro de cómo sé que es una mala noticia. Lo sé, y cuando
contesto el teléfono y oigo el llanto, sé que ella se ha ido, pero no de la manera
que esperaba.
Se ha ido.
Pero a la vez no.
Está entre la muerte y la vida. Perdida. Tal vez para siempre. Tal vez no.
¿Quién sabe? En realidad nadie parecía saber mucho, y al final la verdadera
London no existía, su mente siempre muriendo, virando cada vez más cerca de la
muerte, pero justo en el último segundo comienza fugazmente a prosperar de
nuevo antes de empezar todo el proceso otra vez. Ella siempre se encontraba
medio muerta de hambre, famélica, sin cicatrizar, sin embargo curándose al
mismo tiempo. Nunca tuvo sentido. Nada lo tenía con ella.
Nada de eso alguna vez lo tuvo.
3
Traducido por Zafiro
Corregido por Eli Mirced

Lila
Me encanta ir de compras, tal vez demasiado. Gastar dinero para
comprar ropa, por cualquier razón, llena el vacío dentro de mi corazón. Mi
madre solía arrastrarme con ella mientras compraba todo el tiempo. Incurriría
en esos escandalosos gastos excesivos cada vez que mi padre la disgustaba. En
lugar de confrontarlo, compraba cosas y entonces se ponía todo y se hacía ver
bonita. Recuerdo haberla visto ponerse nuevos vestidos, zapatos y joyas, y
luego pararse frente al espejo y admirarse con una sonrisa en su rostro.
—¿No me veo bonita? —Me preguntaría y yo siempre asentía porque
siempre lucía hermosa y glamorosa para mí. Se voltearía hacia mí y me miraría
otra vez, como si fuera una muñeca, a veces hasta dejaría que me probara
algunas de sus cosas—. Un día, cuando seas mayor, serás tan bella como yo,
Lila.
—Pero ¿qué si no lo soy? —Le había preguntado, porque algunas de las
personas mayores en el barrio no eran bonitas como mi madre—. ¿Qué pasa si
no me vuelvo tan bonita como tú?
Cerró un par de aretes de diamantes que brillaban bajo la luz fluyendo
desde la lámpara de araña. —Tendrás que asegurarte de que lo haces, Lila.
Ningún hombre quiere una mujer fea.
Incluso a esa temprana edad, puedo recordarme pensando en lo extraña
que fue su respuesta, sobre todo porque mi profesor siempre nos decía que la
belleza estaba más en el interior que en el exterior. No obstante, algo en sus
palabras quedó conmigo y, cada vez que tengo un traje nuevo y me lo pongo,
hace que temporalmente me sienta hermosa. Si tan solo la sensación durara.
Entonces podría dejar de gastar tanto dinero y no estaría yendo a la quiebra,
tampoco tendría que tomar las píldoras. Sin embargo, se me ocurrirá algo.
Algún día.
—En serio, Lila —se queja Ethan mientras me sigue por el centro
comercial. Ha estado de un deprimente estado de ánimo las últimas veces que
hemos pasado el rato, pero hoy está extremadamente peor porque odia ir de
compras—. No más compras. No puedo soportarlo más.
Viste un par de vaqueros flojos que están deshilachados en la parte
inferior y hay un agujero en el borde de su camisa a cuadros verdes y negros.
Tiene una gran variedad de bandas de cuero en su muñeca, todas las que
parecen hechas a mano. Si solo intentara vestir bien, entonces estaría tan sexy
que sería imposible para cualquier chica rechazarlo. No es que muchas lo
hagan. —No es tan malo —le digo, moviéndome alrededor de la sección de
camisas en el departamento de hombres. Estoy en el éxtasis de las compras,
por no mencionar el hecho de que me metí tres pastillas antes de salir. Me
siento eufóricamente feliz en este momento, tanto, que creo que mi sonrisa
podría ser real—. Hemos estado fuera por solo un par de horas.
Ensancha exageradamente los ojos mientras gira la muñeca hacia sí
para comprobar la hora en su reloj. —Hemos estado fuera durante demasiadas
horas entonces.
Rebusco el estante de liquidación, porque Ethan nunca compraría
cualquier cosa que no esté en rebaja. —Lo siento, pero odio viajar en autobús y
tenía que ir de compras.
Suspira, dejando caer la mano a su lado. Está llevando las bolsas por mí,
por lo que estoy secretamente sonriendo. Ni siquiera dijo nada cuando se las
entregué, como si estuviera acostumbrado al hecho de que voy a pedirle ayuda
para llevarlas. —Bien, ¿pero puedes, por favor, darte prisa? Tengo cosas que
hacer.
Deslizo un colgador del perchero y miro la etiqueta en la camisa. Es un
poco cara para él, pero voy a intentarlo de todos modos, porque es de un claro
tono de rosa pálido, y me encanta el color. —¿Qué cosas?
Se encoge de hombros. —Cualquier cosa además de ir de compras.
Sostengo la camisa hacia él. —Deberías comprar esta. Resaltará el color
de tus ojos. —Lo deslumbro con una radiante sonrisa.
Saca la lengua y hace una mueca de náuseas. —La única ocasión por la
que usaría una camisa como esta es si por alguna loca razón quisiera que me
patearan el culo.
—No es tan mala —digo, inclinando la cabeza a un lado mientras la
coloco más arriba sobre su pecho.
—Es rosa. —Su expresión es neutra.
—Un rosa bonito —señalo, sonriéndole.
Solo se queda mirándome.
—Oh bien, lo que sea. —Ruedo los ojos, pero sonrío mientras pongo la
camisa de nuevo donde la hallé y me vuelvo para mirarlo—. Trato de ayudar,
pero nunca me dejas. Podrías vestirte de manera mucho más agradable. —
Muevo rápidamente el agujero en su camisa con mi dedo.
—No necesito vestirme mejor —dice—. Lo que sí necesito es largarme de
aquí. Detesto ir de compras, los centros comerciales, los lugares concurridos
donde todo el mundo actúa como loco por el dinero. Además —dice, y arquea
las cejas—, ¿ya tienes siquiera pagada tu renta?
—Sí —miento, frustrada con él por arruinar mi alegre estado de ánimo
creado a partir del perfecto equilibrio entre las píldoras y la ropa nueva. Sin
embargo, me apresuro a rodearlo, esperando que no note mi abruptamente
hundido estado de ánimo.
Sus dedos se envuelven alrededor de mi brazo y me detienen de ir más
lejos. —Lila.
Ruedo mi cabeza hacia atrás al tiempo que dejo escapar un suspiro de
frustración. —Oh, está bien. Aún no lo he hecho, pero lo haré.
—¿Con qué dinero?
—El dinero que tengo.
Se aferra a mi brazo, negándose a soltarlo. —Estás siendo críptica.
Eso es porque no tengo una respuesta. Estiro el cuello y lo miro. —Mira,
voy a pagarla. De hecho, estas ropas que estoy comprando son para poder ir a
solicitar trabajos. —Una gran mentira, pero no lo quiero molestándome cuando
me estoy sintiendo muy bien por dentro.
No parece como si me creyera, pero suelta mi brazo. —Hazme un favor;
paga por las cosas que tienes y luego ven conmigo en alguna parte.
Tengo algunas camisas dobladas sobre mi brazo y una falda. —¿A
dónde?
—Un lugar al que quiero ir —dice, apoyando el codo en el estante junto a
él—. Me imagino que si puedo pasar el día de compras entonces puedes pasar
un tiempo haciendo lo que quiero hacer.
—No es un club de nudistas, ¿no?
—¿Importaría? —pregunta con curiosidad—. ¿Irías conmigo si quisiera ir
a un club de nudistas?
Puedo sentir mis mejillas quemando, lo que no ocurre muy a menudo. —
No lo sé. ¿No puedo contraer herpes o algo solo por entrar ahí?
Resopla una risa. —Eso depende de lo que estás tocando.
Mis mejillas se calientan más, algo que solo Ethan es capaz de causar. —
No estaré tocando nada.
Sus ojos me recorren con curiosidad y luego se oscurecen. —Y, ¿te
gustaría ir conmigo?
Me muerdo el labio. No estoy segura de por qué, pero la idea de ir a un
club de nudistas con él parece traviesa y algo sexy. Me lo imagino poniéndose
excitado y la expresión de su cara sería totalmente caliente. Jesús. Me estoy
poniendo caliente solo de pensarlo. —Voy a pagar mi ropa. —Apresuradamente
me dirijo a la caja registradora, esquivando el tema.
Su risa golpea mi espalda y tengo el impulso darme la vuelta y abofetear
a su brazo o algo así. Honestamente, lo qué tengo ganas de hacerle nunca
debería hacerse en medio de una tienda. Sería algo que podría ocurrir solo en
el dormitorio. Su dormitorio probablemente, ya que voy a terminar siendo
expulsada del mío.
Mierda. ¿Qué voy a hacer? A medida que la presión de la realidad se
estrella en mis hombros, casi devuelvo la ropa porque sé que no debo estar
comprándola. Pero entonces pienso en lo bien que luciré con ella y cómo, mi
apariencia es todo lo que tengo. Así que pongo la ropa en el mostrador,
haciendo exactamente lo que me enseñaron a hacer.
Ethan
Estoy haciéndola pagar por arrastrarme por el centro comercial. Odio ir
de compras, viendo a la gente comprar cosas que realmente no necesitan. Es
tan inútil. Dame una camiseta, pantalones vaqueros y un par de calzoncillos, y
estoy muy bien para andar por una semana.
—No puedo creer que me obligues a hacer esto —se queja Lila después
de que la llevo a donde quiero ir—. No me gusta ensuciarme.
—No puedo creer que me hayas hecho cargar las bolsas —le contesto,
sonriendo al cielo claro y azul, sin contaminación—. No me gusta ir de
compras.
Estamos en medio del desierto, la ciudad muy, muy lejos en la distancia,
junto con su ruido y caos. El sol brilla sobre nosotros y hay un poco de arena
en la manta en la que nos extendimos. Estamos uno al lado del otro sobre
nuestras espaldas, entrecerrando los ojos hacia el sol. Lila tiene su brazo
cubriéndole la frente, actuando melodramática y tengo mi mano metida debajo
de mi cabeza, sintiéndome totalmente en mi elemento. La calma. El espacio
desnudo. Me encanta. Hace que toda la basura revuelta en mi cabeza se
despeje. Ojalá pudiera aferrarme a ello.
—No hice que cargaras mis bolsas —protesta—. Solo te las di y las
tomaste.
—Tienes razón —le digo, cerrando los ojos mientras el aire fresco me
cobija—. Supongo que soy un tonto, entonces.
—Por supuesto —reflexiona—. Pero un tonto sexy.
El silencio crece entre nosotros. No es una novedad que Lila cree que soy
sexy. Ha coqueteado conmigo demasiadas veces como para que no sea
evidente, pero todavía pone las cosas tensas entre nosotros y la tensión sexual
se acumula.
—Un día, voy a empacar mi mierda e irme —le digo, cambiando
casualmente el tema—. Quiero pasar un año simplemente conduciendo por
todo el país, haciendo turismo.
Permanece callada un momento, reflexionando sobre algo. —Pero,
¿dónde vivirías?
—En mi camión.
—¿En tu camión? —dice. Siento que se gira y abro los ojos, parpadeando
hacia ella mientras se cierne sobre mí con una atónita, casi horrorizada mirada
en su rostro—. ¿Cómo es eso posible? Quiero decir, ¿dónde dormirías?
Me encojo de hombros. —Tiene un asiento trasero. ¿Qué más necesito?
—Eh, agua corriente, un inodoro, una nevera. Ropa. Zapatos. Jesús,
podría seguir. —Se sienta con la espalda recta, metiendo sus piernas debajo de
ella para poder levantarse sobre sus rodillas—. Y ¿dónde guardarías todas tus
cosas, como el televisor?
Me encojo de hombros otra vez. —Honestamente, me parece bien dejar
todo atrás, pero tal vez consiga una unidad de almacenamiento, así no tengo
que volver a empezar si alguna vez decido asentarme de nuevo.
Parece enojada, con una expresión mordaz, casi cortándome con su
mirada. —Pero ya intentaste todo el asunto solitario, cuando fuiste a ese viaje
por carretera y no funcionó.
—Sí funcionó, pero Micha me pidió ir a Las Vegas con él para estar cerca
de Ella y no podía permitirse el lujo de hacerlo solo. —Me elevo en los codos—.
Estaba haciéndolo muy bien en la carretera solo. Fue mi amabilidad la que se
interpuso en el camino.
Alza las cejas mientras se recoge el pelo en la nuca, abanicando su cara
con la mano mientras su piel suda con el calor. —Siempre me estás diciendo
que no eres amable. —Su voz es firme y su rostro está contraído.
—Normalmente, no lo soy. —Me siento y sacudo un poco de arena de mi
pelo—. ¿Por qué esto te molesta tanto?
—No lo hace —espeta, dándome la espalda—. Solo me preguntaba por
qué. Eso es todo.
Me quedo mirando la parte posterior de su cabeza mientras apoya la
barbilla en sus rodillas, mirando fijamente la tierra desierta. —Parece que estás
molesta —señalo.
Sus hombros se elevan y descienden mientras se encoge de hombros. —
Si te vas, entonces estaré sola —murmura en voz tan baja que apenas puedo
oírla.
Estoy un rato en silencio, sin saber qué decir o si hay algo que pueda y
que quiera decir. —Puedes venir conmigo —se me escapa y quiero golpearme
en la cabeza. Llevarla conmigo anularía el propósito de escapar del ruido y la
gente, pero al mismo tiempo sé que si la dejo atrás la extrañaría.
Mira por encima del hombro con escepticismo en su rostro. —¿Me
imaginas viviendo en tu camión? Porque yo no puedo.
—¿Por qué no? —Una vez más, ¿qué diablos está mal con mi boca? ¿Por
qué no puedo simplemente dejar el tema? Me está dando una salida fácil a un
gran compromiso que no debería aceptar.
—Porque sí.
—Esa es la razón más tonta que he escuchado.
—Porque no entiendo por qué alguien querría irse de una ciudad donde
tienes todo a la mano y vivir en un camión donde no se tiene nada más que un
asiento trasero. Es casi como estar sin hogar.
Me arrodillo detrás de ella, acercándome poco a poco, luego, coloco
vacilante mi mano sobre su hombro. —Cierra los ojos.
Se inclina lejos, como si la estoy asustando. —¿Por qué?
—Porque voy a demostrar lo asombroso que es mi idea. —Espero a que
haga lo que le pido y, tercamente, lo demora por más tiempo del necesario,
finalmente, se rinde y se da la vuelta.
—Está bien. —Su voz se suaviza un poco—. Muéstrame que tiene de
grandioso un asiento trasero.
—Hay un montón de grandes cosas acerca de un asiento trasero —
bromeo en voz baja, luego sumerjo mis labios en su oído y susurro—: Ahora
cierra tus ojos.
Espero que discuta, pero obedece de muy buena gana, cerrando los ojos
al segundo en que pronuncio las palabras. Cierro los míos también, pero solo
porque estar tan cerca de ella, respirando su aroma, sintiendo el calor que
emite de su cuerpo, está llevando al mío a un frenesí.
—Ahora imagínate nada más que montañas —le digo en voz baja,
imaginándolo yo mismo—. Ninguna ciudad. Ningún ruido. Sin padres locos que
actúen como niños y traten a sus hijos como una mierda. Nada. Solo el
silencio.
—Parece un lugar muy solitario, si me preguntas —dice—. Solo yo, la
suciedad y el silencio. Aunque no me importaría estar sin la parte de los
padres.
—No estarías completamente sola. —Arrastro su cabeza hacia un lado y
descanso mi barbilla en su hombro—. Estarías conmigo.
Se detiene durante una eternidad y su respiración es irregular. O tal vez
es la mía. —¿Qué haríamos juntos en este lugar de la montaña? —dice.
—Todo lo que quisiéramos.
—¿Caminatas? —Hay desdén en su voz.
—Tal vez —le digo—. O tal vez nos sentaríamos y disfrutaríamos de la
compañía del otro en el silencio.
Se mueve y sitúa sus manos debajo de sus piernas, apoyando la espalda
en mi pecho. —Eso suena agradable.
—¿Sí?
—Sí.
Tan extraño como es eso, y tanto como Lila puede ser un dolor en el culo,
puedo imaginarnos sentados juntos sobre las montañas, en el silencio, viviendo
en mi camión, conduciendo a cualquier lugar, a todas partes. Juntos. Y la
comodidad en la idea es un poco atemorizante, porque significa que estoy
pensando en nuestro futuro. Juntos. Mierda.
Pienso en alejarme de ella, poner un poco de espacio entre nosotros,
porque, obviamente, estoy yendo por un camino al que no debería estar
dirigiéndome. El sueño de vivir en carretera ha sido siempre uno que había
planeado vivir solo y ahora, de repente, estoy diciéndole a Lila que debería
venir conmigo. Dios sabe que pasaría entre nosotros si viviéramos juntos en un
camión. O bien nos volvemos muy cercanos o terminamos odiándonos
mutuamente. O tal vez ambas cosas. Pero no me atrevo a moverme y romper el
momento de paz. Así que en su lugar, me siento y envuelvo mis piernas y
brazos a su alrededor y nos sentamos al sol, disfrutando uno del otro en la
tranquilidad.
4
Traducido por Wendy Tate & BeaG
Corregido por NnancyC

Lila
Es increíble como un momento en la vida puede ser hermoso, y luego
regresar a casa —a la realidad— y recordar que la belleza no lo es todo y, que
la parte fea y dolorosa siempre va a existir en forma de facturas sin pagar,
malas decisiones y pequeñas píldoras blancas.
¿En qué punto admites que tu vida se está derrumbando, no solo a ti
misma, sino al resto del mundo? ¿Cuándo debería decirle a alguien lo que me
está pasando? Que estoy prácticamente sin un centavo, pronto a ser una
persona sin hogar, sin coche, sin empleo, sin nada. Que mi madre tenía razón.
Yo era nada sin su ayuda.
Pensé en decirle a Ella una vez, un par de meses antes de que se fuera a
California, sobre algo de mi dinero y todos mis problemas con las píldoras, pero
entonces recordé lo que aprendí y decidí que lo mejor era mantener mi boca
cerrada. Además, ahora tiene su propia vida con Micha. Y yo estoy aquí,
preocupándome de lo que debería hacer con mi vida porque quiero hacer algo,
cualquier cosa. Me pregunto cuánto tiempo podré seguir haciendo esto,
perdiendo el conocimiento, teniendo sexo poco memorable como hice la otra
noche con un tipo cualquiera que conocí en un club. Fue después de que
Ethan sugiriera nuestro viaje por carretera, a pesar de que todavía no estaba
segura si lo decía en serio. Después de que tuvo que dejarme en mi
departamento porque tenía cosas que hacer, el vacío y el silencio me agotaron,
por lo que tomé algunas píldoras y fui en busca de alguien para arreglarlo. He
considerado decirle a Ethan de mis problemas un par de veces porque sé que
ha tomado drogas en el pasado y podría entender lo que estoy pasando, quizás
un poco. Aunque en realidad no es lo mismo. Quiero decir; él consumió hierba
y esas cosas, y yo solo uso píldoras.
—Tierra a Lila. —Ethan sacude su mano frente a mi rostro. Parpadeo y
dirijo mi atención a él. Niega con la cabeza con incredulidad y empuja hacia
arriba las mangas de su camisa de cuadros escoceses rojos y negros que tiene
el bolsillo delantero roto—. Estuviste perdida, como cinco minutos seguidos —
dice, apoyando sus brazos entintados en la mesa.
—Bueno, quizás es porque eres muy aburrido —bromeo con una sonrisa,
agitando mi té helado con la pajita. Nos encontramos en un bar tranquilo, con
luz tenue y faroles pequeños en cada mesa. La música suena desde el
tocadiscos en la esquina cercana a los baños y tenemos un plato de palitos de
mozzarella, jalapeños crujientes y alitas de pollo calientes frente a nosotros.
Usualmente, no es mi tipo de escena; me gusta más brillo y sofisticación con
un ambiente más brillante, música clásica, comida de lujo y bebidas de
primera clase. Pero lo disfruto por alguna extraña razón, quizá porque me
siento muy retraída. O quizás es por Ethan—. Apenas me has dicho dos
palabras.
—En realidad, creo que fueron cinco —dice de forma indiferente, pero las
esquinas de sus labios se fruncen. Levanta su vaso de agua y toma un sorbo.
—¿Desde cuándo bebes agua? —comento y envuelvo los labios alrededor
de la pajita, tomando un sorbito de mi bebida.
—Creo que necesito un descanso. —Se come con los ojos a una rubia
que viste una falda de cuero de mal gusto y una camiseta sin mangas rosa
brillante, y tengo que resistir la tentación de golpearle la nuca—. Se está
haciendo agotador.
—Te escucho —le digo y eleva una ceja, mirando fijamente la bebida
frente a mí—. No, no sobre la bebida. Si no otras cosas.
—¿Como qué? —Toma un palito de mozzarella y lo sumerge en el tazón
de salsa marinera.
—Cosas —respondo vagamente y alcanzo un jalapeño crujiente. Me toma
un tiempo probar uno, porque la idea de comer algo que tenga la palabra
―crujiente‖ me parecía repulsivo. Pero son muy buenos. Mucho mejores que los
aperitivos de los restaurantes en los que crecí comiendo.
—¿Te importaría compartir esas cosas? —Tiene un cordel de queso en su
barbilla del palito de mozzarella.
Mordiendo mi labio para contener la risa, extiendo un brazo a través de
la mesa y se lo quito, dejando que mis dedos rocen la barba en su mentón,
pretendiendo que es por accidente, cuando en realidad me gusta tocarlo.
Sus ojos marrones se ensanchan y sus labios se abren mientras me
recuesto. —¿Qué estás haciendo? —pregunta.
—Tenías queso en la barbilla —le explico, parpadeando hacia el suelo. Se
limpia rápidamente la barbilla con la mano y me río—. Acabo de quitarlo. Dah.
Rueda los ojos. —Solo me aseguraba de que quitaste todo.
Hundo un palito en un tazón de aderezo ranchero. —Quité todo, así que
relájate. Nunca te dejaría irte así —bromeo—. Aunque, sería bastante divertido
verte ir a conquistar a la zorra en la barra con queso colgando en tu rostro.
Las esquinas de sus labios se fruncen mientras me observa masticar y se
recuesta en su silla. —Estoy seguro de que aun así podría conseguir que me
permita follarla.
Le tiro un palito de mozzarella, pero lo esquiva y falla su cabeza. —Eres
tan idiota.
—¿Por qué? Porque digo la verdad.
—En la forma más asquerosa.
—¿Qué? ¿Decir follar es asqueroso? —pregunta—. ¿Prefieres que diga me
permita echarle un polvo? ¿Cogerla? ¿Dejarla que me monte? ¿Darle la más
caliente, más dulce y más fuerte mordida de labio por el mejor orgasmo que
probablemente va a tener? —Su voz es cada vez más fuerte y la gente está
mirándonos, lo cual solo parece divertirle, pero a mí me avergüenza.
—Ethan, por favor, baja la voz —siseo, echando un vistazo a las mesas
que nos rodean, avergonzada, pero una risita se escapa de mis labios—. La
gente nos está mirando.
—¿Hacer lo sucio conmigo? —continúa, sin incomodarse, sus ojos
marrones oscureciéndose, mirándome con una sonrisa arrogante en su
rostro—. ¿Follarla hasta dejarla tonta? ¿O quizá debo hacer los ruidos para que
realmente lo imagines? —Ladea la cabeza hacia atrás, sacando su cabello
negro cayendo de los ojos y comienza a hacer gemidos. A pesar de que es
vergonzoso, también me está excitando. Sobre todo por la forma en que sus
labios se mueven hipnóticamente y la forma en que la luz se refleja en sus ojos,
haciéndolos parecer brillantes.
Deja de pensar en él de esa manera. Estableció sus reglas por una razón.
Sacudiendo la cabeza y la sensación cercana al orgasmo de mi cuerpo, me
inclino sobre la mesa y tapo sus labios con mi mano. —Está bien, ya lo
imaginé. ¿Te detendrás ahora?
Su sonrisa crece contra mi mano y la retiro, sentándome de vuelta en la
silla. —Gané —dice guiñándome un ojo.
Niego con la cabeza, pero sonrío alegremente. —Para que conste, follarla
y follarla hasta dejarla tonta son más o menos lo mismo.
Se cubre la boca con su mano, conteniendo la risa, porque parece que
siempre piensa que es gracioso cuando digo la palabra con F. De hecho, lo
atribuye a su mala influencia en mí. —Oh, estoy muy en desacuerdo. Requiere
mucho más esfuerzo follar hasta dejar tonta a alguien.
Quiero discutir con él, pero me detengo, porque a pesar de que he tenido
un montón de sexo, he tenido un montón de sexo sin sentido, lo cual no me
hace una experta. A menudo me he preguntado cómo se sentiría tener sexo si
no estuviese colocada por el alcohol y/o las píldoras. ¿Se sentirá diferente? ¿Me
sentiré diferente, menos inservible, o voy a sentir más? ¿Podría por una vez
sentirse bien? ¿Caliente, dulce y para morderse el labio? Me pregunto cómo se
sentiría con Ethan…
Me concentro en las alas, comiendo una tras otra, tratando de contener
mis pensamientos sexuales. Ethan devora los jalapeños y continúa mirando a
la zorra en la barra, quien ahora lo ha notado, seguro por sus gemidos y
susurros. Lo mira interesada y probablemente irá a casa con ella, lo que está
bien. Lo he visto hacerlo una tonelada de veces.
Ethan al final retira su atención de ella y parece como si quisiera decir
algo, pero es cauteloso. Me imagino que va a preguntar si puede irse a hacer
sus cosas con ella y me preparo para el puñetazo en el estómago que siempre
siento cuando hace este tipo de cosas.
Suelta el aliento y mechones de su cabello vuelan a un lado de su cara.
—¿Resolviste lo de tu renta? —pregunta, sorprendiéndome.
—Um… ¿Qué?... Oh, sí lo hice —miento, lamiendo un poco de salsa
barbacoa de mi labio.
Arquea una ceja con escepticismo en su rostro. —Lila
—No me vengas con Lila. —Sueno aguda y me aclaro la garganta,
tratando de alcanzar una servilleta—. Está bien, aún no lo hice, pero estoy
trabajando en ello. Solo necesito conseguir un empleo, pero es muy difícil de
encontrar.
Mueve un dedo sobre su hombro, apuntando hacia la barra, donde un
hombre está limpiando sus gafas con una toalla. —Aquí están contratando.
Miro el bar y limpio la salsa barbacoa de mis dedos. —Sí, una camarera.
—¿Y?
—Y no puedo ser una camarera.
—¿Por qué? Podrías llegar a ser buena en eso. —Se inclina hacia
adelante, apoyando los brazos en la mesa y la diversión llena sus ojos—. Y
piensa en todas las propinas que obtendrías si usaras un vestido corto y
escotado que muestre todos tus bienes.
Ruedo los ojos. —Sabes que no me visto así.
—Bueno, siempre puedes usar esa toalla tuya —dice con voz ronca—. Te
veías bien en eso.
Se siente como si estuviera cayendo; el aire se atasca en mis pulmones y
mi corazón palpita por la mirada entrecerrada que me está dando. Estoy a
punto de preguntarle si le gustó la toalla, porque me la pondría para él, ahora
mismo, cuando explota en carcajadas.
—Relájate, estoy bromeando contigo. —Levanta un ala y le da una
enorme mordida—. Preferiría que no vistieras así en público.
Trago saliva, sintiéndome como una idiota. Por supuesto que es broma.
Siempre lo hace. Y así es como debe ser entre nosotros. Solo amigos. Pero,
¿qué demonios fue esa sensación de hiperventilación, de caer de un
acantilado? —Lo sabía —miento, sonando patéticamente decepcionada y
teniendo un conflicto interno.
Su expresión cae un poco y obliga al trozo de su pollo a bajar por su
garganta. —¿Estás bien?
—Estoy perfectamente bien. —Meto un mechón de cabello tras mi oreja y
me inclino en la silla para mojar una alita en el aderezo ranchero,
mordiéndome la lengua para contener las lágrimas. Basta. Nunca te molestas
por un chico. Tranquilízate—. Estoy pensando que tienes razón y necesito un
empleo, pero no aquí. —Mi corazón duele dentro de mi pecho y no sé porqué,
pero me siento furiosa—. Y solo porque me guste el sexo no significa que usaré
mi cuerpo por dinero.
—Te dije que bromeaba sobre la toalla. —Sus cejas bajan y me estudia—.
Ya te he dicho que no pienso en ti de esa manera.
—¿De qué manera? —espeto, dejando caer el ala en la cesta—. Una
zorra. Un rollo fácil. Una puta. —Odio la palabra puta. ¡La odio! Pero resume
muy bien lo que soy.
Levanta las manos con exasperación. —Mira, no quiero discutir contigo.
Solo trato de ayudar, pero claramente no lo hago así que lo dejaré.
—Bueno, no quiero tu ayuda porque no la necesito. —Me alejo de la
mesa, mi corazón acelerado. ¿Ya es hora para otra píldora? Me siento como si
me estuviese rompiendo. Corro alrededor de la mesa, agarrando mi bolso de la
parte de atrás de la silla, y luego me dirijo furiosamente a la salida, abriendo
las puertas, dando un paso en la calle. Empiezo a caminar por la acera
ocupada, buscando un taxi ya que no conduje hasta aquí. Comienzo a girar el
anillo de platino en mi dedo debido a que mis emociones están tomando el
control y la necesidad de consumir una pastilla arde dentro de mí. Sé que estoy
actuando ridícula y debo parecer loca por mi abrupto cambio de humor. Podría
tratar de culpar al hecho de que necesito una píldora, pero es mucho más
profundo; como el hecho de que tengo muchas cuentas y nada de dinero, que
estoy demostrándole a mis padres que no puedo cuidarme sola, que no voy
hacia ninguna parte con mi vida y que no tengo idea de cómo cambiarlo. Y
luego está Ethan. Maldito sea por ser tan sexy. En serio. Me ha gustado desde
el día que lo conocí y se hace más difícil estar cerca de él cuándo es evidente
que no me quiere, al menos no como lo quiero. Solo bromea conmigo. Simple y
llanamente.
Llego a la esquina de la acera y miro a la izquierda y a la derecha antes
de bajar del bordillo. El cielo de la tarde está nublado y no hay más que el leve
olor a lluvia en el aire. Espero que no empiece a llover porque no tengo una
chaqueta y estoy usando tacones abiertos de satín y el agua va a arruinarlos.
—¡Lila! —Escucho a Ethan gritar cuando alcanzo el otro lado de la calle.
Al no tener deseos de hablar con él en este momento, acelero el ritmo.
Escucho el sonido de sus pasos corriendo tras mí, pero camino más rápido,
envolviendo las manos en puños así que el anillo de platino se clava en mi piel.
Las aprieto incluso más, hiperconsciente del dolor mientras el metal se graba
en mi piel y en cada cicatriz de mi cuerpo, todas vinculadas al maldito anillo.
—Maldita sea, Lila. —Está irritándose—. Disminuye la jodida velocidad.
—Ethan, déjame sola —grito por encima del hombro, envolviendo los
brazos alrededor de mí—. No estoy de humor para hablar en este momento.
El sonido de sus pasos suena más cerca mientras zigzagueo alrededor de
un grupo de personas paradas frente a uno de los casinos más antiguos. —Lo
sé, pero eso no significa que deba dejarte caminar sola por la jodida calle.
Me detengo cerca del semáforo junto a una multitud de personas
esperando para cruzar, y delibero si debo dar la vuelta. No me muevo y sus
pasos llegan al lado de mí, pero no giro mi cabeza y tampoco lo miro.
—Mira —dice, jadeando—, no tengo idea qué demonios pasó allá atrás,
pero lo que sea que hice o dije para enojarte, lo siento. —En el año que he
conocido a Ethan, jamás lo he escuchado dar una disculpa genuina.
Con los brazos cruzados sobre mi pecho, lo miro, sintiéndome levemente
avergonzada por mi arrebato. Ethan luce sincero, sus ojos oscuros y apenas
amplios bajo los flashes de las luces fluorescentes, y su pecho se mueve
rápidamente al tratar de recuperar el aliento.
—No necesitas disculparte —suspiro y descruzo los brazos—. No estoy
enfadada contigo.
Arrastra los dedos a través de su cabello. —Entonces, ¿por qué demonios
te fuiste?
Me encojo de hombros, arrastrando los zapatos en la acera. —No lo sé…
Supongo que me he sentido un poco mal últimamente y me desquité contigo. —
Pongo mi cara falsa, inducida por las píldoras y le sonrío—. En realidad no es
gran cosa.
Toma un profundo aliento y lo libera. —¿Estresada por las cuentas?
—Eso entre muchas cosas. —Presiono el dedo en el botón para paso de
peatones en el poste.
—¿Es tu mamá otra vez? —Cruza los brazos sobre el pecho y no puedo
evitar notar cómo se flexionan sus músculos bajo las obras de arte vivas en su
piel—. ¿Te ha estado acosando con mudarte a casa? ¿O es tu papá? No está
siendo un imbécil contigo otra vez, ¿o sí? Te juro por Dios, Lila, debes decirles
la clase de mierda que son. No merecen ni siquiera conocerte por la forma en
que te tratan.
Muerdo mi labio inferior, tratando de no mirar sus músculos magros,
sus deliciosos labios o el hecho de que acaba de decirme una de las cosas más
dulces que he escuchado jamás. —No, no he hablado con él en meses. Mi
madre ha estado llamándome todo el tiempo para que regrese a casa, pero eso
no es lo que me ocurre.
—¿Al fin le dijiste que se perdiera?
—Tanto como siempre lo hago.
—¿Qué quería de ti?
Me encojo de hombros. —Ni siquiera importa. En este punto, casi no me
afecta. —Soy una mentirosa y pienso que puede notarlo.
Su frente se arruga y analiza mi cara. —¿Vas a decirme lo que te
preocupa o debo seguir adivinando?
La luz cambia para que crucemos la calle y me detengo en la acera.
Camina conmigo, manteniéndose cerca de mi lado mientras nos abrimos paso
a través de la multitud que viene hacia nosotros. Quiero decirle lo que ocurre,
pero no estoy cien por ciento segura de qué es lo que me preocupa. Si es
dinero, la soledad que he sentido en el último mes, el hecho de que necesito un
empleo, pero no sé cómo obtener uno, o si son los sentimientos que tengo por
él.
—¿Sabías que Ella y Micha ya están comprometidos? —digo, cambiando
el tema y subiendo a la acera.
El tráfico se apresura mientras caminamos más allá de los edificios
imponentes y excepcionales que relucen y brillan. Cada edificio es tan diferente
del otro: una réplica de la Torre Eiffel, un enorme barco pirata, una pirámide;
nómbralo y probablemente esté aquí. Luces de neón destellan a través de las
vallas publicitarias y marquesinas, tratando de atraer a la gente para que
apueste su dinero, para que vean espectáculos extravagantes o tomen bebidas
mientras les muestran las tetas. Hay un montón de gente moviéndose con
rapidez por todas partes y el calor, el baile, la escasa ropa y la música hacen el
ambiente erótico y estimulante. La combinación me da ganas de bailar y
divertirme, en vez de pensar en cosas.
—Sí, Micha me lo dijo hace un par de semanas. —Desliza su brazo
alrededor de mi hombro y me acerca cuando un hombre trata de darme una
tarjeta con la imagen de una mujer desnuda—. Disculpa que no lo mencioné.
Micha no se suponía que lo diga, porque Ella no estaba preparada para decirle
a nadie, pero se le escapó.
—Ella me lo dijo el otro día —digo, respirando su olor. Huele tan
apeteciblemente bien—. Y sonaba muy feliz.
—Estoy seguro de que lo están. —Inclina la cabeza para mirarme a los
ojos, con chispas de curiosidad en ellos—. ¿Es por eso que estás enfadada?
¿Por qué van a casarse?
—No, yo solo…. Para ser honesta, no estoy segura de lo que está
molestándome. Pienso que quizá solo estoy cansada. No he dormido bien
últimamente.
Investiga mis ojos por un momento más largo, las luces en la marquesina
por encima de nuestras cabezas se reflejan en sus pupilas. —¿Quieres que te
lleve a casa? —pregunta—. ¿Para que descanses un poco?
Sacudo la cabeza, a pesar de que estoy exhausta. No quiero ir a mi casa
vacía. —¿Podemos ir a un club o algo así? Me refiero a uno muy agradable. —
Agarro su brazo y prácticamente le ruego—. Necesito hacer algo divertido.
Vacila. —Sabes cómo me siento sobre los clubes. Son muy ruidosos,
abarrotados y los lujosos son aún peores.
—Por favor. —Hago un puchero, sacando exageradamente mi labio—.
Todavía no estoy lista para ir a casa.
—¿No podemos ir a un bar?
—Quiero hacer algo que sea de mi tipo de diversión.
—¿Quieres decir gastar dinero que no tienes? —dice sin rodeos.
Lo fulmino con la mirada. —Bien, lo siento por incluso intentarlo. —
Comienzo a alejarme, pero me tira hacia atrás.
Suspira. —Bien —se rinde, y luego suelta mi brazo, ofreciéndome su
codo y lo tomo, aunque sé que no debo, porque me estoy apegando demasiado,
peligrosamente apegada de un modo unilateral. Me guía por el camino,
hablando sobre lo caluroso que está. Así de simple. Así de fácil.
Es muy malo que él no me quiera porque amaría dejarlo tenerme.
Ethan
Odio los clubes. Hay demasiadas personas juntas en un área muy
pequeña y la música siempre está a un volumen donde vibra en mi pecho. Pero
Lila no quería ir a casa y no quiero que esté fuera cuando obviamente está
disgustada por algo.
Estamos sentados en taburetes que probablemente cuesten más que mi
camioneta. El camarero sigue coqueteando con Lila, aunque no parece
interesada. Es molesto presenciarlo, pero siempre es difícil ver cómo le
coquetean. De hecho, es más difícil de lo que solía ser y no puedo evitar pensar
que ella es mía, a pesar de que claramente no lo es.
―¿Estás seguro de que no quieres un chupito? —me pregunta sobre la
música y baja de un golpe su quinto chupito de vodka, el cual estoy seguro que
no puede costear. Recuerdo cuando la conocí, lo ligera que era para beber;
apenas podía tomar cervezas, pero ahora está jodidamente loca, incluso
imprudente. Me pone un poco nervioso y estoy considerando quitarle su
identificación falsa y cortarla por la mitad para que ya no pueda usarla para
salir, pero eso me haría un jodido hipócrita si no me deshiciera de la mía para
que también dejara de salir.
—¿Entonces quién manejará a casa? —pregunto en voz alta, mirando a
la pista de baile. Hay un montón de mujeres esta noche, usando vestidos
cortos, pantalones ajustados, sus tetas prácticamente saliéndose de sus
blusas. Por lo general, es una buena vista, pero no tengo ganas esta noche. Ni
siquiera las tuve en el bar con la rubia que me miraba. Seguí mirándola,
decidiendo si quería seducirla o no, pero Lila y mi preocupación por ella me
mantuvieron a raya, y al final decidí solo concentrarme en ella.
—Podríamos tomar un taxi. —Hace girar el vaso vacío sobre la barra.
Abro la boca para protestar, pero me interrumpe—. No tienes que hacerlo.
Siempre pareces tan tenso cuando venimos a este tipo de lugares, y el alcohol
usualmente te relaja.
Mi frente se arruga mientras la evalúo. Normalmente, la gente no nota mi
inquietud y me hace preguntar porque ha estado prestando tanta atención.
Recuerdo las innumerables veces que London me arrastraba a lugares
ruidosos, ya sea sin advertir que yo odiaba el ruido o no le importaba.
—¿Qué? —Lila se toca el pelo con timidez y luego mira su vestido que
roza la mitad de sus piernas. Tiene una especie de abrigo sobre él, lo que para
mí no tiene sentido ya que afuera está tan caliente como el infierno. También
tiene un brazalete de perlas y un collar de diamantes, y todo en ella grita
dinero, prácticamente una princesa rica. Somos tan opuestos y aun así no
parece que pueda mantenerme lejos.
—Nada —digo, palmeando la barra con la mano—. Voy a tomar un par
de chupitos contigo, pero tienes que ordenarlos.
Apoya la mano en la barra. —¿Por qué?
Me reprimo de poner los ojos en blanco. —Porque el camarero está
interesado en ti y creo que podría traerte los tragos más rápido.
Echa un vistazo al camarero hablando con un grupo de mujeres. —No es
mi tipo —dice con indiferencia, mirándome con curiosidad. Las luces de la
pista de baile destellan en su rostro y es inútil negar su belleza, sea una
princesa o no.
—¿No es lo suficientemente fresa para ti? —la provoco, pero debajo de mi
piel, la irritación sale a la superficie.
Apoya un codo en la barra y me observa, sin decir nada. Me está
incomodando. Quiero preguntarle qué demonios piensa y por qué me mira así,
pero no lo hago porque tengo miedo de su respuesta. —¿Qué quieres de tomar?
—pregunta.
Me encojo de hombros, tomando una agitada respiración honda, odiando
lo intranquilo que me siento por dentro. ¿Cuándo las cosas se hicieron tan
complicadas entre nosotros? ¿Cómo dejé que llegaran a esto? —Voy a tener que
ir con tequila.
Se ríe entre dientes. —Ya viene para matarte.
Levanta la mano, se inclina sobre la barra y llama al cantinero. Se quita
el abrigo, los tirantes finos de su vestido dejan al descubierto sus hombros y el
corte bajo de su espalda muestra su suave piel. No estoy seguro de si lo hace a
propósito, para atraer la atención del cantinero, pero funciona. Pide un chupito
de vodka y uno de tequila. Él le sonríe, admirándola, y quiero darle un
puñetazo en la cara solo por mirarla. No soy mucho del tipo celoso, así que el
sentimiento me desconcierta un poco.
El chico en el taburete al lado de Lila empieza a flirtear con ella unos
segundos después, mirando sus labios mientras ella mordisquea la pajita. Es
mayor, al menos de veinticinco, usando un traje negro y unos zapatos
ridículamente brillantes. Lila parece vagamente interesada en él, no se ríe de
sus bromas, pero deja que ponga la mano en su pierna y suba al norte.
Me estoy enfadando. Nunca he tenido un lado posesivo ―he visto a mi
padre reaccionar exageradamente con mi madre, incluso cuando solo hablaba
con el cartero―, pero ahora mi lado celoso y controlador está saliendo.
Mientras el cantinero coloca nuestros tragos enfrente de nosotros, tomo el
borde del taburete de ella y la volteo en mi dirección así que la mano del tipo se
desprende de su pierna.
Sus ojos se amplían y el tipo me fulmina con la mirada. —¿Qué
demonios, Ethan?
Tengo un brazo a cada lado de ella y mis manos están justo a los lados
de sus caderas. Me inclino para que me pueda oír. —Si quieres que me quede
aquí contigo y beba, tu atención necesita estar en mí. —Me estremezco ante
mis propias palabras, pero es demasiado tarde y no las puedo retractar.
Su expresión es calmada, aunque sus ojos lucen cargados con interés. —
Está bien —dice con sencillez y recoge el trago de la encimera. Lo levanta
enfrente de ella, riéndose—. Por prestar atención.
Sacudo la cabeza, rodando los ojos por su ebriedad, pero una risa se
escapa cuando agarro mi vaso. —De acuerdo, Lila. —Levanto mi vaso más
alto—. Por prestar atención.
Estoy a punto de chocar los vasos cuando se echa atrás. —Eso también
va para ti —dice y cuando mi expresión pasa a la confusión, añade—: También
debes prestarme atención esta noche.
¿Por qué veo que esto va a terminar muy, muy mal? —De acuerdo. —Soy
un idiota—. Tienes mi atención al cien por ciento, Lila Summers.
Sus labios se curvan a una sonrisa y luego choca su vaso contra el mío.
Los dos nos alejamos y llevamos nuestras cabezas hacia atrás, devorando los
tragos.
—¿Ahora qué? —pregunto, golpeando el vaso vacío en la barra mientras
le da arcadas su bebida, como siempre.
Su sonrisa es casi diabólica. —¿Otro?
Suspiro y me encojo de hombros, sintiéndome un poco mejor mientras el
alcohol quema un camino por mi cuerpo. —¿Por qué no?

—¿Por qué crees que es tan difícil estar solo? —pregunta Lila, luchando
por mantener sus ojos abiertos y mirando el cielo nocturno a través de la
ventana del taxi.
Estoy de lado en el asiento, con mi rodilla arriba, así que la estoy
enfrentando, aunque no me mira. Perdí la cuenta de cuantos tragos tuvimos
hace horas y apenas puedo comprender como nos metimos en el taxi,
tropezando, riendo y ella frotando su mano en el frente de mis vaqueros. No,
eso no puede ser cierto, ¿verdad?
—Pienso que estar solo es jodidamente fantástico… bueno, tal vez…
algunas veces… —mascullo, poniendo mi brazo arriba del asiento. La miro un
momento, observando su piel desnuda a la luz de la luna. Quiero tocarla.
Lamerla. Incluso morderla.
Estoy lleno de energía sexual y la canalizo con mi pie en el suelo,
rebotando mi rodilla. Hay algo diferente sobre esta noche, algo fuera de lo
ordinario, esta extraña sensación de acercarme más a Lila. Podría ser el
alcohol. O podría ser algo más, pero no hay ninguna manera que mi mente
inundada en tequila vaya a conseguir algún tipo de respuesta.
Lila gira la cabeza hacia mí, con sus pupilas grandes y brillantes. —¿Por
qué me miras de esa manera?
Sigo rebotando mi pie en el suelo, tratando de pensar en una mejor
respuesta que la primera que vino a mi cabeza, pero no puedo encontrar una.
—Porque estoy pensando en ti.
Mira al chófer, un tipo de unos treinta años usando una gorra de béisbol,
y luego su mirada vuelve a mí. Succiona su labio entre los dientes y tengo que
rebotar mi rodilla más rápido o juro que voy a perder el control. —¿Pensando
en mí? —pregunta, luciendo cautelosa, interesada y exhausta.
No lo digas… —Pensaba cómo sería lamerte… o morderte… cualquiera de
las dos. —Parece que debiera arrepentirme en el instante en que lo digo, pero el
arrepentimiento no se halla en ningún lugar a mi alcance en este momento.
Su respiración se acelera y su voz sale terriblemente temblorosa para
alguien que tiene tanto sexo como ella. —Entonces hazlo.
Parpadeo, preguntándome si la oí correctamente a través de la enorme
cantidad de alcohol consumiendo mis pensamientos. —¿Qué?
Mantiene su mirada fija, aunque parece bastante nerviosa, en tanto su
voz tiembla. —Entonces muérdeme. O lámeme… lo que quieras.
Cada parte de mí grita que no lo haga, que estoy rompiendo mis reglas;
las reglas que he puesto por una razón. Pero el deseo y el jodido tequila
arrasan con la parte racional de mi mente. Atraído por una corriente de
necesidad, me inclino hacia delante, apartando el pelo de su hombro,
manteniendo nuestros ojos fijos todo el tiempo, y se estremece cuando mis
dedos rozan su clavícula. Cuando alcanzo la curva de su pecho y trazo la línea
encima de él, se muerde el labio y gime. Es demasiado. Mi cuerpo se siente
como si fuera a hacer combustión. Antes de que reconozca lo que estoy
haciendo, agacho la cabeza, saco la lengua y lamo un camino desde su
clavícula hasta el arco de su cuello, pasando mis dientes con suavidad a lo
largo.
—Oh, Dios… Ethan. —Se estremece, apretando las manos a sus lados—.
Eso se siente demasiado bien.
Mis ojos se cierran, mi respiración se vuelve entrecortada y batallo para
alejarme, para mantener mis manos para mí, temiendo que si la toco, le
arrancaré la ropa aquí, en la parte de atrás de un taxi. No puedo ir allí. No es lo
mismo cuando salgo con chicas al azar. Puedo sentir una conexión con Lila y el
sexo la arruinaría, especialmente si me desentiendo después de hacerlo.
—Lila… —Pierdo el hilo cuando su mano se desliza por el frente de mis
pantalones cortos—. Creo que…
Muerdo el punto sensible debajo de su oreja, encima de su cuello, no lo
suficientemente fuerte como para romper la piel, pero lo suficiente para que
sacuda su hombro, y mis manos envuelven su cintura, mis dedos se hunden
en la tela de su vestido.
—Hazlo de nuevo —susurra, sin aliento, frotándome duro con su mano—
. Por favor.
Recuerdo cuando me dijo que nunca rogaba, y de repente todas mis
dudas desaparecen en el mar de alcohol nadando alrededor de mi cabeza. Voy
subiendo mi boca hasta la punta del lóbulo de su oreja, respirando
acaloradamente en su piel todo el camino, y luego paso los dientes por su
lóbulo, deslizando mi lengua a lo largo de él, y sabe justo como quería.
—Oh… por… Dios. —Deja salir una respiración lenta que es el eco de un
gemido, curvando y presionando su pecho con el mío.
Estoy un poco sorprendido por lo mucho que está disfrutando y lo
mucho que yo lo hago; mis movimientos se impulsan por la sobrecarga de
adrenalina y el anhelo de mi cuerpo. Juro que toda la tensión sexual dentro de
mí se derrama en mis movimientos. He perdido el control. Pongo la mano en su
pierna desnuda y la deslizo hacia arriba hasta que queda totalmente bajo su
vestido, con su piel abrasadoramente caliente contra la mía, y mis dedos
rozando el borde de sus bragas. El calor y la humedad que sentí cuando tenía
la toalla puesta están ahí y todo lo que quiero hacer es decir que se jodan mis
reglas, deslizar mis dedos dentro de ella y acostarla en el asiento.
—Mierda, Lila… —Sueno atragantado y cierro los ojos con fuerza,
tratando de decidir lo que está bien y lo que está mal, lo que necesito hacer y lo
que quiero hacer—. Pienso que deberíamos…
El taxi se para en seco, y Lila y yo rápidamente nos alejamos, luciendo
atónitos. Casi había olvidado que nos hallábamos en un taxi. Estamos en la
entrada de su apartamento, los postes de luz alumbran el estacionamiento. Es
tarde, el vecindario luce tranquilo y el chofer parece muy enojado.
—Jesús —susurra, pestañeando, y luego pone su atención en la puerta.
Su mano sigue en mi polla y mi mano continúa debajo de su vestido.
De mala gana, saco mi mano de debajo de su vestido, ella sigue mi
ejemplo, así que tenemos nuestras manos para nosotros mismos. Quito mis
piernas del camino para que pueda pasar y salir, pero no se mueve,
mirándome con expectación.
—¿Qué? —pregunto, confundido.
—¿No vas a entrar? —Su voz sale cargada de confianza, pero su postura
atenuada y su conducta inquieta retratan falta de confianza, y la duda me hace
vacilar.
—Tal vez no debería —digo, dividido entre mi lado bueno y el malo, el
lado ebrio y el sobrio. Reglas. Sin relaciones. ¿Qué estoy haciendo?—. Tal vez no
sea una buena idea… tal vez…
—Oh. —Sus ojos se ensanchan con horror y me sorprende. Con todo el
coqueteo que hemos hecho y todos los chicos con los que Lila ha dormido,
nunca esperé que se viera tan herida. Y quizás es por eso que decido hacerlo. O
tal vez soy muy, muy estúpido, pero de algún modo me encuentro saliendo del
taxi con ella.
Después de que pagamos, corremos en un estupor ebrio a su
apartamento, riéndonos de Dios sabe qué. Cuando alcanzamos su puerta, trata
con torpeza sus llaves, hasta que consigue abrirla. Se tropieza con sus propios
pies, riéndose mientras mis dedos se estrechan alrededor de su cintura,
atrapándola antes de que caiga.
—Eres una borracha torpe —digo y se endereza, equilibrándose al
agarrar mis hombros.
—Y tú eres sexy cuando estás ebrio —dice, mordiendo su labio mientras
se vuelve para mirarme.
Mis manos siguen en su cintura, mis dedos agarrando su piel, queriendo
sentir más de ella, pero aún dudo sobre llevarlo más lejos. Conozco a Lila ―en
verdad la conozco―, y después de todo, la tendré que ver de nuevo. ¿Y si
cambia las cosas entre nosotros? ¿Me importa? Tan pronto como lo pienso, me
doy cuenta de que me preocupo más por ella de lo que quiero admitir. Sabe
más sobre mí que cualquier persona. Jesús, en serio. Le he contado mierda
sobre mis padres, mi pasado con las drogas y mis solitarios planes para el
futuro, y me ha dicho muchas cosas sobre su vida, como su padre es
verbalmente abusivo con ella, engaña a su madre todo el tiempo y su madre
simplemente lo acepta. Sabemos cosas sobre el otro y ni siquiera llegué tan
lejos con London.
Viéndose ansiosa e insegura, Lila agarra el frente de mi camisa y me
arrastra tras ella mientras retrocede por el pasillo. Ninguno de los dos dice
nada. No prendemos las luces. Solo respiramos fuertemente con cada paso,
nuestros ojos unidos entre sí a medida que avanzamos con nuestras piernas en
sincronía.
Minutos, o tal vez segundos después, estamos cayendo sobre su cama.
Me apoyo en mis brazos, sosteniendo mi peso para no aplastarla, y levanta la
mirada, sin decir nada, solo respirando, su pecho rozando el mío con cada
inhalación. La quiero jodidamente tanto y sé que puede darse cuenta ya que mi
erección presiona su cadera. Incapaz de tolerar más la tensión, bajo mi boca,
listo para besarla, pero gira la cabeza al último segundo y mis labios rozan su
mejilla en su lugar. Al principio es un poco extraño, pero luego desliza su
cuerpo más arriba, de manera que su cuello está en mi rostro y entiendo lo que
quiere.
Presiono los labios en su piel, sacando mi lengua y luego arrastro mis
dientes suavemente a través de su cuello; su mano halla la parte superior de
mis pantalones, desabrocha el botón y baja la cremallera. Me estremezco y
gimo cuando agarra mi polla y empieza a frotarme duro de nuevo. Muerdo su
piel, tal vez un poco demasiado brusco, pero tiembla conmigo, disfrutando,
aunque no gime, lo que es decepcionante porque ese sonido en el taxi casi me
vuelve loco en el buena sentido. Quiero hacerla gemir con tantas ganas que se
convierte en el único foco de mis pensamientos. Descendiendo mi cuerpo, creo
un camino de besos y mordiscos suaves, mordisqueando la piel suave hasta
que llego a la parte superior de su vestido. Entonces chupo la curva de su
pecho, estiro un brazo y bajo uno de los tirantes en su hombro.
—Eres tan hermosa —murmuro. La vista de su piel justo ahí para que la
saboree me está volviendo jodidamente loco y no creo que jamás haya querido
estar dentro de alguien tanto como lo quiero en este momento. Estoy a punto
de jalar el otro tirante para poder obtener una vista completa de sus senos
cuando me doy cuenta de lo quieta que se quedó. Al principio pienso que se ha
desmayado, pero cuando me alejo, simplemente está tendida ahí, sin moverse y
mirando el techo, jugando con el anillo de platino en su dedo.
—Lila —digo, tratando de no preocuparme por lo que esto podría
significar. De que tal vez la malinterpreté y no estaba interesada en esto. ¿La
forcé a hacer algo? Mierda. Ni siquiera recuerdo preguntarle si quería esto.
—Sí —responde aturdida, sin mirarme.
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. —Suena tan vacía como se ve—. Continúa.
Parpadeo hacia ella, aturdido, y luego me siento, desconectando la
ardiente conexión entre nuestros cuerpos. —¿Continúa? ¿Siquiera estás
interesada en esto? —Trato de no sonar molesto, pero se muestra a través de la
irregularidad en mi voz.
Aún no me mira, y cuando habla, su voz sale monótona. —Sí, quiero
esto.
—Diablos, no lo parece para nada. —Me bajo de la cama y cierro mis
pantalones de nuevo—. ¿Qué tan ebria estás?
Finalmente encuentra mis ojos, y soy traído a la realidad por el vacío en
ellos. Y no es porque está ebria. Sabe lo que está pasando, aun así parece como
si no sintiera nada. Tanto como odio admitirlo, escose y rompe mi corazón un
poco.
—Simplemente me iré —digo, retrocediendo hasta la puerta, molesto
conmigo mismo por meterme en esta situación. Sabía que no debía venir aquí
con ella y ahora no puedo retractarme.
Se sienta; la luz de la luna filtrándose por la ventana ilumina su piel
pálida. Sus ojos lucen negros en las sombras. —Si es lo que quieres —dice sin
emoción.
No tengo idea de cómo lidiar con ella. Podría hacerle preguntas, pero los
dos estamos ebrios, y honestamente el dolor dentro de mí se está
intensificando. —Te llamaré mañana. —Es todo lo que digo, todo lo que puedo
decir en este momento porque no tengo idea de lo que pasa y desprecio lo
furioso que me estoy sintiendo por eso.
La dejo en su habitación y no me persigue. Para cuando alcanzo la acera,
me estoy regañando por ir allí debido a que sé que no podemos volver a lo que
éramos antes. Esto es irrevocable.
5
Traducido por Diss Herzig & Nicole Vulturi
Corregido por Daniela Agrafojo

Lila
Noviembre se acerca y me estoy quedando sin dinero y sin formas de
escapar del propietario. Sé que tengo que conseguir un trabajo, pero nunca he
trabajado y no estoy calificada para ningún trabajo decente. Supongo que
nunca pensé en serio en toda la cosa de estar por cuenta propia. Siento que
estoy parada en una cruce en el camino y ambas direcciones conducen a
lugares que no quiero ir. Podría retroceder, pero tampoco quiero ir allí. Mi
pasado está lleno de errores irreversibles. Seguro que cualquiera que me
hubiera mirado, cuando me encontraba medicada, pensaría que yo no tenía
problemas. Pero estoy considerando seriamente rendirme y pedir ayuda a
alguien. Preguntarle a Ella. A mi hermana, a pesar de que apenas puede cuidar
de sí misma. Incluso fui tan lejos como para llamarla, pero ella cortó la
llamada, diciendo que tenía que ir a trabajar. Podía oír a su hijo llorando en el
fondo, el que he visto una sola vez porque me alejé y no he vuelto a California
desde entonces. Apenas nos hablamos, y cuando lo hacemos, la conversación
es causal y apresurada porque siempre está demasiado abrumada con las
facturas o su trabajo como camarera.
Podría hablar con Ethan, pero no lo he visto mucho desde el fiasco del
club. Ni siquiera estoy muy segura de lo que pasó. Quiero decir, por fin me dio
lo que yo quería, tocándome y besándome, e incluso a pesar del alcohol se
sintió diferente, bien, por una vez, como si estuviera segura y quizá mereciera
ser tocada de esa manera. Pero duró solo un instante y luego el pasado me
alcanzó. Para el momento en que llegamos a la cama yo sabía lo que iba a
suceder. Él iba a joderme y luego dejarme, y yo estaría completamente sola
esta vez porque Ethan es casi mi único amigo ahora, y ya ni siquiera sé si lo es.
Apagué el interruptor dentro de mí y procedí con los movimientos,
sabiendo lo que se suponía que tenía que hacerme para desconectar mis
emociones. Lo que me sorprendió es que él se molestara por eso. Ningún
hombre se ha preocupado por cómo actúo. Luego se fue sin haber terminado y
no he hablado con él desde entonces. Estoy un poco asustada también,
asustada de lo que vio o no vio en mí esa noche.
La última semana ha sido muy deprimente, y la única compañía que he
tenido ha sido una llamada amistosa de mi hermana y las llamadas de teléfono
de mi madre que me dejan sintiéndome más vacía que antes. Sigue con las
amenazas, diciéndome que me va a repudiar si no llevo mi culo de vuelta a
California. No es demasiado tarde, sigue diciendo. Brentford Mansonfield está
de vuelta de su viaje de seis meses por Europa y busca establecerse. Podría
recuperarlo, empezar de nuevo, y convertirme en alguien digno del nombre
Summers. Le pregunté si realmente creía que Brentford querría unos bienes
usados como esposa.
—Bueno, ya casi tienes veintiún años, Lila —dijo ella—. Nadie espera que
seas virgen.
—Es cierto, pero también soy una especie de puta —le respondí, sobre
todo porque había tomado un par de copas de vino y me sentía un poco
achispada.
—Lila Summers, cuida tu boca —respondió bruscamente—. No vas a
pronunciar tales cosas en voz alta.
—¿Por qué? Es cierto.
—Sé que es verdad. Soy quién tuvo que limpiar el desastre de Nueva
York.
—¿Cómo voy a olvidarlo? —le dije—. Siempre me lo recuerdas.
—Lila, deja de ser una perra. No te crié para ser de esa manera. Te crié
para mantener la boca cerrada y hacer lo que se te diga.
No pude soportar más la frustración construyéndose dentro de mí, así
que dejé que explotara y grité en el teléfono—: ¡Al igual que lo haces con papá y
su amante cachonda!
Ella me llamó puta malcriada y me dijo que iba a colgar. Le dije que
estaba bien, porque yo no tenía mucho más que decir, y no ha llamado desde
entonces.
El calor es aplastante hoy, pero no puedo encender el ventilador ya que
aumentaría mis facturas de electricidad ya vencidas. Abro el cajón de píldoras
y bastones de caramelo de nuevo, tratando de sacar la botella en la parte
inferior. Ethan me dio los bastones de caramelo como regalo de Navidad
después de que yo le dijera que nunca había tenido uno, y fue el momento más
dulce que he tenido con un hombre.
—¿Hablas en serio? —había dicho él. Estábamos en su camioneta y era
tarde, con el cielo de medianoche por encima de nosotros mientras el frío aire
de invierno llenaba la cabina y empañaba las ventanas.
—Um... sí... ¿Cuál es el problema? —pregunté, girando de lado en el
asiento para mirarlo.
—Porque es un jodido bastón de caramelo. —Me había mirado
boquiabierto—. Es, como, el caramelo de Navidad más común que hay. Mi
mamá incluso los pone en nuestro árbol cada año.
—Oh, nunca he tenido un árbol de Navidad —admití, lo que solo le hizo
mirarme boquiabierto por más tiempo—. ¿Qué? Ella cree que las agujas de
pino de los reales hacen mucho desastre y que los artificiales son demasiado
vulgares.
Más tarde esa noche, me regaló una caja entera de caramelos. Sin
envolverlos ni nada, solo los dejó caer en mi regazo cuando me senté en el sofá
en la sala de estar de la casa de sus padres.
—Ahí lo tienes. —Lo dijo como si fuera un inconveniente para él, cuando
se dejó caer en el sillón reclinable.
Yo sonreí, luego me incliné y le di un abrazo antes de desenvolver uno. A
medida que empecé a chuparlo, le dije que era delicioso y él había hecho una
observación sucia sobre mis labios. Hice una réplica sobre la cremallera de sus
pantalones estando desabrochada y que yo podía ver sobresaliendo sus partes
especiales de hombre. Él rodó los ojos, pero luego comprobó su cremallera de
todos modos. Comencé a reír y terminé dejando caer el bastón de caramelo en
mi pierna. Estaba usando un vestido y el dulce se pegó a mi muslo.
—De acuerdo, tal vez no me gustan —dije, haciendo una mueca de
disgusto cuando lo recogí de mi pierna. Traté de limpiar la viscosidad con la
mano, pero eso solo hizo todo pegajoso.
—Déjame ayudarte —murmuró Ethan, con los ojos fijos en mi pierna.
Pensé que iba a ir a buscarme una toalla de papel o algo así, pero en su lugar
se levantó de la silla y se dejó caer de rodillas delante de mí. Su pelo oscuro
colgaba sobre sus ojos cuando miró por encima de mis rodillas, sonriéndome.
—¿Qué haces? —le pregunté, intrigada, pero un poco nerviosa. Quiero
decir, él era muy caliente y todo, pero me encontraba totalmente sobria y podía
sentir todo lo que pasaba, como mi pulso acelerándose y la extraña cosa que
hizo mi estómago.
Sus ojos se oscurecieron mientras pasaba la mano por mi pierna y eso
hizo que mi piel se encendiera al instante con calor sofocante, aplastante y
apasionado. Era una sensación nueva para mí, ya que los juegos previos eran
prácticamente ausentes con las personas que me había enganchado. La
sensación fue despertando mi curiosidad, así que dejé que mis piernas se
abrieran un poco, y de repente, él parecía nervioso. Me quedé pensando en lo
mucho que quería otra píldora porque podía sentir demasiado, pero entonces
tendría que levantarme y romper el momento.
Ethan se había detenido con la mano descansando sobre la parte
superior de mi muslo. Tracé las líneas de los tatuajes en sus brazos,
mordiéndome el labio cuando mi corazón saltó dentro de mi pecho. Su
respiración se volvió entrecortada y sus palmas empezaron a sudar mientras
más nos sentamos allí, inmóviles en el silencio y el resplandor de las luces
centelleantes del árbol de Navidad. Luego lo hizo. Inclinó la cara hacia abajo,
con los labios entreabiertos, y su lengua se deslizó mientras lamía la viscosidad
del bastón de caramelo de mi piel.
Clavé las uñas en el brazo de la silla y gemí; un fuerte y dichoso gemido
que me sorprendió, junto con la explosión de calor que pasó por mi cuerpo. Él
respondió con una aguda inhalación, y yo temblaba de forma incontrolable.
Quería pasar mis dedos por su pelo, tocarlo, alzar un poco más su rostro, y
hacer que me lamiera en lugares que me enviarían a una espiral de euforia, sin
control. Pero entonces él chupó rápidamente mi piel, pellizcándola antes de
alejarse.
Fruncí el ceño hacia él, decepcionada. —¿En serio?
Se encogió de hombros, dejándose caer en la silla. —¿Qué? —Me miró
otra vez, como si estuviera esperando que anunciara que me había puesto toda
caliente y mojada—. ¿Hay algún problema? —Puso otra vez una sonrisa, como
si fuera la persona más divertida del mundo—. Solo estoy esperando mi regalo
de Navidad.
Dos podían hacer este juego. Sonriendo de nuevo, me desabroché el cierre
frontal del sujetador de encaje rojo a través de mi ropa, luego deslicé los
tirantes por los hombros, trabajando en sacarlo sin mirarlo. Después se lo tiré
a la cara. —Feliz Navidad.
La mayoría de los chicos habrían sonreído o dicho algún comentario
sucio, pero Ethan solo le dio un golpecito al lazo rojo en el sujetador, se encogió
de hombros y lo puso en el reposabrazos de la silla. —Los he visto más sexys —
dijo, su sonrisa brillando en sus ojos.
Con la boca abierta, le tiré un bastón de caramelo que lo golpeó en la
cabeza. Él se rió, lo recogió, lo desenvolvió, y luego lo metió en su boca. —
Maldita sea, son buenos —dijo, sonriendo mientras rodaba el dulce a lo largo
de su lengua.
Creo que fue entonces cuando me di cuenta de lo mucho que él me
gustaba. No porque estuviera siendo un idiota o porque me diera los bastones
de caramelo, pero sí debido a que había dejado de besar mi muslo. Sabía
suficiente acerca de mí —sobre lo fácil que era— para saber que podría haber
más o menos llegado a hacer lo que quisiera, pero no lo hizo. Incluso si era
porque yo no le gustaba, aún como que me gustó que él se hubiera detenido,
aunque me dejó sexualmente frustrada. Había tenido relaciones sexuales con
chicos que más tarde dejé en claro que ni siquiera me gustaban, sin embargo,
aún tuvieron relaciones sexuales conmigo porque yo era una ―chica fácil‖. Y me
quedaba odiándome porque en el fondo sabía que tenían razón. Soy buena
para una sola cosa. Una aventura de una noche, un buen polvo, un momento
de distracción, y voy a hacer casi cualquier cosa que pidan, incluso cuando no
quiero.
Pero ahora lo bueno que tuve con Ethan se ha ido, gracias a mi jodida
cabeza. Saber lo buen chico que es él me hace aborrecerme aún más. Lo había
parado, negándose a tener relaciones sexuales con la versión entumecida de
mí. Continúo perpleja por eso.
Suspirando, me obligo a salir del recuerdo y volver mi atención a lo que
está bajo el montón de bastones de caramelo y recoger la botella de color
naranja. Me tomo algunas, entonces me tiendo en la cama, de espaldas con
mis piernas y brazos hacia afuera, al igual que ese día que mi vida cambió para
peor hace seis años, cuando él me usó y luego me abandonó. He estado en un
declive desde entonces, pero lo bueno es que apenas he sido capaz de sentirlo.
Siento el subidón veloz de las pastillas y luego el impacto del vino cuando las
dos sustancias se mezclan y chocan dentro de mí. Están diluyéndose entre sí,
por lo que me pongo de lado y tomo unas cuantas pastillas más, y en algún
lugar entre la sexta o la séptima, mis pensamientos comienzan a fundirse.
Hasta que me siento vacía.
Sola.
Y quiero encontrar desesperadamente a alguien que llene el vacío.

He recorrido demasiado para estar aquí, pero no puedo encontrar mi


camino de regreso al apartamento. Así que sigo vagando sin rumbo por el
estacionamiento sin destino real, y ni siquiera puedo recordar por qué salí.
Creo que puede haber sido el temor de terminar comprimida entre las paredes
de mi casa lo que me hizo salir a la calle, pero no estoy segura.
Un tipo mayor se acerca a mí, cuando camino hacia una cochera y me
habla acerca de esta fiesta en la calle. Murmuro algo acerca de no querer ir con
él, pero luego toma mi brazo y como que me guía, o me obliga (a veces tengo
dificultades para distinguir entre los dos) hacia la calle.
Sigue hablando acerca de nadar o batear o algo así, pero la somnolencia
en mi cabeza apenas me permite descifrar la mitad de las palabras que está
diciendo. Sus labios se mantienen en movimiento y tiene bonitos labios, suaves
y llenos, y una cicatriz en el inferior. Pensé que sus ojos eran verdes, pero
cuando entramos a la casa, bajo la luz, me doy cuenta que son de color azul.
Su pelo es demasiado largo para mi gusto y está usando una camiseta
andrajosa que me hace fruncir la nariz con desagrado.
—Creo que tengo que... —trato de decir irme, pero mis labios están
entumecidos. Me tropiezo con mis zapatos, que se encuentran desabrochados.
—Te ves hermosa esta noche —susurra el tipo en mi oído y me siento
aliviada de que pude entender toda la oración.
—Gracias... —Me alejo un poco cuando el estéreo se enciende y el suelo
comienza a vibrar debajo de nosotros. Todo el mundo empieza a bailar y gritar
mientras beben cervezas y se muelen unos contra otros.
Hay personas agrupadas en una salita de estar y el mobiliario ha sido
apartado del camino. La cocina a mi derecha está llena de botellas de cerveza
vacías y, hay un gran cubo lleno de hielo y bebidas en la mesa. La intensidad y
el caos como que me recuerdan a cómo era estar en la casa de Ella, donde
todos podían vagar libremente y hacer lo que quisieran. La primera vez que fui
testigo, pensé que era una locura, pero ahora se siente como que tal vez este es
el tipo de lugar al que he pertenecido todo el tiempo.
—¿Quieres un trago? —grita el chico por encima de la música mientras
se aferra a mi brazo.
Asiento, relajada. Él no parece tan malo. —¡Sí, por favor!
Luego sonríe y es una sonrisa oscura, una enmascarada con un
significado alternativo. He visto esa sonrisa antes, justo antes de que él me
atara a la cama. No sé cuál es el significado alternativo, pero me parece que no
puedo concentrarme en eso el tiempo suficiente. Suelta mi brazo y yo pongo mi
mano contra la pared cercana para no caerme. Quiero bailar, porque me
encanta bailar. Pero estoy mareada y siento ganas de vomitar. Trato de
recordar la cantidad de pastillas que tomé. Dos... no, tomé más, ¿cierto?
¿Después de que el propietario llamara a mi puerta? Sí, pero ¿cuántas tomé?
Cuatro... cinco... ocho. Dios, he perdido por completo la pista y las cosas
empiezan a ponerse oscuras y frías, no solo a mi alrededor, sino en mi cabeza.
La canción cambia y yo trato de concentrarme en el ritmo. El tipo que me trajo
aquí vuelve. Me entrega una cerveza. La bebo. De alguna manera termino
bailando con él. Me agarra con fuerza, forzándome contra su cuerpo mientras
se muele contra mis caderas. No estoy segura de que me guste, así que trato de
alejarme.
—¿A dónde vas? —pregunta, tirando de mí hacia él.
—Quiero… —¿Qué es lo que quiero?
Él niega con su cabeza y clava sus uñas en mis brazos. Siento el apretón
en mi piel y el dolor se expande por mi cuerpo. Intento gritar, pero el sonido se
pierde en la música. Sonríe, con deseo y necesidad, como cualquier otro tipo
que existe en el planeta.
—Ven aquí, bebé. —Me presiona contra su pecho, deslizando su mano
por la parte baja de mi espalda, y me encuentro deseando que él fuera Ethan,
para no sentirme tan insegura. Agarra mi trasero, me toca, y solo así, un
interruptor se apaga en mi cabeza. Como siempre, me vuelvo insensible, cada
emoción es drenada de mí. De repente, siento como si estuviera viendo al tipo
mientras toca mi culo, siente mis pechos, besa mi cuello, presiona nuestros
cuerpos juntos. No siento nada, no quiero hacerlo. No me lo merezco. No valgo
nada. Una puta, como todo el mundo me llama.
Empieza a guiarme entre la multitud, por el pasillo, y estoy segura de
que me va a llevar a una habitación y hacerme lo que quiera, cuando mis ojos
empiezan a dar vueltas y mis piernas, a flaquear mientras me arde el
estomago.
—Creo que voy a vomitar —le digo gimiendo, y el chico se aleja más
rápido que el ritmo de la canción, con sus manos estiradas como si tuviera
miedo de tocarme.
Me aparto, empujando entre la multitud, y salgo por la puerta principal,
dejándola abierta mientras tropiezo y bajo corriendo las escaleras. Uno de mis
zapatos se atasca en el último escalón y no puedo sacarlo, así que saco el pie
del zapato. Entonces me inclino y caigo de rodillas en una cama de tulipanes y
arbustos. Mis hombros se sacuden en tirones secos y siento que tengo que
vomitar, pero no sale nada de mi boca. Mi corazón late rápidamente, golpeando
contra mis costillas, y mi piel se encuentra cubierta de sudor. Estoy teniendo
dificultades para mantener los ojos abiertos y me caigo en los arbustos,
aterrizando sobre mi espalda en la tierra húmeda. Veo las estrellas. Son
magnificas. Ojalá pudiera tocarlas. Siento como que puedo.
Me quedo ahí por siempre, sintiendo mi corazón latir más rápido
mientras mi estomago se retuerce en nudos dolorosos. Luego mi trasero
empieza a sonar, o quizá sea mi cabeza… no, es mi teléfono. Sí, sin duda es mi
teléfono. Rodando a un lado, siento el bolsillo trasero de mi vestido y recupero
mi teléfono. Dejo caer mi pulgar en el botón de descolgar y me pongo el teléfono
en el oído.
—Hola. —El sonido de mi voz me hace daño en la cabeza.
—¿En serio? —dice Ethan, sonando mas cabreado de lo normal—. ¿Otra
vez?
—Eh… —Agarro mi cabeza palpitante.
—¿A qué te refieres con eh? —dice—. Sé que estás borracha otra vez, lo
que significa que necesitas que te recoja de la casa de algún tipo. —Suena
venenosamente celoso, y en la boca de mi estomago, me gusta.
—No, no estoy borracha —murmuro—. Estoy desorientada.
—Me doy cuenta.
—Creo… Creo… que tomé demasiado… esta vez. —Se vuelve más difícil
respirar, mi pecho se aprieta y siento un peso sobre mi cuerpo.
—¿Demasiado qué? —pregunta, y creo que oigo preocupación en su voz.
Quizá, pero puedo equivocarme.
—La cosa… —Trato de chasquear los dedos, intentando pensar en la
palabra, pero no puedo sentir si todavía tengo dedos—. Esas pastillas que
tengo.
—¿Qué pastillas? —Su voz suena anormalmente fuera de tono.
—Nada… no importa… estoy muy cansada… me voy a ir… —Empiezo a
dejar caer mi brazo.
—Lila, ¡no cuelgues! —grita a través del teléfono, y escucho un montón
de golpes en el fondo—. ¿Dónde estás? ¿En tu casa?
—No… estoy junto a unos arbustos… y tulipanes. —Paso el brazo por un
sitio oscuro formándose encima de mí—. Ethan, hace mucho frío.
—No hace tanto frío. —Su voz es áspera y me hace sentir más fría por
dentro—. Dime dónde estás y mantén tus jodidos ojos abiertos.
—Está bien… —Parpadeo ferozmente, luchando por mantener mis ojos
abiertos—. Pero no sé donde estoy.
—¿Qué quieres decir? —pregunta, y oigo rugir el motor de su
camioneta—. ¿Cómo demonios es que no sabes dónde estás?
—Bueno… un tipo me llevó a algún sitio… y no recuerdo dónde…
—¿Puedes reconocer algo?
—Estrellas… y… —Desciendo, dejando que el sueño me atrape. Él dice
algo, pero estoy muy cansada para responder.
—¡Lila! —me grita.
Mis ojos se abren de golpe. —Sí…
—Dime lo que hay a tu alrededor.
—Arbustos… estrellas… y un edificio…
—¿Cómo es el edificio?
—Como cualquier otro edificio de aquí… —Mi cabeza cae hacia un lado—
. Hay un pájaro raro y rosa en la entrada… pero puede que esté en mi cabeza.
—Gracias jodido Dios. —Suena un poco aliviado—. Sé dónde estás. —
Dice un montón de otras cosas, pero no lo entiendo, así que dejo caer el
teléfono, porque es muy pesado. Entonces miro las estrellas y me dejo caer en
la oscuridad y el entumecimiento que se ha vuelto tan familiar para mí. De
hecho, empieza a sentirse como en casa.

—Eres tan hermosa —dice, deslizando su mano por mi muslo—. Tu piel es


tan suave.
Fuerzo una sonrisa, a pesar de que la manera en la que me toca se siente
mal. Todo acerca de la situación se siente mal, pero bien al mismo tiempo,
porque la forma en la que Sean me mira me hace sentir adorada y amada. —
Gracias —digo, lo que le hace sonreír con esta adorable sonrisa que le hace
parecer más joven.
—De nada —dice y se inclina, dándome un suave beso en la nariz—. Eres
increíble —susurra contra mi piel, salpicando besos por mi mandíbula mientras
sus dedos suben mi falda de cuadros—. Quiero tocarte por todas partes…
Besarte entera.
Pongo mi mano en su pecho, apartándolo lo suficiente para poder mirarlo a
los ojos. —¿Por qué nunca me tocas en público? ¿Es porque mientes acerca de no
estar casado? —Miro el anillo en su dedo.
Sus ojos se vuelven fríos, su boca hace una línea firme mientras se retira,
dejando su mano en la parte superior de mi muslo, pero sus dedos se
endurecen. —No, te he dicho que no estoy casado. Fue un regalo, y ya sabes por
qué no podemos ser vistos en público. A la gente le importa la edad, Lila.
Paso los dedos por su pelo suave, preocupada de haberlo presionado
demasiado. —No eres mucho mayor que yo, y de todas maneras eso no me
importa.
Me mira como si fuese una incompetente. —Lila, no seas estúpida. Nos
destriparían. Todos lo harían. —Empieza a alcanzar la manija de la puerta de su
coche—. Quizá debería irme.
—No, no lo hagas. —Agarro un puñado de la chaqueta de su traje y lo
acerco a mí, aterrorizada de que vaya a dejarme—. Lamento haberlo
mencionado. Por favor, simplemente vuelve a lo que estabas haciendo.
Estrecha sus ojos, como si estuviera deliberando si quedarse o irse, si es
demasiado bueno para mí o no. Sí, lo es. Lo sé.
—¿Quieres que vuelva a hacer lo que estaba haciendo? —pregunta,
ladeando su cabeza mientras me echa una mirada. Hay algo en sus ojos que es
emocionante y aterrador a la vez, y hace que mi piel hormiguee de una manera
que nunca lo ha hecho.
Asiento, pero con poca confianza. —Sí.
Vuelve a poner su mano en mi muslo. Poco a poco viaja hacia arriba hasta
la parte inferior de mi falda, deteniéndose brevemente en el dobladillo antes de
deslizar sus dedos por debajo de la tela. Me tenso de forma instintiva y él parece
satisfecho. —¿Estás segura, Lila? —Llega a la tela de mis bragas—. ¿De verdad
quieres que vuelva a lo que hacía?
Abro la boca para decir que no estoy segura y que me hace sentir sucia,
pero él mete sus dedos en mí con un movimiento brusco, casi violento. No sé qué
hacer, porque duele y se siente mal pero a la vez se siente bien.
Empieza a mover sus dedos dentro de mí, casi forzosamente. Pienso en
decirle que pare, pero los maravillosos y terribles sentimientos de necesidad y
felicidad silencian mis labios. Luego mueve su mano libre a la parte trasera de
mi cabeza y hala violentamente mi pelo.
—Auch, eso duele —murmuro con un gemido, con mi cuello inclinado con
fuerza hacia atrás.
—Bien —dice él, sus ojos oscureciéndose con placer. Tira incluso más
fuerte de mi pelo, y dolor y placer inundan mi cuerpo.
Mis sentimientos se vuelven difíciles de descifrar mientras me inclino y
agarro sus brazos en tanto mi cuerpo se calienta y no puedo respirar. Cuando él
retira su dedo, no sé si lo disfruté, me arrepentiré, o ambos. No sé cómo se
supone que debo sentirme.
Ethan
Al principio pienso que está en la casa de algún tipo y aunque no quiero
ir a ese lugar celoso dentro de mí, lo hago. Me molesta porque hace una
semana, la estaba tocando y todo era genial, hasta que se bloqueó y pareció
que no quería hacer nada conmigo.
Pero luego me di cuenta del sonido aturdido de su voz y nada de eso
importaba. He oído la distancia y el aturdimiento en mi voz, y la de London
muchas veces, cuando quedaba destrozado. Una alarma suena en mi cabeza y
todo en lo que puedo pensar es en alejarme de London por última vez, justo
después de que la aguja entró en su brazo. Luego Lila empieza a hablar de
pastillas y me acuerdo de la botella con la prescripción en el cojín del sofá. Ahí
es cuando empiezo a enloquecer. Intento no entrar en pánico mientras averiguo
donde está, pero parece no tener ni idea. Entonces menciona el pájaro rosa y
un poco de alivio me inunda. Conduzco por delante de ese maldito pájaro rosa
dos veces al día, para ir y volver del trabajo. No está muy lejos de mi casa, solo
a unos pocos minutos. Sigo hablándole para asegurarme que permanece
despierta, debatiéndome entre llamar a una ambulancia o algo.
Todavía puedo oír su voz cuando diviso el pájaro rosa en frente del
complejo de apartamentos que está escondido entre una casa y una gasolinera.
Pero cuando estoy llegando, hay un ruido y en la línea se queda en silencio. Por
un segundo, en lo único que puedo pensar es que nunca la voy a volver a ver,
que se ha ido, y casi me paralizo. Nunca he sentido tanta adrenalina corriendo
por mi cuerpo, y mi corazón empieza a golpear contra el interior de mi pecho.
—Mierda. —Doy un volantazo hacia la izquierda y piso el freno,
parándome en la acera. Me dijo que se encontraba en los arbustos, pero hay
arbustos por todas partes. Salgo de la camioneta y grito—: ¡Lila! —Nadie
responde. Corro alrededor de los dos edificios de ladrillo situados dentro del
estacionamiento, gritando su nombre mientras desbloqueo mi teléfono para
llamar a emergencias. Veo un llamativo zapato de tacón en un escalón y lo
recojo, preguntándome si podría ser de Lila. No parece algo que llevaría ella, es
más como algo que una stripper usaría y hay muchas de ellas por aquí.
Cuando me doy la vuelta, veo pies saliendo de un arbusto y a uno de
ellos le falta un zapato. Corro y caigo de rodillas al lado de Lila, tendida en el
suelo, mirando la palidez de su piel y el brillo de sus ojos. De repente un
sentimiento me atraviesa, se me pega al pecho, al estomago, piernas, en todas
partes. Al mirarla así, la posibilidad de perderla se hace mucho más real.
—Me siento mal, Ethan —murmura y se pone de lado, poniendo las
manos bajo su cabeza y cerrando los ojos.
Cuidadosamente deslizo mi brazo bajo su cuello y elevo su cabeza,
acariciando sus mejillas para que abra los ojos. —Lila, ¿qué has tomado?
¿Recuerdas el nombre?
—Lo que tomo siempre —responde, abriendo los ojos—. Esa cosa de mi
cajón.
Mierda. Mierda. Mierda. —¿Y qué es?
—Esa cosa… ya sabes… esas pastillas que te despiertan… Dios, Ethan,
no puedo… no puedo recordar el nombre. Es una… palabra muy… muy…
larga.
Echo un vistazo a la suciedad y a los arbustos que nos rodean.
—¿Has vomitado?
—No… —Suspira lentamente, su pecho subiendo y bajando—. Sin
embargo, siento que debería hacerlo. Me duele mucho el estomago.
La ayudo a sentarse, sujetándola por los brazos, los cuales tienen
marcas rojas que parecen dejadas por alguien clavando los dedos en su piel. —
Está bien, voy a girarte y quiero que vomites, incluso aunque tengas que meter
los dedos en tu garganta.
Su cabeza sube y baja mientras asiente. —De acuerdo.
La llevo a un lado y la ayudo a incorporarse para que esté sobre sus
manos y rodillas. Mantengo mi brazo en su estómago, aguantando su peso. Se
queda quieta un momento con la boca abierta, y finalmente mete un dedo en
su garganta. Giro la cabeza a un lado, mirando al aparcamiento mientras ella
vomita en los arbustos. Cuando termina, está temblando y su piel está
sudorosa y más pálida que antes.
—Muy bien, vamos a llevarte al hospital —digo, mientras ella se sienta y
apoya la cabeza en mi pecho.
—No, nada de hospitales. —Niega y me mira fijamente. A la luz de las
farolas, sus ojos parecen negros, o quizá sea porque tiene las pupilas dilatadas.
—Sí, al hospital. —Me pongo de pie y la alzo en brazos, llevando su peso
muerto mientras ella acaricia mi pecho con su cara.
Se queja por ir al hospital, pero solo hasta que llegamos a la camioneta.
Una vez que la dejo en el asiento del pasajero, se relaja y pasa el cinturón de
seguridad sobre su pecho. Conduzco directamente hacia el hospital, sabiendo
que no hay lugar para errores en el estado en el que se encuentra. Es por eso
que dejé de tomar drogas. Por lo que volví a pensar todo, incluso aunque no
quisiera. Aprendí de primera mano lo que puede suceder. Como un pequeño
desliz puede llevarte para siempre, y pensar en el hecho de que Lila podría
alcanzar ese punto me asusta más de lo que había pensado. El pensamiento de
que podría perderla me asusta hasta la muerte. En ese momento, me doy
cuenta de que Lila se ha convertido en más que una amiga. Mucho, mucho
más.
6
Traducido por katyandrea
Corregido por Eli Hart

Lila
Me despierto incapaz de recordar lo que pasó anoche. No debería tener
problemas con la confusión, ya que estoy acostumbrada, pero, por alguna
razón, me siento más sucia y avergonzada de lo normal.
El olor de la colonia que fluye de la manta que está por encima de mí me
es familiar. He olido esto antes y eso me reconforta. Me obligo a abrir los ojos y
de inmediato reconozco los carteles de la banda y la batería en la esquina de la
habitación. Suspiro de alivio. Estoy en la habitación de Ethan, acostada en su
cama.
—Gracias a Dios —murmuro, sentándome gradualmente y los músculos
de mi estómago se contraen en señal de protesta. Paso mi brazo alrededor de
mi estómago y me doy cuenta de que estoy usando una camisa de Ethan.
Mierda, ¿dormí con él? Paso mis manos por el pelo enredado,
cerniéndome a través de mis recuerdos nebulosos. Pero las únicas cosas que
puedo recordar son estrellas, arbustos, máquinas de pitidos, y el olor a
limpiador.
—¿Te sientes mejor? —El sonido de la voz de Ethan me hace saltar y mi
estómago se agita a partir del movimiento.
—Ah... —Me quejo, doblando la espalda y agarrando mi tierno estómago
con la mirada fija en el edredón en frente de mí—. ¿Qué diablos pasó anoche?
Lo oigo caminar hacia la cama y luego el colchón se hunde en tanto se
sienta a los pies, asegurándose de mantener algo de espacio entre nosotros. —
¿No puedes recordar nada?
Niego con la cabeza, sin dejar de mirar hacia abajo, sintiéndome
mortificada por razones que no puedo explicar. Entonces me doy cuenta de la
banda de hospital en la muñeca. —No... Recuerdo estar paseando por el
complejo de apartamentos... A continuación, un tipo me llevó a algún lugar...
—Hago una pausa, sin atreverme a levantar la mirada—. Y entonces todo lo
que puedo recordar son las estrellas y el olor a limpiador.
Lleva puesta una camiseta negra y roja, su cabello está húmedo, como si
acabara de salir de la ducha, y hay agujeros en sus vaqueros. —Casi tuviste
una sobredosis —dice, mirándome con cautela. Golpea con los dedos sobre sus
rodillas, considerando algo—. Sabes, nunca he sido de los que presiona a la
gente sobre sus problemas. —Desliza su rodilla sobre la cama, dando un giro,
por lo que me mira—. Nunca he sido un gran fan de hablar de mi propia
mierda y suelo evitar el tratar de hacer que la gente hable de ellos a menos que
estén siendo estúpidos y ahora cada parte de mí grita para que me digas lo que
pasó. —Hace una pausa y comienzo a hablar, pero habla más fuerte—. Y no
trates de decirme que estás tomando ese medicamento recetado por un médico.
En el camino hacia el hospital me dijiste que más o menos has estado
abusando de ellos desde los catorce años, algo que debería solamente haberle
dicho a los médicos, pero no quería meterte en problemas. —Se detiene y
espera algo. ¿Un agradecimiento? ¿Una explicación? ¿La verdad?
Sinceramente, no lo sé y tampoco quiero decirle nada.
—No sé qué decir. —Cierro los ojos y convoco una respiración profunda,
cantando en mi cabeza no llorar. Pero me siento intangible de mis emociones y
mi estómago se siente como si hubiera hecho una cantidad infinita de
abdominales. Todo lo que quiero es acostarme, dormir y olvidar que todo esto
ocurrió.
—¿Qué hay de la verdad? —dice Ethan con cautela, sonando menos
enojado, y lo siento desplazarse más cerca de mí en la cama—. Sabes cómo me
pongo con todo el asunto del abuso de sustancias.
Mis párpados se abren de golpe ante su terrible acusación. —No tengo
un problema de abuso de sustancias —le digo, en plena ebullición y tiro las
mantas de encima—. Es una receta. Órdenes del doctor. —Columpio mis
piernas sobre la cama y me pongo sobre mis pies. Una oleada de sangre huye
de mí cabeza y las rodillas al instante se doblan. Alcanzo la pata de la cama de
metal cuando me derrumbo, pero Ethan salta y me coge en sus brazos justo
antes de que golpee el suelo.
Suspiro, mirando a la pared a mi lado mientras sostiene mi peso. Me
siento como una idiota. —Suéltame. Puedo caminar.
—Se supone que debes estar descansando. —Me ayuda a volver a la
cama y con disgusto me siento—. Órdenes del doctor.
Aprieto los labios, sacudiendo la cabeza. —Ethan, por favor, no lo hagas.
No necesito esto de ti en este momento.
—Que por favor, ¿no haga qué? ¿Hablar de lo que vi anoche? Porque no
lo voy a hacer. Me diste un susto de muerte, Lila... Verte así de mal. —Sus ojos
son anchos y llenos de pánico mientras se sienta en la cama de nuevo, dejando
un poco menos de espacio entre nosotros mientras se pasa furiosamente los
dedos por el cabello. Se ve estresado y agotado—. Y por mucho que no me
gusta presionarte para hablar de ello, siento como si tuviera que hacerlo. No
puedo... no quiero nada... —Busca a tientas sus palabras y parece que le
frustra. Actúa muy raro, y me pregunto si pasa algo más.
—No tienes que hacer nada —murmuro, frunciendo el ceño hacia mi
regazo—. No soy tu novia ni nada, no me debes nada. Deberías haber dicho en
el hospital que traté de suicidarme. Entonces podrían estar lidiando conmigo y
tú no tendrías hacerlo.
Hace una pausa, contemplando lo que dije. —Eres mi amiga y eso es
igual de importante, si no es más... Eres importante... —Arruga la frente
mientras lo dice, como si estuviera tan confundido como me ha confundido. Se
acerca, como si fuera a poner la mano en mi mejilla, pero luego la aparta.
Me tapo la boca y niego con la cabeza mientras las lágrimas comienzan a
formarse en los rincones de mis ojos. —No puedo.
Levanta las cejas inquisitivamente. —No puedes, ¿qué?
—No se supone que hable de cosas así.
—¿Cómo qué?
—Así. —Agito la mano delante de mi terrible estado—. Todo este
desorden.
Su cabeza se ladea hacia un lado mientras arquea la ceja. —Lila, te he
dicho algunas de mis historias jodidas sobre las drogas y el sexo, has visto
donde vivo, sabes en que especie de casa me crié y lo que mis padres se
hicieron uno al otro. El desorden no es nada nuevo para mí.
—Eso no importa —digo exasperadamente mientras recojo el cabello
alrededor de la nuca—. No se supone que tenga que ser de esta manera, o por
lo menos nadie se supone que sepa que soy así.
—Sigues diciendo así, pero todavía estoy tratando de averiguar cómo. —
Sus ojos se desplazan por encima de mi cuerpo con cuidado, como si estuviera
en busca de heridas visibles. Y hay algunas, en mis tobillos y la cintura, y
aunque sea muy débil, en mi muñeca, pero la mayoría de las personas nunca
se dan cuenta de ellas—. Hasta donde yo sé, la única forma en que actúas es
como alguien que necesita hablar de sus problemas. —Está siendo amable y
solo me hace sentir peor.
—Sería más fácil si solo me gritaras —digo, liberando mi cabello y
extendiendo los brazos hacia los lados—. O me dejaras sola. Eso es lo que
usualmente haces
—Lo fácil está sobrevalorado —responde—. Y yo no puedo dejarte sola
esta vez. No con esto. Me odiaría a mí mismo si lo hago.
—Ethan, por favor, llévame a casa —ruego, pasando mis brazos
alrededor de mí misma—. Solo tengo que ir a casa.
—No —responde con terquedad—. No voy a dejarte que corras a casa y
tomes una pastilla. Necesitas ayuda.
Mi cuerpo y mente anhelan una píldora, y solo una cosa va a hacerlo
mejor. Continúo pasando los dedos por el cabello, intentando someter la
ansiedad que me está superando. Cuando alzo la cabeza, me obligo a mostrar
una expresión neutra en la cara. —Mira, Ethan, te agradezco tu ayuda y todo
lo de anoche, pero en serio que estoy bien. Solo tengo que ir a casa a comer
algo, a ducharme y voy a estar mejor.
—Puf, no intentes mentirme —dice cruelmente, cruzándose de brazos y
apoyándose contra el estribo—. No se le puede mentir a un mentiroso.
—No eres un mentiroso —discuto, golpeando las manos sobre el colchón,
con ganas de gritarle—. En absoluto.
—Lo fui una vez —me recuerda—, en cosas como estas. Es lo que hace la
gente con adicciones. Vas a hacer lo que sea que puedas, decir lo que sea
necesario, para obtener tu próxima dosis.
Mi boca se desploma a un gesto fruncido, y junto mis manos delante de
mí, mientras la desesperación corre a través de mi cuerpo más tóxicamente de
lo que hacen las píldoras. —Ethan, por favor, ya basta, llévame a casa y
olvídate de todo. —Mi voz es alta y suplicante—. Así no tienes que lidiar con
esto.
Considera lo que dije, y luego se pone de pie, y creo que he ganado. —No,
no voy a olvidar. —Se apoya en la puerta y coge el pomo mientras sale de la
habitación—. Sabes dónde está la ducha para cuando estés lista para tomar
una.
—¡No tengo nada de ropa! —grito y luego le lanzo una almohada,
sintiendo salir el monstruo enojado dentro de mí. Estoy cayendo en picada en
un agujero oscuro lleno de todas las cosas negativas que compone mi vida y no
tengo ninguna pastilla para traerme de vuelta a la luz—. ¿Por qué me haces
esto?
—Porque me preocupo por ti —dice con total naturalidad y luego cierra la
puerta.
Nadie me dijo nunca que se preocupa por mí, ni siquiera mi hermana,
Abby, y sus palabras deben hacer que me sienta mejor. Pero no lo hacen. En
todo caso, el deseo y el hambre de otra píldora se amplifican, arrasando a
través de mi cuerpo, dejando abrasiones que solo una dosis puede sanar.
Porque no merezco que se preocupe por mí. Todo lo que he hecho, me lo he
hecho yo misma. Todo, donde estoy y lo que soy, es mi culpa.
Me siento en la cama un rato, cocinándome en mi propia ira en tanto
miro por la ventana, meciendo mi cuerpo, tratando de aquietar la energía
nerviosa en mi interior. Es un día soleado, el cielo es azul, claro y espectacular.
Debería estar bronceándome en la piscina, pero no, estoy atrapada aquí,
sintiéndome como que voy a arrancarme el cabello. Y cuanto más tiempo sigo
así, más desesperada me siento hasta que por fin me levanto de la cama.
Luchando contra el dolor en el estómago, de piernas y de cabeza, busco mi
ropa en su habitación. Está tirada sobre el taburete detrás de la batería.
—El premio gordo —digo y rodeo los tambores, recogiendo mi vestido
blanco, y luego frunzo el ceño. Está cubierto de barro y algún tipo de materia
verde asquerosa, y huele a vómito. Toco con mis dedos los lados de las piernas,
tratando de averiguar qué hacer. La mitad de mis instintos me chillan que no
me ponga el vestido sucio y salga a la calle con un aspecto tan desaliñado, pero
la otra mitad de mis instintos, los conectados a las pastillas, están en conflicto
con la forma en que me crié.
Pongo mis manos en puños, apretando los dientes, lo que limita un grito,
y luego me quito la camisa de Ethan. Me pongo el vestido, y luego pongo la
camisa de nuevo. Me peino con los dedos el cabello y me miro en el espejo. Me
veo mortífera: piel pálida, los ojos inyectados en sangre, y el maquillaje corrido
por todas partes. Una vez más, estoy rota. ¿Corro a lo que necesito o escondo
lo que soy?
Girando en un círculo, busco mis zapatos en el piso. Miro debajo de la
cama, en el armario, cerca de la cómoda, pero no se hallan en ninguna parte.
Me rindo y me dirijo hacia la puerta. Hay una manera de salir de la casa de
Ethan sin saltar de una ventana o de un balcón, y es caminar a través de la
sala hacia la puerta principal. Me pregunto si está ahí, si va a discutir conmigo
de nuevo. Sin embargo, no importa. Soy una mujer adulta y puedo salir de una
casa si quiero.
Enderezo mis hombros, abro la puerta y salgo al pasillo. Se oye música
en el salón, por lo que me sorprendo cuando entro en la habitación, y él no
está allí. Tampoco en la cocina. Por un segundo me pregunto dónde está, pero
luego me doy cuenta de que en realidad no importa. Todo lo que importa es que
estoy libre de dejarlo sin mayor confrontación.
Abro la puerta, camino al otro lado, y pestañeo ferozmente contra la luz
del sol. Cubro mis ojos con la mano, me apresuro a bajar las escaleras y
camino rápidamente a la parada de autobús. Sé que parezco loca, sin zapatos,
una camiseta holgada por encima de mi vestido, y mi cabello y maquillaje todo
raído. Pero por primera vez en mi vida no me preocupo por mi aspecto. Lo
único que importa es llegar a casa, así puedo sedar a la bestia hambrienta que
despierta dentro de mi pecho.
Ethan
Me pregunto si es demasiado para mí. Me di cuenta cuando me lo
confesó anoche mientras permanecía en el hospital a la espera de tener el
lavado de estómago, que ha estado tomando las pastillas desde que tenía
catorce años para adormecer su dolor. Probablemente debería solo haber dicho
la verdad a los médicos, que era una adicta o incluso que era suicida, pero yo
tenía miedo de meterme en problemas. Además, ella había vomitado unas
cuantas veces en el momento en que llegamos allí, así que había pocas pruebas
de lo sucedido. Todo lo que tuvo que hacer era mostrar una sonrisa y darles de
comer una mentira de mierda de mezclar demasiado vino con un poco de
pastillas y la dejaron ir. Pero me pregunto si realmente le creyeron, o si fue la
sala de emergencias terriblemente ocupada lo que ayudó a su fácil liberación.
Una parte de mí desea haber hablado. Entonces tal vez podrían haberla
ayudado con las extracciones próximas. Cuando mi padre las dejó, las cosas se
pusieron muy intensas y era peligroso dejar de golpe la medicación que había
estado tomando, por lo que tuvo que ser retirado en dosis bajas. Mi mamá lo
ayudó a pasar por eso, luchando con él todos los malditos días cuando pedía
más, y solo darle un poco, frenarlo y alejarlo de ellos. Y empiezo a preguntarme
si eso es lo que estoy enfrentando, si así es como va a ser cuando Lila deje las
píldoras que ha estado tomando. Si es así, ¿puedo hacerlo? ¿Puedo ayudarla a
ponerse mejor? ¿Sobre todo si no quiere? Una parte de mí quiere irse y dejar el
drama detrás, pero los sentimientos que tengo por Lila, los que me di cuenta
que tenía cuando la vi en el suelo así, me ruegan que le ayude.
Pero no soy un fan del drama y ayudar con los problemas de otros, en
parte porque es abrumador y en parte porque me preocupa arruinarlo, como
hice con London. Y lo de Lila es una adicción. Lo he visto muchas veces. Lo
sentí. Lo tuve consumiéndome cada célula de mi cuerpo, mente y mi maldita
alma. Tuve que superarlo y fue una de las cosas más difíciles que he hecho. Y
estuve con las drogas solo un año. Lila ha estado tomando pastillas por más de
seis. Eso es una maldita adicción grave. Además, no sé nada de lo que hay
detrás de su adicción. Lo que sí sé es que las heridas detrás de la adicción son
aún más difíciles de curar.
Después que salgo de la habitación, pongo un poco de música y me
siento frente a mi computadora en la sala de estar. Empiezo a investigar la
adicción a opiáceos y encuentro el nombre de la que me dijo que tomaba
cuando apenas despertó. Lo que encuentro describe más o menos lo que vi con
mi papá. Ansiedad. Irritabilidad. Vómitos. Temblores. Confusión. La lista es
muy larga. Y dice a los consumidores de droga a largo plazo que la medicación
debería ser usada durante la desintoxicación o el usuario debe ir
abandonándola de forma gradual, como lo hizo mi padre.
Jesús, sería mucho más fácil inscribirla en una instalación. Aunque
tendría que convencerla para que se inscribiera ella misma y parece
jodidamente complicado. Todo a su momento. No estoy seguro de si puedo
hacer esto.
Trato de averiguar qué hacer, qué tipo de persona realmente soy; de esos
que solo se alejan de una situación como ésta y no la ayudo, o del tipo que
quiere hacer lo correcto y ayudarla a superar el muy difícil obstáculo de
dejarlo. Pienso en la última vez que me alejé y lo que resultó de eso. No quiero
ir por ese camino de nuevo, pero tampoco quiero ayudarla y joder su
recuperación porque hice algo mal. Lo que necesito es un consejo de alguien
que ha ayudado a alguien a superar un momento difícil en su vida.
Pongo un poco de música y luego paseo de nuevo a la antigua habitación
de Micha, y me acuesto en el piso. Recupero mi teléfono celular del bolsillo y
borro todos los mensajes de texto que Rae me ha enviado en los últimos tres
días, los que me he negado a leer, antes de abrir la pantalla de marcación.
Dudo probablemente diez minutos antes de marcar el número de Micha. Es
raro estar pidiéndole un consejo, por lo general es al revés. Pero ha pasado algo
como esto con Ella, que huyó y cambió del todo su identidad después de que
su madre se suicidó. Tenía un montón de problemas psicológicos, pero Micha
se pegó a su lado y nunca la dejó, incluso cuando las cosas se pusieron
difíciles.
—¿Qué diablos? —responde con una carcajada—. Casi nunca me llamas.
—Sí, lo sé. —Me froto la frente con la mano, fuera de mi zona de confort.
Normalmente, yo soy el que escucha sus problemas—. Tengo una pregunta...
sobre Ella.
—Está bien... —Suena muy perdido y no lo culpo. Estoy actuando como
un bicho raro.
—Todos esos problemas por los que pasaste a su lado... ¿Fue difícil?
—Um, sí. Los problemas lo son por lo general.
Sé que no estoy verbalizando muy bien. Me va mejor con un lápiz y
papel. —Sí, lo sé, pero ¿resultó difícil ayudarla a salir de esas cosas cuando se
sabía que iba a ser complicado?
Tarda un segundo. —¿Estás preguntando si alguna vez consideré no
ayudarla?
—Más o menos —le digo—. Me refiero a si te preocupaba meterte en eso
con ella porque sabías que iba a ser un dolor en el culo ayudarla a superar sus
problemas y no estabas seguro si podrías manejarlo o incluso realmente
ayudarla.
—En realidad no —responde con cautela. Para él nunca ha sido
demasiado fácil hablar de los problemas de Ella—. Es decir, al principio dudé
de estar a su lado, pero eso es porque sabía que no se encontraba preparada
para algo más que amistad.
—Bueno, ¿y si intentabas ayudarla como amigo? —pregunto—. Y si
sabías que solo iban a seguir siendo amigos. ¿La habrías ayudado, incluso si
supieras que tendrías que lidiar con un montón de mierda?
—Por supuesto —dice sin rodeos—. Sé que voy a sonar estúpido y cursi
aquí, pero ¿los amigos no son para eso? Quiero decir, tú como que siempre has
estado allí para mí.
Resoplo una risa, rodando los ojos. —Sabes que suenas como una
especie de caricatura, ¿verdad? Los que tienen canguros saltarines que hablan
de lo maravilloso y genial que es tener un amigo.
—¿Canguros saltarines?
—Oye, nunca he sido una persona de dibujos animados así que ¿cómo
diablos voy a saber qué tipo de personajes tienen ahora?
—Estoy bastante seguro de que no hay canguros.
—Está bien, bueno, en realidad no importa. —Vacilo—. Así que ¿la
habrías ayudado igual?
—Absolutamente —asegura—. Y ni una vez me he arrepentido de
hacerlo.
No estoy seguro de si me siento mejor o no ahora. —Muy bien. Bueno,
gracias, supongo.
—No es lo que esperabas oír, ¿eh? —pregunta.
—No... La verdad no estoy seguro de lo que quería oír. —Suspiro
mientras me siento, pasándome los dedos por el cabello—. Pero en fin, tengo
que dejarte.
—¿Qué? ¿No vas a explicar de dónde vino esta llamada telefónica tan
fortuita?
—Todavía no puedo.
—Muy bien, entiendo. —Duda—. Cambiando de tema, no estás por
casualidad viniendo pronto a California, ¿verdad?
Me froto los músculos tensos de la nuca. —No, ¿por qué?
—No es nada —responde y oigo cerrarse una puerta—. Es que Ella y yo
estamos pensando en tener la boda en un mes, en la época navideña, y yo
pensé que tal vez tú y Lila podrían volar o conducir juntos hasta aquí.
—¿En un mes? —cuestiono, bajando la mano a mi lado—. ¿No es eso,
como, muy pronto?
—¿Pronto para dos personas que se han conocido durante casi diecisiete
años?
—Sí, buen punto, supongo. —Trato de no poner los ojos en blanco
porque creo que el matrimonio es ridículo. Mira a mi padre y mi madre. Son
ejemplos de lo que le puede suceder a una pareja si siempre se obligan entre sí.
—Así que ¿lo harás?
—¿Ella le ha hablado a Lila sobre esto? —pregunto—. ¿O le habla de algo
últimamente?
—No lo creo —dice, sonando confundido—. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—No es nada. —Me pongo de pie y me dirijo hacia la puerta—. Iré a
California, pero voy a dejar que Ella le pregunte a Lila si cree que puede ir.
—Es un plan, hombre. —Pone algo de música, dejando que suene
tranquilamente en el fondo—. Hablamos después, entonces.
—Suena bien. —Cuelgo y tomo una respiración profunda antes de salir
al pasillo y girar a la izquierda en dirección a mi habitación. La puerta está
abierta y sé de inmediato que Lila se ha ido y no me cabe duda por un segundo
a dónde va. He estado en ese lugar desesperado y es uno abrumador para estar
atrapado; hace que el no querer ayudarla parezca fácil y el sí querer ayudarla
sea difícil, pero los sentimientos que tengo por Lila, que no sabía que existían
hasta que la vi tirada en el suelo completamente fuera de sí, también hacen
que sea imposible darle la espalda.
Dudo un momento, pensando en todo lo que hemos pasado Lila y yo, las
largas conversaciones, el coqueteo, los toques que casi llevaron a algo, pero
nunca pasó, la forma en que me hace sentir, el hecho de que he roto mis reglas
con ella un montón de veces, el temor que venció a mi cuerpo cuando la vi en
los arbustos. Cuando recuerdo todo, hace que sea un poco más fácil tomar mi
decisión. Saco las llaves de mi carro y me dirijo a la puerta de entrada,
sabiendo que tengo que llegar antes al apartamento, de lo contrario esto va ser
aún más difícil.
Troto por las escaleras, agarrando mis llaves en la mano, tratando de
prepararme mentalmente para ser capaz de manejar el lugar donde me estoy
sumergiendo. Al final de la escalera, tomo mi teléfono y llamo a mi mamá para
obtener algunos consejos sobre la manera correcta de tratar de apartar a
alguien de una adicción a los opiáceos, ya que lo ha hecho ella misma. Solo le
pido a Dios, que Lila y yo no nos convirtamos en lo que ellos se convirtieron;
gritando y peleando, y mi mamá siempre llorando en secreto en su habitación
por las cosas que mi papá le dijo. No puedo imaginar que esto ocurra, al menos
la parte de llorar, pero no puedo borrar todo lo que vi cuando era un niño.
Hay tantas emociones estrellándose contra mí en este momento mientras
tomo la decisión final de estar ahí para Lila, pero de todas, lo que realmente me
llega es el hecho de que voy a ayudarla, porque me importa, más que eso. En sí
mismo es jodidamente aterrador, más que correr de frente al tráfico. Más que
entrar en una habitación y mirar a la chica que pensaste podrías amar, solo
para descubrir que ya no tiene idea de quién eres y que es posible que en
realidad nunca la conocieras y nunca lo harás.
7
Traducido por Jessy.
Corregido por Paltonika

Lila
Estoy sudando y no es por el calor. De hecho, creo que el aire está un
poco frío, pero es como si estuviera empapada en sudor. Necesito llegar a mi
departamento y tomar una píldora. Ya. Antes de acostarme y morir en el medio
del bus. Dios, esto es lo peor que he estado y si mi mamá o papá me vieran,
estarían tan avergonzados que probablemente nunca me llamarían otra vez. Lo
que no parece tan malo, aunque sin embargo, lo es. A veces los odio tanto que
quiero que me dejen sola para siempre, pero entonces me sentiría incluso más
sola en el mundo y eso es aterrador.
Me bajo del bus y corro a toda velocidad a mi complejo de departamentos
ubicado al otro lado de la calle, con el áspero asfalto contra la parte inferior de
mis pies descalzos. Estoy jadeando y tengo náuseas, pero sé que tan pronto
como llegue a la gaveta estaré bien nuevamente.
Pero cuando doblo en la esquina de mi edificio, me detengo de golpe al
pie de la escalera. —¿Qué haces aquí? —Coloco las manos en mi cadera y
entrecierro los ojos—. Dios, Ethan, ¿no puedes entender una indirecta?
Se pone de pie desde el escalón más alto, poniendo una mano en la
barandilla al lado del edificio. —¿Qué? ¿En serio piensas que iba a dejarte ir
sin más? —pregunta, arqueando una ceja—. ¿Después de lo que pasó anoche?
—Sí —digo con honestidad—. Siempre me dejas ir después de que meto
la pata. ¿Cuántas veces me has recogido y nunca has dicho una palabra? Eso
es lo que haces. Me dejas ser y no me juzgas. Incluso me abandonaste esa
noche después que nos liamos y casi tuvimos sexo. Te alejaste. —No puedo
creer lo franca que estoy siendo en este momento y debería estar avergonzada,
pero tengo cosas más importantes por las cuales preocuparme, como conseguir
las malditas píldoras.
Se estremece brevemente por mis palabras, pero se mantiene tranquilo,
asegurándose de mantenerse en el tema. —Sí, pero esto es diferente. —Baja un
peldaño y agacha la cabeza para mirarme—. Esto no se trata de sexo. Se trata
de drogas.
—No consumo drogas —espeto, bastante alto. Estoy haciendo una
escena, pero por el momento, no me importa porque todos los nervios en mi
cuerpo necesitan entrar a esa casa. Y Ethan es lo único bloqueando mi
camino—. Es simplemente una receta.
—Una receta de la que abusas. —Baja otro escalón y luego otro,
acercándose a mí como las malditas murallas siempre lo hacen—. Lila, mírate.
—Sus ojos recorren mi cuerpo y miro hacia abajo, a la camisa, y la parte
inferior de mi vestido mostrándose debajo de ella, manchada con suciedad y
vómito.
—¿Y qué? —Me encojo, sabiendo que no quiero decirlo.
Él llega al final de la escalera y mete las manos en los bolsillos de sus
pantalones, viéndose incómodo y muerto de miedo. —Quiero ayudarte.
—No necesito ayuda —espeto, dando un paso atrás. Algunos de mis
vecinos están afuera en los balcones y cerca de sus autos, y hacen una pausa
para mirar la escena en desarrollo—. Se suponía que nunca me vieras así. Esto
no es lo que soy. Y tan pronto como me dejes entrar a mi casa, puedo
limpiarme y podemos olvidarnos de todo esto. Puedo volver a la sonriente y feliz
Lila.
—No, no lo haré —argumenta—. Siento decírtelo, pero no he visto a esa
Lila por un tiempo.
—Bueno, al menos puedo darte la ilusión de ella —replico con
vehemencia.
Se rasca la barbilla sin afeitar con una mirada dudosa en su rostro. —
¿Después de que te limpies y tomes una píldora?
Niego con la cabeza múltiples veces, pero no puedo responderle con
palabras. —Por favor, déjame pasar.
—No —dice simplemente, y luego sus manos salen de los bolsillos y las
extiende hacia mí—. Lila, quiero ayudar.
Lo interrumpo cuando me escabullo a su alrededor y corro a toda
velocidad por las escaleras, saltando escalones a pesar de que me duele el
cuerpo, y el metal de los escalones quema las yemas de mis pies. Por suerte,
dejé mi puerta sin llave anoche y entro a la casa fácilmente. Intento escapar a
mi dormitorio, sin siquiera mirar atrás. Todo lo que necesito es una, una sola
dosis dentro de mi torrente sanguíneo y todo será olvidado. Todo estará bien y
volveré a la normalidad, la feliz y llena de alegría, Lila.
Cuando llego a mi dormitorio, salto encima de la cama para llegar al
cajón de mi cómoda. Justo cuando coloco los dedos alrededor del frasco y me
relajo, oigo a Ethan entrar en mi habitación.
—No se te ocurra hacerlo, Lila. —Su voz es inestable, lo que es muy
extraño para él. Normalmente está lleno de humor e irradia calma en
situaciones inquietantes—. Solo dame el frasco y podemos hablar.
Sacudo la cabeza y cierro mi temblorosa mano en la tapa, empujando
hacia abajo para abrirla. —No, vete por favor. No te pedí estar aquí o que me
siguieras. No quiero tu...
Sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura y dejo salir un gemido
espástico cuando sus dedos descienden sobre mis manos. Trata de quitarlas de
la botella, pero aparto mis brazos, escapándome de su agarre. Doblo las
rodillas para saltar sobre la cama, pero me agarra en medio del salto y me
captura sobre el colchón.
—¡Ethan, ya basta! —grito cuando me sostiene con su cuerpo. Retuerzo
las caderas y sacudo los hombros, tratando de escapar—. ¡Me haces daño! —Es
una mentira, pero estoy desesperada, necesitada y obsesionada con lo que está
en el frasco.
—Deja de ser un bebé —dice, incorporándose en sus rodillas, por lo que
mi cintura está atrapada entre ellas—. Apenas estoy poniendo algo de peso
sobre ti.
Abrazo el frasco en mi pecho. —¡Sí, lo haces!
—No, no lo hago. —Agarra mis manos y luego las pone sobre mi cabeza,
presionando su frente contra la mía. Con su mano libre arranca el frasco de mi
agarre frenético.
—No, por favor, Ethan. Por favor, ya basta. Por favor…por favor… por
favor… —Empiezo a llorar e hiperventilar, y lo desprecio porque me veo ridícula
en esta situación.
No dice nada cuando se desmonta y luego sale de la cama. Salto,
rogando y suplicándole que me dé pastillas nuevamente.
—Te daré lo que quieras —digo, con mis manos superpuestas frente a mí
mientras me coloco de pie, vulnerable ante él—. Lo que sea, que quieras.
Cualquier cosa. —Sé que es bajo ofrecerme a cambio de un frasco que es mío,
pero ese frasco vale más para mí, que cualquier parte de mi cuerpo usado,
mente inútil y corazón vacío.
—No quiero nada de ti, Lila —dice, mirando indeciso el frasco en su
mano—. Excepto que te mejores.
Me lanzo a él, pero gira hacia el lado, por lo que golpeo en su espalda.
Levanta el brazo, deteniéndome mientras agarra el frasco en su mano. Cuanto
más tiempo siguen fuera de mi alcance, más me siento como si quisiera arañar
mi propia piel. Empiezo a temblar a medida que mi presión sanguínea
aumenta. —Por favor, por favor, solo dámelas —murmuro mientras comienzo a
sudar—. Ayúdame, por favor… no me quiero sentir así.
De repente me suelta y por un segundo pienso que se está dando por
vencido. Entonces presiona la tapa con su mano y la desenrosca.
—¿Qué haces? —pregunto, con mi boca salivando cuando vuelca una
pequeña píldora en la mano.
Noto que su dedo tiembla un poco cuando rompe la píldora por la mitad
y me da una de las piezas. —Toma esta.
Sacudo la cabeza ante la pequeña pieza que no va a hacer ni una mierda
para mí en este momento. —Necesito más que eso.
Niega con la cabeza. —Eso es todo lo que te voy a dar y solo te las estoy
dando para que así tu cuerpo no vaya a ponerse frenético por la abstinencia.
—¡No son tuyas para que las repartas! —grito y me lanzo hacia él otra
vez, pero me atrapa en los brazos y sostiene mi peso, ya que mis piernas me
fallan—. ¡Son mías! No tuyas. —Estoy temblando de pies a cabeza mientras mi
mente grita que tome la mitad y luego hacer lo que sea para conseguir más de
él—. Ethan, por favor, dame el frasco. Haré lo que quieras… —Cierro los ojos
fuertemente y respiro hondo antes de ofrecerle algo que ofrecí a otros chicos
antes a cambio de las píldoras—. Dejaré que me folles. Y me refiero a solo sexo,
sin una relación entre medio, sin la mierda necesitada de más tarde, que sé
que odias.
Sus brazos se aprietan más a mi alrededor mientras me presiona más
cerca de su pecho. —Lila, detente. Ya dije que no quiero nada de ti, salvo que
te mejores. —Luego mueve la píldora de tamaño insignificante dentro de mi
línea de visión.
Lo odio tanto en este momento que no puedo soportarlo. No me puedo
soportar a mí misma. No puedo soportar un montón de cosas, pero aun así,
tomo la píldora, y una vez que toca mi lengua, el sabor amargo se esparce por
mi cuerpo y por un breve instante me siento un poco mejor. Pero entonces,
recuerdo que tiene el resto en la mano y no puedo conseguir otro frasco hasta
el lunes, lo que son dos días enteros. Dos muy, muy largos, agotadores y
emocionales días.
Un interruptor que nunca supe que existía salta en mi interior y afloran
emociones no deseadas. —¡Te odio! —grito. El miedo y la rabia palpitan tanto a
través de mí, que todo lo que quiero hacer es pegarle. Comienzo a golpearlo en
el pecho, una y otra vez mientras las lágrimas se deslizan por mis mejillas. No
hace nada, lo que me enfurece más. Al menos si él me pega o algo, me
distraería del intenso dolor creciendo en mi interior—. ¡Maldición, te odio! —le
grito una y otra vez hasta que mis brazos y piernas se hallan tan adoloridas
que me acuesto en el suelo, agarrándome a su camisa. Cada emoción que estoy
sintiendo me corta como un cuchillo.
Ethan me alza en brazos silenciosamente y a pesar de que protesto, me
lleva a la cama. Giro sobre mi espalda con la cabeza en mi almohada y lo miro
fijamente a través de un velo de lágrimas.
—Te odio tanto —digo, aunque no lo hago—. De verdad.
—No, no lo haces —responde de manera inmune mientras está de pie al
borde de la cama, mirándome.
—Sí, te odio —miento y giro hacia mi lado, ya que así no tengo que
mirarlo más. Giro el anillo alrededor de mi dedo, una y otra vez mientras miro
fijamente la pared.
Creo que va a dejarme allí, en mi dormitorio sola, lo que no creo que
pueda soportar, pero al mismo tiempo, estoy enfurecida con tanta rabia, que
no quiero que esté aquí. No hay una buena solución para la situación. No
importa si se va o si se queda, las píldoras están con él y no puedo renovar una
receta durante dos días, porque el tipo que las escribe para mí se ha ido por el
fin de semana.
Ethan no hace ningún sonido mientras permanece de pie junto a la
cama, como si estuviera esperando a que dijera o hiciera algo. Cierro
fuertemente los ojos y pretendo que no está ahí. Finalmente se mueve y pienso
que se irá, pero luego el colchón se hunde y un segundo después se recuesta a
mi lado. Pasa el brazo sobre mi lado, con los músculos tensos, y luego, se
mueve lentamente más cerca, por lo que nuestros cuerpos quedan
perfectamente alineados.
—Lo siento —susurra contra mi nuca, cepillando mi pelo a un lado, de
manera que pueda arrastrar los dedos a lo largo de la base de mi cuello.
No sé por qué lo siente exactamente, pero no obstante, me pongo a llorar
cuando me giro y entierro mi rostro en su pecho. Alisa mi cabello mientras lloro
desconsoladamente, y a pesar de que cada parte de mi cuerpo y mente quieren
marchitarse y morir, por primera vez en mi vida, no me siento sola en el
mundo. Y lo extraño es que puedo sentir la emoción tras ello, puedo sentirlo
todo.
Ethan
Estoy completamente fuera de mi elemento. Nunca he sido de los
hombres cariñosos, ni con London, pero tampoco era cariñosa. A ella le
gustaba besar y tener sexo, pero aparte de eso, las cosas sensibleras eran
inexistente en nuestra relación. Lloró un par de veces frente a mí, pero siempre
me alejaba o lo desviaba al sexo cuando trataba de consolarla. Y nunca me dijo
nada de la causa de sus problemas y a veces me pregunto si no confiaba lo
suficiente en mí.
Mientras Lila se aferra a mí, llorando de forma desconsolada, confiando
completamente en mí, me siento más incómodo que nunca. Pero un par de
cosas hacen la incomodidad soportable. Como saber que hago que el dolor
necesitado en su interior sea un poco menos doloroso, y eso es lo que me
mantiene en la cama con ella.
Llora durante la mitad de la noche y luego se duerme hasta el mediodía.
Me levanto alrededor de las diez, cuando un mensaje de texto aparece en mi
teléfono. Suspirando, borro el mensaje de Rae y luego meto el teléfono y el
frasco de píldoras en mi bolsillo. Entonces, camino hacia el refrigerador para
comer algo, tratando de sacudir el aumento de emociones dentro de mí. Todo lo
que tiene es una leche vencida y un sándwich podrido, y la nevera ni siquiera
está funcionando. Cierro la puerta para luego revisar los interruptores de luz y,
por supuesto, no hay electricidad.
Sabía que tenía problemas de dinero, pero esto es mucho peor de lo que
pensaba. Comienzo a cuestionarme porque no me contó lo mal que se ponían
las cosas, pero luego me doy cuenta que probablemente haría lo mismo. De
hecho, en este punto, habría empacado mis mierdas y salido a la carretera,
viviendo en mi auto, lo que en realidad no parece tan malo en este momento.
Cuando cierro la alacena, hay un golpe en la puerta. Me debato si
contestar, pero luego llaman de nuevo, así que abro la puerta. Hay un tipo
grandote usando una camiseta con las mangas arrancadas y unas bermudas, y
tiene un pedazo de papel en la mano.
—Lila… —Mira hacia el papel—…Summers está aquí?
—No —miento de forma despreocupada, apoyándome contra la puerta—.
Acaba de irse.
—¿Puedes darle esto? —Empuja el papel hacia mí.
—Supongo. —Lo tomo y camina por las escaleras mientras cierro la
puerta, dándole un vistazo. Es una orden de desalojo—. Mierda.
Recuerdo que cuando me desmoroné, luego de tomar la decisión de parar
de consumir drogas, estaba muy susceptible a todo. Incluso recuerdo gritarle a
mi mamá porque no podía hallar ningún calcetín. Todo me molestaba y
enfadaba, por lo que, un aviso de desalojo… no puedo siquiera imaginar lo que
habría hecho.
Por mucho que me gustaría pagar el alquiler vencido por ella —porque
esa es la solución más fácil— no tengo del dinero suficiente. Podía pedirle que
preguntara a sus padres, pero por las historias que he escuchado de ellos, no
creo que la ayudarían. Podrían hacerla regresar a casa, pero no creo que lo
haga y como que no quiero que vuelva. Hay solo una solución más, una que no
me gusta mucho, a causa de las muchas cosas que pueden salir mal. Aun así,
hago una pelota del aviso de desalojo y lo tiro al basurero.
Cuando regreso a la habitación con un vaso de agua y la mitad de una
píldora en mi mano, se encuentra despierta, acurrucada en una bola,
abrazando una almohada. Me quedo cerca de la puerta por un rato, intentando
averiguar que decirle. —Entonces… —Comienzo, dándome cuenta que
seguramente es lo más estúpido a decir en este momento, pero honestamente,
todo lo que sale de mi boca va a molestarla.
Me frunce el ceño. —¿Quién llamaba en la puerta?
Entro a la habitación y me siento a los pies de la cama. —El dueño, creo.
Se sienta de a poco, parpadeando y agarrando la almohada. —¿Qué
quería?
—Dejó un aviso de desalojo —explico y su rostro se desmorona—. No
tienes electricidad. ¿Sabías eso?
Sacude la cabeza y apoya la barbilla en la parte superior de la almohada.
—Tenía luz anoche.
—Bueno, deben haberla cortado esta mañana —digo. Junta sus labios
temblorosos y me acerco rápidamente a ella, pasándole el vaso de agua y la
píldora. Al principio la mira con cara de asco, pero luego la toma a
regañadientes, pasando la píldora a su mano y luego tomando un sorbo de
agua. Por un segundo se ve aliviada, pero se borra rápido y comienza otra vez a
mirarme fijamente. Pero está bien. La dosis media de píldoras no se supone
que adormecen su dolor, solo previenen que su cuerpo la descontrole.
—Esto es lo que vamos a hacer —digo, poniendo el vaso de agua en la
mesita de noche cuando ella me lo pasa—.Vas a limpiarte y luego vendrás
conmigo a buscar algunas cajas. A continuación empacarás tus cosas y las
sacarás de este departamento.
Su labio se abulta mientras frunce el ceño aún más. —¿Dónde se supone
que voy a ir, Ethan? Casi no me queda dinero y aunque empeñe mi anillo —
levanta su mano en frente de ella y menea su dedo—, seguiría sin cubrir un
nuevo depósito y renta para otro lugar.
—Sí, pero no vas a conseguir otro lugar —digo, dándole a su pierna un
suave apretón antes de ponerme de pie—. Vas a quedarte conmigo por un
tiempo.
—¡¿Qué?! —exclama, tirando la almohada a un lado—. ¿Por qué?
—Así no tienes que ir a casa o vivir en la calle —digo, alejando mi mano
de su pierna.
Cierra fuertemente la mandíbula y comienza a picotear las uñas. —No
quiero vivir contigo.
Me muerdo la lengua, empezando a enojarme. —¿Por qué demonios no?
—Porque no. —Aparta la mirada hacia la pared con irritación quemando
en sus ojos azules—. Preferiría vivir en la calle.
—No durarías ni un maldito día en la calle y lo sabes. —Me inclino en
frente de su línea de visión—. No quieres porque crees que voy hacer que dejes
de tomar esas estúpidas píldoras.
—No, sé que vas a hacerlo —dice, girando rápidamente su cabeza en mi
dirección—. Porque al parecer eres un idiota que solamente me dará la mitad
de una dosis, cuando claramente no me está ayudando en absoluto.
—Claro que soy un maldito idiota —contraataco—. Y esas medias dosis
van a ayudarte a delirar mientras las dejas. —Agarro sus brazos y la coloco de
pie. Dirigiéndola por los hombros, la muevo en frente del espejo—. Mírate, Lila.
En el último mes, te has desmoronado por completo. No eres la chica que
conocí hace un año.
—¡Sí, lo soy! He estado desmoronándome por años, y simplemente lo
escondí mejor de lo que lo he hecho últimamente —dice y luego sus ojos se
agrandan mientras muerde el labio tan fuerte que, al instante, comienza a
hincharse—. No quise decir eso. Estoy bien, así que deja de decirme cosas para
tratar de hacer que vea con claridad. —Da un paso adelante para alejarse, pero
la atraigo de regreso.
—Mírate —repito, porque es importante que vea como es en este
momento, cuando se muestra todo lo que las drogas le han hecho—. Cuando
consumía drogas, nunca vi en lo que me convertí, hasta que me encontraba
bastante metido en ellas. Perdí un montón de peso y mi piel se veía como una
mierda. Además mi higiene personal era inexistente. Esto. —Le hago gestos a
su ropa sucia y pelo enmarañado—. Es como te ves a causa de esas píldoras.
¿Puedes soportar eso?
—Esto es una excepción —argumenta, mirando en el espejo. Su pelo se
encuentra desordenado, el maquillaje corrido y sus labios están agrietados—.
Por lo general no me veo así. Anoche fue una excepción… un desliz menor.
—No, te ves así cada mañana que te he recogido. Siempre pensé que era
una especie de ―después de despertar‖, ya que todas las otras veces que te veía,
lucías tan compuesta, pero ahora me doy cuenta que solo lo escondes bien y
que las mañanas que tuve que recogerte eran deslices. —Tomo una respiración
profunda—. Y anoche no fue un maldito desliz. Pudiste haber muerto si no te
encontraba. ¿Te das cuenta de eso? ¿Lo cerca que estuviste de morir?
Sus ojos se amplían durante una fracción de segundo, pero luego se
entrecierran hacia mi reflejo en el espejo. —Te odio —dice, con sus hombros
temblando bajo mis manos.
—No, no lo haces. —Y sé que de verdad no me odia. Solo está furiosa,
pero ni siquiera conmigo, sino por el hecho de que todo lo que ocultaba
respecto a las drogas, está saliendo a la superficie—. Y para tu información,
eso se está volviendo un poquito viejo.
Me mira, con un abrazador fuego en los ojos. —Entonces vete.
Niego con la cabeza. —Como tu amigo, es mi deber no dejarte en paz por
un tiempo, al menos hasta que puedas bajar de media dosis a ninguna dosis.
Se ríe fuertemente, cruzándose de brazos. —¿Qué? ¿Entonces vas a
seguirme de cerca todo el tiempo, hasta que te canses de mí? ¿No captaste la
indirecta la otra noche, de que no te quiero?
Duele como un cuchillo cortando mi piel, profundos y violentos azotes,
pero sé lo suficiente para reconocer que está desesperada en este momento y
dirá cualquier cosa para hacer que me vaya. —Si tengo que hacerlo. —Mientras
lo digo, me doy cuenta que es en serio y el sentimiento es francamente
verdadero—. Si eso es lo que se necesita, entonces es lo que haré.
Pasa la mano por su cara y luego nota los pequeños moretones azules y
purpuras en sus brazos. —¿De dónde salieron estos? —Los toca suavemente
con la punta de los dedos.
Me encojo de hombros, quitando las manos de sus hombros. —No tengo
idea. Tenías moretones ahí anoche, cuando te encontré en los arbustos. Si me
preguntas, parece que alguien se puso un poco rudo contigo.
Hace una mueca y luego echa un vistazo a su reflejo. —Voy a tomar una
ducha.
Me siento en la cama y cruzo los brazos. —Bien, voy a estar aquí cuando
salgas.
—¿Qué? ¿No vas a tomar una ducha conmigo? —pregunta de forma
burlona mientras abre de un tirón el cajón de la cómoda.
Noto que hay bastones de caramelos y me hace reír mentalmente,
pensando en cuando se los di, pero aparto el pensamiento. —Nah, te esperaré
aquí.
Frunce el ceño mientras arranca unas bragas de encaje negro del cajón.
—Bien pero, ¿cómo sabes que no tengo una píldora escondida en el baño?
—Supongo que no, ya que estoy bastante seguro de que habrías ido tras
ellas anoche —le digo.
Su rostro enrojece de ira. —Lo que sea. —Sale enfurecida por la puerta y
la sigo al pasillo, quedándome detrás de ella, asegurándome que no trate de
escapar por la puerta principal. Cierra de un portazo la puerta del baño en mi
cara y me siento en el colchón a esperarla.
Intento no entrar en pánico sobre lo que depara el futuro, pero no puedo
evitarlo. Excluyendo el hecho de que estoy dando un gran paso con otra chica
además de London, en realidad voy a tener que vivir con ella también, y apenas
podía soportar vivir con Micha. Me gusta mi espacio personal y si no tengo
suficiente, me empiezo a sentir como si estuviera enjaulado. Quiero decir, me
gusta Lila y todo, pero ni siquiera estoy seguro si ya he visto a la verdadera, o
solo la ilusión drogada de ella. Las drogas son así. Hacen de alguien una
persona diferente. En mi caso, me sentía tranquilo en el interior, por lo que en
el exterior me resultaba más fácil hablar con la gente. Lila siempre parecía
bastante feliz, a excepción de las últimas semanas. ¿Qué pasa si se convierte en
una persona completamente diferente y no me termina gustando? He disfrutado
todo el tiempo que pasamos juntos, la plática animada, la tensión sexual, el
manoseo inapropiado e incluso admitiría que, a pesar de cómo terminó esa
noche en su cama, me hizo sentir cosas que nunca supe que existían. Pero,
¿qué pasa si todo eso desaparecía después de esto?
8
Traducido por *~ Vero ~* & Snow Q
Corregido por Jasiel Odair

Lila
Soy una perra. He estado hablándole mal a Ethan y diciéndole cosas
malvadas a pesar de que me ayudó cuando no tenía que hacerlo. Me dejó
mudarme con él, e incluso fue tan lejos como para ayudarme a empacar mi
apartamento. Pero no puedo evitarlo. Es como si hubiera una cosa tonta
viviendo dentro de mí, este monstruo hambriento que quiere nada más que ser
alimentado, y Ethan se interpone en el festín, solo dándome pedacitos rotos de
pastillas, y cada día me las da con menos frecuencia. No he sentido esta
mierda desde que mi mamá y su conductor me recogieron en el internado
después del incidente. Ella no estaba allí para rescatarme, sin embargo, como
yo esperaba. Estaba allí para hacerme entrar a la fuerza algo de sentido
común.
—Bueno, tengo que decir que estoy muy decepcionada de ti —dijo ella,
mirando por la ventana tintada mientras conducíamos a través de la ciudad,
los edificios altos cubriendo las calles y el coche—. A pesar de que no me
sorprende. —Ladeó la cabeza hacia un lado para mirarme y se deslizó las gafas
de sol a la cima de su cabeza—. Por mucho que me cueste admitirlo, no me
esperaba nada menos de ti.
La indignidad y la mortificación de lo que pasó en la escuela aún ardía
dentro de mí y sin embargo, todavía no podía controlar mi lengua. —¿Y por qué
es eso, madre?
—Cuida tu tono —espetó—. El hecho de que tu padre no esté aquí no
quiere decir que puedes faltarme el respeto.
—¿Por qué? Dejaste a mi padre. —Me hallaba sentada en el lado opuesto
del asiento de atrás, mirándola con tal animosidad por hacerme venir a la
ciudad y a la escuela. Si yo hubiera estado en California, quizá hubiera tomado
mejores decisiones. No me habría sentido tan sola y por lo tanto no habría ido
en busca de algo para llenar el vacío dentro de mí. Nunca lo hubiera conocido y
nunca hubiera hecho cosas, cosas repugnantes e inimaginables que voy a
lamentar para siempre.
Sus ojos se ampliaron y antes de que pudiera registrar lo que hacía, me
abofeteó con fuerza en la mejilla. El calor y el dolor se encendieron en mi cara y
también en mi corazón. Pero no lloré. No le daría la satisfacción de llorar
delante de ella.
Ahuequé mi mejilla con la cabeza gacha para que no pudiera ver el dolor
en mis ojos. —Estás actuando como si esto fuera mi culpa, pero yo ni siquiera
sabía lo que hacía. No entendí... yo no... —Negué con la cabeza,
desanimándome a mí misma, pero todavía capaz de sentarme con la espalda
recta—. Es muy doloroso.
—Estar dolida y llorando por algo que un hombre te hizo es patético, Lila
Summers —dijo, y tuve que resistirme a rodar los ojos porque ella era la menos
indicada para hablar acerca de ser patético—. Y es tu culpa. Tomaste la
decisión de estar con él, a pesar de que sabías que era mayor, y ahora tenemos
que lidiar con las consecuencias.
—¿Tenemos? —pregunté.
—Sí, tenemos —dijo con una voz tranquila mientras se quitó los guantes
de cuero—. Todo lo que haces recae en esta familia. Tu padre tiene familia
aquí, lo sabes. Tienes primos y algunos de los niños de sus colegas de negocios
van a la escuela. ¿Cómo crees que me enteré de esto? —Arrojó sus guantes en
el asiento, y luego tomó su bolso. Sacó una botella de prescripción y leyó la
etiqueta—. Y la explosión en medio de la clase... nos estás haciendo quedar
como si hubiéramos criado a alguna clase de lunática.
Puse mis manos en puños. —Los otros niños me atormentaban. Esas
estúpidas Precious Bells le dijeron a toda la escuela, y ahora todo el mundo
sigue diciendo lo zorra que soy y cómo me tiré sobre Se... —Me interrumpo,
incapaz de pronunciar su nombre—. Y... y no he estado durmiendo muy bien...
He estado teniendo pesadillas sobre despertar debajo... debajo de él. —Tomé
una respiración honda, deseando que ella me abrazara o algo, o tratara de
hacerme sentir una poco mejor. Solía darme abrazos cuando yo era pequeña,
pero luego mi padre consiguió una amante, y ella, sus pastillas y su vino.
Cuando los tomaba, que era casi siempre, se convirtieron en las cosas más
importantes para ella, y todo lo demás, incluida yo, no parecía importar.
Me miró con un poco de simpatía mientras giraba la tapa de las pastillas.
—Toma una de estas al día hasta que te sientas mejor. —Me agarró la mano y
tiró una píldora en mi palma.
—¿Qué es? —Sostuve la pequeña píldora blanca con cautela.
—Es algo que va a mejorar todo esto —insistió, enroscando la tapa—.
Para todo el mundo. Tú, tu padre y yo.
Sabía que estaba mal, pero me miraba expectante, y todo lo que
realmente quería hacer era disminuir el humillante, sucio e intenso dolor y
odio hacia mí misma, así que tiré la cabeza hacia atrás y tragué la píldora.
—Buena chica —dijo mi mamá como si yo fuera un perro que acababa de
hacer el truco correcto y había sido recompensada con una golosina. Me dio la
botella y luego puso sus gafas de sol de nuevo sobre sus ojos y cruzó las
piernas—. Y si se te acaba, házmelo saber y te daré más.
Y así lo hizo. Cada vez que se me acababan, me conseguiría más. A
veces, cuando estaba de visita en su casa, compartiría su escondite. Nos
tomaríamos las pastillas y luego íbamos de compras o algo así; lo único visible
en el interior de cualquiera de nuestros cuerpos eran las sombras materialistas
de poca profundidad de nuestro verdadero ser.
He pasado mucho tiempo en la antigua habitación de Micha, que es mi nueva
habitación temporal. Y gran parte de ese tiempo lo paso mirando el espejo, no
en vano ni nada, solo mirando mi reflejo y tratando de averiguar quién soy sin
pastillas en mi sistema. Los ojos azules que me miran no son reconocibles,
demasiado amplios y confusos, en lugar de blancos, como han estado durante
años.
Mientras la sobriedad comienza a filtrarse cada día que pasa, trato de
averiguar cómo llegué a este momento exacto en que se sentía como si hubiera
estado bien hace apenas unos días. En cuatro días se siente como si un millar
de ladrillos hubieran caído sobre mi pecho y me fijan a la cama. Y me pregunto
si alguna vez seré capaz de impedir que me aplasten.
Ethan
¿Qué demonios estoy haciendo?
No busco una relación. Son feas, crudas, brutales, dolorosas y destruyen
vidas. Existen solamente en los corazones de los necesitados, y no necesito nada
de nadie. Estoy perfectamente contento solo, escondido en el lugar desolado en
mi interior. Es lo que necesito para existir porque no creo que pueda soportar algo
más. Incluso con London, me aseguré de mantener la mayor distancia que pude
y me alegro. Si no lo hubiera hecho, me habría roto esa mañana cuando me
dieron la noticia. Pero en cambio me sentía indiferente, apenas sintiendo algo
sobre ella, casi como si nunca hubiera sucedido. Y ese lugar es un gran lugar
para estar. Es tranquilo, quieto y pacífico. No hay gritos dentro de mi cabeza,
ninguna conmoción, ni ansiedad. No tengo que preocuparme de ser pisado por
alguien, ser controlado, perderme a mí mismo, o tratar de quitarle la identidad a
otra persona, pretendiendo amarlos, cuando en realidad solo quiero ser dueño de
ellos.
Con la soledad en mí, no tengo que preocuparme por convertirme en
alguien que no quiero ser, como mi madre o mi padre. Solo soy Ethan. Y puedo
vivir con eso. Pero con Lila... Maldito Jesucristo, me estoy convirtiendo en una
persona que apenas reconozco. Un tipo agradable que se preocupa demasiado,
que rompe sus reglas y se involucra.
Sí, me he convertido en todo lo que me prometí que nunca volvería a ser
después de que perdí a London.
—Tu sofá huele a queso viejo. —Lila entra en mi habitación con el ceño
fruncido en su rostro. Es la misma mueca que ha estado usando durante los
últimos cuatro días, desde que me enteré de su habitual costumbre de tragar
píldoras—. Y tu refrigerador tiene moho.
—Bueno, al menos anda. —Bajo mi pluma y cierro el cuaderno, lo tiro en
la mesita de noche, y me apoyo en la cabecera—. Podría no tener energía y ser
cada vez mayor el moho.
Su frente se arruga mientras su ceño se intensifica. Su pelo no está
peinado y todavía tiene el par de calzoncillos y la camiseta sin mangas con la
que durmió. —¿Qué hacías? —Mira el cuaderno—. ¿Escribir sobre lo perra que
soy?
Cruzo los brazos y estiro las piernas en la cama delante de mí. —¿Por
qué tengo que escribir sobre eso cuando te lo puedo decir en persona? —Sus
ojos azules se vuelven fríos.
—Eres un idiota.
—Sabes, has dicho eso alrededor de veinte veces en los últimos días y se
está volviendo cansador, sobre todo porque la mayoría de los idiotas no te
dejarían simplemente mudarte con ellos.
Niega con la cabeza y resopla con frustración. —Es hora de que me des
otro estúpido pedazo de mi píldora.
Echo un vistazo a mi reloj y luego niego con la cabeza. —Todavía no. —
Deja escapar un grito con los dientes apretados y luego se voltea antes de dejar
mi habitación. Mi cabeza cae de nuevo contra la cabecera de la cama y miro
fijamente en la grieta en el techo. No estoy seguro de si estoy haciendo bien, si
estoy ayudándola o haciéndole daño. Ella es tan diferente, más cerrada, terca y
maliciosa. No quiere hablar de nada y se queja de todo. Me está volviendo
malditamente loco.
Froto mi frente, maldiciendo el dolor de cabeza sin parar que he tenido
por días. Por último, no puedo soportarlo más. Necesito aliviar el estrés y solo
hay dos maneras para que haga eso. Dormir con alguien o tocar la batería. Por
lo general, me quedo con lo primero, pero no me siento con ganas de ello.
Me levanto de la cama, me quito la camisa y me siento en el taburete
junto a mi batería, recogiendo mis palillos del piso. Llego a mi armario y agarro
mi iPod. Selecciono ―¡Gotta Get Away!‖ de Offspring, pongo el iPod de nuevo en
la base y alzo el volumen, queriendo ahogar el ruido de mis pensamientos y
más que nada el drama de Lila.
Una vez que la canción comienza, golpeo los palillos en la batería y
empiezo a golpear al ritmo con más fuerza de lo habitual. En general soy
considerado con los vecinos, pero en este momento tengo que dejar salir un
poco de tensión. Cuanto más tiempo pasa, más me adentro. Mientras tanto,
solo cierro los ojos y me dejo ahogar en la música y el ritmo, mi piel cubierta de
sudor y mi pulso latiendo en mi pecho. Me siento ser arrastrado lejos de mis
problemas y la vida. Por un momento, estoy solo en el apartamento, en el
mundo, y todas las preocupaciones que me rodean dejan de existir. Luego, la
canción termina, abro los ojos y casi me caigo del taburete.
Lila está sentada en el borde de mi cama, mirándome con lo que parece
ser una mirada desinteresada, pero creo que es una máscara para ocultar el
hecho de que siente curiosidad.
—Jesús, Lila. —Trato de recuperar el aliento, pasando mis dedos por mi
cabello sudoroso—. Me asustaste. —Cruza las piernas y me mira impasible.
Por un segundo, creo que me va a pedir otra píldora, quizás incluso
tratar de negociar conmigo, algo que ha hecho mucho en los últimos días. Pero
en cambio, dice–: ¿Cómo crees que me siento? Un minuto estoy sentada en una
habitación tranquila y de repente todo el lugar se está sacudiendo.
Me aferro a los palillos, rotándolos en mis palmas, sujetándolos con
tanta fuerza que la madera se frota duro en la piel. —Lo siento, pero tenía que
hacerlo, de lo contrario hubiera hecho algo estúpido. —Ella eleva sus cejas.
—¿Cómo qué?
—Como irme de la casa.
—Bien, lo hubieras hecho. —Hace una pausa contemplativa—. Espera,
¿por qué te irías de la casa si no tocabas?
—Porque necesitaba desahogarme. —Me seco el sudor de la frente con el
brazo—. Y era esto o ir a echar un polvo.
Observo la más débil pizca de fastidio en su expresión neutral. —Debiste
haber ido a echar un polvo. Funciona mucho mejor. —Su tono es entrecortado
y respira ruidosamente, trabajando duro para mantener el flujo de oxígeno.
La estudio, realmente extrañando a la Lila sonriente que conocí hace un
año y medio, a la que yo pensaba que era mi completo opuesto, pero ahora
estoy reconsiderando esta idea. De hecho, cuanto más la conozco, más me
recuerda a London; errática y llena de secretos. Pensé que conocía a Lila pero
supongo que me equivoqué y no sé qué hacer con ello o cómo me siento al
respecto. —¿Cómo lo sabes? ¿Alguna vez has tocado?
—Sabes que no lo he hecho.
—¿Cómo sé qué puedes y no hacer? Porque estoy aprendiendo bastante
rápido que aquellas confesiones que teníamos el año pasado no eran reales.
—Sí lo eran —dice, viéndose dolida, y me relajo al ver la emoción en su
rostro, incluso si es tristeza porque al menos es algo—. Todo lo que te dije era
verdad. Pero no te lo dije todo, lo que estoy segura de que hiciste conmigo
también.
No me molesto en tratar de negarlo. Claro, ella sabe cosas, como la forma
en que eran y son mis padres, pero no sabe nada de mi miedo de estar con
alguien porque voy a resultar ser como ellos o por lo que le pasó a London. —
Muy bien, es justo.
Nos sentamos en silencio un rato y ella está mirando ya sea mis palillos,
que están en mi regazo, o mi pene.
Finalmente, pregunta—: ¿Es terapéutico?
Me seco el sudor de mi brazo con la mano. —¿Qué cosa?
Atrapa mi mirada y se ve impotentemente perdida por primera vez desde
que la conocí. —Golpear la batería. Dijiste que era bueno para desahogarse.
—Es incluso mejor que golpear una bolsa. —Tomo los palillos de mi
regazo—. ¿Quieres... quieres intentarlo?
Se inclina hacia atrás, moviendo la cabeza, como si tuviera miedo de
ellos o de mí. —No sé cómo tocar. Sabes eso.
—No, no sé eso ya que nunca llegué a preguntar. —Me siento de vuelta
en el taburete—. Pero puedo ayudarte si quieres. Podría ayudar con tu... —
Aprieto los labios, tratando de no sonreír— malicia.
Espero que la saque de quicio, pero en su lugar se pone de pie con
confianza y rodea la batería hacia mí y no puedo dejar de pensar: Ahí está mi
Lila. Pero sacudo rápidamente ese pensamiento, porque ella no es mi Lila. Es
mi amiga.
—¿Y cómo vas a enseñarme? —pregunta, mirando a los palillos en mi
mano.
Un millar de comentarios sucios corren por mi mente, pero los reprimo y
me escabullo un poco más, haciendo espacio para ella, luego doy palmaditas
en el espacio del taburete delante de mí. —Siéntate. —Sus ojos barren el
pequeño espacio y, mordiéndose el labio, se mete mechones de su cabello rubio
desordenado detrás de las orejas y se apisona tentativamente entre mis rodillas
y los tambores. Se deja caer en el asiento y cuando su culo presiona contra mi
pene me doy cuenta de lo mala que fue esta idea. Trato de mantener mis
pensamientos sucios al mínimo mientras alargo un brazo alrededor de cada
uno de sus lados y le doy los palillos.
—¿Qué canción voy a tocar? —pregunta mientras me inclino hacia un
lado para agarrar el iPod—. ¿Una de tus canciones de rock loco? —Suena
divertida y me hace sonreír.
—No tan loca. —Selecciono ―1979‖ de Smashing Pumpkins, coloco
rápidamente el iPod en la base, presiono mi pecho contra su espalda, y paso
una mano alrededor de cada una de las suyas para que mis dedos se doblen
alrededor de sus muñecas.
—Estás sudoroso —comenta—. Es asqueroso.
—Bueno, tú no has tomado una ducha como en, cuatro días. Imagínate
cómo hueles —replico, pero en realidad huele bien, a fruta, a sandía. Corro
rápidamente su pelo a un lado y me inclino por encima de su hombro,
descansando la barbilla en ella para poder ver lo que estoy haciendo. La
canción comienza a reproducirse y antes de darme cuenta la parte de la batería
está empezando.
—Perdimos el intro —dice Lila, declarando lo obvio—. Y esta canción es
muy rápida. No puedo seguir con esto.
—Nunca digas no puedo. —Elevo sus brazos en el aire. Todavía sostiene
los palillos y las puntas de mis dedos están presionando contra su pulso
martillando. Está nerviosa, lo que me sorprende. Esperaba que estuviera más
tímida, porque así actúa generalmente. Pero otra vez, esta es una Lila
totalmente diferente, una sin drogas en su sistema—. ¿Estás lista? —le
pregunto y tengo que cerrar los ojos fugazmente cuando se estremece por la
sensación de mi aliento contra su hombro.
Asiente y abro mis ojos. —Estoy lista —dice, por encima de la música.
Tomo una respiración honda, sintiéndome inquieto. Por suerte sé que se
aclarará tan pronto como comience a tocar. La canción alcanza el coro, que es
el momento perfecto para comenzar a tocar. Esperamos y esperamos,
inhalando y exhalando hasta que se siente como si vamos a hacer combustión,
y luego la canción se acerca al momento perfecto. Agarrando sus muñecas,
traigo sus manos hacia la batería. Escucho su risa mientras los palillos
golpean y no combinan mucho con el compás. Es un poco difícil tocar de esta
manera, pero lo hago funcionar, porque tocar bien no es el propósito. Es tocar
desde el corazón y permitirle desconectarse de sus pensamientos con algo más
que el deseo abrumador que sé que sigue sintiendo.
Continúa riendo, un par de veces tratando de tomar el control ella
misma. Suena terrible; terrible de la forma en que las uñas rasgan una
superficie, terrible de la manera en que desgarra los oídos, pero está
haciéndola feliz y relajada, completamente enloquecida y honestamente, me
siento de la misma forma.
Lila
Una vez que tomo asiento, sé que estoy en problemas. Su pecho tatuado
y fornido presiona mi espalda, irradiando calor a través de mi delgada camisa y
hace difícil respirar. Algo sobre sentirlo a él derrite el hambre en mí y
repentinamente mis pensamientos son desviados. Lo he visto sin camisa antes,
una vez cuando jugábamos póker. Pero estaba ebria y medicada, y a decir
verdad, no estoy segura de si veía muy claro porque luce mucho más sexy
ahora. Todos los chicos con los que estuve y puedo recordar, habían estado
definidos, con pieles bien bronceadas y abdominales esculpidos. Parecían
buenos chicos que tienen modales en público, sin embargo a puerta cerrada
era con frecuencia una historia diferente.
Nunca he estado con nadie que tocaba la batería, tenía cabello largo y
desaliñado, y barba de un día, o esbeltos brazos tatuados que ondean mientras
golpeaban los palillos en la batería, quiero decir, sabía que Ethan tenía
tatuajes, pero no había prestado suficiente atención a cuantos. Y Dios, se ven
bien en él. Hay uno en particular que atraviesa uno de sus pectorales que
siempre llama mi atención. Parece letras de tal vez otro idioma que van en un
círculo, dibujados en tinta negra. El único otro idioma que puedo hablar es
francés, así que no estoy segura que idioma es. Pero por la singular forma de
cada letra, supongo que no es uno muy común. Me pregunto si tengo razón.
Me pregunto lo que significa. Me pregunto si me diría si le preguntara.
Mis palmas están húmedas contra los palillos y mi corazón se desboca
mientras mantiene sus dedos alrededor de cada una de mis muñecas. Sé que
puede sentir mi pulso sacudiéndose contra las puntas de sus dedos, pero no
dice nada al respecto, por ser agradable o porque está muy concentrado en
tocar. Admitiré que es liberador, azotar los palillos al ritmo de la música, e
incluso consigo reír.
Mientras continúa moviendo mi mano, me atrevo a echarle una mirada
sobre el hombro. Luce tan pacífico y en armonía con la canción, como si
estuviera pensando en nada más que el compás y la letra. Sus ojos se
encuentran cerrados y tiene una mirada eufórica. Es fascinante, observarlo
combinar el compás de la canción, moviendo mis manos con las suyas. Está
concentrándose en ello y, es sexy y ardiente y, por mi Dios, tengo que
morderme el labio para evitar que sonidos inoportunos escapen de mis labios
mientras recuerdo como se sentió cuando su lengua y dientes estaban en mi
piel.
Es la sensación más asombrosa que he experimentado, como si todos
mis sentimientos negativos fueran canalizadas por los palillos y deseo poder
seguir haciendo esto para siempre. Pero la canción llega al final y el momento
de libertad desaparece.
Rápidamente alejo la mirada de él antes de que abra sus ojos y me
atrape observándolo. Estoy jadeando y él también; el movimiento de su pecho y
mi espalda están armonizados.
—Eso fue divertido —digo, sin aliento, mi piel humedecida con su sudor.
Todo en mi interior es tan abrasador, de una manera deliciosa, y a diferencia
de lo normal, puedo sentirlo, probarlo, respirarlo, quererlo. Lo quiero. Buen
Dios, lo quiero. Estoy sobria, completamente coherente, y lo quiero, como la
noche que nos tomamos unos tragos en el club y luego solo me tendí en mi
cama, sintiendo mi atontamiento en general auto-inducido, solo que esta vez
no se detendría y se iría, y yo no me cerraría, en su lugar me permitiré sentir
todo.
Su barbilla está en mi hombro y cuando inclina su cabeza hacia un lado,
su aliento acaricia mi cuello. —Creo que tienes talento —dice, con diversión en
su voz—. Tal vez, deberíamos conseguirte tu propio equipo.
Me mordisqueo el labio, inclinando mi cabeza a un lado para mirarlo y
casi termino besándolo. —¿Un equipo rosado, tal vez? —Me humedezco los
labios con mi lengua, notando la proximidad de su boca, sintiendo esta nueva
y desconocida atracción mientras sensaciones de calor y hormigueo recorren
mi cuerpo.
Se ríe de mí, su aliento cálido contra mi mejilla mientras sacude la
cabeza. —¿Rosado? ¿Por qué no estoy sorprendido? —Se inclina, presionando
su pecho más fuerte contra mi espalda, pero no creo que siquiera se dé cuenta
de que lo hace.
—¿Qué tiene de malo el rosa? —pregunto; el sentimiento de deseo y
hambre abandonan mi cuerpo.
—Nada. —Sonriendo, se baja del taburete y extiende sus manos, y el
deseo en mi cuerpo decae—. Solo creo que es gracioso que ahora quieras un
equipo cuando hace un rato viniste a quejarte sobre toda la casa sacudiéndose.
Trago el nudo en mi garganta, coloco los palillos en sus manos y me bajo
del taburete. —Lo siento —murmuro, sintiéndome mal cuando recuerdo como
estuve actuando como una perra. Generalmente no me importaría, pero ahora,
siento como si estoy al borde de las lágrimas, mis sentimientos desbordados.
Camino a su alrededor, golpeando mi cadera en uno de los platillos—. Solo voy
a regresar a mi habitación.
—Lila, espera. —Atrapa mi codo mientras alcanzo el borde de la cama—.
Mira, lo siento. Solo bromeaba, pero no debí hacerlo. Ahora no es el momento
ni el lugar. —Toma una respiración profunda y su pecho se hunde mientas la
libera—. Sé cómo te sientes, y bromear es lo último que necesitas.
Cierro los ojos, respirando para apartar cualquier sentimiento sexual que
tengo por Ethan, antes de girarme y mirarlo. —No lo sientas. Todo esto es mi
culpa. Nunca debería haberte llamado esa noche y arrastrarte a mi secreta vida
desastrosa.
Sus dedos dejan mi brazo y reflexiona algo, mordisqueando su labio
mientras lo hace. Me pregunto si sabe que lo está haciendo, o si sabe cuán loca
me vuelve cuando lo hace. —¿Qué quieres hacer hoy? —pregunta, tomándome
desprevenida.
Lo miro, perpleja. —¿Qué quieres decir?
—Quiero decir, ¿qué quieres hacer hoy?
—¿Cuáles son mis opciones?
—Lo que quieras.
Me apoyo en el poste de la cama, sintiéndome un poco mareada por
ninguna razón mientras considero que quiero hacer. —Creo que tal vez mejor
eliges tú —digo—. Porque todo lo que pienso involucran cosas que no me vas a
dejar tener. —Pastillas. Alcohol. Tú.
Presiona sus labios, pareciendo extrañamente feliz. Estoy a punto de
preguntarle por qué cuando dice—: Ve a tomar un baño y vístete con algo
cómodo.
Coloco las manos en mi cadera. —¿Por qué? ¿A dónde vamos?
—Es una sorpresa. —Busca su camisa tendida en el poste de la cama y
tengo que retroceder para que su brazo no roce mi pecho—. Y si preguntas. Le
quitarás toda la diversión.
Estoy escéptica, pero lo suficientemente curiosa para obedecer sus
instrucciones, y comienzo a dirigirme fuera de la habitación para tomar una
ducha. Pero me detengo en la puerta, mi mente regresando a su tatuaje
mientras comienza a ponerse su camisa.
—¿Qué significa? —pregunto, apuntando a su pecho.
Baja la mirada con la mitad de la camisa alrededor de su cuello. —¿Esto?
—Toca su tatuaje ligeramente con los dedos, luego eleva la mirada en mi
dirección a través de sus ojos entornados—. Quiere decir soledad en griego.
—¿Soledad?
Asiente, deslizando sus brazos a través de las mangas. —Es un sueño
mío.
—¿Estar solo? —pregunto—. ¿Como en un viajecito por carretera?
Porque pensé que ibas a llevarme contigo. —Trato de decir ligeramente, pero
me siento muy mal y deprimida.
Se encoge. —Los sueños cambian, supongo.
—Entonces tal vez no deberías tatuártelos permanentemente en la piel —
bromeo.
Sus labios se curvan hacia arriba. —Cada vez que coloco un tatuaje en
mi piel siempre significa algo para mí en ese momento, y nunca me he
arrepentido de conseguir uno.
Mordisqueo mi ya masticadas uñas cuando recorre el camino hacia el
vestidor. —Tal vez debería hacerme uno.
Mira sobre su hombro hacia mí con ojos entornados y lentamente
escanea mi cuerpo, haciéndome sentir desnuda. —Tal vez deberías.
Se vuelve muy silencioso entre nosotros mientras nos quedamos de pie
observándonos el uno a otro, mi cuerpo calentándose con cada segundo que
sus ojos permanecen en mí. Finalmente se aclara la garganta y la tensión se
desvanece.
—Ahora ve a tomar un baño para poder irnos —dice, recogiendo una
botella de colonia de su cómoda.
Asiento y voy a tomar un baño, deseando que el agua drene los
sentimientos descontrolados revolucionando mi interior, y al mismo tiempo me
asee. Pero me siento bastante igual cuando salgo, con todo enloquecido dentro
de mí. Trato de ignorarlo lo mejor que puedo, en tanto me coloco mi único par
de vaqueros y una camiseta rosa. Trenzo mi cabello húmedo hacia un lado
porque no estoy de humor para rizarlo. Luego me deslizo en mis sandalias y
me dirijo hacia la sala de estar donde él está tendido en el sofá leyendo un
libro.
—Lees más que cualquier otro chico que conozco —digo, sentándome en
el brazo del sofá—. Es extraño.
Sin mirarme, cambia la página. —Me gusta ser originalmente extraño.
Cruzo las piernas y jugueteo con mi trenza. —¿Lo eres ahora?
—Totalmente. —Sus ojos regresan al libro, como si no pudiera alejarse lo
suficiente de la historia. Su cabello está echado hacia un lado y viste una
camiseta gris, acentuada con una camisa de rayas blanca y negra y un par de
pantalones cargo negros. Tiene bandas de cuero en sus muñecas y botas en
sus pies.
Me siento ahí un rato, esperando que deje el libro, pero empiezo a
sentirme aburrida e inquieta. Por fin coloca el libro en la mesa de café,
marcando la página doblando la esquina. —Lo siento —se disculpa, poniéndose
de pie—. Tenía que llegar a la parte buena.
Ojeo la cubierta torcida, agrietada y desgatada mientras me pongo de pie.
—Parece que ya lo has leído, como, cientos de veces.
—Lo he hecho. —Recoge sus llaves y billetera, y luego abre la puerta
principal, sosteniéndola para mí—. Pero eso no quiere decir que las partes
buenas se vuelvan menos atractivas.
Ruedo los ojos y camino a la luz del sol. —Lo que sea. Nunca he
entendido cual es el gran alboroto con leer.
Cierra la puerta y la bloquea, caminando a las escaleras. —Viajar hacia
otro lugar. Perderse en el tiempo. Pretender que vives una vida diferente. —Se
dirige abajo por las escaleras y lo sigo—. ¿Cómo no amarlo?
—¿Es por eso que estás leyendo todo el tiempo? ¿Y escribiendo?
—¿Quién dijo que leo y escribo todo el tiempo?
—Yo lo dije —digo, cuando llegamos al fondo de las escaleras. Nos
dirigimos hacia la cochera donde la camioneta esta aparcada—. Te he visto
leyendo y escribiendo en ese diario un par de veces, pero ahora que vivo
contigo —agarro la manilla de su camioneta suspendida—, lo haces un
montón.
La camioneta suena al desbloquearse; abrimos las puertas y saltamos
dentro. Me toma un poco más de esfuerzo, considerando lo alto que es esto y
que apenas tengo la estatura promedio. Cerramos las puertas simultáneamente
y pone en marcha el motor, dándole a la gasolina un par de fuertes
revoluciones.
—Bien, tengo que preguntar —digo, asegurando mi cinturón de
seguridad sobre mi hombro—. ¿Qué sucede con los chicos y sus coches o
camiones o lo que sea con un motor?
Se encoge mientras mueve el cambio en reversa. —Crecí alrededor de los
coches así que era casi un hecho que los amaría. —Retrocede, girando el
volante hacia la derecha—. Con cualquier otro chico, tendrás que preguntarles.
Descanso mi codo en la consola. —¿Entonces, qué? ¿Los chicos nunca
discuten su amor por los motores?
Su frente se frunce cuando endereza el camión y conduce a la salida. —
¿Te refieres a si nos sentamos y abrimos nuestros corazones oscuros para
averiguar por qué el poder de un motor es tan atractivo? —Diversión baila en
sus ojos.
Le disparo una mirada molesta, pero cuando sonríe, pierdo la batalla
irremediablemente y sonrío. —¿Corazones oscuros?
—Oh, sí —dice, arrancando hacia la calle principal al lado de su
apartamento—. Los hombres americanos tenemos corazones muy oscuros. ¿No
es de eso de lo que las mujeres hablan todo el tiempo?
—Tal vez. —Me siento derecha en mi asiento, observando a los grandes
edificios de los casinos en la zona principal de la ciudad que se encuentran a la
distancia frente a nosotros; las luces de los diseños tan brillantes que puedo
leerlos, a pesar de que están un poco alejados. El sol luce resplandeciente y el
cielo teñido de un azul perfecto mientras nos dirigimos hacia la autopista—.
Aunque algunos sí tienen corazones realmente oscuros.
Arquea una ceja. —¿Qué quieres decir?
Sacudo la cabeza. —Quiero decir exactamente lo que dije. Que algunos
hombres tienen corazones oscuros y algunas mujeres también.
Cuando se detiene en la luz roja, parece como si quisiera decir más, pero
ladeo la vista hacia la ventana, sin darle oportunidad. No le he hecho ninguna
promesa sobre si dejaré las píldoras. Solo he elegido no contactar todavía al
chico que me escribe las prescripciones. Podría hacerlo en cualquier momento,
pero parte de mí se siente culpable ya que Ethan está ayudándome al dejarme
vivir con él. Pero hablar sobre corazones oscuros y pensar sobre los hombres y
mujeres que sé que los tienen me hace querer correr hasta un lugar donde
pueda conseguir algunas píldoras, y no la mitad de una. Quiero una dosis
completa, tal vez incluso dos o tres, para que tal vez mi corazón no parezca tan
oscuro.
9
Traducido por CrisCras
Corregido por Meliizza

Ethan
Sé que no es lo suyo, ir en un camión todoterreno y hacer cosas al aire
libre, pero el hecho de que no lo es podría ser bueno para ella. Tal vez, hacer
algo completamente fuera de lo normal la ayudará a sentirse mejor y hará que
sea un poco más fácil cuando saque mis normas de convivencia, lo que va a ser
difícil de discutir pero es necesario, de lo contrario esto va a terminar siendo
un desastre.
—¿El desierto? —Me mira boquiabierta, totalmente desconocedora de a
dónde nos he llevado. Hace gestos hacia las colinas de arena frente a nosotros,
que están marcadas con huellas de neumáticos—. ¿Aquí es a donde me traes?
¿Al medio del desierto? ¿Por qué sigues llevándome a lugares sucios?
—No es suciedad. Es arena. —Desabrocho mi cinturón de seguridad y
bajo la música—. Y no sé por qué suenas tan sorprendida, ya que te he traído
aquí antes.
Cruza los brazos y da golpecitos con su pie en el suelo. —Sí, pero es
extraño que sigas haciéndolo.
Silencio el motor. —¿Por qué?
Sus labios se separan. —Porque está en el medio de la nada y no hay
nada que hacer aquí excepto hablar.
—Hay mucho que hacer aquí —insisto—. Y estar en el medio de la nada
es el mejor lugar. —Las comisuras de mis labios se curvan—. Recuerda, ya
hablamos de esto. Tú, yo, las montañas y la tranquilidad.
Sus carnosos labios se estiran hacia arriba. —Oh, sí, tú y tu obsesión de
hombre de la montaña.
—No me juzgues —digo—. Solo porque me gusta un poco menos la vida
materialista no significa que haya algo malo en mí.
Desdobla los brazos y se inclina sobre el salpicadero, apoyándose en los
codos, y la curva de su pecho se alza por la parte superior de su camisa. —
Nunca dije que hubiera algo malo en ti. Simplemente no entiendo por qué me
traerías aquí afuera para distraerme.
Parpadeo y aparto la mirada de sus tetas. —Porque es el lugar perfecto.
Sus labios se curvan en una sonrisa. —¿Disfrutas de la vista? —Presiona
su pecho un poco más fuerte y sé que sus tetas sobresalen aún más, pero no
bajo la mirada, incluso aunque sé que va a ser una vista jodidamente
impresionante, una que casi he visto y todavía quiero ver. No tiene sentido
negarlo.
Mantengo la mirada y hago un gesto hacia el exterior, al desierto. —Por
supuesto, ¿cómo no amar la vista?
Frunce el ceño y se gira en su asiento, removiéndose un poco. —
Entonces muéstrame qué es tan fascinante sobre el desierto.
Salgo de la camioneta y la rodeo por delante, sabiendo que ella está muy
confusa. Cuando abro su puerta, por supuesto, tiene una expresión de
perplejidad.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, bajando la mirada hacia mí con los
brazos cruzados.
Agito las manos en su dirección, indicándole que se baje. —Te muestro
un buen rato —digo. Rueda la lengua en su boca y me escanea otra vez,
mirándome como si quisiera desgarrarme la ropa y me doy cuenta de que le
estoy dando una idea equivocada—. Deslízate sobre el asiento del conductor,
Lila —aclaro con cautela, recordándome que ahora no es momento para
intentar nada con ella. Es demasiado vulnerable en este momento y ya he
decidido que no voy a ir por ese camino.
Sus mejillas enrojecen de vergüenza mientras balancea su pierna sobre
el salpicadero y se sienta detrás del volante. Mientras gira la otra pierna, me
doy cuenta de que tiene una cicatriz en bucle alrededor de la parte inferior de
su tobillo.
—¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —pregunto, entrando de un salto y
cerrando la puerta—. Nunca la he notado.
Coloca las manos sobre la parte superior del volante, suspirando. —Es
de algo muy estúpido que hice hace mucho tiempo. —Baja el volante y desplaza
el asiento hacia delante, a pesar de que todavía no le he dicho que ella va a
conducir a ninguna parte.
—¿Vas a alguna parte? —bromeo, poniéndome el cinturón de seguridad.
Frunce el ceño, resoplando, y mechones de su cabello rubio se alborotan
alrededor de su cara. —¿No es por eso por lo que me pediste que me deslizara?
Asiento, decidiendo dejar la broma. —Sí, pero ponte el cinturón.
Suspirando otra vez, extiende la mano y agarra el cinturón. —No veo por
qué haces que conduzca —afirma, haciendo clic con el cinturón.
—Porque es terapéutico.
Me mira por el rabillo del ojo. —¿Cómo tu batería?
—¿No fue terapéutico? —pregunto—. Porque me pareció que te relajaste.
Me mira de pies a cabeza y por alguna tonta razón me encuentro
retorciéndome como un maldito idiota. —Ethan, ¿por qué haces esto?
Mis cejas se juntan. —¿Qué? ¿Dejarte conducir mi camión?
Niega con la cabeza. —No, ayudarme. Sé… Hemos hablado y pasado el
suficiente tiempo juntos como para saber que va a volverte loco tenerme
viviendo contigo. Sé que te gusta tu tiempo a solas.
—Sí… así es, pero supongo que voy a hacer una excepción por ti.
—Pero, ¿por qué? Quiero decir, todo lo que he hecho durante los últimos
días ha sido ser una perra contigo y sé que vivías con Micha y todo, pero vivir
con una chica es diferente.
—¿Estás insultando a tu género? —bromeo.
Se encoge de hombros, pellizcándose las uñas. —No insulto. Solo estoy
afirmando lo obvio. Hacemos cosas, ya sabes. Como querer hablar y ver
películas cursis, y dejar nuestros sujetadores y bragas colgando en el baño
porque no podemos meterlas en la secadora.
Me muevo incómodo, tratando de descubrir qué decir. —Bueno, tú y yo
hablamos mucho, y no me importan las películas cursis de vez en cuando
mientras sean poéticas, y los sujetadores y las bragas… —Vacilo con una
sacudida de cabeza—. Quiero decir, ¿por qué demonios me molestaría eso?
Sus mejillas se sonrojan un poco y me pregunto qué piensa. —Pero
nunca dijiste por qué lo haces.
—Porque… me gustas, Lila. Eres una buena amiga y necesitas ayuda. —
Amiga. Necesito recordarme eso.
Reflexiona sobre lo que dije, lo cual no era nada excepto la verdad. —
¿Películas cursis poéticas, eh? ¿Eso existe siquiera?
—Supongo que tendrás que averiguarlo. —Sonrío—. De lo contrario, creo
que nada de películas.
Absorbe su labio entre los dientes, sus ojos azules más brillantes de lo
que los he visto en los últimos días, lo cual hace que mi corazón se acelere un
poco. —Entonces podría vivir sin ellas. —Mira hacia delante en el asiento, y la
descolorida luz del sol se refleja contra su cara, su piel suave, sus labios llenos,
y no lleva ningún tipo de maquillaje, lo cual es raro en ella. Y honestamente, yo
la prefiero sin él, porque ahora se ve jodidamente hermosa de la manera más
real posible—. Entonces ¿qué se supone que voy a hacer aquí exactamente? —
Hace un gesto hacia el terreno de arena frente a nosotros.
El sonido de su voz me arranca de mis pensamientos sobre ella y me
centro en el parabrisas. —Vas a conducir.
—¿Conducir? —Parece dudosa—. ¿De regreso al apartamento?
—En algún momento. —Extiendo el brazo por encima del salpicadero y
pulso el botón de tracción a las cuatro ruedas. El camión se sacude y luego se
queda quieto. Mientras me aparto, mi brazo roza su pecho y requiere mucha
energía no inclinarme y tocarla más—. Pero primero quiero que conduzcas por
aquí.
Ella parpadea hacia mí, atónica. —¿Bromeas?
—¿Parece que estoy bromeando? —La miro fijamente con una expresión
seria.
Niega con la cabeza de mala gana, pareciendo horrorizada. —No, y me
estoy preguntando si te has vuelto loco o algo así. Tal vez cuando golpeaste ese
bache en la carretera de camino hacia aquí y te golpeaste la cabeza con la
ventana, lo que va a ser una lesión leve comparada con lo que podría pasar si
me dejas conducir.
—No te preocupes por chocar —la tranquilizo y me relajo en el asiento—.
Estarás bien.
Su mandíbula cae en tanto aprieta el volante. —¿Hablas en serio? Has
conducido conmigo antes.
—Lo recuerdo. —Me río entre dientes, pensando en lo aterrorizado que
me sentía mientras ella entraba y salía de forma temeraria del tráfico—.
Mierda, de verdad creí que iba a morir.
Me golpea ligeramente en el brazo y hago una mueca, pero me río. —Oh,
ahora el imbécil va a hacer una gran aparición.
Reprimiendo la risa, me froto el lugar en el que me ha golpeado. —Solo
afirmo lo obvio. —Me estiro y giro las llaves, luego me vuelvo a apoyar en el
asiento—. Ahora vamos a conducir. Siempre y cuando te quedes en la recta y
mantengas la aceleración, estaremos bien.
—¿Y qué pasa si no voy lo suficientemente rápido?
—Entonces nos quedaremos atascados.
Parece preocupada, a pesar de que no lo voy a revelar, yo también lo
estoy. Hay muchas cosas que podrían ir mal en este momento, pero es
divertido y una explosión de adrenalina, y eso es lo que necesita. Bueno,
diversión imprudente, sin las pastillas, porque en este momento será capaz de
sentir la emoción, y no estoy seguro de cuánto tiempo ha pasado desde que
sintió nada en absoluto, además de la necesidad.
Sus hombros se elevan y caen en un intento de liberar el estrés, y,
finalmente, empuja la palanca de cambios y presiona el acelerador. Trato de
mantener la calma, pero cuando el camión se tambalea hacia delante, me tenso
y aferro el pasamano por encima de mi cabeza.
—Con cuidado —digo, rechinando los dientes—. Solo tienes que ir lento.
Resopla por la frustración y luego deja ir un poco el acelerador. El
camión avanza hacia delante gradualmente, el motor se rezaga un poco. Ella
empieza a sonreír mientras maniobra con el camión hasta subir por una cuesta
de arena, pero luego su rostro se desploma cuando los neumáticos protestan
contra la falta de tracción y el camión rueda hacia atrás.
—Presiona el acelerador más fuerte —instruyo, gesticulando para que
siga adelante.
—Pero acabas de decir que no acelere demasiado —dice, colocando la
mano en la palanca de cambios.
—Excepto cuando vamos cuesta arriba.
Frunce el ceño y presiona el acelerador demasiado por lo que nos
sacudimos hacia delante. Me golpeo la cabeza contra el reposacabezas y oigo
algo golpear con fuerza en su lado. Cuando levanto la vista, ella tiene la palma
de la mano presionada contra su frente.
—¿Tu cabeza está bien? —pregunto mientras froto la mía propia.
Asiente. —Sí, creo que sí.
Me estremezco mientras el motor se entrecorta. —Lila, vamos, antes de
que nos quedemos atascados.
Ella alza las manos con desesperación. —No sé por qué me tienes
haciendo esto.
—Por diversión —explico—. Necesitas tener algo de diversión en tu vida.
Debo de haber dicho las palabras mágicas o algo, porque coloca las
manos en la parte superior del volante y presiona el acelerador demasiado
fuerte otra vez, haciendo que el camión se sacuda hacia delante. Esta vez me
encuentro listo y agarro la manija de la puerta, manteniéndome allí. Ella gime
desanimada, pero continúa conduciendo. Cuanto más lo hace, más se relaja, y
yo también, incluso cuando llega a las colinas inclinadas y a algunos de los
baches del camino. Mientras conduce por una protuberancia en particular y el
camión da sacudidas, salta y tiembla, ella empieza a reír.
Cuando el camión llega a un terreno llano de nuevo, ella se ríe más
fuerte y el camión comienza a ralentizarse. Al final, se detiene por completo
cerca del borde de la carretera rocosa y descansa la cabeza sobre el volante.
Sus hombros se sacuden mientras farfulla risa tras risa. Yo permanezco en
silencio por tanto tiempo como me es posible, hasta que ya no puedo más.
—¿Te importaría compartir qué es tan divertido? —pregunto, bajando la
visera.
Niega con la cabeza de lado a lado sin mirarme. —No es nada.
—Vamos, comparte. Me está volviendo loco.
—Bueno, si te lo digo vas a pensar que estoy loca.
—Si no lo haces, voy a pensar eso de cualquier manera —bromeo, pero
es un poco en serio.
Suspira, desalentada, y levanta la cabeza. Las lágrimas manchan sus
ojos azules y me cuesta reconocer si son de reír o si estaba llorando mientras
tenía su cabeza hacia abajo. Se frota las comisuras de los ojos con los dedos y
parpadea para deshacerse de las lágrimas.
—Es solo que… esto es lo más divertido que he hecho durante mucho
tiempo. —Niega con la cabeza como si estuviera decepcionada consigo misma—
. Lo cual es una tontería.
—No es tonto —digo, resistiendo el impulso de limpiar sus lágrimas—.
Creo que es divertido, y confía en mí, yo no soy tonto en absoluto. —Le lanzo
una sonrisa.
Me mira con atención. —No, de algún modo lo eres, pero en el buen
sentido.
No estoy seguro de cómo responder, ya que parece que está siendo
sincera, pero con respecto a mí siendo tonto. —Lila, de hecho hay una razón
por la que te he traído aquí.
Detiene el camión en el estacionamiento y baja el freno de mano antes de
girar en el asiento para mirarme. —Lo supuse.
—Solo quiero saber qué planes tienes —digo, mirando el cielo. El sol se
está poniendo y las luces de la ciudad en la distancia iluminan el horizonte.
—¿Planes para qué? —Suena confundida.
Centro mi atención en ella. —Con las cosas.
—Ya estás harto de mí, ¿verdad? Mira, Ethan, puedo marcharme. Tengo
unos pocos amigos con los que puedo quedarme hasta que halle algo más.
—¿Y cómo vas a pagar por este otro lugar? —pregunto—. ¿Y quiénes son
esos otros amigos con los que vas a quedarte? ¿Amigos hombres? —¿Por qué
demonios acabo de preguntar eso?
—Oye, tengo otros amigos. —Presiona la mano contra su pecho,
ofendida—. Tú solo eres mi favorito. —No bromea cuando dice eso, y por
alguna razón me hace feliz y también me hace rodar los ojos para mí mismo
mentalmente.
—Eso no responde a cómo puedes pagar por tu propio lugar —digo,
desabrochando mi cinturón de seguridad.
Baja la barbilla y gira el anillo de platino de su dedo. —No tengo ni idea.
Extiendo la mano y coloco mi dedo bajo su barbilla, obligándola a
levantar la mirada. —Oye, me estás entendiendo mal. Todo sobre lo que quiero
hablar es sobre nuestros planes para el futuro.
—¿Nuestros planes? —pregunta, evaluándome con escepticismo.
—Sí, tú y yo, y el lugar al que ambos llamamos hogar ahora —explico,
quitando mi dedo de su barbilla.
—Oh, quieres que empiece a pagar la renta. —Libera la respiración
contenida.
—Sí y no… sé que probablemente vas a necesitar un poco más de tiempo
para sanar y otras cosas, pero creo que deberíamos discutir cómo van a
funcionar las cosas un poco más en adelante. —Giro la manija de la puerta,
odiando decirlo pero sabiendo que tiene que ser dicho—. Como tal vez, cuando
te sientas mejor, podrías conseguir un trabajo y empezar a ayudar. —Trato de
ser sutil, pero es difícil—. Solo creo que tal vez, si estuvieras haciendo un poco
más, como trabajar y buscar algún tipo de hobby, las cosas podrían ser un
poco más fáciles.
—Sé eso —dice en voz baja, frunciendo el ceño mientras se queda
mirando las cicatrices de su muñeca. Le pregunté una vez de dónde venían y
ella dijo que eran por algo realmente estúpido que hizo, lo cual me hace
preguntarme si se las hizo cuando se produjo la del tobillo—. Pero no tengo ni
idea de por dónde empezar.
—Te ayudaré —le aseguro, extendiendo la mano y dándole un ligero
apretón en la rodilla—. No voy a dejar que hagas esto sola. Y cuando estés
lista, podemos hablar más… sobre cualquier cosa que quieras. Soy excelente
escuchando.
—Sé que lo eres. —Me mira durante una eternidad, buscando en mis
ojos, como si no se acabara de creer que soy real. Cuando abre la boca, no
tengo ni idea de lo que va a decir—. Gracias. —Desabrocha el cinturón de
seguridad, se inclina y me da un beso en la mejilla.
Me hallo sorprendido. A pesar de todas las caricias que hemos
intercambiado, esto se siente diferente. Más íntimo y personal, y me doy cuenta
de que a pesar del hecho de que nos hemos tocado el uno al otro en lugares
donde la mayoría de los amigos no lo hacen, en realidad nunca nos hemos
besado, un verdadero y apasionado beso de devorarse los labios. Y quiero
besarla tanto que requiere mucha fuerza interior mantener las manos quietas.
Mis instintos me gritan para que me baje de un salto del camión y corra a
través del desierto de regreso al apartamento, muy, muy lejos de ella. Pero la
necesidad de ayudarla me mantiene en el asiento. Necesito ayudarla, como no
ayudé a London. Esta es mi segunda oportunidad para hacer las cosas bien y
quiero hacer las cosas bien con Lila y con nosotros. Es una abrumadora y
magnética sensación de unión, una con la que no estoy seguro de qué hacer
más que seguir adelante.
Cuando se vuelve para apoyarse en el asiento del conductor, la expresión
de su rostro es indescifrable. —¿Qué hacemos ahora?
Me encojo de hombros y luego mi boca gira hacia arriba. —¿Qué te
parece ir a casa y ver una película cursi y poética?
—¿A casa? —dice, como si no fuera verdadero, como si casa no
existiera—. Sí, vamos a casa. —Abre la puerta y salta a la arena, luego se da la
vuelta y me apunta con el dedo—. Pero tú conduces. Estoy tan asustada de
arruinar tu camión. —Me sopla un beso y luego cierra la puerta, actuando
como la Lila que conocí hace un año, pero no es ella porque la Lila que conocí
en realidad nunca existió. Era un espejismo creado por las pastillas.
Por extraño que parezca, yo no soy la misma persona que cuando la
conocí porque, lo que estoy haciendo ahora —lo que estoy sintiendo en este
momento exacto— es algo que nunca pensé que haría o sentiría. Dependencia;
algo que odio. La he visto en acción, a través de las drogas y de las relaciones,
como la dependencia de mi madre por mi padre, pero le estoy permitiendo
depender de mí, y de una extraña manera, como que me estoy fiando de que
ella me deje ayudarla y confiando en que mejore.
Incluso aunque ha sido un dolor en el trasero durante los últimos días,
la idea de Lila marchándose, viviendo con otro amigo, me molesta. Como que
quiero que viva conmigo y eso me deja confundido porque significa que, por
primera vez desde London, quiero que alguien esté en mi vida. Quiero a Lila,
más de lo que nunca he querido a nadie.
10
Traducido por Ankmar & Francisca Abdo
Corregido por LucindaMaddox

Lila
He estado viviendo con Ethan durante dos semanas y he estado libre de
pastillas durante dos días, ya ni siquiera tomando la mitad de mis pastillas. Es
una sensación rara, a la que aún me estoy adaptando y aprendiendo cómo
manejar. Nunca me di cuenta de cuán alterada se ponían las cosas cuando yo
estaba tomándolas. Incluso el calor del sol se siente un poco más abrasador.
Además, no me he acostado con nadie. Creo que es un récord para mí. Incluso
cuando tenía citas, como mi relación fugaz con Parker hace un año, la relación
exclusivamente se basaba en el sexo que escasamente sentía, apenas
recordaba. Esta ha sido mi vida desde la primera vez que tuve relaciones
sexuales. Incluso entonces, no tenía ni idea en lo que me metía, y cuando
finalmente lo hice, ya era demasiado tarde. Las cosas que sucedieron
cambiaron para siempre quién era yo y cómo veía las cosas. Casi nunca he
mirado a los chicos del mismo modo, a excepción de Ethan. Es un tipo muy
amable, lo cual es raro, y complica nuestra situación. Él y yo siempre hemos
tenido una relación interesante, una que ha empujado los límites de la amistad
y que aún no ha cruzado. Ahora que pasamos tanto tiempo juntos apenas nos
tocamos el uno al otro, a pesar de que estamos desafiando constantemente los
límites de la amistad. Como cuando él entró en el baño mientras yo tomaba
una ducha esta mañana.
—¿Qué demonios haces? —grité cuando oí la puerta abrirse y cerrarse.
—Relájate, solo estoy tomando mi cepillo de dientes —respondió y luego
le oí hurgar en el armario de las medicinas.
—Si no sales de aquí, voy a tirar de la cortina y exhibirme ante ti —dije,
sintiéndome inquieta por el hecho de que la cortina era muy delgada y
claramente visible, casi transparente. Abrió la llave del agua y luego se rompió
a reír—. Está bien, el mejor castigo de todo los tiempos.
Mi estómago se agitó con las mariposas mientras me alisaba el pelo
mojado y corrí la cortina, mirando hacia él. —Sabes tan bien como yo que no
quieres verme desnuda. —Ni siquiera estoy segura de por qué lo dije, como si
yo lo estuviera desafiando a admitir algo que espero que exista o si yo
realmente creía que él no me quiere de esa manera.
Él llevaba un par de pantalones de pijama de cordón a cuadros y sin
camisa. Tenía un cepillo de dientes en la mano y se inclinaba sobre el
fregadero, mirando a la cortina. —¿No me conoces en absoluto? —Arqueó una
ceja cuando metió su cepillo de dientes, revestido con pasta de dientes, en la
boca—. Me encanta ver mujeres desnudas. —Su voz sonaba divertida y movió
las cejas, totalmente fresco y casual.
Entrecerré los ojos, preguntándome cuánto podía ver de mí a través de la
cortina, y si le importaba. —Sí, pero creaste una línea de amigos entre nosotros
por una razón. —Estaba siendo contundente y no sabía por qué. Culpaba a los
retiros debido a que rápidamente aprendía que podían convertirme en un
desastre emocional loco—. Y tú... —Casi traigo a colación esa noche en que nos
tocamos, pero estaba asustada.
Sus cejas se tensaron y se inclinó sobre el lavamanos, escupiendo una
bocanada llena de pasta de dientes. —No, pensé que ambos habíamos
acordado esa línea. —Se enjuagó y devolvió el cepillo en el soporte cerca del
lavamanos. Luego se dio la vuelta, se apoyó en el mostrador y se cruzó de
brazos—. ¿Estoy equivocado? ¿Tú... tú... qué quieres?
¿Por qué me pregunta eso? ¿Qué quiere decir? ¿Por qué me estoy
preguntando tantas cosas?
El agua corría por mis ojos y cara mientras miraba discretamente su
cuerpo. Es tan hermoso de una manera que no estoy acostumbrada. Una
belleza áspera, una que tiene sustancia, la clase que es real, no enmascarada
por los bronceados, cuerpos perfectamente esculpidos, y trajes costosos y
corbatas. Él es el arte, puro y simple; pelo fino que cae siempre justo sobre sus
ojos oscuros y humeantes, creando el perfecto aspecto sombrío y esos
tatuajes... Dios mío, los tatuajes. Él es el tipo de arte que realmente tienes que
mirar para entender lo que quiere decir; para entender lo que está pensando.
De repente me di cuenta de lo atípico que me comportaba. Yo lo estaba
notando más de lo normal, y lo podía sentir a través de cada centímetro de mi
cuerpo; el deseo palpitante para tirar la cortina de la ducha y rogarle que me
tome ahora. Rogarle. Yo nunca hago eso con el sexo. Por lo general los chicos
simplemente lo toman de mí y cierro mis sentimientos. Pero pensé en ir allí con
él, pidiéndolo por primera vez, y estando sobria. Me hizo preguntarme si yo
misma sé quién soy. Todos estos años, la persona en que me había convertido
se basó en pastillas y en esa necesidad loca para sentirme amada.
Nos miramos el uno al otro durante un rato, y luego Ethan se aclaró la
garganta y se levantó, en dirección a la puerta. —Si quieres, podemos empacar
el resto de tu ropa e ir a esa tienda de depósito y ver si puedes conseguir algo
por ellas. —Su voz sonaba un poco fuera de tono, pero su expresión era
inquebrantable.
Asentí, tratando de permanecer inmóvil a través del vapor y el calor que
se arrastraba hasta mis muslos internos. —Suena bien.
Sonrió, y luego me guiñó un ojo, su mirada rozando la cortina que
ocultaba mi cuerpo. Después salió, cerrando la puerta detrás. Solté la cortina,
retrocediendo hacia bajo en la ducha, dejando que el agua lave el calor y el
deseo de mi cuerpo, diciéndome yo misma que lo superaría; superaría a Ethan.
Pero por alguna razón, la idea parecía improbable y muy lejos del alcance.

—Entonces, ¿cuánto crees que puedo conseguir por todo esto? —le
pregunto a Ethan mientras carga la parte trasera del camión con cajas de mi
ropa. Mi ropa bonita que nunca querría dejar, pero sé que necesito hacerlo
para poder comprar cosas como, por ejemplo, comida. Pensé que me iba a
sentir muy mal por hacer esto, y como que es así, pero también hay algo de
simplicidad en ello, como si se me estuviera dando una segunda oportunidad,
la cual sé que no es real, pero por el momento todo se siente real. Al igual que
el calor y la forma en que mi ropa se pegan a mi piel húmeda. Cómo es que
tengo el pelo recogido en una coleta desordenada, tirando de la nuca de mi
cuello. Mi pelo nunca ha estado tan desordenado y mis cutículas nunca tan
secas. Pero estoy en la tierra de la simplicidad, donde carros BMW, bolsos de
diseñador y anillos de platino no existen, y trato de averiguar qué tipo de
persona soy y dónde encajo yo en todo esto. ¿Puedo soportar el ser pobre? ¿El
cuidarme sola? ¿Quién quiero ser? ¿Quién es Lila Summers?
Ethan arroja la última caja en la cama de la camioneta y luego cierra la
puerta trasera. —¿Cómo diablos voy a saberlo? —Se limpia el sudor de la frente
con el brazo. Tiene puesta una camiseta verde y un par de pantalones cortos
negros asegurados por un cinturón de tachas, junto con una serie de bandas
de cuero en sus muñecas. Está sudado y con un poco de mal humor, pero bajo
la luz del sol, luce locamente caliente y estoy obsesionada con él.
—¿Qué? —pregunta, notando mi mirada fija.
Aprieto mis labios, sacudiendo la cabeza. —No es nada.
—Es algo. De lo contrario no tendrías una sonrisa tonta en la cara.
Conscientemente me froto con la mano mi boca como si pudiera borrar
mi sonrisa o algo así. —No tengo una sonrisa tonta en la cara.
Curva sus labios en una sonrisa juguetona, y por un momento su humor
gruñón se desvanece. —Sí, tienes razón. ¿Ahora vas a decirme por qué tienes
esa hermosa sonrisa en la cara?
—No es nada. —Me encojo de hombros, tratando de no dejar que mi
sonrisa se amplíe por el hecho de que dijo que era hermosa—. Me perdí en lo
bien que te ves hoy —le digo, diciéndole la verdad de la manera más casual que
me sea posible.
Baja la mirada a su camiseta sudada, entonces la levanta hacia mí con
cautela. —¿Crees que me veo bien?
—Por supuesto. —Me encojo de hombros otra vez, ya no que es quiera
ahondar en los detalles del hecho de que creo que está luciendo ridículamente
caliente y quiero que me toque. Este sentimiento se ha convertido en un
creciente deseo en la última semana. Parece que vivir con él lo ha brotado
como una flor que florece en un árbol. Es muy molesto y me gustaría que se
esfume porque al parecer sin las pastillas soy una persona hambrienta de sexo.
Además, Ethan ha obtenido una visión de las mentiras que hay debajo de mi
maquillaje, joyas y ropa de diseñador; ha visto a mi verdadero yo en los
momentos más feos. Me temo que tener sexo con él sería diferente, con más
profundidad, por lo menos para mí, y me involucraría emocionalmente. Y
entonces, ¿qué pasaría cuando nuestra relación termine? Yo más o menos me
hallaría donde estuve luego de Sean, el primer y último chico que me importó,
que me usó y desechó como basura.
Él inclina la cabeza hacia un lado, me evalúa con una expresión burlona
en su rostro. —¿En serio?
—Sí. ¿Por qué estás actuando tan raro? —Protejo mi cara con la mano
mientras la luz del sol brillante se refleja en el techo de metal del edificio de
apartamentos.
No dice nada, luego abre los brazos y da un paso hacia delante. —¿Estás
segura de que piensas que me veo bien en este momento? ¿Tan bien que
quieres tocarme? —Hace un movimiento extraño con las caderas que capta
toda mi atención en el centro de su área varonil.
Pongo mis ojos en blanco a pesar de que me estremezco por dentro. —
Eres tan extraño a veces.
—Extraño, ¿ah? —Viene hacia mí, dándome poca o ninguna advertencia.
Trato de salir de su camino con gracia, pero doy el paso sobre la punta
del pie en vez de darlo sobre los tobillos. Me tropiezo a un lado y me atrapa en
sus brazos, riéndose entre dientes mientras frota su cuerpo sudoroso
intencionalmente contra el mío.
—¡Oh Dios mío! —chillo, retorciéndome, tratando de escapar—. Estás
todo mojado y asqueroso.
—Tú eras la que decías que me veía bien. —Me levanta del suelo y me
quedo recta como una tabla, tratando de mantener la distancia de su cuerpo
sudoroso. Él rodea la parte trasera de su camioneta, se dirige hacia el lado del
pasajero y de alguna manera se las arregla para abrir la puerta sin soltarse de
mí.
—¿Qué haces? —grito, tratando de sonar como si estuviera asqueada por
su toque sudoroso, pero el placer es evidente en mi voz.
Me deja caer sobre el asiento y luego agarra el cinturón de seguridad. Se
inclina más cerca mientras mueve la correa por encima de mi hombro para
abrocharme.
—¿Todavía crees que me veo bien? —pregunta con una mirada sombría
en sus ojos, su cara tan cerca que puedo ver las pecas débiles en su nariz.
Asiento lentamente, tragando el nudo en la garganta. —Sí, pero también
creo que apestas.
—Huelo como un hombre —dice, sonriendo. Se inclina, logrando que su
pecho esté cerca de mi cara para darme una bocanada de su esencia de
hombre.
—¡Blah! —Estrujo mi nariz, volteando mi cara hacia un lado, a pesar de
que su olor no es tan malo. En realidad huele a colonia, sudor y calor. Muy
agradable. Muy varonil. Discretamente le respiro, dejando que su olor sature
mis pulmones. Debió darse cuenta del levantamiento y caída de mi pecho,
porque se endereza y me mira a los ojos, con pura perplejidad ardiendo en sus
pupilas.
—Así que al parecer te gusta el olor a sudor. —Trata de bromear, pero su
voz se quiebra y me pregunto por qué. Ethan nunca se pone nervioso. Lo he
visto seducir a muchas, muchas mujeres, numerosas veces, y siempre logra
que ellas vuelvan a casa con él.
No digo nada y no estoy segura de por qué. No dejo de mirarlo fijamente
a los ojos y se siente diferente; me siento diferente, aturdida, viva y no
adormecida por una vez. Ese interruptor que siempre está apagado se
enciende. No estoy segura si me gusta la sensación —la vulnerabilidad, las
emociones inapropiadas que pululan dentro de mi pecho— o no.
Sin darme cuenta, engancho mis piernas alrededor de su cintura. La
necesidad de sentir a alguien cercano a mí, que conecte conmigo, que me
toque, está conquistando cualquier otra cosa en mi interior. No me han tocado
en mucho tiempo y se siente bien; mejor que bien.
El aliento de Ethan se traba en su garganta y me sobresalta. Está
nervioso. Estoy nerviosa. Siento este extraño cambio, mientras el calor entre
nosotros se intensifica, y me excita, haciendo burbujear mis nervios dentro de
mí. De repente soy una persona completamente diferente. No estoy rota.
Perdida. Indiferente. Confundida. Soy una chica disfrutando de un momento
con un chico que me gusta mucho.
Cierro los ojos mientras se inclina. Me va a besar. Lo sé. Y me refiero a
besarme realmente esta vez, en lugar de casi besarme. He estado esperando
esto más de lo que me di cuenta, y a pesar de todas mis preocupaciones acerca
de mis nuevos sentimientos, los que estoy segura que existían antes de este
momento pero estaba demasiado medicada para sentir algo, lo quiero tanto que
consume cada parte de mi cuerpo. Puedo sentir todas las sensaciones cálidas y
abrumadoras, y respiro su delicioso aroma, saboreando la
anticipación. Bésame. Por favor, Dios, bésame. No retrocedas.
Gimo por el calor de su aliento y paso mis manos por su espalda
mientras me arqueo hacia él. Espero. Espero por el beso, sintiendo que su
mejilla toca la mía. Descansa allí, presionando nuestra piel junta, y sé que lo
próximo será tocar sus labios con los míos. Espero mientras gime mi nombre
en voz baja. Y espero. Segundos después su mejilla se aleja de la
mía. Destrózame. Tírame lejos. No me quieres. Por supuesto que no. Nadie me
quiere.
A pesar de que no quiero, abro los ojos, sintiéndome enojada y humillada
cuando me doy cuenta que me observa. Esta es la primera vez para mí. Por lo
general, cuando llego a este punto con un chico, está mirando mis pechos,
dispuesto a arrancarme la ropa, como si fuera un objeto que está listo para
devorar.
—Tenemos que irnos —es todo lo que dice.
Estoy sin habla. Sin palabras. Y sintiéndome más no amada e indeseable
de lo que nunca lo he hecho. —Sí, supongo. —Fuerzo una sonrisa mientras me
siento; el interior de mi cuerpo tiembla de ira y decepción. Las lágrimas
comienzan picar a mis ojos, algo que nunca me había pasado. No estoy segura
de cómo manejarlo mientras lucho por reprimirlas, girando el anillo en mi dedo
en tanto recuerdo todo lo que fue.
—¿Estás segura? —Da un paso lejos de la puerta, más lejos de mí, y la
luz del sol golpea su cara. Se ve triste y adolorido, casi como si estuviera
tratando de no llorar, al igual que yo, y muy impropio de Ethan.
Asiento, ajustando mi camiseta rosa sin mangas por encima de mi
estómago. Me siento derrotada, no deseada. Honestamente, no tengo ni idea de
lo que siento y me asusta. He vivido mi vida moviéndome por una serie de tipos
muy similares, los que son educados en público, me compran cosas bonitas,
tienen buenos carros, y siempre me dicen lo que quiero oír, por lo menos hasta
que follamos, pero nunca he sentido algo con ellos. Y ahora está Ethan. Es
pobre, conduce un camión, y estoy bastante segura de que cada palabra de lo
que me ha dicho es auténtica. Nunca se fue, incluso cuando las cosas se
pusieron difíciles; en realidad trató de ayudarme, algo que nadie ha hecho
nunca. ¿Qué dice eso? ¿Que todo este tiempo he buscado a la persona
equivocada en el mundo? ¿Uno que pensé era el indicado? El tipo de chico que
mi madre siempre me dijo que necesitaba. ¿Eso es lo que he hecho todo este
tiempo?
Me siento como si estuviera a punto de echarme a llorar, no solo por el
rechazo por parte de Ethan o la falta de confianza que fluye en el interior, sino
porque me preocupa que todo este tiempo pude haber estado haciendo lo que
quería mi madre, y estuve demasiado ciega para darme cuenta de ello. Todo lo
que quiero hacer es tragar una píldora y hacer que desaparezca todo lo que
estoy sintiendo. Quiero recuperar mi confianza, por lo menos mi confianza
falsa. Quiero mi estado dichoso y entumecido, donde nunca tenía una
experiencia lastimosa, porque eso es más fácil que la realidad.
Por suerte, Ethan camina rodea el camión y se sube en el asiento del
conductor. Esto parece romper la burbuja de deseo deprimente y extraña que
se formó alrededor de nosotros.
—A la tienda entonces, ¿no? —pregunta, girando la llave.
—¿Adónde más podríamos ir? —Lo digo muy suavemente como si no
importara, pero de alguna manera importa.
Él asiente otra vez y luego se aleja. La sencillez que había estado
sintiendo hace unos momentos se evapora y yo me quedo con un gran vacío en
mi pecho que una sola cosa lo llenará.
Una pequeña píldora prohibida que encaja en la palma de mi mano.
Ethan
Las cosas se están poniendo raras entre nosotros, tal como pensé. Ni
siquiera estoy seguro de cuál demonios es el problema. Quiero decir, un
minuto ella está tomando una ducha y por alguna jodida razón voy allí,
pretendiendo que necesito cepillar mis dientes cuando en realidad solo quiero
coquetear con ella. Y entonces la situación del camión. ¿Qué diablos? Casi la
besé y luego lloré acerca de todas las emociones que se vertien dentro de mí,
emociones que no he sentido desde London. Tengo fuertes sentimientos por
Lila y lo sé; se está haciendo difícil de manejar. Y ahora vivimos juntos, lo que
hace las cosas aún más complicadas. ¿Qué pasa si terminamos haciendo algo?
¿Simplemente vivimos juntos? Besando, tocando y teniendo sexo, y si las
relaciones van como he visto, finalmente terminaremos peleando.
Pero un breve instante miro más allá de la idea de convertirme en mis
padres y en realidad me gusta pensar en Lila y yo besándonos por todo el
departamento… follando en todo el departamento… teniendo una relación.
No, no puedo ir por ese camino. Sí, quiero ayudarla, pero como un
amigo, porque eso es todo lo que necesitamos en este momento. Necesito un
descanso de todo esto, de mis emociones por ella y mis pensamientos
sobreanalizantes. Lo que tengo que hacer es volver a lo que siempre me ayuda
a despejar mi cabeza e ir a echar un polvo, sin embargo la idea de dormir con
alguien más me hace sentir culpable, y no por London. Sino por Lila, a pesar
de que no le pertenezco y ella no me pertenece. Soy libre de hacer lo que
quiera, pero por alguna razón estúpida, se siente como si la estuviera
engañando si me engancho con otra persona.
Esta cosa de vivir junto está jodiendo mi cabeza
Luego de vender su ropa, vagamos por la tienda de segunda mano por
ninguna otra razón que no sea que eso ayuda a evitar el incómodo tiempo a
solas en el camión y luego en el departamento.
—Ethan, ¿qué te parece? —Lila levanta una alfombra rosa muy fea y
mullida con flores. Ella me lanza una sonrisa burlona, tratando de superar
nuestro momento en el camión.
Hago una mueca, pero estoy distraído por mis pensamientos, que siguen
atascados en el camión, deseando haberla besado. Sin embargo a la misma vez
deseando que pudiera besar a London de nuevo. ¿Qué diablos me pasa? —Luce
como una alfombra peluda de los años setenta en la que probablemente
muchas personas tuvieron sexo.
Una torpeza se construye alrededor de nosotros por mi uso de la
palabra sexo. Ella se mueve incómodamente y yo me aclaro la garganta.
—¿Deberíamos irnos? —pregunto, dando un paso al lado en tanto un
hombre camina por el pasillo. Me pongo ansioso y necesito largarme de aquí.
Ella deja escapar un suspiro y luego coloca la alfombra usada de vuelta
en la estantería, aparentemente deprimida. —Sí, supongo.
Me siento como un idiota. No necesita esto en este momento. Ella
necesita un amigo. ¿Por qué no puedo mantener las manos para mí? ¿Por qué no
puedo ser solo su amigo? La respuesta que estalla en mi cabeza me asusta sin
fin. Porque quiero a Lila, y no como una aventura de una noche.
Intento un humor más ligero y sumiso. —Podríamos ir a tomar un helado
antes de ir a casa.
Va arrastrando los pies hasta el final del pasillo, encogiéndose de
hombros. —Mejor no. Estoy cansada de todas formas. —Se dirige a la puerta,
mirando abajo a sus pies, una versión rota de la persona que conocí primero,
sin embargo está aún más entera ahora. Lo roto ya no solo se oculta dentro de
ella.
El regreso a casa no es nada mejor. Es silencioso, y ella sigue mordiendo
sus uñas y no me mira. Estoy a punto de dejarla en el departamento,
preparado para salvar la noche y sacar la cabeza de esta tierra de depresión y
mis estúpidos pensamientos de estar con ella. Se hace tarde, el sol se oculta
detrás de las dunas, y el cielo tecnicolor luce como una pintura de acuarela,
maravillosamente irreal.
—¿No vienes? —pregunta, sosteniendo la puerta de la camioneta abierta,
lista para salir. Su pelo rubio se está soltando de su cola de caballo, su
apretada camiseta blanca y pantalones cortos muestran sus curvas, y sus ojos
azules lucen tristes.
Sacudo la cabeza, presionando mi pie en el freno, preparado para seguir.
—No, tengo que estar en un lugar esta noche.
Sus ojos se sombrean mientras los estrecha. —¿Quieres decir que vas a
buscar a alguien que te folle? —Su voz es mordaz, y ella aprieta los puños con
tanta fuerza que creo que sus dedos pueden romperse.
Me siento como el mayor idiota existente, pero también estoy muy
confundido. Acerca de todo. Cómo llegué a este lugar en el que me las arreglo
para romper cada regla que me propongo. Donde estoy mirando más allá de
London y mi culpa y todo lo que quiero hacer es estar con Lila. —Sí,
probablemente.
Asiente vigorosamente y luego sale de un salto, lanzándome una mirada
intensa antes de cerrar la puerta. Retrocedo y antes de que ella siquiera llegue
a la acera estoy girando los neumáticos. Me dirijo a la zona comercial
directamente, estacionando lo más cerca que puedo y salgo de un salto. Me
acerco a la sección más concurrida de la ciudad, donde las luces están
brillando en las caras de las personas e imágenes de mujeres medio vestidas
ensucian las aceras. Busco entre la multitud y los edificios cercanos a alguien
para engancharme. Porque necesito follar a alguien. Ahora.
Empiezo a buscar a alguien que parezca buena para una cosa de una
noche. Hay muchas personas esta noche, así que termino entrando a un
casino y buscando alrededor de los juegos hasta que veo a un grupo de
mujeres de mi edad riendo cerca de la parte delantera del edificio. Me dirijo a
ellas, sabiendo que no es el mejor escenario porque están en grupo, pero
necesito despejar mi jodida cabeza y follar es la mejor manera cuando mis
pensamientos se mezclan, porque me distrae. Ni siquiera el silencio me dará
eso en este momento
Una mujer baja con curvas y tetas que sobresalen de su vestido de
leopardo empieza a mirarme mientras más me acerco. Susurra algo en el oído
de su amiga y luego se ríe mientras empieza a girar un mechón de su pelo
rubio alrededor del dedo. Estoy tratando de decidir si es mi tipo, y si incluso
tengo un tipo, cuando ella empieza a acercarse a mí.
—Hola —dice sonriéndome. Tiene algo de pintalabios rosa en su diente y
sus pestañas son un poco demasiado largas, pero ella servirá, por lo menos
creo que lo hará.
Pero tan pronto como lo pienso, mis pensamientos vuelven a mi
apartamento donde ya hay una rubia hermosa. Me pregunto qué hace. Si está
bien. ¿Por qué acabo de dejarla de esa manera?
—Hola, ¿me estás escuchando? —dice la rubia frente a mí y salgo de mi
aturdimiento.
—No, lo siento, no puedo oírte por el ruido. —Hago un gesto a las
maquinas intermitentes que nos rodean.
Asiente, mordiéndose el labio. —Bueno, quizá podríamos ir a un lugar
más silencioso.
Quiero hacerlo pero solo puedo pensar en cómo abandoné a Lila porque
mis emociones me superaron. Porque quise besarla en el camión y luego
llevarla escaleras arriba y follarla. Quiero estar con ella y que sea más que algo
de una vez. Quiero romper mis reglas por ella. La última persona por la que
rompí mis reglas fue London y quería que ella fuera la última, por lo menos lo
quería en un momento de mi vida, pero ahora no estoy seguro
El sonido de las máquinas traga monedas me están volviendo loco, junto
con la música que se oye. Podría ir con esta mujer a algún lugar menos
ruidoso, como un cuarto de hotel. Quedarme ahí por unas horas hasta que
esté sudoroso y temporalmente satisfecho. Sí, podría hacer eso.
—Claro, podríamos ir a otro lugar. —Le sonrío, pero me siento de todo
menos feliz en el interior.
Les dice a sus amigas que volverá más tarde y caminamos en medio de la
gente. Empieza a decirme de su vida, pero apenas escucho. Solo sigo
asintiendo, pensando en Lila y cómo me siento por ella, y todas las veces llego
a la misma conclusión. Que no creo que todavía pueda pensar en estar con ella
completamente, no sin pensar también en London.
Siempre he sido bueno en controlar mis acciones y emociones, pero por
el momento están descontroladas, como un tornado salvaje que invade mi
cuerpo. No puedo pensar con claridad. Lila. London. Lila. London. La chica
cachonda frente a mí. No tengo idea de lo que quiero y la verdad es, quiera
admitirlo o no, que he sido dependiente de la idea de London, aferrándome a
ella y a la culpa que siento por alejarme ese día. Puedo pretender cuanto
quiera, pero el sexo y el entumecimiento que he estado buscando, justo como
voy a hacer con esta chica, solo lo cubría, no lo deshacía. Y ahora estoy
tratando de hacer lo mismo con Lila porque me siento culpable al tener
sentimientos por ella. Creo que hasta que pueda dejar ir a London, no seré
capaz de estar con Lila en un nivel completamente emocional en dónde esté
solo pensando en ella. Y eso es lo que merece. No mi atención poco entusiasta
o mi mal humor dónde escapo de lo que siento a través del sexo. Es una
revelación. Una gran y dolorosa revelación pero no tengo idea de qué hacer con
ella, aunque mis instintos originales dicen que folle a esta mujer y olvide esto
por un momento.
De pronto me detengo en medio de la avenida y la gente se topa conmigo.
La mujer que me acompañaba se ralentiza, luciendo confundida. —¿Qué
ocurre?
Dejo salir un suspiro, corriendo los dedos por mi pelo, pensando en
cuanto quiero follarla y sentirme momentáneamente mejor, y cómo Lila debe de
estar en casa sintiéndose igual acerca de tomar píldoras, sobre todo por lo
triste que lucía cuando la dejé.
—Me tengo que ir —le digo, alejándome de ella a través de la multitud.
Tal vez no sea capaz de tener una relación con Lila por el momento, pero puedo
ser su amigo, y no tener relaciones sexuales con esta mujer porque realmente
no quiero estar con ella
—¿Cómo que tienes que irte? —dice, pero no me sigue, tal vez porque no
le importa lo suficiente para intentarlo. Somos simplemente dos personas
buscando algo en lugares equivocados y ni siquiera nos importa saber el
nombre del otro.
Cuando vuelvo a mi camioneta, trato de llamar a Lila pero no me
contesta, por lo que subo las ruedas en la carretera y piso el acelerador,
pasando el límite de velocidad hasta que llego al apartamento. Estoy
preocupado por lo que hallaré y me siento culpable por haber dejado a una
chica de nuevo.
Cuando abro la puerta, mis fosas nasales son inundadas al instante con
la esencia del disolvente de pintura. O esmalte de uñas. Lila se asoma hacia mí
desde el sofá; su cabello húmedo siendo un velo alrededor de su rostro
sonrojado. Tiene su pie apoyado en la mesita de café y se está pintando las
uñas de los pies mientras la música suena en el fondo. Mis ojos
inmediatamente van a la cerveza medio vacía en la mesa.
—Es solo una cerveza —dice rápidamente mientras pasa el pincel sobre
la uña de su pie.
—¿Es lo único? —Odio preguntar, pero necesito saber
Suspira, revoloteando su flequillo sobre su cara. —¿Qué piensas?
Cierro la puerta y arrojo las llaves de la camioneta junto a la lámpara. —
Pensaré lo que me digas. —Sin embargo espero que, como yo, ella fuera capaz
de mantenerse alejada de lo único que le ayuda a adormecer lo que no quiere.
Espero que aún sienta sus emociones como yo. Porque verla aquí sentada me
hace darme cuenta que a pesar de que todavía tengo un montón de mierda en
la que trabajar, sobre todo en encontrar cómo dejar ir a London y mi culpa,
alejarme de aquella mujer en la avenida fue lo correcto.
Pone el pincel en la pequeña botella y lo gira, enroscándolo bien cerrado.
Luego se sienta de nuevo en el sofá, mirándome con una expresión
indescifrable. —No tomé nada, si quieres llegar a eso.
Me siento en el reposabrazos y estoy abrumado con la esencia de esmalte
de uñas y su champú. —No estoy llegando a nada, Lila. Solo entré en mi
departamento.
—Sí, pero por eso regresaste, ¿cierto? —bufa—. Porque pensaste que iba
a hacer algo estúpido.
Dejo escapar un suspiro estresado. —Mira, sé que las cosas han estado
extrañas entre nosotros, pero…
—Extrañas —dice, interrumpiéndome y lanzando sus manos al aire
exasperadamente—. Ethan, casi me besaste en el camión y luego esa noche…
esa noche de la que nos negamos a hablar… —Sacude la cabeza,
desanimada—. Ni siquiera sé donde estamos.
—Yo no… —Lucho por las palabras, sorprendido por cómo ella lo
mencionó de forma tan abierta. Me arroja y lucho por recuperar mi equilibrio,
pero caigo desesperadamente a un lugar en el que no estoy familiarizado y
necesito recuperarlo antes de hacer algo drástico que altere mi vida—. No sé
qué quieres que diga.
—Yo tampoco —dice—. Y me está volviendo loca, porque no tengo ni idea
que quiero o lo que estás pensando. Me está volviendo tan loca que he
pensando en tomar píldoras de nuevo. ¡Cada pensamiento me vuelve loca! —
Empuña sus manos, a punto de gritar—. Ya no puedo soportarlo. Voy a
enloquecer. Estoy perdiendo la cabeza. Quiero decir, quizá necesito tomar
pastillas. Quizás ellas eran las que me mantenían cuerda y ahora toda mi
locura se expone para que la vea todo el mundo.
No necesita explicarlo. Sé a lo que se refiere. Tamborileo con mis dedos al
lado de mi pierna, devanándome los sesos por algo que hará mejor esta
situación. Necesito calmarla y hacerle entender que no está tan sola. —¿Alguna
vez te conté de esa vez que metí mi camión en la zanja? —Tengo una vaga idea
de a dónde voy con esto, pero la verdad es que podría estar solo divagando.
—¿Qué? —Abre la boca, estupefacta—. ¿Cómo eso tiene algo que ver con
lo que dije?
Me paso del reposabrazos al cojín, dejando una mínima distancia entre
nosotros mientras tiro mis pies encima de la mesita. —Pasó dos días después
de que decidí arreglar las cosas. Me sentía bastante loco y disperso. Pensé que
estaba enloqueciendo. —Omití el hecho de que la mayor parte de esto tenía que
ver con London, porque a pesar de que me di cuenta de los problemas de
aferrarme a ella, todavía no estoy listo para contarle a Lila al respecto—.
Terminé dormitando y embistiendo mi camioneta en una zanja. Estaba
completamente sobrio, y eso puede ser más complejo que estar drogado.
Distrae, ya sabes. Y es difícil.
Ella golpea el suelo con el pie, negándose a mirarme. —¿Por qué me
dices esto?
—Porque —me acerco a ella y empiezo a cerrar los ojos cuando llega el
olor de su perfume, pero rápidamente los abro—, quiero que sepas que
entiendo cómo te sientes y que a veces las cosas parecen una locura, pero eso
se desvanecerá.
Suspira de mala gana. —¿Cuánto tiempo?
—¿Qué cosa?
—¿Cuánto tiempo hasta que desaparezca por completo?
Miro a la pared frente a nosotros. —No estoy seguro si alguna vez
desaparece por completo. Permanece siempre, sabes. Como una bestia
durmiente o algo así, pero la intensidad de la ansiedad se desvanece.
Gira la cabeza hacia mí. —¿Acaso la bestia se despertó para ti? Es decir,
¿alguna vez has metido la pata?
Asiento. —Una vez. Un año después de que dejé las drogas. —El día que
vi a London de nuevo. Era demasiado verla así, una cascara de su viejo yo.
—¿Y luego qué? —pregunta Lila—. ¿Te curaste tú solo?
—Más o menos —digo, omitiendo de nuevo la verdad. Que tenía miedo de
mí mismo cuando tomaba drogas. Me asustaba en que podía convertirme. El
volverme loco y terminar saltando por una ventana, siguiendo los pasos de
London. La gente en la casa dijo que no tenían ni idea de que ella se fue arriba.
Que no la vieron. Eso es porque estaban fuera de sí y yo debería haber estado
allí con ella. En ese caso no habría tomado la maldita heroína. Lo que
realmente me hizo pensar, y lo que siempre me preguntaré, es ¿por qué saltó?
¿Fue por las drogas? ¿O fue por otra razón? ¿Quería ella saltar? Si no la
hubiese dejado, entonces lo sabría. Si no la hubiese dejado, entonces ella quizá
no saltaba. Pero aun así sí pudo haberlo hecho. Nunca lo sabré realmente.
Lila se muerde el labio, empapando mis palabras como una esponja y le
ruego a Dios haber dicho todo bien. Ella me mira, sus ojos grandes y azules, y
libera su labio. —Eres como el señor Miyagi o alguien así.
Mis cejas se disparan hacia arriba y el tono oscuro de la noche se vuelve
divertido. —¿Acabas de hacer referencia a Karate Kid?
Se encoge de hombros. —¿Qué? Es solo una vieja película acerca de
patear traseros.
—Sí, pero… —Sacudo la cabeza—. No parece algo que tú verías.
—Bueno, estoy llena de sorpresas. —Rueda sus ojos como si estuviera
diciendo la cosa más ridícula del mundo, pero realmente, es la verdad. Bueno o
malo, Lila ha estado sorprendiéndome una y otra vez, y me pregunto cuántas
sorpresas están esperando. Buenas o malas.
—Sí, es cierto —digo, honestamente, recordando lo diferente que era ella
cuando recién la conocí—. Realmente lo estás.
11
Traducido por Snowsmily & Cynthia Delaney
Corregido por CarolHerondale

Lila
Ethan está enseñándome cómo cuidarme sola, cómo comprar fácilmente
en el supermercado y cómo gastar tan poco dinero como sea posible a donde
quiera que vaya. Es un poco extraño, no solo porque necesito que me enseñen
estas cosas a los veinte años, también porque lo que me enseña va en contra
de todo lo que me han enseñado. Crecí en un hogar con criadas, nanas,
tintorería, choferes y dinero siempre a la mano. Luego mientras vivía con Ella,
cuando no podía pagarle a alguien para que hiciera esas cosas por mí, las
hacía ella. Al mirar al pasado en este momento, me siento culpable. Nunca
debería haberle dejado tomar la responsabilidad de hacer la limpieza por mí.
Ahora me hallo en quiebra y haciendo mi propia lavandería. Es extraño y como
que apesta, pero al mismo tiempo está esta extraña satisfacción de ser capaz
de cuidar de mí misma, como si finalmente no soy completamente inútil.
—Tengo una entrevista de trabajo por la mañana —anuncio al entrar al
apartamento, cerrando la puerta detrás de mí, sintiéndome un poco orgullosa
de mí, a pesar del puesto para el que es la entrevista.
Ethan levanta la mirada del libro en el que escribe en la mesa de la
cocina. Su cabello está peinado hacia atrás y desordenado en todas las
direcciones. —Oh, gracias a Dios. Comenzaba a pensar que iba a tener que
echarte a las calles. —Sonríe, entretenido consigo mismo, pero hay un dolor
oculto en su expresión, casi como si está obligando a su parte divertida a salir
para disfrazar alguna otra cosa.
Le preguntaría al respecto, pero después de todo el fiasco con la
camioneta, decido que es mejor si mantenemos un poco de distancia entre
nosotros, hasta que pueda descubrir en dónde estamos parados.
—¿Tan grosero? —Arrojo mi bolso hacia el sofá y le tiro mis llaves. Las
esquiva, riendo, y las llaves fallan y golpean la pared detrás de él—. Sé que
nunca me echarías a la calle. —Sonrío a medida que entro a la cocina—. Te
agrado demasiado.
—¿En serio? —Se sienta derecho y el humor baila en sus ojos—. Pero
estoy feliz de que finalmente consiguieras una entrevista. En serio has
aplicado, como para, cien trabajos.
—Lo sé. —Suspiro y me dirijo a la cocina, abriendo la nevera—. Pero al
parecer si tienes veinte y nunca has trabajado, nadie quiere que trabajes para
ellos. —Agarro una lata de soda del refrigerador y le doy un golpe suave a la
puerta con mi cadera para cerrarla—. Todos seguían mirándome como si fuera
inútil, y no lo soy. —Golpeteo con la punta de mi dedo la lata cuando me
hundo en la silla—. Sabes que tengo habilidades.
—¿Habilidades histéricas con los dedos? —Ríe, mientras mira mi dedo
golpeteando locamente contra el tope de la lata.
Le enseño mi dedo medio. —Estarías muy sorprendido de lo que puedo
hacer con mis dedos.
Aprieta sus puños y los sitúa frente a su boca. —Oh, estoy seguro de que
lo estaría.
Quedamos en silencio. Puedo oír el fuerte rugido de un motor en el
exterior y el ruido metálico del refrigerador. Es un silencio incomodo, lo que se
está volviendo más común a medida que vivo con él por más tiempo. No estoy
segura de que lo provoca. ¿Tensión sexual? Es muy probable que sea de mi
parte, pero estoy asumiendo que Ethan se las ha arreglado para mantener su
estilo de vida de soltero, trayendo a sus mujeres en la madrugada y
enviándolas a casa tan pronto como ha terminado con ellas, porque siempre ha
hecho eso. En realidad, no las he visto, pero ninguna en las últimas semanas
se ha quedado aquí por mucho tiempo. Estaría disgustada por su
comportamiento, pero yo he hecho lo mismo una y otra vez, pero generalmente
soy la que abandona la casa en las horas tempranas de la mañana.
Ethan se aclara la garganta y luego cierra el libro, alejándose de la mesa.
—Entonces, ¿deberíamos ir a celebrar?
—¿Celebrar qué? —Tomo un trago de mi soda para relajar mi cuerpo.
Recoge las llaves sin alejar sus ojos de mí. —La entrevista de trabajo. —
Se pone de pie, derecho, cerrando sus dedos alrededor de las llaves—. Por
cierto, ¿dónde es?
Dejo la lata de soda en la mesa. —Es en el bar. —Trato de no entrar en
detalles apropósito porque no estoy segura de cómo vaya a reaccionar.
—¿Qué bar? —Empuja la silla hacia adelante y guarda las llaves en el
bolsillo trasero de sus vaqueros.
—El que está calle abajo por esa antigua zona de Las Vegas —digo
evasivamente, alejándome de la mesa. Recojo mi lata y me dirijo hacia el
pasillo—. Voy a ir a la cama temprano, para estar descansada para mañana. —
Miro sobre el hombro en tanto camino hacia la puerta—. ¿Dejamos para otro
día la celebración? Solo quiero celebrar si consigo el trabajo.
Me analiza con una mirada socarrona. —¿Dónde es la entrevista de
trabajo, Lila?
—En ningún lugar. —Camino rápidamente por el pasillo para evitar más
cuestionamiento. Una vez que llego a mi habitación, cierro la puerta e inhalo el
silencio, pero tan pronto como doy un paso lejos de la puerta, se abre y Ethan
entra caminando.
—¿Dónde es la entrevista, Lila? —repite, permaneciendo en la puerta,
luciendo enfadado.
Dejo la lata de la soda en una de las cajas que todavía no he
desempacado y luego me cruzo de brazos. —¿Por qué esto te molesta tanto?
Creí que estabas simplemente feliz de que finalmente tuviera una entrevista.
Se mueve y luego recorre sus dedos por el cabello, peinándolo lejos de
sus ojos. —Porque… tú no… —Tartamudea, y lo encuentro muy divertido—. No
estás aplicando para ser stripper, ¿verdad? —Su mirada se bloquea con la mía,
y furia arde en sus ojos.
Sin alejar mis ojos de él, me siento en el borde de mi cama. —¿Por qué
importaría si fuera así? Pensé que amabas a las strippers.
Se encoge, recostándose indiferentemente contra la puerta. —Eso no
importa, pero ese no es el lugar para ti. Eres demasiado… —Su mirada recorre
todo mi cuerpo, haciendo incluso a la frialdad del aire acondicionado sentirse
sofocante.
—¿Demasiado qué? —insisto.
Su atención se detiene en mi pecho y luego parpadea, encajando sus ojos
en mi rostro. —No es nada… Solo no encajas en un lugar como ese.
Doblo mi rodilla y desato mi sandalia, contoneando mi pie para sacarlo.
—Pienso que muchas personas estarían en desacuerdo contigo. —Sacudo mi
pecho y luego ruedo los ojos—. ¿Para qué más soy buena?
Se queda cerca de la puerta, agarrando la perilla. —Eres buena para un
montón de cosas, simplemente no lo ves.
De acuerdo, eso fue un poco dulce. —¿Cómo qué exactamente? —Arrojo
mi sandalia hacia el armario sin levantarme—. No puedo hacer nada yo sola,
digo, tuviste que enseñarme a utilizar el lavavajillas, por Dios.
Suelta la perilla y se sienta junto a mí en la cama mientras me quito la
otra sandalia. —¿Y qué? Todos tienen que aprender alguna vez. Tú solo estás
aprendiendo un poco más tarde que la mayoría de las personas.
—Porque soy una mocosa mimada que siempre tuvo una criada.
—Sin embargo, ya no lo eres. Te estás convirtiendo en una Lila
independiente y fuerte. —Me guiña y me da una sonrisa torcida—. Y esa Lila no
pertenece a un club de stripper.
Creo que podría haberme enamorado de él. Nadie jamás me ha dicho
algo tan bonito o dado esa clase de confianza. De hecho, me han dicho lo
contrario por tanto tiempo como puedo recordar. Lila, nunca lo lograrás. Lila,
eres inútil. Lila, estás arruinando a esta familia. Nadie nunca te amará si no
cambias hacia algo que puedan amar. Sé perfecta. Porque nadie te querrá si no
lo eres.
—Aunque sé que vas a molestarte conmigo por decirte esto —comienzo,
sacando mi pie de la sandalia—, eres muy dulce cuando quieres serlo.
Frunce el ceño con molestia. —No soy dulce. De hecho soy muy, muy
malo.
—Estás tan convencido de eso. —Una vez que consigo quitarme el
zapato, me dejo caer en la cama, sin molestarme en tirar de mi camisa cuando
se sube en mi estómago—. Tengo que llevar más de mi ropa a esa tienda
mañana porque me estoy quedando sin dinero. ¿Puedes darme un aventón? ¿O
puedo tomar prestada tu camioneta?
Se recuesta a mi lado en la cama, sorprendiéndome, y gira su cabeza en
mi dirección. —Dices eso como si fuera lo más trágico que te haya sucedido.
—De alguna manera lo es. —Hago un puchero, con mis brazos cruzados
sobre mi estómago y mi mirada fija en el cielo raso—. Tan superficial como va
sonar, adoro mi ropa.
—Lo superarás. —Pasa sus dedos sobre mi estómago expuesto, sobre la
cicatriz escondida detrás de la cinturilla de mis pantalones cortos, y contengo
la urgencia de estremecerme y gemir—. Además, no estás vestida muy elegante
en este momento. —Se apoya en su hombro, conservando sus dedos en el
estómago, sin embargo ni siquiera estoy segura de que se dé cuenta de que
están allí. Le echa un vistazo a mi camisa violeta ajustada que Ella olvidó y mis
pantalones cortos de mezclilla que nunca usé hasta hoy—. Y luces jodidamente
bien.
—Estoy vestida de esta manera debido a donde apliqué. —Tengo que
esforzarme para mantener mis pulmones en movimiento mientras continúa
trazando con sus dedos de un lado a otro mi estómago. El interior de mis
muslos comienza a estremecerse, más que cualquiera otra vez que un chico me
ha tocado—. Tenía que meterme en el papel.
—¿Y dónde interpretas ese papel? —Arquea una ceja y luego pellizca
juguetonamente mi estómago justo arriba de mi vientre, y una sensación
ardiente se extiende profundo en mi interior—. Vamos, solo dime dónde
podrías estar trabajando porque acabaré descubriéndolo de alguna manera.
A regañadientes, suspiro—: Bien… En el bar Danny‘s Happenin.
Sus dedos dejan de moverse y sus cejas se arquean. —¿El que está en el
viejo bulevar?
Asiento, evitando el contacto visual con él. —Sí, sería ese.
Sus dedos permanecen en mi estómago por lo que parece una eternidad,
cegándome con calor y ensordeciéndome con deseo. Me hallo tan aliviada para
el momento en que los aleja porque juro que estoy al borde de tener un
orgasmo. —¿Bailas?
Levanto la cabeza en su dirección, finalmente encontrando su mirada. —
¿Por qué suenas tan sorprendido?
Titubea, mordisqueando su labio. —Es que es difícil imaginarte
bailando… de ese modo.
—¿Como una zorra? No veo porque te sorprendería eso.
—No es de zorra —dice, aún pareciendo desconcertado mientras sus ojos
hacen un rápido recorrido de mi cuerpo—. Es… sexy y de algún modo erótico,
al menos por lo que puedo recordar. Ha pasado un tiempo desde que he estado
por allí.
—No es tan sexy… Digo, no me quito la ropa ni nada —explico—. Solo es
bailar es un bar y algunas veces en la barra, dependiendo de la noche. Tengo
que utilizar ropa común… bueno, ropa común ajustada. Y eventualmente me
enseñarán cómo servir.
—Sé lo que es, Lila. —Su mano se mueve perezosamente por mi cuerpo
de nuevo, y juro por Dios que voy a derretirme por el calor emergiendo de sus
ojos. Entonces nota sus dedos en mi estómago y, parpadeando hacia ellos,
rápidamente retira su mano.
Me siento, sin querer estar en la cama con él por más tiempo porque
estoy preparada para sentarme en su regazo y obligarlo a estar conmigo. —
Mira, necesito descansar un poco. —Me bajo de la cama y me encamino hacia
la puerta, abriéndola más de modo que entenderá la indirecta para irse y
dejarme estar cachonda por él en paz.
No se levanta, solo se apoya sobre sus codos. —¿Quieres que me vaya?
—Finge un puchero sexy, tratando de ser divertido, pero resulta más delicioso
que cualquier cosa—. Pensé que ibas a mostrarme los movimientos que usaste
cuando aplicaste.
Coloco la mano en mi cadera y le doy una mirada exagerada de
irritación. —Ethan, en serio, deja de burlarte de mí. Solo tuve que llenar una
solicitud hasta ahora. Además, realmente no quieres verme bailar. Solo quieres
intentar hacerme sonrojar o algo así.
—¿Por qué querría hacer eso?
—Porque… No tengo idea. Dime tú.
Se sienta y cruza los brazos, flexionando sus músculos. —Es algo para
considerar. Podrías practicar conmigo. —Sonríe con suficiencia—. Soy un juez
excelente.
Pongo los ojos en blanco. —Estoy segura de que lo eres.
Ríe entra dientes, completamente complacido consigo mismo, y luego se
pone de pie. —¿Seguro que quieres que me vaya? Quiero decir, asumo que esa
es la razón por la que estás de pie junto a la puerta luciendo toda ardiente y
enojada.
Abro la boca para decir, ―Vete, por favor‖, pero nada sale. Nunca quiero
que se marche, lo que es muy malo. Podría culpar al hecho de que me gusta su
compañía, pero lo cierto es que lo necesito. —¿Quieres mirar una película?
Sonríe ampliamente. —¿Una cursi y poética, tal vez?
Apunto con un dedo hacia él. —Sabes que no existen. Tratamos de
encontrar una en Netflix, ¿recuerdas?
Se endereza, ordenando su cabello. —Estoy seguro de que existe una,
simplemente no hemos buscado lo suficiente… Pero podemos mirar una
película.
—¿Cuál?
—¿Cualquiera que te apetezca?
Levanto mis cejas para expresar mi duda. —¿Y qué tal si elijo la película
más femenina de la historia?
Bosteza, estirando los brazos por encima de la cabeza, mostrando sus
abdominales tan duros como una roca y la ingeniosa tinta en su piel. —
Supongo que por fin tomaré una siesta. He estado esperando para tomar una
todo el día.
Ruedo los ojos, pero sonrío. —Secretamente creo que te gustan las
películas de chicas —digo, mientras nos dirigimos hacia la sala de estar.
Niega con la cabeza, pero lo escucho reír entre dientes. —No la película,
solo la compañía que viene con ella.
No digo nada, porque no puedo. Nunca he estado con chicos que me
hayan halagado por nada además de mis pechos o mi culo. Me sitúo en el sofá
mientras Ethan pone la Xbox, para que podamos transmitir Netflix. Agarrando
el control remoto, se sienta en el sofá junto a mí. Se coloca más cerca de lo que
esperaba, con su rodilla descansando contra la mía, y se siente casi
dolorosamente bien, hasta el punto donde mi cuerpo se siente como si va a
explotar de la tensión y calor, y mientras lo odio, también me encanta porque
nunca lo he sentido antes. Es loco y extraño, como si fuera virgen de nuevo o
algo así, y eso altera todo mi proceso de pensamiento. Por primera vez en mi
vida, me imagino a mí misma sentada a su lado, haciendo exactamente lo
mismo en diez años. Estaríamos viviendo en el mismo apartamento de mierda y
Ethan aún estaría trabajando en su empleo en la construcción porque él nunca
se graduó de la secundaria y no creo que se preocupe lo suficiente para hacer
algo más en su vida. Y yo no iría a ninguna parte, ya que apenas puedo
conseguir un trabajo como bailarina en un destartalado bar. Aún estaría
usando un traje que sacaría de un estante de liquidación y tendríamos los
mismos muebles de mierda porque Ethan odia las cosas de lujo y no nos
podríamos permitir entre nuestros sueldos de mierda. Pero a pesar de la
pobreza, todo estaría bien. De hecho, me imagino a mí misma feliz, incluso si
yo fuera pobre. He tenido todo antes, por lo menos en lo que respecta a lo
material, y mira donde me llevó. Adicta a las pastillas, esforzándome por cuidar
de mí misma y soportando todo el trauma emocional que no pude enfrentar
porque había sido enseñada que estaba mal demostrarlo porque era cualquier
cosa menos bonito y perfecto. Me sentía tan satisfecha ahora, y quería seguir
sintiéndome así. Genuinamente satisfecha.
Ethan cubre con sus brazos el respaldo del sofá y sus dedos cepillan mi
cabello lejos de mi cuello. Comienza a buscar a través de las películas,
preguntándome sobre ellas, y yo respondo con respuestas mínimas porque
estoy demasiado envuelta en lo que le está pasando a mi cuerpo y mente. Hay
tanta claridad en ella y estoy extremadamente consciente de todo, desde la
manera que su labio esta hinchado ligeramente donde él mastica la
embriagadora fragancia de él. Incluso puedo sentir el calor que fluye de su
cuerpo, calentando mi piel y ni siquiera está tocándome. Es increíble. Claro.
Sin diluir. ¿Es eso lo que he estado perdiendo? ¿Todos estos años? ¿Es esto
como las cosas se supone que se sienten? Caliente y el corazón golpeteando, en
lugar de frío y silencioso. Si lo es, sin embargo, entonces, ¿qué diablos se
supone que debo hacer con ello?
Un poco dentro de la película Ethan se queda dormido y se desploma,
poniendo su cabeza en mi hombro. Estoy bastante segura de que no tiene ni
idea de que él lo hizo y me pregunto qué pensará cuando se despierte. Dejo que
se quede allí, pasando mis dedos por su pelo, a través de su nariz, su
mandíbula, sus labios, como una enredadera tocando a alguien en su sueño.
No puedo evitarlo sin embargo. Tiene una piel tan suave e increíbles labios. Me
pregunto a que sabrían si nuestras bocas finalmente entraran en contacto
entre sí.
Estoy sonriendo al pensarlo cuando él comienza a murmurar en su
sueño. Al principio es muy tranquilo y casi suena como si estuviera diciendo
―Lila‖, pero entonces comienza a ser más fuerte y me doy cuenta de que está
diciendo—: London, no me dejes... Por favor, quédate... Te necesito...
¿London? ¿Es una persona? Si es así, Ethan nunca mencionó una
London antes. ¿Quién podría ser? ¿Una novia? Pero si son entonces ¿por qué
nunca nos ha presentado? Una lista interminable de cosas pasa por mi mente
y me doy cuenta de que a pesar de que duerme con cualquiera, la idea de que
él tenga una novia es como un cuchillo en el corazón. El sexo es insensato,
pero una novia podría importarle.
Tal vez incluso amar.
Ethan
—Oh, Ethan —canturrea London, mientras salta a través de un campo.
Hay una ardiente hoguera cerca de los árboles en la distancia y el humo se eleva
hacia el cielo estrellado. Hay una fiesta y la gente está riendo, gritando,
bebiendo, teniendo relaciones sexuales y London está en el campo saltando
como la chica extraña que es.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, bebiendo mi cerveza mientras camino
detrás de ella, mirándola moverse a través del campo de hierbas altas y feas—.
Vas a hacer que nos perdamos.
Ella gira y gira, con su cabeza ladeada hacia atrás, su cabello negro
mezclándose con la noche. —Me estoy divirtiendo. —Gira de nuevo y para
cuando la alcanzo—. ¿Qué hay de ti? —pregunta, sin aliento.
Bebo el resto de la cerveza y entonces aplasto la copa, lanzándola contra
el lodo. —¿Qué hay de mí?
Sonríe, caminando hacia mí, meneando sus caderas. —¿Te estás
divirtiendo?
—Muchísimo —le digo rotundamente, poniendo mis manos en sus caderas.
Frunce el entrecejo. —Bueno, eso suena convincente.
Suspiro, dejando caer la cabeza hacia adelante así la presiono contra la
suya. —Lo siento, estoy cansado. Hay demasiada gente en esta fiesta para mi
gusto.
—Puedes ser un gran aguafiestas —dice—. Pero solo la mitad del tiempo.
Y luego algunas veces estás totalmente en sintonía.
—Estoy totalmente en sintonía cuando me emborracho o drogo —admito—.
Pero cuando estoy sobrio, me vuelve completamente loco.
Hace una pausa, enganchando su dedo en mi cinturón. —A veces pienso
que vas a hacer las maletas y marcharte por tu cuenta.
No respondo de inmediato, alejando mi frente de la suya, para mirarla a
los ojos. —A veces pienso en ello. Hacer las maletas y salir a la carretera.
—¿Me llevarías contigo si lo haces?
—¿Te gustaría ir conmigo?
—Tal vez... No lo sé. —No parece quererlo—. ¿Te gustaría que vaya
contigo?
—Tal vez —dijo, pero honestamente no estoy seguro. Me gusta, más que
cualquier otra chica, pero hay momentos en los que pienso en no dejar solo mi
vida atrás, si no a todo el mundo en ella.
—Eres un idiota —dice—. No puedo creer que no quieras llevarme contigo.
—Nunca dije eso —le digo.
—Pero no lo negaste completamente —replica.
El silencio crece a nuestro alrededor y ella me abraza, pasando los brazos
alrededor de mi cintura. —Está bien, retiro el “tal vez”. Quiero ir contigo, pero
solo para que me saques de este lugar, de mi vida. —Su voz es plana, triste,
carente de cualquier emoción. Se pone de esta manera a veces cuando habla de
su vida.
Beso la cima de su cabeza. —¿Qué hay de malo en tu vida?
—¿Qué hay de malo en la tuya? —dice, esquivando la pregunta como
siempre lo hace cada vez que intento cavar profundamente en su psique.
—Nada, excepto que no la quiero —le contesto, tirando de ella contra mi
pecho—. London, si quieres que te lleve conmigo, entonces lo haré.
—Bueno, necesitaré que me avises antes de que vayamos —bromea, y la
tristeza abandona su voz—. Voy a tener que revisar mi calendario. Estoy muy
ocupada este verano.
Pellizco su culo, y chilla, alejándose de mí. Sale corriendo a través del
campo y corro tras ella, pero en algún lugar a lo largo de la línea la pierdo y la
oscuridad la traga entera.
—London —la llamo, pero no responde. Oigo su risa en alguna parte, pero
no puedo averiguar dónde—. London…

Alguien está sacudiendo mi hombro y me despierto de mi sueño. Me


siento caliente, como si tuviera fiebre y mi corazón está corriendo de forma
errática.
—Eres un peso ligero —dice Lila, cuando abro mis ojos. Estoy acostado
de espalda, descansando mi cabeza en su regazo, y mis pies levantados en el
apoyabrazos.
Soy muy consciente de lo cómodo que parezco en el exterior, pero por
dentro soy un desastre cuando los recuerdos de London flotan en mi cabeza.
Una vez más, me hallo atrapado en algún lugar entre Lila y London, y no sé
cómo superar a London completamente, para estar solo con Lila.
Ella se cierne sobre mí, mostrando dolor en sus ojos azules, como si
estuviera molesta por algo. —Te desmayaste, como, diez minutos después de
que comenzara.
—¿En diez minutos? —Instantáneamente repongo mi humor, tratando de
olvidar mis pensamientos de London mientras parpadeo hacia Lila—. Debería
obtener una medalla por eso o algo así.
Rueda los ojos y se sienta hacia atrás en el sofá para que pueda
incorporarme. —No fue tan malo.
—No, fue terrible. —Extiendo los brazos por encima de mi cabeza y
bostezo mientras bajo mis pies al suelo.
Me mira con esa expresión extraña en su rostro, como si estuviera
tratando de descifrar un rompecabezas. —¿Quién es... Quién es London?
Mi corazón casi cae en mi estómago como un choque a través de mí. —
¿Qué?
—London —repite, relajándose en el sofá, con una mirada atenta en su
rostro—. Murmuraste su nombre en tu sueño —Las comisuras de sus labios se
curvan, pero se ve forzado—. Al principio creí que decías mi nombre y pensé:
qué grosero, está teniendo sueños sexuales conmigo. Pero luego me di cuenta de
que decías London, y me pregunto si tienes una novia secreta o algo.
—No es nadie —espeto, tratando que mi voz suene normal, pero nunca
he hablado con nadie acerca de London, porque hablar de ella hace que todo
sea real—. Así que no te preocupes por eso.
Sacude la cabeza. —No te pongas insolente conmigo. Tú sabes mucho de
mí, cosas que preferiría que no supieras, y creo que es justo que yo sepa
algunas cosas sobre ti.
—Sabes cosas sobre mí —digo, tratando de no romperme, porque sería
malo, tanto para ella como para mí—. Ahora deja el tema.
Lo considera y luego su expresión se oscurece de forma diferente a Lila.
—No, es mentira. —Se acerca más en el sofá—. Te has metido tanto en mi
cabeza estas últimas semanas y no es justo que yo no sepa mucho de ti.
—Sabes lo suficiente. —Mi voz es firme y llena de una advertencia para
que no vaya por este camino.
—Al parecer no, ya que nunca he oído hablar de esta London, sin
embargo, parece ser importante para ti.
—Lila, déjalo —advierto, sentándome y estirando los brazos por encima
de mi cabeza—. No quieres ir allí.
—Sí, sí quiero. —No estoy seguro de por qué, pero parece como si
estuviera buscando una pelea.
La ira se estrella a través de mí, una oleada de fuego, lista para quemar
todo a su paso. Soy una persona muy controlada, salvo por una vez, justo
después de enterarme de London, la única vez que perdí el control. La única
vez que me convertí en mi padre y le grité a todo el mundo, rompí cosas y
mostré mi rabia. —Cierra la maldita boca. —Mi voz es baja, pero el tono
profundo es peor que esté gritando.
Sus ojos se humedecen, como si estuviera a punto de llorar. —Tú cierra
la puta boca. Solo te hice una maldita pregunta.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, y luego me pongo de pie. —
Me voy a mi habitación. —Mientras camino hacia el pasillo, me mira, luciendo
furiosa, irritada y un poco herida, justo como London me miró la última vez
que la vi, la última vez que me alejé de ella.
Pero no me atrevo a regresar. Me siento demasiado disgustado por
London y las emociones que emergen desde mi interior, y eso me hace querer
salir corriendo a buscar a alguien para follar. Pero no puedo. Dios, no he
podido desde que Lila vino a mi casa, y la verdad, he estado bastante conforme
hasta ahora.
Mi cabeza se encuentra en un lugar extraño a causa del sueño. Trato de
no pensar en London, pero ella siempre me alcanza, si estoy despierto o
dormido. Además, Rae no deja de enviar mensajes de texto, lo que no ayuda.
Tres a cuatro veces al día, todo el maldito día, me manda mensajes de textos o
de voz. He estado revisando sus llamadas, negándome a contestar hasta que
esté seguro de lo que quiero hacer.
Me encierro en mi cuarto y hago lo único que se me ocurre para tratar de
aclarar mis pensamientos. Escribo.
Estoy asustado. Más de lo que quiero admitir. El miedo nunca ha sido un
sentimiento con el que he estado cómodo. Siempre adopté el comportamiento
artificial y controlado porque no creo que nadie tenga que saber lo que hay
dentro de mí. Al igual que el hecho de que todavía me siento destrozado, rasgado
por la mitad, con mi alma dividida, porque la única chica con la que pensé quería
estar, es una cascara en el exterior que todavía existe en todos los aspectos
hasta incluso el lunar que tiene encima de su labio. Eso sigue allí, junto con sus
ojos color avellana y la cicatriz sobre su boca. Su piel continúa perfectamente
lisa. Aún existen sus miradas, pero ella no. La London que conocía —la del
pasado— ya no está más. Ha olvidado su vida, y la vida para ella ahora es solo
sobre el futuro. Todo lo demás está perdido.
Pero lo que realmente me preocupa es que si voy a verla, por fin voy a
tener que dejarla ir. Para siempre. Y es lo más aterrador que quiero, y a la vez,
no quiero hacer. Deseo seguir adelante, tal vez con Lila, y sin embargo, quiero
aferrarme a London porque es más fácil que sentir todo lo que viene con dejarla
ir. Pero en el fondo, me doy cuenta de que con el tiempo voy a tener que decir
finalmente adiós.
12
Traducido por sweet_writer& Nina Carter
Corregido por Cotesyta ✿

Lila
Ha pasado poco más de una semana desde que mencioné a la tal
London, y Ethan apenas me habla. Me evita la mayor parte del tiempo, pero
cuando nos cruzamos, se pone muy serio, como si solo fuéramos compañeros
de habitación y nada más. Sea quien sea esta misteriosa London, obviamente
significa algo para él. Al principio pensé que era una novia secreta, por la forma
en la que gimió su nombre después de quedarse dormido en el sofá. Me dolió.
Mucho. Nunca tuve problemas con que se acueste con mujeres, o por lo menos
podía vivir con ello. ¿Pero una novia? La idea fue arañando mi piel como si lo
hicieran uñas muy cuidadas.
Cuando empecé a hacerle preguntas al respecto, sin embargo, la chispa
de la ira, el malestar y dolor en sus ojos me hizo creer que podría haber sido
alguien a quien amaba. Pero llegar al fondo del asunto parece casi imposible
cuando ahora lo único que me dice es ―hola‖. Me molesta un poco, porque él
sabe mucho de mí. Pero cuando pienso en ello, Ethan siempre ha sido más un
oyente que un hablador, y es muy reservado con sus cosas personales.
Me dieron el trabajo en Danny‘s, y todavía estoy pensando si me gusta o
no. Honestamente, no ha sido tan malo, pero, todavía no he ido a la barra y
continúo bailado. Hoy se supone que es el gran día.
Después de echar un vistazo a mi reflejo en el espejo por lo que parece
una eternidad, salgo. Ethan se halla sentado en el sofá, viendo las noticias,
aunque su mirada vidriosa expresa que debe estar soñando con algo que no
sea el clima. No tiene camisa y usa unos pantalones cortos desgarrados. Su
pelo es un desastre y sus ojos son de color rojo, como si estuviera drogado,
pero sé lo suficiente sobre él para saber que no es así.
Recojo mi bolso y una chaqueta de la mesa, y sus ojos vagan sobre mí.
Por lo general, de inmediato me pasa por alto, pero esta noche mi traje lo pone
en marcha, lo que yo esperaba.
—¿Qué diablos llevas puesto? —Se sienta, dándome una mirada sucia
mientras se fija en mi apretada camiseta blanca que muestra el estómago, los
pechos y el sujetador de leopardo que llevo debajo. Tengo un par de pantalones
muy cortos que revelan algo de mi culo cuando me agacho, lo que una de las
camareras me dijo que va a suceder un montón ya que los chicos suelen tirar
las propinas al suelo.
—Yo podría hacerte la misma pregunta —replico, moviendo la tira de mi
bolso sobre el hombro—. Hay una cosa que se llama camisa, ya sabes.
Estrecha los ojos. —¿Qué demonios te hice?
—¿Además de ignorarme las últimas semanas? —digo, abriendo la
puerta delantera—. Nada.
—No te estoy ignorando —dice en voz alta—. Simplemente opto por no
pasar tiempo contigo. Algo que los compañeros hacen mucho.
Asomo la cabeza por la puerta. —Estás siendo un idiota y no sé por qué.
No te hice nada, además de una maldita pregunta.
Sus ojos se suavizan y creo que va a pedir disculpas, cuando se pone de
pie y se pavonea hasta la puerta. Pero entonces, dice—: Te ves como una puta.
Eso toca una fibra sensible, rompiendo mi conexión con él. Elevo la
mano para darle una bofetada o empujarle; ni siquiera estoy segura de qué.
Pero entonces decido no hacerlo y, temblando de rabia, bajo por las escaleras.
—¡Ni siquiera sé lo que hice! —le grito, sin preocuparme de estar haciendo una
escena. He pasado toda mi vida tratando de no hacer una escena, y estoy
cansada de ello. Ya nada se siente bien.
—Tú no has hecho nada... Todo esto es mi culpa... Lo siento —me dice
en voz alta Ethan, pero ya estoy corriendo por el aparcamiento así que sus
palabras golpean mi espalda.
No tengo otra opción para viajar que no sea tomar el autobús o caminar.
Es un largo paseo, así que tomo el bruto y maloliente autobús. Me siento en la
parte de atrás, hirviendo de ira, poniendo rápidamente mi chaqueta por encima
de la ropa de zorra. Nunca antes me preocupó ser una puta. Me han dicho así
desde que tenía catorce años. Pero esa maldita palabra ―puta‖, me envía de
nuevo a esa tiempo que he tratado de olvidar.

—Solo acuéstate en la cama —dice Sean con una voz tan sensual que me
hace sentir cálida y amada en el interior—. Te prometo, Lila, que te vas a sentir
bien.
Acababa de poner el anillo de platino en mi dedo, diciendo que esperó
para dárselo a alguien especial. Mi cabeza se siente un poco confusa, debido a
los pocos tragos que tomé antes de venir a su casa. No me gusta beber, pero mis
amigos me dijeron que era necesario para esta noche, sobre todo si iba a perder
mi virginidad. Toda la nubosidad se evapora mientras parpadeo hacia él y veo el
amor en sus ojos verdes, incluso si él todavía no lo ha dicho en voz alta. Yo sé
que me ama, porque nadie me ha mirado de esa manera, como si me quisiera.
—Quítate la ropa —susurra, inclinándose para darme un beso en la boca.
Asiento mientras se inclina lejos y me pongo a desabotonar la camisa
blanca que tengo que usar todos los días en la escuela. Mantengo mis ojos en él
mientras busco a tientas los botones, amando y temiendo la mirada hambrienta
en sus ojos.
—Tienes unas pestañas hermosas —le digo mientras deslizo mis brazos
por las mangas y dejo caer mi camisa al suelo. Estoy de pie en mi sujetador
blanco simple, mi falda de tela escocesa y calcetines hasta la rodilla, el atuendo
estándar del reformatorio de Nueva York. Nunca he estado en topless frente a un
hombre, pero Sean no es cualquiera. Poco a poco me acerco a él, tratando de lucir
sexy y confiada, pero mis nervios estallan en el interior. Deslizo mis dedos hasta
la parte delantera de su camisa, sintiendo su pecho duro como una roca debajo
de ella, fingiendo que no me aterra lo que está a punto de suceder, fingiendo que
soy más experta de lo que realmente soy.
Sus músculos se contraen cuando toco su cuello, y por un segundo, la
suavidad que siempre he visto en sus ojos helados se va. Pero la mirada
extrañamente fría se desvanece rápidamente cuando pone su mano grande
sobre la mía.
—Los chicos no quieren que se les diga que tienen las pestañas hermosas,
Lila —dice en un tono plano—. Piensa en algo mejor.
Trago saliva, preocupaba de estar desanimándole. Busco en mi mente algo
que decirle, cualquier cosa que consiga que deje de mirarme como si yo fuese
una chica ingenua e inexperta. Pero me parece que no puedo pensar en nada
ingenioso y atractivo a través del mar masivo de alcohol en mi cabeza.
Sintiendo mi pánico, recoge mis manos delante de mí. —Relájate, Lila. No
voy a hacerte daño.
—Nunca dije que lo harías —Sueno atragantada y sé que él puede sentir
mi pulso golpeando a través de las muñecas que tiene atrapadas entre sus
manos.
Sonríe, mirando la habitación poco iluminada. Ha encendido velas en las
mesitas de noche y en el alféizar de la ventana, creando el aroma a lavanda y
resplandor perfecto para hacer el amor. Decoró la cama con pétalos de rosa, hay
cortinas de gasa que encierran la elegante cama con dosel, y música suave fluye
en el fondo. Todo es perfecto. Puedo sentirlo, lo que significa que esto está bien.
Que es lo que buscaba. Tengo el hombre perfecto, más maduro, con rastrojo y
una mandíbula firme, y él está vestido con un traje de fantasía. Estas son las
cosas que mi madre siempre me dijo que debo buscar en un hombre. Sí, ha sido
un poco duro conmigo, y cuando estamos con otras personas me ignora, pero
solo porque tiene que serlo ya que él es mayor.
Acaricia delicadamente mi mejilla y mis reservas se derriten como la cera
de las velas alrededor de la habitación.—Confías en mí, ¿no?
Asiento, mirándole. —Por supuesto.
Una sonrisa astuta curva sus labios. —Bueno. —Se inclina, poniendo sus
labios en mi oído, y respira en mi piel. Trato de no estremecerme, porque sé que
me hará parecer inmadura, pero no puedo evitarlo y mi hombro se mueve hacia
arriba—. Acuéstate en la cama para mí —dice en voz baja, y luego roza mi oído
con los dientes.
—Va…Vale —digo sin aliento.
Se inclina hacia atrás y sus ojos casi parecen negros por la iluminación
inadecuada mientras retrocedo hacia la cama, y poco a poco me meto dentro. Mis
rodillas tiemblan mientras me hundo en el colchón, permaneciendo en el borde.
—¿Quieres… quieres que me vaya quitando la falda? —Sueno nerviosa,
pero él es tan experimentado y yo no, y estoy haciendo un trabajo terrible
ocultándolo.
Camina de un lado a otro frente a los pies de la cama, trazándolo con su
dedo. —Déjatela por ahora. —Cuando llega a uno de los postes de la cama, se
detiene y comienza a desenrollar una cuerda deshilachada que no había notado
que estaba allí hasta ahora.
Mis ojos están fijos en ella, mi cuerpo lleno de incertidumbre mientras
desenreda la cuerda de la pata de la cama y la enrolla alrededor de su mano. —
Pareces nerviosa —observa, rodeando la cama de nuevo y viniendo hacia mí—.
Pensé que confiabas en mí.
—Así… así es —tartamudeo, incapaz de apartar los ojos de la cuerda—.
Solo que pareces diferente esta noche.
Pone un dedo bajo mi barbilla y me obliga a mirarle. —Escúchame, Lila
Summers. Nunca haría nada para lastimarte, ¿entendido? —Hace una pausa,
esperando a que yo asienta con la cabeza, y lo hago, casi segura de que lo dice
en serio. Sonríe—. Bien, ahora túmbate para mí, por favor.
Obedezco, diciéndome a mí misma que lo amo, incluso cuando segundos
más tarde me dice que soy su putita mientras hace caso omiso a mis súplicas
para detenerle y me ata a la cama...

Doy un salto en mi asiento, a pesar de que el autobús se detiene cerca de


mi destino. Las puertas se abren y me precipito hacia el aire caliente y el polvo,
tratando de sacudir de mi cabeza los pensamientos de la lavanda y el doloroso
recuerdo de cómo se sintió la cuerda. Giro a la derecha en lugar de a la
izquierda, en dirección a una casa a la que sé que no debería ir, pero es difícil,
demasiado. Recordar las cosas que he hecho, las cosas oscuras que hice, está
haciendo que un sentimiento vil contamine mi estómago.
La casa se encuentra a unas cuadras de donde bajé del autobús. El
vecindario es agradable, acogedor; cada casa de dos pisos rodeada de
exuberantes jardines verdes salpicados de plantas y árboles pequeños. Cada
entrada para dos autos tiene un sedán de tamaño mediano y elegante, pero no
demasiado. Hay una ilusión de la perfección de la clase media en este barrio,
pero tras algunas de esas puertas cerradas vive un costado más oscuro de la
vida. Lo sé porque me dirijo a una de ellas.
Al final de la calle, me dirijo por la entrada y toco en la puerta que tiene
un decorativo signo de bienvenida. Jugueteo con ansias mientras espero. Mi
teléfono suena, notificando que tengo un mensaje de texto, pero meto la mano
en mi bolsillo y lo silencio. Quiero solo una cosa en este momento, y cuando se
abre la puerta, eso es lo que digo.
—Necesito uno ahora mismo —sueno con pánico y eso le va a dar a
Parker todo el poder, pero me importa una mierda en este momento. Solo
necesito sentirme bien.
Él se inclina contra la puerta, guapo, con el pelo rubio arenoso
perfectamente en su lugar, las mangas de su camisa de botones negros
enrollada hasta los codos. Tiene hoyuelos y su sonrisa es impecable. Parece
perfecto con su encanto y un doctorado. Perfecto. Perfecto. Perfecto. ¿No es esto
lo que mi madre quería para mí?
—Las dosis instantáneas cuestan más que una mamada —dice,
recostado contra la puerta—. Pero supongo que lo sabes, ya que eras casi una
putita durante toda nuestra relación.
Quiero decirle mil cosas, como la forma que odié cada segundo cuando
salimos. O cómo quise dejarlo después de nuestra primera cita; pensé en ello
un montón de veces, pero el hecho de que podía escribir recetas me hizo volver.
Pero decir esto va a molestarle y necesito hacerlo feliz en este momento.
—Sé lo que cuesta —le digo, dejando que la sensación repugnante se
haga cargo, porque sé que se irá pronto—. ¿Pero podemos hacer que sea un
rapidito? Estoy apurada.
Sonríe como un ladrón codicioso y asqueroso, haciendo que lo odie y ame
por eso. Lo odio por lo que me está haciendo darle, pero lo amo por lo que me
da a cambio.
Ethan
Sé que la he cagado al gritarle tal como mi padre siempre lo hacía con mi
madre, pero no fue para menospreciarla ni lastimarla. Le dije que parecía una
puta, porque lo parecía, pero odié que estuviese vestida de esa manera y lo
bien que lucía así. Odiaba que cada chico en ese maldito lugar donde trabaja
fuese a estar pensando las mismas cosas que yo.
Me he estado esforzando para mantener mi distancia, sobre todo después
de que mencionase el nombre de London. Nunca he hablado con nadie de
London, y de repente Lila me pedía hablar de ella. Me asustó porque me
asustaba lo que diría, que la echo de menos, pero en realidad no, que me
siento culpable por alejarme de ella, pero no quiero eso, quiero dejarla ir y
seguir adelante… seguir adelante con Lila.
Después de insultarla y que ella saliese corriendo, me doy cuenta de lo
mal que me he comportado la última semana. La expresión de su rostro era
tóxica. Peligrosa. Tengo que hacer lo correcto. Necesito dejar de meter la pata.
Trato de enviarle un mensaje un par de veces y al final decido ir a su trabajo,
con la esperanza de no tener de verla bailar en la barra. Tengo que pedir
disculpas.
Cuando llego, sin embargo, no puedo encontrar a Lila en ningún sitio. El
lugar está lleno de gente comiéndose con los ojos a las mujeres medio vestidas
agitando sus culos en el bar. Es la primera vez que estoy en un lugar como este
sin buscar entretenimiento, y es raro verlo desde el punto de vista de un
forastero. Me hace pensar un poco mal de mí mismo por estar aquí, y me
aborrezco por dejar que Lila trabaje en un lugar como este. ¿Por qué no la
paré? Seguro, necesita un trabajo, pero no uno así.
Paro a una de las camareras cuando se gira, usando un vestido
transparente, con una bandeja de bebidas. —Hola, hay una chica llamada Lila
que trabaja aquí. ¿La has visto? —Hay pánico en mi voz.
Me mira de la cabeza a los pies, y luego trata de deslumbrarme con una
sonrisa. —No, pero busques lo que busques, puedo dártelo yo.
—No, gracias —le digo, alejándome de una invitación abierta. Y no he
tenido sexo con nadie desde que Lila se trasladó hace veintidós jodidos días.
Jesús, estoy empezando a tener las pelotas hinchadas.
Me dirijo hacia el bar cuando mi teléfono vibra en el bolsillo. Lo saco
para revisar el mensaje de texto.
Lila: Lo arruiné.
Mierda.
Yo: ¿Qué pasó?
Lila: Hice algo malo… creo que podría necesitar tu ayuda.
Yo: ¿Dónde stás?
Lila: En el trabajo.
Miro las mesas llenas, los bailarines y el área del bar, que está repleta de
gente.
Yo: ¿Dónde?
Lila: En el baño.
Analizo la habitación hasta que veo el letrero del baño. Me muevo entre
la gente y empujo a cualquiera que esté en mi camino. Por fin, llego con
dificultad al pasillo, y las voces y la música se oyen con menos intensidad.
Camino hacia la puerta del baño y le envío un mensaje a Lila.
Yo: Estoy justo afuera.
Lila: ¿¿¿Por qué???
Yo: Porque quería ver si estabas bien.
Lila: Bien… entonces, puedes venir aquí… t necesito…
Necesito. Es una palabra muy fuerte. Respiro hondo antes de abrir la
puerta. Hay dos mujeres que se quejan de su reflejo en el espejo. Cuando me
ven, sus ojos se amplían.
—Señoritas. —Les sonrío carismáticamente.
No parecen impresionadas y huyen hacia la puerta mientras una de ellas
me dice pervertido, pero las ignoro. Analizo las puertas; todas están cerradas.
—Lila —digo.
Un segundo después, oigo su voz apagada. —Estoy aquí.
Al parecer está en el último cubículo. Me acerco y cuando pongo la mano
en la puerta, se abre. Está sentada sobre el piso mugriento, abrazando sus
piernas contra el pecho y con su mentón apoyado en sus rodillas. Usa la
misma ropa de antes, sin embargo, lleva puesta una chaqueta.
—¿Qué haces? —pregunto, entrando con cautela al cubículo.
—Lo arruiné —murmura, frunciendo el ceño hacia el piso.
Doy otro paso al interior y cierro la puerta tras de mí, poniéndole el
seguro. —¿Tomaste… tomaste una pastilla? —Mi corazón golpea en mi pecho
mientras espero su respuesta.
Ella me mira y sus ojos están rojos e hinchados, como si hubiera estado
llorando. —¿Me odiarías si lo hice?
Me agacho a su lado, aparto el pelo de sus ojos para poder ver mejor sus
pupilas y tener una mejor apreciación de su estado mental. —Nunca podría
odiarte, Lila. Yo… ya te dije que también recaí mientras intentaba recuperarme,
pero es importante que me digas la verdad para poder ayudarte.
Toma una respiración irregular y luego su mano tiembla cuando la
aparta de sus piernas y la estira hacia delante. En su palma, hay una pastillita
blanca.
—¡Mierda! —Me paso los dedos por el cabello; el alivio viene con tanta
fuerza que difícil mantenerse erguido—. ¿Tomaste… tomaste otra? —Tengo
miedo de averiguarlo y temo que tengamos que empezar de nuevo.
Niega con la cabeza y todo su cuerpo tiembla. —N-no, pero quiero tomar
esta. Lo quiero tanto, Ethan. Ni siquiera puedo… —Su pecho va de arriba abajo
mientras lucha por respirar—. Me está volviendo loca, incluso el tenerla en mi
mano.
Soltando el aliento, tomo la pastilla entre mis dedos mientras me pongo
de pie. Ella no dice nada, solo juega con el anillo en su dedo mientras me dirijo
al inodoro, sin embargo, sus ojos están fijos en mí.
Mantengo la mano sobre la taza, esperando a que me grite, pero solo
observa, horrorizada y aliviada al mismo tiempo cuando abro la mano y dejo
caer la pastilla. Cuando llega al agua, descargo el inodoro y luego me vuelvo
hacia ella, respirando de nuevo al fin.
—¿Estás bien? —pregunto.
Asiente; las lágrimas inundan sus ojos. —Lo siento.
Me pongo de cuclillas frente a ella otra vez, con la necesidad de
acercarme, como si una corriente eléctrica me estuviera guiando en su
dirección. Me abruma el hecho de cuánto quiero estar cerca de ella y cuánto
me arrepiento de traerla a este lugar sobre el piso. Todo es mi culpa y lo sé. La
jodí y ahora tengo que arreglarlo.
La miro a los ojos para ver qué está sintiendo, para hacerle saber lo que
yo siento. —¿Lo sientes, por qué? No hiciste nada malo. Yo soy el que te gritó.
Deja escapar una risa aguda mientras las lágrimas caen de sus ojos. —
¿Que no hice nada? Fui con mi distribuidor de drogas y el que escribe las
recetas, o como quieras llamarle, lista para follar con él para poder conseguir
solo una pastilla.
Mi corazón se contrae en mi pecho y lo siento como si fuera un nudo,
enrollado, una enredadera espinosa que serpentea por mi cuerpo y apuñala
cada parte de mí. Siento como si estuviera siendo destrozado por dentro, una
sensación que nunca he tenido y no puedo comprender su completo
significado. —Está bien —digo, incluso si no lo está. Ella folló con un tipo por
drogas. Lo folló. Lo folló. Tomo una respiración profunda y la suelto de forma
irregular.
—No, no está bien —dice, sorbiendo mientras sus lágrimas caen por sus
mejillas—. Lo arruiné. A lo grande.
Pongo mi dedo bajo su mentón para que me mire. —No, no lo hiciste. No
la tomaste y eso es bueno. Es asombroso.
—Lo sé —dice, exhalando con frustración—. Eso no es lo que me tiene
enfadada.
Inclino la cabeza hacia un lado, confundido. —Entonces, ¿por qué? Es
por… ¿es por lo que dije en el apartamento? Porque lo lamento mucho. Solo
fue… —Miro su cuerpo cubierto por la poca ropa que lleva puesta—. No me
gusta que te vistas así. En lo absoluto.
Sube y baja los hombros mientras inhala y exhala, pareciendo
avergonzada. —Robé la pastilla mientras Parker iba al baño. No dormí con él,
como prometí.
—¿Parker? —digo, con los ojos muy abiertos—. ¿Ese idiota con el que
salías? ¿Ahí es dónde consigues las pastillas?
Asiente. —Y las recetas. —Parpadea y luego el pánico invade sus ojos
cuando se pone de pie con rapidez, casi golpeando su cabeza con la mía, y
tengo que echarme hacia atrás sobre mis talones para salir de su camino—.
Mira, no importa. Va a estar enojado, Ethan. Vendrá por mí para recuperar lo
que tomé. Y voy a tener que dormir con él. —Empieza a caminar por el cubículo
mientras me levanto—. Normalmente, ese no era un problema, pero
normalmente estaba medicada. —Se muerde las uñas con ansiedad—. Se
sentía mal el simple hecho de que me bese. Podía sentirlo… —Sacude la
cabeza, y sus ojos se amplían por la revelación que está teniendo, sea cual
sea—. Podía sentir todo.
—Sin embargo, eso es algo bueno. —Apoyo la espalda en la pared,
consciente de lo aliviado que estoy por el hecho de que no se acostó con Parker,
pero también, furioso porque ese imbécil fuera su proveedor. En serio quiero
golpearlo—. Sentir cosas es algo bueno.
Deja salir un suspiro pesado mientras continúa yendo de aquí para allá.
—Lo sé, pero nunca siento, sabes. Todas esas veces, el sexo sin importancia,
era como una rutina. —Pone las manos a los lados y se detiene frente a mí,
mirándome a los ojos—. Quiero decir, en realidad, ni siquiera me gusta.
—¿No te gusta el sexo? —De acuerdo, el concepto es extraño para mí, y
hace que me pregunte qué sintió cuando casi tuvimos sexo. ¿Acaso todas esas
chispas que sentí fue cosa de una sola parte? ¿Es por eso que ella solo estaba
tendida ahí?
Asiente; sus ojos azules teñidos con el rímel están tan abiertos que
prácticamente salen de sus cuencas. —Sí, es solo algo que hago, no algo que
realmente quiera hacer. No se siente bien.
Un montón de pensamientos inapropiados atormentan mi cabeza en este
momento y cuesta una gran cantidad de energía deshacerme de ellos. —
Deberíamos llevarte a casa —digo y me muevo para tomar su mano.
Niega con la cabeza, se aleja de mí y las hebras de su cabello le cubren el
rostro. —Creo que podría haber perdido mi trabajo.
—Me alegro —digo, con honestidad; luego me acerco y le aparto el cabello
para ver su rostro—. No deberías estar trabajando en este lugar.
—Pero tengo que pagar la renta.
—Lo solucionaremos. Hay un montón de trabajos.
Niega con la cabeza otra vez y pasa los brazos a su alrededor en tanto las
lágrimas empiezan a caer por sus mejillas. —Eres demasiado bueno conmigo.
Tienes que parar. No lo merezco.
Es como si ella pensara que no es digna de la bondad. Quiero
preguntarle por qué piensa eso, pero no quiero que se enfade de nuevo. Tiene
que relajarse.
Trato de hacer una broma. —Eso es gracioso, porque hace unas semanas
no dejabas de decirme que era un idiota —Le sonrío, en un intento de alivianar
su ánimo.
—Detente —dice, quitando sus lágrimas y las manchas de rímel de sus
mejillas con la parte inferior de su blusa. Veo su estómago, suave y casi
perfecto, salvo por las cicatrices en el medio—. No bromees. Estás siendo
demasiado bueno otra vez y estoy tan jodida.
—Todos estamos jodidos —me acerco y, lentamente, aparto las lágrimas
de su mejilla con la yema de los dedos—. Cada uno a su jodida manera;
muchas personas no lo admiten en voz alta y luego tratan de cambiarlo. —
Deshago la distancia entre nosotros y pongo una mano en su brazo—. Pero tú
has hecho ambas cosas, lo que te hace jodidamente fuerte, Lila. Ojalá pudieras
verlo. Eres fuerte, increíble y hermosa, y mereces una vida extraordinaria más
que estar sentada en el piso de un baño de un bar. Mereces una vida
maravillosa. —Siento cada palabra que digo e incluso aunque estoy siendo muy
emotivo, no me arrepiento de nada.
Intenta apartar sus lágrimas, pero salen más. Empieza a sollozar y se
lanza a mí, envolviendo mi cintura con sus brazos. Me tenso, pero luego la
recibo en mis brazos, abrazándola con fuerza mientras ella entierra su rostro
en mi pecho y me invade una extraña sensación de calma. Siento paz con ella
en mis brazos, y si pudiera, la abrazaría por siempre, consolándola, haciéndola
sentir mejor de todas las formas posibles. Me toma un minuto comprender lo
que podría significar esto. Podría estar enamorándome de Lila. Y el instante en
que me doy cuenta es el momento en que no estoy seguro de haber estado
enamorado de London. Encaprichado con ella, tal vez. Amor, no lo creo. Porque
lo que estoy sintiendo ahora, esto es aterrador, como saltar de un acantilado,
tener el corazón en la mano y con los pensamientos acelerados que te llevan a
lo desconocido; estaba muy lejos de cualquier cosa que sentí por London.
Lila llora contra mi camisa durante una eternidad y acaricio su espalda
de arriba abajo con mis dedos, diciéndole que todo estará bien mientras beso
su coronilla una y otra vez, sintiendo que hay un cambio en mi vida y en mí
mismo. Mientras más tiempo pasa en mis brazos, menos quiero dejarla ir.
Quiero sostenerla. Oler su cabello. Besar sus mejillas hasta que no pueda
sentir mis labios, solo a ella. Quiero hacerle muchas cosas, muy lenta y
deliberadamente para poder sentir cada sensación.
Pero luego ella se aleja y me mira con sus ojos inyectados en sangre. —
¿Qué voy a hacer respecto a Parker?
—¿Qué quieres decir? —Mantengo mis brazos alrededor de sus hombros;
aún no quiero dejarla ir—. Si él se acerca a ti, le patearé el trasero.
—No quiero que te lastimen —susurra—. No tienes que pelear por mí.
Me río con fuerza de nuevo, hasta que me duele todo el costado. —Estoy
seguro de que puedo con Parker. De hecho, luce como el tipo de chico a quien
le gusta que lo abofeteen y lo jalen del cabello cuando pelea.
Contiene una sonrisa. —No es tan cobarde.
Pongo los ojos en blanco y niego con la cabeza ante el disparate. —
Estamos hablando del mismo tipo, ¿verdad? ¿Con el que saliste un tiempo?
Asiente y detecto el indicio de una chispa de diversión en su mirada. —Y
te emocionaste tanto cuando rompí con él.
—Estaba ebrio cuando lo hiciste.
—Recuerdo que jugábamos strip póker.
Sonrío, porque es un momento perfecto, una luz después de un episodio
oscuro. —Ah, strip póker —digo, y pongo su cabello detrás de la oreja—. Si
recuerdo bien, nunca te quitaste el sujetador cuando gané esa mano.
—Solo porque sabía que no podrías con mis atributos. —Sacude su
pecho y sus tetas rebotan contra mi pecho. Ella hace una pausa y luego apoya
su mejilla en mí, respirando tranquilamente—. Gracias, Ethan… por todo.
Podría decirle que no tiene que agradecerme. Que me alegraba hacerlo.
Que me encanta ayudarla. Pero no. Ojalá nunca hubiera pasado. En lugar de
eso, desearía que nunca hubiera tenido que pasar por todo esto.
—De nada —murmuro. Entrelazo mis dedos con los suyos y la guío hacia
la puerta, listo para llevarla de vuelta a nuestra casa y alejarla de este lugar.
Estoy listo para llevarla a casa.
A nuestra casa.
13
Traducido por Eni, Liz Holland & Gaz W. Finley
Corregido por AriannysG

Lila
Han pasado cuatro días desde mi pequeño episodio y en su mayor parte,
la vida ha sido bastante normal, salvo por mi necesidad incesante de
obsesionarme con Ethan. Desde que me encontró en el cubículo del baño, no
puedo dejar de pensar en él. Es peor que antes, una intensa obsesión
creciente. Ni siquiera estoy segura de lo que es. La manera en que me miró,
tocó, habló, bromeó conmigo, perdonó, y luego me llevó a casa. Son pequeñas
cosas, pero aun así significan tanto. Él puede ser duro, cortante, un poco
pervertido y completamente imperfecto según los estándares de mi madre, pero
en serio no lo querría de ninguna otra manera. Había tenido antes al supuesto
hombre perfecto, el que me dio anillos, me dijo que era hermosa, el que me dijo
que me amaba, que poseía su alma y que haría cualquier cosa por mí. Pero no
era más que un montón de mierda. Irreal. La perfección no existe. Realismo era
lo que necesitaba. Y Ethan era tan real como nadie que hubiera conocido.
Trato de entender lo que todo esto significa en términos de mis
sentimientos por él. Creí entender el amor una vez, pero resultó que me
equivoqué. ¿Podrían posiblemente los sentimientos que tengo por Ethan ser
amor?, no tengo idea, pero al final lo voy a descubrir, en vez de preguntar y
analizar todo.
Busco un trabajo otra vez, uno que Ethan apruebe, y aún me estoy
acostumbrando a ese hecho. Nunca nadie ha pensado tan bien de mí como
para creer que merecía algo mejor. Seguramente, mi madre tampoco aprobaría
el trabajo en Danny‘s, pero no porque pensaba que era mejor que eso. Pensaría
que el apellido Summers era mejor, pero no mi personalidad. De hecho, si
estuviera basándose solamente en mi modo de ser, diría que pertenezco allí,
algo que dejó bastante claro en sus últimas llamadas telefónicas.
—¿Hiciste qué? —prácticamente grita en el teléfono y tengo que
mantener el auricular lejos de mi oreja que resuena contra su voz—. ¿Te
mudaste allí con un chico?
Pongo el auricular de vuelta a mi oreja y lo sostengo entre mi cabeza y
hombro. —Sí, eso fue lo que dije.
—Sé que eso fue lo que dijiste —replica bruscamente—. Pero lo que no
entiendo es por qué diablos lo hiciste.
Enjuago los platos mientras cargo el lavavajillas. También aspiré, barrí y
limpié los baños, a pesar de que era algo molesto, sentí un poco de orgullo al
hacerlo. —Porque necesitaba un lugar para vivir.
—¿El chico es rico?
—No, es normal.
—Lo normal no es aceptable, Lila Summers. Lo normal no te lleva a
ninguna parte más que a quedar embarazada, viviendo en una choza y
deseando una vida mejor.
—Lo normal es perfectamente aceptable. —Sonrío para mí misma,
diciéndolo en voz alta, mientras froto un poco de algo verde de un plato debajo
de la corriente de agua—. Y además, qué te hace ser una especie de experta en
lo normal. Ni siquiera conoces alguien que lo sea.
—Tu tía Jennabelle lo es.
—No sabía que tenía una tía Jennabelle.
—Es mi hermana y no la conoces porque vive en un apartamento con sus
tres niños, tuvo que tomar un trabajo como secretaria para poder llegar a fin
de mes después que dejó a su esposo cuando comenzó a follar a otra mujer con
quien trabajaba. Y nadie quiere visitar a una miserable madre soltera
divorciada que vive en un apartamento de mierda. Si se hubiera quedado con
su marido y pasado por alto su error entonces no viviría en la parte más
decadente de la ciudad con un montón de drogadictos y criminales.
—Solo porque vivan en una parte decadente de la ciudad no significa que
sean drogadictos y criminales —digo—. Y me encantaría visitarla —argumento,
enjuagando un vaso—. Parece que es una mujer fuerte, que fue valiente para
abandonar a un hombre que obviamente no la amaba lo suficiente para
tratarla bien y ha sido capaz de cuidar de ella misma.
—Es pobre, Lila —espeta tan bruscamente como si la palabra fuera tan
sucia que ni siquiera tiene derecho a salir de sus labios—. Ni siquiera puede
permitirse un carro nuevo.
—Yo tampoco puedo —afirmo, deslizando algunos cubiertos bajo el grifo,
y restriego la suciedad con mis dedos.
—Bueno, es tu maldita culpa por ser tan terca. Podías haber tenido lo
que querías en la vida, Lila. La vida perfecta, pero sigues arruinando todo. En
vez de hacer lo que te digo que hagas y venir a casa, a vivir con nosotros hasta
que puedas regresar al buen camino y conocer a un chico agradable, uno rico
que cuidará de ti, estás viviendo en la pobreza, probablemente tomando el
autobús.
—No estoy viviendo en la pobreza —replico—. Todavía no. Gracias a mi
amigo normal que va a dejar que me quede aquí con él porque es bueno. El
dinero, los carros y la ropa bonita no lo son todo, madre. Y no me quiero
sacrificar estando alrededor de personas que solo les gusta tener una vida
glamurosa. —Guau, ¿Cuándo llegué a este lugar?—. Quiero estar con personas
que se preocupan por mí y por las que me preocupo. Eso es todo lo que quiero
en la vida. —Dios, me preocupo por Ethan. De verdad. Mucho.
—Bueno, es una manera hermosa de ver la vida. Tal vez deberías visitar
a tu tía Jennabelle y tener una probadita de lo que es la vida real —dice, y
luego agrega—: ¿Y qué demonios es ese ruido? Ese ruido de agua en el fondo.
—Agua. —Pongo el plato en el lavavajillas.
—Bien, sé lo que es —espeta—. ¿Pero de dónde viene?
Cierro el grifo y la puerta del lavavajillas. —Es del fregadero. —Presiono
el botón de encendido y me seco las manos con una toalla—. Acabo de lavar los
platos.
—¿Tú qué? —grita en el teléfono tan fuerte que mis oídos resuenan—. Se
acabó, Lila. Este tipo de comportamiento es inaceptable.
—¿Por qué? ¿Porque estoy limpiando? —Entro a la sala de estar y me
dejo caer en el sofá. He encendido algunas velas con esencia de vainilla y la
casa, completamente brillante, parece pulida. Luce bien y espero que Ethan lo
aprecie cuando regrese del trabajo.
—Las Summers no limpian —espeta—. Contratan criadas para eso.
—Bueno, ya que estoy en la ruina, una criada no es una opción. —Me
recuesto en la silla y paso los dedos a través de mi cabello. Aún está largo y
perfectamente cortado como me enseñaron a mantenerlo—. Dios, por la
manera en que actúas, se podría pensar que te he dicho que estoy en las
drogas o algo así.
Ríe en el teléfono. —Deja de ser una pequeña zorra y agradece por todo
lo que he hecho y dado por ti. Sin mí, serías peor de lo que eres ahora. Y eso va
a terminar pronto porque voy a ir a buscarte.
—Te deseo suerte en encontrarme —digo, inspeccionando mis puntas
abiertas. En serio debería cortar mi cabello, como lo quería cuando era niña—.
Las Vegas es una ciudad muy grande.
—¿Qué te pasa? —grita—. Estás siendo grosera y desconsiderada. No lo
entiendo. No entiendo nada de esto, al igual que no entiendo por qué estás
viviendo en Las Vegas.
—Porque fue el primer lugar que señalé en el mapa —murmuro para mí
misma, recordando cómo llegué aquí.
—¿De qué hablas? —dice furiosa—. ¿Siquiera me escuchas?
—No, no realmente.
—Bueno, es necesario que lo hagas —espeta—. Si me escucharas
dejarías de echar a perder tu vida. Estar con un chico porque se preocupa por
ti no te va a llevar a ninguna parte, especialmente si tiene una vida mediocre
como los chicos con los que sale tu hermana. Acabará engañándote y luego te
abandonará, seguramente embarazada y pobre.
—Eso no va a pasar, así que, deja de ser tan melodramática.
—Sí, así será. Espera y verás. Vas a quedar embarazada y los chicos
como ese no cuidarán de ti. Y estoy segura que no te ayudaré.
—No quiero tu ayuda —le digo, con exasperación—. Quiero estar donde
estoy ahora, viviendo con Ethan. No quiero estar con nadie más. Jamás. —
Guau, esta conversación con mi mamá está siendo productiva de una manera
tan atemorizante.
—Me estás empezando a enojar —dice mi madre bruscamente.
—Y tú ya me hiciste enojar. —Cuelgo, lanzando el teléfono en la mesa de
la sala. Me siento tan rara. Tan ligera, incluso después de hablar con ella
debido a lo que reveló la conversación. Quiero estar aquí. Con Ethan. Y no
quiero irme nunca, al menos hasta dónde puedo ver en el futuro—. Quiero
hacer algo emocionante —mascullo para mí misma, enrollando un dedo
alrededor de mi largo cabello rubio. Es el mismo corte de cabello que he tenido
por años y nunca lo he teñido, a pesar que siempre lo he querido—. Quiero un
cambio.
Cambio. Quiero cambiar quien soy. Quiero ser mejor. Quiero ser una
persona que pueda amar, no odiar y despreciar. Sonriendo, me levanto y
agarro mi cartera de la mesa, luego me dirijo a la puerta, sabiendo que voy a
tomar el autobús, pero se siente bien hoy y eso es otro cambio. Me pregunto
cuántos más están por venir.

Realmente estoy comenzando a caminar por el lado salvaje, bueno mi


lado salvaje. Me corté el cabello en una peluquería de descuento y no solo las
puntas, sino que lo corté hasta los hombros y le agregué unos mechones
negros. Siempre había usado más o menos el mismo corte de cabello, siempre
en ese costoso lugar solo con citas que está en la zona principal de la ciudad.
Descubrí que los lugares de descuento no son tan malos, la chica que cortó mi
cabello, era muy agradable. Me contó cómo terminó cortando cabello, cómo
había ido a la escuela para ser abogada porque sus padres lo querían. Pero un
día que estaba sentada en clase, escuchando al profesor divagando una y otra
vez sobre leyes, se dio cuenta de lo poco que le importaba las leyes y lo que
realmente prefería era violar algunas leyes en vez de aprender sobre ellas. Dejó
la clase, cambió su carro casi nuevo por una motocicleta, y condujo hasta el
otro lado del país. Solo así. Después cuando regresó, decidió entrar a una
escuela de belleza, simplemente porque fue el primer lugar que halló cuando
entró a la ciudad. Sus padres nunca la perdonaron por haber arruinado lo que
ellos consideraban una vida perfecta, pero no le importó. Era feliz. Aún lo es. Y
eso es todo lo que importa.
Me encantó su historia y me dio la esperanza de que un día voy a
averiguar lo que quiero. Pero sí sé una cosa que quiero. A mi muy sexy
compañero de cuarto/baterista/salvador. Aunque nunca lo admita, Ethan me
salvó. Muchas, muchas veces. Si tan solo pudiera tenerlo ahora, la vida sería
buena. Porque lo quiero. Lo quiero. Realmente.
Después de tener mi cabeza llena como si fuera a estallar de tanto
pensar, decido llamar a Ella para distraerme y tal vez recibir un consejo de
chica con mis problemas de chico.
—Hola —dice Ella, respondiendo después de varios tonos—. ¡En realidad
me preparaba para llamarte!
—¿Oh sí? —Miré por la ventana del autobús a la calle, abrumada por el
olor de la comida rápida de la bolsa para llevar que tenía en mi regazo—. Quizá
leíste mi mente, entonces.
—Tal vez. —Hace una pausa—. Está bien, trataba de encontrar la
manera de preguntarte, ya que cada vez que traigo a colación algo de Ethan y
tú, niegas que esté pasando algo, pero voy a ser directa. ¿Estás viviendo con él?
Porque Micha dijo que lo estabas.
—Umm… —Dejo escapar un suspiro, sin saber por qué siempre había
sido tan difícil hablar sobre mi relación con Ethan en voz alta—. Sí, lo he
estado haciendo por un tiempo.
—¿Por qué no me dijiste? —pregunta con un indicio de diversión en su
tono—. ¿Están ustedes… están juntos?
—Así no —digo rápidamente—. Y no te dije porque la razón por la que me
mudé con él no es del tipo de cosas que acostumbro a hablar.
—Lo entiendo —dice—. Pero me hubiese gustado que al menos me
hubieras dado un aviso.
—¿Un aviso? —contesto en tono de broma, y se ríe—. Lo siento mucho.
La próxima gran noticia que tenga será tuya primero.
—Bien. —Aclara su garganta, sonando nerviosa—. Y ahora tengo
noticias.
—Oh Dios mío, ¿estás embarazada? —Me siento derecha en mi asiento,
tratando de no reírme de mi broma.
—¡Qué! ¡No! —Hace una larga pausa—. ¿Por qué pensarías eso?
—¿Por qué no debería pensarlo? Tú y Micha son como conejos, incluso
cuando no están juntos. Las paredes eran muy delgadas en el apartamento y
esas largas charlas nocturnas que ustedes tenían mientras él estaba en la
carretera eran muy, muy ruidosas.
—Oh Dios mío —dice, mortificada—. Debiste haberme dicho algo.
—¿Como qué? Deja de tener sexo telefónico ruidoso con tu novio. —Me
río y luego me inclino más cerca de la pared, protegiéndome de la luz del sol
con la mano—. Pero ya no importa, ¿cuál es tu gran noticia?
Inhala hondo. —Micha y yo nos vamos a casar.
—Ya sabía eso.
—Lo sé… pero, como, en una semana.
Mi mandíbula cae cuando mi mano baja en mi regazo. —¿Segura que no
estás embarazada? —Ahora estoy siendo un poco más seria.
—Deja de decir eso. Me asustas. —Estabiliza su respiración ansiosa—.
No estoy embarazada. Solo queríamos casarnos y pensé por qué diablos no, ya
que estamos viviendo juntos. Prácticamente hemos estado juntos desde que
teníamos cuatro años.
Sonrío, porque a pesar de que estoy celosa, ellos son tan lindos que la
envidia es válida. —¿Acaso Micha te dio este discurso?
Ríe. —¿Es tan obvio?
—Um, sí. Siempre lo es con él —digo, enrollando un mechón de mi muy
corto cabello alrededor del dedo. Me detengo, porque aunque he sido una
animadora de su relación desde el principio, como su mejor amiga, tengo que
asegurarme—. ¿Eso es lo que quieres?
—Sí, lo es. —Suena tan feliz que la envidia se forma en mi pecho.
—Está bien, voy a estar allí —digo—. Pero tengo que dejar claro que odio
California, así que ir allí significa que realmente debo quererte.
Queda en silencio por un momento y con Ella, eso significa que está
pensando. —Lila, gracias —dice finalmente—. Por todo.
—Oh, lo que sea. Ni siquiera hice nada.
—Sí, claro que sí —insiste—. Si no hubiera sido por tus pequeños
empujones, diciéndome que estaría renunciando a la clase de amor que ya no
debía existir, dejándome saber lo afortunada que soy, entonces no estoy segura
dónde estaría, pero no creo que estuviera preparándome para casarme con el
amor de mi vida.
—Eso no es del todo cierto —digo—. Las cosas aún podrían estar
funcionando para ti.
—Lo dudo, pero tal vez… tal vez habría finalmente recuperado mi juicio
por mí misma y dejado de luchar con la necesidad de hacerme sentir
miserable. —Suena como si tuviera un nudo en la garganta, lo cual es extraño
en ella. Hace una pausa y luego se aclara la garganta—. Vas a venir, ¿cierto?
¿Y serás mi dama de honor?
—Por supuesto. En realidad siempre he querido ser una. —Hago una
pausa, decidiendo si debería preguntar, debido a que su familia es un tema
bastante serio para ella—. Ella, ¿quién más irá?
—Ethan y tú.
—¿Y tu papá?
Duda. —Sé que las cosas han ido bastante bien con mi papá e incluso
con mi hermano, pero quiero que esto sea algo más sencillo. Solo Micha y yo,
tú y Ethan, por supuesto. Entonces no habrá ningún drama.
Suspiro, con tristeza de saber cómo se siente. Pero así y todo, si alguna
vez me casara, tampoco estoy segura que quiera a mi familia allí porque
probablemente lo arruinarían, sobre todo si el novio no llena sus expectativas.
—Bien, obviamente voy a ir, pero tendrás que preguntarle a Ethan.
—Ya Micha lo hizo.
—¿Cuándo?
—Hace unos días —dice vacilante—. Dijo que vendría.
Estoy un poco dolida. ¿Por qué no me dijo? —Está bien, supongo que iré.
—Generalmente, se me da bien sonar feliz cuando no lo estoy, pero el dolor se
filtra a través de mi voz.
—¿Estás bien? —pregunta—. Es decir, con Ethan… ¿Está todo bien
entre ustedes dos?
—¿Por qué no lo estaría? —Me levanto de mi asiento cuando el autobús
llega a mi parada, y mis nervios se incrementan con la idea de que Ethan dijo
algo sobre nosotros.
—No sé… porque ustedes tienen una relación rara.
Me agarro de una manija cuando el autobús se tambalea para detenerse.
—¿Ethan le dijo eso a Micha?
—No. —Suena como si estuviera mintiendo.
—Ella, por favor, dime si él dijo algo. —Bajo del autobús y subo a la
acera, sintiéndome muy insegura.
—Mira, Lila, simplemente relájate —dice y luego oigo a alguien gritar en
el fondo—. Mira, me tengo que ir. Llámame más tarde después de haber
hablado con Ethan, hazme saber cuándo vas a llegar aquí y esas cosas.
—Está bien. —Miro la izquierda, a la derecha, y me apresuro a través de
la calle en dirección a mi apartamento—. Pero espérame para ir a comprar tu
vestido.
—Está bien, lo haré, pero te digo ya que —dice—, no voy a llevar de
cualquier manera o forma un vestido blanco con volantes. Tiene que ser del
estilo de estrella de rock o algo así.
—Oh, te ayudaremos a encontrar algo muy propio de ti. —Me subo a la
acera y paso por la puerta de entrada del complejo de apartamentos que está
situado entre una valla rota y una sección desolada de tierra arenosa. El sol se
está poniendo, así que el aire no es tan caliente como en el mediodía, sin
embargo, todavía es abrasador y estoy empezando a sudar—. Soy una
excelente compradora.
—Es un trato —dice alegremente—. Hablamos más tarde.
—Está bien, adiós. —Cuelgo y segundos más tarde me doy cuenta de que
nunca le comenté la razón por la que llamé.
Suspirando, saco la llave del bolsillo, frustrada conmigo misma porque
podría venirme bien algunos consejos de chica sobre Ethan y lo que debo
hacer; ella probablemente me los habría dado si hubiera sido lo bastante
valiente como para preguntarle, pero mis instintos iniciales de mantener la
boca cerrada me ganaron. Aunque recuerdo cuán lejos me habían llevado los
consejos de chica en la escuela secundaria. Solo duerme con él. Se va a sentir
bien y va a ser menos propenso a romper contigo. El sexo significa compromiso.
Sexo significa que eres mayor. Sexo. Sexo. Sexo. Ni siquiera sé si alguna vez
fueron sinceras o si solo jugaron conmigo.
Cuando entro en el apartamento, Ethan aún no ha vuelto del trabajo. Me
acomodo en el sofá, con la bolsa de comida para llevar delante de mí en la
mesa de café, tratando de no pensar demasiado en el pasado, si no, sé dónde
voy a terminar yendo, lo que voy a terminar haciendo. Pongo algo de la música
de Ethan, a la que todavía me estoy acostumbrando, sintiéndome muy nerviosa
por alguna razón, como si pudiera sentir que estoy a punto de hacer o decir
algo estúpido. Porque estoy considerando seriamente decirle que me gusta. Es
el momento de ser audaz y contundente. Es hora de hacerle saber cómo me
siento. Que me gusta. Incluso podría amarlo. Mis ojos se abren cuando me doy
cuenta de que podría hacerlo, luego se me ensanchan el doble mientras corro
mis dedos por mi cabello ahora a la altura de la barbilla que es incluso más
corto en la parte de atrás. Y como si eso no fuera un cambio bastante grande,
me puse tres mechas negras.
—¿Quién soy yo? —susurro. Realmente no lo sé. ¿Una chica que se corta
su propio cabello? ¿Que siente cosas por Ethan? ¿Una chica que quiere decirle
a Ethan de sus sentimientos? Y eso es muy, muy aterrador.
Estoy decidiendo qué debería hacer; huir o quedarme y enfrentar mis
miedos, finalmente ser valiente, cuando alguien llama a la puerta. Me levanto y
abro la puerta, luego doy un paso atrás. —¿Parker?
Me mira y su cara se retuerce con disgusto cuando observa mi nuevo
cabello. —¿Qué diablos le hiciste a tu cabello?
—Ya basta. —Me encojo de hombros, rogando a Dios que no esté aquí
por las pastillas, aunque en el fondo sé que no hay manera de que pudiera ser
verdad—. ¿Qué haces aquí?
Lleva puesta una camisa de polo azul marino, pantalones de vestir y un
Rolex. —No actúes como si estuvieras sorprendida de verme. —Su tono es
agudo, su postura muy rígida y amenazante.
De repente estoy muy consciente de que me encuentro sola en el
apartamento. —¿Cómo supiste dónde vivo? —pregunto, agarrando el pomo de
la puerta con fuerza.
—Pregunté por ahí. —Da un paso deliberado hacia mí, avanzando poco a
poco por la puerta—. Mierda, me robaste mi alijo, Lila. Mi puto alijo. Sé que
estás acostumbrada a salirte con la tuya conmigo, pero con esto no. Esto son
negocios.
Doy un paso atrás, moviéndome para cerrar la puerta, pero él la golpea
con su mano. —Lo siento, Parker —digo, tratando de mantener la calma, pero
mis manos empiezan a sudar y mi corazón está latiendo salvajemente dentro
de mi pecho—. No fue mi intención. En serio. Tenía un mal día y metí la pata.
Se acerca más, pasando por el umbral y entrando en la pequeña sección
de linóleo astillado en la entrada. —No trates de hacerme creer tu triste
historia. ¿No querías hacerlo? Por supuesto. ¿Qué? —Empieza a balancear sus
manos mientras habla animadamente y me hace hacer una mueca de dolor—.
Abriste accidentalmente la botella escondida en el cajón de mi mesita de noche
y luego dejaste caer por accidente una pastilla en tu mano. Lo comprobé
cuando te fuiste, Lila, y faltaba una píldora. Sabes que mantengo la cuenta de
esa mierda. Me has visto contarlas después de hacer un trato. Aunque, me
sorprende un poco que tomaras solo una, sabiendo cómo te he visto tragarte
cuatro a la vez, sin siquiera titubear.
Sacudiendo la cabeza, regreso a la sala de estar y rodeo la mesa de café,
sabiendo que estoy en problemas graves. —Mira, ¿qué quieres que diga? Lo
siento, ¿sí? Metí la pata. Pero no puedo devolverte la píldora. Sí puedo pagar
por ella. —Busco mi cartera que está al lado de la televisión.
Se ríe sombríamente, entrando del todo en el apartamento. —Me vas a
pagar por esa maldita píldora, Lila —dice, cerrando la puerta con el pie,
manteniendo sus ojos fijos en mí—. Pero no con dinero. Sabes que no acepto
dinero en efectivo por las píldoras.
Miro el pasillo, contemplando correr al baño y encerrarme allí. Esto es
malo. Muy, muy malo. Puedo sentir que algo malo está a punto de suceder y no
estoy segura de cómo salir de ello.
—Ni siquiera lo pienses —dice y luego se baja la cremallera de sus
pantalones—. Ahora, puedes follarme o chuparme la polla, pero de cualquier
manera voy a sacar algo de esto. No voy a dejar que me robes una píldora y te
salgas con la tuya. Me conoces mejor que eso.
—Tienes razón. Te conozco —le digo, con voz temblorosa mientras busco
por la habitación mi teléfono. ¿Dónde lo dejé?
Este monstruo feo y malo está a punto de salir de él. Lo sé porque lo he
visto con todos los chicos de por ahí. Trata de no darles nada y te romperán.
Dales lo que quieren y van a tomar todo lo que tienes, luego te dejarán tirada
en la suciedad.
Aprieto los labios, sintiendo un ligero temblor en mi corazón, pero en el
fondo sé que probablemente puedo hacer esto si es necesario. Así que a la
mierda y acabemos de una vez. Lo he hecho antes, pero eso fue cuando no
sentía nada. En este momento se siente peor que mal. Se siente asqueroso,
retorcido y deformado. Tengo miedo, tal como cuando Sean me ataba a la
cama, con cuerdas alrededor de los tobillos, de las muñecas, hasta de mi
estómago. No quería hacerlo. Incluso le dije eso. Una vez. Pero una vez no era
suficiente y tomó lo que quería.
—Creo que… —empiezo, y mi cadera choca con la esquina de la
televisión de pie mientras trato de alejarme más.
Parker se apresura hacia adelante con la bragueta bajada y antes de que
pueda moverme, agarra un puñado de mi cabello, tirando de las raíces tan
fuerte que me arde el cuero cabelludo. —Ponte de jodidas rodillas y sé la
ramera que tú, yo y todos los chicos sabemos que eres.
Levanto la mano para abofetearlo, pero me agarra por la muñeca,
clavando sus dedos en mi piel mientras me da una bofetada en toda la cara.
Lágrimas punzan mis ojos y mis oídos resuenan mientras él me empuja hacia
al suelo, presionando sobre mis hombros hasta que me arrodillo a sus pies.
Gimo patéticamente mientras la alfombra áspera me raspa las rodillas y el
cuello se me dobla en una posición incómoda. —Basta, Parker… Me estás
haciendo daño.
—Bien. —Ahuecando la cima de mi cabeza, y aún agarrándome
violentamente del cabello, empuja mi cara hacia su bragueta abierta—. Abre la
boca y sé la puta que eres.
Recuerdo que cuando salía con Parker nunca sentí una sola pizca de
emoción. Mi mente y cuerpo se hallaban entumecidos, al igual que casi todos
los demás simples encuentros sexuales. Quiero ese vacío en este momento, lo
anhelo. Pero no emerge. El interruptor que lo acciona permanece
obstinadamente en su lugar. Puedo sentir la vergüenza, el terror y el bochorno.
Me pongo a llorar, porque esto es real. No estoy borracha ni drogada, y no
quiero hacer nada con Parker, como tampoco quería hacerlo con Sean. Tenía
demasiado miedo para admitirlo y me preocupaba que no me amara si me
alejaba. Y yo deseaba, deseo, ser amada por una vez en mi vida.
Pero nunca dije que no. Durante todos estos años y ni una vez me negué
a nadie que me quisiera. Me preocupaba que ningún hombre me escuchara, y
en realidad, no creía que fuera lo suficientemente buena para decir que no. En
una forma enfermiza y perversa, nunca me he sentido lo bastante buena para
nadie. Así que solo tragaba pastillas, hacía cosas que pensé otras personas
querían que hiciera y esperé a que me aceptaran, me quisieran, pero nunca
ocurrió. Pensé que Sean me amaba, pero me hizo daño, ahora tengo cicatrices
por dentro y por fuera. Tengo cicatrices y no quiero tenerlas. Quiero sentirme
como una persona completa de nuevo. Quiero volver a tener catorce años y no
tomar decisiones estúpidas, no tener relaciones sexuales con un tipo mayor
que me ata a la cama después de decirle que no creo que quiera, que no creo
que pueda, y luego me ate con tanta fuerza que las cuerdas cortan mi piel y
sangre por toda la cama. Luego me deje sintiéndome culpable porque le permití
llegar tan lejos y siempre sentiré como si no hubiera peleado lo suficiente. Pero
yo estaba perdida. Confundida.
Una ola de dolor se precipita sobre mí mientras mi pasado cae sobre mis
hombros. No quiero ser más esta chica. Esta chica hueca y solitaria. Quiero
sentir que me merezco cosas y no odiarme tanto a mí misma. Estoy decidiendo
si abro la boca y grito, o simplemente muerdo muy fuerte justo cuando la
puerta se abre y Ethan entra, llevando su cinturón de herramientas.
—Oh, gracias a Dios —digo con alivio y me doy cuenta que estoy
temblando.
Parker se da la vuelta y mira por encima del hombro, luego sus dedos
sueltan de inmediato mi cabello y me caigo al suelo de culo, ahuecando el lado
de mi cara que me golpeó.
—Amigo, ella lo quería —le dice a Ethan con las manos en frente de él.
Me paro, agarrando mi mejilla sensible mientras Ethan evalúa la
situación, mirando a Parker con los pantalones desabrochados, luego a mí y mi
mejilla hinchada, antes de que sus ojos aterricen de nuevo en Parker. Continúa
vestido con su ropa de trabajo: los pantalones cortos rotos, una camisa negra
manchada, y tiene puesta sus botas de trabajo. Tiene el aspecto de chico malo
del lado equivocado de las vías que patea en el culo a gente como Parker solo
por diversión. Y me encanta.
—¿Es eso cierto, Lila? —Ethan me mira, tomando poco a poco el martillo
de su cinturón, como si fuera a utilizarlo para golpear a Parker. Me doy cuenta
que no va a hacerlo, ni cree que lo que Parker dijo sea verdad, pero está
jugando con su cabeza—. ¿Querías que este perdedor se desabrochara los
pantalones y te obligara a ponerte de rodillas?
Parker se encoge, mirando el martillo mientras Ethan lo sostiene en su
mano, pero no dice una palabra, solo retrocede poco a poco hacia atrás contra
la pared, tratando de arrastrarse hacia la puerta.
Me seco las lágrimas de los ojos y las mejillas hinchadas mientras niego.
—No, no quería. —Hay una extraña clase de libertad al decir eso, como si el
secreto que he mantenido oculto saliera a la luz, incluso si soy la única que
entiende.
—Es una mentirosa y una puta —argumenta Parker, mirándome, y luego
su mirada se vuelve vacilantemente de nuevo a Ethan—. Vamos, hombre. La
conoces, por lo que debes saber cómo es.
Ethan arroja el cinturón de herramientas en el sofá, manteniendo el
agarre en el martillo y dándose golpecitos con él en la mano. —La Lila que
conozco no es una puta.
Los ojos de Parker se ensanchan, y luego cruza los brazos. —Pues la que
yo conozco sí.
—Eso es muy malo para ti. —Lanza sus llaves sobre la mesa, pero no se
mueve de la puerta.
Amo a Ethan. En serio. Siento que emerge el lado valiente de mí misma y
doy un pasito adelante. —Parker, por mucho que me gustaría estar aquí
mirando tu pene pequeño, estoy segura de que a Ethan no, así que por favor
súbete la cremallera de los pantalones.
Su mirada cae a sus pantalones y se cubre rápidamente, luego se sube la
cremallera. —Como sea —dice, pasándose los dedos por el pelo, tratando de
recuperar la compostura—. Me voy. Ustedes dos pueden irse al infierno. —Se
mueve hacia la derecha para rodear a Ethan, pero éste coincide con su
movimiento, bloqueando la puerta y su camino.
—No vas a dejar esta casa hasta que Lila diga qué hacer contigo. —Me
mira con intensidad ardiente en sus ojos cuando pone las manos en el marco
de la puerta—. ¿Quieres que lo golpee hasta hacerlo puré o que llame a la
policía? —Levanta el martillo en la dirección de Parker.
—Vete a la mierda —dice Parker, pero no se atreve a moverse. Es
evidente la facilidad con la que Ethan podría patearle el culo a Parker, incluso
sin el martillo. Es más alto, más fuerte, más duro, y su mirada es mucho,
mucho más intensa, como si hubiese pasado por esas cosas, lo cual hizo. Ha
sido golpeado por su padre y vio a éste golpear a su madre, mientras trataba de
defenderla. Él es real. Y quiero lo real, no el engaño que a veces viene con la
riqueza y el dinero. No voy a sacrificar mi vida como hizo mi madre para que yo
pueda tener ropa bonita y un techo sobre mi cabeza. Me parece perfecto el
agrietado que tengo ahora por encima de mi cabeza.
Sonrío sin quererlo, sobre todo cuando Parker hace este ruido extraño
que suena como un gato ahogado. —No estoy segura de lo que quiero que
hagas.
Ethan se encoge de hombros y luego me guiña un ojo. —Depende de ti,
preciosa.
Solo puedo imaginar lo amplio de mi sonrisa en este momento, porque
nunca he tenido esta protección. Nunca he tenido a alguien en mi vida que me
defienda y me diga que estaba bien, que la gente comete errores y no significa
que tenga que sufrir eternamente por ellos. Miro a Parker, que espera con
expectación que salve su culo. Lo estudio por una eternidad, hasta que se
retuerce y parece estar a punto de mearse en los pantalones.
—Lila —dice, presionando con sus ojos—, ayúdame aquí.
—¿Por qué? —le pregunto, cruzando los brazos sobre mi pecho—.
Parecías suficientemente fuerte como para arreglártelas solo hace unos
minutos.
Mira hacia el martillo en la mano de Ethan, y luego me frunce el ceño. —
Lila —suplica—, sabes que odio pelear.
Pongo los ojos en blanco. —A menos que sea contra una chica, ¿verdad?
Sus ojos se estrechan a mi divulgación. —Maldita sea, Lila, juro por
Dios... —Se calla, su mandíbula se tensa cuando Ethan avanza, acariciando la
cabeza del martillo en la mano de nuevo.
Niego y suspiro, sabiendo que no voy a dejar que patee el culo de Parker,
pero solo por el bien de Ethan. Parker es el tipo de persona que trataría de
presentar cargos o volvería con un grupo de sus amigos y haría que todos ellos
golpeen a Ethan. Y si llamo a la policía, el papá de Parker lo sacaría rápido, ya
que es abogado. —Está bien. Como sea. Dejarlo ir.
Ethan no se mueve. Sus ojos se clavan en mí, y su brazo se eleva a un
lado cuando Parker intenta dirigirse hacia la puerta. —¿Segura?
Asiento, abrazándome con mis brazos. —Sí, no vale la pena.
Ethan me sostiene firmemente la mirada mientras se aparta de la puerta
y va hacia el sofá, dejando un poco de espacio para que Parker pase. —Está
bien, pero te voy a dejar salir de aquí sin heridas solo por ella. —Asiente en mi
dirección mientras mira a Parker.
Parker entorna los ojos, pero no dice nada mientras se gira hacia un lado
y pasa apretado entre Ethan y la puerta. Todos los músculos en el cuerpo de
Ethan se tensan, los nudillos se le ponen blancos mientras agarra con fuerza el
mango del martillo, y me doy cuenta que le resulta muy difícil dejarlo salir de
aquí.
Cuando Parker sale, casi se va corriendo, y Ethan cierra la puerta con
fuerza, como si estuviera bloqueando el mal por hacerlo. Se da la vuelta y me
enfrenta, lanzando el martillo a un lado, luego se inclina hacia atrás en contra
de ella, con los brazos cruzados.
—¿Qué es lo que realmente sucedió? —Me estudia con atención, mirando
cada centímetro cuadrado de mi cuerpo, haciendo que mi piel se prenda en
llamas. Su mirada se detiene en mi mejilla y sé que se pregunta: ¿Te pegó?
Hace que mi piel se caliente aún más, porque veo en sus ojos que le importa.
Es una sensación diminuta, el más mínimo latido de calor en todos los
lugares correctos, pero es suficiente para que me dé cuenta de la diferencia
entre lo que siento en torno a Ethan y lo que sentía con Parker. Con este
último mi piel se enfriaba como el hielo, básicamente insensible. Es la
sensación que he sentido con la mayoría de los chicos con los que recuerdo
liarme.
—Es una larga y estúpida historia, así como lo es la mayor parte de mi
vida. —Me hundo en el borde de la mesa de café y pongo las manos en mi
regazo, centrándome en ellas en lugar de Ethan, porque me siento avergonzada
de lo que acaba de pasar, lo que acaba de ver, porque no es la primera vez que
he estado en ese tipo de situación y es mi propia culpa que sucediera—. Vino a
cobrar mi deuda por la pastilla que le robé. Le dije que le pagaría, pero como
había prometido en su casa que lo follaría por una, eso es el pago que
esperaba. Así que... bueno, lo que viste.
Los músculos de sus brazos se flexionan y su mandíbula se tensa. —Lo
dices como si no fuera gran cosa.
Me encojo de hombros, examinándome las uñas, una vez más, sintiendo
como si él estuviera viendo la real y rara vista de mí que estoy tan
acostumbrada a mantener oculta de la gente. —No es algo con lo que no haya
lidiado antes. Sabes que... ya sabes cómo soy.
Sacudiendo la cabeza, Ethan se acerca frente a mí y se arrodilla,
extendiendo su mano en la parte superior de mis muslos. Su piel es seductora
y caliente, pero reconfortante. —¿Podrías dejar de pensar en ti de esa manera?
Te equivocaste con algunos chicos. ¿Y qué carajo? La gente tiene sexo, y eso no
te convierte en una puta. Y seguro que no le da a los ricos idiotas una excusa
para violarte o obligarte a hacer algo que no quieres.
—Él no me habría violado —le digo, con mi barbilla hacia abajo—. Habría
cedido antes de que se convirtiera en una violación.
Frunce el ceño, su cara se enrojece por la ira. Él resopla y deja escapar
un suspiro, luego agarra mi cara entre las manos. —No vuelvas a decir eso. Si
una chica dice que no una sola vez, un hombre debe parar. Diablos, si muestra
un solo signo de no querer, el hombre debe detenerse. Nunca, nunca, nunca
tienes que tener relaciones sexuales con un hombre cuando no quieras.
Que se lo digan a los muchos chicos con los que he estado toda mi vida.
—Está bien.
Su ceño se profundiza. —Lila Summers, ¿dónde está esa chica alegre que
conocí?
—Creo que murió en algún momento.
—Entonces tráela de vuelta.
Suspiro, desanimada. —No puedo. Hace falta demasiada energía y
píldoras. Y la verdad, ya no estoy segura de querer ser ella nunca más.
—Y eso está bien. Sé quien quieras, pero por favor, por favor, deja de
pensar tan mal de ti misma. Apenas sonríes ya, y yo... Mierda, lo echo de
menos. —Me da una adorable sonrisa ladeada—. Tienes una sonrisa muy
bonita.
Ni siquiera estoy segura de lo que me supera. Sus palabras. El momento
sincero, hermoso y realista. O si es solo él. Sea lo que sea, me inclino
rápidamente hacia delante, permitiendo que mis emociones me lleven a él, lo
que es una primera vez para mí. Aprieto mis labios en los suyos, y es increíble.
Insoluble. Y siento todo, desde la forma en que mi ritmo cardíaco se acelera
hasta el flujo rápido de mi sangre corriendo a la cabeza, el calor de nuestro
contacto, la suavidad y humedad de sus labios.
Besé a más chicos de lo que puedo contar, pero las emociones liberadas
en este beso son nuevas porque hay una emoción verdadera detrás. A pesar de
que antes me costó descifrarlo, porque me encuentro bastante segura de que
nunca he sentido amor hacia alguien, ni estado en el extremo recíproco de este,
ahora me doy cuenta de qué se trata.
Amor. Estoy completa y verdaderamente enamorada de Ethan.
Ethan
Hizo falta mucha energía para no darle un puñetazo en la cara a Parker.
Realmente deseaba hacerlo. Recuerdo un par de veces cuando entré para ver a
mi padre golpeando a mi mamá. Mi padre era un hombre bastante grande, con
los brazos voluminosos y un cuello muy grueso, pero se veía patético mientras
empujaba a mi madre hasta el suelo y luego le abofeteaba en la cara.
Hay un momento en particular que siempre destaca en mi mente porque
fue el día que me di cuenta de lo mal que estaban las cosas entre ellos.

Acababa de llegar a casa de la escuela, un poco más temprano que de


costumbre, y dejé mi bolso caer al suelo de la cocina mientras veía a mi madre
acurrucada en el suelo y mi padre levantando la mano para abofetearla. —
¡Papá, para! —Ni siquiera lo pensé. Encontré a mi mamá, listo para protegerla.
—¡Ethan, para! —gritó de nuevo justo mientras mi padre movía su brazo
sin siquiera mirar y me golpeaba en la cara.
No me había golpeado desde que tenía ocho años, así que esto me tomó un
poco con la guardia baja, a pesar de que no era una sorpresa. Eso es lo curioso
de ser golpeado por alguien que se supone que te ama. Es difícil ver el problema,
porque la idea del amor puede ser cegadora. Que es exactamente lo que le pasó
a mi madre.
Se levantó del suelo y corrió hacia mí, mientras yo sostenía mi mejilla con
la mano. —Ethan, ¿qué haces aquí? La escuela aún no ha terminado.
La miré, lanzando un vistazo en dirección a mi papá mientras se frotaba la
mano. —La escuela nos dejó salir pronto. Te mostré la nota el lunes.
—Oh, sí. —Había lágrimas corriendo por su rostro y sus mejillas se
sonrojaron. Lució un poco perdida por un minuto y luego me dio una palmadita
en el hombro—. Ve a hacer la tarea en tu habitación.
Miré a mi padre, que parecía arrepentido. Sin embargo siempre era así.
Era como si quedara atrapado en el calor del momento y se convirtiera en un
monstruo, con los ojos vidriosos por la ira. Cuando todo había terminado,
siempre lo lamentaba y se lo decía a todo el mundo una y otra vez.
—Tal vez debería quedarme aquí contigo —le dije a mi mamá, deseando
ser lo suficientemente grande para poder herir a mi padre de por ella.
Mi madre sacudió la cabeza y me revolvió el cabello, como si todo estuviera
bien. Como si nada estuviera mal. Como si su rostro no estuviera hinchado, o
todas las sillas de la cocina volcadas, o las venas del cuello de mi padre
desorbitadas. —Ethan, ve a tu habitación y haz la tarea. Todo está bien.
Me tragué el nudo de la garganta y recogí mi mochila, pasándola por
encima de mi hombro. Ambos me miraron mientras me dirigía a la puerta y toda
la situación parecía mala. Me sentía confundido, asustado y aterrado, sin
embargo, no podía entender por qué.
Miré por encima del hombro cuando llegué a la puerta, mirando hacia
ellos. —¿Estás segura, mamá? —Era como si irme no fuera lo correcto, sin
embargo, no sabía qué más hacer.
—Ethan, tu madre está bien —contestó mi padre—. Y siento mucho
haberte golpeado por accidente... no me di cuenta que estabas ahí.
Lo siento. Lo siento. Lo siento. Siempre lo siento. Asentí, salí de la
habitación y me encerré en mi cuarto. Pocos minutos después de que comenzaron
a gritar, subí la música para ahogar los gritos.

Al ver a Lila y a Parker sentí el mismo tipo de miedo y furia que cuando
era más joven. La imagen, el control que él tenía sobre ella, me golpeó duro en
el estómago. Sin embargo, a diferencia de cuando era un niño, sabía que podía
patear el culo de Parker. Y lo deseaba tanto que podía sentir la rabia a través
de mi sangre. Quería golpearlo tan fuerte que no pudiera ver bien. Un torrente
de emociones se precipitó a través de mí, y no solo porque me enfureciera que
obligara a una chica a hacer algo que, obviamente, no quería hacer, sino
porque obligaba a mi Lila a hacer algo que no quería. Y tan pronto como lo vi,
lo sentí y supe que todo lo que había estado tratando de negar entre nosotros,
obviamente, era algo de lo que no podía huir. Pero me preocupa porque la
cantidad de ira en mi cuerpo coincide con la cantidad de ira que he visto en los
ojos de mi padre.
La rabia se amplifica, quemando dentro de mi pecho hasta que de
repente, Lila me besa. Y ese beso, el solo toque de labios, la ligera elevación de
calor de mi cuerpo, la avalancha de emociones reunidas, borra mi ira y me
cambia la vida a pesar de que no sé si quiero que lo haga.
No reacciono de inmediato, en parte, por la sorpresa y en parte porque
me asusto. La turbulenta relación de mi madre con mi padre está fresca en mi
cabeza y también el temor de resultar como ellos. Esto no se trata solo sobre
sexo. Hay mucho más. Tenemos una conexión. La tenemos desde el día en que
nos conocimos. Me negué a sentirla, pero ahora llega a mí a la fuerza, para
controlarme, para ser dueña de mí; me controla y es propietaria de mí, lo que
significa que soy dependiente de ella en muchos sentidos.
Me estoy volviendo loco, pero entonces ella comienza a alejarse y me doy
cuenta de que no quiero que lo haga, así que abro la boca y rozo mi lengua con
la suya mientras le agarro la nuca y la traigo de vuelta a mí, con todas mis
preocupaciones y temores disipadas brevemente.
Maldito Jesucristo. Es diferente a lo que estoy acostumbrado. Me siento
a la vez curioso y aterrorizado de explorarla más. Pero el deseo y la necesidad
me impulsan hacia adelante, a pasar los dedos por su pelo rubio corto con
mechas negras. —Te cambiaste el cabello —murmuro—. Me gusta... —La jalo
suavemente de nuevo mientras exploro aún más su boca con mi lengua,
masajeando, acariciando, buscando en cada centímetro de ella.
Sus ojos se cierran herméticamente. —Ethan —dice, agarrando mis
hombros, perforando con sus uñas a través de la tela de mi camisa y mi piel.
La aspereza de su tacto me sorprende y agrega combustible a mi cuerpo muy
ansioso. Antes de saber siquiera lo que hago, me pongo de pie, rompiendo
nuestro beso.
Su respiración es inestable y las mejillas un poco rosas, mientras abre
los ojos, como si estuviera avergonzada. Antes de que pueda decir nada, la
agarro por las caderas, hundiendo los dedos en su piel, y alzándola
rápidamente. Nunca he sido del tipo de chico que levanta a una chica, pero me
siento diferente con ella. Quiero abrazarla y tenerla tan condenadamente cerca
de mí que no se pueda percibir dónde acaba ella y comienzo yo. Arde cada
centímetro de mí, añadiéndole adrenalina a mi cuerpo. Estoy mareado,
ardiendo, deseándola más de lo que nunca he querido a nadie. Sentimientos
que sabía existían pero me negaba a sentir plenamente se disparan dentro de
mí. Sello nuestros labios antes de que las palabras puedan ser pronunciadas y
antes de que pueda comenzar a analizar lo que va a significar esto.
La beso profunda y apasionadamente mientras la llevo hacia mi
habitación, yendo a ciegas por el pasillo, chocándonos con las paredes y los
marcos de las puertas. Entrelazo los dedos alrededor de su espalda,
sosteniendo su peso, cruzando sus tobillos detrás de mi espalda. Ella sigue
gimiendo, enredando su lengua con la mía, enviando a mi cuerpo en un frenesí
de anhelo, necesidad, y, en última instancia, miedo de lo mucho que quiero
estar con ella, y ya no con London. Quiero a Lila más que nada por el
momento. Me tropiezo con algunas cosas en mi piso y me las arreglo para
golpearme la cadera con uno de mis tambores, para finalmente, llegar a la
cama. Rebotamos cuando golpeamos el colchón y se ríe contra mis labios, pero
mantiene los ojos cerrados.
Me echo un poco hacia atrás y sus párpados se abren con un aleteo.
Luce perpleja y perdida, entre mil otras emociones que deben coincidir con las
mías.
—¿Qué? —pregunta, tímidamente. Sus piernas siguen sujetas a mi
alrededor y sus brazos rodean mi cuello—. ¿Pasa... algo?
Pasan mil cosas, quiero decir. Siento demasiado por ti, Lila. No puedo
hacer esto. Me estoy involucrando demasiado contigo, y si sigo adelante con el
tiempo vamos a odiarnos. Te arruinaré, nos arruinaré. Voy a meter la pata.
Pero mi voz se niega a salir, así que en su lugar, la beso. Ferozmente. Con
fuerza. Sofocados con el calor, deseo y hambre mientras nos ahogamos en los
sentimientos del otro. Nuestros cuerpos se alinean mientras la beso con toda la
energía acumulada que he ido recopilando desde el día que nos conocimos. He
perdido todo el control sobre mis acciones. No existen reglas. El pasado y el
futuro se disuelven y solo existe este momento.
Entre besos profundos y gemidos guturales, me las arreglo para sacar mi
camisa sucia del trabajo por encima de mi cabeza y tirarla al suelo. Sus ojos se
abren de golpe mientras bajo encima de ella, y jadea. Traza mi pecho con dedos
temblorosos, y me doy cuenta de lo nerviosa que está. Tal vez no quiere esto.
Tal vez solo lo hace porque tiene miedo de decir que no. Me preocupa que vaya
a terminar como la última vez que acabamos en la cama tocándonos entre
nosotros.
—Lila —empiezo, en conflicto, porque si lo hace, si me rechaza, va a
doler—. ¿Estás de acuerdo con esto? Digo, ¿tú... quieres esto?
Sus labios se abren, su respiración se tambalea mientras siento las
curvas de su cuerpo contra el mío, y un mar de emociones se vierten a través
de sus ojos. —Quiero... pero si... si no quieres, entonces puedes parar. —
Parece estar luchando con las palabras mientras se pierde en lo que siente.
No es la respuesta que esperaba. Y, maldición, se ve tan nerviosa, casi
como si estuviera teniendo relaciones sexuales por primera vez. No estoy
seguro de qué hacer, pero entonces se incorpora sobre sus codos, coloca la
boca a la mía y chupa mi labio inferior en su boca mientras cierra los ojos, y
siento todo su cuerpo estremecerse debajo de mí.
—Mierda... Lila... —gimo mientras roza con sus dientes el interior de mi
labio. Mis ojos se cierran de forma involuntaria cuando bajo la cabeza y
nuestros labios chocan, hasta el punto en que me pregunto si vamos a tener
moretones.
Muevo los brazos a los lados de su cabeza para apoyar mi peso mientras
continúa apretando su pecho contra el mío, como si estuviera muerta de
hambre, muerta de hambre desde siempre. Nuestras lenguas se enredan
mientras deslizo mi rodilla entre sus piernas, lo que la hace apretarse entre
mis brazos. Clava las uñas en mi piel mientras que su cuerpo baja un poco y
se encuentra con la parte superior de mi pierna. Ella comienza a frotarse
contra mi pierna, con los ojos vidriosos y en un estado de euforia. Pierdo el
control y meto la mano en la parte delantera de su camiseta, deslizándola por
debajo de su sujetador. Froto su pezón con la yema del pulgar, y se endurece al
instante mientras ella gime, y todo su cuerpo tiembla mientras continúa
frotándose contra mi pierna. Estoy impresionado. Nunca he disfrutado ver a
una chica tan sensible al tacto, pero tal vez es porque lo que siento por Lila es
muy diferente a cómo me he sentido antes. Es diferente. Nosotros somos
diferentes. Yo soy diferente.
Sigo frotando su pezón mientras que se mueve contra mí, con la cabeza
inclinada hacia atrás, y sé que está cerca. Yo también. Mierda. Muy, muy
cerca.
—Más fuerte —respira mientras la veo a punto de desmoronarse.
Le doy lo que quiere y pellizco su pezón con fuerza. Ella gime en voz alta,
en respuesta, su cuerpo entero se levanta mientras jadea por el éxtasis. Estoy
a punto de perderme pero me esfuerzo para mantener el control. Después de
un momento de jadear, se tumba debajo de mí. Su piel brilla por el sudor, su
expresión está contenida, y luce más bella que nunca. Su cabello está disperso
por encima de su cabeza, su piel húmeda, su respiración entrecortada.
—Eso fue bueno —dice ella, y respira, con su pecho subiendo y
bajando—. Dios, fue muy bueno.
—¿Lo mejor que has tenido? —Trato de bromear, pero mi voz sale sin
aliento en reacción al hecho de que estoy muy duro y empieza a doler.
Niega. —Ni siquiera lo puedo comparar con nada... nunca he sentido
nada como esto.
Continúo ahuecando su pecho, así que puedo sentir su corazón
acelerado, y cuento cada latido para calmarme. —No estoy seguro de lo que
quieres decir.
Sacude la cabeza. —Ni yo y no importa. —Se inclina hacia mí y todo su
cuerpo empieza a temblar, incluso antes de que alcance mis labios.
Me preocupa que pudiera estar entrando en shock o algo más por lo que
ha pasado con Parker. Saco mi mano de su sostén y la colocó en su mejilla. —
Tal vez deberíamos parar —le digo, mirándola a los ojos para ver lo que ocurre
realmente.
Sus ojos se abren con horror. —Oh Dios mío, no quieres. —Comienza a
rodar hacia un lado para alejarse, pero pongo mi brazo a su lado para que no
pueda llegar muy lejos.
—Eso no es lo que estoy diciendo —le digo mientras ella vuelve la cabeza
para mirarme—. Quiero, Lila... Dios, lo quiero tanto. De hecho, estoy bastante
seguro de que puedes sentir lo mucho que lo quiero.
Sus mejillas se vuelven un poco rosa, sorprendiéndome de nuevo. —Sí,
un poco.
Muestro una sonrisa. —Estoy preocupado de que estés en shock por lo
que pasó con Parker y tal vez no pienses con claridad.
—Estoy pensando más claramente que nunca —insiste—. Quiero esto. Lo
quiero.
—¿Estás segura? Porque yo no…
Me interrumpe, pasando sus dedos hasta la parte delantera de mi pecho.
—Sí... ¡Dios, estoy segura! —dice, con la voz alarmantemente fuera de tono—.
Por favor, no me hagas rogar, Ethan. Por favor. No puedo... Yo no...
Nunca quise estar así con nadie. Nunca.
Expulso un suspiro lleno de tensión, luchando contra el impulso de
arrancarle la ropa, la necesidad de estar seguro de donde está ella. Y donde
estoy yo. ¿Dónde diablos estamos? —Solo trato de ser un buen chico aquí, Lila,
pero lo estás haciendo muy... —Me interrumpo cuando sus dedos llegan a la
parte superior de mis vaqueros—. Muy... muy... difícil.
—Bien —dice, luego se eleva sobre los codos y coloca su boca contra la
mía. Su movimiento es descuidado y muy inexperto; el tipo de beso que lleva
dudas. Se expone frente a mí, y a pesar de lo aterrorizado que estoy por lo que
significa este movimiento para nosotros, decido hacer lo mismo y besarla con el
mismo, si no más, deseo.
Nos besamos hasta que nuestros labios están hinchados, hasta que
nuestros cuerpos se hallan cubiertos de sudor; luego me siento, para quitarle
su camisa y desabrochar su sujetador. Me inclino hacia atrás y disfruto de su
cuerpo. Es hermosa, sorprendente y casi perfecta, excepto por las cicatrices de
su estómago. Pero de una manera que casi la hace más perfecta, ya que
muestra que es defectuosa y real. Ojalá supiera dónde las obtuvo, ojalá la
entendiera mejor.
Trazo con mi dedo la cicatriz, y ella cierra los ojos, como si le estuviera
haciendo daño. Mi mano viaja hacia arriba, a su pecho y roza el pezón,
haciendo que inhale con brusquedad.
—Esto se siente tan bien —susurra sin aliento mientras lleva las manos
a mis hombros. Agarrando mis omóplatos, y acercándome hacia ella para que
nuestros pechos estén juntos. Inhala y exhala, como si saboreara el momento;
luego me inclino y beso su cuello, suavemente al principio, pero cuanto más
emocionada y jadeante se pone ella, más frenéticos se vuelven mis besos. Dejo
un rastro de besos por su pecho y luego chupo su pezón en mi boca, trazando
círculos alrededor de él con mi lengua. Ella grita mi nombre y eso hace que mi
corazón bombee con adrenalina. No puedo soportarlo más. Nos está volviendo
locos tanto a mi corazón como a mi cuerpo. Me echo hacia atrás y me saco de
una patada mis calzoncillos y boxers, después desabrocho sus pantalones
cortos y prácticamente se los saco de un tirón. Alcanzo un condón de mi
mesilla de noche, sintiendo esta nueva sensación acumularse dentro de mí.
Quiero a Lila. Solo a ella. A nadie más. Quiero estar con ella.
Segundos después, me deslizo dentro de ella, sabiendo que todo lo que
teníamos antes, cambiará para siempre. Sé que cuando se acabe, ella
significará más para mí de lo que ha logrado cualquier otra chica. Lo
sorprendente es que no me importa. De hecho, me alegro.
14
Traducido por Dey Kastély
Corregido por Mel Wentworth

Lila
No estoy segura de si es el hecho de que me diera cuenta que lo amo o el
hecho de que estoy sobria, pero cada caricia, cada beso, cada vez que nuestra
piel se toca, casi me vuelvo loca. Estoy al borde de la combustión, sintiendo
como si estuviera cayendo en un maravilloso, divino y desconocido lugar.
Comienzo a preguntarme si alguna vez he tenido un orgasmo real.
Probablemente, estoy segura, pero nunca he estado lo suficiente coherente
para sentirlo completamente.
Apenas puedo respirar y cada uno de mis nervios está pulsando con
temor, deseo y felicidad. Nunca antes me había permitido estar tan expuesta,
no desde Sean, e incluso entonces no me conocía lo suficiente para mostrar
quién era realmente. Estoy empezando a entenderme más; lo que soy, lo que
quiero, lo que necesito. Y todo termina con Ethan.
Apenas puedo pensar con claridad mientras pellizca y chupa mis
pezones, me toca por todos lados, me siente dentro y fuera, de pies a cabeza,
deja besos por todo mi cuerpo. No sé cuánto más de esto puedo soportar antes
de que vaya a explotar, y él debe sentir lo mismo porque de repente está
arrancando el resto de nuestra ropa y tirándola al suelo. Cuando se desliza
dentro de mí, grito su nombre mientras el calor se abre paso por mi cuerpo, y
mi interior tiembla. Comienza a empujar dentro de mí y sigo esperando a que
mi mente se cierre, pero no quiero y, por suerte, nunca sucede.
Sus músculos están tensos, sus brazos al lado de mi cabeza, mientras se
mece en mí, y curvo la espalda, alzándome para reunirme con él, queriendo
más, necesitando más. Juro por Dios que se siente como si no pudiera tener
suficiente mientras nuestros cuerpos siguen conectados, en sintonía con el
otro. La forma en que me mira cada vez que jadeo de placer me hace sentir
hermosa, no sucia; deseada, no utilizada. Ojalá pudiera seguir por siempre,
pero también quiero llegar al final porque siento que voy a enloquecer.
Mientras él da una última embestida, siento que dejo que todo se vaya, el
pasado, la vergüenza, la preocupación, y es tan cegadoramente intenso,
abrumador, que entierro mis uñas en sus hombros, necesitando canalizar la
poderosa energía en alguna parte. Siento su piel separarse mientras me aferro
a él, sabiendo que estoy dejando que aparezca el lado duro de mí, pero por una
vez simplemente lo acepto, acepto quien soy. Esto es lo que soy.
Deja escapar un profundo gemido, su rostro se contorsiona por el dolor y
el placer, y ver el efecto que estoy teniendo en él me hace llegar más alto hasta
que pierdo completamente el contacto con la realidad. Cuando por fin vuelvo a
la realidad, permanece quieto dentro de mí. Se halla situado entre mis piernas,
con la cabeza inclinada sobre mi pecho, y puedo sentir su pulso latiendo en mi
interior.
Yace inmóvil una eternidad, respirando contra mi pecho, y cuanto más
tiempo pasa, me pongo más nerviosa e insegura mientras espero a ver a dónde
irá esto. ¿Me dejará como lo hizo Sean? ¿Debo irme antes de que lo haga él? No
quiero hacerlo. Quiero estar con él. Tal vez para siempre.
Cuando alza la cabeza, veo algo en sus ojos que jamás he visto en de otro
chico. Ethan se preocupa por mí y se ve tan nervioso como yo.
—Eso fue... —Inhala y exhala mientras me aparta el cabello de mi frente
húmeda—. Increíble.
Asiento, porque estoy sin palabras y sin aliento. Sonríe, me besa
delicadamente en los labios, luego se quita de encima mío y rueda sobre su
espalda, tendido a mi lado con su brazo metido debajo de mi cuello.
—¿Segura que estás bien? —Se acomoda de lado y coloca una mano
sobre mi vientre desnudo—. ¿Sobre lo de Parker?
Giro mi cabeza y admiro su pecho firme, su piel húmeda y con mucha
tinta, sus ojos café oscuro que en realidad me miraban a mí en lugar de a
través. —Sí, de verdad, creo que... me hiciste sentir mejor. Mucho, mucho
mejor.
Sonríe, luciendo nervioso, y estoy tratando de no pensar en cómo tener
sexo va a cambiar esta relación. Podía terminar feo. O hermoso. Si bien me
encantaría ser optimista, todo lo que siempre he visto es feo, con mi mamá y
mi papá, con cada chico que he conocido. Solo hay una excepción, y sería con
Micha y Ella. Quiero lo que tienen ellos, pero ¿es posible para alguien como yo
tener un amor tan hermoso y puro?
—Cuéntame lo que estás pensando —susurra mientras peina con cariño
mi cabello con sus dedos.
—¿Qué pasará entre nosotros? —pregunto honestamente, y él presiona
mi muñeca, sintiendo mi pulso, y justo debajo sus dedos está una de mis
cicatrices.
Hace una pausa, buscando en mis ojos, no estoy segura qué cosa. —
¿Qué quieres que pase entre nosotros?
Trago saliva, reacia a meterme ahí, temiendo ser rechazada. —No sé.
¿Qué es lo que tú quieres?
Inhala lentamente y luego suelta el aliento de sus labios. —Sabes sobre
mis padres. Como eran, ¿verdad? Te lo he contado.
Asiento. —Sí, me has contado historias. Honestamente, suenan mucho
como mis padres. Puede que mi papá no golpee a mi mamá, pero la engaña y le
grita todo el tiempo.
Cierra los ojos, respirando antes de abrirlos de nuevo. —No quiero que
nosotros nos volvamos como uno de ellos... Amo estar contigo, incluso cuando
eres un dolor en el trasero. —Intenta un tono ligero, pero falla—. ¿Qué pasa si
una relación arruina lo que tenemos? ¿Si nos arruinamos el uno al otro?
Mi pecho se contrae y se me hace difícil respirar. Parece como si la
cicatriz en mi estómago es cada vez más nítida y me pregunto si él puede verla
más claramente. —¿Y si no? Qué pasa si... —Dios, respira, Lila—. ¿Y si
terminamos teniendo algo muy bueno, como lo que tienen Ella y Micha?
Aprieta sus labios. —¿Y si nos arruina? ¿Entonces qué? ¿Solo nos
alejamos del otro? Estoy seguro que no te quiero fuera de mi vida. Y yo... me
preocupo por ti. Las cosas por las que has estado pasando... Todavía es muy
nuevo y las relaciones pueden ser muy peligrosas.
Lágrimas pican mis ojos mientras el sentimiento de ser rechazada se
construye dentro de mí. Puedo cruzarme de brazos y dejar que pase como la
última vez, pero a diferencia de Sean, Ethan parece alguien por el que vale la
pena luchar. —No quiero que desaparezca lo que siento. —Sus labios se
separan, a punto de decir algo, pero lo interrumpo, decidiendo que es hora de
mostrarle quién soy en realidad por dentro, sin las pastillas, los tragos de
Bacardi, sin el maquillaje y ropa elegante.
—Cuando tenía catorce, me fui a un internado, conocí a un chico —
comienzo, evocando cada pizca de coraje que he mantenido encerrado dentro
de mí—. De hecho, como que hice que nos conociéramos. Me sentía muy sola y
este grupo de chicas, las Precious Bells —ruedo los ojos ante lo ridículo que
suena—, dijeron que serían mis amigas si flirteaba con uno de esos ricos
chicos mayores que le gustaba pasar el rato en la biblioteca por alguna razón.
—Puedo sentir el anillo en mi dedo pesando cien kilos. El anillo que me dio
Sean, diciéndome que me amaba, susurrando una falsa promesa de amarme
para siempre. De repente, no lo quiero en mi dedo, marcándome y lo que
hicimos juntos. Ya no quiero recordar su amor. O a él. La persona que yo era
con él. Quiero seguir adelante, convertirme en una persona diferente, más
fuerte, así que lo deslizo fuera de mi dedo y lo tiro en la mesita de noche junto
a mí.
Ethan me observa con curiosidad, arrastrando sus dedos arriba y abajo
por mi estómago. —¿Estás bien?
Asiento, regresando mi muñeca a su mano, y continúo con mi historia.
—Le coqueteé y él parecía estar interesado. Al principio, las cosas fueron muy
lento, un par de mensajes y correos electrónicos, pero finalmente nos
encontramos y todo cambió. Nos besamos y por primera vez en mi vida... me
sentí amada. —Hago una pausa, recuperando el aliento. Ethan se ve como si
quisiera decir algo, con su frente arrugada mientras traga con dificultad, pero
continúo porque necesito sacarlo todo—. En fin, para cortar una larga historia,
fui muy estúpida e hice prácticamente lo que sea que me dijera porque
pensaba que me amaba. —Me detengo—. La primera y única vez que tuvimos
sexo —Levanto mi otra muñeca, la cicatriz coincidiendo con la que se
encuentra en mi otra muñeca—, me ató a la cama con cuerdas, a pesar de que
no estaba muy cómoda con ello. —Asiento hacia mi estómago y sigue mi
mirada hacia la desvanecida cicatriz que pasa a través de la parte baja de mi
estómago—. Y luego... bueno, estoy segura que puedes imaginar lo que pasó
después.
Su piel se vuelve pálida mientras mira fijamente las cicatrices en mi
estómago, luego su mirada regresa a la mía. —¿Fueron causadas por las
cuerdas porque un tipo jodido te ató a una cama?
Asiento y me encojo de hombros. —Fue mi maldita culpa. —Las lágrimas
arden en mis ojos cuando recuerdo cuán confundida, perdida y repugnante me
sentí, y al mismo tiempo el amor que sentía—. Y como que se sintió bien al
principio, pero luego cuando él... —Exhalo, dejando que las palabras salgan
apresuradamente—: Bueno, se puso muy tosco conmigo y tenía mucho miedo
de pedirle que parara, muy asustada de que pierda su amor. —Detengo mis
lágrimas, forzándome a no mostrar la vergüenza que siento dentro.
Manteniéndola atrapada—. Después, me dejó y nunca lo volví a ver. Supongo
que su novia, de la que no tenía idea, se enteró de mí, pero honestamente estoy
bastante segura de que había terminado conmigo. —Hago una pausa, tomando
una respiración profunda—. Y lo peor, era que todo el mundo se enteró de eso
y me dijeron que era una puta. —Le doy a Ethan un momento, porque parece a
punto de enloquecer—. Debería parar, ¿verdad? Esto es demasiado. —
Comienzo a enderezarme, lista para irme y darle un poco de espacio para tener
un respiro de mi depresiva y promiscua historia.
—¿Cuántos años tenía? —pregunta entre dientes mientras me empuja
gentilmente hacia la cama—. Este tipo.
—Veintidós —digo y lo siento estremecerse—. De todos modos, fue hace
mucho tiempo y estoy segura de que me ha olvidado por completo a este punto.
Solo trato de decirte por qué soy como soy. He pasado los últimos seis años
tomando pastillas y teniendo sexo con hombres al azar porque siento que no
merezco nada mejor. —Me encuentro a punto de llorar y me odio por ello. Me
siento tan horrible, pero Ethan merece saber quién sabe soy, en lo que se va a
meter si elige estar conmigo—. Estoy jodida, Ethan. Nunca me siento amada,
pero sigo buscando, con la esperanza de que exista de alguna manera.
Me observa por una eternidad. —El tipo que tenía veintidós años estaba
jodido. Nunca debería haber estado contigo, mucho menos atarte a una cama
en tu primera vez.
—Yo instigué nuestra relación... No fue del todo su culpa.
—Me importa una mierda quién lo instigó. Tenías catorce años y no
conocías nada mejor.
Ruedo los ojos, más que nada para evitar que se escapen las lágrimas,
porque está diciendo todo lo que deseaba que mi madre me hubiera dicho
cuando se lo conté, en lugar de eso me dijo que era mi culpa y me hizo sentir
más como la puta que todo el mundo decía que era. —No puse mucha pelea
cuando me estaba atando.
Se acerca, colocando una mano sobre mis costillas. —Lila, todo lo malo
sobre esa historia fue por parte del tipo. Era demasiado viejo para andar con
una chica de catorce años. Es perturbador, incorrecto e ilegal.
—Mi madre no pensaba así —digo, hablándole más al techo que a Ethan,
con mis ojos fijos en una grieta desde lo alto de la pared hasta el ventilador en
el medio. Mi visión sigue borrosa por las lágrimas, pero por suerte ninguna
más está forzando su paso—. Dijo que no esperaba nada menos de mí, luego
me dio una pastilla para no tener que sentir toda la culpa y la vergüenza que
sentía.
Rueda, poniendo su cuerpo encima de mí, así que su cara está
directamente en mi línea de visión. —¿Hablas en serio? —La ira destella en sus
ojos—. ¿Tu madre fue la que hizo que empezaras con esas pastillas?
Asiento, sorprendida por la furia en sus ojos. —E-Ella pensó que me
hacía sentir mejor.
—Tu madre es una idiota —dice Ethan, sacudiendo la cabeza—. Lila, en
serio. Eso no es normal. Dios, odio esto. Odio cómo se supone que los padres
deberían ser los adultos, y sin embargo, actúan como niños y hunden a sus
hijos con ellos. Pasa todo el tiempo y es ridículo.
No estoy segura de qué hacer; lo único que sé ahora es que estoy
preocupada de que él me vaya a dejar por cuán jodida está mi familia. —Yo...
fue mi culpa por tomarlas.
Sacude la cabeza resueltamente mientras acuna mi rostro y pasa el
pulgar por mi pómulo, mirándome intensamente a los ojos. —No, no lo fue.
Nada de lo que pasó fue tu culpa. —Me mira fijamente por una eternidad y no
tengo idea de lo que piensa, ya sea si me va a dejar, lo que dirá. Entonces,
desliza su mano por mi hombro, descansando en mi costado, y me acerca
mientras gira, abrazándome contra él, nuestros cuerpos presionados. Y se
siente tan increíble, solo ser abrazada, saber que alguien se preocupa por mí,
que no saldrá corriendo y me dejará.
—Mereces tanto algo mejor de lo que tienes —susurra contra mi cabeza—
. De verdad lo mereces.
Unas cuantas lágrimas caen de mis ojos, no solo por mi madre o lo que
me hizo Sean, o incluso cómo pasé los últimos seis años de mi vida. Lloro por
el agarre de Ethan en mí, y por primera vez en toda mi vida, siento que alguien
quiere sostenerme casi tanto como yo quiero aferrarme a él.
15
Traducido por NnancyC
Corregido por SammyD

Ethan
Nunca lo hubiera adivinado. Al mirar a Lila, siempre vi a una chica
hermosa, que pensé había sido mimada la mayor parte de su vida. Parecía que
siempre conseguía lo que deseaba y hacía lo que fuera que quisiera. Había
unos momentos breves cuando veía tristeza en sus ojos, pero nunca, jamás
pensé que sería por algo tan oscuro como lo que me contó.
Odio a su madre por comenzar su adicción a las píldoras y, en verdad,
aborrezco al hijo de puta pervertido que comenzó este desastre. Tengo mucho
odio en mi interior. Me preocupa, porque a mi padre le pasó lo mismo, y casi
destrozó a mi mamá. Pero en el momento en que Lila y yo nos besamos, sabía
que iba a ser muy difícil dejarla. Y cuando tuvimos sexo, sabía que estaba
acabado. Pero lo que en realidad me convenció fue cuando me contó su
historia, cuando vi el dolor en sus ojos, el miedo a no ser amada y de no ser
querida. En ese momento, sabía que quería quitarle todo el dolor. Creo que al
final entiendo lo que sermoneaba Micha siempre que le cuestioné su rechazo a
dejar ir a Ella, a pesar de sus problemas. Y creo que es porque estoy
enamorándome de Lila. En verdad enamorándome.
Sin embargo, hay una cosa que necesito hacer antes de avanzar.
Necesito ver a London, no para intentar recuperarla y aferrarme a ella, sino
para decirle adiós como nunca hice, para poder finalmente seguir adelante. He
estado años aferrado a la imagen de ella; por la culpa por haberme alejado y el
verdadero hecho de que la quería, que rompí mis reglas por ella, pero nunca la
entendí por completo, sin importar cuánto lo intentaba. Sin embargo, estoy
listo ahora para despedirme de London y Rae. Preparado para avanzar en mi
vida en lugar de estar atascado. Y avanzar con Lila.
Se supone que esté reservando un vuelo a San Diego para la boda de Ella
y Micha, pero estoy buscando cambiar el destino de California a Virginia.
Reviso los vuelos, sintiendo un nudo formarse en mi garganta, que crece
cuando hago clic en uno de los vuelos económicos.
En serio voy a hacer esto. Voy a dejarla ir.
Y con un poco de suerte, avanzaré con Lila.
Lila
Es hora de decir adiós al anillo. No me lo he puesto desde que me lo
quité mientras estaba acostada con Ethan y no he querido hacerlo. Ahora
quiero que se vaya. Para siempre.
Decido ir a la casa de empeños más cercana, lo cual está a una caminata
de distancia desde el apartamento. Entro en la tienda hecha de ladrillos en
malas condiciones, más o menos temblando ante la idea de ponerlo en el
mostrador, no porque tengo miedo sino porque estoy tan emocionada de estar
dejándolo junto a todo lo que representa.
Tengo mi cabello suelto, casi tocando mis hombros, una camiseta de
tirantes y pantalones cortos deshilachados. Luzco muy diferente de la chica a
la que le dieron el anillo, y no solo porque estoy más vieja, sino porque soy más
fuerte. No soy una chica buscando amor en todos los lugares equivocados. Soy
una chica que encontró amor en el lugar correcto.
Con dedos temblorosos, coloco el anillo en el mostrador de vidrio, y el
cajero me mira como si fuera una adicta al crack, pero está bien porque estoy
librándome del maldito anillo.
—¿Cuánto puedes darme por esto? —pregunto, secando mi palma
sudada en el costado de mis pantalones.
Lo levanta y examina, pretendiendo estar solo medio interesado.
Honestamente, aceptaría hasta un dólar, aunque necesito el dinero, ya que
significaría que el anillo ha desaparecido de mi vida. Sin embargo, por suerte,
me da suficiente para que pueda afrontar parte de la renta, alimentos y un
boleto de avión a San Diego.
Meto el dinero en el bolsillo, sonriendo mientras me dirijo a la puerta.
Cuando doy un paso afuera, a los rayos del sol, mi sonrisa solo crece, y es la
sonrisa más real que he tenido ya que al fin soy libre de mi pasado.
Ethan
Regreso a casa del trabajo la tarde que Lila y yo se suponía que
volaríamos a San Diego, preparado para decirle quien es London, y que voy a
volar a Virginia antes de ir a California para verla. Por lo general, en aquellas
clases de situaciones, empacaría mi mierda y me iría sin más. No estoy
acostumbrado a decirle a nadie lo que estoy haciendo, pero desentenderme de
Lila no es una opción. No quiero lastimarla, sino que entienda, que esté bien
con ello y que sepa que quiero estar con ella.
—Hola —dice Lila cuando entro en su cuarto, todo sudado por el calor
del sol del desierto cayéndome a plomo todo el día. Tiene su maleta abierta
sobre la cama, y está doblando y empacando ropa. Tiene su cabello recogido, y
una ligera camiseta con tirantes que abraza sus curvas; por un momento, solo
la miro, cautivado por lo hermosa que es—. Deberías ir a ducharte y empacar
tu ropa. Nuestro vuelo sale en cinco horas.
Camino hasta el pie de la cama, mirándola moverse de un lado a otro. Es
hermosa y todavía tan triste, pero la tristeza desaparece cada vez que la
sostengo, que la beso. Ha sido un tiempo malditamente largo desde que he
pasado tanto con la misma chica o con alguien en verdad, y es agradable,
nuevo e incómodo.
—Tengo que decirte algo —digo con cautela. El pánico inunda de
inmediato sus ojos mientras levanta la mirada hacia mí, y con rapidez tomo su
mano—. No es malo. De hecho es algo bueno, creo. Pero vas a tener que confiar
en mí.
—De acuerdo. —Suena algo desconfiada pero se sienta conmigo mientras
nos guío a la cama, con nuestros dedos entrelazados—. ¿Qué es?
Tomo una profunda respiración. —Nunca reservé el boleto a San Diego
como te dije que hice.
Su expresión cae. —¿Qué? ¿Por qué? —Hace una pausa, luciendo
incómoda—. ¿Fue porque no podías pagarlo? Porque todavía tengo algo de
dinero extra de algo de la joyería que vendí.
—No, no es eso. Tengo suficiente ahorrado. —Froto mi rostro con la
mano libre, soltando un suspiro estresado—. ¿Recuerdas cuando te dije que
dejé de usar drogas muy abruptamente, pero nunca te di el motivo?
Asiente, escudriñando mi rostro con sus ojos. —Sí…
—Bueno, el motivo fue debido a algo que le sucedió a una chica con la
que salía —digo, masajeando mi cuello—. Íbamos en serio. De hecho, además
de ti, fue la única chica que he considerado mi novia. —Hago una pausa
mientras intenta no sonreír. Al principio no entiendo el por qué, pero luego
mientras reconstruyo mis palabras, hace clic. Acabo de declarar que es mi
novia y ni siquiera a propósito. Podría retirarlo, pero parece muy estúpido y no
quiero hacerlo—. Ella consumía drogas —continúo, tratando de permanecer
concentrado—. Drogas fuertes, como heroína. —Trago saliva mientras surgen
las imágenes de ese día. Agujas. Tristeza. Súplicas. Mi partida—. La última vez
que la vi se había inyectado… traté de convencerla de que lo dejara, pero una
vez que London decidía algo, era muy difícil que cambiara de opinión. —Inhalo
y exhalo probablemente miles de veces antes de que pueda continuar; las
emociones que he tenido atrapadas dentro de mí se vierten al exterior—. Recibí
una llamada la mañana siguiente, de su madre, diciendo que ella había caído
por la ventana de una casa de dos pisos. Nadie en la casa supuestamente sabía
por qué, si saltó o cayó. Tuvo unos traumatismos serios en la cabeza…
amnesia para ser exacto, pero su mamá tenía la esperanza de que sería
temporal. —Hago otra pausa, recordando cómo se sintió saber que London
seguía con vida, pero que no podía recordar nada sobre mí. Sobre nosotros.
Dolía más que ser golpeado, gritado, que ver a tu madre atravesar una tortura
solo para poder quedarse con tu padre. Fue como si London hubiera muerto,
pero su espíritu todavía caminaba por aquí, persiguiéndome—. Sin embargo,
no fue temporal y nunca recordó quien era yo o mucho sobre sí misma.
Lila traga saliva; sus ojos azules enormes mientras agarra mi mano. —
¿Todavía está… todavía está así?
Asiento, sintiendo su pulso, o el mío, palpitando en mis dedos.
—Su nombre es London, lo cual estoy seguro que recuerdas de cuando
me atrapaste murmurando en sueños. Rae, su madre, no deja de pedirme que
vaya allí, esperando que después de cuatro años pueda ayudar a London a
recordar algo, a pesar de que lo doctores le dijeron que es bastante improbable,
que el daño es irreversible.
Me mira por una eternidad y me vuelve loco porque necesito saber que
piensa y cómo se siente sobre lo que le acabo de decir debido a que, con total
honestidad, me hallo perplejo de lo que siento. Extrañamente, casi me siento
liberado, como si finalmente estuviera dejando salir todo lo que sentí.
—Ella debe haber significado mucho para ti —dice finalmente,
sosteniendo mi mirada.
—Sí —admito, trazando con mi dedo el interior de su muñeca—. Fue la
primera chica que pensé que podría amar.
Traga de nuevo, mordiéndose el labio, luciendo como si fuera a llorar.
Quiero decirle que creo que podría estar enamorado de ella. Quiero hacerle
saber cómo me siento y que ella significa el mundo para mí. No quiero hacerla
llorar o lastimarla. Quiero que sea feliz, como la Lila que conocí al principio,
solo que esta vez su felicidad sería real, no inducida por píldoras.
—¿Vas a ir a verla como te pide su madre? —pregunta nerviosa Lila, y
siento su mano tensarse en la mía.
Presiono mis labios y asiento. —Creo que tengo que hacerlo, por un
montón de motivos diferentes. El primero, nunca me despedí de London.
Siempre tuve un poco de miedo.
Aprieta los labios tan fuerte que se vuelven púrpuras. —Bien… —Sale
como un jadeo—. Entiendo.
Sacudiendo la cabeza, llevo mi mano libre a su cara y aparto su cabello.
—Lila, no es lo que piensas. Es solo algo que tengo que hacer. Debo decirle
adiós, porque nunca lo hice. Solo seguí aferrándome a ella, lo cual es parte de
la razón de por qué me he sentido tan estancado en mi vida. Si fuera a verla,
tal vez pueda dejar de vivir en el pasado y avanzar —tomo una profunda
respiración—, contigo. —Y ahí está. La verdad.
Me doy cuenta que está luchando con estar feliz o triste. Ladea la cabeza
hacia atrás, intentando no llorar. —No obstante, estarás allí para la boda de
Ella y Micha, ¿cierto? Porque es como en unos días.
—Por supuesto. Micha me patearía el trasero si no aparezco —digo,
deseando que me mire, deseando saber lo que piensa—. Además, tomo el
crédito por el hecho de que esos dos idiotas estén por casarse. Si no fuera por
mí, seguirían tratando de complacer al otro en lugar de decirse cómo se
sienten.
Eso consigue que me mire y ría; el sonido es tan asombroso, que juro
que podría llenar miles de páginas con palabras que describan la belleza en
ello. —Tienes razón. Los dos son muy testarudos.
—Nosotros también lo somos —digo, pensando en lo mucho que peleé
contra mis sentimientos por ella.
Asiente, acordando. —Sí, nosotros también.
—Sí… sin duda… —divago al tiempo que me inclino para besarla,
queriendo lamerla y morderla otra vez. Queriendo estar dentro de ella otra vez
como lo estuve la otra noche. No hemos tenido sexo desde ese momento, no
porque yo no quiera. Quiero hacerlo con tantas jodidas ganas que mi polla se
pone dura solo de pensarlo. Pero después de lo que me contó Lila, no voy a
presionar las cosas hasta que sepa que lo desea. Además, primero quiero decir
adiós a London para poder tener, con suerte, mi cabeza completamente
despejada.
Lila me encuentra a mitad de camino, rozando sus labios contra los
míos, y al instante, gime y se aferra a mí. Para el momento en que terminamos
de besarnos, estamos acostados en su cama, con mi cuerpo presionado el suyo
y estoy más sudado que cuando llegué a casa del trabajo. —Voy a ir a tomar
una ducha y a empacar —digo, cerniendo mis labios sobre los suyos. Muerdo
su labio inferior y luego lo chupo en mi boca antes de obligarme a apartarme y
levantarme de la cama.
—¿Seguro? —pregunta, batiendo sus pestañas mientras agarra mis
brazos, tratando de atraerme de vuelta—. Podríamos seguir con los besos y ver
cómo termina.
—Oh, sé cómo terminará —le aseguro—. Pero también sé que debo
empacar, y si comienzo a besarte de nuevo, no voy a ser capaz de detenerme.
Querré continuar toda la noche, una y otra y otra vez. —Mi voz desciende a un
gruñido áspero y se sonroja.
Tratando de pretender que no se encuentra caliente y nerviosa, se pone
de pie y regresa a su maleta. —¿Hoy vuelas a Virginia? —Dobla un par de
pantalones cortos y los coloca en la maleta.
Asiento desde la puerta con las manos posadas en el marco. —Mi vuelo
sale casi a la misma hora que el tuyo y luego volaré a San Diego el viernes.
—¿Vas a pasar tres días en Virginia? —pregunta, luchando contra un
ceño fruncido mientras dobla una camiseta.
Asiento. —Sí.
Obviamente está incómoda con la idea y me siento mal por ello. Pero
necesito hacer esto. Sé que va a ser difícil; por fin dejar ir a London y a mi
culpa después de todos estos años conservándola. Pero sé que puedo hacerlo,
porque quiero a Lila, quiero darle lo que se merece, lo que necesita, más de lo
que he querido hacer cualquier cosa en mi vida.
Lila
Estoy tratando de ser fuerte, pero es difícil. Al fin me he sincerado con
alguien y luego me cuenta sobre su única novia, quien al parecer tiene
amnesia. Puedo ver en sus ojos que todavía se preocupa por ella y me pregunto
si puede todavía amarla. Se siente como si mi corazón se estuviera rompiendo,
hasta que dice que soy su novia. Ayuda un poco. Aún cuando quiero estar
segura sobre nuestra relación, todavía batallo con mis demonios internos de la
falta de confianza. Sigo descubriendo quien soy y quien quiero ser. Todo lo que
sé es que amo a Ethan y aún no se lo he dicho. Y ahora se va a ver a su ex
novia.
Me estoy sintiendo con la moral por el suelo y rechazada para el
momento en que llegamos al aeropuerto. No hay mucha gente hoy, y
atravesamos la seguridad muy rápido. Su vuelo sale media hora antes que el
mío así que me acompaña a mi puerta de embarque y se prepara para irse.
—De acuerdo, puedes llamarme para cualquier cosa —dice en tanto
lanza su bolso sobre el hombro.
Asiento, tratando de no hacer pucheros mientras me paro cerca del área
de espera con mi maleta a mis pies. —Lo sé.
Retrocede, yéndose a un lado para esquivar las personas. —Sobre todo si
lo necesitas.
Fuerzo una sonrisa, fingiendo que me encuentro mejor de lo que estoy
realmente. —Deja de preocuparte por mí —digo—. Estaré bien.
Me devuelve la sonrisa, pero está preocupado por mí. Lo veo en sus ojos.
—Bien, te veré en tres días. —Se da la vuelta y se aleja, y me hace sentir más
triste ya que ni siquiera me dio un beso de despedida.
Lo miro con un ceño gigante en mi cara. Lleva puesto unos vaqueros
desgastados, asegurado por un cinturón con tachas, una camisa con cuadros
escoceses oscura, y hay bandas de cuero en sus muñecas. Su cabello oscuro
está todo revuelto debido a que se tomó demasiado tiempo en la ducha y
tuvimos que apresurarnos a salir de la casa antes de que tuviera tiempo para
hacer algo con ello, aunque a él no le importa. Es tan hermoso y desearía estar
segura sobre si es mío, pero aún no sé eso. Aquellas cosas toman tiempo para
entenderse por completo.
Una vez que sale de mi vista, me dirijo hacia la sección donde abordaré
con mi billete en la mano. Estoy acostumbrada a volar en primera clase, pero
no puedo pagarlo.
Estoy al borde de las lágrimas cuando siento a alguien agarrarme desde
atrás. Abro la boca para gritar como una demente, pero unos brazos rodean mi
cintura y capto un aroma muy conocido de colonia, por lo que me relajo con el
toque de Ethan.
—Olvidé algo —me susurra al oído, dándome la vuelta. Sus ojos lucen
oscuros, su cabello colgando en su rostro mientras me admira embelesado,
poco a poco, deliberadamente. Olvido respirar mientras se agacha y me besa. Y
digo, me besa; la clase de beso que me arrebata el aliento de mis pulmones,
que me hace olvidar donde estoy, quien soy. Cuando nuestras lenguas se
enredan, hace que cada simple esfuerzo que he atravesado valga la pena
porque me han traído justo aquí a este momento, me han traído a él.
Sus manos recorren mi cabello y respiro su aroma; me agarro de sus
brazos, deseando que no me dejara. Para el momento en que nos apartamos,
estamos jadeando, mi corazón golpea con fuerza en mi pecho y todos nos están
mirando fijamente con sonrisas tontas en sus rostros, las que estoy segura
combinan con la mía.
—Te veré en unos días. —Me besa en la mejilla antes de retroceder.
Asiento, sin aliento y sonrojada. —De acuerdo.
Sonríe y luego alza su bolso, girando y caminando lejos, esta vez en
verdad. Todavía me siento triste, pero estoy veinte veces más ligera ahora,
sabiendo que puedo sobrevivir tres días.
—Te amo. En verdad lo hago —susurro tan suavemente que nadie puede
oír. Quiero decirle. Lo hago porque creo que será diferente de cuando le dije a
Sean que lo amaba, aunque aún no puedo llegar allí. Pero puedo sentirme
dirigida en la dirección correcta y eso tiene que significar algo, y me da
esperanza de que cuando al final se lo diga, las cosas serán diferentes porque
Ethan es diferente.
Y yo también.
16
Traducido por Michelle♡ & Adriana
Corregido por Momby Merlos

Lila
La casa de Ella y Micha es adorable. Habría pensado que no me gustaría
el lugar, al ver lo pequeño que es y que está encaramado al final de este camino
muy accidentado que se entrelaza a través de un barrio donde todas las casas
se ven diferentes. Es bonito, sin embargo, la forma en que las persianas de
color amarillo destacan sobre todo lo demás a su alrededor y cómo la hierba es
cubierta con una variedad de flores, ninguna de las cuales combina pero lo
hace colorido y animado. Es jueves por la mañana y el sol se siente caliente,
pero de una forma soportable, al contrario que el aire sofocante del desierto de
Las Vegas.
—Me encanta tu casa —comento probablemente por tercera vez cuando
Ella y yo nos sentamos en el pórtico trasero debajo de la luz del sol. Tenemos
puestos pantalones cortos y camisetas sin mangas. Mi cabello cuelga hasta mis
hombros y todavía no he puesto mi maquillaje, pero no hay nadie alrededor, así
que no importa realmente.
—Gracias. —Extiende sus pies frente a ella—. La conseguimos
baratísima, gracias a la mamá de Micha —dice y cuando miro a su cara
divertida, agrega—: Un viejo amigo de ella trabaja aquí como agente de bienes
raíces, y nos conectó con este lugar. La mujer que nos la vendió es muy vieja y
probablemente la compró en la década de los cuarenta cuando fue construida
así que no pedía mucho. Tuvimos mucha suerte.
—Me alegro —digo—. Necesitaban un poco de buena suerte.
—¿Necesitábamos? —Curva su ceja inquisitivamente.
—Pienso que todos la necesitan —digo con la esperanza de tener algo de
buena suerte muy pronto y finalmente armarme de valor para decirle a Ethan
lo que siento por él. Esa sería la mejor buena suerte de todas—. Así que —digo
cambiando de tema—, ¿en serio vas a casarte el sábado?
Asiente, sorbiendo su café mientras mira fijamente hacia la valla que
divide su patio de los vecinos de al lado, que al parecer recogen campanillas de
viento, ya que hay una colección de ellas adornando toda la parte trasera de la
casa.
—Así es. ¿Muy raro, eh? —pregunta, luciendo un poco nerviosa, pero así
es Ella. Cuando asiento, añade con una mirada discreta hacia mí desde el
rabillo del ojo—. Tan raro como tu nuevo peinado.
Toco las puntas de mi cabello, arrugando la nariz. —¿No se ve tan mal o
sí?
Sacude la cabeza y coloca su taza de café a sus pies. —No, me gusta… —
Sus ojos verdes se deslizan sobre mí mientras reajusta el elástico alrededor de
su pelo castaño—. Es solo que luce diferente. Tú luces diferente.
Examino mis uñas, pretendiendo ser indiferente. —¿Cómo es eso?
Se encoge de hombros, observándome con una mirada inquisitiva. —
Vistes diferente… menos elegante, mas como yo. Y no lo sé… luces diferente.
Más feliz o algo parecido.
Eso me confunde. —¿Más feliz? Es raro porque mucha gente ha dicho
que soy la persona más feliz que hayan conocido.
Alcanza su café de nuevo, metiendo el pie debajo de ella mientras trae el
borde de la taza de cristal a la boca. —Puedo ver porque ellos dicen eso pero no
lo sé… —Toma un sorbo, sacudiendo la cabeza—. Luces diferente por alguna
razón. No reconozco el qué. —Gira su taza en la mano, apretando los labios, y
parece que trata de no sonreír.
—¿Qué? —digo mientras alcanzo mi café. Una risita sale de mis labios
porque luce entretenida, y yo no tengo idea de que es lo que está pasando—.
¿Por qué sigues dándome miradas extrañas?
—¿Hay algo que quieras decirme? —pregunta.
Me encojo de hombros, tomando un sorbo de café. —Que tienes una
linda casa.
Me da una mirada tolerante. —Lila.
Reprimo una sonrisa, a pesar de que no tengo ni idea de qué está
pasando. —Ella.
Sonríe y después sacude la mano, riendo. —Bien, si no vas a confesar, lo
diré de una vez. —Hace una pausa, agarrando el mango de su taza—. He oído
un rumor de que finalmente podría estar pasando algo entre Ethan y tú.
Sostengo mi taza en una mano y tamborileo con mis dedos el
reposabrazos de la silla de mimbre. No he hablado con Ethan desde que nos
separamos en el aeropuerto. Le he enviado mensajes de texto unas pocas veces
pero siempre responde con una palabra, así que decidí darle un poco de
espacio, viendo como debe estar muy ocupado con London. Dios. Incluso
pensarlo duele un poco. —Por rumor, quieres decir que Micha te dijo acerca de
nosotros.
Se encoge de hombros, sonriendo divertida. —Tal vez.
—¿Qué dijo exactamente? —pregunto con curiosidad, y un poco
preocupada acerca de qué pudo decir, pero el hecho de que le dijo a él, tiene
que significar algo ¿verdad? Que le importo lo suficiente como para decirle a
Micha—. ¿O debería decir, qué le dijo Ethan?
Voltea hacia mí con una sonrisa pícara en su rostro. —¿Por qué no me
dices tu versión y luego puedo comparar?
Dejo la taza de café en el suelo otra vez mientras ella toma un sorbo de la
suya. —Está bien. Tuvimos sexo.
Inhala y luego aleja rápido la taza de su boca mientras escupe café por
toda la plataforma delante de sus pies. —Santa mierda, Lila. —Presiona la
mano en su pecho, tosiendo mientras trata de recuperar el aliento—. No
esperaba que fueras tan directa al respecto.
No puedo evitarlo. Una gran sonrisa tonta eleva mis labios. —Yo
tampoco, pero creo que voy a tener que hacerlo más porque es muy, muy
divertido.
Se seca el café de la cara con el dorso de la mano. —Empiezas a sonar
como yo.
—¿La nueva divertida tú o la vieja aburrida, que conocí primero? —
bromeo—. Necesito aclaración.
Se protege de la luz del sol con la mano. —La nueva. Que es la mejor,
confía en mí.
—Yo confío en ti —digo—. Pero la Ella que siempre he conocido, nueva o
vieja, ha sido una buena persona y eso es algo importante para comparar.
Sacude la mano, sofocando una sonrisa. —¿Vamos a tener un momento
aquí?
—Tal vez —digo—. Nunca tuvimos uno en los dos años que nos
conocemos. Tal vez es hora. Podemos abrazarnos, llorar y decirnos cuánto nos
amamos.
—No soy una persona que llora. —Baja la mano a su regazo—. O que
dice la palabra con A.
—Lo sé y honestamente, estoy tratando de detenerlo —bromeo—.
Podríamos tener un momento de chicas y me podrías preguntar cómo fue el
sexo con Ethan mientras comemos palomitas y miramos una película muy
ñoña.
Hace una mueca de náuseas, presionando su mano al pecho como si
estuviera ahogándose con la idea. —Jamás quiero escucharte hablar acerca de
sexo con él. Jamás. —Se estremece—. Tan repugnante.
Reímos nerviosamente un momento y después hablamos acerca de cosas
más ligeras. Sobre cómo ha estado con Micha en los últimos meses. Me
presiona por más detalles de Ethan, preguntándome por qué no podía librarse
del trabajo para volar conmigo. Al parecer, nunca le contó a nadie acerca de
London así que decidí no contarlo, imaginando que debe tener sus razones.
Aparte de eso, no tengo mucho más que decir, además del hecho de que besar
a Ethan es increíble, y eso le causa más arcadas. Entiende mi necesidad de ser
vaga, porque ella es más o menos la persona más imprecisa que he conocido y
no presiona mucho, lo que me hace estar agradecida de que sea mi mejor
amiga. Ni siquiera me doy cuenta de lo mucho que echaba de menos estar
cerca de ella y me hace sentir feliz el tener ese tipo de amistad con alguien,
pero un poco triste porque sé que voy a extrañarla cuando me vaya de nuevo a
Las Vegas.
—Y, ¿qué pasa con tu vestido? —pregunto mientras nos dirigimos a la
cocina, decidiendo cambiar de tema. Necesitaba hablar de algo feliz y la ropa
siempre me provoca alegría.
Pone nuestras tazas en el fregadero y las enjuaga. —¿Quieres verlo? —
pregunta, cerrando la llave del agua.
Asiento con impaciencia y aplaudo. —Por supuesto. Me encantan las
cosas de las bodas y el vestido es la mejor parte.
—Lo sé. —Frunce el ceño mientras rodea la pequeña isla en medio de la
cocina—. Lo que me hace reacia a mostrártelo.
—¿Por qué? —Mi cara se arruga—. Ella, ¿qué hiciste?
—No hice nada —Suspira—, razón por la cual no te va a gustar.
Me quedo mirándola fijamente, confundida. Suspira y me hace una seña
para que la siga mientras camina hacia el pasillo. Me lleva de vuelta a un
pequeño dormitorio. Las paredes azules están cubiertas con obras de arte y
hay una cama de hierro forjado con montones de hojas de papel que están
manchadas con letras escritas.
Tomo una de las hojas de papel del pie de la cama. —¿Qué? ¿Ustedes
simplemente se sientan, escriben y dibujan juntos todo el día?
—Algo así —dice, abriendo la puerta del armario—. Digo, no estoy en la
escuela en este momento y solo trabajo a tiempo parcial en una galería de arte,
así que tengo que llenar mi día de alguna manera.
Asiento y pongo el dibujo en el tocador. —Trato de encontrar un trabajo
—admito—. Pero no estoy teniendo suerte.
Busca entre la ropa colgada, pero hace una pausa, mirándome por
encima del hombro con las cejas elevadas. —¿En serio?
—Sí, en serio. —Me siento en el borde de la cama y cruzo mis piernas,
pero luego hago una cara y pongo las manos en mi regazo—. Espera, ¿esto es
seguro para sentarse?
Examina con cuidado la pequeña cantidad de ropa en el armario. —¿Mi
cama? ¿Por qué no lo sería?
—Porque solo Dios sabe que hacen ustedes en ella.
Rueda los ojos. —Está bien, solo mantén las manos en tu regazo.
Riendo, me inclino y examino la hoja de letras en la cama. —Así que,
¿Micha trabaja todos los días?
—Algunas veces —contesta—. Otras veces tiene una semana de
descanso, o si no está de gira toda la semana. En este momento, él está
grabando en un estudio en la ciudad.
—¿Y no es difícil para ti? —pregunto—. Estar lejos de él de esa manera,
porque recuerdo lo difícil que fue para ustedes dos la primera vez.
—Mentiría si dijera que no, pero me voy con él a todas las funciones que
puedo, y pasamos cada hora juntos cuando no estamos trabajando.
Me siento con la espalda recta, apoyándome en las manos. —No me
sorprende mucho que ustedes estén llevándolo bien.
Quita un gancho de la varilla y se da la vuelta. —¿No? ¿En serio? Porque
a mí un poco sí.
—Ya te dije que ustedes tienen relación la más hermosa que ha existido,
y aunque están un poco locos, no son estúpidos y sabía que finalmente se
entenderían bien. —Pretendo que me desmayo, inclinando la cabeza hacia un
lado mientras me cubro la frente con la mano—. Son tan de ensueño juntos.
Pone los ojos en blanco. —Como digas, señorita sabelotodo. Quizá yo
debería darte un mal rato.
—¿Sobre qué?
—Sobre si estás o no enamorada de Ethan. —Arquea las cejas,
esperando mi respuesta.
¡Sí, lo estoy! quiero gritar, pero aún no se lo he dicho a Ethan. Así que
decírselo a ella primero, parece un error. —Y ¿qué hay de ese vestido? —le
digo, tratando de cambiar de tema para que no siga con ello—. Déjame verlo.
Me deja pasar mi abrupto cambio de tema y poco a poco saca un vestido
liso negro del armario. —Odio el blanco —dice, sosteniendo la tela sobre su
cuerpo—, así que creo que esto podría funcionar.
Llega hasta sus rodillas y no tiene ningún detalle. Además, tiene un
escote alto y los tirantes se ven muy desgastados.
—¿Vas a ir a un funeral? —le pregunto, haciendo una mueca al vestido
horrible—. ¿O a una boda?
Suspira, derrotada, bajando el vestido a su lado. —No me gustan las
cosas de lujo, ¿sí? Además, los vestidos de lujo son caros.
—No tiene por qué ser de lujo. —Me pongo de pie—. Pero esto… —Toco la
tela y luego me estremezco con la rugosidad de la misma, como si hubiera sido
lavada una y mil veces—. Ella, en serio, no te puedes casar con esto. Es
horrible.
—Bueno, ¿qué sugieres que use? —pregunta—. No tengo mucho dinero y
no tengo a nadie que me ayude, además de ti.
Reflexiono al respecto un minuto, preguntándome si quiero ir a donde se
dirige mi cerebro. ¿Cuánto me preocupo por Ella? Obviamente mucho, puesto
que incluso lo estoy considerando ahora. Es decir, es mi mejor amiga, y merece
un vestido muy bonito. —Tengo una idea, pero tendrás que confiar en mí. Y me
refiero a confiar en mí realmente.
—¿Por qué? —Es cautelosa—. ¿Qué estás tramando?
—Nada —le digo, en dirección a la puerta—. Es solo que no quiero que te
sorprendas.
Su boca se curva hacia abajo mientras me sigue. —Está bien, voy a
confiar en ti, pero tengo unas cuantas reglas. —Cuenta atrás con los dedos—.
Nada de pliegues, nada de color blanco puro y nada muy voluminoso.
Me río mientras nos dirigimos hacia la puerta.
Ethan
Es jueves por la mañana, unas doce horas desde que dejé Las Vegas y a
Lila atrás. Descubro que la estoy extrañando más de lo que esperaba. Me envió
mensajes de texto un par de veces y la quiero llamar y hablar con ella, pero me
prometí a mí mismo que no lo haría hasta después de hablar con London. De
esa manera podría tener una cabeza clara. Tal vez. Ojalá.
Estoy en la casa de la tía de London, donde ella vive la mayor parte del
tiempo ya que está más cerca del consultorio de su doctor. He estado sentado
en una sala de estar que huele a comida para gatos durante una hora
aproximadamente, contando los tics del reloj de pie, mientras bebo té helado y
escucho a Rae hablar de esperanza mientras esperamos a que London regrese
de su cita con el doctor. Me estoy poniendo un poco inquieto esperando,
preguntándome como lucirá y la estúpida parte de mí cree que hay una
pequeña posibilidad de que ella entrará a la habitación y me reconocerá. Hace
que me arrepienta de venir aquí y, me da ganas de montarme en un avión y
regresar con Lila, solo para poder abrazarla.
Estoy a punto de decirle a Rae que no puedo hacer esto cuando la puerta
del frente se abre y London entra. Es alucinantemente extraño verla de nuevo.
Luce más mayor, sin embargo, la misma. Su cabello negro sigue por su barbilla
y con mechas moradas; todavía tiene una cicatriz en su labio y su nariz está
perforada. También tiene una cicatriz desvanecida en su cabeza donde se
golpeó con la roca cuando se cayó por la ventana; lo que causó el daño
cerebral. Juro, que si no lo supiera bien, supondría que de alguna manera
había regresado en el tiempo al pasado cuatro años atrás.
Hay un momento fugaz en el que juro que sus ojos se iluminan como
solían hacerlo cuando me miraba, pero se desvaneció tan rápido que me
pregunto si me lo imaginé. Mira a su mamá, a quien reconoce, pero no de su
infancia. No puede recordar nada del pasado, excepto por las funciones básicas
de caminar, hablar y respirar.
—¿Quién es? —le pregunta a su mamá en una voz tipo robótica.
Rae se ve tal como la recordaba de la última vez que la vi justo después
del accidente de London. Ella todavía es la imagen de su hija, solo que veinte
años mayor. Se pone de pie. —Este es un viejo amigo tuyo.
Los ojos de London se fijan en mí y recuerdo como algunas veces solía
verme con esta mirada pensativa en su cara, como si estuviera memorizando
mi aspecto. Pero ahora, bueno, solo se ve perdida, como alguien que se alejó
dentro del bosque y no puede encontrar su camino de regreso.
—No lo recuerdo —dice, dando un paso atrás hacia la puerta—. ¿Por qué
está aquí?
Rae rodea el sofá rápidamente y agarra el brazo de London, deteniéndola
de salir huyendo. —Él vino aquí para hablar contigo. Un largo viaje, en
realidad, así que lo menos que podrías hacer es sentarte y escuchar lo que
tiene que decir.
London me mira, y yo fuerzo una sonrisa. Es tan raro. Sigo pensando en
todo el tiempo que pasamos juntos y como yo lo puedo recordar pero ella no.
Soy un extraño para ella, pero me doy cuenta ahora que fue como una especie
de extraña para mí durante todo el tiempo que estuvimos saliendo.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta finalmente.
—Ethan. —Me paro del sofá y camino hacia ella con las manos metidas
dentro de los bolsillos de mi pantalón—. Ethan Gregory.
Considera esto por un momento. —No tengo idea de quién eres —dice y
luego se encoge de hombros sin saber que decir—. Lo siento.
—Yo también lo siento —le respondo, pero no muy seguro de qué estoy
arrepentido. Si es por dejar la casa ese día, no arrancarle la aguja de la mano
cuando estaba a punto de pincharse, o por el simple hecho de que no puedo
hacer que me recuerde. O tal vez es porque a pesar de estar parado aquí, no
puedo parar de pensar en Lila, en su sonrisa, su tristeza y el hecho que en este
momento solo quiero estar con ella, no aquí.
—¿Por qué no se sientan los dos? —Rae señala hacia los sofás—. Voy a
conseguirles un poco de té helado. —Me sonríe con esperanza en sus ojos
mientras camina por mi lado, dirigiéndose a la cocina y dejándome solo con
London.
Ella sacude la cabeza, luego suspira y se sienta en el sofá. —No sé
porque se esfuerza tanto. —Mete las manos debajo de sus piernas—. A penas
puedo recordarla y es mi madre.
—Solo se preocupa por ti. —Tomo asiento en el sillón frente a ella—. Es
algo bueno.
—O algo estúpido, dependiendo de cómo lo veas. —Me mira mientras se
inclina hacia atrás en el sofá—. ¿Cuál es tu nombre de nuevo?
—Ethan —le digo, agarrando el vaso de té helado que Rae ha puesto a mi
lado. Ha desaparecido de nuevo en la cocina y no lo puedo evitar, pero deseo
estar de regreso allí con ella—. Ethan Gregory.
—¿Y nosotros salimos?
—Sí, bastante.
—Y tuvimos sexo.
Estoy a mitad de un sorbo y casi escupo el té helado por todo el suelo. —
Sí, supongo que puedes decir eso —digo, colocando el vaso abajo.
—¿Era buena? —pregunta con curiosidad mientras se inclina hacia
delante—. Digo, lo tuve que haber sido si estás aquí visitándome. —Su
autodeterminación se asemeja a la London que recuerdo, tanto que es difícil de
asimilar.
—Lo eras —admito, limpiando mis labios con el dorso de la mano.
Arquea una ceja. —¿El mejor que has tenido?
Abro la boca para responderle, pero luego cierro mi mandíbula porque la
respuesta es no. El mejor que he tenido se halla en San Diego haciendo quien
sabe qué; espero que sonriendo y siendo feliz.
—Ahh —dice, arqueando sus cejas mientras se relaja en la silla—, hay
alguien más.
Asiento despacio y tristemente. —Más o menos.
Curva las esquinas de sus labios, pareciendo divertida. —¿Estás
enamorado de ella?
Me inclino hacia delante, descansando las manos en mis rodillas. —
Sabes, haces un montón de preguntas.
—Solo sobre cosas que no puedo recordar —responde—. Sabes que es un
dolor en el trasero no ser capaz de recordar a todo el mundo, sin embargo ellos
siempre te miran, con la esperanza de que lo hagas.
—¿No puedes recordar nada? —Sé la respuesta, pero aun así lo
pregunto.
—Nop, la realidad es que no.
—Sin embargo, pareces tan tranquila al respecto.
—Tranquila no, simplemente lo he aceptado. Puedo recordar los últimos
cuatro años, así que es algo. No estoy del todo desorientada y por lo que puedo
entender, el hecho de que me lancé por la ventana bajo los efectos de la
heroína… Tal vez necesitaba esto.
—No estoy seguro de ir tan lejos —digo con inquietud—. Olvidar tu
pasado es algo grande.
—Quizá. —Hace una pausa, cruzando los brazos sobre el pecho.
Respiro profundamente, preparándome para decir lo que me trajo aquí.
—Sobre ese día… el día que tú…
—Me lancé por la ventana —termina por mí sin rodeos.
Asiento. —Sí… yo quería decir… —Juego nerviosamente con la manga de
mi camisa—. Quiero decir que lo siento. Nunca debí dejarte en esa casa.
—¿Me dejaste? —pregunta—. ¿Por qué?
Me encojo de hombros. —Me frustré porque obviamente estabas molesta
por algo, sin embargo no hablabas sobre eso… nunca lo hacías. En cambio
querías pincharte heroína, y yo no quería que lo hicieras.
Mete su cabello detrás de su oreja, analizándome con su mirada clavada
en mí. —¿Me dijiste que no lo hiciera?
Asiento. —Un par de veces, pero debí intentarlo más. Debí haber hecho
que pararas.
—¿Cómo habrías hecho eso?
—No lo sé… arrancándote la aguja de la mano o algo así.
Tamborilea en el reposabrazos con sus uñas, considerando algo. —
Sabes, si he aprendido algo con toda esta dura experiencia, es que a veces no
puedes hacer que pasen las cosas, incluso si lo quieres. No puedes cambiar las
cosas o hacer que la gente haga algo que no quiere o no puede hacer.
Trago saliva, entendiendo lo que dice. —Pero me pude haber esforzado
más.
—Y al final estoy segura que todavía hubiera colocado la aguja en mi
brazo —dice—, y probablemente saltado por la ventana.
—Quizá no.
—O quizá sí. —Hace una pausa—. Pero nunca sabremos. Y no es para
que te sientas culpable cuando ni siquiera te puedo recordar.
Sacudo la cabeza. Todavía es tan igual a antes que es una locura. —
Supongo. —Entiendo lo que dice. Realmente. Pero es difícil de aceptar porque
nunca sabremos lo que podría o no haber sucedido si hubiera conseguido que
bajara la aguja.
—Ya no quiero hablar de mí —dice con desdén—. Siempre estoy
hablando de mí, con mi mamá, con los doctores, con todos los que me cruzo
que solían conocerme. Estoy tan cansada de eso.
—¿De qué quieres hablar, entonces? —le pregunto, recostándome en el
asiento, sintiéndome un poco más ligero y al mismo tiempo un poco más triste
porque sé que esto es todo. Así es como las cosas siempre serán entre nosotros
y no puedo cambiarlo.
—De ti. —Cruza sus piernas y me mira fijamente con tanta intensidad
que juro que trata de hacer un agujero en mi cabeza—. Dime, Ethan Gregory,
esta chica que es la mejor que has tenido, ¿la amas?
—¿Amor? —pregunto—. ¿Quieres hablar de amor?
Asiente. —Sí.
Me encojo de hombros, sintiéndome incomodo bajo su escrutinio. —¿Qué
demonios es el amor? ¿Darle plenamente tu corazón a alguien? ¿Diciendo:
tómalo, soy tuyo? ¿Dejar que te amen, te abracen, te posean? ¿Que te griten y
digan que eres inútil? ¿Que te abracen y digan que eres importante? ¿Cuál es
la definición de amor? ¿Cómo lo sabes? —Abro la boca y decido lanzarme a
ello, dejando que salga la primera respuesta que me vine a la cabeza—. Creo
que sí la amo. —Mi mente está volando a un millón de kilómetros por horas
con esa declaración y es difícil de procesar, especialmente desde que lo dije por
primera vez en frente de mi ex-novia, que tiene amnesia.
Inclina la cabeza hacia un lado, estudiándome. —¿Me amaste?
Pienso en su pregunta, conociendo la verdadera respuesta, pero es difícil
de admitirlo. —Creo que sí, pero de una manera diferente.
—¿A qué te refieres?
—Nuestro amor fue un poco caótico y descuidado, y realmente no nos
conocíamos lo suficiente como para en realidad completamente amarnos. —
Meto la mano en mi bolsillo y agarro el brazalete que me dio London, el que
tiene nuestras iniciales entrelazadas—. Pero creo que de alguna manera u otra
sí tuvimos una especie de amor el uno por el otro. —Me inclino sobre la mesa,
estirando la mano para darle el brazalete.
—¿Pero no tanto como a esta otra chica? —pregunta, tomando el
brazalete de mi mano—. ¿Qué es esto?
—Tú lo hiciste para mí —le digo, recostándome—. Dijiste que siempre me
ayudaría a recordar el tiempo que pasamos juntos.
Pasa el dedo por el cuero. —¿Iba a terminar contigo cuando te la di?
Porque parece que iba a hacerlo.
Me encojo de hombros y luego sacudo la cabeza. —Pudiste haber estado
pensándolo, pero honestamente no lo sé. La mitad del tiempo no sabía en lo
que estabas pensando.
Sonríe mientras mira el brazalete en su mano. —Y ahora nunca lo
sabrás. —Solo London puede tener un retorcido sentido del humor de todo el
asunto. Pero tiene razón. Nunca sabré lo que estaba pensando, como realmente
se sentía, como me sentía yo, porque nunca llegamos a decirlo. Tenía tanto
miedo de mis sentimientos que los mantuve dentro y ahora la oportunidad de
decírselo se ha ido. Nunca sabrá si la amé o no. Lo mucho que me preocupé
por ella. Nunca sabré si ella se sentía igual, si me amaba tanto que se aferraría
a mí si algo me sucediera y ya no fuera parte de su vida. Nunca sabré lo
suficiente de un montón de cosas sobre nuestra relación, y eso no se puede
cambiar. Está hecho. Fin.
—Supongo que no. —Le ofrezco una pequeña sonrisa.
Continúa mirando el brazalete, luciendo triste con cada momento que
pasa. Suspira y coloca el brazalete sobre la mesa. —Entonces cuéntame algo
feliz —dice, cambiando su estado de ánimo en el tiempo que me toma
recuperar el aliento—. Y no sobre mi pasado.
Tomo una respiración profunda y empiezo a contarle sobre los últimos
años de mi vida, los cuales no son felices o triste, simplemente neutrales,
porque básicamente estuve atorado en la misma mentalidad, nunca
avanzando, siempre pensando sobre el pasado. Excepto que en este mismo
momento, quiero estar avanzando hacia el otro lado del país para estar con
alguien más. En el momento que terminamos de hablar, es la media tarde. Mi
vuelo no sale hasta la mañana, pero la idea de esperar hasta entonces me
parece imposible. Necesito ver a Lila ahora y necesito decirle como me siento,
así no pierdo mi oportunidad otra vez.
17
Traducido por Blaire Grey
Corregido por LIZZY’

Lila
—Así que he llegado a la conclusión de que me estoy convirtiendo en una
muy mala influencia para ti —dice Ella mientras vaga por mi antigua
habitación, de la mansión de tres pisos de mis padres ubicada en la zona más
verde y más lujosa de la ciudad. El océano roza la costa desde el exterior de la
ventana y el sol irradia contra las paredes de color rosa pálido.
—Supongo que sí. —Abro mi armario y entro, el inmenso espacio casi
parece abrumador porque ha pasado un largo tiempo desde que lo he visto. Me
abruman los malos recuerdos, unos llenos de odio de mis padres y auto-odio a
mí misma. Por un momento, juro por Dios, que se siente como si las malditas
paredes se acercaran a mí de nuevo.
Paso los dedos sobre los tejidos de los vestidos y las camisas, recordando
lo que era tener un sin fin de ropa, dinero, cualquier cosa de valor material.
Era colmada con cosas, y, a cambio, nada de cariño y amor. Cambiaría lo que
sea, hasta viviría en la calle dentro de una caja húmeda, solo para que mis
padres me hubieran amado genuinamente.
Ella camina detrás de mí y evalúa mi armario. —¿Estás segura de que tu
criada no le va a decir a tus padres, que nos colamos aquí?
Me encojo de hombros mientras examino los vestidos; la visión de cada
uno de ellos me hace doler el estómago, ya que cada uno trae un recuerdo de
un momento que me gustaría poder olvidar. Todas las cosas horribles que he
hecho con ellos puestos, y las cosas terribles que sentía. —Lo dudo. Odia a mis
padres tanto como yo. Sin embargo no importa. —Desde la parte trasera,
selecciono un vestido que fluye hacia el suelo—. Quiero decir, ¿qué van a
hacer? ¿Echarme?
—Qué hay de hacer que te quedes —dice detrás de mí—. Sé que no
quieres estar aquí.
—No. —Echo un vistazo por encima de mi hombro hacia ella, forzando
una sonrisa—. Supongo que tendrás que deberme una por este gran momento.
—Creo que todo depende de por qué me has traído aquí. —Vaga por el
lugar, y sus enormes ojos asimilan una gran selección de zapatos de la pared
trasera—. Porque estoy muy confundida en este momento.
Le sonrío y entonces sostengo el vestido hacia ella. —Estamos aquí por
esto.
Examina el vestido con una cautelosa expresión. —¿Qué es esto?
—Eres una boba a veces. En serio. —Empujo el vestido hacia ella—. Es
para ti. Pensé que podrías usarlo en tu boda.
Mira fijamente al vestido que tiene una parte superior de seda negro
brillante, una cinta roja para asegurar la parte de atrás y un extremo blanco
elegante que sitúan en sus lugares las costuras rosas, rojas y negras.
Tentativamente extiende la mano y toca el tejido con una expresión estoica
mientras roza sus dedos a lo largo de una de las flores negras.
—¿Dónde conseguiste esto? —pregunta, tocando la parte superior de
seda.
—Me lo puse un año para... para Halloween —digo, asfixiándome por las
imágenes de lo que hice mientras llevaba el vestido. Bebí trago tras trago esa
noche, y le siguió las pastillas. Me sorprende que no terminara en el hospital, a
pesar de que probablemente habría sido lo mejor, en vez de dormir con dos
tipos diferentes en la misma noche y luego vomitar sola en el baño. Casi vomito
de solo pensar en ello ahora, recordando quién era yo.
Me mira. —¿Tú usaste esto para Halloween?
Asiento. —Pero en realidad era solo un vestido que compré en una tienda
y luego lo convertí en un vestido estilo victoriano.
—Lo supuse. —Deja caer al lado su brazo—. Se ve tan... diferente a lo
que usarías tú.
Río, porque tiene razón, sin embargo al mismo tiempo también estoy de
pie junto a ella en un viejo par de pantalones cortos y una camiseta de una
banda que robé de la habitación de Ethan. —Supongo, pero también era
Halloween, y se suponía que debía vestir algo diferente de mí.
—Es verdad. —Su mirada regresa al vestido y ella reprime una sonrisa—.
¿Puedo probarlo?
—Por supuesto. —Se lo entrego y señalo la puerta para que pueda
cambiarse en el armario—. No te ofendiste porque te di un traje antiguo,
¿verdad? —pregunto mientras cierro la puerta.
Sacude la cabeza, deslizando las cuerdas del vestido de la percha. —¿Me
tomas el pelo? Es, como, el vestido perfecto, Lila. En serio.
Sonrío. —Pensé que podría serlo.
—¿Lila?
—Sí.
Me ofrece una sonrisa genuina y me hace sentir bien por dentro, como
que hice algo correcto. —Gracias.
Le regreso la sonrisa de todo corazón. —De nada.
Cierro la puerta y me hundo en la cama con dosel. Aún tiene el mismo
edredón blanco y satinado con encaje. Hay cojines mullidos por todas partes y
las mismas cortinas largas hasta el suelo que se ciernen sobre las puertas
francesas. Todo está limpio y ordenado. Cada cosa se ve perfecta. Cuando
cumplí los trece años, mi mamá se pasó semanas redecorando esta habitación
como regalo de cumpleaños. Le dije que quería una fiesta en la piscina con mis
amigos. Diablos, habría dejado que mis amigos vinieran y pasaran el rato sobre
las cortinas y cojines que hacían la habitación linda en teoría, pero siempre se
había sentido bastante vacía y poco acogedora. Esto solía ser mi vida, e incluso
en ese entonces no me gustaba mucho, pero siempre seguí adelante porque se
suponía que era lo que debía hacer. Este estilo de vida, floreciendo en el
exterior y sin sustancia en el interior, se hallaba arraigado en mi mente desde
el día que vine al mundo. Estaba casi condenada a ser como mi madre o
hermana, y probablemente habría acabado como una de ellas con el tiempo,
pero tuve suerte. Suerte porque conocí a Ethan. El me salvó no solo de una
adicción, sino también de mí misma. Me mostró que valía la pena estar limpia.
Yo valgo más que la autodestrucción y el vacío.
Deseo poder hablar con él en el momento. Solo quiero escuchar el sonido
de su voz. Dios, ojalá pudiera besarlo otra vez, sentir sus brazos a mi
alrededor, sentirlo dentro de mí, llevándome al borde, haciendo a mi cuerpo
sentir cosas que nunca creí que fueran posibles. Él dijo que podía llamar
cuando lo necesitara, y siento que lo necesito porque Dios, esta maldita casa
me está afectando y surge la necesidad de tomar una píldora. Esto afecta
demasiado a mis emociones, el lugar donde soporté a mi padre diciéndome una
y otra vez lo inútil que soy. Es el lugar donde comenzó todo, donde entré en el
mundo, condenada a luchar por la perfección, a pesar de que no existe. Me
esforcé y esforcé, con todo mi ser, casi matándome para lograr algo que nunca
pude, porque no es real. Esta vida en la que estoy ahora, con Ethan, con Ella,
es real.
Decido tomar la ofertan de Ethan. Agarro el teléfono de mi bolsillo
trasero, marco el número y pongo el teléfono en mi oreja.
—¿Sí? —dice rápido, respondiendo después del cuarto timbre.
—Eh, soy yo, Lila —le digo estúpidamente, y luego ruedo los ojos a mí
misma. Hemos hablado unas mil veces por teléfono, pero parece diferente
ahora que hemos tenido sexo y me siento nerviosa.
—Sí, lo sé —replica rápidamente—. Tu nombre apareció en la pantalla.
—Oh sí, dah. —Enrollo un mechón de mi cabello corto alrededor del
dedo, sin saber cómo reaccionar ante su actitud distante—. Lo siento, parezco
un poco perdida, ¿no?
No responde de inmediato y puedo escuchar a alguien hablando de
fondo. Una mujer. Probablemente London. —¿Necesitabas algo? —pregunta
finalmente, distraído.
—En realidad no —digo, desenredando el cabello de mi dedo—. Me
encontraba sentada en mi antigua habitación y de repente pensé en ti.
—Estás en tu antigua habitación… ¿por qué?
—Porque… —empiezo pero hay un fuerte ruido de fondo y luego se vuelve
muy audible con voces y susurros—. Lo siento. Pareces ocupado. Llamaré de
nuevo más tarde.
Le espero a que discuta un poco, pero en vez de eso, dice—: Está bien,
voy a hablar contigo pronto. —Entonces cuelga.
Trato de no ponerme de mal humor ni permitir que me afecte, porque he
estado tan acostumbrada a que los chicos me rechacen, pero no estaba
enamorada de ellos. Y tenía mis pastillas. Cuando la urgencia de llorar se
apodera de mí, quiero salir de la habitación, localizar el alijo de mi madre,
porque ella los ha tenido escondidos por toda la casa.
—Jesús, Lila —dice Ella en voz alta desde el armario—. ¿Hay un secreto
para poner el vestido? No consigo atar el lazo.
—¿Necesitas mi ayuda? —digo comenzando a levantarme cuando se abre
la puerta del armario y sale; el vestido fluye con sus pasos. No está atado, por
lo que quedó flojo por la delantera, pero todavía se ve hermoso. Al instante
pongo mi mano sobre la boca y sacudo la cabeza, abriendo mucho mis ojos—.
Oh, Dios mío, te ves tan hermosa.
Traga saliva, mirando hacia abajo al vestido, y agarrando algo de tela en
sus manos. —Supongo que sí.
Bajo las manos de la boca. —No pareces feliz. ¿No te gusta el vestido?
—No, me gusta el vestido. —Me mira, confusa—. Se siente como que falta
algo.
Muevo la cabeza hacia delante y juego con su pelo. —Es tal vez porque
no tienes maquillaje y tu peinado no está terminado, pero lo tendremos listo
para la boda.
Sacude la cabeza otra vez, girándose al lado y mirando su reflejo en el
espejo de cuerpo entero en la pared al lado del tocador. Se mira siempre
fijamente a sí misma y puedo decir que está a punto de llorar. Respirando, se
gira hacia el armario.
—Voy a quitarme esto —murmura y luego desaparece dentro del
armario, cerrando la puerta.
Me quedo ahí un momento, decidiendo si debo o no ir allí para averiguar
qué pasa. Obviamente, sufre por algo y me pregunto si tiene que ver con Micha
o su familia. Mi mejor conjetura sería su familia, ya que han sido el centro de
sus problemas en el pasado.
Decidiendo ir a buscarla, doy un paso hacia delante al armario pero me
paro cuando mi mamá entra a la habitación.
Está llevando una falda lápiz sin arrugas color crema y una blusa de
plata satinada. Sus tacones hacen juego con la blusa y el bolso que cubre su
hombro; el bolso que sé que contiene su bote de píldoras. Su cabello rubio está
arreglado en un moño y ha sido un tiempo desde que la he visto, pero la falta
de arrugas en su cara, debe significar que se ha hecho recientemente Botox.
—Jesús. —Se tambalea, sorprendida de verme y el tacón de su zapato
crea una estela de luz sobre el suelo de mármol blanco y negro brillante—.
¿Cómo llegaste aquí?
Aprieto mi mano alrededor del teléfono, recordando la última vez que la
vi con mi padre, cuando me dijeron lo estúpido que era mudarse a las Vegas.
Que me iba a convertir en nada y eso que para mi padre yo ya no era nada,
una inútil, una gran decepción masiva que deseaba que no hubiera nacido. No
quería basura como yo en casa. Esas fueron sus palabras exactas, y ahí fue
cuando me metí en mi coche y conduje de nuevo hacia Ella, tomando la
decisión de no volver a verlos. Y he sido constante con mi promesa, hasta hoy.
—Entré por la puerta principal —digo, lamentando el venir aquí, pero
Ella necesitaba un vestido. Se merece uno, uno bueno, uno bonito que hará
que se sienta especial el día de su boda. Porque si lo admite o no, casi todas las
chicas quieren el vestido perfecto.
Mi madre se encuentra en la puerta, mirándome mientras agarra el
picaporte. —Te ves como una mierda, Lila. Esa camiseta... —Hace cara de
repulsión—. Y ese corte de pelo espantoso. ¿En qué pensabas?
—No pensé en nada —le digo, mirando a su cara con Botox—, aparte de
que estaba harta de verme artificial.
—¡Cuidado, señorita! —advierte, soltando el picaporte y dando un paso
adelante—. O no conseguirás lo que viniste a buscar aquí.
Cruzo los brazos y elevo mis cejas hacia ella, sin saber lo que quiere
decir. —¿Y qué he venido a buscar?
Espera a que le dé la respuesta, cuando no tengo ni una pista de lo que
pasa. —Por fin seguiste mi consejo y regresaste. Honestamente, no estoy
segura de qué siento al respecto, Lila. —Entra a la habitación, con la cabeza
arrogantemente en alto mientras observa mi apariencia como si fuera un
monstruo de circo de feria—. ¿Sabes lo frustrados que hemos estado con tu
padre por tus elecciones de vida últimamente?
—Probablemente tanto como han estado con ellas desde que nací —digo,
y mi voz sale más aguda de lo que pretendía.
Frunce los labios y pone las manos en sus caderas mientras se acerca
bastante, pero sus ojos se ven tan lejos. —Lila Summers, sabes las reglas en
esta casa. No me hables así mientras estás aquí.
Siempre me han estado enseñando a obedecer, pero al verla así, con mi
visión centrada, siento como que la veo por primera vez, junto con todo lo que
ha hecho y dicho a lo largo de los años. —Sí, lo sé, madre. No expresar nada,
¿no? Por lo menos en una forma saludable.
—¿Qué quiere decir eso?
—Sabes lo que quiere decir.
—No, no lo sé. —Se apresura hacia mí y se para frente a mí—. Si vas a
mudarte conmigo de nuevo, habrá reglas.
Le sonrío educadamente, de repente comprendiendo qué cree que hago
aquí. Estoy a punto de decirle algo cuando se abre la puerta del armario, y Ella
sale llevando el vestido sobre sus brazos, con sus ojos rojos, como que ha
estado llorando. Se detiene en seco cuando nos nota a mí, a mi madre y la
tensión, mirando a la puerta como si fuera a salir corriendo. Y no la culpo.
Estoy pensando exactamente lo mismo.
—¿Quién eres tú? —pregunta secamente mi madre, deslizando su
mirada por los pantalones rasgados de Ella y su descolorida camiseta púrpura.
Ella me mira como diciendo qué demonios debo hacer y puedo ver la
aprensión en su rostro. No le va bien con los padres, y aunque no entiendo
bien la razón, supongo que es porque su papá es alcohólico y no debe haber
sido tan amable con ella.
—Es mi amiga —afirmo, rodeando a mi madre y agarrando el brazo de
Ella. La llevó hacia la puerta un poco más fuerte de lo que pretendía,
intentando mostrar mi fortaleza, a pesar de que es difícil sentirla con mi
madre—. Y ya nos íbamos.
—Ni se te ocurra. —Los dedos de mi madre enganchan mi codo y ella me
da un tirón en el brazo. El lado de su bolso roza contra mi brazo y no puedo
dejar de pensar en lo fácil que sería arrebatárselo de las manos y robar su
botella de píldoras, sabiendo que al instante en que una pase por mi garganta,
me sentiré mejor, pero sería una mejoría falsa—. No te vas a ir de aquí, menos
cuando te ves de esa forma.
—¿Cómo? —Aparto mi brazo. Fortaleza. No dejes que te afecte. Es difícil,
sin embargo, sin las pastillas—. ¿Un ser humano normal?
Sus ojos se vuelven hielo cuando se estrechan hacia mí. —No voy a dejar
que arruines tu vida, a pesar de que has estado decidida a hacerlo. Es hora de
empezar de nuevo. —Mira a Ella—. Y alejarte de las personas que no son
adecuadas para ti.
Ella la mira mientras empieza a abrir la boca, y aunque siento curiosidad
en cuanto a lo que va a decir, decido que es hora de que ponga a mi madre en
su lugar, porque tengo que defenderme. —Eso es lo que estoy haciendo en este
momento. —Le muestro mi más bonita sonrisa, y entonces agarro la mano de
Ella y voy rápido hasta la puerta principal.
Un pie delante de otro. Para alejarme de este infierno y todo el vacío que
contiene.
Mi madre empieza a chillarnos mientras nos sigue por la casa, diciendo
cosas malas sobre Ella y sobre mí, e incluso trata de agarrar el vestido,
diciéndome que ninguna de nosotras es digna de tenerlo, no cuando lucimos
como una basura. Eso es todo. Puede lanzarme golpes a mí porque estoy
acostumbrada, pero a mis amigos no. Es ridículo y patético. Cuando llegamos a
la entrada, me giro y la amenazo con la única cosa que va a hacer que se
detenga.
—Aléjate, madre, o le contaré a todo el mundo tus secretos —advierto en
voz baja, acercándome. La encaro, sorprendiéndola a ella y a mí misma—. Me
aseguraré que todo el mundo sepa la fantástica persona que eres por fuera y
por dentro. —Sonrío mientras ella frunce el ceño, su cara se drena de color, y
por dentro, hago un baile.
—Cuida tu boca. —Su voz tiembla, pero su expresión es suave.
—Oh, lo haré. —Suelto una risa aguda—. La cuidaré mientras me paseo
anunciándole a todo el que quiera escuchar cuán geniales son papá y tú detrás
de estas puertas cerradas.
Estoy exponiendo sus mayores temores. Una parte de mí quiere
continuar con esto, darle una bofetada en la cara, decirle lo inútil que es,
humillarla como lo hizo conmigo durante años pero no quiero ser como ella.
Salimos de la casa, y me hago una silenciosa promesa de que nunca, jamás
volveré con mis padres, ese estilo de vida, o las pastillas. No hay nada para mí
allí. Nunca lo ha habido. Ahora que mi cabeza está clara finalmente, puedo
verlo. Veo qué quiero.
Quiero una vida propia.
18
Traducido por Julie
Corregido por gabihhbelieber

Lila
Después de dejar el vestido de Ella en la casa, nos cambiamos a unas
ropas más bonitas y luego la llevé a una discoteca como una especie de
despedida de soltera. Le pregunté si quería que alguien más estuviera allí, pero
me dijo que no, y que además de Micha, yo era la única persona con la que
quería pasar el rato en este momento. La discoteca, escondida en una esquina
de un barrio en ruinas, no es tan elegante como las que acostumbro a ir, pero
el precio de la entrada era barato y tienen el Jell-O a dos dólares.
—¿Estás bien? —dice Ella en voz alta sobre la música resonante y
ruidosa, cruzando las piernas mientras se gira hacia atrás y adelante en el
taburete. Tiene un vestido corto de color verde y su pelo está suelto y ondulado
en los extremos. Continuamente recibe mensajes de Micha y cada uno de ellos
trae esta mirada amorosa en sus ojos que envidio y quiero—. Pareces muy
triste.
—Sí, estoy bien. ¿Por qué no habría de estarlo? —Tengo puesto un
vestido blanco y negro con la espalda al aire, que llega por encima de las
rodillas. Se ve muy elegante, pero en realidad lo compré en una tienda de
descuento.
Toma un sorbo de su bebida, luciendo incómoda. —¿Por tu mamá?
Me encojo de hombros y tomo mi bebida con sabor a fruta. Me prometí
que no iba a beber mucho, pero estoy caminando en un terreno peligroso en
estos momentos, después de lo que acababa de pasar con mi madre y el hecho
de que no he sabido nada de Ethan desde que tuvimos esa conversación torpe
y apresurada. —Sí, pero la verdad es que no quiero hablar de ello si te parece
bien.
Voltea su pelo sobre los hombros y se abanica con la mano delante de su
cara. El club no posee aire acondicionado y hay demasiadas personas en el
área compacta. —Está bien, ¿qué es lo que quieres hacer? —Una sonrisa sagaz
aparece en su rostro cuando baja su Jell-O—. ¿Hablar de Ethan? —Golpea el
pequeño vaso plástico en el mostrador.
Niego con la cabeza. He estado tratando de no pensar demasiado en
Ethan y la llamada telefónica. Sigo tratando de decirme a mí misma que
probablemente solo pasó un mal rato. Quiero decir, tiene que ser duro ver a
alguien que te importa que no te recuerde en absoluto.
—No quiero hablar de él tampoco —le digo, agitando mi bebida.
Ella chupa lo último de su bebida, atragantándose cuando traga el
alcohol acumulado en la parte inferior bajo el hielo. —¿Por qué no? Nunca
fuiste tan cerrada acerca de los chicos. De hecho, me dijiste cosas sobre Parker
que yo no quería oír.
—Ethan es diferente a Parker. —Me encojo de hombros cuando surgen
los recuerdos de lo que sucedió con Parker, pero los aparto con rapidez—.
Además... no lo sé... Creo que tal vez Ethan y yo deberíamos ser solo amigos.
Arruga la frente mientras apoya el codo en el mostrador. —¿Por qué?
—No lo sé —le digo—. Me preocupa que tal vez no esté tan interesado en
mí, como yo lo estoy de él.
Reflexiona con cuidado sobre esto con un rastro de una sonrisa en sus
labios y una mirada de borracha en sus ojos. —¿Eso crees?
Inclino la cabeza hacia un lado, estudiando la expresión extraña de su
cara. —Sabes algo, ¿no?
—Sé muchas cosas. —Se da vuelta en su taburete por lo que está frente
a la abarrotada pista de baile—. Como que Ethan nunca ha hablado de una
chica tan excesivamente hasta que llegaste tú.
Giro en mi taburete, también, dejando a mi vaso vacío sobre el
mostrador. —¿Cuando habló de mí?
Sonríe; el resplandor de las luces en la pista de baile reflejándose en su
cara. —Durante, más o menos, el último mes. Micha dice que no ha dejado de
hablar de ti.
—Es probable que esté diciendo el dolor en el culo que soy —le digo—.
Seguro que lo estoy volviendo loco, viviendo con él. —Además de todo el drama
que he traído a su vida.
—Él se quejaba tanto como te halagaba —comenta, haciendo un gesto
exagerado de desmayo y luego pone los ojos—. ¿Dejaras de preocuparte? Jesús.
Nunca has sido así con los chicos. Por lo general, no te importa una mierda.
—No me importa una mierda —miento, pero suena tan patético que me
doy por vencida y simplemente digo la verdad—. Muy bien, ¿sabes qué? Tienes
razón. Me preocupa cómo Ethan se siente por mí, pero tampoco me he sentido
así con un chico antes.
—¿Cómo? —pregunta con interés, inclinándose por lo que me puede oír
sobre la música.
—Todavía no te puedo decir, porque primero tengo que decirle a él. —Le
doy una sonrisa a medias—. Ahora ¿podemos por favor cambiar de tema, tal
vez a algo que no tenga que ver conmigo y con mi vida? —Golpeteo con mis
uñas el mostrador—. Tal vez podrías decirme por qué tenías los ojos todo
lloroso en mi casa.
Su expresión decae mientras toma una respiración profunda y luego,
sacudiendo la cabeza, agarra mi mano y me jala hacia la pista de baile. —
Vamos a bailar y a pasar un buen rato —dice, dirigiéndonos a través de la
multitud.
Está actuando raro y me pregunto por qué, pero decido dejar de lado
nuestros problemas y divertirme. Me río cuando me tropiezo en mis talones y
me abro paso hasta el centro de la pista de baile. Empiezo a sacudir las
caderas y girar en círculos, disfrutando del momento, pero en el fondo de mi
cabeza hay algo que sigue inquietándome cada vez más. Ethan. No puedo dejar
de pensar en él. Nunca antes he estado tan consumida por un hombre. Ni
siquiera con Sean. Con Ethan es tan diferente. Por un lado, lo conozco, más de
lo que conozco a ningún otro tipo que entró y salió rápidamente de mi vida. Es
un buen chico, dulce, a pesar de que pretende lo contrario. Ha estado ahí para
mí, más que nadie en mi vida. ¿Y si no me quiere como yo lo quiero? ¿Voy a
recurrir a las pastillas? No estoy segura de cuál es la respuesta y me asusta.
Sin embargo, hay un escaso punto de esperanza. No he vuelto a correr a las
pastillas, incluso cuando me encontraba en casa de mi madre y sabía que tenía
pleno acceso a ellas. Eso me hace sentir un poco fuerte y confiada.
De repente, Ella suelta un chillido ensordecedor cuando un chico corre
hasta detrás de ella y envuelve los brazos alrededor de su cintura. Cuando la
hace girar veo que es Micha, y él se ríe mientras ella se esfuerza para recuperar
el aliento. Es la primera vez que lo he visto desde que se mudó. Recuerdo lo
sexy que pensé que era Micha cuando lo conocí. Tenía estos llamativos ojos
aguamarina y este pelo rubio arenoso y de aspecto muy suave. Su labio estaba
perforado, también, y recuerdo que pensé cómo nunca había besado a un chico
con un aro en el labio, y la idea de hacerlo se sentía como si estuviera haciendo
algo malo, como si estuviera saliendo con un chico malo. Entonces vi cómo
miraba a Ella, el amor en los ojos de los dos, aunque ella no lo admitiera, y
supe que era imposible que yo fuera capaz de siquiera coquetear con Micha.
Recuerdo lo desanimada que me hizo sentir ello porque me dirigía a casa y
tenía ganas de hacer algo con un tipo que era diferente de los otros chicos con
los que me enganchaba. Entonces conocí a Ethan y recuerdo que pensé lo sexy
que era y lo mucho que quería conectar con él. Pensé que me emborracharía,
tendría sexo con él y volvería a casa sintiéndose entumecida y contenida. El
problema era que Ethan no es como los chicos con los que conectaba siempre,
él no quiso acostarse conmigo. Insistió en que solo seríamos amigos.
—Hola, Lila. —Micha me sonríe y besa el cuello de Ella—. ¿Cómo has
estado? —pregunta mientras va esparciendo besos en Ella.
Tiembla ante su toque. —Basta, me haces cosquillas —protesta entre
risas, pero me doy cuenta por su expresión que le gusta.
Micha le muerde el cuello y se ríe cuando sus ojos se cierran y protesta
más. Le da un beso suave y amoroso en la mejilla, y luego sus ojos se centran
en mí. —Te ves bien, Lila, sobre todo el cabello. Me gusta. —Siempre ha sido
encantador. Ella dijo que antes de ella, él se acostó con un montón de chicas y
puedo ver por qué. Aun así, también lo ha hecho Ethan, y él es todo menos
encantador. De hecho, es muy descortés la mayor parte del tiempo y supongo
que eso también puede ser atractivo, ya que funcionó en mí.
—Gracias —le grito sobre la música mientras me toco la punta del pelo—
. Fue un corte impulsivo.
Me guiña un ojo. —Un buen corte impulsivo. Te queda bien.
Sonrío, mirando a Ella cuando pone esa mirada extraña en su rostro, sin
mirarme a mí, sino por encima de mi hombro.
—¿Podrías bajar ese tono deslumbrante, hombre? —La voz de Ethan
surge por encima de mi hombro y el segundo en que el sonido me llega al oído,
una calidez, deseo, duda de mí misma y emoción corren a través de mi
cuerpo—. En serio, ¿no puedes apagarlo durante, más o menos, dos segundos?
Es jodidamente ridículo.
—No hago nada —responde Micha en un tono inocente—. Además de
darle un cumplido.
—Lo que sea —dice Ethan y luego sus manos tocan mi cintura.
Casi me muero de un ataque al corazón. Mi corazón se encuentra
terriblemente acelerado, chocando contra mi pecho, como si quisiera huir.
Inclino la cabeza hacia atrás y miro por encima del hombro a Ethan. —Pensé
que no vendrías aquí hasta mañana.
Su expresión es ilegible, sus ojos oscuros, su pelo desordenado, y
empieza a notársele la barba de varios días. Me encanta su aspecto, pero la
reticencia en sus ojos me hace desconfiar. —¿Podemos ir a hablar a algún
lugar? —pregunta.
—Yo... —Miro a Ella, que asiente y me hace señas para que siga
adelante. Me dirijo de nuevo a Ethan, que está tratando de suavizar las arrugas
de su camisa gris—. Supongo que puedo.
Sonríe, pero hay preocupación detrás, y de repente mi mente se activa,
corriendo cerca de mil kilómetros por minuto. Él acaba de ver a su ex-novia. ¿Y
si resulta que todavía la ama? ¿Y si ha venido a decirme esto? ¿Qué voy a
hacer? ¿Romperme? La idea de volver a las píldoras parece tan fácil y, sin
embargo, al mismo tiempo tan difícil. La idea de volver a esa chica que
dependía de la medicación y el sexo para hacerla sentir mejor casi me enferma.
No quiero ser ella. Quiero ser la Lila que ha estado desarrollándose en el último
mes: sin píldoras, lúcida, que puede vivir sin dinero y sin ropa de lujo. La que
siente cada parte de la experiencia con Ethan y no se siente avergonzada ni
despreciable.
No quiero morir completamente en el interior. No quiero que la belleza y
el dinero me definan. Quiero prosperar. Y eso es lo que voy a elegir hacer.
19
Traducido por Aimetz
Corregido por Alessa Masllentyle

Lila
Ha pasado un tiempo desde que había estado así de nerviosa. Justo
después de lo que pasó con Sean, y una de las Precious Bells le dijo a toda la
escuela. Recuerdo estar sentada en mi habitación el día que sucedió,
aterrorizada de ir a clases, temiendo por lo que diría todo el mundo. Me sentía
enferma del estomago. Al final tuve que ir a la escuela y todo el mundo
comenzó a llamarme zorra. Fue toda una gran broma entre ellos. Me
destrozaron, me rasgaron hasta hacerme tiras pero no dolió tanto como el
hecho de que Sean nunca llamó después. Él simplemente desató las cuerdas,
subió la cremallera de sus pantalones, agarró su chaqueta, y murmuró un ―fue
genial‖, antes de deslizarse por la puerta de la habitación de hotel.
Cuando con Ethan nos sentamos en la cama de la habitación pequeña y
pintoresca de Ella y Micha, siento como si me dirijo a ese mismo lugar, pero no
estoy segura por qué. Ethan no ha dicho nada en realidad. Fue distante en el
teléfono. Necesito dejar de sobreanalizar las cosas.
—¿Cómo está yendo todo estos últimos días? —pregunta Ethan,
recostándose contra la cabecera. Parece cansado, tiene bolsas bajo los ojos,
como si no hubiera dormido en mucho tiempo.
Me encojo de hombros, acercando mis rodillas en la cama a las suyas. —
Ha ido bien... aunque fui a mi casa y me encontré con mi madre.
Se endereza un poco, tensando sus músculos. —¿Por qué diablos fuiste
allí? Deberías permanecer lejos de ellos. Tus padres son unos jodidos idiotas.
—Hace una pausa, evaluándome como si tuviera miedo de que ellos me hayan
roto físicamente o algo así—. ¿Estás bien?
Asiento. —Tan bien como siempre.
—¿Qué te dijeron?
—En plural no. Mi padre no estaba allí.
—¿Qué te dijo tu madre, entonces? —pregunta, luciendo infeliz.
Me encojo de hombros, incapaz de evitar el ceño fruncido que se forma
en mi cara. —Nada que no haya dicho antes.
Aprieta los labios y niega con la cabeza. —Debes quedarte lejos de ellos...
las cosas que me dijiste que han dicho de ti... no te merecen.
Te amo. Dios, lo hago. Me siento, cruzando las piernas, por lo que mi
vestido se sube un poco. —Lo sé, pero no fui allí para verlos. Fui allí para robar
un vestido del armario.
Arquea una ceja. —¿Un vestido?
Me encojo de hombros, luego le cuento lo del vestido y lo que pasó con
mi madre, sorprendida por lo fácil que es decirle la verdad, lo que sentía por
saber que las pastillas se hallaban tan cerca. Quería rasgar su bolso y
devorarlas. Quería sentirme mejor, pero no lo hice. Ahora sé que no me hacen
sentir mejor. Solo hacen que no sienta.
—Es normal —dice cuando he terminado. Se sienta y gira hacia un lado
así está frente a mí—. Quererlas cuando sabes que están cerca. Lo importante
es que no las tomaste.
Asiento, tratando de percibir sensaciones pero él está estoico y me
frustra. —¿Qué hay de ti?, ¿qué tal...? —Dios, es tan difícil—. ¿Qué tal
London?
Espera un momento para responder, mirándome con sus cejas fruncidas
como si estuviera perplejo. —No fue como lo imaginé.
Tomo una respiración honda, temiendo la respuesta, temiendo lo peor,
pero al final me digo que lo tengo que manejar porque no puedo volver a ser lo
que era. —¿Y cómo lo imaginaste?
Sigue mirándome fijamente, sin decir nada y eso me vuelve loca, hasta el
punto en que siento que voy a explotar.
—Ethan, ¿podrías decirme lo que estás pensando, por favor? —Me
arrodillo delante de él mientras hago una mueca de dolor por la necesidad en
mi tono.
Un suspiro sale de sus labios mientras alcanza mis caderas,
sorprendiéndome cuando dobla sus dedos alrededor de mí y me lleva a su
regazo, así quedo a horcajadas sobre él. —Pienso que te extrañé. —Su frente se
arruga cuando lo dice—. De hecho, me sorprendió un poco estar pensando en
ti todo el tiempo.
No sé si estar feliz u ofendida. —¿No pretendías pensar en mí en
absoluto?
Sacude la cabeza, mirándome como si estuviera perdido. —La verdad es
que pensé que iría allí y estaría completamente centrado en despedirme y dejar
ir a London, pero resulta que creo que ya lo había hecho de alguna forma...
creo que pudo haber sucedido en el momento en que decidí estar contigo. —
Hace una pausa, contemplando, luego se curvan sus labios—. Estoy sonando
algo cursi en este momento, ¿eh?
Trato de no sonreír, pero fallo. —Sin embargo lo cursi puede ser bueno.
Como en las películas. Todo el mundo siempre termina feliz.
—¿Crees que vamos a terminar felices? —Parece desconfiado.
—Sinceramente, no lo sé, pero... —Reúno aire, y valor mientras coloco
las manos sobre sus hombros—. Pero como que me gustaría averiguarlo. —
Aguanto la respiración mientras espero que diga algo.
Juega con un mechón de mi cabello, haciéndolo girar alrededor de su
dedo y luego metiéndolo detrás de mi oreja. —No quiero terminar como mis
padres... No quiero hacerte daño.
—Yo tampoco —le digo—. Quiero que seamos felices.
—Las relaciones pueden ser feas. Lo he visto.
—También yo. —Me detengo, sin querer preguntar, pero necesito saber—
. Pero, Ethan, no lo entiendo. Dices que no quieres estar en una relación, sin
embargo, estabas en una con esa chica... London.
Sigue mirándome a los ojos, mirándome en serio mientras acuna mi
mejilla y roza con su pulgar mi pómulo. —Las cosas con London eran siempre
intensas y fáciles porque nunca hablábamos de nada. Me hizo sentir libre de
una manera extraña, porque nunca me hizo sentir como si tuviera que darle
nada. Simplemente coexistíamos.
Frunzo el ceño. —Parece tu sueño.
Niega con la cabeza. —Me lo imaginaba así, pero me equivoqué. Nunca
supe nada de ella. Fue fácil y divertido, pero creo que fue porque estábamos
drogados todo el tiempo. Creo que me gustaba la idea de ella, pero contigo... —
Se calla, y sus párpados bajan mientras elige con cuidado sus palabras—.
Dios, la mitad del tiempo me vuelves loco. Desafías mi paciencia. Me sacas de
mis casillas. Me haces sentir cosas... eso es lo que pasa, Lila. Me haces sentir
cosas por ti, incluso cuando estoy luchando. Nadie nunca antes me hizo sentir
así.
—¿Así que quieres estar conmigo? —Estoy tan confundida—. ¿A pesar de
que a veces discutimos?
—Te dije que sí hace mucho tiempo —dice, quitando el cabello de mis
ojos.
—¿Cuándo?
—En el desierto. Cuando te dije que deberíamos ir en un viaje por
carretera juntos.
—Pensé que era una broma.
Sacude la cabeza lentamente, sin apartar los ojos de mí. —En ese
momento me dije a mí mismo que lo era, pero en el fondo te he conocido desde
hace tanto tiempo que no hay manera de que pueda alejarte. —Su pecho sube
y baja mientras toma una respiración profunda—. Yo... te amo, Lila.
Mi corazón para en mi pecho. He oído las palabras pronunciadas
muchas veces en el calor del momento, de hombre tras hombre que quería
entrar en mis pantalones pero nunca así. Nunca he conocido a alguien así
antes de tener sexo. Nunca hemos sido amigos primero.
Las lágrimas comienzan a formarse en mis ojos cuando repaso los
últimos seis años. Todos esos años de sentirme inútil, sin amor, indigna de
amor. Dios, me dolía más de lo que aparentaba. Aún puedo sentir el dolor
dentro de mi cuerpo, persiguiéndome, junto con cada elección que he hecho en
la vida. Pero, la cosa es, que están en el pasado y para seguir adelante, tengo
que dejar de obsesionarme tanto con las cosas que han pasado y centrarme en
lo que quiero que suceda.
—Yo también te amo —espeto, demasiado emocionada, pero ya no
importa—. De verdad lo hago.
Libera un respiro y luego sonríe. —Jesús, por un segundo pensé que me
ibas a rechazar o algo así.
—Nunca —digo, y lo beso suavemente en los labios, sintiendo la conexión
que nunca he sentido con ningún otro hombre—. Nunca podría rechazarte.
Empiezo a retroceder, pero acuna con sus manos la parte de atrás de mi
cabeza y me besa con fuerza. Nuestros labios se funden juntos cuando nos
besamos apasionadamente, sus manos vagan por todo mi cuerpo, a través de
mi espalda desnuda, trazando una línea hacia abajo de mi espina dorsal. Me
saborea, roba mi aliento cuando me presiono más cerca de él, deseando que
podamos permanecer así para siempre.
Mi corazón golpea en mi pecho mientras desliza los tirantes de mi vestido
por los hombros. Puedo sentir cada aspecto de su toque y lo abrazo. Todos esos
años estuve muerta por dentro, encerrada en un ataúd que construí yo misma,
y por fin me encuentro libre. El contacto de nuestra piel envía una descarga a
través de mi cuerpo y un hambre surge a través de mí. Quiero sentir lo que
sentí la noche que tuvimos sexo. Lo necesito ya mismo. Me alejo y me mira con
confusión mientras deslizo el vestido por mi cuerpo, incapaz de esperar más.
Lo necesito cerca de mí más de lo que necesito respirar.
Después de tirar mi vestido en el suelo, regreso a su regazo y me siento a
horcajadas. Antes de que vuelva a conectar mis labios a los suyos, deslizo su
camisa sobre su cabeza y me mira todo el tiempo, con una expresión
indescifrable. Lanzo su camisa al suelo y luego trazo mis dedos a lo largo de las
líneas de sus músculos y los tatuajes que los marcan. Estoy segura de que
cada uno de ellos cuenta una historia y un día en el futuro —nuestro futuro—
tengo que conseguir que me lo diga. Pongo la palma sobre su pecho, sintiendo
el latido de su corazón contra mi mano. Golpea duro, de forma irregular,
nerviosamente como el mío.
—¿Qué piensas? —susurro, levantando la mirada de su pecho hacia sus
ojos.
Su lengua sale mientras se moja los labios. Luego coloca la mano sobre
la mía y la aleja de su pecho hacia sus labios. —Pensaba en lo mucho que te
extrañé. —Toca la parte interior de mi muñeca con sus labios y coloca un beso
delicado en mi piel.
—Ya dijiste eso.
—Lo sé, pero se sentía como algo que tenía que decir dos veces.
No puedo evitar sonreír ante el lado amable y dulce de Ethan Gregory
que siempre me ha encantado. Le diría, pero él probablemente discutiría, en
cambio solo lo beso. Al principio, el beso comienza dulce, pero de repente el
ritmo se acelera mientras se deshace del broche de mi sujetador, arrojándolo a
un lado y me recuesto sobre mi espalda. Dejo escapar un gemido de felicidad
mientras sus labios viajan de mis labios, mi mandíbula, clavícula, y finalmente
descansando en mi seno. Besa mi pezón, con fuerza, mordiendo y tirando de
una forma que casi lleva instantáneamente mi cuerpo al límite. Mi espalda se
arquea hacia él y me muerdo el labio, reprimiendo un grito mientras enredo
mis dedos en su cabello, acercando más su cara, queriendo más. Todavía no
me he acostumbrado a esto; sentir todo sin ser medicada. Me gustaría que
siempre permaneciera de esta manera. Ojalá nos gustemos tanto como ahora.
Y quién sabe, tal vez nos vamos a convertir en uno de los afortunados. De
cualquier manera, vale la pena el riesgo.
Ethan vale la pena el riesgo.
Ethan
Le dije que la amaba y ella también me lo dijo. Voy en contra de todo lo
que creo y no me importa. La quiero. Quiero estar con ella. Quiero hacer todo
con ella y la sensación es extraña, loca y antinatural para mí, sin embargo, aun
así me hace feliz.
Mientras mis dedos vagan por todo su cuerpo, la alegría se torna pasión.
Estoy tratando de tomar las cosas con calma, porque no quiero que piense que
el sexo es todo lo que busco, pero el deseo de sentirla, de empujar dentro de
ella, de presionar nuestros cuerpos juntos se hace demasiado abrumadora.
Arranco su sostén, la coloco sobre su espalda, y cubro su cuerpo con el mío.
Chupo sus pezones y sigue lloriqueando y tirando de mi pelo, y solo me pone
más ansioso por estar dentro de ella. Finalmente, no puedo soportarlo más.
Hago un camino de besos hacia su vientre y le extiendo las piernas con mis
manos. Deja escapar una secuencia de gemidos mientras deslizo los dedos
dentro de ella y la siento completamente hasta que ella grita mi nombre.
Cuando los saco, empieza a protestar hasta que entierro mi cara entre sus
piernas y deslizo mi lengua dentro del lugar que mis dedos acaban de dejar.
—Jesús... Ethan... —Gime sin aliento, arqueando sus caderas al tiempo
que enrosca sus dedos por mi cabello, tirando de las raíces. La beso y lamo
hasta que está temblando y mi pene se siente como si fuera a explotar. Luego
muevo mis labios hacia su boca, pero ella se sienta.
Sus ojos azules se ponen vidriosos mientras alcanza el botón de mis
vaqueros y se mueve rápido para deshacerlo, pero sus dedos tiemblan cuando
intenta quitarlos. La ayudo, me quito los pantalones y bóxers, y los pateo a un
lado. Alcanzo sus bragas y las deslizo hacia abajo de sus piernas, notando que
está temblando. Las arrojo a un lado, y luego tomo un condón del bolsillo
trasero de mis vaqueros. Estoy a punto de penetrarla, pero hago una pausa.
Está temblando aún más, y empiezo a preocuparme.
—¿Estás bien? —le pregunto, necesitando asegurarme porque sé lo que
ha pasado y lo último que quiero hacer es presionarla.
Asiente, abriendo sus piernas cuando me arrodillo entre ellas, con su
cabello repartido por toda la almohada. —Estoy bien.
—Sin embargo, estás temblando.
—Lo sé... es solo que quiero esto, te quiero a ti. Tanto.
El alivio me recorre mientras me bajo más sobre ella, alineando nuestros
cuerpos juntos, y sosteniendo un brazo a cada lado de su cabeza. La beso con
ternura, tratando de calmarla, pero continúa temblando, y solo se amplifica en
lo que me deslizo lentamente dentro de ella.
—Oh, Dios mío... —grita, retorciendo sus caderas para reunirse con mi
movimiento, casi llevándome al borde demasiado pronto—. Esto se siente tan
bien... en serio... Dios, te amo...
El éxtasis en sus ojos hace que sea difícil no venirme y el sonido de esas
palabras saliendo de sus labios hace que la sensación sea aún más intensa.
Empujo dentro de ella, una y otra vez, pensando solo en ella, sintiendo cada
parte de nuestros cuerpos conectándose. Siempre creí que no valía la pena el
amor. Que si amaba a alguien, con el tiempo nos arruinaríamos uno al otro,
pero esto tiene que ser diferente. Lo que siento en este momento tiene que
significar algo más. Esto tiene que ser amor verdadero.
—Yo también te amo —le susurro, sellando nuestros labios y en última
instancia, nuestros corazones.
Epílogo
Traducido por Julie
Corregido por Melii

Lila
Ella parecía muy nerviosa cuando la dejamos en la casa para acabar de
arreglarnos. Pero estoy segura de que es normal, ya que está a punto de
comprometerse con una persona para siempre. Me habría quedado con ella,
pero quería decorar la zona del acantilado en el que se va a casar. Recogí
algunas flores y velas de camino, con la esperanza de arreglar el área de tierra
tanto como sea posible. Micha y Ethan me ayudaron y luego cogimos un taxi
hasta el acantilado así Ella podría tener el coche. Por suerte el viento no era
fuerte, de lo contrario las llamas no se habrían quedado encendidas y las flores
habrían volado. Gracias a Dios, por un día, el tiempo decidió ser casi perfecto,
el cielo casi azul, las olas del océano estaban contenidas, y la temperatura era
templada, especialmente para diciembre.
Ethan y yo estamos de pie cerca del borde de un acantilado bajo, con el
océano frente a nosotros. El sol brilla con fuerza sobre la arena y resplandece
contra mi piel. Micha se encuentra de pie junto al ministro, esperando a que
llegue Ella. Ha sido increíble verlos a los dos y todo lo que han tenido que
pasar para llegar a este lugar y me pregunto si alguna vez lo conseguiré yo.
Quizá. Algún día. Esperemos. Pero ahora estoy centrada en Ethan y el hecho
de que me hace sentir feliz, un día a la vez. Y me refiero a genuinamente, sin
reservas e increíblemente feliz.
—Sabes que odio las bodas, ¿verdad? —comenta Ethan, viéndome por el
rabillo del ojo—. Son muy cursis.
—Pensé que te gustaba lo cursi. —Le doy un codazo con un poco de
brusquedad, y él se estremece.
Rueda los ojos, jugueteando con el cuello de la camisa que le hice
ponerse. —Para que sepas, voy a tener mis momentos cursis y bonitos, pero la
mayoría de las veces probablemente seré un idiota.
Ruedo los ojos en respuesta y suavizo las arrugas de mi vestido rojo. —
Eres un mentiroso. De hecho, hay muy pocas veces en las que he pensado que
eras un idiota.
Gira la cabeza hacia mí, deslizando sus dedos en los míos. —¿Ni siquiera
cuando te dije que vendas tu ropa?
Niego con la cabeza, sosteniendo su mirada. —Podría haberlo pensado
cuando lo dijiste, pero ahora estoy agradecida de que lo hayas hecho... Tú me
cambiaste, Ethan Gregory, y en el buen sentido.
Rueda los ojos, pero luego se inclina y me besa en la mejilla. —Te amo.
Sonrío. —Yo también te amo. ¿Te sientes como si estuvieras a punto de
ver algo que has creado? —comento, apoyando la cabeza en su hombro
mientras observo a Micha y al ministro conversando—. Quiero decir, si no
fuera porque nosotros les animamos a estar juntos, tal vez no estarían aquí.
Inclina la cabeza hacia abajo y descansa su mejilla en mi cabeza. —Creo
que tienes razón. Somos bastante increíble juntos.
Cierro los ojos, inhalando sus palabras. Juntos. Él lo ha dicho mucho,
pero siempre me deja toda cálida y mareada por dentro. —Claro que lo somos.
Estoy disfrutando el momento, disfrutando del olor de Ethan, la
sensación de tenerlo a mi lado, y como me hace sentir tan completa en mi
interior en lugar de vacía. Ni siquiera estoy celosa de que Ella vaya a casarse
en pocos minutos, si trae su maldito culo aquí de una vez. De hecho, estoy feliz
por ella.
Estoy pensando en mantener los ojos cerrados para siempre y quedarme
en este momento, siempre y cuando sea posible, pero el sonido de la voz de
Ethan me hace abrir los ojos.
—¿A dónde vas , hombre? —dice mientras Micha se dirige hacia el área
de concurrencia, donde el taxi nos dejó.
Sacude la cabeza, alzando su teléfono. —Ella acaba de llamar, pero la
recepción aquí es una mierda y la llamada se cortó. —No parece preocupado ni
nada, pero no dejo de pensar en lo preocupada que se veía Ella cuando la dejé
en la casa.
Esperamos por un tiempo, y el ministro también comienza a verse
preocupado.
—¿Qué pasa si algo va mal? —pregunto, mirando hacia atrás en
dirección a donde está la zona de concurrencia.
—Estoy seguro de que va a estar bien —dice encogiéndose de hombros,
pero hay un atisbo de duda en su tono. Los dos hemos visto tantas cosas que
ocurrieron entre ellos dos —y con nuestras propias vidas— y que no siempre
todo sale bien.
—Oye, deja de preocuparte —dice Ethan, curvando el dedo debajo de mi
barbilla y obligándome a mirarlo—. Todo se resolverá.
—¿Cómo lo sabes? Quiero decir, ¿y si no es así?
—Lo hará —insiste, mirando hacia el océano—. Ahora, ¿puedes relajarte?
—Lo estoy intentando. —Suspiro, jugueteando con mi pelo.
La luz del sol se refleja en sus ojos al tiempo que contempla algo. —
¿Sabes qué? Tengo una idea que hará que te calmes. —Da un paso hacia el
acantilado, agarrando mi brazo y arrastrándome con él—. Digo que saltemos,
de la forma en que Ella y Micha lo hicieron justo antes de que ella moviera el
anillo.
Parpadeo hacia él, aturdida. —Saltaron de un acantilado justo antes de
que se comprometieran oficialmente. ¿Quién te lo dijo?
Se encoge de hombros. —Micha.
Suspiro, deseando que Ella me lo hubiera dicho. —Bueno, no hay
manera de que lo haga.
Ethan me sonríe mientras mete la mano en el bolsillo, saca su cartera y
celular, y los arroja al suelo. —¿Por qué no?
Observo con cautela por el acantilado, mirando como las olas se estrellan
contra la costa rocosa. —Porque se ve peligroso y podría ahogarme.
—Nunca dejaría que te ahogues —dice con seriedad—. Nunca dejaría que
nada malo te suceda.
—Sé que es así —le digo y lo digo en serio. Ya sea que él lo admita o no,
me salvó, no solo de las drogas, sino de mí misma. Pongo mi mano en la suya,
confiando en él y estamos a unos centímetros del borde—. Vamos a estar
empapados para la boda —le digo—. ¿Y si Ella se enoja?
Rueda los ojos. —Dudo que se enoje contigo por estar empapada en su
boda. De hecho, probablemente estará encantada de que hagas algo tan
peligroso como saltar acantilados.
Tiene razón. Probablemente sea así, así que asiento y me aferro a su
mano. Ninguno de los dos cuenta, pero de alguna manera nos las arreglamos
para saltar al mismo tiempo, como si estuviéramos en sintonía con los
pensamientos del otro. Cuando aterrizamos, él todavía sostiene mi mano y
nadamos juntos hasta la cima. Salimos a la superficie y tomo aire, mirando
hacia atrás en el acantilado.
—Dios, no puedo creer que haya hecho eso —le digo, levantando las
manos sobre la cabeza, con mi cuerpo empapado de agua. Me siento liberada.
—Se siente bien ser malo. —Sonríe y me guiña un ojo. El agua gotea por
su pelo y la cara, acumulándose en sus pestañas. Mueve los brazos, remando
para mantenerse a flote mientras las olas apaciguan contra las rocas.
—Algo así. —Nado detrás de él, y luego floto justo en frente de él cuando
deja de moverse.
Me sonríe. —Entonces, ¿qué será lo próximo en tu lista de chica mala?
Tiraremos esas ropas conservadoras, te cortas el pelo y te buscaremos un
trabajo.
Considero lo que dijo mientras las olas golpean mi cuerpo. —¿Qué tal un
viaje por carretera?
Su expresión está en blanco mientras me mira fijamente, el agua
golpeando contra su espalda. —¿Crees que puedes manejar eso?
Me encojo de hombros. —Si tú crees que puedes manejar estar conmigo
de esa manera.
Permanece sin emociones solo por un momento, pero luego deja que una
sonrisa surja de sus labios. —Puedo manejar eso y más. —Agarra mi cintura y
me arrastra hacia él, estrellando nuestros labios con tanta fuerza como las olas
golpeando la arena.
Le regreso el beso, alejándome un momento para susurrarle—: Está bien,
entonces, es un trato.
Vuelvo mis labios a los suyos y lo beso mientras el sol desciende,
lanzando rayos de color rosa y naranja a través del cielo. El momento es
perfecto, incluso para una chica que nunca creyó en la perfección, pero que de
alguna manera ahora cree. Si realmente lo miro, Ethan es la perfección de una
manera extraña, porque es real conmigo y lo amo. No es artificial y tampoco lo
que se supone que debo tener. De hecho, si mi madre estuviera aquí, me daría
miles de razones por las que es malo para mí, desde el hecho de que él tiene
tatuajes a que es pobre. Es lo contrario de todo lo que yo era, pero no de lo que
soy ahora, y eso es todo lo que importa.
Él es lo que quiero. Lo que necesito. Es el único hombre que me hizo
sentir digna de amor. Me cambió de la mejor manera posible y me mostró que
estaba bien amar a alguien. Que no todo el mundo ahí fuera romperá y
aplastará mi corazón. Y lo mejor de todo, por lo que siempre lo amaré, es que
me mostró que yo era digna de ser amada.
Después de dejar de besarnos, nadamos hasta la orilla y luego
caminamos de regreso a la senda que conduce a la zona de los acantilados
desde la que saltamos. Estoy tan feliz por el momento que no puedo dejar de
sonreír, hasta que llegamos arriba y entonces toda mi felicidad disminuye.
El ministro se ha ido y Micha está sentado allí solo en una roca con su
teléfono en la mano. Sus hombros están encorvados y su cabeza cuelga baja.
—¿Qué pasa? —pregunto, corriendo hacia él.
Eleva la cabeza y se ve como si estuviera a punto de llorar. —No puedo
contactar a Ella. No creo que venga.
—Por supuesto que vendrá —le digo, escurriendo el agua de la parte
inferior de mi vestido—. Es probable que se le haya hecho tarde.
Sacude la cabeza. —Eso aún no explica por qué no responde a su
teléfono. Y también se comportó raro esta mañana.
Me muerdo el labio inferior, porque también noté la rareza de Ella. Me
vuelvo a Ethan y levanto la mano. —Dame tu teléfono.
Su frente se arruga mientras camina hacia atrás y alza el teléfono del
suelo. —¿Por qué? ¿Qué vas a hacer?
Tomo el teléfono y sonrío. —Voy a ponerme en contacto con Ella y a
traerla hasta aquí, así estos dos por fin pueden llegar a estar donde deberían
haber estado hace mucho tiempo.
Sonríe y luego se inclina para darme un beso apasionado que me
calienta de pies a cabeza, y que me llena con la determinación de que Ella y
Micha van a estar bien, al igual que espero que estemos Ethan y yo. Porque él
me hace feliz y me ama, como Micha hace feliz a Ella y la ama, y cuando todo
se reduce a ello, la felicidad y el amor son lo más importante y lo que hace que
valga la pena vivir.
Adelanto
del próximo libro…
1
Traducido por Julieyrr
Corregido por Vane Farrow

Micha
Intento no pensar en todas las malditas razones por las que Ella no se
presentaría a nuestra boda, pero es jodidamente difícil. Después de todo por lo
que pasamos, ni siquiera me llamó o dejó una nota. Mis pensamientos
continúan volviendo al día en que nos besamos en el puente y me dijo que me
amaba. Fui a su casa a la mañana siguiente, listo para hablar sobre ello —
hablar sobre nosotros—, esperando que no hubiera cambiado de parecer
durante la noche, después de volver a estar sobria.
Cuando escalé ese árbol y me escabullí en su habitación, todo lo que
encontré fue una cama vacía. Se había ido, y eso era peor que tratar con una
Ella negada sobre sus sentimientos por mí. Sabía que me amaba incluso
aunque no lo admitiera, y podía soportarlo si eso significaba que continuaba en
mi vida. Pero que se hubiera ido, desapareciendo de mi vida, sin tener ni idea
de dónde estaba, fue como perder mi brazo o mi corazón. Y ahora, siento como
que me acerco de vuelta a ese lugar.
El conductor del taxi se mueve a paso de caracol por el camino que guía
al vecindario aislado en el que Ella y yo hemos estado viviendo, y me está
volviendo loco. Él nos miraba a Lila, Ethan y a mí como si fuéramos los que
estaban locos cuando saltamos dentro del taxi y le dijimos que condujera tan
rápido como fuera posible, sin preocuparse por el límite de velocidad.
—¿No puede conducir más rápido? —pregunto, tamborileando con mis
dedos en mis piernas—. Apenas estamos moviéndonos.
Me lanza una mirada asesina por el espejo retrovisor. —Estoy
conduciendo al límite de velocidad.
—Lo dice como si estuviera bien —digo, inclinándome hacia la ventana
de plástico que separa el frente del taxi de la parte trasera.
—Micha, relájate. —Lila toca mi brazo, intentando tranquilizarme. Su
cabello rubio y su vestido rojo están húmedos por su salto desde un acantilado
al océano con Ethan. Se divertían mientras yo esperaba a que Ella apareciera.
Todos deberíamos estar divirtiéndonos. Pero ahora, me ha dejado plantado.
Plantado. Mierda.
Golpeo mi palma contra el plástico perdiendo la calma, algo que nunca
me pasa, pero todo en lo que puedo pensar es en que se fue. De nuevo. —Lo
juro por Dios, si no aprieta el acelerador, voy a…
—Micha —sisea Lila, sus ojos azules firmes en mi rostro al tiempo que
toma mi brazo y lo aleja de la ventana de plástico mientras el conductor rueda
sus ojos—. No ayudas.
Paso los dedos por mi cabello y desabrocho el botón de arriba de mi
camisa, porque me está sofocando. Lila da a rellamar en su teléfono,
intentando ubicar a Ella por centésima vez, pero va derecho al buzón de voz.
Ethan apenas dice algo, pero sé lo que piensa; que debería haber esperado
esto. Excepto que eso es lo que no entiende. Sí, Ella hace este tipo de cosas un
montón, ya sea porque está asustada, confundida, u odiándose a sí misma. Es
lo que ha hecho desde que éramos niños. Sé esto, al igual que sé que no
importa lo que pase, terminaremos juntos.
Finalmente, el taxista estaciona enfrente de la casita de un piso que he
compartido con Ella desde principios de este año. Ni siquiera me molesto a
esperar a que el auto pare completamente antes de abrir la puerta. Lanzo
algunos billetes por la ventana abierta y me tropiezo en mis botas mientras
salgo al cordón de la vereda. Ethan me grita que me calme, pero me encojo de
hombros y troto por el césped, pisando las flores que decoran el camino hacia
la entrada principal.
Recuerdo cuando vinimos a ver la casa. Mi madre conocía a un corredor
de bienes raíces de San Diego, y dijo que podía ayudarnos con una casa bonita
que podríamos alquilar por poco dinero, dado que el dueño era una anciana
que la compró en tiempos en que las casas tenían precios razonables. Ella y yo
nos tomamos nuestro tiempo para recorrerla, observando las pequeñas
habitaciones, la cocina estrecha pero decente y el amplio patio trasero. Me di
cuenta que Ella fingía no estar interesada, pero podía ver en sus ojos que
amaba la casa.
—¿Y qué opinas? —pregunté, empujándola con mi hombro en tanto
observaba las persianas amarillas que decoraban el frente de la casa.
Se encogió de hombros, indiferente, pero se mordió el labio, lo que
significaba que intentaba suprimir su entusiasmo. —Se ve como una casa.
Me coloqué detrás de ella y envolví con los brazos su cintura, sofocando
una sonrisa mientras rozaba su oído con mi boca. —¿Una casa en la que
puedes imaginarte viviendo?
Vaciló antes de que la diversión apareciera en su voz. —Bueno, a mí sí,
pero no estoy segura de ti. Quizá tendremos que encontrar otro lugar para ti. O
mejor aún, podrías vivir en la cochera.
Pellizqué su trasero, haciéndola chillar. —No hagas como si no te
estuvieras imaginando todos los lugares en los que podría follarte —le susurré
acaloradamente en su oído.
Se estremeció y ahí fue cuando supe que este sería nuestro primer hogar.
Nos mudamos una semana después y todo ha estado bien en los últimos seis
meses. He estado trabajando en un estudio cerca de aquí grabando un álbum,
tocando en conciertos con un montón de músicos similares a mí, tocando en
cualquier lugar que nos dé una oportunidad, mientras Ella trabaja en una
galería de arte y va a la universidad, llevando mi anillo de compromiso en su
dedo. Parecía contenta e incluso satisfecha cuando decidimos que era tiempo
de casarnos. Voy a admitir que yo hubiera preferido hacer la boda en casa,
donde podría haber asistido mi madre, pero Ella y yo decidimos que haríamos
la boda aquí, solo ella y yo, y le diríamos a todos después, porque parecía que
eso hacía que Ella estuviera más tranquila sobre la idea de casarse. Pero sé
que a mi madre se va a volver loca cuando descubra que nos casamos sin
ella… o enloquecerá, de cualquier forma. En este momento no estoy seguro de
que incluso vaya a haber una boda.
Quitando el maldito pensamiento de mi cabeza, me dirijo a la casa. Abro
la cerradura de la puerta delantera y entro, examinando la sala de estar por
señales de que se haya fugado. Todo luce normal, pero entonces, de nuevo,
cuando se fue la primera vez, apenas tomó algunas de sus cosas.
Voy a la puerta trasera y verifico el patio y el pórtico, pero ambos están
vacíos. Mi esperanza se va desvaneciendo mientras paso por el baño vacío y
entro en nuestra habitación al final del pasillo. Cuando abro la puerta, doy un
salto hacia atrás, sorprendido por la vista de ella sentada en la cama,
abrumadoramente maravillosa en un vestido de boda blanco y negro, con sus
piernas abrazadas a su pecho, su barbilla apoyada en sus rodillas. También
usa botas de combate negras, y casi me hace sonreír porque no podría
imaginarla luciendo más perfecta.
Pero cuando levanta la vista hacia mí, sus grandes ojos verdes se ven
llenos de tanta tristeza, que arranca la sonrisa que empezaba a aparecer en mi
rostro. No digo nada mientras camino hacia la cama deshecha, maniobrando
entre la ropa tirada, dibujos y mi guitarra, y me siento a su lado. Me estiro y
quito unos mechones de cabello castaño de sus ojos, acomodándolos detrás de
su oreja, y luego trazo una línea con mi dedo por su pómulo. Espero a que
hable primero, porque no sé lo suficiente sobre lo que está pasando en su
cabeza para saber lo que hay que decir.
Nos sentamos por lo que parece una eternidad, observándonos. Ninguno
de los dos se mueve, incluso cuando oigo a Ethan y Lila entrar por la puerta;
luego se van de inmediato como si sintieran que tenemos que estar solos.
—Lo siento mucho —dice, finalmente rompiendo el silencio. Deja salir un
suspiro mientras levanta la vista hacia mí, observándome a través de sus
pestañas y mordiendo su labio inferior.
Lucho contra el impulso de cerrar mis ojos debido a la conmoción de mi
corazón. —¿Qué sucedió? Pensé… —Cubro su mejilla con mi mano—. Pensé
que los dos queríamos esto, Ella May.
Libera su labio inferior, luego levanta su barbilla de sus rodillas y se
sienta. —Y lo queríamos… Lo quiero… Es solo que… —Deja escapar un aliento
frustrado.
La presión se libera de mi pecho y la confusión usurpa su lugar. —No lo
entiendo… No apareciste y no contestabas el teléfono.
—Lo siento mucho, Micha —dice en voz baja, con los ojos muy abiertos—
. Pero no podía hablarte hasta que pensara la manera correcta de decirlo.
—¿Hablarme sobre qué? —Estoy nervioso y se nota a través del temblor
en mi voz.
—Sobre la boda. —Mira alrededor como si estuviera buscando una ruta
de escape, pero al final, sus ojos se posan sobre mí—. Hablé con tu madre el
otro día, me llamó.
Levanto las cejas. —De acuerdo… pero, ¿qué tiene que ver con escapar
de nuestra boda?
Suspira, desanimada. —Me preguntó si ya habíamos elegido una fecha
para la boda —explica—. No sabía que no le dijiste que nos íbamos a casar
aquí, sin nadie más.
Mis dedos se ponen rígidos contra su mejilla. —¿Le dijiste que lo
haríamos?
Niega con la cabeza. —Sabes que soy una profesional mintiendo.
Suelto una carcajada. —En realidad no, pero podemos fingirlo por ahora.
Sacude la cabeza, sus labios se tuercen en una sonrisa mientras me
golpea con fuerza el brazo. —Para de hacer bromas. Intento ser seria y honesta
en este momento.
—Tú… ¿seria y honesta? —cuestiono con duda, sonriéndole con
diversión—. ¿De verdad?
—Sé que es raro. —Hace una pausa, respirando con dificultad, su pecho
sube y baja con cada inhalación y exhalación, casi rompiendo la parte superior
de su vestido negro—. Creo que… —Acomoda su cuerpo, metiendo las rodillas
debajo de ella mientras se arrodilla—. Es solo que… —Se retuerce mientras
mira la luz brillante del sol a través de la ventana—. Ni siquiera sé cómo decir
esto —murmura.
Me muevo rápidamente, apartando el material voluminoso de su vestido
para poder acercarme a ella. —Niña bonita, sea lo que sea, puedes decirlo.
Puedes decirme cualquier cosa. Lo sabes.
Inclina la cabeza y nuestras miradas se encuentran. —Lo sé, pero eso no
hace que sea más fácil decirlo… Sabes que me cuesta mucho decir cómo me
siento.
Entrelazo mis dedos con los de ella y acaricio el interior de su muñeca
con el pulgar. —Lo sé, pero siempre estaré aquí para ti. —Intento permanecer
calmado, pero es difícil. Está asustándome mucho, sobre todo porque no tengo
ni idea de qué demonios va a decir.
—Y es muy difícil para mí admitir lo que quiero algunas veces —
continúa, cerrando sus ojos.
—Lo sé —le digo, quitándole el pelo enmarañado de la cara—. Pero como
dije, puedes decirme cualquier cosa.
Sus párpados se abren, sus pupilas se reducen cuando les llega luz. —
Creo… creo que deberíamos… —Su mano tiembla en la mía mientras respira y
luego las palabras salen—: Creo que deberíamos ir a casa y tener una boda
normal, con nuestras familias. —Presiona sus labios y contiene la respiración.
Me quedo congelado, luchando para contener la risa, porque sé que la
hará enojarse, pero al final no puedo más y se me escapa. —Oh, Dios mío. —
Casi me ahogo, envolviendo mis brazos alrededor de mi estómago cuando me
recuesto—. No puedo creer que de eso se tratara todo esto.
—Micha. —Pellizca mi pecho a través de mi camisa—. Para de reírte.
Estoy hablando en serio.
—Oh, ya sé. —Continúo riéndome, y cuanto más dura mi risa, más
irritada se pone ella, hasta que finalmente recoge su vestido y se arrima al
borde de la cama para irse. Rápidamente pongo mis brazos alrededor de su
cintura y la arrastro de vuelta a la cama. Cae en el colchón y coloco mi cuerpo
encima del suyo. Trata de liberarse de mí pero inmovilizo sus brazos al lado de
su cabeza.
—No es divertido —protesta, esforzándose para seguir enojada conmigo—
. Intenté decirte cómo me siento y te reíste de mí.
—Lo sé —le digo, reprimiendo la risa lo mejor que puedo—. Pero eres
demasiado adorable para tu propio bien.
Entrecierra los ojos. —No soy adorable y lo sabes.
—Cuando me dices cosas como que quieres tener una boda con nuestras
familias y estás nerviosa por ello, eres jodidamente adorable —le digo, luego me
inclino y beso su mejilla—. Te amo, y podemos casarnos en donde sea, cómo
sea y cuando quieras, siempre y cuando nos casemos y nunca me dejes
plantado de nuevo.
Pone cara de perrito. —Lo siento. Entré en pánico.
Me inclino hacia abajo y mordisqueo su labio inferior, porque es
demasiado delicioso para resistirse. —La próxima vez, por favor, háblame. O al
menos envía un mensaje. —La beso de nuevo, luego me aparto un poco, y el
calor de nuestras respiraciones se mezcla—. Un simple S.O.S o algo.
—Trato —dice—. Pero esperanzadoramente no habrá una próxima vez.
—Quita el esperanzadoramente de esa frase. —La beso de nuevo,
deslizando mi lengua profundamente en su boca.
—Es un trato —susurra contra mis labios, jadeando por el beso, y todos
los pensamientos de abandono y miedo se alejan mientras que seguimos
besándonos hasta que el sol se pone.
Estoy bastante seguro de que este es el mejor final para haber sido
plantado el día de mi boda. Si tan solo pudiera convencerme a mí mismo de
que no habrá más golpes en el camino, pero me preocupo por la mirada en sus
ojos e ir a casa a casarnos. No por mí. Puedo manejar mi casa, a mi madre y su
novio idiota. Es la familia de Ella la que me preocupa. Incluso aunque las cosas
han ido bastante bien, a veces durante sus conversaciones telefónicas con su
padre o su hermano, uno de ellos termina hablando sobre el pasado. Y eso es
contra lo que Ella sigue luchando, ya sea que lo admita o no.
The Ever After of Ella and Micha

El día que Ella ha esperado está a la vuelta de la


esquina. El día que se casará con Micha, el amor de su
vida, la luz que la guió fuera de la oscuridad.
Parece que será la navidad perfecta, hasta que un
inesperado paquete llega con un duro recordatorio del
pasado de Ella. De repente, Ella no se siente segura de
su futuro. ¿Puede tener un ―felices para siempre‖ si
nunca vio uno?
Micha estará al lado de Ella sin importar lo que esté
pasando, aunque le preocupa que pudiera plantarlo en
el altar de nuevo. Cuando se le ofrece una oportunidad
única en la vida de ir de gira con sus bandas favoritas
durante tres meses, Micha sabe que no puede dejar
atrás a Ella. Pero ¿podrá pedirle que desarraigue su vida para reunirse con él
en el camino?
Ahora Ella y Micha deben encontrar una manera de equilibrar sus miedos, sus
sueños y su amor... si alguna vez quieren escuchar campanas de bodas.
Sobre el Autor
La autora del New York Times y USA Today, Jessica
Sorensen, vive en las montañas nevadas de Wyoming.
Cuando no está escribiendo pasa su tiempo leyendo y
pasando el rato con su familia. Vive con su esposo y tres
hijos.

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