Está en la página 1de 8

Redescubriendo la verdadera

espiritualidad, ósea la espiritualidad


bíblica
Primero debemos preguntarnos lo siguiente

¿Qué es la espiritualidad?
Antes de definir la espiritualidad bíblica, vamos a definir la
espiritualidad en general. presuponemos por lo menos dos
cosas en base a esta definición: primero, la existencia de
una realidad espiritual; y segundo, la capacidad humana
de conocer e interactuar en alguna medida con esta
realidad espiritual. Por lo tanto, la espiritualidad puede
definirse como la experiencia de la capacidad humana de
conocer una realidad o entidad espiritual.

Por ahora, la definición esta definición nos lleva a


preguntarnos: ¿Cuál es la naturaleza de la realidad espiritual
en sí? Aunque existen más vamos a tomar dos modelos
distintos de realidades espirituales uno es, donde nace la
cultura india; el otro son las tierras bíblicas del medio oriente.

El hinduismo y sus religiones hijas como el budismo, el cual


sabemos que no pueden entenderse de la misma forma que las
religiones bíblicas. En realidad, abarcan centenares de
mutaciones como el sikhismo y el jainismo. Dentro del
mismo hinduismo hay una gran variedad de sectas.
El sikhismo Cree en un único dios intangible y, al mismo tiempo, en la doctrina del
karma o ley de causa y efecto aplicada al dominio de lo moral.

Los jainistas predican que el camino hacia la liberación y la gloria en la vida es


precisamente tener vidas en las que no le hagan daño a nadie, aunque esto
implique renunciar a casi todo.
su concepto de la realidad donde todo sin distinción es de
naturaleza espiritual. Todo es divino. Este panteísmo, Ha
producido una espiritualidad que afirma: “Yo soy dios y tú
eres dios, porque todo es dios”. Sin embargo, en el occidente
se conserva aún la idea bíblica del valor del individuo.
 Los hinduistas deben perseguir la iluminación m7ediante el rechazo del mundo material y
sus placeres, para evadirse del ciclo eterno de muertes y reencarnaciones conocido
como Samsara.

. Samsara.
egún el pensamiento indio el Samsara es el ciclo de la transmigración de las almas o
renacimiento: vida, muerte, volver a nacer o reencarnarse. En el decurso de la vida de los individuos
el karma o las acciones que uno comete determinan el futuro de cada uno

La liberación del Samsara ocurre sólo si se llega a la iluminación. Los humanos son
capaces de liberarse de este ciclo dado que son una de las existencias más espirituales y
desarrolladas. El camino continúa con el ser iluminado (Buda) compadeciéndose del resto
de los seres sintientes, y guiándolos por el camino hacia la iluminación. .

El hinduismo sostiene que la iluminación se logra mediante:


1. Ejercicios de respiración (pranayama).
2. Meditación en alguna forma de Dios.
3. Meditación en los chakras (círculos de energía espiritual).
4. Repetición de mantras.
5. Obediencia a un gurú (maestro espiritual).
6. Mantener posiciones de yoga.

Sin embargo, , la espiritualidad se entiende como sufrimiento


y solo se aspira al alivio del ciclo interminable del samsara,
por medio de moksha, la aniquilación de la individualidad en
el eterno abandono. En India, por lo tanto, se ha producido
una espiritualidad no de autosuperación sino de abnegación.
La espiritualidad bíblica es muy distinta. Para empezar, tiene
definición. Se hacen distinciones, y los conceptos se prestan
para el estudio sistemático. Esto es porque parte de otra base.
En la cosmovisión bíblica, la creación lleva las marcas de su
Creador, pero no es equivalente a Él. Dios es personal, y su
personalidad y voluntad preceden el orden creado. Lo que es
más, Dios habla, y nos revela su carácter y voluntad por
medio de su creación y en las Escrituras.

En el hinduismo, los seres humanos son amebas que pasan de


una forma a otra hasta que su identidad se pierde en el flujo
infinito de la existencia. Pero la espiritualidad bíblica ve la
realidad y los seres humanos de otra forma. La realidad es
concreta y dura, definida como una roca. Hay muerte, pero
también vida, gracia, y amor que nos pueden levantar como
águilas sobre un viento de adoración donde encontramos la
satisfacción máxima de cumplir con nuestro propósito.

Que es la espiritualidad bíblica


.

Por ejemplo, Bruce Waltke escribe: “La mayoría de los


evangélicos estaría de acuerdo con Agustín y Calvino en que
la espiritualidad se define mejor como el amor a Dios y amor
al hombre”.[3] Stephen Yuille dice que, para entender la
espiritualidad cristiana, conviene comenzar “con la forma en
que la gente cree que Dios se comunica con ellos”.[4] Richard
Lovelace añade: “La meta de una auténtica espiritualidad es
escapar del circulo cerrado de la autoindulgencia espiritual, o
incluso autosuperación, para absorberse en el amor a Dios y
otras personas”.[5] Michael Haykin, por su parte, pone el
énfasis en la iniciativa del Dios trino de buscarnos a nosotros.
Si buscamos una respuesta netamente bíblica que nos
explique de qué se trata la espiritualidad bíblica, quizá no
haya mejor texto que Colosenses 1:28: “A Él nosotros
proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando
a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder
presentar a todo hombre perfecto en Cristo” (LBLA). Es el
impulso por “ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia
derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia
que procede de Dios sobre la base de la fe” (Fil. 3:9, LBLA).
O sea, es la lucha por vivir vidas piadosas; por vivir en
genuina santidad sin la cual nadie verá a Dios (He. 12:14),
creciendo a imagen de Cristo conforme a la Biblia. Donald
Whitney nos ayuda a entender esto con las siguientes palabras
prácticas: “Los limites de la espiritualidad son la
autorevelación escrita de Dios”.[6]

Respuestas a preguntas cruciales


Para describir una espiritualidad específica haría falta
contestar tres preguntas.

¿Cómo se obtiene información o conocimiento de lo


espiritual? Las religiones del oriente enseñan un camino
ascético de la meditación que lleva a la iluminación. Según
ellas, la verdad está en nosotros y debemos callar los
clamorosos llamados del deseo con el fin de percibir la
realidad profunda de nuestra existencia.

La Biblia, sin embargo, mantiene que el corazón es engañoso


y por lo tanto no puede ser fuente de entendimiento. Nuestros
intentos autónomos por definir la naturaleza de lo espiritual
producen la idolatría. La respuesta del Dios verdadero es su
revelación. Jesús señaló esta diferencia en Juan 3:13: “Nadie
subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del
Hombre, que está en el cielo” (LBLA).
La segunda pregunta que hacemos es: ¿Qué se requiere de
nosotros? El misticismo enseña que nuestra gran deficiencia
es ontológica. Al aferrarnos a nuestra individualidad, somos
limitados por el cuerpo y la mente humana. La solución,
según el misticismo, consiste en desprendernos de nuestra
individualidad por medio de la abnegación ascética. El
deseado fin es la absorción de nuestra personalidad en el
universo.

La Biblia, sin embargo, enseña que nuestro defecto es moral y


no ontológico. Nuestro problema no es la limitada existencia
del ser humano individual, sino el pecado. El remedio a
nuestro dilema pasa por la redención y la restauración de toda
la creación, incluyendo nuestra personalidad individual. En el
programa divino no somos absorbidos como individuos, sino
reformados y potenciados en la medida que Cristo se
establece en nosotros. Al final, el profeta Miqueas nos da la
respuesta a esta segunda pregunta sobre qué se requiere de
nosotros: “Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y
qué es lo que demanda el Señor de ti, sino solo practicar la
justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu
Dios?” (Mi. 6:8 LBLA)

La tercera pregunta es: ¿Cuál es la naturaleza de la relación o


comunión con lo espiritual? Pablo refuta la idea central del
misticismo ascético cuando escribe contra aquellas practicas
que “tienen a la verdad, la apariencia de sabiduría en una
religión humana, en la humillación de sí mismo y en el trato
severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los
apetitos de la carne” (Col. 2:23 LBLA). El misticismo, en su
versión más extrema, es destructivo para la vida humana.
Corta los vínculos del individuo con los afectos, la familia, y
la misma existencia física y corporal que Dios ha creado y
bendecido. Supone que el problema es nuestra conexión con
el orden creado porque supone que la materia es mala y
debemos desasociarnos.

La visión bíblica de la vida espiritual tiene otros matices.


Como ya vimos, el mundo creado con sus limitaciones no es
nuestro problema. Al contrario, nosotros somos los que por
nuestro pecado hemos dañado la creación perfecta de Dios. La
esencia de nuestro problema pasa por la infidelidad relacional
entre nosotros como personas y la persona de Dios. O sea,
hemos violado el pacto, la ley de Dios. La solución que
necesitamos está en la persona de Cristo, quien cumplió los
requisitos del pacto y se ofreció como sacrifico y mediador.
Su rol abre las puertas a la obra regeneradora del Espíritu
Santo. Ahora hallamos que los requisitos del pacto se han
escrito sobre nuestros corazones (Jer. 31:30).

La obra santificadora de Dios en nuestras vidas comienza con


una maravillosa obra del Espíritu Santo. Pero esta obra es
muy distinta a la intuición mística propuesta por las religiones
orientales. No puede perderse en la subjetividad porque
siempre se ancla en la revelación objetiva de las Escrituras. El
Espíritu produce entendimiento y convicción, pero en cuanto
a los eventos bíblicos y la historia de la salvación que son
parte de la realidad tangible: “Porque cuando os dimos a
conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no
seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos
testigos oculares de su majestad” (2 P. 2:16 LBLA). En las
Escrituras encontramos un fiel relato y una interpretación
correcta de los grandes actos de Dios en la historia. A modo
de pacto, la Palabra de Dios sirve como el marco de una
nueva relación: un nuevo pacto entre nosotros y el Dios que
nos creó.

Conclusión
Para resumir lo que hemos explorado, quizá sirva contrastar
dos jerarquías distintas. El misticismo, tanto en sus formas
orientales, neoplatónicas, y católicas tiende a enseñar el
siguiente orden en al avance espiritual:

1. El esfuerzo ascético para remover impurezas y


distracciones mundanas
2. La iluminación que revela realidades espirituales a veces
incomunicables
3. La unión con Dios.
La Biblia, sin embargo, revierte tal orden de esta manera:

1. La unión con Cristo por medio de la obra regeneradora


del Espíritu Santo
2. La iluminación de las verdades Bíblicas por el Espíritu
Santo
3. El crecimiento en santificación.
4. por lo tanto, las disciplinas espirituales se deben
entender como elementos importantes de la tercera etapa
del proceso bíblico. Tomarlas en un sentido parecido a la
primera etapa del misticismo clásico lleva al legalismo y
a la frustración espiritual. Esto lo descubrió Martin
Lutero antes de su conversión: “Aunque viví como
monje sin reproche, me sentía un pecador ante Dios con
una conciencia perturbada. Estaba seguro que nada de lo
que pensaba, o hacia, u oraba satisfacía a Dios”.[7]
5. En uno de sus mensajes, John Piper señala la
importancia de la Biblia para la fe de Martín Lutero. Él
cita el comentario de Lutero sobre el Salmo 119: “En
este salmo, David dice que hablará, pensará, oirá, leerá,
día y noche, constantemente —pero solo de la palabra de
Dios y sus mandamientos. Porque Dios quiere dar su
Espíritu pero solo por medio de su Palabra externa”
(énfasis añadido).[8] Esta frase nos puede resultar algo
extraña, pero contiene la semilla fecunda de la genuina
espiritualidad bíblica.
6. La verdadera espiritualidad no nace de una intuición
interna ni se desarrolla con base en nuestros propios
esfuerzos de superación. Nos llega desde afuera. Dios ha
hablado y ha dejado sus palabras registradas en la Biblia.
Estas palabras son vida. Desde afuera nos llega su
Palabra, y por el Espíritu encuentra morada en nosotros.
El proceso a veces es doloroso y extenuante como un
parto, pero su fin es “Cristo formado en nosotros” (Gá.
4:19). Descubrir las dinámicas de este proceso debe ser
la labor principal de nuestras vidas.
 

También podría gustarte