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bíblico
La Antropología del AT
La Escritura tiene así una concepción muy unitaria del hombre.
Basar:
incluso todo hombre (Is 58,7); hasta toda carne (kol basar) i.e. todos los individuos
de la raza humana (Is 40,5; 49,26; Jr 25,31; Jb 12,10; Sal 145,21).
Designa la debilidad, tanto física como moral. Gn 6,12 (la carne se asocia a una
conducta pecaminosa); Is 40,6, la carne es tan efímera como la hierba campestre.
No se atribuye aquí mal a la carne, sino debilidad propia de su constitución
biológica o ética. La que oposición no es espíritu materia, sino Creador creatura.
Del mismo modo que se dice kol basar, se dice kol nefes (Gn 12,10,
12.15.16.17).
Ruah: es la dimensión trascendente del hombre.
En esta línea, los profetas pueden ser llamados “los hombres del
espíritu” en cuanto poseedores de un carisma distintivo: Nm 27,18;
Os 9,7.
Vemos entonces que el hombre es concebido
como una unidad,
“Carne”, salvo contadas excepciones en que tiene sentido neutro (Rm 1,3: nacido
de la estirpe de David según la carne; 9,3): designa la naturaleza humana, el
hombre en su condición nativa, la esfera de lo constitutivamente débil y
caducable (“según la carne” Rm 1,3; Fíjense en el Israel según la carne, 1Co 10,18;
aquí la Biblia de Jerusalén habla de ‘naturaleza’, pero el texto griego de carne, Ga
4,23.29).
Esto no significa que la carne sea mala en sí (como para griegos y gnósticos), sino
que deviene mala. Expresa la opción del hombre de alejarse de Dios.
Espíritu.
Ante todo debemos notar que con este término se designa la fuerza de Dios, el
Espíritu Santo, Espíritu de Dios y de Jesús, don del Señor resucitado.
Conclusión
Basándonos en los antecedentes que hemos presentado, podemos decir que la
nociones antropológicas remiten siempre al hombre concebido como totalidad
indivisible. El yo del hombre es un yo encarnado, unitario, es un ser
relacional, que se logra o se malogra en su encuentro con el prójimo y con
Dios.