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Juan Hircano incorpora a Samaria e Idumea.

Mientras Roma se mantenía a la expectativa, observando cómo se destruían entre sí las casas de
Seleuco y Tolomeo, Juan Hircano se convirtió de nuevo en un príncipe independiente, extendió su
territorio en Palestina, y destruyó la ciudad de Samaria y el templo del monte Gerizim. Los
nabateos -pueblo árabe de Transjordania- que adquirieron bastante poder durante la declinación
de los seléucidas, habían arrebatado territorio a los edomitas, muchos de los cuales se
establecieron en el Neguev o Palestina del sur. Después Juan Hircano atacó a esos edomitas,
llamados entonces idumeos, y los obligó a abandonar el país o a circuncidarse y convertirse al
judaísmo (Josefo, Antigüedades xiii. 9. l). De esa manera los asmoneos, que al principio fueron
paladines de la libertad contra la persecución religiosa, terminaron por imponer su religión a otros.
Este esfuerzo por unir las casas de Esaú y Jacob, plan que había fracasado en lo pasado, estaba
destinado a causar muchos sufrimientos y pesares en años posteriores, cuando el idumeo Herodes
gobernó a los judíos. Ver el diagrama de la p. 40.

Juan Hircano encontró poca oposición externa, pero mucha dentro de su propia nación. Los
hasidim -el fanático partido de los "piadosos"- se habían distanciado hacía algún tiempo de los
sacerdotes-gobernantes asmoneos, cada vez más mundanos. Juan Hircano pertenecía a los
fariseos, como fueron llamados más tarde los principales representantes de los más antiguos
hasidim (ver p. 53). Pero, según la tradición, los fariseos lo ofendieron, por lo cual se unió con los
saduceos (sucesores de los helenistas moderados más antiguos), y ese proceder suyo le granjeó el
antagonismo del pueblo.

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