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Antología Denis Sulmont

______________________________________________________VII Parte: Enfoques

El enfoque clasista1
Denis Sulmont 1989
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La denominación clasista está profundamente asociada a la historia del


movimiento laboral en el Perú, fue acuñada en la época del anarquismo y de la
propaganda socialista de José Carlos Mariátegui en los sindicatos; es retomada
como forma de auto-identificación de las nuevas corrientes sindicales que
desde fines de los años 1950 desplazan el liderazgo aprista y se acercan a la
izquierda. El “clasismo” se consolida como orientación mayoritaria del
movimiento sindical en la década de los 1970 convirtiéndose en patrimonio de
un campo popular más amplio.

Gonzalo Portocarrero y Rafael Tapia (1992) entienden por clasismo un


conjunto de valores y normas presentes en la mentalidad de los trabajadores
que orientan sus comportamientos en las relaciones laborales.

El movimiento clasista no se circunscribe al mundo sindical y popular. Entre sus


protagonistas se encuentran las nuevas generaciones de intelectuales, jóvenes
universitarios y dirigentes políticos que han promovido la izquierda en la
década de 1960-1980.

Uno de los postulados principales del enfoque clasista, que alimenta su fuerza
mítica es que la clase trabajadora ha de cumplir un “rol dirigente”.

1. EL ENFOQUE CLASISTA

Este enfoque se ubica en el punto de vista de los trabajadores y se ha ido


desarrollando junto con su proceso de organización y lucha frente al capital.
Corresponde a un proyecto de cambio radical desde el protagonismo de las
clases dominadas, tomando como eje del mismo a los trabajadores
organizados.

La afirmación de un principio clasista está asociada a la historia del movimiento


sindical. Al haberse consolidado como orientación mayoritaria en las dos
últimas décadas, expresa un importante cambio de identidad política de los
trabajadores asalariados. Progresivamente se ha convertido en patrimonio de
un campo popular más amplio. Los trabajadores sindicalizados pertenecen a
familias y grupos sociales con proyectos de vida que abarcan varios campos de
acción y organizaciones, a las cuales ha llegado también el discurso clasista.

1
Texto inédito elaborado conjuntamente con Carmela Vildoso como parte una reflexión crítica a los
diferentes enfoques de análisis de la problemática laboral en el Perú. Departamento de Ciencias Sociales
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1989.

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A la elaboración de este enfoque, han contribuido intelectuales y dirigentes
políticos, que se han ligado a un proceso a través del cual los trabajadores se
van constituyendo como actores sociales.

Uno de los postulados principales del enfoque clasista, que alimenta su fuerza
mítica y movilizadora, es que la clase trabajadora ha de asumir un “rol
dirigente”; postulado que se convierte en objetivo orientador de las acción
colectiva. Sin embargo, con la crisis y las transformaciones actualmente en
curso, las certezas respecto a dicho rol dirigente vienen siendo cuestionadas
desde diferentes perspectivas. A este debate nos referimos en el presente
texto.

Empezaremos revisando el contenido de la polémica sobre el papel de la clase


obrera y el problema del poder que se desarrolló entre Haya de la torre y
Mariátegui; polémica que sigue vigente hasta la actualidad en sus términos
esenciales. En segundo lugar, explicaremos el proceso de desarrollo del
llamado movimiento clasista en las últimas décadas. En tercer lugar
analizaremos los contenidos ideológicos y las prácticas propias de dicho
movimiento. En cuarto lugar, evaluaremos los distintos planteamientos que, a
partir de la crisis, han venido cuestionando el papel de la clase trabajadora; los
que provienen de una frustración y desencanto respecto a su potencialidad
revolucionaria, y los que por otro lado forman parte de un modelo de sustitución
del movimiento social por la acción de una organización política militarista. Por
último, señalaremos la existencia de elementos de un proceso de renovación
del enfoque clasista.

Antecedentes del Clasismo

El proletariado peruano empezó a emerger a principios de siglo en sectores


estratégicos de la producción extractivo exportadora, y con un limitado
desarrollo urbano industrial en Lima. La aparición de ese nuevo “factor
clasista”, no obstante abarca a un número reducido de la población que en su
gran mayoría seguía siendo campesina-indígena; resultó decisiva para la
historia del país.

Recordemos que la afirmación del rol de la clase obrera fue uno de los puntos
fundamentales de discrepancia de José Carlos Mariátegui con Victor Raúl Haya
de la Torre, en una etapa crucial de organización de lo que llegarían a ser las
principales opciones políticas del pueblo peruano.

Hemos visto como Haya de la Torre sostenía que, dado el escaso desarrollo
del capitalismo, el proletariado no podía perfilarse como clase dirigente y que
debía integrarse, junto con los campesinos, en un frente nacional de
trabajadores manuales e intelectuales, bajo el liderazgo de los sectores
medios.

Mariátegui, en cambio, considera decisivo el “factor clasista” introducido por la


expansión del capital imperialista en el Perú, vale decir el surgimiento de un
proletariado obrero capaz de asignar un contenido socialista a la
reinvindicación nacional de la clases explotadas del país; además, veía una

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relación entre este proletariado obrero y las masas campesinas, tanto por sus
lazos étnico culturales, como por la convergencia de sus intereses. Por ello,
asumió la tarea de impulsar una organización sindical y política de los
trabajadores, basada en el proletariado y la alianza obrero campesina. Es en
esta etapa que se constituye el Partido Socialista Peruano (luego denominado
Partido Comunista) y la Central General de Trabajadores del Perú (en 1928 y
1929).

Como señala Alberto Flores Galindo, la discrepancia esencial entre Haya y


mariátegui se refiere a la concepción de la lucha por el poder:

“Para Haya, el camino es claro: la organización, la disciplina que impone


el partido y, por encima de este, la actuación de su líder, un conductor
que reúne en su persona dos rasgos indispensables: de un lado el
conocimiento de la “ciencia revolucionaria” y de otro mesianismo y
prestigio. (…) Haya incorporaba a su discurso ciertos elementos
vertebrales del país. Pretendía estar enfrentado frontalmente contra la
sociedad oligarquica, sin saber que la estaba produciendo. Esa visión
autoritaria de la revolución no es un invento suyo, ni consecuencia de su
experiencia europea o de algún texto leninista. Por el contrario, en el
Perú existía una antigua tradición que podía remontarse a las jerarquías
coloniales o a la antigüedad del Estado en el espacio andino (…) Frente
a esta imagen jacobina de la revolución, Mariátegui contrapone la
concepción del mito: frente a la ciencia y la organización, la fe y la
voluntad colectiva. (…) El marxismo, entendido como el mito de nuestro
tiempo, equivalía a una apuesta por la revolución como acto colectivo,
como creación de las masas, como traducción de sus impulsos y sus
pasiones. Los trabajadores eran los verdaderos protagonistas (…)”
(Flores Galindo, 1988: 69).

La diferencia de concepción relevada por Flores Galindo resulta en efecto


fundamental; y se enlaza con las distintas formas de articular las clases
populares y constituirlas como bloque político. La concepción de Haya se
traduce en una movilización subordinada de los trabajadores de corte
“populista”, que implica un doble sometimiento político: al liderazgo de los
sectores medios supuestamente portadores del proyecto de afirmación
nacional, y a la dirección vertical y carismática dentro del aparato partidario. La
concepción de Mariátegui se apoya en un proceso progresivo y constante de la
organización y educación política desde las propias bases populares, que no
excluye la organización partidaria, pero busca colocar como eje de la misma a
los propios sujetos obreros y campesinos.

Estas diferentes maneras de concebir y vivir la política en el campo popular


también atraviesan las prácticas de quienes se reclaman de la opción de
Mariátegui.

Justamente, una de las razones de la temprana frustración del proyecto


mariateguista se encuentra en el tipo de dirección que Eudocio Ravines
imprimió al Partido Comunista luego de la muerte de Mariátegui (1930): en
base a consideraciones de estrategia mundial, e impuestas desde fuera por la

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III internacional, adopto un línea tácticamente insurreccionalista, bajo el
supuesto de que la revolución se encontraba “a la vuelta de la esquina”,
propiciando un estilo autoritario y burocrático de relación con las bases
partidarias. Al fracasar esta línea, y luego de una cruenta represión, la dirección
viró hacia una alianza con la derecha, mantenienodo el mismo sesgo en su
relación con las bases.

A lo anterior hay que añadir la incapacidad de la dirección política de la III


internacional y de Ravines de situar adecuadamente el rol de la clase obrera en
relación al problema nacional. Todo ello contribuyo a la casi liquidación de la
incipiente organización clasista de los obreros peruanos, dejando el espacio
libre al predominio aprista en el movimiento sindical entre los años treinta y
cincuenta.

Cabe señalar que la temprana derrota del clasismo tuvo como condición previa
el aplastamiento sangriento –requerido por el capital imperialista- de los
sectores estratégicos del proletariado: los mineros, los cañeros, y los petroleros
(masacres de Malpaso en 1930, en las haciendas azucareras, y de Talara en
1931).

El liderazgo aprista significo la incorporación de los trabajadores a un proyecto


nacional de fuerte contenido anti-oligárquico en sus orígenes, que movilizo a
grandes masas populares, apoyado en sectores medios sin base económica
propia para sustentar dicho proyecto, terminó sometiendo al movimiento
sindical a una estrategia de alianzas con el bloque oligárquico y los intereses
imperialistas.

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2. EL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO CLASISTA

a. Resurgimiento del factor clasista

La ampliación de las bases estructurales y organizativas de la clase obrera


después de la segunda guerra mundial y el viraje del Partido Aprista hacia la
derecha, crearon las condiciones para reestablecer una continuidad con el
proyecto mariateguista.

El nuevo proletariado minero, petrolero e industrial, junto con los asalariados


dependientes del estado impulsó un movimiento laboral activo que se sumó a
la creciente movilización campesina y de las masas populares urbanas. Esta
movilización campesina, de carácter sindical y popular, adquirió un mayor
dinamismo ante los efectos de la crisis de 1957-59, 1967-68 y sobre todo de
1975 en adelante. En estas coyunturas, el movimiento laboral –y especialmente
su componente obrero- se afirma como eje articulador de las movilizaciones
populares urbanas y regionales, se aleja del liderazgo aprista, adquiere mayor
autonomía clasista y se articula con los partidos de izquierda, convirtiéndose en
un nuevo actor social y político nacional. La reconstitución de la CGTP en 1968
constituye un hito importante de este proceso.

Luego del fracaso de las guerrillas foquistas de principios de los años 60, la
nueva izquierda peruana empieza a constituirse a partir de un trabajo en el
seno de las masas del campo, y de la ciudad, y especialmente en el
movimiento sindical, revalorizando el factor clasista obrero, dentro de la
perspectiva nacional de carácter democrático y popular.

2. RESURGIMIENTO DEL MOVIMIENTO CLASISTA

El clasismo de 1970

Las reformas velasquistas contribuyeron a afianzar las bases organizativas de


los trabajadores fracasando en su intento de controlarlas corporativamente. El
movimiento laboral logró afirma su autonomía e identidad clasista, proyectarla
hacia otros sectores populares y convertirse en actor importante en la escena
política del país.

El movimiento clasista de los años de 1979 aprovecho de una coyuntura


favorable. La creación de las comunidades laborales, la ley de estabilidad
laboral, el reconocimiento legal de numerosas organizaciones sindicales y la
reactivación económica al principio de la década sirvieron para consolidar el
proceso de movilización del Estado en los años anteriores. Los intentos del
régimen militar de subordinar al movimiento sindical mediante una participación
política de tipo corporativo tuvieron poco éxito, generalizando más bien fuertes

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elecciones en su contra. Propició una reacción de defensa de la “autonomía
política” de los trabajadores. Esta coyuntura sirvió para afirmar nuevos
derechos de los trabajadores.

La limitación principal del movimiento clasista de los años 1970 fue la de no


valorar el contenido democrático de sus propias luchas, de ver alimentado un
sesgo economisista y violentista en la práctica política, la radicalidad
reivindicativa ha sido confundida muchas veces con la radicalidad
revolucionaria.

Otra limitación señalada tiene relación con la aguda división de la izquierda;


división derivada más de los lineamientos internacionales que de divergencias
programáticas nacionales.

Desconcierto frente a la crisis

Las sucesivas fases de crisis y recesión económicas a partir de mediados de


los años 1970 trajeron como consecuencia el despido de miles de trabajadores;
se generalizó el temor a perder el empleo y se produjo un cierto repliegue del
movimiento sindical. Los paros y las huelgas perdieron gran parte de su
eficiencia.

Los trabajadores en su mayoría no comprendían la naturaleza de la crisis y la


consideraban una maniobra empresarial. Como señala Carmen Rosa Balbi
aparece con claridad el hecho de que como sindicato se quería ser consultado
y se hacía indispensable una información adecuada; así mismo la insistencia
de aportar criterios, ser escuchados, mostraba también que frente al cambio de
disposición de las empresas, las nuevas experiencias sindicales se hacía
imposible para el empresariado apelar a la credibilidad sin base racional. El
empresariado no aceptó de buen grado los nuevos derechos laborales y
consideraban el derecho a la información como un reclamo excesivo.

La lucha obrera popular abre el espacio político de la izquierda.

El inicio de la crisis provocó una masificación de las luchas sindicales, barriales


y regionales que desembocaron en el primer paro nacional del 19 de julio de
1977. Este paro tuvo un profundo contenido anti-dictatorial y fue decisivo para
impulsar la transferencia del poder a los civiles y de conquistar nuevos
espacios democráticos. Este paro y los siguientes expresan además la
confluencia de las luchas sociales y políticas de los sindicalizados y los
pobladores urbanos organizados en múltiples campos y niveles. El paro
nacional de 1977 fue también un momento de divergencia, parte de la izquierda
se negó a apoyarlo por considerarlo “revisionista”; este sector posteriormente
no participó en la Asamblea Constituyente, optando por el camino de la Lucha
Armada, iniciado por Sendero Luminoso en 1980 y el MRTA en 1984.

El accidentado proceso de unificación y organización de una dirección nacional


popular tuvo que vencer numerosos obstáculos para llegar a bases políticas
comunes y superar la dispersión partidaria, así como las divisiones gremiales.

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La unidad y la maduración política se plantearon como exigencias
impostergables ante la gravedad de la crisis y los efectos de la política neo-
liberal fondo-monetarista inaugurada por el Gobierno de Morales Bermúdez y
continuada por Belaunde.

El paralelismo sindical y la de coordinación política restaron fuerza a la lucha


por la reposición de los dirigentes despedidos y a importantes luchas gremiales
(metalúrgico, textiles, etc.) No obstante ello, el proceso de reunificación sindical
logró avances muy significativos en los años posteriores a nivel sectorial
(Federación Minera, Luz y Fuerza, FETIMP), y a nivel nacional. Cabe señalar
también el hecho histórico de la sindicalización de los trabajadores estatales,
reunidos en la confederación Intersectorial de Trabajadores estatales (CITE) a
partir de 1978, y la formación del Consejo Unitario Nacional Agrario (CUNA) a
raiz del primer paro agrario ocurrido en 1982. Aun subsiste sin embargo un
paralelismo entre las principales centrales campesinas.

A nivel Político, el objetivo estratégico de los principales partidos de izquierda


presentes en el movimiento obrero y popular, fue él de construir un amplio
frente de contenido democrático popular y nacional, y de ir hacia la formación
de un Partido Revolucionario de Masa, con la finalidad de dar contenido
programático a la lucha popular y constituirse en alternativa de gobierno y
poder. Este objetivo coincidió con la necesidad de acumular, en la Asamblea
Constituyente, y luego en el Parlamento y el Gobierno Municipal, y por otro
lado, articulándose con la lucha del movimiento sindical, campesino, barrial,
estudiantil, regional (los frentes de defensa), etc.

No sin contradicciones y tropiezos, la concreción de este proyecto estratégico,


enraizado históricamente en el que inicio Mariátegui hace 60 años, y
contrapuesto a la estrategia y táctica de Sendero Luminoso, logró grandes
avances en los últimos diez años. La constitución de IU (luego de la ruptura del
ARI y el triunfo electoral de Acción Popular en 1980), la elaboración de planes
de gobierno, la experiencia del Gobierno Municipal y de la lucha parlamentaria
(no obstante sus límites), el impulso de la unidad sindical y la participación en
12 paros nacionales y múltiples luchas obreras y populares (a pesar de la
guerra sucia), la culminación de la Unidad Mariateguista, y la formación de la
ANP, constituyen las principales manifestaciones de este innegable avance.

Las dos caras de la democracia

El movimiento obrero y popular jugó un rol democratizador que llevó a un


cambio de régimen político a fines de la década pasada. Sin embargo, al
restablecerse la democracia parlamentaria, la política pareció desplazarse a la
“escena oficial”. El movimiento laboral no intervino activamente en debates que
se producían en el ámbito parlamentario, a pesar de que estuvieron en juego
sus intereses (por ejemplo, la ley de estabilidad laboral). Y la IU tuvo limitada
eficacia como representación política de los trabajadores en este campo. El
espacio político abierto por el movimiento laboral-popular, en cierta medida se
le ha escapado.

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Hay una discusión importante sobre las relaciones de la clase trabajadora, así
como de la izquierda con la democracia. Para Guillermo Rochabrun:

“La izquierda no conquisto el campo de la democracia, sino que fue


capturada por éstas” (Rochabrún, 1988: 84)

¿Qué queda entonces de la experiencia de democracia que viene desde el


pueblo y de la que el clasismo forma parte?2

La Asamblea Nacional Popular es uno de los intentos por crear un referente de


política nacional que al mismo tiempo recoja la experiencia democrática de las
bases. Las dificultades para su maduración expresa los límites del movimiento
popular. Es clave el papel que puede asumir el movimiento laboral para superar
los entrampamientos. La cuestión del liderazgo de los trabajadores no puede
restringirse al derecho de la CGTP a fijar la fecha de los paros. Hay un
problema de estrategia: de cómo el movimiento laboral puede convocar a una
“concertación popular”. Las propuestas de CONADET y el rol de la CGTP
deben ser evaluados en este sentido. Solo a partir de una alianza política
popular es que es posible ir mas allá de la “democracia desde la base”.

2
Es útil toman en cuenta las reflexiones que suscita la realización de la Asamblea Nacional Popular.
Como dice Jaime Joseph:
“La crisis misma que está atravesando el país, lleva las contradicciones a sus extremos y la
racionalidad del gobierno se divorcia crecientemente de la racimad de poder. El espacio de
gobierno, la escena legal, lo municipal y parlamentario, el debate sobre programa y plan de
gobierno, parecen mas instrumentos meramente técnicos y menos instrumentos de organización
y lucha. Y por otro lado, la racionalidad de poder se distancia de la de gobierno, y tiende a
reducirse a la guerra, lo militar; la política se reduce a la lógica de confrontación. (…) Nuestra
hipótesis es que la ANP se inscribe en forma embrionaria por cierto, dentro de una lógica
articulada, y de una tensión dialéctica entre una estrategia de gobierno y de poder” (Joseph,
1988: 10).

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TEORÍA Y PRÁCTICA DEL CLASISMO

Ideología y vivencia clasista

El clasismo elaboró un discurso sindical y político, cuyos componentes


esenciales eran:

- El carácter irreconciliable de la contradicción entre trabajadores y


empresario;

- La independencia de clase de los trabajadores, la defensa de su


autonomía, frente a cualquier proyecto u organización identificada con el
sistema capitalista;

- La solidaridad de clase.

Este discurso asociaba al clasismo con el pensamiento socialista. Se citaba a


Marx: “La emancipación de los trabajadores solo podrá ser obra de ellos
mismos”.

José Carlos Mariátegui se convirtió en una referencia obligatoria para la


orientación de la práctica sindical; por ejemplo, una de las citas más
recurrentes, se refiere a su concepción del sindicato como un “frente único” de
clase:

“El Sindicato no debe exigir de sus afiliados sino la aceptación del


principio clasista. Dentro del Sindicato caben así los socialistas
reformistas como los sindicalistas, así los comunistas, como los
libertarios. El Sindicato constituye, fundamental y exclusivamente, un
órgano de clase. La praxis, la táctica, dependen de la corriente que
predomine en su seno. Y no hay por qué desconfiar del instinto de las
mayorías”. (Ideología y Política: 114)

El clasismo se vivía en una forma particular de conducir los conflictos


sindicales, en medio de los cuales se afirmaba ciertos valores centrales: ser
consecuente en la lucha, ser honesto. Emerge así una nueva generación de
dirigentes, ajenos al viejo estilo oportunista y corrompido que albergó el APRA
y sus aparatos sindicales.

Pero además la práctica de la organización incluía una atención especial a la


capacitación3, lo que permitió la proliferación de cursillos y escuelas sindicales;
y del mismo modo, a la prensa sindical. Se buscaba formar, informar y

3
Se elaboraron manuales de capacitación sindical; entre los más difundidos, señalamos los de
Jorge Del Prado, Adolfo Ciudad, Ricardo Díaz Chávez, Reynaldo Arana, la colección de
“Cuadernos Sindicales”; los principales temas tratados fueron: economía política, historia del
movimiento obrero, organización sindical, legislación laboral y pliego de reclamos, sindicalismo
clasista, sindicalismo y política, prensa sindical, oratoria. Cabe señalar también el interés por
rescatar la historia del movimiento sindical, que dio lugar a muchos trabajos como los de Carlos
Basombrío (Historia gráfica editada por TAREA) y otros.

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convocar a la participación a las mismas bases, en contraposición al estilo
burocrático, propio del sindicalismo libre.

Otra característica del clasismo fue la importancia asignada a los niveles de


coordinación; proliferaron organismos tales como el “Comité de Lucha de la
Carretera Central”, la “Coordinadora de las Avenidas Argentina – Colonial”, el
“Comité Pro-Amnistía Político-Laboral”, el “Comité de Coordinación y
Unificación Sindical Clasista”.

Encuentro entre la intelectualidad y los obreros.

El impulso del movimiento clasista no puede explicarse sin tener en cuenta la


participación de la intelectualidad de izquierda, proveniente sobre todo del
medio universitario.

La relación entre la intelectualidad y los trabajadores había cumplido un papel


fundamental en los inicios del movimiento obrero en el nacimiento de una
opción radical en el país.

La década de los 70 fue un periodo privilegiado de encuentro entre los obreros


y los intelectuales (al igual que en la década del 20, alrededor de las
Universidades Populares). Como señala Carmela Vildoso:

“El clasismo creó un espacio de comunicación entre dos sectores


sociales distintos: la intelectualidad de izquierda y la vanguardia obrera.
A pesar del origen de clase diferente, de las diferencias étnicas inclusive
y de lógicas distintas para ver la realidad y hacer política.”4

Un clima de efervescencia social, el enfrentamiento al gobierno militar con la


reivindicación de contenido democrático radical y la convicción de estar –en
esa lucha- decidiendo el curso de la revolución, marcaron la generación del
70.

“Jóvenes universitarios y jóvenes obreros por la experiencia de militancia


política se hicieron “contemporáneos” en el sentido no solo de coincidencia en
el mismo grupo etareo, sino de haberse formado al calor de las luchas,
algunas políticamente decisivas, que identifican a los primeros con los
segundos, más que con otros jóvenes de su misma procedencia. Por la
intensidad de su experiencia, mucho más sentida por la etapa de la vida de sus
protagonistas, ella se deja sentir en los distintos caminos que tomen
posteriormente.”5

4
Vildoso, Una clasista del mito del progreso, EDAPROSPO, Lima, 1987, p.2.
5
Vildoso, Un cierto sentido común del clasismo. EDAPROSPO, Lima, 1988, p.3.

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La afirmación del trabajador como portador de derechos.

Frecuentemente, se ha identificado al clasismo con el “radicalismo”; sin


embargo, como señala Carmen Rosa Balbi, este resulta ser el medio para
sostener y construir una identidad más profunda, definida en la lucha por los
derechos.

La organización sindical es el lugar donde se encuentran aquellos que se


reconocen unidos por una similar condición de productores de riquezas,
explotados y oprimidos. En una etapa en que la dominación oligárquica había
entrado hacía tiempo en crisis, la fábrica seguía siendo administrada como la
antigua hacienda; los trabajadores reivindicaron derechos y con ellos su propia
dignidad humana.

En las tareas de formación del sindicato, de defensa y consolidación de éste


bajo una orientación clasista, se logró transformar las relaciones al interior del
centro laboral. Los trabajadores se afirmaron no sólo frente a los empresarios,
sino frente al propio Estado, avanzando en la conquista de su ciudadanía.

La práctica de la democracia como igualdad de derechos.

El clasismo se opuso a un estilo empresarial que recurría al clientelismo y la


discriminación para mantener, dividir y dominar a los trabajadores. Logró
progresivamente, de manera parcial y desigual pero significativa, una serie de
“pequeñas conquistas”: aumento de salariaos sobre la base de criterios más
igualitarios; establecimiento de un jornal básico para el trabajador destajero;
modificación de las relaciones entre trabajador y supervisor, eliminando los
rasgos de despotismo; facilidades para que el trabajador pueda atender a su
esposa en caso de parto; etc.6. Pero no sólo conquistó un poco más de
igualdad entre los trabajadores; al alcanzar una normatividad que cautelaba los
derechos de los trabajadores, se restringía consiguientemente el poder de los
empresarios, y se lograba una relación en algo menos desigual entre
empresarios y trabajadores. Esto no hubiera sido igualmente posible sin la
estabilidad que otorgaba la Ley promulgada por el gobierno de Velasco, vigente
hasta 1978. Es significativo que tal “estabilidad laboral” se haya convertido
desde entonces, en la reivindicación más intransigente del movimiento sindical,
ante la oposición, no menos intransigente de los empresarios.

Posteriormente, con la crisis y la pauperización de los sectores medios, los


métodos de lucha propios de la clase obrera fueron adoptados por estos
sectores (como los trabajadores de la administración pública). Así, en el terreno
común de la organización y movilización sindicales, se ha ampliado el campo
de los “iguales”.

6
Ver Balbi, Identidad clasista en el sindicalismo. Su impacto en las fábricas. DESCO, Lima,
1989.

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Clasismo y todas las sangres.

Algunos estudios7 han puesto de manifiesto que la organización del sindicato


también contribuyó a corregir o atenuar tradicionales prejuicios que dividían a
serranos y criollos, y a crear lazos de solidaridad entre ellos, poniendo por
delante su condición común de trabajadores.

La relación entre el factor étnico y el de clase había sido ya planteada por


Mariátegui:

“Solo el movimiento revolucionario clasista de las masas indígenas


explotadas podrá permitirles dar un sentido real a la liberación de su
raza, de la explotación, favoreciendo las posibilidades de su
autodeterminación política.”8

Y agregaba:

“Para la progresiva educación ideológica de las masas indígenas, la


vanguardia obrera dispone de aquellos militantes de raza india que en
las minas o en los centros urbanos, particularmente en los últimos,
entran en contacto con el movimiento sindical, se asimilan a sus
principios y se capacitan para jugar un rol en la emancipación de su
raza. Es frecuente que obreros procedentes del medio indígena,
regresen temporal o definitivamente a éste. El idioma les permite cumplir
una misión de instructores de sus hermanos de raza y de clase. Los
indios campesinos no entenderán de veras sino a individuos de su seno,
que les hablen en su propio idioma. Del blanco, del mestizo,
desconfiarán siempre. Y del blanco y del mestizo a su vez, muy
difícilmente se impondrán el difícil trabajo de llegar al medio indígena y
de llevar a él la propaganda indígena.”9

Lo nuevo en la novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo” (1969), no es solo


la presencia y el encuentro de cholos, blancos, zambos, chinos, gringos –“de
todas las sangres”- sino de las migraciones y el explosivo desarrollo urbano e
industrial, esas identidades dejan de ser fronteras infranqueables, y se pone
por delante la condición común de trabajador y de pobre10.

Se ha producido una igualación en la pobreza compartida y en la solidaridad


que se gesta en la lucha por enfrentarla. Como expresa uno de los personajes
de la novela:

“Aquí en Chimbote, la mayor parte gente barriadas nos hemos, más o


menos, igualado últimos años estos; nos hemos igualado en la miseria
miserableza que será más pesadazo en sus apariencias, padre, que en
las alturas sierra, porque aquí está reunido la gente desabandonada del

7
Ver Parodi, Ser obrero es algo relativo. Obreros, clasismo y política. IEP, Lima, 1986.
8
“El problema de las razas en América Latina” en Ideología y Política, p. 81.
9
Op. Cit., p. 83.
10
Ver Nuggent, Instituto Bartolomé de las Casas, Lima, 1988.

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Dios y mismo de la tierra, porque ya nadies es de ninguna parte – pueblo
en barriadas de Chimbote. (…) Poca ayuda habrá entre vecinos, y más
bien hasta se roban; por desventura, se pelean su poco; pero desprecio
mismo no hay, cuando llega el oportunidad de fuerza, levantamos uno a
otro, como yo a me compadre y sobrinos.” (op. cit. 268)

Partido, dirigentes y bases.

A través del clasismo, se configuró un sistema de legitimidades entre bases y


dirigentes y entre éstos y los partidos. Las bases apoyaban y seguían a los
dirigentes a cambio de que éstos los defendieran y conquistaran mejoras. Los
partidos asesoraban y promovían a los dirigentes, esperando ganar el control
de los sindicatos para orientarlos dentro de su estrategia. Para los dirigentes
obreros, la militancia les permitía una socialización política útil para enfrentarse
al Estado y negociar con él.

El funcionamiento eficaz de este sistema durante la década del 70 llevó


eventualmente a confundir los planos de adhesión de parte de las bases. Se
pensó que se identificaban con una estrategia socialista, cuando sus
expectativas estaban en el nivel de las conquistas laborales.

La radicalidad.

El radicalismo constituye una especie de sentido común de la masa que siente


la necesidad de luchar para defenderse ante el autoritarismo patronal y la
agresión económica del gobierno. Tiene que ver, asimismo, con la debilidad de
los mecanismos de presión puramente económicos y legales.

Es propio de los dirigentes clasistas experimentados el dominar la relación


entre negociación y confrontación como aspectos complementarios11. Cuando
se pierde esta capacidad y se carece de una propuesta de términos de
negociación, el radicalismo deja de ser un medio y se convierte en un factor de
presión sobre la propia dirección sindical. La confusión entre radicalidad
reivindicativa y radicalidad revolucionaria suele llevar a perder de vista el
camino hacia la solución concreta de los conflictos, extremándolos hasta el
punto de poner en riesgo a la propia organización.

En los debates al interior del movimiento sindical clasista, se ha ido


cuestionando el “economicismo radical”, oponiéndole un nuevo tipo de
“radicalidad”, que apunta a ligar la lucha por las reivindicaciones inmediatas

11
Este es tema que había sido tratado por James Payne, en relación a la práctica del
sindicalismo bajo la conducción aprista, en un importante estudio sobre la relación entre
movimiento laboral y política durante el segundo gobierno de Manuel Prado (1956 – 61). Payne
habla de “negociación política” y de “democracia por la violencia” (Payne, Labor and politics in
Perú. The system of political bargaining, Yale University Pres, 1965).

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
con la lucha por objetivos más mediatos a nivel de la gestión empresarial, del
desarrollo sectorial y regional, y de las políticas nacionales.

Del “estatismo” al “autogobierno de masas”

Si la izquierda y el movimiento laboral no pudieron dar alternativas concretas


frente a las crisis del 77-78 y del 83-84, ello se explica por una concepción
entonces muy arraigada sobre el papel de la clase obrera en el proceso de la
revolución. Según ésta, en una sociedad socialista, la clase obrera sería la
fuerza dirigente en la medida que, a través de su representación política –el
partido- tendría el control del estado y del gobierno. Implícitamente, el rol de los
trabajadores al interior de la sociedad actual, un rol ligado a la ejecución, y no a
la dirección y control del proceso productivo. Una concepción estatizante del
socialismo se encontraba en el fondo.

Cuando desde algunos sindicatos se empieza a enfrentar la crisis, asumiendo


una actitud distinta a la de simples asalariados (equivalente a ser la “oposición”
dentro de la fábrica) y se empieza a desarrollar propuestas inscritas en una
“moral de productor”; ello coincide con otro proceso a nivel de la izquierda: el
cuestionamiento a las experiencias de construcción del socialismo en el
mundo, de replanteamiento de la imagen de la sociedad alternativa en términos
de “autogobierno de masas”. Mas aún, se afirma que ésta es una propuesta
que tiene, desde ahora, espacio –aunque parciales- de realización.

El plan de gobierno de Izquierda Unida (1985), se propone “democratizar el


Estado” y avanzar en forjar un “auto-gobierno” del pueblo, define como una de
sus políticas:

“Reconocimiento de las facultades de auto-gobierno de las


organizaciones sociales donde éstas tengan la capacidad de
efectivizarlo en actividades de producción, de servicio o en otros ámbitos
de la vida social”.

Así como el clasismo se alimentó del encuentro entre vanguardia obrera-


popular e intelectualidad revolucionaria, la perspectiva de renovación del
clasismo supone también la renovación de la izquierda y su concepción del
socialismo.

LOS CUESTIONAMIENTOS

El encuentro entre los partidarios de izquierda y la vanguardia sindical clasista


permitió la difusión del marxismo como horizonte ideológico. La expectativa y la
apuesta por una transformación revolucionaria de la sociedad estaba basada
en el supuesto de una “clase obrea al frente del pueblo combatiente”; se
afirmaba el rol dirigente del proletariado y el papel central de la alianza obrero
campesina.

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
Sin embargo el periodo no culminó con la esperada transformación
revolucionaria, sin ocon la instalación de la democracia parlamentaria, Por otro
lado, con la recesión de 1977-78, y luego con la de 1983-84, el sector obrero se
debilita, mientras que otros sectores del moviiento popular adquieren mayor
dinamismo. Surgen entonces diversas respuestas que expresan los problemas
para replantear la cuestión de la “centralidad obrera”, en un nuevo y mas
complejo contexto.

La tesis de la derrota.

La crisis que atraviesa el país, y sus consecuencias sociales y política ha


cuetionado los esquemas referidos al movimiento obrero de varios sectores de
la intelectualidad ligados a la izquierda. Este cuestionamiento tiene su
expreción en la tesis de la derrota del movimiento obrero-popular y de la
perdida de centralidad de la clase obrera (o de su papel “dirigente”, exp´resada
en la frustación de las expectativas pre-revolucionarias de la izquierda y en el
debilitamiento del sindicalismo industrial clasista, luego del paro nacional de
1977.

Anibal Quijano, refiriendose a América Latina, escribe:

“La democracia en América Latina, como tema hoy predominante, es


ciertamente el resultado de la crisis, porque hemos sido derrotados
repetidas veces durante la década del 70, en particular en su segunda
mitad. Como recordamos, emergieron muchos movimientos populares,
algunos de ellos sumamente fuertes y que parecián potencialmente muy
grandes; Colombia en 1977, y los dos paros nacionales siguientes;
Ecuador en los mismos años, y los tres paros nacionales, aparte de
decenas de paros regionales. Los nuevos movimientos del campesinado
y del proletariado en Bolivia; el comienzo de la resistencia popular en
Argentina que fue contestada con la Guerra de las Malvinas; los grandes
movimientos huelguísticos de los trabajadores de la ABC, una de cuyas
consecuencias fue, por ejemplo, el PT en el Brasil, un producto
definitivamente nuevo que no existía en América Latina desde 1930 en
adelante. Todos estos movimientos han sido derrotados de diferente
manera, pero no han sido aniquilados, como fue por ejemplo, destruido
el movimiento popular en Chile, bajo Pinochet, durante largos años, el
que fue aplastado, aniquilado. Esto no ha ocurrido en el ro de los paises
., Pero estos movimientos, cuya envrgadura permitía que se apuntara a
otra cosa, fuereon contenidos y dispersaods. No es verdad?... No es
verdad que hace diez, quince años atrás, gran parte de nosotros
esperábamos que en esta crisis se diera una polarización social y
política? Si, y comenzo a darse. No puedo afirmar que no la hubo. Pero
fuimos derrotados” (Revista Davis y Goliat. N° 49, Julio de 1986).

Para el caso peruano, quienes hablan de derrota, la vinculan generalmente con


el hecho que gran parte de la izquierda ligada al movimiento obrero-popular
clasista participó en las elecciones de 1978 y 1980, convocados por el régimen
militar para la Asamblea Consituyente y la transferencia del poder a los civiles;
consideran que la crisis y el auge de las masas abrían una situación

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
revolucionaria, y que la participación de la izquierda en la escena oficial hizo el
juego de las clases dominantes interesadas en restablecer un régimen
democrático liberal. Se habría abandonado el camino revolucionario de la clase
obrera y del pueblo.

Así planteada, la tesis de la derrota del movimiento obrero popular subestima la


proyección política que alcanzó la izquierda a nivel nacional, así como los
importantes avances producidos en el terreno de la organización y unidad
gremial y política del campo obrero y popular (reunificación de importantes
federaciones sindicales paralelas; consolidación de la CGTP; organización de
los trabajadores estatales; proceso de conformación de un Frente Político;
organización de una Asamblea Nacional Popular). Asimismo, no valora el
mayor ámbito social en el cual repercute la orientación municipal, luchas
regionales, etc. y el mayor contenido programático que adquiere el movimiento
laboral y popular, como consecuencia de la proyección política nacional de la
izquierda.

En general, la tesis de la derrota niega la continuidad del proceso de


acumulación de fuerzas del bloque popular peruano. Se queda en la frustración
de una expectativa equivocada.

En general, la tesis de la derrota niega la continuidad del proceso de


acumulación de fuerza del bloque popular peruano. Se queda en la frustración
de una expectativa equivocada.

Este enfoque radical frustrado lleva a dos consecuencias prácticas: por una
parte, el repliegue y dispersión de la militancia obrera y/o intelectual ligada al
movimiento clasista de los años 70; por otra parte, el desarrollo de un discurso
apocalíptico, de tipo más intelectual que práctico, que resulta avalando las
opciones de Sendero y el MRTA.

Cuestionamiento de la Centralidad Obrera

Otra manera de enfocar la derrota clasista es la de plantear la pérdida de


centralidad de la clase obrera.

De acuerdo a este planteamiento, la crisis ha socavado estructuralmente las


bases principales del sindicalismo clasista –los trabajadores asalariados y el
proletariado industrial en partícula-, desdibujando la condición obrera y su perfil
de clase. El movimiento clasista habría sido incapaz de reconocer este
debilitamiento, enfrascandose en una lucha radical sin perspectiva.

Este análisis se entronca con la vieja tesis de Haya de la Torre sobre la


debilidad de la clase obrera en el país que ha servido de argumento para
colocar al proletariado como un sector de apoyo a la clase media y la gurquesía
nacional dentro de un esquema de alianzas políticas.

Jorge Parodi, en su libro “Ser obrero es algo relativo” (1986), ha mostrado –


tomando de una fábrica metalúrgica- que para un sector de la clase obrera, el

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______________________________________________________VII Parte: Enfoques
trabajo en la fábrica era visto solo como un escalón transitorio dentro de un
proyecto de vida dirigido a independizarse. Lo que sumado al efecto de la
recesión, hace que la condición obrera pierda atractivo.

Si bien es importante reconocer que los trabajadores participan de un intenso


proceso de movilidad social, ello no ha impedido la acumulación histórica de
una experiencia de clase. Más aún, el entrelazamiento y la alternancia de la
condición obrera con otras modalidades laborales, también ha contribuido a la
difusión del clasismo en el conjunto del movimiento popular.

Un enfoque unilateral al respecto lleva a Jorge Nieto a una conclusión


apresurada:
“Asistimos aun proceso en el cual las mejores energías sociales de una
clase se ven mermadas “a presión”, al desmoronamiento de un sujeto
social que la década de los 70 se había perfilado como uno de los
actores más dinámicos de la lucha social” (Nieto, 1986: 52).

La tesis de la perdida de centralidad del movimiento sindical parte de un


modelo de clase trabajadora que corresponde a un capitalismo insdustrial
desarrollado que nunca ha existido en el Perú, y que se encuentra en pleno
proceso de reconversión en terreno sindical del proletariado industrial limeño,
no toma en cuenta al os otros sectores y desplaza del terreno sindical a otras
expresiones del movimiento popular, pero sin establecer el nexo existente entre
las relaciones de producción y de reproducción.

Este enfoque tiende a promover un protagonismo popular diverso, a relegar a


un segundo plano el trabajo político en el seno de las organizaciones obreras, y
a restringir la estrategia sindical a una labor de concertación con el Estado y los
empresarios.

El desencanto

“Los partidos no atienden como antes al movimiento obrero”. Esta es una


apreciación más o menos difundida, aunque con distantas interpretaciones.
Una de ellas es la que recoge Fernando Rospigliosi:

“El eje de atención de los partidos se ha desplazado a los barrios, a los


municipios (y al parlamento). La razón sería la más evidente: las
elecciones se definen en los distritos, los votantes son ciudadanos, no
importa su categoría ocupacional” (Rospigliosi, 1988).

Rospigliosi constata que los jóvenes obreros ya no militan como antes; las
razones para ello serían, de un lado y principalmente, la inserción de izquierda
en la democracia, con el consiguiente desencantamiento de los mitos
revolucionarios, y por otro, los efectos de la crisis económica, especialmente en
relación a la inestabilidad laboral.

Esta interpretación deja de lado aspectos importantes.

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Antología Denis Sulmont
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a. El impacto de la recesión y limitaciones de la izquierda.

Si hay cuestionamiento de viejos esquemas que sustentaron a la izquierda de


los setenta, es un problema general para esta, y no específico de la relación
izquierda-juventud obrera. ¿Cómo explicarse que en el mismo periodo en otros
sectores del movimiento popular se produjeran nuevas experiencias de
militancia (por ejemplo en el movimiento femenino barrial).

La militancia partidaria surge como necesaria para la vanguardia popular


cuando ella le aporta algo adicional a su dinámica de participación en la
organización popular; cuando ella le permite ampliar su horizonte, superando
un ámbito limitado para ganar en articulación con otros sectores o en
formulación de alternativas mas eficaces y de mayor alcance.

Para el movimiento obrero, el condicionamiento principal ha sido el de la


recesión. Ella ha dificultado que amplios sectores de la juventud pasen a ser
estables y se desarrllen en el terreno sindical. Pero además, la recesión fue el
techo con el que se encontraron los partidos de izquierda para seguir “dando
línea” al movimiento sindical. Sin una maduración de alternativas programáticas
frente a la crisis recesiva, los partidos ya no tenían que aportar a dirigentes ya
formados para la lucha reivindicativa.

b. Cuestionamiento de los mitos

La experiencia de los años 80 ha ido propiciando el surgimiento de nuevos


mitos, asociados a una búsqueda de renovación democrática del socialismo, y
de afirmación “mariateguista”. Lo que se expresa en la propuesta lanzada en la
CONADET: “Los trabajadores: prepararse para gobernar”, que encuentra su
sentido pleno como parte de la lucha por el “auto-gobierno” y el poder.

Esta misma formulación es recogida en el encuetro entre la vanguardia popular


y los partidos de izquierda que se produjo en la ANP. Son estos espacios de
articulación popular y nuevas propuestas programáticas –hoy en proceso de
maduración, dificultoso pero real- los que constituyen el “plus” que los partidos
pueden aportar a la militantes izquierdistas del movimiento sindical y popular.

Por otro lado, el balance que Rospigliosi hace del “leninismo” resulta
superficial. Obvia el hecho de que la experiencia de la izquierda en la sociedad,
así como la del propio movimiento popular, es al mismo tiempo de integración y
ruptura. Al presentar a una izquierda políticamente asimilada por el sistema,
caer en la versión senderista de concebir toda participación como sinónimo de
cooptación.

Obvia la búsqueda de democratización al interior de los partidos, presente en el


debate sobre “partido revolucionario de masas”, desconoce el hecho de que
hay una militancia más laxa, pero mucho más amplia que en los años 70. Y
deja de lado el esfuerzo por unir militancia y vida cotidiana.

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
Rospigliosi concluye en un balance sobre la izquierda según el cual ésta se
encuentra atrapada entre la adaptación al sistema y una ideología llena de
mala conciencia por el alejamiento práctico respecto de sus antiguos mitos
revolucionarios. Este abandono de los mitos, que ciertamente atravieza a parte
de la izquierda, es característico de un sector de la intelectualidad antes
comprometido con ella. Para otra parte de la izquierda que busca renovarse, la
crisis de alternativas –incluso éticas- que hay en nuestra sociedad, resulta un
reto en la construcción de un nuevo mito, el del “auto-gobierno”, asociado, en el
movimiento de los trabajadores, a la perspectiva de afirmar una “moral de
productor”.

d. Sendero Luminoso: El pez que se toma el agua.

Un elemento importante del movimieto político al interior del movimiento


laboral, lo constituye el papel que desempeñan las organizaciones alzadas en
armas. La presencia de estas organizaciones en los sindicatos y las
movilizaciones obreras es relativamente retringida, pero se manifiesta de
manera más activa en la actualidad. Se expresa a través del movimiento de
trabajadores Clasistas (MOTC) en el caso de Sendero Luminoso, y de manera
mas indirecta, a través de UDP-Pueblo en Marcha en el caso del MRTA.

Sendero Luminoso básicamente en los sectores pauperizados de la sociedad


rural provinciana y de la juventud popular urbana, es decir capas sociales que
se insurgen contra una tradición de opresión y discriminación semi-feudal, y
contra una situación de marginación en el mercado de trabajo y en la sociedad.
Para SL, el eje de la lucha se encuetra en las contradicciones existentes entre
campo-ciudad, cierra-costa y provincia-Lima. De allí que su estrategia es la de
desencadenar una guerra popular del campo hacia la ciudad.

El esquema senderista pone el énfasis en el carácter atrasado del capitalismo


en el país (tesis del capitalismo burocrático), exacerbado por la crisis actual.
Este esquema recoge un aspecto importante de la realidad nacional, pero es
unilateral y desconoce el papel preponderante que siguen desempeñando las
relaciones capitalistas de producción, en medio del sub-desarrollo y de la crisis.

Sendero Luminoso tiene una concepción militarista de la política y considera a


los trabajadores y al pueblo en general como “masas”, cuyo papel es reconocer
a su vanguardia y adherirse forzosamente a la guerra que desarrollan. Sendero
Afirma estar “construyendo poder” en el campo, en medio de la guerra. Estas
serían el escenario de sus acciones militares, al mismo tiempo que de lucha
económica de los sindicatos; en este esquema, los trabajadores no existen
como actores políticos.

No obstante reconocer dogmáticamente a la clase obrera como clase dirigente


de la revolución, SL no le da importancia como actor político. La guerra popular
sigue una lógica distinta a la de las clases y del movimiento social.

Al no articularse como movimientos populares organizados en la lucha de


clases, tanto en el campo como en la ciudad, los sectores pauperizados que

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
moviliza SL solo encuentran su cohesión y fuerza en el uso de la violencia, con
una fuerte dosos de mito.

La confrontación armada se convierte así para Sendero como único terreno de


acumulación de fuerza en el periódo actual. No le interesa el contenido social y
político de las luchas laborales y sus alcances democráticos y programáticos,
sino la agitación reinvindicativa que sirva de elemento táctico de provocación y
ruptura para la confrontación violenta. Toda lucha que se desenvuelve en otros
terrenos de acumulación de fuerza es calificada de reformista, revisionista,
traidora, etc. El histórico paro nacional de 1977 y las mayorías de las grandes
movilizaciones que han ensanchado el campo político popular en la úlitma
década se han hecho merecedores de estos calificativos.

La iniciativa de confrontación armada de SL constituye un factor propicio a la


militarización y la guerra sucia que las clases dominantes usan contra el
movimiento popular organizado.

Otro aspecto del enfoque senderista derivado de su concepción unilateral del


atraso del capitalismo, es que no toma en cuenta la interacción dialéctica que
existe entre el desarrollo de las fuerzas de producción y las relaciones sociales
de producción, y no la lucha desde adentro de las relaciones sociales que
atravieza. Por ello que la violencia senderista no solo liquida vida, sino también
destruye medios de trabajo (torres, puentes, instalaciones insdustriales, etc.)
sin ofrecer alternativas populares de desarrollo, ni perspectivas socialista
alguna.

Lo anterior explica las dificultaddes de Sendero Luminoso para desarrollarse en


el movimiento sindical, no obstante su interés en penetrarlo y usarlo como
medio de agitación y base de apoyo de acuerdo a su logística político-militar.
Su labor en los sindicatos recurre a la amenaza y el temor y resulta anti-
democrática y liquedadora.

El reciente viraje táctico del SL apuntando a tener una mayor presencia en los
sindicatos y gremios populares puede significar el reconocimiento del fracaso
de una estrategia basada exclusivamente en la guerra, aunque la lógica militar
continúa prevaleciendo.

Según las recientes declaraciones de Abimael Guzman:

“…tenemos que decir la necesidad que tenemos de coadyuvar a que


tomen cada vez más conciencia de clase, que se vivan como lo que son,
como una clase obrera o como pueblo, con interés opuesto, antagónico
a los explotadores, que sientan claramente el poder que tienen cuando
con una huelga para la producción y entiendan y sientan y lleven
adelante la huelga como una Escuela de Guerra, como una Escuela de
Comunismo, y que sigan desenvolviendo sus huelgas como una forma
principal de lucha en el campo económico, porque lo es, pero que en las
circunstancias actuales tienen que estar indeligablemente ligadas a la
conquista del poder, así pues, unámos la lucha por la reinvindicación con

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
la guerra popular, por la conquista del poder…” (Entrevista publicada en
El Diario agosto de 1988).

En el caso del MRTA, cuyas acciones armadas compiten con las de SL,
responde a un proyecto político-militar diferente, pero en la práctica,
desemboca en la misma espiral de violencia destructora del movimiento
popular, y contraria a la proyección política de la clase trabajadora.

A diferencia de SL, el origen del MRTA es más urbano, proyectándose en el


campo mediante acciones guerrilleras. Desarrolla una labor político-gremial en
algunos sindicatos y federaciones buscando promover la radicalidad
reivindicativa de las luchas inmediatas de los trabajadores; apoyo y tuvo
presencia en la ANP. Trata de unir la lucha sindical a una estrategia de poder
por la vía de extremar las huelgas y conflictos, pero ello solo acarrea un
desgaste del movimiento sindical, y crea un clima propicio para la represión. La
estrategia de poder resulta totalmente divorciada de la de gobierno y de poder
popular. Por ello, la directiva sindical de UDP-Pueblo en Marcha tiene un
discurso muy radical, pero en la práctica cae en un economicismo radical y
oportunismo político de los caudillos.

Tanto el SL como el MRTA buscan aprovechar el desamparo de los jóvenes


trabajadores que no acceden a la estabilidad laboral y la debilidad de los
sindicatos ante alas ofensivas patronales Capitalizan también la relativa
desatención del terreno laboral por parte de IU. Su acción contribuye a
agudizar la dispersión de la clase obrera.

Al igual que los senderistas, los militantes del MRTA realizan sus acciones
armadas a nombre del pueblo. Pero, luego de su intervención, se retiran y
dejan al pueblo desarmado frente a la represión que se abate sobre sus
dirigentes y organizaciones. El ideal de los comandos y columnas guerrilleras
de acuerdo a la conocida cita de Mao Tse-Tung ha sido siempre el
desenvolverse en el seno del pueblo “como peces en el agua” pero, en este
caso, estas organizaciones militaristas, debilitando la organización popular son
como peces que se toman el agua.

5. EL CLASISMO EN PROCESO DE RENOVACIÓN

A pesar de los distintos cuestionamientos el movimiento laboral responde a la


crisis actual ensayando nuevos caminos.

Se trata de potenciar la capacidad de acción colectiva de las organizaciones


laborales. Así se ha entendido la lucha por el derecho a la negociación de
pliegos únicos a nivel de rama de actividad –como el de Tejidos La Unión-.

Al mismo tiempo, se está incursionando en el campo de las políticas de gestión


emprsarial, concertando acciones entre sindicatos y comunidades laborales. De
esta manera, ha sido posible defender complejos industriales como CUVISA,
MORAVECO Y SIDERPERU.

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
Ante situaciones de pérdida reiterada de utilidades por parte de algunas
empresas, como es el caso de CENTROMIN, se ha empezado a proponer la
cogestión. Este tema también es levantado por los trabajadores de algunas
empresas públicas de derecho privado, cuya venta está siendo planteada por el
Estado.

El movimiento laboral se está abriendo a una problemática más amplia,


incluyendo aspectos tales como renovación tecnológica, inversiones,
racionalización productiva, higiene y seguridad ocupacional, etc. especialmente
en las empresas estatales.

A nivel nacional, ha sido sumamente significativa la realización de las sesiones


de la Confederación Nacional de Trabajadores y el contenido de los debates
sobre temas de alcance nacional. No es casual que la CONADET adotara
como lema la siguiente frase de Mariátegui:

“Un proletariado sin más ideal que la reducción de las horas de trabajo y
el aumento de los centavos de salario, no será nunca capaz de una gran
empresa histórica”.

Todos esos son síntomas de renovación y parte de un proceso aún desigual e


incipiente, pero que se hace sentir dentro y fuera del movimiento laboral y que
permite colocar sobre nuevas bases la discusión en torno a la centralidad
obrera.

El debate sobre el papel dirigente de los trabajadores no puede ser abordado


como una cuestión de principios. Tiene que ver con la relación que es posible
construir entre clase trabajadora y proyecto nacional.

El peso numérico de los asalariados dentro de la PEA ha disminuido; no


obstante, la mayor parte del PBI se sigue produciendo desde las ramas de la
economía donde están presentes los trabajadores organizados. Estos tendrían
la posibilidad de incidir en la orientación de la inversión, en la organización de
la producción y en el destino de las utilidades; y esta capacidad de producción
y de distribución. En este campo, su papel es decisivo.

En una concepción de la inversión, en la organización de la producción y en


destino de las utilidades; y esta capacidad puede ser aprovechada para
participar en una política nacional de producción y de distribución. En este
campo, su papel es decisivo.

En una concepción de socialismo basado en el auto-gobierno del pueblo, la


tarea de reestructurar la industria no puede recaer sólo en un equipo de
especialistas. Es a los trabajadores organizados a quines les tocaría asumir
directa y prácticamente esta responsabilidad a nivel de cada empresa, a nivel
sectorial, regional y nacional. En esta idea, hay una coincidencia entre la
propuesta de programa elaborado por Izquierda Unida y CONADET.

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Antología Denis Sulmont
______________________________________________________VII Parte: Enfoques
El aporte de los trabajadores a construir un proyecto nacional y popular no solo
cabe en el terreno económico. Hay múltiples dimensiones que es posible
incorporar.

En la década de los 70, bajo la influencia de la teoría de la dependencia, se


pensaba el conflicto de clases como un campo marcado por dos polos: el
proletariado y el capital imperialista: en un esquema dentro del cual, el conjunto
de relaciones de producción no capitalistas desaparecerían al consolidarse el
capitalismo. En la década de los 80, “nunca tan cerca arremetió lo lejos” y este
lejos que se ha vuelto amenazante y cerco es Ayacucho, es la tragedia de
hondas raíces que está expresándose en la guerra sucia. La presencia de los
andinos en el Perú se ha vuelto clave en los estudios actuales: tanto para
resaltar su inserción urbana en una perspectiva de progreso, como en relación
al problema de la violencia.

En las ciencias sociales, se expresan así momentos en los cuales se ha


prestado atención sea a la relación del país con la economía mundial, sea a los
conflictos más profundos; falta sin embargo una mirada que intente una
síntesis.

Socialmente, hay una clase que puede cumplir el papel de bisagra entre ambos
focos de conflictos, que no están tampoco desarticulados. Los trabajadores
organizados, están en el nudo de está tensión que va desde los centros más
avanzados del capitalismo hasta Ayacucho y las zonas de emergencia.

El compromiso de los trabajadores organizados con una propuesta de


reestructuración de la economía apunta simultáneamente a cuestionar la
división internacional de trabajo y a defender la vida de la población, a hacer
viable una política de “paz con justicia social”. Supone una articulación sindical
–popular interna y una articulación de la solidaridad internacional de los
trabajadores. Es en el cumplimiento de este papel que el movimiento laboral es
irreemplazable.

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