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1

Poema de la espera de la muerte

Cruz Salmerón Acosta


Poeta venezolano

Cuando a mi lecho por la vez primera


la triste muerte se acercó enlutada,
con suplicante voz le dije ¡espera!
me ha prometido un beso mi adorada.

Deja, importuna, que amanezca el día,


irme no quiero con la noche obscura.
Espera unos instantes todavía,
que un beso nada más tan poco dura.

Y la enlutada, pálida y hermosa


por mi súplica amante, conmovida,
se alejó de mis labios y piadosa,
como esperanza me dejó la vida.

No quiero lauros, nada más un beso.


Ni prendas, ni tesoro codiciado,
quiero sentirme entre tus brazos preso
y más tarde yo diré, adiós, estoy pagado

Todas las flores tienen un rocío,


todos lo años tienen primavera,
déjame a solas con el sueño mío,
¡Oh, muerte!, buena amiga, espera.

Pasan los meses tristes y pausados.


El dulce beso a mi cariño, niega;
y pensando en los labios dorados
le pregunto a la muerte, ¡cuándo llega!

2
Mota

Carmen Victoria Muñoz Morales


Poeta colombiana

Ni maullidos o estampidas en los techos de zinc ni


la desgarrada urgencia de una gata en celo. Luego de
Azabache, Sasha y el hijo negrito de ambos, se supo
de Mota muriendo también de manera terrible.

Mota de mansedumbre, Mota de espuma en la cola,


Mota de veneno en el vientre, Mota ausente.

Quiebran contra los árboles a las hembras antes de


abrir sus ojos por haber nacido hembras y los humanos
no lloran el crimen; en piedra convirtió la tradición
los corazones.

Ya no corretean por esta calle; no existen en las casas


ni en la calle. Hay quienes van matando a los
gatos del pueblo, hay otros buscando a quienes los
van matando. Quizás los motive la creencia absurda
que persigue a los gatos a través de los tiempos y
han convertido en culto la inconsciencia o tan solo la
maldad pura los abdujo.
Quizás otra batalla oscura ciérnase ahora sobre Camicá.

3
La cofradía de la luz

Cristian Romero Díaz


Poeta argentino

La extrañeza es una canica de cristal


que rueda por los episodios súper-califragilísticos
del todo creyendo que es la nada.
Es materia que muere cada amanecer
excitando a la fuerza irritable de quien aún no se valoriza
así mismo, como ente de la luz y el bien.
Corregido aullido que urde su destello
en los arpegios monasterios del algodón dulce y la hipocresía.
“Quien siembra mentiras para subir tal vez llegue muy arriba,
pero si alguna vez tambalea y quiere apoyarse en algo sólido…
sólo conseguirá caer en el propio vacío del abismo que construyó.”.
Una calidez en el alma diluye su grandeza para que el mundo brille
frente al mover del viento eterno,
de la gente que conforma sabiduría solamente con su respiro,
ya que mientras la tonada traslúcida mascada por una boca sedienta
empuja al lienzo hiperactivo del relamido y silente acto
en que la piel punza a los recuerdos dolorosos
los cuales casi marchándose están;
es el tiempo en que todos debemos saber el valor infinito de la luz
contenida en cada uno
acumulada muchas veces
inspirada y asentida
por los brazos universales
empujando a los engranajes misteriosos,
para que, una vez descubierto el fulgor,
aquella iluminación fortifique a la mano
que lava a la otra, y así…
éstas, unan su poder
en frente del sol.

4
Aquel fulgurar distante

Grover González Gallardo


Poeta peruano

¿Adónde se fueron tus pisadas,


llamaradas de lirios errantes
que a mi oscuridad constelaban?
¿Adónde tu piel, tu sombra,
la caída constante de tu cuerpo?
(Cuando tu luz hiere al silencio,
cuando se trata de ocultar el cielo
en la inmensa angostura del pecho:
¿Qué anhelar sino la eclosión de mis sueños,
el repliegue de esta lejanía
donde jamás te encuentro?)
La sencillez,
la imposibilidad de mis deseos;
la temeridad con la que cada día
en el vacío absoluto me despierto:
si tú y yo hemos de vivir
como burbujas de fuego,
si hemos de huir del sol en los inviernos:
que la muerte recuerde bien estas palabras;
que no se atreva a quebrantar tu luz,
a distanciar las orillas, las heridas,
que no se atreva a eclipsar por un instante
la irisada ausencia de nuestros huesos.

5
El petirrojo

José Iniesta
Poeta español

¿Desde qué nieves, dime,


A través de qué cielos
vacíos de qué mundos y otoñales
llegaste hasta las ramas del jardín?

¿Qué impulso te guió


A través de la helada,
Qué fuerza en la mañana que no tengo
te trajo con tu trino hasta este patio
de sombras y memoria, desde dónde?

Tú y yo somos lo mismo, y amanece.


Tú y yo somos del tiempo y de la llama.
Seremos, oh semblanza, por el mundo
del aire y de otras nubes que vendrán
bajo esta luz apenas del comienzo.
Por eso repetimos en el alba
Un canto que es común,
Un fuego en la penumbra
Capaz de iluminar
en las selvas la noche,
en la noche las selvas
de nuestro corazón.

II
Tu vuelo ya ha ocurrido, no es presente.
La tierra está girando en la alegría,
y es más limpia la luz
derramada en los muros
del patio amanecido.

Tu canto dio sentido a mi silencio.


Tu vuelo no es presente,
ya ha ocurrido.

La rama está temblando todavía.

III
Bajo esta luz herida de diciembre,
¿qué reclama tu canto?
6
¿Desde dónde tu vuelo
detenido en la escarcha de las horas?

Tras el vidrio del mundo y la apariencia


me comprenden tus ojos un instante
con esa llamarada de todo lo fugaz.
Y al mirarme adivinan en los hielos
cansados de mi rostro
la derrotada hoguera,
las ascuas merecidas
de un todo que perdura
y se expande por dentro:
las brasas fulgurantes
de una vida secreta
en el patio vacío.

7
Mi casa

Homero Carvalho Oliva


Poeta beniano, Bolivia

I
De niño imaginaba mi casa
la veía pequeña por fuera e inmensa por dentro

La soñaba con muchos cuartos


y una chimenea que nunca se encendía

Con libros por doquier abiertos al azar


para que las palabras compartan el hogar.

II
Hoy mi casa posee jardines
en los que cada mañana cantan las aves

Y en su interior cantan mis hijos


Acompañados por un violín chiquitano

En las paredes de ladrillo


Cuelgan sus retratos dibujados con carboncillo.

III
En el jardín de mi casa
alguien plantó un total rodeado de bambúes

Yo sembré un guayabo
un árbol de manga rosa y unas inmensas sandías

Mis hijos sembraron un pino araucano


y mi esposa llenó las esquinas con jarajorechis.

IV
Por las noches abrimos el infinito
dejando que nuestro hogar nos habite

Mis hijos cuentan sus días


inventándose historias para hacerlos creíbles

Y cuando se duermen recogemos las palabras


que guardaremos para revelarlas cuando ellos se ausenten.

8
La visita del mar

Javier Sologuren
Poeta peruano

Soy un cuerpo que huye, sombra que madura


con un murmullo de hojas en tu mirada
igual al mediodía cruel y esplendoroso:
mar, ala perdida, párpados de nieve,
casto sonámbulo entre materias corrompidas,
ola sedosa en que tristemente espejeo.
Toda palabra es mía cuando estoy en la orilla
de tus ojos, mar, todo silencio es mío.
Extraño huésped que me dejas turbado,
instante en que habito sólo lentamente,
dichoso, melancólico, desierto, penetrante.
No estoy en mí, no soy mío, viento son mis ojos,
mar, ahora que se miran, ahora que tu rostro
me alza largamente despierto en el vacío,
blanco corcel yo mismo inmaterial, desnudo.
Pasos furtivos, mar, hacia ti me conducen
cuando la noche es en tí una hoja de palma
y mi cuerpo no es sino blandísima nieve,
llorosa sombra, triunfante peso de oro.
En la altitud de la noche abro una ventana.
En mis ojos el sueño es un juguete de hielo,
una flecha preciosa que no alcanzará a herirme.
(Oído visible de la estrella, registradme).
Mar, desde tu pecho abre sus venas la zozobra,
canta el fuego fugaz de solitarias perlas,
mudo rayo terrestre me quema hasta el cabello.
El aire de la noche, tus dedos ciegos, celestes;
tu profunda seda, mar, ardiendo quietamente.
(La hermosa luz ya viene en unos pies danzando).
Playa pura, final, mar, donde no somos
sino un fantasma entre las flores de la aurora.

9
¿Cuál es la patria?

Amadeo Castro
Poeta boliviano

Cuál es la bandera
de los desheredados de la tierra
cuál es la patria
de los desterrados de la vida
cuáles los colores de su bandera
cuál es el nombre de su patria.

Cuál es el himno de los sin voz


cuál la canción de los sin pan
cuál es el contenido del himno
de los que tienen el estómago vacío
cuál es el cielo de los sin techo.

Cuál es el dios de los olvidados


el futuro de los sin destino
no es cierto que las estrellas refugien
a los que amanecen a la intemperie
es el frío, es el viento, es la helada.

Cuál será la patria de los que duermen


en las duras aceras, cobijados con cartones
cuál es la patria de millones de desheredados
los sin tierra, los obreros sin jubilación,
los relocalizados, los indígenas expulsados
pancartas por banderas
bloqueos por Constitución
estribillos por himno
el gris eterno, los colores de su bandera
el hambre y la injusticia, el nombre de su patria.

Oídlos en las marchas, oídlos en las protestas


oiréis las letras de su himno nacional
los marxistas lo han olvidado
los nacionalistas los han pisoteado
los movimientistas les han mentido
los “socialistas” lo han traicionado.

Cuál es el honor de los masacrados


cuál la patria de los desaparecidos
cuál la bandera de los torturados
cuál el dios de los asesinados
estos son los símbolos de los desheredados.

10
Dice la canción popular:
“Esta vida ya no es vida”, si aquí no hay vida
“Esta pena ya no es pena”, si todo es pena.
Esta patria no es nuestra es ajena.

Nosotros lo desheredados de la vida


Encontramos la patria
en los caminos y calles de las ciudades
donde ha sido derramada la sangre de los masacrados
en los gritos de dolor de nuestros torturados,
en la tumba sin nombre de los desaparecidos,
en los sueños y la memoria de los expulsados,
en el llanto del pueblo por los asesinados,
en el cansancio prematuro de los niños
en la mirada de los niños que trabajan.

La patria está en la angustia de millones de corazones


que sufren no por sus cuerpos en harapos
sino por una patria que es despedazada
por unos cuantos felones de cuyos abuelos creen haber heredado
la propiedad absoluta y el derecho eterno
para disponer con impunidad
de todo lo que tiene vida en la superficie
y de toda riqueza bajo el suelo
estos cuantos reos de todos los delitos

son quienes se inventaron un nombre, un dios


una bandera, unos colores e himnos
esa es la patria de ellos
la nuestra lo sabemos ya cual es
está en nuestros corazones, en nuestra memoria
en nuestros huesos, en nuestra sangre
cada nuevo día nuestra mirada es más clara y más intensa.

11
Mitos

Miguel Cortés Gutiérrez


Poeta costarricense

Cuando te camine un alma desnuda la espalda,


sea tu ventana un mapa sin mundo,
silbe el viento llanto y no flores.
Cuando recuerdes cómo utilizar la voz
y los gritos de la puerta sean otoño,
y dos orquídeas sin cerrar te abracen las pupilas.
Cuando hacer el amor te sea hacer el amor,
la paciencia un río de pájaros y miel,
la boca un pentagrama irrenunciado de caricia.
Cuando sospeches que ser mujer completa
es sólo la verdad universal en primavera,
inevitable intento de juicio y sinrazón hasta besarse.
Cuando descubras que todos tus vestidos llevan piel,
que tus labios atienden a nombres ancestrales
y lo que llevas dentro es alma descalza.
Sabrás que no hay puerta ni ventana,
que la razón y la locura son todo lo contrario,
que los pájaros no son pájaros sino pájaros,
y que la primavera y el amor son mitos que tú y yo inventamos.

12
El otoño recorre las islas

José Carlos Becerra


Poeta mexicano

A veces tu ausencia forma parte de mi mirada,


mis manos contienen la lejanía de las tuyas
y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti.
A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías,
a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos,
mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la
noche.
A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que una mancha de aceite en
el agua,
y es la hora de encender ciertas luces
y caminar por la casa evitando el estallido de ciertos rincones.
En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas,
en tu pecho hubo tardes que al final del verano
todavía miré encenderse.
Y éstas son aún mis reuniones contigo,
el deshielo que en la noche
deshace tu máscara y la pierde.

13
Cuarenta y cuatro

Hernando Guerra
Poeta colombiano

Lo veía desde la ventana asomar en la esquina.


Eran momentos de alegría que disfrutaba
imaginando sus viajes, las prolongadas aventuras.
Escuchaba historias que confirmaban mis sueños,
coloreaban las fantasías.
Cuando íbamos a pescar ahí estaba
enseñándome cada paso, cada piedra, toda luna.
Cómo se atrapan los peces en la noche sembrada
/ de luciérnagas.
Una mano asiendo la belleza del río,
su lento, suave discurrir.
Por las noches, en los bares, las mujeres salían a su encuentro.
Se internaban en cuartos baratos, mientras yo, desde mi universo,
/ admiraba su condición de adulto.
Ahora, mayores los dos,
impregnados de la vida, de las lluvias, los pecados.
De las orgías de humo. De las embriagueces.
Trashumantes- tropezando- cayendo- levantándonos. Yo
agarrado a una existencia inútil. Acumulando ilusiones
para matar el tedio, para seguir viviendo. Él su silencio.
No le escuché una queja. Nunca ha renegado de la vida,
y aunque se lo ha dado y arrebatado todo,
de borrachera en borrachera
ha cumplido los cuarenta y cuatro

14
El odio

Wisława Szymborska
Poeta polaca

Miren qué buena condición sigue teniendo


qué bien se conserva
en nuestro siglo el odio.
Con qué ligereza vence los grandes obstáculos.
Qué fácil para él saltar, atrapar.

No es como otros sentimientos.


Es al mismo tiempo más viejo y más joven.
Él mismo crea las causas
que lo despiertan a la vida.
Si duerme, no es nunca un sueño eterno.
El insomnio no le quita la fuerza, se la da.

Con religión o sin ella,


lo importante es arrodillarse en la línea de salida.
Con patria o sin ella,
lo importante es arrancarse a correr.
Lo bueno y lo justo al principio.
Después ya agarra vuelo.
El odio. El odio.

Su rostro lo deforma un gesto


de éxtasis amoroso.

Ay, esos otros sentimientos,


debiluchos y torpes.
¿Desde cuándo la hermandad
puede contar con multitudes?
¿Alguna vez la compasión
llegó primero a la meta?
¿Cuántos seguidores arrastra tras de sí la incertidumbre?
Arrastra solo el odio, que sabe lo suyo.

Talentoso, inteligente, muy trabajador.


¿Hace falta decir cuántas canciones ha compuesto?
¿Cuántas páginas de la historia ha numerado?
¿Cuántas alfombras de gente ha extendido,
en cuántas plazas, en cuántos estadios?

No nos engañemos,
sabe crear belleza:
espléndidos resplandores en la negrura de la noche.
Estupendas humaredas en el amanecer rosado.
15
Difícil negarle patetismo a las ruinas
y cierto humor vulgar
a las columnas vigorosamente erectas entre ellas.

Es un maestro del contraste


entre el estruendo y el silencio,
entre la sangre roja y la blancura de la nieve.
Y ante todo, jamás le aburre
el motivo del torturador impecable
y su víctima deshonrada.

En todo momento, listo para nuevas tareas.


Si tiene que esperar, espera.
Dicen que es ciego. ¿Ciego?
Tiene el ojo certero del francotirador
Y solamente él mira hacia el futuro
con confianza.

Traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán.

16
Mi cuerpo es un pueblo en emergencia

Lourdes Aparición
Poeta peruana
Mi cuerpo
es pueblo
y
lleva consigo mitos que duermen
entre el maíz de cada huerta
y pasean por mulas
el leño que usarán
para calentar el mote
o hacer la sopa de maíz

Mi pueblo/mi cuerpo
junta coca
para resistir la siembra
y estar listo para la cosecha
que empieza dentro de cinco lunas

Mi cuerpo
con su río semiseco en verano
recibe a los niños
y niñas
que se zambullen
desde la roca más alta
hasta la tarde más clara
para luego correr a casa
antes de que empiece la lluvia

Mi pueblo/mi cuerpo
cuenta las vacas que descansan en el patio de mi tío
cerca al baño de emergencia
como todas las cosas
aquí son de emergencia

Emergencia mi asma
que me ata cada cierto tramo
que camino a la plaza

Emergencia los huesos de mi abuela


que ya están secos
para cargar más peso
en la yiklla

Emergencia

Mi cuerpo es mi pueblo

en emergencia.

17
Hay muchas maneras de estar muerto

Vicente Gerbasi
Poeta venezolano

No quiero explicarme por qué mis ojos


pueden ver este castillo cubierto de hiedras
de verde muy oscuro y solitario
bajo los astros de los búhos,
ni por qué mis ojos pueden detenerse
a ver caer la nieve durante tanto tiempo,
hasta que arropa todos los muertos
y los deja allí con sus vestiduras
de diferentes colores en el hielo.
Mi padre fue enterrado en el trópico,
en Canoabo, y sus ojos, por tanto, no se helaron,
pero sí, tal vez, tuvieron que ver con otras cosas
muy distintas al frío,
sin duda, con culebras que perforan la tierra
y silban a orilla de los muertos
como a la margen de un lago
de juncales remotos y relámpagos.
Hay diferentes maneras de estar muerto,
aun estando vivo en medio de los planetas,
con nuestra cara semejante a la tierra
fotografiada desde Géminis 13,
viendo nuestros propios ojos
rodeados de huesos,
un poco más arriba de los dientes;
ensimismados en los ojos de los pescados
que nos miran en las pescaderías iluminadas.
Hay muchas maneras de estar muerto
y siempre nos es dado tomar nuestro cráneo
y ponerlo a reposar al borde de la tumba
o llevarlo al gran salón de baile,
como tal vez lo hizo Hamlet,
mientras Ofelia se ponía un velo de luna nevada,
ay, de luna nevada entre los abedules.

18
Agonía fuera del mundo

Rosario Castellanos
Escritora mexicana

Miro las herramientas,


el mundo que los hombres hacen,
donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.
El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.
Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que los metales.
Sin orgullo (¿Qué es el orgullo?
¿Una vértebra que todavía la especie no produce?)
Los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean,
devoran y disputan a otro la carroña.
Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados,
contemplan el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.
Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.
No te acerques a mí, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos,
de los que mueren de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.

19
existe una playa

Raquel Salas Rivera


Poeta puertorriqueña

donde hombres blancos con escopetas


le disparan a caracoles consanguíneos
que destrozan como amapolas de cristal
le disparan a todo
al mar a las gaviotas
a las piedras
a los volcanes en miniatura
a las deltas
a la nube pasajera que se parece al enemigo
del peso de las escopetas
se quiebran sus muñecas
sus manos rondan por la playa
cuya alga camuflajea la arena
protegiéndola del calor insoportable
de la sangre
las sirenas amputan su pierna singular
queriendo ser bípedas
porque disney les ha dicho
que en la tierra caminamos
desean enredarse en la red
llegar a un patio americano
sazonar todo con sal y pimienta
decir que odian el cilantro
deciden que aunque las maten
valdría la pena arriesgarse
por los niños futuros
que nacerán sin agallas
y los hombres con las escopetas las matan
y los hombres con las escopetas se casan con ellas
en la iglesia local
el pastor las limpia de pecado y pasado
induciéndolas al nuevo mundo
de carritos fisher price
vecinos que saludan
y mangles forrados de cruces

20
En el final era el verbo

Olga Orozco
Poeta argentina

Como si fueran sombras de sombras que se alejan las palabras,


humaredas errantes exhaladas por la boca del viento,
así se me dispersan, se me pierden de vista contra las puertas del silencio.
Son menos que las últimas borras de un color, que un suspiro en la hierba;
fantasmas que ni siquiera se asemejan al reflejo que fueron.
Entonces ¿no habrá nada que se mantenga en su lugar,
nada que se confunda con su nombre desde la piel hasta los huesos?
Y yo que me cobijaba en las palabras como en los pliegues de la revelación
o que fundaba mundos de visiones sin fondo
para sustituir los jardines del edén sobre las piedras del vocablo.
¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo.
Extensiones sin límites plegadas bajo el signo de un ala,
urdimbres como andrajos para dejar pasar el soplo alucinante de los dioses,
reversos donde el misterio se desnuda,
donde arroja uno a uno los sucesivos velos, los sucesivos nombres,
sin alcanzar jamás el corazón cerrado de la rosa.
Yo velaba incrustada en el ardiente hielo, en la hoguera escarchada,
traduciendo relámpagos, desenhebrando dinastías de voces,
bajo un código tan indescifrable como el de las estrellas o el de las hormigas.
Miraba las palabras al trasluz.
Veía desfilar sus oscuras progenies hasta el final del verbo.
Quería descubrir a Dios por transparencia.

21
La patria no existe

Joaquín Terrazas
Poeta boliviano

La patria no existe
pero voy a llorarla hoy
como si lo hiciera y de pronto
de muerte súbita, se hubiera ido
quién sabe donde
porque infierno tampoco hay

nada es seguro
sólo el llanto que anuncio
porque ésta no es mi patria
y quiero hacer que la mía exista
para eso voy a regarla
con litros de sudor y sangre
porque su semilla está bien hondo
en las entrañas de mi gente
aunque ellos todavía no lo saben
en este llanto mío de hoy
llueve esa certeza

quiero hacer que exista


pero sólo pienso
que para eso tendría
que vestirte, lujuria mía, de marinera
y hacerte el amor llorando
por el mar perdido
vestirte de zafrera o palliri
con un guardatojo o un poncho multicolor
y seguir entrando en tu cuerpo
frenético y devastador
con amor, siempre con amor
y con llanto, siempre con llanto
en ese cuerpo tuyo, amor
que es al mismo tiempo
el de todos los fantasmas
que murieron en su patria sin saberlo
mientras la hacían con sus manos sin cesar

quiero irrigar tus entrañas


para ver si así podemos parir una patria
o un nido de pájaros de luces
u otro montón de carroña apilada
porque aún no existe y quizás yo
no la vea ser parida
22
y todo esto lo diga apenas
para alcanzar a desvestirte
como un discurso bruto
porque de seguro
soy menos que una semilla
menos que tierra, quizás estiércol
quizás ni eso
y así estará bien, porque al fin
seré parte de ella
y tal vez un día, de mis huesos
hechos polvo y silencio
brote agua y allí se bañen
ya sin males ni cadenas
los nuevos niños de esa patria
-que al fin será la mía-
esos niños que jamás sabrán de mí

23
Al otro lado, el sueño

Magdalena Camargo Lemieszek


Poeta panameña

En mi sueño, Clara,
el vendaval se había volado la ropa recién lavada
hasta arrancar los cerezos y los marañones de raíz.
Tú llevabas siempre un faldón azul floreado
y también los pies descalzos,
porque a tus panitas de terciopelo verde
les apeteció, desde aquella calurosa noche de marzo,
parir alacranes blancos
como estrellas.
Pero tus pies, Clara,
aun desde la frágil desnudez,
no conocieron el mordisco de la espina.
ni la lengua húmeda de los limos
ni el filo ardoroso de los guijarros en los ríos
Tú acomodabas la colonia frente al espejo
y pescaditos de oro te bajaban por los muslos
como si tu muslo fuese una quebrada o una cadena.
No dormíamos nunca, porque tu madre te dijo
que a los que duermen
un cardumen de hormigas negras
les devoraba n los dedos.
En mi sueño estábamos solo tú y yo, clara.
Tú y tu vientre vacío como un cuarto,
tus pezones brillando como cocuyos en la noche de Reyes,
tus manos olorosas a anís y a naranjo.
Tú y tus pies de cobre esmaltado,
demasiado santos,
ridícula
y repulsivamente puros.

24
Palabras existenciales

Nelson Céspedes B.
Poeta boliviano

Somos una hoja en el viento


Apenas un suspiro de angustia
una desidia
y la dolorosa llamada
de un mundo extraño.

Somos sin querer


un espejo en el tiempo.

palabras extrañas.

Somos una forma


angosta que se filtra
en las persianas,
se entremezcla en el aroma
de las begonias
y traspasa el aliento.

Somos un vacío
Inmisericorde,
la repetición extraña
de una plegaria
en la deshora,
una cruz
de ausencias

repartidos como un otoño


claro-oscuro,
somos el dolor
entumecido en nuestra angustia,
la sobrecarga del hastío
somos además,
un dolor antigua
como la palabra,
las llagas del olvido,
la nada.

25
Balada para la comunidad

José Ernesto Delgado Hernández


Poeta puertorriqueño

La noche avanzó callada


del otro lado de la vida
se preparaba el espanto

no hubo advertencia antes de la muerte


y el estruendo nos despertó cuando

una ráfaga de odio


llegó queriendo silenciar la vida

la noche avanzó callada

nosotros dormíamos la pequeña paz


que ofrecen las calles de la colonia
pero del otro lado de la moneda

un hijo se despedía de su madre cuando

una ráfaga de odio

llegó queriendo silenciar la vida

y sonaron las sirenas

la sangre bailaba con los


casquillos todavía humeantes
la noche no se detuvo
deambulaba por las avenidas cuando

una ráfaga de odio


llegó queriendo silenciar la vida

esa noche la comunidad se abrazaba


un largo silencio recorrió los mares y
el pulso detenido de los inocentes

latía en las gargantas adoloridas y rabiosas


de quienes jamás permitirán
que otra ráfaga de odio
quiera silenciar la vida…

26
Poemas del libro Tania en flor

Sulma Montero
Poeta boliviana

1
Madre del agua
me entrego
a la atalaya
de mi sueño
hacia el fondo
de una cascada
escondida
de donde nace
el más puro
silencio.
2
Rojo enigma de mis días
azul nirvana de mi fantasía
blanco silencio que me toca
naranja de luz infinita siento el aliento secreto de mi alma.
verde noche fervorosa 4
amarillo íntimo de las formas Entre las hebras salidas
violetas de mi vida de la noche
negro esplendor. entre los efluvios pétreos
3 de sus estrellas dormidas
Al fondo de los rayos de miel dorada entre la flor que brota
un paisaje inagotable me embriaga. al filo de mi palabra
Expande su perfume floral el alba entre la que soy
asciende el día de belleza anaranjada y la que está escondida
y en el lago de sombras azuladas el sueño de la vida
me reconoce.
5
A ti que comunicas
el enigma del día
en una gota que cae
sorprendida de su sonido
en un pájaro que trina
antes del amanecer.
Luz salida de las sombras
húmedas de la noche
aclara mis senderos
y ábrete
mariposa pura
que vuela
desde mis manos.

27
Sobre una ola que combatió contra las piedras

Gian Pierre Codarlupo


Poeta peruano

Esta noche ha caído


la última sombra
de tus labios
y solo he podido soñar
con una ola
que combatía contra las piedras,
contra el movimiento del mundo.

A lo lejos
una ciudad irrumpe con sus muertos,
y la ola
lanzando su recuerdo
eleva su espuma
y desintegra el alba.
Sin embargo
no nos hemos percatado
de que la destrucción
también es nuestro origen
y de que el amor
es una herida ingobernable
que de vez en cuando nos sostiene.

Pero más que de soledad


nosotros estamos hechos de esperanza,
de un invariable letargo
en donde no sólo se ausenta el calendario
sino también esta existencia
que desde hace algún tiempo
ha borrado las palabras.

28
Insomnio

Javier Claure Covarrubias


Poeta boliviano

Acabo de escribir una nota que nadie espera


junto a una veta con cara de péndulo
eterno insomnio se hunde en mis ojos
para surcar cielos que aún no conozco
y caminar descalzo sobre brasas
que encienden mi esqueleto.

Dicen que soy un ateo


que llevo dinamitas en los bolsillos
que soy un canalla porque no me doblego
ante la corrupción
también dicen que llevo flores al cementerio
que soy irrespetuoso con los ortodoxos
y que las matemáticas me han vuelto un demente.

Yo quiero decirle que sueño despierto


con una mesa popular
un techo que protege a cada mortal
un sol que levanta la sencilla alegría
de una madre soltera
cerrada la noche, no hay insomnio.
Por eso mismo rechazo el veneno agridulce
y me sumerjo en el submarino
del tiempo y del espacio
falsifico un surrealismo mágico
me alejo de todo lo falso y sus combinaciones
distancia que me separa en dos eternidades
me olvido de mi ser
me deslizo hasta llegar
al punto de convergencia
mientras el firmamento
se desploma en mil pedazos
pero en realidad, no camino
no soy de aquí, no soy de allá
me encuentro en mi extensión de anacoreta
para arder inexorablemente.

29
Mártir

Luis Alonso Cruz Álvarez


Poeta peruano

Hoy
decidí levantarme
y sacar uno a uno los clavos
de tu máscara.
Llorabas demasiado desde
el sótano.

Los clavos dejaron


agujeros de gusano
que los fui rellenando con notas,
la imaginación, esa
mañana, era pródiga
y te dibujé un loto
en la espalda.
Tú y yo sabemos que eso
fue lo más cercano
a la poesía erótica.
Esta mañana
Yo te robé la libertad, dibujé un pentagrama en la sala
eso trajo consecuencias mientras
en mis manos. tú dormías llena de dolor.
Se abrieron de par en par Tus ojos se movían
la sangre salió como polvo según las ecuaciones que había
se fue con el aire calculado,
y durante semanas nada se deja al azar.
no pude hablar.
Te levantaste,
te lavaste los dientes a tientas
te sacaste la piel
y eras feliz
¿Qué pensamientos tenías frente
al espejo?

Esta mañana,
desde que te saqué los clavos,
paseas oronda por la casa
y a mí me invade el terror
de que se te ocurra
responder mi pregunta
y yo ya no sea libre
Algún maldito te heredará.

30
Lo que mi padre quiere realmente de mí

Eduardo Chirinos
Poeta peruano

1
Anoche tuve un sueño. Acompañaba a mi padre
por un camino de tierra. Los dos íbamos a caballo
y apenas cruzábamos palabras. A lo lejos se veía
la sombra de unos sauces, las luces de un pueblo
desconocido y remoto. De pronto, mi padre detuvo
su caballo y preguntó si yo sabía a dónde íbamos.
Le contesté que no. Entonces vamos bien, me dijo.
2
Los caballos del sueño sabían de memoria
el recorrido. Era cuestión de abandonar las
riendas, de dejarse llevar. Eso me causaba un
poco de aprensión, incluso un poco de miedo.
Mi padre, en cambio, parecía muy tranquilo.
Pensé, parece tranquilo porque está muerto.
3
Aquí es donde vivo, dijo como si me quitara
una venda. Fue muy poco lo que vi. Sólo un
páramo de piedras, remolinos de arenisca,
huesos de caballos amarillos. ¿Qué te parece?
No supe qué decir. Tenía sed y me dolía un
poco la garganta. Es un lugar hermoso, dijo,
pero a veces me gustaría regresar. ¿Por qué
no regresas, entonces?, pregunté. Porque es
más fácil que tú vengas me dijo. Y desapareció.

31
Cuando yo muera

Luis René cortés Rosenbluth


Poeta tupiceño, Bolivia

Cuando yo muera
no moraré debajo de la tierra, sino
en cada cosa que me regala el planeta.

En cada natalicio volveré a ser


retoñando en mis barros
reescribiendo mi historia en los infolios.

Aun tabicada mi boca hablaré


hablaré con palabras de arcilla
y me contestarán los vientos engreídos.

Seré parte de las voces de los niños


de los duendecillos de todos los metales
del alumnado de pájaros del cedro milenario.

Quitaré las vendas a la lluvia arrinconada


de gordas nubes caerán los filamentos
y saltaremos luego sobre las aguas redondas.

No seré pasto sangrando entre dientes de perro


ni el viejo enterrador mío dirá: aquí yace
pues no estaré allí, en un solo sitio.

Mis huesos y partículas se desgranarán por miles


mi espíritu no será de lengua fatigada
sino pájaro sin jaula en el espacio.

Proclamaré la luz y el fuego de la Tierra


y la Tierra será lágrima colgada desde el cielo
pero de plenitud y gozo por la existencia abierta.

32
La leyenda del volcán

Juan Carlos Olivas


Poeta costarricense

Solíamos dormir dentro del cráter de un volcán.


Íbamos en vacaciones a recoger arbustos,
a picar con guadañas la piedra del azufre.

La niebla se travestía en los muros naturales,


era una muchedumbre en las palabras frágiles
mientras tú y yo hilábamos la música del páramo,
nos daba por perdernos entre las fumarolas
hasta volver de noche a la misma tienda de campaña.

Ahí hacíamos el amor


hasta masticar la sangre,
hasta tenernos miedo y apartarnos
y la ceniza que éramos –no el polvo-
se mezclaba en el tiempo de otras fluctuaciones;
nos dejaba impregnados de una sal milagrosa,
nos desnudaba tanto hasta petrificar
lo que ahora llamamos memoria.

Fuimos dueños de lo voraz


y de la gracia trémula
de alguien que vuelve intacto a su niñez
y trae noticias de sus vidas pasadas,
un trozo de madera preciosa,
una punta de lanza
que se incrusta en la piel
de los animales muertos,
una rama de olivo
que se meció en los picos de las aves.

Desde aquí ya no hay rastro del diluvio;


sin embargo, al verte
la lluvia se te escapa
y cuando pones tu mano en mi pecho
tu puño es la piedra que se hunde
en medio del estanque
y desciende en zigzag,
más su sonido no lo puedo describir: es la poesía.

Su verbo es tan real


como el magma que habita bajo nuestros pies
y que ya viene a mudarnos la vista en el paisaje,
a invitarnos a ser parte del volcán y perecer,
33
o salvarnos
en el misterio de los cuerpos
que son uno
y viven para contar su historia.

Un día hablaré de ti y no me creerán,


un día dirás mi nombre
y se echarán a reír.
Pero vendrán las lavas
y todos moriremos,
pero vendrán las lavas
y de nuevo tus ojos
me harán creer
en la ceniza.

34
Nocturno

Elías Nandino
Poeta mexicano

Cada mañana, al despertar, resucitamos;


porque al dormir morimos unas horas
en que, libres del cuerpo, recobramos
la vida espiritual que antes tuvimos
cuando aún no habitábamos la carne
que ahora nos define y nos limita,
y éramos, sin ser, misterio puro
en el ritmo total del Universo.
Porque al dormir morimos sin saberlo;
nos vamos al espacio en ágil vuelo
sin perder la unidad que nos integra,
y somos como somos: idénticos, sin cambio,
extensos y desnudos
como el azul en el temblor del aire.
No extrañamos el cuerpo; no sufrimos
la ausencia de la piel que nos cobija;
somos como antes de nacer: etéreos,
vivos en plenitud de firmamento
y penetrantes como luz en sombras.
Y nadie, cuando duerme, acaso piense
que yace en los dominios de la muerte:
porque el cansancio, apenas agonía,
nos borra la razón,
desciende con ternura nuestros párpados,
apaga nuestros ojos,
anestesia la carne y nos separa de ella
para dejarnos vivos en el sueño.
Y esta costumbre de morir a diario,
sin dolor, sin sorpresa,
natural como el agua
que se deja atraer por el declive,
no nos deja pensar que es una muerte
cada vez que dormimos,
y que, de cada muerte transitoria,
aprende nuestro ser
la verdad de morir su muerte eterna.

35
Ifigenia en Moriah

Michele Najlis
Poeta nicaragüense

Para la muerte nací. Para el dolor.


Para la soledad sin fin.
Al darme a luz puso mi madre
un puñal afilado de odio en mi mano derecha
y me enseñó a esgrimirlo contra mi corazón
sin que vacilen mis dedos temblorosos.
Ejercité largamente mi brazo
aprendí el ángulo perfecto
la justa fuerza necesaria
para el acto impecable
para la irreprochable maestría de los hechos
que no tienen retorno.
A la hora señalada por los dioses
emprendí el camino a la tierra de Moriah.
Al tercer día vi el monte que esperaba
paciente, mi llegada.
Sonreí para él como sólo sonríe
la mujer que se despide para siempre.
En una mano blandí el fuego, en la otra
el viejo puñal.
Mis hermanas dijeron «Vemos el fuego y el cuchillo
pero ¿quién será el cordero?»
«Todas somos el cordero», contesté.
Al llegar al lugar indicado por los dioses
construí el altar del sacrificio.
Sobre el altar puse mi cuerpo que nació
para la muerte. Alcé el puñal afilado
señalando limpiamente el corazón.
Una voz dentro de mí dijo entonces mi nombre
el que quise escuchar como un murmullo
desde que abrí los ojos a la vida,
el nombre que busqué angustiada en los espejos
sin sombra y sin imagen.
Mi nombre era mi espejo
la imagen que me fue negada
desde antes de nacer.
Alguien con mi voz dijo mi nombre.
El gólem entonces bajó el brazo
y comenzó a florecer.

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