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El contrato.

Nociones básicas

Sin lugar a dudas, el contrato es una de las instituciones más importantes del derecho
y, en particular, del derecho privado. En tal sentido, debemos tener en cuenta, ya
desde un comienzo, que la idea de contrato no se desarrolla únicamente en nuestro
ámbito, sino que es común a otros sistemas, con las adaptaciones pertinentes. Así, si
bien el orden público es allí más trascendente, no debemos perder de vista que
existen contratos en el derecho administrativo (v. gr. para la realización de una obra
pública) y también el régimen del derecho laboral se afinca, en definitiva, en el
contrato celebrado entre el empleador y el trabajador.

Como sea, la importancia de esta figura se deriva de que es la base de los vínculos y
negocios que se celebran entre los particulares, y es a través de ellos que —en
general— las personas (ya sean físicas o jurídicas) se obligan frente a otra y, como
lógico corolario de ello, actúa como la base de las relaciones jurídicas entre los
interesados. De allí que, como claramente lo establece el art. 957 del Código Civil y
Comercial de la Nación, "Contrato es el acto jurídico mediante el cual dos o más
partes manifiestan su consentimiento para crear, regular, modificar, transferir o
extinguir relaciones jurídicas patrimoniales".

Como se echa de ver, la noción misma de contrato parte de la idea de que son las
partes quienes, teniendo como fuente su propia voluntad, deciden cuál es el
contenido de los vínculos obligacionales a los cuales pretende someterse. Y dicha
máxima emana del art. 958 del código, en cuanto establece la libertad de las partes
para celebrar el contrato y determinar su contenido, dentro de los límites impuestos
por la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres. En otros términos, si
dos personas quieren celebrar un negocio, son libres para, partiendo de la autonomía
de la voluntad de cada uno de ellos (quienes actúan con discernimiento, intención y
libertad, arts. 260 y cctes. del código), establecer el contenido del contrato al cual
quieren someterse, siempre que no sea contrario al orden público, la moral y las
buenas costumbres. Tal libertad para determinar el alcance del contrato no es casual,
pues las consecuencias de la voluntad libremente formulada son palpables: el
contrato es obligatorio para las partes (pacta sunt servanda) y solo puede ser
modificado o extinguido por la voluntad de ellas o cuando la ley así lo prevea.

De allí que, si bien las partes cuentan con tal amplia autonomía, la manifestación de
la voluntad tiene como consecuencia la fuerza vinculante del contrato y el
nacimiento de la obligación en cabeza de cada una de las partes, quienes pueden ser
compelidos al cumplimiento en caso de negativa.

Asimismo, la idea misma de contrato a la cual nos referimos, derivada del


pensamiento de liberalismo clásico (que inspiró los códigos decimonónicos del siglo
XIX) parte de la noción de plena igualdad entre las partes contratantes. Es que solo
en un contexto de igualdad entre ellas puede considerarse que el contrato se ha
celebrado con discernimiento, intención y, especialmente, libertad. Si uno de los
interesados cuenta con potestad suficiente para compeler a la contraparte a la
celebración del contrato, entonces la idea misma de la igualdad contractual (y, como

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lógica derivación de ella, la de la autonomía de la voluntad como fuente del vínculo)
se desmorona rápidamente. Como ejemplo de ello podemos recurrir, nuevamente, a
la noción de contrato de trabajo, en el cual es claro que la parte débil del vínculo (el
trabajador) no cuenta con suficiente libertad como para negociar el contenido del
negocio en condiciones de igualdad. Por el contrario, se encuentra compelido a
celebrar el negocio, por las propias necesidades que debe afrontar.

A raíz de lo expuesto es que la noción misma de contrato paritario (es decir, entre
personas en igualdad de condiciones al momento de celebrarlo) se ve reducida hoy
día a un universo muy pequeño de contratos, mientras que la mayoría de vínculos que
se concretan a diario exceden su ámbito en forma permanente. Para ejemplificar
ello, basta con que el lector realice el ejercicio de interrogarse acerca de cuándo fue
la última vez que celebró un contrato paritario (probablemente una o dos veces en su
vida) y cuántos contratos no paritarios (por ejemplo, de consumo) celebra día a día:
cuántas veces compra un producto de consumo masivo en un comercio, contrata un
servicio de transporte público, etcétera.

En consecuencia de lo dicho hasta aquí es que se tornó necesario que el


ordenamiento jurídico contemplara otros supuestos de contratos, en los cuales la
protección para la parte débil de la relación jurídica sea más patente. En ese cauce
es que el nuevo Código Civil y Comercial contempla tres clases o especies de
contratos distintos y cada una de esas especies corta transversalmente todo el
sistema: cualquier tipo de contrato puede, a su vez, pertenecer a una u otra
subespecie. En efecto, un contrato de compraventa de un inmueble puede ser un
contrato paritario (por ejemplo, si Pedro decide vender su vivienda única a José,
aunque no se dedica profesionalmente a ello) o de adhesión (por ejemplo, si Pedro,
dedicado a la compraventa de inmuebles, predispone las condiciones del contrato
para la venta de distintos locales a José, que pretende dedicarlos a su actividad
comercial) o de consumo (si Pedro, quien se dedica profesionalmente a la
compraventa de inmuebles, vende a Pedro un departamento de su propiedad, quien
lo adquiere para destinarlo a vivienda de su grupo familiar). Como se echa de ver, el
mismo negocio jurídico puede revestir cualquiera de las tres calidades.

Más allá de ello, y en lo que aquí interesa, dichas clases de contrato (de adhesión y
de consumo) fueron concebidas por el legislador con la intención de proteger a la
parte débil del vínculo negocial. Por ende, analizaremos sus principales herramientas
tuitivas más adelante.

BIBLIOGRAFÍA

• Freytes, A. E. "Resistematización contractual en el Código Civil y Comercial de la


Nación". LLOnline AR/DOC/3187/2016.

• Stigltiz, R. S. "Un nuevo orden contractual en el Proyecto de Código Civil y


Comercial de la Nación". LLOnline AR/DOC/4416/2012.

• Stiglitz, R. S. "La teoría del contrato en el Código Civil y Comercial de la Nación".


LLOnline AR/DOC/2180/2012.

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