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narradora y ensayista que ha residido en Emiratos Árabes Unidos, Suiza y Colombia, y actualmente vive
en Montevideo (Uruguay) y dirige la Revista Literariedad, figura incluída en antologías de Argentina, Co-
lombia, España, Estados Unidos, Francia e Italia, por lo que tiene obra traducida al inglés, al francés y al
italiano. Entre otros, ganó el Premio “Universitarios Siglo XXI” del diario argentino La Nación, y después
la Corona del Poeta en la 53 edición del festival español-galés de lecturas poéticas Eisteddfod del Chubut
(Patagonia argentina) por su poema «Pasar el Invierno», así como el Gran Premio Ciudad de Trelew (Pa-
tagonia). Ha publicado los poemarios: Seguir al viento (Argentina, 2013), La oscuridad de lo que brilla
(edición bilingüe español/inglés, EE.UU. 2015) la antología Doble fondo XII (Colombia, 2016), Rituales del
azar (edición bilingüe español/francés, Francia, 2017), Teoría sobre la belleza (Argentina, 2017), La timi-
dez de los árboles (Colombia, 2018), El propio río (Perú, 2020), Vértice (edición bilingüe español/italiano
con traducción de Emilio Coco, Italia, 2020) y Las certezas son del sol (España, 2021 España).
Magíster en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos por la Universidad Argentina de la Empresa y
Periodista por la Universidad Católica Argentina, su carrera profesional en Argentina transcurrió en radio
y medios gráficos, entre otros: Radio Mitre, Radio El Mundo, el diario bonaerense El Cronista y las revis-
tas Apertura y Target. Ha impartido talleres para niños dentro del “Proyecto Gulliver” del Festival Inter-
nacional de Poesía de Medellín y, de forma particular y durante dos años, talleres para reclusas de la
Cárcel del Buen Pastor en Barranquilla (Colombia). Asimismo ha participado en la respectiva Feria del
libro de diversos países de Latinoamérica y en encuentros de escritores en Colombia, Perú, Cuba, Ecua -
dor, Argentina, España, Estados Unidos y Francia.
De su obra ha dicho la crítica:
«Zamudio teje versos como arañas.., hasta que llega la muerte llega para desbaratarlo todo… La voz
poética pide y añora, recrimina y alaba a seres imaginarios. La noche es un personaje lírico que des -
aparece de la existencia para hacerse carne y nervio, y duele». (Augusto Rodríguez, Ecuador)
«Al principio desconcierta esta música “rara”, desacostumbrada; pareciera incluso que los ritmos
verbales se tropiezan; pero no, al adentrarnos en esa música se advierte una percepción sensible del
dolor de ser, una mezcla de sonido y sentido, que recuerdan a ciertos poemas de César Vallejo o pa-
sajes paradójicos de Olga Orozco». (Luis Fernando Macías, Colombia)
«Estamos ante una lírica que crece en su desarrollo por la riqueza de abordajes y su imaginería: es
una poesía que nombra lo que existe en un lenguaje que no riñe con lo tradicional ni desdeña lo sim-
ple, que quiere conmover. Carolina Zamudio escribe sus poemas desde un lugar poderoso de intuitivo
conocimiento, dejando que la realidad brille, la atraviese y la deslumbre, para así interpretar el mun-
do y expresarlo». (Jorge Paolantonio, Argentina)
«Carolina Zamudio parece haberse cruzado con aquellas palabras de Víctor Hugo: “Abrumamos al
abismo con preguntas. Nada más. En cuanto a las respuestas, están ahí, pero mezcladas con la som-
bra”…; y desde ahí descubre la oscuridad que hay en el sol (paráfrasis de Olga Orozco), la oscuridad
que ayuda a reconocerse , a conocerse completa, para entonces regresar a la ensoñación del más
acá; es la vida que, como Jano, tiene dos rostros en uno: la poeta es esta mujer que habla y canta y
se despierta y a veces se asusta». (Víctor Redondo, Argentina, a propósito de La oscuridad de lo que
brilla )
«Es ésta una poesía de la escritura de un mundo. La afirmación es rotunda porque el libro edifica un
ser textual hermoso, sin fisuras, que participa de algunos de los procedimientos más sensibles de la
construcción poética, pero que no duda a la hora de echar mano a precisos recursos narrativos».
(Rafael Courtoisie, Uruguay, sobre La timidez de los árboles)
«El trabajo poético de Carolina Zamudio es denso, a veces impenetrable, pero elaborado: cada pala-
bra tiene exactamente el sitio que le corresponde. Su poesía no es anecdótica ni facilista, pues se
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sumerge en mares insondables y tortuosos; y aun así leerla es una experiencia que se transforma en
un gran goce estético e intelectual». (Berta Lucía Estrada, Colombia, sobre Rituales del azar).
1) Selección de poemas de Antología Doble Fondo XII (2016) y Rituales del azar (2017) en la
rev. electrónica ANALECTA LITERARIA:
ARRAIGO
ATARDECER DE CULTO
I II
CANSANCIO
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justo en medio de la médula de mi noche.
CARICIAS
CENTRO Y FIN
I
el aliento originario de un más allá difuso
El último abrazo de la única verdad
antes de la primera muerte que es el nacimiento.
el franco coqueteo con la locura
la vez que el amor II
fue un pozo
absoluto La vida no está allá
como el cosmos ni entonces.
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La vida es esta III
este aliento, esta piel
esta sensación de pozo seco El vacío tiene el peso
de colmena abandonada de lo absoluto
de centro y de fin. nunca menos.
Centro.
El vacío es
la medida del mundo.
CERTEZA
Creemos vivir
un espasmo
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un cortocircuito
un infarto en la carrera entrecortada por el sueño
como ese del que despertamos
preguntándonos si es cierto
si seguimos vivos
o acaso fuimos nosotros.
Y descubrimos que la muerte puede ser
ese instante luminoso
que sucede tras el negro y largo rato
que alguien nombró vida.
CODICIA
ENTERA
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De boca en boca Todo
del alimento al beso desde esa boca que espera
recodo en la palabra. el mordisco
desde esa otra boca
Dar de comer que concierta y se funde en esta.
entregar
entera desde esta inmensidad Casi nada, ínfima
y finitud desde el cosmos
desde mí que —también— mide
en el mundo. se desboca.
EXTRANJERA
ILUSIÓN DE SÁBADO
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la fuerza de la mano derecha el sol, los pájaros, el cielo y su azul
sobre el lado izquierdo del pecho. el verde que estalla una verbena íntima
sábado, en la paz de una selva personal.
La holgura del propio amor
sostenido y recóndito. Es mentira el día
sin ojos
Son mentira que lo vean.
ILUSIONISTA
INUNDACIÓN
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¿Quiénes son estos a quienes la vigilia trae en sueños?
No son míos. Despierto solo para recordarlos.
Me alerta su urgencia de que los recuerde.
¿Salvarlos del olvido?
¿Necesitan descansar en paz? Como yo.
No me dejan. Mi conciencia en reposo se resiste a morir.
Despierta y vive muertes.
Cierta memoria aún vive en mí.
O vivo para revivirla.
Al alba, junto conmigo.
LUZ
Sola.
No madre, no hija, no amante. La sombra del pasado
Artesana, camina entre las dudas. un grito de agonía.
Las certezas son del sol.
Con lágrimas, es de porcelana. Femenina
Cuidado con tocarla. en lo que un día se duele
Se quiebra. desentrama
II
LLORAR
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MIS MUERTOS
NUEVO RITUAL
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OBVIEDAD DE HAMACA
I
y quizá allí ser poesía.
No puede reconocerse
al ver su cara en el espejo III
¿Quién pudo, acaso, con los reflejos
y otros íntimos conocimientos? Las manos moldean
Somos anécdotas enredaderas
lo que ignoramos versos, orgasmos
o muestra una ilusión. las mismas, esas, manos.
Jugar a la vida con sus máscaras
II amante inadvertida
el día hace
La obviedad de la hamaca la tarde duda
lo pendular de abarcar la noche crea
eso efímero en movimiento. espejo en el que balancearse
Estrujarnos palabras la vida hamaca.
OTOÑO
PARIRSE
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y básico. Infrecuente egoísmo.
Loba que aúlla a la aureola traslúcida de un lucero
ojos precisos
intensos como lente
lazarillo que obtuvo su acta de emancipación
y con lágrimas de tinta imprime ahora historia.
Pelos al viento, corriente
libertad soldándose a la cara.
Parirse se puede.
PLENITUD
SIETE
SIN RED
TODAVÍA
Nada le pide y ella tiene mil palabras La luna —cuándo no— esa ilusión
que se caen de los pliegues del silencio. de luz reflejada e íntimo telón.
Ella piensa (por primera vez)
La noche amalgama —acompasada— la vida y la muerte
un lado pulcro, disciplinado como juego de reemplazos: sobre una cama.
con un lodazal Y en la punta de la lengua
abundante en símbolos. sostiene un todavía.
UN TROZO DE VIDRIO
Nada tengo
y todo al mismo tiempo. Pasado y futuro no importan.
Río de ideas
que se alimentan en algún arroyo Intervalo fugaz
denso de infancia. —ya no es—.
La copa en la mano Aquí hay
como toda medida del ahora. un trozo de vidrio.
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Y SE DEJÓ SER SILENCIO
La misma noche, nunca acaba La misma noche, suspendida en tiempo
olor a fin de infancia el mismo mío olor en él
el amor respira doliente. una almohada me piensa
me duerme
La misma noche, el mismo olor me encuentra ausente
disueltos y añosos besos por primera vez inmensa.
compasión de luna de agua. Vieja.
La misma noche, el mismo olor
La misma noche, perder lo no perdido. como alguien que leyó el destino
y se dejó ser silencio.
Las hojas de laurel que sembré en mi cuerpo quisimos una vez quemar la casa,
como señal de permanencia traen que por todo testamento quedara
los aromas de toda una vida cosechados. el aroma a salitre de dos un solo cuerpo.
Tesoro, no hay triunfos, solo la vida vivida, No es la hora —aulló un viejo sabio—
sorbos cortos y duraderos, al oír nuestros gritos desde la calle,
el ramaje a la deriva va y viene ya, arrastrando los pies sin mirar al balcón,
junto a nosotros, y entonces lentamente todos, también él,
con el inmenso mar en medio. volvimos callados a nuestros océanos.
No existen vencedores ni vencidos, Quizás aún no lo sepas, marinero,
nuestra contienda fue siempre esta criatura pálida jamás
la de manos prohibidas; tendrá prohibido amar.
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Una mujer camina al borde de un río,
pisa cada piedra a su paso,
siente lo rugoso del mineral
dentro de sí misma,
el viento reconoce de ella contornos
y se despoja de sus fuerzas
para mostrarle a la mujer en el río su sombra
que muta junto al camino
y la aridez de la piedra.
Intercambios son viento y río,
luz, mujer y piedra;
el uno sabe de la propia existencia
por la vida en el otro,
ante el único: el tiempo.
Sin el viento el río es espejo,
sin las piedras la mujer sería
cuerpo sin caminos.
EN TIEMPOS DE SEQUÍA
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Este es el tiempo, cariño, Ahí viene el día
un insensato. Hay varias formas y su delirio de celestes;
de dejarse ir del mundo. Elegimos también, de allí seremos
pasar el día en este sueño y haremos del pan
de peces tras la burbuja. nuestro refugio. Como la sombra
Ven, escucha que pronto dibujará otros cuerpos
ya casi va amaneciendo en esta calle, y otras más
y es dentro de mi piel. Allí un universo de estos nosotros.
se descubre florecido y canta. Ven, escúchame callar
No te descuides. Nada, tras la ventana.
en realidad, nos pertenece. No es cosa del tiempo,
Acaso fuimos nosotros ese insensato.
quienes vimos a trasluz Es solo que ahí
el dejo de un aliento deshaciéndose. va la vida.
Que sean los rituales del amor crea otra —la misma— sutil sinfonía,
pequeñas despedidas reconocida solo por dos.
hace que renacer cada vez La respiración mira en sus silencios,
sea inevitable. los amantes ya no vuelven
Construye restos el futuro de la forma única de esa fusión,
de cada paso dado antes; los ritos que el azar enlaza
una mano entre la otra se palpan en la oscuridad recobrada.
aroma a los almendros de una boca, Amanece y se sale de lo amado
anochece un poco en los cuerpos, por una puerta antigua,
se hace eterna en los puentes reconstruida a medida,
la piel que desprende sus verdades. empujada por la fuerza
Roces con el instante ido de un perplejo mar de fondo.
es en el contacto cuando la vida
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No navegues mis mares, ¿Acaso no oyes las olas que rugen
otros lo hicieron y se ahogaron; en el corazón?
puedes verme levitar desde la orilla En la arena blanca de una sábana
—a veces lo consigo—, el océano solitario se adormece.
es un truco no adquirido. Dejo Querido, hay mil formas de sobrevivir
en todo caso que mires a las tempestades de mi amor.
esa inmensidad que no soy ni tengo Yo duermo y sueño que devoro
tendiéndose de lado sobre la pierna todas las costas y caigo
doblada en que sin peso en el sosiego
descansa la mano izquierda. de una isla desierta.
FIN
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