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1

Sumario

Editorial. Pág. 3.

“El misterioso recorrido del tesoro de Sobremonte. Idas y vueltas


por la pampa bonaerense”.
Por Gustavo Fabián Alonso. Pág. 5.

Guerra de la Triple Alianza

“La batalla de Tuyutí desde el sentimiento”.


Por Miguel Ángel De Marco. Pág. 12.

“A propósito del óleo de Pietro Valenzani “La Despedida”.


Prensa, personajes y uniformes en la parada militar del 21 de junio
de 1865”.
ISSN 2683-6904
Por Felipe Cirullo y Alberto del Pino Menck. Pág. 23.
Año V N- 27 Agosto 2023

Staff: Conmemoraciones
Dirección:
María Teresa Fuster “La celebración del centenario de la Independencia. Buenos Aires
Redactor principal - Tucumán. 1916”.
Roberto L. Elissalde Por María Teresa Fuster. Pág.33.
Redacción:
Sergio Fuster
“La batalla de los Corrales”.
Comité científico: Por Fernando Sánchez Zinny. Pág.41.
Néstor Careaga Alfonso
Fernando Chao +
Jorge N. Di Nucci Historia de la Inmigración Europea
Olga Fernández Latour de Botas
Susana Frías
Héctor Patiño Gardone “La inmigración y colonización desde el Volga a la Colonia
Mary Monte de López Moreira Alvear (1876-1990)”.
M. Cristina Scomazzon
Eduardo Trigo O’Connor d’ Arlach
Por Mónica Alejandra Olivera. Pág.54.
Juan Eduardo Vargas Cariola
Historia Contemporánea
Corrección:
Eduardo Fusero
“El archivo Faupel y los misterios de la formación ideológica de
Diseño: Perón”.
Demis Juliá
Por Victor Deutsch. Pág. 63.
San Blas 5158 CABA CP 1407.
Cultura y Sociedad
Mail: revistahistopia@gmail.com

© 2019. Registro de propiedad


intelectual. Ley 11.723. Se puede citar
“La obra de Furlong dedicada a Sánchez Labrador y a los pueblos
cualquier parte del contenido de la originarios”.
presente publicación siempre y Por Mario Tesler. Pág. 72.
cuando se mencione la fuente.

2
Editorial

Revista Histopía se enorgullece de presentar a sus lectores en este nuevo número,


excelentes trabajos académicos realizados por reconocidos historiadores nacionales y
extranjeros.
Fabián Alonso un especialista en patrimonio documental nos hablará del misterio del
tesoro que el virrey Sobremonte trasladó desde Buenos Aires durante las invasiones
inglesas explicándonos, con fuentes documentales, cuál fue su destino. El presidente del
Instituto Nacional Browniano y ex presidente de la Academia Nacional de la Historia, el
Dr. Miguel Ángel de Marco, nos ilustrará sobre la sangrienta batalla de Tuyutí librada
en el contexto de la Guerra de la Triple Alianza un 24 de mayo de 1866. Desde Uruguay
Felipe Cirullo y Alberto del Pino Menck nos hablarán del óleo de Pietro Valenzani que
se encuentra en el Museo Histórico Nacional, Casa de Rivera de Montevideo, con el
cual el artista rindió homenaje a las fuerzas uruguayas que se enfrentaron en esa fatídica
guerra. Y si sobre enfrentamientos armados hablamos, Fernando Sánchez Zinny,
profesor y “padre de periodistas”, nos detallará el combate librado en los Corrales, el
último disputado en el marco de la revolución de 1880.
María Alejandra Olivera nos detallará sus investigaciones sobre inmigración y
colonización en el Valle Central de Catamarca, Teresa Fuster sobre los festejos
realizados en Tucumán y Buenos Aires en 1916 motivados por los 100 años de la
declaración de la Independencia. Mario Tesler, especialista en bibliotecología, nos
recordará un aspecto de la obra de un gran historiador: Guillermo Furlong, relacionada
con Sánchez Labrador y los pueblos originarios.
Desde España Victor Deutsch, nos hablará del archivo del militar alemán Wilhelm
Faupel, funcionario de Hitler, y la relación existente con la formación ideológica de
Juan D. Perón.
Un variado e interesante número que invitamos a nuestros lectores a disfrutar.

Lic. Teresa Fuster


Directora de Revista Histopía

3
Revista Rico Tipo N° 42 (30 de agosto de 1945- AGN- Biblioteca).

4
EL MISTERIOSO RECORRIDO DEL
TESORO DE SOBREMONTE
Idas y vueltas por la pampa bonaerense
Por Gustavo Fabián Alonso 1

Carretas tiradas por bueyes (AGN)

Mucho se ha escrito sobre la suerte que corrió el famoso Tesoro Real cuando los
ingleses se dejaron ver en el Río de la Plata en el invierno de 1806. Todos sabemos que
luego de idas y venidas terminó en manos del invasor, pero ¿qué parte de él llegó a sus
manos? ¿Es verdad o no que fue escondido en algún lugar o en varios?, y si fue así,
¿todo se entregó a los ingleses, o un porcentaje quedó “perdido” para siempre?
Para responder estas y otras preguntas, analizaremos dos expedientes conservados en
el Archivo General de la Nación, que tal vez nos puedan ayudar a comprender los
hechos sucedidos en aquellos históricos días de la invasión inglesa al puerto de Buenos
Aires en 1806. 2
En la noche del 25 de junio de 1806, el alcalde de la Villa de Luján, Manuel de la
Piedra, recibe una orden del Virrey Rafael de Sobremonte para que custodie hasta la
ciudad de Córdoba 104 barras de plata y 42 cajones de plata sellada, estos últimos por
valor de 84.000 pesos, que formaban parte del tesoro real amenazado por los ingleses.
Varios días después, y luego de la caída de la ciudad de Buenos Aires el 27 de junio,
el Virrey ordena devolver el tesoro fugado, que a la sazón se encontraba en la Villa de
Luján. Sin embargo, Sobremonte se juega una carta más y sólo manda que se vuelvan a

1 Profesor de Historia. Especialista en referencia histórica. En la actualidad se desempeña en el Archivo


General de la Nación Argentina.
2 Archivo General de la Nación-Argentina (en adelante AGN-Argentina) S9-1676 fojas 670 a 675 y S7-
2338, doc. 50.

5
Buenos Aires los caudales del Rey y los encargados a Manuel de Sarratea que
pertenecían a la Cía. de Filipinas, “,,,continuarán los demás del Consulado, y
particulares al destino señalado…”.3 Y la orden del Virrey resaltaba que “…los que se
hallaban depositados en la Caja Real en dicho día, como los de Manuel de la Piedra, y
otros de esta naturaleza no deben ser comprendidos en el retorno…”4; se entiende que se
refiere al retorno desde Lujan a Buenos Aires.
Por lo expuesto el Tesoro parecía estar dividido en dos partes, una parte encargada a
Manuel de Sarratea y la otra a Manuel de la Piedra, siendo ésta última la que no debía
entregarse al invasor.
Los problemas de De la Piedra no culminaron cuando parte del tesoro volvió a
Buenos Aires, sino que aumentaron porque los ingleses se enteraron de que el resto del
mismo no había sido entregado. Para encontrarlo, destinaron 30 hombres de sus tropas y
“…al Comisionado Francisco González…” junto con doce españoles. De la Piedra
ordena entonces a sus dependientes que abandonen el camino real y “…dirigiesen su
ruta a las Pampas, y enterrasen las barras y cajones en efecto así lo hicieron más delante
de los cerrilos, y en distancia hasta la cañada de los Leones, parage a donde les alcanzó
la noticia.”5

Al llegar a Luján, los ingleses solo encontraron los caudales del Consulado, pero no
los de De la Piedra. Engañados, los invasores siguieron durante dos días el camino de
Córdoba sin rastro de las carretas con el dinero. Al volver del viaje infructuoso,
aquéllos, junto a los rastreadores españoles, encontraron las marcas de las ruedas en
dirección a los pozos y lagunas donde estaban enterrados los caudales, los que sacaron

3 Ibidem.
4 Ib.
5 AGN-Argentina…op. cit.

6
de allí “…a excepción de 29 barras de plata valor de cuarenta y tantos mil pesos que
escaparon a la diligencia de estos invasores”. 6
El documento termina allí y nada dice sobe el destino de esas 29 barras de plata.
Hemos investigado si existe algún otro documento que hable sobre el particular, pero no
hemos hallado ningún rastro hasta el momento.
En verdad, el expediente se inicia con un pedido de informe a Manuel de la Piedra
para que identifique la cantidad exacta de barras de plata y cajones con plata sellada que
los ingleses desenterraron de las lagunas y pozos de Los Leones. De la Piedra aduce que
él no sabe con exactitud y que sus dependientes tampoco.

Arroyo de Los Leones en el Partido de Suipacha, Pcia. de Buenos Aires (Fotografía del autor).

En el informe solicitado a Valentín Olivares, Alguacil Mayor de la Villa de Luján,


sobre el particular, éste dice que los ingleses desenterraron 75 barras de plata y 36
cajones de plata sellada de a dos mil pesos cajón y que dejaron de buscar por no poder

6 Ib.

7
hallar más. Por lo tanto, además de las 29 barras de plata, les falto desenterrar 6 cajones
de plata sellada que nada dicen los informes presentados.
Parecería que parte del tesoro de Sobremonte fue enterrado a unos 130 km. al
Noroeste de Buenos Aires, en pozos y lagunas que forman el nacimiento del actual río
Luján, y que luego fue encontrado por los ingleses, pero cansados éstos de buscar
dejaron unas 29 barras de plata y 6 cajones de plata sellada, que suponemos volvieron a
la capital, aunque no hemos encontrado indicios documentados de ello.
Parecería decimos porque otro documento del Archivo General de la Nación hace
mención de la división del tesoro en “otras partes”. En efecto, el informe del Alférez de
Blandengues Fulgencio Azpiazu, en ese momento alférez en la Villa de Luján, relata el
devenir desde otro ángulo, de la otra parte del tesoro en su ruta por las pampas
bonaerenses.7
Azpiazu relata que el coronel Rodrigo le pidió “…q con cinco soldados marchase a
córdoba escoltando ocho carretas de plata en moneda y barras pertenecientes todo a
Manuel de la piedra…”8 para evitar que sea capturado por los ingleses que los
persiguen, ayudados por una partida de criollos traidores aliados de los ingleses. De esta
manera, sabiendo que lo seguían, Azpiazu llega a la estancia de Gerónimo Pueblas
(cañada de Giles) y le deja a este en custodia 13 barras de plata y continúa con el resto.
En otra declaración, el soldado José Rubiano relata que eran siete carretas y que se
dividieron en tres partes, mandando De la Piedra que dos de estas se fueran para un lado
y las demás por otro camino. Que luego de andar un trecho llegaron casi enfrente de la
Guardia de Luján (actual Mercedes) y en la estancia de Pueblas (en realidad era la
cañada de Giles) dejaron parte de una carreta en custodia de este (13 barras de plata), y
que con lo demás siguieron hasta el amanecer hasta que divisaron a los ingleses, que al
ser más “que ellos les dejaron las dos carretas y los picaderos”.
Luego de unos días Azpiazu y el que declara volvieron y fueron a la estancia de
Pueblas a desenterrar las barras que aquel había custodiado, al cual iban a recompensar,
cosa que nunca hicieron. Sin embargo, el alcalde Maldonado se les había adelantado y
había rescatado 11 barras de las enterradas en lo de Pueblas, dejando dos que luego se
llevó Azpiazu.
Otro declarante de apellido González, dice que luego de volver del paraje “...que
llaman de Los Leones (Río Lujan arriba, actual zona de Suipacha), recogiendo algunos
caudales que habían librado del enemigo…”. Lo que confirmaría que el tesoro fue
dividido en varias partes más allá de la Villa de Luján.
En resumen, estos datos confirman que una parte de los caudales del Rey se
escondieron en una estancia en la cañada de Giles y otra parte más adentro aún, en la
zona del nacimiento del río Luján, en las lagunas de Los Leones, en el actual partido de
Suipacha (a 130 km de la ciudad de Buenos Aires).
En los que respecta a las barras de plata que se rescataron de la estancia de Gerónimo
Pueblas (11 barras), siguieron otro camino para ser protegidas de los ingleses, se estima
hacia el Paraná (al puerto de Zárate)
“… Que luego las dichas barras ya sin riesgo de ser tomadas por los ingleses las
llevaron por el Paraná”9. Las demás carretas fueron por lo que parece encontradas (y
robadas) por los ingleses y algunos aliados traidores criollos. ●

7 AGN-Argentina. S7-2338, doc. 50


8 Ib.
9 Ib.

8
Transporte en carretas fines siglo XIX (AGN Colección Aficionados)

Transcripción del expediente del Archivo del Cabildo de Buenos Aires


Septiembre-octubre de 1806. (AGN Sala 9 19-5-5. Folio 670).

15 de septiembre de 1806

El alcalde de la Villa de Luján, Manuel de la Piedra, informa sobre la custodia de los


caudales en plata sellada y barras que estaban a su cargo y que extrajo de la capital por
orden del Virrey en la noche del 25 de junio de 1806, para alejarlos del enemigo
invasor.
La orden del Virrey fue que “…siguiesen estos, y no retrocediesen con los que se
mandaron volver a esta capital…”. Puntualizando en la información el número de barras
y cajones que tuvieron noticia “…sacaron de las lagunas de los pozos adonde se
enterraron…”. Firmado Manuel de la Piedra.
En otro apartado dice: que el Alguacil Mayor informe, porque él lo ignora, que
cantidad de barras y cajones los ingleses condujeron a Buenos Aires. Luján, 20 de
septiembre de 1806.
En otro informe, el Alguacil Mayor de la Villa de Luján, informa que los
dependientes de Manuel de la Piedra extraído de la Villa de Luján y de los caminos
reales, motivado que los ingleses luego de haberse apoderado de los que estaban en esta
Villa andaban buscando esta parte del tesoro faltante, “…me sacaron con la partida de
Dn. Francisco González y la de los ingleses imponiéndome pena de la vida al mas
mínimo movimiento a su encuentro…”. Al dar con el tesoro “…los cuales habían
puesto barras de palta en los pozos y cajones enterrados, los que viendo los ingleses,
cansados de desagotar pozos donde no hallaban mas, extrajeron para la ciudad de BA
hasta el numero de setenta y cinco barras de plata y treinta y seis cajones de plata
sellada de a dos mil pesos cajon. Al ver los ingleses que no les era del provecho de ellos
la cantidad, “…separararon de ellos...”. Villa de Lujan, veinte de septiembre de 1806.
Valentín Olivares, Alguacil Mayor.

9
15 de octubre de 1806

Nota del Ministro de la Real Hacienda Felix de Casamayor, en la cual escribe en forma
literal la orden del Virrey Sobremonte del 29 de Junio de 1806 por la cual dice que por
haberse conquistado la ciudad de BA por las armas británicas, se vio obligado a entregar
los caudales del Rey con que Ud., salio de la cuidad el 25 de Junio ppdo. Según consta
en el asiento que dejo en la tesoreria gral. Y los de la Cia. De Filipinas que van
encargados a los dependientes de Dn Martín de Sarratea, y se adjuntaran a estas dos
partes la del Consulado y particulares “…al destino señalado…”. Y que se entienda
“…que los que se hallan depositados en la caja real en dicho dia, como el de Dn Manuel
de la Piedra y otros de esta naturaleza no deben ser comprendidos en el retorno…”.
Buenos Aires, 29 de Junio de 1806. Firmado Sobremonte. La nota es firmada luego por
Casamayor en Lujan, 29 de Junio de 1806. y por los dependientes de Manuel de la
Piedra, José Maldonado y Dn José Ignacio Gonzalez”.

19 de septiembre de 1806

Informe presentado por Manuel de la Piedra. Del 19 de septiembre de 1806.

A raíz de libranzas otorgadas a favor de Manuel de la Piedra, este recibe 42 cajones


de plata sellada en cantidad de 84.000 pesos para la ciudad de Córdoba por orden del
superior gobierno cuando se dejaron los ingleses ver en el río.
A los ingleses solo se les dieron los caudales del soberano y se hicieron retroceder
para que se les entregaran en la Villa de Luján, ordenando siguieran los de mi
pertenencia a su destino. En el informe presentado anteriormente se demuestra que solo
los caudales del rey y de la compañía de Filipinas se allanaron para su retroceso
No obstante, esto, nos enteramos que los ingleses destinaban 30 hombres y al
comisionado Francisco González con doce españoles en solicitud de los caudales del
consulado: “…hice propio para que dejando mis dependientes el camino real dirigiesen
su ruta a las Pampas, y enterrasen las barras y cajones con efecto así lo hicieron mas
delante de los cerrilos, y en distancia hasta la cañada de los Leones, parage a donde les
alcansó la noticia (traducido textual).”

“Habiendo llegado los ingleses Luján y encontrado solamente los caudales del
Consulado, continuaron dos días el camino a Córdoba. Pero al volver de su viaje
infructuoso encontraron el rastro de las carretas, González y Arévalo dirigieron a los
ingleses “…hasta los Pozos y laguna donde estaban enterrados dichos caudales, los
sacaron de allí y los condujeron a esta capital a excepción de veinte y nueve Barras de
plata valor de cuarenta y tantos mil pesos que escaparon a la diligencia de estos
invasores.
Firma: Manuel de la Piedra, en Buenos Aires, el 19 de Septbre. De 1806.
Dirigido a: M.Y.C.J y R de esta capital”.

10
Documento del 15 de septiembre de 1806 - AGN Sala IX 19-5-5 folio 670.

11
La Guerra de la Triple Alianza

“LA BATALLA DE TUYUTÍ DESDE


EL SENTIMIENTO” 10

Miguel Ángel De Marco11

Campo de batalla de Tuyuti (L'illustration journal universel, Vol. XLVIII, nº 1.227 de1 de sept de
1866).

No hace mucho, un fin de semana, mientras tomábamos un café con varios amigos
frente a la Recoleta, uno de los integrantes del grupo, que reside en el interior, me dijo:
“¿Te animás a dar una vuelta por el cementerio y me contás quiénes están enterrados
allí?”. Lo miré de reojo, pues el cielo amenazaba con desprender un aguacero, pero
reflexioné que para él podía ser una oportunidad única, y acepté.
A pocos pasos de la entrada pensé que no estaría mal cerrar el cuadernillo de
ilustraciones de la sexta edición de mi libro “La Guerra del Paraguay”, ahora a punto de

10 Conferencia pronunciada por el Dr. Miguel Ángel De Marco en el Círculo Militar el 23 de mayo de
2023, dentro del Ciclo Cultural del presente año de ADACRE (Asociación Amigos del Cementerio de la
Recoleta). A quienes agradecemos nos permitan difundirla en Histopía.
11 Historiador, periodista. Doctor en Historia, Presidente de la Academia Nacional Browniana y ex
presidente en tres períodos de la Academia Nacional de la Historia.

12
aparecer, con una imagen del panteón que guarda las cenizas de quienes combatieron en
aquella prolongada contienda.
Cuando estábamos a la altura del mausoleo de Carlos Pellegrini, que en plena
juventud abandonó sus estudios para tomar la espada, se descolgó un tremendo
aguacero. ¡No importa!, dije para mis adentros, y manifesté, Fernanda es testigo: “ya
que estábamos en el temporal, sigamos navegando”. Mi intención era caer, como por
casualidad, en la calle interna que da sobre el muro exterior, frente a la tumba de
aquellos héroes.
La contemplación de los bronces del soldado de línea y del marinero que montan
perenne guardia, me envolvió en un halo de reconocimiento y tristeza: pensé en cuántos
chaparrones y vicisitudes habían soportado aquellos porteños y provincianos de
distintas edades y jerarquías que respondieron sin vacilar al llamado de la patria.
Dejé esas reflexiones para mejor momento, y luego de que alguien con mejor pulso
tomara varias fotografías desandamos el camino con la promesa de que volveríamos en
un día de sol radiante.
Y cuando concertamos con la distinguida presidenta de ADACRE una exposición a
mi cargo para el ciclo anual de la entidad, no vacilé en proponer referirme a la batalla de
Tuyutí, no solo desde el punto de vista histórico sino desde el plano de los sentimientos
que provoca en este más que veterano historiador, la rememoración del marco afectivo
que rodea aquel hecho de armas.
Hace 57 años, sí, aunque no lo crean, cuando yo era alumno de 5º de la Escuela
Normal Nº 3 de Maestros de Rosario, me atreví a llevar un artículo al diario La Capital,
del que con el tiempo llegué a ser jefe de editoriales, titulado “A 91 años de la toma de
Corrientes”. No tenía muchas esperanzas de que lo publicasen, pero el 25 de Mayo lo vi,
con enorme emoción, en letras de molde. Poco más tarde publiqué otras notas sobre el
abanderado Mariano Grandoli, el adolescente que murió envuelto en su bandera el día
aciago de Curupaytí, Sobre Dominguito Sarmiento y acerca del capitán Pedro
Nicolórich, quien en la misma batalla había perdido un brazo, circunstancia doblemente
grave para un periodista como era, y que próximo a morir en el hospital de sangre de
Corrientes se alegró porque la metralla había incrustado entre las astillas de su brazo un
botón con las armas de la patria.
Aquel 22 de septiembre de 1957 leí en las páginas de La Capital que se hallaba en la
ciudad una delegación de la Asociación Descendientes de Guerreros del Paraguay para
rendir homenaje a Grandoli en el recién inaugurado Monumento a la Bandera. Con
timidez, pero con resolución, fui a la ceremonia y me presenté a un señor más joven que
el resto de los componentes del grupo. Era quien se convertiría en amigo entrañable
durante los años que vivió: Clodomiro A. Araujo Salvadores.
Varios tenían en sus manos el diario con mi artículo, me felicitaban y se presentaban
como el nieto o el biznieto de tal o cual guerrero del Paraguay. Incluso había un hijo,
Julio César Laure, hijo del almirante Diego Laure, que había sido guardiamarina en la
Escuadra Nacional durante el prolongado conflicto. Era el presidente de la Asociación.
Yo estaba como en una rosada nube al oírlos, pues cada uno me explicaba su grado
de parentesco con tal o cual veterano.
A partir de ahí me adoptaron, por decirlo de algún modo, y todos los años, mientras
lo permitía el flaco bolsillo de un joven que, como yo, compraba demasiados libros, era
una especie de invitado de honor en el almuerzo de Tuyutí, que se realizaba en el
restaurante del Círculo Militar.
Tal vez más de uno de los presentes asistió a aquellas reuniones entrañables. De
alguien estoy seguro que concurría. Era aún más joven que yo y hoy se encuentra entre
nosotros: Roberto Elissalde.

13
La jornada comenzaba en la Recoleta, en el panteón de los guerreros, con bastante
participación de público y la formación de unidades herederas de las que habían actuado
en la lucha, las cuales formaban parte de la Guarnición Buenos Aires o tenían su asiento
en localidades cercanas. Luego de los discursos sonaba el toque de silencio militar, y
después cada descendiente permanecía unos minutos y luego se trasladaban a los
sepulcros de sus antepasados si no se encontraban allí. Porque en la Recoleta están las
tumbas del generalísimo aliado Bartolomé Mitre, de su hermano Emilio, de Carlos
Pellegrini, de Juan Bautista Charlone, de Leandro Alem, de Dominguito Sarmiento y de
decenas más, ya que en aquella guerra estuvo empeñada buena parte de la juventud de
Buenos Aires y las provincias, y por supuesto, hombres de armas maduros o que
peinaban abundantes canas, como el coronel José Segundo Roca, en cuyo sepulcro están
además Julio Argentino y otros hermanos.
Un paréntesis para decir que, además de Mitre, se foguearon entre la metralla y las
cargas de caballería de Tuyutí, tres futuros presidentes: Roca, Pellegrini y Victorino de
la Plaza, y gran número de políticos, diplomáticos, escritores y pintores, como Cándido
López y José Ignacio Garmendia, cuyos restos también reposan en el panteón o en
sepulturas familiares.
Para quitar algo de solemnidad a esta evocación, narraré un episodio entre romántico
y práctico relacionado con los despojos mortales de dos heroicos guerreros: cuatro
meses después de Tuyutí tuvo lugar el sangriento asalto de Curupaytí. Al pie de las
trincheras cayó el jefe del 4 de Infantería, Manuel Fraga, gran soldado y formidable
esgrimista nacido en la República Oriental del Uruguay. Convencido de que moriría por
la gravedad de sus heridas, llamó al segundo jefe del batallón, Florencio Romero, y le
dijo: “Mayor, hágase cargo. Pida relevo para el 4”. Romero obedeció y no solo asumió
el mando, sino que se casó con su viuda. Pero murió dos años más tarde en Lomas
Valentinas, y tiempo más tarde la señora juntó los huesos de ambos para tenerlos cerca
en una misma urna.
Los almuerzos conmemorativos de Tuyutí eran una especie de torneo en que los más
exaltados -recordemos que la mayoría era gente de bastante edad- rompían lanzas por el
brillo de sus antepasados, y circulaban las anécdotas y por momentos se notaban aviesas
sonrisas veladas.
El almuerzo solía prolongarse con un largo café en estas bellas instalaciones,
oportunidades en que muchos de los miembros de la asociación me hacían confidencias
sobre las particularidades de sus antepasados, e incluso ponían sobre el tapete, como en
una especie de juicio post mortem, alguna injusticia del general Rivas, cierto exabrupto
de Conesa, un inmerecido castigo -al menos así lo creían- a sus parientes, etcétera.
Hoy que toda esa gente movida por el amor a la patria y a los recuerdos de tiempos
idos ya no está, y que pocos de los presentes podemos rebuscar en los arcones del
recuerdo algunos rastros de la vieja Asociación Descendientes de Guerreros del
Paraguay, me pregunto si no podríamos tomar la posta y volver a reunirnos en el
aniversario de Tuyutí para brindar por esta patria que duele porque parece ir perdiendo
el rumbo.
Ocupémonos ahora, brevemente de recordar la jornada de Tuyutí, de la batalla más
grande librada en América del Sur el 24 de mayo de 1866.
Como se recordará, la Argentina fue arrastrada a la guerra que libraban el Imperio
del Brasil y la República Oriental del Uruguay contra el Paraguay, a raíz de los actos
beligerantes del primero contra el Partido Blanco uruguayo y de la intromisión militar
de Francisco Solano López en ese litigio.

14
Nuestro país apenas lograba organizarse luego de varios años de división entre
Buenos Aires y las provincias, se hallaba en la pobreza y debía resolver múltiples
problemas, entre ellos el de los constantes malones que asolaban su desierto territorio.
La invasión a la provincia de Corrientes por parte de una poderosa columna
paraguaya que en su avance llegó hasta la ciudad de Goya; el ataque a la ciudad capital,
el cautiverio de mujeres de familias principales llevadas al Paraguay y el secuestro de
dos buques de guerra argentinos que se hallaban en su puerto, provocó la reacción del
presidente Mitre que había procurado mantenerse neutral, aunque contara en su
gobierno con ministros proclives a llevar la guerra a todo trance.
La reacción del pueblo de Buenos Aires fue rápida y contundente, como lo había sido
la de los correntinos, y la juventud abandonó los bailes del Club del Progreso y las
juergas en las orillas para presentarse voluntaria con el fin de cubrir los puestos de
lucha. Hasta los adolescentes del Colegio Nacional pidieron su lugar en las filas, como
recuerda en su inmortal Juvenilia Miguel Cané. Lo mismo ocurrió en la provincia de
Santa Fe, y si bien con mayores dificultades y en algunos casos con alzamientos, en el
resto de los estados argentinos, excepto Santiago del Estero cuyo contingente se
sublevó.
Luego de la infructuosa toma de Corrientes por parte de un reducido número de
soldados argentinos, mientras los pequeños batallones de línea en los que formaban no
pocos extranjeros marchaban hacia aquella provincia, la Argentina, aliada con Brasil y
Uruguay comenzó a alistarse para la guerra.
Mitre estableció su cuartel general en Concordia y hacia allí marcharon los restantes
batallones de línea y de la Guardia Nacional que, luego de varios meses de difícil
adiestramiento, se dirigieron hacia Corrientes donde se produjo la junción de todo el
Ejército. Antes de que eso ocurriera hubo conflictos con los aliados brasileños que en
Uruguayana desconocieron a Mitre como comandante en jefe y que se resolvieron con
la presencia del propio emperador.
Recién pudo realizarse la invasión a territorio paraguayo, en una gran operación
anfibia donde tuvo un papel importante la marina brasileña pues nuestra Armada apenas
contaba con pequeños buques destinados al transporte, el 16 de abril de 1866. Los
aliados contaban con unos 60.000 hombres.
Las acciones se concentrarían en el límite con la provincia de Corrientes en un
espacio denominado el cuadrilátero.
A los pocos días de la invasión, el 2 de mayo de 1866, el mariscal López ordenó un
reconocimiento ofensivo al sur del Estero Bellaco, para imponerse de la ubicación de los
aliados.
El empuje de la caballería paraguaya sembró en un primer momento el desconcierto
entre las fuerzas brasileñas y orientales, pero, rehechos los batallones y regimientos y
recibidos oportunos refuerzos, fue rechazada junto con los cuerpos de infantería de línea y
guardia nacional argentinos comprometidos en la operación.
López decidió jugar la suerte de la guerra en una gran batalla, empujando a los aliados
hasta el Paraná y obligándolos a recruzarlo. López escuchó las objeciones de sus oficiales,
que consideraban muy difícil atacar y vencer un enemigo más numeroso y ubicado en un
terreno apto para la defensa como eran los pantanos en torno al lago Tuyutí, pero no las
aceptó y siguió adelante con sus planes.
Los ejércitos de Argentina, Brasil y Uruguay acamparon en dicho punto, alzando miles
de carpas que albergaban fuerzas de las tres armas, hospitales de campaña, parque de
artillería y otros suministros y cuantos elementos habían logrado reunir desde el cruce por
Paso de la Patria.

15
El 20 de mayo los aliados cruzaron el Estero Bellaco sur mientras los paraguayos
ocuparon posiciones detrás del Bellaco Norte.
De acuerdo con el testimonio del ingeniero británico al servicio del Paraguay George
Thompson, Francisco Solano López confiaba en dar una batalla decisiva pasando a la
ofensiva y empujar al enemigo de vuelta al río Paraná.
Los oficiales paraguayos parecían, al contrario, escépticos en cuando a la posibilidad
de atacar y vencer un enemigo más numeroso en un terreno adecuado para la defensa,
una vez que los aliados acamparon en los pantanos alrededor del lago Tuyutí. Sin
embargo, López no consideró las objeciones y siguió con sus planes.
El mariscal contemplaba un ataque coordinado de tres poderosas columnas por la
derecha, centro e izquierda. En tanto, una cuarta columna al mando del general Vicente
Barrios, ubicada en la extrema derecha, debía cruzar el monte del Sauce y aparecer
sorpresivamente en el Potrero Piris, sobre la retaguardia enemiga. La columna de
Barrios debía unirse a las fuerzas del general Francisco Isidoro Resquín que atacarían en
flanco izquierdo y encerrarían al enemigo.
Luego de que la columna de Barrios abandonara el monte del Sauce en Potrero Piris,
éste debía comunicar por un veloz mensajero al coronel José Eduvigis Díaz, quien
mandaba la columna que debía marchar sobre el flanco derecho de los aliados. Cuando
recibiese el parte, el joven y valiente oficial debía disparar un cohete. Al contemplar el
fogonazo u oír su ruido, la artillería comandada por el coronel José María Bruguez
debía disparar un cañonazo a cuyo estampido comenzaría el ataque general.
El ataque debía llevarse al clarear el alba del 24 de mayo de 1866 con el fin de tomar
por sorpresa a las tropas aliadas. López pensaba adelantársele a Mitre, pues creía que
éste lanzaría un ataque general para celebrar el 25 de mayo.
Los efectivos paraguayos de caballería contaban con afilados sables y lanzas,
mientras que la artillería portaba cañones de buen calibre y la infantería cargaba en
general con fusiles de chispa. De soldados a capitanes marchaban descalzos, y desde
mayor para arriba calzaban botas. De todos modos, los hombres estaban acostumbrados
a marchar entre esteros y espinas.
La agrupación paraguaya de Díaz se vio favorecida por el terreno y fue la primera en
atacar. Derrotó a dos batallones uruguayos que tenían la misión de defender la primera
línea de Bellaco Norte, pero luego fue rechazada por tres batallones brasileños apoyados
por 26 piezas de artillería desde una sólida posición defensiva. Díaz ordenó el retroceso
hasta el bosque. Pero finalmente fueron desalojados por el contraataque aliado en el
sector.
La agrupación del teniente coronel Hilario Marcó, que debía atacar por el centro y
flanquear el estero por el paso Gómez, se vio retrasada en su avance y fue rechazada en
tres ataques con graves pérdidas.
La caballería de Marcó cargo contra las líneas brasileñas, pero el general Emilio
Luís Mallet, comandante de las tropas brasileñas del centro había ordenado cavar un
foso delante de sus posiciones, por lo que los paraguayos nunca pudieron acercarse a
menos de 50 metros, barridos por el fuego de la artillería imperial que los diezmó.
El general Resquín, con sus dos batallones de infantería, cruzó el estero por los pasos
de Yataytí Corá y Leguizamón, mientras su caballería, compuesta por ocho regimientos,
hacía otro tanto por paso Minas. Esa fuerza derrotó a los pocos escuadrones argentinos
de caballería que allí se encontraban, carentes de forraje, pero en su ataque contra la
infantería argentina formada en cuadro, los paraguayos fueron aniquilados y no pudo
cumplir su orden de envolver el flanco.
La infantería de Resquín avanzó con mucha lentitud debido a las dificultades del
terreno, lo que dio tiempo a los cuerpos argentinos a estrechar filas, fortificar su

16
dispositivo y rechazarlos a través del estero. La infantería nacional realizó prodigios de
valor, tanto los cuerpos de línea como la Guardia Nacional.
Carlos Pellegrini recuerda en su célebre “Treinta años después”, escrito luego de
contemplar desde el río los lugares donde se había desarrollado la guerra, el momento
inicial de la batalla:
“En los esteros de Tuyutí [habíamos plantado nuestras carpas bajo un naranjal en el
vértice de un ángulo obtuso formado a la derecha por la línea de fuerzas en batería del
2° Regimiento de Artillería, comandante Maldones, y a la izquierda la del 1er.
Regimiento, comandante Viejobueno. Formábamos la línea avanzada del ejército. Al
frente corría un estero vadeable en varios pasos, el principal al frente del naranjal. Más
allá de ese estero se extendía una lomada suave; cubierta de paja que culminaba a las
diez cuadras en un montecito de yatais, más allá seguían los esteros y grupos de monte
hasta las veinticinco cuadras más o menos en que se alzaba la línea de trincheras
paraguayas. A la derecha, en dirección al río Paraná y a retaguardia, las divisiones del
Ejército Argentino y a la izquierda la División Oriental y el Ejército Brasilero.
“Fue una hermosa mañana la del 24 de mayo de 1866, con atmósfera serena, sol
radiante y una temperatura primaveral. Las fiestas patrias, la creencia de que el fin de la
guerra estaba próximo, la confianza en la victoria, fundada en sucesos recientes, todo
contribuía a formar un ambiente de alegría y de entusiasmo.
“Las tropas de la tercera división, al mando del general Emilio Mitre, se aprestaban
para un reconocimiento: Eran las once y media de la mañana cuando se oyó un lejano
toque de generala.
“Salimos apresuradamente del naranjal con otros oficiales y me encuentro con el
coronel Vedia, jefe de la Artillería, que al verme me extiende un gemelo de campaña y
me dijo: ‘Ayudante (era ayudante del coronel Enciso, segundo jefe de la Artillería),
suba a ese mangrullo y vea lo que hay’. ¡Era un viejo mangrullo paraguayo y tomando
el anteojo lo trepé con toda la agilidad de mis 19 años! Sondeo el horizonte y anuncio: a
la derecha avanza al galope una columna de caballería enemiga.
“Al frente aparece otra columna y corriendo mi anteojo hacia la izquierda veo al
frente de los brasileños lo que parecía una columna de infantería. ‘A formar’, grita el
coronel Vedia, y yo me descuelgo del mangrullo, entrego el gemelo a mi coronel y
corro a ocupar mi puesto, entre la primera y segunda pieza del 1er. Regimiento aliado
del teniente coronel (después general Domingo Viejobueno) y del ayudante Jáuregui
(muerto por los indios en la frontera de Mendoza siendo mayor). El toque de generala
sonaba ya en todo el campo y los batallones se formaban y acudían a prisa a ocupar sus
puestos. Los cañones del 1er. Regimiento rompen el fuego sobre la caballería enemiga
que llegaba al monte de yatais a nuestro frente y avanzaba a gran galope”.
Ahora prosigamos nosotros.
Entre las primeras fuerzas que salieron al campo al producirse el ataque, se hallaban la
brigada al mando del teniente coronel Manuel Fraga y el 3 de línea al del mayor Felipe
Aldecoa. Aquélla ocupó a paso de trote la orilla del estero, y éste recibió la orden del
general Paunero de replegarse sobre la Legión, de Charlone. Pero apareció el coronel
Ignacio Rivas, cuyo ardor irreflexivo lo hizo revocar la indicación. Dispuso que el cuerpo
cruzara el estero y se pusiera a la altura de la brigada. Así lo hizo Aldecoa, en lenta marcha
por un bañado algo profundo y fangoso. Lo atacó una fuerza de caballería paraguaya que
llevaba montado a la grupa un batallón de infantería.
El jefe del 3 intentó formar el cuadro, pero cuando dispuso fuego a discreción advirtió
que al recibir la perentoria orden de Rivas había olvidado mandar que se cebaran los
fusiles. Una indicación equivocada de un oficial produjo confusión en la tropa, compuesta
en buena parte por extranjeros, y se inició un desbande ante la desesperación de Aldecoa y

17
de oficiales como Daniel Cerri, que escribiría años más tarde para explicar las razones por
las cuales un batallón de trayectoria heroica había sufrido una hora tan aciaga.
Por más que los enganchados hubiesen enloquecido frente al violento ataque y a los
alaridos de los jinetes paraguayos, Rivas, con su temperamento exaltado y la exacerbación
del espíritu de cuerpo había provocado la tragedia y también la muerte, entre otros, del
teniente coronel Lindolfo Pagola.
En cambio, el 1º de línea, aquel día al mando del mayor Benjamín Basavilbaso, rechazó
con vigor los ataques de las tropas que tenía a su frente. Su jefe, a caballo, recorría el
cuadro sin preocuparse por esquivar las balas. Cayó muerto. El 4 y el 6 de línea detuvieron
el alud de 800 soldados paraguayos armados de lanzas y sables y arrojados al galope, con
una serenidad digna de encomio, pese a que sus jefes, el antes citado Manuel Fraga, José
Miguel Arredondo -que ostentaba su célebre poncho blanco para desafiar a los adversarios-
y Luis María Campos, quien encerraba en su cuerpo pequeño una energía y un valor a toda
prueba, habían hecho gala de una imprudencia inexplicable en los primeros instantes del
combate.
También lucía poncho blanco el padre Tomás Canavery, capellán del primer cuerpo,
que entró en lo más recio del combate para suministrar auxilio espiritual a heridos y
moribundos.
Corrían ahora de un lado a otro para impedir que los adversarios penetraran en los
respectivos cuadros donde tupidos bosques de bayonetas se convertían en valla mortal para
los pocos caballos que lograban acercarse gracias al arrojo de sus jinetes.
El presidente Mitre arriesgó de nuevo la vida al elegir los lugares de mayor peligro para
dirigir la batalla. Fumaba habanos, rodeado de sus ayudantes, protegida del sol su cabeza
por el célebre chambergo negro, que ya no les parecía tan disonante a sus subalternos,
colocado como complemento de un sencillo uniforme militar azul cuyo único lujo era un
cinturón de hilos celestes y blancos.
Señala Pellegrini: Mitre “está impasible y callado observando la escena. Acude a
hablarle el jefe del 1er. Cuerpo, general Paunero, cuya hermosa barba blanca ostenta
una mitad enrojecida, pues una bala le ha rozado el lóbulo inferior de la oreja. El
general Mitre avanza y le dice: ‘¡Mi general, lo saludo doble y honrosamente patrio!’
[aludía con humor al corte en la oreja que se hacía para identificar a la hacienda del
Estado]”.
En poco tiempo, casi todos los cuerpos de línea y de la Guardia Nacional estaban en
medio del fuego, con sus bayonetas caladas que se hundían una y otra vez en los cuerpos
de los paraguayos, quienes, por su parte, vendían caras sus vidas. Los abanderados de
algunos batallones, la mayoría casi niños, heridos o contusos, no dejaban de hacer flamear
sus enseñas acribilladas por las balas y manchadas por su propia sangre.
Además se destacó por su temeridad el mayor Francisco Borges, jefe accidental del 2 de
línea, abuelo de Jorge Luis. Herido gravemente en un brazo, según expresó el general
Emilio Mitre en su parte de batalla, había seguido combatiendo y recién al día siguiente
había aceptado marchar al hospital.
También conoció el ejército el estoicismo de los componentes del Regimiento de
Caballería San Martín, que, según el parte de batalla, “se hace cada vez más digno del
nombre del ilustre guerrero que lleva”: desmontados casi todos al producirse el ataque por
sorpresa, se retiraron a pie, serenamente, mientras una gran masa de jinetes paraguayos se
abalanzaba sobre ellos, y recibían, como consecuencia de la confusión reinante, disparos
de los batallones orientales.
Las intenciones de López de cortar el ejército aliado por la mitad mediante la
caballería, fueron frustradas por la artillería brasileña, comandada por el general Mallet,
y por las formaciones en cuadro de los regimientos de infantería argentinos.

18
El general Díaz y sus hombres, debido a las dificultades del terreno, se vieron muy
retrasados, llegando a Potrero Piris casi al medio día. En esos momentos las tropas
argentinas ya estaban preparadas, por lo que se perdió la sorpresa. Sin embargo, el
general dio la señal y sus tropas atacaron a las unidades de brasileños y uruguayos.
Fue decisiva la conducta del general gaúcho brasileño Manuel Luís Osório,
comandante de los invencibles regimientos de caballería de Río Grande del Sur, pues
ordenó a las reservas que apoyasen a las tropas más comprometidas.
La batalla se convirtió en un sangriento desastre paraguayo. A las 16.30, tras cinco
horas de lucha, el combate ceso y las unidades de López se retiraron.
El recuento de bajas de los cuatro ejércitos abarcó entre 13. 000 y 15. 000 muertos y
una gran cantidad de heridos.
Existen divergencias sobre las cifras. Fuentes paraguayas afirman que su ejército
sufrió cerca de 5.000 muertos y 8.000 heridos mientras que murieron 7.000 aliados y
4.000 resultaron heridos. Pero las que provienen de los países aliados cuentan, entre
muertos y heridos, 3.000 brasileños (entre los segundos el general Antonio de Sampaio,
comandante de la 3ª División de Infantería), 800 argentinos y 300 uruguayos, frente a
13 000 bajas paraguayas.
Al conocer el número de pérdidas aliadas y sin saber la situación real de los
paraguayos, el generalísimo Mitre se negó a avanzar a Paso Pucú, como deseaban
muchos de sus subordinados, sin saber que el mariscal Francisco Solano López era
totalmente incapaz en esos momentos de contener cualquier ataque. De ese modo, el
esfuerzo aliado no permitió obtener provecho de su victoria y permaneció en Tuyutí a
la espera de los movimientos enemigos.
Éstos, por la mala coordinación y la poca planificación dedicada por López a una
operación en la que cifraba tantas expectativas, veían que aquel ataque general que
según las previsiones del mariscal-presidente debía darles una victoria decisiva, les
costó la destrucción de sus mejores unidades de línea.
La batalla había sido de aniquilamiento. Casi todos los partícipes que dejaron sus
recuerdos escritos coinciden en señalar que el campo de la acción era un tendal de
cadáveres de los cuatro ejércitos, en muchas ocasiones abrazados en la muerte después
de feroces combates cuerpo a cuerpo.
Un corresponsal argentino, el teniente Amancio Alcorta, secretario del jefe de la
Escuadra Nacional, coronel de marina José Murature, subrayaba en una crónica fechada
el 25 de mayo de 1866 y aparecida en La Tribuna, de Buenos Aires: “Las pérdidas del
enemigo en esa memorable jornada han superado a todos los cálculos después de contar
los cadáveres al enterrarlos.
“¡Hoy llegan estos a la aterrante suma de 6.300! López había tenido, pues, de 12.000
a 15.000 hombres fuera de combate.
“El 26 por la mañana tuvimos un sargento de infantería pasado del enemigo que
declaró haberse venido de miedo de ser fusilado por haber incurrido en un crimen que
se castiga con la muerte en el Paraguay, y era haber dicho que en la batalla del 24
habían perdido muchos compañeros.
“En el acto de haberlo dicho fue preso y pasó la noche en cepo de lazo.
“Al amanecer del 26, lo llevaban a declarar ante el jefe de la línea (Resquín), y
sabiendo él que sería fusilado por sus palabras, sin que nada pudiera salvarlo, se metió a
un monte al pasar y consiguió llegar a carrera a nuestras avanzadas, a pesar del fuego
que le hicieron sus compañeros.
“Este sargento agrega que de los restos de los cinco batallones forman uno solo y
muy chico después de la batalla, y que la mayor parte de la fuerza que volvió fue herida
y sin oficiales ni banderas.

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“Otro pasado declara que los heridos leves que volvieron al campo durante la
batalla, fueron fusilados por haber abandonado a sus compañeros.
“El 27 tuvimos otro pasado de uno de los dos batallones que habían llegado la tarde
anterior de Humaitá.
“Este pasado, que es un muchacho, dice que esos batallones que son de nueva
creación, los han formado con una leva que salió por toda la República, y que para
reunir 800 hombres han tomado criaturas de 10 años y viejos de 60.
“A su salida de Humaitá, quedaba López allí donde llegó el 25 con una escolta de
300 hombres.
“Esto viene a ratificar la noticia que te di en mi anterior de que el mariscal
presidente empezaba a tomar sus medidas de conservación.
“El 28, se oyeron descargas muy lejos que gradualmente se fueron aproximando; era
el enemigo que había tenido la feliz ocurrencia de hacer ejercicio de fuego, el que duró
hasta la oración.
“A esta hora amagaron un ataque por su derecha, desplegando un batallón en
guerrilla con una fuerte protección, que avanzó hasta dos cuadras de nuestra línea
avanzada de la izquierda. Algunos tiros de cañón a metralla despejaron el frente y se
restableció la calma.
“Sin embargo, una de las balas paraguayas disparadas al acaso, causó una pérdida
bastante sensible en el ejército oriental, hiriendo al mayor Juan Bautista Yancey, jefe de
su artillería, en el momento de mandar hacer fuego. Felizmente se asegura que su
herida no es grave.
“Ayer siguió el ejercicio de fuego en el campo enemigo, el que duró hasta las 7.00
de la noche.
“A las 4.00 de la tarde los paraguayos quemaron un campamento de caballería que
tenían fuera de las trincheras.
“Un poco antes se vio pasar mucha hacienda por un camino que dicen los baqueanos
va para Humaitá.
“Todo esto nos hace suponer que el enemigo abandonará sus posiciones de un
momento a otro, aunque hombres como ellos conciben siempre planes que salen fuera
de todo cálculo razonable”.
Esas palabras reflejan la admiración que los argentinos sentían hacia sus
contrincantes paraguayos.
Después de Tuyutí, se libraron sangrientos combates de escasos resultados para los
aliados: Yataytí Corá, Sauce o Boquerón, Curupaytí, donde murieron o fueron heridos
muchos de los que la metralla y la filosa hoja de los sables paraguayos habían
respetado. Luego de aquel aciago 22 de septiembre de 1866, en que cayeron los
coroneles Charlone, Fraga y Roseti, cuyo cadáver como el del mayor Lucio Salvadores
quedaron al pie de las trincheras, y varios jefes; Francisco Paz, Dominguito Sarmiento,
Mariano Grandoli, entre otros muchos, se produciría una larga inacción hasta que fuera
posible tomar Humaitá y desarrollar la última parte de la campaña.
Cuando los ciudadanos en armas, la Guardia Nacional, regresó a sus hogares, los
sufridos soldados de línea no tardaron en ser empeñados en diversas campañas.
Pasaron varias décadas, y los veteranos decidieron que sus esfuerzos y sus glorias no
podían ser olvidados. Formaron la Asociación Guerreros del Paraguay, cuyo emblema,
que llevo en mi saco, exhibía las banderas de los tres países aliados, y editaron el
célebre Álbum donde se publicaron recuerdos de los actores, imágenes basadas en las
cartes de visite, fotografías, que algunos fotógrafos tomaban en Corrientes o en los
mismos campamentos y que se enviaban a las madres, las novias, los amigos, y

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reproducciones en blanco y negro de imágenes plasmadas en el lienzo por Cándido
López y otros artistas.
No pocos oficiales, suboficiales y viejos soldados, desprovistos casi de recursos,
deambulaban con sus mutilaciones y cicatrices en busca de ayuda, mientras otros vivían
en el cuartel de inválidos.
Pero nadie faltaba a los desfiles. Allí se abrazaban, con real camaradería, los jefes
que lucían medallas y cordones de oro, como los otorgados en Tuyutí, y los chinos de
tropa, que ostentaban cordones de lana y medallas de cobre.
Surgió a finales del siglo XIX la idea de levantar un panteón que guardase las
cenizas de quienes habían compartido glorias y privaciones. Faltaba concluir algunos
detalles cuando el 13 de septiembre de 1913 falleció el presbítero coronel Tomás O.
Canavery, el capellán a quien Ricardo Gutiérrez, médico durante una parte de la guerra,
le dedicó su conocido poema “El misionero”, que quizá hoy pocos recuerdan.
Sus camaradas de la Asociación Guerreros del Paraguay decidieron que el panteón
fuera habilitado para que el sacerdote que nunca había guardado para sí un peso,
descansara en paz.
Me permito una digresión para decir que hoy en día el busto de Canavery, que lo
presenta con sus bien ganados cordones y medallas, ubicado en el patio de acceso a la
Iglesia Castrense, permanece siempre cubierto de carteles que anuncian actividades
parroquiales, y que sería bueno que se respetara la memoria de quien representa en el
bronce las más excelsas virtudes cristianas.
Oficiales superiores, jefes y subalternos del Ejército y la Armada; médicos,
farmacéuticos y componentes de distintos escalafones duermen allí su sueño eterno,
como dije al comenzar. También yace un hermano del comandante en jefe, el
transgresor coronel Federico Mitre, quien, agobiado por el hambre, no vaciló en entrar
en la carpa de su hermano y engullir el queso con que éste pensaba agasajar al jefe de
las fuerzas brasileñas, gesto que le mereció un contundente arresto.
El último en ser sepultado fue el teniente coronel Nicanor Sagasta, figura
emblemática de La Boca, que murió casi centenario.
Cae la tarde en las vísperas de Tuyutí. Ojalá estas palabras, teñidas de recuerdos y
sentimientos patrios, sirvan para retemplar el ánimo; para mirar al pasado no como algo
remoto y muerto sino como acicate para sentir que la patria vive y que es deber de
todos devolverle los valores que la hicieron grande. ●

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A PROPÓSITO DEL ÓLEO DE
PIETRO VALENZANI: “LA
DESPEDIDA”
Prensa, personajes y uniformes en la
parada militar del 21 de junio de 1865
Felipe Cirullo y Alberto del Pino Menck12

Òleo de Pietro Valenzani (MHN Montevideo).

Introducción

Esta hermosa tela al óleo del artista italiano Pietro Valenzani, que se exhibe en el
Museo Histórico Nacional, Casa de Rivera, Montevideo, representa el desfile realizado
el 21 de junio de 1865 en la capital uruguaya, por los batallones Nos. 1 y 2 de la
Guardia Nacional, en homenaje al general Flores y a las fuerzas que se embarcan en
Montevideo rumbo a la campaña militar contra Paraguay.
De grandes dimensiones (1980 X 1440 mm, precisa el catálogo descriptivo del
Museo Histórico Nacional), solo es aventajada en tamaño por otro gran lienzo de
Valenzani, - “20 de febrero de 1865/ Cruzada Libertadora”, más conocido por “Entrada
del Gral. Flores en Montevideo”. - de similar entorno social y político, en otra oportuna
elección del artista italiano, para aprovechar el momento que se vivía entonces al
encumbrarse Venancio Flores como Gobernador Provisorio de la república.
El rótulo en madera que al pie del marco indica el título del óleo, reza lo siguiente:

12Felipe Cirullo es Médico (Universidad de la República de Uruguay). Armada Nacional del Uruguay
Alberto del Pino Menk es Licenciado en Historia, investigador (Universidad Católica del Uruguay)
Investigador especializado en las áreas de Historia Militar, Uniformología, Heráldica y Numismática.

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“LA DESPEDIDA/ REVISTA MILITAR EFECTUADA/ ANTES DE LA PARTIDA
DEL/ EJERCITO ORIENTAL QUE INTER-/VINO EN LA GUERRA DEL
PARAGUAY/ óleo de Pietro Valenzani”.13
El desfile en cuestión es mencionado brevemente por José María Fernández Saldaña
en un extenso artículo sobre la partida del primer contingente que marchaba a la
campaña con el Paraguay, aunque sin dejar de mencionar tres aspectos relacionados con
nuestro aporte: la fecha del desfile que fue el 21 de junio de 1865; la revista que dio el
general Venancio Flores a las fuerzas que desfilaron ese día que lo fueron los batallones
1º y 2º de la Guardia Nacional de Montevideo; y que este desfile constituyó el motivo
principal del “conocido cuadro de Valenzani.” 14
Cuando nos habla del embarque de los batallones “Florida” y “24 de Abril”, realizado
en el muelle de la Aduana al mediodía del día 22 de junio de 1865, Fernández Saldaña
indica que los guardias nacionales de los dos batallones presentes en esa ocasión,
sumaban 900 hombres. Éste debió haber sido el efectivo que desfiló el día anterior ante
las autoridades del Gobierno Provisorio, y que representa el óleo de marras. El diario La
Tribuna (edición N.ª 90 del 22 de junio de 1865), sin embargo, proporciona un número
superior correspondiente a la parada de los batallones 1º y 2º de la Guardia Nacional: el
1º con 600 plazas y el 2º con 400 plazas, totalizando 1.000 efectivos desfilando por la
calle 18 de Julio. Todas las fuentes indican que el batallón 3º de Guardias Nacionales
(Extramuros), con asiento en el cuartel de Morales, no participó en la parada militar.

“Parada – Ayer á medio día se efectuó la parada en la calle del 18 de Julio,


formando solamente los batallones 1º y 2º de GG.NN. Mandó el General
Velazco, gefe de Estado Mayor. A los pocos momentos de haberse formado la
línea, fue recorrida por el General Flores entre calorosos vivas, á los que
contestó el viejo y bizarro soldado saludando al pasar. 15

A pesar de lo esquiva que es la historiografía del período en ocuparse de este


episodio, a ocho meses de ocurrido el mismo, un órgano periodístico de la prensa
capitalina montevideana de la época (El Pueblo, edición N. ª 975, Montevideo, sábado,
24 de febrero de 1866), brindó una detallada descripción del cuadro en cuestión. Nos
parece oportuno reproducirla en forma completa como apéndice, pues es
complementaria y corrige algunos errores en la identificación de los personajes
retratados en la descripción que realizó en la década de 1940, el catálogo descriptivo del
Museo Histórico Nacional que también reproducimos al final del artículo.

13 Nota del autor: Todas las fotografías del óleo de Pietro Valenzani que ilustran este artículo, fueron
tomadas por los autores del mismo.
14 José María Fernández Saldaña, “El primer contingente uruguayo marcha al Paraguay”. Nota de los
autores: Respecto a la fecha señalada del desfile, hacemos notar que el autor que seguimos,
contradictoriamente da como fecha correcta el 18 de junio de 1865 en su diccionario de biografías
uruguayas – ficha de Pedro Valenzani - y en su artículo citado sobre el artista italiano, publicado en 1934
en el suplemento dominical de El Día. De hecho, en su diccionario biográfico le otorga el siguiente título
al cuadro: “Revista de la Guardia Nacional el 18 de junio de 1865”. Cfr. Fernández Saldaña, Diccionario,
p. 1255.
15 Diario, El Siglo N.º 252, Montevideo, jueves 22 de junio de 1865, p. 2, 5ª col.

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Descripción del cuadro “La despedida”

El historiador uruguayo Fernández Saldaña, destaca con elevado concepto esta


excepcional obra pictórica, por encima de los demás grandes óleos del artista, realizados
todos ellos en forma contemporánea a los episodios que inspiraron sus telas de género
histórico. También, que estas obras, están conservadas en el Museo Histórico Nacional
señalando ahora como crítico de arte, con notable versación y aptitud sin duda para
medir el “alto valor documentario” de esta y las demás telas del artista, por “la cantidad
de figuras que contienen”, y por estar realizados “sobre el terreno, por un testigo
presencial, a raíz mismo del suceso que informan.”16
Valenzani, al contrario de Juan Manuel Blanes – señala Fernández Saldaña - no se
limitó a recrear las que denomina “figuras históricas esenciales con las accesorias
correspondientes”, sino que se ocupó de “una multitud de personajes colocados de
intento”, del Montevideo de aquel entonces, donde se ve a integrantes del gobierno, a
militares con sus uniformes de época recreados con preciosismo de detalles, a damas y a
caballeros del patriciado vistiendo impecables trajes modelo segundo imperio, y a
modestos tipos populares montevideanos, de extracción social baja, que incluyen a
niños pequeños vendiendo frutas.
“Un estudio extenso y muy meditado”, es lo que concibe un crítico anónimo de 1866
al admirar el “gran cuadro de dos varas de alto por dos y media de ancho”, entonces
expuesto en la Biblioteca Pública, a la sazón instalada en el edificio que ocupaba el
Fuerte del Gobierno. También la define como “obra clásica” digna para la posteridad
por su “belleza artística y como compendio de una época histórica feliz”.
La tela reúne entonces, las cualidades complementarias de cuadro “histórico” y
“nacional” y que el artista – que pugnaba por que su obra fuera adquirida por la
Biblioteca Pública – no sería una remuneración lo que merecería sino un “premio”. 17 En
la composición, “varias personas del público, están como mirándose en un espejo”,

16 José María Fernández Saldaña “Pedro Valenzani, pintor de historia”.


por adquirir la tela, se presumía –
17 Nota de los autores. Ante la falta de interés del gobierno provisorio
según el periodista de El Pueblo – que la Junta Económica Administrativa lo haría, destinándolo a la
Biblioteca Pública que era donde se exhibía en febrero de 1866.

24
señala el anónimo cronista al resaltar la exactitud lograda por Valenzani en los rostros
de los personajes retratados.18
La vista está tomada en la esquina de la avenida 18 de Julio y actual Plaza
Independencia, costado norte, con el hotel Malakoff como edificio central, con las
banderas francesas, española e italiana ondeando sobre las cornisas del techo del mismo.
Según la descripción que realizó la Revista Histórica en 1944, la escena de los guardias
nacionales desfilando, se desarrolla sobre 18 de julio entre las calles Convención y
Andes con dirección al centro.
Destaca exactamente en la parte central del cuadro, el Gobernador Provisorio
Brigadier General Venancio Flores. Recreado de perfil en una impecable postura
ecuestre, viste el uniforme de gran gala, con ricos bordados en oro sobre peto azul que
contrasta con el rojo punzó de las bocamangas y el cuello de su casaca. Flores – con su
cabeza descubierta, tomando el sombrero elástico con su mano derecha - resalta aún
más entre los distintos grupos de personajes retratados, por ser el único que viste
pantalón blanco. Y para subrayar aún más ese aspecto de figura central en el lienzo,
monta un caballo de ese mismo pelaje.
A su derecha, la totalidad de los miembros del gobierno de aquel entonces, forman un
grupo compacto que se destaca por “la exactitud de la fisonomía y apostura física”. Son
ellos a saber, de izquierda a derecha:

 Ministro de Hacienda Don Juan Ramón Gómez;


 Ministro de Guerra y Marina coronel D. Lorenzo Batlle;
 Ministro de Gobierno Don Daniel Zorrilla;
 Gobernador Provisorio delegado Dr. Francisco A. Vidal;
 Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Carlos de Castro.

Próximos al general Flores, y también a caballo, don Manuel Máximo Aguiar jefe
Político y de Policía de la Capital, cargo asumido el 3 de marzo de 1865 a quien recién
en julio de 1865, se le reconocería la jerarquía de teniente coronel; y el Sargento Mayor
Fortunato Flores, hijo mayor del general, que viste el uniforme de parada de jefe de la
Compañía Auxiliar de Policía, compuesto de levita azul con nudos húngaros en ambas
mangas, pantalón y morrión mordoré con penacho verde. Este cuerpo policial –
también conocido como Compañía Urbana de la Capital – tenía al mando, jefe y
oficiales del ejército. 19

18 “El cuadro de Valenzani” en Periódico El Pueblo, Montevideo, edición Nº 975.


19 Nota de los autores: Por decreto del 27 de marzo de 1865, el gobierno provisorio de Flores, dispuso en
su artículo 1º, que desde aquella fecha: “queda á cargo de la Gefatura Política y de Policía de la capital, el
cuerpo de serenos y su administración.”

25
En primer plano, de izquierda a derecha: Ministro de Hacienda Juan Ramón Gómez; Ministro de Guerra y
Marina Coronel D. Lorenzo Batlle; Ministro de Gobierno Daniel Zorrilla; Gobernador Provisorio
Delegado Dr. Francisco A. Vidal; y Ministro de Relaciones Exteriores Dr. Carlos de Castro. (detalle).

Otro grupo de personajes retratados también a caballo, se aprecia detrás de Manuel


Aguiar y Fortunato Flores. De derecha a izquierda, el joven capitán Eduardo Flores –
otro de los hijos del general - uniformado de parada, portando un pequeño estandarte
representando la bandera nacional; sargento mayor José Machiandarena, más conocido
como el vasco o trompa Machín, nacido en Tolosa en 1824, luciendo kepí y camiseta
rojo punzó que contrasta con los uniformes de parada que abundan en el óleo; y el
Coronel Dionisio Montero, edecán del general Flores, que luce el uniforme de gran gala
con centro azul (término que equivale a pantalón en la antigua nomenclatura militar),
desde marzo de 1865. Montero, antiguo militar de la independencia, veterano de
Rincón, Sarandí, Ombú, Ituzaingó y Camacuá, contaba con una nutrida foja de
servicios, habiendo sido edecán del general Rivera en 1841. Falleció el 23 de febrero de

26
1868, a los 63 años de edad, alcanzado por la epidemia de fiebre amarilla propagada en
el Cabildo de Montevideo.20
Cierra esta secuencia de retratos a caballo, dos soldados montados de la Compañía
Auxiliar de Policía; uno de ellos armado con una carabina y el otro portando una
banderola blanca con la cruz roja, símbolo de la “Cruzada Libertadora” como se
denominó al movimiento revolucionario acaudillado por Flores que había derribado con
apoyo militar brasileño, al gobierno legal luego de la guerra civil de 1863-1865.
Retratado en forma solitaria, encontramos a Don Tomás Villalba, quien desde el 1º de
marzo de 1865 había sido designado por el gobierno provisorio de Flores como
Contador General del Estado y Comisario General de Bancos. Este funcionario de
dilatada trayectoria pública, había sido impuesto en el Poder Ejecutivo por el presidente
Aguirre, en las postrimerías de la guerra, firmando la paz del 20 de febrero de 1865.
Seguidamente, el último grupo que describiremos, ubicado hacia el ángulo inferior
izquierdo de la tela, donde apreciamos a los siguientes personajes, siempre siguiendo la
esclarecedora identificación que brinda El Pueblo en febrero de 1866:

 Don Juan Miguel Martínez, miembro de la Junta Económica Administrativa,


empresario ligado a la construcción del Teatro Solís.
 Don Agustín de Castro, presidente de la Junta Económica Administrativa.
 Don Pedro Varela, empresario, futuro gerente del Banco Montevideano
(fundado en setiembre de 1865), y gobernador provisorio luego de derrocar al
presidente Ellauri en 1875.
 Presbítero Don Pedro Irazusta, Sargento Mayor honorario, capellán del ejército,
nació en San Sebastián en 1831 y falleció en Motrico en 1899.
 Teniente Coronel graduado Don Ignacio Echagüe, retratado junto a “su niño
vestido de militar” – confundido por el catálogo del MHN, con Ricardo Flores –
Echagüe, era un antiguo militar argentino que había sido radiado del ejército por
la administración anterior. Desempeñaba las funciones de Fiscal Militar. Murió
a los 55 años de edad de enfermedad el 25 de junio de 1871.

Las tropas que desfilan en columna, retratadas por Valenzani (ángulo inferior
derecho del óleo), nos muestran a integrantes del Batallón 2º de Guardias Nacionales. A
su frente y a caballo, su comandante Don Juan Pedro Castro, seguido a pie, por el
Capitán Juan José Gallardo, comandante de la Compañía de Granaderos del batallón.
Según el cronista de El Pueblo, “se distinguen con bastante exactitud los rostros de los
soldados”, que formaban en dicha compañía.
La descripción del catálogo de 1944, detalla que delante del jefe del batallón –
ubicada en el ángulo inferior derecho de la tela - “marcha una banda militar entre la que
se divisa la figura del músico Luis Sambucetti (padre)” Esta banda “está bien
bosquejada”, donde se aprecia además de Sambucetti, al músico Rossi, ambos “como
mirándose en un espejo”, agrega el desconocido cronista contemporáneo…

20 Nota de los autores: Montero es confundido por error en el catálogo descriptivo del Museo Histórico
Nacional de 1944, con el general Gabriel Velazco, quizás por haber sido este último, el que comandó la
parada militar del 21 de junio de 1865, aunque como apreciamos, no fue recreado por Valenzani en el
óleo.

27
En primer plano, de izquierda a derecha Pedro Varela, Agustín de Castro y Juan Miguel Martínez; en
segundo plano, un personaje sin identificar, barbado y de perfil; el capellán don Pedro Irazusta, y el
teniente coronel graduado Ignacio Echagüe, junto a su hijo, “vestido de militar” (no visible en este
fragmento).

El Diario El Siglo, en su edición del 24 de mayo de 1865, aplaudía “la elección de


oficiales” realizada en el 2º Batallón de Nacionales, ya que todos los ciudadanos,
“gozan de simpatías y sin faltar en lo más mínimo á sus deberes han de tratar á sus
subalternos con la caballerosidad que es indispensable en cuerpos de Guardias
Nacionales”. A continuación, publicaba la relación de oficiales que comandarían las seis
compañías en que estaba organizado el cuerpo. Encabezaba estas, como era de orden en
aquella época, la Compañía de Granaderos, al mando de la cual estaba el Capitán Juan
José Gallardo, siendo el resto de la oficialidad el teniente 1º Eduardo Bustamante, el
teniente 2º Teófilo Díaz y el subteniente José M. Vilaza. Gallardo era oficial de línea y

28
contaba con experiencia militar previa, al contrario que la mayoría de sus camaradas
oficiales.21

Pedro Valenzani. Perfil biográfico de un artista

Pietro Valenzani, nació en Milán el 8 de octubre de 1827, hijo de Pietro Valenzani y


Catalina Mira. Sus padres proveyeron esmerada educación al joven, efectuando éste
estudios de arte en Milán, Florencia y Venecia. Las fuentes consultadas indican que su
familia se radicó en Montevideo en 1847, mientras que su principal biógrafo, el Dr.
Fernández Saldaña afirma que llegó a Uruguay cuando tenía veinte años de edad,
pudiendo ampliar el conocimiento adquirido en Italia, si bien la técnica en dibujo,
colorido, perspectiva y composición nunca llegaron a completarse, lo cual no fue óbice
para adquirir un merecido espacio por su incansable actividad pictórica en la capital de
la república.
Destaca el historiador que las pinturas de Valenzani, aportan elementos valiosos y
aptos que informan de “trajes, uniformes militares e infinidad de detalles pintorescos”,
así como aspectos y perspectivas edilicias ya desaparecidos de la urbe capitalina, lo cual
incrementa el valor artístico de sus obras con ese aditamento de documento de época
que lo hace doblemente valioso.
Además de los grandes óleos dedicados a la “época de Flores”: “La despedida”, “La
entrada del general Flores a Montevideo en 1865”, “Desembarco del 19 de abril de
1863” y “Asesinato de Flores”, el Museo Histórico Nacional cuenta actualmente con
otra tela dedicada al período de la presidencia del general Santos: “La Revista de 1885”.
Mencionamos su afición por autorretratarse en sus obras mayores. En “20 de febrero de
1865/ Cruzada Libertadora” se incluye junto a su esposa.
Ese afán por el autorretrato, se aprecia además en uno de los retratos individuales que
integran la colección del Museo Histórico Nacional. Y es en la retratística, donde
Fernández Saldaña señala su mayor obstáculo como artista, al definir que fuera de los
que conserva el Museo Histórico Nacional, fue autor de “gran cantidad de mediocres
retratos” repartidos en colecciones particulares. Dos especialmente escaparían a nuestro
entender, a esta definición peyorativa: los retratos del general Francisco Caraballo y el
coronel Ventura Torrens, el segundo de los cuales hoy puede admirarse en el Museo
Histórico Nacional, Casa de Rivera, bella pieza que nos recuerda a los retratos de
militares realizados por Blanes.
En la biografía sobre “Los italianos en el Uruguay”, también se menciona como obra
suya, los retratos de la totalidad de los presidentes uruguayos hasta Máximo Santos
inclusive, que en la década de 1920 aún podían admirarse en el Cabildo de Montevideo,
también incluyendo entre sus obras, alguna de tinte religioso, como el que representa el
calvario de Jesucristo adquirido para la Iglesia de San Francisco, por el presbítero
Martín Pérez.22
Del matrimonio de Pedro Valenzani con Catalina Ferraro (Montevideo, h1842 – Íd
29/7/1904), nacieron Josefina Casimira (1869); Pedro Ángel Juan (1871); Rogelia
Virginia (1874); César (1876-1918) sargento mayor del ejército, y Carlos (1883).
Pedro Valenzani falleció el 8 de febrero de 1899, siendo sus restos velados en un local
de la calle Soriano número 265, y enterrados en el Cementerio Central23 .

21 Diario El Siglo, N.º 229, Montevideo, miércoles 24 de mayo de 1865, p. 2, 2ª col.


22 Araújo Villagrán, O., “Los italianos en el Uruguay/ Gli italiani nell’Uruguay” (Diccionario Biográfico”
p. 449)
23 Diario, El Siglo Nº 10144, Montevideo, jueves 9 de febrero de 1899, p. 3.

29
Don Pedro Valenzani, fotografiado por Bate y Cía. en Montevideo.
Según la evocación de su hija Rogelia, que recogió su biógrafo Fernández Saldaña luego de su muerte,
era un“bello tipo de viejo, al modo clásico, de blanca barba larga, sonrosada tez y transparentes ojos muy
azules”. (Fotografía tamaño cabinet producida por el estudio Bate y Cía., Montevideo - Biblioteca
Nacional, Montevideo, colección Fernández Saldaña).

30
Apéndices

1.- [Periódico El Pueblo, edición N.º 975, Montevideo, sábado, 24 de febrero de 1866]

El cuadro de Valenzani

En la B.[iblioteca] Pública, frente al gran cuadro de dos varas de alto por dos y media de ancho,
escribimos estas líneas.
No somos pintores, por eso las impresiones de nuestro ánimo son las que guían nuestro criterio.
Un estudio estenso y muy meditado, es el primer pensamiento que naturalmente concebimos al mirar el
cuadro en conjunto.
Vamos á los detalles:
Es [al óleo] la fotografía de la revista y despedida del General Flores en junio del año pasado, antes de
embarcarse con la división oriental para la campaña contra el Paraguay.
El General está allí, diríamos, hablando.
Hablando están también, si se nos pasa la metáfora, por la exactitud de la fisonomía y apostura física,
todos los miembros del gobierno entonces:
Los Sres., Vidal, Castro, Zorrilla, Valle y Gómez, forman un grupo al lado del general, más atrás el gefe
de Policía y Fortunato, á su frente el comandante Castro del 2.º Batallón de G. Nacionales.
Siguen Eduardo Flores con la bandera oriental, Machin, el coronel Montero.
D. Tomas Villalba
“Juan M. Martínez
“Agustín Castro
“Pedro Varela
El teniente coronel Echagüe y su niño vestido de militar.
El capellán Irasusta.
El capitán Gallardo al frente de su compañía- En las filas se distinguen con bastante exactitud los rostros
de los soldados que formaban.
La música está bien bosquejada, que Rossi, Sambuceti; y otros lo mismo que el padre Guatelly y varias
personas del público, están como mirándose en un espejo.
El fondo del cuadro es formado por la esquina del café de Malakoff y sus inmediaciones; las damas en los
balcones, la gente en las azoteas; banderas, faroles, carruajes, etc. Todo está como sacado en fotografía y
trasladado al lienzo
Es un cuadro que podemos llamar histórico.
En las reminiscencias que el trae, se compendia un poema.
Ese cuadro pertenece á la nación.
El artista que lo ejecutó; no es estipendio, sino un premio, lo que merece.
Si hoy que viven todos los personajes que en él figuran, no se le aprecia bastante, por un espíritu de
modestia oficial; pasados 20 ó 30 años, él será contemplado con estudio y admiración por los venideros.
¡Cuántos recuerdos del presente, pasado y futuro se compendian alli!
Se nos dice que en vista de estar remiso el Gobierno para comprarlo, la Junta lo hará, destinándolo á la
Biblioteca Pública.
Bien! Esta será enriquecida con una obra clásica, digna de pasar á la posteridad, como belleza artística y
como compendio de una época histórica feliz.

2.- [“Catálogo del Museo Histórico Nacional” en Revista Histórica. Tomo XV, Año XXXVIII (2ª
época), diciembre de 1944, Nos. 43-45, Catálogo Montevideo, 1944, pp. 629-630.]

466 - Revista militar por el Gral. Venancio Flores efectuada antes de la partida del ejército oriental
que intervino en la guerra del Paraguay.

Óleo sobre tela, firmado en el ángulo inferior derecho;


Valenzani Pietro Pinse, 1865.
Dimensiones-. 1980 x 1440 mm.
Descripción: Vista tomada desde la esquina que forman, actualmente, la avenida 18 de Julio y la Plaza
Independencia (costado Norte). La revista se desarrolla a lo largo de la avenida 18 de Julio hacia el
centro, y se la ve avanzar desde la mitad de la cuadra de esa avenida entre Convención y Andes y el
sector de la calle que desde Andes hasta la Plaza Independencia.
En primer plano, hacia el ángulo inferior izquierdo, se distinguen las figuras de Juan Miguel Martínez,
Agustín de Castro, Pedro Varela, el niño Ricardo Flores, Mons. Pedro Irazusta, V. Esparraguera y Tomás

31
Villalba. En el ángulo inferior derecho, y encabezando el desfile, marcha una banda militar entre la que se
divisa la figura del músico Luis Sambucetti (padre). Inmediatamente después de la banda, abre la
columna el Cnel. Juan Pedro Castro, a caballo y con la espada desnuda; y, hacia la izquierda del desfile,
marcha un cuerpo del ejército al mando del Capitán A. Sallardo. [sic]
Hacia la mitad de la calle aparecen, en seguida, de izquierda a derecha, Juan Ramon Gómez, el Gral.
Lorenzo Batlle, y los Dres. Daniel Zorrilla, Francisco A. Vidal y Carlos de Castro, vestidos, todos ellos,
de civil. Mas hacia la derecha, y en medio de la calle, avanza, luego, el Gral. Venancio Flores, con
uniforme de gala, la cabeza descubierta, el elástico en la mano izquierda, y montado en un caballo blanco.
Detrás, en un segundo plano, vienen los coroneles Fortunato Flores y Manuel Aguiar, y, más atrás,
siempre de izquierda a derecha, el Gral. R. Velazco, el Mayor J. Macchia [sic] y el Capitán Eduardo
Flores, todos ellos a caballo. En último plano, el grueso del ejército.
En la esquina de la avenida 18 de Julio y la Plaza Independencia (costado Sur), y sobre un edificio que
lleva una bandera francesa, se lee: “Hotel Malakof. Otros edificios de la avenida 18 de Julio lucen
banderas nacionales, españolas o italianas.
Carpeta 1224, lib. 1, fol. 194; procedencia: adquisición.

Bibliografía y fuentes documentales

“Catálogo del Museo Histórico Nacional” en Revista Histórica. Tomo XV, Año XXXVIII (2ª época),
diciembre de 1944, Nos. 43-45, Catálogo Montevideo, 1944, pp. 629-630.
Fernández Saldaña, J. M., “El primer contingente uruguayo marcha al Paraguay”, en Suplemento
Semanal "La Mañana", Montevideo, domingo 23 de setiembre de 1928.
------ “Pedro Valenzani, pintor de historia”, en El Día, Suplemento Dominical, Montevideo, 3 de junio
de 1934.
Rodríguez, A. – Abogado “Colección de Leyes, Decretos del Gobierno, Tratados Internaciones y
Acuerdos del Superior Tribunal de Justicia de la República Oriental del Uruguay”, Montevideo,
Imprenta Liberal, 1866.
“Pedro Valenzani” en Fernández Saldaña, J, M., “Diccionario uruguayo de biografías. 1810-1940”,
Montevideo, Editorial Amerindia, Talleres Gráficos “33”, 1945, pp. 1254-1255.
Valenzani P., en “Los italianos en el Uruguay/ Gli italiani nell’Uruguay” (diccionario biográfico),
contiene más de mil biografías de los residentes itálicos en la República Oriental del Uruguay”, versión
italiana de Andrés Isetta, Barcelona – Paris – Milán, Escardó & Araújo Editores, agentes de la Sociedad
Universal de Publicaciones, 1920, pp. 448-449.
Archivo de Defunciones del Registro del Estado Civil de Montevideo, año 1899, sección 5, acta 37.
Archivo de Defunciones del Registro del Estado Civil de Montevideo, año 1904, sección 15, acta 301.
Archivo del Cementerio Central, Montevideo, Uruguay. Nota: Los restos fueron depositados en el
panteón #347, pero hoy no se encuentran ahí.
Prensa periódica consultada de los años 1865-1866: diarios El Siglo y El Pueblo de Montevideo.

32
Conmemoraciones

LA CELEBRACIÓN
DEL CENTENARIO DE LA
INDEPENDENCIA
Buenos Aires - Tucumán
1916
María Teresa Fuster24

Desfile del 9 de julio de 1916 frente a la Casa de Gobierno (AGN).

24 Licenciada en Historia (UBA) Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia (UBA).


Especialista en Historia colonial. Miembro de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la
Comunicación, Miembro del Comité Argentino de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales
(UNESCO) período 2017-2020, Miembro del Consejo Consultivo Honorario del Ministerio de Cultura de
la Nación. Miembro del Instituto Nacional Browniano. En la actualidad se desempeña en el Área de
Comunicación y Acción Cultural del Archivo General de la Nación (Argentina).

33
El 9 de julio de 1916, en el aniversario de los cien años de la Declaración de la
Independencia, el presidente de la Nación Dr. Victorino de la Plaza desde el balcón de
la Casa de Gobierno presenciaba un desfile militar cuando un disparo resonó en el aire.
El primer proyectil falló su objetivo, pero el segundo llegó a impactar contra la
mampostería del balcón presidencial. El presidente no se percató de ello hasta que,
momentos después, fue advertido del peligro que su vida había corrido. Un joven de
alrededor de 25 años fue detenido por el hecho. Su nombre Juan Mandrini, militante
anarquista. Al momento de su detención gritaba a viva voz: “¡Viva la anarquía!”25.
Este atentado fue un claro indicio de la conflictiva situación social, política y
económica por la que atravesaba Argentina en ese período. El país distaba mucho de ser
aquel que se engalanó y recibió a mandatarios extranjeros seis años antes ostentando
opulencia y modernidad durante los festejos del año 1910.

El centenario de la Revolución de Mayo

Para la conmemoración de los cien años de la Revolución de Mayo el país se había


vestido de fiesta. Por Ley 6.286 del 8 de febrero de 1909, publicada el 13 de febrero el
Estado Nacional establecía las disposiciones para la celebración del Centenario de la
Revolución de Mayo de 1810.
Varios años antes de esa Ley el país se había preparado para la gran celebración que
pretendía demostrar ante el mundo que Argentina estaba a la altura de las naciones más
desarrolladas. Con ese fin no se descuidó el aspecto edilicio y artístico de la ciudad de
Buenos Aires. La Avenida de Mayo inaugurada en 1894 era ya el claro exponente de
que Argentina miraba hacia Europa. Su fisonomía adquiría un carácter netamente
europeo símbolo arquitectónico del pensamiento que querían plasmar los políticos en
aquellos años.
En 1906 el presidente Figueroa Alcorta había enviado a Eduardo Schiaffino, director
del Museo de Bellas Artes, a adquirir obras de arte a Europa para ser exhibidas en el
Museo. En 1908 se había inaugurado el Teatro Colón mostrando una magnificencia que
podía rivalizar con los más importantes teatros del mundo. El Intendente de Buenos
Aires, Manuel Güiraldes, le encargó al director de Parques y Paseos de la ciudad, Carlos
Thays, embellecer los Jardines de Palermo, lugar que sería una de los paseos más
concurridos por parte de los visitantes del exterior 26.
Dentro de los festejos del Centenario, en 1909 se encargó a una Comisión especial
formada por cuatro representantes de la Sociedad de Arquitectos y cuatro de la Sociedad
de Estímulo a las Bellas Artes la realización de una Exposición Internacional de Arte
que se realizaría en los terrenos inmediatos al Pabellón Argentino ubicado en la actual
Plaza San Martín. La Exposición, cuyo nombre era “Exposición Internacional de Bellas
Artes del Centenario”, se dividió en varias secciones, una denominada “Internacional”
para expositores de Europa y América; otra “Nacional” para artistas locales, y la
“retrospectiva” que realizaba un recorrido sobre la historia del desarrollo del país. Se

25 La versión oficial cuenta que Mandrini fue perdonado por demente por el presidente Victorino de La
Plaza y condenado solo a año y medio de detención en una alcaldía tras lo cual recuperó su libertad
perdiéndose su rastro.
26 Para un estudio del desarrollo del Centenario de la Revolución de 1810 Véase: AAVV. La República
Argentina en el primer Centenario de su Independencia Buenos Aires. 1810-1910 Talleres Gráficos
Rosso, 1911; Altamirano, C. y Sarlo, B., “La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y
temas ideológicos”, en: Ensayos argentinos: de Sarmiento a la vanguardia. Buenos Aires, CEAL, 1983.;
Mayon, C. A. “Primer Centenario de la Revolución de Mayo” En Revista Anales de la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales, La Plata, UNLP, 2010.

34
expuso sobre arquitectura, arte decorativo, pintura y artes gráficas. La muestra se
inauguró oficialmente el 12 de julio de 1910 contando con 43 salones donde se
expusieron las 2375 obras de las cuales 176 pinturas y 30 esculturas eran de artistas
argentinos, resultando las más premiadas las de Alemania y Argentina. El gran premio
de honor y la medalla de oro fueron para un argentino Bernardo Cesáreo de Quiroz.
Además de esta Exposición, a lo largo de la Avenida Alvear se organizaron otras como
la “Exposición Internacional de Higiene” -en el predio que hoy se levanta la Biblioteca
Nacional -, “La Exposición Internacional de Agricultura y Ganadería” en la Rural, “La
Exposición Industrial” en el Parque Tres de Febrero, “La Exposición Internacional de
Transporte y Ferrocarriles” en el Regimiento 1 de Patricios27.
Otro de los aspectos destacables de la celebración del Centenario fue el proyecto y
erección de numerosos monumentos muchos de ellos obsequiados por colectividades
presentes en el país como el Monumento a la Carta Magna y a las cuatro regiones
argentinas obsequiado por España, el Monumento a Cristóbal Colón obsequiado por la
colectividad italiana, la Torre Monumental conocida como de los ingleses obsequiada
por el pueblo británico, entre otras. Se levantaron sendas esculturas en recuerdo del
accionar de los hombres de mayo en diversos barrios de la ciudad de Buenos Aires.
Delegaciones internacionales visitaron la capital argentina. Desfilaron por sus calles
tropas de los diez países visitantes28. Entre los huéspedes ilustres que recibió la ciudad
de Buenos Aires podemos citar a la Infanta española Isabel de Borbón, George
Clemenceau, Jean Jaurès, Vicente Blasco Ibáñez, Edmundo D’Amicis, entre otros.

Situación social en 1916

Tanto despliegue realizado en la celebración de los cien años de la Revolución de


Mayo, iba a contrastar con la Conmemoración de los cien años de la Independencia.
Siendo paradójicamente un hecho más importante a nivel nacional que el inicio de la
gesta revolucionaria.
Para el año 1916 el clima social estaba enrarecido. Una multiplicidad de factores
convergía haciendo sumamente inestable la situación política, social y económica del
país.
El mandato de Victorino de la Plaza llegaba a su fin, el 2 de abril de ese año Hipólito
Yrigoyen había sido elegido como presidente de la Nación gracias a la entrada en vigor
de la llamada Ley Sáenz Peña poniendo fin a un período de presidentes conservadores.
La presidencia de Victorino de la Plaza se iba a extender solo hasta el 12 de octubre
cuando el bastón de mando pasaría por primera vez en la historia a manos de un
representante del partido radical.
A una situación política cambiante se sumaban factores sociales complejos, ánimos
caldeados debido al freno que la crisis de 1890 había ejercido en la economía,
movimientos obreros de diversas vertientes (anarquistas, socialistas, sindicalistas) que
denunciaban injusticias ejercidas por el poder conservador y luchaban ante la
insensibilidad del Estado por la crítica situación de los trabajadores, la inmigración en
masa de miles de europeos que, desde décadas atrás el país recibía, y que como

27 Rovere, A. y Sandller, M. “La actuación de la Sociedad Central de Arquitectos en las celebraciones


del Centenario de la Revolución de Mayo de 1810”, Buenos Aires, Facultad de Arquitectura, Diseño y
Urbanismo (UBA), 2010.
28 Salinas, R., “1910. El centenario de la Revolución. La visita de la Infanta Isabel y los festejos en la
avenida de Mayo”. Buenos Aires, 2020 (consultada en línea el 7-6-2023 en:
https://institutodecultura.cudes.org.ar/wp-content/uploads/2020/05/Rodrigo-Salinas_1910-El-centenario-
de-la-revolucion.pdf).

35
consecuencia había cambiado la estructura social y creado tensiones propias de la
irrupción de éstos nuevos actores en el escenario nacional. Si a la situación local
sumamos el desenvolvimiento de la “Gran Guerra” en Europa, que ya se encontraba en
su tercer año de desarrollo complicaba aún más el panorama.
Los ánimos políticos y sociales no estaban en ese contexto bien predispuestos para
celebración alguna29. De hecho, la visita de delegaciones europeas a los eventos
programados era impensable. Solo algunos mandatarios y representantes de países
vecinos estarían presentes.
En medio de este caos Victorino de Plaza no manifestaba gran interés en los festejos.
Lo que daba lugar a todo tipo de interpretaciones en algún caso muy reduccionistas del
porqué de esta actitud presidencial. Como, por citar un ejemplo, la que manifestó el
periódico tucumano La Gaceta en su número del 13 de Mayo de 1916. Según la
publicación esta actitud se debía meramente a cuestiones regionales, pues el primer
mandatario era salteño de origen 30.
El periódico expresaba:
“Es evidente que Don Victorino no quiere bien a Tucumán. Su guerra despiadada
contra el Centenario se debe a una simple rivalidad lugareña. Si el histórico Congreso
de 1816 se hubiese celebrado en Salta otra sería la conducta de Victorino en lo que
respecta al gran aniversario que tan pobremente conmemoramos por culpa suya”. El
artículo llegó a calificar al presidente como “enemigo personal del Jardín de la
República”31.
Esta opinión, aunque un tanto exagerada, mostraba claramente que el pensamiento
del presidente estaba muy lejos de los festejos patrios. Intereses más urgentes
reclamaban su atención.

Los festejos en Buenos Aires

En la ciudad de Buenos Aires se formó una Comisión Pro Celebración de Bicentenario


de la Independencia. La Comisión Honoraria estaba integrada por hombres de las
Fuerzas Armadas, de la política y de la cultura de ese tiempo: Pablo Ricchieri, 32 el ex
presidente de la República Don José Figueroa Alcorta; el destacado intelectual de la
llamada generación del ’80: Estanislao Zeballos; Manuel Montes de Oca; Osvaldo
Magnasco; el Almirante Rafael Bianco; el General José I. Garmendia; el Dr. Marco
Aurelio Avellaneda; el Dr. Adolfo Dávila; el Vicealmirante Atilio Barilari; el Contra
Almirante Manuel Domecq García; el General Rosendo M. Fraga; el Dr. Eufemio
Oballes; el Dr. Pedro N. Arata; el Dr. Joaquín V. González; el Capitán de Navío Daniel
Rojas Torres; el Capitán de Navío Vicente E. Montes; el General Luis Dellepiane; el
Ingeniero Francisco Seguí; Osvaldo Saavedra; el Dr. Luis Güemes; el Dr. David Peña;
el Dr. Hilarión Larguía; el Dr. Dardo Rocha; a esto se sumaba una Comisión Ejecutiva
integrada por Carlos Alais Saavedra; como Vicepresidente 1°: Serafín B. Castro; como
Vicepresidente 2°: Juan Ferro; Secretario General: Rafael Contursi; Secretario 1°:
Mario R. Lozano y Secretario 2°: Julio Quesada, entre otros 33.

29 Romero, L. A., Breve Historia Contemporánea Argentina. Buenos Aires, FCE, 2006.
30 Victorino de La Plaza había nacido en Payogasta (Salta) el 2 de noviembre de 1840.
31 La Gaceta. Tucumán Número del 13 de mayo de 1916.
32 Pablo Ricchieri (1859-1936) fue un militar que llego a desempeñarse como ministro de Guerra de
Julio A. Roca. Se lo recuerda por ser promotor de la Ley de Servicio Militar Obligatorio (1901) y por
haber participado en el robo de piezas dentales del cuerpo de Manuel Belgrano.
33 AGN Sala VII Fondo José Figueroa Alcorta Legajo 3531.

36
El 7 de Julio a las 22 se realizó una recepción de gala en el Círculo Militar, ex
Palacio Anchorena, a las legaciones extranjeras asistentes 34.El día 8 de Julio se
desarrolló la revista naval en el Puerto de Buenos Aires. En el evento de gran despliegue
se podían apreciar veinte naves alineadas, algunas de ellas de bandera uruguaya y
brasilera, ordenadas en dos filas al frente de cada una un acorazado gemelo: el
“Rivadavia” y el “Moreno”.35
El crucero “Buenos Aires”36 conducía al presidente, su comitiva y a las delegaciones
extranjeras. La nave pasó en medio de ambas filas recibiendo la salva de 21 cañonazos y
los gritos de los tripulantes: “Viva la república”. Posteriormente se realizó la recepción
oficial de los representantes extranjeros en Casa de Gobierno. Otro hecho destacable de
ese día fue la inauguración de una Exposición de Artes Gráficas.
El 9 de Julio, el día central del festejo, la ciudad amaneció con el resonar de
campanas de las iglesias porteñas. Tras un tedeum en la Catedral Metropolitana a las 13
horas comenzó el desfile militar que tuvo como corolario el mencionado atentado
presidencial que afortunadamente se frustró.
Dentro de otros de los eventos que se realizaron podemos mencionar diversos
Congresos como el de Medicina que se desarrolló en Buenos Aires en el mes de
septiembre “el primero con carácter estrictamente nacional que aspira a ser un
inventario de nuestras adquisiciones médicas durante el primer siglo de vida
independiente del adelanto alcanzado por la medicina nacional” destacaba el presidente
de la organización del Congreso en nota al ministro del Interior.37
Otro evento destacable fue el “Campeonato Sudamericano de Futbol”- que
posteriormente sería conocido como la “Copa América”- que se jugó en la ciudad de
Buenos Aires en el mes de julio, entre los días 2 y 17.
Este Campeonato –que se realizó por primera vez– si bien tuvo algunos incidentes en
el partido final disputado entre Argentina y Uruguay en el Estadio GEBA, finalmente se
desarrolló en el club Racing sin inconvenientes, terminando con el triunfo de Uruguay,
quien con un empate al equipo argentino obtuvo finalmente el título de campeón. 38

34 Ib. Carta de invitación al Dr. Figueroa Alcorta para asistir al evento.


35 El ARA “Rivadavia” y el ARA “Moreno” eran acorazados de origen norteamericano que fueron
adquiridos por la Nación en el año 1914. Para un estudio de los acorazados argentinos véase: Burzaco, R.,
Acorazados y Cruceros de La Armada Argentina. Buenos Aires, 1997. ISBN 987-96768
36 El crucero “Buenos Aires” era una nave de origen inglés adquirida por el gobierno argentino el 23 de
noviembre de 1894 estando aún en construcción. Véase Arguindegui, Pablo Apuntes sobre los buques de
la Armada Argentina (1810-1970). Comando en jefe de la Armada, Buenos Aires, 1972.
37 AGN Sala VII Fondo José Figueroa Alcorta Legajo 3531 Nota del Comité Ejecutivo del I Congreso
Nacional de Medicina al ministro del Interior, solicitando subsidio de 20.000$ M/N fechado en Buenos
Aires el 30 de marzo de 1916.
38 Para un detalle de lo ocurrido en ese campeonato véase Periódico La Nación del 11 de julio 2015.

37
1er. Campeonato Sudamericano de Fútbol. Buenos Aires, Julio de 1916. Argentina vs Brasil (AGN).

Los festejos en Tucumán

El epicentro de la celebración debería haber sido la ciudad de San Miguel de Tucumán,


el lugar de la declaración de la independencia, sin embargo, el poco interés manifestado
por el gobierno nacional en los festejos dejó al Gobernador de Tucumán, Ernesto
Padilla, librado a su suerte.
La situación económica de Tucumán era difícil. La crisis de la industria azucarera, de
la cual dependía la provincia económicamente, hacía muy complicado la realización de
los actos y eventos. Sin embargo, el gobernador buscó los medios para poder realizar un
festejo digno acorde con la importancia del suceso39
El periódico La Gaceta en su número del 5 de junio de 1915 expresaba: “Cada cual
aportará su granito de arena para conmemorar con el mayor esplendor posible la
gloriosa fecha del primer Centenario de la Independencia”40 El peso de la celebración en
la Provincia de Tucumán, dada la anomia del Gobierno Nacional, quedó en manos del
Gobernador y de los tucumanos que prontamente se entusiasmaron con la idea de los
festejos y se propusieron hacerla de la mejor forma posible. La situación de
infraestructura de la provincia era muy precaria, las avenidas en mal estado con falta de
desagües y los existentes en malas condiciones. Las solicitudes de fondos elevadas al
presidente fueron desestimadas y lo girado muy mezquino.
A pesar de los obstáculos existentes, el Gobernador Padilla junto con la Comisión Pro
Centenario que presidía realizó muchas obras para embellecer la ciudad y darle una

39 Véase: Perilli, Carmen. “La Patria entre naranjos y cañaverales. Tucumán y el Primer Centenario” En
Revista Pilquen, Ciencias Sociales, Dossier Bicentenario Año XII N° 12, Viedma, 2010 Versión online
ISSN 1851-3123.
40 Periódico la Gaceta de Tucumán 5 de junio de 1915. Cita tomada de:
http://www.lagaceta.com.ar/nota/551629/sociedad/primer-gran-aniversario-congreso-1816-quedo-manos-
sociedad-civil.html

38
apariencia más moderna. Podemos mencionar por ejemplo apertura del Gimnasio
“Sáenz Peña” el día 13 de junio, la inauguración del Museo de Bellas Artes el 18 de
junio, el 29 de junio la puesta en marcha del tranvía rural, el 1 de Julio abrió al público
la Casa del Obispo Colombres tras ser restaurada, el 2 de julio se descubrieron en el
atrio de la Iglesia de Santo Domingo las estatuas de Fray José Manuel Pérez y Fray
Justo Santa María de Oro, el 3 de julio se inauguró la Escuela Monteagudo.
El 8 de julio como apertura oficial de los festejos se realizó en la Catedral un funeral
por los congresales que participaron en la Declaración de la Independencia el histórico 9
de julio de 1816.
El 9 de Julio se realizó un tedeum en la Catedral tucumana. Posteriormente en el
Salón de Jura de la Independencia de la “Casa de Tucumán”, -único recinto que se había
salvado de la demolición realizada en el año 1903 en el histórico solar debido al peligro
de derrumbe y que había sido cubierto por un pabellón de ladrillos con estructuras de
hierro y vidrio para protegerlo- el gobernador Padilla presidió los festejos del
Centenario.
La celebración no contó con la presencia del presidente Don Victorino de la Plaza,
quien como vimos prefirió permanecer en la ciudad de Buenos Aires -envió en su
representación al ministro de Instrucción Pública Don Carlos Saavedra Lamas.
En el marco de los festejos se realizaron desfiles, recepciones y fiestas varias en
honor de los 100 años de la Declaración de la Independencia. Entre los hechos
destacables podemos mencionar la puesta en marcha de un concurso para la confección
de un “Himno del Centenario de la Independencia Argentina” que fue ganado por el
poeta Carlos Guido y Spano 41 y el esfuerzo que realizaron los miembros de la
Comisión para traer al país al compositor y ejecutante francés Charles Camille Saint-
Saëns 42, quien ejecutó un concierto en el Teatro Odeón de San Miguel de Tucumán
como parte de una gira que realizaba por Sudamérica.
Entre otras actividades relacionadas con la conmemoración se realizó el Congreso
Americano de Ciencias Sociales y la Primera Reunión Argentina de Ciencias Naturales
en la capital tucumana.
La inauguración del imponente “Parque 9 de Julio” obra del arquitecto Carlos Thays
se realizó el 23 de septiembre de 1916 obra que hasta el día de hoy constituye el más
grande y hermoso parque de la ciudad. El esfuerzo por la apertura de este parque es una
muestra clara de la importancia que dio el gobierno de la provincia a esta celebración.

Consideraciones finales

Los festejos del Centenario de la independencia si bien por una serie de factores
externos e internos no tuvieron el esplendor deseable ni punto de comparación con los
realizados para la celebración de los cien años de la revolución de Mayo, se
desarrollaron de manera digna tanto en Buenos Aires como en la ciudad de San Miguel
de Tucumán.

41 Esta composición contaba con música de Juan Serpentini, adaptada a piano por Andrés Gaos. La letra
realizada por Guido Spano expresaba; “Hoy la patria festeja la gloria/de sus hijos preclaros, estoicos, /
que, resueltos, altivos y heroicos, / destrozaron un yugo fatal. / Tucumán en Congreso los viera/ de ser
libres hacer juramento, / desplegando con ellos al viento, / la insignia triunfal. / Cumple un siglo del
hecho grandioso, / ya del mundo tenemos la palma. / Hasta el cielo elevemos el alma, / pues nos colma de
inmenso fervor. / ¡Salve! ¡Salve! Los bravos que dieron/ libertad a una tierra bendita/ cuya fama en la
historia está escrita/ con emblemas de orgullo y amor”
42 Para un detalle de la visita del artista a Tucumán véase La Gaceta de Tucumán
Versión online http://www.lagaceta.com.ar/nota/491723/sociedad/irascible-visitante-1916.html

39
En Buenos Aires el Gobierno Nacional organizó los actos sin mayor repercusión en el
pueblo, mientras que en Tucumán la iniciativa fue mayormente privada y un
acontecimiento para el pueblo tucumano que quería demostrar al país la dignidad de la
provincia donde se reunió el Congreso en sus comienzos y realizó el gran logro de
declarar la independencia.
El esfuerzo realizado por el pueblo tucumano para los festejos de tan importante
conmemoración fue notable y digno de admiración. ●

Fotografías publicadas en la Revista Fray Mocho el 21 de julio de 1916.

40
LA BATALLA DE LOS CORRALES
Fernando Sánchez Zinny43

Carlos Tejedor (fotografía del libro Historia Argentina Contemporánea ANH).

Barrio traslúcido, de plazas y arboledas, de casas bajas apenas cada tanto interrumpidas
por edificios de departamentos, de depósitos, de fábricas en su mayoría hoy silenciosas,
de población envejecida y, por lo común, de arraigo en la zona, Parque Patricios fue,
alguna vez, la clave de lo que acaecía en la Argentina. No parece esto muy creíble en
medio de la despreocupada placidez presente, pero es verdad. En un momento todo se
jugó en el área que ocupan esas manzanas y el resultado fue –para usar el truculento,
pero no del todo desencaminado título de una obra de Eduardo Gutiérrez –, “la muerte
de Buenos Aires”.
Aunque tal estrellato duró lo que un chispazo, no más que un día, que fue el 21 de
junio de 1880, cuando entre la madrugada y las dos de la tarde, el machacar artillero, el
fuego en barrera de la fusilería y las turbulentas acometidas contra improvisadas
trincheras convulsionaron y ensangrentaron al todavía nonato Parque Patricios: unos
500 cadáveres quedaron sobre el terreno y una no muy definida victoria de las tropas

43 Periodista, poeta, traductor, asesor y crítico literario. Docente universitario. Desde 1979 fue profesor
de la Escuela Superior de Periodismo del Instituto Grafotécnico, donde se ha desempeñado, en distintas
épocas, al frente de las cátedras de Técnica y de la de Historia del Periodismo. Ejerció la docencia además
en la UCA y en la Universidad Kennedy). Miembro de la Academia Nacional de Periodismo y de la
Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

41
nacionales sobre las provinciales vino a sellar el destino del casi siglo y medio argentino
transcurrido desde entonces. Pocas jornadas después la rebelión se extinguía y lo que
había comenzado como apasionada protesta contra el triunfo de Julio A. Roca en las
elecciones para presidente, derivó en el corte del nudo gordiano que impedía el
desenvolvimiento normal de las instituciones de la República: la “cuestión Capital” se
adentró en la neblina de la historia y la provincia fue descabezada mediante la
federalización de la ciudad que la había originado. Se trató, además, de la última batalla
del largo ciclo de guerras civiles que asoló a nuestro país y también del cierre de la
etapa conocida como “de la Organización Nacional”, férreamente establecida ésta al
disiparse el humo de la pólvora gastada en esa ocasión.

La meseta

Fue la llamada “batalla de la Meseta de los Corrales”, nombre curioso que de por sí pide
una explicación, no menos que los antecedentes políticos que llevaron a que se librara:
como es sabido, la ciudad de Buenos Aires está asentada sobre el borde de la planicie
inmensa que se abre a partir del Río de la Plata. Cuando no había aquí ni casas ni calles
ni árboles, y sí sólo la superficie primigenia, el lugar no era sino una porción de la
pampa. Pero, contrariamente a lo que suele suponer nuestra actual índole urbana, la
pampa no es igual de pareja en todas partes: por ejemplo, la región correspondiente a las
adyacencias del tramo inferior del Paraná y al Río de la Plata es denominada por los
geógrafos “pampa ondulada” y tiene lomas –en general muy poco pronunciadas– que
revelan la existencia no demasiado soterrada de un macizo arcaico. En algunos de los
barrios esto se advierte todavía con relativa facilidad, pese a estar más o menos
enmascarado por siglos de nivelación inducida debida a la construcción de edificios y a
la apertura de caminos y calles. Vemos, así, las barrancas ribereñas, la elevación de
Parque Lezama y –en particular, en lo que nos interesa– el insinuado plegamiento que
hace bajar y subir a la avenida Garay, sobre todo a la altura de Parque Patricios y que
encuentra su punto más alto –su “cresta”– en los cruces de Alberti y Entre Ríos, para
irse atenuando en dirección al Bernasconi. Cercanos, hay otros declives en los que se
repara menos, como el que va de Este a Oeste, paralelo a Uspallata, y el escasamente
reconocible que bordea la continuidad integrada por Pepirí y 24 de Noviembre, cortado
por la hondonada –tal vez artificial, generada por el paso antiguo de ganado– en que se
extiende Chiclana, tras la cual el terreno vuelve a subir hacia Garay.
Con alguna impropiedad se ha denominado “meseta” a esos desniveles en realidad
minúsculos: no lo es en ningún sentido, pero ésa ha llegado a ser expresión usual.
Conocida antes como “Meseta de las Carretas”, los partes militares referidos al cruento
suceso popularizaron la forma, seguramente improvisada entonces, de “Meseta de los
Corrales”. En relación con los hechos que tratamos importa señalar que en esos días,
sin ser tales desniveles mucho mayores que en el presente debieron ser más abruptos; el
recordado periodista José Gabriel 44 describe la extensión como “más accidentada, pues
la surcaban de Oeste a Este y de Norte a Sur, arroyos, riachos y zanjones…” Indica,
asimismo, que “la ciudad ha surgido… con menos geometría de la que esperábamos,
con un suelo mucho menos plano de lo que suponíamos, con ondulaciones
pronunciadas, con ‘montanitas rusas’, particularmente hacia el Sur”, observación
pertinente en este intento por revivir las sombras de aquella matanza.

44 En El país y la ciudad de Buenos Aires, en el Nº 79 de los Informes del Sur, Ediciones BP.

42
¿Por qué peleaban?

En principio, el enfrentamiento que sostuvieron porteños y provincianos fue provocado


por la resistencia del gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, candidato
presidencial opositor, a aceptar la validez de su derrota en los comicios, a manos de su
rival oficialista, el hasta hacía poco ministro de Guerra y Marina, general Julio
Argentino Roca.
Esa fue la causa, siquiera la públicamente esgrimida. Sin embargo, la decisión y
entusiasmo con que el pueblo local secundó la rebelión de su mandatario –que tampoco
era alguien dotado de relevantes dotes caudillistas– nos muestran (y tanto más desde la
perspectiva que da la lejanía temporal) que, a la vez, otros puntos de mayor
trascendencia se debatieron en esa instancia de dialéctica feroz. La ciudad estaba
incómoda con la Nación y ésta no menos con la ciudad. Una mutua monserga de
reproches las separaba y hoy cabe reconocer, honestamente, que ambas partes tenían
fundamento en sus quejas, sobre todo a la luz de los criterios prevalecientes entonces.
El trasfondo lo constituía la llamada “cuestión Capital”, durante tres décadas incordio
mayúsculo de la política argentina, que repentinamente halló, a raíz de esos
acontecimientos, una solución eficaz, tajante y dolorosa. En origen, Buenos Aires lo
había sido todo y no sólo en cuanto a fermentación de ideas e iniciativas; aquí estaban,
también, el dinero y la cultura, la aduana y el puerto, el comercio y los contactos con el
mundo distante. Le bastó a Rosas controlar esa suma de factores para regir de hecho y
sin más contestación que la unitaria al país entero. Y si un día su régimen carcomido fue
derribado, la aptitud guerrera que permitió a Urquiza abatir al Restaurador, ante el
pasmo de muchos resultó insuficiente para someter al pueblo ex rosista. Desafiado por
la insurrección, Urquiza avanza y domina sin dificultades toda la campaña; a
continuación pone sitio a la ciudad pero la imposibilidad de complementarlo con un
bloqueo naval –caudales porteños de por medio, que sobornaron a los marinos del
entrerriano–, lo obligaron a desistir y replegarse. La Constitución de 1853 establecía,
expresamente, que esta ciudad sería la capital de la Confederación, pero Urquiza tuvo
que admitir su secesión y limitarse a ser presidente de las trece provincias restantes,
cargo que ejerció sin recursos y sin disponer de una capital merced a su ascendiente
indiscutido y únicamente apuntalado por su sagacidad, su laureada jefatura federal y el
mítico renombre de sus lanceros.
Sin duda, Buenos Aires era egoísta pero su argumentación no dejaba de ser fuerte:
¿Por qué han de descabezarme?, se preguntaba. ¿Por qué han de suprimir mi
autonomía? ¿Por qué habrían de hacerme eso tan luego a mí, cuando yo he hecho nacer
al país y he sido el único que siempre lo he defendido, por lo común en desvalida
soledad? Empero, se trataba de una secesión y no de otra cosa: el Estado de Buenos
Aires nunca se consideró un país independiente ni reclamó serlo; no tuvo bandera ni
quiso asumir más función diplomática que la consular. Cuando en 1859 las armas le
impusieron regresar al hogar común y ceder la aduana, consiguió, a cambio, la
abrogación de la cláusula constitucional que la condenaba a ser capital. Y ésa fue la
matriz del sangriento entredicho posterior.
Porque el poder real no podía irse de acá o bien en ese momento debía volver y en
esto todos estaban de acuerdo, comenzando por Urquiza. Cuando ese hecho sobrevino,
después de Pavón, los porteños se encontraron a la cabeza del país, convertidos en
jueces y partes del gran contencioso acerca de dónde residirían las autoridades
nacionales: si iba a ser en su ciudad, ello equivaldría a un despojo inevitable. Mitre se
inclinaba por federalizar la totalidad de la provincia –tal como había hecho Urquiza con
Entre Ríos– lo que, al fin y al cabo, era la única manera de preservar la unidad porteña.

43
Pero nadie iba a apoyar semejante iniciativa y el presidente se vio constreñido a
proponer la federalización de la ciudad, poco más o menos en los términos en que
habría de hacerse veinte años más tarde, con lo que planteaba la inminencia de una
escisión monstruosa en la que la ciudad quedaba por un lado y la campaña –la
despoblada y cerril campaña de entonces– por otro.
Como era de esperar, la Legislatura rechazó el proyecto, por lo que debió apelarse a
una “Ley de Compromiso” que fijaba la transitoria residencia de las autoridades
nacionales en la ciudad hasta tanto se adoptase una decisión firme. Este relativo fracaso
de Mitre acarreó una consecuencia lateral de enorme trascendencia en nuestra ulterior
historia política. Los liberales en el poder se dividieron y los hubo “nacionalistas” –
seguidores del presidente historiador– y “autonomistas”, encolumnados tras el
gobernador Adolfo Alsina, adalid de la renuencia porteña a hacer concesiones 45.

Ilustración de la Batalla de los Corrales.

Buenos Aires alegaba razones harto explícitas: se había avenido a renunciar a la


posición privilegiada que tuvo en la época de Rosas y aguardaba, como contrapartida,
poder preservar su integridad. Las del bando nacional, en cambio, eran difusas y nunca
fueron expuestas con claridad. La Constitución reformada en 1860 habilitaba la
posibilidad de que la capital se estableciera en cualquier punto del país y esto hasta
podía suscitar respaldos regionales en favor de sitios propuestos para conferirles tal
galardón, como sucedió en el caso de Rosario. Pero había una conjura adversa a
cualquier solución de ese tipo; así cuando el Congreso votó la capitalización de ese
puerto, Mitre vetó la ley, pese a que la iniciativa provenía de Manuel Quintana, hombre
que le era afín. A su turno, Sarmiento se encontró con la sanción de otra que
capitalizaba el conjunto del distrito cordobés de Villa María y Villa Nueva –el centro
geográfico del país– y repitió el procedimiento inhibitorio, que aplicó de nuevo ante una

45 Del alsinismo derivaron los conservadores, a través de Carlos Pellegrini y de los partidos provinciales
ex federales, que es lo mismo que “autonomistas”. También lo hicieron los radicales, herederos de
Aristóbulo del Valle y de Alem; ambas tendencias fueron, a su turno, fuentes nutricias del peronismo.

44
segunda y una tercera intentona por federalizar Rosario. No es fácil explicar esas
actitudes coincidentes adoptadas por estadistas de caracteres tan opuestos entre sí46 y
que encabezaban situaciones políticas también muy diferentes. No nos queda, al
respecto, sino manejarnos con conjeturas; en lo personal adhiero a la presunción de que
esos gobernantes estimaron que alejados del centro natural de actividad, distanciados de
los focos partidarios, ajenos al ámbito en que se discutían novedades y apartados de
financistas y comerciantes, quedarían reducidos al acotado papel de jefes de un
campamento militar y de una burocracia ínfima, tal como le había pasado a Urquiza,
experiencia que habían contemplado con sus propios ojos47.

Antecedentes inmediatos

Durante la presidencia de Nicolás Avellaneda el tema de la “cuestión Capital” pareció


perder el carácter acuciante que había tenido hasta entonces. Surgieron nuevas urgencias
y el tucumano debió contraerse a atender dificultades de otro orden, imperiosas aunque
circunstanciales. Las heridas dejadas por la revolución de 1874 y la sempiterna crisis
económica lo indujeron a encarar una “conciliación” con el mitrismo, recurso que tal
vez pretendía ser antesala de un arreglo tendiente a reforzar las perspectivas electorales
de su inicial heredero cantado, que era, justamente, el ex gobernador Adolfo Alsina, a la
sazón ministro de la Guerra y artífice, en tal condición, de la política de avance sobre las
tierras dominadas por el salvaje, pero el gran referente porteño repentinamente falleció.
El descalabro que se produjo en el sistema de contrapesos partidarios fue
considerable. La fragmentación del autonomismo sobrevino de inmediato y en un
rincón quedaron Alem, Del Valle y ambos Sáenz Peña; en otro Pellegrini y en un
tercero Dardo Rocha, en tanto personajes como Bernardo de Irigoyen y el propio
Sarmiento navegaban sin rumbo cierto, en busca de un puerto donde recalar y la variada
constelación de situaciones provincianas armada y reunida trabajosamente por Alsina se
sumía en la perplejidad. En ese maremágnum descolló la figura del gobernador Carlos
Tejedor, quien anticipó su decisión de ser candidato a la Presidencia, objetivo que, de
concretarse, iba a realizar la gran idea del caudillo desaparecido: poner fin al
predominio del Interior en el plano nacional, extendido ya por dos mandatos
presidenciales, el de Avellaneda y el de su antecesor.
La situación internacional era muy complicada: Chile y Bolivia estaban por llegar a
las manos y se descontaba que Perú acudiría en ayuda del segundo de esos países. Se le
propuso al nuestro sumarse a la coalición antichilena y el Presidente lo rehusó; no
obstante, Roca, nuevo ministro de Guerra, consiguió persuadirlo de aprovechar las
dificultades que afrontaba el país trasandino para zanjar con ventaja el diferendo
limítrofe del Sur. Se dictó una ley que autorizaba a ocupar las tierras hasta el río Negro;
las tropas encargadas del cometido lo cumplieron con creces, pues repasaron ese curso
de agua y terminaron por asentar la jurisdicción argentina en todo Neuquén y aún
siguieron adelante. Roca fue, de súbito, el héroe inesperado: hombre joven, de excelente
perfil militar, al que el desempeño ministerial había otorgado, como por ensalmo, un
enorme ascendiente, poseía el feliz complemento de un carácter paciente y mañoso y de

46 Es curiosa, al respecto, la terquedad de Sarmiento, quien veinte años antes hasta había fantaseado con
una capital en Martín García, la célebre Argirópolis.
47 Un siglo y monedas más tarde, la iniciativa de Alfonsín de llevar la capital a Viedma-Carmen de
Patagones, halló la traba de consideraciones similares. Es probable que ese mandatario haya querido
reparar ciertas consecuencias indeseadas de los acontecimientos del año 80 pero, a costa de un rotundo
fracaso, tuvo que aprender la verdad de que, a menudo, “en política los muertos mandan”.

45
efectivos contactos con las jefaturas políticas de unas cuantas provincias. Casi
espontáneamente se proyectó como el natural candidato que se necesitaba para
confrontar con Tejedor, como el provinciano capaz de frenar los desafueros del
exclusivismo porteño. Avellaneda lo puso bajo su ala y muy enseguida se vio que el
“Conquistador del Desierto” contaba con el respaldo de la “Liga de Gobernadores”,
dueña y señora de las urnas más allá del arroyo del Medio. De pronto –igual que en la
época de Urquiza– el dilema era Buenos Aires o las provincias. Los porteños apretaron
los dientes y se aprestaron para una definición que seguramente prescindiría de los
discutibles comicios de aquellos tiempos.
La letra constitucional preceptuaba que los gobernadores eran jefes de las respectivas
milicias. Tejedor resolvió organizar las de su competencia y comenzó militarizando los
cuerpos de guardia cárceles y de bomberos. Siguió con la policía en su conjunto y abrió
en Palermo el “Tiro Nacional”, en el que la juventud recibía sumaria instrucción en el
uso de las armas. Había en abundancia fusiles Remington y apresuradamente se
adquirieron otros Mauser 48 y hasta cañones Krupp, última palabra en artillería. Pasaron
los meses y la magnitud de los preparativos bélicos provinciales se tornó alarmante, a la
vez que menudeaban choques, algaradas, insultantes pronunciamientos periodísticos,
infructuosas entrevistas, avenencias fallidas y constantes crisis de Gabinete, en tanto
giraba un carrusel de eventuales candidaturas “de pacificación”. En el área urbana
surgió una treintena de batallones de voluntarios –los famosos “rifleros de Tejedor”–,
hubo otros tres de residentes italianos, uno de españoles, y otro colecticio, de
nacionalidades diversas, mientras la campaña aprestaba milicianos montados, gauchos
anhelosos de volver a la antigua vorágine de embestidas y entreveros.
Por supuesto, la agitación se extendía a todas las provincias y, en febrero de 1880,
tejedoristas y mitristas intentaron una aparatosa insurrección en Córdoba, tendiente a
derribar la administración favorable a Roca, en la que tenía vara alta su concuñado, el
vicegobernador Miguel Juárez Celman. Fracasaron y en nada se pudo cambiar la
dirección de los acontecimientos: según estaba previsto, las elecciones dieron el triunfo
a Roca en todos los distritos menos en Buenos Aires y en Corrientes. Por supuesto,
hubo acusaciones de fraude y esas dos provincias llegaron al extremo de suscribir un
faccioso pacto de colaboración militar, suerte de arrogante vigilia en armas a la espera
del cómputo definitivo por parte del Congreso Nacional, cuya renovación parcial
asimismo era motivo de agrios disentimientos.
Hasta ahí, siquiera de labios afuera, la disputa se refería exclusivamente a la elección
presidencial, pero, acaso porque lo limitado del tema entrañaba, de modo forzoso, un
cierto estigma de personalismo ensimismado, Tejedor –tras varios amagos de renunciar
a su candidatura si otro tanto hacía Roca– arrojó sobre la mesa de discusiones un
asunto realmente extemporáneo: las tierras que acababan de incorporarse al efectivo
patrimonio argentino en la pampa y la Patagonia debían pertenecer, como en el pasado
virreinal, a Buenos Aires, con desconocimiento de la legislación existente desde hacía
más de tres lustros atrás. En su respuesta, Avellaneda procedió con lógica de litigante:
desempolvó la antigua aspiración y anunció que propondría la federalización de la
capital de la provincia.
Las cartas estaban echadas. El ejército nacional irrumpió en el campo de tiro de
Palermo pero desistió de mantenerlo ocuparlo ante la amenaza de ser repelido.

48 Pero eran fusiles Máuser de un sólo tiro, no los famosos de cargador que aún no existían. Este punto
llama a confusión a no pocos historiadores, pero cae de maduro que si los defensores de Buenos Aires
hubieran tenido estas últimas armas habrían dispuesto de una superioridad contundente sobre las tropas
nacionales.

46
Pellegrini, ministro de Guerra, ordenó a los oficiales que participaban en la organización
militar de la provincia que se apartaran de esa función, ante lo cual un buen número de
ellos pidió la baja de las filas nacionales. Tejedor, para reforzar la apuesta, designó al
general Martín de Gainza “ministro de Milicias”. El 2 de junio un nuevo cargamento de
armas llegó al puerto sin que la escuadra atinara a impedirlo y sin que bastara tampoco
para incautarlo la presencia de un batallón en el muelle de la Boca, dada la superioridad
de las fuerzas provinciales estacionadas en las proximidades; a continuación, 3500
fusiles fueron llevados en desfile triunfal y multitudinario hasta la residencia del
gobernador.
Por la noche Avellaneda abandonó la ciudad, en tanto soldados que le respondían
retiraban, sin oposición, las armas depositadas en el Parque. El presidente se dirigió al
campamento existente en la Chacarita, cuyo comandante era el general Joaquín
Viejobueno. Desde allí lanzó una proclama que declaraba en rebelión al gobernador de
Buenos Aires y establecía la capital provisoria en el pueblo de Belgrano. Lo
acompañaron en su éxodo los ministros, los senadores y la mitad de la Cámara de
Diputados. La otra mitad permaneció en la ciudad y ambas fracciones deliberaron en
minoría y adoptaron, en ese estado, resoluciones naturalmente irregulares. También
permanecieron entre los rebeldes –y en situación por demás ambigua– la Suprema Corte
y hasta el vicepresidente, Mariano Acosta, sin que después se les hiciera mayores cargos
por ello. En frenética estudiantina, los adolescentes cadetes del Colegio Militar y la
Escuela Naval se sumaron al levantamiento; por su lado, señoritas de buenas familias se
organizaban en cuerpos de enfermeras.

La lucha

Tejedor distaba de ser el hombre adecuado para encabezar un movimiento semejante.


Notable jurisconsulto y personaje definida y noblemente libresco, en la acción práctica
había dado muestras, muchas veces, de rigidez excesiva, de intemperancia, terquedad y
ánimo impulsivo. Veinte años mayor que Avellaneda, en su larga y destacada
trayectoria había acumulado demasiados resquemores y desconfianzas. Tuvo un paso
polémico por el Ministerio de Relaciones Exteriores durante la presidencia de
Sarmiento, en el que ejerció un absurdo maltrato hacia Mitre, nuestro enviado ante la
corte de Pedro II, con evidente perjuicio para los intereses del país.
Se le ha reprochado, además, indecisión. Es posible que si hubiera apresado al
presidente e impedido el retiro de las armas depositadas cuando pudo hacerlo, acaso la
historia hubiera seguido otro camino. Tampoco parece que Tejedor y su gente tuviesen
un plan político y militar preciso sino que, más bien, confiaron en las ventajas
presuntas –quizás a la espera del desgaste del adversario– de una “revolución
defensiva”, propuesta bastante incomprensible de la que llegó a hablarse “en serio” en
esos días y cuya sola enunciación entraña ya una flagrante contradicción en los
términos, pero actitud que, de haber existido, explicaría la insólita facilidad con que los
rebeldes se dejaron encerrar en la ciudad y renunciaron a operar en la retaguardia de sus
contrincantes.
Avellaneda ordenó a Viejobueno que adelantara tropas hasta Flores con vistas a
insinuar el cerco de los rebeldes. Gainza, simultáneamente, designó jefe de la plaza al
coronel Julio Campos y dispuso la construcción de una trinchera que en líneas
quebradas iba desde Cochabamba y el Bajo hasta Ayacucho y Córdoba y de ahí, de
igual manera, hasta Retiro. Al coronel José Inocencio Arias –el vencedor de La Verde–
le encomendó ponerse al frente de las milicias de la campaña. Este jefe –que sería, con
mucho, el más eficaz de los que sirvieron a Buenos Aires–, en contados días y con sólo

47
la ayuda de seis oficiales, alcanzó a reunir en Mercedes unos diez mil hombres,
enfervorizados pero carentes de instrucción. El 13 de junio, Racedo, que con tropas
entrerrianas había desembarcado en Campana, avanzó hacia la posición de Arias;
hábilmente éste pudo eludir un combate formal para el que no estaba preparado y se
limitó a sostener pequeñas escaramuzas en San Antonio de Areco y Olivera. Tomó
disposiciones para impedir a su enemigo el uso del ferrocarril y el telégrafo, y
finalmente se encaminó a Buenos Aires, donde ingresó el día 18 –bordeando por el Sur
el bañado de Flores–, con 7000 hombres ya un poco fogueados.
Desde el Sur otro jefe nacional, Nicolás Levalle, había llegado con ochocientos
hombres hasta Adrogué y sus avanzadas se situaron en Lanús, a todas luces con la
intención de asaltar los puentes de Barracas y encerrar así del todo a la ciudad. Era
esperanza de los defensores que padeciera deserciones sensibles, pues sus soldados eran
en su mayoría porteños, pero resultó infundada: en este caso predominó la disciplina
militar, lo que fue una de las constantes de la Revolución del 80, en la que no se sublevó
ningún cuerpo de línea ni ningún buque de la Armada. El día 20 la lucha se entabló
duramente entre una y otra orilla del Riachuelo y los porteños, mandados por Campos
en persona, y con apoyo de buena artillería obligaron a desistir del ataque. El repliegue
se hizo en un convoy ferroviario: “Una vez empezado el embarque de infantes y
cañones, algunos hombres desde debajo del tren, otros desde éste y desde una casa
cercana, con vivísimo fuego contuvieron a los enemigos. Luego el tren marchó
lentamente ascendiendo a él los hombres que habían quedado de protección. El fuego de
la artillería provincial no pudo dar en la locomotora y el tren se alejó. Por orden de
Campos no hubo persecución y Levalle retornó a Lanús.”49
Esa noche, Arias acampó en las inmediaciones de Puente Alsina, sobre la ribera norte
del Riachuelo, en posición que prevenía una sorpresa por parte de los nacionales para
apoderarse de ese punto y posibilitaba, a la vez, iniciar una ofensiva más allá del
barroso curso de agua, contra las fuerzas de Levalle. Pero fue sorprendido por Racedo
quien, viniendo desde Flores llegó hasta el extremo del puente marchando en paralelo
con el flanco de Arias. Las tropas porteñas habían dormido aprestadas en sus posiciones
y respondieron bien a la orden de invertir el frente. El fuego se inició a las tres de la
mañana cuando Racedo ya pisaba el puente; forzado el jefe nacional a replegarse,
pronto el combate se hizo general y al clarear en esa zona de la actual Pompeya ya se
contaban, entre bandos, más de 500 muertos. Entretanto, una columna al mando del
coronel Manuel J. Campos –era hermano del jefe rebelde de igual grado Julio Campos,
pero servía en las filas nacionales– acosaba desde atrás, por la actual avenida Sáenz, a
Arias, y otra más, a órdenes del coronel Octavio Olascoaga, procuraba desbordarlo y
apoderarse “de los Mataderos”, es decir, los Corrales.
Arias solicitó refuerzos y en contestación se le indicó que se retirara, maniobra que
no podía efectuar por estar semicercado. Dispuso entonces sacar su caballería del
combate con las fuerzas de Racedo que la aferraban por el Oeste y dirigirla hacia el Este
contra Olascoaga, al que logró rechazar. La situación de Arias mejoró y el ataque
nacional cejó, acaso debido a la amenaza que representaba la concentración en Miserere
de fuerzas porteñas comandadas por el coronel Hilario Lagos, quien el día anterior había
encabezado un frustrado ataque contra Flores 50. Era la mañana y las bajas sumadas de
los dos contendientes se calculaban ya en unas 1200.
Gainza dispuso que Arias –quien en ese momento se consideraba vencedor y hasta
llegó a remitir como trofeo una bandera arrebatada a la Guardia Nacional de Santa Fe–
se atrincherase en la meseta de los Corrales, adonde ya había llegado Lagos. Mientras

49 Historia de las guerras argentinas, por el coronel Félix Best. Bs. As. Ediciones Peuser, 1960.
50 Ib.

48
Gainza y Julio Campos discutían y el segundo propiciaba un retroceso general hasta la
trinchera de Cochabamba, Arias marchaba con sus infantes hacia la Meseta en tanto
escuchaba fuego de artillería que creyó amiga. No se equivocaba: Lagos estaba siendo
asediado desde la madrugada y el eje de su dispositivo de defensa lo constituían dos
cañones cuyos certeros disparos indujeron al mando leal a extremar el ataque con vistas
a anular cuanto antes ese reducto. Tres cañones más y otros tantos batallones reforzaron
el contingente de Lagos y éste encargó a uno de sus ayudantes, el teniente coronel
Dantas, salir a campo abierto a sablear al enemigo para intentar ganar tiempo y permitir
la reunión con las fuerzas de Arias.
Esta se realizó a las 8.45, justo cuando se producía una nueva acometida esta vez
contenida por el batallón de guardia cárceles. Otros tres asaltos se lanzaron contra la
meseta, sin que los soldados veteranos pudiesen reducir a la milicia porteña, en buena
medida, al parecer, por la destreza con que los cadetes de los institutos militares
atendían los cañones. Pero el despliegue artillero adversario también era considerable y
terminó aniquilando, prácticamente, a las dotaciones de los porteños, mediante
sistemático fuego “de contrabatería”. Tres ayudantes de Lagos, nombrados
sucesivamente, habían caído, pero los atacantes no conseguían pasar. Hacia las dos de la
tarde, las fuerzas nacionales dieron indicios de amainar en su ímpetu y pronto se tuvo
constancia de que se retiraban en dirección a Flores. Hubo amagos de persecución pero
no se contó con fuerzas suficientes como para obtener ventajas apreciables: esa fue la
batalla de los Corrales, en realidad un continuo con la de Puente Alsina.
Ahora yacían 500 muertos más; al anochecer, Arias y Lagos comenzaron a moverse
hacia el centro de la ciudad. Durante el combate, el temor de ambos jefes había sido no
tanto por los ataques frontales que sufrían sino por la posibilidad de que,
simultáneamente, los nacionales tomaran el puente de Barracas y avanzaran sobre sus
espaldas. Lo primero ocurrió, pero no lo segundo: mal defendidos el puente de Barracas
y el contiguo del ferrocarril 51 fueron tomados el mismo 21 por Levalle, y sus soldados
avanzaron en un tren armado al cual, desde las alturas de la “Calle Larga” o Santa Lucía
–hoy avenida Montes de Oca– el teniente coronel Garmendia intentó en vano detener
mediante fuego graneado de fusilería, tras quedar sin munición artillera. Fue
infructuosa, asimismo, la oposición de otros fusileros apostados en edificios inmediatos
a Constitución, tal como un intento porteño de bajar por Caseros y encerrar así, a su vez,
a los incursores en la estación.
El movimiento de Levalle forzó, por la noche, el repliegue general hacia la línea
urbana de trincheras, ante la cual se detuvieron las fuerzas nacionales, expectativa que
dio un respiro a los defensores de la ciudad, quienes, por otra parte, se hallaban ya en
completo aislamiento. El trance merece una reflexión: en una ciudad asentada sobre una
llanura abierta como la nuestra, la única posibilidad de obstaculizar un esfuerzo militar
sostenido es –o era– convertir a las construcciones en parapetos y sacar partido de su

51 Una ironía de la historia: este Hilario Lagos era hijo de su homónimo que en 1853 había dirigido el
asedio urquicista contra Buenos Aires; nótese la coincidencia adicional de que ambos fracasaron
Convengamos, “mal defendidos” no explica la razón de por qué se lo hizo y no denota, al respecto, sino
nuestra ignorancia. ¿Podría creerse que el mando porteño jugó a dejar pasar a Levalle y su gente el
Riachuelo para luego intentar batirlo con ese curso de agua a su retaguardia, a partir de la consideración
de que sólo podría traer soldados desmontados por verse obligado a usar el ferrocarril, dado el obvio
retiro de botes y embarcaciones? Si ése fue el cálculo, sin duda adolecía de error: si en lo militar algo
mostraron los acontecimientos que narramos fue la incapacidad de irrumpir con atropelladas de caballería
o con ataques a la bayoneta contra cuadros de infantes armados con fusiles de retrocarga; repárese que, de
tantas acometidas de ese tipo mencionadas, ninguna fue exitosa y todas se saldaron con fuertes bajas por
parte de los incursores.

49
densidad y de la estrechez de las calles. Yendo por éstas, la tropa que lleva el ataque
puede ser golpeada casi a mansalva desde los edificios. Así lo padecieron los ingleses
en 1807, habiendo sido ellos los únicos que intentaron un asalto en regla. En 1829
Rosas se contrajo a establecer un impreciso asedio que le fue provechoso y once años
más tarde le ofreció en bandeja a Lavalle la posibilidad de ser él el asediador, lo que el
unitario declinó criteriosamente. En la víspera de Caseros, Chilavert volvió a sugerir la
conveniencia de protegerse en la ciudad en vez de correr el albur de un enfrentamiento
campal. Un año después, Buenos Aires siguió el consejo y –de un modo u otro– logró
imponerse a Urquiza.
El antecedente de que sólo Whitelocke haya encarado irrumpir en el damero urbano y
que fracasara de manera catastrófica, podía fortificar el ánimo de los defensores. Pero
seguramente éstos tuvieron en cuenta que una cosa es operar en una guerra contra el
extranjero y otra muy distinta en un conflicto civil, atado siempre a condicionamientos
y en el que acaso fuese inviable exigir de los vecinos abnegaciones más allá de un grado
prudencial, tanto más si sucedía –como acá en 1880– que en buena proporción se
trataba de inmigrantes recientes. Por otra parte, en setenta años las armas habían
cambiado y mucho: el fusil y el cañón de retrocarga resultaban infinitamente más
mortíferos que sus predecesores y el saldo de 3000 muertos y de atestados hospitales de
sangre en apenas dos días de combates francos es claro que debía espantar, así como
también una pizca los desmanes y saqueos del gauchaje traído con sus caballos 52. Por
último –pero no lo menos importante–, los esfuerzos porteños por sublevar a la escuadra
no habían dado resultados, de suerte que completado el asedio terrestre por el bloqueo
del puerto, indefectiblemente podía la ciudad darse por perdida a un cierto plazo.
Tejedor convocó a los jefes militares y escuchó su parecer; con matices, primó la
opinión de que carecía de sentido seguir adelante; hubo una sola voz disidente y
exaltada, la de José Inocencio Arias, empecinado en que se interpretara lo ocurrido en
Puente Alsina y en los Corrales como victorias porteñas, puesto que los nacionales
habían detenido sus ataques, lo que a su juicio atestiguaba debilidad. Más todavía: se
ofreció para encabezar una irrupción en masa contra la línea sitiadora, dando la
seguridad de que la quebraría y empujaría en desbandada a los “invasores”.
No era la ocasión de darle crédito; horas más tarde Mitre fue designado comandante
de la plaza, obvio paso en procura de obtener términos honorables para la rendición.
Medió, entonces, una tregua concertada gracias a los oficios del cuerpo diplomático,
con la declarada finalidad humanitaria de recoger y dar sepultura a las víctimas. En los
papeles, el ex presidente logró, unos días después, convenir el definitivo cese de las
hostilidades en condiciones altamente favorables, pues únicamente concedió la renuncia
de Tejedor, el desarme de las milicias y la promesa provincial de obedecer lo que se
resolviese acerca de la federalización. Pero era muy poco y Avellaneda, una vez
liberado del apremio, se apeó de consideraciones: intervino la provincia, barrió con sus
autoridades y la colocó bajo el patronato de los vencedores. El 20 de septiembre se votó
la ley que consagró a Buenos Aires como capital federal y la seccionó de su campaña.
Ya para entonces, las escuálidas montoneras correntinas, alzadas en coincidencia con el
pronunciamiento porteño estaban exterminadas y la guerra civil había desaparecido del
territorio argentino: una página de la historia quedaba atrás.

52 La cifra de víctimas puede parecer excesiva y tanto más vista la población de entonces, pero es la que
corre, sin que podamos hoy día controlar su veracidad: habría habido en esos dos días más muertos que en
toda la guerra con el Brasil. De todos modos, es seguro que fueron los más cruentos de todas nuestras
jornadas bélicas.

50
“La muerte de Buenos Aires”

Es éste el título de la obra, publicada en 1882, en que Eduardo Gutiérrez formula un


angustiado alegato elegíaco acerca de lo sucedido. El libro reúne crónicas, apuntes,
anécdotas y acusaciones, donde campea el más apasionado y resentido sentimiento
localista, escritos que de ninguna manera pueden ser tomados como testimonio
imparcial de aquellos acontecimientos, pero que sí documentan muy bien el febril
estado de ánimo que los enmarcaba. Para el maniqueo Gutiérrez no hay sino héroes de
un lado y felones del otro; hay mártires caídos junto al cañón o abrazados a su bandera
y, enfrente, sicarios y mercenarios movidos por el perverso Avellaneda. En fin, hay un
pueblo altivo y orgulloso de sus virtudes combatido por mesnadas serviles, convencidas
de su inferioridad y cegadas por la envidia.
Además, asevera y porfía con entera certidumbre que los porteños vencieron en
Barracas, en Puente Alsina y en la “Meseta”, lo que vuelve inexplicable la derrota, a no
ser que mediasen la traición o la innata tontería de quienes aguardan ver recompensadas
sus cobardías e inmoralidades. Todo esto es, ciertamente, muy injusto pero manifiesta,
de modo lateral, uno de los rasgos definitorios del 80 porteño, bien que expresado con
circunloquios extravagantes. Porque, sin duda, el alzamiento fue inmensamente popular
y agrupó, por un instante, a todas las clases y sectores sociales: cajetillas y orilleros,
peones, comerciantes, extranjeros recién llegados, hacendados, todos salieron a la calle
con un entusiasmo unánime como tal vez no se haya visto otro en nuestra historia. Pero
escasos dirigentes los acompañaron. Con ese abigarrado pueblo de Buenos Aires
estaban el incongruente Tejedor, sus ministros, una treintena de militares hazañosos,
Eduardo Costa, el santafesino Nicasio Oroño, deseoso de que la capital fuese Rosario, y
muy contados más. Faltaban, en cambio, los grandes porteños, los jefes ilustres, aun
cuando muchos de sus seguidores acompañasen la rebelión: se diría que esos
prohombres estaban de antemano persuadidos de la lógica de los acontecimientos y se
adaptaban a ella, aunque les costase un precio político que, en general, no pudieron
pagar.
Porque el mitrismo simpatizaba con Tejedor y lo apoyaba, pero Mitre permaneció
ostensiblemente apartado, lo mismo que casi todos sus adláteres prominentes, e igual
hizo Vicente Fidel López, “hermano del Himno” y rival del anterior en menesteres de
retener la memoria patria 53. Y de los antiguos conmilitones de Tejedor, en la vereda de
quienes lo enfrentaban, se hallaron casi todos: Bernardo de Irigoyen, los Sáenz Peña
padre e hijo, Carlos Pellegrini, Dardo Rocha, Aristóbulo del Valle y hasta Alem, si bien
éste, tras el desenlace de la pelea, se pronunció en tono profético –e innegable lucidez–
contra la federalización de la ciudad, juzgándola incapaz de traducirse en la vigencia de
instituciones genuinas, admisibles para el sentimiento público: todos habían cambiado
pero él no; seguía siendo un “crudo” de 1854.
Con ser cruel y sin duda exagerada, la expresión de Gutiérrez contiene su porción de
verdad, patente a despecho de que ulteriores etapas de excepcional auge económico se
hayan empeñado en maquillarla y contribuido a borrar el recuerdo de aquel cáliz de
amargura bebido por los porteños. Descabezada la provincia, su influjo político se
diluyó por décadas, o acaso lo haya hecho sine die, quizás hasta hoy, carencia en la que
tal vez deba buscarse la raíz de ese persistente sentimiento de decadencia que nos es tan
propio, del lacrimógeno desamparo sin referentes cívicos y paternales que nos acecha

53 Bartolomé Mitre, Bernardo de Irigoyen y Vicente Fidel López. Además de fervorosamente patriótica,
la conjunción es arbitraria, pues esos tres próceres no hicieron sino discrepar intensamente durante toda
su vida. Aparte, ninguno de ellos acompañó a Buenos Aires durante el enfrentamiento.

51
insistente, y del empeño, a menudo delirante, por encontrarlos. Acaso quepa ver un
síntoma de todo eso en el hecho de que de la jactanciosa euforia progresista del 900, del
apoteósico Buenos Aires de la belle époque, con carruajes y marquesinas, con bronces y
mármoles, no nos haya dejado sino depresivos testimonios de desazón y de miserias, o
bien reminiscencias ilusorias y por demás plebeyas, como los cuchilleros borgeanos.
Una copla, sagaz, inútilmente melancólica, daba cuenta, ya entonces, de una aspiración,
diríamos insaciable, por aferrarse a las sombras del pasado:

Cuando no estén don Bartolo,


don Bernardo y don Vicente,
Buenos Aires va a estar solo
aunque esté lleno de gente.

Amalgamada con el descontento que ha llegado a sernos característico, la ciudad


quedó perpetuamente quejosa de la autoridad nacional, invariablemente agresiva contra
ella e inclinada, con tenaz pertinacia, a opciones políticas opositoras hacia lo que ellas
encarnan, no importa qué cosa sea ésta. El jefe local que, de una manera u otra le es
impuesto –lo fue por muchos años– o bien constituye un injerto, siempre merecerá
burlas, denuestos o dicterios menoscabantes, o sino indiferencia suma: representa una
obra de teatro que nadie entiende ni a nadie le interesa. Y en el resto mutilado de la
provincia nunca más volvió a surgir un caudillo con real ascendiente, englobados los
más de sus gobernantes en la complaciente, y un si es no es peyorativa, calificación de
“buenos administradores”. Y no porque no fueran, algunos al menos, personalidades
fuertes y emprendedoras; desde Rocha hasta Oscar Alende, pasando por Marcelino
Ugarte y Manuel Fresco, por Domingo Mercante y Eduardo Duhalde, sus nombres han
sido, por distintas vías, sinónimos de frustración. Así ha sido, y eso es lo más que cabe
decir: no es del caso ponerse ahora a indagar la razón de tanta casualidad reiterada.

Un enigma

A todo esto, ¿dónde se libró la batalla de los Corrales? A ciencia cierta no lo sabemos y
las imprecisiones de los historiadores militares son grandes al respecto. Desde otro
andarivel, Gutiérrez, que le dedica un capítulo que es casi un poema, se cuida sólo de
hacer figuras de oratoria tribunicia y da la impresión, en realidad, de no haber conocido
el lugar.
Fue en la meseta, ¿pero en qué parte de la meseta? Félix Best dice que a mil
quinientos metros al sur de los Corrales, aserción descabellada pues nos llevaría a los
pantanos adyacentes al Riachuelo, aunque puede que haya querido referirse al comienzo
de la lucha en Puente Alsina o que lo extraviara la posición peculiar de la ciudad en los
mapas, en los que aparece apoyada en el río, con el Este hacia abajo. Si interpretamos
esa dirección como la que quiso indicar, vamos a parar a Caseros y Entre Ríos, lo que
ya tiene un poco más de color, pero no demasiado, pues no se trata de una zona
especialmente elevada. Mil quinientos metros hacia el Norte –San Juan y Rioja– parece,
aun carente en absoluto de fundamentos, paraje mucho más adecuado pues allí se
inician las alturas que hacen cima más o menos por Jujuy y Catamarca hasta el
Bernasconi, área en cuyo borde se hallaban los rieles del “tren de las basuras” lo que
supone, de paso, un cierto aterraplenamiento adicional, que en efecto se destacaba en la
intersección de Chiclana y Garay, salvada por el puente conocido como “Colorado”.
Pero nada hace suponer que ése haya sido el campo en que se combatió, pues ninguna
descripción o parte habla de vías férreas, en las que, naturalmente, se hubieran

52
estacionado vagones para utilizarlos como barrera, del mismo modo que para nada se
nombra a los tranvías que circulaban por Caseros y de los que tampoco se cuenta que
fuesen volcados, según era usual, para que sirviesen de parapetos, como tampoco se
mencionan edificios existentes sobre esta avenida. Señalemos que los datos disponibles
son muy inconsistentes, hasta un grado francamente asombroso, puede que revelador de
desinterés específico en el aspecto militar de la contienda, tanto más después de
habérsela perdido: por ejemplo, nadie habla de cercas, ni de vallas, de zanjas o de
arboledas. Las cargas se sucedían y una y otra vez los defensores las rechazaban, pero
esos hechos aparecen desnudos de referencias concretas, como si el combate se hubiese
entablado en terreno completamente abierto, lo que no es real.
Tiendo a creer que el foco del enfrentamiento estuvo detrás de los Corrales, sobre la
cuesta que sigue a Uspallata y tal vez por el declive paralelo a Pepirí, y que los ataques
se lanzaron mayormente en la dirección del “Camino de la Arena”, hoy avenida
Almafuerte; me apoyo, en cuanto a esta presunción, en una frase de Gutiérrez, quien
consigna que, cesado el fuego, Arias se retiró “por Caseros y Rioja en dirección a
Miserere”. Se me hace que de haber estado en las otras posiciones supuestas, el
repliegue se hubiera hecho más posiblemente por Jujuy.
Asimismo, cabe imaginar que la jefatura porteña haya pensado en la conveniencia en
defender el matadero, en consideración a que su eventual actividad tendría importancia
para la subsistencia de la población en caso de prolongarse el conflicto. No obstante, un
prurito de prudencia me obliga a admitir que también la ubicación que propongo es
insegura y se presta a no desdeñables objeciones de sentido común. Una es que en los
fondos de los Corrales debía haber bretes y tabladas y que éstos –tan adecuados para
atrincherarse– tampoco se mencionan ni se hallan reseñas posteriores de los presumibles
destrozos. Otra, que siguiéndose la línea de retirada señalada por Gutiérrez
necesariamente se pasaba por la vía ferroviaria, lugar desde todo punto de vista
apropiado para afianzar nuevas defensas. A no ser que, pese a la tan cacareada victoria,
el estado de los milicianos aconsejase no empeñar una continuación de la resistencia. ●

53
Historia de la Inmigración europea

LA INMIGRACIÓN Y
COLONIZACIÓN DESDE EL VOLGA
A LA COLONIA ALVEAR
1876-1990
Mónica Alejandra Olivera54

Censo Nacional de Población de 1895 (AGN- Biblioteca)

Mis investigaciones van dirigidas a la inmigración y especialmente colonización en el


Valle Central de Catamarca, luego en la colonización de la provincia y procuro
continuar colonización en el siglo XX de la región NOA. Es un desafío estudiar la

54 Docente de la Universidad Nacional de Catamarca, historiadora, Miembro de Número de la Junta de


Estudios Históricos de Catamarca, integra el grupo de ex alumnos y colegas que difunden la obra del Dr.
Armando Raúl Bazán en esa provincia.

54
inmigración de Entre Ríos sin dejar de lado las primeras colonias en Santa Fe para luego
hacer foco en la llegada de los colonos Alemanes del Volga.
¿Cómo abordar este vasto y heterogéneo universo? Solo pensando cada bibliografía,
censos y entrevistas personales, como las piezas de un rompecabezas mayor, sin
pretensiones de recorrer exhaustivamente la totalidad, pero sin renunciar a su horizonte
cognitivo. Es necesario dirigir ver el estudio, en primer lugar, a las características
básicas de la colonización santafesina para luego humildemente tratar de comparar con
la de Entre Ríos, centrado en los inmigrantes alemanes del Volga por ser un proceso
colonizador poco conocido en nuestra región. Intento responder algunos interrogantes
que surgen, ¿cómo y porque llegaron a esta provincia?, ¿hubo personas que los
ayudaron en Buenos Aires a decidir su destino final luego de dos procesos de
desarraigo?55¿Cómo fueron los primeros años? ¿la política agraria los benefició? Como
aporte, para sustentar este estudio, cuento con el testimonio de un descendiente de los
alemanes del Volga que relata la etapa de adaptación por la que ellos transitaron, y
luego la lucha que llevaron adelante por mejorar su situación económica ampliando las
tierras de cultivo. Con estos elementos se puede ayudar a conocer y pensar en los
actores implicados y la trasformación agraria.

Las primeras en iniciar el proceso colonizador y las diferencias sustanciales

Con el período constitucional comenzó la efectiva inmigración y colonización europea.


El art. 25 de la Constitución de 1853 decía que “el Gobierno Federal fomentará la
inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la
entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la
tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias”56
La organización política e institucional y la modernización económica y social fueron
los pilares en los que se asentó el proceso de transformación. En este marco, la
inmigración fue el resultado "de un esfuerzo consciente de parte de las élites que
dirigieron la organización del país para sustituir su vieja estructura, heredada de la
sociedad colonial, con una estructura social inspirada en los países más avanzados de
occidente"57.
Debido a las ventajas que ofrecía la legislación resultó fácil atraer inmigrantes, a
quienes les tentaba, lo benigno de las leyes, la fertilidad de nuestras tierras y la gran
demanda de mano de obra.
Las provincias que mayor importancia dieron a la colonización de sus tierras fueron
Santa Fe y Entre Ríos- En la primera, el contrato celebrado por el gobierno con Aarón
Castellanos permitió la fundación de la colonia Esperanza, de gran significación para el
progreso agrícola de la zona. Forma parte de las colonias primigenias junto a San
Carlos. En su análisis Martirén, dice, tanto Esperanza con su impronta “urbana” como
San Carlos, con su predominio agrícola, contagiaron de alguna manera los patrones de
producción de las colonias satélites. La diferencia fundamental entre ambas no radicó ni
en su ubicación ni en el perfil de los colonos, sino en su planificación y en los efectos
que tuvo sobre la diagramación de sus respectivos esquemas productivos 58.

55 La primera etapa cuando dejan Alemania y se instalan en el Volga y el segundo desarraigo la partida a
América.
56 Tau Anzoategui, V. y Martiré E., Manual de Historia de las Instituciones Argentinas, Buenos Aires:
Librería Histórica, 2005. Pág. 610
57 Germani,G., 1965, p.180.
58 Martirén, J., 2011, pp. 6-9.

55
Urquiza apoyó desde el gobierno nacional esta colonización, solucionando los
problemas económicos por las que atravesaba. Muchos fueron los contratos celebrados
en Santa Fe, al punto de cubrir el 28% de toda la extensión de la provincia. En Entre
Ríos, el mismo Urquiza se destacó como uno de los más entusiastas emprendedores de
la colonización del suelo entrerriano. La colonia San José, fundada por él, reunió gran
número de extranjeros y dio origen a Colón, uno de los centros agrícolas más
importantes de la provincia. Innumerables colonias poblaron Entre Ríos: por ejemplo,
en 1889 se trabajaban 317.000 hectáreas, y se había duplicado la población en sólo diez
años.
Luego de la ley de 1876, como rotula Gastón Gori, hasta la presidencia de Avellaneda
las características generales de la colonización e inmigración estaban determinadas por
innumerables proyectos oficiales y particulares, y por gran cantidad de medidas
estatales, que no siempre produjeron resultados positivos. “Las más variadas
proposiciones privadas -dice- aspiran a ser factores de progreso, y las solicitudes de
tierra con fines colonizadores acuden a las oficinas públicas como si el país, en un
momento dado, estuviese absorbido por la fiebre de negocios en tierras, en los cuales la
inmigración jugaba un papel fundamental. 59
Señaló Avellaneda, en el mensaje con que remitió el proyecto al Congreso, que la
prosperidad y porvenir de la república “dependen de dar una solución al problema de la
inmigración espontánea”, y luego de señalar los deficientes medios con que se manejaba
tan importante asunto, recordaba que hasta entonces no se había buscado la
inmigración”.60
La ley definía al inmigrante como “todo extranjero jornalero, artesano, industrial,
agricultor o profesor, que, siendo menor de sesenta años, y acreditando su moralidad y
aptitudes, llegase a la República para establecerse en ella”. Reuniendo estas
características, el extranjero se hacía acreedor a la asistencia del departamento general
de inmigración, que consistía en el alojamiento y alimentación durante cinco días
después del desembarco en hoteles habilitados a esos fines; en ser colocado en la
industria o actividad de su preferencia; en ser trasladado gratuitamente al lugar que
quisiera dentro del territorio nacional; y en quedar eximido del pago de derechos por la
introducción de su equipaje y de los instrumentos del arte y oficios que ejerciera.
También se ocupaba esta ley de la colonización, a fin de fijar la estabilidad de los
inmigrantes en nuestro suelo. Al efecto, reglaba los sistemas más eficaces a juicio del
gobierno, que eran: a) colonización directa por el Estado en territorios nacionales y en
tierras cedidas por las provincias; b) colonización indirecta, a través de empresas
privadas; c) colonización por iniciativa individual; d) colonización de los gobiernos de
provincia, alentados por el de la Nación; e) colonización por particulares bajo la
supervisión y fomento del gobierno nacional. También se creó en noviembre de ese año
un comisario general de inmigración y colonización de Europa, encargado de ofrecer a
los inmigrantes, agentes y empresarios de colonización los informes necesarios para
concertar la venida de extranjeros a nuestro país. El primer comisario fue Carlos Calvo.
La forma usual en que el inmigrante se convirtió en propietario fue mediante su
tránsito por una etapa intermedia, en la que se ocupaba como asalariado a fin de reunir
dinero, pero ese capital, atesorado a fuerza de un trabajo agotador y de un régimen de
severas privaciones, estaba sujeto a los vaivenes de la economía general del país y se
esfumaba frente a varias malas cosechas, en etapas de crisis o a una baja de salarios.

59Tau Anzoátegui, V. y Martiré E. (2005) op.cit., p. 611.


60 Ib.

56
Entre Ríos inmigración y colonización

Sin duda, una de las claves cardinales para comprender este proceso de expansión
regional y particularmente el desempeño económico del mundo rural entrerriano durante
este período fue el proceso de formación de colonias agrícolas que tuvo lugar desde
mediados de 1850 hasta principios de 1890, momento en el cual el ciclo fundacional
colonizador comenzó a contraerse.
Los avances en torno a la problemática agraria colonizadora tienen en la provincia
santafesina los principales estudios, mientras que Entre Ríos -a pesar de su carácter de
pionera junto a ésta- adolece significativamente de investigaciones sistemáticas y
globales que den cuenta del proceso de expansión agraria a partir de la segunda mitad
siglo XIX.
En los inicios de la década de 1850, la promoción de la colonización proviene de los
Estados provinciales. Atraer inmigrantes a las tareas agrícolas es una empresa que
comienza de la mano de Justo José de Urquiza, quien el 1 de septiembre de 1853 realiza
un primer ensayo de colonización, fundando la Colonia Agrícola Militar de Las
Conchas (luego Villa Urquiza), en las proximidades del río Paraná, con un grupo de
vascos españoles.
Urquiza también explota los campos de su propiedad. El 2 de julio de 1857 inicia en
San José, departamento de Colón, un ensayo de colonización sobre la base de su peculio
y con el asesoramiento y dirección de Alejo Peyret 61 . Comisiona a Tomás Carlos
Sourigues 62 para que ubique en sus campos, el sitio apropiado para instalar la colonia.
Orgulloso de colaborar con el “engrandecimiento de Entre Ríos y más aún que V. E.
ocupe sus conocimientos”, encuentra que el punto de la Calera del rincón Espiro resulta
“como puerto, como terreno capaz y como el lugar que menos perjuicio traerá para sus
haciendas. […] Pienso situar la colonia en este punto, […] tendrá todas las ventajas que
se puedan desear: a sus pies el caudaloso río Uruguay, distante una legua de Paysandú y
del Uruguay, dos centros de población donde podrán los colonos expender sus
productos. Terrenos fértiles, aguadas, montes, pajonales…”63.
Según la concesión de tierras en la provincia de Entre Ríos, la práctica observada por
De Moussy durante la Confederación, ella se llevaba a cabo de acuerdo a dos modos
definidos. La primera, en las ciudades y sus alrededores, e incluía a los solares
(fracciones de cuadras para edificar) y el ejido (terreno comunal): la concesión de
solares variaba según las dimensiones locales de las cuadras: en el interior del país eran
de 150 varas (129 metros), en Santa Fe de 130 varas (112 metros) y en Entre Ríos de 80
varas (69 metros); en el ejido, terreno de una legua de radio en torno de la ciudad, las
concesiones eran de 200 varas por lado (aproximadamente 3 hectáreas, o sea 29.584
metros cuadrados), dedicadas a la edificación rural y a realizar cultivos menores
(terreno de quintas). La segunda, en la zona rural, comprendiendo las chacras y
estancias: las chacras, ubicadas en la segunda legua de radio alrededor de la ciudad,
tenían una dimensión de 16 cuadras de 150 varas (27 hectáreas) y se destinaban al
cultivo de cereales, estando prohibido criar ganado si no se lo cercaba; las estancias
(estructura productiva pecuaria) comenzaban a partir de las zonas de chacras, debiendo
estar amojonadas por sus propietarios, sus concesiones no tenían una extensión fija 64.
Entre 1875 y 1888 se formarían las colonias ejidales de Gualeguay, Concepción de
Uruguay y Gualeguaychú (1875), Victoria, Concordia y Federación (1876), Paraná,

61 Bosch 1977; Blázquez 2008, 2010.


62 Mateo 2013: 189-203.
63 AGN Sala VII legajo 70 (Correspondencia de J. J. de Urquiza).
64 De Moussy, M. 1969: 347-348.

57
Nogoyá y Diamante (1878), Rosario del Tala y Villaguay (1882), La Paz (1886) y
Feliciano (1888). La creación de las mismas se realizaría tomando como base las tierras
circundantes a las villas y ciudades, terreno fiscal municipal que el Estado enajenaba a
partir del delineamiento de los ejidos según lo establecían las leyes de 1872 y 1875. El
poblamiento de las colonias podía llevarse a cabo por la iniciativa de empresas,
particulares o el propio Estado nacional, provincial y municipal.
Las colonias se organizan en cantidad creciente y cubren vastas áreas, antes
dedicadas a la ganadería extensiva o arrebatadas a pueblos originarios, mediante un
consistente y continuo avance sobre las fronteras. Por largas décadas las palabras
“agricultor” y “colono” son prácticamente sinónimos en el mundo rural.65
En Entre Ríos con una forma estructural de organización del espacio periurbano que,
entendido en clave institucional y jurídica, consistía en crear un área aledaña a las villas,
que en una primera instancia fue pensada para extender el predio urbano. En tanto esto
se producía, podía ser ocupada por vecinos que así la solicitasen con la reserva de que
allí se practicase una "agricultura menor". Además, se comenzó con el cultivo de
hortalizas, jardines y la plantación de frutales. ¿Cuál era la importancia de las zonas
periurbanas 66 o ejidos de los principales centros urbanos? Como hemos observado
hasta aquí, existió en Entre Ríos una convivencia tradicional en las zonas aledañas a las
villas y ciudades en lo que respecta a las formas de organización del espacio, su
poblamiento y el desarrollo de actividades vinculadas a la agricultura.
Hacia 1870, es cuando comenzó a configurarse el proyecto de desarrollo agrario
entrerriano basado en la colonización; a la vez que la concepción de este espacio, sus
utilidades y fisonomía comenzará a transformarse.
Con el reinicio del proceso de formación de colonias a partir de la década de 1870, se
observa un importante incremento de la superficie sembrada y cultivada en el territorio.
Durante 1875 y 1891 se crean 141 colonias agrícolas, siendo 1888, 1889 y 1890 los
años en los cuales tuvieron lugar el mayor número de fundaciones; mientras, el total de
hectáreas cultivadas (trigo, maíz y lino) aumentó en proporción al saldo positivo
arrojado por el desarrollo del ciclo fundacional. En el año 1887 el total de hectáreas
cultivadas con cereales ascendía a 118.686, mientras que en 1891 se contabilizaba un
total de 257.719, duplicándose la producción en casi 5 años.

Los Alemanes del Volga buscando nuevamente un lugar para echar raíces

En 1878 llegó el primer contingente de los denominados Alemanes del Volga o ruso
alemanes. Estos colonos descendían de los alemanes que se trasladaron a Rusia en el
siglo XVIII, durante el reinado de Catalina “La Grande”67 y se ubicaron a orillas del río
Volga.
Cuando llegaron a Argentina un grupo se instaló en la Colonia General Alvear del

65 Djenderedjianm J. 2008: 65.


66 Ejidos.
67 El destino en Rusia fue posible gracias al origen alemán de Catalina II,la zarina de Rusia, quien
asumió el trono de todas las Rusias en 1762 y gobernó por 34 años. Ella se ocupó de poblar con
campesinos los territorios del sur del Volga, convocando a sus compatriotas con prerrogativas
extraordinarias entre las cuales figuraron, facilidades para el acceso a la tierra, libertad de culto,
conservación del idioma y excepción del servicio militar. Dos generaciones más tarde, los privilegios de
Catalina II fueron depuestos por el zar Alejandro II que a partir de 1874 dispuso que para los agricultores
alemanes regirían las mismas normas que para el resto de la Rusia zarista. El riesgo de la asimilación
compulsiva era evidente, la superficie de tierra que ocupaban era la misma desde hacía cien años, su
progresivo fraccionamiento condujo a que las parcelas tuvieran en promedio 1,6 Ha. Estos fueron los
principales generantes del desesperado anhelo migratorio.

58
Departamento Diamante de la provincia de Entre Ríos, agrupándose en aldeas que
actualmente conservan sus primitivas características.68 Posteriormente los rusos-
alemanes fueron distribuyéndose más allá de la Colonia, poblando aldeas como San
Rafael, Crespo, Santa María.
Los alemanes del Volga fueron los primeros en asentarse en esta localidad, ya que
existía por aquel entonces un Puerto de Ultramar; que contaba con las profundas aguas
del Río Paraná que poseen el calado natural necesario para la navegación de buques de
gran tamaño. De allí que la misma es conocida como Puerto General Alvear.
Por otra parte, la entrevista realizada a descendientes de los Alemanes del Volga
resignifica su llegada a Argentina como una segunda posibilidad de establecerse en una
tierra que consideraban como un futuro mejor que la realidad que vivían al margen del
Volga. Hernán Hetze 69 nos relata que: “En esos años a fines de 1870 llega mi
tatarabuelo Reinhardt Hetze en un barco a Buenos Aires, tenía no más de catorce años.
Estuvieron un mes en Buenos Aires en el Hotel de Inmigrantes, ahí decidían a dónde ir.
Muchos se fueron a la zona del sur de la provincia Buenos Aires donde existe en la
actualidad una Colonia muy grande de alemanes, otros se fueron a la Pampa. Gracias a
unos amigos logra ubicar al Sr. Lintner 70 quien lo ayuda brindándole comida, ropa y le
aconseja instalarse a Entre Ríos”. 71
Al consultarle corta edad que tenía su tatarabuelo al arribar a la Argentina, expresó:
“Generalmente se iban de Rusia dos adolescentes por familia no se iban todos tanto así
que en mi familia los primeros que se marcharon fue Alejandro, este llego a Estados
Unidos a Kansas, y mi abuelo a Argentina”.72
Colonia General Alvear, se denominó así al espacio físico que se otorgó a los
inmigrantes Alemanes del Volga a fines del siglo XIX con el propósito de lograr la
explotación agropecuaria de estos campos. El nombre se debe al General Alvear, militar
y político argentino que fuera ministro de Guerra y Marina durante la Presidencia de
Rivadavia. El 20 de enero de 1878 es la fecha en que el Poder Ejecutivo Nacional creó
la “Colonia General Alvear”.
“Cuando llegan me cuenta mi abuelo que les otorgaron parcelas de 20 has. Pero ellos
no querían instalarse en las parcelas y vivieron por un tiempo en carpas que el gobierno
le habían cedido, pero ante la negativa de ocupar las parcelas les quitan las carpas.
Entonces, se fueron a orillas del arroyo Ensenada afluente del Paraná donde hicieron
cuevas en las barrancas conformadas por piedras calizas y vivieron algunas semanas ahí
hasta que, bueno, el gobierno decidió devolver las carpas y los dejaron quedarse en las
aldeas. Ellos estaban acostumbrados a vivir en aldeas, juntos, porque tenían miedo a lo
desconocido miedo a que vengan de pronto los indígenas…y cosas que vivieron en
carne propia con los rusos”73
El miedo que durante la entrevista fue recurrente permite inferir que es colectivo y
entender como intentaron mantenerse unidos cuando en las barrancas construyen cuevas
y luego la forma estratégica que realizaban sus viviendas relatado a continuación: “por
lo general las casas de las aldeas siempre las hacían en la esquina. En una manzana,

68 Valle María, Spatzenkutter, Salto, protestante, San Francisco y Aldea Brasilera.


69 Quiero agradecer la valiosa colaboración del Sr. Hernán Hetze descendiente de Reinhardt Hetze, que
proporcionó información oral, fotográfica y documental. Que seguramente servirá para futuros trabajos de
investigación.
70 Quien era amigo de Reinhardt, y mi tatarabuelo que en año 1914 viajo a Alemania a buscar a su
madre, pero no regresó. Las razones no se pudieron dilucidar, aunque por años se recurrió a la embajada
para buscar información.
71 Sr. Hernán Hetze, (Entrevista realizada Catamarca capital el 23/09/2021).
72 Ib.
73 Ib.

59
había cuatro casas que ocupaban un cuarto de manzana cada una y ahí tenían la huerta
con animales, una vaca para la leche, algunos chanchos que criaban para consumo y
después tenían su terreno de 20 has. más alejados que le había dado el gobierno y
sembraban el trigo, maíz y lino. Cada casa tenía una ventana de cada lado y sin puerta
exterior. Así podían ver por lo menos en dos direcciones en una suerte de vigilancia por
si llegaba algún ataque de los aborígenes o ver quién se acercaba. Y por lo general la
cocina siempre estaba al fondo. Las casas tenían una sola puerta al fondo de la misma;
siempre me llamó la atención de chico ¿porque nunca una puerta al frente? y cuando
voy al pago todavía se observan algunas casas viejas con estas características”74.

Características y asimilación a las nuevas costumbres

Estos inmigrantes adoptaron algunas costumbres locales rápidamente como ser la


bombacha, vestimenta característica de la zona, alpargatas o tomar mate. Sus infancias
transcurrieron entre los animales de la granja, el trigo y el centeno en condiciones de
vida similares a las de sus abuelos en el Volga, conservando las estructuras de los
pueblos, las formas arquitectónicas de las escuelas, iglesias y cementerios, así como los
usos y costumbres lingüísticas, gastronómicas y religiosas. Así se fue extendiendo la
colonización, que tenía como cabecera de la población, centro de servicios rurales.
Abuelos, padres e hijos convivían en la misma parcela, que constituía una auténtica
unidad económica, en tiempos de rudimentarios implementos agrícolas.
Pero en otros aspectos fue una comunidad cerrada que en algunos casos aún perdura,
por ejemplo: “los paisanos no se no se casaban con otro que no sea de la misma
descendencia, no era algo muy común si alguna mujer aceptaba casarse con alguien que
no sea de la comunidad, era mal visto. Tanto es así que recién el caso mío, y de mi
hermano fuimos los primeros en tomar la decisión de casarnos o vivir en pareja con
mujeres que no sean de la de la comunidad. Es increíble, era algo muy arraigado y
obviamente ya se perdió o se va superando”75.
La mayoría eran protestantes, pero don Reinhardt Hetze, mantenía asiduamente
comunicación por carta con Jorge Rifell con quien entrelazo una profunda amistad y
que luego lo convierte a la religión adventista, siendo el primer pastor de esta religión
en Argentina: “mi tatarabuelo Reinhardt Hetze se brinda profundamente a esta religión
y luego de un tiempo regala el campo donde luego se construyen una serie de
instituciones en lo que hoy es Villa Libertador San Martín.”76.

Retos de la vida rural para muchas familias: el arrendamiento

La provincia de Entre Ríos, a partir del decenio de 1880, comenzaba a superar la etapa
previa de una década de notable conflicto e inestabilidad político-institucional que
afectó negativamente a la economía rural, y logró registrar desde entonces una
transformación de su estructura productiva y un aumento sostenido, sobre todo de su
actividad agrícola. En esa época, entonces, comenzó a suceder un cambio del patrón
productivo que hasta entonces había estado asociado fundamentalmente a la ganadería
vacuna y lanar extensiva.77
En los últimos veinte años del siglo XIX la expansión agraria entrerriana se
convertiría en un hecho significativo, al punto que la superficie cultivada provincial, que

74 Ib.
75 Ib.
76 Ib
77 Schmit, 2003, 2007; Djenderedjian, 2008a; Schmit y Djendedjian, 2007, 2008; Schmit, 2008, 2015a.

60
era en 1872 sólo de unas 34 000 hectáreas, aumentó hasta alcanzar más de 136 000 en
1888; y experimentó finalmente otro notable impulso, para registrar 430 000 hectáreas
en 1895. Es decir que hubo desde 1880 un incremento visible y un posterior desempeño
aún mayor en el decenio siguiente. Esa expansión de la producción agrícola entrerriana
ponderada a nivel nacional llegó por entonces a representar entre el 5 al 8 % del total
del país.78
Con la expansión de la producción agrícola extendida y el crecimiento poblacional
surge la necesidad ampliar las tierras de cultivos, de esta forma se visibiliza el
arrendamiento, Ezequiel Gallo en coincidencia con las cifras publicadas en el censo
nacional de 1895, el 51% de los agricultores eran arrendatarios o medieros79.
“Ninguna familia tenía menos de 12, 13 y hasta 15 hijos; entonces una fracción de 20
has. o 30 has. no alcanzaba; llegado el momento la cantidad de hijos querían
independizarse, querían formar su familia. Entonces, ¿qué hacían?, salían a arrendar
campo. Buscando las grandes estancias que había en la zona, estancias que eran siempre
de familias ligadas a la oligarquía”80.
En el cuadro N°1 del censo nacional de 1895 muestra que, en la población provincial
de Entre Ríos, aparece un 2% de alemanes, valor que para censos posteriores va en
aumento. Lázzaro (1993) describe “la permanencia de lo transitorio” en conflicto de la
cuestión agraria. En este sentido, Mac Kay ya había sostenido que “vivimos de prórroga
en prórroga” y “los agrarios sin tierra [...] viven con la amenaza constante del
desahucio, cuando no peregrinando por los caminos en demanda de tierras...”81

A modo de conclusión

En trabajos anteriores sobre inmigración y especialmente colonización nos


concentramos en el Valle Central de Catamarca, luego en la caracterización de la
colonización de la provincia y en forma posterior trabajamos la región NOA.
Fue un desafío estudiar la inmigración de Entre Ríos sin dejar de lado las primeras
colonias de Santa Fe para luego hacer foco en los colonos Alemanes del Volga. Este
desafío me permitió indagar sobre situaciones pasadas, reconociendo aquellas que
enriquecen nuestra cultura identitaria y nos permiten visualizar el destino que tuvieron
los Alemanes del Volga, su integración a la Argentina y en especial en Entre Ríos.
Por otra parte, invita a explorar otras cuestiones muy significativas sobre qué tipo de
acceso a la tierra habrían tenido los actores “propietarios-arrendatarios”, ya fuera en
propiedad, usufructo, arriendo u otras formas de arreglos privados y públicos, por lo
cual esta información deberá ser cruzada a futuro con los datos de los registros de
contornos de otra sección del censo nacional, a fin de dar cuenta de manera más precisa
de la naturaleza del acceso y de su distribución en tamaño en la estructura productiva
entrerriana incluso que abarque periodos posteriores al marco espacial y temporal
tomado en este trabajo.
Nuestros abuelos cruzaron medio mundo con sueños de construir una Patria y
podemos decir que, a pesar de todas las dificultades y prejuicios hacia ellos, lo lograron.
Aunque no todos accedieron a la tierra prometida, sí pudieron vivir en paz.●

78 De la Fuente, Carrasco y Martínez (1898). Segundo Censo de la República Argentina de 1895, Tomo
3, XXXIX. Las cifras de 1872 son estimaciones. También estos datos han sido tomados como referencia
por el trabajo de Djenderedjian, Bearzotti y Martiren (2010).
79 Gallo, 2004: 88-89.
80 Sr. Hernán Hetze, (Entrevista realizada en ciudad de Catamarca 05/10/2021).
81 DSCD, 23 de agosto de 1946, T. III: 353.

61
Bibliografía y Fuentes consultadas:

Archivo General de la Nación, Argentina (AGN).


De Moussy, M., Descripción Geográfica y Estadística de la República Argentina. T. II, libro X, cap. III,
pp. 347-348, Buenos Aires, 1969.
Djderedjian, J., "En la periferia de la pampa gringa. Algunas reflexiones en torno al proceso de expansión
agrícola y colonización en Entre Ríos, 1 8 5 0 - 1 8 9 0 ", XX Jornadas de Historia Económica, Mar del
Plata, soporte digital, 2006.
Gallo, E., La pampa gringa: la colonización agrícola en Santa Fé, Buenos Aires, 2004.
Germani, G., “La clase como barrera social. Algunos resultados de un test proyectivo. En C. Mera y J.
Rebón (coords.), Gino Germani. La sociedad en cuestión, 1965.
Lázzaro, S. "La política agraria del peronismo: el acceso a la propiedad de la tierra y la cuestión social",
ponencia inédita presentada en las Jornadas Tierra y movimientos sociales en la Argentina, "A cien años
del grito de Alcorta". Instituto de Investigaciones de la Facultad de Humanidades y Artes de la
Universidad Nacional de Rosario y Proyecto Plurianual CONICET "Actores sociales, Estado y política en
el agro pampeano, 1930-2008" (IDIHCS-CONICET/FAHCE/Universidad Nacional de La Plata), 2012b.
Martirén, J., Colonización Agrícola y distribución de la riqueza inmobiliaria en la provincia de Santa Fe
1864- 1875, En Revista Am. Lat. Hist. Econ [online]. 2012, vol.19, n.2, pp.47-71.
Olivera, G., “Cooperativismo Agrario, Políticas de Colonización, Comercialización agrícola y gremios
rurales durante los dos gobiernos de Peronistas” En Revista Estudios del ISHIR. Investigaciones Socio
Históricas Regionales. Unidad Ejecutora en Red – CONICET. Publicación cuatrimestral Año 3, Número
6, 2013.
Rodríguez, D. y Flores S., “La colonización agrícola en Entre Ríos: la experiencia de la colonización
ejidal, 1870-1890. Facultad de Humanidades, Artes y Ciencia Sociales, Universidad de Entre Ríos.
(UADER), 2006.
Tau Anzoátegui, V. y Martiré E. “Manual de Historia de las Instituciones Argentinas”. 7a. Buenos Aires:
Librería Histórica, 2005 p.610.

Bibliografía digital
https://leyes-ar.com/constitucion_nacional/25.htm
https://www.libertadreligiosa.org.ar/web/HistoriaAdvEnArg.htm
https://www.entrerios.gov.ar/archivogeneral/index.php?codigo=1
https://elarcondelahistoria.com/los-alemanes-del-volga-en-entre-rios-1876/

62
Historia Contemporánea

EL ARCHIVO FAUPEL Y LOS


MISTERIOS DE LA FORMACIÓN
IDEOLÓGICA DE PERÓN
Victor Deutsch82

Wilhelm Faupel, a la derecha, durante la ceremonia de presentación de sus cartas credenciales como
embajador ante el gobierno de Franco (a la izquierda).

82 Profesional de Tecnología de la Información, especialista en Transformación Digital y Ciberseguridad


Docente universitario (Universidad MSMK y del IMMUNE Institute en España). Escritor académico para
International University of Applied Sciences (Alemania). Autor de varios libros.

63
Una búsqueda imposible

Corría el mes de abril del año 2015. Mi investigación sobre el militar alemán Wilhelm
Faupel llevaba casi tres años estancada. Iba de un callejón sin salida a otro. No
aparecían datos nuevos, salvo los ya conocidos. Parecía imposible llegar a encontrar
algo original.
Había comenzado a investigar sobre Faupel porque era el punto en común que tenían
varias hipótesis sin comprobar que explicaban algunos de los misterios que rodeaban las
figuras de Juan Perón y Eva Duarte. Misterios e hipótesis que habían sido muy bien
detalladas por Horacio Vázquez-Rial en Perón, tal vez la historia83.
Faupel había sido instructor del Colegio Militar del Ejército Argentino, cuando Perón
era cadete. Luego de la I Guerra Mundial había sido el principal asesor del general
Uriburu durante su actuación como Inspector General en los años ´20. A continuación
había pasado a ser nada menos que jefe de Estado Mayor de un ejército extranjero, el de
la República del Perú.
Al regresar a Alemania a finales de 1930, Faupel fue designado presidente del
Consejo de la “Liga Popular para el Trabajo” (“VolksBund für Arbeitdienst”). El
objetivo de la VBA era reclutar trabajadores desocupados a cambio de un pequeño
salario, darles cobijo y alimento en campos de trabajo, donde eran convenientemente
adoctrinados en principios nacionalistas y anticomunistas. Muchos trabajadores se
afiliaban a sociedades como esta para buscar empleo colectivamente en obras públicas y
privadas.84
Sabiendo esto, no sorprende que se integrara en diciembre de 1931 en la “Sociedad
de Estudios del Fascismo”, junto con otros militares, empresarios y políticos de extrema
derecha, dedicados a estudiar el régimen político establecido por Mussolini en Italia, y
su posible aplicación en Alemania. En esta sociedad había miembros como Hermann
Goering, Hjalmar Schacht o Walter Funk, todos futuros funcionarios nazis.
Para completar el cuadro, Faupel había influido para que Alemania apoyara política y
militarmente el alzamiento de Franco en 1936. Nombrado embajador por Hitler ante el
gobierno de Salamanca se dedicó a apoyar la acción de Falange y a la creación, junto
con su esposa, del Auxilio Social. Hasta que el propio Generalísimo pidió su relevo por
interferir demasiado en su acción de gobierno.85
La sombra de Faupel ocultaba parcialmente la figura de su mujer, Edith Fleischhauer,
que se graduó en Economía en la Universidad de San Marcos de Lima durante la
estancia del matrimonio allí, presentando una tesis crítica con la teoría marxista. A
Edith se la vinculaba con políticos peruanos como el mismo Víctor Haya de la Torre,
fundador del APRA 86 ¿Habría influido en ellos? Era un misterio.
Todo eso me hacía pensar que, si había alguien que pudiese explicar el origen de la
ideología de Perón, ese debía ser Faupel. El militar alemán había sido su profesor en el
Colegio Militar durante tres años. Seguramente había vuelto a tratar con él a su regreso
a la Argentina en 1921 y era altamente probable que mantuviesen algún tipo de relación
epistolar después. Como supe después, no era el único que pensaba que Faupel tenía
una cierta importancia en el desarrollo de las ideologías populistas en América Latina.
Durante el nazismo, Faupel, con la ayuda de Edith, dirigió el Ibero-Amerikanische
Institut (IAI), una institución presuntamente de intercambio cultural, que le daba acceso

83 Vázquez-Rial, H., Perón, tal vez la historia, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2005.
84 Liehr R., Maihold, G., Vollmer, G., Ein Institut und sein General: Wilhelm Faupel und das Ibero-
Amerikanische Institut in der Zeit des Nationalsozialismus, Frankfurt am Main, Vervuert, 2003.
85Thomas, H., La guerra civil española Volumen II, Grijalbo Mondadori, 2001.
86 El APRA y el Nazismo, Vallejo-Bln.10.08.09 (alberdi.de)

64
a figuras políticas de España e Iberoamérica. Perón había sido destinado a formarse en
Italia entre 1938 y 1940. Según su propio testimonio, citado en el libro de Vázquez-
Rial, había visitado Alemania (aunque no hay otras pruebas) ¿Visitó a su viejo profesor
Faupel? Es otro misterio.
Algunas publicaciones aliadas de la época de la guerra apuntaban a que Faupel
manejaba variadas fuentes de inteligencia y gran cantidad de fondos procedentes del
grupo industrial I.G.Farben.87 Documentos muy cuestionados implicaban a Wilhelm
Faupel como inspirador del golpe de estado de 1943 en Argentina 88. Otro misterio: los
Faupel habían desaparecido durante la batalla de Berlín en abril de 1945. Se los dio por
muertos, pero los cuerpos nunca aparecieron.
No había podido ir mucho más allá. Me costaba darle voz a Faupel y su mujer. No
conocía prácticamente nada de sus motivaciones, de sus relaciones sociales y de su
evolución ideológica. No había cartas ni diarios, salvo fríos informes oficiales y poco
más. Había conseguido un solo documento irrelevante firmado por Faupel y enviado a
la cancillería del Reich, que había sido incautado por los británicos y estaba en los
National Archives en Kew. ¿Dónde estaban los papeles de Faupel?

Los archivos de Faupel

Desde la década de 1940, las agencias de inteligencia de los EE.UU. al menos intuían la
importancia (¿influencia?) de Faupel en la política latinoamericana. Lo suficiente como
para que, a las pocas semanas de finalizar la guerra, la OSS, agencia precursora de la
CIA, abriese una investigación sobre el IAI. 89
Se encargó la tarea a la oficina de Investigación y Análisis de la División
Latinoamérica, dirigida por Maurice Halperin. Este delegó la tarea operativa en el
agente Stanley Rubint y el teniente Robert Rogers, que visitaron la sede del instituto en
el Berlín ocupado, a mediados de 1945.
Pronto confirmaron que el IAI, bajo la pantalla de “institución cultural”, realizaba
actividades de propaganda e inteligencia encubiertas en España e Iberoamérica. El
personal interrogado por la OSS declaró que Faupel prestaba “escasa atención” a las
actividades científicas y culturales, pero llevaba personalmente las tareas políticas y de
propaganda, con la sola asistencia de su esposa, Edith, y de su adjunto, Hans von
Merkatz.
Lógicamente, encontrar los archivos era un objetivo fundamental. Permitiría conocer
los nombres de políticos y militares que habían prestado apoyo al Eje durante la guerra.
Además, conocer con precisión los compromisos a los que se había llegado con ellos y
los recursos financieros que el III Reich había radicado en la región. Hay que recordar
que en aquel momento estaba activa la operación Safehaven, cuyo objetivo era incautar
todos los activos nazis en nombre de las potencias vencedoras.
Rubint logró encontrar un archivo de Faupel en el edificio del IAI. Había sido
trasladado al sótano del edificio antes de la batalla de Berlín y a la llegada de los
americanos, estaba siendo restituido a su sitio, aunque estaba totalmente desordenado.
Los agentes de la OSS dispusieron completar la reclasificación de los archivos,
logrando ver que estaban en perfecto estado. Con el 10% de los archivos revisados,

87 Riess, C., The nazis go underground, Doubleday, Doran and Company, Incorporated, 1944.
88 Santander, S., Técnica de una traición, Editorial Antygua, 1955.
89 Todo lo que sigue a continuación se obtiene de los documentos originales de los interrogatorios
realizados al personal de IAI y que se conserva junto al material de los juicios de Nuremberg en el sitio
Fold3.com.

65
Rubint concluyó que tardarían dos o tres meses más para hacer una investigación
exhaustiva, pero adelantó a sus superiores algunos hallazgos interesantes.
Entre otras cosas encontró: “cartas de presentación de informes enviados por el
Ministerio de Asuntos Exteriores y por la Organización Exterior del Partido Nazi al
instituto, analizando la situación política en los países latinoamericanos y España.”
Pero, “los propios reportes no pudieron ser localizados en los archivos y el staff cree
que fueron destruidos”.
Enseguida averiguaron que casi todos los documentos faltantes correspondían a los
últimos meses de 1944 y 1945, y estaban relacionados con España y no con su principal
misión, Latinoamérica. Al parecer, Faupel había ordenado a su secretaria que los
destruyera ¿Dónde estaban los documentos relacionados con Iberoamérica? Pronto
descubrieron que el archivo conservado en el sótano del IAI no era el único.
El personal del instituto reveló que las reuniones de Faupel con políticos y militares
iberoamericanos se llevaban a “puertas cerradas” y su registro era llevado por su esposa.
Adicionalmente, tenían órdenes de no abrir ninguna correspondencia sin su aprobación
explícita.
Estos registros y cartas secretas no se conservaban en el IAI, sino en la casa particular
de Faupel en el distrito de Babelsberg, donde “fueron destruidos por su hermana,
siguiendo instrucciones dadas por Faupel antes de su muerte”. Podía ser cierto o no. La
mala noticia era que la casa estaba en la zona de ocupación soviética, y no hay
evidencia de que hayan intentado verificar la información in situ.
Aun así, los agentes americanos no se rindieron y un año después seguían tratando de
desentrañar los secretos de Faupel. Entre septiembre y noviembre de 1946, el
diplomático W. Wendell Blancke interrogó exhaustivamente a Karl Gustav Arnold,
oficial de inteligencia alemán, sobre las operaciones en América Latina y este confirmó
la existencia del esquivo archivo. Después de eso, nada. No hay evidencia de que la
OSS haya conseguido apoderarse de él.
¿Qué había sido del archivo Faupel? ¿Había sido destruido por la hermana del militar
alemán como sugerían los empleados del IAI? Es muy probable que no.
Más de cincuenta años después, a principios de los 2000, los investigadores del IAI
actual intentaron rastrear los archivos. Gracias a la caída del Muro, consiguieron
acceder a los registros de la disuelta República Democrática Alemana. Descubrieron
que un archivo atribuido a Faupel fue incautado por las autoridades soviéticas y
trasladado al complejo de archivos de Dresden, donde aparece inventariado en 1950 por
el archivista Rudolf Holzhausen. Después de esa fecha no se sabe de él.90
Unos años después, cuando comencé mí investigación, no parecía haber forma de
pasar de ese punto. Podía estar en cualquier parte, incluso en Moscú. Posiblemente
había sido utilizado por la inteligencia y diplomacia soviética durante la posguerra y
luego, con el tiempo, habría caído en desuso. Había otro hecho que llamaba la atención.
¿Recuerdan a Maurice Halperin, el jefe de Rubint? Resultó ser un espía soviético
infiltrado en la inteligencia americana (nombre clave “Hare”) que en los años de
posguerra filtraba a Moscú informes secretos del OSS y cables del Departamento de
Estado. No era nada descartable que informase a los soviéticos de la existencia del
archivo, para que estos se apoderasen de él antes que nadie. Halperin, un académico
experto en América Latina, desertó a la Unión Soviética y luego a Cuba, donde fue
colaborador del Che Guevara. 91

90 Liehr, R. op.cit.
91 Brewer, L., 2018, Maurice Halperin: From Sooner Subversive to Soviet Spy, Faculty Articles &
Research. 3. https://dc.swosu.edu/caap_general_articles/3

66
Había perdido la esperanza de conocer algo más sobre Faupel, hasta que, en abril de
2015, se produjo un hallazgo sorprendente.

Un sótano de Berlín

Una búsqueda rutinaria por Internet me alertó de que una persona, con un nombre
evidentemente falso, había sacado a subasta online lo que llamaba el “Nachlass Faupel”
(algo así como el “legado Faupel”). Después de unas preguntas de comprobación me di
cuenta de que no era el famoso archivo perdido, pero que si podía aportar alguna luz
sobre la vida de Faupel.
Junto con el profesor Fernando Cortiñas decidimos que valía la pena intentarlo.
Fernando estaba investigando para su tesis sobre el nacionalismo argentino y las
relaciones de Faupel podía aportar para su trabajo. Después de una rápida negociación y
pagando una cantidad insignificante, los papeles llegaron a Madrid por courier.
El origen de los papeles en si tenía cierto misterio. El vendedor había relatado que los
encontró en una maleta de cartón durante unas obras de reforma en un sótano de Berlín
que no especificó. La maleta parecía haber pertenecido a una de las hermanas o sobrinas
de Faupel. Según él, investigó el nombre del militar por internet y decidió sacarlos a la
venta por si tenían algún interés.
Después de analizar los papeles me di cuenta de que teníamos delante el archivo
familiar y personal de Wilhelm Faupel. Los papeles abarcaban cronológicamente desde
su infancia hasta después de su presunta muerte, puesto que incluían la documentación
del proceso judicial de sucesión.
Había unos pocos documentos oficiales, como una carta del mariscal Hindenburg
agradeciendo sus servicios, pero abundaba la correspondencia personal entre Faupel y
su familia. También había una foto de su estancia en China durante la guerra de los
Bóxer, otra datada durante la guerra civil española y recortes de periódico sobre su
participación en las guerras civiles alemanas de 1919-20.
Pero lo más importante eran las cartas que Faupel y su mujer se escribían. La mayoría
durante la I Guerra Mundial y alguna durante su estancia en Perú. Las cartas permitían
dar una personalidad concreta al matrimonio. Establecían bien cómo era su relación,
cuáles eran sus círculos de amistades, los códigos que utilizaban para eludir la censura
postal (incluir palabras o frases en español, por ejemplo) y cómo colaboraban
políticamente.

67
Una de las cartas con el saludo final en español (¿una clave entre los esposos?)

Por fin, podía meterme en la cabeza de los Faupel y conocer su forma de actuar.
Interpretar mejor los motivos que podían tener para tomar ciertas decisiones y explicar
sus actos más controvertidos. En ese contexto, Edith Faupel tomó una importancia muy
considerable en la historia.
De ser una chiquilla enamorada que dibujaba corazones en las cartas (literal) había
evolucionado hasta ser una analista política muy eficaz. Capaz de anticipar los
vericuetos de la política alemana y latinoamericana, informando a su marido con
precisión de todo lo que pasaba en Berlín, Lima o Buenos Aires.
Edith mantenía correspondencia y se reunía con una serie de damas como Lisa
Bobrik, esposa del cónsul Bobrik. Pero también con Eleonora Martínez de Hoz, la
esposa de Hilmar Von der Bussche-Haddenhausen, exembajador en Argentina, luego
viceministro de Asuntos Exteriores del Imperio. Y muchas otras. Los datos que le
llegaban viajaban por carta hasta donde estuviese Wilhelm.

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Carta de Edith Faupel a su marido fechada el 19 de agosto de 1917.

La mujer se encargaba de todas las cuestiones económicas y de mantener la relación


con los contactos militares y empresariales de su marido en Berlín. Entre ellos, llaman
la atención los empresarios químicos Weinberger. Era indudablemente una mujer con
mucha independencia e iniciativa. Eso sí, a lo largo de los años se notaba como la
relación cambiaba y se hacía menos pasional, mucho más organizativa o institucional.
69
De Faupel aprendí que era un chico huérfano a los seis años que había sido criado por
su madre y sus tías. Sólo tenía hermanas así que siempre vivió rodeado por un ambiente
muy femenino hasta el momento de incorporarse como cadete al ejército. Tal vez por
eso daba tanta confianza a su esposa, en una época en la cual no era habitual.
Su círculo social, como hemos visto se extendía más allá del ejército. Cuando todavía
no era un oficial superior, conocía políticos y diplomáticos. Algunos de los militares
que luego lo acompañaron en política durante las guerras civiles de Alemania, ya lo
conocían de la guerra, como Waldemar Pabst, implicado en el asesinato de Rosa
Luxemburgo. Tenía cierta influencia en el Alto Mando: algunos militares escribían a
Edith pidiéndole ayuda para conseguir ciertos destinos.
Probablemente por su falta de linaje noble, sabía que necesitaba de las relaciones para
ascender. Las cartas demuestran la sintonía con sus jefes. Tanto con el general Kühne,
su primer comandante, como con el general Wichura con quien luchó durante la
ofensiva final de 1918. Pero al final de la guerra no ahorraba ciertas críticas a la
conducción militar. Se quejaba amargamente a su mujer de tener que enviar a la muerte
a oficiales subalternos de 16 años de edad.
En su círculo destaca la presencia del general Robert Loeb, uno de los únicos
generales de origen judío del Imperio, hijo de un rabino, a quien describe como un
“buen tipo”. Loeb será uno de los mejores líderes de la ofensiva de 1918, mandando la
14ª división de reserva dentro de la unidad de Faupel, y ambos recibirán la máxima
condecoración al mismo tiempo, premiando su trabajo en equipo.
Una curiosidad: Faupel recibe su máxima responsabilidad en el ejército, el 10 de
noviembre de 1918, un día antes que acabe la guerra. Le nombran jefe de Departamento
del Alto Mando del Ejército, a cargo de la desmovilización. Llega al cuartel general de
Spa el mismo día en que abdica el Káiser y se proclama la república.
Desde ese momento, tendrá una intensa relación con los “Consejos de Soldados y
Trabajadores”, verdaderos soviets que se habían creado para enfrentar al ejército y al
aristocrático gobierno imperial. Será Faupel el que considere a los “consejos” como
interlocutores válidos (en contra de toda la doctrina prusiana) y se involucre en
negociaciones con sindicatos y representantes de los soldados. Desde esa posición y
otras, colaborará activamente con el gobierno socialdemócrata y lo defenderá de los
intentos de los comunistas por tomar el poder.
El material abarca muchos años. Con el tiempo los Faupel se van volviendo más
oscuros. Su anticomunismo los lleva por el sendero del nacionalismo y el fascismo.
Participan del intento de golpe de estado nacionalista en 1920 y a Wilhelm lo retiran del
ejército. Pero el general Uriburu lo contrata como su Asesor Jefe en Argentina, donde
estaría cinco años.
¿Fue entonces cuando se produjo el (re-)encuentro con Perón? ¿Hubo algún tipo de
adoctrinamiento o captación? Los Faupel ya habían evolucionado ideológicamente a
una especie de protofascismo. Conocían bien el mundo sindical y estaban convencidos
de que el apoyo obrero era fundamental en cualquier conflicto bélico, como después
postularía Perón. Pero no hay evidencia de ese encuentro.
En la década de 1930, empiezan a utilizar los clichés nazis sobre los judíos. ¿Habían
cambiado o era una forma de protegerse? Las cartas personales no dan pistas sobre la
relación con Perón y los otros populistas latinoamericanos. Quizás después de todo el
material clave sigue siendo el archivo perdido en algún lugar de Europa Oriental.
Sin embargo, el archivo personal, aun con todos sus huecos y lagunas, nos permite
acercarnos más a la solución de los misterios mencionados. Es lo que intenté hacer con

70
la serie “Los Caballeros de la Orden del Reich92”, cuyo primer volumen se acaba de
publicar. Se publica en formato de novela porque sigue habiendo demasiadas incógnitas
y sólo una narrativa de ficción permite especular con su solución.
Por lo menos hasta que aparezca otra maleta llena de papeles. La investigación sigue
su curso y si alguien tiene otras fuentes que aportar estaré encantado de conocerlas. ●

92 Deutsch, V., 2023, La legión secreta del sur, Mascarón de Proa.

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Cultura y sociedad

LA OBRA DE FURLONG
DEDICADA A SÁNCHEZ LABRADOR
Y A LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Por Mario Tesler93

Padre Guillermo Furlong.

93 Historiador. Licenciado en Bibliotecología y Documentación. Docente e investigador universitario.


Autor de numerosos libros. Miembro de la Academia Porteña del Lunfardo.

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Dispuesto por el provincial de la Compañía de Jesús, en 1930, el Padre Guillermo
Furlong acató desempeñarse como docente en el Colegio del Sagrado Corazón en la
ciudad de Montevideo. Por entonces tenía en su haber igual labor llevada a cabo tanto
en el Seminario de Villa Devoto como en el Colegio del Salvador, y sobrados
antecedentes como historiador por sus trabajos publicados desde el año 1912, en medios
religiosos y laicos, argentinos y extranjeros.
En tanto cumplía la labor docente que le fue encomendada, aprovechó el quinquenio
de su estadía en el Uruguay -de 1930 a 1935- para publicar el resultado de algunas de
sus investigaciones en tres revistas montevideanas: El Colegio (órgano de difusión de
ese establecimiento), la Revista del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay y la
Revista de la Sociedad de Amigos de la Arqueología.
Fueron en total de 32 artículos, en algunos de los cuales abordó la obra de los
misioneros jesuitas Pedro Lozano, Bartolomé Doroteo Muñoz, Joaquín Camaño y
Bazán, Diego García y José Sánchez Labrador.
Quien consulte el tomo V de la publicación montevideana Revista de la Sociedad de
Amigos de la Arqueología se encontrará con su estudio sobre La Enciclopedia
Rioplatense de José Sánchez Labrador S.J.
El trabajo que data de 1931, el primero de su autoría sobre este misionero toledano,
tiene una extensión de 44 páginas. En él se encuentran datos biográficos sobre Sánchez
Labrador; su labor científica contenida en una nómina de trabajos que dejó terminados y
el detalle de sus obras y escritos editados, que comprenden las siguientes materias:
historia (civil y religiosa), zoología, botánica, cosmografía, física, etnografía y
lingüística.
El lector que consulte cada una de estas obras dice Furlong notará que “los
voluminosos tomos de Sánchez Labrador cuentan “con hechos concretos y
abundantísimos que las ciencias argentinas, en cuanto a su faz retrospectiva, no pueden
dejar de recoger con placer y provecho”.
De este trabajo toda la parte de geografía la reeditó, enriquecida con muchos nuevos
datos, en el primer tomo de los Anales de la Academia Argentina de Geografía; este
aporte lleva por título La geografía de José Sánchez Labrador y está acompañado con
ilustraciones y un mapa.
Este artículo fue la contribución a la primera entrega de la publicación que esa
academia nacional, fundada por el agnóstico Ernesto Reguera Sierra y el jesuita
Guillermo Furlong, comenzó a editar en 1957.
También en otro trabajo editado en Montevideo vuelve a aparecer Sánchez Labrador.
Se trata de un volumen de 163 páginas titulado Los jesuitas y la cultura rioplatense,
editado por Urta y Curbelo en 1933.
El texto de este libro, sin notas a pie de página ni bibliografía de obras citadas o
consultadas, incluye sucintamente en 26 capítulos dedicados a quienes se destacaron
como exploradores y colonizadores, geógrafos y cartógrafos, protectores de los
indígenas, etnólogos, filólogos, historiadores, botánicos y zoólogos, matemáticos,
astrónomos, farmacéuticos y médicos, filósofos, teólogos y jurisconsultos, poetas y
prosistas, músicos, arquitectos, escultores y pintores, impresores y grabadores,
agricultores y ganaderos y de otras actividades.
Si antes de editarse este libro ya había publicado algunos trabajos sobre misioneros
destacados en las distintas disciplinas, será con los años que irán apareciendo otro en los
cuales recordará toda la obra de ellos en forma conjunta.
También abordará en la década del 40 distintas profesiones durante la dominación
hispánica: los músicos y matemáticos (donde incluye a Sánchez Labrador), ambos

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libros en 1945; arquitectos y artesanos en 1946; médicos en 1947 y naturalistas en 1948
(v. bajo el epígrafe La obra científica de José Sánchez Labrador).
Agotada la edición de Los jesuitas y la cultura rioplatense, fue reeditado en Buenos
Aires por Huarpes, la imprenta de José Luis Trenti Rocamora, en el año 1946. Integra el
volumen noveno de la Biblioteca Enciclopédica Argentina dirigida por Vicente Sierra.
En un total de 284 páginas el autor introdujo en el texto original ampliaciones,
modificaciones y correcciones a raíz de algunas críticas que consideró certeras,
formuladas por el historiador uruguayo Felipe Herrero. Furlong tenía el don del buen
historiador que no se aferra a sus afirmaciones cuando las evidencias las refutan.
El Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, de la
Universidad de Buenos Aires, en 1936 editó su Cartografía Jesuítica del Rio de la
Plata. Son dos tomos, uno con registros y el otro una selección de las piezas
cartográficas. En el primero se encuentran 12 asientos con los confeccionados por
Sánchez Labrador.
Como ocurre con todas las piezas, aparece primero el título tomado del epígrafe al pie
del mapa o del plano puesto por el propio misionero, luego los comentarios y
aclaraciones de Furlong. Otros son los epígrafes que él estima que corresponde asignar,
con algunas correcciones de quien esto escribe. Los de Sánchez Labrador son:

N° 79 Mapa del Río Paraguay con las tierras de los Guaycurúes y Chiquitos.
N° 80 Mapa de un viaje antiguo de unos españoles.
N° 81 Plano de la Bahía de San Julián, año 1766.
N° 83 El río Jejuí y sus afluentes.
N° 84 Mapa de todo el territorio comprendido entre los ríos Paraguay y Paraná, desde
la ciudad de la Asunción al sur hasta el Río Monday al norte.
N° 85 Carta de la costa de los Patagones, desde el Río de la Plata hasta el estrecho
famoso de Magallanes.
N° 86 Plano de muchas bahías descubiertas a las Tierras del Fuego desde cabo Rond,
en el Estrecho de Magallanes.
N° 87 Plano de Puerto Deseado año de 1746.
N° 91 Descripción geográfica de los treinta pueblos de las Misiones, que los padres
jesuitas tienen reducidos en las riberas de los ríos Paraná y Uruguay con las recientes
observaciones de longitud y latitud del P. Ventura Suarez años 1746 y 1747.
N° 92 Provincia de Guayra convertida por los jesuitas y destruida por los mamelucos
portugueses.
N° 93 Parte del Río Uruguay, desde el pueblo Yapeyú hasta Mocoretá.
N° 94 Misiones de Tape en la forma que tenían antes de su trasmigración, el año
1630.

Cuando era alumno del Colegio del Salvador, comenta Félix Luna que “por esas
cosas de los jesuitas, Furlong ¡dictaba inglés!”. Sorteados los obstáculos iniciales a su
tarea de historiador y a pesar de los que de tanto en tanto se le anteponían, la
pertenencia a la Compañía de Jesús permitió que Furlong tuviera acceso, a veces de
manera presencial y otras por correspondencia, a las colecciones de selectas bibliotecas
y archivos europeos. Estos centros custodian piezas documentales inéditas,
particularmente interesantes para el conocimiento de los testimonios de aquellos
misioneros que se habían desempeñado en Hispanoamérica.
Así fue como gracias a la publicación Bibliotheca Scriptorum Provinciae Austriacae
supo Furlong que en el monasterio cisterciense de Zwetti, cerca de Viena, existía un
extenso manuscrito referente a los mocovíes y compuesto por el Padre Florián Paucke.

74
Se trataba de un manuscrito de más de mil hojas, con letra pequeña y escrito en alemán
antiguo, de difícil traducción. El bibliotecario sacerdote Luis Vagner le informó que la
pieza estaba acompañada con más de cien “láminas o dibujos, obra del mismo Padre
Paucke y referencias a los mismos indios mocovíes”. Furlong obtuvo más de un
centenar de reproducciones fotográficas de estos dibujos e interesó para su publicación a
los libreros y editores Domingo Viau y Alejandro Zona.
El crítico y pintor Viau con su socio Alejandro Zona y el concurso de Gino Fogli,
artista italiano exiliado de militancia socialista, publicaron una selección de los dibujos
de Paucke para lo cual Furlong aportó un estudio introductorio de 22 páginas.
La Iconografía colonial rioplatense. 1749-1767 de Florián Paucke, con 43 láminas de
“costumbres y trajes españoles, criollos e indios”, fue publicado en 1935. Aunque al pie
de la portada figura como lugar de edición la ciudad de Buenos Aires, según reza el
colofón este libro fue impreso en París. De esta exquisita edición destinada a
coleccionistas, se imprimieron 50 ejemplares en papel imperial de Japón y 220 en papel
Vélin D´Arches.
La publicación romana Archivum Historicum Societatis Iesu en su tomo VI de 1937
incluyó una reseña elogiosa sobre este libro.
De su peculio y con notas de su autoría, Vicente Cutolo costeó en 1973 una segunda
edición de la obra. Las reproducciones son de muy inferior calidad a las de Viau y Zona.
Tal vez sea el motivo Susana Santos Gómez la desestimó en su Bibliografía de viajeros
a la Argentina, editada en 1983 por la Fundación para la Educación, la Ciencia y la
Cultura.
Domingo Viau quedó temporalmente interesado en los temas vinculados al rol de los
sacerdotes misioneros y al poco tiempo decidió publicar otro trabajo inédito, esta vez
del jesuita José Sánchez Labrador.
No fue esto a iniciativa de Furlong sino que por entonces Viau y Zona habían
adquirido “en Europa un manuscrito de singularísimo valor” compuesto por José
Sánchez Labrador.
“Los afortunados poseedores de esta obra inédita, pusiéronla a nuestra disposición, al
propio tiempo que nos solicitaron que la prologáramos y anotáramos a fin de darla a la
estampa, informa Furlong en el libro Entre los Pampas de Buenos Aires”.
Este otro libro se editó al año siguiente, en 1936. Se trata del manuscrito inédito de
José Sánchez Labrador sobre Los indios Pampas, Puelches, Patagones que, además del
prólogo, lleva al final notas aclaratorias y complementarias de Furlong. Ambos trabajos
aparecen impresos a dos columnas.
En la nota 34 dice Furlong que todavía en 1931 se desconocía este documento de
Sánchez Labrador; tema sobre el cual en 1938 brindó detalles ya citados en una página
de su libro sobre los pampas.
Las tareas de edición concluyeron el 16 de noviembre de 1936 en el estudio Artes
Gráficas Futura, dirigido por Ghino Fogli. El tiraje total fue de 2.040 ejemplares: 10 en
papel imperial de Japón, 30 sobre papel de hilo Conqueror y dos mil en papel
Superglace.
En 1960 esta publicación fue incluida bibliográficamente por Furlong en el asiento
número 19 de la nómina de trabajos editados de este misionero, que acompaña en su
libro José Sánchez Labrador y su “Yerba Mate”.
Este documento original se encontraba en buen estado de conservación, con una
encuadernación de fines del siglo XVIII, lomo y punteras de cabritilla, las hojas sin
guillotinar. Con posterior a su edición la pieza fue puesta en venta y se desconoce quién
lo adquirió.

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La calidad de estos dos libros publicados por Viau y Zona contrastan notablemente
con los trabajos de Furlong, editados por firmas comerciales o talleres vinculados a
instituciones católicas; recién en 1969 logró un resultado en apariencia similar con los
tres tomos de la Historia Social y Cultural del Rio de la Plata.
Los editores Viau y Zona según se conoce adquirieron otro manuscrito más de
Sánchez Labrador. Furlong así los describió: “Paraguay Catholico./ Harmonios Entable
de las Misiones de los Indios Guaranís:/ Gobierno civil, Polytico Militar, y Christiano
de sus Poblaciones./ Cuya relación sincera disipa las enormes calumnias Divulgadas
contra tales Misiones/ Desde su primer estableci-/ miento./ Hasta estos últimos
tiempos”.
En la hoja 35-36 del primer catálogo de ventas editado por la firma Viau y Zona en
1930 se ofrece este manuscrito; se sabe que lo adquirió el coleccionista Alberto Dodero.
Todavía en la década del 60 este documento estaba en su poder y Furlong pudo tener
una copia del mismo.
Sobre el origen, espíritu y obra de los jesuitas, en particular la presencia de la
Compañía de Jesús en América a lo largo de los siglos, en 1942 Furlong publicó un
estudio en Buenos Aires, impreso en los talleres de Luis L. Gotelli.
Se trata de una prieta síntesis histórica que va desde el año 1540 hasta 1940. Su
contenido se presenta en cinco capítulos: I sobre San Ignacio de Loyola, la evolución
de la Orden y las vicisitudes sufridas en el decurso de los años; II el Apostolado
Múltiple de los jesuitas; III los jesuitas en las Artes y Ciencias; IV los jesuitas en el Río
de La Plata; y V los jesuitas Santos y Beatos. En cada una de sus especialidades aparece
citado Sánchez Labrador.
Si bien Furlong fue entre los años 1947 y 1952 director de la revista Estudios
(Buenos Aires), órgano de la Academia Literaria del Plata, más bien debe ser tomado
como infatigable contribuyente con trabajos de su autoría. Sucedió en la dirección al
jesuita Vicente Gambón y en sus páginas publicó artículos, comentarios, reseñas y
críticas bibliográficas, tantas veces firmadas con su autónimo como con decenas de
seudónimos y también los hay de manera anónima.
Entre las colaboraciones dadas a la estampa así solía decir Furlong para la revista
Estudios y firmadas con su nombre se encuentra una de 1947 de 12 páginas referida a
un documento de Sánchez Labrador sobre el algodón en el actual territorio argentino. Se
trata de algunas pocas páginas que Furlong tomó de Sánchez Labrador incluidas en la
sección Plantas del libro El Paraguay Natural.
Para el libro Naturalistas argentinos durante la dominación hispánica que Huarpes
editó en 1948 incluyó entre los temas tratados: La obra científica de José Sánchez
Labrador (1734-1767); Los mamíferos rioplatenses de Sánchez Labrador; La botánica
de José Sánchez Labrador 1722; y Las aves rioplatenses según Sánchez Labrador.
La colección Escritores Coloniales Rioplatenses, que es parte de la bio-bibliografía de
misioneros de la Compañía de Jesús, fue la empresa que él encaró como único autor. Se
trata de 24 libros: los primeros 10 los editó la Librería del Plata (entre 1952 y 1960), los
12 siguiente la editorial Theoría (entre 1962 y 1971), y los dos últimos impresos por
Casa Pardo (uno en 1971 y el otro en 1972).
Como todos los originales de estos libros fueron sometidos a la aprobación del
provincial de la Compañía de Jesús y a la autoridad eclesiástica del Vicario General del
Arzobispado de Buenos Aires, tal visto bueno (el imprimátur) figura en el colofón de
cada uno de ellos.
Estos 24 libros se publicaron entre los años 1952 y 1972, pero es probable que todos
hayan estado listos en 1949, si nos atenemos a que es cuando según todos los colofones
se dieron ambas autorizaciones eclesiásticas.

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Según rezan los respectivos títulos, estos libros están referidos a:

José Manuel Peramás y su “Diario del destierro” (1768).


José Cardiel S.J. y su “Carta-relación” (1747).
Pedro Juan Andreu y su “Carta a Mateo Andreu” (1750).
Gaspar Juárez S.J y sus “Notas fitológicas” (1789).
Tomás Falkner y su “Acerca de los patagones” (1788).
Francisco Javier Iturri y su “Carta crítica” (1797).
Domingo Muriel S.J. y su “Relación de las misiones” (1766).
Joaquín Camaño S.J. y sus Noticias del Gran Chaco” (1778).
Pedro Lozano S.J. y sus “Observaciones a Vargas” (1750).
José Sánchez Labrador S.J. y su “Yerba Mate” (1774).
Diego León Villafañe y su “Batalla de Tucumán” (1812).
Antonio Sepp S.J. y su “Gobierno temporal” (1732).
Justo Van Suerk y su “Carta sobre Buenos Aires” (1629).
Francisco J. Miranda y su “Sinopsis” (1772).
Nicolás Mascardi S.J. y su “Carta-relación” (1670).
Juan de Montenegro y su “Breve noticia” (1746).
Antonio Ruiz de Montoya y su “Carta a Comental” (1645).
Juan de Escandón S.J. y su “Carta a Burriel” (1760).
Ladislao Orosz y su “Nicolás del Techo” (1759).
Manuel Querini S.J. y su “Informe al Rey” (1747-1750).
Alonso Barzana y su “Carta a Juan Sebastián” (1594).
Bernardo Nusdorffer y su “Novena parte” (1760).
Tomás Fields y su “Carta al Prepósito General” (1601).
Florián Paucke S.J. y sus “Carta a Contucci” (17631764).

Aunque publicados en distintos años y por diferentes editores, en todos mantuvo el


mismo perfil de contenido y presentan cierta uniformidad de edición: impresos en papel
de regular calidad, con igual diseño de tapa e interior y tipos de letras parecidos, la de
los textos en cuerpo pequeño.
Cada uno de estos libros va acompañado de una nómina de los trabajos que publicó el
biografiado y de lo que se sabe que dejó sin publicar. La descripción de cada asiento en
cuanto a lo bibliográfico, lo tipográfico y muy particularmente las notas especiales de
cada asiento, cotejando con las contribuciones y opiniones de otros autores, todo esto
siguiendo los cánones de erudición clásica, son de una minuciosidad sorprendente.
Las notas especiales con las que Furlong acompaña los asientos, por el contenido y la
extensión bien podrían ser artículos independientes. A este resultado arribó por haber
reunido maestría en la técnica bibliográfica y el exhaustivo dominio de los temas que
trataba.
Quien adosa a un estudio biográfico una bibliografía exhaustiva del biografiado debe
justipreciarse además como un acto de colaboración para los futuros interesados en el
personaje.
Cualquier bibliografía de bibliografías argentinas o bien aquellas circunscriptas a los
escritores coloniales rioplatenses debe incluir las que Furlong acompaña en cada uno de
estos libros. Así lo entendieron Horacio Zavala y Oscar Fernández, primero en el
Catálogo de bibliografía jesuítica de la Biblioteca Central de la Universidad de Mar
del Plata (1996) y luego en Bibliografía de bibliografías (2000).
Vicente Quesada opinó en su momento respecto a la Reducciones de Pampas que
“fueron perjudiciales a Buenos Aires, ya que en 1752 el procurador de esta ciudad,

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Francisco Ezcurra, aseveraba que los indios lejos de hacerse cristianos, servían más bien
de espías a favor de los indios infieles y enemigos del español”.
Para refutar de manera tajante aquella afirmación, en el tomo V dedicado a Tomás
Falkner y su “Acerca de los patagones” (1788), publicado por Juan P. Capel, utilizó el
extenso testimonio de Sánchez Labrador sobre el tema, y en otras páginas sus opiniones
sobre Falkner como herborista junto con las de José Cardiel.
Se publicó en 1955 el libro Domingo Muriel S.J. y su “Relación de las Misiones
(1766). En este volumen, el VII, se incluyeron algunos registros sobre cartas de Sánchez
Labrador así rotuladas:

Carta del Padre José Sánchez Labrador (resumen) 22 de septiembre de 1762.


Carta del P. José Sánchez Labrador a su compañero el P. García, marzo 13 de 1763.
Carta al P. Provincial. agosto 22 de 1763.
Después de referirse al adelantamiento de su apostolado entre los Mbayas, anota, dice
Furlong, que éstos son los mismos Guaycurús.
Carta del P. José Sánchez Labrador (fragmento). agosto 27 de 1763.
Carta del P. José Sánchez Labrador al Visitador, P. Nicolás Contucci. marzo de 1764.
Carta del Padre José Sánchez Labrador al Padre Provincial. Belén y noviembre 8 del
año de 1785.
Carta del P. José Sánchez Labrador a Lorenzo Hervás. Ravena, 21 de junio de 1783.
Diario de viaje al pueblo de los Chanás.
Diario de el viaje a las Misiones de Chiquitos/ desde la Reducción de Ntra. Señora/ de
Belén de Indios Guaraníes. 1767.
“Noticias de las Misiones de los Indios Chiquitos”, por el Padre José Sánchez
Labrador, en la Antigua Provincia de Chiquitos. La Paz.

Además, consigna Muriel una breve relación sobre los mbyas, “que es una síntesis de
varias cartas y notas de Sánchez Labrador, aunque no menciona las fechas de las
mismas, ni se citan las mismas palabras del misionero”.
En el volumen VIII de la misma colección encontramos el libro que Furlong dedicó a
Joaquín Camaño S.J. y su “Noticia del Gran Chaco” (1778), impreso en 1955, en
donde comenta la trascendencia de un mapa del misionero Camaño a partir de su
inclusión en el tomo I del Paraguay Católico de Sánchez Labrador en 1912, preparado
y prologado por Samuel Lafone Quevedo; aunque ya en 1909 la había dado a conocer
Juan Palenti.
También entre la correspondencia informada de Camaño incluye una datada 19 de junio
de 1783, en la cual le dice al destinatario: “Tengo en mis manos el borrador o selva de
sus apuntamientos… Si Vmd. logra de Joseph Sanchez Labrador un compendio de la
arte mbyá, podrá ésta servir de mucha luz a don Antonio Bustillo para hacer el de la
mocoví”.
Y, por último, confecciona un registro de la “Carta del P. Ramón Salat al P.J.
Sánchez Labrador”.
En la décima entrega a la colección Escritores Coloniales Rioplatenses incluyó el
tomo sobre José Sánchez Labrador S.J. y su “Yerba Mate” (1774). Se trata de un
estudio biográfico y bibliográfico de 121 páginas, editado por la Librería del Plata en
1960.
En las palabras que anteceden al capítulo biográfico afirma Furlong que la notoriedad
de Sánchez Labrador es exigua en comparación con otros personajes de su época,
agregando: “bien sabido es que no siempre la popularidad está en el mismo plano que el
merecimiento”.

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Con posterioridad al fallecimiento de Furlong, se encontraron carpetas y paquetes en
su precario archivo, lo recuerda Abel Rodolfo Geoghegan, conteniendo trabajos
concluidos y a medio concluir; también se hallaron papeletas manuscritas donde hace
referencia a otros trabajos que tenía en etapa de acopio de materiales, pero que no
fueron ubicados.
En cuanto a la colección de Escritores Coloniales Rioplatenses, se sabe que preparaba
otra tanda de libros más, en cuyos títulos había puesto precisiones sobre cuál sería el
contenido de cada uno. Estos son:

Antonio Machoni y su “Las siete estrellas de la mano de Jesús”. Diego de Boroa y su


“Elogio del P. Roque González de Santa Cruz” (1629).
Manuel Morales y su “Descripción de Cuyo.
Nicolás del Techo y su “Decades Vivorum”.
Antonio Ripari y su “Descripción Argentina.
Ignacio Chomé y sus “Relaciones americanas.
Diego de Boroa y su “Vida de varones ilustre”.
Antonio Van Suerk y su “Epistolario”.
Carlos Cattaneo y sus “Cartas históricas”.
Antonio Sepp y sus “Relaciones históricas”.
Hernando de Torreblanca y su “Historia del Inca Bohorques”.
Matías Strobel S.J. y su “Estado del Pueblo de los Pampas” (1749).
Buenaventura Suárez S.J. y su “Lunario de un siglo”.
José Guevara y sus “Notas históricas”.
Sebastián de San Martín y sus “Cartas familiares”.
Antonio Alemán S.J. y su “Biografía de Mascardi”.
Domingo Muriel y su “Carta a los enciclopedistas”.
Joaquín Camaño y sus “Estudios etnográficos”.
Antonio Ruiz de Montoya y su “Sílice de amor”.
José Sánchez Labrador y las ciencias naturales.
José Sánchez Labrador y su “Harmonioso entable”.

Sobre algunos de estos no se sabe si con anterioridad les dedicó algún trabajo en
particular, pero sí aparecen mencionados en aquellos libros y monografías sobre el
trasplante cultural y la labor misional de los jesuitas durante el período hispánico.
En cambio, de algunos otros se ocupó en particular desde distintos medios
especializados, esto ocurrió con: Matías Strobel S.J. y su “Estado del Pueblo de los
Pampas” (1749).
Parte del material acumulado lo constituyen las noticias sobre los Pampas, elevadas
en los informes a los superiores en las Cartas Anuas, y las de otros misioneros que
Furlong ya había empleado en 1938 para su libro Entre los Pampas de Buenos Aires.
José Guevara y sus “Notas históricas”.
El material reunido le fue facilitado a Vicente Osvaldo Cutolo, quien lo sintetizó al
máximo para su Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (cfr. t. III: 485-486), aunque
este omitió decirlo.
“Buenaventura Suárez S.J. y su “Lunario de un siglo”.
Existen dos antecedentes: El primer astrónomo argentino: Buenaventura Suárez. en:
Estudios t.17 agosto y septiembre de 1919; y Un gran matemático y astrónomo
argentino. (Buenaventura Suárez) en: El Salvador 1949.
Sebastián de San Martín y sus “Cartas familiares”.

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El antecedente: Cartas del Padre Sebastián de San Martín S.J. 1733-1749. en:
Estudios, junio 1945.
Antonio Alemán S.J. y su “Biografía de Mascardi.
El antecedente: Vida apostólica y glorioso martirio del Venerable Padre Nicolás
Mascardi S.J. en: Anales del Museo de la Patagonia, 1945, donde Furlong reproduce
íntegramente un manuscrito que lleva el mismo título y que se lo atribuye a Antonio
Alemán.
Domingo Muriel y su “Carta a los enciclopedistas”.
Trae uno de los escritos inéditos registrado en el trabajo que publicó en 1934 en el
Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires.
Joaquín Camaño y sus “Estudios etnográficos”.
Existen dos antecedentes: Joaquín Camaño y Bazán; cartógrafo, lingüista e
historiador. 1737-1820. en: Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas. octubre-
diciembre 1928, donde en el V punto se refiere a su labor como lingüista y etnógrafo.
Etnografía rioplatense y chaqueña por Joaquín Camaño y Bazán S.J. en: Revista de
la Sociedad de Amigos de la Arqueología. Montevideo 1931.
Aquí transcribe Furlong dos monografías halladas por él en un archivo particular de
Barcelona y la otra en el Archivo de la Compañía de Jesús en Roma.
Antonio Ruiz de Montoya y su “Sílice de amor”.
El antecedente: En defensa del Padre Ruiz de Montoya S.J. en: Estudios. mayo y julio
de 1941.
José Sánchez Labrador y las ciencias naturales.
El 1939, en una de las páginas del libro Entre los Pampas de Buenos Aires había
dicho que esperaba en breve dar a publicidad su Historia Natural del Padre José
Sánchez Labrador.
Este archivo contiene un ejemplar de su anterior José Sánchez Labrador S.J. y su
“Yerba Mate” con correcciones y agregados de Furlong, más 73 hojas de un texto
manuscrito y desordenado que estaba preparando.
Esto no permite conjeturar que estuviera en sus cálculos reeditar la obra, pero sí
utilizarla, entre otros documentos, como un material de base para otro trabajo referido a
José Sánchez Labrador y las ciencias naturales.
José Sánchez Labrador y su “Harmonioso entable.
También se halló una papeleta manuscrita donde hace referencia a este trabajo,
supuestamente inconcluso, que incluiría la pieza adquirida por Dodero..
Sánchez Labrador y Lafone Quevedo.
Tiene 21 hojas y está referido a la introducción de Lafone Quevedo que se acompaña
la edición de El Paraguay Católico, publicada en Buenos Aires, con motivo del
Congreso de Americanistas, realizado en 1917; y el otro del mismo sacerdote sobre el
vocabulario de la lengua mbayá.
Dos trabajos más fueron encontrados con su respectivo rótulo: P. Sánchez Labrador,
este de 14 hojas, con recortes de partes de un trabajo publicado por él con
anterioridad; y José Sánchez Labrador (1717-1798) de 12 hojas con una bio-
bibliografía actualizada.
Con los textos dejados por los misioneros sobre aquellos pueblos que encuentran
durante la conquista y colonización, Furlong inicia en 1921 una serie de artículos,
algunos de menor importancia, y monografías sobre diversos aspectos de la cotidianidad
en esos pueblos originarios:

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El juego del volante entre los indios Mbayas. en: Nuestra Revista (Buenos Aires), a.
4 nº 40, julio 1921.
Este trabajo fue publicado con el seudónimo N. Celso.
El juego a “La chueca” entre los indios araucanos. en: Nuestra Revista (Buenos
Aires), a. 4 nº 40, julio 1921.
Los jesuitas y las lenguas indígenas de México. en: Anales del Museo Nacional de
Arqueología, Historia y Etnografía (México) t. 5 nº 1, 1927.
Lorenzo Hervás y las lenguas indígenas americanas. en: Estudios (Buenos Aires) t.
32, 210-214 marzo, abril, 291-294, 1927.
Datos sobre los indios Chunupies y Omoampas reunidos por el P. Antonio Moxi
(S.J.). en 1763. en: Solar (Buenos Aires), 1931.
La Eucaristía en la conquista civilizador de los pueblos guaraníticos. en: El Salvador
(Buenos Aires) nº 98, 1934.
Libros curiosos y raros que se conservan en el Colegio del Salvador: Nicolás
Yapugnai “Sermones y exemplos en lengua guaraní”. 1727. en: El Salvador (Buenos
Aires) nº 6, 1939.
La fiesta de Corpus entre los indios Guaraníes. en: El Salvador (Buenos Aires) nº
188, 1944.
Indígenas argentinos: Los Diaguitas-Los Chaqueños – Los Guaraníes. en: El
Salvador (Buenos Aires). nº 195, 1945.
Indígenas argentinos: Los Diaguitas – Los Chaqueños – Los Guaraníes. en: El
Salvador (Buenos Aires) nº 195, 1945.
Indígenas argentinos; Los Araucanos-Los Patagones-Los Onas. en: El Salvador
(Buenos Aires) nº 196, 1945.
Los indios: Su situación. Las reducciones. Las misiones jesuíticas. en: El Salvador
(Buenos Aires) nº 199, 1945.
Las carreras de caballos. Su origen entre los Mocovíes. en: El Salvador (Buenos
Aires) nº 235, 1951.
Los puntanos y el cacique Carripilum. en: Historia (Buenos Aries) nº 2, octubre
1955.
El cacique Cangapol, llamado “El Bravo”. en: Buenos Aires, Revista de
Humanidades (Buenos Aires) a. 2 nº 2, julio 1962.
Los indios misioneros en 1768. en: El Territorio (Posadas), 2 junio 1967.

Valiéndose de las noticias aportadas por aquellos misioneros jesuitas, a fines de la


década del 30 Furlong inicia en Buenos Aires la publicación de seis libros dedicados a
nuestros pueblos originarios, que concluirá en la década siguiente. Estos son: Entre los
Mocovíes de Santa Fe; Entre los Abipones del Chaco; y Entre los Pampas de Buenos
Aires, los tres en 1938; Entre los Vilelas de Salta en 1939; Entre los Lules de Tucumán
en 1941; y Entre los Tehuelches de la Patagonia en 1944.
Con los testimonios de los misioneros jesuitas José Sánchez Labrador, Matías
Strobel, José Cardiel, Tomás Falkner, Jerónimo Rejón, Joaquín Camaño, Manuel
Querini, Manuel García y Pedro Lozano armó su Entre los Pampas de Buenos Aires, un
volumen de 245 páginas con ilustraciones, impreso en los Talleres Gráficos San Pablo.
En las páginas iniciales de Entre los Pampas de Buenos Aires, el autor ofrece una
síntesis sobre las fuentes de mayor valía a las cuales recurrió para con esos testimonios
elaborar este libro, entre ellas la edición Los indios Pampas, Puelches, Patagones de
Viau y Zona; y en la página 216 afirma: “No fue misionero de los Pampas, pero fue el
más insigne historiador de las Misiones entre los Pampas el Padre José Sánchez
Labrador, a quien es justo recodemos en esta ocasión ya que a base de su extensa y

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amenísima relación hemos podido pergeñar estas páginas sobre los indígenas que
poblaron el sur de Buenos Ares.
Sería difícil encontrar en la historia cultural de los pueblos americanos un escritor
colonial más prolífico que el Padre José Sánchez Labrador, tatas veces citado en las
páginas de esta obra”.
Sin haberse hallado los manuscritos, se sabe por referencias que también quedó un
trabajo de 200 páginas aproximadamente, titulado Entre los Calchaquíes de La Rioja; y
otro con igual extensión, pero sin completar ni ordenar, titulado Entre los Tobas de
Jujuy.
Estando en Europa concurrió a efectuar consultas en el Archivo General de Indias,
Archivo de los Jesuitas, Archivo de la Universidad de Granada, Archivo de los Jesuitas
de Toldo, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca de la Real Academia de la Historia
de Madrid y al British Museum. De lo colectado quedó el equivalente a 306 hojas con
“referencias y extractos de documentos e impresos sobre lenguas indígenas, los
misioneros, su vocabularios y catecismos”.
En siete hojas se también se encontró un borrador titulado La racionalidad de los
indígenas americanos.
Del total de reseñas firmadas con algunos de los muchos seudónimos usados por
Furlong algunas están relacionadas con distintos aspectos de los pueblos originarios.
Con el seudónimo Juan Cardiff firmó: El idioma guarania; gramática, lectura,
vocabularios de Antonio Guasch en Estudios (a. 38 t. 79 nº 428); Cancionero quichua
santiagueño de Domingo A. Bravo en Historia nº 19; y El prejuicio racial en el Nuevo
Mundo; Aristóteles y los indios americanos de Lewis Hanke en Historia nº 19.
Con el seudo inicialónimo J.C. firmó Los Chaná -Timbúes de la Banda Oriental de
Eduardo F. Acosta y Lara. en Historia nº 6.
Con el inicialónimo G.F. firmó Ideología guaraní de Natalicio González en Historia
nº 6; Dos objetivos de Tupac Amaru de Daniel Valcarcel en Historia nº 6; Sobre los
Onas o Selkmans de Hipólito Solari Yrigoyen en Historia nº 7; Sobre los Chulpas o
mausohos precolombinos en el área andina de Toribio Mejía Xesspe en Historia nº 13;
y El inca rebelde José Gabriel Tupac Amaru por Boleslao Lewin en Universidad (a. 5
nº 17).
Durante los primeros meses del año 1955 en Buenos Aires un grupo de historiadores
conformó el fondo inicial para costear la publicación de una revista sobre temas de
historia argentina, americana y española. La sociedad reunió un capital de $ 112.200 y
decidió llamarla simplemente Historia. Furlong estuvo desde los inicios asociado
laboralmente a ellos, integrando el Consejo de Redacción. Dirigida por Raúl A. Molina
y prometiendo una periodicidad trimestral, el primer número de Historia apareció ese
mismo año entre los meses de agosto y octubre.
Furlong colaboró con esta revista desde la primera entrega en 1955, remitió para la
ocasión el artículo La hipotecnia de José Sánchez Labrador S.J. (1748-1766); Una
crónica desconocida sobre el caballo criollo. En alusión a la ya citada iconografía
editada por Viau y Zona, el autor comentó en este artículo: “Si bien en 1935 nos fue
dado publicar las más antiguas láminas representativas del caballo argentino, nos cabe
hoy la satisfacción de dar a conocer el más antiguo estudio que sobe hipotecnia se ha
escrito entre nosotros”.

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Sobre el idioma mbayá dijo Furlong que había publicado un breve trabajo en los
Anales de la Sociedad Científica Argentina, para el cual utilizó fragmentos del Arte de
la Lengua Mbayá o Eyiguayegui de Sánchez Labrador que había conociodo en
publicaciones de terceros.
Estos fragmentos los trae el Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas y
numeración, división y clases de estas según la diversidad de sus idiomas y dialectos de
Lorenzo Hervás, publicado en Madrid en el año 1800, y en escritos de los cuales es
autor Johann Cristoph Adelung.
Obtuve una mala copia de este trabajo que solamente me permitió su lectura, y por
ello busqué precisiones respecto al medio donde él dice haberlo dado a conocer, En este
caso la mejor fuente, los índices de los Anales de la Sociedad Científica Argentina de
María Cristina Pompert de Valenzuela (1969) y María de las Mercedes Alemán de
Bourdieu (1983), no convalidan lo aseverado por Furlong. Es más, gracias a estos
índices se sabe que él nunca publicó en ese anuario, pero el trabajo existe.
Desde 1915 Furlong preparaba un estudio sobre Misiones y sus pueblos guaraníes
que publicó en 1962 gracias a César Napoleón Ayrault, gobernador de esa provincia.
El autor comentó su propio libro en el tomo sexto de la revista Archivum,
correspondiente al bimestre enero-diciembre de 1961, ocultándose con el seudónimo
Eugenio Beck.
En los capítulos III, IV, V, XXI al XXV, XXVII y LVI encontré a Sánchez Labrador
36 veces entre citas con sus opiniones, informaciones y reproducciones de sus dibujos
anotados.
Todo cuanto aparece de Sánchez Labrador fue tomado del manuscrito facilitado por
Alberto Dodero, al que le había puesto por título Armonioso entable de las Misiones de
Indios Guaraníes. Y también de otras dos obras más de Sánchez Labrador: Los tres
tomos de El Paraguay Católico publicado entre 1910 y 1917 por la Universidad de la
Plata, con prólogo de Samuel Lafone Quevedo. (esta que quedó trunca pues cuando
Lafone Quevedo preparaba el cuarto tomo le sorprendió la muerte). La otra es el Diario
de el Viaje a las Misione de Chiquitos desde la Reducción de Na. Sa. De Belén de
Indios Guaraníes, 1767. (No es el publicado en el Paraguay Católico, aclara Furlong,
sino una copia de época, existente en la Biblioteca de la Academia de la Historia de
Madrid.).
La opinión de Sánchez Labrador en relación con la Ciudad de los Césares y dos citas
más se encuentran en las páginas del libro que Furlong dedicó a Nicolás Mascardi S.J. y
su Carta Relación (1670).
A los 80 años de edad Furlong pudo coronar décadas de no fácil labor con una obra
de respuesta documentada a los fogoneros contra el período hispánico en América: los
sostenedores a ultranza de la leyenda negra.
Se trata de una depurada y actualizada compilación de monografías que fue
publicando durante 50 años, profusamente ilustrada en blanco y negro, color, con
facsímiles de documentos, portadas de libros, dibujos, grabados y mapas. De la edición
se hizo cargo TEA (Tipográfica Editorial Argentina). La tarea de impresión concluyó en
1969. Son tres tomos con un total de 1.834 páginas a dos columnas. La obra lleva por
título Historia Social y Cultural del Río de la Plata.
El primero de los tres tomos está dedicado a temas del trasplante social. Los dos
restantes al cultural: el segundo al arte y el tercero a la ciencia. Es precisamente en este
último tomo donde Furlong al tratar el tema de El Mundo Desconocido vuelve al aporte
del jesuita misionero bajo los epígrafes: José Sánchez Labrador “la cumbre máxima”;
Botánicos de otrora. José Sánchez Labrador; y La vieja y nueva química. La química
de José Sánchez Labrador.

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Para el común el único nombre de pila de Sánchez Labrador es José, sin embargo,
este misionero jesuita portaba en primer lugar el de Francisco. ●

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Revista Caras y Caretas, N° 341. Buenos Aires, 15 de abril de 1905. t II - 338-348 (AGN- Biblioteca).

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