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ción teórico-metodológica y su paradigma de democracia adjudique a los distintos factores en

juego.188
Resumo: Aqui o autor mostra que há elementos autoritários (exclusão
ou limitação para oposições, ou restrição institucional) e democráticos
(extensão da particpação social, ampliação do sistema político)
presentes no populismo. Assim dizer se tal ou qual experiência foi
democrática ou autoritária depende muito do referencial do
observador.

p ¿Neopopulismo en la periferia mundial?


Sffti

* Una literatura abundante sobre las características de las sociedades

-: de! tercer mundo y de ¡os procesos de liberación nacional y trans-

formación socioeconómica que se escenificaron en ellas en décadas recientes, discute la


existencia de rasgos populistas en tales procesos.189 Se señalan, por ejemplo, e! énfasis
adjudicado a !a independencia nacional y a la construcción del Estado, la adopción de
tácticas de desarrollo que adjudican prioridad a !a satisfacción de las necesidades básicas
de la población, la ampliación de la cobertura de
• los servicios sociales, un relativo desenganche respecto del mercado internacional, el
desarrollo de tecnologías adaptadas a la dotación de recursos internos y la regulación
estatal de importantes aspectos de la economía, la promoción de una estrategia de
participación y movilización popular apoyada en estructuras organizativas autóctonas
18- Véase en Louis J. Cantori y A.H. Ziegler Jr., Comparatiue Poíííics in (he Post-Be-
• hauíoralEra, Boulder, Lynne Rienner Publishers, 1988, cap. 2, una discusión de tres para-

j digmas de democracia: liberal ortodoxo, radical y conservador. Medina Echavarría, op. cit.,

p. 90, es honesto cuando reconoce que su comentario sobre el populismo ”sólo tiene validez para el creyente o partidario de
la democracia liberal”.

189 Por ejemplo. ClyveThomas. Dependence and Trans/ormaíion, Nueva York. Monthly Review Press, 1974; Jay E.
Mandle, ”Problems of the Noncapitalist Path of Developrneni in Guyana and Jamaica”, en Polines and Society, núm. 7,
1977; J.T. Byres, ”Of Neo-Popuüst Pipe Dreams: Daedalus in the Third World and the Myth of Urban Bias”, en Journal or
Peasant Studies, núm. 9. 1979. Tetteh A. Kofy, ”Prospects and Problems of the Transition írom Agrarianism to Socialism:
The Case of Angola. Guinea-Bissau and Mozambique”, en World Deueíopment, núm. 9, 1981; Fitzroy Ambursley, ”Jamaica-
. The Demise of ’Democratic Socialism’”, en Neui Le/t Review, núm. 128, julio-agosto de 1981; George Kitching,
Deueíopment and Underdeuelopment in Histórica! Perspective, Londres, Metheum, 1982; Lars Rudebeck, Problems de
pouvoir populaire et de deuefoppment, Uppsala, Scandinavian Institute of African Studies, 1982; Frank Ellis, ”Relative
Agricultural Pnces and the Urban Bias Model: A Comparative Analysis of Tanzania and Fidji”, en Journal of Deueíoping
Studies, núm. 20, abril de 1984; Peter Nolan y Cordón White, ”Urban Bias, Rural Bias or State Bias? Urban-Rural Relations
in Post-Revolutionary China”, en Journal oí Deueíoping Studies, núm. 20, abril de 1984; Jim Scott, ”Socialism and Small
Property or Two Cheers for the Petty Bourgeoisie”, en Peasanf Síudies, núm. 12, primavera de 1985; Hooshang
Amiradmadi, ”The Non-Capitalist Way of Development”, en Radical Review of Política/ Economícs, núm. 19. primavera de
1987; C.M. Vilas. ”El populismo...”, op. cit., etcétera. - - -

i 99

i- /
ia*-
y de una estrategia política de unidad nacional que coloca en primer plano el
enfrentamiento a los enemigos externos, y liderazgos fuertemente personalizados.

Al mismo tiempo se señalan como puntos de diferenciación la debilidad de la clase


obrera, producto tanto de su tamaño reducido como de la fragilidad y carácter
reciente de sus experiencias organizativas; la ausencia o debilidad de grupos
empresariales nativos; en consecuencia, una mayor gravitación del Estado
respecto de la sociedad y, al mismo tiempo, precariedad de las capacidades
estatales para la intervención en la economía y la sociedad; opción en algunos
casos por ”vías no capitalistas” de desarrollo; sistemas políticos de partido único e
incluso abiertamente autoritarios.

En la medida en que estos procesos han contribuido a lo que, siguiendo a


Mannheim, se denomina democratización fundamental, que desde mi punto de
vista es el rasgo y el efecto fundamental del populismo latinoamericano, tiene
sentido ensayar comparaciones entre ambos grupos de experiencias y buscar
puntos comunes de referencia. Pero usar con frecuencia etiquetas viejas para
fenómenos nuevos puede ser la mejor manera de confundir las cosas en vez de
aclararlas.

Resumo: Aqui o autor nos mostra aspectos de comparação entre modelos


populistas da América Latina e experiências de liberação nacional nos anos
oitenta. Modelos autoritários, mas que buscavam incorporar setores populares.
Mas embora a compara seja válida do ponto de vista da Democratização
Fundajental comparar pode ser o melhor modo de confjundir.

La literatura sobre el populismo latinoamericano


Los estudios sobre el populismo en América Latina se encuentran decididamente
influidos por los ensayos, ya clásicos, de Gino Germani, Torcuato Di Telia y
Francisco Weffort. De manera directa o indirecta, como puntos de partida o como
interlocutores explícitos, esos estudios constituyen el referente básico de la
literatura sobre el tema. Más recientemente, Ernesto Laclau ha agregado una
nueva perspectiva de análisis.

Gino Germani y los regímenes nacional-populares


Los estudios de Gino Germani sobre lo que él denominó regímenes nacional-
populares constituyen el primer intento sistemático por corn-

100
^;¿i*üS.S*;”?á:

prender el populismo.190 Germani ubica a los regímenes nacional-populares como una


de las desembocaduras posibles del proceso de modernización y de progresiva
democratización de las sociedades latinoamericanas. Denotando una clara influencia de
la sociología parsoniana, Germani identifica tres grandes niveles o dimensiones en ¡os
procesos de modernización: a) el paso del predominio de la acción adscriptiva a la acción
electiva-, b) la institucionalización de! cambio; c) desarrollo, diferenciación y
especialización crecientes de las instituciones. En América Latina el proceso de
modernización recorrería, según Germani, seis estadios sucesivos: 1) guerras de
liberación y proclamación formal de la independencia; 2) guerras civiles, caudillismo,
anarquía; 3) autocracias unificantes; 4) democracias representativas de participación
”limitada”; 5) democracias representativas de participación ”extensa”; 6) democracias
representativas de participación ”total”, y 7) revoluciones ”nacionalespopulares” como una
alternativa a estas tres formas de democracia. Germani pone énfasis en el carácter
acelerado del proceso de ” j movilización sociai y en las asincronías que se desenvuelven
entre

”1 ¡a urbanización y la industrialización. Por asincronías se refiere a la

i articulación y por tanto coexistencia en una misma etapa histórica

j de grupos sociales, actitudes, formas culturales y tipos de personali-

: i dad que corresponden a etapas distintas de! proceso de moderniza-

ción en su variante europea.191 En el proceso de movilización social, grandes carnadas


de población pierden sus vínculos con la ”sociedad tradicional” pero, en la medida en que
el dinamismo de la movilización es mayor que la capacidad de integración de la sociedad
-por las limitaciones de la estructura económica y en especial por la lenta industrialización,
y por la ineficacia o las limitaciones de! sistema político (partidos, sindicatos, etcétera)-,
esta población queda en disponibilidad para interpelaciones que la convocan a una cierta
confron-

ã !9° Véase, sobre todo, G. Germani. Política y sociedad..., op. cif.-, Democracia repre-

3 seníatrua..., op. cií..y Juan Felipe Leal, ”Gino Germani y TorcuatoS. Di Telia. Dos enfoques

I estructural-funcionalistas del .populismo en América Latina”, en Estudios Políticos, núm.

S 3, tercera época, julio-septiembre de 1990.

1 191 Con el recurso a esta imagen de las asincronías, Germani evade las distorsiones ínhe-

• rentes al concepto del dualismo estructural, tal como fue formulado por Jacques Lambert,

• Amengüe Latine. Structures sociales el institufions politiques, París, Presses Universi-

• taires de France, 1963, y de hecho se aproxima al concepto de ”heterogeneidad estructural” I elaborado por
el pensamiento de la CEPAL y, en particular, por Aníbal Pinto, Inflación: raíI ees estructurales, México, FCE,
1973, pp. 38-140.
I 101
tr
a

tación con el sistema politice y con el orden socioeconómico. Los movimientos nacional-
populares aparecen cuando el grado de movilización rebasa ia capacidad de los
mecanismos de integración. Los partidos existentes no ofrecen perspectivas a las masas,
pues aparecen ante éstas como comprometidos con el régimen; se origina entonces una

.. .verdadera situación anómica para estos grupos, cuya ”disponibilidad” puede dar origen a
movimientos nuevos, dirigidos por élites dotadas de la flexibilidad necesaria para utilizarlas, o
cuyas aspiraciones coinciden con las de estos movimientos.192

En estas condiciones puede tener lugar el desarrollo de movimientos nacional-populares,


con ”ideologías de industrialización” que cornbinan ingredientes de autoritarismo político,
nacionalismo, estatismo y democratización fundamenta!. Usualmente los dirigentes de
estos movimientos provienen de las clases medias, en todo caso de ambientes sociales
ajenos a las propias masas. Según Germani, el origen social y los verdaderos fines
políticos de las élites son los que limitan la acción de estos movimientos, sobre todo
cuando se trata de su capacidad de transformar la estructura social preexistente. Pero sea
cual fuere el grado de coincidencia entre los verdaderos fines políticos de los dirigentes y
los de las masas, para que los movimientos nacional-populares tengan éxito en el
establecimiento de regímenes políticos, las masas tienen que poder adquirir, por medio de
esos movimientos y regímenes, un cierto grado de participación efectiva. Germani
destaca que esta participación política de las masas no se produce a través de los
mecanismos de la democracia representativa. Es una participación que entraña el
ejercicio de cierto grado de libertad efectiva, completamente desconocida e imposible en
la situación anterior a la instauración del régimen nacional-popular, y que se experimenta
tanto a nivel macroinstitucional como en el plano de las existencias individuales
cotidianas:
192 Gino Germani, ”Democracia representativa...”, op. cií. La concepción de Germani de la movilización social se encuentra
claramente influida por la concepción mannheimiana del proceso de democratización fundamenta! y, más próximamente,
por la caracterización del mismo proceso de movilización social formulada por Karl Deutsch, ”Social Movilization and
Política! Development”, en American Política! Science Reuiew, núm. 3, septiembre,
1961.

102
mem*

”*”) Esta libertad se ejerce en ei grado inmediato de la experiencia perso

4 nal; t iene consecuencias concretas en la vida cotidiana de los individuos,

,^-i que son precisamente las personas que acaban de abandonar el pat-

( tern tradicional de la acción prescriptiva-, que son conscientes, por pri-

.. j mera vez, de la posibilidad de tomar decisiones en muchos terrenos

i de la vida, que antaño eran establecidas definitivamente. Participar en

una huelga, elegir a un representante sindical en el taller, discutir en

plano de igualdad con el patrón, modificar la relación amo y siervo

(tan corriente aún en América Latina) en el nivel de! comportamiento

y en un sentido igualitario: he aquí mil ocasiones de vivir un cambio

efectivo.193

Los mecanismos de la democracia representativa no descartan por

definición estos aspectos, pero tampoco los incluyen necesariamente,

y en su efectiva vigencia, usualmente los excluyen. En la mayoría de

los países de América Latina, reconoce Germani, y en particular en

lo que toca a los estratos sociales recién movilizados, los símbolos de

*• la democracia han perdido, o mejor dicho, no han tenido jamás su

significado positivo. Para los grupos recién movilizados la democra-

7 cia representativa aparece como un ”instrumento de dominación de

minorías”.

A pesar de la opinión general de que la adhesión de las clases populares se obtiene


gracias a promesas demagógicas o al ”carisma’’

, de los dirigentes, Germani señala que el fundamento real del apoyo

popular a los regímenes nacional-populares es la experiencia de participación:

i la situación actual y el estilo de vida de las clases populares recién

~~*~’ movilizadas las predisponen favorablemente respecto a este autori-

-53 , tarismo. pero no hay que olvidar que éste limita, sobre todo, los dere-
i chos individuales de la clase media y de los intelectuales [... ] En su vida

I individual (de las masas) las severas restricciones a la libertad de opi-

j nión pueden coexistir junto con las experiencias numerosas e impor-

* tantesdéla libertad concreta.19<5

I Germani intenta una lectura teórica del populismo, y busca explicar-

j lo a partir de conceptos y dimensiones teórico-metodológicas más


193 G- Germani, ”Democracia representativa...”, op. cií.

194 ídem.

103
m>MwmiuHmi*ai&*.

amplios. Su opción teórica es sin duda cuestionable, pero su opción por una lectura
teórica del fenómeno contrasta con el empirismo y el descriptivismo que habrían de
caracterizar a la mayoría de las aproximaciones académicas posteriores al populismo y
contribuye a explicar la vigencia del pensamiento sociológico germaniano después de tres
décadas.

Es innegable, sin embargo, el fuerte sesgo eurocéntrico del enfoque de Germani, no en el


sentido de concebir las especificidades sociológicasde América Latina como desviaciones
de un patrón normal, sino en el sentido de una contraposición explícita entre dos líneas de
desarrollo histórico donde la vía seguida por América Latina se entiende por su referencia
a la experiencia del desarrollo europeo. La falta en Germani de una teoría del colonialismo
o del imperialismo, le impidieron ver la estrecha interdependencia entre una y otra vía,195
aunque su esquema conceptual no parece ser incompatible con la incorporación de
reflexiones de este tipo.

Es evidente, por ejemplo, que la acotada vigencia de la democracia representativa no es


en modo alguno una característica de los regímenes nacional-populares, sino que se
encuentra en la esencia misma de ¡a formación del Estado moderno en América Latina y
tiene que ver mucho más con la tradición centralista de! continente, heredada de la
colonización europea,196 y con las instituciones políticas de exclusión forjadas por la
sociedad oligárquica, que con el ingreso de las masas a la vida política.

La preocupación de Germani por poner de relieve las particularidades del desarrollo


histórico de América Latina contribuyó decisivamente a enfatizar las especificidades de
los países de la región. Sin embargo, esas diferencias no siempre se encuentran donde
Germani cree hallarlas, ni son tan marcadas; el estudio de Siga! y Torre sobre el
sindicalismo populista muestra los numerosos puntos de contacto que coexisten con los
puntos de ruptura en la formación de las” respectivas tradiciones obreras y populares a
ambos lados del Atlántico.197 Del mismo modo, los estudios posteriores llevados a cabo
en
!95 Osvaldo Sunkel, El mareo histórico del proceso de desarrollo y sufcdesarroffo. Santiago. 1LPCS, 1967.

19fl Claudio Veliz, La tradición centralista en América Latina. Barcelona. Ariel. 1984.

197 S. SigalyJ.C. Torre, op. cií.; Robert Looker y David Coates, ”The State and the Working Class in Nineteenth-Century
Europe”, en J. Anderson (ed.). op. cií., pp. 91-114.

104
”*?*S”«y¥Vifl»)».ir!*iBfc

torno al comportamiento político efectivo de ios nuevos sectores po-

^-v pulares, a los que ya se hizo referencia, demuestran que si bien ellos

respondieron masivamente a la interpelación populista, también los

^ i, asalariados de más larga experiencia obrera, incluyendo buena par-

771; te de sus dirigentes, contribuyeron a formar las bases del populismo,

sifí en una cjara ilustración de la combinación de continuidad y ruptura

.„_]’ que Van Niekerk señala como uno de los rasgos más llamativos de

...~ las experiencias populistas.198

Resumo: Como vimos Germani observa os regimes populistas, como


a incorporação por elites dissidentes daqueles que chegavam a
cidade. Passavam a ter uma condição muito distinta já que
participavam não tanto pela democracia formal, vista por eles (e não
era?) co0o uma forma de dominação das elites. Germani faz uma
distinção muito clara entre América Latina e Europa, mas o autor
lembra que tal distinção não é tão real assim porque há pontos de
contato. Afinal Germani, embora o autor diga que não, está sim
preocupado em “por que não somos Europa?” Em tempo: Germani
explora o tema da anomia dos recém-chegados à cidade.

Torcuato Di Telia y los movimientos populistas

Para Torcuato Di Telia199 el populismo latinoamericano es ante todo una variedad


de movimiento politice con fuerte apoyo popular (obrero y/o campesino), que
usualmente adquiere expresión organizativa de tipo partidario, con la participación
de sectores de clases no obreras que tienen importante influencia en el partido
pero no lo conducen, sustentador de una ideología anti statu quo. Sus fuentes de
fuerza o ”nexos de organización” son: 1) una élite ubicada en los niveles medios o
altos de la estratificación y provista de motivaciones anti síatu quo; 2) una masa
movilizada formada como resultado de la ”revolución de las aspiraciones”
provocada por los procesos de movilización social -ante todo las migraciones del
campo a la ciudad y la explosión de la urbanización- y que carece de autonomia
dentro del movimiento o partido, y 3) una ideología o un estado emocional
difundido que favorezca la comunicación entre líderes y seguidores y cree un
entusiasmo colectivo.
Di Telia da por supuesto el proceso de transformación que abre las posibilidades
para el desarrollo del populismoy se preocupa ante todo por indagar qué lleva a
los segmentos de clases medias y altas a sumarse a estos movimientos. Sus
respuestas tienen que ver, principalmente, con la psicología social y, en el fondo,
con el modo en que las condiciones socioeconómicas objetivas son vividas por los
elementos de los grupos dominantes que se incorporan a estos partidos y
movimientos y que los dirigen: la incongruencia de estatus de estos grupos -
niveles educativos y calificaciones laborales altas,
198 A.E. van Niekerk, op, cit., p. 24.

199 T. Di Teiia, ”Stalemate or Coexistence...”, op. cit.

105
rX-

E^
i i’
junto a ingresos insatisfactorios, inestabilidad ocupacional y reducido o nulo prestigio
social- genera en ellos expectativas frustradas y crea condiciones para la búsqueda de
alternativas extrainstitucionales o, en todo caso, cuestionadoras de los patrones
establecidos de organización social.

Di Telia plantea una doble diferenciación de situaciones en lo que toca a estos elementos
ajenos a la clase obrera que integran los movimientos y parí idos populistas y que,
usualmente, los conducen. En primer lugar, puede tratarse de elementos de la burguesía,
el ejército, el clero, o solamente de elementos de la clase media inferior, incluso
intelectuales. En segundo lugar, Di Telia distingue entre los grupos aceptados dentro de la
clase original o los ilegitimados. La hipótesis del autor es que en ambos segundos
casos’(elementos de clase media inferior, grupos carentes de legitimidad dentro de su
clase de origen) las experiencias populistas resultantes tendrán, virtualmente, mayores
rasgos de radicalismo.

En función de este cruce de dimensiones, Di Telia construye una amplia tipología de


movimientos y partidos populistas: 1) partidos integrativos multiclasistas: como el PRI en
México, el Partido Socialista Democrático y el Partido Trabalhista Brasileiro, creado por
Getúlio Vargas, en Brasil; 2) los ”partidos apristas”: el APRA en Perú, Acción Democrática
en Venezuela, el Partido Revolucionario Dominicano de la década de los sesenta y el
Partido Liberación Nacional en Costa Rica; 3} partidos ”nasseristas” o de militares
reformistas: no se encuentran de manera pura en América Latina pero habría elementos
de ellos en los regímenes de Rojas Pinilla, en Colombia, y de Odría, en Perú; 4) partidos
revolucionarios sociales (castristas), y 5) partidos ”peronistas”.200

La conceptualización del populismo propuesta por Di Telia es evidentemente demasiado


amplia: de su propia enumeración de ejemplos es posible inferir que todos los fenómenos
políticos caben de una u otra manera en alguna de las categorías de su tipología. El ingre-
:~ diente de multiclasismo es, por lo tanto, insuficiente para caracteri- -..., zar al
populismo. Como argumenta Dix,201 en América Latina, como en el resto del mundo
moderno, la universalización del sufragio ha

200 Sobre los ”partidos peronistas” véase, también, T. Di Telia, El sistema político, op. cit., asi como
”Stalemate or Coexistence...”, op. cit.
201R.H.Dix, op. cu., pp. 29 y 52.

106
obligado a todos los partidos y movimientos polít icos a apelar al conjunto del pueblo,
entendido éste como suma de ciudadanos y ciudadanas. Incluso organizaciones de
orientación clasista, que en el pasado reciente han protagonizado experiencias de lucha
revolucionaria, se presentan enarbolando banderas populares, sin que por ello sea
legítimo caracterizarías como populistas: piénsese por ejemplo en el FSLN en Nicaragua,
el FMLN en El Salvador, la URNG en Guatemala. La inclusión de los ”partidos castristas”
en el inventario de populismos es indudablemente excesiva (sobre esto véase Vilas).202
En la conducción de estos movimientos se encuentran, ciertamente, elementos de las
clases medias e incluso de la burguesía, pero ello no basta para caracterizarlos como
populistas, del mismo modo que los trabajadores y sans cu/oí tes que pelearon en las
barricadas de París y tomaron por asalto La Bastilla no descalifican el carácter burgués de
la revolución francesa.

Por otro lado, el énfasis acordado a la dimensión psicosocial en la definición de los


comportamientos colectivos resulta excesiva. Van Niekerk203 apunta con acierto que la
incongruencia de estatus no basta para explicar el fenómeno del populismo; varios
estudios sobre revoluciones muestran incluso que la ”incongruencia de estatus” de
elementos de los grupos intermedios puede ser el punto de partida para la incorporación a
procesos revolucionarios.204

La preocupación de Di Telia por explicar el porqué elementos de clase media y grupos


dominantes se incorporan a los movimientos populistas contrasta con el desinterés por
similar cuestión en lo que toca a las masas emergentes; en este sentido su aproximación
al tema representa un complemento de las reflexiones de Germani.
Resumo: Para Ditella a explicação dos fenômenos poopulistas se dá
na medida em que se tem ao lado dos novos de Germani os
ressentidos da classe alta e média. Por outro lado o autor classifica
tantos partidos como populistas, que fica difícil não classificar algum.

Francisco Weffort: el ingreso de las masas ..„, „ a la vida política ; ’ • :


El de Weffort es sin lugar a dudas el intento más serio y afortunado de llevar a cabo un
análisis de clase del fenómeno populista en Améri-
202 c.M. Vilas, Perfiles de la..., op. cu, cap. I, así como ”El populismo...”, op. cu.

203 A.E. van Niekerk, op. cit.

204 Grane Brinton, Anatomía de la revolución, México, FCE, 1942; Charles Tilly, From Moui/izaíion to Revolution, Nueva
York, Random House, 1978.

107
ca Latina, a partir de la experiencia brasileña y, en menor medida, de la del
peronismo.205

Para Weffort el populismo es expresión del periodo de crisis de la oligarquía, del


liberalismo y del proceso de democratización del Estado en regiones de América Latina,
alcanzadas por la intensificación del proceso de urbanización y en transformación por
impacto de la industrialización. Sobretodo, es expresión de la emergencia de las clases
populares en el centro del desenvolvimiento urbano e industrial, verificado en las primeras
décadas de este siglo, y de la necesidad sentida por algunos de los nuevos grupos
dominantes de la incorporación de las masas al juego político. De esta necesidad de
incorporar a las masas y de su aceptación por éstas, emerge la ”doble paradoja” del
populismo latinoamericano: sectores de los grupos dominantes que promueven la
participación de los dominados y masas que sirven de soporte a un régimen en el cual
son dominadas,

...las clases populares en ascenso sirven a la legitimación del régimen en la medida en que
presionan a través de los políticos populistas, por su incorporación política y económica al sistema;
pero en este mismo proceso de incorporación ellas traen al escenario político sus insatisfacciones
presentes y tienden a convertirlas en permanente amenaza de superación del statu quo.206

La peculiaridad del populismo frente a otros tipos de movimientos populares consiste, en


consecuencia, ”en que ninguno de sus grupos componentes aparece a título de
representante de los intereses generales de las clases a que pertenecen”.207

Weffort acepta la cuestión, señalada entre otros por Germani y Di Telia, de que en uno de
sus aspectos el populismo es un fenómeno de masas, pero su análisis le permite precisar
este aspecto y explicitar su dimensión de clase. Es legítimo referirse al populismo como a
un fenómeno de masas, pero en el sentido preciso de qué clases sociales determinadas
toman, en circunstancias históricas dadas, la apariencia de masa. Se hace necesario, en
efecto, que amplios contingentes de población obrera y pequeñoburguesa se encuentren
en
205 F. Weffort, ”Orígenesdel sindicalismo...”, op. cit.; ”Clases populares y...”, op. cif.; y Opopulism..., op. cit.

206 F. Weffort, ”Clases populares y...”, op. cit., p. 161.

207 Ibid., p. 45.

108
?S:¿^*?k^S^^3j

condiciones de disponibilidad política; o sea, se hace necesario en países de


formación agraria como Brasil, en que el desarrollo social en general haya
conducido, por lo menos, a algún tipo de distinción efectiva entre la dimensión
política y las demás dimensiones presentes en las relaciones sociales. Esta
condición, o sea la necesidad de una relación específicamente política entre los
individuos y el poder, que en el caso de! populismo toma la forma de una relación
entre el poder y una masa de individuos políticamente aislados entre sí, sólo
puede ocurrir en el sistema capitalista. De este modo, al mismo tiempo que se
reconoce en el populismo un fenómeno de masa, debe especificarse en cada una
de sus formas su naturaleza política, lo que conducirá, necesariamente, a una
especificación de clase,208

Si se ve en la masificación un proceso de atomización de las clases sociales que


en el pasado, especialmente en Europa, se caracterizaban por una fuerte
solidaridad interna y por una conciencia social propia frente a la sociedad global,
debería admitirse que en el subdesarrollo se asiste a un proceso de masificación
”prematura” o incluso, en muchos casos, ”anticipada” (como es, de alguna
manera, la hipótesis implícita de Germani). Sin embargo, la masificación en
América Latina en torno a las décadas de los veinte, treinta y cuarenta, no significa
básicamente la pulverización de las clases portadoras de una tradición política e
ideológica, sino el ascenso a la vida urbanajy al proceso político de las carnadas
populares del interior y del campo. De este modo, la masificación no significa la
disolución de la lealtad grupai de sectores ya integrados al proceso industrial
através de la ampliación de sus posibilidades de consumo y de las técnicas de
manipulación, sino que conduce, ante todo, a la disolución de los vínculos de
lealtad a los patrones tradicionales, vigentes en las áreas rurales.209

El estado de disponibilidad de estas masas así constituidas es un efecto de la


acentuada desproporción entre los procesos de urbanización y de
industrialización: apenas una parte de los migrantes se insería en el empleo
industrial. En consecuencia, a diferencia de lo que ocurre en Europa, el parámetro
básico para comprender el cornportamiento político de estas masas no es la
abundancia sino la escasez. La migración del campo a la ciudad o de la ciudad
pequeña del interior a la ciudad grande, significa el primer paso para la con-
208 F. Weffort, Opopulism..., op. cit., p. 27.

209 Ibid., p. 54.

109
•y*sssv*mf!?»?*

versión del individuo en ciudadano políticamente activo y para la disolución de los


patrones tradicionales de sumisión a los potentados de! campo. Mientras en las
sociedades industriales se observa una creciente despolitización de las masas
populares, en la constitución populista de las masas el proceso es exactamente
inverso.210

¿Por qué las clases populares aceptan la expresión política del populismo? La
respuesta a esta interrogante pasa, según Weffort, por las circunstancias en que
esas clases se forman en las condiciones del capitalismo periférico posterior a la
crisis de 1929-1930. Sobre todo, por la heterogeneidad interna de su composición,
resultado de la articulación de una amplia variedad de formas de producción, y por
la expresión aguda de la contradicción entre la igualdad, ante todo formal, de los
ciudadanos y las múltiples experiencias de.la desigualdad socioeconómica.211 Al
poner énfasis en esta dimensión de la participación y de la democratización, el
populismo contrasta atractivamente con el énfasis en la igualdad formal del
liberalismo político. La adhesión de ¡as clases populares a los líderes populistas
”lleva también las señales de la insatisfacción creada por las condiciones en que
se procesa el desarrollo y que reserva a las clases populares los sacrificios
mayores”.212

Frente a la crisis capitalista, en condiciones en que ninguno de los grupos


dominantes es capaz de ofrecer las bases para una política de reformas, las
masas populares aparecen como la única fuerza capaz de dar sustento a esta
política y al propio Estado. Las masas son la base de legitimidad del Estado pero,
en esta misma medida, no pueden desenvolver una acción política autónoma.

Es posible ahora entender la escabrosa cuestión del liderazgo político en las


experiencias populistas, superando las trivialidades del carisma, la demagogia o el
culto a la personalidad. En el análisis de Weffort el amplio espacio de maniobra
con que cuenta el dirigente es un efecto de la amplia autonomía de acción del
Estado que el populismo demanda. La exaltación del dirigente populista sería así
menos el culto a determinados atributos personales -según el modelo de los
regímenes totalitarios europeos-, que el apoyo militante a la imagen deseada para
el Estado que el dirigente asume.213
210 Ibid., p. 55.

211 F. Weffort, ”Ciases populares y...”, op. cií., p. 141.


212íbid.,p. 161.

213 F. Weffort, O populismo..., op. cit, p. 36.

110
”””•íffeçresSSSS!

En los regímenes populistas el Estado se presenta de manera directa a todos los


ciudadanos. Todas las organizaciones importantes que se desenvuelven como
mediación entre el Estado y los individuos son anexos del propio Estado, más que
órganos efectivamente autónomos. Los partidos políticos, que a veces se
organizan para adaptar los movimientos populistas a los requisitos de la política
electoral, son vistos poco menos que como un cuadro para la administración del
poder personal del líder. En condiciones en que el Estado, a través de los líderes
populistas, se pone en contacto directo con las masas, tampoco hay lugar
destacado para las ideologías.214

Algunas de las características del político populista tienen su origen en estas


circunstancias de compromiso inestable entre clases diferentes, mediado por el
Estado y sus aparatos: la personalización del poder, la imagen de la soberanía del
Estado sobre el conjunto de la sociedad, la apelación a la participación de las
masas populares. En esta nueva estructura el jefe del Estado asume la posición
de arbitro y allí radica una de las raíces de su fuerza persona!. En esta condición
de arbitro su persona tenderá a confundirse con el Estado como institución, pues
ambos, Estado y dirigente, tienden a distanciarse de la determinación de los
intereses inmediatos que, en última instancia, representan. El dirigente pasará a
actuar como árbitro dentro de una situación de compromiso que, inicialmente
formada por los intereses dominantes, deberá contar ahora con un nuevo
participante -las masas populares urbanas-y la representación de las masas en
ese juego estará controlada por el propio jefe de Estado.215

El análisis de Weffort pone de relieve las características fundamentales del


populismo latinoamericano. En contraposición con el enfoque amplio de Di Telia,
Weffort ubica al populismo, ante todo, en una etapa determinada de desarrollo del
capitalismo latinoamericano, y lo caracteriza como la expresión política de una
configuración estructura! determinada de ciertas sociedades de América Latina, en
una coyuntura particularmente crítica de su articulación extema. Al situar de esta
manera al fenómeno populista, Weffort está en condiciones de superar el nivel
descriptivo y puede explicar por qué en esas circunstancias algunos elementos
emergentes de la bur-
214/bid.,pp. 53-54.
215 Ibid., pp. 69-70.

111
guesía industrial aceptan la integración de las masas recién urbanizadas al juego político.
Weffort presenta con acierto el papel decisivo del Estado en la formación y
funcionamiento de las experiencias populistas, pero su acertado énfasis en el papel
asumido por el mismo y por el dirigente populista como soberano respecto del conjunto de
las clases, no le permite advertir, sin embargo, que lo que caracteriza como
”alianza’tácita” entre los diferentes actores no fue, como parece dar a entender, una
relación clase a clase, sino un vínculo decisivamente mediado por el Estado. En contraste
con los estudios antes mencionados, Weffort destaca con agudeza la ambigüedad
intrínseca del fenómeno populista: apela a la movilización de las masas para asegurar la
reproducción del sistema capitalista. Consolida la dominación burguesa, pero legitima e
institucionaliza ía protesta popular.
Resumo: O autor reproduz aceitando as principais formulações de
Weffort. Num momento de crise massas urbanas se formando
não pela melhoria das condições urbanas, mas pelo exodo rural,
assetores da burguesia sob um Estado árbitro, com um dirigente
visto por essas massas como importante, recebe e incorpora essa
massas. As massas aqui aceitam, mas não só porque eram
manipuladas, mas porque percebiam a condição de melhora em
suas vidas.
Por outro lado a incorporação destas massas serve para garantir
a dominação burguesa. Sua ruptura, seus “excessos” serão
contidos com a derrubada dos regimes populistas. Mas Villas
lembra que o papel fundamental não é das classes e sim do
Estado.

Ernesto Laclau o eí populismo corno discurso . •


La corriente iniciada por Di Telia, que dota al populismo de una caracterización tan laxa
que abarca prácticamente a todo partido u organización de composición multiclasista y
orientación desde reformista hasta revolucionaria, ha sido reforzada por Ernesto Laclau.
Éste rechaza que el populismo sea un tipo de régimen político, o un conjunto de
estrategias de desarrollo y de políticas socioeconómicas, y lo identifica en cambio con un
tipo de discurso. Al negar a este discurso político un referente de clase o vinculación con
una configuración socioeconómica dada -por lo menos el capitalismo periférico, o
subdesarrollado, de la América Latina posterior a la crisis de
1929-1930-, permite asignar el rótulo de populista a una gama muy amplia de fenómenos
políticos del siglo XX: ”es posible calificar de populistas a la vez a Hitler, a Mão o a
Perón”.216

Para Laclau, el populismo consiste ”en la presentación de las interpelaciones popular-


democráticas como conjunto sintético-antagónico respecto de la ideología dominante”.217

Vale decir: no es la mera presencia de interpelaciones populardemocráticas en un


discurso lo que transforma a éste en populista, sino ”una peculiar forma de articulación”
de las interpelaciones po-
216 E. Laclau, op. cií, p. 203.

217 íbid, p. 201.

112
pular-democráticas: como síntesis de antagonismos con el bloque dominante y su
ideología.

Laclau señala que la ideología de las clases dominantes consiste no sólo en


interpelar a los grupos dominantes, sino también a los dominados, con el fin de
neutralizar el potencial de antagonismo de éstos. El método fundamental de este
proceso de neutralización consiste, dice Laclau, en transformar todo antagonismo
en simple diferencia. Articular las ideologías popular-democráticas a! discurso
dominante consiste en ”absorber todo lo que en ellas es simplemente
particularidad diferencial y reprimir aquellos elementos que tiendan a transformar
la particularidad en símbolo del antagonismo”.218.

En este sentido, Laclau afirma que la presencia de elementos de un discurso


popular no son suficientes para transformar a éste en discurso populista. Es decir,
no son los elementos que integran el discurso los que otorgan a éste, o le niegan,
carácter populista, sino e! modo en que determinados elementos (popular-
democráticos) se articulan en el discurso político dado. Por lo tanto, ”el populismo
comienza en el punto en que los elementos popular-democráticos se presentan
como opción antagónica frente a la ideología del bloque dominante”219

Laclau concluye, en consecuencia:


1) que lo populista en una ideología es la presencia délas interpelaciones popular-democráticas en
su antagonismo específico; 2} que el conjunto ideológico, del que el populismo es sólo un
momento, consiste en la articulación de ese momento antagónico a discursos de clase
divergentes.220

El enfoque de Laclau desprende al populismo de cualquier referente estructural,


sea éste una etapa dada del desarrollo capitalista o una constelación de clases y
grupos sociales. Parafraseando el concepto de disponibilidad social a que recurren
los autores antes comentados, podría decirse que para Laclau el discurso
populista es un discurso en disponibilidad: sienGermani, Di Telia y Weffort las
nuevas masas urbanas se encuentran disponibles para las interpelaciones
ideológicas del populismo, en la propuesta de Laclau el discurso populista se
encuentra en disponibilidad para cualquier usuario. •
218íbíd.,p.202.
219/bid,p. 203.
220 Ibid., pp. 204-205.

113
u

-
La repercusión que ha tenido la interpretación de Laclau, especialmente en Europa,221 se
debe, me parece, menos a su pertinencia para comprender ei fenómeno populista, que al
intento de liberar al populismo de un referente de clase.222 Al quitar a! populismo su
específico referente estructural, Laclau extiende el concepto de populismo hasta tal punto,
que le quita total relevancia: lejos de contribuir a precisar el concepto, agrava la
imprecisión ya suficientemente abundante. La dilución del populismo en un tipo de
discurso político (un tipo suficientemente amplio para abarcar a Mao, Hitler y Perón)
confunde más que aclara, en cuanto inhibe una consideración de los referentes sociales,
políticos y económicos de ese discurso. Tampoco permite entrever por qué en
determinado momento ciertos actores apelan a este tipo de discurso y no a otro.
Finalmente, la presencia de las interpelaciones al ”pueblo” en una gran variedad de
géneros y la multivocidad de ”lo popular”223 contribuyen a aumentar la vaguedad del
concepto de populismo en el enfoque propuesto por Laclau.

Al reducir un fenómeno tan complejo a uno de sus elementos integrantes (el discurso),
Laclau mete en e! mismo saco a fenómenos tan diferentes como el reformismo populista y
los procesos orientados hacia la revolución social. Existe también en éstos una
interpelación al pueblo. Pero esa interpelación difiere de la efectuada por el populismo en
que mientras en ésta el pueblo aparece como un todo indiferenciado, en todo caso
independiente de las diferencias y j erarquizaciones de clase, existe en la apelación
revolucionaria al pueblo y a lo popular un inexcusable referente de clase y de
antagonismos de clase.-

Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, a la gran masa irredenta, a la que todos
ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más
justa, la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia.
221 S. Ha!!, op. cíí.; Bob Jessop et al., op. dt., pp. 32 y 60,

222 H propio Laclau avanzaría aún más por este camino. Véase E. Laclau y Ch. Mouffe, Hegemony and Sociaíisí Síraíegy,
Courand a Radical Democratic Politics, Londres, Verso,
1985, y la critica de Helen Meiksins XVood, The Retreat f rom Class. A New ”True” Socialism, Londres, Verso, 1986.

223 Genevieve Bólleme, El pueblo por escrito. Significados culturales de ¡o ”popular”, México, CNCA/Grijalbo (Los
Noventa), 1990.

114
y la burla generación tras generación, la que ansia grandes y sabias i

transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o
en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre
[...) Nosotros llamamos pueblo, si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin
trabajo [...la los quinientos mil obreros del campo [...] a los cuatrocientos mi! obreros industriales y
braceros [... ¡ a los cien mil agri- -

cultores pequeños [... j a los treinta mil maestros y profesores [... ] a los veinte mil pequeños
comerciantes abrumados de deudas [... ] a ios diez mil profesionales jóvenes (...) ¡Éste es el
pueblo, el que sufre todas las desdichas y es por tanto capaz de pelear con todo el coraje!224

El alegato de Fidel Castro ilustra bien este referente clasista de la ape- .:

lación al pueblo en el discurso revolucionario. En primer lugar, la explicitación de


que la constitución del sujeto popular tiene lugar en el !

desarrollo de la lucha política contra el régimen dominante. En segundo lugar, la


explicitación de! enmarcamiento clasista del sujeto popular, en la medida en que
no aparece mencionado ningún grupo dominante: la convocatoria se dirige a las
masas trabajadoras, a los pequeños propietarios y productores, a los intelectuales,
estudian- j

tes y profesionales, a los pobres del campo y la ciudad.225 j

Para Laclau, en cambio, si los términos del discurso son semejantes, las prácticas
sociales y los proyectos también serán semejantes. El absurdo de las
consecuencias a que se llega por este camino (Perón = Mao = Hitler = ...) pone de
relieve su ineficacia para una mejor comprensión de los procesos políticos y
sociales en América [ Latina, y no sólo ahí. No se discute que puedan encontrarse
paren- | téseos formales en algunos aspectos del discurso político del pe-
f ronismo, el maoísmo y el nazismo: Laclau señala el discurso, pero antes que él
otros autores, por ejemplo, apuntaron al estilo de liderazgo personal. Sin embargo,
si el método que permite percibir esas semejanzas formales prescinde, al mismo
tiempo, de las especifici- • dades que se derivan de otros ingredientes de la
realidad (las obvias diferencias entre la Alemania de la década de los veinte, la
Argentina j

¡
224 Fidel Castro, La historia me absolverá. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, ¡
1981, pp. 36-37.

225 C.M. Vilas, Perfiles de..., op. cií., cap. I, y 1988; Olga Fernández. Cuba: reivindicaciones nacionales y
revolución social, presentado en el XIV Congreso Latinoamericano de Sociología, San Juan de Puerto Rico
(multicopiado), 1981.

115 !
y la China de las décadas de ios treinta y cuarenta) me parece, fuera de dudas, que el
método no es bueno.

Finalmente, el enfoque de Laclau se desentiende de la relación existente entre e! discurso


y la ideología de una organización política, sus estructuras organizativas y sus estrategias
de movilización. Un tema que se encuentra en el centro del análisis ya clásico de los
partidos políticos, formulado hace tres décadas por Duverger226 y retomado más
recientemente, para el caso específico del populismo, por Mouzelis.227
Resumo: Aqui o autor faz a dura crítica a Ernest Laclau pela sua
linkkagem de discurso populista que abarca coisas como Hitler, Mao e
Perón. Reduz um fenômeno complexo a uma Interpelação Popular
democrática presente no discurso. É bastante limitada análise, pois
desconecta do contexto de cada sociedade e torna o conceito um
pouquinho mais impreciso.
La recopilación
Los artículos incluidos en la presente recopilación fueron seleccionados tratando de dar
representación a los principales enfoques en el estudio del populismo y a los temas que
se discuten en ellos.

”El populismo latinoamericano: un enfoque estructural”, de Carlos M. Vilas, interpreta el


fenómeno, ante todo, como una estrategia de acumulación apoyada en la ampliación del
consumo y lo ubica, por lo tanto, en un determinado momento del desarrollo del
capitalismo latinoamericano; los demás ingredientes de la experiencia son presentados
como corolarios de ese elemento central. Los artículos de Thomas Bamat, ”El Plan Inca:
ascenso y caída de un proyecto populista en Perú”; Carlos Zubillaga, ”El batllismo: una
experiencia populista”; Thomas E. Skidmore, ”Las dimensiones económicas del populismo
en Argentina y Brasil”, y Aldo Ferrer, ”La economía política del peronismo”, enfocan el
populismo a través de sus estrategias y políticas de desarrollo. ”Alianza de clases y
dominación: México, 1930-1946”, de Víctor E. Bravo Ahúja y Marco Antonio Michei,
discute las alianzas que se forjaron como base social del populismo mexicano en ese
periodo, mientras que la Caria de Paz Social brasileña ofrece una de las más claras
explicitaciones de la versión empresarial de la propuesta populista de conciliación
dinámica de clases.

Marcelo Cavarozzi desarrolla en ”Populismos y ’partidos de clase media’. Notas


comparativas”, algunas de las peculiaridades de la estructura de clases del capitalismo
latinoamericano que crearon con-
22° Maurice Duverger, Los partidos políticos, México, FCE, 1981.
227 N. Mouzdis, Politics in the..., op. cu., 1985 y 1986.

116
-1 diciones para el surgimiento del populismo. Silvia Sigal y Juan Car-

\ los Torre en ”Sindicatos y trabajadores en la coyuntura populista” y Francisco C. Weffort


en ”Los sindicatos en la política: Brasil, 1955-
1964”, prestan atención a la participación del movimiento obrero en algunas experiencias
populistas. El artículo de Steven Ellner, ”El populismo en Venezuela, 1935-1948:
Betancourt y Acción Democrática”, destaca el enorme dinamismo de un partido populista
y sus múltiples adecuaciones a situaciones políticas cambiantes, mientras que Antonio
Annino discute en ”Cuba 1934-1958: un caso atípico en el contexto latinoamericano” una
experiencia usualmente soslayada en la literatura sobre el tema.

\ Los artículos de Nicos Mouzelis, ”Populismo y clientelismo como

j modos de incorporación de las masas en sistemas políticos semi-

periféricos”. y de Steve Síein, ”El populismo y la política de dependencia personal”,


enfocan al populismo desde la perspectiva de las modalidades de relación entre dirigentes
y seguidores y señalan la ! presencia de elementos de clientelismo y liderazgo tradicional
arti-

culados a ios ingredientes de cambio y modernización. Daniel Pécaut en ”El populismo


gaitanista” estudia algunos de los aspectos más sobresalientes del dirigente colombiano:
su discurso, su base social, su trayectoria. La persona del dirigente populista constituye j
el eje central del análisis comparativo de Vivian Trías, ”Getúlio Var-

gas, Juan Domingo Perón y Batlle Berres-Herrera: tres rostros del populismo”.

Finalmente. Emilio de Ipola y Juan Carlos Portantiero desarrollan en ”Lo nacional-popular


y los populismos realmente existentes” la perspectiva laclausiana del populismo como
discurso y afirman la relación de ruptura y exclusión entre populismo y socialismo.

Los artículos escogidos combinan discusiones teóricas y metodológicas con análisis de


casos, y en conjunto ofrecen una cobertura « más amplia que la usual en este tipo de
obras. Además de los casos

| ”clásicos” de Argentina, Brasil y México, se contemplan situaciones

: menos trabajadas: el régimen militar peruano, el batllismo urugua-

| yo, Acción Democrática en Venezuela, el populismo cubano de las

; décadas de los treinta y cuarenta y el gaitanismo en Colombia.

La recopilación no incluye en cambio a los autores resumidos en

la sección anterior. Ante todo por la amplia difusión de sus obras,

1 que hace innecesario proceder a una nueva reproducción de las mis-

I mas. Pero también porque la mejor prueba de la importancia de esos


¡ : 117
fe^sacíswjaiwaf

autores y de la permanencia y vitalidad de sus enfoques es Ia literatura que a partir de


ellos, desarrollándolos o confrontándolos, ha contribuido, de manera significativa, al mejor
conocimiento de uno de los fenómenos políticos y sociales más importantes de América
Latina en el siglo XX.

118
I. Ei populismo latinoamericano: un enfoque estructural*
Garios M. Vilas
.._ i

El populismo en América Latina

Las condiciones estructurales v


El populismo ruso fue el primer intento sistemático de dar cuenta de las especificidades
del capitalismo tardío. Que el trayecto teórico sugerido y las respuestas formuladas no
hayan sido siempre correctas, no resta mérito al hecho de haber planteado las preguntas
y los temas apropiados.

Parece claro sin embargo que la situación que constituyó el objeto de sus reflexiones no
es exactamente similar a la de América Latina. Las peculiaridades latinoamericanas se
ubican en el plano de las formaciones económico-sociales de la región, vale decir en la
manera en que el capitalismo penetró en las sociedades locales, en la forma en que se
desenvolvió el proceso de su articulación con las formas de producción preexistentes y a
las que finalmente subordinó -y al modo en que las subordinó-, a las modalidades de
articulación de estas formaciones periféricas con las formaciones capitalistas
desarrolladas. La exposición que sigue sintetiza los elementos que tienen más estrecha
relación con nuestro tema.

En primer lugar, el tipo de relaciones que se entabla entre la ”acumulación originaria” y la


producción capitalista. La llamada acumulación originaria -es decir, la expropiación del
productor directo, la
* Tomado de Desarroí/o Económico, vo!. 28, núm. 111, Buenos Aires, octubre-d¡c;embredel988.

119
I. El populismo latinoarnericanoV un enfoque estructural*
Carlos M. Vilas

El popiilismo en América Latina

Las condiciones estructurales


El populismo ruso fue el primer intento sistemático de dar cuenta de las especificidades
del capitalismo tardio. Que ei trayecto teórico sugerido y Ias respuestas formuladas no
hayan sido siempre correctas, no resta mérito ai hecho de haber planteado Ias preguntas
y !os temas apropiados.

. Parece claro sin embargo que Ia situación que constituyó ei objeto de sus reflexiones no
es exactamente similar a Ia de América Latina. Lãs peculiaridades latinoamericanas se
ubican en ei plano de Ias formaciones económico-sociales de la region, vale decir en Ia
manera en que ei capitalismo penetro en Ias sociedades locales, en Ia forma en que se
desenvolvió ei proceso de su articulación con las formas de producción preexistentes y a
Ias que finalmente subordino -y ai modo en que Ias subordino-, a Ias modalidades de
articulación de estas formaciones periféricas con las formaciones capitalistas
desarrolladas. La exposición que sigue sintetiza los elementos que tienen más estrecha
relación con nuestro tema.

En primer lugar, ei tipo de relaciones que se entabla entre Ia ”acumulación originaria” y Ia


producción capitalista. La llamada acumulación originaria •-es decir, Ia expropiación dei
productor directo, Ia
* Tomado de Desarrollo Econômico, vol. 28, num. 111, Buenos Aires, octubre-diciembre de 1988. ’

119
destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo personal, la disociacióri entre el
productor, los médios de producción y el fondo deconsumo-precede a Ia acumulación
capitalista; es ”unaacumulación que no es resultado, sino punto de partida del regimen
capitalista de producción”.1 Ocurre sin embargo que ei capitalismo no se desarrolla de
una vez y simultaneamente en todos los sectores y regiones. Su desarrollo es un proceso
largo y contradictorio de expansion en profundidad y en extension, que consolida sus
propias relaciones de producción ai par que Ias proyecta sobre nuevas regionesy grupos
depoblación. Superados los primeros momentos, Ia ”acumulación originaria” se convierte
en coetánea de Ia acumulación capitalista, aunque en regiones o sectores distintos dei
mismo país. En Ia medida en que este movimiento se apoya en Ia diferenciación dei
campesinado y dei artesanado, en Ia descomposición de Ia producción mercantil simple,
en Ia expropiación dei productor directo, ; es un proceso de ”acumulación originaria”; en Ia
medida en que tie- ’ ne como base una acumulación capitalista previa -y es ese capital
previamente acumulado ei que penetra Ias nuevas regiones y actividades-no Io es.z

La superación de Ia economia primitiva, de Ias comunidades indí- : genas, de Ia


agricultura campesina, fue un proceso mucho más lento que en los países de desarrollo
tardio, y también a diferencia de estos países, no fue conducido por ei capital industrial
local. Fueron ei pillaje colonial, ei capital comercial, Ias inversiones extranjeras para Ia
extracción de recursos naturales, los que en sucesivas etapas y oleadas erosionaron Ia
economia mercantil simple. El capital industrial, cuando participo de este proceso, fue
basicamente, y hasta entrado ei siglo XX, capital extranjero. El ciclo dei capital se
completaba por ló tanto fuera de Ias economias latinoamericanas. La division
interriacional’del’trabajo impuesta por los países avanzados frenó, por Io menos hasta
princípios de este siglo, Ias tentativas de industrialization periférica. La destrucción de Ia
producción artesanal tuvo lugar en beneficio dei capital industrial europeo, que implanto
sus mercancías eri la region através dei comercio exterior. El proceso de diferenciación dê
Ia economia mercantil simple estuvo a cargo, en
1 Véase, K. Mane, Ei capital, 1.1, cap, XXIV.

2 Véase T. Evers: El Estado en Ia periferia capitalista, México, Siglo XXI, 1979, pp, 26 y ss.; E, Mandei: ”La acumulación
originaria y la industrialization del Tercer Mundo”, en Ensayos sobre ei neocapitalismo, México, ERA, 1971, pp. 153 y ss. . .
’, .

120 •:•;.
sus primeras etapas, de este tipo de capitales, y sometido por Io tanto a sus específicas
necesidades. Esto explica ei ritmo lento de este movimiento. Guando Ia industria local
empezó a desarrollarse Io hizo en los marcos dei sistema exportador y reproduciendo los
patrones de concentración espacial definidos por él. La industria se estableció en Ias
capitales (y a Io sumo en alguna cabecera urbana del hinterland) donde Ia economia
exportadora había generado una fuerza de trabajo ”libre”. Lo hizo, asimismo, bajo Ia égida
dei sistema exportador. La industria local pasó tarnbién a beneficiarse del patron de
articulación definido por ese sistema, entre Ia economia mercantil simple y ei modo
capitalista de producción, retardando adicionalmente Ia consolidación dei mercado
capitalista en escala nacional y Ia culminación dei proceso de constitución capitalista de
Ias clases sócialês. Que esta compleja articulación se haya traducido en ganâncias
extraordinárias para ei polo capitalista de Ia economia periférica no es incompatible con
su efecto limitador de la expansion social y espacial de Ias relaciones capitalistas de
producción, y dei mercado capitalista.3

En segundo lugar, Ia separación internacional entre Ia producción de médios de


producción (departamento 1) y Ia producción de médios de consumo (departamento II). La
industria latinoamericana se desarrolló a partir de Ia producción de artículos de consumo,
y ei departamento I quedo monopolizado prácticamente hasta Ia década de los anos
sesenta por los países avanzados. El intercâmbio de mercancías entre ei departamento I
y ei II asume Ia forma dei intercâmbio internacional regido por las leyes del intercâmbio
desigual. El caracter exportador de Ias economias latinoamericanas, su amplia apertura
hacia ei mercado internacional controlado directa o indirectamente por Ias economias
capitalistas avanzadas, determina que Ia realización de una proporción amplia de Ia
producción sea ex-
3 El capitalismo avanzado subordina a estas formas atrasadas, incluso precapitalistas, pero repródudéndolas. La relation
imperialismo/capitalismo loca] está en ei centro de Ia _ polêmica sostenida en Peru en Ia década de los veinte entre Victor
Haya de Ia Torre y Josá, Mariátegui. La posición asumida por Haya de Ia Torre -en Peru ei imperialismo precedia ai
desarrollo de relaciones capitalistas de producción-, frente a Mariátegui que sostenia Ia posición íeninista de! imperialismo
como ”fase superior” dei capitalismo, se aproxima de alguna manera a Ia tesis de Warren sobre ei imperialismo como
”pionero dei capitalismo” en Ia periferia. Véase C. Germana, ”La polêmica Haya de Ia Torre-Mariátegui: reforma o revolution
en ei Peru”, en Análisis, núms. 2-3, Lima, abril de 1977, pp. 143-181; B. Wàrren, imperialism: Pioneer o/Capitalism, Londres,
Verso, 1980.

121
•£

•*»
terna a las economias periféricas, y se encuentre mediatizada por un comercio
internacional cuyas relaciones de valor.éstas no controlan, La industria de América Latina
apareció estrechamente ligada ai consumo personal. Desde ei principio ese consumo
constituyó ei mercado dei capitalismo industrial de la region. Trás la crisis de 1929-1930 Ia
producción industrial local tuvo como posibilidad, además, abastecer consumos que
previamente eran satisfechos por Ia oferta de mercancías importadas. En consecuencia,
la expansion del capital industrial se desenvolvió atada ai problema dei mercado interno,
ya no entendido como, sino constituído por ei consumo personal. Es claro que esta
dependência de Ia producción respecto dei poder de compra de Ia población abarca
solamente, desde ei punto de vista teórico, a una /racción dei capital industrial y a una
etapa dei desarrollo de las fuerzas productivas, pero en Ias condiciones de América
Latina, y en esa etapa de desarrollo, esa fracción dei capital industrial era claramente Ia
principal, y en algunos países prácticamente Ia única.

La salida hacia mercados externos no era más sencilla que en ei capitalismo tardio. E!
desbarajuste dei mercado internacional por Ia crisis, Iqs altos costos internos, ei caracter
incipiente de Ia producción industrial, etcetera, definían otros tantos obstáculos/ La
exportación de productos industrials que tenía lugar era Ia de las manufactures
”tradicionales” en ei âmbito de Ias inversiones extranjeras -ingenios de azúcar, frigoríficos,
fabricación de aceites vegetales, y otros. Solo con la segunda guerra mundial algunos
países de la region pudieron empezar a exportar algunos productos de Ias ”nuevas”
industrias, especialmente a países vecinos con similares niveles de ingreso’por habitante.
Pero tan pronto como Ia guerra termino, esa posibilidad desapareció o se redujo
sensiblemente, y ei mercado interno de consumo volvió a ser Ia meta forzosa de Ia
producción industrial. La contradicción entre acumulación y consumo tuvo pues
modalidades de expresión particulares en América Latina: producir para ei consumo
significaba, en los hechos, para una gran fracción dei capital, producir para Ia
acumulación.

En tercer lugar, Ia cuestión de Ia pequena empresa. En ei capitalismo tardio Ia producción


industrial evolucionó rapidamente hacia ei gran establecimiento fabril, operando con
tecnologia moderna. En América Latina existió., en cambio, un peso considerablemente
mayor de los pequenos establecimientos, no solo en Io que toca a su

122
importância numérica, sino también por su participación en ei producto industrial global;
algo parecido ocurrió en otras regiones de Ia periferia capitalista.4 Esto no quiere decir
que no haya existido, también aqui, un desarrollo relativamente temprano de grandes
plantas industriales.Esedesarrolloexistió, principalmente, en Ia elaboración industrial de
bienes primários exportables -azúcar, carnes, aceites, etcetera. Asimismo, en Ias ramas
que empezaron a desarrollarse a fines dei siglo pasado -alimentos y bebidas sobre todo-
se presencio Ia constitución de algunas grandes plantas que no tardaron en dar cuentâ de
altas proporciones de Ia producción y dei empleo respectivos. Pero Ias circunstancias dei
mercado internacional (Ia guerra de 1914-1918, la crisis de 1929-1930, Ia segunda
guerra) y Ias políticas adaptativas definidas por los estados latinoamericanos fãvorecieron
--de manera específica en cada país-ei surgimiento de sucesivas oleadas de pequenos
establecimientos industriales que con relativa facilidad y rapidez consiguieron encontrar
un lugar en ei mercado.

Es importante destacar que esta pequena producción no puede ser asimilada sin más a Ia
producción pequenoburguesa. Lãs altas tasas de ganância que podían obtener en el
sector industrial atrajeron a capitales de otros sectores, particularmente de! comercio, e
incluso también de los sectores agropecuário y financiero. La posibilidad de explotar
mercados altamente protegidos fue aprovechada también por ei capital extranjero, sobre
todo norteamericano. No hay dudas de que el sector de talleres artesanales que compone
uno de los elementos de Ia transición urbana a un capitalismo industrial consolidado,
contribuyó a Ia formación de Ia pequena propiedad industrial. Pero en buena medida ese
aporte tuvo lugar merced a una transformación de ese sector en establecimientos
industriales con empleo permanente de fuerza de trabajo extrafamiliar y asalariada. No
eranyapequenoburgueses, aunque eran sindudaburgueses pequenos. De tal manera que
en América Latina la expansion del capitalismo industrial combino, en sus primeras
etapas, Ia destrucción de Ia pequena propiedad rural, precapitalista -manteniendo Ias
precisiones formuladas más arriba-, con el desarrollo de Ia pequena propiedad industrial
urbana, capitalista, explotadora de fuerza de
^ Véase por ejemplo B.F. Hoselitz, ”Small Industry in Underdeveloped Countries”, en I. Livingstone (ed.), Economic Policy
for Development, Hammonsworth, Penguin, 1971, pp. 256-277.

. 123
trabajo asalariada, y grandes concentraciones fabriles de capital y fuerza de trabajo.

Esta es, de manera muy resumida, la dimension estrucíuraídel populismo en América


Latina.- ei predomínio de la production para ei consumo personal, la gravitation de la
pequena propiedad --es decir, la misma que Ia de su precedente ruso. Los rasgos
diferenciales de la expansion del capitalismo industrial en ei desarrollo tardio en América
Latina explican que los elementos comunes hayan podido manifestarse con efectos
opuestos en uno y otro caso: en Rusia -como también en Estados Unidos-, para nutrir
ideologicamente los ataques a la expansion del capitalismo industrial; en América Latina,
para impulsar su desarrollo.5

El populismo, así caracterizado, parece encontrarse entonces en esta etapa dei desarrollo
latinoarnericano, en Ia naturaleza misma de Ias cosas. Pero que Ia industria tuviera como
mercado ei consumo interno no es sinônimo, todavia, de incorporación de Ias clases
populares a ese mercado. Lãs preocupaciones de los industriales latinoamericanos, sobre
todo en los primeros momentos dei desarrollo de Ia industria, estuvieron referidas a
cuestiones como ei nivel de protección.con que podrían contar frente a Ias importaciones
competitivas, a Ia posibilidad de conseguir exenciones de derechos de importación de
maquinarias, herramientas y en general bienes de inversion, a Ia disponibilidad de crédito
suficiente y adecuado a Ias modalidades operativas de Ia industria, a conseguir un
tratamiento impositivo favorable, y cuestiones similares.6 No se encuentran en Ias
reclamaciones de los industriales de Ia época, ni en los debates parlamentarios,
referencias a Ia necesidad de ampliar e! consumo de Ias masas para acelerar ei
crecimiento de Ia industria. Y cuando Ias hubo,•setrató.demanifestaciones esporádicas,
ajenas ai âmbito empresarial, y que por Io demás cayeron en saco roto.7
r 5 Lomismo ocuíre con el nacionalismo como ideologia. En ei capitalismo avanzado fue uno de los componentes de Ia
ideologia fascista; en ei tercer mundo es un ingrediente de Ias luchas antimperialístas y anticolonialistas.

6 Respecto de los industriales argentinos, véase por ejemplo D. Cuneo, Comporíamíenfo y crisis de Ia clase empresaria,
Buenos Aires, Pleamar, 1967, pp. 73 y ss.; sobre Brasil, N. Vilela;Luz, A luta pela industrialização do Brasil, São Paulo,
Editora Alfa-Omega, 1975, cap. IV.

7 En México, por ejemplo, ei programa dei Partido Liberal (l de Júlio de 1906) planteaba: ”...cuando ei puebio.es demasiado
pobre, cuando sus recursos apenas lê alcanzan para mal comer, consume solo artículos de.prirnera necesidad, y aun estos
en pequena escala [...]

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