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Sumario

Editorial
Pág.3.

Dossier
ISSN 2683-6904
“El Himno Nacional: Su música y la Comisión Nacional
para el Himno Nacional Argentino” Año III N- 13-Abril 2021
Por María Teresa Fuster. Pág.5 Staff:

“La música militar en el Ejército de Güemes”. (Los Dirección:


María Teresa Fuster
Infernales Parte IV).
Redactor principal
Por Gabriel Popolizio. Pág. 21
Roberto L. Elissalde

Historia Colonial Redacción:


Sergio Fuster
“Sobre Don Francisco de Alzáybar”.
Comité científico:
Por Ezequiel Ogueta. Pág. 31 Néstor Careaga Alfonso
Fernando Chao+
“La Medicina y el Derecho bajo la dominación española en Jorge N. Di Nucci
Olga Fernández Latour de Botas
la Banda Oriental. Un capítulo poco conocido de la Historia
Susana Frías
Colonial. 1724-1813” Héctor Patiño Gardone
Por Augusto Soiza Larrosa. Pág.46 Mary Monte de López Moreira
M. Cristina Scomazzon
Eduardo Trigo O’Connor d’
Filosofía Arlach
Juan Eduardo Vargas Cariola
“El poder: Lo sagrado y lo mundano”.
Por Sergio Fuster. Pág.64 Corrección:
Eduardo Fusero

“Victoria Ocampo y el Arte de Comunicar” Diseño:


Por Jorge Di Nucci. Pág. 77 Demis Juliá

San Blas 5158 CABA CP 1407.


Biografías
Mail:
revistahistopia@gmail.com
“Clemente Onelli. Naturalista y visionario del zoo porteño”
Por Horacio Aguilar. Pág. 79 © 2019. Registro de propiedad
intelectual. Ley 11.723. Se puede
citar cualquier parte del
Homenajes contenido de la presente
publicación siempre y cuando se
“Fernando Chao en el Recuerdo” mencione la fuente.

Por Roberto L. Elissalde. Pág. 83

Reseñas

Pág. 85

2
Editorial

Los símbolos patrios, cuyo significado y valor están lamentablemente olvidados en los
tiempos actuales, son fundamentales para la construcción de la identidad de una Nación. En
este número de Revista Histopía se va a dar énfasis especial a nuestra Marcha Patria, el
Himno Nacional Argentino. Seguir los avatares de su desarrollo muestra la complejidad de
la construcción de la identidad nacional y lo endeble que aún es en el caso de nuestro país;
lo cual nos hace reflexionar en que la raíz de muchos de los problemas actuales la podemos
encontrar en la carencia de una sólida identificación como Nación.
La música como motivadora de patriotismo no solo la podemos estudiar en el caso de
nuestro Himno Nacional sino también en las marchas militares que movían y mueven a los
hombres a dar su vida por la patria. Gabriel Popolizio nos habla, en esta última entrega de su
trabajo sobre el valeroso cuerpo de soldados de Martín Miguel de Güemes: los “infernales”,
sobre la importancia de los músicos en el ejército.
En la sección Historia Colonial de la mano de Ezequiel Ogueta nos vamos a adentrar en
una figura singular del Río de la Plata don Francisco de Alzáybar y su papel en la fundación
de Montevideo, siguiendo con la historia de la Banda Oriental, Augusto Soiza Larrosa nos
detalla un capitulo poco conocido de la historia colonial: la medicina legal y su aplicación en
tierras orientales. Mientras que, en la sección filosofía, Sergio Fuster nos muestra de las
complejidades de la construcción del poder y Jorge Di Nucci nos brinda una excelente
reflexión sobre el poder de la comunicación tomando como referente una mujer excepcional
de las letras Victoria Ocampo. En la sección Biografías Horacio Aguilar nos recuerda la vida
de un personaje singular de principio de siglo XX, Clemente Onelli.
En la sección Homenaje, Roberto L. Elissalde rinde un sincero y merecido reconocimiento
a un gran historiador y numismático argentino: Fernando Chao (h) que nos dejó hace pocos
meses y como siempre en Reseñas conoceremos valiosos aportes bibliográficos al estudio
de la Historia.
Te invitamos querido lector a disfrutar de este nuevo número de Revista Histopía en su
tercer año de publicación.●

Lic. Teresa Fuster


Directora de Revista Histopía.

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AGN- Sala VII Legajo 1222
4
Dossier

EL HIMNO NACIONAL
Su música y la Comisión Nacional del
Himno Nacional Argentino
María Teresa Fuster1

Partitura del Himno Nacional. Versión de A. Williams (1910) AGN.

1
Licencia en Historia (UBA) Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia (UBA). Especialista en
Historia colonial. Miembro de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación, Miembro del
Comité Argentino de Lucha contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales (UNESCO) período 2017-2020,
Miembro del Consejo Consultivo Honorario del Ministerio de Cultura de la Nación. En la actualidad se
desempeña en el Archivo General de la Nación.

5
Introducción:

El Himno Nacional, que nos identifica como miembros de una Nación, que emociona y
motiva nuestro patriotismo, canción que todos desde niños hemos aprendido y entonado
encierra una historia apasionante.
Este breve trabajo intenta hacer una aproximación a la historia de la canción patria, a las
modificaciones que sufrió a lo largo del tiempo, así como que tipo de arreglo musical y letra
llegó hasta nuestros días.
El 2 de Agosto de 1924 por decisión del entonces Presidente de la Nación Marcelo
Torcuato de Alvear se decidió conformar La Comisión Nacional del Himno Nacional
Argentino. Creada por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional, se establecía que dicha
Comisión estaría integrada por tres prestigiosos compositores argentinos a saber: Carlos
López Buchardo2, José André3 y Floro M. Ugarte4 con el fin de realizar un estudio exhaustivo
del Himno Nacional y así realizar la versión más auténtica de la marcha patria. Con el
propósito de ejecutar la tarea en el tiempo más breve posible la Comisión nombró a su vez
una subcomisión de músicos integrada por Miguel Mastrogiani, Jaime Bustamante, Juan
Bautista Massa, el profesor Hugo del Carril y Clemente B. Greppi bajo la dirección del
maestro Carlos López Buchardo.
¿Por qué era necesario tal análisis de la canción patria? ¿Había dudas en cuanto a la versión
original del Himno? ¿Por qué adquiría en ese momento particular de la Historia Argentina
tanta importancia la elaboración de una versión unificada y mejorada del Himno Nacional?
¿Cómo fue tomada esta iniciativa del Poder Ejecutivo por los medios y el público? ¿Y cuál
fue el resultado definitivo de la labor de la Comisión?
Para contestar esas preguntas primero vamos a detenernos brevemente en los orígenes de
nuestro Himno Nacional.

2
Carlos Félix López Buchardo nació en Buenos Aires el 12 de octubre de 1881. Estudió música en Buenos
Aires con Constantino Gaito, y en París con Albert Roussel. Tras su regreso al país se desempeñó como
presidente de la Asociación Wagneriana cargo que desempeñó durante 32 años. En 1932 creó la Escuela
Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Integró el directorio del Teatro Colón, y en
1936 ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes. En 1924, el Gobierno Nacional le encomendó la creación
y dirección del Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico, organismo que dirigió hasta su muerte. Su
composición incluye óperas, misas, comedias musicales y unas cincuenta canciones. La única obra para gran
orquesta que escribió fue, "Escenas argentinas" que se estrenó en 1922 en el Teatro Colón interpretada por la
Filarmónica de Viena. Falleció en la ciudad de Buenos Aires el 21 de abril de 1948.
3
José André nació en Buenos Aires en 1881. Fue crítico y compositor, alumno de Alberto Williams y de J.
Aguirre. Fundó la Sociedad Nacional de Música en 1915. Compuso música de cámara, orquesta y una cantata
llamada Santa Rosa de Lima. Falleció en 1944.
4
Floro M. Ugarte nació en la ciudad Buenos Aires en 1884. Estudió en Buenos Aires y en París con Félix
Fourdrain. Tras su regreso al país en 1913 comenzó su labor como compositor, Fue docente en el Conservatorio
Nacional y posteriormente su director. Entre 1937 y 1943 se desempeñó como Director del Teatro Colón.
Escribió Curso de armonía elemental (1920) y Elementos de acústica (1930). En cuanto a sus composiciones
sinfónicas podemos mencionar Paisajes de estío y Escenas infantiles; y el ballet El junco de 1945. Se considera
su opereta Saika como su obra maestra, autor de la letra y música. Estrenada en 1920 en el Teatro Colón con
muy buena acogida del público, se hizo acreedora al Premio Municipal otorgado a la mejor obra lírica. Ugarte
falleció en 1975.

6
Letra del Himno Nacional (AGN- Comisión Himno Nacional Argentino)

7
El Himno Nacional

En momentos claves de las llamadas Guerras de Independencia cuando se hacía necesario


una identificación nacional y un sentir compartido, el Triunvirato, que ejercía funciones
gubernamentales en el Río de la Plata, envió al Cabildo de Buenos Aires con fecha 22 de
julio de 1812 un oficio donde solicitaba la realización de una marcha patria que fuera a la
vez sencilla e imponente, que representara el sentir del pueblo por la patria, con el fin de que
fuera ser ejecutada y cantada en toda fiesta pública.
El Regidor Don Manuel José García encargó a Fray Cayetano Rodríguez su letra. El 4 de
agosto el Cabildo la aprobó y ordenó ponerle música para lo cual designó a Blas Parera, quien
en solo tres días realizó la composición musical. El Himno Patriótico se estrenó el 1º de
noviembre de 1812 en el Cabildo de Buenos Aires, pero la obra no obtuvo la repercusión
esperada. El 6 de marzo de 1813 la Asamblea General Constituyente convocó una vez más a
la creación de un texto del Himno que motivara más el patriotismo. Fue elegido el texto de
Vicente López y Planes el 11 de Mayo de 18135, conservándose la música de Blas Parera
sobre la cual al parecer no había objeción. Pocos días después - según la tradición - se cantó
en la Sala del Consulado donde funcionaba la Asamblea y el 25 de mayo de 1813 al pie de
la Pirámide de Mayo fue entonado por los niños de la escuela San Carlos cuyo maestro era
Rufino Sánchez bajo la dirección del autor. La Gazeta Ministerial en un apéndice titulado
“Relación de las Fiestas Mayas de Buenos Aires” de mayo de 1813, aporta un detalle de color
sobre la recepción de la marcha patria en la celebración de la fiestas mayas, al narrar que el
28 de mayo por la noche en la función del teatro donde se iba a disfrutar de la Tragedia del
“Cacique Ciripo” “una comparsa de niños ricamente vestidos de trage indiano entonó con
suavísimas y acompasadas voces la canción patriótica que oyó el concurso de pie se terminó
con grandes vivas y alegres aclamaciones” tras lo cual se dio principio a la obra y terminada
ésta al baile6.
Según Carlos Vega,7 Esteban de Luca había llevado a la tertulia de Mariquita Sánchez de
Thompson los versos del Himno que había aclamado la Asamblea el 11 de Mayo de 1813,
Blas Parera que se encontraba presente en la reunión fue instado a ponerle música, la
Asamblea aprobó la misma y el 28 de Mayo se cantó en el teatro. Los matices del relato son
distintos pero coinciden en el hecho del autor y la interpretación aceptada.
La Asamblea del Año XIII, con fecha 12 de Mayo de 1813, decretó que: “Aprobada por
esta Asamblea General la canción que por comisión de este Soberano Cuerpo en 6 de Marzo
último ha trabajado el Diputado López, téngase por la única marcha nacional, debiendo por
lo mismo ser la que se cante en todos los actos públicos y acompáñese en copia certificada
al S.P.E. a efecto de lo prevenido en el presente Decreto...”
Rúbrica: Juan Larrea Presidente- Hipólito Vieytes Secretario.
Con este Decreto la Asamblea adjuntó una copia de la letra de la Marcha Nacional con
fecha del 13 de mayo de 18138.

5
En la actualidad el 11 de mayo se recuerda como el día del Himno Nacional.
6
Cita extraída de: “Himno Nacional: Estudio presentado a la Comisión constituida por Decreto del P.E. el 14
de Julio de 1927” (Archivo General de la Nación. En adelante AGN Sala VII “Comisión del Himno Nacional
Argentino” - Legajo 37).
7
Vega, C., “El Himno Nacional hasta 1860” En Diario “La Prensa” 24 de Mayo 1936.
8
En la actualidad este documento se conserva en la caja fuerte del Archivo General de la Nación como parte
de sus documentos más valiosos.

8
En un principio se la conoció como Marcha Patriótica o Nacional, luego como Canción
Patriótica Nacional y desde 1847 como Himno Nacional Argentino. Si bien la decisión de la
Soberana Asamblea fue que ésta “debía ser la única marcha nacional” comenzaron a aparecer
diferentes versiones o arreglos de la música compuesta por Blas Parera. El primer arreglo
que se hizo del Himno posiblemente fue el de La Lira Argentina, partitura para canto y piano
publicado en 1824 por Don Ramón Díaz quien falleció el mismo año de la publicación de La
Lira.
Treinta y seis años después, en 1860, la música fue modificada por el maestro argentino
Juan Pedro Esnaola9 quien realizó una versión orquestada que, según se argumentaba, era
de la música que había escuchado desde su infancia. Se había basado para su composición
en un manuscrito del maestro Blas Parera conservado por la familia Molina. Su versión estaba
formada por tres partes de la composición original: introducción, estrofa y coro, el problema
de esa composición era que mantenía la tonalidad de mi bemol que era inadecuada para la
generalidad de las voces lo cual la hacía bastante difícil de entonar. Según Carlos Vega 10 se
encontró dentro de los Álbumes musicales de Manuelita Rosas una copia del Himno de
Esnaola que data de alrededor de 1850, años antes de la versión del maestro conocida, el
análisis de ésta muestra modificaciones por lo que deduce Vega que Esnaola no se propuso
hacer una restauración del Himno, sino un arreglo al cual, con el transcurso del tiempo, fue
introduciendo pequeñas modificaciones. Y que si bien Blas Parera es el padre del Himno
Nacional, el Himno es hijo adoptivo de Juan Pedro Esnaola.

Diversas versiones del Himno

El surgimiento del Estado Argentino a fines del siglo XIX conllevaba una elaboración no
solo política sino ideológica. La concreción de una tradición única, sólida y unificada era
fundamental para lograr la unidad nacional más teniendo en cuenta la magnitud de la
inmigración, mayormente europea, que nuestro país recibía constantemente. Dentro de la
tradición de un país la existencia de una canción patria, que represente el sentir de todo un
pueblo y que eleve el nacionalismo de sus ciudadanos, ocupa un lugar central. Si bien en la
República Argentina no hubo mayor problema en la aceptación universal de otros símbolos
patrios, con el Himno Nacional no fue sencillo. Representó un problema espinoso para los
políticos que intentaron imponer una única versión de la marcha patria.
La letra del Himno no solo era un asunto ideológico sino que fue considerado por algunos
políticos, como el Presidente Julio A. Roca, como un escollo para el mantenimiento de
relaciones cordiales con algunos países como por ejemplo con España. La beligerancia
manifestada en algunas estrofas contra la Península era considerada inadecuada para ese
momento histórico, pues era prioridad para el gobierno argentino la recepción en paz de una
gran cantidad de inmigrantes de ese país. De ahí que el 30 de marzo de 1900 Roca sancionara
la Ley 9044 que en parte declaraba:

9
Juan Pedro Esnaola (1808-1878) a lo largo de su prolífera vida artística compuso alrededor de 59 piezas para
canto y piano, una para canto y guitarra y una para canto piano y guitarra. Es considerado el primero de los
grandes compositores argentinos. Véase Cútolo, V. O. Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930)
Tomo II Letras C-E, Buenos Aires, 1969.
10
Vega, C., Diario “La Prensa” Op. cit.

9
“Considerando que el Himno contiene frases que fueron escritas con propósitos
transitorios, las que hace tiempo han perdido su carácter de actualidad:
Que tales frases mortifican el patriotismo del pueblo español y no son compatibles con las
relaciones internacionales de amistad, unión y concordia que hoy ligan a la Nación Argentina
con la de España, ni se armonizan con los altos deberes que el preámbulo de la Constitución
impone al gobierno federal de garantizar la tranquilidad de los hombres libres de todas las
naciones que vengan a habitar nuestro país…”
De tal manera que, reconociendo que no se podía modificar la letra de la canción patria, el
gobierno de Roca decidió acortar la misma. Por lo tanto decretó:
“Artículo 1: En las fiestas oficiales y públicas, así como en los colegios y escuelas del
Estado solo se cantaran la primera y última cuarteta y el coro de la canción sancionada por
Asamblea General el 8 de mayo de 1813.
Artículo 2: Comuníquese, publíquese e insértese en el Registro Nacional.
Rúbrica: Roca-Felipe Cofre- José María Rosa- Emilio Civil- M. García Merou – Luis María
Campos – Martín Rivadavia”11
Casi cien años después de su creación, continuaba sin existir una versión musical uniforme
de la marcha patria.
Muchas eran las versiones circulantes, sin embargo la que más perduró en el tiempo fue
la del maestro Esnaola, de tal modo que en 1881 la Dirección General de Escuelas, por
Decreto del 30 de junio de ese año, ordenó que en las escuelas públicas debiera entonarse la
versión el Himno con los arreglos del maestro Esnaola.
Sin embargo, otros arreglos musicales como el de Miguel Rojas - un texto para voces con
acompañamiento de piano - fue también curiosamente declarado “texto exclusivo” para
Escuelas Públicas por el Consejo Nacional de Educación según decreto de este organismo
del 18 de Diciembre de 1884. Esto evidentemente generaba confusión en cuanto a cuál era
el verdadero Himno Nacional.
En 1908, la Dirección General de Escuelas volvió decretar que en toda fiesta patria debería
cantarse la versión del Himno del maestro Esnaola, aunque como curiosidad podemos
agregar que ese mismo año, el 20 de Octubre, un arreglo realizado por el maestro Juan
Serpentini fue adoptado por Decreto para uso en las Escuelas Públicas de la Provincia de
Buenos Aires y el 7 de Noviembre de ese año también los arreglos realizados por el Inspector
Técnico de Música, Leopoldo Coretjier, fueron aprobados para ser cantados en las Escuelas
Públicas. 12 Y si a esto agregamos una versión realizada por Pablo M. Berutti el 10 de junio
de 1905 que había logrado que el Presidente Quintana por Decreto la aprobara y el Ministro
de Guerra, General Godoy, había dispuesto que “se adopte en las bandas militares del ejército
el Himno Nacional Argentino arreglado e instrumentado por el Sr. Inspector General de
Bandas de Música Militares, Don Pablo M. Berutti” agregaba aún más confusión. 13
Ante esto al año siguiente por Decreto del 28 de mayo de 1909 el Presidente del Consejo
Nacional de Educación, Don José Ramos Mejía, ordenó que, dado que había dudas sobre la
letra y músicas “verdaderas” del Himno patrio, se conformara una comisión integrada por
Alfredo Ardoino Posse y el Inspector de música Carlos Pedrell para realizar una investigación

11
Diario El País “El Himno Nacional” del 31 de marzo de 1900 p.5. Véase también Vega, C., El Himno
Nacional Argentino, Buenos Aires, EDUCA, 2005.
12
AGN Sala VII “Comisión del Himno Nacional Argentino” Legajo 37.
13
AGN Sala VII Legajo 307 “Informe presentado a la Comisión Nacional del Himno por la subcomisión de
músicos en la sesión del día 18 de agosto de 1928”.

10
al respecto. Esta comisión concluyó que las diferentes versiones del Himno que se realizaron
no respetaron la composición original del maestro Parera, que la música había sido
modificada arbitrariamente y que por lo tanto era necesario escoger la versión que conservara
la melodía original con la mayor exactitud y que fuera de fácil ejecución y si tal versión no
existía había que prepararla y que, como esta delicada decisión estaba fuera de las
atribuciones del Consejo, las autoridades superiores debían decidirlo. Esta comisión
reconocía que, de las versiones circulantes, la más exacta y la más aceptada era la versión de
Juan Pedro Esnaola14

Detalle de algunas Versiones circulantes del Himno Nacional Argentino al tiempo de


formarse la primera Comisión:

 Supuesto manuscrito original de Blas Parera (Museo Histórico Nacional).


 Versión de la Lira Argentina (1824 para canto y piano).
 Versión de Juan P. Esnaola (1860 para canto y piano. Ed. Costa Amaro.
 Versión de Gabriel Diez (1880-1882 en re para piano sin nombre de editor).
 Versión de G. Gaetani (S/F para canto y piano en do sin nombre de editor).
 Versión de Enrique Astengo para canto y piano en si bemol, Ed. Medina e hijo (S/F
y del mismo autor en do y a dos voces).
 Versión de Miguel Rojas (S/F para canto y piano en do Ed. Medina e hijo).
 Versión de C. Conradini (S/F para canto y piano en do Ed. Breyer Hnos.).
 Versión de Juan Serpentini (S/F para canto y piano en si bemol).
 Versión de Pablo M. Berutti (S/F para canto y piano en mi bemol y en do).
 Versión de Carlos Pedrell (S/F para canto y piano en si bemol Ed. Monitor del
Consejo).
 Versión de Leopoldo Corretjer (S/F para canto y piano en si bemol).
 Versión de Alberto Williams (S/F para canto y piano y voces solas en mi bemol y si
bemol).
 Versión de Clemente Greppi (S/F para canto y piano en si bemol). 15

La Primera Comisión del Himno Nacional Argentino

Para la década de 1920 el tema del Himno Nacional seguía aún en el tapete. Por Decreto del
22 de enero de 1923 se estableció en su artículo 1ero.: “Declárese que la letra del Himno
Nacional Argentino es la que se conserva en el Archivo General de la Nación como copia
del original que por decreto de la Soberana Asamblea Constituyente de fecha de Mayo de
1813, se dispuso fuera la única canción en las Provincias Unidas del Río de la Plata.”16
Si bien el tema de la letra parecía estar zanjado, las diferencias en cuanto a la música eran
más fuertes, de tal modo que en 1924 el Presidente Marcelo Torcuato de Alvear, decidió dar
punto final a esta confusión y designar una Comisión Nacional para el estudio y elaboración
de una única versión del Himno Nacional. Esta fue la primera acción directa del Poder
Ejecutivo ante la confusión reinante con relación a la marcha patria.

14
Véase AGN Sala VII “Comisión del Himno Nacional Argentino” Legajo 36.
15
Ib. legajo 36.
16
Boletín Oficial del 8 de Febrero de 1923.

11
La Comisión tardó tres años en realizar un estudio del Himno y establecer una versión
que, según su criterio, resultara uniforme y conforme al original. Según el informe
presentado17 se basaron en un manuscrito que se había conservado de Blas Perera existente
en el Museo Histórico Nacional y en el posterior arreglo musical del maestro Esnaola.
Con relación al manuscrito musical de Blas Parera que utilizó la Comisión podemos
mencionar que éste se había conservado en manos de la familia De Luca hasta el año 1916
cuando Paula De Luca, hija de Miguel De Luca el dueño original, lo donara al Museo
Histórico Nacional. Miguel De Luca tomaba clases de música y canto con Blas Parera quien
poco tiempo después, de haber compuesto el Himno - presumiblemente en 1814 – realizó
esta copia para su alumno al cual se lo enseño a tocar y cantar. Paula De Luca tuvo que
validar con una carta la autenticidad del manuscrito, pues evidentemente había algunas serias
dudas de este hecho.
Con relación a este manuscrito es necesario detenernos un momento en analizarlo. Por lo
pronto el documento carece de la firma de Blas Parera, no tiene fecha de composición, consta
de dos folios de escritura indudablemente antigua pero que fueron pegadas en hojas de papel
lo cual no permite ver el revés de las mismas, la primer hoja de música parece ser una lección
de solfeo y la segunda contiene una marca de filigrana “C&H Ioning”. El título lee “Himo
Nacional” (no Himno, evidentemente escrito así por error) fue puesto en el ángulo superior
de la primera hoja cuya caligrafía no coincide con la que se posee de Blas Parera. Otro hecho
para tener en cuenta es que la denominación “Himno” para la composición patria es posterior
a 1814 y que en el momento de la supuesta escritura de la música no se lo conocía como tal.
Aunque puede ser probable que ese título haya sido agregado con posterioridad. Además al
pie de la segunda página se cortó una tira en línea recta sustituyéndola por otra. Ya esto hace
al manuscrito dudoso y si se le agrega que carece de letra y de división de las partes, que no
posee notación de melodía, ni indicación de movimiento, podemos cuestionarlo aún más. Es
solo un acompañamiento para clavicordio o piano de 76 compases, sin tiempo ni expresión
lo cual lo invalida como texto indiscutible del Himno Nacional. Lo único que se podía alegar
para demostrar su autenticidad era el testimonio de la familia De Luca, la antigüedad
evidente del manuscrito y el hecho que Miguel De Luca fue efectivamente alumno del
maestro Parera18. A pesar de estas objeciones la primer Comisión consideraba éste como el
único manuscrito original existente de la música del Himno Nacional y para su composición
se valió de él como fuente básica. Ante las dudas existentes de este manuscrito la misma
Paula De Luca con muchos años a cuestas y con rumores de senilidad firmó una declaración
que decía:
“Muy Sres. Míos: Declaro que el manuscrito del Himno Nacional Argentino existente en
el Museo Histórico de esta capital, donado por mí y mis hermanas a esa Institución, es un
original de D. Blas Parera escrito en nuestra casa paterna, poco después de ser compuesto el
Himno, para mi Sr. Padre D. Miguel de Luca, a quien Pereda se lo enseño a tocar y cantar.
Buenos Aires, Junio 1927”19
La versión que realizó la Comisión fue según el informe que elevó al Poder Ejecutivo:
“imprimir unidad al estilo general de la composición, ajustando su expresión musical al texto
de Vicente López, afirmando su carácter heroico, marcial, latente de la música aunque a veces

17
Ib. Legajo 36.
18
Véase Rojas, R. “Los antecedentes históricos del Himno Nacional Argentino” En Revista “La Quena” Año
VIII Nº 45 Buenos Aires, 1927.
19
AGN Sala VII Legajo 37.

12
inciertamente traducido, con prescindencia de elementos secundarios extraños a esa nota” 20
Pero la eliminación de partes, la búsqueda de ese equilibrio y armonización “despojándola
de las impurezas del leguaje” que querían imprimir en el texto y en la música original tuvo
como resultado una alteración evidente de la versión que hasta ese momento se conocía de
la canción patria. La pretensión de lograr una versión histórica y correcta no fue alcanzada,
y lo que fue peor, no tuvo buena acogida entre el público.

La reacción ante la nueva versión del Himno Nacional

Desde principios de junio de 1927 el Periódico “La Prensa” había iniciado una campaña
febril contra las modificaciones realizadas al Himno. Este periódico fundado por la familia
Paz en 1869 tenía una posición política bien definida con claras ideas liberales y
conservadoras. Una postura que podríamos denominar "aristocrática", muy crítica de las
manifestaciones populares que expresaban los partidos y movimientos opositores como el
radicalismo. Utilizó como caballito de batalla contra el gobierno la decisión de éste de
establecer cambios en la Marcha Patria.
Día tras día aparecían notas bajo los títulos “Las modificaciones introducidas en el Himno
Nacional Argentino” y “Protesta popular contra las modificaciones introducidas al Himno
Nacional Argentino” donde los editores vertían las opiniones de referentes del arte, la cultura,
la política en contra de las modificaciones realizadas. Cada vez se alzaban más voces en
contra. El periódico publicaba las opiniones - siempre contrarias - que los ciudadanos
enviaban a la redacción como carta de los lectores, evidenciando el rechazo a las
modificaciones e insistiendo que “la letra y música de nuestro himno deben ser respetadas
por su contenido sentimental de tradición patriótica y por tratarse de obras esencialmente
populares”21
El periódico arengaba a los lectores a manifestarse, en especial a los estudiantes para que
estos lucharan en defensa de la tradición. En su número del martes 28 de junio de 1927 una
editorial bajo el subtítulo de “La agitación estudiantil” declaraba, “Lo dijimos desde el
primer día: la juventud estudiosa sabrá erguirse en defensa del sentimiento de tradición
patriótica que contiene la música del Himno viejo. La presión, la obcecada presión del
Ministro de Instrucción Pública no ha podido ni podrá doblegar la altivez de la masa
estudiantil” Con textos de este tenor animaba a levantarse a los jóvenes en defensa de la
tradición. Elementos netamente conservadores como la Liga Patriótica, la Sociedad rural,
damas de la alta sociedad porteña, miembros de la Armada unían sus voces en defensa del
Himno tradicional.
Tanto acicatear enervaba los ánimos de un público predispuesto a rebelarse y hacerse oír,
los mítines, las concentraciones, las protestas empezaron a generalizarse. Fue justamente en
los festejos del día de la independencia, el 9 de julio, cuando estallaron los ánimos
fervorizados. Según el diario “La Prensa” del 10 de julio la muchedumbre que había
concurrido a presenciar el desfile militar comenzó a reunirse en Plaza de Mayo para solicitar

20
AGN Sala VII Legajo 37 “Informe presentado al PE de la Nación por intermedio del Ministerio de Justicia e
Instrucción Pública, por la comisión formada por los Sres. José André, Carlos López Buchardo y Floro M.
Ugarte, designada por el Superior Decreto de Agosto de 1924 para preparar una versión oficial del Himno
Nacional Argentino” (1927) pp.12-14.
21
Véase “La Prensa” 7 de junio 1927.

13
a las autoridades nacionales la derogación del decreto que modificaba la canción patria. El
periódico relataba: “La policía de la capital cometió ayer por la tarde un gravísimo abuso:
sableó y pisoteo con sus caballos al pueblo que pedía y pide la intangibilidad de uno de sus
símbolos patrios. No respetaron los embravecidos policianos ni a las mujeres, ni a los niños
ni ancianos. Lo hemos visto desde los balcones de nuestra casa y lo ha presenciado todo el
público que ayer que entre 17 y 19 circulaba por Avenida de Mayo…La Plaza de Mayo
parecía un picadero de la caballería policial…”. El periódico mostraba como la gente
reaccionó con pedradas ante el ataque injustificado pues la muchedumbre se manifestaba
pacíficamente con el resultado de numerosos contusos, heridos y detenidos por las
autoridades policiales.
A pesar de este tumulto esa noche en la velada de gala del teatro Colón, donde asistió el
Presidente y su Gabinete, se entonó el Himno modificado, según el Periódico “La Época”
silbidos y gritos de algunos sectores del coliseo se dejaron escuchar, personal policial detuvo
a los Sres. Felipe Alfonso y Luis Alfonso Rosales por alterar el orden y solo tras la ejecución
del Himno se escucharon aislados y fríos aplausos 22 algunos estudiantes se manifestaron a la
entrada del teatro. Así mismo ese día en el tradicional Club del Progreso, en el Teatro Grand
Splendid, en bares y confiterías se entonó el himno tradicional. Fue cantado con emoción por
los concurrentes en un evidente repudio a las modificaciones realizadas. La alta sociedad
porteña evidenciaba abiertamente su repudio, por ejemplo en la casa de la Señorita Justa
Campos Urquiza23 el domingo 10 de julio se reunió lo más selecto de la sociedad porteña, en
la reunión una imponente orquesta ejecutó el himno tradicional que fue cantado con fervor
por todos los concurrentes La dueña de casa antes de entonarlo se dirigió a los concurrentes
expresando: “Cantaremos una vez más nuestro viejo tradicional y querido Himno. Pido a
todos los presentes para que en sus respectivos hogares se mantenga nuestro tradicional
Himno que fue cantado, venerado y respetado por nuestros antepasados y es el que nos fue
legado. Por la herida recibida en nuestros sentimientos patrióticos, por el respeto y veneración
que le debemos los invito a guardar un minuto de silencio y luego cantarlo” 24.
Miembros prominentes de la sociedad formaron una Junta Pro Himno Tradicional
solicitaron entrevistas con el Presidente, el Dr. Alvear para lograr una vuelta atrás en la
decisión de modificar el Himno. El día 12 de julio el Presidente recibió al Sr. Gil Navarro
representante de la Comisión que expuso su punto de vista (en realidad el punto de vista
esgrimido por el diario “La Prensa”) respecto al Himno. La argumentación del poder político
era coherente, alegaban que hasta el presente no existía una versión unificada el Himno sino
alrededor de trece y lo que se pretendía el ejecutivo era una única versión de la marcha patria.
La Comisión Pro Himno tradicional logró que el Presidente aceptara considerar rever la
versión elegida. Pues como plasmara el diario “La Acción” del 20 de junio de 1927 el sentir
de la mayoría “los símbolos de la patria no se deben reformar, ni enmendar, deben
conservarse tal cual lo inspiraron sus autores” Ambas partes enfrentadas curiosamente se
atribuían el mismo sentir y objetivo.

22
Periódico “La Epoca” Domingo 10 de Julio de 1927 bajo el título “Frente a la Casa de Gobierno el pueblo
exteriorizó ruidosamente su protesta contra la reforma al Himno Nacional”.
23
Justa Argentina Campos Urquiza era nieta por parte materna del general Justo José de Urquiza e hija del
general Luis María Campos.
24
La Prensa 11 de julio de 1927 bajo el titular “En la casa de la Srta. Justa Campos Urquiza se ejecutó y cantó
el Himno Tradicional”.

14
La Segunda Comisión

Ante la presión de la prensa, de la alta sociedad, del grupo de pseudos intelectuales, de las
manifestaciones populares, el Presidente Alvear dejó en suspenso la nueva versión y nombró
por Decreto del 14 de Julio de 1927 una nueva Comisión integrada por 20 prestigiosas
personas del ámbito de la historia y la música. A saber: Ricardo Rojas como presidente,
Pablo Groussac, el general Nicolás de Vedia, Carlos López Buchardo, Manuel Carlés,
Augusto Maillé, Profesor Hugo del Carril, Rómulo Zavala, Profesor Carlos Bustamante,
Coriolano Alberini, Profesor Clemente B. Greppi, Almirante Hipólito Oliva, Antonio
Dellepiane, Profesor Manuel Gómez Carrillo, Ricardo Levene, Carlos Correa Luna, Pascual
Guaglianone, Miguel Mastrogianni, Rómulo D. Carbia, Profesor Juan B. Massa y Juan E.
Guastavino.
Según informaba el periódico “La Nación” del miércoles 7 de septiembre de 1927 la nueva
Comisión estaba abocada a analizar no solo la cuestión histórica sino también estética y
cívica del Himno Nacional, dentro de este último aspecto el articulo señalaba que ésta
entendía que: “desde 1813 a 1927 ha habido una tradición del Himno documentada y
continua y que la versión de Esnaola, lejos de marcar una desviación de esa corriente
histórica vino a llenar el vacío que llenaban los incompletos documentos anteriores a ella
recogiendo esa tradición y fijándola definitivamente para transmitirla a la posteridad. Así lo
creyeron los músicos posteriores a Esnaola, que después de 1860 han estado retocando su
texto para mejorarlo según decían, pero sin apartarse de él. El Himno de Esnaola es el que
en el centenario de San Martín cantaron juntos el general Eustaquio Frías que inició su
carrera militar en 1811, el general Emilio Mitre que inició las suyas en las guerras civiles, el
presidente Avellaneda que entro en la vida pública después de 1860 y otros más jóvenes que
los tres”. El artículo concluía que: “Desechar la versión de Esnaola impondría la aventura de
volver a los deficientes documentos anteriores o someterse al interés antagónico de las
versiones modernas”.
La Comisión tras su análisis informó, según carta al Ministro de Justicia e Instrucción
pública el 31 de Agosto de 1928, que:
“Hemos comprobado tres hechos capitales: 1.- No poseemos ningún texto auténtico y
completo de la música de Parera tal y como pudo sancionarlo la Asamblea de 1813. 2.- No
se conoce ninguna sanción legislativa de 1813 ni de años posteriores relativa a la música
del Himno Nacional 3.- La música del Himno ha subsistido de forma tradicional, cuya
versión más autorizada es la del maestro argentino Juan P. Esnaola editada en 1860. Sobre
la base de estos hechos podemos aducir otras afirmaciones igualmente importantes. El
manuscrito atribuido a Parera, que hoy se conserva en el Museo Histórico Nacional no puede
ser adoptado porque carece de melodía, letra, división de partes y signos de expresión; pero
Esnaola utilizó para su arreglo una fuente idéntica a la del Museo y que se conserva en poder
de la familia Molina. Hemos obtenido copia fotográfica de esta fuente y en presencia de ella
es dable asegurar que Esnaola completo el texto del Museo de acuerdo con la tradición, salvo
algunos detalles técnicos de escasa importancia. De la versión de Esnaola, que así recoge la
tradición anterior a 1860, se han derivado todos los arreglos posteriores. Entendemos que la
versión propuesta en 1927 no debe mantenerse porque se aleja tanto de Esnaola como de su
fuente inmediata, el manuscrito del Museo Histórico Nacional. (…). Por escrúpulo científico
no debemos omitir otro hecho importante, que hemos considerado también al plantearnos
este problema: el único texto publicado antes de 1860 es el de la Lira Argentina pero lo
hemos desechado al buscar la fuente más antigua del Himno porque adolece de errores
15
litográficos y ha sido tan mutilado que suprime el interludio entre otras cosas y reduce a
cincuenta y nueve los setenta y siete compases del texto del museo. Numerosos testimonios
permiten afirmar que el Himno de Esnaola no difiere esencialmente del que se cantó desde
1813 hasta nuestros días y la adopción del texto de Esnaola como texto oficial, se impone
por la fuerza misma de la tradición y por la falta de otra versión completa y autorizada
anterior a 1860. La Comisión que represento entiende que el texto de Esnaola debe
mantenerse en su integridad y aconseja las disposiciones necesarias para facilitar la
enseñanza del mismo en las escuelas y el ejército. Los puntos aprobados por unanimidad de
votos dentro de la Comisión en pleno, de acuerdo con el informe de los músicos, son los
siguientes: 1.- En cuanto a tonalidad adoptar la de si bemol que determina para la parte del
canto el registro adecuado a la generalidad de las voces. 2.- Reducir a una sola voz la parte
del canto. 3.- Conservar los compases que interrumpen la estrofa, pero con la recomendación
de que no deben ejecutarse 4.- Darle forma rítmica al grupo correspondiente a la palabra
“vivamos”. Por lo que hace a las demás modificaciones propuestas por los Sres. músicos, se
resolvió no pronunciarse sobre ellas y elevarlas como elemento de juicio a la consideración
del PE acompañando el documento respectivo como apéndice del informe final de la
Comisión…”.25
Así por Decreto del 25 de Septiembre de 1927 el Poder Ejecutivo estableció que:
“Art 1.- Adóptese como único oficial el texto de la versión del Himno Nacional Argentino
hecha por el Maestro Juan P. Esnaola y editado en 1860 con las siguientes indicaciones: 1º
En cuanto a la tonalidad adoptar la de si bemol que determina para la parte del canto el
registro adecuado a la generalidad de las voces- 2º Reducir a una solo voz la parte del canto
3º conservar los compases que interrumpen la estrofa, pero con la recomendación de que no
deben ejecutarse 4º Darle forma rítmica al grupo correspondiente a la palabra “vivamos”
Art. 2.- En lo sucesivo en todos los actos oficiales que se realicen en el interior o en el
exterior de la República la ejecución instrumental y vocal del Himno se ajustará estrictamente
a la versión aprobada.
Art. 3º.- Las partituras para orquesta y bandas serán encomendadas a los funcionarios
técnicos dependientes del P. E. quienes deberán ajustarse para ello a dicha versión y a las
indicaciones del artículo 1º.
Art 4º.- Agradézcase a los Sres. Miembros de la Comisión el desinteresado y patriótico
concurso prestado al P. E. para el esclarecimiento de tan importante asunto.
Art 5º.- Comuníquese con copia del informe de la Comisión por los Ministerios respectivos,
a los Gobernadores de Provincia, Legaciones, Consulados y reparticiones de su dependencia,
para su conocimiento y efectos; publíquese, dése al registro Nacional, anótese y remítase al
Archivo general de la Nación los legajos acompañados por la Comisión con copias
legalizadas de este Decreto y del informe de la misma.

Rúbrica: Alvear
R. M. Ortiz- Ángel Gallardo- Víctor Molina – Agustín P. Justo – José P. Tamborín – M.
Domecq García – Emilio Mihura”.26
La versión que se aprobó no trajo cambio alguno a la marcha patria, fue en definitiva la
que se cantaba desde el 30 de marzo de 1900 cuando el presidente Julio A. Roca decreto que:
"… sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que

25
AGN Comisión del Himno Nacional Argentino Legajo Nº 37.
26
AGN Comisión del Himno Nacional Argentino Legajo 37.

16
responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus
himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de
españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser
cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa
de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta: Artículo 1°. En las
fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán
la primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea
General el 11 de marzo de 1813".
La letra por lo tanto quedó de la siguiente manera:

Oíd mortales el grito sagrado

Libertad, libertad, libertad.

Oíd el ruido de rotas cadenas,

Ved en trono a la noble Igualdad.

.................................................

Ya su trono dignísimo abrieron

Las Provincias Unidas del Sud

Y los libres del mundo responden:

Al gran pueblo argentino ¡Salud! (repetición)

Y los libres del mundo responden:

Al gran pueblo argentino ¡Salud!

Coro

Sean eternos los laureles

Que supimos conseguir (repetición)

Coronados de gloria vivamos

Oh juremos con gloria morir (repetición dos veces)

La adopción de una única versión no fue tarea sencilla en su número del miércoles 1 de
junio de 1938 el periódico “Crisol” titulaba uno de sus artículos “la anarquía en las versiones
del Himno” señalando como en los festejos por el 25 de Mayo en la Plaza de Mayo se
ejecutaron dos distintas versiones de la música patria, mientras que la banda municipal

17
interpretó la versión de Corretjer, la del Ejército ejecutó la de Esnaola. La uniformidad
tardaría aún un tiempo en ser alcanzada.
Finalmente en el año 1944 comunicada por el Decreto del PEN Nª 10.302 estableció:
“Que la letra de la canción patria está comunicada oficialmente por la Soberana Asamblea
que la sancionó en pliego que custodia el Archivo General de la Nación y a cuyo texto
corresponde atenerse:
Que con respecto al pleito de la música, existen pronunciamientos doctos que coinciden
con el sentimiento popular, respecto de la versión musical más auténtica del Himno;
Que en razón de ellos, se acepta por el presente decreto, las conclusiones de la Comisión
presidida por el Rector de la Universidad de Buenos Aires, en 1927, y que hizo suyas el
Gobierno de la Nación, por Acuerdo de 25 de septiembre de 1928, adoptando la versión
musical del maestro argentino Juan P. Esnaola, editada en 1860, como arreglo de la música
del maestro Blas Parera y en el concepto compartido por la Nación, de que en el trabajo de
Esnaola, nuestro Himno volvía a ser lo que fue;
Que por los motivos respetables invocados en el decreto de 30 de marzo de 1900, sobre
omisión en el canto de algunas fases del texto de López, se confirma dicha decisión”
En su artículo 7º estables que:
Adoptase, como forma auténtica de la música del Himno Nacional, la versión editada por
Juan P. Esnaola, en 1860, con el título: "Himno Nacional Argentino. Música del maestro Blas
Parera". Se observarán las siguientes indicaciones: 1°) en cuanto a la tonalidad, adoptar la de
Sí bemol que determina para la parte del canto el registro adecuado a la generalidad de las
voces; 2°) reducir a una sola voz la parte del canto; 3°) dar forma rítmica al grupo
correspondiente a la palabra "vivamos"; 4°) conservar los compases que interrumpen la
estrofa, pero sin ejecutarlos. Será ésta en adelante, la única versión musical autorizada para
ejecutarse en los actos oficiales, ceremonias públicas y privadas, por las bandas militares,
policiales y municipales y en los establecimientos de enseñanza del país. El Poder Ejecutivo
hará imprimir el texto de Esnaola y tomará las medidas necesarias para su difusión gratuita
o en forma que impida la explotación comercial del Himno...”
Firman el decreto FARREL – Luis C. Perlinger – César Ameghino – Juan Perón – Alberto
Teisaire – Diego I. Mason – Juan Pistarini.
Tras tantas idas y vueltas, argumentaciones y protestas, finalmente, quedó zanjada la
cuestión del Himno Nacional Argentino siendo la versión que hoy todos conocemos y
entonamos la del maestro Juan Pedro Esnaola.
Estas vicisitudes por las cuales atravesó algo tan aparentemente simple como la aceptación
universal de la Marcha Nacional debería hacernos pensar en lo complejo que es la formación
de una identidad nacional; más en el caso de un país como Argentina, una nación joven que
no cuenta con una historia y una tradición netamente autóctona ni culturalmente arraigada.
Si a esto se le agrega la variedad y el entrecruzamiento de razas y naciones que se dio
singularmente en el país, el problema es aún más complejo. La cuestión de la identidad
argentina aún no ha sido resuelta y aún queda mucho camino por andar para lograrla.●

18
19
Marcha Patriótica 13 de mayo1813 (AGN- Tesoro)

20
LA MÚSICA MILITAR
EN EL EJÉRCITO DE GÜEMES
“LOS INFERNALES” (Parte IV)
Gabriel Popolizio27

Músicos

La música militar es un género específico de música destinado para su uso en entornos


militares. Gran parte de la música militar ha sido compuesta para anunciar eventos militares
o acompañar a formaciones de marcha con cadencias de tambor, a veces para intimidar al
enemigo y otras veces para alentar a los combatientes, o para ayudar en la organización y el
calendario de las acciones en la guerra. En cuanto a la música militar española, fue el Rey
Carlos III quien ordenó recopilar y concertar la famosa colección de "Toques de Guerra” en
1769. Esta colección contendrá los "Toques reglamentarios de la Infantería Española'' y los
"Toques de Trompetas de la Caballería''28, dentro de los cuales se encontraban: Generala,
Asamblea, Bandera o Tropa, Marcha de fusileros, Marcha de granaderos, Alto, Retreta,
Bando, Llamada, Misa, Oración, Orden, Diana (tambor sólo), A degüello, La llamada, y la
Oración o Diana (de trompeta), La Batalla o Botasilla, Asamblea, A caballo, y La Marcha 29.
Los ejércitos revolucionarios serán herederos de esta tradición, y como no podrá ser de otra
manera en un ejército de línea que se precie de tal, las divisiones de línea de Güemes también
tuvieron su componente musical.
Las formaciones musicales variaban de acuerdo a la importancia e idiosincrasia de cada
regimiento. La orgánica de las Bandas militares durante este período no era estable.
Habitualmente estaban conformadas por cantidades fluctuantes de tambores, pífanos o
trompetas30. En cuanto a los ejércitos revolucionarios, era muy común que las bandas de los
distintos regimientos marcharan por la ciudad festejando los triunfos de las armas patriotas.
En el campo de batalla sin embargo, no sólo guiaban y acompasaban la marcha de las tropas
e inflamaban el pecho de los combatientes dándoles coraje, sino que también las cornetas y

27
Profesor en Física, en Matemática y Licenciado en Educación con Especialización en Matemática. Docente
terciario y secundario. Recreador histórico y modelista, especializado en dioramas históricos. Ilustrador
amateur.
28
Roales-Nieto y Azañón, A., La música militar en tiempos del general San Martín, Universidad Complutense
de Madrid. España, p. 79.
29
Fernández Calvo, D., La música militar en la argentina durante la primera mitad del siglo XIX,
30
Gesualdo, V., Historia De La Música En La Argentina. Libros de Hispanoamérica. Buenos Aires, 1961, p.
326.

21
los tambores se constituían en una especie de ‘sistema de señales’ que servía para todos los
actos del servicio. Los pitos y tambores tenían a su cargo el ‘toque de carga’. Los músicos
eran valorados y estimulados en los regimientos31. Según el mayor Diego Cejas32 Güemes se
preocupó por dotar de músicos a los Infernales, “porque conocía su influjo sobre el espíritu:
tuvo formación musical con Antonio de Atienza” 33. Tanto, que en 1818, escribió a
Pueyrredón: “Estoy empeñado en el arreglo de una música para el Regimiento de Infernales.
Tengo algunos operarios pasados del enemigo, pero les faltan instrumentos; se los pedí a
Belgrano y me contesta que no los tiene”. Como bien puede verse en el Estado de Fuerzas
reproducido en la primera parte de este artículo, se mencionan un tambor mayor, un trompeta
de órdenes, y un tambor de órdenes (estos dos últimos todavía vacantes). En la
documentación disponible, existen vestigios que permiten reconstruir desde los instrumentos
que componían la banda, hasta el uniforme que utilizaban sus integrantes. Según Cejas, el
conjunto de ese regimiento contaba con 4 clarinetes, 2 octavines, 2 trompas, bascorno y
clarín. Sin embargo, en Güemes documentado encontramos otros datos. La primera
referencia a los músicos infernales aparece en una lista de gastos, sin más explicaciones, la
entrega de 2 pesos “a los músicos Infernales Manuel Peñalba y Victorio Robles” 34. En el
mismo documento, figura la entrega de otros 2 pesos para “cuerdas de los músicos del
Regimiento de Infantería. Es importante destacar que si bien los tambores y pífanos estaban
adosados a la unidad de combate, los violines, fagots, serpentones y bascornos juntos al
tambor mayor, estaban adscriptos a la plana mayor.
Describiremos algunos de ellos:
Tambores

En la lista de gastos ya mencionada en la pág. 7, se deja constancia de la compra de cuero de


cabra y de cuerdas para parches de las cajas de guerra (es decir, tambores). Podemos decir
que, en consonancia con los ejércitos realistas y patriotas de la época, las cajas no eran
metálicas, sino que su estructura era de madera pintada, como lo indica un vale del 10 de
octubre de 1819. Cabe destacar que tanto las tropas realistas como las patriotas usaban
tambores de este tipo, a diferencia de los tambores metálicos en uso por otros ejércitos
europeos de la época. En la imagen de la fig. 1 puede verse a un tambor reproducción fiel de
una caja de guerra del ejército realista realizada por la Asociación Civil y Cultural Guerra de
la Independencia de Chile, más precisamente del Burgos, cuando fuera desplegado en Chile
para combatir al Ejército Unido, comandado por San Martín. En otra de las fotos, puede verse
a un tambor del Bón. 3 de Arauco, con un tambor capturado.

31
Fernández Calvo, D., La música militar en la argentina durante la primera mitad del siglo XIX, Revista Digital
del Instituto Universitario Naval Nº 1, p. 10.
32
Es Director de la Banda del Reg. l de Patricios y Licenciado en Historia.
33
Cejas, D., Música para movilizar el Ejército (Parte 1) en Rev. del Suboficial, nro702 -
http://www.rs.fundacionsoldados.com.ar/articulos/articulo-702-01.html
34
Luis Güemes, Güemes Documentado, Tomo 8, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 83.

22
Pito o pífano y octavín.

Este instrumento, hizo su aparición en las Bandas Militares en el siglo XVI. De tubo corto y
de madera, hacia esa fecha fue modificado su diámetro para darle mayor sonoridad. Junto a
los tambores, era instrumento fundamental en las primitivas Bandas de Infantería 35. En la
figura 2 puede apreciarse un fragmento de la famosa pintura “El pífano”, de Manet.
A pesar de su aparente simpleza, parece que su fabricación no sería sencilla, o bien no
habría en Salta artesanos que supieran como hacerlos, ya que son mencionados en algunas
oportunidades, como por ejemplo en un oficio de Manuel Ramírez le contesta, el 19 de
febrero de 1816 a un pedido de Güemes, contestándole que “ahora tiempos tuve uno que se
perdió por haberse desertado con él el que lo tocaba; y si hubiera en mi poder alguno de estos
instrumentos se lo remitiría en esta ocasión gustosamente” 36. En una carta que escribiera el
18 de julio de 1817, Belgrano le informa a Güemes que no le mandará “pitos porque no los
tenemos: el Regimiento 2 apenas tiene uno; así están todos. En este correo los pido a Buenos
Aires, pues aquí no hay quien sepa hacerlos” 37. El octavín mencionado por Cejas, también es
conocido como flautín, y es similar en forma y sonido al pífano.
Fagot y bascorno
El fagot es un instrumento de viento madera provisto de lengüeta doble (fig.3). Está formado
por un tubo ligeramente cónico doblado sobre sí mismo, de tal manera que el instrumento
tiene una longitud de 155 cm aproximadamente, y la distancia total del taladro es de 250 cm.
Este instrumento fue desarrollado a principios del siglo XVIII y alcanzó su forma actual en
el siglo XIX. El fagot debe su existencia a la necesidad musical de ampliar la región grave
del sonido del viento madera. Según puede verse en una relación de las cantidades de dinero
semanales percibidas por los infernales de Salta al 17 de octubre de 1818, en la plana mayor
figuran 1 fagote y 2 violines, además de un músico mayor y un tambor mayor 38. El bascorno
es un instrumento de la familia de los clarinetes, con sonidos graves.

35
http://todomusicamarcial.blogspot.com/2009/01/organologa-de-las-bandas-desde-el-siglo.html
36
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 3, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 74.
37
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 6, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 267.
38
Güemes,L., Güemes Documentado, Tomo 8, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 170.

23
Serpentón

En otra relación, aparece nombrado un bajo39, que puede hacer referencia según las fuentes
consultadas, tanto a un fagot como a un serpentón. El serpentón fue un instrumento muy
usado en las músicas militares del XVIII y principios del XIX, y servía para doblar o reforzar
las partes graves40. Es un instrumento de viento metálico antecesor de la tuba, y ocupaba la
sección de sonidos graves en las formaciones de bandas militares (ver figura 4).

Trompa

La trompa o cuerno francés es un instrumento de viento-metal que tiene un carácter muy


versátil y abarca una tesitura muy amplia con pocos pistones. Además este instrumento puede
emitir tanto sonidos suaves y dulces como ásperos y duros. Su antepasado es el cuerno de
caza41.
Uniformidad

En muchas ocasiones, los músicos militares de la época solían tener uniformes prácticamente
iguales a la tropa en forma y color, y en otras ocasiones, sus colores estaban trocados, es
decir, invertidos con respecto a la unidad combatiente del cuerpo del que formaban parte.
Este era el caso de los músicos de los Infernales, según se desprende de un recibo del 18 de
marzo de 1820 en el que se da cuenta de la entrega por parte del “maestro Sastre Juan Pablo
García… [de]… cinco pantalones, cuatro chaquetas y una casaca, colorados para el tambor
mayor y músicos”42. De aquí se desprende también que el Tambor mayor, por su rango, usaba
casaca, y sus subalternos, chaqueta.
En cuanto al calzado, hay referencias, como las de un recibo del 20 de septiembre de 1817,
en el que se deja asentado haber recibido botas para un tambor43. Al no disponer de más datos,
se puede pensar en que es posible que las gorras fuesen de manga y de plato, al igual que las
de los demás infernales.

Condecoraciones
Condecoraciones por el combate de Humahuaca
El 1 de marzo de 1817 se produce el Combate de Humahuaca, en el que el Coronel Manuel
Eduardo Arias, a cargo de ese sector, ataca con 150 gauchos en forma sorpresiva a las tropas
realistas en la población de ese nombre, logrando la victoria. Por esa acción Arias y 4 oficiales
más reciben medallas de oro, se entregarán también medallas de plata para los oficiales
restantes y cintas celestes y blancas para ser llevadas en las chaquetas con la inscripción
“Humahuaca” en letras blancas44. Según lo descripto en Güemes Documentado, el 25 de abril

39
Ib, p. 164.
40
https://algodemusica123.wordpress.com/2015/04/05/el-serpenton-un-instrumento-olvidado-por-el-tiempo/
41
https://es.wikipedia.org/wiki/Trompa_(instrumento)
42
Güemes, L. Güemes Documentado, Tomo 8, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 108.
43
Ib., p. 94.
44
Bidondo, E, A. Contribución al estudio de la guerra de la independencia en la frontera norte Tomo 1, Círc.
Militar-Biblioteca del oficial, 1968, pp. 251 a 253.

24
de 1817 fueron premiados los intervinientes en la acción anteriormente descripta “con
medallas de 5 brazos para los oficiales y con cintas celestes los soldados” 45. Parece más
razonable esta última versión, si tenemos en cuenta la cuestión de la inscripción en la misma.
En relación a la condecoración para los oficiales, finalmente se adopta la figura descripta,
una “estrella de cinco picos, sosteniendo el superior una corona de laurel con anillo para ser
colgada de cinta celeste y blanca (fig.5). Era usada al pecho, en un ojal de la casaca […] La
cinta celeste acordada á la tropa, llevaba en letras blancas “Humahuaca” y también se usaba
en el ojal de la chaquetilla, casaca o chaqueta46.” Esta estrella, según algunos autores, tiene
cinco puntas en honor a cinco oficiales, héroes de ese combate47 (ver figura 6).

Cuando menciona al ojal de la casaca, se hace referencia a uno que se abre en el pecho
específicamente para su uso como “pasador de medallas”, como lo muestra Gil de Castro en
algunos de sus cuadros. Esta forma de llevarlas era común en la época, e incluso se
reglamentó de esta manera el uso de las condecoraciones por parte de los acreedores a ella
luego de la batalla de Maipú.
Si bien la División Infernal de Gauchos de Línea no existía para la fecha en la que se
desarrolló el combate, varios de los gauchos que participaron de aquél luego pasarían a
formar parte de esta unidad.
Condecoraciones por la defensa de Salta
A principios de mayo de 1817, De La Serna, vencido por las tropas de Güemes, se retira de
Salta. En una carta de Belgrano a Güemes, fechada el 3 de junio de 1817, entre otras cosas
le comenta que en relación al consejo pedido por el salteño acerca de una condecoración
para sus tropas, “sería buena una estrella de seis brazos, de oro para los jefes y de plata para
los oficiales coronada de laureles y encima de esta la inscripción “Al valor y constancia en

45
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 7, Editorial Plus Ultra, 1982, págs. 420 a 421.
46
Historia de los premios militares, Tomo I, Talleres Gráficos, Arsenal Principal de Guerra, 1906, p. 276.
47
Sorich, A., La estrella de Salta. Disponible en línea en: http://www.portaldesalta.gov.ar/estrella.htm al 5 de
mayo de 2019.

25
la provincia de Salta””48, y recomienda que la condecoración debería ponerse en los ojales
de la casaca, al pecho, pendiente de una cinta celeste y blanca.
En otra carta, del 10 de octubre de 1817, Belgrano además de aconsejar a Güemes no
entregar condecoraciones a mansalva, como éste le había comentado que tenía pensado hacer,
le pide su opinión “acerca de la figura de la decoración que le remito, en la inteligencia de
que de oro ha de ser sólo para Ud., de plata en los brazos y el centro de oro para los
comandantes hasta sargentos mayores, y de plata los oficiales desde capitán inclusive; para
los demás un escudo de paño con letras de oro a los sargentos, de plata para los cabos y de
seda celeste para los soldados, todos con la misma inscripción sobre paño blanco” 49. En una
carta fechada el 10 de noviembre de 1817, Belgrano le adjunta a Juan Martín de Pueyrredón
el diseño de las condecoraciones por la defensa de Salta, tal cual se las indicara a Güemes en
la misiva del 10 de octubre50.
El 28 de noviembre de ese año, se expide un decreto por parte del Director Supremo, que
será publicado en el nro. 48 de la Gaceta de Buenos Aires, en donde se aprueba la fabricación
de las condecoraciones tal cual las diseñara Belgrano, explicitando las inscripciones que
llevarían: “Al mérito en Salta”, en la circunferencia donde nacen los brazos, y “marzo de
1817” en su centro, pero completamente de oro y pendiente sólo para el jefe, y de oro y plata
para los comandantes, los oficiales toda de plata, en todos los casos pendientes de una cinta
celeste, colocada en el pecho, y la tropa escudos como lo pensara Belgrano (fig. 7) .
En un oficio de Belgrano a Pueyrredón, fechado en julio de 1818, el primero solicita
premiar a las tropas salteñas destacadas en la defensa de Salta, aunque aclarando que lo
solicitado por Güemes le pareció excesivo y le informa también que así se lo hizo saber: 40
a 50 medallas para jefes, 300 a 400 para oficiales y de 4000 a 5000 para la tropa 51.
En otra carta fechada el 18 de agosto de 1818, Güemes pide a Belgrano ayuda ya que “para
todos están decretadas ya las condecoraciones, y detallado el modo, y forma como las han de
usar. Tenga Ud. la bondad de explicarme el sentido de su voluntad para uniformar la
mía…”52.
En un oficio de Güemes al Director, el 12 de noviembre de 1818, Güemes envía el estado
general de sus fuerzas por medio de Belgrano, y además la solicitud de ascensos y
condecoraciones para sus tropas, la cual es recibida y se acuerda en proceder a ello, el 4 de
diciembre de ese mismo año 53.
Lamentablemente, un año después de solicitadas, estas condecoraciones no se habían
confeccionado. Con la caída del Directorio, la disolución del Congreso y luego la
desaparición de la autoridad central, Güemes toma medidas para reparar esta injusticia,
decretando ascensos para oficiales, y otorgando premios especiales para los sargentos, cabos
y soldados. Mediante la orden del día del 15 de agosto de 1820, les concede “a los sargentos
un escudo de plata en el brazo izquierdo con la inscripción siguiente: Salta. La Patria a sus
defensores con desinterés y constancia. A los cabos un cordón de seda celeste y blanca,
pendiente de una palita de galón en el hombro izquierdo; a los soldados otra igual, pero de
algodón pendiente de una pala de cinta celeste”54.
48
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 6, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 252.
49
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 7, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 419-420.
50
Ib., p. 421.
51
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 5, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 306, 307.
52
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 6, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 361,362.
53
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 5, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 381.
54
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 7, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 423.

26
Banderas de “los infernales”

Bandera Nacional

Lamentablemente se conserva poca o nula información confiable acerca de las banderas que
podrían haber utilizado los Infernales. La primera mención a banderas aparece en una
petición a Güemes de un capitán, llamado José Gabino Sardina quien en un escrito con fecha
del 6 de junio de 1815, entre otras cosas refiere haber retomado el fuerte de San Bernardo,
en manos de los realistas, y restituido sus banderas. Le informa que luego de la retirada del
enemigo, pasó por Orán, a enarbolar las banderas de la libertad55.
En un parte del Coronel realista Vigil al general en jefe del ejército del Alto Perú,
reproducido el 15 de julio de 1818 por la Gaceta del Gobierno de Lima, este coronel refiere
haber atacado la retaguardia del teniente coronel Francisco de Uriondo, y capturado una
bandera que acababa de recibir el jefe de la vanguardia Juan Antonio Rojas como premio de
sus acciones en la campaña de Salta y Jujuy, y que fuera enviada por Manuel Belgrano 56. Es
probable que su diseño sea de tres franjas del mismo tamaño, horizontales, de azul celeste las
exteriores y blanca sin sol la interior.
En un acta del Cabildo de Salta del 10 de mayo de 1820, se resuelve que para los festejos del
25 de mayo, que “el jefe de la provincia sea quien saque en las fiestas mayas la Bandera
Nacional a paseo de a caballo” 57.
En varios documentos, es posible leer como el abanderado, además de portar la bandera,
se encarga de una multitud de cuestiones. Según la ordenanza general del ejército español
del 22 de octubre de 1768, el oficial abanderado (antes denominado alférez) debería correr
con la distribución del pan, camas, leña y aceite para la tropa, hará la visita
del hospital respectivo a su cuerpo, el reparto de las guardias, cuidando además de la policía
del cuartel. Para que le ayudase, se nombraba un sargento58. Como fiel heredero de la
tradición militar española, en el Regimiento de Infernales tenía abanderados 59, pero bajo el
grado de alférez abanderado. En un documento, se puede ver como para el Primer Escuadrón
de Gauchos de Jujuy, hay tres abanderados en ejercicio, dos en la misma compañía, lo que
podría indicar, entrando en el terreno de la especulación, la existencia de dos banderas
diferentes, quizás una de ellas la nacional, y la otra regimental60.
Bandera de Iruya

Hay sin embargo, una bandera que se conserva, y que se encuentra depositada en la Iglesia
de San Roque y Nuestra Señora del Rosario en Iruya, Salta. Justamente es conocida como la
bandera de Iruya. Dicha bandera está compuesta por una franja central y dos laterales. Las
laterales no se corresponden con la central, ni en el estado de conservación de la tela, ni en
su textura, siendo su color de un azul turquí (fig. 8).

55
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 3, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 201.
56
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 5, Editorial Plus Ultra, 1982, pp. 253 a 254.
57
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 10, Editorial Plus Ultra, 1982, pp. 338 a 339.
58
https://es.wikipedia.org/wiki/Abanderado
59
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 8, Editorial Plus Ultra, 1982, p. 83.
60
Ib., p. 187.

27
Si se analiza sólo la franja central, ésta coincide con los estandartes de guerra de la época de
la independencia, similar a la coronela, bandera usada en los regimientos españoles. Lo que
aparece en ella, en vez del escudo de las armas reales españolas, es un escudo nacional,
similar al sello de la Asamblea del Año XIII, pero con ligeras variantes, y que vendría a
representar al nuevo soberano. Se puede describirla como compuesta por una elipse de
desarrollo vertical, con su campo dividido en dos partes iguales (cuarteles) por el semieje
menor.
El cuartel superior fue blanco, color natural de la tela (hoy descolorido por el paso del
tiempo); el inferior, hoy amarronado, con evidencias de haber sido coloreado, fue celeste. No
sería éste el único caso en el que los cuarteles tuviesen los colores invertidos. Aún se conserva
parte de la bandera del Regimiento Río de la Plata, confeccionada en 1822 para ser utilizada
por este regimiento, formado por San Martín a partir de lo que quedaba principalmente de
los batallones 7 y 8 de infantería del Ejército de los Andes. Sólo se conservaría el blasón, que
fue cosido en algún momento del siglo XIX a una bandera argentina paralelo a las franjas, de
una manera antinatural (fig. 9). De esta bandera, se ha llevado a cabo una reconstrucción
hipotética, (Fig. 10: Imagen de Celeste Herrera/ Fundación Regimiento 11) 61. En el cuartel
inferior dos brazos no desnudos, uno inclinado ligeramente de abajo hacia arriba y el otro a
la inversa, sostienen la pica, cuya base no llega al borde inferior de la elipse. En el escudo de
la provincia de San Juan pueden verse brazos vestidos con mangas negras, como señal de
respeto hacia quienes lucharon por la independencia, mientras que las manos estrechándose
simbolizan la unión (fig. 11). La pica alza un gorro frigio rojo, que llega casi llega hasta el
borde superior de la elipse. El campo está flanqueado por una rama de laurel o de palma, por
un lado, y por el otro por una rama de olivo, unidas abajo por un lazo de cinta. Esta asimetría

61
http://banderasargentinas.blogspot.com/2018/11/banderas-historicas.html

28
era usual. Los primeros escudos de Bolivia 62, Ecuador y Perú63 tenían una disposición similar.
El olivo representaba la paz, y las palmas o laureles, la victoria. Hasta los años cuarenta, el
escudo nacional se representaba muchas veces con esta configuración, reproducida hoy en
día por el escudo de la provincia de Buenos Aires (fig. 12). Arriba están abiertas y coronadas
por un sol esplendente, como se puede ver en el escudo de la provincia de San Juan, con su
cara completa, en forma de disco y con sus rayos rectos y con una gran aura resplandeciente 64,
similar en cuanto a esto último al sol del escudo de la provincia de Buenos Aires.

Debajo del escudo, la presencia de trofeos militares, un tambor y cañones, se corresponden


con la moneda mandada a acuñar a Potosí a principios de 1813 65.
En cuanto a la tela, la tela es rústica, similar al liencillo. Su forma bien es rectangular, pero
los bordes que fueron cosidos a las franjas laterales no están raídos o deshilachados como era
de esperarse. Incluso, el escudo no está centrado, por lo que es evidente que fue recortada,
cambiando su forma original. Es posible que el estandarte fuese en realidad una bandera de
una única pieza blanca, con el escudo en el centro.
Teniendo en cuenta que en Colanzuli y en Iruya se libraron sendos combates contra los
realistas, en 1817 y en 1819 respectivamente, no es descabellado pensar que esta bandera
estuvo presente.
Con total seguridad las franjas azules, no estaban unidas a ella en la época de esos
combates. Es probable que estos trozos de tela azul se le cosieran hacia 1837 en ocasión de
la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana.
En síntesis, no hay datos fehacientes de qué banderas se utilizaron en las Divisiones de
Infernales de Gauchos de Línea, aunque es posible que estuviesen dotadas de la bandera
argentina, y de que algún piquete utilizase la hoy denominada bandera de Iruya. Una

62
http://intercambios.50webs.com/bolivia/simbolos/escudo.html
63
https://peru21.pe/lima/fiestas-patrias-conoce-escudo-nacional-antiguo-conserva-pais-189710
64
Garrido de Solá, M. I., La bandera de Iruya,
Disponible en línea en: http://www.portaldesalta.gov.ar/institutoguemesiano/bandiruya.htm
65
http://historiaymonedas.blogspot.com/2011/05/la-moneda-argentina-mas-cara.html

29
aproximación a cómo debería lucir esta última hacia 1817/20, podría ser como muestra la
imagen de la figura 13, realizada a partir de la información obtenida.

Extinción de los Infernales


Luego de la muerte de Martín Miguel de Güemes, la División Infernal de Gauchos de Línea
se extingue, disolviéndose. Luis Güemes (1982) rescata una representación del coronel
Antonio Visuara hecha ante el gobernador de Salta, el 22 de julio de 1829. En ella, pide se le
otorguen los sueldos adeudados, tanto a él como a su hijo Juan, teniente graduado. Dentro
del pedido Antonio, se solicitan los sueldos adeudados como Comandante de Escuadrón,
“desde el 1º de enero de 1820 hasta fin de mayo de 1821”. Cuando solicitan los haberes de
Juan como alférez de los Infernales, se aclara que son “por 17 meses, que mediaron desde el
1º de enero de 1820 hasta último mayo de 1821, en el que se extinguió dicho cuerpo…”66.●

66
Güemes, L., Güemes Documentado, Tomo 8, Editorial Plus Ultra, 1982, pp. 199-200.

30
Historia Colonial

SOBRE DON FRANCISCO DE


ALZÁYBAR
Ezequiel Ogueta

Un vasco de gran importancia en el Río de la Plata fue D. Francisco de Alzáybar Arteta, a


quién, junto con Bruno Mauricio de Zabala le corresponden sobrados méritos en la fundación
de Montevideo, que pobló con colonos canarios en 1726 y 1729 y que defendió con sus navíos.
Tuvo un enorme mérito: fue el primero en valorar en su debida magnitud la tierra
uruguaya, en ese momento un medio rural desértico y semi bárbaro al punto de comprometer
su enorme patrimonio e instalarse allí.
A Zabala le corresponden los laureles como funcionario cumplidor de su deber, aunque
fue criticada la demora en que incurrió para establecer Montevideo. Pero a Alzáybar deben
reconocerse sus admirables méritos de empresario, que arriesgó todo: vida y patrimonio en
pos de su objetivo.
Este vasco, hombre de alcurnia, nacido en la Ante Iglesia de Lemona, barrio de Arraño, en la
muy antigua casa infanzonada paterna del Señorío de Vizcaya el 12 de junio de 1695, hijo
“legítimo del legítimo matrimonio” (curioso énfasis hoy fuera de uso) de Don Francisco de
Alzáybar Padura y Goicoa y de María de Arteta. Heredó una gran fortuna familiar. Fue un
marino, Capitán de Mar y Tierra o Capitán de Navío de la Real Armada, y sobre todo
empresario muy respetado e influyente, de gran fortuna y habilidad al punto tal que en 1724,
con 29 años de edad, firma con el Rey Felipe V un acuerdo de colonización para poblar la
desértica banda oriental del río Uruguay y protegerla de los portugueses que ya en 1680
habían fundado la Colonia del Santísimo Sacramento y que en 1723 habían tenido una
precaria instalación en la bahía de Montevideo.
En España Alzáybar era posiblemente el más fuerte naviero de su época, con dique propio
o sea astillero, próximo a Cádiz.
El 22 de noviembre de 1723 el marino portugués Manuel de Freitas Fonseca desembarca
en la bahía de Montevideo e inicia la construcción de fortificaciones. Tres meses después, el
20 de enero de 1724 el Gobernador del Río de la Plata, Capitán Bruno Mauricio de Zabala
(quien vivió entre 1682 y 1736 y gobernó Buenos Aires entre 1717 y 1734) llamado “Brazo
de Hierro” y el “Manco de Lérida” por lo que puede deducirse que había perdido un brazo,
se despierta y desembarca en la barra del río San Juan –actual departamento de Colonia –
con su tropa, ante lo cual Freitas Fonseca huyó. 67

67
Los españoles habían llegado a la banda oriental del Rio de la Plata en 1516. El italiano Sebastián Gaboto, al
servicio de España construyó allí en 1527 dos fortificaciones, a las que llamó San Lázaro y San Salvador,
situadas al noreste de la actual ciudad de Carmelo y en la desembocadura del río del mismo nombre. Casi medio
siglo después, el 30 de mayo de 1574, Juan Ortiz de Zárate reconstruyó San Salvador sobre las ruinas de la

31
Con los materiales abandonados Zabala levantó el fuerte de San José, donde hoy es la
Ciudad Vieja de Montevideo. Luego el Gobernador acompañó de cerca el establecimiento de
la nueva población, ofreció ventajas para las familias que quisieran instalarse allí y el 24 de
diciembre de 1726 declaró oficialmente fundada la ciudad de San Felipe y Santiago de
Montevideo, posteriormente abreviado a Montevideo. Sin embargo, el establecimiento de
la ciudad realmente se concreta con el asentamiento de las familias canarias traídas
específicamente para ese fin por Alzáybar, a su costo. Casi la totalidad de los nuevos
pobladores fueron traídos por él. 68
En efecto: el 28 de agosto de 1724 el Rey Felipe V le había concedido a don Francisco de
Alzáybar el registro 69 para navegar con dos navíos y un paquebot a Buenos Aires.
Las dificultades de Zabala para lograr establecer familias en Montevideo llevaron a la
necesidad de traerlas de España. Por Real Cédula del 16 de abril de 1725 dictada en Aranjuez
se dispuso el envío de 25 familias canarias y otras tantas gallegas a poblar Montevideo.
De apenas 30 años de edad, Alzáybar, junto con su socio el Teniente de Navío don
Cristóbal de Urquijo, contrató en Londres la construcción de cinco navíos fuertemente
armados con un total de 224 cañones a bordo.
Había asumido el compromiso de transportar en total a 250 personas desde las Islas
Canarias para la población de Montevideo, como una de las obligaciones contraídas para
obtener el permiso de poder despachar en exclusividad a Buenos Aires en el transcurso de 4
años, cuatro navíos con un total de 1.000 toneladas cargados de mercaderías para venderlas
en las provincias de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay, así como formar parte de la Real
Armada Española. Junto con ésta estuvo en la guerra contra los ingleses con sus naves. El 19
de noviembre 1726, las primeras 20 familias -96 personas- provenientes de Santa Cruz de
Tenerife en las Islas Canarias llegaron a Montevideo en el navío de propiedad de Alzáybar,
Nuestra Señora de la Encina, alias La Bretaña, al mando del capitán vizcaíno D. Bernardo
de Zamorategui, después de noventa días de viaje. Estos padres de la nacionalidad uruguaya
durante meses estuvieron guarecidos en tiendas de cueros y estacas. Se terminó por desistir
de traer 25 familias gallegas y se decidió reemplazarlas dos años más tarde por un segundo
grupo de familias canarias de las islas Tenerife, Lanzarote y Gomera, que se embarcaron en
el navío San Bruno, de 50 cañones, también de propiedad de Alzáybar. Partieron de Canarias
el 31 de enero de 1729 y el 27 de marzo habían llegado a Montevideo. Acompañaban al San
Bruno otros dos navíos: el San Francisco, con 400 soldados destinados a Buenos Aires y

segunda fortificación (hoy el pueblo de Dolores). Pasado otro medio siglo, en 1624 los
misioneros jesuitas fundaban una reducción en la confluencia del Río Negro con el Río Uruguay, que
llamaron Santo Domingo Soriano, la actual Villa Soriano, el primer pueblo de la Banda Oriental. Medio siglo
más y en 1680 los portugueses, por orden del Rey Don Pedro II de Braganza y al mando de Manuel de Lobo,
fundan frente a Buenos Aires la Colonia del Sacramento, violando el Tratado de Tordesillas. Sin embargo, el 7
de agosto del mismo año, tropas compuestas por 250 españoles y 3.000 indios guaraníes – ¡una impresionante
participación!- bajo las órdenes del gobernador Don José de Garro, recuperan la plaza. Inusitadamente, en un
tratado de 1720 la inexplicable diplomacia española reconoce derechos a los habilísimos portugueses en la
costa oriental del Río de la Plata.
68
Curiosamente el primer habitante de Montevideo, desde 1724, resultó ser un genovés de Rapallo, Jorge
Burgues (1691-1776) -o Giorgio Borghese, su nombre en italiano antes de castellanizarlo- soldado al servicio
de España.
69
Los navíos de “registro” eran los que tenían autorización de la Casa de Contratación de Sevilla, para llevar
y comercializar mercaderías en los puertos de las colonias españolas en América. En contraposición con los de
“asiento” de Francia e Inglaterra, cuyos navíos, que traían negros, llevaban casi siempre cueros en retorno.

32
Montevideo, y el San Martín, con religiosos. Según el padrón oficial, aparte de las cincuenta
familias de origen canario, estuvo compuesta en sus orígenes más 2.000 indios tapes
(guaraníes) a los que posteriormente se les sumaron africanos de origen bantú de los reinos
de Bengela, Ngola y Kongo como esclavos. Alzáybar fue también quién sin duda interesó a
D. José Joaquín de Viana por este destino y es posible que hablara de este al Rey para que lo
designara gobernador. Pero además le consiguió una esposa que quisiera acompañarlo hasta
estos lejanos lares: su propia sobrina, María Francisca de Alzáybar, mujer según se vería, de
mucho temple. Todos los navíos pertenecían a Alzáybar y toda la complicada organización
logística de buscar y convencer a los futuros pobladores, trasladarlos y atenderlos hasta su
embarque, más el armado de tripulaciones y abastecimiento de los navíos para lograr que
llegaran a su destino fue una admirable obra suya. Criticado por decirse que trataba las
personas como carga, hay que situarse en la realidad de la época. Zabala sin duda fue el
fundador, pero sin Alzáybar la realidad de Montevideo hubiera demorado en concretarse. Él
mismo se consideró su fundador; tal vez deba ser considerado cofundador. Pero sin duda su
mérito es innegable. El 18 de mayo de 1729 el padre Gaëtan Cattaneo, de la Compañía de
Jesús, en una carta a su hermano le hace un relato muy interesante de su viaje en el San
Bruno. Allí mencionaba que el capitán del San Francisco, que era Alzáybar, “un joven hábil
en su arte, pero algunas veces demasiado audaz”. También relata las terribles condiciones en
que cruzaron el Atlántico, posiblemente similares a las del primer grupo de pobladores
canarios: “Éramos tantos que apenas podíamos movernos”. “La porción de cámara en que
estábamos 35 venía a ser como un horno”. “Mayor trabajo era el de la sed”. “No había
esperanza de mover a dar una gota a más de los tres vasos de medida que daban”. “Los
marineros de popa una vez acabaron en 12 días el agua que tenían para 14 (…) lo que obligó
a los pobres a estar un día y medio sin beber”. “El biscocho era raro que no contuviese
algunos gusanos moviéndose al partirlo”.
“Lo más penoso era (…) la multitud indecible de pulgas, chinches y sobre todo de piojos
que en este calor crecen sin número y sin esperanzas de libertarnos de ellos”. “En la vecindad
del ecuador, cuando llueve sobre los vestidos en pocas horas se descompone y produce
gusanos blancos como los del queso”. Entre otras cosas dice que los canarios son “robustos
e industriosos” y cuenta “que no había en Montevideo más que tres o cuatro casas de ladrillo,
con cincuenta o sesenta chozas hechas de cuero de buey, donde vivían las familias
recientemente llegadas de Canarias, esperando poder levantar casa más sólidas y más
cómodas. El Gobernador de Buenos Aires hizo venir después del año 1725 dos mil indios de
las reducciones para fundar la nueva ciudad. La fortaleza los ha ocupado hasta el presente.

33
Mapa de la Banda Oriental en 1763, con las tierras de Alzáybar destacadas. (superior).
Adaptado de los de Sala de Touron et al. 1967.

Tierras de Viana-Alzáybar (nro. 7, en naranja). Tierras en disputa entre Juan F. García de Zúñiga y María
Francisca de Alzáybar, que quedaron para el primero (“C”, en amarillo). Campos en litigio entre Bruno
Muñoz y María Francisca de Alzáybar, que quedaron para esta (“D”, en verde).
(Adaptación del plano de Sala de Touron et al. 1967).

Están bajo la dirección de dos misioneros, que llenan junto a ellos todas las funciones del
Santo Ministerio y que están alojados en una choza de cuero. En cuanto a los indios, no tienen
alojamiento y quedan después de los trabajos, expuestos a las inclemencias del tiempo”.

34
El 2 de diciembre 1726 el dueño del Registro, don Francisco de Alzáybar, pide ajuste de
30.000 pieles. El Cabildo exige 14 reales y el Registro -Alzáybar- ofrece 11, dos tercios en
plata y el resto en ropa; precio que luego aumenta a 12 l/2, a entregar en mayo 1727, en el
Puerto de las Vacas, en la “otra banda” 70.
Hasta 1729 no se hace otra operación en pieles. En 12 de agosto de este año el mismo
Alzáybar pide al Cabildo de Buenos Aires ajuste de 36.000 cueros. Alzáybar comenzó
ofreciendo 7 reales/cuero y luego ocho y el Cabildo pidiendo 14. Pagaderos en la forma
acostumbrada. Después de una difícil negociación, manifiesta que sólo precisa 32.000 pieles
en vez de 36.000. En 5 de noviembre el Registro pretende desistir de la oferta, alegando que
se ha pasado la época oportuna para hacer la mayor parte de los cueros. Prefiere irse sin ellos
antes de demorar un mes más. Termina pagando 11 reales cada uno y con la condición de
entregar 4 1/3 reales en moneda y el resto en mercaderías con un sobreprecio del 25% en
relación a los del mercado.
A pedido de los vecinos de Montevideo, que ofrecen 14.000 cueros para incluir entre los
vendidos al Registro, el Cabildo de Buenos Aires debió ceder a los vecinos de Montevideo
la provisión de 14.000 de los 32.000 cueros vendidos a Alzáybar el 25 de noviembre, pero
manifestando: "Sea y se entienda que no ha de servir de exemplar para otra ocasión sino que
la Ziudad consiente en ello por aora para aiuda del fomento de dicha nueva población" 71.
Como señala Emilio Coni: “El Cabildo de Buenos Aires, haciendo de vendedor único,
frente también a un comprador único de cueros, había realizado una obra de gran
trascendencia para la colonia, permitiéndole conseguir precios muy superiores a los que
habrían sido fijados en compras individuales". Esta obra beneficiosa fue interrumpida por
una cédula expedida en Sevilla a 26 de noviembre 1732, que decía: Que se había presentado
don Francisco de Alzáybar alegando tener cédula del 1° de octubre de 1727 para comprar
cueros en Buenos Aires, sin que nadie pudiera ponerle embarazo; cédula que no había tenido
cumplido efecto por oposición del Cabildo, con el pretexto de incluirse en los ajustes y
repartir los cueros entre personas de su devoción. Pedía el solicitante que se declarase podía
comprar cueros de cualquier vecino de Buenos Aires o Montevideo a los precios que se
ajustasen, sin que Gobernador, Oficiales Reales ni Cabildo pudieran oponerse, y que las
ventas fueran libres y al arbitrio de vendedor y comprador. Terminaba pidiendo que nadie
pudiese cobrar el tercio que llamaban de corambre, impuesto cobrado por el Cabildo.
Informado el pedido por el Consejo de Indias y vista las cédulas, el Rey dispone que se
cumpla la última cédula, "Siéndole libre el ajuste y compra con las personas que pudiere, sin
ponerle gravamen alguno". Con esta disposición desaparece la intervención del Cabildo, y
también se le priva del tercio de corambre, la fuente más importante de todos sus recursos. 72
En su segundo viaje ocurrido en 1733-1734 Alzáybar hace valer la Real Cédula. El 24 de
mayo 1734 el Cabildo protesta de la aplicación de dicha cédula, y manifiesta que había hecho
siempre los repartos con toda legalidad y justicia, y no a personas de su devoción, como

70
Primeramente se llamó "Banda de los Charrúas", luego "Otra Banda", después "Banda oriental" y por fin,
hoy “República Oriental del Uruguay”. (Coni, E. Á., Historia de las vaquerías del Río de la Plata (1550-1750).
Madrid, 1930.
71
AGN Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires, Buenos Aires, 1907-1934 , 02, 11, 17 y 23-12-1726
, Serie II, Tomo V, pp. 701-702,705-706,708- 711, 711-715 respectivamente; 09, 12, 17, 23, et 25-08-1729, O 1
y 22-09-1729, 07-10-1729, 02 y 04-11- 1729, Serie II, Tomo VI, pp. 58-58, 59-61, 61-63, 67-.6873-75, 93-96,
97-102, 116-121 y 125-128 respectivamente.
72
Entre cuatro ajustes con el Asiento y uno con el Registro, el tercio había producido 30.000 pesos. (Cédula 23
de junio 1730).

35
aseveraba el Registro. Manifiesta, además, que con la compra libre sucederá que los
vendedores serán los vagamundos, que lo harán a cualquier precio, y observa, además, que
el tercio de corambre estaba destinado al fomento de San Felipe de Montevideo, Pide
finalmente que se suspenda el cumplimiento de la cédula. Cuatro años después y con motivo
de una comunicación del Rey, en que solicita una donación voluntaria para la reconstrucción
de uno de sus castillos, el Cabildo dice: "las vacas estando todo consumidas en estas
campañas y al respectivo poco menos las de la otra vanda deste río y meramente ay en las
estancias para el avasto; los cueros aunque ay escasez de toros se destinó su tercio por Real
Cédula a san Phelipe de Montevideo y por otra ympetrada por don Feo. de Alzáybar le
franqueó la compra sin tasa dellos, de que no le quedó asta Ziudad el menor lucro..." (Acta
15 enero 1728.)
Al año siguiente el Cabildo protesta de las compras de cueros que está haciendo el
Registro, pues dice que la cédula a favor de Alzáybar no le faculta más que a comprar los
cueros necesarios para sus navíos, que no podrían ser más de 15.000, y que, sin embargo, ha
comprado, según constancias de los oficiales reales, 61.388 cueros, y eso sin contar los que
tiene almacenados en las barracas de Montevideo. 73
Mientras Alzáybar trabajaba en el Rio de la Plata, su socio el Teniente de Navío de Guerra
Don Cristóbal de Urquijo lo hacía en el Caribe. Alzáybar lo relata en su testamento así:
“Declaro que el año 24 hize los asientos para este puerto con el Rey y para fundar y poblar
la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo para cuyo aparato y empresa conduciendo
las familias para la expresada fundación de las Islas Canarias y a mi costa y de Cádiz
igualmente a mi costa 400 hombres de tropa arreglada para este puerto y Montevideo para
cuyo aparato y empresa tan grave y de tanta importancia y navíos contrata con el Rey de
Londres cinco navíos a un tiempo, nombrados San Ignacio de 60 cañones San Bruno, con 50
cañones el San Francisco, con 60 cañones el San Martín, con 30 cañones el Nuestra Señora
de la Encina, con 24 cañones. Con esta última por delante envié las primeras familias de
Canarias y yo en persona vine a la fundación con San Francisco y San Bruno y San Martín
conduciendo en ellos al resto de las familias y la tropa y quedo fenecida la contrata de la
fundación habiendo sido preciso gastar considerables caudales en las costas de la
construcción de navíos unidos con la armada chalupas del Rey y las costas y aviamentos
cadenas bastimentos y derechos Reales importa una suma cuantiosa junto con los sueldos de
cuatro años consecutivos me fue preciso buscar nuevos fondos y hacerme cargo de su pago
y aunque Don Cristóbal de Urquijo Teniente de Navío de Guerra se incluyó conmigo no tuvo
caudal alguno ni crédito para buscarlos y habiendo quedado en Cádiz con el navío San
Ignacio cuando yo pasé para acá fue con él a Veracruz en flete habiéndome comido antes en
Madrid 30.000 pesos del caudal que busqué y a su vuelta de la Veracruz le hallé en Cádiz sin
haber pagado un real a cuenta de los créditos contraídos y como a mi arribada a Cádiz fui
llamado a la Corte por orden del Rey mientras estuve en Madrid cargó sin mi orden los dos
principales navíos San Ignacio y San Francisco habiendo salido con ellos en el flete. A la
vuelta con la misma flota se perdieron en los cayos de la canal de Bahama con los caudales
que importaban más de 600.000 pesos por cuya razón fue (a) pleito a la viuda de dicho
Urquijo quien había recibido algunos caudales y por esta razón me dejó casi en tierra por lo
que no tenía que pretender cosa alguna la Viuda y sus hijas lo primero porque no puso caudal

73
A.G.N. Argentina. Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires. 1907-1934. 21-05-1734, Serie
II, Tomo VII, pp. 75-78.

36
y lo segundo por haber sacado dichos navíos sin licencia mia (…)” 74. Debieron ser muy
amigos y de suma confianza, al punto de haberlo designado Urquijo a Alzáybar padrino de
sus dos hijas. En su testamento Alzáybar establece “declaro y mando que con la posible
brevedad, de los cueros que se hicieren en las estancias del mayorazgo y de las del caudal
libre se necesitan de ellos 10.000 de buena ley a la Ciudad de Cádiz para que entreguen a mis
ahijadas de bautismo Doña María y Doña Isabel de Urquijo hermanas enteras e hijas
legítimás del legítimo matrimonio de Don Cristóbal de Urquijo y Doña Josefa Forti su
legítima mujer para que las referidas los gozen con la bendición de Dios y la mía con la
obligación de que me recomendaran a Dios por ser su segundo Padre…”. El 5 de Noviembre
de 1732 el Rey le había otorgado nuevos “asientos”. Ese mismo año Alzáybar condujo a
Buenos Aires al nuevo Gobernador Capitán General don Miguel de Salcedo, Brigadier de los
Reales Ejércitos de S.M. junto con una misión de la Compañía de Jesús. Poco después, “se
le ordenó cerrase y bloquease la Colonia del Sacramento, entonces perteneciente a Portugal,
donde apresó dos navíos y otras dos embarcaciones menores, conduciendo 52 prisioneros
junto con su Comandante el Capitán Domingo Fernándes de Oliveira, y arrasó las
propiedades del Gobernador y Capitán General de Colonia, don Antonio Pedro de
Vasconcellos, arrancando las armas que sobre las puertas este tenía, por lo que le autorizaron
a Alzáybar a agregar a sus armas las que les quitara a Vasconcellos (escudo en campos de
plata con ondas e azur)”. En 1735 la Corte española le da a Alzáybar patente de corso. Con
Nuestra Señora de la Encina, armada con 36 cañones y bajo su propio mando captura varios
navíos portugueses, cuando pretendían entrar en Colonia, que son llevados a Buenos Aires.
Pero estas y otras capturas no bastaron para amedrentar a los portugueses. Según su
testamento, invirtió en la empresa un millón ciento noventa dos mil pesos fuertes (hoy unos
21 millones de dólares). Alzáybar tenía una personalidad muy fuerte y no admitía opiniones
discrepantes. No parece improbable entonces que haya influido para que el futuro primer
Gobernador de Montevideo y marido de su sobrina llegue entonces a Montevideo en 1751
con la misión de imponer el tratado con Portugal. Parte de los indios de las misiones jesuíticas
que trabajaban en los terraplenes y baterías de las fortificaciones de Montevideo, comandados
por dos capellanes, levantaron en la actual esquina de Piedras y Zabala una pequeña capilla
con habitación para los curas de la Compañía de Jesús. Construida en piedra y cubierta con
tejas, mereció ser erigida en calidad de Matriz por el Cabildo mientras se edificaba "la iglesia
decente donde está delineada en la Plaza Mayor" en el solar para la futura iglesia matriz
designado por D. Pedro Millán. Pronto esta capilla resultó pequeña y se amplió con un galpón

74
En efecto según consta el 8-9 de agosto de 1729 zarpa de Cádiz la flota de 4 buques de guerra y 16 mercantes
al mando de don Esteban Mari, Marqués de Mari y regresan el 18 de agosto de 1730. Entre los navíos –que
transportaban casi 12 millones de pesos, de los cuales cerca de un millón era de S.M.- se encontraba el San
Ignacio comandado por Don Cristóbal de Urquijo, tal como expresa Alzáybar. El 2 de agosto de 1732 la Flota
de Nueva España comandada por don Rodrigo de Torres y Morales – Marqués de Matallana- salió de Cádiz
con 3 o 4 buques de guerra y 16 o 17 mercantes, entre los cuales se encontraban el San Francisco y el San
Ignacio. En el viaje de regreso, el 15 de julio de 1733 una terrible tempestad arrasó la flota perdiéndose entre
otros muchos el San Francisco. A consecuencia del naufragio Cristóbal de Urquijo perdió la vida. El San
Ignacio quedó en “Cayo Vacas, muy mal parado”. Las consecuencias económicas del luctuoso suceso le
salieron a Alzáybar muy caras. Matallana- salió de Cádiz con 3 o 4 buques de guerra y 16 o 17 mercantes,
entre los cuales se encontraban el San Francisco y el San Ignacio. En el viaje de regreso, el 15 de julio de
1733 una terrible tempestad arrasó la flota perdiéndose entre otros muchos el San Francisco.
A consecuencia del naufragio Cristóbal de Urquijo perdió la vida. El San Ignacio quedó en “Cayo Vacas, muy
mal parado”. Las consecuencias económicas del luctuoso suceso le salieron a Alzáybar muy caras.

37
cubierto de cuero que sirvió hasta 1740. Poco después se iniciaron las obras de la Matriz con
la colaboración general. El Procurador General fue designado Mayordomo de la fábrica de
la Iglesia, por ser responsable de las obras públicas. Cuadrillas de a veinte vecinos –o sus
empleados- y aún los militares casados y avecindados debían trabajar en turnos de ocho días
comandados por los distintos regidores. Cuando las paredes alcanzaron las cinco varas de
alto la falta de recursos obligó a parar las obras. En un Cabildo Abierto se resolvió que cada
vecino aportaría diez pesos, pero también fue insuficiente.
Hombre de profunda fe católica, Alzáybar expresa en su testamento: “… creyendo como
firme y verdaderamente creo en el altísimo misterio de la Santísima Trinidad Padre, Hijo y
Espíritu Santo, tres personas distintas y una sola esencia Divina y un solo Dios verdadero y
en todo lo demás que tiene cree predica confiesa y enseña nuestra Santa Madre Iglesia
Católica Apostólica Romana. Regida y Gobernada del Espíritu Santo debajo de cuya fé y
creencia he vivido y protesto vivir y morir como católico Apostólico y fiel cristiano teniendo
la muerte que es cosa natural a toda criatura su hora incierta secreto reservado a Dios Nuestro
Señor, porque esta no me coja desprevenido quiero hacer y otorgar esta carta y testamento
cerrado y para practicarlo y hacerlo con el mayor acierto invoco humildemente por mis
abogados e intercesores a los dulces nombres de Jesús y de María y José y a la Serenísima
Reina de los Ángeles y su santísimo esposo señor San José y a los bienaventurados Apóstoles
San Pedro y San Pablo y demás Apóstoles y Evangelistas, Santos y Santas bienaventurados
de la corte Celestial y el de mi nombre San Francisco de Asís a él Santo Ángel de mi guarda
para que todos intercedan por mí a Dios Nuestro Señor y quiera perdonar mis pecados…”.
“Encomiendo mi alma a Dios Todopoderoso que la creó para sí según y cómo la hizo de la
nada que quiera llevar para sí a su santa gloria en compañía de María Santísima y demás
Apóstoles y Evangelistas Ángeles Trinos Serafines Querubines Potestades Virtudes Santos
y Santas que van referidos en la increación que residen en la corte Celestial y el cuerpo mando
a la tierra que de ella fue formado”.
Por tanto, no fue extraño que en 1739 Alzáybar tomó a su exclusivo cargo la finalización
de la iglesia: “En la Ciud. De San fphe. De monte Video, en beymte días de el mes de Abril
de mil setesientos treinta y Nuebe, as. el Cabildo (…) tan pronto el Nabio nombrado San
Esteban (para con el favor de Dios hasser biaJe para el Reyno de España) Se haga ynforme
A Su R.l M.d de lo siguiente; Que con el motivo de Comprar pieles de toro passo por aesta
Ciud. El Cap.n de Rexistro D.n fran.co de Alceybar expendiendo gruesas sumas de plata y
ropa, así en dha, compra Como en la fabricación de casas y vn Grande Almazen de piedra y
texa Que a Construido de Que A Resultado mucho aliuio aeste be Sindario, dando les en que
trauaJar para mantener sus familias y por Ultimo viendo, Quela Iglezia, se había Quedado
En cinco baras de alto por suma necesidad y pobreza en que nos hallamos Como Le constara
a S.M.d, por ynformes que esta Ciu.d ha hecho a V.R.l M.d en Varias Ocasziones y Viendo
dho. D.n fran. co de Alceybar nuestra suma pobresa Se obligó; nos la daría perfectamente
acauada; asu costa, Como Con afecto sus apoderados hanpuesto Gran eficacia en su
execuzion pues están ya cortadas Las Maderas y sacada La piedra necesaria y quemadas
algunas ornadas de Cal, para su fábrica y esperamos mediante esta agcion tan cristiana que
en el término de breves meses tendremos una yglezia muy decente (…). Fue entonces
Alzáybar quien principalmente financió la construcción de la que más tarde sería la Iglesia
Matriz de Montevideo.
Aquí desarrolló una importante fortuna en enormes extensiones tierras ganaderas,
sencillamente pues llegó primero, valoró en su justa medida y tuvo la claridad de advertir el
potencial de la tierra oriental. Podría perfectamente haberse quedado en España y conducir

38
desde allá sus negocios comerciales y navieros. Pero se ve que le gustó el instalarse en este
lugar, a pesar de lo subdesarrollado del medio. Exportaba los cueros vacunos de su propia
producción en sus propios navíos. Construyó también un saladero de carnes vacunas en la
barra del río Santa Lucía. En sus campos estableció colonias, plantaciones y molinos.
Sus destacados servicios a la Corona y a la ciudad, determinaron que el Rey de España
Felipe V “el Animoso” lo distinguiera. En 1740 fue designado Caballero de la Orden de
Santiago75 Capitán de Navío de la Real Armada de S. M. y de Guerra y propietario del asiento
y registro de Buenos Aires. En diversas Actas del Cabildo de Montevideo se relacionan
hechos vinculados con el Capitán de Registro Don Francisco de Alzáybar. El 1 de enero de
1737, Alzáybar fue electo por el Cabildo su Procurador General, por ser vecino de la ciudad.
También lo fue en 1762 y en 1764. En su carácter de Procurador de la ciudad, el 31 de agosto
de 1737 se le encomienda que gestione ante el Gobernador y Capitán General de la Provincia
el aumento del precio de las reses destinadas al mantenimiento de la tropa del Rey de un
precio de tres reales y medio por novillo a 10 reales la vaca por haberse acabado aquellos.
El 2 de septiembre el Alcalde de primer voto del Cabildo expone que como había sido
acordado se daría cuenta a S.M. mediante Alzáybar que se establezca un impuesto a la botijas
de vino y aguardiente a fin de financiar con su producido la obra de la iglesia, la Sala de
Ayuntamiento y la Cárcel y que repartan estancias a los pobladores.
“En la Ciudad de Sanphlipe de monte Bideo provincia de este rio de la plata en diez días
de el mes de febrero de mil Septesientos Y treinta Y 8 a. s -El Cabildo Justicia Y Regi.to de
esta dicha ciudad (…) Y abiendo Conferido por largo espasio de tiempo acordaron de un
acuerdo Y conformidad seinformas a su Mag. dad Con el, Cap.n de mar Y guerra D.n fran.co
de alecibar Que estando próximo a aser viaje para los reinos de España a quien le damos
nuestro poder Gen.l en toda forma como sere Quiere por los puntos siguientes”.
Fue delegado por el Cabildo para gestionar la libertad de comercio de los puertos del Rio
de la Plata ante la Corte de España. Su cometido era obtener autorización para que los vecinos
pudiesen vender sus frutos al Brasil: harina, sebo y cecinas, en trueque de oro y algunos
negros para trabajar en las estancias y labrar las tierras; que se asignasen tres balandras o
sumaquillas; que se construyeran las fortificaciones de la ciudad; que se concediese libertad
de alcabalas (o sea exención de impuestos). La disposición del Cabildo de encomendar su
representación ante el Rey se reitera el 4 de marzo de 1745 y también el 10 de enero de 1762

75
OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp.376 o Exp. 915 de la Orden,

39
En 1738, el hombre más rico de Montevideo, Francisco de Alzáybar, ya poseía el triple de
cabezas de ganado que el resto de la población. El 20 de abril de 1738 el entonces gobernador
de Buenos Aires, D. Miguel de Salcedo, en gratificación por haber traído en sus barcos a los
primeros pobladores le concede a Francisco de Alzáybar la primera merced de estancia, que
abarcaba una extensión inmensa: las tierras situadas entre los ríos San José, Santa Lucia y de
la Plata, y arroyo Luís Pereyra de aproximadamente 423.000 cuadras (alrededor de 715.000
hectáreas).
En su testamento define su propiedad de esta forma: “desde el Río de la Plata que su frente
es el siguiente; siguiendo por el río de San José hasta sus nacientes dividiendo el río de Pavón
y el punto llamado Lenes María hasta los nacientes de dicho río San José que seguirán los
mojones para la separación de la jurisdicción de dicho mayorazgo. Vínculo con sus ganados

40
dejando como dejo libres desde el Río de la Plata corriendo entre los arroyos Pavón y Cupé
hasta el río Jé con los linderos que consta de la compra que tengo hecha al Rey y todo poblado
con ganados vacunos y caballares y demás especies de cuadrúpedos en cuya jurisdicción de
tierras y toda especie de ganados de que pudieran estar pobladas las expresadas tierras libres
no han de poder mis sucesores cosa alguna de los referidos terrenos libres y ganados que
están estendidos y llenas dichas tierras libres de vinculación cuyos usufructos y pertenencias
dejé reservado para mí y para disponer de ellos como es y son míos propios hacienda y
ganados para usar de ellos y disponer como más conveniente juzgase delante de Dios sin
perjuicio de mi alma de mi conciencia y de tercero”.
Esta propiedad estaba situada en los actuales departamentos de Flores y San José, los
cuales entonces pertenecían a sólo dos terratenientes: Alzáybar y Miguel Ignacio de la
Cuadra, teniente coronel de la artillería de Montevideo. Los mismos, al no tener demarcados
los límites de sus campos, favorecían la presencia de “faeneros” de ganado en sus fronteras.
Entre las dos propiedades se estableció un caserío llamado de los Porongos, nombre de una
calabaza silvestre abundante en la zona que se usaba para tomar mate. Hacia 1802 se decide
la construcción de una capilla y su párroco fray Manuel Úbeda, de la orden de los Trinitarios
Calzados devotos de la Divina Trinidad, que recibe de la viuda de Miguel de la Cuadra, Inés
Durán, la donación de los terrenos, funda la que se llamó Villa de la Santísima Trinidad de
los Porongos, la actual ciudad de Trinidad. En 1811, dos tercios del territorio del
departamento de Flores eran propiedad de la sucesión Cuadra-Durán y el resto a la sucesión
Solsona-Alzáybar.
Alzáybar tenía como administrador de sus campos a Don Agustín de Ordeñana, a quien en
su testamento declara acreedor a “la cantidad de 18.000 pesos por su salario y cuidado de las
estancias faenas viajes y demás servicios que ha hecho a la casa desde el principio que entró
en casa hasta la hora presente de cuya cantidad se le ha otorgado por mi escritura ante Don
José Zenzain escribano y es mi voluntad constante que por la mimsa razón y por la fidelidad
buena conducta con que se ha servido y exacto cumplimiento que ha dado en todo se le
satisfaga luego con antelación a todos declarolo así para que conste”.
Otra propiedad importante que poseía era la fracción contigua a la muralla de la ciudad y
a la bahía de Montevideo, al norte, donde tenía almacenes y embarcadero. En 1741, el
ingeniero Francisco Rodríguez Cardozo, de acuerdo con las instrucciones del marqués de
Verboom proyectó la muralla desde la Ciudadela al puerto, desviándola hacia el oeste para
evitar los almacenes de Francisco de Alzáybar, provocando la protesta del Cabildo pues las
fuentes de agua quedaban fuera de aquella.
En el mismo año, el 16 de octubre, y posteriormente, el 5 de mayo de 1742, el Cabildo
decidió “en razón de la carestía de la carne” la instalación de un matadero público, y que se
diese a don Juan de Achucarro, como apoderado de Francisco de Alzáybar “quien tiene
crecida cantidad de animales” el abastecimiento por nueve meses de las cabezas necesarias
para el consumo. El Procurador General apoyó la medida "por ser en utilidad del vecindario
y que con eso podrán criar algunas vaquitas pues el mayor rodeo de esta jurisdicción es de
cien cabezas entre chico y grande". Cita Apolant: “Un censo de todo el ganado vacuno en la
jurisdicción de Montevideo, efectuado en noviembre de 1753 (cfr. Archivo Artigas, To. I
pags. 30/32) arrojó un total de 61.564 cabezas, de las que 40.000 eran de Alzáybar, 4.200 de
Durán, 1.936 de la Compañía de Jesús y otros 1.000 de los Padres de San Francisco” 76. Tal
vez junto con los de Alzáybar se contabilizaban los de Juan de Achucarro, pues sino los

76
Apolant, J. A., Instantáneas de la época colonial., Montevideo, Arca. 1971.

41
14.000 vacunos que pertenecían a los 90 vecinos “cabeza de familia” con ser escasos a razón
de 160 per cápita se hubieran reducido más aún.
Estos hacendados –en proporción a la cantidad de ganado con que contaban- debían
abastecer al matadero durante los tres meses restantes. El precio establecido fue de catorce
reales la res viva y doce reales la muerta. Sin embargo, según se denota en varias actas del
Cabildo, suministró gratuitamente ganados a la ciudad durante varios lustros.
La explotación de la riqueza ganadera siguió las sucesivas etapas de ampliación de las
vinculaciones de la Banda Oriental con el mercado exterior. Al establecimiento en el Plata
del "Asiento" (de negros) de Inglaterra y del "Registro" de Francisco de Alzáybar,
corresponde el inicio de las vaquerías en la Banda Oriental. Desde la Colonia del Sacramento
se fomentaban entre tanto las "cuereadas" y "sebeadas" ilegales. Los navíos de registro suelto,
los buques-correo y la instalación del "Apostadero Naval", junto a las guerras contra los
portugueses que culminarán con la destrucción de la Colonia, acrecieron la demanda de
cueros y ganados y fueron contemporáneas de las grandes matanzas de la mitad del siglo
XVIII.
El ganado que existía en la jurisdicción de Montevideo y que no había sido repartido junto
con las estancias concedidas a los pobladores, fue declarado por Millán, propiedad del
"común". Al obtener grandes extensiones de tierra, Alzáybar, los Jesuitas, Villanueva Pico,
José Joaquín de Viana y otros, junto con ellas obtuvieron el ganado común. En el caso de
Alzáybar, el Cabildo le ordenó aminorar sus posesiones. Los beneficiarios fueron
comerciantes y abastecedores, ya en litigio con el poderoso vizcaíno, que interpusieron
denuncias sobre cientos de leguas.
Estos enfrentamientos, de singular violencia luego de 1778, terminarán con el triunfo de
los comerciantes y hacendados de Montevideo. Son los años de las grandes faenas a cargo
de partidas de changadores, que trabajan para el comerciante que los contrata o del jefe de la
partida que vende el fruto de las cuereadas. Es también la época de las grandes matanzas y
arreos de ganado en beneficio portugués.
Era considerado hacendado todo aquel que a cualquier título, poseyera una “suerte de
estancia” (media legua por legua y media, o sea 2.028 hectáreas). De todas formas había un
gran abanico de tamaños entre los que poseían 2700 cuadras (4.500 ha) hasta el caso de Juan
Francisco García de Zúñiga, quien dejó a su muerte 201 leguas (500.000 ha).
Grandes extensiones de tierras poseyeron los Viana-Achucarro, los Alzáybar-Solsona, los
Viana-Alzáybar, Uriarte, Ramírez, Julián de Gregorio Espinosa, Martínez de Haedo, Juan
José Seco y Ana Quirós, la sucesión Villanueva Pico, Cristóbal Salvañach, José Cardoso,
Antonio Pereira, la sucesión de Quadra-Durán, José Milá de la Roca, Juan de Almagro,
Francisco Albín, Manuel de Azcuénaga, y algunos otros. Entre ambos extremos se encuentra
una variada gama de grandes y medianos hacendados.
El grupo de pequeños y medios estancieros estuvo integrado por los beneficiarios de los
repartos de Montevideo y los realizados en Colonia, Soriano, Maldonado, Melo y por algunos
comandantes militares, entre los que se contó José Artigas, al norte del Río Negro.77
Alzáybar también poseía una Estanzuela en las afueras de la ciudad, en lo que es hoy el
barrio Cardial de Montevideo.
En España Alzáybar era propietario del astillero “caño del Trocadero que está entre Cádiz
y Puerto Real de 80 varas de frente y 170 varas de fondo todo amurado con su dique casa y

77
Sala de Touron, L, El mostrador montevideano. Enciclopedia Uruguaya. 1968.

42
almacén que está en medio de los almacenes de la Compañía de la Havana y de las casas del
Mvo Terzas cuya posesión es mía por venta y dato que me dio el cabildo Justicia y Rejimiento
de la Ciudad de Puerto Real…”. O sea un dique seco o astillero.
A los navíos antes nombrados se sumaban la fragata San Joseph, alias el Borbón, la saetía
Na. Sa. De la Concepción o San Hypólito y el Santiago el Perfecto.
Es de destacar que fue Alzáybar quién en nombre del Cabildo de Montevideo, gestionó un
gobierno independiente para la ciudad y región. En efecto, su carta fechada en Madrid el 20
de agosto de 1745 dirigida al M.Y. (Muy Ylustre) Cabildo menciona que le han encomendado
“el que hubiera de haber Gobernador independiente de el de Buenos-Ayres”. En ese mismo
escrito también “participa a V.S. habérseme restituido á los honores, ser, y estando en que
estaba antes de mi arresto y así en todo el año que viene saldré de Cádiz con mis navíos para
ese puerto”. Luego reclama de los perjuicios causados en sus haciendas por los embargos
hechos por el Cp. Fermín de la Pesa y sus administradores, estimando que en sus estancias
habría por lo menos 50.000 cabezas de ganado y solicita se evalúen las perdidas.
En 1741, cuando estaba por navegar a Buenos Aires en el navío Borbón, por suponerse
que en la carga había “géneros” que no habían pagado derechos, Alzáybar fue detenido y
arrestado y sufre la confiscación de sus bienes y dos navíos pero el Real Consejo de Indias
lo declaró libre e inocente de todo cargo recién el 27 de febrero de 1745. Esta situación le
provocó sustanciales quebrantos y según Alzáybar declara en su testamento: “consta todo por
autos en la casa de contratación de Indias en la Ciudad de Cádiz en la concurrencia que
hicieron todos mis acreedores (…) que se causaron dichas deudas con el motivo de haberme
el Rey confiscado todos mis bienes y caudales hicieron todos un convenio y contrato judicial
como tales acreedores en virtud de la orden del Rey (…) quedaron obligados en que yo
despachara mi navío San Bruno a la mar del Sur y que pagadas que fueran sus aviamentos y
costas cobren dichos acreedores del sobrante del viaje (…) pues con suterfugios me hicieron
perder dos viajes a la mar del Sur habiéndome detenido entre todos con sus contradicciones
en España desde el año 46 que el Rey después de haberme calificado por sus Reales
despachos y declarándome por buen ministro y restituyéndome mis bienes me habilitó S.M.
graciosamente con sus licencias para dicho mar del Sur (…) lo que no puedo ejecutar por la
ocupación y resistencia de los expresados acredores quienes me detuvieron en Cádiz hasta el
año 55 que salí de aquel puerto el día primero del año (…)”.
Posiblemente las pérdidas ocasionadas por el naufragio que costó la vida de Urquijo, las
demoras en cobrar los créditos que tenía con el Gobierno de S.M., también la circunstancia
de la gran magnitud de riesgos que siempre estuvo dispuesto a asumir combinado con el
significativo volumen de sus negocios y de los créditos necesarios para concretarlos, hayan
significado un flanco débil.
Su patrimonio había seguido creciendo: en 1751 contaba con 87.000 pesos, casa, almacén,
8 esclavos, 36 mil vacunos, 500 ovejas y 200 yeguas.
Francisco de Alzáybar, era hidalgo reconocido como tal por el Cabildo de Buenos Aires,
Alguacil Mayor de la Inquisición, avecindado en Uruguay y (aunque algunos han planteado
dudas al respecto, ya que no se han encontrado los documentos pertinentes, pero así lo afirma
Alzáybar en su testamento y no cabe porque dudarlo) nombrado por el Rey, Marqués de San
Felipe y Santiago de Montevideo, la ciudad que había contribuido en forma sustancial a
constituir, cuya catedral había financiado y que tanto le atraía al punto de resolver radicarse
en ella definitivamente.
El 26 de febrero de 1763 el Cabildo “Justicia y Regimiento” acusa aviso del Superior de
la Compañía de Jesús y Comisario del Santo Oficio, quien exhibió el nombramiento de

43
Alzáybar como Alguacil Mayor del Santo Oficio –de la Inquisición- en la ciudad de
Montevideo, título otorgado en la Ciudad de los Reyes (Lima) el 27 de agosto del año 1761.
El 22 de noviembre de 1768 Alzáybar instituye por escritura pública un mayorazgo
“dotado con bienes en la Banda Oriental que sería –mientras no aparezca otro- el único
mayorazgo fundado en Buenos Aires. 78 Otras referencias al mismo mayorazgo se contienen
en el codicilo del 18-I-1775 asentado en el Registro 2, año 1775, f. 82 y ss.).” 79
Posteriormente establece un extenso testamento ante el escribano José Zenzano, el mismo
ante quien había con anterioridad establecido el mayorazgo, en el que detalla sus créditos y
acreencias y tangencialmente relata sucesos de su vida. “… nombro por mis herederos en
primer lugar a mis hijos legítimos si los tuviere y en caso de no tenerlos nombro en segundo
lugar a mi hermano Don Martín de Alzáybar y por muerte de este a sus hijos legítimos si los
tuviere y si no los tuviere al tiempo de su fallecimiento nombro en tercer lugar a Don Juan
de Alzáybar mi hermano y si en llegado este caso no viviere el referido Don Juan nombro en
cuarto lugar a los hijos de este Don Juan de Alzáybar (…) que no obtuvieron el mayorazgo
que he fundado por escritura separada…”.
En otro ítem declara como Albaceas “a mi hermano Martín de Alzáybar y Don Agustín de
Ordeñana y Don Joaquín Viana Marcial Mariscal de los Ejércitos de S.M. para que todo lo
ejecuten y lo hagan puntualmente y por el orden que van nombrados”.
En dicho testamento declara créditos por algo más de cuatro millones seiscientos mil pesos
y reconoce deudas por unos trescientos doce mil pesos, por lo cual su patrimonio ascendía a
alrededor de cuatro millones trescientos mil pesos. Si bien en dicho haber incluía un crédito
en su favor por casi un millón doscientos mil pesos contra la Real Hacienda por sus gastos
por la expedición para poblar y proteger Montevideo, que según parece nunca llegó a hacerse
efectivo, igual su haber patrimonial era muy importante para la época, de unos 70 millones
de dólares. 80
Un par de décadas más tarde, el cabildo volvió a oponerse a una denuncia de tierras
realengas. En este caso se trataba del intento de Francisco de Alzáybar. Efectivamente, en
1771 Alzáybar trató de comprar una gran extensión de tierras realengas, destacadas en verde
en el mapa siguiente.
Alzáybar fundamentó su pedido en que esas tierras albergaban ganado proveniente
procedía de su estancia del rincón de San José que en 1736 había poblado con 36.000 vacunos
(Pivel Devoto, 1964: 399). El cabildo se opuso y la muerte de Alzáybar, ocurrida cuatro años
más tarde puso fin al reclamo.
Alzáybar fallece en 1775, a los 80 años, en Buenos Aires. Además de ser un hombre
brillante y de una inteligencia de admirar, debió ser muy saludable y fuerte para vivir en esa
época hasta esa edad, después de la intensa actividad que desarrolló. El mismo lo destaca en
su testamento, cuando dice: “estando Dios mediante en sana salud y sin enfermedad alguna
y en mis cinco sentidos completos”. Soltero y sin hijos, lo hereda su hermano Martín, también
soltero y sin descendientes. A éste lo hereda el tercer hermano, Juan, padre de María

78
AGN Protocolos de Escribanos, Registro 2, año 1768, f. 261 a 282.
79
Mariluz Urquijo, J. M.: Los Mayorazgos. Lecciones y Ensayos. Instituto de Historia del Derecho Ricardo
Levene, Buenos Aires, 1970, pp. 139-173.
80
El peso ($) se origina en la reforma monetaria española de 1497, de la Reina Isabel la Católica, que creó la
pieza de ocho (real de a 8 o duro o «peso fuerte», o real) que en 1535 en la Ciudad de México se acuñó por
primera vez. Era una moneda de plata cuyo peso fue de 27 (o 27,468) gramos con una pureza o ley del 92 % (o
93,055%) de plata pura; esto significaba que el real de a 8 contenía 25,560 gramos de plata. Al 5/7/2016 con
una cotización de la plata de 0,64 dólares por gramo, su valor es 17 dólares por peso.

44
Francisca de Alzáybar, viuda del Gobernador Joseph Joachim de Viana, quien había fallecido
dos años antes. Ella heredó los campos comprendidos entre el río Cebollatí y el curso inferior
del arroyo Aiguá. Por otra parte, al fallecer Martín en 1780, lo hereda su sobrina Gabriela de
Alzáybar, hermana de María Francisca, casada con Manuel Solsona en 1775 81.
Como consecuencia Solsona se transformó en uno de los mayores productores de cueros
de la Banda Oriental, pues dispuso de las tres estancias llamadas la Grande, la Barra y la
Bolsa que habían sido de Francisco Alzáybar, hasta 1798 cuando fueron subastadas por la
Real Hacienda con todos sus ganados y demás utensilios y compradas por Miguel Ignacio de
la Cuadra por 24.500 pesos pagando el 5% al contado, y el principal y los réditos en 3 años
con garantía hipotecaria. 82●

81
Apolant, J. A. Padrones Olvidados de Montevideo del siglo XVIII. 1966. Montevideo, Imprenta Letras,
p.418.
82
Pivel Devoto, J. E. (Dir), Colección de documentos para la historia económica y financiera de la República
Oriental del Uruguay. (1964). Montevideo, Ministerio de Hacienda, p. 725.

45
MEDICINA Y DERECHO
BAJO LA DOMINACIÓN ESPAÑOLA
EN LA BANDA ORIENTAL
Un capítulo poco conocido de la
Historia Colonial
(1724-1813)
Augusto Soiza Larrosa 83

Medicina legal e interpretación histórica

La Medicina ha hecho interesantes aportes a la historia en muchas de sus áreas de estudio.


Una de sus especialidades, la Medicina Legal, ha sido menos difundida, no obstante su
reconocida antigüedad y amplia participación en la vida de la comunidad.
La Medicina Legal es una rama especializada de la medicina general vinculada al derecho,
sobre la cual existen tantas definiciones como autores se han ocupado de ella, “disciplina
médica que aplica los conocimientos biológicos a los problemas jurídicos para intentar
encontrar la verdad”.
Nacida en las fuentes históricas de la medicina occidental se nutrió en las del Derecho.
Integra las “humanidades médicas” junto a la Historia, la Ética y Deontología médicas. Se
consolidó como especialidad médica en el siglo XIX. Muchos médicos que incursionaron en
la Historia también ejercieron la Medicina Legal, como Laignel-Lavastine y León Derobert,
médico legistas franceses; Nerio Rojas y Aníbal Ruiz Moreno, médicos legistas argentinos.
En Uruguay, Walter Piaggio Garzón, pediatra y jefe de Trabajos Prácticos de Medicina
Legal; Daniel Murguía, psiquiatra y médico legista; Guaymirán Ríos Bruno, cirujano y
médico legista.
El campo de acción de la Medicina Legal, podado de ramas que pasaron a otras
especialidades (como la higiene pública y la medicina ocupacional), es suficiente para

83
Médico. Miembro de Número del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay Miembro de Honor y ex-
presidente de la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medicina

46
vincular al especialista médico legista con un universo de problemas de individuos o grupos,
y su experiencia en el análisis deductivo lo anima (si su espíritu así lo predispone) a bucear
en los vericuetos de la historia y su interpretación. La Historia está repleta de asuntos
médicos. Por su formación (recordar el acápite) el médico legista aplicará el método de
investigación médico legal y el conocimiento que posee de la Biología a los hechos del
pasado y se sumergirá en el torbellino de la Historia. Enlazará así Medicina e Historia, y solo
merced a su fortaleza de ánimo podrá retornar al mundo que lo rodea y evadirse del
apasionante escenario del pasado.

Presupuestos para la aplicación de la Medicina Legal a la Historia

El método de investigación médico legal es simple: hacer hablar a las cosas, a los hechos y a
las personas sobre lo pasado, mediante un análisis deductivo filtrado a través del juicio de la
razón. Como vemos, no se ocupa del presente ni del futuro; no existe una medicina legal
preventiva; todos los problemas objeto de su estudio ya sucedieron. También por eso la
medicina legal se aproxima a la investigación histórica. Esquemáticamente no es más que
una disciplina médica que intenta esclarecer hechos del pasado reciente o remoto. ¿Acaso el
historiador no hace lo mismo?
La Medicina Legal tiene sus propias exigencias, su método, lo que la diferencia de otras
disciplinas que también trabajan con los hechos del pasado: pero su aplicación a la Historia
requiere respetar principios básicos:
1) Conocimiento general de la medicina, lo que no equivale a erudición sino amplitud, (el
conocimiento teórico y práctico de la medicina legal debe ser sí profundo)
2) Conocer los fundamentos generales del derecho y las ciencias sociales, ya que su campo
de acción está íntimamente vinculado a esas ramas del saber
3) Aplicar en cuanto fuere necesario una praxis deductiva, que se concreta en las tres reglas
fundamentales: a) constatar un hecho; b) buscar una causa; c) vincular la causa con el hecho
por un encadenamiento lógico basado en las leyes de la experiencia y la investigación
científicas (causalidad)
4) Rechazar catalogar los hechos como inexplicados o inexplicables; todo tiene su origen en
causas más o menos evidentes, más o menos oscuras; aquello que no puede ser explicado es
por ignorancia o defectos del conocimiento científico.
Según el historiador médico Henry Sigerist, la medicina (y por extensión la medicina legal)
puede aplicarse perfectamente a la investigación histórica. 84

Medicina Legal durante la Época Colonial en la Banda Oriental

He elegido este período histórico en su vinculación con el ejercicio de la Medicina Legal en


la Banda Oriental del río Uruguay, hoy República Oriental del Uruguay, por ser un capítulo
prácticamente inédito. Fue objeto de mi estudio en mayor extensión ya hace unos años. 85
Desde que la Banda Oriental tuvo autoridades civiles bajo la dominación hispánica,
comunales primero y gubernativas después, la administración de justicia acudió a médicos,
cirujanos o “entendidos” en el arte de curar, para informarse sobre un universo de problemas.

84
Sigerist, H. E., La medicina y el bienestar humano. Iman, Buenos Aires, 1943.
Soiza Larrosa, A., Historia de la medicina legal y los peritajes médico forenses en el Uruguay (1724 – 1883),
85

Montevideo,1983 en: http://www.medicinalegal.edu.uy/depto/historia/medlegal-historia.pdf

47
Fue una regla general que el ordenamiento jurídico al perfeccionarse requirió de asesorías
especializadas en las diferentes artes o ciencias; los magistrados no podían resolver con sus
conocimientos los intrincados problemas de una sociedad cada vez más compleja. Recurrir a
“expertos en un arte” o peritos (del latín peritus) fue una consecuencia natural. Su forma de
actuar fue el peritaje (aje, sufijo que indica acción).
Gradualmente los peritajes se incorporaron a las primitivas leyes y a sus recopilaciones
bajo forma de reglas de proceder. La regulación de los procedimientos jurídicos promovió la
aparición de los primeros Códigos de Procedimiento, y desde entonces el peritaje se estipuló
como una exigencia legal. Esta progresión en la tecnificación de la justicia viene desde la
antigüedad, aunque como se dijo, fue en el siglo XIX que se consolidó la participación
médico - legal en los procedimientos.
Apenas pobladas las primitivas manzanas de la fundada plaza fuerte y puerto de
Montevideo (1724-26), surgieron incidentes y problemas jurídicos comunes a toda
congregación humana. El primer organismo comunal, el Cabildo, se instaló en 1729. Los
escasos médicos, con rudimentario bagaje de conocimientos médico-quirúrgicos y aún más
reducidos (o ausentes) en Medicina Legal, debieron prestar su concurso a las poco ortodoxas
autoridades judiciales. Desde esa época hasta la instalación de la Facultad de Medicina de
Montevideo (1875-76), y la creación de la Cátedra de Medicina Legal (una de las primeras,
provista interinamente en 1877 con el médico de policía Diego Pérez), culminando con el
reconocimiento de la medicina legal como especialidad médica (recién en 1972), la historia
de la medicina legal en el Uruguay, ha recorrido casi tres siglos.

El marco jurídico bajo la dominación hispana

I.- Ordenamiento Jurídico hasta 1492

Estando subordinada a la Gobernación y luego Virreinato del Río de la Plata el territorio de


la Banda Oriental se rigió por el ordenamiento jurídico castellano hasta 1492, fecha arbitraria
pero significativa (reconquista de Granada en poder musulmán, por los Reyes Católicos de
Castilla y Aragón), la regulación jurídica en los territorios del reino se aplicó por los
“Privilegios o Fueros Municipales” (cada región de la península tenía uno propio). El Fuero
definía las obligaciones de los vasallos para con su Señor. Elegido un magistrado éste debía
hacer cumplir las leyes del Fuero.
Los Fueros regularon los procedimientos para obtener una prueba jurídica. Se suprimió la
“ordalía” como método de prueba empleado en la baja Edad Media, que llegaba a extremos
del tipo “introduce la mano en el aceite hirviendo”, cuyo resultado traducía el juicio de Dios:
“si te quemas eres culpable”.
El Rey legislaba por los fueros y era la única fuente de justicia civil y criminal apelable
aunque delegaba su autoridad en diferentes niveles de administración. El Consejo Real era el
Tribunal Supremo de Apelaciones (por debajo había un numeroso catálogo de organismos
subalternos). Para Indias (América, hoy), se instituyó el Consejo de Indias, equivalente al
Consejo Real de la Península. Fue órgano de gobierno y tribunal de apelaciones, que entendió
en los asuntos correspondientes, entre otras regiones, a las diez Audiencias de Indias.
En esta etapa del ordenamiento jurídico ibérico, la intervención de médicos y cirujanos fue
ocasional.

48
II.- El Derecho castellano luego de la expulsión de los musulmanes

Desde la reconquista de Granada en 1492, se inició un segundo período en el ordenamiento


jurídico ibérico, el Derecho Castellano. La administración se encontró con que no existía un
código actualizado que reuniera la enorme cantidad de leyes aplicadas en tantos años.
Muchos estatutos habían sido dictados y otros habían caído en desuso desde los antiguos
“Fueros” y “Partidas”. Se promulgaron las Recopilaciones de las cuales hubo tres en la
península: a) la Recopilación (1557), en que se trataron temas relativos a los tribunales y
prácticas judiciales; b) la Nueva Recopilación (1775); c) la Novísima Recopilación (1805)
donde se introdujeron normas para la enseñanza y el ejercicio de la medicina (como la
obligación de concurrencia de los estudiantes a los hospitales).
Los informes médico legales eran rudimentarios. Un autotitulado e ibérico cirujano forense
(sic) del siglo XVIII escribió en su manual:
“Hipócrates, Celso, Esculteto, Vesalio y otros, en distintos sitios de sus obras, tratan del
general descuido que observan acerca del modo de exponer a los jueces los casos criminales
(y que) ni practicaban como debían su profesión, causa por la que daban lugar a diferentes
absurdos”. La causa referida se sintetizaba en “la libertad y falta de conocimientos con que
exponían a los magistrados y jueces los casos que se debían litigar y decidir por el derecho,
particularmente los criminales”. 86
Atribuyó el autor gran importancia a la edición del Código Carolino de 1532, para el
desarrollo del arte de dictaminar (periciar) de los médicos ante los tribunales. Fue redactado
por varios autores pero impreso por mandato del emperador Carlos V, en Ratisbona,
Alemania (1532) bajo el título “Constituciones Criminales”. Allí, en texto alemán, se trataba
sobre el infanticidio, homicidio, envenenamiento, aborto y abortivos. Imponía la pena de
muerte. Ordenaba a los jueces tomar declaración a los cirujanos y a los “inteligentes”
(idóneos) acerca de las heridas que pudieran haber causado la muerte. Disponía que las
mujeres “sospechosas” (prostitutas) fuesen revisadas por comadronas.
La literatura médico-legal ibérica era aún inexistente, salvo alguna excepción como la de
Juan Fragoso y sus “Ensayos Tanatológicos y Cómo Exponer Delante de los Juzgados”, obra
editada en Toledo en 1570. 87 88

El Derecho aplicado en Indias, incluida la Banda Oriental

Las Indias Occidentales a partir del descubrimiento quedaron políticamente incorporadas a


la corona de Castilla.
El Derecho aplicable en Indias fue llamado “Derecho Indiano”. Se integró con una
profusión de normas, de por sí confusas y diversas en tiempo y espacio, incluyendo Cédulas,
Órdenes, Pragmáticas, Provisiones, Cartas Reales, Instrucciones y Ordenanzas específicas

86
Fernández del Valle, J., Cirugía forense general y particular, Imprenta Aznar. Madrid, 1796, 2 vols. in-8vo;
pp. 26-27.
87
Derobert, L., Histoire de la médicine légale. En Revista Zacchia, Roma, 1973, vol. IX, nº 1 a 4.
88
Ibarra y Rodríguez, E., Historia del mundo en la edad moderna. 2ª ed., Barcelona, 1940, vol. 1º.

49
para Indias. Fueron dictadas por el Rey, pero también por sus autoridades delegadas, como
el Consejo de Indias, la Casa de Contratación de Sevilla, virreyes, gobernadores e
intendentes. Recién en 1680, el Rey Carlos II dispuso la primera “Recopilación de las Leyes
del Reyno de Indias”, que contuvo 218 Títulos con 6385 Leyes.
El Derecho Indiano fue declarado de cumplimiento y ejecución obligatoria a pocos años
del descubrimiento de América (ley de 1528), y tuvo primacía sobre todo otro Derecho.
Luego de la “Recopilación” de 1680, hubo por supuesto resoluciones posteriores, que si bien
se admitieron no fueron recopiladas.
En caso que el Derecho Indiano no pudiera ser aplicado por insuficiencia o ausencia de
normas específicas, se aplicó el Derecho Castellano como un “Derecho español en Indias”.
Las normas castellanas rigieron con carácter de derecho supletorio, pero como lo exigía la
“Recopilación de las Leyes de Indias” (ley 2, tit. 1 libro 2) debía seguir un orden de prelación
de la siguiente forma: a) primero la aplicación de la “Nueva Recopilación” del Derecho
Castellano del año 1775; b) luego las Leyes de las Cortes de Toro, 1502 – 1505; c) seguido
del Ordenamiento de Alcalá, 1348; d) de los Fueros Municipales; e) del Fuero Real, 1255; y
e) por último recurrir al Código de las Siete Partidas, 1263 – 1265. Las Siete Partidas, o
simplemente Partidas fue una compilación castellana durante el reinado de Alfonso X El
Sabio (1221-1284) con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica del reino.
Esta obra fue uno de los legados más importantes de Castilla a la historia del Derecho, un
cuerpo jurídico de amplia y larga vigencia en la América Hispana (hasta el siglo XIX d. C.).
La Novísima Recopilación (1805) por el estado de convulsión revolucionaria no se aplicó
en Indias.
En cuanto a la “Recopilación de las leyes de los Reynos de Indias”, culminada por el doctor
Juan Solórzano y Pereira, y aprobada por el rey Carlos II por Real Orden del 16 de mayo de
1680, mandada publicar al siguiente año, constaba nada menos que con nueve libros. Lo
referente a Leyes, Provisiones, Cédulas y Ordenanzas, en el Libro 2º; lo referente a las
autoridades (alcaldes, alguaciles, escribanos y notarios) y su competencia en las ciudades y
pueblos, en el Libro 5º; el castigo de la vagancia, establecimiento de cárceles, los delitos y
sus penas, en el Libro 7º. Todavía falta el historiador médico que penetre con espíritu crítico
en todas estas normas referidas a nuestro territorio, en lo atinente a la medicina. 89, 90

La administración de la Justicia en la Banda Oriental bajo la dominación hispana

1.- La “potestad de juzgar”

Montevideo, puerto militar, guarnición fortificada y por añadidura población civil, en su


actual emplazamiento elegido por españoles y fundada entre 1724-1726, hoy capital de la
República Oriental del Uruguay, tuvo desde su origen una justicia propia, llamada “justicia
ordinaria”, para diferenciarla de la existente en niveles más jerárquicos (Buenos Aires,
Charcas y Sevilla). Esta justicia estuvo radicada en el Cabildo, cuyos miembros ejercieron
entre otras funciones, la de jueces en materia civil y criminal. Este primer organismo
comunal, el Cabildo, Justicia y Regimiento de Montevideo, se estableció el 20 de diciembre
de 1729 por auto del gobernador de Buenos Aires, Mauricio Bruno de Zavala y se instaló el

89
Blanco Acevedo, P., El gobierno colonial en el Uruguay y los orígenes de la nacionalidad. 2ª ed.,
Montevideo, 1936.
90
Cestau, S., Historia del notariado uruguayo. Montevideo, 1976.

50
1º de enero de 1730 en la casa del capitán Pedro Gronardo (en las actuales calles Piedras e
Ituzaingó; donde consta en una placa conmemorativa); y desde 1737, en su actual ubicación
(calles Juan Carlos Gómez y Sarandí). 91
La “potestad para juzgar” alcanzaba a distintos “Fueros” o jurisdicciones: el “Fuero
común” abarcaba a la generalidad de las personas y todos estaban sujetos a él pues era de
orden público; pero se podía invocar el pertenecer a otro “Fuero”, debiendo entonces probarlo
(eclesiástico, militar, de marina, mercantil).
Las atribuciones judiciales del Cabildo no eran las únicas; las tenía también policiales, de
milicias (civiles armados), administración de cárceles e higiénicas (en acuerdo con el
gobernador adoptó las medidas tendientes a fundar el primer hospital de la ciudad).

2.- Ámbito y jurisdicción judiciales

La jurisdicción del Montevideo colonial excedía la actual. Iba de oeste a este desde el arroyo
Cufré (desembocadura en el Rio de la Plata) hasta las sierras de Maldonado y el cerro Pan de
Azúcar; por el sur el límite natural del río de la Plata; y por el norte el nacimiento de los ríos
San José y Santa Lucía respectivamente. Abarcaba así los hoy departamentos de Montevideo,
Canelones, San José, y parte de Maldonado, Florida, Lavalleja y Flores. El resto de la Banda
Oriental era territorio dependiente de la gobernación de Buenos Aires.
Al establecerse nuevas poblaciones se crearon jurisdicciones en el “recinto de la villa (de
Montevideo) y sus chácaras” (sic). Hacia 1730, sólo una pequeña zona dentro de los límites
del actual Montevideo era la zona urbana, donde se ubicaban los “solares” para los
pobladores; todo lo demás lo constituían la zona de “chácaras”, y la llamada “estancia del
Rey”.

3.- Organización de la Administración de Justicia

El Cabildo, al que las leyes de Indias concedían toda la jurisdicción “ordinaria” que por
derecho fuera necesaria, ejerció justicia a través de los cabildantes. Los alcaldes de Primer y
Segundo Voto tenían atribuciones y administraban la justicia en lo civil y criminal sin límites.
El alcalde de Primer Voto era también juez de los Naturales y el de Segundo Voto, juez de
Menores. Se subrogaban por ausencia. Las primeras autoridades en Montevideo fueron don
José de Vera y Perdomo (alcalde de Primer Voto), don José Fernández Medina (alcalde de
Segundo Voto), naturales ambos de Canarias; don Bernardo Gaytan (alcalde provincial) y
Juan Antonio Artigas (alcalde de la Santa Hermandad).
A los alcaldes – jueces - no se les exigía leer y escribir, pues en los hechos carecían de
instrucción, pero sí ser beneméritos y tener limpieza de sangre (linaje). Con el tiempo
pudieron desempeñarse como jueces los españoles del “gremio de abogados” (sic) y
comerciantes de la ciudad. Todos estos pormenores nos van ilustrando acerca de cuanta
ilustración médico legal se podía exigir a los médicos de la colonia. La obvia insuficiencia
en conocimientos jurídicos de los jueces se suplió por “asesorías letradas”, esto es, la consulta
a verdaderos profesionales del Derecho. Las “asesorías” de los jueces, podían ser
“necesarias” (nombradas por el rey; no las hubo aquí), o “voluntarias”. Estas fueron muy

91
Bresciano, R., El Cabildo de Montevideo, Montevideo, 1977.

51
comunes, aunque en Montevideo, por no haber letrados durante muchos años, hubo de
recurrirse a los de Buenos Aires. Se trataba de una función onerosa, cuyo dictamen obligaba
al juez sólo en las asesorías “necesarias”, pero que en la práctica, aun en las “voluntarias”,
era siempre acatada por el magistrado que la pedía.
Los otros cabildantes que integraban la administración judicial, eran: el alguacil mayor o
ministro fiel ejecutor, que portaba la Vara de la Justicia, supervisaba la cárcel, los prisioneros
y hacía ejecutar los mandamientos de los alcaldes. El juez de fiestas, que podía aplicar penas
reglamentarias. El juez de policía, para la conservación del orden público e higiene de la
ciudad. El fiel ejecutor, aplicaba penas a los que engañaban con la venta de víveres a los
compradores. Funcionario muy importante era el escribano, que redactaba las actas y
autorizaba los actos de los jueces y del fiel ejecutor. En 1771 se crearon “jueces
comisionados”, sólo para la fase de instrucción, no de sentencia. Ya casi el siglo XIX, por
surgimiento de caseríos y poblados, apareció el “juez de barrio” o “alcalde de barrio”, con
funciones más bien de policía y administración. Aun al fin de la dominación española,
existieron los “alcaldes o jueces de calle”, con cometido de vigilancia, excepcionalmente
judicial.

4.- El procedimiento judicial

Era bastante anárquico por el propio carácter de los jueces. En el “fuero común” (no el
“militar” que era más preciso) un único juez instruía y sentenciaba (no había fiscal, quien
recién apareció en 1761). En materia criminal el proceso se abría con la denuncia personal o
por escrito. Podía hacerse ante el gobernador o ante el alcalde. También podían denunciar los
terceros, o los militares en función policial. Era ésta la “cabeza del proceso”. Salvo
excepciones, se decretaba sin más la prisión del denunciado.
En caso de heridas o muerte, se hacía reconocer a la víctima por el cirujano. Éste recibía
honorarios fijados por el juez a costa del acusado. Por razones coyunturales, los primeros
cirujanos (y por ende los primeros peritos en medicina legal) fueron empleados militares. El
primer cirujano de Montevideo, y nuestro primer perito medicolegal, fue Diego Francisco
Mario92, médico civil, no militar de carrera, probablemente traído por el armador Francisco
de Alzáibar con las primeras familias canarias para poblar Montevideo en el navío “Nuestra
Señora de la Encina” en 1726. Muy poco estuvo aquí, y habiendo recibido para habitar la
casa que fuera del capitán Pedro Gronardo, ya fallecido, la traspasó a otro poblador en 1730,
abandonando la ciudad a fines de ese año, o principios de 1731. Esa casa es la que fue
destinada como se dijo más arriba, para ubicar el primer Cabildo.
El segundo cirujano, y primero del Presidio, éste sí médico militar, fue Esteban de
Almanza 93, probablemente arribado con el segundo contingente de familias conducidos
también por Alzáibar, junto con cien hombres de tropa, en 1729. Esteban de Almanza
suscribió el 24 de julio de 1731 un certificado luego de haber examinado a un herido en la
vía pública94, que es el más antiguo reconocimiento médico legal que he encontrado. Habrá
que esperar más de treinta años desde la retirada de Diego Francisco Mario, para que se
afinque otro cirujano civil en Montevideo.

92
Schiaffino, R., Historia de la medicina en el Uruguay. Montevideo, 1937-1952, Tomo II “La medicina
colonial”, p. 62.
93
Ib., p. 64.
94
Ferrés, C., Época colonial. La administración de justicia en Montevideo. Montevideo, 1944, p. 26.

52
El procedimiento judicial seguía con el interrogatorio, declaraciones, vista y traslado al
imputado, ratificación de la confesión del reo y declaraciones prestadas (prueba de plenario),
que podía ampliarse. Se sostenía alguna defensa por el reo, y luego venía la sentencia. Se
consideraban como elementos de prueba, los documentos, declaraciones de testigos,
inspecciones oculares y peritajes. 95 96

La cárcel

Durante la dominación española existió en Montevideo una cárcel llamada “Pública”, anexa al
Cabildo, y una “Cárcel de la Real Ciudadela”, militar, y sólo por excepción para delincuentes
comunes. Las condiciones de reclusión fueron muy penosas y el Cabildo trató en 1787 la situación.
Había un aumento de delincuentes recluidos por el ya crecido número de habitantes (250 en 1730;
4.270 en 1778). Las enfermedades de los reclusos aumentaban y también su mortalidad. El reo
Manuel Gómez había muerto sofocado en la cárcel; Justo Suárez y Mateo Moreno habían expirado a
pocas horas de sacados de la prisión hacia el hospital. Se ahogaban con el calor en un recinto donde
apenas había seis presos, trepando desesperados para inhalar el escaso aire que entraba. 97 98

Los peritajes médico-legales y los médicos en la época colonial

En teoría, los peritajes médico legales podían ser solicitados ante hechos criminales o civiles;
también existían relacionados con el fuero militar o eclesiástico. Las muertes violentas,
envenenamientos, heridas de todo tipo o infanticidios eran hechos criminales. La legitimidad
de recién nacidos, la determinación de la prematuridad de un niño o su aspecto de término,
la “superfetación” (probable adulterio por preñez doble), todo lo relativo a las boticas e
higiene ambiental, el diagnóstico del estado de “locura”, eran temas del fuero civil. En el
fuero eclesiástico se trataban problemas como el bautismo de monstruos humanos,
impotencia y esterilidad, sepultura de cadáveres en las iglesias.
Una sociedad embrionaria como Montevideo o sus aledaños en el siglo XVIII, poblada por
peninsulares rudos y temperamentales, fue proclive a las violencias físicas, intencionales o
accidentales (trabajos de campo). Fue la causa más frecuente de dictámenes médico legales.
En general el que ejercía como “forense” era un cirujano. Hubo una tajante diferencia entre
los profesionales del arte de curar: los cirujanos se ocupaban de las enfermedades externas,
las heridas, los traumatismos. Los médicos, profesores o físicos de las patologías internas,
como los trastornos digestivos, la hidropesía, las erupciones cutáneas, las enfermedades
respiratorias. Si las violencias corporales (las enfermedades externas por antonomasia) eran
tan frecuentes y daban lugar a intervención judicial prácticamente siempre, es fácil
comprender por qué la medicina legal fue patrimonio dominante de los cirujanos. Claro que
los médicos, profesores o físicos también podían hacer dictámenes, por sí o asociados a los
cirujanos, pero en general quedaban relegados si ejercían estos últimos en el lugar. No se
“dignaban” a mezclarse con la patología de la violencia. Por razones obvias de jerarquía
profesional, no se solicitaban dictámenes (o sólo por excepción) a los parteros, herniarios

95
Ib.
96
Fernández Cabrelli, A., Artigas. El hombre frente al mito. Montevideo, 1991, vols. I y II.
97
Acuerdos del extinguido Cabildo de Montevideo 1729 – 1829 (1885 a 1843), Montevideo, tomo XVII, p. 223.
98
Fernández Saldaña, J.M., Regímenes penitenciarios nacionales. Desde la época colonial hasta 1876.
Montevideo, 1942, p. 9.

53
(curadores de hernia o “quebradura”) ni flebótomos (sangradores). De algunos cirujanos de
esta primera etapa de nuestra historia han quedado dictámenes médicos. Entre ellos de
Esteban de Almanza, cirujano del Presidio; de Francisco Martín, cirujano de la tropa, en
Maldonado, que hizo la primera autopsia que hemos ubicado; de Francisco Martínez; José
Plá; Francisco Antonio Lamela, “cirujano latino” 99 examinado por el Real Protomedicato de
Madrid y el de Cádiz; de Diego Garrido; Santiago Carsín: José F. González, en Soriano; Juan
Lamego, “maestro de cirujano”, en Soriano.
La función forense del cirujano fue una extensión natural de su ejercicio profesional. Fue
habitual que los cirujanos militares (cirujanos del Presidio, la guarnición establecida, o de la
tropa, accesoriamente uno de marina) ejercieran como médicos civiles y forenses a la vez.
Los cirujanos militares o médicos del Presidio, tenían título originario de los Reales Colegios
de Cirugía de Barcelona o de Cádiz. Recién en el siglo XIX el Cabildo de Montevideo
nombró a un cirujano como médico de Ciudad con funciones medico legales específicas.
Sólo en circunstancias realmente de excepción, por no haber médico ni cirujano, hubo de
pedirse que informara un “inteligente”, es decir un “idóneo no médico ni cirujano. Como don
Gregorio España”, radicado en Soriano, “práctico en este país en el estado quirúrgico”; o
como Lucas García residente en Montevideo y práctico en el manejo de la medicina,
requerido en 1758 por el alcalde a quien le servía “cualesquiera persona hábil en medicina”
al no estar el cirujano del Presidio o de la tropa. Incluso alguna vez debió expedirse un
cirujano de un buque del Apostadero de Marina, fondeado en el puerto (declaración del
cirujano del navío “El Soberbio” en 1748). Se cita un caso acontecido en el pueblo de las
Minas (hoy departamento de Lavalleja) donde, por falta de médico de policía, se encargó al
“inteligente”, José Demartino informar sobre el estado de un niño maltratado por sus padres.
100
Esto sucedió a mediados del S. XIX.

La práctica médico - legal: El reconocimiento de heridos

Frente a un herido, el dictamen médico legal debía establecer su condición de “herida mortal”
o “no mortal”. Se prestaba atención preferente a la región donde se ubicaba la herida. Si el
caso era muy evidente, el diagnóstico se hacía de inmediato; de lo contrario se esperaba el
tiempo necesario, la evolución. Se reputaba muy riesgoso para el crédito profesional proceder
con ligereza:
“Las heridas se diferencian entre sí esencialmente (…) cada una tiene sus síntomas
propios, y de consecuencia están expuestas a que le sobrevengan varios accidentes. Unos y
otros se dividen en primitivos y consecutivos; su esencia varía por sólo el tiempo en que se
verifican (…) Este período es diferente en cada clase de herida (…). Esta variedad y el tiempo
en que se ha de verificar es imposible lo pueda prever el Profesor; y es la razón porque no
pueda determinar el éxitus [vg. la muerte] del herido para informarlo. Estos hechos deben
obligar al Cirujano a que no declare más de lo que advierte en la actualidad; lo podrá hacer
sin escrúpulo después que haya pasado todo el término que tardan en presentarse los efectos
de la herida, según su clase.

99
“Latino” por haber cursado estudios en latín, y por tanto hábil para leer en los viejos textos médicos. Se les
oponían los “Romancistas”, que hablaban y leían en lenguas modernas derivadas del latín, como el castellano,
italiano o francés
100
Barrios Pintos, A., Minas. Dos siglos de su historia, Montevideo, 1983, tomos I, pág. 163

54
Será prudente esperar algún tiempo más, por si se presenta algún fenómeno no conocido ni
observado”. 101
Un buen examen médico requería adoptar algunas precauciones y técnicas.
De preferencia, ante testigos y escribano.
Con el herido desnudo; rasurado de ser necesario (heridas de cara y cuello, o cráneo),
colocado en la posición más conveniente para la observación.
Descripción de la/las heridas en su número, extensión, su “figura” (vg. la forma) y planos
anatómicos que atravesaba.
Observación de los cuerpos extraños en el interior de la herida, tomando precaución para
extraerlos.
Precisar qué tipo de arma había sido utilizada.
El pronóstico tendría en cuenta: a) todo lo referente al instrumento (tamaño, forma, peso);
b) situación del herido y del heridor; c) si el herido estaba alcoholizado o había comido
(riesgo de plenitud del estómago); d) su edad, enfermedades padecidas y actuales.
Finalmente, todo debía ser conservado en secreto.
Recién una vez cumplidas estas etapas, procedería a la curación; ningún cirujano podía
levantar el apósito (la “curación”) hasta transcurrido el plazo señalado por “las reglas del
arte”, salvo que mediare orden del juez.
La última intervención del perito era la “Declaración”, esto es, el dictamen médico legal.
También aquí se recomendaban una serie de requisitos que afirmaban la validez y
competencia del documento. Las cualidades de la declaración se referían a su autor (un
cirujano capacitado), a su veracidad (se debía decir solamente la verdad, lo comprobado) y a
la redacción del texto: una descripción detallada de las heridas y compromiso de las
estructuras anatómicas estableciendo claramente si las lesiones eran o no mortales. El meollo
del dictamen estribaba precisamente en esta última apreciación. En efecto, las heridas se
reputaban mortales por dos causas: por su esencia (por ejemplo, una herida penetrante en una
cavidad), o por accidente (por su espontánea evolución, por descuido o ignorancia del
cirujano tratante, por causa imputable a negligencia del herido por no concurrir a curarse, o
por malos remedios). Un pronóstico posible a emitir en cuanto a las heridas podía ser
“dudoso”, por insuficiencia del “arte” o por el estado del enfermo. Recomendaba el “cirujano
forense” ibérico Fernández del Valle proceder con cautela; esquivar un pronóstico tajante
sobre la muerte o la curación a pesar de lo instruido que fuera el cirujano; ser breve en el
dictamen usando voces sencillas, comprensibles y explicando, de ser necesario los términos
propios del “arte” para disipar toda duda al juez; dar una idea acabada de la causa de la
muerte; si se percibía que alguna otra hubiera contribuido al desenlace fatal.
A tantos años de distancia de haber sido escrita esa obra (1797), que ubicamos en
Montevideo en librería de viejo, poco o nada hubiéramos agregado en los tiempos que corren
en cuanto al reconocimiento de un herido. Es llamativo que persista en los códigos penales
la necesidad de determinar el “riesgo de vida”, que sigue siendo tan enigmático como en el
siglo XVIII.

101
Fernández del Valle, op. cit.

55
Dictámenes judiciales acerca de heridas en los Archivos Judiciales de la Banda Oriental
en el siglo XVIII

Algunos archivos judiciales coloniales han sido particularmente explorados y publicados por
Brignole 102, Ferrés 103 y Díaz de Guerra 104.
A un año y medio de instalado el Cabildo de Montevideo, el cirujano del Presidio don
Esteban de Almanza, reconoció un herido en la vía pública. Consignó que presentaba cinco
heridas, dos de ellas mortales, una sobre el corazón y otra sobre los riñones, “resollando por
ellas” (ruido estertoroso por escape del aire pulmonar). Este es el dictamen más antiguo que
hemos detectado, y fue localizado por Ferrés, en el Archivo del Juzgado Letrado de 1ra.
Instancia en lo Civil de 1er. Turno, Expedientes de 1731. Esteban de Almanza, quien
suscribió el informe el 24 de julio de 1731, fue el segundo cirujano arribado a Montevideo.
El 1º de noviembre de 1748, el vecino José Nieva entró en la ciudad “mortalmente herido”
de un balazo recibido en la campaña. El cirujano del navío “El Soberbio”, quien curó al
baleado, declaró “que la lesión consistía en dos balazos que lo atravesaban”; las balas estaban
“mordidas” intencionalmente, las cuales rescató haciendo una incisión por contra-abertura.
Las heridas eran mortales. Basándose en este dictamen, el alcalde dijo que la víctima había
sido herida “con alevosía”, pues las “heridas las ejecutó con balas mordidas y por detrás”.
Las balas de plomo eran “mordidas” para incrementar su efecto lesivo. El informe es del
Archivo del Juzgado Letrado de 1ra. Instancia en lo Civil de 1er. Turno; Expedientes 1748,
105

El 18 de octubre de 1790, el facultativo don José Faustino González, reconoció en el pueblo


de Soriano dos heridos. Uno de ellos, Antonio González, “tiene dos horribles heridas
contusas en la cabeza, la una enfrente de la sutura o comisura que une el hueso coronal
[frontal] con los parietales, y la otra enfrente del hueso occipital: ésta es de bastante riesgo y
la otra no menor por poderse trascolar [sic] materia o algún humorcillo por dicha sotura y
caer a la dura y pia mater [sic] comunicando a la médula oblonga y provocar la muerte del
paciente, y tener otra herida de instrumento punzante en un muslo que parece haber sido
hecha con un cuchillo o estoque”. Agregó que no eran mortales, pero podían agravarse por
“los vientos que entran en la cárcel”, así como la humedad y otras incomodidades. Por ello
dispuso que luego de curarse, “se aliviasen” en la prisión, esto es, se les dispensase mejor
tratamiento. Quince días después, el mismo facultativo expìdió el dictamen definitivo,
certificando la curación de ambos heridos. Solamente uno de ellos, José León Abrigo, “siente
interiormente algún dolorcito que puede ser ocasionado por algún flatillo que haya quedado
encerrado por haber sido erida penetrante, pero de la erida está perfectamente sano sin riesgo
ninguno” (Arch. del Juzgado Letrado de Mercedes). 106
El mismo facultativo José Faustino González, primer médico de que se tiene noticia en el
pueblo de Mercedes, redactó un informe en mayo de 1790. Se trataba del herido Miguel
López, quien presentaba una puñalada “bajo el sobaco efectuada con cuchillo de marca maior
[facón], penetra hasta la cavidad vital [el tórax], por no haberse podido sondar con la tienta,
por razón de haber sido herido cuatro días hace, y con esta dilación sobrepuso la carne de la

102
Brignole, A. C., Archivos coloniales. La justicia en [el departamento de] Colonia. Montevideo, 1930.
103
Ferrés, C., Época colonial. La administración de justicia en Montevideo. Montevideo, 1944.
104
Díaz de Guerra, M.A., Diccionario biográfico de la ciudad de Maldonado 1775-1900, Montevideo, 1974.
105
Ferrés, op. cit., p. 40.
106
Lockhart, W., Historia de la medicina en Soriano. Mercedes, 1965, p. 3.

56
herida e impidió su reconocimiento interior, pero se reconoce haber respirado por dicha
herida por razón de estar la ventosidad encerrada entre cuero y homóplato [hoy llamaríamos
a esa “ventosidad”, un “enfisema subcutáneo ”. 107
Don Cosme Álvarez, teniente y tesorero de oficiales reales, hirió con su espada en la
cabeza a un negro que conducía una carreta de bueyes. Se requirió la presencia del cirujano
del Presidio o de la Tropa, pero no se encontraba en Montevideo. El alcalde requirió a
“cualesquiera persona hábil en medicina”, interviniendo como perito don Lucas García,
residente en Montevideo y “práctico en el arte”. En su dictamen, del 6 de marzo de 1758,
dijo que “se le presenciaba en la cabeza” una herida “de tres dedos de ancho de abertura... en
el güeso coronal (frontal) con fractura”. Hizo un pronóstico reservado, pero el herido curó
pronto (Archivo del Juzgado Letrado de Primera Instancia en lo Civil de 1er. Turno.
Expedientes 1758). 108
Doña Pascuala Correa pidió en Montevideo en 1781 divorciarse de su esposo Francisco
Antonio Ituarte, quien la maltrataba. Presentó como prueba, un certificado expedido por don
Francisco Antonio Lamela, “cirujano latino examinado por el Real Protomedicato de Madrid
y el de Cádiz”. Dijo el cirujano haber concurrido al Cabildo para examinarla convocado por
el carcelero (la demandante había sido confinada en prisión por el incidente), encontrándola
en cama, con una “calentadura” que según le afirmaba, era de resultas de los golpes sufridos.
No examinó a la mujer por estar esos estigmas traumáticos en “parajes ocultos”. Esta prueba
que en aquellos tiempos también los facultativos certificaban cosas que no habían
comprobado, algo así como un “certificado de complacencia”. 109

La práctica médico Legal: Autopsia y reconocimiento de cadáveres

Lo que hoy entendemos como autopsia o examen externo y apertura de las cavidades de un
cadáver con fines diagnósticos, fue excepcional en la época colonial, y lo fue por muchos
años. El cristianismo no fue un dogma proclive al empleo científico de los difuntos. Por eso,
en general era de estilo sólo reconocer el cadáver, examinando las heridas “a ojo desnudo”;
y a lo más sondarlas (con la “tienta” o la sonda metálica) para ver si eran penetrantes en una
cavidad y qué órganos podían haber sido comprometidos. Si con estas maniobras no bastaba
para extraer conclusiones, se disecaba la región herida, o se procedía por excepción y como
último recurso a la apertura de cavidades. Recordemos que la cirugía se limitaba al
tratamiento de las enfermedades externas (fracturas, heridas, luxaciones, amputaciones), y
que no existía una medicina operatoria. De allí que las autopsias como hoy las entendemos,
eran maniobras propias sólo para galenos avezados, conocedores de la anatomía, facultativos
con estudios serios del arte médico. El estudio anatómico interno estuvo por siglos vedado
para el aprendizaje médico por razones religiosas. La autopsia era asimilada a una verdadera
anatomización del cadáver, de ahí que también se le llamara “disección”.
Por otro lado ¿dónde proceder a una autopsia?. El concepto de sala de autopsias es moderno
y no existía en la época colonial salvo que se dispusiera de un hospital organizado, que no lo
hubo con tal jerarquía en Montevideo hasta avanzado el siglo XIX. El primer gabinete apto
a tal fin en Montevideo, propiamente una sala de autopsias se instaló en el flamante edificio

107
Ib., p. 4
108
Ferrés, op. cit., p. 157.
109
Archivo de la Curia de Montevideo.” Causas Matrimoniales”1777, legajo 2, Cita de Apolant, J. A., Génesis
de la familia uruguaya. 2ª ed., Montevideo, 1975, Tomo II, p. 891.

57
de la Facultad de Medicina en 1911, cuando el profesor Elías Regules (1861-1929) ejercía
como catedrático de Medicina Legal. Sustituyó con ventajas a los inadecuados ambientes de
los cementerios y aún la mesa del domicilio (autopsia del general Juan Antonio Lavalleja, en
la mesa del comedor). 110 Se conserva casi tal como era, la primera morgue de Montevideo
en el subsuelo de la Cátedra; la única mesa de autopsias funcionaba en su planta principal.
La justificación de la disección (autopsia) se limitaba exclusivamente a determinar si la
herida era mortal por su esencia o por accidente, pues este último no era imputable al presunto
victimario (concausa eximente). Podía aducirse ser indeterminable. No se hacían autopsias
por otras razones que muertes violentas. El resultado de la autopsia era una prueba. Esta
prueba por peritos existía ya en el antiguo Derecho Canónico; se exigía que dictaminaran las
causas de las muertes violentas y si las heridas eran mortales (Decreto Gregoriano, libro 5
título 12 capítulo 18). En las “Constituciones Criminales” de Carlos V se exigía determinar
la gravedad de las heridas luego de la disección anatómica (artículo 49).
El citado cirujano ibérico forense Juan Fernández del Valle, trató en su obra la técnica de
la autopsia destinándole todo el capítulo IV bajo el acápite “Del modo de inspeccionar a los
heridos y los cadáveres”. Todos los jurisconsultos convenían unánimemente en la necesidad
de inspeccionar los cadáveres en los casos de muerte violenta que requirieran una sentencia
judicial. A diferencia de las autopsias llamadas “observativas”, aquellas que hacía el profesor
para “desengañarse de alguna duda”, que hoy llamaríamos autopsia clínica por oposición a
la judicial. Es posible que tal examen se haya practicado en la metrópoli, pero dudamos
respecto a Indias.
La técnica autópsica estaba reglada y comprendía:
1) asegurarse que el individuo estuviere realmente muerto, dejando pasar el tiempo
necesario para la aparición de las señales indudables de una muerte real (los fenómenos
cadavéricos: rigidez, enfriamiento, detención circulatoria, respiratoria y cardíaca). Nos
parece realmente interesante esta recomendación, sobre todo en una época donde existía
mucha superstición, pero sin duda diagnósticos errados. Siempre se temió el “estado de
muerte aparente”. El cirujano Fernández del Valle, en su curiosa obrita identificó como
causas de tales estados a los accidentes por “tufo” del carbón (intoxicación por monóxido de
carbono), aire mefítico (sustitución del aire respirable por confinamiento), sumersión, gases
ácido-carbónicos, borracheras con exposición al frío. Es curioso que estas causas subsisten
hoy día y hubo situaciones de diagnósticos de “muerte clínica” erróneos. La causa de estas
muertes aparentes se atribuía a una “detención de las funciones vitales”, al menos en cuanto
al aspecto externo. A juicio de “los autores más modernos y de gravedad, o sean sabios”
(escribía en 1797), la prueba más convincente de la muerte real era sangrar al examinado de
las venas subclavias, yugulares, poplíteas; si sangraban existía aún vida.
2) Un examen externo (reconocimiento) del cuello para buscar alguna “lista” o mancha
color violeta o “roxa” por compresiones o ligaduras en su circunferencia (estrangulamiento,
ahorcamiento), del cráneo (hematoma, herida, hundimiento), del tórax (se refiere a las
hemorragias subcutáneas traumáticas, llamadas equimosis). Observar con el mayor cuidado
los orificios naturales (boca, ano, vagina) donde podían introducirse instrumentos muy
sutiles, quedando su huella. Se identificarían las heridas que “han sido hechas antes de la
muerte” por su color rojo y aplomado, bordes tumefactos y algo separados, “y no será raro

110
Soiza Larrosa, A., Historia de la Cátedra de Medicina legal de la Facultad de Medicina de Montevideo
1877 – 1974, Departamento de Medicina Legal, Montevideo, 1988, tomo I, pp. 17-19.

58
que se vean algunos cuajos de sangre”, diferentes de las heridas inferidas luego de la muerte
que carecían de tales signos.
3) Un examen interno (autopsia pp.dd) mediante incisiones comunes de los anatomistas.
Ya hemos citado que la autopsia era (es) una verdadera anatomización cadavérica, de ahí su
nombre de “disección”, practicada por cirujanos expertos en heridas y traumatismos.
Mencionaba Fernández del Valle, autor al que seguimos, que aquellos que no eran
“anatómicos” (disectores o anatomistas) no debían practicar autopsias judiciales. Apoyaba
este juicio con las normas de las Constituciones y Pragmáticas de Carlos V, y otros soberanos
europeos de su época. En caso de heridas parece que la autopsia podía ser parcial y limitada
a la zona lesionada. “Nunca introducirá el disector por la herida ningún instrumento porque
es fácil destruir partes que no fueron heridas... y harán cambiar la esencia de la herida... Se
debe hacer la disección a cierta distancia”. Si se dudaba del compromiso de algún canal
sanguíneo, “se debe introducir un tubo por el tronco principal y por él, soplar o inyectar
líquido”. Si la herida era de “arcabuz” se buscaría en la cavidad o en los huesos las balas o
sus fragmentos. En caso de “envenenamiento” se recogerían “todas las sustancias que se
hallen en estómago e intestinos para examinarlas después”, dado que causan “destrozo
orgánico” (se está refiriendo seguramente a las sustancias cáustico-corrosivas). El laboratorio
toxicológico no existía, vino mucho después avanzado el siglo XIX y como una rama de la
higiene pública.
Las exhumaciones eran peritajes muy particulares y no de rutina. Se recomendaba
determinar el tiempo que llevaban enterrados los restos; la edad y modo de muerte. Descartar
que le hubieran mudado de lugar, para lo cual había que observar el estado de la tierra, la
exactitud de la situación de los huesos, su número, y si correspondían a la edad. Hemos creído
conveniente agregar más adelante un muy interesante peritaje osteológico forense realizado
por el cirujano don Cristóbal Martín de Montúfar, datado en Montevideo en el año de 1798.

Autopsias judiciales en la Banda Oriental

La primera autopsia sobre la que tenemos conocimiento, fue la realizada en 1760 al cadáver
de Bernardo Igares, un soldado asesinado en Maldonado por otro soldado, Otencio Silumbre,
su compañero de armas de la guarnición allí acantonada. Informó en la ocasión don Francisco
Martín, cirujano de la tropa. Examinó al herido agonizante, determinando que la herida era
“mortal de necesidad”, hecha con instrumento punzante y cortante; que asentaba en la
cavidad natural del abdomen, dedo y medio de ancho, un dedo distando del ombligo, y medio
dedo lateral diestro. Al buscar su profundidad, encontró que había perforado la parte
musculosa, omento, epiplón y mesenterio, con gran aflujo de sangre, “lo que no pude saber
si era la aorta o emergentes”. Con ese examen clínico su deceso era seguro, de ahí lo de
“herida mortal de necesidad”. Habiendo muerto a las 20 horas de inferida la cuchillada, hizo
la apertura del cadáver, “y en su reconocimiento hallé toda la sangre derramada en dicha
cavidad, habiendo dislacerado los intestinos, yeyuno, íleo y colon; herido la aorta y vasos
mesentéricos principales, tocando la línea alba. Por lo que debo decir que dicha herida era
mortal sin recurso alguno”. 111

111
Archivo del Juzgado Letrado de 1ra. Instancia en lo Civil de 1er. Turno. Carátula: “Testimonio de la sumaria
hecha contra el soldado Otencio Silumbre sobre la muerte que dio a Bernardo Igares”. Expedientes de 1760.
En Ferrés, op. cit., p. 206.

59
En un certificado médico que expidieron en 1788, los cirujanos don Diego Garrido y
Francisco Lamela, dijeron haber examinado el cadáver de Nicolás Arteta: “con toda
prolijidad, no encontramos herida ni contusión que pudiera causarle la muerte, como también
se hizo inspección anatómica de la cabeza, descubriendo todas las partes contenidas, como
son la dura y piamadre cerebro, por lo que no se encontró lesión alguna en estas partes tan
principales para la vida; y así somos del parecer que la causa de la muerte habrá sido algún
insulto apoplético”.
Nicolás Arteta era un hombre de unos 50 años que había muerto repentinamente e
intestado. Se inició por esta causa un expediente criminal sobre su muerte. 112
En los expedientes de la época, fueron habituales los llamados a cirujanos para que
dictaminaran, como ésta de 1791 en Maldonado: “Habiéndose dado parte el día de hoy de
haber llegado el cadáver de don José Llorens, Teniente de Milicias de esta ciudad que había
fallecido de repente en su estancia del Arroyo del Alférez. . . . mandó (el juez) que el cirujano
don Santiago Carsín, pase junto con el escribano a este Cabildo a el reconocimiento de dicho
cadáver, por si acaso hay señales de haber recibido muerte violenta”.
Firmaron el alcalde Francisco Montes y el escribano Luis Antonio de Miranda. El cirujano
Santiago Carsín prestó el juramento de rigor y declaró que: “...halla que ha sido muerte
natural de un accidente o sofocación de sangre y no tener en todo su cuerpo lesión ni
contusión alguna; todo lo cual dijo que sabe por la ciencia y la experiencia que tiene en ello
y que lo que ha dicho es la verdad, y que es de edad de 45 años y 33 de cirugía”. 113
Es un simple “reconocimiento” y no una autopsia verdadera; el vocablo “reconocimiento”
ha perdurado en la jerga médica, forense y policial hasta hoy día, y es una corrupción del
peritaje, cuando éste no se acompaña de la apertura de las cavidades del cadáver. Por fuera
no se puede saber lo que hay adentro ni la causa de la muerte.
Otro reconocimiento, pero cuyo dictamen salvó de un seguro castigo al autor de la muerte,
fue el que se hizo sobre el cuerpo de una esclava llamada “la negra Lucía”, en 1761. En el
expediente criminal se dejó asentado que nada menos que el gobernador de Montevideo José
Joaquín de Viana, la jerarquía máxima, había autorizado al dueño de la esclava Marcos Pérez
a inferirle castigos corporales bajo forma de azotes. Estos fueron propinados con un rebenque
de “guasca”, una forma de látigo tosco para animales de uso común en el medio rural. La
golpiza resultó en un estado de coma que se desencadenó entre el segundo y tercer día
seguido de muerte sin auxilios de especie alguna. Se designó peritos a los cirujanos Francisco
Martínez y José Plá. Dijo Martínez “que la contusión {en la nalga} no es en sí o por sí
mortal”. A su vez Plá aseguró que “la cual contusión no reconoce que se le hubiese seguido
tan pronto la muerte respecto de que se había de haber seguido una gangrena la cual podría
haber hecho algún reflejo en las partes internas”. En este proceso, en el cual intervino por
vez primera un fiscal tampoco se hizo apertura de cavidades, quedando oculta la verdadera
causa de la muerte, ya que era presumible un nexo causal con el cruel castigo. 114

112
Archivo del Juzgado Letrado de 1ra. Instancia en lo Civil de 1er. Turno. Expedientes 1788, Legajo 44. En
Apolant, op. cit. tomo II, p. 1381.
113
Archivo del Juzgado Letrado de Maldonado, Legajo 2, Caratula: “Fallecimiento de Don José Llorens”, año
1791, Expediente 22, Letra L1. En Díaz de Guerra, op. cit., p. 185.
114
Archivo del Juzgado Letrado de 1ra. Instancia en lo Civil de 1er. Turno. Expediente de 1761. En: Ferrés, op.
cit., p. 83.

60
Un singular informe sobre restos óseos a fines del siglo XVIII

Don Manuel Cabezas, vecino de la zona conocida como Capilla de Pando desapareció de su
casa habitación en enero de 1797. Nueve meses después, el 13 de setiembre de 1798 en una
isleta del arroyo del Sauce aparecieron unos huesos de apariencia humanos. Hasta allí se
encaminó el juez comisionado de Pando, don Baltasar de Aguirre. De la inspección ocular
concluyó que: a) la muerte había sido por dos hachazos, recibido uno en la nuca y otra en la
sien; b) los restos podían corresponder al desaparecido Manuel Cabezas pues se encontraron
junto a los huesos un trozo de arreador del difunto (un látigo con larga azotera trenzada), y
ropas del mismo. Pero además, advirtió una cicatriz ósea en el cráneo que podía haber sido
la patada de un caballo que en vida había sufrido el desaparecido.
Habiendo decretado el alcalde un examen más profundo del cráneo, se expidió el cirujano,
cuyo informe no resistimos a transcribirlo por entero, por considerarlo excepcional en los
anales de la historia de la medicina legal:
“Don Cristóbal Martín de Montúfar, Cirujano Médico con destino en el Regimiento de
Infantería de Buenos Aires: virtud de la antecedente providencia del Sr. Alcalde de 1º Voto.
Certifico que habiéndome sido presentado por el escribano actuario un cráneo de hombre
adulto, cuyo tiempo no puedo designar, aunque parece no ser de esqueleto de muchos años;
lo reconocí con el mayor cuidado, y hallé una fractura que lo atraviesa de un lado a otro,
teniendo al parecer su comienzo en el lado derecho en la parte media del borde anterior del
parietal como a dos pulgadas de distancia del bregma, sitio que en el cadáver, o sea en el
viviente, corresponde como al medio de la mollera y sien; este lugar se nota como cortado en
extensión como de tres líneas y en dirección casi perpendicular al horizonte penetrando al
interior; desde donde hasta casi a nivel de la parte media del borde superior de la puente
zigomática del mismo lado, que es la parte huesosa que se advierte desde la oreja hasta la
mejilla, hay un defecto de sustancia, efecto de fractura, como de tres líneas de ancho, por
partes más, y por otras menos; faltando también por igual causa como seis líneas de esta
misma puente. Continúa pues esta fractura, formando algunas ondas, y una separación de
más de una línea, por la región superior del coronal (hueso que forma la frente) y por la
anterior del parietal izquierdo (hueso que forma la mayor parte de este lado de la cabeza)
hasta la sutura escamosa lugar que corresponde a poco más abajo del borde superior de la
oreja izquierda, siendo su separación en este lado casi capilar. Aquí falta al hueso temporal,
a causa de fractura, una parte de su porción escamosa como de ocho líneas de extensión
dejando una especie de semiluna. Falta también en este lado por igual motivo, la mayor parte
de la puente Zigomática.
Hallé también en el occipucio otra fractura de figura casi semicircular como de tres dedos
de diámetro, que comprende el ángulo superior y posterior del parietal izquierdo, sitio que
corresponde como a tres dedos por encima de este lado de la nuca.
Observé por último hacia la parte superior de la protuberancia frontal izquierda, sitio que
corresponde como a la raíz del pelo, una muy ligera señal, o impresión muy superficial, casi
transversal, y de extensión como de seis líneas, teniendo de ancho poco más de una
particularmente en su medio”.
Luego de esta minuciosa y muy técnica descripción lesional, pasó a la discusión médico
legal:
“En orden de las fracturas y demás defectos dichos, parecen ser efectos de dos distintos
golpes dados con un instrumento cortante y de peso: el primero en el occipucio estando el
paciente en pie, o sentado, y el agresor en la misma postura a su derecha; y el segundo estando

61
el paciente tendido, en el sitio en que se halla la pequeña cortadura de la gran fractura ya
descripta; en donde parece se internó la boca del filo del instrumento, el que es muy probable
fuese hacha respecto a ser el más común de aquella especie que se usa en este país. Y a las
cortaduras que se observan en ambas grandes fracturas: es probable que en este caso fuese
fracturado el Zigoma izquierdo por haber sido el punto con que debía apoyarse la cabeza en
este segundo golpe; pero también pudo haberse fracturado al caer en tierra el paciente sobre
este lado, habiendo perdido los sentidos, y tal vez la vida con el primero.
Pudieron también haber sido hechas ambas fracturas, y las que de ellas se originaron,
estando el cuerpo tendido; e igualmente pudieron haberse hecho en el cadáver, y también en
el esqueleto; pero hay razones físicas que hacen difícil este último caso. Es cuanto tengo que
decir según mi leal saber y entender; y para que conste y sirva a los fines que convengan doy
la presente en Montevideo a 17 de Diciembre de 1798 –entre renglones región vale-
Licenciado Christóval Martín de Montúfar. Recibí cuatro pesos de mano del Sr. Alcalde de
1º Voto por esta Certificación”. 115
La investigación criminal mostró que Cabezas, a quien correspondían evidentemente los
restos óseos, fue asesinado en su propia casa. El homicida, con la complicidad de la esposa
de aquél, le sorprendió desde atrás recibiendo un primer golpe en la nuca, y luego ya en el
suelo, un segundo golpe en la sien, ambos con un hacha. Se corroboró así la interpretación
que dio a las lesiones craneanas el perito.
Es de destacar que ni en dictámenes sobre reconocimiento de heridas, ni en declaraciones
sobre reconocimiento de cadáveres o autopsias, los facultativos se atrevieron a estampar
juicio alguno sobre la intencionalidad de los autores de las lesiones. Se limitaron lisa y
llanamente a describir las heridas y establecer su carácter de “mortales por necesidad” o “por
accidente”.

El Tribunal del Protomedicato del Río de la Plata y el primer Protomedicato en


Montevideo

En el último cuarto del siglo XVIII se estableció el Real Protomedicato del Río de la Plata
encarando de alguna manera por vez primera el control del caótico ejercicio de la medicina,
cirugía y profesiones anexas, y los problemas de la salud pública en el virreinato.
Hasta su creación e instalación en Buenos Aires en 1779 por el segundo virrey del Río de
la Plata Juan José de Vértiz y Salcedo, no existió contralor alguno ni reglamentación en
cuanto al ejercicio del arte de la medicina, los médicos, cirujanos, boticarios y flebótomos.
El primer protomédico fue el doctor Miguel Gorman, que vino como médico mayor de la
expedición que zarpó de Cádiz en 1776 conduciendo a Pedro de Cevallos al Río de la Plata
para inaugurar el virreinato. En el decreto de Vértiz por el cual Gorman fue designado
Protomédico (Buenos Aires, 1 de febrero de 1779) se le dio autoridad para nombrar a sus
delegados o Tenientes Protomédicos en ciudades y villas del Virreinato, y libertad para actuar
“extirpando los curanderos”.
A Montevideo llegó la notificación de la creación del tribunal por oficio del virrey al
gobernador del 16 de noviembre de 1780. 116 Por ese oficio sabemos que Gorman no sólo fue

115
Archivo del Juzgado Letrado de 1ra. Instancia en lo Civil de 1er. Turno, Montevideo. Expediente Nº 2 año
179. En: Schiaffino, op. cit, III: 63 – 66: y Ferrés, óp. cit, p. 235.
116
Acuerdos del Extinguido Cabildo de Montevideo. Publicados por el Archivo General de la Nación,
Montevideo, tomo XVI, p. 324.

62
investido como protomédico, sino también como “Alcalde Menor de todos los respectivos
Profesores”, esto es, juez de médicos y cirujanos. El 16 de octubre de 1806 el Tribunal del
Protomedicato bonaerense nombró su teniente protomédico en Montevideo, designando al
cirujano don Cristóbal Martín de Montúfar, aquel del excelente dictamen sobre el cráneo
encontrado en una isleta del arroyo del Sauce. Martín de Montúfar venía ejerciendo en
Montevideo desde hacía 17 años. Durante su breve actuación como protomédico (renunció
el 5 de enero de 1810), elevó al tribunal de Buenos Aires un informe referido al ejercicio
ilegal del cirujano romancista Adrián Castro, año de 1810, para quien solicitaba:
“La correspondiente orden para poner en arresto en esas Reales Cárceles . . . por
entrometerse, sin embargo de precedentes amonestaciones, con la administración de
remedios mayores sin título alguno ni suficientes principios...” 117
El Tribunal del Protomedicato fue un verdadero órgano jurisdiccional para la medicina y
disciplinas conexas, que debe incluirse en la administración de justicia colonial. A su través
no se autorizó el ejercicio profesional de la medicina, cirugía, farmacia y flebotomía sin que
los profesionales del ramo exhibieran sus títulos o rindieran prueba de conocimientos
específicos.
Miguel Gorman 118 fue autor además del proyecto de 1784 para refundir en un Hospital
Real para tropas de mar y tierra y presidio, los hospicios montevideanos de la Ciudadela y de
Marina. En ese plan estableció:
“Es de precisa necesidad nombrar un Cirujano hábil, perito e instruido en la Anatomía,
Cirugía y disecciones de cadáveres [autopsias], que pueda no sólo cumplir con la obligación
que tiene de asistir . . . sino también abrir y reconocer aquellos que mueren súbitamente o en
cualquier caso dudoso, de cuya causa y origen deba cerciorarse a fondo, . . . no siendo de
menor consideración que el Cirujano sepa discernir la entidad y grado de las heridas
penetrantes, y si estas son esencialmente mortales o como muchas veces sucede per accidens
(sic) sólo. . .” 119
El proyecto de Miguel Gorman no llegó a concretarse.
El estado de guerra y la ocupación militar de la Banda Oriental desde 1811, desquició entre
otras cosas la Administración de Justicia. El andamiaje de la judicatura desapareció
prácticamente en 1813, y los funcionarios europeos caducaron en sus funciones o quedaron
sitiados en Montevideo con las tropas españolas. El vacío de poder y la ausencia de medidas
de punición propiciaron el incremento de los delitos en la provincia.
Interesa destacar para ubicación del lector, que el primer Gobierno Oriental establecido
por el general José Artigas en Canelones, creó un “cuerpo municipal” que entendió
fugazmente en la “administración de justicia y demás negocios de la economía interior del
país”, y que se estableció en 1813.●

117
Schiaffino, op. cit., tomo III, p. 67.
118
Rizzi Castro, M., Dr. Miguel de Gorman. Protomédico del Rio de la Plata. Ses. Soc. Urug. Hist. Med,
Montevideo, 2016, vol. XXXV, pp. 31-39. Accesible en:
https://www.suhm.uy/wp/wp-content/uploads/2020/03/Sesiones-SUHM-Vol.-XXXV-2016.-Ed.-2019.pdf
119
Schiaffino, op. cit., tomo II, p. 422.

63
Filosofía

EL PODER:
LO SAGRADO Y MUNDANO
Sergio Fuster120

La vivencia religiosa no puede sentirse en modo inmediato: a no ser en la mística. Por tanto,
el sujeto se eyecta a la trascendencia a través de los objetos de su mundo, me refiero a los
que están en la realidad, los cuales los “transustancia” a través de su dimensión espiritual. La
cultura se sacraliza. A ese objeto lo vamos a llamar a priori “objeto puro” como “cosa” en
sí.
El objeto puro, desde la mirada externa, es decir, desde la “carga” intencional que deposita
una interpretación subjetiva mediada por dicha cultura, posee dos partes: lo simbolizante
como objeto visible que epifaniza al Sujeto supremo, o sea a Dios, y lo simbolizado, o lo que
sugiere ese objeto al sujeto finito, es decir, el hombre, como perceptor de la presencia de ese
misterio. Lo que expresa tácitamente. Si esa sugerencia es hacia zonas psíquicas de dicho
sujeto, internas o inconmensurables, se enfatiza a la producción de fenómenos de la misma
naturaleza psicológica, como en las tradiciones más cercanas al misticismo. Tradiciones cuyo
pensamiento buscan una huida del objeto en pro del sujeto a través de las fronteras del
lenguaje, es decir, a través del silencio. Esta pulsión hacia la psique es lo que llamaremos
aquí lo trascendental o la concepción de un Dios interior. Pero cuando la deidad es entendida
afuera, más allá del objeto, es lo que llamamos lo trascendente.
Desde ya, ambas percepciones son asumidas por la consciencia subjetiva. Pero en todos
los casos muestran una innegable movilidad de los polos. Esta tensión bipolar es una
condición a la que deberán someterse los individuos y las sociedades en su constitución de
sus sistemas sacramentales, y la polaridad como una energía de carga caracterizará a las
religiones de las formas121. Por ello, la búsqueda de la unidad mística y la superación dual en
una coincidencia será la pulsión última de necesidad de la trascendencia.
Pensemos un ejemplo, un objeto cualquiera: la cruz. Cuando hablamos de la cruz lo
primero que nos viene al pensamiento es la tradición del cristianismo. La mención “viene al
pensamiento” ya hace que el objeto óntico se pierda en su semiología. Sin embargo, la cruz
es un diagrama que fue utilizado como mensaje precristiano. El pensamiento astrológico
expresado en sus cuadrantes, los egipcios y la representación globular, entre otras cosas,
como coito, las corrientes indias en los portales “mandálicos”, las culturas precolombinas y

120
Filósofo y Teólogo. Docente universitario. Autor de numerosos libros.
121
Llamo “religión de las formas” a las tradiciones culturales e históricas donde se establecen símbolos, mitos,
ritos y dogmas.

64
sus calendarios Tzolkin, y otras tantas, han utilizado la cruz bajo diferentes aplicaciones y sus
correspondientes interpretaciones. Esto se debe, quizás, a que la cruz como diagrama,
muestra un trazado básico. Es la unión de dos ámbitos de realidad asumidos como “mundos”,
como el encuentro relacional entre dos sujetos: el humano y el divino mediante su línea
tangente u objeto mediador. Es el soporte de encuentros de esos dos mundos. Pero más allá
de su forma, pongamos el caso del cristianismo, que es una cultura cercana a la nuestra. La
cruz como cruz es un objeto puro, pero si se proyecta sobre ella una interpretación
externalizada o “cósica” deviene en un tipo de intelectualización, ya que su comprensión se
otorga en la historia y es a través de esa experiencia como acontecer donde se le da entidad.
Esto es una imposición del simbolizante sobre lo simbolizado, y al ser histórica, es sin duda,
social. Es mental. Pensada y puesta en la civilización como una totalidad de lo realizado por
el hombre siendo notada por la sociedad que se identifica con ello. Se “ilumina” mediante su
racionalización. Se agota su etereidad y se hace consciente.
Dentro de esa posición situada se establece sobre ese objeto un intercambio simbólico que
forja realidades y sirve como emblema identitario. Pero si proyectamos sobre ella una
vivencia emocional, interior, el símbolo se espiritualiza y es una construcción que impone lo
simbolizado sobre lo simbolizante, y como tal es más íntima y personal. Es sutil. Ambas
intencionalidades, trascendente y trascendental, son modos opuestos de subvertir la pureza
del objeto puro. Pierde, en esta dialéctica bidireccional, la virginidad que lo constituye como
tal. Una manera de perder esa pureza es mediante la interpretación de lo trascendental, es
decir, se enfatiza su aspecto simbolizado sobre lo simbolizante o lo que se sumerge en la
consciencia hacia zonas oscuras inconscientes. Mientras un enfoque será abordado por la
psicología, el otro será abordado por las ciencias sociales. Aunque lo trascendente también
es otra manera en que el objeto puro pierda esa pureza. Entonces primero estudiemos el caso
de su aspecto trascendental.

Lo sagrado y lo trascendental

Las religiones que tienen una construcción del misticismo más desarrollada, como las
tradiciones de Oriente, aunque no son exclusivas de ella, tienden a colocar, como ya
mencionamos, lo simbolizado sobre el simbolizante, o lo que sugiere el objeto más que en su
forma hasta su búsqueda consciente de su anulación apofática. Según Marcel Gauchet 122 este
tipo de configuración no se da en un protopanteismo salvaje primitivo sino en una reversión
de la relación sujeto-objeto, donde, posterior a la diferenciación sagrado-profana que se
observa en los teísmos, hay un cambio de la perspectiva. En la llamada “Era axial” pensada
por Karl Jaspers, cerca del 500 a. C., hay una transformación del pensamiento y la
diferenciación sujeto-objeto se desplaza a una subjetividad predominante donde, si bien se
mantienen las dualidades en su especificidad, hay un rechazo por el mundo terreno y una
búsqueda del mundo verdadero, espiritual y absoluto. En ese tiempo el sujeto toma
consciencia que es tal. Es un humanismo muy temprano. Las religiones orientales se
construyen en esta línea. El sufrimiento y la injusticia social que padecieron (y que aún

122
Op. Cit.

65
padecen) los pueblos de India y China, entre otros, ha llevado a las víctimas de esas
situaciones discriminatorias a buscar una salida interior123. La toma de consciencia de su
humanidad es a partir de la falta de sus derechos como tales. Ante la pérdida surge la contra-
reacción. Todo misticismo es un fracaso de la filosofía anterior 124. Todo misticismo es una
consecuencia que surge de la decadencia de la experiencia de lo sagrado. Es un intento
cultural de salvar la tradición. De vivificarla.
Regresando al tema de la interioridad de la vivencia, se me ocurren para pensar una primera
línea ejemplar a las tradiciones tibetanas, ya que desarrollaron verdaderos estudios
psicológicos para expresar su experiencia del misterio inobjetivable, pero también están
presentes en la gnosis, como en la Cábala, en el sufismo y en el yoga. Estudiemos brevemente
estas posturas.
Se verá desde afuera que estos devotos budistas poseen una cantidad considerable de
objetos votivos llamados Budas Dhyanis o Budas de la meditación en diversos aspectos y
sobre esos modos se perciben las configuraciones femeninas de esos mismos Budas. Estos
están expresados mediante un círculo mágico o un mandala donde se sitúan estas imágenes.
Estas imágenes son objetos puros; sin embargo, lo que el adorador intencione sobre ellas, es
decir, o su aspecto interiorizador trascendental o su aspecto exteriorizador trascendente, en
ambos casos se pierde lo puro del símbolo adulterando la experiencia religiosa sana. Esta
pérdida sucede cuando la acción de un sujeto se produce sobre el objeto y la simulación cobra
entidad y se convierte en un objeto textual (el objeto “dice algo”).
Pero antes de ver la psicología budista tibetana sobre el objeto puro sería bueno repasar
su idea de la materia o de las cosas externas. Si hay alguna corriente de pensamiento que
profundizó en la problemática sujeto-objeto ese, sin lugar a dudas, fue el budismo. El análisis
de las cosas externas —antes que el mismo marxismo—, en su asunción, no le hacen perder
a la experiencia su carácter trascendental. Al contrario, la materia misma, si bien está
resistentemente afuera y es verificable al tacto, además de los otros sentidos, la materia solo
adquiere forma definida y es un estamento pensado en la introyección psíquica. Su sentido
está en la percepción del objeto reflejo sobre la luna conciencial. Esta observación fue hecha
mucho antes que la propusiera Kant. El problema de la materia, en la antigua India, de donde
provienen las primeras especulaciones budistas teravādas, estaban presente en dos tipos de
filosofías: la cārvāka y la vaiśeṣika. Mientras para la primera “todo es materia”, para la
segunda esa materia es planteada desde una hipótesis atomista. Hablamos de la teoría de los
dharmas.

123
En la India, la interiorización del sacrificio es una evolución del pensamiento bastante clara al respecto,
donde Agni, el fuego como Dios externo pasó a simbolizar la energía psíquica transformadora en el yoga. E
Indra y Vritta, en su lucha cósmica en un mar de leche, simboliza las distracciones mentales a las que se enfrenta
el meditador en busca de esa paz interior que no encuentra en su estructura socio-política. No debemos olvidar
que India está construida sobre un genocidio ario sobre las culturas dárvidicas y las experiencias espirituales
han sido diseñadas por los sacerdotes-psicólogos para justificar su superioridad (jivan-mukta) sobre las castas
más bajas. Pero no todos los pueblos sufrientes buscan una salida hacia su interior, las culturas de África han
tratado y tratan de paliar su sufrimiento con los recursos mágicos e inmediatos que proveen los espíritus, de tal
manera que cada uno a su modo recurre a los mecanismos propios para escapar de su situación.
124
Pániker, S.., Filosofía y misticismo, Barcelona, 1992.

66
Los dharmas son comprendidos en el budismo mahāyanā como “entidades insustanciales
e impermanentes que constituyen el fundamento físico (del mundo) y su aspecto intelectual
y emocional”125. Es decir, son la base de la realidad. El mundo externo y cósico está
fundamentado en estos pequeños e interminables dharmas que cubren la totalidad del
espectro externo o le dan un fundamento tangible a la realidad objetiva. Como tales, son
objetos puros. Sin embargo son incognoscibles a no ser que estos mismos sean captados por
los sentidos y en su naturaleza sensible sean aprehendidos como una forma psíquica de
interpretación del mundo. Allí se corrompen. Esta idea primitiva del budismo temprano está
fundamentada en su literatura más primitiva como en los Tripitakas126.
Desde los orígenes se postuló al hombre sin yo, es decir, sin un sujeto fijo o ser referencial,
más allá de su pura ilusión, sino como algo vacío. Esta idea es interesante porque el budismo
planteó desde sus primeros pensadores a un sujeto sin sujeto, o a un perceptor de un
externidad desconocida, pero también sin objeto ostensible en un marco de un subjetivismo
ausente de sujeto. ¿Pero qué es entonces el perceptor? El perceptor es un no-sujeto que
percibe un mundo externo real pero incognoscible constituidos por dharmas que se siente un
sujeto que no es, por tanto, se ilusiona con ese error. Es un no sujeto que a la vez puede
percibir y confundirse e ilusionarse, pero ¿cómo es posible esta paradoja? En realidad es
concebido como sujeto por una serie de “agregados” que reunidos dan esa idea errónea. Nos
encontramos así a priori, en el marco doctrinario del budismo, con un sujeto ausente y con
una iluminación “nirvánica” también a priori. Iluminación que está dada desde el origen y
que al conseguirla solo se retorna a esa fuente. No tenemos sujeto, pero tenemos “un
perceptor” que se percibe equivocadamente como tal. Estos agregados que dan la idea de un
sujeto constituido son los skandhas traducidos como “compuestos”. La reunión de estos
skandhas otorga la idea de una construcción terminada y autónoma cuando en realidad su
óntos es vacío. El rūpa skandha o el cuerpo físico —no debemos confundir, según ellos, el
cuerpo con el sujeto—127, el vedanā skandha o los sentimientos, el samjñā skandha o la mente
perceptual, el sanskāra skandha o la consciencia, y el vijñāna skandha o naturaleza de los
sentidos. Estos compuestos, todos reunidos, establecen la idea ficticia de un sujeto que es
constituido por un yo.
Detengámonos en rūpa o en el cuerpo. La traducción “cuerpo” no es la más feliz, tampoco
debería traducirse como “materia” o “principio de materialidad”, aunque suele hacerse
habitualmente, sino como lo “sensible”, lo cual incluye a la materia, pero siempre desde la
percepción psicológica128. El mundo externo es el mundo de los sentidos, bien sea en un
objeto físico o en su proyección de ese objeto en la psique. Otra manera de verterlo es como
“forma” o “compuesto corporal”, como percepción de las formas puras, inmateriales o
ideales129. Por tanto la meditación budista apunta a conocer la naturaleza, no de las cosas en

125
Tola, F. & Dragonetti, C., Yoga y mística de la India, Buenos Aires, 1978.
126
Parrinder, G., Avatar y encarnación, Barcelona, 1993.
127
Esto puede que resuelva una discusión compleja. El descubrimiento de la cadena de ADN en el siglo XX,
ha colocado al cuerpo como sujeto, por lo cual parece que el sujeto cartesiano esta disuelto, pero aquí se resuelve
de esta otra manera, a través de la teoría del no-cuerpo sino agregados que dan la percepción de tal.
128
Ib.
129
Govinda, L. A., Fundamentos de la mística tibetana, Madrid, 1975.

67
sí, sino de los mecanismos psicológicos que hace que estas formas aparezcan y se comprenda
así su naturaleza vacía.
De esta manera, en el análisis trascendental, esta corriente mística pierde al objeto puro en
concentrarse en una representación especular y abocarse a disgregarla en pro de alcanzar su
verdad. Pero que al no consentir sujeto y no centrarse en el objeto le hace perder su pureza.
Desde este lugar la religión no puede ser superada y la experiencia espiritual queda
incompleta. Aunque ya me explayaré mejor sobre el supuesto, la experiencia espiritual debe
darse en la construcción de un sujeto puro y en su superación, y no en un sujeto negado.

El símbolo como “objeto puro” trascendente


En el ala opuesta a lo tratado anteriormente, ahora desde una mirada hacia las cosas, el lado
del símbolo experimentado hacia lo simbolizante, con dirección a una realidad trascendente,
es interpretado desde una condición donde entra en juego un rostro racional de la experiencia.
Contrariamente a lo estudiado en el ideario budista se satura así la dimensión física del
símbolo, y como “cosa” cae presa del entorno societario. De tal modo que la interpretación
es más bien colectiva. La “cosa” palpada como la verdad se apropia entonces por un grupo
que la usará de referencia. Al ser una interpretación grupal, es decir, cierto conjunto humano
se relaciona con ese símbolo de una misma manera, el símbolo pierde su pureza única y
original y se trasfigura en un lenguaje articulado con códigos comunes lo que le da un carácter
general, literario y hasta cierto punto intelectual. Este depósito como “carga” pensada dentro
del símbolo lo convierte en un emblema 130. El iluminismo al racionalizar todo, incluso el mito
renacentista se transformó en mito esa razón misma 131. Si seguimos con el ejemplo de la cruz,
mirándola ahora como emblema, es asumida dentro de una interpretación textual, en este
caso el evangelio, y es entendida por la totalidad del conjunto grupal en la muerte y la
resurrección de Cristo. Es un signo universal de identificación cuya simbólica agota. Ahora,
sobre las interrelaciones del grupo, se juegan una serie de actitudes y costumbres que dan
forma a un universo simbólico-signográfico societario, y a través de una articulación del
lenguaje, se interpretan teovisiones y se da un ethos cosmovisional situado que hace de ese
grupo un grupo religioso.

130
Para una interpretación del emblema en clara diferencia con el símbolo consulte: Fuster, S.: El campo de la
trascendencia. Tomo I, La encarnación del yo, Buenos Aires, 2016.
131
Pensar la experiencia religiosa desde la praxis histórica es dar lugar al racismo, a la construcción de poder
político, y sobre todo, a apoyar divinamente regímenes de terror, como los que presenció nuestro siglo pasado.
¿Por qué digo esto? Porque la vivencia espiritual dentro del hermetismo que constituye el armado religioso y
por ende psicológico está dentro de los límites que la conforman, y esta tiene por objeto la religación personal
del sujeto con lo Otro, por tanto Dios es el Sujeto supremo o “centro” del culto. Pero cuando la dialéctica
espiritual es llevada a cabo a lo social, al plano de lo colectivo, la religiosidad pierde su objeto primordial y esta
independencia lo adapta a la realidad. Esta adaptación a la realidad, a la rotura con el mito (como ensayó Tales
de Mileto), decanta en la razón (que según Horkheimer y Adorno es un tipo de mitología), y esta, a su vez es,
no solo iluminadora a través de la ciencia, sino que es instrumental. Y lo instrumental lleva a la masacre y a la
destrucción. Mientras que el sacrificio religioso es la violencia sublimada y transferida a la víctima, Dios es el
sujeto violento y destructor (así como constructor), pero cuando esto se traslada a la razón el sistema racional
instrumental se hace ejecutor del holocausto colectivo. Cf. Horkheimer&Adorno. Dialéctica del iluminismo,
Buenos Aires, 2002.

68
Ahora, ese símbolo transformado en un emblema y luego en signo común, sirve de base o
piedra angular para que a partir de él se construya una estructura sociopolítica cultual que
ejerza el control y el monopolio de la interpretación de lo sagrado. Lo espiritual se densifica
y se corrompe por su misma dialéctica. Estamos claramente ante el nacimiento de la religión
de las formas dentro de las sociedades salvajes 132 y en perspectiva del armado de un Estado.

La hegemonía de lo trascendente

Las religiones de las formas son estructuras teocráticas, o ejercen el poder de modo piramidal,
de tal modo que en la estratificación de la jerarquía organizacional se lee como la voluntad
de Dios. Dios habla a los mortales por y a través de su conducto debidamente legitimado y
su voluntad es palabra santa. Esto establece en forma más o menos totalitaria lo que debemos
creer, lo que debemos pensar y lo que debemos hacer. Comienza a dominar los aspectos de
la vida de los sujetos que están bajo esa norma fijista, desde los más generales, hasta los más
íntimos133.
El monopolio espiritual que se construye en la perdida trascendente del objeto puro en un
objeto mental y colectivo es el ejercicio de un modo de gobierno cuya cabeza es nada menos
que Dios mismo, y por lo tanto, es una centralidad perfecta. Todo el que intente pensar o
decir lo contrario será debidamente descalificado y condenado por la justicia divina al
ostracismo y al castigo eterno. El apartamiento del grupo es el castigo a todos aquellos que
osen violar la norma grupal además de la perdición ontológica o la destrucción infernal. La
colectivización de una idea la cristaliza y la convierte en ideología. Este aparato ideológico
colectivo uniforma al grupo, es decir, se busca que todos crean lo mismo, y esto solo es
posible si hay una construcción de patrones mentales sobre cada individuo y sobre sus
consciencias en donde su plasticidad neuronal que se activará sobre estrías casi inamovibles
se sostendrá en algo que llamamos fe.
Esta dialéctica y manifestación que observamos recién en nuestro razonamiento no solo es
una construcción pre, es decir, fue dictaminada en un pasado, sino que está petrificada en ese
pasado ideal que no puede ni debe cambiar. Los totalitarismos religiosos se sostienen sobre
bases socialistas de carácter sacramental, y este socialismo está basado en un Estado divino
fuerte, donde las libertades individuales están restringidas ante la voluntad de Dios dadas a
través de un líder que funciona de mediador espiritual. Estos socialismos que se mueven
sobre un totalitarismo de base subyacente son en sí conservadores o se tocan claramente en
sus fronteras, todo debe seguir igual que al principio, ya que este dictador original de ese
principio primero (Dios, profeta, reformador, rey, etc.) es ideal y está dominado por una
revelación perfecta, perfección “pura” que no puede ser corrompida por el libre pensar del
sujeto sujetado, y por lo tanto, la pureza del objeto puro es trasladada a los orígenes míticos
para la dominación y para la construcción del poder hegemónico.

132
La designación “salvaje” no se usa en sentido peyorativo sino en la misma dirección que le daba Levi-
Strauss. Cf., Gauchet. Op. Cit.
133
De allí el control de la sexualidad como el celibato, las normas sexuales, el matrimonio, la homosexualidad,
etc. Cf Foucault, M., Historia de la sexualidad, Barcelona, 1997.

69
Las teocracias funcionan de este modo. Especialmente aquellas teocracias que se imponen
a través del monoteísmo. El monoteísmo no es natural, sino que ingresa en el corazón de una
sociedad politeísta, también teocrática, pero por medio de una revolución. Los politeísmos
son teocracias más o menos moderadas, los Dioses ejercen el poder, pero esos mismos Dioses
están, de alguna manera, controlados y restringidos en el ejercicio de su poder por otros más
poderosos que se imponen en fuerza. Las divinidades manifestadas en la naturaleza, el sol,
la luna y las estaciones son fuerzas cíclicas donde su equilibrio de potencias sostiene al
cosmos. Las teologías de los pueblos antiguos las mostraban muy eficazmente en una
ontologización biocósmica. Sin duda, los politeísmos tienden a ser sedentarios, aunque no
todos lo son, son más característicos de este tipo de organización político social. Esto se debe
a que dichos ciclos de control se dan en los tiempos que regulan el proceso por los
movimientos naturales y sus beneficios o contrariedades. En cambio, los monoteísmos
surgen mayormente en sociedades que no poseen suelo fijo y de estructura ganadera y tribal.
Estos se imponen por la fuerza sobre los pueblos que conquistan, de quien les sustraen las
tierras, y a causa de eso su único Dios destruye la lógica teológica incapacitando los ciclos y
sobre civiliza la naturaleza, la cosmiza de otra manera, de modo tal, que en forma más o
menos parasitaria se vale de los símbolos y mitos anteriores, los reduce a una interpretación
fundamentalista y sale imponiéndose sobre la diversidad de fuerzas, colocando de manera
totalitaria un nuevo poder unificado y hegemónico. El paradigma de la unidad y unicidad se
coloca sobre la proporción de posibilidades existenciarias y diversificadas en una multitud
de líneas.
Politeísmo y la descentralización del poder
El politeísmo ostenta una multiplicidad de Dioses bajo la intuición de una infinidad de
realidades perceptibles. El día, la noche, el verano, el invierno, lo femenino, lo masculino, el
bien, el mal, entre tantas facetas; todo el cosmos está atravesado por la diversidad y la riqueza
de las experiencias. Estas realidades múltiples no pueden ser apresadas simultáneamente,
como en los discursos orientales del absoluto indiferenciado, del que ya algo diremos, sino
que en un grado más comprensible el sujeto las vive también en la diversidad de rostros cuyas
transferencias las transfiere a entidades divinas. Esa transferencia es dada en la objetivación
del objeto de acuerdo a la concepción subjetiva del grupo. Cada una de estas realidades en el
afuera es vivida en campos ónticos paralelos cuya multiplicación se superpone. Abarcan,
además, los variados aspectos de la vida, de la sociedad y de las estructuras políticas.
En las configuraciones politeístas, a diferencia de las más primitivas, las sociedades
tribales, que se entienden como holísticas o en la búsqueda de lo indiferenciado, muestran un
distanciamiento claro entre sujeto-objeto. Dios o los Dioses están del reverso de la psique,
afuera, y desde su lugar de habitación “gobiernan” el cosmos. Claro que este tipo de gobierno
en un origen está sujeto a los caprichos de deidades desentendidas del cosmos o que se
religaban con sus devotos a través de una serie de obligaciones no sujetas a discusión. Las
divinidades eran mostradas en los ciclos de la naturaleza y en los avatares de sus fuerzas que
no siempre se podían predecir. De allí el poder que adquieren las clases sacerdotales
adivinadoras del porvenir, como en Mesopotamia, por ejemplo, donde la idea del destino
determinado estaba pendiendo sobre las cabezas de los mortales de las cuales el mismo rey

70
era preso. Las sociedades que estaban geográficamente mejor establecidas y gozaban de
cierta estabilidad climática, poseían la capacidad de forjar sistemas mejor organizados, y en
cierta medida, estables, estos pudieron construir Estados. Tal el caso de Canaán y Egipto. Lo
que afectaba a su teología. Pero hablar de teología nos habilita a postular que estas sociedades
ya esgrimían algún tipo de intelectualidad sobre el ciclo divino más allá que la eficacia
mágica esgrimida por sociedades más simples, cuya geografía era más selvática o desértica,
tal es caso de los aborígenes de la amazonia, el interior del África subsahariana o las culturas
de la Polinesia. Asimismo en los pueblos tribales del desierto que poblaban las zonas más
castigadas del Cercano Oriente en la estructura de poder de los grupos preislámicos.
En zonas selváticas o zonas desérticas con condiciones extremas, las sociedades se dan
construidas alrededor de distintos valores, como ser, la abundancia y la escasez. Los pueblos
cazadores y recolectores solo tenían que tomar los frutos y atrapar sus alimentos vivos para
su subsistencia. El cosmos era una indiferenciación y estaba gobernado por impersonales
espíritus de la naturaleza, donde las rocas, los árboles, los lagos y las montañas eran
receptáculos de núminas o espíritus de antepasados que podían ofrecerles apoyo o castigos.
La religación era a partir del temor y el utilitarismo. La relación con su cosmos era simbiótica
y su organización sociopolítica no requería de grandes estructuras, sino de grupos reunidos
alrededor del chamán u “hombre médico”, a quien a través de sus poderes podía dominar
esas fuerzas complejas y caprichosas para cambiarles su naturaleza mediante la técnica
mágica y beneficiar a la comunidad. De esta manera, quién conociera ese modo de obrar
psicopompo sería el que obtendría más prestigio social, y por supuesto, acumularía también,
proporcionalmente más poder.
Por otro extremo podemos observar a las tribus beduinas donde la falta de recursos les
hacia la vida muy dura. Su organización era más bien ganadera o pastoril, estando sumidos
a divinizar a las rocas y a los pozos de agua (oasis) entre los que consideraba divinos o
dádivas del más allá. Mientas los pueblos habitantes de zonas selváticas concretaban un
animismo rico en diversidad, precursores del posteriormente conocido politeísmo, los
pueblos presa de los desiertos, eran proclives a ostentar un tipo de monolatría a un Dios
celeste. Quien les negaba la lluvia pero les conservaba el ganado mediante marcar las rutas a
donde poder pastar. Los exilios y los éxodos son propios de pueblos con una experiencia y
un padecimiento del desierto. Tal era caso de Israel.
La monolatría es diferente al monoteísmo y no debemos confundirlo con él. Es probable
que reminiscencias de politeísmos estén alojadas de manera imperceptible en el Antiguo
Testamento. En Éxodo 20, cuando Dios le da los mandamientos a Moisés, les prohíbe adorar
a “Dioses del cielo”, “de la tierra” y de la “tierra debajo de las aguas”. Frecuentemente en
estas tradiciones antiguas sobrevive la expresión: “Dios celoso”. Es suspicaz el hecho de que
Dios comparta su cosmos con otras deidades a las cuales considera rival. Esta rivalidad
celestial, sin duda, se debe a que los pueblos nómadas tenían un fondo politeísta, pero su
elección era hacia uno solo de ellos, el más fuerte y poderoso, y aquel que pudiera garantizar
la supervivencia en esas zonas áridas. La irrepresentación de los Dioses se da en este tipo de
configuraciones como el judaísmo y el Islam donde las deidades sin rostro eran asumidas en
las rocas. Yahvé, “la roca” o “el Dios de la montaña”, era un epíteto característico de estas
versiones. El Islam, hasta el día de hoy, considera a las rocas como mostraciones del poder

71
de Al lāh, ya sea la roca negra de arkan en la Kaaba o el Domo de la Roca en Jerusalén. El
tipo de organización social y política no requería de la creación de un Estado más complejo,
sino de tribus cuyos líderes fijaban ligas para tratar los asuntos que atañían a la comunidad e
imponían la ley por vía judiciaria. Estas leyes de “ojo por ojo” evitaban la creación de
sistemas carcelarios, ya que son inviables en tribus sin tierra fija, cosa que está documentado
en sociedades sedentarias como en los pueblos cananeos y egipcios.
El politeísmo, sistema adoptado por el advenimiento de Estados, con un rey y una corte
más o menos mejor establecida eran propios de suelos fijos o asentamientos de piedra. El
cultivo y la acumulación de grano era la clave. El rey poseía más granos que el resto de los
recogedores, ya que decía administrarlos, y esto le daba mayores bienes y mayores placeres,
que las clases bajas no podían obtener. Nace así un proto-proletariado y el primer esbozo del
concepto de plusvalía. El capital puede que germine en estos sistemas proto-feudales. Otra
ganancia que obtenía la clase “burguesa” era su ascendencia divina. La familiaridad con los
Dioses y sus rangos hacía posible el status divino. La lógica sujeto-objeto se daba en la
estructura climática. Veamos tres casos como ejemplo, Mesopotamia, Canaán y Egipto.
Entre el espacio rodeado por los caudalosos e impredecibles ríos Tigris y Éufrates,
encontramos una zona bien regada y fértil, pero atravesada por la imprevisibilidad. La no
aprensión del biocosmos forja construcciones de lo sagrado tan inseguras como los sujetos
creadores de esos mitos. Los peligrosos y sorpresivos causes de los ríos ponían
constantemente a las cosechas en riesgo, es decir, peligraba la subsistencia; la vida misma.
Con inviernos largos y veranos insoportables, el calor era imaginado como un toro gigantesco
que con su aliento incendiaba los campos y ajaba la tierra, y la llegada de las lluvias otoñales,
como el presagio negro de las nubes eran imaginadas como un cuervo siniestro cubriendo
con su sombra la región. Sus vidas, creadas por seres sin sentimientos, eran funcionales al
servicio de los crueles reyes, y no tenía más sentido que trabajar para servir al lugal (gran
hombre) que oficiaba de representante de Dios en la tierra. Estos ciclos eran vistos como la
reinversión de muerte a vida, y en su opuesto, de vida a muerte. El mito de Dumuzi, el
crucificado en un árbol seco y esquelético, fue pensado como la muerte del verano. El
espíritu de este héroe cultural era enviado los meses invernales al inframundo donde renacía
en la vegetación estival. Los reyes no eran Dioses sino que eran permitidos por los Dioses
quien les otorgaba un destino predicho en los movimientos astrales. Como era el medio
ambiente así era su percepción de lo divino.
En Canaán la configuración presenta las diferencias propias del cambio climático que
difiere notablemente en Cisjordania con respecto a Mesopotamia. A diferencia de lo que
encontramos hoy, en tiempos antiguos, el clima era más estable, una tierra que “mana leche
y miel”. Las lluvias regulares y las temporadas secas permitieron a la imaginería humana
crear deidades que se sucedían en un drama fijo, bien demarcado, de verano e invierno.
Mientras la primavera era vista en la resurrección del Dios Ba’al, el invierno era interpretado
como su muerte. Pero la muerte de Ba’al no era el fin del proceso, sino que en modo inverso
era el nacimiento del invierno o del Dios Mot, y el fin de la temporada fría como su deceso 134.
De esta manera, el Padre es el cielo Ilu que fecunda la tierra madre Anat con su lluvia seminal,

134
Mot del ugaritico mt. Esta palabra es un cognado que significa “muerte”. Del árabe mawt, hebreo mavet, lit.
“polilla”.

72
dando a luz al hijo salvador o al redentor, Ba’al. El hecho que la presencia geografía de
lluvias regulares permitía forjar una teología sistemática que se desplazara de manera
ordenada.
En Egipto, la situación era diferente. La tierra donde “nunca llueve”, según las
descripciones de los viajeros griegos, era regada por las crecidas del sagrado río Nilo, cuya
tierra negra o limo que dejaba en las orillas permitía trabajar en la siembra del grano o la
semilla (Osiris) y su posterior cosecha. La semilla u Osiris era la que mantenía la vida al
solarizarse o encarnarse con el sol Atum, pero también regía el ciclo de muerte en las noches
o en las temporadas anuales donde el Nilo decrecía. Esto era mantenido no en una teología
húmeda lluviosa sino en una teología solar. Osiris así era el muerto en el árbol, asesinado por
la sombra lunar o por la noche, Set, y renacido cada mañana en el sol naciente, cuyo corazón
simbólico o escarabajo pelotero levantaba el globo del sol al despuntar el alba. En este caso
el Dios no era fecundado en la inseminación lluviosa, sino que era fecundado desde abajo,
desde el río mismo, y su proceso era a través de los instrumentos agrícolas, similares a las
guadañas descuartizadoras que al partir la semilla (matar) permitía su disociación entre la
vida latente bajo tierra y la vivificación en la vegetación primaveral (nacer).
Por supuesto, la geografía no era lo único que especificaba a las teologías politeístas de
los grandes Dioses, sino que estas multiplicaciones o reducciones eran entendidas desde una
instauración de un Estado político. La relación con la naturaleza, en no pocas ocasiones,
definía su estructura de dominación. Aunque siempre eran los Dioses los que determinaban
los procesos, los gobernantes tenían diversas maneras de entender y aplicar estos estatutos.
En el politeísmo, la creación de la Ciudad-Estado permitía, no solo la necesidad de un
soberano por cada urbe, sino también que daba el lugar correspondiente a las hipóstasis
divinas. Es decir, que cada emplazamiento soberano ostentaba el poder de una deidad
distinta, o de la misma deidad, pero con diferentes manifestaciones locales. La evidencia
paleotestamentaria es rica en testimonios de este tipo. Ya sea en los distintos “baalines” —
señores— (representaciones de Ba’al) como Ba’al Peor. Ba’al Sameme, Ba’al Safón, etc. Lo
mismo se pasaba en la Mesopotamia asiática con las deidades que regían los reinos de Nínive,
Babilonia o Ur (Sumer), en la que cada construcción ostentaba una correspondencia celeste.
Pero la relación religión-política como desviación del sujeto a lo claramente objetivo se da
mejor estipulada en la reducción de entidades, sea en las monolatrías, henoteísmos o
monoteísmos con más claridad.
Hacia los monoteísmos
Dentro de la configuración simbólica de los sagrado, la idea de monoteísmo (unidad) es
considerablemente diferente a la idea holista de lo divino. Distinta en el sentido que lo holos
se opone entre la unicidad y la unidad. En la unicidad no hay diferenciación (es todo o es
nada135), en la unidad hay cifra única (es uno solo), y toda unidad es agotar la totalidad de la

135
En la expresión “es nada” le estamos dando “ser” a la nada y esto crea una aporía del lenguaje. Por lo que la
nada como trascendencia se transforma en lo inaccesible y solo queda arrojado al campo de la mística.

73
trascendencia como campo ilimitado. Es cierto que en el pensamiento gnóstico 136 y oriental
el discurso del absoluto indiferenciado está articulado en la distancia de eso con respecto a
la maya. La maya no es un campo profano diferenciado sino una “apariencia irreal” que se
da por la degeneración de la percepción sensorial a la que hay que extinguir, y desde ya,
trascender. Aquí hay una búsqueda de plasmar una subjetividad pura. En cambio en las
unidades como cifra diferenciada de cantidad hay una clara distinción entre lo sagrado y lo
profano como dos status de realidades reales pero diferentes en categoría y densidad. Aquí
nos encontramos con la distancia abismal entre el sujeto y lo inobjetivable (Dios) cuya
representación se da en una plástica objetal (el símbolo cultural). Sujeto, objeto, inobjetal
forman un sistema que se desplaza de un lado a otro, y por su misma volatilidad e
inestabilidad, hace que sus terminales y sus interrelaciones corrompan la pureza de los
distintos fenómenos trasvasándolos a la zona nouménica.
Tal como el politeísmo lo interpretamos como una movilidad entre el animismo y el
hoslimo, el monoteísmo se traslada también a una diversidad de manifestaciones por la
misma complejidad de los actores humanos y sus diversos condicionamientos históricos,
psicológicos, políticos y sociales. Por ejemplo, el monoteísmo oscila entre la monolatría y el
henoteísmo. Estos tres vectores que provienen de concepciones semejantes se articulan en la
universalidad de las experiencias e interpretaciones humanas en el campo de las
interrelaciones múltiples siendo la mayoría de ellas de carácter desconocido. Acerca de la
monolatría, ya lo he mencionado más arriba. Sin embargo, el henoteísmo es una construcción
más cercana a corrientes más organizadas del africanismo. Por ejemplo, los antiguos
egipcios, si bien tenían una clara manifestación politeísta innegable, en algunos períodos de
la historia, así como en el trasfondo de lagunas letanías y pasajes de sus textos mortuorios,
daban a entender que esas numinas múltiples estaban asociadas, todas ellas a un centro
dilatado de manifestación primigenia, como el Dios Atum, el que todo lo ve mediante su ojo
solar. Lo estático del astro sumado a la alteridad como las metamorfosis diurnas y nocturnas
le da a una única deidad mayestática una diversidad de manifestaciones o hipóstasis, que
cumplen funciones más o menos definidas y especializadas, además de los espíritus de
difuntos que pasan a regir distintos aspectos del panteón. Presenta, a menudo, un Dios ocioso
y Dioses dependientes cercanos al hombre y con los que deben pactar para sus sortilegios y
necesidades físicas y espirituales.
Ahora bien, los monoteísmos, como fue el caso de los israelitas y el posterior judaísmo a
partir del siglo VII a. C. y los árabes postmahometanos en la Edad Media se han dado en las
culturas de manera artificial. Esto quiere decir que el advenimiento del monoteísmo dentro
de una religión no es un proceso natural, sino que es una irrupción por imposición
revolucionaria. El monoteísmo no se encuentra en las culturas primitivas, estas
construcciones de lo sagrado están más cerca de la transformación animismo-animatismo, al
estilo de la discusión de Tylor y Marett. El Dios Uno se encuentra asociado a un cambio de
mentalidad, es el traspaso a la construcción del estado monárquico objetivado, aunque no
depende de él, y se da en la irrupción de la figura del profeta. El profeta como hombre santo

136
Es necesario aclarar que aquí utilizo la expresión “gnóstico” en el sentido de misticismo y no de algunos
grupos gnósticos neoplatónicos que veían el cosmos como una dualidad absoluta, aunque puede a grosso modo
incluirlos.

74
presumiblemente des-subjetivado, es aquel que ostenta el poder y lo discute con la clase real.
El profeta es el reformador, que de alguna manera viene a imponer un Dios totalitario y
totalmente externo y Uno y sin posibilidad de permitir otras creencias. Esto no solo
corresponde a una diferenciación del sujeto respecto al objeto, sino que divide a las clases
sociales entre creyentes y paganos o fieles e infieles. Los monoteísmos son los que
clásicamente estructuran la sociedad a través de castas de fe, pero también se presentan en
estadios territoriales específicos y con pretensiones de extensión imperial, tal es el caso del
Islam y el cristianismo. Cosa que no se ha dado en el judaísmo, donde su idea de Estado,
desde 1947 ha sido el de defenderse de las agresiones de sus vecinos 137. La imposición de un
solo Dios se dio en el registro bíblico cuando los israelitas entraron en Canaán e invadieron
la tierra argumentando el derecho paterno de Abraham. Pero luego, en 586 a. C., perdieron
esa tierra y nunca más, hasta la constitución del actual Estado de Israel, pudieron ostentar esa
autonomía. En el caso de los árabes fue diferente. Mahoma, usando las tradiciones bíblicas
que, sin duda, conocía muy bien, y la fuerza de las comunidades judías de Medina, construye
su profetismo para nuclear poder. Es el viejo sueño de la unidad árabe. Sueño panarabista
que aún hoy está lejos de concretarse.

Realidad de lo profano en el cristianismo

Si el Islam es llevar a Dios hacia su altura más elevada y alejada, lo que dejará lugar a la
intervención humana en la historia —como es el caso yihadista—, el cristianismo es la
tangente más sugerente de la disociación sujeto-objeto y el control de esa línea de unidad.
El cristianismo, si bien es hijo espiritual del judaísmo, se distancia de él, más allá de las
elucubraciones de Pablo, en que Dios está manifestado en el Hijo. Dios se hace sujeto para
el que el sujeto se haga Dios. Ese misterio de la encarnación de Dios, idea trina acuñada
durante el período helenístico-romano, y que no es posible rastrear aquí por la brevedad de
este trabajo, hizo clara la aparición de la distancia entre la “ciudad de Dios” y la “ciudad de
los hombres”. Solo Cristo funciona como “objeto puro”. Inalcanzable. Esto, por traslación,
hace posible que Dios esté con nosotros y en él el hombre se acerque a Dios. Esto lleva, si la
comparamos con la subjetivación oriental, que la experiencia mística no se dé en el interior
como iluminación psíquica, sino en la transferencia externa y como acontecimiento histórico
absoluto hacia el papel del Hijo. Y solo en esa evocación está la espera de salvación.
Oriente y Occidente concibieron dos modos distintos de acumular poder, ambos a partir
de la corrupción de la pureza del objeto en sí. Esto, en el caso del cristianismo, dio una
importancia capital al rito y a la mediación del “Trono de Pedro”, que por la proyección de
la soteriología última de la segunda presencia de Cristo en un tiempo mítico por llegar como
telos, la hegemonía de lo sagrado quedó en las manos exclusivas de la Iglesia, condenado, de
ese modo, a toda insurrección gnóstica y herética y llevando a toda reforma al status de
anatema. Esta situación —pensamos como la tesis de Gauchet—, fue precursora de la
posterior separación Estado-Iglesia que dominó a la sociedad europea moderna, aunque no
fue así en América Latina, donde la idea tenue y acomplejada del sujeto latinoamericano dio

137
Ben Ami, S. & Medin, Z., Historia del Estado de Israel, Madrid, 1981.

75
lugar a un cristianismo mágico de corrientes místicas 138. La época moderna necesitó
actualizar y afianzar al sujeto cartesiano para hallar libertad o ideales emancipatorios de la
soberanía hegemónica del cristianismo medieval. Así poder construir una meta ilustrada para
las democracias liberales139.
Estos breves ejemplos a través de un sucinto recorrido me parecen suficientes como para
mostrar la plasticidad del objeto puro en la dialéctica trascendente y asentado en el mundo
real como construcción hegemónica de poder espiritual y mundano. ¿Acaso hay otro tipo de
poder? ●

138
Galasso, N., Imperialismo y pensamiento nacional en Argentina, Buenos Aires, 1986. Cf.: Boff, L.: América
Latina. La mística popular, En “Atlas de las religiones”, Le monde Diplomatique, 2009.
139
Los partidos políticos disponen de sus himnos (como La Marsellesa, La Internacional, La marcha
peronista), de sus símbolos, cuadros y figuras que ostentan y nuclean al grupo bajo un mismo paradigma (el
megan David y la esvástica o la cruz y el martillo y la hoz son verdaderos símbolos que inspiran el materialismo
más religioso que se pueda imaginar). La momia de Lenin o el mausoleo de Hugo Chavez es un objeto votivo
de carácter tan similar como los cuerpos incorruptos del cristianismo místico o las momias de los Papas. Los
rituales movilizan masas, interiorizan los símbolos de identificación y masificación sus ideales. El mismo
fenómeno se presenta tanto en las democracias donde el líder es elegido por la mayoría como en los
totalitarismos que ingresan por medio de la revolución violenta, que necesitan del apoyo de esas masas
narcotizadas, sea por los medios de comunicación o enfervorizadas por la propaganda política agresiva que
luchan contra la burguesía y que llevan al líder al poder, que una vez que este está en su lugar de dominio
termina siendo más burgués y capitalista que los que antes estaban. Lenin no fue mejor que el Zar, Castro no
fue mejor que el Imperio que denostó. El capitalismo termina siendo un amo absoluto o la síntesis última de la
dialéctica capital versus comunismo. Por otra parte, la pérdida del rito por la analogía de le técnica moderna
termina por disociar al ser. Las analogías de lo sagrado en las prótesis electrónicas que constituyen el cuerpo
del sujeto en este siglo pueden derivarlo a lo transhumano, y peor aún, la digitalización donde no solo reproduce
al ser o lo copia, sino que lo desmaterializa en la red virtual. Si peligra el sujeto y su relación con el objeto,
¿dónde queda lugar para lo inobjetivable?

76
El ARTE DE COMUNICAR
Victoria Ocampo
Jorge Nicolás Di Nucci140

140
Presidente de la “Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación”

77
La comunicación social es definida por algunos estudiosos del tema como el proceso en el
que intervienen dos o más seres o comunidades humanas que comparten experiencias,
conocimientos, sentimientos, aunque sea a distancia, a través de variados medios. En este
intercambio los seres humanos establecen relaciones entre sí y pasan de la existencia
individual aislada a la existencia social comunitaria, generando cambios cultuales que pueden
impulsar la posibilidad de movilidad sociocultural de una sociedad.
La comunicación es una ciencia y también es un arte, el respeto de su rigor científico
acompañado de un adecuado aspecto artístico genera comunicación social de calidad, de alto
impacto en la comunidad.
Un claro ejemplo de comunicación de alto impacto social es aquella liderada por Victoria
Ocampo para instalar a Buenos Aires entre las principales ciudades con actividad cultural de
América y despertar a la gran aldea a las tendencias culturales que imperaban en otras
latitudes, no solo en Europa.
Sin haber estudiado ciencias de la comunicación su elevado concepto del respeto por lo
diverso y su correcta aplicación del “ARTE” en la forma de relacionarse a lo largo de su
vida, generó un impacto trascendental en nuestro mundo cultural.
Esta mujer de tres siglos tuvo un claro objetivo y realizó el respectivo planeamiento para
lograrlo. Consiguió los recursos para llevarlo a cabo, comunicó acertadamente a lo largo del
tiempo juntando voluntades y convocando intereses e implementó en forma continua dichas
acciones que permitieron lograr ese objetivo, o sea que cumplió con las básicas normas de la
comunicación.
En forma continua y sostenida utilizó muchos y diversos medios para comunicar de modo
artísticamente acertado y siempre efectivo. Hasta sus históricos berrinches eran una forma
de comunicación.
Existen muchos ejemplos que validan la aseveración que acabo de formular, y que da
sustento al título de esta ponencia.
Uno es la revista SUR, pionera en su género y fruto de la voluntad inquebrantable de
Victoria Ocampo, que publicó su primer número en 1931, que perduró por cuarenta años, y
que sigue siendo un moderno y vigente medio de comunicación
Pero el acontecimiento relevante donde se verifican todos los elementos necesarios para
lograr una comunicación efectiva y exitosa ha sido la visita de Tagore a la Argentina. En
sucesivas entregas analizaremos la misma. ●

78
Biografías

CLEMENTE ONELLI
Naturalista y visionario del Zoo porteño
Horacio Aguilar141

“Un libro es un buen amigo que nunca se niega a dar el recto consejo. El libro marca el rumbo
de una investigación, regala el bálsamo que alivia la congoja…da goces intensos a quien lo
comprende; en él halla el maestro la llave para penetrar con su dulzura en el alma de niño, el
sediento de saber encuentra en él la fuente inagotable para sus estudios, el escéptico reposa
y empieza a dudar de sí...” (Fragmento de una conferencia de Clemente Onelli titulada “La
Biblioteca, medicina del alma”).

Revista “Caras y Caretas” (AGN- 1914)

141
Naturalista, escritor. Miembro Correspondiente Academia Argentina de Arte y Ciencias de la Comunicación.

79
Este gran visionario e intrépido naturalista nació en Italia, en agosto de 1864. Provenía de
una familia acaudalada con antecedentes laborales dentro del ámbito de la justicia del
Vaticano. Su abuelo el conde Guido Onelli, había sido un destacado funcionario pontificio y
su padre, de nombre Victorio un prestigioso y distinguido abogado del foro romano.
Clemente Onelli desde temprana edad asistió a establecimientos de primer nivel educativo
relacionados con las letras y las ciencias. Estudió en la Facultad de Ciencias Naturales de la
Universidad de Roma, finalizando su licenciatura a los 23 años. Aprendió a leer y escribir
los idiomas clásicos de la época (griego, latín y francés). Antes de trasladarse a la Argentina
tomó algunas clases de español como para poder manejarse inicialmente. Ya establecido en
nuestro país incorporó a su bagaje cultural las lenguas aborígenes del sur argentino
aprovechando el contacto directo que tuvo con aquellas etnias a raíz de sus viajes al sur
acompañando al Perito Moreno.
Llegó a Buenos Aires a fines de 1888, con una buena base científica, literaria y cultural
relacionada con las ciencias naturales, especialmente orientadas a la geología y
paleontología. Fue considerado uno de los más prestigiosos naturalistas extranjeros que
actuaron en la Argentina de entonces, fines del siglo XIX. A poco tiempo de llegar se reunió
con altas personalidades del gobierno, de la cultura y del ámbito académico científico, entre
ellos Pascasio Moreno (Perito Moreno), Pedro N. Arata, Carlos y Florentino Ameghino y
Eduardo Schiafino, entre otros destacados hombres. También se relacionó con los museos,
principalmente el de La Plata, ya que traía desde Roma interesantes propuestas de
intercambio museológico.
Acompañó al Perito Moreno en sus exploraciones patagónicas demostrando gran
experiencia en la búsqueda de fósiles y piezas arqueológicas. Asimismo como ya
anticipamos, se interesó en el aprendizaje de diversas lenguas aborígenes. Tales
conocimientos le permitieron en 1897 ser designado Secretario General de la Comisión de
Límites entre Argentina y Chile.
Sus andanzas y aventuras patagónicas quedarán inmortalizadas en su libro Trepando los
Andes, editado originalmente en 1904.
En 1892 Clemente Onelli se casó con María Celina Panthou, distinguida dama de familia
francesa radicada en Buenos Aires. El matrimonio a su debido tiempo fijó su morada dentro
del predio del Jardín Zoológico de Buenos Aires en el barrio de Palermo.
Durante unos meses don Clemente se desempeñó en la Oficina de Tierras, tras lo cual el
Presidente Julio Argentino Roca lo nombró, en 1904, Director del Jardín Zoológico de
Buenos Aires. Como su antecesor en el cargo (Eduardo Holmberg), se ocupó personalmente
de la planificación del paseo público participando activamente en todo acontecimiento
inherente al establecimiento. Dentro del solar palermitano se construyó la casa familiar que
el flamante director ocupó con su esposa.
El mismo año de su nombramiento Onelli convenció a las autoridades de turno para que
le donen una enorme estructura metálica que había sido emplazada en la Plaza de Mayo el
año anterior, como adorno de las Fiestas Mayas. La estructura alambrada convenientemente
en su derredor es la “Jaula de Cóndores” que actualmente puede observarse, pero hay más…
la formación rocosa del interior es una imitación fiel de la “Piedra del Águila” que Onelli
fotografió en sus viajes por el sur.
Dentro de su gestión se incorporaron además muchas obras de arte como fuentes, estatuas
o esfinges talladas, dando un prestigio importante al paseo público, que dicho sea de paso,

80
por entonces era muy concurrido por distinguidas personalidades y autoridades. También se
colocaron carteles didácticos para informar a los visitantes la procedencia y el nombre tanto
científico como vernáculo de los distintos animales.
Capítulo aparte es la adquisición y cuidado de animales. Onelli se encargó particularmente
de publicitar a lo grande cada incorporación. Prueba de ello es la fotografía tomada en 1912,
que muestra la llegada de una jirafa (Mimí) que fue trasladada desde el Puerto hasta el
zoológico, tirada por una larga cuerda que Onelli sostiene orgullosamente rodeado de gran
público. Por si fuera poco, en septiembre del año 1907, bajo su mandato se inauguró en
Parque Patricios el “Zoológico del Sur”, asistiendo al evento importantes autoridades
gubernamentales y públicas en general. Lamentablemente con el fallecimiento de Onelli
poco a poco se fue perdiendo el atractivo y las obras programadas no tuvieron el empuje
necesario y el proyecto cayó en el olvido. Una porción del predio del Parque Saavedra (hoy
Parque Sarmiento) fue otro lugar que Onelli eligió para agrandar sus atracciones zoológicas,
así por al año 1914 se manifestó la idea de implementar allí un anexo del zoológico central,
aunque sólo se efectuaron algunos planos y muy pocas instalaciones teniendo el mismo final
que el emprendimiento anterior.
La imaginación del director del zoo no tuvo límites, llevó adelante un proyecto preparado
por él mismo que contemplaba la construcción de un acuario subterráneo de 60 metros de
largo por 35 de ancho que pasaba por debajo de la actual Av. Las Heras y comunicaría el
Zoológico de Buenos Aires con el Jardín Botánico.
Onelli fue un infatigable amigo de la naturaleza y los animales. Promovió todo tipo de
leyes en defensa de los animales. Por ejemplo el día del animal y la celebración por primera
vez del día del árbol en 1908 son muestras elocuentes de su talento y preocupación por la
conservación. Bajo su mandato el zoo porteño pasó de recibir 146 mil visitantes por año a
más de un millón algunos años después.
En 1922 un Sheriff norteamericano buscador de oro en nuestra Patagonia y experto tirador
envió una carta al director del Zoológico de Buenos Aires Clemente Onelli, informándole
sobre el hallazgo de unas huellas grandes de un gran animal que vagaba por una laguna
cercana. Onelli difundió la misiva en los periódicos pensando en la aparición de un
Pleciosaurio (animal prehistórico). La noticia corrió como reguero de pólvora tanto en
Argentina como en el exterior. A tal punto que llegó a oídos del mismísimo presidente
norteamericano Franklin Roosevelt, quién anunció la partida a la Patagonia de su compañero
de caza en África, Edmund Heller. También el Museo de Historia Natural de Nueva York
comunicó que enviaría comisiones dedicadas a la búsqueda y captura de animales
extinguidos. Y desde Filadelfia se preparaba una expedición al sur argentino con similares
características.
En Argentina se hicieron colectas y donaciones por doquier. En las oficinas del zoo porteño
llovían propuestas de diseños de trampas y aparejos para cazar grandes animales. Hasta se
registró una marca de cigarrillos y se escribió un famoso tango dedicado precisamente al
animal en cuestión.
El tema fue cuestión de Estado, con documentos oficiales con el título de “instrucciones
reservadas” (con membrete de la entonces Intendencia Municipal de la Capital), que
consignaban “el objeto de constatar, por todos los medios posibles, y hasta con abnegación
y sacrificios, la posible existencia de un animal desaparecido en los tiempos prehistóricos”.
Poco a poco la historia se diluyó y tan rápido como se originó cayó en el olvido.
En otro orden de cosas, recopiló y editó en forma de folletos, frases y modismos
relacionados con los animales. Estudió cómo mejorar la vida y la alimentación de las especies

81
en cautiverio. Fijó su mirada en el uso sustentable de los recursos como pieles, cueros,
plumas, fibras, lanas etc., temas que desarrolló tanto en libros como en conferencias, además
de incentivar las labores artesanales con esos mismos elementos.
Producto de su puño y letra fueron las amenas notas publicadas en la Revista del Jardín
Zoológico entre 1905 y 1923, que él supo dirigir con espectacular maestría durante todo su
mandato, dando cabida en sus páginas a excelentes escritores e investigadores, introduciendo
amenos diálogos dirigidos al público en general.
La mayor inquietud de Clemente Onelli tuvo que ver con la divulgación de la ciencia y el
saber relacionado con los animales, principalmente orientado hacia los niños. En varias
secuencias fotográficas se lo observa rodeado de jóvenes dentro de su “Jardín” montando
espectáculos que educaban a la vez que divertían. El Zoológico de Buenos Aires tuvo en él
su época de mayor esplendor. Clemente Onelli no tuvo hijos como hubiera sido su anhelo.
Falleció el día 20 de octubre de 1924 producto de una descompensación mientras realizaba
tareas cotidianas dentro de la metrópoli.
Una pequeña localidad del sur de la provincia de Río Negro lleva su nombre, lugar que es
recordado no por el insigne nombre con que fue bautizado el del insigne naturalista romano,
sino por la publicidad que realizó una compañía telefónica, que en 1993 colocó allí los
primeros teléfonos de la zona.●

Bibliografía:

Aguilar, H. A., “Clemente Onelli, el verdadero Dr. Dolittle”, En El Carnotaurus. Boletín del Museo Argentino
de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia – Año X – Número 103 – Mayo de 2009. p 6-7
Del Pino, D. A. Clemente Onelli, de pionero de la Patagonia a Director del Jardín Zoológico de Buenos Aires.
Asociación Dante Alighieri. Buenos Aires. S/F.
Onelli, C., “Las pieles de lujo y sus falsificaciones”. En Revista del Jardín Zoológico de Buenos Aires.
7(26):121-125, Buenos Aires, 1911.
Onelli, C., Trepando los Andes. Ediciones Mayrmar. Buenos Aires, 1977.
Onelli, C., Idiosincrasias de los pensionistas del Jardín Zoológico 1905 – 1906 – 1907. Ediciones El Elefante
Blanco. Buenos Aires, 1999.
Onelli, C., Idiosincrasias de los pensionistas del Jardín Zoológico 1908 – 1909 – 1910. Ediciones El Elefante
Blanco. Buenos Aires, 1999.
Publicaciones web consultadas marzo 2020:
https://www.clarin.com/ciudades/Clemente-Mimi-zoo_0_HycUutziD7g.html
https://www.clarin.com/ciudades/historica-jaula-condores_0_Sk3WSQ_3DQg.html

82
Homenajes

FERNANDO CHAO EN EL RECUERDO


Roberto L. Elissalde142

Cuando este mal termine y Dios permita volvamos a la vida que tuvimos, la calle Córdoba
de Rosario extrañará a Fernando Chao (h) que nos acaba de dejar el 7 de enero, víctima de la
pandemia que nos aflige. Su rápido caminar se repartía desde su escritorio, hasta la vecina
Bolsa, el Jockey Club o al tradicional almuerzo de los miércoles del Rotary en este edificio.
También lo extrañará en “El Circolo” o en la mesa semanal de Bridge, de la que resultaba
campeón y venía anualmente en nombre de aquel Club a la competencia inter clubes al
Jockey de la Avenida Alvear en Buenos Aires.
Lo extrañarán también aquellos viandantes que veían su rápida frenada ante alguien que
lo paraba para saludarlo, una consulta, fui paciente testigo del tiempo que se demoraban en
hacer unas pocas cuadras porque siempre había con quien conversar o tenía que presentar al
forastero acompañante.

142
Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

83
Otros extrañarán las conversaciones de historia, desentrañando episodios de la vida local
en la Junta de Estudios Históricos, más allá sus contactos y vinculaciones en Buenos Aires,
donde todos sabíamos quién era y que significaba para Rosario. Entrañables amigos entre los
que tuve el honor de contarme, eran convocados para viajar a disertar en esa ciudad, así
Guillermo Jaim Etcheverry, Santiago Kovadlof, María Sáenz Quesada, Carlos Vertanessian
y Eduardo Sadous muchos más fuimos huéspedes de prestigiosas instituciones y de su
encantadora sociabilidad junto a los directivos de las mismas y después en la intimidad
familiar en la casa de la calle Pueyrredon con Cecilia y algunos selectos amigos.
Pocos sabían cómo él de numismática, se había formado desde joven al lado de los grandes
de su tiempo y era el último gran referente de aquella generación a la que había conocido
acabadamente. Muy poco se puede agregar a las medallas ya conocidas y catalogadas, él
había empezado a estudiar a la pieza y su tiempo, recurriendo a archivos públicos y privados,
a la que podemos decir que hizo hablar. Concurría para estos trabajos a amigos y colegas,
mantenía largas charlas o nutrida correspondencia y así sobresalieron los últimos ensayos
patrocinados por la Academia Nacional de la Historia y el Instituto Bonaerense de
Numismática y Antigüedades.
Fernando era algo así como el “embajador” de su Rosario en Buenos Aires, siempre y en
todas partes, y solía decirme que él lo era itinerante a diferencia del común amigo Miguel
Ángel De Marco que lo era “residente” en la capital. Y no dejaba de anudar la amistad con
los suyos, recuerdo en lo particular a Jacques Beloniel, a Marcelo Martin y especialmente
cuando a medio siglo de llegar a su ciudad, volvió repitiendo su periplo el destacado
intelectual francés Pierre Kalfon con su mujer Nicole, a quien le organizamos una comida en
casa.
Le hubiese sido grato saber que su recuerdo iba a ser recordado en esta revista, que alentó
desde un primer momento, no dudó en integrarse al Consejo y con la que colaboró-
Hay una duda, si los premios deben entregarse a la gente consagrada o a los que están en
la mitad de la vida trabajando bien. En el primer caso la persona generalmente está al fin de
su vida útil, en el otro caso puede ser motivo para convertirlo en una consagración y dejarse
abandonar a la circunstancial celebridad. Cuando en 1995 recibió el “Premio de La
Fundación Héctor I. Astengo” en el centenario de su creador, Fernando apenas llevaba meses
de sus 50 años, y ya se le reconocía “su valiosa contribución a la cultura de la ciudad y el
país”, no hace falta decir cuánto hizo después, sin duda estimulado por la distinción.
Modelo de hombre tolerante y comprensivo, aún en la divergencia de ideas, como lo pude
comprobar en alguna sesión en la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la
Comunicación que también integraba; de una dignidad y elegancia espiritual insuperable,
después del primer y lógico amor por Cecilia, Fernandito y Mercedes y sus nietos; trabajó
largamente en silencio por la cultura de su Rosario natal y también por su Patria. Se fue
simplemente en esta orfandad de valores, donde vale más la fama que el prestigio un hombre
bien como el que nos acaba de dejar.●

84
Reseñas

RETRATO DE UN
PRÓCER SIN ROSTRO
Roberto L. Elissalde

Título: Retrato de un Prócer sin Rostro


Autor: Ezequiel Ogueta
Editorial: Claridad.
406 páginas.
Buenos Aires, 2020.

De este modo Ezequiel Ogueta ha subtitulado su biografía sobre don Francisco Xavier de
Viana, que le ha insumido casi una década de trabajo. Su apellido en una avenida populosa
o en una calle olvidada, el simple cartel Viana recuerda a su padre el gobernador de
Montevideo; pero el suyo permaneció injustamente olvidado y bien merecía rescatarse a dos
siglos de su muerte con una obra tan importante.
El marino que se batió en el Sitio de Gibraltar, que acompañó a Malaspina, que dio la
vuelta al mundo y cruzó once veces la línea del Ecuador, y tres el Cabo de Hornos, que
soportó desde los calores extremos en la frontera con el Brasil a los fríos de las Islas Malvinas,
de las que fue dos veces gobernador, heroico defensor de Montevideo en ocasión de la toma
por los británicos en febrero de 1807, gobernador de Córdoba del Tucumán en 1813, y
ministros de los Directores Gervasio A. de Posadas y Carlos de Alvear; salta a la luz con este
libro de Ogueta. Como en una película vemos desfilar esos escenarios con detalles menores,
que iluminan la escena y al protagonista.
Con pluma amena relata en 400 páginas, en excelente papel, con numerosas ilustraciones
en color, cuadros y líneas de tiempo, desde los orígenes vascos de la familia. Su lectura es
atrapante porque no se ha limitado a escribir una biografía poblada de documentos muchos
de ellos inéditos que ha transcripto, sino que el libro es la biografía de Viana y su tiempo,
donde ubica al lector en el momento exacto, con profundas lecturas de la época. Todo ello
queda en evidencia con la numerosa bibliografía (más de un centenar de títulos) que
acompaña que, si en algún caso es útil para ampliar algún aspecto, creemos que Ezequiel ha
abarcado todos, sin dejar nada sin estudiar.
Para confirmar lo dicho no ha habido Archivo en España al que no haya explorado: el
Militar de Segovia, los del Museo Naval de Madrid y el Álvaro de Bazán, el de Simancas, y
el diocesano de Vitoria. Huelga decir que nuestro Archivo General de la Nación y el del
Museo Histórico Nacional de Montevideo, además de colecciones particulares con la de Patxi
Viana y de Ignacio, Fernando y Gervasio de Posadas.

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Como bien lo apunta “ el por qué Francisco Xavier de Viana y Alzáybar ha sido casi
olvidado en la historia rioplatense, es difícil de establecer. De cualquier manera, es innegable
que fue uno de los protagonistas más importantes del primer quinquenio tras la virtual
emancipación de las provincias del Río de la Plata de España, en 1810 y que hizo una
fundamental contribución a la libertad sudamericana… Sus ideas eran pro la emancipación,
independentista, posiblemente pro monárquico, centralista y aspiraba a conservar la unidad
de las provincias comprendidas originalmente en el Virreinato del Río de la Plata”.
Ezequiel Ogueta es ingeniero, ha sido empresario público y empresario, estudió y publicó
sobre temas tan varios como el transporte urbano y de cargas, insectos coleópteros,
genealogía, e historia; además de ser con Ana padre de tres hijas y abuelos de doce nietos.
Lo que no dice supongo que por pudor es que es algo poeta, porque el título del libro hace
que cualquier interesado lo quiera leer, porque el retrato de Viana… da para otro artículo.
El autor que además me consta personalmente tuvo estrecho contacto con colegas mientras
escribía el libro, como Isidoro Ruiz Moreno quien le aportó valiosos comentarios, sin duda
el potencial con que escribió el párrafo final, debe corregirse poniendo el acento porque
“Logró despertar el interés de nuestros historiadores en particular y de nuestra sociedad en
general”. Ezequiel Ogueta, sin duda cumplió su objetivo.●

LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PIEDAD


Roberto L. Elissalde

Autor: Oscar Andrés De Masi


Editorial Ágape.
Buenos Aires
Año 2000.
240 páginas.

En noviembre del 2019 la parroquia de Nuestra Señora de la Piedad del Monte Calvario
celebró los 250 años de su erección. Su párroco Pbro. Raúl
Laurencena organizó diversos actos, entre ellos una exposición
de objetos de culto, ornamentos, antiguos rituales, con la
colaboración del profesor Bolívar Baliñas, un erudito en la
materia que además pronunció una conferencia. Además de la
misa celebratoria del aniversario, el doctor Oscar A. De Masi,
escribió la historia del templo que la pandemia y otros
inconvenientes impidieron presentar, y que vio la luz en
excelente presentación de la editorial Ágora en octubre pasado,
pero que no podemos dejar de comentar.
Es una de las viejas parroquias porteñas, junto con la de la
Catedral, Monserrat, Inmaculada Concepción, San Nicolás y el
Socorro, que además de la historia que guarda en su archivo, su

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edificio que data de 1867 y que se inauguró a fines del siglo XIX, completado en el siglo
pasado, a fines del cual fue magníficamente restaurado, guarda valiosas piezas de arte; que
el autor reseña en detalle. Y por si fuera poco esto, en el sentido espiritual allí descansan los
restos de María Antonia de la Paz y Figueroa la que, si siempre ha recibido renovadas
muestras de la devoción popular, y mucho más desde que fue declarada beata por el Papa
Francisco, cuya memoria es recordada mensualmente con crecido número de fieles, con un
grupo de damas y caballeros que descienden del tronco familiar de la fundadora de la Casa
de Ejercicios.
La rica historia del templo con acontecimientos sucedidos en su cercanía como fue el
ataque en 1807 de los británicos, a causa del cual murieron los feligreses Isidro Lorea el
famoso tallista y su mujer; los funerales realizados a Manuel Dorrego tan bien descriptos por
Juan Manuel Beruti en sus “Memorias Curiosas”, para recordar también las misas que
anualmente el Instituto Yrigoyeniano ha celebrado en memoria de don Hipólito y también
por el alma de otros conocidos radicales. Una excelente cronología ayuda a reconstruir
distintos momentos de la historia nacional.
El libro de Oscar De Masi, que lleva una introducción del Pbro. Laurencena, del cardenal
Mario A. Poli arzobispo de Buenos Aires y del profesor Julio Cacciatore, es una obra de
indudable interés para los interesados en esta temática, que además tiene como fin ayudar a
las obras parroquiales, donde se encuentra a disposición del público.●

EL NACIMIENTO DE SAN MIGUEL DEL MONTE


Roberto L. Elissalde

Título: El nacimiento de San Miguel del Monte


Autora: Maud de Ridder de Zemborain,
Edición de la autora
Buenos Aires
Año: 2020.
96 páginas.

Un valioso y renovado aporte a la historia local hizo Maud de Ridder de Zemborain, con su
libro “Nacimiento de la Guardia de Frontera de San Miguel del Monte Gargano 1745-1813”
que presentó en esa localidad, con la presencia de no pocos interesados en el pasado de esa
ciudad, en ameno diálogo con Ángel de Estrada. Viene a dar renovada y nueva vida al estudio
sobre la localidad que hace más de setenta años publicó Sánchez Zinny.
Éste a raíz de una serie de notas publicadas en la Gaceta Mercantil me confirmaba que
“poco se conoce de la Guardia en el período 1810-1830, y es necesario divulgarlo” a la vez
que el libro de Beba como familiarmente todos conocemos a la autora vino a llenar aspectos
bastante desconocidos y muchas veces ignorados, porque si algo tiene este libro que es un

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relato de la vida cotidiana y de la sociedad de ese momento, aunque eran muy pocos los
oficiales y milicianos que ocupaban ese primer rancherío pomposamente llamado Guardia.
La figura del maestre de campo con Juan de San Martín y Gutiérrez de Paz, en 1745
solicitando al Cabildo la necesidad de establecer guardias en las márgenes interiores del
Salado, para contener el avance de los indios. Los milicianos que solo percibían la ración,
labradores, pequeños criadores, españoles, negros, mulatos y algunos indios “mansos” eran
la población local.
El primer sargento mayor del pago de la Matanza del que dependía la “Guardia de la
Frontera de la Laguna”, “La Guardia de la Matanza” o “La Guardia del Monte” fue José
Antonio López, seguido más adelante por Bernardino de Lalinde. Destaca muy bien la obra
la dependencia entre la Guardia del Juncal, un lugar prácticamente olvidado en nuestra
historia que fue junto con la de Monte, la del Zanjón y la establecida en Las Conchas, una
necesidad que vio el Cabildo porteño ante los avances que habían hecho los indios hasta
Luján, y que llevó pocos años después a crear la de Pergamino. Sólo la de Monte, continuó
su trayectoria y aparecieron otras como Lobos, Navarro, Chascomús, etc., en un plan que
alentó don Juan José de Vértiz y Salcedo, gobernador de Buenos Aires por 1770 y luego
segundo virrey del Río de la Plata que lo concretó durante el desempeño de este último cargo.
Los trabajos para encontrar y llegar el material para la construcción, los incendios que
destruían las sementeras, los pícaros pulperos que esquilmaban con sus cuentas por los vicios
a los pobres milicianos, la toma de posesión oficial de la “Guardia de San Miguel del Monte
Gargano y Nuestra Señora de los Remedios” un 11 de noviembre de 1777.
Curiosos documentos como el que manifiesta de “las 92 reses que se han gastado en
este Fuerte, hay 82 cueros incluyendo los que están sobre los ranchos y cocinas, los demás
para el completo se han gastado en guascas para el corral y dos ranchos que han hecho dos
pobladores”. O el del capellán Fray Francisco Martínez que, ante la orden del comandante
de no bajar a la ciudad, como lo pedía, recurrió al virrey Vértiz para llegar cada dos meses
para confesarse “porque yo también soy pecador”.
Aquellos gallegos que después de una travesía de tres meses, con el oro y el moro
prometido, llegaron a Montevideo y nadie los esperaba, que fueron algunos a Monte, donde
nada se asemejaba a las ilusiones, y que hasta un matrimonio fue cautivo por los indios,
dejando solos a sus hijos. Él tanto imploró que logró volver con los suyos, pero ella quedó
con los infieles. A ello podemos agregar finalmente la Jura de la Asamblea del Año XIII en
marzo de 1813 en San Miguel del Monte.
Este libro ha sido el prólogo de un proceso que un grupo de interesados en el pasado
local, encabezado por Beba de Ridder de Zemborain y Ángel de Estrada, al que se han
sumado Guillermo Terrera, Luis Zemborain, Verónica Nicollielo, y Ricardo Buiraz, para
crear una Junta de Estudios Históricos de San Miguel del Monte Gárgano, que habrá de
rescatar el pasado de ese lugar con tanta historia.●

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AGN- Biblioteca

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