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juego.188
Resumo: Aqui o autor mostra que há elementos autoritários (exclusão
ou limitação para oposições, ou restrição institucional) e democráticos
(extensão da particpação social, ampliação do sistema político)
presentes no populismo. Assim dizer se tal ou qual experiência foi
democrática ou autoritária depende muito do referencial do
observador.
j digmas de democracia: liberal ortodoxo, radical y conservador. Medina Echavarría, op. cit.,
p. 90, es honesto cuando reconoce que su comentario sobre el populismo ”sólo tiene validez para el creyente o partidario de
la democracia liberal”.
189 Por ejemplo. ClyveThomas. Dependence and Trans/ormaíion, Nueva York. Monthly Review Press, 1974; Jay E.
Mandle, ”Problems of the Noncapitalist Path of Developrneni in Guyana and Jamaica”, en Polines and Society, núm. 7,
1977; J.T. Byres, ”Of Neo-Popuüst Pipe Dreams: Daedalus in the Third World and the Myth of Urban Bias”, en Journal or
Peasant Studies, núm. 9. 1979. Tetteh A. Kofy, ”Prospects and Problems of the Transition írom Agrarianism to Socialism:
The Case of Angola. Guinea-Bissau and Mozambique”, en World Deueíopment, núm. 9, 1981; Fitzroy Ambursley, ”Jamaica-
. The Demise of ’Democratic Socialism’”, en Neui Le/t Review, núm. 128, julio-agosto de 1981; George Kitching,
Deueíopment and Underdeuelopment in Histórica! Perspective, Londres, Metheum, 1982; Lars Rudebeck, Problems de
pouvoir populaire et de deuefoppment, Uppsala, Scandinavian Institute of African Studies, 1982; Frank Ellis, ”Relative
Agricultural Pnces and the Urban Bias Model: A Comparative Analysis of Tanzania and Fidji”, en Journal of Deueíoping
Studies, núm. 20, abril de 1984; Peter Nolan y Cordón White, ”Urban Bias, Rural Bias or State Bias? Urban-Rural Relations
in Post-Revolutionary China”, en Journal oí Deueíoping Studies, núm. 20, abril de 1984; Jim Scott, ”Socialism and Small
Property or Two Cheers for the Petty Bourgeoisie”, en Peasanf Síudies, núm. 12, primavera de 1985; Hooshang
Amiradmadi, ”The Non-Capitalist Way of Development”, en Radical Review of Política/ Economícs, núm. 19. primavera de
1987; C.M. Vilas. ”El populismo...”, op. cit., etcétera. - - -
i 99
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y de una estrategia política de unidad nacional que coloca en primer plano el
enfrentamiento a los enemigos externos, y liderazgos fuertemente personalizados.
100
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ã !9° Véase, sobre todo, G. Germani. Política y sociedad..., op. cif.-, Democracia repre-
3 seníatrua..., op. cií..y Juan Felipe Leal, ”Gino Germani y TorcuatoS. Di Telia. Dos enfoques
1 191 Con el recurso a esta imagen de las asincronías, Germani evade las distorsiones ínhe-
• rentes al concepto del dualismo estructural, tal como fue formulado por Jacques Lambert,
• taires de France, 1963, y de hecho se aproxima al concepto de ”heterogeneidad estructural” I elaborado por
el pensamiento de la CEPAL y, en particular, por Aníbal Pinto, Inflación: raíI ees estructurales, México, FCE,
1973, pp. 38-140.
I 101
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tación con el sistema politice y con el orden socioeconómico. Los movimientos nacional-
populares aparecen cuando el grado de movilización rebasa ia capacidad de los
mecanismos de integración. Los partidos existentes no ofrecen perspectivas a las masas,
pues aparecen ante éstas como comprometidos con el régimen; se origina entonces una
.. .verdadera situación anómica para estos grupos, cuya ”disponibilidad” puede dar origen a
movimientos nuevos, dirigidos por élites dotadas de la flexibilidad necesaria para utilizarlas, o
cuyas aspiraciones coinciden con las de estos movimientos.192
102
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,^-i que son precisamente las personas que acaban de abandonar el pat-
efectivo.193
minorías”.
-53 , tarismo. pero no hay que olvidar que éste limita, sobre todo, los dere-
i chos individuales de la clase media y de los intelectuales [... ] En su vida
194 ídem.
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amplios. Su opción teórica es sin duda cuestionable, pero su opción por una lectura
teórica del fenómeno contrasta con el empirismo y el descriptivismo que habrían de
caracterizar a la mayoría de las aproximaciones académicas posteriores al populismo y
contribuye a explicar la vigencia del pensamiento sociológico germaniano después de tres
décadas.
19fl Claudio Veliz, La tradición centralista en América Latina. Barcelona. Ariel. 1984.
197 S. SigalyJ.C. Torre, op. cií.; Robert Looker y David Coates, ”The State and the Working Class in Nineteenth-Century
Europe”, en J. Anderson (ed.). op. cií., pp. 91-114.
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^-v pulares, a los que ya se hizo referencia, demuestran que si bien ellos
.„_]’ que Van Niekerk señala como uno de los rasgos más llamativos de
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junto a ingresos insatisfactorios, inestabilidad ocupacional y reducido o nulo prestigio
social- genera en ellos expectativas frustradas y crea condiciones para la búsqueda de
alternativas extrainstitucionales o, en todo caso, cuestionadoras de los patrones
establecidos de organización social.
Di Telia plantea una doble diferenciación de situaciones en lo que toca a estos elementos
ajenos a la clase obrera que integran los movimientos y parí idos populistas y que,
usualmente, los conducen. En primer lugar, puede tratarse de elementos de la burguesía,
el ejército, el clero, o solamente de elementos de la clase media inferior, incluso
intelectuales. En segundo lugar, Di Telia distingue entre los grupos aceptados dentro de la
clase original o los ilegitimados. La hipótesis del autor es que en ambos segundos
casos’(elementos de clase media inferior, grupos carentes de legitimidad dentro de su
clase de origen) las experiencias populistas resultantes tendrán, virtualmente, mayores
rasgos de radicalismo.
200 Sobre los ”partidos peronistas” véase, también, T. Di Telia, El sistema político, op. cit., asi como
”Stalemate or Coexistence...”, op. cit.
201R.H.Dix, op. cu., pp. 29 y 52.
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obligado a todos los partidos y movimientos polít icos a apelar al conjunto del pueblo,
entendido éste como suma de ciudadanos y ciudadanas. Incluso organizaciones de
orientación clasista, que en el pasado reciente han protagonizado experiencias de lucha
revolucionaria, se presentan enarbolando banderas populares, sin que por ello sea
legítimo caracterizarías como populistas: piénsese por ejemplo en el FSLN en Nicaragua,
el FMLN en El Salvador, la URNG en Guatemala. La inclusión de los ”partidos castristas”
en el inventario de populismos es indudablemente excesiva (sobre esto véase Vilas).202
En la conducción de estos movimientos se encuentran, ciertamente, elementos de las
clases medias e incluso de la burguesía, pero ello no basta para caracterizarlos como
populistas, del mismo modo que los trabajadores y sans cu/oí tes que pelearon en las
barricadas de París y tomaron por asalto La Bastilla no descalifican el carácter burgués de
la revolución francesa.
204 Grane Brinton, Anatomía de la revolución, México, FCE, 1942; Charles Tilly, From Moui/izaíion to Revolution, Nueva
York, Random House, 1978.
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ca Latina, a partir de la experiencia brasileña y, en menor medida, de la del
peronismo.205
...las clases populares en ascenso sirven a la legitimación del régimen en la medida en que
presionan a través de los políticos populistas, por su incorporación política y económica al sistema;
pero en este mismo proceso de incorporación ellas traen al escenario político sus insatisfacciones
presentes y tienden a convertirlas en permanente amenaza de superación del statu quo.206
Weffort acepta la cuestión, señalada entre otros por Germani y Di Telia, de que en uno de
sus aspectos el populismo es un fenómeno de masas, pero su análisis le permite precisar
este aspecto y explicitar su dimensión de clase. Es legítimo referirse al populismo como a
un fenómeno de masas, pero en el sentido preciso de qué clases sociales determinadas
toman, en circunstancias históricas dadas, la apariencia de masa. Se hace necesario, en
efecto, que amplios contingentes de población obrera y pequeñoburguesa se encuentren
en
205 F. Weffort, ”Orígenesdel sindicalismo...”, op. cit.; ”Clases populares y...”, op. cif.; y Opopulism..., op. cit.
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¿Por qué las clases populares aceptan la expresión política del populismo? La
respuesta a esta interrogante pasa, según Weffort, por las circunstancias en que
esas clases se forman en las condiciones del capitalismo periférico posterior a la
crisis de 1929-1930. Sobre todo, por la heterogeneidad interna de su composición,
resultado de la articulación de una amplia variedad de formas de producción, y por
la expresión aguda de la contradicción entre la igualdad, ante todo formal, de los
ciudadanos y las múltiples experiencias de.la desigualdad socioeconómica.211 Al
poner énfasis en esta dimensión de la participación y de la democratización, el
populismo contrasta atractivamente con el énfasis en la igualdad formal del
liberalismo político. La adhesión de ¡as clases populares a los líderes populistas
”lleva también las señales de la insatisfacción creada por las condiciones en que
se procesa el desarrollo y que reserva a las clases populares los sacrificios
mayores”.212
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guesía industrial aceptan la integración de las masas recién urbanizadas al juego político.
Weffort presenta con acierto el papel decisivo del Estado en la formación y
funcionamiento de las experiencias populistas, pero su acertado énfasis en el papel
asumido por el mismo y por el dirigente populista como soberano respecto del conjunto de
las clases, no le permite advertir, sin embargo, que lo que caracteriza como
”alianza’tácita” entre los diferentes actores no fue, como parece dar a entender, una
relación clase a clase, sino un vínculo decisivamente mediado por el Estado. En contraste
con los estudios antes mencionados, Weffort destaca con agudeza la ambigüedad
intrínseca del fenómeno populista: apela a la movilización de las masas para asegurar la
reproducción del sistema capitalista. Consolida la dominación burguesa, pero legitima e
institucionaliza ía protesta popular.
Resumo: O autor reproduz aceitando as principais formulações de
Weffort. Num momento de crise massas urbanas se formando
não pela melhoria das condições urbanas, mas pelo exodo rural,
assetores da burguesia sob um Estado árbitro, com um dirigente
visto por essas massas como importante, recebe e incorpora essa
massas. As massas aqui aceitam, mas não só porque eram
manipuladas, mas porque percebiam a condição de melhora em
suas vidas.
Por outro lado a incorporação destas massas serve para garantir
a dominação burguesa. Sua ruptura, seus “excessos” serão
contidos com a derrubada dos regimes populistas. Mas Villas
lembra que o papel fundamental não é das classes e sim do
Estado.
112
pular-democráticas: como síntesis de antagonismos con el bloque dominante y su
ideología.
113
u
-
La repercusión que ha tenido la interpretación de Laclau, especialmente en Europa,221 se
debe, me parece, menos a su pertinencia para comprender ei fenómeno populista, que al
intento de liberar al populismo de un referente de clase.222 Al quitar a! populismo su
específico referente estructural, Laclau extiende el concepto de populismo hasta tal punto,
que le quita total relevancia: lejos de contribuir a precisar el concepto, agrava la
imprecisión ya suficientemente abundante. La dilución del populismo en un tipo de
discurso político (un tipo suficientemente amplio para abarcar a Mao, Hitler y Perón)
confunde más que aclara, en cuanto inhibe una consideración de los referentes sociales,
políticos y económicos de ese discurso. Tampoco permite entrever por qué en
determinado momento ciertos actores apelan a este tipo de discurso y no a otro.
Finalmente, la presencia de las interpelaciones al ”pueblo” en una gran variedad de
géneros y la multivocidad de ”lo popular”223 contribuyen a aumentar la vaguedad del
concepto de populismo en el enfoque propuesto por Laclau.
Al reducir un fenómeno tan complejo a uno de sus elementos integrantes (el discurso),
Laclau mete en e! mismo saco a fenómenos tan diferentes como el reformismo populista y
los procesos orientados hacia la revolución social. Existe también en éstos una
interpelación al pueblo. Pero esa interpelación difiere de la efectuada por el populismo en
que mientras en ésta el pueblo aparece como un todo indiferenciado, en todo caso
independiente de las diferencias y j erarquizaciones de clase, existe en la apelación
revolucionaria al pueblo y a lo popular un inexcusable referente de clase y de
antagonismos de clase.-
Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, a la gran masa irredenta, a la que todos
ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más
justa, la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia.
221 S. Ha!!, op. cíí.; Bob Jessop et al., op. dt., pp. 32 y 60,
222 H propio Laclau avanzaría aún más por este camino. Véase E. Laclau y Ch. Mouffe, Hegemony and Sociaíisí Síraíegy,
Courand a Radical Democratic Politics, Londres, Verso,
1985, y la critica de Helen Meiksins XVood, The Retreat f rom Class. A New ”True” Socialism, Londres, Verso, 1986.
223 Genevieve Bólleme, El pueblo por escrito. Significados culturales de ¡o ”popular”, México, CNCA/Grijalbo (Los
Noventa), 1990.
114
y la burla generación tras generación, la que ansia grandes y sabias i
transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o
en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre
[...) Nosotros llamamos pueblo, si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin
trabajo [...la los quinientos mil obreros del campo [...] a los cuatrocientos mi! obreros industriales y
braceros [... ¡ a los cien mil agri- -
cultores pequeños [... j a los treinta mil maestros y profesores [... ] a los veinte mil pequeños
comerciantes abrumados de deudas [... ] a ios diez mil profesionales jóvenes (...) ¡Éste es el
pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pelear con todo el coraje!224
Para Laclau, en cambio, si los términos del discurso son semejantes, las prácticas
sociales y los proyectos también serán semejantes. El absurdo de las
consecuencias a que se llega por este camino (Perón = Mao = Hitler = ...) pone de
relieve su ineficacia para una mejor comprensión de los procesos políticos y
sociales en América [ Latina, y no sólo ahí. No se discute que puedan encontrarse
paren- | téseos formales en algunos aspectos del discurso político del pe-
f ronismo, el maoísmo y el nazismo: Laclau señala el discurso, pero antes que él
otros autores, por ejemplo, apuntaron al estilo de liderazgo personal. Sin embargo,
si el método que permite percibir esas semejanzas formales prescinde, al mismo
tiempo, de las especifici- • dades que se derivan de otros ingredientes de la
realidad (las obvias diferencias entre la Alemania de la década de los veinte, la
Argentina j
¡
224 Fidel Castro, La historia me absolverá. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, ¡
1981, pp. 36-37.
225 C.M. Vilas, Perfiles de..., op. cií., cap. I, y 1988; Olga Fernández. Cuba: reivindicaciones nacionales y
revolución social, presentado en el XIV Congreso Latinoamericano de Sociología, San Juan de Puerto Rico
(multicopiado), 1981.
115 !
y la China de las décadas de ios treinta y cuarenta) me parece, fuera de dudas, que el
método no es bueno.
116
-1 diciones para el surgimiento del populismo. Silvia Sigal y Juan Car-
gas, Juan Domingo Perón y Batlle Berres-Herrera: tres rostros del populismo”.
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I. Ei populismo latinoamericano: un enfoque estructural*
Garios M. Vilas
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Parece claro sin embargo que la situación que constituyó el objeto de sus reflexiones no
es exactamente similar a la de América Latina. Las peculiaridades latinoamericanas se
ubican en el plano de las formaciones económico-sociales de la región, vale decir en la
manera en que el capitalismo penetró en las sociedades locales, en la forma en que se
desenvolvió el proceso de su articulación con las formas de producción preexistentes y a
las que finalmente subordinó -y al modo en que las subordinó-, a las modalidades de
articulación de estas formaciones periféricas con las formaciones capitalistas
desarrolladas. La exposición que sigue sintetiza los elementos que tienen más estrecha
relación con nuestro tema.
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I. El populismo latinoarnericanoV un enfoque estructural*
Carlos M. Vilas
. Parece claro sin embargo que Ia situación que constituyó ei objeto de sus reflexiones no
es exactamente similar a Ia de América Latina. Lãs peculiaridades latinoamericanas se
ubican en ei plano de Ias formaciones económico-sociales de la region, vale decir en Ia
manera en que ei capitalismo penetro en Ias sociedades locales, en Ia forma en que se
desenvolvió ei proceso de su articulación con las formas de producción preexistentes y a
Ias que finalmente subordino -y ai modo en que Ias subordino-, a Ias modalidades de
articulación de estas formaciones periféricas con las formaciones capitalistas
desarrolladas. La exposición que sigue sintetiza los elementos que tienen más estrecha
relación con nuestro tema.
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destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo personal, la disociacióri entre el
productor, los médios de producción y el fondo deconsumo-precede a Ia acumulación
capitalista; es ”unaacumulación que no es resultado, sino punto de partida del regimen
capitalista de producción”.1 Ocurre sin embargo que ei capitalismo no se desarrolla de
una vez y simultaneamente en todos los sectores y regiones. Su desarrollo es un proceso
largo y contradictorio de expansion en profundidad y en extension, que consolida sus
propias relaciones de producción ai par que Ias proyecta sobre nuevas regionesy grupos
depoblación. Superados los primeros momentos, Ia ”acumulación originaria” se convierte
en coetánea de Ia acumulación capitalista, aunque en regiones o sectores distintos dei
mismo país. En Ia medida en que este movimiento se apoya en Ia diferenciación dei
campesinado y dei artesanado, en Ia descomposición de Ia producción mercantil simple,
en Ia expropiación dei productor directo, ; es un proceso de ”acumulación originaria”; en Ia
medida en que tie- ’ ne como base una acumulación capitalista previa -y es ese capital
previamente acumulado ei que penetra Ias nuevas regiones y actividades-no Io es.z
2 Véase T. Evers: El Estado en Ia periferia capitalista, México, Siglo XXI, 1979, pp, 26 y ss.; E, Mandei: ”La acumulación
originaria y la industrialization del Tercer Mundo”, en Ensayos sobre ei neocapitalismo, México, ERA, 1971, pp. 153 y ss. . .
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120 •:•;.
sus primeras etapas, de este tipo de capitales, y sometido por Io tanto a sus específicas
necesidades. Esto explica ei ritmo lento de este movimiento. Guando Ia industria local
empezó a desarrollarse Io hizo en los marcos dei sistema exportador y reproduciendo los
patrones de concentración espacial definidos por él. La industria se estableció en Ias
capitales (y a Io sumo en alguna cabecera urbana del hinterland) donde Ia economia
exportadora había generado una fuerza de trabajo ”libre”. Lo hizo, asimismo, bajo Ia égida
dei sistema exportador. La industria local pasó tarnbién a beneficiarse del patron de
articulación definido por ese sistema, entre Ia economia mercantil simple y ei modo
capitalista de producción, retardando adicionalmente Ia consolidación dei mercado
capitalista en escala nacional y Ia culminación dei proceso de constitución capitalista de
Ias clases sócialês. Que esta compleja articulación se haya traducido en ganâncias
extraordinárias para ei polo capitalista de Ia economia periférica no es incompatible con
su efecto limitador de la expansion social y espacial de Ias relaciones capitalistas de
producción, y dei mercado capitalista.3
121
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terna a las economias periféricas, y se encuentre mediatizada por un comercio
internacional cuyas relaciones de valor.éstas no controlan, La industria de América Latina
apareció estrechamente ligada ai consumo personal. Desde ei principio ese consumo
constituyó ei mercado dei capitalismo industrial de la region. Trás la crisis de 1929-1930 Ia
producción industrial local tuvo como posibilidad, además, abastecer consumos que
previamente eran satisfechos por Ia oferta de mercancías importadas. En consecuencia,
la expansion del capital industrial se desenvolvió atada ai problema dei mercado interno,
ya no entendido como, sino constituído por ei consumo personal. Es claro que esta
dependência de Ia producción respecto dei poder de compra de Ia población abarca
solamente, desde ei punto de vista teórico, a una /racción dei capital industrial y a una
etapa dei desarrollo de las fuerzas productivas, pero en Ias condiciones de América
Latina, y en esa etapa de desarrollo, esa fracción dei capital industrial era claramente Ia
principal, y en algunos países prácticamente Ia única.
La salida hacia mercados externos no era más sencilla que en ei capitalismo tardio. E!
desbarajuste dei mercado internacional por Ia crisis, Iqs altos costos internos, ei caracter
incipiente de Ia producción industrial, etcetera, definían otros tantos obstáculos/ La
exportación de productos industrials que tenía lugar era Ia de las manufactures
”tradicionales” en ei âmbito de Ias inversiones extranjeras -ingenios de azúcar, frigoríficos,
fabricación de aceites vegetales, y otros. Solo con la segunda guerra mundial algunos
países de la region pudieron empezar a exportar algunos productos de Ias ”nuevas”
industrias, especialmente a países vecinos con similares niveles de ingreso’por habitante.
Pero tan pronto como Ia guerra termino, esa posibilidad desapareció o se redujo
sensiblemente, y ei mercado interno de consumo volvió a ser Ia meta forzosa de Ia
producción industrial. La contradicción entre acumulación y consumo tuvo pues
modalidades de expresión particulares en América Latina: producir para ei consumo
significaba, en los hechos, para una gran fracción dei capital, producir para Ia
acumulación.
122
importância numérica, sino también por su participación en ei producto industrial global;
algo parecido ocurrió en otras regiones de Ia periferia capitalista.4 Esto no quiere decir
que no haya existido, también aqui, un desarrollo relativamente temprano de grandes
plantas industriales.Esedesarrolloexistió, principalmente, en Ia elaboración industrial de
bienes primários exportables -azúcar, carnes, aceites, etcetera. Asimismo, en Ias ramas
que empezaron a desarrollarse a fines dei siglo pasado -alimentos y bebidas sobre todo-
se presencio Ia constitución de algunas grandes plantas que no tardaron en dar cuentâ de
altas proporciones de Ia producción y dei empleo respectivos. Pero Ias circunstancias dei
mercado internacional (Ia guerra de 1914-1918, la crisis de 1929-1930, Ia segunda
guerra) y Ias políticas adaptativas definidas por los estados latinoamericanos fãvorecieron
--de manera específica en cada país-ei surgimiento de sucesivas oleadas de pequenos
establecimientos industriales que con relativa facilidad y rapidez consiguieron encontrar
un lugar en ei mercado.
Es importante destacar que esta pequena producción no puede ser asimilada sin más a Ia
producción pequenoburguesa. Lãs altas tasas de ganância que podían obtener en el
sector industrial atrajeron a capitales de otros sectores, particularmente de! comercio, e
incluso también de los sectores agropecuário y financiero. La posibilidad de explotar
mercados altamente protegidos fue aprovechada también por ei capital extranjero, sobre
todo norteamericano. No hay dudas de que el sector de talleres artesanales que compone
uno de los elementos de Ia transición urbana a un capitalismo industrial consolidado,
contribuyó a Ia formación de Ia pequena propiedad industrial. Pero en buena medida ese
aporte tuvo lugar merced a una transformación de ese sector en establecimientos
industriales con empleo permanente de fuerza de trabajo extrafamiliar y asalariada. No
eranyapequenoburgueses, aunque eran sindudaburgueses pequenos. De tal manera que
en América Latina la expansion del capitalismo industrial combino, en sus primeras
etapas, Ia destrucción de Ia pequena propiedad rural, precapitalista -manteniendo Ias
precisiones formuladas más arriba-, con el desarrollo de Ia pequena propiedad industrial
urbana, capitalista, explotadora de fuerza de
^ Véase por ejemplo B.F. Hoselitz, ”Small Industry in Underdeveloped Countries”, en I. Livingstone (ed.), Economic Policy
for Development, Hammonsworth, Penguin, 1971, pp. 256-277.
. 123
trabajo asalariada, y grandes concentraciones fabriles de capital y fuerza de trabajo.
El populismo, así caracterizado, parece encontrarse entonces en esta etapa dei desarrollo
latinoarnericano, en Ia naturaleza misma de Ias cosas. Pero que Ia industria tuviera como
mercado ei consumo interno no es sinônimo, todavia, de incorporación de Ias clases
populares a ese mercado. Lãs preocupaciones de los industriales latinoamericanos, sobre
todo en los primeros momentos dei desarrollo de Ia industria, estuvieron referidas a
cuestiones como ei nivel de protección.con que podrían contar frente a Ias importaciones
competitivas, a Ia posibilidad de conseguir exenciones de derechos de importación de
maquinarias, herramientas y en general bienes de inversion, a Ia disponibilidad de crédito
suficiente y adecuado a Ias modalidades operativas de Ia industria, a conseguir un
tratamiento impositivo favorable, y cuestiones similares.6 No se encuentran en Ias
reclamaciones de los industriales de Ia época, ni en los debates parlamentarios,
referencias a Ia necesidad de ampliar e! consumo de Ias masas para acelerar ei
crecimiento de Ia industria. Y cuando Ias hubo,•setrató.demanifestaciones esporádicas,
ajenas ai âmbito empresarial, y que por Io demás cayeron en saco roto.7
r 5 Lomismo ocuíre con el nacionalismo como ideologia. En ei capitalismo avanzado fue uno de los componentes de Ia
ideologia fascista; en ei tercer mundo es un ingrediente de Ias luchas antimperialístas y anticolonialistas.
6 Respecto de los industriales argentinos, véase por ejemplo D. Cuneo, Comporíamíenfo y crisis de Ia clase empresaria,
Buenos Aires, Pleamar, 1967, pp. 73 y ss.; sobre Brasil, N. Vilela;Luz, A luta pela industrialização do Brasil, São Paulo,
Editora Alfa-Omega, 1975, cap. IV.
7 En México, por ejemplo, ei programa dei Partido Liberal (l de Júlio de 1906) planteaba: ”...cuando ei puebio.es demasiado
pobre, cuando sus recursos apenas lê alcanzan para mal comer, consume solo artículos de.prirnera necesidad, y aun estos
en pequena escala [...]
124