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El conocimiento del Dios que se revela a sí mismo


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Albert Mohler

“El punto de partida para la cosmovisión cristiana”

La cosmovisión cristiana está estructurada, en primer lugar, por el


conocimiento de Dios. No hay otro punto de partida para una
cosmovisión cristiana auténtica, y tampoco hay un sustituto.

Uno de los principios más importantes del pensamiento cristiano es el reconocimiento de que no hay
ejemplo de una neutralidad intelectual. Ningún ser humano es capaz de lograr un proceso de pensamiento
que no requiera presuposiciones, suposiciones, o unos componentes intelectuales heredados. Todo
pensamiento humano requiere una estructura presupuesta que defina la realidad y explique, en primer
lugar, cómo es posible que podamos saber nada de nada.

El proceso de cavilación humana y de actividad intelectual ha sido, por sí misma. El foco de una
preocupación intelectual intensa. En filosofía, el campo de estudio dirigido a la posibilidad del
conocimiento humano se llama epistemología. Los antiguos filósofos se preocupaban del problema del
conocimiento, pero esto se convierte en algo más complejo y grave en un mundo de diversidad intelectual.
En el periodo subsiguiente a la Ilustración, el problema de la epistemología se derivó al centro mismo del
pensamiento filosófico.

¿Somos capaces de conocer la verdad? ¿Es la verdad, en un sentido objetivo, algo accesible para
nosotros? ¿Cómo puede ser que gente distinta, de diferentes culturas y credo se aferren a tales
comprensiones distintas y afirmen una reivindicaciones tan irreconciliables de la verdad? ¿Existe
realmente esta verdad? De ser así, ¿podemos realmente saberlo?

Mientras la edad moderna daba paso a una era posmoderna, el problema del conocimiento se hizo aun
más complejo. Muchos pensadores posmodernos rechazan la posibilidad de la verdad objetiva y sugieren
que toda verdad no es más que una construcción social y la aplicación del poder político. Entre algunos,
el relativismo es el entendimiento reinante de la verdad. En el seno de otros, el reconocimiento del
pluralismo intelectual conduce a una afirmación de que toda reivindicación de la verdad está atrapada por
las suposiciones culturales y sólo se pueden conocer a través de las lentes de una perspectiva
distorsionada.
En otras palabras, el problema del conocimiento es frontal y central cuando pensamos en la
responsabilidad de formar una cosmovisión cristiana y de amar a Dios con nuestra mente. Las buenas
nuevas son estas: así como somos salvos sólo por gracia, encontramos que el punto de partida para todo
cristiano que piense en la gracia de Dios se nos demuestra por medio de su propia autorrevelación.

“El Dios de la Biblia que se revela a sí mismo”

El punto de partida para todo cristiano que tenga un pensamiento genuino es la existencia de Dios de la
Biblia que se revela a sí mismo. El fundamento de la cosmovisión cristiana es el conocimiento del único
Dios verdadero y vivo. El hecho de la existencia de Dios establece la cosmovisión cristiana aparte de
todas las demás y, desde el principio mismo, debemos afirmar que nuestro conocimiento de Dios
depende totalmente del don de la revelación divina.

El pensamiento cristiano no se puede reducir a un mero teísmo, que es la creencia en la existencia de un


Dios personal. Por el contrario, el auténtico pensamiento cristiano comienza con el conocimiento de que
el único Dios verdadero es Aquel que se nos ha revelado a sí mismo a través de la Biblia.

Como nos recordaba el fallecido Carl F. H. Henry: “La divina revelación es la fuente de toda verdad,
incluida la del cristianismo. La razón es el instrumento para reconocerla. Las Escrituras son su principio
de verificación. La consistencia lógica es la prueba negativa para la verdad y la coherencia, un test
subordinado. La tarea de la teología cristina consiste en exhibir el contenido de la revelación bíblica como
un conjunto metódico”.

Esa misma afirmación es verdad para todo el pensamiento cristiano. El cristianismo afirma la razón, pero
la revelación divina es la fuente de toda verdad. Se nos ha dado una capacidad para saber, pero en
primero lugar somos conocidos por nuestro Creador antes de llegar a conocerle a Él por medio del don
de su autorrevelación.

“La fiabilidad total de la Biblia”

Una vez aclarada nuestra dependencia de la Biblia, la importancia de afirmar la inspiración total y la
fiabilidad de la Biblia no es meramente una cuestión de articular una visión más alta de las Escrituras. La
afirmación de la fiabilidad total de la Biblia es esencial para que los creyentes tengan una confianza
adecuada de poder conocer lo que Dios quiere que sepamos. Además, nuestra afirmación de la
infalibilidad de las Escritura se basa, no solamente en las reivindicaciones internas de las Escrituras, sino
también del carácter mismo de Dios. El Dios que nos conoce y nos amó mucho antes de que llegásemos
a conocerle, es el Dios en el que podemos confiar para que nos dé una revelación completamente
fidedigna de sí mismo.

Aun así, la ignorancia de la verdad bíblica básica es galopante. Notablemente, es un problema tanto
interno como externo, de la iglesia. Muchos miembros de iglesia parecen tan ignorantes del verdadero
Dios vivo como el público en general. Demasiados púlpitos están en silencio y se ven comprometidos. El
“dios ordinario” de la creencia popular es el único que muchos conocen.

Como han documentado Christian Smith y sus colegas investigadores, la fe de muchos estadounidenses
se puede describir como “deísmo terapéutico moralista”, un sistema de creencia que proporciona la
imagen de una deidad cómoda, que no amenaza, y a la que no le preocupa terriblemente nuestra
conducta, sino que quiere que seamos felices.

La precisión de la cosmovisión cristiana en la era moderna se remonta directamente a un cambio


significativo de la doctrina de Dios. El Dios al que adoran millones de personas modernas es una deidad
hecha a medida y al tamaño posmoderno.

“El único Dios verdadero”

El único Dios verdadero que se revela a sí mismo en la Biblia, es un Dios que define su propia existencia,
y establece sus propios términos y gobierna sobre su propia creación. La alegra falta de profundidad de
la “espiritualidad” moderna se levanta como un monumento al intento humano de robarle la gloria a Dios.
La cosmovisión cristiana no se puede recuperar sin un nuevo descubrimiento profundo del conocimiento
de Dios.

Inevitablemente, nuestro concepto de Dios determina nuestra cosmovisión. La cuestión de la existencia o


no de Dios es primordial, pero así es también la de su poder y carácter. Los teólogos hablan de los
“atributos” de Dios para referirse al los detalles de su naturaleza revelada. Si comenzamos con el
concepto correcto de Dios, nuestra cosmovisión se verá adecuadamente alineada. Si nuestro concepto
de Dios es sub-bíblico, nuestra cosmovisión también lo será.

Los atributos de Dios revelan su poder y su carácter. El Dios de la Biblia es omnisciente y omnipotente, y
también es fiel, bueno, paciente, amoroso, misericordioso, lleno de gracia, majestuoso y justo.

En la base de toso los atributos adscritos al Dios en las Escrituras se encuentras dos grandes verdades
que forman los pilares centrales de todo el pensamiento cristiano. El primero de estos es la soberanía
total, final e indisoluble de Dios. La soberanía de Dios es el ejercicio de su autoridad de pleno derecho,
Su omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia son los instrumentos de su soberanía.

El segundo de estos grandes pilares es la santidad de Dios, así como la soberanía es el gran término que
incluye a todos los atributos del poder de Dios, la santidad abarca todos los atributos morales adscritos a
Dios en la Biblia. En primer lugar, la santidad define a dios como fuente de todo lo que es bueno,
verdadero, hermoso, amoroso, justo, recto y misericordioso. En toras palabras, la santidad establece que
Dios no solo es el poseedor de todos estos distintivos orales, sino que también es la fuente absoluta de
ellos. Al final, Dios no se define tanto a Dios por estos atributos morales como por la forma en la que el
despliega su carácter en la Biblia.

En otras palabras, decir que Dios es justo no es decir que él pasa por alto cualquier excusa cuando se le
pone a prueba poniendo como telón de fondo nuestra propia comprensión de su justicia. Por el contrario,
logramos cualquier comprensión adecuada de su justicia solo cuando llegamos a conocer a Dios que se
revela a sí mismo y que es justo. Unos de los problemas fundamentales del pensamiento moderno es el
intento de los seres humanos por juzgar a Dios mediante muestras propias categorías de la perfección
mora. Nuestra propia responsabilidad es poner nuestras categorías bajo el sometimiento de la realidad y
la revelación de Dios.
La cuestión de la existencia o no de Dios es primordial, pero así es también la de su poder y carácter. La
cosmovisión cristiana está estructurada, en primer lugar, por el conocimiento autorrevelado de Dios. Esto
implica el conocimiento global del Dios que se autorrevela, se define a sí mismo, sin aceptar ningún rival.
No hay otro punto de partida de una cosmovisión auténtica del cristianismo y no hay sustituto.

Este artículo fue escrito por el Dr. Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico Bautista del
Sur en los Estados Unidos. Usado con permiso. Traducción de www.ibrnb.com, Derechos
reservados.

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