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1

Despedida

Ingeborg Bachmann
Poeta austriaco

La carne, que envejeció muy bien conmigo,


la mano rugosa, que sostuvo fresca la mía,
ha de quedarse sobre el pálido muslo,
rejuvenecerse la carne, por un instante,
para que así venga más rápido el derrumbe en ella,
rápido llegan las arrugas, casi sanas,
y todo sobre la rígida musculatura.
No ser amada. El dolor podría ser aún
mayor, Se siente muy bien, toca a la puerta.
Pero la carne, con su línea abierta en la rodilla,
las arrugadas manos, todo ello sobrevino de noche,
el curtido omóplato, donde ya no crece ningún verde,
donde alguna vez se mantuvo oculto un rostro.
Avejentada en cien años, en un solo día,
El confiado animal fue llevado bajo latigazos
a su armonía preestablecida.

2
No quiero rosas mientras haya rosas

Fernando Pessoa
Poeta portugués

No quiero rosas mientras haya rosas.


Las quiere cuando no las pueda haber.
¿Que he de hacer con las cosas
que puede cualquier mano coger?

Solo quiero la noche si la aurora


la diluye en azul y rosicler.
Lo que mi alma ignora
es lo que quiero poseer.

¿Para qué?... De saberlo, nunca haría


versos para decir que no lo sé.
Siento a mi alma pobre y fría...
¿Con que limosna la calentare?

3
Sin dedicatoria

Riina Katajavuori
Poetisa finlandesa

Los peores son aquellos que aman al mundo entero


y serìan incapaces de herir una mosca.
Los peores son aquellos que juzgan
a sociedades enteras que dejan que les roben a ellos mismos
porque no tienen qué robarles,
para los que la vida es una sonrisa melancólica
el color del sol al final del verano
y lo que se les presente en cada momento.
Los peores son los inadaptados
para los que todo lo verdadero
se convierte en una excusa para ausentarse y callarse.
Los peores no son los que derriban
sino aquellos que no mantienen

4
Nocturno muy obscuro

Pablo de Rokha
Poeta chileno

La noche inmensa no resuena, estalla


como un bramido colosal, retumba
con un tremendo estruendo de batalla
que saliera de adentro de una tumba.

Fue un pedazo de espanto que restalla


o una convicción que se derrumba,
una doncella a quien violó un canalla
y una montura en una catacumba.

Calla con un lenguaje de volcanes,


como si un escuadrón de capitanes
galopara en caballos de basalto.

Porque el silencio es tan infinito


tan espantoso y grande como un grito
que cae degollado desde lo alto.

5
Segunda naturaleza

Paul Eluard
Poeta francés

De rodillas la juventud de rodilla la cólera


El insulto sangra amenaza ruinas
Los caprichos no tienen ya corona los locos
Viven pacientemente en el país de todos.

El camino de la peligrosa muerte está cortado


Por soberbios funerales
El esparto es cortés la miseria encantadora
Y el amor hace reír a los obesos inocentes.

Adornos naturales elementos de música


Virginidades de barro artificios de mono
Respetable fatiga honorable fealdad
Trabajos deliciosos donde el olvido se sacia.

El sufrimiento se halla aquí por casualidad


Y somos el suelo donde todo se ha edificado
Y estamos en cualquier parte
Donde se eleva el cielo de los demás.

Allí donde negarse a vivir es inútil.

6
Soneto a la Serpiente

Héctor Borda Leaño


Poeta orureño, Bolivia

Lloró en la noche grande la serpiente


y lloraron los pájaros de arena
el agua temblorosa en su corriente
y la sombra vibrando en la falena.
Lloró en la noche grande la serpiente
como insuflando su dolor de quena,
quemando como fuego en el sufriente
corazón de la piedra y de la pena,
Lloró en la noche con dolor ajeno,
con voz de polvareda y de veneno,
con voz de soledad y de regreso.
Mas la piedra sonora en trizadura,
acomodó a la sierpe en la ternura
de su matriz cantora y de su hueso.

7
Poema

Abu Nuwas
Poeta árabe

Hombres, ¡a mí qué me importan


las espadas o los combates!
Yo sólo sigo a una estrella:
la del placer y la música.
En mí no confiéis,
pues soy de aquellos que rehúyen
encontronazos y embates.
Cuando veo el enemigo
salto sobre mi potrillo
con las riendas colocadas
por el lado de la cola.
No sé cómo es un arnés,
ni un broquel, ni un alfanje.
Todo mi afán es saber,
cuando sus guerras estallan,
por qué camino escapar.
Si de juergas se tratara,
de beber vino sin mácula
o de pasarme la noche
junto a vírgenes luciendo
sus vestidos de luto negro
me veríais con razón
como héroe de los árabes.

Traducción del árabe por Jaume Ferrer Carmona y Anna Gil Bardají.

8
Poesía

Amina Saïd
Poetisa de Túnez

en el poema siempre
oiré el silencio
antes que la palabra
beberé de su misma boca

entonces nacen las cosas


las palabras el mundo

yo digo: en el poema siempre


oiré el silencio antes que las palabras

y tú respondes: si hay un dios


ahí es donde vive

descubro la exacta vertiente


de la sombra y de la luz
donde termina donde comienza

y el silencio palpita igual que el mar


en su vientre de sal
palpita como el ala de un pájaro
que lentamente doma el cielo
como el viento la tierra la vida

y si hay un dios sí
ahí es donde vive

Traducción de Ros Aragón

9
Estoy cansado, claro

Fernando Pessoa
Poeta portugués

Estoy cansado, claro,


Porque a esta altura uno tiene que estar cansado.
De qué estoy cansado, no lo sé;
Y de nada serviría saberlo,
Porque el cansancio seguiría igual.
La herida duele porque duele,
No en función de la causa que la ha abierto.
Sí, estoy cansado
Y un poco sonriente
De que el cansancio sea sólo esto:
Ganas de dormir en el cuerpo,
Deseo de no pensar en el alma
Y por encima de todo una transparencia lúcida
Del entendimiento retrospectivo...
¿Y la lujuria sin par de no tener ya esperanza?
Soy inteligente: esto es todo.
He visto mucho, y he entendido mucho lo que he visto,
Y hay un cierto placer, incluso, en el cansancio que eso da:
El de que, al fin, la cabeza siempre sirve para algo

10
Alabanza de lo lejano

Paul Celan
Poeta alemán

En el venero de tus ojos


viven las redes de los pescadores de la mar errabunda.
En el venero de tus ojos
el mar mantiene su promesa.

En ella arrojo yo,


un corazón que entre los hombres ha morado,
lejos de mí mis vestiduras y el resplandor de un juramento.

Más oscuro en lo oscuro, más desnudo estoy.


Tan sólo al desertar soy fiel.
Yo soy tú cuando soy yo.

En el venero de tus ojos


derivo y sueño un rapto.

En una red, una red queda apresada


y nos abandonamos enlazados.

En el venero de tus ojos


estrangula su cuerda un ahorcado.

Versión de José Ángel Valente

11
Nocturno muy oscuro

Pablo de Rokha
Poeta chileno

La noche inmensa no resuena, estalla


como un bramido colosal, retumba
con un tremendo estruendo de batalla
que saliera de adentro de una tumba.

Fue un pedazo de espanto que restalla


o una convicción que se derrumba,
una doncella a quien violó un canalla
y una montura en una catacumba.

Calla con un lenguaje de volcanes,


como si un escuadrón de capitanes
galopara en caballos de basalto.

Porque el silencio es tan infinito


tan espantoso y grande como un grito
que cae degollado desde lo alto

12
Anillos de ceniza.

Alejandra Pizarnik
Poetisa argentina

Son mis voces cantando


para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.

13
Silbos

Alfonso Gumucio Dagron


Poeta boliviano

Cuando camino solo sólo


Me queda el tiempo que me falta
El tiempo que me pasa
Viento que me traspasa, entonces
Silbo para no morir.
Camino y por lo tanto soy
La prolongación de mi sombra
Entre vitrinas y espejos
Me hundo en estancias de humo
Calor humano prefabricado
(humano viene de humo y a humus)
Ecos de risas que no son
Llantos que no son,
Sola mi sombra esta erguida
Y me arrastra, carga conmigo
Mientras silbo para no morir.

14
Elegía

Héctor Dante Cincotta


Poeta argentino

I
Alguna vez he estado entre ti como una vida
sola. El universo arrastra los poblados espacios
igual que a unas hojas perdidas,
igual que a un corazón de fuego, a una luz,
a una ceniza. Solamente tengo una palabra, indecible
para nombrarte entre la gente.
¿Qué será de mí, de este desasosiego, de esta inmensa
fatiga de vivir? Acaso llegas entre
un día estival y no sé más de ti
de lo que llevo entre mis manos
atado al corazón, a la piel, a estas flores.
En tus venas se cierra el dulcísimo tiempo
el gran peso del alma impaciente.
¡oh, viento del oeste, libre y liso,
floración marina sobre el Atlántico!

15
Antes del reino

Homero Aridjis
Escritor mexicano

IV

Donde el ensoñado y el soñado


van por un solo camino
se levanta un cuerpo

Por ese adentro de mujeres que hablan


de pasadas contiendas en las que no estuvimos
otro cuerpo se abre

Y todo aquello que los cuerpos forman


es en la sombra
un brillo solitario

Tú eres la que no se acaba de decir


en una noche de verano
la que viene del mar
la que me precede

la que en tardes de lluvia


se acuesta en los campos
para que yo la ame

16
Hacia otro astro

Blanca Wiethüchter
Poetisa boliviana

Hay caminos, testigos fijos


que enlazan vértigos
en los temblores de la siembra.

Abren grietas girando


y vuelcan su principio de agua
al término de su propio remolino
agitando alas
parten el fuego
para de un golpe
trastocar su marcha
hacia otro astro.

Entonces, júbilo ligero


ojo fijo en la simiente
crece el delirio en la pérdida
originaria dicha
salto imposible.

17
En mi cuerpo

Nikolina Andova
Escritor macedonio

Soy una turista en mi cuerpo


y no tengo mapa alguno en mis manos
Alguien que accidentalmente me pase por un lado
me mostrará el camino al barrio del museo
a los enormes parques, la manzana
al río que fluye en mi nombre
Mientras tanto qué hago
Estoy tomando un macchiato en un tranquilo café-bar
y hojeo los periódicos
escritos en una lengua que jamás aprendí
Siempre, recuerdo, cuando regreso de algún viaje
el cielo se pone más brillante, el sol cae en los ángeles de mármol
y sólo en ese momento reconocería
la sonrisa de su rostro

18
Visiones de W. S. Merwin

Humberto Quino Márquez


Poeta paceño, Bolivia

I
Cuando el cuerno suena en los roquedales
Mi sombra vuelve a esconderse.
Vacío de mí
Moribundo irremplazable
Juglar del caos.
Fiel guardián de la montaña
Muero sin pausa
Con el rabo arrugado.

II
Qué puedes escribir
Sobre la puerta de la memoria
Hijo de la ceguera.
Intentas leer los pétalos de un reino invisible
Con el corazón lleno de hollín
Para enseñarles a los muertos
El silencio, al caer de la noche.

III
Nuestras horas caen lentamente
Nuestros antepasados respiran en él.
Colgaron sus cuerpos en el viejo armario
Para que nadie diga sus nombres
Y el polvo siga cayendo en sus cabezas.

Vamos a morir entre los altos pinos


Antes de que oscurezca.

19
Retrospectiva al sur
De Líneas Imaginarias (Inédito, 2018)

Claudia Isabel Vila Molina


Poeta chilena

Salgo a contemplar las olas de este lago, las algas se llevan


el humus del reloj familiar /algo huele en los años de exilio
La silla, el tazón sobre los mesones, obstinados recuerdos
de aquellas vigilias caminadas en dirección al salón de té.
Y unas visitas del aire que me hipnotizaban cuando quería salir.
Y el temor permanente de la expectativa (sus labios sus ojos
a punto de zozobrar en las aguas de la primera inundación)
He de quedarme en esta mirada absurda/ he de alcanzar
los límites de la transparencia.

20
Cantinela para un flautista ciego

Marguerite Yourcenar
Escritora estadounidense de origen belga

Flauta en la noche solitaria


Presencia de una lágrima;
Todos los silencios de la tierra
Son pétalos de tu flor.

Sopla en la sombra tu polen,


Alma llorando, casi sin ruido,
Miel de una boca profunda
Que al besar la noche fluye.

Y si tus lentas cadencias


Son el pulso de las tardes de verano
Convéncenos que el cielo baila
Porque un ciego cantó.

Versión de Silvia Barón-Supervielle

21
Perdóname por ir así buscándote...

Pedro Salinas
Poeta español

Perdóname por ir así buscándote


tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez,
es que quiero sacar
de ti tu mejor tú.
Ese que no te viste y que yo veo.
Nadador por tu fondo, preciosísimo,
Y cogerlo
y tenerlo yo en alto como tiene
el árbol la luz última
que le ha encontrado al sol.
Y entonces tú
en su busca vendrías, a lo alto.
Para llegar a él
Subida sobre ti, como te quiero,
Tocando ya tan sólo a tu pasado
con las puntas rosadas de tus pies,
en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo
de ti a ti misma.

Y que a mi amor entonces, le conteste


la nueva criatura que tú eras.

22
Primeramente
XVIII

Paul Eluard
Poeta francés

Vaivén de carne pasto tembloroso


En las orillas de la sangre que desgarran el día
Perseguida por la sangre nocturna
Desmelenada la garganta presa de los abusos de la tempestad

Víctima abandonada por las sombras


Por los pasos más suaves y los límpidos deseos
Su frente no será ya el reposo seguro
Ni sus ojos la gracia de soñar con su voz
Ni sus manos las manos que liberan.

Ahechada, de pasión ahechada de amor sin amar a nadie.


Ella se forja incomensurables dolores
Y todas sus razones para sufrir desaparecen

23
II Hijo de Saturno

Rubén Vargas Portugal


Poeta boliviano

Las fotografías de juventud


(la frente alta, los ojos bajos)
lo muestran
como lo que es: Un triste.

En las ciudades de la diáspora


gira lento y melancólico
bajo el signo de su estrella,
una órbita de demoras y
desvíos.

Una tarde
desempaca sus libros.
Ninguna prisa lo distrae,
es el hombre con tiempo
el coleccionista
el que ordena las imágenes del mundo.
Todavía le es dado habitar
la intimidad de los objetos.

Así se adentra
pasajero taciturno
cada vez más en un siglo
de sangre y lodo.

24
No pondrás nombre al fuego

Chantal Maillard
Escritora española nacida en Bélgica

No medirás la llama
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego,
no medirás su alcance.
Todas las llamas son el mismo fuego.
Mi cuerpo es una antorcha que alumbra los espantos
que la razón construye en sus tinieblas.
Hay que bajar al cuerpo, muy adentro,
tocar el centro ardiente, abrirlo y propagar
el gozo de la lava.
No importa en qué caderas,
en qué pecho resbale,
no importa la estatura, el sexo o la materia
pues todos caminamos sobre la misma pira.
No medirás la llama con palabras que encubren
los viejos sentimientos de los hombres.

25
Un instante

Blanca Wiethüchter
Poetisa boliviana

En el acto
decir la inmensa roca porosa
de golpe
su pesada gravedad de aire
su espada.

La llama crece desde el agua


hacia el agua
solitaria línea de tiempo
nos transporta
en un trazo
al centro de la oscuridad
abrazo indecible
del vacío.

Sobre la eternidad
jubilosa y redonda
brilla
en triunfante silencio
la cosa
inmutable
movimiento inmóvil
mira morir
ese instante
que llamamos
nuestro único día.

26
Se ha muerto la tiniebla en mis pupilas

Julia de Burgos
Poetisa puertorriqueña

Se ha muerto la tiniebla en mis pupilas,


desde que hallé tu corazón
en la ventana de mi rostro enfermo.

¡Oh pájaro de amor,


que trinas hondo, como un clarín total y solitario,
en la voz de mi pecho!
No hay abandono...
ni habrá miedo jamás en mi sonrisa.

¡Oh pájaro de amor,


que vas nadando cielo en mi tristeza...!
Más allá de tus ojos
mis crepúsculos sueñan con bañarse en tus luces...

¿Es azul el misterio?

Asomada en mí misma contemplando mi rescate,


que me vuelve a la vida en tu destello...

27
Cantinela para un flautista ciego

Marguerite Yourcenar
Escritor estadounidense de origen belga

Flauta en la noche solitaria


Presencia de una lágrima;
Todos los silencios de la tierra
Son pétalos de tu flor.

Sopla en la sombra tu polen,


Alma llorando, casi sin ruido,
Miel de una boca profunda
Que al besar la noche fluye.

Y si tus lentas cadencias


Son el pulso de las tardes de verano
Convéncenos que el cielo baila
Porque un ciego cantó.

Versión de Silvia Barón-Supervielle

28
Campo de Batalla

Rafael Alberti
Poeta español

Nace en las ingles un calor callado,


como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.
Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.
Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, veneno y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.
La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.

29
Noche profunda

Yuan Chi, 210-263


Poeta chino

Noche profunda. No puedo dormir.


Me levanto y canto suavemente con mi laúd.
La luz lunar brilla en las cortinas de gasa.
Abro mi bata de dormir, y dejo
Que el fresco aire de la noche bañe mi cuerpo.
Un solitario ganso salvaje grita
En la llanura lejana.
Un pájaro nocturno vuela llamando entre los árboles.
Voy y vengo sin descanso.
¿Qué gano con ello?
Mi mente está distraída con preocupaciones
Que nunca cesarán.
Mi corazón está todo lastimado
Por los afligidos fantasmas que lo rondan.

30
En el hombre hay una cueva

Eira Stenberg
Poeta finlandés

En el hombre hay una cueva


de la que él ha salido.
No lo sabe.
No es un útero, es de piedra,
un lugar a donde vuelve
para protegerse de la mujer
que acurrucada duerme en sus entrañas.
Ahí él guarda armas,
uñas y dientes,
la imagen primera de su sexo;
allí va para ver sus sueños,
enroscado como una oruga
con su barba en las rodillas.

Cuando la mujer despierta, el hombre da un respingo,


no sabe a dónde ha ido a parar.
Ve los pechos y el útero,
el icono del cuerpo como una ventana al cielo
y los cremosos pantanos de su seno,
el desdentado misterio de la sed
y el hambre con su perlada sierra,
dientes y sangre

31
Dicen que el mar es desamorado

D.H. Lawrence
Escritor inglés

Dicen que el mar es desamorado, que en el mar


el amor no puede vivir, que sólo arrastra las astillas
de sal
de una vida sin amor.

Pero en el mar los delfines brincan alrededor del


barco de Dionisios,
cuyos mástiles tienen parras purpúreas,
y saltan hacia arriba con el rojo oscuro del arcoiris
y ¡vuelan! ¡y van! con la nariz hendida de clara delicia;
y es el mar, haciendo el amor con Dionisios
en el vigor de esos pequeños y felices brincos.

32
PARA GRABAR VIDEO DE LECTURA CORAL

Resaca

Yolanda Bedregal
Poetisa boliviana

Cuando ya la resaca deje mi alma en la playa,


y del arco agobiado de mi espalda se vaya
el ala cercenada, cual vela desafiante,
en cicatriz y estela prolongará el instante.
Quedarán vigilando, símbolo intrascendente,
dos pobres ojos pródigos y una mendiga frente.
¡Catacumba de agua, amor! ¡No me conoces!
Ni nadie nos conoce. Sólo hay fugaces roces,
desencuentros, en la prieta mudez de encrucijadas.
Expían su demora presencias nunca halladas.
No son cruz ya los brazos ni altar para holocausto
de salvajes ternuras. Con su claror exhausto,
un sol desalentado ahonda los abismos.
Somos polvo y lucero, todo en nosotros mismos.
Para esta elemental ceniza taciturna
sea la inmensa lágrima del Mar celeste urna.

33
Un Sueño dentro de un Sueño.

Edgar Allan Poe


Poeta estadounidense

¡Toma este beso sobre tu frente!


Y, me despido de ti ahora,
No queda nada por confesar.
No se equivoca quien estima
Que mis días han sido un sueño;
Aún si la esperanza ha volado
En una noche, o en un día,
En una visión, o en ninguna,
¿Es por ello menor la partida?
Todo lo que vemos o imaginamos
Es sólo un sueño dentro de un sueño.

Me paro entre el bramido


De una costa atormentada por las olas,
Y sostengo en mi mano
Granos de la dorada arena.
¡Qué pocos! Sin embargo como se arrastran
Entre mis dedos hacia lo profundo,
Mientras lloro, ¡Mientras lloro!

¿Es todo lo que vemos o imaginamos


Un sueño dentro de un sueño?

34
Poema

Paavo Haavikko
Poeta finlandés

La vida era vagamente luminosa.


El sendero venía del bosque, donde los faisanes alborotaban
en el crepúsculo
el campo lucía un verde brillante.
Las casas se integraban en el terreno, del dorso de la mano
se desprendía una cálida fragancia.
Me asaltaban pensamientos
que no voy a expresar,
porque avivarían convicciones absurdas.

Estirada en el suelo, por dentro su boca es carnosa como


la de la ostra,
cuando derriba torres, siempre
le escucho crecer.
El lago tiene color de tinta, el tulipán flor,
es tan triste e irreversible
esta forma de vida,
habitamos aquí en nuestras casas,
en este planeta de macrointimidades.

35
Ayer y hoy

Homero Aridjis
Escritor mexicano

Tu paso, como una sombra,


era difícil de seguir,
y al perderte en una esquina
sólo quedaba en mí, como en la calle,
un vago sentimiento de vacío.

Tu cimbreo, tu cintura
me estremecían
y el jardín parecía tener más rosas
y el verano calor,
pues en mis labios de niño aún no había
la palabra que define al amor.

La edad nos separaba,


como a dos cuerpos,
no de tamaños distintos,
sino de espacios diferentes.

Y mis manos asiéndote,


mis brazos abarcándote,
no podían asirte,
no podían alcanzar tu cuerpo, tu mirada.

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