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LA FUGA DEL CACIQUE PINCEN

Por Martha E Drovetto

Aquel 30 de noviembre de 1883 poco importaba al oficial Chavelo que le informaran que dos
indios de los que cumplían tareas en los hornos de ladrillo no se hubieran presentado a trabajar,
pensó que estarían: “...rezagados en alguna parte para librarse de trabajar...”, pero cuando le
avisaron que además faltaban 10 hombres del Lazareto, una falúa (embarcación pequeña) y un
marinero de la Repartición, tomó conciencia de lo que eso significaba: una fuga. 1

En esa fuga estaba comprometido el cacique Pincen. En los primeros días del mes

de noviembre de 1878, la captura del famoso Cacique había acrecentado la gloria del

Ministro de Guerra y Marina, Julio Argentino Roca y del entonces Coronel Conrado

Villegas, posibilitando de alguna forma, el fin del dominio indígena en la pampa.

Mas tarde y por pedido de Pincen, muchos de sus capitanejos se entregaron;

Nahuel Payun, Pichi Pincen, sus hijos Antenan y Nicasio. También cayeron prisioneros

Melideo, Epumer Rosas y otros. La captura de Pincen fue el comienzo del fin. Manuel J.

Olascoaga escribe a S. Zeballos en enero de 1879: “Solo en las operaciones hechas por

Villa Mercedes y Sud de Mendoza se aproxima a 3000 la lista de prisioneros”. (Chindemi

1995:55)

A los presos jóvenes y fuertes les dieron de alta en la Marina o en el Ejército,

conocían la pampa como nadie y servían como excelentes baqueanos y resistentes

soldados, otros fueron enviados a Tucuman para trabajar en los ingenios de azúcar. Julio

A. Roca convence al Gobernador de esa provincia para que los acepte como fuerza de

trabajo, con estos argumentos: “...obtendría ventajas positivas sustituyendo estos indios

holgazanes y estúpidos (se refería a los indígenas del Chaco) con los pampas y ranqueles

1
Documento del Archivo General de la Armada. Caja 15284
que si bien están debajo del nivel moral y de civilización relativa del gaucho, no le ceden

en inteligencia y fortaleza....” (Galíndez 1940:196-197)

Pero Pincen, Epumer y Melideo fueron a dar con sus huesos a la Isla Martín

García, entre fines de 1878 y principios del ´79. Recién el 1 de junio de 1880 las

autoridades ordenan que les quiten los grillos a estos caciques y también a Cañumil.

Los imaginamos nostálgicos y enfermos, añorando sus campos, sus boleadas y

sufriendo por la suerte de sus hijos, Pincen figura con el diagnostico de un tumor en la

lista de prisioneros inútiles y débiles en mayo de 1882.

En mayo 6 del mismo año escribe una carta al General Villegas, pidiéndole

recuerde sus promesas de liberarlo, sufre por ver a sus hijos tan desgraciados. “Si

consigue mi libertad, tiene un esclavo mientras viva. Si a Ignacia la he dado, ha sido por

conservar su honra, como Ud. Me recomendó la conservase y aquí es imposible, estamos

en un cuartel, todos entreverados y yo todo el día en los trabajos” Firma como José

Pincen, cacique.2

Es la primera vez que encontramos el nombre de José asociado a Pincen, el

investigador Juan Jose Estevez opina que es el Cacique quien toma el nombre de pila del

padre José Birot, capellán de la Isla como homenaje a éste.

A la luz de los acontecimientos posteriores creo que Ataliva Roca cumplió la

promesa que hizo Villegas y pidió la libertad de Pincen para llevarlo a sus campos de

Lincoln, allí pudo reunirse con su familia hasta que los sucesos de la llamada “tragedia de

Luan Lauquen” complicaran otra vez su libertad. La muerte del estanciero Mc Clymont,

2
Archivo de la Nación, Tomo 83, Legajo con correspondencia y documentación
de Conrado E. Villegas
cuando supuestamente arreaba animales mas allá de la línea de frontera, a manos de un

grupo indígena; indigna a la población. Se acusa a Pincen de liderar ese grupo.

En los diarios La Nacion y The Standard, hacendados y vecinos critican a Ataliva

Roca por haber pedido su libertad y aun La Prensa opina que “...contenplar en dominios

de cristianos esos lugares que fueron suyos, en tanto que él come un churrasco de

limosna en la estancia del gefe (sic) con quien tantas veces midió sus armas, es una

situación peligrosa para la paz de ese espíritu indomable...” El articulo que aparece en ese

diario el 25 de abril de 1883 continua diciendo que: “Cuando fue libertado estaba

enfermo, tenia un tumor en la rodilla, el cual agregado a sus años, apartaba el peligro de

su sublevación...”

Mucho le cuesta al Cacique ese churrasco.

Permítanme alejarme por un momento del tema principal para destacar como

fueron repartidas las tierras en donde residía su tribu.

El prolijo y bien guardado catastro de la Provincia de la Pampa nos muestra que

las tierras en donde se encontraba el rancho de Pincen, fueron otorgadas a Ataliva Roca

y a su socio Sanchez, casado con una Elía.

Dionisio Schoo Lastra, pariente de Ataliva nos cuenta en su interesante libro “La

lanza rota” que éste ofrece llevar al cacique “...a los mismos montes de Potrillo Oscuro

donde estoy poblando “La Segunda”. Allí esta su casa Malal, intacta, próximos a ella se

construyen las poblaciones del establecimiento” (Schoo Lastra 1954:174)

Entonces, las tierras en donde estaba el rancho que tenia una entrada original,

copiando el nido de los horneros, quedó en las tierras que luego Ataliva Roca repartió
entre sus hijos. Una nieta de Ataliva, que visitó La Segunda siendo niña, recuerda que su

abuelo había producido “un millón” de ladrillos con la tierra que sacaba de una laguna

cercana, con ellos levantó las construcciones del establecimiento. 3 Al menos una de las

estancias, que ya no pertenece a los Roca, lleva el nombre de “Cacique Pincen”, triste

homenaje para quien poblara y conociera esas tierras como el mejor.

Pero volvamos al tema que nos ocupa, inocente pero bajo sospecha Pincen vuelve

a Martín García en mayo de 1883. Nuevamente la separación de sus seres queridos, el

amontonamiento, el abandono.

No me extraña que en esas condiciones tramara junto con Llancamil, Tacunao y

otros aprovechar la complicidad del marinero Marquez y escapara hacia el Uruguay, en

los últimos días de noviembre de 1883.

Pero son apresados en Carmelo y alli el Vice Cónsul Argentino C. Alfonso Pons pide

al Comisario de Policia de esa ciudad que los entregue lo antes posible ahorrando una

larga tramitación, apelando a las buenas relaciones entre países amigos para levantar las

barreras burocráticas.

Sin trámite de extradición ¿quien iba a defender a un grupo de indios? El 4 de

diciembre de 1883 los presos regresan a la Isla, tan pronto como para no sentar un

precedente ni influir en la “...moral y disciplina de la guarnición...” Leopoldo Nelson le da

cuenta al Inspector y Comandante General de Armas, General Viejobueno que, “...todos

han sido asegurados con grilletes, a excepción de los caciques Pincen y Llancamil y del

marinero Juan Marquez, a quienes se ha puesto una barra de grillos”.

3
Testimonio oral de Martha Roca a la autora de la nota.
¿Cuándo queda libre el Cacique? No lo sabemos a ciencia cierta. Hay distintos

testimonios; en noviembre de 1886 iría a vivir con su pariente el Cacique Melinao 4, en

Bragado; en 1896 lo ven juntando maiz en las chacras San Emilio. (Urquizo 1983:217)

Como una sombra, trabajando para comer y vagando por los campos donde

otrora diera pruebas de ingenio y valentía. ¡Que tristes serían sus pensamientos! ¿Se

habrá sentido olvidado por todos?

Todavía queda un grupo de descendientes y admiradores de su figura que no

cejan de buscar el lugar de su sepultura, para poder brindar un póstumo homenaje a este

“indio argentino” que luchó hasta el final para vivir en libertad.

Martha Emilce Drovetto.

Noviembre 2005

BIBLIOGRAFÍA

CHINDEMI, Norberto.

1995. Historia y Política. Función política de la Historia Tomo II. Editorial Los
Nacionales. Buenos Aires. Argentina

GALÍNDEZ, Bartolomé.

1940. La Conquista del Desierto. Documentos relacionados con las


expediciones a Santa Cruz y Rio Negro, ordenada una y realizada la otra por el ministro de
Guerra y Marina. Gral. Julio A. Roca. Tomo IV. Comisión Nacional de Homenaje a Roca.
Buenos Aires.

4
Diario El Oeste de la Provincia
SCHOO LASTRA, Dionisio.

1954. La lanza rota. Estancias, indios, paz en la Cordillera. Peuser. Buenos


Aires.

URQUIZO, Electo.

1983. Memorias de un pobre diablo. Ediciones Culturales Argentinas. Buenos


Aires

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