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En 1903, Daniel Paul Schreber publicó las Memorias de un neurópata en Alemania, que
consisten en el relato en primera persona del desencadenamiento de su enfermedad y
posterior estabilización.
Freud comienza su lectura en 1910 y al año siguiente publica el historial con el nombre de
"Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides) descrito
autobiográficamente", con el objetivo de explicitar su teoría de la paranoia.
El Dr. Schreber estuvo “enfermo de los nervios” en dos momentos diferentes de su vida. Su
primera enfermedad sobrevino en 1884, a la edad de 42 años, momento en el cual es
presentada su candidatura a la Cámara baja del Parlamento del Reichstag. En ese
entonces enferma y es internado en la clínica de Leipzig, en donde es atendido por el doctor
Flechsig, quien lo diagnostica de “hipocondría grave”. Luego de seis meses se recupera,
obtiene su alta y abandona el hospital muy agradecido con su médico, con quien había
establecido una tierna e intensa relación transferencial. La mujer de Schreber también
mostraba una enorme gratificación hacia Flechsig, razón por la cual, durante años mantuvo
su retrato en su escritorio de trabajo. Luego de ocho años transcurridos sin perturbaciones,
salvo por la frustración de no poder tener hijos, Schreber vuelve a enfermar, según él, a
causa de “un exceso de esfuerzo mental”.
Esta segunda enfermedad, sobreviene a fines de 1893 a la edad de 51 años ante la
inminencia de la asunción del cargo de Presidente del Tribunal Superior de Dresde. La
enfermedad se inició con un insomnio martirizador y el cuadro clínico fue calificado como
estupor alucinatorio acompañado de ideas hipocondríacas. Se quejaba de que su cerebro
estaba reblandecido, creía que pronto moriría, que gran parte de sus órganos habían sido
destruidos, vivía sin estómago, sin pulmones, sin esófago, no tenía costillas ni vejiga.
También padecía ideas de persecución en las cuales se daba por muerto y corrompido, su
cuerpo era objeto de horribles manipulaciones. Sufría de hiperestesia, espejismos visuales y
auditivos, perplejidad, escuchaba voces que lo injuriaban. A fin de liberarse del martirio que
le provocaban estas manifestaciones realizó varios intentos de suicidio.
Freud señala que en el desencadenamiento de esta enfermedad revistió gran importancia
una representación fantaseada que se le impuso a Schreber unos meses antes de la
asunción al cargo. En un estado entre la vigilia y el dormir, le surgió la sensación de lo
hermoso que sería ser una mujer sometida al apareamiento. La reacción inicial de Schreber
fue la de rechazar indignado semejante ofensa a su virilidad. Por este tiempo también, en
repetidas oportunidades soñó con que la anterior enfermedad regresaba. Desde un
principio, Freud otorga un estatuto privilegiado a esta fantasía de emasculación. La
transformación en mujer es el delirio primario en torno al cual se articulan inicialmente las
ideas delirantes de persecución que posteriormente se transformarán en un delirio de
grandeza que consistía en que Schreber había accedido en transformarse en la mujer de
Dios para dar a luz a una nueva raza de criaturas schreberianas.
En sus ideas delirantes de persecución, su médico era el principal perseguidor, responsable
de la “muerte de las almas”, autor de todas las desgracias. En beneficio de Flechsig, el
cuerpo de Schreber, transformado en mujer, le sería entregado para que abusara
sexualmente de él y lo dejara tirado.
La interpretación freudiana sostendrá que tras la figura de Flechsig se encuentra Dios,
aliado del médico y hasta instigador para ejercer un complot en su contra. No obstante esto,
Flechsig sigue manteniéndose como el primer seductor a cuyo influjo sucumbió también
Dios. Más tarde, una nueva transformación del delirio sustituye a Flechsig por Dios en lo
que puede considerarse como la solución al conflicto. La transformación en mujer que
inicialmente estaba destinada a producirse con el fin de abuso sexual, es puesta ahora al
servicio de un fin superior: devolverle al mundo la bienaventuranza perdida. Se convierte
entonces en la mujer de Dios, que engendrará una nueva raza de criaturas schreberianas,
solución que le permite reconciliarse con la fantasía que en un primer momento había
rechazado. Freud menciona que esta transformación se cumplirá asintóticamente, “la
mudanza en mujer previsiblemente se cumplirá alguna vez, hasta entonces, la persona del
Dr. Schreber permanecerá indestructible”
A partir del análisis del delirio persecutorio Freud explica que la persona a quien el delirio
atribuye un poder y un influjo tan grande y hacia cuyas manos convergen todos los hilos del
complot es la misma que antes de contraer la enfermedad poseía gran significatividad en la
vida del paciente. La persona más odiada y temida en el delirio a causa de la persecución
es alguien o el sustituto de alguien que alguna vez fue amado y venerado. Es decir, tanto
Flechsig como Dios son sustitutos de una persona amada y sustantiva que, según Freud, no
puede ser otra persona que el padre.
Freud introduce la hipótesis de que en la paranoia el desencadenamiento de la enfermedad
es consecuencia de un avance de la libido homosexual pasiva que hasta entonces era
sublimada y cuyo objeto es el padre. La revuelta del yo contra esa moción libidinosa
produce el conflicto del cual se engendran los fenómenos patológicos. El factor ocasional en
Schreber es localizado en la frustración sobrevenida por la imposibilidad de tener hijos, que
le habría permitido drenar la libido homosexual insatisfecha.
Lacan propuso tres fases en la psicosis. Una primera denominada prepsicosis, un segundo
momento que corresponde al del desencadenamiento y una tercera fase que puede
producirse o no, que es la de la estabilización que consiste en encontrar aquello que puede
volver a estabilizar al sujeto.
La originalidad de Lacan reside en reconocer esta fase anterior al desencadenamiento, un
periodo de aparente normalidad en el cual un psicótico puede mantenerse estabilizado y no
llegar a desencadenarse nunca. Con esto, Lacan introduce una diferencia entre la locura y
la Psicosis ya que un psicótico si no se desencadena puede no volverse loco, es decir no
presentará delirios ni alucinaciones, sin embargo no por eso deja de ser psicótico.
Lacan propone un mecanismo especifico para la determinación de la estructura psicótica: la
forclusión del significante del Nombre del Padre. La forclusión se produce porque en el
registro de lo simbólico no se ha inscrito el significante del Nombre-del-Padre, quedando
este rechazado y expulsado de lo simbólico por lo cual permanece en lo real y es en lo real
donde retorna y reaparece.
Por lo tanto los fenómenos en la psicosis no tienen la estructura de la cadena significante,
tienen la estructura de una cadena rota, donde el estatuto del significante no es simbólico,
se trata más bien del significante en lo real. Por lo tanto no se dan los síntomas y las
formaciones del Inconsciente como retornos de lo reprimido, sino que se dan fenómenos
elementales que reeditan la estructura del significante forcluído. Así Lacan dirá “lo forcluido
en lo simbólico retorna en lo real”. El ejemplo paradigmático de esto es la alucinación, la
cual no se trata de un trastorno perceptivo sino de la presencia del S1 en lo real,
desconectado del S2, por lo que no produce ningún efecto de significación.
La forclusión del nombre del padre trae consigo consecuencias estructurantes y
constitutivas a nivel de la subjetividad. Algunas de ellas son:
- El vacío de significación: El momento de desencadenamiento confronta al sujeto con
una experiencia enigmática que reedita el agujero de lo simbólico producto de la
forclusión. Esta experiencia enigmática es vivida por el sujeto con un sentimiento de
perplejidad ya que no cuenta con la significación fálica que le permitiría construir una
respuesta subjetiva a esta experiencia. Por lo tanto la misma es vivida en un
momento inicial, como un vacío de significación donde el sujeto no sabe lo que “eso
significa”. En un segundo tiempo, y correlativo a este vacío de significación,
aparecerá la certeza como una significación de significación. Se trata de una
significación indeterminada que se traduce como la vivencia del sujeto de que no
sabe lo que “eso significa”, pero sabe que “significa algo” y tiene la certeza de que
concierne a su ser.
- La pérdida del sentimiento de la vida: Lacan explica que lo que le permite al sujeto
tener el sentimiento de estar vivo es la identificación imaginaria con el falo. En la
psicosis, al no instaurarse el falo en el campo del Otro, lo que le otorga al sujeto el
sentimiento de la vida, es una identificación imaginaria cualquiera, pero no sostenida
por el falo. Por lo tanto, cuando esa identificación imaginaria se rompe, se produce el
desencadenamiento.
- La relación del sujeto con el Otro: Como el Nombre-del-Padre no opera en la
psicosis, la relación del sujeto con el Otro no está regulada por la ley. Por lo tanto el
estatuto del Otro en la psicosis no es la castración que permitiría al sujeto tener un
lugar en su deseo, sino la voracidad infinita que implica que el Otro tome la iniciativa,
con relación al sujeto. Así, el sujeto vive la presencia del Otro de una manera
autorreferencial: al Otro le falta algo, por eso es voraz, y es al sujeto a quien le
corresponde satisfacer a ese Otro con su ser.
- El fenómeno elemental: Es todo aquello que al no haber sido inscrito en lo
simbólico, retorna en lo real. Lacan dice que hay que buscar el fenómeno elemental
en cada caso para establecer el diagnóstico, porque el fenómeno elemental es la
estructura misma de la psicosis. Esto quiere decir que está presente incluso si la
enfermedad no se ha desencadenado. Dentro de los fenómenos elementales están
la alucinación, la intuición delirante, el neologismo, la frase interrumpida, entre otros
trastornos del lenguaje, además de los fenómenos que conciernen al cuerpo.