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FOLLARI ¿OCASO DE LA ESCUELA?

1996

Introducción
La educación como objeto de los discursos, pero lejos está de las preocupaciones políticas. La educación universal ya
considerada como derecho impuesto, ya obtenido, fuera de toda reflexión; cuando aparece así, en realidad es
cuando está más ignorada.
La educación tiene una inevitable función conservadora, a transmitir y sostener valores previamente consolidados y
legitimados socialmente.
Lo escolar, implica sostener los valores sobre los cuales se funda el lazo social formado por aquellos en quienes se
sostiene la sociedad para ser un todo, para reconocerse cada uno como integrante de ella. Como identificación
identitaria, se realiza una homogeneización que subsume diferencias. Los axiomas que no responden a lo establecido
chocan contra los límites y se marca una resistencia, ej. educación sexual, no hay consenso general que supere
conflictos de interpretación.
El desafío, renovar la escuela. Se piensa aquí en 1996 que quizá el aprendizaje intelectual pueda realizarse mejor por
vías interactivas, video, informática, puedan dejar obsoletos a la tiza y al pizarrón. Lenguaje y equipamiento escolar,
estilos de proceder la deja fuera de la innovación global de la información, de un planeta intercomunicado.

La escuela, hija de la modernidad


Sociedad se sostiene como tal, al adherir a ciertos valores compartidos. Ese lazo fundante es el que da soporte para
establecer luego cualquier coincidencia o diferencia con los demás, de donde partir para recortar diferencias y
especificidades. Para prolongarse en el tiempo, requiere mantener ese lazo y transmitirlo a los nuevos miembros,
como principios y valores que sostienen la cohesión básica, en cada momento histórico ésta es diferente.
En medioevo, sostenimiento y fundamentación del lazo, a cargo de la iglesia. Esta fundamentación, es “post factum”,
primero los hombres viven juntos, luego inventan justificaciones para esa vida en común.
Hombre con su “diferencia específica” mandaba sobre animales, por la razón. Y tampoco todos los hombres son
iguales en el ejercicio de esa razón. Algunos participan más grandemente de ella, por designio divino.
En la apertura paulatina del mercado, e ir caducando el modelo feudal de producción, la justificación del orden social
se modificó. La arbitrariedad de las leyes de mercado, el libre arbitrio, la decisión individual, la igualdad inicial en
derechos; eran el credo a justificar. Aquí nace la escuela para sostener este nuevo lazo social. La escuela, espacio
abierto a todos los “ciudadanos” para tener la posibilidad de apropiarse equitativamente de los recursos para formar
parte de la sociedad y sus procesos de gobierno y legitimación.
La escuela como faro para la decisión razonada, luz contra la ignorancia y la barbarie, superación de prejuicios y
creencias infundadas en la religión. Como época positivista (ilustración decimonónica), se creería que el
conocimiento todo lo lograría.
En un paralelismo con la creencia religiosa, la razón serviría para la liberación, pero en nombre de ambas, se pueden
crear monstruos. El conocimiento racional -eurocéntrico- dejaba fuera todo lo desigual, locos, homosexuales,
negros, asiáticos, todo estaba fuera de los límites de la normalidad y aceptabilidad. Los límites se volvieron rígidos,
se operó en antinomias criticando desde la razón.
La escuela formaba saberes sistematizados, profesionales que se diseminaban hacia el resto de las instituciones,
donde la exigencia de ordenamiento se usaba para encauzar a los sujetos dentro de la racionalidad. Entonces se liga
su funcionamiento al control, burocratización y disciplinamiento.
Dejar claro que la relación educación-producción no estuvo presente desde el principio como elemento fundador de
la escuela. No era una planificación social de la economía, sino un derecho de cada ciudadano al acceso del capital
cultural simbólico existente. Y a partir de ahí cada uno elegiría cuánto avanzar en la oferta educativa.
En Latinoamérica la idea de educación universal se propuso desde el estado, sin que la sociedad lo advirtiera como
necesidad y sin contar con la urbanización y background culturales y económicos, además de la heterogeneidad
cultural, entonces fue más un anhelo de sectores ilustrados más que una posibilidad de acceso masivo a la
educación.
Lo pedagógico nace ligado a lo escolar ligado a superar las malas inclinaciones, por esfuerzo y disciplina. Subordinar
“lo irracional” al dominio de lo intelectual y lo voluntario. El contraluz de este proyecto ilustrado es la negación de
culturas populares, cercenar diferencia del lenguaje y costumbres, todo aquello que no pase a través del tamiz del
ordenamiento. Grupos sociales fueron excluidos de la escolarización (salvajismo se combatía, “civilización o
barbarie”)
La imposición de conductas de las clases medias asumidas como parámetro universal, más pobres, atrevidos,
movedizos, inadecuados, porque la escuela les resulta extraña, implica imposición de modalidades ajenas; violencia
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simbólica, de imponer lo particular como si fuera universal. Se hace necesaria entonces que la ideología alternativa a
la hegemónica deba explicitarse como tal, para evitar reforzar las condiciones desigualitarias de acceso a bienes
sociales.

Lo posmoderno y la crisis de la escuela


En la modernidad se creía en el progreso indefinido, desarrollo abierto hacia el futuro, hoy la ecología ha puesto al
progreso en entredicho, no se cree que valga la pena producir sistemáticamente la historia. El estilo light y el
narcicismo y la privatización de la existencia han llevado al abandono de las proyecciones de lo moderno. Se está en
la etapa de pleno dominio de lo técnico del mundo, y se han puesto en crisis la ciencia, la técnica, la razón. Asistimos
al final de las certidumbres. No hay pretensión de una verdad única. La creciente complejidad social, hace que la
sociedad se pierda como un todo y cada sector configure sus peculiares estilos de aceptar la autoridad, culturales. El
desarrollo del conocimiento situado.
Si el universal ya no es necesario, que pasa con la escuela, posibilitadora del acceso a conocimientos y posiciones
“objetivas”. La escuela deja de ser el lugar privilegiado como espacio social y pasa a ser uno más. No hay
seguridades, ya no es la escuela desde donde se transmiten. Igual pasa con los intelectuales, su opinión constituía la
cúspide de la legitimación discursiva, la base desde donde se planteaban en otros ámbitos.
Ya no ocurre así en la posmodernidad, época massmediática, donde todo es un fluir perpetuo, primacía de la imagen
sobre la letra, lo imaginario sobre lo simbólico. Ya no importa quién pensó con más claridad, sino quien llamó más la
atención, con mayor intensidad. La escuela también queda aquí descolocada, que conocimiento sistemático
desplegará si el encargo social se la pasa haciendo zapping.
La modernidad donde nace la escuela es una época de rigidez, disciplinamiento por la razón, imponer criterios,
rechazo a la disrupción, a no dar lugar a lo estético, lo erótico. El hombre se dispuso dominar por la técnica,
metodización, ordenamiento, sin excesos ni desórdenes o espontaneidades, todo se ceñía a las necesidades de
producción, de sistematización de comportamientos.
Hubo también el otro lado, contracara que lucho por ese espacio ajeno al funcional, la crítica a los excesos cometidos
en nombre de la razón, del universalismo, al orden abstracto que debían ceñirse la subjetividad, los sueños, las
ilusiones. Estas críticas fueron creciendo y desestructurando el avance del mundo pautado.
Un punto de tensión fuerte fue la década de los 70, con el avance de la tecnología por un lado y la dislocación de los
principios culturales donde se estructuró la ética tradicional del esfuerzo y el ahorro.
Se dio una suerte de paradoja, la tecnología comenzó a desarrollarse y las mercancías a valerse por su tamaño, el
auto por sus metros, la técnica se imponía al hombre y éste perdía su señorío y se empequeñecía, el hombre se
perdía en sus certidumbres, dentro de la complejidad de su propia obra. El estilo centrado del hombre, comenzó a
declinar, la alteración se impuso al ensimismamiento desaparecía el tiempo para la reflexión, pulularon las
instituciones y espacios sociales y se tuvo que diversificar. Comenzaron los estímulos publicitarios con el auge del
video, invocaciones múltiples, el sentido que tipificaba al sujeto se diluía en el caos de imágenes y solicitaciones. Del
“yo pienso existo” se pasó al “si me estimulan existo”, ya no importa el futuro, hay que mantener el momento, el
mundo “soft”. Se dejan la austeridad, el esfuerzo, aparecen las opiniones, el goce, sin exigencias, sin proyección de
futuro, con una moral narcisista del propio goce y compromiso para consigo mismo, no con el mundo y los demás.
Esta situación posmoderna, se daba sin necesidad de que alguien tomara postura y la sostuviera, se estaba
manteniendo por el mismo avance tecnológico, el fax, las comunicaciones, las posibilidades de viajes, el video cable.
Se tornó parte de las relaciones del hombre contemporáneo. Nadie tiraría su teléfono o televisión satelital, no se
puede discutir su existencia, se debe discutir el qué hacer con ello.
Todo esto se da en la lucha de los hippies contra la ética y sus ordenamientos, por revolucionarios que no cambiaron
la sociedad ni el orden del poder, pero sí las costumbres y hábitos. Esa generación que dejó cambios más allá de lo
pueden contabilizar, a pesar del fracaso en su búsqueda de imponer un socialismo con rostro humano. Esto sólo vino
a reforzar los frutos de la tecnología y su vertiginosidad.

Fin

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