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Un par de moscas
se frotan y copulan contra la luz.
Observamos
fascinados
el deseo en todo lo que existe.
Aquí fumando,
mal hábito deseado,
el letargo es contingencia.
Estirar la mano entre el humo y el cenicero,
amputar la ceniza y de la incisión
extirpar el signo.
Pertenece al artificio,
a la civilización,
el escándalo.
En medio de la noche
Hundido con el agua hasta el cuello en mitad de un lago congelado
al menos ten el valor de preguntarte
¿Para qué necesitaba entender esto?
El viento sacro que insufló la vida fue el soplido musical de una quena.
Los profetas fueron taitas indios que traducían el lenguaje de las plantas.
El redentor fue un barquero que narraba historias en las riberas del río
Ariari.
El evangelio está pintado con tinta sagrada en las cuevas perdidas de las
selvas de Chibiriquete.
El olor húmedo de octubre es una de las pocas cosas que acontecen, que
[son.
Es un olor a trópico, a papagayos que vuelan sobre el fuego,
A maderas que se pudren bajo el calor ardiente del caudal portentoso
donde habitan las rosáceas toninas,
una humedad azarosa, que hiede a memoria y amapola,
que encoge las raíces de las plantas de coca
y me envenena de hastío caluroso, obligándome a vivir, a moverme
a salir del encierro de estas casas mustias,
que tanto tiempo llevaban sin tufillos acuosos,
sin sensaciones que evocaran los tiempos de la vida.
Volvería a hacerlo
Regresaría al inicio
para andar el mismo camino en espiral
saborear la secreción azucarada y amarga de la vida
descoser la banda hiriente de la inconsciencia
y entregarme como centinela
a espiar la verdad.
URUBÚ
Él reconoce inmigrantes
basado en la marea, en el ritmo nocturno o crepuscular,
mientras deja correr el agua por su garganta.
Ella de sangre caliente
se guía por las constelaciones
humeante
nocturna
crepuscular
inmigrante hasta en su propio cuerpo.
Ella make-make
a-é-re-a
gorrión-roc roc
ja-ca-na
se-fue
urubú-urubú-urubú.
NÓMADA
El poeta es quien más veces muere entre los hombres, ríe solo besando
su sombra en la boca, que es más pequeña que él. Piensa en su infancia
y sabe que no regresará fumando cigarrillos de hielo salado. Ve la
gangrena en las patas de la mesa donde se sientan sus amigos. En la
espalda del poeta hierve el mundo.
El poeta es quien más veces muere entre los hombres.
II
El miedo muere en los brazos del bebé que lo amamanta. Mis ojos son
pequeños ceniceros donde fantasmas desocupan sus pipas de noches
incendiadas. Los policías me miran con odio cuando orino en los
árboles porque no saben que el agua es mejor artista que Duchamp. Les
tiro la mano porque no escondo nada.
III
IV
Los hombres remojan sus mentiras en las palabras y las usan para
alimentar a las mujeres.
Las mujeres simulan comerlas en silencio.
Es así como ninguno de los dos se siente engañado.
Los perros ladran sobre las botellas rotas de ayer. La noche agoniza en
mi bolsillo, su cadáver es la colilla del último cigarrillo.
La enciendo: el mundo vuelve a nacer.
VI
VII
VIII
En una casa pescamos sueños con alambre ordinario. Las risas rebotan
en las paredes. Inauguramos el bautizo de muñecos con corazón de
trapo. El poeta llora en una esquina moviendo un sonajero hecho con
tapas de cerveza, que le aventamos de vez en cuando.
IX