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CAROLINA ZAMUDIO (Curuzú Cuatiá, Provincia de Corrientes, Argentina, 18 de Marzo de 1973), poeta,

narradora y ensayista que ha residido en Emiratos Árabes Unidos, Suiza y Colombia, y actualmente vive
en Montevideo (Uruguay) y dirige la Revista Literariedad, figura incluída en antologías de Argentina, Co-
lombia, España, Estados Unidos, Francia e Italia, por lo que tiene obra traducida al inglés, al francés y al
italiano. Entre otros, ganó el Premio “Universitarios Siglo XXI” del diario argentino La Nación, y después
la Corona del Poeta en la 53 edición del festival español-galés de lecturas poéticas Eisteddfod del Chubut
(Patagonia argentina) por su poema «Pasar el Invierno», así como el Gran Premio Ciudad de Trelew (Pa-
tagonia). Ha publicado los poemarios: Seguir al viento (Argentina, 2013), La oscuridad de lo que brilla
(edición bilingüe español/inglés, EE.UU. 2015) la antología Doble fondo XII (Colombia, 2016), Rituales del
azar (edición bilingüe español/francés, Francia, 2017), Teoría sobre la belleza (Argentina, 2017), La timi-
dez de los árboles (Colombia, 2018), El propio río (Perú, 2020), Vértice (edición bilingüe español/italiano
con traducción de Emilio Coco, Italia, 2020) y Las certezas son del sol (España, 2021 España).
Magíster en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos por la Universidad Argentina de la Empresa y
Periodista por la Universidad Católica Argentina, su carrera profesional en Argentina transcurrió en radio
y medios gráficos, entre otros: Radio Mitre, Radio El Mundo, el diario bonaerense El Cronista y las revis-
tas Apertura y Target. Ha impartido talleres para niños dentro del “Proyecto Gulliver” del Festival Inter-
nacional de Poesía de Medellín y, de forma particular y durante dos años, talleres para reclusas de la
Cárcel del Buen Pastor en Barranquilla (Colombia). Asimismo ha participado en la respectiva Feria del
libro de diversos países de Latinoamérica y en encuentros de escritores en Colombia, Perú, Cuba, Ecua -
dor, Argentina, España, Estados Unidos y Francia.
De su obra ha dicho la crítica:
 «Zamudio teje versos como arañas.., hasta que llega la muerte llega para desbaratarlo todo… La voz
poética pide y añora, recrimina y alaba a seres imaginarios. La noche es un personaje lírico que des -
aparece de la existencia para hacerse carne y nervio, y duele». (Augusto Rodríguez, Ecuador)
 «Al principio desconcierta esta música “rara”, desacostumbrada; pareciera incluso que los ritmos
verbales se tropiezan; pero no, al adentrarnos en esa música se advierte una percepción sensible del
dolor de ser, una mezcla de sonido y sentido, que recuerdan a ciertos poemas de César Vallejo o pa-
sajes paradójicos de Olga Orozco». (Luis Fernando Macías, Colombia)
 «Estamos ante una lírica que crece en su desarrollo por la riqueza de abordajes y su imaginería: es
una poesía que nombra lo que existe en un lenguaje que no riñe con lo tradicional ni desdeña lo sim-
ple, que quiere conmover. Carolina Zamudio escribe sus poemas desde un lugar poderoso de intuitivo
conocimiento, dejando que la realidad brille, la atraviese y la deslumbre, para así interpretar el mun-
do y expresarlo». (Jorge Paolantonio, Argentina)
 «Carolina Zamudio parece haberse cruzado con aquellas palabras de Víctor Hugo: “Abrumamos al
abismo con preguntas. Nada más. En cuanto a las respuestas, están ahí, pero mezcladas con la som-
bra”…; y desde ahí descubre la oscuridad que hay en el sol (paráfrasis de Olga Orozco), la oscuridad
que ayuda a reconocerse , a conocerse completa, para entonces regresar a la ensoñación del más
acá; es la vida que, como Jano, tiene dos rostros en uno: la poeta es esta mujer que habla y canta y
se despierta y a veces se asusta». (Víctor Redondo, Argentina, a propósito de La oscuridad de lo que
brilla )
 «Es ésta una poesía de la escritura de un mundo. La afirmación es rotunda porque el libro edifica un
ser textual hermoso, sin fisuras, que participa de algunos de los procedimientos más sensibles de la
construcción poética, pero que no duda a la hora de echar mano a precisos recursos narrativos».
(Rafael Courtoisie, Uruguay, sobre La timidez de los árboles)
 «El trabajo poético de Carolina Zamudio es denso, a veces impenetrable, pero elaborado: cada pala-
bra tiene exactamente el sitio que le corresponde. Su poesía no es anecdótica ni facilista, pues se

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sumerge en mares insondables y tortuosos; y aun así leerla es una experiencia que se transforma en
un gran goce estético e intelectual». (Berta Lucía Estrada, Colombia, sobre Rituales del azar).

POEMAS de data y/o ubicación in especificadas

1) Selección de poemas de Antología Doble Fondo XII (2016) y Rituales del azar (2017) en la
rev. electrónica ANALECTA LITERARIA:

ARRAIGO

Quizá sea un roble


con aroma a eucaliptus Casi siempre me obedezco
cuyas raíces son ramas
que tanto anclan un fondo Alguna vez quizá plante un árbol
como rozan una cúpula. ahí donde mueren las palabras.
Por ahora me conformo con ser durazno
Exilios ciertos y que su piel desgarres, hija de una tierra
ni hazañas tengo que tanto me crece como me carcome
la casa es campo de batalla rama de un tronco que se deshilacha lerdo
el cuerpo es la casa. fruto del fruto de una y otras ramas
Alma que crecen desordenadas, profusas.
espíritu y vacío habitan en ella. Jardinera del desarraigo
A veces en el silencio humeante quizá
que presagia los sueños alguna vez yo misma plante ese árbol.
me paro ante mí y pido.

ATARDECER DE CULTO

I II

Las cosas bellas también se lacran. Atardece. Un párpado a punto de cerrarse.


Cuando terminan pueden doler Un dios que no es mío
como si algo se soltara. Pesar ofrece sus prodigios.
como lo perdido. Artista solitario que golpea
justo a los vacilantes
guiña un ojo escondiendo un sol
y nada hay allí de culto. Todo
solo belleza que atardece.

CANSANCIO

Deberíamos morir todos así, de golpe


y clava su lengua de acero recién afilado

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justo en medio de la médula de mi noche.

Sostengo el cansancio entre temblores


y ella sigue —cándida y cruel—
tejiendo su día:
lo que queda de una enferma que aún respira
aunque quiera dejarse ir
que los restos de su madre sepultados años ha
deben ser cremados
que la muerte, la vida, la muerte.

Algo tenue, umbilical, nos mantiene


mientras una voz frenética hila dentro mío
quien me dio la vida debería abstenerse
de mezclar banalidad
con cuestiones tan cruciales:
la noche y el cansancio.

CARICIAS

La gente anda llena de consejos


y los lanza como piedras. Lo menudo como avío
para un gran cambio.
De palabras se erigen
infalibles murallas Mejor aún, pronunciadas al pasar
y solo ellas mismas —otras— al descuido
pueden demolerlas: delgada caricia
sutiles como ostras frescas para quien quiera atraparlas.
carnosas como mangos maduros
blancas como nardos. Palabras, no piedras.

CENTRO Y FIN

I
el aliento originario de un más allá difuso
El último abrazo de la única verdad
antes de la primera muerte que es el nacimiento.
el franco coqueteo con la locura
la vez que el amor II
fue un pozo
absoluto La vida no está allá
como el cosmos ni entonces.
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La vida es esta III
este aliento, esta piel
esta sensación de pozo seco El vacío tiene el peso
de colmena abandonada de lo absoluto
de centro y de fin. nunca menos.
Centro.
El vacío es
la medida del mundo.

CERTEZA

La muerte no se llora en remolinos de certeza.

Sucede —casi siempre— en medio de arrebatos


de una alegría a otra
se calla y fecunda en el centro del miedo.
La vida es una grieta de luz
que transcurre entre el negro más puro
y la oscuridad infinita.
Vivimos encendiéndonos estertores
no lloramos porque estamos mudos
y —como música de cajas huecas—
queremos escapar del cuerpo buscando alivio.
La muerte anda por ahí burlona
aguijonea eso que nombramos ausencia
es quien manda a otros a que vistan el cuerpo.

Entonces tememos no ser rozados


abrazados ya por nuestros hijos.
Conjeturamos, tarde, otros finales
como dueños de esa vida que compartimos
—tiempo y espacio—.
Huimos, esquivamos
nos plantamos arrogantes desvalidos
ante nuestra propia vida.
Si acaso contuviera ese mohín
que no llora o se llena de argumentos:
ante nosotros, los otros
y el único con una certeza.

Creemos vivir
un espasmo
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un cortocircuito
un infarto en la carrera entrecortada por el sueño
como ese del que despertamos
preguntándonos si es cierto
si seguimos vivos
o acaso fuimos nosotros.
Y descubrimos que la muerte puede ser
ese instante luminoso
que sucede tras el negro y largo rato
que alguien nombró vida.

La muerte vive y es la única certeza.

CODICIA

Hay reparo, avaricia en los bordes de la lengua


lo que se derrama todo inunda donde antes se escatimaba un cuento
un hueco de luz amanecido ancla fantástico relato delira jadeante
a una ventana la tarde la magia que cabría a lo lábil del momento
la frescura densa del agua en historias prestadas oscurece demente
agita a lo lejos no hay ahora, nunca, quien extraiga y cuente
que dos cuerpos usados apenas improvisan.
por el ángulo de mis piernas sale el sol

DETRÁS DE LOS ÁRBOLES

Dulces tardes de castañas tostadas La noche se apura detrás de los árboles


miro el otoño desde la ventana [desguarnecidos
veo pasar y solo sé que esta tarde volverá ocre
-secuencia perdida, hilván de puntadas largas- a rodar su cadena de dudas
el camino hasta aquí. cuando delante esté
¿el mar, el desierto, las pampas?
El azar me trae remotamente, tironea la paleta desvanezca marfiles
el cuadro sin acabar detiene el momento: los convierta en recuerdos.
“no te atrevas a hablarme”. Alguna vieja palabra punzante
este profundo silencio de la casa
todo vendrá.

ENTERA

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De boca en boca Todo
del alimento al beso desde esa boca que espera
recodo en la palabra. el mordisco
desde esa otra boca
Dar de comer que concierta y se funde en esta.
entregar
entera desde esta inmensidad Casi nada, ínfima
y finitud desde el cosmos
desde mí que —también— mide
en el mundo. se desboca.

ESBOZO PARA UN AUTORRETRATO

No nos fue dado un Tampoco nos fue dado un


guión. final.

Intuí al nacer que el paraíso me fue negado Huyo del paraíso


la premura de parto me entrego a la lucha de los hombres
alumbró un camino en sombras que es la falta de certezas
un trasluz de audacia que me ubica en bordes el exiguo tintineo de palabras
por allí, erguidas o doblegadas la razón o el amor, según el día
van las noches. la convención, precaria
de la felicidad.

EXTRANJERA

Puedo extrañar No atina a besar


a quien no fui a esta que tampoco soy:
en aquellas tierras nuevo paisaje
que tampoco fueron mías. en el que un faro indigente
distante se esmera en alumbrar.
Una brisa furiosa Yerta, pesados los brazos
me planta y abandona. en cruz.

ILUSIÓN DE SÁBADO

Agua se derrama hacia los ojos todo siempre estuvo allí.


nada quiere contenerse
cúpula magistral y abierta Día vital y sin matices
enfatiza suspiro profundo desde el estómago

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la fuerza de la mano derecha el sol, los pájaros, el cielo y su azul
sobre el lado izquierdo del pecho. el verde que estalla una verbena íntima
sábado, en la paz de una selva personal.
La holgura del propio amor
sostenido y recóndito. Es mentira el día
sin ojos
Son mentira que lo vean.

ILUSIONISTA

De la soledad en una seducción de ilusionista


el cajón abierto en el alma encantadora de serpientes.
niñez de palabras atragantadas
del miedo al goce que paraliza el cuerpo. El aire amalgamaba furia y sosiego
Hablabas con la determinación del temporal la gente se disolvía
que recién comienza sonaba una melodía que
ojos negrísimos curtidos de tanto mar quizá, fuera Bach
la palabra alta, chispeante y clara. en dos direcciones
algo nacía.
Yo empezaba a confiar

INUNDACIÓN

Hay un par de zapatos a los que se atrevió tu corazón.


jugando bajo tu cama. Parece que el amor abrió
Parece que también hay víboras de golpe la ventana
te atan a las sábanas. y sin haberlo pensado hizo lo suyo
Un cortocircuito, una historia rebanada el suicidio mejor.
un trago áspero Hay una mujer amarrada a una cama
tu alma en el espejo delineando sudor. una historia en pausa
Parece que la inundación fue por tu llanto
no cesó ni en los paros entre alambres de púa.

LOS ZAPATOS EN LA HAMACA

Los zapatos de la muerta en la hamaca. Aparecieron en sueños. Me empujaron al día.


Estaban justo debajo de la hamaca en el patio de mi casa. Eran cerrados, color cobre. Era
el patio de la casa de mi madre. Mi casa. Era la hamaca de mis hijas. Ella. Esos
zapatos eran de la muerta. ¿De quién? Solo supe que había muerto.

La memoria trae en sueños


muertos desconocidos. Profanados.

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¿Quiénes son estos a quienes la vigilia trae en sueños?
No son míos. Despierto solo para recordarlos.
Me alerta su urgencia de que los recuerde.
¿Salvarlos del olvido?
¿Necesitan descansar en paz? Como yo.
No me dejan. Mi conciencia en reposo se resiste a morir.
Despierta y vive muertes.
Cierta memoria aún vive en mí.
O vivo para revivirla.
Al alba, junto conmigo.

LUZ

Sola.
No madre, no hija, no amante. La sombra del pasado
Artesana, camina entre las dudas. un grito de agonía.
Las certezas son del sol.
Con lágrimas, es de porcelana. Femenina
Cuidado con tocarla. en lo que un día se duele
Se quiebra. desentrama

Agnóstica y maltrecha. se incendia


El vientre curtido de desgarros cuando lo sangrado es luz.
cuchilladas.

LUZ DE MIS SOMBRAS

Quizá vuelva a encontrarte luz de mis sombras


y como viento de paso que has nacido
toques mi hombro
—sea mayo, Buenos Aires—
un nuevo aliento cargado de fronteras vista lo que llamamos hogar
la música sea corriente doméstica que nos proteja del mundo
nuestros silencios: los polos de un imán.
Y pisemos el pasto o nos llenemos de olas
las niñas sean voces que vuelvan abrazos
y sepamos que fuimos solo lo que pudimos
temprano o sábado, algo que de espaldas a nosotros
pareciera volver a empezar.
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Quizá no sea mayo, menos Buenos Aires
ni me quede un hombro donde apoyes la mano
pero seas una estela que navega
por un río de luz.

II

Hoy en cambio quiero ser esa brasa que te incendia


como la línea delgada de plata que sobreviene sobre el mar
a espaldas del horizonte la tormenta
pero soy oscura
te apago con lo sombrío que llena
me debato entre lo que potencia y reprime
voy siendo esa víbora que se arrastra
lleva en la piel lo que el camino desecha
una profundidad de aljibe
un río de rápidos
viento que arrebata la calma que te fue dada
calma que se conforma con fundirse
al silencio que vive justo al medio de tus labios.
Aunque puedo ser la nada que eliges que sea
y a veces fehacientemente soy
no soy, no eres.
Nada.

LLORAR

Llorar no es limpiarse la flor naranja, intensa


es mojar un vestido hasta el tacto más sensible.
correr el maquillaje
ahuecar los surcos de la cara Limpiar
como cauce de deshielo es solo cosa del agua
es sangrar del color de la piel quizá de la lluvia, que no es agua
dejar algo esparcido solo un rito que esclarece.
con anticipación, sobre la tierra.
Las lágrimas son como de aceite
Limpiar los ojos sí. deslizan aquello
Después de llorar que —desde adentro—
lo que se ve recupera el foco viscoso
el paisaje es más claro no puede más que verterse.

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MIS MUERTOS

Llevo mis muertos vivos en mí.

Vienen de mañana a extasiarse en mi mano


cuando acarician luminosos
las frentes de mis hijas. Uno mira al espejo
en mis ojos
de un pardo más ocre que verdoso
asomando enigmático por los párpados caídos
de otro muerto que vive en mí
hasta que la muerte nos separe.

NUEVO RITUAL

El cuadro que hoy completo


hace un tiempo no era
yo, antes de los pinceles
ni mis manos antes de la paleta.

Como estas palabras que aún no


son pero quieren
la suavidad del vino en la boca
una noche que sí es —lo sé por la furia de afuera—
los ángeles que velan el sueño de las niñas
mientras la madre pinta, mientras la madre crea
y el padre atraviesa un océano
sin pedir a cambio nada
navega aire de olvido
adivina un frío que aquí no merodea.

Quizá mañana armemos un árbol


un deseo, quizá, pidamos también
las niñas bailarán invocando fiesta
la madre les hablará de los días allá lejos
llegará el padre, un brindis
se colgará el cuadro, se prenderá la estufa a leña
se iniciará un ritual que atraviese océanos
nuevo, uno que antes no era.

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OBVIEDAD DE HAMACA

I
y quizá allí ser poesía.
No puede reconocerse
al ver su cara en el espejo III
¿Quién pudo, acaso, con los reflejos
y otros íntimos conocimientos? Las manos moldean
Somos anécdotas enredaderas
lo que ignoramos versos, orgasmos
o muestra una ilusión. las mismas, esas, manos.
Jugar a la vida con sus máscaras
II amante inadvertida
el día hace
La obviedad de la hamaca la tarde duda
lo pendular de abarcar la noche crea
eso efímero en movimiento. espejo en el que balancearse
Estrujarnos palabras la vida hamaca.

OTOÑO

Si muero en otoño en las mujeres de mi descendencia.


seré Pues si muero en otoño este canto
redimida por mi falta de fe. será un presagio dulce lanzado de madrugada
al arrullo de los espasmos de mi madre
Si muero en otoño que duerme la casa de la infancia.
mi cuerpo vuelto polvo
volará al fin libre Si no es otoño, acaso, que alguien sepa
—cadencia de hoja— que la dulzura de castañas
ocre, amarillo. la íntima penumbra de un atardecer cualquiera
hubiera sido el escenario certero
Si muero en otoño, joven para deshojar de una vez, ese, el día.
viva quizá con tesón

PARIRSE

Parirse, ¿se puede?

Dice que sí y argumenta:


volver a nacer como acto inaugural

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y básico. Infrecuente egoísmo.
Loba que aúlla a la aureola traslúcida de un lucero
ojos precisos
intensos como lente
lazarillo que obtuvo su acta de emancipación
y con lágrimas de tinta imprime ahora historia.
Pelos al viento, corriente
libertad soldándose a la cara.

Parirse se puede.

PLENITUD

Al amparo del árbol de la sabiduría india


en la letanía impasible de la tarde Templar belleza
con los brazos abiertos y las palmas al cielo. mirando bajo las arrugas
la longitud de la nariz
Vuela una mariposa el bosquejo del aliento
y su impudicia los pliegues de las orejas
modesta síntesis de mundo en los ojos. hasta dejarla ir.

SIETE

Como gotas que la gravedad vuelve charcos un día cualquiera, silencio.


uno a uno moldeamos instantes
y entregando lo diario Siete pasos separan
azuzamos también el destello de vez en cuando del abismo
ligero de la trascendencia. no se cuentan. Se imaginan.
Se relata como cronista
Seremos una mirada esa muerte premeditada
imágenes, uno o varios desencuentros que no será —por poética—
palabras nada más que eso.

SIN RED

En tierra de mariposas Amo el silencio que duerme


a la caza de sofismas. la casa. Y yo
Sin red. todo agita
La noche tiene un balcón yo muchos, ninguno
con vista hacia adentro. desde afuera hacia un bullicio único
A veces ingreso. que todo ancla
vierte.
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Noche: tus pasillos me develan y ese yo.
el infinito Los otros claudican.

TEORÍA SOBRE LA BELLEZA

La belleza no cabe desde atrás, en eso de ser


en un trozo de papel atesorar lo que haya sido
sí en los ojos. Como ajustar y bello es.
el enfoque de una lente
por detrás. La belleza habita en la oscuridad
No en la punta de la lengua el don que nos fue dado oculto
más allá. la cáscara que se quita
Cabe en el aire lo bello es un fin vacío de principios
al abarcar el ser. nace en el último tramo del próximo deseo.

Puede asirse la belleza La belleza abraza la luz de la muerte


en silencio al reposar el cuerpo o desata la nebulosa de la vida.

TODAVÍA

Nada le pide y ella tiene mil palabras La luna —cuándo no— esa ilusión
que se caen de los pliegues del silencio. de luz reflejada e íntimo telón.
Ella piensa (por primera vez)
La noche amalgama —acompasada— la vida y la muerte
un lado pulcro, disciplinado como juego de reemplazos: sobre una cama.
con un lodazal Y en la punta de la lengua
abundante en símbolos. sostiene un todavía.

UN TROZO DE VIDRIO

Nada tengo
y todo al mismo tiempo. Pasado y futuro no importan.
Río de ideas
que se alimentan en algún arroyo Intervalo fugaz
denso de infancia. —ya no es—.
La copa en la mano Aquí hay
como toda medida del ahora. un trozo de vidrio.

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Y SE DEJÓ SER SILENCIO
La misma noche, nunca acaba La misma noche, suspendida en tiempo
olor a fin de infancia el mismo mío olor en él
el amor respira doliente. una almohada me piensa
me duerme
La misma noche, el mismo olor me encuentra ausente
disueltos y añosos besos por primera vez inmensa.
compasión de luna de agua. Vieja.
La misma noche, el mismo olor
La misma noche, perder lo no perdido. como alguien que leyó el destino
y se dejó ser silencio.

2) En rev. electrónica Altazor-Fundación V. Huidobro, Chile, Enero de 2024:

CON EL INMENSO MAR EN MEDIO

Las hojas de laurel que sembré en mi cuerpo quisimos una vez quemar la casa,
como señal de permanencia traen que por todo testamento quedara
los aromas de toda una vida cosechados. el aroma a salitre de dos un solo cuerpo.
Tesoro, no hay triunfos, solo la vida vivida, No es la hora —aulló un viejo sabio—
sorbos cortos y duraderos, al oír nuestros gritos desde la calle,
el ramaje a la deriva va y viene ya, arrastrando los pies sin mirar al balcón,
junto a nosotros, y entonces lentamente todos, también él,
con el inmenso mar en medio. volvimos callados a nuestros océanos.
No existen vencedores ni vencidos, Quizás aún no lo sepas, marinero,
nuestra contienda fue siempre esta criatura pálida jamás
la de manos prohibidas; tendrá prohibido amar.

CUANDO FUIMOS GRANOS DE ARENA

Los ojos clavados en el libro y yo su trofeo. Él poco sabía


como el buzo que guarda el aire aún de mareas ni carnadas,
en busca de la presa. incluso antes, cuando fuimos
Dicen que a ellos el sol se les instala granos de arena amalgamándose
en la espalda y deja marcas, unos con otros que —como ahora—
yo nado por una línea sin rumbo, se desprenden de este mar
recuerdo vidas pasadas al sur del mundo
en las que el hombre fue un pez y llegan a la página.

EL VIENTO RECONOCE DE ELLA CONTORNOS

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Una mujer camina al borde de un río,
pisa cada piedra a su paso,
siente lo rugoso del mineral
dentro de sí misma,
el viento reconoce de ella contornos
y se despoja de sus fuerzas
para mostrarle a la mujer en el río su sombra
que muta junto al camino
y la aridez de la piedra.
Intercambios son viento y río,
luz, mujer y piedra;
el uno sabe de la propia existencia
por la vida en el otro,
ante el único: el tiempo.
Sin el viento el río es espejo,
sin las piedras la mujer sería
cuerpo sin caminos.

En esta casa que hay en mí…

En esta casa que hay en mí cubrirse casi de lluvia,


a menudo música se oye, no de sol, no de rocío.
junto a la orilla de este puente Se está plácido a veces aquí.
que es mi cuerpo Solo debes saber, querida,
habitan seres ciertos una sombra
‒a veces se quedan‒, se refleja a ciertas horas
las paredes no precisan y somos así únicas, completas.

EN TIEMPOS DE SEQUÍA

Yo, que prefiero absorber luna ser ama de la noche, esculpir


a tomar el sol. Regar la noche los deseos en las nubes pálidas.
de recuerdos y enhebrarlos Que soy pez en tiempos de sequía,
en farolas de una calle cualquiera. flor insólita en invierno,
Destender el mantel con los restos búho que descree de su suerte,
y buscar los símbolos en las migas, señora a merced del viento.
subir las escaleras cuantas veces sea No sé adónde vamos ni porqué
a temer desandar los pasos dados. y cada mañana me ahogo
Ser vampiro en la niebla, merodear hondo en una página en blanco.
la casa mientras todos duermen,

ESCÚCHAME CALLAR TRAS LA VENTANA

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Este es el tiempo, cariño, Ahí viene el día
un insensato. Hay varias formas y su delirio de celestes;
de dejarse ir del mundo. Elegimos también, de allí seremos
pasar el día en este sueño y haremos del pan
de peces tras la burbuja. nuestro refugio. Como la sombra
Ven, escucha que pronto dibujará otros cuerpos
ya casi va amaneciendo en esta calle, y otras más
y es dentro de mi piel. Allí un universo de estos nosotros.
se descubre florecido y canta. Ven, escúchame callar
No te descuides. Nada, tras la ventana.
en realidad, nos pertenece. No es cosa del tiempo,
Acaso fuimos nosotros ese insensato.
quienes vimos a trasluz Es solo que ahí
el dejo de un aliento deshaciéndose. va la vida.

LA ESQUIVA CRIATURA QUE VIVE SIN FRONTERAS

Sé fiel al momento, cariño, no es tan ingrato,


ya ves, has aprendido esta que soy y no,
no es tampoco tuya, de ningún sol ni tiempo,
la esquiva criatura que vive sin fronteras,
va y viene entre ciclos imaginarios, lleva
la luna junto a ella como testigo y ancla,
se para de vez en cuando a constatar que aún
quede la sombra, movediza señora de la casa
canta, baila, vuela. Lo demás también lleno de luz
se ondea; tú y yo todos somos al final la plenitud,
incorpóreos, circunstancias pequeñas del tiempo.
¿Qué quieres que te diga a este punto del amor,
si es en este ensueño solo otro pasajero?

MÍAS LAS SOMBRAS DE LOS PÁJAROS

Nunca robé mandarinas No sembré un árbol ni lo haré.


—debería—, ni he trepado a todos Sí robé una flor; salí corriendo
los árboles que hubiera querido. y la mujer me miró tras la ventana
Soy quizá raíz, ya sabes, el destino, de su casa nueva.
querida, no se elige. Debería ser ahora ladrona de cosas simples,
Es un cuento que nos aprendemos hojas de álamos, ramas de espinillos.
de tarde al mirar las ramas El destino está trazado,
del sauce y creernos ellas. escribo y bailo, no encajo con mi suerte,
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lo he dejado dicho: el viento y las caricias de los enamorados,
abonaré un trozo de tierra y serán el amanecer y la caída del día.
mías las sombras de los pájaros,

POR UNA PUERTA ANTIGUA

Que sean los rituales del amor crea otra —la misma— sutil sinfonía,
pequeñas despedidas reconocida solo por dos.
hace que renacer cada vez La respiración mira en sus silencios,
sea inevitable. los amantes ya no vuelven
Construye restos el futuro de la forma única de esa fusión,
de cada paso dado antes; los ritos que el azar enlaza
una mano entre la otra se palpan en la oscuridad recobrada.
aroma a los almendros de una boca, Amanece y se sale de lo amado
anochece un poco en los cuerpos, por una puerta antigua,
se hace eterna en los puentes reconstruida a medida,
la piel que desprende sus verdades. empujada por la fuerza
Roces con el instante ido de un perplejo mar de fondo.
es en el contacto cuando la vida

UN MUNDO QUE SE VACÍA DE PALABRAS

Oye, mi vida: Si uno va hacia adentro,


hay algo que, afuera, podría llamarse océano,
una masa que se vuelve amplia, larga.
Sentir profundo, pleno —tanto como se quiera—.
Hay un campo labrado, tulipanes que se agitan
plácidos, o mejor trémulos, una danza de colores;
hay un mundo que se vacía de palabras,
imágenes, incluso gestos de mares y llanuras.
De todo se vacía y danza, ni siquiera aire
se necesita, a veces, ahí dentro,
ni leve es la levedad ni la gravedad, grave
allí el alma tiene tres dimensiones.
El silencio es música, la respiración, amor
se puede vivir allí eternamente,
en ese lugar inmaterial sin tiempo.

UNA ISLA DESIERTA

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No navegues mis mares, ¿Acaso no oyes las olas que rugen
otros lo hicieron y se ahogaron; en el corazón?
puedes verme levitar desde la orilla En la arena blanca de una sábana
—a veces lo consigo—, el océano solitario se adormece.
es un truco no adquirido. Dejo Querido, hay mil formas de sobrevivir
en todo caso que mires a las tempestades de mi amor.
esa inmensidad que no soy ni tengo Yo duermo y sueño que devoro
tendiéndose de lado sobre la pierna todas las costas y caigo
doblada en que sin peso en el sosiego
descansa la mano izquierda. de una isla desierta.

UNA MÁS DE TANTAS OTRAS QUE SEREMOS

La rotación de celestes se repite sin fin.


Cerca del agua otra me piensa, me pierdo en ella,
al fin se sale inmune de todas las tormentas;
llueve muy dentro de mí, como así afuera.
Algo se detuvo, fue solo un instante.
gira el más allá de las historias, su relato.
Seremos de este mundo inaugurando
una más de tantas otras que seremos,
quizá alguna vez alguien lea este sueño
de otro modo; nosotras sabemos ahora
cómo amarnos, sortear los temporales,
son siempre pasajeros, no hay vida sino
dentro del amor y sus mil caras,
frescas y livianas sin tanto testamento
.

FIN

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