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LOS AUSTRIAS

1. LA IDEA IMPERIAL DE CARLOS I Y FELIPE II

1.1. La “Monarquía Universal” de Carlos I (1516-1556)


Carlos I de España y V de Alemania regentó un enorme imperio que fue el
resultado de la política matrimonial de sus abuelos. Su herencia (sin parangón posible
en la Historia) le llevó a convertirse en el soberano más importante del mundo
conocido en la primera mitad del siglo XVI. De sus abuelos maternos Isabel y
Fernando, recibió la Corona de Castilla y sus dominios americanos, Navarra, la Corona
de Aragón y sus posesiones en el Mediterráneo (Cerdeña, Sicilia y Nápoles), y las
plazas del norte de África. De su abuelo paterno, Maximiliano de Austria, obtuvo los
territorios austriacos de los Habsburgo y los derechos a la Corona imperial, y de María
de Borgoña los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado.
Su legado era un conjunto heterogéneo de territorios que solamente tenían en
común a su monarca. El catolicismo y la idea imperial de Carlos serían los elementos
integradores de los mismos. Se trataba de reunir a todos los cristianos bajo la
autoridad política del Emperador y la autoridad religiosa del Papa (Imperio Cristiano).
La progresiva tendencia a la creación de estados nacionales, la ruptura religiosa entre
católicos y protestantes, y la constante amenaza del Imperio otomano, fueron otros
tantos obstáculos insalvables para el triunfo del proyecto imperial.

1.2. La Monarquía Hispánica de Felipe II (1556-1598)


Felipe II comenzó su reinado en 1556. Gobernó sobre el imperio más grande de la
Tierra ya que, a las posesiones heredadas de su padre hay que añadir los territorios
incorporados durante su reinado como las islas Filipinas y, a partir de 1580, Portugal y
su imperio colonial que se extendía por América, África y Asia.
Felipe II hizo de España el centro de su Imperio, concentró su atención en los
asuntos de la monarquía hispánica y dentro de España, fue Castilla el reino en que más
se apoyó. Felipe II no saldría de la Península (con la única excepción del viaje a Portugal
para ser investido como rey en 1580), en lo que contrasta con su padre, que viajó
mucho. Estableció la capital en Madrid (1561) y más tarde se instaló en El Escorial. Si
su padre se consideró un emperador europeo, Felipe II siempre pensó y actuó como un
monarca castellano.
Su política se basó en una defensa a ultranza del catolicismo, utilizando a la
Inquisición como principal instrumento de control religioso. Para preservar a España
de la herejía, se prohibió la importación de libros (se publicó un índice de libros
prohibidos) y cursar estudios en el extranjero.
Esta defensa del catolicismo, como gran objetivo de su política, y la hegemonía de
España le valieron la enemistad de gran parte de Europa.
2. LOS PROBLEMAS DEL IMPERIO DE CARLOS V

2.1. Política interior: Comunidades y Germanías


En 1517 Carlos I llega por vez primera a la Península Ibérica para hacerse cargo del
trono castellano-aragonés. El soberano no hablaba castellano y vino rodeado de
consejeros flamencos a los que coloca en los principales cargos del gobierno. A la
muerte de su abuelo, Maximiliano I, Carlos se convierte en candidato al trono imperial,
por lo que convoca a las Cortes para votar nuevos servicios que financiaran su
nombramiento como Emperador. Todo ello provocó la hostilidad del pueblo castellano
hacia su nuevo rey, al que ven más preocupado por sus ambiciones imperiales que por
sus dominios españoles.
La marcha del rey a Alemania en 1519, para hacerse cargo de la corona imperial
desató la revuelta comunera o guerra de las Comunidades, llamada así porque las
autoridades municipales fueron sustituidas por comunas. Sus peticiones se basaban en
el respeto a las leyes del reino, que el rey hablara castellano, que el dinero de Castilla
no saliera fuera del reino y que los cargos de gobierno fueran ocupados por
castellanos. Las tropas de Carlos I con el apoyo de la nobleza acabaron fácilmente con
el maltrecho ejército comunero en la batalla de Villalar (1521). La derrota supuso el
reforzamiento de la autoridad real en Castilla pero el emperador tomó cumplida nota
del movimiento, retiró a los consejeros flamencos e inició un proceso de progresiva
castellanización. A partir de ese momento, la lealtad de Castilla a la Corona será
absoluta.
Simultáneamente al alzamiento comunero, tenía lugar en los países de la Corona de
Aragón el movimiento de las Germanías. Valencia y Mallorca fueron sus principales
focos. En Valencia fue una revuelta encabezada principalmente por artesanos, por
pequeños burgueses y por grupos del campesinado contra la oligarquía urbana por el
dominio de la ciudad. Cuando en 1519, para salvarse de la peste y de los ataques de los
corsarios, los notables abandonaron la ciudad, los agermanados (gremios de artesanos
que habían recibido autorización para constituir milicias –“germanías”- con las que
defenderse en caso de ataque de los piratas berberiscos) aprovecharon para tomar el
poder municipal. En 1522, las tropas reales, con el apoyo de los señores, derrotaron a
los sublevados.
En ambos casos, Comunidades y Germanías, la aristocracia terrateniente fue, la
fuerza social que acabó salvando a la Corona; el poder real salía notablemente
reforzado en su autoridad, y su alianza con la nobleza quedaba bien sellada.

2.2. Política exterior


La diplomacia del emperador Carlos tuvo tres objetivos fundamentales:
enfrentamiento con Francia por la hegemonía europea, defensa de la cristiandad
frente a los turcos y defensa de la ortodoxia católica frente a los protestantes
europeos.
 Francia. La pugna mantenida por Carlos V y Francisco I de Francia por la hegemonía
europea se pondrá de manifiesto en la lucha por conseguir el control del Milanesado,
territorio de importancia estratégica para Carlos V, pues a través de él podía
comunicar los territorios del norte con los del sur del imperio. Por su parte, a
Francisco I le incomoda el poder de Carlos V, cuyas posesiones rodean a Francia.
Tras varios enfrentamientos entre Francia y España, Carlos V conseguirá la
incorporación del Milanesado, manteniéndose la hegemonía española en Italia.
 El Imperio Turco. En el Mediterráneo, los turcos en alianza con los corsarios
berberiscos, constituían una gran amenaza que se extendía incluso a las costas
españolas, ya que desde el norte de África asaltaban las rutas comerciales y los
principales puertos mediterráneos. Además, habían iniciado su expansión por los
Balcanes, llegando a amenazar los territorios imperiales en Austria. Carlos V
continuó la política de los Reyes Católicos de asegurar enclaves defensivos en la
costa norteafricana y aunque conquistó Túnez (1535), fracasó en Argel (1541),
donde fue derrotado. Así, los turcos afirmaban su hegemonía en la zona y
continuarán siendo una amenaza durante décadas.
 Los protestantes alemanes. En los principados alemanes del Imperio se extendía
con fuerza la reforma religiosa protestante iniciada por Martín Lutero. Muy pronto
algunos príncipes alemanes descontentos con el emperador abrazaron el
protestantismo como un medio de enfrentarse, no sólo religiosamente sino
también políticamente, a la idea de imperio universal y cristiano propuesta por
Carlos. El emperador intentó negociar con ellos en varias reuniones o “Dietas”
(Worms, Spira...), pero los príncipes se agruparon en la “Liga Smalkalda” y pasaron
a la rebelión armada, siendo derrotados por el emperador en la Batalla de
Mülhberg (1547). No obstante, la situación era ya imparable y las nuevas ideas
habían cuajado fuertemente en muchos europeos. En Alemania terminó firmándose
la Paz de Augsburgo en 1555 por la que se reconocía la libertad religiosa y la
división de Alemania entre protestantes y católicos. Cada príncipe o autoridad en
Alemania podía decidir libremente la religión de su territorio.

En 1556 Carlos I de España y V de Alemania, agotado tras una vida entera en los
campos de batalla, abdicó dividiendo su herencia en dos ramas: la española, en la que
le sucede su hijo Felipe II, y la alemana con el título imperial, para el hermano de
Carlos, Fernando I. A continuación, ya enfermo, se retiró al monasterio de Yuste donde
moriría en 1558.

3. LOS PROBLEMAS DEL IMPERIO DE FELIPE II

3.1. Política interior


Felipe II tuvo que enfrentarse a varios conflictos en el interior:
 La rebelión de los moriscos de las Alpujarras (1568). Los moriscos,
descendientes de los antiguos musulmanes granadinos, se rebelaron ante el
mandato (Pragmática de 1567) que les obligaba a abandonar su lengua,
vestidos y tradiciones. Ante la magnitud del conflicto y el peligro de que los
moriscos rebeldes recibieran ayuda turca, Felipe II encomendó sofocar la
revuelta a su hermanastro D. Juan de Austria, quien vence tras una fuerte
resistencia.
Terminada la sublevación, el rey ordenó la deportación de los moriscos
granadinos a otras regiones de Andalucía y Castilla.
 La revuelta de Aragón. El motivo concreto fue la figura de Antonio Pérez. Este
personaje, antiguo secretario de Estado, había sido acusado por Felipe II de
traición y delito de «lesa majestad» al haber utilizado secretos de Estado y
haber participado, supuestamente, en el asesinato de Juan de Escobedo,
diplomático español en los Países Bajos. Detenido por el rey consiguió escapar
a Aragón amparándose en las leyes aragonesas y en la protección del Justicia
Mayor. La única institución con jurisdicción en Aragón era el Tribunal de la
Inquisición, por lo que Felipe II, con el fin de detenerlo, lo acusó de hereje; los
aragoneses consideraron este hecho como una intromisión de la monarquía y
una violación de sus fueros y se amotinaron, bajo la dirección del Justicia
Mayor, Juan de Lanuza. El rey mandó un ejército que entró en Zaragoza, en
1591, sin apenas resistencia. Pocos días después, Lanuza y otros implicados
eran ajusticiados, mientras Antonio Pérez huía a Francia.

3.2. Política exterior


 La guerra con Francia. Al iniciar su reinado, España se encontraba en guerra
contra Francia. Las tropas de Felipe II vencieron en la batalla de San Quintín
(1557), Francia reconoció la derrota y se firmó la Paz de Cateau-Cambrèsis en
1559. Felipe II, que entonces se encontraba viudo, contrajo matrimonio con
Isabel de Valois, hija del rey de Francia, Enrique II. Se abría una etapa de
tranquilidad con Francia que, sumida en interminables guerras civiles y
religiosas, dejó de ser una amenaza para el Imperio Español y reconocía el
predominio de España en Italia.
 El problema turco. Este enfrentamiento era otro problema heredado; los turcos
en su avance en el Mediterráneo ocupan Chipre, territorio de Venecia. Para
detener el progreso turco, se formó la Liga Santa, integrada por Venecia, el
papa Pio V y Felipe II, que derrotaron a los turcos en la batalla de Lepanto en
1571. Fue un gran triunfo decisivo para toda la Cristiandad que contribuyó a
debilitar a los turcos en el Mediterráneo y acabó con el mito de la
invencibilidad de la armada turca.
 La rebelión de los Países Bajos. En 1566, en los Países Bajos comenzó una
rebelión contra Felipe II en la que se mezclaban las causas políticas (deseos de
mayor autonomía), económicas (existencia de una burguesía de artesanos y
comerciantes cuyos impuestos solo servían para mantener una monarquía con
la que no se identificaban y que no les reportaba ningún beneficio) y religiosas
(extensión del calvinismo y deseos de tolerancia religiosa frente al dogmatismo
católico y que Felipe II no estaba dispuesto a admitir). La intransigencia
religiosa del rey desencadenó una rebelión que se acabaría convirtiendo en una
guerra que duró 80 años y en uno de los mayores problemas que tuvo que
afrontar la monarquía. Desde muy pronto los Países Bajos empezaron a ofrecer
dos zonas de fidelidad: el sur, católico, correspondiente a la actual Bélgica,
siguió fiel a Felipe II; las provincias del norte, de religión calvinista abjuraron de
su obediencia a Felipe II y se agruparon en las Provincias Unidas que, aunque
no fueron reconocidas, eran independientes de hecho. Sería éste uno de los
principales problemas para el siglo siguiente que sólo encontraría solución tras
largos y costosos años de guerra, en la Paz de Westfalia (1648).
 El conflicto con Inglaterra. Este país había sido aliado tradicional de España
durante el reinado de Carlos I, y el propio rey Felipe II fue rey consorte de
Inglaterra gracias a su matrimonio con la reina María I Tudor. Sin embargo, con
la llegada al trono inglés de Isabel I (1558) las relaciones con España se hicieron
cada vez más tensas. La nueva reina, apoyó a los rebeldes protestantes de los
Países Bajos y fomentó las actividades de los corsarios ingleses en el Atlántico,
comenzando una campaña de acoso y rapiña a los barcos españoles
procedentes de América. En 1588, Felipe II intentó la invasión de Inglaterra, con
el fin de destronar a Isabel I e instaurar el catolicismo en la isla, y para ello
reunió una poderosa flota en el Canal de La Mancha, pero la mala planificación
y las adversidades meteorológicas dieron al traste con nuestros barcos,
sufriendo graves pérdidas. Así fracasó la invasión y surgió el mito de la mal
llamada “Armada Invencible”.
 Portugal y la unidad ibérica. En 1578 el rey de Portugal, don Sebastián, falleció
en Marruecos en la batalla de Alcazarquivir y ello planteó un problema
sucesorio al no tener descendencia. Felipe II, como hijo de Isabel de Portugal y
nieto de Manuel I, era el legítimo heredero y en 1581, en las Cortes de Thomar,
Felipe II era reconocido como rey de Portugal. De esta manera se realizaba el
sueño de sus abuelos, los Reyes Católicos, de alcanzar la unidad peninsular. Se
unían los dos imperios más grandes existentes entonces: el Imperio Hispánico
de Felipe II se incrementaba con las posesiones de Portugal en ambos mundos:
Brasil, Indias Orientales y numerosos puntos en las costas africanas. Con razón,
llegó a ser exacto que en “sus reinos no se ponía el sol”.
4. LOS AUSTRIAS MENORES

Durante este siglo siguen reinando los Austrias, son los llamados Austrias menores:
Felipe III, Felipe IV y Carlos II. El nombre obedece al hecho de ser considerados
monarcas débiles, de escasa talla política y bajo cuyo reinado se inició la decadencia
española del siglo XVII.
Estos monarcas se apoyarán en la figura del valido –también llamado privado o
favorito- una persona que cuenta con la total confianza del rey, hasta el punto de
delegar en él las labores del gobierno. Aunque no es un cargo oficial ni
institucionalizado, el valido actuará como un auténtico primer ministro. Validos
destacados fueron el duque de Lerma, de Felipe III, y el conde-duque de Olivares, de
Felipe IV.

5. FELIPE III (1598-1621)

5.1. Política exterior


Felipe III mantuvo una política exterior pacifista. Esto se debió a la mejora de las
circunstancias internacionales, pero también al agotamiento de la hacienda española
(bancarrota de 1607).
 La paz con Inglaterra (Paz de Londres, 1604) se vio favorecida por la muerte de
Isabel I y la instauración de la Dinastía de los Estuardo (más tolerante con el
catolicismo).
 El aspecto fundamental de este pacifismo fue la Tregua de los Doce Años con
Holanda (1609-1621).

5.2. Política interior


En un periodo de neutralidad y paz exterior, el panorama político interno vino
marcado por la expulsión de los moriscos llevada a cabo entre 1609 y 1614. El rechazo
popular ante la pervivencia de sus costumbres, las sospechas de su colaboración con
los piratas berberiscos y de su alianza con los turcos en su expansión por el
Mediterráneo y el deseo de la monarquía de hacer una demostración de fuerza ante la
imagen de debilidad provocada por la política pacifista, fueron causas que explican la
decisión de Felipe III de expulsar a los moriscos de forma definitiva en 1609. Se calcula
que 300.000 personas fueron obligadas a abandonar sus residencias, embarcando
hacia el norte de África. Esta sangría fue especialmente grave en Aragón y Valencia ya
que los moriscos eran una mano de obra dócil y muy hábil en las labores de regadío y
en artesanía, lo que conllevó graves pérdidas económicas y el abandono de muchas
tierras.
6. LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) se inició en Alemania por una serie de
complejos enfrentamientos con raíces políticas (idea tradicional, católica y universal
del imperio, frente a una visión más racional, individual y nacionalista) y sobre todo
religiosos (católicos frente a protestantes) que afectaron a los estados de la Europa
Central y del Norte. El emperador Fernando II se muestra como un católico
intransigente y centralista, lo que provoca el descontento de los príncipes alemanes
protestantes, que aspiraban a una mayor autonomía. La monarquía española se vio
arrastrada a la contienda por los vínculos familiares y políticos existentes con los
Habsburgo austríacos, también católicos.
Durante los primeros años de la guerra los Habsburgo llevaron la iniciativa. Pero la
situación se complicó militarmente para España al abrírsele al mismo tiempo nuevos
frentes: en 1621 se reanudó la lucha en los Países Bajos, al finalizar la Tregua de los
Doce Años. Además, en 1635 estalló la guerra contra Francia que, aunque era católica,
apoyó al bando protestante, dispuesta a socavar el dominio de España en Europa. El
enfrentamiento contra tantos enemigos llevó a España al agotamiento, de tal modo
que empezó a cosechar derrotas (Batalla de Las Dunas -1639- y de Rocroi -1643).
La Paz de Westfalia (1648) puso fin a la guerra de los Treinta Años, consagrando la
independencia de Holanda (que ya existía de hecho), si bien la Monarquía española
conservaba las provincias católicas del sur (Bélgica). Además se impuso la tolerancia
religiosa en los territorios del imperio. El tratado suponía la pérdida definitiva de la
hegemonía de los Habsburgo en Europa, tanto en la rama española como en la
alemana, y el fin de la época imperial tal como se conocía hasta ahora (la idea del
imperio católico y centralista presidido por el Papado y el Emperador); el Imperio
queda convertido en una confederación de estados autónomos y soberanos con
derecho a su integridad territorial, que les protege de la intromisión de cualquier
poder exterior.
Sin embargo, Westfalia no puso fin a la guerra entre la España y Francia, que se
prolongó hasta la Paz de los Pirineos (1659). España perdió la provincia de Artois, en
los Países Bajos, diversas plazas flamencas en la frontera con Francia y los territorios
catalanes del Rosellón y la Cerdaña. También se acordaba el matrimonio de Luis XIV
con la infanta española María Teresa de Austria. Estos dos tratados consagraban a
Francia como gran potencia europea, tomando el relevo de los Habsburgo.

7. LOS PROYECTOS DE REFORMA DEL CONDE-DUQUE DE OLIVARES

En el contexto de la Guerra de los Treinta Años y la ruptura de la Tregua de los Doce


Años con Holanda, que pusieron de manifiesto la necesidad de más recursos humanos
y financieros, el Conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, pretendió llevar a cabo
un ambicioso programa de gobierno que devolviera a la monarquía hispánica su
prestigio y fortaleza.
El Conde-duque de Olivares, en su proyecto conocido como el Gran Memorial,
intentó llevar a cabo una reforma por la que se consiguiera la unificación legislativa e
institucional de todos los reinos, que debían suprimir sus fueros e instituciones propias
para adoptar las de Castilla, incluyendo, en el apartado fiscal, el reparto equitativo de
las cargas de forma que no recayera sobre la Corona de Castilla el principal esfuerzo
financiero y humano para el mantenimiento del Imperio.
El Memorial incluía el proyecto de la Unión de Armas por el que se crearía un
ejército permanente de ciento cuarenta mil hombres costeado por cada reino
integrante de acuerdo con sus posibilidades en cuanto a población y riquezas. Con ello
se conseguiría una fuerza militar para mantener la hegemonía en Europa, la
distribución del coste de la guerra entre todos los territorios de la monarquía –
descargando a Castilla de un peso que llevaba en solitario- y además, reforzaría los
lazos de solidaridad entre los reinos de la monarquía.
La negativa de los reinos de la Corona de Aragón, por su temor a perder sus fueros
tradicionales y por recelar de una monarquía a la que consideraban ajena, impidió su
puesta en práctica.

8. LA CRISIS DE 1640

Tras la entrada de Francia en la guerra a partir de 1635 las necesidades tanto de


dinero como de hombres crecieron aún más por lo que se intentó revitalizar el
proyecto de la Unión de Armas. La nueva guerra, que llevaba las hostilidades a los
Pirineos, proporcionó a Olivares una buena excusa para obligar a Cataluña a contribuir
con tropas y dinero, pero en lugar de ello, acabó desencadenando la crisis de 1640.
El envío de tropas castellanas a la frontera con Francia y los desmanes cometidos
por éstas (indisciplina, saqueos, acoso...) provocaron el estallido de una revuelta del
campesinado catalán, dando origen al denominado Corpus de Sangre (7 de junio de
1640), en el que, armados con sus herramientas de trabajo, asesinaron al virrey; los
rebeldes proclamaron la República de Cataluña bajo la soberanía del rey de Francia,
Luis XIII, al que declararon conde de Barcelona. Pero el comportamiento de los
franceses no fue muy diferente al de Olivares, pues intentaron también dominar
Cataluña y tampoco respetaron sus instituciones. Esta experiencia, las pestes de 1650-
1654 y el hambre provocada por la destrucción de las cosechas a causa de la guerra,
hicieron desistir finalmente a los catalanes. Las tropas reales recuperaron Cataluña y
entraron en Barcelona, que se rindió en octubre de 1652, si bien Felipe IV otorgó una
amnistía general para los rebeldes y prometía respetar los fueros, instituciones y
privilegios de Cataluña.
Al mismo tiempo estalló el conflicto portugués. Sus intereses comerciales en
ultramar se veían constantemente atacados por los holandeses e ingleses sin que la
Monarquía española, debilitada, pudiese garantizar la seguridad e integridad del
Imperio portugués. Si a esto unimos el descontento por las reformas fiscales (nuevos
impuestos establecidos por Olivares), el resultado fue que la rebelión se precipitó.
Ante el reclutamiento de soldados para la guerra en Cataluña, el Duque de Braganza se
sublevó con el apoyo de la nobleza y las Cortes portuguesas lo nombraron rey con el
nombre de Juan IV. El levantamiento contó con el apoyo de Francia, Holanda e
Inglaterra. España reconoció la independencia de Portugal en 1668 por el Tratado de
Lisboa, ya bajo el reinado de Carlos II.
Terminaba así un largo paréntesis de Unidad Ibérica iniciado en 1581 con Felipe II; a
partir de ahora Portugal mantendrá unos vínculos comerciales y diplomáticos
especialmente estrechos con Inglaterra buscando un aliado protector ante hipotéticos
intentos anexionistas por parte de España.

9. LA CRISIS DEL SIGLO XVII

El siglo XVII es una centuria de crisis en Europa, aunque en diversos grados:


Alemania (por las consecuencias de la Guerra de los Treinta Años) y España fueron los
países donde la crisis se dejó sentir con mayor intensidad. En España la crisis se
manifestó en tres sentidos: el demográfico, el económico y el social.
 La crisis demográfica. A lo largo del siglo XVII la población se estancó, siendo
Castilla más afectada que la periferia. Las causas fueron las siguientes:
o Las continuas guerras.
o Las crisis de subsistencia derivadas de malas cosechas.
o La expulsión de los moriscos, especialmente grave en tierras valencianas.
o Las epidemias de peste bubónica (o Peste Negra), que afectaron a España en
tres oleadas: la primera, entre 1597 y 1602, la segunda, entre 1647 y 1652, y la
tercera, entre 1676 y 1685. Estas epidemias tuvieron mayor incidencia en una
población desnutrida y azotada por el hambre.
o A estos factores hay que añadir la emigración a América, que aunque no fue
decisiva, sí incidió de forma significativa en Andalucía y Castilla.
 La crisis económica. Visible ya en los últimos años del reinado de Felipe II, se agravó
en los de sus sucesores.
o La producción agrícola disminuyó por las siguientes causas:
- La disminución de la población se manifestó en una falta de mano de obra,
que provocó abandono de tierras, y en la reducción de la demanda.
- Muchos campesinos abandonaron sus pequeñas propiedades, ante la falta de
rentabilidad y por las enormes cargas fiscales, y tuvieron que convertirse en
jornaleros para sobrevivir. Como resultado, la propiedad tendió a
concentrarse y aumentaron los latifundios.
- También la ganadería se resintió de la pérdida de población y se produjo una
caída de la producción lanera.
o La actividad artesanal se vio paralizada, especialmente en Castilla, debido a los
siguientes factores:
- El descenso demográfico y el escaso poder adquisitivo de la mayor parte de la
población, que redujeron la demanda considerablemente.
- La competencia de los productos extranjeros.
- La estructura gremial que dominaba las actividades artesanales les impedía
evolucionar adaptándose a la competencia o introducir mejoras técnicas, lo
que elevaba considerablemente los costes de producción y encarecía los
artículos.
- La escasez de inversión en empresas industriales y comerciales por los altos
riesgos que conllevaban; los que tenían dinero preferían adquirir inmuebles
(casas, tierras), cargos, títulos de nobleza y otras inversiones que les
permitieran ser rentistas sin necesidad de trabajar.
o También influyó la disminución de la llegada de metales preciosos de América,
además de que lo poco que llegaba caía en manos de comerciantes extranjeros,
que actuaban por medio del contrabando, o se destinaba a pagar las deudas de
la monarquía.
o En cuanto a la situación financiera, el incesante aumento de los gastos y la
disminución de los ingresos condujeron periódicamente a la bancarrota del
Estado (suspensión de pagos de la Corona a sus acreedores por falta de medios).
Las medidas que se tomaron fueron la alteración del valor de las monedas (se
reduce la cantidad de plata y se aumenta la de cobre), dando lugar a monedas de
poca calidad (vellón). Pero con todo ello, la situación económica y monetaria se
agravaba provocando una subida espectacular de los precios (inflación). Por eso
fue necesario recurrir a otras medidas como la creación de nuevos impuestos,
que no hacían sino estrangular más aún a los sectores productivos, la venta de
cargos públicos y títulos nobiliarios y la venta de tierras de realengo. Estas
medidas permitieron atender a necesidades inmediatas (gastos militares, pago
de intereses...) pero no fueron suficientes para atajar el progresivo
endeudamiento de la Hacienda.

10. CONSECUENCIAS DE LA CRISIS DEL SIGLO XVII

10.1. Consecuencias sociales


La sociedad española del siglo XVII sufrió un retroceso en un sentido conservador.
Así mientras la burguesía iba desarrollándose en los países del Norte de Europa, en
España aumentó numéricamente la nobleza y el clero. La nobleza experimentó un
considerable aumento numérico como consecuencia de la venta de títulos nobiliarios
a la que recurrió la Corona en su desesperada búsqueda de nuevas fuentes de
ingresos; así abrió el camino a la nobleza a sectores que hasta entonces lo tenían
vedado.
Igualmente, creció el número de religiosos, ya que ingresar en el clero como medio
de vida era una buena opción en tiempos de dificultades económicas.
En cambio, no terminaba de constituirse una burguesía dinámica y de negocios para
impulsar el crecimiento económico del país; por el contrario, la débil burguesía
española hace suyos algunos ideales nobiliarios, se hace rentista y abandona cualquier
riesgo empresarial. Por ello, se habla de una “traición de la burguesía”. No obstante,
hay que tener en cuenta que en una época de crisis económica y de incertidumbre
para los negocios, la inversión en tierras era un comportamiento económico prudente.
En el polo opuesto, las clases populares veían empeorar su situación; muchos
pequeños campesinos se endeudaron, perdieron sus tierras y emigraron a las
ciudades. Así, en las grandes ciudades, sobre todo en Madrid, se va configurando un
numeroso grupo de marginados sociales (mendigos, pobres, delincuentes y
pedigüeños) a la búsqueda de dinero fácil, limosnas o beneficencia e incluso
delincuencia. La mentalidad de rechazo al trabajo les hacía preferir esta opción antes
que mancharse las manos y su fama con un trabajo manual.

La sociedad española del XVII continuó apegada a los mismos valores aristocráticos
y religiosos que regían la mentalidad colectiva del siglo anterior. El ansia de
ennoblecimiento se tradujo en un rechazo a los trabajos manuales, considerados
“viles”, lo que tuvo un fuerte impacto negativo en el desarrollo económico.
Consecuencia de esta mentalidad fue el abandono de las inversiones productivas y la
falta de una clase con espíritu empresarial que pudiera promover un desarrollo
económico similar al que empezaba a darse en otros países europeos.

10.2. Los arbitristas


En la España del siglo XVII surgieron una serie de intelectuales, economistas y
políticos en cuyas obras ofrecían un diagnóstico de la situación económica y social del
Estado español y exponían una serie de remedios o medidas para hacer frente a esos
problemas económicos y a las crisis financieras que, con tanta frecuencia, aquejaban a
la Corona. En la actualidad son considerados precursores de los ilustrados del siglo
XVIII, ya que muchos de ellos adelantaron reformas que se realizarían después.
Consideraban que el máximo esplendor de la monarquía hispánica fue con los Reyes
Católicos y que el exceso de riqueza llevó a la ociosidad, a la holgazanería, al abandono
de las “buenas costumbres” y al caos económico. Denunciaban, entre otros problemas,
el endeudamiento de la monarquía, el agotamiento económico de Castilla, el
enriquecimiento de los extranjeros con el oro y la plata de América y el desprecio de
los españoles por el trabajo. Algunas de sus propuestas fueron las siguientes:
 Mercantilismo: desarrollo de medidas proteccionistas tendentes a impedir la salida
de las materias primas, el oro y la plata del país, y a impedir la entrada de productos
manufacturados del exterior, para lo que habría que fomentar la producción
nacional (agrícola, ganadera e industrial) y protegerla mediante el establecimiento
de aranceles.
 Reformas del sistema tributario: simplificación de las cargas tributarias con un
impuesto único.
 Reforma del sector agrario: reducción de gravámenes a la producción de trigo,
cultivando toda la tierra disponible, y creación de parcelas de tamaño medio para
arrendar a los labradores.

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