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Resumen Psicología Social 1º Cuatrimestre UNED - chat gbt

CAPÍTULO 4. ACTITUDES

1. DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS DE LAS ACTITUDES

Las actitudes en Psicología Social se definen como evaluaciones, ya sean positivas o negativas, que una persona
tiene sobre diversos aspectos de su entorno social, que pueden incluir personas, objetos, lugares, ideas, acciones o
situaciones. Estas evaluaciones no son directamente observables y se consideran constructos hipotéticos. En lugar de
ser comportamientos en sí mismas, las actitudes son disposiciones de respuesta que influyen en cómo una persona
se comporta o responde ante los objetos o conceptos evaluados. Por ejemplo, si alguien tiene una actitud positiva
hacia el ejercicio físico, es más probable que se ejercite con regularidad.

Las actitudes se forman en función de la evaluación que una persona hace de un objeto actitudinal, que puede ser
cualquier cosa que pueda ser evaluada. Esto puede incluir grupos de personas, objetos físicos, acciones, conceptos
abstractos o ideas. Por ejemplo, alguien puede tener una actitud positiva hacia un grupo de personas (por ejemplo,
adolescentes), un objeto inanimado (como un parque de la ciudad), una acción específica (como beber cerveza), un
concepto abstracto (como los derechos civiles) o una idea que relaciona varios conceptos (como los derechos de los
adolescentes a beber cerveza en el parque de la ciudad).

Las actitudes desempeñan un papel importante en la Psicología Social, ya que influyen en cómo las personas
perciben y responden a su entorno social, así como en sus interacciones con otros individuos y grupos. El estudio de
las actitudes implica investigar cómo se forman, mantienen y cambian, así como su impacto en el comportamiento
humano.

1.1. LAS ACTITUDES COMO ENTIDADES ESTABLES FRENTE A CONSTRICCIONES TEMPORALES

Los modelos teóricos sobre las actitudes varían en la forma en que conceptualizan las actitudes,
especialmente en cuanto a si las consideran como entidades estables almacenadas en la memoria o como
juicios temporales que se construyen en función de la información disponible en el momento. Aquí se
describen algunas de estas perspectivas:

1. Modelo MODE (Motivación y Oportunidad como Determinantes): Este modelo, propuesto por
Fazio (2007), se ubica en el extremo de las entidades estables. En este enfoque, las actitudes se
consideran estructuras de memoria a largo plazo. Cada objeto o concepto está vinculado a una
evaluación global almacenada en la memoria. Cuando una persona se encuentra con un objeto,
este vínculo asociativo recupera la evaluación global y la presenta en la mente de la persona.
2. Modelo de Actitudes como Juicios Evaluativos Temporales: Schwarz (2007) y otros defienden
que las actitudes son juicios evaluativos que se construyen en el momento en función de la
información disponible. Desde esta perspectiva, las actitudes son flexibles y pueden cambiar según
las demandas de la situación. Por ejemplo, cuando una persona se encuentra en un entorno social
donde otros tienen opiniones conocidas sobre un tema, puede emitir juicios evaluativos superficiales
para congraciarse con ese público, incluso si esos juicios parecen incoherentes con sus actitudes
anteriores.
3. Aproximación Intermedia: La definición propuesta por Eagly y Chaiken (2007) adopta una postura
intermedia. Esta concepción distingue entre la tendencia interna, que es la actitud en sí misma, y las
respuestas evaluativas temporales que expresan esa actitud. Estas respuestas pueden ser
manifiestas o encubiertas, cognitivas, afectivas o conductuales. La evaluación abarca los aspectos
evaluativos de creencias, pensamientos, sentimientos, emociones, intenciones y comportamientos.
No es necesario que el poseedor de una actitud experimente conscientemente todas estas
respuestas, pero pueden ser conscientes.
4. Modelo que Combina Estabilidad y Situacionalidad: El modelo de Cunningham et al. (2007)
también representa una visión combinada en la que las evaluaciones actuales se construyen a partir
de representaciones de actitud relativamente estables. Reconoce la existencia de aspectos estables
de las actitudes, pero también considera las influencias situacionales en la formación de juicios
evaluativos.

En resumen, no existe un enfoque único para comprender las actitudes, y diferentes teorías ofrecen
perspectivas variadas sobre la naturaleza de las actitudes. Algunos modelos destacan la estabilidad de las
actitudes a lo largo del tiempo, mientras que otros enfatizan su flexibilidad y dependencia de la situación. Una
comprensión completa de las actitudes puede requerir la consideración de ambas perspectivas, teniendo en
cuenta tanto los aspectos estables como los situacionales de las actitudes.
1.2. VALENCIA, AMBIVALENCIA Y FUERZA DE LAS ACTITUDES

Las actitudes son constructos complejos que pueden variar en valencia y fuerza. Aquí se resumen los puntos
clave relacionados con estas dos dimensiones importantes de las actitudes:

Valencia de las Actitudes:

1. Valencia Positiva o Negativa: La valencia de una actitud se refiere a si es positiva (favorable) o


negativa (desfavorable) hacia un objeto, idea, persona o grupo. Las actitudes positivas implican una
evaluación favorable, mientras que las actitudes negativas implican una evaluación desfavorable.
2. Ambivalencia Actitudinal: En algunos casos, las actitudes pueden ser ambivalentes, lo que
significa que contienen elementos tanto positivos como negativos hacia el mismo objeto o concepto.
Por ejemplo, alguien puede tener una actitud ambivalente hacia la legalización del cannabis, viendo
tanto aspectos positivos (como la reducción del narcotráfico) como negativos (como el aumento del
consumo).

Fuerza de las Actitudes:

1. Extremidad de la Actitud: La fuerza de una actitud puede medirse por su extremidad. Las actitudes
extremas implican una fuerte reacción emocional y una evaluación más clara y definida del objeto o
concepto. Por otro lado, las actitudes menos extremas son más moderadas y pueden cambiar con
mayor facilidad.
2. Certidumbre de la Actitud: La certidumbre se refiere a cuán segura está una persona acerca de su
actitud. Las actitudes fuertes se caracterizan por una mayor certidumbre, lo que significa que la
persona tiene una sensación de seguridad en su postura y sabe qué piensa sobre el objeto o
concepto en cuestión.
3. Basada en la Experiencia Personal: Las actitudes que se forman a partir de la experiencia
personal directa suelen ser más fuertes que las que se basan en la observación o la información
indirecta. Cuando una persona ha tenido experiencias personales significativas con un objeto o
concepto, es más probable que su actitud sea fuerte y duradera.

La fuerza de una actitud influye en varios aspectos, como la estabilidad a lo largo del tiempo, la resistencia a
los intentos de persuasión, la influencia en el procesamiento de información y la capacidad para guiar el
comportamiento real. Las actitudes fuertes suelen ser más estables y resistentes a la persuasión, y tienen un
mayor impacto en el comportamiento de las personas. Las actitudes pueden variar en valencia (positiva o
negativa) y fuerza (extremidad, certidumbre y experiencia personal). Comprender estas dimensiones es
fundamental para comprender cómo las actitudes influyen en el pensamiento y el comportamiento de las
personas.
1.3. DIFERENCIAS ENTRE ACTITUDES, CREENCIAS Y VALORES

Las actitudes, las creencias y los valores son conceptos relacionados pero distintos en la psicología social.
Aquí se proporciona una aclaración sobre estas diferencias:

1. Creencias: Las creencias son afirmaciones o juicios sobre la probabilidad subjetiva de que un
objeto o idea tenga ciertas características. En otras palabras, las creencias son declaraciones que
se refieren a hechos o proposiciones y pueden ser evaluadas como verdaderas o falsas. Por
ejemplo, la creencia de que "el sol es una estrella" es una afirmación factual.
2. Valores: Los valores son metas deseables y transversales que guían la vida de una persona.
Representan principios fundamentales que influyen en la toma de decisiones y en la elección de
objetivos en la vida. Por ejemplo, el valor de "libertad" es un principio que puede influir en las
decisiones de una persona sobre su estilo de vida y sus elecciones políticas.
3. Actitudes: Las actitudes son evaluaciones globales y favorables o desfavorables hacia un objeto,
persona, idea o grupo. Son respuestas emocionales y evaluativas hacia algo y se basan en
creencias y valores. Por ejemplo, una actitud favorable hacia la conservación del medio ambiente
puede estar influenciada por creencias sobre la importancia de la preservación de la naturaleza
(creencias) y por el valor de la ecología (valor).

En resumen, las creencias se refieren a afirmaciones específicas sobre hechos o proposiciones, los valores
son principios generales que guían la vida de una persona y las actitudes son evaluaciones globales que
pueden basarse en creencias y valores. Las actitudes son importantes en la vida cotidiana, ya que influyen
en cómo las personas interpretan eventos, toman decisiones y se relacionan con otros. Las creencias y los
valores pueden influir en la formación y expresión de actitudes.
2. ESTRUCTURA DE LAS ACTITUDES

En psicología, surge una pregunta crucial sobre las actitudes: ¿son un concepto unitario o tienen múltiples
componentes? Los primeros modelos teóricos las definían de manera simple como el afecto positivo o negativo hacia
un objeto psicológico. Esta perspectiva unidimensional es efectiva y sencilla, pero no captura la complejidad
multifacética de las actitudes. Por lo que, a continuación, se analizarán diferentes puntos de vista teóricos sobre la
estructura multidimensional de las actitudes.

2.1. EL MODELO TRIPARTITO DE LAS ACTITUDES

En la década de 1960, surgió el modelo tripartito de las actitudes, propuesto por Rosenberg y otros, que sostiene que
una actitud está compuesta por tres dimensiones o componentes: cognitivo, afectivo y conductual (multidimensional).
El componente cognitivo se refiere a las creencias que una persona tiene sobre el objeto de su actitud, el componente
afectivo representa los sentimientos positivos o negativos hacia ese objeto, y el componente conductual describe las
acciones o respuestas pasadas relacionadas con el objeto de la actitud.

Este modelo permite entender que una actitud puede manifestarse de diferentes maneras, ya sea a través de
afirmaciones verbales (dimensión cognitiva), acciones concretas (dimensión conductual) o expresiones emocionales
(dimensión afectiva). Se considera un modelo reflexivo, lo que significa que un cambio en la actitud latente no
observable se reflejará en cambios en sus manifestaciones observables.

Sin embargo, la validez y utilidad empírica de este modelo han sido cuestionadas. La noción de que las actitudes
siempre deben tener estos tres componentes separados plantea desafíos, ya que algunos objetos de actitud pueden
carecer de uno o más de estos componentes. Además, la relación entre estos componentes no siempre es perfecta, lo
que genera dudas sobre si deben considerarse aspectos separados de la misma actitud.

En la investigación actual, se prefiere no asumir que la conducta es un componente inherente de la actitud, ya que
esta relación es compleja y no siempre se cumple. En cambio, las definiciones modernas de actitud implican una
disposición evaluativa global basada en información cognitiva, afectiva y conductual, que puede influir en diversos
aspectos, como cogniciones, respuestas emocionales, intenciones conductuales y comportamiento real.
2.2. EL PUNTO DE VISTA DEL PROCESO LATENTE

El punto de vista contemporáneo sobre las actitudes sostiene que estas son entidades distintas de sus
manifestaciones cognitivas, afectivas y conductuales. Se considera que una actitud es un constructo psicológico no
observable que se forma a partir de estos tres tipos de factores, pero no se reduce a ellos. Desde el enfoque del
proceso latente, se postula que existe un proceso oculto a nivel psicológico llamado "actitud" que explica la relación
entre los estímulos y las respuestas de una persona. En este modelo de tipo formativo, son los procesos cognitivos,
afectivos y conductuales los que causan la actitud, y un cambio en la actitud no necesariamente se acompaña de un
cambio en todos estos procesos.

En este enfoque, los estímulos pueden activar procesos cognitivos, afectivos y/o conductuales en una persona,
algunos de los cuales no son observables. Estos procesos, ya sea juntos o por separado, pueden dar lugar a la
formación de una actitud (un constructo psicológico no observable o latente) hacia los objetos involucrados en la
situación de estímulo. Además, la presencia de una actitud llevará a respuestas observables, que pueden
manifestarse como reacciones cognitivas, afectivas y/o conductuales hacia el objeto de la actitud.

Este cambio en la comprensión de la actitud como separada conceptualmente de sus dimensiones o factores ha
llevado a la investigación a abordar las diferencias entre las actitudes basadas principalmente en el afecto, la
cognición o el comportamiento. También se reconoce que diferentes personas pueden tener actitudes hacia el mismo
objeto de actitud por diferentes razones, y los estudios han demostrado que el factor afectivo tiende a ser el predictor
más fuerte y significativo de las actitudes, especialmente en casos como el prejuicio.

3. FUNCIÓN DE LAS ACTITUDES

En la sociedad humana cada vez más compleja, las personas necesitan tener una amplia variedad de actitudes. Por
ejemplo, durante las elecciones, los ciudadanos se enfrentan a la tarea de votar por muchos partidos y candidatos, y
al comprar productos, tienen numerosas opciones para elegir. Incluso cuando tienen una preferencia específica, como
un teléfono móvil, se enfrentan a muchas alternativas potenciales. En tales situaciones, tener actitudes es
extremadamente útil, ya que facilita la toma de decisiones, haciéndola más rápida y efectiva.

Las actitudes cumplen diversas funciones en la vida de las personas, y estas funciones se pueden resumir en cinco
categorías principales:

3.1. Función de Conocimiento: Las actitudes ayudan a las personas a organizar y simplificar la información sobre el
mundo que les rodea. Actúan como un marco de referencia que permite a las personas procesar y recordar
información de manera más eficiente. Por ejemplo, si alguien tiene una actitud positiva hacia la comida saludable, es
más probable que recuerde y utilice información relacionada con opciones de alimentos saludables.

3.2. Función Instrumental: Las actitudes también sirven como guías para la toma de decisiones y la acción. Ayudan a
las personas a elegir entre diferentes opciones y a tomar medidas coherentes con sus preferencias. Por ejemplo, si
alguien tiene una actitud positiva hacia la sostenibilidad ambiental, es más probable que compre productos ecológicos.
3.3. Función de Defensa del Ego: Las actitudes pueden desempeñar un papel en la protección de la autoestima y la
identidad de una persona. Al mantener actitudes coherentes con sus valores y autoimagen, las personas pueden
sentirse mejor consigo mismas y proteger su autoconcepto. Por ejemplo, una persona que se ve a sí misma como
amigable podría mantener una actitud positiva hacia los demás para mantener su autoimagen positiva.

3.4. Función de Expresión de Valores: Las actitudes pueden ser una forma de expresar y comunicar los valores y
creencias de una persona a los demás. Al expresar sus actitudes, las personas pueden mostrar a los demás lo que
valoran y en qué creen. Por ejemplo, alguien que tiene actitudes favorables hacia la igualdad de género puede
expresar su compromiso con este valor apoyando políticas y organizaciones que promuevan la igualdad.

3.5. Función de Ajuste Social: Las actitudes pueden ayudar en la adaptación a grupos sociales y culturales
específicos. Las personas a menudo adoptan actitudes similares a las de su entorno social para encajar y ser
aceptadas por su comunidad. Esto puede facilitar la cohesión social y la interacción con los demás. Por ejemplo, en un
entorno en el que prevalece una actitud negativa hacia la tecnología, una persona puede adoptar una actitud similar
para encajar en su grupo social.

En resumen, las actitudes desempeñan un papel fundamental en la vida cotidiana de las personas al simplificar la
toma de decisiones, organizar la información, proteger la autoestima, expresar valores y facilitar la interacción social.
Cada una de estas funciones cumple un propósito importante en la forma en que las personas navegan por un mundo
cada vez más complejo.

4. LA FORMACIÓN DE LAS ACTITUDES

La formación de las actitudes es un tema importante en psicología social, y existen diferentes enfoques para
comprender cómo se desarrollan. Las experiencias y la influencia de otras personas desempeñan un papel
fundamental. Sin embargo, también se han explorado otros factores, como la mera exposición y los componentes
genéticos, aunque estas perspectivas son menos dominantes en la investigación sobre actitudes.

4.1. LA MERA EXPOSICIÓN

El efecto de mera exposición es un fenómeno psicológico interesante que sugiere que, en muchas ocasiones,
el simple hecho de estar expuestos repetidamente a una persona, objeto o idea puede hacer que nos guste
más. Aquí se resumen algunos puntos clave sobre este efecto:

Definición: El efecto de mera exposición se refiere al aumento de la afinidad o la preferencia que las
personas desarrollan hacia un estímulo simplemente porque han estado expuestas a él con suficiente
frecuencia.

Ejemplo: Si escuchamos una nueva canción en la radio y la escuchamos varias veces a lo largo de los días,
es probable que comencemos a gustarnos más a pesar de que inicialmente no nos gustara mucho.

Estudios: La investigación de Robert Zajonc en la década de 1960 fue fundamental para identificar y
comprender este efecto. Sus estudios mostraron que, en general, la familiaridad y la repetición pueden llevar
a una mayor preferencia por un estímulo.

Limitaciones: Aunque el efecto de mera exposición es un fenómeno bien establecido, no se aplica en todos
los casos. Si alguien inicialmente no le gusta algo y está expuesto repetidamente a ello, es posible que llegue
a gustarle menos. Esto es particularmente cierto para estímulos amenazantes o negativos.

No es lineal: El efecto de mera exposición no sigue una línea recta. Inicialmente, la exposición repetida
tiende a aumentar las actitudes positivas hacia un estímulo, pero con el tiempo, este efecto puede disminuir o
incluso revertirse.

En resumen, el efecto de mera exposición resalta la importancia de la familiaridad y la repetición en la


formación de actitudes. Aunque no es aplicable en todos los casos y no explica por completo cómo se forman
las actitudes, ofrece información valiosa sobre cómo las experiencias cotidianas pueden influir en nuestras
preferencias y gustos.
4.2. PROCESOS DE APRENDIZAJE

La mayoría de las actitudes son aprendidas a lo largo de la vida de una persona. Las actitudes pueden
formarse a través de una variedad de procesos de aprendizaje que involucran la asociación de estímulos,
experiencias personales, persuasión y la influencia social. Estos procesos pueden actuar de manera
individual o en combinación para dar forma a las actitudes de una persona hacia diferentes objetos, personas
o ideas.

4.2.1. CONDICIONAMIENTO CLÁSICO

El condicionamiento evaluativo es un proceso fundamental en la formación de actitudes y se basa en los


principios del condicionamiento clásico. Este proceso implica la asociación de un estímulo que inicialmente
es neutro, denominado "estímulo condicionado" (EC), con otro estímulo que ya evoca una respuesta
emocional o fisiológica, llamado "estímulo incondicionado" (EI), que produce una "respuesta incondicionada"
(RI). La repetición de esta asociación entre el EC y el EI conduce a que el EC provoque una respuesta similar
a la RI, conocida como "respuesta condicionada" (RC).

En el contexto de la formación de actitudes, el condicionamiento evaluativo se refiere al cambio en el nivel de


agrado o desagrado hacia un objeto cuando ese objeto se asocia sistemáticamente con otros estímulos que
son positivos o negativos. Este proceso puede influir en la formación de actitudes de manera significativa.

Un ejemplo clásico es el experimento de Pavlov con perros, donde se asoció una campana (EC) con la
comida (EI). Con el tiempo, los perros comenzaron a salivar (RC) al oír la campana, incluso sin la presencia
de comida, debido a la asociación establecida entre la campana y la comida.

El condicionamiento evaluativo tiene aplicaciones en la publicidad y el marketing, donde se utilizan


estrategias para asociar productos o marcas con estímulos positivos o emocionales para crear actitudes
positivas hacia esos productos. Por ejemplo, asociar un producto con una experiencia feliz o con una
celebridad puede influir en las actitudes de los consumidores hacia ese producto.

Además, este proceso puede ocurrir de manera subliminal, lo que significa que las asociaciones se forman
sin que las personas sean conscientes de ello. Las investigaciones han demostrado que las actitudes pueden
cambiar incluso cuando las asociaciones se forman a un nivel subconsciente.

También es importante destacar el efecto de generalización del estímulo, que implica que una actitud
condicionada hacia un objeto se puede generalizar a objetos o estímulos similares. Esto puede tener
implicaciones en cómo las personas desarrollan actitudes hacia grupos de individuos basadas en
experiencias con miembros individuales de ese grupo.

En resumen, el condicionamiento evaluativo es un proceso mediante el cual las actitudes pueden formarse o
modificarse a través de asociaciones entre estímulos neutros y estímulos emocionales o positivos/negativos,
y tiene implicaciones en diversas áreas, desde la publicidad hasta la formación de actitudes sociales.

4.2.2. CONDICIONAMIENTO INSTRUMENTAL

El condicionamiento instrumental, también conocido como condicionamiento operante, es otro proceso


importante en la formación de actitudes y se basa en la idea de que el comportamiento seguido de
consecuencias positivas tiende a ser reforzado y repetido, mientras que el comportamiento seguido de
consecuencias negativas tiende a disminuir. Este proceso es fundamental en la psicología del aprendizaje y
puede aplicarse a la formación y expresión de actitudes.

En el contexto de la formación de actitudes, las consecuencias del comportamiento pueden ser reforzadores
verbales (elogios o críticas) o signos no verbales de aprobación o desaprobación. Por ejemplo, si un niño
recibe elogios y aprobación de sus padres cuando expresa una actitud o comportamiento particular, es más
probable que repita esa actitud o comportamiento en el futuro. Del mismo modo, si un niño experimenta
críticas o desaprobación por expresar ciertas actitudes, es más probable que evite esas actitudes en el
futuro.
Este proceso puede ser sutil y operar a nivel social. Las personas pueden aprender a expresar opiniones que
son socialmente aceptables o que les brindan aprobación o recompensas sociales, como sonrisas, abrazos o
la aceptación de un grupo. Como resultado, es común que las personas expresen opiniones políticas,
religiosas y sociales similares a las de sus padres y otros miembros de la familia, ya que han experimentado
reforzamiento social positivo por adherirse a esas opiniones.

Además, las personas a menudo son conscientes de cómo diferentes grupos sociales pueden reforzar o
castigar ciertas actitudes. Por lo tanto, pueden adaptar sus expresiones de actitudes dependiendo de la
audiencia y las recompensas sociales que esperan recibir. Esto puede llevar a situaciones en las que una
persona expresa diferentes actitudes ante diferentes grupos sociales o audiencias para ganar aprobación o
evitar la desaprobación.

En un estudio mencionado en tu texto, se encontró que los estudiantes que buscaban ingresar a una
hermandad adaptaban sus actitudes hacia otras hermandades según creían que sus actitudes serían
privadas o conocidas por los miembros del grupo que controlaba la admisión. Este ejemplo ilustra cómo las
recompensas sociales pueden influir en la expresión de actitudes y cómo las personas pueden adaptar sus
actitudes para congraciarse con un grupo o audiencia específicos.

En resumen, el condicionamiento instrumental u operante desempeña un papel importante en la formación y


expresión de actitudes, ya que las personas tienden a expresar actitudes que han sido reforzadas
positivamente en el pasado o que anticipan que serán reforzadas en el futuro por parte de grupos sociales o
audiencias específicas.

4.2.3. APRENDIZAJE OBSERVACIONAL

El aprendizaje por observación o modelado es un tercer proceso importante a través del cual las personas
pueden adquirir actitudes. Este proceso se basa en la idea de que las personas pueden aprender actitudes
simplemente observando a otros, especialmente a aquellos que consideran modelos a seguir o con quienes
se identifican. Aquí hay algunas explicaciones y ejemplos adicionales de cómo funciona este proceso:

1. Imitación de modelos: Las personas, especialmente los niños, a menudo imitan el comportamiento
y las actitudes de las personas que consideran modelos a seguir o figuras de autoridad. Por
ejemplo, si un niño observa a sus padres expresar actitudes negativas hacia un grupo étnico en
particular, es más probable que adopte esas actitudes a medida que crece, incluso si no comprende
completamente las razones detrás de esas actitudes.
2. Aprendizaje de actitudes a través de grupos de referencia: Las personas suelen ajustar sus
actitudes para que se alineen con las actitudes de los grupos a los que pertenecen o con los que se
identifican. Si alguien se identifica fuertemente con un grupo en particular y observa que los
miembros de ese grupo mantienen ciertas actitudes, es probable que adopte esas actitudes para
sentirse parte del grupo o para ser aceptado por él.
3. Efecto de la identificación con el grupo: La identificación con un grupo puede influir en la
formación de actitudes. Por ejemplo, si se identifica mucho con su género, es más probable que
forme actitudes que reflejen las preferencias y actitudes de su grupo de género. Esto puede deberse
a la necesidad de pertenecer y encajar en ese grupo.
4. Influencia de los modelos de roles de género: Los modelos de roles de género también
desempeñan un papel en la formación de actitudes. Los niños y niñas a menudo adoptan actitudes y
comportamientos que son coherentes con los roles de género que observan en su entorno, como en
la familia o los medios de comunicación.
5. Transmisión intergeneracional de actitudes: Como se mencionó en tu texto, las actitudes,
incluidos los prejuicios, pueden transmitirse de una generación a otra a través del aprendizaje por
observación. Los niños pueden heredar actitudes de sus padres y familiares simplemente
observando cómo se comportan y qué actitudes expresan.

En resumen, el aprendizaje por observación o modelado es un proceso mediante el cual las personas
adquieren actitudes al observar y aprender de los demás, especialmente de aquellos a quienes consideran
modelos a seguir o con quienes se identifican. Este proceso puede influir en la formación de actitudes sobre
una amplia variedad de temas y cuestiones, y puede tener un impacto significativo en la manera en que las
personas ven el mundo y a los demás.
4.3. PROCESOS COGNITIVOS

El proceso de formación de actitudes también puede considerarse como un proceso cognitivo en el cual las
personas establecen conexiones entre elementos cognitivos, como las creencias. La teoría de la integración
de la información destaca que las actitudes se basan en las creencias que una persona tiene sobre un objeto,
algunas de las cuales pueden ser favorables y otras desfavorables. Al formar una actitud, se deben combinar
estas creencias en una impresión general. Por ejemplo, si alguien recibe información de que un candidato
político es honesto pero no es un buen orador, debe integrar esas creencias para formar una actitud hacia
ese candidato.

Una diferencia clave entre los enfoques cognitivo y conductual radica en el peso relativo que otorgan a los
eventos internos y al refuerzo externo. Aunque la cognición social es predominante en la Psicología Social,
los enfoques conductuales también tienen ventajas. La teoría de la autopercepción de Bem, por ejemplo,
sugiere que las personas adquieren conocimiento sobre sus actitudes al observar su propio comportamiento
y preguntarse por qué actuaron de cierta manera. Esto puede influir en cómo perciben sus actitudes en
función de su comportamiento pasado, como alguien que concluye que le gusta la playa porque siempre
pasa sus vacaciones allí.

4.4. FACTORES INNATOS

Los factores innatos, como los fisiológicos y genéticos, también pueden influir en la formación de actitudes, a
pesar de que generalmente se considera que las actitudes son aprendidas. Algunas pruebas sugieren que
estos factores tienen un papel en la formación de actitudes.

Los factores fisiológicos pueden observarse en preferencias alimentarias, como la predisposición genética a
gustos por sabores dulces y salados, así como la aversión a sabores amargos y ácidos. También se ha
encontrado que la neofobia alimentaria, el miedo a lo nuevo en la comida, se asocia con actitudes negativas
hacia alimentos desconocidos, y que el género puede estar relacionado con el consumo de frutas y verduras
en adultos.

En el envejecimiento, las personas tienden a volverse menos abiertas a nuevas ideas y más rígidas en su
pensamiento, lo que puede afectar a la formación de nuevas actitudes, incluyendo las políticas.

Los estudios de gemelos idénticos y fraternos también sugieren que las actitudes pueden tener una base
parcialmente genética. Los gemelos idénticos tienden a tener actitudes más similares que los gemelos
fraternos, incluso si fueron criados en hogares diferentes. Sin embargo, es importante destacar que no se
han identificado genes específicos que determinen nuestras actitudes, sino que estas pueden estar
relacionadas con aspectos como nuestro temperamento y personalidad, que pueden estar influenciados por
la herencia genética.

En resumen, aunque exista un componente genético en la formación de actitudes, las experiencias sociales
siguen siendo cruciales en este proceso.

5. ACTITUDES IMPLÍCITAS Y EXPLÍCITAS

Las actitudes pueden existir en dos niveles: explícito e implícito. Las actitudes explícitas son conscientes y
comunicables, como nuestras opiniones sobre un tema cuando se nos pregunta directamente. Por ejemplo, nuestras
creencias sobre la discriminación positiva en una encuesta.

Por otro lado, las actitudes implícitas son evaluaciones involuntarias, incontrolables y a menudo inconscientes. Estas
actitudes pueden influir en nuestros comportamientos de manera automática, incluso si no somos conscientes de
ellas.

Para medir las actitudes en Psicología Social, se utilizan diferentes métodos y técnicas, considerando tanto las
actitudes explícitas como las implícitas.
5.1. MEDIDAS DIRECTAS DE LAS ACTITUDES

La evaluación de las actitudes puede ser un desafío, ya que no son directamente observables. Los
psicólogos sociales suelen basarse en los informes de las personas sobre sus propias actitudes. Se utilizan
diferentes métodos para medir estas actitudes, y uno de los enfoques más comunes es pedir a las personas
que respondan preguntas sobre sus opiniones. Estas preguntas se agrupan en escalas que evalúan el grado
de acuerdo o desacuerdo con declaraciones relacionadas con el tema en cuestión.

Uno de los métodos populares es la escala tipo Likert, donde las personas utilizan una escala de respuesta,
por ejemplo, de 1 a 5, para indicar su grado de acuerdo o desacuerdo con afirmaciones sobre un tema. Estas
escalas ayudan a medir el sentido y la fuerza de las actitudes de una persona.

Otra aproximación, propuesta por Osgood, se basa en las dimensiones connotativas de las palabras, como la
bondad o maldad que implica una palabra. Los participantes califican conceptos en escalas semánticas
evaluativas para medir las actitudes.

A pesar de su utilidad, estas medidas de actitud dependen de la sinceridad de las respuestas, lo que puede
ser un problema cuando se abordan temas delicados o tabúes. La deseabilidad social puede llevar a
respuestas sesgadas. Para contrarrestar esto, se pueden utilizar métodos más indirectos, como encuestas
anónimas o enfoques que eviten la preocupación por la deseabilidad social.

5.2. MEDIDAS INDIRECTAS DE LAS ACTITUDES

Las actitudes, especialmente aquellas con un fuerte componente afectivo, se pueden medir indirectamente
utilizando varios métodos, incluyendo medidas fisiológicas y técnicas de neuroimagen.

1. Medidas fisiológicas: Se han utilizado medidas como la respuesta galvánica de la piel, la


frecuencia cardíaca, la dilatación de las pupilas y el nivel de cortisol en la sangre o la saliva para
evaluar las actitudes. Estas medidas pueden revelar reacciones automáticas y fisiológicas asociadas
a las actitudes, incluso cuando las personas no son conscientes de ellas.
2. Potenciales relacionados a eventos (PRE): Se utilizan potenciales relacionados a eventos
registrados mediante electroencefalograma (EEG) para observar las respuestas del cerebro a
objetos de actitud. Se ha encontrado que el potencial positivo tardío (LPP) es mayor en respuesta a
objetos de actitud que no gustan a los participantes.
3. Neuroimagen: Técnicas de neuroimagen como la tomografía por emisión de positrones (PET) y la
resonancia magnética funcional (RMf) se han utilizado para rastrear las regiones cerebrales
activadas por el control de los cambios en el flujo sanguíneo. Estas técnicas han revelado la
implicación de múltiples regiones cerebrales en el prejuicio racial y la falta de respuestas positivas
como la empatía hacia personas de diferentes orígenes raciales.
4. Medidas de rendimiento: Estas medidas se basan en la Psicología Cognitiva y evalúan el tiempo
de reacción y la precisión de las respuestas en tareas informáticas. Dos de las medidas más
utilizadas son el priming afectivo y el Test de Asociación Implícita (IAT).

- Priming afectivo: En esta medida, se exponen a los participantes a estímulos breves y se les pide que
realicen juicios rápidos en respuesta a palabras o imágenes. Las respuestas más lentas pueden indicar una
actitud negativa o estereotipos asociados.

- Test de Asociación Implícita (IAT): Esta técnica evalúa las asociaciones automáticas entre conceptos
mentales. Los participantes deben clasificar y ordenar elementos en categorías de manera rápida y precisa.
Las diferencias en el tiempo de reacción en ensayos congruentes (que refuerzan estereotipos) e
incongruentes (que desafían estereotipos) se utilizan como medida de las asociaciones implícitas entre
conceptos.

El uso de estas medidas ha proporcionado insights importantes sobre las actitudes, incluyendo la detección
de actitudes implícitas que pueden ser difíciles de medir con métodos de autoinforme. Sin embargo, es
importante reconocer que estas medidas no son definitivas y deben utilizarse junto con otras evaluaciones
para comprender completamente las actitudes de las personas.
5.3. LA RELACIÓN ENTRE LAS ACTITUDES EXPLÍCITAS E IMPLÍCITAS

Las actitudes implícitas y explícitas pueden estar positivamente correlacionadas en su mayoría, lo que
significa que en general, las personas tienden a mantener actitudes similares hacia un objeto, ya sea cuando
se les pregunta explícitamente o cuando se miden de manera implícita utilizando métodos como el IAT o
medidas fisiológicas. Sin embargo, estas dos formas de medir las actitudes también difieren en varios
aspectos interesantes:

1. Cambio de actitudes: En general, es más difícil que las personas cambien sus actitudes implícitas
en respuesta a nueva información en comparación con sus actitudes explícitas. Esto sugiere que las
actitudes implícitas pueden ser más resistentes al cambio.
2. Formación rápida de actitudes implícitas: Las actitudes implícitas pueden formarse más
rápidamente que las explícitas. Por ejemplo, una persona puede desarrollar un sesgo implícito hacia
un objeto o grupo de personas antes de ser consciente de sus pensamientos o sentimientos
explícitos.
3. Dependencia de la situación y el contexto: Las actitudes implícitas pueden depender en gran
medida de la situación y del papel que ocupa el objeto de la actitud. Esto significa que las personas
pueden tener diferentes actitudes implícitas hacia un mismo objeto en función del contexto en el que
se encuentren.
4. Diferencias en el origen de las actitudes: Las actitudes implícitas tienden a estar más arraigadas
en las experiencias infantiles de las personas, mientras que las actitudes explícitas están más
basadas en sus experiencias recientes. Esto puede explicar por qué las actitudes implícitas pueden
ser más resistentes al cambio.
5. Convergencia y divergencia: Las personas a menudo pueden tener actitudes implícitas y
explícitas diferentes hacia el mismo objeto de actitud. Estas diferencias pueden reflejar las
experiencias de la infancia frente a las experiencias adultas y pueden variar según la situación.

La investigación sobre las actitudes implícitas es un campo en crecimiento en la Psicología Social y está
ayudando a comprender mejor cómo se forman, mantienen y cambian las actitudes en las personas. Estas
diferencias entre las actitudes implícitas y explícitas tienen implicaciones importantes para comprender el
comportamiento humano y cómo las actitudes pueden influir en las decisiones y acciones de las personas.
6. LA INFLUENCIA DE LAS ACTITUDES EN LA CONDUCTA

La relación entre las actitudes y el comportamiento humano es un tema importante en la psicología social, y como
mencionaste, históricamente se ha encontrado una baja correspondencia entre las medidas de actitudes en
cuestionarios y el comportamiento real de las personas. Sin embargo, es importante entender que esta baja
correlación no significa necesariamente que el estudio de las actitudes carezca de valor. Más bien, sugiere que la
relación entre las actitudes y el comportamiento es compleja y depende de varios factores.

A pesar de estos desafíos, las actitudes siguen siendo una parte importante de la psicología social porque
proporcionan información valiosa sobre las creencias y preferencias de las personas. Los psicólogos sociales han
desarrollado modelos teóricos, como la Teoría de la Acción Razonada y la Teoría del Comportamiento Planeado, que
intentan explicar cómo las actitudes se relacionan con la conducta, teniendo en cuenta factores adicionales como las
normas sociales y la percepción del control sobre el comportamiento.

En resumen, si bien la correlación entre las actitudes y el comportamiento puede ser baja en algunos casos, las
actitudes siguen siendo importantes para comprender y predecir el comportamiento humano, especialmente cuando
se consideran otros factores contextuales y psicológicos que pueden influir en la relación entre ambos.

6.1. EL PRINCIPIO DE COMPATIBILIDAD

El principio de compatibilidad, como se describe en la investigación de Ajzen y Fishbein (1980), es


fundamental para comprender la relación entre las actitudes y el comportamiento. Este principio destaca que
la correlación entre las actitudes y la conducta será más fuerte cuando las medidas de actitud y conducta se
refieran exactamente a los mismos elementos de acción, objetivo, contexto y tiempo. Es decir, cuanto más
específicamente coincidan las medidas de actitud y comportamiento, mayor será la correlación entre ellas.

El estudio longitudinal realizado por Davidson y Jaccard (1979) proporciona un ejemplo concreto de este
principio. En ese estudio, se observó que la actitud general hacia el control de la natalidad expresada por las
mujeres casadas dos años antes tenía una correlación muy débil con su uso posterior de anticonceptivos (r =
0.08). Sin embargo, cuando la medida de actitud se volvía más específica y se refería directamente al acto de
usar píldoras anticonceptivas, la predicción del comportamiento real mejoraba significativamente.

Este principio tiene implicaciones importantes para la investigación y la aplicación práctica. En la práctica,
cuando se desee predecir el comportamiento de las personas en situaciones específicas, es esencial utilizar
medidas de actitud que se correspondan de manera precisa con esa conducta específica. Si las medidas de
actitud y conducta no son compatibles en términos de especificidad, es menos probable que se obtenga una
correlación significativa entre ellas.

Por ejemplo, si se quiere predecir si una persona reciclará, no es suficiente conocer su actitud general hacia
la protección del medio ambiente; es más relevante medir su actitud específica hacia el reciclaje. Del mismo
modo, si se quiere predecir si alguien adoptará un comportamiento saludable, como dejar de fumar, es más
útil medir su actitud específica hacia dejar de fumar en lugar de una actitud general hacia la salud.

En resumen, el principio de compatibilidad subraya la importancia de que las medidas de actitud y conducta
sean congruentes en cuanto a la especificidad de la conducta y sus elementos relacionados. Cuanto más
específicas sean estas medidas y coincidan en términos de acción, objetivo, contexto y tiempo, mayor será la
capacidad de predecir el comportamiento a partir de las actitudes.

6.2. LA PREDICCIÓN DE LOS COMPORTAMIENTOS ESPONTÁNEOS

La accesibilidad de las actitudes es un concepto importante que influye en la relación entre las actitudes y el
comportamiento. La accesibilidad se refiere a la facilidad con la que una actitud viene a la mente cuando una
persona percibe o piensa en el objeto de esa actitud. Cuanto más accesible es una actitud, más rápido una
persona puede informar sobre cómo se siente en relación con ese objeto actitudinal. Este concepto se ha
estudiado en relación con la relación entre las actitudes y el comportamiento, y aquí se mencionan algunos
aspectos clave relacionados con la accesibilidad de las actitudes:
1. Experiencia Directa: La experiencia directa con un objeto actitudinal tiende a aumentar la
accesibilidad de una actitud. Cuando las personas han tenido experiencias personales con un objeto
o tema en particular, es más probable que sus actitudes hacia ese objeto sean accesibles y vengan
a la mente rápidamente. Esto significa que las experiencias directas pueden fortalecer la relación
entre las actitudes y el comportamiento.
2. Velocidad de Respuesta: La accesibilidad de una actitud se mide en parte por la velocidad con la
que una persona puede responder cuando se le pregunta sobre esa actitud. Si una actitud es
altamente accesible, una persona puede responder de manera rápida e intuitiva. Por otro lado, si la
actitud no es accesible, la persona puede requerir más tiempo para pensar y formular su respuesta.
3. Influencia en el Comportamiento Espontáneo: La accesibilidad de las actitudes desempeña un
papel importante en la predicción del comportamiento espontáneo. Cuando las actitudes son
altamente accesibles, es más probable que guíen el comportamiento de una persona en situaciones
en las que no tienen tiempo para reflexionar o deliberar sobre su elección.
4. Experiencia y Fortaleza: Las actitudes que se forman a partir de experiencias directas suelen ser
más accesibles y sólidas. Estas actitudes tienden a resistir mejor las críticas y tienen una mayor
influencia en el comportamiento, especialmente en situaciones en las que las personas deben tomar
decisiones rápidas sin un proceso de deliberación profunda.

En resumen, la accesibilidad de las actitudes es un factor clave para comprender cómo las actitudes influyen
en el comportamiento. Cuanto más accesible es una actitud, mayor es la probabilidad de que guíe el
comportamiento espontáneo de una persona. Las actitudes que se basan en la experiencia directa tienden a
ser más accesibles y sólidas, lo que las hace especialmente influyentes en situaciones en las que las
personas deben tomar decisiones rápidas.

6.3. LA PREDICCIÓN DE LOS COMPORTAMIENTOS PLANIFICADOS

Algunas decisiones y comportamientos son razonados o planificados, ya que podemos tomarnos nuestro
tiempo y deliberar. La teoría de la acción razonada (TAR; Ajzen y Fishbein, 1980), que más tarde se amplió y
perfeccionó en la teoría de la acción planificada (TAP; Ajzen, 1991 ), proporciona información sobre la
naturaleza de este proceso.

6.3.1. LA TEORÍA DE LA ACCIÓN RAZONADA (TAR)

La Teoría de la Acción Razonada (TAR), desarrollada por Icek Ajzen y Martin Fishbein en 1980, es una teoría
psicológica que busca explicar cómo las actitudes influyen en la toma de decisiones y la realización de
comportamientos específicos. Esta teoría se basa en la premisa de que las personas son seres racionales
que evalúan sistemáticamente la información disponible antes de tomar decisiones y actuar.

Los componentes clave de la TAR son:

1. Actitud hacia la conducta: Este componente se refiere a la evaluación subjetiva que una persona
tiene sobre realizar una acción específica. Esta evaluación se basa en las creencias de la persona
sobre las consecuencias de llevar a cabo la acción y en su valoración de esas consecuencias como
positivas o negativas.
2. Norma subjetiva: La norma subjetiva representa la percepción de una persona sobre la presión
social y las expectativas de otras personas en relación con la realización de la acción. Incluye la
influencia de las creencias de otras personas en la decisión de la persona.
3. Intención conductual: La intención conductual es el resultado de la evaluación de la actitud hacia
la conducta y la norma subjetiva. Es una medida de la probabilidad percibida por una persona de
realizar la acción en un momento futuro. La intención es un predictor importante del comportamiento
planificado.

La TAR postula que la intención conductual es el determinante más importante del comportamiento. En otras
palabras, si una persona tiene una intención fuerte y positiva de llevar a cabo una acción específica, es más
probable que efectivamente realice esa acción en el futuro. La relación entre la intención y el comportamiento
se ve influenciada por la accesibilidad de la intención y la presencia de factores externos que puedan facilitar
o dificultar la acción.
Si bien la TAR ha sido una teoría influyente en el campo de la psicología social y ha sido utilizada para
explicar y predecir una amplia gama de comportamientos, también ha recibido críticas. Una de las críticas
principales es que la TAR tiende a asumir que las personas tienen un control completo sobre sus
comportamientos, lo cual no siempre es el caso en situaciones reales. Para abordar esta limitación, se
desarrolló la Teoría de la Acción Planificada (TAP), que agrega la planificación conductual como un
componente adicional para abordar la ejecución de comportamientos planificados.

6.3.2. LA TEORÍA DE LA ACCIÓN PLANIFICADA (TAP)

La Teoría de la Acción Planificada (TAP) es una extensión de la Teoría de la Acción Razonada (TAR),
desarrollada por Icek Ajzen en 1991, que busca abordar algunas de las limitaciones de la TAR en la
predicción y explicación del comportamiento humano. La TAP amplía el modelo original al agregar un
componente de percepción de control sobre la conducta.

Los componentes clave de la TAP son los siguientes:

1. Actitud hacia la conducta: Al igual que en la TAR, este componente se refiere a la evaluación
subjetiva de una persona sobre la realización de una acción específica, basada en sus creencias
sobre las consecuencias de esa acción y su valoración de esas consecuencias.
2. Norma subjetiva: También similar a la TAR, este componente representa la percepción de una
persona sobre la presión social y las expectativas de otras personas en relación con la acción
planeada.

3. Control percibido sobre la conducta: Este es el componente adicional que distingue a la TAP de
la TAR. Se refiere a la percepción de una persona sobre la facilidad o dificultad de llevar a cabo la
acción planeada. Implica evaluar si hay obstáculos, recursos disponibles y factores que puedan
facilitar o dificultar la ejecución de la conducta.

La intención conductual en la TAP se calcula como la suma de la actitud hacia la conducta, la norma
subjetiva y el control percibido sobre la conducta. Esta intención sigue siendo un predictor clave del
comportamiento planificado. Sin embargo, la inclusión del control percibido reconoce que incluso cuando las
personas tienen una intención fuerte de realizar una acción, pueden no hacerlo si perciben que no tienen el
control necesario para llevar a cabo esa acción.

En resumen, la TAP amplía el modelo de la TAR al incorporar la percepción de control sobre la conducta
como un componente clave en la predicción de la intención y la conducta. Esta teoría reconoce que la
capacidad percibida para llevar a cabo una acción puede influir significativamente en si una persona
realmente ejecuta esa acción, incluso cuando tiene una intención positiva y una actitud favorable hacia la
conducta.
7. LA INFLUENCIA DE LA CONDUCTA EN LAS ACTITUDES

La teoría de la disonancia cognitiva, propuesta por Leon Festinger en 1957, se centra en la incomodidad psicológica
que experimentamos cuando nuestras actitudes y comportamientos son inconsistentes entre sí. Esta disonancia
cognitiva es un estado de tensión que nos motiva a reducir la inconsistencia y restaurar la coherencia cognitiva. Aquí
se describen algunas de las condiciones y estrategias asociadas con la disonancia cognitiva:

Condiciones para que se produzca la disonancia cognitiva:

1. Consecuencias negativas: La persona debe ser consciente de que sus actitudes y comportamientos
inconsistentes tienen consecuencias negativas. Si no se perciben consecuencias negativas, es menos
probable que se experimente disonancia.
2. Responsabilidad personal: La persona debe sentirse responsable de la acción incongruente con sus
actitudes. La disonancia es más probable cuando la persona siente que tiene control y elección en la
conducta.
3. Excitación fisiológica: La disonancia cognitiva se experimenta como un estado emocional incómodo o
excitación fisiológica. Por ejemplo, un fumador puede sentir ansiedad o malestar debido a la discrepancia
entre fumar y conocer los riesgos para la salud.
4. Atribución de la excitación: La persona debe atribuir esa excitación fisiológica a su propia conducta
incoherente. Es decir, debe reconocer que su malestar se debe a la discrepancia entre actitudes y
comportamiento.

Estrategias para reducir la disonancia cognitiva:

1. Cambiar la conducta: La forma más directa de reducir la disonancia es cambiar la conducta para que sea
coherente con las actitudes. Por ejemplo, si alguien está consciente de los riesgos para la salud del
tabaquismo, puede dejar de fumar.
2. Cambiar las actitudes o creencias: Cuando no es posible cambiar la conducta, las personas pueden
intentar modificar sus actitudes o creencias para justificar su comportamiento. Por ejemplo, un fumador
puede minimizar los riesgos del tabaquismo o enfocarse en aspectos positivos, como el placer que obtiene al
fumar.
3. Buscar apoyo social: Buscar a personas que respalden la conducta incoherente puede ayudar a reducir la
disonancia. Si otros fumadores apoyan y comparten su hábito, el fumador puede sentirse menos incómodo
con su elección.
4. Añadir cogniciones coherentes: Las personas a veces añaden pensamientos o creencias que son
coherentes con su conducta incoherente. Esto puede incluir justificaciones o racionalizaciones que hacen que
la acción parezca más lógica.

En resumen, la disonancia cognitiva es un estado de malestar que surge cuando nuestras actitudes y
comportamientos son inconsistentes. Para reducir esta disonancia, las personas pueden cambiar su conducta,
modificar sus actitudes o creencias, buscar apoyo social o añadir pensamientos coherentes. La forma en que se
aborde la disonancia dependerá de la importancia de las cogniciones en conflicto y de la capacidad de la persona para
cambiar su comportamiento o sus actitudes.
7.1. LA JUSTIFICACIÓN DE LAS MENTIRAS

El experimento de Festinger y Carlsmith (1959) sobre disonancia cognitiva es un ejemplo clásico que ilustra
cómo las personas pueden distorsionar sus percepciones de la realidad para reducir la inconsistencia entre
sus actitudes y comportamientos. En este experimento, se encontró que las personas que recibieron una
pequeña recompensa de 1 dólar por mentir sobre la tarea aburrida que habían realizado fueron más
propensas a cambiar su actitud hacia la tarea y convencerse a sí mismas de que era interesante. Mientras
tanto, aquellos que recibieron una recompensa más grande de 20 dólares por la misma mentira no
experimentaron un cambio significativo en su actitud hacia la tarea y siguieron considerándola aburrida.

Este estudio proporciona evidencia de que la necesidad de mantener la coherencia entre las actitudes y el
comportamiento puede ser lo suficientemente poderosa como para hacer que las personas cambien sus
percepciones y actitudes para justificar lo que han hecho. Los participantes que recibieron una pequeña
recompensa se vieron motivados a reducir la disonancia cognitiva cambiando su actitud hacia la tarea para
que coincidiera con su comportamiento. En otras palabras, distorsionaron su percepción de la tarea para
sentirse más cómodos con la mentira que habían contado.

Este estudio también desafió las ideas del conductismo de esa época, que sugerían que las recompensas
más grandes deberían conducir a un mayor cambio de comportamiento. En cambio, la teoría de la disonancia
cognitiva predice que ofrecer una recompensa menor puede conducir a un mayor cambio de actitud, ya que
las personas buscan justificar sus acciones cuando perciben que su comportamiento es incongruente con sus
creencias o actitudes previas.

En resumen, el experimento de Festinger y Carlsmith demostró que las personas tienen una tendencia a
cambiar sus actitudes para reducir la disonancia cognitiva cuando sus actitudes y comportamientos son
inconsistentes. Además, sugiere que las pequeñas recompensas pueden ser más efectivas para inducir un
cambio de actitud en comparación con las recompensas más grandes, especialmente cuando las personas
sienten responsabilidad personal por sus acciones y creen que sus comportamientos tienen consecuencias
negativas.

7.2. LA JUSTIFICACIÓN DE LAS DECISIONES DIFÍCILES

La teoría de la disonancia cognitiva sugiere que las personas a menudo experimentan malestar psicológico
cuando tienen que tomar decisiones difíciles, especialmente cuando deben elegir entre alternativas
igualmente atractivas. Esto se debe a que la elección de una opción sobre otra crea una incoherencia entre
las características positivas de la alternativa rechazada y las negativas de la alternativa elegida. Para reducir
esta disonancia, las personas tienden a justificar su elección cambiando sus actitudes hacia las opciones y
minimizando la percepción de las desventajas de la opción elegida.

El experimento de Brehm (1956) proporciona evidencia de este fenómeno. En este estudio, los participantes
evaluaron productos de consumo y luego se les dio la opción de elegir entre dos de esos productos. En la
condición de "elección difícil", los participantes eligieron entre dos productos que habían evaluado como muy
deseables, mientras que en la condición de "elección fácil", eligieron entre dos productos muy diferentes. Los
resultados mostraron que aquellos que hicieron una elección difícil experimentaron un cambio de actitud más
significativo hacia los productos que eligieron y los productos que rechazaron en comparación con los que
hicieron una elección fácil. Esto respalda la idea de que las decisiones difíciles crean más disonancia
cognitiva y, por lo tanto, requieren una mayor justificación y cambio de actitud para reducir el malestar.

La fábula de Esopo sobre la zorra y las uvas también ejemplifica este proceso de justificación de decisiones
difíciles. La zorra, incapaz de alcanzar las uvas, cambia su actitud hacia ellas al afirmar que en realidad no le
apetecen porque no están maduras. Esta reinterpretación de la situación le permite reducir la disonancia
entre su deseo inicial de las uvas y su incapacidad para obtenerlas.

En resumen, la teoría de la disonancia cognitiva postula que las decisiones difíciles a menudo generan
malestar psicológico debido a la incoherencia entre las opciones elegidas y rechazadas. Para reducir este
malestar, las personas justifican sus elecciones cambiando sus actitudes hacia las opciones y minimizando
las desventajas de lo que eligieron. Esto demuestra cómo la disonancia cognitiva puede influir en la forma en
que procesamos y justificamos nuestras decisiones cotidianas.
7.3. LA JUSTIFICACIÓN DEL ESFUERZO

El concepto de justificación del esfuerzo se refiere a la tendencia de las personas a aumentar su agrado por
algo que les ha costado mucho esfuerzo o sacrificio conseguir. Esta tendencia se basa en la teoría de la
disonancia cognitiva, que sugiere que cuando las personas hacen un esfuerzo significativo por lograr algo,
experimentan disonancia si posteriormente descubren que el objeto de su esfuerzo no es tan valioso como
pensaban inicialmente. Para reducir esta disonancia, tienden a cambiar sus actitudes y convencerse de que
lo que obtuvieron vale la pena.

Un experimento clásico realizado por Aronson y Mills (1959) ilustra este concepto. En este experimento,
estudiantes universitarias querían unirse a un grupo de discusión sobre psicología sexual y tuvieron que
pasar por un proceso de iniciación para ser admitidas. A un grupo se le pidió que hiciera una iniciación
exigente y desagradable, que involucraba leer en voz alta palabras sexualmente explícitas. Otro grupo tuvo
que hacer una iniciación menos desagradable que implicaba leer palabras sexualmente no explícitas.
Finalmente, un tercer grupo fue admitido en el grupo sin una iniciación.

Después de la iniciación, se permitió a cada participante escuchar una discusión grabada que se diseñó para
ser aburrida. Luego se les pidió que calificaran cuánto les había gustado la discusión. Los resultados
mostraron que las participantes que se habían sometido a una iniciación exigente (es decir, habían invertido
más esfuerzo) informaron que les gustó más la discusión aburrida en comparación con las que no habían
tenido una iniciación difícil. Las participantes que habían invertido más esfuerzo justificaron su elección al
convencerse de que la discusión era más interesante de lo que realmente era.

Este estudio demuestra cómo las personas tienden a justificar su esfuerzo al cambiar sus actitudes para que
estén en línea con sus acciones. En otras palabras, cuando hacemos un esfuerzo significativo por lograr
algo, a menudo nos convencemos a nosotros mismos de que ese algo es más valioso de lo que realmente
es, como una forma de reducir la disonancia cognitiva.

En resumen, la justificación del esfuerzo es un fenómeno en el que las personas valoran más lo que han
obtenido después de invertir un esfuerzo significativo en ello, incluso si en realidad no es tan valioso como
pensaban inicialmente. Esto se debe a su tendencia a cambiar sus actitudes para reducir la disonancia
cognitiva y justificar su esfuerzo.

7.4. LA JUSTIFICACIÓN DE LA FALTA DE ACTUACIÓN

El concepto de la justificación de la falta de actuación se refiere a cómo las personas pueden cambiar sus
actitudes para reducir la disonancia cognitiva cuando no toman una acción específica, incluso cuando se
enfrentan a una amenaza leve en lugar de una severa. Este fenómeno se basa en la teoría de la disonancia
cognitiva y se ilustra en un experimento realizado por Aronson y Carlsmith en 1963.

En este experimento, se permitió a los niños de preescolar jugar con varios juguetes y evaluarlos. Luego, se
les presentó un juguete particularmente atractivo y se les dijo que no podían jugar con él mientras el
experimentador no estuviera presente. Algunos niños fueron amenazados con un castigo relativamente
severo si desobedecían y jugaban con el juguete, mientras que a otros se les amenazó con un castigo
relativamente leve. Ninguno de los niños jugó con el juguete mientras el experimentador estaba ausente.

Luego, cuando se les permitió evaluar los juguetes nuevamente después de la ausencia del experimentador,
se observó que los niños que habían sido amenazados con un castigo leve evaluaron el juguete de manera
significativamente más negativa que los niños que habían sido amenazados con un castigo severo. Esto
sugiere que los niños que enfrentaron una amenaza leve justificaron su falta de acción cambiando sus
actitudes hacia el juguete de manera negativa. En otras palabras, para reducir la disonancia cognitiva,
convinieron que el juguete no era tan atractivo como pensaban inicialmente.

Este estudio indica que cuando las personas no toman una acción debido a una amenaza leve, pueden
cambiar sus actitudes para justificar su falta de acción. A menudo, esto se hace reinterpretando la situación o
el objeto de una manera menos positiva de lo que originalmente se percibió. En resumen, la justificación de la
falta de actuación muestra cómo las amenazas de castigo, ya sean leves o severas, pueden influir en las
actitudes de las personas y su comportamiento. Además, puede tener efectos duraderos en la percepción de
las personas sobre ciertos temas o situaciones.

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