Está en la página 1de 45

La crisis argentina de 1890: estado liberal,

política fiscal y presupuesto público

Ricardo Forte
El Colegio Mexiquense

El año 1890 marcó un momento crucial en la historia del desarrollo


económico y político de la Argentina moderna. Después de diez años
de crecimiento continuo, puesto en marcha a partir del gran acuerdo na­
cional de 1880 que condujo a la federalización de la ciudad de Buenos
Aires y otorgó la presidencia de la República al general Roca,1una de
las crisis financieras internacionales más agudas detuvo de manera dra­
mática este proceso. Queremos proponer en este trabajo una interpreta­
ción de las vicisitudes y transformaciones que precedieron y acompa­
ñaron esa crisis, utilizando principalmente dos instrumentos analíticos:
el presupuesto público y el sistema fiscal.
La mayoría de los estudios existentes sobre las finanzas públicas en
Argentina y otros países americanos y europeos consideran el examen
del presupuesto como una problemática de naturaleza simplemente fi­
nanciera.2 Marcello Carmagnani en su estudio reciente sobre la econo­
mía pública en México ha mostrado por primera vez los límites de esta
perspectiva: en realidad el problema de la hacienda pública no sólo
asume importantes connotaciones económicas y financieras, sino tiene
también implicaciones y peculiaridades políticas y sociales de enorme
relevancia. Tales peculiaridades resultan sumamente importantes para
el análisis histórico de las transformaciones ocurridas en la segunda
mitad del siglo pasado como consecuencia de la afirmación de los prin­
cipios del liberalismo y la articulación -tanto en Europa como en
América- de los nuevos Estados liberales.3
Con base en esta nueva perspectiva y a través del examen y de las
características cualitativas y cuantitavas del presupuesto público y del
sistema fiscal en la Argentina de las últimas dos décadas del siglo xix,
buscaremos contestar a dos preguntas fundamentales: ¿cómo reaccio­
naron las clases dominantes a la crisis político-financiera de 1890?
Cómo se modificó la relación entre la oligarquía dominante y los demás
sectores de la sociedad?
Aunque la crisis empezó en la esfera financiera, las consecuencias
que la misma produjo en el corto y mediano plazo invadieron amplia­
mente el campo político. La falta de liquidez que afectó en general el
país, tanto en el sector público como en el privado, quitó al gobierno un
instrumento importante para garantizar su propia legitimidad: el gasto
público, a través del cual el poder ejecutivo logró durante la década de
los ochenta determinar el clima de bienestar y confianza necesario a la
conservación de su credibilidad política.
Hay que considerar dicha pérdida en el ámbito general del contex­
to político argentino de la época para entender su importancia real. El
llamado “régimen del 80” surgió sobre la base de la doctrina formula­
da por el jurista Juan Bautista Alberdi a mitad del siglo xix, dirigida a
la articulación de un Estado liberal de tipo notabiliar. Esta caracteriza­
ción subraya la persistencia en el nuevo orden liberal de mecanismos
de antiguo régimen, que se transformaban paulatinamente adaptándose
a las nuevas exigencias sociales y económicas y creaban a la vez una
fuerte tensión derivada de la acción contrapuesta de elementos de con­
tinuidad y cambio.4
La aplicación política de la doctrina alberdiana dio origen en 1853
a la primera constitución liberal argentina y permitió por un lado supe­
rar las divisiones regionales que habían marcado las décadas anteriores
y acabar con las cruentas y costosas luchas interoligárquicas. Pero por
el otro se caracterizó por la presencia de mecanismos excluyentes y de
control electoral capaces de circunscribir la sucesión política tanto al
nivel del poder ejecutivo como del legislativo en el interior de un sec­
tor restringido de la misma oligarquía. A través del sistema llamado de
la “lista completa”, el partido que lograba la mayoría relativa ocupaba
la totalidad de los escaños en el Congreso. Además, tanto los senado­
res como el presidente de la República se elegían en segundo grado, por
medio de una junta nombrada por las juntas provinciales. Este meca­
nismo fue asociado a las manipulaciones electorales -q u e persistieron
sobre todo a nivel local,5 favorecidas por el hecho de que el voto no era
secreto- y permitió a la oligarquía liberal lograr la continuidad de su
control sobre el poder ejecutivo y una composición de las Cámaras más
o menos uniforme.6
El Congreso que se constituyó de esa manera logró un importante
objetivo modemizador: crear una sede de discusión y resolución de las
controversias entre grupos regionales; pero no superó los límites de una
representación de tipo elitista. En la fase inicial de su funcionamiento
-la década de los ochenta- Argentina se caracterizaba por un territorio
con población escasa, preponderantemente rural, con una fuerte in­
fluencia de los mecanismos clientelares tradicionales. En un contexto
con estas peculiaridades el sistema político notabiliar pareció adecuado
a perseguir las finalidades de orden público y paz interna, que los libe­
rales argentinos consideraban ser la base imprescindible para poner en
marcha el desarrollo nacional. Sin embargo, las necesidades comercia­
les y productivas determinadas por la voluntad de la oligarquía rural de
aprovechar del aumento de la demanda europea de productos agrogana-
deros, empujaron las sucesivas administraciones a incentivar la inmi­
gración extranjera. Este objetivo fue conseguido mediante la aprobación
de una ley específica en 1876 y su intempestiva aplicación: el fuerte
flujo migratorio que caracterizó la década siguiente determinó cambios
sustanciales en la estructura de la sociedad argentina, que se caracteri­
zaron por el sensible crecimiento de los sectores populares y de clase
media sobre todo en las ciudades y en consecuencia por el aumento
relativo de la población urbana con respecto a la rural. Al mismo tiem­
po, la favorable coyuntura económica determinó el fortalecimiento de
los grupos de la oligarquía rural que habían quedado excluidos de la
dirección política como resultado de las luchas anteriores al acuerdo de
1880.
En el marco de esa contingencia y de un sistema político dirigido a
limitar la participación política a un sector reducido de la población, la
función de promotor del desarrollo nacional que los liberales decimo­
nónicos otorgaban al Estado a través de la administración del presu­
puesto público, se convirtió en una variable de gran importancia para
lograr el consenso y el orden público necesarios para garantizar la con­
tinuidad del proceso de desarrollo del país. Nuestra hipótesis es que la
crisis del 90 puso por primera vez en tela de juicio este esquema de
poder y obligó a las clases dominantes durante las décadas sucesivas a
orientar su propia acción hacia una mayor utilización de instrumentos
represivos, antes de lograr un nuevo acuerdo nacional que permitiera la
rearticulación funcional del sistema político.7

Estado y fin a n za s públicas entre los años setenta y los


ochenta: política liberal y herencia de antiguo régim en

A partir de 1880 el Estado argentino acentuó, a nivel doctrinario y


constitucional, sus características liberales. Sin embargo, no superó
-hecho común a la mayoría de los itinerarios de modernización de la
época en Europa y América- la fase notabiliar de su proceso de tran­
sición.
A la administración pública se otorgó un papel fundamentalmente
indirecto, pero esencial para el desenvolvimiento de las infraestructuras
que se juzgaban imprescindibles para el crecimiento de los comercios
y de la economía en general y que se pensaba no hubieran podido ser
desarrollados de manera satisfactoria por el sector privado. La Consti­
tución de 1853 -reformada en 1860 y que permaneció vigente hasta la
reforma peronista de 1949- limitaba explícitamente las competencias
del Estado en la esfera económica y establecía modalidades claras en
relación con los procedimientos para determinar la cantidad de recur­
sos que él mismo estaba autorizado a utilizar y cobrar. El Art. 67 afir­
maba que correspondía al Congreso,

Contraer empréstitos de dinero sobre el crédito de la Nación.


Disponer del uso y de la enajenación de las tierras de propiedad nacio­
nal. [...] Fijar anualmente el presupuesto de gastos de administración de la
Nación, y aprobar o desechar la cuenta inversión.
Acordar subsidios del Tesoro Nacional a las Provincias, cuyas rentas
no alcancen, según sus presupuestos, a cubrir sus gastos ordinarios.8

Las prerrogativas del presidente de la República se limitaban a


“Hacer recaudar las rentas de la Nación” y a decretar “su inversión con
arreglo a la ley o presupuestos de gastos nacionales”.9 Además, lo que
precede muestra que el presupuesto del Estado perdió a partir de la
segunda mitad del siglo xix sus rasgos de simple “contabilidad públi­
ca” de antiguo régimen, para convertirse en un instrumento fundamen­
tal de la política gubernamental federal. Desde ese momento, su apro­
bación fue sujeta a la discusión entre los distintos sectores presentes en
el Congreso -por lo menos al nivel oligárquico- dando prioridad a las
necesidades, es decir, a los gastos y a las inversiones. Es evidente en­
tonces la interiorización al nivel financiero de un principio fundamen­
tal del liberalismo: la exigencia de determinar los ingresos en relación
a los egresos aprobados con anterioridad en el ámbito legislativo. Se
otorgó al Estado un papel indiscutible -aunque todavía indirecto- en el
proceso de desarrollo económico nacional y por ende lo mismo ya no
encontraba un límite en su capacidad de maniobra en los fondos dispo­
nibles, sino decidía -otra vez de acuerdo con el Congreso-, las fuentes
de ingreso, tanto ordinarias como derivadas del crédito público, en fun­
ción de las exigencias de gastos. Sin embargo, este principio sólo se
consolidó en la práctica política a partir del acuerdo interoligárquico de
1880, mientras que, en mi opinión, permaneció dudosa su regular apli­
cación durante el período precedente.10A partir de este momento, la va­
riable presupuesto, como producto de la interacción entre los poderes
ejecutivo y legislativo, asumió un papel preminente como instrumento
para la conservación del acuerdo mismo a través de la distribución de
los recursos a disposición del Estado, con base en la interrelación -aun­
que limitada- entre intereses contrapuestos.
Sin embargo, no hay que sobrestimar la importancia de ese cambio.
El presupuesto argentino moderno nació viciado por lo que Lorini ha
definido el “defecto de origen” de la ley de contabilidad.11 Esta no sur­
gió por iniciativa del Gobierno, sino por la de un senador que presentó
un proyecto a las cámaras en 1865 y obtuvo su aprobación después de
una operación tenaz de convencimiento.12 Lorini afirma que la misma
ley fue aceptada probablemente sólo para “engañar [...] a las naciones
extranjeras, de las cuales necesitaba arrancar prestancias en oro”; mien­
tras que en realidad tanto el gobierno como el parlamento estaban deci­
didos en seguir sólo su parte formal y mantener “salvo y protegido el
principio del poder absoluto con que los distintos presidentes querían
gobernar la República, de acuerdo con sus camarillas parlamentarias”.13
Aunque el juicio de Lorini fue probablemente afectado por la expe­
riencia reciente de la administración de Juárez Celman, que, como ve­
remos, tuvo consecuencias devastadoras en la economía nacional, una
evaluación correcta del papel del presupuesto público argentino sin
duda tiene que tomar en cuenta la capacidad de la oligarquía liberal de
mantener un control más o menos completo tanto sobre la cámara como
sobre el poder ejecutivo, -como ya hemos subrayado. Por lo menos
hasta los años noventa -o quizás hasta que la reforma electoral de 1912
no produjo sus efectos- es verosímil suponer que la discusión en el
Congreso sobre el presupuesto se redujo a lo que el mismo Lorini defi­
nió “un examen muy superficial, formal”, además realizado en su pri­
mera fase “a puerta cerrada por cinco miembros [...] elegidos con el
pleno agrado del poder ejecutivo”.14
Si se considera la característica monocromática de las dos cámaras
y su conformidad sustancial con las decisiones del ejecutivo, se infiere
cómo difícilmente la propuesta general de presupuesto se rechazaba.
Por lo que se refiere a la aprobación de cada partida, los contrastes aca­
baban por limitarse a la distribución territorial de los recursos públicos
y -factor importante en el contexto de la época- al grado de autonomía
con respecto a su utilización. Durante la discusión alrededor de un pro­
yecto de ley para ayudas a los pobres de las provincias de La Rioja y
Catamarca, el Senado propuso la introducción de una cláusula que esta­
blecía la compra y la distribución de los cereales a través de una comi­
sión compuesta por senadores y diputados nacionales y por algunos
jueces federales.15 La Cámara consideró la propuesta inaceptable e
inconstitucional con base en el hecho de que eran los gobernadores los
“agentes naturales” del presidente de la República para la aplicación de
las leyes nacionales y que la sanción de dicha cláusula hubiera repre­
sentado un antecedente amenazador para las autonomías locales:

[...] [La Cámara tiene que insistir] en su primera sanción [...] [con el fin de
no] devaluar las funciones que corresponden a cada uno de los poderes
entre los cuales hemos divididos la soberanía del país [...] si nombramos
los senadores y los diputados para esta comisión, serán nombrados para
todas las comisiones en el futuro [...] desnaturalizando las funciones del
Congreso, que no son administrativas [...]lft

En fin, existía normalmente un acuerdo alrededor de los objetivos


generales del presupuesto, mientras que los contrastes empezaban con
relación a los aspectos formales de su aplicación y a las ventajas que los
mismos podían producir en el interior de una provincia o distrito deter­
minados. Desde este punto de vista, sustraer recursos a las iniciativas
propuestas en ventaja de una provincia en particular significaba la posi­
bilidad de canalizar las mismas en otras direcciones; pero al mismo
tiempo se corría el riesgo de no obtener el apoyo de los miembros del
Congreso en ocasiones sucesivas. Para sustentar la oportunidad de la
puesta en marcha de un proyecto se utilizaba a menudo el argumento
del interés “general” de los financiamientos pedidos. Sin embargo, este
interés siempre se evaluaba, tanto por parte del proponente como de los
demás legisladores, en función de las ventajas particulares que era
capaz de proporcionar. Rechazando una propuesta de ley para la cons­
trucción de una presa en el departamento de Malanzan, en la provincia
de la Rioja, el Senado motivó su decisión afirmando que el proyecto en
cuestión “sólo favorecía los intereses particulares de una localidad”.17
Lorini observa que el debate parlamentario se animaba sobre todo si se
discutía cómo “empotrar” en el presupuesto nuevos gastos o subsidios
con respecto a los distritos y las provincias que los diputados represen­
taban.
Entonces, desde 1880 el presupuesto público se transformó en un
instrumento de consolidación del Estado liberal que se había articulado
a partir de la presidencia de Roca y el Congreso se volvió la arena de
mediación entre los diferentes intereses regionales. Pero la eficacia
de estos instrumentos encontró su límite objetivo en los mecanismos de
acceso a la participación política. Además -como veremos en el análi­
sis de la crisis de los noventa- la necesidad de dar para obtener, en au­
sencia de una oposición política real en las dos cámaras, determinó el
crecimiento casi sin control del gasto público. El ministro de hacienda
se transformó en el transcurso de los años ochenta en una suerte de
“fabricante de superávit”,18 que acogía todos los gastos que los diputa­
dos, los senadores y el mismo presidente reclamaban para sus fines
clientelares. Menos de dos años antes del estallido de la crisis, el dipu­
tado Zeballos hizo notar que los legisladores que abandonaban sus pro­
pios electores para incorporarse al Congreso llevaban con ellos un ver­
dadero archivo de recomendaciones y compromisos.19 Un tema que se
debatió con frecuencia fue el del aumento de los sueldos para los em­
pleados, electores fedeles o influyentes,20 a menudo decididos con base
en criterios absolutamente arbitrarios, como subrayó con claridad un
diputado en la Cámara en 1880:
Observo que la Comisión [de Presupuesto] como el Poder Ejecutivo [...]
modifica sueldos de empleados, aumentando o disminuyendo, pero gene­
ralmente aumentando [...] Estos aumentos, que se hacen así individual­
mente diré, para determinados empleados, no obedecen al espíritu de equi­
dad y de estricta justicia [...]21

Es decir, satisfacían criterios particulares. Es evidente en este punto


que el análisis histórico del gasto público y de su composición consti­
tuyen un importante termómetro capaz de medir la influencia -o la no-
influencia- de los distintos sectores de la sociedad en el interior del sis­
tema político y establecer la preponderancia de los factores de moder­
nidad o de continuidad. También en el marco de un parlamento sin una
alternancia sustancial en su composición, las elecciones en los gastos y
en la política fiscal permiten evaluar el nivel de interiorización del hori­
zonte liberal logrado por la élite política, además del grado de cohesión
y de los cambios de orientación en el interior de la misma.
Si observamos la gráfica 1 -que muestra la composición del gasto
público eñ el período 1881-1890—22 podemos constatar la incidencia

Gráfica 1. Composición Gasto Público


1881-1890

Fuente: Elaborado con base en los datos de Eteocle Lorini, La Repubblica Arg­
entina e i suoi maggiori problemi de economia e di finanza. Voi i: la
questione monetaria, Roma, Ermanno Loescher, 1902, pp. 324-325.
notable del gasto de dirección central (55.8%), que incluía el débito
público heredado en parte -como veremos- de la fase anterior que ya
era consistente . Las inversiones con finalidades de desarrollo absorbie­
ron una cantidad poco inferior al 22%. Esta partida representaba la
agregación de los gastos concernientes a los subsidios y las construc­
ciones ferroviarias o de otras obras en el sector de los transportes, la
instrucción -incluyendo las contribuciones federales a las provincias
con esta finalidad- y las pensiones civiles y militares. En el interior de
esta agregación, las inversiones para la red ferroviaria representaban el
32.1% y las inversiones para la instrucción el 54.1%.23
Estos porcentajes subrayan la doble problemática argentina de la
década de los ochenta: la exigencia de fortalecer las estructuras dirigi­
das al transporte y de integrar las masas inmigrantes, que aumentaron
rápidamente a partir de la aprobación de la ley de incentivación de la
inmigración en 1876. La comparación entre los datos referentes al gasto
para la instrucción pública y al saldo migratorio de ultramar entre los
años setenta y ochenta, muestra una relación cronológica significativa

Gráfica 2. Gasto Instrucción Pública


Pesos-carta, 1875-1980

700Q
M
i \
1 6000
1
a 5000
r
e
s
4000 '
/
d 3000 .... . >
e /
2000
P /'
e
s
o
1875 1877 1879 1881 1883 1885 1887 1889
Gráfica 3. Saldo Migratorio de Ultramar
1857-1910

Fuente: Gino Germani, “Asimilación de migrantes en el medio urbano. Notas


metodológicas”, en: Revista Latinoamericana de Sociología, Vol. 1,
Núm. 2, Buenos Aires, julio de 1965, p. 182.

del momento de crecimiento de las dos tendencias: en efecto, durante


los años setenta se dio el primer incremento fuerte del flujo migratorio,
mientras que en la década siguiente el Estado aumentó las inversiones,
directas e indirectas, en el sector de la instrucción. El hecho es signifi­
cativo si se considera la tendencia general de las administraciones libe­
rales de la época -también afuera de América Latina- a limitar las in­
versiones en el sector de la instrucción. En su informe al Congreso para
la aprobación del presupuesto preventivo 1880-1881, el representante
de la Comisión de Presupuesto subrayaba que los aumentos mayores
se encontraban en la instrucción pública, pero al mismo tiempo aclara­
ba en seguida que los mismos aumentos habían sido calculados con
base en criterios de “economía estricta”.24 Sin embargo, esta partida
asumió una importancia excepcional en la Argentina del final del siglo
xix como consecuencia del proceso migratorio en desarrollo y de la
necesidad de integrar las masas recién inmigradas. La cuestión migra­
toria era importante “no sólo para esta Cámara, no sólo para el país,
sino para la época en que vivimos [...]”.25
Otro aspecto importante de este periodo es la importancia (19.6%)
de los gastos militares, poco inferiores al valor relativo de las inversio­
nes con finalidades de desarrollo. En un país como Argentina todavía
desprovisto de una verdadera institución militar profesional,26 esta va­
riable es probablemente la consecuencia de la consolidación nacional
reciente, del persistir de la presencia de fuerzas provinciales centrífu­
gas consistentes -o por lo menos la convicción por parte de la élite polí­
tica de la virtualidad de esa presencia- y de la necesidad consecuente
del Estado de disponer de los medios de coacción indispensables para
la represión de eventuales intentos de rebelión.27El gasto corriente -m i­
litar y dirección central- constituyó en los años ochenta más del 75%
del gasto global. Sin embargo, si consideramos el momento histórico
particular, caracterizado por la necesidad de “construir” el nuevo Esta­
do liberal, es evidente cómo el gasto corriente civil no puede ser clasi­
ficado correctamente de manera uniforme. En efecto, parte de lo mismo
fue probablemente consecuencia del intento de modificar el papel del
Estado en sentido liberal con respecto al período anterior, aumentando
su presencia a nivel nacional. Entonces los gastos de la dirección cen­
tral representaban una partida “moderna” del presupuesto argentino.

Gráfica 4. Composición Gasto Público


1865-1880

DESARROLLO (9.4%)

Fuente: Elaborado con base en los datos de Eteocle Lorini, op. c i t pp. 324-325.
Gráfica 5. Composición Gasto Público
1865-1800

A pesar de la incidencia considerable de los gastos corrientes en la


composición que hemos analizado, se observa un claro intento moder-
nizador del papel del Estado, lo que confirma la presencia de una fuer­
te tensión entre elementos de continuidad y cambio que, como hemos
visto, es peculiar de la fase de transición al liberalismo. En efecto, si
analizamos la composición del gasto público para el largo período
1865-1880 (gráfica 4) -es decir antes del acuerdo político nacional-
notamos una incidencia mayor (21.9%) de los gastos militares y un
costo de la dirección central notablemente superior (67.6%).
Si desagregamos tales costos y evidenciamos así los intereses de la
deuda pública, nos damos cuenta del gran valor relativo de los mismos
(gráfica 5), que se explica con la inestabilidad interna e internacional
que caracterizó la realidad argentina a lo largo de ese período. Tal reali­
dad implicó la necesidad por parte del gobierno federal de conseguir re­
cursos para “invertir” en el fortalecimiento de su propia autoridad y en
consecuencia el aumento del endeudamiento. Terry proporciona al res­
pecto una indicación interesante del costo de las guerras y de las rebe­
liones entre 1862 y 1880 (véase cuadro), que absorbieron poco menos
de la cifra impresionante de 64 millones de pesos. Si juntamos este dato
-que representa un indicador de la debilidad relativa del poder central-
a la escasa participación del gasto federal en la justicia (1.1%) y el
desarrollo nacional (9.4%), es evidente el mayor grado de moderniza­
ción logrado por los poderes públicos durante el período siguiente y el
Gastos relativos a guerras y rebeliones (1862-1895)

Descripción Gasto

Guerra de Paraguay 29 936 000


Varias rebeliones del interior 8 685 000
Rebeliones en Entre Ríos 13 128 000
Revolución de 1874 7 645 000
Rebelión de Corrientes 175 000
Mov. armados en las provincias, 1878 21 700
Revolución de 1880 4 231 000
Revolución de 1890 42 131 000
Revolución de 1893 2 547 000
Intervenios federales 1 508 000

Total 68 544 700

Fuente: José A. Terry, cit., p. 158.

incremento de su función productiva en el contexto general. La posi­


ción central que el Estado asumió en la instrucción pública, -como
demuestra la alta incidencia de este sector de gasto a partir de 1880—,
evidencia en mayor grado esta tendencia.
Los elementos de continuidad más evidentes son representados por
la persistencia de un porcentaje conspicuo de gastos militares y del
aumento insignificante del gasto para la justicia (+1.7%). Este último
factor indica el escaso interés hacia, y el bajo nivel de interiorización
de, la temáticas que atañen al Estado de derecho, cuyas resolución toda­
vía se delegaba ampliamente a las autoridades provinciales; así como la
probable existencia de una “demanda de justicia” todavía no satisfecha.
El gobierno federal limitaba su intervención a los asuntos de compe­
tencia de la Corte Suprema o relativas al territorio federal. La misma
Constitución de 1860 redujo la presencia de los poderes federales en la
esfera del derecho y afirmó claramente los límites de la competencia
del Poder Judicial y de sus órganos jurídicos, además de los cargos
otorgados al respecto al poder legislativo.28
Los datos analizados hasta aquí hacen posible una importante
observación: el Estado liberal argentino de los años ochenta arrancó ya
endeudado y heredó del período anterior un interés sobre la deuda rela­
tivamente consistente, que redujo la elasticidad del gasto público y en­
tonces los márgenes de maniobra del gobierno federal. Sin embargo,
este factor no aclara todavía de manera suficiente los objetivos que los
líderes políticos argentinos perseguían a través del gasto público y el
endeudamiento. En efecto, la deuda por sí misma no es suficiente para
acentuar la coloración de antiguo régimen del Estado; hace falta tam­
bién analizar con cuidado la dirección tomada por los recursos que él
mismo era capaz de obtener en el momento de su utilización.
Con este fin vamos a realizar una desagregación ulterior de las par­
tidas de gasto, en particular las militares y de dirección central, toman­
do en cuenta las exigencias peculiares del proceso de modernización
argentino al final del siglo xix para evitar interpretaciones anacrónicas.
Como ya hemos señalado en relación a los costos militares, los gastos
dirigidos a fortalecer el poder federal, aunque no produzcan efectos
inmediatos sobre el crecimiento económico nacional, no pueden ser
clasificados sencillamente como puros elementos de continuidad. La
contraposición de la acción coercitiva del Estado a los particularismos
provinciales -estos indudable herencia de antiguo régimen- es por sí
solo un indicador importante del papel modemizador desarrollado por
el ejército en esa fase histórica. A lo largo de los años ochenta el Con­
greso se encontró a menudo uniformemente de acuerdo en aprobar el
aumento constante del gasto militar, sin encontrar una oposición sus­
tancial tampoco en los casos de solicitud de créditos suplementarios e
inversiones extraordinarias no incluidas en el presupuesto preventivo.29
Pero lo más importante es averiguar hasta qué punto las fuerzas arma­
das, como consecuencia de la importancia de su propio papel, lograron
garantizarse espacios de privilegios en el interior de la sociedad y se
convirtieron en un sector con características corporativas.
Estas consideraciones subrayan el peligro de una evaluación del
significado de las elecciones en el presupuesto durante esta fase histó­
rica realizada con base en la dicotomía, demasiado rígida y esquemáti­
ca productividad-improductividad del gasto público. Aun sin querer
quitar importancia a las variables estrechamente económicas, en parti­
cular a las exigencias de crecimiento nacional, es importante no olvidar
que estas mismas variables no podían ser desarrolladas sino en el marco
de un proyecto más amplio. En el interior de tal proyecto, los objetivos
de tipo extraeconómico, o simplemente no clasificables como produc­
tivos en el sentido ortodoxo, jugaron un papel a menudo no menos
importante de aquellos vinculados con criterios de desarrollo.
De todos modos, la carga de la deuda pública heredada desde los
años setenta, sumada -como veremos- a la política financiera temera­
ria de los últimos años de la década del ochenta, acabó influyendo de
manera sustancial sobre la velocidad del proceso de crecimiento y
de consolidación nacional que fue posible imponer al país. A partir de
un momento dado, el progresivo aumento del monto de las obligacio­
nes resultó difícil de controlar. Fue probablemente ésta una de las cau­
sas principales que marcaron en el largo plazo el destino del régimen
liberal notabiliar y crearon las condiciones iniciales para el fortaleci­
miento de la importancia política de los militares como factor de orden
interno.
Otro sector de la fínanza pública permite evidenciar las relaciones
de fuerza existentes entre los elementos de continuidad y cambio en el
proceso argentino de transición al liberalismo: el sistema fiscal. La
Constitución otorgó al Congreso las siguientes competencias:

Legislar sobre las Aduanas esteriores y establecer los derechos de impor­


tación, los cuales, así como las avaluaciones sobre que recaigan, serán uni­
formes en toda la Nación [...] Establecer igualmente los derechos de
exportación hasta 1866, en cuya fecha cesarán como impuestos naciona­
les, no podiendo serlo provincial.
Imponer contribuciones directas por tiempo determinado y proporcio­
nalmente iguales en todo el territorio de la Nación, siempre que la defen­
sa, seguridad común y bien general del Estado, lo exijan”.30

La excepcionalidad de los impuestos directos y la ausencia de cual­


quier referencia a un sistema impositivo sobre el consumo interno
muestran la dependencia absoluta de los ingresos del Estado de los
aranceles aduanales. Terry señaló el caracter aleatorio de esta clase de
ingreso y el ulterior peligro a que estaba sujeta como consecuencia del
aumento de la importancia del comercio internacional: las crisis inter­
nas y externas que influían directamente sobre el consumo y por ende
sobre los ingresos derivados de los derechos de importación.31
A pesar de esto, el sistema fiscal argentino permaneció cargado de
una cantidad significativa de elementos de continuidad hasta la Refor­
ma de 1891. A partir de la aprobación de la primera Constitución libe­
ral en 1853, fueron eliminados definitivamente los impuestos sobre la
circulación interna. Sin embargo, el sistema de los ingresos quedó de
tipo “aduanal” también después de 1880, es decir sin un reconocimien­
to claro de sujetos fiscales internos; y los derechos registraban una inci­
dencia del 70.3% sobre los ingresos fiscales totales.32 Esta incidencia
sin duda fue acentuada también por las características federales de la
organización política argentina, que como tal otorgaba a las provincias
gran parte de las ganancias derivadas de otras categorías de imposición;
pero la misma evidencia también la dependencia del gobierno central
de la tendencia de los mercados internacionales. Este factor resulta aún
más significativo si se considera que uno de los principios básicos de la
doctrina liberal de la época era representado por la “liberación fiscal”
de las exportaciones, con el fin de otorgar mayor competitividad a los
productos internos en los mercados internacionales. Este principio era
fundamental en una economía como la argentina, que apoyaba entera­
mente sus potencialidades de desarrollo en el sector agroexportador.
Los derechos de exportación, que la Constitución preveía aplicables
sólo hasta 1866, en realidad no fueron abolidos antes de 1888 y para ser
restablecidos casi en seguida en 1890 como consecuencia de la crisis
financiera.

Gráfica 6. Composición Ingresos Públicos


1988

EVENTUALES (4.6%) RENTA PATRIMONIAL (6.6%)


IMP. IND. INTERNOS (5.6%) SERV. PÚBLICOS (3.8%)
IMP. DIRECTOS (7.5%)

IMP. ADUANALES (72.0%)

Fuente: Ibid., p. 320.


La desagregación de los ingresos del año 1888 pone aún más en
evidencia la desproporción del peso relativo de los ingresos aduanales
con respecto a los demás (gráfica 6): a pesar de la ausencia de los im­
puestos sobre las exportaciones, los derechos constituyeron todavía el
72% de los ingresos totales del Estado, mientras que el restante 28% es­
tuvo compuesto por cinco categorías de escasa relevancia cuantitativa.
Además, los impropiamente nombrados “impuestos indirectos internos”
(5.6%), fueron representados casi por completo por tasas sobre el papel
sellado.
Entonces de los datos fiscales y de presupuesto que preceden emer­
ge con claridad la presencia, durante los años ochenta, de la tensión tí­
pica de una fase de transición al liberalismo, como demuestran la com­
posición del gasto público y la naturaleza del sistema impositivo. Los
factores de cambio buscaban ganar espacio e importancia en relación a
los factores de continuidad, que a su vez eran todavía capaces de oponer
una resistencia eficaz. Aunque la proporción significativa del gasto pú­
blico orientada a favorecer el desarrollo y, más en general, la consolida­
ción del Estado nacional, muestra un claro intento por parte de las clases
políticas dominantes de modernizar la finanza estatal en sentido más
coherente con la doctrina liberal, los fuertes intereses de la deuda públi­
ca heredados del pasado postindependentista y la persistencia de gastos
militares importantes durante los años ochenta, contribuyeron a restrin­
gir los márgenes de la maniobra financiera del Estado y a limitar de ma­
nera sustancial la velocidad del proceso de modernización argentino.

Crecimiento económ ico, consenso social


y política financiera: los antecedentes de la crisis

La administración del presidente Juárez Celman, sucesor de Roca en el


período 1886-1890, proclamó desde el comienzo de su mandato la re­
orientación de la política económica del Estado en el sentido liberal or­
todoxo. Tal reorientación implicó una reducción ulterior del papel
económico del sector público, pero al mismo tiempo el aumento de la
importancia de la acción financiera del poder ejecutivo como “propor-
cionador” de recursos e instrumentos monetarios y de crédito capaces
de favorecer el desarrollo nacional.
En otras palabras, se trató de seguir con el proyecto puesto en mar­
cha por la presidencia Roca dirigido a potenciar las instituciones públi­
cas; pero ahora a través de la ampliación del papel de los capitales pri­
vados -tanto nacionales como extranjeros- también a aquellos sectores
que se consideraban menos compatibles con las posibilidades y las exi­
gencias de rendimiento de los mismos. La función del Estado tenía que
ser limitada a la erogación de los recursos dirigidos a reducir los ries­
gos que tales iniciativas implicaban en su fase inicial, delegando al
mismo tiempo su administración a las empresas y sociedades financie­
ras privadas. Tal orientación emergió de manera evidente durante el
discurso de la toma de posesión de su cargo del presidente Juárez
Celman, con respecto al problema de la construcción y administración
de la red ferroviaria:

La explotación de los ferrocarriles no constituye una función del Estado


[...] La acción del gobierno es indispensable como inicial allí donde nin­
gún interés particular puede llevar a cabo obras de cierta magnitud [...] Lo
que conviene a la Nación es entregar a la industria privada la construcción

Gráfica 7. Desarrollo/Gastos Corrientes


Pesos-carta, 1865-1889
y explotación de las obras públicas que no sean inherentes a la soberanía,
reservándose el gobierno aquellas que no pueden se verificadas por el
capital particular, para enajenarlas o contratar después su explotación en
circunstancias oportunas.13

A pesar de las apariencias, el proyecto Juárez Celman no implica­


ba la disminución de los compromisos financieros del Estado, sino más
bien la optimación de su rentabilidad a través de la articulación del gas­
to público con los capitales privados, en el marco de una fuerte expan­
sión de las inversiones en el territorio argentino. La gráfica 7 muestra
que la tendencia al aumento de las inversiones con finalidades de desa­
rrollo -en relación con los gastos corrientes- que se puso en marcha a
partir de 1880, registró un fuerte incremento durante el período 1887-
1888, es decir al comienzo de la administración de Juárez. Además que
mediante el aumento a velocidad exponencial de la deuda pública, este
incremento fue financiado a través de la reducción relativa de otras par­
tidas de gasto, entre otras las dirigidas al sector militar. Las gráficas 8 y
9 muestran dos elementos de cambios importantes, que caracterizaron
la década de los ochenta con respecto a la anterior: a) el fuerte creci­
miento de las inversiones públicas dirigidas a finalidades de desarrollo
y b) la sensible disminución del peso relativo de los costos militares.
El cambio en la composición del gasto público indica el empuje
que se dio a la búsqueda de un consenso general, que se tenía que con-

Gráfica 8. Composición Gasto Público


Pres. Roca (1881-1886)

D E R E C H O (2.8% )
Gráfica 9. Composición Gasto Público
Pres. Juárez Celman (1887-1890)

Fuente: Ibid.

Gráfica 10. Gasto Público (1881-1889)


Valores monetarios por sector

Dir. Centr. Derecho


“*■" Militares Desarrollo

Fuente: Ib id.

seguir a través de la distribución de recursos financieros con base en


finalidades de crecimiento nacional preestablecidas. Además, si obser­
vamos la tendencia de los valores absolutos de cada partida de gasto
(gráfica 10), nos damos cuenta que el aumento de los recursos dirigidos
Gráfica 11. Deuda Pública
Pesos-oro, 1879-1891

Fuente: Dirección General de Estadística, Boletín Núm. 209, pp. 5, 6, 35, en:
Harold Edwin Peters, The foreign debt o f the Argentine Republic, The
John Hopkins Press, Baltimore, 1934, p. 35.

a finalidades de desarrollo económico no fue compensado por una


reducción proporcional de las demás partidas de gasto. El gasto militar,
en particular, si excluimos la ligera flexión entre 1882 y 1884, siguió
registrando un crecimiento lento pero constante durante toda la década
de los ochenta. En ausencia de reformas dirigidas a incrementar los in­
gresos fiscales, este factor determinó el aumento de la importancia de
la deuda pública como fuente de financiamiento del Estado, que se am­
plió de manera sustancial en el período 1886-1889 (gráfica 11). La
afluencia de capitales extranjeros se intensificó a partir de 1885 y en
1890 logró la cifra considerable de 710 millones de pesos-oro -140 mi­
llones de libras esterlinas.34 La mitad exacta de esos capitales consti­
tuían la deuda pública y casi todos se obtuvieron a través de nuevas
emisiones en el mercado financiero de Londres.35
Hasta 1890 el incremento de la deuda resultó eficaz en tanto per­
mitió a las autoridades gubernamentales el pago de los intereses pasi­
vos heredados del período anterior a la década de los ochenta, estimu­
lando al mismo tiempo el desarrollo y la riqueza del país. Las cifras
Gráfica 12. Desarrollo Ferrocarriles
1881-1899
18 OOQf

1881 1883 1885 1887 1889 1891 1893 1895 1897 1899

Fuente: Alejandro Bunge, Ferrocarriles argentinos. Contribución al estudio


del patrimonio nacional, Buenos Aires, 1918, pp. 119-121.

relacionadas con la ampliación de la red de transportes (gráfica 12), la


construcción de obras públicas36 y el crecimiento de los valores globa­
les del comercio exterior,37 demuestran el logro de este doble objetivo.
Este éxito momentáneo determinó una relativa estabilidad interna y
consintió una suficiente consolidación del poder político de las autori­
dades públicas, como demuestra el escaso recurso a la intervención
federal en las provincias durante toda la década de los ochenta.38
Sin embargo, esa estabilidad fue lograda a un precio que la econo­
mía argentina muy pronto fue incapaz de pagar. El incremento de la
deuda determinó el crecimiento rápido del gasto público, afectado por
el monto de intereses cada vez más elevado. Además, el aumento de las
necesidades del presupuesto fue determinado por la caída del valor de
la moneda nacional, es decir de la relación entre oro y billetes. Tal rela­
ción tiene una importancia particular en nuestro análisis: en efecto, la
depreciación de las relaciones de cambio produjo consecuencias nega­
tivas sobre las entradas fiscales, debido al hecho de que los impuestos
se establecían en una moneda sujeta a devaluación progresiva, mientras
que las obligaciones se fijaban en oro.39 Cortés Conde subraya que “La
erosión de los ingresos fue el factor de mayor peso en los desequilibrios
fiscales en los últimos años de la década”.40Durante este período el pre­
supuesto público creció de manera cada vez más rápida como conse­
cuencia de la ampliación de la diferencia entre ingresos, cobrados en
moneda nacional, y egresos, pagados en oro y constituidos en porcen­
taje creciente por intereses sobre la deuda (gráfica 13).
El gasto por intereses se incrementó ulteriormente a consecuencia
de la conversión de la deuda interna en deuda externa, que el gobierno
realizó en 1889 en el intento de conseguir oro en los mercados interna­
cionales y, probablemente, para “liberar” los capitales internos ante­
riormente vinculados a la deuda pública y hacerlos disponibles para
nuevas inversiones. De todos modos esta iniciativa determinó el au­
mento de la deuda con el exterior de 48 millones de pesos-oro. Este
monto se sumó a los 90 millones de pesos-oro de la deuda de las pro­
vincias, que había sido absorbida por el gobierno federal durante la
administración de Roca, después de la aprobación de la ley del 8 de
agosto de 1886. Williams calcula que sólo en 1889 el “costo” del cam­
bio en oro del papel moneda aumentó las obligaciones del gobierno
argentino -y por ende el gasto público- casi del 45%.41

Gráfica 13. Servicio Deuda Pública


Valores reales y monetarios, 1883-1899

VALORES MONETARIOS VALORES REALES

Fuente: Elaborado con base en los datos de Eteocle Lorini, op. cit., pp. 324-325.
Sin embargo, la administración de Juárez Celman no tomó ninguna
medida dirigida a reducir los egresos estatales. El gobierno actuó sim­
plemente con el fin de sustentar el peso-papel en los mercados interna­
cionales mediante la venta masiva de oro para contener el aumento
monetario de los egresos públicos. Pero, en 1890, el agotamiento defi­
nitivo de las reservas de oro determinó el colapso del sistema y el esta­
llido de la crisis. A partir de ese momento, el sector público se convir­
tió de estímulo en obstáculo para el desarrollo nacional y el exceso de
gasto determinó la imposibilidad de impostar una política de presu­
puesto orgánica y coherente.
La política financiera llevada adelante durante la administración
Juárez se explica con el objetivo de la élite liberal de los años ochenta,
que ya hemos subrayado anteriormente: la consolidación del nuevo
Estado liberal a través de la afirmación de la credibilidad y efectividad
de las autoridades civiles que lo representaban. Este fin pudo ser con­
seguido sólo a través de la acción estatal eficaz dirigida a promover la
economía nacional y minimizar los gravámenes a cargo del sector terra­
teniente. Desde esta perspectiva, la distribución social del costo de la
devaluación monetaria asumió una importancia fundamental. Fems
subraya que

en general, salarios, rentas, impuestos y cargos de intereses sobre la deuda


en moneda nacional no se incrementaron con la misma rapidez de los pre­
cios de las mercancías. Este hecho constituyó una gran ventaja para los
intereses rurales [...] que reclamaban papel moneda [...] y créditos con
bajos intereses.42

Como hemos señalado, este era el sector social que dominaba un


Congreso monocromático gracias al sistema de la lista completa y a los
mecanismos de control sobre la sucesión al poder ejecutivo.
Este factor hizo imposible la realización de una reforma fiscal que
hubiera podido garantizar al Estado un flujo de ingresos alternativo al
endeudamiento público -derivados por ejemplo de un impuesto interno
sobre la renta o la propiedad de la tierra. El gobierno federal no fue ni
siquiera capaz de concretar la adecuación del sistema impositivo a los
valores del oro, que hubiera constituido un primer paso hacia la com­
pensación del enorme crecimiento monetario de las obligaciones públi­
cas, consecuencia de la devaluación del peso-papel. A lo largo de los
años ochenta, el Congreso y el poder ejecutivo no presentaron ningún
proyecto de ley al respecto y, como subraya Fems, “cuando [el gobier­
no] como consecuencia del desencadenarse de la crisis financiera dio
los primeros pasos en esta dirección, una revolución estalló unos días
después”.43
Entonces, las causas que empujaron y limitaron al mismo tiempo la
elecciones fiscales y financieras del gobierno argentino fueron tanto
políticas como sociales.
Hemos señalado al comienzo los rasgos notabiliares del liberalismo
argentino de los años ochenta y que esta característica indicaba la per­
sistencia de una red de relaciones preliberales de importancia particu­
lar para garantizar la legitimidad de la oligarquía en el poder y permi­
tir contener la velocidad del proceso de transición. Aunque faltan estu­
dios puntuales acerca de la incidencia efectiva de esas relaciones, sobre
todo en las realidades locales, podemos hipotizar que las mismas se tra­
dujeron en un costo consistente para el gobierno federal. Existen indi­
cios significativos al respecto.
Un año después del estallido de la crisis, un diario de Buenos Aires
subrayaba las irregularidades que estaban emergiendo en la administra­
ción del Banco Nacional y las ingerencias, a menudo ilegales, de los
funcionarios gubernamentales. Se puso el acento sobre todo en las fre­
cuentes operaciones de financiamiento realizadas con base en criterios
arbitrarios y clientelares, que -según el periódico- habían caracteriza­
do la administración bancaria argentina durante los últimos años.44
El Banco Nacional no fue la única institución pública en ser pues­
ta en tela de juicio. El mismo diario señaló menos de un mes después
cómo había sido indispensable “una reducción de los empleados del
Correo, involucrados en fraudes ya conocidos”. Dicha reducción había
acabado con el despido de 1500 empleados y el resultado de esa medi­
da había sido evaluado en un ahorro de dos millones de dólares.45
Es claro entonces que los elementos de continuidad y cambio con­
vivían e imponían al mismo tiempo “sus costos” a la hacienda pública.
La exigencia de distribuir favores a las propias clientelas con base en
los criterios tradicionales se sobrepuso a las exigencias derivadas de los
objetivos de desarrollo y modernización y determinó el crecimiento
desproporcionado de las necesidades del presupuesto. Un testigo de la
época sintetizó de manera clara las peculiaridades del poder ejecutivo
argentino de los años ochenta: “[...] a las facultades de la Constitución
se sumaban las del caudillo [...] [como consecuencia] el presidente [...]
No podía castigar los abusos con autoridad [...] ni podía negar el presi­
dente lo que el caudillo tenía que prometer [,..]”.46
Como resultó evidente, a partir de 1890, la consecuencia fue el
aumento sin control del gasto público y del endeudamiento del Estado.
El gobierno argentino vio reducirse a velocidad exponencial los recur­
sos económicos a su disposición y acabó sin ninguna posibilidad de
redistribución mediante el manejo del presupuesto público, lo cual
determinó el bloque de la política liberal puesta en marcha en las déca­
das anteriores.

La crisis de 1890: consecuencias políticas y fin a n za pública

Las consecuencias de la política del presidente Juárez Celman emer­


gieron con-claridad sólo a partir de 1890, afectaron las administracio­
nes sucesivas hasta el final del siglo y se reflejaron de manera evidente
en la composición del gasto público. Es menester acordar que la crisis
tuvo antes que todo consecuencias políticas de gran importancia. La
paralización del proceso de desarrollo del país y el empeoramiento de
las condiciones de vida de las clases populares y medias, abrieron espa­
cios inesperados a la oposición oligárquica y a los sectores medios.
Dicha oposición se expresó en la rebelión armada de la Unión Cívica
Nacional de 1890 -que causó la renuncia del presidente Juárez Cel­
m an- y en la revuelta radical de 1893, que determinaron la necesidad
de intensificar las medidas coactivas y la intervención federal en las
provincias a lo largo de toda la década de los noventa.47
Terry muestra los datos de la memoria del ministro Plaza, que eva­
luó el costo de aquellos sucesos en 4 723 000 pesos m/n,48 “Sin contar
los gastos por la paz armada [...]”, que “[...] nos arruina y militariza el
país; dos grandes males, cuyas consecuencias no podemos ni queremos
prever”.49 Cifras mínimas, obviamente, en relación con el monto global
de los costos militares que “[...] nos demuestran el camino que segui­
mos de algunos años a esta parte, y nos prueban que vamos derecho
hacia la bancarrota, que sería ya la tercera en nuestra corta vida”.50
A la paz armada señalada por Terry, se juntaron los problemas
internacionales: en particular, durante el bienio 1895-1896, el desa­
cuerdo alrededor de la frontera con Chile, que empujó el gobierno de
Uriburu a armar el país, “para el caso de producirse una guerra [...]”.51
La composición del gasto público a partir de la administración de
Pellegrini (1891-1892) hasta la segunda presidencia de Roca (1897-
1899), muestra con claridad el aumento de la incidencia relativa de los
gastos militares. Tales gastos subieron del 19.4% durante el período de
Juárez Celman al 19.7% durante el gobierno de Pellegrini, rebasaron el
20% durante las presidencias de Sáenz Peña y Uriburu (1893-1896),
hasta absorber más del 27% del presupuesto global durante la segunda
presidencia de Roca; mientras que los gastos corrientes totales llegaron
a absorber respectivamente al 87%, 87.9%, 84.4% y 85% (gráficas 14,
15, 16 y 17).
Además, los valores absolutos de cada sector de gasto muestran
que a partir de 1890 el gasto militar se movió absolutamente a contra­
corriente con respecto a las demás partidas del presupuesto, sin regis­
trar disminuciones significativas hasta 1898 (gráfica 18). Esta partida
registró una tendencia casi paralela al gasto de dirección central: tal pa­
ralelismo resulta aún más asombroso si se considera que la última par­
tida indicada, como hemos subrayado anteriormente, además que por el
crecimiento de sus valores reales, fue afectada por la revaluación mone­
taria de la deuda pública.

Gráfica 14. Composición Gasto Público


Pres. Pellegrini (1891-1892)

D E S A R R O L L O (1 0 .9 % )
Gráfica 15. Composición Gasto Público
Pres. Sáenz Peña (1893-1894)
D E S A R R O L L O (9.8% )

Fuente: Ibid.

Gráfica 16. Composición Gasto Público


Pres. Uriburu (1895-1896)

Fuente: Ibid.

Es evidente entonces que a partir de la crisis -y más precisamente


desde el comienzo de la administración de Pellegrini en 1891- la ac­
ción de estímulo económico del Estado fue paralizada por la rigidez del
presupuesto, ahogado por las obligaciones contraídas con los acreedo­
res extranjeros y por las exigencias de orden interno. Esas exigencias
aumentaron su peso relativo en el contexto de una coyuntura caracteri­
zada por la falta de mecanismos políticos de integración y por la caren­
cia repentina de recursos financieros. La que Terry definió como “paz
armada”, es decir el recurso al ejército o a la amenaza de intervención
del mismo con el fin de contener la oposición interna, se volvió una
variable imprescindible después de la crisis. Un observador de la época
comentaba:

Gráfica 17. Composición Gasto Público


Pres. Roca (1897-1899)

D ESA R R O LL O (12.0% )

Fuente: Ibid.

Gráfica 18. Gasto Público (1881-1899)


Tendencia por sector

Dir.Centr. ~ m~ Derecho
Militares Desarrollo
El Gobierno del señor Pellegrini ha tenido que luchar desde su inaugura­
ción, con la marcada tendencia del pueblo a trastornar el orden público.
Para conservarlo ha tenido la necesidad de tener al Ejército en constante
movilización[...]52
[...] Imposible realizar el propósito de introducir economías en los
gastos, cuando [...] [es] necesario mantener el ejército en alta fuerza y
movilizarlo constantemente para conservar el orden [...]53

En efecto, a partir de 1890 las clases dominantes ya no lograron


“pagar” el precio de la legitimidad de su permanencia en el poder. El
desarrollo acelerado de los años ochenta había sido suficiente para pro­
ducir una situación de bienestar general y garantizar el fortalecimiento
económico continuo de los sectores de la oligarquía apartados de la par­
ticipación política; por ende constituyó el instrumento fundamental
para conseguir dicha legitimidad.
Fracasado el proyecto de crecimiento de largo plazo, reducido el
porcentaje de gasto con finalidades productivas a un escaso 11.5% pro-

Gráfica 19. Ingresos/Impuestos Aduanales


Pesos-carta, 1881-1899

180 00(
M 160 00(
>
i
1 140.00Í
v V
1
a 120.000
r
e 100.00Í
s
de
80.000 -------1
1
P 60 000
/
e
40 000

20

1881 1883 1885 1887 1889 1891 1893 1895 1897 1899

ADUANA INGRESOS
medio en el período 1891-1899 -en contraste con el 22% promedio de
la década anterior- tasadas nuevamente, como veremos, las exporta­
ciones para enfrentar por lo menos en parte la crisis de liquidez, la oli­
garquía liberal tuvo que recorrer cada vez más a menudo a la acción
coercitiva del ejército. Dicha acción producía efectos inmediatos más
eficaces en relación al objetivo de preservar el poder político de la
misma, pero al mismo tiempo quitaba al Estado los recursos necesarios
para poner otra vez en marcha la locomotora del desarrollo. El resulta­
do fue el regreso a una hacienda pública con marcadas características
preliberales, rígida e improductiva, con costos militares elevados y
escasa atención a las exigencias de crecimiento nacional.
En el ámbito fiscal, hemos visto que la devaluación de la moneda
nacional determinó, a partir del final de la década de los ochenta, el au­
mento progresivo de la deuda monetaria, sin que las clases dirigentes
buscaran ninguna forma de adecuación, al menos parcial del sistema
impositivo. En 1890 este aumento determinó la insolvencia del gobier­
no argentino, que ya no fue capaz de pagar los exorbitantes intereses
sobre la deuda y tampoco de adquirir nuevos préstamos al exterior.
Una primera consecuencia fue la disminución del desfase ingresos-
derechos aduanales (gráfica 19), debido al estancamiento del flujo de
capitales desde el exterior y, como veremos, a la reforma fiscal. Des­
pués de 1892 ese desfase empezó a aumentar nuevamente, de manera
mucho más consistente, hasta el final del siglo; pero esta vez no fue
acompañado por la introducción de rentas alternativas y, al contrario,
los ingresos disminuyeron exactamente en el momento en que se regis­
traron las consecuencias del fuerte crecimiento de la deuda contraída en
el período anterior, como muestra el enorme aumento del déficit públi­
co entre 1891 y 1897 (gráfica 20). La pérdida de credibilidad financie­
ra de Argentina en los mercados internacionales de capitales quitó así a
las clases dominantes una fuente importante de ingresos o por lo menos
la redujo de manera sustancial.54
En la esfera fiscal la crisis produjo dos efectos principales: a) la
aplicación de los impuestos internos sobre el consumo y b) el restable­
cimiento de los derechos sobre las exportaciones.
Terry opina que la aplicación de los impuestos internos “[...] fue
una reforma fundamental en nuestro sistema tributario [...] y fue justa
desde que las industrias gravadas han sido extraordinariamente prote-
Gráfica 20. Déficit
Pesos-papel, 1881-1899

Fuente: Ibid., p. 316.

gidas con los derechos aduaneros”.55 Sin embargo, Terry, aunque seña­
ló la declarada “necesidad de imponer al país sacrificios pasajeros para
conseguir resultados positivos”,56 descuidó las características sociales
de la reforma impositiva. Bialet Massé subrayaba en 1904 la distribu­
ción inicua de los impuestos internos introducidos a partir de la crisis y
añadía:

[...] el calificativo de iniquidad no es gratuito. Una caja de fósforos del po­


bre, vale un centavo y medio; paga de impuesto uno, o sea el 66 por cien­
to de su valor. Una caja de fósforos del rico, vale dos centavos y un tercio,
y paga también un centavo de impuesto, o sea el 30 por ciento de su valor.
Un paquete de cigarillos del pobre, vale siete centavos y paga tres, o sea
el 42.8 por ciento. Un paquete para la clase media, que vale 15 centavos,
paga 5, o sea el 33.3 por ciento. Un paquete de cigarrillos de lujo, que vale
23 centavos, paga 7, o sea el 30.3 por ciento del valor. El paquete de 30
centavos, paga 10, o sea el 25 por ciento de su valor. La carne paga en los
mercados, mataderos, etc., un impuesto igual, o, lo que es lo mismo, el kilo
de carne del pobre, la peor, con más hueso y desecho de tendenos, terni­
llas, etc., que la pulpa limpia elegida para el rico.57
La reforma empezó a producir sus efectos en la segunda mitad de
la década (gráfica 21), para producir un cambio sustancial en la com­
posición de los ingresos a partir de 1899 (gráfica 22), cuando por pri­
mera vez la incidencia de los derechos aduanales se redujo a poco más
de la mitad del total. Entonces, la crisis, estimulando la búsqueda de
nuevas fuentes de financiamiento público, determinó un avance, aun­
que limitado, hacia la modernización del sistema fiscal. Por inicuo que
fuera, el impuesto indirecto sobre el consumo representó la interioriza­
ción del principio liberal de la necesidad de una clara identificación de
sujetos fiscales internos. Además, determinó la articulación, por lo
menos en su fase inicial, de un sistema impositivo menos vinculado con
los mercados internacionales.

Gráfica 21. Imp. Indir./Ingresos Totales


Porcentajes 1891-1898

1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1898

■ IMP. IN DIRECTOS EH INGRESOS TOTALES

Elaborado sobre la base de las fuentes siguientes:


* Ingresos totales: Eteocle Lorini, op. cit., p. 329.
* Impuestos indirectos internos: José A. Terry, Finanzas, conferencias dicta­
das en la Facultad de Derecho, Jesús Menéndez, Buenos Aires, 1927, 4a.
éd., pp. 406-412.
Gráfica 22. Composición de los Ingresos
1889

EVENTUALES (.8%) RENTA PATRIMONIAL (13.1%)


IMP. IND. INTERNOS (25.0%) SERV. PÚBLICOS (4.8%)
, IMP. DIRECTOS (2.5%)

IMP. ADUANALES (53.7%)

Fuente: Elaborado sobre la base de los datos de Eteocle Lorini, op. c i t p. 320.

Sin embargo, las características de la reforma fiscal y el persistir de


la ausencia de un impuesto sobre la propiedad o de cualquier medida
impositiva dirigida a penalizar la producción agropecuaria, evidencian
la continuidad del control de la oligarquía terrateniente sobre el poder
legislativo. En medio de la crisis, el ministro de Hacienda, subrayando
la gravedad de la situación financiera del país, afirmaba en el Senado:
“En estos momentos [...] apenas está gravada la producción interna; en
estos momentos [...] el trigo no paga nada [...] loz azúcares tampoco
contribuyen á la renta [...]58
El sector político más directamente involucrado en los problemas
financieros del Estado, aunque perteneciente al mismo grupo socioeco­
nómico de los representantes en el Congreso, se daba cuenta de la ur­
gencia de la coyuntura argentina. Si se consideran las peculiaridades
del “mercado fiscal”, una imposición extraordinaria sobre el sector
agrícola hubiera sido capaz de incrementar de manera sustancial los
ingresos fiscales, otorgando un apoyo quizás decisivo para una más
rápida resolución de la crisis. Sin embargo, los mecanismos de control
de la sucesión creados por la oligarquía liberal, disminuyeron el grado
de competencia política y negaron de hecho la alternancia en la admi­
nistración de poder que se reconocía de derecho. Dicha negación impi­
dió la expresión de los grupos de presión que hubieran posibilitado la
aplicación de estas medidas.
Conclusiones

El análisis de las variaciones ocurridas en la com posición del gasto


público y en el sistem a fiscal pusieron en evidencia la persistencia de
una fuerte tensión entre elem entos de continuidad y cam bio, que carac­
terizó la realidad política argentina durante toda la segunda m itad del
siglo XIX.
A partir de 1880, el presupuesto público se convirtió en un instru­
mento im portante de acuerdo entre las oligarquías regionales, m edian­
te el cual se realizaba la distribución de los recursos entre los distintos
grupos territoriales de interés capaces de conseguir la representación
política. Las características notabiliares del sistem a electoral determ i­
naron los límites de esta distribución: es decir, la presencia de m eca­
nismos de control de la sucesión, capaces de restringir la participación
en los órganos legislativos a un sector limitado de la m ism a oligarquía.
Las peculiaridades notabiliares del sistem a fiscal - q u e por faltar la
capacidad de las autoridades de introducir un sistem a de imposición
sobre la propiedad rural nunca fue realm ente m o d ificad o - m uestran
con claridad la hegem onía que la oligarquía agroexportadora ejercía
sobre el Congreso. A partir de la crisis y de la consiguiente dism inución
de los recursos públicos disponibles, la necesidad por parte de la élite
política de recorrer con frecuencia cada vez m ayor a la utilización de
los m ecanism os e instrum entos de coerción puso en evidencia de m ane­
ra más clara esta tendencia excluyente. La conciencia de algunos m iem ­
bros del poder ejecutivo, sobre todo a partir de los años noventa, de la
oportunidad de gravar el sector rural con nuevos im puestos, por lo
menos de m anera provisional, no fue suficiente a la realización de
reformas fiscales sustanciales. La introducción de los im puestos indi­
rectos sobre el consum o interno, aunque importante, no representó más
que un avance lim itado en el ám bito más general del proceso de m oder­
nización argentino y sobre todo resultó inadecuado para las exigencias
creadas por la em ergencia financiera.
Si aceptam os -c o m o nos parece co rrecto - la existencia de una rela­
ción directam ente proporcional entre centralización de las elecciones
en materia de presupuesto y dem anda de ampliación de la participación
política, es claro que el sistem a argentino en sí poseía ya antes de 1890
los elem entos suficientes para desencadenar su propia crisis. En efecto,
tal crisis estalló cuando la oligarquía en el poder ya no se demostró
capaz de otorgar continuidad al proceso de desarrollo puesto en marcha
al comienzo de los ochenta.
Incapaz de producir de manera intempestiva los mecanismos de
ajuste adecuados, tanto financieros como políticos, la oligarquía domi­
nante perdió la credibilidad adquirida durante la década de los ochenta
y tuvo que enfrentarse a la desagradable alternativa entre la renuncia de
su propio liderazgo o el fortalecimiento de los instrumentos de repre­
sión. Los acontecimientos y la composición del gasto público a lo largo
de los años noventa muestran cómo la elección cayó sobre la segunda
opción. Las clases dominantes no lograron, o simplemente no quisieron,
fortalecer su credibilidad y su poder a través de un proceso de amplia­
ción de la participación política. Esta elección pudo resultar aceptable
desde el punto de vista estratégico hasta el estallido de la crisis; sin em­
bargo, produjo efectos devastadores a partir de los años noventa, cuan­
do la reconstrucción de un acuerdo nacional sobre la base de una mayor
cooptación hubiera probablemente permitido al Estado reducir los cos­
tos de la “paz armada” y acelerar la salida de la parálisis financiera.
Al contrario, la crisis de 1890 determinó el regreso a un presu­
puesto público con marcadas características preliberales, que se volvió
más rígido como consecuencia del monto creciente y sin control de los
gastos corrientes. Este regreso dejó sin resolver la situación de inesta­
bilidad política y prolongó al mismo tiempo la crisis financiera del
Estado. Los métodos represivos adoptados no resolvieron la situación
de inestabilidad interna, que registró la protesta constante de sectores
cada vez más amplios de la sociedad civil y obligó a las adminstracio-
nes sucesivas a sostener los costos de una mobilización casi constante
de las fuerzas armadas. Sólo al comienzo del siglo xx, después de cons­
tatar la imposibilidad de proseguir en el camino de las acciones coerci­
tivas sin comprometer de manera seria el proceso de desarrollo nacio­
nal, el sector más progresista de la oligarquía liberal logró prevalecer
en el Congreso y poner en marcha la reformas necesarias a la composi­
ción de un nuevo acuerdo político nacional. Entonces, la crisis de los
noventa, al poner de manifiesto las carencias del régimen que se había
articulado a partir de 1880 y sus límites integrativos, empujó a las cla­
ses dominantes a realizar, aunque tardíamente, un avance ulterior en el
proceso de modernización de la Argentina liberal.
Bibliografía y Fuentes

B ia l e t M a s s e , Juan, El estado de las clases obreras argentinas a co­


mienzo del siglo, 2a. ed., Córdoba, 1968.
B o t a n a , Natalio R., El orden conservador. La política argentina entre
1880 y 1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977.
---- “El federalismo liberal en Argentina: 1852-1930”, en: Marcello
Carmagnani (coord.), Federalismos latinoamericanos: México,
Brasil, Argentina, México, D.F., Fideicomiso Historia de las Amé-
ricas, Fondo de Cultura Económica, 1993.
B u n g e , Alejandro, Ferrocarriles argentinos. Contribución al estudio
del patrimonio nacional, Buenos Aires, 1918.
C a r m a g n a n i , Marcello, Estado y mercado. La economía pública del li­
beralismo mexicano, 1850-1911, México, D.F., Fideicomiso Histo­
ria de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1994.
---- “Las finanzas de tres estados liberales: Argentina, Chile y Méxi­
co”, mimeo, 1993.
C l a p h a m , John, The bank of England: a history, voi n, 1797-1914,
Cambridge University Press, Cambridge, 1958.
C o r t é s C o n d e , Roberto, Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y mo­
netaria en la Argentina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,
1989.
Diplomatic Despatches, 1817-1906, The National Archives of the Uni­
ted States, Washignton D.C.
F e r n s , H. S., Britain and Argentina in the nineteenth century, Oxford,
Oxford University Press, 1960.
F i o r a n i , Flavio, La fine del caudillismo, politica e instituzioni liberali
in Argentina (1880-1916), Roma, Edizioni Associate, 1990.
F o r t e , Riccardo, “La generazione dell’80 e lo stato liberale: continui­
tà’ e cambiamento in Argentina fra ‘800 e ‘900”, Annali, voi. xxvn,
1992, Fondazione Luigi Einaudi, Torino.
---- Transición al liberalismo y sistema electoral en Argentina: de la
dottrina de Juan Bautista Alberdi a la reforma Sáenz Peña”, mimeo.
G a l l o , Ezequiel, Cortés Conde, Roberto, La República conservadora,
Hispamérica, 1986.
I b a r g u r e n , Carlos, La historia que he vivido, Buenos Aires, Dictio,
1969.
Legación de los Estados Unidos Mexicanos en la República Argentina,
Reseñas Políticas, Archivo de la Secretaría de Relaciones Exterio­
res, México, D.F.
L o r i n i , Eteocle, La Repubblica Argentina e i suoi maggiori problemi di
economia e finanza, Roma, Ermanno Loescher, 1910.
M a r i c h a l , Carlos, Historia de la deuda externa de América Latina,
México, D.F., Alianza Editorial Mexicana, 1988.
México, Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Reseñas
Políticas, México, D. F.
P a n e t t i e r i , José, La crisis de 1890, Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, Historia Testimonial Argentina, 1984.
República Argentina, Congreso de la Nación, Cámara de Diputados,
Diario de Sesiones, Buenos Aires.
---- Congreso de la Nación, Cámara de Senadores, Diario de Sesiones,
Buenos Aires.
---- Estadística general del comercio exterior, Buenos Aires.
R o d r í g u e z M o l a s , Ricardo E., El servicio militar obligatorio, Buenos
Aires, Centro Editor de América Latina, 1983.
R o u q u i e , Alain, Pouvoir militaire et société politique en republique
argentine, Presse de la Fondation Nationale de Sciences Politiques,
Paris, 1978.
S a m p a y , Arturo E. (ed.), Las Constituciones de la Argentina (1810-
1872), Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1975.
Sociedad Rural Argentina, Anuario de la Sociedad Rural argentina,
Buenos Aires.
S o m m a r i v a , Luis H., Historia de las intervenciones federales en las
provincias, Buenos Aires, El Ateneo, 1929.
S o m m i , Luis V., La Revolución del 90, Pueblos de América, Buenos
Aires, 1957.
T e r r y , José A., La crisis 1885-1892, Buenos Aires, 1893.
---- Finanzas. Conferencias dictadas en la Facultad de Derecho, Jesús
Menéndez, Buenos Aires, 1898.
W i l l i a m s , J. H., Argentine international trade under inconvertible pa-
per money, 1880-1900, Cambridge, Massachussets, 1920.
Notas

1. Sobre el tema véase Natalio R. Botana, El orden conservador. La política


argentina entre 1880 y 1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1977,
cap. i.
2. El único análisis detallado de la crisis de los noventa en Argentina desde
la perspectiva financiera y de la hacienda pública es el de Roberto Cortés
Conde, Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y monetaria en ¡a
Argentina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1989.
3. Marcello Carmagnani, Estado y mercado. La economía pública del libe­
ralismo mexicano, 1850-1911, México, D. F., Fideicomiso Historia de las
Américas, Fondo de Cultura Económica, 1994.
4. No existen estudios de casos dirigidos a profundizar la importancia de las
relaciones verticales de antiguo régimen que muestran, en perspectiva his­
tórica, su progresiva transformación inducida por el proceso general de
modernización.
5. Véase al respecto Flavio Fiorani, La fine del caudillismo. Politica e istitu­
zioni liberali in Argentina (1880-1916), Roma, Edizioni Associate, 1990.
6. Hemos tratado el tema de manera más puntual en el artículo “Transición
al liberalismo y sistema electoral en Argentina: de la doctrina de Juan
Bautista Alberdi a la reforma Sáenz Peña”, mimeo, 1995.
7. En relación al tema de las reformas que los cambios en las condiciones so­
ciales y económicas del final del siglo xix volvieron necesarias v. Natalio
R. Botana, op. cit., en particular las parts il y m, y del mismo autor “El
federalismo liberal en Argentina: 1852-1930”, en Marcello Carmagnani
(coord.), Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina, Mé­
xico, D. F., Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura
Económica, 1993. Véase también Ezequiel Gallo, Roberto Cortés Conde,
La República conservadora, Buenos Aires, Hispamérica, 1986, pp. 187-
233; véase también nuestro artículo antes citado.
8. “Constitución de la Nación Argentina, concordada con las reformas
hechas por la Convención Nacional en Santa Fé”, 23 de septiembre de
1860, Parte n, Tit. i, Sez. la, Cap. iv, art. 67, comma 3, 4, 7 y 8, en Arturo
E. Sampay (ed.), Las Constituciones de la Argentina (1810-1872), Edito­
rial Universitaria de Buenos Aires, 1975, p. 419. Cómo la aprobación de
las partidas de gasto era una función del Congreso, es evidente la impor­
tancia de los mecanismos de acceso al mismo en la determinación de la
orientación futura del gasto y de las inversiones, además de la entidad y
distribución del cargo fiscal. Sobre el tema véase Natalio R. Botana, El
orden conservador..., cit., II parte.
9. “Constitución de la Nación Argentina...”, cit. Parte n, Tit. i, Sez. 2a, Cap.
m, art. 86, inciso 13, en Arturo E. Sampay (ed.), op. cit., p. 419.
10. No conozco estudios que examinen en detalle el tema del presupuesto
público argentino durante el período entre la aprobación de la primera
Constitución liberal en 1853 y la consolidación política del estado nacio­
nal en 1880. Sin embargo, si se considera la presencia constante y general
de las luchas internas y el control todavía escaso del gobierno federal en
la mayor parte de las provincias, podemos hipotizar que antes de 1880 el
presupuesto era decidido todavía con base en criterios arbitrarios y por un
sector restringido de las clases dominantes.
11. Eteocle Lorini, La Repubblica Argentina e i suoi maggiori problemi di
economía e di finanza, Roma, Ermanno Loescher, 1910, Vol. m, p. 320.
12. Ibid.
13. Ibid. Alaine Rouquié subraya que las clases dominantes argentinas consi­
deraban particularmente importante proyectar al exterior una imagen de
modernidad, con el fin de acelerar la inserción del país en la economía y
los mercados internacionales, Pouvoir militaire et societé politique en
Republique Argentine, París, Presse de la Fondation Nationale de Sciences
Politiques, 1978, cap. i.
14. Eteocle Lorini, op. cit., p. 321.
15. República Argentina, Congreso nacional, Camara de diputados, Diario de
Sesiones, Buenos Aires, 9 de octubre de 1883, Vol. 2, p. 930.
16. Ibid.
17. Ibid., 15 de septiembre de 1883, Vol. 2, p. 439.
18. Eteocle Lorini, op. cit., p. 231.
19. República Argentina, cit., Buenos Aires, 3 de octubre de 1888, Vol. 2, p. 70.
20. Ibid., p. 322.
21. República Argentina, cit., 7 de octubre de 1880, p. 293, cursivas mías.
Durante una discusión alrededor de la administración postal durante el
mismo año, surgió un problema parecido: “Al Administrador General de
Correos de Santa-Fé, al de Córdoba, al de Tucumán, en fin, á casi todos,
se les ha aumentado el sueldo, á unos en diez, á otros en quince patacones
mensuales. Yo no sé qué razones han guiado, ya sea la Comisión de
Presupuesto, ya sea al Sr. Ministro del Interior, para hacer... [una] escep-
ción con el Administrador de Correos de la Capital de Entre-Rios [...]”,
Ibid., p. 295.
22. La gráfica clasifica el gasto público con base en el criterio de los objetivos
políticos señalado por Wagner, que propone la siguiente subdivisión de las
necesidades de presupuesto:
- Necesidades de la dirección central establecidas por la Constitución
(Poder Ejecutivo, poder Legislativo, Administración federal [ej.: Secreta­
ría de Gobernación]).
- Necesidades con finalidades de Derecho (Poder Judicial, Secretaría de
Justicia).
- Necesidades con finalidades de Potencia (Representación al exterior,
Fuerzas Armadas).
- Necesidades con finalidades de Cultura y Prosperidad (escuela, instruc­
ción, fomento).
23. El porcentaje de gasto relativamente bajo relativo a las construcciones
ferroviarias con respecto a la instrucción pública no tiene que ser interpre­
tada de manera equivocada. En efecto, la mayor parte de los ferrocarriles
se construyeron con capitales privados, a los cuales el Estado garantizaba
a cambio una renta mínima sobre la inversión realizada; esta renta consti­
tuyó gran parte del gasto público de este sector. Los porcentajes indicados
han sido calculados con base en los datos de Eteocle Lorini, op. cit., pp.
324-325.
24. República Argentina, cit., 8 de octubre de 1880, p. 318.
25. República Argentina, cit., 2 de julio de 1883, Vol. I, p. 442, cursivas mías.
26. La historia del ejército profesional argentino empezó sólo en 1901, des­
pués de la aprobación de la ley Ricchieri de reforma militar por parte del
Congreso, que otorgó por primera vez la autonomía institucional a las
fuerzas armadas. Sobre el tema véase R. Rodríguez Molas, El servicio
militar obligatorio, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1983;
y nuestro artículo, “La Generazione dell’80 e lo stato liberale: continuit^
e cambiamento in Argentina fra ‘800 e ‘900”, Annali della Fondazione
Luigi Einaudi, Vol. xxvi, Torino, Fondazione Luigi Einaudi, 1992.
27. De todos modos, la década de los ochenta se caracterizó por un nivel nota­
ble de estabilidad interna, que parece tener poca relación con la disponibi­
lidad por parte del gobierno federal de una fuerza armada de gran tamaño.
Otro aspecto que ha sido poco estudiado y que probablemente influyó de
manera significativa en establecer la cuota de gasto militar en el interior
del presupuesto público, fue la influencia y el prestigio del cuerpo de ofi­
ciales que contribuyó a la consolidación nacional y a la eliminación de los
caudillos regionales. Es probable que la estructura militar heredada desde
el período de las guerras interregionales sucesivas a la independencia del
Río de la Plata y que continuaron hasta la segunda mitad del siglo xix, se
mantuvo después de 1880.
28. En el texto constitucional se afirma que el Poder Judicial era competente
a través de sus órganos jurídicos -la Corte Suprema y los Tribunales infe­
riores de la Nación- “[...] [del] conocimiento y decisión de todas las cau­
sas que versen sobre puntos regidos por la Constitución, y por las leyes de
la Nación [...] por los Tratados con las Naciones extranjeras: de las causas
concernientes a Embajadores, Ministros Públicos y Cónsules Extranjeros:
de las causas de almirantazgo y jurisdición marítima [...] de las causas que
se susciten entre dos o más Provincias; entre una Provincia y los vecinos
de otra; entre los vecinos de diferentes Provincias; y entre una Provincia o
sus vecinos, contra un Estado o ciudadano extranjero”, mientras que al
Congreso correspondía “Dictar los Códigos civil, comercial, penal y de
minería, sin que tales códigos alteren las jurisdiciones locales, correspon­
diendo su aplicación a los Tribunales Federales o Provinciales, según que
las cosas o las personas cayeren bajo sus respectivas jurisdiciones [...]”
“Constitución de la Nación Argentina...”, cit., Parte n, Tit. i, Sec. 3a, Cap.
ii, art. 100 y cap. m, art. 67, en Arturo E. Sampay, op. cit., pp. 419 y 425.
29. Es el caso, por ejemplo, de las variaciones en el presupuesto de gastos que
propuso el Departamento de Guerra para el año 1881, para un monto de
más de 300 000 pesos fuertes; y de la inversión que se solicitó siete años
más tarde con el fin de llevar a cabo la construcción de dos cuarteles, que
fue probada sin oposición alguna, aunque en ausencia de un proyecto claro
y de los detalles del gasto. República Argentina, cit., 27 de octubre de
1888, Vol 2, pp. 518-519. Los ejemplos se podrían multiplicar en relación
a toda la década de los ochenta.
30. “Constitución de la Nación Argentina [...]”, cit., Parte n, Tit. i, Sec. la,
Cap. iv, art. 67, incisos 1 y 2, en Arturo E. Sampay, op. cit., p. 419, cur­
sivas mías.
31. Ibid., p. 194.
32. Porcentaje elaborado con base en los datos en Eteocle Lorini, op. cit., pp.
316 y 321.
33. Carlos Ibarguren, La historia que he vivido, Buenos Aires, Dictio, 1969,
pp. 103-104, cursivas mías.
34. José Panettieri, La crisis de 1890, Buenos Aires, Centro Editor de América
Latina, Historia Testimonial Argentina, 1984, p. 9.
35. Véase datos en José A. Terry, Finanzas. Conferencias dictadas en la facul­
tad de derecho, Buenos Aires, Jesús Menéndez, 1927, p. 154.
36. Véase al respecto los datos en José A. Terry, op. cit., p. 155. Terry afirma
que en el período 1875-1889 el Estado invirtió 3 582 000 en construccio­
nes y reparaciones telegráficas, 41 542 000 en construcciones y garantías
ferroviarias, 6 606 000 en inmigración y colonias, 60 265 000 en trabajos
públicos y edificios. Para una evaluación más correcta de la rentabilidad
de este gasto hace falta desagregar ulteriormente la última partida y espa-
blecer hasta qué punto los “edificios y obras públicas” representaban es­
tructuras dirigidas a favorecer las actividades productivas del país. La red
ferroviaria se amplió desde una extención poco superior a los 2 000 kiló­
metros en 1881 hasta más de 16 000 en 1899; v. Alejandro Bunge, Ferro­
carriles argentinos. Contribución al estudio del patrimonio nacional,
Buenos Aires, 1918, pp. 119-121.
37. Los valores globales de las exportaciones aumentaron desde 60 000 pesos-
oro en 1881 hasta más de 180 000 pesos-oro en 1899; los mismos regis­
traron su crecimiento más fuerte entre 1897 y 1899 y un ligero estanca­
miento sólo entre 1891 y 1896. Cfr. República Argentina, Estadística
general del comercio exterior, para los años citados, y Anuario de la
Sociedad Rural Argentina, 1928, tomo 7.
38. Sobre el tema de las intervenciones federales durante la década del ochen­
ta véase Natalio Botana, El orden conservador..., cit., caps, v y vi.
39. Cfr. Roberto Cortés Conde, Dinero, deuda y crisis..., op. cit., p. 216.
40. Ibid., p. 219.
41. J. H. Williams, Argentine International Trade under Inconvertible Paper
Money, 1880-1900, Cambridge, Massachussets, 1920, pp. 94-97.
42. H. S. Fems, Britain and Argentina in the Nineteenth Century, Oxford,
Oxford University Press, 1960, pp. 439-441.
43. Ibid., p. 441, cursivas mías.
44. “Report of the National Bank”, The Standard, Buenos Aires, 29 de abril
de 1891, The National Archives of the United States, Diplomatic Despat-
ches, 1817-1906, roll 23, doc. 121, anexo 2. El diario de Buenos Aires
afirmaba: “El Banco [Nacional] y el Gobierno procedieron en conjunto;
todas las leyes y los privilegios otorgados por el segundo sirvieron para
estrechar la relación entre ambos, y los accionistas mismos fueron cóm­
plices en esta combinación. Los resultados de esta intimidad son [los
siguientes]:
Préstamos a miembros del Gobierno, a cualquier clase de político,
cuyas obligaciones no fueron honradas y cuyos recursos son ilusorios [...]
Préstamos al Gobierno, para hacer frente a sus gastos ordinarios: el
servicio sobre los mismos es inexistente o muy irregular.
Compra de préstamos provinciales inútiles para el Banco.
Compra de emisiones provinciales fraudulentas por motivos descono­
cidos, y de todos modos no justificable [...]
Compra de préstamos nacionales para la construcción de ferrocarriles
con una cotización siete veces más alta de la estipulada por la ley, que
implica el pago de utilidades enormes a algunas personas [...]
[...] Un miembro prominente del Gobierno solía entrar en el Banco e
impartir órdenes arriba de todos los directores y administradores, sin nin­
guna protesta, para la entrega de grandes sumas de dinero a algunos indi­
viduos [...]
Manejo de los fondos del banco por parte de personas que no tenían
ninguna autoridad para hacerlo.
Aceptación de órdenes de pago por parte de los empleados por impor­
tes de veinte a treinta veces más grandes del importe respectivo autoriza­
do por la Junta Administrativa; importes todavía hoy sin pagar; algunos de
estos no tienen tampoco los fondos de amortización establecidos en los
documentos [...]
Apropiación de los fondos del Banco con fines especulativos.
Préstamos a particulares que los convertían en obligaciones de socie­
dades anónimas que no habían pagado el servicio de sus deudas”, cursi­
vas mías.
45. “Retrenchments”, The Standard, Buenos Aires, 10 de mayo de 1891, Carta
del ministro plenipotenciario americano en Buenos Aires John R. I. Pitkin
al secretario de Estado James I. Blame, Buenos Aires, 13 de mayo de
1891, The National Archives o f the United States, cit., roll 23, doc. 124,
anexo 1.
46. Definición de “unicato” del diputado Balestra, en Luís V. Sommi, La revo­
lución del 90, Buenos Aires, Pueblos de América, 1957, 2a. ed., pp. 90-91,
cursivas mías.
47. En relación a las intervenciones federales véase Natalio R. Botana, El
orden conservador[...], cit., en particular el cap. v, y Luis H. Sommariva,
Historia de las intervenciones federales en las provincias, Buenos Aires,
El Ateneo, 1929.
48. Cfr. cuadro en la p. 13.
49. José A. Terry, op. cit., p. 158 y 155.
50. Ibid., p. 155.
51. Carlos Ibarguren, op. cit., p. 151.
52. “Crisis económica, situación política. Carta de Sánchez Ascona, Legación
de los Estados Unidos Mexicanos en la República Argentina, al señor
Secretario de Estado y del despacho de Relaciones Exteriores”, Buenos
Aires, 23 de marzo de 1891, Reseñas Políticas, Archivo de la Secretaría
de Relaciones Exteriores, México, D.F., 2-11-2751, n. 39.
53. “Situación política y económica de la Argentina al finalizar el año 1891.
Carta de Sánchez Ascona, encargado de negocios ad interim de la Lega­
ción de los Estados Unidos Mexicanos en la República Argentina, al señor
Secretario de Estado y del despacho de Relaciones Exteriores”, Buenos
Aires, lo. de enero de 1892, Reseñas Políticas, cit., n. 1.
54. En realidad las grandes organizaciones financieras inglesas se dieron
cuenta de la necesidad de mantener en pie la economía argentina, como
única posibilidad de recuperar por lo menos de manera parcial los enormes
capitales invertidos en ultramar. Véase al respecto Carlos Marichal, op.
cit., pp. 184-191. Véase también el estudio de John Clapham sobre el
Banco de Inglaterra, op. cit., pp. 326 y ss.
55. José A. Terry, op. cit., p. 406.
56. Mensaje del ministro López, 18 diciembre 1890, en Ibid.
57. Juan Bialet Massé, El estado de las clases obreras argentinas a comienzo
del siglo , Córdoba, 1968, 2a. ed. (1904), pp. 96-97. Cfr. también Marcello
Carmagnani, “Las finanzas de tres estados liberales: Argentina, Chile y
México”, mimeo, 1993.
58. República Argentina, Congreso nacional, Cámara de senadores, Diario de
Sesiones, Buenos Aires, 10 de noviembre de 1891, p. 830, cursivas mías.

También podría gustarte